Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿POR QUÉ
AUTOCUIDADO PARA
VIGILANTES?
- BLOQUE 4 -
¿POR QUÉ AUTOCUIDADO PARA VIGILANTES?
Nuestra formación como Vigilantes de la vida va dirigida a que podamos adquirir las
herramientas y recursos necesarios que nos permitan ayudar, apoyar, y sostener a las
personas que puedan estar en riesgo de suicidio.
Para ello, hemos estado aprendiendo sobre lo que realmente hay detrás del suicidio,
sobre lo que lleva a una persona a querer quitarse la vida, o sobre los factores que
pueden ser de riesgo, entre muchas otras cosas. En la parte práctica, también hemos
hablado de cómo ayudar. Siguiendo un poco la metáfora del vigilante de la playa,
tenemos las indicaciones básicas, el material de salvamento, y la silla de vigilancia.
Pero, ¿no es también importante que alguien “vigile” al vigilante? ¿Cómo sino va a
poder asegurarse su bienestar y, así, su capacidad para poder ayudar?
Quizá leer esto te conecte con una sensación de egoísmo, o quizá te vengan
pensamientos relacionados con que este no es un momento para mirar por ti y por tu
bienestar. Todo esto es normal cuando hemos adquirido la responsabilidad de cuidar
a alguien que necesita de nuestra ayuda.
Sin embargo, en este sentido, vamos a ver la diferencia entre dos conceptos que se
entremezclan: la responsabilidad y la culpa.
La culpa, en este campo, tiene que ver con la percepción de que no hemos llegado a
cumplir nuestros estándares de responsabilidad, es decir, con la sensación de que “no
hemos hecho lo suficiente” o lo que “deberíamos haber hecho”.
28
En este punto, es importante entender que todo cuanto hagamos será importante,
pero que, como humanas, haremos todo lo que podamos con los recursos que
tenemos.
Cuando nuestra preocupación está tan centrada en el exterior, en este caso, en salvar
a las personas que están hundidas en mar abierto, perdemos de vista lo que sentimos
y necesitamos en primera persona. Sin embargo, no podremos realizar la importante
tarea de ser Vigilantes de la vida si no nos cuidamos de estar en buenas condiciones
para hacerlo.
Pues bien, cuando montamos en avión, las azafatas dan una serie de instrucciones
sobre cómo actuar en casos de emergencia para ponernos a salvo lo máximo
posible. Entre otras cosas, una de las pautas que dan es la de que, en caso de ser
necesarias las mascarillas de oxígeno, nos pongamos siempre primero la nuestra,
previamente a tratar de colocársela al niño o niña que tengamos al lado. Esto es
difícil de hacer, ya que, naturalmente, sale un instinto de protección con ese niño o
niña, queremos salvar su vida a toda costa. Pero, si en ese momento no nos
preocupamos por usar la mascarilla de oxígeno primero, quizá nos quedemos sin la
suficiente respiración como para ayudar a cualquier otra persona. Esta metáfora
viene a decir que, aun siendo muy buena y legítima nuestra intención de ayudar y
salvar a otra persona, también es importante que cuidemos nuestra propia
“respiración”, es decir, que nos podamos cuidar también a nosotras en el proceso de
tratar de cuidar y salvar a otra persona.
¿Habías pensado alguna vez en esto? ¿te ayuda esta metáfora a asumir la importancia
del autocuidado?
¡Ojo! Hay un pequeño matiz que hacer en esta idea. Decimos que, para poder
asegurar que otra persona respire, es esencial que yo también cuide de mi respiración.
Ahora bien, vamos a tratar de ver y llevar a cabo este autocuidado desde mi deseo de
cuidarme a mí y a mis necesidades, y no tanto desde el “tengo que autocuidarme
para dar lo que se necesita de mí”.
Cuando nos cuidamos desde nuestro deseo de cuidarnos, estamos haciéndolo desde
la sensación de que merecemos descansar de la carga de la responsabilidad y
reparar fuerzas, porque lo necesitamos y porque contemplamos nuestro cuidado y
necesidades como algo que también es importante.
29
Sin embargo, cuando nos cuidamos únicamente para cuidar, sin realmente conectar
con la importancia de nuestro autocuidado o con nuestras necesidades, no estamos
verdaderamente cuidándonos, sino cargando constantemente con la responsabilidad
de salvar y, así, evitando la culpa que podríamos sentir de no hacerlo.
¿Lo ves?
Por ello, aunque la anterior metáfora y la idea de que para ser Vigilantes de la vida
necesitamos cuidarnos son verdades que nos pueden ayudar mucho a colgar de vez
en cuando nuestra capa (sin que eso signifique que evadimos nuestra responsabilidad
de ayudar), también es igualmente importante que podamos conectar con la idea de
que merecemos cuidarnos y de que nuestro bienestar es, también, vital.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, vamos a ver qué puede estar pasando dentro del
mundo interior del Vigilante de la vida y cómo podemos hacernos cargo de todo ello.
A nivel emocional, como Vigilante de la vida, es normal que tengas ansiedad, que te
sientas triste, impotente, frustrada, culpable, desmotivada, o que vengan a ti
sensaciones de rabia y de fracaso, entre otras muchas otras emociones y sensaciones
que pueden llegar a experimentarse con alta intensidad.
A nivel físico, por ejemplo, puede que experimentes insomnio, pesadillas, problemas
gastrointestinales, taquicardias, mareos, sensación de fatiga o falta de aire, etc.
También van a ser muy comunes los pensamientos del estilo “no sé si estoy haciendo
lo suficiente” y derivados (“quizá podría hacer más”, “no sé qué más hacer”…).
30
Aun así, será normal que no todos estos pensamientos desaparezcan, y que siempre
queden resquicios de dudas y de preocupación acerca de si estamos haciendo todo lo
que podemos. Pese a lo natural de esto, recuerda que estás haciendo todo lo que
sabes y puedes, y eso ya es mucho. Tu esfuerzo, apoyo, y preocupación valen oro.
En definitiva, todo lo que sientas a lo largo de todo el proceso de ayuda y apoyo es
natural. Y no habrá nada malo en ti por sentirlo, es decir, sentirte mal no te hace una
persona egoísta o una “mala Vigilante”, sino que tienes derecho a sentirte tal y como
te sientes.
En este punto, recuerda que nuestra capacidad de ayuda tiene límites, y que nuestra
responsabilidad es compartida por otras personas y por toda una sociedad, en
general. En este sentido, vamos a tener en cuenta que cualquier decisión final que la
persona en riesgo tome no es tuya, sino suya. El suicidio nunca será tu culpa.
Así, una manera de cuidarme a mí en todo este proceso va a ser interiorizar la idea de
que hay una distancia entre mis actos y los actos de otras personas. Para ilustrar esto,
fíjate en estos dos círculos:
Lo que estás haciendo ahora, es decir, formándote como Vigilante de la vida, ¡ya es
mucho! Y, con ello, estás situada dentro de tu círculo de control.
Por otro lado, dentro del círculo de no control incluiríamos todo aquello sobre lo que
no podemos influir del todo, sobre lo que no tenemos tanto control, sobre lo que no
está tanto en nuestras manos. Por ejemplo: los pensamientos y emociones de otras
personas, las conductas suicidas, o el suicidio consumado.
31
En este e-book nos hemos centrado mucho en el círculo de control, aprendiendo qué
podemos hacer para prevenir el suicidio y para ayudar y acompañar a personas que
sufren. Pero nuestro objetivo es que la ayuda que ofreces esté en equilibrio con el
cuidado que te das. Por eso, para nuestro autocuidado será importante que
aceptemos nuestros límites y no nos exijamos por encima de nuestras posibilidades
reales. (Esto puede ser aún más importante en personas con un rol cuidador o
salvador muy marcado).
Siguiendo un poco en esta línea, cuidarme a mí en todo este proceso va a requerir por
nuestra parte que nos tratemos con amabilidad y compasión. Como veíamos antes,
en este momento es normal que sintamos culpa, rabia, impotencia… derivadas de la
sensación de no estar haciendo lo suficiente. Pues bien, una forma de cuidarnos es,
por un lado, validar todas las emociones que puedan venirnos, pues todas ellas
estarán ahí por algo. Validar quiere decir que entendemos que lo que sentimos es
normal, y que, por tanto, nos permitimos sentirlo (recuerda: nos dejamos estar mal sin
que eso signifique ser egoísta).
Ahora bien, para poder validar la forma en la que nos sentimos, primero necesitamos
saber cómo estamos. Cuando estamos centradas en nuestra labor como Vigilantes de
la vida, nuestra atención está puesta fuera, y no tanto dentro. Parte del autocuidado
va a implicar que nos concedemos tiempo y espacio para estar con nosotras mismas,
para prestar atención a cómo nos estamos sintiendo, a cómo estamos llevando todo lo
que está ocurriendo… en definitiva, que podamos crear momentos en los que nos
miremos a nosotras y a nuestro estado interno. Aunque luego veremos ideas de
autocuidado en este sentido, alguna forma de llevar esto a cabo puede ser dar un
paseo contigo misma, meditar, o escribir sobre tus emociones.
Para conectar con nuestra autocompasión y, así, con nuestro autocuidado, podremos
hacernos preguntas como: “¿qué necesito?”, “¿qué puedo darme a mí misma
ahora?”, “¿cómo podría cuidar de mí en este momento?”. Vamos a verlo con
detenimiento a continuación.
32
PAUTAS DE AUTOCUIDADO
Ahora que te has dado cuenta de lo importante que es el autocuidado para Vigilantes
de la vida, vamos a ver de forma más concreta cómo puedes cuidarte a ti en todo este
proceso.
La idea general es que podamos crear esos espacios y ese tiempo que nos permitan
hacernos cargo de nuestro estado emocional y de nuestras necesidades.
Como esto a veces resulta complicado, vamos a darte alguna idea a nivel general y,
después, vamos a centrarnos en las pautas de autocuidado para Vigilantes.
Aquí tienes algunos ejemplos generales para los diferentes niveles de autocuidado:
NIVEL FÍSICO: relajarte con una ducha o masaje, descansar, dormir, ejercicios de
respiración, mover tu cuerpo haciendo ejercicio, hacer yoga, dar un paseo, bailar...
NIVEL SOCIAL: llamar a una amiga/o, quedar con alguien, pedir ayuda, ir al cine o
teatro, hablar con familiares, acudir a algún grupo de apoyo o acompañamiento…
33
Cuida tus hábitos y tus rutinas básicas relacionadas con la alimentación, el sueño,
el descanso, el ejercicio físico o cualquier tipo de movimiento corporal, etc. El
estrés de esta situación puede hacer que tu salud física sea vulnerable, así que
cuidarte en este sentido es esencial.
Cuida tu ocio, dedícate algún momento en el que hacer algo que disfrutes, como ir
al cine, salir a cenar, ir al teatro… cualquier plan que pueda hacerte conectar con el
disfrute y que, por un momento, te ayude a desconectar y descansar la carga.
Invierte en autocuidado o mimo personal: masajes, talleres, cursos de formación o
cursos creativos (por ej.: pintura, cerámica…).
Expresa cómo te sientes. Busca personas y espacios seguros en los que poder
exteriorizar cómo te sientes sin miedo a resultar “pesada”, “negativa”, “repetitiva”,
etc. Necesitas y mereces espacios que funcionen a modo de ventana, en los que
puedas ventilar todo lo que llevas dentro. Haz esto con personas que anticipas que
van a recoger y sostener lo que les dices con respeto, comprensión, y afecto.
Presta especial atención a señales que pueden indicar que necesitas ayuda y
acompañamiento profesional. En este punto vamos a detenernos para hablar de
algunas señales de alerta que pueden indicar que, como Vigilante, necesites
ayuda profesional:
34
La culpa en el autocuidado: es importante anticipar que puede que la culpa venga
a ti cuando lleves a cabo estas pautas o, incluso, cuando disfrutes de cualquiera de
ellas. Si esto es así, identifica esa emoción y entiende que viene a ti desde la
preocupación y responsabilidad que sientes y desde el deseo de cuidar a la
persona que quieres y sufre. Una vez entiendas esta emoción, recuerda cosas
trabajadas en este bloque de la formación: la metáfora de la mascarilla de oxígeno,
los círculos, la diferencia entre responsabilidad y culpa, la necesidad de descansar
de la carga, etc.
Para acabar este bloque de tu formación como Vigilante de la vida, tómate un tiempo
en reflexionar sobre lo que has aprendido. Quizá el autocuidado es algo que no
esperabas encontrarte en una formación acerca de la prevención y el
acompañamiento en relación con el suicidio, pero, como has visto, es un aspecto
importantísimo y, de hecho, llega a ser hasta vital.
35