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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA Y CIENCIAS SOCIALES

Y POLITICAS

ESCUELA DE DERECHO

MATERIA:

PENAL

DOCENTE:

AB. ROLANDO COLORADO AGUIRRE

ALUMNO:

KARLA ESTEFANIA CERÓN SAONA

CURSO:

6-8

FECHA:

JUNIO DEL 2022


TRABAJO:

Realizar un resumen de Delitos contra la libertad de


expresión y el culto.
DELITOS CONTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL CULTO

Libertad de expresión La expresión es la forma a través de la cual la


persona exterioriza sus pensamientos en signos, palabras o gestos que tengan
como propósito comunicar algo en nuestro País se establecía que la Religión de la
República era la Católica, Apostólica y Romana, señalaba que los Poderes
Públicos se encontraban obligados a protegerla y hacerla respetar. Más tarde, no
se reconocía religión oficial alguna e indicaba que se puede profesar la que a bien
tengan. De esta manera, sin decirlo expresamente, se estaba concediendo a los
súbditos del Estado Ecuatoriano, la libertad de profesar la religión que estimen
conveniente.

El derecho a la libertad de conciencia y de religión

En los actuales momentos la Constitución Política vigente, en el numeral


11 del Art. 23, reconoce y garantiza a las personas el derecho a la libertad de
conciencia; la libertad de religión, expresada en forma individual o colectiva, en
público o en privado. Señala que las personas practicarán libremente el culto que
profesen, con las únicas limitaciones que la ley prescriba para proteger y respetar
la diversidad, la pluralidad, la seguridad y los derechos de los demás.

La libertad de conciencia consiste en creer lo que uno siente en su fuero


interno; despejado del mundo exterior; sin obstáculos ni imposiciones externas; sin
limitaciones ni restricciones provenientes de extraños; son los dictados de la
conciencia los que priman en la voluntad del individuo a los que no pueden
sobreponerse ni la ley ni la Constitución.

Es de vital trascendencia, no menos importante que la libertad de


conciencia, la libertad de religión, en cuanto conduce a profesar la que uno quiere,
siente y profesa. Y, es el Estado el que, consecuente con su objetivo de armonizar
la paz y tranquilidad ciudadana, el que concede ese derecho que para muchos
nació junto al hombre, se desarrolló en la historia y hasta constituye una fuente de
la ley.
Por esta facultad el hombre goza de la libertad para expresar públicamente
sus creencias religiosas sin impedimentos ni órdenes o mandatos ajenos a su
voluntad; a exteriorizar privadamente su credo, sin que por ello pueda ser
perseguido, ultrajado u ofendido, ni reprimido o juzgado por la sociedad o la
justicia.

La libertad de cultos

Ni el Estado ni la sociedad pueden obligar a alguna persona profesar la


religión en la que no cree, ni a divulgar en público o privado el credo que merece
repudio de su conciencia. Así mismo, el Estado no puede exigir a sus súbditos
que, en contra de sus principios, profese alguna religión.

La libertad de religión se encuentra íntimamente ligada a la libertad de


cultos. Y esta se refiere a que los individuos de la especie humana pueden
exteriorizar, mediante actos o ritos, la religión que profesa; pero estos actos o
ritos, en la práctica, pueden tener restricciones que le convierten a la
libertad en no absoluta. Si el accionar de determinada secta ridiculiza y
perjudica a los demás, es razonable que no solo merezca el repudio sino que se lo
prohíba. Igual consideración para aquellos acontecimientos que pueden desligarse
de la moral y de las buenas costumbres del individuo y de la sociedad.

La práctica de la religión

Tiene como antes se dijo, limitaciones legales encaminadas a la protección


y respeto a la variedad de sectas religiosas existentes en el medio, al gran número
de éstas y a garantizar su correcto desenvolvimiento y al reconocimiento que se
merecen todas y cada una de ellas.

Nuestro Código Penal, en el Capítulo II, Título II, Libro Segundo, trata de los
delitos contra la libertad de conciencia y de pensamiento.

Establece penas de prisión y multa a los que con violencia o amenazas,


impidieren el ejercicio de cualquier culto permitido en la República; a los
particulares o ministros de cualquier culto que provocaren asonada o tumultos
contra los partidarios de otro culto, de palabra o por escrito; a las
autoridades eclesiásticas, políticas, civiles o militares que resultaren
infractores; y, a los que hubieren impedido, retardado o interrumpido el
ejercicio de un culto o de las ceremonias públicas de él no
expresamente prohibidas por la ley, por medio de desorden o tumulto promovido
en el lugar destinado a dicho culto, pero sin cometer violencias ni amenazas en
contra de nadie

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