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LICEO MATER POPULI DEI

PADRE PLACIDO Nº 67 – FONO 278578


materpopulidei@gmail.com
SAN JOSE DE LA MARIQUINA

Temario prueba recuperativa de Historia y Ciencias Sociales 1° medio.

La organización de la república.

En los años que siguieron al período de Independencia se sucedieron diferentes tensiones al interior de las élites gobernantes.
Esto ha provocado distintas visiones historiográficas. Algunos historiadores tradicionales, como Diego Barros Arana y
Francisco Antonio Encina, denominaron este período como anarquía debido a la sucesión de distintos gobiernos y modelos
de organización en un corto tiempo. En cambio, historiadores contemporáneos como Simon Collier o Julio Heise caracterizan
esta etapa como un período de aprendizaje político o de organización nacional. A pesar de las diferencias que se pueden
establecer entre ambas visiones, es de común acuerdo que en este período se produjo un intenso debate político que buscaba
la mejor manera de ordenar el Estado.

En este período de aprendizaje, la élite política debió enfrentar una serie de desafíos que complicaban la organización de la
nueva república independiente.

Pese a que dentro de la élite política existía acuerdo en torno a la necesidad de establecer un orden de tipo republicano, hubo
diferentes opiniones sobre los matices que debía adoptar este sistema.

Facciones políticas. Las diferencias que se presentaron en el ámbito político originaron fuertes disputas entre las principales
facciones políticas de la época, ya que hubo visiones contrapuestas en torno a la relación que debía tener la Iglesia con el
Estado o al tipo de gobierno que se debía instaurar, es decir, si este debía ser centralizado o federal. Desde las provincias se
apoyaba la formación de un gobierno central, siempre que fuese respetuoso de la facultad provincial de elegir a sus
autoridades locales, darse leyes particulares, administrar sus recursos, así como tener parte en la designación de los
magistrados centrales. Las facciones se agruparon en torno a ideales liberales o conservadores, y fueron las siguientes:

Ensayos constitucionales. Las diversas visiones políticas de pipiolos, federalistas, pelucones, o’higginistas y estanqueros
se expresaron entre 1823 y 1830 en las leyes que intentaron dar un ordenamiento jurídico al país con el fin de lograr la
gobernabilidad o estabilidad política. Con el objetivo de contar con leyes que permitieran administrar y gobernar el país, se
elaboraron diversos ensayos constitucionales. Los grupos políticos de la época confiaban en las leyes para solucionar los
problemas que afectaban al país y estaban de acuerdo en la necesidad de establecer un orden constitucional, pero no en el
tipo de constitución que debía regir ni tampoco sobre las atribuciones que debía tener cada poder del Estado.
El triunfo del orden autoritario

A poco andar de la vida republicana, las diferencias entre el conservadurismo y el liberalismo desembocaron en una guerra
civil, en la que se enfrentaron dos bandos: un sector oficialista, favorable al gobierno liberal del general Francisco Antonio
Pinto, con mayoría en el Congreso y apoyado por la oficialidad del Ejército y por el general Ramón Freire, y el otro bando,
que agrupaba a o’higginistas, pelucones y estanqueros, se oponía al gobierno y era liderado por Diego Portales (comerciante,
jefe de los estanqueros) y el general José Joaquín Prieto.

En abril de 1830, el ejército pelucón de Prieto, con el apoyo de los propietarios del estanco del tabaco –Portales y Cea– y el
empresario Manuel Rengifo, derrotó a las tropas pipiolas encabezadas por Freire. La batalla de Lircay (17 de abril de 1830)
puso fin a la guerra civil con el triunfo de las fuerzas conservadoras.

Influencia del ideario portaliano. Con el triunfo militar de la coalición pelucona y su llegada al poder político se consolidaron
las ideas centralistas, que guiaron al gobierno conservador instaurado en 1831. Mientras el general Prieto fue elegido
presidente, Diego Portales ejerció el Ministerio del Interior primero y, luego, el de Relaciones Exteriores y Guerra y Marina.
Las ideas de Portales resultaron muy influyentes entre 1831 y 1861: sostenía que el orden era un valor supremo, anterior a la
igualdad y a la libertad.
Constitución de 1833. La Constitución del 33 sintetizó el proyecto de Estado de inspiración portaliana y permitió legalizar el
orden autoritario que de hecho imperaba desde 1830, reforzando el Poder Ejecutivo con instrumentos de excepción altamente
eficaces, como el estado de sitio, facultades extraordinarias y consejos de guerra. Además, legalizó el predominio oligárquico-
conservador, anulando la posibilidad de una rearticulación liberal por casi 20 años. Estuvo vigente por casi un siglo, entre
1833 y 1925, aunque tuvo algunas reformas de carácter más liberal a partir de la década de 1870.

La defensa del territorio nacional

En 1837 se formó oficialmente la Confederación Perú-Boliviana, que unificó a estos dos Estados bajo la conducción del
mariscal boliviano Andrés de Santa Cruz. Portales manifestó su oposición a esta Confederación, por considerarla una
potencial amenaza debido a los afanes expansionistas de Santa Cruz, quien pretendía conformar un Estado que coincidiera
con los límites del antiguo Imperio inca. Sin embargo, los problemas con Perú eran anteriores a la formación de la
Confederación, dentro de los cuales se encontraban los siguientes:

Compromisos económicos impagos. Perú no pagó la deuda que tenía con Chile, originada en el período de la
Independencia, ante lo cual el Estado chileno reclamaba la restitución de los recursos económicos empleados.

Competencia comercial entre ambos países. Perú buscaba convertir al Callao en el primer puerto del Pacífico y desplazar
la primacía comercial alcanzada por Valparaíso, razón por la cual decretó tributos especiales a las importaciones provenientes
de Chile.

Ante esto, el gobierno chileno comenzó negociaciones diplomáticas pidiendo el reconocimiento de la deuda por parte de Perú,
el fin de las rivalidades entre el Callao y Valparaíso y la disolución inmediata de la Confederación Perú-Boliviana.

Ante la negativa, el gobierno del general Prieto declaró la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana en 1837. Sin
embargo, esta contienda bélica fue muy impopular en sus inicios y algunos incluso veían en ella un simple capricho de
Portales, quien estaba empecinado en destruir la Confederación al creer que amenazaba la autonomía del Estado chileno y
desafiaba el equilibrio geopolítico continental. Así, la movilización militar en contra del proyecto federativo de Santa Cruz
despertó resistencias tanto en la élite como en el mundo popular. Los pipiolos no estaban de acuerdo con la declaración de
guerra, pues se pensaba contraria a los arraigados principios americanistas. Por otro lado, consideraban que el Estado no
estaba preparado financiera ni militarmente para enfrentar un conflicto de esa naturaleza.

En 1837, en medio de los preparativos de la expedición chilena que zarparía desde el puerto de Valparaíso hacia Perú, el
regimiento Maipo, al mando del coronel liberal Antonio Vidaurre y acantonado en Quillota, tomó prisionero al ministro Portales,
quien había llegado hasta ese lugar para revisar las tropas. Finalmente, Portales fue fusilado por el capitán Santiago Florín.
El asesinato del influyente ministro logró el efecto contrario, pues se interpretó como un complot del gobierno peruano y el
pueblo adhirió con mayor fuerza al proyecto de guerra. Luego de diversos encuentros en que ambos ejércitos obtuvieron
ventajas parciales, las tropas chilenas derrotaron definitivamente a los ejércitos de la Confederación en la batalla de Yungay,
ocurrida el 20 de enero de 1839.

Los efectos de este triunfo y el fin de la guerra fueron variados; entre ellos destacan los siguientes:

- Fin del gobierno de Santa Cruz y la disolución de la Confederación.

- Las relaciones entre Chile, Perú y Bolivia sufrieron un duro revés. Los lazos de solidaridad construidos tras la independencia
se debilitaron notoriamente.

- A juicio de distintos investigadores, en Chile el sentimiento nacionalista se vio fortalecido luego del triunfo obtenido por las
tropas en Yungay. Se exaltó la figura del “roto chileno”, en homenaje a los soldados reclutados en barrios populares para
engrosar los ejércitos.

La consolidación de la economía chilena.

Desde 1831, durante el gobierno conservador de José Joaquín Prieto, la economía chilena comenzó a consolidarse con el
ascenso al poder del grupo de los estanqueros. Diego Portales asumió como ministro del Interior y Manuel Rengifo, apodado
el “mago de las finanzas”, lo hizo como ministro de Hacienda; su apodo se debe a que llevó a cabo una serie de reformas que
permitieron consolidar al país, dentro de las cuales se encuentran las siguientes:

Reforma tributaria. Abolió los impuestos coloniales y los remplazó por un sistema de catastro con el cual se cobraba un
impuesto a los predios agrícolas equivalente al 3 % de su renta anual. Además, creó las tesorerías públicas y, en 1834, un
régimen aduanero reformado: fijó aranceles para las mercaderías importadas o exportadas, declarando libres de impuestos
todos aquellos objetos útiles para el progreso del país, como maquinarias, herramientas, instrumentos científicos y libros.

Reforma al comercio exterior. Perfeccionó el sistema de almacenes francos del puerto de Valparaíso, donde llegaban
mercaderías de todos los países antes de ser distribuidas en la costa oeste de América. El impulso dado al puerto provocó el
aumento de la inmigración de personas ligadas al comercio, potenciando esta actividad.

Reforma en la hacienda. Disminuyó el gasto público con la reducción del Ejército, la división de la deuda del país en dos
ramas diferenciadas: deuda interna y deuda externa, y se dedicó a liquidar las deudas del Estado durante su mandato.

De esta manera, desde el comienzo el Estado asumió un rol protagónico en la actividad económica del país a través de
medidas proteccionista, como el impuesto a productos extranjeros y el fomento a la industria local.

Además de estas acciones, durante el período de administración conservadora se descubrieron yacimientos de plata y cobre,
lo que, junto con el aumento de la demanda externa de cereales, contribuyó a la recuperación económica que se hizo evidente
al finalizar la década de 1850.

La industrialización en Chile.

Tras la independencia, Chile rompió con las trabas del monopolio comercial y se incorporó a la economía mundial. A lo largo
del siglo XIX se mantuvieron muchos aspectos del Chile colonial como la tradición productora de materias primas, la vocación
exportadora, la dependencia de los mercados externos, el predominio de la hacienda. Sin abandonar esta tradición,
lentamente la economía y la sociedad fueron adquiriendo rasgos que la acercaban al “estilo moderno” impuesto por el
capitalismo y la alejaban de las viejas prácticas del período colonial.

Chile como exportador de materias primas.

El crecimiento experimentado por los países industriales o desarrollados y su expansión por el mundo tuvo repercusiones en
los países más atrasados o subdesarrollados. La gran mayoría de los países latinoamericanos, incluido Chile, optaron por
vender sus productos primarios a los mercados en expansión, convirtiendo la demanda externa por sus materias primas en
motor de su crecimiento económico. De este modo, se configuraron como economías con crecimiento “hacia fuera”, basadas
en el supuesto de que la creciente demanda por sus productos implicaría un aumento de los precios y, por lo mismo, un
crecimiento interno de la economía. En la segunda mitad del siglo XIX y comienzo del siglo XX es posible reconocer en Chile
dos ciclos económicos. El primero contempla un período marcado por la explotación de plata, cobre y trigo (1850-1860), y el
segundo, el período marcado por el ciclo del salitre (1880-1930). Ambos se caracterizan por ser fases de expansión de la
actividad económica, basados en el o los principales productos que sustentan la economía, y por terminar con períodos de
crisis económica.

Exportación minera y agrícola (1850-1860). La inserción de Chile en la economía mundial se basó en la minería y en la
agricultura, actividades económicas caracterizadas por una secuencia de auges y decadencias en la explotación de plata,
cobre y trigo. El sistema productivo se caracterizó por ser artesanal y tradicional, a pesar de que algunos empresarios
invirtieron en infraestructura. Los principales mercados compradores de nuestras materias primas fueron Inglaterra, en el caso
de la minería, y Perú, California y Australia, para el trigo.

Auge del salitre (desde 1880). La exportación del salitre chileno se remonta a comienzos del siglo XIX, cuando distintos
países descubrieron sus beneficios como abono y materia prima para la fabricación de la pólvora. Tras la guerra del Pacífico
o del salitre (1879-1883), Chile anexó las regiones de Tarapacá y Antofagasta a su territorio, donde se ubicaban ricos
yacimientos salitreros. Así, la creciente demanda mundial que este producto generó a fines del siglo XIX fue satisfecha casi
únicamente por Chile, que vivió entre 1880 y 1920 el período de esplendor de la explotación salitrera.

Modernización de la economía.

El aumento del volumen de las exportaciones incitó a realizar un esfuerzo privado y estatal para desarrollar la infraestructura
necesaria para comercializar los productos de manera expedita y con un menor costo.

Desarrollo de infraestructura de transportes. Al aumentar las exportaciones, los ingresos del fisco también crecieron, de
modo que el Estado se sumó al esfuerzo de los privados destinado a expandir el ferrocarril, mejorar los puertos y ampliar la
red vial. Todo este desarrollo fue un gran estímulo para la industria metalúrgica, así como para la explotación de carbón –
combustible fundamental de las locomotoras de vapor–, y para las actividades asociadas a la construcción y mantenimiento
de las líneas.

Transformaciones en la agricultura. Las transformaciones en la agricultura, aunque modestas, incorporaron innovaciones


tecnológicas –herramientas y maquinarias–. La aparición de molinos industriales también contribuyó a un desarrollo en esta
área productiva.

Desarrollo de las finanzas. El desarrollo económico que experimentó el país durante este período permitió el surgimiento de
una nueva área comercial: la de las finanzas, a través de bancos y otras instituciones afines, como fue la Caja de Crédito
Hipotecario (1855), que emitía papel moneda y letras. En 1855 se creó el Banco de Valparaíso y en 1859, el Banco de Chile,
en Santiago.

Creación de la Sociedad de Fomento Fabril. Su principal objetivo era apoyar al gobierno en el desarrollo de la industria
nacional. La Sofofa, que contaba con aproximadamente 300 miembros, no solo reunía figuras ligadas a la industria, sino que
también viñateros, agricultores y profesionales. Desde sus inicios, la Sofofa se preocupó de fomentar la denominada
“inmigración industrial”, trayendo al país extranjeros capacitados en labores técnicas para que aportaran sus conocimientos
en las empresas nacionales.

A pesar de la modernización de la economía chilena, durante el siglo XIX Chile continuó siendo un país con una base
económica principalmente de carácter rural: hacia 1860, alrededor de un 80% de la población vivía y trabajaba en el campo y
la hacienda era la estructura agrícola más importante. En estas grandes extensiones territoriales, se mantuvo el inquilinaje,
relación laboral de origen colonial. Bajo este sistema, las relaciones entre empleador (patrón) y trabajador (inquilino) eran
fundamentalmente personales. El patrón se sentía con derecho a intervenir en la vida personal y familiar de sus inquilinos.
Les hacía favores, los protegía, pero a cambio exigía retribuciones en trabajo, disciplina y lealtad.

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