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, el Banquete es
uno de los diálogos platónicos con mayor proyección
en la cultura occidental. Concebiea como un tejido polifóni-
PLATÓN
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INTRODUCCIÓN LXV
EZEQUIEL LUDUEÑA
LXIV
aclaman a Agatón 2 ~4 • Y el joven trágico parece haber ganado
en un total desencanto. La forma en que Agatón pasa de una
la competencia.
cualidad a otra es mecánica, artificial y, las más de las veces,
falaz. Su «deducción» de las propiedades de Eros descan~a en Sócrates y su discurso
juegos de palabras y alusiones a superficiales int~rpretac1ones
mitológicas. Como dirá luego Sócrates, a Agaton no parece Sócrates no necesita presentación. En cierto sentido, ocu-
importarle si Eros de hecho posee o no las cualidades que le con él lo contrario de lo que pasa con Platón. Salvo unos
atribuye210. Por ende, todo artilugio retórico, por falaz que s~a, pocos versos que, en el Fedón, él mismo dice haber escrito
sirve al propósito del orador. Baste sólo un ejemplo. Eros, dice antes de morir, los testimonios coinciden en que nunca se
Agatón, posee «la más extrema sensatez»-·>11 . l·por que·
'? P que
or preocupó por escribir. Pero sabemos demasiado de él. Esto
es, nuestra imagen de Sócrates (verdadera o falsa, no impor-
la sensatez, :e opina en general, consiste en dom,inar lo~ ta) es muy clara. Nuestra imagen de Platón, que escribió un
placeres y los deseos. Ahora bien, no hay placer mas pod~- importante conjunto de obras que nos ha llegado completo,
roso que Eros. Entonces, si todos los otros ¡~lace~cs s?n 1~as es, en cambio, difusa.
débiles, serán dominados por Eros. Ahora bien, s1es el qu1e1: En el Banquete la intervención de Sócrates cambia la natu-
domina, justamente por dominar placeres y deseos, sera raleza de la reunión, que hasta este momento había tomado la
.,, ..
eminentemente sensato- -. forma de un certamen cuyo ganador sería quien pronunciara el
El razonamiento, bastante pobre, sería: eros es un placer más bello elogio del dios. En palabras de Robín :
y es el placer más «poderoso» (en el se~tido de más intenso), ... la funesta idea de competición, idea esencialmente sofística,
por ende, ha de «dominar»_a_ los demas placeres y como la es hecha a un lado: se acordó que cada cual pronunciaría,
sensatez consiste en el domm10 de los placeres, etc. . llegado su turno. el más bello elogio que pudiera hacer; Só-
Las figuras gorgianas del discu'.·~o dan_cuenta de la inten- crates, en cambio. hará el elogio más terdarfero que sea capaz
ción de Platón al escribir la pieza 213 • Lo importante es «en- de hacer2 1.1•
gañar» con la palabra, tejer una ap~riencia. El agrado con el
que es recibido el discurso es un smt~ma de los :ªlores que Ya no importa la b elleza superficial de la palabra «que
el promedio de los intelectuales ?e la epo~a admira?ª· En l~ pretende que la persuasión nazca de la verosimilitud, y no
de la verdad»21 b .
Atenas decadente de finales del siglo V, quien puede 1mprov1-
sar hablar sobre cualquier cosa dando la impresión de saber La perspectiva cambia, pero no para dejar paso a un
sobre el tema y, además, producir un discurso hermoso en tono más serio o menos relajado. Al contrario, hasta aquí
sonidos, ritmos y medidas se lleva las palmas. Todos, pues, el diálogo ha sido tenso. Todos pretendían distinguirse, no
'
LXVI EZEQUIEL LUDUEÑA
INTRODUCCIÓN
LXVll
decir simplemente la verdad. Sócr~t~s, en cam b'i_o, n? busca
destacarse y ello le confiere tranqmhdad .. ·. para_1rom~a~. ~u Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes y Agatón) no es bello.
intervención es una rara mezcla de ironía, !1l_osof1a y _m1stic1~- Pues, ¿qué cualidad despierta eros? La belleza. Por ende, si el
mo. La filosofía no es más seria que la retorica; se d1ferenc1a eros es deseo de lo bello, entonces Eros no puede ser bell 2 19.
0
de ella sólo en que busca la verdad. y la verdad -esto queda Pero, a su vez, si lo bello y lo bueno se identifican, entonces Eros
muy claro al llegarle el turno a Sócrates- no ex_cluye la broma. tampoco puede ser bueno. No habrá, en suma, un Eros virtuoso
Verdad y juego parecen indisolublemente umdos. o excelente, como quería Agatón. Y por ende, tampoco habrá
Antes de hablar, Sócrates amenaza con n_~ habla_r. Esta un Eros feliz. Porque feliz es quien posee lo bueno y lo bello.
«amenaza» constituye una suerte de introducc10n a~ discurso En consecuencia, concluye Sócrates, si prestamos atención a la
que pronunciará. Agatón -dice- h~ hablad~ muy bien; sobr~ naturaleza del eros, debemos decir que no puede existir un dios
todo al final : qué pompa, qué sonoridad, que hermosas_e~pre Eros porque, de existir, debería sentir eros. Ahora bien, sólo hay
siones. Pero él, Sócrates, pensaba que un elogio era algo d1stmto; eros de lo que no se tiene ...
que consistía principalmente en decir la verdad sobre lo qu~ se Una vez que Agatón ha entendido su equivocación, Sócrates
elo ia. Es cierto, de esas afirmaciones verda~eras sobre el obJeto lo «deja ir»; no sin antes aclarar que no es él, Sócrates, quien
elog_ ado, se eligen las más bellas y se las dispone ~e un modo ha refutado a Agatón, sino la verdad misma 220. La verdad ha
co!veniente. Pero lo básico, lo indispensable, es decir la verda?. hablado y la verdad es que no hay un dios Eros. Esta doctrina he-
Esta otra manera de elogiar, en cambio ... Sócrates ya ~o elogia terodoxa le ha llegado a Sócrates por boca de una sacerdotisa...
r21; s1
· Fedro considera necesario que él hable, debera aceptar Hechas estas aclaraciones preliminares, Sócrates comienza
asi ·
un discurso sobre Eros, sobre cómo es en real'd i a d E ros. su «elogio». Relata sus intercambios con Diotima, una sacer-
Su «discurso», empero, consiste, primero, en una co_nversa- dotisa de Mantinea (Arcadia) que lo ha instruido en «erótica».
ción y, luego, en el relato de un antigu~ d_iá!o_go entre el y _una Respecto de Diotima quisiéramos señalar tres cosas 221.
sacerdotisa. En el pequeño intercambio m1cial que mant1~ne Ante todo, tenemos con ella una mediación más en lo que
con Agatón Sócrates se ocupa de establecer el punto de partida hace a la transmisión del discurso. Hasta aquí, Apolodoro
de su «disc~rso». «Eros» es un concepto relativo y no absoluto. contaba lo que Aristodemo le dijo que dijeron los invitados.
No se puede hablar de «eros» a secas; sino sólo de «ero~ de» o Ahora, además, hay que agregar lo que uno de los invitados
«por» alg0 21s. A diferencia de l?s anterio:es orad?res, Socrate~ dij_o que le dijo una mujer de Mantinea. En segundo lugar,
no comienza por referirse al d10s Eros, smo por mdagar la na la mtroducción de Diotima le permite a Sócrates seguir afir-
turaleza del eros. El hecho es muy significativo. Sócrates halla mando que no sabe nada. Simplemente repite lo que le dije-
que el eros es deseo de algo de lo que se carece. Amar es n~ tene;
algo y desear tenerlo. Se sigue entonces que Eros (el d10s d
279. Nótese la forma en que Sócrates, muy naturalmente, pasa de
hablar del eros a hablar de Eros.
2
2~. Lo .cual, por supuesto, deja abierta la puerta para que quien
277. Evidentemente, antes sí... .. . . ora· (udiera ?1ga que, en verdad, no hay intervención más soberbia que
a e Socrates.
278. Es cierto, puede discutirse la cuestion de s1 los anteno~es uno 7
dores se referían o no a un eros absoluto, pero en todo caso mng {; · Mucho se ha discutido sobre Diotima. Ante todo: ¿existió?
hace de esto un punto de partida. y(lor ha respondido afirmativamente (cf. 1910, pp. 244-245) · Robin
no cf. 1958, p . XXII). ' '
LXVIII EZEQUIEL LUDUEÑA
INTRODUCCIÓN
LXIX
ron. Por último, el joven Sócrates -a diferencia de los jóvenes a su personalidad, En segundo lu .
de Pausanias- ha aprendido de una mujerm. determinada situación hu /ªr, _d10 en llamarse daímon a
Pasemos ahora a la doctrina de la sacerdotisa. Acorde con enfermedad· poderosas fumana. orleJemplo, la hambruna o la
su oficio, nos revela una verdad de orden teológico: Eros no es ' erzas ante as c 1 ¡ h .
ve indefensa. En tercer lugar, está el d , ua ~s a ur~an~dad se
un dios sino un daímon'm . En consecuencia, conviene detenerse que lo acompaña desde su . . azmon e cada md1viduo,
en el término daímon, que aparece ya en Homero. Alli, según nac1m1ento y que d t . .
~ -parcialmente su destino R , e er mma total
Chantraine, significa generalmente un poder sobrenatural im- ~orción» que le ha sido a~i ::J:s:nta la_ mo_zr~ individual, la
personal que, al inmiscuirse en los asuntos humanos, tuerce el corriente lle , . .~ cada mdiv1duo. En el uso
curso de los acontecimientos11 1. Rara vez llama el poeta daímon . d. .d , pgo, pues, a s1gmf1car la «suerte» o «fortuna» de cad
m 1v1 uo. ero no como un azar exter . a
a un dios determinadoü\ En la mayoría de los casos, «indica, de que ac~mpaña esencialmente a cada se~~~:~nc:.mo el destino
forma indeterminada, un poder superior que no es designado Es mteresante mencionar ue C
por su nombre, ya porque no se lo conoce, ya porque no se desea de daímon es anterior a la d qd. para ornford la noción
emplearlo»21b. Este extraño poder sobrenatural puede ser favora- olímpica2211 De h h de « 1os» prop·ia d e la mitología
·
ble o no. En cuanto a la evolución posterior de la palabra, Dodds · ec o, una e las claves d J · ·
la doctrina olímpica está seg, C fi e surg1~1ento de
señala que el término llegó a cubrir tres ámbitosw . En primer miento de la noción de daimon ~~ . º.~n o~d, en el d1stancia-
lugar, el ámbito de los impulsos irracionales. Llamar daímon a surgimiento de la noción de dios1:i~1 a_d im~e~s~nal) y en el
u no de estos impulsos, aclara Dodds, es algo más que «personifi- na1, bien definida) 2w La d·r . m~ico (divm1dad persa-
. 11erencia pnnc · l
car» un aspecto del ser humano. Significa que estos impulsos son cendencia de los diose~ olí . L Ifa esta- en 1a tras-
entendidos como algo objetivo que no depende de la voluntad de habitan el mundo de los hmp1cbos. oRs dazmones, en cambio,
quien los siente. Son fuerzas dotadas de una vida y una energía D o dd s, se fue acentuando con om res. asgo este ,
propias que pueden forzar a un hombre a realizar actos ajenos desde la Odisea hasta la Orestíada
carse cada vez más»2:10 La
1:::~º·,
el tie . . que, segun
«En la epoca que va
' . , azmones parecen acer-
. comun10n con I0 d · · ·
en la noción de daímon sob . .. 1vmo implícita
222. Según Robinson, sólo en los cultos dionisíacos se empleaban Pero, a pesar de que en al rev1v10 en los cultos mistéricos.
sacerdotisas. Cf. Robinson, 1998, p. 2.5.
223. Diotima traza una diferencia radical entre dioses y daímones o Deméter) los dioses olímg~nos/asos (c?~~ el de Dioniso
desde el momento en que dice que éros no puede ser un dios por no cas, el culto de los olímpict:C;}. uer~nl !1vm1dades mistéri-
ser feliz (retomando y corrigiendo a la vez el argumento de Agatón), el culto olímpico no ha 11 iere e e los misterios. En
puesto 9ue no posee lo bello y lo bueno. Sí puede, en cambio, ser un esencial en los misterio: ~et e emento de comunión mística
daímon (cf. 202c-d). Sin embargo, en la Apología, Sócrates dice que · s O provoca un alejamiento:
los daímones son o dioses o hijos de dioses (cf. 27c-d). Debido a la falta del v ' ¡ , ·
224. Cf. Chantraine, 1954, p. 51. olímpico se ·1lej a d 1 hmc~ o m1~t1co de la comunión , el dios
225. Cf. , por ejemplo, !liada 111, 420 (referida a Afrodita). principio ca;dinal ~ i°m re a~1 c01_no ~e la 1\'aturaleza. Un
226. Chantraine, 19.5-t, p. 51. En la d_i_scusión del trabajo de Chan- e a teologia olimp1ca es que el hombre
traine (p. 82), Snell observa: «das Uberraschende kommt doch
durch das Wort daímon ... das Gefühl, dass dem Menschen etwas
228. Cf. Cornford 1991
gegenübersteht, das unheimlich ist». 229 . ' ·
227. Cf. Dodds, 198..J-, pp. 40-43 . · Cf. Ibidem, pp. lO! ss
23
º· Dodds, 1984, p. 41.y ·
LXX EZEQUIEL LUDUEÑA
INTRODUCCIÓN
no puede convertirse en un dios o llega r a ser «inmortal» ni E LXXI
ros no es un dios, el joven Sócrates
un dios convertirse en hombre. Cada cual está confinado a Diotima representa la canee . - -que en el diálogo con
su propio ámbito2~1• es su función es decir qu - p;wn_ popular- pregunta: ¿ cuál
' ' e po er tiene? Diotima responde:
En el Banquete, Diotima alude precisamente a esta cercanía Interpreta y transmite 'a los d.1oses las cosas hu
de lo demónico. Eros es un daímon, no un dios ; es decir -acla- seres humanos las cosas de l d. ma nas y a los
ra- un ser intermedio cuya función es la de salvar la brecha ' os 1oses Co ,
de ambos rellena el inte l d ... mo esta en el medio
entre el mundo de los dioses y el mundo de los hombres esta- ' ' rva o, e modo q 1 1·
e trechamente u111.da con . . ue éJ. tota iclad esté
bleciendo un vínculo. No es ni bello ni feo; ni malo ni bueno. ' sigo misma [ J El d .
con los seres humanos Ah b. " . ... . ios no se mezcla
De este modo, Diotima desafía la doctrina olímpica. Hace . ora ien gracia, .J ,
todo tipo de trato y d 1º-' l ' s a este uaunon, hay
de un dios un daímon, el camino inverso del descripto por ' .1 ogo con los ho b . .
estos están despiertos co . m I es, tanto m1entras
Cornford. Desde cierto punto de vista, estas consideraciones mo mientras duerme11 2:u
recuerdan los cargos levantados contra Sócrates: «Sócrates En estas palabras hallamos ex .
es culpable de corromper a los jóvenes y de no creer en los doctrina olímpica de ac d P resada un rechazo de la
, uer o con 1a e 1 h
dioses en que la ciudad cree sino en otras cosas demoníacas salvable entre el mundo h ua ay una brecha in-
nuevas»232. Diotima no «cree» en el dios Eros, por la sencilla Cornford explica. « la T~mano yl el _mundo de los dioses234_
· ··· 1erra y e C el t·
razón de que, según ella, no es un dios, sino un daímon. La Vacío ha nacido; y la teología olí . I o _es an separados, el
ciudad cree en un dios que no es tal, diría Diotima. Los ciuda- no ha de tender un puente b mp1ca _deJa en claro que Eros
. so re este vac10 L d. t .
danos atenienses, en cambio, dirían que Diotima cree en «nue- T1erra y el Olimpo es la b h . · a IS ancia entre la
vas» cosas demoníacas. En efecto, la sacerdotisa de Mantinea hande franquear»23.5 Qu.gran rec a moral que 1os mortales no
introduce un nuevo daímon. Si la ciudad considera que Eros naturaleza humana~ en:en pretende franquear los límites de la
es un dios, decir que es un daímon es postular una divinidad un acto de hjbris: pretenJ::re:~~nta~to con l~s ?ioses comete
desconocida, un nuevo daímon hasta entonces no reconocido. excederse236 Esta es 1 t· alla de los limites naturales
· a an 1gua sab·d · ·t '
Hay, pues, un elemento esencialmente heterodoxo en la pro- «conócete a ti m. 1 una c1 rada en la fórmula
ismo», que Nilss -
puesta de Diotima. Platón confirma así la acusación que le eres un hombre que entre 1 d_on resume as1: «Sabe que sólo
. . ' os 10ses y los ho b .
valió la cicuta a Sócrates. En la práctica, Dio tima propone una ab1smo mfranqueable»237 El •. m res media un
suerte de revolución religiosa. No es casual que Cornford haya da voz a esta anti ua re~ . po_e_ta lmco Alcman (s. VII a. C.)
notado cierta tensión entre las palabras de Sócrates-Diotima y Cornford: «Que !ing~n hcnp~10n en estos versos citados por
om re emprenda el vuelo hacia el
la doctrina teológica de la mitología olímpica. Al escuchar que
233. 202e-203a
234 .
237. Cornford, 1991, p. 118. · Cf. Cornford 1991
232. Platón, Apología, traducción directa, ensayo preliminar y notas tidos del término: por u' Pcf·~21-122. «Insalvable» en los dos sen-
no debe ser colmada. q e e echo no puede ser colmada y porque
de C. Eggers Lan, Buenos Aires, Eudeba, 2000, p. 139. Es decir,
que se lo acusó de ser una suerte de hereje, cargo que, debido a la 235. lbidem p. 119
236 ' .
naturaleza de la religiosidad griega, tenía un costado político. Cf., 237. C~. Nilsson, 1970, p. 67.
además, Apología 26b-28a. · lbzdem, p . 6?.
LXXII EZEQUIEL LUDUEÑA
INTRODUCCIÓN LXXII/
Cielo, ni busque desposar a Afrodita, reina chipriota... Existe
c?n el sujeto del .eros. El Eros de Diotima S -
una venganza de los dioses (ésti tis thión tísis)»2:i·8• b10, es amante; amante de lo bello. y ocrates, en cam-
Eros jugará ese papel de vínculo entre lo humano y lo Eros nace el día en que los olí .
divino condenado por la teología olímpica: «Como está en to de Afrodita, la diosa de la b llmp1c;s celebran el nacimien-
el medio de ambos, rellena el intervalo, de modo que la tota- ~ica de que Eros sea siempre er:seJ:io ~:l~~l~explica_ción mí-
lidad esté estrechamente unida consigo misma». No es sólo "-importante es que esta Afrodita e 'd . hora bien, algo
intérprete y mensajero de los dioses y de los hombres. Así, la --Zeus Di E . s, evi entemente, la hiia de
actividad erótica parece exceder la labor del olímpico Her- hybl one. s 1a d10sa vulgar de Pausanias:l42 El E :i d 1
que a aremos no será el Eros celeste de p .. ros e
mes, mensajero de los dioses 2311. Veremos, luego, que el ca- que Diotima rechace la idead E ausanias. No por-
mino erótico culmina justamente con una suerte de cópula rechaza la distinción misma de pun ro~ celeste, sino porque
espiritual entre el hombre y la Belleza en sí, lo divino240 . . E . e ausamas. No hay dos E
smo uno. n prmcipio, el eros de Diot. ros,
Vayamos ahora al célebre mito del nacimiento de Eros. Pausanias: un impulso físico que l i¡;a es el eros vulgar de
Sócrates pregunta a Diotima cuáles son sus padres 241 • Eros las bestias. Ahora bien este . e sler umano comparte con
' 1mpu so en princip · - ·
es hijo de Póros (Recurso, Camino) y Penía (Pobreza). La na-
turaleza de Eros consiste, así, en una tensión entre opuestos.
pued e ser educado. Este es el unto d .. 10 caotico,
Diotima, observa Dodds, es P e Dwtima. El eros de
No hay un eros bueno y otro malo, como quería el raciona-
lismo de Pausanias. No hay siquiera una doble naturaleza una experiencia que reúne las d
del eros, como pontificaba Eríximaco. Hay un único Eros y la identidad divina )' la bestia r:;r~:~::l;;;sd~l ser hu7:a_no:
está internamente desgarrado por la tensión intrínseca de su mente hunde sus raíces en lo que el ho~b . ros exp 1c1:a-
genealogía. Todo lo que gana lo pierde. Pero se las ingenia con los .animales, el impulso fisiológico d~~ :~~~; en comun
para ganarlo de nuevo. Y, así, en el transcurso de un solo día desgraciadamente olvidado debid l d . (un .hecho
puede morir mil veces; y mil veces resucitar. Este nuevo Eros uso erróneo de la exp . , o a mo erno y persistente
no es ni sabio ni ignorante. Es filósofo. Es consciente de no ser . res1on «amor platónico»)· m l
vez, Eros proporciona el impulso dinámico e . ' ~s, a a
sabio, lo cual lo lleva a desear la sabiduría en tanto en cuanto alma hacia delante en su búsqueda de . Jt~ef:con_ , uce al
es una de las cosas más bellas. Pues el objeto del eros es la tra . d l una satis acc10n que
'sc1en a a experiencia terrenaFH.
belleza, según había dicho Agatón. Pero si Agatón acertaba
al establecer esa relación entre el eros y lo bello, al decir que A continuación, Diotima ind
¿Para qué deseamos lo bell ;> paga en la naturaleza del eros.
Eros era bello y sabio, se contradecía confundiendo el objeto
deseamos poseerlo;, S - t o. ara poseerlo. Pero ¿para qué
· ocra es no puede re d
ta. Entonces Diof . d spon era 1a pregun-
' ima mtro uce un camb. f d
238. Parthéneion I, 16 y ss. e1argumento Ca b. 1 ._ 10 un amen tal en
239. Cf. supra, pp. XXXVIII-XL acerca de las semejanzas entre el -dice- 1 . m. ia a noc10n de bello por la de bueno A -
daímon de Diotima y el dios Hermes. , a respuesta resulta clara: deseamos poseer lo b~en:
240. Cf. Pender, 1992 y nota 4 de la traducción.
247. En la Apología, Sócrates dice que un daímon es un dios o el hijo
de un dios. Cf. 27d-e. Aquí, estamos claramente en el segundo caso.
-----
242.
18Ia-b
2 .
Sócrates pregunta, en definitiva, quién es el dios responsable de Eros. 43. Dodds, 1984, p. 218.
INTRODUCCIÓN LXXV
EZEQUIEL LUDUEÑA
LXXIV ce~249, Pe.ro, en realidad, es desear ser inmortal, dado que sólo
porque en ello consiste la felicidad 244 • El análi.si.s_del eros_nos quien .es mmortal puede poseer algo (el bien) para siempre. En
conduce, pues, a determinar con mayor prec1S1on su obJeto. este mvel, lo bell.~ procura _el medio adecuado para que tenga
La pregunta que surge es: ¿«bello» es sinóni:~ de «bueno»? lug~r la generacion que atiende a la satisfacción del eros. Es
Como señala Strauss, no parece que sea as1 . El hecho de decir, lo bello permite que engendremos y engendrar permite
que para que Sócrates llegue a una res?u~st.a haya que cam- que «pos.e amos lo bueno», que realicemos nuestro deseo de
biar el término es signo de que, en principio, lo bello no es mmortahdad. Permite que engendremos pues sólo en lo bello
idéntico a lo bueno. En un momento veremos en qué sentido podemos engendrar. Nadie quiere ni puede engendrar en lo
bondad y belleza se diferencian. que carece de armonía. Este deseo el ser humano lo comparte
El hombre, entonces, naturalmente desea lo bueno, porque con todos los demás seres vivos'l 50 . Pero, en el caso del hombre
todo hombre desea ser feliz. En este sentido, el eros de Dio- no hablamos únicamente de un deseo fisiológico, sino tambié~
tima es tan connatural al hombre como el eros del que habló de un deseo espiritual. Eros, en el caso del ser humano, es de-
Aristófanes. Pero hay una diferencia; y aquí Diotima critica o seo de procrear en cuerpo y alma.
corrige la doctrina de Aristófanes. Sólo puede haber deseo de . Generando, los 'seres intentan perpetuarse en la existen-
lo propio, si lo «propio» puede ser considerado bueno: «~ues- cia. Un modo tosco de ~alizar ese anhelo es generar hijos
to que los seres humanos están dispuestos in~luso a dej~rse de carne y hue~o. Los hl:JOS prolongan la vida de sus padres.
amputar los propios pies y manos, si los consideran damnos En cons~cuenc1a, proporcionan una suerte de inmortalidad.
para su salud»246 • ~hora b1.en, un modo más certero de satisfacer el ansia de
Eros es deseo de lo bueno y lo bello; es deseo de poseer m~ortahdad es generar hijos con el alma. Cuando el alma
lo bueno y lo bello y, lo que es más importante, deseo de se siente «embarazada», busca almas bellas, del mismo modo
proseerlo para siempre. Esta exigencia de «eternidad» nos con- en que el cuerpo busca cuerpos bellos. ¿Cuáles son los «hijos»
ducirá a la siguiente parte del discurso. d~l alma? Los discursos que tienen por fin conducir hacia la
¿Cómo podemos poseer lo bueno para siempre? O, lo que virtud a las almas bellas, los hábitos de vida, la creación de
es lo mismo: ¿cómo podemos satisfacer nuestro eros? Este nue- obras de arte y lo «más importante y bello»: la creación de
vo planteo lleva ahora a corregir la propue~ta de Agatón: eros normas que.s_irvan para administrar ciudades y comunidades
no es, lisa y llanamente, deseo de belleza24 ' . Es deseo de engen- de hombres1.,1• Estos «niños» son más perdurables que los de
drar en lo bello248 • Sólo al crear algo nuevo, distinto de nosotros ca:ne Y hueso. Prolongan la vida de sus progenitores mucho
pero generado por nosotros, satisfacemos nuestra ansia de po-
seer lo bueno para siempre. Pues desear poseer lo bueno «para
mas ?e lo que puede hacerlo un hijo de carne.
. Sm embargo, esta forma de generación espiritual no ter-
siempre» puede parecer en primera instancia desear ser feli- mma de satisfacer el eros. Sólo lo satisface en apariencia. Los
244. Cf. 204d y SS. 249· Cf. 205a3: dokeí- Strauss 2001 p 200
250 Cf ' ' ' · ·
245. Cf. Strauss, 2001, p. 200. inicial . ~º{aª! ss. En este punto, Diotima retoma las observaciones
es e 1scurso de Erixímaco. Cf. 186a.
246. 205e.
247. Cf. 206e. 25 1· Cf. 208e y ss.
248. Cf. 206b.
LXXVI EZEQUIEL LUDUEÑA
INTRODUCCIÓN
LXXV/l
poetas y legisladores creen saciar su deseo al lograr una fama ~desear la inmortalidad puede ser otra cosa que desear ser
duradera, del mismo modo que los animales y los hombres mmortal, que desear ser uno mismo inmortal? Volvamos
vulgares creen saciar el suyo engendrando hijos carnales. una vez más sobre la crítica a Aristófanes: Eros es deseo de
Pero ni unos ni otros llegan a satisfacer por completo su eros. lo propio _sie_mpre que_ lo propio pueda ser considerado algo
Ambas creaciones -la camal y la espiritual- procuran una bueno. -?io~i~a tr~sciende el sentimiento que tenemos de
inmortalidad espuria pues, en ambos casos, el individuo des- nue~~ra md_1v1~ualidad como «lo propio» presentando una
aparece sin llegar a «tocar» lo eterno. Tocar lo eterno sería oc10n de md1vidualidad según la cual lo propio sólo es
verdaderamente alcanzar la inmortalidad, pero no en el sen- verd~deramente propio si es bueno. Nótese que su concepto
tido de que el individuo ya nunca fuera a m.orir, co~o si_ la del b1e~ no excluye el de la individualidad, el concepto de
eternidad buscada no fuera la negación del tiempo smo solo lo prop10. Lo afina. Pues desear una parte de sí que es mala
un tiempo infinito. El eros no es deseo de tiempo infinito. Es y no buena es, e~ la práctica, no desear lo propio. Desear lo
deseo de eternidad. malo c~m~ prop10, en otras palabras, es una contradicción
Como dijimos, hasta aquí la belleza cumple la única fun- en los termmos. De este modo, quien desea y alcanza el b ·
ción de proporcionar las circunstancias adecuadas para la - d'd ien,
por ~na I ura, conserva «lo propio». Pero quien desea «lo
generación. Se desea poseerla para engendrar en ella y alcan- prop10», no necesariamente lo conserva. Un pasaje de la
zar cierta inmortalidad. Esto lleva a tratar al amado (lo bello) República puede ayudarnos a entender esta doctrina:
como un objeto útil. No importa cuán espirituales parezcan
las intenciones del amante en este nivel252 , en palabras de - ¿Reconoces que hay un bien y un mal?
Festugiere: «el acto brutal está allí»253 • El hombre persigue lo - Sí.
bello en b eneficio propio. Aun Salón y Homero, a pesar de - Pero ¿tienes obre ellos la misma idea que yo?
educar a los demás, no buscaban sino fama. - ¿Cuál? ·
Hasta aquí, Diotima ha tratado de lo que de hecho ocu- -Que el mal es todo lo que destruye y corrompe y el bien lo
rre. Los hombres buscan satisfacer el eros carnal y espiri- qu: cons~rva (to soz.on) y aprovecha (to ophelo12n).
tualmente perpetuándose carnal o espiritualmente. Buscan -Si, lo mismo creo - respondió.
lo propio. Pero Diotima había advertido que Eros no es eros ·P ,, y
-, ~es qu:. ¿ . no crees que cada cosa tiene su mal y su bien
de lo propio, sino de lo bueno. Los poetas -Salón, Homero- (kako~ hekasto lt kai agathon légeis)? Por ejemplo, los ojos, la of-
buscan lo propio. Buscan ser inmortales. De ahí que sólo en talmia; el cuerpo todo, la enfermedad; el trigo, el tizón; las
apariencia sacien su eros. Ahora bien, hay un estadio más maderas, la podredumbre; el bronce y el hierro, la herrumbre·
elevado25 ~. Hay hombres capaces de seguir un camino reser- en su ma, como d'1go, cada cosa tiene · un mal o enfermedad'
vado a pocos. Estos seres buscan la belleza por sí misma, no
connatural {J;ási xjmphyton hekásto kakón te kai nósemaf 55.
en beneficio propio. Buscan engendrar en ella para entrar
en contacto con lo inmor_tal, no para ser inmortales. Pero El concepto del bien supera el concepto de la propiedad· no
1o excluye El b' d · · '
· ien pue e consistir en renunciar a una parte de
252. Cf. 209b y SS.
253. Festugiere, 1967, p. 341. Cf. pp. 340-341. -----
25
254. Cf. 209e y ss. 5. 608d-609a. Tra d ucc10n
·, d e A. C amarero.
LXXVIII EZEQUIEL LUDUEÑA
INTRODUCCIÓN
LXXIX
uno, pero siempre consiste en conservar la propia i~e~tida~.
Buscar el bien es, de hecho, buscar preservar la propia ide_nti- Diotima describe, entonces, una serie de pasos; un camino a
dad. Hay una diferencia entre buscar lo propio y buscar el bien. seguir, ordenado y propiciado por un maestro.
En el primer caso, no siempre -aunque lo creamos- estamos El primer paso en la educación erótica consiste en advertir
buscando conservar la identidad. Hay casos en qu~ bus~ar lo que hay belleza en los cuerpos260. Un segundo momento de esta
propio implica la destrucción de lo propio Y. d~ la iden~idad. primera etapa es el de reconocer que la belleza de un cuerpo es
Esta paradoja se aclara con el ejemplo de Diot1ma: Qmen se exactamente la misma que la belleza de todos los demás cuer-
niega a renunciar a una parte de sí -un brazo, una p1er~a- por pos. Este segundo momento es muy importante porque permite
considerarlo algo propio de su cuerpo, por n~ renu?ciar a la darse cuenta de que con un único cuerpo basta.
propiedad, puede hallar la muerte. En camb10'. quien ~usca El segundo paso consiste en reconocer que lo que de bello
no lo propio sino el bien de su cuerpo renuncia a _la pi~rna hay en las almas es más profundo -y por ende más atracti-
enferma y salva (conserva) su cuerpo. Conserv~ la id~ntidad vo- que el encanto de los cuerpos 261 . También aquí podemos
de su cuerpo (pues el cuerpo aun sin una pier_na sigue siendo el señalar un segundo momento. El novicio debe observar que
ropio cuerpo) renunciando a una parte de el. , , . la belleza de un alma en particular es la misma que puede
p Antes que deseo de sí, de lo propio, el anhelo mas mt1mo hallarse en todos los discursos que buscan conducir hacia la
de nuestra naturaleza es deseo del propio bien. El _er?s n~s virtud y en los hábitos de vida en general.
abre al bien. Por su parte, el bien conserva la propia identi- Por fin, advertirá otra manifestación de lo bello, distinta de
dad. He ahí la clave. Algo similar ocurre cuando hablamos en la que se expresa en la conducta: el conocimiento262 • Como en
términos de deseo de inmortalidad. Hay quien busca ent~ar los otros casos, hay un segundo momento que consiste en darse
en contacto con la naturaleza inmortal. Al_lograrlo, por ana- cuenta de que todos los conocimientos son igualmente bellos.
didura encuentra la propia inmortalidad2~6:_Busca lo eterno, . Hasta aquí el ascenso erótico. Tres etapas lo reglan. Tres
lo divi~o, y por añadidura, deviene divino 2·". . tipos de belleza cualitativamente distintos. Sin embargo, cada
En este nivel que Diotima llama el de los gr~n~es Miste- uno de estos tres escalones implica, a su vez, una abstracción
263
rios2"s, eros es deseo de eternidad. Con todo, si bie~ el eros cuantitativa • Reconocemos la presencia de la belleza en
tiende por sí a lo divino, en la práctica en l~ mayon_a de los un cuerpo y ganamos así el estadio de la belleza física. Pero
casos los hombres no reconocen esa tendencia_o p ~;fieren ?l: para dar el siguiente paso y alcanzar la belleza del alma es
.
n~cesano reconocer que esa belleza de un solo cuerpo es la
'
vidarla, pues satisfacerla, de hecho, no es sencillo2 . Requie
re una educación ardua guiada por un maestro. El ma~stro misma de todos los cuerpos. Sólo mediante esta abstracción
conducirá a sus discípulos a satisfacer su deseo de eternidad. cuantitativa es posible superar el estadio de lo físico 26 ~. Es
esta una mediación absolutamente necesaria. De otra forma,
---
en sí misma y sólo logra percibir un cuerpo bello265 . Mas lue-
porque está enamorado de la belleza. La belleza genera er~s:
265. Cf. nota 2 de la traducción acerca del significado del verbo
kathoráo. 266. 21Ia-b.
LXXXII EZEQUIEL LUDUEÑA INTRODUCCIÓN
LXXXIII
no el cuerpo, no el alma, no el conocimiento, sino el cuerpo d:~i_r qué percibimos. Se trata de un contacto que supera la
bello, el alma bella y el conocimiento bello. v1s_10n, una uni~n inexpresable en que el noús, perdido en su
Paradójicamente, la cima del ascenso coincide con la sima. obJe_to,_ lo tuca sm poder definir lo que toca y no tiene otro
En efecto, si el camino empezó por la singularidad más absoluta, s,ent1m1ento que ese sentimiento mismo de estar tocando.
«un único cuerpo»267, termina en un «único»268 conocimiento: E~ una_ verdad de hech?, empírica: ningún discurso podría
el de lo bello en sí. Sin embargo, es necesaria la mediación. Es traducirla porque el objeto con el cual nos confundimos su-
necesario recorrer el camino según un orden «correcto». Sólo el
~era todas las ~ropiedades de lo cognoscible que el discurso
esfuerzo de la mediación permite alcanzar el último momento, tiene por función transmitir2; 1•
la inmediatez de la revelación final. Para señalar esa ausencia
de mediación, Platón emplea un adverbio: «súbitamente»~69 . El En_ e~te se.~~ido, en rigor, el contacto final es «como» un
comentario de Festugiere resulta clarificador: co?o_c1m1ento-' ; porque es un saber que escapa al lóuos y a la
epistemi273 • b
I:vµnóaLov
PLATÓN - BANQUETE
264. Los términos griegos en juego, ta télea {liL. «lo perfecto», «las
cosas perfectas», «acabadas»), ta epoptiká («lo visto», «lo observado»,
«las visiones»), poseen un sig nificado religioso técnico. Refieren
al grado supremo de iniciación en los Misterios Eleusinos. Cf.
al respecto, Bearzi, 200-l, pp. 212-221. Los ritos implicaban una
iniciación preliminar individual (mjesis). Al cabo de un año, los
iniciados (mjslai) podían pasar a la siguiente etapa (y devenir, así,
epóptai) mediante una ceremonia iniciática (telele') que duraba varios
días y que terminaba con una procesión de muchísimas personas a
un recinto sagrado (telestérion). Allí durante toda una noche asistían
a una suerte de espectáculo que, según las escasas y tardías fuentes,
consistía en la «visión» (epopteía) de «objetos sagrados» (deiknjmena)
(cf. art. cit., pp. 213-214). Acerca de la naturaleza de esa «visión» nada
se sabe con seguridad. Cf. Inge, 1899, para más detalles. Con todo,
según Robinson, Platón no piensa aquí en los Misterios de Eleusis,
que era un culto regulado por el Estado y al que todos los ciudadanos
tenían acceso, sino en los Misterios del culto dionisíaco, al que sólo
unos pocos tenían acceso. En este caso la iniciación consistía en un
proceso individual guiado poi' mujeres sacerdotisas como Diotima.
Cr. Robinson, 1998. pp. 23-26; y 2004. .
n,\ATDI': - ~Yl',.1110:..10:S-:
188 PLATÓN - BANQUETE
µ11 C'(VC(TIAEcuV (JC((_)K(~lV ,E t.1~8QCLJTILV(~~ K~L x~cu~cx:r~~ cla, es decir, no revestido de carnes humanas ni de colores
• ex " , 1 n- rroAAfic rht\ucxQLL1t; 8v1pris, o.AA etui:o "rO ni de las otras muchas banalidades mortales; si le fuera dado
KCXL / \t\, 1':- " 't' . , · .. ..
8ci.ov 1wAóv búvmi:o µovonblc; KCX~Lbnv; CXQ , OLEL, .E<\)11, advertir que existe lo bello en sí, divino, único en su tipo?
rh - \ P.. 'ov yí.yw:a8m EKE'iaE ~Ac:novcoc cxv8Qcunou ¿Acaso -dijo- consideras insulsa la vida del ser humano que
212a 't'C( Llt OV ¡A , . . • ,
· · - w
' "'"-L 8cc 11 tÉVOU KCTL OUVOV"rOC C<U"rC~; 11 0Ul( fija su mirada allí y lo contempla con lo que es preciso y se 212a
KC..1.l EKELVO . V<- <- Lr . _ -_ . ,
' 8 - c,hn ón EVTetÜ8L''. C<Ll"rC.~ µoVC<X,OLl yi:vqaE"rCCL, une a él ?2111 • ¿O no comprendes -dijo- que sólo entonces, al
EV U~ll], <-'f'•¡, , , . , ." 1 • •
' - ' o' QL,,"'"'º' V ..-o ver lo bello con el [órgano] para el que resulta visible 2!l2 , le
OOú.JVcl W ' ' 1'--cxAov' Hl<"rHV Ol>l\. .[L(}(Ll/\C(
. CXQE1:1lC,
.. .
&~E O\JK. c:ibcoAou Écpcxni:oµÉ~(Ll, éx~A_ix 1: 118~1, ª (X"(: "COL: será dado parir virtud verdadera y no ya imágenes de virtud,
aAq8o0c; Écpcxni:oµÉv4>· i:rnovn be: cxgnqv cxA.1')811 KCH puesto que no está tocando una imagen sino algo verdadero?
¿y no te das cuentas de que, por alumbrar 2113 y nutrir verda-
~e la verdadera vida y del verdadero ali mento, se Iibere por fin de los
olores del parto ... » (Trad. de A. Camarero, levem e nte modificada).
284. Cf. l:"\TRooccc10:-.:, pp. LXXVI-LXXIX.
285b No como los demás, que sólo encomian a Eros en el ámbito de
un anquete y para pasar el tiempo.
286
. · A ns· t o d emo d.ice que Socrates
- fu e «elogiado». De hecho su
d1scurso e s e 1 unico
• · «e ¡og1a
· d o ». Sin embarg·o Rowe anota que'
Irec
a rece.~cion
. , d e I d.'.scurso de Sócrates «contrasta , con la ruidosa
ta;~i~on dad~ al ~1scurso de ~gatón» (1998, p. 202, n. ad locum). Así
ent . n Bury · «notese qu e Socrates no es aplaudido con e l mismo
Str~siasmo que Agatón» {1932, p. 134, n. ad locum ). En este sentido
uss tra_duce «sorne praised» (2001, p. 255). '
287
un : Phone pued e aplicarse, poéticame nte. a la mú sica emitida por
playi~struhmento. Hamilton (l976, p. 96): «one could hear a girl
ingt e ílute».