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¿En qué medida es posible superar la ambigüedad y vaguedad en el lenguaje?

¿En
qué contextos podría la ambigüedad impedir el conocimiento o contribuir a su
adquisición? ¿El equilibrio entre precisión y ambigüedad varía de un área del
conocimiento a otra?

La ambigüedad existe cuando una palabra de la lengua transmite diferentes


significados o puede ofrecer más de una interpretación. Y la vaguedad existe
cuando una palabra o frase es indecisa o imprecisa en su defecto.

La ambigüedad hace referencia a la diferencia del significado de ciertas palabras, al


elegir cuál es el significado de éstas debemos poner atención a el contexto o a la
estructura de la frase en la que esta palabra se encuentra. Un ejemplo de
ambigüedad sería la palabra más. Esta se puede utilizar en diferentes contextos
como por ejemplo afirmando un aumento de algo, ayer tuve que comprar más leche
porque mi bebe no tenía que beber, ó se puede utilizar como un sinónimo de pero,
ayer llegué temprano a mi casa mas no pude verme la novela. Si detallamos los
ejemplos dados anteriormente podemos observar que la palabra más tiene
diferentes significados según el contexto en el cual se haya dado. Así mismo
sabemos que una oración según el nivel pragmático no siempre tiene el mismo
significado o transmite el mensaje que de verdad quiere dar por eso la
interpretación de cada oración debe ser bien jugada para mal interpretarla.

Por otro lado, la vaguedad hace referencia a la incapacidad lingüística de expresar


algo como es debido. Se puede hablar de vaguedad en el lenguaje cuando una
palabra no expresa claramente lo que significa y por lo tanto no da claridad a lo que
se quiere decir con ésta misma. La frase “¡Ese libro es tremendo!”, sería ambiguo.

Los acontecimientos no siempre son lo que parecen ni tienen las consecuencias


esperadas. El mundo es muchas veces ambiguo, es decir, que puede entenderse de
varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo a
dudas, incertidumbre o confusión, como define el diccionario. La ambigüedad
entonces, aparece como la instancia nunca objetivada aunque condición de
posibilidad de “objetividad” de nuestros acercamientos al mundo. Y en esta
plenitud del ser, se recupera el trasfondo dionisíaco del conocimiento humano. A
partir de lo caótico y ambiguo de nuestro “estar en el mundo” (una fórmula propia
de las filosofías de la existencia), se extraerá consecuencias para la ciencia pero,
fundamentalmente, para la vida en sociedad. De modo tal que hará de la
ambigüedad la condición de posibilidad no solo del conocimiento sino también del
reconocimiento de la alteridad. Es por esto que la ambigüedad en el contexto de
jergas o ignorancias pueden impedir el conocimiento.
En áreas del conocimiento, hay diferencias como en las matemáticas y las ciencias,
no hay mucha libertad de interpretaciones. Es decir, existen símbolos y fórmulas
que en todo el mundo significan lo mismo, en otras palabras la simbología es más
precisa. La ambigüedad no tiene lógica en el caso de matemáticas, por ejemplo si
existen dos resultados no significa que ambos sean correctas, en el caso de
matemáticas hay una sola versión absoluta. No obstante, en otras áreas ya sea en la
historia, ciencias humanas y arte, si existe una ambigüedad. En la historia, no está
comprobado al 100% los hechos puesto que se hace una interpretación de textos
antiguos y este proceso no es tan específico. En el arte, es mucho más subjetivo, un
ejemplo sería cómo se mide la belleza, porque lo que para una persona puede ser
bello, para otra persona no necesariamente le parece bello, hay espacio libre a las
interpretaciones. Son por estos ejemplos que la precisión de la ambigüedad varía
por cada área de conocimiento, en el arte e historia es subjetivo, en cambio las
matemáticas o ciencias son absolutos.

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