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Mario Comoglio 1

La Escuela: Comunidad Que Aprende

LA ESCUELA:
COMUNIDAD QUE APRENDE
Tomado de: Mario Comoglio1
Traducción del texto original por:
Ricardo Pulido Aguilar
Doctor en Ciencias de la Educación - UNISAL, Roma
Gladys Moncada Díaz
Magíster en Educación – UPN
Docentes de la Especialización en Educación y Orientación Familiar - FUM

INTRODUCCION

Para dar orden a la información y a las variables presentes en un determinado


hecho que condicionan a menudo a los estudiosos, se recurre a la construcción de
una metáfora entendida como un instrumento eficaz que ayuda a la reflexión y a la
interpretación. Por lo anterior, he decidido aplicar la metáfora de la comunidad no
sólo a la escuela sino a todos los hechos sociales. Interpretación que no es nueva
en los procesos pedagógicos y sociales; al contrario, promueve la renovación de
los objetivos y de los compromisos.

La escuela -organización- comunidad de aprendizaje que aprende

A partir de las reflexiones de Tönnies y de Durkheim se han propuesto numerosas


definiciones de comunidad, de comunidad que aprende y de comunidad de
aprendizaje. Más allá de las características específicas y peculiares de cada una,
aquello que une las diversas definiciones de comunidad es el lazo que une a los
participantes a un conjunto de valores y de ideales compartidos, es decir, algo
especial que va más allá de sí mismos y de los propios intereses. La unión en
torno a valores y a ideales compartidos evidencia a aquellos que se reconocen en
ellos y que adquieren una visión más elevada de sí mismos con ayuda de estos
mismos valores. Por consiguiente, esta unión lleva a la transformación del yo en
un nosotros colectivo, da un sentido único y duradero de identidad, de pertenencia
que enriquece continuamente a aquellos que forman la comunidad. En la
comunidad se vive una atmósfera de colaboración y solidaridad auténticas, de
atención genuina al otro, de participación y responsabilidad profundamente
sentidas y compartidas; una atmósfera de intercambio, de apoyo recíproco, de
disponibilidad, de respeto a todos, a las cosas, a los ambientes y con una visión
realista del futuro. Trabajar, comprometerse, sacrificarse por valores compartidos
constituyen una filosofía, una psicología social, un método y un conjunto de
técnicas que contribuyen a mejorar la calidad de aquello que se hace; además,
ofrece motivaciones e incentiva a la responsabilidad y a la participación. La
Comunidad es un conjunto de relaciones y de interdependencias que se
convierten en parte integral de los logros y valores que subyacen, de modo que

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Questo contributo è stato pubblicato in: M. Comoglio (2003). La scuola cominitá che apprende. ISRE, 10
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promueve una visión compartida en todos aquellos que hacen parte de tal
comunidad. Dicho de otro modo, es un conjunto de personas que viven una unidad
que las vincula con la construcción de una idea (Sergiovanni, 2001).

“El lazo que une de modo especial a las personas a los valores y a
las ideas compartidas, es la característica que define a la escuela
como comunidad. Las comunidades son definidas por sus valores,
sus sentimientos y sus creencias, las cuales ofrecen las condiciones
necesarias para crear el sentido del nosotros a partir de un yo”
(Sergiovanni, 2001,p.77).

En la acción, en la reflexión, en la búsqueda de soluciones compartidas, la


comunidad desarrolla lenguajes, narraciones, símbolos, identidad, recursos,
rutinas, normas, recompensas y sanciones, conciencia; aborda conflictos,
reflexiona, se adapta, se desarrolla; crea procedimientos, construye historias y
ayudas recíprocas. En otras palabras, se vuelve una organización que aprende.
En la escuela el dinamismo relacional, de crecimiento, de acción, de valores y de
finalidades es de naturaleza “escolar”, de ahí que se pueda cualificar la
organización como comunidad de aprendizaje.

Tal concepto de comunidad no sólo se aplica a la escuela sino a todas las


organizaciones que pasan del yo a los valores compartidos. Como afirma Senge:

“Una organización que aprende debe enraizarse en una cultura


fundada sobre valores humanos, trascendentes, de amor, de
maravilla, de humildad y de compasión, sobre un conjunto de
prácticas para una conversación creativa y una acción
coordinada; y sobre una capacidad de ver y de trabajar con el
flujo de la vida como un sistema” (Senge, 1996,p.49).

¿Cuáles son las características de la escuela -organización- comunidad que


aprende?

1. Una comunidad con una visión compartida

La comunidad es un conjunto de individuos que se encuentran juntos a partir de


relaciones e ideas que han escogido sobre la base de finalidades, de valores, de
aspiraciones e ideales comunes. Cuando se habla de comunidad, la atención va
dirigida no sólo a la estructura, o a los modos de organización, o a las
formalidades, sino a la cultura, a las formas de ser, a los ideales y a las
relaciones. Transfiriendo el concepto de comunidad a las organizaciones sociales
(familia, escuela, etc.) se puede pensar que la organización es un conjunto de
personas que conscientes de los mismos ideales, con sentido de responsabilidad,
trabajan juntos para la maduración humana y cultural de todos sus miembros,
promoviendo valores de comunión y de participación por medio de la
corresponsabilidad y la solidaridad.
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Si las comunidades son definidas por sus centros de valor, por sus sentimientos y
por sus creencias, que ofrecen las condiciones necesarias para crear un sentido
del nosotros, es evidente que el centro del valor sobre el cual convergen los
miembros de la comunidad, no preexisten a la comunidad, es decir, no es
impuesto y no proviene de lo externo. Es algo que se construye a través del
aporte de tantos “yo”. Una comunidad es un conjunto de personas de edad, de
proveniencia, de experiencias diversas pero que encuentran objetivos, valores y
modos de ser y de actuar compartidos. Es la visión común descubierta, construida
que une en el mismo esfuerzo y en el mismo compromiso. Como afirma Senge
(1990):

“Las visiones compartidas emergen a partir de visiones


personales. De ellas toman energía y fuerza para motivar el
compromiso. La apropiación personal es el fundamento del
desarrollo de las visiones comunes. Esto significa no sólo visión
personal sino empeño por la verdad y tensión creativa. Una visión
compartida puede generar niveles de tensión creativa que van
mucho más allá de los niveles de confort de los individuos.
Aquellos que contribuirán mucho más a realizar una visión
elevada, serán aquellos que puedan sostener aquella tensión
creativa: permanecer decididos sobre la visión compartida y
continuar en la búsqueda; estos son los que creen profundamente
en la capacidad que tienen de crear su propio futuro puesto que lo
experimentan personalmente” (Senge, 1990, p. 211).

La visión compartida no es eficaz si es implícita, o indefinida, o predispuesta; se


clarifica y se define a través de un proceso educativo de todos aquellos que hacen
parte de la comunidad. Esta plataforma educativa va pensada en sus principios y
convicciones por todos aquellos miembros de la comunidad y es ella -la
plataforma- la que guía las acciones de las personas y constituye la base para
evaluar tales acciones. Estas plataformas educativas contienen los principios guía
a través de los cuales se decide qué hacer y cómo hacer. Estas plataformas
articulan, en la práctica, los logros y las finalidades de las organizaciones.

2. Una comunidad que cuida al otro:

En tiempos en donde la ideología de la eficiencia, de la competencia y de los


sucesos personales es el centro del actuar individual y colectivo, puede aparecer
sospechoso e ideal hablar de atención, de escucha y de cercanía al otro. Pero la
actitud de competencia, de aislamiento, de envidia no es ciertamente apropiada
cuando se habla de comunidad. Una visión compartida, una visión de futuro para
construir juntos no puede estar separada de una actitud de estima, de escucha,
de empatía, de emotividad positiva, de aceptación y de intereses compartidos. En
síntesis, una actitud de caring. Paul (1996) sostiene que las comunidades
eficaces se fundan sobre buenas relaciones y que son caracterizadas por tres
componentes: confianza, respeto y aprendizaje. La importancia y la esencia de la
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confianza en una relación emergen cuando esta viene a menos. En este caso,
todo se vuelve difícil.

“Sin confianza, las personas acaparan la verdad para sí mismas, o


la distorsionan y por consiguiente, la comunicación se rompe.
Entonces, las relaciones se vuelven competitivas, los problemas
crecen y las soluciones permanecen cada vez más fuera de las
capacidades individuales y colectivas… Las familias sufren cuando
los jóvenes creen que no serán respetados si dicen la verdad a los
padres, o los padres no tienen confianza en la capacidad de los
hijos para decir la verdad. Las relaciones entre un hombre y una
mujer se vuelven difíciles cuando no hay confianza en que el uno
será respetado por el otro en sus diversos estilos de vida. La
educación va mal cuando los estudiantes no tienen confianza en
que los maestros se preocupan de ellos más que de los contenidos
que enseñan, y los enseñantes no tienen confianza en que los
estudiantes trabajarán con mayor compromiso a menos que no
sean amenazados” (Paul, 1996, p. 209-210).

Paul reconoce que las situaciones de alta o baja confianza se acompañan de una
secuencia diversa de sentimientos y actitudes. Cuando existe un bajo nivel e
confianza, disminuye la productividad y aparecen actitudes de defensa, de
hostilidad, de lucha por el poder, de empobrecimiento de energía, de sentimientos
insaciables, de ansiedad y tensión, de reducción de la creatividad. Al contrario,
cuando existe confianza recíproca, crece la productividad y aparece la amistad, la
apertura, la cooperación, el crecimiento de energía, la satisfacción, el sentido de
paz, la creatividad y la visión amplia.

Si la confianza es el clima relacional que se vive en una comunidad, los


comportamientos de respeto (estima, aceptación, empatía, inclusión, cooperación,
humildad, apertura, aprender del otro) son aquello que la determinan y la hacen
crecer.

La condición para que un grupo de individuos se convierta en una comunidad es


que tal grupo construya confianza y respeto. Tal proceso implica condiciones de
caring:

“El aprendizaje se detiene cuando hay miedo a ser reprimido, a ser


superado, a ser criticado o a no ser escuchado. Informaciones
importantes son escondidas y las discusiones recaen en las
mismas estructuras insatisfechas. Cuando hay miedo de no ser
respetado, el individuo se cierra y se pone en actitud defensiva.
Cuando se intenta que los otros cambien, se desatan luchas de
poder que son percibidas como batallas del tipo “hacer o morir”.
Cuando los individuos están preocupados por defenderse a sí
mismos no se da la apertura al aprendizaje ni la posibilidad de
determinar las áreas que se requiere cambiar” (Paul, 1996, p. 211).
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3. Una comunidad moral con un fuerte sentido de responsabilidad

Para comprender mejor esta cualidad se puede pensar en las relaciones que las
personas establecen entre ellas al interior de las organizaciones de las que
forman parte. En las instituciones u organizaciones, las personas se relacionan
con los otros o al propio trabajo sobre la base de un vínculo contractual que define
las labores y los roles, fija la remuneración, establece las sanciones en caso de
trasgresión o violación de los acuerdos. Cada modificación debe ser consensuada
y debe responder a un adecuado aumento del salario, en la medida en que el
desempeño crece. La norma que regula las relaciones es: “Si hace esto, puede
ser recompensado”. Se puede objetar que esta visión es restrictiva y además, en
la institución se enfatiza la importancia de las relaciones interpersonales, de la
cooperación entre las personas. La objeción es correcta y permite clarificar mejor
el término “moral” que no puede ser confundido con el término “psicológico”. En
estas realidades las buenas relaciones psicológicas son funcionales en cuanto
buscan obtener que las personas se involucren haciendo bien aquello que deben
hacer, por medio de un ambiente facilitador. Pero el contrato y la norma aparecen
como dominantes en cuanto a que vinculan a las personas que trabajan juntas. En
la comunidad, las relaciones son reguladas por lo que se debe hacer, realizar y
construir. Es la visión compartida la que guía y orienta las relaciones, determina
los compromisos e involucra a todos. Dice Sergiovanni (2001):

“Todas las teorías sobre el liderazgo insisten en la necesidad de que


las personas estén conectadas las unas a las otras y a su trabajo.
Estas conexiones satisfacen la necesidad de coordinación y de
involucrar al personal, aspectos que cada empresa debe llevar a
cabo para tener éxito. El trabajo de los maestros, por ejemplo, debe
insertarse de forma significativa con el propósito de que las
finalidades de la escuela sean realizadas y los maestros deben ser
motivados para realizar cualquier cosa que sea necesaria, con el fin
de concretar esta conexión.

… Las conexiones morales son más fuertes que las conexiones que
vienen de recompensas intrínsecas o extrínsecas. Las conexiones
morales están enraizadas en normas culturales más que en
necesidades psicológicas. “Una norma… es una idea que está en la
mente de los miembros de un grupo, una idea que puede ser puesta
en práctica como una afirmación específica de aquello que los
miembros deberán hacer o de aquello que se espera de ellos en
determinadas circunstancias” (Homans, 1950, p.123). Una norma es
tal cuando su no aplicación conduce a un tipo de sanción. De
ordinario esta sanción asume la forma de sentirse mal cuando no se
han satisfecho los compromisos a los que se había llegado”
(Sergiovanni, 2001, p. 33-34).
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“La comunidad es considerada como un fenómeno moral y no como


una entidad simplemente geográfica o territorial. Las comunidades
comparten numerosas características; estas se desarrollan a través
de comprensiones comunes que dan a los miembros un sentido de
identidad, de pertenencia y de participación que tienen como efecto
la creación de una red de relaciones significativas con implícitos
morales… Las conexiones son particularmente importantes en la
construcción de la comunidad. La comunidad es aquello que la
mayor parte de las personas quiere con el fin de probar una
experiencia de sentido y de significado de la cual todos tienen
necesidad en la vida. Nadie puede andar adelante solo, debemos
estar en todas circunstancias y en todos los lugares conectados con
otros. Y estar conectados con los otros y estar conectados con las
instituciones es un modo de estar conectados con nosotros mismos
para saber que se pertenece a algo donde se es considerado”
(Sergiovanni, 2001, p. 61-63).

Es esta unidad de mente, de valores, de conexiones hacia un ideal, lo que explica


que una comunidad sea constituida por miembros responsables. El compartir los
logros, el deseo de alcanzarlos, la búsqueda de instrumentos y de las acciones
para realizarlos son factores que inducen a los miembros de la comunidad que
aprende, a convertirse en buscadores e innovadores más que en puros ejecutores
de tareas predefinidas.

4. Una comunidad inclusiva:

La comunidad no se puede entender como un grupo de personas que se auto


elogian por afinidades ideológicas o psicológicas y que por tanto excluyen a
aquellos que no manifiestan la misma afinidad. En realidad, todos aquellos que
hablan de comunidad que aprende, subrayan o enfatizan que una verdadera
comunidad es aquella que no rechaza la diversidad, que no la considera un
obstáculo sino un enriquecimiento. Putman y Burke enfatizan que una comunidad
se caracteriza no tanto por una unión de personas que piensan de la misma
manera sino por la capacidad de involucrar las diferencias compartidas… “Una
comunidad que aprende acoge las diferencias y las celebra porque las diferencias
son una riqueza de recursos que mejora las interacciones del grupo” (1.992 p. 40).

En una comunidad auténtica, ninguno viene excluido por motivo de personalidad,


o de diferencias en los puntos de vista, o en las actitudes o por intereses no
convencionales. En una comunidad que aprende, cada miembro tiene un puesto
único. Esta unicidad es la consecuencia de su participación en la elaboración del
proyecto compartido del futuro (la visión compartida a la cual la comunidad aspira)
y del rol que tiene en su realización. Por esto el individuo se siente respetado,
escuchado y valorado. En la diversidad de los recursos y de las contribuciones,
cada miembro se siente importante e indispensable. El efecto final será que cada
uno considere al otro más como un colega que como una persona a la cual debe
temer. Peck (1987) llama estos aspectos de la comunidad “integrativos”. El
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sostiene que la verdadera comunidad no busca pasar por alto la diversidad, sino
trabajar por la integración de todo el conjunto. Busca equilibrar, reconciliar las
tensiones por medio de un compromiso recíproco. La comunidad es más una
ensalada que una salsa, es más una orquesta de jazz que una sinfónica; es más
un territorio ondulado que una llanura plana. El concluye que todas las formas de
pensamiento deben ser aceptadas y algunas formas de comportamiento no
deberían ser aceptadas.

Es importante notar como son connaturales a la comunidad el conflicto y la


tensión. La estructura que actúa como comunidad tiene numerosas fuentes
posibles de tensión. Peck (1996) indica cinco, descritas como polaridades: el todo
y las partes; el orden y la casualidad; lo interno y lo externo; la continuidad y el
cambio; la tarea y el proceso. La comunidad que aprende, está lejos de ser un
ambiente tranquilo y pacífico; aquello que la hace diferente es el modo en el cual
vive y la forma como se enfrentan las tensiones. Una comunidad viva y dinámica
es un lugar donde la intimidad crece, la diversidad es escuchada, el aprender es
un interés continuo y hay un fuerte sentido de finalidad ya sea en lo individual
como en lo colectivo. Antes que una comunidad pueda emerger, una buena
cantidad de tensiones son inevitables desde el momento en que las personas
piensan desde puntos de vista diferentes.

5. Una comunidad orientada por un liderazgo compartido y que sirve:

Cuando se describe un nuevo sistema es importante describir las nuevas


relaciones que se dan entre sus componentes. En la comunidad que aprende, es
importante recordar que un conjunto de personas están unidas por una visión
común por la cual todos realizan su propia contribución, comprometiéndose con
roles y responsabilidades diferentes, de acuerdo con los valores a través de los
cuales se reconocen. En una comunidad así entendida, no se distingue un nivel
superior (el liderazgo no está “sobre”, no es para controlar o comandar) y un nivel
inferior en el cual los subordinados que no son lo suficientemente responsables
deben ser controlados y amenazados. Esta distinción, asumida de manera
implícita a menudo, se traduce en una profecía que se autorealizará. El liderazgo
de control, de iniciativa y de autoridad, no es una condición necesaria; antes bien,
es el signo de la falta de sentido de una comunidad que aprende, de una
comunidad no inclusiva que priva a sus miembros de un diálogo abierto y sincero.
Contrariamente a otras metáforas el líder es asimilado como un servidor. Afirma
Senge:

“Mientras el mito del líder héroe desaparece, emerge el nuevo mito


de los grupos, de las comunidades que se pueden conducir a sí
mismas… El liderazgo del “servidor” ofrece una mezcla de
idealismo y pragmatismo. A un nivel, el concepto es un ideal que
evoca convicciones basadas en la confrontación de la dignidad y
del valor de todas las personas y el principio democrático que el
poder del líder tiene sobre aquellos que conduce. Pero es además,
altamente práctico. Se ha probado por las campañas militares que
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el sólo líder al cual los soldados se confían es el líder que es


competente y al cual los soldados lo ven comprometido por su
bienestar” (Senge, 1996, p.50-51).

Numerosos autores y estudiosos han indicado un cierto número de características


de liderazgo en una comunidad que aprende: Un buen líder no es solo aquel que
anima, orienta, facilita, organiza el trabajo de su grupo. Es además aquel que
reclama, que prohíbe, que discrimina aquello que los miembros de su comunidad
hacen. Actúa teniendo siempre delante de sí la visión, los valores, la misión por la
cual los miembros se reconocen como comunidad. A menudo en los grupos pasa
la imagen de un líder conciliador, es decir, uno que quiere evitar conflictos y
rupturas entre los miembros. El liderazgo moral en una comunidad que aprende,
al contrario, tiene características diferentes; este facilita, anima, elogia,
recompensa, responsabiliza, confiere poder, respeta, valora la originalidad de
cada uno, muestra disponibilidad; pero cuando los valores que la comunidad ha
escogido son violados, interviene con decisión llamando al orden y presentándose
abiertamente en defensa de tales valores. El liderazgo inspira ideas y sueños,
anima y solicita realizaciones concretas de cada uno de los miembros sobre la
base de una visión común. El liderazgo no manifiesta el poder de un miembro
sobre los otros, el ejercicio de un poder delegado, al contrario, desarrolla un rol
que es de servicio a la misión común y colabora a construirla. Subraya
Sergiovanni: “en la comunidad de responsabilidad son las normas, los valores, las
convicciones, las finalidades, los logros, los estándar, las esperanzas y los sueños
los que dan las ideas para un fundamento moral para el liderazgo. Estas ideas no
son roles constrictivos que requieren una conformidad literal (como una fotocopia).
Estas ideas son cuadros de referencia que funcionan como una brújula que
muestra a las personas un camino iluminado de comprensión, de significado y de
significatividad. En consecuencia, el liderazgo debe ser un espacio enorme en
donde la diversidad sea expresada y celebrada en la vida cotidiana de la
comunidad” (Sergiovanni, 2001, p. 62).

6. Una comunidad de profesionales que aprenden:

En una escuela, comunidad que aprende, es necesario estar atentos al cambio


del modelo de comportamiento no sólo del dirigente sino de todos los otros
componentes de la comunidad.

Desde hace unos años, la enseñanza se entiende como un proceso centrado en


la persona del estudiante. Tales prospectivas describen al estudiante como sujeto
activo y constructivo, elemento clave del aprendizaje concebido como proceso
continuo y de progresiva aproximación a partir de conocimientos y experiencias
precedentes. En consecuencia, la identidad profesional del que enseña u orienta
aparece menos ligada a su rol de depositario o transmisor de conocimientos y
más unida a aquel que estimula, ayuda, guía, organiza ambientes y ocasiones
ricas de aprendizaje, creas estructuras que sostienen la responsabilidad y la
capacidad de autorregulación que cada persona desarrolla en su proceso de
crecimiento. Es opinión de la mayor parte de los estudiosos del tema que el
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elemento cualificante de la profesionalidad de un orientador no es el poseer un


rico patrimonio de conocimientos disciplinares, de técnicas o de estrategias de
orientación sino la capacidad “de aprender siempre” a través de una reflexión
constante sobre su práctica. Desde este punto de vista el orientador no puede ser
considerado como el poseedor de un patrimonio de conocimientos y de técnicas
adquiridos de una vez para siempre, sino como una persona que se encuentra en
la condición de aprender permanentemente. Jalongo (1991) atribuye a los
orientadores excelentes las características de personas que aprenden, es decir,
de estudiantes activos. Los orientadores excelentes consideran la enseñanza
como un conocimiento que debe ser construido y perciben su profesionalidad en
un estado de desarrollo continuo. Se sienten estudiantes entusiastas de recibir
grandes intuiciones del aprendizaje de sus estudiantes y no consideran su
experiencia de desarrollo profesional restringida a una clase o a una lección o a
una conferencia que dan. Jalongo (1986) hace notar cómo los estudiantes se
desarrollan como personas que aprenden si sus maestros u orientadores se
presentan como personas que aprenden. De hecho, se reconoce que los
aprendices aprenden más de los actos concretos de los adultos que de sus
palabras. Para desarrollar en ellos –los aprendices- un amor por el aprendizaje,
los maestros u orientadores deben ser ellos mismos personas que aprenden. Los
maestros que lamentan los escasos resultados de sus aprendices en la lectura,
son además aquellos que no leen publicaciones directas sobre su profesión, no
encuentran placer en la lectura de un bestseller o no tienen familiaridad con los
libros que leen sus estudiantes. No hay un sustituto mejor de la enseñanza del
saber que aquel que viene por medio del ejemplo.

CONCLUSION

Los cambios que requiere una comunidad que aprende se dan a través de un
examen continuo, abierto, sincero, desprevenido y apasionado de la realidad; de
la acogida de nuevos paradigmas de interpretación y del deseo de arriesgar, de
arriesgarse a cambiar, de reflexionar y de involucrarse en un proceso de
transformación que requiere compromiso y perseverancia.

BIBLIOGRAFIA

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