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BIZANCIO Y LOS ESLAVOS ANTES Y DESPUÉS

DEL BAUTISMO DE ÉSTOS*

Los participantes del coloquio "I3izancio y los eslavos" del XVII Con-
greso Internacional de Estudios Bizantinos 0986) llegaron a la conclusión
de que la profundización en el estudio de las relaciones bizantino--eslavas
exige detallar minuciosamente las particularidades específicas tanto ele la
situación geopolítica ele las regiones ocupadas por los eslavos como de los
períodos ele la historia de sus contactos con el imperio. De acuerdo con
estos principios expondré a continuación una serie de consideraciones.
Por lo que se refiere a la situación geopolítica de las tierras ocupadas
por los eslavos que estuvieron en contacto con Bizancio, yo distinguiría tres
grandes regiones principales:

1. La primera es la constituida por el territorio ele los eslavos orientales,


parte de los cuales (los antas) mantuvo contactos directos con el imperio en
el bajo Danubio y el bajo Dniester en el período preestatal ele su historia a
lo largo de tan sólo un siglo aproximadamente.
2. Una segunda zona de contactos eslavos con Bizancio, durante los
siglos VI-XI, corresponde al territorio de la península Balcánica que se
· extiende al norte, noroeste y oeste de la Tracia y la Macedonia meridiona-
les. Desde el segundo cuarto del siglo VII en esta región predominó la etnia
eslava. Las acciones militares de los bizantinos contra los eslavos fueron
aquí escasas y poco eficaces hasta finales del siglo X. Los esfuerzos del

' Título original: "B113oHTIUI 11 CJloBRHe JIO 11 IIOCJie 11pl1H51Tl151 !1Ml1


Kpellj8Hl18", ponencia presentada en el XIX Congreso Internacional de Estudios Bizantinos
de Copenhague 08-24 de agosto de 1996) y publicada en Byzantium. Jdentity, Image, In/luen-
ce. Major Papers. XIX International Congress r!f Byzantine Studie,~ ecl. K. FI.EDEI.Jus-P.Sc:rnrntNEH,
Copenhague 1996, p. 88-96. Esta traducción del ruso, realizada por J. Simón Palmer, forma
parte del Proyecto de Investigación PB95 - 0138 de la DGCYT.

ERY'J'HEIA J8 (1997)
40 G. G. LITAVRIN

imperio por recuperar el dominio de esta región encontraron durante más


de tres siglos la resistencia del Primer Imperio Búlgaro, surgido en los Bal--
canes en el 680, que perseguía también el poder sobre los eslavos. Esta fue
la región en que se formaron los estados eslavos meridionales, que experi-
mentaron la variada influencia bizantina.
3. Una tercera zona especial es la constituida por las sklaviniai-encla-
ves de distinta extensión y densidad de población situados en plenas pose-
siones bizantinas-- desde Tracia hasta el Peloponeso. Este territorio recibió
una intensa influencia (pacífica y militar) de Bizancio, que aspiraba a la inte-
gración total de los eslavos en el conjunto de sus súbditos. De los medios
empleados aquí por el imperio para la aculturización y asimilación de los
eslavos, el principal y más decisivo fue con el tiempo la cristianización.
Por lo que se refiere a los distintos períodos ele la historia ele las rela-
ciones eslavo-bizantinas en los siglos VI •-· XI, a mi modo ele ver es preciso
distinguir no dos períodos (el pagano en su totalidad y el cristiano), sino
tres como mínimo:

1. El primer período abarca desde el comienzo del establecimiento de


los eslavos en territorios de Bizancio (a finales del s. VI - s. VII) hasta la
formación ele sus primeros estados (paganos), es decir, hasta aproximada-
mente la mitad del s. IX para los croatas, serbios y eslavos orientales. Por
lo que se refiere a los "eslavos búlgaros", es preciso distinguir, según pare--
ce, dos subperíoclos: la época anterior a la llegada ele los protobúlgaros de
Asparuch a los Balcanes y la época en que la actitud propia de estos esla-
vos respecto al imperio (después ele la formaciém del Imperio Búlgaro) se
manifestaba ele forma episódica; es la época en que algunas sklaviniai
semiautónomas de Bulgaria (por ejemplo, las del norte), aun siendo leales
al khan búlgaro, se permitieron una política independiente en relación con
el imperio bizantino mientras que otras, rechazando la obediencia al khan,
se trasladaron de forma organizada al territorio de Bizancio. A este primer
período de las relaciones eslavo-bizantinas los colaboradores del Instituto
de Eslavística y Balcanística de la Academia Rusa de las Ciencias han con-
cedido una atención muy especial, sometiendo a una revisión completa
todo el fondo de fuentes sobre la historia de los primeros eslavos. En el
transcurso de los últimos 7-8 años se han preparado y publicado dos tomos
ele la Compilación de los primeros testimonios escritos sobre los eslavos, refe-
ridos al período prccristiano de su historia. La principal diferencia de esta
edición respecto a las ya existentes consiste, en primer lugar, en que en
ella se presentan por primera vez no sólo los testimonios griegos, sino tam-
bién los latinos y los orientales que arrojan alguna luz sobre la historia tem-
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prana de todo el mundo eslavo; en segundo lugar, esta obra reúne las
características de las colecciones búlgara y yugoslava: comentarios detalla-
dos a los textos, como en la colección yugoslava, y textos originales en la
lengua de la fuente paralelos a las traducciones, como en la búlgara.
2. El segundo período de la historia ele las relaciones bizantino-eslavas
corresponde a la época que va desde la formación ele los estados eslavos
hasta la aceptación del bautismo por éstos. Para los eslavos orientales este
período abarcó más ele un siglo y cuarto (desde mediados del siglo IX
hasta el 988/989), para los serbios y croatas fue muy breve (de un cuarto
de siglo a medio siglo) y para los "eslavos búlgaros" muy largo (casi dos
siglos).
3. Al tratar del tercer período, el de las relaciones ele Bizancio con los
estados eslavos que habían abrazado el cristianismo, pondré corno límite a
mi estudio: por lo que respecta a los eslavos del sur en su conjunto, el
año 1018 (año del restablecimiento del poder del imperio en los Balcancs),
y por lo que respecta a Rus', el final del siglo XI.

* *

La experiencia de los contactos del imperio con los eslavos durante los
siglos VI-VIII puso de manifiesto que la firme aceptación del cristianismo
por éstos fue posible sólo después ele que consiguieran cierto nivel ele
desarrollo económico, social y político. La sociedad eslava tuvo que
"madurar" para el bautismo. Según las palabras del autor anónimo de la
Vida del obispo S. Amando (escrita no más tarde del primer cuarto del siglo
VIII) este santo, que intentó predicar el cristianismo a los eslavos alpinos
hacia el 630, se convenció en seguida ele que "el fruto no había madurado
todavía para él". Este testimonio es válido tanto para los eslavos meridio-
nales como para los orientales. En el transcurso ele siglo y medio .. dos
siglos, unos y otros se mostraron casi inaccesibles a las iniciativas ele paz
del imperio, dejándose guiar por una sola ley: "la ley de la guerra", según
la cual las tierras y los propios súbditos ele Bizancio no eran para ellos más
que una fuente ele bienes que había que arrebatar por la fuerza de las
armas.
Todo intento apresurado de bautizar a los eslavos (a los croatas y a los
serbios en el siglo VII y a los antiguos rusos en los años 60 del siglo IX) fra-
casó. El bautizo ele los "eslavos búlgaros",y de los serbios llegó sólo dos-tres
siglos después ele su establecimiento en los Balcanes, y el de los rusos siglo
y medio después del comienzo de sus contactos directos con Bizancio.
Es paradójico, sin embargo, el hecho de que en una serie de regiones
situadas dentro de los límites del propio imperio (en la Calcídica y en el
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Peloponeso), muy cerca de los centros más importantes de Bizancio, el bau-


tismo de los eslavos se prolongara hasta el siglo X. Tuvieron su importan-
cia, evidentemente, algunas particularidades propias de las regiones men-
cionadas, corno las siguientes: 1. La situación de viva hostilidad entre los
eslavos y la población cristiana que quedaba en estos lugares, a la que los
recién llegados habían saqueado y arrebatado las mejores tierras y terrenos
de cultivo. Evidentemente, no es casual que hasta el siglo IX no aparezcan
testimonios aquí sobre la actividad de ascetas-misioneros. 2. La reducción
de numerosos romeos a la esclavitud por los eslavos en una época en que
ésta ya estaba prohibida por las leyes del imperio. La utilización de mano
de obra esclava estaba mucho más extendida en las regiones mencionadas
que en las tierras de los eslavos del norte de la península Balcánica y que
en la época ele sus correrías en el siglo VI. Evidentemente, una de las cau-
sas de esto fueron las dificultades de los eslavos para adaptarse a unas tie-
rras nuevas que tenían unas condiciones inusuales para ellos, propias de
una zona predominantemente olivarera con un clima nuevo, con unas tem-
poradas agrícolas distintas, con otro suelo y otros cultivos (aceitunas, vino
y frutas constituían aquí desde la antigüedad el componente más importan-
te de la alimentación) y con una producción basada en una técnica agríco-•
la y en unas herramientas de trabajo más perfeccionadas que las suyas: todo
esto hacía imprescindible la adquisición de la experiencia productiva del
campesinado local. Y corno la población autóctona evitaba desde antiguo
los contactos con los eslavos, quienes acabaron transmitiéndoles esta expe-
riencia fueron sus propios esclavos: romeos a los que los eslavos captura--
han preferiblemente en territorios lejanos del imperio, a fin de reducir al
mínimo sus posibilidades de fuga. Pero la aceptación del cristianismo era
incompatible con la posesión de unos esclavos que acababan de perder su
condición de súbditos libres del imperio. Sobre el arraigo de la esclavitud
en el seno de la aristocracia eslava del Peloponeso da fe Constantino Porfi-
rogeneta en la Vida de Basilio (me refiero al relato sobre Daniclís, sobre
cuya autenticidad no comparto la posición hipercrítica de una serie de
investigadores). 3. También tuvo una importancia especial en las regiones
indicadas anteriormente el hecho de que quienes recibieran el bautismo
fueran sobre todo los representantes de la aristocracia de sangre de los esla-
vos. Mientras que más allá de los límites de difusión del poder imperial el
bautismo de un caudillo (príncipe) eslavo garantizaba la aceleración del
proceso de cristianización de los eslavos sometidos a él, aquí por el con-
trario este proceso se hacía frecuentemente más lento. Y es que se produ-
jo un abandono sistemático del ámbito eslavo por parte de la capa social
más activa y competente. Los aristócratas eslavos se sentían más seducidos
sin duda alguna por el nivel de vida más alto de las ciudades (sobre todo
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de la capital) y por la posibilidad ele hacer carrera en ellas. Después de su


bautismo y de su paso al se1Yicio del emperador, el regreso de estos ilus-
tres cristianos eslavos a su medio familiar resultaba a menudo prácticamen--
te imposible.
La integración de los eslavos entre los súbditos del imperio y su poste--
rior asimilación fue un proceso difícil que comprendió casi medio milenio.
Incluso después de recibir el bautismo los eslavos dieron frecuentes mues-
tras de apostasía, de rebeliones y de traiciones durante los siglos X-XI. La
política del imperio a la hora al elegir la forma ele influir en los eslavos osci-
laba entre las negociaciones y la presión por medio de las armas, sin per-
der de vista el estado de las propias fuerzas militares. El principal resultado
del bautismo ele los eslavos de las regiones antes mencionadas fue ---ade-
más de la progresiva transformación de éstos en súbditos sumisos a las
leyes--- la aceleración de su proceso de desintegración étnica, algo a lo que
el gobierno contribuyó por todos los medios intensificando el traslado de
los súbditos ele otras provincias a estas regiones eslavas. A esta misma fina--
lidad obedeció que en los territorios donde estaba consolidado el poder
imperial no se introdujera la liturgia en lengua eslava. Los eslavos adquirie-
ron gradualmente la autoconciencia etno-política de romeos.

Sustancialmente diferente fue el proceso de cristianización de los esla-


vos pertenecientes como súbditos a un estado independiente. Un papel
decisivo en dicho proceso lo desempeñaron en Bulgaria y en los principa-
dos serbios (y después también en Rusia) los círculos dirigentes del país. El
bautismo tenía la categoría de un acto de importancia estatal (comenzando
por el bautismo del propio soberano). La aceptación de la nueva religión
era percibida previamente en los escalones superiores del poder como una
necesidad perentoria del estado. La presión de Bizancio adelantaba aún más
la llegada del bautismo y garantizaba la supremacía eclesiástica del imperio
sobre el país-neófito. La aceptación del cristianismo producía cambios radi-
cales en la vicia interior (social y cultural) del país. El bautismo introducía
además transformaciones profundas en la situación internacional del esta-
do-neófito: sus súbditos ingresaban en la familia de los pueblos cristianos y
al aceptar el cristianismo oriental establecían relaciones especiales con el
imperio bizantino, entrando en la "comunidad de estados cristianos orien-
tales" que, como ha demostrado D. Obolensky en su obra fundamental, se
creó bajo la égida de Bizancio hacia el año 1000. Sin dejar de referirme, ine-
vitablemente, a algunas tesis de este autor, deseo sólo centrar la atención
<le manera particular en una serie de acontecimientos concretos de gran
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importancia para la historia ele la formación y del funcionamiento ele esta


"comunidad".

Bulgaria fue el primer país eslavo en recibir el bautismo del imperio,


pero también el primero en tomar todas las medidas necesarias para que su
dependencia eclesiástica no se convirtiera en política. Bulgaria defendía una
autocefalia real para su Iglesia. Gracias a sus intelectuales, que contaron con
tocio el apoyo del estado, asimiló el rico legado cultural de Bizancio
mediante traducciones al eslavo y creó una literatura original eclesiástica y
laica en lengua eslava. Rápidamente formó también un clero eslavoparlan-
te con una instrucción elemental e introdujo la liturgia en lengua eslava, lo
que hizo prácticamente imposible la asimilación ele los eslavos del sur que
habían abrazado el cristianismo oriental. Con la invención del alfabeto esla-
vo y la introducción ele la liturgia en lengua eslava en Moravia los bizanti-
nos habían creado un precedente que se convirtió en objeto de imitación.
Es poco probable que entrara dentro de las expectativas del propio organi-
zador de la misión morava, el patriarca Focio, que esta experiencia aislada
(morava) habría de tener muy pronto su continuación en Bulgaria y acaba-
ría siendo un medio para la consolidación ele la independencia ele la igle-
sia búlgara e incluso del propio estado búlgaro.
El bautismo ele los búlgaros no sólo no libró al imperio del peligro que
venía ele éstos, sino que por el contrario lo acentuó. Bulgaria fue el prime-
ro de los países-neófitos que levantó la mano contra su "madrina". Simeón
de Bulgaria, que se formó en Constantinopla, se apropió del título de
"emperador de los búlgaros y de los romeos" y reclamó para sí el trono del
imperio.
Las relaciones con Bulgaria introdujeron, ya en el primer cuarto de siglo
posterior al bautismo ele este país, importantes correctivos contra las pre-
tensiones políticas ele Bizancio ele dominar el país que había cristianizado y
por eso mismo definieron los límites ele la competencia del emperador y del
patriarca en el ámbito de la "comunidad de estados cristianos orientales".
A pesar de los 170 años ele soberanía bizantina (1018-1186) los búlga-
ros, a diferencia e.le los eslavos ele las tierras originarias del imperio, no per-
dieron su autoconciencia política y etno-cultural, siendo frecuentes las
sublevaciones encaminadas a reinstaurar un estado independiente, algo que
se logró finalmente en el año 1186. Señalaré de paso que la fecha pro-
puesta por D. Obolensky para la creación de este estado (el año 1000)
coincide con la cor.quista de Bulgaria septentrional, cuna de la organización
del estado búlgaro, por el imperio.
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Los búlgaros, especialmente sus capas ilustradas, respetaban profunda-


mente el saber y la cultura bizantinas. Pero dichas capas sentían mayor
veneración todavía por la independencia de su estado, ya que eran los prin-
cipales portadores de la autoconciencia etno-política búlgara. La adquisición
de una identidad étnica propia por los búlgaros fue un proceso al que con--
tribuyó el propio imperio, que les enseñó (como también a los demás esla-
vos correligionarios) el arte ele leer y escribir, haciendo partícipe a la élite
búlgara ele los logros más elevados de la cultura bizantina. Hay que desta-
car que todos los pueblos próximos a las fronteras del imperio bautizados
por Bizancio (búlgaros, serbios, húngaros) experimentaron por sí mismos
de una u otra manera las medidas políticas de Constantinopla destinadas a
integrarlos en el conjunto de los súbditos del imperio. Precisamente esto es
lo que explica la paradoja señalada por D. Obolensky de que la "comuni-
dad" fuera menos estable allí donde sus miembros (búlgaros y serbios) esta-
ban más cerca del centro de la misma. A su vez, toe.los estos "ahijados" ele
Bizancio presentaron sucesivamente sus reivindicaciones a lo largo de los
siglos X-XIV al propio trono de Constantinopla. Por lo que respecta a la
definición de la política exterior de los estados, es extremadamente difícil
mencionar los casos en que el factor de la unidad religiosa podría haber
sido más importante en la "comunidad" que los intereses políticos y eco-
nómicos de sus miembros.

* * *

Un conjunto de particularidades importantes diferenciaron las relacio-


nes del imperio con su "ahijada" Rus'. El bautismo oficial se celebró des-
pués de un servicio excepcional prestado por Vladimir a Basilio II "el mata-
dor de búlgaros" y tras unos contratiempos pasajeros ocasionados por la
dilación del emperador en concluir la alianza matrimonial con el príncipe
neófito. Un factor muy importante en las relaciones con Rus' fue la lejanía
geográfica de ésta respecto al imperio, pues excluyó por completo cual-
quier posibilidad por parte de Bizancio de atentar contra la independencia
política de Rus', pero no la posibilidad por parte de los rusos de asestar gol-
pes a Bizancio.
Las relaciones del imperio con Rus' no tuvieron nada que ver con nin-
gún tipo de vínculo político susceptible de ser interpretado como ele vasa-
llaje en cualquiera de sus manifestaciones. No hay testimonios de que
Bizancio se dirigiera a la Rus' cristiana para solicitar una ayuda militar extra-
ordinaria, mientras que sí la solicitó en más de una ocasión de la Rus' paga-
na. Las campañas de Rus' contra los pechenegos y los cumanos fueron pro-
vechosas para el imperio, pero no hay testimonios de que fueran
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emprendidas a petición de Bizancio precisamente. El único ejemplo de este


tipo (hacia el 1200) fue el golpe que, a petición de Alejo III Ángel, asestó
Romano Mstilavich de Galitzia ("e.le la cristianísima Rus'", según la expresión
ele Nicetas Coniates) a los cumanos que hostigaban el imperio aliados con
los búlgaros.
Al parecer, el bautismo de Rus' no produjo ningún cambio en las rela-
ciones ele ambos países, corno en el caso ele Bulgaria. La Rus' pagana tan
pronto había emprendido campañas contra la capital del imperio como
establecido alianzas con éste, ayudando a los ejércitos bizantinos. Pero pre-
cisamente después de su bautismo Rus' emprendió una campaña contra
Constantinopla en 1043 y prestó auxilio en 1116 a León Diógenes, que
irrumpió en el Bajo Danubio ayudado por los rusos; además, a mediados
del siglo XII una serie de principados de Rus' ingresaron en una coalición
hostil al imperio. Rus' había fundado también su propio principado a fina-
les del s. X-comienzos del XI a orillas del mar Negro, en peligrosa cercanía
ele las posesiones ele Bizancio en Crimea. En otras palabras, los compromi-
sos morales con el imperio no disuadieron tampoco a los rusos de empren-
der acciones bélicas contra éste cuando consideraban que así lo exigían sus
intereses.
Sin embargo, estamos de acuerdo con D. Obolensky en que las rela-
ciones del imperio con Rus' fueron las más estables y estrechas en el seno
de la "comunidad", distinguiéndose por una serie de importantes peculiari-
c.lades: en primer lugar, la Rus' cristiana nunca aspiró a apoderarse de Cons-
tantinopla (la campaña del 1043 no perseguía este fin); en segundo lugar,
nunca atentó contra la autoridad suprema del emperador en el mundo cris-
tiano y finalmente, en tercer lugar, Rus' fue el único país que prestó su
ayuda al imperio de forma ininterrumpida a lo largo ele casi un siglo (desde
su bautismo hasta los años 70 del siglo XI). La fuerza expedicionaria de
6000 hombres enviada por Vladimir a Basilio II en vísperas de su casa-
miento con Ana y de su bautismo se quedó al servicio del emperador, sien-
do reforzada sistemáticamente con soldados e.le Rusia y de Escanc.linavia. Los
contemporáneos los definían como aliados del imperio, es decir, como sol-
dados que prestaban un servicio ele acuerdo con un convenio interestatal.
La crisis ele estas relaciones entre 1042 y 1047, pasajera y ele difícil expli-
cación, fue superada rápidamente. Sin embargo, los vínculos ele unión se
debilitaron ele forma brusca y por largo tiempo en los años 60-70 del siglo
XI, posiblemente por causas internas sobre todo: la burocracia funcionarial
que gobernaba el imperio durante estos años recortaba los gastos destina-
dos al ejército y Rus' no deseaba perder soldados fuera ele sus fronteras en
una época ele luchas intestinas entre sus príncipes y ele continuas incursio-
nes curnanas. Alejo I Comneno, que al subir al trono necesitó urgentemen-
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te ayuda militar, se dirigió a Occidente en busca de ella, y no a Rus', con


quien compartía la misma fe. Evidentemente, en tiempos ele Alejo se pro-
dujo un verdadero conflicto entre Rus' y Bizancio cuando este emperador
restituyó a la vida política ele Rus' a Oleg ele Chernigovski, después de
librarle del destierro en el imperio (según una crónica, en el afio 1083) y
obtener de él a cambio el principado de Tmutorokan (o Tamat:archa) con
sus pozos ele petróleo, componente imprescindible para la producción del
"fuego griego". Además en el afio 1116 Rus', como ya se ha señalado, pres-
tó ayuda a León Diógenes, pretendiente al trono del imperio, e intentó con-
servar en su poder las ciudades del Danubio que se habían pasado al bando
de aquél poco antes ele que muriera.

La "comunidad" fue madurando poco a poco. El imperio intentaba sal-


vaguardar en la medida ele lo posible las fronteras septentrionales y ganar-
se aquí sus aliados, pero "la comunidad" no constituía un sistema político
especial creado para enfrentarse a cualquier coalición occidental u oriental.
Las relaciones con los bárbaros bautizados se definían en gran medida por
el tipo ele vínculos que habían tenido sus caudillos (príncipes) con el empe-
rador antaño, en el período pagano todavía. El neófito era acogido en el
seno de la familia "zariana" y allí recibía el rango correspondiente. Sin
embargo, en el "cuadro de dignidades" no se regulaba ninguna forma de
relación entre los propios miembros ele la "comunidad". No todos éstos tení-
an una idea clara no ya ele la relativa importancia de los títulos recibidos
del imperio, sino ni siquiera del lugar que ocupaban respecto a los demás.
Sus intereses reales estaban muy alejados entre sí. Los miembros de la
"comunidad" percibían ésta, en distinto grado según la época, como una
unidad confesional-cultural. Sólo Bizancio intentaba tratarla como una uni-
dad política. La jerarquía de las dignidades dentro de la "comunidad" sólo
se plasmó claramente en la etiqueta de las ceremonias de la corte imperial.
Quienes codiciaban recibir títulos del emperador eran fundamentalmente
los paganos y los neófitos. Los soberanos de los principales países cristia-
nos adoptaban en general una actitud indiferente o disputaban el propio
título supremo ("basileus") al propio soberano de la ecúmene. La unidad
religiosa significaba sólo la posibiliclacl ele solidariclacl entre países unidos
por la misma fe. Para materializarla en actos concretos eran imprescindibles,
como cuando no existía la "comunidad", unos pactos mutuamente prove-
chosos. El motivo más poderoso para establecer relaciones venía dado,
naturalmente, por los beneficios materiales: el acceso al comercio, espe-
cialmente al mundial -a Constantinopla--, las franquicias comerciales, los
48 G. G. LlTAVRIN

pagos en moneda, las donaciones regulares; también estaban los privilegios


políticos: los casamientos dinásticos, los títulos, el ingreso en la "familia" del
emperador y en el sistema de países vinculados a Bizancio por unas rela-
ciones de amistad valoradas internacionalmente. El imperio preveía también
la presión militar contra un "hijo" o un "hermano" estableciendo alianzas
con los enemigos ele éstos a sus espaldas (contra los búlgaros, con los hún-
garos y los rusos; contra Rus', con los pechenegos).
La ambigüedad caracterizó la actitud de los súbditos de muchos países
hacia el imperio cristiano oriental, incluyendo los que compartían la misma
fe, como Rus': el sentimiento de hostilidad ele los rusos hacia ese imperio
orgulloso dotado de una diplomacia experimentada venía ya de la época
pagana, pero no les impedía admirar la grandeza del imperio, la profundi-
dad de su teología, la suntuosidad ele su liturgia y las cumbres de su arte y
de su cultura.

La solidaridad mutua de los países cristianos orientales en el terreno de


la unidad religiosa no tuvo hasta el final de la historia de Bizancio una pro-
yección eficaz en la actividad política y militar internacional, a excepción de
la esfera cultural-confesional. Desempeñaron un papel importante en la tar-
día percepción que tuvieron griegos, búlgaros y serbios de la unidad de sus
destinos algunos acontecimientos que sacudieron el mundo ortodoxo,
como la unión ele Florencia del año 1439 y la conquista de Constantinopla
por los turcos en 1453. La idea de una cooperación mutua comenzó a con-
solidarse como un factor importante en la conciencia de los políticos e ide-
ólogos ele los países del "círculo bizantino" cuando ya no existía ni la
"comunidad de estados cristianos orientales" ni la propia Bizancio.

G. G. LlTAVRIN

Instituto de Historia General


Academia Rusa de las Ciencias
leninski prrnpekt 32 A
Moscú 11 7 3344

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