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Quintana, José 1

El Orientador Familiar

EL ORIENTADOR FAMILIAR
Tomado de:
Quintana C. de José María, Pedagogía Familiar.
Madrid: Narcea S.A. Ediciones. 1993. pg. 185-195

Si la orientación familiar es un servicio de ayuda para la mejora personal de


quienes integran una familia, y para la mejora de la sociedad en y desde las
familias, el orientador familiar es un profesional a quien le corresponde llevar a
cabo ese servicio.

El trabajo profesional del orientador familiar corresponde a una de las llamadas


«profesiones de ayuda». Es un trabajo directo con personas a las se les presta
una ayuda orientadora en función de la educación familiar.

El orientador familiar asesora a padres, a hijos, a abuelos o a otros miembros de la


familia extensa, fundamentalmente, en todo ello hace referencia a la educación.

1. Es un profesional

Es un trabajo realizado con sentido profesional, como labor propia de


profesionales. Como se sabe, lo característico de un trabajo profesional es la
competencia la capacidad de progreso -aptitud y actitud de mejora-. La dedicación
y la actitud de servicio.

Si todo trabajo profesional lícito es un servicio, éste es un servicio de mejora -


personal y social. Es un servicio de carácter profesional, los padres, los hijos
adolescentes, los abuelos jóvenes. etc. necesitan para asumir plenamente la
responsabilidad que tengan -responsabilidad titular o de ayuda- en todo lo
referente a las funciones educativas de la familia.

Desde esta perspectiva profesional podemos imaginar para la orientación familiar


cuatro estrategias:

1) Crear una nueva profesión;


2) Transformar la actitud de trabajo de los profesionales existentes;
3) Crear instituciones nuevas con un personal nuevo;
4) Desinstitucionalización radical de las estructuras orgánicas existentes.

Actualmente no puede hablarse en sentido estricto de una profesión nueva. Quiero


decir más bien se considera como una segunda profesión a la pueden acceder
diferentes profesionales, mediante un programa de formación de tipo postgrado.

En realidad hay numerosas profesiones muy relacionadas con las funciones


educativas de la familia (no sólo profesores y asistentes sociales sino también
médicos de familia, pediatras, psiquiatras, psicólogos, abogados matrimonialistas,
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arquitectos y otros muchos profesionales), desde las cuales mediante una


preparación específica en contenidos y en métodos de orientación familiar, es
posible prestar esta ayuda de asesoramiento.

Cualquiera que sea la estrategia a seguir, es necesaria una modificación de la


actitud de trabajo de muchos de los profesionales existentes. La orientación
familiar vendría a ser, en este sentido, una cualificación necesaria en el trabajo de
muchas profesiones (Moulinier), relacionadas con la familia.

Con esto ya se habrá dado un gran paso a favor de la educación familiar: cualificar
el servicio de muchos profesionales, cuya actividad tiene fuerte incidencia en las
funciones educativas de la familia.

De este modo, se incrementa la ayuda orientadora que puede recibir la familia -es
decir, alguno, o algunos de sus miembros- desde diferentes profesiones. Por otra
parte, la acción del orientador familiar se beneficia de la competencia, preparación
y experiencias que supone esa primera profesión suya.

Si los orientadores familiares son diversos profesionales que se preparan


específicamente para este servicio de ayuda en función de la educación familiar,
su punto de partida profesional supone una valiosa aportación para ese mejor
servicio que de ellos se espera.

También su punto de partida familiar -sus experiencias familiares como hijos,


como padres o como abuelos- supondrá una valiosa aportación para su acción
orientadora.

Y, en general, los mejores orientadores familiares serán quienes, además de ser


competentes y de seguir preparándose mejor, hayan captado el insustituible papel
de la familia en la mejora personal y social.

Toda experiencia previa -en el ámbito familiar, profesional, etc.-, toda experiencia
reflexionada es un buen punto de partida para el orientador familiar, Pero desearía
insistir en la profesionalidad de su trabajo.

Y, por lo tanto, en su competencia, técnica y humana; en su capacidad de


progreso, supone una preparación continua en cuestiones metodológicas y de
contenido: en su dedicación, pues sin un mínimo de tiempo -si este servicio se
presta en régimen de pluriempleo- no es posible una labor seria; en su actitud de
servicio.

En cada uno de estos aspectos el orientador familiar tendrá que superar, sin
duda, graves dificultades. Las podrá superar si es consciente de la importancia -
para la persona y para la sociedad- de ese servicio profesional.
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2. Con una formación específica

Como veíamos, muchos profesionales, por razón de su propia especialidad, están


en condiciones de contribuir a una mejor solución de problemas familiares,
después de una preparación específica les permita colaborar en equipos
interdisciplinares.

Luego, la orientación familiar -lo mismo se afima de la animación sociocultural- es


una profesión abierta. Pero el carácter abierto de esta actividad profesional-o al
menos, quehacer realizado con profesionalidad- «no hace menos deseables las
formaciones específicas (no exclusivas» (Van Eckevort). Estas formaciones
específicas son de desear como un derecho y un deber de los orientadores
familiares en ejercicio.

Respecto a la preparación específica de estos orientadores, aun cuando sean


padres, convendría hacer las siguientes observaciones -similares a las de Hurstel
en la animación cultural-:

1) La formación no está limitada en el tiempo;


2) Esta formación se facilita mediante la integración en un equipo;
3) No debe confundirse formación y acción -ambas requieren tiempo-;
4) Formación y acción se complementan -hay una realimentación mutua-;
5) El intercambio de experiencias mejora la propia formación;
6) La acción orientadora -y la correspondiente formación- debe diversificarse de
acuerdo con las cualidades de cada uno; y
7) En esta formación debe armonizarse la actividad académica, la información
escrita, el asesoramiento a distancia y el trabajo en equipo.

Es curioso observar cómo la falta de claridad en lo se refiere a la formación


específica en estas profesiones abiertas da origen a pequeños conflictos restan
eficacia a un equipo, por confusión de lo profesional y lo paraprofesional.

No es una tarea fácil la formación de orientadores familiares, a causa de la


diversidad de situaciones personales, profesionales y familiares de quienes
desean prestar esta valiosa ayuda a la familia y a la sociedad. Por otra parte, dado
el carácter natural de la familia y puesto la vida familiar -al menos, como hijo- es
una experiencia común de la especie humana, todo el mundo se siente capacitado
para hablar de la familia e incluso para asesorar a sus primeros y segundos
responsables.

No es fácil para muchos reconocer que no basta vivir para saber; no siempre lo
más familiar y cotidiano es lo más conocido; se puede estar defendiendo la
institución familiar y viviendo contrafamiliarmente; lo natural es misterioso y, por
ello, no totalmente cognoscible; precisamente por su carácter natural -por sus
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raíces naturales- la familia no es susceptible de cualquier improvisado


asesoramiento.

Por todo ello, y por ser una tarea no privativa de ningún tipo de profesionales, esa
formación comporta dificultades peculiares. Desde diversas profesiones, desde
diversas organizaciones de trabajo se está haciendo -o se debería hacer-
orientación familiar. Directores y personal de centros culturales -estrictamente
educativos o no-, casas de juventud, centros deportivos, bibliotecas, museos de
arte, centros sanitarios, etc., pueden prestar valiosos servicios de asesoramiento
familiar. Pero no sin una específica formación.

Además, una persona puede ocuparse de la orientación familiar a distintos niveles:

1) Como promotor o directivo de un centro de orientación familiar -o de su


institucionalización a nivel regional, nacional o internacional-;
2) Como investigador y responsable de las actividades académicas para la
formación de orientadores familiares;
3) Como orientador familiar en sentido estricto.

En todo caso, esta formación requiere una amplia labor de investigación que debe
traducirse en un mejor conocimiento de la familia, de la educación familiar, de muy
diversas situaciones familiares; en la elaboración de casos, notas y fichas
técnicas, fichas introductorias y otro material escrito necesario para la formación y
para la acción del orientador familiar; en el desarrollo de actividades académicas
permitan profundizar en los diferentes contenidos de la educación familiar y
faciliten el entrenamiento en metodología participativa; en la realización de
asesoramientos a centros, grupos y personas1.

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Me preguntaba un amigo mío, lector del texto mecanografiado de este libro, si no existe el riesgo
de que muchos orientadores familiares actúen como tales con falta de competencia. Yo le decía
que sí, que este riesgo existe en todas las profesiones, con un título y un currículum
minuciosamente establecido y legislado, o por vía de intrusismo profesional.
Hoy la incompetencia profesional estás alcanzando cotas insospechadas, por falta de orientación
profesional adecuada, de preparación y de motivos para un trabajo bien hecho y con disposición de
servicio.
En el caso de la orientación familiar, la situación se agrava por diversas razones: 1) la ingenuidad
de quienes creen que no es necesaria una preparación específica; 2) el intrusismo desde
profesiones en las que no ha habido ninguna preparación a este respecto; 3) el error de quienes
preparan “orientadores familiares”, desde criterios hedonistas y de sexologización de la familia; 4)
la ignorancia de quienes creen que la solución está en las estructuras y en los monopolios, etc.
¿Cómo prevenir este posible daño a las personas y a las familias? Hoy, toda persona,
medianamente observadora, sabe que no puede admitir un servicio profesional
indiscriminadamente. En la orientación familiar, ocurre lo mismo.
Mi amigo y lector me sugiere, por tanto, concretar y precisar más cuál es la formación que necesita
un orientador familiar, cómo se adquiere en la práctica, etc. Yo le remitiría al último párrafo de la
última página de este libro. El objetivo de las páginas anteriores no era éste, sino el de ayudarle a
descubrir a cualquier posible lector, en cuanto miembro de una familia, que existe una ayuda
orientadora de la que, sin duda, y tomadas las debidas precauciones, puede beneficiarse. Mi
experiencia en la formación de orientadores familiares, a lo largo de más de tres lustros, me
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Como los orientadores familiares, en general, se forman y actúan en su tiempo


libre, esta escasez de tiempo hace más difícil todavía su formación. ¿Qué se les
puede pedir a personas tan ocupadas? En realidad, nada. Son ellas las que se
exigirán a sí mismas en función de su visión del presente y del próximo futuro de
la familia y de acuerdo con su comportamiento más o menos coherente.

Es decir, no depende tanto del propio tiempo libre como de los motivos y de las
actitudes del orientador familiar. El tiempo libre se presenta como una zona
privilegiada de la orientación familiar -tanto para formarse como para actuar-, «en
la medida en que poniendo en juego actitudes, exigencias personales y valores
diferentes de los que presiden las habituales relaciones de trabajo, introduce una
dinámica nueva de las relaciones en el conjunto de la vida social», como dicen de
la animación cultural Grosjean e Ingberg.

Convendría hacer notar la importancia del trabajo en equipo de investigadores,


directivos y orientadores familiares. De modo que su cooperación resulte eficaz.
Los directivos de estos centros deben ser conscientes de la necesidad de
mantener una constante puesta al día de su equipo humano, de mantenerse en
constante contacto con los investigadores –así, además, evitarán que éstos se
conviertan en teóricos alejados de la actual problemática familiar-: de incrementar
el número de verdaderos orientadores familiares -no aficionados, no honoríficos-
para ofrecer un mejor y más completo servicio de mejora a las familias.

3. Con varias posibilidades de trabajo

El orientador familiar es un profesional con una variada gama de posibilidades de


trabajo.

Como orientador familiar, en sentido estricto, su trabajo no consiste en sustituir a


los responsables de la educación familiar en el análisis de su propia situación, ni
en establecer prioridades entre los problemas detectados, ni en decidirse por una
entre las varias soluciones de cada problema real de su familia, sino en hacerles
pensar; en facilitar el mínimo necesario de información para realimentar el
pensamiento; en entrenarles en análisis de situaciones familiares -descubriendo
problemas, ordenándolos y buscando vías de solución-; en facilitar el desarrollo de
capacidades relacionadas con el saber prudencial: en poner despertadores en su
vida; en promover el aprendizaje en espiral y en diálogo.

Es, pues, un trabajo cuya eficacia consiste en suscitar modificaciones de


actitudes, de conductas, a partir de experiencias familiares propias y ajenas. Es un
trabajo fundamentalmente creativo, requiere soltura, imaginación y disponibilidad.

permite afirmarlo, pese a la lentitud y a las desviaciones en los servicios profesionales de la


orientación familiar.
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Si el orientador familiar dirige actividades de grupo, no se trata de hacer lo le


gusta, ni siquiera de gustar al grupo, ni tan sólo de saber comunicarse con el
grupo, sino de lograr una buena comunicación entre los participantes, a fin de sea
un tiempo bien gastado en función de la formación específica y de la mejora
personal de cada uno de ellos.

En la relación del orientador familiar con el grupo o con un participante debe


evitarse la creación de dependencias afectivas. Lo importa es el efecto
multiplicador en un clima de amistad.

El orientador familiar no debe caer en la satisfacción de los mediocres:


satisfacción en los resultados. Lo importa es el incremento: hacerlo mejor que
ayer, siempre insatisfecho del nivel alcanzado.

Es siempre un trabajo difícil, en el que conviene replantearse, periódicamente, el


propio modo de hacer para evitar el peligro de esclerosis intelectual, el peligro de
la rutina y de la repetición indiscriminada.

Es un trabajo implica una responsabilidad grande por tratarse de la familia y de su


proyección social. Un trabajo para el que nunca el orientador familiar estará
suficientemente preparado, y en el nunca dejará de aprender mientras orienta.

¿En qué se concreta esa variedad de posibilidades a que nos referíamos? En su


ayuda orientadora a padres, a hijos adolescentes o a abuelos jóvenes, mediante
entrevistas y en actividades de grupo. No exactamente en régimen de
especialización, aunque se dedique preferentemente a orientar a padres, a hijos o
a abuelos. Y. en cualquier caso, debe estar en condiciones de atender consultas.
En cambio, no siempre es necesario que sepa dirigir actividades de grupo -por
supuesto-, con metodología participativa.

Realizará su trabajo por su cuenta, en un centro de orientación familiar o en el


ejercicio de su profesión primera (en un centro escolar, en un medio informativo,
en una clínica médica, etc.). Por otra parte, ya hemos visto en los capítulos
anteriores un amplio abanico de cuestiones en las se espera su ayuda
profesional.

Antes, mencionábamos otra diversificación en este trabajo al distinguir entre


investigadores, directivos y orientadores familiares.

Con la palabra investigadores me refiero a quienes realizan una actividad


universitaria de investigación y docencia en este campo, especialmente en la
formación de orientadores familiares. Con la palabra directivos, a quienes se
ocupan de la promoción y dirección de centros de orientación familiar, y en general
de organizaciones nacionales o internacionales relacionadas con la familia como
protoámbito educativo.
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4. A modo de conclusión

En estas páginas, he querido ofrecer a los destinatarios del servicio de la


orientación familiar -padres, hijos, abuelos- una visión de conjunto de esta ayuda
orientadora, y de quienes la llevan a cabo -los orientadores familiares.

De este modo, cada responsable -primero, segundo, tercero de la educación


familiar sabe con qué tipo de ayudas puede contar en su difícil cometido de
promover mejora personal en su familia, y, desde ella, mejora de la sociedad.

El contenido de estas páginas está basado en mi experiencia personal de


formación de orientadores familiares, a lo largo de los últimos quince años, junto
con la experiencia de quienes conmigo han vivido esta larga aventura de
investigación y de docencia universitaria.

Muchas personas habrán descubierto en el contenido de estas páginas no sólo


una posibilidad de recibir orientación para su acción educativa en la familia y para
su proceso de mejora personal, sino también una invitación a colaborar, después
de prepararse específicamente para ello, en esta ayuda orientadora a padres, a
hijos adolescentes, a abuelos jóvenes...

Pienso que este libro puede contener información valiosa para muchos
profesionales, con inquietud social, que desean solidaridad, extensión de la
justicia, comunicación, igualdad de oportunidades, promoción sociocultural, porque
habrán podido descubrir posibilidades de protagonismo servicial en esta
promoción; posibilidades de aportar su colaboración a tantos problemas
acuciantes dependen, en último término, de una buena educación familiar,
generadora de iniciativa y de audacia.

Pienso esta información puede ser más valiosa todavía para quienes, teniendo fe
sobrenatural, siendo cristianos, saben tienen más responsabilidad, por disponen
de más medios para la mejora personal, propia y ajena, y para la mejora social.
Pueden prestar un servicio humano que es, a la vez, «un servicio de
corredención»2. Un servicio recibe el nombre de apostolado. Y, «sin duda, de ese
apostolado se derivarán beneficios espirituales para todos: más justicia, más
comprensión, más respeto del hombre por el hombre» 3.

2
J. ESCRIVA DE BALAGUER: Es Cristo que pasa. Rialp. Madrid, 1981. 8ª edición. No. 120.
3
Ibidem, No. 24.
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Muchos profesionales, mediante su cualificado hacer de orientadores familiares,


podrán prestar excelentes servicios de mejora a los responsables de la educación
familiar. Y en ellos, la sociedad será educadora.

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