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Pierre Bourdieu
Pierre Bourdieu
Por este motivo, mas que ritos de paso (Arnold Van Gennep) yo los denominaría ritos de
consagración, ritos de Legitimación o, sencillamente, ritos de institución (…) (Bourdieu,
1982: 99)
Hablar de rito de institución es abordar que todo rito tiende a consagrar o legitimar, es
decir, a hacer que un Límite arbitrario se desconozca como tal y se reconozca como
legítimo, natural. (100)
Así como la institución consiste en asignar propiedades de naturaleza social de forma que
aparezcan como propiedades de Naturaleza natural, el rito de institución tiende
lógicamente, como han puesto de relieve Pierre Centlivres y Luc de Heusch, a integrar las
oposiciones propiamente sociales, como masculino/femenino, en serie de oposiciones
cosmológicas- con relaciones como el hombre es a la mujer como el sol es a la luna-, lo
que representa una forma muy eficaz de naturalizarlas. (101)
La investidura (del caballero, del diputado, del presidente de gobierno, etc) consiste en
sancionar y santificar , al darla a conocer y al reconocerla, una diferencia (preexistente o
no), a darle existencia en tanto que diferencia social, conocida y reconocida por el agente
investido y por los demás. En suma, si la ciencia social quiere comprender lod fenómenos
sociales más fundamentales, tanto en las sociedades precapitalistas como en nuestro
mundo, debe tener el cuenta el hecho de la eficacia simbólica de los ritos de institución;
es decir, el poder que detentan para actuar sobre lo real, al actuar sobre la representación
de lo real. (101)
En esta lógica (investidura), podemos comprender el efecto de todos los títulos sociales de
crédito o de creencia –los ingleses los denominan credentials- que, como el título de
nobleza o el título escolar, multiplican, y de forma duradera, el valor de su portador al
multiplicar el alcance y la intensidad de la creencia en su valor. (102)
La esencia social es el conjunto de esos atributos y esas atribuciones sociales que produce
el acto de institución como acto solemne de categorización que tiende a producir lo que
designa. (103)
Una de las funciones del acto de institución consiste en desalentar de forma permanente
de la tentación de transgredir, desertar o dimitir. (104)
(…) Como han demostrado muchas experiencias psicológicas, la gente se adscribe con
mayor fuerza a una institución cuanto más severos y dolorosos son los ritos de iniciación
que impone. (106)
Mejor que los signos externos, como las condecoraciones, uniformes, galones, insignias,
etc., los signos incorporados, como todo lo que denominan las formas, formas de hablar –
los acentos-, formas de andar o de comportarse –los andares, el aspecto, la actitud-,
formas de comer, etc., y el gusto, como principio de la producción de todas las prácticas
destinadas, con o sin intención, a significar la posición social a través del juego de
diferencias distintivas, están destinados a funcionar como llamadas al orden, por las que
se recuerda a los que lo olvidaron el lugar que les asigna la institución. (106)
El verdadero milagro que producen los actos de institución reside sin duda en el hecho de
que logran hacer creer a los individuos consagrados que su existencia está justificada, que
sirve para algo. Pero, por una especie de maldición, la naturaleza, esencialmente
diacrítica, diferencial, distintiva, del poder simbólico hace que el acceso de la clase
distinguida al Ser lleve como contrapartida la inevitable caída de la clase complementaria
a la Nada o a un menoscabo del Ser. (109)