Está en la página 1de 15

PSICOANALISIS

CONFERENCIA 11 – El Trabajo Del Sueño


El trabajo que traspone el sueño latente (aquello oculto) en el sueño manifiesto (lo que sueña, el sueño en sí) se llama
trabajo del sueño. Y el trabajo que progresa en la dirección contraria, el que desde el sueño manifiesto quiere alcanzar
el latente, es nuestro trabajo de interpretación. El trabajo de interpretación quiere cancelar el trabajo del sueño

Para comprender la mayoría de los sueños se servirán de las dos técnicas que se complementan entre sí: harán evocar
ocurrencias al soñante hasta que hayan penetrado desde el sustituto hasta lo genuino y, basados en el conocimiento que
ustedes mismos tienen, sustituirán los símbolos por su significado. A lo que en los otros sueños viene a sumarse
todavía en calidad de trabajo del sueño lo llamaremos desfiguración onírica, y esta es la que hemos de hacer
desaparecer mediante nuestro trabajo interpretativo.

¿Qué es lo que el trabajo del sueño hace con el material de los pensamientos oníricos latentes?

La primera operación del trabajo onírico es la condensación, por ejemplo, cuando soñamos con una persona que tiene
el aspecto de una persona A, pero está vestida como una persona B, realiza unas acciones que recordamos de una
persona C y, encima, tenemos cierto saber de qué es una persona D.

La condensación se produce porque: 1) Ciertos elementos latentes se omiten por completo; 2) de muchos complejos del
sueño latente, sólo un jirón se traspasa al manifiesto; 3) elementos latentes que tienen algo en común se aúnan en el
sueño manifiesto, son fundidos en una unidad.

La segunda operación del trabajo onírico es el desplazamiento. Esta es obra de la censura onírica. Sus dos
exteriorizaciones son: la primera, que un elemento latente no es sustituido por un componente propio, sino por algo
más alejado, esto es, una alusión; y la segunda, que el acento psíquico se traspasa de un elemento importante a otro no
importante, de modo que el sueño aparece centrado diversamente y como algo extraño.

La tercera operación del trabajo onírico consiste en la trasposición de pensamientos en imágenes visuales (miramiento
por la figuralidad). Para hacerse una idea de sus dificultades, imagínense ustedes que hubieran acometido la empresa
de sustituir el artículo de fondo de un periódico por una serie de ilustraciones. Así se verían retrotraídos de la escritura
por signos alfabéticos a la escritura por imágenes. Para la figuración de las partes del discurso que indican relaciones
conceptuales, los «porque, por eso, pero», etc., no les valdrán esos recursos; así pues, estos componentes del texto se
perderán al trasponerlo en imágenes.

En el trabajo del sueño es cuestión de trasponer a imágenes de naturaleza visual sensibles, los pensamientos latentes
vertidos en palabras. Nuestros pensamientos proceden de imágenes sensoriales. Sólo más tarde se las conectó con
palabras y estas, después, se ligaron en pensamientos. Por consiguiente, el trabajo del sueño aplica a los pensamientos
un tratamiento regresivo les hace revertir su evolución, y en el curso de esta regresión tiene que dejarse de lado todo lo
que se sobreañadió, como conquista nueva, en el desarrollo progresivo desde las imágenes mnémicas hasta los
pensamientos.

CONFERENCIA 17 – El Sentido De Los Síntomas


Los síntomas neuróticos tienen entonces su sentido, como las operaciones fallidas y los sueños, y, al igual que estos, su
nexo con la vida de las personas que los exhiben.

La neurosis obsesiva se exterioriza del siguiente modo: los enfermos son ocupados por pensamientos que en verdad no
les interesan, sienten en el interior de sí impulsos que les parecen muy extraños, y son movidos a realizar ciertas
acciones cuya ejecución no les depara contento alguno, pero les es enteramente imposible omitirlas.

Lo que en la neurosis obsesiva se abre paso hasta la acción es sostenido por una energía que probablemente no tiene
paralelo en la vida normal del alma. El enfermo sólo puede desplazar la obsesión, pero no suprimirla.

El sentido de un síntoma reside, en un vínculo con el vivenciar del enfermo. Cuanto más individual sea el cuño del
síntoma, tanto más fácilmente esperaremos establecer este nexo. La tarea que se nos plantea no es otra que esta: para
una idea sin sentido y una acción carente de fin, descubrir aquella situación del pasado en que la idea estaba justificada
y la acción respondía a un fin.

CONFERENCIA 19 – Resistencia Y Represión


Cuando fijamos esta regla técnica fundamental (condiciones de la asociación libre), lo primero que conseguimos es que
se convierta en el blanco de ataque de la resistencia. El enfermo procura evadirse por todos los medios de sus
imperativos. Ora asevera que no se le ocurre nada, ora que es tanto lo que le acude que no puede apresar nada.
Baste con saber que al final se logra, a faena de decisión y de tenacidad, arrancarle a la resistencia una cierta cuota de
obediencia a la regla técnica fundamental, y entonces ella se vuelca a otro ámbito. Aparece como resistencia
intelectual, lucha con argumentos, se hace fuerte en las dificultades c inverosimilitudes que el pensamiento normal,
pero no instruido, halla en las doctrinas analíticas. En el caso del neurótico obsesivo podemos descubrir que la
resistencia se ha atrincherado en la duda de la neurosis obsesiva y desde esta posición nos combate con éxito (“Todo
eso es muy lindo y muy interesante. De buena gana seguiría esa pista. Mi enfermedad cambiaría mucho si eso fuera
cierto. Pero yo no creo que lo sea, y puesto que no lo creo, nada tiene que ver con mi enfermedad”)

No piensen ustedes que en el surgimiento de estas resistencias discernimos una amenaza imprevista para la terapia
analítica. No, sabemos que estas resistencias tienen que salir a la luz; más aún: quedamos insatisfechos cuando no las
provocamos con la nitidez suficiente y no podemos aclarárselas al enfermo. Y hasta entendemos, en definitiva, que el
vencimiento de estas resistencias es la operación esencial del análisis y la única pieza del trabajo que nos asegura que
hemos conseguido algo con el enfermo.

En el curso de un tratamiento la intensidad de la resistencia varía de continuo; aumenta cada vez que nos aproximamos
a un tema nuevo, llega a su máxima fuerza en -el ápice de la elaboración de este y vuelve a desbaratarse cuando se lo
finiquita. Si estamos a punto de promover a su conciencia un fragmento nuevo del material inconciente,
particularmente penoso para él, se vuelve crítico al extremo; si antes había comprendido y aceptado mucho, ahora estas
adquisiciones quedan como borradas; en su afán de oponerse a cualquier precio puede dar la imagen cabal de un
imbécil en el campo afectivo.

¿De qué manera explicamos esta observación, a saber, que el enfermo se defiende con tanta energía contra la
eliminación de sus síntomas y el restablecimiento de un discurrir normal en sus procesos anímicos?

Nos decimos que ahí registramos fuerzas poderosas que se oponen a un cambio de estado; tienen que ser las mismas
que en su tiempo lo impusieron. La existencia del síntoma tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado
hasta el final normalmente, vale decir, de manera que pudiera devenir conciente. Debe de haberse producido una
violenta renuencia a que el proceso anímico cuestionado penetrase hasta la conciencia; por eso permaneció
inconciente. Y en cuanto inconciente tuvo el poder de formar un síntoma. Esa misma renuencia se opone durante la
cura analítica al esfuerzo por volver a trasportar lo inconciente a lo conciente. Esto es lo que sentimos como
resistencia. El proceso patógeno que la resistencia nos revela ha de recibir el nombre de represión. Es la precondición
de la formación de síntoma.
CONFERENCIA 23 – Los Caminos De La Formación Del Síntoma
Los síntomas son actos perjudiciales o, al menos, inútiles para la vida en su conjunto; a menudo la persona se queja de
que los realiza contra su voluntad, y conllevan displacer o sufrimiento para ella. Su principal perjuicio consiste en el
gasto anímico que ellos mismos cuestan y, además, en el que se necesita para combatirlos.

Los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva modalidad de la
satisfacción pulsional. Estos surgen gracias a dos fuerzas. La Libido insatisfecha, rechazada por la realidad, que ahora
tiene que buscar otros caminos para su satisfacción. Si a pesar de que la libido está dispuesta a aceptar otro objeto en
lugar del denegado-frustrado, aquella se verá finalmente precisada a emprender el camino de la regresión y a aspirar a
satisfacerse dentro de una de las organizaciones ya superadas. En el camino de la regresión, la libido es cautivada por
la fijación que ella ha dejado tras sí en esos lugares de su desarrollo.

El conflicto queda planteado si el yo no presta su acuerdo a estas regresiones. La libido es como atajada y tiene que
intentar escapar a algún lado: adonde halle un drenaje para su investidura energética, según lo exige el principio de
placer. Las representaciones, sobre las cuales la libido trasfiere ahora su energía en calidad de investidura, pertenecen
al sistema del inconciente y están sometidas a los procesos de condensación y desplazamiento.

Así, el síntoma se engendra como un retoño del cumplimiento del deseo libidinoso inconciente, desfigurado de manera
múltiple; es una ambigüedad escogida ingeniosamente, provista de dos significados que se contradicen por completo
entre sí.

Exclusivamente en el caso de la neurosis histérica la libido encuentra las fijaciones que le hacen falta para quebrantar
las represiones en las prácticas y vivencias de la sexualidad infantil, hacia ellos revierte la libido. El síntoma repite de
algún modo aquella modalidad de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del
conflicto, por regla general volcada a una sensación de sufrimiento y mezclada con elementos que provienen de la
ocasión que llevó a contraer la enfermedad.

CONFERENCIA 27 – La Transferencia
No logramos cancelar una sola resistencia ni eliminar una sola represión. Estos pacientes, los paranoicos, los
melancólicos, los aquejados de dementia praecox, permanecen totalmente incólumes e inmunes a la terapia
psicoanalítica. ¿A qué puede deberse esto? Pues no a falta de inteligencia. Y tampoco echamos de menos ninguna de
las otras fuerzas impulsoras. Este hecho nos desconcierta y que nos impone esta duda: ¿Hemos comprendido realmente
todas las condiciones que determinan el éxito posible en las otras neurosis?

Si seguimos ocupándonos de nuestros histéricos y neuróticos obsesivos, Pasado un tiempo, en efecto, no podemos
dejar de notar que estos enfermos se comportan hacia nosotros de una manera muy particular. Notamos que el paciente
desarrolla un interés particular hacia la persona del médico. Por eso el trato con el paciente resulta durante un tiempo
muy agradable; es particularmente obsequioso, procura mostrarse agradecido en cuanta ocasión se le presenta, exhibe
finezas y rasgos meritorios de su carácter. En su casa, el paciente no cesa de alabar al médico, de ponderarle nuevos y
nuevos méritos. En estas condiciones el análisis hace brillantes progresos; el paciente comprende lo que se le apunta,
profundiza en las tareas que la cura le plantea, el material de recuerdos y ocurrencias afluye en abundancia, sorprende
al médico por la seguridad y el acierto de las interpretaciones que hace. Al buen entendimiento durante el trabajo
analítico corresponde también una mejoría objetiva del estado patológico.

Pero un tiempo tan bueno no puede durar siempre. Un buen día se estropea. Aparecen dificultades en el tratamiento;
fuertes resistencias. La causa de la perturbación tiene que ver con el hecho de que el paciente ha trasferido sobre el
médico intensos sentimientos de ternura. Llamamos trasferencia a este nuevo hecho que se trata de una trasferencia de
sentimientos sobre la persona del médico. La trasferencia puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en
formas más atenuadas conjeturamos que toda esa proclividad del afecto viene de otra parte, estaba ya preparada en la
enferma y con oportunidad del tratamiento analítico se trasfirió sobre la persona del médico. La trasferencia surge en el
paciente desde el comienzo del tratamiento y durante un tiempo constituye el más poderoso resorte impulsor del
trabajo.

En los pacientes masculinos, el médico observa más a menudo una forma de manifestación de la trasferencia que, a
primera vista, parece contradecir todo lo descrito hasta aquí: la trasferencia hostil o negativa. Por regla general, los
sentimientos hostiles salen a la luz más tarde que los tiernos, y detrás de ellos; en su simultánea presencia resultan un
buen reflejo de la ambivalencia de sentimientos que rige en la mayoría de nuestros vínculos íntimos con otros seres
humanos.

Queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su trasferencia, y sería absurdo rechazarlas
inamistosamente o con indignación; superamos la trasferencia cuando demostramos al enfermo que sus sentimientos
no provienen de la situación presente y no valen para la persona del médico, sino que repiten lo que a él le ocurrió una
vez, con anterioridad. De tal manera lo forzamos a mudar su repetición en recuerdo. Y entonces la trasferencia se
convierte en el mejor instrumento, con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrados abanicos de la vida anímica.
EL SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO – Freud
Este texto trata sobre el diferente curso de desarrollo sexual, tanto del niño como de la niña. En esta etapa (fálica) sus
desarrollos toman cursos distintos. En la primera infancia el fenómeno central es el complejo de Edipo, después este
sucumbe, es reprimido y lo sigue el periodo de latencia.

Luego de la etapa anal, los genitales toman un papel rector, el niño se empieza a explorar más y los adultos no están de
acuerdo con ello, entonces lo empiezan a amenazar con algún castigo, incluso diciéndole que se lo van a cortar. Esta
amenaza de castración no es creída por el niño hasta que ve los genitales femeninos.

Esto es lo que se denomina complejo de castración, donde se pone en juego el conflicto narcisista entre esta parte del
cuerpo contra la embestidura libidinosa de los objetos parentales y donde típicamente triunfa la conservación del
miembro masculino. Entonces el niño, quita esta embestidura libidinal a los objetos parentales, introyecto el súper yo,
muda estas mociones libidinosas en tiernas y entrar en el periodo de latencia.

Mientras que la niña, entra en el complejo de Edipo a raíz de la castración, ya que ella vive la castración como algo
consumado. Esto la lleva a asumir su falta, a buscar un sustituto en el hijo y a desearlo del padre y el sepultamiento se
da a causa de la frustración de que esto no va suceder nunca.

ESTADIOS TEMPRANOS DEL CONFLICTO EDIPICO – M. Klein


La autora sostiene que el conflicto de Edipo comienza a actuar más temprano que lo que generalmente se supone.
Empieza por la frustración que el niño experimenta con el destete (que al coincidir con la etapa sádica, es
experimentado como un castigo, no como perdida) y son reforzados por las frustraciones anales sufridas durante el
aprendizaje de hábitos higiénicos. Esto produce un alejamiento de la madre y, a causa de la frustración y la ansiedad,
una búsqueda del padre o de un fragmento de este que Klein llama el pene del padre (fase femenina de ambos sexos).
Aquí toma importancia la idea del vientre materno y como lo percibe el niño (no percibe el vientre en concreto sino un
lugar, un contenedor de aquellos objetos que aprecia, donde hay niños, heces y esta el “pene del padre”).

Estos objetos valiosos despiertan el impulso de apoderarse de ellos para obtener gratificación que fue negada por la
madre. A esto se le suma la curiosidad del niño por el interior del cuerpo materno, acerca de que hay por ejemplo
(dentro de la cartera de la madre, de un ropero, incluso en el propio cuerpo de la madre) todo esto con un componente
sádico propio de la etapa (robar, romper, vaciar).
El niño espera que todos sus “ataques”, sean retribuidos por el objeto, una venganza, castigo, por la madre. Ante esto,
surgen angustias primitivas, diferentes a las de castración (Freud). Y además un superyó arcaico producto del imago
terrorífico que el niño crea de la madre por los castigos y los propios componentes sádicos del niño.

Pero es claro por qué en un niño de alrededor de un año, la ansiedad causada por el comienzo del conflicto edípico
toma la forma de un temor a ser devorado y destruido. El niño mismo desea destruir su objeto Iibidinal mordiéndolo,
devorándolo y cortándolo. Esto que le provoca angustia, ya que el despertar de las tendencias edípicas es seguido por la
introyección del objeto, el que se transforma entonces en alguien de quien se debe esperar un castigo. El niño en
consecuencia teme ahora un castigo que corresponda a su ataque; el superyó se transforma en algo que muerde, devora
y corta. Porque por un lado el sentimiento de culpa se vincula con las fases oral-sádica y anal-sádica aún
predominantes, y por otro lado el superyó aparece cuando predominan estas fases, lo que explica su sádica severidad.

El impulso epistemofílico y el sadismo es muy importante para todo el desarrollo mental. Este instinto, activado por el
surgimiento de las tendencias edípicas, está al principio principalmente en relación con el cuerpo de la madre. El niño
está aún dominado por la posición sádico-anal de la libido, la que le impulsa a desear apropiarse de los contenidos del
cuerpo. De este modo comienza a tener curiosidad, por lo que contiene, cómo es, etc.

LA IMPORTANCIA DE LA FORMACION DE SIMOBOLOS EN EL


DESARROLLO DEL YO – M. Klein
El simbolismo es el fundamento de toda sublimación y de todo talento, ya que es a través de la ecuación simbólica que
cosas, actividades e intereses se convierten en tema de fantasías Iibidinales. Pero además, es la angustia que surge en la
fase descrita la que pone en marcha el mecanismo de identificación. En tanto, el niño desea destruir los órganos (pene-
vagina-pecho) que representan los objetos, comienza a temer a estos últimos. Esta angustia contribuye a que equipare
dichos órganos con otras cosas; debido a esa equiparación éstas, a su vez, se convertirán en objetos de angustia. Y así
el niño se siente constantemente impulsado a hacer nuevas ecuaciones que constituyen la base de su interés en los
nuevos objetos, y del simbolismo.

Las fantasías sádicas dirigidas contra el interior del cuerpo materno constituyen la relación primera y básica con el
mundo exterior y con la realidad. Del grado de éxito con que el sujeto atraviesa esta fase, dependerá que este pueda
adquirir, luego, un mundo externo que corresponda a la realidad. Entonces, la primera realidad del niño es totalmente
fantástica.
A medida que el yo va evolucionando, se establece gradualmente a partir de esa realidad irreal una verdadera relación
con la realidad. Por consiguiente, el desarrollo del yo y la relación con la realidad dependerán del grado de capacidad
del yo, en una etapa muy temprana, para tolerar la presión de las primeras situaciones de angustia. Para que el yo pueda
desarrollarse con éxito, es esencial que el yo tenga adecuada capacidad para tolerar la angustia.

Una excesiva y prematura defensa del yo contra d sadismo impide el establecimiento de la relación con la realidad y el
desarrollo de la vida de fantasía. La posesión y exploración sádica del cuerpo materno y del mundo exterior (el cuerpo
de la madre por extensión), quedan detenidas y esto produce la suspensión más o menos completa de la relación
simbólica con cosas y objetos que representan el cuerpo de la madre y, por ende, del contacto del sujeto con su
ambiente y con la realidad en general. Este retraimiento forma la base de la falta de afecto y angustia.

LAS CLAVES DEL SUJETO EN LACAN – M. G. Ambertín


¿De qué sujeto hablamos cuando decimos escuchar algo de él o emitimos alguna proposición acerca de él?

Para ubicar la cuestión del sujeto, Lacan trazará la correlación entre subjetividad y lenguaje. Es en la clínica donde considera
imprescindible que el psicoanalista cuente con la lingüística como "ciencia piloto".

Sin otro que Nombre a alguien, sin otro que le done el campo del lenguaje, no hay sujeto. Y el Nombre no pende sólo del padre
o de la madre pende del “hecho social total”, de un complejo sistema de intercambios simbólicos, desde el cual somos
inscriptos y al que llamamos el Otro con mayúscula.

Efecto mariposa en el sujeto: por un lado la indefensión del cuerpo biológico y, por el otro, la necesaria dependencia de ese ser
del Otro de la cultura, del Otro del lenguaje, del Otro del deseo. Cuando decimos sujeto no se trata del yo ni de la personalidad,
el individuo, el carácter, etc., se trata, simplemente, del sujeto que es tal por estar apresado, sujetado, atado, sujetado a la
estructura del lenguaje: "el hombre crece tan inmerso en un baño de lenguaje como inmerso en el medio llamado natural".

Sólo podemos acceder a la verdad y al saber del sujeto únicamente por eso, porque habla, y es que, en el ruido de fondo de sus
incertidumbres, encontramos al sujeto atravesado por el lenguaje (por eso acentuamos: el sujeto dividido, el sujeto barrado $,
atravesado por el lenguaje) pero también, nos revela el saber no sabido del inconsciente. Escucharlo permite apropiarnos de
nuestra matriz identificatoria: la historia conjetural del sujeto como filiación y genealogía.

Sin embargo, la comunicación tiene sus límites, esos límites los da el muro del lenguaje. Comunicar todo no es posible. La
comunicación genera el malentendido porque en ella se juega el deseo inconsciente.
La estructura del lenguaje sujeta al sujeto porque su otra ala, la biológica, lo hace nacer prematuro, indefenso, y a merced... de
lo simbólico. La estructura del lenguaje lo captura y lo vuelve su prisionero y, en tanto sujetado a esa estructura lo produce
como sujeto. El inconsciente, dicho de una manera simple desde Freud, alude a un conjunto de representaciones,
pensamientos, como si fueran ajenos, como si fueran extranjeros, que operan sobre el yo. Así, cuando Lacan precisa aclarar al
tratar la cuestión del sujeto, sujeto... del inconsciente, insiste en ese sujeto como un producto, un efecto de ese inconsciente
que está estructurado como un lenguaje. El sujeto no es un dato primero, es un efecto.

TEORÍAS PSICOANALÍTICAS DE FREUD – Liebert


Freud pensaba que toda conducta humana por lo general estaba motivada por la búsqueda del placer y que la sociedad
obstaculiza tal búsqueda y las vías de satisfacción. Por ende, la personalidad es resultado de un equilibrio de la
satisfacción de las pulsiones sexuales y la conformidad con las restricciones sociales.

DOBLE PULSIÓN: Freud da por hecho que tanto la pulsión sexual como la agresiva (que da cuenta de los aspectos
destructivos de la conducta humana y tiene su propia clase de energía psíquica) tienen que ver con la motivación del
comportamiento.

CARACTERÍSTICAS DE LAS TEORÍAS DE FREUD: Todas las teorías de Freud comparten algunas
características y suposiciones comunes: (1) que hay un flujo dinámico de energía psíquica entre las “estructuras” de la
personalidad, (2) que a la conducta humana la determinan pulsiones innatas, (3) que la personalidad se organiza en
varias capas de “estructura” y funciones, y (4) que todas las personas avanzan por una secuencia fija de desarrollo de
etapas psicosexuales.

1) Freud propone un sistema cerrado de energía psíquica-libidinal. Es decir que dicha energía siempre será la misma
cantidad, lo cual pone límites a sus acciones, sentimientos y pensamientos, y no puede escaparse o agotarse. Ahora
esta energía es invertida (proceso de catexis, invertir energía libidinal) en representaciones, pensamientos, imágenes y
fantasías. A mayor energía invertida, más fuerza tiene la catexis. Esto resta intensidad al resto de catexis, sin embargo
no son permanentes, sino que la energía puede transferirse de una a otra según nuestro foco de atención. Para que una
persona funcione es necesario que se reduzca la tensión psíquica (la presión interna para satisfacer las pulsiones). Si
la energía psíquica del individuo no tiene oportunidad de descargarse en formas normales o socialmente aceptables, la
presión aumentará.

2) Todo comportamiento es causa de una fuerza interna, por ello todas tienen un significado.
3) División de la personalidad en tres estructuras separadas: ello (pulsiones primitivas, de búsqueda del placer), yo
(yo racional) y superyó (valores incorporados de la sociedad), las cuales se hallan en conflictos que determinan las
acciones específicas de un individuo.

4) La importancia del temprano desarrollo infantil en la determinación de la personalidad adulta es la piedra angular
de la teoría de Freud; de hecho, éste creía que la personalidad adulta quedaba establecida alrededor de los cinco años
de edad.

NIVELES DE CONCIENCIA FREUDIANOS: El consciente comprende aquello de lo que nos damos cuenta en
un punto determinado en el tiempo. El preconsciente abarca pensamientos de los que no nos damos cuenta de
inmediato, pero que pueden traerse fácilmente a la conciencia. El contenido mental que no es accesible para el
recuerdo consciente está almacenado en el inconsciente, la parte dominante de la mente. Según Freud, la mayor parte
de la conducta es motivada por fuerzas de las que la persona está por completo inconsciente.

Freud postulaba que estas partes de la mente eran universales.

EXAMEN DE LAS 3 ESTRUCTURAS DE LA PERSONALIDAD: El ello, el yo y el superyó son constructos


teóricos; no existen físicamente dentro del cerebro; representan los aspectos del deseo y búsqueda del placer (ello), de
lo realista y racional (yo), y de lo moral e ideal (superyó) de la conducta humana.

Ello: Éste es un depósito de todas las pulsiones y obtiene su fuerza de manera directa de las necesidades y los
procesos corporales. Se regula por el principio del placer, éste exige la, reducción inmediata de la tensión: en otras
palabras, placer y no dolor al instante. El ello se sirve de dos técnicas básicas para reducir la tensión: la acción refleja
(abarcan los mecanismos innatos, como estornudar, parpadear y toser) y el proceso primario (Si el objeto necesario
no está disponible de inmediato, el ello forma una imagen mental del mismo. producción de imágenes dirigida a la
gratificación)

Yo: Las capacidades de los infantes de tolerar la demora de la gratificación se desarrollan al tiempo que se
hacen conscientes de un mundo separado externo pero relacionado con ellos. Surge entonces, en forma rudimentaria,
durante los primeros seis meses de vida, mientras el infante se halla en la etapa oral del desarrollo psicosexual. se rige
por el principio de realidad, que aplaza la descarga de energía mientras no aparezca una situación o un objeto
apropiado en el mundo real. Se caracteriza por un pensamiento realista y solucionador de problemas; es el asiento de
los procesos intelectuales.
Superyó: representa internamente los valores de los padres y la sociedad; pugna por lo ideal más que por lo
real; juzga un acto como correcto o indebido —como congruente o no con valores morales—, independientemente de
su utilidad. Se desarrolla mediante el proceso de incorporación: “asimila” los valores de los padres. Así como llegan a
valorar a ambos progenitores por el amor, la calidez y el bienestar que les brindan; por asociación, también hacen la
misma valoración con las normas morales y los ideales de sus padres. Las funciones del superyó pueden dividirse en
dos esferas; la conciencia y el yo ideal. La conciencia fomenta la conducta moralmente correcta; y lo hace de dos
maneras: (1) inhibiendo los impulsos del ello para el placer y (2) persuadiendo al yo a que atienda a intereses
morales. El yo ideal promueve pues los objetivos idealistas y perfeccionistas.

INTERACCIÓN ENTRE EL ELLO, EL YO Y SUPERYÓ: la energía psíquica, que una vez perteneció solamente
al ello, se divide entre el ello, el yo y el superyó y fluye y fluctúa entre ellos. El ello sirve de mediador entre las
exigencias del ello, las condiciones de la realidad y las limitaciones impuestas por el superyó. El yo asegura que las
necesidades instintivas se satisfagan de manera realista y socialmente aprobada. El conflicto intrapsíquico se suscita
cuando las finalidades de un aspecto de la personalidad están en desventaja ante las de uno de los otros dos aspectos,
o de ambos. Los conflictos intrapsíquicos son parte del funcionamiento normal de la personalidad. Su resolución es
un proceso defensivo efectuado por el yo que requiere energía psíquica. Cuanto mejor minimice el yo los conflictos
intrapsíquicos, más energía le queda para sus funciones mentales superiores, como la solución de problemas y las
actividades creativas.

MECANISMOS DE DEFENSA DEL YO: son procesos inconscientes del yo que impiden que los pensamientos
disruptivos y fuera de la conciencia se expresen de manera directa protegiendo al individuo de quedar inmovilizado
por un temor y una ansiedad inmanejables.

La represión implica excluir activa y totalmente los pensamientos amenazadores de la conciencia. se caracteriza por
la incesante lucha de contención de los deseos primitivos. Se necesita una gran inversión de energía psíquica para
reprimir la información amenazadora. La capacidad de una persona para reprimir con eficacia los impulsos
inconscientes puede ser incompleta en ocasiones, lo que da lugar a cierta “filtración” a la conciencia alerta.

La regresión es incurrir en una conducta asociada con el placer y la satisfacción de un periodo de desarrollo anterior.

La proyección defensiva consiste en atribuir los propios impulsos o deseos inaceptables a alguien o algo más. se
produce cuando el individuo está inconsciente de que tiene una característica negativa. Para defenderse del proceso
de volverse consciente el individuo atribuye la característica a alguien más, que por lo común le desagrada.
El desplazamiento implica transferir el impulso provocado por un objeto amenazador inaceptable a un objeto menos
amenazador y más aceptable.

La sublimación modifica impulsos inaceptables y los canaliza por rías aceptables, incluso admiradas. La
sublimación es el único mecanismo de defensa en verdad exitoso porque está dando de manera continua, nueva
dirección a impulsos indeseables.

ETAPAS FREUDIANAS DEL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD: Freud creía que los factores
biológicos eran primordiales: sus etapas de desarrollo están determinadas biológicamente. Freud pensaba que la
personalidad adulta queda más o menos fija a los cinco años de edad.

Las etapas freudianas del desarrollo de la personalidad se llaman psicosexuales porque conciernen a la
manifestación psicológica de la pulsión sexual. En momentos particulares de la secuencia de desarrollo, un área del
cuerpo es en especial sensible a la estimulación erótica. Estas áreas se denominan zonas erógenas.

En cada etapa psicosexual hay una zona erógena primaria, en donde buena parte de la libido de la persona se invierte
en un comportamiento relacionado a esta zona. Para avanzar a la etapa siguiente, la libido debe liberarse de la zona
erógena primaria de la etapa presente y reinvertirse en la zona erógena primaria de la etapa siguiente. La capacidad de
transferir la libido de una etapa a la siguiente depende de lo bien que haya resuelto el individuo el conflicto asociado
con cada etapa psicosexual. El conflicto se encuentra siempre entre la libre expresión de los impulsos biológicos y las
limitaciones de la sociedad.

Las personas tienen dificultad para dejar una etapa y pasar a la siguiente cuando se han frustrado o han sido
demasiado indulgentes. La frustración se produce cuando no se han satisfecho las necesidades de la persona relativas
a la etapa psicosexual. La sobre indulgencia ocurre cuando las necesidades relativas se han satisfecho tan bien que la
persona está renuente a dejar la etapa. En ambos casos, una parte de la libido se queda invertida permanentemente en
una etapa previa del desarrollo; esto es lo que se conoce como fijación. La fijación, que ocurre en la infancia, influye
en la personalidad adulta. Si hay poca fijación, apenas se ven vestigios de anteriores formas de obtener satisfacción
en la conducta posterior. Si la fijación es fuerte, a la personalidad adulta del individuo la domina la búsqueda de la
satisfacción por los medios utilizados en esa etapa anterior.

Etapa oral: la boca es la fuente más importante de reducción de tensión (con la alimentación) y de placer
(succión). El destete es el conflicto crucial. Mientras más difícil sea para el niño dejar el pecho de la madre (o el
biberón) y el placer de succión que lo acompaña, más libido se fijará en la etapa oral. El carácter oral: Preocupación
por las cuestiones de dar y tomar / La dependencia es un rasgo central del carácter oral / Obedecer las reglas es otra
indicación de dependencia de la aprobación de otros / Extremos de optimismo y pesimismo.

Etapa anal: Cuando se desteta a una criatura, su libido pasa de la boca al ano. El placer lo obtiene, al principio,
de expeler las heces: la fase anal sádica; más tarde lo deriva de retenerlas: la fase anal erótica. El conflicto en la
etapa anal pone frente a frente la pulsión sexual por el placer y la expectativa social de que los niños desarrollen el
autocontrol de orina y defecación. El control de los intestinos y la vejiga se convierte en el prototipo del autocontrol
en general. Un niño que tenga dificultades para desarrollar el control y cumplir con las exigencias de los padres
desarrollará un carácter anal: muestran resistencia. La resistencia activa supone la oposición directa. La
resistencia pasiva tiene que ver con la retención de las heces. Los anales retentivos se fijan en la fase anal erótica;
son pulcros, cuidadosos, sistemáticos y ordenados.

Etapa fálica: Durante el cuarto y quinto año de vida, la libido se centra en la región genital. Se observa con
frecuencia que los niños a esta edad examinan sus genitales, se masturban y hacen preguntas sobre el nacimiento y el
sexo. El conflicto en la etapa fálica es el último y más decisivo con el que tiene que lidiar el pequeño, el complejo de
Edipo (deseo inconsciente del niño de poseer al progenitor del sexo opuesto y de deshacerse del progenitor del
propio sexo)

En el varón: El primer objeto de amor del niño es su madre. Naturalmente, el padre se interpone en el camino del
deseo sexual del niño por su madre. Éste ve al progenitor como un rival, y teme que este tome represalias sobre él. El
hecho de que el niño sepa, por observaciones casuales, que las mujeres carecen de pene le hace pensar que su padre
podría desquitarse castrándolo. Ante la ansiedad que esto le provoca renuncia al anhelo de poseer a su madre. La
resolución del complejo de Edipo comprende dos procesos: la represión de sus deseos incestuosos y la
identificación defensiva con su padre. La represión consiste en poner un pensamiento o sentimiento completamente
fuera de la conciencia. La identificación defensiva implica hacerse como la persona amenazadora.

En la mujer: El primer objeto de amor de una niña es también su madre. Sin embargo, durante la etapa fálica, es
probable que descubra que su padre y otros hombres tienen pene, del que carecen ella y su madre. En su
razonamiento ella tuvo pene pero culpa a su madre por su aparente castración. Estos sentimientos, junto con otras
decepciones inevitables que le cause su madre, hacen que pierda parte del amor que le tenía y que aumente su amor
por el padre. Su amor por su padre está teñido de erotismo, así como de envidia porque él tiene pene. Sin embargo
como la madre no toleraría relaciones incestuosas entre su esposo y la hija, impide la realización de su deseo edípico
provocando que la niña reprima sus deseos por su padre y se identifique defensivamente con su madre. Esto protege a
la niña de perder el amor de su madre. También le permite poseer a su padre en forma indirecta.

El carácter fálico. En éste se es temerario, resuelto y seguro de sí. Hay también un elemento narcisista, que acarrea
vanidad y orgullo excesivos. Parecen valerosos y son proclives a exhibirse.

PERIODO DE LATENCIA: no es una etapa del desarrollo psicosexual porque la pulsión sexual no sigue
desarrollándose durante este tiempo. La latencia comprende la represión masiva de todos los impulsos sexuales. La
libido se recanaliza de los afanes sexuales a actividades como la escuela y el desarrollo cognoscitivo, las amistades
con niños de la misma edad y el mismo sexo, los deportes y las aficiones.

Etapa genital: La etapa final del desarrollo psicosexual que comienza en la pubertad, cuando el joven
adolescente comienza a madurar sexualmente, y dura hasta la adultez. La libido se concentra de nuevo en el área
genital. Se dirige al placer heterosexual, más que al auto erótico.

LA ETIOLOGIA DE LA HISTERIA – Freud


En este texto, Freud, comienza mencionando a Breuer, quien decía que los síntomas de la histeria derivan su
determinismo de ciertas vivencias de eficacia traumática que el enfermo ha tenido como símbolos mnémicos de las
cuales ellos son reproducidos en su vida psíquica. Para Breuer los síntomas histéricos se solucionan cuando desde
ellos podemos hallar el camino hasta el recuerdo de una vivencia traumática.

Para el psicoanálisis ningún síntoma histérico puede surgir de una vivencia real sola, sino que todas las veces el
recuerdo de vivencias anteriores, despertado por vías asociativas, coopera en la causación del síntoma. Pero las
cadenas asociativas para los diversos síntomas empiezan a entrar luego en recíprocos vínculos a raíz de cierta
vivencia de la cadena mnémica, para el vómito por ejemplo, además de los eslabones retro cedentes de esta cadena,
fue despertado un recuerdo de otra que es el fundamento de otro síntoma, por ejemplo, un dolor de cabeza. Por eso
aquella vivencia pertenece a las dos series constituyendo un punto nodal. Las vivencias infantiles relacionadas con el
contenido traumático son a su vez de contenido sexual. En la base de todo caso de histeria se encuentran una o varias
vivencias de experiencias sexuales prematuras y pertenecientes a la más temprana niñez. La provocación de la
histeria surge tras la pubertad. El estallido de la histeria se deja reconducir de manera casi regular a un conflicto
psíquico, es decir, una representación inconciliable de insole sexual pone en movimiento la defensa del yo e invita a
la represión. De esta manera se deja en el inconciente el recuerdo penoso para el yo y en su lugar se crea un síntoma
histérico. El afán defensivo del yo depende de toda la formación moral e intelectual de la persona. Freud dice que en
sus pacientes estos recuerdes nunca son conscientes y que la cura consiste en tornar conscientes esos recuerdos de las
escenas infantiles y precisamente porque son inconscientes pueden producir y sustentar síntomas histéricos. Por tanto
esto síntomas son retoños de unos recuerdos inconscientes.

También podría gustarte