Está en la página 1de 11

Me encanta esto de vos, pero nunca podría vivir así

Raquel (27) y Marta (26) se conocieron hace 6 años estudiando la carrera de Bellas Artes y
han sido amigas desde entonces. A pesar de que sus personalidades son muy distintas,
desde el principio fueron amigas íntimas. Raquel es de temperamento calmado, y los demás
la suelen describir como “una excelente persona”. Es la típica a la que sus amigos le cuentan
sus problemas ya que es muy empática y siempre sabe qué decir. Por el contrario, Marta se
autodescribe como un auténtico desastre. Es la típica que siempre llega media hora tarde
como mínimo, pero cuenta una anécdota graciosa de cómo ha llegado hasta ahí y a todo el
mundo se le pasa el enojo. Marta es desorganizada y divertida, y suele animar todo lugar al
que va. Aunque las dos ya se graduaron y han empezado a trabajar, suelen verse muy
seguido.

Raquel y Marta se llevan muy bien y siempre han disfrutado de la compañía de la otra. A
pesar de tener unas personalidades tan diferentes, comparten el mismo gusto por la música,
películas y libros. A las dos les encanta la fotografía y suelen recomendarse cuentas de
fotógrafos en Instagram. Nunca han tenido conflictos ni dramas entre ellas, y tampoco han
tenido discusiones ni enojos importantes. Sin embargo, desde un principio se establecieron
unos patrones en su relación y no han cambiado nunca. Raquel suele tener un papel de ONG
en sus amistades, y su amistad con Marta no es una excepción. Normalmente Raquel es la
que escucha, da consejos y consuela, lo cual no le importa - le encanta ayudar a los demás-
y a Marta le encanta que Raquel sea firme y práctica.
Además, Raquel intenta no dar consejos que sean muy duros o que puedan generar una
discusión. Intenta encontrar el equilibrio entre ayudar a su amiga pero que no se sienta
juzgada. Aunque Marta siempre es la que se apoya emocionalmente en Raquel, la relación
no es para nada desigual. Marta intenta ayudar a Raquel a su manera - haciendo que disfrute,
se lo pase bien y haciéndole salir de ella misma. Raquel es un poco cerrada, aburrida y
estricta y a Marta no hay nada que le guste más que conseguir que se ría y se relaje.

Hace unos días, decidieron verse y ponerse al día. Se vieron en una terraza de un bar muy
tranquilo, se sentaron en una mesa algo alejada del resto, pidieron unas entradas y un par
de cervezas, y empezaron a hablar de la vida.

La vida personal de Marta ha sido especialmente caótica últimamente. Hace unos meses,
empezó a trabajar como ayudante de rodaje en una empresa de producción de televisión. Le
encanta su trabajo, pero el ritmo acelerado y los plazos le han generado mucho estrés, sobre
todo estas últimas semanas, además siendo nueva y con tanta presión, Marta ha cometido
fallos desastrosos. En su último error, el jefe le llamó la atención. Por si fuera poco, acaba de
romper con un chico que conoció por Tinder con el que llevaba viéndose algunos meses.
Todo empezó de manera espontánea pero poco a poco la cosa se fue poniendo seria y ya
habían decidido que su relación sería exclusiva. Marta pensaba que su relación estaba yendo
bien y ya se veía con él a medio-largo plazo pero un día una chica se puso en contacto con
ella vía Instagram y se dieron cuenta que el chico salía con las dos. La ruptura dejó a Marta
destrozada.

“En resumen, ha sido todo un desastre” explica Marta. “Qué suerte que tengo a mi compañera
de trabajo, Inés, es la que me ha mantenido firme. “Marta le cuenta a Raquel sobre su nueva
amistad con Inés.
Desde el primer momento congeniaron y enseguida se hicieron muy amigas. La dos son
chicas con mucha energía, a las que les gusta disfrutar y pasarlo bien, y suelen ir a tomar
algo después del trabajo. Inés ha estado animando a Marta para que se deje llevar y viva la
vida. “Cree que solo necesito olvidarme de mi ex y divertirme un poco con otros chicos.” Salen
cada viernes de fiesta, beben mucho y su tema de conversación a menudo se centra en
historias con chicos con los que han ligado.

Escuchando todo esto, Raquel no sabe muy bien qué decir. Ya ha visto a Marta actuar así
en otras rupturas, y nunca ha terminado bien. Siempre que Marta empieza a beber más de
la cuenta y a toparse con chicos casi todas las noches, Raquel lo ve como una señal de
alarma. Le preocupa que todo este comportamiento sea consecuencia de una inseguridad y
a su vez de la necesidad de huir. Cree que todas estas actitudes acaban dejando a Marta
peor de lo que estaba, y le crean mayores inseguridades. Además, no está segura de su
nueva amistad con Inés. Parece una buena persona, y seguro que lo pasan muy bien juntas,
pero ¿es “sentirse libre y dejarse llevar” lo que Marta necesita ahora?

Al mismo tiempo, Raquel no está segura de que sea el momento y el lugar para decirle todo
esto a su amiga, ¿Y si Marta se enoja? A lo largo de sus años de amistad, Raquel
sencillamente la ha escuchado sin decirle nada y ha evitado cuestionar a su amiga, pero
siente que esta vez Marta necesita toparse con la realidad. Raquel está preocupada
pensando en que si le dice algo puede poner en riesgo su amistad o puede enojar a su amiga.
Después de reflexionar un poco, cree que vale la pena intentarlo. La felicidad de Marta es
más importante que su propia comodidad.

“Marta, voy a ser sincera con vos: creo que salir de fiesta y meterte con chicos cada fin de
semana no es lo que necesitás ahora. Ya lo hiciste otras veces y no creo que te haga feliz.
Siempre estás más triste e insegura cuando estás en alguna de esas temporadas. Estoy
segurísima de que Inés es super buena y quiere lo mejor para vos, pero creo que podés dar
mucho más que esto. Sos una chica mucho más profunda y tenés un montón de cualidades.
Y no me gusta nada ver cómo las desperdiciás en noches de fiestas y alcohol, y con chicos
que no te merecen.”
Marta suelta una sonrisa, pero Raquel palpa la tensión en el ambiente inmediatamente.

“¡Raquel, no exageres! Solo necesito despejarme un poco. No es que me haya convertido en


una loca de las fiestas, ni mucho menos. Sólo necesito desahogarme un viernes por la noche.
Sé que no te gusta este tipo de cosas, pero no soy como vos. Yo no estoy lista para asentar
mi vida y tener un trabajo y buscar un esposo y una casa. Eso te va más a vos. Y lo respeto
totalmente, porque sé que eso te hace feliz. Pero ahora, necesito vivir como yo quiero y hacer
lo que creo que me conviene.

“¿Cómo que eso es lo mío? Yo tampoco sé si quiero una casita...

“Estoy bromeando. ¡Pero siempre sos tan buena... y conseguís todo lo que te proponés!
Conseguiste un trabajo muy bueno al salir de la universidad y vas a tener una carrera
increíble, pero también tenés unos ideales muy fuertes, o blancos o negros. Me encanta eso
de vos, pero nunca podría actuar así.”

Marta no puede evitar sentirse algo juzgada por Raquel. ¿Quién es ella para decirle que no
es feliz? ¡Qué sabrá ella! Su amiga es muy buena, pero a veces es un poco rígida.

Sin embargo, empieza a sentirse incómoda e inquieta, porque, aunque no quiere admitirlo,
Raquel ha dado en el clavo. Se encoge de hombros y trata de cambiar de tema.

“Pero bueno Raquel, ¡contame! ¿qué es de tu vida? Solo hemos hablado de mi toda la noche.
Te veo cansada ¿está todo bien?”

Raquel no quiere admitirlo, pero está agotada. Últimamente siente el peso del mundo en sus
hombros. Se aburre mucho en la oficina y se ha planteado volver a la universidad para hacer
un máster -quizá de educación o de psicología-. Sin embargo, le asusta tomar una decisión
equivocada y no quiere hacer nada sin estar 100% segura.

Además, tiene que lidiar con muchos problemas de sus padres, hermanos y sus amigos que
confían mucho en su criterio para recibir consejos, o al menos así es como lo siente ella. Sin
embargo, siente que sus problemas no tienen cabida en la vida de los demás. Recientemente
ha comenzado de nuevo con ataques de pánico (algo que no sucedía desde la secundaria)
y cada vez se le hace más difícil encontrar motivación para salir de la cama y trabajar cada
día.
A pesar de ello, no quiere cargar a Marta con todo esto. Es un tema aburrido para hablarlo
en ese momento y, de todos modos, su amiga ya tiene bastante con sus problemas. Por ello
decide darle la versión falsa de su historia.

“Sí, bueno, estoy bastante bien, gracias. El trabajo ha estado bien, me estoy planteando
volver a la universidad, aunque no estoy muy segura de qué curso hacer. No me decido entre
el Máster de educación o alguno de psicología.”

“¡Eso está muy bien! ¿Cuándo empezás? ¿Este semestre?”

“Mmm, no lo sé. Lo más probable es que aún no, porque en realidad todavía no he tomado
la decisión. Sigo pensando en que algo podría salir mal y me siento atascada.”

“Creo que deberías de dejar de preocuparte por lo que podría suceder y hacer lo que dice tu
corazón. A mí me sirve mucho preguntarme “¿qué opción me hace más feliz? Y entonces
sigo por ahí. Por ejemplo: ser profesora o psicóloga ¿qué creés que te haría más feliz?

“Mmm... no sé. Creo que me convence más la idea de ser psicóloga.”

“Pues, ¡eso es! ¡Dejá el trabajo y entrá en el Máster de Psicología!”

“Pero no es tan sencillo. Me preocupan las dificultades para afrontar este máster, y no puedo
permitirme gastar todo ese dinero y dejar el trabajo si así me voy a quemar al cabo de dos
años.”

“Raquel, te estás haciendo un mundo con todas tus suposiciones, pero tu corazón te está
diciendo a dónde necesitas estar. Te merecés vivir la mejor versión de tu vida. Yo te digo que
vale la pena hacerlo”.

De camino a casa, Marta se siente un poco inquieta. ¿Extrañaba sus consejos? No le había
visto convencida a Raquel y era como si buscara una solución que no había podido darle.
Raquel estaba agradecida por la ayuda de su amiga, pero se sentía mal por contarle todos
sus problemas. También esperaba que Marta le ofreciera algo más que un “seguí tu
corazón”, aunque nunca se lo diría.
Nota Técnica
Caso: La Amistad

Dijo el Zorro al Principito: “-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan
importante.” (Antoine Saint-Exupery)

¿Compañero, socio, colega, camarada, asociado, compinche, amigo? ¿Quién es un amigo?


¿Es el amigo de la infancia con el que crecí, al que rara vez veo, en ocasiones especiales
cuando vuelvo a mi ciudad natal de vacaciones? ¿Es el colega con quien tomo una cerveza,
o dos, celebrando los logros del trabajo? ¿Cómo puedo olvidarme de los compañeros de
clase de la universidad que veo de vez en cuando el tiempo me lo permite? ¿Son esas
personas mis amigos? ¿Y por qué debería pensar en esto?

En la siguiente cita, la escritora búlgara-estadounidense María Popova lamenta una actitud


común de la amistad del siglo XXI:"Llamamos "amigos" a aquellos que apenas conocemos
más allá de las raíces superficiales profesionales, confundimos la mera admiración mutua
con la amistad, lo identificamos como "amigo" a aquél que se refleja favorablemente en
nosotros a los ojos de los demás... Hemos perpetrado una corrosión del significado al usar
en exceso la palabra y sobre extender su connotación, comprimiendo en una imperceptible
diferencia la vasta extensión existencial entre el mero conocimiento y la amistad en el sentido
aristotélico apropiado" C. S. Lewis dice que la mayoría de la gente no piensa en la amistad
porque no la experimentan. ¿Cómo podemos participar de ella?

Quizás bebiendo, jugando o incluso trabajando con esas personas, por tanto, estaríamos
hablando más bien de una relación útil y agradable. Este tipo de amistad, los griegos la
denominan de utilidad y de placer. Pero Lewis cree que la amistad va más allá, cree que la
verdadera amistad es más que esto, requiere un intercambio mutuo e inversión de tiempo y
de uno mismo.
Una verdadera amistad puede desarrollarse independientemente de los prejuicios iniciales
que dos personas puedan tenerse entre ellas. C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien se conocieron en
Oxford en mayo de 1926. Tolkien admitió que no le interesaba Edmund Spenser, que era un
favorito de Lewis. Pensaba que el estudio del lenguaje - su disciplina -era superior al estudio
de la literatura. Esa noche, Lewis escribió en su diario refiriéndose a Tolkien: “No hay daño
en él, sólo necesita uno o dos golpes”.

Más tarde escribiría en su autobiografía, Surprised by Joy: The Shape of My Early Life:

“Mi amistad con J.R.R. Tolkien marcó la ruptura de dos viejos prejuicios. En mi llegada al
mundo había sido (implícitamente) advertido de no confiar nunca en un papista, y al llegar a
la Facultad de Filología Inglesa (explícitamente) de que no confiara en un filólogo. Tolkien
era ambas cosas.”

¡Cuántas largas y duraderas amistades habrán empezado de esta forma! Dos personas que
se muestran reacias al conocerse por primera vez, pero inesperadamente encuentran en el
otro a su alma gemela.

En su libro Los Cuatro Amores, Lewis escribe que lo que distingue la amistad de la mera
compañía es la naturaleza de la actividad que compartan. Si esa actividad se desarrolla
profundamente en el núcleo de la personalidad de uno, entonces el vínculo es mayor y más
duradero. Si se trata de la búsqueda de las artes, la filosofía o la religión, esos amigos al
reencontrarse después de un tiempo, descubrirán que pueden retomar todo como si sólo
hubieran pasado unas horas.

Una pasión o interés compartido puede reunir a las personas más improbables y convertirlas
rápidamente en amigos. Una de esas improbables amistades fue la del poeta y Premio Nobel
T.S. Eliot y el cómico partícipe de los Hermanos Marx, Groucho Marx. Los dos se escribieron
por correo durante un periodo de tres años a mediados del siglo XX, durante el cual
descubrieron, entre otras cosas, su pasión compartida por la literatura.
Más tarde, Groucho escribió que los amigos tienen tres cosas en común: “(1) gusto por los
buenos cigarros y (2) los gatos; y (3) una debilidad por hacer juegos de palabras.” ¡Parece
que incluso los intereses más peculiares pueden ser la base de una amistad duradera!
Siempre que, por supuesto, estos intereses superficiales no sean lo único que los mantenga
unidos, sino que les proporcione una vía de acceso a una amistad más profunda, marcada
por una entrega mutua y un respeto genuino por los intereses del otro. Pero ¿qué ocurre
cuando en una amistad no se profundiza lo suficiente con el tiempo? A veces, encontramos
más fácil mantener las cosas en la superficie para así disfrutar con nuestros amigos sin tener
que lidiar con todos los desafíos que surgen al intentar llegar a un nivel de profundidad mayor
o dejando que nos conozcan. Pueden pasar años y podríamos encontrar que una larguísima
amistad no es tan profunda como cuando empezó. Frecuentemente, cuando algo interrumpe
las facilidades de nuestra amistad - nos damos cuenta de que necesitamos preguntar más a
nuestro amigo o viceversa.

Estos momentos nos retan a permanecer fuera de nuestra zona de confort y pueden ser
difíciles de sobrellevar. Por ejemplo, ¿quién no está tentado de decirle a un amigo lo que
quiere escuchar para que ambos se sientan bien? Sin embargo, a pesar de la incomodidad
o incluso el sufrimiento que conlleva, descubriremos que también trae consigo alegría y
crecimiento personal, lo cual hacen que la verdadera amistad sea tan significativa y valiosa.

La amistad exige, en palabras de Dietrich von Hildebrand, “un cierto desapego del Yo, una
cierta subordinación y abnegación del Yo”, a favor del otro y de su verdadero bien. Un
verdadero amigo se arriesgará a un posible enfado para decirte la verdad, pero es un signo
de que están poniendo tus intereses por delante de los suyos. Una persona preocupada por
su crecimiento personal escuchará lo que un buen amigo tiene que decir y examinará la
verdad de las palabras, incluso si se confrontan entre sí.

Montaigne dijo, “un hombre es mi amigo porque él es él y yo soy yo”. Tenemos que querer a
nuestros amigos por quienes son y no por lo que nos ofrecen o porque sus creencias están
en sintonía con las nuestras. Esto significa que, en última instancia, tenemos que dejarlos
libres para ser ellos mismos, a pesar de que intentemos desafiarlos a ser mejores.
¿y cómo sabe uno dónde colocar la delgada línea que separa el querer lo mejor para una
persona y su libertad personal? ¿Puede haber amistad entre dos personas con diferentes
creencias?

El obispo Rino Fisichella, rector de la Universidad de Lateranense de Roma, tuvo una inusual
amistad con la escritora italiana Oriana Fallaci, una atea orgullosa. A pesar de ser una no
creyente autoproclamada, Fallaci compartió con el obispo Fisichella su creencia en el valor
de la vida y ambos se respetaban inmensamente. Cuando ella murió, Fisichella redactó su
discurso de honor.

Las amistades entre dos personas con distintos sistemas de valores o creencias pueden ser
altamente exitosas, siempre que cada persona respete genuinamente a la otra. Un amigo
puede sugerir, pero no mandar. Discutir, pero no imponer. Compartir tus creencias con un
amigo es muy diferente a dictar unas normas o tratar de obligar a creer lo que tú crees.

Ver fallos y errores en nuestros amigos no nos debe conducir a tirar a la basura esa amistad.
Hildebrand escribe elocuentemente que uno ha de estar preparado para “sacrificarse por sus
amigos e interpretar sus fallos y errores con cariño, porque estos se ven en el contexto de su
verdadero Yo.”

Además de esto, debemos estar preparados para compartir nuestras propias


vulnerabilidades y fallos, para que nuestra amistad sea sincera y verdadera. Popova escribe:

“Un amigo es una persona ante la cual podemos despojarnos de nuestro ser ideal para
revelar el ser real, vulnerable e imperfecto, y aun así confiar en que no disminuirá la
admiración y el afecto sincero por el entero ser, comprendiendo tanto lo ideal como lo real…
Un verdadero amigo nos mantiene cariñosamente arraigados a nuestros ideales, también es
capaz de perdonar, una y otra vez, las veces en las que nos han faltado y nos puede asegurar
que somos más que nuestros tropiezos, que estamos formados por ellos, pero no definidos
por ellos, que los sobrepasaremos con nuestra personalidad y nuestra amistad intacta.”
En su Ética a Nicómaco, Aristóteles describe tres tipos de amistad: Amistades de utilidad
(basado en cómo de útil es una persona para ti), amistades de placer (en donde la máxima
prioridad es pasarlo bien) y amistades virtuosas (motivadas por un reconocimiento de la virtud
o bondad de la otra persona independientemente de lo que nos dé).

La utilidad y el placer formarán parte en la mayoría de las amistades y pueden ser algo muy
bueno. Por ejemplo, en la etapa escolar, nos habremos hecho amigos de los que nos
ayudaron con nuestras tareas o porque nos gustaba la misma música y disfrutamos de los
mismos deportes. Eso son cosas muy buenas y excelentes bases para una amistad, pero si
exploramos esas amistades de la infancia que han continuado en la vida adulta, a menudo
descubrimos que nos hemos movido más allá de la utilidad y el placer y hemos aprendido a
querer y apreciar a esa persona por lo que es, incluso cuando esa amistad ya no es útil o
agradable.

Las amistades virtuosas son la forma de amistad más duradera y, en última instancia,
satisfactoria, ya que nos permite permanecer leales y cercanos a la otra persona, incluso
cuando esto no es fácil o agradable. Una amistad virtuosa no es una amistad donde nada
sale mal o en la que ambas personas son perfectas o dirigen una relación perfecta. Más bien,
es una amistad donde las dos personas se aprecian por lo que son y no por lo que le aporta
la otra persona. Ambas se reconocen y se aprecian por lo que son y por lo que pueden llegar
a ser. Piensa en una persona en tu vida que te quiere incondicionalmente, que te reta a ser
mejor y que realmente quiere lo mejor para ti. ¿Cómo podemos ser ese tipo de amigos para
los demás

También podría gustarte