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Sócrates es, en gran medida, el descubridor de la subjetividad y de la Ética.

Es maestro de
Platón (además de las influencias que tuvo, sobre todo, de Pitagóricos, Heráclito, etc.).

De origen popular (padre escultor y madre matrona) encarna el ideal de la "filosofía


mundana" (no "académica"). No escribió nada. Lo que se conserva de su pensamiento nos
ha llegado a través de sus discípulos Platón y Jenofonte, sobre todo.

La vida de Sócrates es una Tragedia en la medida en que su descubrimiento de la


"subjetividad" (de la conciencia individual como centro de las decisiones morales) aún no es
admitida en una época en que las "leyes del pueblo" deben ser respetadas ante todo. Se
opuso a la Democracia, y fue mal visto por la Aristocracia (pues, según él, no debemos
someternos a otro poder que el de la conciencia). La Conciencia subjetiva de la que habla
Sócrates es el origen último de toda verdad (moral) y de toda decisión. De aquí que
considere que hay Una Justicia en sí, objetiva, por encima de las justicias particulares de los
distintos pueblos o estados (pero sin embargo cumplió con sus deberes militares y se
sometió a la ley al ser condenado a muerte[39]).

La conciencia tampoco debe guiarse por los Oráculos externos al individuo (como el
Oráculo de Delfos) sino que debe guiarse por una especie de "demón", genio u oráculo
interior que es igual en todos los hombres. Por eso pensará que hay Una Justicia igual para
todos, objetiva y subjetiva a la vez (aunque enfocada más en un contexto ético distributivo
que en uno grupal, a pesar de que implícitamente lo tiene en cuenta).

a) La Revolución socrática.

Sócrates, como supo ver Hegel, aboga por la "libertad subjetiva", por los derechos de la
conciencia.

La consigna de Sócrates «conócete a tí mismo» la toma del Oráculo de Delfos. Con ella
quiere simbolizar su nuevo principio. La fuente de la moralidad y la virtud están, para
Sócrates, en la conciencia subjetiva. Pero esta conciencia debe ser responsable, porque
asume como verdadero su contenido: "lo bueno". No se trata de una conciencia
simplemente "psicológica" (que se deja arrastrar por los gustos o placeres subjetivos). Los
"valores" (bueno, justo, valiente) no son pura convención arbitraria (nomos), ni tampoco
resultado de una physis externa (tanto si se entiende como "igualadora" como relativa a los
gustos), sino que tienen una objetividad dictada por la conciencia. Pero Sócrates aún no
expone de manera explicita y clara que dicha conciencia no es puramente psicológica, ni
subjetiva (aunque está más enfocada en términos "éticos" o distributivos que morales), sino
que es transcendental, constitutiva del propio hombre, que además nunca se forja de
manera aislada, sino en un grupo. Sócrates, aunque se opone al relativismo sofístico, sin
embargo aún no acierta a expresar de manera adecuada la universalidad que busca. De
hecho dicha polémica se sigue dando en nuestros días.

Sócrates se mueve dentro del "enfoque antropológico", y tiene en común con los sofistas
como Protágoras el ver la "fuente" de la moralidad (y de las leyes de la ciudad en general:
nomos) no en principios externos al ser humano (como se veía en la época arcaica en que
todo obedecía a leyes dictadas por los "dioses" o por una "physis" externa al hombre), sino
en principios ligados al propio hombre. Pero Sócrates intenta distanciarse de los sofistas al
negar su "relativismo" y "convencionalismo". Las leyes y las virtudes deben tener un
componente universal, y, por lo tanto, la "conciencia" a la que apela Sócrates no puede ser
inconmensurable entre unos individuos y otros, o entre unos pueblos y otros, sino que tiene
que haber algo común a todos los hombres, una verdad universal. Lo "bueno" es igual para
todos, universal, porque está en el fondo de la conciencia de todos los ciudadanos, pero hay
que saber "manifestarla", y son los sabios los que actúan bien porque han sabido encontrar
la esencia de las cosas. Los malos son ignorantes aún. Por eso Sócrates intentará sacar
dichos valores, y sus virtudes correspondientes, de la conciencia de los hombres. "Conócete
a tí mismo" significa "indaga en tu propia conciencia para hallar la verdad (pero dicha
conciencia no es sólo "tuya", si realmente es "verdadera", "objetiva" propia de "sabios"). La
interpretación psicológica debe ser desbordada por una interpretación filosófica,
"gnoseológica" y también antropológica (ver Introducción de Bueno a Protágoras). Ver la
interpretación dialéctica y "circularista" que hace Gustavo Bueno en el Ensayo de una
definición filosófica de la idea de Deporte (accesible en google), página 110, tal como
advierte la reseña de Iván Vélez. Hay que conocer los propios límites en relación a los
demás, individual o grupalmente, para poder sobrevivir.

La discusión del Protágoras y el Menón sobre si la "virtud" es enseñable implícitamente se


desarrolla hacia la cuestión de si es una o múltiple, y sobre si sus partes son homogéneas o
heterogéneas (virtudes prometéicas –técnicas- y herméticas -cívicas-). Y en el caso de las
virtudes herméticas no son enseñables automáticamente (como los problemas geométricos
del Menón) sino que no pueden enseñarse por un maestro en particular ( y menos si es
extranjero, que considera además que dicha virtud es una mercancía) sino que se transmite
"colectivamente", y a lo largo de toda la vida (por eso no hay maestros y discípulos en
sentido estricto, por eso no está asegurado su "aprendizaje", y cabe la posibilidad de que de
padres virtuosos -Temístocles, Pericles etc.- salgan hijos viciosos). Esta consigna del
"conócete a ti mismo" (pues no caben maestros particulares definidos) se lleva a cabo a
través del "método dialéctico.

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