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Abstract
After the rejection of the hypersexual disorder in the last version of DSM 5. It is
important to specify what we mean when we talk about this disorder. If it is a problem
related to impulse control, an addiction without substance, a compulsion or a
symptom related to some types of disorders. For all these, in this final degree project
we do a bibliographical revision of this problem from different approaches that have
been done from psychology, in order to elucidate if there is enough bibliography to
consider sex addiction as a distinct disorder.
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ÍNDICE
1. Introducción
1.1. Sexualidad………………………………………………………………..2
1.2. Adicción…………………………………….....………………………….4
1.5.1. DSM…………………………………………………………….9
1.5.2. ICD……………………………………………………………10
2. Metodología……………………………………………………………………….12
3. Resultados
3.2. Impulsividad……………………………………………………………15
3.3. Compulsividad………………………………………………………….15
3.4. Adicción…………………………………………………………………16
3.5. Comorbilidad…………………………………………………………...17
4. Discusión………………………………………………………………………….19
5. Bibliografía……………………………………………………………………….23
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1. Introducción
A lo largo de los años altos niveles de actividad sexual han sido vistos desde
diferentes prismas como patológico, problema de impulsos, falta de control o
simplemente relacionado con conductas consideradas inaceptables moralmente. La
tendencia a estigmatizar a las personas que tienen una conducta sexual que se sale de
la norma ha sido una constante en las diferentes culturas (Levine y Troiden, 1988). En
el ámbito clínico no fue hasta los años 80, tras la aparición del modelo de los doce
pasos (Steps, 1981) y su expansión a lo largo de Estados Unidos con diferentes grupos
de Alcohólicos Anónimos, cuando aparecieron personas que consideraban sus
conductas sexuales como una adicción. De esta manera, comenzaron a proliferar
diferentes grupos como Sexadictos anónimos en California, Minnesota y Boston.
Desde entonces, los profesionales en el estudio de la conducta humana han intentado
llegar a un consenso en cuanto a los síntomas, causas y conceptualización de esta
problemática.
Sexualidad
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podemos ver como el componente biológico (reproducción), el emocional (amor o la
afectividad) y los componentes sociales como la orientación sexual o el género,
forman parte del concepto de sexualidad. Cuando expresamos la sexualidad a través
de comportamientos sexuales, entran en juego diferentes elementos de la personalidad
del individuo, pero también de la cultura del mismo (Alonso-Arbiol, 2004). De esta
manera, cuando hablamos de sexualidad también hay que tener en cuenta la cultura,
es decir, el conjunto de creencias y costumbres de una sociedad (RAE). Alrededor de
la sexualidad, existe también un componente cultural y por lo tanto unos hábitos
comunes que quien no los cumpla se les considerará diferentes o desviados (Alvárez
Villar, 1971). Por ello, existen autores que consideran que el concepto de adicción
sexual podría tener su raíz más en la sociedad que en la persona (Alonso-Arbiol,
2004).
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Debido al momento en el que nos encontramos de despatologización (Timiti,
2014), cabe preguntarse si existe una necesidad real de clasificar la alta actividad
sexual como una patología. Asimismo, se debe de tener en cuenta a la hora de estudiar
este fenómeno, los sesgos que podemos presentar los profesionales de la conducta en
relación a la sexualidad, ya que existe una correlación clara entre cultura y sexualidad
(Álvarez Villar, 1971), que se debe tener en cuenta a la hora de estudiar este tipo de
problemática.
1.1. Adicción
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sustancia se le suman procesos fisiológicos como la tolerancia y el síndrome de
abstinencia (Fernández-Espejo, 2002). Sin embargo, de un tiempo a esta parte, han
aparecido personas en las clínicas psicológicas que tenían síntomas que podrían
considerarse análogos, pero no respecto a una sustancia, sino respecto a una
conducta. De esta manera, aparecen las denominadas adicciones psicológicas o
comportamentales, adicciones sin sustancia o términos similares. Respecto a la
definición de este tipo de adicciones, no existe un consenso claro en la literatura.
Hay autores que consideran que estas adicciones sin sustancia, funcionan
prácticamente de la misma manera que las adicciones con sustancia (Alonso-
Fernández, 1996). Ya que se trata de acciones que de manera reiterada llevan a
cabo las personas, de las que en un primer momento obtienen recompensas
satisfactorias. Más adelante deben dedicarle más tiempo para obtener las mismas
recompensas (tolerancia). Y progresivamente deben llevar a cabo la conducta para
evitar consecuencias negativas (abstinencia). Dentro de estas consecuencias
negativas las clasifican en:
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Schimmenti, Khazaal, Maurage y Heeren, 2015) (Kardefelt‐Winther et al, 2017). A su
vez, consideran que los síntomas que describen pueden aparecer en relación a muchas
actividades sin que esto suponga un problema clínicamente significativo (Griffiths,
2005). Además, cuando se utilizan los síntomas de las adicciones sin sustancia con lo
que ellos denominan adicciones comportamentales, se olvida que lo que en una
situación puede considerarse problemático, puede no serlo en otra (Kardefelt‐Winther
et al, 2017). Por todo ello, se han propuesto los siguientes criterios para calificar una
conducta excesiva como una adición comportamental (Kardefelt‐Winther et al, 2017):
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La impulsividad es una tendencia conductual sin un razonamiento o
evaluación previa de las consecuencias (Evenden, 1999), de manera que en
muchas ocasiones la persona impulsiva actúa de manera automática (Hogart,
2011). A grandes rasgos, la impulsividad está compuesta por:
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. El trastorno obsesivo compulsivo es un trastorno de tipo ansioso
caracterizado por las obsesiones y compulsiones. Las obsesiones son pensamiento,
ideas o impulsos repetidos que invaden al sujeto (APA, 2013), que el sujeto
experimenta como ajeno a él y a pesar de considerarlo ilógico, no puede librarse
de él (Matussek, 1959). Las compulsiones, son acciones llevadas a cabo por el
sujeto con el fin de eliminar o disminuir el malestar que estos pensamientos le
provocan (APA, 2013). Cuando la conducta que realiza la persona que comete este
trastorno es por ejemplo el llamar 3 veces a la puerta o el tener una higiene
extrema, no solemos tener problemas para diagnosticar este trastorno, en cambio,
¿qué pasa cuando la compulsión es una conducta sexual? Autores que defienden
la existencia de una adicción al sexo, consideran que para diferenciar una conducta
sexual adictiva de una conducta compulsiva, hay que tener en cuenta lo siguiente
(Alonso-Fernández, 1996):
Experiencia de
Negativa Positiva
autorrealización
Según esta tabla ilustrativa, podemos ver como una conducta sexual
excesiva, que puede parecer que se realice de manera compulsiva, pues de hecho
tiene por finalidad en ambos casos aliviar los síntomas negativos, tiene diferencias
9
en cuanto a si hablamos de un trastorno obsesivo compulsivo o si hablamos de una
adicción comportamental. Comenzando con la coherencia con el yo, donde los
obsesivos compulsivos sienten que las ideas no concuerdan con su yo
(egodistónica) y en cambio el adicto considera el impulso como algo acorde con
su yo (egosintónico). La impulsividad, es el rasgo más diferenciador entre ambos
trastornos, tanto para definirlos como a la hora de diferenciarlos, pues el
razonamiento de las ideas precursoras de la conducta los diferencia
significativamente. Finalmente, se considera que la persona en los primeros
estadios del proceso adictivo tiene una capacidad de decisión que la persona
compulsiva no tiene.
1.4.1. DSM
10
correlacionan con los síntomas encontrados en un estudio realizado con un
centenar de personas consideradas adictas al sexo (Carnes, 1992):
(Kafka, 2010)
11
1.4.2. ICD o CIE
Patrón de del fallo de control del intenso, repetitivo impulso sexual o deseo
resultando en una conducta sexual reiterada se manifiesta y se extiende en el
tiempo (6 meses o más) y causa un significativo sufrimiento e impedimento en a
nivel personal, familiar, social, educacional, ocupacional u otras áreas
significativas de la persona. La angustia o sufrimiento relativo a los juicios
12
morales y desaprobación de los impulsos, deseos y conductas sexuales no es
suficiente para cumplir este criterio.
2. Metodología
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Finalmente, en un tercer nivel, a lo largo de la organización de la información
y metodología, se han utilizado los buscadores nombrados en el párrafo anterior, para
buscar terminología u información más específica con el objeto de enriquecer y llegar
a comprender de una manera más precisa los fenómenos relacionados con la
hipersexualidad. Por lo que se buscó bibliografía relativa al control de impulsos,
trastorno obsesivo compulsivo y las otras adicciones comportamentales como la
adicción a internet o las compras.
3. Resultados
Los primeros estudios se remontan a los años 50, donde analizó una
muestra de población no clínica de más de 5000 varones (n=5300) y se midió la
frecuencia de su actividades sexuales. Los resultados fueron que en un 7,6% de la
muestra de hombres americanos encuestados habían tenido al menos 7 relaciones
sexuales a la semana en los últimos 5 años consecutivos (Kinsey, Pomeroy y
Martin, 1948).
Tres décadas más tarde, en los años 90, se realizó un nuevo estudio con
varones blancos adolescentes de secundaria y universitarios (n=1077). Los resultados
fueron que un 5% de estudiantes de secundaria y un 3% de estudiantes universitarios
se masturbaban al menos 7 veces por semana (Atwood y Gagnon, 1987). Algo más
de diez años después, se realizó un nuevo estudio con estudiantes varones
universitarios. En este estudio se estimó que los estudiantes universitarios varones se
masturbaban una media de 12 veces al mes.
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muestra. A pesar de incluir al otro sexo, sólo se encontraron resultados significativos
en hombres (n=1320). En esta muestra se encontró que el 1,9% de los participantes se
masturbaban diariamente en el último año y un 1,2% más de una vez al día (Laumann,
Gagnon, Michael y Michaels, 1994).
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Las investigaciones aportadas hasta el momento en este apartado, son las
recogidas por Kafka (Kafka, 2010) en su artículo donde propone realiza una propuesta
diagnóstica del trastorno hipersexual. Según dicho autor, estas investigaciones apoyan
la existencia de estas conductas hipersexuales y su correlación con indicadores
disfuncionales sociales y personales.
3.2. Impulsividad
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3.3. Compulsividad
3.4. Adicción
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En cuanto a estudios de adicción al sexo, no abundan en la literatura. De
hecho, algunos autores han puesto el foco en la escasez de investigaciones al respecto
y por la tanto las lagunas de conocimiento sobre este tipo de conductas (Potenza,
2006) (Kraus, Voon y Potenza, 2016). Aun así, autores como Carnes (Carnes, 1992)
(Carnes, 2005), han desarrollado amplia literatura hablando de adicción al sexo,
aunque muchas veces sin especificar su metodología y fuentes. De esta manera,
podemos encontrar artículos que hablan de una similitud en el proceso adictivo de la
conducta sexual y la relaciona con sustancias. Estos artículos hablan de tolerancia,
cuando se necesita mayor tiempo en la conducta adictiva para obtener los mismos
niveles de gratificación y de abstinencia, cuando aparecen síntomas negativos al
reducir la conducta y hablan de muestras significativas de adictos al sexo como 1267
sujetos (Carnes, 2005). La problemática de estas investigaciones viene cuando no se
especifica cuáles son los criterios para habla de adictos al sexo, ni se realizan estudios
que apoyen dichos síntomas, más que hablar de casos concretos en su explicación.
3.5. Comorbilidad
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Un estudio realizado con 102 sujetos, de los cuales 32 eran adictos al sexo, 32
jugadores patológicos y 38 eran no adictos, se encontraron diferencias en cuanto a las
características de personalidad. Entre los adictos al sexo, se encontró que puntuaban
significativamente más alto en los ítems relacionados con depresión, obsesivo-
compulsivo y ansiedad. Por lo que los autores consideran que las conductas
hipersexuales podrían explicarse como una forma de hacer frente a esta
sintomatología (Raviv, 1993).
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Por otro lado, cabe nombrar la investigación realizada en la German Society
for sex research (Sociedad Alemana de estudios sobre el sexo) (Briken, Habermann,
Berner y Hill, 2007). Donde se les preguntó a los miembros de esta asociación
(terapeutas en su mayoría) la cantidad de pacientes que habían tratado y estaban
tratando de adicción al sexo en el último año. Los resultados fueron que 31 de estos
profesionales habían tratado o estaban tratando a un total de 97 pacientes que
padecían adicción al sexo. Dentro de estos pacientes, la comorbilidad más habitual
con la adicción al sexo en hombres fue consumo de sustancias y otras disfunciones
sexuales. En cambio, en las mujeres la comorbilidad más habitual encontrada fueron
los trastornos neuróticos, como los trastornos de ansiedad, y los trastornos de
alimentación. Asimismo, en ocasiones se encontraron trastornos de personalidad
límite y evitativo en mujeres. Además de estos resultados, llama la atención que un
83,7% de los profesionales que participaron en el estudio no consideraban que la
adicción al sexo fuera un trastorno en sí.
4. Discusión
20
1992) (Kafka, 2010) y otros que siguiendo esta tendencia contribuimos a la
sobrepatologización de las conductas (Billieux, 2015).
Por otro lado, otra parte de las investigaciones hablan de una sexualidad
compulsiva, centrándose en esa reiteración que se produce en la conducta. De hecho,
en el manual diagnóstico ICD 11 (OMS, 2018) se habla de esta problemática como
conducta sexual compulsiva. Lo que choca con el criterio de la American Psychiatric
Association, que considera que al obtenerse placer de la conducta en sí misma, no se
puede considerar que la persona lleve a cabo la conducta únicamente como una
manera de eliminar las consecuencias negativas y que por lo tanto no puede hablar de
una compulsión cuando hablamos de la conducta sexual (APA, 2000).
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por lo el contrario, utilizan indistintamente estos términos en sus investigaciones,
restándole importancia a la utilización de un término u otro (Muench et al, 2007;
Derbyshire y Grant, 2015).
A su vez, los altos niveles de comorbilidad con trastornos del eje I (DSM V),
como trastornos ansiosos, depresivos (Bancroft y Vukadinovic, 2004) o TDAH
(Chiclana, 2014), nos hace preguntarnos la adecuación del intento de delimitación de
este problema como un trastorno en sí y no como un síntoma asociado a ciertos tipos
de trastornos.
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modular nuestro estado de ánimo consiguiendo bienestar a través de ella (Moser,
2011). El considerar estas conductas como problemáticas, muestra una única visión de
la sexualidad, lo que no puede utilizarse en la práctica terapéutica, donde se debe
respetar la idiosincrasia de cada persona.
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