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Alianza Universidad

Peter Burke, Robert Darnton, Ivan Gaskell,


Giovanni Levi, Roy Porter, Gwyn Prins,
08054003 J oan Scott, Jim Sharpe, Richard Tuck
y Henk W esselings ·
18 copias
Historia del Libro
y las Bibliotecas
Farmas de hacer Historia

Versión española de
José Luis Gil Arisru

Alianza
Editorial
1/18 19~3
176
Gwyn Prins , Capítulo 7
tre~ victoriano, un jefe de los asesores del sr. Reagan; si esto no es HISTORIA DE LA LECTURA
posible, hay que decirlo y explicar el porqué.
L~- historia oral, con su riqueza de detalles, su humanidad, su !f Robert Darnton
e~o_c1_on frecuente, y siempre con su escepticismo sobre el quehacer
h1stonco, se encuentra mejor preparada para estos componentes vita- i
les de la tare~ del historiador: la tradición y el recuerdo, el pasado y f
el presente. Sm acceso a estos recursos, los historiadores en las mo- ,:
ciernas_ sociedade_s in?uscriales de alfabetización masiva, es decir, la
mayona de los h1stonadores profesionales, languidecerán encerrados ,
en su propia cultura, como amantes abandonados, de pie bajo la par-
padeante luz de un farol , en una oscura calle barrida por el viento.

Ovidio da consejos sobre cómo leer una carta de amor: «Unas


palabras escritas en tablillas de abeto sondearán el vado; que una sir-
vienta de confianza escriba el mensaje. Léelo con atención y, al leer-
lo, averigua por sus términos si miente o si te corteja de corazón y
enamorado.» Resulta extraordinario. El poeta romano podría ser uno
de nosotros. Habla de un problema que podría darse en cualquier
época, que parece existir fuera del tiempo. Al leer sobre la lectura en
El arte de amar nos parece oír una voz que nos habla directamente a
una distancia de dos mil años.
Pero sí escuchamos más adelante, la voz suena extraña. Ovidio
continúa recomendando técnicas para comunicarse con un amante a
espaldas del marido:

Que la casada tema al marido; que la vigilancia de la casada sea segura: eso es lo
decente y eso mandan las leyes ... Pero, con sólo tener una firme voluntad, aunque te
vigilen cantos como ojos tenía Argos, los burlarás. Verás. ¿ce podrá el guardián impe-
dir que escribas cuando dispongas del tiempo del aseo; y cuando una cómplice pue-
de llevarse las tablillas escritas ocultándolas bajo el ancho corsé, en el tibio seno; y
cuando puede esconder el mensa je sujerándolo a su pamorrila y llevar las dulces pa-
labras bajo su pie calzado? Si el guardián se precaviese contra estos sistemas, que tu
cómplice ofrezca su espalda a tus escritos y lleve rus palabras en su cuerpo 1.

I Ovidio, Ars Amatoria, libro III, versos 469-72 y 613-26.

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178 Robert Darmon . Historia de la lectura 179

Se espera del amante que desnude a la sirvienta y lea su cuerpo En mi investigación sobre el siglo XVIII en Francia tropecé con un
-lo cual no es exactamente el tipo de comunicación que asociamos sólido lector de clase media. Se trataba de un comerciante de La Ro-
hoy a la correspondencia epistolar-. A pesar de su aire de fascinante chelle llamado Jean Ranson, un rousseauniano apasionado. Ranson
contemporaneidad, El arte de amar nos catapulta a un mundo que ape- no sólo leía a Rousseau y lloraba, sino que incorporó las ideas de
nas somos capaces de imaginar. Para comprender su mensaje debemos Rousseau al edificio de su vida cuando montó un negocio, se enamo-
conocer algo sobre mitología romana, técnicas de escritura v vida do- ró, se casó y educó a sus hijos. Lectura y vida corrían paralelas, como
méstica. Deberíamos poder imaginarnos a nosotros mismo~ corno la motivos centrales, en una abundante serie de cartas escritas por Ran-
1.~
esposa o el patricio romano y apreciar el contraste entre moralidad son entre 177 4 y 1785 que muestran cómo el rousseaunismo fue ab-
formal y comportamientos de un mundo entregado a la exquisitez y al sorbido por las formas de vida de la burguesía provincial bajo el An-
cinismo en un momento en que se predicaba el Sermón de la Monta- tiguo Régimen. Tras la publicación de La Nouvelle Héloise, Rousseau
ña en una lengua bárbara, muy lejos del alcance de los oídos romanos. había recibido un torrente de cartas de lectores . como Ranson. Fue,
Leer a Ovidio es enfrentarse al misterio de la lectura misma. Se en mi opinión, la primera marea de correspondeµcia de admiradores
trata de una actividad a la vez familiar y extraña que compartimos con en la historia de la literatura, aunque Richardsoh hubiera levantado
nuestros antepasados, aunque nunca sea la misma que ellos experi- ya algunas olas considerables en Inglaterra. El correo revela que los
mentaron. Podemos disfrutar de la ilusión de salir fuera del tiempo leccores respondían por coda Francia como lo hacía Ranson y que,
para establecer contacto con autores que vivieron hace siglos. Pero, además, sus respuestas se ajustaban a las solicitadas por Rousseau en
aunque sus textos hayan llegado hasta nosotros inalterados -cosa vir- los dos prólogos a su novela. Había enseñado a sus lectores cómo
tualmente imposible, habida cuenta de la evolución de su redacción leerlo. Les había asignado funciones y les había ofrecido una estrate-
material y de los libros en cuanto objetos físicos-, nuestra relación gia para entender su novela. La nueva manera de leer funcionó tan
con ellos no puede ser la misma que la de los lectores del pasado. La bien que La Nouvelle Heloise se convirtió en el mayor éxito de ventas
l~E.._~_r.a tiene su historia. Pero, ¿cómo podemos recuperarla? - del siglo, la fuente individual más importante de la sensibilidad ro-
Podríamos comenzar investigando la lista de lectores. Cario mántica. Actualmente esta sensibilidad está agotada. Ningún lector
Ginzburg encontró a uno, un humilde molinero friularto. del siglo moderno es capaz de llorar sin consuelo a lo largo de los seis volú-
XVI, en los papeles de la Inquisición. En el interrogatorio por sospe· menes de La Nouvelle Heloise como lo hicieron sus antecesores dos
chas de herejía, el inquisidor preguntó a su víctima sobre sus lectu- siglos atrás. Pero en su tiempo, Rousseau cautivó a toda una genera-
ras. Menocchio respondió con una tirada de títulos y comentarios de- ción de lectores revolucionando la lectura misma 3.
tallados sobre cada uno de ellos. Al comparar los textos y los Los ejemplos de Menocchio y Ranson nos hacen pensar que leer!
comentarios, Ginzburg descubrió que Menocchio había leído una y vivir, crear textos y dar sentido a la vida estaban mucho más rela-
gran cantidad de relatos bíblicos, crónicas y libros de viaje del tipo cionados en la Edad Moderna que lo que lo están en la actualidad~¡
de los que existían en muchas bibliotecas patricias. Menocchio no se Pero ames de saltar a las conclusiones, necesitamos revisar más archi-
limitaba a recibir los mensajes transmitidos a través del orden social. vos, comparar los informes de las experiencias de los lectores con las
Leía con beligerancia, transformando los contenidos del material que relaciones de lecturas que aparecen en sus libros y, cuando sea posi-
tenía a su disposición en una visión del mundo radicalmente no cris- ble, con su conducta. Se cree que Las penas del joven Werther provoca-
tiana. Se discute si esta visión puede remontarse, como pretende ron una oleada de suicidios eri Alemania. ¿No sería la Wertherfieber .
Ginzburg, a una antigua tradición popular; pero Ginzburg demuestra, un fruto maduro para el análisis? Los prerrafaelistas de Inglaterra
! sin duda, la posibilidad de estudiar la lectura como üna actividad ofrecen ejemplos similares de la imitación del arte por la vida, un te-
j practicada por la gente común hace cuatro siglos 2. ·,.~
3 Roben Darncon, «Readers Respond to Rousseau: che Fabrication of Romamic

Sensicivity,,, en: Darncon, The Great Cat ,W.assacre and other Episodes o/ French Cultural
2 History (~ueva York, 1984), págs. 215-56.
Cario Ginzburg, El queso y los gusanos rBarcelona, 1981).

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180 Robert Damtort( Híscoria de la lectura

ma cuyas huellas pueden seguirse desde Don Quijote hasta Madam garon por el público cultivado entre la época de Descartes y la de
Bo~ary y Mis~ Lonelyhearts. En cualquiera de esos casos la ficción po- . Bouganville. Los alemanes han construido una serie estadística aún
dna cobrar vida y ser comparada con documentos -suicidios reales •· más amplia, gracias a una fuente de especial riqueza: los catálogos de
diarios y cartas al editor-. La correspondencia de los autores y lo; ; las ferias de libros de Fráncfort y Leipzig, que se exé~endesde
docum~.tos..,de...los editores son fuentes de información ideales acer- .: meaTaciOs ctefsigh XVI Fiasúimediados del XIX. (El catálogo de Fránc-
cácfe"los lectores reales. Éxisten docenas de cartas en la correspon- · fort se publicó sin interrupción desde 1564 hasta 17 49 y el de Leip-
ciencia publicada de Voltaire y Rousseau y centenares en los papeles ·. zig, que data del 1594, puede ser suplementado para el periodo pos-
no publicados de Balzac y Zola 4• ··.
terior a 1797 por los Hinrichsche Verzeichnisse.) Aunque los catálogos
En resumen, s~posible. desarrollar _una -~istoria y 1,1_~a de . tienen sus inconvenientes, ofrecen en términos generales un índice
l~¡¿uesta del lector. Posible, pero no fácil. En efecto los documen- de la lectura en Alemania desde el Renacimiento; y, además, han sido
tos no ~lenmoscrarnos a los lectores en plena actividad, amoldan- :i' explotados por una serie de historiadores del libro alemanes a partir
de la publicación por J ohann Goldfriedrich de su monumental Ges-
do sus mentes a los textos, y los documentos son también ellos tex- ~l
tos que requieren así mismo interpretac1on. Po_gis_de....el.los son lo chichte des deutschen Buchhandels en 1908 y 1909. El mundo de la lec-
sufic;ientemente ricos como para proporcionarnos incluso acceso in- tura en Inglaterra no dispone de una fuente comparable; pero, para
dire~!º a los _elementos cognitivos y afectivos de la ~ecfura~y algunos el periodo posterior a 1557, cuando Londres comenzó a dominar la
casos excepc10nales no pueden ser suficientes para reconstruir los as- industria de la impresión, los documentos de la London Stationers'
pectos internos de esa experiencia. Pero los historiadores del libro Company han proporcionado a H. S. Bennett, W. W. Greg y otros
han sacado ya a la luz una gran cantidad de información sobre la his- abundante material que les permite rastrear la evolución del mercado
toria externa de la lectura. Tras haberla estudiado como un fenóme- del libro inglés. Aunque la tradición británica de la bibliografía no fa-
no social, son capaces de dar respuesta a muchas de las cuestiones vorece la creación de estadísticas, existe una gran masa de informa-
sobre el «quién», el «qué», el «dónde» y el «cuándo» que pueden ser ción cuantitativa en los catálogos de títulos abreviados que arrancan
de gran ayuda para atacar los más difíciles «porquési>> y <.<cómqs». de 14 7 5. Giles Barber ha trazado algunas gráficas al estilo de las fran-
cesas a partir de los informes de clientes y Robert Winans y G. Tho-
Los estudios dedicados a saber quién leyó qué en distintos mo- mas Tanselle han calculado las cifras de lectura en las primeras épo-
mentos son de dos tipos, macroanalíticos y microanalíticos. El ma- cas de Norteamérica reelaborando la enorme Amen"can Bibliography
croanálisis ha florecido, sobre todri,eri'Francia, dóñcle"se nutre de la de Charles Evans (18.000 entradas para el periodo de 1638-1783, que
tradición vigorosa de la historia social cuantitativa. Henri-Jean Mar- incluye, por desgracia, una población indeterminada de «fantasmas»,
5
cin, Frarn;ois Furet, Robert Estivals y Frédéric Barbier han seguido el cicados en la bibliografía pero nunca publicados) •
rastro de la evolución de los hábitos de lectura desde el siglo XVI has- ; Como ejemplos de esta literatura. demasiado amplia para poderla citar aquí en
ta el presente, sirviéndose de series a largo plazo construidas a partir detalle, ver Henri.Jean Martín. Livre, pouvoirs et societé d Paris au XVII' sie'cle (1598-
I iOl) (Ginebra, 1969), 2 vols.; Robert Estivals. La Statistique bzbtiographique de La France
del dépót légal, registros de privilegios de libros y la publicación anual sous La monarchie au XVIII' siecle (París y La Haya, 1965): Frédéric Barbier. «The Pu-
de la Bibliographie de la France. Ert las curvas de sus gráficos pueden blishing Indusrry and Princed Oucput in Nineteenth-Cencury Fra_nc_e», en: Kennech E.
observarse muchos fenómenos enigmáticos como la decadencia del Carpencer (ed.). Books and Society in History, Papers of che Assoc1anon of College and
Research Libraries Rare Books and Manuscripts Preconference, 24-28 June, 1980 Bos-
latín, el auge de la novela, la fascinación general por el mundo inme- con. :vlassachusetts 1Nueva York y Londres, 1983), págs. 199-230; Johan Goldfriedrich,
diato de la naturaleza y los remocos de países exóticos·que se propa- Geschichte des deutschen Buchhandels (Leipzig, 1886-1913, 4 vols); Rudolf Jenczsch, Der
:,. .. ,. deutsch-leteinische Büchermarkt nach den Leipúger Ostermesskatalogen von l 740, l 770 und
1800 in setner Glzederung und Wandlung (Leipzig, 1912); H. S. Bennett, English Books &
• Como ejemplos de escos temas, ver Kurt Rothmann, Er/tiuterungen u~d Doku- Readm 1558 to 1603 (Cambridge, 1965); Bennett, English Books & Readers l603 to l640
ment~. f ohann W?(fgang Goethe: Die Leiden des ]ungen Werthers, (Suttgart, 1974}, y James (Cambridge, 1970; Giles Barber, «Books from che Old World and f?r che New: che Bri-
Sm1th Allen, «H1st0ry !nd che Novel: Mentalité in Modern Popular Ficcion», History tish Imernarional T rade in Books in che Eighteenth Cencury», Studzes on Voltaire and the
andTheory 22 (1983). pags. 233-52.

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Robert Damto
Historia de la lectura 183
Todas escas compilaciones y cálculos han proporcionado ciertaSi'i ·:
guías para llegar a los hábitos de lectura, pero las generalizaciones p · ron a 729 en 1764, 896 en 1770 y sólo 527 en 1780; y los nuevos tí-
recen a veces demasiado generales para resultar satisfactorias. La no~:' tulos presentados en el dép6t !éga!e en 1800 sumaron la cifra de 700.
vela, como la burguesía, parece estar siempre en ascenso; y las gráfi : : No hay duda de que diversos tipos de documentos y modelos d:
cas caen en los puntos esperados -sobre todo durante la Guerra de-·\ medición pueden producir resultados diferentes y q_ue las fuentes º?-
los Siete Años en Leipzig y durante la Primera Guerra Mundial en\. ciales excluyen la enorme producción ilegal de libros en Francia.
Francia-. La mayoría de los cuantificadores distribuyen sus estadís •. : Pero, a pesar de sus deficiencias, las cifras indica~ un gran salto ~d:·
ticas en categorías vagas como la de .«artes y ciencias» y «belles-let- [ante en la producción literaria alemana tras un siglo de predomi?10
tres», inadecuadas para identificar fenómenos particulares como el francés. Alemania contaba también con un número mayor de escnto-
Debate Sucesorio, el Jansenismo, la Ilustración o el renacimiento gó- res, aunque la población de las áreas de lengua ~ancesa ~ alemana
tico -los cernas que más han atraído la atención de los estudiosos de fuera más o menos la misma. Un almanaque literario aleman, Das ge-
la literatura y los historiadores de la cultura-. La historia cuantitati- lehrte Teutschland, listaba 3.000 autores vivos en 17!2, Y_4?00 e~
va del libro tendrá que afinar sus categorías y precisar su enfoque an· 1776. Una publicación similar francesa, La France Lz~terazre, mcluia
tes de poder producir un impacto mayor en las tendencias del mun. 1.187 aucores en 1757 y 2.367 en 1769. Mientras Voltaire y ~~ussea~
do académico. entraban en la vejez, Goethe y Schiller vivían en plena creat1vidad li-
No obstante, los cuantificadores han descubierto algunos mode- teraria, más vigorosa de lo que podría creerse si se tiene en cuenta
los estadísticos significativos y sus logros podrían parecer aún más únicamente las historias de la literatura convencionales 6 .
impresionantes si incrementaran sus esfuerzos por establecer compa- Las comparaciones estadísticas proporcionan también ayudas
raciones entre un país y otro. Por ejemplo, las estadísticas sugieren para trazar el mapa de las corrientes cultural~s. Tras present~r en ta-
que el renacimiento cultural de Alemania en los últimos años del si- blas los privilegios de impresión en todo el _siglo xvm, Fan<;ois Furet
glo XVIII estuvo vinculado a la fiebre casi epidémica de lectura, el lla- descubrió un declive del mercado en las antiguas ramas del sab~r, es-
mado Lesewut o Lesesucht. El catálogo de Leipzig no alcanzó el nivel pecialmente la literatura humanista y el latín cl_ásico, q~e, segun las
logrado anees de la Guerra de los Treinta Años hasta 1764, cuando estadísticas de Henri-Jean Martín, habían florecido un siglo antes._1:-,
incluvó 1.200 títulos de novedades publicadas. Con el arranque del partir de 1750 se impusieron géneros nuevos, co~o los libros cl~sifi-
Stun:i und Drang llegó a los 1.600 títulos en 1770; luego, a los 2.600 cados bajo el epígrafe de «sciences et arts». Daniel Roc~e Y Mic~el
en 1789 y a los 5.000 en 1800. Los franceses siguieron una pauta dis- Marion señalan una tendencia similar al analizar los archivos n?tari~-
tinta. La producción de libros creció de forma constante durante un les parisinos. Las novelas, los libros de viajes y las obra~ ¿e h1stona
siglo a partir de la Paz de Westfalia (1648) -un siglo de gran litera- natural tendieron a imponerse masivamente sobre los cla~1co~ e~ las
tura, desde Corneille a la Encyc!opédie, que coincidió con la decaden- bibliotecas de nobles y burgueses ricos. Todos los estudio~ indican
cia en Alemania-. Pero en los siguientes cincuenta años, cuando las una caída importante en la literatura religiosa durante el sig!o XVIII.
cifras alemanas remontaron, el crecimiento frances ,resulta relativa- Confirman, además, las investigaciones cuantitativas en otras a~eas de
mente modesto. Según Robert Estivals, las solicitude_s "!te autoriza- la historia social -por ejemplo, las de Michel Vovelle sobre n~os_fu-
ción para publicar nuevos libros (privi!éges y permisszons tacites) llega- nerarios v los estudios de las ordenaciones de clérigos Y las practicas
de enseó~nza realizados por Dominique Julia 7.

Eighteenth Century 151 (1976), págs. 185-224; Roben B. Winans, «Bibli_o ~raphy and 6 Estivals La Statistique bzhliographique, pág. 309; Paul Raabe, _ «Bu~hprodu~tio~
che Culcural Hisrorian: Nores on che Eighceemh Cencury Novel», en: W1ll1am L. Joy· und LesepubÜkum in Deucschland 1770-1780)), Phi!obiblin: e_me Vtertel;ahrs_schnft fur
ce, David D. Hall. Richard D. Brown y John B. Hench (eds.), Printing and Soczety in Buch- und Graphiksammler 21 (l 9n), págs. 2-16. Las estad1st1cas comparaavas entre
Ear!y Amenca (Worcesrer, 198 3), págs. 174-85; y G . Thomas Tanselle, «Sorne Statisrics escritores se basan en mis propios cálculos. e .- F
on American Priming, 1764-1783», en: Bernard Bailyn y John B. Hench (eds.), The i Franc;ois Furet, «~a "librairie" du Ro y~ume d~ France ªt:18 s1ec~e)), e~: uret et
Press & the American Revolution (Bosron, 1981), págs. 315-64. 5/18 al Lwre et société dans la France du XVIII' stecle (Pans, 1965), pags. 3-32, Dame! R~hh
(< Noblesse et culture dans la France du XVIII•: les lectures de la noblesse», en: uc
Robert Damto 7 Historia de la lectura 185

Los análisis temáticos sobre la lectura en Alemania complemen~'


puede servir de perfil de un lector, aun~~~ nadie l.ea todos l~s libros
tan a los franceses. Rudolf Jentzsch y Albert Ward descubrieron urr:\ ·
que posee y sí muchos que nunca adqum?. Exan:mar el ~atalogo de
fuerte descenso de libros en latín y un correspondiente incremento·;·~_:;
la biblioteca de Monticello equivale a inspeccionar como estaba
de las novelas en los catálogos de las ferias de Leipzig y Fráncfort J::
constituida la mente de Jefferson 9 . Y el estudio de las bibliotecas
Según Eduard Reyer y Rudolf Schenda, a finales del siglo XIX, los ti· lt particulares tiene la ventaja de unir el «qué» con el «quién» de la lec-
pos de préstamos en las bibliotecas alemanas, inglesas y norteameri- :,. '/
tura.
canas cayeron en unas pautas llamativamente similares: del setenta al".•/
ochenta por ciento de los libros pertenecen a la categoría de ficción t Los franceses han tomado la delantera también en este terreno.
El ensayo de Daniel Momee publicado en 1910, «Les enseignements
recreativa (novelas en su mayoría); el 10 por ciento eran historia, bio- ;,, -
des bibliotheques privées» demostró que el estudio de los catálogos
grafía y viajes, y menos de un uno por cien entraban en la categoría :.
de biblioteca puede generar conclusiones que desafían los lugares co-
de religión. El mundo de la lectura se había transformado en poco
munes de la historia literaria. Tras relacionar los títulos de quinientos
más de dos siglos. El auge de la novela compensó un declive de la li-
catálogos de bibliotecas del siglo XVIII, descubrió sólo un ejemplar
teratura religiósa y el momento crítico puede situarse, casi en todos
del libro que sería la Biblia de la revolución francesa, el Contrato so-
los casos, en la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente en la dé-
eza/ de Rousseau. Las librerías rebosaban de obras de autores com-
cada de 1770, los años de la Wertherfieber. Las penas del joven Werther
pletamente olvidados y no ofrecían un fundamento para vincular
provocaron en Alemania una respuesta aún más espectacular que la
ciertos cipos de literatura (la obra de los filósofos, por ejemplo) con
de La nueva Heloísa en Francia o Pamela en Inglaterra. Las tres nove- ciertas clases de lectores (la burguesía). Setenta años después, la obra
las marcaron el triunfo de una nueva sensibilidad literaria y las últi-
de Momee sigue resultando aún impresionante. Pero en torno a ella
mas frases del Werther parecían anunciar el advenimiento de un nue-
ha proliferado una extensa bibliografía. Actualmente disponemos de
vo público lector jumo con la muerte de la cultura cristiana
estadísticas sobre las bibliotecas de nobles, magistrados, sacerdotes,
tradicional: «Handwerker trugen ihn. Kein Geistlicher hat ihn beglei-
académicos, burgueses, artesanos e, incluso, criados domésticos. Los
tet (Artesanos llevaron su cuerpo. No lo acompañó ningún clérigo).» s
investigadores franceses han estudiado la lectura en los estratos s~-
Así, con toda su variedad y contradicciones ocasionales, los estu-
ciales de diversas ciudades -el Caen de J ean-Claude.2.e.rrot, el Pans
dios mícroanalíticos sugieren ciertas conclusiones generales, algo pa-
de Michel Marion- y regiones completas -la Normandía de Jean
recido a la «eliminación de lo misterioso en el mundo». Suena dema-
Quéniart, el Languedoc de Madeleine Venere-. En su mayoría, se
siado cósmico como para tranquilizarnos. Quienes prefieran la
basan en ~ e f f f e s , registros nota:ia_les de libros de los _le-
precisión pueden recurrir al microanálisis, si bien éste suele caer en
gados de personas difuntas. Son, por tanto, v1ct1mas d~!~s ten~~n_c1!3-s
el extremo opuesto: un detalle excesivo. Disponemos de cientos de
sesgadas introducidas en esos documentos, que por l? gen~ral des-
listas de libros de bibliotecas desde la Edad Media hasta el presente, precian libros de poco valor comercial o se limitan a afirmac10nes va-
más de lo que uno sería capaz de leer. Sin embargo, la mayoría esta- gas como «una pila de libros». Pero el oj? del notario ab~rcaba en
ríamos de acuerdo en que un catálogo de una biblioteca particular Francia un considerable campo, mucho mas que en Alemania, donde
und Samm!er. Prívate und ó/fent!iche Btb!iotheken im 18. fahrhundert. Co!!oquium de, Ar- Rudolf Schenda considera los inventarios lamentablemente inadecua-
bettsste!!e 18. Jahrhu,uiert Gesamthoschschu!e Wupperta! Universztát i'v[ünster vom 26.-28. dos como guía para los hábitos de lectura de la gente corriente .. ~l es-
September 1917 (Heidelberg, 1979), págs. 9-27; Michel Marion. Recherches sur !es bi-
b!iotheques privées d Pans au mi!ieu du XVIII• siec!e (1750-i759) (París, 1978); Míchel Vo- tudio más completo del área alemana es probablemente el análisis de
ve!le, Piété baroque et déchristiamsation en Provence au XVIII• siec!e. Les altitudes devant !a inventarios de Fráncfort del Meno a finales del siglo XVIII realizado
mort d'apres les c!auses des testaments (París. 1973 ). , ~
8 por Walter Wittmann. Indica que el 100 por cien de oficiales de alta
Jentzsch, Der deutsch-!ateznische Büchermarkt, Albert Ward, Book, Production. Fic-
tion, and the German Reading Public 1740-1800 (Oxford, 1974); Rudolf Schenda, Vo!k
~ Sobre el modelo de Jefferson de una biblioteca míni°:a para un cabaUero edu-
ohne Buch. Studien zur Sozialgeschichte der popuL¿iren Lesestolfe 1700-1910 IFráncfort,
1970), pág. 467. cado pero no especialmente estudioso, ver Arthur Pierce M1ddleron, A Vzrgmza Gent-
!eman 's Ubrary (Williamsburg, 1952).
6/18
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Historia de la lectura

graduación, el 51 por cien de comerciantes, el 35 por cien de maes:· Dejan de lado nombres de muchos•suscriptores, incluyen otros que
eros artesanos y el 26 por cien de jornaleros poseían libros. DanieB'.· actuaban como patronos, y no como lectores, y, en ge~e~al, re~res~n-
Roche halló un modelo similar entre la gente corriente de París: sólo: can la actividad de compra de unos pocos intermedia~os mas -~1en
el 35 por ciento de los trabajadores asalariados y criados doméstico que los hábitos de lectura del público instr~i?~· según ciertas cnti~as
que aparecen en los archivos notariales en torno a 1780 poseían aL.. ·1'. i devastadoras que Reinhard Wittmann ha dm~do contr~ _los estudios
gún libro. Pero Roche descubre muchos indicios de familiaridad corü \ de listas de suscripción. La obra de Wallace Kirsop sugiere que ~~t~s
la palabra escrita. En 1789 casi todos los criados podían firmar en los;J : investigaciones podrían tener más éxito en Fra~cia, donde la ed1ci~n
inventarios con su propio nombre. Una gran mayoría poseía escrito. l ,. por suscripción floreció también a finales del siglo ~lI. Pero las hs-
ríos perfectamente equipados con material de escribir y rebosantes :, · cas francesas, al igual que las demás, dan preferencia a los lectores
de papeles familiares. La mayoría de los artesanos y tenderos pasaban ~: mas · neos
· y 1os 1·b , se lec to s ti .
i ros mas ~
,.:_.)-
varios años de su infancia en la escuela. Antes de 1789 Paris contaba. :; Lm(fég{s~os_sfe_ l~s bibliotecas de pr~~t-~mó1o~ecen u~a op?rtu-
con 500 escuelas_primarias, una por cada 1.000 habitantes, todas ellas nidad mejo~ para establecer relaciones ente 'fas gene~o~ hteranos _Y
más o-~eno~ . libres. Según la conclusión de Roche, lo~. p~risinos las clases sociales, pero son pocas las que han sobrevivido. Las mas
leían, pero la lectura no tomaba la forma de los libros m~strados en notables son los registros de préstamo de la librería ducal de Wo~fen-
Ioünve.nr.ari~s. Es~a.s.9n~cituida por _libros de rezos, pliegosae cor- büctel, que se extienden de 1666 a 1928. Según Wolfgang Mil_de,
del, carteles, cartas personales e, incluso, las señales de las calles. Los Paul Raabe y John McCarthy, muestran una notable «~emocranza-
p;isinos leían a lo largo de la ciudad y de sus vidas, peró stIS"modos ción» de la lectura en la década de 1760: el número de hbr?s pr~sta·
de lectura no dejaron pruebas sufidentes en los archivos como para dos se duplicó; los prestatarios provenían de las capas so~i~les mfe-
que el historiador pueda seguir de cerca su rastro 1º. : _. _ riores (entre ellos algunos porteros, lacayos y suboficiales del
Así, pues, deberá buscar otras fuentes. Las ~lisgs _d e- StJp_
~ ejército); y los cernas de lectura se ampliar~n, _lle~ando de los to_mos
han sido una de las favoritas, si bien por lo general sólo representan eruditos a las novelas sentimentales (las imitaciones d~l Robmson
a lectores más bien adinerados. En Gran Bretaña, desde finales del Crusoe caían especialmente bien). Curiosamente, los registr~s d~ l~
siglo XVII hasta pr(ncípi~ del XIX, muchos libros se publicaron por Bibliotheque du Roí, en París, muestran un númer? de ~suanos simi-
suscripción y contenían listas de suscriptores. Los investigadores del lar en ese momento -unos cincuenta por año, mclmdas p~rsonas
Proyecto de Bibliografía Histórica de Newcastel upon Tyne han utili- como Denis Diderot-. Los parisinos no podían llevarse los libros a
zado estas listas para trabajar en una sociología histórica de la lectu· casa, pero disfrutaban de la hospitalicia? de unos tiem?os de ma~or
ra. Esfuerzos similares se llevan a cabo en Alemania, en particular en- sosiego. Aunque el bibliotecario les abna sus puertas solo dos mana-
tre estudiosos de Klopstock y Wieland. Una sexta parce, quizá, de las nas por semana, les ofrecía una comida anees ~e despachar_los. Hoy
novedades publicadas en Alemania entre 1770 y 1810 lo fueron por en día, las condiciones en la Bibliotheque Nanona~e-son diferentes.
suscripción; en este momento fue cuando esa práctica alcanzó su Los bibliotecarios han tenido que aceptar una ley bas1ca de la econo-
punto culminante. Pero incluso durante su BLiitezeit, las listas de sus- mía: va no existe nada parec1·¿ o a la com1'd a gratis
. 12 . . .
cripción no nos proporcionan una perspectiva precisa de los lectores. Los microanaliscas han presentado otros descubrimientos -tan-
tos, en realidad, que se· enfrentan a los mismos problemas que los
to Daniel Momee, «Les Ensignemems des bibliotheques privées ( 17 50-1780)»,
Revue d'hlstoire !ittéraire de la France 17 (19 lOl, págs. 449-96. Una visión general de la t t Reinhard Wittmann, Buchmarkt und Lektüre im_18. und 19. ]ahrhunde:t. Beitréige
literatura francesa con referencias 9ibliogáficas, en Henri-Jean Martin~_Roger Char- "um literarischen Leben 1í50-1880 (Tubinga, 1982), pags. --l6-68; Wallace Kirsop, <~L~
tier (eds.), Histoire de !'édition franraise \París, 1982-), de la cual han apartcído los dos ~écanismes édicoriaux», en: Histoire de l'édition /ranr;aise (Pans, 1984), vol. II, pagi-
primeros volúmenes que cubren el periodo hasta 1830. El estudio de Walter Witt·
mann y otras obras relacionadas se discuten en Schenda, Volk ohne Buch, págs. 461-7. nas f/J~hn A. McCarthy, «Lektüre und Le~e~pologie im_ 18. Jahrhundert (1730:
., Sobre e[ lector común parisino, ver Daniel Roche, Le Peuple de Pan¡. Essai sur la cultu- 1770). Ein Beicrag zur Lesergeschichte am Belsptel Wo~fenb~ttels», lnternatzona!es Ar
\re populaire au XVIJie siecle (Parí~, 1981), págs. 204-4 l. chiv fúr Soúalgeschichte der deutschen Lzteratur 8 (198 3), pags. 3 )-82.
7/18
189
188 Robert Dam Historia de la lectura

la aparición de una masa de lectores que alcanzaría proporciones gi-


macrocuantificad~r_es: ¿có~o coordinarlos todos?-. La disparida .
gantescas en el siglo XIX con el desarrollo de la producción mecánica
de la documentac1on -catalogos de subastas, registros notariales r1
del papel, de las prensas a vapor, las linotipias y la erradicación casi
t~s de s~scripción, registros de bibliotecas- no facilita la tarea.' L
general del analfabetismo. Todos estos cambios abrieron nuevas po·
d1ferenc1as en las _conclusiones pueden atribuirse a las peculiaridad '
sibilídades no disminuyendo la intensidad sino aumentando la va-
de las ~entes, mas que al comportamiento de los lectores. Y las m : _ _ _ - - -----.
nografías suelen a menu~o anularse unas a otras: los artesanos apar - riedad 13 .
- -·-vor tanto, debo confesar cierto escepticismo sobre la «revolución
cen en un.a. como alfabet.J.zados y en otra como analfabetos; la líterai:,
en la lectura>>. Sin embargo, un historiador norteamericano del libro,
tura de v~aJes parece ser popular entre algunos grupos en alguno ·,:
David Hall, ha descrito una transformación en los hábitos de lectura
lugares e_ 1mp~pular en otros. Una comparación sistemática de géne;
de los habitantes de Nueva Inglaterra entre 1600 y 1850 en términos
ros, m~d1os, t1e~pos y lugares se asemejaría a una conspiración d~i
casi exactamente iguales a los utilizados por Engelsing. Antes de
excepciones que mtentaran demostrar la invalidez de las reglas. . .'
1800, en Nueva Inglaterra se leía un pequeño corpus de venerables
Hasta el momento, sólo un historiador, autor de un único libro J.I
«artículos estables» -la Biblia, almanaques, el New England Primer,
ha sido lo suficien~emente osado como para proponer un modelo ge; J' Rise and Progress o/ Religion de Philip Doddridge, Call to the Unconver-
neral. .Ro!f__ Engels1I::~ ha mantenido que a finales del siglo xvrr1 se ted de Richard Baxter- y su lectura se repetía una y otra vez, en voz
p.rodu¡o una «revolución _de la lectura» (Leserevolution) . Según Engel- alta, en grupos y con excepcional intensidad. A partir de 1800 se vie-
s~ng, desde la Edad Media hasta poco de:;;pués de 1750, la gente leía ron inundados por nuevas clases de libros -novelas, periódicos, va-
<<mte~samente». Sólo poJ_~ían unos pocos libros -la Biblia, un alma- riedades recientes y entretenidas de literatura para niños- y los ha-
y
naque, una O dos obras dedeVOCiOn_:: los leían V releían una y Otra
bitantes de Nueva Inglaterra las leían con voracidad, dejando a un
vez,_habitualmente en...._~9¡:_alta y en grupo, de modo que una serie re- lado un objeto en cuanto lograban encontrar otro. Aunque ·Hall y
d_uc1~a de obras tradicionales se ·grababa profundamente en sus con. Engelsing nunca habían-tenido noticia mutua, descubrieron un mo-
c1enc1as. Ya en 1800 las personas leían «~tensivamente». Sus lectu- delo similar en dos áreas muv diferentes del mundo occidental. Qui-
ras ~sca?an cons.~r~idas por. ~odo tipo de,. rrÍa~rial, en· especial zá, _a__~nales del siglo XVIII, s; dio un cambio de rumbo fundame:ntal
pub_lic~c1ones ~enod1cas y not1c1osas, las leían una sola vez y corrían en la naturaleza de la lectura. Tal vez no fuera una revolución, pero
al_ s1g~1ente obJeto. Engelsing no presenta muchas pruebas de su hi- marcó el final del Antiguo Régimen, el reino de Tomás de Kempis,
potes1s. De hecho, la mayor parte de su estudio se refiere sólo a unos
Johann Arndt y John Bunyam L-l.
p_oco~ ~jemplos de ciudadanos de Bremen. Pero posee la atrayente El «dónde» de la lectura es más importante de lo que podría
s1mplic1dad de un antes y un después y ofrece una fórmula maneja- creerse, pues la situación del lector en su escenario puede darnos in-
ble para contrastar modos de lectura en la historia europea muy tem- dicios sobre la naturaleza de su experiencia. En la universidad de
pran~ Y muy tardía. Su principal inconveniente, creo yo, es su carác- Leyden cuelga un impreso de la biblioteca de la universidad fechado
t ~ a l . La_ ~~tura _r10 ~volucionó en una dirección: la g_tensión, en 1610. Muestra los libros, pesados infolios, encadenados a altos es-
s1_~~ que as~m10 m~chas· tormas diferentes entre los distintos grupos tantes que sobresalen de las paredes en una serie determinada por las
sociales en epocas d~versas. Los hombres y las mujeres han leído para epígrafes de la bibliogr~fía clásíca: Jurisconsultt, ;'v[edici, Historiá, etc,
salvar sus almas, me¡orar sus modales, arreglar sus máquinas, seducir
a sus amados y amadas, tener noticia de sucesos de actualidad v sim-
LJ Rolf Engelsing, «Die Perioden der Lesergeschichce in der ~euzeit. Das scacistis-
pl~mente, ?ara divertirse. En muchos casos, sobre todo 'erlbke -~l pú-
che Ausma~ und die soziokulcurelle Bedeucung der Lekrüre», Archiv /ür Geschichte
blico de Richardson, Rousseau y Goethe, la lectura se hizo~ más in- des Buchwesens 10 (1969), cols. 94+1002, y Engelsmg, Der Biirger als Leser. Lesergeschi- ~,
tensiva, no menos. Pero los últimos años del siglo xvírr parecen chte in Deutschland 1500-1800 (Sungart, 197 4).
l4 David Hall, «The Uses of Literacy in New England. 1600-1850», en: Pn.nting
r~?resentar u~ ~ome~to crítico, un tiempQ_e.n_q_µe_se puso a disposí-
and Soczéty in Early Amenca. págs. 1-4 7.
8/18
c1_?~ de un_yublico __mas amplio más material de lectura, si"se observa
190 Historia de la lectura 191
Robert Damtort:~

Los estudiantes aparecen desperdigados por la sala leyendo los libro;·. commem;:ait toujours par ces mots: "Recueíllons-nous, mes enfants;
en mostradores construidos a la altura de los hombros debajo de . c'est !'Esprit Saint qui va parler".» Pero, a pesar de codo su sentimen-
las estanterías. Leen de pie, protegidos del frío por gruesas capas y talismo, estas descripciones nacían de una suposición generalizada:
sombreros, con un pie posado sobre un apoyo para aliviar la presión :;;,., para la ge~t-~c.amún de la Europ3---ffi._ode_rr1_~i.Ja le~g era una activi-
del cuerpo. En la época del humanismo clásico, la lectura no debió t dad. soé(ál Tenia lugar 'en -talleres, establos y tabernas. Casi siemp're
de haber sido una actividad confortable. En los cuadros pintados un !: e'ra oraf, pero no necesariamente edificante. Es el caso del campesino
siglo y medio más tarde, La Lecture y La liseuse de Fragonard, por J de la taberna de pueblo descrito por Christian Schubart en 1786 con
ejemplo, las personas lectoras aparecen reclinadas en tumbonas o si- .;, ciertos tintes de color rosa:
llones bien acolchados con las piernas apoyadas en escabeles. A me- :;;
nudo son mujeres que llevan faldas amplias conocidas en su época Und brichc die Abendzeic herein,
como liseuses. Suelen sostener entre sus dedos un delicado volumen So trink ich hale meín Schopp[e Wein;
Da liest der Herr Schulmeiscer mir
en doceavo y sus ojos muestran una mirada soñadora. De Fragonard Was Neues aus der Zeirung für 16_
a Monee, quien también pintó una Liseuse, la lectura se traslada del
tocador afuera del domicilio. El lector transporta los libros al campo La institución más importante de la l~c-~r!_2QPJJ.lar en el Anti-
y a las cimas de las montañas, donde, como Rousseau y Heine, puede guo Régimen era una reunión en torno al hogar, conocida en Francia
entrar en comunión con la naturaleza. Algunas generaciones más tar- como la veillée y en Alemania como la SQinns.tube. Mientras los niños
de, en las trincheras de la Primera Guerra :vlundial, donde los jóve- jugaban, ""G'~ujeres cosían y los hombres;eparaban las herramien-
nes tenientes de Goringa y Oxford encontraban como podían un es- tas, uno del grupo capaz de descifrar un texto regalaría sus oídos con
pacio para unos pocos delgados tomos de poesía, la naturaleza debió las aventuras de Les quatre fils Aym9n, Ti!! Eulenspiegel o alguna otra
de parecer haberse dislocado. Uno de los libros más preciosos de mi obra favorita del repertorio común de libros baratos y popul'ares. Al-
pequeña colección particular es una edición de los Hymnen an die gunos de estos primitivos libros en rústica indicaban que estaban
Ideale Menschheit de Holderlin, con el nombre de «Adolf ~oelle, Ja- concebidos para ser cagta_d9_s po_r Jos. oídos, mediante el recurso de
nuar 1916, nord-Frankreich» -un regalo de un amigo alemán que comenzar con frases como <<Lo que ahora vais a oír ... ». En el siglo XIX
intentaba explicar Alemania-. Aún no estoy seguro de haber enten- ciertos grupos de artesanos, sobre todo cigarreros y sastres, se turna-
dido, pero creo que la comprensión general de la lectura habría ban en la lectura o contrataban a un lector para entretenerse mien-
avanzado si pensáramos más intensamente sobre su iconografía y sus tras trabajaban. Aún hoy, muchas personas se enteran de las noticias
requisitos, incluidos el mobiliario y la vestimenta t5 . oyéndolas leer a un locutor de televisión. La televisión es quizá una
El elemento humano del escenario debió de haber influido en la ruptura con el pasado menor de lo que generalmente se supone. En
compren'iión de los textos. No hay duda de que Greuze dio un ro- cualquier caso, para la mayoría de las personas a lo largo de la mayor
que sentimental al carácter colectivo de la lectura en su cuadro Un parte de la historia, los libros han tenido más oyentes que lectores.
pere de /amille qui lit la Bz'bfe d ses en/ants. Restif de la Breronne hizo Más que verse, se oían i 7 .
probablemente lo mismo con las lecturas de la Biblia en familia des-
critas en La vie de mon pere. «] e ne saurais me rappeler, sans attendris- tó Rescif de [a Breconne. La vie de mon pere, Occawa, 1949, págs. 216-lí. El poema

sement, avec quelle attention cette lecture était écoutée; comme elle de Schubart se cita en Schenda. Volk ohne Buch, pág. ~65 y su traducción dice: Y
cuando cae la carde, / me bebo mi cuartillo de vino I y el señor maestro me lee en
comuniquait a toute la nombreuse famille un ron de bonhomie et de voz alca / alguna novedad del periódico. .
frarernité (dans la famille je comprend les domestiques).· Mqn pere 17 Sobre [a literatura de cordel y su utilización pública en Francia, ver Charles N1-
sard, Histoire des livres populaires ou de la íittérature du colportage (París, 1854, 2 vols.);
1
.' Observaciones similares sobre el escenario de [a !eccura en Roger Chartier y Roben: :\-fandrou, De la culture populaire aux 17' et 1/1 siecfes: fa bibliotheque bleue de
Daniel Roche, «Les praciques urbaines de ['imprimé», en: Histoire de f'édition franfazse, Troyes (París, 1964); otros ejemplos de estudios académicos más recientes en la serie
vol. II, págs. ~03-29. "Bibliorheque b!eue", editada por Daniel Roche y publicada por Editions Moncalba.

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192 Robert Damto Hiscoria de la lectura 193

La lectura era más bien una e.fil?_eti_encia privada de la minoría de-:·. l ~ s , que a su vez fueron también i_nstitucion_es importa~tes para
p~r~~~ª~- !nstruidas_que. podían.__2~r_JJ1itirse compr_ar· libros. mu- Pe~ la lectura, extendidas por toda Alemania desde finales del siglo XVII.
chos de ellos se hacían socios de clubs de leétura, cabinets lütéraires o · En 1760, Viena tenía al menos sesenta cafés que suministraban perió-
Lesegesellschaften, donde podían le~;~;sfc~do cuanto deseaban en un · dicos, revistas e infinitas ocasiones de debate político, tal como ocu-
ambiente de compañía, por una pequeña cuota mensual. Fran~oise- rría en Londres y Amsterdam desde hacía más de un siglo 19 .
Parent-Lardeur ha seguido las huellas de la proliferación de estos .,.
clubes en París bajo la Restauración 18 , pero se remontan hasta muy \~ Sabemos ya bastante sobreJ~s Q_~_ses_institucion.akLde...la...k_g!:!_ra.
atrás en el siglo XVIII. Los libreros de provincias solían convertir sus ¡ Dísponémos de algunas respuestas para las cuestiones sobre el \\
existencias en biblioteca y cobraban por el derecho a frecuentarla. J «quién», «qué», «dQ_!"lde» y ~uándo». Pero se nos escapan lo~ ~
Buena luz, algunas sillas cómodas, unos pocos cuadros colgando de t qués» ~i_~g_s». Aún no Fiemos vislumbrado una.estrategia para
las paredes y suscripciones a media docena de periódicos bastaban ·· enrender1os- procesos Ínte-rno·s--por los que los J~cto!_eS dan sentido a
para convertir casi cualquier librería en un club. Así era el cabinet lit- las ··-palabras. NT siquTera' corffpreñdemosla--manera como
n-o~orros
téraire anunciado por P. J. Bernard, un pequeño librero de Lunéville: m'isrríos leemos, a pesar de los esfuerzos de psicólogos y neurólogos
«Une maison commode, grande, bien éclairée et chauffée, qui serait par seguir los movimientos de los ojos y cartografiar los hemisferios
ouverte tous les jours, depuis neuf heures du matin jusqu'a midi et cerebrales. ¿Es diferente el proceso cognitivo en los chinos, que leen
depuis une heure jusqu'a dix, offrirait des cet instant aux amateurs pictogramas, y en los occidentales, que analizan líneas? ¿Es ?isti?to
deux mille volumes qui seraint augmentés de quatre cents par an- para los israelíes, que leen palabras sin vocales de derecha a 1zq_u1er-
née.» En noviembre de 1779, el club contaba con 200 miembros, la da y para los ciegos, que transmiten estímulos al cerebro a traves de
mayoría de ellos oficiales de la gendarmene local. Por la modesta los dedos; para los habitantes del Asia suroriental, cuyas lenguas ca-
suma de rres libras por año, tenían acceso a 5.000 libros, trece revis- recen de tiempos verbales y ordenan la realidad espacialmente, Y
tas y habitaciones especiales para conversar y escribir (ver apéndice). para los indios americanos, cuyas lenguas no han sido puestas por es-
Según Otto Dann, lqs clubs de lectura alemanes suministraron crito hasta épocas recientes gracias a los esfuerzos de eruditos extra~-
las bases sociales de uná variada cultura burguesa en el siglo XVIII, jeros?; ¿para el devoto en presencia de la Palabra y para el .consu~1-
cuando se desarrollaron a un ritmo sorprendente, sobre todo en las dor que estudia las etiquetas en un supermerc~do? L~s ?~feren~ias
ciudades del norte. Martín W elke calcula que quizá uno de cada 500 parecen no tener. fin, pues la lectura no es una stmple hab1hdad smo
alemanes adultos pertenecía a una Lesegesetlschaft en 1800. Marlies una rnaneg_de elaborar significado, que deberá variar entre culturas.
Prüsener ha conseguido identificar más cre--400 clubs y hacerse una Ser~travag;nte esperar haUar una fórmula capaz de dar razón de
idea de sus materias de lectura. Todas ellos contaban con una provi- todas estas' variantes. Pero habría de ser posible desarrollar una ma-
sión básica de publicaciones periódicas complementadas por una se- nera de estudiar los cambios en la lectura dentro de nuestra propia
rie desigual de libros, habitualmente de temas de gran peso, como la cultura. Quisiera proponer cinco maneras de abordar el problema.
historia y la política. Al parecer eran más bien una versión seria de En primer lugar, pienso que sería posible conocer más cosas
acerca de los ideales v supuestos que dan razón de la lectura en el
La mejor exposición sobre literatura popular en Alemania sigue siendo la de Schen· pasado. Podríamos es¡udia_i:__~ómo retratan la lectura las obras _de ~c-
da, VoU~ ohne Buch, aunque su interpretación haya sido puesta en duda por algunas ció11, aucob_i_o_gn_1fías, escritos polemícos, ca~as, pint~_l?~. y obra~ _im-
obas recientes, sobre codo la de Reinharc Siegert, Aufkliirung und Voikr.Jfktiire exempfa-
risch dargestellt an Rudolph Zachanás Becker un seinem Woth- un ~Hii!/sbiichlein' p~esas contemporáneas a fin aédescubrir algunas nociones bas1cas
(Francfort, 1978). Un ejemplo de lectura en público entre trabajadores, en Samuel de lo que l~s personas creían que ocurría al leer. Consideremos, por
Gompers, Seventy Years o/ Ltfe and Labor. An Autobt0graphy (Nueva York, 1925),
págs. 80-1. 19 Los estudios de Dann, Welke y Prüsener, junco con, otras investigaciones inte-
18 Frarn;:oise Parem-Lardeur, Les cabinets de lecture. La lecture publique d Paris sous La resantes, están recogidos en Otto Dann (ed.), Lesegese!Lscha¡ten und burgerlzche Emanzz·
Restauration (París, 1982).
10/18 pation: ein europáischer Verglezch lMúnich, 1981).
194 Robert Darnton '. Historia de la lectura 195

ejemplo, el gran debate en torno a la manía de la lectura en la Ale- nas, leer seguía siendo una actividad sagrada. Colocaba al lector en
mania del siglo XVIII. Quienes se lamentaban de la Lesewut no se limi- f.~ presencia de la Palabra yresolvücmisceriossaruos. Como hipótesis de
taban a condenar sus efectos sobre la moral y la política. Temían ade- ::< crabajo, parece válido afirmar que cuanto más nos remontamos en el
más que dañara la salud pública. En un panfleto de 1795, J. G. ciempo, más nos alejamos de la lectura _instrumental. El libro «ma-
Heinzmann enumeraba las consecuencias físicas de leer_en exceso: ·y-
nual de uso» no sólo es más escas¿ el religi;~~ás común, sino
«Propensión a los enfriamientos, dolores de ¿ab~;-a~ debilid~ular, que la misma lectura es diferente. En la época de Lutero y e Ignacio
calenturas, gota, artritis, hemorroides, asma, apoplejía, enfermedades de Lovola daba acceso a la verdad absoluta.
pulmonares, indigestión, oclusión intestinal, trastornos nerviosos, mi- E~ un plano mucho más t~i;ia("-;; puede seguir el rastro de las
grañas, epilepsia, hipocondría y melancolía». En el lado favorable del ideas sobre la lectura a g~JlL11!nF~<.?!..J7...l'Sg§~O$•.
debate, Johann Adam Bergk aceptaba las premisas de sus oponentes Así sucede, por ejempfo, con algunas observaciones típicas de un
pero disentía de sus conclusiones. Consideraba probado que nunca prospecto del siglo XVIII tomado al azar de la rica colección de la bi-
se debía leer inmediatamente después de comer o estando de pie. blioteca de Newberry: un librero ofrece una edición en cuarto de los
Pero con una disposición correcta del cuerpo, se podía transformar Commentaires sur la coutume d'Angoumois, una obra excelente, asevera,
la lectura en un~..._f\ierza penéfica. El «arte del leer» exigía lavarse la canco por su tipografía como por su contenido: «El texto de la Coutu-
cara con agua fría y pasear al aire libre, así como concentración y me- me está impreso en gros-romain; los resúmenes que preceden a los co-
ditación. N adíe discutía la idea de que en la lectura se daba un com- mentarios están impresos en cicéro y los comentarios mismos en
ponente físico, pues nadie distinguía claramente entre mundo físico y Saznt-Augustin. Toda la obra está realizada en un papel muy hermoso
moral. Los lecrores del siglo XVIII intentaban «digerir» los libros, ab- fabricado en Angouleme.» 2t Actualmente ningún editor soñaría con
sorberlos en la plenitud de su ser, en cuerpo_ Y....alma. La fisicidad mencionar el papel y el tipo de letra al anunciar un libro jurídico. En
d~J _p_roceso aparece a veces en las páginas ·escritas. Los libros de Ía el siglo XVII, los anunciantes daban por supuesto que sus clientes se
biblioteca de Samuel Johnson, actualmente en posesión .de Mrs. Do- preocupaban por la calidad física de los libros. Compradores y ven-
nald F. Hyde, están abarquillados y baqueteados, como si Johnson dedores··-compartían por igual una -conciencia_tipográfica~achiálmente
hubiera luchado con ellos a brazo partido za. casi extinguida. -
A lo largo de la mayor parte de la historia de Occidente, y en es- I árm;ién pueden ser reveladores los informes de los censores, al
pecial en los siglos XVI y xvu, la lectura se consideraba sobre todo un menos en el caso de los libros franceses en la Edad Moderna, cuan-
ejercicio espiritual. Pero, ¿cómo se llevaba a cabo? Podríamos buscar do la censura estaba altamente desarrollada, aunque no fuera dema-
una guía en los manuales de los jesuitas y en los tratados hermenéuti- siado eficaz. Un libro de viajes típico, Nouveau voyage aux isles de
cos de los protestantes. La lectura de la Biblia familiar tenía lugar en l'Amerique (París, 1722}, de J.-B. Labat, contiene cuatro «aprobacio-
ambos bandos de la gran división religiosa. Y, como indica el ejem- nes» impresas en codo su rexro al lado del privilegio. Un censor ex-
plo de Restif de la Bretonne, la Biblia se abordaba con temor reve- plica que el manuscrito le picó la curiosidad: «Es difícil comenzar a
rencial, incluso por pane de algunos campesinos católicos. Bocaccio, leerlo sin sentir esa curiosidad benigna pero ávida que nos impulsa a
Castiglione, Cervantes y Rabelais dieron pie a otro uso del conoci- seguir leyendo». Otro recomienda el libro por su «estilo simple y
miento de las letras enrre las elites. Pero para la mayoría de las perso- conciso», además de por su utilidad: «En mi opinión, nada es tan útil
para los viajeros, los habitantes de ese país, los comerciantes y quie-
20 Las observaciones de Heinzmann se citan en Helmuc .IG-euier: «Geführlichge
nes estudian historia natural.» Y un tercero encontraba, simplemente,
Lesesucht? Bemerkungen zu politischer Lektürekritik im ausgehen~n 18. Jahrhun-
dert», en: Rainer Gruenter (ed.), Leser und Lesen im 18. Jahrhundert._ CoLLoquium der Ar-
buena su lectura: «Sentí un gran placer leyéndolo. Contiene una mul-
beitsstet!e Achtzehntes Jahrhundert GesamthochschuLe WuppertaL, l 4. -16. Oktober 1975 titud de cosas curiosas.» Los censores no se limitaban a acosar here-
(Heidelberg, 1977). Las observaciones de Bergk están diseminadas a lo largo de su
11/18
tratado, Die Kunst Búcher zu Lesen (J ena, 1799), que contiene también algunas retlexio-
nes típicas sobre la importancia de «di~~ir>> los libros: ver su portada y pág. 302. 21 Newberrv Library, caja Wing Z -45.18 ser.la, nº 31.
196
Historia de la lectura 197

jes y revolucionarios, como rendemos a suponer al echar una mirada ces de memoria -además, el texto estaba siempre en latín-. Todo el
retrospectiva a la Inquisición y la Ilustración. Daban el cuño de apro- . sistema se basaba en la premisa de que los niños franceses no debían
bación real a una obra y, al hacerlo, suministraban al lector claves comenzar leyendo en francés. Pasaban directamente del alfabeto a las
para su lectura. Sus valores constituían una pauta oficf~_t_gürfaque sílabas simples y, a continuación, al Pater Noster, el Ave Maria, el Cre-
se1ia-Clé medfr la léctum normal. - - - · -- --- . do y el Benedicite. Tras haber reconocido escas oraciones comunes,
-f;r~~··¿comoTeíán-los-1ectores normales? Mi segunda hipótesis 1 trabajaban con las respuestas litúrgicas impresas en libros corrientes.
para abordar este problema se refiere a la forma en que se aprendía a " ; Al llegar aquí, muchos de los niños dejaban la escuela. Habían adqui-
leer. Al estudiar la alfabetizac~ ;~l;rngi;;r~~·deEfgl~ -xvrtLvfar-
giret Spufford descubrió que una gran parte del aprendizaje tenía lu-
gar fuera de la sala de clase, en los talleres y los campos, donde los i,
f rido suficiente dominio de la palabra impresa como para cumplir con
las funciones que de ellos esperaba la Iglesia -es decir, la participa-
tj:
ción en sus ritos-. Pero nunca habían leído un texto en una lengua
trabajadores se enseñaban unos a otros. Dentro de la escuela,. los inteUgi_~l~.2-ªr~ ellos. --- · .
niños ingleses aprendían a leer anees de aprender a escribir, en vez Algunos niños -no sabemos cuántos; quizá una minoría en el si·
de adquirir las dos aptitudes a la par al inicio de su educación como glo XVII y una mayoría en el XVIII- continuaban en la escuela el
hacen hoy. A menudo pasaban a engrosar la fuerza de trabajo anees tiempo suficiente como para aprender a leer en francés. Sin embargo,
de los siete años, al comenzar su instrucción en la escritura. Así, las incluso entonces, la lectura solía reducirse a reconocer algo ya cono-
cifras de alfabetización basadas en la capacidad para escribir son, cid_g, y no a un proceso de adquisición de nuevos conocimientos.
quizá, demasiado bajas y entre las personas lectoras podría incluirse Casi todas las escuelas estaban regentadas por la Iglesia y casi codos
mucha gente incapaz de escribir su firma 22. los libros escolares eran religiosos, por lo general catecismos y libros
. Pero para estas personas «leer» quería decir, probablemente, algo piadosos como la Escote paroissiale, de Jacques de Batencour. A co-
1
muy distinto a lo que significa hoy. En la Francia de la Edad Moder- mienzos del siglo XVTII, los Hermanos de las Escuelas Cristianas co-
na, las tres disciplinas básicas se aprendían sucesivament€ -primero menzaron a proporcionar el mismo texto a varios alumnos y enseñar-
la leq1:1ra, luego la escritura y después la aritmética-, igual que en les en grupo -un primer paso hacia la instrucción normalizada que
Inglaterra y que, al parecer, en todos los demás países occidentales. se convertiría en regla cien años más tarde-. Al mismo tiempo, al~-
Los manuales más comunes en el Antiguo Régimen -libros de las nos tutores de hogares aristocráticos comenzaron a enseñar a leer di-
primeras letras como la Croix de ]ésus y la Croix de par Dieu- comen- rectamente en francés. Desarrollaron técnicas fonéticas y ayudas au-
zaban como los manuales modernos, con el alfabeto. Pero las letras diovisuales, como las tarjetas ilustradas del abbé Berthaud y el bureau
tienen sonidos distintos. El alumno pronunciaba una vocal ante cada typographique de Louis Dumas. En 1789 su ejemplo se había extendi-
consonante y así la p se emitía como «ep>> y no como «pe», según se do a algunas escuelas primarias progresistas. Pero la mayoría de los
hace hoy. Al decirlas en voz alca, las letras no se ligaban fonécicamen· niños aprendían todavía a leer colocándose ante el maestro y recitan-
te en combinaciones reconocibles por el oído como sílabas de una do pasajes de cualquier texto que pudieran te·ner en sus manos,
palabra. Así p-a-t, en pater, sonaba como «ep-a-ent». Pero, en realidad, mientras sus compañeros de clase batallaban con un abigarrado con-
la confusión fonética no importaba pues las letras se consideraban un junto de libritos en los bancos traseros. Algunos de estos «libros es-
estímulo visual para activar el recuerdo de un texto aprendido ya an- colares» reaparecerían al anochecer en la veillée, pues eran éxicos po-
22
Margaret Spufford, «Firsc Sceps in Liceracy: The Reading and ~ g Experien-
pulares de la bibliotheque bleue. Así, l~ lectura en ~orno al hogar .~enía
ces of che Humblesc sevenceench-cenrury Autobiographersl>, Social History 4 ( 1979), algo en común con la del aula: er~...una. red~~~ón .4~.
_un ·- -~~.?{tO que
págs. 407-35, y Spufford, Small Books and P!easant Hiton'es. Popular Eiction and its Re- todos conocían previamerife. ·1rn vez de abrir perspectivas ilimitadas
aderships in Seventeenth-centu,y England (Achens, Georgia, 1981). Sobre las lecturas po-
pulares en Inglaterra en los siglos XIX y XX, ver R. K Webb, The British Working Class de tdeasnuevas, se manfénía probablemente en un circuito cerrado,
Reader (Londres, 1955), y Richard Alcick, The Eng!ish Common Reader: A Social Histo,y exactamente allí donde la Iglesia postridentina deseaba confinarla.
ofthe lv!ass Reading Public 1800-1900 (Chicago, 1957).
12/18 No obstante, «probablemente» es la palabra clave en esta frase. Al
198 Robert Darnton.; Historia de la lecrura 199

leer los pocos manuales y las aún más escasas memorias de esta épo- Este lugar podía ser marginal, per~ismo.s__már~~s_ s_uminís-
ca que han sobrevivido no podemos ir más allá de conjeturar la natu- rran cla~s para comprenderla ex_p_enencia de los lectores corrientes.
raleza de la primitiva pedagogía. No sabemos lo que realmente ocu- En--d siglo xvíTas notas marginale~ aparecía~ ím presas en forma ae
rría en el aula. Y fuera lo que fuese, los lectores-oyentes campesinos glosas que guiaban al leccor a través de los textos de los humanistas.
pudieron haberse construido su propio catecismo, así como sus his- En el xvm las glosas dieron paso a las notas a pie de página. ¿Cómo
torias de aventuras, de una manera que se nos escapa por com- ,:: seguía el lector el juego entre texto y paratexto debajo o a un lado de
pleto 23 . ts la página? Gibbon creó un distancíamienco irónico desarrollando ma-
Si la experiencia de la gran masa de lectores queda fuera del al- gistralmente notas al pie de página. Un estudio cuidadoso de los
ca!.!S.e- ·ae__lª__in_v~stigac_ióp.__histórica,. los h~storiadores de_be_~ían se~ ejemplares anotados del siglo XVIII de The Decline and Fa!l o/ the Ro-
capaces, en cambio, de captar algo de lo que sígni.fi.caba la lectura man Empire podría revelarnos la manera como los contemporáneos
para.f~pocas personas que dejaron alg.ún informe sobre ell9. Un ter- de Gibbon percibían ese distanciamiento. John Adams cubrió sus li-
cer enfoque podría comenzar con los relatos autobiográficos mejor bros de garabatos. Siguiéndolo a través de su ejemplar del Discurso
conocidos -los de san Agustín, santa Teresa de Ávila, Montaigne, sobre et origen de ta desigualdad, de Rousseau, puede apreciarse qué
Rousseau y Stendhal, por ejemplo- y avanzar hacia fuentes menos opinaba de la filosofía radical de la Ilustración un revolucionario reti-
conocidas. J.-M. Goulemot se ha servido de la aurobiografía de Jame- rado en la austera atmósfera de Quincy, Massachussetts. En el texto
rey-Duval para mostramos cómo un campesino podía leer y escribir de Rousseau leemos: «En este estado [el estado de naturaleza] no ha-
a su modo en el Antiguo Régimen, y Daniel Roche descubrió a un vi- bía ningún tipo de relación moral entre los hombres; no podían ser
driero del siglo XVIII. Jacques-Louis Ménétra, que leía mientras reco- ni buenos ni malos y no tenían ni vicios ni virtudes. Por tanto, con-
rría de forma característica toda Francia. Aunque no transportaba viene suspender el juicio sobre su situación ... hasta que hayamos exa-
muchos libros en el saco que colgaba a sus espaldas, Ménétra inter- minado si entre los hombres civilizados hay más virtudes o vicios». Y
cambiaba continuamente correspondencia con sus compañeros de Adams escribe al margen: «Sorpresa sobre sorpresa. Paradoja sobre
viaje y sus amantes, derrochaba unos pocos céntimos en pliegos de paradoja. ¡Qué sagacidad tan asombrosa tiene Mr. Rousseau! Sin em-
cordel en las ejecuciones públicas y hasta llegó a componer ripios bargo, este petimetre elocuente, con su afectación de singularidad, ha
para ceremonias y farsas que representó con otros trabajadores. provocado el disgusto de los hombres contra la superstición y-la
Cuando contó la historia de su vida, dispuso su narración en forma tiranía.»
picaresca, combinando la tradición oral (cuentos populares y fanfa- Christiane Berkvens-Stevelinck ha encontrado un lugar excelente
rronadas estilizadas propias de las charlas entre hombres) con géne- para cartografiar la República de las Letras en las acotaciones margi-
ros de la literatura popular (las novelillas de la bitiotheque bteue). A di- nales de Prosper Marchand, el bibliófilo de Leyden en el siglo xvm.
ferencia de otros autores plebeyos -Restif, Mercier, Rousseau, Otros estudiosos han perfilado las corrientes de la historia de las le-
Diderot y Marmontel- Ménétra nll:nca tuvo un lugar en la .Repúbli- tras intentando releer grandes libros tal como los leyeron grandes es-
ca de las Letras. Pero mostró que éstas tenían un lugar en la cultura crirores, utilizando las anotaciones en objetos de coleccionista, como
1 del hombre común 24 • ' el ejemplar de Diderot de la Encydopédie o el de los ensayos de
Emerson propiedad de Melville. Pero la investigación no tenía por
n Este análisis se basa en las investigaciones de Dominique Juliá:',;en especial en qué limitarse a los grandes libros; ni siquiera a los libros. Peter Burke
su colaboración «Livres de classe et usages pédagogiques». en: Histoire de t'édition
estudia actualmente los graffiti de la Italia renacentista. Cuando apa-
/ran~aise, vol. II. págs. 486-97. Ver también Jean Hébrard. «Didactique de la leme et
soumission au sens. Noc-e sur l'histoire des pédagogies de la lecture» en: Les textes du recen garabateados en la puerta de un enemigo, suelen funcionar
Centre A/fred Binet: L 'en/ant et t 'écnt 3 ( 198 3), págs. l 5-30. como insultos rituales que delimitaban las líneas de conflicto social
24 Jean-Marie Goulemoc (ed.), Valentin Jamerey-Duval. ,vfémoires. En/anee et éduca-

tion d'un pa'ysan au XVllJ• siécle (París. l 981); Daniel Roche ted.l, journa/ de ma vie. Jac- que dividían vecindarios y clanes. Si se colgaban de la famosa estatua
ques-Louis Afénétra compagnon vitnér au 1se siec!e (París, 1982). 13/18 de Pasquino, en Roma, estos garabatos públicos daban el tono de
200 Ro bert Damton:- Historia de la lectura 201

una cultura política callejera rica e intensa. U na historia de la lectura. . Consideremos, por ejemplo, el análisis que hace Walter Ong de
debería poder avanzar a grandes pasos desde la pasquinada y la · las primera frases de Adiós a las armas.
Commedia dell' Arte hasta Moliere, de Moliere a Rousseau y de :
Rousseau a Robespierre 25_ Al acabar el verano de aquel año viviamos en una casa situada en un pueblo que
miraba a las montañas, más allá del río y la llanura. En el lecho del río había guijarros
Mi <_;t.;a.a:a _sugerencia se __ ~efi~r_e_ _a .l~Lt.~_or}a _literaria. Estoy de
y cantos rodados que el sol secaba y blanqueaba, y el agua era clara y se movía rápi-
acuerdo en que puede parecer desalentadora, especialmente para el . da y azuleaba en los canales.
no iniciado. Se presenta arropada en etiquetas imponentes -estruc-
turalismo, deconstrucción, hermenéutica, semiótica, fenomenología- -. ¿Qué año? ¿Qué río?, pregunta Ong. Hemingway no lo dice. Al
y se va tan pronto como ha venido, pues las modas se desplazan una ~ emplear el artículo definido de forma heterodoxa -«el río», en vez
a otra con una rapidez desconcertante. Pero todas ellas están recorrí- f de «un río»- y no menudear los adjetivos, da a encender que el lec-
das, sin embargo, por un interés que podría llevar a establecer cierta ~: tor no necesita una descripción detallada de la escena. Bastará con
colaboración entre_la.crítica..literaria y la historia del libro: el interés una alusión, pues se considera que el lector ya ha estado allí. El autor
por la_ lecrura. Tanto cuando desentierran estructuras -profundas se dirige a él como si fuera un confidente y un compañero de viaje a
como cuando descomponen sistemas de signos, los críticos han trata- quien le basta con un simple recuerdo para rememorar el fuerte des-
do la literatura de forma creciente como una actividad más que tello del sol, el gusto áspero del vino y el hedor de los muertos en la
como un cuerpo establecido de textos. Insisten en que el significado Italia de la Primera Guerra Mundial. Si el lecror pone alguna obje-
de un libro no está fijado en sus páginas sino que es construido por ción -y podemos imaginar muchas respuestas como «soy una abuela
sus lectores. De ese modo, la respuesta del lector se_ha convertido en de sesenta años y no sé nada sobre ríos italianos>>- no podrá «cap-
el punto clave en torno al cual gira el análisis literario. - tar» el libro. Pero si acepta el papel que le impone l~_!,eJQ.ri~a, su yo
En Alemania este planteamiento ha conducido a un renacimiento de ficción logrará alcanzar las dimensiones del héroe de Hemingway
de la historia literaria como Rezeptionsá'sthetik bajo la dirección de y será capaz de avanzar a través del relato como su compañero de
Hans Robert Tu_uss y Wolfgang Iser. En Francia ha adquirido un armas 27 .
rumbo filosofi~o en la obra de Roland B..anhes, Paul Ricoeur, Tzve- La antigua retórica funcionaba habitualmente de la manera co~-
tan Todoroy y Georges Poulet. En los EE UU se encue;tra aún en craria. Suponía que el lecror no sabía nada acerca del relaro y necesi-
estadio ele' formación. Wayne Booth, Paul de Man, Jonathan Culler, taba ser orientado por pasajes abundantemente descriptivos u obser-
Geoffrey Hartmann, J. Hillis Miller y Stanley Fish han suministrado vaciones introductorias. Así, por ejemplo, el comienzo de Pnde and
los ingredientes para una teoría general, pero de sus debates no ha Prejudice.
surgido acuerdo alguno. No obstante, toda esta actividad crítica
apunta hacia una nueva textología y todos los críticos comparten un Es una verdad universalmente reconocida que un soltero poseedor de una buena
mismo modo de trabajo al interpretar textos específicos 26 . fortuna deberá buscar mujer.
Por muy poco que se conozcan los sentimientos u opiniones de un -~ombre así
21 Las notas al margen de Adam aparecen cicadas en Zoltán Harazsti, ]ohn Adams cuando entra a formar parce de un vecindario, esta verdad está can bien h¡ada en las
& the Prophets o/ Progress (Cambridge, Mass., 1952), pág. 85. Sobre glosas y nocas a pie mentes de las familias que lo rodean que se le considera propiedad legítima de algu-
de página, ver Lawrence Lipking, «The Marginal Gloss», Critica! Inquiry 3 (1977), na de sus hijas.
págs. 620-31 y G. W. Bowersock, «The Are of the Foomoce», The Amencan 5cholar 53
(1983-84), págs. 54-62. Sobre los manuscritos de Prosper MarchanG, .ver los dos ar-
tículos de Christian Berkvens-Stevelinck, «L'i\pport de Prosper ~rchand au Reader-Response Cri.ticism: /rom Formalism to ~ost-5tructurali!':1 (B~ltim<:>re, 1980). Una
"systeme des libraries de París"», y «Prosper Marchand. "trait d'union"' entre auteur et de las obras más influyentes desde esca comente de la crmca l1terana es Wolfgang
édiceur», en: De gulden Passer 56 (1978), págs. 21 -63 y 65-99. Iser, The Implied Reader: Patterns of Communication in Prose Fiction from Bunyam to Bec-
26
Para una visión general y bibliografías de estudios de critica literaria sobre la kett (Baltimore, 1974). . .
2; Walter J. Ong, «The Writer's Audience Is Always a F1cuon», PMLA 90 il 975),
respuesta del lector, ver Susan R Suleiman e Inge Crosman (eds.J, The Reader in the
14/18
Text: Essays on Audience and lnterpretacion (Princeton, 1980), y Jane P Tompkins (ed.), págs. 9-21.
203
202 Robert Damto Hiscoria de la lectura

«Querido Mr. Bennet>>, dijo a éste su esposa cierto día « ·ha oído que por fin h reales del pasado y, fundándonos en estas comparaciones, desarrollar
un inquilino en Netherfield Park?» ' e ay · una historia, además de una teoría, de la respuesta del lector.
Este cipo de historia se reforzaría por medio de un quinto modo
de análisis basado en la biblio raña analítica. Al estudiar los libros
_ Este _tip? ~e narra~ión progresa de lo general a lo particular. Si-
como objetos físicos, los i iógrafos han demostrado que la disposi-
rua al pnnc1p10 el artl.culo indefinido y ayuda al lector a orientarse
ción tipográfica de un texto puede determinar en buena medida su
gradualmente. Pe~o si~mpre lo mantiene a distancia, pues se supone
que entra en la h1stona como un extraño y que lee para su insrruc- · se_ntigQ..UªJ~-~-9Jl,~-e_~ leído. En un estudio notable ~ -
ción, su diversión o algún propósito elevado. Como sucede con la greve, D . F. McKenzie ha mostrado que e~ ~rocaz dramaturgo n~o1sa-
belino, conocido por nosotros por las ed1c1ones en cuarto de finales
novela de Hemingway, para que la retórica funcione habrá de desem-
del siglo XVII, experimentó un renacimiento tipográfico en su vejez Y
peñar su papel; pero el papel es completamente diferente.
reapareció como el autor digno y neoclásico de las Obras completas en
Los escritores han ideado muchos otros modos de iniciar a los
eres volúmenes en octavo publicadas en 1710. Fueron escasos los
lectores :n sus relatos. U na vasta distancia separa «Call me Ishmael», ':f
cambios de palabras de una a otra edición, pero una modifi~a_c:ión en
d_e_ Melv1ll~, de la oración de Milton para ayudar a «justificar la ac-
el diseño de los libros dio a sus obras teatrales un aire totalmente
c1on de Dios en los hombres». Pero cualquier narración presupone
nuevo. Añadiendo divisiones escénicas, agrupando los personajes,
u~_ lector y ~oda lectura comienza a partir de un protocolo in;crito..en
tra~;ando algunas líneas y presentando liaisons des scenes. Congreve
el tex~o. El te~to puede recortarse a sí mismo y el lector actuar, quizá
ajustó sus viejos textos al nuevo modelo clásico derivado del teatro
contra el caracter de la obra o extraer sentidos nuevos de palabras
francés. El paso de volúmenes en cuarta a libros en octavo supone
comunes: de ahí las infinitas posibilidades de interpretación propues- 28
tas por los deconstructivistas y las originales lecturas que han confi- trasladarse de la Inglaterra isabelina a la georgiana .
Roger Chartier ha encontrado consecuencias más sociológicas en
gur~do la historia de la cultura -como, por ejemplo, la lectura que
la metamorfosis de un clásico español. la Historia de la vida del Buscón
h~c1a Rousseau de El Misántropo, o la de Kíerkegaard del Géne-
de Francisco de Quevedo. La novela iba dirigida originalmente a un
sis, 22-. Pe~o, al margen de lo que cada cual haga de ella, la lecrura
público selecto, tanto en España, donde apareció por primera vez en
h~_re~2a~_ec1do como el hecho central de la literatura. - - -~~-
1626, como en Francia, donde se publicó en una traducción elegante
.. Siendo ast h·a.llegado el momento de que confluyan la teoría lite-
en 1633. Pero a mediados del siglo xvn los editores Oudot y Garnier
~ i:ariª-y.Ja ..hifilQJ:ia_d~ los _lib_r2_s. La teoría puede revelar Ios límites de
de Troves comenzaron a publicar una serie de ediciones baratas en
las posibles respuestas a un texto -es decir, a las limitaciones retóri-
rústica ,que hicieron de ella durante doscientos años el principal pro-
cas que dirigen la lectura sin determinarla-. La historia puede mos-
ducto de la literatura popular conocida como la bibliotheque bleue.
trar qué lecturas se dieron de hecho -es decir, dentro de los límites
Aquellos editores populares no dudaron en remendar el te~to pero,
de un cuerpo de pruebas imperfecto-. Al prestar atención a la histo-
sobre codo, se centraron en el diseño del libro, lo que Chart1er llama
ria, el crítico literario podría evitar el peligro del anacronismo; a ve-
la «mise en livre». Fracturaron el relato en unidades simples, abre-
ce~, en efecto, da por sentado que los ingleses del siglo xvu leían a
viando-~ubdividiendo párrafos y multiplicando el número de
M1lton Y Bunyan como si fueran compañeros suyos en la docencia
capítulos. La nueva estructura tipográfica supuso una nueva forma de
universitaria. Al tener en cuenta la retórica, los historiadores podrán
leer y un nuevo púbhco: la gente sencilla. que carecía de posibilida-
e~c?ntrar clav~s de conducta que, en caso contrario, resultarían qui-
des y tiempo para abarcar grandes tiradas de la narración. Los episo-
za incomprensibles, como por ejemplo las pasiones suscitadas por
dios cortos adquirieron autonomía. No fue necesario unirlos por me-
obras que van de Clanssa a La Nouvelle Héloise v de \Verlher a René.
Q~i~:ra, por tanto, defender una doble esrrate~a que ·combinaría el 2s O . F. McKenzie. «Typography and Meaning: The Case of William Congreve»,
ª~~I~?~ --~~~~1· cor:: la i.r:ive~_~fü~.ción. e_~pf_rica. De este modo seria po- en: Giles Barber v Bernhard Fabian (eds.). Bw:h und Buchhandef m Europa am achtzehn-
sible c~~para~ a !os lectores implícitos de los textos con los lectores ten Jahrhundert (Hamburgo, 1981), págs. 81-126.
15/18
205
204 Robert Darnton \ Historia de la lectura

la del paso al texto impreso, pues hizo de la lectura una experiencia


dio d_e complejo~ temas _secundarios y desarrollo de personajes, pues t
ofrecian el material preciso para llenar una veillée. Así, el.libro mismo individual e.interior 30 .
pasó a ser una colección de fragmentos más que un relato continuo y
~---1~ impref!_~_s._upuso, des~~· una diferen~~ pero fue proba-
blemente menos revolucionª-ria de lo que __fíabitualmente s~ cree. Al-
pu,;Q.Q_ser tecom¡¿ues.to__Q..Q.L~ª-d~ _lector-oyente a su manera. Con todo
si_g_ue siendo un ~isterio la man.éra como se produjo esta «apropia~ gunos libros ·teman pmtadas, ín~íces d_e con~e~idosyaHabécic~s, ?ª-
ginación y editores que producian copias ~ultipl~: en sus es_cntono_s
c1on», pues Chart1er limita su análisis al libro en cuanto objeto físico.
para un público lector amplio antes de l~ mve~cion ~e lo: tipos m~-
Muestra, sin embargo, l~. for_m.~ _en. que la tipc;>grafía se _abre..aJ_a__s.ocio-
( l~, cómo el lector implícito del autor se _transforma en el lector im- viles. En el primer medio siglo de su existencia, el libro impreso si·
guió siendo una imitación del manuscrito y, sin d~da, era leído p~r el
l plícito del editor, descendie~do eñla escal~ soc1afCiel Anti~~Régi-
mismo público y de manera idéntica. Pero a partir del 1500 el libro
\ men Y penetrando en el mundo que en el siglo XIX se reconocería
impreso, el panfleto, el pliego de cordel, el mapa y el cartel _ll~garon a
como «le grand public>> 29.
nuevos cipos de lectores y estimularon formas d~ l:ctura _disuntas. El
Algunos aventurados bibliógrafos e historiadores del libro han
nuevo libro, cada vez más normalizado en su diseno, mas bar~to de
comenzado a especular sobre las tendencias a largo plazo en su evo-
precio y ampliamente distribuido, transformó _el mundo. No solo su-
lución. Manti~nen que los lectores responden más directamente a la
ministraba más información, sino que proporc10naba un modo de en-
! organización física de los textos que a las circunstancias sociafes del
tender una metáfora básica para dar sentido a la vida.
e~~o~no. Así, practicando una especie de arqueología textual, podría
Asf, durante el siglo XV1 el hombre to~ó posesión d~_la ~alabra.
qmza aprende_rse algo sobre la historia remota de la lectura. Aunque
Durante el sigto xyn comenzó a d~<:~difi~3:r el «Hbro _de la nat~rale-
no nos es posible saber con precisión cómo leían los romanos a Ovi- l XV1II aprendió a leerse a sí mismo. Gracias a los libros,
dio, podemos suponer que, como muchas inscripciones romanas, el za». y en e F kl'
Locke v Condillac estudiaron fa mente como tabula rasa Y ran m
ve~so no tenía puntuación, párrafos o espacios entre palabras. Las 31
unidades de sonido y sentido se acercaban probablemente más a los e~cribió un epitafio para su tumba:
~tmos del habla ~~e a las unidades tipográficas -cíceros. palabras y
El cuerpo de
lmeas- de la pagina impresa. La página misma en cuanto unidad B. Franklin, Impresor,
del libro no se remonta más allá del siglo m o rv. Anteriormente Como la cubierta de un Libro viejo,
pa~a leer un libro había que desenrollado. Sólo cuando las página~ Con su contenido desencajado,
umdas (el codex) sustituyeron al rollo (volumen) pudieron los lectores Y despojado de Inscripciones y Dorados
yace aquí, Alimento de Gusanos.
trasladarse atrás y adelante con facilidad a lo largo del libro v los tex-
tos se dividieron en segmentos que podían ser marcados ~ indexa- ,o Paul Saenger «Manieres de lire Médiévales», Histoire de l'édition fra~alse, vol
dos. Sin embargo, todavía mucho después de que los libros hubieran I pp 131-41 v Sae'nger, «From Oral Reading to Silent Readi':1-g)), Viator _13 _(~982),
adquirid_o su forma_ m?derna, la lectura siguió siendo una experiencia ,á s.· 367-414 . .Podemos encontrar, por supuesto, c_as<?s excepcionales de_ md1v1duos
pu~ leían para sí mucho antes del siglo xyu; el mas tamoso ~e eltos es_~a~ Ai:1bro-
oral realizada en publico. En un momento no precisado, quizá en al- ;¡0 cal como aparece descrito en las Conjesio~es de san Ag~sttn. Un analms mas ex-
gunos monasterios del siglo vu y, sin duda, en las universidades del ce~so de la lectura y la historia primitiva del libro, en _Henn-Jean M_amn~ «Pour une
histoire de la lecture», Revue franraise d'histozre du tzvre, nueva sene, n. 16 ( 1977),
XIII, se comenzó a leer en silencio y a ~olas. La tendencia hacia la lec-
tura silenciosa supuso, quizá, una adaptación intelectual mayor que págs. 583-610. l'b d l
,1 Sobre la historia a largo plazo de la idea daj_mundo como 1 _ro . e ec~ra, v~r
Hans Blumenberg, Die Lesbarkeit der Welt (Francfort, 1981). El ep1taf'¡° de Fb"~klm
no aparece, en realidad, sobre su lápida sepulcral. Probablen:ience o ese¿ t°cl~b
Roger Chart(er, Figures de la gueusene (París. 1982). Ver cam bién las reflexiones
29
1728 en sus tiempos de impresor joven, cuando era un agudo mcerdoc~~or
1
Junc;: ver The Papers o/ Benjamin Franklin. Leonard W. Labaree (e .) (L ew aven.
H
~enerales. de Chamer en su e~sayo, «Un_e hiscoíre de la leccure ese-elle possible? Du 1959-), vol. I, págs. 109-11. Las frases difieren ligeramente en cada uno de los tres tex-
l1~r~ au hre: quelques hypocheses», publicado en las actas del Colloque de Saim-Ma-
x1mm, octubre 1982. 16/18 cos autógrafos.
207
206 Robert Damcon Historia de la lectura

Pero la Obra no se perderá;


Apéndice: un Cabinet littéraire de provincias en 1779
Pues, tal como él creyó,
Volverá a aparecer La siguiente circular nos ofrece una visión poco frecuente de un
En una Edición nueva y más elegante cabinet littéraire, o club de lectura, de la Francia anterior a la Revolu-
Corregida y mejorada ción. Fue enviada por P. J. Bernard, librero de Lunéville, a los oficia-
Por el Autor
les de la gendarmerie local en sepciembre de 1779. Bernard deseaba
convencer a los gendarmes de que se hicieran miembros de su cabmet,
No quisiera excederme en la metáfora, pues ya Franklin la forzó
por lo que insistía en su utilidad para los oficiales militares. Sin em-
h~ta la ~uerte, sino volver más bien a un punto tan simple que po-
bargo, es probable que se pareciera a otros establecimientos similares
dna pasarsenos por alto. La lectura tiene una historia. No fue siem-
esparcidos por coda la Francia de provincias. La circular proviene -~e~
pre Y ~n todas ~artes la misma. Podemos pensar en ella como un pro-
expediente de Bernard conservado en los documencos de la Soc1et~
ceso lim?l consistente en extraer información de una página; pero, si
cypographique de Neuchatel, en la Bibliotheque publique et univers1-
lo examinamos más en detalle, estaremos de acuerdo en que la infor-
taire de Neuchatel, Suiza. No hemos modernizado ni corregido su
mación ~uede cribarse, clasificarse e interpretarse. Los esquemas in-
te_rpretat1vos pertenecen a las configuraciones culturales, que han su- ortografía.
frido enormes cambios con el paso del tiempo. Dado que nuestros
antepasados vivían en mundos intelectuales diferentes, debieron de
) haber leído de manera distinta y la historia de la lectura podría ser A MESSCECRS LES GENDARMES
\ tan compleja ~orno la historia del pensamiento. Tan compleja, de he-
cho, que los cmco pasos propuestos aquí podrían llevarnos en direc- Messieurs,
Le Sr. Bernard, propriétaire du Cabinec Littéraire de la Gendarmerie, aucorisé
ciones dispares o hacernos dar vueltas indefinidamente en torno al
par Monsieur le Marquis d' Autichamp, a l'honneur de ~os r~présencer qu'e_n couragé
problema sin penetrar en su núcleo. No hay rucas directas ni ataíos, par le suffrage de ses abonnés, il désireroit fonder un ecabhssemenc plus etendu et
pues la lectura no es algo diferenciado, como una constitución o un plus ucile. . . .
orden social, que pueda rastrearse a través del tiempo. Se traca de Il voudroit qu'au mayen d'un abonnemenc cercain & mvanable, Mess1eurs les
Gendarmes crouvassenc chés lui cous les secours lictéraires qu'ils peuvenc désirer.
una actividad que implica una relación peculiar -por una parte, el
Une maison commode, grande, bien eclairée & chauffée, qui seroic ouverte cous le
lector; por otra, el texto-. Aunque lectores v textos han variado se- íours, depuis neuf heures du matin jusqu'a midi & depuis une heur~ jusqu'a d~. of·
gún las circunstancias sociales y tecnológica;, la historia de la lectu- friroic, des cet inscanc, aux amaceurs, deux mille volurnes qui sero1c augmences de
ra no debería reducirse a una cronología de tales variaciones. Ha- quacre cens par année. Les livres seroint a la disposicion de Messieurs les Gendarmes,
bría de ir más allá y abordar el elemento relacional en el mismo qui cependanc ne pourronc les sortir de la bibliochéque.
Le Sr. Bernard s'engage a se procurer par chaque ordinaire:
corazón del asunto: ¿cómo construyen los lectores cambiantes tex-
tos mudables?
Deux Gazettes de France
La cuestión p_arece abstrusa, pero es mucho lo que de ella depen- Oeux Journaux de Linguet
Deux Gazen:es de Leyde
de. Pensemos cuantas veces el leer ha cambiado el curso de la histo- Deux Mercures
Deux Gazen:es de La Haye
Deux J oumaux militaires
ria: Lutero y su lectura de Pablo; Marx y su lectura de Heoel· Mao v Deux Journaux des affaires de
Oeux Gazettes de Bruxelles
~u lectura de _Marx. Estos puntos destacan en un procesot> ~ás pr;- l' Amerique & de l' Anglacerre Deux Courriers du Bas Rhin
Deux Courriers de Deux-Poncs
tun~o Y amplio: el es~erzo interminable del hombre po~ en~9~trar Deux Esprics des journaux
Deux Courriers de l'Europe Oeux Bullecins
s~nt1do en el mundo circundante e interior. Si pudiéramos entet1der
~ ~ rnmo_ ha leído, podríamos aproximarnos a la comprensión de. cómo
Auxquels seront joincs les ouvrages & inscrumencs de machémaciques: ~es carees
J daba.~ _r1tido a la vida. Y de esa manera, una manera histórica, sería-
géographiques, les ordonnances milicaires, & et couc ce qui concerne un offic1er.
mos capaces de satisfacer algo de nuestro propio anhelo de sentido.
17/18
208 Robert Darnton', Capítulo 8
Le Sr. Bernard aussi sensible au plaisir d'etre utile qu'a son intéret particulier, se . HISTORIA DE LAS IMÁGENES
bornera pour chaque abonnemenr a trois livres par an.
Voila que! sera l'ordre de sa maison: Ivan Gaskell
Un salle au rais de chaussée sera descinée pour la conversarion, ainsi qu'une
chambre au premier éca.ge; & les aucres seronc abandonnées aux lecteurs des gazettes, ;
des ouvrages de littérarure, etc.
I1 ne sera question d'aucun jeu quelconque, sous re! prétexce que ce soic.
La reconnaissance que le Sr. Bernard a vouée a la Gendarmerie, lui fait saisir
tous les moyens de lui erre agéable. Il se ftare que Messieurs les Gendarmes voudronc
bien jetter sur son projec un coup d'oeil favorable & le mettre a portée d'ajoucer aux
obligacions qu'il leur a deja l'hommage d'une écernelle reconnaissance.
N. B. Le Sr. Bemard prie ceux de ces Messieurs les Gendarmes qui luí seront fa.
vorables de vouloir bien lui accorder leur signarure.

Material visual

Aunque el material de fuentes utilizado por los historiadores es


de muchos tipos, su preparación les lleva, por lo general, a sentirse
mucho más cómodos con los documentos escritos. En consecuencia,
suelen estar mal adapcados para tratar el material visual y muchos de
ellos utilizan las imágenes de forma meramente ilustrativa, pudiendo
parecer ingenuos, triviales o ignorantes a los profesionales que se
ocupan de cuestiones visuales. Naturalmente, no siempre es así. Al-
gunos hiscoriadores han hecho aportaciones valiosas a nuestra idea
del pasado -y al lugar que ocupa en ella el material visual- utili-
zando imágenes de forma sutil y específicamente histórica. No obs-
tante, el punto de visea del historiador apenas se tiene en cuenta
cuando se analizan im.ágenes en un contexto más amplio. Esto no tie-
ne por qué seguir así si se pone a los historiadores al corriente de al-
gunos de los intereses que rigen el pensamiento y la práctica de quie-
nes manejan material visual. Es lo que espero hacer en el presente
capttulo analizando una selección de obras recientes dedicadas a un
campo de investigación tremendamente amplio.
Antes de seguir adelante, y para evitar posibles malentendidos,
definiré cómo empleo los términos. Por historia entiendo el discurso
elaborado por los historiadores y no «el pasado». Por arte, aquellos
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