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3. _ _ _ _ __
La configuración
de la polis

3.1. Introducción. Rasgos generales de la polis arcaica

Hasta ahora h e mos estado viendo, en fo rma analítica, los distintos


e le mentos sociales que, como deciamos ante riormente, en cie rto modo
p re existen pero al tiempo contribuyen a dar forma al fenÓmeno que
conocernos como polis. Es ya tiempo, pues, de entrar de lleno en el
problema crucial, cual es el de la configuración de esta estructura. Para
ir avanzando poco a poco en este espinoso tema. he preferido. igual-
mente, una aproximación analítica, consis!ente en ir poniendo de mani-
fiesto algunos de los aspectos que caracterizan dicho proceso, no sin
antes realizar algunas observaciones que juzgo d e interés, e mpezando
con la propia definición que da Duthoy (DUTHOY: 1986. 5) de la p olis
en cuanto que fenómeno socio-político (véase 2.3):

«La poJis es una comunidad' 'micro-dimensional" , jurídicamente ·s obe-


rana y autónoma, de carácter agrario. dotada de un lugar central q ue
le sirve de centro poUtico. social. administrativo y religioso y que es
también, frecuentemente, su única aglomeración.})

Asumida esta definición, e llo nos evita el intentar tan siquiera «tra-
ducir» (y «traicionar») el término poJis a nuestra lengua. Veamos, p lies,
a continuación , algunos de los rasgos p revios que debemos tene r pre-
sentes para entende r lo que la polis griega imp lica.

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En primer lugar. hay que decir que la poJis re presenta. en un cierto factores que identifican a la polis arcaica antes-de entrar en algunos de
sentido. un equilibrio. Equilibrio, sin duda. inestable en muchos casos los aspectos que caracterizan su formación.
pero equilibrio al fin. aun cuando sólo sea porque en ocasiones encar- La polis puede ser considerada, ante todo, como una estructura que
ne el único punto de acuerdo entre grupos enfrentados. Por ello mis- surge al servicio de unos intereses determinados. Esos intereses son,
mo, la polis necesita, ante todo en los momentos en que la misma está en su mayor parte, de tipo económico y los beneficiarios directos son
surgiendo, una se rie de «puntos de anclaje}} que la estabilicen. los aristoi, si bien y en el transcurso de pocas generaciones, otros
En segundo lugar, la polis representa una forma de vida, con todo 10 grupos sociales pueden conseguir beneficios parejos y, en algunos
que ello implica tanto desde el plUlto de vista material (desde el propio casos, superiores. Podemos añadir que la polis implica la existencia de
emplazamiento de la misma, con todas sus necesidades logísticas, inclu- un centro en el que residen los ó rganos de gobierno y. ante todo. el
yendo el fundamental aspecto del abastecimiento) cuanto desde el santuario de la divinidad tutelar; igualmente, que la misma necesita un
ideológico. A esa fo rma de vida, por ende, parece haberse llegado territorio (chora) del q ue extraer los medios de vida, principalmente
acaso más por reflexión que por azar. Sin querer negar su importancia agrícolas; ello se traduce en la estrecha vinculación que hab rá de
a los períodos previos al siglo VIII en la historia de Grecia, que en una existir entre el territorio, mediante cuya unificación política surge la
perspectiva teleológica parecen estar preparando eI' camino hacia la polis, y esta misma, cuya base de subsistencia se encuentra en el
polis hay en su creación una buena parte de intencionalidad. Por e llo propio territorio.
mismo he hablado de un equilibrio, puesto que, al admitir tal idea de Además, habria que indicar que es necesario un ordenamiento jurí-
intencionalidad hemos de dar justa cuenta de los intereses enfrentados dico . unas leyes o normas, no escritas en un primer momento y sólo
que son pu.estos en juego y que son combinados para d ar lugar a esta conocidas y aplicadas por los aristoi. producto más de la costumbre
novedosa forma política. que de una reflexión abstracta, pero sob re las cuales se ordena la
En tercer lugar, la polis introduce en la Historia una concepción convivencia de quienes viven en esa p oJis. Efectivamente. todos estos
absolutamente nueva: la posibilidad para una serie de individuos de elementos son necesarios para que podamos considerar que existe un
dotarse de sus propios instrumentos de gobierno y d e organización a estado, según el modelo griego.
todos los niveles, prescindiendo de la referencia al ámbito sobrehuma- A pesar de ello, no obstante. los propios griegos si bien considera-
no, 10 que convier te a la polis en la única experiencia de este tipo ban todos esos elementos como importantes, no los veían como funda-
conocida hasta ese momento en todos los ámbitos que directa o remota- mentales o imprescindibles; algo que sí lo era, sin embargo, eran los
mente se asoman al Medite rráneo; de hecho, el poder se hallaba en los ciudadanos:
ciudadanos, en todos. e n muchos o en pocos. pero en cualquier caso «(Pues una ciudad consiste en sus hombres y no en unas mur allas ni
siempre en tul conjunto más o menos amplio de ciudadanos. Sólo en unasnaves sin hombres.)) (Tuddides, VlI, 77, 1; traducción de f. R.
casos excepcionales (tiranias) era uno solo quien ejercía el poder. En Adrados.)
ello influye, naturalmente, toda una serie de precedentes históricos,
que no es lugar éste para analizar, pero, al tiempo, un conj unto de Aunque pueda parecer una cierta tautología, la p olis surge cuando
nuevos planteamientos, en gran medida originales, que, construyendo surge la idea del polites o ciudadano, es decir, cuando un conjunto de
sobre ese trasfondo . dan su propia personalidad a este ((experimento» individuos se consideran relacionados entre sí por un vinculo común,
que, en sus fases iniciales, supone la p oJis griega. ajeno a ellos, pero que al tiempo les define como miembros de un
Diré aqu i. casi como un inciso que, aun admitiendo que quizá son mismo círculo. Ese vínculo no es ya estrictamente familiar ni comunal
más importantes los ele mentos d e continuidad q ue los ruptu ristas e n el sino, precisamente. «político» (y. en cierta medida , religioso y cultual);
período comprendido entre e l final del mundo micénico y la época Lévy (LEVY: 1985), e n un estudio reciente sobre los términos astos y
arcaica (MORRIS, e n City and Country in the Ancient World: 1991) , no polites, ha señalado el matiz pol1tico que implica el empleo de este
parece factible asignar la existencia de poleis a momentos an teriores al segundo término según se va saliendo de la sociedad aristocrática.
siglo vm y. por consiguiente, con mucho menos motivo a la Edad del Para plasmar ese lazo que les ata, los politai necesitan de una serie
Bronce, como ha sido propuesto recientemente (por ejemplo , VAN de puntos de referencia, materlales e ideológicos, que sancionen esa
EFFENTERRE: 1985, correctamente contestado por MUSTJ: 1989, 74-80). relación por encima de cualesquiera otras que puedan haber poseído
Tras estas observaciones pode mos tratar de analizar los principales originariamente. Es por ello mismo por 10 que he hablado anterior-

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mente de un equilibrio : en efecto, la polis es un equilibrio porque los y que podían emprender emp re sas comunes son los que definen a la
ciudadanos: los politai deben sacrificar algo de su propia libertad en primitiva polis corintia pre-cipsélida. Para resumirlo, diré con Y. Bare l
beneficio de un fin común; aceptando WIa forma de gobierno, unas (BAREL: 1989 , 29) que
normas, un marco territorial, posiblemente renuncian a una serie de
aspiraciones personales; es en este equilibrio entre lo comunitario y lo «la nueva ciudad griega es un fenómeno social. politico y religioso
individual donde halla su explicación la poJis. antes de ser un fenómeno físico.»
Un pasaje de Plutarco, referido al sinecismo de Atenas por obra de
Teseo. explica bien el proceso, aun cuando hemos de aislar, por un Naturalmente , y retomando el hilo, esa idea misma del «ciudadanO»)
lado, el carácter «personalista» del proceso. representado por Teseo y implica la del «no ciudadano)). Es éste otro dato que debe valorarse. No
el carácter «democrático» del mismo, debido a la propaganda poste- todos los habitantes de un territorio determinado van a ser consider a-
rior: dos sujetos de derechos y deberes al mismo nivel que aquéllos que se
convierten en politai; en las ciud ades que empezamos a conocer mejor
«Después de la muerte de Egeo, se propuso, [Teseo) una ingente y a partir del siglo VlI podemos hallar grupos enteros de población q ue,
admirable empresa: reunió a los habitantes del Atica en una sola recibien do distintos nombres, no han sido integrados dentro del cuer-
ciudad y proclamó un solo pueblo de un solo Estado, mientras que po ciudadano. Ya sean esclavos (una «servidumbre comunitaria» como
antes estaban dispersos y era difícil reunirlos para el bien común de la d enomina Garlan [GARLAN: 1984]), como los hilotas espartanos, o
todos e, incluso, a veces tenían diferencias y guerras entre ellos.
Yendo. por tanto, én su busca, trataba de persuadirlos por p ueblos y
libres, como los periecos espartanos o los metecos atenienses, no go-
familias; y los particulares y p obres acogieron al punto su llamamien- zan de derechos políticos. Y es evidente que, en muchos casos, estos
to, mientras que a los p oderosos, con su propuesta de Estado sin rey y grupos han quedado marginados en el mismo momento en el que la
una democracia que disp ondría de él solame nte como caudillo en la polis está surgiendo.
guerra y guardián de las leyes, en tanto que en las demás competen- Qué factores pueden haber determinado la exclusión de la ciudada-
cias proporcionaría a todos una participación igualitaria, a unos estas nía de grupos de población enteros, es algo aún no suficientemente
razones los convencieron y a otros, temerosos de su poder, que ya esclarecido y , sin embargo, debe de haber sido un fenóme no bastante
era grande y de su decisión. les parecía preferible aceptarlas por la más común de lo que habitualmente se cree. Pueden haber influido
persuasión mejor que por .la fue rza.» (plutarco, Vil. Thes. , 24 , 1-2; factores económicos, sociales, religiosos incluso, pero todos ellos han
traducción de A. Pe rez Jiménez.) tenido una evidente traducción política: ellos no van a contar para la
polis más que como individuos sujetos a obligaciones, principalmente
Por lo que sabemos del proceso de formación de la polis en otros de tipo fiscal y, en ocasiones, militares. Pero esto no hace sino recalcar
sitios, como puede ser Corinto, la población que afluye a lo que en su un hecho que no debe perderse de vista nunca: desde su inicio, la polis
momento será el centro urbano , en torno al templo de Apolo, procede es restrictiva; se configura como un conjunto de personas que pa rtici-
del resto del territorio, d e la Corintia, lo que debe de estar implicando pan de un «centro» común y en cuyas dec isiones todos participan
la actuación de un grup o , llamémosle «gObierno» , que fomenta y favo- (naturalmente , de acuerdo con la «calidad» de cada uno), Pero junto a
rece esa concentración , en este caso los Baquíadas. Las fuentes señalan este dato negativo, este rasgo de la polis también tiene un lad o positivo:
'para Corinto. ciertamente, una unificación política bastante antigua y la exclusión de toda una serie de individuos va a alimentar la idea de la
hacia mediados del siglo VIII era capaz de anexionarse definitivame nte igualdad o semejanza entre todos aquéllos que si fonnan parte p lena-
dos distritos de la vecina Mégara: persuasión y fuerza igualmente, mente del estado; la lucha p or lograr la sanción oficial de ese hecho
como en el ejemplo recién citad o d el ateniense Teseo. No obstante, y a por parte de aquellos ciudadanos que no participan del poder, favore-
pesar de esa unidad política tempranamente alcanzada, Corinto como cida por otro conjunto de factores (la recurrencia hesiódica a la Dike, la
ciudad no ha surgido realmente hasta W1 momento bastante posterior; participación en el ejército hoplítico, el ejemplo del mundo colonial,
lo importante en Corinto, como se veía antes. eran más sus ciudadanos etc.) caracterizará a un amplio período de la historia g riega, a partir
(politai) y su estructura política (politeia) que sus muros (inexistentes) o sobre todo del siglo VII a.C.
sus casas, aún no unidas para (armar un único centro urbano; estos Acostumbrados como est~os , desde tiempo inmemorial. a dispo-
ciudadanos. que podían establecerse e n cualquier lugar de la Corintia ner de estados que, al menos desde el Renacimiento (si no antes) nos
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han ~enido dados y que se han erigido, a pesar de lo que se proclama, lugar desde el que dirigir el c onjunto de los territorios integrados en la
en un fin úitimo. quizá resulte difícil entender la verdadera (revolu- misma y en el cual se ubica rán las rudimentarias instituciones políticas
ción» que el surgimiento de la poJis supuso en la Historia. No me y religiosas iniciales. Será este lugar el. que reciba la mayor parte de
atreveré a afirmar que la polis. surgió de la nada, puesto que no sería los recursos de que d ispone la comunidad, a fin de dotarle de toda una
del todo cierto, pero si diré que las fonnas de gobierno, por llamarlas serie de equipamientos que le pennitan cumplir su función: al tiempo.
de alguna manera, existentes durante los Siglos Obscuros no implica- centralizará la mayor parte de los recursos generados con vistas a su
ban más que un laxo control de un cierto territorio, sin una definición reparto y redistribución (véase 3.2.1 ).
_ clara de objetivos, sin una conciencia clara de solidaridad territorial, Por ello mismo, si bien en la teoría se tratará de evitar, en la práctica
etc. El tránsito a la poJis implicó ed ificar, sobre esta base ciertamente se producirá un desequiJibrio entre e l centro urbano (llamémosle asty)
endeble, el nuevo edificio. Para ello, obviamente, fue necesario cons- y el territorio (eh ora) , as! como entre aquél y todas aquellas antiguas
truir cimientos. A los mismos dedicaré las próximas páginas. «aldeas», especialmente las más importantes, que hubie ran podido as-
pirar . en muchos casos con los mismos o con más titulas. a convertirse
en los centros de decisión política, como muestra, a las claras, la si-
3.2. Tendencias centrífugas y tendencias centrípetas guiente versión de Tucídides del sinecismo de Atenas., algo distinta de
la de Plutarco, que veíamos páginas atr.á s (v~ase 3.1):
Es evidente que la unificación política, pero también juridica, ter ri-
torial. económica, etc., de los individuos que vivían en un espacio {(. .. pues desde Cécrope y los demás reyes hasta Teseo, la población
detenninado implica un importante movimiento centrípeto: el empezar del Arica estuvo siempre repartida en ciudades (poJeis) con sus Prita-
a considerar como «conciudadanos» a individuos con los cuales, pre- neos y magistrados ... Mas cuando Teseo subió al trono, ... , además de
viame nte, no se habIa tenido apenas nada en común; en solidarizarse organizar en otros conceptos el territorio, eliminó los Consejos y las
con sus necesidades, siquiera defensivas, el ir reconociendo paulatina- magistraturas de las demás ciudades y las unificó con la ciudad actual,
mente que son más los factores que unen que los que separan es un designando un solo Consejo y un solo Pritaneo; y obligó a todas las
logro indiscutible. El mismo se percibe más claramente si pensamos poblaciones a que. aun continuando ~ada una habitando su propio
que durante los Siglos Obscuros las relaciones entre los habitantes de territorio como antes, tuvieran a la sola Atenas por capitál.» (Tucidi ~
des, TI, 15; traducción de F. R. Adrados.)
una misma región, de producirse, pueden estar teñidas de un claro
componente bélico, El ir renunciando a considerar enemigo potencial
al vecino próximo y, por el contrario, llegar a reconocerle como partí- Todos estos factores contribuirán, pues, a la creación de tendencias
cipe de unos mismos intereses es un paso importante en el proceso de que podríamos calificar de centrífugas y con las q ue también hay que
constitución de la polis. La integración de lo individual en el ámbito de contar a la hora de explicar el proceso de formación de la poJis.
lo comunal es también una etapa trascendental en este camino.
Sin embargo. no todo.el p roceso es lineal: en ocasiones la integra-
ción en esa unidad en formación se produce en detrimento de determi-
3.2.1. Los ejes sobre los que se conforma la palis
nados inte reses particulares; en un primer momento tiende a favorecer
más a unos que a otros al p rivar O reducir el poder de aquéllos que en
sus estructuras familiares y aldeanas, marcadamente autárquicas, que En los siguiente.s subapartados analizaré, por consiguiente, algunos
caracterizarían buena parte de la situací6n en los Siglos Obscuros, se de los ((anclajes», materiales y simbólicos, sobre los que se configura la
ven en la obligación de reconocer la autoridad de un grupo de basiJeis poJis; el éxito de la poJis, digámoslo ya, radica en la superación cons-
de los que no todos los aristoi formarían parte. Fuera d el ámbito de los tante de las tendencias centrífugas , en beneficio de las centrípetas. No
aristoi. otros grupos sociales, especialmente el campesinado pueden en todas sus épocas se lleva a cabo de la misma manera y no siempre el
sentir que la concentración de poder en una serie de manos, limitadas éxito acompaña a todas y cada una de las poJeis en la consecución de
y restringidas, puede empeo rar su situación, tanto desde el punto de un equilibrio entre ambos polos. Naturalmente, no son éstos los únicos
vista económico cuanto, inmediatamente, desde el jurídico. principios sobre los que se articula la polis griega aunque p or el
Como se verá . la formación de la poJis significa la elección de un momento me referiré fundamentalmente a ellos.

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- Lugares·comunes y centrales e.s 10 que los griegos llaman agora que, antes de pasar a denotar un
Diversos tratadistas han puesto de manifiesto cómo una de las carac~ SImple lugar de mercado , era e l nombre que recibía la asamblea 1
teristicas del sistema de la polis griega, frente a otros sistemas, espe- lugar donde la mis~a se celebraba. Este es, pues, uno d e los lugIr:s
cialmente los orientales, fue la publicidad de las decisiones. Esta publi- centrales que permIte la constitución de la polis.
cidad venia dada, tal y como se apuntaba anteriormente , por la necesa- En la~ ciu~ades que surgieron en la costa minonisiática con motivo
ria presentación de las propuestas elaboradas por e1 basileus y su d~ las. rrugraclones que se sucedieron después del colapso del mundo
consejo ante el demos, reunido en asamblea al efecto. Es cierto, como mIcéniCO, como ocurre con una de la mejor conocidas de ellas en esta
también se veía, que en estas primeras as.ambleas la capacidad de é poca, la Antigua Esmirna, "junto con una aparatosa muralla y un tem-
discusión de los miembros no nobles de la misma estaba seriamente plo, es pos~le que ya existiera un lugar destinado a reuniones públicas
coartada: sin embargo, es ya un dato importante que los g obernantes durante e~ slglo VIII; parece e xistir, al menos, en la nueva ciudad que
se vean en la obligación de contar con el apoyo formal de los goberna- surge haCIa e l 700 a. C .. En las ciudades que en la segunda mitad del
dos lo que hace , por ello mismo, que la publicidad sea un factor valioso slglo VIll están siendo fundadas por doquier, impropiamente llamadas
(véase 2.3.2). ·c ?lonias, se reserv~ un es?acio con esta finalidad, como puede apre-
Dentro del restringido consejo nobiliario, por otro lado, el debate cIarse en Mégara Hiblea (FIgura 4). En las viejas ciudades del continen-
de los asuntos es fundamental; el basileus, como habíamos visto , debe te, ~oc~ a poco se van despejando lugares , previamente ocupados por
resolver lo que corresponda después de haber escuchado y tomado en habltaclOnes o por tumbas, indicios de un hábitat disperso y no unitario ,
consideración las opiniones de su consejo, de aquéllos que, con e l
nombre genérico de basileis participan, en cuanto colectivo, de la
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misma realeza o basileia que el propio basiJeus. Son el debate y la
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discusión los que están también en el origen de la polis; palab ras como -
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sinecismo o koinonia destacan, claramente, esta voluntad de integra- él
ción c.onseguida mediante el d ebate. Un debate político implica, en el
mundo griego, situar los temas «en el centro», es decir, en aquel lugar bJ
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que ·equidista de todos los que se sitúan en torno a la cuestión a tratar.
Los ·basileis colocan sus asuntos «en el centro», los d ebate n y llegan a
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una resolución; acto seguido, vuelven a presentarla, nuevamente, ante -':\f
el demos reunido, que se encargará de dar su asentimiento . Poco
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importa que la Ilíada nos describa a los oradores inoportunos con los
sombr1os tintes ·de Tersites y nos indique su castigo, tenido por ejem-
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plar por el resto de sus iguales: poco a poco, las asambleas se irían
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abriendo al verdadero debate y discusión de los problemas. Es enton-
ces cuando se produciría la situación que describe Vernant (VER- --
NANT: 1983, 198) (véase 2.3.2): .Ill .\\ -\\ -\ \
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«El meson, el centro, define por lo tanto, en oposición a lo que es
privado, particular, el dominio de lo común, de lo público, el xynon . H '.n .'\ -\ -\
Por diferentes que sean -por la vivienda, la familia, la riqueza-, los
ciudadanos o más bien las casas que componen una ciudad constitu-
yen por su participación común en este centro único, una k oinonia o
Ejj \\ \\
xynonie política.)}
- \\ . r- \\
Es, pues, en tomo a un centro, simbólica y materialmente en el
o, 10 20 30 40 50 m
• \\
medio mismo de la ciudad, donde surge realmente la polis. Este centro Figura 4. El agora de Mégara Hiblea.

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l' •

a fin de dedicarlos a uso público. Esto ocurre, por ejemplo. en Corinto


yen Atenas. . .
Por si fue ra poco, en la propia Odisea encontramos la pnmera
referencia a Un agora, en la (quizá no tan) imaginaria Esqueria, la
ciudad de los feacios ;l' transcribamos el pasaje porque . además, nos
sirve para introducir el otro elemento importante dentro de estos «lu-
gares comunes Y centrales»:

(<Posid6n tiene allá un bello templo y en tomo se extiende la gran


agora con suelo de lajas hundidas en tierra.~) (Odisea , VI, 266-267 ;
traducción de J. M. Pab6n. )

Así pues, el agora marco de referencia civil; a111 tienen lugar las
I

deliberaciones y allí se produce la comunicación, más o fienos fluida,


entre gobernantes y gobernados, colocados, todos ellos, en pie de
Figura 5. Modelos en terracota procedentes del santuario de He ra en Argos
igualdad con relación al «punto central» , simbólico y material, que la (izquierda) y d e Hera en Peracho ra (dereCha).
misma representa. No es , sin embargo, el único; el texto homérico que
acabo de acotar menciona otro: el templo o el santuario de la divinidad d erive, hasta cierto punto, del «espacio» que ocupa en la polis que
tutelar a la que acostumbramos a llamar «polfada», esto es, guardiana suele ser, precisamente, el reservado. en época micénica, al poder, al
de la polis. palacio del wanax .
La reaparición de edificios destínados exclusivamente a fines r eli- El nuevo poder que desarrolla la polis r adica en la comunidad, bien
giosos, algo acerca de lo cual hay poco debate, tiene lugar a lo largo en su conjunto. bien represe ntada por sus aristoi; ellos son quienes lo
del siglo VIII, puesto que no son muy numerosos los testimonios de la colocan «en el centro» y, al hacerlo , convierten a todos en participes
existencia de los mismos antes de ese momento. Al igual que el agora, (en mayor o menor grado) del mismo. Igualmente, tal poder trasciende
el templo tiene un carácter central pues, de algún modo. ambos fenó- de sus propias personas y es puesto bajo la protección de la d ivinidad ,
menos se hallan relacionados; conocemos las plantas de estos primeros ga rante siempre del mantenimiento del equilibrio. No deja de ser
templos del siglo VIII a través de la arqueología, que ha mostrado el significativo que el auge de los templos polfadas vaya acompañado
neto p redominio de la estructura absidada ; algunos modelos en terra- tanto de 'la construcción de los propios edificios de culto cuanto de la
cota, p rocedentes de los temp los de Hera en Perachora y en Argos, deposición en ellos de incontables ofrendas. Parece como si el atesora-
respectivamente , nos dan una idea del alzado de estas primitivas cons- miento de riquezas y armas y la amortización de las mismas en las
trucciones (Figura 5) que, a partir de los momentos finales del siglo turribas d e sus propietarios estuviese tocando a su fin y ello no es sino
conocerán una amplia monumentalización y el empleo generalizado de la plasmación material de que estamos entrando en otra época , la de
la planta que devendrá canónica. la rectangular. poJis. También da la imp resión de que de cualquier transacción, econó-
Trascendiendo del aspecto puramente material, la recurrencia a una mica o no, la divinidad recibe su parte, su «diezmo» a cambio de
divinidad como ente tutelar del bienestar de la comunidad supone , en proteger la misma .
gran medida, Objetivar este concepto. Pero a pesar de lo que el texto A partir del siglo vm el prestigio y el poderío de una ciudad va a
homé rico mencionado pueda sugerir, el emplazamiento habitual del medirse po r el tipo de santuario d edicado a su divinidad tutelar; en su
santuario paliada es la acrópolis, es decir, el lugar que, en la época embellecimiento y en el almacenamiento en él de riquezas va a inter-
micénica habia servido de sede a los reyes y que durante los Siglos venir toda la .comunidad por medio de su acción coordinada . Los aún
Obscuros habia permñneddo prácticamente deshabitado, aunque re- imponentes muros y sorprendentes tesoros que los arqueólogos están
cordando a quienes vivían a sus pies que allí se había alzado en tiem~ desenterrando en algunos de ellos desde hace más de un siglo son la
pos el centro del poder. Es p osible , al hilo de las interpretaciones de C. prueba más evidente de la acumulación de los esfuerzos d e toda una
Bérard (BERARD: 1970). que esta misma legitimación de la divinidad comunidad en el auge del templo d e su d ivinidad tutelar. El templo,

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pues, es el OITO polo sobre el que se cimenta la idea de la comunidad (Figura 6), donde permanece la mayor parte de sus habitantes, de la
política. que se extraen los recursos alimenticios y donde poseen sus propieda-
des los ciudadanos que configu ran el estado. Frente a lo que sucede en
_ Lugares extremos: sant!!arios extraurbBnos otros momentos históricos, la polis tiene vocación de integrar en un
Hasta ahora nos hemos referido a dos aspectos que consolidan la mismo ámbito al que vive en el centro urbano y al que vive en el
polis; ambos son «lugares centrales» por cuanto a ellos confluyen las campo: no siempre los resultados serán satisfacto rios y cada polis se-
personas que se han integrado en la misma y los intereses que cada guirá modelos que pueden diferenciarse de los del vecino. No obstan-
una de ellas representa. No hemos de olvidar, sin embargo, que la idea te. esta integración será una preocupación desde los p r imeros momen-
de la polis implica, necesariamente, la cuestión del territorio, la chora tos.
La polis debe definir, ante todo, sus p ropios límites territoriales;
tiene que ma rcar, físicamente si es necesario. dónd e acaba su radio de
• acción y dónde e mpieza el del estado vecino: igualmente, tiene que
definir, ya dentro del propio territorio, «espacios», a saber, qué partes
se d edicarán a tierra de cultivo, cuáles serán de aprovechamiento pa ra
el ganado, cuáles otras serán de carácter boscoso. Ciertamente, esta
definición viene dada en gran medida por la propia naturaleza pero su
racionalización implica una labor de reflexión, que afecta a un conjunto
de tierras, propiedad, en su conjunto, de la comunidad politica. Los
oikistai que fundan colonias han visto considerablemente facilitada esta
labor por el propio carácter del emplazamiento de sus fundaciones,
8.805TI establecidas en tierras no habitadas por griegos, aun cuando algunos
•• rasgos de la organización existente antes de la llegada helénica puedan
S. DEl VA LLO haber sido tenid os en cuenta. En las ciudades del continente e l p roble-
ma es algo más arduo por cuanto hay que luchar contra las tendencias
IDealistas de aquéllos que desde hada generaciones habían vivido y
disfrutado de su terreno. sin ingerencias externas y se resisten a que
una nueva autoridad, residente en una ciudad más o menos distante,
MONTALTO interfiera en sus hábitos de siempre.
UFFUGO - -ROSE No obstante, la «toma de posesión» del territorio es inexcusable,
-_
--~
--~
-- ~

= ...
- - -.,o
tanto en una ciudad recién fundada en país b árbaro, cuanto en una polis
en proceso de formación en la vieja Grecia. Los procedimientos pue-
den variar en cierto modo pero el resultado debe ser el mismo: la polis
tiene que controlar un territorio concreto. someterlo a un ordenamiento
determinado y b uscar para sus distintas partes un uso apropiado en
beneficio de todos los ciudadanos. En definitiva, el territorio también
ROG Ll ANO ·
debe ser puesto «en medim>, también debe pasar del control privado al
Sa ¡,ul o control, siquiera teórico, de la comunidad.
Como ocurría en el propio centro urbano, se necesitan unos «puntos
Q 10 15 20 25 30km de referencia) que sirvan para garantizar la relación del te rritorio con
la ciudad, al tiempo que marquen la especificidad de tales ámbitos
dentro de la polis. Serán los santuarios extraurbanos los encargados d e
cumplir esta función. Dedicados, en buena medida, a divinidades que
Figura 6. La chora de la ciudad de Síbaris y sus localidad es más destacadas. protegen los cultivos, o la caza, o los bosques, o la propia frontera

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estatal, según los entornos en Jos que se hallen emplazados, sirven, forma de un culto heroico, en cierto modo indiscriminada, si bien no
además de a su función puramente religiosa (y quizá, demasiadas ve- cabe duda de que el anónimo difunto sería identificado con alguno de
ces, olvidada o relegada a un segundo plano) de jalones del control de los personaj es heroicos de la tradición local. Sin embargo, fueron las
la polis sobre su propio territorio. excavaciones en la puerta Oeste de la antigua ciudad d e Eretria, en la
Puesto que parece evidente (y es mucho más claro en el ámbito isla de Eubea, allá por los años 60, las que reavivaron, sobre una
colonial) que su surgimiento es Wla consecuencia directa de la apari- perspectiva algo distinta, el tema de los cultos heroicos, ante todo
ción de la poJis, hemos de ver estos centros cultuales como el medio de desde el punto de vista de su incidencia en el proceso de configuración
que se sirve la misma para dejar sentir su autoridad sobre todas y cada de la polis.
una de las partes que la configuran territorialmente . Así, F, de Polignac Breveme nte, diré que, en el lugar en que a inicios del siglo VII se
(DE POLIGNAC: 1984) ha hablado de la «ciudad bipolan> y , en líneas alzará la puerta Oeste de las murallas de Eretria, surge, en el periodo
generales, podemos aceptar esta visión; la polis, organizada en torno al comprendido entre 720 y 680 a.C. una pequeña necrópolis, indudable-
agora y al templo de la divinidad paliada, d a cuenta de las diversida- mente de carácter «principesco», En ella se hallaron siete tumbas de
des del territorio mediante la erección de edificios sacros a través del incineración y nueve inhumaciones, de entre las que sobresalía la nú-
mismo que, a la vez, marcan su «toma de posesión». Son, en los puntos mero 6. La misma presentaba, dentro de un bloque de toba convenien-
más distantes de la chOTa , el recordatorio de que la acción de una p olis, temente ahuecado, un caldero de bronce en el que se hallaban los
a través del acto de dedicar un lugar sagrado a una divinidad, se ha restos carbonizados del difunto, así como una serie de pequeños obje-
garantizado la tutela del entorno en el que el mismo sur·g e . Este, pues, ros , todo ello e nvuelto en una tela. Dicho caldero se hallaba cubierto
será otro de los polos sobre los que se configure la polis y será tanto por otro, invertido. Alrededor, seis grandes piedras; entre ellas y los
más importante cuanto que, como los acontecimientos se encargarán de calderos. se hallaban las a rm.as del allí enterrado, convenientemente
mostrar , esa sustancial unidad centro-periferia (o asty-chora) sobre la d obladas con el fin de inutilizarlas: cuatro espadas, así como dnca
que se cimenta la poJis, si bien funcionará desde el punto de vista puntas de lanza de hi e rro y una en b ronce, cuya tipología la remonta al
institucional, en ocasiones se resentirá d e la propia heterogeneidad e Heládico Tardío , es decir, al final de la época micénica. Entre los
intereses locales q ue tendrán como centro los distritos rurales de la objetos depositados con los restos incinerados, hay un esca raboide de
polis . origen sirio-fenicio. El resto de las tumbas de incineración retoma ,
aill1que con menos profusión d e objetos, este mismo esquema; en algu-
- El héroe y la configuración de la polis na de ellas se observan, además, restos de animales sacrificados (caba-
llos sobre todo). La cerámica está prácticamente ause nte.
El culto a los héroes griegos ha sido objeto de atención desde ·hace El ritual emplead o no p uede dejar de recordar e l que utilizan en las
considerable tiempo y a partir de descripciones transmitidas por las ceremonias fúnebres los héroes homéricos y puede se r un claro ejem-
fuentes escritas ya había quedado claro que en buena parte los mismos plo de aquello a lo que me referia en un apartado ante rior, en el que
sol1an tener lugar en torno a lo que eran o parecían ser las tumbas de abordaba la cuestión de la incidencia de la propia tradición homérica
sus titulares, La arqueología ha contribuido decididamente a un mejór sobre los comportamientos de los individuos que son los destinatarios
conocimiento del aspecto de estos centros de devoción; así, un caso d e dicha tradición. Parece probado que en Eretria (como, por lo gene-
ampliamente difundido fue el del culto surgido en torno a una tumba ral, e n todo el ámbito euboico) la incineración se rese rva a los indivi-
doble, sin duda de pe rsonajes eminentes, puesto que contenía también duos adultos, q uedando las inhumaciones d estinadas a los niños y a los
restos de cuatro caballos sacrificados, de hacia mediados del siglo X, jóvene s (Véase 2.3.1).
hallada en Lefkandi, Eubea, sobre la que se construyó inmediatámente Todo el conjunto se rodeó de un periboJos delimitado por mojones
después un gran túmulo y a cuyo alrededor se extendió una necrópolis; de madera. Hasta aquí tendríamos simplemente una necrópolis más o
también había llamado ya la atención el hecho de que desde mediados menos importante y rica . pero sin apenas ninguna característica extra-
del siglo VIII empezasen a aparecer e n algunos lugar es señales inequí- ordinaria más, puesto que tumbas de un tipo exactamente igual, aWlque
vocas de l surgimiento de un culto en tomo a antiguas tumbas, habitual- m{l.s ricas, aparecen en la colonia euboica de Cumas. como la número
mente de época micénica, (re-)descubiertas a la sazón (referencias en lO4 del Fondo Artiaco, d atable hacia el 720 a.C .. Sin embargo, las
BURKERT: 1985). Esto implicaría una recuperación del pasado, bajo la tumbas eretrias son objeto de un tratamiento posterior que no se detec-

74 75
ta en Curnas, ,en efecto, hacia e1680 a.e.!, en el mismo momento en que El testimonio eretrio ha servido, pues, para replantear toda la cues-
la construcción de la muralla marca la fijación definitiva de los limites tión de la relación de los cultos heroicos con el surgimiento de la polis.
de la ciudad, por encima de esas tumbas se construye un gran triángulo En opinión de C. Bérard (BERARD: 1970), la tumba número 6 sería la de
equilátero, de 9',aO m. de lado, realizado a base de losas de piedra. Este un príncipe eretrio, tal vez un basileus; su desaparición implicaría un
empedrado marca, definitivamente, el final de. los enterramientos en la tránsito hacia una nueva forma de gobierno, seguramente de tipo aris-
zona; además. la recién construida muralla engloba esta área , que tocrático, según el proceso ya definido en un apartado anterior. Para
queda justamente junto a la puerta. Es claro que lo que se pretende es ese autor el símbolo de ese tránsito lo hallaríamos en la punta de lanza
destacar y monumentalizar este antiguo lugar de enterramiento. Ya micénica de dicha tumba 6, que él interpreta (aunque no es admitido
desde ese momento el lugar ha recibido constantes ofrendas y sacrifi- unánimemente) como el cetro de ese príncipe, convertido así en «por-
cios. Es evidente, por lo tanto, que allí ha surgido, inmediatamente tador de cetro» (skeptouchos) como gusta de llamar Homero a: sus
después del cese de los enterramientos. un culto heroico (Figura 7). basileis. Su muerte marcaría el final de una época y , por ello mismo,
cr ~I.'------______ • .. _ ______ _ ese cetro, símbolo de un poder ya periclitado, serfa enterrado con su

r---;~R~@ j&,~lDKr------
último representante. En la IlIada hallamos, curiosamente, el proceso
de transmisión del cetro de Agamenón, al que vemos pasar por varias
I I
manos durante algunas generaciones (/Jíada, n, 100-108). Precisamente,
r ----- -----------J i y para servir como nexo de unión entre ese periodo, ya pasado, pero
! i no olvidado y el presente, el basileus es convertido en heros; la perma-
I ! (1_-\ nencia de su culto legitima a la nueva polis ere tria en el momento de su
mismo nacimiento (véase 2.3.1).
I
I
,
I I

\.illJ El proceso, aunque sin la conversión en héroe de ninguno de ellos,
I I lo tenemos atestiguado en Atenas, donde, posiblemente, a partir de la
~-------·--------_·-.------ __l H --4--i.·-i-·-i mitad del siglo VlII, la antigua familia real de los Medóntidas va per-
diendo atribuciones en beneficio del conjunto de los Eupátridas mien-
tras surgen paulatinamente magistraturas decenales. poco a poco sus-
traídas del control Med6ntida hasta finalizar el proceso en la aparición
de magistraturas anuales en manos, desde luego, de la nobleza atenien-
se. Significativamente, este último paso tiene lugar entre el 683 y el 682
a .C., más o menos en la misma época en que Eretria «heroiza» al último
de sus «reyes». Es un signo de los tiempos; la vieja basileia homérica
se está transformando en un gobierno de los aristoi; ellos heredan sus
funciones y sus privilegios; en el mejor de los casos, erigen heroa en
las tumbas de aquellos reyes y los mismos, si no siempre sí en muchas
son ocasiones, son la «partida de nacimiento» de la poJis.
La vinculación de héroes con procesos de formación de poleis ha
sido, pues, un tema bastante tratado y desarrollado en los años recien-
tes; e llo ha permitido volver a considerar el papel d e los h eroa en las
ciudades griegas que, en una buena parte de casos suelen hallarse.
precisamente, en tomo al agora., Significativamente, sabemos, que en el
p roceso de configuración d e las poleis coloniales. a los oikistai se les
suele reservar como lugar para su entierro, precisamente, el agora;
del mismo modo, se constata el carácter de heroa que sus tumbas
adquirirán inmediatamente. En todo caso, la ubicación de tales herea
Figura 7. La necrópolis de la puerta Oeste, en Eretria. e n tomo a lugares públicos (el agora, la pue rta de las murallas ... ) es un
76 77
-i

indicio más . :.l al carácter «central» que asumen; su presenda parece polis , Sin embargo, y por el mismo hecho de que en Sus origenes la
sancionar el carácter «politico»de los lugares e n los que aparecen: el ciudad griega ha sido aristocrática, la misma ha tenido que enfrentarse,
lugar de reunión, el confin del asty, etc .. en diversas épocas, con el e ventual factor disgregador que la propia
A! mismo tiempo y como muestran a la perfección las nuevas funda- (soberanía» de los aristoi ha podido representar . A algunos de estos
ciones coloniales , todas las demás tumbas van a quedar fuera del recin- aspectos me referiré en los siguientes apartados.
to urbano; del mismo mo do. e n las mejor conocidas de entre las ciuda-
des de la Grecia propia (por ejemplo, Atenas), a lo largo de los últimos - La institución del hospedaí e como manifestación del espíritu de clase.
años del siglo VIII e iniciales d el siglo VII, van siendo abandonados los E/ symposion
lugares de enterramiento que existian dentro de lo que se está configu-
rando como el centro urbano y las tumbas van siendo situadas más allá Ha quedado ya claro que los aristoi se distinguen del resto de los
de la zona habitada, La zona d onde surg irá en el siglo VII el ágora de individuos que constituyen la polis , ante todo, p or su nivel de vida y
Atenas va a dejar de ser utilizada con fmes funerarios hacia el 700 a .C.; por las relaciones que mantienen entre si, aspectos íntimamente rela-
p osiblemente hay que ver aqui el signo evidente de la adquisición de cionados, como veremos a continuación. Los Poemas Homéricos están
carácte r «politico»por p arte -ele esta área: al dejar de se r una zona plagados de casos en los cuales cualquier individuo de noble cuna
l reservada al uso privado (y un cementerio d el siglo VIII. por lo gene- puede aspirar a ser recibido por sus iguales, en cualquier lugar en .e l

¡ ral, lo era al hallarse vinculado a alguna familia) quedaba abierto el


camino para su conversión en un centro cívico y público.
Los cultos he roicos, por consiguiente. han sido otro de los polos en
que se halle, alojado, mantenido y despedido cubierto de regalos, A
esta relación p odemos llamarla «hospedaje», «hospitalidad» o xenia .
Nahlralmente. la relación es recíproca y el que un día fue huésped al

¡ < torno a los que los individuos que dan lugar a la polis se sitúan; el
héroe es, por un lado, el garante simbólico de la continuidad entre las
viejas realezas de los Siglos Obscuros y la nueva realidad p Olítica; p0r
otro lado, yo veo en este culto una clara referencia al antiguo ideal del
otro puede ser anfitrión, bien de su antiguo huésped, bien de algún
otro aristoso Ni qué decir tiene que quien d ebe estar preparado ante
cualquier visita inespe rada necesariamente debe poseer los recursos
suficientes como pa ra honrar convenientemente a su huésped. De la
l
¡ noble «(homérico», que garantizaba, merced a su arete, la defensa de la
comunidad. Desde su morada subterránea y gozando de las ofrendas
misma manera, quien más recursos p osea, más y mejor podrá agasajar
a sus invitados que . consiguientemente. pod rán ser más numerosos.

¡ que se le e ntregan, sigue garantizando esa misma protección que en


vida había proporcionado gradas a su fuerza y a sus armas. Igual-
mente, las phylai o tribus, de origen pre-politico y llamadas a partir
nombres de héroes, aportarán a la polis también este componente
Puesto que la relación, como hemos visto. implica una eventual recipro-
cidad (transmisible , incluso, a los hijos), resulta que la xenia es un
poderoso instrumento de solida ridad aristocrática que adquiere una
proyección hacia el futuro en el momento en el que la misma se mate-


religioso de gran importancia en su configuración. rializa en un pacto matrimonial; en este caso, la mujer actúa, además d e
garante del mismo. como el verdadero «regalO) o doron que se entre-
ga. Por seguir en el ámbito épico, parece fuera de duda q ue los aqueos
3.2.2. Solidaridad aristocrática frente a Integración política que están ante Troya han llegado allí p or la convocatoria de Agame-
I nón; todos sus jefes, en mayor o menor medida, se sentirían en la
,I Los aristoi son, en bue na medida, los principales responsables d e la obligación moral de acudir a la llamada de aquél que:
l creación del sistema de la polis; son ellos quienes, en primer lugar, han
puesto «en el centrO») su autoridad y, al tiempo, han sido los p rimeros «se hada notar entre todos los hé roes, porque era el mejor y conducía
beneficiarios de ese hecho . A ellos les ha correspondid o el no desde- las huestes más numerosas con mucho.» (llíada, TI. 580-581; traducción
ñab le pape l de verse obligados a renunciar a un pOder con pocos de C. Rodríguez Alonso.)
limites en el ámbi to de su familia, de su oikos y de su aldea, p ara
someterse a las decisiones emanadas de un b asileus que no siempre Del mismo modo, los acompañantes de los nobles, sus hetairoi o
(como muestra el caso de Hesíodo) defiende adecuadamente los intere- «compañeros»), participan de la gloria de aquél a quien acompañan y se
ses más legítimos. Son, en definitiva, ellos quienes, en los momentos benefician d e sus regalos; claramente, en este tipo de relaciones hay
iniciales, han tenido más que perder y que ganar con la formación de la implicaciones tanto sociales como económicas y militares.

78 79
Po r si su.:;; implicaciones económicas no han quedado suficiente- Este pasaje muestra, pues, tanto la hereditariedad del vínculo de
mente claras, diré que el comercio-prexis al que aludía anteriormente xenia, cuanto la renuncia al combate que ambos acuerdan, aun cuando
presupone un status aristocrático entre sus practicantes (o, al menos, Diomedes no renllilcia a seguir matando troyanos. No es necesario
entre alguno de 'ellos) siendo el intercambio que se produce concebi- destacar lo peligrosas que pueden ser las consecuencias de unas actitu-
do, en cierto modo, como el resultado-de tal relación de xenia; las des de este tipo para una estructura corno la polis: el aristas, en virtud
cerámicas del Geométrico Medio ático, a las que aludía en un apartado de una relación personal se considera exonerado de la obligación de
anterior, halladas en muy diversos puntos parecen haber sido emplea- combatir contra alguno o algunos de aquéllos que su propia ciudad
das, igualmente, con esta función de regalo aristocrático, previo o considera como enemigos. En la Mégara anterior al sinecismo, según
simultáneo al establecimiento de un vínculo de carácter económico, nos informa Plutarco (QG., 17), incluso la captura de un individuo por
amparado en la relación d e xenia q ue une a ambos ca-participes de la parte de su enemigo durante el combate daba origen a un tipo específi-
relación (véase 2.2.1 y 2.3.2). co de relación de hospedaje, la dorixenia, de carácter, igualmente,
Cuando esta solidaridad se manifiesta entre todos aquellos aTisloi permanente. En su momento, aludiremos a algunos casos más en los
que van a quedar integrados en la polis, no hay excesivos problemas, que se materializan, ya en plena época histórica, algunos de esos com-
por más que puedan existir tensiones lógicas entre ellos que el paso portamientos (véase 6.5; 9.1.2).
del tiempo, por lo demás, irá agudizando. Sin embargo, el propio Si la x enia vincula al aristos con cualquiera de sus iguales, indepen-
carácter de la relación puede hacer peligrar el equilibrio intracomuni- dientemente de su lugar de residencia, el symposion, por el contrario,
tario cuando la xenia implica a miembros de comunidades diferentes. reafirmaría la solidaridad aristocrática intracomunitaria. Recientemente
Es éste uno de los peligros que amenazan a la pofis y a los que aludía O. Murray (MURRAY: 1983; MURRAY, en HAGG, 1983) ha dedicado
. anteriormente al referirme a las tendencias centrifugas; puede daTse el varios estudios significativos al tema del simposio y, si bien otorga al
caso (y, de hecho, se da) de que determinados aristoi se sientan más mismo un peso político algo d esmesurado, no podemos olvidar que la
vinculados a los aristoi d e otra ciudad que al demos de la suya propia; reunión de nobles, con el fin de festejar, aparece p or doquier a lo largo
en ese caso, falla uno de los pilares básicos sobre los que se cimenta la de toda la historia d e Grecia; en algunas ciudades, incluso, esa costum-
palis, es decir, la idea de que todos los que configuran el cuerpo bre de la comida en común (syssitia) afectará a buena parte del cuerpo
político son iguales (isoi) y semejantes (homoiol) en cuanto a su partici- civico, a quienes se extenderán ciertos privilegios aristocráticos, como
pación del poder politico conjunto. que emana, precisamente, de todos ocurrirá en Esparta. En gran medida, el simposio es una manifestación
ellos. En otras palabras, la polis se basa en una solidaridad intracomu- más de la xenia y de su inevitable secuela, la redistribución en este
nitaria que vincula a todos aquellos que , como p olitai, fo rman el estado; caso de productos alimenticios, sí bien su p ríncipal ámbito es, precisa-
la solidaridad aristocrática implica, por el contrario, la preeminencia mente, el de la polis; su finalidad es claramente competitiva (<<fiestas de
de los vinculas personales (tipo xenia), incluyendo los extracomW1ita- mérito», como lo considera Murray) y lo que se consume es, sob re
rios, entre los individuos cuyo nivel social y económico es igual, inde- todo, el excedente de la producción agrícola, Ello no excluye, natural-
pendientemente de la polis a que, por otro lado, se hallen vinculados. mente, la celebración de symposia en homenaje a xenoi venid os de
Uno de los ejemplos más palpables de este lipa de relación nos lo fuera, si bien los más habituales son los que reúnen a un conjunto más o
p roporciona el diálogo entre Glauco y Diomedes, cuand o éste manifies- menos habitual de comensales.
ta a su oponente en el campo de batalla lo siguiente:
Su asiduidad permite, por un lado, establecer e l carácter de reci-
procidad, p or otro¡ reafirmar la vinculación y la solidaridad de los
«Con toda ceneza eres mi huésped de padre, un antiguo huésped. simposiastas y, por fin. atraer a toda una serie de simposiastas, menos
Por ello, ahora yo seré tu caro huésped en el centro de Argos y tú lo beneficiados económicamente, al círculo d e hetairoi de aquéllos que
serás para mí en Licia, cuando llegue al territorio de éstos. Evitemos, exhiban mayor prodigalidad y regularidad. En el siglo VIII parece
pues, mutuamente las lanzas, incluso en el enfrentamiento en masa ,
que muchos troyanos e ilustres aliados tengo yo para malar ... Mas
predominar su carácter de reunión de nobles guerreros, el cual se irá
intercambiemos las armas para que también sepan aqui que estamos perdiendo con el paso del tiempo, cuando nuevos grupos accedan a la
orgullosos de ser huéspedes de padres,» (llíada, VI, 211-231: traduc- milicia y, o bien quedará como simple fiesta aristocrática, vinculada a
ción de C. Rodr[guez Alonso. ) veces con «grupos de presiÓn») o «clubes)} politicos, o bien, y en algu-

80 81
.
nos casos, como veíamos, se extenderá a un conjunto amplio de ciuda- - Agones y athla
danos, conservando su o riginario carácter de Feunión de guerreros.
Con motivo de los funerales de Patroc1o, una vez sofocada la pira
funeraria y recogidos los huesos de su amigo, Aquiles pone a disposi-
ción de los aqueos toda una serie de premios para los que resulten
- La función política del aristócrata en el marco de la comunidad,
vencedores en una carrera de cuádrigas (Ilíada, XXIII, 262 ss.), a la que
manifestacIón de la in tegración pofltica
seguirán competiciones de pugilato, lucha, tiro con lanza y carreras
(lliada, XXIll , 620 ss.). A esas pruebas se le añade un duelo, presumible-
En lineas generales, podemos decir que la tensión expresada en el mente a muerte, entre dos guerreros armados con el equipo habitual
apartado anterior y referida a los aristoi, entre las solidaridades intra y de combate, ellanzarniento de pesos y el tiro con arco (lJiada, XXIII, 799
extra comunitarias es resuelta, por 10 general, en b eneficio de las pri- ss .) . En la cerámica geométrica griega (especialmente ática) no suelen
meras. aunque no se excluya jamás la decisión, personal o colectiva, de ser frecuentes los motivos referidos a la realización de juegos funera-
los arisloi, por las segundas, en determinados momentos y circunstan- rios, aun cuando algunos pueden ser susceptibles de ta l interpretación
cias. La prueba del compromiso aristocrático con la poJis viene dada, (carreras de carros, danzas de hombres armados y de mujeres con
aparte del hecho, ya mencionado, de que a ellos corresponde, ante ramas, etc. ).
todo, la iniciativa de su constitución, por las funciones que en ella En la Odisea, y ya anticipando el futuro de este tipo de certamen,
asumen y que, como hemos ido viendo, abarcan absolutamente todos encontramos un claro ejemplo de competiciones «atléticas» sin ninguna
los aspectos del gobierno, la administración y el ejército, po r no hablar connotación funeraria, sino más bien básicamente lúdica, En él parece
de los aspectos rituales y religiosos . Con e l paso del tiempo, depen- claro el deseo de los feacios de mostrar a su huésped Ulises sus habili-
diendo de las poleis, irán perdiendo algunas d e sus prerrogativas, bien dades en tales lides:
porque pasarán al conjunto del demos, bien porque se restringirá el
acceso a los cargos dirigentes a unos pocos (oligoi, de donde «oligar- «Escuchad, regidores y jefes del pueblo feacio, satisfecho nos tiene ya
quía»). Pero, incluso, en ciudades q ue alcanzarán sistemas democráti- el gusto la buena comida y la lira también, compañera del rico ban-
cos, como Atenas, aristoi seguirán siendo sus magistrados principales y quete; vamos fuera, por tanto, probemos en todos los juegos nuestras
el antiguo consejo nobiliario, el Areópago, retendrá competencias so- fuerzas y así pueda el huésped contar a los suyos , cuando vuelva a su
bre delitos de homicidio. hogar, la ventaja que a todos sacamos en luchar con el cuerpo y los
puños y en salto y carrera.» (Odisea . VlII, 97- 104; traducción de J.M.
Todo ello no está sino expresando e l hecho de que el carácter Pab6n.)
aristocrático con el que nace la polis seguirá formando parte de la
misma a lo largo de toda su historia, bien en sentido positivo (manteni- En los versos siguientes asistimos a la mención de toda una serie de
miento de ideales, etc.), bien en negativo (oposición a tal carácter). actividades atléticas, que el prop io mises ejerce, igualmente sin carác-
Será, precisamente, esta asunción y esta resistencia a los aristoi o a lo ter funerario (lanzamiento de pesos, tiro con arco, lanzamiento de jaba-
que representan, lo que caracterizará la vida politica de las ciudades lina) (Odisea, Vlll, 186 ss.); como ya veíamos anteriormente, estas activi-
griegas a lo largo de todo el arcaísmo, siendo las soluciones adoptadas dades son siempre aristocráticas y m ises se ofende cuando su negativa
sumamente diferentes en cada caso, a las que tendremos ocasión de inicial a participar en ese certamen se interpreta como debida a su
referirnos en próximos capitulos. Aquí lo único que me inte resa desta- carácter no aristocrático (Odisea, VJII, 159-164).
car y e llo me da pie para pasar al siguiente apartado, es que, como Tanto las compe ticiones que figuran en la Ilíada, como las que se
mostraba también en cierto modo el ya analizad o p roceso de «heroiza- citan en la Odisea reciben el nombre de aethla ; hay, sin embargo,
cióm) de personajes d estacados , o la delimitación de espacios comu- desde mi punto de vista, ya una modificación importante entre las
nes, también los aristoi ceden algunas de sus ca racterísticas más genui- competiciones reci én mencionadas y que se refieren al carácter de las
nas durante el proceso de constitución d e la polis, dentro de ese proce- mismas: claramente sacral y funerario en el ejemplo tomado de la
so más amplio de «objetivación» de las relaciones y, en definitiva, de lllada , profano y lúdico en el de la Odisea. No quiero decir, sin embar~
creación del marco politico, Me referiré a continuación, concretamente, go, que hayan desaparecido los athla funerarios; simplemente, que los
a agones y athia (véase 5.7; 5.8). aristoi van «secularizando» esas ceremonias con la finalidad de mostrar

82 83
su propia f~Arza y destreza. En Hesíodo, sin embargo, hallamos refe- Anfidarnante. No me atrevería a afirmar que Eubea representa una
rencias a athJa vinculados claramente con un contexto funerario: las excepción en el panorama helénico, pero, en todo caso, los certámenes
ceremonias en honor del basileus Anfidamante de Calcis: atléticos van a ir dejando de tener connotación funeraria para ir que-
dando relegados al ámbito de 10 privado, por una pane. y para acabar
((Entonces hice yo la travesía hacia Calcis para asistir a los juegos sufriendo una transformación de importancia trasce ndental: su inclusión
(aeth/a) del belicoso Anfidamante; sus magnánimos hijos establecieron en festivales en honor de divinidades ( véase 2.3.2).
los nwnerosos premios anunciados. Y entonces te aseguro que obtuve Según la tradición , los juegos que se celebraban en Olimpia , en
la victoria con un himno y me llevé un trípode de asas; 10 dediqué a honor de . Zeus, fueron establecidos en el 716 a.C. ; del mismo modo,
las Musas del Helicón, d onde me iniciaron en el melodioso canto.» otros juegos más o menos similares fue ron creados a lo largo del siglo
(Los Trabajos y los días, 654-659; traducción de A. Pérez jiménez y A.
VI a.C.: los Píticos (586/5), Istmicos (58 1180) y Nemeos (57312). En todos
Martinez Díez.)
los casos, la vIDculación con un dios es clara y su carácter panhelénico
En el «Certamen» (agan) de Homero y Hesíodo, de composición también queda fuera de duda, aun cuando en el ejemplo más antiguo,
bastante más tardia (siglo V a.C., con interpolaciones hasta el siglo Ir el de Olimpia, parece observarse cómo de ser un santuario local ya
d.C.) se nos da algún detalle más acerca de estos «juegos funerarios» :
desde aproximadamente el año 1000 a.C. , a lo largo del siglo VIII va
recib iendo visitantes de regiones más o menos alejadas de la Elide
corno Mesenia y Acaya, no iniciándose una apertura a ámbitos más
«Por la misma época Ganfctor celebró el funeral de su padre el rey
Anfidamante de Eubea y convocó a los juegos (agona) a todos los remotos hasta el siglo VII.
varones que sobresalían tanto en fuerza y rapidez como en sabiduría, El programa de estos juegos no diferia demasiado de las habilida-
recompensando con importantes premios.» (Certamen, 62v66; traduc- des atléticas que los textos de Homero y Hesíodo nos han ido mostran-
ción de A. Pérez ]iménez y A Martinez Díez.) do y , sin embargo, hay una diferencia fundamental, que ya podía ob-
servarse en los athla de Anfidamante: van unidos en todos esos casos a
De tal manera vemos, a fines del siglo VIII, usos d iferentes de estas una esfera claramente política. En efecto, los juegos que celebran los
certámenes aristocráticos, así como modalidades diversas, que no sólo héroes de la llíada satisfacen los deseos y aspiraciones de un grupo
incluyen las competiciones pu ramente atléticas, sino también la recita- restringido que. con su acto, honra la memoria del difunto; el hecho, sin
ción de poemas y composiciones, posiblemente en honor del difunto. embargo. no trasciende más allá y la esfera política parece ausente. Los
En todos los casos (empezando por los homé ricos), estaba en juego un juegos a los que asiste Hesíodo tienen ya una proyección política: se
premio (doron) que acred itaba al vencedor como tal. trata de honrar. por la mayor parte de participantes. a un gobernante
En la sociedad del siglo VII! el aristas, al tiempo que se responsabi- en el momento de su entierro; es la polis calcídica quien se beneficia
liza en buena medida de la defensa de la comunidad, tiene necesidad de ese certamen. Un paso ulterior significa la institución de juegos
de exhibir sus habilidades físicas e n competiciones realizadas ex profe- «panhelénicos», centrados no ya en ciudades, sino en torno a santuarios
so. El proceso de integración de la nobleza en la falange hoplítica, al frecuentados por griegos de diversas procedencias. Ahora ya no se
que he hecho una breve referencia con anterioridad, va a ir haciendo trata de honrar a ningún ciudadano ilustre desaparecido. sino que el ti
menOS palpable la función defensiva del noble, al lucharse en forma- combate de los aristoi se objetiva: su esfuerzo es dedicado a la divini- ~
de
ción cerrada. Este proceso va a determinar, indudablemente, e l auge
de la actividad atlética, bien con carácter «privado», como muestra el
pasaje de la Odisea, VTIr. 97-104, acotado anteriormente, bien con una
proyección pública, como mostraba el ejemplo de Hesíodo. No es, en
dad. Pero, otro la do, la victoria de un contendiente es asumida, no
s610 po r el grupo social al que pertenece, sino por la poJis de la que en
ese momento es representante .
Ha habido, ciertamente, un proceso de «transferencia»: el aristas
¡
"

I
todo caso, extraño, hallar en Calcis las claras reminiscencias homéricas que a lo largo de los Siglos Obscuros ha garantizado la defensa de la
que poseen los athla en honor de Anfidamante si consideramos que, a
pocos kilómetros de allí y más o menos en los mismos momentos, en la
comunidad, queda subsumido en la nueva fonnación hoplitica. Pero. al
tiempo, el ho rizonte restringido de la aldea de aquel período se ha
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puerta Oeste de Eretna y tal y como nos muestra la arqueología, se ampliado notablemente, hasta el punto de abarcar, progresivamente, a
estaba enterrando a un personaje, lamentablemente anónimo,. de una toda la Hélade. Ahora el aristos, integrado y vinculado a la poJis va a
forma seguramente muy similar a como lo estaba siendo el propio defenderla. siquiera simbólicamente, en una competición a tlética, e n la

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que va a sequir contando su habilidad y su destreza. Esa victoria de la ran unos excedentes (unos outputs, sí queremos expresarlo en térmi-
polis, sin enlbargo, se halla vigilada por la divinida d en cuyo honor se nos económicos) que son dirigidos, por un lado hacia la producción de
celebran los juegos; el triunfo, por consiguiente, es controlado y racio- objetos manufacturados y, por otro, hacia la adquisición de materias
nalizado. El noble expresa su arete mediante la victoria. nuevamente primas, susceptibles de transfo rmación y de productos exóticos ya
individual; pero es la ciudad en su conjunto la que se beneficia de ella. elaborados. Ni qué decir tiene que la concentración de recursos en los
El p restigio de la polis va parejo al p restigio de sus vencedores en los centros urbanos y el drenaje, en beneficio de los mismos, de la produc-
juegos de mayo r renombre; los «Olimpiónicos» o venced ores en los ción agrícola del territorio , favoreció esta concentración de riqueza y
Juegos Olímpicos. po r ejemplo, servirán d e orgullo para sus ciudades contribuyó al despegue económico (véase 2.2).
respectivas a las cuales, a su vez, dedicarán su triunfo. Ni que decir El despegue económico puede atestiguarse, en otro sentido, por el
ti,e ne que ese triurúo se traducirá en un incremento del prestigio exte- importante incremento que sufre la población, si b ien este fenómeno no
nor de la palis y, al tiempo, en la gloria del vencedor y el aumento de puede estudiarse en todos los lugares conocidos po r falta de datos. El
la influencia polltica del grupo aristocrático. ejemplo mejor conocido es, con mucho , Atenas, cuya evolución resulta
El aristas se halla, por fin, plenamente integrado en la polis; al fin altamente significativa. En efecto, los estudios llevados a cabo por
triunfan las tendencias centrípetas frente a las centrifugas , sin perjuicio Snodgrass (SNODGRASS: 1977; 1980) sobre las tumbas áticas del perio-
de que perviva una cierta «solidaridad aristocrática» durante el arcaís- do comprendido entre el año 1000 y el 700 a. C. muestran un número
mo y aún después. Por otro lado, los vencedores en competiciones más o menos similar de tumbas por generación hasta el inicio del
acreditadas recibirán, además del apoyo de su ciudad, importantes GeOmétrico Medio TI, que se sitúan en tomo a las 26 Ó 28. Esta tendencia
contrapartidas materiales y su opinión y consejo serán apreciados. El se mod ifica, precisamente, a partir de este periodo del Geométrico
~ob.l~ , nuevamente, mediante el ejercicio de esta actividad agonal,
Medio (ca. 800-760) en que el número de e!lterramientos por genera-
)ustlÍlca también el ascendiente social que la clase a la que pertenece ción asciende a unos 35. Es, sin embargo, a partir d e l Geométrico
posee . El paso del tiempo hará del «atleta>? más un individuo p rofesio- Reciente (ca. 760-700 a .C.) cuando se produce un aumento sorprenden-
nal. no necesariamente aristocrático. En los primeros siglos , sin embar- te, alcanzando e l número de tumbas por generación la cifra de 204,
go y, sobre todo, en el VlII y en e l VII, ambas facetas se hallan íntima- siend o más nwnerosas durante el Geométrico Reciente II que durante
mente unidas . el I. Los datos de Snodgrass parecen estar bastante bien comprobados
y por las precauciones que toma son dignos de crédito. Es, por consi-
guiente, necesario dar cuenta de este innegable incremento de pobla-
3,3. Factores económicos coadyuvantes ción: en Argos , aunque peor conocida, parece haber tenido lugar un
proceso similar y hay cada vez más indicios de que lo mismo ha ocurri-
En el origen de la polis no podemos perder de vista dos aspectos, do en muchos otros lugares.
sobre los que trataré a continuación: uno del que ya he esbozado algo, Seguramente , una causa importante parece haber sido la llegada de
el despegue económico; otro, al que me referiré más adelante la individuos procedentes del territorio que se instalan en lo que se está
incidencia d e la colonización, especialmente en su vertiente e.c onómica. configurando como el centro urbano d e la polis ateniense; sin embar-
go, y como el propio Snodgrass apunta, ese incremento tan importante
de la población puede haberse debido, igualmente, a la introducción
3.3.1. El despegue económico y el incremento demográfico de nuevas té cnicas agrícolas, en un territorio cuyos niveles de despo-
blación eran sumamente elevados con anterioridad. Ese incremento de
Como ya veíamos anteriormente, a lo largo del siglo VIII se atesti- población en un solo centro habitado implica, además de una diversifi-
guaba una serie de indicios que eran ·señal clara del resurgimiento cación de funciones y una división del trabajo, la producción de exce-
económico del mundo griego y que se centraban, ante todo, en la dentes con que alimentar a esos individuos q ue viven en la ciudad . En
recupe~aci6n de la u:t~r~omunicación entre las distintas regiones grie-
e fecto, como sabemos por otras poJeis y por otros momentos, pa rte d e
gas,. aSI como en el IruCIO de las navegaciones hacia Levante y hacia los que viven en la ciudad se dedican. personalmente, .a l cultivo del
OCCIdente. Naturalmente eso demuestra que las sociedad es helénicas, campo pero, igualmente, a ella acuden los desheredados o los grandes
que están experimentando el proceso de constitución de la polis, gene- p ropietarios que empiezan a convertirse en absentistas.
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En un reciente libro, Morris (MORRJS: 1987) ha propuesto inter- objetos y de ideas a lo largo y ancho de todo el mundo griego, de toda
pretar los datos de Snodgrass en el sentido de que no ha existido la Hélade.
seguramente tanto un incremento demográfico real. cuanto, sobre todo, Este auge económico que se detecta como consecuencia de la colo-
la concesión d e l «derecho de ente rramiento formal» a los miemb ros no nización, al contribuir a la superación definítiva del aislamiento existen-
aristocráticos de la comunidad lo que ha producido ese «8spej ismQ) te durante los Siglos Obscuros , no podrá dejar de afectar al proceso de
del incremento de población. Sea corno fuere, de ser cierta la inter- concentración de recursos Y personas que supone la p olis; del mismo
p retación de Morris, lo que se p ierde en el aspecto del despegue modo, y como he apuntado, también c irculan las ideas y Los e>qJerimen-
económico se gana en el de la integración politica de los distintos tos politicos que surgen en algún lugar del cada vez más arnpL~o mundo
grupos que config uran la polis y así ha acabado por verlo Snodgrass g riego, tienden a repercutir rápidamente e n otros, determmánd~se ,
(SNODGRASS , en City and Country in the Ancient World , 1991). D e cual- igualmente, unos netos avances , además de e n el campo e conórnlco,
quie r modo, incluso, el reconocimiento de estos «derechos funerarios» también en el p olitico, social, ideológico, e tc.
a los grupos no aristocráticos puede venir dado. además d e por su
creciente intervención en el ejército, por su peso en la activid ad econó-
mica durante la segunda mitad del siglo VIII. Del mismo modo , es 3.4. La ideología de la polis nacIente
necesario reconocer la existencia d e un incremento de población (o de
una «disponibilidad» , lo que no es exactamente lo m ismo) que p ermita Como es sabido, entrar en cuestiones ideológicas es siempre arries-
exp licar el auge d e la colonización a partir, p recisamente, de la mitad gado y es, por ello, muy difícil abordar este punto de la id e ología de la
del siglo Vlll a.C. polis naciente. Como he ido mostrando en los aparta~os antenores,
parece claro que la polis (al menos su estructura polihca, que n? es
poco) surge del deseo, voluntad, necesidad, etc. de un g rup o d e anstó-
cratas que «ponen e n el centro» sus respectivas parcelas de poder,
3.3.2. La Incidencia de la colonización
limitado a unas pocas tierras e individuos; esta «sunla» de p arcelas da
lugar a una unificación de territorio y población, expresada en la crea-
Sin perjuicio de lo que se diga en e l apartado correspondiente , sI se ción de un centro urbano. b ien a partir de la nada, b ie n, generalmente,
puede afrrmar que el fenómeno conocido con el término de «coloniza- sob re algún lugar preeminente por una serie de razones (restos micé-
ción» posee una incidencia fundamental en el proceso de constitución nicos, existencia de algún santuario, lugar residencia d e l m ás poderoso
de la polis; al dar salida a un excedente de p oblación que ha ido o p restigioso de entre los aristoi, etc.). Dentro de ese centro u rbano, el
acumulándose en las ciudades griegas, alivia la tensión social existente. temp lo paliada y e l agora serán centros importantes, que expresan una
Pero, al mismo tiempo, la extensión del radio de acción d e l mundo relación de igualdad entre quienes han participado de ese proceso.
griego, determinada por e l a uge del proceso colonizador, va a favore- Esa unificación política, d eseada por los nobles. traerá como co?se-
cer e l surgimiento de un nuevo ámbito, de tipo mediterráneo, en e l que cuencia inevitable la integración política d e todos los grupos no ansto-
se va a desenvolve r a partir de ahora la cultura helénica. En e l aspecto cráticos que , previamente dispersos y sometidos a la autoridad ~erso­
puramente económico, el incre mento d e las actividades comerciales va nal del aristas cor respondiente, van a comprobar ahora que su umón es
a ser el factor más d estacado ; unas actividades que abarcarán varias su fuerza. La intervención, cada vez más intensa, en la forma de comba-
facetas: relaciones entre las n uevas fundaciones y las poblaciones indí- te hoplitica, de estos elementos no aristocráticos, del demos, favorece-
genas circundantes, relaciones entre las colonias y sus metrópolis, en rá la aparición de nuevos ideales que , si bien contrapu~stos a los de los
las cuales aquéllas aportarán toda una serie de productos que escasean aristoi, contribuirán también a la definición de la pOl1S. Aun~e será
o son desconocidos en éstas, al tiempo que , como contrapartida, halla- necesario un p eriodo de luchas políticas , avivadas por las deslgualda-
r án fácil salida los excedentes agrarios y artesanales que tales metró- d es económicas y, por ende, sociales y juridicas, que marcarán la
polis producen. Igualmente, y más allá del restringido ámbito de las historia de la po]is en los siglos sucesivos , la dialéctica entre lo~ dos
relaciones metrópolis-colonia, cada ciudad (colonial o no) buscará sus ideales ya definidos se convertirá en el trasfond o del enfrentanllento
propios mercados, tanto desde el pW1to de vista de las importaciones primero latente y luego declarado. Naturalmente, cada una de las po-
cuanto desde el d e las exportaciones, lo cual favorecerá el tránsito de 1eis solucionará este conflicto de fonna distinta y es ello lo que explica-

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rA la diversidad de formas pol1ticas que tenemos atestiguadas o, al rasgos ideológicos más claros del mundo aristocrático del siglo VUI,
menos, las peculiaridades de cada ciudad griega. que perdurará además largo tiempo; por ello mismo, no será casual
que según vaya avanzando. con el paso del tiempo, la institucional~a­
ción de la polis. la misma tienda a restringir. mediante leyes suntuanas,
3.4.1. La Ideología aristocrática esos dispendios privados en el ámbito funerario . signos de formas de
vida pre-políticas que no encajarán en los ideales que la polis está
De la ideología aristocrática apenas tenemos mucho más que añadir contribuyendo a desarrollar.
a 10 ya visto anteriormente. Los aristoi, que en el" inicio del proceso que
estamos describiendo, tenían en sus manos el control politico del esta-
do, de cuya creación son r esponsables, junto con el control económico 3.4.2. La Ideología hoplitlca
y militar, van a ir 'sufriendo un proceso de transformación a lo largo del
sigl? VIII. Si bien conservarán el poder político y, por ser propietarios A estos ideales aristocráticos que invadirán prácticamente todos los
de tierras , el económico, no van a seguir poseyendo el monopolio d e la aspectos de la vida griega, p odríamos decir que .s~ oponen lo~ .que
actividad militar, pues irán perdiendo su privilegiada posición en el hemos llamado ideales hoplíticos . Con esta prec1s1ón (lo hoplltlco),
combate «homérico» al integrarse en la formación hoplítica. Sin embar- quiero dar a ente,nder que, en mi opinión, en el.siglo VIII no surge un~
go, sus aspiraciones en el terreno político, que irán perdiendo sólo tras verdadera ideología que tenga como protagomsta al demos; eso sera
graves conflictos internos en la mayor parte de los casos, van a ser un desarrollo ulterior que algunas ciudades alcanzarán, pero segura-
sustentadas por el desarrollo d e unas formas de vida peculiares, apo- mente no todas. Por ideología hoplítica entiendo la representación q ue
yadas por una ideología de tipo exclusivista, que tratarán de paliar las aquéllos que integran la falange hoplítica se hacen de su situación en el
, cons~cuencias de este proceso. El desarrollo del atletismo. la práctica seno de la poJis y cómo intentan que la misma dé cabida a sus aspira-
d.el slmposio, la ocasionalmente rigurosísima endogamia, la o rganiza- ciones políticas. Se ha· hablado en muchas ocasiones de un pres~to
CIón de «clubes» serán medios merced a los cuales la aristocracia «estado hopliticQ») y, en mi opinión, se ha abusado mu~ho del tér~mo .
tratará de superar el proceso. No nos engañemos, sin embargo, acerca Como veíamos anterionnente, ya en los Poemas Homéncos se atesngua
del v,erdade r~ ~apel de los aristoi, puesto que no podemos olvidar que el empleo de la táctica hoplitica (o, al menOS, proto-hoplitica), si bien se
lo~ clrcul?s dl.n gentes de las poleis griegas fueron siempre de origen dan pocos detalles al respecto. No cometo. pues , anac~o~ismo alguno al
anstocrátlco, mcluao en el caso de las ciudades democráticas y que plantear una supuesta ideología hopl1tica ya para los. ultImas mome~tos
ellos siguieron poseyendo la mayor parte de las tierras. Además, las del siglo VIII; por otro lado, creo que es más preCISO este enuncIado
solidaridades aristocráticas seguirán plenamente vigentes y ocasiones que uno referido al campesinado en general (véase 2.3.2).
como los agones panhelénicos o corno pactos y alianzas, a veces sella- Morris (MORRIS: 1987) , en su reciente libro, llega a afirmar que los
dos mediante matrimonios, una forma más de afirmar la xenia contri- combates en formación cerr ada fueron la forma de lucha normal y
buirán a mantenerlas . Sus propias d isensiones internas reperc~tirán, y que la impresión habitual de q ue lo que se practicaban eran ,dUel?S
mucho, en la marcha de la polis (vé ase 2.3.1 y 3.2.2). deriva de los propios recursos exp resivos del poeta que , por aS1 deClr-
Durante el siglo VIII los aristoi exhibirán sus rasgos diferenciadores, lo, «descompone» el combate general en una serie de duelos r~presen­
además de en su forma d e vida, d istinta de la que llevan a cabo otros tativos. Sin embargo, esta opinión parece contradecir el énfaslS que la,
elementos sociales y en los aspectos ya mencionados, en sus rituales literatura lírica posterior pone en el combate de tipo hoplítico, dond e
funerarios. Tumbas como las ya comentadas de Eretria, las tumbas son las formaciones las que se enfrentan. sin que el poeta lírico, que se
at~nienses cuyos semata o estelas funerarias son las bellas ánforas y
expresa habitualmente en un lenguaje muy pa~ecido, haya sentido esa
cra!eras del Maestro del Dipilón. las tumbas de la necrópolis del Fondo necesidad que Morris atribuye al poeta homérICO. Por otro lado, leyen-
AnIaco, en Cwnas de Opicia o las muy parecidas de Leontinos y Siracu- do a auto res griegos posteriores, algunos de ellos con una ~)Uena
sa, so~ ejemplos patentes del nivel económico alcanzado y de la mani- preparación filológica, observamos cómo ellos desta~an ta~blén la
f~stac16n simbólica. en el momento del enterramiento, de esa equipara-
importancia del duelo o combate individual (monomachla) (p. ej., Estra-
ción con los héroes homéricos que real o simbólicamente se pretende. bón, X, 1, 13). .
y es, ciertamente, la recurrencia a esos ideales homéricos uno de los Por otro lado, los estudios realizados sobre el annamento gnego.
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así como sus representaciones gráficas en pinturas sobre ceramica,
parecen mostrar cómo lo q ue llegará a ser el equipo habitual del
1 fuerzo físico del soldado de infantería pesada. Esta interpre tación ({furÍ·
cional» no debe ocultar, empero, un hecho fácilmente apreciable, cual
combatiente hop lítico a saber , casco, grebas, pica, coraza y, sobre es la disponibilidad de individuos susceptibles de costearse su arma-
todo. el escud o u hoplon con el innovador sistema de ab razadera (por- mento y de intervenir en el combate ; pero esto tampoco explica por
pax) y agarrador (an tilabe). ha ido surgiendo. paulatinamente a lo largo q ué se produce la aparición de un ejército hoplitico. En mi opinión es. la
del siglo VIU para no hallar su p leno desarrollo sino en el siglo Vil. Los necesidad de disponer de una fuerza mayor fren te al eventual contnn-
Poemas Homéricos muestran, ciertamente, ya-combates de tipo hopliti- cante la que lleva a echar mano de esos individuos capaces de armars.e
ca, pero sin que aún se hayan extinguido los ecos d el combate indivi- por su cuenta y que habían permanecido infrau~lizados. Que es~ feno-
dual entre guerreros aristocráticos. El ejemplo de la guerra Lelantina, meno se haya p roducido antes en ámbitos colomales o metropolitanos,
al que aludiré más adelante, parece mostrar, precisamente, cómo dos no sabría d ecirlo; que, no obstante, el ejemplo colonial haya acelerado
concepciones diferentes de la guerra se hallan enfrentadas en el mismo un proceso tal vez ya en marcha en la Grecia propia creo q ue tampoco
momento. Esta situación de tránsito es la que, en cierta medida, r efleja- puede dejar de tenerse en cuenta.
rían los Poemas Homéricos. Sea como fuere , la verdad era expansión d el sistema no tendrá lugar
De lo anterior parece desprenderse, por consiguiente, que el surgi- hasta el siglo V II a.C.; sin embargo, en el sig lo VIII, sobre todo en sus
miento de la táctica hoplitica es consecuencia de un proceso que ha momentos finales, ya empezamos a atisbar algún rasgo de la nueva
empez ~~o a gestarse en el siglo VIII, mediante el cual se va a ampliar la ideología que el nuevo sistema lleva implícita. Ello lo encontramos,
b ase nuhtar de la p olis. Las ya mencionadas innovaciones en el campo claramente. en el discurso de Tersites (Ilíada. n. 225-242) y en las
del armamento p ueden preceder ocasionalmente a la función a la que referencias a la dike de Hesíodo. Ciertamente , yo no me atrevería a
van a servir pero par ece más razonable pensar que es el surgimiento afirmar sin más que el pap el de Tersites en la lliada sea el del hoplita
de nuevas necesidades bélicas lo que va a llevar a esos cambios. pero si es, en todo caso, un «hombre del pueblo», por usar la expre-
Incidentalmente , diré que en mi opinión la situación a la que tienen que sión homé rica, como se observa por el hecho de que es g olpeado p or
enfrentarse aquellos individuos que forman parte de las expediciones DUses, del mismo modo que golpea a esos «homb res d el pueb lo»
coloniales g riegas ha podido influir decisivamente en la expansión de durante la desbandada del ejército aqueo (Ilíada. n. 198-206). y puesto
esta n ueva táctica. En e fecto, las guerras que habían tenido lugar antes que Tersites parece tener participación en los asuntOs militares, ~emos
de ese movimiento colonizador tenían como p rotagonistas a una serie de concluir que, tal vez, tenemos en su b reve parlamento la pnmera
de ~obles de aldeas o de territorios distintos, que combatían según una reclamación explicita de aq uéllos que, sin se r arisloi, luchan a su lado.
sene de normas de obligado cumplimiento. La situación en ambientes Destaco , solamente , la siguiente frase:
coloniales debe de haber sido netamente d istinta, por cuanto las pobla-
ciones no griegas tenían sus propios hábitos de combate y, sobre todo, «... volvamos decididamente a casa con las naves y d ejé mosle a él que
porque a diferencia de lo que suponía una guerra en el ámbito g riego digiera sus derechos en la tierra de TToya , para que vea si vale alg? o
no la ayuda que nosotros le prestamos.)) (llfada, n , 236-238; tTaducClOn
(limitada, ha bitualmente, a disputas por zonas de cultivo o pasto) en el
ámbito colonial una derrota pod ía implicar la pérdida definitiva de la de C. Rodriguez Alonso.)
oportunidad para establecerse. En estas condiciones, se impon1a un
esfuerzo conj unto d e todos los miembros de la expedición, sin distin- Por lo que r especta a las referencias de Hesíodo a l~ dike y ~us
ción de status , en el esfuerzo común. Del mismo modo, si los nobles de quejas del mal gobierno y la amenaza que pende s.obre q wenes actúan
la Grecia propia combalian a caballo (lo cual tampoco e s totalmente de tal modo , remito a lo que en su momento he dICho (véase 2.2.3).
seguro), las expediciones coloniales, que sepamos, no iban provistas De esta manera si bien no se puede hablar en propiedad aún para
de tal animal, lo que obligaba a un tipo de combate en el que la el siglo VIII de «id~ología hoplitica», sí podemos observar cómo existe
infantería tendría e l mayor peso. ya un descontento latente entre aquellas p ersonas , integradas en la
Dado este p rimer paso, el sistema se extendería poco a poco por polis aristocrática, a quienes se le s exige cada vez un esfuerzo ayor y n:
todo el mundo griego, por obvias razones, a las que aludiré a p ropósito que no encuentran adecuadas contrapartidas ni en lo social, nI en lo
de l~ guerra Lelantina . Paulatinamente, el sistema de la falange , iría económico, ni en lo político. Están ya sentadas las ba~es de. lo q~e
surgIendo como el procedimiento más eficaz para aprovechar el es- caracterizará en buena medida al siglo v n griego: la staslS, la discordla
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civil, que llevará al establecimiento de nuevas z:elaciones sociales po r 1975), el uso d e armas arrojadizas (dardos, lanzas) y de instrume ntos
el trámite dél conflicto, m uchas vece s c ruento , e ntre opciones enfrenta- para lanzar otras (arcos, hondas); estaba permitido el uso de caballería
das. Antes de abordar esas cuestion es, sin embargo, tendré que hablar como fuerza de ataque y para traslado de tropas y equipo e n carros, así
de la colonización griega, p e ro p reviamente me referiré , a modo d e como e l emp leo de espada y pica en lucha cuerpo a cuerpo. La época
excurso, a la cuestión d e la guerra Lelantina lo que me permitirá seguir del conflicto ha suscitado, igualmente , numerosas controversias; es p o-
abund ando en la «cuestión hop lftica» . sible, como se ha sugerid o (Plutarco, Sept. Sap o Con v. , 10), que el
basileus Anfidamante de Calcis muriese durante el conflicto; igual~
- La guerra Lelantina mente, el «p ríncipe» ente rrad o en la necróp olis d e la p uerta Oeste d e
Eretria p ued e haber sido participante y quizá víctima del enfrentamien-
En páginas anteriores he esbozado el proceso de e xpansión del to. Todo ello y otros argumentos, situarían la Gue rra Lelantina entre el
sistema d e combate hoplitico y en las mism as prop onía como motor final d el siglo VIII y el primer cuarto del siglo VII.
importante, pero se guramente n o único, el proceso d e colonización. El No es extraño ver a una ciudad e uboica, Eretria, entre las p recurso-
caso d e la guerra Lelantina permite comprobar de qué mane ra ha ras de este nuevo sistem a de lucha: no olvidemos que los euboicos
p od ido irse e xte ndie ndo este sistema desd e los lugares originarios habían estado implicados, de modo muy importante , durante al menos
(donde quiera qUe hayan estado éstos) a las restantes paJeis. De este los cincuenta años previos al conflicto , en el p roceso colonizador. Ello
conflicto, q ue e nfren tó a Calcis y Eretria po r la p osesión d e la llanu ra corroboraría la impresión manifestada anteriormente según la cual las
d el Le lanto, que: se hallab a entre los territorios d e ambas, no nos peculiares condiciones d e l mundo colonial pueden haber fa vorecido la
inte resa aquí la polftica de alianzas que. en palab ras de Tucídides (1, adop ción, incluso en la Grecia propia, d el nu'evo sistema. Pero , al
15), afectó a b uena p arte del m undo g rieg o , sino más bie n el p acto q ue mismo tiempo, el ejemplo de la guerra Lelantina muestra cómo el
se concluyó entre ambos contendientes sobre el modo de llevar a cabo sistema hop lítico va siendo ace ptado , en la mayor parte d e los casos,
e l combate . Las p rincipales informacion es d e que disponemos, q ue como necesidad ineludible en el mismo momento en que otras poJeis
parecen remontar a la misma fuente, son las siguientes: ya lo han adoptado. Sería un claro ejemplo de ((difusión» d e una nueva
táctica bélica: el que Ere tria d isp onga de un ejército (pre-)hoplftico y
«Tanto es así que convinie ron en usar, en las peleas de unos contra su vecina Calcis, tanto o más involuc rada en el proceso colonizad or, no
~t~os. ni armas se cretas ni arrojadizas a distancia; consideraban que 10 tenga, sería la prueba d e ello . La aristocracia calcídica se resistiría a
~l?a,?ente la lucha cue rpo a cuerpo, en fo rmación cerrada, pod1a introducir en el cuerpo combatiente a aquellos ciudadanos capacitados
dmmIr verdaderamente las diferencias ." (Polibio, xm, 3, 4; traducción para el mismo, mientras que en Eretria, aunque ciertamente no sab e-
de M. Balasch.)
mos muy bien p or qué , sus aristoi habrían empezado a combatir junto
«En .efecto, e~tas ciudades casi siempre mantuvieron entre sí puntos
d e VIsta semej antes, y no cesaron por completo ni tan siquiera cuando con «hombres del demos», Para mantener su capacidad ofensiva, Cal-
se enfr entaron a causa de (la llanura del) LeJanto , lo que hubiera cis s e ve obligad a a incorporar la nue va táctica o, al menos, algunos d e
p roducid o que cada uno hubiese actuado e n la guerra a su antojo, sino sus e lementos más característicos. El tránsito al ejército hopllti co es,
que, por el contrario, se preocuparon de fija r entre ellos las reglas desde ese m ome nt o, inevitable. Es, p ues, la fue rza d e las circunstancias
d el combate . Es prueba de ello cierta estela que está e n e l (santuario) la que en muchos casos de termina el paso al sistema hoplítico, sin que
~arintio, en la que. se indica q ue no se podían emplear armas arroja- de ahí se deriven las per tinentes contrapartidas. Com o adelantábamos
dlZas .» (Estrabón. X, 1, 12; traducción del autor. ) anteriormente , la reacción del grupo de los hoplitas no se hará espe rar.
Nosotros, por nuestra parte, sí aguardaremos antes de acometer dicho
El pacto surge d e la existe ncia de d os concepciones tácticas d iferen- tem a, puesto que aho ra es llegad o el momento de abordar la cuestión
tes: por un lado, la tradicional y aristocrática, empleada por Calcis y, de la colonización g riega (véase 5.3).
por otro lad o, una forma apr oximada a la hoplítica , usada por ETetn a.
La incompatib ilidad entr e ambos sistemas lleva al establecimie nto de
normas q ue pennitan el combate; eventualmente, Calcis acaba por
adoptar ,. C?ffiO muestran los té nninos del tratado, el sistema h oplítico.
Se prohiblr!a, en opinión de Fernández Nieto (FERNANDEZ NIETO:

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