Está en la página 1de 9

- BLOQUE 4 -

¿POR QUÉ
AUTOCUIDADO PARA
VIGILANTES?
- BLOQUE 4 -
¿POR QUÉ AUTOCUIDADO PARA VIGILANTES?

Antes de introducir este apartado, te propongo que reflexiones: ¿crees que es


importante el autocuidado para Vigilantes de la vida? ¿por qué sí?, o, ¿por qué no?
Tómate un tiempo para pensar en esto antes de seguir leyendo.

Nuestra formación como Vigilantes de la vida va dirigida a que podamos adquirir las
herramientas y recursos necesarios que nos permitan ayudar, apoyar, y sostener a las
personas que puedan estar en riesgo de suicidio.

Para ello, hemos estado aprendiendo sobre lo que realmente hay detrás del suicidio,
sobre lo que lleva a una persona a querer quitarse la vida, o sobre los factores que
pueden ser de riesgo, entre muchas otras cosas. En la parte práctica, también hemos
hablado de cómo ayudar. Siguiendo un poco la metáfora del vigilante de la playa,
tenemos las indicaciones básicas, el material de salvamento, y la silla de vigilancia.

Pero, ¿no es también importante que alguien “vigile” al vigilante? ¿Cómo sino va a
poder asegurarse su bienestar y, así, su capacidad para poder ayudar?

Si bien nuestro trabajo está centrado en las personas en riesgo de suicidio,


también es vital nuestro propio cuidado.

Quizá leer esto te conecte con una sensación de egoísmo, o quizá te vengan
pensamientos relacionados con que este no es un momento para mirar por ti y por tu
bienestar. Todo esto es normal cuando hemos adquirido la responsabilidad de cuidar
a alguien que necesita de nuestra ayuda.

Sin embargo, en este sentido, vamos a ver la diferencia entre dos conceptos que se
entremezclan: la responsabilidad y la culpa.

La responsabilidad tiene que ver con la percepción de que nuestra implicación en la


prevención del suicidio, así como de ayudar a las personas que sufren, es necesaria.
Como ves, esto tiene mucho sentido, pues como sociedad tenemos una
responsabilidad compartida en esta tarea.

La culpa, en este campo, tiene que ver con la percepción de que no hemos llegado a
cumplir nuestros estándares de responsabilidad, es decir, con la sensación de que “no
hemos hecho lo suficiente” o lo que “deberíamos haber hecho”.

Cuando hablamos de autocuidado como Vigilantes de la vida, estos dos conceptos se


mezclan en nuestro interior. Si bien nuestra responsabilidad es importante, esta tiene
unos límites. No podemos controlar todo, nuestros recursos individuales son limitados,
nuestra ayuda también, no somos superhéroes ni superheroínas, y no todo va a
depender de lo que hagamos.

28
En este punto, es importante entender que todo cuanto hagamos será importante,
pero que, como humanas, haremos todo lo que podamos con los recursos que
tenemos.

Hablando de autocuidado, la culpa hace su aparición cuando sentimos que la


responsabilidad sobre nuestros hombros es tan grande que no podemos hacer otra
cosa sino sostenerla, sin pararnos a descansar en ningún tramo del camino para
apoyarla un ratito o para compartirla con otra persona. Ahora bien, es justo la
magnitud de esta responsabilidad lo que hace importante que nos demos espacios
para descargarla o, al menos, reparar nuestras fuerzas para sostenerla.

Cuando nuestra preocupación está tan centrada en el exterior, en este caso, en salvar
a las personas que están hundidas en mar abierto, perdemos de vista lo que sentimos
y necesitamos en primera persona. Sin embargo, no podremos realizar la importante
tarea de ser Vigilantes de la vida si no nos cuidamos de estar en buenas condiciones
para hacerlo.

Veamos esta idea de otra manera:

¿Conoces la metáfora de las mascarillas de oxígeno en los aviones?

Pues bien, cuando montamos en avión, las azafatas dan una serie de instrucciones
sobre cómo actuar en casos de emergencia para ponernos a salvo lo máximo
posible. Entre otras cosas, una de las pautas que dan es la de que, en caso de ser
necesarias las mascarillas de oxígeno, nos pongamos siempre primero la nuestra,
previamente a tratar de colocársela al niño o niña que tengamos al lado. Esto es
difícil de hacer, ya que, naturalmente, sale un instinto de protección con ese niño o
niña, queremos salvar su vida a toda costa. Pero, si en ese momento no nos
preocupamos por usar la mascarilla de oxígeno primero, quizá nos quedemos sin la
suficiente respiración como para ayudar a cualquier otra persona. Esta metáfora
viene a decir que, aun siendo muy buena y legítima nuestra intención de ayudar y
salvar a otra persona, también es importante que cuidemos nuestra propia
“respiración”, es decir, que nos podamos cuidar también a nosotras en el proceso de
tratar de cuidar y salvar a otra persona.

¿Habías pensado alguna vez en esto? ¿te ayuda esta metáfora a asumir la importancia
del autocuidado?

¡Ojo! Hay un pequeño matiz que hacer en esta idea. Decimos que, para poder
asegurar que otra persona respire, es esencial que yo también cuide de mi respiración.
Ahora bien, vamos a tratar de ver y llevar a cabo este autocuidado desde mi deseo de
cuidarme a mí y a mis necesidades, y no tanto desde el “tengo que autocuidarme
para dar lo que se necesita de mí”.

Cuando nos cuidamos desde nuestro deseo de cuidarnos, estamos haciéndolo desde
la sensación de que merecemos descansar de la carga de la responsabilidad y
reparar fuerzas, porque lo necesitamos y porque contemplamos nuestro cuidado y
necesidades como algo que también es importante.

29
Sin embargo, cuando nos cuidamos únicamente para cuidar, sin realmente conectar
con la importancia de nuestro autocuidado o con nuestras necesidades, no estamos
verdaderamente cuidándonos, sino cargando constantemente con la responsabilidad
de salvar y, así, evitando la culpa que podríamos sentir de no hacerlo.

¿Lo ves?

No es lo mismo “me cuido” que “me cuido para”. En la segunda, el autocuidado es


condicional, pues está más marcado por conseguir algo en el exterior que en nuestro
interior.

Por ello, aunque la anterior metáfora y la idea de que para ser Vigilantes de la vida
necesitamos cuidarnos son verdades que nos pueden ayudar mucho a colgar de vez
en cuando nuestra capa (sin que eso signifique que evadimos nuestra responsabilidad
de ayudar), también es igualmente importante que podamos conectar con la idea de
que merecemos cuidarnos y de que nuestro bienestar es, también, vital.

¿CÓMO PUEDO CUIDARME A MÍ EN TODO ESTE PROCESO?

Teniendo en cuenta todo lo anterior, vamos a ver qué puede estar pasando dentro del
mundo interior del Vigilante de la vida y cómo podemos hacernos cargo de todo ello.

Independientemente de cuál esté siendo tu papel como Vigilante en este momento


(quizá tengas a una persona cercana con ideación suicida, quizá estés tratando de
ayudar a alguien que sufre o está en riesgo, quizá simplemente estés aprendiendo
sobre todo esto…), todo esto a lo que te estás enfrentando o de lo que estás
aprendiendo es indudablemente duro. Hablar y/o vivir de cerca cualquier situación
relacionada con el suicidio supone una gran carga a nivel emocional, de modo que a
lo largo de esta formación puedes haberte sentido removida. Es normal.

A nivel emocional, como Vigilante de la vida, es normal que tengas ansiedad, que te
sientas triste, impotente, frustrada, culpable, desmotivada, o que vengan a ti
sensaciones de rabia y de fracaso, entre otras muchas otras emociones y sensaciones
que pueden llegar a experimentarse con alta intensidad.

A nivel físico, por ejemplo, puede que experimentes insomnio, pesadillas, problemas
gastrointestinales, taquicardias, mareos, sensación de fatiga o falta de aire, etc.
También van a ser muy comunes los pensamientos del estilo “no sé si estoy haciendo
lo suficiente” y derivados (“quizá podría hacer más”, “no sé qué más hacer”…).

Probablemente, estos pensamientos se atenúen a medida que vayas aprendiendo


sobre el suicidio y vayas adquiriendo recursos que ayuden a que sientas algo más de
control sobre la situación o que, al menos, te den la sensación de poder hacer algo y
de cómo hacerlo.

30
Aun así, será normal que no todos estos pensamientos desaparezcan, y que siempre
queden resquicios de dudas y de preocupación acerca de si estamos haciendo todo lo
que podemos. Pese a lo natural de esto, recuerda que estás haciendo todo lo que
sabes y puedes, y eso ya es mucho. Tu esfuerzo, apoyo, y preocupación valen oro.
En definitiva, todo lo que sientas a lo largo de todo el proceso de ayuda y apoyo es
natural. Y no habrá nada malo en ti por sentirlo, es decir, sentirte mal no te hace una
persona egoísta o una “mala Vigilante”, sino que tienes derecho a sentirte tal y como
te sientes.

En este punto, recuerda que nuestra capacidad de ayuda tiene límites, y que nuestra
responsabilidad es compartida por otras personas y por toda una sociedad, en
general. En este sentido, vamos a tener en cuenta que cualquier decisión final que la
persona en riesgo tome no es tuya, sino suya. El suicidio nunca será tu culpa.
Así, una manera de cuidarme a mí en todo este proceso va a ser interiorizar la idea de
que hay una distancia entre mis actos y los actos de otras personas. Para ilustrar esto,
fíjate en estos dos círculos:

Este dibujo es un ejemplo gráfico de nuestra


capacidad para controlar las situaciones a las
que nos enfrentamos. Por un lado, dentro del
círculo de control podríamos incluir todo
aquello que sí podemos hacer, todo aquello CÍRCULO DE
sobre lo que sí tenemos influencia, todo CONTROL
aquello que sí está en nuestras manos. Por
ejemplo: informarnos sobre suicidio, conocer
las señales de alerta, llamar a algún teléfono
para pedir asesoramiento en caso de riesgo, CÍRCULO DE NO
llamar al 112 en caso de emergencia, escuchar CONTROL
a la persona con ideación, apoyarla, mostrarle
nuestra ayuda, etc.

Lo que estás haciendo ahora, es decir, formándote como Vigilante de la vida, ¡ya es
mucho! Y, con ello, estás situada dentro de tu círculo de control.

Por otro lado, dentro del círculo de no control incluiríamos todo aquello sobre lo que
no podemos influir del todo, sobre lo que no tenemos tanto control, sobre lo que no
está tanto en nuestras manos. Por ejemplo: los pensamientos y emociones de otras
personas, las conductas suicidas, o el suicidio consumado.

Además, no vamos a poder hacer de psicólogxs, psiquiatras… y cubrir las carencias


de un sistema sanitario. Lo que sí podemos hacer, como humanas y no superhéroes/
heroínas es ofrecer nuestro apoyo, escucha activa, calor, compañía, cariño…

31
En este e-book nos hemos centrado mucho en el círculo de control, aprendiendo qué
podemos hacer para prevenir el suicidio y para ayudar y acompañar a personas que
sufren. Pero nuestro objetivo es que la ayuda que ofreces esté en equilibrio con el
cuidado que te das. Por eso, para nuestro autocuidado será importante que
aceptemos nuestros límites y no nos exijamos por encima de nuestras posibilidades
reales. (Esto puede ser aún más importante en personas con un rol cuidador o
salvador muy marcado).

Siguiendo un poco en esta línea, cuidarme a mí en todo este proceso va a requerir por
nuestra parte que nos tratemos con amabilidad y compasión. Como veíamos antes,
en este momento es normal que sintamos culpa, rabia, impotencia… derivadas de la
sensación de no estar haciendo lo suficiente. Pues bien, una forma de cuidarnos es,
por un lado, validar todas las emociones que puedan venirnos, pues todas ellas
estarán ahí por algo. Validar quiere decir que entendemos que lo que sentimos es
normal, y que, por tanto, nos permitimos sentirlo (recuerda: nos dejamos estar mal sin
que eso signifique ser egoísta).

Ahora bien, para poder validar la forma en la que nos sentimos, primero necesitamos
saber cómo estamos. Cuando estamos centradas en nuestra labor como Vigilantes de
la vida, nuestra atención está puesta fuera, y no tanto dentro. Parte del autocuidado
va a implicar que nos concedemos tiempo y espacio para estar con nosotras mismas,
para prestar atención a cómo nos estamos sintiendo, a cómo estamos llevando todo lo
que está ocurriendo… en definitiva, que podamos crear momentos en los que nos
miremos a nosotras y a nuestro estado interno. Aunque luego veremos ideas de
autocuidado en este sentido, alguna forma de llevar esto a cabo puede ser dar un
paseo contigo misma, meditar, o escribir sobre tus emociones.

Por otro lado, también hemos hablado de la importancia de la amabilidad y la


compasión con una misma en este camino. Esto tiene que ver con que ya bastante
mal lo estamos pasando y bastante duro está siendo lo que estamos viviendo como
para tener que sufrir, también, el mal trato hacia nosotras mismas, ¿no crees?

La palabra autocompasión puede que te conecte con la idea de victimismo, pero la


autocompasión no tiene que ver con eso, sino con tener una mirada amable hacia
nosotras mismas, cuidarnos, atender, comprender y, de alguna manera, aliviar nuestro
dolor. Es la base del autocuidado, ya que se basa en:

Ver nuestro dolor


Entender nuestro dolor
Cuidarnos

Para conectar con nuestra autocompasión y, así, con nuestro autocuidado, podremos
hacernos preguntas como: “¿qué necesito?”, “¿qué puedo darme a mí misma
ahora?”, “¿cómo podría cuidar de mí en este momento?”. Vamos a verlo con
detenimiento a continuación.

32
PAUTAS DE AUTOCUIDADO
Ahora que te has dado cuenta de lo importante que es el autocuidado para Vigilantes
de la vida, vamos a ver de forma más concreta cómo puedes cuidarte a ti en todo este
proceso.

La idea general es que podamos crear esos espacios y ese tiempo que nos permitan
hacernos cargo de nuestro estado emocional y de nuestras necesidades.

El autocuidado, como la propia palabra indica, ha de ser individualizado, es decir,


hecho a medida para cada persona. Por ello, es importante que crees tu propio listado
de ideas de cosas que sientes que te vienen bien, que te calman, que te reconfortan, o
que te pueden ayudar a regular tu estado emocional (puedes pensar en lo que hacías
antes de esta situación). Así también podrás consultar esta lista cuando no sepas qué
necesitas o qué darte. Para realizar esta lista, reflexiona:

¿Qué te ayuda a ti a reconectar con tu bienestar?


¿Qué cosas te hacen sentir en calma?
¿Qué crees que puede ayudarte a aliviar el malestar?
¿Qué cosas suelen venirte bien?
¿Qué te ayuda a desactivarte?

Poco a poco, ve creando un listado de formas de autocuidado que vayan viniendo a tu


mente tras estas preguntas.

Como esto a veces resulta complicado, vamos a darte alguna idea a nivel general y,
después, vamos a centrarnos en las pautas de autocuidado para Vigilantes.

Aquí tienes algunos ejemplos generales para los diferentes niveles de autocuidado:

NIVEL FÍSICO: relajarte con una ducha o masaje, descansar, dormir, ejercicios de
respiración, mover tu cuerpo haciendo ejercicio, hacer yoga, dar un paseo, bailar...

NIVEL EMOCIONAL: hacer un diario emocional, leer, escuchar música, desconectar de


redes, hacer manualidades, meditar, pasar tiempo en la naturaleza, acudir a terapia,
tomarte tiempo para tu espiritualidad, acudir a misa, pasar tiempo con animales…

NIVEL SOCIAL: llamar a una amiga/o, quedar con alguien, pedir ayuda, ir al cine o
teatro, hablar con familiares, acudir a algún grupo de apoyo o acompañamiento…

Ahora, veamos pautas de autocuidado para Vigilantes de la vida:

Dedica un tiempo al día en el que preguntarte cómo estás, cómo te estás


sintiendo, cómo ha ido el día, etc.

Acepta tus límites y entiende y respeta tu estado interno. Recuerda lo aprendido


sobre la validación emocional y la autocompasión con tu propio dolor.

33
Cuida tus hábitos y tus rutinas básicas relacionadas con la alimentación, el sueño,
el descanso, el ejercicio físico o cualquier tipo de movimiento corporal, etc. El
estrés de esta situación puede hacer que tu salud física sea vulnerable, así que
cuidarte en este sentido es esencial.

Cuida tu ocio, dedícate algún momento en el que hacer algo que disfrutes, como ir
al cine, salir a cenar, ir al teatro… cualquier plan que pueda hacerte conectar con el
disfrute y que, por un momento, te ayude a desconectar y descansar la carga.
Invierte en autocuidado o mimo personal: masajes, talleres, cursos de formación o
cursos creativos (por ej.: pintura, cerámica…).

Prueba la escritura terapéutica para exteriorizar tus preocupaciones, emociones,


miedos, pensamientos, etc.

Apoyo social: no trates de llevar la carga tú sola. Tú también necesitas y mereces


ayuda, así que no dudes en pedirla, pues esto también es autocuidado. Fuentes de
apoyo social son: amistades, familiares, vecindario, clubes a nivel comunitario u
online con diferentes actividades, grupos de apoyo online…

Expresa cómo te sientes. Busca personas y espacios seguros en los que poder
exteriorizar cómo te sientes sin miedo a resultar “pesada”, “negativa”, “repetitiva”,
etc. Necesitas y mereces espacios que funcionen a modo de ventana, en los que
puedas ventilar todo lo que llevas dentro. Haz esto con personas que anticipas que
van a recoger y sostener lo que les dices con respeto, comprensión, y afecto.
Presta especial atención a señales que pueden indicar que necesitas ayuda y
acompañamiento profesional. En este punto vamos a detenernos para hablar de
algunas señales de alerta que pueden indicar que, como Vigilante, necesites
ayuda profesional:

1. - Aislamiento o falta de interés y ganas por actividades sociales


2. - Cansancio continuado
3. - Insomnio continuado o mala calidad del sueño
4. - Abandono de una misma (descuido de la alimentación, del descanso, de la
higiene, de la imagen…)
5. - Consumo (que puede llegar a ser algo descontrolado) de medicamentos, cafeína,
alcohol, tabaco, etc.
6. - Problemas físicos: molestias digestivas, dolores de cabeza, taquicardias, dolores
de espalda, disminución del apetito, pérdida de peso, caída de pelo, etc.
7. - Pérdida de interés por las cosas o actividades que antes disfrutabas
8. - Conductas compulsivas (limpieza excesiva, compras compulsivas, comer
compulsivo, etc.)
9. - Tristeza, apatía, culpa, preocupación… todos los síntomas normales que antes
hemos visto son intensos, frecuentes, y/o duraderos

34
La culpa en el autocuidado: es importante anticipar que puede que la culpa venga
a ti cuando lleves a cabo estas pautas o, incluso, cuando disfrutes de cualquiera de
ellas. Si esto es así, identifica esa emoción y entiende que viene a ti desde la
preocupación y responsabilidad que sientes y desde el deseo de cuidar a la
persona que quieres y sufre. Una vez entiendas esta emoción, recuerda cosas
trabajadas en este bloque de la formación: la metáfora de la mascarilla de oxígeno,
los círculos, la diferencia entre responsabilidad y culpa, la necesidad de descansar
de la carga, etc.

Para acabar este bloque de tu formación como Vigilante de la vida, tómate un tiempo
en reflexionar sobre lo que has aprendido. Quizá el autocuidado es algo que no
esperabas encontrarte en una formación acerca de la prevención y el
acompañamiento en relación con el suicidio, pero, como has visto, es un aspecto
importantísimo y, de hecho, llega a ser hasta vital.

Tu implicación como Vigilante de la vida es digna de ser reconocida, y tu deseo de


ayudar dice mucho de ti y de ti calidad humana. Piénsalo bien: ¡¡vigilas la vida!! Esto es
algo que vale oro. Ahora bien, también algo que puede llegar a suponer una gran
mochila. Entender y respetar el valor de tu vida también es importante, y cuidarte a ti
en todo este proceso forma parte del aprendizaje que nos gustaría que te llevaras.

35

También podría gustarte