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El yo tiene que ver con el si mismo, como uno se recibe, como uno cree que
es, la relación que uno guarda con el mundo exterior pero no solo con el mundo
exterior.
El superyó, Freud dice que dentro del yo, hay un grado superior, un grado que
se coloca por encima que es eso que él llama superyó. El superyó tiene un
doble origen.
El primer origen tiene que ver con la identificación primara, que lo explica de
la siguiente forma: La identificación primaria es una ligazón afectiva que se da
de forma temprana, directa, inmediata no mediada hacia un objeto de amor que
por regla general suele ser el padre, el padre de la prehistoria del complejo de
Edipo, esto es porque se da antes del complejo de Edipo Uno se identifica de
forma no mediada, es decir sin argumentos, con el padre y no hay motivos para
entender esta identificación. Esta identificación primaria los mete en el
complejo de Edipo y vale aclarar que esto cabe para ambos sexos.
El segundo origen del superyó tiene que ver con una identificación
secundaria, el segundo origen define al superyó como el “heredero del
complejo de Edipo” La ley paterna se impone cuando quieren conquistar, los
niños, a la madre y aparece así entonces el complejo de castración, amenaza
de castración, etc.
En este doble origen ya se observa lo que será la paradoja del superyó, ya que
en el primer origen del superyó estamos viendo como hay un empuje, un
ingreso al complejo de Edipo, esa identificación primaria hace que uno
comience a desear a la madre y que comience a generar una serie de prácticas
para poseerla, para conquistarla. Entonces hay una tendencia al disfrute.
Finalmente, en el segundo origen del superyó, tenemos todo lo contrario, ya no
hay una transgresión, sino que tiene que ver con la inscripción de la ley, de una
valoración donde el niño tiene que darse cuenta que hay algunas cosas que no
puede ser, en este caso poseer a la madre y matar al padre.
Entonces tenemos esta doble vía del superyó que va por caminos opuestos.
Por un lado, a la transgresión y por otro la prohibición, esto nos puede llevar a
explicar la paradoja del superyó. No hay que entender al superyó como algo
moral, ético, sino como algo híper moral, híper ético ya que si el superyó fuese
simplemente algo que tiende a la inscripción de leyes y al proteger y resguardar
la integridad del sujeto, cuando uno cumpliese con esas leyes, el superyó se
pondría contento. Sin embargo, cuando uno responde a las exigencias del
superyó, el superyó se vuelve más tormentoso, pretende que uno sea más
riguroso, que la satisfacción sea aún mayor. El superyó nunca deja tranquila a
la persona, es muy exigente, le demanda mucho a la persona siendo algo
agobiante y tormentoso.
Relaciones que Freud establece entre estas tres partes del aparato.
No hay que entenderlas como divisiones tajantes, sino que hay una relación
directa entre cada uno de ellos. El yo, no está desde el inicio (esto ya lo vimos
en introducción al narcisismo). El yo es una parte del ello puesta en la
superficie que se relaciona con la realidad, con el exterior, recordemos que los
entendíamos como sistemas opuestos, pero ahora lo plantea cómo que son lo
mismo, solo que el yo es una parte puesta sobre la superficie que se relaciona
con el exterior. Hay una relación directa entre ellos, donde todo lo que está en
el ello busca salir a la consciencia, busca llegar al yo. Desde el yo, esto no
sucede ya que hay una serie de resistencias que impiden que lo del ello llegue
a la consciencia.
Freud dice que el ello es la sede de las pulsiones, entre ellas la pulsión de
muerte que es algo que no ha sido reprimido. El superyó tiene una íntima
relación con el ello “El superyó es la pulsión de muerte, dirigida contra el yo” El
ello es amoral (no hay ninguna ley en el ello, simplemente se buscan desde
esos deseos inconscientes poder lograr la satisfacción y el placer), por otro
lado el yo si es moral y el superyó es híper moral.
Por ultimo habla del yo como vasallo (es decir, como un siervo, como un
esclavo) ya que a veces uno puede entender, o se entiende mucho al yo como
una parte, en mí mismo, en la conciencia, como una porción donde uno puede
ejercer cierto dominio sobre la realidad, en donde uno tiene el control por sobre
el resto, pero FREUD DICE QUE ESTO ES TODO LO CONTRARIO El yo es
ciervo y es esclavo de tres elementos, el yo no domina, es dominado, es
controlado por los demás. Se refiere a que el yo recibe los tormentos del
superyó, de esta híper moralidad, recibe las exigencias pulsionales que parten
desde el ello y recibe los principios culturales que le llegan de la realidad.
Entonces es por eso que el yo es un vasallo que responde a tres dueños: Al
ello, al superyó y a la realidad.