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La Transferencia.

Clínica y fundamentos

Lunes 20 de Abril de 1998

PRESENTACIÓN

Vamos a dar comienzo, entonces, a este seminario que lleva por título
La Transferencia. Clínica y Fundamentos. Conviene que, en este
momento inicial, me presente ante ustedes. No me refiero, por supues-
to, a que deba decirles mi nombre, porque supongo que eso, al menos
desde el momento en que se inscribieron en este seminario, lo cono-
cen. Pero sí conviene que me presente en el sentido de que les cuente
un poco lo que es mi manera de trabajar. Primer punto: soy muy res-
petuoso de la puntualidad, pues me parece que la impuntualidad es u-
na forma de la descortesía. Esto, para decirles que, si alguna vez llego
tarde ―en todos los años que llevo dictando seminarios en la Escuela,
me ha ocurrido rara vez―, créanme que será por una extrema fuerza
mayor. Recíprocamente, espero idéntica puntualidad de parte de uste-
des. Nunca le doy a este espacio más de una hora y media, así que no
tengo inconvenientes en empezar a las ocho y media y terminar a las
diez, o, como está convenido, comenzar a las ocho y entonces termi-
nar a las nueve y media; me da lo mismo, lo eligen ustedes. Pero a la
hora que convengamos, voy a empezar con los que haya... siempre
que haya un número mínimo de asistentes, proporcional al número de
los participantes inscriptos ― si no, por ese día levantamos la sesión.
Me adelanto con esto, ¿por qué? Porque en el mes de junio tenemos el

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mundial de fútbol, y no será el primer mundial que atraviese con el


dictado de un seminario...

Porque pasa lo siguiente. Lo que he comprobado a lo largo de


estos años, es que cuando el deseo está más o menos decidido y orien-
tado, uno soporta abordar los textos más difíciles. Pero lo que no se
aguanta, digamos: lo que más desgasta, es la sensación de perder el
tiempo. Eso me pasa a mí, y seguramente les pasa a ustedes. Por lo
tanto, trataremos de no perder el tiempo.

El segundo dato respecto de mi manera de ser, vamos a decir


así, en esta presentación, es que no me molesta para nada, y al revés:
me encanta, me estimula, que me interrumpan todo lo que quieran, sea
para preguntar lo que no se entiende, sea para objetar lo que se entien-
de, sea para hacer un comentario que les parezca pertinente. Que que-
de claro. Muchas veces, me sale el tic de decir cosas un poquito im-
pactantes, justamente a la espera de una réplica. Entonces, si ustedes
intervienen como deseo, se ahorrarán lo que pueda decirles sólo para
provocarlos, y me liberan a mí de esa carga.

Tercer punto: como ustedes saben, este seminario forma parte


de un plan de la Escuela que se llama Red de Seminarios. La Red de
Seminarios es una actividad que propone la Escuela a la comunidad
psicoanalítica, y los... ―“seminaristas” me cae mal, ¿cómo lo digo?―
los que dictamos estos seminarios de la Red, ofrecemos nuestro traba-
jo a la Escuela, por compartir la responsabilidad en la transmisión de
la que la Escuela se ha hecho cargo, subordinándonos a un plan cuyos
lineamientos generales están coordinados por lo que se llama el Cartel
de Enseñanza de la Escuela. Es decir, éste no es uno de los seminarios
que los miembros de la Escuela pueden dar en su propio nombre, por
decirlo de algún modo, y que por lo tanto no forman parte de la Red
de Seminarios. Bueno, obviamente, quienes dan un seminario en la
Red, es también porque quieren hacerlo, nada los obliga, pero a lo que
apunto es a que, en principio, hay o debiera haber una diferencia entre
los seminarios que forman parte de la Red y los seminarios que no
forman parte de la Red. En los seminarios que no forman parte de la
Red, cada uno desarrolla su propio rollo, digamos. Mientras que los
seminarios que forman parte de la Red tienen un objetivo de forma-
ción, en el que tiene su parte el Cartel de Enseñanza, sea promoviendo
tal o cual tema, sea coordinando la acción de los distintos enseñantes,

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

cuyo margen de libertad en cuanto a la propuesta del seminario, de to-


dos modos, es más que considerable.

Esto último se ha hecho más explícito y deliberado este año.


Dentro de la Red de Seminarios, hay un grupo de seminarios dedica-
dos a los que se llaman los Fundamentos del Psicoanálisis, seminarios
que se supone que estarían dirigidos, en principio, a quienes estarían
más bien en los inicios de su formación ―luego diré algo al res-
pecto―; ahora bien, entre los cuatro dictantes de estos seminarios
―Mariel Alderete, que se va a dedicar a la Repetición, Benjamín
Domb y Víctor Iunger, que se ocuparán de la Pulsión, Daniel Paola,
que ha tomado el tema del Inconsciente, y yo, que me ocuparé de la
Transferencia― hemos introducido algo más o menos nuevo en la
Escuela, quiero decir, que nos hemos dado el compromiso de mante-
ner a lo largo de este año una comunicación, no digamos periódica,
pero sí podríamos decir regular ―pues suponemos que los participan-
tes de estos cuatro seminarios serán en general las mismas personas―,
de manera de establecer, a partir de este intercambio, sobre qué puntos
de la doctrina y sobre qué textos, de Freud y de Lacan, convendría
insistir.

Así contarán ustedes con más de un punto de vista, porque, por


supuesto, que estos seminarios estén promovidos y sostenidos por la
Escuela, no quiere decir de ningún modo que todos los miembros de la
Escuela pensamos lo mismo, que no tengamos, cada uno, su lectura de
la clínica y de la doctrina, que no tiene por qué ser coincidente con la
de los demás... salvo en algunos puntos de acuerdo básico que hacen,
precisamente, que todos seamos miembros de esta Escuela, y no de
otra. Pero no está de más anticipar, para disminuir un poco el eventual
asombro, que más de una vez escucharán de nosotros afirmaciones ab-
solutamente contradictorias a propósito de tal o cual punto... lo que
implica que, en lo que les concierne, cada uno de ustedes deberá poner
ahí, también, de lo suyo.

La eventual superposición de textos en los distintos seminarios,


que estratégicamente promoveremos los enseñantes, puede ser benefi-
ciosa precisamente por eso: para poner el acento en algunos textos que
nos parecen centrales, y de los que convendría tener más de una
lectura ― y además porque suponemos que, si ustedes están acá, en
esta Escuela, y pagan el arancel de los seminarios, no será con la

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expectativa de limitar vuestra formación a estos seminarios, es decir,


se supone que estos seminarios serán algo así como una plataforma a
partir de la cual ustedes se pondrán a leer todo lo que tengan que leer.

Respecto de esta presunción de la que les hablaba, en cuanto a


que estos serían seminarios dirigidos a participantes en los inicios de
su formación... bien, quiero decir lo siguiente. No creo que en mi ma-
nera de encarar este seminario exista ninguna diferencia con mi mane-
ra de encarar cualquier otro seminario que haya dictado en la Escuela.
Quiero decir, en la medida en que ustedes colaboren conmigo en esto
que les decía al comienzo respecto de que intervengan lo más posible,
yo voy a poder ir ajustando mi manera de hablar a lo que vaya situan-
do como código más o menos compartido, de manera que me puedan
seguir ― además, yo necesito que me puedan seguir, incluso para que
puedan objetarme, si no... ustedes se darán cuenta, no soy un militante
del psicoanálisis, tampoco soy inclinado a la caridad en estas cuestio-
nes, por lo que mi intención no es venir acá quincenalmente a recalen-
tarles un guiso que ya tengo preparado; mi expectativa es que, en esta
nueva vuelta que voy a dar a un tema al que le vengo dando ya varias
vueltas, a partir del diálogo que pueda tener con ustedes, yo también
pueda obtener algo para mí. Bien. Por eso, si bien voy a estar atento a
que puedan seguirme, no voy a bajar mis expectativas de ser en este
tema de la transferencia lo más riguroso que me dé el cuero. Quiero
decir, voy a tratar de desplegar este seminario sin concesiones.

Bien, esto, en cuanto la ubicación de este seminario en este


apartado de los Fundamentos del Psicoanálisis, pero antes de abando-
nar el tiempo de la presentación voy a agregar algo más. Una práctica
que me viene dando buenos resultados desde que la inicié en 1990,
tanto en seminarios de la Red como en seminarios fuera de la Red
―incluso haciendo virtud de lo que es necesidad, o si quieren, un ras-
go mío, que es que no me aguanto yo mismo, hablando mucho tiem-
po―, es la de dividir esta hora y media en dos mitades: una primera
mitad en la que yo desarrollaré algún tema, y una segunda mitad en la
cual ―somos demasiados para intentar un trabajo en taller propia-
mente dicho, en grupos pequeños― la idea es que ustedes intervengan
lo más posible, incluso, si vemos la conveniencia de considerar varios
textos, que podamos repartirlos, que podamos repartir entre ustedes las
puntuaciones de esos textos; esa segunda parte no será desgrabada,
cosa que ustedes se animen a hablar sin temor a equivocarse, sin

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temor al qué dirán. Quiero decir, permitámonos, en ese tiempo, hablar


en borrador, sin pasarlo a limpio. No estamos acá para mandarnos la
parte, sino para sacarle el mayor jugo posible a este espacio.

Así que hoy, luego de comentarles un poco cuál es mi idea en


relación a este seminario, me voy a interrumpir para pasarles la pala-
bra, de manera que ustedes puedan decir lo suyo, me cuenten con qué
expectativas se han acercado a este seminario, qué dudas traen o qué
cosas precisan saber y no saben.

LA TRANSFERENCIA EN LOS TEXTOS DE FREUD

No sé si habrán leído la Propuesta del Seminario que salió publicada


en el cuadernillo editado por el Cartel de Enseñanza. Por las dudas,
voy a explicitarla un poquito. Comienzo refiriéndome a la “inclusión
programática” de este seminario, en relación a lo que ya les he comen-
tado: que la Red está organizada por el Cartel de Enseñanza de la Es-
cuela, y que tenemos estos objetivos comunes, que ya saben, con los
otros miembros de la Escuela que dictan estos seminarios. Esto impli-
ca que, por experiencias anteriores con otros seminarios en la Red en
los últimos años, lo que habíamos notado ―este caso podría ser una
excepción, y entonces cambiaremos de libreto inmediatamente, sin
ningún problema―, pero lo que veníamos notando es que se suele ve-
nir a los seminarios de la Red con muy poca lectura previa de Freud.
Esto nos ha llevado ―ya les digo: como una especie de prejuicio, si
quieren, prejuicio que estamos muy dispuestos a modificar, llegado el
caso―, pero nos ha llevado a, más o menos, planear una primera mi-
tad del año en la que... hablaremos de lo que sea, pero vamos a tratar
de centrarnos en los textos de Freud.

Con esto en la mira, en la Propuesta... hago una especie de pe-


queño panorama general de lo que sería la transferencia en Freud. El
término, como tal, transferencia ―en alemán es Übertragung―, el
término como tal aparece en Freud, salvo una mención en 1895, apa-
rece en 1900, en La interpretación de los sueños. Aunque la noción,
podríamos decir, está bastante anticipada en un capítulo de los Estu-

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dios sobre la histeria, que son de 1895. Se trata del capítulo titulado
«Sobre la psicoterapia de la histeria», donde, salvo una aparición de la
palabra “transferencia”, la misma es considerada en términos de “falsa
conexión” o “falso enlace”, según la traducción que utilicemos. Ahora
bien, verán que en La interpretación de los sueños la transferencia
aparece en plural: “transferencias”. Transferencia quiere decir pasaje
de un lugar a otro, es un término muy similar al de “metáfora”: algo se
transporta de un lugar a otro. Piensen en la transferencia de fondos. Y
en La interpretación de los sueños, lo que va a decir Freud, con un
modelo bastante similar al del “falso enlace”, es que el deseo, en tanto
inconsciente, no se dice, no se puede decir. Entonces, lo que no se
puede decir... se dice: por transferencia.

PARTICIPANTE: ¿Metáfora o metonimia?

Metáfora. La palabra “transferencia” tiene un sentido muy cercano al


de metáfora. Lo cual, obviamente ―bueno, tal vez tengamos ocasión
de encontrar el hilo para hablar de esto―, no hay metáfora sin meto-
nimia previa. Esto, no sé si lo tienen claro... ¿No? Bueno, los remito a
dos importantes capítulos del Seminario de Lacan sobre Las psicosis,
y... Miren, no tienen obligación, por ahora, de saber nada; lo que sí
tienen, digamos, la obligación, es de decirme en qué andan, para que
yo pueda orientarme. No quiero desviarme. Lo digo como título, y al-
guna vez veremos cómo incluirlo: la metonimia es lo que instaura la
cadena significante, el hecho de que un significante se conecta con
otro; la metonimia, lo que instaura, es la diferencia de lugar, si lo gra-
ficamos así:

— — — — — — ― ― ―
1 2 3 4 5

El lugar de este significante, 1, no es el lugar de este otro significante,


2, ni el lugar de este otro significante, 3, etc... Entonces, lo primero
que hay es la diferencia de lugares, la cadena, o ―es otro nombre para
lo mismo― la “concatenación”. La concatenación quiere decir “en-
cadenamiento”. Y una vez que yo tengo instaurada la diferencia de lu-
gares, puedo hacer ahora una sustitución en cada lugar. Y de hecho, lo
que va a decir Lacan en el Seminario sobre Las psicosis, es que la

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

identidad que comporta el significante sustituido con el significante


que lo sustituye es, primero que nada, no una analogía, un parecido, ni
nada de ese orden, sino una “identidad posicional”, una identidad de
posición, es decir, que el significante sustitutivo viene a la misma po-
sición en que estaba el significante a sustituir. Digamos... No sé si re-
cuerdan el verso ese de Víctor Hugo, sobre el que Lacan suele insistir:
“su gavilla no era avara ni rencorosa”, donde el “su gavilla” remite,
viene al lugar de, ese personaje de la Biblia, Booz, que supo quedarse
dormido en el momento oportuno. Obviamente, en ese verso “su gavi-
lla” sustituye al nombre propio “Booz”:

su gavilla

Booz

¿De qué manera “su gavilla” sustituye a “Booz”, en el lugar de


“Booz”? No porque la gavilla tenga alguna analogía con el personaje
Booz. No es que las mieses de trigo de la gavilla eran tan numerosas
como los pelos de la barba de Booz. No, sino que “su gavilla”, ese
significante, ocupa en la cadena el lugar que ocupaba el significante
“Booz”, y que al ocupar ese lugar, impide que “Booz” esté ahora en la
cadena. Por eso, también, la estructura de la metáfora va a dar la es-
tructura de la represión.

Bueno, esto era un desvío. Ya veremos si nos podemos volver a


meter otra vez en eso. Entonces, decía: el deseo inconsciente, como
tal... En realidad, decir “el deseo inconsciente” es como un pleonas-
mo. El deseo en serio, es el deseo inconsciente. Cuando no es in-
consciente será del orden del “tengo ganas”, del “anhelo”, etc... Eso
no es el deseo. El deseo es inconsciente. Y por eso, el deseo, como tal,
tanto en Freud como en Lacan, no se dice. Y entonces ―dice Freud en
La interpretación de los sueños―, lo que no se dice... se dice: se dice
por transferencia. Y ahí Freud proporciona el ejemplo del dentista nor-
teamericano que quiere ejercer en Viena. ¿Qué pasa? Algo que ocurría
en España hasta hace poco, ahora creo que no, porque ya tienen en Es-
paña la carrera de odontología. Pero hasta hace poco ―es posible que
algunos tengan un amigo que tuvo que irse en la época nefasta de
nuestra historia― los odontólogos argentinos, que tenían una buena
formación odontológica, porque acá es toda una carrera, que dura seis

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o siete años, tenían una gran pericia profesional, a diferencia de los


dentistas españoles, que eran médicos que habían seguido odontología
como una especialidad de un par de años. Pero al tener la odontología
el estatuto de una especialidad médica en España, los odontólogos
argentinos, que no eran médicos ―obviamente, eran odontólogos―,
para poder ejercer en España tenían que conseguirse la cobertura de un
médico. Bueno, éste es el ejemplo que da Freud: el odontólogo
norteamericano, si quería ejercer en Austria, tenía que asociarse a un
médico austríaco, y entonces con esa cobertura podía ejercer. Ese es el
esquema que da Freud en relación a esto de que lo que no se puede
decir... se dice, por transferencia.

Pero acá, en La interpretación de los sueños, la palabra “trans-


ferencia” aparece en plural, para nombrar las transferencias del deseo,
inconsciente, sobre los restos diurnos, de naturaleza inocente, indife-
rente.

Otro hito en esta historia es cuando ya la transferencia no nom-


bra una mera transferencia del deseo, cuando ya no es una noción plu-
ral, sino cuando se singulariza para remitir a la experiencia analítica.
Y entonces aparece la transferencia en singular, e incluso como neu-
rosis de transferencia. Con esto estoy anticipando algunos textos que
seguramente vamos a ver:

1) el texto «Sobre la psicoterapia de la histeria», capítulo final


de los Estudios sobre la histeria,

2) algunos capítulos de La interpretación de los sueños, y recién


estaba anticipándoles dos textos:

3) uno de 1912, «Sobre la dinámica de la transferencia»,

4) y otro de 1914, «Puntualizaciones sobre el amor de transfe-


rencia». Y ya que estamos, agreguemos:

5) «Recuerdo, repetición y elaboración», del mismo año.

Ahora la transferencia ya está en singular y ya afecta directamente a la


persona del analista. Aquí vamos a tener que hacer, también, alguna
precisión, respecto de qué entendemos por persona del analista, y es-

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to, entre otras cosas, para introducir algo con lo que esta “persona”
suele confundirse, pero que no es del mismo orden, me refiero a lo
que se llama la presencia del analista. El de “presencia del analista”
no es un término de Freud, es un término que introduce Lacan en el
curso del Seminario 1, sobre Los escritos técnicos de Freud, y que
vuelve a retomar, otorgándole una gran importancia, en el curso de su
Seminario 11, sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa-
nálisis.

Bien, esta historia la podemos por el momento interrumpir en

6) las Conferencias de introducción al psicoanálisis, de 1917,

donde hay dos capítulos finales, uno sobre «La transferencia» y otro
sobre «El tratamiento psicoanalítico», que están muy relacionados
entre sí, y que conviene que veamos de cerca, porque ahí vamos a en-
contrar como la más clara definición de lo que es la transferencia en el
sentido psicoanalítico del término, para Freud, la más clara definición,
también, de por qué la clínica freudiana ―vamos a decir lo mismo de
la clínica lacaniana― es una clínica transferencial... No es una clínica
psiquiátrica, no parte de cuadros que elaboró la psiquiatría y que
entonces ahora vemos cómo los consideramos desde el psicoanálisis,
no es la anatomía microscópica respecto de la anatomía macroscópica,
o la histología respecto de la anatomía, como no se ha dejado de decir.
Sino que la clínica freudiana es una clínica que se piensa, no a partir
del cuadro clínico, sino a partir de la transferencia ―o, en todo caso,
el cuadro clínico, en el sentido analítico del término, no es el cuadro
clínico más o menos objetivo, que puede ver cualquiera, sino el cua-
dro clínico que se deduce del modo de relación que se instaura entre el
paciente y el analista, para decirlo de algún modo.1

Por eso Lacan va a hacer la equiparación con la posición de Ve-


lázquez en el cuadro de Las meninas: el analista forma parte del cua-
dro.

?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Transferencia y Clínica». Intervención en el
Panel sobre la «Transferencia: motor y obstáculo», en las Cuartas Jornadas de
Carteles Encrucijadas de la Clínica, convocadas por la Escuela Freudiana de
Buenos Aires, el 7 de Noviembre de 1997. Se encontrará su texto en la Biblioteca
de la E.F.B.A.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

Bien, pero además de tener estas virtudes, también ahí vamos a


encontrar ciertos obstáculos que presenta la noción de transferencia en
Freud, en la medida en que la transferencia es interpretada por Freud
como resultado de un balance libidinal. Es la famosa metáfora de los
vasos comunicantes. Esto por un lado... ¿Por qué? ¿Por qué esto es
problemático? Porque esta definición de la transferencia en términos
de libido: hay una libido flotante, no ligada a ningún objeto en
particular, de la cual se apodera el analista en la cura, y es lo que le
permite al analista situarse en el centro de esa neurosis artificial que
es la neurosis de transferencia... Esta definición de la transferencia va
a implicar ―vuelvo a lo que decía antes de la clínica transferencial―
que hay algunas neurosis que no son susceptibles de transferencia,
porque no dispondrían de esta libido flotante, a causa de una presunta
regresión de la libido a una etapa autoerótica, narcisista, de su desa-
rrollo... Y entonces Freud distingue entre las neurosis narcisistas
―que equivalen más o menos a lo que llamamos las psicosis― y las
neurosis de transferencia, que son, precisamente, las capaces de esta-
blecer esa neurosis artificial que es la neurosis de transferencia.

Esta definición comporta dos problemas muy graves. Uno que


es fácil de ver, y es que, por razón misma de esta manera de definir la
transferencia ―esto se observa bien en el texto de Freud―, Freud no
logra distinguir claramente la transferencia de la sugestión. Este es el
primer punto, lo vamos a comentar cuando veamos esos textos. Se-
gundo punto: que esto deja de hecho y de derecho, fuera de la clínica
psicoanalítica, toda la clínica de la psicosis.

Bien, hasta aquí Freud. En realidad, Freud es un poco más, por-


que he dejado de lado Más allá del principio de placer, que no es mo-
co’e pavo, y he dejado de lado Psicología de las masas y análisis del
yo, donde está la cuestión de la relación entre transferencia e hipnosis.
Veremos cómo llegamos a eso. Pero me parece que hasta acá es sufi-
ciente en este primer recorrido.

FREUD, LACAN, NOSOTROS

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

En 1953, Lacan inicia lo que él denomina su retorno a Freud. Su re-


torno a Freud implica un retorno, dice, “al texto de Freud”. ¿Pero para
qué? ¿Para repetir lo que decía Freud, en la medida en que los post-
freudianos, presuntamente, habrían olvidado la verdad del mensaje
freudiano? Bueno, si hubiera sido simplemente para reactualizar el va-
lor de los textos de Freud, este retorno a Freud habría tenido un valor
cultural importante, y entonces hoy, gracias a esa renovación de los
estudios freudianos, nosotros leeríamos a Freud, que es mucho más
sencillo que Lacan, o, no sé si es más sencillo que Lacan, pero al
menos le tenemos más hecho el oído. Bueno, evidentemente no es eso
el retorno a Freud. El retorno a Freud implica un retorno a ese decir de
Freud que está por debajo, y sosteniendo, sus dichos.2 Lo cual implica
una operación de lectura que no es sin consecuencias sobre el texto
mismo de Freud. Les voy a poner un ejemplo de esto, porque este
punto me parece muy importante.

En algún momento vamos a ver que Lacan dice que “la transfe-
rencia es el sujeto supuesto saber”. Supongo que esto todos lo saben,
al menos por haberlo escuchado en alguna parte, alguna vez. Pero co-
mo todavía, al menos metodológicamente hablando, no sabemos qué
diablos es eso del “sujeto supuesto saber”, porque no llegamos ahí,
vamos a un término que es aparentemente más sencillo, para ver el
problema que nos plantea este retorno a Freud de Lacan, en la medida
―ésta va a ser mi conclusión― de que este retorno a Freud de Lacan
nos da un lugar para nosotros, en esta historia.

Supongamos ― esto es algo que podrán leer en el Seminario 11,


Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, ése es el título
que propuso Miller y Lacan aceptó. En verdad, el Seminario fue ofre-
cido y sostenido con el nombre de Los fundamentos del psicoanálisis,
y no con el nombre de Los cuatro conceptos fundamentales del psico-
análisis. Y esto, si bien Lacan aceptó este título, no es poca cosa. En
primer lugar porque, en el Seminario siguiente, que es el de los Pro-
blemas cruciales para el psicoanálisis, Lacan duda que el psicoa-

?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «La articulación Freud-Lacan en la perspectiva
del retorno a Freud de Lacan». Exposición en la primera de las Reuniones
internas de miembros de la Escuela Freudiana de Buenos Aires alrededor del tema
Freud, Lacan ¿cómo se articulan?, el miércoles 30 de Septiembre de 1987. Se en-
contrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

nálisis pueda fundarse en conceptos.3 El concepto es algo que Lacan


siempre va a cuestionar, porque el concepto, etimológicamente, es lo
que se puede agarrar con la mano. Por eso Lacan, un poco jugando,
dice que el único concepto del psicoanálisis es el falo... porque el con-
cepto es lo que se agarra con la mano.

Bien. Pero además de implicar este problema relativo al dudoso


valor de la palabra concepto para el psicoanálisis, y sobre todo cuando
se trataría de fundar el psicoanálisis, tenemos otro problema, que po-
dríamos formular así: ¿por qué cuatro? No sé si se dan cuenta de esto:
no es lo mismo decir “voy a hablar de cuatro conceptos fundamenta-
les”, que decir “los cuatro” ― decir “los cuatro” quiere decir que su
número se reduce a cuatro, y nada más.

Pero bueno, a lo que iba es a lo siguiente. Supongamos una


frase ―de las tantas del mismo orden, en Lacan― que podemos leer
en el Seminario 11: “La Vorstellungsrepräsentanz es el significante”.
Bueno, Vorstellungsrepräsentanz es lo que en el Diccionario de psi-
coanálisis, de Laplanche y Pontalis, figura como “representante repre-
sentativo”. Lacan critica esa traducción, diciendo que sería mejor tra-
ducirlo como “representante de la representación”, en la medida, pre-
cisamente, que ese “representante” no es para nada “representativo”,
en la medida en que hay “representante” justamente allí donde no hay
“representación”. Bueno, no importa esto ahora. Porque en esta frase
que he elegido como ejemplo, “La Vorstellungsrepräsentanz es el sig-
nificante”, hay otra cosa que una discusión a propósito de una traduc-
ción. En todo caso, es porque esa y otras traducciones han sido discu-
tidas, que en el camino se ha elaborado una noción de la Vorstellungs-
repräsentanz que lleva o permite llevar a esta frase en la que, por me-
dio de la cópula, el es del verbo ser, se conjugan dos términos: uno de
Freud, el de Vorstellungsrepräsentanz, y otro de Lacan, el de signifi-
cante.

Decir que “La Vorstellungsrepräsentanz ―el representante de


la representación― es el significante” introduce una palabra muy pe-
ligrosa, que conviene tener presente cada vez que la lean, que es, co-
3
?
cf., también: Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. En la clase 1 de
este Seminario, la del 15 de Noviembre de 1961, Lacan dice claramente que no es
por la vía aristotélica del concepto que nació la ciencia moderna, sino por la de
“un hiperplatonismo”.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

mo les dije, la partícula es, la cópula introducida por el uso del verbo
ser. Bueno, sobre esto podríamos abundar en lo que trae Lacan en el
Seminario 20, Encore, en relación a que el verbo ser resulta del dis-
curso del amo, del discurso ontologizante, metafísico, del amo, del
maître o del m’être, como equivoca ahí Lacan, pero no lo damos por
sabido, y entonces no hablaremos de eso. En lugar de introducir cosas
que presuntamente no sabemos, vamos a tratar de reflexionar, con los
recursos que sin duda tenemos a mano, sobre esta afirmación, o sobre
esta manera de afirmar, de la cual, como les he dicho, si prestan aten-
ción van a encontrar muchísimos ejemplos en Lacan. Por ejemplo: “el
inconsciente es el discurso del Otro”, “el deseo es el deseo del Otro”,
“la represión es el retorno de lo reprimido”, la que ya dijimos: “la
transferencia es el sujeto supuesto saber”, “la realidad psíquica es el
complejo de Edipo”, “la condensación es la metáfora”, etc... Van a en-
contrar muchas fórmulas con esta estructura, en general poniendo en
relación un término de Freud con un término que es de Lacan. Pero el
problema común es que todas estas fórmulas introducen esto: la partí-
cula es.

Ahora bien, Lacan puede decir “La Vorstellungsrepräsentanz es


el significante” ―puede decirlo, porque previamente dió sus razones,
claro―, pero nosotros: ¿qué vamos a decir? ¿Qué vamos a decir... si
queremos zafar de esa muletilla inconducente del “Lacan dice”? Por-
que ―es sobre esto que quiero atraer la atención de ustedes― no es
para nada lo mismo que esta frase la diga Lacan, o que la digamos no-
sotros. No sé si queda claro. Digamos: ¿en virtud de qué podríamos
decir, nosotros, que “La Vorstellungsrepräsentanz es el significante”?
¿En virtud de qué podríamos pronunciar todas estas fórmulas que les
acabo de recordar?4

PARTICIPANTE: Por repetir.

4
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Freud, Lacan, Nosotros», intervención en el
Seminario Fundamentos de la Transferencia, dictado con Alba Flesler y Analía
Meghdessian, Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 8 de Julio de 1996. Se en-
contrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

Por repetir... Bien, es una posibilidad. O sea que habría al menos una
manera, inmediata, de decir esto, que es por identificación a Lacan,
para decirlo de algún modo.5 No crean que es poca cosa.

PARTICIPANTE: Por transferencia.

Bueno, en relación a esto no voy a decir nada, todavía. Porque esa


conjetura da por supuesto lo que tenemos que investigar este año en
nuestro seminario.

PARTICIPANTE: No, simplemente me refería a lo que usted dijo


primero, al “Lacan dice”.

¡Ah! Bueno, estamos entonces en lo que les estaba diciendo: la identi-


ficación a Lacan, o la identificación al acto de enunciación de Lacan.
Efectivamente, en la identificación juega algo del orden de la sustitu-
ción.

Entonces, esto que digo es un problema, porque ustedes saben


que existen muchas Escuelas Freudianas, a ejemplo de una primera
que se llamó Escuela Freudiana de París, la que fundó Lacan en 1964:
la Escuela Freudiana de Buenos Aires, la Escuela Freudiana de la Ar-
gentina, la de Córdoba, de Brasil, etc... Evidentemente, en la funda-
ción de esos lugares ha jugado cierto papel algo del orden de la identi-
ficación con Lacan.6 Decir esto, obviamente, no es una crítica. Si uno
piensa demasiado en las consecuencias de lo que va a hacer... no hace
nada. O sea, que no está mal que no se sepa lo que se hace, en el mo-
mento en que se hace. Pero esto de todos modos implica la responsa-
bilidad, para el sujeto, de sacar las consecuencias de su acto.

5
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El Re-
torno Borromeo, Seminario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1990,
publicado en fichas. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
6
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Lacanoamericanos?», en Cuadernos Sigmund
Freud nº 14, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1990.

16
La Transferencia. Clínica y fundamentos

Entonces, decir “la Vorstellungsrepräsentanz es el significante”,


una vía inmediata es decirlo por identificación. ¿Habría otro modo,
que no fuera inmediato e identificatorio? Sí ― insisto sobre este
punto, porque este punto va a ser el eje con el cual voy a instalar a La-
can en este seminario sobre la transferencia...

PARTICIPANTE: Cuando uno dice que el deseo es el deseo del


Otro está suponiendo que “el deseo” y “el deseo del Otro” son la
misma cosa, o sea que esas dos cosas son lo mismo, vale cualquie-
ra.

¡Ah! Me das un buen pie para seguir, te agradezco. Ese es el pro-


blema: que no son la misma cosa. Ese es el asunto. Entonces, nosotros
nos podemos dar un tiempo, en esta historia: primero Freud, después
Lacan... ¿pero después nosotros? Esto no está dado de antemano. No
resulta directamente de que nosotros estamos en 1998 y Lacan ya se
murió. Sino que es un tiempo que hay que construir, en la medida en
que tengamos algo que decir respecto de, por ejemplo, esta identifica-
ción.

PARTICIPANTE: Se me ocurría esa frase de “un peso es un pe-


so”...

Sí, “un peso es un peso”, frase que no es la misma si la dice un avaro


o un tipo que sea un dilapidador. Esto prueba que no hay repetición, o
que no hay repetición sin diferencia, ni siquiera en la tautología. Para
el avaro, la frase equivale a “un peso es nada menos que un peso”, es
decir, una fortuna, mientras que para el dilapidador equivale a “un
peso es nada más que un peso”, es decir, nada, algo que se puede tirar
sin pena... Sí, por ahí anda la cosa... ¿Pero qué implica, para la teoría
psicoanalítica, decir que “la Vorstellungsrepräsentanz es el signifi-
cante”?

Esto implica que: primero, queda liquidada la noción de repre-


sentación ―no sé si se dan cuenta de eso―, porque la representación,
además de su supuesto origen perceptivo, lo que no vale para el signi-
ficante, en el límite puede funcionar sola, mientras que el significante

17
La Transferencia. Clínica y fundamentos

no, no existe el significante solo, el significante siempre remite a otro,


a la articulación con otros significantes, a la cadena significante, e in-
cluso, cuando se des-encadena, cuando se suelta de la cadena, por
ejemplo como significante en lo real, de todos modos es relativo a la
cadena de la que se soltó y a la que sigue remitiendo. Pero al liquidar
la noción de representación, de la que es tributaria la doctrina freudia-
na, esto arrastra consigo un montón de cosas. Como les dije, implica
abandonar la idea de la representación como resultado, no de una arti-
culación de significantes, sino de la percepción, es decir, casi toda la
teoría explícita del Proyecto de psicología, de buena parte de La inter-
pretación de los sueños, y de casi toda la Metapsicología. Implica
abandonar también la concepción que admite Freud en el Caso Schre-
ber, relativa a que en su delirio el Presidente Schreber estaría expre-
sando algo así como una suerte de percepción endógena, de autoper-
cepción, de lo que ocurre con los movimientos libidinales de su apara-
to psíquico. En definitiva, decir que “la Vorstellungsrepräsentanz es el
significante” es abandonar por caduca casi toda la metapsicología
freudiana... O digámoslo más cautamente, para que no se enojen algu-
nos de mis amigos que tienen cierta debilidad por la metapsicología de
Freud: implica colocar un punto de interrogación muy grande sobre
casi todos los capítulos de la metapsicología freudiana.

Pero además de lo que implica en términos de lo que se deja de


lado de Freud, como caduco, esta identificación implica introducir en
la doctrina de Freud cosas que ciertamente son extrañas a esa geogra-
fía. Por ejemplo, la noción de sujeto. La noción de sujeto, que sólo
puede introducirse ―sin recaer en la psicología pre-freudiana― en
términos de lo que un significante representa para otro significante. En
Freud, no hay nada del orden del sujeto, no importa cuántas spal-
tungen del Ich localicemos en su texto, en la medida que el aparato
psíquico freudiano siempre supone un punto unificado ante el cual
desfilan las representaciones ―es que, precisamente: estas representa-
ciones, re-presentan algo para este punto unificado―.

Entonces: ¿cuál podría ser nuestro lugar en esta historia? Nues-


tro lugar en esta historia podría ser ―como alguien, de alguna manera,
anticipó acá― ver qué porta el texto freudiano que permite, incluso re-
clama, esta asimilación (de otro modo, esta asimilación sería como un
delirio de Lacan), esta identificación que introduce la partícula es.
Pero además, qué otras cosas introduce esta identificación, en el texto

18
La Transferencia. Clínica y fundamentos

freudiano, que no estaban entonces en el texto freudiano... o que sólo


après coup se podría decir que estaban.

¿Se entiende? Bueno, esto implica también abandonar la noción


de realidad psíquica en tanto resulta de una topología de la esfera in-
compatible con la topología que reclama la noción de significante... O
si les parece demasiado fuerte esta palabra, “abandonar”, digamos en-
tonces re-interpretar la noción de realidad psíquica como una teoría
neurótica: así, la noción de realidad psíquica no sería, en verdad, un
elemento de la teoría psicoanalítica, sino que resultaría de una teoría
elaborada por la neurosis, por lo propio de la neurosis, que es introdu-
cir el orden de “lo propio”, de la interioridad, y que entonces inventa
un espacio divisible en “interior” y “exterior”, en “realidad psíquica”
adentro y “realidad material” afuera, para desconocer mejor lo que es
del registro de lo real.7 Bueno, ya volveremos sobre esto...

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Está muy bien lo que decís, estoy de acuerdo: implica definir el in-
consciente de Freud como una hipótesis. Para Freud, el inconsciente
no es una hipótesis. Para Lacan, en cambio, es una hipótesis que sos-
tiene un desciframiento. Con los riesgos, claro, de toda hipótesis, y
que llevarán a que finalmente Lacan diga, al final de su enseñanza,
que esta hipótesis explica demasiado, por lo que la califica como un
“delirio de Freud”, lo cual, más allá de que también a Lacan le gustaba
provocar a su audiencia, tampoco es poca cosa, es bastante fuerte
decir eso entre psicoanalistas... Pero insisto: no se trata de repetir fra-
ses, y no les menciono esto para que lo repitan, sino para subrayarles
que aquí hay un problema, que este problema no está resuelto de una
vez para siempre, y que, al revés, este problema nos solicita a noso-
tros, solicita nuestra palabra al respecto, en la medida en que, como
les dije al comienzo de esta reunión, no estamos aquí en calidad de es-
tudiantes, de aprendices de un saber pre-establecido, sino que esta
historia de la relación Freud-Lacan, si sabemos situarla, precisamente
7
?
Patricia RAMOS y Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, Las Dit-mensiones del Sínto-
ma, Seminario de Post-Grado en la Facultad de Psicología de la Universidad de
Buenos Aires, 1992. Véase especialmente la clase 1. Se encontrará su texto en la
Biblioteca de la E.F.B.A.

19
La Transferencia. Clínica y fundamentos

como historia, nos da un lugar en el cual podamos, porque debemos,


decir nuestra palabra. Pero si es una historia, este lugar no será un lu-
gar como el del obsesivo, que mira desde afuera, desde la eternidad, el
eterno retorno de Lacan a Freud, sino un lugar desde el cual nuestra
palabra tendrá efectos sobre esa misma historia, y efectos decisivos,
por ejemplo en cuanto a confirmar, o no, y en qué, de qué manera, La-
can es freudiano ―como él no ha cesado de afirmarlo―, y por qué,
también, Freud no es lacaniano.

UN RETORNO A FREUD DE OTRA MANERA

Bueno, introduzco un último punto, y pasamos al intercambio entre


nosotros. Me parece importante, y por eso lo cité en mi Propuesta del
Seminario, el año 1964, año del Seminario sobre Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis. Es muy interesante el modo en que
comienza ese Seminario. Porque si bien, de ese Seminario, no po-
dríamos decir que marque el final del retorno a Freud de Lacan, sí se
podría decir que inaugura un retorno a Freud de otra manera, con
otro ángulo. No sé si ustedes recuerdan una de las primeras cosas que
promueve Lacan en la primera clase de ese Seminario: instalar de de-
recho al psicoanálisis en el campo de la cientificidad ― no necesaria-
mente hacer del psicoanálisis una ciencia, porque es dudoso que el
psicoanálisis llegue alguna vez a ser ciencia, salvo en el sentido en
que se lo pregunta Lacan en lo que escribió para la tapa de la edición
de ese Seminario: qué sería una ciencia que incluya al psicoanálisis, y
esto, comento yo, en el sentido de qué sería una ciencia que no exclu-
yera al sujeto ― no necesariamente hacer del psicoanálisis una cien-
cia, entonces, pero sí instalarlo como una práctica cuyas elaboraciones
de saber no se ampararían en una extraterritorialidad respecto del
discurso de la ciencia: el psicoanálisis no es parapsicología, no es una
mántica, no es la adivinación en la borra del café, no es una herme-
néutica, no es un discurso místico, etc... Ahora bien, instalar de dere-
cho al psicoanálisis en el campo de la cientificidad, implica dejar de
lado el recurso a la mitología, las explicaciones míticas de Freud, y,
por supuesto, todo lo que la teoría freudiana arrastra como ideología
biologista ―la biología jamás entró en calidad de ciencia en el discur-

20
La Transferencia. Clínica y fundamentos

so freudiano, sino como supuesto necesario a su cientificismo deci-


monónico, que Lacan está lejos de desdeñar―; pero no sólo eso, pues
además, instalar al psicoanálisis en el campo de la cientificidad, para
Lacan, no podría hacerse sin interrogar, dice él, “algo en el freudismo
que no fue analizado”, algo que, en tanto no analizado, y porque la
herencia del padre es su pecado, como decía Kierkegaard, todavía
entonces constituía cierto “pecado original del psicoanálisis”: esto
nunca analizado en Freud, este pecado original del psicoanálisis, que
debe necesariamente ser interrogado para instalar al psicoanálisis en el
campo de la cientificidad, y que implica que “si queremos que el
análisis se sostenga en pie es esencial remontarse a ese origen”, como
también dice en esa clase, es el deseo de Freud.

¡Nada menos!

O sea, hay una operación, ahí, ya no sólamente sobre el texto de


Freud, sino sobre el deseo que se puede leer en ese texto, un deseo que
―y también porque fueron “las histéricas” quienes “le enseñaron a
Freud el camino del inconsciente propiamente freudiano”―, como va
a formularlo explícitamente en la clase 5 de ese Seminario, “protege al
padre”. ¿De qué? De su castración. En el Seminario 17, sobre El revés
del psicoanálisis, Lacan vuelve sobre esto: porque Freud escribe su
teoría del complejo de Edipo al dictado de la histérica, habrá que inter-
pretar el complejo de Edipo, y el mito freudiano de Tótem y tabú,
como el contenido manifiesto de un sueño freudiano.

Y ya que dije esto, agrego un punto más. El acceso de Lacan al


psicoanálisis no es el mismo que el de Freud. Freud entra al psicoaná-
lisis de la mano de la histeria, y su teoría se construye a partir de ese
origen. Lacan ingresa al psicoanálisis de la mano de la psicosis, y más
precisamente: de la psicosis paranoica de Aimée. Esto implica un ac-
ceso diferente, y este acceso diferente tendrá su incidencia en muchas
de las intervenciones de Lacan sobre la establecida doctrina freudiana.
Y en su momento ya vamos a ver ―espero que lleguemos a eso― que
la fórmula del sujeto supuesto saber, como constituyente de la transfe-
rencia ―lo cual implica desplazar la definición freudiana de la
transferencia en términos de balance libidinal― no se construye sin un
pasaje por la paranoia. Y es por eso que, a diferencia de Freud,
merced a Lacan, hay un acceso a una posición del analista en relación
a la psicosis... sin pagar por ello el precio que pagan los autores klei-

21
La Transferencia. Clínica y fundamentos

nianos, el de conceptualizar la transferencia en términos de proyec-


ción.8

Bueno, creo que por hoy es suficiente. He introducido varias co-


sas que seguramente deberé retomar en nuestros próximos encuentros,
dándonos el tiempo que necesitemos, y siempre, de aquí en más, al
menos en la primera vuelta de nuestro recorrido, sobre la base del
texto freudiano. De lo que les he dicho hoy, me parece importante
subrayar ―dado que éste no es un curso de grado ni de post-grado,
sino que es algo que ustedes han decidido iniciar en una Escuela, esta
Escuela, que, por más que se llame Escuela Freudiana, pretende ser
una Escuela lacaniana― que ésta podría ser una oportunidad de ser
lacanianos, si queremos, como ofrecía Lacan a sus oyentes, en Cara-
cas, si queremos... pero no por identificación.

La vez que viene, entonces, introduciremos la cuestión de la


transferencia sirviéndonos del texto de Freud «Sobre la psicoterapia de
la histeria», capítulo final de los Estudios sobre la histeria, de 1895.
Ahora los escucho a ustedes.

RESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS

 Sí, en esa frase final del texto de 1914, «Recuerdo, repetición y ela-
boración», nos encontramos con que Freud termina diciendo, de una
manera que no carece de contradicciones con lo que parecía el propó-
sito del artículo ―porque él pretendía introducir un concepto nuevo,
que era el de repetición―, que al fin y al cabo la transferencia es sólo
una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado
olvidado. O sea que, contra sus expectativas explícitas, que parecían
las de introducir una diferencia entre transferencia y repetición, al fi-
nal se le mezclan los conceptos. No va a ser en esa frase final del texto
8

?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Qué hacemos cuando analizamos... las psico-
sis?». Intervención en el seminario ¿Qué hacemos cuando analizamos?, dictado
con Silvia Amigo, Alba Flesler, Víctor Iunger, Eva Lerner y Analía Meghdessian.
En la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 20 de Noviembre de 1997. Se encon-
trará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

22
La Transferencia. Clínica y fundamentos

donde podamos hacer pie para introducir la diferencia, que la hay,


entre repetición y transferencia.

 Ahí tenemos una pregunta que requerirá nuestra atención: ¿la trans-
ferencia es un fenómeno general, propio de la especie humana, propio
del hablar, o es un fenómeno específico de la experiencia psicoanalíti-
ca? En forma de pregunta, ahí tenemos una de las paradojas que nos
presenta la transferencia. Por un lado, la transferencia es un fenómeno
universal: porque hablamos, hay transferencia; porque no somos la pe-
rra Justine de Lacan ―quien le dedica casi media clase de su Semina-
rio sobre La identificación―: “mi perra”, dice, “nunca me toma por
otro”. En cambio, hablar es tomar al otro por otro, nos equivocamos
de persona todo el tiempo. A este fenómeno universal, y para distin-
guirlo de la transferencia propiamente dicha, podríamos llamarlo como
lo hace Lacan en ese Seminario: la condición de la transferencia. Pero
no importa ahora cómo lo llamemos, lo que importa es que logremos
cierto acuerdo a partir del cual establecer una diferencia.
Efectivamente, desde cierto ángulo, la transferencia se nos presenta
como un fenómeno universal, propio del hablar, a secas, y desde otro
ángulo se nos presenta estrictamente en relación a ese modo singular
de hablar, propio de la experiencia analítica.

Respecto de esto último, vale la pena recordar esta fecha: el 12


de Mayo de 1889, fecha en la que Emmy de N., la paciente del
primero de los historiales de los Estudios sobre la histeria, le dice a
Freud algo como ésto: “Déjese se escorchar preguntándome todo el
tiempo por qué esto o por qué aquello, y déjeme hablar de lo que yo
quiera”. Y Freud, en lugar de sacarla de una patada en el... dice: “de a-
cuerdo”, con lo que, como en otras ocasiones lo volverá a hacer,
transforma lo que aparece como obstáculo ―porque se dan cuenta de
que si yo procedo con la idea de que lo que tengo que recuperar es un
recuerdo traumático, es un obstáculo que el sujeto en cuestión me
quiera hablar de cualquier cosa que se le ocurra―, en método. Ahí po-
demos situar el punto de origen de lo que luego llamará la regla fun-
damental: el método de la asociación libre, que ya veremos todo lo
que tiene que ver con la noción de transferencia.

23
La Transferencia. Clínica y fundamentos

 Bueno, ahí tenemos, podemos decir, la segunda de las paradojas


que nos plantea la tranferencia. La primera es que por un lado aparece
como un fenómeno universal, y por otro lado como algo específico,
propio de cierto artificio con el que se instaura la experiencia analítica,
es decir, propio del modo singular en que se habla en el curso de la
experiencia analítica, que no es el modo de hablar de todos los días,
por cierto. “Diga lo que pasa por su cabeza, no importa lo que se le
ocurra” ― parece una cosa de locos: uno se la pasa hablando de cual-
quier cosa y el otro en general no dice nada de nada. Bueno, es una
situación altamente artificial. Primera paradoja. Segunda: no sé si re-
cuerdan que Anna O., la paciente de Breuer, al final tiene una especie
de embarazo histérico, y entonces lo llaman a Breuer, una noche, y és-
te escucha, horrorizado, que su paciente empieza a exclamar “¡Ahí
viene el hijo de Breuer!”, con lo que sale disparando. Freud, entonces,
lo tranquiliza: “No te preocupes, ése es el deseo de ella, vos no tenés
nada que ver en el asunto”. Entonces, por un lado, la transferencia se
presenta como algo que viene del paciente. Pero vamos a ver que La-
can en determinado momento introduce algo que produce cierto vuel-
co en esta concepción de la transferencia: el deseo del analista.

 Este acceso de Lacan al psicoanálisis por la vía de la paranoia, lo


posiciona de una manera que le permite interrogar la teoría psicoanalí-
tica establecida, en la medida en que la teoría psicoanalítica estable-
cida era dependiente de un discurso que es el discurso de la neurosis.
Tanto es así que Freud dice, en uno de los textos que posiblemente
consideremos, que lo que sabemos en psicoanálisis resulta de lo que
hemos aprendido de las neurosis, y que, haciendo pie allí, a veces po-
demos echar un vistazo por encima del muro que nos separa de las
psicosis. La psicosis, así, queda del otro lado del muro que erige la
teoría elaborada a partir de las neurosis. Al tener este otro acceso, vía
paranoia, Lacan va a introducir en la doctrina una serie de cosas que
no son propiamente freudianas. Por ejemplo, el estadio del espejo. Es
cierto que con el estadio del espejo podemos interpretar una buena
parte de «Introducción del narcisismo», pero el estadio del espejo no
es freudiano. ¿Por qué? Porque para Freud el sujeto está primero en-
cerrado en sí mismo, en su autoerotismo, en su narcisismo primario, y
es en un segundo momento que la ameba famosa extiende sus seudó-
podos, saliendo de la célula autoerótica para abrirse al mundo de los
objetos, que entonces serán libidinizados. El estadio del espejo, ¿qué

24
La Transferencia. Clínica y fundamentos

quiere decir? Que el sujeto está, primero que nada, completamente en


el exterior, en una suerte de paranoia originaria, constitutiva. Primera
consecuencia. Segunda consecuencia: el conocimiento definido como
paranoico: no es que yo estoy acá, se me presenta el objeto, y
entonces lo conozco; no, el objeto se recorta como tal en el mundo en
tanto algo afectado por el interés, el deseo del otro, con quien me
identifico, con quien rivalizo, quien me lo puede arrebatar en el mismo
momento en que me lo proporciona como objeto. Tercera conse-
cuencia: el inconsciente como discurso del Otro, algo que Freud no
podía sostener ni aceptar, debido precisamente a su noción de “reali-
dad psíquica”. Y así siguiendo...

 Hay ciertos malentendidos que convendría disolver. Por ejemplo,


no se debe confundir el sujeto supuesto saber con el Otro, con mayús-
cula. Habrán leído, en algunos artículos que circulan, que al final del
análisis “hay que barrar al Otro”, lo que implica que allí estas dos no-
ciones están confundidas. Al final del análisis se trata de la caída del
sujeto supuesto saber, no de barrar al Otro, porque el Otro está barrado
de movida, por estructura. El Otro barrado es resultado de la estructura
misma, no de ninguna operación, y algo previo a cualquier distinción
nosográfica entre neurosis, psicosis y perversión. Entonces, en
relación a la transferencia, hay que distinguir entre el Otro con ma-
yúscula, que funciona en cualquier interlocución, por supuesto ―yo
hablo, y trato de regular lo que digo a partir de lo que me llega de vos
como respuesta―, es el Otro de toda interlocución, en la que yo, el
hablante, estoy como sujeto, mientras que el Otro no es sujeto, y no es
lo mismo que el sujeto supuesto saber, que... Pero no sabemos nada,
todavía, del sujeto supuesto saber. Por método, no sabemos nada ―al-
gunos sabrán y otros no―, y vamos a tratar de desarrollarlo paso a
paso cuando llegue el momento, qué quiere decir: sujeto supuesto sa-
ber, y no sujeto supuesto al saber, como suele aparecer en los libritos
de la Editorial Manantial y de la E.O.L., no sé por qué. El sujeto su-
puesto al saber no existe, en Lacan. El sujeto es supuesto, y el saber es
igualmente supuesto. El sujeto no está supuesto al saber, el sujeto está
supuesto ―puesto debajo, eso quiere decir “supuesto”― al signi-
ficante de la transferencia. Ya vamos a ver esta fórmula, no se inquie-
ten, simplemente, ahora, trato de intervenir sobre algunos malentendi-
dos que circulan mucho y que hacen obstáculo. Creer que el analista
es el gran Otro, por ejemplo. El analista no es el gran Otro, salvo en el

25
La Transferencia. Clínica y fundamentos

sentido, general, que ya les dije, de que cualquier pequeño otro en po-
sición de oyente funciona como gran Otro. Pero no es desde ahí que
interviene, ni es ése el resorte de la transferencia.

 La expresión “sujeto barrado” traduce el francés... No importa. Se


podría traducir como “tachado”, también. Quiere decir que el sujeto
desaparece bajo el significante que lo representa, y que está siempre
dividido. El sujeto barrado, tachado, o dividido, o el sujeto a secas,
porque no hay otro sujeto que dividido, es el sujeto dividido, en prin-
cipio ―porque luego introduciremos algunas precisiones que ahora
nos complicarían―, entre un significante y otro. O si querés, para no
valernos de la palabra “significante”, que decís que todavía no sabés
lo que es: clínicamente, ¿qué quiere decir sujeto? Quiere decir que uno
nunca hace uno con uno mismo. Freud lo decía en estos términos: yo
deseo una cosa pero mi instancia represiva no; Lacan va a decir: tengo
un deseo “equis” y otro deseo “y griega”, que se contraponen.
Entonces, nunca puedo encerrarme en una unidad y estar de acuerdo
conmigo mismo, estoy siempre en contra de mí mismo. Por eso la vida
es tan difícil. Sin entrar en meandros conceptuales, “sujeto” quiere
decir eso: que en ningún lugar vas a encontrar al hablante como uni-
dad, como indiviso. Salvo como mítico, pero entonces, míticamente,
hablaremos del “viviente”, por ejemplo, esa “pulpa de carne” anterior
a su baño de lenguaje, pero esto es mitología, más o menos pedagó-
gica. Otra manera de definirlo clínicamente: sujeto quiere decir que
nadie sabe lo que dice. Y entonces, ¿qué es el sujeto? Es la división,
en acto, entre lo que dice el hablante y el saber que se le escapa en su
dicho.

 Preguntar no es pedir explicaciones, tampoco es tomar examen. Us-


tedes saben que, en francés, demander es tanto “preguntar” como “pe-
dir”, “demandar”. Bueno, en principio, preguntar y pedir, parecen gra-
tis. Todo el tiempo nos la pasamos preguntando y pidiendo, en la me-
dida en que hablamos. Lo que me parece que conviene tener como éti-
ca de la pregunta, y de la demanda, es ponerse a la altura de lo que se
pregunta o de lo que se pide, es decir, estar dispuesto a pagar con la
persona, con la propia persona, la pregunta o el pedido que se hace.
No es cuestión de decir “escuché en tal lugar que se dijo tal cosa y vos
dijiste tal otra”. Eso no es una pregunta, eso es un pedido de explica-

26
La Transferencia. Clínica y fundamentos

ciones. Entonces, pregúntenme, pero traten de armar la pregunta a


partir de lo que ustedes puedan ir pensando.

Nos vemos en quince días.

27

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