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Redacción:
Nelo Curti, Diego L. Monachelli, Pedro Coiro,
Sebastián Miras, Mónika González.
Ilustraciones interior:
Las posibles colaboraciones deberán ser enviadas a
Oscar Grillo, Leo Sarralde (SAR), Alessandro
Pierattini, Pedro Coiro, Javier Solari, Gonzalo editabano@hotmail.com, o a la dirección postal C/
Núñez, Andrés Casciani. del Pozo, 94 (bajo). 03004 Alicante
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Boris Garcés, José Manuel Cámara. Cuadernos del Tábano es una revista indepen-
diente. Y, ¿ qué quiere decir eso exactamente?, se
Maquetación y diseño: preguntará alguien. Pues quiere decir que no res-
Pedro Coiro, Sebastián Miras. pondemos a ningún interés comercial o editorial y
que cualquier colaboración en este sentido (venga
Edita:A.J. «El tábano» desde el ámbito público o privado), será exclusiva-
Depósito Legal: A-571-2004 mente como aportación desinteresada al desarrollo
ISSN: 1698-4706 de nuestro proyecto.
Imprime: CEE Limencop S.L. Y punto.
Editorial
Existen lugares donde resuenan las trompetas de lo que nunca
se explicó y no se explicará jamás; son lugares que estimulan y al
mismo tiempo inquietan. La editorial de esta revista ejecuta muchas
veces esa repetición, pero se puede advertir que no por decisión
propia sino por ser el eco de una postura anterior, exhibida en otro
formato.
Por carecer este número de lo que dimos en llamar Sótano –una
colección de entrevistas a personajes más o menos presentables–, y
no queriendo privar al oyente de semejante placer, lo convidamos
a celebrar que en este espacio se ofrezca la breve y accidentada
entrevista que Cuadernos del Tábano hizo a la Editorial de la
misma. Óigase desplazando la incredulidad hacia siberias remotas.
"Enseñaba las leyes de la gravedad, aducía una pruba tras otra, dio sin embargo con oídos sordos. Entonces se
elevó en el aire y enseño en vilo las leyes: esta vez le creyeron, pero nadie se extrañó que no volviera del aire"
Contraluz, Paul Celan.
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Los invisibles
me abriré así
(como un) condenado castillo
Siempre
Espero
Del otro lado
(queriendo que me quemes)
o me grites
¡basta!
porque no era miedo
simple conciencia
del fin, no,
de la muerte
o peor aún
de lo irrepetible
de un jardín escondido
abrasado por el sol
un laberinto
que nos lleva hacia el centro
donde nos miramos
pero no nos vemos.
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poesia
La angustia no es despertar,
flor
cama
pelota
marinero
ojal
no hay dolor
La angustia no es despertar,
ya lo dije y además la gata lava las heridas de mi cara. No se cansa, no vacila. Hay café frío y muchos otros
regalos dulces.
La fiesta cruzó. Ahora se mezcla con sonidos huecos y agudos. Insoportable, la fiesta, ridícula. Cruzó.
No me puedo sostener en pie. Todos bailan en círculos griegos, levantan los brazos, dan alaridos y vivas y
voces.
Y vos
¿adónde ibas vos?
No, no hay ganas de levantar la perdiz. Ni ánimos de funeral. Optamos por un festejo íntimo. No a la luz de las
velas. A la luz de ese amor tibio, cálido, terracota. Claro, es que juntos somos un globo terráqueo todo de color
terracota.
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Sein Blick ist vom Vorübergehn der Stäbe Del continuo pasar de los barrotes
so müd geworden, dass er nichts mehr hält. su mirada cansada ya no puede
Ihm ist, als ob es tausend Stäbe gäbe nada más retener, como si hubiera
und hinter tausend Stäben keine Welt. mil barrotes y tras mil barrotes ningún
[mundo
Der weiche Gang geschmeidig starker Schritte,
der sich im allerkleinsten Kreise dreht, El suave andar flexible en fuertes pasos
ist wie ein Tanz von Kraft um eine Mitte, que da vueltas en círculos menguantes
in der betäubt ein großer Wille steht. es como un baile de fuerza en torno a un
[centro,
Nur manchmal schiebt der Vorhang der Pupille donde aturdida yace una gran voluntad
sich lautlos auf -. Dann geht ein Bild hinein,
geht durch der Glieder angespannte Stille - Sólo a veces se alza la cortina
und hört im Herzen auf zu sein. de las pupilas sin ruido. Una imagen
entra entonces, va por la calma tensa
Rainer Maria Rilke, 6 de Noviembre de 1902, Paris de sus miembros y en el corazón deja de ser
Pantera
Su esbelta negrura aterciopelada, que semeja no tener otro peso sino el suficiente para oponerse al aire con resis-
tencia autónoma, va y viene monótonamente tras de los hierros, ante quienes seducidos por tal hermosura malé-
fica allá se detienen a contemplarla. La fuerza material se sutiliza ahí en gracia dominadora, y la voluntad cons-
truye, como en el bailarín, un equilibrio corporal perfecto, ordenando cada músculo exacto y aladamente, según
la pauta matemática y musical que informa sus movimientos.
No, ni basalto ni granito podrían figurarla, y sí sólo un pedazo de noche. Aérea y ligera lo mismo que la
noche, vasta y tenebrosa lo mismo que el todo de donde algún cataclismo la precipitó sobre la tierra, esa negru-
ra está iluminada por la luz glauca de los ojos, a los que asoma a veces el afán de rasgar y de triturar, idea única
entre la masa mental de su aburrimiento. ¿Qué poeta o qué demonio odió tanto y tan bien la vulgaridad humana
circundante?
Y cuando aquel relámpago se apaga, atenta entonces a otra realidad que los sentidos no vislumbran, su mirada
queda indiferente ante la exterior fantasmagoría ofensiva. Aherrojada así, su potencia destructora se refugia más
allá de la apariencia, y esa apariencia que sus ojos no ven, o no quieren ver, inmediata aunque inaccesible a la
zarpa, el pensamiento animal la destruye ahora sin sangre, mejor y más enteramente.
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Rampante
Así, gastado el último círculo, cuando la profundidad describe el proceso triste que se inaugura con la calma,
sintió cómo el sonido de los barrotes golpeándose entre sí permite una nueva repetición.
Ahora los barrotes se suceden dibujando una cuerda tensa que sus movimientos persiguen. Saluden mangas
blancas la soledad despierta, a ello que no debe participar de la silueta nuestra. Y las gracias se volvieron torpes,
y la esbeltez ya no era tal; se extravió la mirada en las barras gastadas que instalaron la contradicción, la negru-
ra se difumina hasta derrumbarse y alguna de esas mangas blancas le ordena con un susurro la vuelta al andar
flexible. ¿No fue su pensamiento animal lo que creó las mangas blancas?
Y cuando sus pasos buscan las notas que trazaron la danza antigua, su mirada se lamenta donde esconde la
imagen del sacrificio, aniquilar el susurro, porque intuye que nunca abandonó el sitio donde las barras se multi-
plican en torno suyo y se repiten sin tocarse.
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son muchas y no cesan, 10
algunas caen
y se esconden Vendrá,
en la maleta que soñé para escapar, lo sé,
las otras envenenan un silencio demorado tras las arañas derretidas
y me lo cosen en la ropa. y el marcial saludo
Pensé que era un continente mi casa, de las marionetas,
pero lo recorrí antes de partir. después del tedio
o de la calma
6 vendrá el mar
como un recuerdo
Por las ventanas y reclamará su orilla
pueden verse las huellas en el paisaje renacido,
de algo enorme que se va. dirá
fue falso mi perdón
7 y cobrará en violencia
la deuda agazapada.
¿Y si era una isla mi casa? Nosotros no estaremos esperándolo
Entonces y por eso su embestida
lo que mostraron las ventanas será más perversa y más azul.
no fue más Quedaremos herrumbrados,
que un mar petrificado heridos de sal
y mis ojos en el patíbulo
mintieron al hablarme de nuestra mansedumbre,
de algo enorme que se iba hasta que bajo los pies
en una sucesión de días y de verdes. sintamos quebrarse la isla
Cómo pude creer en esa imagen, y regresemos al naufragio.
darle mi esperanza
si había hombres 11
y cada tanto la sal
sepultaba aquel paisaje. Sé que no importa
Sobrevivimos a la isla, el desvelo de mi sexo,
dicen estas manos que podrían las arañas
que lucharon conquistar mis hijos,
con títeres gigantes y él, insomne,
y hoy acarician increpándolas desde su soledad
mi escuadrón de soledades, entonaría un himno equivocado.
no nos pudo el mar, celebran,
pero sé muy bien 12
que el mar
nos perdonó Pero el cielo también
y pagaremos ese indulto. goteaba arañas.
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la ventana y la distancia?
14 ¿Si fuimos verdugos
de nuestros zapatos?
¿A qué árbol volverá Entonces callemos contra el cielo,
la sombra de esta noche? la marioneta
y las arañas,
15 clavemos el insulto
en nuestra sien
Ya no me recuerdes, y no desconozcamos
marioneta, el retrato del espejo.
creo que mis manos
aún podrán 19
vencer la puerta
y conseguir otro día Desde una orilla
en el paisaje, del continente despojado
necesito que me desabrace extendí un brazo
tu memoria y arrancando
y desvirgar del océano una isla
por fin la luz. la arrojé
contra los espejos incesantes
16 y me vi caer
y tuve la esperanza
Entre los zapatos de que al otro lado
y el camino colocaron, de mi imagen
además de esa ventana, estuviese el cielo
el miedo ancestral o la boca del mal sueño.
a la distancia.
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Soñé el mar
Cuando agote sus bestias y era un enorme cristal
el techo que caminaba suicidándose,
y haya disparado será peor cuando despiertes
sus últimos venenos y lo veas, dijo una voz,
tendremos por fin tendrá más dientes,
derecho al cielo. querrás amordazarlo
Nos levantaremos tranquilos, y llorarás,
como si hubiésemos saldado pero el mar que soñé
las cuentas del pánico y la gloria escupía bueyes
y limpios de poder y muerte y a veces no era él
aprendiésemos recién a caminar, sino la tierra
comprendiendo quién gemía,
que son nuestros los zapatos. el continente entero
Doblegada la puerta una protesta
levantaremos contra un animal que lo mojaba,
el envenenado gesto sabrás al despertar,
hacia los cielos volvió a advertir la voz,
y festejaremos, supongo, qué es del mar
o acaso, y qué del hombre,
al contemplar la inmensidad, pero cuando abrí la vista
se nos vuelva tiranía la distancia. contemplé el océano gigante
y una diminuta barca lo domaba:
18 no pude saber
qué era del mar
¿Y si colocamos nosotros y qué del sueño.
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poesía
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23 Hagámonos futuro,
me dijo,
Amé una mujer, y comenzamos a desaparecer.
era verano
y el mar 28
ostentaba todavía
su máscara de paz, Estoy inmóvil
fue como encontrar en medio de un desierto,
las razones del silencio, me da la espalda el sol,
y pensé que seguiría. fugándose,
Aprendimos la violencia pronto temblará la noche
de reconocernos sobre este desmembrado continente
y equivocados creímos y no sé un llanto
que eran marionetas que aleje sus arañas,
el mar, rompí mi casa,
las islas, era pequeña,
y todo el continente. y ahora el cielo
Estábamos desnudos, es una enorme tiranía.
tenían frío los árboles
pero nos desnudamos
y algo quedó 29
en las piedras Soy la marioneta
de nuestro deseo. de un día
Quisimos hallar las cuerdas que se fue.
de las gigantescas marionetas
y hoy somos el recuerdo
de algo enorme
que se fue.
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poemas de Missael
II
El río se lleva las almendras
El pincel se pega al lienzo
El último suspiro de la tarde como un limpiapeceras
se agota en los rostros agotados comienza
el aire pasa denso envolviendo almas. un infarto poético
Cómo cuesta trabajo olvidar Ocurren luces y sombras
lo que se quiere llevar al olvido. en la mirada del espejo
Todo pasa y saltan del lienzo
hasta el deseo más desesperado panes y peces
se ha vuelto huerto de cenizas. y casas y lesbianas
Frente a mí me envuelven dos cortinas de muros y armas y flores
como guardias La pintura se adentra a la noche
como demonios trasdían y hay miles de canciones movedizas
impidiendo el paso de mis ojos. en la vida de la paleta
Te espero en la espesura de los verdes Los pinceles escupen la tela
en las legañas del verano A 300 Km. con rachas sostenidas
en las páginas del libro que aún y el que dibuja está sentado al frente
no me han devuelto las musas. con una tranquilidad del carajo
Hoy aprendí que la velocidad no existe contempla la hermosa tarde de verano.
que todo va lento y sombrío.
Lo único verdadero es
que el río se lleva las almendras
hasta el último rincón
hasta donde se guarda tímido
bajo el corazón de las piedras.
III
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Poema de Monika González Ortega
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Arlt-Grillo
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Arlt-Grillo
Un sudor helado cubre la frente del moribundo. Ya no tiene sed. Le parece que las enrejadas puertas del cua-
dro quinto se han cerrado definitivamente tras de su espalda.
Cae la tarde; el bombero de guardia se pasea con el máuser al hombro frente a la caverna rectangular, y él se
acuerda de la “merza” que a esa hora toma el vermut en la Terraza o en el Ambos Mundos. Seguramente se pre-
para un “escolazo” para la noche en Belgrano bajo, o al Sur de Boedo, o en Vicente López, y como fantasmas
pasan ante sus ojos los contertulios de la ladronera de los hermanos Trifulca, reducidores y batidores.
—¿Por qué no hablás? —insiste la voz.
Haffner se acuerda. El sol cae en la pradera, y bajo un sauce con mantel de pasto y techo de cielo corre la
alegría de un picnic “mafioso”: siete perdularias con sus siete hombres, todos revólver al cinto, sombrero empi-
nado sobre la frente y la cara blanca y tierna de fomentos al vapor.
Alguien ha tomado la guitarra. Una vidala suena triste, y el porrón de ginebra embadurna los labios de fuego
y los ojos de coraje. Las “milongas” entornan los párpados y retoban las caderas en pujo de baile; luego el more-
no Amargura desenfarda el bandoneón, y en el pasto verde se destrenza el tango, negro ritmo de carnaza sen-
sual y angurrienta.
Un fuego de ginebra corre por la garganta. Ante sus ojos se detiene el charco de agua y orines.
La pregunta repiquetea en su oídos:
—¿Por qué no batís? ¿Quién fue? ¿El lungo o el pibe Miflor?
La voz meliflua del hombre de terrible mirada aceitada perfora continuamente sus oídos como un berbiquí:
—¿Por qué no hablás, Nene? ¿Quién fue que te baleó? ¿El Lungo o el Pibe Miflor?
Guarda silencio el Rufián. Su imaginación se desploma en el calvero de un bosque fresco. Se ha sentado bajo
un árbol descomunal, de cuya cúpula se desprenden lianas multicolores. En redor, embrujados, danzan perfiles
de gato, de cabra, de perros, de gallinas y de ocas. Mueve la cabeza intentando apartar los ojos del castigo de esa
chapa de plata incandescente que, traspasándole los párpados, le envía hasta el más recóndito filete nervioso del
cerebro un espolonazo de fuego. A instantes, la multitud misteriosa hace tal ruido en la sala que le parece van a
estallar sus tímpanos bajo la presión de chillidos de figles, quejas de bandoneón, rataplán de tambores.
Y la voz misteriosa y meliflua insiste, terca:
—¿Por qué no hablás?… ¡Si podés hablar!
Lo sacuden tan brutalmente que la boca se le llena de un cuajo de sangre. La voz meliflua ruge sordamente
en sus orejas:
—Hablá, hijo de puta…
El Rufián Melancólico entreabre el párpado y lo mira al auxiliar. Se acuerda de los golpes que éste le descar-
gó en el rostro, de los puntapiés que le dio en el estómago y con un soplo arranca de sus entrañas este insulto
sordo:
—Canaya…
El auxiliar sonríe parsimoniosamente:
—Por fin hablaste, nene. Estás cabrero. No sea así, viejo. Con los amigos no hay que ser así. Vos le robaste
la mujer al Pibe Miflor, ¿no? Mirá, vas a reventar de un momento a otro. Hablá que te ganás el cielo, viejo.
¿También fue el Pibe Miflor el que la mató a Lulú?
Una mujer alta y escuálida se detiene frente a la cama de Haffner. Tiene grandes manchas de sudor en las axi-
las. El rouge se derrite en sus mejillas amarillas, descubriendo agrietadas placas sifilíticas. Lo ojos grises, casi
podridos bajo los párpados ennegrecidos, le lanzan amenazadoras miradas al Rufián. La meretriz coloca una
mano en su cintura, e inclinando el flaco torso sobre el moribundo le arroja la injuria más atroz entre la “gente
de ambiente”.
—Nom de Dieu, va t'en faire enculer…
Los dientes de Haffner crujen como los de un chacal. ¡Oh, si la pudiera patear a la hembra impúdica!… Y el
otro, que resopla la nauseabunda cantilena:
—¿Por qué no hablás, nene? ¿Quién te fajó? ¿El Lungo o el Pibe Miflor?
Haffner gime dolorosamente. El infierno se ha dado cita a la orilla de su cama. Un rectángulo negro gira ante
sus ojos, y alguien escribe con una tiza:
cos α + i sen α
El pizarrón se desvanece. La penumbra proyecta conos oscuros en sus tejidos. Desde una altura invisible llue-
ve papel picado. Un reflector gira haces de luz violeta y amarilla. Pasan ante sus ojos espaldas desnudas.
Damiselas que “hacen la vida”. Sin medias y con zapatos rojos. La pollerita diez centímetros más arriba de las
rodillas. Vinchas en la frente, y en los labios pintado un corazón. El insulto resuena otra vez, más cercano:
—Nom de Dieu, va t'en faire enculer.
La hembra maldita debe estar escondida por allí. Hurga con su mirada, pero el paisaje siniestro se lo oculta
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un negro motudo, cráneo de melón, que baila con una rubia: 10 bacilos por campo. Haffner quisiera gritarle al
negro: “Chau, Amargura”… pero la voz queda retenida en su garganta por un sabor salado y hediondo que brota
de sus entrañas. Sonríe levemente, de placer. Mantones negros con amapolas rojas centellean bajo el reflector verde,
que se transforma en amarillo y luego en violáceo. Una expresión de ausencia y fatiga sobrehumana se disuelve en
el semblante del Rufián Melancólico. Hipa sordamente y se enjuga los labios con la lengua.
La voz misteriosa le promete ahora:
—Mirá, en cuanto me digas te hago dar un refresco de horchata. Si se ve que tenés sed.
Haffner cierra el ojo, adolorido de tanta luz. A lo lejos distingue el charco de agua y orines, y el peón cojo del
herrador que le tomaba la nariz a los caballos con un suncho de cuero corredizo en un garrote, y luego le retorcía
el hocico a la bestia para que permaneciera quieta y se dejara herrar.
El auxiliar es infatigable:
—¿Por qué no hablás, nene? ¿Quién fue, el Lungo o el Pibe Miflor?
Como un escorpión en un círculo de llamas se retuerce el “fioca”. Tiene la sensación de que hace un siglo están
esa voz suave y esa terrible mirada aceitosa hurgándole la memoria y arrastrándolo por el sufrimiento y los cabellos,
hacia el trágico momento de la noche oscura en que los “otros” le desfondaron el pecho de un balazo. Algo pare-
cido a un razonamiento oscila una chispa de lógica en su entendimiento. Si se salva, lo coserá a puñaladas. Y si no,
morirá en su ley. ¿Para qué “batir”? Si le parece que es ahora cuando se hizo besar los pies por el Pibe Miflor. Y en
su imaginación el tiempo corre… Está curado, y de pronto lo ve al Pibe arrinconado. El lo afaena, y su cuchilla
penetra en la tierna carne del vientre del otro, como una daga en la pulpa de una banana…
—¿Te llevaste la mujer? ¿Fue el Pibe Miflor?
Por primera vez en los oídos del moribundo encuentra eco la palabra mujer. Como en un film, en el que la
máquina hace marchar demasiado despacio la película, alargándose perpendicularmente todas las palabras, esta vez
la palabra “mujer” se alarga en su tímpano, extraordinariamente.
—¿Así que las “paicas” eran mujeres?…
Una fuerza tangencial se apodera de su memoria, en ángulo se desplaza el alma fuera de su cuerpo, y de pron-
to una fisonomía lejana avanza en engrandecimientos sucesivos hacia su última hora. Una carita pálida y alargada,
enmarcada por un sombrerito de esterilla verde y la nariz quizá un poco larga. Y por primera vez, el “fioca” se dice:
—A ésa no debí pegarle.
Ahora se desploma en un pozo negro. La nada.
El auxiliar de investigaciones ronda sombrío el lecho del moribundo. Clava una penetrante mirada en el rostro
del moribundo y soliloquia.
—No sale de la tarde este hijo de puta. ¿Quién le habrá tirado? ¿El Lungo? No es probable. Pero el Lungo debe
saber. El Pibe Miflor es una fija que “está metido en el baile”. La que debe saber del Pibe Miflor es la mechera Julia.
Donizzetti la vio varias veces con el Pibe Miflor. Si el pibe Repoyo hu¬biera sabido algo, habría ya telefoneado.
¡Qué “tuer¬za”, mi madre!
El Rufián Melancólico entreabre un párpado. Vertiginoso, el auxiliar Gómez se inclina sobre él y susurra:
—Nene. .. te hago traer una horchata si “cantás”. Una horchata heladita.
Haffner tuerce la cabeza, penosísimamente. Una canción distante llega hasta sus oídos. La conoce. Levanta el
párpado, pero no distingue a nadie, mientras que la voz sonora canta en la sala:
O Mamri, o Mamri,
Cuando sonna agul per se pe tu
Fammi durmi una notte abbraciattu cuté.
El Rufián Melancólico galopa en pleno recuerdo. La canción evoca el carrito de verdura que un chicovecino suyo
arrastraba junto al padre. El padre llevaba un clavel Rojo tras la oreja, y la mató de un puntapié en el vientre a su
esposa, la que llevaba arrancadas amarillas, como gitana, entre el pelo renegrido y que también cantaba a veces en
la batea la canción aguda como el canto de un gallo en un mediodía de oro:
Fammi durmi pe una notte abbraciattu cuté.
¡Ah! También cantaba esa canzoneta Pascuala, gorda como una marrana y que regenteaba la casa del napolita-
no Carmelo. Carmelo se levanta frente a sus ojos con los rulos de cabello negro sobre el cogote rojo, mientras que
cinchándose la enorme tripa con una faja verde le grita en el oído al Rufián Melancólico:
—La vitta e denaro, strunsso.
Como una culebra de fuego, la sed se adentra en las entrañas del macró. Y nuevamente, sin saber por qué, le
dice:
—A esa no debí pegarle.
Porque las castigó a todas. Desahogando en ellas la ferocidad de su aburrimiento, una rabia persistente y cana-
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lla que estallaba en él por cualquier insignificancia.
Sí, se acuerda, aunque está por morirse. ¿No la tuvo toda una noche de invierno encerrada en la parte exterior
de un balcón a la Coca? Y sin embargo, a través de los vidrios se escuchaba el ulular del viento. Más tarde diría,
comentando ese suceso:
—Y tan bestia era esa mujer, que no reventó.
Y con Juana la Bizca. A ella le decía:
—Te pego por principio, porque un hombre siempre tiene que pegarle a su mujer.
¡Si hizo atrocidades! La domesticó a la Vasca… La Vasca, que tenía el perfil de cabra y el pelo rizoso y bravío
como la crin de un toro. Tan feroz era la bestia que para que no lo mordiera la tuvo un mes atada a una cama de
bronce, y durante treinta días la desmayó a bastonazos. Y como era pecosa, para afinarle el semblante le daba al atar-
decer una ración de aceite castor, poniéndole un embudo entre los dientes. Después descubrió que no sabía cami-
nar, y para impedir que diera pasos largos le ató los tobillones con una cadena, de modo que la fiera acostumbrara
a dar pasos cortos. Cuando la mujer escuchaba el eco de sus pasos el rostro se le quedaba sin sangre.
¡Qué atrocidades cometió con la bestezuela trotacalles! Y sancionando su conducta, las resonantes labras de su
compañero Carmelo, “el dueño casas”:
—La vitta e denaro, strunsso.
Nuevamente resurge ante él la meretriz, taciturna, que bajo los ennegrecidos párpados grasientos le lanza por
los ojos relámpagos de odio. La proxeneta se inclina sobre él, y muy junto a su cabeza, descubriendo una boca tala-
drada de chancros indurados, escupe gangosa el insulto atroz:
—Nom de Dieu, va t'en faire enculer.
Haffner quiere morir. Se dice, casi lúcido: “¿Por qué tarda tanto en llegar?” Sufre como si estuviera sobre un
lecho de fuego. Una arena candente circula por sus pulmones.
Sin embargo, ahora que está agonizando, algo le dice adentro del corazón que no debió pegarle a Eloísa, la dac-
tilógrafa. Y a ésta la castigó con más rudeza que a las otras, y no con lonja, sino con bitrenzado. No se olvidará ni
en el sepulcro de la tarde en que le dijo a la muchacha:
—Andá a la calle. Traé plata.
No puede precisar qué gesto hizo la muchacha, pero en él se renueva la sensación de salto de tigre que dio cuan-
do la muchachita se negó. También distingue un rostro que se cubre con las manos, soslayando los golpes, una rodi-
llas que se doblan, y después él, con la trenzadura, descargando inexorablemente golpe tras golpe sobre el flaco cuer-
po inanimado, que quedó señalado de verdugones violetas. Y aquella tarde, antes de salir, al ir ella a dejar la pieza,
se detuvo en el umbral, y volviendo la cabeza le preguntó dulcemente mirándolo con una expresión extraña a él, que
estaba recostado en el sofá con los botines puestos y las manos en asa tras de la nuca:
—¿Voy?
El no se dignó contestar. Inclinó la cabeza en señal de asentimiento. Ella salió.
Tres días después la recogieron flotando entre los perros ahogados y las balsas de paja y de corchos en la salida
del Riachuelo.
—Decime, ¿quién fue el que te tiró? ¿El Lungo o el Pibe Miflor?
Un sacudimiento ha estremecido la carnaza del macró. La boca se le entreabre en un afán de tragar aire y el pes-
quisa retrocede sombrío, penetrantes su ojos aceitosos.
El Rufián Melancólico se estremece. Una figura augusta ha entrado en la sala. Es alta y terrible, pero el Rufián
no tiene miedo. La mujer enlutada, con un vestido cuyo ruedo se atorbellina junto a las piernas, avanza por la sala,
rígido el rostro largo y terrible. Una mueca de dolor se inmoviliza en ese semblante de mármol. Camina con los bra-
zos extendidos frente a sus senos, palpando el aire. La voz gime dulcísima:
—Haffner… mi pobre Haffner querido.
Lejana la voz, tiembla su magulladura ardiente.
—Haffner… mi pobre Haffner.
Lo envuelven unos brazos. Haffner tiende la boca entreabierta al brazo fresco. Gime.
—Mamita… Mi Cieguita.
—Haffner…
Se siente apretado contra la dulzura infinita de un pecho. Una mano le recoge el cabello sobre la frente sudoro-
sa.
——Haffner…
Los ojos del moribundo se han dilatado. Un frío glacial sube hasta su cintura. Una dulzura infinita lo adormece
sobre el pecho de la Ciega. Sonríe incoherentemente, refrescada la mejilla por el brazo ario que lo soporta, y deja de
respirar.
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Arlt-Grillo
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cuento
trabajo. Puede ser. Lo cierto es que no pudo descansar
Demora
bien en toda la noche. A esto se le agregó que cuando
iba a tomar su café –negro y espeso como petróleo– un
cuervo asomó en su ventana espantando las palomas
Luis Loytei que había retratado la tarde anterior. Alguien puede
pensar que son muchas cosas, pero no, inevitablemen-
te todo sucedía en forma normal como un día cual-
quiera, sólo que ahora le crecía una sensación extraña
de irrealidad y demora. Y así, a pesar de estas inquietu-
Sé que estuvo ansioso toda la noche y aún no com- des tomó sus cosas y salió del apartamento decidido.
prendo el porqué. Salvo dormir, hizo lo de siempre. Era Exactamente eran las 8.30 a.m.
su rutina: levantarse temprano, cocinar unos huevos y La calle Midway que antes era un hormiguero ahora
tomar un café negro que mataría a la persona más sana impregna con la desolación de un páramo. Cada tanto
del mundo. Todos los días Jesse hacía lo mismo. Artur pasa un coche de los tirados por caballos y ya no se ven
Walkfield era su verdadero nombre, aunque todos le de esos locomóviles que antes hacían rugir la avenida.
decían Jesse. Aparentemente le decían Jesse por el gran El precio de la gasolina los está archivando sólo en el
Jessie James, el del disparo certero. Pero no es de sus rincón del recuerdo. La gente no tiene ni para comer,
aciertos que voy a hablar ahora sino de sus debilidades. mucho menos para mantener coches nuevos. Si se
En fin, la certeza de su ansiedad –esa noche anterior– observa minuciosamente –siempre lo digo– se puede
sólo él sabrá si hay algún motivo. Quizá todo fue pro- ver que hay un agitar interno en cada cosa, cada perso-
ducto de algún sueño, o mejor de alguna pesadilla, de na. Uno toma la lente recorriendo despacio esos
ésas que nos reviven viejos temores infantiles. metros que hay entre el cordón y los escaparates y
El día anterior –horas antes de acostarse– había puede ver hasta el bullicio del desasosiego. Al tomar los
pensado en ir al teatro a ver si sacaba algún provecho cuerpos se los inmortaliza estáticos pero la esencia de
de la gente que allí se amontona. En el teatro ya habían esa imagen pasa al vivo recuerdo del momento. Luego
cesado las funciones desde hacía seis meses, pero a él veremos esta foto y no será esa mujer que mira al hom-
no le importaba. Lo único que le interesa es la multitud bre que ojea rápido el diario en su mano, y el hombre,
que congrega el Servicio Social, esa muchedumbre que éste, en su imagen adusta también traerá consigo su
hace cola para los trabajos impulsados por el gobierno. vida, sus circunstancias con ese saco viejo y raído.
Tampoco lo alcanza un desvelo por la gente, en cambio Quizá lo veamos después ya rumbo a su casa, el diario
se apasiona por la imagen de esos rostros mustios, bajo el brazo, el ceño fruncido.
cabizbajos, por la exagerada decrepitud rápida –casi Ahora son las 9.40 a.m. Sé positivamente que ayer
espontánea– del hombre que de un día para el otro no él subió a la Cúpula a las 11.00, por lo tanto si quiero
tiene nada. Y fue pensando en esas imágenes posibles obtener una buena imagen debo subir y encontrar el
–pensando en detener esos momentos– de la gente que lugar adecuado. Simple como eso. Lugar y tiempo ade-
hacía la larga y tediosa fila en las puertas del teatro, que cuados.
preparó el equipo con parsimonia. Ya había cambiado El edificio es el del viejo Palace Hotel, ya converti-
la lente de la cámara y volvió a cambiarla varias veces do en propiedad de renta. Las habitaciones que antes
más en el día. También sacó el rollo y lo reveló a pesar eran lujosas suites ahora albergan familias enteras que
que le quedaba para algunas fotos más. Antes de esto, cuelgan sus ropas en las ventanas. El deterioro se puede
aprovechó el momento para gastarlo ingenuamente y ver en las paredes de los pasillos, en el crujido temera-
disparó contra unas palomas, a la heladera abierta y rio del ascensor durante el viaje de los veintitrés pisos.
vacía, al marco de la ventana y al negro del hueco del La escalera a la azotea también está deteriorada y me
ascensor. Las reveló enseguida, con la paciencia y el cui- ocurren unas ganas imperiosas de retratar su ignominia,
dado de siempre. Luego estuvo probando la máquina pero no me detengo. Mi trabajo depende del tiempo.
otra vez y otra vez hasta que se pasó el día. No advirtió Ahora debo llegar y ubicarme a buena distancia antes
que le iba el tiempo y al fin, se le hizo tarde para ir hasta de que él suba a la cúpula. Mi apuro tiene su recom-
la avenida del teatro. Luego de unas breves indecisio- pensa. Llego y enseguida descuelgo mi equipo.
nes, se acostó creyendo que debería haber tenido más El aire aquí arriba se siente más puro a pesar de esta
cuidado –quizá ser más diligente en los horarios– y niebla molesta que humedece la lente de la cámara. Hay
poder tomar el tranvía hasta la cola condenada del un tablón que están usando para la construcción de un
Servicio Social. Ahora digo esto y puedo suponer que futuro piso y me tiro sobre él con la cámara en mano.
la ansiedad que tuvo el resto de la noche no fue por No me oculto porque sé que él jamás me verá, y así,
alguna posible pesadilla, sino por no haber logrado las echado sobre la tabla, equipo en mano, espero al hom-
imágenes de esa gente esperando ser reclutada en algún bre que subirá en menos de media hora.
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cuento
Seguramente lo veré antes, porque él debe pasar de debajo de mí. Espero.
un edificio a otro para llegar a su lugar. Y probable- A las 11.05 a.m. ya lo veo sobre la cúpula que usa
mente –sabiéndose con una noche mala, cargada de de mirador. Lo observo alistando su máquina y parar-
ansiedad– se demorará más de diez minutos desde que se peligrosamente en el borde. Enfoca su cámara hacia
yo lo vea pasar por la ventana del edificio, haciendo el abismo y toma los cuerpos ajenos de abajo –inad-
equilibrio con sus cosas y su vida en el piso veintidós. vertidos, ignorantes de ser retratados– estáticos en el
Porque –a pesar de sus años– es un hombre ágil pero tiempo que caduca y pasa y cae por su propia esencia.
no creo que suba antes de los diez minutos. Nadie lo Son las 11.06 a.m. Puedo llegar a comprender su
haría más rápido después de no dormir casi toda una retraso después de tener una noche como la que tuvo.
noche. Por eso, con cierta tolerancia aunque indolente, enfoco
La calle allá abajo sigue su mediocridad citadina. mi cámara y tomo yo su cuerpo. Alcanzo a ver y sentir
Aquí el color de las cúpulas se ve más verde como una ese breve agitar interno y lo inmortalizo exactamente a
paradoja entre lo nuevo y lo viejo. La neblina comien- las 11.07.
za a disiparse y unos tibios rayos de luz penetran en las Luego o mañana –probablemente allegados y algún
formas y golpean los cristales. Espero unos minutos. desconocido– harán varias conjeturas y hablarán bre-
Son las 10.55 a.m. y como supuse está retrasado. vemente de este día y de él. Pero eso a mí ya no me
Pasa tan sólo un minuto y lo veo allá abajo en la incumbe.
ventana del veintidós –como dije– haciendo esos recu-
rrentes malabares con su vida para llegar hasta aquí.
Pienso que podría tomarlo desde acá pero su cuerpo
desaparece pronto, como engullido por la ventana
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cuento
Sufree-Veritas me pensado que era una broma más del destino, aquel
(historia de Emmanuel)
que confié a mis dos madres cuando vendí mi alma a
Segismundo, al sueño como forma de vida. María le
Alfonso Rodríguez acaricia como si yo no fuese a sentir celos y, lo cierto,
que viendo a ese enclenque en nada me parece que vaya
a hacer daño a María.
I
II
Cuando le hubieran arrancado a partir del prepucio
y le hubieron dicho "estás castrado" echando al conte- "Voy a llamar a los demás, porque me huelo que
nedor el trozo sin vida, glande asmático, alimento para este es del comité central". "No lo hagas" me dice "ya
las ratas o, acaso, otros seres con parecido a Gregorio; estoy mejor".
le increparon como de un odio a dios sin límite. Ellos,
creyentes de la nada, del espacio sin angostura ni fina- La lámpara del comedor parece molestarle. Ha
lidad, que no conocen sino el ¡salve César! se hicieron visto la luz de los ojos en las personas, pero parece que
a un lado y le dijeron "continua tu camino". Ni corto ni no haya visto otra luz. Parece que se desmaya otra vez.
perezoso el castrado se levantó impelido por las voces No hablará hasta mañana. Ella es precisa. Ella es pre-
de sus hijos. Sí, sus hijos, de su misma sangre, con ojos, ciosa. Dejará que la vigilia le mantenga atenta, al asalto
cabello y piel parecidos a los suyos. Le dijeron "cubre- del pan para mañana. Él bien podría ser nuestro pan...
te con el manto desgarrado del cielo porque sin duda
este amanecer no será igual. Cubrete esta herida con Yo, Emmanuel, escribo en el periodico de mi parti-
trapo apretado, papá, que tuyo será el gobierno de los do. Se distribuye entre los simpatizantes más compro-
hombres. Tuyo el placer y todo lo que le antecede". Así metidos. No echo en falta la democracia. Se vive bien
que, fantasmas o no, se levantó con una torpeza y una cuando hay algo por lo que luchar. La esperanza en el
valentía sólo comparables a Jesus, Vladimir Ilich o cambio es mi modo de vida. Los tres somos mediums.
Ernesto Ché. Figuras parecidas a las de Gregorio - Como nosotros, los demás enlaces. Mi vida es, sin
pudiera ser- masticasen su don... ¿y el poder?, ¿el poder embargo, de un aburrido que espanta. A mí me ha
de seguir andando hasta llegar a casa de alguno de sus tocado ser el que financia. Cuando me quieren para
llaves -dicen en Uruguay-? Sí, República Oriental, hacia algo es que me quieren por dinero. Nada extraño.
dónde caminas en la noche sin conocerte. Si yo fuera Ahora lo llaman interés de partido, interés de la revo-
Uruguay no soportaría caminar, trasnochado, en busca lución y cosas similares. Por lo visto, mientras yo dor-
del progreso, con pocos que crean en mí, en ella, en mía, María se las ha agenciado para conseguir un médi-
ellos. Mis llaves. Pero yo no soy el castrado. El camina co afín al partido "no podemos arriesgarnos", que no
como yo y le chorrea la pierna de heces rojas y yo le ha podido reparar el daño.
pregunto corto y perezoso, con un sueño de quinientos
años o quizás más "¿qué te pasa compadre, quieres que He soñado con él y con sus hijos y con una hilera
haga algo por ti?". Él se desmaya como renegando de de prostitutas. Y chulos a los que debía pagar y a ellas
este mes o acaso haciéndome feliz y le miro la cartera diciendo "o cortais el rollo o us echamos al río". Y lo
"Enrique-luto-de-los-ciervos". Él, que desprende arena tenía ante mí, el glande asmático aún vivo y él me decía
de su orina y arena de su sangre, playas para habitar mi "te lo suplico, chúpamela". Y yo recogía su poco semen
realidad. Pesa poco. Lleva direcciones. En la noche con mi boca y tocaba la suya. No me atrevía a desnu-
clandestina los rebeldes se reunen a maquinar. Algunas darme. Cómo estar desnudo ante el hijo de dios. Pero
de sus direcciones coinciden con las de mis amigos. No eso era antes, cuando lo consideraba como un Aquiles
se me ocurre otra cosa -qué se me iba a ocurrir- que lle- o un Zaratustra, tal vez como un superhombre. Ahora
varlo a la casa más cercana de uno de ellos. no me avergüenza que el vea todo mi sufrimiento, por-
que yo he visto el suyo.
Cuando llego a casa de María, me doy cuenta de
que ha perdido una zapatilla deportiva y yo voy borra- ¡Aupa bebito! Voy a enseñarte con tus mismos ojos
cho. " María, abre la puerta, necesito que hospedes a un este paisaje que se abre como la vulva de tu madre. De
compañero". La compasión, aquello que me decían mis ella naces. A ella, quizás, vuelvas algún día. Promesa
padres, cómo ofrecerla a los que la necesitaran, sobre sólo es aquella que se ha llorado y yo no he visto tal
todo a los que se las dieran de más fuertes o poderosos cosa porque tenía los ojos ocupados en llorar. Me con-
que uno. Pero ese hombre que por fin despierta, que se formaría con un "lo intentaré". Como ves, María, el que
encarama al baso de de agua y bebe con lentitud de sabe quiere hacerlo, pero el que lo hace se arriesga a la
gusano, en nada parece fuerte y yo bien podría haber- derrota o a la muerte. Yo sé desde hace tiempo que no
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somos los únicos que amamos, y que a los dos nos gus- mento de la bolsita se obró el milagro -y el peligro-, que
taría sembrar en otros sitios. Sólo de pensar que a ti la no era otra cosa que dejar suelto a Enrique en busca de
naturaleza te dio la facultad de tener hijos y no saber de su carne-con-ojo-cojo. No obstante, él me decía, yo le
quién y a mí la facultad de hacerlos y no saber a quién recordaba a esos espertos en medicina que les da igual
es que me entra una cosa de decir amén... que al corazón se le llame corazón o bombona, que lo
importante es sanar y recuperar. "Compadre, hablas
El del luto, el de los ciervos, empezaba a recorrer como los dioses, le decía yo to fumao mientras pegaba
mis venas -altas cabriolas de la sangre- y me decía que la uretra a lo que ya no sería una pieza guardada en for-
acaso late cuando menos te lo esperas, sin sentido o por mol. Y mientras aplicaba líquido de cáctus calentado a
darlo, ese corazón escrito en los puñales y en las sogas, 37 grados y medio sobre la piel viva, le decía "¿puedes
escrito en las hogueras infinitas en el tiempo; que tene- resistir sin anestesia general? porque yo no" así que le
mos que arder, si es que nos decimos vivos y que cru- di otra calada al porrito y mi cuerpo se volvió verde que
zarse de piernas, de brazos y de mirada es de maricas. te quiero verde, morena. Él se durmió con el fluido
Así que me puse a correrme en su culo. Le entraba seminal en la puntita, pero les recomendé a mis cama-
bien. Yo nunca he sido un portento, pero dicen que eso radas que no incidieran en los asuntos comentados por-
da igual. Cuando desperté, la sala estaba llena de comu- que necesitaba reposo. Nunca he dormido tan agusto
nistas -veía su recto-. sobre los senos de una mujer. Creo que el resto de
camaradas también durmió bien. De ello se encargó
María: les preparó las camas, dispuso los controles, per-
III mitió algo y dejó mucho (que) hacer, porque como
decían mis padres "ché, para que nos vamos a esforzar
María tenía apoyada la cabeza sobre una de sus en prohibir si estos chicos van a acabar haciendo lo que
manos. Un camarada andaba meditabundo por todo el les dé la gana".
comedor y otros dos atendían a Enrique. Pero nadie se
lamentaba. Que nadie llore. Oía a a sus hijos, por lo Recuerdo a mi hermana y a sus amigas y cuando
más sagrao que les oía. Que nadie llore. Y apagaron las entre todas me dijeron "¿qué prefieres rajita, huchita o
luces por si los monos. Y hablaron bajo por si los veci- poma" y yo me quedé con la huchita porque me gusta-
nos son de la otra acera, de entre los que miran con ba ahorrar. Ahora, no escatimo a la hora de regalar,
odio. Y nos dimos el pan para hoy y para mañana. pese a que sabios y doctos en toda clase de artes y
Enrique se parecía a un reno más que a un ciervo, o, tal mañas me han recomendado lo contrario. Ahora,
vez, es que yo iba fumao porque él me invitó diciéndo- hubiese elegido poma, porque pienso que una mujer es
me "yo ya he aplacado mi dolor, aplaca tú el dolor que la puerta de entrada -de vuelta- al paraiso... ¿la hubiese
sientes por mí" Sentía la necesidad de escuchar a MC5 mordido aturdido por la zalamería de la serpiente? ¿o es
como si fuera una balada y fue entonces que uno de los que acaso el fruto que distingue el sufrimiento necesa-
camaradas pintó un sol y nos dijo "esto también es rio del innecesario -hasta que la ciencia acabe con algu-
buena aspirina". Otro dijo: "sin rayos no tiene mucho nos de los que hasta ahora consideramos necesarios-
sentido", a lo que María repuso "si hubieseis visto el no está echo para alguien que sólo sufre por los demás,
último amanecer". "¿Cómo fue", Enrique y yo. "Bueno, que no tiene un sufrimiento exclusivamente propio, que
ya tenemos el coro", no importa quien lo dijo, las pala- todo lo comparte y se conforma con lo que los demás
bras son de tres tipos: las que pasan a la historia, las que le quieren dar de todo corazón? Pero el caso es que yo
quedan, y las que se lleva el viento. Sin duda, allí uno quería elegirlas a todas, sólo he conseguido el todo por
tenía la sensación de que cada palabra iba a quedar, partes, acepto la frustración, acepto mi castración, pero
pero sólo las de Enrique pasarían a la historia, porque no negando mi deseo y sí haciendo posible -y si supie-
de ello me encargaría yo con toda mi envidia y recelo- ra hacerlo- el todo para todos. En esto coincido con
sidad. Enrique, con María y con muchos de mis camaradas.
Ellos me hablan de humildad, y yo pienso que la humil-
Pero María nos lo pintó borracho, así que yo sentía dad consiste entre otras cosas en seguir deseando y en
la tentación de hacerle el control de alcoholemia a dejarse enseñar, pero la humildad no la aprendí, la
Enrique. Después de todo, él era el amanecer; y yo, un humildad la llevo dentro porque soy de la prole y de la
escriba, un segundón, alguien que siquiera iba a poder clase de tipos que tienen (a la) clase y que llevan (a) la
chupársela o iba a tener que conformarse con el clase muy adentro. Y si no que se lo digan a mis finan-
muñón. A menos que... y fue cuando, después del entu- ciados. Ya hablo de mis camaradas, aunque a mí se diri-
siasmo de la camaradería, entré en el sueño porque me gen por el nombre. Yo les he dicho que me pongan un
dijeron francamente deseándolo "qué anhelas", y fiel al número, que se me dan bien las matemáticas, y que sea
pacto me puse el visturí y arrancando la tira de pega- un número primo, porque primos no hay muchos -a
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menos que seas gitano-. Mi hermana y yo siempre nos mo, haber llevado mi bisexualidad hasta las últimas
hemos llevado muy bien con mis primos. El que murió, consecuencias y que allí, en frente, en esa misma playa,
olvidao está, no pudo ni decir palabra. Ahí se quedó. sino la gran multitud, al menos mis familiares, amigos y
Sólo lo guarda mi madre. Es ojeroso verle la carita de camaradas nos vieran consumando nuestro amor.
ternura a mi madre cuando le dediqué un poema. Digo, Todavía estoy imaginando las posturas.
que se te queda la feis preparada para el insomnio más
provechoso. Como cuando le dediqué un poemario En esas que me despierto y veo a Enrique movien-
entero a María. Se le quedaron unos ojos que yo me do de un lado para otro su nuevo artilugio, y en serio
creía con el don de traer a los que fueran. Después que me entraron ganas de ofrecerle los senos dormidos
resultó que no era así, que siempre es un número limi- de María, de no ser porque
tado, que el vientre de una mujer tiene capacidad para 1º no estoy seguro de que esa fuera la voluntad de
no más de ocho o así... el caso es que el de las niñas no María de poder, saber y querer hablar en sueños
está preparado aún y, aunque lo estuviese, qué placer 2º podría despertar
puedo obtener yo sino veo a mi hijo o a mi hija maman- 3º No me atreví a preguntárselo ni al uno ni a la otra
do de aquel lugar que antes ocuparon a mis labios... yo
respeto la voluntad de los demás, pese a que me pese, No quise molestar a Enrique con mis dudas así que
escepto cuando no tienen voluntad o no pueden mani- hice como que no le vi y fui a ver qué tal andaba el
festarla... ¿los cuerpos de los muertos son personas?, resto. Los encontré dormidos y espatarrados en plan
¿cuál sería la voluntad de Enrique de poder, saber y Ranma Saotome en uno de esos capítulos de mucho
querer hablar después del desmayo? Creo que hice lo esfuerzo y mucha transformación y pensé que efectiva-
correcto. Los muertos no me hacen ninguna ilusión. mente de poder ser chica sentiría pudor de mis pechos,
Noto su piel como muerta, sin calor. Perdón por la tau- aunque me gustaría tenerlos grandes. Con la cosa de
tología. Prefiero a Enrique vivo, el puede hacer de la abajo no sé que haría. La verdad es que tener polla es
playa un encuentro. Nos imagino a los tres danzando todo un filón, pero pienso que para tener tetas tendría
azules , verdes y rojos bajo el sol ámbar, un sol de una que perder el pelo y la bellosidad en el pecho, algo a que
dulzura increible, como testimonio de mi único heroís- como buen macho hispano no puedo renunciar toda-
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vía. Ninguna mujer ha empleado conmigo argumen- sus ojos?"
tos lo suficientemente contundentes como pra que "Creemos en nosotros" dijeron y parecía uno de
me afeite el cuerpo entero, pero todas emplean uno esos momentos en que alguien alzaría la voz
en el acto: se agarran a ellos cuando se van a correr. y diría "Deux liquidatus sum porque hemos des-
Las mejores reaccionan y se cogen a un brazo y lo cubierto que sufres más que nosotros y es por nues-
demás no merece la pena porque no las has hecho tra culpa".
disfrutar ¡eh camarada! "despierta". "Emmanuel, la Parecía también: "Deux est machina para la lucha
ostia, estaba teniendo un sueño acojonante". de clases, para las personas que sufren"
"Bueno... ¿en qué consistía?". "No, era precisamente Parecía también: "César sufre, César también
eso, que no tenía consistencia... quiero decir que no necesita a su dios"
consistía en nada... "O algo, ¿no, camarada? "Los hombres dioses de los hombres"
Parecía por fin que apariencia y verdad se daban
"Me veía a mi mismo haciendo posible lo impo- la mano.
sible, es decir, devolviéndole al buey la entidad de Yo me quedaba mirando el aspecto del miembro
toro, flipante" "Yo sólo le puedo decir lo que dicen recompuesto de Enrique tapado por un pantalón de
muy a menudo los psicoanalistas, que tiene que ver lana. Estamos en invierno. La muchedumbre, la
con lo que pasó el día anterior y... con un cambio en masa, la multitud, el pueblo necesita del calor, y,
su identidad" "Camarada, ya hemos falsificado los acaso, este no provenga del comité central sino del
pasaportes" Me muerdo el labio y le digo "con su comité central cuando deja de ser tal. Abajo, uno de
ideosincrasia" "¡Ah!... con mi forma de ser"."Si algo los hijos, negado por el contacto, negado por la cari-
de eso..." y me río. "Lo que yo no entiendo es que cia. Impedido el apego para él, cuando no prohibido,
hacía ese toro subido a mi chepa". "Camarada, lo trae una escultura de arcilla de donde quiso acaso
suyo si que es fuerte. No le recomiendo que vea de manipular el cuerpo de la reina infantil de los juegos
momento a Enrique, echaría sus sueños por la borda. escolares. Toca el timbre. El comité central está
Ya veré yo qué hago con los cuernos de su toro. De demasiado ocupado. "Baja Emmanuel, tengo un
momento, vamos a despertar al resto". "Ya lo hago regalo".
yo, usted despierte a María, e improvisamos una reu-
nión, puede quedarse". Y yo pensé stupendo, en mi El que desciende al infierno no sabe que el hielo
propia casa me permiten quedarme, qué generosos quema, que el calor del niño todavía se conserva en
son los del comité central. Pero seguidamente pensé la escultura que con un lazo rojo quema, que en la
esfuerzo, sacrificio, abnegación y me vi tentado de mirada del que fue negado quema y llega abajo, a lo
repetirlo en voz alta diez veces de no ser porque eso más profundo, a lo que toca, sus pies y le trae mate
ya está pasado de moda... calentito y le abraza. Se oye la explosión donde nin-
gún ejército pudo llegar, donde ninguna banda arma-
Volví al dormitorio de María. Parecía tener un da ni ningún paramilitar pudo. Donde no se paso del
sueño muy agradable y a mí me picaba "¿en qué sue- bate sobre el cartón al bate sobre los cuerpos. Sino
ñas" "En Emmanuel y en ti" "¿Y qué dice cuerpo con cuerpo. Canciones comprometidas han
Emmanuel?" "Que le pones tú más cachondo que cantado sencillamente que la desnudez sea recibida
yo" "¿Me conocías de antes?" "Tienes que recordar- bajo insolitas luces El negado, pegado por fin a un
lo tú" Ustedes no saben qué es el espanto hasta que cuerpo sin límite, ya frente a la temperatura de las
viven estas cosas. Yo no, yo estoy acostumbrado, cañerías y desagües tocando a aquel que sueña que es
María siempre tiene el mismo sueño o bien finge que su hijo y le pregunta "cuál es tu parentesco" "Yo no
está dormida, nunca se lo he preguntado, creo que es tengo familia, lo único que tengo es la mirada de mis
más bien una forma no dolorosa de salir del sueño, compis" "¿Qué te devuelve esa mirada" "Imposibles,
así que le sigo el juego. He aprendido. Por supuesto, algo solo roto por el abrazo" En la espalda la carga
sé a quién se refiere y los dados ya están echados. parece menos pesada. El regalo se calienta bajo la
Sólo hace falta hacer el movimiento de la ficha en estufa. Enrique mira a la montaña. El niño cose para
plan Jumangi a toportodas. el comité central. El comité central analiza, contras-
ta, discute, propone a la base. María y Emmanuel
preparan un juego para el niño. Afuera nuevos
IV Guernicas son bombardeados. El Reina Sofía es pro-
tegido. Todos los Guernicas del mundo no, hayan
"Creo porque lo he visto" dijo Leon. sido destruidos con las bombas o creados a concien-
"Creo porque lo he soñado" dijo Josef. cia para que no hubiera más Guernicas. Los Picassos
"¿Creeis en vosotros?, ¿tú,en su sueño? ¿y tú, en del futuro traen regalos a Emmanuel. Sobre la mon-
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taña el cielo borracho saluda a todos los niños Rubén bella de nosotros y nos viene a decir "todo lo que vi
Darío, a los que murieron por el azur. No hay justicia en ustedes y no dije lo escarbarán los arqueólogos del
en la tierra. Solamente algunos niños que, sin saber basurero de la historia y no yo". El comité central
mucho tienen la verdad y la cuidan... ¿dejan, sin toma nota. Enrique le pregunta qué ve en la montaña
embargo, que se derrita la cera? Emmanuel recuerda y en el cielo borracho y él, fantaseando con los colo-
todas las pérdidas bajo los apagones. Sin luz, en su res y las palabras, nos dice "el azur... se me ocurre la
casa, sólo cree en las siluetas y en la palabra, acaso en historia de un niño más desgraciado que yo, al que no
esa plantita a la que prestó poca atención y que ahora compraban plastidecors ni ceras y no pudo pintar la
se presta al olfato y al tacto, al "ahora nos darás alien- danza del heleno por Dionisos o la fiesta del latino por
to". María está mirando el cielo borracho. Enrique la Baco". Y me puse a escribir.
montaña. Los demás se van a dar un "paseo".
Emmanuel y el niño, en el cuarto de baño, enjabonan Se me ocurría que el niño del azur no podía renun-
sus cuerpos con una lentitud exasperante. Huelen a ciar por más que le dijeran que el cielo no era tal o que
esas tardes en que Passolini leía Las mil y una noches. al cielo no se le podía llamar azur o que el cielo solo es
Un gran falo para las manitas ágiles del niño que mira el cielo, sea celeste o de otro color. Se me ocurría que
por el ojo de la aguja. Grandes manos que estirarán ese niño se armaba de imágenes y colores como
lentamente la piel de su pilila. Dos cuerpos que se "melocotón", "bermejo", "morao" y "quien se embo-
enjabonan con uuuna leentituud eexaasperaaaante. rracha con el cielo, al igual que con las pinturas de
Velázquez, no siente la resaca del vino". Se me ocurría
que un buen día en Kalingrado, ciudad enclave, el niño
V se detiene a ver el cielo, girando en torno a él y llora
pronunciando "azur" y descubre lo que había, da la
Tras la cortina el querer de los hombres que no explicación lógica por fin sujeta a la vida y la imagen
pueden perderlo todo ni saben cómo ganarlo todo. poética: amor bajo el cielo despejado, en la soledad del
recuerdo -se me ocurría- el niño se reconcilia con el
Tras la cortina la nausea que espiamos de noche, éter y llama a Enrique y a María por mediación del
nosotros, niños recluidos, absolutamente inocentes viento; y es que el mismo viento que se lleva las pala-
ante la ceguera del mundo mundial, absolutamente bras, nos las devuelve, esta vez, como confirmación de
dispuestos a decir la verdad ante los ojos del mundo que era posible la poesía. ¿Qué palabras trajo el vien-
mundial, absolutamente humildes ante los que ven y to? Dice, me cuenta el niño al que podríamos bautizar
cierran los ojos en un mundo que acaso se cree mun- bajo las aguas más sucias, al que podríamos llamar
dial. Dios hace trampas y arremete contra el papa, Santiago-ebrio-de-azur; que el viento, flotando, le
sabe utilizar todas las extremidades. dejaba palabras en la boca como "Bienvenido" o "tu
cuerpo, entera melena, después de haber sido nom-
Tras la cortina, Mohamed I, Calamed II están brado bajo la contaminación del río y toda la porque-
esperando la belleza de las inmolaciones. ¿A cuántos ría del hombre, infectado, puede enjabonarse con este
sionistas y nazi-fascistas vamos a liquidar hoy por la cuento y admitir que la lucha continúa, que aún no hay
belleza del mundo?, ¿A cuántos uribistas vamos a amor pleno ni aquí, ni, acaso, en el planeta de
secuestrar hoy por la belleza del mundo? Dicen que Principito y puede que, siquiera en los cuentos de
Robin Hood apareció un buen día en Caracas y ciudad Oscar Wilde porque ¡ay tristeza! no tiene su correlato
de Los Ángeles. Los niños no suelen engañar, si acaso en la realidad".
dicen una media verdad y callan la otra es porque
saben que alguno la dirá enterita algún día, pero yo no "¿Habrá algún día justicia en la tierra?" preguntas
soy un niño, simplemente soy como ellos, como aquel con un tono de acabar con el padecer, hacia la fiesta y
a quien nunca le dijeron cosas bonitas. orgasmo sociales". "No lo sé, ¿quieres que le pregun-
temos al comité central?"
El niño -otro- ha crecido. Ahora dice poesía, va
comentando por ahí -porque yo le veo- "Maruja, qué Y el comité central puso el corazón, puso los cojo-
bien habla usted", "Pepito, qué piernas más bonitas nes y puso todo su cabezón en sacar un panfleto que
tenés", o bien "las personas no son brutos, sinten igual hablase como plastidecor, hablase como poesía, dijese
que uno". Por unas y por otras, sólo le devuelven la como dolor y como "vendréis hijos a devolvernos la
caricia en el pelo. Así que ha tomado como forma de paz a los mayores" Y puede que así los hijos de nues-
protesta no lavarse el cabello y, aun, todo el cuerpo. Se tros hijos no tuvieran que nacer con el puño levanta-
acabó aquello de bañarnos juntitos. Pese a todo, no ha do porque no cabría mostrar fuerza alguna, la fuerza
perdido la costumbre de mostrarnos la imagen más que queremos y a veces no podemos tener.
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En la calle, las palomas han aprendido a no pelear- Frente a esto el cine con personas que no se interpre-
se por el pan y el niño comprende que la guerra con su tan más que a sí mismas, hagan el papel que hagan,
padre fue siempre una resistencia, por su parte, a la ofrece al niño su fuente de inspiración.
venganza, al daño que se veía tentado a infringir por la
imagen tan horrenda que le mostraba de él su padre. Sale a la ventana, respira y vuelve a abrazarse, de
Cómo resistir -comprende- ante aquellos que no hacen camino a la ducha, por su vida y por los que le vieron
más que afirmar el lado más cruel del ser humano, ante pintar el miembro recompuesto de Enrique, sin ningún
aquellos que nos dicen que tenemos que vivir con pudor, como si éste, el miembro, fuese Gulliver libera-
culpa, que el ser humano es malo por naturaleza, que do y pintando un billete que tenía escrito "sólo tiene
no podemos redimirnos del pecado y que el pecado valor en este dibujo, si alguien lo recorta, haga fotoco-
viene a ser una forma de amar prohibida o una forma pias y repartalas en los actos de protesta extraoficial-
extrema o no, de acabar con el sufrimiento. No mata- mente radiados"
rás, como mandato, como ley... y esconden la navaja Pero, ¿qué hay de la vulva de María?, ¿no merece
tras la espalda por si estás en desacuerdo. Pero tú no ser pintada con plastidecor por los niños?
matas, simplemente estás en desacuerdo porque no ¿Acaso no es un lugar para resguardar los deditos,
comprendes -o, precisamente, comprendes- que las las ceras nuevas y cosas similares?
víctimas, los asesinados, los liquidados físicamente casi ¿Y qué hay de mi cuerpo? Tal vez, para los que ven-
siempre son los mismos, los que han tenido que sopor- gan, sea este libro, mastúrbense en él, hagan dibujos,
tar una cruz más pesada que el resto. escriban, pero, por lo que más quieran, no lo arrojen
contra el reaccionario de turno, total, para hacerle un
Cómo pintar esto con plastidecor. Blanco, rojo y chichón...
azul, desde luego, con figuras esperpénticas que no
buscan sino un espejo que les deforme más aún.
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nombres propios
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nombres propios
Alberto, quien se acercó a Tagliatella con dos frankfur- Carmelo y una tortuga, mascota del equipo visitante.
ters en la mano. El reptil vence —no podía ser de otra manera¬—, y
—Tenga amigo, buen provecho. Lindo día, ¿eh? entra al campo con el número 11 en lugar de Carmelo.
—¡Un elefante se balanceaba sobre la...! Minuto 4 de la repetición. La tortuga comete una
—Si tuviera la bondad de descender... me gustaría falta desde atrás y siendo último hombre. Giorgio la
hacerle una propuesta. expulsa por no tararear.
—Escúchole. Minuto 45. El Tanque Sisley vence por un gol a
—Mire... a la gente le gusta escuchar el relato del cero.
partido y las radios locales transmiten siempre a los Minuto 90. Un sutil collage de goles, games, dobles,
grandes ¿Sabe como es, no? Por eso instalamos una triples y sets que sacude en un cubilete modifica el
cabina para que un locutor lo relate aquí, para la gente resultado final, pero este resulta inexpresable según
del estadio. Hoy nos falló Jacinto, su mujer está de palabra del mismísimo neodepresivo. Pero las gradas
parto... si usted pudiera... ah, otra cosa... árbitro no no te alabamos Señor; insisten en ser investidas con la
tenemos tampoco... risa o el llanto. Giorgio accede a proporcionarles
Ni una palabra más, el intrépido teórico se dirige mayúsculos sentimientos y para ello inventa el panfó-
raudo a ocupar el puesto de relator, comentarista, bal, deporte que aúna las bellas artes, la melancolía,
anunciante y referí. Se ofrece a continuación un esque- caballos de mármol, el crimen, submarinismo, mani-
ma con las incidencias más relevantes protagonizadas fiestos de estética y cuerdas de nylon. Ha de agregarse
por Giorgio. que los hinchas participan de forma activa en el juego
Minuto 0. Antes de comenzar el match, ordena un y al finalizar el mismo, el relator-juez es agraciado con
minuto de silencio en recuerdo de los hombres que bizcochos de grasa. Según el panfóbal el encuentro ter-
alguna vez han vestido bufanda y boina. Aún habién- minó en empate. Vítores y vítores. La grada eterna-
dose impacientado y lanzado proclamas antiecologistas mente agradecida. Tagliatella intercambia camisetas
durante el homenaje, consigue con este gesto ganarse con Jacinto, recién llegado del hospital, habitación cua-
la simpatía de los seguidores de uno y otro bando. tro, donde su mujer había parido un saludable ser
Minuto 1. Las carnes de cerdo digeridas minutos humano.
antes se revelan ante el taxidermista y organizan una Como había prometido, Carmelo acompañó a
marcha intestinal reclamando mejoras en la fisiología Giorgio hasta su casa. En el camino comentaron inci-
del citado. Giorgio activa, como sistema de contención, dencias e intercambiaron correos electrónicos.
un bolo almacenado desde la hambruna del 73, pero las Tagliatella no le ofreció pasar a enjuagarse las patas;
carnes activistas avanzan líquidas y sortean la defensa; nunca nadie había entrado en su casa y esta no sería la
no hay nada que hacer. El referí entorna las piernas y excepción. Años más tarde, al morir nuestro héroe, un
dispara al water close. servidor tuvo la ocasión de adentrarse en aquel santua-
Minuto 45. Jugada polémica en el área del Tanque rio. No es momento de dar detalle de lo allí visto y
Sisley. Carmelo cae desplomado y se revuelve mitad olido, pero revelaré dos cosas: que a manera de Satie,
disparo en la sien, mitad testigo de Jehová. Giorgio, Giorgio tenía una pila de chaquetas a cuadros, y que
¡ocupado!, no llega a tiempo para ver el incidente y conservaba todos los objetos hechos de papel que
exige se vuelva a repetir la acción desde el minuto dos Esteban le había obsequiado.
y que los jugadores tarareen mientras “Agua dulce,
agua salá”, de Julio Iglesias.
Minuto 3 de la repetición. Expulsa a Carmelo. La
paradoja se resuelve mediante un carrera entre
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su irreductible singularidad expresiva. Sufrió en vida y gura en el prólogo de sus obras completas, el homólo-
post mortem de un ofensivo aunque disimulado silen- go Jorge Luis Arcos.
cio, que comenzó en las estanterías de bibliotecas, libre- Su imposibilidad de concretar el acto sexual con
ros y medios de prensa hasta trascender al conocimien- una mujer, la obsesión por reintegrarse al seno mater-
to literario de lectores e incluso de los propios creado- no, a las aguas amnióticas del vientre maternal, imagen
res que se iniciaban. de un paraíso perdido, unido a la irreparable muerte de
Hecho lamentable, digno de repudiar, pues entre su madre ( centro de su vida afectiva) en 1985, luego
otros factores fue uno de los precedentes que llevó a enfermar de gravedad su padre y sobrellevar las conse-
perder completamente la lucidez al poeta que escribió cuencias materiales de la etapa más cruda del llamado “
en cierta ocasión: (…) la poesía tiene que cantar, no período especial”, el poeta decidió quitarse la vida el 12
sólo conversar. Pero no debe ser una vuelta atrás, un de junio de 1993, integrándose a la lista de Van Gogh,
círculo viciosos, sino más bien una espiral: una nega- Artaud, Virginia Woolf, Pavese, Sylvia Plath, Celan y
ción dialéctica, que asimile lo mejor, lo impercedero del tantos otros que no encontraron mejor alternativa.
estilo anterior (…) sin falsas ni estériles pugnas genera- Así, los poderes de la desesperación terminaron
cionales. tentando a un hombre a escoger entre la vida y la muer-
Atlas salta… a la muerte te, a la segunda, y es que la primera fue un contínuo
agonizar, más terrible que la noche definitiva que tanto
Desde niño sufrió Novás el dualismo de querer ser deseó en sus poemas y acabó teniendo.
un hombre de acción y estar condenado, por su enfer-
medad, a los placeres de la contemplación, como ase-
Bibliografía:
Enigma de las aguas ( 1967-1971)
Embajador en el horizonte ( 1970-1979) Ed. Letras Cubanas 1984
Da Capo ( no contiene referencia temporal) Ed. Unión
Al más cercano amigo ( 1980-1981) Ed. Letras Cubanas 1987
Animal civil (1981-1982) Ed. Unión 1987
Sonetos a Gelsomina (1982-1985) Ed. Unión 1991
Atlas salta (1987-1991) Ed. Letras Cubanas 1995
Muestra de poemas:
XV
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Estás herida por las hojas, por las ramas que caen.
Estás herida por los brazos ásperos del bosque
que el caballero no ha de apartar para llegar hasta tu sueño.
Estás herida por flores de papel, por rostros extraños,
por gestos, por sonrisas, por muecas sonámbulas.
Estás herida por una ciudad nocturna y por los pasos de
/sus hombres ebrios.
Estás herida por los doctores, por la sagrada familia, por los
/pastores y ángeles.
Estás herida por los niños, por los hermanitos,
por la mano inocente que apenas sabe empuñar un lápiz,
por las abejas, por las mariposas, por los cansados gatos.
Estás herida por las risas que suenan en tu sueño
mientras caes por un canasto sin fondo al mundo de Alicia.
Desde la orilla del bosque veo que en su centro estás, herida.
No dormida: soñando. Soñando. Soñando sueños espinosos y ásperos
/ como ramas.
Caminando por las calles imposibles de una ciudad nevada.
Abriendo en el libro un pozo, hallando en el pozo el mar,
/ buscando en el mar la perla.
Como un leming pisando tierras nómadas. ( Los lagos se han helado,
tienes frío.)
( De Atlas salta)
Toques de balón bucía sus primeros nombres, Adán consideró sin bene-
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Adán sabe que este camino fue hecho con anterioridad vado” ni abandonar su secreto a la curiosidad ajena?”
y la búsqueda está imposibilitada por definición; Juzgo que el abandono de la unidad interior no es tal,
disiento con la postura que expresa Fernando Colla, y es decir, no hay abandono, -exceptuando aquí algún
transcribo un fragmento de su libro que resulta intere- momento de reflexión junto Tesler y también el que
sante en este punto: “En Adán Buenosayres, el objeto sabe su Cuaderno de Tapas Azules no será leído- y la
en relación al cual se define el protagonista, tiene por búsqueda a la que se entrega -la búsqueda de la Solveig
contenido un valor cognitivo. Considerado como un Terrestre-, está también descompuesta desde el princi-
enunciado global, el itinerario de Adán se presenta pio por la autoridad de la Solveig Celeste, que aporta
como el relato de una búsqueda del sentido de la exis- mayor seguridad a Adán por ser indivisible de su uni-
tencia. La aprehensión del sentido representa la obten- dad interior, y constituyendo por tanto, el deseo del
ción del objeto o término final del itinerario. En ella se héroe. En segundo lugar, tiene importancia al ser -
manifiesta la realización del sujeto, en tanto satisfac- ahora si- objeto del Cuaderno de Tapas Azules. Solveig
ción del deseo -supresión de la alineación- y en tanto es objeto del Cuaderno de Tapas Azules, no de Adán
confirmación de su calificación heroica.” Buenosayres. Después de darse cuenta Adán que su
Veamos si es posible ir por partes. Colla dice que la Cuaderno cayó en un sitio de que no debía (las manos
estructura actancial es una condición del relato heroico de Solveig), su viaje, su despertar, permanecen intac-
que impone la superioridad diferenciadora del sujeto, y tos; sus dudas seguirán siendo las mismas, y el desen-
que la estructura funcional dictamina la relación entre el gaño no aparece como tal sino más bien como confir-
sujeto y un objeto de deseo. Pero en la figura de héroe mación de algo que debía suceder, un objeto de deseo
que Marechal plantea no puede desconectarse deseo y que no existía, o que desapareció en la infancia: “¿Y
objeto de deseo, simplemente porque el objeto de que decir ahora de Solveig Amundsen? Todo y nada.
deseo no existe, es decir, no existe la Solveig Terrestre, Solveig Amundsen era la materia prima de toda cons-
y la Solveig Celeste es deseo, no objeto; no existen por trucción ideal, o el barro con que se amasan los ensue-
tanto las pruebas que el héroe debe realizar para obte- ños, y era todavía indescriptible, como un agua que no
ner el objeto, y queda anulado el valor cognitivo que se ha tomado aún ninguna forma ni se ha vestido de nin-
pretende extraer del objeto Solveig Terrestre. El senti- gún color.” ”¿Y Adán Buenosayres? Incomprensible.
do no lo puede representar la obtención del objeto, ¿Por qué le había dejado a ella ese Cuaderno de Tapas
porque de esta manera(y consideremos que la apre- Azules?” . No entiendo porqué Colla supone un fin de
hensión del sentido tiene lugar en la primeras ciento itinerario con Solveig si más adelante confirma la apa-
cincuenta páginas del libro), terminaría el itinerario del riencia de esta: “En relación Solveig es un objeto apa-
viaje al comenzar el libro. Yo más bien creo que rente de su búsqueda, un símbolo el objeto real –un
Marechal se planteó el objeto de deseo cuando conci- Otro trascendente, que representa el Término final...” .
bió la estructura general de la novela; la excusa para Colla, tanto como Graciela Maturo insisten
escribir el Cuaderno de Tapas Azules es el objeto de en los rasgos que definen a Solveig: “Solveig es en
deseo, pero el despertar de Adán tiene que ver con otra cambio la donna angelicata, con los atributos de la pure-
cosa y no es la Solveig Terrestre. Si pensamos en como za, la belleza y la verdad” . Y Maturo señala un punto
debió haber actuado la Terrestre para Marechal, vemos que me parece importante y es la necesidad de la muer-
que sólo tiene importancia, en primer lugar, en el te de la Solveig Terrestre, y esta muerte tiene lugar en
enfrentamiento primero entre Adán y Samuel, cuando la tertulia de los Amundsen, cito nuevamente a
Adán toma todas las precauciones ante el peligro inte- Maturo: “Es necesario que muera la Solveig Terrestre
lectual que supone el filósofo y ante la duda de que su para que nazca la Solveig Celeste, cuya creación es
enamorada sea la misma que la del filósofo: “Ni la cara paralela a la creación divina. Este proceso, que puede
bonancible de Samuel, ni su gesto pacífico, ni la dul- aparece como abstracción y lo es en su más profunda
zura de su voz engañaron al visitante: demasiado significación, es la búsqueda de la esencialidad de la
conocía él las virtudes proteicas de aquel rostro, su criatura terrestre, rumbo hacia lo eterno” . Sin embar-
maravillosa capacidad de metamorfosis y la rapidez go no es esto lo que permite el nacimiento de la
temible con que el dragón acomodaba y desacomoda- Solveig Celeste porque, esta antecede a aquella; no es
ba sus músculos faciales para construirse una cabeza, la Terrestre la que motiva la aparición de la Celeste, sino
destruirla en un soplo y componerse otra según se lo que en la infancia la que hace aparición con la plenitud
requiriesen las cambiantes alternativas de la lucha. de los rasgos de verdad, belleza y pureza, es la Celeste.
Sabiéndolo así, Adán Buenosayres decidió seguirlo en
el humor y en la táctica” . Y más adelante: “Adán vaci-
ló un instante: ¿cómo sugerirle al dragón el motivo
sutil de aquella visita, sin pronunciar el “nombre reser-
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Ediciones del Tábano
Publicaciones
Dioses Ajenos, Pedro Coiro
Alguien encerrado en su habitación, la habitación encerrada en la ciudad y la ciudad en sus derivas mientras los
pájaros miran desde los cables la razón desconcertada de los hombres. Cada tanto crece algo del asfalto, cada tanto
cae un dios, pero nadie se detiene ante la flor ni limpia el terror del destronado.
Es bueno visitar esa ciudad, rastrear la habitación, llegar al hombre y comprender, con cierto miedo, que se tra-
taba de un espejo.
Aquí hay unas páginas que cuentan y no se quedan quietas. No abandone este libro a una estantería, no se
puede. Una tarde estará sangrando, otra lo verá rozando una cola de gato entre las piernas de su esposa o almor-
zando un suicidio mientras baila en unas manos la distancia del autobús. No se apresure -tampoco-, a proclamar-
lo superior en le género: cuando termine de leer estos cuentos, comprenda que Edgar, Abelardo y James también
merecen unas horas. Sin mas que esta advertencia, lo demás es la ternura y la rabia.
Sería de agradecer que usted se adentrase en este libro con la pasión que requiere todo viaje que merezca ese
nombre. Porque hay un trayecto en sus páginas que le exigirá cierta complicidad, cierta alegría traviesa y un tanto
diabólica.
Recuerde cuando aún podía sonreír malévolamente, ensoñando con la pedrada que abriría la grieta en el cris-
tal, dejando libre la ventana por la que escapar al mundo. Se dará cuenta, sin remedio, de que todos somos ese niño
roto que duerme abrazado a un gato, y, si no le puede el hastío y la rutina -las múltiples formas de la muerte con
sus innumerables nombres-, al volver la última página no podrá dejar de añorar, aunque sea por un segundo, a aquel
pequeño demonio que, algún día -cuando todavía una mañana soleada era promesa de erotismo desbocado-, reven-
tó a pedradas certeras todos los muros.
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