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El Orientador Familiar
EL ORIENTADOR FAMILIAR
Tomado de:
Quintana C. de José María, Pedagogía Familiar.
Madrid: Narcea S.A. Ediciones. 1993. pg. 185-195
1. Es un profesional
Con esto ya se habrá dado un gran paso a favor de la educación familiar: cualificar
el servicio de muchos profesionales, cuya actividad tiene fuerte incidencia en las
funciones educativas de la familia.
De este modo, se incrementa la ayuda orientadora que puede recibir la familia -es
decir, alguno, o algunos de sus miembros- desde diferentes profesiones. Por otra
parte, la acción del orientador familiar se beneficia de la competencia, preparación
y experiencias que supone esa primera profesión suya.
Toda experiencia previa -en el ámbito familiar, profesional, etc.-, toda experiencia
reflexionada es un buen punto de partida para el orientador familiar, Pero desearía
insistir en la profesionalidad de su trabajo.
En cada uno de estos aspectos el orientador familiar tendrá que superar, sin
duda, graves dificultades. Las podrá superar si es consciente de la importancia -
para la persona y para la sociedad- de ese servicio profesional.
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No es fácil para muchos reconocer que no basta vivir para saber; no siempre lo
más familiar y cotidiano es lo más conocido; se puede estar defendiendo la
institución familiar y viviendo contrafamiliarmente; lo natural es misterioso y, por
ello, no totalmente cognoscible; precisamente por su carácter natural -por sus
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El Orientador Familiar
Por todo ello, y por ser una tarea no privativa de ningún tipo de profesionales, esa
formación comporta dificultades peculiares. Desde diversas profesiones, desde
diversas organizaciones de trabajo se está haciendo -o se debería hacer-
orientación familiar. Directores y personal de centros culturales -estrictamente
educativos o no-, casas de juventud, centros deportivos, bibliotecas, museos de
arte, centros sanitarios, etc., pueden prestar valiosos servicios de asesoramiento
familiar. Pero no sin una específica formación.
En todo caso, esta formación requiere una amplia labor de investigación que debe
traducirse en un mejor conocimiento de la familia, de la educación familiar, de muy
diversas situaciones familiares; en la elaboración de casos, notas y fichas
técnicas, fichas introductorias y otro material escrito necesario para la formación y
para la acción del orientador familiar; en el desarrollo de actividades académicas
permitan profundizar en los diferentes contenidos de la educación familiar y
faciliten el entrenamiento en metodología participativa; en la realización de
asesoramientos a centros, grupos y personas1.
1
Me preguntaba un amigo mío, lector del texto mecanografiado de este libro, si no existe el riesgo
de que muchos orientadores familiares actúen como tales con falta de competencia. Yo le decía
que sí, que este riesgo existe en todas las profesiones, con un título y un currículum
minuciosamente establecido y legislado, o por vía de intrusismo profesional.
Hoy la incompetencia profesional estás alcanzando cotas insospechadas, por falta de orientación
profesional adecuada, de preparación y de motivos para un trabajo bien hecho y con disposición de
servicio.
En el caso de la orientación familiar, la situación se agrava por diversas razones: 1) la ingenuidad
de quienes creen que no es necesaria una preparación específica; 2) el intrusismo desde
profesiones en las que no ha habido ninguna preparación a este respecto; 3) el error de quienes
preparan “orientadores familiares”, desde criterios hedonistas y de sexologización de la familia; 4)
la ignorancia de quienes creen que la solución está en las estructuras y en los monopolios, etc.
¿Cómo prevenir este posible daño a las personas y a las familias? Hoy, toda persona,
medianamente observadora, sabe que no puede admitir un servicio profesional
indiscriminadamente. En la orientación familiar, ocurre lo mismo.
Mi amigo y lector me sugiere, por tanto, concretar y precisar más cuál es la formación que necesita
un orientador familiar, cómo se adquiere en la práctica, etc. Yo le remitiría al último párrafo de la
última página de este libro. El objetivo de las páginas anteriores no era éste, sino el de ayudarle a
descubrir a cualquier posible lector, en cuanto miembro de una familia, que existe una ayuda
orientadora de la que, sin duda, y tomadas las debidas precauciones, puede beneficiarse. Mi
experiencia en la formación de orientadores familiares, a lo largo de más de tres lustros, me
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Es decir, no depende tanto del propio tiempo libre como de los motivos y de las
actitudes del orientador familiar. El tiempo libre se presenta como una zona
privilegiada de la orientación familiar -tanto para formarse como para actuar-, «en
la medida en que poniendo en juego actitudes, exigencias personales y valores
diferentes de los que presiden las habituales relaciones de trabajo, introduce una
dinámica nueva de las relaciones en el conjunto de la vida social», como dicen de
la animación cultural Grosjean e Ingberg.
4. A modo de conclusión
Pienso que este libro puede contener información valiosa para muchos
profesionales, con inquietud social, que desean solidaridad, extensión de la
justicia, comunicación, igualdad de oportunidades, promoción sociocultural, porque
habrán podido descubrir posibilidades de protagonismo servicial en esta
promoción; posibilidades de aportar su colaboración a tantos problemas
acuciantes dependen, en último término, de una buena educación familiar,
generadora de iniciativa y de audacia.
Pienso esta información puede ser más valiosa todavía para quienes, teniendo fe
sobrenatural, siendo cristianos, saben tienen más responsabilidad, por disponen
de más medios para la mejora personal, propia y ajena, y para la mejora social.
Pueden prestar un servicio humano que es, a la vez, «un servicio de
corredención»2. Un servicio recibe el nombre de apostolado. Y, «sin duda, de ese
apostolado se derivarán beneficios espirituales para todos: más justicia, más
comprensión, más respeto del hombre por el hombre» 3.
2
J. ESCRIVA DE BALAGUER: Es Cristo que pasa. Rialp. Madrid, 1981. 8ª edición. No. 120.
3
Ibidem, No. 24.
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