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El adivino levantose de un salto y salió corriendo hacia su casa, desencajado y suspirando, para ver
lo que había sucedido.
Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero temiendo siempre
los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya fuera de día o de noche este
terrible enemigo los tenía vigilados.
Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a petición del
jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque no podían
contestar a aquella pregunta. De pronto todos comenzaron a sentir miedo. Y todos,
absolutamente todos, corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.
El bobo y la grulla
Moraleja: Nunca hagas favores a malvados, traficantes o corruptos, pues mucha paga tendrías si
te dejan sano y salvo.
Dos mulas bien cargadas con paquetes andaban con dificultad por el camino. Una cargaba sacos
con dinero y la otra llevaba granos. La mula que llevaba el dinero andaba con la cabeza erguida,
como si supiera del valor de su carga, y movía de arriba abajo las campanas sonoras sujetadas a su
cuello. Mientras tanto, su compañera seguía con el
paso tranquilo y silencioso. De repente unos ladrones
se precipitaron sobre ellas desde sus escondrijos, y
en la riña con sus dueños, la mula que llevaba el
dinero fue herida con una espada, y avariciosamente
tomaron el dinero sin hacer caso del grano. La mula
que había sido robada y herida se lamentó sus
desgracias. La otra contestó: