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A lo largo de los tres siglos coloniales la cocina fue uno de los espacios
fundamentales de la casa, no solo por su importancia para la preparación de los
alimentos, sino por los usos adicionales que llegó a tener; sirvió tanto cómo
comedor como para las reuniones de la familia y no pocas veces también para
recibir a visitantes con quienes no se deberían tener mayores formalidades, como
eran los mandaderos, empleados y sirvientes. A lo largo de todo ese tiempo la
cocina experimento también diversas transformaciones para servir a las
necesidades cambiantes de la familia, las nuevas costumbres y utensilios que
empleaban en ellas.
Aunque las transformaciones de orden arquitectónico no fueron demasiadas al
interior de la cocina, pues su equipamiento fijo se reducía a un brasero y más
adelante a una pila para lavar los trases, hubo cambios importantes en la relación
del recinto de la cocina con otros espacios de la casa. Estos cambios fueron
principalmente el resultado de la evolución de algunos valores dentro de la
sociedad, como la intimidad y el confort; las modas y los utensilios que se fueron
agregando con el fin de dar mayor eficiencia a la cocina.
En su origen, la cocina colonial, al igual que el resto de la casa, estuvo muy cercana
a sus antecesoras españolas e indígena, pero también tuvo que adaptarse a las
circunstancias que implicaba el proceso de conquista. Por el lado español se nutrió
de la casa castellana, extremeña y andaluza, que fueron los hogares de los
hombres que hicieron la conquista y fueron los primeros colonizadores. En estas
casas las cocinas no eran muy homogéneas, en las casas populares extremeñas y
castellanas, se ubicaban en un recinto especial independiente de las demás
habitaciones, aunque adosado a ellas, mientras que en la casa andaluza, no había
lugar particular para la cocina, y esta se reducía a un hornillo transportable que se
instalaba para ser usado en cualquier lugar del patio y en torna a él se comía.
La mazamorra era otro plato típico dulce. La ofrecían las vendedoras ambulantes
por las calles, más conocidas como “mazamorreras”, quienes vendían sus productos
cantando, generalmente, una canción típica (así como las vendedoras de
empanadas tenían la suya, o los vendedores de velas y de agua). Muchos
cantautores argentinos han realizado canciones dedicadas a la mazamorra, por su
historia en nuestro país. No olvidemos que tanto el 25 de mayo y el 9 de julio son
fechas patrias en argentina, donde además de conmemorar el hecho histórico, se
conmemoran los platos típicos argentinos. El locro, el asado, las empanadas, los
guisos y los pastelitos o tortas fritas como el plato dulce son, generalmente, los
principales protagonistas. En las escuelas, es muy común que los niños, además de
bailar la música representativa argentina, se vistan y actúen como vendedores de
los platos típicos de la época colonial, vestidos como en aquellos tiempos.
El horno disponía de una boca que permitía el ingreso de un «lechón» y servía para
cocer el pan y las humitas, igualmente que los diversos preparados a base de
harina. Como elemento indispensable para la cocina debe citarse a la «parrilla», que
era utilizada para asar la carne, alimentada por el calor de carbón vegetal, siendo
su aplicación de mayor amplitud en el campo que en la ciudad. Otro útil que no
podía faltar en la cocina era la «paila» de cobre, que era elaborada a golpes de
martillo, sirviéndose de «charquis» de cobre nativo. Estas pailas eran destinadas
exclusivamente para la preparación de almíbares y eran calentadas a fuego lento
en braseros de barro, que se alimentaban con carbón de leña. Útiles también
infaltables en la cocina eran la piedra batán para moler ají, el trigo y el maíz. Otra
piedra de esmerado pulimento y más pequeña, provista de su respectiva muela,
servía para pulverizar el café. Estas piedras eran complementadas por el almirez,
como útil de molienda. Este almirez era de dos clases, uno de cobre que había
descendido de las reboticas y otro de piedra batán pequeño en sus dos
integrantes, que servía como mortero para triturar la sal, la pimienta y las diversas
especerías. Generalmente frente a la puerta de la cocina se construía una patilla
larga y hueca, provista en su base de pequeñas puertas, que era destinada a la cría
de conejos con cebada verde, y que luego habrían de ser sacrificados, cuando
estaban maduros para la cocina.
La comida colonial tuvo en todas sus características las formas del mestizaje y
posiblemente es en este aspecto de la vida colonial donde se destaca con relieves
más intensos el hecho de la hibridación hispano indígena. Observase que los
españoles al pisar las nuevas tierras, encontraron como base de la alimentación
indígena el maíz y la papa o patata. El maíz (Zara, Toncko). Al observar la
identificación del maíz con la vida antigua y actual del habitante indígena, se
justifica el acierto de haber llamado «cultura del maíz» a la de los países del Nuevo
Mundo. Nosotros no entramos en la discusión sobre el origen del maíz. Creemos
que esta planta tuvo distintos centros de evolución en el norte, centro y sur de
América, de tal modo que las disquisiciones sobre la autoctonía del maíz,
constituyen un problema resuelto, que sólo puede preocupar como asunto de
índole nacionalista.
El maíz fue, pues, para los habitantes indígenas de Bolivia, un proteo que se
transformaba en todo y acompañaba al hombre desde el nacimiento hasta la
tumba, y cuya síntesis esencial era la chicha, bebida valiosa que ofrendaban al sol y
a sus dioses menores. Los valles de la comarca de los Callahuayas, producen una
variedad de tipos de maíz en atención a su color, a su riqueza y a su tamaño, que
alcanza a las cuarenta especies, capaces de transformarse constantemente por los
cruces relativos.
Como nuestro objeto es indicar las utilidades que reporta el maíz a los indígenas,
nos vamos a limitar a enunciar sus múltiples empleos: La chicha era el vehículo que
unía a los hombres y a los dioses, a través de la fecundidad de la tierra. La
adoración de los indios quichuas y aymaras al maíz, fue el resultado del milagro
que operan sus múltiples y variadas aplicaciones. El indio nacía sobre un colchón
hecho por «chalas» de maíz, se calentaba el agua para su primer lavado con la
misma envoltura. Estas mismas «chalas» servían para techar sus chozas, para
alimentar sus ganados y envolver la sal molida, el ají y la manteca; fumaban su
tabaco cubierto por su transparencia y luego servían a la mesa sus humitas
defendidas por esta misma cubierta. El «marlo» del choclo, tiene utilidad como
combustible, para tapar las vasijas, formar el cuerpo de las imágenes sagradas, y
para no desperdiciar nada de este integrante central del maíz, los morados sirven
para teñir la mazamorra de este color conocida con el nombre de «posko-api».
La caña del maíz o «huiro» no tiene desperdicio para los indios quienes aprovechan
su riqueza en azúcar, lo chupan al natural, refrescándose la boca con su delicioso
sabor. El tallo del maíz sirve luego para la elaboración de la miel rica y cálida que se
utiliza como golosina y medicamento. Con el zumo del huiro, sometido a una cura
especial, también preparan el vinagre.
Además, de la pasta del maíz salada o dulce, los indios hacen distintos pasteles, que
son cocinados al horno. Con la harina del maíz los indios preparan pan, y mezclada
con harina de trigo amasan un nuevo pan de sabor magnífico. Luego, con la
harina elaboran distinta clase de mazamorras, («apis») saladas y dulces. La «lagua»
de los aymaras con «chalona» es típica, lo mismo que el «posko-api» teñido de
morado.
La chicha es el licor de los dioses indígenas. Los indios elaboran dos clases de
chichas, una sin fermento y otra con graduación alcohólica. La chicha sin
fermentar es un cocimiento de maíz que sirve de refresco y tiene que ser
consumida a poco tiempo de su elaboración; a esta clase pertenece la chicha
morada y otras no alcohólicas. La chicha fermentada procede del Incario.
Este mascar del maíz es la preparación del llamado «muco», que es el producto de
la quimificación de la glucosa’ con la diastasa de la saliva y que sirve como fuente
básica de la fermentación, desempeñando el «muco» el papel de la levadura en la
cerveza. En la actualidad todavía en Bolivia se consume la chicha no sólo entre el
grupo indígena, sino también por los mestizos y blancos. El vicio de beber la chicha
ha creado el chichismo, que es un estado maíz, a la llegada de los españoles,
comenzó a ser utilizado como alimento para engordar el ganado porcino,
igualmente que para la nutrición de las aves de corral. El español tuvo gran
resistencia para alimentarse con maíz, a tal punto que, por ejemplo, ahora en
Europa se consume este grano en todas sus formas en la mayoría de los países,
excepto en España que sólo es empleado para consumo del ganado. El español
utilizó el maíz para fabricar alcohol y elaborar aceite.
Finalmente, vamos a referimos a la utilización del maíz y de sus principales
productos en la terapéutica y en la magia de los Callahuayas. Para la adivinación
emplean los granos de maíz de distintos colores, los cuales se vierten de la mano
sobre una superficie blanca. El agrupamiento de los granos, según los colores
afines, su dispersión y frescura, constituyen elementos básicos para la lectura de la
suerte, cuya interpretación queda librada a la fantasía y a la penetración intuitiva,
del adivino. Otro método para predecir la fortuna por medio del maíz, consiste en
coger con la mano un “hichi» y colocarlo sobre una superficie plana. Luego se
procede a retirar los granos de dos en dos, hasta que queda un saldo, sea de una
pareja o un sólo grano; si la solución es par, representa augurio de buena suerte en
el tema consultado, y si es impar es signo de lo contrario.