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UNIDAD 2

 Donzino, G. y Morici, S. (comps) (2015) “La revelación de lo genital La pubertad y lo


genital en la obra de Sigmund Freud” en Culturas Adolescentes. Subjetividades,
contextos y debates actuales. Bs. As. Noveduc.
 Moreira, Diego (1997) La pubertad y sus transmudaciones. Fau. Ed. Cap. 3 y 4.
 Moreno, A. y Del Barrio, C. (2000) “La experiencia adolescente: a la búsqueda de un
lugar en el mundo” Ed. Aique Cap. 2
 Urribarri, Rodolfo (2015) “Notas sobre pubertad” en Adolescencia y clínica
psicoanalítica. Bs As: Fondo de Cultura Económica.

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Donzino, G. y Morici, S. (comps) (2015) “La revelación de lo genital La pubertad y lo
genital en la obra de Sigmund Freud” en Culturas Adolescentes. Subjetividades,
contextos y debates actuales. Bs. As. Noveduc

La noción de genitalidad parece la mejor ubicada en la teoría freudiana de la sexualidad


para rendir cuenta de la especificidad del tiempo de la pubertad en la sucesión de las
fases de la libido y partiendo del carácter psicoanalítico del objeto adolescente.
Sostenemos este argumento por el hecho de que la genitalidad caracteriza la
adolescencia y que la fase genital debe ubicarse en el momento de la pubertad o incluso
después, como lo sugiere él mismo. Lo genital es la traducción pulsional del proceso de
adolescencia. La entrada en genitalidad constituiría el momento en que atraviesa el
umbral de la pubertad y, con él, el primer tiempo de un proceso más amplio, el de la
adolescencia.

El rol de la sexualidad infantil: En tres ensayos sobre teoría sexual Freud lleva lo esencial
de su razonamiento hacia la primacía de la sexualidad infantil. La sexualidad no comienza
con la capacidad sexual (de reproducción) ligada a la pubertad, sino que existe una
sexualidad infantil -sexualidad no genital- y es ella la que se encuentra en el origen de las
desviaciones sexuales adultas (perversiones) y las neurosis. Al poner el acento en el
papel de la sexualidad infantil en la etiología de las neurosis, Freud relega a un segundo
plano el de la pubertad. La sexualidad humana está desfasada: comienza en la primera
infancia con su acné en el Edipo infantil, conoce un período de latencia -de
adormecimiento relativo de la actividad de las pulsiones- antes de resurgir con la
pubertad, considerada entonces como el segundo momento de la sexualidad. La
adolescencia sería la historia de la instauración de este segundo momento, dado que la
sexualidad adulta no llega, de alguna manera, sino en un tercer momento. Para Freud, el
segundo momento corresponde al advenimiento fisiológico de la sexualidad en sus
manifestaciones somáticas y psíquicas. Evoca, en efecto, las fantasías incestuosas y
parricidas que acompañan el arribo de la pubertad. Para Freud existiría una gran similitud
entre la sexualidad que se manifiesta en el momento de la pubertad y la sexualidad adulta
mientras que, para nosotros, el acceso a la genitalidad en el momento de ingresar a la
adolescencia inaugura una historia particular, un tiempo de relectura, pero además de
reescritura de la sexualidad infantil antes de emprender un trabajo de reinvención de ésta,
que entonces tomará el aspecto de la sexualidad adulta.

Genitalidad y sexualidad: Para Freud, la sexualidad es más amplia que la genitalidad. En


las zonas erógenas se constituye la sexualidad infantil, la función sexual, definida aquí
adrede como más amplia que la genital pero que, en contraposición con el concepto
freudiano, da preferencia al concepto de función sexual como de referencia para el
psicoanálisis, preferentemente al de función genital, más cercano al pensamiento común
en materia de sexualidad. Lo sexual freudiano no es reductible a lo sexual genital que
éste representa como la etapa final de la organización de la sexualidad.

Freud hace de la pubertad la última etapa del desarrollo de la sexualidad humana. En


efecto, aunque ubica la pubertad como segundo momento de la sexualidad humana. Será
tal vez necesario definir la importancia que reviste para nosotros la adolescencia y, más

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particularmente, lo genital en la adolescencia, como proceso específico en el desarrollo de
la libido y, de forma más amplia, de la vida psíquica. La sexualidad humana, ¿no se
declinaría en tres tiempos: el infantil, el de la pubertad y el de la sexualidad adulta? En
esta concepción, la adolescencia sería un momento transitorio y de pasaje entre los
tiempos diferentes y alejados el uno del otro.

¿Lo pre genital, prehistoria de lo genital?: En los tres ensayos, Freud hace aparecer la
primacía de lo genital como una característica propia del tiempo de la pubertad. Esta
distinción entre pre genital y genital plantea la cuestión de saber si la pre genitalidad
coincide con un tipo de relación edipica o si la pre genitalidad da cuenta necesariamente
de lo no aún edípico. La genitalidad aparece como estando forzosamente del lado de la
relación edipica. Con el comienzo de la pubertad aparecen las transformaciones que
llevarán la vida sexual infantil a su forma definitiva y normal. La pulsión sexual era hasta
aquí esencialmente autoerótica; ahora va a descubrir el objeto sexual.

"Con el comienzo de la pubertad": ése es el momento en que Freud hace aparecer la


primacía de lo genital. Es en esta instancia decisiva de transformaciones somato-
psíquicas que sitúa el pasaje que se opera, para la pulsión sexual, del autoerotismo al
descubrimiento del objeto sexual. Hace de lo genital un objeto psicoanalítico, al igual que
lo pre genital. Da a lo genital la función de integración de los erotismos parciales de la
infancia, de unificación de estas pulsiones parciales que, una vez transformadas en
pulsiones genitales, se encuentran abocadas a otro objetivo, un nuevo objeto. Con el
acceso a la genitalidad, la sexualidad adquiere un nuevo sentido, se da un nuevo objetivo.
El objeto sexual caracteriza esta mutación: se opone a los objetos de la pulsión en
marcha durante la pre genitalidad. Con lo genital, la sexualidad subordina lo sexual al
encuentro con un objeto total, da la espalda a los autoerotismos de la infancia.

Lo que plantea Marty es que esta propuesta es que no permite distinguir todos los matices
de este pasaje. Aunque la pre genitalidad puede ser considerada sin riesgo de error como
la prehistoria de lo genital, la historia de la instauración de la primacía de lo genital está
aún por escribirse (relectura, reescritura, reinvención). En efecto, se plantean dos tipos de
problema. Por un lado, se trata de percibir como se articulan pre genital y genital, cómo se
instaura lo genital, que resistencias pueden encontrarse cuando sobreviene. Por otra
parte, se plantea el tema de la constitución del objeto genital, su búsqueda y hasta su
conquista.

La revolución de la organización genital infantil: en la organización genital infantil Freud


afirma la importancia (e incluso la preeminencia) de la sexualidad infantil: la investigación
sexual infantil que retuvo nuestro interés y a partir de ella pudimos reconocer hasta qué
punto de salida de la sexualidad infantil se acerca a la forma terminada de la sexualidad
en el adulto.

En este pasaje Freud sitúa en fin de la sexualidad infantil en el momento del declive del
complejo de Edipo. Esta observación nos permitirá considerar, que la pubertad es una
etapa diferente de las que constituyen la sexualidad infantil, un más allá de la misma.

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En este artículo Freud vuelve sobre el tema de las similitudes existentes entre sexualidad
infantil y sexualidad adulta. Propone -a diferencia de Freud, en este punto- que no se
debe oponer sólo sexualidad infantil y sexualidad adulta sino que es conveniente tomar en
consideración la sexualidad adolescente. Aunque lo infantil infiltra la adolescencia,
aunque la adolescencia prefigura la sexualidad adulta, la sexualidad adolescente se
distingue tanto de una como de la otra. Adquiere un estatuto específico al elaborar la
genitalidad.

Tres ensayos, Freud indicaba con gran frecuencia en la infancia se efectúa la elección de
objeto, del tipo que hemos presentado como característico de la fase pubertaria del
desarrollo. La primacía de lo genital no puede efectuarse completamente sino cuando los
órganos genitales se ponen al servicio de la reproducción, es decir, el momento de la
pubertad y de las transformaciones somáticas y psíquicas que ésta instaura.

La genitalidad es realmente la fase definitiva de esta evolución -favorecida en el plano


biológico por la pubertad-, pero cada uno debe encontrar las modalidades de aplicación
ligadas a este acceso a la genitalidad. Lo genital ya está presente en la sexualidad infantil.
Propone distinguir una fase genital precoz (en la infancia) y una fase genital definitiva
(nuevamente, después de la pubertad). El carácter principal de esta 'organización genital
infantil' es, al mismo tiempo, lo que la diferencia de la organización genital definitiva del
adulto. Esta organización reside en esto, que para ambos sexos un solo órgano genital, el
órgano macho, juega un papel. No existe por lo tanto una preponderancia de lo genital
sino una preponderancia del falo.

Al atravesar la fase fálica, caracterizada en los niños de ambos sexos por la "primacía del
falo", se produciría una especie de organización genital anterior: ya no se trata
completamente de una síntesis de las "pulsiones parciales", sino de una organización
cristalizada por el complejo de castración. Freud indica entonces aquí que la primacía de
lo genital en la organización genital infantil es en realidad la primacía del falo, en tanto que
creencia en la existencia de un solo sexo. La inmadurez, en la infancia, no es sólo
biológica o somática; es también psíquica, en la medida en que la capacidad de investir a
los órganos genitales en su diferencia no se adquiere en el niño o, por lo menos, no se
adquiere de la misma manera que se producirá en la adolescencia.

¿Primacía de lo genital o primacía del falo?: Freud señala la existencia de una etapa
distinta situada entre lo pre genital y lo genital, lo fálico que caracterizaría la organización
genital infantil. La unicidad de los sexos que está destacada, unicidad que será atacada
por la solución dada al complejo de Edipo con la cuestión de la identificación. La
identificación con el padre edípico lleva en sí, en efecto, la percepción de la diferencia de
sexos que podría expresarse de este modo: "¿quién soy, niña o varón?". Pero esta
operación diferenciadora se efectúa en el momento en que la libido esta inhibida en
cuanto al objetivo; en el momento en que el niño, entrado en latencia, sublima una parte
de su libido reprimiendo la investidura sexualizada de las imágenes parentales. No puede
internalizar la síntesis de esta nueva distribución que trae con él la identificación (llamada
secundaria). La diferencia planteada entre varón y niña sería una diferencia en cuanto a la
posesión del pene: tenerlo o no tenerlo. La distinción se hace en el registro

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fálico/castrado. La identificación secundaria, al tiempo que da algunos medios de
ubicación para el niño, no revela sino de manera imperfecta la respuesta al enigma de la
sexualidad; pone un velo sobre el sexo de la niña.

Este tema de la diferencia de los sexos no problematiza del mismo modo en la infancia y
en la adolescencia. La pubertad trae un elemento fundamentalmente nuevo, no ya con la
percepción del órgano sexual femenino, sino con su investidura genital, su sentir; esta
nueva investidura acarrea un abandono de la posición fálica. La ignorancia en la que el
niño se encontraba, en el acceso a la genitalidad viene a encontrar la revelación de lo que
le faltaba para tener la llave del enigma. Tal vez podría pensarse aquí una tercera
operación en el proceso de identificación: luego de la identificación primaria y después de
la identificación llamada secundaria, encontrada como salida a la problemática edipica
infantil, podría sobrevenir una identificación ternaria que inscribiría la diferenciación de los
sexos en el reconocimiento de la diferencia anatómica de los mismos. La identificación
ternaria sería la que promueve al sujeto hacia el ser (hombre o mujer) más que hacía el
tener (tener o no tener pene); esta última distinción caracteriza la identificación
secundaria en el tiempo de la salida del complejo edípico infantil.

El niño no puede sentirse en su diferencia sexual en la medida en que su cuerpo no ha


atravesado aún la fase de genitalización y en la medida, en que no tiene objeto que
corresponda a este trabajo de diferenciación sexuado. El objeto genital no ha sido aún
encontrado.

La latencia acarrea sin que el sujeto lo sepa, los temas relativos a los enigmas de la
sexualidad. El sentido de lo sexual vendrá con la experiencia adolescente de lo genital.

De lo genital en la adolescencia: Por nuestra parte, usamos habitualmente el término


"genital" o el de "genitalidad", o aún "genitalización" sin que por ello este uso no se note
con evidencia en la literatura psicoanalítica. La sustantivación del adjetivo "genital" indica
para nosotros que lo genital designa tanto a una fase como a un objeto. Se trata de
atestiguar sobre el trabajo psíquico que se opera en el adolescente en el momento en el
que el cuerpo infantil se vuelve cuerpo púber. La genitalización del cuerpo da cuenta de
este trabajo psíquico típicamente adolescente. Lo genital corresponde para nosotros a lo
que se siente y se elabora en el proceso de adolescencia, a lo que se experimenta
también en términos de transformación de la relación que el sujeto establece consigo
mismo y con los objetos. Lo genital traduce la necesidad de un acceso, pero además, de
un riesgo, de un callejón, para la realización del trabajo de subjetivación. Lo genital es así
un tema que implica no sólo la elección del objeto sino, el modo de organización psíquico
del sujeto. Lo genital está en el corazón del proceso de adolescencia; constituye el eje
esencial de éste.

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Moreira, Diego (1997) La pubertad y sus transmudaciones. Fau. Ed. Cap. 3 “Latencia
sexual” y 4 “Libido genital”

CAP 3 LATENCIA SEXUAL.

Este periodo puede definirse como un tiempo lógico que se encuentra delimitado por la
declinación de la sexualidad infantil, al termino de la fase fálica, y la emergencia de la
tensión genital al comienzo de la pubertad. En inhibición síntoma y angustia de 1926,
Freud dice que este periodo ofrece diversas características: a) sepultamiento del complejo
de Edipo (y desarrollo del complejo de castración), b) la formación y consolidación del
superyó que proviene del ello, c) la generación de barreras éticas y estéticas en el interior
del yo.

El desarrollo libidinal del niño, que el yo ocupe diversas posiciones ante el trauma de la
castración. Una, se despliega via desmentida del juicio de desatribucion del falo supuesto
en la madre; otra, implica una oleada de represión a la cual suele sucumbir el complejo de
Edipo, que es recubierto por la llamada amnesia infantil. Sus restos se expresan como un
afecto de ternura hacia sus familiares o sustitutos. Estos sentimientos de ternura implican
metas sexuales inhibidas, que posibilitan ligazones duraderas con los otros. Otros
fragmentos eróticos siguen el camino de: a) la sublimación, concepto complementario del
juego de los niños, según comenta Winnicott en realidad y juego; b) la formación reactiva,
a la que se anudan desprendimientos de asco y pudor; c) la identificación secundaria, que
posibilita la instauración de frases que adquieren un carácter imperativo al formar una
nueva instancia y d) la destimacion, es decir, un juicio en acto que decreta un “no ha
lugar” de lo registrado como novedad que suele posibilitar argumentos alucinados al estilo
de Serguei Pankejeff. Este pensar defensivo en la pubertad puede ser activado por un
avasallante sentimiento de culpa.

Por otra parte, la formación reactiva y la identificación secundaria permiten un proceso de


descondensación y constitución de un sector del ello organizado o cuarto yo, al que
denominamos superyó.

El superyó esta formado por huellas de una memoria especifica. Cuando estas se activan
hablamos de representaciones-palabra, que integran una red de imperativos, sistenida por
una letra fundamental, “el apellido paterno”, que se enlaza al pensamiento icc. La
constitución de un apellido simbólico, requiere de la descondensacion del apellido paterno
y materno, de esta manera se diferencian, oponen y articulan. De no acontecer tal
proceso, el apellido se configura imaginariamente en su omnipotencia.

La conciencia moral sostiene una función del superyó que implica ciertos actos del
pensar, en los cuales podemos discriminar dos porciones que se expresan en un juicio de
valor acerca de lo bueno y útil o lo malo y nocivo de los pensamientos, representaciones u
objetos del yo real definitivo.

Ante estos valores del superyó, el precc del yo se ve exigido de pensar con la misma
lógica.

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En el periodo de latencia, esperamos el predominio de una lógica totémica que condensa
otras formas como la mítica, religiosa, de las cosmovisiones, y la ceintifico-etica, que se
desplegaran y adquirirán hegemonía en otros tiempos del desarrollo.

A medida que se complejiza la estructura del preconsciente, los pensamientos


fantaseadores más primitivos se decretan o consideran inútiles, lo que posibilita
desprendimientos de culpa y la consiguiente activación de la defensa. Este pensar
fantaseador pasa a lo icc reprimido, al mismo tiempo que se instalan fantasías
estructuradas por lógicas diferentes y mas refinadas. El recuerdo de lo fantaseado, al
retornar de lo reprimido por el yo, expone al sujeto a sufrir una herida narcisista, dado que
su pensamiento no responde a la lógica exigida por el superyó.

Como estas dos prohibiciones coinciden con los dos contenidos del Edipo referidos al
deseo de matar al padre ya cceder sexualmente a la madre, Freud relaciona el animal
totémico con el padre, lo cual también encuentra en la historia de los antepasados, en el
trabajo clínico principalmente con zoofobias y en observaciones directas. En definitiva
podemos hablar de un no retorno infantil del totemismo de los pueblso primitivos que
encuentra su fundamento en el parricidio, muerte del padre que también podemos
discernir como punto de partida del mito y de la religión.

La angustia frente al superyó.

El proceso de hallazgo del objeto en la niñez, se interrumpe en el periodo de latencia, que


deriva durante la pubertad y pubertad en la continuación del desarrollo sexual.

Esta situación determina que se refuerce el nexo entre:

 La pulsión sexual, la fantasía y el yo placer, la satisfacción fantaseada y pasajera


que se sostiene en el autoerotismo por un lado
 Y por otro, las pulsiones yoicas, la conciencia y el yo real definitivo, la satisfacción
real requiere trabajo y aplazamiento.
El desarrollo del yo, se enlaza a condiciones de angustia específicas. Así tenemos que el
desvalimiento anímico, como situación de peligro, se relaciona con los momentos de
inmadurez del yo.

- La perdida del contexto y del obejto amenaza a los primeros tiempos del niño.

- La castración se articula con la fase fálica.

- La angustia ante el superyó se adecua al periodo de latencia.

Estas condiciones de angustia y de peligro pueden coexistir, pueden cobrar eficacia


simultáneamente.

Con respecrto al afecto del dolor también encontramos cierta articulación con el
desarrollo. Cada una de estas condiciones de dolor tiene su época y desaparece expirada
esta; las condiciones ultimas, definitivas, se conservan toda la vida.

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Latencia como momento lógico, suele coincidir con los comienzos de la escuela primaria
donde la educación que se le brinda al niño, incluida la familiar, implica un esfuerzo por
suplantar el predominio del principio del placer por el principio de realidad.

En ocasiones el temor a un examen o a una prueba difícil, posibilita la emergencia de


sensaciones de exitacion que pueden derivar en actos masturbatorios o sustitutos,
perturbando el desempeño escolar y/o el trabajo de aprendizaje. También las sensaciones
de dolor pueden tener un efecto erógeno.

Freud nos dice que en la educación del niño, los padres y sustitutos, responden a las
exigencias de su propio superyó. “no importa como se haya arreglado en ellos su yo con
su superyó; en la educación del niño se muestran rigurosos y exigentes. Han olvidado las
dificultades de su propia infancia, están contentos de poder identificarse ahora
plenamente con sus propios padres, que en su tiempo les impusieron a ellos mismso esas
gravosas limitaciones. Asi, el superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de
sus progenitores, sino según el superyó de ellos; se llena con el mismo contenido,
deviene portador de la tradición, de todas las valoraciones perdurables que se han
reproducido por este camino a lo largo de las generaciones”.

D. MOREIRA CAP. 4 LIBIDO GENITAL

La activación de la moción genital (y de la conservación de la especie) en el tiempo


inmediatamente posterior a la segunda dentición, inaugura la llamada pre pubertad. Este
segundo momento del desarrollo, desde un punto de vista lógico, se configura como un
límite del periodo de latencia sexual o de diferimiento y desde un punto de vista lógico, se
configura como un límite del periodo de latencia sexual o de diferimiento y desde un punto
de vista cronológico, ubicamos su inicio alrededor de los 8 o 9 años. La pulsión genital se
caracteriza, al igual que los restantes erotismos, por manifestar sus primeros indicios a la
manera de un cierto grado de tensión, que es previo a sus posibilidades de descarga y
satisfacción. Ya en la niñez se engendra, junto al placer de satisfacción, cierto monto de
tensión sexual, si bien menos constante y no tan vasto”. Este sentimiento de tensión, de
carácter displacentera, tiende a intensificarse y es acompañado en la periferia erógena, es
decir, en el aparato genital externo, de una sensación de estímulo o picazón, que marca
una nueva oleada del desarrollo pulsional.

Tanto en el niño como en la niña podemos hablar de la imposibilidad lógica de generar


una representación-cuerpo a la cual se ligue la investidura genital. No solo los nuevos
actos del pensar y sus formas, enlazados a un nombre sin correlato con la sensorialidad
visual, permitirán a esta construcción. En la joven aún no se ha generado una
representación vagina que sostenga la sobreinvestidura, mientras que en el varón
podríamos hablar de la ausencia de una representación cuerpo. Como consecuencia de
esta falta de representación, el orgasmo se vuelve inalcanzable para ambos sexos. El
sentimiento de tensión y la sensación de picazón en los rasgos de borde en superficie, en
un primer momento, no pueden acceder a su satisfacción.

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Esta nueva erogenidad periférica posee una amplitud mayor que las anteriores, e
involucra un nuevo espacio psíquico. Se forma mediante un acto del pensar proyectivo, a
partir de un espacio previamente estructurado, que posibilita la constitución de
representaciones del aparato genital interno que ha iniciado su proceso de maduración.
Esta espacialidad interior se configura como fuente de las pulsiones de conservación de la
especie (y sexuales), mientras que la exterior se constituye en cuente del erotismo genital.

Dos modalidades de proyección: defensiva y no defensiva, que se esfuerza por generar lo


novedoso en la vida anímica, a la par que suele reordenar y complejizar los elementos
anteriores. La proyección defensiva se puede descomponer en una forma patológica y
otra que no lo es. Proyección defensiva patógena, procura arrojar al exterior aquello que
corresponde a lo interior pero que le produce un malestar. La no patógena por el contrario
intenta devolver al exterior aquello que le produce displacer pero que provino desde
afuera. Estas modalidades de proyección pueden estar presentes en la constitución de la
zona erógena genital. El acople entre ambos elementos, es decir, la tensión sexual y su
meta, es el resultado de un proceso de complejización del sistema nervioso.

La emergencia de la exigencia de la libido genital, requiere diversos trabajos a la vida


anímica.

 Su enlace con el erotismo fálico-uretral y desde luego con las otras pulsiones
parciales
 La articulación de las metas sensuales y tiernas.
 La oposición y ensamble con la conservación de la especie
La libido genital se enlaza a la conservación de la especie mediante un vínculo semejante
al anaclítico o de apoyo explicitado por Freud en tres ensayos. Posibilita la unificación de
las pulsiones parciales y la primacía de la genitalidad al servicio de la reproducción.

Al respecto en introducción del narcisismo Freud afirma que debe recordarse que todas
nuestras provisionalidades psicológicas deberán asentarse alguna vez en el terreno de los
sustratos organicos. Es probable que sean amterias y procesos químicos particulares los
que eierzan los efectos de la sexualidad y hagan de intermediarios en la prosecución de la
vida individual en la vida de la especie.

Probablemente también, un cierto desborde pulsional iniciada en la producción de otros


procesos que suelen afectar al prepuber, tales como anginas, resfríos y diarreas. Dado
que la meta de la libido genital no es accesible en los inicios de la prepubertad, se
recuperan por regresión metas previas de diversos erotismos ya instaladas, a la par que
el goce no aveniente en el yo, es adjudicado a otro ideal mediante la proyección, junto con
la pulsión de saber y de dominio, esta ultima ligada al hacer. Se hace notoria la diferencia
entre un yo agobiado por la estasis libidinal y un ideal con posibilidades de goce.

Esta atribución del saber a un modelo –padre y las diferencias discernidas, condena al yo
en muchos casos, a un saber segundo, copiado del padre, que también se sustenta en el
plagio. Esta imposibilidad de acceder al orgasmo, que afecta la economía psíquica de la

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prepubertad, en un primer momento deriva en una serie de dificultades, incluyéndose
entre ellas el abandono de la masturbación fálica ya veces de algunos de sus
equivalentes o sustitutos. Es oportuno recordar que Freud considera la masturbación
como el único gran habito que puede ser considerado como adicción primordial.

Con respecto al autoerotismo infantil, podemos discriminar: a) el referido al periodo de


lactancia, b) el citado en el párrafo anterior que implica un goce fálico y c) el
correspondiente al onanismo de la pubertad. Podemos agregar, el autoerotismo
intrasomatico. La masturbación implica un cortocircuito entre el deseo y la satisfacción,
que encuentra su límite en una legalidad propia del aparato psíquico y no tanto en
razones externas. La inhibición del onanismo, puede generar en algunos jóvenes,
inhibiciones intelectuales y laborales.

Este momento lógico se caracteriza por el resurgir de antiguos interrogantes esforzados


por la pulsión de saber o investigar ligados a las teorías sexuales.

La pulsión de saber tiene la meta expresa de atesorar o acumular respuestas generadas


por otro, mientras que la pulsión de investigar, alcanza su fin en el acontecimiento de
ciertos elementos que solemos expresar con palabras, mediante los verbos ver y dominar,
metas especificas de la pulsión escopica y de la pulsión de dominio (sublimada). Esta
pulsión se esfuerza por descondensar interrogantes y formular preguntas. Solo la
combinatoria de los apellidos paterno y materno permite la diferenciación entre ambas
pulsiones. Uno de los destinos posibles de la pulsión de investigar puede ser la represión.
Como sabemos toda represión tiende a fracasar y a generar su tercer tiempo, es decir el
retorno de lo reprimido, lo cual suele ser un efecto de las exigencias propias de la
pubertad. Otro de los destinos posibles de el sublimatorio, con lo cual cobra eficacia el
pensamiento critico que examina la palabra de los adultos, el yo hace propios sus juicios,
mientras comienza a fragmentarse el pensamiento que homologa a la instancia yoica con
el ideal. Puede quedar obturado por una tramitación particular. Winnicott nos dice que al
joven no le queda otra cosa que esperar los cambios de la pubertad. Esta espera impone
gran tensión.

Las corrientes anímicas.

Las magnitudes de excitación que provienen de las diferentes zonas erógenas periféricas,
pueden recibir simultáneamente diferentes destinos, incluso varia en los distintos periodos
de la vida de un individuo. Freud divide el desarrollo en cuatro edades que grafica del sig
modo:

Cuadrito.

“A y B son (más o menos de 8-10 y 13-17) los periodos de transición en los que las más
de las veces ocurre la represión”

Freud considera que todo adolescente “porta dentro de si el germen de la histeria”, esta
cláusula universal se basa en el desfasaje, que se da entre el desarrollo sexual de la
pubertad y los otros aspectos a posteriori de un pensar comprensivo, que recae sobre

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ciertas representaciones de índole sexual. Este germen histérico requiere, como condición
necesaria que un pensar defensivo al estilo de la represión a posteriori de las investiduras
libidinosas de sujeto adquiera un valor estructurante en la vida anímica. Otra defensa que
se despliega en la pubertad, la desmentida (secundaria) que opera en el yo placer de
acuerdo a una lógica de movimiento. Este mecanismo suele adquirir un valor hegemónico,
no solamente en la patología, sino también en las tramitaciones normales. El pensar
defensivo obtura los procesos de duelo y el trabajo de descondensacion del horror en
sentimiento de aniquilación, angustia y de castración y culpa, a la par que el yo real
definitivo es derivado al exterior vía proyección para ser introyectado de una manera
estable en los inicios de la adolescencia media. Es precisamente esta lógica lo que a
veces puede llegar a ensamblarse con los llamados juicios desestimantes y otras
defensas como la represión.

“no estamos lejos de pensar que existe una pizca de locura normal en la evolución
pubertaria si no se prolonga demasiado”

El quehacer sexual autoerotico de la pubertad que Freud llama onanismo de apremio o


por necesidad, es el refrescamiento de la actividad autoerótica infantil que tiene su mayor
despliegue en el tiempo correspondiente al erotismo fálico uretral. Esto implica la
descarga de una variedad de elementos sexuales y de las respectivas formaciones de
fantasías, lo cual nos lleva a pensar que no se lo puede considerar como una unidad
clínica autónoma. La nocividad de esta actividad, solo en una pequeña proporción
depende de su propia naturaleza y en su mayor parte se relaciona con la patología de la
vida sexual, es decir con su significado. Al respecto Freud nos dice que algunos
individuos pueden sobrellevar sin daño anímico la actividad masturbatoria o más bien sus
extensiones. Es decir que su constitución y el decurso del desarrollo sexual permiten el
despliegue de la sexualidad en su articulación con las condiciones culturales. Pero en
otros individuos acaecen perturbaciones como efecto de una constitución desfavorable o
de un desarrollo alterado. El placer onanista de la pubertad en ocasiones se puede
constituir en la fuerza provocadora de una diversidad de sueños, entre ellos, los de
estímulo dental, según lo trabaja Freud en la interpretación de los sueños.

La estructura anímica de la pubertad normal, se caracteriza por la activación y el privilegio


de un conjunto de defensas tales como la desmentida, la transformación en lo contrario y
la vuelta contra si mismo como destino de pulsión predominante, remite a una porción del
propio yo que tiene una posición especifica con relación a sus tres exteriores es decir, al
superyó, a las pulsiones y a una supuesta realidad exterior. Esta porción puede
ensamblarse con otras corrientes en las cuales se encuentra fragmentado el yo, algunas
de las cuales paso a considerar.

Las fantasías de prostitución sufren alrededor de los 8 años, un esfuerzo de desalojo y


suplantación ante el retorno de lo reprimido. Sus derivados, emergen como fantasías
preconscientes-conscientes, de acuerdo a una lógica mítica, de salvar a una prostituta o
de salvar a un rey o un príncipe.

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También estos segmentos pueden articularse dinámicamente con una corriente psíquica
donde el erotismo adquiere un carácter toxico, enlazado a ciertas formas de excitación
frustrada, tales como los sueños de polución, donde el temor de los adolescentes a la
perdida de semen, los lleva a despertarse antes de la eyaculación. En realidad, la auto-
observación como función del superyó, registra esta situación del yo y posibilita su
despertar.

Un fragmento psicosomático que suele expresarse, entre otras formas, a través de


erupciones o granitos en la piel, que puede hacer su aparición incipiente en la pubertad,
cuando habitualmente no se los espera. Las nuevas exigencias libidinales en su estasis
pueden instaurar el llamado acné puberal, principalmente en las niñas en las cuales
alcanza su mayor despliegue alrededor de los 12 o 14 años. En cambio, en los varones se
manifiesta principalmente en los albores de la adolescencia media, luego de los 14. En el
joven el tema se complica puesto que el acné juvenil se suele articular con la foliculitis de
la barba, que le da lugar a granos, pústulas y pápulas. Tanto el acné prepuberal como el
puberal, muchas veces facilitan una práctica autoerótica.

En otros casos, el estancamiento de los procesos sexuales puede cobrar eficacia sobre
los procesos digestivos o sobre la hematopoyesis.

Es necesario ampliar y especificar algunas características de la desmentida que es


predominante en la corriente normal de la pubertad. Este mecanismo en su esfuerzo
constante, modifica y contrarresta el desarrollo directo de las pulsiones. Todos los actos
del pensar defensivo, se ordenan de diversa manera en relación a la función paterna. En
estos actos se conjugan el incremento de la resistencia de ciertos decursos libidinales y la
sobreinvestidura de otras vías, que operan de sustitutos, lo que permite una particular
derivación de los deseos, en el entramado intrapsiquico e interindividual. Podemos decir
que el predominio de esta tramitación en la ensambladura defensiva de un adolescente, le
confiere al mito de narciso su carácter estructurante. Su persistencia como mecanismo
fundamenta ya en el terreno de las formaciones psicopatológicas, configuraría las
llamadas perversiones y caracteropatias narcisistas no psicóticas, tales como las
estructuras impulsivas depresivas y las esquizoides. La desmentida implica la refutación
de un juicio de carácter traumatico, sobre cierta realidad exterior que es constituida por la
vida anímica del sujeto, donde un yo simultáneamente activo intenta contrarrestar dichos
efectos. Esta refutación, como esfuerzo constante cuya meta implica sostener un acto del
pensar y un goce especifico, solo es posible a partir de un juicio de atribución,
invistiéndose una formación sustitutiva como soporte, cuyo destino es el cambio de signo.
En este sentido, la percepción del otro puede quedar investida desde los lugares de
modelo o auxiliar del yo o desde el ideal persecutorio, rival o auxiliar del rival. La escisión
es una consecuencia de este mecanismo del pensar defensivo y se establece en el yo
placer purificado y el yo real definitivo.

En el desarrollo sexual de la pubertad, se genera una confrontación entre las exitacinoes


que provienen de los estamentos generados en la primera infancia que se reaniman,
como las aspiraciones de objeto y las inhibiciones que se estructuraron en el periodo de

12
latencia, a lo cual se suman las aspiraciones de la libido genital que ya ha instaurado su
meta y los recursos defensivos actuales a los cuales puede apelar el yo.

Solo luego de la pubertad se establece la llamada fase genital, que implica una
organización definitiva de la sexualidad “y en la cual los genitales femeninos hallan por
primera vez el reconocimiento que los masculinos habían conseguido mucho antes”. Solo
en esta fase y luego de la pubertad cobra predominio el juicio de existencia de los
genitales femeninos, para lo cual en el caso de la joven, la oleada del desarrollo tiene que
constituir la vagina como zona erógena predominante, a la par que la sexualidad
masculina en ella vigente, bajo el imperio de un órgano rector como el clítoris debe ser
desactivada mediante el retiro de investiduras.

También podemos hablar de un periodo anestésico vaginal de la mujer, que se despliega


durante el pasaje o transferencia de la excitabilidad del clítoris a la vagina. Con respecto a
la anestesia femenina podemos decir que habitualmente esta localizada y circunscripta a
la zona de la vagina en si, sin afectar el clítoris u otras zonas aledañas. Freud establece
dos ocasiones de su acaecer:

a) Las erógenas: cuando el clítoris conserva y se aferra a su excitabilidad,


rehusándose a su pasaje a la vagina, principalmente cuando ha sido privilegiado.
b) A las primeras, se le suelen sumar las psicológicas, ligadas a la represión.
c) Nosotros podríamos agregar una tercera ocasión, relacionada con la
desestimación o supresión del afecto.
La pulsión de conservación de la especie y su diferimiento.

Dos fuentes pulsionales tienden a adquirir una mayor complejidad: el aparato genital
externo, una zona del cuerpo que representa una excitación de amplitud particular. Ambas
fuentes procuran articularse. Con respecto a los genitales internos, puedo decir que los
óvulos que trae la niña con su nacimiento, suelen ser activados en la llamada pubertad
que frecuentemente sucede alrededor del décimo al tercer año. En este momento lógico
del desarrollo fisiológico y anímico, se genera la primera ovulación. Es decir que un ovulo
maduro por primera vez es ubicado en el útero en situación de ser fecundado como
expresión del esfuerzo de las pulsiones de conservación de la especie, que deberán
construir y articular los diferentes elementos que las componen. De esta manera, se
inaugura la posibilidad de acceder a un placer particular, el de procreación, aunque en
ambos sexos estas últimas pulsiones encuentran su apoyo en su enlace con la
conservación de la especie.

También la pulsión de conservación de la especie, en un primer momento de su


instauración, se manifiesta como una preparación (construcción del nido interno) para la
meta de fecundación, pero sin ovulación. Aunque falte esta última hay menstruación.

Se puede precisar que la meta de reproducción en la mujer queda limitada en su duración


a unos pocos días al mes, a diferencia del varón, en el cual la meta de la conservación de

13
la especie no encuentra un límite temporal. Recordemos que el destino de esta meta de la
reproducción en las perversiones sexuales, es ser desmentida.

En algunas jóvenes, la menarca se puede anticipar a los 8 o 9 años, como efecto de un


estado toxico libidinal, al igual que ciertos atrasos, que ubican a la adolescente en
posibilidad de menstruar alrededor de los 16 o 17 años.

Las pulsiones de conservación de la especie, pueden desplegarse conflictivamente con


relación a la autoconservacion discernida en sus dos fragmentos, el egoísmo y el interés.
Con relación a esta contradicción podemos diferenciar la adolescencia, el embarazo, el
parto y la crianza del hijo. En los dos primeros cabe la expresión de la oposición entre los
cuidados del yo propio, exigidos por la investidura egoísta y el empuje de la conservación
de la especie. En cambio, el proceso de crianza puede contraponerse con la obtención del
sustento diario requerido por el interés como porción de la autoconservacion. Quiero
agregar que en algunas mujeres embarazadas se supone la activación de una defensa
orgánica que incide sobre el feto.

En los varones, esta nueva exigencia de conservación de la especie alcanza su


exteriorización en el proceso de eyaculación seminal, que suele desplegarse en las
llamadas poluciones nocturnas o “sueños húmedos” que implican la erección del pene y la
eyaculación, aunque esta tramitación no puede generalizarse y tampoco es exclusiva de
la pubertad. Debemos considerar a estas poluciones como una modalidad de satisfacción
onanista que prescinde de excitaciones mecánicas. En muchos casos se trata de una
labor preparatoria que habilitara posteriormente al joven para la ejecución de un coito
normal. Este afán de trabajo que se requiere a lo anímico, suele articularse con
modificaciones de los órganos genitales, con el cambio de la voz, la aparición de barba y
del vello púbico que en la pospubertad adoptará su carácter rizado.

De las diferentes pulsiones que se integran en Eros, la conservación de si, conduce al


sujeto a morir a su manera, sustrayéndolo de otras muertes posibles, es decir, que esta
pulsión demora la muerte, pero ella es su destino final.

14
Moreno, A. y Del Barrio, C. (2000) “La experiencia adolescente: a la búsqueda de un
lugar en el mundo” Ed. Aique Cap. 2 “ El desarrollo físico y sus efectos psicológico
durante la adolescencia”

Moreno y del barrio. Capítulo 2 “El desarrollo físico y sus efectos psicológicos
durante la adolescencia”.

La pubertad: en esa etapa en la que pasa de la infancia a la adolescencia, la pubertad


desempeña un papel crucial. La importancia psicologia del conjunto de los cambios físicos
puberales no sólo reside en los propios cambios físicos que experimenta la chica y el
chico durante la adolescencia, que los hacen aparecer a sí mismos y ante los otros como
un individuo diferente a la niña o Niño que eran, sino en la manera en que el adolescente
vive esos cambios, como los interpreta e integra en su visión de sí mismo.

Definicion de pubertad: La pubertad es el largo proceso de cambios biológicos diversos


que desembocan en la maduración completa de los órganos sexuales y, por tanto, en la
capacidad de reproducción, y cuyo comienzo entre los 9 y 16 años, marca el inicio de la
adolescencia. Pero en la pubertad no sólo se producen cambios en las características
sexuales primarias y secundarias, sino también en las distintas estructuras y fisiología
general del individuo. La pubertad es un acontecimiento correspondiente a la vida física
de la persona con implicaciones más o menos profundas en su vida psíquica.

Los indicadores de la maduración: esta multitud de cambios en el funcionamiento


fisiológico y en la morfología corporal obedecer un mecanismo cuya naturaleza exacta no
está del todo definida, pero que parece depender del hipotálamo. El se inicia cuando el
hipotálamo manda señales (mediante una hormona) a la hipófisis glándula pituitaria
(situada en la base del cerebro) que libere en la sangre las hormonas conocidas como
gonadotropinas. Por otro lado, la hipófisis también secreta la hormona del crecimiento,
que afecta al crecimiento total y al moldeamiento del esqueleto. Todos estos mecanismos
biológicos son responsables de los fenómenos que indican el paso de la infancia la edad
adulta en términos biológicos. Los marcadores que suelen con: el "estirón" en estatura, el
desarrollo de las características sexuales secundarias y la fecha o la edad de aparición de
la primera menstruación (menarquia). Dadas las enormes diferencias individuales en una
misma edad cronológica en la aparición de estos síntomas de maduración puberal, la
edad por sola no puede utilizarse como índice del desarrollo puberal. En general, las
niñas empiezan a experimentar los cambios asociados a la pubertad alrededor de los 11
años como promedio (entre 9 y 13 como rango normal), dos años antes que los chicos,
quienes alrededor de los 13 perciben los primeros cambios.

Transformaciones puberales

El crecimiento físico y la morfología corporal: entre los 11 y 16 años, los chicos y las
chicas crecen más rápido que en años anteriores y posteriores. Este crecimiento de
distintas partes del cuerpo llega a cambiar el aspecto de la persona y, a diferencia del
bebé, el adolescente toma conciencia de los cambios que le suceden y de sus
consecuencias en relación con su entorno, lo que hace más relevante el crecimiento físico

15
que experimenta. El estirón: es el indicador de desarrollo somático más utilizado durante
la transición de la infancia a la adolescencia. Tamaño y forma corporal: Aunque en los
años finales de la infancia, las diferencias entre niños y niñas en cuanto al tamaño
corporal son mínimas, durante el principio de la transición puberal, las niñas tienen, como
media, más altura y peso que los niño, al madurar antes. Composición corporal y
funciones fisiológicas. Los cambios en la masa muscular y en el tejido adiposo total son
diferentes en chicos y chicas, tanto en términos cuantitativos del incremento que tiene
lugar, como en términos cualitativos: se produce en regiones diferentes del organismo.
Rendimiento físico: Por efecto de los cambios señalados hasta ahora aumenta al entrar
en la adolescencia la fuerza física y el rendimiento motor y aeróbico, y en todas las
edades los chicos aventajan a las chicas.

Desarrollo sexual: aparato reproductor y características sexuales secundarias. Los


indicadores de la madurez sexual en la pubertad más utilizados son el desarrollo de los
órganos genitales en el chico (testículos y pene), los senos en la chica y el vello pubiano
en ambos sexos. La aparición de los botones mamarios en las chicas y el alargamiento de
los genitales en los chicos son el primer signo de la pubertad.

La menarquia y la espermarquia: la primera menstruación se denomina menarquia y, a


pesar de las grandes diferencias individuales, suele ocurrir hacia los 12 años y medio. Las
primeras eyaculaciones en los chicos, o espermarquia, se corresponden con la menarquia
femenina en cuanto que en los chicos señalan la maduración de su aparato reproductor.
Sin embargo, es más difícil determinar el momento en que tienen lugar: suelen pasar
desapercibidas si se producen involuntariamente durante el sueño. De hecho no suele
utilizarse como indicador de la maduración puberal. La aparición de la primera
menstruación no suele dejar indiferente a la chica que la experimenta. En las
generaciones más recientes ha dejado de ser la experiencia fundamentalmente negativa
que era tradicionalmente.

La evaluación del desarrollo puberal: puede diferenciarse tres aspectos en el desarrollo


puberal: a) el grado o status de desarrollo o estado del sujeto en el momento de
observación. Se establece en relación con las características sexuales secundarias a de
los cinco estadios propuestos por Tanner (1) ausencia de desarrollo. 2) desarrollo inicial;
3) y 4) estadios intermedios y 5) estadio maduro. b) el momento en que se produce un
cambio, por ejemplo, la menarquia en las chicas o la primera eyaculación en los chicos. c)
el tempo o ritmo de desarrollo de una característica , es decir, la velocidad por la que se
pasa por los distintos estadios arriba mencionados, establecido con respecto a una
población de referencia. Actualmente las niñas y los niños comienzan antes los procesos
biológicos que suponen el inicio de la adolescencia y, por tanto, la transición a la edad
adulta en sentido biológico

La sexualidad adolescente: la sexualidad toma un significado social diferente tras la


pubertad, sobre todo porque a partir de entonces puede derivar en gestación. Los
adolescentes se enfrentan a la tarea de aprender los códigos cambiantes de la

16
sexualidad: lo que se considera una sexualidad normal en una cultura, será evitado en
otra, y en cada una de ellas cambiará con el tiempo. La curiosidad acerca de la
sexualidad caracteriza el comienzo de la adolescencia, pero no parece durar mucho. En la
adolescencia intermedia, la mayoría de jóvenes se consideran suficientemente
informados, lo que no quiere decir que su conocimiento sea correcto. Las preocupaciones
parecen más relacionadas con el deseo de experiencias sexuales que con el
conocimiento. Mientras que los chicos parecen más interesados por la mecánica de las
relaciones, por la sexualidad en sí misma, las chicas parecen más interesadas por la
sexualidad como parte de las relaciones de pareja. Un componente de sus
preocupaciones es el atractivo sexual de su propia imagen, fundamentalmente al inicio de
la adolescencia. Las preocupaciones disminuyen a medida que se acumulan experiencias
sexuales y que se van satisfaciendo la curiosidad y el deseo de sentirse atractivos.

La identidad sexual. En el caso de la representación acerca de lo típico del sexo contrario,


chicos y chicas caen en los estereotipos de los papeles sexuales: para las chicas, el papel
masculino es prepotente, poco implicado afectivamente y proclive a numerosas
experiencias sexuales; para los chicos, de las chicas se espera que sean más inhibidas,
fieles, responsables en cuanto a la concepción.

El impacto psicológico de los cambios puberales: en general, los cambios que hemos
venido examinando tienen un efecto profundo en la persona. El cuerpo transforma su
funcionamiento y hay que asimilar nuevas experiencias corporales. Son diferentes los
efectos en los chicos y en las chicas. Las diferencias individuales, a pesar de ser la
norma, pueden tener consecuencias en cuanto al modo en que un chico o una chica
acepta sus transformaciones puberales y las integra en un nuevo esquema corporal. En
algún momento u otro de este desarrollo, el adolescente se pregunta quién es y qué hacer
con su cuerpo. Al mismo tiempo, los cambios puberales pueden influir en la inserción en
el grupo de coetáneos y en las relaciones con el otro sexo.

Ser la misma persona en un cuerpo diferente: la Identidad no sólo se refiere a la noción


de ser una entidad diferente de los demás que se va desarrollando a lo largo de la
infancia, sino también al sentimiento de continuidad de sí mismo y al conocimiento firme
de cómo aparecemos ante los demás. Los cambios puberales afectan a estos aspectos y
suponen un reto para la adaptación de la persona. El adolescente medio es cuando
menos sensible a estos cambios: cualquier adolescente se pasa muchas más horas en el
espejo que las que pasar de niño. Está mayor sensibilidad va en la dirección de un
sentido crítico exacerbado, siguiendo aparentemente normas idealizadas de atracción
física. Esto los lleva a sentirse insuficientes, incómodos, feos, torpes, inseguros, a juzgar
con rígidos parámetros apariencia de los otros.

Connotaciones afectivas y conductuales del ritmo madurativo: la más importante función


que desempeñan las características físicas en la propia estima, especialmente en los
primeros años de la adolescencia. En las chicas, en caso de observar alguna relación
entre ritmo de maduración y autoestima, se trata de una relación negativa. En el caso de
los chicos, un ritmo rápido de maduración parece tener un efecto positivo en la oración
que el adolescente hace de sí. Trastornos de la nutrición como la anorexia nerviosa y la

17
bulimia. Sobre todo el primero se produce quince veces más en chicas que chicos. Sea
porque quiera adaptarse a las normas culturales reinantes que tipifican una figura
estilizada porque rechace las mismas porque disfrute comiendo y encuentre en la comida
una liberación emocional, puede desarrollar conductas que la hacen vulnerable, por un
lado, a la anorexia o a la bulimia nerviosas y, por el otro, a la obesidad. La anorexia
nerviosa supone una malnutrición crónica debida a una restricción voluntaria y continuada
de la alimentación. En el caso de la bulimia nerviosa, hay un descontrol en la ingesta de
alimento que, junto con un temor al aumento de peso, producen un sentimiento
angustioso de culpa que lleva a la persona a provocarse vómitos y a inferior laxantes.

Desarrollo físico y contexto:

El desarrollo físico y sus relaciones con la esfera psicológica, se ve claramente afectado


por el contexto en el que se produce. El impacto principal del contexto, desde el punto de
vista del adolescente, se relaciona con la forma en que se viven estos cambios biológicos.
En este sentido, el medio social más amplio, así como las reacciones específicas de los
compañeros y la familia, determinan en buena medida la representación que los
adolescentes elaboran de la pubertad y el significado que le confieren. En estos primeros
años adolescentes sabemos que la presión del grupo de compañeros ocupa un papel muy
destacado.

18
Urribarri, Rodolfo (2015) “Notas sobre pubertad” en Adolescencia y clínica
psicoanalítica”. Bs As: Fondo de Cultura Económica

Durante las profundas modificaciones propias de la adolescencia, al joven se le plantean


numerosas situaciones potencialmente traumáticas que jaquean su estabilidad narcisista
en tanto el yo no puede dominar su impacto y tramitarla psíquicamente para obtener una
respuesta adecuada. El sujeto ha sido desbordado por la situación y ha perdido su
capacidad de control, lo que hace decrecer su autoestima y devalúa su yo.

Algunas situaciones, quizá paradigmáticas.

Las modificaciones corporales de la pubertad constituyen una situación potencialmente


traumática a comienzos de la adolescencia, con un fuerte compromiso narcisístico, en
tanto comprometen aspectos centrales del sujeto y su identidad. Estos aspectos requieren
no solo respecto de las características externas y capacidades funcionales del cuerpo y
sus progresivas transformaciones, sino también de sus sensaciones y afectos
concomitantes, de las representaciones, de la modificación del esquema corporal, de la
genitalizacion, de la pujanza pulsional incrementada y de las expectativas relacionales
vinculares: como se es visto y valorado por pares y adultos.

A diferencia del crecimiento infantil que luego del primer año es parejo, armonico y lento,
el cambio puberal es disarmonico: se modifican algunas partes mientras otras
permanecen igual, lo que crea sensaciones de cambio caótico que alteran el sentimiento
de identidad. Se desarrollan los caracteres sexuales primarios y emergen los secundarios;
nuevas formas, sensaciones y excitaciones, que aunque esperadas, desajusta. El joven
se ve y es mirado de manera diferente, y se desencuentra relativamente con la imagen
previa que tiene de si. Debe realizar una profunda y ardua labor de inscripción y
reinscripción de su cuerpo a causa de las modificaciones que se le imponen.
Generalmente, estos cambios devienen traumáticos cuando son tempranos, bruscos,
intensos y se producen en corto lapso, con relativa independencia de la historia previa
que condiciona los grados y las características del desajuste. Lo cuantitativo de la
intensidad de estos cambios, la brusquedad con que ocurren y el corto lapso en que se
producen operan tornando a la situación como traumatica, y se produce asi un salto de lo
cuantitativo a lo caulitativo.

Los cambios corporales de la pubertad remueven los basamentos narcisisticos de la


estructuración psíquica. La problemática puberal se ve agudizada particularmente en lo
referente a la vivencia de ajenidad de los cambios corporales, la sensación de que
provienen del afuera, y al ser dominado por los cambios, son frecuentes entonces las
búsquedas de soluciones externas.

Un elemento de gran importancia que le resta un poderoso recurso al joven. Se ve


desfasado de su grupo de pares, que no puede comprenderlo ni acompañarlo en la
situación, y pierde asi el ámbito privilegiado que en los adolescentes procesan gran parte
de sus angustias y cambios. Queda sumido de este modo en la soledad, genera vivencias
de ser un “caso raro”, radicalmente diferente de los otros, y esto incrementa la injuria

19
narcisística, aunque, como maniobra defensiva, intenta aveces tornarlo en un emblema de
superioridad. Se ve también dificultado de cotejar y procesar en palabras con sus pares
las sensaciones novedosas y los cambios corporales.

Andre Green: por su intensidad y su significación, el efecto desborda de la cadena icnss


como un rio que se sale de madre, y desorganiza las comunicaciones destruyendo las
estructuras productoras de sentido. En este caso no estamos frente a un afecto señal en
el yo, sino, tal vez, a mociones pulsionales reales provenientes del ello, que han quebrado
las barreras yoicas y producen un avance sobre el núcleo del yo a la manera de una
blitzkrieg. La desorganización de la cadena es la responsable del afecto traumático que
puede paralizar o incluir una tendencia a la acción compulsiva, si es que no trae por
resultado una reacción de inmovilidad pasmada.

CASO PEDRO, JULIA, CAROLINA

Es frecuente observar que luego de las dos o tres primeras menstruaciones algunas
jóvenes pasan por un largo periodo con marcada dismenorrea o amenorrea, incluso sin
que se justifique orgánicamente, lo que se puede pensar como una detención de los
procesos biológicos en la medida en que los cambios no pueden ser psíquicamente
aceptados y tramitados. Lo mismo ocurre con el uso de vestimentas sueltas que encubren
las formas corporales, o con posiciones para disimular la turgencia de los pechos.

En varones un elemento inquietante es la ocurrencia inesperada de la erección y la


eyaculación. El hecho de que ocurra aun no buscándola crea en ellos una vivencia de
ajenidad y descontrol que los angustia. Quedan perplejos en inermes, y esto puede
acarrear diversas reacciones: desde acciones destinadas a contrarrestar la situación,
hasta estados afectivos de estupor o pánico. A la sensación de descontrol de parte del
cuerpo, que sienten que funciona con autonomía, se agrega el miedo a ser descubiertos
por otros con sentimientos predominantemente de vergüenza. Lo mismo ocurre frente a
las poluciones nocturnas. Al no poder significarlas, las homologan con la perdida del
control vesical y tratan de ocultarlas con el consiguiente sentimiento de infantilización y la
declinación de la autoestima.

CASO MATÍAS

Estas situaciones de descontrol, propias de la pubertad, injuriantes narcisisticamente, que


atentan contra el sentimiento de integridad y el dominio del propio cuerpo, pueden verse
en una escala menos álgida y dramática en la práctica masturbatorias de los varones.
Esta estaría destinada a lograr en los albores adolescentes ese domino y control sobre la
genitalidad. Se trata de incluir los genitales y su funcionalidad en el esquema corporal
actual. Podría expresarse que los varones parecieran masturbarse en mayor número y
con más frecuencia que las mujeres, ya que la masturbación no estaría regida tanto por la
consecución del placer erótico sino más centrado en la búsqueda del autodominio de los
genitales.

Otra situación que frecuentemente se torna traumática es la de los comienzos de la


práctica genital. En niñas con un desarrollo temprano ante el crepitar pulsional, luego del

20
desconcierto y extrañamiento inicial que tienden a retraerlas, se vuelcan a la actividad
sexual con la expectativa de solventar el desequilibrio mediante la descarga y el teñido de
fantasías románticas idealizadas muy alejadas de la realidad de su compañero. Dado que
no se dieron los procesamientos psíquicos concomitantes ni se arribó a la primacía
genital, estas fantasías revisten el carácter de una actuación. Cuando la práctica genital
es llevada a cabo, y en tanto no se cumplen las expectativas idealizadas, se incrementa el
desajuste con el cuerpo y también la angustia y el displacer, con lo que la situación se
torna traumática y se tienden a fijar disfunciones sexuales.

Esta cuestión se agrava cuando se trata de episodios sexuales traumáticos, violaciones


y/o involucramientos grupales o con parejas sexuales perversas.

Otra situación que generalmente deviene traumática y conmueve lo narcisístico es la


ocurrencia de un embarazo antes de los 16. Es impactante observar que con frecuencia
los jóvenes no tienen noción ni dimensión de la situación que enfrentan, y conocerla los
sume en un estupor paralizante o en una confusión ansiosa, con creciente
desestructuración y tendencia al acting out y ostensibles contenidos omnipresentes. En
las jóvenes, el desconcierto del cuerpo y la carencia de representaciones psíquicas
adecuadas se traducen en un no registro de sus alteraciones corporales por el embarazo,
e incluso en su desmentida. Es frecuente que confundan el embarazo con modificaciones
propias de la pubertad o atribuyan los síntomas a desajustes de salud aunque este
avanzado. Es común incluso, que el embarazo no sea detectado por un ginecólogo u
obstetra sino en una consulta médica de otra especialidad.

CASO RITA

Expongo este material clínico para resaltar no solo los elementos en torno a la situación
traumática que puede revestir el embarazo adolescente, sino también la potencialidad
traumática que puede ejercer lo transgeneracional en el psiquismo de un joven. Si bien,
como se ha señalado, la adolescencia opera como un revelador de las adquisiciones
narcisísticas tempranas, es evidente desde la clínica que se trata también del momento
en que se reeditan situaciones traumáticas transgeneracionales que el joven desconoce.

Cuando los cambios puberales comienzan temprano, de manera brusca, intensa y en


corto lapso, generan esas blitzkrieg. El desborde afectivo irrumpe violentamente, anega el
aparato psíquico, dificulta los circuitos de procesamiento establecidos y las estructuras
productoras de sentido, mina el narcisismo trófico y el sentimiento de identidad; es decir,
lo traumático ataca lo modular del aparato psíquico en diversas funciones y estructuras.
Sin duda, la magnitud del desajuste y las características que revista dependerán de la
historia singular de cada sujeto, de la cualidad de sus adquisiciones tempranas, de los
basamentos narcisísticos establecidos, de sus posteriores procesamientos y de su
entorno familiar y social.

Otro procesamiento clave para el devenir de la adolescencia: como se instituyo y


desarrollo el periodo de latencia. En tanto pueda consolidar una relación intersistemica
fluida, que posibilite la descarga por vía de la sublimación, y no centrada en la formación

21
reactiva y la represión, se producirá la ampliación y el fortalecimiento del yo, en particular
en la diversificación de canales de expresión y descarga, los anudamientos relacionales e
institucionales, la ampliación del pensamiento y el lenguaje, y fundamentalmente en al
articulación y funcionalidad del pcnss.

Cuando menos asentada se encuentre la organización previa, menos recursos tendrá el


joven para enfrentar el embate puberal. En casos extremos se generaran
desorganizaciones diversas, con predominio de las actuaciones violentas y antisociales o
la psicosis puberal en los varones, y de la frenética entrega a la práctica genital o los
trastornos alimentarios como la anorexia nerviosa.

El psiquismo tiende al otorgamiento de sentidos y a la representación, la cual incluye el


plano de la fuerza además del plano del sentido, lo que la diferencia de la representación
filosófica y del significante lingüístico. Green postula una teoría generalizada de la
representación a partir de las relaciones, de la psique con a) el cuerpo, b) el mundo y c) el
otro. De su relación con el cuerpo surge la pulsión, una delegación de la fuerza en el
psiquismo nominada representación psíquica, representada a su vez por el afecto y
distinta del representante representativo. De su relación con el mundo, desde la búsqueda
del placer y satisfacción, surge la representación de cosa como huella mnémica dejada
por la experiencia de satisfacción que ha aportado el objeto, por lo que recibe su
inscripción en ella y posibilita una ligadura a la pulsión. De su relación con el otro
semejante, en tanto ser parlante inmerso en la cultura, se posibilita la representación de
palabra, a lo que se agregan los juicios que en el representan la realidad, al decir de
Freud, es decir representaciones de la realidad. Green resalta de este modo al existencia
de diferentes formas de representación, así como la posibilidad de que la representación
de cosa se articule con la pulsión y el lenguaje a la vez.

Durante la pubertad, a partir del incremento pulsional de las modificaciones corporales y


de la genitalizacion, el psiquismo se ve llevado a reformular sus representaciones en los
tres niveles antes señalados para encarar ese plus sin significar; es decir, para realizar un
trabajo de reinscripción de lo previo y de inscripción de lo aun no representado. Este
trabajo se dificulta o se traba cuando la pubertad es temprana, brusca, intensa y en corto
plazo, e incluso puede verse impedido, como se infiere de los casos clínicos expuestos.

Debe tenerse en cuenta que la representación y su enlace con el lenguaje no siempre


alcanzan para derivar la presión ejercida por lo pulsional, y así es que surgen la
actuaciones o los trastornos comportamentales.

La lentitud y una marcada postergación del cambio corporal también provocan un estado
de desequilibrio narcisístico, con aislamiento y relativa perdida de la autoestima, aunque
sin generar la estridente conmoción desbordante que previamente destaque para la
problemática opuesta. Los pares suelen contribuir negativamente, en especial por los
ataques reiterados e incluso por vejaciones y/o amedrentamientos. Mediante estas
conductas, los pares manifiestan activamente lo que sufrieron antes de manera pasiva por
parte de los que ya eran “grandes”; la mismo tiempo, expulsan de si los aspectos más
infantiles rechazados, representados por el cuerpo poco o nada desarrollado de los

22
chicos, que los instituye en objeto de burla y exclusión, generalmente condensado en
motes y apodos desvalorizantes.

Para los jóvenes cuyo desarrollo se produce más tardíamente, la vivencia suele ser de
extrañeza por la demora, con un incremento de la inquietud a medida que transcurre el
tiempo.

CASO CARLA

El desarrollo tardío suele tornarse en intensas ideas persecutorias de ser diferente, un


caso raro que no va a crecer, y en una preocupación por el futuro como adulto, con
marcados sentimientos de inferioridad y vergüenza, y la consecuente autodesvalorizacion
y pérdida de autoestima que señalan la tensión entre el yo y el ideal, así como la injuria
narcisista operante. La actitud de los pares agrava esta situación, ya que con sus dichos y
hechos (desde el apartamiento manifiesto hasta la exclusión radical) reactivan el
narcisismo herido e incrementan la devaluación de la estima de si (lo que tiende a
constituirse en “síndrome del patito feo”).

Pedro a quien había tratado entre los seis años y medio y diez años y medio, vuelve ala
consulta dos años más tarde por dificultades para estudiar y en el rendimiento escolar,
que había decrecido notoriamente. Los padres me informan que en los cuatro meses
previos había crecido intensamente, al punto de que la ropa que le compraban le quedaba
chica en escaso tiempo, lo que volvía a ocurrir en corto lapso. Cuando lo veo, me impacta,
pues el niño que había dejado de ver un par de años antes, aparecía como estirado
longitudinalmente, medía casi 1.80 mts., aunque el volumen corporal y la masa muscular
no se habían desarrollado acordemente. Su rostro era de perplejidad, se mostraba
vacilante, se movía con cautela y relativa torpeza, se expresaba entrecortadamente, y con
cierta confusión. No aludió en lo manifiesto a los cambios físicos, sino que insistía en sus
trabas con el estudio, siendo llamativamente reiterativo en decir: “no entiendo” y “ no sé”,
incluso en algunas oportunidades como fuera del sentido lógico de su discurso. Fue claro
durante las sesiones posteriores que dichas frases expresaban su desconcierto frente a la
pérdida de su capacidad de razonamiento, en tanto ruptura de los encadenamientos y
modos previos del pensamiento y de la desorganización producida a partir del profundo
cambio en su cuerpo y del incremento pulsional. Pudo verse la emergencia de fantasías y
apetencias, sus fallidos intentos de alejarlas, que de continuo interferían su pensamiento,
así como su esfuerzo por centrarse en lo mental y las expectativas escolares,
desatendiendo lo que pasaba desde y con su cuerpo que era vivido con extrañamiento y
ajenidad.
Fue sorprendente cuando a poco de comenzar vino un día a sesión vestido con un
pequeño short deportivo que le quedaba muy corto y ajustado, una remera sin mangas,
que acentuaban su estatura, diría que con un atuendo de niño en un cuerpo de grande, y
diciendo con expresión contrariada y perpleja: “No sé qué me pasa hoy!, cuando venía
viajando para aquí, todos me miraban. No entiendo”. Es claro el desconocimiento delos
cambios físicos ocurridos, vistiéndose como si fuera el de antes, sorprendido y perplejo
frente a las miradas de los otros que no podía significar, ni reconocerse en ellas.
Más avanzado el tratamiento y habiendo recuperado parcialmente sus posibilidades
expresivas verbales y de pensamiento dijo: “estoy como corriendo detrás de mi cuerpo a
ver si lo alcanzo “. Claramente expresa en esta frase el extrañamiento frente a su cuerpo,
que lo sabía propio y al mismo tiempo lo desconocía como tal (operancia de la
desmentida —Verleugnung), así como el apremio del tiempo. Era evidente que la

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brusquedad e intensidad de los cambios le impedían reapropiarse de su propio cuerpo,
haciendo manifiestas las vivencias respecto del mismo como algo externo y en parte
ajeno al yo. Aparecía una dificultad en el desempeño deportivo, particularmente en grupo
debido a la diferencia física con sus pares. También mostraba un intenso bloqueo de la
expresión agresiva, ligado a un profundo temor a no poder controlar los resultados de sus
acciones corporales que podrían derivar en una destructividad ingobernable. Por otra
parte, aunque era bien visto y buscado por sus compañeras, tenía una marcada inhibición
para contactarse con ellas.

Julia de dieciséis años encara una psicoterapia debido a dificultades alimentarias.


Relata que tuvo su menarca a los diez años y que su crecimiento físico fue intenso en
corto tiempo, dice: “Así como me ves ahora, ya era a los diez años y medio”, lo que
denota lo temprano de sus modificaciones corporales. A través de su expresión gestual,
vocal y afectiva, se percibía el asombro y perplejidad frente al mismo, como así también
mostró la paralización o “congelamiento” que le produjo, lo que pudo inferirse y
corroborarse también a partir de otras manifestaciones y relatos durante el tratamiento.
Además se refirió a la soledad que implicó su dificultad de procesamiento, en tanto se
sintió violentamente apartada de su grupo de pares que estaba “muy lejos” de poder
compartir con ella sus vivencias y temores sobre esta problemática que dice: “se me
adelantó de golpe”.
Este brusco lanzamiento hacia la madurez que su cuerpo le forzaba, rompía no sólo los
acomodamientos previos entre las instancias, sino que principalmente jaqueaba sus
basamentos narcisísticos y sus fantasías de control, lo que se relacionaba con su
conducta alimentaria alterada. Buscaba así, como es frecuente observar en las
anoréxicas, librar su batalla en un doble frente. Por un lado llevaba a cabo el combate
contra la pujanza pulsional desbordante, por el otro intentaba restañar su orgullo
narcisístico herido en el intento de doblegar y dominar hasta la necesidad alimentaria, con
el beneficio adicional de hacer decrecer sus formas corporales femeninas. No obstante su
aparente triunfo, quedaba encerrada en una lucha continua, sin poder tramitar la situación
traumática, en términos de descarga y de investimentos y ligazones representacionales
preconscientes.
Previo a instalarse el trastorno alimentario, a los trece años, comenzó a tener relaciones
genitales con un novio de veinte años que no fueron satisfactorias ni desde la perspectiva
del placer y de la primacía genital (aún no lograda), ni de la relación afectiva. Cuando
realiza la consulta, mantenía relaciones sexuales con otro novio, que no le eran
satisfactorias pero que significaban una moneda de cambio para una relación cariñosa de
sostén. Trueca su vagina para la descarga pulsional de él, por la oreja escucha de él para
la descarga angustiosa de ella frente a la vida, intercambio con partes del cuerpo que
denota aún su no integración del cuerpo propio, ni del otro, su necesidad de sostén y
contacto corporal regresivo y su fragilidad narcisística, sostenida precariamente en ese
trueque poco placentero destinado a aplacar la ansiedad.
Por otra parte reforzaba, pese al rechazo manifiesto, el control y la dependencia de sus
padres y aceptaba sus indicaciones con pasividad (comer, ir a la nutricionista, a la
psicoanalista, etc.) lo que planteaba una marcada detención del proceso adolescente.

Carolina de dieciséis años, con manifestaciones bulímicas, tuvo su menarca a los once
años, dice: “Entre los diez y doce años me daba vergüenza porque había crecido... estaba
rara... estaba con mis primas jugando y me tenía que portar mejor porque aparentaba

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más edad...me daba vergüenza subir al tobogán... me sentía más grande... todas iban en
short y remera y yo iba con pantalones y me cambiaba en el club... me molestaba que me
digan cosas por la calle... iba por la calle y tenía miedo que me hicieran algo... empecé a
taparme y cortarme el pelo para que nadie me vea, niñada... ¡vi de golpe que había
crecido!... no me di cuenta cuando fui creciendo y, de repente: ¡vi que tenía pechos! Me
molestaba en gimnasia... cuando saltaba me molestaba el peso y ¡empecé a odiar el
cuerpo de mujer!”.
También pueden notarse reacciones similares, aunque de menor severidad clínica, pero
no por ello menos dramáticas y angustiantes para el sujeto. Por ejemplo es frecuente
observar jóvenes que luego de las dos o tres primeras menstruaciones, pasan por un
largo periodo con marcada dismenorrea o amenorrea, incluso sin que orgánicamente se
justifique, lo que podemos pensar como una detención de sus procesos biológicos en
tanto los cambios no pueden ser psíquicamente aceptados y tramitados. Igualmente
ocurre con el uso de vestimentas sueltas que encubren las formas corporales, o con
posiciones para disimular la turgencia de los pechos.

Matías de 13 años que recién ingresado en la escuela secundaria, padecía erecciones


ante la angustia de ser llamado por un profesor al frente de la clase, para exponer la
lección del día o para efectuar una ejercitación en el pizarrón. Se debatía entre tratar de
disimular la erección y exponer el tema solicitado, con lo que hablaba entrecortado, casi
balbuceaba, al par que se movía y contorsionaba, por lo que era reprendido por los
profesores y obtenía bajas calificaciones, que contrastaban notoriamente con las que
recibía en sus trabajos escritos. Poco tiempo después, cuando al moverse lo reprendían
comenzó a solicitar permiso para ir al toilette, allí se masturbaba rápidamente y volvía
aliviado a clase, para dar la lección. Su inquietud y desasosiego frente a la posibilidad de
la erección, lo mantenían en un estado casi continuo de alerta ansiosa y dañaban
seriamente su autoestima.

Rita, de catorce años, fue un caso extremo. Tenía vagas sensaciones de malestar hacía
un cierto tiempo y un día se sintió descompuesta, con vómitos y cólicos, por lo que no
concurrió al colegio, creyendo que era debido a que “me cayeron mal los ñoquis que comí
ayer”. Su madre al volver de una corta salida para comprarle unas gaseosas la increpa
diciéndole: “¿qué haces con esa muñeca ahí?” hasta que descubre que se trataba de un
bebe. Había parido un bebé prematuro de seis meses de gestación y un kilo de peso, sin
darse cuenta. Su relato era más por gestos que por palabras, transmite que sintió algo y
se mojó entre las piernas y muy vagamente la presencia del bebe, estaba atónita,
perpleja. Al preguntársele como cortó el cordón umbilical dice que al verlo, tenía los útiles
escolares al lado y tomó la tijera y gesticula cómo lo hizo. No había registrado ningún
cambio ni sensación que la hiciera sospechar de su embarazo. Al quedar internada
pensaba que enseguida volvía a su casa, y luego que sería a las 48 horas. No se
conectaba con el bebe ni dimensionaba su situación actual, ni mucho menos futura. Su
única preocupación era volver pronto al colegio y ver a su novio de diecisiete años, a
quien su madre llamó por teléfono ese día y secamente le dijo: “sos padre”, y a quien
temía perder por esa situación.
Llamativamente la madre se acercaba a la cunita en la Sala de Terapia Intensiva con un
arrobamiento y exaltación poco frecuentes en estos casos y no teniendo noción del riesgo
del bebe, ni del estado de su hija, haciendo planes de futuro para cuando “pronto lo
llevemos a casa”. Se comportaba como quien recibió un inesperado regalo que la colma.
Pudo saberse luego, por información que brindara su ex esposo, que la señora a los
catorce años había dado a luz un bebé a término, pero que la engañaron en un acuerdo
entre su hermana mayor y el médico que la asistió, diciéndole que había muerto al nacer,

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cuando en realidad fue dado en adopción; historia que no conocía Rita y que constituía un
secreto familiar.

Carla de 14 años cuyos padres solicitan la consulta por su progresivo encierro y falta de
desarrollo. Se presentó apocada y callada, pero de a poco pudo desplegar sus
inquietudes. Era una joven vivaz, inteligente, agraciada y activa, que había tenido buen
contacto afectivo y relacional con adultos y pares, que se había ido apagando y aislando
“a medida que las otras se desarrollaban, y yo seguía chica”, fue siendo insensiblemente
apartada por las compañeras y se fue aislando de su grupo en tanto había inquietudes,
preocupaciones, situaciones, proposiciones, salidas, etc., que no podía compartir.
Paralelamente comenzó a preguntarse con ansiedad por su “pubertad demorada”,
pasando luego a ocultas angustias hipocondríacas por su cuerpo y sobre su porvenir (p.
ej. si podría realizar el coito y/o procrear, o quedaría “petisa”, o con “cara de nena”). Era la
única de su división escolar que aún no había menstruado y esperaba ese hito con
ansiedad, ya que podía significar “el pasaporte para estar en otra” y un apaciguamiento de
la angustia en torno a su cuerpo.
Sus datos históricos, el informe médico y las entrevistas diagnósticas no indicaban
ninguna alteración considerable ni inhibición de su desarrollo, tan solo que tenía otro ritmo
o tiempo. No obstante pese a que su situación se encuadrara dentro de la “normalidad”,
esto no amenguaba su angustia ni resolvía su conflicto, ni modificaba su autoimagen, que
se habían alterado por el impacto a nivel narcisístico que el tener un crecimiento puberal a
“destiempo” del resto de sus pares le provocaba. El desasosiego por la pérdida de los
referentes que esto le significaba era similar aunque por un motivo manifiesto opuesto, al
observado en Julia o Carolina.

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