Está en la página 1de 3

Sobre el plagio y la vida (carta a los estudiantes)

Por: Martín Mercado V.

Queridos estudiantes:

Sean bienvenidos a una de las dos principales materias de inducción a la vida


académica en nuestra Universidad. Las materias Pensamiento Crítico y Escritura
Académica tienen el objetivo de introducirlos en la comunidad académica. Esto
quiere decir que no solo aprenderán a producir textos académicos escritos u
orales, sino también aprenderán a formar parte de la comunidad de
investigadores, profesores, estudiantes e interesados no universitarios que
dedican gran parte de su vida al conocimiento de las diversas dimensiones de la
realidad humana mediante un riguroso tipo de hábito, el académico.

La existencia de materias de inducción o alfabetización académica significa que


uno podría ser universitario y sin embargo no ser todavía un miembro completo
de la comunidad académica. Así ocurre con muchas personas que ingresan a la
universidad, pero no logran responder satisfactoriamente a las exigencias que
ésta demanda. En algunos casos, estas personas pasan por fuertes periodos de
depresión que desembocan en el abandono universitario o en un rendimiento
mediocre lleno de enfado y frustración. En los peores casos, el fracaso
universitario puede repercutir en una fuerte crisis existencial, ya que muchos
proyectos personales a mediano y largo plazo se ven desestabilizados.

Una exitosa vida académica no consiste solo en la producción de textos orales y


escritos bajo las normas universitarias, sino también en la adopción de un
riguroso hábito de estudio, el hábito académico. El hábito académico es un
trabajo individual y colectivo. En gran medida individual, cuando estudiantes y
docentes se enfrentan solos en su casa durante las horas extras a los textos
escritos por autores personalmente desconocidos. En gran medida colectivo, en
las clases dentro de aula o en el trabajo de campo, así como en los grupos de
estudio de la biblioteca o en las interminables horas que los investigadores
dedican a la redacción de los resultados de sus tesis de grado. Si se los compara
con un árbol; los textos académicos son el follaje y el resto, el hábito. Esto
significa que la relación entre antiguos autores, lectores y los nuevos autores es
comunicativa. Así como las hojas necesitan de las oscuras raíces que beben los
nutrientes que la tierra les brinda, así los textos académicos son el resultado de
lo que los textos de otros autores nos comunican. En ambos casos, los nutrientes
son procesados; por así decirlo, metabolizados. El hábito académico consiste en
pensar la realidad reflexionando críticamente lo que otros han pensado sobre
ella. Los textos académicos son la comunicación de ese hábito.

Cuando lees los textos de las materias, cuando tomas apuntes en clases, cuando
preparas tus exposiciones, cuando escribes exámenes o ensayos, así como
cuando redactes tu tesis, estarás participando en esa larga tradición de humanos
dedicados a la producción de conocimiento. Piensa cuántas generaciones y
cuántas personas ahora alrededor del mundo están realizando estas acciones.
Al estudiar o al pasar una clase te nutres de lo que otros han dicho y pensado.
Las clases, las tesis y los libros se nutren del arduo trabajo de miles de personas
que se han esforzado por comunicarte algo sobre un tema. Es por esta razón que
tú, como lector, ¡formas parte de esa comunidad!

Sin embargo, podrías dejar de ser parte de ella. Una de las maneras de dejar de
pertenecer a la comunidad académica es recurrir al plagio o a cualquiera de sus
variantes. Muchos autores afirman que el plagio es un robo; es decir, la copia del
trabajo ajeno con la finalidad de presentarlo como propio. Esto lleva a pensar que
el plagio es la carencia de originalidad. Uno roba el trabajo ajeno y lo presenta
como propio porque carece de originalidad. No obstante, me parece que el
problema central del plagio no es el supuesto robo, ni menos la falta de
originalidad. El problema central del plagio es que con él se corta la comunicación
académica. Cuando un miembro de la academia perpetra un plagio, no aporta
nada a esa larga y esforzada tradición humana que se ha dedicado a pensar
algún aspecto de la realidad. Solo repite, insulta y se menosprecia. Repite, pues
copia lo ya existente y de fácil acceso en el internet. Insulta, pues quien plagia
asume que la comunidad, docentes y compañeros, son suficientemente tontos
como para no descubrir que él ha ‘escrito’ y ‘hablado’ sin decir nada. Por último,
el plagiador es alguien que se menosprecia; él se tiene tan poco aprecio que
piensa que ni siquiera tiene derecho a equivocarse. Quien escribe, sin duda,
suele equivocarse. Todo miembro de la comunidad académica tiene pleno
derecho a equivocarse, pues así enseña a los demás por dónde no ir. Así orienta
y anima a buscar otros caminos. Eso es verdad. Tanto, como el que se equivoca,
aprende. Quien plagia, ni yerra ni aprende; no aporta y solo insulta con una voz
y letra que no dice nada. Por ello, queridos estudiantes, más que plagiar y
autoexcluirse de nuestra comunidad, vale el valiente acto de aprender, aunque
se vaya a errar.

También podría gustarte