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UNIDAD 2 Adolescencia
UNIDAD 2 Adolescencia
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Donzino, G. y Morici, S. (comps) (2015) “La revelación de lo genital La pubertad y lo
genital en la obra de Sigmund Freud” en Culturas Adolescentes. Subjetividades,
contextos y debates actuales. Bs. As. Noveduc
El rol de la sexualidad infantil: En tres ensayos sobre teoría sexual Freud lleva lo esencial
de su razonamiento hacia la primacía de la sexualidad infantil. La sexualidad no comienza
con la capacidad sexual (de reproducción) ligada a la pubertad, sino que existe una
sexualidad infantil -sexualidad no genital- y es ella la que se encuentra en el origen de las
desviaciones sexuales adultas (perversiones) y las neurosis. Al poner el acento en el
papel de la sexualidad infantil en la etiología de las neurosis, Freud relega a un segundo
plano el de la pubertad. La sexualidad humana está desfasada: comienza en la primera
infancia con su acné en el Edipo infantil, conoce un período de latencia -de
adormecimiento relativo de la actividad de las pulsiones- antes de resurgir con la
pubertad, considerada entonces como el segundo momento de la sexualidad. La
adolescencia sería la historia de la instauración de este segundo momento, dado que la
sexualidad adulta no llega, de alguna manera, sino en un tercer momento. Para Freud, el
segundo momento corresponde al advenimiento fisiológico de la sexualidad en sus
manifestaciones somáticas y psíquicas. Evoca, en efecto, las fantasías incestuosas y
parricidas que acompañan el arribo de la pubertad. Para Freud existiría una gran similitud
entre la sexualidad que se manifiesta en el momento de la pubertad y la sexualidad adulta
mientras que, para nosotros, el acceso a la genitalidad en el momento de ingresar a la
adolescencia inaugura una historia particular, un tiempo de relectura, pero además de
reescritura de la sexualidad infantil antes de emprender un trabajo de reinvención de ésta,
que entonces tomará el aspecto de la sexualidad adulta.
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particularmente, lo genital en la adolescencia, como proceso específico en el desarrollo de
la libido y, de forma más amplia, de la vida psíquica. La sexualidad humana, ¿no se
declinaría en tres tiempos: el infantil, el de la pubertad y el de la sexualidad adulta? En
esta concepción, la adolescencia sería un momento transitorio y de pasaje entre los
tiempos diferentes y alejados el uno del otro.
¿Lo pre genital, prehistoria de lo genital?: En los tres ensayos, Freud hace aparecer la
primacía de lo genital como una característica propia del tiempo de la pubertad. Esta
distinción entre pre genital y genital plantea la cuestión de saber si la pre genitalidad
coincide con un tipo de relación edipica o si la pre genitalidad da cuenta necesariamente
de lo no aún edípico. La genitalidad aparece como estando forzosamente del lado de la
relación edipica. Con el comienzo de la pubertad aparecen las transformaciones que
llevarán la vida sexual infantil a su forma definitiva y normal. La pulsión sexual era hasta
aquí esencialmente autoerótica; ahora va a descubrir el objeto sexual.
Lo que plantea Marty es que esta propuesta es que no permite distinguir todos los matices
de este pasaje. Aunque la pre genitalidad puede ser considerada sin riesgo de error como
la prehistoria de lo genital, la historia de la instauración de la primacía de lo genital está
aún por escribirse (relectura, reescritura, reinvención). En efecto, se plantean dos tipos de
problema. Por un lado, se trata de percibir como se articulan pre genital y genital, cómo se
instaura lo genital, que resistencias pueden encontrarse cuando sobreviene. Por otra
parte, se plantea el tema de la constitución del objeto genital, su búsqueda y hasta su
conquista.
En este pasaje Freud sitúa en fin de la sexualidad infantil en el momento del declive del
complejo de Edipo. Esta observación nos permitirá considerar, que la pubertad es una
etapa diferente de las que constituyen la sexualidad infantil, un más allá de la misma.
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En este artículo Freud vuelve sobre el tema de las similitudes existentes entre sexualidad
infantil y sexualidad adulta. Propone -a diferencia de Freud, en este punto- que no se
debe oponer sólo sexualidad infantil y sexualidad adulta sino que es conveniente tomar en
consideración la sexualidad adolescente. Aunque lo infantil infiltra la adolescencia,
aunque la adolescencia prefigura la sexualidad adulta, la sexualidad adolescente se
distingue tanto de una como de la otra. Adquiere un estatuto específico al elaborar la
genitalidad.
Tres ensayos, Freud indicaba con gran frecuencia en la infancia se efectúa la elección de
objeto, del tipo que hemos presentado como característico de la fase pubertaria del
desarrollo. La primacía de lo genital no puede efectuarse completamente sino cuando los
órganos genitales se ponen al servicio de la reproducción, es decir, el momento de la
pubertad y de las transformaciones somáticas y psíquicas que ésta instaura.
Al atravesar la fase fálica, caracterizada en los niños de ambos sexos por la "primacía del
falo", se produciría una especie de organización genital anterior: ya no se trata
completamente de una síntesis de las "pulsiones parciales", sino de una organización
cristalizada por el complejo de castración. Freud indica entonces aquí que la primacía de
lo genital en la organización genital infantil es en realidad la primacía del falo, en tanto que
creencia en la existencia de un solo sexo. La inmadurez, en la infancia, no es sólo
biológica o somática; es también psíquica, en la medida en que la capacidad de investir a
los órganos genitales en su diferencia no se adquiere en el niño o, por lo menos, no se
adquiere de la misma manera que se producirá en la adolescencia.
¿Primacía de lo genital o primacía del falo?: Freud señala la existencia de una etapa
distinta situada entre lo pre genital y lo genital, lo fálico que caracterizaría la organización
genital infantil. La unicidad de los sexos que está destacada, unicidad que será atacada
por la solución dada al complejo de Edipo con la cuestión de la identificación. La
identificación con el padre edípico lleva en sí, en efecto, la percepción de la diferencia de
sexos que podría expresarse de este modo: "¿quién soy, niña o varón?". Pero esta
operación diferenciadora se efectúa en el momento en que la libido esta inhibida en
cuanto al objetivo; en el momento en que el niño, entrado en latencia, sublima una parte
de su libido reprimiendo la investidura sexualizada de las imágenes parentales. No puede
internalizar la síntesis de esta nueva distribución que trae con él la identificación (llamada
secundaria). La diferencia planteada entre varón y niña sería una diferencia en cuanto a la
posesión del pene: tenerlo o no tenerlo. La distinción se hace en el registro
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fálico/castrado. La identificación secundaria, al tiempo que da algunos medios de
ubicación para el niño, no revela sino de manera imperfecta la respuesta al enigma de la
sexualidad; pone un velo sobre el sexo de la niña.
Este tema de la diferencia de los sexos no problematiza del mismo modo en la infancia y
en la adolescencia. La pubertad trae un elemento fundamentalmente nuevo, no ya con la
percepción del órgano sexual femenino, sino con su investidura genital, su sentir; esta
nueva investidura acarrea un abandono de la posición fálica. La ignorancia en la que el
niño se encontraba, en el acceso a la genitalidad viene a encontrar la revelación de lo que
le faltaba para tener la llave del enigma. Tal vez podría pensarse aquí una tercera
operación en el proceso de identificación: luego de la identificación primaria y después de
la identificación llamada secundaria, encontrada como salida a la problemática edipica
infantil, podría sobrevenir una identificación ternaria que inscribiría la diferenciación de los
sexos en el reconocimiento de la diferencia anatómica de los mismos. La identificación
ternaria sería la que promueve al sujeto hacia el ser (hombre o mujer) más que hacía el
tener (tener o no tener pene); esta última distinción caracteriza la identificación
secundaria en el tiempo de la salida del complejo edípico infantil.
La latencia acarrea sin que el sujeto lo sepa, los temas relativos a los enigmas de la
sexualidad. El sentido de lo sexual vendrá con la experiencia adolescente de lo genital.
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Moreira, Diego (1997) La pubertad y sus transmudaciones. Fau. Ed. Cap. 3 “Latencia
sexual” y 4 “Libido genital”
Este periodo puede definirse como un tiempo lógico que se encuentra delimitado por la
declinación de la sexualidad infantil, al termino de la fase fálica, y la emergencia de la
tensión genital al comienzo de la pubertad. En inhibición síntoma y angustia de 1926,
Freud dice que este periodo ofrece diversas características: a) sepultamiento del complejo
de Edipo (y desarrollo del complejo de castración), b) la formación y consolidación del
superyó que proviene del ello, c) la generación de barreras éticas y estéticas en el interior
del yo.
El desarrollo libidinal del niño, que el yo ocupe diversas posiciones ante el trauma de la
castración. Una, se despliega via desmentida del juicio de desatribucion del falo supuesto
en la madre; otra, implica una oleada de represión a la cual suele sucumbir el complejo de
Edipo, que es recubierto por la llamada amnesia infantil. Sus restos se expresan como un
afecto de ternura hacia sus familiares o sustitutos. Estos sentimientos de ternura implican
metas sexuales inhibidas, que posibilitan ligazones duraderas con los otros. Otros
fragmentos eróticos siguen el camino de: a) la sublimación, concepto complementario del
juego de los niños, según comenta Winnicott en realidad y juego; b) la formación reactiva,
a la que se anudan desprendimientos de asco y pudor; c) la identificación secundaria, que
posibilita la instauración de frases que adquieren un carácter imperativo al formar una
nueva instancia y d) la destimacion, es decir, un juicio en acto que decreta un “no ha
lugar” de lo registrado como novedad que suele posibilitar argumentos alucinados al estilo
de Serguei Pankejeff. Este pensar defensivo en la pubertad puede ser activado por un
avasallante sentimiento de culpa.
El superyó esta formado por huellas de una memoria especifica. Cuando estas se activan
hablamos de representaciones-palabra, que integran una red de imperativos, sistenida por
una letra fundamental, “el apellido paterno”, que se enlaza al pensamiento icc. La
constitución de un apellido simbólico, requiere de la descondensacion del apellido paterno
y materno, de esta manera se diferencian, oponen y articulan. De no acontecer tal
proceso, el apellido se configura imaginariamente en su omnipotencia.
La conciencia moral sostiene una función del superyó que implica ciertos actos del
pensar, en los cuales podemos discriminar dos porciones que se expresan en un juicio de
valor acerca de lo bueno y útil o lo malo y nocivo de los pensamientos, representaciones u
objetos del yo real definitivo.
Ante estos valores del superyó, el precc del yo se ve exigido de pensar con la misma
lógica.
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En el periodo de latencia, esperamos el predominio de una lógica totémica que condensa
otras formas como la mítica, religiosa, de las cosmovisiones, y la ceintifico-etica, que se
desplegaran y adquirirán hegemonía en otros tiempos del desarrollo.
Como estas dos prohibiciones coinciden con los dos contenidos del Edipo referidos al
deseo de matar al padre ya cceder sexualmente a la madre, Freud relaciona el animal
totémico con el padre, lo cual también encuentra en la historia de los antepasados, en el
trabajo clínico principalmente con zoofobias y en observaciones directas. En definitiva
podemos hablar de un no retorno infantil del totemismo de los pueblso primitivos que
encuentra su fundamento en el parricidio, muerte del padre que también podemos
discernir como punto de partida del mito y de la religión.
- La perdida del contexto y del obejto amenaza a los primeros tiempos del niño.
Con respecrto al afecto del dolor también encontramos cierta articulación con el
desarrollo. Cada una de estas condiciones de dolor tiene su época y desaparece expirada
esta; las condiciones ultimas, definitivas, se conservan toda la vida.
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Latencia como momento lógico, suele coincidir con los comienzos de la escuela primaria
donde la educación que se le brinda al niño, incluida la familiar, implica un esfuerzo por
suplantar el predominio del principio del placer por el principio de realidad.
Freud nos dice que en la educación del niño, los padres y sustitutos, responden a las
exigencias de su propio superyó. “no importa como se haya arreglado en ellos su yo con
su superyó; en la educación del niño se muestran rigurosos y exigentes. Han olvidado las
dificultades de su propia infancia, están contentos de poder identificarse ahora
plenamente con sus propios padres, que en su tiempo les impusieron a ellos mismso esas
gravosas limitaciones. Asi, el superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de
sus progenitores, sino según el superyó de ellos; se llena con el mismo contenido,
deviene portador de la tradición, de todas las valoraciones perdurables que se han
reproducido por este camino a lo largo de las generaciones”.
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Esta nueva erogenidad periférica posee una amplitud mayor que las anteriores, e
involucra un nuevo espacio psíquico. Se forma mediante un acto del pensar proyectivo, a
partir de un espacio previamente estructurado, que posibilita la constitución de
representaciones del aparato genital interno que ha iniciado su proceso de maduración.
Esta espacialidad interior se configura como fuente de las pulsiones de conservación de la
especie (y sexuales), mientras que la exterior se constituye en cuente del erotismo genital.
Su enlace con el erotismo fálico-uretral y desde luego con las otras pulsiones
parciales
La articulación de las metas sensuales y tiernas.
La oposición y ensamble con la conservación de la especie
La libido genital se enlaza a la conservación de la especie mediante un vínculo semejante
al anaclítico o de apoyo explicitado por Freud en tres ensayos. Posibilita la unificación de
las pulsiones parciales y la primacía de la genitalidad al servicio de la reproducción.
Al respecto en introducción del narcisismo Freud afirma que debe recordarse que todas
nuestras provisionalidades psicológicas deberán asentarse alguna vez en el terreno de los
sustratos organicos. Es probable que sean amterias y procesos químicos particulares los
que eierzan los efectos de la sexualidad y hagan de intermediarios en la prosecución de la
vida individual en la vida de la especie.
Esta atribución del saber a un modelo –padre y las diferencias discernidas, condena al yo
en muchos casos, a un saber segundo, copiado del padre, que también se sustenta en el
plagio. Esta imposibilidad de acceder al orgasmo, que afecta la economía psíquica de la
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prepubertad, en un primer momento deriva en una serie de dificultades, incluyéndose
entre ellas el abandono de la masturbación fálica ya veces de algunos de sus
equivalentes o sustitutos. Es oportuno recordar que Freud considera la masturbación
como el único gran habito que puede ser considerado como adicción primordial.
Las magnitudes de excitación que provienen de las diferentes zonas erógenas periféricas,
pueden recibir simultáneamente diferentes destinos, incluso varia en los distintos periodos
de la vida de un individuo. Freud divide el desarrollo en cuatro edades que grafica del sig
modo:
Cuadrito.
“A y B son (más o menos de 8-10 y 13-17) los periodos de transición en los que las más
de las veces ocurre la represión”
Freud considera que todo adolescente “porta dentro de si el germen de la histeria”, esta
cláusula universal se basa en el desfasaje, que se da entre el desarrollo sexual de la
pubertad y los otros aspectos a posteriori de un pensar comprensivo, que recae sobre
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ciertas representaciones de índole sexual. Este germen histérico requiere, como condición
necesaria que un pensar defensivo al estilo de la represión a posteriori de las investiduras
libidinosas de sujeto adquiera un valor estructurante en la vida anímica. Otra defensa que
se despliega en la pubertad, la desmentida (secundaria) que opera en el yo placer de
acuerdo a una lógica de movimiento. Este mecanismo suele adquirir un valor hegemónico,
no solamente en la patología, sino también en las tramitaciones normales. El pensar
defensivo obtura los procesos de duelo y el trabajo de descondensacion del horror en
sentimiento de aniquilación, angustia y de castración y culpa, a la par que el yo real
definitivo es derivado al exterior vía proyección para ser introyectado de una manera
estable en los inicios de la adolescencia media. Es precisamente esta lógica lo que a
veces puede llegar a ensamblarse con los llamados juicios desestimantes y otras
defensas como la represión.
“no estamos lejos de pensar que existe una pizca de locura normal en la evolución
pubertaria si no se prolonga demasiado”
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También estos segmentos pueden articularse dinámicamente con una corriente psíquica
donde el erotismo adquiere un carácter toxico, enlazado a ciertas formas de excitación
frustrada, tales como los sueños de polución, donde el temor de los adolescentes a la
perdida de semen, los lleva a despertarse antes de la eyaculación. En realidad, la auto-
observación como función del superyó, registra esta situación del yo y posibilita su
despertar.
En otros casos, el estancamiento de los procesos sexuales puede cobrar eficacia sobre
los procesos digestivos o sobre la hematopoyesis.
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latencia, a lo cual se suman las aspiraciones de la libido genital que ya ha instaurado su
meta y los recursos defensivos actuales a los cuales puede apelar el yo.
Solo luego de la pubertad se establece la llamada fase genital, que implica una
organización definitiva de la sexualidad “y en la cual los genitales femeninos hallan por
primera vez el reconocimiento que los masculinos habían conseguido mucho antes”. Solo
en esta fase y luego de la pubertad cobra predominio el juicio de existencia de los
genitales femeninos, para lo cual en el caso de la joven, la oleada del desarrollo tiene que
constituir la vagina como zona erógena predominante, a la par que la sexualidad
masculina en ella vigente, bajo el imperio de un órgano rector como el clítoris debe ser
desactivada mediante el retiro de investiduras.
Dos fuentes pulsionales tienden a adquirir una mayor complejidad: el aparato genital
externo, una zona del cuerpo que representa una excitación de amplitud particular. Ambas
fuentes procuran articularse. Con respecto a los genitales internos, puedo decir que los
óvulos que trae la niña con su nacimiento, suelen ser activados en la llamada pubertad
que frecuentemente sucede alrededor del décimo al tercer año. En este momento lógico
del desarrollo fisiológico y anímico, se genera la primera ovulación. Es decir que un ovulo
maduro por primera vez es ubicado en el útero en situación de ser fecundado como
expresión del esfuerzo de las pulsiones de conservación de la especie, que deberán
construir y articular los diferentes elementos que las componen. De esta manera, se
inaugura la posibilidad de acceder a un placer particular, el de procreación, aunque en
ambos sexos estas últimas pulsiones encuentran su apoyo en su enlace con la
conservación de la especie.
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la especie no encuentra un límite temporal. Recordemos que el destino de esta meta de la
reproducción en las perversiones sexuales, es ser desmentida.
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Moreno, A. y Del Barrio, C. (2000) “La experiencia adolescente: a la búsqueda de un
lugar en el mundo” Ed. Aique Cap. 2 “ El desarrollo físico y sus efectos psicológico
durante la adolescencia”
Moreno y del barrio. Capítulo 2 “El desarrollo físico y sus efectos psicológicos
durante la adolescencia”.
Transformaciones puberales
El crecimiento físico y la morfología corporal: entre los 11 y 16 años, los chicos y las
chicas crecen más rápido que en años anteriores y posteriores. Este crecimiento de
distintas partes del cuerpo llega a cambiar el aspecto de la persona y, a diferencia del
bebé, el adolescente toma conciencia de los cambios que le suceden y de sus
consecuencias en relación con su entorno, lo que hace más relevante el crecimiento físico
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que experimenta. El estirón: es el indicador de desarrollo somático más utilizado durante
la transición de la infancia a la adolescencia. Tamaño y forma corporal: Aunque en los
años finales de la infancia, las diferencias entre niños y niñas en cuanto al tamaño
corporal son mínimas, durante el principio de la transición puberal, las niñas tienen, como
media, más altura y peso que los niño, al madurar antes. Composición corporal y
funciones fisiológicas. Los cambios en la masa muscular y en el tejido adiposo total son
diferentes en chicos y chicas, tanto en términos cuantitativos del incremento que tiene
lugar, como en términos cualitativos: se produce en regiones diferentes del organismo.
Rendimiento físico: Por efecto de los cambios señalados hasta ahora aumenta al entrar
en la adolescencia la fuerza física y el rendimiento motor y aeróbico, y en todas las
edades los chicos aventajan a las chicas.
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sexualidad: lo que se considera una sexualidad normal en una cultura, será evitado en
otra, y en cada una de ellas cambiará con el tiempo. La curiosidad acerca de la
sexualidad caracteriza el comienzo de la adolescencia, pero no parece durar mucho. En la
adolescencia intermedia, la mayoría de jóvenes se consideran suficientemente
informados, lo que no quiere decir que su conocimiento sea correcto. Las preocupaciones
parecen más relacionadas con el deseo de experiencias sexuales que con el
conocimiento. Mientras que los chicos parecen más interesados por la mecánica de las
relaciones, por la sexualidad en sí misma, las chicas parecen más interesadas por la
sexualidad como parte de las relaciones de pareja. Un componente de sus
preocupaciones es el atractivo sexual de su propia imagen, fundamentalmente al inicio de
la adolescencia. Las preocupaciones disminuyen a medida que se acumulan experiencias
sexuales y que se van satisfaciendo la curiosidad y el deseo de sentirse atractivos.
El impacto psicológico de los cambios puberales: en general, los cambios que hemos
venido examinando tienen un efecto profundo en la persona. El cuerpo transforma su
funcionamiento y hay que asimilar nuevas experiencias corporales. Son diferentes los
efectos en los chicos y en las chicas. Las diferencias individuales, a pesar de ser la
norma, pueden tener consecuencias en cuanto al modo en que un chico o una chica
acepta sus transformaciones puberales y las integra en un nuevo esquema corporal. En
algún momento u otro de este desarrollo, el adolescente se pregunta quién es y qué hacer
con su cuerpo. Al mismo tiempo, los cambios puberales pueden influir en la inserción en
el grupo de coetáneos y en las relaciones con el otro sexo.
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bulimia. Sobre todo el primero se produce quince veces más en chicas que chicos. Sea
porque quiera adaptarse a las normas culturales reinantes que tipifican una figura
estilizada porque rechace las mismas porque disfrute comiendo y encuentre en la comida
una liberación emocional, puede desarrollar conductas que la hacen vulnerable, por un
lado, a la anorexia o a la bulimia nerviosas y, por el otro, a la obesidad. La anorexia
nerviosa supone una malnutrición crónica debida a una restricción voluntaria y continuada
de la alimentación. En el caso de la bulimia nerviosa, hay un descontrol en la ingesta de
alimento que, junto con un temor al aumento de peso, producen un sentimiento
angustioso de culpa que lleva a la persona a provocarse vómitos y a inferior laxantes.
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Urribarri, Rodolfo (2015) “Notas sobre pubertad” en Adolescencia y clínica
psicoanalítica”. Bs As: Fondo de Cultura Económica
A diferencia del crecimiento infantil que luego del primer año es parejo, armonico y lento,
el cambio puberal es disarmonico: se modifican algunas partes mientras otras
permanecen igual, lo que crea sensaciones de cambio caótico que alteran el sentimiento
de identidad. Se desarrollan los caracteres sexuales primarios y emergen los secundarios;
nuevas formas, sensaciones y excitaciones, que aunque esperadas, desajusta. El joven
se ve y es mirado de manera diferente, y se desencuentra relativamente con la imagen
previa que tiene de si. Debe realizar una profunda y ardua labor de inscripción y
reinscripción de su cuerpo a causa de las modificaciones que se le imponen.
Generalmente, estos cambios devienen traumáticos cuando son tempranos, bruscos,
intensos y se producen en corto lapso, con relativa independencia de la historia previa
que condiciona los grados y las características del desajuste. Lo cuantitativo de la
intensidad de estos cambios, la brusquedad con que ocurren y el corto lapso en que se
producen operan tornando a la situación como traumatica, y se produce asi un salto de lo
cuantitativo a lo caulitativo.
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narcisística, aunque, como maniobra defensiva, intenta aveces tornarlo en un emblema de
superioridad. Se ve también dificultado de cotejar y procesar en palabras con sus pares
las sensaciones novedosas y los cambios corporales.
Es frecuente observar que luego de las dos o tres primeras menstruaciones algunas
jóvenes pasan por un largo periodo con marcada dismenorrea o amenorrea, incluso sin
que se justifique orgánicamente, lo que se puede pensar como una detención de los
procesos biológicos en la medida en que los cambios no pueden ser psíquicamente
aceptados y tramitados. Lo mismo ocurre con el uso de vestimentas sueltas que encubren
las formas corporales, o con posiciones para disimular la turgencia de los pechos.
CASO MATÍAS
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desconcierto y extrañamiento inicial que tienden a retraerlas, se vuelcan a la actividad
sexual con la expectativa de solventar el desequilibrio mediante la descarga y el teñido de
fantasías románticas idealizadas muy alejadas de la realidad de su compañero. Dado que
no se dieron los procesamientos psíquicos concomitantes ni se arribó a la primacía
genital, estas fantasías revisten el carácter de una actuación. Cuando la práctica genital
es llevada a cabo, y en tanto no se cumplen las expectativas idealizadas, se incrementa el
desajuste con el cuerpo y también la angustia y el displacer, con lo que la situación se
torna traumática y se tienden a fijar disfunciones sexuales.
CASO RITA
Expongo este material clínico para resaltar no solo los elementos en torno a la situación
traumática que puede revestir el embarazo adolescente, sino también la potencialidad
traumática que puede ejercer lo transgeneracional en el psiquismo de un joven. Si bien,
como se ha señalado, la adolescencia opera como un revelador de las adquisiciones
narcisísticas tempranas, es evidente desde la clínica que se trata también del momento
en que se reeditan situaciones traumáticas transgeneracionales que el joven desconoce.
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reactiva y la represión, se producirá la ampliación y el fortalecimiento del yo, en particular
en la diversificación de canales de expresión y descarga, los anudamientos relacionales e
institucionales, la ampliación del pensamiento y el lenguaje, y fundamentalmente en al
articulación y funcionalidad del pcnss.
La lentitud y una marcada postergación del cambio corporal también provocan un estado
de desequilibrio narcisístico, con aislamiento y relativa perdida de la autoestima, aunque
sin generar la estridente conmoción desbordante que previamente destaque para la
problemática opuesta. Los pares suelen contribuir negativamente, en especial por los
ataques reiterados e incluso por vejaciones y/o amedrentamientos. Mediante estas
conductas, los pares manifiestan activamente lo que sufrieron antes de manera pasiva por
parte de los que ya eran “grandes”; la mismo tiempo, expulsan de si los aspectos más
infantiles rechazados, representados por el cuerpo poco o nada desarrollado de los
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chicos, que los instituye en objeto de burla y exclusión, generalmente condensado en
motes y apodos desvalorizantes.
Para los jóvenes cuyo desarrollo se produce más tardíamente, la vivencia suele ser de
extrañeza por la demora, con un incremento de la inquietud a medida que transcurre el
tiempo.
CASO CARLA
Pedro a quien había tratado entre los seis años y medio y diez años y medio, vuelve ala
consulta dos años más tarde por dificultades para estudiar y en el rendimiento escolar,
que había decrecido notoriamente. Los padres me informan que en los cuatro meses
previos había crecido intensamente, al punto de que la ropa que le compraban le quedaba
chica en escaso tiempo, lo que volvía a ocurrir en corto lapso. Cuando lo veo, me impacta,
pues el niño que había dejado de ver un par de años antes, aparecía como estirado
longitudinalmente, medía casi 1.80 mts., aunque el volumen corporal y la masa muscular
no se habían desarrollado acordemente. Su rostro era de perplejidad, se mostraba
vacilante, se movía con cautela y relativa torpeza, se expresaba entrecortadamente, y con
cierta confusión. No aludió en lo manifiesto a los cambios físicos, sino que insistía en sus
trabas con el estudio, siendo llamativamente reiterativo en decir: “no entiendo” y “ no sé”,
incluso en algunas oportunidades como fuera del sentido lógico de su discurso. Fue claro
durante las sesiones posteriores que dichas frases expresaban su desconcierto frente a la
pérdida de su capacidad de razonamiento, en tanto ruptura de los encadenamientos y
modos previos del pensamiento y de la desorganización producida a partir del profundo
cambio en su cuerpo y del incremento pulsional. Pudo verse la emergencia de fantasías y
apetencias, sus fallidos intentos de alejarlas, que de continuo interferían su pensamiento,
así como su esfuerzo por centrarse en lo mental y las expectativas escolares,
desatendiendo lo que pasaba desde y con su cuerpo que era vivido con extrañamiento y
ajenidad.
Fue sorprendente cuando a poco de comenzar vino un día a sesión vestido con un
pequeño short deportivo que le quedaba muy corto y ajustado, una remera sin mangas,
que acentuaban su estatura, diría que con un atuendo de niño en un cuerpo de grande, y
diciendo con expresión contrariada y perpleja: “No sé qué me pasa hoy!, cuando venía
viajando para aquí, todos me miraban. No entiendo”. Es claro el desconocimiento delos
cambios físicos ocurridos, vistiéndose como si fuera el de antes, sorprendido y perplejo
frente a las miradas de los otros que no podía significar, ni reconocerse en ellas.
Más avanzado el tratamiento y habiendo recuperado parcialmente sus posibilidades
expresivas verbales y de pensamiento dijo: “estoy como corriendo detrás de mi cuerpo a
ver si lo alcanzo “. Claramente expresa en esta frase el extrañamiento frente a su cuerpo,
que lo sabía propio y al mismo tiempo lo desconocía como tal (operancia de la
desmentida —Verleugnung), así como el apremio del tiempo. Era evidente que la
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brusquedad e intensidad de los cambios le impedían reapropiarse de su propio cuerpo,
haciendo manifiestas las vivencias respecto del mismo como algo externo y en parte
ajeno al yo. Aparecía una dificultad en el desempeño deportivo, particularmente en grupo
debido a la diferencia física con sus pares. También mostraba un intenso bloqueo de la
expresión agresiva, ligado a un profundo temor a no poder controlar los resultados de sus
acciones corporales que podrían derivar en una destructividad ingobernable. Por otra
parte, aunque era bien visto y buscado por sus compañeras, tenía una marcada inhibición
para contactarse con ellas.
Carolina de dieciséis años, con manifestaciones bulímicas, tuvo su menarca a los once
años, dice: “Entre los diez y doce años me daba vergüenza porque había crecido... estaba
rara... estaba con mis primas jugando y me tenía que portar mejor porque aparentaba
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más edad...me daba vergüenza subir al tobogán... me sentía más grande... todas iban en
short y remera y yo iba con pantalones y me cambiaba en el club... me molestaba que me
digan cosas por la calle... iba por la calle y tenía miedo que me hicieran algo... empecé a
taparme y cortarme el pelo para que nadie me vea, niñada... ¡vi de golpe que había
crecido!... no me di cuenta cuando fui creciendo y, de repente: ¡vi que tenía pechos! Me
molestaba en gimnasia... cuando saltaba me molestaba el peso y ¡empecé a odiar el
cuerpo de mujer!”.
También pueden notarse reacciones similares, aunque de menor severidad clínica, pero
no por ello menos dramáticas y angustiantes para el sujeto. Por ejemplo es frecuente
observar jóvenes que luego de las dos o tres primeras menstruaciones, pasan por un
largo periodo con marcada dismenorrea o amenorrea, incluso sin que orgánicamente se
justifique, lo que podemos pensar como una detención de sus procesos biológicos en
tanto los cambios no pueden ser psíquicamente aceptados y tramitados. Igualmente
ocurre con el uso de vestimentas sueltas que encubren las formas corporales, o con
posiciones para disimular la turgencia de los pechos.
Rita, de catorce años, fue un caso extremo. Tenía vagas sensaciones de malestar hacía
un cierto tiempo y un día se sintió descompuesta, con vómitos y cólicos, por lo que no
concurrió al colegio, creyendo que era debido a que “me cayeron mal los ñoquis que comí
ayer”. Su madre al volver de una corta salida para comprarle unas gaseosas la increpa
diciéndole: “¿qué haces con esa muñeca ahí?” hasta que descubre que se trataba de un
bebe. Había parido un bebé prematuro de seis meses de gestación y un kilo de peso, sin
darse cuenta. Su relato era más por gestos que por palabras, transmite que sintió algo y
se mojó entre las piernas y muy vagamente la presencia del bebe, estaba atónita,
perpleja. Al preguntársele como cortó el cordón umbilical dice que al verlo, tenía los útiles
escolares al lado y tomó la tijera y gesticula cómo lo hizo. No había registrado ningún
cambio ni sensación que la hiciera sospechar de su embarazo. Al quedar internada
pensaba que enseguida volvía a su casa, y luego que sería a las 48 horas. No se
conectaba con el bebe ni dimensionaba su situación actual, ni mucho menos futura. Su
única preocupación era volver pronto al colegio y ver a su novio de diecisiete años, a
quien su madre llamó por teléfono ese día y secamente le dijo: “sos padre”, y a quien
temía perder por esa situación.
Llamativamente la madre se acercaba a la cunita en la Sala de Terapia Intensiva con un
arrobamiento y exaltación poco frecuentes en estos casos y no teniendo noción del riesgo
del bebe, ni del estado de su hija, haciendo planes de futuro para cuando “pronto lo
llevemos a casa”. Se comportaba como quien recibió un inesperado regalo que la colma.
Pudo saberse luego, por información que brindara su ex esposo, que la señora a los
catorce años había dado a luz un bebé a término, pero que la engañaron en un acuerdo
entre su hermana mayor y el médico que la asistió, diciéndole que había muerto al nacer,
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cuando en realidad fue dado en adopción; historia que no conocía Rita y que constituía un
secreto familiar.
Carla de 14 años cuyos padres solicitan la consulta por su progresivo encierro y falta de
desarrollo. Se presentó apocada y callada, pero de a poco pudo desplegar sus
inquietudes. Era una joven vivaz, inteligente, agraciada y activa, que había tenido buen
contacto afectivo y relacional con adultos y pares, que se había ido apagando y aislando
“a medida que las otras se desarrollaban, y yo seguía chica”, fue siendo insensiblemente
apartada por las compañeras y se fue aislando de su grupo en tanto había inquietudes,
preocupaciones, situaciones, proposiciones, salidas, etc., que no podía compartir.
Paralelamente comenzó a preguntarse con ansiedad por su “pubertad demorada”,
pasando luego a ocultas angustias hipocondríacas por su cuerpo y sobre su porvenir (p.
ej. si podría realizar el coito y/o procrear, o quedaría “petisa”, o con “cara de nena”). Era la
única de su división escolar que aún no había menstruado y esperaba ese hito con
ansiedad, ya que podía significar “el pasaporte para estar en otra” y un apaciguamiento de
la angustia en torno a su cuerpo.
Sus datos históricos, el informe médico y las entrevistas diagnósticas no indicaban
ninguna alteración considerable ni inhibición de su desarrollo, tan solo que tenía otro ritmo
o tiempo. No obstante pese a que su situación se encuadrara dentro de la “normalidad”,
esto no amenguaba su angustia ni resolvía su conflicto, ni modificaba su autoimagen, que
se habían alterado por el impacto a nivel narcisístico que el tener un crecimiento puberal a
“destiempo” del resto de sus pares le provocaba. El desasosiego por la pérdida de los
referentes que esto le significaba era similar aunque por un motivo manifiesto opuesto, al
observado en Julia o Carolina.
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