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LICEO MATER POPULI DEI

PADRE PLACIDO Nº 67 – FONO 278578


materpopulidei@gmail.com
SAN JOSE DE LA MARIQUINA

Temario prueba recuperativa de Historia y Ciencias Sociales 2° medio.

Consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.

El balance de la Segunda Guerra Mundial dio cuenta de las profundas consecuencias demográficas, sociales, económicas,
políticas y territoriales que este conflicto tuvo para la sociedad del siglo XX.

Las pérdidas humanas.

La potencia destructiva de las nuevas armas, el carácter de guerra total y la determinación de ambos bandos de proseguir el
conflicto hasta el final sin importar la pérdida de vidas humanas explican que la Segunda Guerra Mundial sea la mayor
catástrofe que ha conocido la humanidad hasta hoy. El conflicto se extendió a todo el mundo y, además de las deportaciones
en masa y la política sistemática de exterminio de millones de personas (genocidio) que llevó a cabo el gobierno nazi, se
añadió el bombardeo brutal y masivo de muchas ciudades por ambos bandos.

Aún no hay acuerdo entre los historiadores sobre el número de víctimas de la guerra. Se calcula que se pudieron alcanzar los
60 millones de muertos, unos 35 millones de heridos y cerca de 3 millones de desaparecidos. A diferencia de la Primera
Guerra Mundial, más de la mitad de las víctimas fueron civiles. La URSS fue el país más afectado, seguido por Alemania y
Polonia, tal como se evidencia en el siguiente cuadro:

La guerra provocó un intenso trauma moral y cuestionó todos los valores éticos en los que descansaba la civilización
occidental. Además de las víctimas en batalla o bombardeos, en esta guerra fue especialmente relevante la cantidad de
muertos por el genocidio nazi a judíos, gitanos, eslavos, homosexuales y opositores. Aunque se desconocen las cifras totales,
se han calculado más de 6 millones de víctimas solo en lo que concierne a la población judía que murió en los campos de
concentración a lo largo de todo el territorio alemán. Los prisioneros al interior de estos lugares eran sometidos a condiciones
de vida miserables, vulnerando todos sus derechos como personas.

Para juzgar estas atrocidades, por primera vez se constituyó un tribunal internacional, compuesto por jueces de las cuatro
potencias vencedoras (Estados Unidos, Reino Unido, Unión Soviética y Francia), que definió un nuevo concepto jurídico en
el derecho internacional: el de crímenes contra la humanidad. Así, entre 1945 y 1946, tuvo lugar el juicio de Núremberg, en
el que se juzgó a 21 dirigentes nazis, siendo 12 de ellos condenados a muerte.

Las consecuencias económicas y sociales.

La guerra agravó la situación económica de Europa, mientras que fortaleció la economía estadounidense. Numerosas
ciudades, como Dresde, Varsovia, Stalingrado, Hiroshima o Nagasaki, quedaron arrasadas por los bombardeos y el combate.
Además, la falta de vivienda y de alimentos se convirtió en un problema para amplios sectores de la población. Así, el final de
la guerra ofrecía un paisaje de ruinas y desolación, con ciudades, campos de cultivo, carreteras, ferrocarriles, puertos,
aeropuertos e industrias completamente destruidos.

Los efectos sobre la producción industrial fueron también importantes. Europa, en su conjunto, perdió el 50 % de su potencial
industrial, mientras que Estados Unidos se convirtió en el principal centro productor de armamento y otros suministros para
los aliados, lo que permitió un desarrollo notable de la capacidad productiva y de su equipo industrial. Así pues, la guerra
aceleró el declive de las potencias europeas, mientras que Estados Unidos consolidó su posición hegemónica de gran
potencia agraria, industrial y financiera mundial. Por otra parte, la URSS, a pesar de las destrucciones de la guerra, se confirmó
como la segunda potencia mundial. Su política de industrialización de las regiones orientales evitó que los ataques alemanes
destruyeran su potencial industrial, a lo que se añadió la incautación de fábricas alemanas y de otros países ocupados de
Europa Oriental y su traslado a la Unión Soviética.

Los efectos políticos y territoriales.

La derrota de las potencias del Eje supuso la desaparición de los sistemas fascistas, aunque se mantuvieron dictaduras
cercanas a esta ideología. Así, al terminar la guerra, Europa se dividió en dos zonas políticas:

En Europa Occidental, liberada por los angloamericanos, se restableció la democracia parlamentaria y el sistema económico
capitalista de libre mercado.

En Europa Oriental (Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria), liberada por la Unión
Soviética, se establecieron gobiernos comunistas (democracias populares) que quedaron bajo la hegemonía de la URSS.

Desde antes que la guerra terminara, los aliados empezaron a planificar cómo debía ser el orden internacional tras la guerra,
pero las principales decisiones sobre el nuevo mapa político de Europa se adoptaron en las siguientes reuniones:

En la Conferencia de Yalta (febrero de 1945) se acordó el desarme y la división de Alemania en cuatro zonas, cada una de
ellas ocupada por uno de los países aliados: Reino Unido, la URSS, Estados Unidos y Francia.

En la Conferencia de Potsdam (julio-agosto de 1945) se decidió modificar la frontera polaca, cediendo territorios a la URSS
hacia el este e incorporando parte de Alemania. Además, la ciudad de Berlín fue dividida en cuatro zonas, tal como el resto
del territorio alemán.

Finalmente, en la Conferencia de París (1946-1947) se elaboraron y se firmaron los tratados de paz con otros países
europeos que habían apoyado a Alemania, como Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria y Finlandia. Con Austria no se firmó un
tratado de paz hasta 1955, tras el final de su ocupación por Estados Unidos, URSS, Francia y Reino Unido.

En el siguiente mapa se pueden identificar algunos de los cambios más importantes en la configuración del orden político en
Europa:
El inicio de la descolonización

Además de las repercusiones políticas y territoriales en Europa, la Segunda Guerra Mundial también tuvo efectos en los
grandes imperios coloniales que las potencias europeas habían construido desde fines del siglo XIX. Este proceso, que se
extendió por más de veinte años en África y Asia, fue conocido como descolonización.

Si bien las causas de la descolonización fueron diversas y en ellas influyeron tanto la coyuntura internacional como también
aspectos internos de las colonias y sus metrópolis, la Segunda Guerra Mundial mostró al mundo la debilidad de las potencias
imperiales europeas. Las colonias habían participado en la guerra aportando tropas y recursos, con lo que se formaron
numerosos grupos militares que después lideraron los procesos de independencia. Además, las potencias europeas tuvieron
serios problemas para poder sostener y justificar ideológicamente sus imperios. Los deseos de independencia se relacionaban
con el desarrollo de las ideas de libertad y democracia, que habían constituido la fuerza ideológica para vencer al nazismo y
al fascismo.

La conciencia antiimperialista fue adquiriendo importancia en los países occidentales desde el término de la Primera Guerra
Mundial, cuando el presidente estadounidense Woodrow Wilson planteó el derecho de autodeterminación de las colonias
como parte de su programa de los “catorce puntos” (1918). Esta idea fue retomada luego en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (1948), reconociendo el derecho que tienen los pueblos colonizados a disponer de sí mismos. Así, a
mediados del siglo XX comenzó un proceso de liberación de diversos países en África y Asia.

Si bien estas naciones lograron la independencia política, muchas de ellas continuaron teniendo lazos económicos con sus
metrópolis, lo que generó una condición de subdesarrollo que, en la mayoría de los casos, persiste hasta la actualidad.
La creación de la Organización de Naciones Unidas.

En las conferencias que tuvieron lugar durante la guerra, las potencias aliadas consideraron necesario crear una nueva
organización internacional tendiente al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Así, en junio de 1945, se fundó
la Organización de Naciones Unidas (ONU), cuyos fines fueron fijados en la Carta de las Naciones Unidas. Los más relevantes
eran el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el reconocimiento del derecho a la libre determinación de los
pueblos, el impulso a la cooperación pacífica en cuestiones económicas, sociales, culturales, educativas y sanitarias, entre
otros.

La Asamblea General, que está formada por todos los Estados miembros. Solo puede emitir recomendaciones.

El Consejo de Seguridad, que está integrado por quince miembros. Cinco son miembros permanentes (Estados Unidos,
Reino Unido, Rusia, Francia y China) y disponen del derecho de veto sobre cualquier decisión; los otros diez se eligen cada
dos años. Los países miembros de la ONU deben cumplir las resoluciones del Consejo.

La Secretaría General, que está conformada por el secretario general, elegido cada cinco años, y los funcionarios de la
organización.

Hay otros organismos importantes, como el Tribunal o Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, y el Consejo
Económico y Social, esencial en la cooperación pacífica entre los Estados a través de organismos especializados (como por
ejemplo la FAO, que dirige las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre, o la UNESCO, que se encarga
de promover el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura).

La importancia de los derechos humanos.

La humanidad ha debido recorrer un largo camino para convencerse de que todos los seres humanos somos iguales y que
tenemos una dignidad que nos confiere derechos mínimos y básicos, como el derecho a la vida o a la libertad. Sin duda, es
en la Edad Contemporánea cuando mayor relevancia ha adquirido este tema. La Revolución francesa fue uno de los hitos
que instalaron ideas y principios –como la soberanía popular, la división de los poderes o los derechos ciudadanos, entre
otros– que hasta hoy nos acompañan. Por otra parte, los horrores cometidos durante la Segunda Guerra Mundial
contribuyeron a que la comunidad internacional considerara los derechos humanos como un pilar de la vida en sociedad. Así,
recién a mediados del siglo XX, la mayoría de los gobiernos del mundo se pusieron de acuerdo en consagrar ciertos derechos
como mínimos y comunes a todos los seres humanos en razón de la dignidad intrínseca de cada persona: los derechos
humanos.

El concepto de derechos humanos.

Los derechos humanos son aquellos garantizados a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de
residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua o cualquier otra condición. Están contemplados en la ley y
garantizados por ella a través de tratados y principios generales del derecho internacional, el que establece las obligaciones
que tienen los gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones o de abstenerse de actuar en otras, a fin de promover
y proteger los derechos y libertades fundamentales de los individuos. De forma general, estos derechos se caracterizan por
ser:

Universales, en cuanto son comunes a todas las personas, sin importar su condición.

Inherentes, es decir, que están radicados en la esencia misma del ser persona.

Irrevocables, o sea ninguna ley o autoridad puede ponerles término, por ningún motivo.

Inalienables, lo que implica que no son renunciables ni enajenables; de este modo, por ejemplo, nadie puede venderse a sí
mismo como esclavo.

Indivisibles, es decir, todos son igualmente importantes y necesarios para respetar la dignidad de las personas.

Si bien los derechos humanos hay que comprenderlos en su conjunto, puesto que solo de este modo se puede asegurar la
dignidad integral de las personas, existen diversas formas de clasificarlos. Una de ellas es por su desarrollo a través del
tiempo, lo que permite reconocer tres grandes generaciones:

Primera generación. Durante la Revolución francesa, los burgueses se preocuparon especialmente de lograr el
reconocimiento de los derechos civiles y políticos que permitirían acabar con la sociedad de privilegios que imperaba en el
Antiguo Régimen. Así, se logró el reconocimiento universal de derechos como la libertad e igualdad de todas las personas, la
libertad de culto y el derecho a la participación política, entre otros.

Segunda generación. La Revolución Industrial implicó cambios profundos en las maneras de producir, lo que generó una
nueva clase social: los proletarios, trabajadores de las nuevas industrias que se encontraban legalmente desprotegidos y eran
explotados por un régimen de trabajo que los sumía en la pobreza. Frente a esta situación, a partir del siglo XX surgió una
segunda oleada revolucionaria que sentó la idea de que todos los seres humanos tienen –además de derechos políticos y
civiles– derechos económicos, sociales y culturales.

Tercera generación. En la década de 1970 se plantearon derechos cuya responsabilidad no competía solamente a los
Estados –que hasta entonces eran los únicos encargados de garantizar los derechos a sus ciudadanos–, sino a la sociedad
internacional, apelando a la solidaridad entre los pueblos y las personas. Entre los derechos consagrados en esta tercera
generación se cuentan los derechos a la paz y a la preservación del medioambiente.

Las instituciones de derechos humanos.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU). Para dar cumplimiento a los derechos humanos, la ONU ha ido creando
a lo largo de su historia una serie de organismos y comités dedicados a defender o promover alguno de los derechos
consagrados por su propia legislación internacional.

- Alto Comisionado. Su misión es mantener la visión de la ONU de un mundo donde se respeten plenamente los
derechos humanos de toda persona en condiciones de paz mundial, intentando fomentar por diversos medios la
aplicación de las normas aprobadas internacionalmente para su resguardo.

- Consejo de Derechos Humanos. Considerado una filial de la Asamblea General de la ONU, es responsable de
promover el respeto universal por la protección de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de todas
las personas, sin distinciones de ningún tipo y de una manera justa y equitativa.
- Consejo Económico y Social. Bajo la autoridad general de la Asamblea General, coordina la labor económica y
social de la ONU y desempeña una función fundamental en el fomento de la cooperación internacional para el
desarrollo. También realiza consultas con organizaciones no gubernamentales (ONG), y de ese modo mantiene un
vínculo vital entre la ONU y la sociedad civil.

La Organización de Estados Americanos (OEA). En 1948, los Estados americanos crearon este organismo multilateral
regional para “lograr un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su
soberanía, su integridad territorial y su independencia”. Su actuar se guía por la Convención Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre (1948), y su principal órgano de protección y promoción de estos derechos es la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, con sede en Washington, Estados Unidos. La importancia de la OEA está en que Chile –al igual que
todos los países americanos, excepto Cuba– se ha sometido a la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, con sede en San José, Costa Rica, siendo esta la primera instancia de derecho internacional a la que los chilenos
pueden acudir a reclamar por sus derechos en la eventualidad de que el Estado chileno no responda o los viole.

Las organizaciones no gubernamentales (ONG). Además de los organismos mencionados, existen importantes
organizaciones no gubernamentales cuya misión es proteger algún aspecto relativo a los derechos humanos. Su importancia
radica en que no están comprometidas con los Estados, por lo que suelen actuar con mayor independencia y decisión. Algunas
de ellas son Amnistía internacional y Human Rights Watch.

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