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Encinas” Tumbes
Programa Académica de Educación Inicial
SESION DE APRENDIZAJE N° 03
VACUNADOS – PROTEGIDOS
I. DATOS GENERALES:
II.-INFORMACIÓN DE LA SESIÓN:
2.1 DENOMINACIÓN DE LA SESIÓN:
El pensamiento Crítico
2.2 EVIDENCIA:
Análisis crítico reflexivo de Texto
2.3 EVALUACIÓN:
Se evaluará con una Rúbrica.
III. PROPÓSITO DE APRENDIZAJE
COMPETENCIA
Ejerce su profesión desde una ética de respeto de los derechos
PROPÓSITO DE fundamentales de las personas, demostrando honestidad,
APRENDIZAJE justicia, responsabilidad y compromiso con su función social.
DESEMPEÑO:
Reflexiona críticamente sobre la importancia de la Formación
Inicial Docente.
PROPÓSITO DE La importancia de desarrollar el Pensamiento Crítico.
LA SESIÓN
SECUENCIA METODOLOGICA
FASES Recursos y
Actividades EstrategiasMateriales
Visualizan y reflexionan sobre el contenido del Grupal Vídeo
vídeo. Google
REFLEXIÓN
https://www.youtube.com/watch?v=WxC4RfTiOsM meet
¿De qué trata el vídeo? ¿A qué se refiere? ParticipaciónWhatsApp
¿Qué preguntas me ha generado? Individual
¿Cómo este video me ha permitido reflexionar
sobre la importancia de mi aprendizaje?
Analizamos el texto EL VALOR DE SER
CONCEPTUALIZACIÓN
MAESTRO Lectura
¿Cuál es tu postura frente a lo que el autor de Individual
esta lectura nos dice de ser maestro?
¿Asumes el reto?
Elabora una crítica reflexiva sobre a partir de esta
lectura.
Ponla un nombre a tu análisis.
Presentación de la crítica de la lectura EL VALOR
DE SER MAESTRO
• Metacognición:
¿Qué sentiste al hacer tu crítica?
¿Crees que es interesante? ¿Por qué?
¿Qué significa para ti la Presentación que has Individual Plataforma
elaborado?
• Guardar en tu Portafolio Virtual.
APLICACIÓN
IV. REFERENCIAS
[1] www.unav.es/noticias/070203-01.html
[2] Cfr. Diccionario de Pedagogía (dirigido por Víctor García Hoz). Editorial
Labor. Barcelona, 1964. Tomo II (G-Z), p. 590.
[3] Diccionario de Ciencias de la Educación. Santillana. México, 1995. p. 895.
[4] José Luis González-Simancas. «Principios de la acción educativa» en: F.
Altarejos et al. Lo permanente y lo cambiante en la educación. eunsa.
El valor intrínseco del magisterio y la valentía de ejercerlo son dos aspectos que
llaman a la reflexión; sobre todo cuando la propia vida transcurre «entre las cuatro
paredes de un aula». Si todo obrero corre riesgos según los materiales con que
trabaja, ¿cuáles corre el maestro si su «materia prima» son la inteligencia, la
libertad, la afectividad y la trascendencia de otros seres como él?
«Los profesores, médicos, enfermeras y policías son los profesionales con mayor
riesgo de infarto laboral», señala el psicólogo José Benigno Freire en una emisión
reciente del boletín electrónico Acerca de la Universidad, editado por la
Universidad de Navarra, y cita un estudio «que sitúa a los profesores de enseñanza
universitaria en la cabeza de los índices de depresión, diez puntos porcentuales
encima de la policía en el País Vasco».
Desde la educadora que se agota física y emocionalmente trabajando horas
continuas con niños pequeños egocéntricos, demandantes e incansables, hasta el
profesor universitario que tiene ante sí grupos a veces de más de cien alumnos¾
que enjuician cada una de sus palabras y sus actitudes, el magisterio se convierte en
un reto profesional particularmente riesgoso.
Tal vez entre las virtudes que un maestro debe desarrollar o entre las cualidades
docentes que se fomentan en las Escuelas Normalistas estén la paciencia, la
confianza, la estabilidad emocional y otras muchas; pero es casi seguro que al
iniciarnos en esta profesión nunca imaginamos que también tenemos que desarrollar
la valentía.
Quienes somos maestros por vocación, sabemos, con particular claridad, que no hay
profesión más gratificante que aquella en la que se pone en juego el propio valor
personal —en la doble acepción del término: valía y valentía— para desarrollar el de
otros seres; para encauzarlos nada menos que en el cumplimiento de su vocación
humana y divina.
UN CONCEPTO QUE QUEDA GRANDE
«Maestro» es un concepto tan profundo que nos queda grande a todos los docentes,
pero ¿qué significa realmente?
Es común adjudicar el apelativo «maestro» al hombre eminente en cualquier faceta
de la cultura, que, con su obra científica o literaria, en verdad relevante, influye en la
Los valores y disvalores del maestro —su currículum oculto—, acompañan, matizan
y dan fuerza vital a su actividad docente. Un temperamento pusilánime frena los
esfuerzos del alumno; una personalidad retadora lo desafía; una actitud fría y
calculadora hace lento y difícil el aprendizaje; un proceder disciplinado pero afectivo
motiva al trabajo y al esfuerzo diario.
«El currículum oculto hace referencia a todos aquellos conocimientos, destrezas,
actitudes y valores que se adquieren mediante la participación en procesos de
enseñanza y aprendizaje y, en general, en todas las interacciones que se suceden
día a día en las aulas y centros de enseñanza. Estas adquisiciones, sin embargo,
nunca llegan a explicitarse como metas educativas a lograr de una manera
intencional».
El contenido e influencia del currículum oculto es inevitable en la tarea docente que,
al ser un intercambio de ideas y valores entre seres racionales, lleva implícito el
porqué de lo que esos seres piensan, hacen y son. Así, el maestro aporta pero
también recibe; enseña mientras aprende; influye y es influido por el ambiente y grupo
en el cual trabaja.
Es decir, el currículum oculto se construye con la participación dinámica de los
alumnos; con las experiencias, sentimientos e ideas de todas las personas que
forman parte del proceso educativo (detrás del cual subyacen los valores y disvalores
de cada una). Más aún, late en el ambiente físico y humano del aula, como un plus
educativo —o anti-educativo— que cada alumno percibe y hace propio en la medida
de su sensibilidad, carácter y madurez personal; aunque la autoridad y posición del
profesor en el proceso educativo siempre pesará más que el aporte individual de
cada alumno.
Cada educando es un ser libre y, por lo tanto, aprenderá y madurará según decida.
Pero es importante considerar que, por razones obvias, entre menor edad tenga, más
vulnerable es a las influencias del ambiente.
«NO TIRAR LA TOALLA»
En la célebre película Al maestro con cariño, el protagonista decidió hacer explícito
su personal currículum oculto (sus valores) para contrarrestar el que latía en el
ambiente físico y humano de sus alumnos. Aquel maestro fue retado a golpes por
uno de ellos y supo conducir la pelea para bien de su discípulo; tuvo valor y valentía
para ejercer.
Educar, hoy como ayer, supone esfuerzo, disciplina, buenos y malos ratos, mucho
sacrificio personal para saber dar sin esperar recibir (aunque cuando se da
verdaderamente, siempre se recibe mucho), para esperar el tiempo y momento de
cada educando, para mantener en la conciencia y en el ejemplo de vida que somos
el modelo de aquello en lo cual queremos educar y, por ello, para rectificar cuantas
veces sea necesario.
La valentía es una virtud, un hábito de conducta bueno que se define como cualidad
que permite arrostrar peligros, como «acción material o inmaterial esforzada y
vigorosa que parece exceder las fuerzas naturales»; se trata de una virtud moral
derivada de la fortaleza, que requiere apoyarse en la prudencia para no caer en la
osadía.
Un educador valiente corre riesgos —prudentes— por sus alumnos y les permite a
ellos correr los suyos propios, cuando cuentan con los aprendizajes y la experiencia
para obtener un bien, pero sobre todo cuando su autoridad moral es una guía para
la conducta de sus pupilos.
Recuerdo un caso real: un profesor de educación física trabajaba en un centro de
rehabilitación social para menores infractores. Un muchacho se accidenta y requiere
con urgencia un medicamento que hay que conseguir fuera del plantel; él no puede
ni quiere dejar al enfermo. Saca del bolsillo un billete y le permite a otro muchacho
interno salir del «reclusorio» para que vaya a comprar el medicamento y regrese de
inmediato. Aquel muchacho sale a la calle y se encuentra «libre» de repente…
¿regresó?… ¡Claro que sí!
El profesor corrió un riesgo mayúsculo en relación con su alumno, con su propio
empleo y con la sociedad; supo en el fondo de sí mismo que los valores que inculcaba
a través del deporte y de la estrecha y positiva relación humana con ese alumno le
llevarían a superar la prueba, y que se sentiría orgulloso de no fallarle a «su
maestro». Ese día, aquel muchacho creció como persona… y su maestro también.
Para mí este caso representó un aprendizaje significativo como maestra: la
educación implica valentía, «gallardía, arrojo feliz en la manera de concebir o ejecutar
una obra». Un maestro valiente se pone retos altos y se los pone a sus educandos.
Ciertamente hace falta valentía para decir y hacer lo que conviene en cada caso,
para hablar con los padres de familia en ciertas ocasiones, para sancionar cuando
sea necesario, para no «hacerse de la vista gorda» si apreciamos disvalores en los
alumnos, para rectificar frente a ellos cuando nos equivocamos, para no «tirar la
toalla» cuando el caso parece perdido (¡en el ámbito de la educación no hay
desahuciados!); valentía, en fin, para autoevaluarnos constantemente y recomenzar
cada día.
La valentía, junto con otras muchas virtudes humanas, integra el valor moral de cada
hombre o mujer que ejerce la docencia. Ese valor moral, unido a la ciencia y la
experiencia profesional, entra en juego con el valor intrínseco de la actividad
magisterial —por sus fines, por su esencia— conformando en conjunto el «valor de
ser maestro».
ÉTICA, LUZ DE LA ACTIVIDAD DOCENTE
En el tema de las virtudes no hay que pasar por alto que la ética profesional es el
faro que ilumina los fines de la educación, es lo que da el sentido humano a la
enseñanza. Ninguna actividad humana —incluyendo la docencia— es neutra
moralmente, porque el hombre es un ser racional (inteligente y libre) y, como tal,
imprime una intencionalidad a sus actos.
Los valores éticos de un profesor se manifiestan en las razones que le motivan a la
enseñanza, el respeto a la persona de cada alumno, la responsabilidad, generosidad
y entrega en su hacer, la fidelidad a un ideario educativo, el espíritu de servicio, el
amor a la profesión.
Las virtudes humanas del profesor hacen que salte de la tarea de enseñar a la misión
de educar. Es en esta dimensión personalísima de la ética profesional donde se gesta
lo que hemos llamado el «currículum oculto», a través del ejemplo de vida. El
verdadero educador ha de tener claros los valores que subyacen a su docencia y ser
fiel reflejo de ellos, a fin de hacerlos explícitos y apetecibles al educando.
Un maestro así denota ilusión magisterial, proyecta eso que la pedagogía clásica
llama «eros pedagógico», amor por lo que hace; pero, sobre todo, amor por aquellos
para quienes él hace y él es.
En último término, las cualidades humanas de un buen profesor se convierten en sus
mejores herramientas de trabajo, en factores de éxito de su actividad. El aspecto
humano de la docencia está compuesto por el conjunto de elementos intrínsecos a
la persona que elevan la tarea cotidiana a la dimensión de vocación.
ENAMORADOS DEL MAGISTERIO
Hay personas que parecen tener una aptitud natural para orientar a otras, quienes a
poco que sepan de algo son capaces de explicarlo. Otras «trabajan de maestros»
pero no lo son; dan clases mientras encuentran «un mejor empleo», lo cual indica
que no consideran que lo mejor para ellos está ahí. Otras más hacen de la docencia
una rutina sin brillo ni vida, intentan reproducir textos, repetir programas, realizar lo
mismo día a día.
En cambio, hay quienes intuyen los procedimientos docentes, aprenden a ver detrás
de la mirada de cada alumno, se enamoran de la profesión y hacen de la docencia
un apostolado profesional.
Ser educador por vocación es uno de los mejores escenarios para descubrir la
riqueza de la vida humana, es encontrar la plenitud personal en el servicio al
perfeccionamiento ajeno y hacer de este una meta, un reto y una misión de vida.
La vocación es el conjunto de intereses, necesidades, aptitudes, ideales y
circunstancias personales que al conjuntarse hacen que el sujeto se sienta atraído
hacia una profesión o forma de vida y capaz de afrontar los retos que supone. La
vocación se descubre y desarrolla hasta convertirse en «un proyecto operativo de
realización vital». No se trata de un destino predeterminado, sino de un llamado
interior al cual cada quien responde libremente.
Es preciso cultivar la vocación profesional con el esfuerzo diario; a partir de la libre
elección falta aún estudiar, reflexionar, ejercitarse, equivocarse y rectificar, amar lo
que se estudia y aplica, y por ello mismo buscar su perfección. A medida que la
vocación se desarrolla, la persona disfruta lo que hace, aprende y se perfecciona en
su profesión y como persona.
HACE FALTA «CRUZAR EL PUENTE»
¿A qué pueden deberse el frecuente desprestigio de la figura del maestro y los
resultados significativamente bajos de la enseñanza?
A veces olvidamos lo que significa educar y ponemos énfasis en la acumulación de
saberes que al ser muchos, se olvidan, en lugar de ponerlo en la formación del ser.
Tal vez fallamos en alguna de las claves del éxito docente y creemos que
basta saber para hacer, o que basta hacer para ser. Otras veces las fallas de fondo
provienen del sistema: los programas educativos cambian antes de ser
convenientemente evaluados, los recursos para la educación no llegan a las aulas
públicas, la burocracia frena la creatividad docente.
En las últimas décadas, la formación ética se ha relegado tanto en la educación
básica como en la superior, incluyendo la formación magisterial; «la tarea docente es
objeto de múltiples frustraciones que, en última instancia, acaban por “anular” de
cierta forma la dimensión humana de la tarea educativa y del profesor, lo que provoca
rutina, conformismo e incapacidad académica».
Deberíamos preguntarnos: ¿mi semilla dará fruto? Esa semilla que cultivo en mi labor
docente diaria, ¿se quedará a nivel de un conocimiento temporal en los alumnos?,
¿les servirá de algo en la vida práctica?, ¿removerá para bien su intimidad?
Un educador siembra no superficialmente la verdad y el bien en sus alumnos. Para
que la semilla dé fruto falta cruzar el puente que hay entre lo que el maestro siembra
y lo que el educando hace suyo. Ese «puente» es la educación de la voluntad, que
enseña a usar de modo práctico los saberes, a tomar decisiones, a perseverar en la
acción.
Es necesario poner en juego la razón, voluntad y amor propio hacia lo que hacemos,
y saber mover los de nuestros alumnos hacia aquello que les perfecciona
integralmente.
Se trata de dirigir la voluntad hacia el Bien, la Belleza, la Verdad, hacia todo aquello
que perfecciona —en cuerpo y alma— la naturaleza humana.
Reabordar el camino de la educación en valores y ser valiente al recorrerlo, es el
abono para que la semilla dé fruto y lo dé en abundancia.
ANEXOS
04 La redacción es coherente 5 3 1
06 Aplica la acentuación 5 3 1
TOTAL