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Cuadernos de Psicoanálisis XLIX: 3 y 4, julio-diciembre 2016

La diferencia sexual desde la perspectiva de


Leticia Glocer Fiorini1

S. Alejandra Mejía Santos

Leticia Glocer es una psicoanalista argentina destacada por sus importantes


aportes a temas como feminidad, diferencia sexual y de géneros,
parentalidades no convencionales entre otros. Autora de varios libros
sobre estos temas como Lo femenino y el Pensamiento complejo, Lugar
editorial (2001) y On Freud´s Femininity (2010) entre otros; recibió el
premio Celes Cárcamo en 1994 por su trabajo “La posición femenina:
una construcción heterogénea”. Es de nacionalidad argentina, médica de
formación y psicoanalista didáctica de la APA, actualmente es presidenta de
su Asociación desde 2012 así como exdirectora de publicaciones de la IPA y
de la APA. Gran parte de su actividad la ha dedicado también a la docencia
y como parte de la Comisión de la Maestría en “Estudios interdisciplinarios
de la subjetividad” en la Facultad de Filosofía y letra de la UBA .
Su pensamiento parte de una reflexión que me parece central en sus
escritos donde señala: “Estamos en presencia de sistemas de percepción y
conocimiento establemente inscritos en el psiquismo, en los cuerpos, y que
se reproducen históricamente (Bordieu) a través de los discursos sociales.
De esta manera, los discursos, saberes y poderes fijan estereotipos sobre las
relaciones entre hombres y mujeres. Desarticular estos sistemas forma parte
del trabajo de la cultura en el que la praxis psicoanalítica está incluida”2.

Sobre la diferencia sexual


Propone pensar la diferencia sexual desde la lógica de la deconstrucción, es
decir, partiendo de la hipótesis de que el concepto de diferencia sexual en

1  Trabajo presentado en la MESA COWAP/APM “Perturbaciones en el Vínculo Parento-


Filial”, auditorio Asociación Psicoanalítica Mexicana, noviembre de 2016.
2  La Época , APA., Online 2016. Registro de la propiedad intelectual no. 52344590.
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Freud queda limitado, en tanto sustentado en una lógica binaria compuesta


solo por dos elementos tales como : lo fálico Vs lo castrado, la presencia
Vs falta; homologándolos a lo que se entiende como lo femenino y lo
masculino En su lugar, Leticia Glocer propone para el estudio y abordaje
del concepto de diferencia sexual, el incluirlo a complejidades mayores
que epistemológicamente denomina paradigma de la hipercomplejidad
desarrollado de acuerdo con la autora, entre otros, por Morín (1990) y
Prigogine (1988) y que implica incluir, al conocimiento y comprensión
del concepto, a determinismos complejos y recursivos que amplíen su
entendimiento, al abrirse a campos interdisciplinarios que enriquecen
su comprensión, en tanto toma en cuenta los aportes de la Filosofía, la
Antropología, la Sociología y las Teorías de Género. Aspecto particularmente
necesario, cuando una categoría conceptual se inmoviliza dentro de la teoría
misma. Propone así que a través de la deconstrucción se pueda acceder a
nuevas construcciones.
Hablar de la subjetividad sexuada en el niño y en la niña es hablar
en Freud del Complejo de Edipo. La autora señala que éste es relevante en
tanto su resolución o paso por éste permite tres metas centrales: una salida
exogámica que abarca la elección heterosexual de objeto, la prohibición
del incesto y la formación del superyó. Desde esta perspectiva, tanto en
la niña como en el niño, la fase fálica es determinante en la visión e
interpretación de la diferencia sexual. El complejo de castración en el niño
está ligado a su atracción por la madre y a la rivalidad con el padre. Así, por
su deseo incestuoso hacia la madre, hace propia la amenaza de castración
como castigo, lo que lo conduce, de acuerdo con Freud, a la sustitución de
la madre por otra mujer y a una identificación con el padre, dando como
resultado en su estructuración psíquica, a la formación del superyó y la
exogamia. En este sentido, lo que pone fin al Complejo de Edipo en el niño
será entonces la amenaza de castración misma que cobra valor frente a la
visión de los genitales femeninos interpretados como una falta. De esta
forma, la fase fálica descrita por Freud al referirse a las teorías sexuales
infantiles (1908) asume la creencia que existe un solo órgano genital para
ambos sexos: el pene.
Siguiendo esta misma línea en el pensamiento de Freud para el caso
de la niña, ésta parece compartir esta misma idea, la creencia en su propia
castración. Así, al enfrentarse a la diferencia sexual en esta fase fálica y
experimentar minusvalía, genera hostilidad a la madre y acercamiento al
padre, viene entonces su envidia por el pene y pasa a desear un hijo del
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padre y luego de un hombre diferente, la ecuación pene –hijo es un eje


central en su deseo de hijo. Al respecto Leticia Glocer (2015) señala: “… lo
que implica que quede excluido en lo explícito cualquier desarrollo referido
a una sexualidad femenina no dirigida al deseo de hijo…la maternidad es
para Freud la meta principal del desarrollo libidinal de la niña y por tanto
no hay lugar para una sexualidad femenina autónoma de la maternidad…
Todo esto implica para la niña un pasaje de lo activo a lo pasivo … (y en
tanto) no está regido por la angustia de castración que cierra el ciclo en el
varón, sino que comienza con el complejo de castración, esto conducirá a
la construcción de un superyó débil. No habría un final claro del complejo
como en el varón, habría continuidades y deslizamientos, a la niña en la
realidad no le falta nada anatómicamente solamente desde el punto de
vista que es el del varón puede interpretarse que algo falta porque no es
lo que él mismo posee, por lo que su sensación de castrada cobra un valor
imaginario” (p.57).
El tránsito por esta fase en la niña, le presentan adicionalmente, dos
metas fundamentales: el cambio de objeto y el cambio de zona erógena
(Freud, 1925). Es aquí donde veo incorporado en el pensamiento de la
autora su concepto de historicidad, el cual, a propósito de la diferencia
anatómica de los sexos y sus implicación en la subjetividad sexuada, está
describiendo el pasaje a una legalidad simbólica basada en un contexto
sociocultural dado, aquel de las pacientes histéricas, donde el valor fálico
está ligado al poder, a lo patriarcal, y a la familia nuclear clásica, en el
marco de los ideales sobre las posiciones masculina y femenina.
Para Leticia Glocer anatomía no es destino como se puede deducir cuando
Freud incluye en su conceptualización la idea de series complementarias,
también señala que actualmente pueden pensarse tanto el clítoris como la
vagina como coexistentes en el desarrollo libidinal de la niña y enfatiza
además que aún no queda comprobado en la clínica el supuesto de un
superyó débil en la mujer, proponiendo finalmente, que el complejo de
Edipo-castración debe tomarse como un registro de incompletud para
ambos sexos.
Sin duda, las nuevas formas de familia hoy en día, el tener hijos bajo las
nuevas técnicas de fertilización asistida, las nuevas formas de parentesco
y por tanto las neoparentalidades como la adopción monoparental, las
homoparentalidades, los padres solteros, el vientre subrogado, y la
fertilización asistida han llevado a la necesidad teórica de revisar la noción
de deseo de hijo en tanto hoy en día ni ser madre/padre es una cuestión
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instintiva, ni tampoco está ligada a lo amoroso sexual. Tal desarticulación


lleva a la autora a sostener la noción de maternidad deseante que bajo
estos nuevos sistemas de parentesco y modos de filiación implicarán
modificaciones en los procesos de subjetivación. Tres son sus planteamientos
centrales al respecto: el deseo de hijo como producción, el hijo como Otro
heterogéneo y su conceptualización sobre función paterna.

Sobre el deseo de hijo como producción deseante


Señala Glocer como ya se mencionó, que Freud muestra tres caminos
posibles por donde transita el desarrollo sexual de la niña guiados por la
envidia del pene y empujados por la hostilidad hacia la madre: la inhibición
o apartamiento de la sexualidad, el complejo de masculinidad y/o la
maternidad y se pregunta ¿existe una alternativa a la concepción sustitutiva,
ecuacional, de deseo de hijo? Propone el concepto de deseo de hijo como
producción, herencia de la Filosofía quien la concibe como fuerza deseante,
en tanto creadoras implica producción y novedad. La autora quien cita a
Deleuze (1995) que a su vez se apoya en Nietzsche, enfatiza su carácter
afirmativo. Concebirlo como producción deseante, abre la posibilidad
desde la perspectiva de la autora, de concebir al hijo como algo más que un
sustituto de una carencia. Implica fuerza motivadora, diferencia, separación
y corte simbólico.

El hijo como Otro heterogéneo


En el marco del hijo como producción simbólica la autora señala que se
crea el espacio para la consideración del hijo como Otro heterogéneo al que
la autora identifica con el nombre de reconocimiento de la alteridad, en
tanto su idea real o fantaseada da pauta al reconocimiento de lo novedoso,
diferente, que sobrepasa las fronteras del narcisismo y la relación de objeto.
Lo que implicará que la madre haya podido transitar su propia trama
edípica, identificaciones y deseos, sus duelos, en la significación del hijo
para ella. Se entrecruzan de acuerdo con la autora distintos planos: el hijo
como objeto de la necesidad, de la pulsión, del deseo, del amor, el hijo como
ideal y finalmente el hijo como otredad. Lo que traspasaría eventualmente
la inercia de la repetición y especifica el establecimiento de un lugar tercero
desde la madre.
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Función Paterna

Al deconstruir el concepto de “ley paterna” aparece el de función paterna


entendida esta como función terciaria, lo que no tiene que ver necesariamente
con el género sino con la capacidad para hacer un corte de ese vínculo
estrechísimo entre madre-hijo, en contraposición a las cuestiones ligadas al
narcisismo y al no reconocimiento de la diferencia que nada tiene que ver
con la asignación sexual, es decir, con la condición de ser hombre o mujer.
Concluye la autora señalando: “Podemos proponer, en cambio que
es posible trabajar en un amplio campo de intersecciones que eluda el
biologisismo a ultranza o el culturalismo aislado de lo pulsional y del cuerpo.
Entre la pulsión y el deseo, por un lado, y los discursos imperantes por el
otro, hay zonas de interfase. No se pueden considerar en forma dicotómica:
una variable o la otra “ (p.66).
Por último, cabe señalar que la conceptualización de Leticia Glocer
sobre la identidad de género y la diferencia sexual le implican pensar en las
complejas relaciones que hay entre: el cuerpo sexuado, el deseo, la elección
de objeto y las identificaciones. Retoma así el concepto de “proyecto
identificatorio” de Castoriadis y Aulagnier (1975) donde se establecen
los mecanismos por demás sutiles que se entretejen entre la madre como
portavoz de enunciados identificatorios en el niño/a, y que alojan los
deseos de la madre y su expectativas sobre el género y la posición sexuada
del hijo. De Laplanche (1987) su conceptualización sobre la existencia
de un “significante enigmático” que el niño no comprende y que aporta
significaciones a descifrar con respecto a la sexualidad y que son transmitidos
desde la madre. De Winnicott (1966) desliga lo femenino como exclusivo
de la mujer y que Freud ya había establecido con su teoría de la bisexualidad
y del Complejo de Edipo Completo, finalmente, aportes de Lacan (1958)
como el concepto de Función Paterna , operatoria indispensable para separar
al niño de la madre y quebrar con ello su completud, de la cual, Leticia
Glocer propone hablar como “Función Tercera”, término que desde su
perspectiva considera más abarcativo en tanto lo puede ejercer la propia
madre, planteando además que el infans es deseo de deseo de la madre y que
tanto la niña como el niño pueden ser falo para ella.
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Reflexiones
Mi primera reflexión la planteo en término de lo que en alguno de nuestros
encuentros con nuestro grupo de estudio cuestionamos: ¿por qué las
diferencias sexuales generan desigualdades? y ¿cuál es el impacto en
nuestro trabajo clínico como psicoanalistas? Como lo he revisado a lo largo
del presente trabajo, la manera en la cual Freud definió la constitución
psicosexual dando privilegio a la diferencia anatómica queda inmersa a su
teoría de la diferencia sexual en un contexto social específico del cual se
desprende un orden simbólico determinado, a saber, una sociedad patriarcal,
una teoría de la diferencia anatómica de los sexos que gira alrededor de lo
falocéntrico y una idea de lo femenino como carente y pasivo y lo masculino
como activo y presente. Sin por ello demeritar los descubrimientos
centrales desarrollados por Freud al proceso de subjetivación que Leticia
Glocer resume en: el descubrimiento del inconsciente, la sexualidad infantil
perverso-poliforma (donde las pulsiones no están unificadas en su meta),
el de la bisexualidad psíquica, el concepto de pulsión diferenciado del de
instinto en tanto que el objeto es contingente directo de la pulsión, el de
las permutaciones sujeto-objeto, las identificaciones y deseos cruzados del
complejo de Edipo y por último, el reconocimiento de la transferencia como
base del trabajo analítico pero ¿esto en la clínica por qué resulta relevante?
Retomo a Teresa Lartigue (1998) quien en su artículo Representaciones
inconscientes de género. Su influencia en la contratransferencia señala: “el
espacio analítico puede convertirse en un lugar para “adaptar” y “someter”
a la mujer, perpetuando sistemas sexo/género opresivos y castrantes para
las mujeres y los niños” (p.25). Plantea como el mundo institucionalizado
permea la subjetividad tanto del paciente como del analista con sus
respectivas representaciones inconscientes de género por obra de un
trabajo transformador del inconsciente y por delegación del impulso a
la representación. Y que Leticia Glocer complementa en su propuesta
epistemológica de la complejidad donde señala como se entrecruzan las
normas sociales en cada época con las teorías sobre la diferencia, con la
fantasmática de cada psicoanalista, su ideología, sus teorías privadas, y
como se perpetúan y potencian mutuamente, para lo que propone no solo
identificar los topes teóricos (reconociendo las herencias sexo/género de
la propia teoría psicoanalítica), los puntos ciegos, los reparos ideológicos
(personales, del movimiento psicoanalítico en general y al que añadiría los
de nuestra Institución Psicoanalítica en particular), sino también abrirnos
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a otras lógicas para pensar la diferencia sexual con características, tales


como: que acepten heterogeneidades, no se reduzcan a polaridades binarias,
se apoyen en conjunciones disyuntivas (Deleuze y Guattari 1980) y que
afirmen el interjuego entre lo instituido y lo instituyente (Castoradis, 1986).
En suma, se trata de investigar las meta-teorías que sostienen la noción de
diferencia sexual y deconstruir el concepto de Otredad ligado a lo femenino.
Mi segunda y última reflexión retoma las “otras lógicas para pensar
la idea de la diferencia sexual”, aquéllas que reconocen la alteridad y sus
posibilidades de renuncia a los modelos narcisistas que el adulto intenta
de uno y otro modo imponer (al proporcionar ordenadores, formas de ser
y de interactuar así como instancias de prohibición determinantes en la
constitución psíquica expresada en los procesos de identificación primaria
y secundaria). En este sentido, siguiendo a Silvia Bleichamar, el niño se
identifica no con el objeto real (sea este hombre o mujer) sino con los modos
representacionales con los cuales lo capturan sus padres y en eso opera no la
imagen sino el discurso significativo. Lo que traslada el acento del proceso
de subjetivización sexual más al terreno del adulto que del niño en forma
de renuncia tanto del goce como del narcisismo, como renuncia también
a la completud no precisamente anatómica sino del narcisismo parental.
Desde esta perspectiva, la dirección queda invertida de un Edipo concebido
por Freud como efecto de una evolución biológicamente determinada que
va del niño al adulto para reposicionarlo como yendo del adulto al niño,
descrito por Laplanche, Lacan y Castoriadis entre otros.

Resumen
El trabajo muestra la mirada de Leticia Glocer acerca de la Diferencia
Sexual. Cuestiona la lógica binaria en la que la sustenta Freud en términos
de presencia versus falta y fálico vs castrado, a partir de los siguientes
paradigmas: el de la deconstrucción, el de la hipercomplejidad y el
de la historicidad, centrales en su pensamiento acerca de lo femenino y
masculino. “Anatomía no es destino”, señalando que el Complejo de Edipo-
Castración debe tomarse como un registro de incompletud en ambos sexos.
Con la llegada de las Nuevas familias y las Neoparentalidades de hoy en
día replantea el concepto de “deseo de hijo” de lo cual desprende nuevos
planteamientos desde su perspectiva, tales como: el deseo de hijo como
producción, el hijo como Otro heterogéneo y el de función paterna.
Palabras clave: Complejo de Edipo, deseo de hijo y función tercera
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Summary
This paper addresses Leticia Grocer’s vision about sexual difference. It
questions the binary logic sustained by Freud in terms of “phallic presence
Vs phallic absense” and “phallic Vs castrated”, it’s seen from the following
paradigms: deconstruction, hypercomplexity and historicity. All of them are
central in Freud´s theory about femininity and masculinity. “Anatomy is
not destiny,” the Oedipus-Castration Complex should be taken as a record
of incompleteness in both sexes. The advent of new forms of families
forces us to rethink the concept of what does “desiring a child” means. New
approaches arise from Glocer´s focus, for example: the desire of the child
as production, the son as a “heterogeneous other” and the paternal function.
Keywords: Oedipus complex, child desire and third function

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