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Audomaro Hidalgo

Sajadura
Sajadura
-
Audomaro Hidalgo nació en Villahermosa, Tabasco en
1983. Es poeta, ensayista y traductor. Ha publicado Madre
saturno (2020), Pequeña historia de la destrucción (2017)
Dos de Copas (2014) y El foego de las noches (2012). Fu:
becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del
Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Obtuvo el
Premio Tabasco de Poesía José Carlos Becerra 2013 y el
Premio Nacional de Poesía Juana de Asbaje 2010. Estudió
Literatura Hispanoamericana en la Universidad Nacional
del Litoral, en Santa Fe, Argentina, y una maestría en
Literatura en la Universidad de Le Havre. Desde hace seis
años vive en Francia.
Audomaro Hidalgo

Sajadura

EN ÉSIMA
1Editamos libros que ya conoces
II'III para que los leas una vez más.

Sajadura
© 2022, Audomaro Hidalgo
© 2022, Enésima Edición

Av. Universidad 676, colonia Letrán Valle.


03650, Ciudad de México.

Primera edición en Francia: febrero 2022


Primera edición en México: mayo 2022

ISBN: 978-607-96304-3-0

Diseño editorial: Ana Trejo

Cualquier parte de este libro, incluyendo sus poemas, se autoriza a


compartirlos en redes sociales mencionando el crédito del autor y de la
editorial. Prohibida su reproducción total por ningún medio electrónico
o impreso.

Litográfica Ingramex, S.A. de c. v.


Centeno 162-1, Col. Granjas Esmeralda,
C.P. o9s1O, Ciudad de México.

' · 1 p rmted
Impreso en M ex.tco . in Mexico
En voila un homme qui aime couper, tailler et rogner
BAUDELAIRE
Sajadura
Encierro

Estar a orillas, en los baldíos de la realidad. Caminar por


el circular patio del encierro, como un preso bajo un anillo
de zopilotes, en espera del día de visitas. Sentir un delirio
de grietas, como si algo estuviese a punto de romperse por
dentro, o bien el bostezo de los días desfilando en girones
igual a un ejército derrotado, más allá de las ventanas
trazadas con la vista en los muros. Sentir las horas como un
enjambre de números, un hervidero de signos dando vueltas
alrededor de· fa cabeza, en busca de la concreción de una
fecha exacta, la cifra esquiva de una obsesión, el desenlace de
un conflicto. Voces intrusas socavan en cualquier momento
la árida frente, obsesivas gotas perforan la pulcritud de la
roca. Abundantes ácaros del deseo condenándonos a la
celda del tiempo, larga y breve, como una línea de cocaína
sobre un espejo.

9
F

El enemigo

d eremos cortarle el cuello a


En el fondo to xhos_bqu en fotos, afilar despacio el
, otros e i en d 1
la alegria que .
h ·nO del od10 en 1a lima dental que presumen, ar es
. 'bl
cuc ib 1 argo 1iqm , 'do que nos carcome, mconteni. e
a pro ar e am vocado por una anestesia. Una
el vómito negro pro . 1 'd•
com? afiada es el espejo en el que se mira a envi 1a,
sonrisa
la fot?grde un agua donde hundimos 1el rostro,
superficie . D y dlo
extraemos cubierto . co n la máscara dura de cora_¡e. d es e
d 1
las cloacas e a sombr a' el cobarde . que llevamos entro
fl
se re eJa. en la sonrisa ªJ. ena que lo ignora, desea ser1 el· que
meJor
· se ve en JJ ,
las rotos porque nunca ocupa e primer
plano, y siempre aparece al fondo.

II

Anclado en la sombra, el que nos saluda todos los


días es un payaso sin maquillaje, más temible que cualquier
carcajada o gesto pintados a diario en el rostro. Bromista
calculador, bajo la risa que inventa está poseído por un oleaje
de negra sal que lo consume. Es un payaso que no causa
pena ni divierte a nadie, salvo al público interno de su odio.
Anclado en la sombra, solitario, no conoce escrúpulos a la
hora de soltar la sierpe cascabel que lleva en la boca. Bajo los
trajes que porta hay andamios de ira que lo sostienen. Un
viento nos roza cuando camina en la calle, cerca de nuestra
espalda, dispuesto a decirnos al oído la broma macabra que
ha urdido para nosotros.

10
Desierto

Un olor trashumante, una caravana de signos


atravesando, no sin dificultad, el desierto donde pugna
por surgir la vegetación verbal. Un buitre de sombra vuela
obstinado sobre la carroña de la escritura, se posa sobre
los símbolos abiertos, picotea las entrañas de la imagen, el
cascarón donde vida y muerte palpitan enlazadas. Formas
inciertas, espejismos del poema naciente, .disperso por la
mano del viento como duna de sílabas a lo lejos. Efímeros
oasis para los labios de la ansiedad, abiertos como la zanja
donde brilla la gardenia cuyo perfume se pretende asir en
sueños. El sol del desierto apaga toda huella, todo gesto
humano agota. Sólo el viento cruza fronteras.

11
1
1 1
1 La rosa

Ante ella, la luz pierde sus colmillos, el aire no VU


cintura su tallo, al pasar la luna riega su escarch elve
t'
rosa no pierde la cabeza. Las raíces de la rosa y Pero la
del zopilote concurren a la misma fuente. Son da so~bra
Paralelas ensegw'd a mono sobre una puerta. p os cintas
su esqueleto, 1a rosa no exige . . quiere tan ara saber
. c1enc1a,
escucha, p1'de que interpretes
. . anteojos el ma so1od una
sm
edad, que dejes pasar a través de ti el oleaje qu~ªali e su
en cada pétalo. La rosa no es rosa sino puente d enta
. 1 .
Porque el o1vido es a memoria orgullosa del dol e sangr e.
. di 11 1 fi
quiere que gas con e a a rase exacta de cada e • or, 1a rosa
spina.

12
Bloque

Una vez que la neblina, obstinada, reacia, marmórea,


se va retirando de la página, después de batirme contra
ella encuentro los pálidos helechos que crecen a orillas del
pensamiento, un hálito de criaturas alimentadas por este
tiempo amargo, como el olor que dejan unas monedas en
la mano; la queja de las ranas contra los astros, precipitados
frutos de hielo sobre las brasas de la noche; el cómodo
habitante empedrado en sí mismo, como un homenaje a
su· desidia, aquel sapo de los años, incapaz de mirarse en
los charcos de su encono; los cangrejos que emergen de los
manglares del lenguaje como letras en desorden; el aljibe
de imágenes rencorosas que bullen, me miran y tienen el
sonido de sonajas y de serpientes sepultadas.

13
-
' i
1
Despoblada estación
1

Estación de viento y hollín, días de mar cenizoso


hablando con voces de espuma y de leche salvaje. Meses d~
pájaros marinos como_ estrid~nte'. metales; como e~meriles
afilando tijeras y cuchillos, p1caluelos y alicates, objetos de
rencor, armas para aplacar y apaciguar. Estación de contornos
como el garabato hecho a lápiz por un niño montado en
su potro de cólera, malezas de grisura creciendo en lo
extendido, espesos jardines más allá del sueño, vegetaciones
frías de la sangre, armarios de humedad, la mesa y unos
libros: coagulados dominios del tedio. Afuera las nubes
bloques errantes, hospitales de impalpable materia, y ia'
delgada nieve, visitadora de la tierra, blanca como d fondo
del buzón cuya dirección ninguna memoria hospedao

14
Carrera

Mientras más avanzaba y avanzaba, hacía de mi cuerpo


un súb'dito siguiendo mis pasos. Apenas se aproximaba, me
detenía un instante, remedabá la venda de sus sentidos,
enseguida apuraba con ahínco mi trayecto, lo dejaba a la
zaga, lo perdía de mi vista. Al' alejarme de mi cuerpo creía
estar más cerca de mí.Mientras más avanzaba sin avanzar de
cierto, mi cuerpo era un punto de olvido, un síntoma de mi
pensamiento, la omisión de mi orgullo. Inmerso entre tanta
polvareda, no sentí venir el tropel del tiempo. Hoy, tras años
de ausencia, después de correrías y festines, de tomar atajos,
de recorrer casas de soledad y escenarios de compañía, hay
piras de cuerpos detrás de mí. No sé si alguno de ellos es
mío, si alguno de aquellos lamentos corresponde al relato de
su historia. Ahora voy detrás de él. Estoy a unos pasos. Voy
a reunirme con mi cuerpo.

15
1983 )

Las piernas abiertas del compás. Allá y aquí. El reen-


cuentro es momentáneo, sólo otro punto de partida. El
compás vive de la cuadratura, no sueña el círculo, ni desea
pararse en puntas de pie. Su equilibro consiste en mantener
separadas las piernas. Su danza está hecha de dos tiempos.

16
Sajadura

La cesárea es una abertura improvisada hacia el


paisaje delirante del cuerpo, una grieta a destiempo en la
que se complace el filo del bisturí, una puerta alterna para
el nacimiento al revés de la luz, para esa cosa oscura que
emerge cuando no encuentra su natural salida. Yo soy esa
cosa oscura. La cesárea es una doble separación: la piel sajada
y la expulsión de algo intolerable y grotesco, escupitajo de
sangre en la frente del mundo. La cesárea es una afrenta en
la carne, el comienzo de la vergüenza en la intimidad, la
memoria del dolor como un tatuaje indeseado. Yo soy ese
tatuaje.

17
Agua quemada

¡
.
Figurilla mexicana

Te ofrezco las mazorcas solares de mi mano izquierda.


Siembra los granos o muélelos como sesos de gorrión o
dientes. Bajo la luna, mis mazorcas son una almohada de
brasas donde puedes reclinar tu sueño. Pero no esperes de
mí días de guardar, porque yo pertenezco a la intemperie.
Mis collares y ajorcas no brillan, son talismanes para
convocar las corrientes nocturnas, o apaciguarlas. Como las
sonajas y cascabeles del viento en el follaje, como la cascada
que rompe sus .huesos de espuma contra las rocas, como
los chillidos del ave que estrían la noche, así se escuchan,
así suenan mis alhajas sin resplandor. Mi linaje es una
genealogía de raíces. Estoy desnuda de nombres. Nací hace
mil años pero soy más joven que tú. Mi mano derecha
conoce la humedad anterior al tiempo. Con ella podría
cubrir mi sexo, arrásado y limpio como un pastizal después
del incendio. Mi sexo fue abierto por la más fina hoja de
obsidiana h~ada en las montañas. Introduce tus dedos en
mi riachuelo de sangre, moja tu ser con la substancia de mi
ser. Los cristales rotos que flotan en mi sangre también son
'
tuyos. Ven a mi patria de sombra, ven a mis aguas boreales;
húndete, sin remos piérdete. Vuelve a caer a la tierra de mis
entrañas vacías, de donde naciste y adonde todos habrán
de volver. Mira tu vértigo multiplicado en mis espejos más
profundos. Yo te ofrezco las imágenes más remotas de ti, el
don de vislumbrarlas un instante y acaso poder nombrarlas
para que recobres tus cuerpos que arden como mazorcas en
mi patria sin límites. Como una ostra aislada y expuesta, en
mi centro palpita tu núcleo salvaje.

21
Pueblo en el sur

A esta hora, en el fondo de abril ard .


. . ' en sin
los huesos de quienes me murieron, su rn . crepita
ernoria r
memoria abrazada es un solo cuerpo amado. Tod Por ni¡
son domingo en el pueblo. Hay un billar y os los días
. h , 1 unas so b
pétreas cuch 1c ean en a puerta. Parece que h bl rn ras
creciente del tiempo. Las callejuelas no dese ª b an de la
viento se ha echado a dormir en la maleza B m .ocan. El
. ay ltná
que pugnan por surgir del pozo de la infancia. Es g~nes
· · · de mayo. Seca como un vientre
prmc1p1os · o como 1 abril' o
la ensalmadora está la tierra: ª voz de
Alcohol ruda y albahaca
Mojan mi cuerpo de seis años
Alcohol ruda y albahaca
Loca frescura de las llamas
Tus palabras en trance

Dejé atrás al que fui. De mi corteza cayó la costra de


ciertos amores, se desprendieron mis pugnas públicas y
privadas, amigos que no respondieron. Saqué mis llagas al
sol, sequé trozo a trozo mi epidermis humectada con mi
propia orina. Llegué a la médula, no me hizo retroceder el
olor á pus de los bordes. Me descubrí como una larga frase
desollada.

22
Una casa

Reclinado al brocal de la memoria, me veo en donde


estuve: se agrietan los muros ganados por la marea seca del
sol, incrustado en la frente del pueblo como un hierro en
el lomo del día, en las colinas peladas por las polvaredas de
abril, en los caminos de terracería que se angostan hasta el
hondo riachuelo del tedio.
De día, la casa es una mecida arquitectura donde se
escuchan las vigas del viento. A través de la ventana veo un
montículo de escombros, son mis años y mi luz acumulados.
De noche, la luna es una araña de escarcha que trepa los
muros, exhala un veneno de calentura y deja grabada la
respiración palpitante de los astros. Solo la claridad del
jardín tiene cuerpo. Ahí saludo al colibrí eléctrico que sorbe
la miel del alba, la constelación de grillos crepita en torno
del fiel tamarindo.
Apartado de las verbas de los adultos, en un rincón,
ante una fogatita juré mi destino de intemperie,· prometí
construir una casa errante de palabras, enraizarme en ·ella,
edificar mi canto.
¡Oh infancia, rota alcancía de imágenes!
Ya ardieron y arden mis años.
En el vaivén de los muros las grietas. Avanza sobre ellos
una yedra de olvido, avanza en los muros que van cediendo,
vueltos ya reclinado aire.

23
Agua quemada
En mis venas escucho el lenguaje de la tierra, herencia
de sílabas que mi abuelo sembró en mi sangre, cada tarde
sin saberlo. Yo nombro el mundo con esas letras, canto la
semilla, ese instante en que se abre y es raíz umbría y certera
flor al alba. Yo no tengo méritos, tampoco, rasgos físicos ni
argumentos. Mi biografía es el testimonio de mis sentidos,
la substancia de mis sueños.
En mí disputan el agua y el fuego, espadas que se
reconocen, se odian y se desean. Qyieren poseer a su
turno el tridente de llamas hundido, la hoguera de agua
insaciable. Me llevan en andas como a un ídolo por las calles
de un pueblo, adelante me dejan caer con más fuerza para
comprobar la materia de la que está hecho mi ser. Como
el campesino que trabaja una jornada bajo el sol, me dejan
exhausto, hacen que muerda el fango, me muestran lo que
desconozco de mí, el lado oculto de mi rostro humillado.
Es un diálogo de pólvoras enemigas, el incendio que
esconden dos piedras que se acarician, los vínculos que el
viento establece en su peregrinación en busca de formas
que apenas conquistadas, se disgregan como arquitecturas
de arena. ¡Oh la vocación de cambio del viento, imantado
por un sol en la cúspide de sí mismo!
Soy la voz y los oídos del agua que arde.

24

Sz
El viento

Hace girar la rueda de los días, busca el nido de sílabas,


dispersadas por el soplo dy la noche. El viento es la balanza
en que se pesan el canto y el silencio, un astro y dos ojos. Es
el gran pájaro sin alas del tiempo, el mar que se no se ve, la
memoria en movimiento del mundo. A su paso el guijarro
se vuelve semilla.
Qµizá surgió de unos párpados caídos hace siglos, de la
sajadura en un tronco, de la roca que guarda su pasado de
tempestad y borrasca, su locura de huracán ciego.
Dentro del viento el olor de la lluvia y su inminencia ·de
cabellera airada.
En su peregrinación el viento descubre depósitos de
palabras, inventa escrituras de sombra, resucita espej9s de
piedra. Por el viento se miran el fuego y el agua en orillas de
discordia latente. El viento no atraviesa dos veces el mismo
valle, pero va más allá de sus lindes, ve lo que hay del otro
lado de los últimos montes.

EL AGUA: en mi vientre inscribes tus labios de lumbre.


EL FUEGO: desatas tu orina oceánica en mi sueño.

25
Grillos

Al abrir la puerta los oía, regados en el pasto fi


. trumentos hasta no ser smo · · una sola ola ª nab an
sus 1ns cornpa
d astillada de pronto en esquirlas de e li . eta,
agu a, . d. d . ie cid d
penetrantes. ¡Espac10, encen i o espacio de élitros :
. ban sin moverse!
gira . La. luz, era entonces, verde , el alb orqde
los tulipanes roJO y el Jardm no conocia más orilla e
, • , ~ que la
mañana. Pero des de h ace dias, qmza anos, recorro una
vez la casa. Algmen . c1ausuro, 1as puert as, tapió
. las ve y otra
. h y . b .
No sé cuál debo ab nr a ora. si a nese alguna si de
ntanas
·
, . ' nuevo
pudiese trasponer alguna puerta, no se si encontraría
crepitar de gn·11os, aque1 pais , de magia . concertada n ..ese,
. . . · '<.111Za
esos músicos se fueron de gira con la tierra a ihterp
retar
frente a un público más atento, en espera de un oyente más
fino, que sepa acoger aquella música que vuelve y vuelve
inolvidable, intraducible. '

26
Fotograña

Somos cinco, como el número de cumpleaños que


festeja uno de nosotros. Sentados sobre una mesa, nuestras
piernas están suspendidas en el aire. Abajo sobresalen
raíces: colas de reptiles que quieren llevarnos a la oscuridad
de sus fauces. De una rama cuelga la piñata. Hay algo
extraño en sus ojos negros. Los colores del cuerpo no son
para alegrarnos. No sabemos qué contiene su estómago de
papel y barro. Ha estado colgada todo el día, como si nos
prohibiera acercarnos y golpearla. Reptiles y piñata, estamos
rodeados. No hay nadie cerca, ni siquiera la persona que
tomó la foto justo cuando uno de los nuestros, el más chico,
parece caer al pasto amarillo por el sol de la tarde, pasto
lleno de tamarindos: sonajas que crujen al pisarlas.
Han pasado los años, hemos crecido, pero Daniel, el
de la voz de catecismo, el de la mirada ausente, se niega a
reunirse con nosotros. Nos hemos cansado de esperarlo. No
sabemos a dónde se fue después de que bajó de la mesa.

27
Barcas sumergidas

De pronto, ingreso a las brumas que ascienden por


los acantilados de mis sueños. Crece el agua y en ella no
escucho mis pasos torpes sobre un camino de guijarros. No
sé si son brotes de luz o algas vestidas de espinas lo que se
agita. Vagamente escucho chillidos de pájaros cuyo ámbito
es el mar y ese otro mar de los mares, el océano.
Es pesado mi andar y bajo el agua algo me golpea, algo
que no sé nombrar pisan mis pies y me daña, abre cicatrices
dormidas. Detrás de las rocas, cuyos lomos el sol de las
estaciones no acaricia, ascienden voces terriblemente tiernas,
un canto extrañamente casi humano. No sé dónde estoy, en
qué país de soledad me encuentro. Busco mi principio, el
manantial que irriga como otra sangre mi ser. Esa fuente
que me pertenece, su brotar incesante que obedezco, entre
muros de cobardía que he alzado, entre diques hundidos,
comidos por el moho de los años y el olvido. Pero no hay
olvido, porque los que amé vienen a .mí como una dormida
procesión de barcas. Rozan y golpean mi cuerpo. Por el
fuego azul de un tatuaje, por la joven corriente de cabellos
desatada, por la dura memoria del trabajo en una mano
que toma un instante mi mano, por la frente que a tientas
acaricio, y es mi padre, los reconozco, nuevamente puedo
vivirlos. Hablo con ellos, les digo adiós mientras a mis
espaldas se hunden, troncos que viajan ligeros, en una masa
de líquida oscuridad sin fondo.

28
Lugarda

.,J'

1 t
*

voz. Escucharla es cruzar


El ángel de Lugarda es su
Y alc an za r un a orilla do nde tonos y palabras son
puent~s rada
mo una luz nueva baña la mi
melod1a. Su ca nt o nace co Po r
los entre las cos~s simples.
sin herirla, descubre víncu
un río en creciente' de mil av
es
nt os co br a la fu erz a de
mo me lar
.Ju nt as •en el cielo. Ella canta
y participa de la música so
tá en
tas. El ángel de Lugarda es
qu e mueve plantas y plane
su voz.

un a ciu da d pa rti da po r un río, una tarde de octubre


En s y en
sol enredado en sus cabello
sin lluvia, apareció con el era la
s ojo s as om ab a el m ar sin complicaciones. Su sonrisa
su
o cu an do am an ec e, ma rip osas inquietas sus manos.
de l ca mp en el
es real, creo en los árboles,
De sd e en to nc es el mu nd o a
y en los mi lag ro s co tid ianos como el alimento. Un
abra zo
cí el pa ís de su ro str o, única patria que habito,
tar de co no
osa.
ter rit or io do nd e la lu z rep
*

l
ga rd a pr efi ere el roj o. La veo pintarse las uñas de
Lu turas
ción de vestidos, bolsas y pin
mi sm o co lo r qu e su colec
. La ve o en ce nd er ve las de aroma de manzana antes
de labios bra
ntamos a desayunar acostum
de bañarse. Cu an do nos se nar
rse mi ca mi sa az ul de rayas. Ho y salimos a cami
po ne pa r
y me presumió un nuevo
al pa rq ue de los eucaliptos olor a
za pa tos . La ot ra no ch e se nt í en su cuerpo un
de
·ro ja qu e se ap ro xim a. A la mañana siguient:,
pr im av er a
e habia
re a la araña de sangre qu
ju ga mo s a po ne rle no mb
na cid o en tre sus piernas.

31

Unos niños jugaban con mi cuerpo. A1~11 ,...
. . o--..os traz b
signos desconocid os en m1 vientre, otros se di a ¾.
arrancando los vellos de mis piernas. Había un Vertí¾.
. , 1
se acercaba, tenía un b1sturt en a mano. Quiseo gti que
no
no pude. Qyise levantarme al ver lo que intentab tar y
·
conmigo esas cnaturas, pero estab a mmoviliza
· do. an
L hacer
no era que se reían entre ellos sino esa lengua e.xt:r;
hablaban. Pasó hace meses, tal vez años. Le cuent ª que
Peor
.
sueño a Lugarda y e11a me confi.esa su miedo
0 este
a los tru
. 1as sa'banas y 1aguard o en
Nos metemos b ªJº mis brazenos
os. ·
*

La luz de Isla Aguada cae sobre nosotros, -inmensa


vasija de fuego se vierte hasta cubrirlo todo. La blanca
arquitectur a del puente brilla como el vuelo pausado de las
gaviotas. Al mediodía el mar construye torres transparentes.
Como un espejismo lejano arden las casitas del pueblo y
las botellas tiradas en la arena arden. La sal devora unos
troncos semienterr ados. La felicidad existe y es poner en
tus manos este caracol que robo a los dioses de la espuma,
es mirarte de pie en el agua con el sol a tu espalda, abrazarte
cuando sopla el viento y pasa una corriente. La luz de Isla
Aguada nos protege.


Dime, Lugarda, ¿cómo nombrar esas grietas que se
forman en la corteza de los días?, ¿cómo recoger los ~asos
sin que nos quemen las piedras en que se han convertido?,
¿cómo calmar las mareas interiores que provoca mi luna de
fuego?, ¿cómo evitar la rabia que me asiste de unos perros
que sólo escucho yo?, ¿qué forma darles a las semillas que
hierven enterradas del otro lado de mí?, ¿cómo saber lle~
.
a 1a última puerta del arcano donde me espera e1 que ser
cuando envejezca?

32
Vamos adonde se escucha el sonido que hace una hoja
cuando cae y toca el pasto, allá donde el fuego establece
sus ámbitos de luz enemiga, a ese espacio de donde se
ha retirado la población nómada del viento, y sólo queda
el trazo de los pájaros como testimonio de una escritura
antigua. En el lago el hombre de la capa espera de pie con
el remo a bordo de la barca. Vayamos pues a esa región en
donde brotan de la niebla y la yerba quemadas formas del
delirio.

Caemos, amor, como signos destronados de sentido,


como un montón de frases rotas que son aves arrojadas
por el viento, como una cascada que escucha romperse _sus
huesos líquidos. Y caemos como sombras de palabras en
la arena de la página, sobre la que también caen antorchas
de sol y el mar envía por nosotros a sus perros de espuma.
Como piedras lanzadas desde un acantilado nos hundimos,
descendemos con nuestros pronombres enlazados: el tú que
yo soy, el yo que tú eres.

Escribo en tu cuerpo el poema que juntos creamos.


Comienzo por tu espalda, tu espalda es mía y es limpia
como el cuaderno del mejor alumno, sencilla como la luz
de una lámpara. Miro la corriente inmóvil de tus piernas,
blancas como las noches en la cordillera de los Andes.
Escribo mi costumbre de llevarme a la boca tu ropa interior
y me miras, confrontada me miras. Escribo mi fetiche por
tus pies, suaves como el caminar de los gorriones sobre la
redondez de la tierra. En el blanco amanecer de tu cuerpo,
escribo de nosotros.

33
*

·na blanda y húmeda arde al paso d


A .-de la semi 1 1 1 b' e la
ru 1 . y venir de la engua y os a ios tamb·1en ,
on e 1r
lengua c 11 allá afuera las voces 1os cuerpos desn d
st
arden las e re asla pared la habitación desordenada u dos
en u1 d ar e
1as sorobras
. d r. a la semilla que oc tas escubrimient0
bl anda in e1ens tu humedad nocturna en tu agua de 'd ·
d 1 lengua en ll v1 a
e ª ci· endo por las noches estre a errante ca'd
d 1 a
h0 guera que en
• s en la lengua caliente ca a vez más la semilla
en mis mano 1 d 1
. muerdo si la toco con a punta e a lengua creee
crece s1 1a
otón de fuego que no quema cuando estalla
gota de sal b
líquido suave en mi lengua.
*

Es otro el que injuria. Ha vivido agazapado en este


cuerpo, me habla de unos cristales que el odio hunde en la
sangre, de los alcoholes desbordados de la ira y del veneno
de los celos. Es otro el que grita. Lo escucho avanzar desde
el fondo de la neblina que cae sobre mi esqueleto, llega
como una ola queriendo agitar mi corazón dispuesto a
arder y a cuidar su fuego como otra luz insaciable. El trabaja
con metales oscuros en la otra orilla de mi ser, funde mis
actos en monedas quemantes. Es un huésped desconocido
que golpea mis puertas, entra desesperado y pone un ácido
orgulloso en mi frente.

Después de hacer la pregunta y elegir las cartas, ÍUego


de dar vuelta a las primeras, aparece en el lado izquierdo el
~e~ de espadas. Miro unos minutos la balanza. La figura
.
melina a favo r 1as re1ac10nes entre ella y las otras cartas.
Lugarda es a ' d de su
e • al . si, pue e cortar la cabeza con el filo .c.,:ar
noJo, e cmar 1
con el • con su engua hecha un relámpago, asiw
de e aidre contradictorio de su signo Su carta es el Rey1
spa as p ·
bosque ' ero SU corazón es una liebre temerosa en e
. 1a la intemperie.
' una granada de cnsta
34
~ '

1'
/
~J:ortes-, .incisiones, cesuras
" ... ' ' > ~
¡

•l
*

El fuego es tiempo que madura lento.

. Sajar el lenguaje. Extraer una palabra como un órgano.


La función del poeta es trasplantarla para restituir una
historia, violentar otro cuerpo. Para ello, el poeta posee
instrumento s de cirugía particulares: paciencia, visión en la
sala de operaciones de la página, fidelidad a la noche, trato
constante con la vida y la muerte. Hacer un trasplante es
trepar al árbol genealógico de una palabra, comprender
de otro modo su funcionamiento, recobrar su memoria de
silencio. La palabra pasa de la insuficiencia verbal a ser un
organismo que amplía sus límites.

La escritura es deseo cuyos labios buscan sin alcanzar


la forma de su cicatriz.

La fe que no echa raíces y no se personaliza, se


dispersa: bocanada de aire en el aire. La fe poética no es
menos importante que la fe religiosa o la fe científica.

Un poeta no anhela el espejismo del nombre y


sus galones. El poeta que se entrega sin reservas quiere
conquistar su existencia como hombre. La vida es más que
una biografía.

37
*

. del niño que fuimos.


Ser dignos
*

, recta ni el círculo; el hiato, el brot


No la 1inea ., 1 lí .
1 mergente, la erupc1on, e c tons descarne, d1o
surgente, o e ao
del instante.
*

Desaprendizaje, el poeta es el espejo vacío en el que se


reflejan y se rehacen todas las voces.

La memoria es la voz de tu canto.

La vida consiste en ir respondiendo a las preguntas que


nos plantea nuestro ser.

Desbiografíar la vida de Yo.

Despierta tus raíces dormidas.

Ver Yescucha
r son e1mismo
· · d0
verbo, un solo acto conjuga ·

38
*

El conocimiento de uno mismo es un ideal lejos de


alcanzarse. El hombre es una compleja heterogeneidad.
La identidad padece fugaces desplazamientos. Se puede,
sí, aspirar a la perfección verbal unida a la profundidad
espiritual.

Al anudarnos, el morir nos desata. Nacer es la pregunta.


Hay que interrogar el origen, no el desenlace. Soltar amarras,
deshacer amarres, cortar el cordón del tiempo umbilical.

En la centuria pasada, la Ciudad fue el escenario de


los grandes cambios y de los acontecimientos sociales. En
el siglo XXI, el nuestro, la Naturaleza y la Mujer son los
agentes de la transformación.

Luchar por encontrar la rima, el cruce entre el hombre


y la vida, el encuentro decisivo entre el hombre y la mujer.
Rimar y ritmar. Hablar y crear un lenguaje de vínculos
inéditos.

Las cuerdas del universo resuenan en el follaje de las


relaciones que teje tu oído.

La luz talla su diamante incandescente en lo oscuro.

39
*
Resignarse es des
dibujarse. L a
aj.usta a ningu'n horario. In c e sa fu e n te d el sol n
n te a g u a
creando de sí hacia los o tr o s. solar qu flo se
e u.ye

*
Recobrar la sem
illa solar, la jo rn
cosecha de1m ed10
. d' a d a lab
1a q u e de n t ro d e , al . oriosa
m1 p p it a. para la

*
E n las fábulas y c
u e n to s, la N a tu ra
un animal, u n ár b le z a , b aj o la form
o l o u n d u en d ec ad
0 la heroína, il lo , h a b la co n la
n o co n el h é ro e princes:
puente que nos co o el p rí n ci p e. L
n d u ce al so l d e la a M u je r es el
o tr a orilla.

*
N o la vida que fu
e n i u n il u so ri o d
Pasado y futuro so e st in o q u e nos es
n h o y si em p re ho pera.
paciencia. P ic ar p y. T ra b aj o , persev
ie d ra to d o s lo s d erancia,
ía s.

*
Alma: corte y co
n fe cc ió n .

*
T ie m p o n o es
te m p o ra li d a d . T
existencia creativ ie m p o es ser
a, n o te n e r u n a v una
id a p ro d u ct iv a.

*
p. ara
d ar vuelta a la p
á g in a , p ri m e ro
h e nd1r por su frío
fu lg o r d e h a c h a h a y que ~~
.
40
Rara avis

, 1

.tl?
\:J :t; t

¡ i~ú
,. it \·
Cucarachas

Como en la infancia, he vuelto a dormir en una estera.


Pero decir que duermo no corresponde a la realidad, porque
paso las noches en vela, no por el calor o la aspereza del
suelo, sino por las diligentes familias de insectos que rondan
mi sueño, en especial las cucarachas. Las palabras son esas
cucarachas que surgen de buenas a primera. Favorezco el
despliegue de su tarea inmunda, les cedo espacio, dejo que
se multipliquen y cubran en definitiva mi cuerpo. Avanzan
por debajo de mis pa~talones, recorren de arriba abajo mi
espalda, se estampan en mis ojos, en mis labios se incrustan,
perforan mi cráneo con la grapa de sus patas. Hay cucarachas
en cada una de mis axilas. Al salir de su guarida hacen de
mi pecho un cuadrilátero. Algunas son ya mis vellos, otras
van y vienen por mis piernas, pero solo una es la reina de mi
verga. Por lo demás, es común que una cucaracha entre en
mi oído y salga por el otro una cauda de frases en pedazos,
un papalote acariciado por la garra del viento. Cuando la
última se resiste a salir inclino la cabeza a un lado y me
golpeo, sin éxito. Entonce s me lavo el oído y con una pinza
extraigo, poco a poco, al insecto invasor: restos de sílabas,
alas de detestables imágenes en fuga, oscuros glifos, antenas
como enredadas pestañas de alambre, ojos de pus que me
miran con desprecio, huevecillos que se rompen y dejan salir
bizarros sonidos. Finalmente, el inerte bólido de pesadilla,
su cabeza.
Así pues, las cucarachas y yo nos entendemos.
Recostado en mi estera, mis cabellos y mi barba han
crecido como malezas de la desidia. Muchos alicates han
sucumbido ante mis uñas. En mi boca una cucaracha es un
roto violín masticado. Pronto entraré en cuarentena y no
tengo otra cosa sino cucarachas que han tomado por asalto
el ámbito de mis días, la atmósfera de mis actos.

43
MiNahual
Mi N ahual sopla a mi oído cuando quiere. Es común que
tache lo que escribo para que él escriba lo que piensa. Le
gusta llevarme la contraria. Me ha enseñado a traducir el
mundo a través de la piel, porque el viento helado de la
memoria lo turba. Mi N ahual sabe lo que me dice. Su lugar
está del otro lado de la luz, como si dijésemos en aquella
mejilla sucia de la luna que no vemos. Por eso lo mantengo
a raya, entre los animales de mi corral beligerante. Hay días
en que le acerco algún bocado y me devuelve, chamán en
la penumbra, un costal de brasas, la garra y no la flor, el
pedernal que resplandece por las noches. Enojado, dibuja
en el muro un ábaco de cráneos, o deposita bajo mi cama
un sombrero de fuego, picos y alas de colibrí. Mi N ahual
de la guarda no se domestica, carece de buenos modales.
Tampoco podría enseñárselos. Mi Nahual no se asemeja al
remoto Daimón, al Duende andaluz e ignora los encantos
de la Musa, vejada en las aulas pero infatigable en bares,
festivales y guiones de telenovela. Mi N ahual habla una
lengua que he olvidado pero que alguna vez hablé, cuando
yo no era pero ya estaba en la sangre y en los actos de mis
antepasados. Una lengua imbricada a estas mis palabras,
persistente como un mandato insobornable. De muy antiguo
me viene mi Nahual. Yo escucho su voz y la transcribo. En
ocasiones nos entendemos. A veces hablamos a la par.

44
Rara avis

No sé qué dice. No conozco su alfabeto. Qµizá busca


el alpiste de unas cuan tas sílabas, acaso quiere fundirse con
estas frases. No lo sé. Vuelvo a escucharlo. Algo quiere y
exige de mí, algo que debo soltar o cortar como el alambre
en el que no se posará, porque no es un ave pública sino un
pájaro que extiende las lindes de su reino adentro.
Es el pájaro al que pertenezco, aunque no haga nido,
toco el vacío tibio de su huella en mí. Con sus ojos veo el
otro lado de la fronda; con mis oídos escucha en regiones
que no piso, trae imágenes de aquellas tierras.
El pájaro sabe de la noche porque es anterior al fuego.
Escucho su inminencia, surge de mi sombra, bebe a
orillas de mi sangre, le ofrezco mi silencio. Revolotea un
instante, canta, ya se ha marchado. Lo comprendo, mi oficio
es traducir y ser fiel a su canto. Lo de afuera y lo de más allá
son gritos, graznidos, griterío: chillidos desalmados.
No tiene cuerpo el pájaro que abrigo.

45
·Habla un,árBól
Mar en exilio

La ventana se abre hacia adentro.


¿~é es el mar que intuyo?
Desde el fondo de la palabra mar surge un mar sin
olor un mar de embriones abortados por la noche mar de
mercurio de ceniza de escarcha mar de pus revuelto mar
de emociones como ahogados que escuchan el llanto de la
razón en sus huesos mar de bilis de crestas de gallo mar
de luz de campanas y catedrales corroídas por la baba
plutoniana mar vaho seminal que expulsa la vulva de la luna
mar de relámpagos dormidos mar de barcos en las pupilas
del horizonte mar de tierra de aire de fuego enlazados mar
sin pulso a orillas de un cementerio a las. puertas del sueño
mar de orín estancado en la letrina donde nos miramos
y nos muerden los bichos que llevamos en las venas y las
moscas zumban en torno a nuestros fétidos miedos mar
menstrual sanguijuela tarántula alimaña amniótico mar de
vida preñada de muerte mar que escucha el oscuro tambor
del corazón mar prófugo que hemos perdido.
Ningún acantilado o promontorio sirve para hallarlo.
¿Por cuál puerta salió el mar con sus olas plegadas y su
cofre de estrellas?

49
Venus de ámbar
.
A partir de una escultura de Carlos p reciat

Viva, latente como una semilla en la profundi dad de los


minerales, en túneles y excavaciones sombrías, durmiend o
en el reino oscuro de la materia. Del tiempo callado de las
rocas, donde habitan el ámbar y el musgo unidos por la
dinastía de la resina, sin forma ni contorno s brotas de la
humedad terrestre, criatura.
Esculpida de pie mueves tus brazos, oficias una danza
negra mientras cae hacia atrás tu pelo, detenida cascada en
llamas que moja tu cuerpo suntuoso . Desnuda como estás,
siento latir en ti una energía vinculada a la noche y al polvo
y a los astros. Porque eres una hoguera líquida, en tu sangre
escucho el rumor de la tierra.
Pequeña Venus de las minas, me duele no poder
tocarte, del mismo modo que se toca un hombro desnudo o
la corteza de un árbol. Me duele no poder tocarte, ahora que
estás expuesta al sol de los días.

50
Día decamp o

Entonces crucé y allá, del otro lado, entre las espesuras,


algo me llamaba. Oí la reverberación de la luz, toqué las
cuerdas de las constelaciones, al instante el rictus de la roca
se deshizo, los frutos recobraron su sabor de alba perdida,
y aquel río ardió en mis manos. Al sol, lo blandí en mi
diestra como una espada de mercurio. De inmediato los
pájaros abandona ron las ramas y se deshojaron en el aire. La
yerba era un crepitar de cigarras, felizmente insoportable.
Encontré materia para mi canto y canté y cincelé mi canto
en la página roja de un muro. Desasidos, los elementos
volvían a ser un acorde y un acuerdo. Del silencio brotaban
instrumentos músicos. A mi paso escuché el acordeón de
las olas en el tumulto de mi sangre, sentí la palpitación del
verano que guardaba la naranja. Allá descifré mi nombre,
grabada caligrafía de sombra, polvo en los labios de la
piedra. Orillé acantilados, atravesé bosques y caminé sobre
los senos de una pradera. Exhausto, dormía con los ojos
y los oídos abiertos bajo la bella estrella. Cuando por fin
llegué, descubrí que el mar ya no estaba. En su lugar había
dejado una gran perla inabarcable. En algún umbral recogí
las almendras del tiempo y las puse como una tórtola en el
cuenco de tus manos·. Mis palabras eran astros maduros en
el mantel del mediodía , astros que tú mordías y gustabas. El
higo de patria carnosa tenía el sabor de tus labios. Ningún
vino nos embriaga ba. Teníamos loca inclinación a la carne.
Nuestro abrazo fue una enlazada hoguera, puliendo una en
la otr~ el diamante azul de su llama, erguida torre de luz que
ardía y giraba y no se consumía .

51

Un palimpses to de voces, mi piel

Mi piel hace más evidente mi calavera de reptil erguido,


mi andar de mono torpe que nunca alcanza el ansiado fruto.
Es la memoria de algún anfibio que en mí respira, mientras
mi cuerpo, barca de escamas, corta la noche branquial
hacia las orillas del alba. Mi piel es una muralla contra la
invasión de los días bárbaros, un muro que me sitia, el mapa
cambiante de mis años, un pergamino que apenas puede
descifrarse. Mi piel es un traje que quizá otros vistieron y
arrumbaron a la puerta de mi vida. Es tan vasta como el
deseo, tan bella como la luz descalza por el mundo. Sin ella
mi alma se desbocaría hacia afuera, caería hacia el tiempo,
las garras, el frío; hacia el tropel incesante de las fatuas
tentaciones caería.
El delirio de expansión de mi piel crece siempre, desde
mi semilla más remota me cubre, es insaciable su sed de
espacio, la sutura de sus pliegues, su regeneració n diaria
esconde la risa sardónica de mi calavera como un musgo
voraz a la piedra, como lianas a la blancura deslumbran te
del muro. Tiene la espesura de mis pesadillas, me envuelve
como una escafandra desde mis pies a mis sueños, me
comunica con el tacto del fuego y los encajes del agua,
elimina la miel salina del amor, mis odios y mis penas como
sudores y orines finamente diluidos. Su peso de cuero viejo
no pesa al cuerpo de mi alma.
Qyé extraña profusión de tallos pilosos hace brotar
mi piel. Qyé extraño este campo de glándulas y folículos,
de células que germinan, emigran, copulan y mueren cada
instante; este vestido que cubre mi árbol de huesos, esta
maraña de obsesiones que bullen dentro. Qié bizarros los
pálidos espejos de las uñas. A veces aparecen en mi piel los
labios de una herida, brota una costra bajo la que se escucha
una risa, una confesión o un lamento. Entonces recuerdo

52

que mi piel es el órgano más extenso del dolor, un territorio


de fisuras, la pradera que reverdece tras el incendio, un
papiro de cicatrices, el palimpsesto de las voces insomnes de
mis muertos.

53
Habla un árbol

Pronto mis venas se volvieron nervad


tonces no tengo mas , f:ami·ua que los árboluras. Desd e en-
tropel de bestias se aproxima, me hago a u els. Cuando un
. , . n ado d ·
cont1nuen su camino. Al poco rato escucho c : eJo que
aquellas mulas, una por una, al barranco de orno caen
su 1oca
Los árboles vamos en manadas a veces carrera.
' nos sep
y yo me quedo en el parque de alguna ciudad 0 ~rarnos
los ojos de una muchacha. Mi destino de árb 1ª or~llas de
o no irnp·d
1e
que me entregue a la rotación de la vida po
' rque adond
vaya y me encuentre, de la madera que abrigo t , h e
. ,d 1 es ara echo
m1 atau y sus c avos. A donde voy llevo conm· .
. . igo a mis
muertos, ard en en m1 tronco sin consumirme sin
' apagarse
Si te acercaras, podrías escucharlos. ·
Donde quiera que esté mis raíces oyen el río de voces
de los que me precedieron, los que antes de mí dijeron su
canción frondosa.
Nunca bostezo frente al mundo. Me trepo al carrusel
de las estaciones y parto y miro desde mi verde altura
henchida y luego me aliviano, me pierdo y regreso. Acojo en
los nidos de mis manos, en las ramas de mi pensamiento, las
parvadas de sílabas errantes. Hoy escribo sobre un blanco
mar sin olas donde estoy plantado. Porque a veces me voy y
vuelvo, siempre parto y regreso, vuelo y paso y permanezco,
soy un árbol forjador de cantos.
Mis hermanos los árboles me enseñaron a dormir de
pie, a tejer el lazo de la paciencia y la resistencia. En mi
corteza tengo ojos que escuchan, oídos que ven. Me he
unido a una arbola. Sus ramas y mis ramas son un sol~
follaje solar. Junto a ella no temo el labio deslumbrante de
. . , desenlace
hacha, la dentadura de la motosierra, ni a n1ngun ~ en
de mueblería. Al lado de mi arbola no temo ser lena
invierno, porque el fuego es nuestra savia sangre.

54
Distancia

Toque de queda

Entre el toque de queda y la claridad errante del día,


el otoño danza y suenan las ajorcas de sus tobillos. El
trabajoso otoño borra sus tatuajes cobrizos y se despide.
Pasado mañana nos revelará los jardines marinos de la
tierra, nos mostrará la alcoba donde copulan el gusano y
la semilla, se echará a dormir en el tronco de los árboles.
Ahora la calle es una perspectiva de semáforos tuertos, de
charcos rotos como espejos. En los picos de las gaviotas,
anillo de tijeras estridentes, fulgen las armas blancas de la
noche. Camino por el cuarto sin moverme de mi asiento,
los muros se han extendido, mi mesa de trabajo es el tablero
de las constelaciones, el balcón es un desfiladero, mi pluma,
cansada de esperar, se largó sin decir una sola palabra. Me
levanto para estirar las piernas sin dar un paso. La luz
amarillenta delata mi guarida. Desde hace días trepa una
hiedra por mi espalda, en mis hombros las flores del pantano
desde hace días. Me quedo quieto como el gato detrás de la
ventana, firme en su pedestal de silencio, ídolo que refulge
en la habitación y guarda el sueño de los amantes, desnudos
navíos de amor que transcurren enlazados, sin prisa. Me
quedo quieto. Hay que soltar hacia dentro para que emerja
la piedra cubierta de escamas, cuya médula nos quema para
que rehagamos la estructura del fuego.

57
-
Hora deshabi tada

Las redes de la lluvia golpean, golpean, una tras


. ales. D e pronto, la luz ab otra
estrellan contra 1os cnst . , se
puerta y se marc h o., So b re 1a mesita, . 1a lámpara no una
cabellera de am, b ar calcina
. da, un ab anico . de alas es una
.
baten. El d iscurso · al d"iVI· d e al h omb re de la mu·
vertic que no
la mujer del hombre. ¿Dónde está la palabra que rev~~, ~
ser, la palabra de amor, la pal_abra de encuentr o? ¿Dónde los
labios que puedan pronunci arla? ¿E_~ qué palabra teje su
nido el ave maltrata da de la compasi on? Los gorriones de
Nosotros comen las migas de Yo gigante desmoron ado. El
mundo es un puente colgante , a cada paso crujen sus tablas
y sus cuerdas lullidas son esquirlas . Mecidos , avanzamos
mecidos sobre la hora deshabit ada. La noche retiró sus
vendas del rostro. De sus cuencas caen gotas de sombra,
germinan criaturas de cera y animales viscosos, rasgan la
hoja en que escribo.

58
Noche s duras

Junto a los desconocidos que soy, junto a los


desconocidos que me espían, encerrado más a cal que a
canto, golpeo en el yunque de lo dicho, forjo una cadena
de sílabas, interminable como un domingo de invierno
sin compañía, como el pesado caer de unas gotas de suero.
Golpeo el anverso de la palabra· sombra, y cae un trozo
de luz metálica; tundo el acero de la palabra libertad, me
ensaño con fémur, tibia, rodilla, codo, coxis, roca, cráneo,
cráter y todas las durezas del tiempo. Del otro lado tambié n
golpean, forjan, se escuchan voces, trabajan la noche entera.
Si me detengo, se detienen. Luego vuelven a oírse los
marros, los martillos. ¿Sobre qué otras palabras torcidas?
De un golpe rompo la palabra tobillo, en la punta aguda de
tenacidad doy mi golpe maestro. Obteng o el hierro de una
frase candente al rojo. Enseguida la clavo en el pecho de
hormigón de la noche. Pero las puertas y los portones, las
rejas y los candados no ceden. Del otro lado de mí tambié n
golpean, forjan, trabajan, se escuchan voces y gritos. Si me
detengo, se detienen. Luego vuelvo a escuchar los golpes
como espadas que chocan, más fuertes, cada vez con más
saña. No hay descanso en mi taller de herrería y forja de
palabras, tercas materias que resisten. ¿Ceder án esta noche?

59
Impasse de la lira

Estoy contra la espada y la pared. Una J·au ,


, . . na de
imágenes ladra en torno. Avida, qmere romper cad
, enas
A mi costado fluyen aguas sonambulas, aguas que orill ·
. . . U an
mi cuerpo y qmeren prec1p1tarme. n taconeo apresurado
silbatos y un trote de sombras resuenan en la acera de :
oído hasta apagarse. No son días de guardar sino de excavmi
. . ar,
perforar, taladrar, romper, hendir, rasgar, SaJar, extirpar,
desbridar, penetrar, escarbar. Abro los contenedores del
pasado, luces cortas y largas me ciegan, pero otra luz roe
su hueso al fondo de mi sangre, busca los sedimentos de su
memoria. Oigo mis pisadas en los lejanos suburbios de la
infancia, desde allá vengo hasta mí para reunirme conmigo;
súbitas suenan las sirenas del deseo en el barrio bravo de la
adolescencia. Y no hay venganza contra el pulso de la pasión
ni castigo para su canto ingobernable, porque el primer
beso de amor conduce a los labios vidriados de la noche, de
donde no se vuelve sin escarmiento, pero se regresa si uno es
hombre. Esta noche no hay nada más allá ni del otro lado.
Estoy aquí y ahora sin saber dónde es aquí y sin entender
qué quiere decir ahora, sitiado, presente, cara a cara con el
desconocido que soy. De un día para otro, sin darme cuenta,
caí en el callejón ¿sin salida? del pensamiento.

60

J
Arcano XVI
La Torre

, Entre nub~s de palidez, la Torre se alza h ~sta la


hondura del cielo, ahí donde la almena adhiere el imán del
relámpago, vi~jo' per? despiadado cabal~er~ . qu~· ad~iene
blandiendo su espada como una ley insondable.
El sentido de la Torre no está en la solidez, en lo
que se podría mirar si nos asomásemos a las ventanas, o
en la arquitectura que proyecta la sombra de su ruina en la
tiÚra. Es el viento que la envuelve como un remolino en
movimierfto. No es el rayo sino el viento quien socava -las
ciénagas en que la Torre se erige. , ·. 1 t , - ..
Es innumerable de latidos la noche y desde la Torre se
escucha el desmoronamiento del Emperador empedrado en
su trono de ·escarcha, se entrevé la hoguera ,en la Luna, se
oyen los cascos cacofónicos de la Muerte en torno. :
La Torre y su c,ristalizaci_q n yerbal, S\l estatismo vital,
su rigidez mental, _convocan ~1 látigo ., del derrumbe, como
el hogar más quer_ido espera la polilla que roe los cimientos
hasta la pulv:erizádón final. .
También tú y yó precipitados de la rorre, ¿lo recuerdas?,
caídos uno en el otro, expulsados de lo Uno, rota la cadena
de lós ·pronombres y los astros, engarzados ·una vez por
la sangre del universo. Esparcidas br~sas de ·soledad,' tú y
yo rédescubren el tiempo originario: brote: surgimiento:
eclosión .del instante. Antenoche y pasado mañana ·es hoy.
Todo es si.~mpre 1hoy. Tú y,_yo vuelvep a desearse como lt'; tras
de un solo alfabeto, quscan la fuente de , la palabra amor,
ocµlta, por la maleza de los siglos, PºFfi orgµllo del ~omb!e
sepultada. Pero la corriente del amor es incesante y aún arde
su rumor en las c~lulas de tú y yo. l . ., • • '

La caída de· la Torre es el ascen só del grano de fuego, es


buscar entre ~scombros' las alas inéditas de la imaginadon,
atravesar de otro modo el bo sque arcano~el sendero en donde
tú y yo habrán de enéontrarse y reconocerse, transfigurados
espejos de pasión terrestre.

61
Lejano interior

Desde algún lugar algo o alguien se lamenta, escucho rni


nombre como un eco. Doy vueltas y vueltas, desde hace
tiempo doy vueltas y no desemboco. Voy de ningún lado
hacia ninguna parte. Salgo de un corredor y me descubr0
en un largo pasillb. Tropiezo conmigo, con los que he sid
Las manos no son asideros. Ando a tientas. La salida ;~
hacia dentro. Hay que perforar los mµros. Hay trozos de
piel que crujen como cáscaras .bajo mis pasos, como ramas
secas crujen. Voy a los tumbos. Subo escalones y bajo a
los sótanos del deseo. Hay pyrsianas que nunca han sido
abiertas. Del otro lado hay abigarradas moles obscuras, aves
de estridencia, la cadena de cristal del invierno comienza a
engarzarse afuera. Camino de mi sombra a mi pensamiento.
Deambulo por mis vericuetos inextricables, por enconadas
malezas y tupidas vegetaciones de 'rencor, por las orillas del
fango que abrigo. Camino y reconozco el metal de mi voz.
¡Ey!, ¿quién vive? Pero nadie me escucha. ¿Hay alguien
que responda? Hay un eco y después ~n silencie;> de ciudad
confinada. Afuera la noche ha lanzado sus grandes anclas
de carbón. La luz se ha calcinado como una hilera de soles.
Las heridas y las culpas se lavan en casa, con el agua donde
habita el escorpión se limpian, pero no se vendan. Busco
el bastón de ciego de mis sentidos. Oigo los pasos de mi
sangre desnuda, las olas revueltas de mi pensamiento me
·arrastran: Camino del lado rlocturno del día. Doy vueltas
sin encontrarme. Mi pensamiento no depone las armas. Me
hinca, me hace preguntas y con dos dedos me pica los ojos
si lo miro de frente. Sufro la tenacidad de mi pensamiento.
En1=errado, voy y vengo como el felino en la espesura de sus
0
instintos. Desde allá, donde quiera que sea allá, alguie~
algo me llama, dice mi nombre. No sé si he entrado O si ya
he salido.

62
Combate

Contra el silencio empedernido de la piedra; contra el


mármol vuelto al fin co mestible por ~1 cincel de la paciencia;
contra los graznidos que florecen al1otro lado ·de la ventana,
del otro lado de la noche; contra el'muro ensimismado que
me sitia, rostro de viejo centinela que no acaba de amanecer
y que tiene por ojos, dos verdes lagunas de moho; contra
ustedes, sanguijuelasihorarfos que chupan el tuétano del
hombre y doblegan sus hombros; contra ustedes, mercaderés
que pretenden enlatar el alma, enlutar .la lvida, rociar de
pesticidas las raíces del lenguaje, darnos eLpan lamido por
la muerte; contra ustedes, leyes y salarios sucios como'..úrt
urinario :público; contra el loco molino de la fantasía, contra
su cortejo de nieola;, contra el ramo de injq.rias,y el haz -de
relámpagos que mastican y escupen los enemigos, mejor el
canto. El canto del fuego sostenido. ·'

' 'l

. ')

63
1
1
1 1

1- Distancia
1

N o,no es ho ra de volver. No es.momento de retroceder


1 y tomar imp• ulso · e.Dónde habría de caer? No he. ganado
nada, tamp Oco he perdido algo. Todo me ha dejado . y"º
1
he soltado todo. Los títulos, los grados, el diploma, los
d . 1 mados el certificado, el pasaporte, el comprobante, el
ip º , ,d. 1 .
ticket, el cheque, el choque, el seguro me ic~, ?s impuestos,
las medidas y las consignas, el acta de nacimiento, el acta
de renacimiento, el carnet de las vacunas, los citatorios,
las firmas, las fórmulas, los formularios, las declaraciones,
las audiencias, el número de turno, no dicen lo que soy.
Orino en medio de las salas de espera, delante de los que
esperan, los que hacen filas, los aspirantes, los suspirantes,
los suplicantes, los suplentes, los claudicantes, cómodos
en su zona de rencor disimulado. No hay marcha atrás ni
hacia adelante. No hay «vuelvo mañana» o «ya regresé».
En el camino de tan cerca a tan lejos un peine de clavos
raspó mi ser hasta arrancarme las escamas. No hay retorno
ni carril de alta velocidad. Qµité el pie del acelerador, pero
no avanzo en punto neutro, por inercia. Terminaron los
tiempos de decir «ayer no tuve tiempo» o «lo hago mañana».
Se acabó el tiempo de las apuestas ciegas, de jugar a las
carreras. Me despido del que fui, aún no soy el que seré.
Nunca soy sino conjunción de forma y disolución de la
forma. Tras la edificación del muro viene la muchedumbre
de los picos. Hechos y deshechos son la memoria dormida
de. la piedra. Pierdo y creo el tiempo, el mío, el saco de
tiempo de mi talla. Me demoro. Me siento a tomar un poco
de sol blanco en invierno. Tengo hambre de vida y mucha
muerte por delante. Estoy plantado en este instante, en este
cuarto,ª ~a deriva de mi cuerpo, a orillas de mi pensamiento,
echados Junto a mí. Estoy de pie, limando una sílaba que
pueble de palabras como labios incandescentes la noche
muda, el minuto m d 0 1 1 hill
11 . u , a engua atravesada por un cuc
e engua_Je de cub b · h 0,
re ocas que murmuran, cuchic ean,
64
susurran, intrigan, d lenguaje en voz baja, enmascarado,
embozado, encapuchado, irreconocible, intraducible, apenas
audible. No me acerco pero tampoco me alejo. No hay
punto de paxtida ni de llegada. Ser la vista y los oídos y [os
sueños del arquero. Ser la flecha y el arco, la vibración de la
cuerda y su resonancia interior, el blanco siempre nómada.
¡Ser una existencia, tener un rostro!

65
· Jndice

Sajadura

EncierrQ, 9
El enemigo 1O
Desierto , 11
La rosa 12
Bloqµe .. 13
Despoblada estación 14
Carrera , 15
1983 16
.,
Sajadup . 17

Agu~-quemada
' \
Figurilla mexicana 21
Pueblo en el sur 22
Una casa 23
Aqua quemada 24
El viento 25
Grillos 26
Fotografia 27
Barcas sumergidas 28

Lugarda 29

Cortes, incisiones, cesuras 35

Raraavis 41

Cucarachas 43
Mi Nahual 44
Rara avis 45

67
Habla un árbol

Mar en exilio 49
Venus de ámbar 50
Día de campo 51
Un palimpsesto de voces, mi piel 52
Habla un árbol 54

Distancia

Toque de queda 57
Hora deshabitada 58
Noches duras 59
Impasse de la lira 60
Arcano XVI La Torre 61
Lejano interior 62
Combate 63
Distancia 64

68

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