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Legalidad procesal en el proyecto de CPCCN: ¿adaptabilidad o proporcionalidad?

Interpelaciones
y prospectiva para una gestión eficiente del caso y el flujo de casos1
Por Matías Sucunza

Sumario: I. Planteo II. Legalidad procesal en el proyecto de CPCCN: a) Documentos previos; b) Instituciones receptadas en el modelo
normativo III. Dimensiones a valorar en su regulación: proporcionalidad, eficacia y calidad como objetivos IV. Interpelaciones al diseño
V. Prospectiva: aportes de cara a la discusión pública

I. Planteo
El presente trabajo tiene por objetivo analizar cómo se recepta la legalidad procesal en el proyecto
de Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (en adelante, CPCCN), a fin de: (i) identificar los aspectos
positivos o negativos de la propuesta; (ii) problematizar en torno a ellos en pro de enriquecer el debate
público; y, (iii) efectuar recomendaciones que contribuyan a su mejoramiento.
Para ello, lo primero que haremos será identificar cómo pensaba el Eje Civil del Programa “Justicia
2020” la legalidad procesal y cómo se plasmó ello en el proyecto de CPCCN. Dado que el análisis es
documental, indagaremos en los principales instrumentos que estructuraron la iniciativa e identificaremos
las instituciones reguladas en el texto normativo presentado. Luego, señalaremos aquellas dimensiones
asociadas a la legalidad procesal que deberían considerarse al momento de diseñar un modelo regulatorio. Es
decir, cuáles son los elementos que entendemos no pueden obviarse si se pretende construir un modelo
integral y eficaz.
A posteriori, problematizaremos en torno al mérito de la propuesta. Primero, contrastando la
coherencia entre lo planteado desde el Eje Civil de “Justicia 2020” y lo efectivamente proyectado. Para dicho
examen, utilizaremos como insumo las consideraciones extraídas de los referidos instrumentos. En
particular, las Bases para la Reforma Procesal Civil y Comercial (en lo sucesivo, BRPCC). Segundo, cotejando
las reglas e instituciones construidas con las dimensiones identificadas como relevantes. Con ello
pretendemos observar su mayor o menor deferencia para: (i) resolver los desafíos que dichas dimensiones
presentan en la construcción de la legalidad procesal; y, (ii) el logro de los objetivos y valores que el proyecto
pretende realizar. Aquí también trataremos de analizar las posibles inconsistencias dentro de la propia
propuesta.
Por último, realizaremos algunas sugerencias que tienen por objeto contribuir a la discusión
horizontal y, en todo caso, oficiar de propuestas para la mejora del proyecto.

II. Legalidad procesal en el proyecto de CPCCN


a) Documentos previos
Justicia 2020 fue una política institucional. Para indagar cómo se pensaba o qué lugar ocupaba la
legalidad procesal, es necesario recuperar los principales documentos en que se materializó y analizar qué
consideraciones directas o mediatas se efectuaron allí. Trataremos que las citas sean literales, a fin de no
tergiversar su sentido originario. Reputamos como “documentos principales o fundamentales”, aquellos que:
(i) han servido para estructurar, explicar o dar forma a la iniciativa reglamentaria; y, (ii) sean públicos y de
acceso libre.
De los tres objetivos generales que el Eje Civil de la iniciativa 2020 plantea, nos interesan dos: (i)
“garantizar el efectivo goce de los derechos de los habitantes mediante (…) la promoción de un sistema de
justicia ágil y cercano”; y, (ii) “diseñar un nuevo procedimiento civil y comercial basado en los principios de
oralidad efectiva, celeridad y transparencia”2.
De las BRPCC surge que:
1. Los principios que estructuran la iniciativa son la oralidad efectiva, celeridad y transparencia.

1 Trabajo publicado en la obra colectiva “Análisis del proyecto del CPCCN”, Asociación Argentina de Derecho Procesal, Rubinzal
Culzoni, 2020 (en prensa).
2 Ver https://www.justicia2020.gob.ar/eje-civil/ (última visita 5-4-2020).
2. Las Bases parten de la premisa que la oralidad, implementada en un proceso por audiencias, con
inmediación y concentración, transforma un sistema lento e ineficiente en uno más ágil, sencillo y accesible.
3. El diagnóstico sobre las debilidades de la Justicia Civil para resolver en un tiempo razonablemente
breve los conflictos, tiene un amplio consenso. También hay acuerdo sobre la necesidad de establecer una
Justicia cercana a la gente, fomentar la inmediación entre el juez y las partes, evitar la delegación de
funciones, concentrar la actividad procesal y evitar formalidades irrelevantes.
4. Entre los principales defectos del esquema procesal heredado de las Leyes de Enjuiciamiento Civil
Españolas, que se pretenden superar, identifican que: (i) propició un proceso lento, formal y burocrático,
corporizado en un expediente judicial como eje central del proceso y de las decisiones; (ii) generó prácticas
excesivamente ritualistas que convirtieron los requisitos de forma en los aspectos más importantes; y, (iii)
multiplicó las estructuras procesales para resolver distintos asuntos civiles, lo que estuvo asociado a la
creencia errónea pero arraigada aún hoy en muchos países, de que cada especialidad sustancial necesita una
estructura adjetiva o procesal propia.
5. Se señala la necesidad de una Justicia Moderna, indicándose: “La demanda al sistema de justicia
ha crecido progresivamente en nuestro país, pero las estructuras de los órganos judiciales se han mantenido
inalteradas. (…) Es necesario instalar un nuevo modelo organizacional que brinde respuestas en los tiempos y
las formas que la ciudadanía exige”.
6. El cuerpo normativo debe lograr “un razonable balance entre aquello que debe quedar registrado
por escrito y la actividad que se materializa en las audiencias (…); que elimine los obstáculos a la inmediación
entre el juez y las partes y la propicie; que logre la concentración de las distintas etapas procesales; y que
brinde los instrumentos para que el juez conduzca el proceso, a los fines de concluir con la práctica de
delegación de funciones en la estructura que debe dar soporte a la actividad judicial”.
7. El proceso escrito consolidó un rol pasivo del juez a la espera del impulso procesal de parte y
desalentó la inmediación judicial.
8. Se instituye el principio de instrumentalidad y adaptabilidad de las formas procesales,
estableciendo que al interpretar una norma procesal o ante un vacío legal, el juez deberá tener en cuenta
que el fin del proceso es la efectividad de los derechos sustanciales. En caso de duda, deberá recurrirse a las
normas constitucionales y a los tratados incorporados a la Constitución Nacional 3.
En ese sentido, la instrumentalidad asume que la meta principal del proceso es la efectividad de las
normas sustanciales. En tal sentido, se concibe al proceso civil como un marco necesario e indispensable para
la prestación del Servicio de Justicia. Dicha finalidad primordial explica y justifica que, en aras de la
preservación y defensa del derecho de fondo comprometido, pueda darse válidamente un sacrificio de la
observancia estricta de la normativa procesal, cuando ello no genere indefensión. La adaptabilidad de las
formas implica favorecer la flexibilidad en la aplicación de las normas procesales.
9. Se propone simplificar al máximo las estructuras procesales por las cuales puedan tramitarse los
reclamos civiles y comerciales. La estructura principal es el proceso ordinario por audiencias. El núcleo del
proceso ordinario está conformado por una audiencia preliminar (con finalidades de saneamiento, fijación de
los puntos controvertidos, conciliación y ordenación de la prueba a producirse) y una audiencia de vista de
causa (durante la cual se produce la prueba y se alega sobre el mérito de la prueba y las pretensiones).
10. Entre las atribuciones de “gestión” de la autoridad judicial, se reconocen las potestades para
asignar el trámite procesal adecuado para el caso; modificar el trámite si es necesario; extender o reducir,
mediante resolución fundada en las características de la causa, los plazos si fuese necesario, o fijar la fecha
para la realización de una audiencia u otro acto procesal en función de las particularidades del caso,
respetando el principio de igualdad; concentrar los actos procesales; y, tomar las medidas que sean
necesarias a fin de manejar el caso en forma expedita y económica.

3La misma posición se replica en el texto “Nuevos procesos civiles. Justicia Civil en Justicia 2020”, Héctor Mario CHAYER y Marisa
Alejandra GARSCO (coordinadores), EUDEBA y Justicia 2020, 2018”, pp. 22-23.
Al momento de abordar lo relativo a plazos procesales, se precisa que “las partes no podrán disponer
del ritmo del proceso. Por lo tanto, la suspensión o extensión de los plazos procesales debe ser resuelta y
admitida por el juez, sin que baste el acuerdo de partes al respecto”.
11. Entre los principios procesales que se instituyen y que podemos vincular con el de
instrumentalidad y adaptabilidad de las formas, destacamos la tutela judicial efectiva y debido proceso;
oralidad e inmediación; la dirección judicial del proceso y de la actividad jurisdiccional oficiosa, preventiva y
protectoria; y, la colaboración procesal.
12. Al abordar la necesidad de un cambio de paradigma, se afirma que “no existe ningún proceso de
reforma a la Justicia Civil y Comercial que pueda obtener resultados razonables, sin cambios esenciales en
materia de gestión y organización”.
Las BRPCC son doblemente relevantes. Primero, porque “dan cuenta de los principios rectores,
estructuras y principales contenidos procesales que un nuevo CPCC debiera incluir para cumplir con los
objetivos propuestos”. En esos términos, enmarca la actividad reglamentaria. Segundo, porque la remisión
del proyecto de CPCCN carece de exposición de motivos. Siendo ello así, las bases es el único documento que
explica el sentido y alcance de la propuesta.
Para aclarar el sentido de la afirmación, añadimos dos consideraciones: (i) el mensaje de elevación
del Presidente por el cual se pone en consideración del Congreso de la Nación el proyecto, no contiene
desarrollo alguno4; y, (ii) los fundamentos que se dan en el documento elaborado por el Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos con motivo de la presentación del proyecto, tampoco aportan datos de interés. Salvo
en la narrativa histórica, la explicitación de sus instituciones son mayormente réplicas del articulado 5.
Las únicas consideraciones de interés que rescatamos de dichos fundamentos son:
1. Todas las disposiciones tienden a simplificar las estructuras procesales por las cuales se tramitan
los reclamos civiles, comerciales y de todos los fueros especiales que remiten a sus disposiciones (…). Las vías
de debate se diagramaron acorde al tipo de derechos, con foco en la celeridad necesaria para su pronta
definición y sus propias particularidades. En todos ellos se prevé la oralidad, ya sea como paso indefectible
para su avance o como alternativa para el juez, aun para los procesos especiales. En cualquier caso, el juez
tiene el poder de decidir cuál es el tipo procesal aplicable dentro del marco de la ley, acorde el principio de
flexibilidad de las formas previsto en el artículo 9.
2. Las atribuciones conferidas al juez, entendidas como concretos deberes de actuación, tienen como
marco la imparcialidad y la igualdad. El Proyecto establece como límite a la actividad del juez el respeto por
ambas nociones con la finalidad de lograr que en el desarrollo de la actividad procesal prime la cooperación
de los sujetos que intervienen en el conflicto. Lejos de propiciar un juez que sustituya la voluntad de las
partes el Proyecto de CPCCN propicia una relación de colaboración orientada a la justa resolución de los
conflictos6.
Las BRPCC fueron aprobadas mediante Resolución Ministerial Nº 829-E/2017, oportunidad en la que
también se fijaron los objetivos de la “Estrategia Nacional de Reforma de la Justicia Civil”. Entre ellos, destaca
el “promover la adopción de la oralidad civil y comercial efectiva para lograr la inmediación entre los jueces y
las partes en aquellos conflictos que demanden una atención directa del juez, evitar la delegación de
funciones, concentrar la actividad procesal y evitar formalidades irrelevantes” (art. 5.c).
En el documento Generalización de la oralidad en procesos de conocimiento civiles y comerciales de
la República Argentina. Resultados a 35 meses (período 01/08/2016 – 30/06/2019)7, se sostiene que los
procesos de conocimiento civiles y comerciales eran predominantemente escritos, con el impulso procesal
abandonado a la iniciativa de las partes, lo cual generaba una extensa duración del período probatorio, y por

4 Ver https://www.justicia2020.gob.ar/wp-content/uploads/2018/01/Proyecto-CPCCN-Senado.pdf (última visita el 5-4-20).


5 Ver file:///C:/Users/aswq/Downloads/FUNDAMENTOS%20Y%20PROY%20CPCCN%20WebPage.pdf (última visita el 6-4-20).
6 Ver file:///C:/Users/aswq/Downloads/FUNDAMENTOS%20Y%20PROY%20CPCCN%20WebPage.pdf (última visita el 6-4-20).
7 Ver https://www.justicia2020.gob.ar/wp-content/uploads/2019/08/Nacional-Resultados-Oralidad-Civil-Consolidado-al-30-06-19-

4.pdf (última visita el 8-4-20).


tanto de los procesos, que duraban en promedio 3, 5 y hasta 7 años hasta obtener una sentencia de primera
instancia en las distintas jurisdicciones.
En el instrumento Rendiciones de cuentas de las iniciativas presentadas a la sociedad civil, en el
punto 3.2.3., se estableció como objetivo de la iniciativa sancionar un nuevo CPCCN que instale la oralidad
efectiva en los procesos de conocimiento; simplifique estructuras procesales, distinguiendo las que requieren
inmediación de las que admiten procesos escriturarios; aborde la problemática de la oficina judicial como
soporte de la actividad jurisdiccional; instale el uso de modernas tecnologías en la justicia; y, procure la
conclusión del proceso en el menor tiempo posible8.
Asimismo, como parte de la Agenda de Políticas Públicas para el Eje Civil (2030), se proponen como
medidas para abordar las problemáticas existentes en la justicia civil: la implementación de la oralidad
efectiva y simplificación en los procesos de conocimiento; el fortalecimiento de procedimientos y
jurisdicciones especiales; la instrumentación de estrategias efectivas para la ejecución de las sentencias; y, la
implementación de oficinas judiciales civiles comunes que permitan aumentar y mejorar el servicio a la
sociedad sin necesidad de nuevas erogaciones presupuestarias9.
Por último, en el Diagnóstico Eje Civil. Argentina justa, pacífica e inclusiva - Justicia 2030, se
identifican como problemáticas a enfrentar:
1. Reglas oscuras, baja calidad regulatoria e irrazonabilidad de los plazos de resolución de los
procesos.
2. La impotencia de la justicia para hacer cumplir sus decisiones.
3. El hecho que el ecosistema de justicia no pone a las personas en el centro.
4. La lentitud de la gestión judicial.
5. Inexistencia de estándares ni control de actuación de los tribunales que garanticen juicios simples,
transparentes, eficaces y eficientes, según las necesidades de cada caso.
6. Existencia de una cultura del conflicto que dificulta los procesos de diálogo a la hora de resolver los
desacuerdos.
Al mismo tiempo, allí se concluye que “la estructura organizacional antigua y los procesos de trabajo
obsoletos son posiblemente una de las principales causas de los escasos resultados que la justicia argentina
entrega a la sociedad, medidos tanto en cantidad de causas resueltas como en duración y costos de los
procesos judiciales”10.
b) Instituciones receptadas en el modelo normativo
En el presente apartado recuperaremos las referencias explícitas a la legalidad procesal que contiene
el proyecto de CPCCN, sean generales o especiales. También reseñaremos otras indirectas que aparecen en
cada uno de los subsistemas del modelo regulatorio, en tanto pueden ser útiles para dimensionar el mérito
de la propuesta.
La palabra legalidad aparece una sola vez en el texto, al instituir el principio de tutela judicial efectiva.
En ese sentido, el artículo 1 del título preliminar dispone que las normas procesales se interpretarán con el
objeto de lograr la efectividad de los derechos sustanciales, observando los fines sociales del proceso, las
exigencias del bien común, la eficiencia, la legalidad, la proporcionalidad y la razonabilidad, procurando
afianzar la tutela judicial efectiva, en especial para los casos de personas en situación de vulnerabilidad11.
La adaptabilidad de las formas se regula en el artículo 9. Allí se reconoce que el juez podrá adaptar
las formas, sin vulnerar el debido proceso legal, de oficio o a petición de parte. Esta es la única vez que se
menciona dicha noción en todo el proyecto. La voz proporcionalidad aparece tres veces (arts. 1, 16 y 47),

8 Ver https://www.justicia2020.gob.ar/wp-content/uploads/2018/12/Rendici%C3%B3n-de-cuentas-2018-Justicia-2020.pdf (última


visita el 27-1-2020).
9 Ver https://www.justicia2020.gob.ar/wp-content/uploads/2019/06/Politicas-J2030-Civil-definitivo.pdf (última visita el 7-4-20).
10 Ver https://www.justicia2020.gob.ar/wp-content/uploads/2019/05/Diagnostico-J2030-Eje-Civil-definitivo.pdf (última visita el 5-4-

20).
11 La voz ilegalidad aparece en el artículo 404, vinculado a la acción de amparo.
aunque conceptualizada como criterio valorativo o ponderativo y no como sucedáneo o equivalente a
“adaptabilidad” procesal (tal como es regulado en regímenes procesales comparados).
Asimismo, entre los deberes de la autoridad judicial vinculados al punto, podemos recuperar:
1. El conducir el proceso activamente, ejerciendo su libertad de criterio para lograr la solución del
litigio de manera justa, eficiente y con la mayor celeridad posible, para lo cual tomará de oficio todas las
medidas necesarias para concentrar las actividades procesales y evitar su paralización (art. 45 inc. c).
2. Dar al proceso el trámite que corresponda cuando el solicitado por la parte no resulte adecuado
para la mejor solución del conflicto (art. 45 inc. e). Por ejemplo, si el proceso monitorio no resultare
formalmente admisible o se advirtiera una posible situación abusiva, el juez intimará a la actora a reformular
la petición según el tipo procesal adecuado para resolver el conflicto, bajo apercibimiento de tenerlo por
desistido (art. 447).
3. Hacer propuestas para simplificar y disminuir las cuestiones litigiosas surgidas en el proceso o
respecto de la actividad probatoria (art. 45 inc. g).
4. Realizar ajustes razonables necesarios y tomar las acciones positivas a su alcance, a los efectos de
proteger a personas en situación de vulnerabilidad (art. 45 inc. h).
5. Administrar la agenda de las audiencias, elaborada teniendo en cuenta el orden de radicación de
los procesos, su complejidad y la necesidad de desarrollar la actividad jurisdiccional con suficiente agilidad
(art. 45 inc. i).
El incumplimiento reiterado de los deberes mencionados es considerado falta grave y se tomará en
consideración como elemento de juicio respecto de su idoneidad para el desempeño de sus funciones (art.
46).
El proyecto también faculta a las partes a celebrar acuerdos procesales, mediante los cuales puedan
determinar una modificación de las normas procesales. Ello sólo está permitido en procesos donde se
debatan derechos disponibles y en tanto no concurriera una inobservancia del orden público. Tales acuerdos
podrán adecuar el proceso a las particularidades del conflicto y especificar el alcance de las cargas, facultades
y deberes procesales de las partes. De oficio o a requerimiento de parte, el juez controlará la validez de los
acuerdos debiendo negar su aplicación en los casos en que lo pactado resulte nulo, suponga un abuso del
derecho o importare el sometimiento a un contrato de adhesión (artículo 14).
Estas líneas directrices se complementan con otras disposiciones:
1. La dirección del proceso le compete a la autoridad judicial, quien deberá dirigirlo de acuerdo con
las disposiciones de dicho Código (art. 3).
2. El impulso procesal es oficioso. Promovido el proceso por la parte, el juez adoptará de oficio las
medidas tendientes a evitar su paralización y adelantará su trámite con la mayor celeridad posible (art. 5).
3. Se reconoce como principio la economía, celeridad y concentración procesal. Los procedimientos
serán rápidos y sencillos. La autoridad judicial tomará las medidas necesarias para lograr la mayor economía
en la realización del proceso. Los actos procesales se practicarán sin demora, tratando de abreviarse los
plazos, ya sea por acuerdo de partes, por ley o por decisión judicial y de concentrar los actos procesales. Las
audiencias no podrán aplazarse ni suspenderse, salvo por las razones que expresamente prevea este Código
o por fuerza mayor (art. 10).
4. Las partes, el juez, los terceros y aquellos cuya participación se requiera, deben cooperar para
obtener -en tiempo razonable- una justa solución del conflicto. Su incumplimiento injustificado por una de
las partes generará un indicio en su contra (art. 10). Como manifestación del principio de colaboración
procesal, el CPCCN replica la posibilidad de presentar demanda y contestación de modo conjunto (art. 408).
Su regulación es idéntica a la del régimen vigente (art. 336).
En cuanto a la determinación de la vía o proceso, el proyecto dispone que las contiendas judiciales se
sustanciarán por un proceso ordinario por audiencias; de justicia inmediata; o, especiales. Ello así, excepto
que el juez, por razones fundadas, disponga imprimir otro trámite (art. 401).
El ordinario por audiencias es el proceso madre o continente, dado que toda cuestión que no tuviere
previsto un proceso especial, será tramitada y decidida mediante el proceso ordinario por audiencias. Sus
disposiciones, en lo pertinente, se aplicarán subsidiariamente a los demás procesos.
Los de justicia inmediata son: tutela y curatela; materias de vecindad, medianería, propiedad
horizontal y locaciones; las demandas cuya cuantía no exceda el monto de inapelabilidad establecido en este
Código; autorización para ejercer actos jurídicos o para contraer matrimonio; y, copia y renovación de títulos.
Los procesos especiales son: el urgente; amparo; acción declarativa; monitorio; ejecutivo;
determinación de la capacidad jurídica; desalojo; y, extinción de dominio (art. 401).
En materia de plazos, el CPCCN establece que: (i) pueden ser prorrogados o modificados por acuerdo
de partes12. Para ello sólo basta manifestación explícita en tal sentido. Cuando es el tribunal quien pretende
ampliar-abreviar plazos o simplificar trámites, deben acreditarse razones que lo justifiquen y la medida no
debe vulnerar el debido proceso legal; (ii) para los procesos con cuestiones complejas o urgentes, la
autoridad judicial podrá señalar plazos especiales; y, (iii) cuando el Código no fija expresamente el plazo que
corresponda para la realización de un acto, el juez debe señalarlo de conformidad con la naturaleza del
proceso y la importancia de la diligencia (arts. 107, 111, 113 y concs.).
En materia de ejecución se plantea la posibilidad de adecuar la ejecución, aunque no presenta
innovación alguna con el régimen existente. En ese sentido, el artículo 538 reproduce lo que prevé el artículo
511 del CPCCN: “a pedido de parte el juez establecerá las modalidades de la ejecución o ampliará o adecuará
las que contenga la sentencia, dentro de los límites de ésta”.
Entre las referencias indirectas a la legalidad procesal que pueden resultar de interés, destacamos:
1. Se garantizará la inmediación del juez con las partes, los sujetos intervinientes y el material de
conocimiento. A esos fines se concentrará la actividad procesal, la que se desarrollará en forma
preferentemente oral y en audiencias (art. 2).
2. La regulación del abuso procesal y el fraude a la ley (arts. 15, 16, 17, 126 y concs.). El proyecto
considera abusiva toda petición contraria a la finalidad de la norma procesal invocada o cuando se excedan
los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
3. La facultad de los jueces de imponer medidas coercitivas o sanciones pecuniarias compulsivas y
progresivas tendientes a que las partes o terceros cumplan sus mandatos, cuyo importe será a favor del
litigante perjudicado por el incumplimiento (art. 47).
4. Se preserva el sistema de notificación automática. De ese modo, las resoluciones judiciales
dictadas en primera instancia quedarán notificadas automáticamente los días martes y viernes. Si uno de
ellos fuere feriado, la notificación tendrá lugar el siguiente martes o viernes hábil (art. 93).
5. Se crea la distinción entre nulidades absolutas y relativas de actos procesales. En ambos casos, la
sanción debe estar prevista expresamente por la ley. Sin embargo, la nulidad relativa también es admisible
cuando, aún a falta de texto legal expreso, el acto carezca de los requisitos indispensables para la obtención
de su finalidad. La nulidad de un acto procesal puede ser declarada por vicios de forma o de contenido. Las
absolutas pueden declararse de oficio, en cualquier estado o instancia del proceso y no admiten subsanación.
Por ejemplo, la no celebración de las audiencias por parte del juez. Las relativas no se podrán decretar si, a
pesar de su irregularidad, el acto logró su finalidad o hubiere sido consentido13.
6. La instauración de mecanismos de intercambio de información. Se regula la posibilidad de decretar
prueba anticipada no sólo a efectos conservativos, sino también cuando se considere razonable por las
circunstancias del caso, por razones de economía procesal o ante la posibilidad de soluciones conciliatorias
(arts. 203, 204 y concs.).
III. Dimensiones a valorar en su regulación: proporcionalidad, eficacia y calidad como objetivos

12 Los abogados no podrán acordar una suspensión mayor de veinte días sin acreditar ante el órgano la conformidad de sus
representados (art. 113, CPCCN).
13 Arts. 122, 123, 124, 125, 427 y concs., del proyecto de CPCCN.
Si tomáramos como premisa la transformación paradigmática operada en términos constitucionales-
convencionales14 y tuviéramos que diseñar un modelo regulatorio, ¿cómo pensaríamos la legalidad procesal?
¿Qué desafíos enfrentaríamos en la materia? ¿Qué dimensiones deberían tenerse en consideración? Entre
los principales aspectos que definen, estructuran y condicionan cómo pensar y trabajar en torno a la
legalidad procesal, destacamos:
a) El problema de la acumulación de tradiciones: la manera en que hemos concebido la legalidad
procesal en tanto vinculación entre normas y sujetos para la creación del ámbito de discusión más apropiada
para el conflicto, es un claro ejemplo de la acumulación liberal-conservadora que nuestro régimen
constitucional recepta. Acumulación que se ha agravado en razón de las sucesivas reformas constitucionales
que incorporaron una serie de demandas igualitarias, de mayor compromiso social, político y democrático,
pero mantuvieron intacta la columna vertebral de la organización de poder.
Históricamente sostuvimos el principio de la legalidad de las formas, afirmando que es el legislador
quien dispone los ritos que deben cumplirse y dándole a ello un carácter imperativo. Es decir, sometimos el
conflicto, la pretensión y solución a un mecanismo dogmático e irreflexivo. Ese dogma, inhabilitó o dificultó
al juez y las partes dialogar y vincularse de modo dinámico con la (construcción de la) norma procesal a fin de
procurar su cometido central: organizar eficazmente el mecanismo de procesamiento al caso.
En contrasentido, promovimos el principio de la libertad o adecuación de las formas, enfatizando la
condición instrumental del proceso. Pero, ¿cómo debe actuar el juez la facultad de adecuación si existe una
norma que preceptúa que toda regla procesal es de orden público o indisponible? ¿Qué pautas o
mecanismos precisan los Códigos Procesales para compatibilizar ambas ideas o trabajar con ellas? ¿Cómo se
vinculan y relacionan los sujetos en la creación de la legalidad? ¿Qué lugar tienen las partes en ello? ¿Tienen
las partes la posibilidad de disponer de las reglas procesales para dar un tratamiento al conflicto acorde a sus
intereses y necesidades?
Luego, resulta comprensible porqué la incorporación de instituciones que suponían poner en riesgo
las visiones acumuladas antedichas y esa forma de administrar el poder, fueran neutralizadas por el propio
sistema. Por ejemplo, la escasa utilización de las facultades judiciales para organizar eficazmente la
racionalidad del proceso (sistema de regulación o adecuación judicial de las formas) e, inclusive, la nula
utilización de ciertas instituciones que habilitaban a las propias partes en el mismo sentido (v.gr., la
presentación conjunta de postulaciones o la realización de convenciones probatorias).
De allí que estimemos imprescindible resolver las contradicciones evidenciadas en relación con la
concepción de la legalidad que estructura el proceso. No podemos seguir sosteniendo que todas las reglas
procesales son de orden público (indisponibles) y, al mismo tiempo, instrumentales. Tampoco suma, bajo esa
acumulación de sentidos y mandatos normativos, afirmar que es el juez quien debe adecuarlas. No sólo
hemos colocado a la autoridad judicial en una situación casi irresoluble. También anulamos la participación
de las partes en el proceso de construcción de la legalidad y ocultamos el problema, manteniendo un
esquema procesal rígido y lineal.
Repensar la legalidad significa transformar la concepción y modo en que las fuentes normativas y los
sujetos se vinculan para definir el mecanismo y manera más adecuada para procesar un conflicto. De allí que
consideremos que la contradicción expuesta deba resolverse en favor de un esquema que conciba a la
legalidad como un concepto vivo, dinámico y maleable (proceso flexible). Un esquema que sintetice las
posiciones encontradas aportando racionalidad entre estructuras, medios y fines.
b) El conflicto como epicentro regulatorio: el concepto a partir del cual debería construirse el modelo
regulatorio es el conflicto. La legalidad procesal en abstracto y en concreto debe tener como presupuesto el
caso o el flujo de casos, sus dimensiones (individual o colectiva) y sus modulaciones (v.gr., presencia de

14 Remitimos a las consideraciones explicitadas en el trabajo Constitucionalización del derecho y reforma a la justicia no penal:
interpelaciones y aportes en pro de una (re)ingeniería procesal igualitaria, responsable y democrática, “Análisis de las bases para la
reforma procesal civil y comercial”, Jorge A. Rojas (Coordinador), Asociación Argentina de Derecho Procesal, RubinzalCulzoni Editores,
2018.
sujetos en situación de vulnerabilidad). Ello no sólo permite maximizar la administración de las reglas
procesales y su razón de ser, sino también evitar subordinar el caso o flujo de casos en concreto a la
“legalidad del proceso o la forma en abstracto”. Al mismo tiempo, el poner en primera plana al conflicto y
pensar desde allí la intervención procesal, obliga a la autoridad judicial y las partes a trabajar en su
procesamiento desde esa materialidad histórica y situada.
c) La proporcionalidad como respuesta institucional: como señalan PICHÉ Y NOREAU, la
proporcionalidad opera desde dos perspectivas:
(i) una micro o individual, la cual sostiene que el costo y tiempo ocupado en un caso individual debe
ser proporcional al valor de lo demandado o a la complejidad del caso. Esta visión, se centra en el caso que el
tribunal está conociendo. El proceso será proporcional cuando en el balance realizado, el costo de decidir el
caso mediante la aplicación del derecho en los términos previstos sea menor que el beneficio que se derive
para las partes.
(ii) otra macro o sistémica, la cual nos hace pensar que la autoridad judicial debe velar también por
una asignación adecuada del conjunto de los recursos del sistema de justicia y que, por lo tanto, si asigna
demasiados recursos (como número de audiencias asignadas o cantidad de medios probatorios conocidos) a
un caso, se los está privando a otro. En ese sentido, la autoridad judicial debe intentar lograr un equilibrio en
la asignación de recursos a los casos (distribución proporcional), a fin de maximizar el acceso a la justicia15.
La proporcionalidad es importante porque nos exige pensar, distinguir y priorizar entre el valor y la
complejidad del caso y su relevancia (social o particular) para asignar eficazmente los limitados recursos del
sistema al: (i) caso individual. Propiciando un adecuado procesamiento en función de las características del
conflicto; y, (ii) al conjunto de casos, priorizando aquellos conflictos que consideramos más relevantes social,
pública o privadamente. Por consiguiente, deberemos tener en consideración cuáles son esos valores a los
cuales la Constitución convencionalizada y la comunidad le atribuye preponderancia, a fin de lograr una
distribución razonable del dinero público. Es decir, analizar si la naturaleza y relevancia del conflicto y
pretensión y los mecanismos, medidas y esfuerzos dispuestos, guardan correlato razonable en términos de
solución, costo, tiempo y beneficios.
Respecto del primer problema, necesitamos incorporar una noción de legalidad como proceso
flexible, lo cual incluye explicitar al debido proceso como estándar, el case management y los acuerdos
procesales.
Respecto de la segunda, debemos repensar la asignación de recursos en función de la conflictividad,
asumir al servicio de justicia como una organización administrable, profesionalizarla en tal sentido e
incorporar herramientas para trabajar con el flujo de casos.
Por ejemplo, es una constante que en los sistemas de justicia reformados se mantengan estructuras
ejecutivas o monitorias que garantizan a empresas privadas o al propio Estado la gestión pública de sus
cobros de modo eficaz. Sin embargo, suelen plantearse objeciones cuando se introducen exenciones legales
para ciertos sujetos o colectivos de protección preferente como los consumidores, las mujeres, trabajadores
o personas discapacitadas. Esa decisión de política pública y las objeciones, ¿son razonables en términos de
valores y costos? ¿Cómo se compatibilizan?
La proporcionalidad es un mandato exigible a todos los operadores. El legislador deberá valorarlo al
momento de diseñar los esquemas regulatorios o las abogadas al propiciar medidas para la gestión y/o
procesamiento de un caso. Sin embargo, quienes mayor responsabilidad tienen son los jueces/zas y las
Oficinas Judiciales, ya que son ellos son quienes ponderan el valor del caso en el conjunto de ellos y las
limitaciones existentes16.

15 PICHÉ, C. Y NOREAU, P., Reformas a la Justicia Civil en Quebec y Canadá en FANDIÑO, M. (Director), Estudios comparados sobre
Reformas al Sistema de Justicia Civil. Australia y Canadá, Volumen II, Centro de Estudios de Justicia de las Américas, 2019.
16 GONZÁLEZ POSTIGO, Leonel, FANDIÑO, Marco y SUCUNZA, Matías, Proceso Civil. Un modelo adversarial y colaborativo, Editores del

Sur, 2020 (en prensa).


d) La eficacia y calidad del servicio como objetivos del sistema: el modelo regulatorio que se propicie
debe concebirse como una organización administrable y, por ende, instituir a la eficacia y calidad como
objetivos para su funcionamiento.
e) El carácter complejo del derecho y la multiplicidad de fuentes para la construcción de la regla al
caso: el proceso de constitucionalización del derecho, recuperó y potenció tres fenómenos que tienen
directa incidencia con la legalidad en general y la procesal en particular. El primero, es la revalorización de la
multiplicidad de fuentes. Ello tuvo como correlato, colocar en el centro a la Constitución convencionalizada;
dejar de considerar a la ley autosuficiente (relativizando su valor como fuente predominante y excluyente); y,
otorgar a los principios y valores significación normativa. El segundo, asumir que el derecho no es un orden
neutral ni simple, sino complejo. El tercero, visibilizar que el derecho es interpretación y no mera aplicación,
la cual depende de una pluralidad de autoridades interpretativas.
Siendo ello así, es imposible sostener una concepción de la legalidad que pretenda reducir el
proceso, a las reglas de un modelo regulatorio, cualquiera sea. Es decir, ya no podemos sostener que las
reglas del debido proceso sean las que contiene el Código Procesal (“la ley”), porque el cambio paradigmático
señalado, rompió con esa racionalidad. Esa respuesta no es aceptable en la hermenéutica actual. Tampoco lo
sería porque, como hemos expuesto y afirmaremos seguidamente, supondría una respuesta ineficaz. El
marco regulatorio debe ser enunciativo y propositivo, incentivando a todos los sujetos intervinientes a su
adaptación proporcional al caso, siempre que ello resulte más eficiente para la discusión y resolución del
conflicto y teniendo como único límite la no vulneración de aquellos estándares que son el núcleo duro del
debido proceso.
f) Proceso judicial flexible (o la adaptabilidad del marco de discusión al caso): RÍOS afirma que
“pensar que todos los casos exigen un mismo tipo de juicio oral y -por tanto- siempre un mismo formato de
preparación, es un error que está incidiendo en la calidad de la justicia civil y en la correcta administración de
los recursos con que se cuentan para ello. Se hace necesario avanzar hacia fórmulas procesales flexibles que
permitan a cada jueza y juez utilizar diversos mecanismos para adecuar la respuesta judicial a las necesidades
concretas de cada caso. (…) Esta discusión puede ser mucho más fecunda si se aborda desde la perspectiva
de qué herramientas o instrumentos concretos de preparación requiere un determinado caso, más que el
número de audiencias que es necesario cumplir”17.
El proceso debe ser necesariamente flexible dado que: (i) el debido proceso no es una regla, sino un
estándar; y, (ii) la legalidad procesal se construye desde el caso, a través de la labor cooperativa de todos los
sujetos involucrados y valorando la pluralidad de fuentes. Es decir, la proporcionalidad individual se traduce
en adaptabilidad. Ese es el ADN de la legalidad procesal. Su potencia estará directamente vinculada a la
eficacia con que se administre.
Consolidar al debido proceso como un estándar dinámico, supone al menos tres cosas:
(i) Asumir que dicha noción está constituida por un conjunto de parámetros básicos (núcleo duro)
que deben ser cumplidos por todo proceso para asegurar que la discusión y la determinación de derechos se
haya realizado en un entorno de razonabilidad y justicia. Por supuesto que esos estándares variarán en
función del tipo de conflictividad (individual o colectiva), de los sujetos o bienes involucrados.
(ii) Erradicar la idea de debido proceso como el cumplimiento de un rito dogmático y lineal,
reconociendo su condición de complejo, dinámico y evolutivo y la vinculación entre conflicto, caso judicial,
proporcionalidad y debido proceso como estándar. En consecuencia, interesa más el grado y modo de
cumplimiento de esos estándares en razón del caso en concreto, que la observancia de un modelo o
estructura predeterminada e inmodificable de discusión.
(iii) Admitir que el debido proceso es susceptible de grados de aplicación (que nunca pueden socavar
su núcleo duro), en función del tipo de conflicto, sus particularidades e intereses en juego. Es decir, no

17RÍOS, Erick, La oralidad en los procesos civiles en América Latina. Reflexiones a partir de una observación práctica, Centro de
Estudios de Justicia de las Américas, Santiago de Chile, 2013.
constituye conceptos pétreos ni cerrados, sino pautas maleables que exigen en su aplicación una labor
ponderativa.
En ese sentido, afirmar que el proceso es flexible también implica romper con la determinación
abstracta de los carriles procesales; la concepción del proceso como linealidad; la relación rígida entre
pretensión y esquema de procesamiento; o, las interpretaciones o prácticas formalistas que imposibilitan o
dificultan su adaptabilidad.
g) La caracterización de la estructura organizacional y su modelo de gestión: uno de los elementos
que define y condiciona la concepción, sentido y alcance de la legalidad procesal, es el tipo y características
de la organización y su modelo de gestión judicial. De allí que la concreción del cambio de paradigma
propiciado, deba tener como presupuesto la transformación radical de la estructura, organización y gestión
de poder del siglo XVIII que caracteriza el funcionamiento del Poder Judicial. Un modelo de gestión donde
predomina la discrecionalidad; la falta de profesionalización; la ausencia de monitoreo del flujo de casos; la
generación de información confiable para la adopción de decisiones; o, la ausencia de rendición de cuentas.
No podemos pretender tener una organización que responda ágilmente si los procesos de trabajo
son burocráticos, verticales, concentrados y discrecionales. Tampoco podremos lograr crear espacios
colaborativos para la construcción de la legalidad al caso, si la autoridad judicial cree que ella tiene la razón
excluyente o carece de controles endógenos o exógenos que limiten su discrecionalidad. De igual manera,
difícilmente exista una utilización eficaz de los recursos si no se mide ni controla la carga y procesos de
trabajo.
h) Oralidad y simplificación procesal: Como expusimos en otro lugar18, partiendo del conflicto como
noción estructurante, consideramos que cualquier tipo de intervención procesal que se instituya debe
adoptar como matriz un proceso oral por audiencias. Ello así, no sólo porque constituya un mandato
convencional (art. 8 y concs., CADH), sino por las ventajas epistémicas que la oralidad reporta como
metodología de trabajo. La oralidad garantiza y maximiza la inmediación, el contradictorio, la publicidad y
comunicación.
Consagrar la oralidad como metodología de trabajo principal supone que, independientemente del
tipo de pretensión, todas las estructuras procesales deberían organizarse -por regla- en torno a alguna
audiencia. Sin embargo, también implica admitir que habrá actos y supuestos en que, necesaria y
razonablemente, la oralidad podrá ser pospuesta, mitigada u obviada. En todo caso, lo que debe buscarse es
la construcción de soluciones racionales, que faciliten la realización de los fines del servicio de justicia
mediante la maximización de las ventajas de ambos esquemas.
En la reconversión de la legalidad procesal, la simplificación procesal debería constituir una premisa
inexcusable. Entre otras cosas, simplificar se traduce en crear reducidos y simples ámbitos de discusión;
eliminar la profusa reproducción de procesos especiales o tutelas diferenciadas, los cuales pueden
procesarse en regímenes generales haciendo los ajustes respectivos; instituir un régimen único de solución
de conflictos, que incorpore todos los mecanismos para resolver conflictos individuales o colectivos no
penales; o, la desformalización de actos procesales en general y de nulidades en particular.
i) Modulaciones especiales para tutelas diferenciadas: la proliferación de procesos diferenciados no
justificados es contraproducente en términos de derechos, sistema, organización y operatividad. Muchos de
los procesos especiales existentes no tienen razón de ser ni se hallan justificados. La especialidad o
autonomía de cierta materia, no justifica en términos procesales la estructuración de un proceso especial.
Tampoco lo justifican las particularidades de algunas clases de conflicto o la intervención de ciertos sujetos.
Por consiguiente, es imprescindible consolidar un esquema que sea transversal a cualquier clase de conflicto,
el cual prevea reglas que permita -cuando corresponda- realizar los ajustes necesarios al caso en función del
conflicto, sujeto, bien o valores en juego. Ello constituye una decisión sumamente relevante para el acceso a

18 GONZÁLEZ POSTIGO, Leonel, FANDIÑO, Marco y SUCUNZA, Matías, Proceso Civil (ob. cit.).
la justicia y la operatividad del sistema, dado que evita la atomización que ha caracterizado muchos procesos
de reforma19 y simplifica las reglas de juego y su entendimiento.
j) La dimensión de la gestión del caso y flujo de casos: el cambio en la concepción de la legalidad y los
principios de adaptabilidad y proporcionalidad se materializan en instrumentos concretos tales como la
gestión de casos (case management) y la posibilidad de celebrar acuerdos procesales. Las reformas
procesales deben incorporar expresamente ambas instituciones, brindando un marco claro para su posterior
desarrollo reglamentario, jurisprudencial u operativo por parte de todos los operadores.
GARCÍA ODGERS define al case management como un mecanismo de eficiencia procesal, según el
cual, el sistema judicial -en general- y los jueces -en los casos particulares- se constituyen en responsables del
desarrollo de la litigación, cuyo objetivo es asegurar, en la operatoria misma del sistema, el cumplimiento de
diversos objetivos procesales20. Esta actividad o función, decanta en el funcionamiento del sistema judicial
bajo la forma de criterios de organización, distribución de recursos y decisiones procesales colectivas o
individuales que incorporan la proporcionalidad como rasgo más distintivo, orientando tanto la forma como
se procesa el conjunto de la litigación, como el curso y tratamiento específico de los casos individuales.
Es decir, que el case management es una herramienta compleja y dinámica, que involucra distintas
dimensiones. Entre ellas, una dimensión macro (general o del sistema) y micro (en el caso); el flujo de casos -
el cual se refiere a las actividades, operaciones o acciones que se dirigen a procesar los casos, en el sentido
de hacerlos avanzar o progresar, desde su inicio hasta su finalización-; la dimensión de gestión, asociada con
aspectos organizacionales, administrativos o de eficiencia; o, su ejercicio por parte de distintos sujetos. De
allí el case management de partes y el cooperativo.
En relación a estos últimos, resultará crucial que se incluyan previsiones que incorporen reglas y
estándares para la aprobación de acuerdos procesales en caso de sujetos en situación de vulnerabilidad o
conflictos colectivos. Dichas pautas deben permitir testear las condiciones de celebración, su resultado y
posibilidad de abuso (reaseguros procedimentales y de eficacia), pero sin caer en paternalismos ni
perfeccionismos intrusivos. Debe evitarse tanto la situación de abuso producto de la desigualdad, como la
sustitución de la autonomía por un criterio de autoridad impuesto. En todo caso, la mecánica más productiva
podría ser generar una instancia de diálogo con las partes (contradictorio), previo a su homologación.
Como podemos advertir, estos conceptos conciben a la legalidad desde la perspectiva de
proporcionalidad y adaptabilidad expuesta con anterioridad. Al mismo tiempo, vinculan la administración de
las reglas o recursos humanos o materiales en abstracto con la gestión de esos mismos componentes en el
caso o flujo de casos en concreto. El objetivo central es generar una sinergia positiva entre los distintos
operadores y estructuras en pro de la eficiencia del sistema y la justicia del caso.
k) La vinculación entre sujetos y las instancias posibles de diálogo (modelo cooperativo): otra
dimensión que cualquier modelo regulatorio debiese considerar y promover es la relación entre sujetos para
la construcción de la legalidad. Es decir, generar condiciones de posibilidad reales, para que ese diálogo y
trabajo cooperativo pueda concretarse. Allí pareciese fundamental consolidar un modelo cooperativo; evitar
el desbalance de funciones o poderes; incentivar un involucramiento activo; o, crear instancias de encuentro
horizontal.
l) Estándares para interpretar la legalidad: como hemos expuesto, la determinación del carril
procesal y/o su construcción al caso depende de la interpretación del conjunto de reglas y fuentes que se
haga. Siendo ello así, resulta primordial que el modelo regulatorio incorpore expresamente principios y

19 RÍOS señala que el proceso de reformas en AL “es un movimiento altamente atomizado y sectorial, cuestión que se observa en los
actores que han estado detrás de cada reforma, en la falta de sistematicidad que existe en el tratamiento de diferentes procesos al
interior de un mismo país y por el hecho que han buscado responder a demandas diversas a las que son consideradas
“tradicionalmente como judiciales” (RÍOS, Erick, La oralidad en los procesos, ob. cit.).
20 GARCÍA ODGERS, Ramón, Develación, diagnóstico y proyecciones del judicial case management en Chile desde la perspectiva del

derecho comparado, Tesis para optar al grado doctor en derecho de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso (Tesis pendiente de publicación).
estándares para concretar esa labor, los cuales permitan la promoción de arreglos interpretativos razonables
y afines a los objetivos y valores que promueve el sistema. También deberían introducirse pautas claras en
torno al alcance y sentido de la homologación de acuerdos (sustantivos o procesales). Ello así, a fin de evitar
interferencias paternalistas que desvirtúen su razón de ser y operatividad.
m) Responsabilidad en la construcción de la legalidad: para que las personas actúen como agentes
racionales es imprescindible contar con un régimen de incentivos y desincentivos eficiente. Esto es,
asignación clara de responsabilidades y mecanismos de monitoreo y fiscalización que permitan premiar o
castigar los incumplimientos o disfuncionalidades. La posibilidad de construir prácticas coherentes con los
objetivos regulatorios depende de ello. De lo contrario, aún el cambio de concepción más progresista en
torno a la legalidad procesal, será ineficiente.

IV. Interpelaciones al diseño


Sin dudas que el proyecto de CPCCN es mejor que el modelo regulatorio vigente. Las preguntas son
otras: ¿qué podría o debería haberse hecho de otro modo en función del ideario y programa constitucional-
convencional? ¿Qué discordancias existen entre lo regulado y los objetivos que guiaron el proyecto? ¿Qué
aspectos presentan objeciones o se han omitido?
Del análisis documental realizado, podemos advertir que:
a) La legalidad procesal no fue un eje en sí mismo. No hay una construcción de sentido en torno a
ello. La introducción de un proceso flexible podría haber sido un objetivo. Cuando uno repasa los ejes
cardinales no aparece como tal la reconfiguración de la legalidad procesal, sino la oralidad, celeridad y
transparencia. Es decir, que no se recupera como nodo regulatorio el problema de la legalidad procesal en
tanto integración y diálogo de fuentes (¿cuál legalidad procesal?); la construcción cooperativa al caso; la
dimensión de gestión del caso, el conjunto de casos y su flujo (litigación responsable, proporcionalidad y
eficiencia del sistema); o, la vinculación de mecanismos de solución.
Inclusive, la celeridad (la economía o concentración procesal) no están pensadas desde el conflicto
sino desde el proceso. Es decir, que lo que se propone es hacer más rápido o económico un trámite, pero no
interpelarse acerca de cuál es el modo de discusión más apropiado al conflicto y gestionar adecuadamente su
procesamiento.
De allí que la reconversión de la legalidad aparezca como algo accesorio (no como matriz) o vinculado
con ciertas instituciones. Por ejemplo, la oralidad. Ello tiene como problema que no realiza ni visibiliza -como
consideramos que sería deseable- el cambio de paradigma que debe propiciarse en el punto, circunstancia
que probablemente incida negativamente en la administración de esas mismas reglas.
b) Existen premisas objetables en el diagnóstico, las cuales repercuten directamente en el modelo
regulatorio propuesto.
Como expusimos, al tratarse en las BRPCC el principio de instrumentalidad y adaptabilidad, se
manifiesta que “el proceso civil es un marco necesario e indispensable para la prestación del Servicio de
Justicia y que, en aras de la preservación y defensa del derecho de fondo comprometido, pueda darse
válidamente un sacrificio de la observancia estricta de la normativa procesal, cuando ello no genere
indefensión”. Es decir, que esa instrumentalidad en realidad aparece como algo excepcional o contingente.
No es la regla. Es un sacrificio que se está dispuesto a hacer. El sacrificio es definido por la Real Academia
Española en su sexta acepción, como “la acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por
consideraciones que a ello le mueven”21.
A ello cabe agregar que, sólo en caso de duda en la aplicación de las normas procesales, deberá
recurrirse a las normas constitucionales o tratados. Es decir, la fuente fundamental de la legalidad procesal
vuelve a ser la ley (CPCCN), bajo una mirada totalizante (sólo cuando hay lagunas o vacíos recurro a otras
fuentes para solucionar el problema interpretativo).

21 https://dle.rae.es/sacrificio.
c) Se constatan omisiones y/o discordancias entre el diagnóstico realizado en los distintos
documentos y las decisiones finalmente concretadas en el modelo normativo. Algunas de ellas son
gravitantes y otras de menor incidencia.
Entre las primeras, se encuentra la ausencia de regulación de instituciones declaradas que son claves
para la operatividad del servicio. Entre ellas, la reorganización funcional y un nuevo modelo de gestión. Es
probable que ello impacte negativamente en el funcionamiento general del sistema de justicia y en la
construcción de la legalidad procesal en particular.
En el mismo sentido, las BRPCC establecen que la fijación de las audiencias se realizará con el auxilio
de la Oficina Judicial de Gestión de Audiencias, pero el modelo regulatorio no sólo no escinde las funciones
jurisdiccionales-administrativas ni crea ninguna estructura administrativa profesional, sino que atribuye esa
función a la autoridad judicial (art. 45 inc. i).
Entre las segundas, podemos señalar cuestiones vinculadas con los plazos procesales; la lógica de la
construcción de las estructurales procesales; o, las vías recursivas.
En ese sentido, al momento de abordar lo relativo a plazos procesales, se precisa que “las partes no
podrán disponer del ritmo del proceso. Por lo tanto, la suspensión o extensión de los plazos procesales debe
ser resuelta y admitida por el juez, sin que baste el acuerdo de partes al respecto”. Sin embargo, en el
proyecto se establece que los plazos pueden ser prorrogados o modificados por acuerdo de partes
manifestado en las actuaciones (arts. 111 y 113).
Asimismo, como surge de los fundamentos de la presentación del proyecto de CPCCN, “las vías de
debate se diagramaron acorde al tipo de derechos, con foco en la celeridad necesaria para su pronta
definición y sus propias particularidades”. Es decir, que no se pensó desde el conflicto y sus particularidades,
sino desde el tipo de derechos.
Por último, en materia recursiva se manifiesta en diversos documentos que debería extenderse la
práctica de la oralidad a la segunda instancia, en general con una audiencia única, con plazos mucho más
acotados, presencia de los jueces y videograbación22. El proyecto de CPCCN omite su recepción.
d) Más allá de lo expuesto en el inciso b), el análisis del estado de situación no se tradujo en una
reglamentación integral en torno a un proceso flexible. Desde el discurso, lo que predominó fue la oralidad o
la simplificación de estructuras procesales y no una fuerte interpelación a la legalidad procesal como
problema.
En esa clave de lectura, el abordaje propiciado para pensar la legalidad no pareciera tener un
enfoque integral. Si uno analiza el posicionamiento, advertirá un fuerte énfasis en las potestades de la
autoridad judicial, relegando a un segundo plano a las partes. Del mismo modo, se sigue pensando en el
proceso (individual) y no en el sistema (conjunto de casos), como elemento para pensar la proporcionalidad.
Respecto del proyecto de CPCCN, el modelo elimina la noción de indisponibilidad de las formas y
recepta instituciones importantes como el principio de adaptabilidad, los acuerdos procesales o la potestad
del juez de hacer propuestas para simplificar y disminuir las cuestiones litigiosas surgidas en el proceso o
respecto de la actividad probatoria. Ello es fundamental.
Sin embargo, el abordaje pareciese haber sido parcial, tanto en términos generales (no se incorporan
cambios significativos en materia de organización o gestión judicial ni se profundiza en la complejidad de
cómo pensar la legalidad procesal ante la multiplicidad de fuentes y autoridades interpretativas) como
particulares (no se ahonda en temas centrales como el case management).
En ese sentido, las disposiciones presentarían objeciones de distinto tenor. Entre ellas:
a) La regulación es demasiado general, careciendo de precisiones en torno a su alcance y sentido. En
especial, en aquellas cuestiones asociadas a las facultades, responsables, acciones y mecanismos de
construcción de la legalidad, la gestión de casos y el sistema. ¿Cómo se conjuga el artículo 1 con el 9, a la luz
de los deberes del artículo 45? ¿Y el alcance del artículo 14?
Recordemos que la adaptabilidad de las formas se regula en el artículo 9 y que esa es la única vez
que se menciona dicha noción en todo el proyecto. Es llamativo que cuando se alude a la adaptabilidad de las

22 Ver también capítulo X.1.j, BRPCC.


formas, no se refiera que dicha adaptación es al caso en concreto, su caracterización o necesidades. Lo
mismo, cuando se regula la economía o celeridad procesal. Siguen pensándose como cuestiones lineales
vinculadas al proceso y no al conflicto. El artículo 7 explícitamente dice que: “el juez tomará las medidas
necesarias para lograr la mayor economía en la realización del proceso”. No aparece –como se alude en las
bases- el conflicto en el centro; tampoco la pluralidad de mecanismos de solución; o, la dimensión gestión
explícita.
Asimismo, respecto de la construcción de la legalidad procesal, el proyecto no pareciese estar
pensando en términos flexibles. Se sigue aludiendo a la idea de “dar al proceso el trámite que corresponda”.
Asimismo, esa asignación y las propuestas de simplificación o ajustes razonables, derivan del juez. No se
prevén instancia de discusión para este cometido o momentos precisos u objetivos dentro de las que sí han
sido establecidas.
Además, la adaptabilidad reproduce una mirada individualista, como si el servicio de justicia se
redujera a un único caso. No está presente la proporcionalidad como dimensión colectiva. Lo que predomina
es un enfoque atomizado de la justicia. GARCÍA ODGERS y MAUREIRA precisan que “nuestros códigos y leyes
procesales parecen definir y regular un solo escenario operativo, esto es, el de un proceso o caso individual,
paradigmáticamente representado por la imagen de un procedimiento en el cual se resuelve un solo
conflicto, entre dos partes frente a un juez. (…) No se trata de desconsiderar los requerimientos de justicia
individual, ni criticar normas o instrumentos procesales específicos, sino la necesidad de pensar cómo ellas
deben operar desplegando sus valores y virtudes para el conjunto de casos. Esto genera la necesidad de
encontrar límites racionales y equitativos de los casos individuales”23.
Ello reafirma que la eficacia -incorporada como principio a valorar o como guía de actuación para la
autoridad judicial o las partes (arts. 1, 45 inc. c y 13)-, estaría pensada en clave individual. Es decir, en el caso,
sin dimensionar el conjunto de casos ni el sistema en su conjunto. Tampoco se explicita la calidad como
objetivo, valor o fin del sistema.
b) Si tuviéramos que pensar en cómo se vinculan los sujetos en el proyecto de CPCCN para construir
la legalidad procesal, tendríamos que afirmar que existe un desbalance hacia el polo jurisdiccional, tanto en
términos de procesamiento como en cuanto a la asimetría en la decisión. Ello significa que la relación entre
los sujetos no pareciese ser verdaderamente isonómica en la gestión del conflicto (se refuerzan las facultades
del juez, pero no las de las partes o el contradictorio en similar forma) y es excesivamente asimétrica en la
toma de decisión (la cual sigue construyéndose centralmente desde la autoridad)24.
De distintas maneras, ello vuelve a repetir un modelo de construcción de la decisión autorreferencial
y con enormes potestades en cabeza de la autoridad judicial, tanto en el plano procedimental, sustantivo o
de control.
Consideramos que este enfoque no sólo es problemático, sino que parte de una premisa
cuestionable: “el proceso escrito consolidó un rol pasivo del juez a la espera del impulso procesal de parte y
desalentó la inmediación judicial” (BRPCC).
El CPCC vigente cuenta desde 1995 con una norma que establece expresamente la realización de una
audiencia preliminar como la del art. 360, con presencia indelegable del juez. ¿Cuántos jueces y juezas
cumplieron con dicha regla? ¿Se observó? Si la premisa fuera correcta, ¿cuántos jury o procesos disciplinarios
se promovieron para responsabilizar a los jueces por el incumplimiento abierto y total del artículo 360 del
CPCC? ¿Cuántas sanciones se impusieron por ello?
Ese mismo Código también tiene, desde su sanción originaria, potestades expresas en torno a la
dirección del proceso (arts. 34, 35, 36 y concs., CPCCN), las cuales fueron interpretadas como deberes. Por
consiguiente, ¿cómo puede afirmarse que la ausencia de impulso o la carencia de inmediación se debieron a
la existencia de un proceso escrito (que no era tal)?

23 GARCÍAS ODGERS, Ramón y, MAUREIRA Claudio, ¿Dirección judicial del proceso en la producción de la prueba? No, judicial case
management, UCA Chile, Thomson Reuters, 2019, pp. 614-615.
24 Remitimos a las consideraciones vertidas en “Cooperación procesal en el proyecto de CPCCN: ¿principio y/o modelo?

Interpelaciones y prospectiva, Revista Derecho Procesal, Rubinzal Culzoni, 2020 (en prensa).
El rol pasivo del juez no tiene que ver con la naturaleza escrita del proceso (o no tanto como se lo
plantea), sino con la estructura judicial y su concepción de poder. El proceso vigente es un esquema mixto.
Mantiene una base escrituraria, pero introduce una audiencia multipropósito como la preliminar y cuenta
con audiencias de prueba orales.
De allí que entendamos que el elemento central para entender el tipo de prácticas que han
predominado sea la caracterización de la organización judicial, el perfil de la magistratura y las prácticas que
han construido. Ello explica por qué la audiencia preliminar del art. 360 del CPCCN fue sólo una declaración
normativa.
Dicha circunstancia, sumada al carácter escriturario del proceso, la delegación de tareas y otras
vicisitudes, dan cuenta de la construcción de una institucionalidad de despersonalización, mediación y
ajenidad del conflicto que es necesario revertir. Que los jueces vayan a la audiencia suma y mejora en la
inmediación, pero no necesariamente trabaja y modifica las prácticas que predominan. Las cuales,
reiteramos, no tienen tanto que ver con el sistema escriturario (u oral), sino con la forma de concebir y
ejercer su función. Esto es lo problemático.
A ello cabe sumar, que en el proyecto de CPCCN no sólo se han acrecentado los deberes de la
autoridad judicial en detrimento de las partes o de otros sujetos que colaboran, sino que los modos de
atribución de esos deberes siguen siendo muy amplios y discrecionales. Por ejemplo, la conducción del
proceso “ejerciendo su libertad de criterio”.
Además, no pareciese existir una reconfiguración de las instituciones de base. En ese sentido, se
mantiene intacta la estructura y se sigue aludiendo al rol de director del juez y no al de gestor del caso. De los
deberes generales mencionados en el artículo 45, pareciese conservarse la idea de dirección judicial. Antes se
aludía a la dirección, ahora a “conducir” (guiar o dirigir algo o alguien hacia algún objetivo). Tampoco se
incorpora la idea de gestión judicial desde la estructura judicial.
Esto no es una cuestión semántica ni retórica, por más que sí valoremos necesario nombrar de otra
manera para resignificar el peso de la tradición25. Hay diferencias conceptuales entre ambos, las cuales se
traducen en el sentido y alcance que se les atribuye a las reglas. Inclusive, el hecho que no se haya
incorporado una estructura profesional de apoyo a la labor jurisdiccional, pareciese haber limitado la
incorporación de reglas que regulen la dimensión de gestión del proceso oral por audiencias.
Como señalan GARCÍA ODGERS y MAUREIRA, “el marco teórico de la dirección judicial del proceso
resulta insuficiente para explicar las prácticas de los jueces y la función que ellas cumplen o podrían cumplir
en el sistema. (…) El enfoque de la dirección del proceso, no considera el tratamiento del conjunto de casos y
por ello resulta insuficiente para comprender y resolver la complejidad de articular y compatibilizar las
necesidades de los casos individuales con la del resto de los casos. (…) Mientras el case management conecta
la administración con la gestión judicial (…) en la idea de dirección del proceso, la imagen del juez ejerciendo
sus potestades es la única que aparece”26.
¿Cómo se supone que todo ello impactará en la legalidad procesal, su construcción o en la
administración de las reglas?
c) Limita los contratos procesales a procesos donde se controviertan derechos “disponibles”. Ello
supone esencializar nuevamente las formas, incorporando un concepto problemático, innecesario y contrario
al principio de autonomía y adaptabilidad. Es decir, una limitación irrazonable. Se van a negociar sobre las
reglas procesales, ¿qué tiene que ver la naturaleza del derecho en juego? Peor aún, si ese acuerdo no puede
jamás violar el orden público, ¿por qué los prohíbe?
La regulación recupera categorías problemáticas (disponible o no como patrimonialidad) y las regula
de modo aún más cuestionable, creando una herramienta sesgada que limita injustificadamente los acuerdos
procesales como modo para canalizar el trabajo cooperativo que dice promover.
Otro problema adicional es que instala la noción de orden público de modo genérico, sin ningún tipo
de estándar interpretativo ni general ni especial. También incorpora la posibilidad de invalidar acuerdos

25 Llamábamos director del proceso al “juez pasivo” al cual aluden las BRPCC.
26 GARCÍAS ODGERS, Ramón y, MAUREIRA Claudio, ¿Dirección judicial del proceso (…)?, ob. cit., pp. 629-630 y 633.
donde lo pactado resulte nulo, suponga abuso del derecho o importe un sometimiento a un contrato de
adhesión, aunque -otra vez- sin estándares que objetiven esos conceptos jurídicos indeterminados o generen
un mejor marco interpretativo.
Tampoco se incluyen reaseguros en su análisis, tales como el contradictorio previo a la homologación
o una instancia de diálogo del juez y las partes ante dudas. Esto es fundamental como regla y, aún más
necesario, en casos de acuerdos que involucran sujetos estructuralmente desaventajados y/o bienes de
tutela preferente. Ello así, dado que es un método que permite preservar y maximizar la autonomía personal
y voz del sujeto involucrado, evitando el paternalismo y perfeccionismo de la autoridad estatal.
Respecto de algunos negocios procesales típicos incluidos aparece la posibilidad de presentar
demanda y contestación de modo conjunto (art. 408). Como sostienen BERIZONCE y MOSMANN, “no cabe
insistir en la fallida experiencia del código vigente, que nunca alcanzó a arraigar en los hábitos de los
justiciables. Similar suerte adversa seguramente la espera al texto ahora introducido, a menos que se lo
perfeccione. Es necesario imaginar más y mejores estímulos para inducir la voluntad contractual. Hay que
pensar, p. ej., en ventajas fiscales -reducción, escalonamiento y hasta eximición de tasa de justicia-,
procesales -trámite preferente en todas las instancias, reducción hasta el mínimo legal de los honorarios
profesionales-, etcétera”27.
Llama la atención que se haya regulado la posibilidad de reducir o ampliar plazos pero que no se
incorpore una dimensión más amplía y precisa de los negocios procesales o del case management. Por
ejemplo, como la regulada en el anteproyecto de Código General de Procesos de la provincia de Chubut (arts.
167 y siguientes).
d) Vinculado con lo expuesto en los puntos antecedentes, no se advertiría una regulación robusta de
la participación de las partes en la construcción de la legalidad, lo cual supone degradar el rol de las partes y
reafirmar la centralidad de la autoridad judicial.
¿Cómo puedo construir un proceso eficaz si las partes no tienen amplias potestades o instancias para
proponer o contradecir? O, ¿cómo puedo hacerlo si la forma en que se organiza el contradictorio otorga al
juez un poder preponderante en una estructura organizacional “vertical” y discrecional? ¿Es ese el esquema
de distribución de tareas o funciones más racional para la búsqueda de información de calidad en pro de una
decisión lo más correcta o justa posible?
Por ejemplo, no establece una regla especial de discusión en torno a la legalidad procesal, el trámite
aplicable o las decisiones asociadas a su adaptación. Ni en los escritos postulatorios (arts. 402, 410 o 418), ni
en el traslado de demanda (arts. 409). Tampoco en la audiencia preliminar se prevé expresamente discusión
alguna (art. 427). Tampoco existe una audiencia de gestión del caso, para ningún tipo de conflicto.
Sería deseable que este ámbito de contradicción se prevea, no sólo como un mecanismo para
construir soluciones cooperativas que generen sinergias positivas, sino para responsabilizar y comprometer a
los sujetos en su gestión.
Todo ello resulta llamativo si tenemos en cuenta que en los fundamentos del CPCCN presentado, se
afirma que “el Proyecto establece como límite a la actividad del juez el respeto por ambas nociones con la
finalidad de lograr que en el desarrollo de la actividad procesal prime la cooperación de los sujetos que
intervienen en el conflicto. Lejos de propiciar un juez que sustituya la voluntad de las partes el Proyecto de
CPCCN propicia una relación de colaboración orientada a la justa resolución de los conflictos” 28.
Pensemos qué pautas, espacios o alternativas da a las partes o al propio juez para construir la
legalidad procesal en general o en particular (por ejemplo, en materia de ejecución de decisiones), cuando se
trata de conflictos complejos, justicia de acompañamiento o de interés público.
Si bien el Programa de Justicia 2020 reguló los procesos colectivos en un proyecto aparte, ello no
quita que: (i) el CPCCN, más allá de estar planteado como un Código de conflictos individuales, es la
regulación madre o matriz para toda clase o tipo; (ii) existen conflictos individuales complejos, de incidencia

27 BERIZONCE, Roberto y MOSMANN, Victoria, Convenios y acuerdos procesales y situaciones de vulnerabilidad, La Ley,
AR/DOC/789/2020.
28 Ver file:///C:/Users/aswq/Downloads/FUNDAMENTOS%20Y%20PROY%20CPCCN%20WebPage.pdf (última visita el 27-3-20).
social o que requieren para su decisión y ejecución, discusiones plurales e instancias participativas o
heterodoxas; y, (iii) existan innumerable cantidad de conflictos que no versan sobre derechos mercantiles y
que su solución exija otras modalidades de vinculación.
e) Como apuntamos, se omite la reconfiguración de la organización de poder en general y del
aparato de apoyo a la labor jurisdiccional en particular. No tocar la organización de poder, significa mantener
inalterada su estructura, la forma de administrar el servicio de justicia y gestionar el proceso. Es decir, un
modelo de trabajo del siglo XVIII29. Todo lo opuesto a lo que exige trabajar el abordaje y procesamiento de un
conflicto desde el caso (proceso flexible).
Las finalidades que el propio proyecto plantea serán difícilmente realizables si se carece de una
estructura profesional de apoyo a la labor jurisdiccional. Ello así, porque no se trata de celebrar audiencias,
sino de gestionar el proceso, el flujo de casos y la eficacia de su funcionamiento en razón de los objetivos
declarados. También se trata de producir datos; poder analizarlos y ajustar procesos de trabajo; de rendir
cuentas; o, de tener versatilidad en el funcionamiento. Esto exige un cambio de estructura y del régimen de
(des)incentivos, pero también de mentalidad, de hábitos y destrezas. Ese es el desafío de la resignificación de
la legalidad procesal.
Es cierto que el proyecto procura eliminar las referencias explícitas a la Secretaría como expresión
del modelo de gestión escriturario. Ello es muy importante. Sin embargo, consideramos que ello no suple el
déficit.
La omisión no supone regulación, sino el mantenimiento del status quo. Por más que no se mencione
la palabra “Secretaría” (la cual sólo aparece un par de veces)30, las Secretarías seguirán existiendo como
tales. Con sus modos y prácticas. Tampoco se modificaron las formas organizacionales de los juzgados.
Continuarán siendo unipersonales, sin aprovechar los beneficios que reportan los pool de jueces o modelos
organizacionales similares. Pensemos que entre los propios documentos que fundamentan el proyecto de
CPCCN se explicita que “como demostró el caso de San Luis, la total informatización de los procesos civiles no
cambió su duración total, que en 2016 seguía siendo de 5 años en promedio”.
f) Resulta positivo que se adoptasen medidas para generar una intervención procesal más
responsable. Como hemos referenciado, el proyecto contiene reglas expresas tendientes a (des)incentivar
conductas. Sin embargo, ¿son suficientes? ¿Qué significa el incumplimiento “reiterado” de los deberes
impuestos al juez? ¿Cuántos son? ¿De qué peso?
g) También es importante que se hubiesen simplificados las estructuras procesales. Ahora, la
pregunta que permanece es si -de acuerdo a los objetivos propuestos o el ideal planteado- esa simplificación
fue adecuada y suficiente. ¿Por qué no incorporar un esquema simplificado de única audiencia como marco
enunciativo y propositivo? ¿Cómo incidirá en la administración del esquema ordinario por audiencias el
mantenimiento de la estructura judicial y sus prácticas? ¿Por qué crear la distinción de procesos de justicia
inmediata? ¿Cómo se relacionan con los especiales, entre los cuales se hallan procesos “urgentes” o el
amparo? ¿Por qué se conservan algunos de esos procesos especiales? ¿Por qué se sigue sosteniendo la
existencia del ejecutivo cuando se incorpora el monitorio?
Sumemos a ello, lo expuesto en torno a cuánta y qué tipo de flexibilidad existe en cada uno de esas
estructurales procesales. ¿Existen facultades amplias, claras y concretas para moldear el procesamiento al
caso? Entonces, ¿por qué -según los propios fundamentos o en sus cláusulas- se sigue pensando la
adaptabilidad como algo excepcional? ¿Realmente es posible llevar adelante un trabajo constructivo entre
los múltiples sujetos a partir del diseño dado? ¿Alcanza con la pauta general puesta en cabeza del juez (no de
las partes) de crear ajustes razonables en caso de sujetos estructuralmente desaventajados? ¿No sería
necesario desagregar transversalmente ello? ¿Cómo se puede ser eficiente si el modelo regulatorio no
incorpora la proporcionalidad colectiva, el conjunto de casos o la profesionalización de la gestión o
mecanismos de rendiciones de cuentas?

29 Para un análisis exhaustivo sobre el punto, remitimos al trabajo La oralidad y gestión del proceso por audiencias, publicado en el
“Oralidad en el proceso civil. Nuevas perspectivas”, Librería Editora Platense, 2019.
30 Ver artículos 565 inciso b), 631 inciso c) y 638 del Proyecto.
h) En torno a cómo pensar la legalidad en los microsistemas de ejecución o recursivo que integran el
modelo regulatorio, se advierten similares objeciones: en mayor o menor medida se mantiene la estructura
procesal, lo cual supone conservar la concepción que las inspira, la tradición que las moldea y las prácticas
que la definen -recordemos que no se toca la estructura judicial-.
En materia de ejecución se plantea la posibilidad de adecuar la ejecución, aunque no presenta
innovación alguna con el régimen existente. En ese sentido, el artículo 538 reproduce lo que prevé el artículo
511 del CPCCN: “a pedido de parte el juez establecerá las modalidades de la ejecución o ampliará o adecuará
las que contenga la sentencia, dentro de los límites de ésta”.
Se sigue pensando de forma lineal, sin aprovechar las potencialidades de la oralidad e inmediación.
La audiencia que se prevé es reducida (de liquidación y pago) y limitada (resolver sobre el monto a ejecutar y
facilitar su condena). Reitera una posición mercantilista, focalizada en una matriz pecuniaria; no robustece el
contradictorio; no pareciera estar pensando en una instancia de concentración y resolución de problemas
asociados a la ejecución; no establece el deber de las partes de proponer fórmulas de cumplimiento o
realización de lo decidido, en sus escritos de promoción o defensa de la ejecución (o, en la propia demanda y
contestación); y, no incorpora instancias de gestión judicial para su realización.
Lo mismo ocurre en materia recursiva. Más allá de que en los documentos de base se aludía a
introducir transformaciones en la legalidad y su estructuración (v.gr., oralidad), los cambios son parciales.
Uniformiza algunas reglas, pero omite cuestiones fundamentales vinculadas con una nueva reestructuración
(arts. 318, 332 y siguientes). Inclusive, no se prevé la adaptabilidad o gestión en la Alzada.
En lo relativo a notificaciones y legalidad, si bien los avances podrían ser más profundos, ello podrá
maximizarse vía reglamentaria. En especial, dado el dinamismo que caracteriza a la materia. Lo que si nos
resulta cuestionable es la pervivencia de una serie de instituciones claramente distorsivas para el sistema, las
cuales contrarían los objetivos que dicen perseguirse y la racionalidad de su funcionamiento. Entre ellas, la
preservación de la notificación automática los días martes y viernes, cuando se cuenta con sistemas de
notificaciones electrónicas que pueden facilitar de forma inmediata y fehaciente comunicaciones a casillas de
correos personales. No hay razón de ser para conservar una institución del tipo, que se explicaba y justificaba
en otro contexto histórico y operativo.
Por último, quisiéramos explicitar alguna consideración en torno al plan de generalización de la
oralidad como fundamento para justificar o explicar el modelo propuesto. En ese sentido, consideramos que
los resultados positivos obtenidos no neutralizan las objeciones planteadas, por cuanto ello no significa que:
(i) La modalidad implementada sea la mejor y más eficaz forma de organización para realizar los cometidos
que se pretenden y los objetivos que se persiguen; (ii) Esté funcionando necesariamente bien. Los resultados
nos hablan de números, no de dinámicas de trabajo ni de su calidad; (iii) Se hayan neutralizado o revertido
las prácticas negativas preexistentes. En especial, aquellas vinculadas con la discrecionalidad en la
administración del caso/s; y, (iv) Se resuelvan problemas estructurales de fondo, tales como la falta de
uniformidad en pautas de trabajo, la dispersión de criterios operativos o procesales y/o la caracterización del
modelo organizacional.

V. Prospectiva: aportes de cara a la discusión pública


Sin perjuicio de las consideraciones y sugerencias efectuadas en los apartados antecedentes,
realizaremos algunas recomendaciones que quizás puedan resultar de interés para potenciar la idea de un
proceso flexible en el proyecto. Entre ellas, destacamos:
a) La reconversión de la concepción de la legalidad procesal, su construcción y forma de
administración en el caso y conjunto de casos, debiese conformar un objetivo del modelo regulatorio y ser
parte de la agenda de trabajo, que no se reduzca a la oralidad ni a la simplificación de las estructuras
procesales. Como parte de ese cambio paradigmático, también debiera incorporarse la noción de
proporcionalidad (y no sólo la de adaptabilidad), mandato que es exigible a todos los operadores.
b) Debe enfatizarse como matriz la idea de mecanismos de resolución flexibles y dinámicos, donde
los marcos sean enunciativos y propositivos. Poner en el centro al conflicto y asumir el debido proceso
(individual y colectivo) como estándar, implica considerar a las estructuras procesales como esquemas
propositivos (no imperativos) y ordenatorios (no inmutables).
c) Incorporar un proceso judicial flexible supone que la concepción, diseño y prácticas del sistema
procesal y cada uno de sus componentes, de principio a fin (ejecución de la decisión), debe estar
transversalmente caracterizada por la noción flexible de la legalidad procesal a la que hemos aludido en los
apartados antecedentes. También debe valorarse que existe una interrelación sistémica entre los
componentes. Por ende, cuanto más deferente a los objetivos sea la regulación de cada subsistema, más
coherente y eficaz será el funcionamiento del conjunto.
d) Regular de forma integral y robusta la dimensión del case management (y los acuerdos procesales,
cuando no se los asuma como case management de partes), reconvirtiendo el rol de director de la autoridad
judicial por la de gestor del conflicto, amplificando el rol de las partes, creando oportunidades e instancias
para discutir en torno a la legalidad al caso (v.gr., escritos postulatorios, audiencia preliminar o de gestión del
caso) y profundizando el enfoque cooperativo de la justicia introducido.
Un mecanismo útil para reforzar la libertad pero sin descuidar la igualdad material ni anular la voz de
los sujetos, es maximizar el contradictorio. Escuchar a las partes, saber lo que quieren, porqué actúan como
lo hacen y promover la discusión. También sería clave incorporar precisiones en torno a los métodos
interpretativos o estándares; pautas objetivas sobre aprobación de acuerdos; o, la valoración de argumentos
esenciales.
Como afirma GARCÍA ODGERS, el case management aparece como una manifestación de la dinámica
evolutiva del proceso civil, que se inserta en la tendencia que promueve un mayor control judicial en el
desarrollo y resultados de la litigación, en la búsqueda de articular los fines privados y públicos del proceso.
La tendencia moderna en el case management apunta a privilegiar la cooperación, lo que permite superar el
debate sobre el dominio del proceso y la confrontación entre fines públicos y privados en la litigación. Esta
cooperación para el logro de objetivos procesales, en un entorno flexible y gestionado por los jueces, puede
entregar mayor legitimidad al case management, al permitir la participación de los litigantes en la toma de
decisiones para la conducción del caso31.
e) La transformación organizacional y su modelo de gestión, constituye otro de los cambios
fundamentales para promover otro tipo de concepción y construcción de la legalidad procesal. Su correcto
funcionamiento depende de cómo se estructure el diseño. La administración de esas reglas, estará
condicionada por la posición que se asuma en relación a los mismos; las potestades que se atribuyan; las
responsabilidades fijadas; y, los mecanismos de control.
f) Debería eliminarse las estructuras procesales superfluas. Una estructura procesal sólo debiera
existir cuando las características del conflicto y pretensión verdaderamente justifican el diseño de un marco
de discusión particular. Como expusimos con antelación, el hecho de que un conflicto o una pretensión
presente cierta particularidad no es argumento idóneo ni suficiente para la construcción de una estructura
procesal diferenciada. Ello no quiere decir que no se valorarán sus particularidades para incorporar las reglas
o adoptar las medidas diferenciadas que son imprescindibles para garantizar su tutela efectiva. Sin embargo,
ello podrá resolverse a través de las estructuras de discusión existentes, previendo en todo caso el
cumplimiento de cierto recaudo al momento de postular o imponiendo modulaciones especiales al juez, las
partes u otros sujetos en momentos puntuales del procesamiento. Ello permitirá acompasar la existencia de
tutelas diferenciadas a los esquemas de procesamiento comunes, resguardando la especialidad del conflicto,
sus reglas y la simplificación del sistema32.

31 GARCÍA ODGERS, Ramón, “El case management en la perspectiva comparada”, Seminario Internacional “El Case Management
como mecanismo de flexibilidad y eficiencia del proceso judicial”, CEJA, Chile, 2019.
32
GONZÁLEZ POSTIGO, Leonel, FANDIÑO, Marco y SUCUNZA, Matías, Proceso Civil (ob. cit.).

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