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Manuel García-Carpintero
Relatar lo ocurrido> "
Colección Teorema
Serie mayor como invención
Una introducción a la filosofía
de la ficción contemporánea
.
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CÁTEDRA
TEOREMA
1.a edición, 2016
.

Ilustración de cubierta: Rene Magritte, La invención colectiva (1934)


© Rene Magritte, VEGAP, Madrid, 2016

índice

INTRODUCCIÓN 11

CAPÍTULO 1. Actos del habla 21


Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido 1.1. La distinción entre fuerza y contenido en Austin 21
por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las 1.2. La concepción griceana 32
correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para 1.3. La aseveración 37
quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren
públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística
o científica, o su transformación, interpretación o ejecución CAPÍTULO 2. El discurso de la ficción y los actos del habla 47
artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada 2.1. La teoría de la ficción de Searle 47
a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización. 2.2. La imaginación, una actitud proposicional de se 50
2.3. Fingimiento, imaginación y ficción: Walton y Currie 57

CAPÍTULO 3. Mundos ficticios 67


3.1. Mundos posibles y discurso paratextual 68
3.2. Los análisis de Lewis 76
3.3. Problemas del análisis de Lewis 82
3.4. Un análisis normativo 88
3.5. Intención y convención en la ficción 98
© Manuel García-Carpintero, 2016
© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2016 CAPÍTULo4. Referencia y ficción 105
Juan Ignacio Lúea de Tena, 15. 28027 Madrid
Depósito legal: M. 26.909-2016 4.1. Teorías fregeanas y millianas de la referencia 105
ISBN: 978-84-376-3593-4 4.2. Referencia y presuposición 121
Prínted in Spain 4.3. Referenciay ficción 134

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CAPÍTULO 5. Metáfora, imaginación y ficción 153
5.1. La metáfora 153
5.2. La imaginación, la verdad, las emociones y la apreciación de
la ficción 163
5.3. Ficciones pictóricas y musicales 168

EPÍLOGO. ¿Aprender de la ficción? 177

BIBLIOGRAFÍA 189

Para Miranda,'.y que aprende viviendo ficciones


como Alicia sus sueños.

. .
i

En la novela Expiación, lan McEwan pone en boca de su personaje


principal, Briony, la siguiente reflexión (2009, págs. 434-435):

El problema estos cincuenta y nueve años ha sido: ¿cómo puede


una novelista alcanzar la expiación cuando, con su poder absoluto de
decidir desenlaces, ella es también Dios? No hay nadie, ningún ser ni
forma superior a la que pueda apelar, con la que pueda reconciliarse
o que pueda perdonarla. No hay nada aparte de ella misma. Ha fija-
do en su imaginación los límites y los términos. No hay expiación
para Dios, ni para los novelistas, aunque sean ateos. Esta tarea ha
sido siempre imposible, y en esto ha residido el quid de la cuestión.
La tentativa lo era todo.

En la novela, Briony es una novelista de éxito, que hasta ese mo-


mento no ha publicado la novela que nosotros estamos leyendo (así se
infiere del hecho de que la novela en cuestión se titula precisamente
Expiación, así como de otros datos). El párrafo citado indica por qué no
lo ha hecho: Briony había escrito la novela con el (ilusorio) fin de reca-
bar la expiación de una grave falta; sin embargo (se implica en el párra-
fo citado) esta es una intención absurda, de imposible realización. La
razón que se nos da constituye una tesis filosófica sobre la referencia
fictiva que Briony defiende en el párrafo citado, y cuya verdad —parece
razonable inferir— sugiere también, o al menos propone para nuestra
consideración, el propio McEwan, el autor real de la novela real que
estamos leyendo. La tesis se puede formular así: en las ficciones no se

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hace referencia a objetos reales; los «objetos» de que se habla en las fic- produjeron, ocasionados por las confusiones de muchos lectores sobre
ciones son meros productos de la imaginación del autor. Tesis en esa la distinción entre ficción y no ficción. La obra parece proponer la tesis
dirección han sido defendidas por diversos filósofos en escritos de ca- ya mencionada de que las ficciones no tratan del mundo real:
rácter filosófico: cfr. Diffey (1995), Riffaterre (1990).
¿Es esta tesis correcta? A primera vista, diríamos que 1984 trata Creo no haber confundido nunca la realidad con la ficción, aun-
sobre amenazadoras posibilidades políticas que se desarrollarían en que sí las he mezclado en más de una ocasión como todo el mundo,
Londres, y Guerra y paz sobre Napoleón y la incidencia de las guerras no sólo los novelistas, no sólo los escritores sino cuantos han relatado
napoleónicas en Rusia. Es más, unas líneas más arriba hemos dado por algo [...] Basta con que alguien introduzca un «como sí» en su relato;
supuesto que el autor de una ficción, McEwan en nuestro caso, puede aún más, basta con que haga un símil o una comparación o hable
figuradamente [...] para que la ficción se deslice en la narración de lo
utilizarla para proponer tesis (en este caso, sobre la referencia en la fic-
sucedido y lo altere y lo falsee (op. cit., 9-10).
ción) cuya verdad o falsedad cabe discutir, y para las que cabe ofrecer
argumentos como los que contienen los escritos filosóficos que se aca-
[...] lo real [...] lo ficticio [...] si bien conviven y no se excluyen, a la
ban de mencionar. Si es posible afirmar en una ficción algo verdadero vez no se mezclan y cada cosa discurre por su territorio (op. cit., 278).
«acerca de la realidad», ¿no debe también ser posible hacer referencia a
elementos de esa realidad? Si esto es lo que se propone en la obra, resulta doblemente paradó-
Un segundo texto literario —del que he extraído el título de este jico; porque, como acabo de decir, Negra espalda del tiempo parece tra-
libro, remedando al hacerlo la práctica de su autor, Javier Marías, algu- tar de una ficción (Todas las almas) y de su autor, de sus colegas en
nas de cuyas novelas, incluida la que nos ocupa, tienen por título frases Oxford, de una película que se hizo basada en ella y de sus perpetrado-
célebres del corpus shakespeariano— parece compartir las ideas filosó- res —todos ellos elementos bien reales del mundo real.
ficas sobre las ficciones que parecen estar detrás del texto citado de la Que las ficciones pueden tratar del mundo real es de hecho una
novela de McEwan. Se trata de Negra espalda del tiempo (Marías, 1998). idea que nuestra práctica crítica común da por supuesta. En su artículo
Es esta una obra de ficción, pues así la clasifica su autor, y, como se «Russia and China: The Movie», http://www.project-syndicate.org/
defenderá más adelante, al menos en lo que respecta a la clasificación de commentary/authoritarian-capitalism-russia-china-by-ian-buruma-
las obras en una determinada categoría (ficción o no-ficción, novela o 2014-11, lan Buruma hace la siguiente afirmación a propósito de dos
poesía, etc.) las intenciones de sus autores son determinantes, a menos ficciones cinematográficas:
que existan serias razones para cuestionarlas. Dice a propósito de
ella Marías en una entrevista (ElPaís, 5-5-1998): «podría llamarse una Los tiempos que vivimos se ven a menudo reflejados con la ma-
falsa novela [...] no es un libro autobiográfico ni de memorias, sino yor claridad en el espejo del arte. Se ha escrito mucho sobre el post-
una obra de ficción». Quizás un tanto paradójicamente, en la misma comunismo en Rusia y en China. Pero dos películas recientes, Un
entrevista Marías también declara que se trata de «un libro narrativo, toque de violencia, de Jia Zhangke, hecha en China en 2013, y Levia-
aunque sea una novela que no es ficción [...] el narrador soy yo con mi tán, de Andrey Zvyagintsev, hecha en Rusia en 2014, revelan los
nombre y apellido y todo lo que cuento es verdad o son cosas sabidas, paisajes sociales y políticos de estos países con mayor precisión que
conocidas o especuladas por mí». nada que yo haya visto impreso.
Esta «falsa novela» de Marías parece proponer una tesis sobre la
distinción entre ficción y no-ficción. La narración (a la manera digresi- Muchas de las críticas de estas películas (las de la segunda por Ann
va de su autor, abordando muchas otras cuestiones más o menos rela- Hornaday en el Washington Post, Anthony Lañe en el New Yorker o
cionadas con su inconfundible estilo refinado) versa sobre la recepción Manohla Dargis en el New York Times, por ejemplo) contienen afirma-
de una novela anterior del autor, Todas las almas, y en especial de diver- ciones similares. Y es muy común criticar ficciones por su falta de ade-
sos malentendidos que según el narrador de Negra espalda, del tiempo se cuación a aspectos de la realidad a que supuestamente deberían ser fie-

12 13

manir
les; así ha sucedido recientemente con diversas críticas a las películas Selma ñera comprometida, que hacerlo de una manera neutra. Secundaria-
(Ava DuVernay, 2014) y Descifrando Enigma (Morten Tyldum, 2014). mente, me propongo utilizar este ejemplo para (en el Epílogo de la
A propósito de esta última, por ejemplo, Christian Caryl (2015) escri- obra) considerar una cuestión metafilosófica, a saber: cuáles son las di-
bía en el New York Review ofBooks que la película «se aparta disparata- ferencias que sin duda existen entre abordar estas cuestiones de La ma-
damente del registro histórico» (op. cit., 19). Tanto las alabanzas de nera en que se hace en el género filosófico y hacerlo de la manera, en que
Buruma como la censura de Caryl presuponen que las obras de ficción se hace en las ficciones.
pueden representar correctamente la realidad (mejor incluso que las de Antes de concluir esta introducción y adentrarnos en los debates,
no ficción, según Buruma), y pueden ser cuestionadas al igual que las quiero traer a colación un último ejemplo literario, un breve cuento de
de no ficción cuando no lo hacen. Y estos no son sino ejemplos de una Julio Cortázar, «Continuidad de los parques» (1959), que parece igual-
práctica que muchos de nosotros seguimos cuando hablamos de las mente proponer una temática filosófica próxima a los temas que nos
ficciones. Justamente porque es un presupuesto común que las ficcio- van a ocupar en las páginas sucesivas. Su brevedad me permite citarlo
nes pueden expresar verdades, transmitir conocimiento, y ser cuestio- en su totalidad, lo que nos ayudará a acabar de introducir los temas del
nadas cuando pueden llevar a engaño, no es sorprendente encontrar a libro y, a lo largo del mismo, ilustrarlos con una ficción todos cuyos
sus autores tratando de proponer en ellas (y no sólo en ensayos como detalles puedo presuponer que el lector comparte conmigo:
Vargas Llosa [2002]), como lo hacen McEwan y Marías en los textos
mencionados, tesis sobre esta misma cuestión, por lo demás una cues- Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó
tión filosófica: la cuestión de si las obras de ficción pueden impartir por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la
conocimiento sobre la realidad; por más que (al menos en estos dos finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de
casos) parezcan estar defendiendo al hacerlo tesis contradictorias con su los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apodera-
misma práctica, como explicaré con más detalle en el epílogo. do y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al
Esta obra tiene por objetivo presentar al lector interesado, de ma- libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los
nera introductoria, algunos aspectos significativos del tratamiento en la robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo
hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones,
filosofía contemporánea más reciente de estas cuestiones: qué distingue
dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo
a la ficción de la realidad, cómo hemos de entender la referencia a per- verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin
sonajes ficticios y a personajes no ficticios en las ficciones, qué relación esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión
existe entre las metáforas y las ficciones, qué diferencias y parecidos exis- novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de
ten entre las ficciones visuales y las literarias. A mi juicio, la filosofía irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que
contemporánea proporciona materiales conceptuales muy convenien- su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respal-
tes para abordarlas con suficiente precisión, que presentaré de manera do, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de
igualmente introductoria cuando sea preciso: las teorías de la referencia, los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a
de los actos del habla, o de los significados pragmáticamente expre- palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose
sados de la filosofía del lenguaje contemporánea, teorías sobre la imagi- ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movi-
nación, las emociones y sobre las actitudes de primera persona de la fi- miento, fue testigo del último encuentro en la cabana del monte.
Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastima-
losofía de la mente, diversos elementos de la epistemología y la ontolo-
da la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba
gía contemporáneas. Mi objetivo no es tanto defender mis propios ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había
puntos de vista sobre estos temas, cuanto proporcionar esos materiales venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida
conceptuales al lector. Mas las páginas que siguen también contienen por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibia-
una toma de posición sobre esos temas, porque a mi juicio resulta más ba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo
interesante y motivador presentar materiales introductorios de una ma- anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se

14 15
sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias fingir, continua con los juegos de los niños, que constituye una apela-
que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y ción a nuestra capacidad de imaginar, que presentaré en detalle en el
disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que segundo capítulo. Currie (1974-1979) desarrolla estas ideas de Walton
era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, en el marco de propuestas anteriores de Searle, proponiendo entender
posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo la ficción como un tipo de acto representacional, análogo a las asevera-
minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrum-
ciones, las preguntas o las órdenes, en la línea general de Grice (1989);
pía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a
anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los espe- todo esto se desarrolla por extenso en los tres primeros capítulos. En
raba, se separaron en la puerta de la cabana. Ella debía seguir por la una aseveración de p, el objetivo del hablante es llevar a su audiencia a
senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instan- creerp, a través de un procedimiento comunicativo específico cuyas lí-
te para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose neas generales presentaremos más adelante. En una orden, el objetivo es
en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del llevar a la audiencia a querer p, a través de ese mismo mecanismo. En la
crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían producción de una ficción, el objetivo sería según Currie llevarla a ima-
ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no esta- ginar p. En todos estos casos, el hablante recurre a ese procedimiento
ba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galo- comunicativo analizado por Grice, que consiste en producir el efecto
pando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una buscado a través del reconocimiento de este mismo objetivo. Los tres
sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto,
primeros capítulos presentarán con detalle todas estas cuestiones.
dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La
puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los venta-
La misma oración (1) se podría proferir en otro contexto, como
nales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del parte de una caracterización del contenido de Continuidad de los par-
hombre en el sillón leyendo una novela. ques (CP, para abreviar) que comenzara con «el cuento trata de alguien
que lee una novela ...». En ese contexto, (1) sí es intuitivamente una
Consideremos la proferencia por Cortázar de la primera línea del aseveración, susceptible de verdad o falsedad, en este caso manifiesta-
cuento, (1), como parte de la «preferencia» completa que constituye su mente verdadera. ¿Cómo puede serlo, dado que contiene un término
creación de CP, aparentemente carente de referente, el pronombre implícito que ejerce
de sujeto de la oración? En un trabajo tan influyente como el de Wal-
(1) Había empezado a leer la novela unos días antes ton, David Lewis (1978) propone que, en el contexto descrito, (1) con-
tiene un verbo implícito en su forma lógica, 'CP hace fictivo que ...'.
(1) es una oración declarativa, del tipo de las que usamos para hacer Uso T (p)'como una abreviatura. Consideremos (2), dicho en el con-
afirmaciones, susceptibles de ser evaluadas como verdaderas o falsas. texto anterior:
Así tomada, como utilizada para hacer una aseveración, (1) difícilmen-
te puede ser verdadera, porque es más que razonable suponer que el (2) F (la novela que el hombre lee describe la conspiración de su
pronombre 'él', sujeto implícito de la oración, carece de referente alguno esposa y el amante de ésta para asesinarlo)
de quien lo que (1) dice pueda ser verdadero. Sin embargo, intuitiva-
mente, tiene poco sentido que nos preguntemos si (1), en el contexto Algunos datos de la historia que justifican la verdad de (2) son los
en que la estamos suponiendo, es verdadera o falsa. Cortázar no la está siguientes: (i) datos internos a la ficción: las significativas coincidencias
utilizando para hacer una afirmación, sino para contarnos una historia. dentto del texto entre el entorno del protagonista y el de los sucesos
¿Qué es contar una historia? ¿Cómo se utilizan oraciones que tienen narrados en la novela: el sillón de terciopelo verde, los ventanales, el
una determinada función en el lenguaje para ese fin? Kendall Walton parque, el mayordomo; (ii) datos externos, como el título (los parques
(1990) propuso un muy influyente análisis de la ficción (de lo que hace que son continuos son aquel en que el lector lee la novela, y aquel que
Cortázar al contarnos la historia) como una forma de hacer como que o se cruza el amante protagonista de la misma); y muy en especial, la

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verdad de (2) justifica una «moraleja» o tesis za de la referencia. Por último, diversas teorías filosóficas se han servido
historia busca sugerir, (3): del uso del lenguaje en la ficción como modelo para entender el funcio-
namiento del lenguaje en usos aparentemente serios. Teorías instru-
(3) Puede haber ficciones cuyo contenido consta sólo de verdades mentalistas sobre los términos teóricos de las teorías científicas han
propuesto entenderlos según el modelo de los nombres para personajes
En un comentario sobre Negra espalda del tiempo que cité antes, ficticios como «Don Quijote». Propuestas análogas se han efectuado
Marías sugería algo análogo: a saber, que su «ficción» o «novela», en la para el lenguaje matemático, por parte de Hartry Field y otros. Más
medida de lo que puede juzgar, contiene sólo verdades, cosas sabidas radicalmente, en medios postmodernos (Goodman, Rorty) se ha pío-
por él o en todo caso cuando menos «especuladas» por él. Una vez más, puesto asimilar todo el discurso presuntamente serio a la ficción. El li-
ésta es una tesis filosófica sobre las ficciones que, como veremos, diver- bro ofrecerá también materiales para abordar la plausibilidad de estas
sos filósofos cuestionan, mediante razones que examinaremos más ade- propuestas.
lante. Uno también se ve llevado a preguntarse qué relación existe entre
esta tesis sobre las ficciones y la que mencionamos antes, que las ficcio-
nes y las no ficciones «tratan de ámbitos diferentes». ¿Es coherente de-
fender ambas tesis, como según he indicado parece hacer Marías? El material de este libro ha sido presentado en los últimos años en
Una última cuestión central que ilustra el cuento de Cortázar, so- diversos cursos en la Universidad de Barcelona, así como en la Univer-
bre la que también volveremos por extenso más adelante. Algunos sitá degli Studi di Milano, la Universidad de Chile y la Universidad de
elementos del contenido de una ficción están articulados explícita- la República de Uruguay. Quiero agradecer a los asistentes sus comen-
mente en ellas, otros sólo implícitamente; (2) es un caso, (4) uno más tarios, críticas y sugerencias, que contribuyeron a mejorarlo. Debo tam-
obvio. Los datos que el cuento nos ofrece para creerlo verdadero in- bién sugerencias relevantes a María José Alcaraz, Marc Artiga, Paloma
cluyen estos: la disyuntiva de los conspiradores es «sórdida», su pasión Atencia, Greg Currie, José Díaz, Esa Díaz, Stacie Friend, Peter La-
«secreta»; las caricias de ella «dibujaban abominablemente la figura de marque, Josep Maciá, Teresa Marques, Daniel Quesada, Esther Rome-
otro cuerpo». ro y Kathleen Stock. Durante su redacción he contado con una ayuda
ICREA Academia 2013, y el proyecto FFI2013-47948-P de la DGI,
(4) FC (el hombre al que los amantes planean matar en la novela es MINECO.
el marido de ella)

El primer objetivo de este libro es por consiguiente presentar algu-


nas influyentes ideas recientes sobre la referencia y la verdad en la fic-
ción que nos permiten articular mejor las preguntas y propuestas que aca-
bamos de formular, y enunciar diferentes respuestas a las mismas; entre
ellas, propuestas de Gregory Currie, Nelson Goodman, Saúl Kripke,
David Lewis, John Searle y Kendall Walton. Indirectamente, clarificar
la naturaleza de la ficción debería servir para entender mejor cómo
funciona el lenguaje y la representación en general en usos no fictivos;
el segundo objetivo del libro es pues mostrar cómo los hechos sobre la
ficción sirven para contrastar teorías sobre los aspectos centrales del
lenguaje, tales como la naturaleza de los actos del habla, los usos no-
literales del lenguaje, la relación entre verdad y significado, y la naturale-

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• -
,

CAPÍTULO 1

Actos del habla


.
¿r,n este primer capítulo, introducimos algu


les de filosofía del enguaje, presupuestas en el e
capítulos posteriores. En la primera sección, se presenta la distinción
entre fuerza ilocutiva y contenido preposicional mediante la glosa de
algunas ideas de John Austin. En la segunda introduzco ideas de H. P.
Grice, su concepción intencionalista de los actos de significación y su
noción de implicatura conversacional. En la última sección, contrasto la
concepción griceana con una concepción normativa de los actos de
significación, presentando para ello las ideas de Williamson (1996/2000)
sobre el acto de aseverar.

1.1. LA DISTINCIÓN ENTRE FUERZA Y CONTENIDO EN AuSTIN

Un lenguaje es en parte una herramienta para la representación de


la realidad extralingüística. Supongamos que, en respuesta a la pregun-
ta '¿cómo puedo hacerme con un ejemplar del Tmctatus?', el biblioteca-
rio profiere la oración (1):

(1) La biblioteca adquirirá ese libro antes de fin de mes


•,
Al proferir (1) se está haciendo referencia a una institución (una
cierta biblioteca), a un cierto libro (el Tractatus Logico-philosophicus de

21
Wittgenstein) y a un momento de tiempo en el futuro, y significando tativo del significado lingüístico reside en que proferencias como La
una relación que puede darse entre cosas de ese tipo (adquirir una copia efectuada con (1) significan condiciones de verdad.
de un libro). Como resultado de estos actos de referencia y significación, Una observación inicial de Austin, destinada a justificar la idea de
se representa una situación o estado de cosas que bien podría ser un que la representación no agota el significado lingüístico, es que hay
hecho, o que quizás no se da realmente. En el primer caso, se ha dicho proferencias de las que ni siquiera encontramos natural decir que son
algo verdadero, en el segundo, se ha dicho algo falso. Todos estos son verdaderas o falsas. Llamemos 'preferencias enunciativas' (comtative ut-
aspectos semánticos de la preferencia (1) que ponen de relieve el carác- terances) a aquellas que, como la efectuada con (1), resulta natural cla-
ter representativo del lenguaje. Son aspectos semánticos por cuanto el sificar como verdaderas o falsas. Austin nos hace notar que hay otras
significado de una proferencia es aquello que un hablante competente proferencias que no encontramos natural clasificar en estos términos.
del lenguaje debe conocer para entenderla; y un hablante competente del Entre ellas: 'prometo que traeré el libro mañana'; 'declaro al acusado
lenguaje debe de algún modo conocer todos esos rasgos para entender (1). culpable' (dicho por el juez al final de un juicio); Voto por Felipe' (dicho
A manera de conveniente sustantivación, diremos que (1) expresa una en el curso de una votación), o 'sí, quiero' (dicho en el curso de una
proposición (que propone o representa una situación posible); aspectos ceremonia nupcial). Si no es apropiado clasificar estas proferencias como
tales como la referencia a entidades como bibliotecas o libros, o la sig- verdaderas o falsas, podríamos razonar, mal pueden significar condicio-
nificación de propiedades o relaciones entre ellas son elementos consti- nes de verdad; sin embargo, poseen significado; su significado lingüís-
tutivos de la expresión de proposiciones. tico, pues, no puede consistir en la expresión de una proposición —una
Siguiendo a Austin (1962) (cfr. Wittgenstein, 1958, § 23), trata- condición de verdad, según se ha dicho en el párrafo anterior— sino en
remos de identificar un elemento del significado lingüístico distinto alguna otra cosa. Austin denomina 'preferencias actuativas' (performa-
de este potencial representativo, aunque indisolublemente ligado a tive utterances) a aquéllas que no clasificamos como verdaderas o falsas,
él; un aspecto práctico. Quizás por ser menos obvio pasa fácilmente y, como alternativa a concebir sus significados en términos de proposi-
desapercibido, o al menos había concitado en mucha menor medida ciones/condiciones de verdad, propone hacerlo en términos de condicio-
la atención de los estudiosos del lenguaje antes de Wittgenstein y nes de actuación propicia (felicity conditions), o, como diré por mor de la
Austin. Sin embargo, se trata de un aspecto de lo que significamos al brevedad, condiciones de éxito.
usar expresiones lingüísticas tan importante como el representativo, Con el fin de dar al lector una idea de partida respecto de qué estoy
y, como creía Austin, distinto de éste, irreductible a éste. Identificarlo denominando, indistintamente, 'proposición, 'situación representada'
será fundamental para desarrollar la teoría de la ficción que se propo- y 'condición de verdad', he indicado rasgos generales tales como que se
ne aquí. trata de algo constituido por los objetos a que nos referimos con térmi-
Que (1) expresa una proposición (que representa una situación que nos como 'la biblioteca o 'ese libro', y propiedades o relaciones como
puede o no darse realmente) está ligado a que califiquemos la proferen- las que significamos con predicados como 'adquiere'. Esto no es más
cia de verdadera o falsa, según se dé o no en la realidad la situación re- que un recurso introductorio. Pero es un punto de partida cuando me-
presentada (que la biblioteca en cuestión adquiera en algún momento nos útil, porque mal podemos comprender una teoría sobre las propo-
futuro una copia del libro en cuestión). Este vínculo entre proposición siciones si no somos capaces de conectarla con cosas familiares, como
expresada, situación posible representada y verdad o falsedad de la pro- aquéllas a que apela esta presentación introductoria.
ferencia justifica referirse a la proposición expresada por (1) como una Austin nos ofrece una explicación de las condiciones de éxito, que
condición para la verdad de (1), o, más brevemente, la condición de ver- aquí no nos importa conocer en detalle; después examinaremos pro-
dad de (1). La proposición recoge una condición cuyo cumplimiento puestas a mi parecer más atractivas, basadas en ideas de Grice (1957) y
hace que la proferencia sea verdadera, y cuyo incumplimiento hace que Strawson (1964) por un lado y de Williamson (1996/2000) por otro.
sea falsa. Por consiguiente, no hacemos más que repetir en otros térmi- La tesis que parece querer defender Austin, la tesis (aparente) de Austin,
nos lo que ya hemos dicho más arriba diciendo que el carácter represen- es esta:

22 23
(TaA) El significado de las preferencias enunciativas es lo que re- fracaso de la acción depende también de qué instituciones estén vigen-
presentan, la proposición expresada o sus condiciones de tes en su contexto, no sólo de lo que piense el agente o de lo que se
verdad. Las preferencias actuativas, sin embargo, significan proponga: bastaría que hubiera salido a la carretera en otro entorno
en los lenguajes naturales algo de una naturaleza diferente: (siendo mi estado mental interno idéntico al de la situación anterior)
al emitirlas, nos presentamos llevando a cabo una acción, para que la acción hubiese sido afortunada.
caracterizada por sus condiciones de éxito. En la concepción de Austin, los aspectos prácticos del significado
lingüístico son de tal carácter. Cuando llevamos a cabo una preferencia
En el caso más simple, una acción es un movimiento corporal que actuativa, nos presentamos como tratando de llevar a cabo una acción
se distingue de una manera muy específica de otros movimientos cor- —o llevándola a cabo, si sus condiciones de éxito constitutivas se cum-
porales. El movimiento reflejo de la parte inferior de la pierna cuando plen—. Entre las condiciones de éxito de esta acción están, a juicio de
se nos da un golpe en la rodilla no es algo que hacemos, como no lo son Austin, necesariamente aspectos sociales, y no meramente intenciones
las contracciones digestivas del estómago. Actuamos, por ejemplo, y pensamientos individuales. Estos últimos no son para Austin ni si-
cuando levantamos la mano con algún propósito ulterior o sólo por el quiera esenciales; aun cuando en un caso particular no estuviesen pre-
gusto de hacerlo. Algo que distingue de otros a los movimientos corpo- sentes, la acción se habría llevado a cabo. Si no existiesen en el entorno
rales que son acciones es que su agente los lleva a cabo porque quiere de la preferencia determinadas prácticas sociales, sin embargo, la actua-
satisfacer ciertos propósitos, deseos o intenciones, y cree que llevarlos a ción habría quedado en un fallido intento. La tesis aparente de Austin
cabo es un buen medio para ello. La tesis de Austin, pues, es que cuan- es, pues:
do emitimos una preferencia actuativa significamos que estamos lle-
vando a cabo una cierta acción, caracterizable en términos de los fines (TaA) El significado de las preferencias enunciativas es lo que re-
que se pretenden alcanzar. Una preferencia enunciativa no tiene por qué presentan, la proposición expresada o sus condiciones de
ser verdadera; significa ciertas condiciones de verdad, pero esas condi- verdad. Las preferencias actuativas, sin embargo, significan
ciones no tienen por qué ser satisfechas. Igualmente, una preferencia en los lenguajes naturales algo de una naturaleza diferente:
actuativa no tiene por qué realizar con éxito la acción que significa. al emitirlas, nos presentamos como intentando llevar a
Significa condiciones de éxito: aquellas que especifican las circunstancias cabo una acción, caracterizada por sus condiciones de éxi-
en que la acción que se pretende realizar sucede de tal manera que se to. Estas condiciones de éxito involucran esencialmente
alcanzan los objetivos que la identifican. instituciones, convenciones o prácticas vigentes en una co-
Lo que acabamos de decir sobre condiciones de éxito, acciones e munidad.
intenciones, no parece directamente relacionado con un vínculo que
importaba mucho establecer a Austin entre los significados actuativos y He apelado a un criterio intuitivo para distinguir las preferencias
las instituciones sociales, los procedimientos convencionales. En el párrafo enunciativas de las actuativas: que clasificamos las primeras, pero no las
anterior mencionamos a modo de ejemplo una acción puramente indi- segundas, como verdaderas o falsas. He aventurado también una expli-
vidual; uno levanta el brazo y satisface así con éxito el propósito inme- cación de la distinta naturaleza semántica de unas y otras: las primeras
diato que le animaba, con independencia de lo que ocurra en derredor. representan situaciones posibles, es decir, expresan proposiciones; las
Con muchas de nuestras acciones, las cosas son más complicadas. Su- segundas significan condiciones de éxito esencialmente sociales. Aun-
pongamos que tomo el coche y salgo a la carretera conduciendo por la que insuficiente, la explicación basta para ver que, así entendida, la tesis
derecha, sin advertir, por cualquier razón, que estoy en un entorno de Austin no se sostiene. Hay dos razones complementarias que así lo
donde se conduce por la izquierda. Incluso si no soy responsable de mi evidencian, (i) Preferencias que según el criterio son actuativas expre-
ignorancia en cuanto a las convenciones circulatorias del lugar en que san proposiciones, al igual que las preferencias enunciativas, (ii) Prefe-
conduzco, mi acción es desafortunada. En casos como éste, el acierto o rencias que según el criterio son enunciativas significan condiciones de

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éxito, al igual que lo hacen las proferencias actuativas. Por consiguiente,
' Cabe justificar esta intuición mediante un argumento. (4) enuncia
el criterio intuitivo para distinguir unas proferencias de otras por un lado, (a grandes rasgos) de una forma paradigmática las condiciones de ver-
y la propuesta explicativa teórica (la tesis de Austin TaA) por otro, son dad de la preferencia enunciativa (1):
inconsistentes entre sí. Desarrollo sucesivamente ambos argumentos.
(1) (1) se ha utilizado hasta ahora como ejemplo de oración me- (4) La proferencia enunciativa hecha con (1) es verdadera si, y
diante la que se efectúa una preferencia enunciativa. Con esa misma solamente si, la biblioteca contextualmente indicada adquiere
oración, sin embargo, en un contexto apropiadamente distinto del que el libro contextualmente indicado antes del fin del mes con-
supusimos antes podría hacerse una promesa; por ejemplo, si el encar- textualmente indicado
gado de las compras de libros de la biblioteca emite (1) ante un usuario
desesperado por conseguir una copia del Tmctatus. Esa promesa tiene (4) enuncia las condiciones de verdad de la proferencia enunciativa
un significado claramente relacionado con el de la preferencia enuncia- de forma paradigmática, por cuanto ejemplifica suficientemente un es-
tiva. La promesa podría hacerse de manera más perspicua utilizando (2) quema inspirado en el «esquema V» enfatizado emblemáticamente en
en lugar de (1): la obra de Alfred Tarski (1983):
(2) Le prometo que la biblioteca adquirirá ese libro antes de fin (V) S es verdadera si y sólo si p
de mes
Si en lugar de 'S' ponemos una expresión con la que nos referimos
Análogamente, un hablante (por ejemplo, un usuario de la bibliote- a una proferencia enunciativa, y en lugar de 'p' una oración del lengua-
ca de la facultad con la autoridad necesaria, dirigiéndose al bibliotecario) je usado por el teórico para enunciar las condiciones de verdad de pro-
podría llevar a cabo una orden semánticamente relacionada con la profe- ferencias tales (el «metalenguaje», como se suele decir) sinónima a los
rencia enunciativa efectuada con (1) emitiendo en ese contexto (3): efectos pertinentes con S, el resultado es una oración del tipo de (4),
que caracteriza de manera adecuada las condiciones que a la vez bastan
(3) Le ordeno que la biblioteca adquiera ese libro antes de fin de mes y se requieren para la verdad de S.
Cuando decimos q si p ('estás autorizado a votar en las elecciones
No clasificamos intuitivamente las proferencias hechas con (2) y españolas si eres argentino mayor de 18 años con doble nacionalidad
(3) de verdaderas o falsas. En esto se basa la distinción entre proferen- argentino-española), el antecedente del condicional, p, enuncia una
cias enunciativas y proferencias actuativas. Sin embargo, sí usamos tér- condición suficiente para que se dé lo que q enuncia: basta que se dé lo
minos como 'cumplidas' e 'incumplidas' (y otros análogos, como que/» enuncia, para que se dé lo que q enuncia (aunque puede darse
'obedecidas' y 'desobedecidas', 'satisfechas' e 'insatisfechas', etc.) para lo que q enuncia también sin que se dé lo que/> enuncia). Cuando de-
promesas como la efectuada con (2), y órdenes como la efectuada con cimos q sólo sip (estás autorizado a votar en las elecciones españolas sólo
(3). Del mismo modo que las condiciones de verdad de (1) son un as- si eres mayor de 18 años), el antecedente del condicional/» enuncia una
pecto de su significado lingüístico (pues es preciso conocer las condi- condición necesaria para que se dé lo que q enuncia: si no se da lo que/?
ciones de verdad de (1) para entenderla), (2) y (3) tienen condiciones enuncia, no se da lo que q enuncia (aunque puede darse lo que/> enun-
de cumplimiento, que también es preciso conocer para entenderlas, y cia, sin que se dé lo que q enuncia). Cuando decimos q si y sólo si p, el
que por tanto son también un aspecto de su significado lingüístico. antecedente del condicional (complejo) p enuncia una condición a la vez
Ahora bien, al menos intuitivamente las condiciones de cumplimiento suficiente y necesaria para que se dé lo que q enuncia. Éste es el caso en
de (2) y (3) (emitidas en los contextos apropiados) coinciden con las lo que respeta al antecedente del condicional (4). Supongamos ahora que
condiciones de verdad de (1). Las llamamos de manera diferente, pero quisiéramos enunciar una condición suficiente y necesaria para que la
son la misma cosa. orden dada con (3) cuente como cumplida (obedecida, o satisfecha):

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(5) La proferencia actuativa hecha con (3) resulta cumplida si, y nuestros propósitos basta con que existan preferencias actuativas que
solamente si... representan situaciones posibles.
Que se dé la proposición significada por el antecedente de los con-
Parece claro que bastaría con que escribiésemos justamente el ante- dicionales (4) y (5) no basta para que (1) sea verdadera; además,
cedente del condicional (4) en lugar de los puntos suspensivos, para (1) debe ser una proferencia enunciativa. Esto es una consecuencia de
obtener un enunciado intuitivamente tan correcto como pueda serlo (4). lo que se ha argumentado. La verdad de una misma proposición es
Ahora bien, la intuición según la cual enunciados como (4) son correc- necesaria tanto para la verdad como para el cumplimiento de una pro-
tos constituye una parte esencial de una concepción correcta de la ver- ferencia; que quepa hablar de verdad o más bien de cumplimiento de-
dad y de las condiciones de verdad —un componente semántico de las pende de que estemos o no ante una proferencia enunciativa. El rasgo
proferencias enunciativas—. Por consiguiente, la intuición análoga relevante para que quepa hablar de la verdad de una proferencia, por
para el caso de (5) debe tener un estatuto análogo en lo que respecta a oposición a su cumplimiento, etc., es que la dirección de ajuste propia
las condiciones de cumplimiento, que como hemos dicho son un com- del tipo de acto de habla que se hace con la proferencia sea del lenguaje
ponente semántico de las proferencias actuativas. al mundo, y no la opuesta del mundo al lenguaje.
La proferencia enunciativa que hacemos con (1) en el contexto Searle (1969), Recanati (1987) y otros han tratado de explicar esta
descrito al comienzo y la proferencia actuativa que hacemos con (3) no metáfora de Anscombe (1957). A mi juicio, una explicación correcta
tienen el mismo significado. Sin embargo, el aspecto en el que difieren debería desarrollar la siguiente caracterización normativa. En el caso
(el componente práctico del significado al que denominaremos 'fuerza de los actos cuya dirección de ajuste es del lenguaje/mente al mundo
ilocutiva') no es parte del significado de lo que escribamos en el lugar (paradigmáticamente, las aseveraciones y los juicios), el acto es incorrecto
de los puntos suspensivos en (5). Pues la frase será el antecedente de un si su condición de satisfacción no se cumple, porque su función requie-
condicional; y el antecedente de un condicional no se significa con re que se den sólo si se cumple su condición de satisfacción. No sucede
ninguna fuerza ilocutiva. Cuando digo si p ..., o sólo si p, ..., no estoy así con los actos cuya dirección de ajuste es la inversa, del mundo al
significando lo que p enuncia con ninguna fuerza ilocutiva: no lo lenguaje/mente, paradigmáticamente las órdenes y las intenciones. Su
estoy aseverando, ni ordenando, ni prometiendo, ni preguntando, etc. función es más bien contribuir a que se dé su condición de satisfacción;
A lo sumo, lo estoy suponiendo; pero esto vale tanto para (4) como pueden ser enteramente correctos incluso cuando tal condición final-
para (5). Por consiguiente, concluimos que los antecedentes de (4) y (5) mente no se da. Si predigo que mañana devolveré el libro a la bibliote-
no sólo parecen significar lo mismo —ya que, como se ha visto, com- ca, y el mundo se acaba hoy, mi predicción fue errónea. Si, en las mis-
pletamos correctamente (5) colocando como antecedente el de (4)—, mas circunstancias, había ordenado a alguien sobre quien tengo autori-
sino que de hecho significan lo mismo. Y esto es lo que queríamos con- dad que lo hiciera por mí, mi orden, aunque finalmente incumplida,
cluir: que también algunas proferencias actuativas representan, expre- puede ser no obstante enteramente correcta, si ordenar devolver el libro
san proposiciones, de hecho las mismas proposiciones que podrían ser era una buena forma de garantizar su devolución y la devolución del
expresadas por proferencias enunciativas adecuadamente elegidas. libro era una buena cosa.
Limito la conclusión a algunas proferencias actuativas, porque en (ii) La objeción complementaria a lo que se presentó como tesis de
ciertos casos no es claro que se signifique una proposición. Piénsese Austin era que proferencias que según el criterio intuitivo son enuncia-
en proferencias que hacemos sin siquiera usar frases con sujeto y predi- tivas significan condiciones de éxito, al igual que lo hacen las proferen-
cado, tales como exclamaciones de alegría o queja, reproches, insultos, cias actuativas.
llamadas mediante vocativos, etc. Quizás la conclusión se extienda a Para verlo, tratemos de enunciar algunas condiciones de éxito para
todos estos casos, que sólo reflejarían una explicable disposición huma- proferencias actuativas. Es fácil hacerlo para los ejemplos que en muy
na al laconismo —a expresarnos de manera económica— en el uso del buena parte de su discusión considera Austin (proferencias lingüísticas
lenguaje. No lo discutiré, porque hacerlo sería excesiva digresión y para que forman parte de ritos específicamente convencionalizados, tales

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como 'sí, quiero', 'out!' (dicho por un juez de línea en un partido de En cuanto a condiciones constitutivas, es obvio que existe para los in-
tenis), etc. No lo es tanto para órdenes, promesas o preguntas; pero formes una análoga a la anterior para las órdenes: la existencia de un
es claro que debemos centrarnos en estas últimas, porque la relevan- procedimiento convencional consistente en emitir alguien con sufi-
cia de las primeras para el estudio del lenguaje parece más bien esca- ciente autoridad epistémica (es decir, con conocimiento) una oración
sa. Las condiciones de éxito que más fácilmente se nos ocurren para castellana en indicativo, o de la forma 'le informo de que..'. Vemos así
los casos lingüísticamente más interesantes están entre las que Austin que, si entendiéramos como propone TaA la tesis de Austin, mien-
clasifica como no esenciales. Ruego al lector que deje por ahora en tras que el criterio intuitivo nos lleva a decir que hay proferencias enun-
suspenso dudas que pueda sentir sobre si las que vamos a sugerir son ciativas que no son actuativas, y proferencias actuativas que no son
realmente condiciones de éxito de las proferencias en cuestión. En enunciativas, la tesis nos llevaría incoherentemente a decir que todas las
este punto, presentarlas tiene tan sólo la función de ilustrar el argu- proferencias son a la vez enunciativas y actuativas. La contradicción
mento. desaparece si reformulamos correctamente la tesis de Austin. La verda-
Una condición de éxito para una orden de que p es que el que or- dera tesis de Austin afirma lo siguiente:
dena quiera que p. Otra, que el que ordena quiera que su audiencia
forme la intención de hacer que/>, y que dar la orden sea necesario para (TA) Un elemento del significado de todas las proferencias con-
ello (es decir, que el oyente no tenía ya independientemente esa inten- siste en la expresión de una proposición, que en el caso de
ción). Esta última condición es un caso particular de una más general, las proferencias enunciativas constituye la condición de ver-
a saber: que el que se dé o no que/> dependa esencialmente de que se da dad de la proferencia. Toda proferencia lingüística posee
la orden. (Es seguramente por eso que 'le ordeno que haya Vd. asistido también otro aspecto semántico, esencialmente práctico,
a la reunión que se celebró ayer' resulta extravagante). Todas estas son una fuerza ilocutiva. La naturaleza de la fuerza ilocutiva in-
condiciones no constitutivas; el que no se cumplan no hace que uno no volucra esencialmente instituciones, convenciones o prácti-
haya dado una orden (al emitir la frase anterior, doy una orden ridicula cas vigentes en una comunidad.
que resultará necesariamente desobedecida, pero no por eso no doy una
orden). En cuanto a las condiciones constitutivas que Austin tiene en En la concepción de Austin, pues, el componente práctico y el re-
mente, podemos mencionar (para órdenes en castellano) la existencia presentativo son aspectos indisolubles del significado lingüístico de una
de un procedimiento convencional consistente en que alguien con proferencia, el acto ilocutivo. Cabe, sin embargo, separarlos teórica-
la suficiente autoridad profiera frases castellanas en imperativo, o de la mente. Así, podemos aislar la proposición expresada por una proferen-
forma 'le ordeno que...'. cia que significa un cierto acto ilocutivo —por ejemplo, la proferencia
Es claro que podemos indicar condiciones análogas para proferen- enunciativa (1)— de la fuerza ilocutiva constitutiva de ese acto, por
cias enunciativas. Tomemos un caso paradigmático de proferencia cuanto exactamente esa misma proposición podría también ser signi-
enunciativa, un acto de informar como el que se lleva a cabo al proferir ficada por una proferencia de un tipo ilocutivo diferente —serviría el
(1) en el contexto descrito al comienzo. Podemos mencionar para ella mismo ejemplo (1), en un contexto en que significa más bien una
condiciones de éxito análogas a las anteriores para las órdenes: el que promesa—; también por cuanto esa misma proposición podría ser
informa de que p debe creer él mismo (o, mejor, saber) que p; debe significada en un contexto más amplio, en que ella misma no lleva
querer que su audiencia forme la creencia (o, mejor, llegue a saber) que/), asociada fuerza ilocutiva alguna —por ejemplo, si figura como ante-
y emitir su informe debe ser necesario para ello (el oyente no tenía ya cedente de un condicional, como (1) en (4)—. Un principio alterna-
ese conocimiento). Un informe con éxito de que/» debe depender esen- tivo para separar proposición y fuerza ilocutiva es que dos proferen-
cialmente de que de hecho se dé que/>; no sería apropiado si el informe cias pueden ser del mismo tipo ilocutivo (ambas órdenes, o ambas
se hubiera dado igualmente, con independencia de que se dé o no real- promesas), pese a significar diferentes actos ilocutivos, si representan
mente que/). Como antes, todas estas son condiciones no esenciales. diferentes situaciones posibles.

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ducir un signo con algún rasgo perceptible poi R (Sf asesinai a alguien
llamado Albert' en el ejemplo), a través de cuya percepción R advierta
1.2. LA CONCEPCIÓN GRICEANA su propósito I¡ de crear en él el estado A; pues Ectee, razonablemente,
que si su intención I2 tiene éxito y R es así llevado a reconocer su pro-
Con posterioridad a Austin, los filósofos oxonienses Grice (1957) pósito If entonces éste se realizará también, porque tal reconocimiento
y Strawson (1964) propusieron una concepción de la naturaleza de los llevará racionalmente a R a formar el estado A.
actos ilocutivos alternativa a la suya, defendiendo que se trata esencial- Según este punto de vista un signo es un producto de la actividad
mente de actos regidos por intenciones comunicativas; el carácter social de un ser racional, un ser capaz de albergar propósitos razonables y de
que Austin les atribuye no es esencial a las fuerzas ilocutivas, tan sólo es tener opiniones razonables sobre cómo alcanzarlos. Es un producto
esencial un elemento psicológico. Para Grice, el rasgo esencial de la en especial de acciones guiadas por propósitos consistentes en crear en
significación es que esté asociada a signos resultantes de acciones de otro estados psíquicos propios de seres racionales: intenciones, opinio-
individuos racionales, regidas por un cierto tipo de intenciones de ca- nes, recuerdos, sentimientos de culpa o autosatisfacción ante algo. Peto
rácter reflexivo que Strawson denominaría intenciones comunicativas. no de cualquier modo; la idea más original de Grice es que en casos
Un ejemplo nos servirá para ilustrar los elementos centrales de la visión paradigmáticos de significación el «hablante» pretende que su «oyente»
griceana. realice su propósito principal 7; (que se genere en él ese estado psíquico
En «El jardín de los senderos que se bifurcan» narra Borges (1944) pretendido A) justamente en virtud del reconocimiento de tal propósi-
la historia de Yu Tsun, un espía en Inglaterra al servicio de Alemania to suyo If Una intención comunicativa, es así un estado mental comple-
durante la primera guerra mundial. El espionaje de Yu Tsun ha tenido jo, que consta al menos de una intención primera I1 y una procedimen-
éxito, de manera que «poseía el Secreto: el nombre del preciso lugar del tal I2. La intención primera 7; es la intención de producir una actitud
nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre». Yu Tsun ha sido proposicional; la intención procedimental I2 es que la intención prime-
descubierto y está a punto de ser suprimido por el contraespionaje bri- ra I} se satisfaga por medio de una inferencia a partir del reconocimien-
tánico. Su deseo es que «mi boca, antes que la deshiciera un balazo, to de If Según Grice, los signos resultan de actos racionales motivados
pudiera gritar ese nombre de modo que lo oyeran en Alemania». La por intenciones comunicativas.
solución que encuentra se resume aquí: Grice contrapone su propuesta a otras dos, que presentaremos bre-
vemente para perfilar mejor la suya. La primera es la concepción infor-
Abominablemente he vencido: he comunicado a Berlín el secre- macional, defendida con vigor por J. Fodor, entre otros. De acuerdo
to nombre de la ciudad que deben atacar. Ayer la bombardearon; lo con la misma, son paradigmas de significación, pongamos por caso, un
leí en los mismos periódicos que propusieron a Inglaterra el enigma aumento de la secreción de TSH por la antepituitaria (signo de una
de que el sabio sinólogo Stephen Albert muriera asesinado por un escasa presencia de hormonas T3 y T4 en el flujo sanguíneo), o el dife-
desconocido, Yu Tsun. El Jefe ha descifrado ese enigma. Sabe que mi
rencial en la dilatación de los dos componentes de la cinta bimetálica
problema era indicar (a través del estrépito de la guerra) la ciudad
que se llama Albert y que no hallé otro medio que matar a una per-
en un termostato (signo de que la temperatura ambiente es alta). Estos
sona de ese nombre. son casos de significación en el siguiente sentido: un suceso particular
de tipo S significa uno de tipo Q si es una ley natural (al menos cateris
En casos prototípicos de significación hay según Grice un emisor paribus) que Q es condición necesaria para 5 (que si S, entonces Q).
(E, Yu Tsun en el ejemplo) y un receptor (R, el Jefe); E tiene la inten- Estos dos ejemplos también cumplen condiciones añadidas por otros
ción (Ij) de producir en R un estado psíquico (A; como las citas expresas autores, como F. Dretske y R. Millikan, tales como que el «signo» 5
del texto de Borges ponen de relieve, en el ejemplo el estado psíquico haya sido seleccionado y diferencialmente reproducido, en virtud de
de saber que el nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre se ubica esa correlación nómica con su «significado» Q, por la selección natural
en la ciudad llamada 'Albert'); para ello, /Atiene la intención (í^ de pro- biológica, por un proceso de condicionamiento operante o por diseño

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consciente. Los partidarios de este punto de vista aducen en su favor su influyente entre filósofos y lingüistas. Si, en el contexto de una carta <Je
carácter naturalista, más compatible con lo que sabemos a través de la queja a un periódico por un artículo en que se critica la política de Is-
investigación científica que la propuesta de Grice. El hecho de la evolu- rael, el autor escribe: 'existe un tipo de saña universal hacia Israel, tan
ción biológica sugiere una emergencia gradual de los actos de significa- universal y destemplada que tiende mucho a parecerse a un fenómeno
ción, en organismos cada vez más claramente capaces de los estados al que antes llamábamos por otro nombre', entendemos que con 'un
psíquicos característicos de la racionalidad. La concepción informacio- fenómeno al que antes llamábamos por otro nombre' el autor se refiere
nal está en sintonía con esto. Por el contrario, la teoría de Grice requie- al antisemitismo. Mas esa expresión no se usa literalmente en castellano
re para la significación la existencia de estados mentales complejos, para referir al antisemitismo. El significado de una frase en una len-
propios sólo de seres con una desarrollada inteligencia que les capacite gua resulta de los significados que tienen convencionalmente en esa
para la reflexión sobre sus propios estados psíquicos y los de otros. Aná- lengua las unidades léxicas y otros recursos sintácticos que la confor-
logas dudas sobre la visión griceana la suscita la capacidad de significa- man. (En la concepción de Grice, construir frases mediante unidades
ción de seres humanos en estadios iniciales de aprendizaje. Grice y sus léxicas y otros recursos sintácticos que tienen convencionalmente un
partidarios tienen por supuesto ideas para aliviar estas dudas, que, cierto significado es uno más de los recursos de que disponen los ha-
como en el caso de las que conciernen a la propuesta que se examina a blantes para llevar a cabo sus intenciones comunicativas, además de
continuación, no cabe aquí considerar. otros nada convencionales tales como matar a sinólogos llamados
La otra propuesta alternativa es la concepción institucional, defen- 'Albert'). Ahora bien, si calculamos el significado que resulta para la frase
dida por el segundo Wittgenstein y Austin. En esta concepción, la anterior a partir del significado en castellano de las unidades léxicas y
significación requiere la existencia de instituciones, prácticas o conven- otros recursos sintácticos empleados, no obtendremos ninguna referencia
ciones, si quiera que tácitas, entre individuos. Los partidarios de este explícita al antisemitismo. En realidad, el castellano en sí mismo tiene
punto de vista enfatizan su capacidad para recoger otro aspecto distin- poco que ver con cómo el autor de la carta consigue transmitir ese signi-
tivo de los actos de significación, su estar sujetos a evaluación normati- ficado; podría haberse transmitido utilizando expresiones de otra lengua
va. Clasificar un acto como un caso de significar la promesa de devolver cualquiera, con tal de que significasen en esa lengua lo mismo que la
un cierto libro a la biblioteca conlleva la posibilidad de evaluarlo como frase castellana utilizada significa convencionalmente en castellano.
cumplido o incumplido; algo análogo vale para un acto consistente en Grice explica el fenómeno general de este tipo de significados
significar la orden de que se devuelva un cierto libro a la biblioteca. indirectos (sus implicaturas conversacionales, que incluirían muchas figuras
Igualmente, un acto consistente en significar la aseveración de que la retóricas, tales como metáforas, metonimias, ironías, atenuaciones, etc.)
biblioteca dispone de un cierto libro es evaluable como verdadero o en términos de un modo característico en que los hablantes consiguen
falso, como susceptible o no de aportar genuina información. Ahora manifestar sus intenciones comunicativas. Una conversación es un pro-
bien, si todos estos actos están sujetos a normas como las descritas, no ceso cooperativo en que dos o más personas pretenden llevar a cabo
parece que ello resulte meramente de la presencia de los propósitos co- actos sucesivos de significación. La satisfacción de los propósitos cons-
municativos de un sujeto que postula Grice. Más bien (es razonable titutivos de tales actos (los postulados por la teoría del significado de
pensar) las normas en cuestión sobrevienen de prácticas o acuerdos en- Grice: producir en otros determinados estados psíquicos, por medio del
tre grupos de individuos, justificadas por su virtualidad para promover reconocimiento de tales intenciones) determina ciertas máximas o prin-
sus intereses colectivos, acompañadas de la consiguiente adscripción de cipios a los que es de esperar se atengan los seres dotados de razón, si
responsabilidades, obligaciones, permisiones y prohibiciones, de apro- pretenden conseguir tales objetivos. Grice enuncia una máxima general,
bación y censura. En la sección siguiente desarrollamos una forma de un «principio cooperativo» que exige a los conversantes las contribucio-
esta concepción alternativa. nes individuales requeridas en cada momento por el propósito de la con-
Grice (1975/1991) deriva de su concepción del significado su teo- versación en ese punto; y varias submáximas derivadas exigiéndoles por
ría de las (por él así llamadas) «implkaturas conversacionales», muy ejemplo contenido informativo, veracidad, pertinencia y claridad.

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En casos como el de la anterior ilustración, según Grice, los hablan- de las implicaturas muestra que estas objeciones se basan en una mala
tes se atienen a estas máximas de una manera peculiarmente indirecta. comprensión del uso que hacemos del .lenguaje natural. Si la teoría es
Emiten una oración de un lenguaje con un significado literal tal que, si correcta, ejemplos como éste sólo ponen de relieve que los hablantes
su audiencia supone que es ese significado el que constituye su aporta- pueden conseguir dar a la frase mencionada el mismo tipo de significado
ción a la conversación, estarían violando flagrantemente alguna máxi- que tienen convencionalmente expresiones referenciales como los nom-
ma; por otro lado, hay un significado alternativo, que en el contexto es bres propios. Pero esto no lo consiguen porque la frase funcione en cas-
posible inferir sin dificultad a partir del significado convencional de su tellano como un nombre, sino explotando las máximas de la conversa-
frase y de otros datos, cuya significación en ese punto de la conversa- ción. Esto es compatible con que, en lo que respecta a sus propiedades
ción no violaría las máximas conversacionales; y confían al actuar así en semánticas convencionales en castellano, la frase tenga el significado que
que su audiencia, combinando las dos consideraciones previas, les le atribuye el semántico con simpatía por la lógica matemática, es decir,
interpretará como buscando significar primariamente este segundo sig- con que se trate de una frase cuantificativa existencial.
nificado. Así, por ejemplo, si atribuimos al autor de la carta antes indi-
cada la intención de significar lo que la frase que usa significa literal-
mente en castellano, su aportación no sería (en contra de la primera de 1.3. LA ASEVERACIÓN
las submáximas antes mencionadas) todo lo informativa que podría ser;
porque está aludiendo de manera genérica, mediante la frase 'un fenó- Para concluir, presento una propuesta reciente sobre la naturaleza
meno al que antes llamábamos por otro nombre', a algo que sin duda de los significados actuativos, las fuerzas ilocutivas, desarrollada para el
es capaz de designar de un modo mucho más preciso, mediante un caso particular, muy importante para nuestros objetivos, de las aseve-
nombre específico para el fenómeno que quiere traer a colación. Por raciones por el filósofo de Oxford Timothy Williamson (1996/2000).
otra parte, nadie entre los participantes en la conversación puede igno- Su tesis es que los tipos de actos del habla (fuerzas ilocutivas) están ca-
rar que el fenómeno pertinente en ese contexto es el antisemitismo. Así racterizados por normas constitutivas. Hay que distinguir normas cons-
que el hablante puede confiar razonablemente en que se le interprete titutivas de un (tipo de) acto y normas regulativas de los actos de ese
como aportando en realidad a la conversación el significado antes ex- mismo tipo (Searle (1969, § 2.5). Las primeras son definitorias; un
presado, el tema del antisemitismo. acaecimiento que no esté regido por ellas no cuenta como un caso del
Además de su interés intrínseco, la teoría griceana de las implicaturas acto. Las segundas no; son normas para ejecutar el acto de manera
conversacionales tiene relevantes aplicaciones filosóficas, que su autor su- apropiada con arreglo a diferentes estimaciones. Consideremos un caso
brayó. Muchos semánticos suponen que los lenguajes artificiales diseña- claro, el juego del ajedrez. Es una regla constitutiva que, si el rey de un
dos por la lógica matemática contemporánea constituyen buenos mode- color está atacado por una pieza rival, y no puede moverse a ninguna
los del funcionamiento de algunas expresiones en el lenguaje natural, que casilla en que no esté también atacado por una pieza rival, se ha produ-
significarían las partículas lógicas cuyo comportamiento interesa estudiar cido un jaque mate y el color ha perdido la partida. Ningún juego que
al lógico. En particular, muchos semánticos suponen que el artículo in- no esté regido por esta norma cuenta como ajedrez. Es una norma me-
definido 'un en una frase como 'un fenómeno al que antes llamábamos ramente regulativa que un jugador debe disponer sus piezas al comien-
por otro nombre' se comporta a grandes rasgos como lo hace el cuantifi- zo maximizando su influencia sobre las casillas del centro del tablero;
cador existencia! '3' en la lógica de primer orden, y que la frase en cues- esta norma no define qué es el ajedrez. A veces se distingue las reglas
tión es una frase cuantificativa existencia!. Algunos colegas de Grice, filó- constitutivas de las regulativas indicando que uno puede actuar violan-
sofos oxonienses como él del lenguaje común (Strawson en especial), do las segundas, pero no así las primeras, sin con ello dejar de estar ju-
cuestionan la relevancia semántica de la lógica matemática aduciendo gando a ajedrez. Pero esto es un error; en un juego se pueden violar
ejemplos como el anterior, en que la frase presuntamente cuantificativa también las reglas constitutivas, y aún así se puede estar jugando el
se usa para referir (al antisemitismo en nuestro caso). La teoría griceana mismo: esto es lo que se llama «hacer trampas».

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Un caso para el que parece aplicarse la tesis de Williamson es el de — Es la única norma constitutiva de prometer; otras normas que
prometer. Para nuestros fines ilustrativos, la norma constitutiva de las afectan a prometer (como que uno debe prometer/) sólo si su
promesas se podría expresar de una manera simple, así: uno debe prome- audiencia tiene interés en que sea el caso p, sólo si tiene Ja in-
ter p sólo si uno hace de resultas de ello p; alternativamente: promete p tención de hacer/), o sólo si/) no ha de suceder independien-
sólo si haces de resultas de ello p. En estos términos, podemos entender temente) se suponen derivadas de la regla constitutiva, junto
mejor una caracterización como la que ofrece Searle (1969): una prome- con otros principios más generales sobre la racionalidad. Si y
sa por H de p cuenta como la asunción por H del compromiso u obliga- sólo si una promesa satisface la norma, es positivamente eva-
ción de hacer de resultas de ello/). (En García-Carpintero [2013] sigo a luable en cuanto a la dimensión esencial de evaluación de Jas
Alston [2000] en sostener que las normas para los actos del habla «direc- promesas (cumplimiento, digamos).
tivos», como órdenes, peticiones, sugerencias, invitaciones tienen una
forma más compleja. En mi opinión, algo análogo se aplica a las prome- En estos términos, Williamson formula la norma ofreciendo sólo
sas cuya norma constitutiva sería más bien: uno debe: prometer/) sólo si condiciones necesarias para la corrección del acto de prometer; segura-
uno asume como resultado de ello ante su audiencia una razón para llevar mente lo hace así porque, intuitivamente, en muchos casos no basta
acabo/?. Además, como Searle [1969] y Alston [2000] indican, hay otras con llevar a cabo una acción de que p de resultas de un determinado
normas necesarias para caracterizar apropiadamente las promesas, como acto, para que ese acto cuente como una promesa correcta. Por ejemplo,
la regla «conceptual» de que el agente haga la promesa libremente, o las puede ser que cumpliendo una promesa ponga en peligro grave a un
«preparatorias» de que la audiencia tenga interés en que la cumpla y la de tercero, o hago algo socialmente impropio, cosas ambas que no había
«sinceridad» de que el agente tenga la intención de cumplirla. Pero si- podido tomar en consideración al hacerla. Pero esto es así porque las
guiendo a Williamson nos centraremos aquí en la norma constitutiva de intuiciones en cuestión conciernen a si el acto es correcto, consideran-
los actos del habla, y a efectos expositivos supondré una simplificada). do todos los factores relevantes. Cabe insistir en que, incluso en casos
Williamson caracteriza de «simples» explicaciones de qué es aseve- como los descritos, la promesa sería aún correcta en el sentido de 'correc-
rar como ésta de prometer que: ción' aplicable a las promesas como tales (que es sólo una corrección
prima fade, no una considerándolo todo, porque para evaluar la correc-
— Ejemplifica el «esquema C»: siendo C una propiedad de pro- ción global de un acto es preciso hacer un balance tomando en consi-
posiciones, la norma establece que uno debe prometer/; sólo si deración todas las normas relevantes, morales, de etiqueta, etc.). Así,
p tiene C; aquí, C es ser hecha verdadera por la actuación del podríamos después de todo dar una definición en términos de condi-
hablante de resultas de su acto de prometer. ciones necesarias y suficientes: una promesa de que/) es correcta (en el
— Esquema que debe ser interpretado con la estructura: 'uno sentido de 'correcto' prima facie pertinente para caracterizar lo que los
debe ((prometerp) sólo si/> tiene C)'; la regla prohibe incon- actos del habla como las promesas son) si y solamente si el que prome-
dicionalmente la situación en que uno promete/?, y la propo- te hace de resultas de elJo que p. En lo que sigue, supondremos que es
sición p no tiene C. La situación debe ser posible, si no, no posible formular de este modo las normas constitutivas de los actos de
tendría objeto prohibirla. Lo que es esencial a las promesas es significación.
que estén gobernadas por la norma, que su violación legitime La distinción entre normas constitutivas y regulativas la hizo pri-
criticarlas; no que la proposición prometida tenga C. (Cabe mero John Rawls (1955). Rawls hizo notar que qué actos concretos de
hacer aquí una analogía con la interpretación de una obra mu- prometer satisfagan o no la norma utilitarista (el cómputo de bienes y
sical: es una norma constitutiva hacerlo con arreglo a las pro- males causados por el acto es superior al de otros actos alternativos) es
piedades esenciales de la obra, establecidas en la partitura; pero sólo una norma regulativa, no constitutiva. Consiguientemente, la eva-
muchas interpretaciones violan la norma sin dejar por ello de luación de un acto en cuanto a esa dimensión evaluativa es indepen-
ser interpretaciones de la obra). diente de su evaluación en cuanto a la norma constitutiva de las prome-

38 39
sas. Una promesa puede ser correcta, aun violando la norma utilitarista, Las aseveraciones en matemáticas —un medio en que La dis-
o incorrecta pese a satisfacerla. tinción entre verdad y legitimación epistémica es más clara—
Williamson considera diversas teorías simples del aseverar: se atienen paradigmáticamente a la norma.
— (La norma, de la verdad, V) Aseverarp es correcto si y sólo si p Además, Williamson ofrece réplicas a algunas objeciones inmediatas:
es verdadera.
— (La norma de k autorización, A) Aseverar/ es correcto si y sólo Se debe distinguir el que una aseveración sea razonable (una
si uno está (epistémicamente) autorizado para juzgar quef. norma evaluativa derivada) de que sea.permisible (norma cons-
— (La norma del conocimiento, C) Aseverar p es correcto si y titutiva). Una aseveración puede ser razonable sin ser permisi-
sólo si uno sabe p. ble por diversas razones: es razonable creer que es permisible,
aunque no lo sea, y la prudencia aconseja efectuarla; es razona-
Williamson defiende la norma del conocimiento, aduciendo en su ble creer que uno sabe, y por tanto está autorizado a aseverar,
favor estas razones: aunque de hecho uno no sabe y por tanto no está autorizado.
— La propuesta es compatible con que los criterios de asevera-
Aseveramos constantemente; aunque no lo hagamos cono- ción aceptable sean más o menos laxos, en función de los inte-
ciendo tematizadamente la regla que seguimos, debemos ser reses en juego a que la aseveración sirve.
intuitivamente sensibles a ella en nuestros asertos. Nuestras
intuiciones justifican la regla. Así, por ejemplo, cuestionamos Aseverar no es una convención, según Williamson, aunque sí es
una aseveración como 'hay 52 personas en la habitación de al convencional que se usen expresiones de un cierto tipo para aseverar.
lado' con preguntas como '¿Cómo sabes eso?' o '¿Tú sabes eso?' Cabe preguntarse a qué propósito sirven tales convenciones. Según
(Austin, 1962, 138). O consideramos motivo de censura o risa Williamson, su teoría no justifica responder: con el propósito de trans-
(«lo dijo Blas, punto redondo», manifestación de un carácter en mitir conocimiento; porque actos con reglas constitutivas diferentes
demasía seguro de sí) que se asevere sobre nuestras emociones, (la norma de la verdad, por ejemplo) también servirían para ello. Según
sentimientos o gustos u otros asuntos de que el hablante no pue- él, la respuesta que su teoría legitima es más bien: el propósito social al
de tener el debido conocimiento para justificar su aseveración. que sirve en general el establecer «relaciones de responsabilidad», hacer
Es la única propuesta que da cuenta de qué hay de paradójico en o hacerse responsable de algo ante alguien. Williamson se apoya en una
una variación de la paradoja de Moore, decir A, y no sé que A. interesante analogía con las órdenes, suponiendo que la norma de orde-
La regla de la verdad no distingue la aseveración de otros actos nar que/) no es meramente intentar que p, sino hacer que p. Dar una
del habla del tipo decir p, como conjeturar p o jurar p. orden con la autoridad apropiada para ello es conferir responsabilidad;
Esto sugiere que la aseveración está gobernada por alguna regla análogamente, en la propuesta inicial hacer una promesa es conferirse
epistémica; Williamson utiliza 'autorización ('warrant') como una responsabilidad. Según su propuesta, hacer una aseveración es ha-
un término técnico para referirse a la norma epistémica correc- cerse epistémicamente responsable de la verdad átp.
"i * ta, sea la que sea. Mediante una elaboración de la paradoja Las promesas tienen un carácter claramente social. Al hacerlas se
'.i -O epistémica de la lotería, Williamson argumenta que la autori- establecen entre el hablante y su audiencia vínculos normativos que
' tjjfl zación pertinente no puede ser derivada de la regla constitutiva antes no existían; el hablante se hace sujeto de reproche por su audien-
' ** ' •* J supuesta por la norma de la verdad. Argumenta también que cia si no cumple lo prometido. Las aseveraciones no tendrían este carác-
•l .'• ( la apelación a reglas griceanas para la generación de implicatu- ter social, si la norma del conocimiento las definiera correctamente.
II1* j, ras conversacionales tampoco permite defender la norma de la Hay razones para dudar que sea así. Las promesas son convencionales;
"al!' 1 verdad. . ¡ ¡ •• • > / -?'• oorjouib,•:»>:;• '.'i- :^-v;. no en el sentido de que sólo puedan llevarse a cabo mediante recursos

40 41
convencionales, en contra de lo que en algunos pasajes sostiene Austin: La norma de la transmisión del conocimiento tiene todas las virtu-
por ejemplo, uno puede prometer a alguien que le traerá un libro di- des que Williamson aduce en favor de la suya, entre otras cosas porque,
ciendo 'te lo traeré', pero proferir esta oración es a lo sumo un procedi- típicamente, si se cumple también se cumple la norma de Williamson:
miento convencional para afirmar algo respecto del futuro, no para para poner a la propia audiencia en posición de saber que/>, el hablante
prometer. Pero las promesas sí son convencionales en cuanto que hay tiene que saber él mismo que p. Hay casos excepcionales, respecto de
un procedimiento convencional establecido para llevar a cabo una pro- los cuales no creo que tengamos intuiciones claras y que, por tanto, no
mesa, y seguirlo es el recurso para hacerla de manera suficientemente deberían invocarse en favor o en contra de una propuesta en este ámbi-
perspicua e inequívoca; en el ejemplo anterior, proferir 'prometo que te to, en los que la norma de la transmisión del conocimiento se cumple
lo traeré'. Las aseveraciones son convencionales en este sentido; proferir sin que se cumpla la del conocimiento. Así (Lackey, 2008), un creacio-
una oración en indicativo es, por defecto, un procedimiento conven- nista responsable que, en contra de sus creencias, enseña en clase la
cional para llevar a cabo una aseveración. teoría darwiniana de la evolución puede satisfacer la norma de la trans-
Davidson (1979) argumenta que no hay procedimientos convencio- misión, pero no parece satisfacer la del conocimiento porque no cree lo
nales para aseverar, porque ni los actores en el teatro ni los autores de obras que asevera, y por tanto no puede saberlo.
de ficción aseveran cuando usan oraciones en indicativo. Pero este argu- Un elemento adicional en favor de la norma de la transmisión es
mento no es muy convincente: tampoco prometen, ni se casan, ni trans- análogo al que Williamson utiliza en contra de la norma de la verdad y
miten sus propiedades los actores cuando llevan a cabo los correspondien- en favor de la suya. En el capítulo cuarto abordaremos la noción de
tes procedimientos convencionales en una representación, ni circulan con presuposición, un fenómeno lingüístico común; así, cuando alguien pre-
arreglo al marco establecido cuando conducen por la derecha o por la iz- gunta si Pau ya ha pagado sus impuestos, presupone pero no aseve-
quierda en el curso de la filmación de una película; pero no por eso dejan ra que Pau no había pagado sus impuestos aún; o cuando alguien ase-
de ser esos actos convencionales. Es de esperar que existan procedimientos vera que no fue Pau quien robó la bicicleta, presupone pero no asevera
convencionales para llevar a cabo actos sociales; la aseveración, si estuviera que alguien robó la bicicleta. Ahora bien, de acuerdo con una propues-
regida por la norma del conocimiento de Williamson, sería un acto que, ta razonable sobre la naturaleza de la presuposición, la norma del acto
en sí mismo, no tiene nada de social; una comunidad de solipsistas taci- de presuponer es el conocimiento mutuo por parte del hablante y su
turnos que nunca aseverase nada excepto para uso privado en sus propios audiencia de lo presupuesto: todos lo saben, saben que todos lo saben,
diarios, podría por lo demás no violar nunca esa norma. saben que todos saben que todos lo saben, etc. Si esto es así, la norma
La aseveración sí sería un acto social, en el sentido en que las pro- del conocimiento no distingue apropiadamente la aseveración de la
mesas lo son, si estuviese más bien regida por una norma como ésta presuposición. Si la norma de la aseveración fuese la del conocimiento,
(García-Carpintero, 2004): entonces siempre que es correcto presuponer p también sería correcto
aseverar/». Intuitivamente, esto es erróneo; aquello que es correcto pre-
— (La norma de la transmisión del conocimiento, TC) Aseverar suponer es conocimiento ya poseído por los participantes en una con-
p es correcto si y sólo si uno pone a su audiencia de resultas de versación, por lo que no es correcto aseverarlo, si la función de las
ello en posición de saber p. aseveraciones es, como intuitivamente parece, la de facilitar la transmi-
sión del conocimiento. La diferencia intuitiva entre ambos actos está
Aquí se usa la locución «poner a la audiencia en posición de saber» justamente en que en la aseveración, pero no en la presuposición, nor-
más bien que, pongamos por caso, «lleva a su audiencia a adquirir el mativamente se busca transmitir conocimiento a la audiencia.
conocimiento de que...» porque, intuitivamente, no se viola cuando se Por estas razones, en los capítulos sucesivos daremos por supuesto
asevera lo que se sabe si la audiencia ya lo sabía independientemente, o que la norma defmitoria de la aseveración es TC. Como veremos, este
si decide no creerle a uno por infundadamente suponerlo no fiable, o si supuesto se acopla muy bien a los datos relativos a la ficción, al menos
no ha prestado suficiente atención. a la literaria, y a determinadas propuestas como la de David Lewis sobre

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los contenidos atribuidos a las ficciones, que se presenta en el capítulo Adicionalmente, podemos aducir consideraciones que indican que
tercero. concebimos los actos del habla en cuestión en términos normativos.
Las teorías normativas de los actos del habla como la teoría de la Bien conocidas objeciones a los análisis griceanos de la aseveración,
aseveración de Williamson o la propuesta alternativa TC contrastan como el de Bach & Harnish, apuntan en esa dirección. Estas objeciones
particularmente con las teorías descriptivas, psicológicas como las que (Alston, 2000, cap. 2) llaman la atención sobre casos en que uno aseve-
presupone la teoría del significado de Grice, bosquejada en la sección ra p porque es su obligación hacerlo, sin tener las intenciones que le
segunda. Quizás la forma más refinada de las teorías de este tipo sea la atribuye la definición de Bach & Harnish; por ejemplo, el empleado
deBach&Harnish(1979): del ferrocarril dice «el tren llegará a las 15 horas» en respuesta a la pre-
gunta del viajero, sin creer que llegará a la hora, y sin esperar que le esté
— Aseverar que p es proferir una oración que significa que p in- dando al viajero ninguna razón para pensar que lo cree, porque la no-
tentando-R con ello que la audiencia tome la preferencia como toria falta de puntualidad de la compañía es patente para ambos. De
una razón para juzgar que el hablante cree acuerdo con una concepción normativa, ha hecho una aseveración, en
cuanto que su acto es censurable si no se viola su norma constitutiva;
En esta definición, 'intentar-R' refiere a esas intenciones de carácter de acuerdo con una griceana como la de Bach & Harnish, parece que
reflexivo, o intenciones comunicativas, que postula la concepción del no lo ha hecho, porque no están presentes las requeridas intenciones.
significado de Grice. Ésta es una teoría descriptiva de la aseveración, sin Casos que plantean análogas dificultades a los análisis griceanos son el
elementos normativos; llevar a cabo una aseveración no es, constituti- del interrogado injustamente acusado, que dice «yo no lo hice» sin nin-
vamente, hacer algo que quepa ser evaluado como correcto o incorrec- guna expectativa de que su audiencia le crea, o de que crea que él mis-
to. Seres incapaces de someter sus actos a normas son sin embargo mo lo cree; o los casos en que hablamos «por educación», diciendo lo
perfectamente capaces de aseverar, según esto (aunque sí deben ser ca- que no podemos esperar sea un elemento racional para que la audiencia
paces de las intenciones reflexivas griceanas). Los partidarios de esta conozca nuestras creencias, porque ya es suficientemente obvio que las
concepción de los actos del habla admiten, naturalmente, que los eva- tenemos: «hace buen día, ¿verdad?».
luamos en términos normativos; pero tratan de explicar este hecho afir- En los capítulos siguientes consideraremos las ficciones a la luz de
mando que en esas evaluaciones apelamos a normas no constitutivas de la teoría de los actos del habla, y examinaremos, entre otras, la cuestión
actos del habla, quizás a normas morales como una «norma de sinceri- de si, vista la constitución de una ficción como un acto del habla, es una
dad» (Hindriks, 2007): teoría descriptiva o más bien una normativa que mejor da cuenta de la
misma.
— En situaciones usuales de confianza mutua, uno debe ser
sincero.

¿Cómo podríamos discernir qué concepción de los actos del habla


es correcta, una normativa o una descriptivo-psicológica? Un indicio
intuitivo a favor de las primeras (en la línea de la discusión de Rawls
sobre normas constitutivas y regulativas en el caso de las promesas) es
que, incluso en casos en que las condiciones para la aplicación de las
normas morales no se cumplen (no se da la requerida «confianza mu-
tua», como cuando una promesa o una aseveración han sido extraídas
mediante coacción o engaño), percibimos que la promesa incumplida
o la aseveración falsa cuentan aún (prima facie) como incorrectas.

44 45
• -

.
CAPÍTULO 2

. El discurso de la ficción y los actos del habla

En el sentido relevante, ficción y literatura no coinciden; hay fic-


ción no literaria, y literatura no ficticia. Tampoco coinciden ficción y
falsedad, ni ficción y uso no literal del lenguaje (metafórico, irónico, etc.);
en el sentido relevante, puede haber tanto ficción como no-ficción, con
y sin falsedad, con y sin uso literal del lenguaje. El objetivo de Searle ( 1 979)
en su influyente artículo es analizar ficción en ese sentido. Expondremos
en la primera sección en sus líneas principales la teoría de Searle, que se
presupone en algunas de las discusiones posteriores. Indicaremos algu-
nas objeciones, que nos llevarán a introducir en la sección siguiente pro-
puestas relacionadas, pero alternativas debidas a Kendall Walton (1990)
yaGregCurrie(1990).

t
2.1. LA TEORÍA DE LA FICCIÓN DE SEARLE

La teoría de Searle pretende acomodar estos dos hechos, (1) que las
palabras y otros elementos de una historia ficticia tienen sus significa-
dos usuales, mientras que, (2) las normas vinculadas a esas palabras y
elementos que determinan sus significados no son satisfechas.
Que (1) y (2) son verdaderas lo justifica Searle con un ejemplo.
Tomemos la frase inicial de «Continuidad de los parques», de Cortázar
(CP), que citamos íntegramente en la introducción «Había empezado

47
a leer la novela unos días antes». (1) se justifica en tanto que los signifi- (4) Todo acto ilocutivo se lleva a cabo realizando otros actos, en sí
cados de las palabras y elementos de CP no diferirían si formasen parte mismos no ilocutivos: la emisión.de ciertos sonidos o inscrip-
de una biografía, hecha con pretensiones de historicidad. (2) se justifica ciones, por ejemplo. Las fingidas ejecuciones de actos ilocuti-
en tanto que no invocaríamos las normas constitutivas del tipo de actos vos que constituye la creación de una obra de ficción consisten
del habla que se llevan a cabo en CP —aseveraciones— para aprobar o en la ejecución real de actos de emisión con la intención de
cuestionar CP, por ejemplo en cuanto que no son verdaderas al conte- invocar las convenciones horizontales que suspenden las obli-
ner varios términos sin referente, como el sujeto implícito en la prime- gaciones ilocutivas normales de las proferencias.
ra oración 'él', los indicadores temporales en los verbos, o las descripcio-
nes 'el mayordomo', 'el puñal', etc. Estas son las razones que Searle aduce en favor de su teoría:
La teoría de la aseveración de Searle difiere algo de la que presenta- (i) Es preferible a una teoría alternativa, según la cual la ficción no
mos en el tema precedente; según su teoría, las normas que definen el consiste en fingir actos del habla, sino en llevar a cabo un acto del habla
acto de aseverar son las siguientes: alternativo. El argumento de Searle contra esta teoría se basa en el
principio de que «en general, qué acto o actos ilocutivos se ejecutan
1. Esencial: quien hace una aseveración se compromete con la ver- al proferir una oración está en función del significado de la oración».
dad de la proposición expresada. Llamémosle 'principio de convencionalidad', PC. Dada la propuesta al-
2. Preparatoria: el hablante debe ser capaz de dar datos o razones a ternativa, PC parece implicar que las oraciones que aparecen en CP, por
favor de la verdad de la proposición expresada. ejemplo, son ambiguas; pueden significar convencionalmente las aseve-
3. La proposición expresada no debe ser obviamente verdadera raciones que significarían en una crónica de Yalta, pero también los actos
tanto para el hablante como para su audiencia en el contexto de del habla alternativos que postula la teoría alternativa. Pero esto parece
la proferencia. absurdo, porque cualquier oración se puede emplear en la ficción.
4. De sinceridad: el hablante se compromete a creer la verdad de la Este argumento de Searle no es convincente. PC admite excepcio-
proposición expresada. nes, como los actos del habla indirectos (como, por ejemplo, usar la
aseveración 'el salero está a su izquierda' para significar una petición de
La teoría de la ficción de Searle podemos resumirla en los siguientes que se le pase a uno la sal) en general, y las implicaturas conversaciona-
puntos: les en particular. A lo sumo sería correcto un principio de convencio-
nalidad del significado literal: «en general, qué acto o actos ilocutivos se
(1) El autor de una obra de ficción finge (no engañosamente) lle- ejecutan al proferir una oración literalmente está en función del signifi-
var a cabo una serie de actos del habla, normalmente de la cado de la oración». El partidario de la teoría que Searle discute defen-
clase aseverativa (enunciaciones, aseveraciones, descripciones, derá que los actos del habla alternativos a los usuales que según él se
caracterizaciones, explicaciones, etc.). llevan a cabo en la ficción no se significan profiriendo las oraciones
(2) El criterio que identifica si un texto es o no una obra de ficción correspondientes literalmente. Por lo demás, esto es lo que implica la
son las intenciones ilocutivas del autor, no una propiedad sin- teoría del propio Searle; en la ficción, las oraciones no se usan literal-
táctica o semántica del texto. mente, por estar en suspenso las normas asociadas a las expresiones
(3) Las normas constitutivas de los actos del habla son «normas correspondientes en usos literales. El argumento de Searle sólo estable-
verticales» que correlacionan las expresiones y el mundo. Exis- ce que los actos del habla propuestos por la teoría alternativa no pueden
ten convenciones extralingüísticas («normas horizontales») ser actos del habla significados usando las oraciones literalmente. En la
que hacen posible las ilocuciones fingidas que constituyen una sección posterior desarrollaremos una forma de la teoría alternativa que
obra de ficción, dejando en suspenso la aplicación normal de Searle contrasta desfavorablemente con la suya, elaborada a partir de
esas normas verticales. ideas de Walton y Currie, según la cuál la ficción literaria sí consiste en

48 49
llevar a cabo (no literalmente) actos del habla especiales (actos de hacer En el sentido aquí pertinente, imaginar es una actitudproposicional
como que, o llevar a otros a imaginar proposiciones), mediante el recur- primitiva o irreductible, como la creencia, el conocimiento, el deseo o
so de fingir llevar a cabo los actos del habla literalmente asociados a las la intención; casos paradigmáticos de la misma son el soñar, durmiendo
palabras que se usan para ello. o despiertos, el fantasear, o el considerar las consecuencias posibles
(ii) Permite resolver rompecabezas tradicionales sobre la ficción. de diversas opciones de acción que contemplamos. Se trata de un tipo de
Searle discute dos. (1), ¿cómo cabe hacer una aseveración verdadera con acto psíquico con las siguientes características fundamentales: (i) Posee
'Holmes no se casó nunca, pese a que Holmes no existe y sólo es posi- contenido proposicional, como los actos del habla y otras actitudes pre-
ble referir a lo que existe? Searle sostiene que en la frase en cuestión nos posicionales (cfr. § 1.1): imagino que visito laAlhambra con Urna, (ii) La
referimos a un personaje, que sí existe como tal, y que su teoría explica verdad de tal contenido no constituye una norma para el acto (a dife-
cómo al fingir llevar a cabo aseveraciones el creador de la ficción crea rencia de lo que sucede con las aseveraciones, cfr. § 1.3); mi imaginar la
personajes. «La estructura lógica de todo esto es compleja, pero no es visita a la Alhambra con Urna puede ser tan apropiado como quepa a
opaca». Searle no aclara esto mucho más; como veremos en el capí- tales actos, aunque nunca se produzca, (iii) Como la creencia, el deseo
tulo quinto, aunque otros autores como Van Inwagen (1977) y Kripke o la intención, puede darse activa o disposicionalmente: buena parte de
(2013) han elaborado propuestas en esta línea, no resulta nada simple lo que nuestra conducta revela que creemos —que no se ha abierto un
hacerlo con el suficiente detalle y defenderlo argumentativamente. abismo detrás de nosotros, que mañana seguiré en Barcelona— no lo
(2), ¿cómo es que las ficciones pueden contener elementos no ficticios juzgamos activamente; de la misma manera, mientras que fantaseamos
(como el primer párrafo de Anna Karénina: «Todas las familias felices se la visita a la Alhambra, parte de la historia fantaseada (que la visita se
parecen unas a otras, cada familia desdichada lo es a su manera»)? Tam- prolongará durante unas horas) no la estamos imaginando activamente
poco aquí lo que dice Searle es de gran ayuda: «el autor establece con el en un momento dado, (iv) En forma activa, puede llevar asociados rasgos
lector entendimientos sobre hasta qué punto las convenciones horizon- fenoménicos o qualia (Nagel, 1974), imágenes visuales o auditivas por
tales de la ficción rompen las conexiones verticales del discurso serio». ejemplo, (v) Su contenido proposicional típicamente involucra «como
Más adelante veremos cómo diversas teorías alternativas a la de Searle, sujeto» (Wittgenstein, 1968) ocíese (Perry, 1979 y Lewis, 1979) al sujeto
y en especial la que propondremos, afrontan estos dos rompecabezas. mismo. Me detendré un momento en presentar estas nociones.
Una observación final: como explicación de la existencia de la fic- Imaginemos que, a través de lo que creemos es una ventana, vemos
ción, Searle menciona la importancia de la imaginación, así como el la imagen de una persona con pasta de dientes en la cara. Éste es un
hecho de que, si bien las aseveraciones en la ficción son constitutiva- caso de una actitud proposicional que en la literatura contemporánea se
mente sólo fingidas, fingiendo actos del habla se pueden hacer, indirec- consideraría paradigmáticamente ungular: el contenido concierne a la
tamente, otros actos del habla, incluidas aseveraciones. También estas persona específica con la que estamos manteniendo una relación visual.
observaciones han tenido importantes desarrollos posteriormente, (En el capítulo cuarto volveremos con más detalle sobre estas cuestiones
como se ve a continuación. relativas a la referencia). Imaginemos que a quien estamos viendo es en
realidad a nosotros mismos: la presunta ventana es en realidad un espe-
jo, lo suficientemente poco nítido como para explicar la confusión.
2.2. LA IMAGINACIÓN, UNA ACTITUD PROPOSICIONAL «DE SE» Imaginemos que un momento después advertimos la situación; ahora,
pero no antes, estamos dispuestos a juzgar lo que expresaríamos dicien-
La teoría de Walton (1990) asimila la ficción a una serie de prácti- do yo tengo pasta de dientes en la cara'. El contenido concierne al
cas o juegos de «make-believe» o «pretense» (expresiones inglesas a las mismo individuo que el juicio anterior ('él tiene pasta de dientes en la
que corresponden imprecisamente hacer (como) que o simplemente _/ZK- cara', dicho sobre la base de la interpretación anterior de la experiencia
gir en español) y postula que tales prácticas tienen esencialmente una perceptiva), pero el juicio es distinto, en cuanto que nos predispone
función relacionada con la imaginación. para llevar a cabo acciones a que el juicio anterior no nos predisponía:

50 51
tratar de limpiarnos la cara, por ejemplo, si no nos gusta tener pasta de Imaginemos ahora que, en lugar de juzgar yo tengo pasta de dien-
dientes en ella. tes en la cara a partir de los datos visuales hasta aquí supuestos, lo ha-
Por otra parte, ningún juicio que podamos hacer sobre nosotros cemos por percibir sobre la piel de nuestra cara sensaciones táctiles
mismos, refiriéndonos a nosotros con nuestro nombre propio, o con (frío, escozor, tirantez) características de la pasta de dientes. Parece en
una descripción tan precisa como podamos construir, tiene el efecto del este caso que no cabe la posibilidad del error por identificación errónea.
juicio expresable con el indéxico yo'. Imaginemos que estamos leyendo Por supuesto, mi experiencia táctil puede ser ilusoria; puedo no tener
lo que de hecho es una biografía detallada de nosotros mismos, en que pasta de dientes en la cara. Pero no parece posible que haya alguien,
se nos refiere con nuestro nombre propio, se dice quiénes fueron nues- origen de mis datos táctiles, con pasta de dientes en la cara, pero no sea
tros padres, dónde nacimos, etc., y encontramos de repente la afirma- en realidad yo. El juicio, basado en esas razones, sería entonces inmune
ción: 'y esta persona tiene a tal hora de tal día (milagrosamente coinci- al error por identificación errónea. La justificación del juicio no tendría
dente con el momento de la lectura) pasta de dientes en la cara. Si es- en este caso la estructura dual antes descrita, la dependencia de una
tamos padeciendo una amnesia temporal, y no recordamos ni nuestro premisa de identificación.
nombre ni nuestros datos biográficos, aceptar esta afirmación tampoco Los juicios sobre nosotros mismos no inmunes al error descrito son
va a tener el efecto práctico de aceptar yo tengo pasta de dientes en la aquellos que Wittgenstein parecía tener en mente cuando hablaba de
cara. Como indica Perry, yo' parece ser un indéxico esencial: nos permi- usos de 'yo' como objeto, y los que sí lo son corresponden a usos de ese
te expresar juicios irreductibles en su potencial funcional a otros juicios deíctico como sujeto. La diferencia parece concernir al tipo de datos o
de reo descriptivos sobre nosotros mismos. razones que sustentan unos y otros; en el primer caso, se trata de ra-
Este fenómeno está relacionado con la distinción entre «yo como zones «externas», accesibles a otros; en el segundo, se trata de razones
sujeto» y «yo como objeto» que formula Wittgenstein en el Cuaderno característicamente «introspectivas», modos de acceder a hechos sobre
Azul, y que Shoemaker (1968) ha explicado a través de la noción de uno mismo que conforman el acceso privilegiado de un sujeto a sí
inmunidad al errorpor identificación errónea. Volvamos a la situación en mismo.
que juzgamos yo tengo pasta de dientes en la cara, sobre la base de lo que En rigor, el ejemplo que hemos ofrecido de un juicio inmune al
tomamos como la percepción visual de nuestra imagen reflejada en un error por identificación errónea no acaba de corresponder apropiada-
espejo. En este caso, podemos concebir que (como de hecho sucedía en mente a esta caracterización; las razones en que se apoya el juicio no
la primera versión de la historia), no es en realidad un espejo lo que constituyen un caso de lo que propiamente se denomina introspección
vemos, sino una ventana, y no es por tanto nuestra imagen la que per- (el conocimiento de nuestros estados conscientes que es esencial a su
cibimos. Concebimos así la posibilidad de que, aunque alguien tiene carácter de tales), sino que son una forma de percepción sensorial (diri-
pasta de dientes en la cara, no soy yo quien la tiene: la posibilidad de gida, como la propriocepción o la kinestesia, al propio cuerpo, pero
haber cometido un error no en la adscripción de la propiedad de tener percepción sensorial a fin de cuentas). Quizás por eso mismo el ejemplo
pasta de dientes en la cara al objeto real de nuestro conocimiento, sino sólo aparentemente sea uno de inmunidad al error por identificación
en su identificación refiriéndonos al mismo con 'yo'. En abstracto, un errónea. En la película Avatar, los personajes pueden (mientras están
juicio de la forma n es F, cuando se hace sobre la base de las razones R, sometidos a un coma inducido) tomar control «desde dentro» de otro
es susceptible de error por identificación errónea cuando es epistémica- cuerpo, el cuerpo de su avatar. Supongamos que contemplo la posibili-
mente compatible con esas razones R que, aunque algo es de hecho F, dad de que mis experiencias táctiles no provengan en realidad de mi
no es en realidad n. En la estructura epistémica de la justificación de un propio cuerpo (que está sumido en un coma, y no envía sensaciones a
juicio así parece haber dos elementos: (i) el juicio de que x es F (la per- mi cerebro), sino del de mi avatar. En ese caso, podría suceder que al-
sona cuya imagen facial veo tiene pasta de dientes) y (ii) el de que n es x guien (origen de mis sensaciones) tiene pasta de dientes en la cara, pero
(yo soy la persona cuya imagen facial veo). Es así que el segundo puede no soy yo. Esto mostraría que, aunque a primera vista no lo parecía,
fallar, sin que lo haga el primero. porque no habíamos contemplado una situación tan poco usual, la es-

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tructura de mi justificación tenía en realidad un componente identifi- podrían haber llegado en un cierto orden u otro, con una cierta distan-
1
cativo, que en la situación indicada fallaría: (i) el cuerpo origen de mis cia temporal entre otras, etc. El contenido de 'Mallory llegó a la cima
sensaciones táctiles tiene pasta de dientes en la cara, (ii) mi cuerpo es el del Everest' —el de la aseveración que efectuamos por defecto con esa
origen de mis sensaciones táctiles. Pero incluso si concedemos la posi- oración en castellano— discrimina así algunas de todas esas situaciones
bilidad de describir la situación así, si nos centramos ahora en el juicio posibles, representando el mundo como siendo de alguno de esos modos.
yo tengo experiencias táctiles como de pasta de dientes en la cara', te- Siguiendo a Kaplan (1989), denominemos 'circunstancias' a los ar-
nemos un caso de inmunidad al error por identificación errónea para el gumentos de estas funciones de mundos posibles a valores de verdad
que parece imposible encontrar una objeción del tipo anterior. En este que la semántica contemporánea invoca para caracterizar los conteni-
caso, nuestras razones sí son propiamente introspectivas; los ejemplos dos. El contenido de 'Mallory llegó a la cima del Everest' especifica así
de Wittgenstein son de este tipo: 'tengo hambre', 'tengo dolor de mue- una función que a determinadas circunstancias les asigna la verdad, y a
las', 'quiero levantar mi brazo', 'juzgo que existo'. otras la falsedad. Esto permite también explicar elegantemente la con-
¿Qué relación hay entre pensamientos de se y uso de yo' como suje- tribución del contenido de esa oración al de oraciones más complejas
to^Todos nuestros ejemplos de juicios expresados con yo', incluidos los en que puede aparecer, como 'Es posible que Mallory llegara a la cima
que no son inmunes al error por identificación, son de se. Sin embargo, del Everest'. El contenido de la oración compleja debe especificar, como
la estructura de su justificación, que explica su susceptibilidad a ese tipo el de cualquier oración, una función de circunstancias a valores de ver-
de error, muestra que (a través de las identificaciones) los juicios de se dad; en el caso de una oración con esta estructura, sería (simplificando
no inmunes dependen de otros juicios dése inmunes. Así, la posibilidad un tanto) una función que asigna a una circunstancia específica m¡ la
de hacer juicios de se parece depender de la posibilidad de hacer juicios verdad, a condición de que el contenido de la oración más simple asig-
con la peculiaridad epistémica de que yo' se use como sujeto; es decir, ne la verdad a otra circunstancia m2.
que el acceso epistémico que los justifica sea el que tenemos privilegia- En esta breve presentación hemos identificado las «circunstancias»
damente a nuestros estados conscientes. con mundos posibles. Kaplan (1989) las hace más complejas. Es im-
Semánticamente hablando, ¿cómo debemos entender los conteni- portante para la cuestión que aquí nos ocupa tener presentes, y distin-
dos de se, las condiciones de satisfacción (cfr. § 1.1) que expresan? En la guir claramente, las dos justificaciones que hemos proporcionado de
semántica contemporánea se supone (desde el Tractatus, y la elabora- que los contenidos especifiquen funciones de circunstancias a valores
ción por Carnap de las ideas allí contenidas) que el contenido de una de verdad. La primera la proporciona el carácter representativo consi-
oración declarativa determina (o se identifica con) una función de guiente a la naturaleza de la aseveración, que suponemos recoge la nor-
mundos posibles a valores de verdad: los que tendría la aseveración ma de la transmisión del conocimiento TC; la segunda, la explicación
efectuada por defecto con la oración si el mundo en que aseveramos sistemática de la contribución del contenido de las oraciones con las
fuese como el mundo posible en cuestión. Volveremos en el próximo que llevamos a cabo aseveraciones al de otras más complejas en que
capítulo sobre estas nociones; pero la caracterización que hemos hecho pueden aparecer, regidas por operadores como 'es posible que'. Kaplan
antes (cfr. § 1.3) de la naturaleza de la aseveración permite justificar este atiende a consideraciones de este último tipo en su propuesta. Supone
supuesto. Que la aseveración se defina por cualquiera de las normas que que los tiempos verbales son operadores análogos a los operadores mo-
allí consideramos responde a que se trata de un acto que persigue la dales; es decir, que, en el plano de la «forma lógica» 'lloverá mañana en
transmisión de información. El contenido de una aseveración debe así Barcelona' resulta de combinar un operador 'en el futuro será el caso
representar el mundo de un cierto modo específico, entre los diversos que' con la oración declarativa 'llueve en Barcelona', la misma que, por
cursos posibles que el mundo podría seguir. Consideremos la cuestión sí sola, serviría para llevar a cabo una aseveración. Bajo este supuesto, es
de qué sucedió en el Everest en junio de 1924. Podemos imaginar dife- razonable pensar que el contenido de 'llueve en Barcelona especifica
rentes cursos posibles de los acontecimientos; Mallory e Irvine po- una función de mundos posibles y momentos de tiempo en ellos, a valo-
drían haber llegado a la cima antes de morir, o no haberlo hecho; res de verdad. De este modo, podemos explicar el funcionamiento del

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operador 'en el futuro será el caso que' del siguiente modo: 'en el futuro Esta propuesta está en la línea de la que parece haber defendido
Wittgenstein (1968). Las peculiaridades del uso de 'yo' como sujeto
será el caso que' + O es verdadera respecto de una circunstancia consis-
han llevado a muchos filósofos a suponer que tiene una referencia
tente en un mundo posible mi y un momento de tiempo tl en el mun-
do nij a condición de que O sea verdadera respecto del mismo mundo peculiar, un objeto accesible únicamente a sí mismo. En realidad, la
explicación de esas peculiaridades está más bien según Wittgenstein
nij y un momento de tiempo en él t2 posterior a t r Kaplan (1989, 504)
señala que consideraciones análogas podrían llevar a representar los en que, en ese uso, el término 'yo' no refiere: no hace ninguna con-
tribución al contenido juzgado, es (como el mundo en que se juzga,
contenidos de oraciones espacialmente inespecíficas, como 'llueve', de
manera que la verdad se relativice a circunstancias que incluyen un un contenido tradicional) sólo parte de las circunstancias necesarias
mundo posible, un momento de tiempo y un lugar. para evaluar su verdad. No hay ningún misterio ontológico invo-
Lewis (1979) propuso articular teóricamente los contenidos de se lucrado.
mediante el procedimiento propuesto por Kaplan para el caso del tiempo Se trata de una propuesta atractiva, pero no justificada por los da-
tos. Los datos únicamente muestran un fenómeno fregeano, análogo al
verbal: suponer que especifican valores de verdad en función de paráme-
tros adicionales al mundo posible, tales como el momento de tiempo, el que se ilustra en el capítulo cuarto con los ejemplos usuales de 'Héspe-
lugar o incluso el sujeto. Con respecto a estos contenidos, todos los suje- ro' y 'Fósforo': diferentes términos pueden llevar asociadas diferentes
tos que aceptan 'tengo hambre' (sea cual sea el sujeto y el momento de perspectivas o modos de presentación sobre los mismos objetos; una carac-
tiempo) aceptan lo mismo. Los contenidos tradicionales, que especifican terización apropiada de los contenidos requiere tomar en consideración
funciones de mundos posibles a valores de verdad, son por ello mismo no sólo los referentes que aportan los términos, sino esos modos de
modalmente neutros: no es esencial a ellos en qué mundo posible se aseve- presentación asociados a los mismos. La única cuestión es articular en
ren, o respecto de qué mundo posible se considere su verdad, por ello se qué consiste la peculiar perspectiva asociada a 'yo' en su uso «como suje-
hace abstracción de ese factor al caracterizarlos. En la propuesta de Lewis, to», el modo de presentación que explica los datos que presentamos
los contenidos de se son, del mismo modo, neutros respecto del sujeto que los antes. En el capítulo cuarto volveremos sobre ello.
considera y el momento de tiempo en que lo hace; estos factores no son Baste indicar ahora, para concluir, que los casos paradigmáticos de
deflnitorios de su identidad: diferentes sujetos, en diferentes momentos contenidos de la imaginación son de se. Imaginemos que me presentan
de tiempo, consideran los mismos contenidos de este tipo. a alguien en una fiesta como Urna Thurman, y a partir de ello constru-
En todos estos casos, el objetivo de la relativización de los valores yo una fantasía en que visito la Alhambra con esa persona, Urna. Aquí
de verdad a diferentes parámetros en la caracterización de los conteni- puedo preguntarme si es posible que, si bien hay alguien con quien me
dos es captar lo que es esencial a los mismos, descartando aspectos imagino visitando la Alhambra (la persona que me han presentado
accidentales: qué conferidores de verdad específicos constituyen la Rea- como Unía), no sea en realidad Urna Thurman. Sin embargo, carece
lidad, en el caso de la relativización a mundos posibles, qué lugares, de sentido que me cuestione si puedo estar imaginando la visita a la
momentos de tiempo o agentes concretos constituyen los contextos de Alhambra con Urna de alguien, pero que no sea en realidad yo.
la aseveración en los otros casos. Ahora bien, todos esos aspectos de los
que se hace abstracción al caracterizar los contenidos son sin embargo
esenciales para determinar si las aseveraciones que de ellos se hacen sa- 2.3. FINGIMIENTO, IMAGINACIÓN Y FICCIÓN: WALTON Y CURRIE
tisfacen o no la norma de la verdad. Yo habría juzgado con verdad si
hubiese rechazado 'la nieve es blanca en un mundo en que la nieve es Hacer que o fingir es según Walton (1990) un caso especial de in-
verde, pero ese juicio es sin embargo de hecho verdadero; dos sujetos vocación de la imaginación, que se distingue de las ensoñaciones diur-
juzgan lo mismo, en el sentido relevante para explicar la acción, cuando nas o los sueños por su carácter esencialmente social, pero particular-
aceptan yo tengo pasta de dientes en la cara; pero que juzguen con mente por conllevar el uso de objetos reales, un «atrezo» ('props') acce-
verdad o no depende del sujeto que lo juzga. sorio, como lo denomina Walton con afortunada metáfora. En un

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ejemplo típico de Walton, los accesorios son montones de barro con sical. Así, en el caso del famoso cuadro de Vermeer Muchacha con tur-
piedras, de los que niños que juegan con ellos dicen cosas como: bante (Museo de La Haya), según la concepción de la representación
fictiva de Walton es verdadero:
(1) hay tres pasteles aquí
(2) hay pasas en este pastel (7) F. c(uno ve una joven que le mira, con una perla como pen-
(3) he cocinado ese pastel diente)

Tomadas literalmente, estas aseveraciones son falsas. Sin embargo, El enunciado incrustado no es verdadero (o, mejor, es irrelevante
son verdaderas: que lo sea o no); significa más bien una proposición (de se) que la
pintura tiene como objetivo hacernos imaginar, una proposición (de
(4) en este juego de hacer-que, es fictivo que hay tres pasteles aquí, se) fictiva. En la propuesta de Walton, una representación (fictiva) es
un objeto que tiene la función de generar proposiciones fictivas, a su
o F (hay tres pasteles aquí), como abreviaré lo anterior siguiendo a Wal- vez las proposiciones que su atrezo tiene por objeto llevar a imaginar.
ton; y también: El enunciado completo, (7), sí expresa una verdad, una verdad ficti-
va; en la terminología inspirada en la de Andrea Bonomi (2008) que
(5) F (hay pasas en este pastel) se introduce y explica con más detalle en el próximo capítulo, nos
(6) F(he cocinado ese pastel) referiremos a estas «verdades fictivas» de Walton como verdadespara-
fictivas.
La forma lógica de estas proferencias (4)-(6), que, a diferencia de Quiero advertir aquí que, si bien Walton tiene razón en que pode-
las oraciones en ellas incrustadas (l)-(3), son aseveraciones y pueden ser mos imaginarnos contenidos de se como el aquí indicado en relación a
por tanto literalmente verdaderas o falsas, susceptibles o no de transmi- la pintura de Vermeer, y quizás también en que la pintura tiene la fun-
tir conocimiento, es la misma que la de 'Sergi cree que el Barca ganará ción de llevarnos a imaginarlos (con lo que ipsofacto (7) es verdadera,
la liga —es decir, que la de las adscripciones de actitud preposicional, dada la noción de representación (fictiva) que Walton introduce por
o atribuciones de actos del habla. estipulación y su consiguiente análisis de estas oraciones), es más discu-
Gracias esencialmente a la dependencia de los juegos de fingimien- tible que tales contenidos de se sean verdades fictivas en obras como la
to respecto de los accesorios reales —el atrezo— no cabe identificar qué pintura de Vermeer, en una concepción más cercana a la del sentido
proposiciones son flctivas en ese juego con lo que los participantes esti- común de qué es la ficción; volveremos a ocuparnos de esta cuestión en
pulan explícitamente; es posible descubrir verdades fictivas, quizás por el próximo capítulo.
ejemplo que F.(este pastel es más grande que ése), F.(este pastel no tiene Qué proposiciones sean fictivas en un juego de hacer-que lo deter-
pasas), o F.(Pau ha pisado un pastel). Los participantes en un juego de minan principios de generación (sobre los que se abunda en el capítulo
hacer-que pueden imaginar proposiciones que no son verdades fictivas siguiente), que pueden ser acuerdos o convenciones, más o menos táci-
en el juego, y dejar de imaginar proposiciones que sí lo son; hay en la tos; Walton contempla que algunos no sean convencionales, sino parte
apreciación de las ficciones un lugar para el error y la ignorancia, y con del psiquismo humano. Hay principios degeneración indirecta, que legi-
ello una cierta medida de objetividad en una representación fictiva, en timan o requieren la inferencia de proposiciones fictivas a partir de
la concepción de Walton. otras proposiciones fictivas ya establecidas, en último extremo las gene-
En el caso de las ficciones que nos interesan, el atrezo son las ora- radas por principios de generación directa. Cualquier lector de «Conti-
ciones que conforman una obra literaria, la disposición de colores y nuidad en los parques» (reproducido en la introducción) que interprete
formas sobre el lienzo que conforman una pictórica, o los tipos sonoros correctamente el cuento debe apreciar que la siguiente es una verdad
que definen qué cuenta como una ejecución correcta de una obra mu- fictiva:

58 59
(8) Fc (la novela que el hombre lee describe la conspiración de su y que en la novela que el lector lee el amante encuentra al
esposa y el amante de ésta para asesinarlo, asesinato que está a marido que se dispone a asesinar en una habitación con ven-
punto de producirse al concluir el cuento) tanales, un sillón de alto respaldo de terciopelo verde orienta-
do de espaldas a la puerta, después de atravesar un parque y
Aunque menos central, es también fictivo en «Continuidad en los habiéndose asegurado de que el mayordomo no estaría)
parques» que en la novela que el hombre lee, los amantes planean matar
al marido de ella. («Menos central» porque, entre las proposiciones fic- Hay otros elementos de juicio que nos llevan a inferir (8). Uno de
tivas en una obra, es más importante imaginar unas que otras para su ellos es el título (los parques que son continuos son sin duda aquel en
correcta apreciación). Verdades fictivas dése directamente generada por que se halla el protagonista de la historia, y el que atraviesa el amante
la obra, de las que el lector atento infiere la anterior, son quizás las si- asesino en la novela que aquel lee; son «continuos» porque son en rea-
guientes: lidad el mismo). Otro es que, como enfatizo más abajo, en virtud de (8)
se puede ver en el texto la propuesta por parte de Cortázar de una tesis
(9) FC (a uno se le dice que la disyuntiva de los conspiradores es sobre la relación entre aseveración y verdad, entre la verdad en la ficción
sórdida) y la verdad en el discurso aseverativo «serio», una tesis en un ámbito que
(10) FC (a uno se le dice que la pasión de los conspiradores es se- constituye manifiestamente una de las preocupaciones centrales de su
creta) obra. En el capítulo siguiente estudiaremos las consecuencias de la rele-
(11) FC (a uno se le dice que las caricias de la conspiradora dibuja- vancia de indicios indirectos como éstos para la comprensión de la
ban abominablemente en el cuerpo del conspirador la figura ficción.
de otro cuerpo que era necesario destruir) ¿Qué razones existen para postular un narrador implícito, soste-
niendo que las verdades fictivas directamente generadas en una obra
Todas estas proposiciones fictivas son (genéricamente) de se; el pa- aludan al mismo, como sucede en (9)-(12)? Los supuestos implícitos en
pel de 'uno' en ellas es el de aludir al lugar que en la expresión canónica la realización de inferencias como las que nos llevan a (8) nos permiten
de un pensamiento de se ocupa el indéxico esencial yo'. Quien fictiva- justificarlo. Suponemos que las coincidencias entre los datos que se nos
mente le dice a uno todo esto es el narrador implícito que es razonable dan sobre las circunstancias del lector y las del marido amenazado no
suponer en el cuento de Cortázar. Como a este respecto no hay razón pueden ser «casuales», dada la longitud del texto y su aparentemente
para dudar de que, fictivamente, el narrador sea digno de confianza, abrupto final. Pero el único vínculo que puede existir entre dos realida-
inferimos de (9)-(ll) que, fictivamente, a quien los amantes en la no- des en principio tan separadas entre sí como las circunstancias que ro-
vela planean matar es al marido de ella. (No sería correcto, sin embargo, dean a una persona, y las que rodean a los personajes de la novela
llevar a cabo tales inferencias en el caso de las opiniones atribuidas a que lee, pasa necesariamente por los propósitos narrativos de alguien que
personajes no fiables, como el mayordomo de The Remains ofthe Day, cuenta una historia; sólo porque suponemos que la narración nos la
de Kazuo Ishiguro; nos ocuparemos de diversas implicaciones de esto ofrece alguien que pretende contarnos una historia interesante, «atamos
en el próximo capítulo). cabos» del modo indicado. Pero que una narración sea o no interesante
En cuanto a (8), la verdad fictiva más básica de la que la inferimos es una propiedad relativa a los objetivos distintivos de los actos del ha-
se puede enunciar así: bla que la constituyen, no una de las proposiciones que son su conteni-
do; si apreciamos en un texto el propósito por parte de su narrador de
(12) FC (a uno se le dice que el lector se ha arrellanado en un sillón contar una historia interesante, estamos apreciando tácitamente actos
de alto respaldo, de terciopelo verde, de espaldas a la puerta, del habla del mismo que el texto nos indica. Algo análogo sucede cuan-
en una habitación con ventanales que dan a un parque de do el texto es irónico, o nos exige que nos hagamos sensibles a otras
robles, tras haber discutido una cuestión con su mayordomo; formas de falta de {labilidad por parte de un narrador explícito en ella,

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ignorancia, prejuicios, etc. (como sucede en The Good Soldier o The a postular «convenciones horizontales» deja todo el trabajo explicativo
Remains ofthe Day). En el próximo capítulo discutiremos un intere- por hacer.
sante argumento de Kripke, que llevó a David Lewis a la misma con- Esto vale también para el paso ulterior en. La apreciación estética al
clusión; pero también examinaremos consideraciones para dudar del de determinar correctamente los perfiles del mundo de una. obra de
«idealismo» (Byrne, 1993) que supone postular, como hace Walton y, ficción; a saber, establecer qué otros actos del habla., estos sí evaluables
como veremos, también Lewis y Currie que el contenido de todas las en términos de su capacidad para ofrecer conocimiento y verdad, pare-
ficciones incluye proposiciones fictivas sobre actos comunicativos de ce pretender llevar a cabo el autor de la obra. Como vimos (cfr. obser-
un narrador implícito. vación final, 2.1), Searle indica correctamente que su teoría, aunque
El conjunto de proposiciones fictivas en una obra caracteriza el rechaza que el conocimiento y la verdad constituyan normas para la
mundo de la obra en cuestión, hasta cierto punto análogo a los «mun- ficción, es compatible con que lo sean para actos del habla indirectos
dos posibles» de la semántica contemporánea; el capítulo siguiente de- realizados al crear obras de ficción. De nuevo, «Continuidad en los
sarrollará estas ideas. parques» ilustra la cuestión. No es descabellado decir que, como indi-
Estos ejemplos son, por supuesto, ilustrativos; cabe discrepar con camos en la introducción, con ella Cortázar nos muestra que:
las interpretaciones propuestas del cuento de Cortázar. Se trata sólo de
hacer vivida la tesis central de Walton, en cuanto a la existencia de una (13) Puede haber ficciones cuyo contenido consta sólo de propo-
cierta objetividad en la ficción: qué proposiciones sean ficticias en un siciones de hecho verdaderas
juego de hacer-que no depende de qué imaginen o dejen de imaginar de
hecho los practicantes. Las proposiciones fictivas en una obra son aque- (13) es una tesis filosófica sobre la ficción, que filósofos como
llas que su atrezo tiene como función llevarnos a imaginar, generándo- Goodman (1976), Lewis (1978/1983) y Currie (1990) han rechazado.
las directa o indirectamente. Cortázar no la defiende argumentativamente, como haría un filósofo,
Tomada como un complemento de la teoría de Searle, la de Walton sino que nos ofrece una posibilidad imaginativa que ilustraría su ver-
claramente la mejora, clarificando algunos de sus aspectos oscuros. El dad. Las teorías positivas de la ficción inspiradas en las ideas de Walton
carácter meramente negativo de la teoría de Searle (hacer ficción es si- permiten entender mucho mejor cómo se llevan a cabo tales actos del
mular que se hacen actos del habla usuales) la expone a contraejemplos habla indirectos. En el capítulo cuarto veremos un nuevo ejemplo de
como los propuestos por Currie: fingir actos del habla meramente para las ventajas de ampliar la propuesta de Searle mediante las ideas de
imitar a otro, para ilustrar lo débil de una argumentación, etc. Walton, a propósito de la referencia ficticia y del argumento relativo a
Es cierto que Searle dice algo más, de carácter positivo: que en la fic- la misma que vimos propone Searle en favor de su teoría.
ción existen «convenciones horizontales» que dejan en suspenso ciertas Walton no presenta su teoría como una variante más detallada de
«convenciones verticales» que ligan las palabras usadas en los actos del las teorías de la ficción como actos del habla simulados, pero sus razo-
habla usuales a la realidad; pero esto es poco claro, como se dijo al co- nes no son convincentes. Se apoya en primer lugar en que objetos que
mentar el argumento (ii) de Searle (cfr. § 2.1). Algo análogo se aplica a no fueron creados como obras de ficción, productos de las intenciones
las dudas que suscita lo que dice Searle sobre presuntos «injertos» como comunicativas que una teoría de la ficción como un acto del habla
el del comienzo de Anna Karénina, de los que volveremos a tratar más atribuye a sus creadores, pueden ser tomados como tales (la Biblia, los
adelante, a propósito de las críticas de Stacie Friend (2008, 2011) a las mitos). Un segundo argumento de Walton se basa en las presuntas di-
teorías de la ficción como la que aquí se quiere defender. La cuestión ficultades de las teorías de este tipo para acomodar ficciones no lingüís-
central es ésta: apreciar cabalmente una obra de ficción conlleva imagi- ticas. Esta última cuestión se discute en el capítulo quinto; allí se mues-
nar proposiciones —como se ha ilustrado a propósito de «Continuidad tra algo que ya ilustramos suficientemente con el ejemplo del cuento de
en los parques»— directa e indirectamente generadas (y, como se verá en Borges en el capítulo anterior (§ 1.2), a saber, que se pueden llevar a
el capítulo quinto, experimentar emociones asociadas a ello); limitarse cabo actos de significación con recursos no verbales (como asesinar si-

62 63
nólogos llamados 'Albert', en apariencia por capricho). En cuanto a la por caso. Durante la dictadura de Franco, muchos artistas producían
anterior, no es una objeción seria; cualquier teoría de la ficción puede obras en forma alegórica, con el objetivo de evitar la censura sin dejar
explicar en qué consiste la actividad de tomar un objeto que no es una por ello de transmitir su sentido a la audiencia esperada; así sucede con
obra de ficción como si lo fuese, que es lo que hacemos en los casos canciones como «L'estaca» o «La gallineta» de Lluís Llach, o con pelícu-
mencionados. las como La Caza (1965) de Carlos Saura. Para interpretarlas cabal-
Parece pues que sin suponer intenciones comunicativas, no habría mente, debemos suponer que la audiencia pretendida no son los censo-
un mundo de la ficción, actos del habla indirectos ni referencias ficti- res (o, al menos, no aquellos, quizás míticos, incapaces de entender el
cias. Todo esto apunta en la dirección de la teoría griceana propues- significado alegórico).
ta por Currie, tomando como punto de partida las ideas de Walton. Stacie Friend (2008, 2011) ha presentado recientemente objecio-
Según Currie (1990), crear una ficción es llevar a cabo un acto del ha- nes a las teorías de la ficcionalidad que, como las de Walton y Currie,
bla (esto supone la idealización de que una novela de 1.000 páginas es hacen depender el carácter fictivo de una obra de que su función (gri-
una única «preferencia») movido por la intención comunicativa de lle- ceana, en el caso de Currie, o social, en el de Walton) sea la de producir
var a la audiencia (una audiencia de un tipo específico, si queremos que actos de imaginar. Friend llama la atención sobre el hecho de que lo que
el contenido fictivo así definido esté suficientemente determinado) a intuitivamente entendemos por ficciones incluyen proferencias que no
imaginar un determinado contenido. Más precisamente, la definición parecen meramente destinadas a que los lectores imaginen el conteni-
de Currie es ésta: do, sino a que las crean (recuérdese el ejemplo de Anna Karénina que
considera Searle). Por otro lado, lo que intuitivamente entendemos por
(C) La preferencia por U de 5 constituye la creación de una fic- no ficción puede muy bien incluir proferencias que no están destinadas
ción syss hay un (D y hay un % tal que U profiere S con la in- a ser creídas, sino a ser imaginadas: condicionales subjuntivos, o des-
tención que de cualquiera que tuviera)(: (1) advirtiera que S cripciones de escenarios posibles en una obra periodística o histórica.
tiene í>; (2) advirtiera que U quiere que S tenga 4>; (3) advir- Después de examinar con más detalle en el próximo capítulo la cons-
tiera que U tiene la intención de que aquellos con ^ imaginen trucción del «mundo de la ficción» a través de los principios de genera-
que P, para alguna proposición P; (4) imaginen que P; (5) ción a que alude Walton, volveremos a evaluar las propuestas antagóni-
tomara (2) como razón para (3); (6) tomara (3) como razón cas de Walton y Currie, y otras inspiradas por ellas, a la luz de estas
para (4). consideraciones.

El lector puede consultar la justificación de los detalles de este aná-


lisis en el texto de Currie; para nuestros fines, la caracterización más
general de que una ficción es un acto de significación producido con la
intención de llevar a la audiencia esperada a imaginar su contenido, a
partir del reconocimiento de esa misma intención. Únicamente quisie-
ra poner de relieve un aspecto de la propuesta de Currie que entiendo
debe incorporar cualquier análisis plausible; a saber, que el acto de sig-
nificación a que, para abreviar, en adelante nos referiremos con el neo-
logismo ficcionalizar es relativo a una audiencia de un cierto tipo. Esto
parece razonable. No atribuiríamos a un texto fictivo la misma inter-
pretación si lo suponemos dirigido a niños, que si lo suponemos dirigi-
do a adultos conocedores de los cuentos infantiles, y de las posibilida-
des que su remedo ofrece a la ironía del autor postmoderno, pongamos

64 65
1

.

CAPÍTULO 3

Mundos ficticios

En una concepción de la ficción que se podría derivar de las ideas
de Currie, Searle y Walton expuestas en el capítulo previo, a grandes
rasgos la ficción consiste en objetos (inscripciones de oraciones, sucesos
en un escenario, colores y formas sobre un lienzo, imágenes proyecta-
das en una pantalla, sonidos producidos por determinados instrumen-
tos) dispuestos con la función de producir actos de imaginar. En el caso
literario, el recurso es la simulación de que con esos objetos se llevan a
cabo los actos de significación (aseveraciones, órdenes, encomios, re-
proches, descripciones, etc.) convencíonalmente asociados a las expre-
siones que componen la ficción. Además de las imaginaciones que una
obra de ficción tiene como objeto suscitar, la obra puede tener la fun-
ción de provocar otros estados psíquicos asociados a las mismas: senti-
mientos y emociones, deseos relativos a los personajes; y, como cual-
quier otro acto de significación, puede efectuarse con la finalidad de
llevar a cabo indirectamente por medio de él otros actos de significa-
ción, como aseverar o llamar la atención sobre algo. Cuando menos de
esta manera indirecta el conocimiento (y por ende la verdad) son nor-
mas de la ficción, aunque no lo sean constitutivamente, porque ni la
transmisión de conocimiento ni, por tanto, la verdad son normas de
la imaginación ni del acto de invitar a imaginar, i. e., de crear una ficción
o «flccionalizar», como diremos para abreviar. En este capítulo articula-
remos con más detalle este punto de vista sobre la naturaleza de la ficción,

67
comentando las influyentes propuestas de David Lewis (1978/1983) En el capítulo quinto nos ocuparemos de la otra interpretación,
sobre el discurso parafictivo, y algunos desarrollos a que ha dado lugar. metafictiva, de (4), en que también es verdaderas, como (2), sin necesi-
dad de suponer un operador 'es fíctivo en CP que ...'.
Como vimos en el capítulo anterior, hay verdades fictivas indirec-
3.1. MUNDOS POSIBLES Y DISCURSO «PARATEXTUAL» tas, en cuanto que el hecho de que sean verdades fictivas depende de
que otras lo sean; (1) es un ejemplo de ello. En la segunda parte del
Hasta aquí nos hemos centrado en la fuerza ilocutiva asociada a la Quijote, Sancho critica al narrador de la primera, en cuanto que «se le
ficción; pero no hay fuerza ilocutiva sin contenido proposicional, y en olvida de contar quién fue el ladrón que hurtó el rucio a Sancho, que
este capítulo y el siguiente nos centraremos en las proposiciones cuya allí no se declara, y sólo se infiere de lo escrito que se le hurtaron». Es
imaginación persigue una obra de ficción determinada, las proposicio- una pequeña incongruencia por parte del autor no narrar explícitamen-
nes fictivas en ella. Denominaré a las verdades fictivas en el sentido de te el robo del asno (y así lo percibe el propio autor, no ficticio sino real,
Walton como (1), en una terminología inspirada en la de Andrea Bo- que en una edición posterior añadió un pasaje al respecto, cfr. Eisen-
nomi (2008), verdades parafictivas, propias del discurso paratextualque berg, 1976); mas el lector suple el episodio inferencialmente, como
busca caracterizar el contenido del discurso fíctivo o textual producido indica Sancho, una vez que se le dice que el asno ha sido robado. Vol-
por el autor de la ficción —con verdades sobre la ficción (verdades veremos más adelante sobre la significación de datos como este para la
metafictivas del discurso metatextual, como diremos también en esa ter- cuestión de la naturaleza de la ficción.
minología) como (2), que, interpretada como una presunta verdad pa- A su vez, las verdades fictivas de que una verdad fictiva indirecta
rafictiva, (3), es claramente falsa: depende pueden ser ellas mismas indirectas; (1) es un ejemplo de ello,
pues depende en parte de (6), que (según estamos por el momento
(1) Fc (en la novela que el hombre lee, los amantes planean matar concediendo a Walton) a su vez depende de (7).
al marido de ella)
(2) el lector que lee una novela sobre sí mismo es un personaje (6) FC (la pasión de los conspiradores era secreta)
ficticio de Continuidad de los parques creado por Cortázar (7) FC (a uno se le dice que la pasión de los conspiradores era se-
(3) F (el lector que lee una novela sobre sí mismo es un personaje creta)
ficticio de Continuidad de los parques creado por Cortázar) -
Es razonable pensar que debe haber verdades fictivas directamente
Algunos enunciados son ambiguos, pueden servir para expresar generadas, verdades que no dependen de ninguna otra verdad fictiva
tanto verdades parafictivas como la que expresa (1), como verdades específica, como (6) depende de (7); la proposición genéricamente de se (7)
metafictivas del tipo de la que expresa (2); (4) y (5) lo ilustran. En este parece un buen candidato a serlo. La noción de verdad directamente
capítulo nos ocupamos sólo de verdades sobre la ficción como (1) (ver- generada se introduce de este modo cauto porque, como mostraremos
dades parafictivas en el uso paratextual del lenguaje) y no como (2) a lo largo de este capítulo, el que una proposición sea una verdad ficti-
(verdades metafictivas propias del uso metatextual); es decir, de la lec- va, directa o indirecta, depende de su «consistencia» con todas las otras
tura de (4) entendida como (5) —en la segunda parte del Quijote se nos verdades fictivas de la obra, con los propósitos comunicativos indirec-
dice que Don Quijote se ha hecho famoso, gracias a la narración de sus tos que quepa atribuir al autor, etc.; la interpretación de una ficción es
aventuras en la primera parte por Cide Hamete Benengeli (transcrita necesariamente holista, con lo que, en un sentido genérico de dependen-
por el «segundo narrador», I, cap. 9): cia, que (7) sea una verdad fictiva sí depende de que lo sean otras verda-
des. [Más adelante cuestionaremos el «idealismo» implícito en la tesis de
(4) Don Quijote es famoso Walton —y, como veremos, Lewis— según la cual las ficciones incluyen
(5) Fd (Don Quijote es famoso) siempre verdades básicas sobre actos comunicativos, del tipo de (7)].

68 69

En su artículo «Truth in Fiction», David Lewis (1978/83) presenta la más adecuada; más adelante (§3.3) ofrezco una alternativa, a mi juicio
propuestas interesantes sobre la cuestión que ahora nos ocupa, a saber, más plausible).
cuáles son las condiciones de verdad de enunciados paratextuales como Lo mismo vale aquí. Nadie que no sepa ya distinguir verdades fíc-
(1), (3), (4'), (5')> (6) y (7), qué proposición expresan. Lewis apela a la tivas (directa o indirectamente generadas) de otro tipo de proposiciones
noción de mundo posible, cuyo uso se ha generalizado en la semántica va a aprender a hacerlo mediante la teoría de Lewis. Para familiarizarse
contemporánea para iluminar la de contenido preposicional de actos de con la noción, lo mejor es acudir a los trabajos de buenos críticos, como
significación en general, y en particular para dar cuenta de Impropieda- los críticos de cine Stephen Rolden, Robert Ebert o Janet Maslin, o
des modales, la necesidad, contingencia o posibilidad. como F. R. Leavis o Harold Bloom en literatura. Lo que la teoría de,
Tanto en lo que respecta a esta invocación semántica de los mun- Lewis ofrece es la posibilidad de articular teóricamente Ja naturaleza
dos posibles, como a la aplicación que hace Lewis de ellos para elucidar de la verdad fictiva en determinada obra de ficción mediante proposi-
la noción de verdadfictiva, es preciso evitar la idea de que el objetivo sea ciones cuyo tema es esa propiedad de proposiciones.
explicar reductivamente las nociones en cuestión mediante la de mundo Un breve recordatorio del uso de los mundos posibles en semántica
posible, como se podría explicar reductivamente la noción de abuelo en contemporánea primero. En uno de los lenguajes que se utilizan para
términos de la noción de progenitor (un abuelo es un progenitor mas- representar partidas de ajedrez, se indican del siguiente modo los pri-
culino de un progenitor). Una explicación reductiva de un concepto es meros movimientos de la partida Krámnik-Kaspárov, el 17-10-2000:
una que se da en términos de otros conceptos que cabe poseer indepen-
dientemente del primero, y que permitiría a quien se da adquirir el (8) 1.P4D, P4D;2. P4AD
concepto explicado.
Más bien, la elucidación que ofrece la propuesta de Lewis debe La partida de ajedrez cuyo inicio (8) representa podría haber conti-
verse mediante el modelo de la que ofrece la lógica, pongamos por caso, nuado de maneras diversas. El segundo movimiento de las negras po-
para la negación. Nadie que no entienda ya la negación puede entender dría haber sido P X P, o P3R, por ejemplo. Cabe imaginar a Kaspárov
nada de lo que se le diga en lógica; la definición lógica de la negación considerando, entre otras, esas continuaciones. C X P no es en cambio
no puede servir para adquirir la negación. Ahora bien, para entender la una continuación permisible. Las reglas del ajedrez determinan qué es una
lógica basta poseer un concepto de negación que se invoca en proposi- partida de ajedrez permisible; no hay ninguna partida de ajedrez permi-
ciones que no tratan sobre la negación, sino sobre otras cosas: personas, sible que continúe de ese modo.
películas, etc.; basta una posesión no-tematizada. de un concepto Hay actividades reales, llevadas a cabo por sus participantes con la
así. Sobre esta base, la lógica procura la posibilidad de articular propo- intención de que cuenten como partidas de ajedrez, en que se violan las
siciones cuyo tema es la naturaleza de la negación; da una posesión te- reglas del ajedrez, inadvertidamente o porque uno de los contendientes
matizada de un concepto de negación. Análogamente, nadie que no «hace trampas». No todas las partidas de ajedrez reales son partidas
sepa distinguir proposiciones de otras cosas, o la diferencia entre propo- permisibles; lo que determina qué cuenta realmente como partida de
siciones necesarias y contingentes, puede entender la noción de mundo ajedrez no lo determinan exclusivamente las reglas del ajedrez, sino
posible que maneja la semántica contemporánea. Sin embargo, poseer otros factores histórico-intencionales: la existencia de una práctica de
no-tematizadamente conceptos de tales cosas (proposiciones, modali- jugar juegos con arreglo a las reglas del ajedrez, la intención de los
dades) basta para entender la semántica contemporánea, que entonces participantes de seguir esa práctica. Para nuestros fines ilustrativos, es-
nos da la capacidad de articular proposiciones sobre proposiciones, y tamos contemplando el concepto normativo de partida de ajedrez per-
sobre modalidades: nos da una posesión tematizada de conceptos de misible determinado por las reglas del ajedrez, no el concepto histórico-
tales cosas, la posibilidad de considerarlas explícitamente, haciéndonos intencional Apartida, de ajedrez determinado de una manera más com-
así teóricamente articulada su naturaleza. (Aunque cabe dudar de si la pleja, en parte sin duda por el anterior. Por lo demás, en el caso de una
tematización de las proposiciones en términos de mundos posibles es partida oficial, con jueces y observadores externos, podemos considerar

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que las diferencias son irrelevantes, que la partida que de hecho jugaron las que está la partida real. De manera análoga pero más general, tene-
Krámnik y Kaspárov el 17-10-2000 debe haber sido una partida per- mos la idea de que el mundo todo (incluida la partida en cuestión) no
misible. es más que uno de entre otros muchos mundos posibles. Cuando el fí-
Las reglas del ajedrez fijan un conjunto de partidas permisibles, sico Steve Weinberg, en una célebre obra de divulgación, describe Los
de cursos posibles para la partida que Krámnik y Kaspárov jugaron tres primeros minutos del universo después del Big Bang, distingue el
el 17-10-2000 (incluidas malas partidas, que jugadores como ellos curso real según él seguido por el mundo a partir del Big Bang en sus
nunca jugarían; pero a los presentes efectos cuentan también como primeros tres minutos, de entre otros cursos posibles que el mundo
posibles). Un subconjunto de ese conjunto está constituido por parti- podría haber seguido en ese tiempo. Cuando pensamos en ks conse-
das que comienzan como se dice en (8), entre ellas las que continúan cuencias de que los nazis hubiesen ganado la segunda guerra mundial,
con alguno de los dos movimientos indicados antes. Otro, por el resto o en las de que nuestro equipo favorito hubiese marcado en aquella
de partidas posibles. El primer subconjunto es el conjunto de las parti- ocasión fallada, imaginamos cursos que el mundo podría haber segui-
das permisibles compatibles con (8). do, distintos al mundo real. Cuando pensamos si salir a cenar fuera o
(8) es un enunciado; expresa una proposición, que conoce cual- no, consideramos nuestras preferencias sobre diferentes cursos posibles
quiera que entienda el lenguaje en que está enunciada. Conocerla es del mundo. En todos estos casos, seleccionamos una subclase de la cla-
conocer qué condición tendría que haberse cumplido para que (8) fue- se de todos los mundos posibles. Como en el caso del ajedrez, no lo
se verdadero; alternativamente, en términos ontológicamente más car- hacemos imaginándonos detalladamente cada uno de los mundos po-
gados, conocer un estado de cosas, cuya existencia conferiría el carácter sibles, para seleccionarlo o no después; lo hacemos de manera genérica,
de verdadero al enunciado (§ 1.2). Ese estado de cosas lo define el con- imaginando estados de cosas que existen por igual en muchos mundos
junto de partidas permisibles compatibles con (8); porque el estado posibles distintos.
existiría, y el enunciado sería así verdadero, si el curso de la partida de Para que sea legítimo usar con fines teóricos esta noción intuitiva
hecho jugada por Krámnik y Kaspárov el 17-10-2000 coincidiera con de mundo posible, es necesario que haya algo que fije de una manera
alguna de esas partidas posibles, no importa con cuál. Como enten- suficientemente determinada la clase de los mundos posibles. En el
der (8) es conocer la proposición que expresa, su condición de verdad, caso del ajedrez, hay algo que fija la clase de las partidas posibles: las
y con ello el estado de cosas representado, que los estados de cosas estén reglas del ajedrez, que determinan qué es, en esencia, una partida de
definidos por clases de partidas posibles implica que entendiendo (8) ajedrez. Que haya en el mundo acontecimientos que se atienen a las
discriminamos un subconjunto del conjunco de todas las partidas de reglas en cuestión, y que, por tanto, podrían haber seguido una serie de
ajedrez posibles. Para efectuar esta discriminación no es preciso «tener cursos alternativos, es algo arbitrario, convencional, que resulta del
en mente», una por una, todas las partidas de ajedrez posibles, separan- acuerdo de algunos seres humanos para llevar a cabo prácticas norma-
do las que son compatibles con (8) de las que no. La discriminación se tivamente regidas por las reglas del ajedrez. Para que la noción de mun-
hace de manera genérica: al entender (8), se seleccionan todas aquellas do posible sea legítima, no es preciso creer que aquello que fija en gene-
que comienzan con los tres movimientos indicados, continúen como ral qué cursos alternativos al mundo real existen sea igualmente arbitra-
continúen. rio. Lo único preciso es que haya algo que lo fija. Por ejemplo, es
Siguiendo una idea de Leibniz, se generaliza lo dicho hasta aquí esencial a la paternidad que la relación tenga un agente y un paciente;
con respecto a partidas de ajedrez permitidas por las reglas constitutivas que, siempre que se ejemplifica, haya un padre y un hijo. Supuesto que
del ajedrez. Tenemos la idea de que hay, además de la partida de ajedrez A engendre a B, hay en principio mundos posibles en que esa paterni-
que de hecho jugaron Krámnik y Kaspárov el 17-10-2000, muchas dad de A respecto de B no se produce. Pero no hay ningún mundo
otras partidas de ajedrez posibles; un aspecto del significado de un posible en que se dé un caso de paternidad, sin engendrador y engen-
enunciado sobre esa partida —el estado de cosas representado— se drado. Así mismo, hay cursos posibles del mundo en que Garcilaso
define indicando una subclase escogida de entre todas las posibles entre no se hace poeta, a diferencia de lo que ocurre en el mundo real; pero

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no hay mundos posibles en que Garcilaso no es un ser humano. Y no posiciones (sus premisas). Una de las lecciones de la ingeniosa variante
parece que sea convención arbitraria el que haya en el mundo relaciones Lewis Carroll (1985) de la historia de Aquiles y la tortuga es que no
de paternidad o seres humanos, cosa que implica hechos que contribu- cabe reducir una inferencia a la aseveración de una proposición condi-
yen a fijar qué cursos alternativos al mundo real existen. Una sugerencia cional con la conjunción de las premisas como antecedente y k conclu-
pues (inspirada por las ideas de Kit Fine) es que lo que fija el conjunto sión como consecuente. Inferir es un acto de significación primitivo.
de mundos posibles son las naturalezas de las entidades (particulares o ¿Cuáles son sus normas constitutivas? Estas dos propuestas son parale-
generales) que configuran los estados de cosas que confieren verdad a lo las a las discutidas para la aseveración en 1.3:
que decimos; esta es una cuestión en la metafísica de la modalidad que
aquí no podemos abordar. — (La norma de la preservación de la verdad) Uno debe: inferir/>'
Suponemos que los mundos posibles (la totalidad de los cursos a partir de qf ... q¿ sólo si, o bien alguna proposición de entre
alternativos que podría haber seguido el mundo real, incluido entre qf ... qn, es falsa, o bien/) es verdadera.
ellos el curso que de hecho sigue el mundo real) están bien fijados, y — (La norma del saber condicional) Uno debe: inferir/> a partir
definimos así el estado de cosas representado por un enunciado de qf ... q¿ sólo si que se den qf ... q¿ basta para saber/).
como (8), no en especial por el conjunto de partidas posibles com-
patibles con su verdad, sino en general por el conjunto de mundos Una inferencia o argumento que cumple la primera de estas nor-
posibles compatibles con su verdad: en todos ellos existe el estado mas es válido. Hay modalidades de la validez, como hay modalidades
de cosas. de la verdad, explicables en términos de mundos posibles. Un argu-
Los enunciados son verdaderos de diferentes maneras: algunos mento necesariamente válido es uno tal que la conclusión representa un
son necesariamente verdaderos, otros sólo contingentemente verdade- estado de cosas que se da en todos los mundos posibles en que se dan
ros; estas son modalidades de la verdad, un modo en que los enuncia- conjuntamente los representados por las premisas. Los argumentos ló-
dos son verdaderos. Los enunciados son verdaderos o falsos en virtud gicamente válidos (pero no sólo ellos) son necesariamente válidos. Hay
de qué proposición significan, por tanto en virtud de qué condición de argumentos válidos que no son necesariamente válidos, la mayoría de
verdad o estado de cosas significan; si un enunciado no significase una los que hacemos en la vida cotidiana: Sergi está en Madrid; el convenio
proposición (condición de verdad, estado de cosas), no tendría senti- se firma en Barcelona dentro de cinco minutos; por tanto, Sergi no
do decir de él que es verdadero o falso. Por ello mismo, no tendría asistirá a la firma.
sentido atribuirle ninguna modalidad. Un enunciado es necesaria- Entre las afirmaciones modales que en la semántica contemporá-
mente verdadero si representa un estado de cosas que existe en todos nea se analizan satisfactoriamente con ayuda de la noción de mundo
los mundos posibles; si, dicho de otro modo, su condición de verdad posible están los condicionales contrafácticos, como 'si se accionase el
se cumpliría, no importa qué curso hubiese seguido el mundo. Un interruptor, se encendería la luz'. Estos condicionales no se pueden en-
enunciado es contingentemente verdadero si el estado de cosas repre- tender correctamente como la afirmación de que el condicional mate-
sentado existe en el mundo real, pero no en todos los mundos posi- rial correspondiente es necesariamente verdadero, «necesariamente, si
bles. Si un enunciado es contingentemente verdadero, su negación es se acciona el interruptor, se enciende la luz»: hay mundos posibles en
posiblemente verdadera; un enunciado es posiblemente verdadero si el que el antecedente es verdadero, y el consecuente no lo es. En su libro
estado de cosas que representa se da en algún mundo posible (no ne- Counterfactuals, D. Lewis (1973) propuso un análisis que (C) (debido
cesariamente el mundo real). a R. Stalnaker) simplifica:
Uno de los actos de significación que llevamos a cabo habitualmen-
te es el de inferir. Inferir es un acto de significación multiproposicional; (C) Si ocurriese/», ocurriría q syss, en el mundo posible más pare-
inferir es comprometerse con la verdad de una proposición (la conclu- cido al mundo real (en hechos concretos, y/o leyes) en que se
sión del argumento) a condición de que sean el caso una o varias pro- >, se da también q.

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la verdad de esta aparente verdad paratextual; pues en al menos uno de
los mundos en que se realiza la trama de las historias (el mundo real, en
3.2. Los ANÁLISIS DE LEWIS nuestro supuesto) 'Holmes', tal como se usa en las historias, no refiere:
Conan Doyle, como hemos dicho, meramente finge que lo hace.
También para Lewis, una ficción está constituida por una serie de Esta objeción a AN. -1 basada en la observación de Kripke pone a.
actos de significación simulados; aunque sus motivaciones son diferen- Lewis sobre la pista de lo que va a ser su análisis. Si una ficción está
tes de las que hemos expuesto en los capítulos precedentes. Nuestro constituida en el mundo real por una serie de actos del habla fingidos,
propósito era analizar de manera apropiada la fuerza ilocutiva distintiva es decir, una serie de actos del habla que no son en realidad lo que pre-
de la ficción. Lewis llega a esa conclusión a partir de una premisa sobre tenden ser, y algunas de las proposiciones fictivas generadas en ellos
las proposiciones que son fictivas en una obra de ficción, a saber, la pre- describen autorreferencialmente la naturaleza presunta de tales actos
misa de que algunas proposiciones fictivas en una obra no pueden ser, del habla meramente fingidos, entonces al menos esas proposiciones no
aunque sólo sea por accidente, verdaderas del mundo real. De este modo serán verdaderas del mundo real, sino a lo sumo de algún mundo posi-
persigue Lewis responder a una objeción de Kripke (1973-2011, 56-57 ble en que los actos del habla en el mundo real meramente fingidos al
y 1981, prefacio), que, para sus fines, Lewis formula de este modo. generar la ficción se llevan a cabo seriamente. Estas proposiciones in-
Supongamos que analizamos las verdades parafictivas en términos cluyen aquella que en (7) se dice ser fictiva en Continuidad de los par-
de mundos posibles en la forma relativamente inmediata que propone ques, y otras análogas, como la proposición de que, en virtud del acto
AN.-1: generador de esa obra, mediante el pronombre elíptico sujeto de la
primera frase 'Había empezado a leer la novela unos días antes' se hace
AN. -1 Una oración de la forma F(P) es verdadera syss P es verda- referencia a una persona con las características que en el cuento se le
dera en todos los mundos posibles en que se realiza la tra- atribuyen: un lector que tiene un mayordomo [...].
ma de la ficción/ En el «postscript A», Lewis acepta sin embargo la teoría de Walton;
esto, como se expuso en el capítulo anterior, proporciona una mejor
Lewis objeta a AN. —1 que es probablemente circular; la trama de justificación para su supuesto. Como dijimos, lo que propiamente
una ficción la determina la totalidad de las verdades parafictivas respec- distingue a una ficción no es la falsedad de las proposiciones fictivas
to de ella. Pero nos interesa ahora la objeción que Lewis deriva de las en ella. Con alguna imaginación, se pueden concebir situaciones en
observaciones de Kripke. Supongamos que Conan Doyle escribió que incluso proposiciones como las proposiciones metalingüísticas que
las historias de Holmes como ficción, es decir, que no lo hizo para Lewis contempla podrían ser, de hecho, verdaderas. Como vimos, en
narrar las crónicas de un conocido real suyo. Supongamos, sin embargo, una interpretación plausible Continuidad de los parques ilustra esa posi-
que, por muy improbable que sea, realmente existió un Holmes (desco- bilidad; porque la principal verdad fictiva en el cuento es (9), que infe-
nocido por Doyle), que realmente llevó a cabo las hazañas que se narran rimos en parte a partir de (10):
en las ficciones de Doyle, en todos sus detalles. Es decir, milagrosamen-
te, el mundo real es uno de los que realizan la trama de las historias. En (9) FC (la novela que el hombre lee describe la conspiración de su
el mundo real, sin embargo, con los supuestos indicados el nombre esposa y el amante de ésta para asesinarlo, asesinato que está
'Holmes' que aparece en las historias de Doyle carece de referente: a punto de producirse al concluir el cuento)
Doyle meramente fingía que ese término tiene referente; por más que (10) C (a uno se le dice que el lector se ha arrellanado en un sillón
un homónimo de ese nombre, usado por los amigos del Holmes que es- de alto respaldo, de terciopelo verde, de espaldas a la puerta,
tamos suponiendo real, sí tuviese referente. Ahora bien, las historias de en una habitación con ventanales que dan a un parque de
Holmes hacen fictivo que 'Holmes', tal como se usa en las historias, robles, tras haber discutido una cuestión de aparcerías con su
refiere. Sin embargo, dados los improbables supuestos, AN. -1 excluye mayordomo; y que en la novela que el lector lee el amante

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I
encuentra al marido que se dispone a asesinar en una habita- porque ahora que 'Sherlock Holmes', tal como se usa en las historias,
ción con ventanales, un sillón de alto respaldo de terciopelo refiere. Si el narrador imaginado le dice a uno cosas usando el nombre,
verde orientado de espaldas a la puerta, después de atravesar este debe referir a alguien.
un parque y habiéndose asegurado de que el mayordomo no La primera propuesta que contempla entonces Lewis es (expresada
estaría) en mis propios términos, que presuponen el análisis normativo de la
aseveración expuesto antes, cfr. § 1.3) que las proposiciones fictivas en
Y es razonable suponer que una intención de Cortázar al contarnos una obra sean aquellas que resultan de aceptar el fingimiento, supo-
una historia así es la de defender con ella una tesis filosófica, (11), con- niendo que las aseveraciones simuladas que la constituyen cumplen sus
traria a las tesis sobre la ficción de filósofos como Goodman (1976) o normas definitorias:
Deutsch (2000) y al supuesto que, según estamos viendo, hace Lewis
para responder a la objeción de Kripke (Lewis sostiene que al menos las AN. O Una oración de la forma FfP) es verdadera syss P es verda-
proposiciones sobre los actos referenciales y comunicativos que finge dera en todos los mundos posibles en que las aseveraciones
hacer el narrador son falsas respecto del mundo real): fingidas que constituyen f son aseveraciones correctas del
narrador fingido, que por consiguiente sabe las proposicio-
(11) Puede haber ficciones cuyo contenido consta sólo de propo- nes que asevera
siciones de hecho verdaderas
El problema de este análisis es que sólo hace verdades fictivas en
Llamando la atención sobre (11), Cortázar probablemente quería una obra a las más inmediatamente deducibles de las directamente ge-
sugerir una tesis, digamos «postmoderna», por lo demás cercana a otras neradas. (6), (4') y (5') son verdaderas de acuerdo con AN. O, pero no (1),
ideas de Goodman: a saber, que no hay diferencia sustancial entre ase- ni mucho menos (9). El análisis no está de acuerdo con nuestra prác-
veración y ficción, entre biografía y novela: el lector de «Continuidad tica interpretativa usual, que contempla más verdades fictivas que aque-
de los parques» cree estar disfrutando una ficción, cuando está en reali- llas que el análisis genera. AN. O es muy restrictivo porque sólo con-
dad leyendo una parte de su propia biografía, milagrosamente precisa templa aquellas verdades fictivas implicadas necesariamente por el su-
en todos sus detalles. Naturalmente, del hecho de que podamos con- puesto de que las aseveraciones simuladas las lleva a cabo alguien que
fundir una narración ficticia con una histórica, o al revés, no se sigue tal tiene conocimiento de lo que narra. La tesis que AN. O articula es: una
tesis postmoderna (que es lo que lleva a Goodman a sostener que la proposiciónp es una verdad fictiva en una obra syss, necesariamente, si el
distinción sólo puede ser gradual, y trazarse en términos de número narrador sabe lo que cuenta, entonces p. Una alternativa más permisiva
relativo de verdades y falsedades). Lo que (11) establece más bien es que es apelar a un contrafáctico en vez de una implicación necesaria: una
lo que distingue a la ficción no es la verdad o falsedad de las proposicio- proposición/) es una verdad fictiva en una obra syss, si el narrador supie-
nes que en ella se expresan, o la proporción de verdades y falsedades, se lo que cuenta, entonces sería verdad/». En términos del análisis (C):
sino su peculiar tipo de fuerza ilocutiva, que determina la irrelevancia
de la cuestión de la verdad o falsedad de las proposiciones fictivas en lo AN. 1 Una oración de la forma FfP) es verdadera syss P es verda-
que respecta a la evaluación intrínseca de la misma. Lewis trata sólo las dera en el mundo posible más parecido al mundo real en
ficciones constituidas por aseveraciones simuladas; en el «postscript A» que las aseveraciones fingidas que constituyen/son sabidas
contempla la extensión de su propuesta a otros actos de significación, por el narrador fingido
pero no explica en detalle cómo habría de hacerse. Más adelante formu-
laremos una hipótesis. En tal caso, siguiendo a Walton parece que po- AN. 1 sí hace verdadera a (1). Sin embargo, presenta un problema
demos concluir que las proposiciones fictivas directamente generadas obvio. Qué proposiciones sean verdades fictivas en una obra depende
por una ficción son como (7) o (10). Esto resuelve el problema de Kripke, de la naturaleza del mundo real, incluso en aspectos que trascienden el

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conocimiento del autor de la ficción y el que el autor de la ficción pue- un grupo de individuos cuando todos saben p (o meramente lo creen
de esperar que tenga su audiencia. Si, por ejemplo, la teoría de Freud es sin saberlo), todos saben que todos saben (o. meramente creen saber) p,
verdadera, también quizás lo es (9): todos saben que todos saben que todos saben p, etc. En el próximo ca-
pítulo veremos una nueva razón para pensar en los contextos así, como
(12) FHamW(Hamlet padece un complejo de Edipo irresuelto) información (o desinformación) recíprocamente compartida: sólo así
cabe entender el fenómeno de la presuposición, que será un elemento
Esto está en consonancia con la práctica de algunos críticos, pero fundamental en nuestra caracterización de la referencia fictiva. Allí cla-
resulta intuitivamente absurdo a otros. Por esa razón, Lewis propone rificaremos también, en términos normativos, esta apelación al conoci-
un análisis alternativo, AN. 2, y deja abierto cuál de los dos sea correcto; miento presunto en la caracterización del contexto; la idea será que pre-
AN. 1 y AN. 2 articulan intuiciones contrapuestas sobre la prácti- suponer es también un acto del habla (uno auxiliar, como referir) carac-
ca crítica. terizado por la norma de que lo presupuesto sea conocimiento mutuo;
Para introducir este segundo análisis propuesto por Lewis, hemos como en otros casos, uno puede incorrectamente presuponer p, en ca-
antes de poner de relieve un aspecto de los actos del habla usuales hasta sos en que p no es mutuamente conocido por los participantes en la
aquí no destacado. Es característico de los actos de significación que conversación.
se llevan a cabo con muchos sistemas convencionales de signos el que se A partir de esta noción de contexto, veamos ahora el segundo aná-
eche mano para hacerlos de propiedades del contexto en que los actos lisis de Lewis. Una proposición^ es una verdad fictiva en una obra syss
se producen. Por ejemplo, es claro que, tanto intuitivamente, como en interviene en un contrafáctico más complejo que el que inspiraba AN. 1.
el análisis que proporciona la teoría de Grice, los actos de significación Para evaluarlo no se toma en consideración el mundo real, sino cual-
que se llevan a cabo con cada semáforo-ejemplar en rojo son diferentes. quier mundo en que las proposiciones que constituyen el contexto son
Hay una convención (parte de las reglas del tráfico) vinculada al tipo de verdaderas. Intuitivamente: si el narrador supiese lo que cuenta y las
situación consistente en que un semáforo esté en rojo; pero la conven- proposiciones que constituyen el contexto en que habla fuesen verdaderas,
ción general vinculada al tipo determina diferentes actos de significación entonces sería verdad/). Una vez más, en términos del análisis (C):
en función de rasgos del contexto en que se halla cada ejemplar del tipo:
la orden de que uno se detenga durante el tiempo en que está en rojo el AN. 2 Una oración de la forma FfP) es verdadera syss, si w es un
ejemplar, en un lugar convencionalmente señalado por relación a aquel mundo posible cualquiera en que son verdaderas las propo-
en que se ubica el ejemplar. Lo mismo vale para el modo en que deben siciones que constituyen el contexto de^ P es verdadera en
entenderse en castellano expresiones como 'aquí', 'allá', 'ahora, 'ayer', el mundo posible más parecido a w en que las aseveraciones
'yo', 'esto', 'extranjero', Vecino', y otras muchas. fingidas que constituyen O son sabidas por el narrador
Ahora bien, ¿qué incluye un contexto? Como mínimo, un lugar, fingido
un tiempo, un hablante, una audiencia [...] si pensamos en las dos ulti-
mas expresiones mencionadas, podemos empezar a ver por qué la me- Según AN. 2, (1) es aún verdadera, pero (presumiblemente) no lo
jor propuesta global (cfr. Stalnaker, 1978, 2002) es ésta: un contexto es es (12), incluso si las teorías de Freud son verdaderas; para ello hemos
un conjunto de proposiciones, que constituyen conocimiento, o en algunos de suponer que el contexto de una obra es el de su creación, de acuerdo
casos sólo conocimiento presunto (meras creencias) recíprocamente compar- con supuestos historicistas sobre la interpretación de las obras de arte.
tido por los participantes en actos de significación. Las proposiciones en Como indica Lewis, AN. 2 valida las ideas que Borges (1944) pone de
cuestión constituyen, por ejemplo, el conocimiento que tiene quien relieve en su «Fierre Menard, autor del Quijote». Aunque Menard acaba
está ante un semáforo del lugar en que se encuentra el semáforo y el produciendo (sin copiarlo) un texto idéntico en la letra al de Cervantes,
tiempo en que está iluminado en rojo. Y se dice que una proposición/» el hecho de que haya sido producido trescientos años después hace que
es conocimiento (o presunto conocimiento) recíproco compartido por sean fictivas en el mismo verdades diferentes. Esta dependencia del

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contexto en que se produce una obra de ficción para su adecuada inter- los personajes, Miles, sugiere una teoría que persigue justificar la posi-
pretación es una razón más para hacer el análisis de la ficcionalidad re- bilidad del viaje en el tiempo), o las historias de Holmes, en que
lativo a una audiencia esperada, como vimos ocurría con el que propo- Watson tiene una única herida de guerra, localizada en el hombro en
ne Currie (§2.3). Studies in Scarlet y en la pierna en Sign ofFour. Lewis («postscript B»)
Los mundos posibles determinan la verdad o falsedad de cualquier propone construir las diferentes sub-historias formadas por el máximo
proposición; dado un mundo posible m, y una proposición p, p es o número de aseveraciones fingidas que constituyen la obra de las que es
bien verdadera o bien falsa en m. Las proposiciones fictivas no tienen consistente suponer que constituyen conocimiento, y considerar fictiva
esta propiedad; considérese (13): a una proposición si el análisis que hayamos escogido así lo establece
para alguna «reconstrucción» de la obra.
(13) Fc (el lector había contratado al mayordomo un año antes) Ahora bien, aunque esta propuesta puede quizás ofrecer resultados
aceptables para el caso de las historias de Holmes (pues la proposición
Cualquiera de los tres análisis tiene este efecto. No hay pues «el» problemática es relativamente marginal, y es fácil aislarla respetando el
mundo de una ficción, sino una pluralidad de mundos: las verdades núcleo de las proposiciones fictivas en esas historias), es dudoso que
fictivas en una obra son verdaderas en diferentes mundos posibles. Una funcione en casos en que las proposiciones problemáticas son el núcleo
proposición es una verdad fictiva en una obra si lo es en todos los mun- de la historia, las proposiciones fictivas más importantes para apreciarla
dos posibles compatibles con la obra; es una falsedad fictiva si es falsa adecuadamente. En el caso de las historias de Holmes, el método de
en todos los mundos compatibles con la obra; no es ni verdadera ni Lewis hace que sean verdades fictivas: Watson tiene una única herida
falsa (es indeterminada) si, como (13), lo es en unos y no en otros. de guerra; Watson tiene una herida en el hombro; Watson tiene una
herida en la pierna. Sin embargo, la conjunción de las tres proposicio-
nes no es una verdad fictiva, porque no hay ninguna subhistoria cohe-
3.3. PROBLEMAS DEL ANÁLISIS DE LEWIS rente en que lo sea. Aplicando este método, las siguientes serían verda-
des fictivas en La transformación de Kafka: Samsa es un ser humano
Un problema para la teoría de Lewis es que cualquier contrafáctico hasta t; Samsa es un insecto a partir de t. Suponiendo sin embargo que
con antecedente imposible es vacuamente verdadero. Así, de acuerdo con sea imposible ser un ser insecto que había sido un ser humano, recor-
cualquiera de los análisis toda proposición es fictiva en una ficción que dando su vida anterior y manteniendo sus anhelos, esto no sería fictivo
genere proposiciones imposibles (por ejemplo, contradicciones). Cier- en la obra. Pero es esencial imaginar esa proposición para apreciar ade-
tamente, hay ficciones así; algunas por descuido, otras intencionada- cuadamente la obra; porque (como se expone con más detalle en el
mente. Ejemplos de este último tipo son las pinturas de Escher, la his- capítulo quinto) es esencial sentir empatia con las emociones del perso-
toria propuesta por Priest (1997) con el fin de justificar su tesi dialeteís- naje (angustia, humillación, etc.) oníricamente asociadas a la situación
ta (a saber, que hay verdades contradictorias), o muchas de las historias descrita. Lo mismo ocurre con el hecho de que, en una pintura de
de Kafka, a las que (por razones que se exponen en detalle más adelante) Escher, un objeto esté delante de otro y detrás del otro. El método
les es esencial el tono onírico, que se logra haciendo que sean fictivas en de Lewis nos facilita una ficción en que esas dos proposiciones son
las mismas el tipo de imposibilidades que imaginamos en los sueños: verdaderas, sin que lo sea la conjunción, lo que parece una distorsión de
que de repente aparezcan personajes en una habitación en que antes no los objetivos de la obra.
estaban, y en la que no ha entrado nadie; que una persona se transfor- Un segundo problema para la teoría de Lewis lo provocan proposi-
me en insecto, etc. Ejemplos del primer tipo son la mayoría de las his- ciones cuyo carácter fictivo no deriva de lo que sus análisis recogen,
torias sobre viajes al pasado en que un personaje modifica el pasado, sino de convenciones de los géneros. Es fictivo que Ótelo no habla in-
como las películas de la serie Terminator o como la serie Lost (en este glés, sino italiano, y su lengua no tiene los refinamientos que aparenta;
último caso es dudoso que el problema sea inadvertido, porque uno de si un plano en una película muestra a un personaje durmiendo, y los

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siguientes una serie onírica de sucesos, es fictivo que los sucesos son se emiten «como cosa sabida». En el «Postscript A» Lewis apela a la
soñados por el personaje; es fictivo que un personaje teatral es tímido y teoría de la representación de Walton; dados los «principios de genera-
taciturno, pese a que sobre el escenario habla incesantemente sin tapu- ción» que nuestra psicología de hecho emplea, lo razonable es suponer
jo alguno. que tales proferencias tienen la función de hacernos imaginar que al-
Un tercer problema es que en la ficción no todas las aparentes ase- guien hace realmente las preguntas u órdenes que el autor meramente
veraciones del narrador lo son; así lo muestra el caso de los narradores finge hacer, y utilizar otros datos sobre el contenido fictivo para hacer
no fiables en general. ulteriores inferencias a partir de ello, dado nuestro conocimiento implí-
La verdad de (9) presenta al análisis de Lewis problemas análogos a cito de qué sea preguntar u ordenar, qué busca quien lleva a cabo esos
estos dos últimos (García-Carpintero, 2007). Si suponemos que los actos, o a qué normas somete lo que hace.
enunciados que componen «Continuidad de los parques» los ha profe- El propio Lewis sugiere (en el citado Postscript, el Postscript D y en
rido en un mundo por lo demás similar al mundo real un hablante que la nota 7 del texto original) utilizar esta misma idea para interpretar
sabe de lo que habla, nunca concluiremos que (9) es verdadera. Alguien ficciones en que el narrador no es fiable, o no finge emitir él mismo las
que sepa de lo que habla, en un mundo posible suficientemente pareci- oraciones que conforman la ficción, sino transcribirlas de otro texto
do al real, no puede saber que un lector está leyendo una novela en que (como sucede con el «segundo narrador» del Quijote (I, 8-9) respecto
se narran sucesos que están realmente aconteciendo en su entorno, y del texto supuesto producido por Cide Hamete Benengeli y traducido
van a concluir con su asesinato en el mismo momento en que está le- por un «morisco aljamiado»), o descansa en convenciones del género en
yendo la narración del mismo. A mi parecer, tal cosa es concebible; la que se inscribe su obra, como las descritas más arriba. Hanley propone
tesis (11) que, propuse, Cortázar quiere ilustrar con su cuento (con el emplear esta estrategia para responder a las objeciones indicadas. Por
fin probable de sugerir una mucho menos convincente tesis postmo- ejemplo, Continuidad en los parques no nos propondría considerar un
derna sobre la ausencia de diferencias sustantivas entre aseverar y ficcio- mundo próximo en que el narrador nos cuenta algo sabido, sino uno en
nalizar) es defendible. Mas un mundo posible en que algo así sucede es que nos cuenta algo manifiestamente improbable. En el caso de las
muy remoto, y más remoto aún queda un mundo posible en que al- ficciones intencionalmente imposibles, propone tratarlas como las fic-
guien adquiere conocimiento de tales cosas. Si imaginamos que «Conti- ciones con narradores no fiables: nos imaginamos que el narrador dice, o
nuidad de los parques» se nos dice «como algo sabido», en un mundo quizás meramente imagina él mismo, lo que las oraciones que utiliza
posible suficientemente próximo, concluiríamos que las coincidencias expresarían literalmente en el contexto imaginado, nos imaginamos qui-
entre lo que sucede en la novela y lo que sucede en el entorno del lector zás que cree lo que dice, pero no podemos imaginarnos lo que nos pro-
a que apelé en el capítulo anterior (§2.3) para justificar la verdad de (9) pone (quizás porque, como explico más abajo en relación con mi propia
son sólo eso, meras coincidencias; no entenderíamos a qué viene que propuesta, en tales casos las contradicciones no pueden ser correctamente
alguien asevere el contenido así inferido, ni por qué interrumpe abrup- imaginables, y es manifiesto que se nos pide que imaginemos una paten-
tamente la narración al final. te contradicción). Más adelante ofrezco una interpretación de este tipo
Hanley (2004) ofrece una interesante defensa de Lewis. En sus aná- para el filme de Resnais Lannée derniére á Marienbad (1961).
lisis, Lewis se centra en el caso de las ficciones literarias construidas El problema de esta solución no es que sea incorrecta; mi propues-
mediante el fingimiento de que se emiten enunciados, esperando que el ta trata de manera análoga estos casos, como se verá. El problema está
lector imagine mundos por lo demás tan próximos a (lo que se cree es) en que, sin más elaboración, es insuficiente y en esa medida ad hoc; y es
la realidad como sea posible, en que tales enunciados sí se emiten ase- esto lo que ilustra el cuento de Cortázar. Lewis nos ofrece con sus dos
verativamente, y el emisor sabe lo que dice. Ahora bien, como ya se ha análisis una teoría del discurso paratextual—una teoría de las condicio-
indicado, el propio Lewis señala que las ficciones utilizan otros recur- nes de verdad de los enunciados parafictivos—. Estamos constatando
sos. Para empezar, pueden incluir preguntas u órdenes, y no podemos que una teoría así debe ir de la mano de una teoría adecuada del discur-
proceder a interpretar estas proferencias imaginando un mundo en que so textual, es decir, de lo que constituye una ficción. Para justificar sus

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análisis, y sobre la base del problema planteado por Kripke, en el texto nes; (vi) algunas son directas, otras indirectas (puede ser fictivo en una
original Lewis apela a una teoría como la de Searle, en que las ficciones obra, o creído por un sujeto, que un individuo tiene un lunar en la es-
(al menos las literarias) son fingimientos, entendido esto de manera palda, sin que sea fictivo o creído, de ninguna parte específica de la piel
puramente negativa. Esto es insuficiente para justificar la verdad de de la espalda del individuo, que tiene un lunar en ella). Por estas razo-
mucho de lo que nuestras intuiciones preteóricas señalan como verda- nes, Currie propone el siguiente análisis alternativo a los que Lewis
des parafictivas. En el Postscript A, Lewis apela a la concepción de la ofrece explícitamente:
ficción de Walton. Esto es una mejora; la práctica interpretativa (descri-
ta en el capítulo anterior) que, aplicada a «Continuidad de los parques», (C) Una oración de la forma F(P) es verdadera syss es razonable para
justifica la verdad de (9) se puede en principio acomodar mucho mejor un lector informado de /Inferir que su autor fictivo cree 7?
en la concepción de la ficción de Walton que en la de Searle. Mas que-
da aún pendiente la tarea de articular adecuadamente, y de una forma Para Currie (1990, 75, 80), «lo que es verdad en la ficción es lo que
general, qué es lo que, consiguientemente, es una verdad en la ficción; el narrador cree. Pero es importante apreciar que el narrador mismo es
y de modificar acordemente los análisis de las verdades parafictivas, un constructo fictivo, no el autor real de la obra [...] como lectores,
pues ya hemos constatado que la verdad en la ficción no es la verdad en hacemos como que leemos una narrativa escrita por un agente fiable,
los mundos (creídos) más próximos en que el narrador sabe lo que dice. históricamente situado». Además de otros problemas, como el «idealis-
¿Qué es entonces la verdad en la ficción? Es decir, ¿qué hace verda- mo» cuestionado por Byrne (1993) que discutimos después, o el que
deras a las afirmaciones parafictivas? Ni Lewis ni Hanley nos lo dicen. presentan los narradores no fiables, es claro que, por las razones
Como vamos a ver, (9) pone de relieve que el mecanismo para inferir las que hemos mencionado arriba en relación con la propuesta de Lewis,
verdades ficticias implícitas en las ficciones no pasa por imaginar que un «Continuidad en los parques» la refuta: aplicando C, nunca concluiría-
narrador ficticio hace realmente los actos del habla que el autor real sólo mos que (9) es verdadera.
finge hacer. Lo que en realidad hacemos es aplicar consideraciones usua- Walton (1990, 162-164) hace notar otros casos en que ni los análisis
les de relevancia al acto del habla que realmente hace el autor —el acto de Lewis ni el de Currie da resultados plausibles. Si al final de una pelí-
de ficdonalizar—. Antes de desarrollar esta idea, sin embargo, examina- cula se muestran los titulares de un periódico informando de que se ha
remos críticamente la alternativa que propone Currie (1990). encontrado un cadáver en un río, y antes hemos asistido a la progresiva
Currie llama la atención sobre la gran similitud entre dos propieda- caída en la desesperación de un personaje, es fictivo en la película que
des de las proposiciones, la de ser fictivas en una obra, y la de ser creídas el personaje se ha suicidado. Sin embargo, ni apelando a lo que sucede
por alguien. Ambas clases de propiedades se parecen al menos en los habitualmente en el mundo real, ni a lo que es comúnmente sabido, ni
siguientes respectos: (i) indeterminación (hay p tales que ni p, ni -\p a las creencias de un supuesto narrador fiable históricamente situado
tienen la propiedad, ser creídas por alguien o ser fictivas en una obra); podemos explicar la inferencia de una proposición sobre un individuo
(ii) no están cerradas bajo consecuencia lógica (no todas las consecuen- particular a partir de una noticia genérica como la mencionada. Nues-
cias lógicas de una clase de proposiciones fictivas en una obra, o creídas tro ejemplo (9) es en realidad un caso de lo mismo; Phillips (1999) y
por alguien, tienes esas propiedades); (iii) pueden ser inconsistentes (un Levinstein (2007) ofrecen consideraciones análogas a partir de otros
sujeto puede creer por un lado p y por otro -i/>, e, igualmente, ambas ejemplos. Sólo si apelamos a consideraciones de pertinencia narrativa,
proposiciones pueden ser fictivas en una misma obra); (iv) puede per- es decir, a la explicación más razonable de que alguien que está creando
tenecer a la clase p o q, sin pertenecer ni/? ni q (puede ser fictivo en una una ficción yuxtaponga el dato del periódico a lo que le ha precedido,
obra, o creído por un sujeto, que un personaje tiene una herida en el podemos dar cuenta de la inferencia; pero esto presupone el tipo de
brazo izquierdo o una en el brazo derecho, sin que lo sea que lo tiene en intencionalismo que Walton cuestiona. La interpretación de la ficción
uno ni que lo tiene en el otro); (v) puede pertenecer a la clase una ge- es una tarea (un arte) holista, que busca maximizar la racionalidad del
neralización existencial, sin pertenecer ninguna de sus ejemplificacio- conjunto de actos de significación involucrados: los que constituyen las

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verdades fictivas directas; los argumentos o inferencias que determinan (si, en un sentido amplio, la intención o la orden tienen legítima auto-
las indirectas; los actos de significación indirectos que realiza el autor, ridad). Ficcionalizar es un caso particular de hacer una propuesta o invi-
el «mensaje» o mensajes que suponemos pretende transmitir, como el tación; es hacer una propuesta para que la audiencia esperada imagine
que (11) atribuye a Cortázar en el caso de Continuidad de los parques. determinados contenidos. A mi juicio, lo mejor que se puede decir so-
Lo mejor que podemos decir de manera general es que esta estrategia se bre las normas constitutivas para las propuestas es que deben ser dignas
aplica bajo el supuesto de que el acto a interpretar es uno &z ficcionali- de consideración por la audiencia pretendida. (Ya hemos visto razones
zar; decir que se aplica siguiendo la conjetura de que debemos identifi- por las que es preciso considerar la norma relativa a una audiencia con
car las creencias de un narrador imaginado no nos lleva a buen puerto. ciertas características, que de otro modo resulta excesivamente indeter-
minada; entre otras, la dependencia del contexto que revela el análisis 2
de Lewis). Iris Murdoch (1997, 459) lo expresa así en El fuego y la ca-
3.4. UN ANÁLISIS NORMATIVO
verna: una propuesta artística es «la preferencia formal de una verdad
percibida, presentada como espléndidamente digna de una adiestrada
En contra de lo que piensa Currie, la pertinencia de suponer inten- y purificada atención».
ciones comunicativas de un agente en la interpretación de la ficción no La norma para ficcionalizar podría entonces (poco iluminadora-
conlleva que un análisis descriptivista griceano como el suyo sea correc- mente) ser formulada así:
to. En capítulos precedentes (cfr. especialmente § 1.3) pusimos de re-
lieve el contraste entre los análisis normativos de los actos del habla y (F) Ficcionalizar^ es correcto si y sólo si uno pone a la audiencia
los griceanos. La relevancia de las intenciones comunicativas del autor esperada en posición de imaginar p, y p es merecedora de ser
no dirime la cuestión de qué tipo de análisis es más adecuado para las imaginada por tal audiencia.
ficciones, entendidas como actos comunicativos; porque incluso una
concepción normativa requiere apelar a intenciones comunicativas de Pese a que este análisis pueda ser poco iluminador, tiene la virtud
los agentes, cuando menos en la indicación de a qué normas específicas de evitar los problemas de análisis alternativos:
pretenden sujetar sus acciones. Por ejemplo, establecemos de este En lo que respecta a las ficciones imposibles, en primer lugar debe-
modo que un agente que hace un acto del habla indirecto no sujeta su mos abandonar las pretensiones reductivistas de Lewis; es más razona-
acción a las normas constitutivas del acto literalmente indicado por la ble pensar en las proposiciones como estructuras de objetos y propieda-
oración que usa, sino a las constitutivas del acto indirectamente efec- des, ordenados del modo en que lo están las unidades léxicas que los
tuado. Crear una ficción es ya un caso de esto, en el caso literario: son significan en la forma lógica (García-Carpintero, 2010a). Las proposi-
las intenciones comunicativas del autor las que determina que no le ciones así entendidas determinan clases de mundos posibles —la clase
son aplicables las normas de aseverar, sino (a mi juicio) las de hacer- vacía en el caso de las imposibles—, pero no se identifican con tales
ficción o «ficcionalizar». clases. Dos ficciones imposibles pueden así diferir en contenido. Cabe
En mi propuesta (García-Carpintero, 2013), qué sea el contenido pues asignar como interpretación a una ficción un conjunto de propo-
de una ficción lo determinan las normas aplicables al acto de ficciona- siciones inconsistentes, si eso es lo que determina una interpretación
lizar, con independencia de qué otras intenciones específicas puedan satisfactoria que haga justicia a la intención del autor de atenerse a F. En
tener los autores. ¿Qué normas son éstas? No hay nada muy iluminador el caso de algunas ficciones inadvertidamente inconsistentes (el caso de
que pueda decirse sobre las normas constitutivas de los actos de signi- la herida de Watson), la ficción deja la cuestión indeterminada; es, a
ficación de una manera general. Sobre una intención o una orden no este respecto, una forma poco interesante de una «obra abierta» con al
cabe decir en general mucho más que esto: son correctas si la satisfac- menos dos interpretaciones diferentes igualmente aceptables. En el
ción de sus contenidos preposicionales es deseable, y formar la in- caso de otras ficciones inadvertidamente imposibles, como las que in-
tención o dar la orden es una condición necesaria para que se cumplan cluyen viajes en el tiempo, esta maniobra no es adecuada; menos aún lo

SADAF 89
BIBLIOTECA
es en el caso de ficciones intencionalmente imposibles, como las de ción de la verdad de (9). En todos estos casos, en defensa de Lewis
Escher, las de los escritores modernos que (como Flann O'Brien en «At como vimos Hanley (2004) recuerda que.sus ideas se pueden aplicar a
Swim-Two-Birds») dejan embarazadas a sus heroínas, las de los dia- casos en que los narradores ficticios no hacen aseveraciones correctas,
leteístas que persiguen con sus historias ilustrar sus tesis filosóficas sino otros actos del habla. Sin duda, Lewis contempla explícitamente
(Priest, 1997) o las que pretenden presentar situaciones oníricas, como extender su propuesta a la interpretación de preguntas y órdenes que
las historias de Kafka. (Es preciso hacer nota, sin embargo, que la admi- aparecen en las ficciones, a la de narradores que se limitan a traducir
sión de contenidos fictivos imposibles debe ser complementada con textos de otros, o a la de narradores no fiables, que exageran, ironizan o
una teoría razonable de la validez de inferencias con tales contenidos, simplemente mienten. En esta línea, podríamos explicar la verdad
cosa nada fácil y que aquí tengo que dejar de lado). de (9) en el marco de las ideas de Lewis, apelando a las consideraciones
Como vimos, Hanley (2006) propone, en defensa de Lewis, que en que ya hemos utilizado. Pero la cuestión central es preguntarnos qué
todos estos casos debemos concluir que es fictivo en la obra que el narra- concepción de la actividad del creador de la ficción (qué concepción del
dor (u otro personaje de la ficción) cree la proposición imposible, sin discurso textual el que produce el autor de la ficción y al que remiten
concluir que esta última proposición es fictiva en la obra. A mi juicio, en último término los discursos paratextual y metatextual) justifica in-
esta idea carece de justificación en los casos mencionados. Sí es aplica- vocar los mundos posibles pertinentes (cuando los mundos son posi-
ble en el caso de los narradores no fiables, como el mayordomo de The bles); es decir, cómo hemos de reformular los análisis explícitos de
Remains ofthe Day, y también en el caso de algunas ficciones aparente- Lewis, AN. 1 y AN. 2, para disponer de uno satisfactorio. Ya hemos
mente contradictorias (como se propone después a propósito del filme visto que una concepción meramente negativa como la de Searle no
de Resnais Lannée derniére a Marienbad, 1961). Mas de manera general sirve. En mi opinión, de las concepciones alternativas que aquí hemos
sólo parece estar motivada por el deseo de salvar el reductivismo de contemplado, la de Currie, la de Walton y la que ofrece F, es esta última
Lewis. No cabe ninguna duda de que los seres humanos creemos fre- la que globalmente funciona mejor. Hemos mostrado cómo la alterna-
cuentemente proposiciones imposibles; sólo cabe decir a este respecto tiva de Currie, C, deja tanto que desear como los análisis de Lewis. La
que uno no debe tener tales creencias, y debe librarse de ellas cuando norma F sugiere más bien esto:
cae en la cuenta. Análogamente, es indudable que podemos imaginar,
al menos inadvertidamente, proposiciones imposibles o inconsistentes. (G-C) Una oración de la forma FÍP) es verdadera syss la corrección
La única cuestión es si la posibilidad es una norma de la imaginación, o incorrección de /respecto de la norma F depende del inte-
como la verdad lo es de la creencia; esto es, si debemos abandonar toda rés de imaginar P por parte de la audiencia esperada.
pretensión de imaginar lo que sabemos imposible. Cuando el objetivo
de imaginar es la planificación de la acción, no cabe duda de que ima- Ofreceré algunos ejemplos adicionales para justificar (G-C), frente
ginar situaciones imposibles carece de virtualidad alguna. Mas en el a los rivales hasta ahora considerados. Mencioné más arriba el comen-
caso de la ficción, no se me ocurre una buena razón por la que, en ge- tado caso de las apariciones y desapariciones del asno de Sancho en la
neral, haya de carecer de interés imaginar lo imposible. (El problema de primera parte del Quijote, que llevan a Sancho en la segunda a cuestio-
la serie Lost, pongamos por caso, no está en que se nos pida imaginar lo nar a su narrador ficticio Cide Hamete Benengeli (y llevaron de hecho
imposible. Lo que es realmente cuestionable, en una ficción de estas al narrador real a revisar el texto en una edición posterior, resolviendo
características, que se dejen sin respuesta preguntas legítimas sobre los las incongruencias). ¿Por qué se perciben como incongruentes, una
perfiles del mundo de la ficción; o que se responda a otras con recursos cuestionable inadvertencia del narrador? La razón es que, si en una narra-
implausibles, tipo deus ex machina). ción suficientemente realista (es decir, una que invita a inferir conteni-
La presente propuesta no tiene ninguna dificultad con las verdades dos no explícitos de la ficción a partir de lo que se cree que es el mundo
fictivas determinadas por convenciones de los géneros, como que Ótelo real) un personaje posee asno, mientras que no se diga explícitamente
no habla inglés, ni usa un lenguaje ricamente poético, ni con la explica- lo contrario, continua teniéndolo; de ahí la sorpresa del lector cuando

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Sancho da por supuesto que le ha sido robado, sin que se haya narrado amigo?, ¿por qué tiene el padre el poder de hacer que Georg adquiera
explícitamente tal episodio, cuando instantes antes iba montado en él. un aspecto diabólico, y más aún, de hacer que muera ahogado?; lo que es
En el contexto de una narrativa como el Quijote, la mención del robo peor, no se acierta a ver qué interés pueda tener contar una historia así.
presupone no sólo que éste ha ocurrido, sino que nos es familiar que es Hay otra lectura más atractiva, que hace irrelevante cuál sea la res-
así. Como dice Sancho, suplimos con nuestra inferencia la inadverten- puesta a las preguntas mencionadas. Lo que se presenta narrativamente
cia del narrador, pero tenemos derecho a censurarlo: él, al narrador son las consecuencias emocionales (que un lector adecuado debe expe-
ficticio de las hazañas de Don Quijote y Sancho; nosotros, al narra- rimentar en simpatía con el personaje de Georg, volveremos sobre esto
dor real (quien, en prevención de la censura, se apresuró a remediarla). en § 5.2) de una relación paterno-filial de un tipo particular, la que se
El ejemplo muestra que en este caso es indiferente que el narrador lo sea da entre padres autoritarios, prepotentes, que buscan siempre prevale-
de una crónica histórica verídica (como de hecho Sancho supone en la cer y afirmar su preponderancia, e hijos medrosos, asustadizos, depen-
ficción a Cide Hamete Benengeli) o de una ficticia, como lo es Cervan- dientes, incapaces de «matar al padre» y asumir un papel autónomo en
tes. Por tanto, no nos sirve para apoyar G-C frente a C o a los análisis el mundo adulto, por ejemplo escogiendo sus propias parejas sentimen-
de Lewis; imaginar un narrador ficticio que nos dice la ficción «como tales quizás frente a la opinión contraria de sus progenitores, o condu-
cosa sabida» nos lleva a las mismas conclusiones. ciendo sus asuntos a su propia manera. (Justamente la relación paterno-
Ahora comparemos con este caso el de las ficciones de Kafka. Estas filial que se describe en la Carta al padre de Kafka). Es irrelevante que
tienen un carácter marcadamente onírico, señalado por muchos críti- exista o no el amigo, lo importante es que los aspectos emocionales
cos. Consideremos el merecidamente famoso cuento «La condena», cruciales de la relación paterno-filial son proyectados por Georg a su
uno de los primeros ejemplos de ese estilo producidos por su autor. relación con el amigo, quizás imaginado. Es irrelevante que Georg ad-
Supongamos que tratamos de derivar su contenido en una lectura si- quiera o no apariencia diabólica, lo relevante es que él se siente tan
guiendo convenciones realistas, la que hacemos de Madame Bovary o culpado por las acusaciones paternas que se ve realmente diabólico. Y es
La dama del perrito. En este tipo de narraciones, el autor nos representa irrelevante que el padre le lleve o no a suicidarse, incluso que se suicide
una sucesión cuando menos posible de acontecimientos. En este caso, o no, lo relevante es que se siente tan anulado por la culpa, la humilla-
se nos narra un curso de sucesos que tienen lugar en unas pocas horas, ción y la falta de autoestima como para encontrarse al borde del suici-
comenzando por la redacción de una carta del protagonista Georg a un dio. Lo que no es irrelevante es que el protagonista tiene un padre, una
amigo suyo, en el curso de la cual se nos da información sobre los re- novia, y un negocio familiar, respecto de los cuales él se siente emocio-
cientes logros profesionales de Georg en el negocio familiar tras la nalmente como se ha descrito, porque todas estas cosas son parte im-
muerte de su madre y su recientemente iniciada y satisfactoria relación prescindible de este contenido.
sentimental, continuando con una extraña confrontación con su padre El modo de derivarlo parte de advertir el carácter onírico de lo ex-
senil, que primero cuestiona la existencia del destinatario de la carta y plícitamente narrado. Las aparentes incoherencias, el peso de la atribu-
luego dice mantener una estrecha relación con él, además de otros com- ción paterna de apariencia diabólica y de la condena, las dudas sobre la
portamientos dementes, y concluyendo con la condena paterna a morir opinión del padre sobre la existencia o no del amigo, etc., todo eso es
ahogado a Georg, a quien atribuye una naturaleza diabólica, lo que propio de los sueños; la proyección de la relación paterno-filial en la
aparentemente tiene el poder de hacer que Georg adquiera una apa- relación Georg-amigo es también característica de los sueños. No quie-
riencia tal, y de que él mismo se encargue de ejecutar la condena pater- ro decir que sea parte del contenido de El proceso que Georg sueña lo
na. En esta lectura, la narración deja sin responder muchas preguntas descrito, como, por ejemplo, a mi juicio sí es parte del contenido explí-
relevantes para que, cuando menos, constituya la narración de una his- cito del filme de Lynch Mulholland Drive (2001) que lo que se nos
toria coherente de este tipo realista; preguntas del tipo de las que susci- narra en las primeras dos horas son los contenidos de los sueños de
tan los devenires del asno de Sancho: ¿existe el amigo, o meramente lo Diane Selwyn (Betty Elms en el sueño). En este caso sí hay un sueño
imagina Georg?, ¿tiene o no el padre la relación que dice tener con tal que es parte del contenido, que comienza cuando en la primera escena

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se nos muestra a alguien durmiendo con el rostro tapado por la ropa al objetivo de representar emociones de un modo literariamente eficaz
de cama, concluye con Diane despertando en un lecho con esa ropa de (es decir, maximizando la probabilidad de que el lector sienta empatia
cama, y contiene una buena dosis de escenas oníricas, gente que ve con hacia tales emociones, «poniéndose en la piel» de otro), el procedimiento
indiferencia a desconocidos entrar en sus casas mientras se van de viaje, que Kafka comienza a dominar en «La condena» es sumamente eficaz.
gente que ríe grotescamente, etc. La segunda parte de la película, más Es mucho más turbador caer en la cuenta de que las extrañas disquisi-
corta, nos muestra que en los sueños de la primera parte Diane Selwyn ciones de Georg en relación a su amigo son en realidad la proyección
ha enmendado imaginativamente su situación real —que le ha de con- onírica de su enfermiza relación paterno-filial, de lo que lo sería una
ducir a un suicidio peculiar— acordemente con sus deseos, como suce- narración realista por un narrador omnisciente de los estados emocio-
de a veces en los sueños: es una actriz excelente y prometedora, en lugar de nales de alguien en una situación «edípica» similar. Sean o no correc-
una fracasada; si le dan a otras los papeles que ella desearía, es a causa tas estas explicaciones, considero que ofrecen elementos de juicio adi-
de la presión ejercida por mañosos; su amante, lejos de dejarla, la desea cionales a los que ya proporciona «Continuidad de los parques» a favor
más que nunca, etc. «La condena» no presenta de este modo los sueños de G-C.
de uno de sus personajes. Es más bien que los defectos de la historia Consideremos ahora la objeción de «idealismo» que hace Byrne
interpretada con las convenciones de los narradores realistas, sugieren (1993) a Lewis. Como vimos, Lewis exige que entre las verdades ficti-
una lectura «onírica»: se trata de verla como presentando a nuestra ima- vas haya siempre verdades sobre agentes que llevan a cabo actos comu-
ginación lo que Georg, dada su percepción emotiva de su propia rela- nicativos. En los mundos de la ficción lewisianos, al igual que en el
ción paterno-filial, podría quizás soñar. Mientras que una lectura realis- mundo real según Berkeley, siempre hay seres racionales, sujetos de
ta genera expectativas como la mencionada antes a propósito del asno actitudes proposiciones y actos de significación: «asumo, en efecto, que
de Sancho (que si un personaje viaja en asno, mientras no> se diga lo el acto real de contar la historia es parte de la historia misma» (Lewis,
contrario lo continúa teniendo; que si se menciona que el asno ha sido 1978-1983, 276). Esto le permitía, según vimos, responder a la obje-
robado, se nos ha expuesto antes el episodio del robo), tales expectativas ción de Kripke.
son infundadas, y no determinan por consiguiente contenidos indirec- Hay sin duda mundos fictivos en que se dan tales circunstancias, y
tos en una narración como las de Kafka. Si de repente aparece un grupo el de las historias de Doyle es uno de ellos: 'Holmes', tal como se usa en
de personajes en una habitación junto al protagonista (como sucede en las historias, refiere a Holmes en el mundo de Holmes, pues Watson y
El proceso), no es una verdad fictiva en la obra que han entrado en ella otros usan el nombre para referirse a él. Ya hemos mencionado que el
de alguna manera razonable, quizás inadvertidos, ni cabe reprochar al Quijote contiene (a partir del capítulo 9 de la primera parte) un narra-
autor su «descuido» por no indicárnoslo. dor fictivo explícito, además del fictivo cronista Cide Hamete Benengeli,
Que una interpretación de estas características sea correcta, o al cuya crónica presuntamente el primero presenta traducida por un terce-
menos plausible, es algo que sólo una hipótesis como G-C (frente a C ro, tras dar casualmente con la misma después de la decepción que supo-
o los análisis de Lewis) puede explicar. Un contenido así (a diferencia ne para él que el primer narrador (aquél que no quiere acordarse del lugar
del que proporciona la interpretación según convenciones realistas) es en La Mancha en que vive el hidalgo) le deje sólo con los primeros ocho
interesante; es un objetivo literariamente razonable representarlo. Y no capítulos, y en mitad de una de las hazañas de Don Quijote.
tendría el mismo interés si se presentase mediante una narración realis- Ya se dijo que es parte del contenido explícito de Mulholland Drive
ta directa. Hay al menos dos razones para ello. La primera, que es más que se nos presenta un (largo) sueño de uno de los personajes. El filme
interesante que tengamos que inferirlo por el procedimiento descrito; de Fellini 8 ¥2 (1963) nos presenta la perspectiva subjetiva que de sus
ello nos hace tomarnos más interés en el mismo, que sea más «nuestro», circunstancias tiene un director de cine, Guido (como el protagonista
al otorgarnos un papel más activo en su apreciación. La segunda y más de Todas las almas de Marías de que hablamos en el capítulo introduc-
importante (que se desarrollará con más detalle en el marco de la discu- torio, bastante similar a su director real, lo que invita a todo tipo de
sión sobre la emoción en la ficción más adelante, § 5.2), que, con vistas inferencias; volveremos sobre esto en el epílogo), comenzando de nue-

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vo por un sueño suyo, mucho más breve y más patente que en Mulholland con un narrador omnisciente (incluida Continuidad en los parques) el
Drive y que como éste incluye a otros personajes del universo de Guido narrador que lo cuenta posee un conocimiento inaccesible a ningún ser
presentados después. Providence, de Resnais (1977), con una estructura racional conocido; y ficciones kafkianas como «La condena» tienen un
análoga a la de Mulholland Drive, nos presenta en su relativamente ex- contenido onírico, sin que, como vimos, ello implique en absoluto que
tensa primera parte cómo su protagonista, Clive Langham, un novelis- es parte del contenido que un personaje sueña, u otro nos cuenta sus
ta de segunda fila viviendo sus últimos años, imagina la trama de una sueños.
novela, se dirige a sus personajes, los identifica con diversos conoci- Este es un problema que no afecta solo a Lewis, sino también a
dos suyos, incluido él mismo; en la segunda parte, podemos comparar Walton y a Currie; de hecho, es porque en la concepción de Walton
los c modelos «reales», en especial la familia del novelista, con esos tra- afirmaciones como (7) son siempre verdades fictivas en un determina-
suntos ficticios en su imaginación. do juego con una ficción, que Lewis apela a ella en el Postscript A como
Una interpretación similar cabe a mi juicio hacer de L'année der- una mejor propuesta sobre qué es una ficción que la concepción nega-
niére a Marienbad (1961), igualmente de Resnais, si bien mientras que tiva de Searle. Mas la concepción de la representación de Walton es
en Providence no cabe duda de que el contenido es el descrito, en este estipulativa; Walton no pretende captar una noción pre-teórica de fic-
último caso la propuesta sólo puede presentarse como una interpreta- ción (probablemente no cree que tal cosa sea posible, ofreciendo su es-
ción plausible (volvemos en la sección siguiente sobre la relevancia de tipulación como una noción alternativa suficientemente clara: cfr. Wal-
esto). La película nos presenta un triángulo amoroso entre A (una mu- ton, 1990, 70). Dada esa estipulación, afirmaciones como (7) o (10)
jer morena), X (un hombre con acento italiano), y M (el marido). La son verdaderas: sí parecen existir principios de generación (constitui-
voz en off de X repite cadenciosamente complejas frases literarias. Las dos por nuestra psicología) en virtud de los que textos como CP tienen
situaciones a las que alude se presentan en diversas variaciones, incon- la función de llevarnos a imaginar proposiciones como la que en (7)
sistentes entre sí: hay un parque con unas estatuas frente a un lago, y o (10) se declaran fictiva en CP.
frente a un jardín, y frente a un palacio; en uno de los episodios centra- Sin embargo, si apelamos a F como concepción alternativa de la
les, la mujer tiene un vestido blanco, y uno negro; sale de la cama por ficción, podemos rechazar que cualquier proposición que el texto nos
un lado, y por el otro; los personajes, especialmente los secundarios, pida que consideremos, en el proceso de interpretación del mismo, sea
adoptan comportamientos estereotipados; hay un juego con reglas in- fictiva en la obra. Un texto de ficción sobre un mundo sin agentes ra-
determinadas, que M siempre gana [...] en ocasiones, el narrador en off cionales hará que consideremos imaginativamente en el proceso inter-
parece dirigirse a los personajes: «no, tú no estabas riendo», le dice a A, pretativo proposiciones sobre lo que el texto nos dice, tomado como
que aparece riendo; o a sí mismo: «no, no es así», y produce una versión compuesto de aseveraciones serias. Pero de acuerdo con F, no tenemos
diferente de la historia; en el momento culminante, M dispara a A; por qué suponer que todas las proposiciones que consideramos en el
pero el narrador, dirigiéndose a X, que parece haber sobrevivido, dice proceso de interpretación sean fictivas en la obra: si es manifiesto
«y ahora estás de nuevo aquí [...] ese fin no es el bueno, eres tú viva que que el mundo de la ficción pretende ser uno sin agentes racionales,
me hace falta». A mi juicio, la estrategia que propone Hanley en general entonces G-C nos pide que no contemos tales proposiciones como fic-
para resolver el problema que presentan al análisis de Lewis las narra- tivas en la obra. Lo mismo se aplica a las proposiciones acerca del im-
ciones inconsistentes es adecuada aquí, con una ligera variación: no posible conocimiento de los narradores omniscientes (como el de Con-
son las (inconsistentes) creencias del narrador lo que se nos presenta, tinuidad en los parques, sin ir más lejos); en este caso, la imposibilidad
sino las diversas narraciones que imagina. de que los narradores implícitos posean el conocimiento que se les ha-
Mas tal «idealismo» no parece generalizable a todos los contenidos bría de atribuir es uno de los elementos que nos llevan a no suponer que
fictivos. Hay ficciones que nos piden imaginar mundos sin agentes ra- proposiciones sobre el mismo sean parte del contenido de la ficción
cionales; otras que acaban con la destrucción de todos los agentes racio- (además de su irrelevancia). Evitamos así la implausible tesis de Currie,
nales, sin que quede nadie para contarlas; en la mayoría de las ficciones según el cual en todos estos casos estamos ante ficciones inconsistentes.

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lingüísticos, como aseverar, ordenar, preguntar, etc., pueden hacerse de
manera no convencional, característicamente mediante el procedi-
3.5. INTENCIÓN Y CONVENCIÓN EN LA FICCIÓN miento griceano de las implicaturas conversacionales (§ 1.2) o, más en
general, el de los actos del habla indirectos. Si, en respuesta a la afirma-
Justificamos así G-C en cuanto a una de las dos diferencias signifi- ción de que todos los primos son impares alguien dice '¿Es quizás el dos
cativas con respecto a C: C nos pide que imaginemos lo que el narrador primo?', no está haciendo más que una pregunta retórica, es decir, no
debe creer, G-C nos pide que imaginemos lo que el narrador indica que una pregunta, sino una aseveración; lo mismo sucede si alguien «pre-
es digno de ser imaginado por su audiencia buscada. La otra diferencia gunta», '¿Quién demonios va a querer leer este libro?', y algo análogo
significativa está en que C apela a un narrador él mismo fictivo, mien- vale para 'Gracias por no hojear las revistas', puesto en el kiosko de una
tras que G-C nos pide que consideremos al autor real de la ficción. Lo estación, claramente no un agradecimiento sino una petición. En todos
que mueve a Currie (1990, 109-111) es evitar lo que de razonable hay estos casos, los hablantes se las arreglan para aseverar o pedir sin recurrir
en la objeción contenida en las denuncias de la «muerte del autor» o la a procedimientos convencionales para ello. Sobre la base de estas consi-
«falacia intencionalista»: «el propósito o intención del autor no es un deraciones, Strawson propone una concepción griceana, intencionalis-
criterio ni accesible ni deseable para juzgar una obra de arte» (Beardsley ta de los actos del habla.
& Wimsatt, 1946-1954, 3). Este mismo propósito está presente en un Yo he venido promoviendo una concepción más bien normativa,
análisis más próximo a G-C propuesto por Byrne (1993), que sin em- no descriptiva-psicologista como la griceana, pero la conexión entre
bargo, a diferencia de G-C, y al igual que C, hace la ficcionalidad rela- normas y convenciones es más indirecta de lo que pensaba Austin.
tiva a los objetivos de un autor ficticio: Williamson (1996/2000, 239), cuya teoría de la aseveración ha sido
nuestro modelo para una concepción normativa de los actos del habla,
(B) Una oración de la forma F(P) es verdadera syss es el lector de hecho argumenta que normas y convenciones son incompatibles
fictivo de/podría inferir que su autor fictivo le invita a imagi- entre sí. A mi juicio, sin embargo, su argumento parte de una perspec-
nar 7? tiva incorrecta sobre qué constituye el carácter convencional de una
fuerza ilocutiva.
En su forma más simple, el debate en torno a la falacia intenciona- Williamson se apoya en un dato de partida al que en principio no
lista confronta, a propósito del carácter de la ficción, dos posiciones creo que se deba objetar, a saber, el carácter abstracto o «ideal» (como
antagónicas («intencionalismo» contra «convencionalismo») análogas a prefieren decir los filósofos «continentales») de entidades tales como las
las posiciones en disputa en el debate examinado en el artículo de normas, o los tipos constitutivamente definidos por ellas, como abstractas
Strawson (1964) al que alude el título de esta sección. Como mencio- o ideales son entidades tales como las proposiciones, las propiedades,
namos en el primer capítulo (§ 1.1), Austin tomó como modelos de los significados, o, en una forma de verlos (la «tesis» de Lewis, 1981), los
«preferencias actuativas» preferencias emitidas en el curso de procesos lenguajes. Tomemos estos últimos como ejemplo ilustrativo. Suponga-
convencionales, tales como matrimonios, contratos, etc.; su concep- mos que un lingüista ofrece una sutil y compleja caracterización sintác-
ción de las fuerzas elocutivas es normativa, y Austin (1962, 14) asocia- tica y semántica de lo que entiende es el castellano, con sus reglas fono-
ba le existencia de normas a las que se sujetan constitutivamente los lógicas, sintácticas y semánticas, pero que se equivoca en algunos aspec-
actos del habla a su carácter convencional: ejecutar un acto de habla tos. Lo que así describe no es el castellano, la lengua natural que utilizan
requiere constitutivamente según Austin la existencia de un procedi- en un cierto momento diversos hablantes; quizás no sea ningún lengua-
miento convencional. Como señala Strawson (1964), tal cosa puede ser je usado nunca. Sin embargo, ha descrito algo; ¿qué? Lewis propone:
correcta para que una preferencia de 'yo os declaro marido y mujer' o una entidad abstracta, a grandes rasgos una función que correlaciona
'declaro al acusado culpable' cuenten como un matrimonio o una con- sonidos con significados. Algo análogo podemos decir de las normas, o
dena, respectivamente. Pero los actos del habla más característicamente de los tipos que éstas identifican. Supongamos que proponemos las

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reglas constitutivas de un juego de cartas tradicional que determinadas porque, en el contexto apropiado, emitiendo un enunciado podemos
personas vienen jugando, sin haber nunca especificado sus reglas; y hacer algo distinto de aseverar: preguntar, prometer, amenazar, o, sin ir
supongamos que nos equivocamos al hacerlo (o que lo hacemos correc- más lejos, ficcionalizar). Esta no es una pregunta que tenga una res-
tamente, pero consideramos un juego alternativo variando ligeramente puesta obvia, ni puede descartarse con las consideraciones de William-
alguna de las reglas). ¿Qué es lo que así hemos descrito? Con Lewis, son que la respuesta correcta sea: una convención.
podemos replicar: una entidad abstracta o ideal, un juego al que se El griceano sostendrá que podemos aplicar a la práctica real de
podría jugar, aunque quizás nadie lo haga nunca. Es así como William- aseverar cualquiera de esas normas, pero siempre regulativamente: la
son propone pensar en la aseveración, definida por la regla que él de- práctica en sí misma no es normativa, sino psicológica, definida sólo
fiende. En este sentido, en realidad, las cuatro reglas que consideramos por las intenciones comunicativas características del hablante, quizás las
antes (§ 1.3) definen cuatro actos del habla abstractos o ideales, a los que propone el análisis de Bach & Harnish que se mencionó en § 1.3.
que podríamos denominar: aseverar-V, aseverar-A, aseverar-C, aseve- Yo he venido defendiendo un análisis normativo; para muchos (quizás
rar-TC. Estas entidades no son convencionales; son entidades abstrac- Austin entre ellos), una práctica normativa debe ser una convencional,
tas, como los números o las ideas platónicas, que, como tales, existen en porque sólo una convención puede justificar someter la conducta a
todos los mundos posibles. Las entidades que existen por convención normas. Pero esta tesis es muy dudosa; no por las razones de William-
(la práctica regulada normativamente de conducir por la derecha), son, aunque sí por consideraciones relacionadas con las que él invoca.
como señala Williamson, existen sólo contingentemente; las conven- Las convenciones (conducir por la derecha, por ejemplo), como
ciones son arbitrarias, de manera que hay mundos posibles en que las genialmente explicara Lewis (1969) en su primera obra clásica, son
prácticas que las convenciones gobiernan (la de conducir, en nuestro prácticas que se preservan en una comunidad porque sirven para resol-
ejemplo) se rigen por convenciones diferentes (la de conducir por la ver un problema de coordinación (evitar accidentes de tráfico) y por-
izquierda). que, aunque existen modos alternativos igualmente efectivos de resol-
Sin embargo, justamente porque es obvio que las entidades ideales ver el problema (conducir por la izquierda) todos los miembros de la
como los lenguajes o las normas abstractas no son convencionales, comunidad, por un acuerdo explícito o quizás meramente por uno tá-
quien defiende la convencionalidad de una práctica regida por normas cito, se atienen a la práctica, esperan que los demás hagan otro tanto, y
(como es el caso de Austin para los actos del habla, tal como él los con- prefieren que así sea. Ciertamente, hay actos del habla que tienen estas
cebía) no puede estar considerando la convencionalidad de tales cosas. características, en especial todos aquellos que pertenecen a la categoría
Volvamos a los lenguajes y a los juegos. Entendidos como entidades de lo que Searle (1969) llama declaraciones, como casar a una pareja
ideales, no son convencionales. Entendidos de ese mismo modo, sin diciendo 'os declaro marido y mujer' o, en fútbol, expulsar a un jugador
embargo, no todos son hablados o jugados por un grupo de seres hu- mostrándole la tarjeta roja. Podemos fácilmente pensar en prácticas al-
manos. ¿Qué hace que un lenguaje abstracto sea uno realmente habla- ternativas que asegurarían la solución de los mismos problemas de
do por una población? ¿Qué hace que un juego ideal sea uno realmente coordinación que éstas resuelven; de hecho hay comunidades donde se
jugado por un grupo? Es a estas preguntas que se puede responder establecen relaciones matrimoniales (y juegos en que se expulsa a juga-
(como responde de hecho Lewis en el caso de los lenguajes, y como dores) mediante procesos alternativos. Pero, ¿qué alternativas existen
parece razonable responder en el de los juegos): una convención o para prácticas tales como aseverar, dar instrucciones, prometer? Descri-
acuerdo. En el caso de la aseveración, podemos preguntarnos, ¿qué re- tas de una forma suficientemente general, no parece que haya alterna-
gla de las cuatro abstractas consideradas en el primer capítulo, si algu- tivas que permitan resolver los problemas de coordinación a que éstas
na, define la práctica de aseverar que los seres humanos seguimos? ¿Qué sirven, tales como distribuir adecuadamente la información entre todos
hace que sea ésta y no otra? (Podemos identificar la práctica que los los interesados para un mejor funcionamiento social, garantizar la efi-
seres humanos seguimos, sin prejuzgar la cuestión, como la que lleva- ciencia en la ejecución de tareas complejas. Lo mismo se aplica a ficcio-
mos a cabo por defecto cuando emitimos enunciados; «por defecto» nalizar, y a los beneficios que proporciona la participación desde la más

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temprana infancia en prácticas colectivas de imaginar (véase Currie & te aludido pasaje de la sonata de Vinteuil tenía el perfil específico de
Ravenscroft [2002] al respecto). una melodía de la primera sonata para violín de Saint-Saéns? Es un
Esto sólo vale para las prácticas en cuestión descritas de un modo propósito absurdo, que Proust parece haber estado muy lejos de tener,
suficientemente general. Hay muchas maneras de dar instrucciones, y en pero sin duda hay autores con tales intenciones.
algunos casos (ordenar, por ejemplo) su caracterización precisa sí parece Sin embargo, el hecho de que las intenciones a que se apela tanto
involucrar convenciones relativas a quién tiene la autoridad apropiada en el análisis de Currie como en F sean intenciones comunicativas per-
para hacerlo, como admite el propio Strawson (1964). Algo parecido mite aliviar esta preocupación (Bach, 1992 y García-Carpintero, 2007).
puede argumentarse respecto de prácticas específicas de ficcionalizar; Qué intenciones tenga un agente racional está conceptualmente cons-
hay, por ejemplo, convenciones relativas a los géneros en que una obra treñido por qué creencias tenga (Grice, 1971); cuando menos, un agen-
de ficción se inscribe, que establecen límites y contribuyen a determi- te racional no puede tener una determinada intención al actuar de una
nar qué cuentan como contenidos que deben ser imaginados para una determinada manera, sin tener también la creencia de que ejecutar la
apreciación adecuada. Es de esperar así que la interpretación de las acción hace más probable la realización de la intención de lo que lo
obras de ficción haya de tomar en consideración, en combinaciones sería en otro caso. Las intenciones comunicativas se distinguen de otras
apropiadas en función del caso, las intenciones del autor (por ejemplo, intenciones de los agentes precisamente en que sólo pueden ser razona-
la intención de inscribir su obra en un género determinado, como bles si es posible a una audiencia con las características apropiadas dis-
mencionamos en la introducción) así como convenciones pertinentes. cernirlas a partir de los datos que ofrecen las acciones del agente. Esto
Así, aunque sea legítimo el interés de los aficionados a Proust o a garantiza, en cualquiera de las propuestas razonablemente intenciona-
James en los detalles biográficos que facilitan las excelentes obras de listas consideradas, que sólo datos discernibles a partir de la obra sean
Painter y Edel, respectivamente, y la información que proporcionan típicamente relevantes para su interpretación.
sobre elementos de sus novelas, personajes, situaciones, etc., determina- Quedan aún pendientes de respuesta la cuestión del estatuto de
das convenciones interpretativas aplicables a sus obras pueden hacer afirmaciones que parecen no solicitar meramente su imaginación por el
ilegítimo emplear detalles biográficos no discernibles a partir del texto lector, sino su creencia, como la ya famosa primera sentencia de Anna
mismo en la determinación de su contenido. Incluso si hay buenas ra- Karénina, y en general la cuestión de cómo es posible aprender de la
zones biográficas para identificar el pasaje de la sonata de Vinteuil a que ficción. El próximo capítulo, en que se expondrán consideraciones re-
se hace repetida referencia en el texto con una melodía de Franck o una levantes sobre la noción de presuposición y su relación con la ficción,
de Saint-Saéns, no es parte del contenido de la obra de Proust que la nos dará elementos de juicio relevantes para tratar de responderla más
sonata de Vinteuil tiene cualquiera de esos específicos perfiles, más allá adelante; como se anunció, la cuestión se aborda en el Epílogo.
de lo que el texto nos dice al respecto.
Por otro lado, hemos indicado las razones sustanciales que existen
para apelar a las intenciones comunicativas del autor en la determina-
ción del contenido de la obra (cfr. también Glose, 1972). En nuestra
propuesta, las intenciones comunicativas del autor no determinan di-
rectamente el contenido de la obra (a diferencia de lo que sucede en el
análisis de Currie), pero sí son necesarias para determinar qué acto del
habla, con qué contenido específico, se hace con la obra; es decir, con
respecto a qué proposiciones adquiere el autor el compromiso de que
son dignas de ser imaginadas por su audiencia presupuesta. ¿No hay
aquí alguna tensión? ¿Qué sucedería si Proust en realidad hubiese teni-
do la intención de que imaginásemos en particular que el repetidamen-

102 103
CAPÍTULO 4

Referencia y ficción

En este capítulo estudiaremos un aspecto particular del contenido


de los enunciados fictivos, parafictivos y metafictivos que requiere ma-
yor examen, a saber, el funcionamiento de los términos referenciales
(nombres propios e indéxicos, como 'este libro', aquí', etc.), tanto
aquellos que tienen referente en su uso no fictivo ('la avenida Tacna' en
la novela de Vargas Llosa Conversación en La Catedral), como aquellos
que no ('Santiago' en la misma obra). En relación al segundo objetivo
del libro (utilizar el estudio de la ficción como un medio para entender
cómo funciona en general el lenguaje), argumentaremos en este capí-
tulo que el uso de las expresiones referenciales en la ficción apoya in-
directamente una forma refinada de teoría fregeana de la referencia,
frente a las teorías millianas defendidas por la mayoría de los filósofos
contemporáneos. La primera sección repasa el estado de la cuestión en
teoría de la referencia; la segunda aborda la relación entre referencia y
presuposición, y en la tercera se discute con ese trasfondo la referencia
en la ficción.

4.1. TEORÍAS FREGEANAS Y MILLIANAS DE LA REFERENCIA

Consideremos nuestras intuiciones sobre algunos ejemplos:

105
(1) George Orwell participó en la Guerra Civil española que, dada su etimología, puede considerarse igualmente un destilado
(2) George Orwell escribió poesía de esa descripción. Utilizando el razonamiento anterior, concluimos
(3) Franco condecoró a George Orwell que los referentes de 'el lucero matutino', 'Fósforo', 'el lucero vesperti-
no' y 'Héspero' son todos el mismo: el planeta Venus. Ahora bien, con-
Corno hablantes competentes del castellano, entendemos estos sideremos los siguientes enunciados:
enunciados; es decir, conocemos qué proposición expresan, qué estado
de cosas (existente o no) los haría verdaderos, qué mundos seleccionan de (4) el lucero vespertino/Héspero es visible al atardecer
entre todos los mundos posibles. El significado de 'George Orwell' (5) el lucero matutino/Fósforo es visible al atardecer
(como el de las otras expresiones en la misma categoría de los nombres (6) el lucero vespertino/Héspero es el lucero vespertino/Héspero
propios) es según Frege su contribución a tales cosas. ¿Cuál es, pues, el (7) el lucero matutino/Fósforo es el lucero vespertino/Héspero
significado de 'George Orwell'?
La respuesta más inmediata es que el significado de 'George Orwell' Se ha definido una proposición (cfr. § 1.1) como una parte del
es una cierta persona. Pues parece que lo que tienen en común todos los significado de un enunciado, y expuesto (cfr. § 3) la relación constitu-
enunciados que, como (l)-(3), incluyen 'George Orwell', es que nos tiva entre proposición, verdad y modalidad: si dos enunciados expresan
dicen algo sobre una cierta persona. Algunos son verdaderos, otros son la misma proposición, coinciden también en el estado de cosas cuya
falsos; lo que determina si son verdaderos o falsos son los hechos sobre existencia les conferiría el carácter de verdaderos y la clase de mundos
esa persona, lo que esa persona hizo realmente o realmente le sucedió. posibles que seleccionan. Otro aspecto de los enunciados ligado a su
Los mundos posibles seleccionados por (l)-(3) tienen en común el que significado es su capacidad para proporcionar información. Cuando un
en todos ellos ciertas cosas le suceden a esa persona; cosas que quizás no hablante asevera un enunciado (cfr. § 1.3) expresa mediante éste el co-
le sucedieron realmente, por lo demás, como ocurre con (3). De mane- nocimiento que posee, de manera que se posibilita a otros adquirir ese
ra general, el significado de un nombre propio parece ser, a la luz de conocimiento. Dos enunciados diferentes que expresen la misma pro-
nuestras intuiciones como usuarios competentes de enunciados, y en el posición tienen así la misma capacidad de transmitir conocimiento, el
pequeño marco teórico introducido hasta aquí, objetos generalmente mismo potencial informativo para las personas que dominan el lengua-
extralingüísticos. (No son objetos extralingüísticos, sino lingüísticos, je en que está expresado. Se llama Valor cognoscitivo' al potencial que
cuando los nombres propios se usan para mencionar entidades lingüís- tiene un enunciado para transmitir conocimiento. Podemos ahora
ticas; pero éste es un caso relativamente inusual). Frege (1892) denomi- enunciar un nuevo criterio constitutivo de la noción de proposición, al
na referencia a la relación semántica entre nombre propio y objeto, ilus- que denominaremos criterio de Frege, CF:
trada por el caso de 'George Orwell', y referente al objeto.
La teoría milliana del significado sostiene, para el caso particular de CF Si dos enunciados no tienen el mismo valor cognoscitivo para
los nombres propios, que significar se reduce a referir: por un lado está un hablante competente, no significan la misma proposición.
el nombre, 'Pluto', por otro el perro, Pluto; significar consiste en que el
nombre hace de vicario del referente, está por él. Veamos ahora el prin- Así, (4) y (6) tienen un valor cognoscitivo muy escaso, o nulo. Parece
cipal argumento para la teoría fregeana de la referencia. El término razonable considerarlos verdades analíticas, cuyo conocimiento cabe
singular 'el lucero vespertino' se usa para designar a un cuerpo promi- justificar (al menos, supuesta la existencia del referente) a partir sólo del
nentemente luminoso, visible algunos días del año por poniente tras el conocimiento de las definiciones de los términos y de la lógica, y por
ocaso; 'Héspero' es un nombre propio que, dada su etimología, puede tanto es apriori. En general, para que un enunciado tenga la capacidad
considerarse la descripción cifrada. La descripción £el lucero matutino' de transmitirnos información, debemos ser competentes en el lenguaje
se usa para designar a un cuerpo prominentemente luminoso, visible en que está expresado. Si expresamos en un enunciado una parte del
algunos días del año por levante al alba; 'Fósforo' es un nombre propio conocimiento preciso para entender alguno de los términos que lo for-

106 107
man, el enunciado carecerá de valor cognoscitivo: lo que el enunciado La conclusión del argumento de Frege es que el significado de los
dice ya lo sabe quien es capaz de entenderlo, y qué pueda decirle a términos singulares es plural. El referente es un rasgo del significado,
quien no tiene la capacidad de entenderlo es irrelevante. (5) y (7), sin común a 'Héspero' y 'Fósforo'; pero estas expresiones difieren aún en
embargo, bien pueden tener valor cognoscitivo para un hablante per- significado, porque poseen un rasgo semántico adicional. Frege (que
fectamente competente, y no cabe considerarlos verdades analíticas, ni llamaba 'Bedeutung', es decir, significado, a la referencia) llama 'Sinrí,
suponer que se pueda justificar a priori su verdad (incluso si damos sentido a este rasgo adicional, con respecto al cual los dos términos in-
por supuesta la existencia del referente). Por lo tanto, por CF (4) y (5) no dicados difieren semánticamente. Frege da algunas indicaciones sobre
expresan la misma proposición; ni expresan la misma proposición (6) la naturaleza de los sentidos. La primera: si el intercambio de un término
y (7). Sin embargo, (4) y (5) sólo difieren en términos singulares con singular por otro en un enunciado no altera el valor cognoscitivo, los dos
el mismo referente, y lo mismo ocurre con (6)-(7): donde unos tiene 'el términos tienen el mismo sentido. 'Héspero' y 'el lucero vespertino'
lucero vespertino' (o 'Héspero'), los otros tienen 'el lucero vespertino' pueden servir como ejemplos de términos singulares diferentes con el
(o 'Fósforo'). Se sigue pues de CF que la referencia no agota el signifi- mismo sentido. La segunda indicación de Frege es que los sentidos son
cado de los términos singulares. Las premisas del argumento se pueden ínter subjetivos, son entidades igualmente accesibles a diferentes sujetos.
explicitar así: Frege expresa esta idea con la analogía de un telescopio dirigido a un
cuerpo celeste: podemos distinguir el objeto (que desempeñaría en
(i) (4) y (5) no expresan la misma proposición. la analogía el papel del referente), la imagen reflejada en el telescopio, y la
(ii) Los términos singulares en que difieren (4) y (5) tienen la sensación en la mente de quien la contempla. Los sentidos, dice Frege,
misma referencia. son como la imagen en la lente, no como la sensación en la mente, en
(iii) Si la referencia agotase el significado de los términos singula- cuanto que la primera es accesible a diferentes sujetos, mientras que la
res, (4) y (5) expresarían la misma proposición. segunda es privada. La tercera indicación que da Frege relaciona senti-
do y referencia: el sentido determina la referencia. Hay diversas inter-
Aunque hemos ilustrado el argumento de Frege exponiéndolo con pretaciones de esta indicación. Común a todas es que la correspondencia
respecto a ejemplos concretos, el argumento parece suficientemente ge- entre sentidos y referencias no es sólo una relación, sino más específicamente
neral. Frege considera sólo ejemplos de enunciados de identidad; aquí una función: aunque a dos sentidos diferentes (los de 'Héspero' y 'Fós-
se han utilizado también otros tipos de enunciados, (4)-(5), para mos- foro') puede corresponderles la misma referencia, a un mismo sentido
trar que no depende de peculiaridades de la noción de identidad. Tam- no pueden corresponderle dos referencias diferentes. Si dos términos
poco parece que el argumento dependa de peculiaridades de los térmi- diferentes ('Héspero' y 'el lucero vespertino') tienen el mismo sentido,
nos utilizados, como lo ponen de relieve los siguientes ejemplos: tienen también la misma referencia.
Cabe ver un sentido como un tipo o categoría individualizadora. Un
(8) El autor del Tractatus escribió el Tmctatus tipo o categoría se diferencia de un ejemplar en que el tipo es ejempli-
(9) Wittgenstein escribió el Tractatus ficable, mientras que algunos ejemplares (los particulares) ejemplifican
(10) George Orwell se llama 'George Orwell' tipos sin ser ellos mismos ejemplificados. Los tipos son habitualmente
(11) Eric Blair se llama 'George Orwell' ejemplificados por diferentes ejemplares; algunos, sin embargo, son ejem-
plificados de hecho sólo por un particular. El tipo satélite de Júpiter es
Como cualquier argumento, el de Frege se puede cuestionar obje- ejemplificado por varios particulares, pero el tipo satélite de la Tierra
tando a sus premisas (su validez lógica no está en cuestión). Un notorio es ejemplificado sólo por un particular. Un tipo individualizador es uno
partidario de la teoría milliana, Bertrand Russell (1911, 1914), rechaza- (que es razonable creer es) ejemplificado por un único ejemplar. Si el
ría (ii). Otra opción, contemporáneamente más socorrida, es cuestionar término singular ('el lucero matutino') es una descripción definida
CF y, con ello, (i). Más adelante se expondrá una versión de esta opción. —con la forma sintáctica determinante ('el') + sintagma nominal (cluce-

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ro matutino')— el tipo individualizador que constituye el sentido es (12) esta superficie es amarilla
fácilmente colegióle a partir del significado del SN. En otros casos (13) Ossián vivió en el siglo ni
(nombres propios e indéxicos) la cuestión es menos clara, lo que, como (14) Vulcano tiene una órbita más corta que la de la Tierra
se verá, da lugar a importantes argumentos contemporáneos contra la
concepción fregeana. Identificar los sentidos fregeanos con tipos indi- Los enunciados que, como (13)-(14), contienen nombres sin refe-
vidualizadores no implica sin embargo que los sentidos sean sólo lin- rencia constituyen un grave problema para la teoría milliana. Una con-
güísticamente expresables. Unas huellas dactilares son un tipo indivi- secuencia de esa teoría es que tales enunciados deberían ser, semántica-
dualizador; pero las huellas dactilares se representan mejor mediante mente, análogos a los versos del poema «Jabberwocky» de Alicia a través
imágenes que mediante expresiones lingüísticas. del espejo, como 'agiliscosos giroscaban los limazones': enunciados que>
La teoría de Frege, entonces, se resume así: entender un término si bien tienen la apariencia de expresar una proposición, y por tanto de
singular es conocer su significado, y por tanto en parte conocer su refe- tener condiciones de verdad, en realidad no lo hacen porque incluyen
rente. Ahora bien, es necesario decir algo más sobre el conocimiento del expresiones sin significado. (12)-(14), sin embargo, tienen intuitiva-
referente que constituye la comprensión de un término singular: los mente condiciones de verdad; podemos representarnos cómo sería un
referentes de los términos singulares se conocen necesariamente cono- estado de cosas cuya existencia les conferiría el carácter de verdaderos.
ciendo a la vez tipos que los individualizan. Cabe así la posibilidad de La atribución a los términos singulares, además de referencia, de un
que dos términos singulares ('Héspero' y 'Fósforo') tengan el mismo sentido que la determina, es compatible con esa intuición. Esto consti-
referente, y sin embargo no se entienda lo mismo al considerarlos; por- tuye por tanto un dato confirmatorio de la teoría fregeana. Lo que
que al entender uno se individualiza al referente a través de un tipo distingue a (12)-(14) de los versos del poema de Carroll es que los tér-
(cuerpo prominentemente luminoso, visible algunos días del año por po- minos singulares tienen sentido, aunque carezcan de referente.
niente tras el ocaso), y al entender el segundo se individualiza al referen- Aparentemente, la existencia de términos singulares sin referente se
te a través de un tipo diferente (cuerpo prominentemente luminoso, visi- compadece mal con las consideraciones intuitivas efectuadas a propósi-
ble algunos días del año por levante al alba). Enunciados que resulten así to de (l)-(3) que llevan a considerar al referente una parte esencial del
de sustituir el uno por el otro tendrán diferente valor cognoscitivo, y significado de tales términos. Cabría quizás rechazar la apariencia así.
por tanto expresarán diferentes proposiciones. Los referentes de términos singulares como los que hasta aquí han ser-
Los fregeanos ofrecen otros dos argumentos a favor de su teoría, el vido de ilustración son entidades objetivas, con una naturaleza inde-
primero basado en la existencia de términos sin referente, el segundo en pendiente de nuestra capacidad de representárnoslos y mencionarlos en
el discurso indirecto. Algunos enunciados contienen términos singula- nuestro discurso. Para mencionarlos debemos categorizarlos de una
res sin referente. Se puede proferir (12) creyendo señalar una superficie manera que los identifique suficientemente para nosotros; por eso no es
coloreada, cuando en realidad se padece un postefecto alucinatorio, posible referir a ellos sin asociar a los términos que usamos para ese fin
resultado de haber mirado durante un tiempo prolongado a una su- un sentido (un tipo individualizador); y por eso es posible que en dife-
perficie azul. Según muchos, el legendario bardo escocés que se men- rentes enunciados se mencione el mismo objeto, tipificándolo de ma-
ciona en (13) es una invención de románticos de esa nacionalidad del neras diferentes en cada caso, y teniendo por tanto los enunciados dife-
siglo xvm, quienes habrían producido sus presuntos poemas. En rente potencial cognoscitivo. En algunos casos, errónea pero justifica-
cuanto a 'Vulcano', es un término que introdujeron los científicos a damente, puede parecemos que hemos individualizado un objeto
principios del siglo xx para referirse mediante él a un planeta nunca tipificándolo, como ilustran los ejemplos (12)-(14). Ahora bien, la po-
observado, que (pensaban) causa alteraciones de otro modo inexplica- sibilidad de cometer estos disculpables errores cognoscitivos depende
bles de la órbita de Mercurio, cuando las alteraciones sólo se debían a de que no sean la norma, sino la excepción; depende de que, en los
que la teoría que utilizaban para calcular esa órbita no era completa- casos paradigmáticos, realmente individualicemos objetos mediante
mente adecuada. los tipos asociados a los términos que usamos para referir.

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Se llama contextos indirectos, o de actitud preposicional, a los re- encuentren la marca o ésta aparezca en nuestros pensamientos poda-
gidos por verbos que requieren una subordinada substantiva, como los mos pensaren ese objeto individual»; los nombres propios se «adjuntan
verbos principales de (15) y (16); los contextos indirectos consiguientes a los objetos mismos, con independencia de cualquier atributo del ob-
aparecen subrayados: jeto», «con el fin de permitir a los objetos individuales ser el rema del
discurso». La concepción milliana se opone a la siguiente tesis descrip-
(15) Los babilonios creían que Héspero es visible al atardecer tivista:
(16) Sergi aseveró que Héspero es visible al atardecer
•<« DES Para cada nombre propio del lenguaje común N, existe una
Los contextos indirectos parecen constituir una excepción al prin- '& descripción el DN tal que: (i) todo usuario competente de N
cipio de sustituibilidad. Así, mientras que (15) y (16) bien podrían ser ?t" debe asociarlo, en virtud de su competencia lingüística, con
verdaderos, (17) y (18) bien podrían ser falsos: áiV' d Dtf y (ii) si TV tiene un referente o, hay exactamente un
*n D^yoesD^
(17) Los babilonios creían que Fósforo es visible al atardecer 4*
(18) Sergi aseveró que Fósforo es visible al atardecer Cabe advertir que DES conlleva una simplificación, que el conte-
nido descriptivo semánticamente asociado a los nombres propios ha de
Lo excepcional no es que (15)-(17) y (16)-(18), respectivamente, poder ser expresado mediante la expresión lingüística D^ Muchos fre-
puedan diferir en valor cognoscitivo. En eso, ambos pares no se distin- geanos admitirían que en algunos casos medios de expresión icónicos
guen de (7)-(8). El problema está en que pueden diferir en valor verita- podrían desempeñar mejor el papel. Por lo demás, DN puede contener
tivo. Esto es un problema porque, sea cual sea nuestra teoría del signi- otros términos singulares.
ficado, es preciso asignar a los términos singulares una referencia que En El nombrar y la necesidad, Kripke (1980) desarrolló una serie de
valide el principio de sustituibilidad, relacionada con el valor veritativo argumentos contra DES, y por consiguiente contra la teoría fregeana
de los enunciados en que aparecen. (15)-(18) presentan la misma difi- de la referencia, y propuso una teoría alternativa, cercana a los puntos de
cultad a la teoría milliana. Mas, a diferencia de esta última teoría, la de vista de Mili sobre los nombres propios (coincidentes para este caso
Frege tiene los recursos necesarios para resolver el problema. La atribu- particular con la teoría 'Pluto'-Pluto), a la que se suele denominar 'Teo-
ción a los términos singulares de sentido, además de referencia, permite ría de la Referencia Directa. Se presenta ahora uno de los argumentos
a Frege explicar lo que sucede en casos como (15)-(17) y (16)-(18) de de Kripke, el argumento semántico, seguido del esbozo alternativo de
una manera plausible. Esto constituye una segunda confirmación adi- teoría de la referencia propuesto por Kripke. Después se expondrán
cional de la teoría de Frege. Lo que propone Frege es que en los contex- otros argumentos de Kripke contra el descriptivismo, el argumento epis-
tos indirectos se produce un cambio en el referente de los términos: témico y el argumento modal.
mientras que en contextos ordinarios como (4)-(5) 'Héspero' y 'Fósfo- Una dificultad inicial para DES es que las descripciones que dife-
ro' refieren a un cuerpo celeste, y son por tanto correferenciales, en rentes hablantes asocian en todo caso con los nombres propios son di-
contextos indirectos refieren a lo que son sus sentidos en contextos ordina- ferentes; esto refleja la diferente información que los diferentes hablan-
rios; como los sentidos de 'Héspero' y 'Fósforo' en contextos ordinarios tes tienen sobre el presunto referente del nombre. A buen seguro, las
son diferentes, los referentes de estos términos en contextos indirectos son descripciones que producirían un egiptólogo y alguien con los conoci-
también diferentes. mientos de la historia egipcia que poseemos los no especialistas si se les
Examinaremos ahora las razones de los partidarios contemporá- preguntase, ¿¿z quién te refieres con Nefertiti'? serían diferentes. Incluso el
neos de la teoría de John Stuart Mili (1982, 20-22): «un nombre pro- mismo hablante en diferentes momentos de tiempo podría producir
pio no es sino una marca sin significado que conectamos en nuestras diferentes descripciones, si su conocimiento del referente hubiese cam-
mentes con la idea del objeto, con el fin de que cuando nuestros ojos biado en el intervalo. Los ejemplos elegidos por Frege ('la estrella de la

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mañana y 'la estrella de la tarde') no son en absoluto representativos. do con DES. Pues es al menos coherentemente concebible que la des-
Frege admite que hay aquí una cierta dificultad, en cuanto que su teo- cripción que los hablantes competentes asocian típicamente con
rías implica que personas que asocian diferente información con un 'William Harvey denote un individuo distinto del referente de 'William
nombre propio dado hablan por ello diferentes lenguajes, de modo Harvey'.
que la comunicación entre ellos sólo puede ser parcial. Pero considera que Que la situación descrita sea perfectamente concebible es consis-
la dificultad no resulta de su teoría, sino de cómo son las cosas. Kripke tente con los dos hechos mencionados antes como dificultades para
señala que la dificultad mencionada apunta a otra, más dañina para DES. Lo que el ejemplo pone de relieve es que el referente de los nom-
DES; la situación del vulgo en lo que respecta a un término como 'Ne- bres propios no es el objeto al que remite la información individualiza-
fertiti' sirve para ilustrar un primer aspecto de la objeción de Kripke. La dora que los hablantes asocian con el nombre; pues esa información
objeción es que, para muchos de los nombres que usamos cotidiana- puede remitir a alguien distinto del referente del nombre. Es así expli-
mente, ni siquiera seríamos capaces de proporcionar una descripción cable que, en algunos casos ('Ramsés VIH') un nombre pueda tener
acorde con DES. Si se nos preguntase quién era Nefertiti, qué sabemos referente, aunque los hablantes no lo asocien con información indivi-
de ella, a lo sumo estaríamos en posición de mencionar términos como dualizadora alguna; y no constituye ninguna dificultad el que, en otros
'reina epipcia; pero sabemos que este término no significa un tipo in- casos, diferentes hablantes asocien al nombre diferentes informaciones,
dividualizador. David Kaplan (1973, n. 9) ofrece como ejemplo paten- porque la información asociada es en todo caso semánticamente inerte;
te de este hecho la entrada en una enciclopedia para 'Ramsés VIH': no determina por tanto que se esté o no usando el mismo lenguaje.
faraón egipcio del que nada se sabe. Kripke no se limita a cuestionar DES, sino que ofrece una propues-
El primer aspecto del argumento semántico de Kripke contra DES ta alternativa respecto de cómo se determina el referente de los nombres
es así esta observación: en muchos casos, un hablante puede usar com- propios. En la propuesta de Kripke desempeñan un papel importante
petentemente el nombre propio Ny sin ser capaz de indicar una descrip- actos lingüísticos concretos, que involucran ejemplares específicos del
ción el D^ Presumiblemente, el nombre tiene sin embargo un referen- nombre-tipo en cuestión, a los que Kripke denomina, metafóricamen-
te; si es así, las teorías de Frege y Russell no pueden explicar cómo se te, 'bautismos iniciales'; se trata de actos asociados a frases del tipo: en
determina en esos casos el referente. virtud del presente acto, este individuo se llama TV'. Consideremos un
El segundo aspecto del argumento semántico de Kripke es que, ejemplo anterior, 'William Harvey'. En este caso podría tratarse de
incluso en los casos en que un hablante sí asocia con un nombre TV una un bautismo en el sentido literal, religioso, del término. Mas la genera-
descripción el Z^que identifica un individuo, el individuo así identifi- lización de la idea requiere darle a la noción un carácter metafórico;
cado no tiene por qué ser el referente del nombre TV en el lenguaje. pues también contempla Kripke bautismos en que se introduce un
Tomemos, por ejemplo, el nombre 'William Harvey'. Un hablante que nombre señalando a un punto luminoso prominente en el firmamento,
sea capaz de asociar con él una descripción compatible con el descripti- por ejemplo; o, en el caso de las personas, bautismos en que un grupo
vismo producirá algo así como 'el que descubrió la circulación de la introduce un mote despectivo sin que el nombrado lo sepa. El bautis-
sangre'. Ahora bien, tal como usamos nombres propios como 'William mo inicial instituye la legitimidad de llevar a cabo otros actos lingüísti-
Harvey', la siguiente situación es posible: tras una exhaustiva investiga- cos concretos, en que se usan ejemplares de N; inicialmente, actos lle-
ción, un especialista publica un libro en que se establece sin lugar a vados a cabo por los participantes en el bautismo inicial, pero después
dudas que William Harvey, después de todo, no descubrió la circula- otros hablantes toman de los primeros el uso del nombre, pasando a
ción de la sangre. Un contemporáneo desconocido lo hizo en su lugar; usarlo como efecto causal && uso previo por los hablantes precedentes; y
el hombre al que llamamos 'William Harvey se apropió indebidamen- así se va transmitiendo a lo largo del tiempo el uso del nombre de unos
te del descubrimiento, arreglándoselas después para que su apropiación hablantes a otros, mientras permanezca la necesidad de comunicarse
pasara desapercibida. El que la situación sea perfectamente concebible proposiciones relativas al individuo en cuestión. Cada nuevo uso del
implica que el referente de 'William Harvey no se determina de acuer- nombre está asociado así, retrospectivamente, con una «cadena comu-

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nicativa», que remite en último extremo a través de la historia de usos teorías: el diferente valor cognoscitivo de nombres correferenciales, la
causalmente interconectados al bautismo inicial. En la propuesta de significatividad de nombres sin referente, la no-sustituibilidad de nom-
Kripke, entonces, el referente de cada uso concreto de un ejemplar del bres correferenciales en contextos indirectos. No cabe aquí examinar las
nombre TV se determina siguiendo en sentido inverso la cadena comuni- propuestas de los neo-millianos sobre estas cuestiones.
cativa que ha acabado resultando en ese uso, hasta llegar al bautismo ini- Ésta es la diferencia más significativa entre la teoría kripkeana y las
cial; el individuo objeto del acto de bautismo es el referente del nombre. propuestas descriptivistas. De acuerdo con Frege, uno no puede usar
Puede constatarse que esta teoría es congruente con los ejemplos competentemente un nombre propio sin conocer información de ca-
antidescriptivistas. La teoría explica por qué es concebible la historia rácter general que individualice al referente del nombre de entre todas
sobre que Harvey no descubrió en realidad la circulación de la sangre: las otras cosas; sin conocer atributos distintivos del referente. La propues-
incluso aunque los hablantes que hoy usan el término ' William Harvey' ta de Kripke, por contra, está en consonancia con las afirmaciones de
lo asocien con la información descriptiva el que descubrió la circulación Mili mencionadas antes; según Kripke los nombres propios se «adjun-
de la sangre, el referente no se determina relativamente a esa informa- tan a los objetos mismos, con independencia de cualquier atributo del
ción, sino relativamente a cuál sea el individuo bautizado con 'William objeto». Pues no parece que un hablante que usa competentemente un
Harvey en el origen de la cadena comunicativa que ha llevado en últi- ejemplar de 'Ramsés VIH', en consonancia con la teoría kripkeana,
mo extremo a los usos contemporáneos del nombre. Similarmente, tenga por qué conocer ningún «atributo» que distinga al referente. Úni-
para determinar quién es el referente de 'Ramsés VIH' o de 'Nefertiti' camente necesita que su uso esté conectado con el referente a través de
es irrelevante que no tengamos información descriptiva asociada a esos una cadena histórico-causal apropiada, sin requerirse ulterior conoci-
nombres, porque el referente no depende de qué información descrip- miento consciente ni de la naturaleza de tal cadena, ni de ningún otro
tiva asociemos con ellos. Y también es irrelevante que diferentes ha- dato que distinga al referente.
blantes asocien diferente información descriptiva con nombres como Veremos para concluir otros dos argumentos millianos contra el
'Aristóteles', porque esa información es ajena a la identidad semántica descriptivismo, uno de tipo epistémico y otro modal. De acuerdo con
del nombre; en la medida en que las cadenas comunicativas en que DES, todo usuario competente de un nombre propio TV debe asociar al
descansan los hablantes tengan un mismo origen, puede decirse nombre una descripción, elD^ en virtud de su competencia semántica;
que hablan un mismo lenguaje. la descripción tiene la misión de determinar el referente. Esto implica
Kripke enfatiza que la teoría, tal como se ha caracterizado, es un que, al menos en los casos en que los hablantes son capaces de producir
mero esbozo; sin refínarla, da lugar a resultados absurdos. Uno puede una descripción tal, una proposición de la forma de (19) debe ser una
llamar 'Joseph Conrad' a su ordenador, por influencia de su adquisi- verdad analítica, y, por tanto, una verdad conocida apriori:
ción previa del nombre del novelista polaco-británico, al que admira.
Aplicada sin modificaciones, la teoría histórico-causal implica que, (19)
cada vez que esta persona usa 'Joseph Conrad' con la intención de refe-
rirse a su ordenador, en realidad se refiere al novelista. Parece que, para Un caso favorable al descriptivismo es el de 'Héspero' y 'Fósforo';
que la teoría sea aplicable a un uso de un nombre propio, es preciso pues, en ambos casos, sí parece haber descripciones que todos los ha-
añadir alguna condición en el sentido de que uno no debe usar el nom- blantes competentes en el uso de los mismos asocian a ellos. (No es de
bre con intenciones referenciales opuestas a las de aquellos de quienes extrañar, pues, que Frege escogiera este ejemplo para presentar su teo-
tomó el uso del nombre; pero incluir una cláusula de este tipo amenaza ría). Se sigue del descriptivismo, entonces, que (20) es una verdad ana-
con hacer la teoría circular (para explicar qué es referir en el caso de los lítica, conocida apriori:
nombres propios, apelamos a la idea de intención referencial). El parti-
dario de la teoría histórico-causal está obligado además a ofrecer una (20) Héspero es un cuerpo prominentemente luminoso, visible
explicación alternativa a las fregeanas de los hechos que motivan esas algunos días del año por poniente tras el ocaso

116 117
Una duda que surge respecto de esta presunta implicación de que, do asociamos descripciones con un nombre propio dado, tal asociación
según el descriptivismo, alguna proposición de la forma de (19) debe no es constitutiva de nuestro conocimiento del significado del nombre.
ser conocida a priori la provoca el que cada nombre particular puede Los argumentos semántico y epistémico sugieren un último argu-
carecer de referente; esto es algo que el descriptivismo tiene en cuenta, mento antidescriptivista. El núcleo de los argumentos semántico y epis-
pues las teorías descriptivistas se proponen, entre otras cosas, con el témico es que cualquier descripción el DN que los hablantes puedan
objetivo de dar cuenta de tal posibilidad. Ahora bien, si elegimos para asociar a un nombre propio TV es semánticamente inerte: no interviene
ejemplificar la forma (19) un nombre sin referente, como 'Vulcano', no en la determinación del referente del nombre. De ahí que pueda haber
parece que en ese caso ninguna proposición que lo incluya sea verdade- nombres ('Ramsés VIH') a que los hablantes no asocian descripción
ra. Es compatible con el descriptivismo que ninguna proposición que alguna, que el que diferentes hablantes asocien diferentes descripciones
incluya un nombre sin referente es verdadera, ni siquiera aquellas a la mayoría de los nombres no implique que hablen diferentes lengua-
que ejemplifiquen (19), como (21) para el caso de Vulcano': jes, y que cualquier proposición de la forma de (22) que se pueda enun-
ciar echando mano de descripciones que los hablantes asocian con los
(21) Vulcano es una planeta interior a Mercurio que causa las apa- nombres propios no exprese conocimiento meramente semántico, ver-
rentes anomalías en la órbita de Mercurio calculada según la dades analíticas. Consideremos ahora el caso más favorable al descripti-
teoría newtoniana sin tomarlo en cuenta vismo, en que se introduce por estipulación un nombre en el lenguaje
asociado a una descripción. Supongamos que estipulamos:
Para evitar esta objeción, podemos modificar la formulación ante-
rior de la implicación de la teoría descriptivista; no se trata de que algo (24) Llamaremos 'Julius' a la persona, quienquiera que sea, que
como (19) sea analítico, sino de que lo sea algo como (22): inventó la cremallera

(22) Si N existe, entonces TV es DN El acto que se lleva a cabo mediante (24) puede considerarse análo-
go a los «bautismos iniciales» de Kripke, un acto que instituye una
Así, se sigue del descriptivismo que (23) es una verdad analítica, convención denominativa, en este caso de manera descriptiva.
conocida a priori: El descriptivismo tiene una consecuencia modal. Si el nombre N es
una mera abreviatura de la descripción elD^, entonces una proposición de
(23) Si Héspero existe, entonces Héspero es un cuerpo prominen- la forma de (19) debe tener el mismo estatuto modal que una de la forma
temente luminoso, visible algunos días del año por poniente de (25), porque, según el descriptivista, dicen exactamente lo mismo:
tras el ocaso
(25) si el D existe, el D
Y algo análogo vale para 'Vulcano'. Ahora bien, proposiciones como
(23) no parecen verdades analíticas conocidas a priori. Por el contrario, Una proposición de la forma de (25) es necesariamente verdadera; por
parecen casos paradigmáticos de proposiciones que expresan conoci- consiguiente, según el descriptivismo para todo nombre propio TV debe
miento empírico, conocimiento cuya justificación depende esencialmen- haber una proposición de la forma de (19) necesariamente verdadera.
te de la percepción. Lo mismo es incluso más claro con otros nombres Ahora bien, esta predicción no parece cumplirse ni siquiera en la situación
propios con los que asociamos descripciones; nada del tipo de Aristóteles más favorable al descriptivismo, la ilustrada por el caso de 'Julius':
es un filósofo griego discípulo de Platón que escribió la Metafísica parece
poder contar como una verdad analítica conocida a priori. (26) si Julius existe, Julius inventó la cremallera
La concepción milliana, por contra, es enteramente compatible (27) si el que inventó la cremallera existe, el que inventó la crema-
con este dato intuitivo; porque, de acuerdo con la misma, incluso cuan- llera inventó la cremallera

118 119
A diferencia de (27), (26) no parece necesariamente verdadero. De Ocaña el primer español ganador del Tour, siendo todo lo demás como
nuevo, la concepción milliana es consistente con este dato intuitivo, en el mundo real (en particular, en que Ocaña nace en Cuenca). (29) es
incompatible con el descriptivismo. Incluso cuando un nombre está verdadero respecto de situaciones posibles en que la descripción denota
asociado semánticamente con una descripción, como ocurre en el caso diferentes individuos; esto refleja el hecho de que las descripciones
de 'Julius', la descripción (dice Kripke) no es sinónima con el nombre, (como sostuvo Russell) no son verdaderamente términos singulares, sino
sino que se limita afijar el referente del nombre. La aportación del nom- que establecen relaciones cuantitativas entre los significados de predica-
bre al estado de cosas significado por (26) es, simplemente, el objeto dos. Sin embargo, y en contra del descriptivismo, al menos de acuerdo
referido por el nombre; la descripción 'el que inventó la cremallera' sólo con nuestras intuiciones semánticas los nombres propios parecen com-
tiene la función de seleccionar a ese objeto, en el mundo real en que se portarse como genuinos términos singulares, que se limitan a aportar
ha llevado a cabo la estipulación (24). Como la única aportación del su referente a la proposición significada; con las consecuencias modales
nombre a la proposición significada es el objeto, y no es una propiedad que se acaban de ilustrar.
esencial de ese objeto que inventase la cremallera, podemos concebir un
mundo posible en que (26) es falso. La descripción, sin embargo, fun-
ciona de una manera diferente (esencialmente, la explicada por la teoría 4.2. REFERENCIA Y PRESUPOSICIÓN
de las descripciones de Russell). En cada mundo posible que considere-
mos, la descripción 'el que inventó la cremallera denota a alguien en Pese a la fuerza de las objeciones de Kripke a las teorías descriptivis-
función de que sea el único inventor de la cremallera; por consiguien- tas, quedan en pie los argumentos de Frege en su favor; la concepción
te, (27) ha de resultar necesariamente verdadero. milliana del significado de los nombres propios esbozada por Kripke no
Kripke expresa esta diferencia modal entre los nombres propios y nos da ninguna indicación que permita responder a esos argumentos.
las descripciones en general diciendo que los nombres propios son, tal Introduzco a continuación una propuesta (algo más desarrollada en
y como funcionan en el lenguaje, designadores rígidos: cuando conside- García-Carpintero, 1998, 2000 y 2006), que creo constituye una teoría
ramos los mundos posibles compatibles con la verdad de un enunciado fregeana no sujeta a las objeciones de Kripke. Su capacidad de dar
que contiene un nombre propio, el nombre propio aporta siempre un cuenta de la referencia en la ficción, que se muestra en la sección si-
mismo individuo, su referente. Con las descripciones no tiene por qué guiente, es un dato en favor de las teorías descriptivistas del tipo aquí
ocurrir así, como pone de relieve la diferencia entre (26) y (27). Las representado.
diferencias en los estados de cosas significados por (28) y (29) lo ilus- El argumento modal de Kripke muestra que los nombres propios
tran también: no son sinónimos con descripciones; porque los nombres son designa-
dores rígidos, mientras que típicamente las descripciones no lo son.
(28) Federico Martín Bahamontes nació en Cuenca Pero no puede mostrar que no haya elementos descriptivos necesaria-
(29) el primer español ganador del Tour nació en Cuenca mente asociados a la comprensión de los nombres, porque hay otras
expresiones en el lenguaje, además de los nombres, que también son
Si consideramos mundos posibles compatibles con la verdad de (28), designadores rígidos pese a que su comprensión cabal conlleva enten-
en todos ellos tenemos diferentes variantes del hecho consistente en der descripciones. Un caso claro es el de los indéxicos y demostrativos.
que Bahamontes, en lugar de nacer en Toledo como de hecho ocurrió, Cuando nos referimos a alguien mediante 'ella, lo estamos describien-
nace en Cuenca. Tales mundos posibles, si por lo demás coinciden con do como siendo de género femenino; con yo', como siendo el que ha-
el mundo real en que en ellos Bahamontes también es el primer español bla; con ayer', como siendo el día anterior; con 'ese ciclista, como sien-
en ganar el Tour, son también compatibles con la verdad de (29). Pero do ciclista, etc. Estos elementos descriptivos no parecen suficientes
es también un mundo posible compatible con la verdad de (29) uno en para capturar un aspecto central de la concepción fregeana de los senti-
que Bahamontes no gana por cualquier razón el Tour de 1959, y es Luis dos que DES recoge, a saber, que los sentidos determinan la referencia;

120 121
el tipo de género femenino difícilmente identifica a nadie en particular. un indéxico (excepto quizás en el caso de verbos en presente atemporal,
Ahora bien, si atendemos al funcionamiento preciso de los indéxicos, como en afirmaciones matemáticas). A partir de ahora, cuando habla-
daremos con un elemento descriptivo que sí satisface esa exigencia. mos de expresiones, nos referimos generalmente a casos concretos, no a
Los indéxicos tienen significado en dos sentidos diferentes. En un tipos; aunque, por supuesto, los casos ejemplifican necesariamente ti-
sentido, todos los ejemplares de yo' tienen un significado común, dife- pos, y tienen las propiedades lingüísticas que tienen en virtud de pro-
rente del que tienen todos los ejemplares de tú'; en otro, cada ejemplar piedades convencionales de los tipos que ejemplifican.
de yo' puede tener un significado diferente. Cada ejemplar de 'ese ci- Consideremos ahora nuestras intuiciones semánticas sobre el con-
clista tiene como un elemento central de su significado un referente tenido proposicional de un caso de la oración (1), y comparémoslas con
específico, en el mismo sentido en que vimos que lo tiene 'George las que tenemos sobre un caso relacionado de (2), en que la expresión
OrwelF en la discusión a propósito de los ejemplos (l)-(3) de la sección en negrita hace referencia al caso de 'ese ciclista que formó parte del
anterior; atendiendo a este aspecto del significado, cada ejemplar de 'ese caso de (1):
ciclista puede tener un significado diferente. Por otro lado, todos los
ejemplares de ese tipo de expresión tienen, convencionalmente, un sig- (1) Ese ciclista nació en Cuenca
nificado común, diferente del que tienen otras expresiones (como yo', (2) El ciclista prominente en el contexto en que se ha proferido
'tu, 'esa persona, etc., que, por lo demás, pueden referir en casos con- ese ciclista nació en Cuenca
cretos a lo mismo que 'ese ciclista en casos concretos). La mejor teoría
sobre cómo funcionan los indéxicos capaz de recoger estos dos aspec- Puede apreciarse que 'ese ciclista en (el caso de) (1) se comporta
tos combina la propuesta por Hans Reichenbach (1947) con la de intuitivamente como un designador rígido; mientras que la descripción
Kaplan (1989). De acuerdo con ella, los indéxicos son expresiones correspondiente en (2) no lo hace así. Y, sin embargo, la descripción en
reflexivas del caso o caso-reflexivas para abreviar («token-reflexive»). cuestión debe estar semánticamente asociada al demostrativo; nadie
Asociada convencionalmente con cada tipo de expresión caso-reflexiva puede entender cabalmente el demostrativo, sin asociarlo de algún
hay una regla; esta regla proporciona, para cada caso dado, una des- modo con la descripción. (Algo análogo cabe decir de los llamados
cripción que identifica el referente del caso en virtud de una relación «usos referenciales» de las descripciones, cfr. Donnellan, 1966). Un
que ese referente mantiene con el mismo caso. En este sentido las reglas dato para creerlo así es que la inferencia de (1) a (2) es lógicamente vá-
son caso-reflexivas: sólo los casos, no los tipos, tienen referente, y los lida, y que (3) es lógicamente verdadera (en un sentido amplio de 'lógi-
casos están involucrados en la determinación de su propio referente. ca, en que la validez lógica va más allá de la mera validez formal):
Algunas reglas:
(3) Ese ciclista es el ciclista prominente en el contexto en que se ha
(Ryo,) Cada caso yo de 'yo' refiere a la persona que profiere. proferido ese ciclista
(Rayer.) Cada caso ayer de ayer' refiere al día anterior en que se
profiere. Así pues, nuestra caracterización teórica de las expresiones referen-
(Resedclista,) Cada caso ese ciclista de ese ciclista refiere al ciclista ciales tiene que hacer compatible el que una descripción esté semánti-
prominente cuando se profiere. camente asociada con un término referencial, con el que la descripción
y el término referencial no sean sinónimos.
De acuerdo con esta propuesta, cuando estamos ante oraciones que La teoría que mejor satisface este requisito apela a una explicación
contienen indéxicos sólo cabe atribuir las propiedades semánticas en debida a Stalnaker (1978) de lo que en lingüística se denominan
que estamos más interesados (el acto de significación que se realiza, su 'presuposiciones' y Grice denominó 'implicaturas convencionales'. Los
contenido proposicional, sus condiciones de verdad) a casos concretos actos de significación se producen relativamente a un contexto; los len-
de las mismas; esto es así casi siempre, por cuanto ya el tiempo verbal es guajes naturales echan mano de esto al incorporar expresiones caso-

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reflexivas, pues los casos de expresiones son un elemento obvio del con- Algo análogo ocurre con preferencias de otras oraciones que, como
texto. Si consideramos sólo términos indéxicos como yo', 'aquí', 'aho- la negación de (4) y (5), las incluyen, y cuyos valores veritativos depen-
ra, vemos que un contexto debe incluir además cosas tales como un den pues de los de las proposiciones expresadas por (4) y (5). Contrás-
lugar, un intervalo temporal, un hablante, una audiencia, etc. Pero bas- tense nuestras intuiciones sobre (7) y (7') en la eventualidad antes des-
ta contemplar elementos indéxicos más abstractos, como los que invo- crita (nadie comió pato), o sobre (8) y (8') si enriquecemos además la
lucran la interpretación de 'ese ciclista', Vecino' en 'el pueblo vecino' o eventualidad suponiendo que el antecedente es verdadero. Si una pro-
'todos' en 'todos bailaron, para ver que los contextos deben incluir tam- posición es falsa, su conjunción con cualquier otra también lo es; así lo
bién cosas más abstractas. La propuesta de Stalnaker es que un contexto confirman nuestras intuiciones sobre (7). En ese mismo caso, un con-
es un conjunto de proposiciones, que constituyen conocimiento, o en algu- dicional con antecedente verdadero del que la proposición es conse-
nos casos sólo conocimiento presunto (meras creencias) recíprocamente com- cuente sería falso. De nuevo, así lo testimonian nuestras intuiciones
partido por los participantes en actos de significación. Entre las proposi- sobre (8). Sin embargo, (7') y (8') no nos parecen lisa y llanamente
ciones recíprocamente conocidas habrá, por ejemplo, proposiciones de falsas, sino poco felices como (5).
re respecto de un lugar dado en el sentido de que es aquél en que se
habla, etc., con lo que el contexto en la propuesta de Stalnaker incluye (7) Sergi no estaba y Marta comió pato
también esos elementos concretos. (7') Sergi no estaba y fue Marta quien comió pato
Consideremos ahora la diferencia intuitiva entre (4) y (5): (8) Si Sergi no estaba, entonces Marta comió pato
(8') Si Sergi no estaba, entonces fue Marta quien comió pato
(4) Marta comió pato
(5) Fue Marta quien comió pato Cuando una oración está en la relación con una proposición ilus-
trada por el caso de (5) respecto de que alguien comió pato (en general,
Hay una diferencia intuitivamente perceptible entre (4) y (5). El por cualquier oración de la forma fue ... quien respecto de que al-
hablante que emite (5) se presenta como pretendiendo transmitir la guien J se dice que la presupone. Así, en todas las tríadas que siguen
información de que Marta comió pato (respecto de una situación espe- las dos primeras oraciones implican la proposición expresada por la
cífica, indéxicamente significada); en esto, (5) no difiere de (4). Dado tercera, pero la segunda, a diferencia de la primera, la presupone, como
que la proposición que Marta comió pato implica lógicamente que al- puede comprobarse aplicando los criterios anteriores:
guien comió pato, tanto al emitir (4) como al emitir (5) se implica que
alguien comió pato. Pero hay una diferencia intuitiva, relativa a esta (9) Hay exactamente un quiosco en la estación de Sans, y Sergi y
proposición, entre (4) y (5), que cabe expresar del siguiente modo. Si esta Pau se encontraron allí
última proposición es falsa (si en la situación indicada nadie comió pato), Sergi y Pau se encontraron en el quiosco de la estación de Sans
(4), que la implica, es también falsa. En el caso de (5), sin embargo, no Hay exactamente un quiosco en la estación de Sans
sentimos que sea muy apropiado clasificar (5) en tal eventualidad como (10) Pere fumaba antes y no fuma ahora
falsa; (5) no es felizmente aseverable, pero no lisa y llanamente falsa. Si Pere ha dejado de fumar
una proposición es falsa, su negación es verdadera; en la situación indica- Pere fumaba antes
da (en que nadie comió pato), la negación de (4), 'Marta no comió pato', (11) Amalia puso el loro en el congelador y sintió culpa por ello
es verdadera. Pero en esa situación nos sentimos igualmente poco incli- Amalia se arrepintió de haber puesto el loro en el congelador
nados a clasificar como verdadera la negación de (5), (6); antes bien, en Amalia puso el loro en el congelador
esa eventualidad (6) nos parece tan poco feliz como (5):
Dado que presuposiciones como las consideradas están asociadas
(6) No fue Marta quien comió pato. convencionalmente a expresiones o construcciones, y dado que intuiti-

124 125
vamente parecen afectar a nuestros juicios sobre la verdad o falsedad de ellas una cierta proposición. Como otros actos del habla, está asociado
las oraciones que incluyen esas expresiones o construcciones, algunos a normaos, quizás constitutivas, quizás meramente regulativas; la norma
teóricos han propuesto análisis semánticos, según los cuales una presu- más relegante para nuestros fines de las presuposiciones es que lo presu-
posición es una condición necesaria tanto para la verdad como para la puesto siea conocimiento mutuo.
falsedad de la proposición expresada por las oraciones que las incluyen; Lo que ocurre, pues, con (5), y lo que distingue a (5) de (4), es que
o, más radicalmente, una condición necesaria para que esas oraciones se significan con ella a la vez dos proposiciones diferentes, con fuerzas
expresen una proposición. Pero esta propuesta da lugar a muchas com- ilocutivas diferentes. Con una cierta garrulería, podemos representar lo
plicaciones; porque hay oraciones que incluyen expresiones asociadas a significado por el emisor de (5) así:
presuposiciones que son claramente verdaderas o falsas (y, por tanto,
expresan proposiciones) aunque no se cumplan las presuposiciones en (16) Dando por supuesto que alguien comió pato, asevero que Mar-
cuestión; (12)-(15) lo ilustran para todos los ejemplos precedentes: ta comió pato

(12) Si alguien comió pato, fue Marta quien comió pato (4) y (5) aseveran pues la misma proposición; se distinguen en que
(13) Hay exactamente un quiosco en la estación de Sans, y Sergi y en (5) se expresa además un acto de significación adicional hacia otra
Pau se encontraron en el mismo proposición. Lo que explica la insatisfacción intuitiva de clasificar como
(14) Si Pere fumaba antes, ha dejado de hacerlo verdadero o falso (5) en la eventualidad de que nadie comió pato es que
(15) Amalia puso el loro en el congelador, y enseguida se arrepin- no es meramente una aseveración lo que se ha llevado a cabo; la aseve-
tió de haberlo hecho ración es sólo el acto principal que se quiere llevar a cabo, la presuposi-
ción uno auxiliar. Clasificar el acto con un único término evaluativo
Stalnaker propuso un análisis dttmzúvq pragmático del fenómeno, podría fácilmente confundir. En la eventualidad supuesta, los dos actos
que yo presentaría del siguiente modo. Cuando se asevera una proposi- de significación que se llevan a cabo con (16) son incorrectos: la propo-
ción, típicamente la proposición no forma parte del contexto. Hemos sición que se da por supuesta no es en realidad parte del contexto (o el
sostenido (cfr. § 1.3) que es una norma de la aseveración, quizás mera- contexto del que es parte es inadecuado, al incluir una proposición
mente regulativa o derivada, quizás constitutiva, que uno transmite a su falsa); la aseveración es falsa. Clasificar (5) de falsa no deja claro si lo
audiencia conocimiento de la proposición aseverada; difícilmente pue- que se considera incorrecto es el acto principal, el auxiliar, o ambos.
de cumplirse esa norma si la proposición es ya parte del contexto, es Dada esta ambigüedad, sería natural pensar que al decir «falso» sólo se
decir, si es ya mutuamente conocida: todos los participantes en la con- cataloga como tal el principal, la aseveración, porque ésta es la afirma-
versación la conocen, conocen que los demás la conocen, etc. Ahora ción más informativa y pertinente que se puede hacer sobre la cuestión
bien, a veces nos resulta conveniente o incluso necesario significar una de la corrección o incorrección de (5); lo que, en la eventualidad descri-
proposición que es parte ya del contexto; podemos pensar por ejemplo ta, sería inapropiado.
que quizás los participantes en la conversación no la tengan suficiente- Con un pequeño elemento adicional, que necesitamos añadir en
mente presente en ese momento, y es necesario que atiendan a ella para cualquier caso, esta propuesta permite explicar, sin las complicaciones
que entiendan cumplidamente el acto del habla que queremos efectuar. adicionales de la concepción semántica de las presuposiciones, que
En esto consiste presuponer: es un acto de significación, como aseverar, —como ilustran (6), (7') y (8')— a veces las presuposiciones asociadas
prometer, etc., en los casos que nos ocupan auxiliar para esos otros a una oración que es parte de otra son también presuposiciones de la
actos, es decir, uno que se hace al llevar a cabo otro acto de significa- segunda, mientras que —como ilustran (12)-(15)— a veces no es así.
ción, consistente en poner de relieve una proposición como siendo ya El pequeño elemento adicional es que el contexto cambia conforme se
parte del contexto; determinadas expresiones o construcciones del len- habla, y no sólo de oración a oración, sino también en el curso de la cons-
guaje tienen la función convencional de expresar que se presupone con trucción composicional del significado de las oraciones. Trivialmente, el

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contexto cambia porque se van añadiendo nuevas expresiones lingüísti- (18) Dando por supuesto, respecto de un individuo dado, que es
cas. Esto explica, por ejemplo, que (17), lejos de ser una tautología, sea el ciclista prominente en el contexto en que se ha proferido
un enunciado informativo (imagínese que cada caso de 'ese árbol' se ese ciclista, asevero de él que nació en Cuenca
dice señalando a diferentes ramas en un bosque espeso):
Esta paráfrasis muestra que la proposición aseverada es, como en la
(17) ese árbol es ese árbol teoría milliana de las proposiciones aseveradas por nombres propios,
una proposición singular sobre un individuo concreto. En otras pala-
Un cambio menos trivial, constitutivamente asociado a la natura- bras, el estado de cosas que conferiría verdad a la aseveración concierne
leza de las aseveraciones, consiste en que cuando se asevera/?, si nadie en todos los mundos posibles al mismo individuo, quienquiera que
objeta/? pasa ipsofacto a formar parte del contexto de proposiciones que haya sido referido por demostración en el contexto en cuestión. Esto es
se consideran conocimiento recíprocamente compartido. lo que distingue a (1) de (2). (Las descripciones definidas, como (9)
Considérese el consecuente de (12); sabemos que conlleva la presu- pone de relieve, también conllevan presuposiciones. Pero se trata exclu-
posición de que alguien comió pato, es decir, que en el contexto del sivamente de presuposiciones de existencia y unicidad sobre la clase sig-
consecuente tiene que ser conocimiento recíproco que alguien comió nificada por el sintagma nominal con que se combina el descriptor. Un
pato. Ahora bien, una teoría semántica razonable de los condicionales análisis semántico del funcionamiento de las descripciones y otras expre-
dirá que, cuando se emite un condicional, la proposición significada siones cuantificativas mostraría que la proposición aseverada es aun gene-
por el antecedente se añade, a manera de supuesto, al conjunto de pro- ral, no singular: el estado de cosas que conferiría verdad a la aseveración
posiciones que constituyen el contexto. Por tanto, en el caso de (12) no involucra diferentes individuos en diferentes mundos posibles).
es preciso pensar que la oración completa también conlleva la presupo- Veamos ahora cómo esta propuesta recoge las virtudes de las teorías
sición de que alguien comió pato (es decir, que tiene que ser conocido fregeanas, sin estar sujeta a las objeciones de Kripke. La discusión entre
recíprocamente en el contexto en que se emite la oración completa que millianos y fregeanos concierne específicamente a los nombres propios,
alguien comió pato). Porque, en este caso, el antecedente introduce esa y por ahora sólo hemos hablado de indéxicos; antes de extender a los
proposición. Este mismo razonamiento no vale para (8'); en este caso, nombres propios la propuesta anterior, imaginemos que el debate con-
pues, la presuposición del consecuente es también una presuposición del cierne a indéxicos: imaginemos un milliano radical, que aplicase los
condicional completo. Consideraciones análogas explican los otros casos argumentos de Kripke también a los indéxicos. El fregeano cuyos pun-
ilustrativos. En el caso de la negación de una oración que contiene una tos de vista hemos descrito le replicaría en los siguientes términos. Res-
presuposición, que (6) ilustra, podríamos argumentar así. Sin la nega- pecto del argumento modal, hemos visto que la propuesta trata a in-
ción, la oración negada serviría para hacer dos actos de significación, re- déxicos como 'ese ciclista como designadores rígidos; la descripción
lativos a dos proposiciones diferentes; de los dos, uno, la aseveración de asociada no es parte de lo que se asevera al usar nombres propios, sino
que Marta comió pato, tiene prioridad; el otro, llamar la atención sobre de lo que se presupone, a diferencia de lo que ocurre con oraciones que
algo ya sabido, que alguien comió pato, es un acto secundario auxiliar incluyen descripciones, incluida la descripción asociada. Segundo, res-
para el anterior. Es natural entonces tomar la negación como afectando pecto del argumento epistémico, un enunciado como (3) sí parece
sólo al contenido de éste, y por tanto que la presuposición de la oración constituir conocimiento a priori; como dijimos antes, parece una ver-
negada sea la misma que la asociada a la simple. dad lógica.
Volvamos ahora a la cuestión de los elementos descriptivos de ex- Aquí es necesario hacer una matización importante. Se supone que
presiones referenciales como los indéxicos, y a las diferencias entre (1) una verdad lógica es necesariamente verdadera, verdadera en todos los
y (2). Mi propuesta es que los elementos descriptivos son parte de una mundos posibles. Ahora bien, en el sentido más inmediato de verdad
proposición presupuesta, pero no son parte de la proposición asevera- necesaria, y dado que 'ese ciclista es un designador rígido, mientras
da. Verbosamente, lo significado por (1) podría presentarse así: que no lo es la descripción asociada, (3) no es una verdad necesaria.

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Kaplan (1989) distinguió dos sentidos de 'necesidad' relevantes aquí.
las observaciones de Frege sobre los términos referenciales en la fic-
En el sentido más inmediato, yo estoy aquí ahora no es una verdad
ción, y sobre las presuposiciones que acompañan a los usos no ficti-
necesaria, dado que los indéxicos son designado res rígidos. (Algo aná-
vos, son recogidas por la propuesta en la sección siguiente. Y es fácil
logo vale respecto de yo existo'). Sin embargo, el enunciado es necesa-
ver que la teoría tiene las virtudes que Frege reclama para la teoría
riamente verdadero en el siguiente sentido: cualquiera que sea el con-
descriptiva.
texto en que se profiere, en la medida en que sea un contexto apropiado
En primer lugar, la teoría da cuenta, de acuerdo con CF> de las di-
para que tenga el significado asociado convencionalmente en castellano
ferencias en valor cognoscitivo entre, pongamos por caso, (3) y (19),
a las expresiones que incluye, el enunciado será verdadero respecto del
suponiendo que el ciclista referido en el contexto de (l)-(3) es Baha-
mundo posible que incluye el contexto en cuestión. Llamemos a este
montes, o entre (20) y (21):
sentido de la modalidad «epistémico», porque es el que está más direc-
tamente asociado a la necesidad epistémica, a lo que forma parte esen-
(19) Bahamontes es el ciclista prominente en el contexto en que se
cial del conocimiento. (3) es necesario en este sentido, aunque sea con-
ha proferido ese ciclista
tingente en el otro (al que denominaremos «metafísico»). La pertinen-
(20) Ese ciclista es idéntico a ese ciclista
cia de los adjetivos con que distinguimos los dos tipos de modalidad se
(21) Ese ciclista es idéntico a sí mismo
puede ver también en que, dado que los indéxicos son designadores
rígidos, (17) es metafísicamente necesario si es verdadero; pero clara-
Aunque las proposiciones aseveradas en el caso de (3)-(19), y (20)-(21)
mente no es epistémicamente necesario. (En general, la teoría que esta-
sean las mismas, no lo son las proposiciones presupuestas: las presupo-
mos bosquejando permite interpretar en términos de esta distinción de
siciones del contexto bastan para inferir la verdad de lo aseverado
Kaplan los famosos ejemplos kripkeanos de contingencia a priori y
con (3) y (21) —lo que explica su carácter no informativo—, pero no
necesidad a posteriori. La disparidad de modalidades se explica en
en los otros casos.
cuanto que las proposiciones que se toman en consideración, aunque
La propuesta tiene los recursos necesarios para dar cuenta del dis-
asociadas a las mismas preferencias, son diferentes).
curso indirecto y de los enunciados de existencia negativos en la línea
Volviendo al debate Frege-Kripke, en tercer lugar lo que hemos
sugerida por los otros dos argumentos fregeanos. Para desarrollar esto
dicho para el argumento epistémico se aplica también al semántico; la
sería preciso mostrar teóricamente cómo aspectos de lo que es presu-
descripción que la teoría asocia con 'ese ciclista', o cualquier otro in-
puesto cuando las expresiones aparecen en oraciones como las hasta
déxico, sí parece ser parte del conocimiento de cualquier hablante,
aquí consideradas, pueden pasar a ser parte de lo aseverado cuando
incluso aunque, por ser meramente parte de lo que se presupone, no
esas expresiones aparecen en contextos indirectos, o en contextos de
sea una descripción expresamente tematizada por los hablantes. Una
negación de existencia. Nos apartaría excesivamente del estudio de la
razón para ello es que, como se dijo, (3) es una verdad analítica, y la
ficción entrar en ello en detalle; en la siguiente sección se dirá algo
inferencia de (1) a (2) analíticamente válida, y la teoría propuesta per-
respecto del discurso sobre verdades fictivas —que guarda analogías
mite dar cuenta de ello.
con el discurso indirecto— y sobre los enunciados de existencia sobre
La teoría tiene pues respuestas plausibles a las tres críticas de Kripke
personajes ficticios.
(mejor dicho, a la versión ficticia de las mismas que estamos imaginando
Para concluir, hemos de extender lo que hemos visto a los nombres
para indéxicos; enseguida indicaremos cómo extenderla a los nombres
propios. Lo que necesitamos para hacerlo es encontrar material descrip-
propios). Es fregeana en cuanto que recoge muchas de las observaciones
tivo del que sea tan plausible pensar que está lingüísticamente asociado
de Frege sobre la referencia. En especial, cuando están involucrados
a los nombres propios, como lo es de 'el ciclista prominente en el con-
indéxicos la teoría exige que la expresión no sea meramente la expresión-
texto en que se ha proferido ese ciclista' en el caso de un ejemplar de
tipo, sino una aplicación contextualizada del tipo; Frege ofrece indica-
'ese ciclista'. Que debe haberlo lo sugiere el carácter informativo de (23)
ciones en esa dirección (cfr. Künne, 1992 y Kripke, 2008). También
frente al no informativo de (22), que por lo demás asevera la misma

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proposición tanto en la concepción milliana como en una en la línea de zonable individualizar un nombre-tipo por la convención denominati-
la expuesta para indéxicos: va que lo ha establecido. En este entendido, la regla general que gobier-
na su uso es:
(22) George Orwell se llama 'George OrwelF
(23) Eric Blair se llama 'George OrwelF Cada caso N de TV refiere al objeto llamado TV al proferir N
(es decir, al objeto determinado por la convención denominati-
¿Qué es llamarse 'George Orwell\, en general, llamarse N? Entre va que identifica al nombre Afal que se apela al proferir N.
los actos del habla está el de convenir, por el que se establecen acuerdos
entre un grupo de individuos; podemos pensar en un acuerdo como un Tal y como mostrara Putnam (1975), que el lenguaje es un instru-
intercambio de promesas, por el que cada uno se compromete a llevar mento social se manifiesta en una «división del trabajo lingüístico»,
a cabo acciones de un cierto tipo en ciertas situaciones, en tanto en consistente en que no todos los hablantes conocen todas las prácticas
cuanto los otros lleven a cabo otras (por ejemplo, conducir por la constitutivas de un cierto lenguaje. Para usar competentemente en cas-
derecha en carreteras de dos direcciones, a condición de que los otros tellano 'amura, no es preciso conocer la definición precisa de las amu-
también lo hagan). Entre los actos de convenir está el de nombrar. ras; basta saber usar términos sintáctica y semánticamente análogos, y
Nombrar es convenir en usar una cierta unidad léxica para un objeto, tener una idea general de a qué se aplica (aparejo de navegación o algo
especie, propiedad, etc.; aquí nos importan los casos de nombrar obje- así). Unos hablantes son expertos en una parte del léxico, otros en otras,
tos. Entre ellos están los «bautismos iniciales» a que se apela en la teoría y descansan colectivamente unos en el conocimiento de otros para la
de Kripke; también otros actos análogos, en que se hace partícipe a un determinación de los referentes. En la presente propuesta, son parte del
nuevo hablante (un niño, un extranjero) de una convención denomi- significado de un nombre propio los elementos descriptivos invocados
nativa ya existente. En los actos de nombrar se caracteriza descriptiva- en las convenciones asociadas a ellos; sin embargo, no todos los hablan-
mente al referente del término, de diversos modos. Cabe referir a él tes competentes del lenguaje las conocen. Para usar competentemente
ostensivamente, mediante un indéxico («llamaremos 'Gaurisaker' a esta nombres propios basta con conocer la regla general (RJ y algunas con-
montaña»), en cuyo caso la descripción es caso-reflexiva; o apelar a venciones denominativas específicas.
rasgos característicos que permiten a los hablantes distinguir al objeto Consideremos, pues, proferencias de (ejemplares de) las siguientes
de otros, en ciertas circunstancias; o usar una descripción («llamaremos oraciones, manteniendo las convenciones previas sobre uso de negritas
'Neptuno' al planeta que causa tales y cuales efectos en la órbita de Ura- para referir a ejemplares de expresiones:
no»); o, si nada de esto es apropiado, cabe «etiquetar» el referente con un
ejemplar del nombre, como hacemos con las calles, los cines, los acciden- (24) Fósforo es-idéntico-a-Héspero
tes geográficos, las habitaciones de hotel, etc. En mi propuesta, el referen- (25) El objeto llamado 'Fósforo' cuando se profiere Fósforo (es
te de cada nombre propio usado en un acto del habla no denominativo decir, el cuerpo prominentemente luminoso, visible algunos
(aseveración, orden, promesa) se determina descriptivamente por rela- días del año por levante al alba) es-idéntico-a-Héspero
ción a actos de convenir en usar ese nombre, y en último extremo por (26) Fósforo es el objeto llamado 'Fósforo' cuando se profiere Fós-
relación a las descripciones del referente invocadas en tales actos. foro (es decir, el cuerpo prominentemente luminoso, visible
Muchos objetos diferentes se llaman, o se pueden llamar, con el algunos días del año por levante al alba)
mismo nombre-tipo; hay o puede haber diferentes convenciones deno- (27) Fósforo es-idéntico-a-Fósforo
minativas independientes entre sí asociadas a la misma expresión-tipo.
El nombre-tipo, fonológica o gráficamente individualizado, que se usa La presente propuesta fregeana sostiene que el nombre propio su-
en una aseveración no determina, pues, por sí solo, qué convención jeto de (24), aunque no es sinónimo con la descripción sujeto de (25),
denominativa concreta determina su referente. Por ello, parece más ra- está lingüísticamente asociada a ella en cuanto que su uso presupo-

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ne (26). La verdad de (26) es así epistémicamente necesaria, como lo es te ahora justamente porque en el cuento no se usan nombres propios.
la validez de la inferencia de (24) a (25). Por las mismas razones expues- Más adelante volveremos sobre los ejemplos (l)-(5), pero por ahora va-
tas para el caso de los indéxicos, esta versión de la concepción fregeana mos a ilustrar la discusión con ejemplos tomados de la novela de Vargas
no está expuesta a las objeciones de Kripke, y mantiene frente a la con- Llosa Conversación en La Catedral La primera frase de la novela es (6):
cepción milliana la ventaja que ponen de relieve los tres argumentos de
Frege presentados en la sección anterior; en especial, explica el poten- (6) Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna,
cial informativo de (24) y su ausencia de (27), pese a que ambas son sin amor
verdades necesarias.
Un lector informado de la novela sabe que La Crónica designa de
hecho a un periódico realmente existente en la época en que Vargas
4.3. REFERENCIA Y FICCIÓN Llosa sitúa la novela, en el Perú de los años cincuenta del pasado siglo,
durante la dictadura de Odría, así como la avenida Tacna designa una
En sus John Locke Lectures Reference andExistence (2013), conferen- calle de Lima; 'Santiago', sin embargo, es el nombre de un personaje
cias de 1971 sólo recientemente publicadas (véase también Kripke, 2011), ficticio.
Kripke intentó hacer compatibles con una concepción milliana el uso (6) puede tener un usofictivo, éste que estamos suponiendo, como
de términos singulares para personajes ficticios como 'el lector' en ora- parte de la novela creada por Vargas Llosa; como sabemos, puede tam-
ciones ya propuestas con fines ilustrativos, como las siguientes: bién tener un uso parafictivo, cuando la usa uno de nosotros como
parte de la caracterización de la trama de la novela (por ejemplo, profe-
(i) F (el lector lee arrellanado en un sillón tapizado de verde) rida después de decir «la novela comienza ofreciéndonos los pensa-
mientos de Santiago, también llamado 'Zavalita'...»). En este uso, se-
(2) el lector que lee una novela sobre sí mismo es un personaje
ficticio de Continuidad de los parques creado por Cortázar gún los supuestos que estamos haciendo, (6) es equivalente a (7) (usan-
(3) Fc (el lector que lee una novela sobre sí mismo es un personaje do CZCcomo abreviatura del nombre de la novela):
ficticio de Continuidad de los parques creado por Cortázar)
(4) el lector que lee una novela sobre sí mismo en Continuidad de (7) Fdc (desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida
los parques nunca ha existido en realidad Tacna, sin amor)
(5) F (el lector que lee una novela sobre sí mismo en Continuidad
de los parques nunca ha existido en realidad) (7) es pues análogo a (1). Por otra parte, (8) y (10) son ejemplos de
usos metafictivos relativos a Conversación en La Catedral cuyo carácter
Un tratamiento aceptable debe asignar a las oraciones condiciones como tales se pone de relieve en cuanto que, mientras que son intuiti-
de verdad satisfechas en el caso de las oraciones intuitivamente verdade- vamente aseveraciones verdaderas, al igual que (6) en su uso parafictivo,
ras (1), (2) y (4), no satisfechas en el caso de (3) y (5). su verdad no se puede explicar en cuanto que sean equivalentes a (9)
El uso de descripciones definidas como el lector que leer una no- y (1 1), respectivamente; pues estos últimos son aseveraciones falsas:
vela sobre sí mismo' no suscita problemas filosóficos esencialmente di-
ferentes de los que suscita el uso de nombres propios u otras expresiones (8) Santiago, también llamado 'Zavalita , es un memorable alter
que en el lenguaje usado con fines aseverativos, etc., tienen la función ego creado por Vargas Llosa en Conversación en La Catedral
de referir. Sin embargo, es más conveniente, y por eso más usual, cen- ^(Santiago, también llamado 'Zavalita , es un memorable al-
trarse en ejemplos que involucran nombres propios. Continuidad en los ter ego creado por Vargas Llosa en Conversación en La Catedral)
parques, que nos ha sido muy útil para ilustrar diversos aspectos de las (10) Zavalita no existe en realidad, es sólo un personaje ficticio
cuestiones filosóficas relativas a la ficción, no nos resulta tan convenien- creado por Vargas Llosa con ciertos elementos autobiográficos

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(11) Fdc(Zavalita no existe en realidad, es sólo un personaje ficti- milliana, ser evaluable como verdadero o falso, dado que esto presupo-
cio creado por Vargas Llosa con ciertos elementos autobio-
ne tener condiciones de verdad y por tanto expresar una proposición?
gráficos) Este es el problema que plantea a la concepción milliana la verdad
de (1) y (4). (2) no presenta ningún problema a la concepción milliana,
Estos ejemplos nos servirán para ilustrar los diferentes problemas porque el nombre 'el lector que lee una novela sobre sí mismo' sí tiene
relativos a la referencia en la ficción, en especial el problema central, allí referente; pero este tratamiento no es sin más apropiado para (1)
que como vimos suscitaba Searle en el artículo anteriormente discutido
o (7), porque, necesariamente, un personaje ficticio no es una persona,
(cfr. § 2.1): ¿cómo es que podemos hacer aseveraciones verdaderas, y en las ficciones que estamos considerando el lector y Zavalita son
utilizando nombres aparentemente sin referente, como Zavalita? Saúl personas; ni para (4) y (10), porque qua personajes ficticios el lector y
Kripke en Reference and Existence, y Van Inwagen (1977), proponen Zavalita sí existen en realidad. (Más adelante diremos algo de los trata-
teorías similares, que vamos a discutir. mientos neo-meinongianos del enunciado incrustado en (1), que pres-
Las conferencias de Kripke contienen muchas observaciones inte- cinden del operador «es fictivo en...» y tratan a los nombres fictivos en
resantes tomadas luego por otros autores, algunas de las cuales han sido ellos como denotando también personajes ficticios).
incorporadas en la propuesta que vengo haciendo. Kripke sostiene que
Una posibilidad alternativa compatible con la concepción milliana
las ficciones están constituidas por actos del habla fingidos, aseveracio- sería sostener que en (1) y (4), (7) y (10) 'Santiago' está implícitamente
nes en especial. Kripke defiende también que, de este modo, se crean mencionado y no usado; esos enunciados no tratan en realidad de nin-
objetos de un nuevo tipo (digamos, siguiendo aThomasson (1999) y guna presunta persona, sino que son enunciados metalingüísticos sobre
Bonomi (1998), «objetos culturales»), integrantes de pleno derecho de el nombre 'Santiago'. Pero Kripke, correctamente, rechaza esta posibi-
la realidad, a los que podemos referirnos como a cualquier otro objeto, lidad, porque quien emite enunciados como (1) y (4), (7) y (10) no está
usualmente con las mismas expresiones que se usan en los actos de signi- meramente hablando de un término. Así, cuando uno hace una suposi-
ficación fingidos que constituyen la obra de ficción, como sucede en los ción contrafáctica contemplando que Santiago hubiera existido, no está
enunciados metafictivos (2) y (4), (8) y (10). Por último, Kripke indica meramente contemplando la posibilidad de que el término 'Santiago'
que oraciones del lenguaje natural como 'el lector lee arrellanado en un hubiera tenido un referente u otro; esta situación contrafáctica es exce-
sillón tapizado de verde' o 'Zavalita mira la avenida Tacna sin amor' son sivamente poco restrictiva, como para dar cuenta de lo que uno está
ambiguas; pueden interpretarse como expresando (apelando a la compli- realmente suponiendo en el caso descrito.
cidad de la audiencia, en virtud de una suerte de confabulación implícita La propuesta de Kripke contempla que, pese a que (p (a) no expresa
por la que, como propone Walton (1990), participamos del fingimiento ninguna proposición cuando a carece de referente, uno puede sin em-
iniciado por el generador de la ficción), una proposiciónparafictiva bargo construir una descripción indefinida inteligible de proposicio-
como (1) o (7), o una metafictiva como (2) u (8); en este caso, sería nes, «una proposición cualquiera que dice de a que (p(...)», haciendo lo
verdadera en ambas lecturas (aunque para que lo sea en la lectura me- que caracteriza como «un uso cuasi-intencional» de a. Así, en (1) se
tafictiva hemos de interpretarla de la manera que se explica en el exa- estaría diciendo que una proposición cualquiera que le atribuye a San-
men de las teorías neo-meinongianas al final de esta sección). tiago haber estudiado filología es fictiva en Conversación en La Catedral;
Pese a estas importantes aportaciones a la comprensión de la fic- en (4), que no hay ninguna proposición verdadera que atribuya a San-
ción, recogidas después en parte por autores como Evans (1982), Lewis tiago existencia. Esta propuesta va en la buena dirección; la que se hará
(1978/1983), Searle (1974/1979) o Walton (1990), es claro que la obra de después puede verse como una elaboración de la misma. La dificultad
Kripke fracasa en su objetivo principal, y que su millianismo es respon- para la concepción milliana está en que etiquetar de 'cuasi-intencional'
sable de ello. Presento el problema de una manera general. Sea <p (a) un el uso de 'Santiago' en estas afirmaciones meramente señala dónde está el
enunciado cualquiera que incluye el término a, un nombre propio sin problema, sin contribuir en nada a resolverlo. Es sólo gracias a su carác-
referente. ¿Cómo puede <p(a) en tal caso, suponiendo la concepción ter fregeano que la teoría bosquejada en la sección anterior puede hacer

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la propuesta que se expone enseguida. Cómo la descripción indefinida asociado al caso apropiado del demostrativo 'esta botella. En el contex-
«una proposición cualquiera que dice de a que <p (...)» pueda ser inteli- to descrito, B entiende una proposición así. Sin embargo, B no ha en-
gible en la concepción milliana, supuesto que a no tiene referente, y tendido plenamente el sentido que A le da al demostrativo que usa. Ello
que no está mencionado sino usado, no se aclara aludiendo a un «uso se debe a que hay otra proposición presupuesta, que expresaría una
cuasi-intencional»; el milliano tiene la obligación de explicarnos esto de preferencia de (14) —aunque quizás una representación visual fuese
manera consistente con sus supuestos teóricos. Que ni siquiera Kripke más eficaz— que sólo la audiencia pretendida de A, que ve adonde seña-
haya sido capaz de hacerlo (lo que probablemente explica que las con- la A, puede comprender. No es que el sentido del demostrativo recogido
ferencias hayan permanecido tanto tiempo inéditas) sugiere lo que en (13) no satisfaga DES; adviértase que lo hace, que, dado el contexto,
a priori parece más probable: que no puede hacerse. identifica plenamente el referente. Es que se esperaba que la audiencia
Vamos a ver ahora que, en contraste, la teoría antes bosquejada no obtuviese del contexto un sentido más rico con que identificar el referen-
tiene tales problemas, gracias esencialmente a su carácter fregeano, es te, y B no está en posición de captar plenamente ese sentido.
decir, a que suscribe DES, repetido a continuación: Este ejemplo ilustra que el contexto respecto del cual se determinan
las presuposiciones de los actos del habla no incluye sólo el conoci-
DES Para cada nombre propio del lenguaje común N, existe una miento compartido del lenguaje; incluye también conocimiento no
descripción elDN\A que: (i) todo usuario competente de TV específicamente lingüístico, por ejemplo conocimiento compartido so-
debe asociarlo, en virtud de su competencia lingüística, con bre lo que los hablantes perciben, y saben recíprocamente que perciben,
el D^ y (ii) si TV tiene un referente o, hay exactamente un o sobre aquello de lo que se habla recientemente en los medios, o sobre
aquello de lo que los propios participantes en la conversación han esta-
do hablando recientemente. Esto último es importante para la segunda
Para explicar el funcionamiento de los términos sin referente real observación, que se hace a continuación. Nótese que no es esencial a
como 'Santiago' en el marco de la teoría esbozada en la sección anterior, esta primera observación que el sentido adicional recogido en (14) se
debo primero hacer dos observaciones adicionales. La primera es que, obtenga por medio de la percepción, como en el ejemplo. A y su
típicamente, los sentidos presupuestos de las expresiones referenciales audiencia en la cocina podrían llevar un rato hablando de la botella
no incluyen sólo el material lingüístico presentado en la sección ante- sobre la nevera, parte de la conversación que B se ha perdido, y A usa
rior; usualmente incluyen material adicional, que se incorpora pragmá- ahora el demostrativo en (12) anafóricamente respecto de esa informa-
ticamente al contexto en virtud no del conocimiento lingüístico de los ción previa. Tal como se dijo al presentar la teoría de las presuposiciones
hablantes, sino de lo que se suele denominar «conocimiento del mun- de Stalnaker en la sección anterior, toda aseveración de uno de los par-
do», conocimiento extralingüístico. Supongamos que A emite (12), ticipantes en una conversación no cuestionada por los otros es una
señalando en una cocina donde hay más de una botella a una ubicada fuente de nuevas presuposiciones para las proferencias siguientes, pa-
sobre la nevera, y B oye la preferencia desde la habitación de al lado sin sando a ser parte del contexto.
ver qué botella se ha señalado: La segunda observación preliminar se sigue de esto: la ficción invo-
lucra, además de fingidas aseveraciones, exhortaciones, etc., presuposi-
(12) esta botella ha contenido amoníaco ciones fingidas. Las aseveraciones y otros actos del habla que generan las
(13) esta botella es la botella prominente en el contexto en que se verdades fictivas en una obra determinada son meramente fingidas; no
ha proferido esta botella pretenden transmitir conocimiento, ni son evaluables como verdaderas
(14) esta botella es la botella que está sobre la nevera o falsas. Por el procedimiento que se acaba de describir, estas aseveracio-
nes fingidas generan presuposiciones que son pues igualmente fingidas.
Una preferencia apropiada de (13) expresaría la presuposición pu- Aunque fingidamente, las aseveraciones en cuestión dan lugar a tales
ramente lingüística que, en la teoría expuesta antes, recoge el sentido presuposiciones, porque sólo así pueden explicarse muchas de las verda-

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des fictivas que constituyen una obra. Podemos verlo con el ejemplo Ambas generan presuposiciones, que es preciso retener para entender
con que mostramos en los dos capítulos precedentes que hay más ver- la obra; gracias a que incorporamos (15) al contexto en que después esta-
dades fictivas en una obra que las explícitamente enunciadas en ella, las blecemos (16), podemos interpretar correctamente la descripción el ma-
inferencias que nos llevan a establecer que es una verdad fictiva central yordomo' que aparece en ella. Pero la comprensión correcta de la obra exige
en Continuidad de los parques que la novela que el hombre lee describe la presuponer sólo fingidamente las proposiciones en cuestión, pues mientras
conspiración de su esposa y el amante de ésta para asesinarlo. Como hi- interpretamos el cuento no dejamos de saber que no existe tal mayordo-
cimos notar entonces, un elemento de esas inferencias es que el referente mo. Es menos claro qué habríamos de decir respecto de la siguiente afir-
de 'el mayordomo' cuando se nos está describiendo el contenido de la mación, que establece una presuposición de otra ficción, Conversación en
novela que lee el lector es el mismo que el de el mayordomo' con quien La Catedral; en las páginas siguientes formularemos una tesis sobre ella:
se nos dice que el lector trató «una cuestión de aparcerías». Cómo haya
de identificarse el referente de esa segunda aparición de 'el mayordomo' (17) Fclc(un caso de cla avenida Tacna refiere a una calle de Lima)
se determina a partir de lo que el narrador nos ha dicho hasta allí, de una
manera análoga a lo que ocurre con la identificación del referente de 'esta Esto concluye la presentación de las dos observaciones prelimina-
botella en la segunda versión del ejemplo precedente; es decir, anafórica- res. Llamemos ahora presuposiciones referenciales a las relativas a las pro-
mente, respecto de la información que finge darnos el narrador. posiciones que nos dan la descripción asociada lingüísticamente a un
Es preciso, por tanto, que distingamos dos tipos de presuposiciones uso de una expresión referencial, su sentido fregeano en la propuesta de
asociadas a cualquier obra de ficción. Hay presuposiciones en absoluto la sección anterior; proposiciones como la indicada en (18) de la sec-
fingidas; se trata de aquellas que (según el análisis 2 de Lewis, que estamos ción anterior, o en (18) a continuación, su análogo para (12):
dando por correcto) constituyen la obra, aquellas que determinan el con-
junto de las verdades fictivas en la obra. El «atrezo» en el sentido de Wal- (18) Dando por supuesto, respecto de un individuo dado, que es
ton que cualquier ficción requiere no es meramente físico (proferencias la botella prominente en el contexto en que se ha proferido
lingüísticas, sonidos musicales, pintura sobre el lienzo, etc.); en el caso de esta botella, asevero de él que ha contenido amoníaco
las ficciones literarias, cuyo atrezo es material lingüístico, es parte del mis-
mo todo lo requerido para interpretarlas apropiadamente. Si se usa 'ayer', La tesis central sobre la referencia y la ficción que quiero considerar
es parte del atrezo la presuposición de que el referente es un día preceden- es entonces la siguiente:
te a otro en que supuestamente se ha producido el caso de la expresión.
Además, sin embargo, la creación de ficciones conlleva presuposiciones RF Todas las presuposiciones referenciales en las obras de ficción
meramente fingidas. Las siguientes son verdades parafictivas sobre propo- son fingidas.
siciones generadas en Continuidad de los parques:
Intuitivamente, RF es correcta para el uso de nombres propios para
(15) FC (el lector lee arrellanado en un sillón de alto respaldo, de personajes ficticios. La tesis es que lo es en general, para todos los usos
terciopelo verde, de espaldas a la puerta, en una habitación de expresiones referenciales, incluidas expresiones como 'Yalta', 'aquí' o
con ventanales que dan a un parque de robles, tras haber 'esa botella'; sólo teniendo esto a la vista podemos entender correcta-
discutido una cuestión de aparcerías con su mayordomo) mente el funcionamiento de nombres propios como 'Santiago'. Las pre-
(16) FC (en la novela que el lector lee el amante encuentra al mari- suposiciones relativas a las reglas generales asociadas a las expresiones-
do que se dispone a asesinar en una habitación con ventana- tipo (como las ofrecidas a manera de ilustración en la sección precedente),
les, un sillón de alto respaldo de terciopelo verde orientado que permiten entender casos dados, no son en absoluto fingidas, pero
de espaldas a la puerta, después de atravesar un parque y ha- sí lo son aquéllas que el narrador ficticio pretende obtener a partir de
biéndose asegurado de que el mayordomo no estaría) ellas aplicando las reglas a casos dados (cfr. Frege, 1897).

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Bonomi (2008) y Kripke (Reference and Existence, especialmente la ción de que, como se dijo al comienzo de la sección 4.1, el referente es
segunda conferencia) ofrecen argumentos para justificar RE Suponga- un aspecto del significado de los términos referenciales. Que las condi-
mos que un hablante H asevera realmente (en lugar de fingir aseverarla, ciones de verdad para lo que aseveramos conciernen a un objeto par-
como hace Vargas Llosa) (6) —la oración que abre Conversación en La ticular conlleva que eso involucrado en lo que significamos sea algo que
Catedral—. Como parte de su aseveración, haría referencia a la avenida tiene, determinadamente, ciertas propiedades o sus contradictorias
Tacna. Los actos de referir, como dijera Austin, son actos auxiliares de (con independencia de que nosotros sepamos cuál de las dos posibilida-
otros actos del habla, como el de aseverar en el caso que contemplamos. des se da).
Dado nuestro interés específico en este elemento de la aseveración, po- Bonomi (2008, 3) argumenta que el uso de 'la avenida Tacna en
demos articular lo aseverado con (6) como se enuncia en (19): los actos de significación que constituyen la creación de CLC y de las
verdades fictivas en ella no parece cumplir esta condición necesaria para
(6) Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tac- que, como accesorio para un acto de significación, se haga referencia a
na, sin amor un objeto; porque sólo la clase de las verdades fictivas en la obra puede
(19) H refiere a la avenida Tacna, de la que predica que Santiago resolver la cuestión, pero tanto (21) como (22) son falsas:
la mira sin amor desde la puerta de La Crónica
(21) Fdc(la parte de la avenida Tacna que Santiago mira desde la
Ahora bien, una condición necesaria para la corrección de (19), y puerta de La Crónica incluye el Puente de Santa Ana)
por ende de la aseveración que (6) expresa, es que, pongamos por caso, (22) Fclc(la parte de la avenida Tacna que Santiago mira desde la
haya un lugar más o menos específico de la avenida Tacna que Santiago puerta de La Crónica no incluye el Puente de Santa Ana)
mira sin amor desde la puerta de La Crónica. Muchos enunciados aná-
logos a (20) deben ser verdaderos, para que (19) y por tanto (6) sean La falsedad tanto de (21) como de (22) es otro ejemplo de la inde-
verdaderas:
terminación de las ficciones, tratada en el capítulo anterior. Ahora bien,
por las razones que allí apuntamos, es dudoso que el argumento de
(20) El cruce de la calle Piura y la avenida Tacna es tal que o bien Bonomi tenga éxito. Como allá dijimos, en términos de la semántica
es parte de lo que Santiago mira sin amor desde la puerta de de mundos posibles, la indeterminación de las ficciones se reduce a que
La Crónica, o bien no lo es
no hay tal cosa como «el» mundo de la ficción: una pluralidad de mun-
dos posibles es compatible con el contenido de cualquier ficción. Algo
Esto es un caso particular de una condición general que Wolter-
similar parece estar sucediendo aquí; una pluralidad de referentes posi-
storff (1980, 140) propone para que en un acto representacional se
bles son candidatos a ser aquello que cla avenida Tacna designa en CLC;
haga realmente referencia a un objeto x: que, para cualquier propie-
pero esto parece compatible con que uno de ellos sea la avenida de
dad P, o bien x tiene P, o bien x no tiene P. Formulado el principio de esta
ese nombre que existía en Lima cuando Vargas Llosa creaba su ficción
manera tan general, es dudoso que sea verdadero. Una razón es la va-
(cfr. García-Carpintero, 2015, 165-166).
guedad; que no esté determinado de algo que sea delgado ni que no sea
La situación que hemos descrito respecto del uso en la constitución
delgado (o que sea específicamente la parte de una calle que una perso-
de una ficción de nombres que tienen un uso referencial fuera de la
na mira) no debería excluir que podamos hacer referencia a ello, como
ficción, como 'La avenida Tacna', se reproduce con los indéxicos. Al-
parte de otros actos de significación. Ahora bien, haciendo abstracción
guien que emita aseverativamente (6) hace referencia, mediante el
de estas cuestiones de vaguedad o imprecisión en la referencia de los
tiempo verbal, a un intervalo temporal en que sucede lo que se dice. La
términos, casos particulares del principio general, como (20), y otros
posibilidad de referir realmente a un intervalo temporal requiere, por
muchos análogos, sí parecen expresar condiciones necesarias para los
ejemplo, que del mismo sean verdad una de estas dos cosas: que sea si-
actos de referir. Hechos como éstos constituyen el núcleo de la intui-
multáneo con un discurso de Perón en Buenos Aires, o que no lo sea.

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Este requisito no lo satisface la generación de la verdad fictiva en CLC do con RF, esto es lo que hacen semánticamente hablando todos los
de que Santiago mira la avenida Tacna al comienzo de la narración; términos referenciales que aparecen en la ficción, 'la avenida Tacna' y
porque sólo apelando a lo que es verdad fictiva en la obra podemos re- 'hoy' incluidos, entonces el uso en la ficción de términos no presentes
solver la cuestión, y ni la proposición ni su negación son implicadas por en el discurso fuera de la ficción, como 'Santiago', no ofrece ningún
las verdades fictivas en la obra. Pero, por las razones que se acaban de problema especial; de acuerdo con RF no sólo Zavalita es un mero
apuntar, no parece que la conclusión que Bonomi quiere deducir personaje ficticio en CLC, sino que también lo son la avenida Tacna y
de esto se siga en realidad. el periódico La Crónica.
¿Cuál es entonces la función de usar en la creación de una ficción Resumamos, pues. La posibilidad de crear una obra de ficción me-
términos como 'la avenida Tacna, que tienen una función referencial diante expresiones lingüísticas requiere que el autor presuponga real-
en los actos usuales de significación, como las aseveraciones? Obvia- mente (tome como saber recíprocamente compartido con su audiencia,
mente, la de servir (de acuerdo con el análisis 2 de Lewis) para la «im- y por tanto verdaderas) toda una serie de proposiciones. Entre ellas es-
portación» a la ficción de verdades sobre el referente que son conoci- tán las proposiciones generales asociadas a los tipos de términos refe-
miento común en el contexto en que se simula hacer los actos que renciales que usa; por ejemplo, que en general un caso de 'hoy' refiere
constituyen la ficción, como (6), por medio de la presuposición no al día en que se produce. La constitución de una ficción da lugar a otras
meramente fingida (17); así, por este procedimiento se generan a partir muchas presuposiciones, meramente fingidas. Las presuposiciones refe-
de (17) verdades fictivas como (23). (Por esta razón, que sea preciso renciales asociadas a los términos referenciales usados son de este segun-
entender la identidad del narrador fictivo como coincidiendo con la del do tipo. Estos términos funcionan como descripciones encubiertas. La
autor, o meramente como alguien menos definido, en los casos en que descripción describe a su denotación, primero en los términos lingüís-
el narrador no es explícitamente uno de los personajes, depende de que ticamente asociados al término —cfr. (13) respecto de (12)—; en el
se pretenda o no que «importemos» como verdades fictivas en la obra caso de 'Santiago', por ejemplo, como alguien llamado así, es decir,
proposiciones sabidas sobre el autor). como alguien escogido por una cierta convención denominativa pro-
minente en el contexto en que el narrador finge referir usando casos del
(23) Fdc(la avenida Tacna es una de las principales calles de Lima, término. También mediante toda la información aportada por las pre-
en su centro histórico) suposiciones fingidas generadas por la obra —cfr. (14) respecto de (12)—.
En el caso de 'Santiago', toda la información sobre el personaje que se
Algo análogo vale para los indéxicos, como aquél que pretende re- puede inferir a partir del conjunto de las verdades fictivas en CLC.
ferir al tiempo en que se efectúa la narración. Si estas consideraciones Lo que aquí decimos para el uso de los términos referenciales en

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son correctas, para servir a esta función los términos indicados no pre- general, y 'Santiago' en particular, en la constitución de la ficción, se
cisan referir realmente. ¿Cuál es entonces su función semántica? La pro- aplica igualmente a nuestro uso cuando enunciamos verdades fictivas
puesta es que se trata de lo que constituye su contribución a lo que en CLC, como (7) o (23). Lejos de funcionar como un «designador rí-
Stalnaker (1978) caracteriza como una «proposición diagonal» (García- gido» en la selección de los mundos posibles en que valen todas las
Carpintero, 2006), aquellos contenidos respecto de los que operan los verdades fictivas en la obra, 'Santiago' y 'la avenida Tacna funcionan en
operadores epistémicos; es decir, el contenido de 'yo estoy aquí ahora esas afirmaciones como descripciones encubiertas, que en principio
respecto del cual es apropiado caracterizar la preferencia como (episté- pueden denotar diferentes individuos en los diferentes mundos posi-
micamente) necesaria. No es preciso para nuestros fines entrar en deta- bles compatibles con todas las verdades fictivas en la obra. Todo esto se
lles; a nuestros efectos, la contribución de esos presuntos términos sin- aplica por igual a descripciones corno 'el lector' en (1), (15) y (16).
gulares es la de la descripción que expresa su sentido, y es meramente Descripciones como ésta pueden muy bien tener un «uso referencial»
presupuesta en lo que respecta a la determinación de la proposición (Donnellan) en las aseveraciones que las incluyen, pero nunca en usos
ordinariamente aseverada con preferencias que las incluyen. Sí, de acuer- fictivos o parafictivos de las mismas. (Aunque llegan a ella por diferen-

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tes caminos, tanto Stalnaker (1978) como Lewis (1978/1983) hacen dad implícita con el generador de la ficción, esa participación en la
propuestas análogas sobre los nombres fíctivos). misma).
¿No podría el milliano adoptar una propuesta como ésta? No, sin ¿Cómo hemos de entender entonces 'Santiago' en (8), o cel lector'
modificar sustancialmente su teoría. Porque la propuesta depende esen- en (2)? A primera vista, (8) y (2) son aseveraciones singulares perfecta-
cialmente de que, ya en los usos genuinamente referenciales, los térmi- mente ordinarias sobre el mismo tipo de entidad de que en los siguien-
nos singulares llevan lingüísticamente asociado material descriptivo, tes enunciados (adaptados de los ejemplos análogos de Van Inwagen) se
que forma parte de presuposiciones referenciales efectuadas al hacerlos. hacen aseveraciones igualmente ordinarias pero de carácter genérico,
Porque hay tales descripciones ya en los usos referenciales, podemos cuantificativo:
entender cómo, cuando como ocurre en la ficción las presuposiciones
son meramente fingidas, tácitamente dejamos de entender el término (25) Algunos personajes de los cuentos de Chéjov están trazados
como uno verdaderamente referencial, para pasar a usarlo como una con mayor riqueza psicológica que cualquier personaje de
descripción encubierta. muchas novelas bien extensas
Esto nos deja aún con la tarea de explicar los usos metafictivos, (26) Chéjov y Rohmer ponen de relieve la relevancia moral de las
como (2) y (8), y, especialmente, enunciados existenciales negativos como situaciones perfectamente cotidianas en que se ven involu-
(4) y (10). Comencemos con el primer caso, más simple; seguiremos crados la mayoría de sus personajes
para ello las propuestas de van Inwagen (1977), tomando en considera-
ción también la ulterior elaboración que proporciona Thomasson El modo pues más natural de interpretar 'Santiago' en (8) y 'el lec-
(1999, cap. 7). tor' en (2) es tomarlos como términos singulares, que refieren de pleno
La falsedad del enunciado parafictivo (9) pone claramente de relie- derecho a una entidad del tipo de aquellas sobre las que se cuantifica
ve que el nombre propio 'Santiago' en (8) no puede interpretarse como en (25) y (26), un personaje ficticio. Ésta es la propuesta de Van Inwagen,
el que aparece en (24): Kripke, Tomasson y otros. ¿Qué es un personaje ficticio? Naturalmen-
te, no es una entidad concreta como un río, una montaña o una perso-
(24) Santiago estudiaba en la universidad de San Marcos na, que ocupan una región espacial definida a lo largo de su trayectoria
temporal. En la propuesta de Thomasson, un personaje ficticio no es
Tomada como expresando una verdadera aseveración, (24) no pue- tampoco una entidad abstracta atemporal, como los números o los
de contar sin más como verdadera, porque no se hace referencia a nin- conjuntos en la concepción platónica de las matemáticas. Un personaje
guna persona de quien pueda predicarse con verdad el tener ciertos es- ficticio es una entidad dependiente de una obra de ficción; necesaria-
tudios. (En el examen que sigue de las teorías meinongianas se matiza mente, existe sólo si existe una cierta obra de ficción. Una obra de fic-
esto). Pero para la interpretación de (24), como venimos constatando, ción, a su vez, no es una entidad concreta, en el sentido anteriormente
puede estarse apelando a la complicidad de la audiencia, en virtud de indicado. Una novela, una película o una pieza musical no se identifi-
esa suerte de confabulación implícita por la que, como dice Walton, can con ninguno de sus ejemplares, proyecciones o interpretaciones;
participamos del fingimiento iniciado por el generador de la ficción; en se pueden reproducir, en copias, proyecciones o interpretaciones dife-
ese caso, la aseveración que se está haciendo es del tipo de la recogida rentes. Sin embargo, una obra de ficción, no sólo una pintura o una
por el enunciado (1), (23), etc., es decir, una verdad parafictiva. (La escultura, también las novelas, películas o piezas musicales, es
teoría expuesta hasta aquí sobre la referencia en la ficción, y en los una entidad creada, con un origen temporal en el momento, más o
enunciados en que expresamos qué proposiciones son fictivas en una menos preciso, en que su autor concluye la producción del atrezo (en
obra, explica la denominación 'parafictivo' escogida para los enuncia- términos de Walton) generador de las proposiciones fictivas en ella.
dos regidos por el operador 'es fictivo en...'. La comprensión de la fun- Por ello, dos reproducciones de obras literarias conteniendo exacta-
ción de estos enunciados requiere, como insiste Walton, esa complici- mente las mismas frases pueden sin embargo ser copias de obras de

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ficción diferentes (una del «Quijote» de Cervantes y otra del «Quijote» tanto, por todo lo que sabemos, existen los números y los conjun-
del Menard de Borges). tos tanto como los ríos, montañas y personas. Un argumento similar se
De acuerdo con Thomasson & Walton, las obras de ficción son utiliza en favor del realismo científico, de la existencia de las entidades
instrumentos sociales, ontológicamente objetos tales como, por ejem- teóricas que se postulan en la ciencia, como los agujeros negros, los
plo, los electrodomésticos o los automóviles, diseñados con una fun- genes, los neutrinos, los campos de fuerza o los procesos cognitivos in-
ción o propósito constitutivo, el de suscitar la imaginación de ciertas conscientes, para oponerse a los empiristas que quisieran limitar nues-
proposiciones fictivas que, por ello, los definen. Por eso mismo, según tra ontología a entidades sensorialmente accesibles.
Thomasson también cabría asignarles un final en el tiempo, si desapa- Van Inwagen (1977) propone un argumento de este tipo en favor
recen irrecuperablemente los recursos necesarios para que se lleven a de los personajes de ficción: hemos de aceptarlos como entidades teóri-
efecto tales actos de imaginar. Las obras de ficción, como otros instru- cas de la crítica, porque la crítica (la reflexión teórica sobre las ficciones)
mentos, son entidades esencialmente estructuradas; en particular, su contiene aseveraciones como (8), (25) y (26), que expresan juicios teni-
estructura es la estructura semántica que permite construir las proposi- dos por verdaderos, y nadie ha sido capaz de producir paráfrasis de tales
ciones fictivas en ellas. Los personajes ficticios son una parte destacada afirmaciones que permita eliminar de una manera suficientemente ge-
de esa estructura; por ello dependen de las obras de ficción (y, así, el neral las referencias a personajes de ficción y la cuantificación sobre los
Don Quijote de la novela de Cervantes y el de la de Menard serían mismos. En el capítulo siguiente, después de examinar la naturaleza de
personajes diferentes). En el caso de las ficciones literarias, en este capí- la metáfora, presentaré un modo deflacionario de entender el compro-
tulo hemos dado un buen número de indicaciones sobre cómo se cons- miso con entidades ficticias que, con arreglo al tipo de argumento que
truyen sus perfiles; una descripción que recogiese el conjunto de las acabamos de presentar, adquirimos al hacer aseveraciones como las
presuposiciones asociadas a la persona llamada 'Santiago' a lo largo de mencionadas; diré entonces que tales compromisos son sólo de natura-
CLC, tal y como las determinan las proposiciones fictivas en esa obra, leza figurativa, o metafórica.
estableciendo quizás una prelación de la importancia relativa de los di- Una vez que hemos aceptado tomar el nombre 'Santiago' en (8), y
ferentes rasgos recogidos, constituiría una buena caracterización de ese la descripción 'el lector' en (2), como haciendo referencia a un persona-
personaje. je ficticio, podemos pensar en extenderlo a enunciados como (24). Po-
Los filósofos con sensibilidades nominalistas se resisten a aceptar la drían entonces contar como aseveraciones, susceptibles de verdad o
existencia de entidades no concretas tales como los personajes ficticios. falsedad, sobre personajes ficticios, sin necesidad de entenderlas para ello
El argumento de Van Inwagen y Thomasson en su favor es del mismo como los enunciados parafictivos que incluyen el operador «es fictivo
tipo que el célebre argumento de Quine en favor del platonismo en en...», como (1). Esta es la propuesta de los tratamientos neo-meinongia-
matemáticas. Nuestro discurso más serio, expresado en la forma más nos del discurso sobre la ficción. En su favor está una mayor simplicidad;
rigurosa de la que somos capaces, incluye aseveraciones que creemos visto que el tratamiento adecuado de (2) requiere la referencia a perso-
verdaderas, que constituyen de hecho una parte fundamental de lo que najes ficticios, parece que cabe una simplificación de propuestas semán-
creemos verdadero, en que se hace referencia a números y a conjuntos, ticas como las de Lewis y Walton expuestas en los dos capítulos prece-
y se cuantifica sobre ellos, en los mismos términos en que se hace refe- dentes sobre el discurso en que se caracterizan las proposiciones fictivas
rencia a ríos, montañas y personas, y se cuantifica sobre ellos. Los no- en una obra.
minalistas han intentando llevar a cabo paráfrasis de esas aseveraciones El problema con esta sugerencia es que la simplificación que ofrece
en que la referencia a entidades matemáticas y la cuantificación sobre es sólo aparente. (24) implica que Santiago-Zavalita es una persona.
ellas desaparezca; pero sólo han sido capaces de producir paráfrasis caso Pero Zavalita, de acuerdo con (8), es un personaje ficticio, y, un perso-
por caso, sin proponer un procedimiento general que nos permita ver naje ficticio no puede ser una persona. Para resolver este problema, los
cómo construir la paráfrasis en cada nuevo caso; y, además, la mayoría neo-meinongianos proponen escoger una de dos alternativas. Una es
de las paráfrasis particulares ofrecidas se han revelado inadecuadas. Por distinguir dos modos diferentes en que los objetos ficticios pueden

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ejemplificar propiedades: pueden tenerlas del mismo modo que los enunciados de más complejo análisis, como (4) y (10). Tal como diji-
otros objetos (en ese sentido, Zavalita es un personaje creado por Vargas mos, la postulación de personajes ficticios no nos sirve aquí, porque,
Llosa); o pueden tenerlas de otro modo, intuitivamente sólo en tanto entendidas (4) y (10) simplemente como enunciados metafictivos del
que en la ficción que los genera se les atribuyen esas propiedades. La tipo de (2) y (8), (4) y (10) son manifiestamente falsas; en la propuesta
otra posibilidad es distinguir dos tipos de propiedades, pero no entra- que hemos hecho, siguiendo a van Inwagen y otros, el personaje Zava-
remos en sus detalles; lo que cabe decir de ella es análogo a lo que dire- lita existe en realidad, tanto como nosotros o Vargas Llosa.
mos de la anterior. Tanto Kripke como, siguiéndole a él, Evans (1982, cap. 10) insis-
Llamemos 'ejemplificar' al primer modo en que, en la primera al- ten correctamente, contra Russell y Frege, en que el predicado existir'
ternativa, los personajes ficticios tienen propiedades, y 'atribuirse en la es lógicamente un predicado de primer orden, como 'tener hambre',
ficción generadora al segundo. Gracias a esta distinción, el neo-mei- que se caracteriza únicamente por ser siempre verdadero de todos los
nongiano puede replicar a otra objeción usual, que hacen tanto van objetos en nuestro universo (aquellos a que podemos referirnos, y sobre
Inwagen como Lewis a Meinong. La objeción es que el tratamiento
los que cuantificamos). (27) es así verdadera e, interpretada parafictiva-
neo-meinongiano de enunciados como (24) viola la lógica. Porque, mente como (5), (4) es por consiguiente igualmente falsa.
como sabemos, en el sentido en que cabe decir de Zavalita que estudia
en la universidad, hay propiedades P tales que no cabe predicar de él ni (27) Fdc (Santiago existe)
P ni -iP. Pero es una ley lógica que, para todo objeto x, P(x) o -\P(x).
Aún peor, en el caso de las ficciones contradictorias, hay propiedades P Según la explicación más compleja de Evans (op. cit.) y Walton
tales que los personajes de estas ficciones tienen tanto P como -iP. La (op. cit.y cap. 11), en el caso de (4) es preciso sobreentender un nuevo
réplica del neo-meinongiano es que las leyes lógicas se aplican sólo para
operador en general sólo implícito (aunque en (4) y (10) lo he incluido
la predicación como ejemplificarían, no como atribución en la ficción
explícitamente, por conveniencia), 'en realidad', cuya semántica describe
generadora. Evans (1982, 370) a grandes rasgos así ('EE' por enunciados existenciales):
Esta réplica es razonable. Pero pone de relieve que, una vez hechas
las necesarias distinciones, el neo-meinongiano no posee la presunta
EE Una oración S regida por cen realidad' es verdadera syss una
ventaja de un tratamiento unificado y por tanto más simple de (24), (8)
proposición expresada por una preferencia de S que es
y (2). Por el contrario, la teoría neo-meinongiana requiere interpretar la
una verdad fictiva en una ficción contextualmente indicada
predicación en (24) de un modo muy distinto a la de (8) y (2), y ente- es verdadera tout court, sin más.
ramente análogo al que nosotros hemos propuesto, viendo en (24) el
operador intensional que (1) hace explícito. Dado que los problemas
Un enunciado existencial negativo como (4) es entonces la nega-
que llevan al neo-meinongiano a postular un tipo de predicación lógi-
ción de que la proposición en cuestión sea verdadera. Dado que, tratán-
camente peculiar en (24) son los usualmente asociados a operadores inten- dose de proposiciones que son verdades fictivas, la contribución de los
sionales, y dado que postular el operador intensional «en la ficción...» tie-
términos referenciales como 'Santiago' es, como hemos expuesto, la de
ne un buen fundamento intuitivo, parece que es más bien nuestra pro-
una descripción, no es problemático concluir que (4) y (10) son verda-
puesta la que goza de las ventajas de una mayor simplicidad y unificación
deras. Lo que dice (10), así entendida, es que de hecho no hay ninguna
teórica frente a la neo-meinongiana. persona con las características atribuidas (además de la de llamarse así)
Esta discusión de las propuestas neo-meinongianas debe haber he-
a la llamada 'Zavalita' en CLC; lo análogo se aplica a (4).
cho patentes las diferencias lógicas entre enunciados como (8) y (2), a
los que llamamos metafictivos, y enunciados como (24), entendido
como propone (1), a los que llamamos parafictivos; y quizás justifiquen
un tanto el uso de esos términos. Para concluir, nos ocupamos de los

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151
CAPÍTULO 5

Metáfora, imaginación y ficción

En este capítulo presentamos una serie de cuestiones menos centra-


les: la metáfora, y su relación con la ficción, en la primera sección; la
relación entre la ficción y la experiencia emocional, en la segunda; y un
esbozo de un posible tratamiento de las ficciones visuales y musicales,
en la tercera.

5.1. LA METÁFORA

La metáfora está íntimamente ligada a la ficción, y no solo porque


sea un recurso característico de la ficción. De acuerdo con una propues-
ta de Walton (1993), la metáfora involucra una forma de hacer que o
fingimiento, el mismo que la ficción en general. La teoría que propon-
dremos aquí no va tan lejos en la asimilación, pero sí clasifica la metá-
fora con la ficción en tanto que en ambos casos se invoca un mecanis-
mo similar (actos del habla indirectos convenciónalizados), que a la vez
depende del significado literal de las palabras y lo suspende parcialmen-
te. (Recuérdense las «convenciones horizontales» de Searle).
En su artículo «What Metaphors Mean», Davidson (1978) cuestiona
teorías de la metáfora propuestas por autores como Black (1954/1955),
Goodman (1976, II, 5-8) o Beardsley (1962). La polémica entre Da-
vidson y los citados teóricos es análoga a la que enfrenta a Currie o

153
Searle, por un lado, y Walton, en el caso de la ficción, a propósito del piedades de miembros de la extensión de (parte de) j(...) (se-
papel de las intenciones del creador. Walton defiende una tesis antipsi- gún uno de sus sentidos usuales).
cologista, en que las intenciones del autor son irrelevantes; sólo es rele- (iii) La intensión de m enj(m) es el conjunto de las propieda-
vante la función del atrezo de una ficción, los actos de imaginar que des presupuestas en C de la extensión de m (según el sentido
está destinado a producir. Searle y Currie defienden una teoría más usual relevante) que no se niegan en C de los miembros de la
psicologista, en que lo que determina el contenido de una ficción (el extensión de (parte de)j(...) (según el sentido usual relevante).
conjunto de verdades fictivas en la obra) son las intenciones de quien
lleva a cabo los fingimientos no engañosos que, para Searle, conforman Se describe a estas teorías como «de interacción», «transferencia» o
una ficción. Searle atribuye un cierto papel a elementos más sociales «conversión», porque postulan un cambio, conversión o transferencia
que psicológicos, esas «convenciones horizontales» generales que según de significado, el mencionado en (iii), desencadenado por la interac-
su teoría se invocan en la ficción; pero el núcleo de lo que constituye los ción entre el fragmento metafórico y el resto de la preferencia, mencio-
contenidos fictivos está según él determinado por intenciones. Lo mis- nada en (i), de propiedades tomadas de un dominio-fuente (el de las
mo ocurre en la caracterización griceana de Currie (cfr. § 2.3). entidades en la extensión de m) a un dominio-objetivo —el constituido
Los teóricos que critica Davidson sostienen sobre la metáfora una por la extensión Áej(...)—.
posición análoga a la de Walton. Las expresiones metafóricas tienen Como ilustración de la aplicación de este tipo de teoría, considére-
significados metafóricos, de manera análoga a como las expresiones lin- se (2), tomado de una canción de J. Sabina, en la que se ha puesto en
güísticas en general los tienen convencionalmente. Qué intenciones cursiva el fragmento metafórico:
específicas tenga quien produce una metáfora es irrelevante; qué inten-
ciones le atribuya su audiencia en casos concretos es igualmente irrele- (2) Huyendo ddfrío busqué en las rebajas de enero I y hallé una
vante; los significados metafóricos tienen así, en esas teorías que critica morena bajita que no estaba mal
Davidson, una cierta objetividad, el tipo de objetividad que Walton
reclama para las verdades fictivas en una obra. Expuesto a una obra, El resto de la canción muestra que, de entre las cosas x e y a que se
uno puede ignorar verdades fictivas en ella, o erróneamente imaginar aplica literalmente 'huyendo de x busqué en/, el predicado en cuestión
proposiciones que no son verdades fictivas en la obra. Una proposición en (2) se aplica, respectivamente, a la soledad y la sección de contactos
puede ser una verdad fictiva en una obra, pese a que quien produjo la de alguna publicación. La condición (i) se cumple en este caso porque,
obra nunca tuvo la intención (si tuvo alguna) de que nadie imaginase tomadas las expresiones en cursiva en su sentido literal, cuando refu-
esa proposición. Algo análogo ocurre con los significados metafóricos giándose del frío uno se dedica a curiosear en las rebajas de enero, no
según los teóricos criticados por Davidson. La posición que defiende encuentra en ellas mujeres morenas, bajitas o no. En cuanto a (ii), el
Davidson está en las antípodas de esta, yendo mucho más lejos en la frío comparte con la soledad propiedades como el desagrado que pro-
dirección psicologista de lo que lo hace en el caso de la ficción la posi- duce en los seres humanos sentirlos, por contraste con sus opuestos; y
ción de Searle o Currie. las rebajas de enero comparten con las secciones de contactos el que
He aquí una versión particular (debida a Beardsley) del tipo de teoría típicamente uno no espera dar en ellas con las piezas más valiosas en las
que cuestiona Davidson: categorías respectivas de las que cabe encontrar allí, aunque (o al menos
eso sugiere la canción) cabe quizás con algo de suerte conseguir algo
(1) Un fragmento metafórico m de una fraseffin) proferida en un realmente valioso de manera entonces menos costosa que por el proce-
contexto Ces una parte dej(m) (quizás impropia) tal que: so usual para ello. En cuanto a (iii), los términos en cursiva pasan en
(i) La combinación de m yj(..J es ilegítima en C. este caso a significar las características indicadas; 'frío' pasa a significar
(ii) Algunas de las propiedades presupuestas en C de la exten- algo desagradable, y 'las rebajas de enero' una situación en que sólo por
sión de m (según uno de sus sentidos usuales) podrían ser pro- suerte cabe encontrar algo de valor. El dominio-objetivo de los estados

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solitarios pasa a adquirir así propiedades del dominio-fuente de las cir- en una conversación sobre la situación política en Corea, un coreano
cunstancias estacionales. dice (4), es natural entender que lo que asevera deplorar es la división
Confío en que esta ilustración indique cómo aplicar la teoría a de Corea en dos Estados:
otros casos típicos, como 'Julieta es el sol' (Shakespeare), 'Paco es un
cerdo (acervo popular), '¡Oh más dura que mármol a mis quejas I y al (4) Deploro la existencia del paralelo 38
encendido fuego en que me quemo I más helada que nieve. Calatea!' (Gar-
cilaso) o 'Ir de nuevo al jardín cerrado, / que tras los arcos de la tapia, / Mas (4) no se usa literalmente en castellano para deplorar la divi-
entre magnolios, limoneros, / guarda el encanto de las aguas. / Oír de sión de Corea en dos Estados. El significado de una frase en una
nuevo en el silencio, / vivo de trinos y de hojas, / el susurro tibio del aire lengua resulta de los significados que tienen convencionalmente en
/ donde las almas viejas flotan (Cernuda). Tampoco presentan especiales esa lengua las unidades léxicas y otros recursos sintácticos que la con-
problemas ejemplos como (3), en que casi todas las palabras son meta- forman. Como dijimos en 1.2, en la concepción de Grice, construir
fóricas: frases mediante unidades léxicas y otros recursos sintácticos que tienen
convencionalmente un cierto significado es uno más de los recursos de
(3) Menos aún me importan las sagradas mayúsculas, el Mal que que disponen los hablantes para llevar a cabo sus intenciones comunica-
se ha encarnado en el icono de un torturador que ama la ópe- tivas (junto a otros nada convencionales, como matar a sinólogos llama-
ra, que tiene un gusto exquisito y no obstante disfruta con el dos 'Albert'). Ahora bien, si calculamos el significado que resulta para la
olor a carne quemada, con el grito en el límite del grito. Las frase anterior a partir del significado en castellano de las unidades léxicas
mayúsculas ciegan por el procedimiento de concentrar la mirada y otros recursos sintácticos empleados, no obtendremos ninguna referen-
en la punta del asta donde cuelga la bandera y dejar fuera de la cia a la división de Corea. En realidad, el castellano en sí mismo tiene
vista el ejército, las propiedades, el curso legal de la moneda, los poco que ver con cómo el emisor de (4) consigue transmitir ese significa-
pasaportes (B. Gopegui, Lo real, 13) do; podría haberse transmitido utilizando expresiones de otra lengua
cualquiera, con tal de que significasen en esa lengua lo mismo que la
El problema principal para esta teoría, como indica Davidson frase castellana utilizada significa convencionalmente en castellano.
(y otros autores, por ejemplo Searle, 1979), es que no distingue (o no Grice explica el fenómeno general de este tipo de significados indi-
tematiza explícitamente la distinción) entre significar j querer decir, entre rectos (sus implicaturas conversacionales, que incluirían los «actos del
el significado literal de las proferencias y lo que los hablantes pueden habla indirectos», así como muchas figuras retóricas, tales como ironías,
conseguir que digan. Por esa razón, como señala Davidson, la teoría des- atenuaciones, metáforas, metonimias y sinécdoques) en términos de un
crita no puede dar cuenta de la indeterminación y el carácter abierto de modo característico en que los hablantes consiguen manifestar sus in-
los significados metafóricos: sólo artificialmente cabe restringir los senti- tenciones comunicativas. Una conversación es un proceso cooperativo
dos adquiridos por los términos metafóricos en los ejemplos anterior- en que dos o más personas pretenden llevar a cabo actos sucesivos de
mente presentados a los que se han mencionado. Análogamente, una significación. La satisfacción de los propósitos constitutivos de tales
teoría como la descrita parece incapaz de dar cuenta del carácter «crea- actos (los postulados por la teoría del significado de Grice: producir en
tivo» de las metáforas, la idea de que con metáforas se nos puede revelar otros determinados estados psíquicos, por medio del reconocimiento
lo que no se expresaría igual mediante significados convencionales. de tales intenciones) determina ciertas máximas o principios a los que
Como ya expusimos (§ 1.2), Grice (1975/1991) ofrece una buena es de esperar se atengan los seres dotados de razón, si pretenden conse-
teoría sobre lo que los hablantes quieren decir; se trata de la teoría de las guir tales objetivos. Grice enuncia una máxima general, un «principio
(por él así llamadas) «implicaturas conversacionales», que Grice deriva cooperativo» que exige a los conversantes las contribuciones individua-
de su concepción del significado también expuesta allí. Consideremos les requeridas justamente en cada momento por el propósito de la con-
un nuevo ejemplo para ilustrar de nuevo y recordar lo allí expuesto. Si, versación en ese punto; y varias submáximas derivadas exigiéndoles

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3ADA 157
aSBLlOTECA
(con el caso de la aseveración en mente) contenido informativo, veraci- segundo matrimonio feliz y revitalizador, aunque bigamo» (1976, 73):
dad, pertinencia y claridad. para apreciar el efecto de las metáforas (las vivas, por oposición a las
En casos como el de la anterior ilustración, según Grice, los hablan- metáforas metafóricamente descritas como «muertas»), es preciso aten-
tes se atienen a estas máximas de una manera peculiarmente indirecta. der a los dos significados de la expresión que le sirve de vehículo, su
Emiten una oración de un lenguaje con un significado literal tal que, si significado literal y el «implicaturado» que adquiere por el mecanismo
su audiencia supone que es ese significado el que constituye su aporta- de la interacción. Ahí reside la «bigamia» de ese «segundo matrimonio»
ción a la conversación, estarían violando flagran temen te alguna máxi- por el que la expresión adquiere el implicaturado sentido metafórico.
ma; por otro lado, hay un significado alternativo, que en el contexto es Una propuesta de estas características es superior a la que defiende
posible inferir sin dificultad a partir del significado convencional de su Davidson —y a propuestas neodavidsonianas recientes, como la de Le-
frase y de otros datos, cuya significación en ese punto de la conversa- pore & Stone (2010)—. Davidson sostiene que sólo hay una historia
ción no violaría las máximas conversacionales; y confían al actuar así en causal, psicológica, que contar en el caso de las metáforas; Lepore &
que su audiencia, combinando las dos consideraciones previas, les in- Stone, que se trata a lo sumo de fenómenos «perlocutivos»: oímos una
terpretará como buscando significar primariamente este segundo signi- oración que tiene un cierto significado (el significado literal, el único
ficado. Así, por ejemplo, si atribuimos al emisor de (4) la intención de que Davidson reconoce), y eso genera en nosotros las interpretaciones
significar lo que la frase que usa significa literalmente en castellano, su metafóricas. «Debemos abandonar la idea de que una metáfora trans-
mite un mensaje, que tiene un contenido o significado (por supuesto,
aportación no sería (en contra de la segunda de las submáximas antes
exceptuando su significado literal) [...] El error común es fijarse en los
mencionadas) veraz; porque nadie puede deplorar la existencia de re-
contenidos de los pensamientos que la metáfora provoca, y leerlos en la
cursos geográficos tan útiles como los paralelos. Por otra parte, nadie
metáfora misma» (261); «Bromas, sueños y metáforas, al igual que un
entre la audiencia esperada para (4) puede ignorar que el paralelo men-
golpe en la cabeza, pueden hacernos apreciar un hecho; pero no por
cionado se utilizó al final de la guerra de Corea como frontera entre los
estar por, o expresar, tal hecho» (262) (la cursiva es mía). Una cosa es
dos Estados creados entonces. Así que el hablante puede confiar razo-
nablemente en que se le interprete como aportando en realidad a la negar que los significados metafóricos sean literales, y otra muy distinta
proponer una teoría en que, como ocurre en las davidsonianas, no haya
conversación el significado antes expresado, deplorar la división de Co-
criterio alguno de corrección e incorrección en cuanto a la interpreta-
rea en dos Estados.
ción de una metáfora.
Propuesta como una teoría completa de la metáfora, la explicación
griceana que se acaba de resumir no es satisfactoria, porque las metáfo- En contraste con la propuesta de Davidson, una teoría de corte
griceano que incorpore los mecanismos específicos de la metáfora como
ras siguen un proceso específico, que las distingue de otros casos de
la que hemos esbozado, en la línea de las de Searle, Kittay o Camp, está
implicatura conversacional o actos del habla indirectos en general.
en posición de explicar la distinción entre verdad y falsedad metafórica.
Kittay (1987) ha desarrollado en detalle una teoría de las metáforas que
La verdad específica de una buena metáfora está en que, como dice
puede verse como la aplicación de una teoría en la línea de la teoría de
Goodman (1976, 80), hace notar cómo cabe aplicar correctamente en
las implicaturas de Grice al caso específico de la metáfora. Aunque la
un ámbito (en el ejemplo de la canción de Sabina, el de las relaciones
propuesta específica de Kittay es mucho más rica e interesante, para
sentimentales que comienzan en una sección de contactos) conceptos
nuestros fines presentes basta contentarnos con una teoría de acuerdo
que, hasta entonces, sólo aplicábamos a otros a primera vista no relacio-
con la cual las metáforas son un tipo de implicatura conversacional que
nados (las compras en rebajas, en ese ejemplo). En el ejemplo anterior
se distingue de otros por la invocación de principios como (i)-(iii) de (1)
de Cernuda, la metáfora nos hace notar cómo los recuerdos (de «almas»
en la derivación o cálculo de la implicatura (Camp [2006] ofrece una
con quienes tuvimos relación en el pasado, nosotros mismos incluidos)
propuesta similar). Lo que tiene de superior esta propuesta a la de los
que evoca la visita a un lugar que nos fue familiar años atrás están en
teóricos de la interacción es algo metafóricamente sugerido por uno de
esos entornos prontos a ser suscitados por los objetos que en ellos se
ellos, Goodman, cuando dice que una metáfora puede considerarse «un

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hallan, antes de que la capacidad para ello desaparezca con nuestra me- musicales, como que, presumiblemente, nadie en la audiencia correrá
moria, de manera análoga a como están presentes por algún tiempo en a comprar una grabación. Nuestras intuiciones no deciden si la pieza
el aire cosas tales como las hojas o los trinos. de Cage es música o no; que lo sea o no debe determinarlo la teoría
Cabe hablar con propiedad de verdad metafórica porque una bue- globalmente mejor sobre la naturaleza de la música (es así un «despo-
na metáfora puede proporcionar conocimiento de la manera indicada; jo para el vencedor», según la afortunada metáfora de David Lewis).
pues hacer notar es factivo, no se puede hacer notar lo que no es el caso Si la teoría indicada es correcta, habrá que concluir que la pieza de
(cfr. Bergmann, 1982). Y podemos apreciar también aquí por qué las Cage no es música (es quizás sólo una «performance» mediante la que
buenas metáforas son irreductibles, por qué ninguna paráfrasis no me- se hace notar que la música consta también de silencio, o que las
tafórica tendría el mismo efecto. En parte ello se debe a que las buenas audiciones oficiales de música incluyen también ruidos extramusi-
metáforas son «abiertas»: las propiedades transferidas no se agotan en cales); en todo caso, no decide que lo sea o no lo que «intuyamos»
ningún conjunto dado que el crítico pueda mencionar (cfr. Camp, 2006). sobre este caso.
(Esto sin duda hace que la metáfora de Cernuda tenga mayor calidad Algo análogo cabe decir de las metáforas que Cooper menciona.
que la de Sabina). Pero la razón principal está en que sólo esa «bigamia» Existen diferencias relevantes con las metáforas de Shakespeare, Garci-
característica de las metáforas vivas (por usar de nuevo la afortunada laso o Cernuda. Mientras que la actitud ante una aparente metáfora
metáfora sobre las metáforas de Goodman) nos exige centrar la aten- que no entendemos de quienes hemos apreciamos a esos poetas es la de
ción en la reestructuración conceptual —en ese nuevo modo de ver lo seguir ejercitando la imaginación, en la confianza de que probablemen-
ya familiar— que la metáfora correcta efectúa. Una metáfora tal que te sus autores han visto asociaciones que se nos escapan, esta actitud
ningún esfuerzo imaginativo permite efectuar correctamente la transfe- está fuera de lugar una vez que uno sabe cuál es el juego que practican
rencia de significado literal a significado implicaturado, es por consi- los autores que menciona Cooper. Estas diferencias establecen que in-
guiente una metáfora falsa. tuitivamente no es claro si estamos o no ante metáforas: no es metodo-
En defensa de la propuesta de Davidson, Cooper (1986) cuestiona lógicamente apropiado, pues, pretender decidir entre propuestas teóri-
el intencionalismo de la teoría griceana que se acaba de proponer, con cas sobre su base.
consideraciones similares a los argumentos de Walton contra el inten- En un pasaje de Negra espalda del tiempo que citamos en la intro-
cionalismo de la teoría de la ficción de Currie. Cooper menciona casos ducción, Javier Marías asimilaba los enunciados metafóricos a las fic-
de metáforas para cuya interpretación apelar a conjeturas sobre las in- ciones: «basta con que haga [uno] un símil o una comparación o hable
tenciones de los autores está fuera de la cuestión, no porque las desco- figuradamente [...] para que la ficción se deslice en la narración de
nozcamos, sino porque expresamente declararon no tenerlas: así sucede lo sucedido y lo altere y lo falsee» (op. cit., 9-10). Como indiqué al co-
con las del poeta surrealista/futurista Marinetti, quien, por ejemplo, mienzo, Kendall Walton (1993) ha defendido en detalle esta teoría,
llama a las ametralladoras 'mujeres fatales' (Cooper, op. cit.y 72). invocando la concepción de la ficción como propuestas para imaginar
En respuesta a esta objeción, consideremos a manera de analogía que hemos expuesto en capítulos precedentes. En breve, quien hace
la teoría que define la música como sonidos estructurados por relaciones una metáfora nos pide que imaginemos el dominio-objetivo en térmi-
audibles por seres humanos en condiciones apropiadas. Supongamos que nos de características propias del dominio-fuente, típicamente con ob-
se aduce como contraejemplo la «composición» para piano de John jeto de hacer, indirectamente, una aseveración, o quizás otro acto del
Cage 4 minutos 33 segundos, en que el pianista se sienta delante del habla; pero el significado literal de la oración que utiliza no se asevera,
piano y se retira después de ese tiempo sin producir una sola nota. El entre otras cosas porque típicamente la aseveración sería absurda. (En
partidario de la teoría puede replicar que no es intuitivamente claro otros casos no sería absurda, pero sería trivial o irrelevante por otras
que esa «pieza» paradigmática de «arte conceptual» sea música, por razones: «ningún hombre es una isla»). En filosofía de la ciencia y filosofía
lo que no puede ser utilizada como contraejemplo. Puede mencionar de las matemáticas, diversos autores han propuesto teorías que se denomi-
características relevantes que la distinguen de casos claros de piezas nan «ficcionalistas» sobre la base de este modelo; Van Fraasen (1980) es un

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buen ejemplo de ello en el caso de las presuntas afirmaciones científicas
que parecen hacer referencia a entidades teóricas, no-observables, como
los quarks o los genes, y Field (1980 para el caso de las matemáticas. Lo 5.2. LA IMAGINACIÓN, LA VERDAD, LAS EMOCIONES
que proponen estos autores (con el fin de promover puntos de vista Y LA APRECIACIÓN DE LA FICCIÓN
empiristas y nominalistas, adversos a tomar seriamente las entidades
inobservables o abstractas) es entender los enunciados en cuestión Hasta aquí hemos desarrollado una teoría de la ficción cuyos ele-
como los que encontramos en las ficciones, o como los que contienen mentos centrales son los siguientes, (i) Hay elementos reales, un atrezo;
metáforas según la propuesta de Walton que acabamos de resumir. Es- en el caso de la literatura, preferencias escritas de oraciones de una len-
tos enunciados no serían, tomados literalmente, verdaderas afirmacio- gua, producidas en un contexto en que se dan ciertas cosas por sabidas
nes, sino meras apelaciones a nuestra imaginación; con ellos sí se puede sobre ellas, y por ende sobre el mundo extralingüístico, en especial
estar pretendiendo hacer aseveraciones, pero se trataría de aseveraciones aquellas que constituyen el significado lingüístico de las expresiones,
que se podrían formular enteramente sin hacer referencia a entidades (ii) Mediante el atrezo se fingen actos de significación tales como aseve-
inobservables o abstractas. raciones. Las denominaré «presuposiciones generadoras» a partir de
No podemos detenernos aquí a examinar los méritos de tales pro- aquí, en contraste con las presuposiciones meramente «fingidas» que se
puestas. Remito al lector a un trabajo (García-Carpintero, 2010b) en mencionan después, (iii) Las presuposiciones generadoras generan, di-
que, además de mencionar serias razones en su contra, defiendo una recta e indirectamente, una clase de verdades fictivas en la ficción en
particular versión de las mismas para el caso de los enunciados metafic- cuestión, proposiciones que la ficción tiene la función de llevarnos a
tivos de que hablamos al final del capítulo anterior, como 'Don Qui- imaginar; esta clase constituye un criterio de corrección e incorrección
jote es un personaje de ficción'. Como allá vimos, diversos filósofos para la apreciación de una ficción, (iv) Dado que las aseveraciones crean
(mencioné a Van Inwagen y a Thomasson) defienden a su propósito presuposiciones, las aseveraciones fingidas dan lugar a presuposiciones
una actitud realista sobre los personajes de ficción: son verdaderos, y su igualmente fingidas; entre ellas están las presuposiciones referenciales
verdad nos compromete con la existencia de entidades abstractas o se- asociadas a los términos referenciales que se usan en la ficción, tengan
mi-abstractas, personajes de ficción como Don Quijote. En el artículo o no esos términos un uso referencial fuera de la ficción. En esta sección
mencionado, defiendo en contra de esto una postura ficcionalista sobre trataremos de la siguiente cuestión: si la ficción es una forma de simu-
estos enunciados. Lo que hacemos en ellos es reificar a los personajes de lación o fingimiento, ¿por qué nos importa? Mucho de lo precedente
ficción, cosa que yo propongo entender como una forma de utilizar puede verse como una elaboración, con importantes correcciones, de
metafóricamente términos más «funcionales» en la estructura del len- ideas propuestas por Searle (1974/1979); esto también vale para esta
guaje y con menos contenido por ende (pero con contenido a fin de sección, en este caso a propósito de las observaciones finales de Searle.
cuentas) que términos como 'isla o Trío'. Los términos que estaríamos Existe abundante literatura empírica en que se presentan resultados
utilizando de manera figurativa serían los que constituyen lo que de investigaciones que dan una respuesta parcial a la cuestión, en la lí-
Quine denomina «el aparato de la referencia»: el signo de identidad, nea de la exploración por Walton de las similitudes entre los juegos de
los cuantificadores, el aspecto sintáctico de una expresión que indica hacer como que de los niños y la ficción. Se aduce en esa literatura, por
que se trata de una expresión referencial. Estaríamos al hacerlo mera- ejemplo, que tales fingimientos sirven como útil reproducción, a escala
mente proponiendo imaginar algo como lo que propone el realista manejable (especialmente, manejable emocionalmente) de análogas si-
—a Don Quijote, etc., como verdaderos objetos de referencia— con tuaciones reales, útil a veces por sus efectos catárticos, por servir de
el fin de hacer afirmaciones que podrían en principio expresarse (con ensayo, etc. Lo que aquí trataremos es una cuestión lógica relacionada.
la salvedad ya mencionada sobre las dificultades para parafrasear me- Nadie puede apreciar la ficción sin haber vivido la experiencia de «estar
táforas) sin tales referencias: afirmaciones sobre las obras de ficción y inmerso» en una novela, una película, etc. Este «estar inmerso» con-
sus contenidos. siste fundamentalmente en una participación sentimental, emotiva.

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Concierne a las emociones cognitivas, como la curiosidad; en una obra como pone de relieve Walton recordando \& paradoja de la tragedia. Los
de suspense, sentimos curiosidad por saber «cómo acaba la cosa», sentimientos que provoca la tragedia son emociones que no deseamos
quién cometió el crimen o qué sucedió realmente. Concierne a las vivir; no deseamos sentir compasión hacia alguien querido en análogas
emociones conativas, como el miedo o la ira. Concierne también a circunstancias a las que nos llevan a compadecer a Emma Bovary; ni
emociones morales; sentimos indignación, compasión o incluso qui- deseamos padecer nosotros vicariamente los sentimientos en cuestión
zás admiración ante Emma Bovary. Concierne a emociones vividas vi- ante una situación así realmente acaecida a un ser querido. Sin embar-
cariamente: participamos así del orgullo de los personajes, de su ver- go, podemos muy bien querer que la novela se desarrolle como de he-
güenza o contrición; cualquiera que pueda decir con Flaubert que cho lo hace, apurando nosotros al leerla hasta la última gota el cáliz de
«Madame Bovary c'est moi» comprende que el personaje se aboque a las emociones mencionadas, en lugar de que tenga un final feliz. Pode-
un destino trágico por percibir el contraste entre la vida imaginada que mos compartir la opinión que expresa Nabokov en Pnin:
desearía vivir y la que de hecho vive (en particular, la que produce su
intento de acomodar la realidad a la ficción), no en un sentido mera- Algunas personas (entre las que me cuento) odian los finales fe-
mente intelectual de «comprender», sino «poniéndose en la piel» del lices. Nos sentimos engañados. La calamidad es la norma. La fatali-
personaje, compartiendo sus emociones, hechas las traslaciones oportu- dad no se debe obstaculizar. La avalancha que detiene su curso unos
nas de circunstancias. pocos metros antes del villorrio acobardado no sólo se comporta de
¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede atemorizarnos, enorgullecer- manera antinatural, sino inmoral.
nos o producirnos curiosidad lo que sabemos existe sólo «en la imagi-
nación»? Para presentar de manera más precisa el problema, considere- Mas este gusto por los finales trágicos no es una forma censurable
mos con Walton (1990, 7) el caso particular del miedo. De acuerdo con de sadismo o masoquismo por la que hayamos de avergonzarnos, como
las teorías más plausibles de las emociones, (M) vale para casos paradig- lo sería si la abrigásemos respecto de una situación real.
máticos de miedo: Por la misma razón, no basta tampoco apelar a emociones reales
que podemos sentir ante situaciones genéricamente análogas a las de los
(M) El miedo es un estado representativo, es miedo de que/?; in- personajes ficticios, producidas por la exposición a la ficción. La lectura
volucra la creencia de que/? y de que/? es peligroso, así como de Madame Bovary puede ciertamente llevarnos a apreciar que nuestras
el deseo de que se dé lo preciso para evitar tal peligro; involu- circunstancias no son muy diferentes de las suyas, y a experimentar
cra también por último la experiencia consciente de un cierto consiguientemente las emociones pertinentes; quizás, como se ha suge-
rasgo cualitativo, asociado a la sensación de alteraciones del rido antes, sea eso lo que nos lleva a coincidir con Flaubert en que
propio cuerpo (palpitaciones, etc.). «Madame Bovary c'est moi». La visión de Tiburón puede igualmente
llevarnos a temer la presencia de escualos en las playas que frecuenta-
Cosas análogas valen para las otras emociones que hemos mencio- mos. Pero las emociones aquí son bien reales; no son en absoluto nada
nado antes; la admiración, la vergüenza, la ira, la curiosidad, involucran deseable; no son pues aquellas que dan lugar a la paradoja de la trage-
también experiencias conscientes, creencias y deseos. dia, aunque sin duda están relacionadas con ellas. (Pueden estar entre
El problema que nos ocupa lo produce el hecho de que es mera- los actos indirectos de significación producidos por la ficción).
mente una verdad fictiva que se da la situación que constituye el conte- Walton propone una vez más un tratamiento interesante de estas
nido representativo del estado emotivo, en el caso de las emociones cuestiones. Distingamos en primer lugar una obra de ficción-tipo, de
experimentadas en el curso del disfrute de una obra de ficción. El suje- sus realizaciones concretas. Es razonable pensar en la obra-tipo como
to que las experimenta no cree realmente que se den, ni tiene realmen- una norma que establece aquello común a las realizaciones correctas
te los deseos asociados. No vale decir que el sujeto ha «dejado al mar- (aquellas en que se realiza plenamente la función de la obra, es decir,
gen» transitoriamente su incredulidad, porque tal cosa no es cierta, imaginaciones de las verdades fictivas pertinentes y sólo ellas, y se reali-

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zan con éxito los actos de significación indirectos que cabe atribuir al son casos de participación lingüística por nuestra parte en una realiza-
autor). La idea central de Walton es que las realizaciones concretas in- ción de la ficción.
volucran no sólo la realización de los fingimientos que (en el caso de la La participación emocional no es, en la propuesta de Walton, nada
ficción literaria) atribuimos al narrador ficticio; involucran también ac- más que un caso particular de la participación psicológica en una reali-
tos correspondientes de fingimiento por parte del lector. Esto se debe a zación particular de la obra (y, por ende, descrita de una manera gené-
que el atrezo de una realización no incluye sólo la realización concreta rica, en la obra-tipo misma) que acabamos de describir para el caso de
de las preferencias a que se expone el espectador; involucra también un determinado tipo de estado psicológico, el conocimiento. El proble-
sucesos en el propio espectador, comenzando por su percibir las profe- ma que hemos descrito se resuelve porque lo que ocurre no es que el
rencias en cuestión, con las sensaciones conscientes consiguientes. Uso espectador sienta realmente las emociones en cuestión, sino que es me-
ahora el operador C F' con el sufijo £L(G-C, CP)5, para referirme a las ramente fictivo (en la realización concreta que constituye su interacción
verdades fictivas en una lectura mía de «Continuidad de los parques». con la obra) que lo hace.
Paralelamente a uno de nuestros ejemplos precedentes, (1), tenemos Cabe sentirse insatisfecho con esta propuesta. ¿No sentimos real-
ahora (2), y por ende (3): mente algo muy parecido al miedo, excitación sexual, etc., cuando
atendemos a una ficción? Pero ya expusimos las razones por las que ta-
(1) F (a uno se le dice que la pasión de los conspiradores era se- les sentimientos no pueden confundirse con los sentimientos paradig-
creta) máticos a que nos referimos con 'miedo', admiración, 'curiosidad',
(2) F c (se me dice que la pasión de los conspiradores era 'sorpresa, etc. Lo que sí es cierto es que los correlatos ficticios de esos
secreta) estados se parecen a ellos en muchos respectos; por ejemplo, las viven-
(3) F (sé que la pasión de los conspiradores era secreta) cias o aspectos fenoménicos que experimentamos pueden ser incluso
indistinguibles, tanto más cuanto más mantengamos la capacidad in-
Si distinguimos además qué verdades psicológicas sobre mí son ver- fantil de «sumergirnos en» la ficción. Ahora bien, esto es perfectamente
dades fictivas en un punto concreto de una lectura particular de una compatible con la propuesta de Walton. Lo esencial es recordar que, en
ficción, tenemos los elementos para explicar los fenómenos sobre la cada realización de una ficción-tipo, el atrezo incluye también sucesos
participación del espectador en la ficción que hemos mencionado, ade- (típicamente, sucesos psíquicos) en el espectador. Es un hecho sobre la
más de muchos otros. Por ejemplo, podemos distinguir que sea fictivo psicología humana que esos sucesos pueden incluir no sólo las sensacio-
en un punto de mi lectura que yo ignoro una proposición, de que sea nes visuales que experimentamos al leer la obra, sino otras tales como
fictivo en ese punto que yo sepa la negación de esa proposición, y expli- las cualidades conscientes asociadas a las emociones ficticias que veni-
car así la curiosidad o la sorpresa que experimenta el lector de una no- mos considerando.
vela policíaca; incluso, como insiste Walton, si en realidad (aunque no En la propuesta esbozada, se aprecia una ficción tanto mejor cuan-
fictivamente) ya sabe quién cometió el crimen, porque la ha leído antes tas más proposiciones fictivas en la obra-tipo se imagina uno en el cur-
o porque lo ha adivinado. Podemos entender también fenómenos so de su exposición a la misma; como acabamos de ver, esto no sólo
como los «apartes» al espectador, frecuentes en el teatro, pero también conlleva la realización en uno de estados psíquicos cognitivos o intelec-
en muchas ficciones, postmodernas o clásicas (como el Quijote, sin ir tuales. En la medida en que lo constitutivo de una ficción son las ver-
más lejos); o el fenómeno de las estrategias destinadas a producir el dades fictivas en ella, la ficción puede también proporciona conoci-
«distanciamiento» brechtiano, igualmente características de las ficcio- miento, puede ser también juzgada en términos de verdad o falsedad;
nes postmodernas (también presente en otras clásicas, como de nuevo porque en muchos casos, que un proyecto imaginativo merezca ser
el Quijote). Como se indicó en § 4.3, Walton explica del mismo modo el llevado a término depende justamente de que algunas de las proposi-
hecho de que muchas veces expresemos qué verdades son fictivas en ciones imaginadas sean verdaderas, como por ejemplo cuando nos su-
una obra sin usar ningún correlato del operador «es fictivo que...»; estos mergimos en una biografía o narración histórica, por más que sean

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ficcionalizadas. (Frayn, autor de la obra «Copenhaguen» sobre un fa- remos mano de una propuesta esencialmente en la línea de la que reali-
moso encuentro entre los físicos Bohr y Heisenberg, dice sobre el pro- za Peacocke (1987) —Hopkins (1995), Abell (2009) y Blumson (2009)
pósito de quien representa a un personaje real en una ficción: «hacer desarrollan propuestas similares—. La teoría que se va a defender aquí
explícitas ideas y sentimientos que nunca se acaban de expresar en el de las representaciones pictóricas, como la de Peacocke, distingue clara-
tráfago de la vida, y revelar la estructura subyacente de sucesos», New mente estas representaciones de las lingüísticas. Contrasta así con teo-
York Review ofBooks, 2002, 5, 23). El conocimiento y la verdad están rías convencionalistas de la representación pictórica, la más famosa de
constitutivamente implicados en la ficción en lo que respecta a las «pre- las cuales es la de Goodman (1976), que tratan a las representaciones
suposiciones generadoras» que hemos descrito como parte del atrezo, pictóricas como símbolos convencionales con ciertas características dis-
necesarias para la generación de las verdades fictivas. tintivas. (Si bien una teoría como la de Goodman permitiría también
Hemos visto también abundantes ejemplos de que en la ficción defender la propuesta sobre la ficción visual que se expone después).
«seria» el autor quiere realizar actos asertivos, evaluables por su capa- Argüiré también que esta propuesta es superior a la de Walton, e indi-
cidad para transmitir conocimiento, su verdad o falsedad. Vimos ejem- caré cómo extenderla a otros casos aparentemente difíciles, particular-
plos a propósito de «Continuidad de los parques»; los hemos menciona- mente a la música.
do en este capítulo a propósito de Madame Bovary; la película «metacine- En una concepción griceana (dejando por ahora al margen la dis-
matográfica» de Lynch Mulholland Drive es un caso análogo, pertinente tinción entre concepciones normativas y descriptivas de los actos del
en el marco de esta discusión de emociones. He propuesto tratar estos habla, § 1.3), no es esencial para realizar un acto de significación em-
casos mediante el modelo de los actos de significación indirectos estanda- plear un recurso convencional para ello, aunque éste pueda ser el caso
rizados, análogos a los significados metafóricos tratados en la sección paradigmático. Las implicaturas conversacionales (las metáforas, por
anterior. En el epílogo volveremos a abordar estas cuestiones. ejemplo, que estudiamos en la sección 5.1) o casos como el de Yu Tsun
discutido en § 1.2 son buena muestra de esto. Entre los actos de signi-
ficación que típicamente realizamos con recursos no convencionales
5.3. FICCIONES PICTÓRICAS Y MUSICALES están aquellos que involucran el tipo de signos que Peirce clasificara
de icónicos, como por ejemplo cuando indicamos a alguien el modo de
La teoría filosófica de la ficción que se ha venido presentando hasta llegar a nuestra casa dibujando un mapa. (Naturalmente, hay signos
aquí y resumimos al comienzo de la sección anterior tiene un corte icónicos que también son convencionales, símbolos en la clasificación
comunicativo. Las ficciones son esencialmente artefactos que se em- de Peirce, y algunos incluso son también índices en esa clasificación, como
plean en un cierto tipo de actos racionales, actos de significación moti- muchas señales de tráfico). Se suele describir la característica central de
vados por intenciones comunicativas en el marco de prácticas sociales los signos icónicos diciendo que se parecen a su significado (significan
sujetas a normas, destinados a producir por medio de la simulación de ejemplificando ellos mismos propiedades de sus significados, «mos-
otros actos de significación la imaginación de una serie de proposicio- trando» en el sentido del Tractatus). Ahora bien, sin decir más esto es
nes (las proposiciones fictivas en la obra), y estados psíquicos relaciona- inadecuado. Si A y B son gemelos, una pintura de A puede parecerse
dos, en particular emociones. Una propuesta así es intuitivamente tanto a A como a B (o quizás más a B), sin ser por ello una pintura
plausible para la ficción literaria, en que se emplean expresiones lingüís- de B; y B se parece a A quizás más que la pintura, sin ser él mismo
ticas de las que cabe pensar que se usan de suyo para tales actos; pero a una pintura de A.
primera vista parece mucho más dudosamente aplicable a otras ficcio- La propuesta de Peacocke tiene dos elementos fundamentales. El
nes, como el teatro, el cine, la pintura y la música. Walton, como vimos primero, que el parecido entre el signo y la proposición significada con-
(§ 2.3), objeta a las teorías comunicativas sobre esta base. siste en que la verdad de la segunda daría lugar a sensaciones mediante
Para mostrar que la teoría aquí propuesta recoge también las ficcio- las que el sujeto apreciaría conscientemente determinadas similitudes
nes no literarias, consideraremos primero el caso de las pinturas, y echa- en rasgos visuales (formas espaciales, relaciones espaciales en el espacio

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egocéntrico, colores, texturas, etc.) con respecto a los que percibe me- así acostumbrado y con el que permaneció cerrado a la misma superfi-
diante las que recibe del signo; el segundo, que el signo ha sido produ- cie, notará sensaciones cromáticas vividamente diferentes. Una de ellas
cido por el «hablante» con la intención razonable de producir en el (la que recibimos del ojo cromáticamente fatigado) es ilusoria, dado
«oyente» tal similitud conscientemente sentida entre experiencias per- que no es razonable pensar que el color de la superficie cambia con la
ceptivas. La diferencia entre significar la presencia de un perro median- alternancia en la experiencia subjetiva; nos presenta a la superficie como
te 'perro' y hacerlo mediante una imagen está en que sólo en el segundo teniendo un color que en realidad no tiene. Es ilusoria justamente por-
caso el signo ha sido producido con el propósito razonable de provocar que tiene tal contenido preposicional no verídico. Igualmente, si mira-
una experiencia visual similar de la manera indicada a la que produciría mos atentamente una superficie con un color intenso (rojo de nuevo)
la presencia de un perro. durante un tiempo, y luego miramos rápidamente a una superficie
Lo característico de esta teoría es su carácter perceptivo. Percibir es blanca más amplia ubicada más o menos a la distancia a que estaba la
una forma de juzgar. ¿Qué la distingue de otras, como recordar, o juz- superficie coloreada, «veremos» en la superficie blanca una superficie de
gar de una manera puramente intelectual? Sin duda, la presencia de tamaño similar con el color complementario (verde), menos saturado y
sensaciones en determinadas modalidades (visuales, auditivas, táctiles, brillante. Este es un caso de vivencia alucinatoria; de nuevo, su carácter
olfativas, propioceptivas, etc.). Comparemos dos situaciones. En la pri- no verídico depende de que tenga un contenido proposicional, de que
mera, un sujeto A está expuesto a dos líneas de la misma longitud que nos presente una superficie verde no saturada a cierta distancia de uno.
producen en él la ilusión de Müller-Lyer y, no advertido del carácter La propuesta de Peacocke, pues, está en la línea de las teorías que
ilusorio de su experiencia, juzga que una línea es más larga que la otra. explican la representación pictórica en términos de «ver A como B» o
En la segunda, un sujeto más experimentado B, en la misma situación, «ver B en A» (Wollheim, 1980). Pues ver A como B consiste en ver A,
rechaza el testimonio de sus sentidos y juzga que las dos líneas tienen sintiendo a la vez conscientemente vivencias análogas en respectos vi-
posiblemente la misma longitud. El primer juicio es un juicio percepti- suales pertinentes a las que produciría B. (Ver un cubo con cierta orien-
vo, aunque erróneo; A no puede estar percibiendo realmente que una tación en un diseño de Necker, o ver el diseño como un cubo con
línea es más larga que otra, porque no se puede percibir lo que no es el cierta orientación). El análisis presupone esencialmente la presencia en
caso, aunque le parezca percibir tal cosa. El segundo es un juicio correc- la percepción de vivencias con determinados contenidos de los que el
to, pero no es un juicio perceptivo. Lo que los distingue, en tanto que sujeto atento es consciente. No hay ninguna buena razón para creer que
perceptivo el uno e intelectual el otro, es la presencia en el caso del el fundamento de la posesión de contenido por las sensaciones percep-
juicio de A de una vivencia visual, como de dos líneas una más larga tivas sea en absoluto convencional.
que la otra a cierta distancia frente a uno. Como pone de relieve el ejemplo del ojo fatigado por sobreexposi-
El ejemplo muestra que las vivencias experimentadas cuando se ción al color, para fijar el contenido pictórico de un signo es preciso
percibe (o así se lo parece al sujeto) tienen ellas mismas un contenido indicar condiciones específicas en que debe ser observado, si es que se
preposicional, del que el sujeto atento es consciente; la verdad de esa pro- ha de obtener las sensaciones cuyo contenido constituye el contenido
posición es una condición necesaria para que uno perciba, dado que del signo. Las condiciones específicas en cuestión son tanto externas
la percepción es por definición verídica. (No es una condición suficien- (cualidad de la luz, etc.) como internas (el observador debe ser un suje-
te, como lo muestra la posibilidad de alucinaciones verídicas, alucina- to con determinadas características). Así sucede con la calavera en
ciones cuyo contenido se da realmente, de manera accidental, en el Los embajadores de Holbein; las cúpulas pintadas por Tiépolo, o en gene-
entorno representado). Vivencias idénticas a las que uno tiene cuando ral las imágenes en perspectiva.
percibe, con el mismo contenido preposicional, podría tenerlas en ca- Goodman (1976) explica la representación por ejemplificación
sos de ilusión o alucinación. Si uno cierra uno de los ojos, mira atenta- como un caso particular de la representación lingüística, convencional.
mente con el otro durante un minuto a una superficie de un color in- En la representación por ejemplificación, como en la lingüística, hay
tenso (rojo, por ejemplo), y después mira alternativamente con el ojo una serie de signos con propiedades sintácticas y semánticas. Lo que la

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distingue de la lingüística en general son dos propiedades: (relativa) si bien desempeñan un papel importa en la determinación del conteni-
densidad y repleción. La densidad consiste en que los signos y sus signi- do fictivo de la obra, sean realmente verdades fictivas en la misma.
ficados estén ordenados en una dimensión tal que, entre cualesquiera Esta propuesta tiene todas las virtudes que Walton (1990, cap. 8)
dos signos (y sus respectivos significados) hay un tercero. La repleción, reclama para la suya propia. Permite distinguir la ficción literaria de la
en que el signo contenga un buen número de dimensiones significati- pictórica, y permite hacerlo como él sugiere. Así, también se sigue de
vas densas (formas, colores, texturas, distancias, direcciones, etc., en el la propuesta presentada que para determinar qué verdades son fictivas
caso visual). Las dos condiciones de Goodman (si se cualifican apropia- en un cuadro, a diferencia de una novela, uno debe llevar a cabo con el
damente la relatividad mencionada) pueden ser necesarias, pero no son cuadro indagaciones característicamente visuales (examinarlo espacial-
suficientes, como lo muestra un contraejemplo de Peacocke (1987, 405). mente siguiendo la mirada, mirarlo más de cerca, etc.); que hay errores
Este contraejemplo sugiere que una teoría correcta del contenido pictó- específicamente visuales que uno puede cometer al construir «el mun-
rico debe apelar esencialmente al contenido de vivencias perceptivas, do» de una ficción pictórica; que hay sentidos específicamente visuales
como lo hace la aquí bosquejada. de la evaluación de una ficción por su «realismo» aplicables a las ficcio-
La propuesta precedente se ha hecho con independencia de la fic- nes pictóricas.
ción; pretende analizar la naturaleza del contenido pictórico, con inde- El problema de la teoría de Walton, como señala Peacocke (1987,
pendencia de si se trata del contenido de signos usados para aseverar 391-392), es que invierte el orden razonable de la explicación de la
(mapas, diagramas, etc.) o para cualquiera de los propósitos constituti- pictoricidad. La presente propuesta explica primero la pictoricidad de
vos de otros actos de significación. Es común a todos los casos de repre- las representaciones en general, tengan o no la función de generar ver-
sentación pictórica de que p que en una comprensión apropiada el re- dades fictivas, actos específicamente visuales de imaginar, y explica des-
ceptor se imagine viendo que^>; que vea el signo como que/?, o vea que pués en términos generales estas últimas. Walton, por contra, pretende
p en el signo, es lo mínimo necesario para la representación pictórica. explicar la pictoricidad en general en términos de la generación de ver-
Además, estarán en juego las normas definitorias del acto de signifi- dades fictivas visuales, y por consiguiente no deja lugar (como el mismo
cación que esté en cuestión, aseveración, orden, promesa, etc. La aplica- reconoce, 1990, 351) para la pictoricidad no fictiva. Esto es un error: es
ción a la ficción, en la línea de la teoría bosquejada hasta aquí, resulta razonable interpretar muchas fotografías, filmes documentales y algu-
así inmediata. Lo distintivo de la ficción pictórica es que las proposicio- nos cuadros como aseveraciones, es decir, como presentados con la in-
nes fictivas más directamente generadas por el atrezo en cuestión (una tención de estar sujetos a las norma de la verdad, la potencial transmi-
disposición de colores al óleo sobre un lienzo, por ejemplo) son propo- sión de información, etc., pese a que su contenido es manifiestamente
siciones sobre lo que un espectador apropiado ve en el atrezo; como se pictórico y se distingue así del de las aseveraciones lingüísticas.
dijo en el capítulo 2, para el caso del famoso cuadro de Vermeer Mu- Lo expuesto hasta aquí se extiende inmediatamente a las ficciones
chacha con turbante (Museo de La Haya), es verdadero: cinematográficas, teatrales o escultóricas. En todas ellas se generan ver-
dades fictivas visuales. Es obvio qué distingue unas de otras: el signo es
(1) F.t(uno ve una joven que le mira, con una perla como pen- visualmente sentido como bidimensional en la pintura, tridimensional
diente) en la escultura; en el teatro el narrador utiliza como signos sucesos en que
participan objetos y personas; en el cine, sucesiones de imágenes proyec-
El enunciado incrustado no es verdadero (o, mejor, es irrelevante tadas en la pantalla que producen la ilusión de movimiento. Como en el
que lo sea o no); significa más bien una proposición que la pintura caso de la pintura, las verdades sobre lo que sucede a los personajes de la
tiene por objetivo hacernos imaginar. Otras verdades fictivas, directa- película o la obra son en la presente propuesta generadas a partir de pro-
mente sobre el contenido del cuadro, son en la presente propuesta in- posiciones fictivas de se sobre lo que uno ve en la representación o en las
directamente generadas. Como se indicó en § 4.3, la teoría de la ficción imágenes proyectadas en la pantalla, que no necesariamente son parte del
aquí defendida no tiene por qué concluir que estas proposiciones de se, contenido de la ficción (y en general no lo son).

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L

¿Qué ocurre con la pintura abstracta? En los casos expuestos hasta no están en los sonidos que producen los instrumentos. Sólo alguien
aquí, las verdades íictivas son proposiciones sobre objetos tales como con un determinado sistema perceptivo oye tales estructuras en los so-
personas, mesas, etc. Tener vivencias visuales con contenidos de este nidos. Estas son las verdades fictivas directamente generadas por las
tipo es, constitutivamente, tener a la vez pensamientos que permitirían piezas musicales; son proposiciones sobre relaciones estructurales que
a uno realizar inferencias teóricas y prácticas apropiadas a la presencia uno debe imaginar oír en los sonidos producidos. La ficción musical es
de tales objetos. Es razonable pensar, sin embargo, que hay algo en co- así también un caso percibir-como (oír-como).
mún a la situación de quien ve (en la realidad, o en una pintura) una Determinados pasajes en las piezas musicales pretenden representar
herramienta (una cizalla, por ejemplo) sabiendo lo que es, y estando contenidos que van más allá de las estructuras melódicas, armónicas o
por tanto dispuesto a realizar las inferencias teóricas y prácticas apropia- rítmicas constitutivamente fictivas en ellas; por ejemplo, sonidos no
das, y a la situación de alguien con un aparato visual similar al nuestro musicales análogos: cantos de pájaros, repiques de campanas, disparos
para quien, sin embargo, ello no es el caso (un niño salvaje, que ignora de cañón, cuernos de caza, etc.; menos obviamente, sucesos relacio-
incluso qué son las herramientas). Y es razonable pensar que eso común nados, tormentas, accesos de locura, muertes, éxtasis sexuales (como
es específicamente visual; uno y otro comparten sensaciones con conte- sucede en un pasaje central de Tristán e Isolda, memorablemente evoca-
nidos relativos a la disposición de formas, colores, texturas, etc., en el do por Alejo Carpentier en La consagración de la primavera)y etc.
espacio tridimensional ante uno. Como señala Walton (1990, 54-57), A mi juicio, lo más apropiado es tratar todos estos casos como actos de
muchas pinturas abstractas (en parte en virtud de los efectos sobre las significación indirecta (el mecanismo usualmente es el de la metáfora,
vivencias visuales estudiados por los teóricos de la Gestalt, de los que como indica Goodman (1976) y desarrolla Peacocke (2009), al igual
el caso del cubo de Necker es un buen ejemplo) tienen al menos conte- que propuse antes para las tesis morales o históricas que la ficción lite-
nidos visuales fictivos de este tipo. En un cuadro en que un círculo rojo raria puede significar. Explicaríamos así el carácter musicalmente
aparece rodeado de pintura blanca puede verse un círculo rojo sobre una inesencial que tradicionalmente les adscriben críticos «formalistas».
superficie blanca, pongamos por caso. El cuadro ha sido diseñado con Más central a la esencia de la música es la expresión de emociones,
la intención de producir en el espectador una experiencia imaginativa humores, sentimientos. La metáfora es quizás también aquí el mecanis-
visual con este contenido, tal y como ello ha sido experimentado por mo, según defienden igualmente Goodman (1976) y Peacocke (2009).
alguien (el pintor) con un aparato perceptivo que razonablemente su- Una pieza musical puede expresar tristeza, alegría, excitación o melan-
pone similar al nuestro. colía en virtud de la apreciación de similitudes entre algunos de sus
Esto nos lleva por último al caso aparentemente más difícil para rasgos estructurales (tempo, dinámica, longitud de los tonos, etc.) y
una teoría como la aquí expuesta, el de la música. Las verdades fictivas rasgos de sucesos característicos de esos estados (los movimientos de
fundamentales en este caso son análogas a las proposiciones visuales en una persona en ellos, o sus sensaciones corpóreas), a la manera en que
el caso de la pintura «abstracta». El cubo con cierta orientación que uno lo hacen las metáforas (§ 5.1): mediante la proyección de propiedades
ve en el diseño de Necker, desde el punto de vista del físico, no está de un dominio en otro.
en el diseño; alguien con un sistema perceptivo como el nuestro lo ve en Como propone Levinson (1981), esto posibilita un cierto compo-
él, de la manera que se ha dicho: el diseño le produce sensaciones como nente narrativo. Puede ser una verdad fictiva en una determinada pieza
las que le produciría un cubo en tal posición en el espacio tridimensio- musical no sólo que uno oye ciertas estructuras melódicas, armónicas o
nal. (Algo análogo vale para los diseños 3-D). En estos términos hemos rítmicas en ella, sino también que uno aprecia de esa forma que un
propuesto extender la teoría hasta aquí desarrollada a la pintura abstrac- sujeto igualmente fictivo (no necesariamente el autor, como no necesa-
ta. Ahora bien, análogamente, las estructuras temporales de sonidos riamente se identifica el autor de una ficción literaria con su narrador)
características de las piezas musicales (melódicas, armónicas, rítmicas) atraviesa por ciertos estados emotivos (una profunda melancolía que se
que percibe un espectador apropiado (uno entrenado, expuesto a la transforma en la resuelta aceptación de la condición que la provoca);
pieza el número suficiente de veces), desde el punto de vista del físico puede serlo también que el espectador experimenta consiguientemente

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L.
ciertas emociones correlativas a la expresión de aquellas, compasión,
admiración, ira, vergüenza. Cabe así entender la crítica común de que t

la expresión emocional en una pieza musical es «falsa» (edulcoradamen-


te sentimental, por ejemplo). El mecanismo es el mismo en virtud del
cual proposiciones sobre emociones del narrador o su audiencia son
fictivas en la literatura, descrito en la sección anterior. El carácter ficti-
vo, meramente imaginado de las situaciones que provocan las experien-
cias emotivas en cuestión contribuye, también aquí, a explicar nuestro
aprecio incluso de las más negativas. Es sólo fictivo, meramente imagi-
nado de manera emotivamente participativa, que se da una situación
(en el caso de la música, sólo muy genéricamente descrita) de las que
constituyen el contenido de un estado de profunda tristeza o melanco- Epílogo
lía, por ejemplo.
¿Aprender de la ficción?

En esta obra he presentado ideas centrales de la filosofía de la lite-


ratura y la ficción en general articuladas en las pasadas décadas; para
ello, he introducido algunas propuestas de las áreas centrales de la filosofía
(filosofía del lenguaje, de la mente, epistemología, ontología, filoso-
fía de las normas y los valores) presupuestas en la formulación de esas
ideas. Lo he hecho de manera comprometida, exponiendo a lo largo de
la presentación un determinado punto de vista sobre la naturaleza de la
ficción, la referencia en las ficciones, y otras cuestiones relacionadas que
he defendido en diversos artículos de investigación.
En la introducción suscitamos las cuestiones que nos iban a ocu-
par a lo largo del libro, en torno a una tesis que se da por supuesta en
la práctica cotidiana de debatir críticamente a propósito de las ficcio-
nes, pero que resulta problemática: a saber, que las ficciones contienen
verdades, que se puede adquirir conocimiento a partir de ellas, y cues-
tionarlas si nos llevan a engaño. En consonancia con estas ideas, mos-
tré con diversas ilustraciones cómo las ficciones abordan esta misma
cuestión, haciendo propuestas sobre la misma; tesis, paradójicamente,
en ocasiones contradictorias con el hecho mismo de que la ficción en
cuestión parece proponerlas. Como allí anuncié, quiero ahora volver
sobre estos temas a la luz de los materiales que hemos ido introducien-
do. Concluiré contrastando la manera en que la filosofía y las ficciones
! abordan sus, en ocasiones coincidentes (si estas propuestas son correc-
tas), temáticas.

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La tesis de que las ficciones expresan verdades, que se pueden llegar ma». Según Marías, el trasunto fictivo en Todas las almas de un portero
a conocer familiarizándose con ellas, suele denominarse cognitivismo que conoció en Oxford, a diferencia del portero real, «nunca existió,
estético. Es conveniente subdividirla en dos (Gaut, 2006): una tesis epis- o no en carne y hueso» (18); ni siquiera el escenario, Oxford, era real,
témica —que las ficciones pueden enseñarnos verdades substantivas más bien «era un Oxford sesgado, un trasunto con mi perspectiva ima-
(por oposición a trivialidades que no necesitamos que nadie nos ense- ginaria o falsa». Ni siquiera pueden confundirse el Marías real, autor de
ñe, como que hay gente celosa)— y una axiológica —que el que una Negra espalda del tiempo, con el Marías narrador fictivo de esa novela.
ficción provea conocimiento contribuye a su valor estético—. Ambas La cuestión se formula primero dubitativamente: «este relato, en que
tesis son justificadamente controvertidas, por más que nuestra práctica narrador y autor sí coincidimos y por tanto ya no sé si somos uno o si
crítica las dé por supuestas. En este epílogo resumiré las razones princi- somos dos, al menos mientras escribo» (16); pero se retoma al final de
pales que se han propuesto en contra de cada una de ellas, y esbozaré la novela, despejándose a mi juicio las dudas: «me acuerdo de lo que
mis propias respuestas, invocando para ello las ideas que he ido defen- dije hace mucho, al hablar del narrador y el autor que tienen aquí el
diendo a lo largo de esta obra. mismo nombre: ya no sé si somos uno o si somos dos, al menos mien-
Antes de presentar y discutir las objeciones, conviene distinguir tres tras escribo. Ahora sé que de esos dos posibles tendría uno que ser fic-
tipos de conocimiento que se ha argumentado que las ficciones pueden ticio» (404). Como el otro (el autor) no es ficticio (o sólo irónicamente
proporcionar, quizás suficientemente distintos entre sí. En primer lu- se puede proponer para nuestra consideración que lo sea), concluimos
gar, conocimiento fáctico o proposicional: el conocimiento que supone- que después de todo también en este caso son dos.
mos poder adquirir de las ficciones históricas o biográficas. En segundo Este último pasaje indica así que, si bien mientras escribe psicoló-
lugar, conocimiento vivencial: «poniéndonos en la piel» de los persona- gicamente el autor no puede sino «identificarse» con el narrador, re-
jes de una ficción, podemos adquirir experiencias nuevas, quizás sentir flexivamente considerada la obra como lo que es, una novela, debe con-
un tipo de terror, de celos, de indignación moral o humillación que cluirse que no pueden ser más distintos: como el portero y como
antes no habíamos sentido. En tercer lugar, conocimiento práctico, o Oxford en Todas las almas, una cosa es el modelo real, otra muy distin-
«saber-cómo»: según Nussbaum (1990), las ficciones son una especie ta su trasunto ficticio: uno y otro poseen naturalezas ontológicas dispa-
de laboratorio en que experimentamos cómo comportarnos en situa- rejas, pues el narrador o bien no existe (como sostienen sobre los perso-
ciones moralmente complejas, aprendiendo así lecciones de uso prácti- najes de ficción los ficcionalistas de que hablamos en § 4.3 y § 5.1), o
co en la vida cotidiana, un «laboratorio para el refinamiento del alma» bien, si existe, no es «de carne y hueso», sino una entidad abstracta,
(Coetzee, 1999). El segundo y tercer tipos son sin duda los más signifi- como sostienen en contraposición los realistas de que allí tratamos. En
cativos para entender el valor que muchos otorgamos a las grandes la sección tercera del capítulo cuarto mencioné diversas propuestas en
obras literarias o cinematográficas; pero para nuestros propósitos pre- la filosofía contemporánea de la ficción que suscriben estas tesis sugeri-
sentes será conveniente limitarnos a considerar el primero, más prosai- das por Marías. Yo mismo (García-Carpintero, 2015) he defendido
co y manejable. una propuesta análoga: la de que un nombre como 'Londres' o 'Napo-
Comprobamos en la introducción como en sus obras literarias león' contribuyen de manera diferente a lo que se dice cuando se hace
McEwan y Marías parecían aducir una primera razón que se suele invo- una aseveración, y cuando se crea una ficción. En el primer caso, con-
car para rechazar el componente epistémico del cognitivismo, la de lo tribuye (rígidamente, es decir, con respecto a cualquier situación posi-
que podemos designar como su disparidad ontológica: a saber, que las ble respecto de la cual nos preguntemos si la aseveración es verdadera o
ficciones no tratan de los objetos reales del mundo real, sino de entidades falsa) simplemente el referente. En el segundo, hace una contribución
de otra naturaleza: objetos ficticios habitantes de mundos ficticios, la «ne- descriptiva, algo como la entidad a la que el narrador de esta ficción se
gra espalda del tiempo» de Marías (op. cit., 362-363, 376-377, 400). Así, refiere como 'Londres o 'Napoleón.
según indicaba McEwan en la cita incluida al comienzo de la introduc- Sin embargo, de esto no se sigue en absoluto que la ficción no pue-
ción, los personajes de una novelista no son «nada aparte de ella mis- da «tratar de la realidad». También hablamos mediante descripciones

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(en contraste con hacerlo mediante «designadores rígidos», § 4.1) de la Hago notar que, una vez más, la razón que se aduce en el texto ci-
realidad. Es perfectamente posible (y más que probable) que Vargas tado sobre por qué el carácter fictivo de Todas las almas descarta la in-
Llosa quisiera transmitirnos opiniones sobre la situación política y so- trusión en ella de la realidad es que la obra no contiene «ningún retrato
cial en la ciudad real a la que el narrador de Conversación en La Catedral cabal» de personaje real alguno. Pero, como ya indiqué, esta no es una
se refiere como 'Lima y el país a que se refiere como 'Perú en el mo- buena razón; las biografías y los libros de historia tampoco contienen
mento histórico que representa como los años cincuenta del pasado si- siempre «retratos cabales», sin dejar por ello de tratar de la realidad. Es
glo. En la medida en que podemos encontrar razones en Negra espalda más, un divertido pasaje a propósito del profesor Rico (op. cit., 58 y ss.)
del tiempo en favor de lo que parece ser su tesis filosófica, no son más contradice abiertamente la afirmación de que Todas las almas no es una
convincentes de las que ofrecen autores como los ya mencionados novela en clave: allí se admite que al menos parcialmente lo es, en lo
Diffey (1995) o Riffaterre (1990). En el texto que cité más arriba sobre que respecta al profesor del Diestro, trasunto de Rico según se nos dice
Oxford, y en otros análogos, Marías aduce que el narrador sin nombre de expresamente (pese a que, por abundar en la anterior objeción, no sea
Todas las almas tiene características distintas de las suyas: no está casado, un «retrato cabal» de Rico, con quien para comenzar no comparte el
ni tiene hijos, etc. (cfr. 27, 34, 168-169, 293-294). Pero ésta no es una nombre). Y está también la cuestión de si el profesor Rico de Negra es-
razón válida; muchas afirmaciones sobre Oxford son falsas, y le atribuyen palda del tiempo es o no el profesor Rico real; Marías nos dice en una
así a la ciudad propiedades que no tiene, sin dejar por ello de ser afirma- entrevista que cité en la introducción que «todo lo que cuento es verdad
ciones sobre Oxford; lo mismo vale para cualquier otro objeto real. o son cosas sabidas, conocidas o especuladas por mí» (algo de lo que yo
De hecho, si lo estamos interpretando correctamente, el texto de no he encontrado razón alguna para dudar en diversas lecturas, volveré
Marías no es muy consistente: diversos pasajes contradicen la tesis que después sobre esto); pero que sea verdad la anécdota que se cuenta en la
le he atribuido. Considérese este: novela sobre Rico requiere por supuesto que el Rico de la novela y el
Rico de la realidad sean el mismo. En muchos otros pasajes de Negra
[...] me sentí obligado a comunicarle [...] que en modo alguno era espalda del tiempo tropezamos con la misma dificultad ahora comenta-
Todas las almas una novela en clave ni una narración autobiográfica da a propósito del caso de Rico; a saber, que la obra sí presupone que
sino una novela a secas y una obra de ficción; que no había en ella diversos personajes de Todas las almas son trasuntos de personajes reales
ningún retrato cabal de ningún miembro de la Sub-Facultad de Es- como lo son los personajes de las novelas en clave (véase op. cit., 38, 41,
pañol de la Universidad de Oxford no de ninguna otra persona real,
47, 152, 168-169). Para concluir, dudo que Andrés Trapiello o el ya
viva o muerta, con la excepción de John Gawsworth, quien precisa-
fallecido Javier Torneo tomasen solaz de las ideas en la novela sobre la
mente había sido tomado una vez más por lo más ficticio y menos
preocupante del libro; que «algunos personajes tienen, a lo sumo, ontología de los mundos fictivos para no sentirse insultados por la ob-
una mezcla de rasgos procedentes de más de una persona real y via alusión (a ellos mismos, no a meros componentes abstractos de la
—principalmente— de mis propias invención e imaginación. negra espalda del tiempo) contenida en la frase «todos los novelistas
actuales, aun el más inepto, el de Manzaneda de Torio o el de Quicena
En este pasaje se da por supuesto que, aunque Todas las almas no lo entre los españoles ...» (op. cit., 58).
sea, hay novelas «en clave» o «autobiográficas». Se presupone así que éstas Concluimos, por tanto, que el argumento de la disparidad ontoló-
sí tratan «de la realidad», y pueden por tanto contener afirmaciones, ver- gica no constituye una buena razón para establecer que no se puede
daderas o falsas, sobre la misma. Sin embargo, no son menos obras de adquirir conocimiento de las ficciones, pese al predicamento de este
ficción por ello, menos novelas; por consiguiente, deberían igualmente argumento entre los filósofos contemporáneos de talante «continental».
tratar (si los argumentos de la obra glosados en los párrafos precedentes La novela de Marías, y el cuento de Cortázar que citamos íntegramente
fuesen correctos) de «mundos ficticios» sin solapamiento alguno con el en la introducción, parecen considerar otra serie de argumentos, esta
real. Se presupone además que algunos contenidos de Todas las almas vez en torno a lo que describiré como una supuesta disparidad ilocutiva
(los concernientes a John Gawsworth) sí «tratan de la realidad». entre las ficciones y las aseveraciones. En realidad, es posible que, en

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una interpretación caritativa, los argumentos de Marías que he cuestio- es ficción»; según lo interpreto, aquí esta utilizando el sentido cotidiano
nado anteriormente vayan más en la dirección de estas consideraciones no-clasificatorio de 'ficción como falsedad.
de disparidad ilocutiva, en lugar de apoyarse en una presunta disparidad Otros autores ofrecen diferentes consideraciones a favor de una dis-
ontológica. No estaría Marías apelando tanto a que los personajes de las paridad ilocutiva entre ficción y aseveración. Currie (1990, 42-47) ar-
ficciones difieren en sus rasgos de sus presuntos correlatos reales, como gumenta mediante varios «experimentos mentales» (ejemplos imagina-
a que, mientras que esta diferencia da lugar a un error cuando se produ- rios, que supuestamente proporcionan soporte intuitivo a una tesis)
ce en el curso de una representación de carácter aseverativo, lo mismo que, si bien una ficción puede ser verdadera «accidentalmente», una
no sucede cuando se produce en una ficción. Ficciones y aseveraciones, narración que «relate lo ocurrido» fidedignamente (intencional o no
en suma, son prácticas comunicativas sujetas a diferentes normas. intencionalmente) no puede ser una ficción: «relatar lo ocurrido», por
Una objeción de este tipo se apoya en que la noción de ficción se más que se presente «como invención», no puede dar lugar a una verda-
utiliza a veces con el sentido de falsedad: «no prestes mucha atención a lo dera ficción. Si el autor es «anecdóticamente fiel» (Vargas Llosa, 2002, 17)
que dice, es todo ficción». Ahora bien, como indicamos siguiendo a al construir su obra a hechos por él conocidos (aunque lo haga incons-
Searle al comienzo del segundo capítulo, no es este el sentido de 'ficción cientemente), el resultado no es ficción.
que aquí venimos tratando de analizar, sino más bien el sentido que utiliza- No soy el único que encuentra estas ideas carentes de soporte intui-
mos cuando clasificamos determinadas obras (literarias o fílmicas) como tivo (Davies, 2007, 44-46). David Davies menciona un contraejemplo
de ficción, en contraste con otras de no ficción. Se trata del sentido que análogo al que ofrece Negra espalda del tiempo, el caso de la narración
utiliza Marías en la entrevista que citamos en la introducción, cuando de Seamus Deane Reading in the Dark, que el autor escribió después de
indicaba que Negra espalda del tiempo es una «falsa novela» o «una obra recibir un encargo para una autobiografía, pero prefirió publicar como
de ficción». Diversos autores han desarrollado concepciones de la ficción novela (y, por tanto, a mi juicio es manifiestamente una novela, pues son
en sintonía con este sentido, según las cuales las ficciones contienen una las intenciones de los autores las que deciden estas cuestiones) y ganó el
buena dosis de falsedad (Goodman, 1976 y Deutsch, 2000). Defendí premio Guardian de ficción: la narración parece contarnos en todos sus
antes que ficciones como el cuento de Cortázar, Continuidad de los par- detalles la infancia del autor. Naturalmente, presentando una narración
ques, y la propia novela de Marías, cuestionan estas teorías. Marías insiste con elementos históricos o biográficos como una novela, uno se deja
en que en la novela «todo lo que cuento es verdad o son cosas sabidas, abiertas licencias que no serían permisibles en otro caso: imaginar situa-
conocidas o especuladas por mí», y, como dije, en varias relecturas yo no ciones de las que uno no tiene datos, alterar por mor de la licencia poé-
he encontrado ningún motivo para dudar de esto. (Por más que, según tica algunos hechos. Pero nada, que yo vea, exige que haya de ser así.
he argumentado, existan serias razones para dudar de que sean verdaderas Como ha señalado Stacie Friend (2008, 2009), propuestas como la
algunas de las afirmaciones metafictivas que a mi juicio contiene la obra. de Currie tienen además como resultado ciertamente contraintuitivo
Pues lo que está aquí en cuestión no es que haya obras de ficción que que lo que clasificamos como obras de ficción en realidad son uncon-
contengan sólo verdades, sino meramente que sea posible que las haya: glomerado de ficción y no ficción; porque los autores de ficciones in-
esto es lo que rechazan análisis de la ficción como los de Goodman o cluyen en sus obras contenidos que (suponen, al menos) dependen no-
Deutsch). Juan Villoro cuenta una divertida anécdota en una reseña de la accidentalmente de cómo es la realidad, y que por consiguiente, según
novela originalmente publicada en La Jornada, México, en abril de 1998, la propuesta de Currie, deben desgajarse de la verdadera ficción. (El
«Un personaje literario» (se puede encontrar en la página http://www. reverso de la moneda de este problema está en que las obras de no-fic-
javiermarias.es/PAGINASDECRITICAS/criticasnegraespalda.html, ac- ción incluyen a su vez propuestas para imaginar; por ejemplo, los expe-
cedida el 8 de mayo de 2016) en torno a su errónea suposición de que rimentos mentales que incluyen muchas obras de filosofía, como esta
uno de los personajes de la novela era meramente ficticio. Vimos también misma. Así lo hace notar correctamente Marías en Negra espalda del
que las declaraciones de Marías eran un tanto confusas, pues también tiempo: «para relatar lo ocurrido hay que haberlo imaginado además»,
decía de su obra que es «un libro narrativo, aunque sea una novela que no op. cit., 196). Esto se aplica a los autores de cualquier ficción, no solo a

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los de novelas realistas como Dickens, que, es sabido, investigaban cui- una temática que, según estoy sosteniendo, puede ser común. El lector
dadosamente las situaciones en que ubicaban a sus personajes. Así, el habrá notado cómo he trufado de «parece» y expresiones similares mis
lector (también el lector infantil) de Alicia en el País de las Maravillas propuestas interpretativas sobre las tesis filosóficas contenidas en obras
puede reconocer sin dificultad (y Lewis Carroll sin duda esperaba que de ficción como Continuidad de los parques y Negra espalda del tiempo.
así lo hiciese, y quizás aprendiese alguna lección sobre la empatia y su Puesto que se trata de ficciones, el objetivo central de estas obras es
ausencia al hacerlo) el temor y la indignación que sienten los ratones y afectar de una cierta manera nuestra imaginación. El objetivo central
pájaros a los que Alicia les cuenta orgullosa, inconsciente de sus com- de un ensayo es otro: se trata de articular claramente las ideas que se
prensibles emociones, lo que su gata haría con ellos. Y en el capítulo ter- defienden, y de las consideraciones que se ofrecen en su apoyo. De esto
cero ofrecí razones para concluir algo análogo de las ficciones de Kafka. resulta una diferencia significativa entre la claridad y la determinación
Además de contraintuitiva, esta consecuencia de las ideas de Currie es con que podemos atribuir tesis o afirmaciones a unas y otras, y ello
dudosamente coherente. Pues, si bien en algunos casos (como en el tiene consecuencias epistémicas.
muy famoso de la primera línea de Anna Karénina, «todas las familias Vargas Llosa (2002) confronta las mismas cuestiones que yo he
felices se parecen unas a otras, las infelices lo son cada una a su mane- atribuido a Cortázar y a Marías, pero lo hace en un ensayo. Por esta
ra») es aparentemente sencillo separar los contenidos «no ficticios» de razón, caben menos dudas sobre qué defiende, y qué razones ofrece
los ficticios, en otros muchos parece imposible hacerlo; y, en rigor, no para ello. Es fácil comprobar que, como Marías, sostiene la existencia
es realmente adecuado hacerlo ni en los casos aparentemente simples, de una disparidad ontológica entre las verdades de la ficción y las de la
porque (por volver al ejemplo anterior) la frase de Tolstói es también no ficción (ignorada por el vulgo, como su primera esposa ofendida por
una parte del contenido fictivo de la obra, algo que un lector competen- lo que entendió como una caracterización inadecuada de ella misma en
te debe tener presente al interpretarla. La tía Julia y el escribidor, 17), con razones igualmente poco convincen-
Concluyo, pues, que el argumento de la disparidad ilocutiva no es tes. Aduce primero que el mero poner los hechos por escrito, narrarlos,
más convincente de lo que lo era el argumento de la disparidad ontológi- los altera —altera su temporalidad—, para advertir enseguida que ésta
ca: pese a que ficción y no ficción son ilocutivamente dispares (en mi no puede ser una buena razón, porque la historia, el reportaje y la bio-
propuesta, las primeras están sujetas a la norma de suscitar una rica acti- grafía hacen exactamente lo mismo (18-20). Se refugia entonces en la
vidad imaginativa; las segundas, a la norma de la verdad, o a normas afirmación de que historia y ficción «son sistemas opuestos de aproxi-
epistémicas relacionadas, que conllevan la verdad o cuando menos la ve- mación a lo real», por cuanto la verdad de las novelas depende de «su
rosimilitud), nada se opone a que una ficción pueda también ofrecer con- propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fanta-
tenidos sujetos a estas últimas normas. El interés de muchos de nuestros sía, de la habilidad de su magia. Toda buena novela dice la verdad y
proyectos imaginativos así lo muestra. Ante la toma de una decisión difí- toda mala novela miente. Porque «decir la verdad» para una novela
cil, tratamos de imaginarnos cómo sería nuestra vida en cada una de las significa hacer vivir al lector una ilusión y «mentir» ser incapaz de lograr
opciones, qué consecuencias se seguirían de nuestros actos y cómo nos esa superchería». Aquí Vargas Llosa se limita a darle un sentido comple-
afectarían. Es esencial para que este proyecto nos sirva para tomar decisio- tamente distinto del ordinario a «decir la verdad»; en este nuevo senti-
nes adecuadas que las situaciones imaginadas puedan ser verdaderas, y do, ello consiste en producir una ilusión novelesca convincente, susci-
consideramos exitosos estos proyectos cuando comprobamos después que tar actos de imaginar seductores. Pero esta redefinición no nos ayuda en
la opción imaginada coincide plenamente con la realidad imaginada. lo más mínimo a entender por qué las novelas nos pueden transmitir
Paso ahora a lo que considero el argumento más poderoso contra la conocimiento de alguno de los tipos mencionados al comienzo, o a
tesis epistémica del cognitivismo. Se trata del argumento que denomi- justificar que no puedan hacerlo por tratar de una realidad diferente.
naré de la disparidad epistémica; comentarlo me servirá también para A diferencia del ensayo, las ficciones persiguen primariamente esta
tratar de las diferencias entre la manera en que la no ficción en general «verdad» de que habla Vargas Llosa. En ello reside su principal virtud,
(y la filosofía en particular) por un lado, y la ficción por otro abordan Vargas Llosa ciertamente tiene razón a ese respecto. Pero eso hace que

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quede relativamente indeterminado qué «dicen», qué verdades (ahora tado en los cuatro primeros capítulos de esta obra: (i) el «mundo» de
en el sentido corriente del término) intentan proponer. De ahí todos una ficción contiene «hechos» no explícitamente expresados en la mis-
esos «parece que» y sus variantes, cuando ofrecía interpretaciones de las ma, (ii) Ello es así en virtud de lo que podríamos articular como un
propuestas atribuidas a una ficción. Incluso en lo que respecta a las más Principio de Realidad, PR: Es legítimo suponer parte del mundo de una
prosaicas verdades sobre el sistema judicial inglés en el siglo xix que ficción cualquier hecho real no expresamente rechazado por ella, (iii)
podemos aprender de las novelas de Dickens, no está muchas veces PR justifica importar hechos reales al contenido de las ficciones, (iv) Y, con
claro cuál es el límite de la «licencia poética» que Dickens se permitía; ello, justifica también exportar hechos (implícitos o explícitos) que el
es decir, no está claro qué se espera que tomemos como descripción creador ha dado por supuestos al construirla. Podemos así comprender
precisa de la realidad, y qué como meramente fabulado para contribuir por qué Dickens agradeció a un lector de las pruebas de Barnaby Rudge
a generar la ilusión novelesca. Esta relativa indeterminación de qué se que le hiciera notar que en la época en que se situaba la novela no había
afirma, y con qué fuerza se hace este «afirmar», constituye a mi parecer billetes de una libra, en contra de lo que un pasaje presuponía —y lo
la objeción más poderosa a la posibilidad de aprender de la ficción cambiase acordemente, percibiendo apropiadamente que el pasaje ha-
(Fricker, 2012). Cuando preguntamos a un habitante de una ciudad bría constituido un error—.
que estamos visitando qué autobús lleva al aeropuerto, y nos responde, Hemos estado discutiendo la tesis epistémica del cognitivismo es-
está claro que nuestro interlocutor está haciendo una aseveración, y está tético. Concluiré con una breve mención a la tesis axiológica, que el
claro qué está aseverando. Si no tenemos razones para dudar de su pa- que una ficción provea conocimiento contribuye a su valor estético.
labra, aceptamos lo que nos dice y adquirimos así conocimiento por Peter Lamarque (2006), que no cuestiona la tesis epistémica, es el más
medio del testimonio. En el caso de las ficciones, la situación es mucho significado crítico contemporáneo de esta tesis. Nótese que la tesis axio-
más incierta; de ahí que podamos preguntarnos si pueden ofrecernos lógica sólo dice que la posibilidad de ofrecer conocimiento es un valor
este tipo de justificación epistémica. Fricker argumenta que no: el su- estético, no que sea el único, ni siquiera el principal: ciertamente, el
puesto mensaje es demasiado incierto como para que podamos atribuir placer que proporciona el inequívoco estilo de Javier Marías, sus
a su autor un compromiso firme con el mismo; y dependemos excesi- meandros narrativos, su estructura digresiva, etc., compensan suficien-
vamente de nuestra propia capacidad de inferencia como para que la temente las deficiencias cognitivas que he señalado en Negra espalda del
responsabilidad no sea en último extremo nuestra. tiempo. (Y adviértase que no todo son deficiencias: una tesis puede ser
Pese a admitir el poder de este argumento, como otros filósofos propuesta para nuestra consideración con la suficiente sutileza e interés
(cfr. Friend, 2014; García-Carpintero, 2016 e Ichino & Currie, en como para justificar plenamente concedérsela, aunque en último extre-
prensa) no lo considero en último extremo persuasivo. A mi juicio la mo las razones aducidas nos parezcan cuestionables. Y éste es cierta-
disparidad entre los casos en que podemos legítimamente adquirir co- mente el caso en esta obra).
nocimiento por medio del testimonio, y el caso de la ficción, no es tan Lamarque sostiene, sin embargo, que las virtudes cognitivas no tienen
grande como para justificar que sea imposible la adquisición de cono- ningún peso: por un lado, (i) la «actitud estética» sólo atiende a las propie-
cimiento de la misma. Por un lado, la adquisición de conocimiento en dades formales de las obras literarias o cinematográficas, en consecuencia,
casos ordinarios requiere mucho más de nuestra propia parte de lo que (ii) los críticos profesionales nunca las mencionan a favor o en contra de
los ejemplos simples puedan hacer pensar; por otro, en los casos ade- las obras que discuten. A mi juicio, y al de muchos lectores, sin embargo,
cuados (Dickens sobre el sistema judicial inglés de su tiempo, Proust la primera de estas afirmaciones, (i), es simplemente dogmática; nuestro
sobre los celos, Kafka sobre la culpa, por reproducir ejemplos ya men- apego a nuestros autores favoritos va de la mano de la comprensión y el
cionados) las ficciones ofrecen suficiente justificación, supuesta una conocimiento que pensamos nos proporcionan, y no podemos contar en-
actitud crítica adecuada, como para sostener la justificación epistémica. tre la nómina de los privilegiados a aquellos que consideramos gravemen-
En resumen, esta es la explicación básica de por qué podemos te confundidos, con independecia del mérito formal que veamos en sus
aprender de las ficciones, que proporciona la teoría que hemos presen- obras. Es razonable atribuir una misma tesis temática a los filmes Fatal

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Attraction (Adrián Lyne, 1987) y Lamour lapres-múti (Ene Rohmer, 1972):
algo como que el adulterio es algo mucho menos moralmente liviano de lo que
las actitudes morales generalizadas después de los sesenta nos pueden hacen
pensar. Supuesto esto, a mi juicio, el tratamiento característicamente sutil
de esta proposición temática (juzgue uno lo que juzge de su verdad) en la
obra de Rohmer, en contraste con lo burdo de la de Lyne, la hace una
mucho mejor contribución artística, al margen de las virtudes que como
entretenimiento hollywoodiense pueda tener la segunda. En cuanto a la
tesis (ii), la corroboran sin duda los críticos que suscriben las ideas de La-
marque, pero he proporcionado en este Epílogo un buen número de citas
de otros muchos que, siendo críticos profesionales, ensalzan o cuestionan
obras de ficción por su valor cognitivo, y cabe aducir muchas más.
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