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CONSIDERACIONES SOBRE EL NACIMIENTO DE SONSÓN

La historia de la fundación comienza en 1789 cuando 35 colonos de Marinilla y


Rionegro se dirigieron al gobernador de la Provincia de Antioquia pidiéndole les permitiera
poblar determinadas tierras incultas y hacer aquí “su mansión y una nueva fundación”.
Sobre lo entonces sucedido la versión pionera es la del Pbro. Gonzalo Uribe Villegas, quien
historió la fundación en una obra que llamó Crónicas de Sonsón, obra escrita a finales del
siglo XIX o comienzos del XX. Dicho sacerdote, aunque en algunos casos cita fuentes
primarias, la mayor parte de su relato la obtuvo al parecer de los descendientes de los
primeros fundadores los cuales le contaron a él la versión que conocieron de sus padres y
abuelos (Uribe Villegas, ca.1999).

Las Crónicas de Sonsón permanecieron incólumes durante más de cien años y nos
dan una idea equivocada sobre la fundación, pues hay errores en fechas, lugares y
personajes. Veamos. “[…] El 18 de diciembre de 1787, el oidor y visitador Mon y Velarde
en vista del informe del Cabildo de la ciudad de Arma de Rionegro y de la favorable
opinión del de Santa Fe de Antioquia, se dignó atender a la solicitud que se le hacía y
decretó la fundación de la colonia de San José de Ezpeleta para honrar con ese nombre el
del Exmo. Sr. Virrey que gobernaba el Nuevo Reino de Granada (Uribe Villegas, 1973,
45)”. Aquí encontramos dos errores; efectivamente en 1787 gobernaba la Provincia de
Antioquia el señor Juan Antonio Mon y Velarde, pero el Virrey era el Arzobispo Antonio
Caballero y Góngora y lo más lógico era que Mon y Velarde pidiera que la población se
llamase San José de Caballero y Góngora en honor “al Virrey que gobernaba el Nuevo
Reino de Granada” y no a José Manuel de Ezpeleta que presidió el Virreinato a partir de
1789, cuando Mon y Velarde había dejado la Gobernación hacía más de un año.

La carta dirigida entonces al gobernador pidiéndole su autorización para poblar


estas tierras fue enviada en 1789 a Francisco Baraya de la Campa, un austriaco que se
desempeñó entre 1788 y 1794. Fue este mandatario quien inició todo el proceso y quien dio
los permisos para poblar y fundar la población el 28 de enero de 1791. A partir de este
momento entran en juego las fuentes que reposan en el Archivo Histórico de Antioquia.
Dichos documentos, copia fiel de otros que permanecen en el Archivo General de la Nación
y en el Archivo General de Indias, están debidamente clasificados y forman el llamado
tomo 54, dedicado exclusivamente a la fundación de Sonsón.

El tomo 54 del AHA nos dice que “[…] En 1789, 35 colonos se dirigen al
Gobernador Baraya de la Campa y le piden que[…] como al fin pobres desvalidos
retirarnos a las montañas del Valle de Sonsón jurisdicción de esta Provincia, en donde a
más de la fertilidad de la tierra para las cementeras, se hacen palpables otras mayores
ventajas, que son los criaderos de ganado mayor y menor, salados y ricos minerales, que en
sus entrañas encierran dichas tierras, y hacer en aquel Valle nuestra mansión, y una nueva
fundación […] (AHA. 54, fs. 1-2)”. En esta petición los colonos ya dan a entender el
conocimiento que tenían de las tierras, pues sabían de su fertilidad, conocían de las minas y
salados que escondían, la clase de ganados que se podían criar allí y lo más importante,
conocían que en estas tierras había un valle rodeado de montañas. Además, tenían claro que
el terreno a comprar iba del Río Arma al sur al Río Tasajo al norte, y del Páramo de Sonsón
al oriente al Río Aures al occidente; era un cuadrilátero de unos 20 kilómetros de largo por
unos 15 de ancho teniendo en el centro el valle de Sonsón donde se haría la fundación. A
partir de este momento basaremos nuestro relato en lo que nos dice dicho tomo 54 del AHA
y haciendo alusión a las Crónicas de Sonsón cuando lo creamos conveniente.

El Gobernador Baraya de la Campa autorizó el poblamiento (más no la fundación de


la ciudad). El decreto que envió a los colonos les pedía responder un cuestionario que
demostrara el conocimiento real que tuviesen de dichas tierras y además cito a los dueños
de dichas tierras para que presentaran sus títulos y si habían cumplido las condiciones de la
gracia, es decir, si habían cumplido con la ampliación del camino de Rionegro a Mariquita.
Esta condición era la que el gobierno virreinal había establecido en la merced dada a don
Felipe Villegas y Córdova, un español radicado en Rionegro. El gobernador, y todos en
general, sabían que don Felipe Villegas nunca había cumplido con esta condición y esto
daba pie a anular dicha merced y entregar las tierras “graciosamente”, o sea, gratuitamente
a todos los colonos que las estaban pidiendo.

Dicho decreto del Gobernador fue llevado al final de ese año de 1789 por el líder de
los colonos, señor José Antonio Álzate, al alcalde de primer voto de Rionegro para que
comenzara las diligencias.1

A finales de 1890 los colonos le manifestaron al gobernador Baraya la disposición


que tenían de comprar las tierras y no recibirlas gratuitamente, debido a que ya conocían los
problemas suscitados en tres poblaciones autorizadas por Mon y Velarde. Eran San Luis de
Góngora, actual Yarumal; San Antonio del Infante, actual Donmatías y San Carlos. Nos
dice el tomo 54:

[…]ante Usted con nuestro más humilde respeto comparecemos y decimos que
habiéndose dignado su piadosa justificación en fuerza de nuestra representación, libran
su superior Despacho cometido a las Justicias ordinarias de dicha ciudad de Rionegro,
sobre la averiguación de la nueva población que pretendemos en el Valle de Sonsón, su
distancia a unas y otras partes, y finalmente el globo de tierras que encierra por suyas
Don Felipe de Villegas; con vista de todo, bien reflexionado por nosotros y con el
acuerdo que nuestro pensamiento merece, tuvimos a bien pasar donde los dueños de
aquellas tierras y comprarlas entre cuarenta compañeros en dos mil pesos, evitando por
este medio los pleitos que se nos pudieran originar, como ha sucedido en las demás
fundaciones de San Antonio del Infante y San Luis de Góngora; que no ha costado
poco a aquellos vecinos […] (AHA. 54, fs. 9-10).

Las dificultades que se originaban al recibir las tierras de forma gratuita consistían en
que los dueños demandarían ante la Real Audiencia y los colonos se verían obligados a
contratar un abogado en Santa Fe que estuviera pendiente; alguno debía viajar a la ciudad
capital, viaje que demoraba siete días de ida como de vuelta y lo peor, los trámites eran
eternos lo que los dejaría sin posibilidades de ver fundada la ciudad. Por lo tanto,
renunciaban a recibir estas tierras “graciosamente” y preferían comprarlas en dos mil pesos

1
Las ciudades importantes de esa época tenían dos alcaldes: el de primer voto y el de segundo voto. El
primero se encargaba de los asuntos civiles y el segundo de los criminales o penales. Le correspondía, por
tanto, al alcalde de primer voto, Miguel Palacio, iniciar este proceso por orden de Gobernador y convertirse
en Juez del mismo y efectivamente comenzó citando a todos los interesados a presentarse a su despacho en el
término de un año.
de plata. “[…] sobre las diligencias de nuestra fundación en aquel paraje y conociendo yo y
dichos socios, los perjuicios que se nos pudieran originar a causa de no hallarse las tierras
baldías, tuvimos por conveniente el componernos urbanamente con los dueños de dichas
tierras, como lo hacemos constar de su Señoría; por cuyo motivo no hemos adelantado la
información que se nos manda a hacer […] (AHA. 54, fs. 9-10).”

¿Qué eran dos mil pesos de aquella época? Circulaban dos monedas principales: el
peso de oro y el peso de plata. El peso de oro equivalía a un castellano de oro (4.6 gr.) de
22.5 quilates, y el peso de plata que valía exactamente la mitad. El peso de plata era el
famoso Real de a Ocho, moneda oficial del Imperio español el cual recibía varios nombres
como Patacón de Plata o peso fuerte en la Nueva Granada; en España Peso fuerte o peso
duro; en el resto de Europa, China y sudeste asiático Real de a Ocho y en Inglaterra y
Estados Unidos, Dólar español. Dos mil pesos fuertes (de plata) equivalían a mil pesos de
oro. Las tierras de Sonsón costaron, por tanto, mil pesos de oro que hoy equivaldrían,
quizás, a mil millones de pesos (castellano a un millón de pesos hoy) y nos muestra lo que
ha subido el oro en doscientos años, es decir, un millón de veces.

Los colonos se presentaron ante don Felipe Villegas para negociar las tierras. Se les
respondió que, a la muerte de su esposa, doña Manuela Londoño Zapata, don Felipe tuvo
que repartir su herencia entre sus hijos por lo que la tierra ya no le pertenecían. Los nuevos
dueños eran Cosme Nicolás González y Antonio González de Leyva, yernos de D. Felipe;
José Antonio y Juan José Villegas, hijos y un socio D. Juan Lorenzo Álvarez los cuales
habían constituido una sociedad.

La respuesta del Gobernador fue: “[…] en las tierras compradas [habla como si ya las
hubieran comprado] pretenden hacer un estanco, no autoriza la fundación, pues Su
Majestad tiene tierras para repartir graciosamente a todos sus súbditos. Les niega hacerles
merced de las minas y salados, pidiéndoles que sigan el procedimiento legal para estos
casos […] (AHA., 54, fs. 13-14)”. La posición del Gobernador consistió en que los colonos
pretendían hacer un monopolio (un estanco) de tierras y les ordenó que debían seguir los
trámites ante el alcalde de primer voto e insistía en citar a todos los interesados.

A mediados de 1790 Miguel Palacio renunció como alcalde de primer voto y fue
reemplazado por Cosme Nicolás González, yerno de Felipe Villegas. Como él no podía ser
Juez y parte, delegó en el alcalde de segundo voto, Manuel José Jaramillo y Ossa el
expediente convirtiéndose este de aquí en adelante en Juez del proceso. Jaramillo y Ossa
cito a los interesados; los colonos nombraron cinco de ellos para que se presentaran a
responder el cuestionario. Fueron Santiago Valencia, Evaristo Pérez, Simón Leonín Estrada
(de Concepción), José Ignacio Rincón y Julián Cardona. Los Villegas nunca se presentaron.

Con base a sus declaraciones, el gobernador Baraya emitió el decreto de fundación el


28 de enero de 1791. En ese decreto si se pedía a los futuros pobladores que dieran el
nombre de San José de Ezpeleta a la nueva población y además nombró como Jueces
Pobladores, a Mathías Arias Bueno, alcalde de Concepción y a Juan Bautista Gutiérrez,
alcalde de El Retiro. Los colonos fueron citados al sitio de la nueva fundación para el mes
de marzo de ese año con el fin de adelantar la limpieza del terreno. Para el día de la
fundación, 18 de marzo, Arias Bueno no asistió debido a quebrantos de salud, por lo que la
fundación hubo de hacerla el segundo Juez, Gutiérrez. El tomo 54 lo describe así:

[…]En diez y ocho de dicho mes y año [marzo de 1791], yo el Juez comisionado,
mediante a que los nuevos colonos han desmontado el plano que eligieron para la
situación de la población que se intenta fundar, asociado de los citados, se midieron
cien varas de castilla en una cabuya, y con esta y una escuadra en la parte que se
consideró por los interesados y por mí, más conveniente, se formó la Plaza Mayor en
cuadro de cien varas en cada frente, dejando libres las calles y en frente de la una, se
señaló el lugar de la Iglesia, mirando su portada para la cordillera de la montaña de
Sirgua, […] (AHA:, 54 fs.50-51).

Vale señalar que cien varas castellanas equivalen a ochenta metros. En esta
descripción de la fundación no se especifica el sitio exacto, pero se infiere que fue en el
valle donde está asentada la población actualmente, pues ellos desde el comienzo hablan de
levantar la población en el Valle de Sonsón y en ningún momento afirman lo contrario. Sin
embargo, esto dio lugar a especulaciones de algunos autores que ubicaron la población en
otros sitios como la llamada Loma de Maitamá, lugar ubicado al sur de Sonsón en límites
con Caldas. Precisamente es el padre Uribe Villegas quien afirma que fue en dicha loma y
nos la describe así:

[…] Los colonos se dirigieron en los primeros meses del año de 1793, provistos de
herramientas para labrar la tierra y trabajar las minas; semillas de maíz, plátano,
arracacha, caña de azúcar, yucas, papa y crías de cerdos y gallinas, al sur por en medio
de montes, abriendo trochas para andar y pasando trabajos sin cuento […]. Como
desde el otro lado del Aures divisaban la cordillera de Maitamac, convinieron en llegar
hasta ella y establecer allí el pueblo. Al fin lograron llegar, después de haber gastado
dos días de Yeguas (distrito de Abejorral) a Maitamac, y tristes de pensar en la vuelta a
la ciudad de Arma de Rio Negro, por lo malas de las trochas por donde habían venido;
pero animados con la esperanza de encontrar mucho oro, conseguir comodidades para
sus familias, y hacer un pueblo de hermanos donde todos vivieran muy unidos,
cumpliendo con sus deberes de cristianos (Uribe Villegas, 1973,45).

Esta descripción contiene algunos errores. No fue en 1793 sino en 1791; además
desconoce que desde hacía dos años se venían negociando las tierras, que los colonos
tenían claro el terreno a comprar y que en medio de él estaba el Valle denominado Sonsón;
lo habían recorrido por caminos indígenas que por entonces existían como el camino que
venía de Supía, pasaba por Sonsón y seguía hasta Mariquita, además de un ramal del
mismo camino que iba de este valle hasta Vallejuelos, hoy La Unión. Inclusive estos
caminos eran usados ya en ese tiempo por contrabandistas de tabaco y aguardiente desde
Mariquita hasta Marinilla. También los mismos colonos ya habían abierto nuevos caminos
desde hacía varios años.

Esta loma es descrita por Manuel Uribe Ángel de la siguiente manera. “[…] Al sur de
la ciudad se desprende, hacia el lado occidental, o más bien noroeste, un macizo ramal que
en combinación con otro […] forma la terrible hondonada del Arma, y decimos terrible,
porque esta hoya es acaso lo más doblado y cerril del territorio antioqueño (Uribe Ángel,
2006, 326)”. Resulta poco menos que impensable que se eligiera este lugar para hacer la
fundación; solo permite levantar casas aisladas aprovechando los asientos del terreno y
ayudándose con banqueos, pero no permite construir un damero como era la intención de
los fundadores. Además, sabían que a menos de doce kilómetros de dicha loma estaba el
Valle de Sonsón el cual conocían a la perfección y del cual venían hablando en todo el
proceso de fundación. Lo cierto del caso fue que esa primera fundación hecha por Gutiérrez
fracasó y fue abandonada por muchos de los colonos.

Que la primera fundación se hizo en el lugar donde actualmente está la población nos
lo dice el Juez Poblador Mathías Arias Bueno cuando por fin pudo viajar a la nueva
población en mayo de 1791 y en carta al Gobernador le dice: “[…] repugné el sitio por el
motivo que allí se carece de lo principal que es el agua, pues no hay más de dos
amagamientos de poquísimo caudal; lo otro la tierra es flojísima y no hay allí donde sacar
una piedra para empedrar calles; con cuya infructuosa diligencia se salió el compañero y los
más de los dichos; Y habiéndome yo quedado empecé a andar y trasegar el terreno y a
distancia de tres cuadras con poca diferencia encontré un lugar que dicen se llamaba
Llanogrande, más abajo, y donde los dichos amagamientos tienen ya algún cuerpo, y queda
de allí el Río nominado Sonsón a distancia de dos cuadras (AHA.,54, f.58)”. El paraje
Llanogrande es un sitio entre la actual población y el río Sonsón y donde actualmente se
encuentra el cementerio. También el Juez Gutiérrez sugiere que fue en este valle cuando en
informe al Gobernador habla de “[…] a más de estar contiguos tres temperamentos, el
frígido donde se asignó la población, templado y cálido que en menos de un cuarto de hora
se puede gozar y disfrutar de ellos (AHA, 54, f.64)". El único sitio frío apropiado para
fundar la población es precisamente este valle.

El sitio exacto de la fundación enfrentó a los dos jueces pobladores y los llevó a que
se denunciaran mutuamente ante el Gobernador. Arias Bueno quería una fundación de
pobres y manifestaba que Gutiérrez tenía una lista de ricos para entrar a la población.
Dichas diferencias llevaron a que tuvieran que renunciar en 1792 sin haber logrado crear la
población. José Joaquín Ruiz y Zapata, un hombre adinerado de Rionegro, conocedor de las
dificultades, llegó a estas tierras ese mismo año y le dijo a Arias Bueno que pretendía
fundar un palenque. “[…] Sin embargo de haberme dicho un rico de los que intentaron
entrar a la colonia que si esta se fundaba de solo pobres no sería sino un palenque […]
(AHA., 54, f.52)”. Ruiz y Zapata, con la autorización del Gobernador y nombrado como
nuevo Juez Poblador, fue a negociar estas tierras con la sociedad de los Villegas y se
encontró con la sorpresa que uno de los defensores que la población fuera solo de pobres,
José Antonio Rodríguez, ya había negociado estas tierras y pretendía comprarlas.
Rodríguez pretendía establecer una colonia de pobres donde el único rico fuera él. El
Gobernador, quien autorizaba todas las compras de tierras, autorizó a Ruiz y Zapata a
comprarlas y efectivamente así lo hizo en mil castellanos de oro.

Los problemas entre unos y otros continuaron en los próximos ocho años. Ya para
1795 la colonia tenía 205 habitantes provenientes de Rionegro y Marinilla los cuales
disponían de cementeras, ganados, cerdos y gran cantidad de ranchos por todo el terreno.
“[…] que hallándonos sin comodidad en nuestros domicilios, sin tener aquellas
proporciones para poder el adelantamiento en las labranzas de agricultura y demás que
corresponde al bienestar, nos hemos retirado a los valles de Sonsón, en donde en el presente
hay hasta veintiséis matrimonios, sin contar los hijos y otras personas solteras, que por
todas pasan de doscientas y seis personas, que se han agregado, ansiosas de tener en donde
trabajar […] (AHA., 54, f.85).” Para abril de 1800, cuatro meses antes de la fundación
definitiva, ya había 535 habitantes y Ruiz y Zapata los obligó a todos a replegarse hacia
Llanogrande. “[…] Habiendo reconocido por mí y por los pobladores, de que en donde lo
habían determinado los antecesores Jueces Pobladores no estaba el lugar muy cómodo, hice
limpiar en las cabeceras de Llanogrande en donde hallamos ser la parte más favorable,
tanto por lo Ameno de la tierra y más Abundante de Aguas y Piedra para edificar, por los
menos Vientos y otras muchas comodidades (AHA: 54, f.81)”.

Finalmente, el 4 de agosto de 1800 Ruiz y Zapata con la ayuda de cabuyas o lazos de


100 varas castellanas y con escuadras, hizo el trazado de la población donde repartió
solares a los más de 500 habitantes que habían llegado a estas tierras, reservando la plaza y
sus alrededores para los notables y primeros fundadores.
Bibliografía

Archivo Histórico de Antioquia, tomo 54

Uribe Ángel, M. (2006) Geografía General y Compendio Histórico del Estado de Antioquia en
Colombia. Medellín, Imprenta Departamental.

Uribe Villegas, G. (1973). Crónicas de Sonsón. En “Sonsón Histórico. Órgano del Centro de
Historia de Sonsón, 2.

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