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SENTIPENSAR EL CUIDADO

EL CUIDADO COMO CONCEPTO

El cuidado sostiene la vida y ocupa todos los espacios y actividades del ser
humano, ha garantizado la perpetuidad y la sobrevivencia de la especie y los
grupos sociales, es esencial para la vida, algo de lo cual no podemos
prescindir. Una constante en la humanidad y el núcleo de muchas relaciones
humanas. En este sentido, todas las personas conocemos, sabemos sobre el
cuidado y realizamos actividades de cuidado. CLICK. Pero de ¿qué estamos
hablando cuando hablamos de cuidado? Es una pregunta simple pues todos y
todas cuidamos o tenemos una idea de a que reenvía esta noción cuidar y
cuidado, pero a la vez es compleja. Si nos preguntaran como lo definiríamos,
las respuestas podrían ser muy diversas. Algunas de ellas privilegiarían los
afectos, actividades materiales, otras una actitud de atención, de dedicación,
probablemente todos pensaríamos en relaciones humanas o que vinculan a
una persona autónoma con una persona dependiente. En definitiva, nos
llevaría a explorar diferentes aspectos de lo que es el cuidado y que de hecho
se encuentran comprendidas en las definiciones de las palabras cuidado o
cuidar.

CLICK. La palabra “cuidado”, si bien puede asociarse a una dimensión


afectiva, proviene del latín cogitãre, que significa “pensar” y, por lo tanto, remite
a su dimensión cognitiva. Efectivamente, en el uso del término en español
aparecen sentidos vinculados a lo afectivo, a lo racional y a la dimensión
práctica del término, otras definiciones aluden a la solicitud y la atención, la
asistencia, la conservación y la preocupación. O sea, dimensiones cognitivas,
morales, relacionales, prácticas. Que refieren concretamente a lo que se hace y
como quienes asumen directamente esta responsabilidad integran el cuidado.
Es decir, por un lado, el trabajo físico, material de la atención, las emociones
que moviliza, pero por otro lado lo vincula a una reflexión sobre quienes lo
hacen, como lo realizan, como lo perciben y evalúan. Así como a la
vulnerabilidad ontológica de los seres humanos; todos nosotros como seres
vulnerables que necesitamos cuidados en mayor o menor medida a lo largo de
nuestras vidas.
CLICK. Detenerse en estas problemáticas abre un abanico de preguntas
esenciales para entender lo que es el cuidado: ¿Quién hace qué, de qué
manera y con qué consecuencias? Históricamente, el cuidado se ha asociado
al género femenino, ha estado determinado por la relación entre lo femenino y
masculino, entre lo remunerado y no remunerado, entre las actividades de
reproducción y producción. (Durán, M. A, 2019): Cl 3, CI.) Sin embargo, como
lo expone Tronto, a pesar de representar un aporte esencial para la vida, vital,
fundamental, se encuentra naturalizado como práctica femenina dentro del
espacio privado que no implicaría saberes, conocimientos, técnicas o
aprendizajes. Esa feminización o naturalización participa de una dinámica de
desvalorización del cuidado. Constituyéndose un círculo vicioso entre la
desvalorización de las actividades de cuidado y la de quienes se encargan de
realizarlas. De ahí que se puede pensar el cuidado como una actividad, que no
recae de igual manera en todos y todas, que se encuentra fuertemente
desprestigiado y asociado a condiciones de subordinación social o dicho de
otra manera la carga del cuidado no es la misma si se es mujer o se es

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hombre, profesional o no profesional, blanco o negro, si se tiene solvencia
económica o se es pobre. Reconocimiento que representa un paso
fundamental. Implica relaciones humanas, sentimientos contradictorios,
relaciones desiguales de responsabilidad y de dominación o sea que conforma
un espacio de tensiones. Que recaiga mayormente en mujeres no significa que
involucre a todas las mujeres de igual manera ni solamente a ellas, devela
entonces también desigualdades entre ellas. Tampoco se limita a relaciones
diádicas entre un cuidador y una persona cuidada, sino que implica una
diversidad de actores que por acción o por omisión intervienen en este cuidado
y su organización y no se restringe solo a la dependencia: enfermos, niños,
personas mayores, sino que nos involucra a todos en mayor o menor medida a
lo largo de nuestra vida. Todos somos vulnerables, la diferencia es que algunos
pueden ignorarlo y concebirse como independientes a expensas del trabajo y
de las necesidades de cuidado propios de otras personas.

CLICK. El marco general que permite mirar estas diferentes problemáticas se


desarrolla desde la psicología moral y la filosofía política, destacándose los
trabajos de Carol Gilligan a principios de los años 80. A partir de sus propias
investigaciones identifica voces distintas: una voz de justicia y una voz del
cuidado. Lo cual la lleva a cuestionar el modelo de desarrollo moral dominante
y el sesgo fuertemente androcéntrico de este modelo. El libro pionero de C.G.
es importante porque ha logrado sacar a la luz, la coexistencia de varias
concepciones morales en lugar de una sola escala moral evolutiva y mostrar
que estas concepciones se basan o se pueden aprender desde las
experiencias concretas de los sujetos. Partiendo de una lectura crítica de la
obra de C. G. varias autoras, establecen que el cuidado forma parte de
contextos más amplios. Joan Tronto constituye una referencia mayor en tanto
desplaza la discusión al plano de lo político. Extrae el cuidado como una
problemática moral femenina para vincularlo con las condiciones sociales de
subordinación en que se enmarca y a su estudio como un trabajo, que implica
abrirse a otras dimensiones como las subjetivas, morales, emocionales y
simbólicas. Arlie Hoshchild, Angelo Soares (Dimensión corporal), trabajan
sobre las emociones que aparecen como algo importante y habían sido
descalificadas o nombradas como una especie de necedad sentimental.
Mignon Duffy lo divide en emocional y no emocional o trabajo sucio. La
psicodinámica del trabajo permite construir puentes entre el trabajo de cuidado,
su centralidad, sus divisiones sociales, la subjetividad y los afectos. Helena
Hirata y Philippe Zarifian lo llaman la producción del vivir, como desafío social y
político fundamental. Pascale Molinier, Patricia Paperman, lo representan como
una actividad que no se centra únicamente en las personas que reconocemos
como dependientes sino en todos nosotros como seres humanos, vulnerables
que necesitamos cuidados.
CLICK. En este sentido entonces, el trabajo de cuidado adquiere una
dimensión sociológica como actividad u oficio que se hace en condiciones
materiales, relacionales y sociales concretas, una dimensión ética por un lado
como actividad que apunta hacia la preservación y producción de la vida de
otros y como dimensión presente en la experiencia concreta, ordinaria de
quienes se encargan del cuidado y una dimensión política, donde por un lado el
estudio de su organización y distribución social permite desvelar relaciones
sociales desiguales y relaciones de poder atravesadas por sexo, clase y raza y

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por otro lado el cuidado como valor para pensar en sociedades más
democráticas. A partir de estos estudios se puede apreciar que la ambivalencia
es propia de este trabajo y es propia de las percepciones, concepciones,
representaciones a las que da lugar en función del lugar que es ocupado por
cada uno. Se trata entonces de entender las experiencias y las diferentes
lógicas morales a las que este trabajo da lugar en situaciones concretas.
CLICK. Resumiendo; el cuidado consiste en un trabajo que participa de la
reproducción de los individuos, las familias y la sociedad que si bien moviliza
afectos positivos y negativos no lo podemos reducir a un asunto de amor y
buenos sentimientos. Entrelaza de manera inextricable cuestiones materiales,
relacionales, emocionales, éticas, sociales, es extremadamente complejo y se
caracteriza por su ambigüedad.

Nel Nodding argumenta que existe un cuidado natural, una inclinación sobre la
que cotidianamente no se reflexiona, y un cuidado en el cual la reflexión sobre
el deber ser es fundamental.  CLICK. Ese es el caso de Enfermería, que social
y culturalmente se ha vinculado al género femenino. Aunque hoy en día un
gran número de hombres deciden dedicarse a esta profesión, son muchas más
mujeres las que la realizan. Este hecho no solo ha influido en una falta de
reconocimiento, sino que además se le considera una profesión históricamente
feminizada. Construyendo consigo, una imagen devaluada de las actividades
que realizan estos profesionales. CLICK. La tradicional imagen de Enfermería
en términos de roles familiares y maternales, es una manifestación de la
influencia de estos valores, representándola como una actividad subordinada,
acientífica. Desde este contorno de rasgos identitarios, no es de extrañar que
diversos autores afirmen que existen dificultades para distinguir entre el
ejercicio profesional autónomo y el ejercicio definido por las instituciones de
salud. Que la formación de enfermeros(as) siempre ha respondido a las
necesidades del sistema. CLICK. Meleis, (1991) añade que incluso el
desarrollo intelectual de la enfermería se ha caracterizado por ser subordinado,
asumiendo que dicho desarrollo acontece en función de las necesidades de los
médicos y hospitales. Para López, (2005) el sistema burocrático no solo
determina los cambios que pudieran acontecer en la enfermería, sino que
ejerce una feroz resistencia a aquellos cambios que aparentemente, no le
benefician. En la misma línea, Aparecida y Miranda (2000) mencionan que la
enfermería trata de desarrollarse dentro de un sistema alienante que promueve
un hacer sumiso, no reflexivo, obediente y heterónomo, promoviendo así el
anquilosamiento de la disciplina en un hacer técnico, patocéntrico y
medicalizador en detrimento de un hacer más educativo y transformador. Por
ello la trascendencia profesional de las enfermeras y enfermeros es insuficiente
tanto para otros colectivos profesionales como para las instituciones, afirmando
desigualdades que son inaceptables desde el punto de vista moral y político.
De ahí que, pensar cómo se pueden generalizar teóricamente estos aspectos,
para trascender el campo femenino, las relaciones de poder que se producen
desde los discursos dominantes del modelo médico hegemónico, la
desvalorización, las desigualdades y transformar la disciplina y el cuidado de la
salud, en el desarrollo de los procesos enseñanza-aprendizaje, demanda una
reflexión minuciosa de los contextos donde el cuidado se produce, las
relaciones que crea, las formas e instancias donde se ejerce, los sentimientos
que conlleva.

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Un primer paso en esta dirección sería empezar a pensar en su
conceptualización. CLICK. Joan Tronto, sostiene que todos los conceptos son
herramientas y en este orden cualquier idea acerca del cuidado funciona como
una herramienta, pero de allí surgen unas preguntas claves o plantea
preguntas que siempre debemos tener en cuenta: ¿Cuándo esta herramienta,
el concepto de cuidado, es útil para nosotros? o ¿Desde dónde esta
herramienta, el concepto de cuidado, es útil para nosotros? (Lugar que se
ocupa, Foucault) ¿Con que fines se utiliza el cuidado, cuando hablamos de
ello? ¿Qué es lo que consideramos cuidado, ¿quién cuida a quién, que cuida,
como cuida, donde cuida, cuando cuida?
CLICK. Responder estas preguntas en este caso concreto, como Programa de
Enfermería, ¿Cuándo y desde donde esta herramienta, el concepto de cuidado,
es útil para ustedes? lleva a otras consideraciones e interrogantes: si el
cuidado funciona en términos discursivos o solamente en el nivel de identificar
los fenómenos y las prácticas. Si reconocemos que el cuidado es un discurso,
siempre tenemos que preguntarnos con qué fin se utiliza cualquiera de sus
discursos. Podría presentarlo de otra manera: ¿Qué es lo que importa? En este
caso, el plural es relativo porque encierra preguntas vitales, y aquí la reflexión
centrada en ustedes, como Programa, como un grupo de profesionales del
cuidado, toma un cariz interesante. ¿Qué es lo que les importa? Las
respuestas pueden ser diversas, a mí se me ocurren algunas. Podría ser para
repensarse como Programa, para repensarse como cuidadores/cuidadoras,
para repensar responsabilidades, reconocimientos, relaciones de poder, de
género, para estructurar un proyecto educativo pero en este caso, el cuidado
es concebido como algo externo a ustedes donde actúan como reproductores
de la memoria que trasmiten saberes conocimientos y técnicas o es
introyectarlo como una forma de pensar el mundo, que atraviesa sus vidas,
permea lo que hacen como profesionales, como docentes constituyéndose en
operadores de la reforma de los sujetos, en trasformadores de su ethos. Si
llevamos la reflexión sólo al nivel de identificar los fenómenos y las prácticas
podrían preguntarse: ¿prácticas y acciones iguales para todos? ¿Se trata de
homogenizar las prácticas de cuidado o se tienen en cuenta las
particularidades, los contextos, las culturas de los grupos humanos? Esto por
supuesto marca a la discusión otro horizonte porque ya no se trata de
discursos y prácticas iguales sino de tener en cuenta cosmovisiones y formas
de entender el mundo, es decir entramos en el terreno de la diversidad cultural,
de la inter y multiculturalidad. De asumir que si existen personas que quedan
por fuera de estos debates o existe algún tipo de cuidado que no se reconoce
como tal, formas valoradas de cuidado y otras menospreciadas, estaríamos
propiciando un cuidado con relaciones desiguales.
¿Desde dónde? Una alternativa podría ser desde un programa de enfermería.
Desde un enfoque disciplinar que habría que precisar puesto que, si se concibe
como la introducción de unas teorías de enfermería, habría que tener en cuenta
las críticas existentes a modelos que no parten del conocimiento de contextos y
condiciones específicas. Otra alternativa y apuesta mayor puede incluir el lugar
de enunciación, por ejemplo, desde el único programa existente en el
Departamento del Cauca y aquí hay un cambio importante porque significa
entonces considerar las características de este departamento como, por
ejemplo, que los indígenas constituyen el 20% y las comunidades negras el

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22% de la población. Que hay altos índices de pobreza, de desnutrición,
suicidios, homicidios, economías ilícitas, poca industria, conflicto armado. En
esas condiciones, la pluriculturalidad, por ejemplo, adquiere un valor muy fuerte
y la teoría del cuidado adquiere otro sentido porque puede mirarse desde otras
formas de ejercer el cuidado.

Una vez den respuesta a estos interrogantes: el cuándo y desde dónde esta
herramienta, si funciona en términos discursivos y qué es lo que les importa, es
necesario pensar entonces qué elementos o variables creen debe tener el
concepto y sobre cuales se va a llegar a un consenso, para luego si poder
construir un concepto que los contenga y sean comunes a todos. Plantea María
Ángeles Durán, que existe la necesidad de que las sociedades o grupos, como
este, lleguen a un consenso acerca de que entienden o definen como cuidado,
porque, si no, estamos seguros de estar hablando de lo mismo, puede ser que
los resultados no sean adecuados o no incorporen la realidad existente de un
contexto concreto, aunque aparentemente todos estemos hablando de cuidado.
Por ejemplo, Jorge podría estarlo mirando desde políticas públicas, Maritza
desde la prevención, Henry desde la asistencia, Marcela podría pensarlo desde
humanización, Elisa desde lo cultural o Adriana ir más allá y concebirlo desde
la multiculturalidad ¿Todos están hablando de cuidado? Por supuesto que sí,
pero cada uno/a lo hace desde una visión específica e incorpora elementos y
variables distintos en su apreciación, sin que por eso se asuma que estas
configuraciones o representaciones están vinculadas a un tronco o a unos
aspectos comunes que luego se abren a una amplitud de concepciones y
miradas.
Existen muchas formas para definir y pensar el cuidado, en el nivel más
general incluye: mantener, reparar y continuar nuestro mundo para que lo
podamos habitar de la mejor manera posible. No solamente como una actividad
o como una disposición moral, sino como un modo de hablar y pensar el
mundo. De ahí que el modo en que utilicemos esos conceptos tendrá
implicaciones importantes. Construye una identidad, la afirma, reafirma, define
objetivos, qué hacer, y cómo hacer. O dará lugar a las dicotomías y
ambivalencias que habitualmente se producen en las configuraciones,
representaciones, percepciones, concepciones que tenemos sobre el cuidado,
entre la teoría y la práctica, entre el deber de atención y el cuidado integral,
conceptos de la formación profesional y lo que ocurre realmente en el
desempeño laboral. Un ejemplo claro es la siguiente diapositiva. CLICK.
Entonces: ¿Cómo llegar a ese consenso? Algunas preguntas pueden ayudarles
a pensar en ciertos elementos o variables voy a mencionar algunas, pero
lógicamente ustedes podrían descartarlas o agregar otras diferentes, de eso se
trata.
CLICK. La importancia entonces de construir un concepto de cuidado desde
ustedes como Programa, desde su particularidad como Programa, de llegar a
un consenso sobre los elementos de tipo ontológico, epistemológico, ético,
empírico, político, sociológico, que lo constituyen implica reflexión y análisis.
Hacerlo o no, no es desinteresado, ni inocuo ni inocente, en ambos casos tiene
consecuencias y consecuencias importantes. Pero hacerlo definitivamente,
está demarcando una utilidad, un fin y a partir de estos, trazando una ruta de

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formación, qué se debe hacer y cómo para lograr ese fin, las identidades y
competencias que se conseguirán al finalizar el proceso, indicando las líneas
de investigación, así como los abordajes metodológicos que se seguirán.
Ahora, ustedes podrían hacer la tarea un poco más sencilla, tomando
conceptos ya establecidos, combinándolos, reacomodándolos, pero ni aun así
podría dejarse de lado la reflexión. Cada uno suscita preguntas, puesto que ya
no son conceptos estáticos, se requiere desmenuzarlos, argumentarlos,
entenderlos, para poder saber de qué se habla y aplicarlos.

CLICK. Esta definición creo yo podría tener un valor agregado creo yo. La Ley
1413 de 2010 regula la inclusión de la economía del cuidado en el sistema de
cuentas nacionales, a partir de ella y las propuestas de la mesa intersectorial
de cuidados, tanto el plan de desarrollo 2014-2018 como el de 2018-2022
expresan la intención de crear un Sistema Nacional de Cuidados y la definición
de una agenda de Economía del Cuidado, desde 2019, cerca de 25 entidades
del Gobierno Nacional avanzan en el tema y se supone que la academia tendrá
allí un papel relevante. Con un dato curioso y es que el primer borrador de la
propuesta fue rechazado porque no se incluyó o no se tuvo en cuenta grupos
diferenciados como los indígenas y los afros. La necesidad de crear un Sistema
Nacional de Cuidados y de elevar el cuidado a un derecho también parte de lo
que proyecta el futuro: en América Latina, en la actualidad el 11% del total de la
población tiene más de 60 años de edad, en 2030 representará el 17% y, en
2050, uno de cada cuatro habitantes será mayor de 60 años ¿quién nos
cuidará? Previsión que incluso daría para pensar en capacitaciones y servicios.

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