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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE S T c
Alfred Stern
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La filosofía de
SARTRE
y el psicoanálisis

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existencialista
EDICIÓN REVISADA Y AMPLIADA
POR EL AUTOR

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COMPAÑIA GENERAL FABRIL EDITORA


Bu e n o s Ai res
Título del original inglés:
S ARTRE
H IS p h il o s o p h y and p s y c h o a n a l y s is

Traducción de
JULIO CO R T Á 2 A E

b AkhoUltli
IM P R E S O E N LA ARGENTINA
P IU N T E D 1N ARGENTINA
>
Queda hecho el depósito que previene la ley número 11.723.
© 1962 by C ompañía G eneral Fabril Editora, S. A., 13s. As.
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PREFACIO
A LA SEGUNDA EDICIÓN CASTELLANA

En los diez años que han pasado desde la publicación de la


primera edición de este libro, el estatuto internacional del
existencialismo ha cambiado. Los cabarets existencialiotas de
París han sido cerrados, pero los anfiteatros universitarios
del mundo entero se han abierto al existencialismo. De una
moda sensacionalista, el existencialismo se ha convertido en
un objeto de eruditos estudios académicos. Este cambio es
una garantía de la sobrevivencia del existencialismo como
parte de la filosofía occidental moderna. La segunda edición
I». castellana de este libro debe servir a los que quieran fami­
liarizarse con el tema y a los que, después, quieran ampliar
sus estudios de ciertos problemas especiales del exietencialis­
mo contemporáneo.

La segunda edición castellana no constituye solamente una


revisión de la primera, sino, además, una ampliación impor­
tante. Contiene muchas secciones nuevas que faltaron en la
primera edición, pero que aparecieron en la versión inglesa
de esta obra, publicada dos años después de. la castellana.
Entre estas nuevas partes menciono especialmente los capí­
tulos “Literatura y libertad”, “Existencialismo y psiquiatría”,
y gran parte del capítulo "Existencialismo y resistencia”.
Además, la segunda edición castellana contiene un nuevo
capítulo intitulado "Postdata”, ausente también en la versión
inglesa, y que trata de dar una idea del nuevo libro filosó­
fico de Sartre publicado en 1960, bajo el título Critique de
la raigón dialectique.

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Las partes tomadas de la versión inglesa fueron traducidas
por la señora Aída Aiscnson de Kogan. El capítulo “Post­ INTRODUCCION
data” y este prefacio fueron escritos directwnente en cas­
tellano por el autor.
A lfred Stern

Pasadena, California, febrero de 1961.

EL TEMA

La influencia más poderosa sufrida por la literatura mun­


dial durante la primera mitad del siglo XX procedió de un
psiquiatra: Freud y su psicoanálisis. La literatura salda
ahora su deuda, creando un psicoanálisis propio: el denomi­
nado psicoanálisis exjstencialista. Veremos si esta joven
disciplina, que nació al final de la segunda guerra mundial,
es capaz de influir sobre la psiquiatría.
Este nuevo psicoanálisis, ¿pertenece a la ciencia o a la
literatura? Todavia es prematuro contestar a tal pregunta.
Sartre, sin embargo, no constituye un “hombre de letras”
I ordinario. Como se sabe, no sólo es un dramaturgo de gran
talento, un notable novelista y un brillante ensayista, sino
también un filósofo profesional de sólida preparación. In­
cluso podemos decir que, básicamente, Sartre es un filósofo
cuyas novelas y piezas de teatro sólo constituyen diferentes
medios para ejemplificar un cierto tipo de filosofía: su fa­
moso y mal afamado existen CIALISMO. Creado hace un siglo
por el teólogo protestante danés Soeren Kierkegaard, el exis-
tencialismo fue sistematizado entre las dos guerras mundia­
les por el filósofo alemán Martín Heidegger.fEl existencia-
lismo fue definido por Heidegger como una descripción e
interpretación fenomenológicas de la existencia humana. Ter­
minada la segunda guerra, Sartre transformó di existencia-
lismo en una grande mode, dándole una especie de new look
filosófico.
El psicoanálisis existencial de Sartre es una derivación de
su filosofía y su aporte más original. A pesar de esto, poca
atención le han concedido hasta ahora los comentaristas del
existencialismo moderno. El propósito de la presente obra

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’ •A
es explorar, expílicar y estimar críticamente no sólo la filo­ En su libro Marc Beigbeder sostiene que el creador del
sofía de Sartre, sino también su psicoanálisis, así como in­ psicoanálisis existcncialista empezó a escribir a la edad de
terpretar su obra artística a la luz de estas disciplinas. seis años. Nada habría de extraordinario en el hecho, ya
que todos los niños del mundo civilizado empiezan a escribir
a esa edad. Con todo, mientras otros niños comienzan escri­
biendo el abecedario, Sartre —según su entusiasta biógrafo—
EL HOMBRE era a los seis años un poeta y un comediógrafo capaz de
poner en alejandrinos las fábulas de La Fontaine y escribir
Jean-Paul Sartre nació en París el 21 de junio de 1905, y pequeñas comedias. Caiga sobre el señor Beigbeder la res­
procede de una familia de la clase media. Su abuelo ma­ ponsabilidad de estos detalles biográficos.
terno, un profesor de idiomas llamado Schweitzer, era pro­ En 1938, Gallimard publicó La Nausée, novela de Sartre
testante, mientras que los demás ascendientes de Sartre que contiene ya algunos elementos básicos de su filosofía, y
fueron católicos. Así, al igual que André Gide, Sartre es un expresa las reacciones emocionales de un existcncialista frente
“fruto de dos religiones” ; y, al igual que Gide, es ateo. a nuestro mundo. Un año después, en vísperas de la segunda
El padre de Sartre, luego de pasar por la famosa Ecole guerra mundial, se publicaba en París Esquisse d’une Théorie
Polytechnique de París, fue ingeniero naval. Murió, aún des Einotians. Los elementos más jóvenes entre los escrito­
joven, en la colonia francesa de Cochincbina, víctima de la res, artistas y psicólogos parisienses comenzaron a ver en
fiebre tropical, y Jean-Paul quedó huérfano cuando era muy Sartre un posible conductor de vanguardia. Pero su fama
pequeño. Ya en la escuela, en La Rochelle, sus profesores era todavía más o menos local, y se limitaba al Quartier
lo encontraron inteligente, pero vanamente trataron de corre­ Latín y a Montparnasse.
gir su profunda aversión por «las matemáticas. Dada su débil constitución física, Sartre fue movilizado
u comienzos de la guerra como simple enfermero, al igual
Sartre pertenecía a lo que Drieu La Rochelle llamó la
que Nietzsche a comienzos de la guerra de 1870-71. Aparte
generación de “alforja vacía”, educada después de la pri­ dt esto, Sartre tiene algo más en común con Nietzsche: la
mera guerra mundial, cuando todos los valores tradicionales filosofía de este último o, al menos, algunas tesis básicas
se derrumbaban en Europa. Mas el joven estudiante era del pensamiento de Nietzsche, aunque Sartre lo cita muy
capaz, sin embargo, de llenar aquella vacía alforja. Con raramente.
alguna dificultad al principio, se entiende. Obtuvo su grado Prisionero al producirse la rendición del ejército francés,
de bachiller en filosofía con la mera calificación de “apro­ Sartre fue puesto en libertad por los alemanes en 1941, y
bado”, y fracasó en su agrégation en filosofía. Pero, un año regresó a París. Durante los años que siguieron, pudo des­
más tarde aprobaba este dificilísimo concurso en la famosa arrollar una fructífera actividad como escritor, filósofo y
Ecole Nórmale Supérieure de París, calificándose brillante­ profesor en la capital francesa ocupada por el ejército nazi.
mente a la cabeza de todos los candidatos. En 1943 publicó su gran tratado filosófico, L ’Etre et le
Entre su graduación y el comienzo de la segunda guerra Néant (El Ser y la Nada), y dos de sus piezas fueron re­
mundial, Sartre fue profesor de filosofía en el liceo de presentadas en escenarios parisienses: Les Manches (Las
Ei Havre, el puerto francés que, más adelante, habría de moscas) y Huís Clos (A puerta cerrada). En esta última
describir en una de sus novelas bajo el nombre de Bouville. obra, el papel de Garcin fue ocasionalmente representado
Pasó, asimismo, un año en Alemania, donde estudió la feno­ por Albert Cainus, el íntimo amigo de Sartre con quien éste
menología de Husserl y el existencialismo de Heidegger en
la cuna de ambas disciplinas: la universidad de Freiburg 1 Marc Beigbeder, L ’Homme Sartre; Essai de Dévoilement
im Breisgau. pré-existentiel (París: Bordas, 1947).

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rompió más tarde. Aunque Camus tenía una actitud fun­ esos rasgos, Troisfontaines llama a Sartre Vhomme au café, 1
damentalmente existencialista frente a la vida, no era un el hombre del café.
adepto de la filosofía existencialista y su credo político Cierto es que Sartre pasa gran parte de su vida, y aun
era menos radical que el de Sartre. escribe la mayoría de sus obras en la atmósfera impersonal
¿Cómo fue posible que Sartre publicara sus libros y a r­ del humo del cigarrillo, el olor de café, el entrechocar de ta­
tículos, y viera representadas sus obras en el París ocupado zas, los fragmentos de conversaciones, y el ir y venir de un
por las tropas de Hitler, cuyos jefes se mostraban tan rece­ café parisiense. Es ahí donde se encuentra con sus amigos
losos de cualquier manifestación intelectual francesa? y discípulos, y donde todos los problemas básicos de la exis­
Ignoramos la respuesta a esta pregunta. Pero presumimos tencia y el existencialismo se discuten y resuelven enti’e mo­
que la estrecha relación de Sartre con la filosofía existen­ kas, Dubonnets y Pernauds. Lo que la Academia fue para el
cialista del profesor nazi Heidegger, dio a las autoridades platonismo, y el Liceo para los peripatéticos, el “Café de Flo­
germanas la impresión de que se hallaba de su lado. Las 722 re” lo es para el existencialismo de Sartre. Este café de
páginas del más riguroso de los libros de Sartre, L'Etre et Saint-GexTnain-des-Prés se incorporará tal vez algún día a
le Néard, están llenas de citas de Heidegger en alemán, o, la historia de la filosofía. La historia, sin embargo, se halla
ya que este autor es conocido por sus bárbaras expresiones siempre en suspenso, o, como dice Sartre, en sursis. Y esta
originales, de citas en ese lenguaje que Heidegger considera Meca del existencialismo parece haber sido sustituida ya por
el café, más a la moda, del Pont Royal.
alemán.
La atmósfera del café está tan hondamente arraigada en
Pero, si Sartre se muestra muy influido filosóficamente la mente de Sartre, que incluso al explicar teorías metafí­
por ideas germanas, políticamente no lo está; y si las auto­ sicas en el más erudito de sus libros, L ’Etre et le Néant,
ridades alemanas lo consideraban como uno de ellos, se equi­ emplea ejemplos tomados de la vida de café. Así, al explicar
vocaban. La verdad es que se halla muy lejos de ser un nazi los dos conceptos básicos de este libro —ser y nada—, Sar-
o cualquier otro tipo de fascista. La Gestapo ignoraba que tre escribe:
el mismo hombre que escribía irreprochables ensayos apolíti­
cos en las grandes revistas literarias parisienses, escribía “Cuando entro en este café, buscando a Pedro, se efectúa
también artículos “subversivos” en la prensa clandestina, y una organización sintética de todos los objetos del café, for­
que era un miembro de la resistencia. Sus escritos sobre mando un fondo sobre el cual Pedro es dado como debiendo
aparecer. Y esta organización del café en un fondo, es una
problemas sociales, y en contra del antisemitismo, lo mues- primera annihilación.” 2
tx*an de tendencias políticas liberales. Y puede decirse que
no existe monumento más conmovedor erigido en gloriosa Anteriormente a esto, Sartre nos había mostrado que “el
memoria del movimiento de la resistencia, que Morís saris café por sí mismo, con sus parroquianos, sus mesas, sus ban­
Sépulture, drama que alcanza a veces la grandeza de una quetas, sus espejos, su luz, su atmósfera humosa, y los rui­
antigua tragedia griega. dos de voces, de platos entrechocándose y de pasos que lo lle­
nan, es una totalidad de ser”. Sin embargo, Pedro no se en­
Sartre no es, evidentemente, un fascista ni un comunista, cuentra en el café; está “ausente de todo el café; su ausen­
pero hay muchos que lo consideran un nihilista. Veremos, cia congela el café”, y Pedx*o se convierte en “la nada sobre
más adelante, hasta dónde puede fundarse tal acusación. Uno el fondo de annihilación del café”. 9
de sus críticos más vigorosos, el padre Roger Troisfontaines,
ve en Sartre al hombre desax-raigado de todo valor tradicio­ 1 R. Troisfontaines, Le Choix de J. P. Sartre (París: Aubier,
1D45), pp. 51-52.
nal: religión, naturaleza, familia, hogar. Para resumir todos 2 L ’Etre et le Néant (Pax’ís: Gallimard, 1943), p. 44.
3 Ibíd., pp. 44, 45.
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Partiendo de este ejemplo de café, deduce Sartre su dudoso un escritor y filósofo ricamente dotado. ¡Es posible que in­
principio metafísica —de acuerdo con la filosofía de Heideg­ cluso estimule su imaginación! Jules Michelet, el gran histo­
ger— conforme al cual “el no-ser no viene a las cosas por el riador francés, cuenta que el café concentrado que Diderot
juicio de negación; es el juicio de negación, al contrario, que y Rousseau tomaban diariamente en el Café Procope —a unos
está condicionado y sostenido por el no-ser”. 1 pasos del Boulevard Saint-Gerinain— “redoblaba el ardor
Cuando Sartre trata de probar su atrevida pero muy inte­ do sus ardientes almas, pues el café es un poderoso alimento
resante tesis de que la lógica clásica, con su principio de rio) cerebro... aclara la imaginación... y aumenta la pure­
identidad, no es válida para la personalidad humana “que es za y lucidez”. 1 Esto puede ser especialmente verdadero con
lo que no es y no es lo que es”, lo demuestra mediante el referencia al café bebido en un establecimiento parisiense,
ejemplo del mozo de café: un garçon de café que solamente pues hace ya dos siglos que Montesquieu declaró que en los
“juega a ser un mozo de café”. 2 oufés de París saben cómo preparar esa bebida “de tal ma­
Por fin, en su novela Le Sursis Sartre describe las re­ nera que engendra ingenio en aquellos que la toman. Por
flexiones de su joven héroe Boris, un estudiante de filosofía lo menos —agrega sarcásticamente Montesquieu— cuando
en la Sorbona, quien, en vísperas de ser movilizado en la anlen de allí, todos ellos se consideran cuatro veces más in­
segunda guerra mundial, medita de esta “profunda” manera teligentes que cuando entraron”. 2
filosófica : , Tal vez ésa sea la razón por la cual, al salir del “Café de
Floro” o del “Café Pont Royal”, tantos existencialistas pari­
“Yo podría calcular el número de veces que aún iría al café: sienses consideran como descubrimientos filosóficos revolucio­
admitamos que voy dos veces ai día y que seré movilizado narios muchas cosas que todo el mundo conocía desde siem­
dentro de un año; eso hace 730 veces. ¡730 veces! ¡ Qué poco!” 3 pre —sin filosofar.
Como vemos, Sartre llega incluso a medir una vida humana Sin embargo, la obra filosófica y literaria de Sartre no es
por el número de posibles visitas al café. Moderno Protágoras, sólo una moda de los cafés de la orilla izquierda y de los
considera el café como la medida de toda cosa. clubes nocturnos. Animados por una búsqueda apasionada,
Más adelante veremos que, al complejo de Edipo de Freud, hondamente seria, de la verdad filosófica, los escritos de Sar-
al complejo de inferioridad de Adler, y al complejo de Pro­ I ro revelan algunos problemas básicos de la existencia bu-
meteo de Bachelard * agrega Sartre sus complejos de Acteón nuina, que en las páginas siguientes se tratará de interpretar.
y de Jonás. Creemos que hay otro complejo aún, del cual el
mismo Sartre está sufriendo. ¿Podemos insinuar que se lo
denomine “complejo de Pascal”? No nos referimos al gran EL PSICOANALISIS DE FREUD Y EL DE SARTRE
filósofo y matemático francés Pascal, sino al comerciante
armenio Pascal, quien, en 1672, abrió el primer cafe parisiense Las diferencias entre el psicoanálisis de Freud y el de Sartre
riólo pueden ser explicadas luego de un cuidadoso estudio de
en la plaza del mercado de Saint-Germain.
Sin embargo, su complejo del café no impide a Sartre ser Imb diferencias de sus subyacentes filosofías. Algunas observa­
ciones preliminares mostrarán la necesidad de esa investiga­
ción.
1 Ibid., p. 46. El psicoanálisis de Freud se ocupa de la personalidad hu­
2 Ibid., pp. 97-99.
3 Le Sursis (Paris: Gallimard, 1945), p. 215. mana, cuya esencia no está separada de su existencia. Así,
* Gaston Bachelard, profesor en la Sorbona, es autor de:
La Psychanalyse du Feu, L'Eau et les Rêves, L'Air et les 1 J. Michelet, Histoire de France, Vol. XIV: La Régence
Songes, L'Experience de l'Espace dans la Physique contem­ (Paris-Flammarion, 1874), pp. 162-164.
poraine, La Dialectique de la Durée, Lautréamont, Le Plura­ a Oeuvres de Montesquieu, Vol. VI: Lettres persanes (Pa-
lisme cohérent de la- Chimie moderne y de otros libros. ri»-Lequicn, 1829), Lettre XXXVI, p. 75.

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la persona que encara Freud tiene un carácter definido, cuyo cías entre el psicoanálisis empírico de Freud y el exietencia­
núcleo, el ego, no sólo está determinado por la realidad sino lismo de Sartre son tan importantes, que sólo un detallado
también por el superego, que representa la influencia de los estudio de la filosofía subyacente de este último abrirá el
padres, maestros, las tradiciones raciales, nacionales y fami­ camino para su verdadera comprensión.
liares, la educación, el ambiente social, etcétera. Finalmente, Seia, pues, necesario dividir este libro en dos partes:
el ego freudiano está determinado por el llamado ello (“id” ), Primera: La filosofía existencialista do Sartre.
que representa todo lo heredado, y, sobre todo, los instintos. Segunda: El psicoanálisis existencialista de Sartre.
El ello es el inconsciente. Dentro de este último, Freud ad­
mite incluso una “herencia arcaica”. 1
Así, el psicoanálisis de Freud es detenidamente determi­
nista.
El psicoanálisis existencialista de Sartre, por el contrario,
se basa sobre la suposición de personas cuya existencia pre­
cede a su esencia, personas que, por lo tanto, no poseen ca­
rácter. Sin rodeos dice Sai’tre: “No hay carácter; hay so­
lamente una proyección (pro-jet) de sí mismo.” 2*Afirma tam­
bién que herencia, ambiente, educación, constitución física,
etcétera, no son más que “ídolos de explicación”. 8 Sartre
niega la existencia de una “naturaleza humana”, y dice en­
fáticamente: “El psicoanálisis existencial rechaza el postu­
lado del inconsciente.” 4*
: Mientras el psicoanálisis empírico de Freud busca determi­
nar los complejos de una persona, el psicoanálisis existencial
de Sartre busca determinar la “elección original” de una
persona. Pero ésta es completamente libre, de modo que el
psicoanálisis existencialista es básicamente anti-determinista.
Sarti-e, finalmente —bajo la influencia de Gastón Baehe-
lard— busca establecer también un “psicoanálisis de las co­
sas”, cuyo propósito es revelar “los contenidos metafísicos”
de cualidades tales como rojo, amarillo, amargo, agrio, dul­
zura, viscosidad, etcétera. 6
En verdad que, con todo esto, nos hallamos muy lejos del
psicoanálisis empírico de Freud, aunque Sartre no niega que,
metodológicamente, le debe mucho.
Estas breves alusiones habrán mostrado que las diferen-

1 Freud, An Outline of Psychoanalysis (W. W. Norton and


Co., Nueva York, 1949), pp. 14-17, 42-43, 62 y sigs.
- L ’Etre et le Néant, p. 637,
a Ibid. p. 637.
4 Ibid. p. 658.
6 Ibid., p. 695.

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21
Primera Parte

LA FILOSOFIA
EX IS T E N C I ALISTA
DE SARTRE

S
Capítulo Primero

¿EXISTENCIA O SER?

“ ¿Has olvidado que el hombre prefiere la ¿No es extraño que la filosofía intente explicarle al hombre
paz, incluso la muerte, a la libertad de elec­ la naturaleza de la existencia? ¿No es como si quisiéramos
ción con conocimiento del bien y del mal?” explicarle al pez el sentido de la natación, o enseñar a los
pájaros los secretos del vuelo? La existencia es aún más
F edor Dostoïevski: "Los hermanos natural al hombre que el vuelo a los pájaros, porque éstos
Karamazov
no vuelan constantemente, en tanto que el hombre existe
siempre —en tanto vive—, aun mientras duerme. ¿Cómo po­
dría ignorar lo que es la existencia? ¿Por qué necesitaría
de la filosofía para explicársela? Hasta el menos educado
de los hombres conoce la existencia por obra de su experien­
cia más íntima, permanente, interior y exterior.
No obstante, tan pronto trata el hombre de conceptualizar
su existencia, se le presentan dificultades. ¿Le ayudará la fi­
losofía —y especialmente una filosofía de la existencia— a
superar esas dificultades? Eso es lo que tratamos de des­
cubrir.
Aunque la existencia es tan antigua como la humanidad, la
filosofía de la existencia, o existencialismo, es una rama re­
lativamente joven del conocimiento humano. La filosofía tra ­
dicional, clásica, se ocupaba solamente del ‘'ser” ('ovta, ens,
être, Sein, essere, being, etcétera), reemplazando a veces es­
te término con la palabra “existencia”, pero usando los dos
términos alternativamente, sin ninguna diferencia concep­
tual. Así, en la distinción escolástica medieval entre essentia
y existentia, este último término se usaba aún como sinónimo
de “ser”, por lo menos desde el siglo XV.
En los dos últimos siglos, el concepto filosófico de ser se
ha ido tornando más y más abstracto, y —por consecuencia—
más y más vacío. En vano trató Leibniz de recordar a los

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filósofos que nos sería imposible “tener la idea de ser si nc Fácilmente se advierte que esta altanera actitud de la fi­
fuéramos nosotros mismos seres, y encontráramos por lo losofía idealista de Hegel hacia la existencia individual con
tanto el ser en nosotros”. 1 Fue el idealismo alemán el que, lodo su dolor, ansiedad, tristeza e incertidumbre, debía pro­
olvidando esta advertencia <le Leibniz, evaporó el ser en tan vocar una especie de revolución anti-idealista. Y ésta se originó
nebulosas altitudes de especulación que le hizo casi perder to­ en un hombre de dinámico temperamento, dotado de una men­
da conexión con nuestro ser individual, aquí y ahora, con te agudamente analítica, una elocuencia cáustica y una ex­
nuestra “existencia” humana. En la filosofía de Kant, el traordinaria capacidad de sufrimiento moral: en Soeren Kier-
ser no es más “un predicado real, vale decir un concepto de kegaard, el pensador protestante danés, que había sentido pro­
algo que puede ser añadido al concepto de una cosa. Es sólo fundamente la idea de Moses Mendelssohn: “Si partimos de
la afirmación de una cosa o de ciertas determinaciones en nosotros m ismos... existencia es sinónimo de actuar y su­
sí mismas”. 2 frir.” !
Pero fue Hegel quien alcanzó la culminación de este proceso Los escritos de Kierkegaard son una violenta protesta con­
de deshumanización del Ser cuando, en su “Lógica”, declaró: tra toda evasión idealista de los problemas reales hacia esque­
mas impersonales, objetivos, extratemporales, y verdades
“El Ser, el Ser puro, sin más determinación... es la mera “eternas”. No sólo defendió la verdad subjetiva, sino que afir­
indeterminación, el v ac ío ...” “La Nada, la Nada p u ra ... mó que “la verdad es subjetividad”. Habiendo pasado por
es completa vaciedad, ausencia de determinación y de con­
tenido... Consecuentemente, la Nada es la misma ausencia i odas las trágicas antinomias y torvas oposiciones de la exis­
de determinación, es decir lo mismo que el Ser. El Ser puro tencia individual, con las aterradoras decisiones (“o esto,
y la Nada pura son lo mismo.” 3 o , . . ”) que nos impone, Kierkegaard rechazó la lenitiva me­
diación hegeliana en estas oposiciones, efectuada mediante un
Previendo que esta paradójica ecuación determinaría serias proceso dialéctico automático que opera con ideas extratem­
objeciones, Hegel escribió: porales y huecas generalizaciones. Lanzando el ácido de su
ironía contra el sistema de Hegel, Kierkegaard escribió:
“Si el Ser y la Nada son idénticos —afirman los impug­
nadores—, se sigue que lo mismo da que mi casa, mis bie­ “ /.Puede el principio de mediación ayudar también al in­
nes, el aire que respiro, esta ciudad, el sol, la ley, la mente, dividuo existente, mientras permanece en la existencia per­
Dios, sean o no sean. Ahora bien, en algunos de esos casos, sonal, a convertirse en el principio mediador, el cual es sub
los impugnadores hacen uso de designios especiales y pri­ spccie aeterni, mientras el pobre individuo existente está
vados, o de la utilidad que una cosa puede tener para una confinado en la camisa de fuerza de la existencia? Cierta­
persona especial; luego preguntan si para esa persona será mente no puede ser bueno burlarse de un hombre, engañán­
lo mismo que la cosa exista o no. Con respecto a eso, debe­ dolo al agitar ante sus ojos la identidad de sujeto y objeto,
mos notar que la enseñanza de la filosofía es precisamente cumulo su situación le impide hacer uso de esta identidad,
lo que libera al hombre de la interminable muchedumbre desde que se halla en curso de devenir como consecuencia
de designios e intenciones finitos, volviéndolo tan indife­ de ser un individuo existente. ¿Cómo puede ser útil explicar
rente a los mismos que su existencia o no-existencia os ti un hombre cómo la verdad eterna debe ser entendida eter­
para él materia sin importancia.” 4 namente, cuando el supuesto usufructuario de la explicación
ve impedido de comprenderla así por ser un individuo
1 G. W. von Leibniz, Nouveaux Essais sur VEntendement existente, y se convierte en algo fantástico cuando se ima­
humain, I (1765), p. 23. gina a sí mismo sub spec-ie aef.erni? Lo que necesita ese
- Kant, Kritilc der reinen Vem unft, Transcendentale Dia-
lektik, III, 4. Abschnitt, p. 472. hombre es precisamente una explicación de cómo la eterna
3 G. W. F. Hegel, Wissenschaft der Logik, ed. G. Lasson, verdad debe ser entendida en determinaciones de tiempo
T, pp. 66-67.
4 Hegel, The Logic (Oxford, 1874), p. 140. 1 M. Mendelssohn, Morgcnstundcn (Berlín, 1785), I, p. 81.

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por uno que, en cuanto existente, se encuentra en el tiempo, El ser no tiene conciencia de sí.
lo que aun el respetable Herr Profcssor admite, si no siempre
por lo menos una vez por trimestre, cuando cobra su sueldo." i La existencia tiene conciencia de sí, se comprende a sí mis­
ma.
Estas amargas palabras fueron escritas en Copenhague en El ser es objetivo, determinado y lógicamente necesario,
1846, quince años después que el Herr Professor Hegel de la puesto que al pensar cualquier cosa, tengo que pensar su
Universidad de Berlín hubiera muerto en esta ciudad, vícti­ ser, al menos como pensamiento posible.
ma del cólera. En aquel tiempo el mundo estaba colmado por La existencia es subjetiva, completamente fortuita, hecho
la gloria de Hegel, y las protestas de Kierkegaard hallaron puro, libre, sin necesidad alguna.
poco eco. Pero, actualmente, el existencialismo renueva los El ser es la síntesis e identidad de sujeto y objeto; de
mismos ataques con mayor éxito, cuando reprocha a la fi­ tal modo representa la plenitud.
losofía clásica el haber "des-existencializado el ser”, vacián­ La existencia es la insuperable separación entre el sujeto
dolo así de su “explosivo existencial”. Tales son las pala­ y el objeto, la permanente no-coincidencia y tensión entre
bras de un prominente existencialista católico, el profesor sujeto y objeto, aun cuando este objeto sea la propia perso- /-
Etienne Gilson del Collège de France, en P aris.2 nalidad del sujeto; la existencia es el abismo insalvable en­
i Lo que todos los existencialistas —los de ayer y los de tre el conocimiento y el ser, entre la carencia que provoca
hoy— critican, es este método por el cual la filosofía tradi­ los deseos del sujeto y los objetivos que podrían satisfacer­
cional determina al ser de manera general, pero permanece los. De tal modo, la existencia se caracteriza por una “falta
L indiferente a la cuestión de si este ser existe o no. Así, un de ser”, por una especie de vacío.
filósofo clásico parece actuar como un geómetra, que mane- /E sta subjetividad de la existencia la coloca casi fuera del
¡ ja relaciones de formas y figuras geométricas sin que lo alcance de la filosofía. Mientras el ser es siempre objetivo,
afecte el problema de si existe o no algo en la naturaleza que la existencia es subjetiva de modo tan exclusivo que jamás
corresponda a esas construcciones ideales. Pero un indivi­ puede llegar a ser objeto, ni siquiera para ella misma. Y ésta
duo es otra cosa que una especie mutilada, desde que el in- es una de las dificultades del existencialismo como filosofía
1dividuo existe en tanto que la especie no. de la existencia. La filosofía es de por sí, conceptualización,
j Ataques de este tipo provocaron el desarrollo de una an­ y los conceptos son necesariamente objetivos. Desde que la
títesis entre el ser y la existencia, de tal modo que, actual- existencia no puede llegar jamás a ser objeto, y es siempre
I mente, podemos caracterizarla de la siguiente manera : sujeto, no parece que pueda haber una filosofía de la exis­
El ser es universal, abstracto, intemporal e ilimitado por tencia. Como condición meramente subjetiva, emocional, la
el espacio. existencia se halla incluso más allá del alcance de una ex­
La erÁ8lencia es individual, concreta, limitada a un tiem­ plicación, puesto que toda explicación está construida con
po muy breve y definido, y confinada en un ambiente espa­ conceptos objetivos. Al trata r de objetivizar la existencia,
cial restringido. los conceptos la desnaturalizan, la cambian en otra cosa; en
El ser está en todas partes y siempre. otra variedad de ser abstracto.
La existencia está solamente aqví y ahora (hic et mine). Los filósofos existencialistas se ven, en cierto modo, en la
El ser abarca todo y a cada cual. situación de San Agustín, quien, al preguntársele: “¿Qué
La existencia es siempre la mía, la tuya. es el tiempo?”, repuso: Si nemo ex me quaerat scio; si quae-
1 S. Kierkegaard, Concluding Unseientific Postcript (pu­ renti explicare velim, nescio. 1
blicado por Princeton University Press para The American-
Scandinavian Foundation, 1941), pp. 171-172. 1 “Si nadie me pregunta, lo sé; pero si quisiera explicarlo
2 E. Gilson. “Limites existentielles de la Philosophie”, a quien me lo preguntara, no lo sé.” S. Augustini ConfeRHu>-
L’Existence (París, 1945), pp. 69-87. num Líber, XI, 14.

29
Tal vez por esta razón, Kierkegaard no creó ninguna fi­ les filósofos existencialistas han sido en cierto modo infie­
losofía sistemática, ni sintió la necesidad de hacerlo. Limitó­ les al verdadero significado del existencialismo, su sacrificio
se a expresar sentimientos existencialistas subjetivos, de ma­ no resultó vano, porque les trajo la fama y —en el caso de
nera más bien artística. Por eso algunos pensadores moder­ Sartre— incluso la riqueza. Y esto torna la existencia mu­
nos —como Nicolás Berdiaeff— consideran a Kierkegaard y cho más soportable, hasta para los existencialistas.
al igualmente no sistemático, subjetivista y artístico Nietz-
sche, como los únicos existencialistas verdaderos.

“Sólo en la subjetividad —dice Berdiaeff— podemos cono­


cer la existencia; no en la objetividad. En mi opinión, esta
idea central ha desaparecido en la ontología de Heidegger
y de Sartre.” 1

Es ciertamente muy extraño que la obra más importante


de Heidegger lleve por título Sein und Zeit (Ser y Tiempo), y
que el libro teorético básico de Sartre se llame L'Etre et le
Néant (El Ser y la Nada). Parece obvio que títulos tales
como Dasein und Zeit (Existencia y Tiempo) y L ’Existence
et le Néant (La Existencia y la Nada) hubieran sido más
apropiados por parte de los dos líderes del existencialismo
moderno ante la expectativa del mundo. La razón por la cual
se eligieron aquellos títulos es que tanto Sartre como Heideg­
ger quisieron ofrecer una “ontología” —una teoría del ser—.
Sin embargo, Berdiaeff tiene razón al decir que “en una
ontología, la existencia desaparece... porque no puede ser ob-
jetivizada”. También podemos estar de acuerdo con Jean
Wahl, el representante de la filosofía existencialista en la
Sorbona, cuando escribe:

“Necesitamos saber si la existencia no es algo que debe


quedar reservado a la meditación solitaria... ¿No tendre­
mos, tal vez, que elegir entre existencialismo y existencia?” 2

Frente a esta elección, Sartre, Heidegger, Jaspers, Ga­


briel Marcel y el mismo Jean Wahl, han elegido evidentemen­
te el existencialismo, pues de otra manera serían tan des­
conocidos como los millones que se hallan condenados a la
solitaria meditación de la existencia. Si, de esa manera, ta ­

1 J. Wahl, Petite Histoire de VExistentialisme (París,


1047), p. 67.
2 Ibid., p. 01.

30 37
Capítulo II tiempo, sujeto a los mismos requerimientos morales, esa idea
del hombre que es la base del humanismo y del humani­
EXISTENCIA COMO ESTAR-EN-EL-MUNDO tarismo. Para la gnoseología, significa un desafío al concep­
to clásico de un sujeto que, siendo extra-temporal y extra­
espacial, es un sujeto sin mundo. Y este sujeto sin un mun­
do ha sido siempre el punto de partida del idealismo, asi
como del realismo. \

“La clarificación del estar-en-el-mundo —escribe Heideg-


ger—, mostró que no 'hay al principio un sujeto sin un mun­
do, que no es nunca dado. Y así, finalmente, tampoco hay
al principio un ego aislado, dado sin los otros egos.” 1
Los lectores de los escritos filosóficos de Heidegger y de
Sartre habrán ciertamente notado el gran número de guiones Ya que la existencia es estar ahora y aquí, o “estar-en-el-
que unen a veces de cuatro a siete palabras consecutivas en mundo”, Heidegger concluye que el mundo del hombre exis­
una frase. Esos guiones no son solamente un capricho tipo­ tente es siempre aquel que comparte con otros hombres. Así,
gráfico, sino que tienen un sentido filosófico básico en el “estar-en-el-mundo” significa también “ser-con-otros” (“Mit-
existencialismo. Hasta cabe designar el existencialismo como sein”, o ‘“Mitsein-mit-Anderen”).
una filosofía de guiones. Son éstas las tesis básicas del existencialismo moderno,
Las más frecuentes de entre esas palabras unidas por guio­ delineadas por Heidegger en 1927, en su famoso libro Sein
nes son “estar-en-el-mundo” (el “in-der-Welt-sein” de Hei- u?td Zeit. Si, trece años antes, José Ortega y Gasset escribió
degger) u “hombre-en-el-mundo” ('Thomme-dans-le-raonde” en sus “Meditaciones del Quijote”: “Yo soy yo y mi circuns­
de Sartre). ¿Cuál es el sentido filosófico de estas palabras tancia” 2, y si, diecisiete años antes, calificó en su “Adán
unidas por los guiones? en el paraíso” nuestra existencia como un “convivir” o un
A efectos de comprenderlo, es preciso recordar que, a dife­ “coexistir” (1910, p. 176) es evidente que fue él quien dio
rencia del ser, extra-temporal e ilimitado por el espacio, la la descripción básica de la existencia humana y proclamó
existencia es ahora y aquí. Por consiguiente, el hombre exis­ así los principios del existencialismo moderno.
tente es siempre un hombre ahora y aquí, o, más brevemen­ Así, con las posiciones básicas del esiar-en-el-'mundo y dei
te, un hombre en el mundo. A efectos de acentuar la necesi­ ser-con-otros, el existencialismo se coloca más allá del realis­
dad esencial y el carácter indisoluble de esta asociación entre mo y del idealismo, los cuales, partiendo de un sujeto sin un
el hombre y su mundo, Ifeidegger enlaza con guiones las mundo, necesitan demostrar posteriormente el mundo que
palabras que designan la existencia del hombre y su mundo. queda fuera del sujeto. Si esta demostración es considerada
“La expresión compuesta ‘estar-en-el-mundo’ —escribe— como posible, hablamos de realismo; si se la considera como
muestra ya en su factura que con ella se designa un fenó­ imposible, hablamos de idealismo.
meno unitario.” 1 “El escándalo de la filosofía” —dice Heidegger— no es que
( Para el sentido común, esta posición parece una perogru­ esta demostración falte todavía, sino que se la espera y se la
llada, y, sin embargo, filosóficamente, tiene importantes im­ intenta una y otra vez. “La existencia, bien entendida, se
plicaciones. Para la ética significa un desafío al clásico con­ opone a tales demostraciones, porque en su ser es todo lo
cepto del hombre como tal, independiente del espacio y del
1 Ihíd., p. 116.
1 M. Ifeidegger, Sein muí Zeit (Halle), p. 53. 2 J. Ortega y Gasset, Obras completas, tomo I, p. 322.

32 33
que las pruebas ulteriores consideran necesario demostrar Mientras el cogito de Descartes había colocado a la filoso­
acerca de ella." 1 fía moderna sobre la base de la primacía de la cognición,
Sólo desde este ángulo podemos comprender al existencia- el existencialismo trata de colocarla sobre la base de la pri­
lista francés Levinas, cuando describe el existencialismo di­ macía de la existencia. Para Heidegger, “la cognición no es
ciendo : sino un modo de existencia como estar-en-el-mundo”. 1
Aunque el francés Sartre se niega a participar en la vio­
"La novedad que Heidegger añade a nuestro saber de mil
años. . . cuando establece el estar-en-el-mundo, o el ser-para- lenta campaña anti-cartesiana de Heidegger, y hace como que
la-nvuerte, o el ser-con-los-demás, es que estas preposiciones, sigue fiel al cogito cartesiano, lo modifica bajo el nombre de
en, pura, con, son la raíz del v erb o ...; que articulan el “cogito pre-reflexivo”, de modo tal que puede negar la pri­
evento S e r... Podemos decir que el existencialismo consiste macía cartesiana de la cognición, y permanecer así en acuer­
en el sentimiento y en el pensamiento de que el vei'bo ser do con Heidegger. Por ejemplo, manifiesta:
es transitivo." 2
“La conciencia es el ser cognoscente en tanto que es y no
Surtre adopta todas estas posiciones básicas del existen­ en tanto que es conocido. Esto significa que conviene aban­
cialismo de Heidegger como un punto de partida. Su maestro donar la primacía del conocimiento, si queremos fundar el
Laporte, difunto profesor de la Sorbona, lo había prevenido conocimiento mismo." 2
contra esta especie de abstracción por la cual pensamos como
aisladas ciertas cosas que no están hechas para existir ais­ Luego de haber declarado que la primacía cartesiana de
X ladamente. Y otro de sus maestros —el famoso creador de la cognición es una “ilusión”, Sartre manifiesta que una con­
la fenomenología moderna, Edmund Husserl (que murió en ciencia no-reflexiva es la que hace posible la reflexión. “Hay
H /a . un cogito pre-reflexivo que es condición del cogito carte­
1938)— le había enseñado que, contrariamente a lo abstrac­
to, lo concretóles un “todo” que puede existir aisladamente, siano." 3
<
por sí mismo. Con la conciencia pre-reflexiva, existiendo por sí misma,

'c “Lo concreto —concluye Sartre— es el hombre en el mundo


con esta unión específica del hombre al mundo que Heidegger,
cree Sartre haber encontrado un “absoluto”. 4 Así, a pesar
ae haber rechazado la primacía cartesiana de la cognición, y
a pesar de su propia insistencia en la primacía de la existen­
por ejemplo, llama estar-en-el-mundo. . . Basta abrir los ojos
cia, Sartre piensa que ha preservado la subjetividad carte­
e interrogar con toda ingenuidad, esta totalidad que es el
hombre-en-el-rnundo." 3 siana como un punto de partida de la filosofía, y que ha to­
mado un camino intermedio entre Heidegger y Descartes.
\ Así, en el existencialismo, el cogito, ergo snm de Descartes Pero, en verdad, está mucho más próximo a Heidegger que
) —pienso, luego soy— es invertido y reemplazado por un re­ a Descartes.
o
dondo sum —yo soy— en el sentido de yo-estoy-en-cl-mundo, Como veremos más adelante, Sartre extraerá las más im­
seguido por la cognición: sum, ergo cogito. Esta fórmula portantes conclusiones éticas de esta afirmación ontológica
sum, ergo cogito fue enunciada de manera inequívoca, mu­ básica, según la cual nuestra mente es tan sólo secundaria
chos años antes que por Heidegger y por Sartre, por don a nuestra existencia, como un simple modo de esta última.
Miguel de Unamuno.4 Volvamos a la afirmación sartriana (inspirada por Hus­
1 M. Heidegger, Sein und Zeiit p. 205. serl; de que basta “abrir los ojos e interrogar con toda inge-
2 J. Wahl, Pctite Histoire de VExistentialisme, (París,
r 1944), pp. 85-86. 1 M. Heidegger, Sein und Zeit, p. 61.
3 U Etre et le Néant, p. 38. 2 UEtre et le Néant, p. 17.
4 M. de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida (Ma­ 3 Ibíd., p. 20.
drid, 1913), p. 39. 4 Ibíd., p. 23.

34 35
nuidad” esta totalidad concreta que es el hombre-en-el-mun- Capítulo 111
do. ¿Cuál es la respuesta a esta pregunta, conforme con la
filosofía de Sartre? LA REVELACIÓN DE LA EXISTENCIA:
“El ser —escribe— nos será revelado por algún medio CONTINGENCIA, ABSURDO, ANGUSTIA
inmediato de acceso, como el fastidio, la náusea, etcétera.” 1

Así, si la existencia de Heidegger se revela como “preo­


cupación” (Sorge, cura), Sartre nos revelará la existencia
como. . . náusea.
Aquellos que leen las novelas de Sartre donde —conforme
a la justa observación de Marcel Thiebaud— “los besos se
dan entre diarreas, y las declaraciones de amor se hacen en
el intervalo de los vómitos”, no se asombrarán de ver el es­
tado fisiológico de náusea promovido al grado de una condi­ Hablamos ya de la dificultad intrínseca de explicar la exis­
ción metafísica. tencia en términos de conceptos objetivos, ya que, siendo
básicamente subjetiva, la existencia no puede ser objetivi-
1 Ibíd., p. 14. zada sin ser desnaturalizada. Al tener bajo sus órdenes tan
sólo los conceptos objetivos y abstractos, Heidegger ha sido
incapaz de revelarnos la existencia en su carácter emocional
í/ f c más inmediato. Su “cuidado” es una categoría, no un sufri­
miento.
< Sartre, por su parte, no solamente es un filósofo sino tam­
bién un artista, dotado de imaginación e intuición. Puede
'c así intentar decir, de la manera intuitiva y subjetiva del ar­
tista —el novelista y el dramaturgo—, cosas que los concep­
tos objetivos del filósofo no alcanzan a aprehender. Por con­
siguiente, no es de extrañar que la más impresionante carac­
terización de la existencia no se encuentra en el gran tra ta ­
do teórico de Sartre, L’E<t!re et le Néant, sino en su primeva
novela, La Nausee (La náusea). Tomemos algunos ejemplos
\o de esta novela cuyo héroe, el historiador Roquentin, tiene
súbitamente la intuición de la existencia y la describe como
sigue:

“Aquello me dejó sin aliento. Jamás, antes de estos últimos


días, había presentido lo que quería decir ‘existir’. .. Por lo
res-ular la existencia se esconde. Está ahí. alrededor de nos­
r otros, en nosotros, es nosotros, no se pueden decir dos pa­
labras sin hablar de ella, y, finalmente, no se la to c a ...
Si me hubieran preguntado qué era la existencia, habría
respondido de buena fe que no era nada, tan sólo una forma

36 37
vacía que viene a agregarse desde fuera a las cosas, sin mismo. Pero ningún ser necesario puede explicar la existen­
cambiar en nada su naturaleza."1 cia; la contingencia no es una falsa apariencia que puede
“Y ahora, ¡zas!: de golpe estaba ahí, era claro como el ser disipada; es lo absoluto, y por consiguiente la gratuidad
día: la existencia se había revelado súbitamente. Había perfecta. Todo es gratuito, este jardín, esta ciudad, yo mismo.
perdido su aire inofensivo de categoría abstracta: era la Cuando ocurre que uno se da cuenta, eso le revuelve el co­
materia misma de las cosas... La diversidad de las cosas, razón y todo se pone a flo ta r... eso es la náusea. . .
su individualidad, no eran más que una apariencia, un bar­ “Eso es lo que los cochinqs... tratan de ocultarse con su
niz. El barniz se había derretido, y quedaban masas mons­ ¡dea de los derechos. ¡Pero qué pobre mentira! Nadie tiene
truosas y blandas, en desorden... desnudas con una aterra­ derechos; ellos son enteramente gratuitos, como los demás
dora y obscena desnudez..." hombres. . . ” 1
i
“La existencia no es una cosa que se deje pensar de lejos;
es necesario que eso te invada bruscamente, que eso caiga El término “cochino" (salaud) no es tan sólo una colérica
sobre ti, que pese duramente sobre tu corazón como un gran expresión del héroe de Sartre en un momento de abrumado­
animal inmóvil."2
ra náusea, sino una categoría mantenida por el filósofo in­
lie aquí cómo el héroe de Sartre experimenta la existen­ cluso en sus obras teóricas. Por ejemplo, en la obra L ’Exis-
cia. Pero, ¿como qué le es revelada? Esto puede ser descrito tentialisme est un Humanismo, Sartre da la siguiente defi­
en tres palabras: como contingencia, absurdo y ansiedad. Ro- nición :
quentin siente súbitamente que todo, incluso él mismo, es su­
perfino, gratuito, supernumerario (“de trop"), porque, lógi­ “ A aquellos que traten de mostrar que su existencia es
camente, la existencia no puede estar más justificada que necesaria, a pesar de que es la contingencia misma de la
la no-existencia. aparición del hombre sobre la tierra, los llamaré cochinos." 2
Ya Nietzsche había escrito: “¿Es mi existencia, comparada
En La Nauséc, Roquentin concluye diciendo:
con mi no-existencia, algo que pueda justificarse?"3 Sin ha­
cer referencia a su gran predecesor, Sartre contesta rotunda­
“Todo existente nace sin razón, se continúa por debilidad y
mente: ¡ n o ! Todos aquellos que no comparten su opinión, y muere por ocurrencia.” 3
tratan de justificar su existencia como necesaria, son coloca­
dos por Sartre en una nueva categoría filosófica, que él Mam-ice Maeterlinck, el gi-an poeta belga, había expresado
designa con el término —muy poco filosófico— de “cochi­ una idea similar cuando, en Pelléas et Mélisande, dijo de su
nos" (salauds).
joven heroína estas hermosas palabras, llenas de melancolía:
Citaré aqui otro pasaje de La Nauséc, donde el héroe, Ro- “N ació... sin razón alg u n a... sólo para morir; y muere
quentin, enuncia más explícitamente estas ideas: sin razón alguna.” Tenemos aquí una expresión poética de
esa antigua verdad que Heidegger expresó más tarde al de­
“Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por defi­
nición, la existencia no es la necesidad. Existir es sencilla­ cir que, sin razón alguna, el hombre es “arrojado” a un mun­
mente estar ahí; los existentes aparecen, se dejan encontrar, do donde su ser es “esencialmente preocupación" y “ser ha­
pero jamás se puede deducirlos. Creo que hay gente que ha cia la muerte". 4
comprendido esto. Sólo que han tratado de superar esta con­ Sartre concluye que nuestro estar en el mundo, y el ser del
tingencia, inventando un ser necesario que es causa de sí
1 La Nausee, p. 171.
1 Esto, obviamente, es una alusión a la definición kantiana 2 L'Existentialisme caí un Humanismo (París: Nagel,
de la existencia que citamos antes. 1946), pp. 84-85.
2 La. Nausée (París, 1938), pp. 166-172. s La Nausée, p. 174.
3 F. Nietzsche, Gesammeltc Werke (Munich, 1925), p. 252. 4 M. Heidegger, Sciv vnd Zcit. pp. 180, 266 y sigs.

38 39
mundo, son lo absurdo absoluto. Llega al punto de estable­ lo absurdo donde está, sino que también lo inventa donde
cer una ecuación entre lo absoluto y el absurdo. Cuando no está. Parece que lo absurdo se convierte en su razón de
Spinoza dice “Deus sive natura” —Dios o naturaleza—, Sar- ser, aunque el existencialisrao prohíba la búsqueda de tal
tre dice 'Tabsolu ou l’absurde” —lo absoluto o el absurdo—. 1 razón.
Lo absurdo es aquello que no puede deducirse lógicamente. La reacción emocional de Sartre hacia la gratuidad y lo
Así, Sartre se ve obligado a incluir toda la naturaleza en su absurdo de la existencia, es la náusea. Obsei'vando a sus se­
absoluto absurdo. mejantes, Roquentin grita: “¡Me gustaría vomitar!” 1
Sartre es un habitante de una gran ciudad, y hombre del Ahora bien, el vomitar es la culminación de la náusea. Y
café. No tiene verdadera relación con la naturaleza, amor esto nos lleva a comprender por qué, en la mayoría de sus
Dor la naturaleza, comprensión de la naturaleza. En ninguna novelas, Sartre describe a diferentes personas vomitando.
de sus novelas es posible hallar una descripción de la natu­ Tu! vez lo aprendió de William Faulkner, en muchos aspectos
raleza que impresione. Su única reacción ante ella es el :ut modelo. También madame Simone de Beauvoir, llamada
miedo. Su héroe, Roquentin. observa la ciudad de Bouville la grande Sartreuse, gusta de ese tema; como, por ejemplo,
(vale decir. Le Havre) desde lo alto de una colina, y piensa en su novela Le Sang des Attires. Sartre va hasta el punto
aue los ciudadanos son insensatos al sentirse protegidos con­ do describir con precisión fenomenológica estos repugnantes
tra la naturaleza por lo que los rodea. procesos fisiológicos, así como sus resultados. A veces, en
un paroxismo de perversión, el vomitar de los personajes de
“Veo esta naturaleza, la veo —se dice Roquentin—. Sé Sartre está unido a deseos sexuales, como en su cuento
que su sumisión es pereza, sé que no tiene leyes... Sólo tnthnité, o en su novela L ’Age de Raison, donde podemos leer
tiene costumbres, y mañana puede cambiarlas.” 2 la siguiente descripción de una “escena amorosa” entre el
profesor de filosofía Mathieu Delarue e Iwich, su alumna
Y ahora, Sartre-Roquentin imagina algunas consecuencias borracha:
de ese posible cambio. Por ejemplo, una madre que súbita­
mente ve que la mejilla de su hijo ha reventado, exponiendo “Un olorcillo agrio de vómito escapaba de su boca tan
un tercer ojo que ríe. O, un buen día, podemos descubrir pura; Mathieu respiró apasionadamente ese olor.” 2
que nuestras ropas se han convertido en cosas vivientes. O
alguien que siente repentinamente que algo le raspa la boca. Difícil sería encontrar en la literatura mundial una expre-
“Irá a un espejo, y abrirá la boca; y su lengua se habrá nión más perversa y repugnante, pero fácil hallar otras de
convertido en un enorme ciempiés, vivo. .. ”, etcétera. oso tipo, y peores, en las novelas de Sartre.
Evidentemente, Sartre ha sido aquí influido por Franz Saldé poisseuse —suciedad pegajosa— es el nombre que
Kafka, quien en su relato “La Metamorfosis”, describe cómo <ln Roquentin a la existencia3, y asimismo otras metáforas
Gregorio Samsa, un viajante de comercio, se despierta una •le Sartre, usadas para la caracterización de la existencia,
mañana en su lecho, convertido en un monstruoso gusano ludí en con similares imágenes “viscosas”. También el vómito
con una cabecita y un vientre pardo, dividido por arrugados os viscoso. Sólo el psicoanálisis existencialista nos revelará el
anillos. Y trata en vano de reajustarse a su familia, que nentido metafísico de la viscosidad en la filosofía de Sartre.
continúa siendo humana. Ln existencia está vinculada a un cuerpo fisiológico, y, por
Este relato es tan absurdo que explica por qué, veinte ron si guíente, nuestro cuerpo es para Sartre un objeto prin­
años después de su muerte, Kafka ha sido elevado al grado cipal de náusea. He aquí lo que dice al respecto en su obra
de existencialista. Porque el exietencialismo no sólo descubre
> Ibkl, p. 160.
1 La Nattsée, p. 169. * L ’Age de Raison (París: Gallimard, 1945), p. 255.
2 Ihíd., p. 204. ;i La. Nausée, p. 176.

40 41
filosófica más importante: “ Una náusea discreta e insupe­ En su estado de “náusea” el Roquentin de Sartre tiene
rable revela perpetuamente mi cuerpo a mi conciencia.” La también la impresión angustiosa que “todo empieza a flotar”
razón está en que también nuestro cuerpo es hecho puro, sin y que “nada parece real”, i
necesidad lógica. “Puede suceder que busquemos lo agrada­ Esta angustia no debe ser confundida con el miedo. Pos­
ble o el dolor físico para librarnos de él, pero apenas el do­ teriormente a Kierkegaard, Sigmund Freud aclaró esta dife-
lor o lo agradable existen para la conciencia, manifiestan a í-encia al escribir:
su vez su facticidad y su contingencia, y es sobre un fondo
de náusea que se revelan.” 1 “Pienso que la angustia se relaciona con el estado subje­
El existencialismo cristiano considera esta encarnación tivo, abstraída de cualquier objeto, mientras que en el miedo
como un paradójico escándalo. El existencialismo de Sartre, la atención está dirigida precisamente hacia un objeto.” 2
que al igual que el de Heidegger jamás se liberó de su he­
rencia teológica, parece subrayar a veces este escándalo de Así, la angustia está dotada de un cierto carácter de “in­
la encarnación, deteniéndose en los detalles más repugnantes definición y falta de objeto”. 3 Más tarde veremos cómo en
la filosofía de Sartre, la angustia está vinculada a su con­
de las manifestaciones carnales; pero el placer mórbido que cepto básico de libertad.
esto trae aparejado indica que, al fin y al cabo, Sartre no
Ya que la mayoría de nosotros hemos sentido en ciertos
es enemigo de tal “escándalo”.
momentos esta difusa angustia, no conectada a un objeto
Sería erróneo creer que la náusea de Sartre es resultado
k de una predisposición fisiológica específica. Para él la náu­
definido, sino vagamente vinculada a nuestro sentimiento de
abandono y aislamiento como individuos confrontados con la
sea es algo metafísieo. En su principal tratado filosófico,
nada de la muerte, no nos sorprenderá encontrarla igual­
dice que no debemos entender “el término náusea como una mente en la náusea de Roquentin:
k /ö metáfora extraída de nuestros disgustos fisiológicos; por el
•c contrario, sobre su fondo metafísieo todas las náuseas con­ “Coriú a lo largo de los diques. . . las casas me miraban
cretas y empíricas se pi*oducen, y nos llevan a vomitar. huir con sus ojos lúgubres. Me repetía con angustia: ¿adon­
C (Náuseas producidas por la vista de carne podrida, sangre de ir, adonde ir? 4
fresca, excrementos, etcétera.)”
Digamos unas palabras sobre la relación entre la náusea Pero no podemos huir de nosotros mismos, de la única
y la ansiedad. Más adelante estudiaremos detalladamente certidumbre que tenemos en esta vida: cada uno de nosotros
este concepto principal de la ética y la metafísica existen- tendrá que atravesar solo la oscura puerta de la muerte.
cialistas. Sólo queremos recordar aquí que, en su libro Was "Moriremos solos”, como dice Pascal.B Y Camus nos recuer­
\
ist Metaphysik? (¿Qué es metafísica?), Heidegger describió da que la vida no es sino un aterrador aprendizaje de la
•O una condición que llama Wirbel (torbellino o, en traducción muerte.
libre, vértigo), que se parece mucho a la náusea de Sartre.
En el estado de vértigo, sentimos una sensación de “flotar” 1 La Nausée, pp. 105, 171.
(Schwebcn), porque la realidad se desvanece. De pronto, nos 2 S. Freud, Vorlesungen nur Einführung in lie Psychoana­
lyse (Viena, 1916), p. 417.
sentimos rodeados por una especie de vacío, acompañado de 3 S. Freud, The Problem of Anxiety (Albany, Nueva York,
una aterradora angustia. Esta angustia —dice Heidegger— 1936), p. 147.
nos revela “la presencia de la nada” 2 y, básicamente, la nada * La Nausée, p. 113.
r de la muerte. 3 5 B. Pascal, Pensées, III, 211.

1 V E tre et le Néant, p. 404.


3 M. Heidegger, Was ist Metaphysik? (Bonn, 1929), p. 14.
3 M. Heidegger, Scin und Zcit, p. 26G.

42 43
Capiculo IV loza, y que un hombre elija una de ellas dependerá grande­
mente de sus reacciones emocionales, La crítica sólo puede
PRIMER INTERMEDIO CRÍTICO empezar allí donde la razón halle un punto de apoyo: en los
argumentos racionales.
En lo que a la razón se refiere, debe admitirse que los
grandes sistemas racionalistas no han logrado éxito al dedu­
cir hechos materiales de principios lógicos, y el fracaso de
los sistemas de la filosofía de la naturaleza de Hegel y de
Schelling, condena para siempre tales tentativas. Existe en
la naturaleza una vasta proporción de elementos meramente
empíricos, que no poseen necesidad lógica y pueden, en ver­
dad, ser llamados contingentes.
La náusea de Roquentin no era aún filosofía, sino solamen­ A fines del siglo pasado, Emile Boutroux escribió su libro,
te una intuición subjetiva y una interpretación emocional de “Sobre las contingencias de las leyes de la naturaleza” J, y
la existencia como pura contingencia, absurdo y ansiedad. la teoría cinética de los gases de Boltzmann fue otro golpe
Sin embargo, como sistemas conceptuales, nuestras filosofías para el determinismo. En 1927, el físico Heisenberg señaló
dependen grandemente de nuestras intuiciones subjetivas de que “la mecánica de los ‘quanta’ ha establecido en forma de­
la existencia, hecho que puede explicar, en parte, la diver­ finitiva la invalidez de la ley de causalidad”. 2 Todavía exis­
sidad de tales sistemas. ten leyes naturales, pero, como dice Louis de Broglie, “ya
/ft La misma naturaleza puede ser interpretada emocional­ no son leyes causales sino leyes de probabilidad”. 2
mente de maneras absolutamente opuestas, como lo muestra, A pesar de esos golpes al determinismo, las leyes de la na­
«f. por ejemplo, una comparación entre Sartre y Chateaubriand. turaleza ofrecen todavía suficiente regularidad como para
Para Sartre, la raíz de un árbol es una “garra voraz desga­ hacer posibles ciertas predicciones, y excluir ciertas posibili­
rrando la tierra, arrancando de ella su alimento". Y a fin
C dades, especialmente en cuanto concierne al macrocosmo. *
de jugar con lo absurdo del mundo, desafiante, su Roquentin
Prácticamente, y en la mayoría de los casos, la probabilidad
patea violentamente la ra íz .1
de nuestras leyes estadísticas de la naturaleza apenas se di­
Como vemos, para la interpretación intuitiva de la existen­
ferencia de la certidumbre. Y, de hecho, existen en nuestra
cia que da Sartre, aun las plantas inocentes son monstruos
sociedad poderosos grupos profesionales cuyas actividades
voraces, reveladores del repugnante absurdo del mundo,
descansan enteramente en la regularidad de nuestras leyes
mientras que, para la interpretación intuitiva de la existen­
O cia que da Chateaubriand, aun los monstruos revelan a la
divina providencia. 3 E. Boutroux, De la Contingence des Lois de la Nature
(París, 1874).
“Nos parece —escribe Chateaubriand—, que Dios ha ner- 2 W. Heisenberg, “Über den anschaulichen Inhalt der quan­
mitido esas producciones de la materia a efectos de enseñar­ tentheoretischen Kinematik und Mechanik”, Zeitschrift für
l nys-ik (Berlin, 1927), vol. 43, p. 197.
nos lo que sería la creación sin él. Es la sombra la que des­
taca las luces.” 2 3 L. de Broglie, “Déterminisme et Causalité dans la Physi­
que contemporaine”, Revue de Métaphysique et de Morale,
XXXVI, 4 (Paris, 1929), p. 441.
► He aquí dos posibles interpretaciones de la misma natura- 4 Cf. A. Stern, “Causalité, Incertitude et Complémenta­
rité”, Revue de Synthèse (Paris, 1937), pp. 133-148. “La cri­
1 La Nausée, pp. 1G9, 177. sis de la causalidad en la física de los quanta”, Cuadernos
2 Œuvres de Chateaubriand (París, 1857), I, 3, p. 149. Americanos (Mexico, 3, Mayo-Junio, 1943), pp. 73-92.

45
físicas: los físicos, los químicos, los ingenieros, los geólogos, está por estallar la segunda guerra mundial, Mathieu, el
los obreros industriales, etcétera. héroe de la novela Le Sursis (El aplazamiento), sostiene la
Si ello es así, es exagerado hablar, como lo hace Sartre, siguiente conversación con su hermano Jacques:
de una completa contingencia de la naturaleza, y de una com­
pleta ausencia de leyes físicas. “Mathieu : La guerra, la paz, son la misma cosa.
Podemos hablar de contingencia en un sentido absoluto, J acques: ¿La misma cosa? Ye a decir eso a los millones
porque el total de las leyes físicas no puede ser deducido de hombres que se preparan para hacerse matar.
Mathieu : ¿Y qué? Llevan la muerte consigo desde su na­
lógicamente del total del ser. Su ser no es más necesario que cimiento. Y cuando los hayan masacrado hasta el último, la
el ser de todo el universo. Hasta un pensador tan raciona­ humanidad seguirá tan llena como antes; sin una brecha, sin
lista y teísta como Whitehead debió admitir la contingencia una falta.
de la presencia de un principio selectivo racionalista en la J acques: Menos doce o quince millones de hombres.”
realidad, llamado Dios. Según Whitehead, este principio está A esto, Mathieu, el profesor existencialista de filosofía,
simplemente allí, ya que él mismo es la única razón para responde que “ésta no es una cuestión de cantidades” ; que
que todo esté ahí y sea lo que es. Hay además otras contin­ aun sin esos hombres muertos en la guerra el mundo conti­
gencias en la altamente racionalizada realidad de Whitehead, nuará yendo “a ninguna parte”. 1
desde que el universo podría haber sido diferente, sin ser Algunos héroes sartrianos reconocen que son superfluos,
menos racional. Y, al parecer, podría haber sido moralmen- como Henri, un francés de la resistencia quien, apresado por
te más satisfactorio. Por consiguiente, si lo que hay es este los fascistas y condenado a muerte, dice a sus amigos:
universo y ningún otro, tal cosa es contingente.
De todas maneras, creo que si no hay una necesidad abso­ “No falto en ninguna parte, no dejo ningún vacío. Los
luta, hay, sin embargo, suficiente necesidad relativa entre subterráneos están llenos, los restaurantes colmados, las ca­
las partes de nuestra realidad para garantizar la recurren­ bezas rellenas a reventar de pequeños problemas. He resba­
cia regular de los fenómenos en la naturaleza. Cuando afirma lado fuera del mundo, y él se ha quedado lleno. Como un
que la naturaleza no tiene “leyes” sino “solamente” hábitos, huevo.” 2 |
que mañana puede alterar, es evidente que Sartre arroja el
agua del baño con el niño adentro. Sin embai'go, existen otros hombres que carecen de esa
Otra de las afirmaciones sartrianas es la de que todos grandeza para reconocer que son gratuitos. Creen ser nece­
somos superfluos, y que aquellas personas empeñadas en sarios para su familia, su patria, su profesión, y pretenden
ocultarse tal cosa a sí mismas, pretendiendo su necesidad, son tener derechos en este mundo. A ellos les dice Sartre que son
“cochinas” y “de mala fe” (de 1nauvaise foi). Este concepto “cochinos”, y que “nadie tiene derechos”. 3
de mala fe será analizado más detalladamente, ya que po­ Pensamos que, nuevamente, Sartre tira más allá del blan­
see un sentido básico en la filosofía de Sartre. En su psico­ co, aplicando medidas absolutas a cosas relativas. Es cierto
análisis existencialista trata rá de descubrir, en los diferentes que, para el total del universo, nadie es necesario, nadie hará
proyectos humanos, ocultas tentativas de los hombres para falta si desaparece. Pero cada hijo hará falta a su madre,
justificarse a sí mismos, contrariamente a lo que bien saben cada marido a su mujer y viceversa.
de sí mismos. ¿Es “cochino” un padre, simplemente porque piensa que
En sus novelas, Sartre ha tratado de mostrar una y otra es necesario a su mujer y a sus hijos, ya que nadie se ocu­
vez que todos somos superfluos, supernumerarios (de trop), pará de ellos si él muere? No me parece. Un George Wash-
y que nadie es realmente necesario. Esto lo lleva a veces 1 Le Sursis, p. 168.
—a él, autor de un libro titulado “El existencialismo es un 2 Morts satis Sepultura (París, 1949), p. 47.
humanismo”— a las afirmaciones más inhumanas. Cuando 3 La Nausee, p. 171.

46 47
ington fue necesario a su nación para lograr su independen­ Si los héroes de Sartre encuentran insoportable la exis­
cia, y un Georges Clemenceau fue necesario a su patria para tencia porque no ofrece necesidad absoluta, ello muestra tan
expulsar al invasor. Si esos hombres tenían la convicción de sólo que son absolutistas filosóficos incurables. Me parece
su necesidad, ¿eran por lo tanto “cochinos” ? que ésta es la verdadera enfermedad moral de los existen-
Naturalmente que uno puede preguntarse si la indepen­ cialistas. Por cierto que su filosofía es cabalmente irraciona­
dencia de América y la libertad de Francia son absoluta­ lista, y, sin embargo, los existencialistas tienen un tempera­
mente necesarias al total del universo, incluyendo todos los mento racionalista. Su filosofía debe ser llamada “irracio­
planetas y estrellas fijas; y tal pregunta no puede, en ver­ nalismo”, porque piensa que el universo no está sometido a
dad, contestarse. Pero no es posible negar que la independen­ leyes racionales y por esto no es deducible lógicamente.
cia de esas naciones es relativamente necesaria para el avan­ También es irracionalista el existencialismo porque adscribe
ce de la civilización. Y la civilización es necesaria con rela­ a estados emotivos como la angustia, la pena y la náusea,
ción a la humanidad. un poder superior al de la razón, refutando todas las pre­
Aunque es imposible probar la necesidad absoluta de la tensiones de la razón y derrotando todos los esfuerzos de la
existencia de la humanidad, esto es relativamente necesario razón. A pesar de esto el temperamento existencialista es
para ella; porque si la humanidad no hubiera sentido esta racionalista. En mi opinión hay dos clases de racionalistas:
necesidad, ya habría acabado con la existencia, de conformi­ la primera consiste en aquellos que, como Descartes, Spino-
dad con la recomendación de Schopenhauer. za, Leibniz y Hegel, creen en la posibilidad de deducir las
Como veremos más adelante, al discutir la ética de* exis- relaciones del mundo material como si fueran relaciones
tencialismo, Sartre rechaza todos los valores dados, consti­ formales de lógica y matemáticas. El segundo grupo de ra ­
tuidos, como limitaciones de nuestra libertad, y otorga a to­ cionalistas está formado por aquellos que —como los existen­
dos la libertad de inventar su propio sistema de valores, sin cialistas— no creen en tal posibilidad y, sin embargo, man­
posibilidad alguna de verlo legitimizado por cualquier auto­ tienen, empecinadamente, su exigencia de un mundo demos­
ridad supra-individual. De uno de sus héroes dice Sartre: trado more geométrico, un mundo deducible con absoluta ne­
“No habría ni Bien ni Mal, salvo que los inventara.” 1 cesidad. Ya que no pueden tener semejante mundo, huyen
Es extraño que un filósofo que, por este camino, ha elimi­ a la enfermedad, su enfermedad metafísica que llaman “náu­
nado toda base para los juicios de valor de validez supra-in­ sea”. Me da la impresión de que la mayoría de los existencia-
dividual, se muestre tan profuso en pronunciar los más ofen­ listas son racionalistas frustrados.
sivos juicios de valor referentes al comportamiento moral de “Quiero todo o nada” (Je veux tovit ou ríen), escribe lite­
otras gentes, con la certeza más apodíctica, y que reclame ralmente Albert Camus en su Mythe de Sisyphe 1, sin darse
validez universal para “categorías filosóficas” tales como aparentemente cuenta de que se limita a repetir el clamor
“cobarde” y “cochino”. Sólo después de haber examinado la del Brand de Ibsen, cuya búsqueda de lo absoluto en la reli­
teoría de la libertad de Sartre y su filosofía de los valores, gión se vio tan trágicamente condenada al fracaso.
comprenderemos el hecho trastornador de que el mismo filó­ Ya antes que Ibsen, Balzac había mostrado que la búsque­
sofo que quiere enseñar a los trabajadores que el existencia- da de lo absoluto está condenada en otros campos; en el
lismo y no el marxismo conduce a la verdadera revolución arte, por el fracaso de su héroe Frenhofer (Le Chef d'Oeu-
social, pueda, al mismo tiempo, condenar implícitamente a vre Inconnu); en la ciencia, por la ruina de su héroe Bal-
los hombres que dieron a Francia los Droits de l*Homine et thazar Claés (La Recherche de l’Absolu).
du Citoyen, y a los Estados Unidos el Bill of Rights, al pro­ Ambos son antecesores de Brand de Ibsen, quien resulta
clamar que “nadie tiene derechos”. sólo una copia ficticia de Soeren Kierkegaard, el fundador

1 L'Age de Raison, p. 249. i Albert Camus, Le Mythe de Sisyphe (París, 1942), p. 118.

48 49
del existencialismo. En mi opinión, Kierkegaard fue el pro­ l'icuciones, declara explícitamente que la única actitud filo-
totipo de un absolutista filosófico y de un racionalista frus­ Hnfica coherente del hombre en un mundo absurdo, es la
trado. Combatió a Hegel, pero al igual que Hegel hubiera rebelión: “E sta rebelión da su precio a la vida", dice, y
deseado tener un mundo donde “todo lo que es real es racio­ uucuentra en ella una nueva clase de grandeur. 1
nal, y todo lo que es racional es real”. Al reconocer la impo­ Yo no puedo encontrarla. Hubo grandeza en la actitud
sibilidad de semejante mundo y semejante razón, Kierke­ «lo Prometeo, porque fue más que rebelión. Al traer a los
gaard se rebeló contra los dos. hombres la luz desde el Olimpo, produjo una revolución. Pero
El grito de batalla de Kierkegaard se expresó de la mejor la rebelión contra la existencia tiene que ser estéril, porque
manera en el título de su famosa obra “ ¡O esto o aquello!" no podemos cambiar la existencia. La verdadera actitud filo-
¡O Dios o los dragones; o todo o nada! Para aceptar la “pa­ Hófica hacia lo que no podemos cambiar es la aceptación.
radoja absoluta" que él vio en Cristo, crucificó la razón. En Ahí está la verdadera sabiduría. Rebelarse contra la condi­
el conflicto entre el cristianismo y la civilización moderna ción existencial del hombre es una actitud pueril, no viril.
—sobre el cual insistió Feuerbach—, Kierkegaard estaba Si hemos reconocido que no podemos tener un mundo de-
pronto a sacrificar la civilización moderna a efectos de man­ ductible con necesidad lógica, un mundo de certeza absoluta,
tener al cristianismo en su absoluta pureza. Al descubrir debemos aceptar con largueza este hecho, y no adoptar la
que la sociedad moderna no estaba pronta para aceptar su actitud de un niño que llora porque no puede alcanzar la
“o esto o aquello", Kierkegaard estuvo durante toda su vida luna.
L en rebelión contra la sociedad, la democracia y su propia
Iglesia, su obispo y todas las instituciones cristianas, inclu­
líertrand Russell ha dicho que la mayor cosa que puede
hacer por nosotros la filosofía en este tiempo es “enseñarnos
fa i yendo el matrimonio ■ —porque, conforme a su exigencia de ii vivir sin certidumbre, y, no obstante, sin quedar paraliza­
/a una pureza absoluta, la procreación le parecía “pecaminosa". dos por la vacilación”. 2
< Del mismo modo, el Roquentin de Sartre se halla en esta­ No cabe duda que, como última consideración, el existen-
** do de permanente rebelión contra el mundo, tan sólo porque
c este mundo no es como debería ser de acuerdo con sus pos­
tulados absolutos. El hecho de que Kierkegaard fuera teísta,
cinlismo también enseña que el hombre tiene que aceptar su
condición existencial. Encontramos este postulado en Heideg-
ger, en Sartre y —con mayor insistencia— en Karl Jaspers3
y que Sartre sea ateo, resulta de menor importancia, ya que y un Simone de Beauvoir. Sin embargo, para los existencia-
lo que ambos tienen en común es mucho más esencial: la IImIus esta aceptación presupone una conversión radical, una
demanda de lo absoluto en un mundo relativo, y la actitud “resuelta decisión” y numerosos argumentos, mientras que
de rebelión contra ese mundo que no se pliega a sus deman­ para la mayoría de los no-existencialistas es una reacción
\
das absolutas. natural, casi automática. Quizá los existencialistas auténti­
O He aquí una explicación del extraño hecho de que haya
cos se sobreponen a su náusea, pero la mayor parte de ellos
existencialistas religiosos y anti-religiosos, existencialistas
siguen vomitando en tanto existan en este mundo vacío de
católicos, protestantes, judíos y ateos, quienes, a pesar de sus
propósitos, donde, de acuerdo con Sartre, “todas las activida-
diferentes credos, se comprenden los unos a los otros y se
d«‘* humanas son equivalentes". 4
consideran como pertenecientes más o menos a la misma es­
cuela de pensamiento. Lo que los separa es mucho menos im­
portante que lo que tienen en común: el rechazo de un mundo ' Ibíd., p. 78.
r que no corresponde a sus demandas absolutas, y la actitud a Bertrand Russell, A History of Western Philosophy
de estéril rebelión. (Nueva York, Simon and Schuster, 1945), p. XIV.
Camus, el autor de L'Etranger, cuya vida entera es un 11 Cf, especialmente K. Jaspers, Tragedy is Not Enough
( Hoston, The Beacon Press, 1952), p. 105.
rechazo del mundo y de los lazos entre las cosas y sus signi- * L'Etre et le Néant, p. 721.

50 51
Capítulo V y su resignación a nada, salvo una inteligencia que fabrica
apariencias y cubre con imágenes aquello que carece de ra ­
CÓMO SUPERAR LA NÁUSEA zón”. Y agrega que si el mundo fuera comprensible, no ha­
bría arte alguno.1
Sin embargo, el escape al imaginario mundo “no existen­
te” del arte no se convirtió para ninguno de esos pensadores
en un refugio permanente y en un medio verdadero de salva­
ción de los sufrimientos de la existencia. En la pura con­
templación de ideas platónicas en el arte, Schopenhauer sólo
halló alivio momentáneo, y decidió que la salvación de la
existencia, la verdadera “redención”, sólo podría alcanzarse
en la negación de la voluntad de vivir.
Le absurdo de la existencia no es descubrimiento nuevo. En De manera similar, Nietzsche superó su período de “ilu-
tiempos modernos, Dostoievski, Schopenhauer y Nietzsche han sionismo”, donde había situado el “evangelio del artista”,
sido los que probablemente lo sintieron con mayor profundi­ con sus hermosas mentiras, por encima de la terrible verdad
dad. Muchas tentativas se han efectuado para superar esta del hombre de ciencia. Creó finalmente el ideal del “super­
condición. hombre”, el hombre lo bastante fuerte para afrontar la ver­
El Roquentin de Sartre supera su náusea escapándose a un dad, sin necesidad de cubrirla con el hermoso velo de la
imaginario mundo de arte. Sentado en una oscura taberna ilusión.
de Bouville, oye una canción de jazz americano que brota de También Camus nos previene contra el ver en el arte un
un disco, con el estribillo: “Some of these days you’ll miss santuario contra el absurdo. El arte en sí —dice—, “es un
me, honey.” Y —lo que es bastante raro—, al escuchar esta fenómeno absurdo... No ofrece una salida al mal del espí­
vulgar canción, se recobra de su náusea, porque en la melo­ ritu. Por el contrario, es uno de los signos de ese m a l...
día alcanza finalmente algo “que no existe”. Decide renun­ Pero, por primera vez, hace salir al espíritu de sí mismo y lo
ciar a la historia, desde que ésta “habla de lo que ha exis­ pone frente a otro, no para que se pierda en él, sino para
tido, y jamás un ser existente puede justificar la existencia mostrarle, con dedo preciso, el camino sin salida donde todos
de otro ser existente”. 1 Se dedicará al arte, escribirá no­ están embarcados”. 2
velas; una clase de relatos donde “detrás de las palabras im­ Así, sin sucumbir a las ilusiones del arte, Camus perma­
presas, detrás de las páginas, debe uno imaginar algo que no nece con él, dándole al vacío sus colores, pero sin olvidar un
existe, que estaría más allá de la existencia”. 2 solo instante que es vacío.
Ya Schopenhauer había hallado alivio al sufrimiento de la Este es el punto donde los caminos de Sartre se desvían
existencia en la pura contemplación de ideas platónicas en el de los de Camus: Sartre va más allá del arte. Su Roquentin,
arte, o en la revelación de la cosa en sí, en la música. Y superando la náusea mediante la evasión al mundo no-exis­
Nietzsche dijo que “la existencia y el mundo sólo se justifi­ tente del arte, sólo simboliza una estación en el calvario de
can eternamente como un fenómeno estético”. 3 la existencia. El arte es sólo refugio temporario de lo ab­
También parece ser ésta la posición de Camus, cuando dice surdo de la existencia. El novelista Sartre que, en 1938,
que la obra de arte ilustra la “renuncia del pensamiento... publicó La Nausee, se convierte en el filósofo y metafísico
sistemático que, en 1943, publicará su gigantesco tratado
1 La Nausee, p. 228. U Etre et le Néant.
2 Ibíd.
3 F. Nietzsche, Die Geburt der Tragödie, en Gesammelte 1 Albert Camus, Le Mythe de Sisyphe, p. 135.
Werke, III (1920), p. 46. 2 Ibíd., p. 132.

52 53
La filosofía teórica se convierte en un medio para superar universo de Spinoza, sólo cabe una justa actitud: la com­
la náusea. Y no por primera vez en la historia de la filosofía. prensión. No una comprensión desde el ángulo de la imagi­
Considerados desde el ángulo de sus motivos psicológicos, los nación individual, subjetiva, sino una comprensión lógica,
sistemas filosóficos pueden ser divididos en aquellos que per­ basada en la razón o —como dice Spinoza— una compren­
tenecen al tipo teorógono y aquellos que pertenecen al tipo sión sub specie aeternitatis, bajo el aspecto de la eternidad.
patógono. En las serenas regiones de la razón, la visión del individuo
La filosofía teorógona está motivada por la observación del se aparta de los mezquinos intereses de la existencia coti­
mundo y el deseo de explicar lo que se ha observado. (El diana, y se dirige al todo. Las pequeñas discordias de la
antiguo Oe(o<?ó> era un observador, o un espectador en los existencia se disipan entonces en las grandes armonías de un
juegos públicos.) universo lleno de razón. Amor Dei, el amor de Dios y la
En este sentido, las filosofías de Aristóteles, Descartes, Ba- Naturaleza, predicado por Spinoza, se convierte en un amor
con, Hume y Kant, pueden ser designadas como teorógonas. fa ti, un amor a nuestro destino, desde que para Spinoza
La filosofía patógona, por el contrario, es motivada por el nuestro sufrimiento no es más que un error surgido del limi­
sufrimiento que la existencia en el mundo nos impone, y el tado ámbito de la vida individual, de la existencia.
deseo de superarlo (del griego ¡mfioc, sufrimiento). La filosofía patogénica de Sartre pertenece a un tipo ente­
En este sentido, las filosofías de Epicuro, Pascal, Spinoza, ramente distinto, porque contrariamente a Spinoza, no trata
Schopenhauer, Nietzsche y Unamuno pueden ser consideradas de eliminar la contingencia, lo absurdo y la ansiedad de la
como patógonas. existencia mediante demostraciones. Por el contrario, la filo­
Si la filosofía de Sai'tre tuviera que ser clasificada desde sofía sartriana trata de demostrar la necesidad de la con­
este ángulo, ciertamente cabría incluirla entre los sistemas tingencia, de lo absurdo y de la ansiedad. Sus medios son
patógonos. Es la náusea — su clase de sufrimiento provenien­ los opuestos a aquellos de Spinoza; vale decir que son el
te del absurdo del mundo—, lo que motiva el sistema filosó­ irracimalismo y el indeterminismo.
fico de Sartre. Pero, en cierto modo, ¿no es contradictorio demostrar la
Una comparación entre la filosofía sartriana y la filosofía necesidad de la contingencia, probar lógicamente el absurdo
patógona más representativa que ha producido la historia de la existencia, racionalizar esa condición irracional que es
—la de Spinoza—, aclarará el peculiar carácter de la pri­ la ansiedad?
mera. Tal es, exactamente, el reproche formulado a Sartre por
En el deseo de superar el sufrimiento del hombre en la algunos de sus amigos, especialmente por su previo amigo
existencia, Spinoza trató de eliminar demostrativamente la Albert Camus.
contingencia, el absurdo y la ansiedad. Sus medios fueron el «En un mundo donde todo es dado y nada explicado ®s"
cribe Camus—, la fecundidad de un valor o de una metafísica
racionalismo y el determinismo. Según Spinoza, una recon­
es un concepto sin sentido.” 1 Y manifiesta que, en este mun­
ciliación con el destino se torna posible si éste no se presenta
do absurdo, no tenemos que trata r de “explicar” o de resol­
como una fuerza arbitraria, sino como la manifestación ne­
ver”, sino solamente experimentar y describir.
cesaria de la razón universal. Enfrentada por eso que es
Otro de los amigos críticos de Sartre, el surrealista Hubert
lógico y absolutamente necesario, toda resistencia se torna
insensata, y lo mismo todo deseo de influir en el destino me­ Juin, escribe:
diante nuestros deseos. Así se desvanece nuestra ansiedad “Es verdad que la ansiedad aniquila lo racional, y también
en presencia de la contingencia, así como la engañadora espe­ lo reprochamos esto a S a rtre ... La ansiedad no es tinta.
ranza de cambiar el mundo en conformidad con nuestros de­ Es la noche, y cuando uno surge de la noche, no escribe
seos personales.
En presencia de esa necesidad cósmica, que pertenece al 1 Le Myt-he de Sisyphe, p. 186.

55
54
I L ’Et.re ct Je Néant. Uno actúa como Heidegger, y vuelve a
bajar." 1
Capítulo

EXISTENCIA Y ESENCIA
VI

Con todo, es un espectáculo fascinante ver cómo Sartre ra ­


cionaliza lo absurdo y cómo prueba la necesidad de la con­
tingencia, puesto que lo hace con la más brillante artesanía
filosófica. Y más fascinante todavía es observar cómo busca
evadir las deprimentes consecuencias de su truculenta filo­
sofía, yendo hacia una especie de optimismo, que no califi­
caré de “heroico" como el de Nietzsche, sino como un opti­
mismo de desafío, un optimismo “a pesar de”.
La doctrina de Sartre enseña que el hombre puede domi­
nar su náusea reconociendo su libertad, acto que le permite Existencia es el primer concepto básico del existencialismo;
dotar de significado y valor a su existencia. Pero al ser res­ esencia es el segundo. Si la existencia es el aquí y ahora del
ponsable de su elección de significados y valores en un mun­ f*cr, la esencia es el qué de este ser.
do en el cual es el único legislador moral, el hombre autén­ En ese sentido, la escolástica medieval había ya definido
tico, que dominó su náusea, siempre tendrá que padecer una la esencia como la quidditas de las cosas, sustantivo un tanto
intensa “angustia ética”. Hay, efectivamente, libertad en la bárbaro derivado del pronombre latino quid, que significa
i existencia sartriana, pero su precio es la angustia. Y es un qué. Heidegger, muy amigo de expresiones bárbaras, adop-
ÍOl precio elevado, que pocas personas están dispuestas a pagar. ió, después de Scheler, el correspondiente término alemán
Hay trabas que limitan el optimismo de Sartre. Washeit o ítas-iSem, a efectos de definir la esencia.
Ahora bien, la tesis básica del existencialismo es que la
1 H. Juin, Jean-Paul Sartre ou La Condition Hu-maine (Bru­ existencia del hombre precede a su esencia. En otras pala­
c selas, 1946), p. 79.
bras, su ser aquí y ahora precede a su ser algo.
Pero esta tesis caracteriza principalmente al existencialis-
iiUj francés.
En un libro publicado en la segunda posguerra, Heideg­
ger señala las diferencias que separan su filosofía de la de
Bnrtre, insistiendo en que en su principal obra, “El ser y el
tiempo", en ningún momento se determina la relación exis­
tente entre la esencia y la existencia.
Cree adecuado el nombre de “existencialismo” para la
filosofía de Sartre, pero no lo emplea para la suya propia.1
La tesis de Sartre significa “que el hombre primero exis­
te . . . surge en un mundo y es definido posteriormente".2
Lo que será definido como siendo, será su esencia, de acuerdo

1 M. Heidegger, “Ueber den Humanismus”, Platons Lekre


van der Wahrkeit, Berna, 1947 pp. 72-73, 79-80, 87.
2 L ’Existentialisme est un Humanisme, p. 21.

56 57

PJ
con la afirmación de Tomás de Aquiuo: Essentia proprie est Conviene hacer notar que la definición del hombre como
id, quod 8ignificatur per definitionem. 1 suma de sus actos podemos encontrarla ya en Hegel (Pkiloso-
En mi opinión la tesis existencialista básica de Sartre en­ phie de Geschichte), y, más tarde, en André Malraux (La
traña una dificultad lógica, pues es imposible ser sin ser algo. condition humaine).
Ya hemos mencionado que el profesor Laporte había preve­ Pero también podemos ver cómo la metafísica atea, inde­
nido a Sartre contra esa especie de abstracción por la cual terminista, del existencialismo de Sartre, corresponde a sus
pensamos como aisladas ciertas cosas que no están hechas intuiciones emocionales básicas del universo. Al no estar de­
para existir aisladamente. Pero, sea como fuere, según la terminada por ningún concepto de esencia o de naturaleza
teoría de Sartre debemos aceptar el postulado de que el hom­ humana preexistente al hombre en la mente de Dios, la exis­
bre está ante todo “aquí y ahora" antes de ser algo. tencia del hombre carece de toda necesidad, es por completo
¿Pero qué es lo que el hombre será? Será lo que haya hecho contingente y gratuita.
de sí mismo. Y será así responsable por lo que es. No está En este respecto, el hombre es lo opuesto del artefacto, del
determinado por ninguna esencia dada previamente, ni natu­ objeto creado por el hombre. Si, por ejemplo, un escultor
raleza humana, ya que, según la suposición atea de Sartre, crea una estatua o un ingeniero construye un aparato, el
no hay Dios, no hay conciencia supra-humana que pudiera concepto, el “qué”, la esencia de la estatua o del aparato
concebirlo. El hombre es así libre, en el sentido de no ser precede a su existencia, en la mente del escultor o del inge­
predeterminado; libre y responsable por lo que hace de sí niero.
mismo. Cada parte de la estatua o del aparato estarán predeter­
Durante su entera existencia, el hombre se hace a sí mismo, minadas por la idea del todo, preconcebida en la mente del
se crea a sí mismo como esencia, la que sólo llega a ser com­ escultor o del ingeniero. Así, cada parte de la estatua o del
pleta en el momento de su muerte. Armand Salacrou, quien, aparato será absolutamente necesaria para el todo, y el todo
por cierto, influyó en las ideas de Sartre, dijo: “Sin ningún del artefacto será también necesario, porque estará deter­
momento de descanso el hombre es creador de cosas definiti­ minado por su concepto preexistente a él en la mente del
vas."2 La suma de esas cosas definitivas creadas por el creador humano.
hombre es su esencia. En ese sentido adopta Sartre la afir­ Por consiguiente nada es contingente en el artefacto, nada
mación de Hegel: Wesen ist ^va8 gewesen ist (la esencia es es gratuito, nada de trop (supernumerario).
lo que ha sido). Conforme a una suposición teísta, el hombre es un arte­
Así puede Sartre deducir la libertad del hombre de la tesis facto semejante, y por tanto está enteramente predetermina­
existencialista de que la existencia precede a la esencia. Al do por su concepto, su esencia, su naturaleza, que son preexis­
no estar determinado por una esencia dada previamente, por tentes a él en la mente de Dios. P ara el teísta nada es con­
ningún concepto de naturaleza humana concebido en la mente tingente, nada es gratuito en el hombre; para el ateo, todo
de un Dios, el hombre es libre. Sólo existe en la medida en lo es.
que se realiza a sí mismo, “no es más que la suma de sus Para el ateo Sartre, el hombre es derivable de nada, es el
actos", y no hay otra realidad que la de la acción. 3 “supernumerario para la eternidad". Porque rechaza tam­
Resulta ahora obvio que, a pesar de su ateísmo, el exis- bién la idea de que el hombre posea una “naturaleza huma­
tencialismo de Sartre no es un materialismo. na” que pudiera ser localizada en cada individuo de manera
tal que cada hombre existente fuera tan sólo un particular
1 Tomás de Aquino, Sarama Theologica, I, 29, 2 a 3. ejemplo de un concepto universal, el concepto “hombre”.
2 Armand Salacrou “L ’Inconnue d’Arras” (París, 1936), Cabe que nos preguntemos si, desde este ángulo, la dife­
p. 18. rencia entre el hombre y la naturaleza es la que existe entre
3 L ’Existentialisme esl tai Humanisme, p. 55. libertad, contingencia, gratuidad, por una parte, y necesidad

58 59
determinista por otra. Sin embargo, en la suposición atea Capítulo V 11
de Sartre, tampoco la naturaleza es un artefacto. Y ya vimos
cómo, en La Nausée, condenó a la naturaleza como gratuita SER Y NADA
al igual que al hombre.
Por consiguiente, la diferencia básica entre hombre y na­
turaleza debe consistir en otra cosa. Lo que hace la dife­
rencia entre la conciencia humana y la naturaleza inanima­
da, es aquello que constituye lo más importante en la filo­
sofía existencialista: es nada, o, para ser más precisos, la
nada. En el próximo capítulo nos ocuparemos de esto.

¿Qué es el ser? ¿Qué es la nada?


Tales son las dos preguntas más dinámicas del exietencia­
lismo moderno. Ya lo eran en el librito de Heidegger, “¿Qué
es metafísica?”, y son también las fuerzas conductoras en el
desarrollo de la obra principal de Sartre, “El ser y la nada”.
Lógicamente, ambas preguntas carecen de respuesta. En
lo que al ser concierne, hace tres siglos que Pascal, en su
fA tratado “Sobre el espíritu geométrico”, se burló de aquellos
/(i “hombres de ciencia” que tratan de definir una palabra por
la palabra misma, diciendo por ejemplo: “La luz es un movi­
miento de cuerpos luminosos”, como si fuese posible com­
c prender la palabra “luminoso” sin comprender la palabra
“luz”.
Y Pascal agregaba esta importante afirmación:
“No se puede intentar definir el ser sin caer en el mismo
absurdo; porque es imposible definir una palabra sin prin­
cipiar diciendo: es, lo expresemos o lo impliquemos. Por tan­
to, a efectos de definir el ser, sería necesario decir es, y
? consecuentemente emplear la palabra definida en su defini­
ción.” 1
A este penetrante argumento de Pascal me gustaría agre­
gar otro: Toda definición es la determinación de un concepto
mediante la indicación de su genus más alto y su differentia
upecifica.
Pero desde que el ser es en sí mismo el genus supremo,
resulta evidentemente imposible hallar un genus más alto en

1 B. Pascal, “De l’Esprit géométrique”, Pensée et Oïxuscu-


les, ed. Brunschvicg (Paris, 1946), Op. III, p. 169.

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el cual incluirlo, y por tanto una definición del ser se torna irracionalista o, para ser más preciso, pre-racionalista; pues
lógicamente imposible. para él la mente cognoscente es sólo un modo de la existencia
Por lo que concierne a la nada, resulta evidente que cual­ humana, algo secundario.
quier definición de la misma tendría que decir que “la nada Luchando vanamente para definir el ser, Sartre afirma fi­
e s ... esto o aquello”. Pero eso resultaría una contradictio nalmente estas tres definiciones:
in adjecto, por la cual el verbo afirma lo que el sustantivo
niega. “El ser es. El ser es en sí. El ser es lo que es.” 1
Este tipo de proposiciones pertenece a aquellas que según
Carnap, son “gramaticalmente correctas y sin embargo ca­ Con estas definiciones, Sartre confirma involuntariamente
rentes de sentido”. x y por completo la afirmación pascaliana de que no se puede
Parménides y Platón ya comprendieron que “es imposi­ definir el ser sin caer en el disparate de definir este con­
ble pronunciar o decir o pensar en el no ser (pu Óv), sin cepto por medio del concepto a definir. Al emplear la pala­
ningún atributo; que es algo inconcebible, inexpresable, im­ bra “es” a efectos de definir “ser”, Sartre comete obvia­
pronunciable, irracional.” 2 De tal manera debemos aceptar la mente la falacia del petitio jjrincipii, desde que presupone
conclusión de Platón de que no resulta más fácil definir la como definido lo que tiene que definir. No se lo puede cul­
naturaleza del ser que la del no ser.3 par de ello, ya que siendo el ser el género más alto, no se
Claro está que la lógica simbólica posee los medios de dis­ puede encontrar otro más alto en el cual incluirlo. De lo
tinguir entre cuatro significados diferentes del verbo “ser” : único que cabe culpar a Sartre es de haber intentado definir
identidad (símbolo: “= ”), pertenencia a una clase (símbo­ el ser, siguiendo el erróneo camino de su maestro Heidegger.
lo: V ’), vinculación (símbolo: “C” ) y existencia (símbolo: Sin embargo, Sartre no debería ser juzgado tan severa­
“E !”). De modo que sería posible decir que “nada es un mente como Heidegger, no sólo debido a la diferencia de los
miembro de la clase de pseudoconceptos”, empleando para pasados políticos de ambos pensadores sino también porque
“es” el símbolo “e”, lo que no implicaría “E !”, existencia. existen otras razones que justifican una clara distinción en­
Pero determinada de este modo la “nada” carecería de todo tre ellos. En el siglo XVII el escritor francés Boileau pro­
estatuto ontológico. nunció una frase muy sabia: “Ce que l’on conçoit bien
Empero, en vez de advertir que la lógica reduce al absurdo s’énonce clairement”. 2 En Sartre encontramos una notable
las preguntas “¿Qué es el ser”, “¿Qué es la nada?”, Heideg­ claridad de expresión, y sus ideas están bien concebidas, en
ger extrajo la conclusión opuesta, afirmando que la lógica la medida en que la cuestión “irracionalística” del existen­
es la que queda reducida al absurdo por su inhabilidad para cialismo le permite a uno alcanzar la claridad racional y la
contestar esas preguntas. Y proclamó, con solemnidad, el conceptualización lógica. Heidegger, sin embargo, rodea sus
destronamiento de la lógica, sugiriendo el caso clásico del lu­ ideas con “esa especie de luminosa niebla intelectual” que,
nático, que considera el resto del mundo como loco y sólo a de acuerdo con Mark Twain, “pasa por claridad entre los
sí mismo como normal.4 alemanes”. 8 ¿Es que Heidegger no refinó sus pensamientos
Sartre no va hasta el punto de destronar la lógica, aunque, hasta la claridad total, o bien su vanidad intelectual lo im­
como existencialismo, su filosofía es también básicamente pulsó a utilizar un vocabulario germano de su propia inven­
ción para no tener que compartir el de otra gente?
1 R. Carnap, Scheinprobleme in der Philosophie (Berlín,
19?8L p. 28. 1 U Etre et le Néant, p. 34.
2 El Sofista, 288 C. También en el Theaitetos 189 B, La 2 “Lo que está bien concebido está claramente expresado.”
República, V, 476 E, 477, 478 B-C. *L’A rt poétique” en Oeuvres complètes de Boileau, X (P a­
3 El Sofista, 245 E-246. rís, 1872), I, p. 303.
4 Heidegger, Was ist Metapkysik? (Bonn, 1929), p. 14. 8 A Tramp Abroad (Hartford, Conn., 1908), II, p. 293.

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Sea como fuere, Heidegger hizo del exietencialismo casi El hombre se halla lejos de estar lleno como un huevo, es
un “hueco que es siempre futuro” (el creux toujours futur
una ciencia esotérica. Antes de volverse esotérico y conver­
tirse en una fuerza viva de nuestra sociedad, el existencia­ de Paul Valéry), y “el ser por el cual la nada surge en el
lismo debió ser refractado a través del diáfano ciistal de una mundo”. 1 Y la nada entra en el mundo principalmente por
el preguntar del hombre, porque una pregunta implica siem­
mente latina. La de Jean Paul Sartre.
pre la posibilidad de una respuesta negativa. Pero mientras
Cuando Sartre afirma que “el ser es lo que es”, cabría
—para nuestra concepción lógica— la negación no es sino
suponer que sólo expresa un presuntuoso truismo, en el estilo
una cualidad de nuestro juicio, para la concepción metafísica
amanerado de Heidegger. Empero, Sartre niega, no sin buen
de Sartre y de Heidegger la negación tiene su origen en la
éxito, el carácter analítico de la afirmación “el ser es lo que nada, que resulta una especie de poder metafísico, actuando
es”, ya que la otra región del ser que distingue y designa
por “annihilación" (el néantiser de Sartre y el nichtcn de
con el término hegeliano de “ser-para-sí” (l'étre-pour-soi)
Heidegger). “La n a d a ... es la base de la negación como
es lo que no es, y no es lo que es. El “ser-para-sí” de Sartre
acto, porque es negación como ser”, dice Sartre 2, aunque re­
es el de la conciencia humana, mientras que el ser que desig­ sulta obvio, lógicamente, que si la nada es negación como ser,
na con el término kantiano de “ser-en-sí” (en soi) es el de es ser y ya no nada.
los fenómenos del mundo externo. Es conocida la absurda afirmación de Heidegger, Das
¿Qué quiere significar Sartre cuando dice que el ser-para-sí, Nichts nichtet'J, que Sartre transcribe al escribir: Le Néant
o, lo que es la misma cosa, el hombre, no es lo que es, mien­ n’est, pus, ü se néantise. 4 Para traducir este disparate, ten­
tras que el ser-en-sí, o naturaleza, es siempre lo que es? dríamos que decir: “La nada no es, se annihila a sí misma.”
Significa simplemente que el hombre no ea un “mozo de Es así como estos autores tratan de escapar a la contradic­
café” o un soldado o un profesor, en el mismo sentido en que ción de decir: “La nada es.” Pero, en primer término, re­
una montaña es una montaña. Mozo de café, soldado, gran­ sulta difícil encontrar una acción, ya sea efectuada o sufri­
jero, profesor, es el sujeto que yo tengo que ser, que imagino, da por un sujeto, que correspondiera al verbo “annihilar”.
y del cual estoy separado como el sujeto está separado del Esto explica por qué “annihilar” no existe en español, así
objeto, "separado por nada —dice Sartre—, pero esta nada como el lenguaje francés no conoce el verbo néantiser ni el
me aísla de él, de manera que no puedo serlo. Sólo puedo alemán el verbo nichten.
jugar a serlo”. Por otra parte, aun para “ annihilarse” a sí misma, la nada
Siendo originalmente mera existencia sin esencia, el hom­ tendría que “ser”.
bre no ea sino que se hace a sí mismo. Y está siempre ha­ En su última tentativa por resolver una situación deses­
ciéndose a sí mismo, hasta que muere. Por lo tanto, el hom­ perada, Sartre trata de encontrar salvación en la voz pasiva,
bre no coincide nunca consigo mismo mientras está vivo, no diciendo: Le Néant n’est pus, il est été, il cat néanti8é.
coincide nunca con la idea que de sí mismo tiene. Sartre Este es un nuevo monstruo lingüístico que debe ser traducido
define al hombre como la “falta” (manqiie) de esta coinci­ por el disparate: “la nada no es, es sida”, “es annihilada”.
dencia. 1 Sartre no parece darse cuenta de que aun para padecer una
Así el hombre, el “ser-para-sí”, está lleno de negación. Al
acción sería necesario ser algo, y no una mera nada. ¡ Cuánta
no ser lo que es, de acuerdo con Sartre, el hombre no está
razón tenía Parménides, cuando hace dos mil cuatrocientos
sujeto al principio de identidad, al contrario del “ser-en-sí”,
de la naturaleza, la cual, siendo lo que es, no incluye ninguna
negación y está “llena como un huevo”. 2 1 U Etre et le Néant, p. GO.
2 Ibid., p. 54.
3 M. Heidegger, TT’rrs ist Melaphysik?, p. 19.
1 U Etre et le Néant, pp. 98-100 y 516, pasaim. 4 U Etre et le Néant.. p. 53.
2 Le Sur8ia, p. 52.
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anos dijo que “no se puede saber ni expresar lo que no es*’.' siguiente, Schopenhauer tiene razón al concluir que, lógica­
El hecho de que la nada resista toda tentativa racional mente, y mirando más de cerca, “una nada absoluta, un nihil
para abarcarla, no significa para los existencialistas que no propiamente dicho, no es siquiera pensable, sino que todo
exista. Según Heidegger, tenemos una prueba emocional de esto, cuando se lo considei-a desde un punto de vista más
la realidad de la nada: nuestra angustia. Y Sartre comparte a lto ... es siempre un mero nihil privativum”. 1
su opinión, a pesar de que enfatiza aún más la libertad de Así, lógicamente, los existencialistas no tienen derecho a
Kierkegaard como la fuente de la angustia. Pero, como vere­ considerar el no-ser o el no-ser-aquí como una nada absoluta.
mos más adelante, también la libertad será definida como De hecho, la nada es sólo un sustantivo gramatical que
una manifestación de la nada. expresa una relación lógica entre un sujeto particular y un
Desde los tiempos de Kierkegaard, la angustia, debido a su predicado particular, y en modo alguno una designación de
falta de objeto, ha constituido el decisivo argumento existen- un ser sustancial. Al identificar formas lingüisticas con la
cial contra la razón. Benjamín Fondane, variando las pala­ estructura de cosas expresadas por estas formas lingüísti­
bras de Heidegger, dice: “La angustia nos revela la nada,
cas, los existencialistas siguen el falaz camino de sus maes-
que la razón universal trata de ocultarnos.” 1 tios —los fenomenólogos—. Al ver el total de la realidad a
Con todo, los existencialistas no advierten que el deducir través de la red del lenguaje, los existencialistas han trans­
de la angustia que la nada es su causa, constituye una infe­ formado el sustantivo gramatical “nada” en una fuerza meta­
rencia lógica, y por lo tanto un acto de esa odiosa razón que física que actúa por “annihilación” y puede estar “presente”
tan desdeñosamente condenan. Lo que es más, se trata aquí y “ausente” como una cosa.
de una operación lógica que no implica ninguna certeza, ya
Hipnotizado por Heidegger, Sartre opera con el concepto de
que es una conclusión desde el efecto a la causa. Cuando
“nada” como si su gran compatriota Henri Bergson no hu­
vemos una casa ardiendo, no podemos inferir de este efecto
biese escrito jamás aquellas clásicas páginas de “La Evolu­
una causa única del mismo, sino solamente diversas causas
ción Creadora”, donde muestra a la nada como una “idea
posibles. Lo mismo vale para la conclusión que del efecto de
auto-destructiva, una pseudoidea, una mera palabra”. Ha­
la angustia se derive a su presumible causa, la nada. Freud,
blamos de “nada” cuando esperábamos encontrar cierta cosa
por ejemplo, vio en el estado de angustia una reproducción
y hallamos a otra en su lugar, sea el mero aire, la luz o
del trauma de nacimiento, 2 y fácil es imaginar otras inter­
cualquier otro rayo. La palabra “nada” expresa entonces
ferencias de mayor o menor probabilidad...
tan sólo la decepción de una esperanza, un sentimiento más
Sartre dice que cuando se interroga a “un ser por su ser
que un pensamiento. Bergson aclara que la nada no concier­
y su manera de s e r ... siempre queda una posibilidad de que
ne tanto a la ausencia de una cosa como de una utilidad.
se revele a sí mismo como una nada”. 3 Escidbe:
Pero al tomar esto por una nada absoluta, Sartre descuida
por completo la clara distinción establecida por Schopenhauer “Si introduzco a un visitante en una habitación que toda­
entre la nada absoluta (nihil negatvvu-m) y la nada relativa vía no he amueblado; le digo que 'no hay nada en ella’.
(nihü privativum). He aquí lo que dice Schopenhauer: Sé, con todo, que el cuarto está lleno de aire; pero desde
“Toda nada es solamente pensada como tal en relación con que no nos sentamos en el aire, la habitación no contiene
algo, y presupone esta relación, así como este algo Por eon- nada que en ese momento, para el visitante y para mí, cuente
de verdad. De manera general, el trabajo humano consiste
1 Fondane, “Le Lundi Existentiel", VExistence (París, en crear utilidad, y en tanto el trabajo no es efectuado, no
1945), p. 35/ hay ‘nada’, nada de lo que queremos.” 2
2 S. Freud, The Problcm of Anxiety (Nueva York, W. W.
Norton & Co.), pp. 93, 123, pmsim. 1 A. Schopenhauer, Die Welt ais Wille und Vorstellung
3 L'Etre et le Néant, p. 59. (Leipzig, 1892), I, 4, pp. 523-24.
2 H. Bergson, L'Evolution créa trice, p. 322.
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Ea cuanto a la “nada absoluta", Bergson mostró que su­ “ Si la nada puede ser dada, no es ni antes ni después del
primir una cosa consiste en reemplazarla por otra, y que ser, ni, de manera general, por fuera del ser, sino en el
pensar la ausencia de una cosa sólo es posible por la repre­ seno mismo del ser, en su corazón, como un gusano.” 1
sentación de la presencia de alguna otra cosa.
Con la pregunta, la “negatidad” básica es introducida en
“Si, en resumen, la aniquilación significa antes que nada el mundo. Pero una pregunta presupone un ser humano que
substitución, la idea de una ‘aniquilación de todo’ es tan pregunta, y es básicamente un proceso humano. Lo mismo
absurda como la de un círculo cuadrado..., desde que esta cabe decir de todas las otras negatidades que mencionamos
operación consistirá en destruir la condición misma que hace antes, de manera que es a través del hombre, el ser-para-sí,
posible la operación.” * que la nada entra en el mundo. Su actividad principal es
“annihilar". Este verbo néantiser constituye uno de los con­
Según el científico americano P. W. Bridgman, una pre­ ceptos más oscuros en el existencialismo. En Heidegger,
gunta tiene sentido si es posible hallar operaciones por las
nichten es casi místico. En Sartre se torna un poco más
cuales pueda darse una respuesta. Como lo mostró Bergson, claro. Ya en una de sus primeras obras, L ’Imaginaire, Sar-
en el caso de la nada no hay tales posibles operaciones. Por irc dice que “imaginar, poner una im agen... es tener a dis­
consiguiente, el problema de la nada carece de sentido, no tancia lo real, liberarse de él, en una palabra negarlo...
sólo para el positivismo lógico, sino aun pava el metafísico
Es poniéndose a distancia conveniente con relación a su cua­
Bergson.
dro, que el pintor impresionista desgajará el conjunto ‘bos­
No obstante, Sartre cree en la nada, y usa este concepto
que’. . . de la multitud de pequeños toques que ha depositado
para su distinción entre conciencia humana y el mundo de
en la te la ... Así, poner el mundo como mundo, o ‘annihilar-
los fenómenos.
lo\ es una y la misma cosa”. 2
Según él, existe una infinita cantidad de realidades, tales Aquí, el verbo “annihilar” parece ser sinónimo de negar, en
como distancia, ausencia, alteración, repulsión, nostalgia, dis­ el sentido de abstraer de. Esto parece también cierto en el
tracción, que no sólo son objetos del juicio humano, sino que ejemplo donde Sartre describe cómo entra en un café para
son sufridas, afrontadas, combatidas, temidas por un ser hu­ buscar a su amigo Pedro. Mira todas las mesas, pero no lo
mano. Se encuentran “habitadas" por la negación en su encuentra. Sartre habla, en este caso, de una “annihilación”,
estructura interna, como condición necesaria de su existen­ por la cual todos los objetos y personas en el café que no son
cia. Sartre las llama négatités, que debería traducirse como Pedro, “están engolfados en una equivalencia total de un
“negatidades”. También aquí Sartre fue fuertemente influi­ fondo” donde se supone que Pedro debe aparecer. 3
do por Heidegger, quien escribió: “La impregnación del Da- No obstante, Sartre niega el carácter abstracto de la pro­
sein por modos de conducta anonadantes señala la siempre di­ posición “Pedro no está en el café”, mientras que admite el
simulada evidencia de la nada, que sólo la angustia revela en carácter abstracto de afirmaciones tales como “Wellington
toda su originalidad”. (TFtfs Metaphysik?). Pero en tanto no está en el café”.
que en Heidegger se subraya mucho también el hecho de que Parece que la diferencia entre estas dos afirmaciones
nuestra existencia (D asein) está suspendida en la nada (die reside en que la ausencia de Pedro tiene un sentido existen-
Hineingehaltenheit in das Nichts, como lo expresa uno de los cial para el amigo que lo busca, mientras que la afhmación
bárbaros neologismos de Heidegger), Sartre se interesa más acerca de Wellington es un mero pensamiento.
en la nada dentro del ser.
1 L ’Etre et le Néant, p. 57.
2 L ’Imaginaire (Paris: Gallimard, 1940), pp. 233-34.
i Jhfd., p. 301. 3 L’Etre et le Néant, p. 45.

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Así, si tratamos de establecer una analogía entre el proce­ Capítulo VLII
so de abstracción y la “annihilación” sartriana, deberemos
tener presente que el primero es un proceso lógico, mientras LIBERTAD Y ANGUSTIA, ELECCIÓN
que el segundo parece ser una actitud existencial. Y PROYECTO
Gabriel Marcel dice que “annihilai'” significa entourer d’une
région de non-être, es decir, rodear algo con una región de
no-ser, Sartre mismo habla de un “manguito” de no-ser,
creado por “annihilación”. Si pienso mi pasado, lo “annihilo”
en el sentido de que entre él y yo coloco una espesa capa de
vacío, o no-ser. Pero esto no significa su aniquilación.
La “annihilación” es un proceso humano. Y el hombre es
el ser por el cual la nada, en forma de negatidades, entra en
el mundo. No siendo nunca lo que es, estando siempre sepa­ En un capítulo anterior (“Existencia y Esencia” ) mostramos
rado por una región de no-ser de lo que tiene que ser, con­ que la libei'tad humana resulta de la suposición existencia-
forme a su idea, haciéndose siempre, el hombre no coincide lista según la cual la existencia del hombre precede a su
jamás consigo mismo, y está “lleno” de negación, agujero esencia. Esto significa que el hombre no está determinado por
interrogante y negante, proyectado hacia el futuro. Por con­ ninguna esencia previamente dada, o por una naturaleza hu­
siguiente, el hombre, el ser-para-sí, es lo opuesto de la natu­ mana, desde que, según la suposición atea de Sartre, no hay
raleza, el ser-en-sí, que, libre de negación, coincide con sí Dios, no hay conciencia suprahumana que pudiera preconcebir
misma, es lo que es, y es el único objeto del principio de la esencia del hombre. Así, el hombre es libre, en el sentido
identidad. de no estar determinado.
Pero no es ésta la única razón para que Sartre considere
Según Sartre, la negación, que es la primera propiedad de al hombre como libre. En su gran tratado metafísico, intenta
la conciencia, surge de la formación de una especie de vacío demostrar que la libertad del hombre coincide con la nada
en la plenitud del ser. Distingue, en este sentido, “el mero que está en su corazón y que lo compele a hacer algo de sí
en-sí” o naturaleza, de “el en-sí rodeado por ese manguito mismo en lugar de ser una cosa. Esta última teoría com­
de nada, que hemos designado con el nombre de para-sí” 1 o pleta la primera. Ya que el hombre no ha recibido nada en
conciencia. su camino, y “nada le viene de fuera o de dentro” *, el hom­
Lo que constituye por tanto la diferencia básica entre la bre sólo puede obtener una esencia, crear él mismo una esen­
conciencia humana y la naturaleza inanimada, conforme con cia, “comprometiéndose” (s’engageant) en una u otra forma.
la filosofía de Sartre, es realmente nada, o, para ser más Un hombre que, como Mathieu, el héroe de Sartre en VAge
preciso, la “nada” que está en el corazón del hombre. de Raison y Le Sursis, no es nunca capaz de comprometerse,
permanece inesencial. Sólo a través del compromiso podemos
i JMd., p. 716. llegar a ser esenciales, y cumplir nuestra libertad. El hombre
es libre de actuar, pero debe actuar para ser libre y llegar a
ser esencial.
Puesto que, según Sartre, no hay realidad más que en la
acción, y el hombre “no es nada más que la suma de sus
actos” 2 el hombre sólo existe en la medida en que realiza su
1 L ’Etre et le Néavt, p. 516. 2 L ’Existentialisme, p. 55.

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proyecto y, así, se realiza. Cuando su amigo, el comunista heredado sino que es su propia obra y está petrificada en
lírunot, acude a Mathieu para invitarlo a afiliarse al partido su propio pasado (el hegeliano Wcscn ist, ivas geicesen is t:
Comunista, Mathieu vacila. No quiere comprometerse, por la esencia es lo que ha sido), determinaría al hombre, tra ­
miedo de perder su libertad. Entonces Brunot le dice: bando así su libertad, si no fuera capaz de separarse a sí
mismo de su pasado por “nada". Así es que Sartre define
“Eres libre. ¿Pero de qué te sirve la libertad si no es la libertad como “el ser humano poniendo su propio pasado
para comprometerte?... Flotas, eres un abstracto, un au­ fuera de acción mediante la secreción de su propia nada”. 1
sente. . . " 1
Si se considerara al hombre plenitud, vano sería buscar
En la grandiosa tragedia de Sartre, Les Mouckes, el pre­
ceptor ha enseñado a Orestes que lo mejor para un hombre más tarde en él una región de libertad, así como sería ab­
es estar libre para posibles compromisos, pero que de hecho surdo buscar vacío en un recipiente previamente llenado hasta
no debe comprometerse jamás él mismo. Al principio, cuan­ el borde. “Lo importante en un vaso es el vacío del interior."
do llega a Argos, Orestes goza con esta situación de un hom­ Así, la libei*tad es la nada en el corazón del hombre, que lo
bre que no está entregado a nada, a ninguna religión, fami­ compele a hacerse a sí mismo; es la posibilidad humana de
lia, país o tarea. segregar la nada que lo aísla y, así, “annihilar" lo que es
dado, incluyendo su propio pasado.
“Hay hombres —dice— que nacen comprometidos; no pue­ En una especie de síntesis de las doctrinas de Kierkegaard
den elegir, los han arrojado a un camino... Yo soy libre, y de Heidegger, Sartre declara que es por la angustia que el
gracias a Dios."2 hombre llega a ser consciente de su libertad. Esta angustia
Pero pronto muestra que está cansado de su inesencialidad, es comprensible, dada la situación del hombre en el universo
y exclama: según la interpreta el existencialismo. No estando determi­
nado por ninguna esencia dada previamente, o naturaleza
“ ¡Ah, si hubiera un acto, sabes, un acto que me diera humana, cada individuo es lo que hace de sí mismo y, por
ciudadanía entre ellos (el pueblo de A rgos)! Si pudiera apo­ consiguiente, es responsable por lo que es.
derarme, aunque fuese mediante un crimen, de sus memo­ El hombre existe primeramente, y se “proyecta" hacia un
rias, de su terror y de sus esperanzas para colmar el vacío futuro, hacia sus propias posibilidades. Así, el hombre es su
de mi corazón, aunque tuviese que matar a mi pi’opia ma­
dre. . 3 propio proyecto, lo que él mismo ha proyectado ser.
Es eso lo que Sartre, después de Kierkegaard, Ortega y
El existencialismo tiene que predicar el compromiso, por­ Gasset y Pleidegger, designa como “el elegirse a sí mismo del
que sólo comprometiéndose puede el hombre llegar a ser hombre"; para él, “la libertad es libertad de elección”. 2
esencial. Pero, como vemos, cualquier clase de compromiso Si objetamos el carecer de conciencia para elegirnos a nos­
cumple con esta condición para constituir la esencia de un otros mismos, Sartre replica que esta conciencia se expresa
hombre, y parece existir una completa equivalencia moral de indirectamente por el doble sentimiento de angustia y de
todos los compi'omisos. Orestes está plenamente satisfecho responsabilidad.
de llegar a comprometerse, aun mediante el asesinato de su La tesis existencialista que el hombre se elige a sí mismo
propia madre Clitemnestra. es ciertamente una de aquellas que levantan la oposición de
Pero también esta esencia secundaria, que el hombre no ha ciertos prejuicios inveterados. Son muchos los que coinciden
1 L ’Age de Raison, p. 123.
2 Les Mouckes (París, 1943), p. 2-1. 1 L'Etre el le Néant, p. 65.
3 Ibíd., p. 20. 2 Ihíd., pp. 501, 563, passim.

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con la afirmación de Somerset Maugham de que “un hombre hombre es la única y casi inconcebible realidad que existe
no es lo que quiere ser, sino lo que debe ser”. 1 sin tener un ser irremediablemente prefijado, que no es
Empero, Sartre insiste en que nuestra elección no debe ser desde luego ya lo que es, sino que necesita elegirse su pro­
confundida con nuestra voluntad. Porque lo que queremos pio ser. ¿Cómo elegirá? Sin duda, porque se representará
ser es una decisión consciente y subsecuente, en mucho, a un en su íantasia muchos tipos de vida posibles...” 1 ¡He
proyecto original, anterior. Si quiero llegar a ser profesor, aquí la doctrina de Sartre, concebida ocho años antes que
escribir un libro, casarme, etcétera, todo e3to es sólo mani­ la suya! En su libro más célebre, “La rebelión de las ma­
festación de una elección original anterior, “mucho más es­ sas”, publicado trece años antes que L'Etre et le Néant,
pontánea que eso que llamamos voluntad”. - Ortega insistía con gran fuerza en la necesidad moral para
Ya Schopenhauer había dicho que sólo si un hombre es su el hombre de inventar y adoptar un proyecto vital y de so­
propia obra, sus acciones serán enteramente suyas, y podrían meterse a las exigencias de éste. Ahí está el verdadero origen
serle adscriptas. Y cuando Schopenhauer continúa diciendo del famoso imperativo sartriano del engagement, de la en­
que “todo hombre es lo que es por su voluntad”, 3 sólo tene­ trega del hombre a un proyecto, proclamado durante la se­
mos que reemplazar la palabra “voluntad” por la palabra gunda guerra mundial. Esta teoría es más fecunda en Or­
“elección”, y tendremos la doctrina de Sartre. tega que en Sartre, porque éste la aplica únicamente a las
La diferencia es principalmente terminológica, ya que para vidas individuales, mientras que en la filosofía orteguiana
Schopenhauer la voluntad no es una decisión consciente, como el proyecto explica también las vidas de las colectividades.
no lo es la elección de Sartre. Es superfluo decir que Sartre nunca se refiere a su ilustre
predecesor español.
“Digo —escribe Schopenhauer— que un hombre es su pro­ Es interesante hacer notar que en su doctrina de la elec­
pia obra antes de todo conocimiento, y que el conocimiento ción responsable que hace el individuo de su yo, los existen-
es meramente agregado para iluminarlo.” cialistas, tanto como Kant y Schopenhauer, tenían un vene­
rable antecesor: Platón. En el libro décimo de su “Repúbli­
Sartre estaria en condiciones de suscribir plenamente esta ca” el padre del esplritualismo occidental nos narra su mito
tesis, pero jamás se refiere al padre del pesimismo moderno, de los espíritus en el otro mundo. Antes de volver a nacer un
con quien comparte tantos puntos de vista. profeta de Lachesis les dice que escojan los modelos de sus
Lo mismo ocurre con José Ortega y Gasset, quien expresó vidas futuras (tucov aaQaóeÍYn«Ta). “El que saque la primera
gran número de ideas que anticipan partes esenciales de la suerte elegirá antes, y la vida que elija será su destino...
doctrina de Sartre. Ocho años antes de la aparición de La responsabilidad es del que elige. Dios no es responsable
L ’Etre et le Néant de Sartre, Ortega escribió, por ejemplo, (0eóg rmuTioc). 2
lo siguiente: “Hay en el hom bre... la ineludible impresión ¿No da la impresión este mito platónico de resumir en po­
de que su vida, por lo tanto su ser, es algo que titme que ser cas palabras el existencialismo? Pero, en lo que concierne
elegido. La cosa es estupefaciente; porque eso quiere decir a la teoría de los valores y de las esencias en general, el
que, a diferencia de todos los demás entes del universo, los existencialismo, como lo hemos de ver más adelante, es el
cuales tienen un ser que les es dado ya prefijado, y por eso rnás radical de los antiplatonismos.
existen, a saber porque son ya desde luego lo que son, el Si el hombre es lo que es a través de su elección, y la
elección está basada en la libertad, la responsabilidad que
1 S. Maugham, The Moon and Sictpence (Nueva York, surge de la libertad se torna obvia, y esta responsabilidad
1935), p. 28.
2 L'Existentia lisrne est un Humanisme, p. 24. 1 Ortega y Gasset, Obras Completas (Madrid, 1951), tomo
8 Schopenhauer, Dic TLc/t ais Wille nnd Vorstellung, II, 4. V, p. 211.
p. G94. 2 La República, X. 017, E.

74 75
explica la angustia unida a nuestra conciencia de la libertad. C ap ítu lo IX
En la filosofía de Sartre, esta responsabilidad es aún ma­
yor de lo que cabria suponer, porque el hombre no sólo se LIBERTAD Y VALORES:
compromete a sí mismo por su elección, sino que compromete SARTRE Y NIETZSCHE
a todos los hombres, a la humanidad entera. Si, por ejemplo,
elijo permanecer soltero, o convertirme en ladrón, comprometo
a la humanidad entera al celibato o al crimen. Porque, con
mi elección individual, creo una cierta imagen del hombre,
que he elegido y soy responsable por mí mismo y por todos
los hombres.1
“Cada uno es responsable de todo ante todos.” Esta frase
de Dostoievski es el lema que Simone de Beauvoir ha esco­
gido para su novela Le Sang des Antres. No obstante, esta El pioblema de los valores forma parte del problema de las
responsabilidad total señalada por el gran ruso es superada esencias, esto es, de los conceptos generales o categorías y
por la de Sartre, quien dice: “El hombre es responsable de sí de las normas universales. Según la tradición clásica, creada
mismo y de todos los hombres, porque al elegirme a mí mismo por Platón, todas las cosas concretas existen únicamente por­
elijo al hombre como quiero que sea.” que participan de las ideas universales o esencias. La con­
Hay momentos en los cuales el hombre debe preguntarse: cepción platónica fue modificada por Aristóteles, el creador
“¿Soy yo aquel que tiene el derecho de actuar de tal modo de la lógica tradicional, pero también él mantenía la prima­
que toda la humanidad se ajuste a mis actos?” 2 cía de las ideas generales sobre los individuos, afirmando qué
Esta tremenda responsabilidad resultante de nuestra liber­ sólo hay ciencia de lo general. Así la filosofía tradicional se
tad de elección es simplemente la responsabilidad por los va­ funda en la primacía de las esencias universales, objetivas,
lores de la humanidad. Deberemos examinar ahora la forma sobre la existencia, o de lo general sobre lo individual. En­
peculiar que el problema de los valores asume en el existen- tonces debemos decir que la filosofía tradicional es efum-
cialismo. cialista.
El existencialismo, en cambio, proclama la primacía de lo
1 L’Existentialisme, p. 27. 2 Ibíd., p. 31. existente individual, concreto, subjetivo, simple, sobre la esen­
cia general y objetiva; y considera que un individuo exis­
tente es algo más que un concepto general mutilado, puesto
que existe, en tanto que el concepto general no existe. Una
norma es también un concepto general o una esencia; pero
dado que el existencialismo niega la primacía de la esencia
aobi-e la existencia o de lo general sobre lo individual, debe
negar necesariamente que cualquier valor individual que ex­
presamos en nuestras valoraciones esté determinado por una
norma general, pues según el existencialismo, las esencias no
se dan con anterioridad a los existentes, sino después.
Esto significa que al valorar no estamos determinados por
ninguna esencia o norma dada previamente, por nada exte­
rior a nosotros mismos. Juzgamos de manera subjetiva, sin
ningún apoyo objetivo, y somos responsables de nuestro jui­
cio o valoración.
76 77
Para Savtre, el problema de los valores está condicionado fórmula que Sartre adopta en su obra teórica.1 Unos años
a la vez por este anti-esencialismo básico, por su ateísmo y antes, Ortega y Gasset había dicho lo mismo, en las famosas
su teoría de la libertad. En lo que concierne al ateísmo, palabras: “soy por fuerza libre, lo quiera o no”. 2 La “angus­
tia moral” ( angoisse éthique), la conciencia de nuestra li­
piensa que si Dios no existe, el hombre no encuentra ante él
bertad en la elección de valores, se explica por la responsa­
ningún valor o jerarquías de valores que puedan guiarlo,
bilidad individual que esta elección implica.
legitimar su conducta o justificar sus preferencias, repul­
siones y la significación que adscribe a las cosas. Por consi­
“Mi libertad es él único fundamento de los valores —escri­
guiente, el hombre debe escoger en completa soledad los ca­ be Sartre—, y nada, absolutamente nada, me justifica por
minos de su conducta y la significación que adscribirá a las adoptar este o aquel valor, esta o aquella escala de valores.” 3
cosas; la entera responsabilidad de la elección de esos valores
descansará sobre sus hombros. Sin valores de validez uni­ Desde esta plataforma existencialista, los discípulos fran­
versal, garantizados por la autoridad de un ser sobrehuma­ ceses de Sartre que entraron en la resistencia no estaban
no, no hay una ética de obligación universal. Así, cada hom­ más justificados al elegir los valores de la democracia fran­
bre tiene que actuar sin una ética universal que lo respalde; cesa y luchar por ellos en el maquis, que los discípulos ale­
tiene que actuar con su entera responsabilidad, sin excusa manes de Heidegger lo estaban al elegir los valores del na­
ni justificación, en total soledad y terrible libertad. zismo y luchar por ellos en las tropas de asalto (SS).
Esta consecuencia ética de la metafísica de Sartre es un
tema recurrente en sus novelas y en sus dramas. Ahí está, “Cada vez —escribe Sartre— que el hombre elige su com­
por ejemplo, Mathieu, el profesor de filosofía que se en­ promiso y su proyecto con toda sinceridad y con toda luci­
dez, sea cual fuere por lo demás este proyecto, es imposible
cuentra en un dilema: hacerle proferir otro.” 4

“Era libre, libre para todo, libre para hacerse el tonto u Al colocar la diferencia entre el Bien y el Mal en un cri­
obrar mecánicamente, libre para aceptar, libre para rehusar, terio interno —el de la sinceridad— la ética existencialista
libre para tergiversar... Podía hacer lo que quisiera, nadie tiene que admitir una especie de equivalencia moral de todos
tenía derecho a aconsejarlo, para él no habría Bien ni Mal,
saivo que los inventara... Estaba solo, en medio de un los proyectos, puesto que un nazi puede ser tan sincero como
monstruoso silencio, libre y solo, sin ayuda y sin excusa, un demócrata, un asesino tan sincero como un benefactor de
condenado a decidir sin recurso posible, condenado para la humanidad.
siempre a ser libre.” 1 -E ste es, ciertamente, uno de los puntos más peligrosos del
existencialismo. Sartre trata de moderar este extremo indi­
Y, de manera similar, otro de los héroes sartrianos, Ores­ vidualismo moral, según el cual cada uno tiene su ética pro­
tes, exclama en la tragedia Les Manches: pia, al afirm ar: “Deberíamos preguntarnos siempre: ¿Qué
pasaría si todos hicieran lo mismo?” Y agrega que sólo me­
“Pero, de pronto, la libertad cayó sobre mí, dejándome diante una especie de “mala fe” puede un hombre escamo­
transido... Y ya no hubo nada en el cielo, ni Bien, ni Mal, tear esta reflexión al actuar. El que miente y se disculpa a
m nadie que me diera órdenes... Estoy condenado a no
tener otra ley que la mía. Porque soy un hombre, y cada sí mismo declarando que todo el mundo hace lo mismo, se
hombre debe inventar su camino.“ 2
El hombre está condenado a ser libre; es ésta también la 1 L’Etre et le Néant, p. 515, passim.
- Ortega y Gasset, Obras completas, VI, p. 34.
1 L’Ayc de Raison, p. 249. :t L'Etre et le Néant, pp. 75-76.
2 Les Manches, pp. 100-101. 4 L ’Eü'istentialismc, pp. 79-80.

78 79
siente intranquilo porque el hecho de mentir implica un valor nada puede asegurarme contra mi mismo; aislado del mundo
universal adscripto a la m entira.1 y de mi esencia por esa nada que soy, tengo que realizar
El principio sartriano: “Deberíamos preguntarnos siempre: el sentido del mundo y de mi esencia: soy yo quien lo de­
¿Qué pasaría si todos hicieran lo mismo?”, tiene cierta simi­ cide, solo, injustificable y sin excusa* Es eso lo que provoca
mi ‘angustia ética’.”1
litud con el imperativo categórico de Kant. Lo que Kant nos
impele a hacer, con este último —a electos de determinar la
Sartre enseña que el hombre es el ser a través del cual
rectitud o la injusticia de una acción— es preguntarnos si la
los valores llegan a ser, y que tan pronto el hombre advierte
idea de la acción propuesta sería a la vez deseada como ley
que es él quien establece todos los valores, ya no querrá otra
universal. En Kant, sin embargo, la rectitud y la injusticia
cosa que la libertad, como la base de todos los valores. En
tienen una validez independiente y absoluta, porque están
este sentido el existencialismo es un humanismo, porque hace
respaldadas por un deber universal, exigido imperativamen­
a] hombre único legislador del reino de los valores. Es tam­
te por una razón práctica universal.
bién un humanismo en cuanto considera este mundo como
Por el contrario, en la filosofía sartriana no hay normas
un mundo humano, y al hombre como un “revelador”, porque
de rectitud o injusticia antes de que cada uno de nosotros las
es el hombre quien revela las velaciones entre las cosas.
instituya por su elección individual; y aun entonces, esas
normas morales sólo existen en tanto no las hayamos dero­ El existencialismo es también un humanismo en tanto en­
gado por un nuevo acto libre “annihilantc”, una nueva elec­ seña que el hombre está solo en el mundo y puede fiarse úni­
ción. Ya que, según Sartre, mi libertad es la única base de camente de sí mismo. Como dice Simone ele Beauvoir, el
valores, y puesto que yo soy mi libertad, soy el ser por el individuo humano es un “valor absoluto” que debe fundar su
cual los valores llegan a ser. No puedo por lo tanto ser propia existencia. Según ella “cada hombre necesita la liber­
justificado, ya que aparte de los valores que he instituido tad de los otros hombres”. 2 Bajo todos esos ángulos el exis-
por mi libre elección, no hay otros valores que me justifi­ tencialismo es un humanismo.
quen en mi acto de escoger valores. Por consiguiente, "soy El humanismo axiológico de Sartre —la idea de que el
la base sin una base” de valores, y esto explica mi angustia hombre es el único legislador en el reino de los valores—
ética. Esta última se torna aún más aguda cuando adverti­ descansa en la tesis existencialista sartriana y heideggeriana
mos que no se pueden establecer los valores sin, al mismo de que nuestra mente cognoscente es secundaria a nuestra
tiempo, ponerlos en duda, ya que dispongo de la posibilidad existencia, un modo de nuestra existencia, y que sólo por la
de derogar en cualquier momento la jerarquía de valores libertad llega la razón a ser. Por consiguiente, esta libertad
que elegí, y reemplazarla por otra. o esta existencia no pueden ser limitadas por ningún pro­
•Así, la libertad sartriana no tiene más límites que sí mis­ ducto de la razón o del conocimiento, como, por ejemplo, la
ma, porque “no tenemos la libertad de dejar de ser libres”. - verdad o la significación, los valores o las cosas reconocidas.
El salto a la libertad es ciertamente un salto a lo ilimitado Las cosas están determinadas por cosas. Pero, siendo liber­
y nos da una sensación de angustia, similar a la que pode­ tad, el hombre es todo menos una cosa, y por tanto puede
mos tener cuando saltamos a un espacio aparentemente ili­ no estar determinado por cosas.
mitado. Hay personas que advierten esto, que reconocen su libertad
y se consideran como los libres creadores, como la base sin
“No tengo ni puedo tener apoyo en ningún valor contra base de todos los valores. Asumen su responsabilidad por su
el hecho de que soy yo quien mantengo los valores en el ser;
1 Ibíd., pp. 75, 77.
1 Jbíd., pp. 28-29. 2 Simone de Beauvoir, Por une Morale de VAmbiguité
2 L’Elre et le Néant, p. 515. (París, 1947), pp. 100, 218.

SO 81
elección fundadora de valores y la angustia que se alza de palabra “hombre” significa “valuado!'".1 Mas, al mismo tiem­
ella. Conforme a Sartre, existeu “auténticamente” y “de po, el espíritu de seriedad releva al hombre de la responsabi­
buena fe”. lidad de una libertad electora de valores, y le ayuda a ocul­
La gran mayoría de la gente, no obstante, niega su liber­ tarse a sí mismo su angustia.
tad, se la oculta a sí misma con toda clase de excusas deter­ El hombre dominado por el espíritu de seriedad es sólo
ministas. Existen “inauténticamente”. Son “cobardes” o, uti niño grande, porque para el niño toda cosa nueva “ya ha
en la medida en que tratan de probar la necesidad de su sido vista, dominada, clasificada por oti-os: cada objeto se le
existencia, son “cochinos” (8alaude). presenta con una etiqueta; es eminentemente tranquilizador y
Todos ellos tratan, negándola, de evadir la responsabilidad sagrado, puesto que la mirada de las personas mayores adhie­
que surge de su libertad; tratan de huir de la angustia, con­ ro todavía a ello. Lejos de explorar el niño regiones ignotas,
siderándose a sí mismos desde afuera, como a una cosa. Pero lo que hace es hojear un álbum, levantar el censo de un
no podemos superar nuestra angustia porque, según Sartre, herbario”. 2
“somos angustia”. No puedo huir de lo que soy. Puedo huir Como ya se ha dicho, muchas personas permanecen toda su
para no saber, pero debo saber que estoy huyendo. Por lo vida en esta condición axiológica de los niños, aceptando va­
tanto la fuga de la angustia es sólo un modo de tornarse lores fabricados de antemano y convirtiéndose en algo así
consciente de la angustia. Pero eso significa aprehender la
como autómatas registradores de valores. Tal es su “espíritu
angustia “de mala fe”.
de seriedad”, contra el cual lucha el existencialismo.
Aquellos que, para evadir su libertad, responsabilidad y Sólo ahora estamos en condiciones de comprender por qué
angustia, eligen considerarse a sí mismos como cosas, deter­ declara Sartre en La Nanséc que “nadie tiene derechos”, y
minados por otras cosas, también considerarán los valores llnma “cochinos” a los que creen en ellos. Es porque también
como cosas dadas por las cuales son ellos determinados. Es­ las derechos son una especie de valores dados, semejantes a
tán poseídos por lo que Sartre llama “el espíritu de serie­
cosas fabricadas por otros: valores substancializalos, garan­
dad” (esprit de sérieux), designativo de la tendencia a “con­
tizados, que nos preceden y nos determinan, así como las cosas
siderar los valores como hechos ti*ascendentes, independien­ determinan a las cosas, ocultándonos nuestra libertad para
tes de la subjetividad humana”. 1 Dominada por este espíritu,
instituir nuevas finalidades. En su ensayo Matérialisme et
una persona renuncia a su condición humana al renunciar a
Rcvolution, Sartre dice que el idealismo engaña al obrero
su libertad de elegir los valores en los cuales creerá y la revolucionario, “atándolo con derechos y valores ya dados, y
significación que adscribirá a las cosas, porque teme la res­
enmascarándole su poder de inventar sus caminos propios”,
ponsabilidad, teme la angustia. Heidegger dice que la ma­
y agrega que “también el materialismo lo engaña, porque le
yoría de la gente no tiene “valor para la angustia” — Mut
roba su libertad”. 8
zar Angst.- Mas eso es exactamente lo que el existencialis- Esta última observación muestra lo crucial del conflicto de
mo requiere de nosotros; valor para la angustia. Quienes no
Sartre con los comunistas, cuya filosofía se basa en el ma­
lo tienen, quienes están dominados por el “espíritu de serie­
terialismo dialéctico de Marx. Sartre, quien también preten­
dad”, se someten a la jerarquía de valores, normas y signifi­
de ser un revolucionario, arguye, por una parte, que el comu­
caciones, instituida en una sociedad dada, y transmitida por
nismo implica la contradicción de buscar la libertad humana
la educación y la convención. Aquel que acepta estos valores
fabricados de antemano como si fueran cosas, renuncia a su
personalidad humana. Porque, como ya lo dijo Nietzsche, la 5* 1 Nietzsche, Also sprach Zarathustra (Leipzig, 1889), I,
p. 8(3.
2 Sartre, Baudelaire (París, 1947), p. 60.
5 U Etre et le Néant, p. 721. 8 “Matérialisme et Révolution”, Les Tempe Moderves, II,
- Heidegger, Seni nnd Zeit, p. 254. 10 (Julio, 1946), pp. 13-14.

82 83
a través de su negación materialista; y, por otra, los comu­ positivos —amor filial y deber patriótico—, y en tales casos
nistas arguyen que Sartre traiciona al obrero revolucionario tenemos que inventar realmente una solución bajo nuestra
al enseñarle que es libre, ya que si lo fuera no tendría nece­ propia responsabilidad, sin estar respaldados por ninguna éti­
sidad de liberarse mediante una acción í'evolucionaria. Apar­ ca constituida.
te de que agregan que el materialismo dialéctico admite la Sin embargo, si la decisión ha de tomarse entre un valor
libertad humana, en la forma definida por Engsls, como “re­ positivo y uno negativo, pienso que la ética tradicional de los
conocimiento de la necesidad”. Como hegeliano que era, En­ valores constituidos nos guiaría con toda seguridad. Si se ha
gels pensaba qu-e “la libertad no consiste en una independen­
quemado la casa del vecino, la ética tradicional de valores
cia imaginaria du las leyes naturales, sino en un conoci­
constituidos nos manda con toda claridad que le demos abrigo.
miento de estas leyes y en la posibilidad que de ahí se deriva
Y si, confrontados con la elección entre el valor positivo de
de aplicarlas inteligentemente a unos fines dados”. 1
No entraremos en los detalles de esta controversia entre asistir a una persona’ sufriente, y el valor negativo de aban­
dos filosofías políticas, que no tiene relación con las cues­ donarla, optamos por el negativo, nuestra conciencia culpable
tiones universales que examinamos aquí. nos indica cuál de los valores era el positivo y cuál el nega­
Limitémonos a resumir que, según Sartre, sólo aquellos tivo, En mi opinión, dado el caso de elegir entre un valor
poseídos por el “espíritu de seriedad” creen en valores y de­ positivo y uno negativo, no tenemos que inventar nuestra so- >
rechos constituidos fabricados de antemano, que pueden en­ Ilición propia, sino limitarnos a seguir los imperativos de los
contrar en la sociedad como las cosas que encuentran en la valores morales constituidos.
naturaleza. Aquel que tiene noción de su libertad, tiene que No diríamos, entonces, como Sartre, que “no ha\T ética
gr-neval”, sino tan sólo que existen casos en que la ética ge­
inventar nuevos valorea.
neral es insuficiente para guiarnos, y tenemos que inventar
Hay todavía otra razón por la cual Sartre rechaza los va­
nuestros caminos bajo responsabilidad personal.
lores constituidos: no cree que en ninguna situación concveta
Sartre describió el caso de uno de sus camaradas en un
nos ayudarían a guiar nuestra acción, a determinar nuestra
enmpo de prisioneros alemán, quien le dijo que había ele­
conducta.
gido hacerse jesuíta después de sufrir numerosos fracasos en
Sartre describe el caso de un joven francés quien, durante
su vida. En tales fracasos había visto una señal divina de
la ocupación alemana, tenía que elegir entre quedarse con su
que debía abandonar la vida secular y entrar en las sagradas
madre, que necesitaba de su ayuda, y pasar a Inglaterra para
órdenes. Pero, como dice Sartre, fue ese hombre mismo quien
alistarse en las fuerzas francesas libres.
escogió esa clase de interpretación de sus fracasos y que, sin
Tenía así que elegir entre dos valores: el de su deber
Haberlo, inventó sus propios caminos, bajo su responsabilidad.
filial, y el de su deber patriótico. ¿Por cuál debía optar? La
Pienso que una situación similar se da en el hermoso dra­
ética constituida no lo hubiese ayudado a alcanzar su deci­
ma de Maxwell Anderson, Joan of Lorraine, donde San Mi­
sión. Esa ética nos impone debei'es filiales y deberes patrió­
guel le dice a la heroína, desesperada por no poder probar la
ticos, pero sin decirnos cuál de esos dos deberes es más im­
autenticidad de sus visiones y de sus voces, que esos obispos
portante en un caso concreto. Así, el joven francés tenía que
que le reclaman pruebas son igualmente incapaces de probar
elegir sin sentirse respaldado por la ética constituida.
la autenticidad de sus puntos de vista.
De casos como éste, infiere Sartre que “no hay ética ge­
neral”. Por mi parte, creo que va demasiado lejos. En el “La Iglesia misma está construida sobre revelaciones, y
caso mencionado, la elección debía hacerse entre dos valores estas revelaciones surgieron de la oscuridad y a ella volvie­
ron, como las tu y a s... De todos los artículos de fe y de
1 Engels, Landmarks of Scientific Socialism (Chicago, creencia, ninguno es capaz de prueba.” 1
1007), p. 147. 1 M. Anderson, Joan of Lorroine-{Xueva York, 1948), p. 128.
84 85
(Imln uno, por consiguiente, tiene que elegir su interpreta­ “Valuar es crear. ¡Oídlo, vosotros los creadores! La va­
ción de los hechos, y asumir la responsabilidad de su elec­ luación en sí es el tesoro y la joya de las cosas valuadas.
ción, con toda la angustia derivada de que tal elección no ten­ “Sólo por la valuación hay valor; y sin valuación estaría
ga respaldo alguno. Esto nos lleva a comprender la afir­ hueca la nuez de la existencia...” 1
mación de Sartre de que “aun si Dios existiera, esto no cam­
Si se comparan ambas enunciaciones, se encontrará que di­
biaría n a d a ... Es necesario que el hombre se encuentre y
cen exactamente lo mismo, sólo que Nietzsche pronunció la
se convenza a sí mismo de que nada puede salvarlo de sí mis­ suya sesenta años antes que Sartre, y lo hizo con mayor cla­
mo”. 12 ridad y más ardor poético.
Si Sartre enseña que la acción es una respuesta a una También el “espíritu de seriedad” (esprit de sérieux) sar-
situación única, y que es una respuesta creadora única, bien triano, había sido descubierto por Nietzsche sesenta años
podría haberse referido a la “Etica a Nicómaco” de Aristó­ antes de que fuera formulado por Sartre. Hasta el nombre
teles, donde ya se dice que, en lo referente a la acción, lo« escogido por Nietzsche para designarlo, es muy parecido al
conceptos generales son vacuos, ya que cada acción se refiere de Sartre, puesto que es “espíritu de pesadez” (Geist der
a una situación especial y requiere conceptos especiales. Schwere) . Y Nietzsche se opuso a él tan vigorosamente como
No es Aristóteles el único predecesor de Sartre, y resulta Sartre. He aquí cómo Nietzsche caracterizó el “espíritu de
asombroso que, hasta ahora, no se haya mostrado cuánto pesadez” :
debe Sartre a Nietzsche, a quien alude raramente y jamás en
materias esenciales. Y, sin embargo, ¡lo que la filosofía sar- “Cuando apenas estamos en la cuna, ya se nos provee de
trinna comparte con la nietzscheana es lo esencial! palabras pesadas y de valores pesados: ‘Bien y Mal’, así
Empecemos con el individualismo de valores y el individua­ se llama este patrimonio. A causa de estos valores, se nos
perdona la vida. . . Esta es la obra del espíritu de pesadez.
lismo ético, basados en el ateísmo. Sartre escribe al respecto: “Y nosotros arrastramos fielmente la carga que se nos im-
r.one, con fuertes espaldas y a través de áridas montañas.
“Puesto que he suprimido a Dios padre, es necesario que Y si sudamos, se nos dice: ‘¡Sí, la vida es una carga pesada!'
alguien invente los valores... La vida, a prior i., no tiene “ ¡Pero la única carga pesada es el hombre! Porque arras­
sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les tra consigo y lleva sobre sus hombros una porción de cosas
corresponde a ustedes darle un sentido, y el valor no es otra extrañas. Semejante al camello, se arrodilla para que le car­
cosa que este sentido que ustedes eligen.” - guen bien.
“Sobre todo el hombre vigoroso y paciente, tocado de ve­
Y Nietzsche, después de proclamar que “Dios ha muerto”,3 neración: carga sobre sus hombros demasiadas palabras y
dice de los valores: valores extraños y pesados; ¡entonces la vida le parece un
desierto!” 3
“En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su
bien y su mal. En verdad, no lo tomaron, no lo encontraron, Y he aquí otro párrafo, donde dice Nietzsche:
no les cayó como una voz del cielo. “ ...Tam bién encontré a mi viejo demonio y archienemigo,
“Los valores los puso el hombre en las cosas para con­ el espíritu de pesadez, y todo lo que ha creado: constreñi­
servarse; dio un sentido a las cosas, ¡un sentido humano!
miento, ley, necesidad y consecuencia y propósito y voluntad
Por eso se llamó ‘hombre’, es decir, el valuador. y bien y mal.” 3
1 Nietzsche, Also sprach Zarathustra, “Von tausend und
1 L'Existentialisme, p. 95. einem Ziele", parte pi'imera, pp. 85-86.
2 Ibid., pp. 89-90. 3 /Md., “Von Geist der Schwere”, III pavte, p. 283.
3 Nietzsche, Also sprach Zarathustra, prologo, p. 12. 3 Jbid., “Von alten und neven Tafeln”, III parte, p. 289.

86 87
itn i'xui’Lunumte el “espíritu de seriedad” por el cual A lo cual Nietzsche replicó, anticipadamente, en su “ Vo­
cp nict.urlía Sartre el espíritu de un hombre que acepta pasi­ luntad de poder“” : “Rechazad la humilde expresión: ¡Todo es
vamente valores inventados por otros, inclinándose como un subjetivo! Decid más bien: ¡Es también nuestra obra! ¡Es­
animal para recibir esa carga, eomo el camello de Nietzsche, tamos orgullosos de ella!” 1
renunciando a su libertad de inventar sus valores propios, sus Así, la teoría nietzscheana de la subjetividad e individua­
normas para el bien y el mal. lidad de todos los valores, su tesis de que éstos no son dados
Y si Sartre se opone a aquellos que creen en derechos ya sino cx*eados por el hombre, su afirmación de que no existe
dados para no verse necesitados de crear los propios, Nietzs­ una ética universal que obligue, etcétera, son par*te integral
che expresó una idea similar cuando, a fines del siglo xix, del existencialismo de Sartre. Y puesto que Sartre mismo no
escribió en su “Voluntad de Poder” : “La creencia en que el concedió jamás a Nietzsche el crédito que merece, nos vemos
mundo, tal como debería seT, existe realmente, es la convic­ obligados a hacerlo nosotros.
ción de hombres improductivos que no quieren crear un mun­ Por otra parte, debemos insistir en una importante dife­
do tal como debería ser.” 1 rencia entre las teorías de los valores de Nietzsche y Sartre;
Ya hemos visto el íntimo lazo que existe entre la libertad mientras el primero exige que el individuo se mantenga fiel
y la responsabilidad en la filosofía de Sartre. No obstante, a los valores libremente creados, y las normas libremente ins­
sesenta años antes que él, Nietzsche ya había escrito: “¿Qué tituidas por él, Sartre enseña que cualquiera puede afirmar
es la libertad? Tener la voluntad de la auto-responsabili­ diferentemente sus valores y normas, según las diferentes
dad." 2 ocasiones.
En su novela Le Sang des Autres (La sangre ajena), Boris, un personaje importante en las novelas de Sartre
Simone de Beauvoir resume los problemas de los valores se­ que integran Les Chemins de la Liberté, da la siguiente de­
gún habían sido planteados —o reiterados— por Sartre. Es­ finición de la libertad:
cribe : “El deber del individuo es hacer lo que quiera, pensar
lo que le guste, no rendir cuentas más que a sí mismo, y
• “Creo que su error es imaginarse que sus razones de ser desafiar, una y otra vez, todas las ideas y todas las per­
deberían venirle del cielo, hechas de antemano; de usted de­ sonas.” 2
pende crearlas.”
Nos inclinaríamos a considerar esto como una caricatura
Sabemos ya que Nietzsche enseñó la misma cosa sesenta
del existencialismo, como el concepto de libertad de un idio­
años antes que Simone de Beauvoir, cuando escribió que “los
ta; ya que, a pesar de ser descrito como un estudiante de
valores los puso el hombre en las cosas. . . dio un sentido
filosofía en la Sorbona, y un ex-alumno (y alumno predilec­
humano a las cosas”, etcétera.
to) del profesor Matliieu Delarue (léase el profesor Jean-
Pei’o, incluso estaba preparado para la objeción formulada
por la heroína de Simone de Beauvoir, quien dice: Paul Sartre), Boris no es muy inteligente, y su horizonte
moral y espiritual (sit venia verbo) no es más amplio que el
“Mas, ¡si sabemos que somos nosotros quienes creamos de un gigolò parisiense común.
estas razones de ser, ya no podemos creer en ellas! Eso seria Sin embargo, en la principal obra teórica de Sartre, ha­
solamente una manera de engañarnos.” 3 llamos algunos pasajes que parecen justificar a Boris. Per­
1 Nietzsche, Der Wille znr Machí, en Werke (Leipizg, mítasenos traducir los siguientes: “Siendo la libertad ser-
1922), XVI, 3, 4, 585 A, p. 84. sin-apoyo y sin-trampolín, el proyecto, para ser, debe ser
2 Nietzsche, Gbtzcndcimmcnmg, en Gesammelte Werke (Mu­
nich, 1926), XVII, 38, p. 137. 1 Nietzsche, Wüle zur Machí, IV, 1059, en Gesammelte
8 Simone de Beauvoir, Le Sang des Autres (París, 1945), Werke (Munich, 1926), XIX, p. 368.
pp. 67-68. 2 UAge de Raison, p. 143.

88 89
constantemente renovado. Me elijo perpetuam ente... de lo obedecer —afirma—), en la filosofía sartriana todos los
contrario volvería a caer en la pura y simple existencia del hombres pueden alcanzar la libertad si hacen el esfuerzo ne­
en-sf.” i Pero, si tengo que elegirme perpetuamente a mí cesario. En su sistema, el pluralismo moral alcanza su límite
mismo, para evitar el rebajamiento a la “cosidad”, ¿qué me extremo.
garantiza que siempre me elegiré del mismo modo? Sartre Por cierto que en Pour une Morale de VAmbiguïté de Si­
reconoce este peligro, y dice: “Estamos perpetuamente ame­ mone de Beauvoir, encontramos algo del postulado nietzschea-
nazados por la annihilación de nuestra elección actual, perpe­ r.o de ser fieles a nuestra elección creativa de valores. “Que­
tuamente amenazados de elegirnos —y por consiguiente de rer —escribe— es comprometerme a perseverar en mi volun­
llegar a ser— distintos de lo que somos.” 2 tad.” 1 También en los escritos más recientes de Sartre sobre
Conocemos la tesis de Sartre —conforme con la de Nietzs- asuntos literarios y políticos hay una tendencia hacia la fi­
che—, según la cual el valor no se revela a una intuición con­ delidad en relación con nuestra selección original. Sin embar­
templativa que lo aprehendería como siendo un valor, porque go, esa tendencia no es sustanciada por la filosofía teórica
esto infringiría la libertad humana. El valor sólo se revela a de Sartre, tal como se explica en L'E tre et le Néant. Al tra ­
una libertad activa, que lo hace existir por el solo hecho de tar los asuntos concretos que encuentra como editor de una
reconocerlo como tal. Parece que Sartre teme que aun los revista mensual, Sarti’e va aguando cada vez más su vino.
valores que habíamos instituido por una elección creadora Pero nosotros queremos examinar la esencia de su filosofía.
libre, podrían a la larga convertirse en cosas fabricadas, y
trabar así nuestra libertad; fabricadas por nosotros, claro 1 Simone de Beauvoir, Pour nue Morale de l’Ambiguïté,
está, pero no por ello menos fabricadas con respecto a un mo­ p. 39.
mento presente o futuro de nuestra existencia. La libertad,
según Sartre, es la posibilidad de annihilar el pasado —mi
propio pasado, y todos los valores creados por mí en el pa­
sado,
•• En su radicalismo, esta filosofía de la libertad busca evitar
que nos volvamos no solamente esclavos de los valores insti­
tuidos por otros, sino de los valores instituidos por nosotros.
En la filosofía sartriana, la idea de Bergson de la vida
como una innovación eterna halla su expresión más per­
fecta.
Pero, por otro lado, el existencialismo disuelve el clásico
universo unitario de valores, no sólo en una multiplicidad de
microcosmos axiológicos, en millones de egos creadores, cada
uno de los cuales tiene su propio mundo de valores; sino que
va al punto de disolver cada ego en miles de egos momentá­
neos, cada uno de los cuales tiene su propio mundo de valores
y su ética propia. Y mientras para Nietzsche, el individua­
lismo moral creador de valores es sólo privilegio de pocos se­
res excepcionales (el que no puede vnandar.se a sí mismo, debe

1 L'Etre et le Néant, p. 5G0,


2 Ibíd., p. 543,

90 91
Capítulo X elecciones individuales, no existen otros, ¿por qué habría­
mos de padecer esa “angustia ética” que domina toda la obra
SEGUNDO INTERMEDIO CRÍTICO de Sartre? En nuestra opinión “la angustia ética” presupo­
ne la creencia en normas absolutas, independientes de nues­
tras elecciones, normas que tememos violar con nuestras
elecciones individuales de valores. ¿No será que el existen­
cialista cree emocionalmente en tales normas absolutas, en
tanto que intelectualmente las niega? Sólo con esta suposi­
ción cobra sentido el concepto de “angustia ética”.
Al afirm ar que “la filosofía revolucionaria debe ser siem­
pre una filosofía de trascendencia", yendo más allá de cual­
quier estado alcanzado, la filosofía saTtriana implica la idea
La disolución del universo ético en la filosofía de Sartre sig­ de una revolución percnanente contra todos los valores y de­
nifica un atomismo axiológico extremo, no sólo en el espacio rechos constituidos, aun aquellos constituidos por nuestra pro­
sino en el tiempo. En el mundo de Sartre, cada uno inven­ pia revolución. Así, ©1 revolucionario jamás sería capaz de
tará sus valores y normas, y será libre de inventarlos dife­ gozar los valores y derechos por los cuales ha luchado, y po­
rentemente en diferentes ocasiones. Con todo, no alcanzo a demos preguntarnos por qué, entonces, debía luchar por ellos.
ver cómo en semejante mundo sería posible una comunidad; Marjorie Grene tiene razón cuando dice que “aquí, la revolu­
ni siquiera una comunidad de dos personas, pues aun ésta ción por la libertad implica revolución contra la libertad”, 1
supondría una cierta continuidad de valoración. y ve en esto la insinuación de una dificultad mucho más pro­
La cosa más extraña en la filosofía sartriana de los valo­ funda en la teoría existencial: la de que semejante libertad
res es el hecho de que un valor o derecho constituido, por el no parece ser un reemplazante adecuado de concepciones más
mero hecho de estar constituido, resulta un anti-valor, o el sustantivas de valores. Ya John Dewey había insistido en el
derecho de un “cochino”. ¿Pero no puede un valor consti­ carácter meramente negativo de la libertad.
tuido ser un valor positivo? ¿No puede un derecho consti­
Sosteniendo que, al aceptar valores y derechos constituidos,
tuido ser un derecho valioso? Así cabría pensarlo, ya que
el hombre pierde su libertad y es rebajado al estado de cosa,
después de todo ello parece depender solamente del contenido
la filosofía de Sartre parece ser incompatible con cualquier
del valor o del derecho. Mas Sartre dice; “No; un valor o
derecho constituido no puede tener ningún carácter positivo, sociedad, puesto que cualquiera de ellas, aun la socialista,
ya que por el hecho de estar constituido, limita nuestra liber­ está construida sobre ciertos valores y derechos constituidos.
tad y enmascara nuestro poder de inventar nuestros caminos En su tentativa para rehabilitar la subjetividad, Sartre
propios.” sólo tomó en consideración el lado subjetivo de los valores.
Tenemos aquí otra prueba del absolutismo intransigente Pero además de expresar la apreciación de cierto sujeto, y
de Sartre, tan típico del temperamento existencialista. Lo por tanto un sentimiento subjetivo, la mayoría de los valores
lleva a ubicar el criterio de los valores en su estado de agre­ tienen validez objetiva y trascienden al sujeto.
gación más bien que en sus contenidos, de modo que sólo un ¿Cómo pueden reconciliarse estas dos características?
valor in stcitu nascendi sería positivo, sin que importe lo que ¿Cómo puede un sentimiento ser independiente del sujeto
expresa. que lo siente?
Tenemos nuestras dudas sobre si este individualismo axio­ Esta pregunta había sido respondida por Emile Durkheim,
lógico radical de Sartre es verdaderamente sincero. En efec­
to, si aparte de los valores que instituimos mediante nuestras 1 M. Grene, Dreadful Freedom (Chicago, 1948), p. 115.

92 93
el brillante sociólogo francés, en el sentido de que nuestra me parece mucho más próxima a la anarquía que al socialis­
apreciación es objetiva por el hecho de ser colectiva. mo, por el cual Sartre pretende luchar.
Existen juicios sociales que son objetivos por comparación Puesto que la vida social trasciende infinitamente en tiem­
con juicios individuales. La jerarquía de los valores se sepa­ po y espacio la vida del individuo, me parece que sus valores
ra así de la sensibilidad subjetiva y variable de los individuos. no pueden ser rechazados simplemente en nombre de una
rehabilitación de la subjetividad.
“Estos últimos hallan fuera de sí mismos una clasificación Al combatir todos los valores y derechos establecidos, Sar-
pre-establecida que no es obra suya, que expresa algo ente­ tre emplea también el argumento marxista de que “el sistema
ramente distinto de sus sentimientos personales, y con la de valores corriente en una sociedad, refleja su estructura y
cual astán forzados a conformarse.’’ 1 tiende a preservarla”.1 Pero aun este argumento no cabe
referido a todos los valores sin distinción. El hecho de que
Este hecho se explica por la concepción que tiene Durkheim todo valor es una relación entre un objeto y un sujeto apre­
de la sociedad, la cual no es una simple suma de individuos;
ciante, permite designar todos los valores como “subjetivos”,
el sistema formado por la suma de los individuos representa
y ello parece confirmar la doctrina sartriana. En mi opi­
una realidad específica definida, con rasgos propios. Por su­ nión, empero, la subjetividad de los valores no significa nece­
puesto que nada puede proceder de la colectividad si no exis­
sariamente individualidad de valores; porque, a pesar de ser
ten las mentes individuales. Pero, según Durkheim, esta con­
una relación de un objeto con un sujeto apreciante, un valor
dición necesaria no es suficiente. Esas mentes deben estar
puede ser independiente de las peculiaridades individuales
asociadas y combinadas de cierto modo para que exista una de los sujetos apreciantes.
sociedad. De esta combinación se sigue la vida social, y es esa
En uno de mis libros, hice la siguiente distinción:
combinación la que la explica. Al agregarse, interpenetrarse
Los valores individuales son aquellos dependientes de las
y fusionarse, las almas individuales dan nacimiento a un ser
peculiaridades individuales de los sujetos apreciantes, mien­
que constituye una entidad psíquica de una nueva especie.
tras que los valores objetivos son aquellos que, pese a ser re­
Durkheim la llama “conciencia colectiva”, y la considera co­
laciones semejantes entre objetos y sujetos apreciantes, son
mo diferente de las mentes individuales que la constituyen.-
Como es natural, esta conciencia colectiva surgida de la independientes de las peculiaridades individuales de los suje­
fusión de las conciencias individuales, debe también poseer tos apreciantes. Estos valores objetivos pueden dividirse en
valores distintos de aquellos de los individuos. Esto explica valores colectivos y valores universales. Definiremos como va­
por qué los individuos encuentran fuera de sí mismos una lores colectivos aquellos que dependen de las peculiaridades
jerarquía preestablecida de valores, que no es su obra indivi­ colectivas del grupo social que los afirma, mientras que los
dual, que expresa algo totalmente distinto de sus sentimien­ valores universales son aquellos que, pese a constituir rela­
tos personales, y con la cual están forzados a conformarse. ciones semejantes entre objetos y sujetos apreciantes, son in­
Durkheim ha mostrado que esta presión ejercida por el dependientes tanto de las peculiaridades individuales como
todo sobre cada uno es el criterio de cualquier fenómeno colectivas de aquellos que los afirm an.2
social, de cualquier sociedad. Al rechazar esta presión como Si aplicamos esta distinción al argumento de Sartre, parece
un ataque a la libertad individual, Sartre rechaza la socie­ que sólo el sistema corriente de valores colectivos de una so­
dad, pese a todas sus protestas, y su filosofía de los valores ciedad refleja la estructura de esa sociedad y tiende a pre-

1 E. Durkheim, “Jugements de Valeur et Jugements de Réa- 1 “Matérialisme et Révolution”, Les Tenvps Modemes, I
lité”, Sociologie et Pkilosophie (París, 1951), pp. 122-123. (1946), p. 12.
2 E. Durkheim, Les Regles de la Méthode sociologique 2 Cf. A. Stern, Filosofía de la risa y del llanto, Ediciones
(París, 1895). Imán, Buenos Aires, 1950, pp, 221-281.

94 95
servarla, mientras que no puede decirse lo mismo de los va­ de Miguel Angel, Delacroix y los impresionistas franceses,
lores individuales ni de los universales, tales como, por ejem­ hasta el surrealismo; o desde Homero a Shakespeare, Goethe
plo, I ob de la verdad lógica y matemática. y Verlaine, o desde Palestrina a Debussy. No tener en cuen­
Pero Sartre no establece distinción alguna entre valores ta esos cuerpos de valores morales y estéticos constituidos,
individuales, colectivos y universales, de modo que su lucha sólo porque están constituidos, significaría no tener en cuen­
contra los valores constituidos se refiere, indistintamente, a ta cuatro mil años de civilización humana, de historia huma-
todos ellos. Tal cosa pone de manifiesto que su filosofía de na; y representaría para cada hombre comenzar la civiliza­
los valores es una teoría en bloque. En un análisis más ce­ ción ab ovo, convertirse en un primitivo artificial.
ñido, el postulado sartriano de que cada persona tiene que “Soy de mala fe —dice Sartre— si elijo declarar que cier­
inventar su sistema de valores, resulta inconsistente, y nace tos valores existieron antes de mi.” 1 Pero yo pienso que
de un completo desprecio de la historia y de la civilización. El Sartre es de mala fe cuando lo niega, y niega asi la historia,
individuo nacido en este mundo tiene que aceptar una enorme la civilización, y nuestra herencia espiritual, yendo contra lo
cantidad de verdades empíricas y científicas que se han cons­ que él sabe muy bien.
tituido por una larga evolución histórica y que son el patri­ Por supuesto, que el individuo no debería aceptar ciega­
monio de la civilización humana. Sería insensato exigir, en mente todos los valores constituidos, como si fueran cosas
nombre de la libertad, y no en el de la razón o de la expe­ halladas en la naturaleza. Pues el valor es un concepto co­
riencia, que cada individuo re-invente todas sus verdades in­ rrelativo que supone siempre valuación subjetiva. Tan pronto
telectuales, dejando totalmente de lado las verdades consti­ esta última desaparece y es reemplazada por valores que no
tuidas por cuatro mil años de civilización humana. se imponen por su dignidad sino por el mero hecho de estar
Igualmente insensato, en mi opinión, es exigir que cada históricamente constituidos, el concepto mismo de valor des­
individuo re-invente todos sus valores morales y estéticos, de­ aparecerá y la axiología se transformará en ontología. Creo
jando de lado aquellos formados por cuatro mil años de civi­ haber mostrado que ésta es una de las consecuencias de la
lización humana. Pues también los valores —y especialmente fenomenología de los valores de Scheler y Hartmann. - En
los colectivos y universales—, son resultado de la historia de esto sentido la lucha de Sartre contra el “espíritu de serie­
la civilización, tal como lo son los conceptos intelectuales, dad” se justifica hasta cierto punto, del mismo modo que la
científicos. guerra de Nietzsche contra el “espíritu de pesadez”.
Por una parte, la re-invención de todos los valores morales Si, en conformidad con la máxima de Aristóteles, tratamos
y estéticos por cada individuo sería prácticamente imposible; de encontrar el camino medio entre los extremos de las con­
por otra, resultaría extremadamente injusta hacia la histoi’ia cepciones de los valonas del existencialismo sartriano y la
de la civilización, vale decir hacia la obra de los cientos de fenomenología de Scheler y Haitmann, diríamos que los va­
generaciones que vivieron y lucharon antes que nosotros. F á­ lores constituidos no deben ser rechazados por la mera razón
cilmente puede decir Sartre que “no creemos en el progreso”. 1 de estar constituidos, y que no deben ser acoplados por la
Esto no liquida el enorme cuerpo de valores morales y los mera razón de estar constituidos. Lo que en mi opinión de­
órdenes de valores morales, instituidos desde las instruccio­ beríamos hacer, es revaluar los valores constituidos, aceptar
nes de Ptah-Hotep (4000 a. de J. € .), los diez mandamientos aquellos que encontramos compatibles con nuestra conciencia
de Moisés, la enseñanza de Buda, Confucio, los estoicos, Cris­
to, Spinoza, Kant, y los moralistas sociales modernos. Lo 1 Jbirí, p. 81.
mismo cabe decir del cuerpo de valores estéticos y de cáno­ 2 A. Stern, “ Le Problème de l’Absolutisme et du Relativisme
axiologiques”, Revue Internationale de Philosophie (Bruselas,
nes instituidos desde Mirón, Policleto y Praxiteles, a través 1939) ; “The Current Crisis in the Realm of Values”, The
Personalist (Los Angeles), XXXI (Verano, 1950), pp. 245-
' L ’Existentiaiisme, p. 79. -¿>9.

96 97
moral o estética, rechazando los que no lo son, e inventar va­ Capí tul o XI
lores nuevos allí donde lo consideramos necesario. En algunos
do mis libros he tratado de mostrar los principios sobre los LITERATURA Y LIBERTAD
cuales está construida nuestra conciencia moral, estética o,
en resumen, axiológica; pero no cabe repetirlo aquí. 1
Con esta re-valuación de valores constituidos que propone­
mos, nos quedaría aún libertad suficiente para inventar nue­
vos caminos axiológicos, especialmente en aquellos casos don­
de los valores constituidos resultan insuficientes para guiar
nuestra conducta. En casos donde la acción llega a ser una
respuesta creadora a una situación única, nuestra libertad
para inventar valores puede manifestarse de lleno.
Sin embargo, en aquellos casos donde los sistemas de valo­ La libertad es la idea todopoderosa, triunfante, en que se
res constituidos son capaces de guiarnos, no deberíamos re­ centra el existencialismo. Ya hemos visto cómo esta idea con­
chazarlos por el solo hecho de que están constituidos y pue­ figuró la ontología de Sarti*e, su axiología y su ética. Vere­
den, por ello, trabar nuestra libertad de elección. Más bien mos ahora que la idea de libertad domina también su con­
deberíamos x-e-valuar esos valores constituidos y tra ta r de cepto de literatura y de política.
comprender por qué fueron preciosos para nuestros padres y En su ensayo “Qu*est-ce que la littérature?” 1 Sartre esta­
abuelos. Después, los aceptaríamos o rechazaríamos, confor­ bleció la teoría de que la literatura, así como cualquier otro
me a sus méritos y a nuestra conciencia axiológica. género de arte, es un fenómeno social. No es tan sólo un me­
Deberíamos entender en ese sentido la admonición de Goe­ dio de autoliberación individualista del escritor, y Sartre nie­
the: “Lo que hei*edaste de tus padres, adquiérelo para hacer­ ga que el autor escriba para sí mismo. Escribe para el lector,
lo tuyo.” ul que necesita para la completa realización de su obra, tal co­
mo el pintor necesita del espectador y el compositor del oyente.
1 Cf. A. Stern, Die philosophischen Grundlagen von Wafir-
heit, Wirklichkeit, Wert (Munich-Basilea, 1932), esp. pp. Aunque se leyeran una por una todas las palabras de un
322-430. La Filosofía de los Valores (México, 1944), esp. pp. libro, el significado de la obra no aparecería si no fuera
181-215; Segunda edición revisada y ampliada Comp. Gen. porque la mente del lector se lo confiere. Dicho de otro modo,
Fabril Editora, Buenos Aires, 1960, esp. pp. 151-175. ol significado de una novela o de un poema debe ser un sig­
nificado dado por el lector; la imagen sugerida por el escri­
tor debe ser formada por la mente del lector; el pensamiento
que el autor desea transm itir debe ser el pensamiento del
lector, el resultado de la actividad intelectual y emocional
tío éste. Sin ella no habría literatura ni arte. Sartre llama
“re-invención” a esta actividad mental y emocional del lector
o espectador*, y dice: “es el esfuerzo conjunto del autor y el
lector lo que hace surgir ese objeto concreto e imaginario
que es la obra del intelecto. Sólo hay un arte para y por
los otros”. 2

1 “Qu'est-ce que la littérature?”, Situations, II, París, 1948.


2 IbUL, p. 93.

95 99
Sartre reconoce que el autor guia la actividad mental del «in mencionar a su autor tiene varias explicaciones posibles:
lector y espectador, “pero lo único que hace es guiarlo. Los podría no conocerla y haber arribado independientemente a
mojones que coloca están separados. . . El lector debe unir­ idénticas conclusiones que el filósofo italiano, o haber leído
lo s... En suma, leer es una creación dirigida”. 1 largo tiempo atrás esas teorías estéticas y haberlas asi­
Resulta asombroso que Sartre presente esta doctrina como milado tan enteramente que llegó a creer por último que
propia, aunque ha sido formulada varias décadas antes por li. pertenecían. El análisis de su relación con Nietzsche ha
Benedetto Croce. Pero Sartre nunca menciona a Croce como mostrado ya que Sartre tiene un enorme poder de asimila­
el verdadero creador de la doctrina estética de la colabora­ ción de los pensamientos de los demás. Tal don ofrece tam­
ción entre el artista y su público. bién sus aspectos positivos, porque lo conduce, a veces, a un
Croce ha señalado que para tener experiencia estética el interesante desarrollo de las ideas ajenas que ba adoptado.
espectador o lector debe crear activamente. Esto se confirma especialmente en el caso de la doctrina
estética de Croce.
“Cada uno de nosotros tiene algo de pintor, de escultor,
de músico, de poeta; pero, ¡cuán poco en comparación con Tuesto que la creación del escritor sólo puede realizarse
los que son asi llamados, precisamente, por poseer en un plenamente a través de la actividad intelectual y emocional
grado más elevado las disposiciones y energías más comu­ del lector, Sartre concluye que el escritor apela a la liber­
nes de la naturaleza humana!”2 tad del primero para que colabore en la producción de la
Y agrega: “la escasa dosis de imaginación inventiva que obra. Con esta conclusión Sartre va más lejos que Croce. SI
poseo requiere la ayuda de Shakespeare para que se inten­ o! lector presta fe a lo que narra el escritor es por su libre
sifique al punto de formar dentro de sí la tragedia com­ elección de creer en él, por una especie de “voluntad de
pleta de la pasión de Otello”. 3 creer”, para emplear una expresión de William James, aun­
El hecho de que Sartre adopte la teoría estética de Croce que sin sus connotaciones teológicas. Al desarrollar su doc­
trina, Sartre trata de mostrar que los sentimientos del lector
» Ibíd., p. 95. tienen su fuente en la libertad y son, por lo tanto, generosos.
- B. Croce, Estética (Barí, 1928), p. 14. “El autor escribe para dirigirse a la libertad de los lecto­
3 B. Croce, Proble mi di Estética (Barí, 1928) p. 471. La
doctrina estética de Croce ha sido sumamente criticada. En res y necesita de ella para hacer existir su obra.” 1
su excelente Introduetion to Aesthetics (Nueva York, 1952), A más de esto, el escritor necesita que el lector reconozca
especialmente en las páginas 145-147, Hunter Mead insiste mi libertad creadora, y de tal manera la lectura se convierte
en la influencia recíproca que ejercen entre sí la idea del ar­ en un pacto de generosidad entre el autor y el lector. Deben
tista, y la materia en que es expresada. En el proceso de la
expresión artística, que requiere la solución de numerosos confiar el uno en el otro, y esta confianza brota de la gene­
problemas técnicos, el artista se ve obligado, muchas veces, rosidad. En las obras de arte toda aparente casualidad se
a modificar su idea original. El profesor Mead afirma que basa en una finalidad. Sartre muestra el ejemplo del árbol
ningún lego culto puede reproducir estas experiencias crea­ «le un primer plano de xin cuadro de Cézanne, que aparece
doras del artista, de manera que la apreciación no puede ser en ese lugar, no por causas naturales, sino obedeciendo a
considerada como una subforma de creación. La objeción de
Mead se refiere principalmente a la pintura, la escultura y un plan total, o sea a una finalidad cuya fuente se halla
la música, pero —aunque en menor medida— es igualmente en la libertad creadora del artista.
válida para la literatura; también el idioma presenta proble­ Con el concepto de finalidad, Sartre retoma lina idea básica
mas materiales y formales, desconocidos para el lector, que
el escritor debe resolver. En mi opinión, si bien el espectador, do la estética de Kant, a pesar de criticarla, y, en muchos
el oyente o el lector no pueden reproducir verdaderamente «ontidos, la estética de Sartre es una síntesis de las teorías
la experiencia creadora del artista, deben realizar al menos «lo Knnt y de Croce. El arte, dice Kant, debería parecer
esos procesos mentales y emocionales que el pintor, músico o “como si” fuese naturaleza; debe ser el resultado de la i’ina-
'escritor sugieren con su obra.
* “Qu’est-ce que la littératuro?”, p. 101.
100 101

He..__
lid'ad, y por ende de la libertad, pero esta finalidad no se mente se abstuviera de condenar la sujeción del hombre por
el hombre”. 1
debe percibir; la obra de arte debe ser intencional, sin que
Hallamos aquí uno de los más interesantes aspectos socio­
lo parezca. Y Sartre afirma que la meta final del arte es
lógicos de su teoría sobre la literatura. Sartre definió la lite­
recobrar la totalidad del mundo “como si” tuviera su fuente ratura como un llamamiento a la pura libertad, e infiere
en la libertad humana, lo que es aproximadamente lo mismo. que el lector no puede sentir dentro de sí una pura libertad
Además, Croce definía la belleza como la expresión per­ cuando el escritor lo invita a identificarse con un grupo de
fecta de la intuición del artista e insistía en la necesidad opresores. “Nadie puede suponer por un solo momento que
de que esta intuición fuera re-expresada por el espectador, el sea posible escribir una sola novela en elogio del antisemi­
lector o el oyente. Sartre define la alegría estética como el tismo.” 2 Y en opinión de Sartre lo mismo valdría para una
sentimiento de que “la obra está lograda”, e insiste igualmente novela que abogase por la opresión del negro o de la clase
en el esfuerzo conjunto del autor y el lector o espectador trabajadora.
en la producción final de la obra de arte. Lo que añade es De esto deduce un imperativo moral muy elevado para el
la idea de que ésta constituye un llamamiento de la libertad escritor: el de lograr una victoria interior sobre su raza, su
del creador a la libertad del lector o espectador, de manera clase, su nación y sus pasiones en un perpetuo esfuerzo por
que éstos puedan convertirse en re-creadores.1 liberarse a sí mismo y a otros hombres.
El humanismo existencialista insiste vigorosamente en el Pero el existencialismo, como la fenomenología, es una filo­
pape] del hombre como “revelador” de la realidad, puesto que sofía de lo concreto. Rechaza la idea de una libertad abs­
es él quien establece las relaciones entre sus distintas par­ tracta, “eterna”. La libertad no es, sino que se obtiene a sí
tes. El arte es una manera de revelar y condensar tales misma en una victoria sobre una situación concreta. Según
relaciones, y Sartre cree que uno de los principales móviles Sartre, no hay libertad sino en una situación dada, pues
de la creación artística es hacernos sentir que, en tanto que nadie puede sacudirse cadenas que no lo hayan oprimido.
reveladores de sus relaciones, somos esenciales para el mundo. Estas cadenas son los hechos dados y las situaciones exter­
De esta tesis de que escribir es un llamamiento de la nas que el hombre, ese libre proyecto, encuentra en su mundo.
libertad del escritor a la del lector y de que la lectura es La libertad consiste en superar cualquier situación dada.
un pacto de confianza y, por consiguiente, de genei’osidad En este sentido también escribir, como los demás proyectos
entre ambos, Sartre deriva importantes conclusiones políti­ humanos, debería ser un intento de superar una situación
cas. El autor requiere del lector una libre cooperación con dada, y las situaciones más poderosas son esas situaciones
toda su persona, sus pensamientos y sentimientos, sus pa­ colectivas que denominamos históricas. Sartre cree que la
siones y su escala de valores. Y bien, Sartre concluye que literatura debe superar las situaciones históricas dadas en
un período definido y que cada libro debe proponer una libe­
“el único punto de vista desde el cual el autor puede pre­
ración conci'eta, condicionada por una situación igualmente
sentar el mundo a esas libertades cuya concurrencia desea
concreta.
suscitar es el de un mundo que debemos colmar de una liber­
Vemos que esto lleva desde el antiguo concepto de una lite­
tad cada vez mayor”. 2 Esto significa que constituiría un
abuso de la confianza y generosidad del lector que. el escritor ratura descriptiva y narrativa a una literatura de acción,
tratara en su libro de justificar la injusticia humana. Es una literatura de la praxis, consagrada a proyectos definidos
de liberación. Lo que según Sartx’e debería hacer el escritor
imposible, piensa Sartre, que el lector pudiera gozar de su
es revelar al lector su capacidad de actuar, de crear y des-
libertad al leer un libro “que aprobase, aceptase o simple­
1 Ibíd., pp. 98, 101, paasim, 1 Ibíd.
2 Ibíd., p. 112. 2 Ibíd.

103
102
nuil* »•» nidn aituación histórica. Pero, para poder cumplir libertad de elección y suprimiría su subjetividad.1 Reprocha
Chía misión, el novelista debe escribir para un público que al marxismo que no permita el desarrollo de diferentes ma­
tenga la libertad de transformarlo todo, comprendida la abo- tices dentro de la doctrina, habiéndose convertido por ello en
liqión de las clases y la realización de la meta final con que una especie de “Iglesia”. 2
sueña Sartre y a la que denomina una “democracia socia­ Los comunistas, por su parte, acusan a la filosofía de
lista”. Así, pues, el público ideal que Sartre desea no es, Sartre de egocentrismo, nihilismo, anti-humanismo, idealis­
según su propia confesión, la clase burguesa, sino la clase mo, falta de integración del hombre en la sociedad, etcétera.
revolucionaria de los trabajadores. Con todo, ésta ha demos­ Uno de los críticos comunistas de Sartre, el francés Au-
trado muy escasa voluntad, hasta ahora, en aceptarlo como guste Cornu, en la actualidad profesor de literatura com­
líder literario. parada en la Universidad de Leipzig (en la República De­
Para Sartre, la literatura es “la subjetividad de una socie­ mocrática Alemana), resume tales reproches en los siguien­
dad en permanente revolución”, en constante renovación de tes términos:
sus instituciones y órdenes, cada vez que éstos revelan una “El existencialismo de S a rtre ... aparece, en suma, como
tendencia a petrificarse. Tal concepción corresponde a ese la expresión ideológica de la burguesía decadente de un pe­
ideal de fluidez y evolución creadora que, según Bergson, es ríodo en que el capitalismo está al borde del derrumbe. Tra­
uno de los rasgos de la vida, y que el existencialismo trata duce esta decadencia en la huida de lo real, el aislamiento
del individuo, y la afirmación de la absoluta autonomía del
de estimular en todo lo que se vincula con la existencia yo y su superioridad sobre el m u n d o ...” 3
humana.
En la undécima de sus famosas tesis contra Feuerbach, Cíeorge Lukacs, el principal filósofo comunista de Hungría,
Karl Marx había declarado que hasta ese día “los filósofos reconoce que Sartre es “un auténtico pensador de alto ran­
se habían limitado a interpretar al mundo de diversas mane­ go”, pero Ic censura que “trace una caricatura del marxis­
ras, pero lo que interesa es transformarlo”. 1 Sartre, obvia­ mo obteniendo así una fácil victoria contra él”. 4
mente, adopta este grito de batalla al escribir: “No estamos La angustia existencialista es descrita por los comunistas
más con los que desean poseer el mundo, sino con quienes de­ como un fenómeno de clase e histórico, como un síntoma de
sean transformarlo”, 2 exhortando a los escritores a que se la descomposición de la burguesía, y Sartre no lo niega. In­
consagren a la tarea de revelar el mundo dentro de la pers­ siste además en que esta descomposición puede revelar algu­
pectiva de un cambio posible. Adopta también el ideal de nos aspectos de la condición humana.
Marx de una futura “sociedad sin clases” que liberaría a Sea como fuere, Sartre es persona non grata no sólo en
la literatura. ' Roma, donde su ateísmo y su anti-universalismo son seve-
Todo esto induce a pensar, a cierta gente, que Sartre se varamente criticados, sino también en Moscú. 5
halla muy próximo al comunismo, pero pasan por alto las
profundas disensiones que separan la filosofía del comunismo 1 "Matérialisme c*t Révolution” : Les Temps Modernas, I,
de la filosofía existencialista. Sartre rechaza la ontología (junio de 1946), 14, 22, 25, etc.
materialista del marxismo y su determinismo basado en la 2 “Qu’est-ce que la littérature?”, p. 188.
3 “Bergsonianism and Existentialism”, Philosophic Thought
lógica dialéctica de Ilegel, que despojaría al hombre de su in Franca and The United States, Buffalo, 1950, p. 166.
4 Existentialisme ou Marxisme? (París, 1948), pp. 144, 148.
1 K. Marx, “Thesen ueber Feuerbaeh” in Marx-Engels, Fie 3 En julio de 1952 un artículo de Sartre en Les Temps
deutsche Ideología, Berlín, 1953, p. 595. Múdenles, titulado “Los comunistas y la paz” (N<? 81, pp. 1-
2 Sartre, “ Qu’est-ce que ln lit-térnture?”, p. 264. 50), suscitó muchas controversias. La tesis que expone es que

104 105
“ li» URS.S quiere la paz y lo demuestra diariamente” (p. 12). Capítulo XI I
Sartre considera que el partido Comunista es la “única orga­
nización política” que representa al proletariado en el Parla­
mento francés (p. 1), y defiende el derecho de los trabajado­ EXISTENCIALISMO Y RESISTENCIA
res en su país a hacer demostraciones en favor de la paz. No
cabe duda de que en los últimos años las ideas de Sartre se
han acercado a la izquierda. Mientras en su novela La Morí
dans VAme, publicada en 1949, había acusado a la URSS de
haber “llenado de muerte el alma” del proletariado francés
al concluir un pacto con los alemanes nazis (p. 2(55), en su
artículo de 1952 se limita a ci'iticar ligeramente el pacto, de­
clarándolo “falto de delicadeza” (p. 17). Algunos correspon­
sales norteamericanos interpretaron el artículo de Sartre “Los
comunistas y la paz” como prueba de que su autor se había
pasado virtualmente al campo stalinista. Empero, han pasado Después del día de la victoria en Europa, desaparecida la
por alto el profundo abismo filosófico que separa el existen -
cialismo francés del materialismo dialéctico, a pesar de la cortina de hierro que los alemanes habían bajado en torno de
admiración que siente Sartre por Marx y Lenin. En lo que Francia, el mundo descubrió en ella un paisaje intelectual y
concierne a la lucha entre Oriente y Occidente, Sartre es un literario enteramente distinto del que había conocido antes de
“neutral”, y la neutralidad es una actitud que han adoptado la ordalía. El más notable de estos nuevos rasgos de la Fran­
muchos intelectuales franceses no comunistas, como, por ejem­
plo, el filósofo católico Etienne Gilson. cia de la posguerra era, sin duda, el existencialismo. Y
como esta filosofía y su literatura reflejaban muchos proble­
mas originados por las experiencias del movimiento de la Re­
sistencia contra los invasores alemanes, mucha gente consi­
deró, y continúa haciéndolo, que el existencialismo era una
filosofía y una literatura de la Resistencia francesa. Este
punto de vista es seguramente muy estrecho, por más que
encierra cierta dosis de verdad.
Por una parte, es preciso comprender que el existencialis­
mo fue creado a mediados del siglo xix por el teólogo protes­
tante dinamarqués Soeren Kierkegaard, y que, más tarde,
floreció en la Alemania del siglo XX durante el intervalo
entre las dos guerras mundiales, en los libros de Jaspers,
Keidegger y otros. Aun en Francia, el existencialismo apa­
reció mucho antes de la segunda guerra mundial, especial­
mente en las obras de Gabriel Marcel. Y el mismo Sartre
publicó su novela existencialista La Nausée en 1938, un año
antes del estallido de la segunda conflagración mundial.
Y, por otra parte, hay que compi*ender también que hasta
esa época el interés en el existencialismo estaba restringido
a algunos especialistas. En vísperas de la guerra, cuando
dediqué algunas clases, en uno de mis cursos de filosofía en
la Sorbona, a un análisis del existencialismo de Heidegger,
la mayor parte de los estudiantes no manifestó mayor inte-

106 107
ró# i»ur t<*U t.<!or(u que por los demás movimientos que exa­ puestas que origina son el existencialismo, que puede defi­
minó en nquella serie de conferencias. La novela de Sartre nirse así como una filosofía de crisis.
La Nausée, ya publicada en aquella fecha, no despertó gran La crisis que suscita la meditación filosófica sobre la exis­
«tención entre los filósofos, y comparándola con las obras tencia puede ser individual, como en el caso del drama per­
posteriores de Sartre vemos que, aunque planteaba algunos sonal de Kierkeguard, o colectiva, como en la tragedia vivida
problemas existeneialistas, no ofrecía ninguna solución defi­ por Sartre y sus camaradas en el movimiento de la Resis­
nida para ellos. En su mayoría, la gente ni siquiera com­ tencia francesa. Cuando es provocada por una crisis colec­
prendió que en La Nausee se planteaba el problema de la tiva, el movimiento existencialista cobra un dinamismo social
existencia, porque no estaba formulado dentro de una situa­ mucho más intenso, como lo revela fácilmente la compara­
ción histórica determinada que pudiera compartir. ción entre la filosofía de Sartre y la de Kierkegaard. En
Todo esto cambió radicalmente cuando, con posterioridad a tanto que la última necesitó acaso tres cuartos de siglo para
otros países europeos, Francia alcanzó la plena comprensión ser tomada en consideración, la primera llegó a ser conocida
de que el período que sucedió a la victoria de liliB no había en todo el mundo en el curso de dos o tres años.
sido un período de paz, sino sólo de “tregua” entre una gue­ Hay diferentes clases de situaciones extremas que pueden
rra mundial y otra más terrible, la segunda. provocar una crisis de la existencia en un individuo o en
Sartre compara acertadamente este descubrimiento con el un grupo. En su novela “La peste” Albert Camus mostró
que hace Charles Bovary en la fainos« novela de Flauhert, cómo una terrible epidemia promueve en la gente nuevas
cuando, al encontrar después de la muerte de su mujer las reflexiones y nuevos enfoques sobre la esencia, el significado
cartas que ésta había recibido de sus amantes, vio desvane­ y el valor de la existencia humana. Pero entre las crisis de
cerse súbitamente veinte años de felicidad conyugal ya vivi­ colectividades, las históricas tienen un carácter filosófico
dos. “Los franceses quedaron estupefactos al descubrir su privilegiado, pues son producidas por el hombre y, sin embar­
historicidad”, escribe S artre .1 De pronto se hallaron geo­ go, lo dejan irremediablemente sujeto a sus fuerzas destruc­
gráfica e históricamente “situados” como vecinos de un país tivas.
en que se había desarrollado una situación extrema, que ta r­ En Alemania, la situación extrema que suscitó una crisis
de o temprano los habría de envolver. de la existencia se inició en 1933, cuando Hitier subió al po­
Para captar las relaciones que ligan el existencialismo y la der. Pronto encontramos allí un renacimiento del existencia­
Resistencia, es preciso comprender que el primero es una filo­ lismo kierkegaardiano, que inició la oposición contra el nazis­
sofía de las situaciones extremas y produce una literatura de mo en ese sector de la Iglesia protestante alemana cercano a
tales situaciones extremas. En las situaciones corrientes el Karl Barth.
hombre toma por entendida su existencia. No se pregunta En Francia, la situación extrema que provocó una crisis
por ella, porque es tan poco problemática y tan insípida como de la existencia surgió en 1940, con la invasión del país por
la saliva siempre presente en nuestras bocas. Como dijo en los soldados de Hitier, la caída de la Tercera República y el
cierta ocasión Paul Valéi'y, sólo por azar reflexionamos sobre sistema de valores vinculado con ella, y con la esclavización
las condiciones permanentes de nuestra vida. de la nación entera. En esta situación extrema, el existencia­
Pero, en las situaciones extremas, cambia por completo la lismo, como filosofía que pone en cuestión la totalidad de la
dirección de nuestra conciencia. En esas situaciones extre­ existencia humana y de sus valores, recibió su impulso más
mas que llamamos crisis, el hombre se formula nuevamente fuerte en Francia. Durante esta crisis maduró en una filo­
las cuestiones últimas sobre el significado, la esencia y el sofía que importaba a todos y halló sus respuestas en un
valor de la existencia humana. Este cuestionarse y las res­ esfuerzo por superar esta crisis de la existencia.
Pero, ¿no significa esto que la filosofía, que es por su propia
1 “Qu’est-oe que la littératurc?”, p. 241. naturaleza una búsqueda de la verdad eterna, intemporal, se

108 109
hulla sujeta a la relatividad histórica? ¿No se da aquí una uesde Fichte, quien —y no fue por mero azar— escribió su
nueva especie de historicismo basado en el principio de veri- filosofía de la libertad durante la ocupación de Prusia por
fas filia tempo r is? las tropas francesas de Napoleón I.
Ya hemos visto que el existencialismo rechaza el concepto Pero el concepto existencialista de libertad está íntima­
de verdad eterna y se resiste a cualquier género de evasión mente ligado con el de situación, como hemos visto en el
de la existencia del aquí y ahora hacia entidades intempo­ capitulo anterior y como veremos luego de manera más deta­
rales. Para los existencialistas, la contemplación de las ideas llada en un próximo capítulo.1
eternas platónicas es una especie de escapismo, una huida de Hemos dicho ya que para los existencialistas la libertad
los problemas de la existencia concreta, que siempre está no es, sino que se conquista a sí misma en una victoria sobre
aprisionada en un tiempo y en un espacio definidos. En un una situación concreta, que es en muchos casos una situación
análisis anterior de la axiología de Sartre descubrimos una histórica. Vimos que, según Sartre, no hay libertad sino en
asombrosa indiferencia por la historia y por los valores que una situación dada, y tratamos de aclarar esta tesis em­
ha producido en el curso de su evolución. Es historia ya he­ pleando la metáfora de que nadie puede sacudirse cadenas
cha y ha perdido interés para los existencialistas porque dejó que no lo hayan oprimido. Estas cadenas son todos los he­
de “existir”. Lo que Sartre, siguiendo a Heidegger, llama chos y las situaciones externas que el hombre encuentra en el
historicidad, es la historia presente. La historia que tenemos mundo, en el ser-en-sí. La libertad, como hemos visto, con­
que vivir, en la que nos fuerzan a entrar las circunstancias; siste en superar y trascender estas situaciones dadas, o la
ln historia cuyo significado debemos elegir y que nos es pre­ totalidad de los hechos y obstáculos dados, que Sartre llama
ciso dominar, sobrepasar y trascender en un esfuerzo supre­ “facticidad”. Debemos superarlos, proyectándonos hacia metas
mo hacia la libertad.
elegidas por nosotros. Tal como Simone de Beauvoir la defi­
Además, la historicidad de la filosofía y de la literatura
ne, la ética es “el triunfo de la libertad sobre la facticidad”. 2
existencialista no significa una sujeción de la búsqueda filo­
Todo esto nos ayuda a comprender por qué la situación
sófica de lo absoluto, a la relatividad histórica. Sartre aclara
histórica extrema de 1940-45 ejerció tan fuerte influjo sobre
ese punto en “Qu’est-ce que la littérature?” cuando dice que
la ética existencialista y la teoría de la libertad en Francia.
“la guerra y la ocupación, al precipitarnos en un mundo en
estado de fusión, nos hacen necesariamente redescubrir lo ab­ Era la “piedra de toque” de la libertad existencialista, de
soluto en el corazón de la relatividad misma”. 1 Y en otro pa­ manera que Sartre pudo formular la siguiente declaración,
saje del mismo libro se refiere a la tarea de “crear una lite­ que sólo en apariencia resulta paradójica:
ratura que una y reconcilie el absoluto metafísico y la rela­
tividad del hecho histórico”. 2 Con el término “metafísico” “Nunca fuimos más libres que durante la ocupación ale­
Sartre designa el esfuerzo por abarcar en su totalidad la mana. Habíamos perdido todos nuestros derechos, empezando
existencia humana y la condición humana. Esto es lo que tra ­ por el derecho de hablar. Se nos insultaba diariamente en
tó de realizar el existencialismo francés durante la crisis crea­ la cara y teníamos que aceptarlo en silencio. Con un pre­
texto u otro, por ser obreros, judíos o prisioneros políticos,
da por la situación histórica extrema de la ocupación ale­ se nos deportaba en masa. . . Y éramos libres por todo eso.
mana, y especialmente de la resistencia contra ella. Ya que el veneno nazi se infiltraba aun en nuestros pen­
Desarrollado durante este período de horrenda opresión, el samientos, cada pensamiento justo era una conquista... A
existencialismo en su versión francesa, es básicamente una cada minuto vivíamos en toda su plenitud este pequeño lugar
filosofía de la libertad, la más radical que se naya concebido
1 “¿En qué medida es libre nuestro pi'oyecto?”
1 Ibíd., p. 245. ; 2 Simone de Beauvoir, Pour une Morale de VAmbiguUé-,
- Ibíd., p. 251. pág. 64.

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común: *'E1 hombre es mortal’. Y la elección que cada uno En consecuencia, el existeneialismo no fue durante la ocu­
hizo de su vida y de su ser era una elección auténtica, por­ pación un culto de la libertad interior, subjetiva, sino una fi­
que fue hecha frente a la muerte, porque podía haber sido losofía de la acción, que estimulaba a la acción mostrando
expresada en estos términos: ‘mejor la muerte q u e ..’. To­ que no hay libertad sino en ella y que por su intermedio
dos aquellos de entre nosotros que conocían algún detalle siempre queda otra oportunidad, en tanto sigamos viviendo
concerniente a la Resistencia se preguntaban con ansiedad: y actuando. “Sólo existimos cuando actuamos”, dice Jean
‘Si me torturan, ¿sabré callar?’ Así se planteaba el pro­
blema en sí de la libertad y éramos llevados al borde del Blomaert, la líder del movimiento clandestino en la novela de
conocimiento más profundo que el hombre puede alcanzar de Simone de Bcauvoir Le Saug des Autres. 1
sí mismo. Porque el secreto del hombre no es su complejo Así podemos comprender hasta qué punto la versión fran­
de Edipo o su complejo de inferioridad: es este límite de cesa del existeneialismo está ligada a la situación moral del
su propia libertad; su capacidad para resistir la tortura y francés de 1940, quien —como lo indica el título de una de las
la muerte.” 1 novelas de Sartre— tuvo la “muerte en el alma” y necesitó
de una doctrina que le ayudara a sobreponerse a esa muerte
Lo que Sartre dice aquí con palabras secas se ejempli­ moral. 2
fica con patética acción y sacrificio en su grandiosa trage­ Sartre describió la “literatura de la resistencia” que pro­
dia Morts satis Scpulture. dujo este periodo como un ejemplo de literatura cuyo propó­
Al decirnos que “ni siquiera las tenazas del verdugo pue­ sito no es el placer del lector sino su tormento. Lo que pre­
den liberarnos de ser libres”, 2 el filósofo parece justificar a sentaba no era un mundo para ser contemplado, sino para ser
aquellos que ven en la libertad existencialista una libertad cambiado. En el capitulo anterior pudimos comprobar la ten­
interior, similar a la libertad estoica de decir “sí” o “no” dencia de Sartre a extender esta concepción de la literatura
cuando enfrentamos el arrollador poder determinante del mun­ de la resistencia al de una literatura cié historicidad y de
do externo. En los países americanos, sobre todo, la rápida acción, que rechaza Vart pour T art. Con todo, parece dudoso
difusión del existeneialismo en la Francia ocupada por los que este tipo de literatura pueda perdurar fuera de las situa­
ciones extremas.
alemanes se suele explicar mediante la hipótesis de que lu
libre acción humana ante el mundo se había tornado imposi­ En las novelas y dramas que produjo la Resistencia no
ble bajo la brutal opresión totalitaria, de manera que la liber­ hallamos caracterizaciones. El existeneialismo rechaza el con­
tad frustrada debía refugiai’se en el interior del alma. El cepto de carácter, como hemos de ver al estudiar su psico­
profesor Larrabee, por ejemplo, ve en el existeneialismo una análisis. Los héroes que aparecen en los dramas y novelas de
especie de culto de la libertad interior. 3 la Resistencia son libres proyectos humanos, atrapados en
Sin embargo, Sartre no aceptaría esta interpretación. En determinadas situaciones, en situaciones extremas, que deben
su ensayo Matérialisme et Eévolution se opone vigorosamen­ superar mediante la acción, ganando así una genuina liber­
te al concepto de libertad interior, designándolo como una tad en medio de la más terrible opresión. Lo vemos en las
mistificación idealista. “La libertad —dice— sólo se revela en tragedias de Sartre Morts sans Sépulture y Les Manches, y
la acción, es idéntica a la acción.” Según él no hay interior especialmente en las tres novelas de Les Chemins de la L i­
o exterior del hombre, y la libertad es compromiso en la berté publicadas hasta ahora. En las primeras dos de ellas
acción a fin de cambiar el presente y ci*ear el futuro. la acción se desarrolla antes del estallido de la segunda güe­
ñ a mundial y no se dan situaciones extremas; así vemos que
1 “La République du Silenee”, Situatiovs III, París, 1949, su héi’oe, Mathieu Delarue, es incapaz de comprometerse. Pero
pp. 11-13.
- L'Etre et le Néant, p. 587.
3 H. A. Larrabee, “Existentialism is not Ilumanism”, The. 1 P. 177.
Hvvinvist, Vol. 8, N9 1 (Verano de 1948), p. 10. 2 La Morí detns l'A»ie (París, 1949).

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en la tercera novela, La Mort dans VAme, se ha producido la en los nuevos valores proclamados por el invasor aleman y
situación extrema de la derrota de Francia, y por primera sus lacayos franceses, dirigidos por el colaborador Pétain.
vez vemos comprometerse a Delarue en una acción de resis­ ¿Podían creer en los valores propagados mediante la radio
tencia militar contra el invasor, en los días del verano de de Londres por el desterrado general de Gaulle? Pero éste
1940, cuando, en el resto del frente, la resistencia del ejército había sido condenado a muerte como traidor a su país por
francés había cesado. Militarmente, esta acción solitaria de los tribunales oficiales de Francia, y a los “patriotas” les
un puñado de soldados franceses, que actuaban como volun­ estaba prohibido oír sus discursos, como si fueran la palabra
tarios bajo el comando de un teniente, es insignificante, pero del diablo.
desde el punto de vista moral resulta sumamente significati­ La transmutación de todos los valores bajo los cuales ha­
va, pues, por su decisión, compromiso y acción, el héroe se bían sido educados los jóvenes franceses causó un desconcier­
sobrepone a una situación abrumadora, ganando su libertad, to total. De un día para el otro se proclamaron el valor nega­
afirmándose como un libre proyecto humano —un ser-para- tivo de la libertad y el valor positivo de la servidumbre, el
sí— negando que el hombre sea una cosa —un ser-en-sí, valor negativo de la igualdad y el valor positivo de una jerar­
enteramente sujeto a la facticidad de una situación. Obtiene quía de razas superiores e inferiores, de amos y esclavos. Se
una victoria de la existencia sobre el ser. proclamaba el valor negativo de la idea de una hermandad de
Hallamos una evolución similar en Jean Blomaert y Hélè­ naciones y el valor positivo de la traición a una nación alia­
ne, los héroes de la novela de la Resistencia de Simone de da y a la propia nación. Proclamábase además el valor ne­
Beauvoir, Le Samg des Autres. gativo de la inteligencia y el valor positivo del instinto, el
Todo esto revela que el propósito que animaba al movi­ valor negativo de la ley y el positivo de la violencia, el valor
miento de la Resistencia francesa no era únicamente militar negativo de la democracia y el positivo de la dictadura, la cual
y político, aunque se proponía estorbar las operaciones mili­ se presentaba con la voz trémula de un bondadoso abuelo
tares enemigas y hacer brotar un espíritu que tornara impo­ que desea proteger a sus pobres nietos inmaturos. Los que
sible la colaboración política; los existencialistas insisten en la víspera habían sido estigmatizados como traidores eran elo­
que, en realidad, el principal objetivo de la Resistencia era giados ahora como héroes, en tanto que los héroes de ayer
filosófico y moral. Simone de Beauvoir escribe, por ejemplo: eran estigmatizados como traidores. Lo “bueno” de ayer se
“La Resistencia no pretendía tener una eficacia positiva; era transformó en lo “malo” de hoy, lo “malo” de ayer en lo
negación, rebelión, martirio, y en ese movimiento negativo la “bueno” de hoy.
libertad era absoluta y positivamente confirmada”. 1 Yo viví durante este período en Francia, como soldado del
Aparte de esta filosofía de libertad, la Resistencia francesa ejército francés, y fui testigo del total desconcierto axiológico
necesitaba asimismo de una nueva filosofía de los valores de mis camaradas más jóvenes, que ya no sabían en qué de­
subjetivistas. Y también esto le era proporcionado por el bían creer. En tan trágica situación sólo les quedaba esta
existencialismo. Para comprender la necesidad de semejante alternativa: o no creer más en ningún valor y volverse nihi­
filosofía, en esa época, debemos reparar en que durante los listas, o elegir un sistema propio de valores, usando de su
cuatro años de la ocupación alemana los jóvenes franceses vi­ libex-tad de elección, en completo aislamiento, sin el respaldo
vieron en un “vacío de valores”. No podían creer ya en la do ninguna ética oficial reconocida, y asumiendo la entera
jerarquía de valores bajo la cual habían sido educados —la responsabilidad de su elección.
de la Tercera República—, puesto que esos valores habían Los nihilistas se transformaron en epicúreos, proveedores
demostrado ser demasiado débiles y decadentes para impedir del mercado negro y agentes del enemigo. Los que hicieron
la catástrofe de su país. Pero tampoco eran capaces de creer uso de su libertad axiológica para instaurar nuevos valores
y normas en que creer se unieron al movimiento clandestino,
1 Simone de Beauvoir, Pour une Morale de VAmbiguUê,
p. 184. pasando a m ilitar en la Resistencia. Su destino era una “total

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responsabilidad en total soledad’', una de las definiciones que
da Sartre de la libertad. les a los valores que habían elegido en su soledad. Y de este
Fue, efectivamente, una total soledad, porque la sociedad modo fueron quizá más nietzscheanos que sartrianos.
que los rodeaba —un país que colaboraba oficialmente con el Psicológicamente hablando, la ocupación alemana en Fi*an-
enemigo— se negó a apoyarlos, fuera por miedo o por com­ cia estuvo dividida en dos fases: en la primera, el invasor
plicidad. Y fue también una responsabilidad total porque intentó trata r con guantes de seda al pueblo francés, en un
cuando decidieron adherir al maquis y luchar contra el go­ vano esfuerzo por ganárselo y hacerle aceptar la esclavitud
bierno de su propio pnis, la vida de aquellos hombres y la bajo el eufemismo de la colaboración. En la segunda fase,
de sus camaradas estaba en juego; acaso también su honor una vez desvanecida esta esperanza, a mediados de 1942, ha­
como franceses. Porque ¿quién les garantizaba que dios es­ biéndose fortalecido la Resistencia, el monstruo mostró sus
taban en lo justo y que Pétain, el reverenciado héroe de garras, infligiendo las más sangrientas torturas que el hom­
Verdun, que en otra ocasión había salvado a la patria, esta­ bre puede imaginar. A estos dos períodos corresponden dos
ba errado? ¿Y si se hubieran equivocado en su elección de clases distintas de literatura de la Resistencia y, en cierta
valores democráticos y esta elección ocasionara ahora la pri­ medida, incluso dos filosofías distintas. Típica del primer
sión y la tortura de miembros de sus familias, la toi*tura y la período fue la novela de Vereor Le Silence de la Mer, en
muerte de los camaradas que operaban bajo sus órdenes o de tanto que la tragedia de Sartre Morts sans Sépultwe parece
ellos mismos? Comprendemos fácilmente la terrible ansiedad ser la más representativa expresión literaria del segundo pe­
que surgía de esta responsabilidad, que nadie estaba dispues­ ríodo de la ocupación alemana y de la Resistencia francesa.
to a compartir con ellos. El código moral oficial no sólo no Pero aun en la interpretación filosófica de las dos etapas
respaldaba su solitaria elección de valores, sino que la con­ de la historia francesa que va desde 1940 hasta 1945 es posi­
denaba vigorosamente. Unicamente a través de su total en­ ble distinguir dos puntos de vista diferentes. En 1943 Sartre
trega a la acción podían superar aquellos muchachos su sen­ publicó su principal obra filosófica, L'Etre et le Néant, que
timiento de desamparo. debe haber sido concebida en parte antes de la guerra y, en
De tal modo, la vida en Francia durante el período 1940- parte, durante el primer periodo de la ocupación. En esta
3944 se convirtió en una escuela práctica de existencialismo obra hallamos la teoría relativista de valores que analiza­
para los mejores elementos de la nación. Mediante una terri­ mos en un capítulo anteriov 1 y que fue adoptada por muchos
ble experiencia, los combatientes de la Resistencia francesa miembros de la Resistencia. Sartre nunca abandonó esta
aprendieron que el hombre “está condenado a ser libre" en axiologia relativista. No obstante, en una apreciación re­
sus valoraciones y decisiones, que debe actuar para ser libre trospectiva del segundo período de la ocupación alemana,
desarrolló algunas ideas que son enteramente incompatibles
y que es a través de la angustia como se torna consciente
con su axiologia relativista. Lo hizo en su obra Süuations II,
de su libertad. Fue la vida del maquis la que les enseñó los
principios básicos de la ética de Sartre: que sólo hay un bien publicada en Francia en 1947, dos años después de la Libe­
para el individuo —reconocer su libertad y actuar reconocién­ ración. Al descubrir las diabólicas torturas sufridas por los
dola—, que sólo existe un mal —negar la propia libertad a miembros de la Resistencia que fueron capturados por los
nazis, Sartre escribe: “Oíamos gritar a lo largo de calles
fin de eludir la responsabilidad que implica—, y, por último,
enteras y comprendimos que el mal, fruto de una voluntad
que al elegir la libertad para sí mismo cada maquisard elegía libre y soberana, es absoluto como el bien". 2
la libertad de todos. Si el bien y el mal son valores absolutos, hemos retornado
Pero si durante la ocupación los hombres de la Resisten­ al platonismo y la axiologia relativista de Sartre resulta
cia formaban una comunidad, que Sartre llama la “Repú­
blica del silencio”, era únicamente porque permanecían fie­ 1 Ver “Libertad y valores: Sartre y Nietzsche”.
2 “ Qu’est-c-e que la litté ra tu re ? ”, p. 248.
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hueca. Sin embargo, preferiría no sacar esta conclusión, Capítulo XIII
pues el relativismo axiológico es una consecuencia inevitable
del existencialismo ateo, y este último nunca fue derogado
NUESTRO "SER-PARA-OTROS"
por Sartre. No ha habido cambios en su filosofía teórica, y
Y SU "M IRADA"
me inclino a considerar esta contradicción como una de esas
inconsecuencias en su obra que dejan ver que, emocionalmen­
te, Sartre es un absolutista axiológico. No olvidemos el afo­
rismo de Pascal: Le coeur a scs raisons que la raison ne
eonnait point.1
1 “El corazón tiene sus razones que la razón desconoce”,
Pensées, IV, 277, p. 458.
Agnes era una linda muchacha que vivía en un pueblecito
norteamericano. Su padre la instaló en un tren, le dio cin­
cuenta dólares y le prometió enviarle mensualmente la misma
cantidad durante algún tiempo. Estaba convenido de que
Agnes iría a Binningham (Alabama) para estudiar taqui­
grafía en un colegio comercial. Pero no llegó jamás a tomar
lecciones, convirtiéndose, en cambio, en la manicura de una
peluquería de segunda categoría. Los hombres llegaban,
deslizaban sus manos por su escote, y la apretaban. Pronto
estuvo “ganando más dinero fuera de horario” que en su
mesa de trabajo. Toda su familia —papá, mamá y los otros—
sabe que vive en un hotelucho de Nueva Orleáns, y que no
es una taquígrafa. Pero cuando Agnes va a su casa todos
los años, en Navidad, no le dicen nada. Simplemente se sien­
tan y se quedan mirándola.
Agnes se desespera, llega casi a la histeria: “ Una vez
por año, en Navidad, se sientan y me miran, pero ninguno
de ellos dice nada sobre eso. Se sientan en la sala, dicién­
dose a sí mismos: ‘Te estamos mirando, Agnes’.”
Este relato, We are Looking at Yuu, Agnes, narrado por
Erskine Caldwell1 con una simplicidad magistral, da una
honda idea del inexorable sentimiento de culpa y vergüenza
que la “m irada” de otras gentes puede producir en nos­
otros. No es probable que Erskine Caldwell advirtiera que
la tesis básica de su cuento fue expresada a comienzos del

1 E. Caldwell, “We Are Looking at You, Agnes”, IIV Are


the Living (Nueva York, 1933), pp. 17-25.

119
118
siglo XIX por Hegel, en la “Fenomenología clcl Espíritu“. Vemos así que en su relato JFc are Looking at Yon, Agües.
Hegel dice allí: Das Selbstbewusstsein ist an und für sich, Erskine Caldwell expresó una tesis existencialista funda­
wüem tnid dadurch, dass es für ein Andcres an and für mental. Y esto en 1933, años antes de que Sartre comenzara
8ich ist: das heisst, es ist nur ein Anerkatmtes. 1* En otras con el existencialismo. Por cierto que el escritor norteameri­
palabras, nuestra auto-conciencia sólo existe por el hecho cano —como su colega William Faulkner— es reconocido hoy
de que existe para otra persona. Así, la auto-conciencia es ccmo una especie de embajador del existencialismo de los
básicamente “reconocimiento” por parte del otro; y nuestru Estados Unidos, y sus relatos fueron recitados, en francés, en
ser-para-otros es condición necesaria para el desarrollo de el club existencialista “Zig-Zag" de la vive gauche.
nuestra auto-conciencia, de nuestro ser-para-nosotros. 0, como También William Faulkner ofreció un impresionante ejem­
lo expresa Sartre, “el camino de la interioridad pasa a través plo de cómo la mirada de otras personas obra como revela­
de la otra persona”. - La otra persona sólo es interesante dora de nuestro ser moral, y Sartre se refirió expresamente
para mi en la medida en que me refleja, vale decir en la a este brillante escritor norteamericano en su principal tra­
medida en que yo soy un objeto para ella. Dado que soy un tado filosófico. El existencialista francés mencionó especial­
objeto tan sólo en cuanto existo para el otro, tengo que obte­ mente una escena de la novela “Luz de agosto" en la que
ner su reconocimiento de mi ser. El otro es el mediador entre Faulkner describe la muerte a puñaladas del supuesto negro
yo y yo mismo. Asi, mi ser-para-mí depende de mi ser-para- C-hristmas por Percy Grimm, el defensor de la supremacía
otros. “Por su naturaleza misma, la vergüenza es reconoci­ blanca. La víctima no se resiste, pero antes de morir “mira”
miento, yo reconozco que soy como el otro me ve." :i a su asesino y sus secuaces.
Advertimos que la teoría hegeliana de la falta de indepen­
dencia de nuestra auto-conciencia, se ha convertido en vira “Estaba allí tendido, con les ojos abiertas y vacíos de
parte importante del existencialismo sartriano, a pesar de todo, salvo de conciencia... Durante un largo momento los
que, históricamente, el existencialismo surge con Kievkegaard miró con ojos tranquilos, insondables, intolerables... De esa
como una oposición a la filosofía de Hegel. negra explosión, el hombre pareció elevarse para flotar para
La tesis hegeliana de que “la auto-conciencia es real sola­ siempre en sus memorias. Cualesquiera que sean los valles
apacibles o los plácidos y tranquilizadores arroyos de la ve­
mente en tanto reconoce su eco en otra persona", ha sido jez o las caras espejeantes de niños en que contemplen viejos
desarrollada y completada por la teoría sartriana de la “mi­ desastres y nuevas esperanzas, no lo olvidarán. Estará allí,
rada". Si yo existo para el otro, -existo a través de su mirada. meditativo, sereno, constante, sin desvanecerse jamás, no
Por consiguiente, mi relación fundamental con el otro está especialmente amenazador, sino solo por sí mismo sereno,
determinada por la posibilidad permanente de ser visto por por sí mismo triunfante.” 1
él. La mirada del otro no solamente me revela que soy un
objeto para él, sino también que el otro es un sujeto. Los héroes de Sartre expresan, a veces, sus sentimientos
de manera muy semejante a los de los asesinos de Faulkner
“Son la vergüenza y el orgullo los que me revelan la mi­ o de la Agnes de Caldwell, cuya vergüenza y culpa, desper­
rada del o tro ... La vergüenza... es vergüenza de sí mismo. tadas por la sola mirada de los miembros de su familia,
es la admisión de que yo soy ese objeto que el otro mira y como la mirada de la Gorgona Medusa, la petrifican en el
juzga." 4 ser que realmente es. La mirada de cualquiera es una mira­
da petrificante de Medusa, cambiando el pava-sí del otro en
1 Hegel, “Herrschaft und Kneehtschaft", Phanoinenologic un en-sí, y privándolo de su libertad. El documento humano
des Geistes, ed. G. Lasson (Leipzig, 1907), p. 123.
- L'Etre et le Néant, p. 292. más interesante a este respecto, es la carta que recibe
:í ¡bid., p. 278. 1 W. F. Faulknor, Liylif 1» Angasf (Nueva York, 19i>0),
4 Ibid., p. MIO. 1). 107.

120 121
Mathieu de su falso amigo Daniel, en la novela de Sartre En los capítulos anteriores hemos visto que Sartre dis­
Lé Sursis. Parcialmente, su texto es el que sigue: tingue dos modalidades del ser: ser-en-sí y ser-parasí. Una
tercera modalidad se les agrega ahora: la que Sartre designa
“Sin duda has experimentado, en el subterráneo, en el con el término hegeliano “ser-para-otros” ( étre-pour-autrui).
foyer de un teatro, en un tren, la impresión súbita e inso­ El ser-en-sí, que es el de los objetos inanimados, fue ca­
portable de ser espiado por la espalda... Pues bien, eso es
racterizado como siendo lo que es, coincidiendo consigo mis­
lo que sentí por primera vez, el 26 de septiembre, a las tres
de la tarde en el parque del h o te l... Me volví más concen­ mo, sujeto al principio de identidad, no incluyendo negación,
trado, compacto, era a la vez traspasado y opaco, existía y “lleno como un huevo”.
en presencia de una m irada. . . ¡ Ah, Mathieu, qué descu­ El sex*-para-sí, o conciencia humana, fue caracterizado
brimiento! Me veían, yo me agitaba para conocerme... y al como siendo lo que no es, y no siendo lo que es. No es en
mismo tiempo me veían, la mirada estaba ahí, inalterable, modo alguno, sino que está creándose siempre y, por consi­
un acero invisible... Créeme que esa violación perpetua me
guiente, no coincide nunca consigo mismo, cayendo así fuera
fue odiosa al principio... |Qué angustia, descubrir de pronto
esa mirada como un medio universal del que no puedo eva­ del principio de identidad. La nada entra en el mundo a
dirme! Pero qué alivio, tam bién... Sé, por fin, quién soy. través del ser-para-sí. Al no ser nunca lo que es, al estar
Transformo nara mi uso y para tu más grande indignación, separado siempre por una región de nada de lo que tiene que
la frase imbécil y criminal de vuestro profeta, ese ‘pienso, * ser, el ser-para-sí o conciencia humana está “lleno” de nada,
luego soy’. . . y digo: Me ven, luego soy. Ya no tengo que de negación; es un hueco que incesantemente pregunta,
soportar la responsabilidad de mi derramamiento pastoso: pioyectado hacia el futuro hacia sus posibilidades, “un creux
aquel que me ve me hace ser; soy como él me ve. . . ”
toujours fu tu r” como dice Paul Valéry en su Cimetiere ma-
Luego, a pesar de ser un hombre de negocios que afirma rin. El ser-para-sí no es otra cosa que la “annihilación del
no haber leído jamás a Hegel, Daniel llega a las siguientes en-sí” ; es como un “hueco de ser en el seno del ser.” 1
conclusiones hegelianas: Pero también hemos visto que la libertad del hombre coin­
cide con este hueco, esta nada que es en su corazón y que lo
“Por un instante fuiste el mediador entre yo y yo mismo, ccmpele a transformarse a sí mismo en algo en vez de ser
lo más precioso del mundo a mis ojos porque ese ser sólido algo. Así, ser-para-sí es básicamente libertad. Y esto signi­
y denso que yo era, que yo quería ser, tú lo percibías tan fica también que es “trascendencia”. Pues por su libertad,
común y sencillamente como yo te percibía. . . Comprendí
entonces que uno no podía alcanzarse más que por el juicio el ser-para-sí es capaz de trascender o sobrepasarse a sí
de o tro ... Es por mi intermedio que a veces puedes adivi­ mismo, de ir más allá de sí mismo, y también de sobrepasar
narte, no sin alguna exasperación, tal como eres. . . ” 1 f o trascender el ser-en-sí, las cosas brutas e inanimadas, pro­
yectándose a sí mismo hacia sus posibilidades. Sartre habla
Esta carta puede parecer psicológicamente improbable, de “una trascendencia que sobrepasa y annihila lo dado,
cuando advertimos que procede de un codicioso negociante hacia un fin”. 2 El ser-para-sí es siempre conciencia de algo,
sin cultura filosófica, de baja personalidad y pederasta. F i­ y mediante eso solamente conciencia de sí, de modo que está
losóficamente, no obstante, es un documento de gran impor­ siempre fuera de sí, trascendiéndose. Es una libre proyección
tancia, y los lectores de las novelas de Sartre que no se hacia sus posibilidades, “annihila” lo dado, y es definido por
hallen familiarizados con su ontología, pueden quedar per­ sus fines. Sartre compara el ser-para-sí, o conciencia huma­
plejos ante ella. Pero, apenas se la lee dentro del sistema na, con una “pendiente resbaladiza” en la cual no podemos
de esta ontología, todo se vuelve muy claro. Resumamos sentarnos sin ser precipitados hacia el ser-en-sí. También es
algunas de las implicaciones filosóficas básicas de esta carta: i
1 L'Etre et le Néant, p. 711.
1 Le Sursis, p. 31S-20. 2 Ibíd., p. 597.

122 123
del conocimiento. Para él hay dos formas de nuestra con­
ésta una imagen de trascendencia, la que según Heidegger
ciencia: Die eine das selbständige, welchem das Fürsichsein,
coincide con la conciencia y la existencia, al punto que es die andere das unselbständige, dem das Leben oder das ¡Sein
casi tautológico decir “el ser humano se trasciende”. 1 E ti­ fü r ein anderes das Mesen ist: jenes ist der Herr, dies der
mológicamente, existir significa ex-sistere, permanecer fuera
o salir. Knecht. 1 (“Una es la independiente [conciencia], en la cual
el ser-para-sí es la esencia, la otra es la dependiente, para
Viene ahora la tercera modalidad del ser, el ser-para-
quien la vida o el ser-para-otros es la esencia: la primera es
otros. Al comienzo, el otro a quien veo aparece como un
mero ser-cn-sí, un fenómeno natural, no diferente de todos el amo, la segunda el esclavo.”) Sartre aplica esta distinción
hegeliana y piensa que mi mirada es la que cambia a la
los cuerpos inanimados que percibo a mi alrededor. Es a través
otra persona en un esclavo, y la mirada de la otra persona
de su mirada que el otro se me revela como un ser-para-sí,
la que me cambia en un esclavo, convirtiéndola en amo de
un sujeto, una conciencia, un proyecto liln’c de sí mismo,
la situación. Como esclavo, una persona pierde todas sus
capaz de trascenderse y de trascender todo lo dado hacia
posibilidades y se convierte en una “trascendencia trascen­
sus propias posibilidades, sus propios fines. Pero esto sig­
dida”.
nifica también que, por su mirada, el otro puede trascender­
Así, por la aparición de la otra persona, del otro ser, un
me a mí, y cambiarme de un ser-para-sí en un ser-en-sí,
nuevo aspecto ingresa en mi situación, un aspecto que no
de un proyecto libre en una cosa determinada, en un objeto
puedo dominar, que en principio se me escapa, puesto que es
solidificado. Es exactamente la misma cosa que yo puedo
el de la otra persona. Este imprevisible reverso de la realidad
hacerle a él con mi mirada. “La gente que veo es congelada
es lo que André Gide llama la pari du diable, la parte del
por mí en objetos; estoy con ellos en la relación en que los
diablo, un aspecto de la existencia que Sartre ve expre­
otros están conmigo.” - Al mirar a los otros, mido mi poder,
y al mirarme, los otros miden el suyo. Asi, básicamente, el sarse especialmente en la obra de Franz Kafka.
ser-para-otros es conflicto, lucha de dos trascendencias, cada Claro está que yo puedo recuperar mi libertad y trascen­
una de las cuales trata de exceder en trascendencia a la dencia, usando mi mirada para trascender la libertad y la
otra. trascendencia de la otra persona, cambiando su subjetividad
Por supuesto que no son precisamente los ojos, como ór­ en un objeto petrificado, enajenando sus posibilidades. Pero
ganos fisiológicos, los que me miran: es la otra persona luego el otro puede mirarme otra vez, y trascender y escla­
como sujeto. Así, la mirada del otro incluye toda clase de vizar de nuevo mi libertad y trascendencia. Y así sucesiva­
juicios y valoraciones. Ser visto por el otro significa aprehen­ mente.
derse a uno mismo como objeto desconocido de juicios incog­ Esto hace recordar una escena de la notable película de
noscibles. Un juicio, según Sartre, es el acto trascendental Chaplin, “El Gran Dictador”, donde Hitler y Mussolini, sen­
de una persona libre. El hecho de ser visto me cambia en tados en una especie de sillones de dentista, levantan sus
un ser sin defensa ante una libertad que no es mi libertad. asientos por medio de una palanca, buscando ambos elevarse
Al ser vistos por otra persona, somos esclavos; mirando a por sobre el nivel del otro y sobrepasarlo, Robert Campbell
la otra persona, somos amos. Soy un esclavo en tanto mi ser ve en esta escena un ingenioso símbolo de la lucha entre
depende de la libertad de otro ser, que no es el mío y es la dos trascendencias,2 y nosotros coincidimos con él. Sin em­
condición de mi ser. Y soy un amo cuando hago depender bargo, el problema mismo no es burlesco, y Sartre se da
al otro ser de mi libertad. Hegel introdujo esta distinción cuenta de ello. Vano sería el esfuerzo del hombre —dice—
entre “esclavo” y “amo” (II ere uvxl Knecht) en la teoría
1 Hegel, Phänomenologie des Geistes, p. 127.
1 Heidegger, TV;« H'csen des Grundes, p. 81. 2 Robert Campbell, Jean-Paul Sartre ou une Littérature.
- L ’Etre et le Néintt, p. 321. philosoph¡que (París, 1947), p. 120.

124 125
para escapar a este dilema: “trascender al otro o permitir me produciría entonces la impresión de un sujeto, proyectado
que el ser propio sea trascendido por el otro”. Y concluye hacia sus posibilidades, sino que aparecería como un objeto
que la esencia de las relaciones humanas no es el Mitsein inanimado. Dicho con la terminología de Sartre, esto signi­
(“ser con”) de Heidegger, sino el conflicto. fica que mediante la mirada del otro, el ser-para-sí se cam­
Y ahora Sartre trata de mostrar que todas las relaciones bia en un ser-en-sí, en una cosa. Queda clavado como es en
posibles entre el ser propio y el del otro —aun el amor— el momento del juicio, como si fuera lo que es y ya no estu­
son tan sólo diferentes formas de conflicto. “El conflicto es viera haciéndose. Pero el ser-para-sí no puede coincidir nunca
el sentido original del ser-para-otros.” 1 Todas las relaciones consigo mismo. Está siempre haciéndose y, por lo tanto,
entre diferentes personas, son las tentativas que cada uno siempre “en aplazamiento” desde que su futuro es su proyecto
hace para subyugar o poseer la libertad del otro. La causa libre. Sólo en el momento de la muerte del individuo, cuando
de esta situación no es la mala voluntad, sino el mero hecho el sev-para-sí se ha cambiado enteramente en un ser-en-sí
de la existencia. Tan pronto existo, establezco un límite y ha perdido todas sus posibilidades, sólo entonces “la suerte
defacto a la libertad del otro. Yo soy ese límite, y cada está echada”. Sólo entonces la persona coincide con ella
uno de mis proyectos traza ese límite en torno del otro ser. misma.
Sartre concluye que, “el respeto de la libertad de los otros Cuando mirábamos a Pétain en 1919, hubiéramos podido
es una palabra vana”.2 determinar su esencia como la de un gran guerrero y un
He aquí una confesión un tanto triste para un luchador patriota desinteresado. Pero no teníamos derecho a petri­
tan apasionado por la libertad humana como lo es Sartre. ficarlo en ese momento de su realización, porque no sabía­
Por el contrario, Simone de Beauvoir cree que “debemos mos sus posibilidades y proyectos libres. Hoy, nuestro juicio
respetar siempre la libertad de los otros y ayudarlos a libe­ determinaría la esencia de Pétain como la de un traidor,
rarse”. 3 movido por la ambición personal.
Antes de cerrar la primera parte, tenemos que decir to­ La mirada de Medusa, petrificándonos y obligándonos a
davía unas palabras sobre la petrificación del otro sujeto ser lo que somos, puede ser también un alivio para aquellos
por medio de la mirada. ¿Por qué la mirada petrifica al otro que desean ser liberados de su libertad, y su responsabili­
sujeto y lo transforma en un objeto? Sabemos que, según dad de crearse continuamente a sí mismos.
el existencialismo sartriano, el ser-para-sí no es sino que Esta clase de alivio es la que se expresa en la carta de
está siempre haciéndose, siempre deviniendo. Pero cuando Daniel, cuando escribe:
yo miro al otro, o sea cuando lo estoy juzgando, no lo juzgo
en cuanto está deviniendo —porque no puedo saber sus “ ¡Qué alivio!... Ya no tengo que soportar la responsa­
posibilidades— sino en cuanto es, en el momento mismo de bilidad de mi derramamiento pastoso: aquel que me ve me
mi juicio. Así, estoy perpetuando este momento de su evo­ hace ser: soy como él me v e . .. ” 1
lución. Es como si estuviera viendo la proyección de una
película donde se ve a una persona que camina hacia una Al aceptar con alegría el tranquilo y permanente ser de
cierta meta, y súbitamente el aparato dejara de funcionar, una cosa inanimada, liberada de libertad, responsabilidad y
antes de que el hombre alcance su objetivo. Quedaría enton­ ansiedad, Daniel renuncia a su condición humana y huye
ces perpetuado o petrificado en la posición momentánea del hacia la “mala fe”. Encontraremos otros hombres de su tipo
pie levantado para dar otro paso, que jamás dará. Ya no en el psicoanálisis existencialista de Sartre.
1 L ’Etre et le Néant, p. 431. 1 Sartre, Le Snrsis, p. 320.
2 Ibid., p. 480.
3 Simone de Beauvoir, Pour une Monde de VAmbigiñté,
p. 85.

126 127
Segunda Parte

EL PSICOANALISIS
EXI STENCI ALISTA
DE SARTRE
Ca pí t ul o X IV
ELECCIÓN Y COMPLEJO

“El psicoanálisis empírico trata de determinar el comple­


jo ... El psicoanálisis existencialista trata de determinar la
elección original." 1
Con estas palabras define Sartre la diferencia básica entre
el psicoanálisis de Freud, que llama “empírico”, y el propio.
¿Significa ello que rechace el concepto de complejo? De nin­
gún modo. Más adelante veremos que emplea el concepto de
complejo, y que hasta introduce dos nuevos complejos que
llama de Acteón y de Jonás. Ni siquiera niega la existencia
del complejo de Edipo freudiano, o del complejo de inferio­
ridad de Adler. Solamente niega que esos complejos sean
irreductibles, que constituyan un dato último. Según Sartre,
detrás de esos complejos puede descubrirse algo más funda­
mental, que es la elección original del hombre. Considerando
los supuestos de su filosofía existencialista, podemos com­
prender fácilmente el objetivo de su psicoanálisis.
Para ello tenemos que recordar la tesis fundamental del
existencialismo: la existencia del hombre precede a su esen­
cia. De acuerdo con este supuesto, en primer término el
hombre existe, sui'ge en el mundo, y es definido posterior­
mente. Al comienzo no es nada. Llegará a ser lo que ha
proyectado ser, pero no hay nada previo a su proyecto de
sí mismo. Y su proyecto expresa su elección original. Puesto
que, conforme con el existencialismo sartriano, el hombre es
su elección, comprendemos por qué el filósofo tuvo que esta­
blecer una nueva disciplina, el psicoanálisis existencialista,

1 L ’Etre et le Néant, p. 657.

131
que trataría de determinar la elección original del hombre, ridad es un proyecto libre del ser-para-sí de una persona en
su proyecto fundamental. el mundo, confrontada con la otra persona. Si esa persona
El primer principio del psicoanálisis existencialista es que soy yo, he elegido la inferioridad, que reconozco y contra la
el hombre es un todo unificado y no una agregación, una cual lucho. Mi complejo de inferioridad no es más que la pro­
suma aritmética. La nueva disciplina de Sartre coincide en yección de mi plan inicial de fracaso, organizado en un
este respecto con el psicoanálisis de Freud, la psicología indi­ sistema de fracasos individuales. El que sufre de inferiori­
vidual de Adler, y otras ramas de la psicología moderna. dad, ha elegido ser el verdugo de sí mismo. Hace de sí mismo
Ahora bien, si el hombre es un todo, debe expresarse ente­ los medios para alcanzar ciertos fines. Una humillación ele­
ramente aun en su conducta más insignificante y superficial. gida, por ejemplo el masoquismo, puede ser usada como un
No hay gusto individual, no hay “tic”, que no resulte reve­ instrumento para liberar a la persona de su existencia como
lador. El objeto del psicoanálisis existencial es, por lo tanto, ser-para-sí; puede ser un proyecto inicialmente elegido para
descifrar las conductas empíricas del hombre, e interpretar­ zafarse de su propia libertad inspiradora de angustia, en
las. Sartre desea revelar las significaciones aparentemente beneficio de otras personas. Al elegir la inferioridad, nues­
distintas implicadas en cada acto humano, y luego seguir tro proyecto fundamental puede consistir en tener nuestro
sus huellas hacia atrás, hacia significaciones cada vez menos ser-para-sí enteramente absorbido por nuestro ser-para-otros.
numerosas y más inclusivas, hasta una significación última. Según Sartre, el complejo de inferioridad puede surgir en
Sartre reconoce que tiene este punto de partida en común nosotros solamente si se basa en una libre aprehensión de
con Freud. nuestro ser-para-otros. La inferioridad que sentimos puede
ser el instrumento elegido para hacernos semejantes a una
“Para Freud, como para nosotros, un acto no se limita a cosa, a un ser-en-sí, libre de responsabilidad.
sí mismo; se refiere inmediatamente a estructuras más pro­
fundas.” 1 “Así, el complejo de inferioridad es proyecto libre y global
de mí mismo, como inferior ante el otro; es la manera que
Al igual que Freud, Sartre considera el acto humano como elijo de asumir mi ser-para-otros, la solución libre que doy
simbólico, traductor de un deseo más profundo que debe ser a la existencia del otro, ese escándalo insuperable.” 1
interpretado con referencia a una determinación inicial. Pero
esta determinación no es un “complejo”, ni una “libido” ni Con todo, según Sartre, el hecho de elegir la inferioridad
una “voluntad de poderío” nietzscheana, ni un “objetivo de no significa estar contento con la aurea medioc-Htas; signifi­
superioridad” adleriano. Es una elección original, un pro­ ca crear la rebelión y la desesperación que constituye la
yecto fundamental, mientras que todos esos otros términos revelación de esa inferioridad. Yo puedo, por ejemplo, per­
implican condiciones secundarias. La elección es la elección sistir en la ejecución de cierto tipo de trabajo porque soy
de nuestra posición en el mundo, y por tanto envuelve a la inferior a esa tarea, mientras en otro terreno sería capaz
persona como un todo, así como lo hace el complejo. Además, de trabajar tan bien como el hombre medio. Elijo ese esfuerzo
la elección y el complejo son previos a la lógica. Es el pro­ estéril porque es estéril, quizá porque prefiero ser el último
yecto fundamental el que determina la actitud de una per­ antes que desaparecer en la multitud.
sona hacia la lógica.
Sabemos que Alfred Adler deduce el complejo de inferio­ “Es evidente que no puedo elegir como campo de acción
el dominio donde soy inferior, si esta elección no implica
ridad de la inferioridad de los órganos del niño, aun los
órganos del niño sano, comparados con los órganos de un la voluntad deliberada de ser superior en ese dominio.” 2
adulto. Para Sartre, por el contrario, el complejo de inferio­ 1 Ibíd., p. 537.
2 Ibíd., p. 551.
i Ibíd., p. 535.

732 733
El hombre que elige ser un artista inferior, necesariamen­ e indiferenciada, y que no se expresara mediante una volun­
te elige también querer ser un eran artista. De otro modo, tad de superioridad. Según Sartre, estos instintos y comple­
según Sartre, la inferioridad no sería sentida o reconocida. jos no son rasgos del carácter general de todos los hombres,
La elección de la inferioridad implica advertir permanente­ y no son irreductibles. Es posible reducirlos al “proyecto
mente la distancia entre el objetivo y los resultados reales. fundamental” que expresa nuestra elección oi'iginal; es decir
El artista que quiere ser grande y elige para sí la inferio­ el ser del hombre; ya que para los existencialistas, no hay-
ridad, mantiene intencionalmente esa distancia, como Pene­ diferencia entre existir y elegirse a sí mismo.
lope que destruye de noche lo que ha hecho de día. P cto ¿Cuál es la diferencia entre el “proyecto fundamental” de
ese artista es de mala fe, porque huye del reconocimiento Sai-tre y cualquier otro proyecto, como los que se expresan
de los verdaderos objetivos que ha elegido, y trata de ocul­ en complejos e instintos, o en otras elecciones menos básicas?
társelos. Estudiaremos más adelante este concepto de mala La respuesta es que el “proyecto fundamental” sartriano es
fe, especialmente en relación con el “inconsciente”, en el un proyecto que no concierne a la relación de un hombre con
sentido en que ese término está empleado por Freud y Adiar este o aquel objeto particular del mundo. El proyecto fun­
y rechazado por Sartre. damental, que es lo que un hombre es, expresa su ser-en-el-
Este breve análisis de la interpretación sartriana del com­ mundo como un todo; y puesto que el mundo sólo se revela
plejo de inferioridad, muestra que el existencialismo francés a la luz de un objetivo, el proyecto fundamental afirma como
está mucho más próximo a Alfred Adler de lo que supone su objetivo una cierta relación con el ser en genei-al, que un
o quiere admitir; ya que al sostener, como lo hace Sartre, hombre elige mantener. El psicoanálisis existencialista es un
que la elección de la inferioridad implica la deliberada vo­ método fenomenología) específico, que aspira a la explica­
luntad de superioridad, coincide con Alfred Adler, quien dice: ción del proyecto fundamental del hombre.
“Un estudio concienzudo nos ha enseñado que es posible
comprender mejor los varios y diversos movimientos de la
psiquis, tan pronto se reconoce nuestra presuposición más
general: la de que la psiquis tiene como objeto el alcance
de la superioridad.” 1 Y Adler enseñó, asimismo, que esta
voluntad de superioridad es una sobrecompensación de un
complejo de inferioridad.
No es ésta la única semejanza entre Sartre y Adler. Des­
cubriremos otras, y algunas aún más básicas.
El psicoanálisis existencialista de Sartre parte de la pre­
misa de que ni los complejos de Freud y Adler, ni sus instin­
tos (Triebe), son realmente proyectos fundamentales, elec­
ciones originales. A los ojos de Sartre, la libido freudiana y
su complejo de Edipo, el objetivo de superioridad adleriano
y su complejo de inferioridad, son tan sólo “residuos psico-
biológicos”, no evidentes por sí mismos; no pueden constituir
el último término de nuestro análisis. Fácilmente puede con­
cebirse a un hombre cuya libido no fuera su elección original1

1 A. Adler, The Practice and Theory of Individual Psycho­


logy (Nueva York, 1929), p. 7.

134 135
Capítulo XV terminismo “horizontal'’ que explicaría una acción por sus
meros antecedentes temporales; es un determinismo “verti­
¿QUÉ HAY DEL PLAN DE VIDA cal”, que explica un acto por su deseo subyacente, existiendo
DE ADLER? simultáneamente, que, en sí, está basado en un complejo aún
más profundo. Empero, desde que los complejos freudianos
se adquieren en la primera infancia, y determinan la vida
subsecuente, el determinismo vertical de Freud está realmente
basado en un determinismo horizontal. En el psicoanálisis empí­
rico, el complejo existe antes de su manifestación simbólica,
de modo que está constituido por el pasado. “Por consiguien­
te —concluye Sartre—, la dimensión del futuro no existe
para el psicoanálisis (freudiano).” 1
Sartre está dispuesto a adoptar el método del psicoanálisis
En muchos puntos, el psicoanálisis existencialista de Sartre empírico de Freud, tratando de revelar la significación de un
está de acuerdo con el psicoanálisis empírico de Freud y sus acto, suponiendo que cada acción, aun la menos importante,
continuadores. Por ejemplo, ambos tienen presente la situa­ no es simple efecto de la condición psíquica previa, sino que
ción de la persona que va a ser analizada, puesto que ambos está integrada como una estructura secundaria en el total del
tratan del hombre que vive en el mundo. Asimismo los dos individuo.
intentan reconstruir la vida del individuo desde el nacimien­
“Pero si aceptamos el método del psicoanálisis (freudia­
to hasta el comienzo del análisis, empleando toda clase de n o ) ... debemos aplicarlo en sentido inverso... En lugar de
material objetivo, tal como cartas, testigos, etcétera. Cada comprender el fenómeno estudiado a partir del pasado, con­
hecho “histórico” en la vida del individuo es considerado co­ cebimos el acto comprensivo como un retorno del futuro
mo un factor y un símbolo de su evolución psíquica. hacia el presente.” 2
Aunque Sartre adopta la tesis de Freud de que todas las Preciso es coincidir con Sartre en que la dimensión del fu­
manifestaciones de la vida psíquica son símbolos de las es­ turo no existe para el psicoanálisis de Freud. ¿Pero cómo se
tructuras más básicas que constituyen una persona, niega la aplicaría esta crítica a la psicología individual de Alfred
existencia de un simbolismo universal como el que se usa en Adler? Este escribe, por ejemplo:
el psicoanálisis empírico. El psicoanálisis existencialista tiene “Permítaseme observar que si yo conozco el objetivo de
que inventar y reinventar constantemente los simbolismos una persona, conozco de manera general lo que va a suce­
adaptados a los distintos casos que estudia. Tiene también der. .. Si solamente estoy relacionado con las causas, conozco
que tomar en cuenta que el individuo puede revocar su elec­ sólo los reflejos, los tiempos de reacción, la capacidad para
ción en cualquier momento, y que éste requerirá la invención repetir tales hechos, no tengo conciencia de nada de lo que
de otro simbolismo, y el abandono del antiguo. El psicoaná­ realmente ocurre en el alma de un hombre.” 3
lisis existencialista debe ser capaz de adaptarse a los meno­ Esto fue escrito en 1914, cuando Sartre tenía nueve años.
res cambios observables en un individuo. Esta carencia de Adler dedicó la labor de toda su vida a la búsqueda del
todo simbolismo universal torna muy difícil el trabajo de un “objetivo” del hombre, o su “plan de vida”.
psicoanalista existencialista.
Hay unos problemas sobre los cuales el psicoanálisis clá­ 1 L ’Etre et le Néant, p. 536.
sico de Viena y su apostasía existencialista de París están 2 Ibid.
en desacuerdo. Uno de éstos es el carácter determinista del 3 A. Adler, The Practice and Theory of Individual Psy­
psicoanálisis freudiano. Naturalmente, no se trata de un de- chology, p. 3.

736 737
“Cada fenòmeno —escribió—, si ha de darnos alguna Capítulo XVI
comprensión de una persona, sólo puede ser aprehendido y
comprendido si se lo mira como una preparación para algún EL EXISTENCIALISMO ES UN
objetivo... Tan pronto como el objetivo de un movimiento
entonces suponer que todos los movimientos de sus partes PERSONALISMO
psíquico, o su plan de vida, ha sido reconocido, podemos
constituyentes coincidirán tanto con el objetivo como con el
plan de v id a ... E'l movimiento de partes bien entendido,
debe, al combinarse, pi-oducir el plan de vida integrado, y
el objetivo final. Por consiguiente insistimos en que, sin pre­
ocuparse por las tendencias, medio y experiencias, todos los
poderes psíquicos se hallan bajo el control de una idea direc­
tiva, y que todas las expresiones de emoción, sentimiento,
pensamiento, voluntad, acción, onirismo, así como los fenó­
menos psicopatológicos, están penetrados por un plan de vida Entre los maestros que produjeron fuerte impresión en la
unificado." 1 mente de Sartre, además de Heidegger y Husserl, encontra­
mos a Emile Chartier, más conocido por su seudónimo de
Ahora bien; ¿no es el objetivo de Adler la contraparte de Alain. Ahora bien, Alain creía firmemente en la libertad per­
la elección original de Sartre, y no es el plan de vida adle- sonal. Fue él quien enseñó a Sartre que lo que llamamos “ca­
riano la réplica del proyecto fundamental sartriano? ¿Y no rácter" no es un sello inalterable impreso sobre un individuo,
implican objetivo y plan de vida la dimensión del futuro? sino una especie de juramento (serment), pronunciado libre­
Sartre puede contestar que su elección original y su proyecto mente por aquél. Quien dice: “Soy una persona irascible”,
fundamental tienen un sentido filosófico más básico, tienen no ha heredado ni adquirido ese temperamento. El mismo se
implicaciones ontológicas que no podiúan ser encontradas en ha entregado libremente a la cólera. Vale decir que la cólera
el objetivo y el plan de vida de Adler. No lo negamos y, más es el proyecto libre de su ser-para-otros.
adelante, explicaremos la significación ontologica más honda Partiendo de esta premisa, Sartre obtiene la siguiente ra­
de estos conceptos sartrianos. Pei’o puesto que era un psi­ dical conclusión: "No hay carácter, hay tan sólo un proyecto
quiatra y no un filósofo, Adler no tenía interés en dar una de sí mismo." 1
base ontològica a sus conceptos de objetivo y de plan de vida. Sólo para otra persona aparezco como un carácter. Para
Prácticamente, con todo, esas concepciones adlerianas tienen la otra persona, que me aprehende como un objeto, soy un
las mismas funciones explicativas que las de Sartre, y fue­ carácter noble o vil, un colérico, un cobarde o un valiente. Y
ron propuestas treinta años antes de que Sartre publicara por la mirada del otro, este aspecto se refleja en mí. Ello
L'Etre et le Néant, significa que, como ser-para-sí, no tengo un carácter sino
Cuando Sartre escribió tantas páginas para explicar en que soy tan sólo mi proyecto libre. Como ser-para-otros, vale
qué aspectos discrepaba con Adler, ¿por qué no insistió más decir como un objeto, aparezco como teniendo un carácter.
en las ideas básicas que tenía en común con el psiquiatra En tanto me preste a la fascinación de la mirada del otro,
vienés y que le ha tomado? ¿No debería considerarse esto me aprehenderé no ya como sujeto sino como un ego-objeto,
como un ejemplo de esa “mala fe” que Sartre fustiga tan tal como él me aprehende con su mirada. Y entonces me veré
violentamente en sus libros, y que define como mentirse y a mí mismo como dotado de un carácter definido e invaria­
ocultarse a sí mismo una verdad desagradable, enmascarán­ ble, el que en realidad no es más que una sustancia psíquica.
dola? Aquel que dice: “Ya tengo cincuenta años, y es demasiado
i Ibid., pp. 4-6. 1 L'Etre et le Néant, p. 637.

138 139
tarde para cambiar", se considera según la imagen de una indiferencia y aun desprecio por la ciencia empírica. En el
sustancia invariable, una cosa en-sí. existencialismo la ciencia ha sido devorada por la filosofía
A un filósofo de la libertad y de la acción —y en este sen­ moral.
tido Sartre es el más radical, no sólo desde Bergson sino La literatura dramática moderna se funda sobre los carac­
desde Fichte—, la sustancia debe parecerle un concepto sub­ teres. El Hamlet de Shakespeare, el Egmont de Goethe, la
humano. Por eso Sartre rechaza la sustancia en cualquier Fedra de Racine son caracteres de estructuras definidas, que
forma, llámese carácter, temperamento, naturaleza humana determinan sus acciones en circunstancias dadas.
o lo que se quiera. Los principios tales como herencia, edu­
Extraña que Sartre haya podido convertirse en tan pode­
cación, ambiente, constitución fisiológica, no son para él más roso autor dramático sin emplear caracteres. Su Goetz von
que “los grandes ídolos explicativos de nuestra época”, por­
Berlinchingen, en Le Diablo et le bon Dicu no muestra ya
que corresponden a una interpretación sustancialista del
ninguno de los rasgos de un carácter. No posee un sello de­
hombre.
finido, sino que es una secuencia de tres seres diferentes,
Pero, por otra parte, Sartre no quiere desmenuzar al indi­
cada uno de los cuales se forja un proyecto diferente. En la
viduo hasta volverlo una especie de polvo psíquico. Lo que primera parte del drama su proyecto fundamental es prac­
llamamos individuo es una unidad, aun para Sartre. Pero es ticar el mal por el mal mismo, como una repulsa a un mundo
“una unidad de responsabilidad”. Esta unidad puede ser que lo rechaza. En la segunda parte su proyecto básico es
“odiosa o adorable, vituperable o elogiable, pero de todos hacer el bien, porque parece imposible y porque es “la mejor
modos personal”. 1 manera de estar solo”. 1 En la última parte, después de ha­
Así es que podemos clasificar el existencialismo como un berse liberado de la creencia en Dios, el proyecto de Goetz es
personalismo. el de combatir en una guerra revolucionaria en favor de la
El existencialismo considera esta unidad personal, de la liberación de los campesinos alemanes amotinados, es decir,
cual la sustancia es sólo una “caricatura”, como una unifica­ hacer el bien empleando el mal bajo la forma de la violen­
ción libre. Y esta unificación es anterior a la diversidad que cia. Cada uno de estos proyectos lo transforma en otro tipo
unifica. Es lo que la escolástica llamaba unitas ante rem. Es de persona, y sin embargo, sentimos que estos tipos están
unificación en el mundo, la unificación de un proyecto origi­ unidos por un lazo, para el cual parece ser verdaderamente
nal, y esta unificación es un “absoluto no-sustancial”. una expresión adecuada el concepto sartriano de “unidad de
Sartre trató de escribir, en este sentido, la biografía de responsabilidad”.
Baudelaire, considerándola —según me dijo en una carta des­ Los grandes trágicos de la época clásica francesa, espe­
de Argel— una aplicación práctica de su psicoanálisis exis- cialmente Racine y Corneille, ponían gran afán en ajustarse
tencialista. a las reglas de la tragedia establecidas por Aristóteles, y la
El término carácter proviene del vocablo griego x«oaxTÚo, Academia Francesa vigilaba severamente que tales reglas no
que significa “sello” o “estampa”. Y estamos habituados fuesen violadas. No nos cabe duda de que nada está más lejos
a emplear el término en el sentido de las peculiaridades es­ del espíritu de Sartre que una preocupación de este género.
tampadas en una persona como resultado de su herencia y de Y sin embargo, lo que no deja de ser bastante irónico, su
su medio. Los genetistas y los sociólogos no aceptarán fácil­ concepción de un drama sin caracteres concuerda con las en­
mente la tesis de Sartre de que no existen los caracteres, señanzas clásicas de Aristóteles. “Los personajes en la escena
pues su indagación experimental les enseñó una lección muy no actúan para imitar caracteres —escribió el gran filósofo
distinta. Pero uno de los rasgos del existencialismo es la total
1 Jean-Paul Sartre, Le Diable et le bon Dieu, Les temps
1 Ibíd., p. 648. Modernes (junio de 1951), p. 2165.

140 141
griego—, sino que reciben los caracteres como accesorio, a Capítulo XVII
causa de las acciones. Asi las acciones y la fábula son el fin
de la tragedia. . . Sin acción no puede haber tragedia, pero INCONSCIENTE Y MALA FE
puede haberla sin caracteres”. 1
Vemos que a Sartre le queda aún alguna posibilidad de
vestir un día el traje de ceremonia verde, bordado de oro,
la espada y el sombrero de dos picos de los miembros de la
Academia Francesa.

1 De Poética, 1450 a.

“El psicoanálisis existencialista rechaza el postulado del in­


consciente.” 1 Con tan categórica afirmación, Sartre traza
una clara línea entre su tipo de psicoanálisis y el propugna­
do por Freud, Adler, y la mayoría de sus discípulos.
En el psicoanálisis existencialista, el concepto de “mala fe”
(mauvaise foi), reemplaza las nociones de inconsciente, cen­
sura y represión.
Ahora bien, el inconsciente es un concepto psicológico,
mientras que la mala fe es una idea moral, que implica un
juicio de valor; y cabe sorprenderse al ver a un filósofo mo­
derno reemplazando conceptos científicos por morales. Desde
que Spinoza proclamó que en la naturaleza no hay bien ni
mal, se ha venido considerando como uno de los pasos más
importantes en el progreso humano el que el hombre fuera
capaz de separar el dominio de los hechos del dominio de los
valores, y que eliminara a este último del reino de la ciencia.
En tanto que una persona sujeta a una enfermedad mental
era considerada como poseída por el espíritu del mal, nues­
tra sociedad fue una sociedad bárbara. Sólo desde que la en­
fermedad fue considerada como un hecho neutral, y no ya
como un valor moral, la humanidad fue civilizada. Así, al
reemplazar conceptos científicos hipotéticos como el “incons­
ciente” o la “represión”, por el concepto moral de “mala fe”,
que implica una condenación, Sartre parece atacar uno de los
logros más preciosos de la civilización humana. En este sen­
tido, no obstante, como en tantos otros, se limita a seguir a
Heidegger, frenético demoledor de todos los tabiques entre
hechos y valores, entre estructuras lógicas y emociones pre-
1 L ’Etre et le Néant, p. 658.

142 143
lógicas, entre conceptos teóricos y prácticos. Preciso es ver tre— concebir un conocimiento que se ignore a sí mismo? Y
en esta tendencia uno de los rasgos del existencialismo. aquí, otra vez, se refiere a Alain, quien dijo: “Saber es sa­
Pero examinemos ahora el concepto sartriano de “mala fe", ber que se sabe”, aunque esta tesis había sido refutada por
usado por el psicoanálisis existencialista para reemplazar los los tests infantiles de Piaget.
conceptos del “inconsciente”, “censura” y “represión” usados Sartre concluye que la censura tiene conciencia de sí mis­
en el psicoanálisis empírico. ma. Tiene conciencia de tener conciencia de la tendencia a
Sartre establece una relación básica entre la mala fe y la reprimir, a efectos de no tener conciencia de ella. La censu­
mentira; la mala fe es una mentira de tipo específico, una ra, pues, es acción en mala fe. A los ojos de nuestro psico­
mentira a uno mismo. Un hombre es de mala fe si sabe la analista existencial, la disciplina empírica de Freud no nos
verdad y trata de disimulársela. Una persona de mala fe es ayuda a combatir la mala fe, por cuanto entre el inconsciente
consciente de su mala fe. Al proceder de mala fe, una per­ y lo consciente introdujo una conciencia autónoma de mala
sona es a la vez engañador y engañado. En la medida en fe, que denomina “censura”. Según Sartre, la distinción freu-
que soy el engañador, debo saber que me estoy engañando; diana entre el ego, el ello (id) y el superego (que caracteri­
en la medida en que soy engañado, creo en la mentira que zamos en nuestra introducción, bajo el título “El Psicoanáli­
sis de Freud y el de Sartre”, pp. 19-21), y que están separa­
he fabricado, ocultándome a mí mismo que soy el fabricante.
dos por la censura, no es más que una “terminología verbal”.
Huyo de la verdad en mala fe, pero no puedo ignorar que
Según el psicoanálisis existencialista, la idea misma de
estoy huyendo, “disimular” algo, implica la idea de una misma y sola psi-
Según Sartre, Freud reemplaza la mala fe por una men­ quis y, dentro de esta unidad, de una doble actividad apunta­
tira sin un mentiroso. En el psicoanálisis empírico, el menti­ da igualmente a localizar el “algo” oculto, y a ocultarlo.
roso, o sea yo mismo, es reemplazado por conceptos como Estas dos actividades son complementarias. Al separar los
“inconsciente”, “ello”, (“id”) , “represión”, “censura”, que no acaecimientos conscientes e inconscientes por medio de la cen­
son yo. Yo soy un “ego”, pero no soy el “ello”, ese instinto sura, Freud no ha logrado, según Sartre, disociar ambas
inconsciente que me compele a robar. Las ideas freudianas actividades. ¿Cómo puede “disfraza!se” a sí misma la ten­
del “ello” inconsciente y de la censura actuando sin nuestro dencia reprimida, sin la conciencia de estar disfrazada o re­
conocimiento, nos permiten consideramos, no como mentiro­ primida, y sin un proyecto de disfraz? Y luego Sartre pre­
sos, sino como personas engañadas de buena fe. Y por esa gunta: ¿cómo es posible explicar el placer o la angustia que
razón, Sartre rechaza los conceptos freudianos de inscons- acompañan al logro simbólico de la tendencia, a menos que
ciente, ello, censura, represión, etcétera, porque sólo son ve­ la conciencia, pese a la censura, tenga una oscura compren­
hículos de mala fe, maneras de practicar nuestra mala fe de sión del objetivo a lograr, simultáneamente deseado y prohi­
buena fe. bido? Sartre piensa que Freud, habiendo dividido la unidad
Al condenar el lenguaje “mitológico”, personificador y me­ consciente de la psiquis, tiene que suponer siempre una espe­
tafórico de Freud, Sartre afirma que para efectuar su tarea, cie de “unidad mágica” que una todos los fenómenos psíqui­
el “censor” de nuestra alma tiene que conocer la verdad que cos. Lo que el psicoanálisis empírico ha hecho es cambiar la
está reprimiendo en el insconsciente. La censura es un prin­ “mala fe” por un intruso ficticio, llamado el censor; pero
cipio selectivo, que permite pasar los impulsos decorosos y esto no significa que la mala fe haya sido eliminada.
reprime tan sólo los impulsos sexuales indecentes e ilícitos. ¿Pero no había probado el mismo Sartre que lo contrario
¿Cómo puede el censor seleccionar y separar unos de otros, dt la mala fe, la sinceridad, es nada más que un ideal auto-
sin ser consciente de ellos? ¿Cómo puede distinguir la cen­ contradictorio, que el hombre no puede alcanzar? El mismo
sura entre impulsos reprimibles y no reprimibles, sin tener mostró que, constitucionalmente, el hombre no es lo que es,
conciencia de que los distingue? ¿Es posible —pregunta Sar- y es lo que no es. Por consiguiente, jamás puede el hombre

144 145
coincidir consigo mismo, y la única coincidencia completa con patológica” de esas mujeres, que el psicoanálisis empírico de
nosotros sería la sinceridad. Al estar divididos en un sujeto Freud sería incapaz de explicar.
y un objeto, el hombre no puede coincidir consigo mismo, y El psicoanálisis existencialista extrae la conclusión de que
por lo tanto es necesariamente incapaz de completa sinceri­
no hay tal “inconsciente”, y que todo lo psíquico es cons­
dad. Sólo las cosas coinciden con ellas mismas, pero las cosas
no pueden ser sinceras porque no tienen conciencia. El único ciente. Pero si esto es así, resulta difícil comprender por qué
ser capaz de sinceridad sería Dios, porque sería al mismo necesita Sartre sentar un nuevo tipo de psicoanálisis. Si nada
tiempo un ser-para-sí (conciencia) y un ser-en-sí (mundo está oculto en el inconsciente, ¿qué necesidad hay de anali­
objetivo). Pero Sartre no cree en Dios. zar a un individuo? ¿Qué otra función puede tener el psico­
El campeón de la sinceridad exige que un perezoso sea analista que no sea traer a la conciencia ciertas tendencias
sincero reconociendo que es perezoso. Mas al alcanzar esa que se hallaban reprimidas en el inconsciente, y liberar así a
sinceridad y reconocer que es perezoso, el individuo perezoso un individuo de su material reprimido y de sus manifestacio­
admite que es una cosa que no puede cambiar; niega la li­ nes neuróticas?
bertad que le permitiría cambiar y proyectarse a sí mismo A esto contesta Sartre con su muy sutil pero no muy con­
hacia su cambio en una persona industriosa. Pero negar la vincente distinción entre “conciencia” y “cognición”, que está
propia libertad significa ser de mala fe. Así, en el acto mis­ en la base del compromiso que trató de lograr entre Descar­
mo de la sinceridad, el hombre es de mala fe. Y al rehusarse tes y Heidegger, y que se expresa en su cogito préréflexif.
a reconocer su pereza como una constitución definida, seme­ A diferencia del cogito cartesiano, el cogito pre-reflexivo de
jante a una cosa, al reconocer su libertad y sus posibilidades, Sartre es consciente, sin tener ninguna cognición. Esta supo­
el perezoso rehúsa ser sincero: pero, al mismo tiempo, esca­ sición lo ayudó a evitar la primacía cartesiana de la cogni­
pa a la mala fe que sería la negación de su libertad. Admi­ ción, y a afirmar la primacía de la existencia de Heidegger,
tiendo que “esta eonti’adicción es constitutiva de la exigencia sin abandonar la subjetividad cartesiana.
de sinceridad”, Sartre no tenía derecho a reprochar a Freud Aplicada al psicoanálisis existencialista, esta distinción
no haber eliminado la mala fe al introducir los conceptos de
significa que “si el proyecto fundamental es plenamente
inconsciente, censura y represión. ¿Era Sartre realmente sin­
vivido por el sujeto, y, como tal, totalmente consciente, esto
cero cuando exigió del psicoanálisis empirico que lograra el
ideal de sinceridad que él mismo había encontrado incompa­ no significa en modo alguno que al mismo tiempo deba ser
tible con la esencia de la conciencia humana? conocido por él; muy al co n trario ...” 1 Nuestra conciencia
Sea como fuere, al oponerse a la hipótesis freudiana del “in­ carece de los medios que permitirán el análisis y la concep-
consciente”, Sartre se coloca junto a uno de los alumnos de tualización. “Está penetrada por una gran luz, sin ser capaz
Freud que se separaron de él: el psiquiatra vienés Wilhelm de expresar lo que esta luz ilumina.” 2 Es un “misterio a
Stekel. En su estudio sobre la frigidez femenina Stekel dice: plena luz”.
“Cada vez que me fue dado ahondar lo suficiente en mi in­ La distinción savtriana entre “conciencia” y “cognición”
vestigación, tuve la certeza de que el núcleo de la psicosis parece en realidad coincidir con la distinción hecha por Emil
era consciente.” Menciona, por ejemplo, el caso de muchas Froeschel entre acaecimientos psíquicos “no prontos para la
mujeres a quienes una decepción matrimonial ha vuelto “frí­ expresión” y “prontos para la expresión”, que también están
gidas”, pero que sólo se ocultan a sí mismas y a sus compa­ üestinados a reemplazar la correlación freudiana entre facto­
ñeros el placer que realmente encuentran en el acto sexual. res “inconscientes” y “conscientes”. 3
Siguiendo a Wilhelm Stekel, Sartre habla de una “mala fe
1 UKtre ct le Nécmt, p. 058. 2 Ibid., p. 658.
a E. Froeschel, Philosoplvy in H'ií (Nueva York, 1948),
1 W. Stekel, La mujer frígida, Buenos Aires, 1950. pp. 13-30.
746 747
Sartre piensa que el individuo, guindo por el psicoanalista, Capítulo XVIII
no sería capaz de reconocer el complejo si éste hubiera sido
inconsciente. Pero el individuo no acepta solamente una hipó­ ¿EN QUÉ MEDIDA ES LIBRE
tesis ofrecida por el psicoanalista. El individuo ve lo que es. NUESTRO PROYECTO?
Ello es posible solamente si no ha dejado nunca de ser cons­
ciente de sus tendencias profundas, que no son diferentes de
su conciencia misma. Sartre concluye que la interpretación
psicoanalítica sólo permite al hombre “tomar conocimiento"
(prendre connaissance) de lo que es, y no tomar conciencia
(prendre conscience) de ese hecho; porque el hombre no pier­
de nunca conciencia de lo que es. Para el psicoanálisis exis-
tencialista, ninguna realidad psíquica es inconsciente; y lógi­
camente no podría ser de otra manera, puesto que el existen- Hemos visto que el psicoanálisis existencialista es una disci­
cialismo identifica la conciencia con la existencia. plina que apunta al descubrimiento de la elección original
del hombre, a su proyecto fundamental. Tenemos ahora que
preguntarnos hasta qué punto este proyecto es libre. Sartre
admite a este respecto límites muy estrechos a nuestra liber­
j. i
tad, designándolos con las palabras “situación" y “factici-
l ' 2 (f) dad”. Elegimos el mundo —aunque no en su contextura, sino
solamente en su significación— al elegirnos. Nos elegimos
sólo en nuestra manera de ser y no en nuestro ser mismo,
.4 cf ~ , y por lo tanto sólo somos responsables de nuestra manera
de ser.
Mi “situación” fáctica, por ejemplo, se caracteriza por mi
posición dentro del mundo, por todos los obstáculos y apoyos
que encuentro en el mundo, todas las resistencias que debo
^ j i ^ r L o te ia o ^ superar a fin de alcanzar mi meta. Esta situación, empero,
sólo existe en correlación con mi proyecto, mi tentativa de
trascender a lo dado fáctico en mi marcha hacia un objetivo.
Porque lo dado se me revela como resistencia o como ayuda
solamente a la luz de mi proyecto libre. Esa gran montaña,
por ejemplo, ofrece una tremenda resistencia si mi proyecto
libre es construir un ferrocarril, por cuanto tengo que per­
A X * . forar un túnel a través de ella. Ofrece, en cambio, una gran
ayuda si mi proyecto libre es ver el paisaje circundante.
Sólo a la luz de mi proyecto libre la montaña es un obstáculo
o un apoyo; en sí misma es neutral.
Una vez más hemos de dudar aquí de la originalidad de
Sartre, pues veintitrés años antes que él escribía John De-
wey: “Conditions and eventa. .. are eilher obstaclea to our

149
m .

^ C7
“T ends or else means for their accomplishment'>. 1 (“Las con­ dor o un campeón de baseball. Empero, si permanece en la
diciones y los sucesos... son, o bien obstáculos para nuestros ciudad —lo que para Sartre significa: en el café—, y no
fines o medios para su realización.”) Y ocho años antes que elige sino discusiones y obra literaria, su cuerpo no será
Sartre escribía también Ortega: “El hombre no encuentra débil. Sólo es débil a la luz de un cierto proyecto libre —que
i x cosas. Lo que encuentra son puras dificultades y puras faci­ él no ha elegido— : el de llegar a ser un deportista. Así, la
lidades para existir.” 2 libertad crea sus propios obstáculos, y sólo está limitada
Sartre concluye que el hombre sólo encuentra obstáculos en por ella misma.
el campo de su libertad, y que no hay libertad sino “en situa­ He aquí un ejemplo de la habilidad un tanto sofística con
ción”. Así, la facticidad o situación se torna en una condición la cual Sartre transforma la compulsión en libertad y la li­
de la libertad y no, como lo pretende el determinismo, en un bertad en compulsión, la necesidad en elección y la elección
5 obstáculo para aquélla. Nadie puede escapar de una cárcel en necesidad; y podemos comprender una cáustica acotación
donde no ha sido encerrado. El hombre encuentra por todas que, sobre el existencialismo, apareció en la revista satírica
partes obstáculos y resistencias que no lia creado. Este en- parisiense, Le Canard enchatné: “Digo: mi libertad, como
cuenti'o es lo, que llama Sartre “facticidad” o "situación”. digo: mi mujer; eso no me impide ser cornudo.”
Con todo, estos obstáculos y resistencias sólo se convierten El único verdadero límite de nuestra libertad, admitido
en obstáculos y resistencias en virtud de nuestro proyecto por Sartre, es el que surge de la existencia de alguna otra
libre, y sólo a través de él. persona. “Soy judío, ario, hermoso o fe o ... etcétera. Soy todo
Somos libres únicamente con respecto a una cierta situa­ eso para otra persona... sin esperanza alguna de modifi­
ción dada, y a ■pesar de e lla ... "¡Sin obstáculo no hay liber­ carlo. . . Soy algo que yo no he elegido ser.” 1
tad!”, dice Sartre, y la libertad se torna para él equivalente Teóricamente, Sartre no se aflige mucho por esta situa­
a escapar del ser-en-sí. Nuestra acción libre supone una anni- ción. Pues ya que este límite de su libertad es la libertad de
hilación de lo dado. Tomando en cuenta la situación, lo dado, otra persona, puede mantener su tesis de que la libertad no
y la facticidad, Sartre concluye que nuestra libertad es liber­ tiene otro límite que la libertad. Prácticamente, empero, el
tad de elección y no libertad de obtención. hecho de que una libertad es mía y la otra no, hace una
Actuar libremente no significa para Sartre actuar sin mo­ grandísima diferencia. Sartre no lo niega. Somos “arrojados”
tivo. El motivo, empero, no determina la acción, y sólo apa­ al mundo, fi-ente a frente con el otro, y así nuestra existen­
rece en virtud de un proyecto elegido y dentro de él. Y el cia es un límite libre a su libertad, y su libertad un límite
proyecto es libre. Sólo en virtud de su proyecto libre de con­ a la nuestra. Sartre ve en esto el origen del concepto de cul­
vertirse en el jefe de toda la Galia, y dentro de él, se le apa­ pa y pecado en un mundo donde no hay Dios. El hombre es
reció a Clodoveo el poder de la iglesia de Occidente como un culpable vis-à-vis de la otra persona. Y en su impresionante
motivo para convertirse. El motivo debe su completo sentido pieza Huís Clos (Puerta cerrada), Sartre mostró que la “mi­
al proyecto que la persona adopta, y ese proyecto es libre. rada” del otro, impidiendo nuestra fuga a comportamientos
También mi elección de mí mismo encuentra una amplia de mala fe, es el verdadero significado de la idea de infierno.
oposición por parte de la facticidad. “¿ruedo elegir ser alto, A través de la mirada del otro yo soy, por ejemplo, un
si soy bajo?”, pregunta Sartre, quien se halla lejos de ser judío. El me determina como tal, lo soy para-el-otro, sin ha­
gigante. Y contesta que, en sentido comparativo, él sólo elige berlo elegido. ¿Qué actitud debo tomar para recobrar mi li­
su cuerpo como débil si su proyecto es llegar a ser un boxea- bertad en esta situación? He aquí la respuesta de Sartine:

1 J. Devey, Reconstrvction in Philosophy, cap. V, pp. 102- 1 L’Eire el le Néant, pp. 60G-607.
103.
2 J. Ortega y Gasset, Obras completas, VI, p. 32.

750 75/

- TI
“Un judío no es primeramente un judío, y luego está aver­ Sufrió de ellos todas las humillaciones, sin hablar. Pero mi­
gonzado u orgulloso, sino que su orgullo de ser judío, su raba a sus torturadores, y su mirada los cambió en objetos.
vergüenza o indiferencia, le revelarán su ser-judío; y este Podían violar su cuerpo, pero no su libertad.
ser-judío no es nada fuera de la libre manera de asumir­ “No me han tocado —dice—. Nadie me ha tocado. Yo era
lo. .. En el furor, el odio, el orgullo, la asqueada repulsa de piedra, y no sentí sus manos. Los miraba y pensaba:
o la reivindicación jubilosa, es preciso que yo elija aquello nada sucede. Nada ha sucedido.” 1
que soy.” 1
Nos inclinamos a llamar “estoico” este comportamiento. Es
¡Es notable que Sartre publicara esta afirmación en 1943 también existencialista. En ambas doctrinas, la última liber­
y en París, bajo la ocupación nazi! tad que nos queda en un mundo que no podemos cambiar, es
Si su teoría de que la libertad crea sus propios obstáculos nuestra libertad de pronunciar nuestro “sí” o nuesti’o "no” ;
en el mundo inanimado nos recuerda las teorías de Fichte, aceptar o rehusar.
su tesis de la libre aceptación de lo que somos nos recuerda
la ética de los estoicos. Con todo, la teoría de Sartre tiene su 1 iV/oría sans Sepultare, p. 128.
nota personal. Piensa que la raza, la fealdad, etcétera, sólo
pueden aparecer dentro de los límites de nuestra propia elec­
ción de inferioridad o de orgullo; vale decir que esos rasgos
sólo pueden aparecer con la significación que mi libertad les
adscribe. Yo no elijo ser para la otra persona lo que soy
para ella, pero si soy para mí lo que soy para ella, es sólo
porque me elijo tal como le apai*ezco a ella. Mas libre soy
de no elegirme tal como le aparezco al otro. Sólo mi propio
reconocimiento de la libertad de los antisemitas, vale decir,
sólo mi aceptación de mi ser-un-judío-para-ellos, puede cons­
tituir un verdadero límite a mi libertad. “Si me place, em­
pero, considerarlos como meros objetos, mi ser-un-judío des­
aparece inmediatamente, y cede a la simple conciencia de ser
una ti'ascendencia libre e incalificable”, pues el ser-para-sí
no puede ser nada. Ya Paul Valéry había dicho: “El espí­
ritu es la negativa indefinida de ser alguna cosa. Lo que no
es fijo no es nada, lo que es fijo está muerto.” 2 En tanto
que vivimos, devenimos, y estaremos haciéndonos aun cuando
hayamos alcanzado los ochenta años.
Esta aptitud de la libertad y de su arma más poderosa, la
mirada, para cambiar a otro sujeto en un objeto, ha sido
ejemplificada en la más emocionante de las tragedias de Sar­
tre, Morís saris Sepultare. Lucie, una joven incorporada a la
resistencia francesa, ha sido torturada y violada por los
fascistas, que querían forzarla a traicionar a sus camaradas.

1 Ib-id., p. 612.
2 Tel Quel (París, 1943), II, p. 193.

152 153
Capitulo XI X seres sexuales porque tenemos órganos sexuales. Piensa que,
por el contrario, tenemos órganos sexuales porque somos se­
» SEXO Y AMOR EN EL PSICOANÁLISIS res sexuales. La sexualidad infantil precede a la madurez
EXISTENCIALISTA fisiológica de los órganos sexuales, y ni los eunucos ni las
mujeres después del climaterio dejan de sentir deseos se­
xuales. Goethe tenía setenta y cuatro años cuando se ena­
moró de Ulrike von Levetzow, quiso casarse con esta niña de
diecinueve años, y sublimó su derrota de amante en la con­
movedora Maricnbader Elegie.
Para Sartre, la sexualidad no es un accidente contingente
unido a nuestra naturaleza fisiológica; es una estructura
ontològica, necesaria, de nuestro ser-para-otros.
Buscando determinar el proyecto original del hombre, su El deseo nos revela nuestra sexualidad y la de la otra per­
sona. ¿Pero qué es el deseo?
elección fundamental, el psicoanálisis existencialista rechaza
la teoría fi*eudiana de la libido, porque Sartre no considera Buscando contestar esta pregunta, Sartre dice que debe­
la sexualidad como una relación fundamental. Una relación mos abandonar la idea de que nuestro deseo es deseo de lu­
fundamental debe ser un proyecto de ser, debe ser más básico juria, pues esto no explicaría el hecho de que nuestro deseo
que el sexo. va siempre hacia un objeto, que abandona los límites de nues­
A pesar de rechazar el pansexualismo fi'eudiano, el psico­ tra subjetividad. Ninguna teoría immanentista, subjetivista,
es capaz de explicar el hecho de que el hombre desee a una
análisis existencialista de Sartre concede no obstante un pa­
mujer, o una mujer a un hombre, y que ninguno de ellos
pel importante al sexo, y la mayoría de sus novelas y cuentos
desee solamente la lujuria. Es necesario, por lo tanto, definir
son casi pornográficos. ¿Debe considerarse tal cosa como un
el deseo por su objeto trascendente.! El deseo es consenti­
rasgo típico del existencialismo? Parece como si muchos pa­
miento de desear, comprometer la entera personalidad. “Soy
risienses lo creyeran así. El mismo Sartre cuenta que una
cómplice de mi deseo.” 1
dama francesa, después de emplear una expresión lasciva, se
Ahora bien, si esto es así, debemos entender el amor como
excusó diciendo: “¡Dios mío, me estoy volviendo existencia-
la base del deseo.
lista!” Pero, de hecho, el existencialismo en sí no tenía rela­
El amor es una de las actitudes típicas del ser-para-sí en
ción específica con el sexo hasta que Sartre lo tornó “se­
su ser-para-otros.
xual”. * Tal vez sea ésta una razón del enorme éxito de la
Ya hemos visto que, según Sartre, el sentido original de
versión sartriana del existencialismo. En la obra de Heideg­
nuestro ser-para-otros es el confliclo.
ger no hay referencia al sexo, puesto que Heidegger piensa
que la existencia es la misma para hombres y mujeres. Y el Mientras trato de esclavizar a otra persona, la otra trata
interés por este tipo de existencialismo quedaba restringido de esclavizarme; y mientras trato de librarme de la esclavi­
a los filósofos profesionales. tud ilei otro, éste trata de librarse de mi dominio. Mientras
El existencialismo de Sartre, en cambio, despertó el inte­ las relaciones entre el ser-para-sí y el ser-en-sí (el mundo
rés de muchísimas personas cultas que no son en ningún inanimado) son unilaterales, las relaciones involucradas en el
sentido especialistas en filosofía. Sartre no cree que somos ser-para-otros son recíprocas. El amor lo muestra en su for­
ma más clara.
* El autor emplea —entre comillas— el término “sexy”, Ya hemos visto que la otra persona se nos revela como un
término popular que indica toda cosa salpimentada con refe­
rencias o contenidos sexuales. (N. del T.) 1 L'Etrc et le Néant, p. 457.

154 155
ser-para-sí mediante su m irada; bajo la mirada del otro sen­ tocar este cuerpo estoy tocando finalmente la libre subjeti­
timos nuestro ser-para-otros como una especie de posesión. vidad de la otra persona. Este es el verdadero sentido de la
Soy poseído por otro individuo, cuya mirada moldea mi cuer­ palabra posesión”. 1 La caricia es la expresión de tocar la
po y lo ve como yo no lo veré jamás. Quien me mira posee libre subjetividad del otro ser, en tanto está corporizada.
mi secreto, el secreto que soy yo, como un objeto. La ver­ Sartre no niega que en el deseo sexual tratamos de poseer
güenza es el sentimiento de ser un objeto, de reconocerme el cuerpo de otra persona, pero señala que queremos poseerlo
-\ en ese objeto congelado y dependiente, que soy para otra per­ en tanto este cuerpo es poseído por la libertad de la persona
dona. El miedo de ser sorprendido desnudo se explica por el amada, vale decir en tanto que la conciencia de la otra per­
'J
Ihecho de que nuestro cuerpo simboliza nuestra “objetividad” sona se identifica con su cuerpo.
sin defensa. Vestirse significa disimular nuestro carácter de Empero, según Sartre, este proyecto de deseo está condena­
i objeto, reclamar el derecho de ver sin ser vistos, el derecho do al fracaso; y no sólo porque el placer que caracteriza la
de ser un mero sujeto. Cuando Adán y Eva advierten que culminación de la posesión sexual mata el deseo, sino que
están desnudos, se avergüenzan, sintiendo su degradación a cuando este éxtasis de placer llega, la conciencia de cada uno
meros objetos vistos el uno por el otro. de los actores es sólo conciencia de su propio cuerpo; es una
| Al ser “poseído” por la mirada de otro individuo, trato de conciencia reflexiva, en la cual el carácter trascendente del de­
recobrar mi ser-para-mí. Una de las maneras con que pueda seo ha desaparecido. En la culminación de la posesión sexual,
1 recobrarlo es absorber la libertad de la persona que poseía el placer en sí se convierte en el único objeto de la conciencia
mi libertad; vale decir, uniéndome con la otra persona c.om-o ae la persona, toda la atención se dirige reflexivamente hacia
, un ser-para-sí. Pero este proyecto es difícil de lograr, pues la encarnación de su propia libertad, mientras que la del
Sartre demuestra que no me serviría borrar mi carácter de otro actor es olvidada. Originalmente, el deseo es el deseo de
objeto, mediante la objetivación de la otra persona. Esto sólo poseer a la otra persona y a su ser, su conciencia, encarnada
significaría librarme de mi ser-para-la-otra-persona, un pro­ en su cuerpo. Pero lo que el deseo alcanza, finalmente, es
yecto que puedo alcanzar mediante la indiferencia. Lo que se sólo posesión de nosotros mismos. Probablemente Sartre coin­
requiere en el amor es que yo alcance la posesión de la otra cide con François Mauriac cuando éste dice: “Jamás encon­
persona en la medida en que es una persona, un sujeto, una tramos el cuerpo que buscábamos... La voluptuosidad es
libertad dotada de una mirada; pues sólo como tal se pose­ una batalla sin vencedor.” 2
sionó de mi ser. Pero, aunque el proyecto de deseo está condenado al fra ­
Si el amor no fuera más que el deseo de la posesión física caso, ¿qué decir del amor? En el psicoanálisis existencialista
de la otra persona, sería fácilmente satisfecho. Pero sabemos está llamado a llenar una gran misión. Ya sabemos que, se­
que es mucho más que eso. El amor quiere poseer la libertad gún, Sartre, la existencia del hombre es completamente con­
del otro ser como una libertad. Pues si, mediante mi mirada, tingente, sin base alguna. En el amor tratamos de descubrir
cambio a mi amada en un objeto, no he alcanzado mi objetivo una base de nuestro ser. Mediante el amor de la otra perso­
y permanezco solo. El amante no quiere poseer a la amada na, tratamos de hallar justificación. Cada uno de los aman­
como se posee un objeto. Quiere poseerla como un sujeto, una tes desea ser la elección absoluta del otro, no una elección
libertad viviente. contingente, relativa. El amante se siente ofendido, degra­
Ahora bien, el deseo sexual debe expresar esta aspiración dado, cuando su amada le dice que lo eligió “entre otros”.
del amor. El deseo, por lo tanto, no tiende a poseer el cuerpo Sólo si ambos pueden decir: “Fuimos creados el uno para el
de la persona amada en su realidad fisiológica, sino como la otro”, aparece la elección como absoluta. Entonces, el estar-
encarnación de la libertad de esa persona. Así, es necesario
que la libertad de la otra persona, su ser-para-sí, peneti-e su 1 Ibíd., p. 463.
cuerpo entero, se nivele en su superficie, “de manera que al 2 F. Mauriae, Fleuve de Feu (París, 1923), pp. 124-25.

156 157
cn-el-mundo del amado se justifica, y uno de los amantes se quistado al otro como un individuo, como una libertad, como
convierte en la verdadera base de la existencia del otro. Se un sujeto, como una trascendencia que lo mira como él desea
convierte en la fuente absoluta de todos los valores, y está ser mirado. “Parece así que el amor, en su esencia, es el
protegido contra cualquier desvalorización. Llega a ser el proyecto de ser amado.” 1
centro absoluto de referencia para el otro, y su valor abso­ No obstante, Sartre piensa que este proyecto es un ideal
luto. Muchísimas veces oímos que una mujer enamorada di­ contradictorio. Cada uno de los amantes quiere que el otro
ce de su amado: “ [Robaría, mataría, por él!” Esto significa lo ame, sin darse cuenta de que el amor es el deseo de ser
qxxe ha sacrificado la ética tradicional por su amado, y lo amado; es decir que, por ejemplo, cuando quiero que mi ama­
considera la fuente absoluta de todos los valores. da me ame, lo que en realidad quiero es que ella quiera que
Antes de ser amados, dice Sartre, nuestra existencia era la yo la ame. Sartre concluye que la relación amorosa es un
de una “protuberancia”, completamente injustificada e injus­ sistema de reflejos infinitos, un juego de espejos engañosos,
tificable. Pero al ser la elección “absoluta” de quien nos ama, que lleva consigo su propia frustración. El amor es una es­
j habiendo sido “creados” por él o por ella, sentimos que nues- pecie de duperie, de engaño.
/ tra existencia es deseada en cada detalle por una libertad Si nuesti'o proyecto fuera abolir la libertad y subjetivi­
I absoluta: la de quien nos ama. Así, ya no nos sentimos co­ dad de la otra persona, eso sería el odio; el amor no requie­
mo supernumerarios (de trop). “Esta es la base de la alegría re la abolición de la libertad del otro, sino sólo su auto-
del amor: sentir justificada nuestra existencia.” 1 esclavizacióxx. Pero siempx*e queda la posibilidad de que mi
Así, el amor sería el medio para superar nuestra náusea, el amada despierte de la auto-esclavización de su libertad, que
sentimiento de la contingencia y gratuidad de nuestra exis- es su amor, y use entonces su nuevamente conquistada liber­
, tencia. En el existencialismo sartriano, el amor tiene, como tad para esclavizar la mía, para cambiarme en un objeto. Y
I se ve, un verdadero significado metafísico. viceversa. De esto nace la perpetua inseguridad de los amantes.
1 Sin embargo, también el amor es un proyecto condenado Sartre piensa, en fin, que el amor está siempre relativiza-
i al fracaso. En su primera película existencialista, Les Jeux do por la presencia de otras gentes. En el amor, cada con­
sont fait8, obra de alto valor artístico, Sartre muestra el ciencia trata de guarecer su ser-para-otros en la libertad es­
destino de un hombre y de una mujer, quienes, encontrándo- clavizada —y por tanto benévola— de la persona axnada.
I se después de la muerte en un fantástico mundo de som- Pero tan pronto los dos amantes son vistos juntos por otx’as
I bras, descubren que habían sido “creados el uno para el gentes, cada uno de ellos no sólo siente su propia objetiva­
otro”. Se les permite volver a la tierra, y vivir nuevamente ción, sino la del otro. En seguida, uno de los enamorados no
sus vidas. Pero sólo podrán permanecer en la tierra si su es ya la absoluta trascendencia que constituía la base y la
proyecto de amor absoluto y mutua justificación tiene éxito. justificación del ser del oti'o enamorado, sixxo una trascen­
De lo contrario, volverán a morir veinticuatro horas más dencia trascendida; no sólo trascendida por el otro enamora-
tarde. Y ambos mueren, porque el proyecto de amor está do, sino por las otras gentes. El cobarde desertor Garcin, en la
condenado al fracaso. podex'osa pieza Huís Cías, quiere guarecer su ser-para-otros
¿A qué se debe ese fracaso? He aquí las razones genera­ y, a través de ello, su ser-para-sí, poseyendo y esclavizando
les, según Sartre: Hemos visto que el amor es el proyecto la conciencia de Estelle. Si ella lo ama, su propia imagen
de recobrarse a sí mismo desde otro individuo, de llegar a repugnante se reflejará para sí mismo en total pureza. Y si
ser la elección absoluta del otro, y justificarse así por la amara a Estelle, ella verá su propia imagen en la esclavizada
elección del otro. Este proyecto puede realizarse solamente conciencia de él, no ya como la de la infanticida que es, sino
si el amante logra ser amado, pues sólo entonces habrá eon- maravillosamente transfigurada.

1 L ’Etre et le Néant, p. 439. i IMd., p. 443.

158 159

''QbM/■■Mh
Ea así que el amor, como tentativa de poseer la libertad biarla para el otro ser. El otro se ha llevado a la tumba la
de otra persona como una libertad —pero libertad auto-es­ “clave” de mi enajenamiento. Ya sabemos que, según el exis-
clavizada—, es también una de esas “avenidas de fuga” que tencialismo, un hombre no es en tanto vive, sino que se hace
el hombre encuentra para escapar hacia la mala fe y hacia a sí mismo. Sólo en el momento de su muerte ha cristaliza­
una existencia inautèntica. do completamente su esencia, y sólo entonces es, sólo enton­
En H uís Clos, cuyo escenario es el infierno, las tentativas ces coincide consigo mismo y deviene un ser-en-sí. Por lo
de Garcin y Estelle se frustran por la permanente presencia tanto, al matar al hombre que me desprecia, yo cambiaría su
de una tercera persona, Inez, que representa a “los demás”. desprecio por mí en una parte de su esencia eterna, y la per­
Su mirada petrifica a los amantes en objetos, los compele a petuaría de ese modo. Esto aclara por qué Sartre considera
è ser lo que son a los ojos de otras gentes, y a través de ellas, el odio como un proyeeto igualmente condenado, por su na­

* a sus propios ojos. Y comprendemos por qué, al final de este


sombrío drama, Garcin exclama: “¡No hacen falta hierros
turaleza'misma, al fracaso.
Y comprendemos ahora por qué todo lo que hemos hecho
a otros se perpetúa eternamente por su muerte. En la pro­
candentes! ¡El infierno son los otros!” 1
Pero si el amor es un proyecto condenado al fracaso, ¿sal­ funda tragedia de Sartre Les Manches, dice Egisto:
c dremos mejor librados con el odio? En absoluto. El odio es
resignación, porque en él el individuo abandona la tentativa, “¿No sabéis que los muertos son despiadados? Sus agra­
Si vios son imborrables, porque su cuenta ha sido cerrada para
hecha en el amor, de recobrar su ser-para-sí mediante la
t unión con otra persona. Un hombre que odia proyecta cesar
siempre. ¿Es mediante buenas acciones, Nicias, como cuentas
borrar el mal que hiciste a tu madre? ¿Pero qué buena acción
de ser un objeto para otra persona, mediante la destrucción podrá alcanzarla jamás? Su alma es un tórrido mediodía,
5 de ésta. El odio apunta a la muerte del sujeto odiado. Pero sin un soplo de viento; nada se mueve allí, nada cambia,
lo que el hombre quiere alcanzar mediante la muerte del otro nada vive; un gran sol descamado, un sol inmóvil la consume
es, simbólicamente, la destrucción de todas las otras gentes. eternamente. Los muertos ya no están. . . y por eso se han
“La persona que odio representa, de hecho, a todas las de­ convertido en los guardianes incorruptibles de nuestros crí­
menes.” 1
más.” 2 Al destruir todas las otras conciencias, yo me libe­
Í» raría de la posibilidad de ser esclavizado por otros, y reco­
braría mi absoluta libertad no-sustancializada como ser-pa- Entre los posibles proyectos básicos de nuestro ser-para-
ra-mí. otros, Sartre cuenta también el masoquismo y el sadismo, y
muestra que están igualmente condenados al fracaso. Pero
Pero, al igual que el amor, también el odio está condenado
ya que ninguna persona normal tendría duda alguna sobre
a’ fracaso. El hombre que odia no puede m atar a todos los
ello, considero innecesario hablar aquí al respecto.
hombres. Y aun si mata a aquel que odia especialmente, no
será capaz de eliminar el hecho de que esa persona ha exis­ Por lo que se refiere a otras posibles relaciones con otro
tido. Al morir, lu otra persona se ha convertido en una parte ser —colaboración, lucha, rivalidad, emulación, compromiso,
del mundo-en-sí. En tanto esté viva, siempre puedo tratar de obediencia—, Sartre no las examina en detalle, sino dice so­
modificarme en su conciencia, de cambiar la imagen que soy lamente que “todas incluyen, como su esqueleto, relaciones
en su conciencia. Pero cuando su conciencia ha desapareci­ sexuales”. 2 Vemos aquí que, pese a repudiar la teoría de la
do, aquello que fui para él es petrificado por su muerte y libido de Freud, Sartre concede un lugar sumamente im­
será irremediablemente esa imagen en sí, en el pasado, sin portante a la sexualidad. Ya sabemos que para él la sexuali­
ninguna posibilidad de reconquistar jamás mi imagen y cam- dad ea una estructura ontológica necesaria de nuestro ser-

1 Huís Cloa (París: Gallimard, 1944), p. 167. 1 Lea Mcuches, pp. 47-48.
- L'Etre et le Néant, p. 483. 2 L ’Etre et le Néant, p. 477.

76 0 767
para-otros. Incluso la denomina una “estructura fundamen­ cía propia, como resultado de las experiencias de sus ante­
tal”, pero sólo de nuestro ser-para-otros y no de nuestro pasados”. 1 Sartre, por el contrario, piensa que la naturale­
estar-en-el-mundo, que es nuestra existencia misma. Parece za objetiva de] orificio que el niño percibe en el mundo, es
que en este sentido no va tan lejos como Freud. lo que le aclarará la estructura objetiva de la zona anal, y
Junto con Freud, admite Sartre que no hay niños “ino­ dará una “significación trascendente” a las zonas erógenas
centes”. También reconoce con Freud el significado sexual de que el niño solamente había “existido”.
ciertos objetos que rodean al niño. Pero no cree que sea un P ara el psicoanálisis existencialista, el orificio es el sím­
c instinto sexual ya constituido el que da a esos objetos y bolo de un modo de ser. Es el símbolo de la nada que tene­
formas su significación sexual. “Más bien nos parece que mos que llenar con nuestra carne. De ahí que el niño no
esas materias y formas son aprehendidas por sí mismas, y pueda impedirse meter los dedos en los orificios de su cuer­
£ que revelan al niño distintos modos de ser y relaciones con
el ser del ser-para-sí, que aclararán y conformarán su se­
po. Según Sartre, el orificio nos presenta la imagen de la
nada en el hombre.
xualidad.” 1
CieTtos psicoanalistas freudianos han notado que muchos “Tapar el orificio, significa originariamente hacer el sa­

i niños pequeños son atraídos por toda clase de orificios; agu­


jeros en la arena, en las paredes, orificios de su propio cuer­
po o del cuerpo de otras personas. Muchos bebés tratan de
crificio de mi cuerpo para que exista la plenitud de ser, es
decir sufrir la pasión del para-sí para modelar, perfeccionar
y salvar la totalidad del en-sí.” 2

< meter sus manecitas en la boca de la madre, o la de otras


Asimismo la actividad opuesta, la de hacer huecos, se le
personas. Freud, personalmente, insistió en que la primera
presenta a Sartre como necesitada de un análisis existencia-
fase de la sexualidad infantil es oral.
lista, que todavía no ha intentado hacer.
Mas si el hueco es el símbolo existencial de la nada, se com­
“La obstinada persistencia del bebé en chupar —escribe—,
prueba en este temprano período una necesidad de satisfac­ prende que pasemos una buena parte de nuestra vida llenan­
ción que, aunque originada y estimulada por la toma de do huecos; hacerlo significa alcanzar, simbólicamente, el to­
alimentos, busca no obstante placer independientemente de tal del ser. Al ponerse el dedo en la boca, el niño trata de
la alimentación y, por ese motivo, puede y debería ser des­ llenar un orificio, de llenar un vacío; “busca la densidad, la
crita como ‘sexual’.” 2 plenitud esférica uniforme del ser parmenídeo”. Así, para
Sartre, un bebé chupándose el dedo es una especie de filóso­
También sabemos que la segunda fase en la sexualidad in­ fo instintivo. Y con todo, piensa que Freud supone en el
fantil es, según Freud, la denominada “sadista-anal”. En niño una experiencia que no puede tener. ¿Pero no presupo­
ambas fases —primera y segunda—, un orificio de su cuer­ ne el mismo Sai*tre algo más que experiencia en el bebé, vale
po es el centro de la sexualidad infantil. decir un instintivo conocimiento filosófico?
Sartre niega que la atracción infantil por estos orificios Del mismo modo, un adulto que come está llenando un ori­
pueda ser interpretada como un presentimiento del órgano ficio, lucha contra la nada y hace existir la plenitud; no
sexual femenino y del acto sexual, pues esto presupondría una sólo la plenitud de su vientre, sino la plenitud del ser.
experiencia que el niño no puede tener. Y, como es obvio, Sólo después de establecer este simbolismo existencialista
Sartre no cree en la “herencia arcaica” de Freud, que un básico del orificio, pasa el psicoanálisis sartriano a la sexua­
niño trae consigo al mundo, “anterior a cualquier experien- lidad. La obscenidad del sexo femenino —piensa—, es la de
toda cosa abierta. Para Sartre, la vagina es “una llamada
1 Jbid., p. 704.
2 S. Freud, An Outline of Psyckoanalysis (Nueva York, 1 Ibíd., pp. 49-50.
1949), p. 28. 2 L'Etre et le Néant, p. 705.

762 763

»*-*»» ~
'OfcsA J
para ser'*, como todoi los orificios. “La mujer reclama una Capítulo XX
carne ajena que la transform ará en una plenitud de ser, por
penetración y dilución." 1 FILOSOFÍA Y PSICOLOGÍA DE
La mujer siente su condición como una llamada, porque es­ LA MUERTE
tá “agujereada”. En esto ve Sartre el verdadero origen de
ese complejo de inferioridad que Adler encuentra en tantas
mujeres, acompañado por una “protesta masculina” contra
su condición femenina. Adler habla de una joven que, mi­
rándose un día en el espejo, preguntó a su madre:
“¿También tú quisiste siempre ser un hombre?”
Pero, según Adler, la “protesta masculina” de ciertas mu­
jeres contra sus preocupaciones y sensaciones femeninas, tie­
ne su origen en ciertas situaciones infantiles, como por ejem­
plo la incertidumbre sobre su futuro papel sexual. Sartre ve Sin la muerte, la humanidad no hubiera filosofado. Esta opi­
el origen de ese complejo en el hecho de que la mujer está nión de Schopenhauer parece verse corroborada por la historia
“agujereada”. de la filosofía. Mientras la mitología primitiva puede inter­
Para él la vagina es una boca, una boca voraz, que “traga” pretarse como una obstinada negación del fenómeno de la
el pene y simboliza la idea de la castración. En el acto sexual, muerte como tal, el principal propósito de la filosofía, desde
la mujer trata de castrar al hombre, a fin de llenar su ori­ Sócrates a Epicuro y los estoicos, fue disipar el miedo del
ficio y cambiar la nada en plenitud de ser. hombre a la muerte. La aparición del cristianismo parece
haber modificado esta tendencia, ya que San Pablo, San
Como se ve, para explicar la sexualidad se emplea en todos
Agustín y los pensadores cristianos posteriores consideraron
esos casos una relación ontológica, existencial, pre-sexual. Y
las tentativas filosóficas para calmar el miedo a la muerte,
si hubiera que resumir la diferencia entre el papel de la se­
como un engaño e incluso como un pecado, puesto que en
xualidad en el psicoanálisis empírico de Freud, y el existen-
esas tentativas la razón humana trataba de crear lo que
cialista de Sartre, yo diría: En el psicoanálisis empírico de
aquéllos suponían únicamente procedente de la gracia divina.
Freud, el sexo se usa para iluminar la existencia; mientras
No obstante, la muerte continuó siendo un genio inspirador
que en el psicoanálisis existencialista de Sartre, la existen­
de la filosofía. Existe, empero, gran diferencia entre la fi­
cia y sus implicaciones ontológicas se usan para iluminar el
losofía antigua de la muerte y las maneras modernas, cris­
sexo.
tiana y atea, de considerar la muerte. En tanto vivimos —di­
i Ibíd., p. 706. jo Epicuro— la muerte no existe para nosotros, y cuando
aparece, no existimos ya. * Por el contrario, la moderna filo­
sofía de la muerte —tanto cristiana como atea—, rechaza las
tentativas de los antiguos para disipar el temor a la muerte,
y trata de encararla en toda su horrible realidad. Toda la
tradición cristiana, desde comienzos del siglo XV hasta, por
lo menos, la primera mitad del xviii, estuvo llena de ese ho­
rror y espanto de la muerte. Semejante actitud fue tomada

^ L o s romanos decían: post tnovtem nikil est, ipsaque rtiors


nihil - después de la muerte no hay nada, ni siquiera la
muerte -.

764 765
muy en serio por eminentes pensadores; por ejemplo, Eras- das con la sola frase: ¡Has de m orir!)1 Por ello el existen-
mo. La costumbre de mirar de ese modo a la muerte, afectó cialismo no sólo trata de humanizar la muerte, sino también
fuertemente el acto mismo de morir de los hombres, ya fue­ de individualizarla, reemplazando el problema general de la
ra en el patíbulo o en el lecho. Y penetró hondamente en la muerte por el problema individual: “Yo tengo que morir.”
literatura de la época. La filosofía sartriana de la muerte se opone en muchos as­
En el* siglo xix, la muerte se tornó problema central en el pectos a la de Heidegger. Puesto que las ideas del existen­
pesimismo de Schopenhauer y en la filosofía existencialista cialista francés se desarrollaron en una polémica con su
de Soeren Kierkegaard. Por fin, en nuestro tiempo, Heideg­ mentor alemán, será necesario considerar primeramente la
ger y Sartre han atraído el interés por sus contribuciones a filosofía de la muerte de este último.
o la filosofía de la muerte, a lo que el último nombrado agre­
s. La muerte, como final de nuestro estar-en-el-mundo, perte­
ga su psicología de la muerte. Estos filósofos modernos —tan­ nece a la existencia, “limita y determina la posible totalidad
to ateos como cristianos— han encarado de manera realista de la existencia”. En consecuencia —escribe Heidegger—
el hecho de la muerte y, a diferencia de sus predecesores
nuestra existencia es “ser hacia la muerte” (Sein zum Tode).
griegos, ninguno de ellos ha buscado disipar el temor a la
Ya que la existencia es libertad, proyecto, anticipación, nada
muerte. Cuando Platón dice “los que practican la filosofía
es sufrido pasivamente por ella; la existencia debe ser la
correctamente, aprenden a morir” (Phaidon, 67-E), todavía
trata de presentar la muerte como una cosa deseable, porque anticipación y el proyecto libre de su propia muerte, como
el filósofo desea liberar el alma de la compañía “odiosa” “la posibilidad de no-ser-capaz-de-existir-más”. 2
« El hecho de ser “arrojado a la muerte” —continúa Heideg­
del cuerpo. Pero cuando Montaigne dice: philosopher c’est
apprendrc á mourir, o cuando Karl Jaspers dice: Philosophies ger— se revela en la angustia. Muchos seres humanos tratan
r- ren heisst sterben lemon, ellos no tratan ya de despojar la de escapar a la angustia ingresando en la trivialidad de la
muerte de su horror. Ahora bien, Kierkegaard, Heidegger, multitud anónima, que dice: “Uno tiene que morir algún día.”
Jaspers y Sartre son .existencialistas, y1un nuevo enfoque de Pero este Gerede (habla superficial) de que “uno tiene que
f< la muerte surge con el exietencialismo. Se caracteriza por morir” busca dar la impresión de que la muerte concierne
-V
* c una humanización e individualización de la muerte. No se la al “uno”, a la multitud anónima, no al mismo que habla.
< considera ya como algo más allá do la vida, sino como el “El uno —dice Heidegger— no es nadie.” 3 Así, la existen­
último término de la vida, perteneciente a esa serie de acae­ cia en la multitud anónima (deis Man) es una perpetua eva­
cimientos llamada vida. sión de la certeza de la muerte como muerte individual, una
“El hombre sólo puede encontrar lo que es hu m an o ...; y falta de “valor para encarar la angustia de la muerte”. A
la muerte es un fenómeno humano, es el fenómeno último de esta evasión Heidegger la llama “ser inautèntico para la
la vida, todavia vida. Como tal, influye sobre toda la vida, muerte”. 4
contra la corriente.” 1 No obstante, nuestra existencia se torna auténtica por la
resuelta decisión de liberarnos de las ilusiones de la multi­
Pero aun como fenómeno humano, la muerte es, por lo co­ tud anónima, y aceptar nuestra muerte como nuestra posi­
mún, un concepto general o colectivo. Y una filosofía de la bilidad más personal, que puede ocurrir a cada momento, y
muerte puede todavía ser un sistema abstracto, universal, ba­
que debemos esperar. Aceptando libremente la angustia de
sado en el hecho de que todos los seres humanos tienen que
la muerte como una muerte que nadie puede morir por nos-
morir. No obstante, Friedrich Schiller había escrito ya:
Diese Spinnweben von Systemen zerreisst das einzige íFort:
Du musst sterben! (Esas telarañas de sistemas son destroza­ 1 'F. Schiller, Die Rauber, V, i.
2 Heidegger, Sein und Zeit, pp. 234, 250.
1 L'Etre et le Ncant, p. 616. « Ibíd., p. 253.
4 Ibíd., p. 259.
166 167

-3 i-
J

otros, adquirimos lo que Heidegger llama "libertad para la negador, cuando ya no hay más tiempo para el sí; así entien­
muerte”.1 de él la muerte y la vida.” 1
So, Esta es, en síntesis, la filosofía heideggeriana de la muer­
te. Jamás he comprendido cómo estas perogrulladas podían Del mismo modo, en su Gótzendammerung, dice Nietzsche:
provocar la asombrosa admiración, no sólo de muchos filóso­
fos alemanes, sino también de distinguidos pensadores de “ Por el amor mismo a la vida deberíamos querer de otra
cc Francia, España y Latinoamérica. Además, todas estas ideas manera la muerte: libre, consciente, sin azar, sin ataque
de Heidegger no son originales. El problema de tener que súbito.” 2
V
.X estar preparados para morir en cualquier momento, es el
tema mismo de los libros de Ars Moriendi, y aparece en la Pero en la filosofía de la muerte de Heidegger hay un
f-. literatura del período Tudor y Estuardo en innumerables elemento que no se encontraría en la de Nietzsche, y es pre­
*
oportunidades. Una de sus manifestaciones más conocidas cisamente el elemento menos saludable: un culto de la an­
está en Macbeth, donde se habla de la reina de Duncan como gustia frente a la muerte. Nietzsche predica la serenidad
de una buena y piadosa mujer que "murió cada día que ha filosófica ante la muerte: Seines Todes ist man gewiss:
vivido”. 2 Grandes filósofos como Pascal y Nietzsche —a quie­ warum sollte man nicht heiter sein? (Uno está seguro de su
nes con frecuencia se llama filósofos existencialistas—i, ex­ muerte. ¿Por qué no mostrarse sereno?) 8
presaron esas ideas mucho antes que Heidegger, pero en la Al reclamar que el hombre viva “auténticamente”, espe­
forma sin pretensiones del aforismo. Así, en Pcnsécs de Pas­ rando su muerte en cualquier momento y considerando la
cal, hallamos la siguiente idea: angustia de la muerte como un criterio de la “autenticidad”

r “Nos gusta reposar en la compañía de nuestros semejan­


tes. .. Siendo miserables como nosotros, impotentes como
(Eingentlichkeü) de una vida, Heidegger sitúa nuestra vida
entera bajo la dominación de la muerte. Su filosofía es una
nosotros, no nos ayudarán... Moriremos solos. Por consi­ filosofía de memento morí. Una filosofía semejante sería
guiente, deberíamos obrar como si estuviéramos solos... buena para monjes que duermen de noche en su ataúd y
Deberíamos buscar la verdad sin vacilación. . . ” 3 que, en vida, no tienen otra cosa que hacer que prepararse
para la muerte. Con todo, aplicada a la vida secular, la fi­
En pocas y nada presuntuosas palabras, tenemos aquí la losofía heideggeriana de memento morí significaría el fin de
esencia de la filosofía de Heidegger, escrita tres siglos antes toda existencia creadora. Si queremos cumplir grandes he­
que él. Lo que falta en el aforismo pascalino para comple­ chos en la vida, debemos vivir bajo la ficción de la inmor­
ta r la filosofía de Heidegger, puede encontrarse en Nietzs­ talidad. Cuando, en 1917, en el momento más crítico de la
che, quien, sesenta años antes que Heidegger, tuvo la con­
primera guerra mundial, su patria pidió a Georges Clemen-
cepción y encontró el término de ‘'libertad para la muerte”. ceau que la condujera a la victoria, éste tenía setenta y
Léase lo que dice en el capítulo de su ZarathustTa llamado
seis años de edad. Si no hubiera vivido bajo la ficción de
Vom freien Tode (Sobre la muerte libre), que jamás men­
la inmortalidad, si hubiera seguido la filosofía heidegge­
ciona Heidegger:
riana \ del intencional y permanente horror y temor a la
“Muerte mía, te alabo, la muerte libre que viene a mí
porque yo lo quiero...
“Libre para la muerte, y libre en la muerte; un sagrado 1 Nietzsche, Aleo sprach Zarathusfra, “Vom freien Tode”,
pp. 106-107.
1 Ibíd., p. 266. 2 Nietzsche, Gótzendammerung t p. 144.
2 Shakespeare, Macbeth, IV, iii, 109-111 3 Nietzsche, jBruchstücke zu den Dyonisos-Dithyramben en
3 B. Pascal, Pernees, III, 211, p. 429. Gesammelte Werke (Munich, 1927), XX, 60, p. 233.

168 769

so <>u7 rTí7 ?
muerte, aquel hombre, que parecía tan próximo a la tum­ contra. Si hubo alguien que carecía de derecho para predi­
ba, se hubiera sentido paralizado, incapaz de actuar. Pero, car lina filosofía del individualismo, que debe superar la
en cambio, actuó, desdeñando la posibilidad de una muerte sumisión bajo los slogans de la multitud anónima, ése era
en cualquier momento; y condujo a su patria a la victoria. Heidegger. Cuando los nazis se convirtieron en los amos de
La razón está en que, probablemente, consideró su vida Alemania, Heidegger adoptó sin vacilación todos los slogans
tan sólo como una especie de vaso, a llenar con valores cuya de la multitud anónima, y se convirtió en nazi. ¿Qué es el
r* t; validez va más allá del tiempo. Sólo participando de esos nazismo, si no esa Verfallenheit an das Man, esa absorción
valores supraindividuales podemos aceptar nuestra muerte del individuo por la multitud anónima, que tanto había cri­
\

* como un evento natural que no afecta esos valoi’es. ticado Heidegger? Hemos de decir, finalmente, que Hei­
Por lo que parece, los existencialistas no aceptan la idea degger carecía de base filosófica para su condenación de la
E de que nuestra existencia es tan sólo un vaso a llenar con existencia inautèntica y su recomendación de la auténtica,
un contenido de valores. Por esta razón el existeneialismo ya que su filosofía no ofrece fundamento alguno para jui­
concede demasiada importancia al vaso de la existencia, y cios estimativos.
está siempre pronto a negar el valor del contenido de la Sartre estaba ciertamente bien inspirado cuando se negó a
existencia, por el solo hecho de que el vaso es frágil. Con seguir las ideas de Heidegger acerca de la muerte. No quiere
todo, preciso es advertir que el contenido de ese vaso lla­ colocar la vida bajo la dominación de la muerte, porque
mado existencia, no está unido necesariamente a ningún esto significaiúa meditar sobre nuesti*a subjetividad con la
vaso especifico. Si el contenido es valioso, sobrevive a su mirada de otro individuo; ya que el ser-para-sí jamás en­
vaso y llega a ser parte del reino objetivo de valores que cuentra su propia muerte, que sólo existe para el otro indi­
pertenecen a la humanidad. Homero, Platón, Shakespeare, viduo, que sobrevive. “La característica de una vida muerta
Cervantes, Kant y Lavoisier no existen ya. El vaso de su es que es una vida de la cual otro individuo se ha conver­
existencia rompióse hace mucho. Pero el contenido de aque­ tido en guardián.” 1 E star muerto es ser-para-otros, y no
llos frágiles vasos, los valores que los llenaban, sobreviven ya ser-para-sí; pero estar muerto es también ser-en-sí.
como partes del espíritu objetivo de la humanidad. Incapa­ Esta teoría de Sartre requiere mayor explicación. Recor­
ces de m irar más allá de la punta de la nariz de su propia demos su tesis de que el hombre no es lo que es, porque
existencia, el existencialista —especialmente uno del tipo está siempre haciéndose; no es sino que deviene. Esto, sin
heideggeriano— no alcanza a reconocer y a apreciar los va­ embargo, sólo se refiere al hombre en tanto esté vivo. Tan
lores de los cuales su existencia es sólo el vaso perecedero. pronto ha muerto, el hombre es lo que es, coincide consigo
El existeneialismo degenera así fácilmente en un mezquino mismo. Pero, para comprender esto, preciso es tomar en con­
egotismo y egoísmo, atormentado por el horror y el miedo sideración las ideas sartrianas sobre la temporalidad.
a la muerte. Estas consideraciones parecen corroboradas por El presente es para sí, es la presencia del ser-para-sí con­
la opinión de Guido de Ruggiero, según el cual el existen- frontado con el ser-en-sí. El presente es una perpetua fuga
cialismo es altamente apropiado para una edad que, “ha­ del ser. “El presente no es.” 2 El futuro es lo que yo tengo
biendo perdido el sentido más profundo de la existencia, y que ser, en la medida en que es posible que yo no pueda
tomando a la existencia en sí como el único valor, está pre­ serlo. Un ser sólo puede ser para sí bajo la perspectiva
ocupada, angustiada y entristecida por el vano gasto de su de un “todavía no”, un ser cuyo complemento está a cierta
presunto tesoro”. 1 distancia, más allá del ser. Así, todo lo que el ser-para-sí es
Aparte de esta crítica general de la filosofía de la muerte más allá del ser, es el futuro. La conciencia humana, o la
de Heidegger, tenemos también un argumento personal en
1 L'Etre et le Néant, p. 62G.
1 G. de Ruggiero, Existentialism, p. 91. 2 Jbíd., p. 168.

170 171

T V » ---! »» I , 1
existencia humana, son falta, falta de coincidencia consigo que pueden siempre ser “annihiladas” por nuestra libertad.
misma. Esas cosas que cada ser-para-sí considera como fal- Pero en el pasado, en el mundo del ser-en-si, no hay libertad.
tantes, son sus posibilidades. Todo hombre se proyecta hacia Facía infecta fieri nequeunt, cosas hechas no pueden ser des­
sus posibilidades, que son sus valores. ¿Pero dónde están esas hechas, como decían los romanos; porque las cosas pertene­
posibilidades? En el futuro. Por lo tanto, mientras el hombre cen al mundo en-sí. Y también nuestro pasado pertenece
vive, se proyecta hacia su futuro a fin de unirse con lo que a este mundo, y no puede ser cambiado por nuestra liber­
le falta, y devenir así lo que es. No obstante, siempre hav tad. Tal es el sentido de la afirmación de Sartre: Le paseé
»¡r* < c'est i’en soi que je suis en tañí que dépassé (el pasado es
una posibilidad de que yo yerre el futuro hacia el cual me
proyecto, y ésta es otra fuente de angustia. Sólo de manera el en-sí que soy en tanto que sobrepasado). 1
problemática puedo ser mi futuro, porque estoy separado de En el momento de la muerte, “las suertes están echadas",
él por la nada que soy, por mi libertad, que puede siempre ya no se puede apostar más. La muerte nos petrifica para
ft. siempre, tal como éramos en el momento en que nos golpeó.
“annihilar” mis proyectos anteriores y permitirme siempre
proyectarme hacia otro futuro. Vivo, soy un ser-para-mí en tanto soy mi presente, un ser-
Tenemos, finalmente, la dimensión del pasado, y es ella la en-sí en tanto soy mi pasado, y un ser-para-otros en tanto
que explicará el “ser” del muerto. Mientras el presente es soy una trascendencia trascendida, pero siempre capaz de
para-sí, el pasado es en-sí, como las cosas inanimadas. Es trascender a otro ser por mi mirada, y recobrar mi libertad.
siempre el pasado de un presente definido. Según Sartre, no Muerto, no soy más un ser-para-mí, me he convertido ente­
tengo mi pasado, soy mi pasado. El pasado es la siempre ramente en un ser-en-sí, porque mi presente se ha escapado,
creciente totalidad del ser-en-sí que somos. Vale decir que, mis posibilidades futuras han desaparecido, y he devenido
enteramente mi pasado. Muerto soy también un ser-para-
como ser-para-mí, soy mi presente y mi proyección hacia el
otros, definitivamente trascendido por la mirada del otro,
futuro, mientras que mi pasado se ha convertido en una
porque ya no soy una trascendencia, una libertad capaz de
parte del mundo en-sí, algo completamente inmutable, que es
dominar a otra libertad e influir en mi ser-para-otros. “ Estar
mi esencia y que tiene la solidez de una cosa. En este sentido,
muerto significa ser la presa de los vivos.” 2 )
dice Sartre que nuestro pasado es la totalidad perpetuamen­
En tanto estamos vivos, estamos “en aplazamiento”. El
te creciente del ser-en-sí que somos.
Ahora bien* en el momento de mi muerte, seré enteramente hombre que fue cobarde en su pasado, y vive todavía, ha
mantenido su libertad para “annihilar” este pasado, para
mi pasado y, así, una parte del mundo en-sí. Por la muerte,
proyectarse hacia un futuro heroico, y refutar así la opinión
el ser-para-sí deviene enteramente un ser-en-sí, habiendo
cesado de ser un presente y un posible futuro, y devenido de los otros sobre él. Un cobarde vivo es un cobarde en sursis
totalmente pasado. Y el pasado es el ser-en-sí, la esencia len aplazamiento), que puede todavía morir como un héroe.
de un hombre que, como sabemos, se cristaliza en el momento Tero cuando muere como un cobarde, es un cobarde para
de su muerte. siempre, su esencia se ha cristalizado como la de un cobarde.
En ese sentido podemos decir que la muerte *nos petrifica para
Como ser viviente, no puedo deslizarme otra vez en mi pa­
sado, porque este pasado es en-sí, mientras yo soy para-mí. siempre en lo que somos en el momento en que nos fulmina.
El pasado es eso que yo soy, sin ser capaz de vivirlo. Si Y entonces nuestro ser es dejado en las manos de otras gen­
decimos de un hombre que es un bebedor, o un compositor, o tes, como una capa que les abandonamos en el momento de
nuestra desaparición. Pueden hacer con él lo que quieran.
un buen padre, nos referimos y sólo podemos referirnos a su
La muerte da la victoria final al punto de vista de los otros.
pasado, porque solamente en el pasado somos lo que somos,
en la forma de un inmutable ser-en-sí. En el presente, como
1 Ibíd., p. 162.
ser-para-nosotros, no somos sino que estamos deviniendo, so­ 2 Ibíd., p. 628.
mos proyectados hacia un incierto futuro, hacia posibilidades
173
172

ti

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<0V-A.‘
Los personajes de las novelas y dramas de Sartre lo saben. Wcsen ist, was gewesen ist (nuestra esencia es lo que ha
Está por ejemplo Sorbier, en la vigorosa tragedia Morís saris sido), con palabras de Hegel.
Sépulture, hombre de la Resistencia que, junto con sus ami­ No hay duda de que la filosofía de la muerte de Sartre es
gos, ha caído prisionero de los fascistas. Todos ellos están altamente interesante. Con todo, implica la paradoja de que
esperando su interrogatorio, vale decir su tortura y su muer­ el hombre vivo no es, y que muerto, es.
te. Sorbier tiene un ánimo heroico, pero sabe que su cuerpo Es oportuno notar que esta proyección de la muerte hacia
es débil y sensibles sus nervios, que pueden traicionarlo cuan­ el pasado ya se encuentra en Séneca, que escribió a su amigo
do lo torturen, llevándolo a revelar el escondite de los otros Lucilio: In koc enim fallbmir, quod mortem pr'ospicimut:
combatientes clandestinos. No teme la mueTte, pero sí el do­ magna pars eius iam praeterit. Quidquid aetatis retro est,
lor físico y su propia debilidad moral bajo el dolor. Dice a mors tenet. (L. Annaei Senecae ad Lucilinm Epistulae, I, 2),1
su camarada Canoris: “Se muere siempre demasiado pronto o demasiado tarde”,
dice Inez, en Huís Clos.2 Raramente nos llega la muerte
“—Te aseguz’o que traicionaría a mi propia m ad re... Es como el último sonido de una melodía, haciendo un todo orgá­
injusto que un minuto baste para corromper una vida en­
tera . . . ] Oh, hay cobardes como yo que nunca lo sabrán! nico de nuestra vida. Por lo general, la muerte nos sorprende
Tienen suerte.” 1 en evolución, y lo que deja de nosotros es un proyecto incon­
cluso, un boceto y no una pintura elaborada. Pierre Curie,
Pero Sorbier es solamente un cobarde en suspenso, y, por que había iniciado la ciencia de la radiactividad, murió en un
un último acto libre, muere como un héroe. Las suertes están accidente de tránsito, en París. Su existencia, proyectada co­
T» » echadas, se ha convertido en un héroe para siempre, su esen­ mo una perfecta obra de arte, se transformó en un torso.
cia se ha cristalizado totalmente como la de un héroe. Esta perpetua interferencia del azar con los proyectos indivi­
Pero, en cambio, tenemos a Garcin, en Huis-Clos, desertor duales, muestra que la muerte no es nuestra posibilidad libre
T tr
* y cobarde, que murió como un cobarde y está ahora en un sino la negación de todas nuestras posibilidades. La muerte
infierno ficticio, con su esencia irreparablemente cristalizada es el proyecto que destruye todos los proyectos, aun el suyo;
como la de un cobarde. “Fue tan sólo un desliz físico —dice—, la destrucción de todo_ lo que esperábamos. Además, y puesto
que le podía pasar a cualquiera” ; es así como huye hacia la que los muertos son la presa de los vivos, la muerte es el
mala fe. Pero él mismo no cree en su mentira, y sabe que sus triunfo definitivo de otro ser que el mío. Vemos que todos
camaradas sobrevivientes lo consideran como el cobarde que estos argumentos de Sartre refutan la filosofía" de la muerte
definitivamente es, ya que su entero ser se ha convertido de lleidegger, y Sartre resume su refutación de esta ma­
en su pasado, y por tanto en ser-en-sí. Sabiéndose ahora la nera:
presa de sus amigos sobrevivientes, exclama desesperado:
“ ¡Ea, si pudiera estar otra vez con ellos, nada más que un í "Así es que debemos concluir, contra Heidegger, que lejos
día, para darles dh la cara con su mentira!” 2 Pero es dema­ ele ser una posibilidad propia, la muerte es un hecho contin­
siado tarde, las suertes están echadas, su vida se ha conver­ gente que, como tal, se me escapa por principio y surge ori­
tido en una parte del mundo en-sí, se ha congelado, petrifi­ ginariamente de mi facticidad. No me es posible ni descubrir
cado en pasado. La morí transforme la vie en destín (la mi muerte ni esperarla. . . porque ella es eso que desarma
muerte transforma la vida en destino), dice André Malraux
en L'Espoir. Es en el pasado que somos lo que somos. Unser 1 Porque nos equivocamos cuando miramos la muerte co­
mo futura: una gran parte de ella es cosa ya pasada. Lo
que de nuestra edad dejamos atrás, está en manos de la
1 Morts sans Sépulture, pp. 61-63. muerte.
2 H uí s Clos, p. 52. 2 Ibíd., p. 58.

174 175

t
todas las esperas. .. La muerte es un puro hecho, como el un sentido más general en la filosofía de Sartre; es una acti­
nacimiento; nos viene de fuera y nos transforma en f u e r a ... tud hacia la libertad y la responsabilidad, y no solamente
No hay sitio alguno para la muerte en el ser-para-sí; éste hacia la muerte, como en la filosofía de Heidegger.
no puede esp e rarla ... ni proyectarse hacia e lla ... La muer­
te no es sino un cierto aspecto de la facticidad y del ser- Es verdad que, en su République du Silence, Sax*tre dijo
para- otros... Es absurdo que hayamos nacido, es absurdo que durante la ocupación alemana, “la elección que cada uno
que muramos.” 1 de nosotros hizo de su vida fue una elección auténtica, porque
I fue hecha cara a cara con la muerte” 1, dando así la impre­
Es ésta una clara renuncia a la filosofía heideggeriana de sión de que usaba el término “autenticidad” en el sentido
la “libertad para la muerte” y del “ser para la muerte”. En heideggeriano. Empero, la muerte fue la piedra de toque de
consecuencia, Sartre se rehúsa igualmente a basar en la acti­ esta situación solamente porque estaba todo el tiempo pre­
tud del hombre hacia la muerte su distinción entre una exis­ sente para los combatientes del maquis. En Morts sans Sépul­
tencia “auténtica” e “inautèntica”. La distinción sartriana ture, sin embargo, Sartre muestra que existen situaciones
entre la “autenticidad” y la “inautenticidad” de nuestra exis­ donde la elección auténtica, aun cuando se nos imponga elegir
tencia, se basa en la actitud del hombre hacia su libertad. entre la vida y la muerte, no tiene por qué ser necesariamente
r ? Aquel que reconoce su libertad como la fuente de todos los la muerte, sino que puede ser la vida. Los combatientes clan­
^ ' valores, y acepta la angustia y responsabilidad que surgen de destinos franceses, aprisionados por los fascistas, saben por
- K
este conocimiento, éste existe auténticamente. Quien niega la boca de sus verdugos que si continúan callando serán fusila­
libertad, y huye de ella hacia la mala fe, so pretexto de una dos, pero que si traicionan a su jefe recobrarán la libertad.
determinación que lo compele, por ejemplo, a ser perezoso Afortunadamente, la situación ha cambiado; ahora pueden
TR < hablar sin poner en peligro la vida de su jefe, pues saben
* del mismo modo que una piedra es pesada, y que acepta valo­
res fabricados de antemano, éste existe inauténticamente.j que está en un lugar seguro. Deliberan, y la joven Lucie
S* declara elegir la muqj’te. Se ha conducido heroicamente, sin
Aplicando este concepto a una situación definida, dice Sartre
en su libro sobre la cuestión judía: haber hablado ni gritado bajo la tortura. Sí acepta ahora la
muerte, su vida terminará con una nota heroica, y entrará en
a s “Si se está de acuerdo con que ei hombre es una libertad el pasado como la vida de una heroína. En cambio, si sigue
dentro de una situación, se concebirá fácilmente que esta viviendo, puede ocurrir otro hecho donde le quepa actuar me­
libertad puede definirse como auténtica o inautèntica, según nos heroicamente, malogrando así su esencia eterna de heroí­
ia elección que hace de sí mismo en las situaciones donde na, que tan duramente ha ganado. Por eso elige la muerte,
surge. El judío no escapa a esta regla: para él la autenti­
cidad es vivir hasta el límite su condición de judío, y la inau­ porque quieje escapar a la libertad y a la responsabilidad
tenticidad es negarla o trata r de escapar de ella.” - de mañana, que haría de ella una heroína “en suspenso”.
Otro de los camaradas clandestinos, Henri, siente lo mismo
El antisemita existe siempre inauténticamente, porque, se­ que ella. También quiere elegir la muerte, antes que la vida
gún Sartre, es un hombre “que tiene miedo. No de los judíos, bajo la responsabilidad de una nueva libertad. Tiene ya que
por cierto: de sí mismo, de su conciencia, de su libertad, de sus soportar la responsabilidad por la muerte del hermano de
instintos, de sus responsabilidades... de todo, salvo de los Lucie, François, un chico de quince años a quien tuvo que
judíos. Es un cobarde que no quiere confesarse su cobardía”.3 matar porque éste estaba dispuesto a traicionar a sus cama-
La diferencia entre autenticidad e inautenticidad tiene, así,
radas para salvar la vida.
1 L'Etre *t le Néant, pp. 630-31. Y, sin embargo, Canoris, un antifascista griego, que se ha
a Reflexione sur la Question Jaive (París: Morihien, 1946), agregado a la Resistencia francesa, hace entender a sus ami-
p. 117.
3 Ibíd., p. 67. 1 Op. cit., p. 12.

176 177

^¡> X )
gos que se necesita más valor para aceptar la vida y seguir pared no tiene ninguna comunidad moral ni espiritual con sus
luchando contra el invasor alemán, que para morir bajo las semejantes de antes. Sólo aquellos que enfrentan la misma
balas del pelotón de fusilamiento; y que aquel que decide pared pertenecen a su especie.
continuar viviendo bajo tales circunstancias hace una elec­ T al es, en general, la idea expresada por Sartre no sólo en
ción auténtica, porque es una elección de libertad y respon­ su extraordinario libro de cuentos titulado Le Mur, sino en
sabilidad, en tanto que el que elige la muerte hace una elec­ muchos otros de sus escritos literarios, especialmente en la
ción inautèntica porque elige la fuga de la libertad y de la tragedia Morts saris Sepultare.
responsabilidad. En Le Mur, por ejemplo, vemos a Pablo Ibbieta, un espa­
Advertimos que esta especie de autenticidad sartriana es ñol republicano, en su celda de condenado a muerte, esperando
contraria a la requerida por Heidegger, pero también vemos junto con dos compañeros la ejecución a manos de los solda­
que, éticamente, es mucho más noble que la heideggeriana. dos de Franco. He aquí algunas de sus reflexiones a propósito
Empero, hay todavía otra razón por la cual Lucie y Henri de su camarada de prisión, Tom:
prefieren la muerte a la vida. Henri expresa esta idea al
decir : Durante veinticuatro hoi’as yo había vivido al lado de
Tom, lo había escuchado, le había hablado, y sabía que no
teníamos nada en común. Y ahora nos parecíamos como her­
«'—Yo había preparado ya mi equipaje, estaba ya del otro manos gemelos, simplemente porque íbamos a morir juntos.” i
lado. Será necesario volver. Veré de nuevo todo esto ... Pen­
sé que había sido por última vez.’' 1 De pie, juntos, ante su pared, ambos son incapaces de pro­
En suma, Henri pepsó que ya estaba contra la pared, don­ yectarse hacia su futuro, ambos han cesado de ser hombres
de termina la vida. Este símbolo de la pared, que es un tema reales; por eso se comprenden, constituyen una comunidad de
situación. Pero nada tienen en común con el médico belga
recurrente en las novelas y dramas de Sartre, caracteiiza su
que vino a su celda para observarlos, y que no está condenado.
>• interesante psicología de la muerte. Digamos unas palabras
sobre ella. “Miramos al belga, lo miramos, los tre 3, porque estaba vivo.
Para Sartre, el hombre es esencialmente libertad, antici­ Tenía gestos de ser viviente... Podía pensar en mañana.” 2
pación de sus propias posibilidades proyectadas hacia su fu­
turo. Pero tan pronto sabe el hombre que tiene que morir en Asi, aquellos que se encuentran ante su pared, no se con­
una fecha determinada y próxima, ya no puede “proyectarse" sideran ya seres vivientes, ya están virtualmente muertos.
hacia el futuro, y siente como si una “pared” (mur) se hu­ He aquí otras de las reflexiones que se hace Ibbieta:
biera alzado súbitamente ante él, una pared más allá de la
cual no puede llegar, pensar, sentir o planear. Ya no es un Me digo: después no habrá más nada. Pero no comprendo
hombre real, porque ser hombre significa ser libre para pro­ lo que eso quiere d ecir... Veo mi cadáver; no es difícil,
yectarse hacia el futuro, hacia nuestras posibilidades; y esto pero soy yo que lo veo, con mis ojos... Tendría que llegar
es justamente lo que no puede hacer, estorbado por la pared a p en sar... a pensar que no veré más nada, que no oiré na­
da, y que el mundo continuará para los d em ás...” 3
que se alza enfrente. .Tal es la situación del hombre condena­
do a muerte, o de un individuo a quien los médicos han revela­ Luego, reflexionando en su vida anterior, se dice:
do que su enfermedad es tan grave que no alcanzará a vivir
hasta el año próximo. No siendo ya un hombre en el sentido “Yo había querido liberar a España, admiraba a Pi y
de un proyecto libre hacia el futuro, el individuo frente a la 1 Le Mur (París: Gallimard, 1939), pp. 22-23.
2 Ibíd., p. 23.
i Morts- saus Sepultare, p. 185. 3 Ibíd., pp. 21-22.

178 779

x
Margall, me agregué al movimiento anarquista, hablé en re­ L ucie : Y o soy otra. No me reconozco a mi m ism a... Está
uniones públicas; lo tomaba todo en serio como si hubiera bien, me amas: ¿y entonces?... Nuestro amor está tan le­
So sido inmortal.” 1 jos, ¿por qué vienes a hablarme de él? Realmente no tenía
ninguna importancia.
Esta última frase corrobora la idea que expresamos an­ J e a n : ¡M ientes!... ¡Era nuestra vida!
tes; la de que para cumplir grandes cosas en la vida, debemos L ucie : Nuestra vida, sí. Nuestro futuro. Yo vivía a la ex­
vivir bajo la ficción de la inmortalidad. Las reflexiones de Ib- pectativa. .. Esperaba el fin de la guerra, esperaba el día en
bieta, y sus palabras: “Si me hubiera imaginado que iba a que podríamos casarnos... Te esperaba todas las noches...
Ya no tengo futuro, ya no espero más que mi muerte, y
morir así, hubiera sido incapaz de mover el dedo meñique”,
moriré sola.” 1
son la mejor refutación de la idea heideggeriana, según la Estas palabras: “Moriré sola” (Je viourrai seule) son casi
cual, para existir auténticamente, debemos colocar nuestra exactamente las mismas pronunciadas por Pascal (On monrra
vida bajo la sombra permanente de nuestra muerte personal, seul), y que expresaban la idea de la individualización de la
pronta a fulminarnos en cualquier momento. muerte, cara al existencialismo.
Ibbieta piensa también en su amante Concha, que llorará ¿Qué son el amor y el matrimonio? Un proyecto humano
cuando se entere de su muerte. “Y con todo —agi’ega—, si me compartido. Pero si uno de los amantes se encuentra súbita­
*► \ mirara ahora, su mirada se quedaría en sus ojos, no me
v mente delante de una pared, la pared de la muerte que le
—c alcanzaría.. . ” a impide proyectarse hacia el futuro, ya nada le queda en
De pie ante esta pared, comprende perfectamente que ya común con el otro amante, quien continúa avanzando en su
nada tiene en común con las gentes a quienes nada impide condición humana, su libei'tad de proyectarse hacia sus posi­
0 I
•1 ' proyectarse hacia su futuro, aun si se trata de la mujer a bilidades. Esta tremenda escena muestra que si el amor, para
5« quien ama. Esta idea se expresa de manera mucho más po­ escritores idealistas, pareció siempre más fuerte que la muer­
tente en la gran tragedia de Sartre, Morts sana Sépulture. te, para el realista existencialista Sartre, la muerte es más
Sabemos que Lucie ha sido tomada prisionera con sus cama- fuerte que el amor.
radas de la Resistencia y que tanto ella como los demás mo­
Esta psicología de la muerte, simbolizada por la pared, ha
rirán bajo el fuego de un pelotón fascista, a excepción de
sido en verdad brillantemente desarrollada por Sartre. Cabe
Jean, el hombre a quien Lucie amó e idolatró. Ahora, de pie
decir, empero, que esto no es nuevo. El célebre escritor
ante su pared, ella tiene todo en común con sus camaradas,
vienés Arthur Schnitzler la había desarrollado ya a fines del
que se encuentran en la misma situación, pero nada en común
con el hombre amado, quien mañana saldrá de la cárcel y siglo xix, sin emplear la palabra “pared”, pero en el mismo
sentido que Sartre. La única diferencia es que Schnitzler era
puede proyectarse libremente bacía su futuro y sus posibili­
dades. Y, aunque esto no es culpa de Jean, el amor de Lucie médico y vivió en un mundo pacífico; por consiguiente, sus
morituri no han sido condenados a muerte por la sentencia
se ha desvanecido. He aquí una parte de su diálogo:
de un tribunal de guerra, sino por el diagnóstico de un médi­
“J ea n : Deja que me quede junto a ti; callaré si quieres,
pero estaré aquí y no te sentirás sola. co. En el magnífico relato de Schnitzler, Sterben (Morir),
L ucie : ¿No me sentiré sola? ¿Contigo? ¡Oh, Jean! ¿Es publicado en 1892, el joven Félix es informado por su médico
que no has comprendido? Ya no tenemos nada en común. que sólo le queda un año de vida, pues la tisis lo está matan­
J ea n : ¿Has olvidado que te amo? do lentamente. Colocado de pronto ante una pared, más allá
L ucie : E s a otra a quien am a b a s... de la cual no puede ver ni sentir ni pensar, Félix pierde toda
J ean : A ti. su comunidad moral y espiritual con sus amigos, y hasta con
Marie, su novia, quien, en un primer momento, se decide a
1 Jbid., p. 25.
3 Ibíd., p. 26. 1 Morts sa?i8 Sépulture, pp. 146-149.
ISO 181

ki
la penetrante lógica y el genio dramático que lo caracte­
morir con él. Pero cuando Félix está al borde de la muerte, rizan.
y quiere llevarse con él a Marie, ella huye con horror de las Por lo que concierne al psicoanálisis existencialista, Sartre
manos que tratan de estrangularla. Imaginar nuestra pared, concluye que “el miedo a la muerte (en Heidegger) , la T e -
y verla ante nuestros ojos, son cosas diferentes. También para suelta decisión o la fuga en la inautenticidad, no pueden con­
Schnitzler la muerte es más fuerte que el a m o i^ siderarse como proyectos fundamentales de nuestro ser”. Por
La idea básica de 1í\ pared, o sea que los agonizantes y los consiguiente, es necesario “ir más allá de los resultados de la
vivos no hablan el mismo lenguaje, y que poco pueden comu­ mental”. 1 Y sabemos que la búsqueda del proyecto funda­
nicarse unos a los otros, está expresada, aún más claramente, mental, esta elección original del hombre, es el verdadero ob­
en la pieza teatral de Schnitzler, Die letzten Masken (Ultimas jetivo del psicoanálisis existencialista. El capítulo siguiente
máscaras), donde el periodista Rademacher, que va a morir, tratará de mostrar cuál es ese proyecto fundamental.
pide al médico del hospital que llame a su antiguo amigo, el
brillante escritor Weihgast. La intención de Rademacher es 1 V E trc et le Néant, p. 651.
aliviar su amargado corazón, diciendo a Weihgast, con las
más violentas palabras, cuánto lo desprecia, y también que la
$ esposa de Weihgast comparte esos sentimientos y que ha
V
v sido su amante. Rademacher llega incluso a ensayar la tirada
< antes de la llegada de Weihgast, en presencia de Florian, su
t
compañero de sala, igualmente condenado a una próxima
t» < muerte. Mas cuando Weihgast se presenta, Rademacher sólo
* ' atina a decirle trivialidades. Y después, cuando Florian quie­
i' re saber cómo se desarrolló la conversación, el agonizante le
contesta:

“—¿Qué puedo tener en común con él? Su felicidad, sus


preocupaciones, ¿son acaso de mi incumbencia? ¿Qué tenía­
mos que decirnos de nosotros mismos? ¿Qué tienen en co­
mún, gentes como tú y yo, con personas que mañana esta­
rán todavía en este mundo?” 1

Esta es exactamente la idea sartriana de la pared, y


Schnitzler publicó su pieza en 1902, tres años antes de que
Sartre naciera.
El concepto sartriano de la pared se encuentra también
vinculado a otras cosas además de la muerte; pero en su psi­
cología de la muerte es donde su simbolismo resulta más im­
presionante. Y aun cuándo advirtamos que en este campo
tuvo Sartre un predecesor —Arthur Schnitzler—, preciso es
reconocer que el filósofo francés desarrolló esa psicología con

1 A. Schnitzler, Die letzten Masken, en Gesammelte Werke


(Berlín, 1915), p. 390.
183
182
'!

Capítulo XXI ser-en-sí, y la translucidez de la conciencia, llamada ser-


para-sí.
EL PROYECTO FUNDAMENTAL DEL También sabemos que, para Sartre, la existencia del hom­
HOMBRE: DEVENIR DIOS bre es enteramente contingente, sin ninguna necesidad, gra­
tuita, absurda, sin base, y que fue esta convicción la que
proporcionó al personaje Roquentin su náusea. Ahora bien,
el ser que constituye el objeto del más profundo deseo del
> ser-para-sí, es un ser-en-sí, el cual es su propio fundamento,
eso que los metafísicos llaman Ens causa sui; este último
I no es más contingente, gratuito, absurdo. Alcanzarlo, signi­
ficaría superar la náusea vinculada a nuestra existencia.
El psicoanálisis existencialista de Sartre expresa este deseo
Vimos en el último capitulo que el proyecto fundamental del metafísico del hombre, basado en la ontología, bajo la forma
hombre, el objetivo último buscado por el psicoanálisis exis- de su nostalgia por el ser apacible, eterno, tranquilo, del
tencialista, no puede referirse a la muerte. Ni tampoco a la mundo inanimado; tal como, según el psicoanálisis empírico
\ de Freud, el hombre tiene la nostalgia de su vida pre-natal.
vida, ni a ninguna característica particular de la condición
< humana. “El proyecto original de un ser-para-sí sólo puede Y por cierto que ambos deseos tienen algo en común. Los
aspirar a su ser.” ¿Pero qué clase de ser? Esto se aclarará dos pueden ser interpretados como deseos del hombre de esca­
cuando recordemos algunos rasgos del ser-para-sí. par de su condición humana, su terrible libertad con sus elec­
ciones, responsabilidades y angustias, hacia el ser de una
Ser-para-sí, o conciencia humana, ha sido caracterizado
montaña —callado, pasivo, imperturbable— o, en el caso de
como un vacío dentro de la plenitud del ser, como negación
o “annihilación”, como carencia. Mientras el ser-en-sí, el Freud, hacia la vida vegetativa e inconsciente del feto. Una
y otra vez los personajes de Sartre expresan este deseo en
mundo de los objetos inanimados, es plenitud, la carencia sur­
diversas formas. Adviértase, por ejemplo, la confesión de
ge tan sólo a través de la conciencia humana. Sartre piensa
Daniel en Le Sursis:
que la existencia del deseo es la mejor prueba de que el hom­
bre es básicamente carencia. Si el hombre fuera lo que es, “Si hubiera sido una figura de piedra, insensible, incapaz
no reclamaría nada para completarlo. Pero siendo lo que no de sonido y movimiento, ciega y sorda, moscas y ciempiés
es, el hombre es incompleto. La luna llena es la que confiere correrían por mí de arriba abajo, y yo estaría inmóvil, una
al cuarto creciente su carácter de cuarto creciente. Tenemos, fantástica estatua de ojos blancos, vacía de intenciones, im­
pasible al dolor; entonces podría haber coincidido conmigo
pues, que determinar cuál es la carencia del hombre. Sartre mismo, No era para aceptarme, el cielo no lo permita, pero
contesta que ese ser perpetuamente ausente, que acosa al ser- para llegar a ser así el objeto puro de mi odio... Solamente
para-sí, y que representa el valor, es el ser-en-sí. “El ser del ser. En la oscuridad, al azar. Ser un homosexual así como
que el ser-para-sí carece, es el en-sí.” 1 el roble es roble. Extinguir el ojo interior. .. ¿Por qué no
Sabemos que la conciencia humana no coincide jamás con­ puedo ser 'lo que ellos ven?” 1
sigo misma, que jamás es, sino que siempre está deviniendo. Lo que Daniel expresa es tan sólo la fuga de la condición
Sartre piensa que, por esta razón, el hombre tiene el deseo humana, la evasión de la libertad hacia la mala fe y la inau­
—o, mejor, que es el deseo— de tener al mismo tiempo la tenticidad.
coincidencia consigo mismo del mundo inanimado, llamado También Mathieu tiene ese deseo humano fundamental del
ser-en-sí, pero, como profesor existencialista de filosofía,
1 Ibíd., p. 652. 1 Le Sursis, p. 133.
184 185

m
& advierte la imposibilidad de la síntesis a que ese proyecto
fundamental aspira:
Pero si ello es asi, si el hombre no puede elegir más que ser
Dios, ¿no es esto la negación total de su libertad de elección?
Sartre lo niega, diciendo que si el proyecto de devenir Dios
“Extendió las manos y las paseó lentamente sobre la pie­ es el sentido de nuestro deseo fundamental, el deseo concreto
dra de la balaustrada; era rugosa, agujereada, una esponja no está jamás constituido por este sentido, y es siempre una
petrificada, todavía caliente del sol de la tarde. Estaba allí,
invención particular de objetivos, con relación a la situación
enorme y maciza, encerrando en sí el silencio aplastado, las
tinieblas comprimidas que son el adentro de las cosas. Es­ empírica del hombre. El deseo de ser se realiza a sí mismo
como el deseo de un cierto modo de ser. Y este deseo por
i taba ahí: una plenitud. El anheló agregarse a esa piedra,
fundirse en ella, llenarse de su opacidad, de su reposo. Pero cierto modo de ser se expresa como el sentido de estos mi­
i
no podía ayudarlo en nada: estaba afuera, para siempre.” 1 llones de deseos concretos que constituyen la malla de nues­
tra conciencia.
Por cierto que el hombre no desea simplemente el retorno Así, partiendo de esta premisa ontológica, el psicoanálisis
a la cosidad, a un simple ser-en-sí. Su proyecto fundamental existencialista ve en lojt deseos empíricos del hombre una sim­
es ser al mismo tiempo en-sí, como una cosa, y para-sí, como bolización de su manera personal de alcanzar ese proyecto
c una conciencia; determinado como una cosa, y libre como un
r, humano general y fundamental. Sólo puede aprehendérsela
\ hombre; solo y eterno como una roca, y consciente y sensible
s. en esos deseos empíricos, y por medio de ellos. La manera
c como un alma. por la cual el hombre trata de realizar el proyecto humano
fundamental de ser Dios en sus deseos empíricos, concretos,
“Es como ser que es lo que no es, y que no es lo que es, caracteriza y aun crea su personalidad. Este deseo funda­
6 * que el para-sí proyecta ser lo que es; es como conciencia que mental expresa concretamente en el mundo, y en la situación
*. ' quiere tener la impermeabilidad y la densidad infinita del
k* definida de una persona, una estructura abstracta general,
en-sí; es como annihilación dd en-sí y perpetua evasión de que es la realidad general del hombre en una persona. Esto
la contingencia y la facticidad que quiere ser su propio fun­
permite al psicoanálisis existencialista sostener que hay una
damento.” 2
realidad humana general, y no sólo individualidades incom­
* f
En resumen, la carencia, el deseo, el proyecto fundamental, parables. La libertad se expresa en las innumerables formas
? c« concretas en las cuales las personas humanas manifiestan su
el valor ideal, supremo del hombre, es devenir un en-soi-pour-
soi, un “en-sí-para-sí”, un cosmos autoconsciente que sería la elección de ser, y tratan de realizar su ser “en-sí-para-sí”.
base de su propio ser-en-sí, por la mera conciencia que toma Cada deseo concreto, el de comer, dormir, crear una obra de
de sí. \ arte o ayudar a otra persona, expresa el proyecto personal
Se advierte que este ideal está más allá de las posibilida­
des humanas y que, en verdad, ese Ens causa, sui, o ser que
es su propia causa y base, ha sido siempre identificado con
I de un hombre para realizar su ser-en-sí-para-sí, y caracteriza
así, en una concreción individual, su entera personalidad,
así como el hombre en cuanto tal. Es ésta una de las ideas
el concepto de Dios. Savtre lo admite abiertamente al decir básicas del psicoanálisis existencialista.
que ;el proyecto fundamental del hombre es el de convertirse El deseo del hombre no sólo se define por la relación “en-
en Dios. “Ser hombre es tender a ser D ios... Fundamental­ sí-para-sí”, o la idea de Dios-hombre. También es relativo a
mente, el hombre es deseo de ser Dios.” 3 j ese ser concreto y bruto llamado el objeto del deseo. Puede
ser cualquier cosa —un pedazo de pan, un automóvil, una
1 Ibid., p. 285. mujer—. El deseo del hombre es uno de los aspectos de su ser-
2 L'Etre et le Néant, p. 653. en-el-mundo. Si deseo un cuadro, esto significa que quiero
3 Ibid., pp. 653-654. Ver Ja misma definición en A. Mal- comprarlo a fin de tenerlo. Si deseo escribir un libro, signi­
raux, La Covdtiiou húmame (París, 1933), p. 271. fica que quiero hacerlo. Si una mujer se pinta los labios,

186 187
I
MI
significa que quiere ser bella. He aquí las tres grandes ca­
tegorías de la existencia humana: tener, hacer, serj y el Bohr, constituyen una clara refutación del complejo de Jonás
psicoanálisis existencialista trata de estudiarlas. sartriano, ya que esos resultados de la física moderna prue­
De esas categorías, la de tener parece, al principio, la más ban —por lo menos en el microcosmo— que la observación
importante en el psicoanálisis existencialista de Sartre; ya modifica necesariamente el objeto observado.
la hemos encontrado bajo el nombre de posesión. Recuérdese Pero lo esencial, para Sartre, es la demostración de que
que Sartre definía la esencia de las relaciones humanas, in­ el conocimiento o descubrimiento de la verdad es un modo
cluyendo el arpor, como una tentativa mutua de seres dife- de apropiación y propiedad. Ve en ello algo análogo a la
ientes para posesionarse de la libertad del otro ser, de apro­ posesión carnal, que nos ofrece la seductora y vertiginosa
piárselo para sí, de esclavizarlo. Y veremos ahora que el imagen de un cuerpo que es “perpetuamente poseído y per-
mismo frenesí de apropiación y posesión domina asimismo la l»etuamente nuevo, y en el cual la posesión no deja rastro
relación del hombre con las cosas, con el ser-en-sí. alguno”. 1
Heidegger ha dicho que el conocimiento, en el sentido de Pero en este punto cabe sostener una opinión diferente,
descubrimiento de la verdad, es Raub, es decir robo o pira­ como lo hace por ejemplo el personaje de una novela de
tería. 1 Sartre adoptó esta primitiva teoría del conocimiento François Mauriac, que ve “huellas de dedos” en un cuerpo
heideggeriana,. que aquél había explicado asimismo en su femenino “que ya ha servido”. 2
opúsculo Vom Wesen der Wahrhcit (1943). Para Sartre, la f Según el psicoanálisis existencialista de Sartre, no sólo el
investigación científica no es sino una tentativa de apropia­ conocimiento y el amor, sino todas las otras actividades hu­
ción. Una verdad descubierta, es mi saber. Es una síntesis manas como el arte, el deporte, la caridad, etcétera, no son
del ego y el no-ego, expresada por el pronombre “mío”. La sino formas de apropiación, y por tanto modos de la cate­
relación entre el descubridor y el objeto descubierto es la de goría "tener” . . .
una “violacióp por la mirada”. Esta idea conduce a Sartre Tomemos, por ejemplo, el deporte. Es un modo de juego,
a establecer el primer complejo de su psicoanálisis existen­ y también en eso descubre Sartre una tendencia apropiativa.
cialista denominado el complejo de Actcón. En la mitología Notemos que, en primer lugar, el juego es lo opuesto del
antigua, Acteón es el cazador que apartó los juncos para es­ espíritu de seriedad. La seriedad se caracteriza por una
piar la desnuda belleza de Diana, mientras la diosa se baña­ actitud, que adscribe al mundo más realidad que al ser-para-
ba. Sartre piensa que el hombre de ciencia es un cazador que sí. El materialismo es serio, y por eso es la doctrina de los
sorprende una desnudez blanca, y la viola con la mirada. revolucionarios. Estos tienen que ser serios, ya que se sien­
Pero el complejo de Acteón no impide a Sartre admitir ten abrumados u oprimidos por el mundo que aspiran a cam­
también la interpretación opuesta del conocimiento: al cono­ biar. El hombre serio es un hombre de “mala fe”, que niega
cer, la conciencia atrae su objeto hacia sí, y se lo incorpora su propia libertad y se considera como una consecuencia del
sin destruirlo, como la ballena tragó a Jonás. El psicoanáli­ mundo. A los ojos de Sartre, Marx es el gran pontífice del
sis existencialista sartriano admite también un complejo de espíritu de seriedad, porque es el autor del principio mate­
Jonás, conforme con el cual conocer es comer lo de fuera, sin rialista de la prioridad del objeto, y el hombre es serio cuan­
consumirlo. Sartre supone aquí que “el objeto conocido no es do se considera como un objeto y no como una libertad, una
afectado por el conocimiento”, y esta idea constituye la esen­ iniciativa.
cia de su complejo de Jonás. Pero parece que la mecánica de Ahora bien, el juego libera la subjetividad. Es la actividad
los “quanta”, conjuntamente con la relación de indetermina­ cuyo primer origen es el hombre, a la que el hombre impone
ción de Heisenberg y la teoría de la complementaridad de
i L'Etre et le Néant, pp. 678, 668.
1 Heidegger, Sein und Zeit, p. 222. ¿ F. Mauriac, Fleuve de Feu, p. 23.
188 189
los principios, y donde no puede haber consecuencia alguna ción, sea total o parcial, y lo que las mismas quieren poseer,
salvo aquellas que provengan de los principios libremente más allá del objeto concreto de su búsqueda, es el ser, el
sentados por el hombre. absoluto ser-en-sí.” 1
No obstante, Sartre afirma que tampoco el juego está
libie de una tendencia apropiativa. Al comienzo es un deseo Pero, ¿qué es posesión? Bajo la influencia de Rousseau,
ae so , y después un deseo de tener. La categoría de hacer Fichte vio en la propiedad el resultado de un contrato social
es siempre transitoria y, básicamente, todo deseo es un de­ conforme con el cual una persona renuncia a los bienes de
seo de ser o tener. El deporte es la libre transformación de todos los demás, a cambio del derecho exclusivo de usar
un medio (müieu) del. mundo en un elemento que sostiene la una cosa.
acción. Sartre estudia especialmente el patinaje sobre esquís,
que parece conocer muy bien. Ver una pista nevada_dice— “Pero aquel que no posee nada, no ha renunciado a n a d a ...
significa poseerla. El sentido del esquiar no es sólo el per­ No habiendo sido tomado en consideración, preserva su de­
recho original de hacer lo que quiera, en cualquier sen­
mitirme rápidos desplazamientos; es también, básicamente,
tido.” 2
poseer el campo de nieve. Deslizarse por una pendiente nos
asegura el dominio de la materia, el dominio del campo neva­ De aquí deriva el n\arxismo, el derecho del proletariado a
do. “Admirable imagen de poder”, i agrega Sartre. Vemos no reconocer las relaciones de propiedad del mundo capita­
otra vez que el proyecto fundamental sartriano está muy lista. En cambio Sartre, que pretende ser socialista, Tehúsa
cerca de la voluntad de poder de Nietzsche, y del objetivo de ver en la propiedad un mero concepto social. Según él, la
superioridad de Adler, como elección básica del hombre. “Es propiedad es una relación ontológica básica entre el hombre
mi campo de nieve, porque lo he cruzado cien veces. Es mío.” y el sev-en-sí. Presumimos que ésta es otra razón del con­
Sartre advierte apropiación en el escalamiento de montañas, flicto entre Sartre y los comunistas, en cuyas filas combatió
en la natación, en las carreras de obstáculos, etcétera. Una durante la Resistencia.
montaña a la cual ascendí por primera vez, y en la cual icé Para SaTtre, la propiedad es un vínculo interno de ser.
una bandera, es “mía”. Reconocemos al poseedor en y por el objeto que posee o po­
A este aspecto de la apropiación deportiva, agrega Sartre seyó. Esto explica la significación de las reliquias. Recono­
el de “la dificultad que hemos superado” en el acto libre del cemos a Bolívar en un objeto que le perteneció, y que está
juego. Esta es nuevamente una de las ideas nietzscheanas. ahora en un museo.
En su Gootzendacmmernng dice Nietzsche: Este vínculo ontológico interno entre el propietario y el
cbjeto poseído, se explica por una especie de unificación.
“¿Cómo se mide la libertad? Por la resistencia que debe ^Poseer significa unirse con el objeto poseído, bajo el signo
ser superada, por el esfuerzo que cuesta mantenerse a flote.” 2 de la apropiación.” 3 Así, el deseo por un objeto dado, no sólo
es deseo por ese objeto, sino deseo de unirse con el objeto, y
En su ensayo “¿Qué es la Literatura?”, publicado cuatro alcanzar la unidad denominada “poseedor-objeto poseído . Poi
años después de su obra principal, Sartre declara que el ser consiguiente, el deseo'de poseer se reduce al deseo de ser en
se revela a través del hacer, y reclama una literatura de la relación con cierto objeto),
acción. Pero en “ El Ser y la Nada” da más importancia al El existencialista Sartre está satisfecho por haber reducido
ser, diciendo: de este modo el deseo de tener a un deseo de ser. El deseo
“El arte, la ciencia, el juego, son actividades de apropia­
1 L ’Etre et le Néant, p. 675.
1 L ’Etre et, le Néant, p. 673. 2 J. G. Fichte, Der geschlossene Handelsstaat (1800), en
2 Nietzsche, Gesammelte Werke, VIII, p. 149. Sümtiiche Werke (Berlín, 1845), Til, p. 445.
3 L’Etre ct le Néant, p. 678.
190
191
T
fe
de ser continúa, sin embargo, manifestándose bajo la forma de sido expuestas un siglo antes por el propio fundador del so­
un desatado deseo de tener, de apropiarse, de poseer. En este cialismo científico, Karl Marx, aunque Marx lo hizo con
deseo de posesión se manifiesta el proyecto de ser un “en-sí- intenciones críticas. Incluso las expresiones verbales de Sar­
para-sí”, un Dios-hombre. En cada caso, la apropiación se tre son similares a las que emplea Marx en sus comentarios
caracteriza por el hecho de que el objeto se nos aparece al sobre pasajes del “Fausto” de Goethe y del “Timón de Ate­
mismo tiempo como una emanación subjetiva de nosotros nas” de Shakespeare, sólo que Marx escribía en alemán y
mismos y como una relación de exterioridad independiente de Sartre en francés.
nosotros. Para Sartre^ el pronombre posesivo “mío” expresa Marx decía en 1844: “Lo que puedo pagar, esto es, lo que
una relación intermedia entre la absoluta interioridad del ego el dinero puede comprar, es yo mismo, el poseedor del dine­
y la absoluta exterioridad del no-ego. En este sincretismo de ro. Mi poder es tan grande como el poder del dinero... Si el
la propiedad, el no-ego deviene ego, y el ego deviene no-ego. dinero es el lazo que me liga con la vida humana, la socie­
En esta relación encontramos también un valor, como la indi­ dad, la naturaleza y el hombre, ¿no es el dinero el lazo de
cación ideal del ser total, que se alcanzaría en la unión entre todos los lazos?” 1
un hombre y su propiedad. Por consiguiente, la apropiación En 1943 Sartre escribía: “Soy lo que ten g o ... El dinero
es una relación entre el ser-para-sí, llamado hombre, y el representa mi poder... representa mi lazo mágico con los
ser-en-sí, llamado cosa. A través de la propiedad, el hombre objetos.” 2
deviene Dios en esta filosofía de Sartre, que parece una base Resulta innecesario agregar que al analizar los conceptos
ontológica del capitalismo, pese a las protestas del autor, de propiedad y de dinero Sartre no menciona a su predecesor
que dice ser socialista y revolucionario. Marx.
O
Este carácter de la filosofía sartriana se acentúa todavía Nuestro filósofo concluye que “la apropiación no es sino
más en su teoría del dinero. La apropiación, para él, es una el símbolo del ideal del para-sí, o valor**. De este modo, Sar­
especie de creación. En una sociedad primitiva, tengo que tre identifica también la propiedad y el valor, o el precio
crear el objeto que quiero poseer. En la sociedad moderna y el valor, que Kant había separado tan ingeniosamente.
esta función creadora no está abolida, sino sólo enmascarada; Sartre, empero, insiste en el carácter ideal, aimbótico, de
“el objeto que poseo ha sido comprado por mí. El dinero todas estas relaciones, y no en su aspecto utilitario. Ningún
< representa mi poder”. Es un instrumento de posesión. gesto de utilización alcanza realmente a darnos el placer
Si Bacon dijo que el saber es poder, Sartre afirma que “el apropiativo, sino que sólo nos traslada a otro. Más allá de
dinero es sinónimo de poder... Tener es crear”. 1 su valor simbólico, no ofrece ningún placer positivo. La pro­
Piensa así que el total de mi propiedad refleja el total de piedad sólo indica un placer supremo —el de ser mi propia
mi ser. La casa, el auto que poseo, son yo. Schopenhauer base—, pero esto se halla siempre más allá de cualquier acti­
dijo que lo importante en el hombre no es lo que tiene o lo tud apropiativa destinada a lograrlo.
que representa en la sociedad, sino sólo lo que es. Sartre, por Sartre piensa, al respecto, que esta revelación de la impo­
el contrario, afirma: “Soy lo que tengo.” Resulta obvio que sibilidad de poseer realmente un objeto, explica el violento
esta unión entre el para-sí que soy y el en-sí que tengo parece deseo humano de destrozar. Destrozar significa para él una
alcanzar el ideal del “en-sí-para-sí”, el proyecto humano de especie de reabsorción del en-sí por el para-sí, una relación
ser Dios. La divinidad a través de la propiedad... ¿No es tan profunda como la de la creación. Esto nos lleva a pensar
una extraña fórmula para un socialista?
Debemos recordar, sin embargo, que algunas de las ideas 1 Geld (“Oekonomisch-philosophische Manuskidpte”, 1844),
básicas de Sartre sobre la propiedad y el dinero ya habían en Marx-Engeh Gesamtausgabe, Erate Abteihmy (Berlín,
1932), fíand 3, p. 147.
1 Jbid., pp. 679-680. 3 L’Etre et le Néant, pp. 679-680.

792 793

OVA
en la glorificación de la destrucción, de Ernst Jünger, enten­ usa esa destrucción “a efectos de esclavizar a la otra perso­
dida como pasión humana básica.1 na”. i Sartre concluye diciendo que cada vez que el psicoanáli­
El hombre es la base del granero que arde, y que él ha sis existencialista encuentra generosidad en una persona, debe
incendiado —afirm a Sartre—, apuntando a una especie de investigar su proyecto original y tra ta r de descubrir por qué
divinidad a través de la destrucción. “La destrucción, quizá esa persona ha elegido la apropiación por destrucción en vez
mejor que la creación, í’ealiza la apropiación, porque el objeto de creación. Esto revelará la relación original con el ser,
destruido ya no está ahí para mostrarse impenetrable.” 2 que constituye la persona en cuestión.
Usar alguna cosa, para ir destruyéndola así lentamente, es Toda ciencia que se ocupa de cosas humanas muestra la
también una actividad apropiativa. Al margen de todas las tendencia a reducir los valores a hechos libres de valor. Con
ventajas utilitarias, el uso crea un placer secreto, porque es todo, al trata r la generosidad, Sartre reduce meramente los
una destrucción parcial ocasionada por nosotros. Tal es la valores positivos a valores negativos. Al admitir la psicolo­
verdadera razón de nuestro placer al consumir. Para Sartre, gía como tal, nos veríamos compelidos a aceptar incluso eso,
la consumición significa a la vez destrucción apropiativa, y si las demostraciones de Sartre estuvieran mejor fundadas.
placer alimentario. La consumición es “destrucción por in­ Pero me parece que la reducción sartriana de la generosidad
corporación”. 3 | a un deseo de posesión, de destrucción y de esclavización, está
\
¿No advirtió Sartre que lo que aquí describía no era un demasiado traída de los cabellos, y es muy artificial.
nuevo rasgo de su psicoanálisis existencialista, sino tan sólo
Estamos habituados a juzgar el anhelo de posesión como
el instinto de muerte de Freud? Ya éste se había referido al
un fenómeno moral. Sartre, empero, busca darle un signifi­
n “acto de comer como una destrucción del objeto, con el pro­
cado meramente ontológico. Si queremos poseer cierto objeto,
<r pósito final de incorporárselo”.4 Incluso el léxico de Sartre y
lo queremos en cuanto representante del ser-en-sí — que
el de Freud son aquí idénticos.
_

deseamos apropiarnos, a efectos de ser nuestra propia base y


El psicoanálisis existencialista de Sartre va más allá al
superar la náusea de nuestra contingencia, de nuestra gra-
aplicar el instinto de muerte de Freud, cuya finalidad, según
í tuidad.
¿ / £t

su autor, es “deshacer conexiones y, así, destruir cosas”.5


La generosidad, por ejemplo, no es considerada por Sartre Todo proyecto posesivo apunta a cambiar el ego, o ser-
como irreductible, sino como una forma primitiva de la des­ para-sí, en base del mundo, en la totalidad concreta del mundo
trucción. No sólo destruyo una cosa aniquilándola, sino o ser-en-sí, por medio de una identificación ideal entre el ser-
también dándola. Mientras el idealismo consideró siempre la para-sí y el ser-en-sí.
generosidad como una manifestación ética desinteresada, Sar­ “Estar-en-el-mundo es proyectar poseer el mundo, es decir
aprehender el mundo total como aquello que falta al para-sí
tre piensa que el anhelo de destrucción, que se encuentra en para que llegue a ser en-sí-para-sí; es entrar en una totali­
el fondo de la generosidad, es sólo una forma velada del dad que es precisamente el ideal, o valor.” 2
anhelo de posesión. “La donación es un placer áspero y breve, Esta frase no ha sido extraída del Mein Kampf de Hitler,
casi sexual; dar es. . . un contacto apropiativo destructivo.” donde encajaría muy bien como base filosófica del sueño pan-
Pero también el ser-para-otros interfiere en esta relación, germanista de poseer y gobernar el mundo entero. No, esta
puesto que de acuerdo con el psicoanálisis existencialista sar- frase se encuentra en el gran tratado ontológico que Sartre
triano, la generosidad es apropiación por destrucción, ya que publicó en ParÍB durante la ocupación alemana. Verdadera­
mente, el autor debía estar viviendo en una especie de torre
1 Ernst Jünger, In Stahlgewittem (Berlín, 1930),
3 L ’Etre et le Néant, p. 683. de marfil, para pasar por alto los aterradores malentendidos
3 Ibíd., p. 684.
4 S. Freud, An Outline of Psychoanalysis, p. 21. 1 UEtre et le Néant, p. 685.
5 Ibíd., p. 20. 3 Ibíd., p. 688.

194 19 5
morales que esta afirmación mitológica podía acarrear. Pero, Capítulo XXII
¡bien sabemos que Sartre no vivía en una torre de marfil!
Después de la derrota de Hitler, Sartre sintió probable­
EL PSICOANÁLISIS DE CUALIDADES
mente las implicaciones escandalosas de esta doctrina, porque Y ALIMENTOS:
5, la invirtió por completo en su libro “¿Qué es la Literatura?”, VISCOSIDAD Y NÁUSEA
donde afirma enfáticamente: “No estamos más con los que
quieren poseer el mundo, pero sí con los que quieren cam­
biarlo. . 1 Esta fórmula marxista correspondió a la situa­
rf ción histórica de Francia de 1947, mientras que la fórmula
hitleriana “estar-en-el-mundo es proyectar poseer el mundo”
reflejó la situación de 1943, cuando los nazis dominaron a
Europa. Esta contradicción puede servir como ejemplo de
una filosofía “en situación histórica”.
r El deseo del hombre de poseer el mundo entero es sólo Para el psicoanálisis existencialista, la cualidad material de
una consecuencia lógica de la premisa sartriana de que el r.n objeto que queremos poseer —la fluidez del agua, la den-
■r í
- * proyecto fundamental del hombre es ser Dios. Porque Dios «idad de una piedra, la viscosidad de una crema—, son dis­
es el ser que posee el mundo. Mi libertad —dice Sartre—, tintas maneras simbólicas de representar el ser. Lo que
es “una elección de convertirme en Dios”, y todos mis pro­ elegimos en esos objetos es un cierto modo en el cual el ser
i yectos reflejan esta elección, en una infinidad de maneras se revela a sí mismo y puede ser poseído. El rojo y el azul,
r de ser y de tener. Ahora bien, el psicoanálisis existencialista el sabor del tomate o de las arvejas, no son considerados por
aspira a encontrar, en todos los proyectos empíricos y con­ ot psicoanálisis existencialista como hechos irreductibles, y
cretos, el modo original con que cada persona ha elegido tampoco lo son nuestras preferencias o nuestro desagrado con
su ser. Pero esto significa que el psicoanálisis existencialista respecto a esas cualidades.
1 debe encontrar asimismo por qué cierta persona elige poseer Ante todo, el psicoanálisis existencialista quiere revelar el
el mundo por medio de estos objetos particulares, en tanto “Henificado ontológieo” de estas cualidades, y sólo entonces
C buscará explicar las preferencias o repulsiones de una persona
que otra persona elige poseerlo por medio de otros objetos.
Pues, según Sartre, el objeto no es irreductible. Apuntamos por esas cualidades. Sólo de esta manera —dice Sartre—, y
I' al ser del objeto desde el ángulo de su modo de ser o de su no por consideraciones de sexualidad, podrá su nueva disci­
cualidad. Esto lleva a Sartre a su psicoanálisis de objetos y plina per capaz de explicar los gustos de ciertas personas:
cualidades, que analizaremos en el capítulo siguiente. por ejemplo, por qué a Pedro o a Pablo les gustan las naran-
jíiH, pero vomitarían si se los obligara a comer ostras. El
1 “Qu’est-ee que la littératuve?”, p. 264. psicoanálisis existencialista no tiene ya en cuente el viejo
atingió de ym tihus von cst disputandmn, los gustos no se
discuten. Los gustos, o las preferencias de ciertos poetas por
ciertas metáforas —la fluidez del agua, en Poe, o las imá­
genes geológicas de Rimbaud—, simbolizan un cierto modo
de elegir el ser. El psicoanálisis existencialista no considera
como irreductibles las preferencias por las cosas dulces, amar­
gas o viscosas, sino que ve en esas cualidades ciertos aspec­
tos del ser y, en las preferencias por tales cualidades, ciertas
elecciones fundamentales de ser, las cuales caracterizan a

796 197

ti
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determinadas personas. Porque el hombre “es” aquello que enseña a los pájaros y a los hombres a cantar, a hablar, a
prefiere. repetir; y h a y ... una continuidad entre la palabra del agua
Schopenhauer afirm a que hay dos clases de pensadores: y la palabra del hombre. Recíprocamente, insistiremos en el
los que llegaron a ser filósofos observando el mundo, y los hecho de que... originariamente, el lenguaje humano tiene
que llegaron a serlo leyendo un libro. Sartre pertenece cier­ una liquidez... agua en las consonantes”. 1
tamente al segundo grupo. Se convirtió en fenomenólogo le­ Como el mismo Sartre lo admite, sus diferencias con Bache­
yendo a Husserl, en existencialista leyendo a Heidegger, y en lard parecen ser principalmente terminológicas. Sartre insis­
psicoanalista existencialista leyendo a Gaston Bachelard, por te con energía en la necesidad de aplicar psicoanálisis, no
supuesto que luego de haber leído a Freud y a Adler. En solamente a las personas sino a las cosas, y crear un “psico­
efecto, la idea básica del psicoanálisis existencialista, e inclu­ análisis de las cosas”. Este último tendría por tarea determi­
so una parte de su desarrollo, pueden encontrarse en algunos nar la manera en la cual cada cualidad, cada cosa y cada
libros de Gaston Bachelard, famoso profesor de filosofía en materia es un símbolo objetivo del ser y la relación que guar­
la Sorbona., y especialmente en su Psychanalyse du Feu, y da con el hombre. Busca determinar lo que Sartre denomina
V E au et les .Reres. “el contenido metafisico” de cada revelación de ser. “¿Cuál
Naturalmente, nuestra observación no significa que Sartre es —pregunta—, el contenido metafisico de las cualidades
sea solamente un compilador. No hay duda que posee un no­ rojo, amarillo, pulido, áspero?”
table talento creador, pero es un talento que necesita siempre Cuando decimos que el apretón de manos de un hombre es
ser fecundado y estimulado por otros. Metafóricamente ha­ “viscoso”, o cuando hablamos de una “sonrisa viscosa”, nos
blando, su talento creador es más femenino que masculino. parece que estamos simplemente usando una metáfora. “Pues
o
* En su libro V E au et les Rêves (El agria y los sueños), está usted equivocado”, replica Sartre, y nos explica que la
Bachelard distingue entre una imaginación formal y una viscosidad, como cualquier otra cualidad, es una naturaleza
imaginación material. Esta última es una especie de física objetiva, “que no es ni material (y física) ni psíquica, sino
y química de nuestros sueños —incluyendo los ensueños diur­ que trasciende la oposición de lo psíquico y lo físico, al reve­
) nos de los poetas—, que los compelen a extraer sus metáforas larse como la expresión ontològica del mundo en su totali­
de ciertos reinos de la naturaleza. Bachelard piensa que, en d a d ...” 2 Para Sartre, la viscosidad simboliza el ser en una
todas esas imágenes, la materia gobierna la forma. Las cosas cierta manera; y no es por analogía ni por una proyección
materiales tienen en sí una significación, un simbolismo, que de nuestros sentimientos hacia esa casualidad, que esta últi­
t- debe ser explicado en relación con la personalidad de aquel ma adquiere carácter simbólico. Sartre piensa que para es­
que las elige. Al considerar, por ejemplo, la poesía y la prosa tablecer una relación simbólica entre la viscosidad y la mez­
de Edgar Allan Poe, Bachelard piensa que en sus metáforas quindad pegajosa, fue necesario que ya hubiéramos aprehen­
se da una síntesis de belleza, muerte y agua. dido la mezquindad en la viscosidad, y la viscosidad en cier­
A Sartre no le agrada el término imaginación material, tas formas de mezquindad. Lo que Sartre parece imaginar
que emplea Bachelard, porque según él el psicoanálisis exis­ es una especie de vínculo a priori entre la cualidad física de
tencialista no está interesado en las imágenes o metáforas, viscosidad y la cualidad moral de la mezquindad, un vínculo
sino que quiere explicar la significación de las cosas. Pero a que descubrimos, pero que no hemos creado. Es como si sur­
pesar de su término “imaginación material”, Bachelard se giéramos a un mundo donde los sentimientos y los actos están
interesa también por el significado material de las cosas. Esto realmente dotados de materialidad y de ciertas cualidades,
se ve claramente cuando dice, por ejemplo, que “las voces del como viscoso, blando, etcétera, pero donde, por otra parte,
agua son apenas metafóiúcas ; el lenguaje del agua es una
realidad poética directa; los arroyos y los ríos sonorizan, con 1 G. Bachelard, V E au et les Rêves (París, 1942), p. 22.
extraña fidelidad, los mudos paisajes; el agua susurrante 2 VE tre et le Néant, p. 698.

198 799

m r — ^
r
o
todas las sustancias materiales están originalmente dotadas cosidad es descubierta por la “intuición” fenomenològica hus­
s.
de significaciones psíquicas que las hacen repugnantes, horri­ serliana, y que es una “cualidad objetiva”, una estructura
bles, atractivas, etcétera. objetiva del mundo. Teniendo en cuenta la gran importancia
Según Sartre, nos enfrentamos con un simbolismo univer­ del concepto de viscosidad en la filosofía y la literatura de
sal ilimitado, que se expresa en nuestras preferencias y re­ Sartre, preciso es traducir aquí algunos pasajes caracterís­
pulsiones por estos u aquellos objetos, cuya materialidad es ticos de su psicoanálisis existencialista de esta cualidad.
en sí significativa. Si encontramos que un sentimiento es
viscoso o amargo, no se trata de una imagen, una metáfora,
“Lo viscoso se revela como esencialmente sospechoso por­
sino de une connaissance, un conocimiento. que en él la fluidez existe retardadamente; es la glutinosi­
Me parece que al concebir su psicoanálisis de las cualida­ dad de la liquidez, vale decir que representa en sí un triunfo
des, Sartre se vio otra vez fuertemente influido por Edmund naciente de lo sólido sobre lo líquido... Lo viscoso es la
Husserl, y, especialmente, por su concepción de “disciplinas agonía del a g u a ... El agua es más transitoria, pero pode­
ontológicas materiales”, de carácter a priori, cuya tarea sería mos poseerla, aun en su f u g a ... Una gota de agua, al tocar
la superficie de una capa de agua, se convierte inmediata­
“analizar ‘eidèticamente’ las esencias de la naturaleza”. 1 mente en capa de a g u a ... es como una espiritualización y
Para tener una idea de esas ciencias naturales ontológicas desindividualización de un ser particular, que se disuelve en
\
\ materiales (a las cuales quería Husserl subordinar las cien­ la gran totalidad de donde surg ió ... Este símbolo... parece
cias naturales empíricas), basta considerar la Realontologie fie gran importancia en la constitución de I03 esquemas pan-
de su discípula Hedwig Conrad-Martius, obra que Husserl teístas; revela un tipo particular de relación de ser a s e r ...
consideró merecedora de publicación en su anuario de feno­ Empero, en lo viscoso que se derrite hay al mismo tiempo
i
menología, aunque está compuesta de “revelaciones” como una resistencia visible, como una negativa del individuo, que
las siguientes: no quiere ser aniquilado en la totalidad del s e r ... En el
carácter inaprehensible del agua hay una dureza despiadada
\ que le da un sentido secreto de metal; finalmente, al igual
“ Lo que luce es una fuente de luz en sí mismo. Difunde que el acero no es compresible. Lo viscoso es compresible.
la luz por estar iluminado interiorm ente...” I)» al principio la impresión de un ser que puede ser po­
j “La pura luz está en pura auto-glorificación... El brillar, seído . . . Lo viscoso es dócil. Sólo que, en el mismo momento
como tal, implica emergencia y partida, auto-trascendencia, en que pienso que lo poseo, lo viscoso me posee. En esto
devoción y revelación pura y simple.” 2 aparece su carácter esencial... Abro mis manos, quiero sol­
tar lo viscoso, pero se agarra de mí, me sorbe, me chupa. Es
Pienso que esta fenomenología de la luz, cuyo mero carác­ una suave, babosa, femenina actividad de aspiración... Hay
ter verbal es obvio, debe ser considerada como precursora del posesiones ponzoñosas; hay una posibilidad de que el en-si
psicoanálisis sartriano de la viscosidad y otras cualidades. La absorba al para-sí. . . y el en-sí atrae al para-sí en su con-
diferencia reside tan sólo en que Sartre hizo su análisis con tingencia, su indiferente exterioridad, su existencia sin base
mucha más inteligencia que la filósofa alemana, cuyas “reve­ alguna... Lo viscoso es la revancha del ser-en-sí... Tocar
lo viscoso significa arriesgarse a diluirse en viscosidad. Esta
laciones intuitivas” sobre la “esencia” de la luz son casi ri­ dilución es horrible, porque es la absorción del ser-para-sí
diculas. Al igual que la señorita Conrad-Martius, Sartre em­ por el ser-en-sí.” 1
plea el método fenomenologico de Husserl. Piensa que la vis- Fácilmente reconocemos en estas palabras el pi*ofundo sim­
bolismo de lo viscoso, y su prominente significación en la tota­
3 E. Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie (Halle, lidad de la filosofía sartriana. Para demostrar su psicoaná­
J W 2 í . p. 20. lisis existencialista de las cualidades, Sartre podría habev
2 H. Conrad-Mai'tius, “Jíealontologie”, Jahrbuch für Philo­
sophie und phänomenologische Forschung, IX (1929), pp. 339,
.‘>41, passim. 1 L'Etre et le Néant., pp. 609-702.

200 201

•I

CM. T.ViT*
elegido cualquier otra cualidad. Si eligió lo viscoso, es porque Nausée, que refleja la disminución de la fluidez de nuestra
la viscosidad es el símbolo de la náusea y de toda nuestra libertad, la solidificación de nuestra conciencia, nuestra len­
existencia nauseosa, en la cual el ego, el libre ser-para-sí es­ ta degradación hacia lo suave, lo informe de una naturaleza
tá una y otra vez amenazado de absorción por el ser-en-sí, la inanimada y caótica, la "absorción del ser-para-sí por el ser-
cosidad bruta, contingente y absurda, que estanca y solidi­ en-sí” que, para Sartre, cai-acteriza la viscosidad, y en lo
fica la liquidez de nuestra libertad. Porque la liquidez o flui­ cual ve la simbolización del “anti-valor” (antivaleur).
dez del agua es el símbolo de nuestra conciencia, nuestra Vimos en un capítulo anterior que el ser-en-sí no sólo está
libertad, y la disminución de esta liquidez, su estancamiento representado por el mundo material, sino también por nuestro
y creciente solidificación en lo pegajoso de la viscosidad, es pasado. Y el predominio de este último parece ser, a los
el símbolo de nuestra caída en la cosidad, la pérdida de nues­ ojos de Sartre, uno de los mayores peligros para la libertad.
tra libertad y de nuestra condición humana.^) A propósito de esto, habla de una conciencia que quiere pro­
La cosidad, empero, parecería encontrar mejor símbolo en yectarse hacia su futuro, sus posibilidades, y que, de pronto,
la solidez y dureza de una piedra que en la pegajosa estruc­ es retenida solapadamente por la invisible succión de su pa­
tura de lo viscoso. Por cierto que los personajes de las nove­ sado, y suavemente diluida en este pasado. El pasado es en-sí,
las de Sartre, toda vez que expresan su anhelo del quieto, mientras el presente de la conciencia es para-sí. La absorción
apacible ser de los objetos inanimados, sueñan siempre con del presente por el pasado es así equivalente a una absor­
volverse duros como piedras. Ya vimos que Mathieu, en Le ción del ser-para-sí por el ser-en-sí; y también esto, según la
Sursis, quería fundirse en la piedra de la balaustrada del definición de Sartre, es viscosidad.
Sena, y que Daniel anhelaba convertirse en figura de piedra, Si la adinerada mujer de la sociedad y el dirigente obrero
en estatua de ojos blancos, incapaz de sonido, ciega y sorda. que se enamoran en la película de Sartre Les Jeux sont
Imposible es, sin embargo, para el hombre alcanzar esta jaits no logran iniciar juntos una vida nueva, es también
total cosidad simbolizada por la estatua, el bruto y mero ser- porque no pueden liberarse del abrazo del pulpo de sus res­
en-sí. Tal como lo dijo Kant, el hombre es ciudadano de dos pectivos pasados.1
mundos (Bürger ztveier Welten) : el mundo moral de la liber­ Cuando nuestra conciencia se torna “viscosa”, nuestras
tad y el mundo físico del determinismo. Cuando Sartre afir­ ideas se vuelven “pegajosas”. El horror a la viscosidad es
ma que el hombre es en parte un ser-para-sí y en parte un horror a que el tiempo se vuelva “viscoso”, que la facticidad
ser-en-sí, se limita a trasladar el dualismo kantiano a otra avance continuamente y absorba nuestro ser-para-sí, nuestra
terminología. Porque el ser-para-sí es libertad, y el ser-en-sí libertad. En ese estado de viscosidad, ya no sería el ser-para-
es el mundo determinista de la cosidad. Pero hay algo muy sí quien absorbiera al ser-en-sí, a fin de convertirse en su pro­
importante agregado por Sartre a este dualismo kantiano: la pia base y alcanzar el supremo valor. Por el contrario, el ser-
aprehensión de que el hombre no es nunca enteramente lo en-sí, la cosidad bruta, es quien absorbería al ser-para-sí y su
uno, y nunca enteramente lo otro; que no tiene nunca ente­ libertad, arrastrándolos a una completa exterioridad y contin­
ramente la fluidez del agua, y nunca enteramente la solidez gencia. Por consiguiente,: la victoria de la viscosidad es exac­
y la impenetrabilidad de una piedra. En su camino desde la tamente la reversión del proyecto del hombre de poseer el
fluidez de la conciencia hacia la dureza de la piedra, el hom­ mundo y llegar así a ser Dios; porque la viscosidad es el hom-
bre queda coagulado en algo intermedio, en algo viscoso.
También el cuerpo humano, esta blanda masa gelatinosa que 1 Gerhart Hauptmann menciona en este sentido los espec­
aprisiona la libertad con mil brazos de pulpa pegajosa y chu­ tros de nuestras vidas pasadas y compara su función con la
padora, es básicamente viscoso, y fuente de una náusea per­ de un “embudo que nos tira hacia atrás”. Véase Gabriel
manente. Sólo después de haber estudiado el psicoanálisis Schillings Flueht, en Gesammelte Werke (Berlín, 1912), IV,
de lo viscoso, podemos comprender enteramente la novela La pp. 184, 197.

202 203
i bre poseído por el mundo. Y puesto que la realización del
proyecto humano de posesión del mundo hubiera significado
la realización de un valor positivo absoluto, la victoria de la
ladora. . . Me revela el ser con el cual voy a hacer mi carne”. 1
Esto me recuerda el principio materialista de Feuerbach:
der Men8ch ist was er isst (el hombre es lo que come), que
viscosidad (simbolizando al hombre poseído y absorbido por Nietzsche aplicó sarcásticamente en sus críticas a la cocina
el mundo), simboliza necesariamente el valor negativo abso­ alemana, al hablar de la “degeneración de los pasteles en pisa­
luto —lo que Sartre llama el anti-valor. papeles”, con la conclusión de que “el intelecto alemán es
Si la viscosidad es el símbolo de la absorción del ser-para- indigestión”. 2
sí por el ser-en-sí inanimado de las cosas, ¿qué debe pensar el El principio materialista de que el hombre es lo que come,
psicoanálisis existcncialista de una persona que gusta de las aparece usado por el psicoanálisis existencialista en un senti­
sustancias viscosas en cualquier forma y, especialmente, en do nuevo, antimaterialista, porque aquí el hombre no se con­
vierte en lo que come, sino que ya es lo que quiere comer. “El
la de alimentos?
hombre es lo que prefiere”, dice Sartre. “Lo que acepto y lo
Esta pregunta es sólo indirectamente contestada por Sar­
que rechazo con disgusto, es el ser mismo de ese existente, o,
tre en sus novelas y dramas, pero la respuesta es lo suficien­
si se prefiere, la totalidad del alimento me propone un cierto
temente clara. Una persona a quien le gusta la viscosidad, modo de ser, que acepto o rechazo.” 3 Por consiguiente, al
«
permitiría que su libertad se fuera condensando, basta estan­ aceptar alimento viscoso con placer, o al rechazarlo disgus­
carse y coagularse finalmente con la solidez de las cosas. Una tado, acepto o rechazo el modo de ser simbolizado por la vis­
persona que gusta de la viscosidad renunciaría a su condición cosidad. Y lo mismo es cierto para cualquier otra cualidad
humana en favor del mundo, se daría a sí misma la opacidad de alimento, para comidas o bebidas fluidas, amargas, dul­
de una cosa, determinada por otras cosas. Una persona se­ ces, duras, saladas o gaseosas. Cada una de ellas nos pre­
mejante conferiría al mundo más importancia que a su ego, senta un tipo específico de existencia, y no será de acuerdo
t- y se consideraría como consecuencia del mundo antes que con la estructura de nuestro estómago, o alguna alergia, que
como un libre poder que trasciende el mundo con sus proyec­ las tragaremos con placer o las escupiremos con náusea, sino
tos. Aceptaría valores fabricados de antemano, como si se en conformidad con nuestro “proyecto original”. No podrá
¡i tratara de cosas y no del resultado de la libertad humana. Al decirse que el psicoanálisis existencialista carezca de imagi­
sepultar su libertad bajo las suaves masas viscosas de su nación.
materialidad, a efectos de huir de la responsabilidad y an­
? gustia que van unidas a aquélla, sería un hombre de mala “De ningún modo resulta indiferente gustar de las o stras...
fe, un esclavo del espíritu de seriedad, y su existencia seTÍa o caracoles, o camarones, por poco que sepamos extraer la
significación existencial de estos alimentos. De manera gene­
inautèntica. ral, no existen gustos o inclinaciones irreductibles. Todos
Tales son algunas de las conciusio?ies que el psicoanálisis ellos representan una cierta elección apropiativa del ser.” 4
existencialista de Sartrc extraería del hecho de que cierta
persona guste de la viscosidad. Pero, ¿no son esas conclusio­ Hasta ahora, sólo parecía peligroso contar los sueños en un
nes demasiado importantes para surgir de tan inofensivo he­ grupo donde pudiera hallarse un psicoanalista freudiano. De
cho como el gusto que una persona sienta por los caramelos, ahora en adelante será también peligroso cenar en cualquier
la miel o la crema, todas ellas sustancias viscosas? Estas
inclinaciones nos parecen inofensivas, pero no a Sartre, quien 1 L ’Etre et le Néant, p. 707.
ha reconocido el carácter diabólico de la viscosidad y piensa 2 Nietzsche, Ecce Homo, en Gemmmelte Werke (Munich,
que “el gusto es asimilación”. Insiste en que “la intuición 1928), p. 193.
sintética del alimento es en sí misma una destrucción asimi­ 3 U Etre et le Ncawt, p. 707.
4 Ibíd.

204 205

M
reunión donde pueda haber un psicoanalista cxistencialista. mundo, y que resulta así diametralmente opuesta a ese pro­
Según Sartre, la viscosidad es el peligro perpetuo que ame­ yecto humano fundamental.
naza a la conciencia y a la libertad, y ninguna victoria sobre Pero aun si el proyecto humano de llegar a ser Dios por
ella es definitiva. Por ser un ciudadano de dos mundos —el la posesión del mundo no se viera frustrado por la tendencia
de la conciencia y libertad, y el de la cosidad y el determi- opuesta de la viscosidad, el proyecto estaría igualmente con­
denado al fracaso, porque, como lo afirma Sartre, la idea de
nismo—, el hombre tiene que luchar siempre para impedir
Dios es “contradictoria”. Y así, el hombre es una “pasión in­
que la parte más alta de su existencia sea absorbida y traga­
útil”. 1
da por la parte inferior. Esta lucha perpetua ha sido des­
crita con mano maestra en las novelas y tragedias de Sartre,
1 L ’Etre et le Néant, p. 708.
y Robert Campbell tiene razón cuando lo llama “el pintor de
la viscosidad humana”. 1 Ya que a los ojos de Sartre la vis­
cosidad es el “anti-valor”, tiene que pintarla con los colores
más desagradables; esto explica por qué, en sus novelas, los
besos se dan entre ataques de diarrea, y el amor se hace
entre vómitos ■ —según lo afirmó, desgraciadamente sin exa­
gerar, uno de los críticos de Sartre—. La revista francesa
France au Combat se mostró todavía más violenta, y llamó
“Excrementalismo” al existencialismo sartriano. Y el mismo
Sartre citó otra frase de uno de sus críticos, que no parece
posible traducir: “Nous avions le mouvement dada, voici
maintenant le mouvement caca.” 2
Los vómitos y los excrementos son, claro está, repugnantes.
Pero la viscosidad que simbolizan en la obra de Sartre lo es
todavía más: es la pérdida de la dignidad humana, el reba­
jamiento del hombre a la cosidad. Lo único que dudamos es
que ese simbolismo sea una estructura objetiva real del mun­
do, como lo pretende Sartre. Preferiríamos considerarlo como
la manera sartriana muy personal de simbolizar las relacio­
nes morales.
Se recordará la afirmación de Sartre según la cual es pro­
yecto fundamental del hombre es ser Dios, por la posesión
de la totalidad del mundo como ser-en-sí, en forma de ciertas
cualidades. Sólo uniéndose con el mundo poseído, puede alcan­
zar el hombre ese ser-en-sí-para-sí que sería su propia base,
el Ens causa sui que la religión llama Dios. También vimos
que la viscosidad simboliza el ser del hombre poseído por el

1 Robert Campbell, Jean-Paul Sartre ou une Littérature


philosophique, p. 40.
2 Pmir et conire l’Existentialisme (París, 1948), p. 187.

206 207
_JJf !§ v
Capítulo XXIII más realidad que al hombre, y considerar a éste como un
resultado del mundo, una parte del mundo-cosa. La princi­
EL PSICOANÁLISIS EXISTENCIALISTA pal consecuencia de este espíritu de seriedad es que el hom­
Y LA ÉTICA bre, sometido a su dominio, considerará los valores como ele­
mentos trascendentes, independientes de la subjetividad hu­
mana, y transferirá las cualidades valiosas de las cosas, de
\ su estructura ontológica a su mera constitución material.
\
Pero, según Sartre, la posesión de una cosa no es deseable
porque la queremos o necesitamos, sino porque su posesión
simboliza el valor ideal de una unificación del ser-para-sí
con el ser-en-sí. El resultado del espíritu de seriedad, que
gobierna el mundo, es que en el los valoi-es simbólicos de las
Hablamos ya de ese rasgo característico del existencialismo, cosas son absorbidos “como por un papel secante”. Las cosas
i consistente en mezclar conceptos científicos y morales, dejan- mismas, en su opacidad, son consideradas como una deseabi-
t do de lado el ideal de una ciencia libre de valores, tal como lidad irreductible. Así, el espíritu de seriedad implica una
^ el pensamiento moderno ha tratado de establecerla. En tanto ética de mala fe, que ayuda al hombre a ocultarse a sí mismo
que el psicoanálisis empírico de Freud constituye una ciencia sus aspiraciones a efectos de escapar de la angustia. Para el
libre de valores, una investigación psicológica que se abstiene espíritu de seriedad, los objetos son “exigencias mudas”, que
intencionalmente de todo juicio de valor, de toda condenación requieren una obediencia pasiva.
o aprobación, el psicoanálisis existencialista de Sartre quiere Ahora bien, el psicoanálisis existencialista revelará al hom­
ser considerado como una “descripción moral, porque nos re- bre la verdadera finalidad de su búsqueda, consistente en una
vela el sentido ético de los distintos proyectos humanos”.* especie de unión sintética del ser-para-sí, cual lo es él, con
Esta nueva disciplina, oscilando entre psicología, ontologia el ser-en-sí, que él reconoce y quiere poseer. Sartre piensa
I* [ y ética, trató primeramente de descubrir el origen del eon- que muchos hombres se han aplicado este psicoanálisis exis­
» cepto de valor, y lo encontró en eso que le “fa lta” al ser- tencialista. Sabedores de que la finalidad de su búsqueda es
para-sí para ser en-sí-para-sí, y constituir su propia base, el ser, no quieren apropiarse de las cosas por las cosas mis­
s Al revelar la significación ideal de todas las actitudes huma- mas, sino que tratan de realizar una apropiación simbólica de
* ñas, el psicoanálisis existencialista rechaza toda interpreta­ su ser-en-sí.
ción utilitaria de la conducta humana, y es enemigo de la psi­ Pero aun entonces, en tanto que I03 hombres continúen
cología del interés. Inclusive al afirm ar que “estar en el gobernados por el espíritu de seriedad, y crean que “su mi­
, mundo significa proyectar poseer el mundo”, Sartre rechaza sión de hacer existir el en-sí-para-sí está escrito en las cosas”,
toda idea utilitaria y sólo piensa en la búsqueda humana de se verán condenados a la desesperación, puesto que entonces
ser y de justificación. Y aunque todo esto se parece mucho se descubre que “todas las actividades humanas son equiva­
al egoísmo, Sartre no lo admitiría. Hasta sugiere la inter­ lentes. Darse a la bebida o dirigir naciones, ambas cosas
pretación contraria, la de que el hombre se pierde para que importan lo mismo”. 1
lo absoluto pueda existir. Las tremendas consecuencias prácticas de semejante axio-
Con todo, el propósito principal del psicoanálisis existen­ logia de equivalencia han sido descritas por Albert Camus
cialista es llevar al hombre a renunciar al “espíritu de serie­ en su tragedia “Calígula”. “Este mundo carece de importan­
dad”. Ya sabemos que éste consiste en conceder al mundo cia”, dice el tirano, “y quien lo comprende conquista su liber­
tad.” 2 Y emplea su libertad para humillar, aterrorizar y
1 I b u l , p. 720.
1 76id., p. 721. 2 Op. eit., p. 121.
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i

Aw
s; matai' a süs súbditos ad libitum, puesto que “una persona He aquí una de las razones por las cuales la interpretación
siempre es libre a expensas de otra” y “todas las acciones optimista que Sartre ha tratado de dar en los últimos años
son equivalentes”. 1 a su existencialismo, me parece un optimismo de desafío, un
Sartre piensa que el psicoanálisis existencialista nos sal­ optimismo a pesar de una situación desesperada. Por cierto,
vará de esta desesperación de nihilismo, al enseñarnos que el las implicaciones éticas del psicoanálisis existencialista no
hombre es el ser a través del cual existen los valores, y que han sido más que bosquejadas por Sartre, quien reservó su
los valores no están escritos en las cosas, sino que somos desarrollo a otra obra teórica que nunca apareció. Pero Si-
nosotros los que los grabamos en las cosas. Pero con esto mone de Beauvoir, durante años la más íntima colaboradora
Sartre está otra vez expresando la sabiduría de Nictzsche, de Sartre, trató de clarificar algunos de los problemas plan­
y tampoco ahora cita su nombre. En su “Voluntad de Poder”, teados en “El Ser y la Nada”.
dice Nietzsche: En su libro sobre la “Moral de la Ambigüedad”, Simone
de Beauvoir insiste en que el hombre “auténtico” renuncia­
“Toda belleza, toda sublimidad que hemos prestado a las rá a “ser” como Dios y aceptará “existir” como hombre. Se
cosas reales e imaginarias, las reclamo como propiedad y opone a la afirmación sartriana de que el hombre es “una
creación del hombre; ellas son su más hermosa justificación. pasión inútil”, ya que los conceptos de utilidad o inutilidad
\ El hombre como poeta, pensador, Dios, amor, poder: ¡Con
i no tienen sentido fuera de la existencia humana. Finalmente
qué real generosidad ha colmado las cosas para empobrecerse
a sí mismo, para sentirse miserable! Hasta ahora su más niega la equivalencia de todos los proyectos humanos, insis­
grande abnegación consistió en esto: que admiró y veneró, tiendo sobre el carácter privilegiado de los que sirven a la
> mientras se ocultaba a sí mismo que era él quien había creado liberación de otra gente. Ya que esta última nunca es de­
r aquello que admiraba.” - finitiva, afirma la idea trotzkista de una revolución perma­
nente. Pero ésta hace de la libertad una ilusión siempre fu­
lv En nuestro capítulo sobre “Libertad y Valores: Sartre y tura.
t Nietzsche”, mostramos ya que el “espíritu de seriedad” de Sartre dice que siendo el hombre manantial de todos los
s ; Sartre es sólo una nueva edición del “espíritu de pesadez” valores, no puede desear otra cosa que la libertad. Pero la
i ' de Nietzsche. libertad existencialista es muy problemática.
En la discusión de los aspectos éticos del psicoanálisis exis­ Recordemos la consecuencia de la revelación hecha por el
tencialista, hay un elemento muy extraño: Sartre considera psicoanálisis existencialista de que los valores no se ofrecen
como gran mérito del mismo, haber revelado al hombre el a nuestra conciencia fabricados de antemano, sino que son
verdadero objetivo de sus esfuerzos, siendo este objetivo la producto de nuestra libertad creadora y activa. Puesto que
unión sintética dei ser-para-sí (el hombre) con el ser-en-sí, nada nos justifica al adoptar este valor en vez de aquél, esta
al que quiere poseer. ¿Pero no había af aunado antes que la jerarquía en vez de aquélla, y puesto que nada nos prohíbe
idea de esta unión, la idea de Dios, es auto-contradictoria, y revocar nuestra elección de valores y reemplazarla por otra,
que el hombre es una “pasión inútil” ? Al revelar al hombre somos enteramente responsables de los valores que hemos
la verdadera finalidad de sus esfuerzos, el psicoanálisis exis­ elegido. Viraos ya que esto explica la “angustia ética” del
tencialista sólo le muestra que, aun mitológicamente, todos hombre. Vemos ahora que debemos su revelación al psicoaná­
sus proyectos son insensatos, contradictorios e inalcanzables. lisis existencialista. Y por medio de él, la nueva disciplina
No veo que el hombre haga progreso alguno al enterarse nos conduce a una existencia auténtica, o sea una existencia
de esto. consciente de nuestra libertad y responsabilidad y, por con­
siguiente, una existencia en permanente angustia.
1 Ibíd., pp. 142, 179. En su tragedia Les Mouches nos dio Sartre, con el perso­
- Nietzsche, Wille zmr Machi, II, p. 107. naje de Orestes, una impresionante imagen de una existencia

210 211

"ÍTwV.W
autentica. Al tener la súbita revelación de su libertad, Ores­ sitaba para saber quién era, y para justificar su ser. En su
tes acepta jubilosamente todas sus consecuencias. Reconoce peor libertinaje con prostitutas, se imaginó como estando bajo
que es la fuente de todo valor, que no hay ni bien ni mal la severa mirada de una de esas mujeres semejantes a diosas,
a menos que él los invente, y acepta la aterradora respon­ que lo verían como era, y lo liberarían de la responsabilidad
sabilidad y la angustia ética unidas a su libre elección de de sus actos libres. Con frecuencia, en sus poemas, Baude-
valores. laire pareció identificarse con Satán, y el psicoanálisis exis­
Cuando pregunté a Sartre si el psicoanálisis existencialis- tencialista de Sartre encuentra que también esto sirve al
ta había encontrado alguna aplicación práctica, me contestó mismo propósito.
en una carta del 3 de octubre de 1948: “Traté de aplicarlo
aos veces: una, al estudio de un individuo (Baudelaire), y la “¿Qué es Satán, básicamente, sino el símbolo de los niños
desobedientes y obstinados, que demandan ser petrificados
otra al estudio de un problema colectivo (Reflexions sur la en su peculiar esencia por la mirada paterna?” 1
Question juive).” Ambos son ensayos psicológicos maestros,
y mucho más convincentes que las tentativas teóricas de Sar­ Y así como el destino de Baudelaire fue su libre elección,
tre para unir el psicoanálisis existencial a la ontologla, como lo mismo es cierto para el antisemita, en la aplicación que
en L ’Etre et le NéanL hace Sartre del psicoanálisis existencialista a un problema co­
En su estudio sobre Baudelaire, trata de mostrar de ma­ lectivo.
nera concreta que lo que se denomina el destino de un hombre
es siempre idéntico a su libre elección de sí mismo. Baude­ “El antisemita ha elegido ser un criminal, y un criminal
laire eligió siempre existir para sí tal como apareció a la de puro corazón... El antisemitismo es sólo una justificación
mirada de los demás. de su existencia. Su futileza es tal que abandonará pronta­
mente esta justificación por cualquier otra, siempre y cuando
la última sea más ‘distinguida'... Al abrazar el antisemi­
“Baudelaire es el hombre que ha elegido verse como si
tismo, no sólo adopta una opinión; se elige a sí mismo como
fuera otro ser; su vida es sólo la historia de este fracaso.” 1
persona. Elige la permanencia y la impenetrabilidad de una
piedra, la total irresponsabilidad del guerrero que obedece
Recordamos el pasaje, en Le Sursis, donde Daniel procla­ a sus je fe s ... Es un hombre que tiene miedo. No de los ju­
ma su necesidad de ser visto, para que su esencia se congele díos, por cierto, sino de sí mismo, de su propia conciencia,
y él quede liberado de su responsabilidad por lo que es. “Ser de su libertad, de sus responsabilidades, de la soledad, del
un homosexual como un roble es un roble... ¿Por qué no cambio, de la sociedad, y de*l mundo; de todo, salvo de los
puedo ser como ellos me ven?” 2 Y se da a lo religioso, a ju d ío s... La existencia del judío permite simplemente al
efectos de ser visto permanentemente por Dios. Tal como el antisemita ahogar sus ansiedades desde su comienzo, per­
psicoanálisis existencialista de Baudelaire trata de mostrar­ suadiéndose de que su lugar en el mundo ha sido señalado
lo, la vida del gran poeta francés estuvo sometida al hechi­ por adelantado, que lo espera, y que la tradición le confiere
zo de una pasión similar de coincidencia consigo mismo, y el derecho de ocuparlo. En suma, el antisemitismo es miedo
de ser justificado por la mirada de los otros. a la condición humana. El antisemita es un hombre que desea
ser una piedra despiadada, un torrente furioso, una centella
Al principio, Baudelaire buscó definición y justificación devastadora. . , todo menos un hombre.” 2
de su esencia a través de los ojos de su madre, a quien ado­ En su brillante relato L ’Enfanee d'un Chef, que podría
raba. Más tarde tuvieron que ser otras personas, especiad haber titulado igualmente bien “La Formación de un Anti­
mente ciertas hermosas y frías mujeres, cuya mirada nece­ semita”, SartTe ha individualizado este tipo en la persona

1 Baudelaire, p. 31. 1 Baudelaire, p. 88.


2 Le Sursis, p. 3ü'7. 2 Réflcxions sur la Qiiestion Juive, pp. 67-68.

212 213
del joven Lucien Fleurier, que va hacia la viscosidad de una Mírame. Convertirse en hombre es esto: ver un día de frente
existencia inautèntica, alejándose de la libertad y de la el rostro de su padre.” 1
responsabilidad. En otra obra moderna, la "Muerte de un viajante”, de
Además de constituir un fascinante retrato psicológico del Arthur Miller, la vida de un adolescente se quiebra cuando
poeta, el Baudelaire de Sartre traza el esquema general de descubre que su padre no es el hombre perfecto que imagi­
la evolución moral del hombre, según lo ve el psicoanálisis naba.
existencialista. El niño considera a sus padres como dioses. Cuando el adolescente ha perdido su paraíso infantil, dos
Encarnan la razón universal, el mundo de los valores abso­ caminos se le abren. Puede trata r de hallar dioses substitutos
lutos. Cuando los padres lo miran, el niño se siente justifi­ de los dioses perdidos que se llamaron papá y mamá, y en­
cado. Ya que los padres no pueden equivocarse, el niño es contrar así un nuevo paraíso. Robert Campbell los llama dios-
como sus padres lo ven. Esencia verdadera entre esencias sociedad, dios-el-otro, dios-gente, dios-mirada.2 El joven se
verdaderas, el niño tiene su lugar en el mundo. Todas las sentirá así justificado bajo los ojos de estos nuevos dioses.
cosas que encuentra están ya clasificadas para el niño, tienen Le darán nuevos modelos de valores, fabricados de antemano,
una especie de etiqueta sobre la cual los padres han escrito que él aceptará ciegamente, y se sentirá liberado de la ne­
el valor de cada objeto. cesidad de elegir para sí sus valores, bajo su propia res­
Al crecer, sin embargo, el niño pierde esta seguridad abso­ ponsabilidad y con toda la angustia que semejante respon­
luta en el reino de los valores. De pronto, el chico o la chica sabilidad implica. Este nuevo paraíso es, obviamente, uno
son más altos que papá y mamá, han ido a la escuela, y un de mala fe, de inautenticidad, una huida de la libertad, una
buen día descubren que papá y mamá no lo saben todo, y que solidificación de la conciencia en la viscosidad y la cosidad.
pueden equivocarse; no son infalibles, sino gentes como todas. El otro camino que se abve al adolescente que ha perdido
El niño los ve súbitamente en su tamaño normal, injustifica­ su paraíso infantil, es el de la autenticidad. El hombre autén­
dos e injustificables, con sus majestuosas ideas degradadas tico aceptará su libertad, advertirá que los valores no son
al nivel de opiniones personales. entidades trascendentes a recibir ya confeccionados, que tie­
El adolescente advierte entonces que todo el sistema de ne que elegir sus valores, libre, sin ayuda, sin excusa, con­
valores que recibió debe ser reconstruido, y que la severa denado a decidir sin recurso posible, con la entera responsabi­
mirada de sus padres ya no fija y justifica su esencia. El
lidad de su elección pesando sobre sus hombros y, en su co­
niño pierde su verdad.
razón, la aterradora angustia que ello implica. La existencia
"Injustificado, injustificable, repentinamente experimenta auténtica es la elegida por Orestes, que exclama:
su terrible libertad. Todo tiene que ser hecho de nuevo; el
niño emerge súbitamente a su soledad y a la nada."1 " . . . de pronto, la libertad cayó sobre mí, dejándome tran­
sido. .. Y ya no hubo nada en el cielo, ni Bien, ni Mal, ni
En la tragedia Antigone, de Jean Anouilh, el joven Hemón nadie que me diera órdenes... Estoy condenado a no tener
dice al rey Creón: “¡Padre, no es verdad! ¡Este no eres t ú . .. ! otra ley que la mía. Porque soy un hombre, y cada hombre
¡Tú eres todavía poderoso, como cuando yo era pequeño...! debe inventar su camino.” 3
Este retrato de Orestes es el que el psicoanálisis existencia-
Estoy demasiado solo y el mundo está demasiado desnudo si
lista ofrece al hombre como el único ideal moral. Es una ima-
no puedo ya admirarte.”
Y Creón contesta: "Uno está enteramente solo, Hemón.
El mundo está desnudo. Y tú me admiraste demasiado tiempo. 1 J. Anouilh, Antigone (Paris, 1946), p. 109.
2 Robert Campbell, Jean-Paul Sartre ou une Littérature
philosophique, p. 273.
1 Baudelaire, p. 61. 3 Les Mouches, p. 101.

214 215
gen grande y aterradora. Aterradora, porque su tonalidad bá­ El primer paso hacia una vida auténtica es desafiar a Dios,
sica es la angustia. Al trata r de convertir a su amada herma­ a todos los dioses que quieren imponer al hombre otra ley
na Electra a la autenticidad, Orestes admite esta angustia que aquella que él se daría a sí mismo por elección, inclu­
cuando dice: yendo al dios-sociedad. En una poderosa escena de Les Mou­
ches, posiblemente influida por la Electra de Giraudoux, el
“La angustia que te devora, ¿piensas que cesará alguna Orestes sartriano desafía a Júpiter al exclamar:
vez de morderme? ¿Pero qué importa? ¡Soy libre!”
“Eres el rey de los dioses, Júpiter, el rey de las piedi*as
Podemos abrigar legítimas dudas sobre si esta libertad sar- y las estrellas, el rey de las olas del mar. Pero no eres el
triana conserva alguna semejanza con la felicidad humana rey de los hombres... Los hombres son libres, y la vida
con la que siempre se le supuso estrechamente vinculada. humana comienza del otro lado de la desesperación.” 1
En el “Calígula” de Camus la amante del tirano le pre­
gunta: “¿Es aun felicidad esta horrible libertad?” Y el em­ Uno siente casi como si, en vez de Orestes, oyera a Pro­
perador contesta: “Sin duda, Cesonia, que sin ella yo hu­ meteo, especialmente al Prometeo del maravilloso poema de
biera sido un hombre satisfecho. Gracias a ella, he conquis­ Goethe, que exclama:
tado la divina clarividencia del hombre solitario.” 1*
Es incontestable que al buscar la libertad, los héroes de Aquí estoy, modelando la humanidad
Sartre no buscan la dicha. Esto se evidencia igualmente en A mi propia imagen,
la obra de Sartre Les Mains sales. Al trata r de explicar por Una raza que se me parezca.
qué mató al líder comunista Hoederer, a quien admiraba Penar, llorar,
profundamente, Hugo, un joven idealista parecido a Orestes, Gustar, gozar placeres
Y no necesitar de ti,
dice: “Me descubrí demasiado joven. Quería colgar un cri­ ¡Como yo!
men a mi cuello, como una piedra. Y temía que resultase [Hier sitz ich, forme Menschen-
demasiado pesado de llevar. ¡Qué error! ¡Es liviano, horri­ Nach meinem Bilde,
blemente liviano!” 3 En Geschlecht, das mir gleich sei,
Para comprender la extraña psicología de los héroes de Zu leiden, zu weinen,
Sartre debemos considerarlos lo que realmente son: un refle­ Zu gemessen und zu freuen sich,
Und Dein nickt za achten,
jo de su axiología. Es verdad que Hugo sorprendió a Hoede­ Wie ich!] 3
rer besando a su mujer, Jesica, pero admite que ya no
está enamorado de ella; sin embargo, lo mata de un tiro. En la tragedia de Sartre, Orestes abandona Argos, doblado
“Durante largo tiempo había estado viviendo una tragedia. bajo la “pi-eciosa carga” de su libertad y responsabilidad,
Disparé a fin de conservarla.” 3 Estas palabras de Hugo reve­ seguido por la aullante multitud de las Furias, símbolo de
lan una concepción muy cercana a la del celebrado existencia- su angustia.
lista español Miguel de Unamuno, quien enseñó que debe­ Vemos así que mientras el psicoanálisis empírico de Freud
ríamos aceptar el sufrimiento y la angustia, pues a través de trata de liberarnos de la angustia, el psicoanálisis existencia-
ellos cobramos una mayor conciencia del sentido trágico de lista de Sartre tra ta de damos angustia. En consecuencia, co­
la vida. mo me escribió Sartre, el psicoanálisis existencialista no puede
ser considerado como una terapia.
1 Op. cit., p. 209.
- Les Mains sales (París, 1948), p. 247. 1 Les Mouches, pp. 99-102.
3 Ibíd., p. 244. 2 Goethe, Gedichte, en Werke, Basilea, 1944, I, pp. 256-58.

216 217
Y con todo, no en un sentido médico sino moral, podemos A diferencia de Orestes, el Goetz de Sartre no es seguido por
considerarlo una terapia; porque trata de curar al hombre de la muchedumbre aullante de las Furias, pero si es un hom­
la enfermedad infantil de la inautenticidad, y conduciido a la bre “auténtico", no escapará a la angustia ética, que es el
edad de la razón, de la madurez, donde pueda quedarse solo, precio de la liberación.
apto para asumir su libertad, su autonomía y las responsa­
bilidades que implica.
Al term inar la segunda guerra mundial, Sartre trazó la ima­
gen de este hombre que ha alcanzado su edad de razón, con
las siguientes palabras:

“Al morir, la guerra deja al hombre desnudo, sin ilusio­


nes, abandonado a sus propias fuerzas, y habiendo compren­
dido finalmente que sólo puede depender de sí mismo."1

t En su obra Le Diablo, et le bon Dieu, publicada en 1951, Sar­


«I tre dio otra expresión, más vigorosa aún, a su ideal del hom­
bre soberano que, habiéndose liberado de ilusiones sobrenatu­
rales, acepta oi’gullosa y alegremente su tarea humana como
el tínico legislador en cuanto al bien y el mal sobre la tie­
rra. Es un ideal nietzscheano, y otra vez nos evoca a Goethe,
pues el héroe de Le Diable et le bon Dieu es el mismo Goetz
t' von Berlinchingen que había sido inmortalizado por el más
k'* grande poeta de Alemania. En el momento de su conversión
% )
s al ateísmo, el Goetz de Sartre exclama:
Ì
“ iDios es silencio! ¡Dios es ausencia! ¡Dios es la soledad
del hombre! No existe nadie sino yo: sólo yo he decidido
!> sobre el mal. Sólo yo he inventado el bien. Sólo yo me estoy
acusando hoy. Sólo yo me puedo absolver. ¡Yo el hombre!
¡Si Diog existe, el hombre es n a d a !... ¡Dios no existe!
¡Alegría y lágrimas! No más cielo, no más infierno: nada
más que la tierra."

Casi se creería estar oyendo la admonición de Nietzsche al


hombre de que sea fiel a la tierra. Volviéndose hacia su ama­
da Hilda, el Goetz de Sartre emplea las palabras de Nietzs­
che para anunciarle que “ ¡Dios ha m uerto!"2

1 “La Fin de la Gueri'e”, Les Temps Modernes (octubre,


1945), p. 167.
2 “Le Diable et le hon Dieu", Los Temps Modernes (agosto,
1951), pp. 292-94; Nietzsche, Zarathustra, Vorrede, p. 12.

218 219

*T O ^?77
Capítulo X Xl V nuir de sí mismo, de escapar de sí, y también de desplazar
su responsabilidad original, de proyectarla en el mundo ex­
EXISTENC1ALISM0 Y PSIQUIATRÍA terno. Se trata d e ... escapar a cualquier costo del propio
peligro psíquico, de transformarlo en un peligro ex terio r...
y ésta es otra manera de tratar de recobrar la libertad: po­
der defenderse contra algo. Merced a este tortuoso proceso
surgen el delirio de persecución, de posesión demoníaca, el
delirio de la influencia, el eco y la fuga de ideas, alucina­
ciones auditivas, cenestésicas, psíquicas, olfativas, genitales
y o tra s ... este conjunto de fenómenos no es sino el eco efec­
tivo de la mala f e " 1

Según el doctor Abély este concepto sartriano de la mala


Acabamos de afirmar que el psicoanálisis sartriano no pue­
fe puede aplicarse en la mayoría de los casos de enfermos
de ser considerado como una terapia mental, porque ofrece
delirantes y reviste particular importancia en el denominado
al hombre la angustia, a diferencia del psicoanálisis empí­
delirio crónico. Concluye diciendo:
rico que en muchos casos se propone deliberadamente, y lo
consigue, liberar al hombre de la angustia. Pero sentimos, “Traté por el momento de introducir el nuevo concepto de
no obstante, que antes de llegar a las conclusiones finales 'mala fe’ en el análisis de estos estados de delirio, de sus
debemos examinar las opiniones de algunos psiquiatras. El modalidades clínicas y fisiológicas. Creo que podrá arrojar
matemático francés Robert Campbell, uno de los más penetran­ cierta luz sobre estos síndromes, que son todavía materia de
tes y entusiastas apologistas de la filosofía de Sartre, afir­ controversia y están mal elucidados.” 2
maba en un artículo publicado en 1950 que algunos psiquia­
tras adjudican cierto “valor terapéutico” al psicoanálisis Estas opiniones del psiquiatra francés son ciertamente muy
existencial. *- interesantes y pueden ser una prueba de que las descripcio­
Campbell se refiere especialmente al estudio del doctor nes de algunos mecanismos psicológicos, tales como los pre­
Paul Abély sobre “La mala fe en los enfermos delirantes”. 2 senta Sartre, son básicamente correctos. Pero ¿afirman el “va­
Hemos leído este estudio, pero no vemos que este psiquia­ lor terapéutico” del psicoanálisis existencial? No lo creo. En
tra atribuya realmente un “valor terapéutico” al psicoanáli­ el único caso concreto ofrecido por el doctor Abély halló
sis existencial. Lo que en verdad hace es revelar que en mu­ que la mala fe era un “síntoma” del delirio alucinatorio, pe­
chos casos de psicosis alueinatoria el paciente tra ta de refu­ ro dice que la recuperación de su enfermo se logró median­
giarse en la “mala fe”, tal como lo descubre Sartre, a fin te shocks eléctricos. Lo mismo vale con respecto a los demás
de escapar a su angustia. El doctor Abély cita a Sartre y caso3 a que se refiere sumariamente este psiquiatra. En to­
comenta: dos ellos la mala fe aparece como un síntoma de la enferme­
dad mental, y el psicoanálisis existencial es un medio de
“Empleo el término ‘mala fe’ en un sentido filosófico. No “revelar” pero no de “curar”, ni este síntoma ni el estado
se trata de una mentira cínica, sino de una negación de la psicopatológico total. Podemos concluir que el concepto de
propia verdad; el sujeto se miente a sí mismo; resulta mala fe introducido por el psicoanálisis existencial de Sar-
más engañado que engañador, ‘su mala fe es fe’. Trata de
Ire forma parte de la "sintomatología” psiquiátrica, pero
1 Robert Campbell “L’Existentialisme en France dermis la no, como lo sugiere la observación de Campbell, de la “te­
Libération”, L ’Activité philosophique contemporaine en Frun­ rapia” psiquiátrica.
ce et aux Etats-Unis (París, 1950), II, pp. 149-163.
2 Paul Abélv “La mcmvaiae Foi chez les Deliran ts". Annalcs 1 Ibíd., p. 622.
medico-psychologiqucs (París, 1948), II, 5, pp. 620-G24. 2 Jbíd., p. 624.

220 221

’ r »
En lo ojue a esta última concierne, el doctor Abély propo­ a sus connotaciones filosóficas. En 1951 se publicó en Nueva
ne diferentes métodos, tales como la lobotomía prefrontal, York una versión inglesa de la autobiografía de Renée, i y,
el shock eléctrico, la disminución de la presión sanguínea del además, la psicoanalista de la muchacha, la señora Mai'-
enfermo, todo menos el psicoanálisis existencial. Y esto nos guerite Sechehaye, una g’ran autoridad suiza, presentó a
parece perfectamente justificado, puesto que todos los mé­ los lectores norteamericanos una exposición de su nuevo mé­
todos mencionados pueden proporcionar al paciente la li­ todo, llamado “realización simbólica”, con el que fue curada
beración do la ansiedad, en tanto que el psicoanálisis existen­ Renée.2 Ninguna de estas publicaciones en inglés se refe-
cia! sólo le ofrece libertad con ansiedad. íía al existencialismo, aunque el artículo en francés de
En el capítulo anterior insinuamos que si el psicoanálisis Louisa Duss se extiende en particular sobre los aspectos
existencial no es una terapéutica médica, podría ser conside­ existencialistas de la esquizofrenia de la muchacha. Com­
rado una terapia moral, que se propone curar al hombre de parando el trabajo de la señora Duss y las publicaciones
la enfermedad infantil de la inautenticidad y que lo con­ norteamericanas de la señora Sechehaye se advierte que la
duce a la edad de la razón, donde podrá quedarse solo, apto primera debe de haber tenido alguna información adicional
para asumir su libertad, su autonomía y las responsabilida­ sobre el caso, que no aparece en los dos libros editados en
des que ésta implica. Pero sucede que desde el punto de vista Norteamérica. En parte, esa información procede de con­
de la psiquiatría esta terapia moral del psicoanálisis exis­ versaciones personales entre las señoras Sechehaye y Duss.
tencial puede resultar muy peligrosa. Tal es la opinión ex­ Renée, hija de madre francesa y de un industrial sueco,
presada en un interesante estudio debido a una psiquiatra fue educada en Ginebra. Combinaba una notable inteligen­
I suiza, Louisa Duss, de Ginebra. Fue publicado en el mismo cia y un agudo sentido lógico con ciertas tendencias místi­
t cas. Devota católica, se levantaba todos los días a las cinco
* tomo de los Alíñales médico-psycholoffiques donde figura el
informe del doctor Abély. No puede haber escapado a la de la mañana, presa de entusiasmo religioso, para asistir a
atención de Robert Campbell, pues ocupa cuarenta y tres misa. Tuvo una infancia desdichada, pues sufrió a causa de
páginas del número mencionado, en tanto que el informe de la crueldad mental de su padre y de la falta de amor de
Paul Abély sólo alcanza a cinco páginas. No obstante lo su madre. A la edad de trece años experimentó un profundo
cual, Campbell no menciona el estudio de la señora Duss, skock al confiarle su madre que había sido una hija no de­
mientras insiste en cambio en el del doctor Abély. ¿Se debe­ seada. Padeció de trastornos mentales vinculados con la pu­
rá, acaso, a que el primero es menos favorable a Sartre? Sea bertad (hebefrenia) y a la edad de diecinueve años tuvo
como fuere, el estudio de la señora Duss merece cuidadosa delirios, acompañados por tendencias autodestructivas, que
consideración. Se titula Critique psychiatrique de l’Existen- requirieron su internación en una clínica psiquiátrica.
tiálisme ("Crítica psiquiátrica del existencialismo”) y lleva Durante los años en que se desarrolló su estado esquizo­
el siguiente subtítulo: Expérience existentialiste chez un frénico, Renée tuvo una extraña lucidez que le permitió
Schizophréne (“Experiencia existencialista de un esquizofré­ observar y, después de su recuperación, describir sus expe­
nico”)- 1 La señora Duss estudió el caso de una muchacha riencias mentales y emocionales en una notable autobiogra­
esquizofrénica llamada Renée y halló en él extrañas relacio­ fía. Freud creía que tales pacientes, que se han apartado
nes con la filosofía existencial. Tres años después de la pu­ de la realidad exterior, tienen un mejor conocimiento de su
blicación del estudio de la señora Duss, el caso de Renée realidad interior, sobre la cual hacen asombrosas revelacio­
fue conocido en los Estados Unidos, pero sólo bajo sus as­ nes. El caso de Renée lo confirma. Examinando sus notas
pectos psiquiátricos y psicoanalíticos, sin ninguna referencia
1 M. Sechehaye, Autobioyraphy of a Schiaophrcnic Girl
1 “Critique psychiatrique de l’Existentialisme”, Alíñales (Nueva York, íuol).
médico-psychoioyiques (diciembre, 1948), 11, 5, pp. 558-595. - Symbolic Realization (Nueva York, 1951).

222 223

>1
y las de su psicoanalista, la señora Duss descubrió que las hundimos en la homogeneidad. Pero esto, no en el sentido
experiencias mentales de esta joven esquizofrénica coinci­ de una mera desaparición, sino que todo, en su alejamiento
dían en muchos aspectos con las que describen los existen- como tal, se vuelve hacia nosotros. Este alejamiento del ente
cialistas, y especialmente con las vividas por ciertos héroes en su totalidad, que nos asedia en la angustia, nos oprime.
de las novelas de Sartre. Examiné personalmente ese mate­ No queda ningún punto de apoyo. Unicamente queda, y cae
rial y concuerdo con muchas de las interpretaciones y con­ sobre nosotros, al huir del ente, esa nada. . . En la angus­
tia ‘fluctuamos’. Más claro: la angustia nos deja fluctuando
clusiones de Louisa Duss, aunque no con todas. El estudio porque hace huir el ente en su totalidad.” 1
de la señora Duss parece fundarse, principalmente, en la
interpretación que da Foulquié del existencialismo,1 antes Roquenlin, héroe do la novela La Nausee, experimenta
que en un minucioso estudio de Sartre y de Heidegger. Tengo concretamente la “angustia” de Heidegger y describe sus
también la impresión de que las conclusiones finales de la sentimientos en términos que recuerdan con fuerza los de
señora Duss son demasiado radicales, porque dejan a un Renée. Sentado en la sala de lectura de una biblioteca públi­
lado los factores emocionales que actuaron en la enferme­ ca, Roquentin dice:
dad mental de Renée, y cuyo reconocimiento y realización
simbólica por parte de su psicoanalista, la señora Sechehaye, “Apreté fuertemente entre las manos el libro que leía, pero
llevaron a la culpación de la muchacha. Por estas razones las sensaciones más violentas estaban apagadas. Nada pa­
presentaré primero algunos resultados de mi propio examen recía real; me sentía rodeado de un decorado de cartón que,
de las confesiones de Renée desde el punto de vista de la en cualquier momento, podría ser trasladado.” 2
filosofía existencialista, y luego las consideraré a la luz de
las interpretaciones de la señora Duss. Renée se refiere constantemente a su “zozobra”, “angus­
Según la autobiografía de Renée, su enfermedad mental tia” o “ansiedad”, que siempre tenía la indeterminación y
empezó con sentimientos de irrealidad. Al describir tales sen­ falta de objeto descritas por Kierkegaard, Freud, Heidegger
timientos, Renée dice que de pronto el mundo exterior le y Sartre y que, como sabemos, es el patitos dominante del
parecía existencialismo. Es igualmente, como lo vemos ahora, el
potitos dominante de la esquizofrenia. Muchas veces la an­
“ilimitado, irreal, mecánico y carente de sentido... Alum- gustia de Renée —“angustia que ninguna resolución podía
nas y maestras eran marionetas que se movían sin razón, aliviar” y que le “oprimía” el corazón—■iba acompañada por
sin meta. No reconocía ya nada ni a nadie. Parecía que la la impresión de que habría de ocurrir algo terrible, horren­
realidad se había disuelto, evadido de todos aquellos objetos
y aquellas personas. Me invadió una angustia espantosa; do, una catástrofe que, de hecho, jamás se produjo. Cami­
buscaba perdidamente un auxilio cualquiera.” 2 nando por una calle de Ginebra, Renée sintió súbitamente

Esta disolución de la realidad en una espantosa angustia que todo “pai-ecía detenerse, esperar, aguantar la respiración,
es conocida por los lectores de la literatura existencialista. en una tensión extrem a... Me parecía que algo iba a acon­
Ha sido descrita por Heidegger en términos abstractos y tecer, una catástrofe extraordinaria. Una loca angustia me
concretada por el héroe de una de las novelas de Sartre. obligaba a detenerme y esperar.” 3
Heidegger escribe:
En otra ocasión, Renée tuvo la impresión de que “estaba
“En la an g u stia... todas las cosas y nosotros mismos nos
1 What Is Metapkysics?, Eccistence and Behig, p. 36G.
1 P. Foulquié, L’Existcntialisme (París, 1947). 2 La Namée, p. 111.
2 Autobiograpky, p. 7. 3 Autobiograpky, p. 11.

224 225
por ocurrir algo espantoso... algo atroz, abrumador. Es­ un jarro que servía para contener agua o leche, o una silla
peró, conteniendo el aliento. . . pero no sucedió nada.” 1 hecha para sentarse... Habían perdido su nombre, su fun­
Estas experiencias son familiares al Roquentin de Sartre, ción, su significado, y se habían convertido en ‘cosas’ que
quien, mientras camina por las calles de Bouville, se repite empezaron... a ‘existir’. Esta existencia fue la causa de mi
a sí mismo: gran miedo. Dentro del decorado irreal, dentro del silencio
opaco de mi percepción, de pronto surgía la ‘cosa’, el jarro
de b a rro ... está allí, frente a mí, desafiándome con su pre­
“Corría a lo largo de los m uelles... las casas, con sus sencia, con su existencia...” 1
‘J ojos sombríos me miraban huir. Yo me repetía con angustia:
¿adonde ir?, ¿adonde ir? Puede suceder cualquier cosa.” 2
Recordamos experiencias similares descriptas por el Ro­
En su obra Symbolic Realization la señora Sechehaye quentin de Sartre:
cuenta que, cuando niña, Renée “chupaba la herrumbre de
las cercas para ponerse ‘fuerte como el hierro’ y chupaba “Súbitamente se reveló la existencia. Había perdido su
piedras para llegar a ser ‘fría y dura’ como ellas”. a aspecto inofensivo de categoría ab stracta... La diversidad
de las cosas, su individualidad no era sino una apariencia,
No sé si Madame Sechehaye leyó alguna vez las novelas de un barniz. Ese barniz había caído. Lo que quedaba eran
Sartre. Si lo hizo, debe de haber percibido la extraña ana­ monstruosas masas blandas en desorden, desnudas en una
logía entre el deseo de su paciente de volverse dura como horrenda desnudez.” 2
la piedra y los deseos similares de algunos de los héroes
de Sartre. El ejemplo más típico es Daniel, de Le Sursis (El El descubrimiento que hace Roquentin de su existencia y
i
aplazamiento), quien exclama: “Si yo hubiese sido una in­ de su carácter gratuito resulta tan atroz que le produce
sensible figura de piedra, incapaz de sonido y movimiento, náuseas.
ciego y so rd o ...” -1 También Mathieu Delarue, en la misma
¡t novela, ansia “quedar fundido” en una piedra, “para lle­ “Existir es sencillamente estar ahí; los seres existentes
*% í narse de su opacidad y reposo”. 0 aparecen, pero jamás pueden ser deducidos... Todo es gra­
El motivo común de estos extraños anhelos de los héroes tuito, este jardín, esta ciudad, y yo mismo. Cuando lo com­
> prendemos se nos revuelve el estómago, todo empieza a flo­
I de Sartre reside en el deseo oculto de huir de las responsa­ t a r . . . es la náusea.” 3 ,
k bilidades de la existencia humana. No cabe duda de que tal
S et, igualmente, el motivo dominante en Renée. Su psicoana­ También Renée sintió esa náusea cuando descubrió su
lista describe su retirada en el autismo como una “negativa propia existencia y su completa gratuidad.
a asumir las responsabilidades de la vida”. 0
Descubrir la “existencia” de las cosas resultó tan aterra­ “Pienso que podría no ser yo: me aterra el pensamiento
dor para Renée como lo fue para Roquentin en La Nausee de que podría hallarme en el lugar de otra persona. . . Las
de Sartre. Renée escribe: cosas no existirían para mí tal como existen.” 4*6

“Cuando miraba, por ejemplo, una silla o un jaiTo, ya no La señora Duss, quien no estableció una comparación tan
pensaba en su utilidad, en su función: para mí ya no eran detallada como la que intento presentar aquí, se refirió a
la “Experiencia existencia!ista de una esquizofrénica”. No
1 Ibíd, p. 25. obstante, yo me inclino a ver también en las analogías men-
2 La Nau8ée, pp. 105-113.
3 Symbolic Realization, p. 25. 1 Autobioyraphy, pp. 34-35.
4 Le Sursis, p. 133. 2 La Nattsée, p. 166.
3 Ibíd., p. 362. 8 Ibíd., p. 171.
6 Sechehaye, Symbolic Realization, p. 73 . 4 Duss, op. cit., p. 561.

226 227
»1
una carta de súplica al desconocido autor de mis sufrimien­
donadas algunas experiencias esquizofrénicas de loa existen- tos, al Acusador, para pedirle que me dijera qué crimen
cialistas. En los individuos normales casi no es posible ha­ había cometido, pero no supe adonde enviarla y la destruí.” 1
llar estados como los que describen la “suspensión” de Hei-
degger o la “náusea” de Sartre; éstos poseen un marcado A medida que se desarrolluba su esquizofrenia, Renée iba
matiz patológico, y cabría considerar como una prueba de conociendo, paso a paso, todos los principios básicos del exis-
este argumento el hecho de que constituyan, al mismo tiem­ tencialismo, y trataba de vivir de acuerdo con sus rigurosas
po, los más notables síntomas de la esquizofrenia de Renée. exigencias: comprendió los problemas de la elección, la liber­
Algunos de estos síntomas podrían denominarse manifesta­ tad, el compromiso, la responsabilidad total, la angustia éti­
ciones de un “complejo de Heidegger” (el angustioso desvane­ ca, la existencia como conflicto, la subjetividad de los valores,
cimiento de la realidad), otros como las de un “complejo de la mirada de los otros, etcétera. Escribió, por ejemplo: “La
Sartre” (el pavoroso descubrimiento de la existencia), y gente desea que me comporte como una persona pobre, porque
también puede encontrarse en Renée un definido “complejo de soy pobre... Pero yo resuelvo, quiero, elijo, comportarme
Kafka”. Entiendo por “complejo de Kafka” una obsesión de como una persona ric a ... ¿Quién tiene el derecho de juzgar­
culpa en la que el sujeto ignora en qué consiste su pecado. me?” 2 Evidentemente nadie; pues según la doctrina existen-
Franz Kafka, que veinte años después de su muerte, en 1924, cialista no existen normas del mal ni del bien, mientras no las
fue proclamado un gran escritor cxistencialista, describió baya establecido uno mismo a su propia manera. En la ver­
esta culpa irreal en distintos cuentos, y especialmente en sión inglesa de sus memorias, Renée escribe que, en el hospi­
El proceso, El héi’oe de esta sombría novela, Joseph K. (léa­ tal psiquiátrico, un médico le preguntó qué le parecía el de­
se Kafka), es acusado y declarado culpable de un crimen corado de su cuarto. “Horrible”, replicó ella, y añade:
del que nada sabe y que nadie le puede definir. Pero su ig­
norancia del mal de que se lo acusa no impide que lo do­ “Pero al expresar este pensamiento yo no quería ser des­
mine un profundo sentimiento de culpa. Escribe cartas de cortés con él; en la concepción del mundo que tenía enton­
súplica al desconocido acusador, pero en vano. Su sentimien­ ces no creía en la existencia simple de las cosas, sino que
to de culpa y su ignorancia del motivo se mantienen inva­ para mí cada cual creaba su mundo personal. Así, me pare­
riables hasta el fin de esta novela de pesadilla. Aunque al­ cía lo más natural que para el médico el decorado fuese
bonito, para la enfermera agradable y para mí horrible.”*
gunos de los entusiastas partidarios de Kafka han calificado
a “El proceso” de “obra sobrehumana”, 1 se tiene la impre­
La “concepción del mundo” a que se refiere aquí Renée
sión de que el mundo irreal en que se mueve Joseph K. —un coincide exactamente con la del existencialismo, el cual enseña
mundo de sucesos inmotivados, de extrañas confusiones de que las cosas sólo se tornan realidades por el hecho de que
lugares y personas— es el de un esquizofrénico. Pienso el hombre pone interés en ellas y las incluye en sus proyectos.
también que en este sentido la Autobiography of a Schi- Cada hombre establece ciertas relaciones entre las cosas, y
zophrenic G-irl de Renée resulta extremadamente reveladora. apenas pierde su interés en ellas éstas vuelven a caer en la
La existencia de su “complejo de Kafka” resulta clara como situación de existentes brutos. La última cita del diario de
el día. Por ejemplo: Renée expresa, también, la doctrina de la subjetividad de los
valores, la negación de todas las esencias universales y nor­
“Yo era culpable, abominable e intolerablemente culpable, mas generales, lo cual, como sabemos, constituye igualmente
sin causa y sin m otivo... Yo no sabía en realidad en qué
consistía mi pecado, pero la ignorancia no impedía que fuera parte integrante del existencialismo de Sartre.
presa de un intenso sentimiento de cu lp a... Un día escribí 1 Autobiography, pp. 28-29, 54.
i Cf. M. Brod, Franz Kafka'a Glmiben und Lehre (Munich, 2 Duss, op. cit., p. 563.
1948), p. 70. 3 Autobiography, pp. 54-55.

228 229
Lo mismo cabe decir con respecto a la necesidad de com­ lo aue resultará de mi decisión. ¿Cómo es posible obrar
prometerse, de elegir y de asumir una responsabilidad total, bien?”
por la propia elección, no sancionada por ninguna norma ge­ También todo esto es enseñado por Sartre, quien manifies­
neral o esencia objetiva. Y también la doctrina de Sartre de ta, como ha de recordar el lector, que ‘l a libertad es libertad
que cada acto individual compromete a toda la humanidad para elegir, pero no libertad para no elegir. En efecto, no
está incorporada a la filosofía patológica de Renée, quien se elegir es elegir no elegir.” 1
tomó muy en serio la responsabilidad que brota de este prin­ También el tema existencialista de la existencia del “otro”
cipio.1 Se le tornó “obsesiva”, informa su analista, la señora yo y su tendencia a “esclavizarme” con su mirada se pre­
Sechehaye: la muchacha “no se atrevía a comprarse un pa­ senta repentinamente como una obsesión en las experiencias
necillo cuando sentía hambre. Los dos peniques que gastaría esnnizofrénicas mentales de Renée. La señora Seehehayo con­
podrían calmar el hambre de una persona pobre, que quizá tó a la seflora Duss que el hecho de ser “mirada” por otras
matara ahora a alguien para poder comer.” 23 Explicando los personas hacía sufrir terriblemente a Renée, quien sentía que
fundamentos teóricos de esta idea Renée escribe: “ ...c a d a la otra persona se apoderaba de su subjetividad, degradán­
hombre es responsable por todos, y cada uno de sus actos tie­ dola a la condición de objeto, tratando de “esclavizarla”, y
ne repei'cusión sobre todos los demás seres.” 8 que para defenderse contra esta tendencia ella trataba de
Es casi como si hubiera leído la frase de Sartre: “Cuando someter la libertad de la otra persona mediante su propia
decimos que el hombre es responsable de sí mismo no quere­ mirada, intentando transformarla en un objeto. Todo esto es
mos decir que sea responsable de su individualidad estricta, bien conocido por el lector, a través de nuestro análisis de
sino que es responsable de todos los hombres”. 4 Y, sin em­ las teorías de Sartre y de las expeiúencias de ciertos perso­
bargo, no podemos creer que Renée hubiese leído a Sartre najes de sus novelas, especialmente de Danil en Le Sursis. 2
cuando tenía la obsesión de la responsabilidad total por Recordamos también la tesis existencialista de la culpa y
todos los hombres, porque el estado mental que describe en el conflicto por el mero hecho de nuestra existencia. “ El con­
su diario se refiere a un período que finalizó en enero de flicto es el sentido original del ser-para-otro”, dice Sartre,
1938. En esa época no se había publicado aún ninguna de porque cada riño de nuestros proyectos limita la libertad del
las obras teóricas fundamentales de Sartre. ¿No es extraño otro. De esto surge el concepto de culpa. Por mi piera exis­
que muchas de sus posiciones filosóficas parezcan haber sido tencia en un mundo donde existen otras personas,
anticipadas por una muchacha esquizofrénica? Pero debemos
admitirlo, no obstante, cuando leemos el siguiente pasaje de “soy culpable hacia el o tro ... El pecado original es mi
aparición en un mundo donde existe el otro, y cualesquiera
las memorias de Renée, transmitido por la doctora Duss: 5 oue lleguen a ser mis relaciones con él. no serán sino varia­
ciones del tema original de mi culpa.” 8
“Todo cuanto hago reviste una importancia increíble, por­
que tiene consecuencias imprevisibles, que siguen a cada Parecen una paráfrasis de esta tesis las siguientes mani­
acción. Me siento ya comprometida por el mero hecho de festaciones de Renée:
estar en el m undo... también no hacer nada implica mi
responsabilidad integral, a la que no puedo escapar. Porque
si no hago nada es que elijo no hacer nada, así como todo “A cada momento, entramos sin quererlo en conflictos con
otras personas. Es una lucha, silenciosa y terrible, para re-
1 L’Existentialmnc, pp. 24-27. 1 T.'Etre et le Néan.t p. 561 . ’
2 Symbolic Realization, p. 2G. 2 Véanse los canítulos anteriores: “Nuestro Ser-para-otros
3 Autobiography, p. 28. v sxi mirada” y “Sexo y amor en el psicoanálisis existencia-
4 L ’Exisientialisme, pp. 24. lista”.
n Duss, op. c,it., p. 562. 3 L ’Etrc el le Ncant., pp. 431, 481.

.230 237
sistir su “opresión” y permanecer en la autenticidad del En su desesperación, Renée pronunciaba, a veces, estas in­
propio s e r ... Y yo hago lo mismo con los que me rodean. conscientes y aterradoras palabras: “Preferiría volverme loca
Estoy comprometida por el mero hecho de estar en el mun­ para no sentir este miedo devastador.” 1
do, etcétera.” 1
Por último se volvió efectivamente loca, y aunque declaró
Según la doctora Duss, fue la tesis existencialista de la más tarde que su esperanza de hallar un alivio para sus
Letal responsabilidad y culpa de todos por todos y con res­ sufrimientos en la locura resultó vana, en opinión de la se­
pecto a todo la que llevó finalmente a Renée a la completa ñera Duss encontró verdaderamente un pseudoequilibrio en
insania. Sartre escribió: “Con cada uno de mis actos el sen­ la construcción delirante que denominaba “el sistema”, y que
éste contribuyó a disminuir su angustia. El “sistema” imagi­
tido del mundo está en juego y el lugar del hombre en el uni­
verso... ¿Y cómo pretender que no nos acometa terror ante nado por Renée en su delirio era una especie de organización
mecánica responsable del mundo, lo que la libraba de su res­
tal responsabilidad total?” 2
ponsabilidad.
Renée hace exactamente la misma inferencia, con su lógica
implacable, al escribir: “Cada una de mis acciones provoca
una conmoción que se irá transformando por tiempo indefi­ “Es verdad que en el sistema somos igualmente culpables,
pero no de la misma manera que en la vida. Todo es me­
nido por las repercusiones de mi acto inicial, de manera que
cánico en é l... Si uno levanta la mano, es culpable, si la
individuos futuros tendrán que sufrir las consecuencias de baja, es culpable... Fero si soy culpable, abominablemente
mis acciones. ¡Resulta abrumador pensarlo!” 3 culpable, al menos, no soy ya responsable ni de mí misma
La psicoanalista de Renée cuenta que, en cierta ocasión, ni del mundo, pues el verdadera amo del mundo es el sis­
hallándose a la orilla de un río, la muchacha ai*rojó algunas tema, la organización mecánica.” 2
piedras al agua, pero súbitamente se detuvo exclamando:
Pero este pseudoequilibrio del delirio de Renée no duró mu­
“El menor gesto se extiende a todo el universo. Esta piedra cho. Fue seguido por una violenta crisis de hebefrenia, tras­
que arrojé en este momento rebota y deja detrás de sí una tornos catatónicos y una crisis de intenso estupor. “Excepto
estela de ondas; puede contribuir a causar un naufragio en los momentos de agitación o las intensas crisis de culpa,
el océano. En consecuencia, yo seré la causa del naufragio, c a í... en una completa apatía. El mundo era una película
y tendré que asumir la responsabilidad to ta l... ¡Soy cul­ que se desarrollaba sin mi participación.” 3 El delirio de Re­
pable de todo, absolutamente de to d o !... Por mi mera exis­ née se tornó incoherente y la joven cayó en el infantilismo,
tencia soy culpable y complico al mundo entero en mi igno­
m in ia... ¡Qué terrible es esta carga eterna sobre nuestros el automatismo, la ecolalia, la confusión, interrumpida por
hombros humanos! No estar segura de nada, no poder con­ impulsos agresivos y autodestructivos, hasta que la señora
fiar en nada, y no obstante verse obligada a comprometerse Sechehaye la salvó de la completa insania aplicándole su
siempre de manera to ta l...” 4 nuevo método llamado “realización simbólica”.
T^s conclusiones que extrae la señora Duss de este caso
Estas terribles exigencias de la filosofía existencialista son aplastantes, y acaso demasiado radicales. Cree que Re­
excedieron las fuerzas de Renée. “ ¡Cómo habría deseado ver­ née fue una persona que verdadera y sinceramente intento
me liberada de mi responsabilidad, aunque sólo fuera por un vivir según los rigurosos principios del existencialismo y por
segundo!”, exclama. ello perdió la razón. A fin de escapar de la terrible respon­
sabilidad del individuo en un mundo carente de normas uni-
1 Duss, op. cit., pp. 562, 565, passim.
2 Citado por Duss, op.ext., p. 563, de Action (París, 1947). 1 Autobiography, p. 23.
8 Duss, op. cit., p. 563. 2 Duss, op, cit., p. 572.
4 Ibíd., pp. 563-571. ' 8 Autobiography, p. 68.

232 233
versales sobre el bien y el mal y de categorías generales o una autodefensa contra un autodestrucción mental a través
esencias lógicas, retornó, en una forma patológica, a un mun­ de esta filosofía de la desesperación y de la nada. Pero el
do de esencias, clases, normas, categorías universales: el existencialista patológico, como Renée, carece de esta espe­
mundo de su delirio que llamaba “el sistema”. A los existen- cie de autodefensa mediante la mala fe. Ella es sincera, y se
cialistas les parecería que canjeó su libertad por la seguridad pliega hasta el fin a las exigencias de la filosofía existencia-
y les inspiraría desprecio. De todo esto la señora Duss infie­ lista, poniendo a prueba hasta el último extremo la tesis de
re que los principios del existencialismo no son compatibles la responsabilidad total en un mundo sin normas. El resul­
con la vida. El hombre es incapaz de valerse constantemente tado es la completa locura. Podría haber una buena porción
de su libre arbitrio y juicio sin poder apoyarse en ningún de verdad en las conclusiones de la señora Duss, pero me
principio universal ni ser guiado por ninguna norma general. parece que éstas no resultan lógicamente del caso de Renée.
A una persona que desee llevar a la práctica hasta el últi­ La señora Duss presenta el caso de esta muchacha esqui­
mo extremo este principio de libertad en la elección indivi­ zofrénica como si su principal necesidad mental insatisfe­
dual sin ser guiado por normas generales y con la total res­ cha fuese de un carácter intelectual, gnoseológico: la nece­
ponsabilidad personal exigida por el existencialismo, sólo le sidad de un sistema de categorías y normas de validez uni­
queda una alternativa, según la señora Duss: el suicidio o la versal. Pero de la lectura de la obra de la señora Sechehaye,
locura. Renée evitó el suicidio sólo porque se hundió en la lo­ iSSymbolic Realization, y de su “interpretación analítica” del
cura. Era el único camino para escapar a la terrible respon­ diario de Renée se desprende claramente que las necesidades
sabilidad que su filosofía existencialista hacía pesar sobre psíquicas de la muchacha eran fundamentalmente emociona­
sus hombros. Mediante su construcción psicótica de un siste­ les, El núcleo de su enfermedad estaba en que cuando era
ma “universal” en el cual podía descargar su responsabilidad niña se había visto privada del amor materno. Madame Se­
hacia el mundo, Renée logró reducir su ansiedad para no ser chehaye explica:
totalmente aplastada por ella.
Tratando de aplicar la técnica psicoanalítica freudiana al “Renée no norlía amarse a si misma nomue su madre le
mismo psicoanálisis existencial, la señora Duss opina que había negado el alimento, o sea el amor. Cuando el yo no
este último constituye un retorno al estado sadomasoquista está cargado de la enei*gía libidinosa procedente de la intro-
de nuestro psiquismo. Esta fijación, cree, explica la apa­ yección del amor maternal, pronto es invadido por fuerzas
destructivas. Como lo ha mostrado Freud, hay una traba­
rente necesidad de los filósofos existencialistas de abrumar
zón de impulsos. Cuando los impulsos libidinosos están frus­
a sus discípulos bajo una terrible responsabilidad; explica trados, los impulsos de autoconservación pierden su energía
igualmente la especie de placer morboso que parecen sentir defensiva v abandonan el yo a la autodestrucción. Frond ve
los maestros del existencialismo al desarrollar las consecuen­ en esta última un aspecto del instinto de muerte relacio­
cias irracionales, casi inhumanas, de esta responsabilidad, nado con el masoquismo primario.” 1
que al fin y al cabo es exagerada.
¿Significa esto que el existencialismo es una filosofía de Comprendemos ahora el verdadero objetivo de la construc­
lunáticos? La lectura de las confesiones del Roquentin de ción delirante de Renée llamado el “sistema”. Su madre ha­
Sartre o del Joseph K. de Kafka producen verdaderamente bía condenado, aparentemente, el deseo de la niña de alimen­
esta impresión. Pero tal conclusión sería excesiva. Según la tarse y había hecho nacer en ella la idea de que era malo
señora Duss la diferencia entre un filósofo existencialista querer comer. En consecuencia, el deseo de vivir era igual­
normal y un existencialista patológico, como Renée, reside mente culpable. Por ello, Renée rechazaba la comida y mu­
en que el primero se disocia emocionalmente de su tesis inte­ chas veces hubo que alimentarla artificialmente. Sin embar-
lectual y no la aplica, en verdad, a su propia vida. Esta
“mala fe” del filósofo existencialista es, en cierta manera, 1 Symbolic Realization, p. 118.

234 235
go, su irresistible deseo de alimento creaba en ella terribles “Comí, o mejor dicho, bebí mi leche. Una indecible felici­
sentimientos de culpa. "Estos sentimientos de culpa”, explica dad llenó mi corazón... Plenamente feliz, con una tranqui­
la señora Sechehaye, "eran aliviados por el autocastigo que lidad pasiva de niño pequeño, con un gozo inconsciente que
•implicaba el sistema”. 1 En esto reside el verdadero objetivo no habría podido explicar... me fui con la enferm era... y,
del “sistema” delirante de Renée, lo que está muy lejos de la cuando me encontré afuera, me di cuenta de que mi percep­
suposición de la señora Duss de que le propor-cionaba las ca­ ción del mundo había cambiado: en lugar de ver un espacio
tegorías y normas universales que Renée había perdido a infinito e irreal en el que todas las cosas se destacaban
desnudas y aisladas, vi por primera vez la Realidad, ¡la ma­
causa de su filosofía existencialista. Al no haber sido querida ravillosa realidad!” 1
por su madre, al haber sido, simbólicamente, condenada a
muerte por ella, Renée se sentía culpable por su deseo de El completo éxito de la realización simbólica del amor ma­
vivir. “Estos sentimientos de culpa exigían castigo y el cas­ ternal practicada por la señora Sechehaye muestra que la
tigo consistía en tener sentimientos de culpa.” 2 Así, pues, el verdadera necesidad de Renée era de carácter emocional y
“sistema” que le prohibía comer y le infundía sentimientos no intelectual. Si la suposición de la señora Duss fuese co­
de culpa por cualquier cosa que hiciera o que dejase de hacer rrecta —o sea que lo que Renée necesitaba era creer nueva­
se adaptaba muy bien al estado de Renée. mente en las esencias universales, creencia que había perdido
Como hemos visto, su necesidad básica era amor: amor ma­ a través de su filosofía existen ciai—, la señora Sechehaye se
terno. Entre sus construcciones delirantes, había una en la habría visto obligada a ofrecer a su paciente una realización
que creía ser la reina del Tibet: “un país donde se encuen­ simbólica de las ideas de Platón.
tra todo lo necesario para la vida, especialmente calor, y don­ Desde luego, se puede ser de la opinión de que no hay amor
de no se sufre por la falta de amor”. 3 ni seguridad sin esencias, y de cualquier modo es posible que
La brillante idea de la señora Sechehaye fue ofrecer a su el juicio de la señora Duss encierre una parte de verdad,
paciente una realización, simbólica de sus demandas emocio­ porque no cabe duda de que el concepto existencialista de
nales frustradas. Una vez le ofreció manzanas, pero Renée Renée de la total responsabilidad del individuo en un mun­
las rehusó, y señalando los pechos de su analista dijo: “ Quie­ do sin normas ejerció muy malos efectos sobre su estado
ro que mamá me dé manzanas como éstas.” Comprendiendo mental; aumentó, por cierto, su ansiedad patológica.
que las manzanas significaban los pechos maternos, la leche El análisis de los aspectos psiquiátricos del existencialis-
materna, el amor materno, la señora Sechehaye tomó una mo no ha sacudido, sino más bien fortalecido, nuestra con­
manzana, la partió en dos, ofreció las mitades a Renée y vicción de que el psicoanálisis sartriano no puede ser con­
dijo: “Es hora de tomar la buena leche de las manzanas de siderado como una terapia mental, puesto que proporciona
mamá.” 4 Renée, que en esta época contaba veintiún años, libertad con angustia, en tanto que una verdadera terapia
pero que había regresado a la etapa infantil de la participa­ mental debería dar la liberación de la angustia. Y si el exis-
ción mágica, se apoyó contra el hombro de la señora Seche­ teneialismo ha de ser empleado como una terapia moral, no
haye, puso la manzana sobre el pecho de su analista y em­ es posible que lo sea bajo la forma de una tesis metafísica,
pezó a comer. como en Sartre, sino tan sólo en la de una ficción moral, un
La muchacha describe los efectos casi milagrosos de esta ético “como si”. Trataremos de explicar esta afirmación en
realización simbólica de su frustrada necesidad emocional de el último capítulo.
amor maternal cuando cuenta: Antes de concluir el presente análisis, debemos considerar
1 Ibíd., p. 135. aún otro hecho, o sea que el caso de Renée parece confirmar,
2 Ibíd., p. 136. en cierto modo, el psicoanálisis sartriano do los alimentos.
3 Ibíd., p. 45.
4 Ibíd., p. 51. 1 Autobiography, pp. 79-80.

236 237
Como liemos explicado en un capítulo anterior,1 Sartre cree nocer), la señora Sechehaye relata cómo intentó satisfacer,
que las distintas clases de alimentos poseen una significación simbólicamente, el deseo de Renée de penetrar en el cuerpo
simbólica, que cada uno de ellos representa el ser de una de su psicoanalista-madre. Freud ya habló de la nostalgia
manera simbólica diferente. Hasta cierto punto esta idea pa­ del hombre por su vida prenatal, la vida del feto, pasiva y
rece verificada por el método de la señora Sechehaye de la libre de responsabilidades. A fin de dar realización simbó­
“realización simbólica”. Ya hemos visto que las manzanas lica a esta demanda emocional de Renée, su psicoanalista la
simbolizaban verdaderamente el amor maternal. “Siempre ha­ hizo acostar en un cuarto cuyas persianas verdes estaban
bía sobre la chimenea dos hermosas manzanas que represen­ bajas, de manera que quedaba envuelto en una luz verdosa.
taban los pechos maternos, y que me había dado mamá para La señora Sechehaye dio a su enferma un sedante, compre­
protegerme. Ante la menor angustia yo corría hacia ellas y, sas calientes e infusiones de hierbas, que representaban sím­
en seguida, me sentía tranquilizada”, cuenta Renée.2 En bolos de protección maternal. Renée dice que se sentía mara­
otra ocasión describe cómo su jisicoanalista —en la que había villosamente aliviada, su dolor moral se calmaba en ese es­
encontrado una nueva madre— trató de calmar su terrible tado de perfecta pasividad. Pero cuando se repitió el experi­
1 sentimiento de culpa trayéndole una copa de crema batida y mento surgió una dificultad: Renée sufría de náuseas (no
\ metiéndole una cucharada en la boca: “Toma un poco de sólo de la náusea existencialista, sino también de náuseas
-) nieve blanca”, dijo la señora Sechehaye. “Purificará a Re- fisiológicas), que se intensificaron con la ingestión de las
née. Cuando mamá le da nieve a Renée el crimen desaparece; bebidas calientes que tomaba mientras se hallaba en el cuerpo
Renée vuelve a ser pura.” a Y la muchacha describe cómo al simbólico de su psicoanalista-madre. Para contrarrestar es­
ingerir la crema batida, símbolo de la pureza moral, su in­ tas náuseas, el médico le prescribió helados. Ahora bien, los
. helados son fríos, lo opuesto al símbolo de amor maternal.
I tenso sentimiento de culpa e indignidad inmediatamente se
mitigó. Madame Sechehaye relata que Renée quedó enteramente con­
De esta manera se pudo descubrir un carácter simbólico fundida al ver que el calor que tanto había deseado la hacía
r
definido de la crema batida por sus efectos terapéuticos po­ sufrir y que debía tomar helados para aliviar sus náuseas
*i
•h sitivos, tal como en el otro caso se había tornado evidente el cuando descansaba en el cuerpo de su madre. La psicoana­
* t significado simbólico de las manzanas. Creo que estas intere­ lista venció esta dificultad diciendo a la muchacha que iba
santes experiencias pueden ser consideradas como una con­ a eliminar sus náuseas con un líquido que era un “líquido de
firmación de las ideas de Sartre sobre el psicoanálisis de los mamá”. Y entonces pudo hacerle tomar el helado que la
i alivió.
alimentos.
Pero también aquí son necesarias ciertas restricciones: el Este símbolo revela que el carácter simbólico no es un
k "coeficiente metafísico” permanente de cada alimento deter­
psicoanálisis existencial de Sartre considera la significación
*1 simbólica de los alimentos como su “coeficiente metafísico”, 4 minado sino que es psicológicamente variable y depende de
que como tal es permanente e inmodificable. Este concepto las ideas con que se lo asocia. Aunque los experimentos de
rígido, metafísico, de la significación simbólica de los ali­ la señora Sechehaye no corroboran las concepciones metafí­
mentos no ha sido confirmado por los experimentos de la se­ sicas de Sartre acerca del simbolismo, parecen confirmar su
ñora Sechehaye en la realización simbólica. Sin referencia al teoría psicoanalista general del carácter simbólico de los
psicoanálisis sartriano de los alimentos (que parece desco- alimentos.

1 Ver "El psicoanálisis de cualidad es y alimentos: visco­


sidad y náusea”.
2 Autobiography, p. 82.
» Ibíil, p. 90.
4 L'Eire ct le Néant, p. 095. ;

238 239
I
Capiculo XX V torta rosada, el gusto es rosado; el suave perfume dulce y la
untuosidad de la crema de mantequilla son rosados”i 1
CONSIDERACIÓN CRÍTICA FINAL Para llegar a ser una verdadera ciencia, el psicoanálisis
Y CONCLUSIÓN existencialista deba independizarse del método fenomenológico,
el cual, según su creador Husserl, quiere lograr descubrimien­
tos decisivos “sin el aparato de los silogismos y de las prue­
bas”^
La diferencia entre el psicoanálisis de Freud y Sartre,
en sus actitudes con respecto a la terapia, ha sido ya men­
cionada. Mientras el psicoanálisis empírico de Freud perte­
nece al reino de la higiene mental, el psicoanálisis existen­
cialista de Sartre pertenece más bien al reino de la higiene
El psicoanálisis existencialista trata de investigar ciertos ele­ moral. Filosóficamente hablando, el psicoanálisis freudiano
mentos que el psicoanálisis empírico y la psicología individual es un racionalismo directamente en la línea de Spinoza. En
consideraban como datos irreductibles. Hacer retroceder los el racionalismo spinozista, el sufrimiento se revela como un
límites de los elementos aparentemente irreductibles significa error, que surge de la limitada comprensión de la existencia
expandir el campo de la investigación científica, y en este sen­ individual; pero al reconocer las cosas sub specie aetemitatis,
tido el psicoanálisis existencialista puede tener ciertos méritos nos sentimos aliviados de nuestro sufrimiento. La ética de
científicos que sólo el futuro puede consagrar. Por el momen­ Spinoza es así equivalente a una liberación de los sufrimien­
to, es sólo un esquema general; el mismo Sartre dice que el tos a través del conocimiento. Pienso que también el psico­
psicoanálisis existencialista no ha encontrado todavía a su análisis de Freud puede ser considerado como una liberación
Freud, pero poca duda cabe de que él habrá de ser ese Freud. de los sufrimientos a través del conocimiento, pues al reco­
Lo que encuentro defectuoso es su método de investigación nocer nuestras tendencias reprimidas bajo la guía del psico­
psicoanalítica, ya que es el método de la fenomenología de analista, nos liberamos del sufrimiento que anteriormente nos
Ifusserl. Sartre considera las cualidades como viscosidad, causaron. Tanto las enseñanzas de Spinoza como las de Freud
fluidez, solidez, etc., como “naturalezas objetivas” o esencias son, en este sentido, racionalistas. La razón aparece como
en el sentido husserliano y trata de descubrirlas por medio la gran liberadora.
de la “intuición” fenomenológica de Husserl. Empero, la in­ El psicoanálisis existencialista de Sartre, en cambio, no nos
tuición es siempre subjetiva, a pesar de las protestas de los proporciona liberación del sufrimiento, sino que nos da más
fenomenólogos. Al basar la filosofía en la intuición, Husserl
sufrimiento. No nos da en absoluto liberación. Nos da liber­
pretendió no obstante darle el carácter de una strenge Wis-
tad. Y esto es diferente. Porque la libertad es un regalo de
senschaft, de una ciencia rigurosa. Y lo mismo hace Sartre
Dánae. No podemos abrazar a la bella diosa de la libertad
con su psicoanálisis existencial, cuando, por ejemplo, dice:
sin aceptar a su hermana siamesa, la angustia. Ambas están
“Lo dulce... expresa la viscosidad, cuando comemos una cu­
unidas por un lazo irrompible, como lo vimos en la filosofía
charada de miel o melaza, tal como una función analítica
de Sartre, en sus novelas y, de manera más impresionante,
expresa una curva geométrica.” 1 Pero esta relación entre
en su tragedia Les Mouches. Al aclarar el camino del reco-
dulzura y viscosidad, a la cual quiere Sartre dar el carácter
objetivo de una función matemática, ¿no es meramente sub­
1 Ibíd., p. 707.
jetiva cuando hace la siguiente afirmación: “Si como una 2 Husserl, “Philosophie ais strenge Wissenschaft”, Lagos 1
(1910), p. 341.
i L'Etrs el le Néanl, p. 707.
241
240
nocimiento de nuestra libertad, el psicoanálisis existencialis- considera los valores como datos trascendentes, independien­
ta no nos libera de nuestro sufrimiento, sino que nos trae al tes de la subjetividad humana. Con todo, ése es el modo con
sufrimiento de un vivir en autenticidad. Dando a esta auten­ que Sartre acepta el valor absoluto de la autenticidad y la
ticidad un valor positivo absoluto, considerándolo como un sinceridad, al punto que parecería como si sólo por una afor­
ideal absoluto que justificaría los sufrimientos de nuestra an­ tunada inconsecuencia, su filosofía escapa al nihilismo y se
gustia, el existencialismo sartriano puede ser interpretado torna un idealismo absoluto irracionalista.
como un idealismo ético absoluto, y, al mismo tiempo, como Nos parece que la guerra de Sartre contra la comodidad
un irracionalismo; porque la aceptación de los sufrimientos de una vida inautèntica, una vida de mala fe, y su enseñanza
de una existencia auténtica no puede ser justificada por la de una vida auténtica, en la sinceridad, con todos los sufri­
razón. Al contrario, la razón muestra que aquellos que llevan mientos vinculados a ella, es sólo una nueva forma del men­
una vida inautèntica, no sufren en absoluto. Viven en “mala saje que en la segunda mitad del siglo XIX nos trajo Hen-
fe”, escapando de la admisión de su libertad, y evadiéndose drik Ibsen. No hay duda de que el gran noruego predicó
así de su responsabilidad por la elección de valores. Tratan­ igualmente contra la facilidad de una existencia inautèntica,
do de evadirse de la angustia, viven cómodamente en mala de mala fe, y nos incitó a aceptar una existencia auténtica,
fe, aceptando valores fabricados de antemano, y considerán­ en la sinceridad, al precio del sufrimiento moral. Hallamos
dose justificados por sus pequeñas funciones dentro de la este mensaje en la mayoría de los dramas de Ibsen, comen­
sociedad, de cuyos valores no son responsables. zando por “El pato silvestre”. He aquí a Hialmar Ekdal,
Una vida auténtica, según la predica Sartre, nos da sola­ que vive en la mala fe, plenamente satisfecho de su existen­
mente una recompensa por los sufrimientos que nos impone: cia inautèntica, construida sobre una mentira, esa mentira
la satisfacción moral de no vivir ya en mala fe, de ser sin­ que Ibsen llama “mentira vital” (en noruego, Livslognen).
ceros, de no ser más salauds (cochinos). Pero sólo un enfoque Recordamos que Sartre definió la mala fe como una mentira,
irracionalista de la existencia puede considerar esta satisfac­ una mentira a sí mismo, y la mentira vital ibseniana, o ilu­
ción moral como una recompensa adecuada de los sufrimien­ sión vital, es también una mentira a sí mismo. Ibsen la lla­
tos de la angustia; sólo un idealista irracionalista como el ma “el principio estimulante” de la vida, y la “mala fe” de
Orestes de Sartre puede alabar “la libertad del prisionero Sartre tiene exactamente la misma intensa función esti­
cargado de cadenas en el fondo de su calabozo, y la del es­ mulante.
clavo crucificado”. 1 Aparece entonces Gregers Werle, el idealista, y tra ta de
Nuestra primera conclusión, por tanto, será que el exis­ arrancar a Hialmar de ese “pantano ponzoñoso” de una vida
tencialismo de Sartre no es un nihilismo, como nos pareció inautèntica. En nombre de la “exigencia del ideal”, quiere
anteriormente, sino una especie de idealismo ético absoluto, que Hialmar acepte una vida auténtica, construida sobre la
aunque el valor absoluto que adscribe a la autenticidad y a sinceridad, con todos los sufrimientos que implica. Pronto
la sinceridad no alcance justificación en su misma filosofía: aparecen esos sufrimientos: la vida familiar de Hialmar se
porque sabemos que la filosofía sartriana no admite ningún destruye, y su hija se suicida.
valor de validez supra-individual, dado antes de una elección En “Un enemigo del pueblo”, hallamos un mensaje simi­
individual, y Sartre piensa que cada individuo debe elegir lar. Figura allí el doctor Stockmann, que quiere liberar a
libremente sus valores y puede, incluso, revocar su elección toda una ciudad de la mala fe, y guiarla a la autenticidad.
y reemplazarla por otra. Según su filosofía, la aceptación de Finalmente, se queda solo, y se consuela diciéndose que “el
la autenticidad como un valor absoluto podría hasta ser ca­ hombre más fuerte del mundo es el que se queda solo”. 1
racterizada como manifestación del espíritu de seriedad, que
1 Ibsen, Un enemigo del pueblo (edición inglesa), Nueva
1 Les Moitches, p. 94. York, 1911, p. 216.
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242
También el Orestes de Sartre se queda solo en su autentici­ que “cada hombre debe ofrecer a su Isaac lo mejor que tiene”.
dad, sufriendo solitario el ataque de las furias. Pero todas estas actitudes eran mentiras, mentiras al mun­
Pero el Peer Gynt de Ibsen, cuya existencia es totalmente de y a sí mismo, manifestaciones de mala fe; y la revista
inautèntica, vive feliz en la mala fe, y no se halla solo. Por Korsar de Copenhague tuvo razón al acusarlo de vergonzosa
medio de fantásticas mentiras ayuda a dulcificar la muerte conducta hacia Regine Olsen, y de haber explotado todavía
de su madre, y le evita despertar a la autenticidad de la an­ más desvergonzadamente su conducta en sus libi'os. Hoy sa­
gustia mortal de Heidegger. Peer Gynt es la personificación bemos, por las conversaciones de Kierkegaard con Emil Boe-
de la inautenticidad, que también se simboliza en esos seres sen, sostenidas durante su última enfermedad, que la “ autén­
mitológicos a quienes Ibsen designa como “trolles”. tica” razón de su ruptura con Regine Olsen fue su impo­
En Brand vemos al pastor de ese nombre luchando contra tencia sexual, contra la cual había buscado ayuda médica,
la facilidad de la mala fe en una comunidad cristiana, y tra ­ pero que era incurable. (Diarios, 2, 406.) En su interesante
tando de convertirla a una auténtica cristiandad. Acepta to­ libro sobre Kierkegaard, E. L. Alian escribe:
dos los sufrimientos de una vida auténtica, sacrificando su fe­
licidad, la vida de su hijo y, finalmente, su propia vida, para “No puede uno dejar de pensar a este respecto en alguna
desarraigar el dominio de la mala fe, las cómodas mentiras forma de impotencia sexual, al punto que, finalmente, de lo
del modo tradicional de la práctica religiosa. “ ¡Todo o na­ que Kierkegaard se acusa es de falta de virilidad. ¿Puede
da!”, tal es el grito de batalla de Brand en su lucha contra ser éste un caso al que se aplique el análisis de Adler, y en
la mala fe y en favor de la autenticidad. También fue ése el el que un conflicto mental de toda la vida pueda ser locali­
zado como proveniente de alguna inferioridad orgánica?” 1
grito de batalla de su modelo, Soeren Kierkegaard, el funda­
dor del existencialismo, cuya vida fue una constante lucha Coincidimos plenamente con la suposición de Alian, y pen­
por la autenticidad en el reino de la fe cristiana, una lucha samos que la lucha por la autenticidad del Papa del moderno
contra la mala fe de aquellos que se mienten a sí mismos, existencialismo, era una manifestación de mala fe. En el
fingiendo ser cristianos, sin vivir al nivel de los severos y caso de Kierkegaard, el psicoanálisis existencialista de Sartre
austeros requerimientos de un cristianismo auténtico. es fácilmente sobrepujado por la psicología individual de
Miguel de Unamuno, el gran escritor y existencialista Adler.
cristiano, llamó al Brand de Ibsen “el reflejo de Kierke­ Estas consideraciones nos muestran que a los nombres de
gaard en el arte dramático”, y añadió: “Cuanto dure Brand los estoicos, Pascal, Descartes, Kant, Schelling, Fichte, He­
durará Kierkegaard.” 1 gel, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Bergson, Hus-
A pesar de esto, sin embargo, nos parece que el mismo serl, Croce, Valéry, Ortega y Gasset, Heidegger, Jaspers,
Kierkegaard era de mala fe. Habíase comprometido con una Bachelard, Freud, Adler, Schnitzler y Salacrou, debemos
hermosa muchacha, Regine Olsen, quien adoraba al apuesto agregar el de Ibsen como uno de los antepasados espirituales
joven. Pero él rompió súbitamente con ella, acusándola bru­ de SartTe. Por lo que concierne a la forma literaria, Sartre
talmente de hallarse a un nivel religioso inferior, acusando adoptó también el “monólogo interior” de Schnitzler, en el
a la Iglesia de mala fe por contemporizar con el matrimonio cual el personaje principal manifiesta sus pensamientos tal
aunque éste es “pecaminoso”. Porque la mujer es el supremo como realmente se formulan en su mente, con todas las apa­
enemigo del espíritu, es el diablo que arrastra a los jóvenes rentemente inconexas asociaciones de ideas. Quienes lean
a sus trampas. En otros escritos suyos se volvió sentimental, Leutnant Gusil y Fräulein Else, de Schnitzler, no se asom­
declarando, en obvia alusión a su conducta para con Regine, brarán de la forma en que Mathieu y Boris, los personajes
1 M. de Unamuno, Mi religión y otros ensayos (Buenos Ai- sßrtrianos, expresan su pensar.
res-México, 1942), p. 55. i E. L. Allan, Kierkegaard, His Life and Thoughl (Londres,
1935), p. 30.
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Muchos se han sorprendido por la forma literaria de Le genio dramático, todo ello lo proclama como una de las per­
Sursis, donde Sartre no describe hechos en el orden cronoló­ sonalidades más fascinadoras de nuestro tiempo.
gico habitual, sino que lo hace simultáneamente. Se nos dice ¿Cuál es el resultado final de la filosofía sartriana? Ha
1c que al mismo tiempo ocurre en París, Praga, Godesberg, examinado todos los proyectos humanos: amor, deseo, odio,
Marruecos, etcétera, con frecuencia en la misma frase y con indiferencia, la esclavitud de otras personas, la apropiación
los mismos pronombres personales. Cuando Sartre, en esta de objetos inanimados, y todos esos proyectos resultaron fra­
novela, dice: “él”, nunca sabemos inmediatamente a cuál de casos. Es cierto que podemos no compartir la opinión de Sar­
los personajes se refiere, si es una de sus figuras de París tre de que el amor es sólo el deseo de ser amado, al punto
u otra que, al mismo tiempo, piensa y actúa en los Sudetes que culmina en un interminable y vano juego de espejos.
o en Africa. Muchos lectores quedan azorados. Y, sin embar- Mi opinión —que he desarrollado en dos de mis libros—, es
go, se trata solamente de la realización de una de las ideas que entre los proyectos humanos para superar la oposición
expresadas —aunque por fortuna no llevadas a la práctica— entre el sujeto y el objeto, el amor es el proyecto que más
por André Gide, en su novela Les Fau-x-Monnayeurs (Los se acerca a su objetivo. El amor, por consiguiente, puede
monederos falsos). Al hablar de la reforma de la novela, liberar, en cierta medida, al individuo de su soledad cós­
Gide critica la escuela naturalista, que quería ofrecer una mica. i Y en otro de mis libros traté de demostrar que el
amor es la única actitud humana que ata al hombre al pre­
“tajada de vida” (une tranche ele vie), pero cortándola siem­
sente y, así, lo redime momentáneamente de su incesante
pre longitudinalmente en el tiempo. ¿Por qué no transversal­
proyección en el futuro.2
mente, a lo ancho, es decir, haciendo un corte a través de
Sin embargo, en la filosofía de Sartre el amor es un fra­
acaecimientos simultáneos? Tal era la pregunta de Gide, y caso, como lo es el proyecto fundamental del hombre: ser
Sartre intentó hacerlo, violando las sensatas leyes de Les­ Dios por la posesión del mundo, “ ... l a idea de Dios es con­
sing, y sin obtener buen resultado. tradictoria, y nos perdemos en vano;, el hombre es una pa­
Sería equivocado, empero, considerar a Sartre como un es­ sión inútil”. 8
critor ecléctico. Los elementos ajenos que emplea, están alta­ Al cerrar su gran tratado filosófico con esta sombría nota,
mente enriquecidos por la síntesis en la cual los une. Sartre Sartre parece haber logrado lo que sus amigos Camus y
es un talento sincrético, un genio de la síntesis. Cuando en Juin le reprochaban: racionalizar lo absurdo de la existen­
su cuento La Chambre (El aposento) describe a una mujer cia. L ’Etre et le Néant demuestra realmente la necesidad de
que trata de penetrar en el mundo de ideas y sentimientos lo absurdo y la contingencia de nuestra existencia, que Ro-
insanos de su marido a quien adora, buscando así perforar quentin, el protagonista de La Nausée, sólo había sentido
“el muro” entre razón y locura, Sartre lleva a la práctica irracionalmente. L'Etre et le Néant es una demostración ló­
una idea que Balzac había insinuado en su novela Louis gica de que la existencia del hombre no puede ser demostrada
Lambert. Mas lo que en Balzac era sólo un ligero bosquejo lógicamente; da una base ontologica al hecho de que la exis­
de asombrosa inspiración, se convierte en el relato sartriano tencia no tiene base ontològica. Es una justificación de que
en una pintura maestra, realizada con los colores más hon­ el hombre no esté justificado. Es la demostración más inte­
dos, más lúgubres y potentes de la pasión humana. ligente de lo absurdo.,
Y lo mismo pasa con la filosofía de Sartre, y con su psico­
análisis existencialista. En todos sus puntos se ven las ideas 1 Cf. A. Stern, Die pkilosophischen Grundlagen von Wahr-
heit, Wirklichkeit, IVert, pp. 404-21; La Filosofía de los Va­
o los gérmenes de ideas de sus predecesores, desarrollados, lores, Buenos Aires, 1960, pp. 151-175.
vistos desde nuevos ángulos, llevados a interesantes conclu­ 2 Cf. A. Stero, Filosofía de la risa y del llanto, Buenos
siones. El poder de síntesis de Sartre, su imponente dialéc­ Aires, 1950, cap. “Eros y la risa”, p. 200-207.
tica, la penetrante sutileza de sus novelas, y la fuerza de su 8 U Etre et le Néant, p. 708.

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Y, sin embargo, pese a proclamar el fracaso del proyecto \Die letzte Wahl steht mich dem Schwächsten offen,
hrnnano de llegar a ser Dios y encontrar así una base de su Ein Sprung von dieser Brücke macht mich frei.] 1
existencia, la filosofía de Sartre le da finalmente al hombre
los atributos de la divinidad y una base, bajo la forma de Nada muestra mejor el extremo empobrecimiento de la
orgullosa, deiforme libertad humana de Sartre, que sus pala­
libertad. Al presentar a Descartes, Sartre describe el con­
cepto de libertad según lo definió el padre de la filosofía bras: “nunca estuvimos más libres que durante la ocupación
moderna. Pero en Descartes, la libertad absoluta que inventa alemana”.2
la razón y los valores y no tiene límites más que en sí mis­ Algunas veces la insistencia de Sartre en la soberanía del
hombre, en su divina libertad, a pesar de la situación más
ma, es una prerrogativa divina, en tanto que Sartre pre­
opresiva, suena casi tan irónica, lo quiera o no, como los co­
tende que esta libertad absoluta es nuestra libertad humana. mentarios de Voltaire sobre la idea de la libertad de Leib­
Y concluye escribiendo: niz. Soldado en el ejército búlgaro (léase prusiano), se le
“No le reprochamos a Descartes que haya dado a Dios lo preguntaba a Cándido, el héroe de Voltaire, si prefería ser
que nos pertenece (a los hombres); antes bien lo admiramos azotado treinta y seis veces por todo el regimiento o recibir
por h ab e r... desarrollado hasta el final los requerimientos enseguida una docena de balas de plomo en la cabeza.
de la idea de autonomía, y por haber comprendido, mucho
tiempo antes del Ileidegger de Yom Wescn des Grnndes, que
la única base del ser es la libertad.” 1 “Aunque protestó que la voluntad del hombre es libre y
Por cierto que, mirando más de cerca, advertimos que esta que no deseaba ni lo uno ni lo otro, tuvo que optar; en vir­
tud de ese don de Dios que se llama libertad, resolvió pasar
divina libertad que tan orgullosamente proclamó Sartre como por las baquetas.. .” 3
nuestro patrimonio humano, se reduce a restos miserables.
¿Qué queda de nuestra inmensa libertad humana, “no limi­ El Cándido de Voltaire, que debe elegir entre ser azotado
tada por ningún orden de verdades ni valores que podrían hasta la muerte o morir de un tiro, goza aproximadamente
ofrecerse a nuestro consentimiento como cosas eternas” 2 de la misma libertad de elección que el esclavo de Sartre,
cuando Sartre la restringe subsecuentemente por nuestra fac- quien debe elegir entre morir encadenado en la prisión o
ticidad, nuestra situación, y admite por fin que sólo es una morir en un motín carcelario. Pero Voltaire reconocía que
libertad de elegir y no de obtener? No me parece que un Dios una elección entre dos necesidades destructivas no es liber­
se sentiría satisfecho con este tipo de libertad. Sartre dice tad en absoluto, sino su sangrienta caricatura, en tanto que
que un esclavo encadenado es tan libre como su amo, y agre­ SartTe mantiene tercamente que es una libertad divina. La
ga: “La vida del esclavo que se rebela y muere en el curso inconsistencia de esta actitud se refleja en el hecho de que,
de la sublevación, es una vida libre.” 3 En muchos casos, la en lo que a libre arbitrio concierne, el escéptico ateo Sartre
libertad sartriana se reduce a la elección entre llevar cade­ se halla mucho más cerca del optimista creador de la Teo­
nas o morir. La encontramos ya en el Guillermo Tell de dicea, Leibniz, que del escéptico deísta Voltaire.
Schiller, cuando Gertrud Stauffacher exclama: En esta libertad basa Sartre el optimismo final de su exis-
tencialismo. Si la gente es vil, débil, mala, cobarde, ello no se
La elección última le es dada aun al ser más débil; debe a su herencia biológica o a la influencia de su medio
Un salto desde este puente me libera. ambiente, o a cualquier otro determinismo orgánico o social,

1 “La liberté cartésienne”, Situations 1 (París, 1947), pp. 1 Schiller, Wilhelm Teil, en Schillers Werke (Stuttgart,
334-335. 1885), III, Sc. 2, p. 9.
2 Ibíd., p. 335. 2 La République du Silence, p. 11.
3 L ’Etre et le Néant, p. 635. 3 Candide, en Oeuvres choisies (Paris, 1878), II, p. 49.

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sino a que la gente elige libremente ser vil, débil, mala, co­ píos presupuestos, no hay valores de validez universal. Cada
barde. Son por lo tanto responsables de sus vicios. Pero esto individuo tiene que inventar su propio sistema de valores, y
implica también que “siempre es posible para el cobarde no puede revocarlo y reemplazarlo por otro, tan pronto quiera
serlo”.1 Llegar a ser un. héroe depende, en último término, hacer una nueva elección. Sartre nos ha dicho que los valo­
de su libre elección de convertirse en un héroe. res sólo son válidos dentro de un proyecto individual y de­
Podemos contestar que la biología y la psicología han esta­ finido.
blecido el hecho de la herencia, y que la sociología ha proba­ Si, por consiguiente, el cobarde tiene por su libre elección
do la influencia del medio ambiente. Sartre podría responder la oportunidad de volverse valiente, y el vil puede transfor­
a esto que la ciencia es sólo uno entre muchos proyectos de marse en noble, esto no indicaría el progreso del mundo ha­
existencia, que presuponen existencia y libertad, y que “la cia un grado superior de perfección moral, puesto que sólo
libertad humana no está limitada por ningún orden de ver­ el “podrido” espíritu de seriedad puede adscribir a los valo­
dades”, porque "la razón llega al ser por la libertad”.2 F i­ res del coraje y la nobleza un valor superior, de validez im­
nalmente, es probable' que respondiera que los biólogos o perecedera y universal. De este modo, si el existencialismo
sociólogos que insisten en los factores de herencia y medio sartriano quiere ser optimista, a pesar de haber secado to­
ambiente, a fin de explicar el carácter moral del hombre, son das las fuentes del optimismo, el suyo parece ser un opti­
ellos mismos de “mala fe” al trata r de escapar de su res­ mismo de desafío.
ponsabilidad moral so pretexto de un determinismo científico. Pei'o lo más extraño es que Sartre cree realmente en el
Así, la posición estratégica de Sartre en su defensa de la valor superior del coraje y del Bien, independientes de cual­
libertad parece ser inexpugnable. Y, sin embargo, las bases quier proyecto definido, aunque su sistema excluya esa
de su concepto de libertad no son de las más sólidas. Nos creencia. Si esto es así, entonces la filosofía de Sartre es a
ha dicho que “la libertad coincide. . . con la nada que está la vez más moral y más dogmática de lo que es capaz de
en el corazón del hombre”.3 Pero no le es posible decirnos conceder teóricamente o está dispuesta a admitir emocio­
qué es la nada, porque es indefinible. Cualquier definición nalmente.
debería afirmar que “la nada e s ... esto o aquello” ; pero A pesar del carácter vago de la nada sartriana como
esto sería una contradictio in adjecto, en la cual el verbo base de la libertad humana, esta libertad parece tener cier­
afirma lo que el nombre niega. La nada de Sartre, que éste tos derechos de ciudadanía en la conciencia humana, aun­
heredó de Heidegger, es casi un ente mítico. Y, sin embargo, que no sean tan absolutos como Sartre los otorga. No hay
es la base de su concepto de libertad. duda que el sujeto se siente libre y responsable. Pero, tan
Pero aun si concedemos a Sartre que, gracias a la libertad, pronto como trata de pensarse, tiene que pensarse como de­
siempre hay una oportunidad para que el cobarde se vuelva terminado; puesto que pensar significa determinar. Tan
valiente, para que el vil sea noble, ¿sería ésta una razón su­ pronto el sujeto se determina, conviértese en un objeto de­
ficiente para el optimismo? No lo es para el existencialismo, terminado. Como objeto determinado, está determinado y no
ya que aun entonces el mundo continuaría errando sin obje­ es más libre.1
to, desprovisto de propósito. Y, lo que es más importante Podría así afirm ar que, subjetivamente, la existencia del
aún, el existencialismo no puede reconocer el valor superior hombre es sentida y vivida como libre, pero que objetivamen­
del coraje y la nobleza porque en conformidad con sus pro­ te debe ser pensada como determinada.

1 L ’Existentíalisme, p. 62. 1 Cf. A. Stern, Pensée transcendantale-logique et Pensée


2 “La liberté cartésienne”, Siluations I, p. 333; L ’Etre et anthropologique - psychologique - cérébrale, Travaux du IXe
le Néant, p. 567. Congrès International de Philosophie, VII, pp. 44-51 (P a­
3 Ibíd., p. 516. ris, 1937). , '

250 251
Mi posición, aunque más restringida que la de Sartre, fa­ patriota buscará evadir sus obligaciones militares si su país
cultaría no obstante a la filosofía para extraer el máximo se ve implicado en una guerra para sobrevivir. ¿Nos da eso
beneficio ético de su teoría de la libertad. Ya que el sujeto derecho a afirmar que todo hombre que obedece su deber
se siente y se vive como libre, aunque no pueda pensarse cívico ha “elegido” la guerra y es “responsable” de ella, tan
como libre, creo que puede adoptar la tesis de la libertad mo­ responsable como lo fue Hitler? Al adoptar esta posición
ral, por lo menos en el sentido de un “como si”, una ficción nos burlamos de las ideas de elección y responsabilidad.
en el sentido de Vaihinger. “La ficción es un error legitimo, Pero tan pronto como consideramos la idea sartriana-dosto-
cuya razón de ser debe ser justificada por su éxito.” 1 En ievskiana de que todos son responsables de todo ante todos,
este sentido podría yo afirmar que el individuo debería ac­ no como un principio metafísieo, sino como una ficción ética,
tuar “como si” fuera libre, puesto que siente que es libre un “como si” moral, resulta posible extraer todo su beneficio
y responsable, aunque teóricamente esta libertad no pueda para la ética. Si durante la ocupación alemana hubiéramos
ser pensada con las categorías de nuestra mente. dicho a un ciudadano francés que era responsable de la gue­
Considerado, no como una realidad metafísica, sino como rra desatada por Hitler, hubiera rechazado la acusación como
un “como si” ético, el concepto de libertad de Sartre podría falsa. Pero si le hubiéramos dicho que debía actuar “como
cumplir plenamente su misión moral, ayudando a impedir si” fuera responsable de la guerra, nuestra sugestión hubiera
que el determinismo biológico y sociológico se convierta en estimulado su sentido de la responsabilidad.
pretexto para la pereza moral y el fatalismo. El bebedor En la filosofía de Sartre hay todavía otro elemento de gran
debe actuar “como si” fuera libre para ser sobrio, aunque importancia ética. Su psicoanálisis existencialista nos ha se­
viva en un ambiente de borrachos. El cobarde debe actuar ñalado el hecho de que muchas personas —inclusive un genio
“como si” fuera libre para elegir ser valiente, aunque su como Baudelaire—, muestran tendencia a verse a sí mismas
educación y medio ambiente no le hayan dado gran oportu­ tal como son vistas por los demás. Es cierto que a veces nece­
nidad de desarrollar sentimientos y actitudes de heroísmo. sitamos de otra persona, para ver a través de sus ojos cómo
Lo mismo vale para la responsabilidad. El sujeto siente somos, quiénes somos. Pero sabemos que, según Sartre, la
que es responsable de sus elecciones, aunque al determinarse mirada del otro hace que el ser cambie de sujeto que está
a sí mismo, aparezca como un objeto determinado por tantos haciéndose, a objeto que es lo que es, que coincide consigo
factores exteriores que casi no dejan sitio para la responsa­ mismo y está petrificado. Y Sartre tiene ciertamente razón
bilidad. en esto. Mientras vive, todo cobarde es un cobarde en sur8Í3,
Al considerar la responsabilidad como un absoluto, Sartre en aplazamiento, que puede llegar a ser un héroe. Pero bajo
va demasiado lejos. “Si soy movilizado en una guerra —escri­ la mirada de losdemás, el cobarde no está ya “en aplaza­
be—, esta guerra es mi guerra. . . La merezco, porque pude miento”, sino que es definitivamente un cobarde; su esencia
evadirla mediante el suicidio o la deserción. No habiéndola ha sido fijada, clavada por la mirada del otro, como si estu­
evadido, la elijo.” Es decir, que soy “tan responsable de la viera muerto.
guerra como si yo mismo la hubiera declarado”!2 Pienso que Ahora bien, si una persona se ve siempre a través de la
esta tesis sartriana pervierte el sentido moral de la idea de mirada de los demás, se ve como petrificada en su esencia,
la responsabilidad. Summum jua, summa injuria (la justi­ como siendo definitivamente un cobarde, un borracho, un
cia suprema es la injusticia suprema), decían los romanos. avaro; ya no está haciéndose, ya no está en sursis, y por lo
De igual modo podemos decir que, al ser llevada a este extre­ tanto no puede cambiar. Y si no puede cambiar, ¿por qué
mo, la ¡dea de responsabilidad se refuta a sí misma. Ningún hacer un esfuerzo moral cualquiera para tra ta r de cambiar?
Una persona que se ve a través de los ojos delos demás,
1 H. Vaihinger, Die Philosophie des Als-Ob (Berlín, 1911). no existe ya para-sí, sino solamente para-otros. Transpone
2 L’Etre et le Néant, pp. 639-641. el centro de gravedad de su existencia, de si mismo a la con­

252 253
ciencia de los demás, y hasta un cierto grado cesa de ser un Por otra parte tenemos a Eróstrato, en el cuento de Sartre,
ego. Viéndose a través de los ojos de los demás como un Erostmte, cuyo proyecto básico no es, como cree Robert
borracho o un homosexual, del mismo modo que un roble es Campbell, únicamente el odio, sino el de ser exclusivamente
un roble, se dirá que tanto puede dejar de ser borracho u para-otros y no para-sí. Quiere tener un lugar permanente
homosexual como puede un roble dejar de ser roble. Y esto en la conciencia de los demás; y como sólo se ve a sí mismo a
matará en él todo esfuerzo moral para cambiar, para conver­ través de los ojos de los demás, vive enteramente bajo la mi­
tirse a sí mismo en algo más valioso. rada de los demás. Por eso su única obsesión es la de asom­
Pienso que desde esta profunda introvisión del psicoanálisis brarlos, aunque sea mediante un crimen. Voilà ce que je
existencialista de Sartre, un puente conduce hasta la psicolo­ voudrais, les étonner tous, se dice.1 También él se pierde
gía individual de Adler, con su Geltungstrieb. En este últi­ como un ser-para-sí, como un hombre, porque se ha conver­
mo (que mal traduce el término nietzscheano “voluntad de tido enteramente en un ser-para-otros.
peder", ya que es más bien una voluntad de mostrar supe­ Me parece que la vanidad, o el deseo de superioridad adle-
rioridad), podemos discernir una falta de ser-para-sí. Un riano, se vinculan estrechamente con la tendencia de ciertas
individuo poseído por el objetivo de la superioridad, se mira figuras sartrianas a existir solamente para los demás, a
siempre en el espejo de la conciencia de los demás, donde verse sólo a través de los ojos de los demás. Llamamos en­
aparece como una cosa petrificada. Cuando Lucien Fleurier, greída a una persona cuando sólo se preocupa por la imagen
el fascista en evolución del cuento UEnfancc d’un Chef, de que ofrece a la mirada de los demás. Tiene su centro de
Sartre, es presentado a un joven judío en una fiesta cele­ gravedad fuera de ella, y es solamente mitad hombre y mitad
brada en casa de un amigo, siente, al principio, el deseo de cosa, la mitad que los otros miran. Y pienso que sólo las
estrechar la mano que el judío le tiende. Pero Fleurier re­ personalidades débiles necesitan existir en la conciencia de
cuerda repentinamente que sus amigos fascistas lo conside­ los demás para existir para sí mismos. La vanidad es una
ran como alguien que aborrece mortalmente a los judíos, y forma del complejo de inferioridad.
los mataría a todos si pudiera. Así es como, súbitamente, se Un muy valioso imperativo puede ser extraído del análisis
ve a sí mismo a través de los ojos de los demás; en seguida, sartriano de aquellas personas que sólo existen a través de
abandonando su primer impulso de amabilidad, rehúsa estre­ la mirada de los demás, y que por lo tanto existen en con­
char la mano del joven judío, mete las suyas en los bolsillos formidad con esa mirada. Podemos formularlo de este modo:
y se marcha de la fiesta. Y cuando, al día siguiente, su ami­ ¡Seamos para nosotros y no para-otros, no seamos cosas pe­
go hacia quien él se siente culpable, le dice que respeta su
trificadas existiendo a través del juicio de los demás, sino
“convicción” aunque no la comparta, Lucien Fleurier se ve
individuos! ¡No seamos sustancias viscosas, sino acción, con
nuevamente con orgullo a través de los ojos de los demás,
la fluidez del agua!
quienes ven en él a alguien “que tiene convicciones”, que de­
Pienso que estos principios éticos que podemos extraer del
ben ser respetadas. Viéndose a través de los ojos de los de­
existencialismo sartriano son suficientemente valiosos para
más, se siente justificado por su mirada, y desde ese momen­
justificarlo, aunque no compartamos sus presupuestos onto-
to está perdido como ser-para-sí, como una conciencia en lógicos.
evolución. Se siente “lleno de respeto hacia sí mismo". A Vimos que Sartre había creado un lugar para “concien­
través de la mirada de los demás ha adquirido el carácter
cia", “culpa", y hasta “pecado", a pesar de su ateísmo.
invariable, impenetrable, de una roca; y por fin, viéndose a
“Estamos arrojados en el mundo, cara a cara con la otra
través de los ojos de los demás, él es una roca para sí, una
persona; nuestro surgimiento es una libre limitación de su
cosa muerta, de la cual jamás podrán esperarse iniciativas
nobles. 1 “Erostrate", Le Mur (París, 1939), p. 77.

25 4 l
255
libertad... La noción de culpa y do pecado se origina en esta
extraña situación. Soy culpable frente a la otra persona.” 1 ciencia, y ésta es una típica actitud cristiana. Muchos de los
personajes sartrianos se preocupan sólo de una cosa: que en
Todo eso explica que, aunque los libros de Sartre hayan sido el momento de su muerte, su esencia ingrese n la eternidad
incluidos en el Index librorum prohibitorum de la Santa Sede, con nobleza, valentía, pureza; aunque el tipo de existencia­
algunos pensadores católicos han adoptado una actitud favo­ lismo de Sarti-e no proporcione tales valores eternos, e inclu­
rable hacia la filosofía sartriana. Aun Maritain no es ente­ so los excluya definitivamente. ¿Por qué los héroes de la
ramente adverso a Sartre, y en Etienne Gilson y Emmanuel gran tragedia Morts sans Sépulture se preocupan tan sólo
Mounier encontramos una disposición todavía mayor a com­ de su esencia eterna, ya que, siendo ateos, no creen en un
prender a Sartre y a coincidir con algunas de sus tesis. He Juicio Final? Un verdadero iconoclasta, como lo fue el filó­
aquí la traducción de algunos comentarios a la filosofía sar­ sofo comunista Politzer, dijo una vez a Sartre: “ ¡No doy un
triana hechos por Emmanuel Mounier, eminente pensador centavo por tus esencias eternas!” 1 Y, sin embargo, se tiene
cristiano francés: la impresión de que Sartre daría la vida por ellas.
Podemos concluir que, a pesar de su ateísmo y del carácter
“Lo importante para un ser existente es. . . la vida autén­ pornográfico de una parte de su obra, cabe aplicar a Sartre
tica, la perpetua liberación de mi libertad, la perpetua rup­ la frase con la cual Nietzsche caracterizó a su Zarathustra, y
tura con'la inercia de las cosas... Esa trascendencia de la decir: es el más piadoso de todos los que no creen en Dios.
existencia humana con relación a la vida y la materia, ese
rebelde carácter de afirmación espiritual... ese soberano 1 R. Campbell, Jcan-Pavl Sai'tre oír une Littérature philo-
imperio de libertad creadora, que hace del hombre una espe­ sophique (París, 1947), p. 296.
cie de Dios, este íntimo vínculo entre hombre y materia, y
esta amenaza que, no obstante, el hombre descubre en ella. . .
con todo eso estamos plenamente, al parecer, en un universo
cristiano." 2

Y Mounier agrega que Sartre no puede ignorar que, en


ciertos aspectos, es un cristiano a pesar de su ateísmo.3 Nos
parece que estas afirmaciones son correctas. La filosofía de
Sartre expresa la eterna lucha del hombre para liberar la
vida de las cadenas de la materia y del mecanismo, de la
presión natural y social, y alcanzar una existencia ética libre,
individual y autónoma. Sartre comparte estas tendencias
con Bergson y Lecomte du Noüy, pensadores teístas ambos.
En la totalidad del existencialismo de Sartre, en los persona­
jes de sus novelas y tragedias, está el tema de la conciencia
que remuerde, y éste es un tema cristiano. En el total de su
obra literaria, los personajes escrutan perpetuamente su con­

1 UEtre et le Néant, pp. 480-481.


2 E. Mounier “Perspeetives existentialistes et perspeetives
chrétiennes”, Pour et contre l'Existentialisme (París, 1948),
p. 135.
3 Ibíd., p. 138.

256 257
POSTDATA

Durante la preparación de la segunda edición de esto libro


se publicó en París el primer tomo de una nueva obra filo­
sófica de Jean-Paul Sartre, intitulada: Critique de la raison
dialectique.1 Es una obra gigantesca, hasta en sus dimen­
siones físicas. Su primer tomo tiene 755 páginas, cada una
con 50 líneas. Y todavía no se sabe cuál será el tamaño del
segundo tomo. Se trata, pues, de un libro más voluminoso
que la obra filosófica principal de Sartre: L'Etre et le Néant,
con 722 páginas y un solo tomo. Además, la Critique de la
raison dialectique es una obra altamente abstracta y muy
difícil de leer. Hasta los críticos especialistas de París le
reprochan su gran número de neologismos y la longitud y
complejidad de las frases. Sería una temeridad querer resu­
mir tal obra en una postdata. Pero tampoco es menester;
porque el nuevo libro de Sai*tre no modifica el contenido bá­
sico de su filosofía existencialista tal como está establecida
en sus obras anteriores, sino que la completa, mediante una
clarificación de sus relaciones con el marxismo.
La actitud de Sartre hacia el marxismo ha sido muy va­
riada en los últimos años. Fue una alternación de acerca­
mientos simpáticos y de alejamientos hostiles. Hubo un epi­
sodio muy característico en esta perpetua contradanza: du­
rante el invierno 1954-1955 un gran teatro vienés preparó
la presentación del drama Les malus sales (Las manos su­
cias), la obra más anticomunista de Sartre. Pero, este evento
coincidió con una nueva luna- de miel entre Sartre y los
comunistas y con un congreso internacional de paz, al cual

1 Gallimard, París, 1960.

259
del individuo, en la afirmación de la autonomía absoluta del
había sido invitado, y que, también tenia lugar en la capital
ego y de su superioridad al mundo.
austríaca. Sartre fue a Viena y trató de impedir la presen­
tación de su obra, cuya tendencia anticomunista no corres­ Sartre admite estas críticas con relación al existencialismo
pondía ya a la orientación que entonces tenía. Pero el direc­ de Kierkegaard y especialmente al de Jaspers, al que con­
tor del teatro (el Deutsches Volkstheater) había adquirido la dena como “un pensamiento flojo y solapado”, sin gran inte­
obra de manera perfectamente legal. Así, fracasó la gestión rés. 1 Pero de estos existencialismos reaccionarios, el pensa­
jurídica de Sartre y su obra triunfó. dor francés distingue otro tipo de existencialismo que se
Sin embargo, un año más tarde, la rebelión de los húnga­ desarrolla marginalmente al marxismo y no en contra de
ros y su represión por los rusos cambiaron la actitud de Sar­ éste: su propia filosofía, el existencialismo sartriano. Su
tre y lo convirtieron nuevamente en un crítico acerbo del autor está convencido de que el marxismo ofrece la única
interpretación válida de la historia, pero que su existencia­
comunismo. Este alejamiento no duró mucho tiempo, y un
lismo es el único camino que conduce a la realidad concreta.
nuevo acercamiento borró los recuerdos amargos de 1956.
Porque, ahora, Sartre acusa a los marxistas del mismo
Ahora, en su nueva obra de 1960, Sartre designa el marxis­
error del que ellos lo acusan a él: de “idealismo” ; es decir,
mo como “la filosofía insuperable de nuestro tiempo” (Vin-
de una separación de la teoría y de la práctica. Sartre
dépassable philosophie de notre temps). La filosofía marxis- escribe: “Hay dos maneras de caer en el idealismo: una
ta es insuperable en tanto que la situación histórica y econó­ consiste en disolver lo real en la subjetividad; la otra, en
mica que expresa, no haya sido superada.1 Basándose en el negar toda subjetividad real en beneficio de la objetividad.” 2
materialismo histórico de Marx, Sartre declara que una En mi opinión, es de la primera actitud que los marxistas
filosofía es eficiente mientras la “praxis”, a la cual debe acusan a Sartre y de la segunda que Sartre acusa a los
su existencia, vive. Y éste es el caso de la filosofía marxista, marxistas« En cierta medida ambas acusaciones parecen jus­
el famoso “materialismo dialéctico”. Por esta razón, dice tificadas, únicamente que la segunda posición —la de negar
Sartre, cualquier pretendida “superación” del marxismo no toda subjetividad— no merece el nombre de “idealismo”.
es más que un regreso al “pre-marxismo”. Cuando Marx escribe que “la concepción materialista del
Con estas afirmaciones, Sartre permanece fiel a la filoso­ mundo significa simplemente la concepción de la naturaleza
fía del creador del pensamiento dialéctico moderno —Hegel— tal como es, sin ninguna adición extraña”, elimina al ego, a la
quien afirmó que cada filosofía no es más que su tiempo, ex­ subjetividad, y se mueve en un mundo puramente objetivo
presado en pensamientos. sin sujeto, un mundo evidentemente ficticio. Es lo que Sartre
Pero si el marxismo es la filosofía insuperable de nuestro nc puede aceptar.
tiempo, ¿cuál es, entonces, la razón de ser del existencialismo Lo que acepta, sin embargo, sin restricción, es la fórmula
del mismo Sartre? Esta es una de las preguntas a las cuales del Kapital donde Marx define el materialismo histórico, di­
e) nuevo libro del pensador francés trata de contestar. El ciendo: “El modo de producción de la vida material domina,
lector recordará los ataques de los filósofos marxistas contra en general, el desarrollo de la vida social, política e inte­
el existencialismo sartriano. Lo consideran como la expresión lectual.” Según Sartre, esta fórmula será válida en tanto
ideológica de la burguesía decadente en el momento de la que la transformación de las relaciones sociales y el progreso
desintegración del capitalismo. Como dice uno de estos filó­ dt la tecnología no hayan liberado al hombre del yugo de la
sofos comunistas (Auguste Cornu), el existencialismo tradu­ “rareza” (rareté). El “salto” del reino de la necesidad a un
ce esta decadencia en un escape de lo real, en el aislamiento reino de la libertad, que Marx y Engels anunciaron como un

1 J.-P. Sartre, Critique de la raison dialectique, París, 1960, 1 Ib id., p. 22.


pp. 9, 17, 21, etc. 2 Ib-id., p. 31.

260 261
ideal futuro, marcará, según Sartre, el fin del marxismo y el contestación afirmativa a esta pregunta, estableciendo su teo­
principio de una filosofía de la libertad. Pero este futuro ría de la razón vital o histórica. La contestación de Sartre
está lejano, y, mientras tanto, el marxismo, para no dege­ es también afirmativa. Negándose a reducir al hombre a la
nerar en una “antropología inhumana” i, debe ser comple­ naturaleza y el orden cultural al orden natural, Sartre puede
tado por el existencialismo sartriano, que le proporciona su mantener su concepto existencialista de libertad humana.
fundamento subjetivo, humano, existencial. Es exactamente La mayor parte del primer tomo de la nueva obra de Sartre
la “expulsión del hombre” del mundo puramente objetivo del está consagrada al establecimiento de las estructuras ele­
marxismo que, según Sartre, tuvo que producir el renaci­ mentales de la "praxis" humana. Por ejemplo, el trabajo es
miento del existencialismo. Las nociones utilizadas por el una “praacis", cuyo fin es la satisfacción de las necesidades
marxismo —el trabajo, la explotación, la alienación, la reifi- humanas dentro de la “rareza”. Es esta última la que explica
cación, etc.— requieren una investigación de su base existen­ la lucha de clases y, en general, la violencia, ya que, debido
cial. Sartre insiste en que el trabajo humano —concepto bá­ a la rareza, no todas las necesidades humanas pueden ser
sico del marxismo— no tiene sentido si su estructura funda­ satisfechas. Dentro de la rareza, vivir es sobrevivir, y la
mental no es el proyecto humano, concepto básico del exis­ existencia de cada uno implica el riesgo de la no-existencia
tencialismo. Por esto, Sartre piensa que “la comprensión de del otro.
la existencia se presenta como el fundamento humano de la La razón dialéctica es el movimiento de la historia, hacién­
antropología marxista” - —fundamento que le hace falta. dose y tomando conciencia de sí misma. Sartre está conven­
Así se ve de qué manera Sartre justifica la razón de ser cido de que el marxismo es la historia de nuestro tiempo,
del existencialismo al lado o dentro del marxismo. Mientras tomando conciencia de sí misma. Así, toda su nueva obra
el marxismo base su doctrina en la dialéctica de la natura­ gira alrededor del marxismo. Tal como Jacobo luchó con el
leza —esta “metafísica dogmática”— en vez de basarla en la ángel de Dios, diciéndole “no te dejaré si no me bendices”,
comprensión del hombre existente y de su “praxis”, el exis­ así Sartre lucha con el dios del socialismo moderno. A juzgar
tí ncialismo continuará sus investigaciones. Pero el mismo por la manera en la cual las revistas marxistas han acogido
Sartre anuncia la abdicación futura del existencialismo en el nuevo libro, este dios sigue rehusándole su bendición.
favor del marxismo, con esta frase decidida: “A partir del
día en que la investigación marxista tome la dimensión hu­
mana (es decir el proyecto existencial) como fundamento del
saber antropológico, el existencialismo no tendrá ya razón
de ser.” 123
La clarificación de las relaciones entre el existencialismo y
el materialismo dialéctico es uno de los problemas básicos de
lu nueva obra de Sartre. Pero investiga también muchos
otros problemas. Quiere saber, por ejemplo, si la razón po­
sitivista de las ciencias naturales es suficiente para la com­
prensión del hombre y de su historia o si esta comprensión
requiere otro tipo de razón: una razón dialéctica. Sartre pa­
rece ignorar el hecho que José Ortega y Gasset ya ’dio una

1 Ibíd., p. 109.
2 Jbíd., p. 108.
* Ibid., p. 111.

262
INDICE

Prefacio a la segunda edición castellana ....................... 11


Introducción ......................................................................... 13.

Primera Parte

L A F IL O S O F ÍA E X IS T E N C IA L IS T A DE SARTRE

I. ¿Existencia o s e r ? ........................................................... 25-


II. Existencia como estar-en-el-mundo............................. 32
III. La revelación de la existencia: contingencia, absur­
do, angustja ..................................................................... 37
IV. Primer intermedio crítico .......................................... 44
V. Cómo superar la n áu se a.................................................. 52
VI. Existencia y esencia .................................................... 57
VII. Ser y nada ................................................................... 61
VIII. Libertad y angustia, elección y proyecto............... 71
IX. Libertad y valores: Sartre y N ietzsche.................... 77
X. Segundo intermedio crítico .......................................... 92
XI. Literatura y libertad .................................................. 99
XII. Existencialismo y resistencia.................................... 107
XIII. Nuestro *'ser-para-otros” y su “m ira d a " .............. 119

265
Se g u n d a Parte

E L P S IC O A N Á L IS IS E X IS T E N C IA L IS T A D E S A R T R E

XIV. Elección y complejo .................................................. 131


XV. ¿Qué hay del plan de vida de A d le r? ..................... 136
XVI. El existencialismo es un personalismo ................... 139
XVII. Inconsciente y mala f e ............................................ 143
XVIII. ¿En qué medicla es libre nuestro proyecto?.......... 149
XIX. Sexo y amor en el psicoanálisis existencialista .. 154
XX. Filosofía y psicología de la muerte ......................... 165
XXI. El proyecto fundamental del hombre: devenir Dios 184
XXII. El psicoanálisis de cualidades y alimentos: visco­
sidad y náusea ............................................................. 197
XXIII. El psicoanálisis existencialista y la é tic a ............ 208
XXIV. Existencialismo y psiquiatría ............................... 220
XXV. Consideración crítica final y conclusión.............. 240
P o std a ta ............................ 259

Terminóse de imprimir el
día 14 de agosto de 1962
en los Talleres Gráficos
de la Compañía General
Fabril Financiera S. A.,
Iriarte 2035, Buenos Aires.

266.

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