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INSTITUTO UNIVERSITARIO DEL

CENTRO DE MÈXICO

LIC. JOSE ALBERTO LARA AZUARA

“APLICACIÓN DE PENAS Y SISTEMA PENITENCIARIO”

FANNY SARAI LARRAGOITI SILVA

V000000796

LIC. CRIMINOLOGIA

CRI072

7º CUATRIMESTRE

15 DE ABRIL DEL 2020

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APLICACIÓN DE PENAS Y SISTEMA PENITENCIARIO

El sistema penitenciario es el que se encarga de proteger vigilar los derechos de todas


aquellas personas que se encuentran privadas de su libertad, en los distintos centros de
readaptación, reinserción social, establecimientos penitenciarios, separos preventivos y
centro de internamiento y atención juvenil del estado, excepto aquellas personas que
legítimamente les han sido limitados.

Supervisa que el lugar o la instancia en que se encuentran las personas detenidas, esté
en adecuadas condiciones estructurales y funcionales, que haya buena iluminación,
ventilación, higiene, y que cuenten con todos los servicios indispensables y necesarios
para que puedan vivir dignamente.

Revisa que se les otorgue alimentación en calidad y cantidad suficiente; atención


médica, psicológica, psiquiátrica, educación, actividades laborales, recreativas y
deportivas; comunicación telefónica con su familia, defensor e Instituciones, visita
conyugal y familiar, etcétera.

Observa que la actuación de los Defensores Públicos en los procedimientos penales, se


realice responsable y adecuadamente.

Es muy importante conocer los inicios del sistema penitenciario desde las primeras
épocas como se fue desarrollando este sistema, y porque dio inicio, en mi opinión fue
muy bueno implementar este tipo de sistemas en México, ya que no es muy común
hacerles valer sus derechos a las personas privadas de su libertad.

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LOS SISTEMAS PENITENCIARIOS EN MEXICO

El sistema penitenciario en México se ha transformado radicalmente para el bien de los


internos; ha pasado de un lastimoso castigo para las personas que delinquen a un
proceso de readaptación social integral en el que se les dota de herramientas para
enfrentarse a su libertad al haber cumplido su condena.

México ha adoptado medidas en materia penitenciaria, como las Reglas Mínimas para
el Tratamiento de los Reclusos, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el
Tratamiento de los Reclusos (Reglas Mandela), Las Reglas de las Naciones Unidas
para el Tratamiento de las Reclusas y Medidas no Privativas de la Libertad para las
Mujeres Delincuentes (Reglas de Bangkok), entre otros, a pesar de ello, las estrategias
no han arrojado resultados contundentes en el país.

Época pre-colonial

Durante la época prehispánica en México la privación de la libertad no revistió el mismo


fin que conocemos en la actualidad, esto es, no llegó a ser considerada como pena,
solo como medida de custodia preventiva en tanto se ejecutaba el castigo impuesto
como la pena de muerte entre otros, la cárcel ocupaba un sitio secundario para
acciones delictivas poco importantes, y es mínima su trascendencia, como pena, frente
a las demás penas crudelísimas que aplican con enorme rigor.

Esta época estaba conformada por los Mayas, Mexicas y Aztecas.

Los mayas cuando un individuo cometía un delito utilizaban el resarcimiento del daño
para todos aquellos delitos que no eran graves. Y para todos aquellos delitos que en
ese entonces se consideraban graves ellos recurrían a la esclavitud y en otros casos
más fuertes llegaban a matar a los delincuentes.

Los Mexicas estos utilizaban a su emperador como su administrador de justicia y era el


quien ponía las sentencias para cada individuo que llegase a cometer algún delito,
estos llegaban a utilizar el sacrificio humano y has practicar el canibalismo con sus
delincuentes.

Los Aztecas la autoridad de ellos eran 4 ancianos caciques la manera de imponer las
penas era la pena multa prohibida que en su lugar era, que decomisaban sus bienes, a
sus hijas las convertían en esclavas, cuauhnochili (lugar de enjaulados), y el empleado
ejecutor era el alguacil mayor. Sus cárceles que en su idioma náhuatl se le decía
telpiltoya, estas eran, cuevas oscuras, eran crueles, eran jaulas de madera gruesa, y
las personas que cuidaban eran carceleros y guardias.

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Época colonial

En esta época sistema penitenciario se basó en distintas las leyes de las Siete Partidas,
la Novísima Recopilación y las Leyes de las Indias.
En este periodo los presos pagaban el derecho de carcelaje, los espacios de encierro
se dividían para hombres y mujeres, se establece un sistema de limosnas para la
alimentación de los reos.

En esta época el trabajo no era algo que tenía que ser obligatorio no era esencial, el
preso debía pagar el llamado derecho carcelario, las penas impuestas no buscaban
alguna rehabilitación.

Aquí se implementó la separación entre hombres y mujeres, ya en esta época se iban


modernizando había más precaución tanto que comenzó a haber un libro de registros
de presos, dentro de las cárceles se prohibía cualquier tipo de juego de azar, existía
limosna a favor de los presos para su alimentación.

Se empezó a implementar la ley de indias, se protegía a los reos de cualquier abuso,


había agua limpia para todos, y se les permitía asear.

Antecedentes

Los centros penitenciarios aparecen con la civilización y con las nuevas


estructuraciones de la sociedad, en las que comenzó a surgir una intensa preocupación
por anular el crimen por medio de la utilización de la prisión entendida como detención y
no como castigo. Este inconveniente tuvo una importante relevancia en el pasado, que
llevó a que memorables filósofos de la época se plantearan los interrogantes de cómo
afrontar los crímenes, como tratar a quienes los cometen y cuál es la sanción que como
consecuencia se les debería aplicar. A título de mera referencia se puede mencionar
entre otros a Hesíodo, Pitágoras, Heráclito, Protágoras, Sócrates, Platón (que la sufrió
en persona) y Aristóteles. Peña Mateos señala que los vestigios que nos han dejado las
civilizaciones más antiguas (China, Egipto, Israel y Babilonia) muestran a la prisión
como un lugar de custodia y tormento, siendo aprovechada en determinadas ocasiones
para averiguar determinados aspectos del proceso criminal. En idéntico sentido, García
Valdés comenta que todos los derechos antiguos y ordenamientos medievales
establecen que la prisión es un lugar de retención, “la cárcel de custodia”, repetido en
las Partidas o en el Libro de las Costumbres de Tortosa. Obran también antecedentes
remotos desde el referido Platón a San Juan Crisóstomo citados por Cándido Conde
Pumpido, los cuáles entienden que la pena es una medicina contra el autor del delito, el
tratamiento su aplicación y la cárcel el hospital. No obstante ello, el inconveniente
siempre estuvo en el contenido y la práctica de la medicina, por lo que el
correccionalismo del Siglo XIX (Grolman, Stelzer y luego Röeder) citados por Jorge

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Barreiro conciben la terapia penológica como reajuste moral, intelectual, y jurídico que
convenciendo al reo de su dañosa desviación le evite nuevas penitencias y proteja
simultáneamente, ahora y luego, a la sociedad. Aunque no existe unanimidad, el más
antiguo sistema de prisión conocido (en el sentido de establecimiento destinado al
cumplimiento de la pena) es la cárcel, que data de 1166, en que Enrique II de Inglaterra
mandó construir una en Claredon, donde promulgó sus famosas constituciones. Ya en
la Edad Media, surgieron nuevos establecimientos carcelarios de carácter privado, de
propiedad de familias, cuyo derecho de gestión fueron vendidas o cedidas en lugar de
una pensión. Asimismo, Garrido Guzmán8 se refiere a esa época, manifestando que
toda medida restrictiva de la libertad que se ejecutara por medio de las cárceles, se
hallaba bajo el arbitrio de príncipes o gobernantes, quienes la imponían en forma
restrictiva en función del status social, la severidad o gravedad del delito cometido,
pudiendo conmutarse por prestaciones en metálico o en especie.

Ley de indias

Para sostener legalmente estas entidades, la Corona emitió las Leyes de Indias,


mediante las cuales se regulaba la vida social, económica y política de las colonias.
Respecto a las Leyes de Indias, caben destacar las revisiones a las que fueron
sometidas las Leyes de Burgos, las primeras aplicadas en América, las
cuales establecían el trato que debía recibir el nativo, estipulando que los indios son
libres, pero son súbditos de los Reyes Católicos, que debían trabajar en condiciones
humanas, pero que su salario podía ser pagado en especie, y que en caso de que se
resistiesen a las evangelización, estaba autorizado el uso de la fuerza contra ellos.
Estas leyes, además, permitían el sistema de encomiendas, siempre y cuando se diera
prioridad a la evangelización de los nativos y se les tratase de una manera humana.

Pero la realidad era distinta. La polémica se suscitó a partir de las denuncias realizadas


por el obispo dominico Bartolomé de las Casas, con respecto a los malos tratos que
recibían los aborígenes con el sistema de encomiendas. Para solucionar esta situación,
Carlos V convocó una junta de juristas que elaboraron las Leyes Nuevas, las cuales
fueron promulgadas el 20 de noviembre de 1542. 
Estas leyes, intentaron mejorar las condiciones a las que estaban sometidos los
nativos, mediante la prohibición de la esclavitud de los aborígenes, protección de la
Corona, y la prohibición de la creación de nuevas encomiendas. Este último punto, la
prohibición de la creación de nuevas encomiendas, provocaría que este sistema de
trabajo desapareciese, lo cual creó fuertes recelos entre los encomenderos limeños,
quienes se rebelaron contra el virrey llegando incluso a derrocarlo. El orden fue
restablecido por las autoridades y se decidió permitir la creación de
nuevas encomiendas, ya que su ausencia perjudicaba gravemente a los colonos
españoles.
Las Leyes de Indias sufrieron numerosas modificaciones a través de los años. Estas
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modificaciones se realizaban en función de los cambios a los que se veía sometida la
administración y las necesidades de la metrópoli.

Situación de las cárceles en México

En México existen más de 430 cárceles estatales y federales. Tienen una capacidad
para atender a 189 mil 397 internos. Sin embargo, según el Diagnostico Nacional de
Supervisión Penitenciaria, realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos,
en ellas hay una población de 238 mil 269 reclusos, es decir, hay una sobrepoblación
de 48 mil 872 personas.

Este informe señala que las 10 peores cárceles están en el Distrito Federal, Estado de
México, Tamaulipas, Nuevo León, Quintana Roo, Coahuila, Oaxaca, Guerrero, Tabasco
y Nayarit. Las mejores evaluadas están en Aguascalientes, Guanajuato y Tlaxcala.

Lo más grave es que en el 60 por ciento de los reclusorios hay autogobierno, es decir,
mandan los presos.

En el penal de Cieneguillas, en Zacatecas, hay una población de 493 reos, en el 2010


había más de mil presos.

Aquí el autogobierno es solapado por las autoridades, según ellos, para mantener el
control y orden.

En Guerrero, existen 17 penales con capacidad para más de 3 mil internos, pero
actualmente están recluidas 5 mil 262 personas. Según Miguel Ángel Orihuela,
subsecretario del Sistema Penitenciario de Guerrero, en dichos centros penitenciarios
no mandan los presos.

Para mantener el control las autoridades penitenciarias, diseñaron programas de


readaptación como talleres ocupacionales, artesanales y esquemas de educación, es el
caso del Centro de Reinserción Social 3 de Ciudad Juárez, Chihuahua .

La cárcel de la acordad

En una de las calles frente a lo que ahora es la Alameda Central, en la época de la


Nueva España se encontraba La Acordada, una de las cárceles más crueles de México.

La Acordada, donde se privaba a los presos del mundo exterior, era uno de los sitios
más temido por los reos, ya que aquí se cumplían de manera rígida los reglamentos.

La cárcel del Tribunal de La Acordada se encontraba en la antigua calle del Calvario,


que hoy forma parte de Avenida Juárez y tenía su fachada hacia el norte de la

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manzana, limitada por la calle Acordada, hoy Balderas.

El edificio de La Acordada era uno de los más característicos de la capital novohispana,


un espacio que fue inaugurado el 14 de febrero de 1781.
Esta cárcel, según describe Francisco Javier Peña, tenía los patios estrechos y los
dormitorios eran tan húmedos y oscuros que podrían haber sido tomados como
calabozos del feudalismo; además, contaba con una fuente pequeña escasa de agua.

En cuanto a las condiciones en las que vivían los reos, se cuenta que se les servían los
peores alimentos, moraban en las galeras húmedas sin luz ni ventilación y por las
noches eran acosados por insectos sin más cama que una estera miserable y una sucia
y vieja frazada.
Este edificio de pesada arquitectura albergó una prisión de la que salieron hacia el
patíbulo miles de delincuentes que habían sembrado el terror y el espanto en la ciudad.

La historia cuenta que durante el siglo XVIII el país estaba lleno de asaltantes y
ladrones de caminos, por lo que el virrey duque de Linares y la Audiencia de
México acordaron reducir el crimen por medios enérgicos y declararon una persecución
contra los malhechores.

El alcalde era don Miguel de Velázquez, que era un cruel perseguidor de


bandidos, cuya fama de sanguinario todos temían.

Velázquez era juez y verdugo de los criminales por lo que fue conocido por su
brutalidad y por mandarlos directo al patíbulo.

Además, Miguel de Velázquez pasaba todos los días a visitar a los prisioneros y los
castigaba con azotes, cadenas y hasta ratas que devoraban vivos a los reos.
Las crónicas de aquella época arrojan un gran saldo de castigos:

 1,729 reos azotados,

 19,410 remitidos a presidio,

 263 destinados a oficios y obrajes,

 777 desterrados a los pueblos,

 68 entregados a la Inquisición

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 1,280 muertos en la prisión

 249 trasladados a hospitales

 35, 058 dejados en libertad.

Muerto Miguel de Velázquez la prisión de La Acordada continuó funcionando bajo un


régimen menos severo, pero igual de injusto y arbitrario.

La constitución de 1857

El Congreso Constituyente de 1856-1857 se propondría los asuntos más delicados en


la relación entre el hombre y el poder político, y un poco menos los relativos a la
relación entre los individuos; ésta sería recuperada, profundizada, renovada por el
Congreso de 1916-1917. En todo caso, el tema de las penas corresponde a la primera
categoría, por las razones que ya vimos. Hay que advertir, además, que el ilustre
Constituyente liberal, compuesto por algunos de los mejores hombres de la República,
no sólo tenía en mente las doctrinas filosóficas con más hondo compromiso humanista,
que sugerían racionalidad y benevolencia, sino tenía a la vista -aguda y dominante- la
difícil situación de un país atravesado por guerras civiles, mal administrado y
difícilmente gobernado, en cuyos campos y en cuyas calles abundaban los
delincuentes, y este otro panorama sugería rigor y cautela. No parecía posible, pues,
que aquellos espíritus selectos cedieran completamente a sus convicciones, sin hacer
de paso alguna concesión -pero muy grande- a las exigencias de una sociedad
atribulada.
El Congreso se dividió entre quienes admitían sin entusiasmo alguno- la dura necesidad
de mantener la pena de muerte, porque no había buenas alternativas penales, y
quienes urgían a suprimirla sin tardanza. El problema de la pena capital no ha cesado
de agitarse en el mundo entero; México no fue -ni es- excepción a esta regla. Contra la
corriente favorable a la conservación de la pena de muerte, el diputado Prieto preguntó
refiere Zarco "qué motivo tenía la comisión para hacer recaer sobre los reos el descuido
del gobierno en la mejora de las cárceles". En la misma línea, Ramírez, el Nigromante,
impugnó la idea que "podemos matar mientras no haya buenas cárceles". Y Prieto, una
vez más, censuró la decisión de gobierno implícita en la pena de muerte: "No te doy
trabajo ni educación, pero te doy cadenas; no te puedo dar moralidad; pero te doy
horca. Muere y paga mi indolencia y mi abandono".
Finalmente, el Congreso adoptó, por mayoría, un texto que tiene antecedentes, como
ya señalé, en el Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana: "Para la
abolición de la pena de muerte, queda a cargo del poder administrativo el establecer, a
la mayor brevedad, el sistema penitenciario" (artículo 23, primera parte). Ciertamente no
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hubo plazo para ese establecimiento, aun cuando Vallarta había propuesto en el
Constituyente que se fijara en un lustro.
En los siguientes años proseguiría el debate sobre este asunto. Vallarta, que como
legislador y tratadista fue adverso a esta sanción, debió sostener su legalidad como
ministro de la Suprema Corte de Justicia: "en este tribunal no soy el filósofo que discute
teorías, ni siquiera el legislador que examina hasta dónde las costumbres y
necesidades del pueblo para el que legisla, puedan aceptar las teorías de la ciencia".
En suma, debía aplicar la ley, precisamente en sus términos.
La pena de muerte se sustentó en dos órdenes de argumentos: la necesidad irresistible,
que admitieron los Constituyentes, a falta de sistema penitenciario confiable; y las
condiciones de la sociedad mexicana. Este último alegato se muestra claramente en
una expresión de Macedo:
La penalidad debe relacionarse con las condiciones de cada pueblo, y siendo una de
las características del nuestro la insensibilidad y el poco respeto y apego a la vida no
parece prudente acoger las teorías que sostienen la conveniencia de mitigar las penas,
sino que se impone la necesidad de hacerlas más y más severas, hasta que lleguen a
producir su efecto intimidante.
En la opinión pública probablemente prevalecía la posición favorable a la pena capital,
con o sin penitenciarías; no se aceptaban con facilidad las propuestas "sensibleras" y
"utópicas" de los abolicionistas, que siempre los hubo.
Con respecto a la fórmula de 1857, se preguntaron los intérpretes a qué gobierno
correspondería establecer el sistema penitenciario: al federal o a los estatales. Vallarta
consideró que esto era de la incumbencia local, aunque también advirtió con gran razón
que la existencia de penitenciarías no es ya existencia de un sistema penitenciario.
"Bien puede estar concluida la fábrica material de una penitenciaría -señaló-; pero si no
existen las leyes, nadie puede sostener que sólo con mantener a los presos guardados
en ese edificio, hayan quedado cumplidas las condiciones del legislador constituyente
sobre este punto". José María Lozano sostuvo que "una vez construida en un Estado su
penitenciaría, y puesto en vigor en ella el régimen penitenciario, están llenadas las
condiciones de nuestro artículo 23; y mediante la declaración de estos hechos por el
gobierno de la unión, debe quedar abolida en el Estado respectivo la pena de muerte
para todo género de delitos".

Código penal de 1871


Con anterioridad a 1869, en la capital se había ya integrado una comisión, en 1861,
formada por Urbano Fonseca, José María Herrera y Zavala, Ezequiel Montes, Manuel
Zamacona y Antonio Martínez de Castro, en la que igualmente figuró Carlos A.
Saavedra en sustitución Ezequiel Montes, la que suspendió sus trabajos a virtud de la
guerra de intervención francesa, volviéndose a integrar en 1868 con don Antonio
Martínez de Castro, Manuel Zamacona, José María Lafragua y Eulalio Ma. Ortega,
donde figuró como Secretario, Indalecio Sánchez Gavito, la cual culminó sus trabajos

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dando origen al Código Penal de 1871, conocido como Código Martínez de Castro. Este
ordenamiento constó de 1 152 artículos, además de los transitorios, ordenados en
cuatro libros denominados: el primero; De los delitos, faltas, delincuentes y penas; el
segundo, Responsabilidad civil en materia criminal; el tercero, De los delitos en
particular; y el cuarto, De las faltas.28 Este código de 1871 tiene marcada influencia del
Código Penal español de 1870, inspirado en las corrientes doctrinales de su época,
pero con las innovaciones consistentes en la inclusión de las Medidas de seguridad, y
la institución de la libertad preparatoria. Tomando, fundamentalmente, para la
determinación de las penas, la proporcionalidad cualitativa y cuantitativa entre las
mismas y el daño causado por el delito, procurando la divisibilidad de las penas y
estableciendo igual graduación de ellas respecto de los participantes en el delito.
Acogió el sistema de clasificación de delitos graves y leves, señaló las penas a unos y
otros, y otorgó al juzgador un arbitrio limitado con un sistema de agravantes y
atenuantes.
En el año 1903, y con el propósito de renovar la legislación penal de 1871, se integró
una comisión en la que figuraron Miguel S. Macedo, Manuel Olivera Toro y Victoriano
Pimentel, a fin de realizar los trabajos de revisión y proponer las reformas pertinentes, a
la que se unió Jesús M. Aguilar, comisión que concluyó sus trabajos mediante el
proyecto de reformas de junio de 1912, sin que el mismo llegará a tener vida jurídica.
De nueva cuenta, a partir de 1925, se designa por el presidente de la República una
nueva comisión, que en 1926 queda de manera definitiva integrada por José Almaraz,
Ignacio Ramírez Arriaga, Antonio Ramos Pedraza, Enrique C. Gudiño y Manuel Ramos
Estrada, misma que concluyó sus trabajos, y el presidente Emilio Postes Gil, en uso de
sus facultades concedidas por el Congreso, expide el Decreto de 9 de febrero de 1929,
dando vida legal, el 30 de septiembre del mismo año, al Código Penal de 1929.

La constitución de 1917
En 1916, año de cita del Congreso Constituyente revolucionario, la situación de las
cárceles era ruinosa. Muchos de los diputados reunidos en Querétaro habían padecido
prisión y maltrato. Por ende, clamaban contra la represión de la dictadura y solicitaban
la destrucción de los viejos penales y la adopción de un nuevo sistema carcelario. En su
mensaje al Congreso, Venustiano Carranza planteó un ambicioso proyecto
centralizador. Así, el segundo párrafo del propuesto artículo 18 decía: "Toda pena de
más de tres años de prisión se hará efectiva en colonias penales o presidios que
dependerán directamente del gobierno federal y que estarán fuera de las poblaciones,
debiendo pagar los Estados a la Federación los gastos que correspondan por el número
de reos que tuvieren en dichos establecimientos".
La idea de Carranza sublevó al Congreso; tocaba algunos puntos delicados: la
soberanía de los Estados y la mala experiencia acerca de las colonias penales. No
bastó la defensa del proyecto que hicieron algunas voces autorizadas, como Macías y
Terrones. La comisión reprobó el proyecto y ensayó un nuevo texto, que tampoco

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prosperaría. En el debate, para impugnar la sugerencia del "Primer Jefe", se escuchó a
Medina, Jara, Colunga, Mújica, De la Barrera, Calderón, Truchuelo, Rodríguez. Al cabo,
el 3 de enero de 1917 fue aprobado el texto que regiría durante cerca de medio siglo,
hasta 1965: "Los gobiernos de la Federación y de los Estados organizarán, en sus
respectivos territorios, el sistema penal -colonias, penitenciarías o presidios sobre la
base del trabajo como medio de regeneración".
Como se ve, esa fórmula procuraba reservar a cada plano o nivel del Estado la
autonomía que le corresponde, proyectada hacia la ejecución penal, como existía en los
dos espacios previos de esta misma materia: el derecho sustantivo y el régimen
procesal. Se habló de "respectivos territorios", expresión que es por lo menos opinable
en lo que concierne a la Federación. La idea del trabajo redentor es antigua en la
experiencia penal y penitenciaria. Por otra parte, el precepto adoptaba un concepto
difícil, controvertible, que va mucho más lejos de donde puede llegar, verdaderamente,
la acción recuperadora del Estado: "regeneración" es demasiado. Esta idea moral,
apreciable por muchos motivos, no parecía la más afortunada para dirigir los trabajos
penitenciarios de la República.

Artículo 18 constitucional

En 1976, el presidente Luis Echeverría inició la segunda reforma al artículo 18


constitucional. Se tuvo en cuenta el movimiento que comenzaba en Europa -no así en
América- para permitir el traslado de sentenciados entre el país que pronunció la
condena y el país del que era oriundo el reo, con el fin de que la ejecución de la
sentencia se cumpliera en éste.
En esta misma línea, la iniciativa presidencial del 4 de septiembre de 1976,
consecuente con el desideratum de readaptación social que ya figuraba en el artículo
18, señaló:
Conviene considerar que si la reincorporación social del sentenciado radica en la
observancia de los valores medios de una sociedad determinada, no se podría
readaptar a un individuo en establecimientos carcelarios ubicados en país extranjero,
cuyas costumbres e instituciones sociales difieren apreciablemente de las imperantes
en sus países de origen.
Por ello, el proyecto consultaba facultar al Ejecutivo para celebrar tratados de carácter
general para la ejecución de sentencias en otros países.
Se trataba, en esencia, de una "repatriación" de reos. Una vigorosa idea moral,
vinculada con la readaptación del sujeto, presidía este proyecto y señoreaba el texto
aprobado por el Constituyente Permanente. No se trata, obviamente, de sistemas de
canje o intercambio de presos. Por otra parte, el concepto de ejecución extraterritorial
de sentencias, jurídicamente correcto, no muestra el alcance pleno de la nueva norma.
De ahí que resulte preferible hablar de "repatriación".

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La propuesta fue bien recibida en la Cámara de Diputados. El dictamen de las
comisiones, del 25 de octubre de aquel año, recogió la idea que justificaba esta
importante salvedad al principio de ejecución territorial de las condenas, hasta entonces
sólo matizado en el interior de la República por los convenios sustentados en la reforma
de 1964, y destacó:
Consistiendo la readaptación en la reincorporación a la vida social, en armonía con los
intereses, circunstancias y valores colectivos de una sociedad determinada, que es
aquella en la que el sentenciado va a convivir permanentemente, resulta por demás
improbable que se obtenga en establecimientos de países extranjeros o que pueda
lograrse su incorporación a una sociedad cuyas formas de convivencia (difieren), en
ocasiones profundamente, de las del país del que es originario.
Sólo los diputados del Partido Popular Socialista se pronunciaron en contra de la
iniciativa y el dictamen: México no podría verificar el efectivo cumplimiento de las
condenas más allá de sus fronteras sostuvo el legislador Ildefonso Reyes Soto;
además, siempre cabría la posibilidad de que los extranjeros condenados regresaran al
país para continuar sus actividades delictivas.
Esta reforma al artículo 18 fue innovadora en el derecho americano sobre ejecución de
condenas. Permitió resolver constantes problemas en los reclusorios del país, cuya
mala situación tradicional se agravaba por la presencia de reclusos extranjeros. El
primer tratado sobre esta materia se suscribió con los Estados Unidos de América, país
del que eran nacionales la mayoría de los reos extranjeros en prisiones mexicanas; a
partir de entonces, México ha celebrado convenios semejantes con numerosos países.

Código penal de 1929

Conocido como el Código Almaraz, el cual consta de 1 228 artículos, sin contar con
transitorios, que se agrupan en tres libros precedidos de un título preliminar, los cuales
se ocupan de: Principios Generales; Reglas sobre Responsabilidades y Sanciones
(primero); De la Reparación del Daño (segundo), y De los Tipos Legales de los Delitos
(tercero). Las críticas a este código pusieron en evidencia sus defectos, señalándose su
inclinación a la doctrina positivista que no encontró verdadera expresión en su texto, el
cual no se separó radicalmente de su antecesor de 1871. Como novedades aportó la
responsabilidad social muy restringida (artículos 151, 171, 194 y 195), prisión con
sistema celular (artículos 106 y 195), supresión de la pena de muerte, multa tasada en
el sistema de “utilidad diaria” reparación del daño exigible de oficio por el Ministerio
Público. Acoge igualmente los estados peligrosos y como atenuante de cuarta clase, la
falta de “discernimiento” del sujeto para conocer la gravedad del delito, originada en su
ignorancia y superstición, así como la condena condicional tomada del proyecto de los
trabajos de revisión al código de 1871.

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Para algunos autores, el articulado del Código Penal de 1929 no refleja la pretensión de
sus autores de ser un Código del Delincuente, porque sustancialmente no es distinto de
su predecesor, ya que en sus materias básicas sigue la misma técnica, como lo es
limitar el arbitrio judicial y no llegar a la sentencia indeterminada, censurándole además
haber olvidado referirse a las “medidas de seguridad” adoptadas por el código de
1871.33 Ante el notorio fracaso de la legislación penal de 1929, se integró una comisión
en la que participaron José Ángel Ceniceros, representante de la Secretaría de
Gobernación, José López Lira, representante de la Procuraduría General de la
República, José Teja Zabre, representante del Tribunal Superior de Justicia del Distrito
Federal y los entonces Territorios Federales, y Ernesto G. Garza, por los jueces
penales, quienes redactaron un proyecto de Código Penal que el presidente Pascual
Ruiz Rubio hizo ley mediante Decreto de 13 de agosto de 1931, el cual se publicó en el
Diario Oficial de la Federación, código que a la fecha ha recibido multitud de reformas,
adiciones y derogaciones.

Código Penal de 1931

El Código Penal de 1931 redujo considerablemente el casuismo de los anteriores


ordenamientos, por contener en su origen sólo cuatrocientos artículos, en los que se
recogieron algunas instituciones jurídicas importantes de corte positivista, como la
reincidencia y la habitualidad, acudiendo al criterio de la peligrosidad para individualizar
la pena. El referido ordenamiento penal sufrió, a través de los años, múltiples
modificaciones oriundas en las correspondientes reformas que trataron de mejorar sus
textos adaptándolos a las nuevas tendencias de la materia, reformas entre las cuales
destacan las de 1984, 1985, 1994. La tendencia de modernización de los textos
penales dio nacimiento, apoyado en corrientes políticas, al Código Penal del Distrito
Federal, promulgado y posteriormente publicado en la Gaceta Oficial del 16 de julio del
año 2002, con vigencia a los 120 de su publicación, según lo dispuesto en el artículo
primero transitorio del decreto respectivo. Cabe mencionar que actualmente el Código
Penal Federal y de Procedimientos Penales, como consecuencia de la reforma
Constitucional en materia penal del año 2008, se encuentran en reforma.

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REFERENCIAS

Sergio García Ramírez. (2018.). El Sistema penitenciario. 13 de abril del 2020, de El


Boletín de Derecho Mexicano Sitio web:
https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-comparado/article/view/3589/4324

Faustino Gudin Magariños. (2016). Historia de las prisiones. 13 de abril del 2020, de
Innova Uned Sitio web: http://ocw.innova.uned.es/ocwuniversia/derecho-
constitucional/derechos-de-los-reclusos/pdf/ESTUDIO0.pdf

Alejandro Miquelarena. (2013). Las cárceles y sus orígenes. 13 de abril del 2020, de
Pensamiento penal Sitio web:
http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2013/08/doctrina37067.pdf

Francisco Rabino. (2017). Las Leyes de India. 13 de abril del 2020, de La america
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