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CATEGORÍAS METAFÍSICAS SE BUSCAN

Perdidas hace siglos. Hay recompensa

Alberto Mansueti, 2002

Confusiones

¿Ha notado Ud. cómo la gente se confunde? Y sin saberlo. Los conceptos verdaderos de libertad,
democracia, ley, orden, bien común, instituciones privadas y Gobierno en sus sentidos propios, se han
perdido completamente. O pervertido.

¿Por qué languidecen las ideas de libre mercado y Gobierno limitado?

Porque la gente va confundida -y mucho- acerca de la realidad y su comprensión objetiva. El liberalismo


levantará cabeza sólo el día que se entere y entienda que su suerte es inseparable con la del realismo
metafísico -de cuño aristotélico-, y se decida a reivindicarlo; pero sin enmiendas, quitas u omisiones. Y
cuando al día siguiente, rompa con malas juntas filosóficas que le acompañan desde el s. XVIII:
ultraempiricismo, racionalismo, Iluminismo, kantismo, positivismo, utilitarismo, evolucionismo,
romanticismo, conductismo, etc.

Este ensayo sobre las lamentables consecuencias de la falta de realismo metafísico no es apto para
relativistas, agnósticos o escépticos en materia de conocimientos ciertos y verdaderos. Están avisados.

Los cambios en las palabras reflejan cambios conceptuales, en la manera como se entienden (o
malentienden) las cosas. Y es que las cosas no mudan su naturaleza, jamás; mas sí cambian su significación
-y bastante-, los conceptos y palabras que deben reflejarlas. Y es de lamentar, en un sentido cada vez
menos acorde con su realidad.

¿Por qué tanta confusión? Porque se perdió el realismo metafísico, marco de referencia común para
pensar con orden y verdad, y corregir desaciertos y desafueros. Su desaparición fue paso a paso.

Comenzó por ser considerado el realismo metafísico como sólo una corriente o escuela de pensamiento
entre otras, y eso a partir del Renacimiento. Posteriormente fue siendo eclipsado por las “otras”, y
relegado cada vez más -desde la Revolución Francesa-, hasta olvidarse por completo. Desapareció primero
de las carreras de Filosofía y Ciencias humanísticas. Y después, su positiva influencia desapareció,
“progresivamente” (¿?) -mejor gradualmente, que no es lo mismo-, del bachillerato, de la escuela
elemental, de la religión; y por último, de la prensa y opinión pública.

Aunque a distancia en el tiempo, muchas y muy graves son las consecuencias de su falta, y se dejan sentir
en todas las esferas. Trataremos de resumirlas. Pero prepárese, porque anotamos como quince.
1.- Pérdida de los conceptos elementales para entender la realidad. El antiguo realismo metafísico se
expresaba en el conjunto armónico de instrumentos conceptuales y analíticos que son indispensables para
la comprensión objetiva de la realidad. Es decir, las categorías metafísicas, o propiedades de las cosas
que son inteligibles más allá del orden sensible: causa, efecto, sustancia, accidente, modo, fin, etc.

¿Quién se acuerda hoy de la “querella de los universales”? Controversia medieval sin importancia, se dirá,
“metafísica”, en sentido despectivo. Sin embargo, terminó muy mal. Se perdió aquella visión aristotélica
de “la analogía del ser”; y por eso no se entiende aún hoy p. ej. que el ser de la sociedad no es el mismo de
la persona individual. Ese resultado determinó nada menos que “la sociedad”, “la Nación” y “el Estado”
sean hoy en día tratados como realidades, con entidad propia y status ontológico ni siquiera igual sino
mayor que la persona individual. Y por eso se reclama legítimo y exigible el sacrificio del individuo y las
comunidades naturales en el altar del “Gran Ser” o sujeto colectivo Estado.

Pero estas cosas no se ven claras, porque las categorías metafísicas fueron liquidadas posteriormente,
asesinadas a mansalva. P. ej. el concepto de causa, que el filósofo inglés David Hume -s. XVIII- se empeñó
en destruir, como si las cosas no tuviesen causas ni efectos (cuando la palabra “cosa”, procede de “causa”
precisamente). Después de Hume vino Kant, y terminó de demoler esos conceptos básicos, y todos los de
su género: naturaleza, esencia, forma, acto y potencia, sustancia y accidentes, orden y modo, etc.

Nociones y vocablos que ahora carecen de sus contenidos precisos; y de los cuales significados no queda
ya ni el recuerdo. Tal es la principal razón por la cual la gente piensa de maneras cada vez menos claras y
menos realistas, y en su ignorancia cae víctima de las ilusiones taumatúrgicas de los jefes y expositores
colectivistas.

Es más, Kant decretó imposible la Metafísica: el saber acerca del ser y de la realidad en general. Esa
disciplina -la Metafísica- era el hogar y domicilio de residencia natural del realismo; y cuando Kant y sus
seguidores la demolieron sin piedad, se procedió al desalojo inmediato del realismo, sin más trámite. De
este modo la otrora parte primera, medular y más gruesa de la Filosofía -y más amigable y servicial-, fue
tratada como inútil antigualla medieval, típica de la “Edad Oscura”, impropia de los “tiempos modernos” de
la ciencia y el progreso.

2.- En consecuencia, a la gente le falta la estructura conceptual para comprender las cosas, incluso
las más vitales, críticas y determinantes para su nivel de vida y hasta su vida. ¿No es trágico? A esto se
agregan otros factores que no inclinan a investigar y propenden a la ignorancia semi-culpable: el Estado
con impuestos y reglamentos exige a la gente trabajar y agotarse en largas y extenuantes jornadas
extras, las “diversiones” enajenantes, y la natural pereza que a todos nos aqueja. (¿O a Ud. no?)

El más importante y básico de los conceptos metafísicos perdidos fue el de “naturaleza”: configuración y
contenido propios de cada cosa, según su especie y género. La naturaleza de algo no se puede violentar
impunemente sino con grandes costos. En otras palabras, su “forma”, que no es cosa secundaria o sin
importancia, e implica un conjunto de potencialidades; por eso es imposible “transformar” o convertir una
cosa en otra si no tiene la “potencia” o capacidad para ello. Así el Gobierno tiene una naturaleza –la cual
es represiva-, de la que nadie puede sacarlo, so pena de infligir graves desórdenes, males y sufrimientos a
la sociedad. Por su naturaleza el Gobierno es juez, alguacil, policía y soldado.

Así que más vale se use para eso. Por más que se quiera, no puede hacerse el Gobierno comerciante,
industrial, agricultor, maestro, médico, artista y hermanita de la caridad; y si se intenta, va a haber
mucho problema. Pero, ¿cuándo y cómo se va a entender esto si le falta el concepto de “naturaleza”?

Los fines, causas, formas y modos de las cosas, son sus determinantes “metafísicos” -más allá de sus
características sensibles, palpables y observables-; no son por ello menos reales. Y la naturaleza de algo,
en tanto objeto de conocimiento, es su inseparable “esencia”, otro concepto metafísico fundamental, que
adhiere el realismo a la razón, o facultad para entender las cosas como son realmente, y guía del
conocimiento cierto, cuando rectamente usada.

3.- La realidad quedó divorciada del pensamiento y el lenguaje, y éstos entre sí. Demasiadas veces
se habla y se escribe hoy sin lógica, sin sentido, y hasta sin gramática. Eso es precisamente así porque se
perdieron los conceptos realistas, que se reflejaban naturalmente en el pensamiento y lenguaje. Mientras
duró la influencia del realismo en la forma de pensar, hablar y escribir de la gente en general (ah, siempre
hay excepciones), la inteligencia reflejaba la realidad -con la lógica al control-; y la expresaba mediante la
correspondiente sintaxis.

Y esto de modo natural, tanto en la persona culta, como en la iletrada, en su caso con conceptos y
palabras más sencillas. P. ej. un ser, sustancia o ente -cualquier cosa que existe-, podía ser objeto de
conocimiento, y a la vez sujeto lógico, de una proposición. Y sujeto gramatical, de una oración. Y sus
categorías predicables -acción, cualidad, cantidad, tiempo, lugar, etc.- daban lugar a las categorías
gramaticales: verbo, adjetivo, adverbio, complemento, etc.

Todas estas buenas relaciones se cortaron. La realidad se hizo entonces más ardua de aprehender en
conceptos racionales, y de expresar de modo adecuado. Las cosas se hicieron más difíciles de entender, y
se recurrió a la cortina de humo del palabrerío a la moda para disfrazar la ignorancia y el desconcierto.

Y ahora la racionalidad ya no sirve como instrumento confiable de evaluación y control de acciones,


personas e instituciones; la política y demás facetas del comportamiento práctico perdieron asiento
racional firme, las emociones desbocadas predominan, y el lenguaje sirve para incomunicarse.

4.- El despelote filosófico. Nos dirá Ud. ¿Qué importancia tiene lo que piensen los filósofos? Muchísima,
pues con el tiempo sus ideas y mensajes se van filtrando a la gente, mediante la educación, los medios de
comunicación, la religión y el entretenimiento. El realismo filosófico era completo y muy equilibrado: a
todos y a cada uno de los elementos de la realidad correspondía su concepto o correlato en pensamiento y
lenguaje.

Al faltar el realismo, cada filósofo cogió un concepto con exclusión o menosprecio de los demás, e hizo su
facción propia. La Filosofía se quebró a lo largo de una serie interminable de dicotomías falsas; así: lo
particular vs. lo universal; sentidos vs. razón; materia vs. espíritu; naturaleza vs. libertad; ser vs. existir.

En sus respectivas ramas, se enfrentaron nominalistas y universalistas, empiristas y


racionalistas, materialistas contra espiritualistas e idealistas, deterministas y mecanicistas
contra voluntaristas y librealbedristas absolutos ... ¡Hasta combatieron los fanáticos del ser y
del existir (esencialistas y existencialistas)! Cada profesor inventó su sistema propio. Qué locura,
¿no? Es como si en Medicina quitasen la Anatomía, y los partidarios de la vista enfrentasen a los
del oído, los de las piernas a los “bracistas” (incondicionales de los brazos), y así.

La Filosofía se redujo a su accidentada historia posterior, esa aburrida “Galería de Héroes”: lo que
pensaba Fulano, y Zutano, y si Mengano siguió a éste o al otro. Sin Metafísica, la Filosofía se hizo cosa
esotérica y aburridora, y aparentemente nimia y quisquillosa. Así hubo que despacharla de los estudios
medios y superiores. La atención se centró en sus abstrusas “teorías del conocimiento” como casi único
tema, algunas de lo más estrafalarias. De hecho, ciertos “sistemas” filosóficos dan risa ...
Hasta que pese a su aparente inofensividad, de ellos dedujeron ciertas conclusiones que desataron
extrema violencia en muchos países, con sangrientas revoluciones, guillotinas y paredones, bombas y
morteros, y guerras brutales con asesinatos masivos, tipo industrial (cámaras de gas). Eso no fue para
reír. Y pasó dos veces en el siglo XX.

5.- Desconfianza en la razón y hasta en la realidad. Sin reducir la filosofía a la teoría del
conocimiento, el realismo enseñaba que es posible conocer objetivamente las realidades. Que en tanto
son, en un sentido general son verdaderas y son buenas.

Pero las guerras filosóficas, y las otras, suscitaron el relativismo, escepticismo, subjetivismo,
utilitarismo, positivismo, pragmatismo; “ismos” que tenían en común su descreimiento en la capacidad
humana de conocer objetivamente y en esencia la realidad, ¡y hasta en la realidad misma, los idealistas
extremos! Los existencialistas creyeron en la realidad, pero como algo amenazante y angustiante.

Las bellas artes se hicieron cada vez menos realistas, y menos bellas: ¡se llamaban “realistas” para
exponer unilateralmente sólo las partes más feas y degradadas de la realidad! El término fue devaluado.
Política “realista” se hizo sinónimo de su parte más vil y sucia. Y Filosofía “realista” se hizo equivaler a
cualquier visión avinagrada y amargada, corrientemente esgrimida para justificar alguna inmoralidad.

Consecuencia:

6.- Pesimismo generalizado, que hoy tratan de remediar con un pensamiento “positivo” irrealista-
voluntarista, y escapista. Y con las ilusiones del “mundo feliz” sometido al colectivismo estatista,
ingenuamente confiado en el Gobierno de turno ... o protestando furiosamente contra el mismo, y
desgañitandose en procura del siguiente.

En cambio, el realismo era sanamente optimista, juzgando al mundo apto para ser conocido, y al hombre
capaz para conocerle. Incluyendo el mundo de la economía y los negocios, demandas y ofertas, ganancias y
pérdidas.

¿Cómo conocer sin engañarse? Los realistas enseñaron que la persona parte de informaciones
procedentes de sus cinco sentidos externos (vista, olfato, oído, tacto y gusto); las combina mediante sus
cuatro sentidos internos (conciencia, memoria, imaginación y estimativa); y las trata con sus facultades
cognitivas o intelectuales, formando conceptos, juicios y razonamientos. Pero hoy ya nadie habla p. ej. de
“estimativa” o “sentidos internos”. Tampoco del “entendimiento receptivo”.

7.- Olvido de los principios fundamentales del saber. Entre otros, los siguientes:

# El entendimiento humano tiene antes que nada su potencia “receptiva”, para reflejar en la inteligencia
las cosas y sus cualidades, tal cual son objetivamente; y para abstraerlas mentalmente tiene también su
potencia activa, pero no para inventar las realidades a placer, como a cada quien le parece. Esa es función
de la imaginación, la cual debe sujetarse con cuidado.

# Podemos estar ciertos de los conocimientos adquiridos por evidencia, demostración, o testimonio de
fuentes confiables. Porque las cosas ocurren de tal modo que pueden entenderse -principio de razón
suficiente-, si se investigan con detenimiento y orden. Y si se somete la inteligencia a ciertas reglas de
buen juicio, sobre el valor de las evidencias y testimonios, y sobre la lógica de los argumentos y las
demostraciones. ¡Así podemos controlar las emociones y sentimientos!

# No es fácil el proceso de conocer, ni infalible el conocimiento, su resultado. Pero son básicamente


confiables, si se tiene cautela, y los yerros y equívocos se corrigen y depuran lo suficiente.
# Lo que no es posible es moldear las realidades a pura voluntad, de las personas o los Gobiernos,
imaginando que son maleables, plásticas, o queriendo que sean distintas a como son. Por ello realismo es
sinónimo de sensatez, razonabilidad. Lo que vulgarmente se entiende por “sentido común”, y equivale a
cordura general. (Aunque técnicamente la expresión significa otra cosa, más cercana a la conciencia.)

8.- Los conocimientos quedaron sin garantías. Comprenderá Ud. que sin principios como estos, nadie
puede estar seguro de los conocimientos, y las discusiones no salen de las puras opiniones subjetivas,
aunque masivamente difundidas, sin asidero o fundamento sólido, o defendidas con la sola fuerza de una
“fe” por entero irracional, ambas inconcluyentes.

Sin estos principios tampoco se pueden corregir errores y desaciertos, ni los más descabellados, y cada
quien queda “libre” de afirmar su disparate favorito. Y de imponerlo al resto de la gente, si tiene poder.

Comprenderá Ud. también el motivo por el cual estos principios fueron dejados de lado: porque aceptar
que la inteligencia en parte es pasiva, no omnipotente, y que debe someterse y ser obediente, implica
humildad. De hecho, la verdad no es sino la humilde aceptación de la realidad. Y la humildad no es virtud
frecuente entre intelectuales.

9.- La actividad intelectual quedó sin virtudes propias. Se perdieron las virtudes “noéticas” o
intelectuales, indispensables para poder alcanzar la verdad:

# El principio de no contradicción, pero como virtud, o “hábito continuo de recta conducta”. Era el primer
principio de la razón especulativa: no contradecirse.

# Sindéresis, o primer principio de la razón práctica: discernir entre lo bueno y lo malo, para hacer lo
primero y evitar lo segundo.

# Ciencia: conocer las cosas según sus causas eficientes; y ...

# Sabiduría: ... por sus primeros principios y causas últimas.

# Arte o técnica: aplicar las facultades racionales a la producción; y ...

# Prudencia: ... al juicio práctico. La prudencia era virtud intelectual y al mismo tiempo ética: se contaba
entre las cuatro virtudes cardinales de la moralidad, con la justicia, la fortaleza y la templanza. ¿Qué le
parece ...?

10.- El despelote de las ciencias humanísticas. Sin la guía de una filosofía confiable, cayeron en brazos
de las distintas y enemigas ideologías, diferentes deducciones y conclusiones morales, políticas, jurídicas
y económicas de los sistemas filosóficos degenerados que se enfrentan.

Las ciencias fueron separadas arbitrariamente en humanas y naturales, culpa de la falsa dicotomía
espíritu versus materia. Y las así llamadas “ciencias humanas” fueron sometidas a doble y contradictoria
presión: parecerse a las otras, y a la vez ser diferentes. Lo que quedó de ellas no es ciencia, porque le
falta exactitud en la medida; y tampoco es humano, al tratar estas “ciencias” a las personas como ratas,
monos, o perros, como hacen respectivamente el conductismo, el evolucionismo y el pavlovismo.

El colectivismo -nazismo o marxismo, ambos vienen de Hegel, y éste de Kant-, combina las tres
corrientes, considerándonos a la vez como ratas, monos y perros. Por eso nos tratan de modo tan salvaje,
animal. Y el ambientalismo completa el círculo: vistas las personas como animales, quiere ver a los animales
como personas.
11.- La economía: empobrecida y sin rumbo. Empobrecida como actividad, por los Gobiernos
desbordados, que paradójicamente se toman para ellos todas las libertades económicas que niegan a los
particulares. Los políticos estatistas acusan a los ricos de construir sus inmensas fortunas (a las que
impropiamente califican de “poder económico”) explotando a los pobres, pero ellos edifican su inmenso
poder en base a la explotación de todos, en exclusivo provecho y beneficio de ellos mismos, so pretexto
de “redimir” a los más necesitados. ¡Y también se enriquecen muchísimo, pero a cuenta del poder del
Estado!

Y sin rumbo quedó la Economía como ciencia, con la hegemonía de las corrientes positivistas y marxistas,
que opacaron por completo a la Escuela austriana, piso científico del liberalismo económico. El contexto
filosófico natural del austrianismo es la metafísica realista, que por desgracia no conocieron sus propios
fundadores austríacos, de fines del s. XIX y comienzos del XX, desaparecido el realismo muy atrás en la
historia.

Para colmo, muchos liberales y supuestos liberales -en extenso listado, desde el empirista Locke (s. XVII)
al hegeliano Fukuyama (s. XX)-, trataron de llenar el enorme vacío filosófico con racionalismo, relativismo,
escepticismo, utilitarismo, “positivismo”, evolucionismo, etc., todos “ismos” muy sospechosos, y para nada
compatibles con el ser del liberalismo. Y los austrianos, es de lamentar, se pegaron a la corriente general.

Curiosamente, en estos bárbaros excesos terminaron unas tendencias nacidas con el Renacimiento y la
Revolución Francesa, que se autodenominaron “humanistas”, y enfatizaron la generosidad, el altruismo y la
buena voluntad como fundamentos de la civilización.

El realismo en cambio y por contraste no es una filosofía antropocéntrica sino ontocéntrica: gira
alrededor del ser, y se basa en la realidad, de la cual el hombre forma parte. Pero resulta que Dios
también es parte de la realidad, y más importante que el hombre. Si Ud. hace una consideración completa
de la realidad, desde la naturaleza mineral hasta la economía, no puede dejar a Dios afuera. Porque la
realidad creada, las categorías que la conceptúan y sirven para inteligirla, y hasta el lenguaje que la
expresa fielmente, le hablan a Ud. sin parar de su divino Creador.

Una de las razones por las cuales los pensadores iluministas (fines del s. XVIII) echaron por la borda
definitivamente al realismo, fue que querían dejar a Dios fuera de la realidad. Le sacaron de Filosofía, de
las ciencias -de todas-, y de la vida pública.

12.- La religión quedó sin racionalidad. Habiendo fracasado la Filosofía en su función orientadora sobre
cómo pensar, y las ciencias del hombre, la Religión podría llegar en auxilio de la gente, de no haber sido
previamente vaciada de racionalidad, despojo que hizo en el siglo XIX el romanticismo.

El romanticismo exaltó las emociones, sentimientos, instintos y pasiones, por encima de la razón,
contribuyendo a la pérdida general del sentido de realidad. Su impacto sobre la religión fue tremendo y
destructivo. En particular los idealistas alemanes sobre la religión cristiana.

Realismo y racionalidad no son incompatibles, ajenos ni lejanos a la Religión; y de hecho son parientes. La
escolástica, máxima expresión del realismo filósófico, fue desarrollada en la Baja Edad Media -siglos XII
al XV- por piadosos creyentes que no despreciaron el auxilio de la “luz natural” de la razón:

# Moisés Maimónides, rabino judío (Rabbi Ibn Maimón);

# San Alberto y Santo Tomás de Aquino -favor no confundir con Tomás el Apóstol-, cristianos ambos,
católicos;
# Al Kindi, Al Farabi, Avicena (Ibn Sina), Al Gazel (Al Gazzali) y Averroes (Ibn Rusd). No necesito
decirle: muy devotos musulmanes, pero muy racionales, no fanáticos criminales como los actuales sicarios
al servicio del estatismo “islámico” (= marxista disfrazado).

# Felipe Melanchton, cristiano protestante del siglo XVI, siguió tras estos pasos.

Cristianos o no, todos los mencionados se apoyaron en el griego Aristóteles, un pagano de la Antigüedad,
que hoy diríamos “deísta”. Y se ayudaron unos con otros en su actividad académica, que no era para
“inventar” un sistema, sino para descubrir cómo las cosas son.

El Papa Juan Pablo II explicó de maravillas en su Encíclica “Fe y Razón”, que una y otra no se divorcian. E
igual en sus escritos Monseñor Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI. Pero este principio es típicamente
realista, y hoy -aunque todavía se lee en algunos catecismos-, tampoco se aplica, por desgracia. La gente
“posmoderna” no cree en la razón, ¡aunque sí en las irracionales e idiotizantes religiones falsas de la
“Nueva Era”!

13.- Y dejaron a Dios por fuera de la realidad. Si nos apura se lo decimos: sí, una consecuencia
terrible de la desaparición del realismo metafísico es que Dios quedó considerado fuera de la realidad, y
del cuadro general de los conceptos de hombre, sociedad, “Estado” y economía fundados en esas ciencias
humanísticas pervertidas, a las cuales hoy todos recurren en busca de auxilio sin encontrarlo. Dios quedo
fuera, y asimismo fueron desalojadas sus leyes, reveladas en la Santa Biblia, la cual manda p. ej. a los
Gobiernos no salirse de sus límites, y a los ciudadanos ser razonables y no endiosar a los Gobiernos.

Es algo que los líderes religiosos no se permiten recordar hoy en público, porque la religión fue confinada
a la vida privada y nada más, con prohibición expresa de salida. En Francia, “cuna de las libertades”, el
Gobierno pretende impedir el uso en público de distintivos religiosos ... de las religiones monoteístas, mas
no de la astrología, la brujería, oráculos, hechicería, espiritismo, animismo y demás cultos y religiones
primitivas.

¿Cómo evitar que los gobernantes se erijan en todopoderosos y muy altísimos, si el lugar de Dios en la
sociedad queda vacío? Entonces vienen ellos y lo ocupan.

¿Es posible a la sociedad volver a la sensatez sin volver a Dios? Sí, pero sería harto difícil. ¿Se va a poner
todo el mundo a estudiar Filosofía, Economía y ciencia política, para descubrir racionalmente cada quien
por su cuenta que es mejor un Gobierno limitado? (Deberían comenzar los economistas, periodistas y
otros profesionales que se suponen especializados en esas materias ...) De la otra forma sería más viable.

Pero la gente es muy obcecada; no quiere reconocer la autoridad de Dios, ni su Palabra, pese a lo
razonable de su contenido.

Y si nos pregunta ¿Es necesario ser creyente para ser realista?, le diré que no, pero ayuda. Por cierto,
una filósofa rusa y atea, Ayn Rand, emprendió en el s. XX la titánica tarea de reconstruir el realismo
sobre bases aristotélicas, para que el capitalismo liberal recuperase su apoyatura filosófica; pero con
Dios fuera. Lo hizo, y ahí está su obra, que sólo es conocida y reverenciada por un diminuto círculo de
fieles -una secta-, carente de difusión masiva siquiera en las Universidades. Y lo mismo le sucede al
liberalismo, por ahora fatalmente encadenado a extravagantes filosofías que le mantienen confinado y
aislado, impotente e inofensivo.

Urge el rescate del realismo metafísico, al menos en las categorías fundamentales, para que la gente
pueda volver a pensar normal y claramente. De otra manera, imposible.
14.- Fuera del sentido de trascendencia, Ley, Gobierno y autoridad humana se hacen inapelables y
despóticas. Esto es o debería ser bastante obvio. Si Dios es declarado reliquia o recuerdo de una remota
y superada Era de supersticiones, y se duda de Su Palabra, ¿ante cuál Autoridad Superior se puede
recurrir de los dictámenes de Gobiernos y Parlamentos?

15.- La opinión pública quedó inerme, a merced de los ideólogos estatistas, los cuales llenaron de
estatismo la mente de las personas. Y lo peor del caso no es lo que la gente ignora, sino lo que cree que
sabe. Pero nos quedamos aquí, no sea que alguien se sienta ofendido. Y vamos rápidamente a ver qué puede
hacerse.

Conexiones

Lenin escribió un opúsculo titulado “Los tres componentes del marxismo”, que festejaba a Marx por
reunir en su sistema la filosofía alemana, por supuesto materialista e idealista; la economía política
inglesa, Ricardo principalmente; y la política francesa, socialista claro está. Lenin tenía razón en cuanto a
que tales son las fuentes en las que el marxismo abreva.

La llamada por las cátedras oficiales Economía política clásica (inglesa) nada tiene que ver con el
liberalismo. Su natural pesimismo acerca de las leyes naturales del mercado, y su ceguera para el rol
creativo del empresario, como asimismo para el de Dios como abundante proveedor de la Creación, le
ponen en el camino de justificar no sólo la tropelía socialista, sino ya todos los colectivismos, como el
engaño ecologista.

Pero para eso la Economía “clasica” y el colectivismo necesitan como natural plataforma, una filosofía
materialista; mas no groseramente versionada, a lo Helvetius y Feuerbach, sino envuelta en la bruma
idealista colectivista de los kantianos alemanes: Fichte, Schelling y Hegel.

Si queremos, los liberales tenemos un Marx muy superior: Frederic Bastiat, su contemporáneo francés,
escritor liberal cristiano (católico). O al menos su obra “La Ley” es comparable al Manifiesto Comunista,
del mismo año 1848. Y sin más errores que Marx y Engels en la cuestión del valor, supera al socialista
“científico” al menos en que sus tratados, más breves y digeribles, se inspiran en Jean-Baptiste Say y sus
coterráneos los llamados “fisiócratas”; y se dirigen a la comprensión popular de las que llamaba “armonías
económicas”. Y acompañado, como no puede ser de otro modo, de la doctrina política de la Ley Natural -de
rancios antecedentes en toda Europa, pero principalmente en España desde Alfonso el Sabio (s. XIII)-,
Bastiat expone la justificación del Gobierno limitado, teorizado y practicado en Inglaterra al menos
desde Alfredo Magno (s. IX), quien declarara porciones enteras del libro bíblico de Deuteronomio como
ley del país.

¿Y En cuál otra Filosofía iba a apoyarse Bastiat, sino en el realismo metafísico?

Notas: En este tema no son para incluir, porque sería cosa de nunca acabar.

ABSURDISMO

https://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa_del_absurdo

Si Dios no existe, ¿todo está permitido?, le hace decir Fiodor Dostoievsky a Iván, uno de “Los hermanos
Karamazov” (1880). El autor eligió esta frase para expresar la tesis según la cual Dios es el fundamento
de la moral y el derecho. O, mejor dicho: que el orden moral y jurídico depende de la existencia de Dios.
Por el contrario, si Dios no existe, o si “ha muerto” como proclamó Nietzsche, entonces la moral se queda
sin base de sustentación, y “todo está permitido”.
Pero si Dios no existe, no es sólo “todo está permitido”;
es que todo carece de sentido, propósito y valor.

La filosofía del absurdo o el absurdismo es la teoría filosófica de que la vida en general es absurda. Más
en general, que la realidad entera carece de sentido, propósito y valor. No hay respuestas a las preguntas
“¿qué?” o “¿por qué?”, “¿para qué?”, o “¿es bueno o malo”?

Esto implica que el mundo carece de sentido o de un propósito superior y que no es completamente
inteligible por la razón, ni manejable ni juzgable. En lógica el término "absurdo" tiene un sentido más
específico: se refiere a un “sinsentido”, contradicción entre dos cosas.

Los relatos populares ven el conflicto como una colisión entre el hombre racional y una realidad irracional
(sin sentido), entre la intención y el resultado (sin propósito o despropósito), o entre el valor objetivo y la
evaluación subjetiva (sin valor o mérito). Lo importante del absurdismo es su afirmación de que el mundo y
la vida en su conjunto es todo absurdo; difiere de la tesis no controvertida y menos amplia de que algunas
situaciones, personas o casos particulares de la vida o la realidad son o pueden ser absurdas.

En el nivel práctico, el conflicto subyacente al absurdo se caracteriza por la lucha del individuo por
“sentido” en un mundo sin sentido; por “valor” en un mundo sin valor; por “propósito” en un mundo sin
propósito. El componente teórico, por otro lado, enfatiza más la incapacidad epistémica de la razón para
penetrar y comprender la realidad, evaluarla y dominarla.

El conflicto se caracteriza como un choque entre un componente interno, perteneciente a la naturaleza


humana, y un componente externo, perteneciente a la naturaleza del mundo o realidad externa. Aunque
algunos teóricos posteriores han sugerido que ambos componentes pueden ser internos: la capacidad de
ver a través de la arbitrariedad de cualquier sentido, propósito o valor final, por un lado, y la incapacidad
de dejar de preocuparse por tales sentidos, valores o propósitos, por el otro. Algunos relatos también
implican un componente metacognitivo al sostener que la conciencia del conflicto es necesaria para que
surja el absurdo.

Algunos argumentos a favor del absurdismo se centran en la insignificancia humana en el universo, en el


papel de la muerte o en la implausibilidad o irracionalidad de postular un propósito final. Las objeciones
suelen sostener que la vida tiene sentido o señalan ciertas consecuencias problemáticas o incoherencias
del absurdismo. Sus defensores suelen quejarse de que no recibe de los filósofos la atención que merece
en virtud de la importancia del tema, y de su potencial impacto psicológico en los individuos afectados en
forma de crisis “existenciales”.

El absurdo es un problema porque hay en el ser humano un fuerte deseo de sentido, juicio o
justificación, y propósito, pero parecen estar ausentes en el mundo y la sociedad.

El término "absurdismo" está muy asociado con la filosofía de Albert Camus. Pero también hay
importantes precursores y discusiones sobre el absurdo en las obras de Søren Kierkegaard. El
absurdismo está íntimamente relacionado con varios otros conceptos y teorías. Su perspectiva básica se
inspira en la filosofía existencialista. Sin embargo, el existencialismo incluye compromisos teóricos
adicionales y a menudo adopta una actitud más optimista hacia la posibilidad de encontrar o crear sentido
en la propia vida. El absurdismo y el nihilismo comparten la creencia de que la vida no tiene sentido. Pero
los absurdistas no tratan esto como un hecho aislado y, en cambio, se interesan por el conflicto entre el
deseo humano de sentido y su falta en el mundo. Enfrentarse a este conflicto puede desencadenar una
crisis existencial, en la que experiencias desagradables como la ansiedad o la depresión pueden empujar al
afectado a buscar una respuesta para lidiar con el conflicto.

El absurdismo no surgió de la nada, sin precedentes.


Con la modernidad, y luego con la Ilustración, muchos autores se apartaron de la síntesis
medieval. Pretendieron buscar “nuevos fundamentos”; y así generaron corrientes que al final
desembocaron en el absurdismo y otras filosofías “vanas y huecas”.

Modernidad

Categoría referida a los procesos que tienen sus orígenes en Europa a partir de la emergencia ocasionada
desde el Renacimiento. El movimiento propone que cada ciudadano (hombre libre) fije sus metas según su
propia voluntad. Esta se alcanza de una manera lógica y racional, es decir, sistemáticamente dándole
sentido a la vida. Por cuestiones de manejo político y de poder, se trata de imponer la lógica y la razón,
negándose a la práctica de los valores tradicionales o impuestos por la autoridad.

La Modernidad es un periodo que principalmente antepone la razón sobre la religión. Se crean


instituciones estatales que buscan que el control social esté limitado por una constitución y a la vez se
garantizan y protegen las libertades y derechos de todos como ciudadanos. Surgen nuevas clases sociales
que permiten la prosperidad y la movilidad de clases. Se industrializa la producción para aumentar la
productividad y desarrollar la economía. Es una etapa de actualización y cambio permanente.

Ilustración

Movimiento cultural e intelectual europeo que nació a mediados del siglo XVIII y duró hasta los primeros
años del siglo XIX. Muy activo en Inglaterra, Francia y Alemania. Inspiró profundos cambios culturales y
sociales, y uno de los más drásticos fue la Revolución francesa. Se denominó así por su declarada finalidad
de disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón.

Romanticismo

Movimiento cultural que se originó en Alemania e Inglaterra a fines del siglo XVIII como reacción
revolucionaria contra la Ilustración y el Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Es
considerado el primer movimiento de cultura que cubrió el mapa completo de Europa. En la mayoría de las
áreas estuvo en su apogeo en el período aproximado de 1800 a 1850. Luego, cedió lugar al positivismo, que
fomenta el pensamiento crítico y el empirismo como bases del conocimiento y la sociedad.

Descartes

Filósofo francés, principal fundador de la filosofía Moderna. Su obra más conocida, “El discurso del
método”, inaugura una manera de pensar basada en el sujeto. A partir de la fórmula cogito, ergo sum
(pienso luego existo), el sistema cartesiano trata de ofrecer una visión de la realidad basado en la razón
donde la certeza la ofrece enteramente el raciocinio y su deducción de principios indubitables. Descartes
desarrolla una filosofía racionalista, dualista y recelosa con los sentidos, que encuentra su fundamento
metafísico en la necesidad de la existencia de Dios.
Hume

Principal representante del empirismo inglés del s. XVIII. Su filosofía es fundamentalmente escéptica y
concluye el fenomenismo de todo conocimiento, hasta el punto de negar el valor absoluto del principio de
causalidad, una de sus tesis más conocidas. En el campo de la psicología niega el yo substancial cartesiano,
que queda sustituído por un yo auto-comprendido como una colección de impresiones y percepciones. Este
mismo escepticismo epistemológico lo lleva al campo de la ética y la religión, donde niega la posibilidad de
todo conocimiento positivo respecto a los principios de la moral y a la realidad de la idea de Dios. Influyó
poderosamente en Kant y en autores utilitaristas del s. XIX como Bentham o Stuart Mill.

Kant

Una idea muy cercana al concepto del absurdo se debe a Immanuel Kant, quien distingue entre los
fenómenos observables y el noúmena. Es la brecha entre cómo nos parecen las cosas y cómo son en sí
mismas. Por ejemplo, según Kant, el espacio y el tiempo son dimensiones que pertenecen al ámbito de los
fenómenos, ya que es así como la mente organiza las impresiones sensoriales, pero no pueden encontrarse
en el nivel de los noúmena. El concepto del absurdo corresponde a la tesis de que existe tal brecha y las
limitaciones humanas pueden impedir que la mente capte adecuadamente la realidad, es decir, que la
realidad en este sentido sigue siendo absurda para la mente.

Racionalismo

Se desarrolló en Europa continental durante los siglos XVII y XVIII. Comienza con René Descartes y su
expresión «pienso, luego existo». Decía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y
también de la filosofía. Descartes aseguraba que solo por medio de la razón se podían descubrir ciertas
verdades universales, contrario en su totalidad a la idea que manejaba el movimiento empirista. A partir
de aquellas verdades es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Estas
verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia.

Este racionalismo fue desarrollado por otros filósofos continentales, como el neerlandés Baruch Spinoza
y el pensador y matemático alemán Gottfried Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas británicos, como
John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.

Pragmatismo

Diccionario: 1. Teoría filosófica según la cual el único medio de juzgar la verdad de una doctrina moral,
social, religiosa o científica consiste en considerar sus efectos prácticos.

2. Tendencia a conceder primacía al valor práctico de las cosas sobre cualquier otro valor.

Se centra en la vinculación de la práctica y la teoría. Describe un proceso en el que la teoría se extrae de


la práctica y se aplica de nuevo a la práctica para formar lo que llama práctica inteligente. Posiciones
importantes del pragmatismo incluyen el instrumentalismo, el empirismo radical, el verificacionismo, la
relatividad conceptual y el falibilismo. Existe un consenso general entre los pragmatistas de que la
filosofía debe tener en cuenta los métodos y los conocimientos de la ciencia moderna.

La piedra angular del pragmatismo es la redención de la idea de verdad (y otras nociones como el bien y la
belleza) en la filosofía post-kantiana. Aunque según los pragmatistas el conocimiento objetivo podría ser
imposible, se puede redefinir la verdad como aquello que funciona desde nuestra limitada forma de
experimentar la realidad.
El pragmatismo fue creado en EEUU a finales del siglo XIX. Charles Sanders Peirce (1839 – 1914) merece
la mayor parte del crédito por el pragmatismo, junto con William James y John Dewey, también de finales
del siglo XIX.

Falibilismo

Es la doctrina lógica que sostiene la posibilidad de que una proposición dada puede ser negada, cambiando
su valor de verdad y a partir de ella obtener una nueva discriminación certera acerca de lo conocido. Esta
doctrina tiene su génesis en el lógico Charles Sanders Peirce, conformando un elemento fundamental de
sus sistema lógico y filosófico.

Empirismo

El concepto de empirismo se utiliza para describir el conocimiento que nace de la experiencia. También se
trata de una estructura de tipo filosófico basada, justamente, en los datos que se desprenden de toda
experiencia.

El empirismo se sustenta básicamente en dos principios fundamentales. Por un lado, lleva a cabo la
negación de la absolutización de la verdad, estableciendo además que el hombre no puede acceder a la
verdad absoluta. Por otro lado, deja patente que toda verdad debe ser siempre puesta a prueba dando
lugar a que, a partir de la experiencia, aquella se pueda modificar, corregir o desamparar.

El empirismo es una teoría relacionada al conocimiento que acentúa el valor de la experiencia y de la


percepción sensorial en el surgimiento de ideas. Para que el conocimiento sea válido, debe ser probado a
través de la experiencia, que de esta forma se convierte en la base de toda clase de saber. Supone que el
método científico debe apelar a hipótesis y teorías probadas mediante la observación del mundo natural.
El raciocinio, la intuición y la revelación quedan subordinados a la experiencia.

John Locke (1632–1704) fue el primero que formuló de modo explícito la doctrina del empirismo. Creía
que el cerebro de un recién nacido es como una tabla rasa, en la cual las vivencias dejan huellas. Por lo
tanto, el empirismo considera que los seres humanos carecen de ideas innatas. Nada puede ser entendible
sin alusión a la experiencia. De esta manera, el empirismo filosófico se opone al racionalismo, que señala
que el conocimiento se obtiene mediante la razón, más allá de los sentidos o de la experiencia.

Hume sumó al empirismo un punto de vista escéptico que le permitió contrarrestar postulados de Locke y
de otros pensadores. Para Hume, el conocimiento humano se divide en dos categorías: la relación de ideas
y la relación de hechos. Francis Bacon y Thomas Hobbes fueron otros empiristas importantes y más de su
vertiente inglesa. Hobbes ha pasado a generaciones posteriores por obras de la talla de Leviatán en la que
expone un total de diecinueve leyes naturales.

Es frecuente que empirismo se contraponga a racionalismo. Este es una tendencia que se sustenta en la
identificación de lo que es la razón con el pensar. Partiendo de dicha acepción existen diversos tipos de
racionalismo tales como el ético, el metafísico o el religioso.

Escepticismo

Es una teoría del conocimiento que afirma la inexistencia de la verdad, o que, si existe, el ser humano es
incapaz de conocerla. El término se usó para nombrar a los miembros de la escuela filosófica que "no
afirman nada", que se quedan en reflexión sin pronunciarse ni aceptando ni negando. Adherentes del
pirronismo, por ejemplo, suspenden el juicio en las investigaciones. Los escépticos pueden incluso dudar
de la fiabilidad de sus propios sentidos. El escepticismo religioso, por el otro lado, es una "duda respecto
de los principios religiosos básicos (tales como la inmortalidad, la providencia, la revelación o la existencia
de la deidad)". El escepticismo científico exige dudar de toda la información que no sea apoyada por la
evidencia científica, por lo cual examina la veracidad de las teorías al someterlas a una investigación
sistemática a través del método científico para descubrir si existen pruebas empíricas que las apoyen.

Materialismo

Doctrina que postula que la materia es lo primario y que la conciencia existe como consecuencia de un
estado altamente organizado de esta, lo que produce un cambio cualitativo. En cuanto a la relación del
pensamiento humano y el mundo que nos rodea y la cognosciblidad de ese mundo, el materialismo afirma
que el mundo es material y que existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Según esta
concepción, la conciencia y el pensamiento se desarrollan a partir de un nivel superior de organización de
la materia, en un proceso de reflejo de la realidad objetiva.

El materialismo también sostiene que la materia no ha sido creada de la nada, sino que existe en la
eternidad y que el mundo y sus regularidades son cognoscibles por el humano, ya que es posible demostrar
la exactitud de ese modo de concebir un proceso natural, reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo
como resultado de sus mismas condiciones y además poniéndolo al servicio de nuestros propios fines,
dando al traste con la “cosa en sí, inasequible”.

Las afirmaciones del materialismo entran en oposición con las del idealismo. Al afirmar que solo hay una
"clase de sustancia" (la materia) el materialismo es un tipo de monismo ontológico.

Mecanicismo

Afirma que la única forma de causalidad es la influencia física entre las entidades que conforman el
mundo material, cuyos límites coincidirían con el mundo real; en metafísica, esto supone la negación de la
existencia de entidades espirituales para explicar la realidad en términos de materia, movimiento local,
leyes naturales estrictas y determinismo. En epistemología, implica, entre muchas otras cosas, resolver el
problema de la relación entre la materia y la conciencia en una relación de determinación unilateral de la
segunda por la primera.

Existencialismo

El existencialismo es una corriente filosófica y posteriormente, una vanguardia literaria, orientada


alrededor de la propia existencia humana a través del análisis de la condición humana, la libertad, la
responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida. Sostiene que la existencia
precede a la esencia, y que la realidad es anterior al pensamiento, y la voluntad a la inteligencia.

Plantea que el punto de partida del pensamiento filosófico debe ser el individuo y las experiencias
subjetivas fenomenológicas, así como el «angst» o la angustia existencial que genera la aparente
absurdidad del mundo. Sobre esta base, los existencialistas sostienen que la combinación del pensamiento
moral y el pensamiento científico son insuficientes para entender la existencia humana, por lo tanto, es
necesario un conjunto adicional de categorías, gobernadas por la norma de autenticidad; virtud primordial
en el pensamiento existencialista es la autenticidad.

Nihilismo

Diccionario: 1. Corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y
el valor de todas las cosas.

2. Negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social. "predominan las ideas de
contenido negativo más o menos delirante: la culpa impenitente, el nihilismo, la ruina inminente para toda
la familia"El nihilismo (del latín nihil, "nada") es una doctrina filosófica que considera que al final todo se
reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido. Rechaza todos los principios religiosos, morales y
gnoseológicos. A menudo se fundamenta en la creencia de que la vida no tiene sentido; de que no existe
una deidad, puesto que la naturaleza y el universo son indiferentes con el ser humano, sus valores y su
sufrimiento. Y de que no existe un fin último teleológico en presencia de un orden divino, toda vez que
Dios ha muerto; de que no hay una verdad absoluta; y de que la realidad es aparente.

Hedonismo

El hedonismo se refiere a una familia de teorías, todas las cuales tienen en común que el placer
desempeña un papel central en ellas. El hedonismo psicológico o motivacional afirma que nuestro
comportamiento está determinado por deseos de aumentar el placer y disminuir el dolor. El hedonismo
normativo o ético, por otro lado, no se trata de cómo actuamos realmente, sino de cómo debemos actuar:
debemos perseguir el placer y evitar el dolor. El hedonismo axiológico, que a veces se trata como una
parte del hedonismo ético, es la tesis de que solo el placer tiene valor intrínseco. Aplicado al bienestar o
a lo que es bueno para alguien, es que el placer y el sufrimiento son los únicos componentes del bienestar.

Estoicismo

Como estoicismo se denomina la doctrina filosófica que practicaba el dominio de las pasiones que
perturban la vida valiéndose de la virtud y la razón. Como tal, su objeto era alcanzar la felicidad y la
sabiduría prescindiendo de las comodidades, los bienes materiales y la fortuna. De allí que también
designe cierta actitud moral, relacionada con la fortaleza y la ecuanimidad en el carácter.

El ideal de los estoicos era lograr la imperturbabilidad y cierto grado de independencia ante el mundo
externo. Aunque era una doctrina fundamentalmente ética, también tenía sus propias concepciones
lógicas y físicas. Fue influida por los cínicos y por Heráclito.

La escuela estoica fue fundada por Zenón de Citio hacia el año 301 a. de C. en Atenas. Acostumbraban
reunirse en un pórtico de la ciudad, de lo cual derivó su nombre (stoá), que significa ‘pórtico’. Fue una de
las escuelas filosóficas helénicas de mayor influencia. Su periodo de auge se registra entre el siglo III a.
de C. y el II d. de C. Su debilitamiento coincidió con el auge del cristianismo.

Cinismo

Como cinismo se denomina, en filosofía, la doctrina de los cínicos, un grupo de filósofos que consideran
que la única preocupación del hombre debe ser la virtud, pues solo a través de esta se puede alcanzar la
felicidad. La escuela cínica fue fundada por Antístenes, discípulo de Sócrates.

Para Diógenes de Sinope, los ideales de vida debían ser la autosuficiencia (autarkeia), y la apatía
(apatheia). Los cínicos despreciaban las normas y convenciones sociales; rechazaban la fama, poder o
riqueza, pues sostenían que estos valores, dictados por las convenciones, no constituían el camino
virtuoso. El cínico cubría apenas sus necesidades básicas; descuidaba su higiene y su vestimenta, se
despojaba o renegaba de los bienes y las riquezas, carecía de familia y sustento. Se dedicaba a advertir
la frivolidad y la corrupción de la sociedad en que vivía. El cínico, pues, gozaba de gran libertad.

El cinismo fue una doctrina que gozó de cierto apogeo, especialmente durante la ascensión del Imperio
romano, en el siglo I. Y, aunque la doctrina como tal había desaparecido para el siglo V, el cristianismo
primitivo, sin embargo, adoptó muchas de sus ideas ascéticas.

Schopenhauer

Arthur Schopenhauer (1788- 1860) fue un filósofo alemán, considerado el máximo representante del
pesimismo filosófico y de los primeros en manifestarse abiertamente como ateo.
Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» de la filosofía de Kant, es deudora
de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el
taoísmo y el vedanta, afirmando principios como el ascetismo y la noción de la apariencia del mundo. En su
obra tardía, a partir de 1836, presenta su filosofía en abierta polémica contra los desarrollos metafísicos
postkantianos de sus contemporáneos. Su obra ha sido descrita como una manifestación ejemplar de
pesimismo filosófico, donde este es el peor de los mundos posibles.

Nietzsche

Hizo una crítica de la cultura, la religión y la filosofía occidental mediante la genealogía de los conceptos
que las integran, basada en el análisis de las actitudes morales (positivas y negativas) hacia la vida. Este
trabajo afectó profundamente a varias generaciones posteriores de teólogos, antropólogos, filósofos,
sociólogos, psicólogos, politólogos, historiadores, poetas, novelistas y dramaturgos. Es destacable la
influencia del también alemán Arthur Schopenhauer, a quien Nietzsche consideró su maestro, si bien en
muchos aspectos se aleja de su pensamiento llegando incluso a una crítica.

Meditó sobre las consecuencias del triunfo del secularismo de la Ilustración, expresada en su observación
«Dios ha muerto», de manera que determinó la agenda de muchos intelectuales célebres después de su
muerte. Hay quienes sostienen que la característica definitoria de Nietzsche no es tanto la temática que
trataba sino el estilo y la sutileza con que lo hacía, fue un autor que introdujo, como ningún otro, una
cosmovisión que ha reorganizado el pensamiento del siglo XX, en autores como Martin Heidegger, Michel
Foucault, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Georges Bataille, Gianni Vattimo o Michel Onfray.

Nietzsche recibió amplio reconocimiento durante la segunda mitad del siglo XX. Su influencia fue notoria
en los filósofos existencialistas, críticos, fenomenológicos, postestructuralistas y posmodernos, y en la
sociología de Max Weber. Es considerado uno de los tres «maestros de la sospecha» (según la expresión
de Paul Ricoeur), junto a Karl Marx y Sigmund Freud.

Eterno retorno

Concepción filosófica del tiempo postulada por


primera vez en Occidente por el estoicismo, que
planteaba una repetición del mundo en donde este
se extinguía para volver a crearse, de modo
repetido. El mundo cada tanto era vuelto a su
origen por medio de una conflagración donde todo
ardía en fuego. Una vez quemado, se reconstruía
para que los mismos actos ocurrieran una vez más
en él. Para la filosofía oriental, la existencia es un
hecho cíclico, en donde cada acto, cada instante y La serpiente enroscada, el uróboros simboliza el
acontecimiento se repetirán eternamente. esfuerzo eterno, la lucha eterna, o el esfuerzo
inútil, la naturaleza cíclica de las cosas.

En el "eterno retorno" es una visión circular del tiempo. Hermes Trismegisto en su obra Kybalión
fundamenta esta teoría considerando el ritmo en todo lo existente. Hay un principio del tiempo y un fin,
que vuelve a generar a su vez un principio. Sin embargo, a diferencia de la visión cíclica del tiempo, no se
trata de ciclos ni de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino que los mismos acontecimientos se
repiten en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación. Se asume que todo lo
ocurrido y lo que ocurre en el universo, ocurrió ya y será así hasta el fin de los tiempos. En su obra “La
gaya ciencia”, Friedrich Nietzsche plantea que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino
también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.

Sólo mediante la comprensión de que el "eterno retorno" incluye tanto los fracasos como los éxitos logra
"despertar" del estado de trance, sabiendo que aunque el hombre vuelva a ser mono, de nuevo Zaratustra
aparecerá para predicar el Übermensch (superhumano o suprahombre), nuevamente se dará cuenta de lo
que es el "eterno retorno" y nuevamente despertará. Nietzsche enseña sólo una cosa: el ser humano
logrará transformarse en el Übermensch cuando logre vivir sin miedo, y por consiguiente, amar la vida,
para así desear el eterno retorno.

Es propio del pensamiento occidental la idea de que el progreso es indefinido y siempre hacia adelante,
sin embargo, en otros sistemas filosóficos, como los orientales, o en la filosofía de la historia de autores
occidentales como Giambattista Vico, Maquiavelo o Polibio, se encuentra la idea de ciclos que se van
perfeccionando, retornando eternamente hasta alcanzar la forma perfecta tras muchas fases erróneas,
retomando así al samsara, una rueda que para varias religiones orientales representa la idea de que la
existencia se repite una y otra vez.

En literatura se encuentran ejemplos notables de esta idea, como en “Madame Bovary” del escritor
francés Gustave Flaubert o, en “Cien años de soledad” del colombiano Gabriel García Márquez. Jorge Luis
Borges usó la idea del eterno retorno como tema para algunos cuentos. Asimismo, le dedicó dos noticias
asombrosas, en las que exploró los precedentes (y algunas variaciones) de esa visión ("La doctrina de los
ciclos" y "El tiempo circular", en “Historia de la eternidad”). Hermann Hesse en “Siddhartha” usa este
concepto cuando su protagonista, con el nombre de la obra, mira cómo la historia de desobediencia y
sufrimiento que vivieron él y su padre respectivamente se repite entre él y su hijo.

Milan Kundera en “La insoportable levedad del ser” relaciona el concepto de gravedad o pesadez con el
eterno retorno (tal como Nietzsche), lo cual se encuentra en oposición a la levedad, caracterizada por una
condición de frivolidad propia de la posmodernidad. Los personajes desarrollan sus historias y su
interacción social en medio de la dicotomía de la pesadez y la levedad.

El filósofo e historiador de las religiones Mircea Eliade escribió “El mito del eterno retorno”, aplicando el
concepto a lo que ve como una creencia religiosa universal en la capacidad de volver a la edad mítica (edad
de oro) a través del mito y el rito. Describe un proceso (distintamente no espontáneo) que depende del
comportamiento humano y que no coincide con la teoría del eterno retorno concebido como un proceso
matemáticamente inevitable.

Según Nietzsche, la mayoría de las personas viven la vida sin la intensidad necesaria y sin la pretensión y
anhelo de convertir cada instante de ella en algo maravilloso en sí mismo hasta el punto de justificar la
existencia. Nietzsche afirma que el «superhombre» (uno que se eleva por encima) es quien considera el
eterno retorno como algo positivo, ya que ha sido capaz de crear una vida tan intensa que la posibilidad de
que esta pueda ser repetida infinitas veces le parece maravillosa. Ante la elección de repetir la misma
vida o de tener otra vida diferente, el superhombre desearía volver a vivir la vida que tiene.

LITERATURA DEL ABSURDO

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La literatura del absurdo refleja el sinsentido de la existencia a través del surrealismo y una tendencia a
plantar lo ilógico y lo delirante en mitad de las situaciones más cotidianas.
No existe una definición clara de la literatura del absurdo. Ni siquiera se la puede considerar un género
literario singularizado, a excepción, quizá, de su reflejo en el campo teatral: la etiqueta de “teatro del
absurdo” sí hizo fortuna en su momento y se ha consolidado para referirse a ciertos autores dramáticos.
En lo que respecta al absurdismo y su huella en el vasto territorio de la literatura universal, podemos, sin
embargo, hacer una pequeña exploración que nos permita rescatar algunas ideas recurrentes, algunos
nombres, algunas actitudes y algunas obras.

En Kierkegaard y Dostoievski se pueden encontrar ya planteamientos y obsesiones que recogerán otros


autores como Nietszche. Y entre todos construirán la corriente existencialista. Pero algo ocurre en la
primera mitad del siglo XX. Ocurren tantas y tan graves cosas que van a pasar una seria factura a la salud
mental y la sensibilidad de la raza humana. Entre ellas, el colapso del viejo pensamiento, las rompedoras
vanguardias, la Revolución rusa, una guerra mundial, el psicoanálisis, las grandes crisis sociales, el
imparable ascenso de los totalitarismos y otra guerra mundial.

Casi parece el suicidio de la especie, y el resultado no podía ser otro que miedo, desorientación, confusión
y desamparo. Así, de repente, adquiere todo el sentido aquello de que nada tiene sentido. Albert Camus,
que recibirá el Nobel de Literatura en 1957, explica en El mito de Sísifo que no es la vida lo absurdo: ¡los
absurdos somos nosotros, tratando de buscarle un significado!

Ese pensamiento algo oscuro también lo alimenta Sartre (quien, por cierto, protagonizará con Camus una
sonada disputa entre intelectuales), y va a pasar, naturalmente, a las letras. Lo hará con unas gotas de
surrealismo y una tendencia a plantar lo ilógico y lo delirante en mitad de las situaciones más cotidianas.
Pero esto último ya lo había hecho alguien antes; alguien que, sin ir más lejos, había escrito cómo el buen
Gregor Samsa se despertaba una mañana convertido en monstruosa cucaracha (“La Metamorfosis”).

Un aspecto que ha llamado la atención sobre la trayectoria de Camus es el fuerte conflicto con el filósofo
existencialista Jean-Paul Sartre, el cual surgió a partir de la publicación de El hombre rebelde. Sartre se
había vuelto cercano al comunismo y, aunque nunca fue parte del Partido Comunista, estaba comprometido
con un proyecto que combinaba el existencialismo y el marxismo.

Camus, aunque renegaba del nombre de existencialista, estaba convencido de que el existencialismo y el
marxismo eran incompatibles y que el marxismo constituía una secularización del pensamiento cristiano,
en el cual se sustituía la figura de Dios por la idea del movimiento de la historia. Esto llevaba, por lo
tanto, a la muerte de la libertad, encarnada en los horrores del estalinismo. Como contraparte, decía que
la democracia burguesa reemplazaba la misma figura de Dios por el principio, un tanto ambiguo, de la
razón. En nombre de la libertad, la sociedad burguesa justificaba la explotación y la injusticia social.

No solo en “La metamorfosis” introdujo Franz Kafka asuntos semejantes; toda su obra está impregnada
de angustia y hermetismo; sus personajes hacen frente a sucesos por completo incomprensibles. Aunque
murió en 1924, casi se podría decir que el genio de Praga anticipó todas las preocupaciones y las neuras
del ser humano del siglo XX, y eso es anticipar mucho.

La cuestión es que de golpe y porrazo la vida no tiene ningún sentido. Nada lo tiene. Es una respuesta de
lo más contundente a una pregunta clásica, y en cierto modo resulta liberadora, pues ya no hay nada que
buscar. Así que el teatro se pone patas arriba en los años cuarenta y cincuenta, zarandeado por figuras
tan particulares como el francés Jean Genet, el rumano Eugène Ionesco y el irlandés Samuel Beckett. Sus
obras van a estar plagadas de escenas desconcertantes y personajes que sueltan largos e ingeniosos
parlamentos de total incoherencia, como el famoso monólogo de Lucky en Esperando a Godot:

«Dada la existencia tal como surge de los recientes trabajos públicos de Pinçon y Wattmann de un Dios
personal cuacuacuacua barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio que desde lo alto de su divina
apatía (indiferencia) su divina atambía (desinterés) su divina afasía (mudez) nos ama mucho con algunas
excepciones no se sabe por qué, pero eso llegará…».

Todo parece perplejidad, incomunicación y reacciones que en ningún caso son las que se podrían esperar.
Pero también hay mucho de hilarante, porque el humor ha servido como mecanismo de defensa frente al
vacío existencial desde el principio de los tiempos. Y es que, si los autores del medio siglo van a tener
continuadores como Arrabal o Harold Pinter, igualmente han tenido predecesores que en las letras
españolas incluyendo a Miguel Mihura, Jardiel Poncela o el inefable Ramón Gómez de la Serna.

Franz Kafka, “La metamorfosis”

Gregor Samsa se despertó un día convertido en un descomunal insecto, así no más. Es un arranque que
desubica al lector, pero no tanto como el comportamiento posterior de su familia. Pasado el primer susto,
intentan ayudarlo sin demasiado entusiasmo, pero poco a poco se van hartando de las molestias que les
causa tener aquel monstruo en una habitación, y su hermana la joven Grete, en inicio la persona más
caritativa, acaba proponiendo a los demás deshacerse del bicho, que sigue siendo su hermano.

“El extranjero”, Albert Camus

A la célebre novela de Camus no se le podría llamar, realmente, literatura del absurdo en los términos en
que son consideradas las obras teatrales de Ionesco o Beckett. Sí es, sin embargo, literatura que tiene su
centro en la llamada filosofía del absurdo. Su apático, angustiado y pasivo protagonista, señor Mersault,
no parece dar importancia a nada y no muestra siquiera dolor ante la muerte de su madre. Encuentra
inútil todo esfuerzo, pues no va a evitar el único suceso de alcance en la existencia, que es la muerte.

“El mito de Sísifo”, Albert Camus

Esta obra desarrolló ampliamente el concepto del absurdo. Discute el valor de la vida, y se basa en la
metáfora de Sísifo, de la mitología griega, para abordar su concepción de la vida humana: Sísifo empuja
eternamente una piedra hasta la cima de una montaña, sólo para dejarla caer. De este texto es la célebre
frase: «Sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida
vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».

“La cantante calva”, Eugène Ionesco

Su primera pieza teatral no fue comprendida en su momento, naturalmente. Y su mismo origen tiene ya
algo de absurdo, pues nació cuando el autor quiso aprender inglés siguiendo un sistema que lo obligaba a
repetir las mismas frases básicas una y otra vez. Eugène no aprendió inglés, pero compuso una obra en la
que dos matrimonios ingleses, una criada y un bombero conversan de forma disparatada e inconexa y
hacen cumplido honor al absurdismo. Por supuesto, no aparece ninguna cantante calva.

“Esperando a Godot”, Samuel Beckett

La obra más emblemática y conocida del teatro del absurdo. Vladimir y Estragón esperan bajo un árbol a
que llegue Godot y hablan de cosas aparentemente banales. Ni al empezar ni al terminar sabemos quién es
Godot ni por qué lo esperan; y no es que hayan faltado teorías al respecto en estos últimos setenta años.
Los críticos hablan invariablemente del vacío existencial, el tedio, la expectativa de algo que nunca llega,
la nada. Suena bastante angustioso para una lectura que, en realidad, resulta de lo más divertido.

Otro tótem de la literatura del absurdo que usa una idea emparentada con la metamorfosis kafkiana es
“El Rinoceronte” de Ionesco. Es un rinoceronte lo que aparece en un pueblo y origina una especie de
epidemia por la cual los habitantes se van convirtiendo en esos animales. Solo uno, Berenger, resulta
inmune al contagio, lo que lo acaba condenando a la soledad y la incomprensión. La historia parece hacer
referencia a la dócil aceptación de los totalitarismos por las masas acríticas, y el terrible coste de
mantener la individualidad y cierto sentido de la moral.

“Carmina Burana”, Carl Orff

Orff nació en Múnich el 10 de julio de 1895. Comenzó a tocar piano a sus 5 años y tomó lecciones de
órgano y chelo. Pero se mostró mucho más interesado en la composición que en el estudio orientado a la
interpretación instrumental. Desde muy temprano Orff escribió y puso en escena obras de títeres para
su familia, componiendo la música para piano, violín, cítara y glockenspiel para acompañar sus obras.

En 1912, a sus 16 años, comenzó a publicar parte de su música. Muchos de sus trabajos de juventud están
inspirados en la poesía alemana. Por eso, se pueden clasificar dentro del estilo de Richard Strauss y otros
compositores alemanes de la época, pero que ya muestran indicios de lo que sería su distintivo lenguaje
musical. En 1911-1912 Orff escribió “Zaratustra”, Op. 14, inspirado en Nietzsche. En 1913 compuso una
ópera o drama musical titulado Gisei, das Opfer (Gisei, el sacrificio). Influido por el compositor
impresionista francés Claude Debussy, comenzó a utilizar inusuales y coloridas combinaciones de
instrumentos en su orquestación.

En la gran Guerra fue gravemente herido durante un bombardeo de artillería mientras estaba en una
trinchera. Más adelante ocupó varios puestos en las óperas de Mannheim y Darmstadt, y finalmente volvió
a Múnich para proseguir sus estudios musicales.

A mediados de la década de 1920 Orff comienza a formular lo que llamó “música elemental”, basado en la
unidad de las artes, simbolizado por las antiguas musas griegas (vocablo del que proviene el nombre
Música), involucrando al tono, la danza, la poesía, la imagen, el diseño y el gesto teatral. Como muchos
otros compositores de la época, se vio influenciado por el Ruso-Francés Igor Stravinsky. Pero mientras
otros seguían el estilo neoclásico «fresco y balanceado» de algunos trabajos de Stravinsky, a Orff le
interesaron más otras obras como “Las bodas”, evocación cuasi-folclórica a los antiguos ritos de boda.

Tras fundar junto a Dorothee Günther en 1924 la Escuela Günther para gimnasia, música y danza en
Múnich, Orff fue jefe de departamento de dicha escuela hasta el fin de su vida. Allí trabajó con alumnos
principiantes y desarrolló sus teorías en educación musical, teniendo un contacto constante con los niños.

“Carmina Burana”, se basa en la homónima colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII reunidos
en el manuscrito encontrado en Benediktbeuern en el siglo XIX. Una interpretación favorable dice que la
escribió en onda contracultural para oponerse al nazismo. Con los escritos de aquellos monjes y juglares
medievales, Orff busca revelar el elemental poder de la música, permitiendo experimentarlo como una
fuerza primitiva y abrumadora. Los Goliardos cantaban al amor y al vino, y se burlaba de la clerecía. El
deseo de Orff era de crear una obra musical que apelara a la «musicalidad fundamental» que todo ser
humano poseía. Sin una desarrollada melodía ni una compleja armonía, y articulando sus ideas musicales
con sonidos básicos y patrones rítmicos fáciles, Orff creó un idioma que muchos hallaron irresistible.

Tres temas: 1) La rueda de la fortuna; 2) En la taberna estamos; 3) ¡Oh amor en primavera!

¡Oh Fortuna!, / como la Luna / variable de estado, / siempre creces / o decreces; / ¡Vida detestable!
ahora oprime / después alivia / como un juego, / a la pobreza / y al poder / derrites como al hielo.

Suerte monstruosa / y vacía, / tu rueda gira, / perversa, / la salud es vana / siempre se difumina,
¡“Carmina Burana” les encantó a los nazis! La relación de Orff con el Partido Nacionalsocialista ha sido
materia de un considerable debate y análisis. Sus Carmina Burana fueron muy populares en la Alemania
nazi y su estreno en Fráncfort del Meno en 1937 fue causa de numerosas representaciones. El nombre de
Orff se difundió extensamente por el ambiente cultural nazi.

Además, Orff fue amigo de Kurt Huber, cofundador del movimiento de resistencia Die Weiße Rose (la
Rosa Blanca), que fue condenado a muerte por la Corte del Pueblo Alemán y ejecutado por los nazis en
1943. Fortuitamente, Orff llamó a Huber a su casa el día anterior al arresto, mientras que la angustiada
esposa de Huber le rogaba a Orff que usara sus influencias en ayuda de su esposo, a lo que Orff se negó.
Si su amistad con Huber salía a luz, le contaba, él estaría «arruinado». La esposa de Huber no vio nunca
más a Orff. Luego, un Orff afligido por la culpa le escribía una carta a su amigo, implorando su perdón.

De esta época datan las dos óperas más conocidas de Orff, aunque él era reacio a llamarlas «óperas» en
el sentido tradicional. Llamó a sus obras Der Mond (La luna, 1939) y Die Kluge (La astuta, 1943), como
Märchenoper («ópera de cuento»). Ambas muestran el mismo sonido «intemporal», pues no emplean
ninguna de las técnicas musicales del período en que se compusieron, con la intención de que fueran
difíciles de definir como pertenecientes a una era en concreto.

Según el propio Orff, después de la Segunda Guerra se enfrentó a una posible pérdida de los derechos de
autor de los “Carmina Burana”, debido a la desnazificación. Orff alegó que había sido miembro de la Rosa
Blanca y estuvo involucrado en la resistencia. No existe evidencia de esto más que su propia palabra, y lo
contradicen otras fuentes. El historiador canadiense Michael H. Kater, sin embargo, expuso argumentos
decisivos que afirmaban que Orff colaboró con las autoridades nazis, pero luego, en “Composers of the
Nazi era”: Eight portraits (2000), Kater revoca hasta cierto punto estas acusaciones. Respecto a esto, la
afirmación de Orff de que había sido antinazi durante la guerra fue aceptada por las autoridades de
desnazificación norteamericanas que cambiaron su categoría previa de “gray unacceptable” a “gray
aceptable”, permitiéndole continuar componiendo para presentaciones públicas.

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