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Universidad Regional de Guatemala

Donaldo A. Chavarría Ba
Derecho Procesal Laboral
Plan Sabatino
Lic. Rodolfo Rosales.
Tema: Medidas Precautorias

Las Medidas Cautelares en el Derecho Laboral

En el mismo artículo 332 del Código de Trabajo, se indica que en la demanda


pueden solicitarse las medidas precautorias, bastando para el efecto acreditar la
necesidad de la medida. El arraigo debe decretarse en todo caso con la sola
solicitud y éste no debe levantarse si no se acredita suficientemente a juicio del
tribunal, que el mandatario que ha de apersonarse se encuentre debidamente
expensado para responder de las resultas del juicio.

LAS MEDIDAS CAUTELARES

1.1 Nociones Generales:

El fin supremo del Derecho es la realización de la justicia y del séquito de valores


por esta implicados. Sólo cuando un derecho cumple relativamente este fin
aparece como justificado ante nuestra conciencia, y resulta obligatorio. La
autoridad política pregona por hacer realidad sus fines, entre ellos están: la
SEGURIDAD y el BIEN COMUN.

En el campo procesal sabemos que dicha autoridad ejerce, a través del


Derecho, funciones privadas y públicas: en las primeras, el derecho sirve al
individuo, y tiende a satisfacer sus aspiraciones, ya que el individuo necesita de la
seguridad de que existe en el orden del derecho un instrumento idóneo para darle
la razón cuando la tiene y hacerle justicia cuando le falta; en la función pública del
proceso el derecho se proyecta en primer lugar a proteger el interés de la
colectividad, derivado de la aplicación de la norma contenida en el artículo 44 de la
Constitución Política de la República de Guatemala que dispone que “el interés
social prevalece sobre el interés particular“.

El individuo necesita la tutela jurídica del derecho y sabe que en


determinado momento la obtendrá, pero en términos procesales, el sujeto que
acciona y peticiona ante los Tribunales de Justicia, se encuentra ante el peligro de
que mientras los órganos jurisdiccionales actúan, la situación de hecho se altere
de un modo tal que haga resultar ineficaces e ilusorias sus providencias, pudiendo
llegar estas consecuencias a que el daño sea ya irreparable; es entonces cuando
el Derecho emplea a través de su normatividad jurídica, mecanismos tendientes a
proteger el derecho invocado por los individuos, creando así, acciones cautelares,
precautorias o asegurativas del derecho reclamado en una vía procesal
determinada. Estas acciones preventivas surgen, básicamente, del fin estatal
consistente en la seguridad jurídica.
Por tal motivo, los ordenamientos adjetivos en materia civil, han previsto la
inseguridad o peligro para que los sujetos que han promovido un proceso civil en
busca de la modificación, declaración o extinción de un derecho ejercido con
fundamento en un interés legítimo, se encuentren jurídicamente protegidos y
seguros para que cuando llegue el momento de dictar sentencia, la situación de
hecho quede inalterable, evitando así, la frustración de su derecho.

Esa custodia que brinda la autoridad política a través de los distintos


órganos jurisdiccionales, ejerciendo la función privada del proceso, ha surgido
debido a que el sujeto que ejerce la legitimatio ad processum, posee un interés
legítimo y pide del órgano jurisdiccional la cautela de su derecho o la seguridad del
mismo en caso la sentencia definitiva le resulte favorable. Al respecto, el Profesor
uruguayo Eduardo Couture, cuando escribió sobre la función privada del proceso,
dijo: «Desprovisto el individuo, por virtud de un largo fenómeno histórico, de la
facultad de hacerse justicia por su mano, halla en el proceso el instrumento idóneo
para obtener la satisfacción de su interés legítimo por acto de la autoridad«.

Como consecuencia de lo anterior, en el ámbito procesal, surgen las


medidas precautorias, asegurativas o cautelares para evitar que dentro de un
proceso de índole civil, la injusticia se manifieste ante la pretensión invocada, o,
como la frase feliz que dijo Chiovenda citado por el tratadista Eduardo Couture:
«para evitar que la justicia, como los guardias de ópera bufa, esté condenada
siempre a llegar demasiado tarde«.

1.2 Naturaleza Jurídica:

Existe una corriente que sostiene que las medidas cautelares


constituyen un proceso denominado «cautelar o asegurativo», cuya característica
es la autonomía, y la otra corriente las considera un procedimiento subsidiario al
proceso que resolverá en definitiva el conflicto de intereses.

La naturaleza de las medidas cautelares radica en que no analiza el fondo


del derecho o del conflicto, sino únicamente la apariencia de éste, porque de
tenerse certeza sobre cómo se resolverá el fondo del asunto, las medidas
cautelares ya no tendrían razón de existir.

Según nuestra legislación procesal civil, las medidas cautelares son


acciones preventivas accesorias al proceso principal, toda vez que evitan que se
frustre la pretensión que contiene la demanda que dio origen a dicho proceso.

1.3 Concepto:

La voz cautelar significa «prevenir», «precaver».


El Libro V, Título I del Código Procesal Civil y Mercantil las denomina como
«providencias cautelares«, atendiendo al carácter provisorio y asegurativo de las
mismas.

La CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE CUMPLIMIENTO DE MEDIDAS


CAUTELARES, en su artículo 1, dice que las expresiones de “medidas
cautelares”, o “medidas de seguridad” o “medidas de garantía”, se consideran
equivalentes cuando se utilizan para indicar todo procedimiento o medio que
tienda a garantizar las resultas o efectos de un proceso actual o futuro en cuanto a
la seguridad de las personas, de los bienes o de las obligaciones de dar, hacer o
no hacer una cosa específica, en procesos de naturaleza civil, comercial, laboral y
en procesos penales en cuanto a la reparación civil. 

Roland Arazi dice que resulta imposible la resolución instantánea de un


litigio. Coetáneamente con su planteamiento no se puede emitir decisorio que le
ponga fin, puesto que ello viola el derecho de defensa del demandado.

Asimismo, dice el autor en cita, que para impedir la frustración del derecho
de quien acciona, y cumplirse la garantía jurisdiccional del Estado, se procura
asegurar el eventual cumplimiento de la condena, disipando los temores
aparentemente justificados del accionante.

De lo anterior, podemos decir que las medidas cautelares constituyen los


mecanismos que la autoridad política emplea a través de los órganos
jurisdiccionales para brindar al individuo legitimado a actuar en el proceso, el
aseguramiento del cumplimiento de una sentencia cuando el derecho invocado por
éste resulte verosímil y porque la demora que demanda la sustanciación del
proceso configura el peligro de que la decisión jurisdiccional sea incumplida como
consecuencia de actos de disposición física o jurídica realizables por el sujeto
vencido en juicio.

1.4 Características:

Una vez conceptualizadas las medidas cautelares en general, podemos


llegar a la conclusión de que las mismas poseen funciones o caracteres
especiales dentro del proceso, tales como:

LAS MEDIDAS CAUTELARES INDIVIDUALMENTE CONSIDERADAS

Para los efectos de comprensión de nuestra investigación que se encuentra


encaminada a dar a conocer y proponer la regulación de un instituto de materia
procesal civil y específicamente un mecanismo asegurativo del proceso, es
necesario analizar las distintas medidas cautelares reales o de
garantía reguladas en nuestro actual Código Procesal Civil y Mercantil, o sea,
aquellas medidas que aseguran el pago de una deuda.
2.1 Embargo:

a. Concepto:

Al hablar de este instituto de índole procesal civil, debemos tomar en cuenta


que nos encontramos ante un acto de indisponibilidad de bienes.

Partiendo de esa premisa, sabemos que el embargo se dirige a los bienes


que el peticionario individualiza en su solicitud, y que además, sean propiedad del
demandado.

De tal manera, el embargo se dirige a los bienes indicados e


individualizados por el peticionario, quedando al arbitrio del Juzgador si considera
decretarlo o nó, según la importancia del litigio o la verosimilitud del derecho
invocado.

A través de esta medida cautelar, el peticionario puede, a través de un acto


jurisdiccional, sujetar uno o más bienes del deudor, a un régimen jurídico especial
que, produce a su favor, una garantía que no podrá disminuirse. Asimismo, el
propietario del bien embargado se verá impedido de ejercer determinadas
facultades, salvo autorización judicial. En este sentido, dice Colombo que: «ante el
dueño y el bien se interpone la jurisdicción.» 

Algunos autores consideran a esta medida precautoria como una especie


de «hipoteca judicial«, pero para la teoría procesalista de la hipoteca en su
formulación externa, es al contrario: la hipoteca significa un «embargo
anticipado«.

Couture manifiesta que cuando el embargo precede a la etapa de


conocimiento del juicio ejecutivo, es renunciable si el acreedor confía en el
deudor. Pero llegado a la vía de apremio y decretado el remate de los bienes,
entonces no se trata ya de una facultad del acreedor sino de una necesidad de
justicia. Es indispensable, según este autor, que la medida que ponga el bien a
disposición del tribunal, no sólo como medida cautelar, sino también como
comienzo de ejecución. 

El tratadista Hugo Alsina considera que el embargo es la medida procesal


de garantía consistente en la afección de un bien del deudor al pago del crédito en
su ejecución; y su objeto es la individualización y la indisponibilidad del bien
afectado, por cuyo intermedio se asegura que el importe obtenido mediante la
realización judicial del mismo, será aplicado a satisfacer el interés del acreedor. 

De conformidad con lo expuesto podemos decir que el embargo consiste en una


diligencia judicial por virtud de la cual se limita la disponibilidad de bienes
específicos con la prohibición de enajenarlos, y en caso de incumplimiento de esta
prohibición, el embargante tiene el derecho de ejercer la persecución del bien.

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