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Las Cronicas del Remanente 03.

- “La Belleza de la Oscuridad”


Mary E. Pearson
Este libro ha sido traducido y corregido por Isther.

Para todo quienes amen la lectura tanto como yo.

El final del viaje. La promesa. La esperanza.


Un lugar de hospedaje.
Pero todavía no está a la vista, y la noche es fría.

Sal de la oscuridad, niña.

Sal donde pueda verte.


Tengo algo para ti.
La detengo, sacudiendo mi cabeza.

Su corazón late bajo mi mano.

Él promete descanso. Él promete comida.

Y ella está cansada y hambrienta.


Ven.
Pero ella conoce sus trucos y se queda a mi lado.

La oscuridad es todo lo que tenemos para mantenernos a salvo.

—Los últimos testamentos de Gaudrel

CAPÍTULO UNO

La oscuridad era una cosa hermosa. El beso de una sombra.

Una caricia tan suave como la luz de la luna.

Siempre había sido mi refugio, mi lugar de escape, ya sea que me escapara a


un

tejado iluminado solo por las estrellas, o a un callejón de medianoche para


estar

con mis hermanos. La oscuridad era mi aliada. Me hizo olvidar el mundo en


el que

estaba y me invitaba a soñar con otro. Me hundí más, buscando su


comodidad.

Dulces murmullos me conmovieron. Solo una astilla de luna dorada brillaba


en la

oscuridad líquida, flotante, meciéndose, siempre en movimiento, siempre


fuera de

mi alcance. Su luz cambiante iluminaba un prado. Se me levantó el ánimo.

Vi a Walther bailando con Greta.

Un poco más allá de ellos, Aster giró hacia una música que no podía
escuchar, y su

largo cabello le caía sobre los hombros.

¿Ya era el Festival de la liberación?. Aster me llamó:

─ No te demores ahora, Miz.

Los colores profundos se arremolinaban; una pizca de estrellas se volvió


púrpura;

los bordes de la luna se disolvieron, como azúcar mojada en el cielo negro; la

oscuridad se hizo más profunda. Tibia. Bienvenida Suave.

Excepto por el empujón.

El batido rítmico vino una, y otra vez. Demandando. Quédate.

La voz que no me soltaba. Fría, brillante y aguda. Espera.

Un pecho ancho y duro, respiraciones heladas cuando mis ojos se abrían, una
voz

que seguía alejando la manta de oscuridad, el dolor cayendo, tan insensible


que no

podía respirar.

El terrible brillo destellando, apuñalando y finalmente disminuyendo cuando


no

pude soportarlo más. Oscuridad de nuevo. Invitándome a quedarme. Sin

respiraciones. Sin nada.

Cuando estaba a medio camino entre un mundo y otro, un momento de


claridad
se abrió paso. Esto es lo que era morir.

***

¡Lia!. La comodidad de la oscuridad fue despojada de nuevo. El suave calor


se volvió

insoportablemente caliente. Más voces vinieron. Ásperas. Gritos.

El santuario. Estaba de vuelta en el santuario. Soldados, gobernadores ... el

Komizar..

Mi piel estaba ardiendo, ardiendo, picando, mojada por el calor.

“Lia, abre los ojos. Ahora”.

Ordenes.

Me habian encontrado.

“Lia!”.

Mis ojos se abrieron de golpe. La sala giraba con fuego y sombras, carne y
rostros.

Rodeada. Traté de retroceder, pero el dolor punzante me dejó sin aliento. Mi


visión

revoloteó.

"Lia, no te muevas".

Y luego una ráfaga de voces. Ha vuelto en sí. Sujétala hacia abajo. No dejes
que se

levante.

Forcé una respiración superficial en mis pulmones, y mis ojos se enfocaron.


Examiné las caras mirándome fijamente. El gobernador Obraun y su guardia.

No era un sueño.

Me habían capturado. Y luego una mano, suavemente volvió mi cabeza.

Rafe.

Se arrodilló a mi lado.

Miré hacia los otros, recordando. El gobernador Obraun, y su guardia habían

luchado de nuestro lado. Nos ayudaron a escapar.

¿Por qué?. Junto a ellos estaban Jeb y Tavish.

"Gobernador", le susurré, demasiado débil para decir más.

“Sven, Su Alteza, dijo, cayendo de rodillas. “Por favor, llámeme Sven”.

El nombre me era familiar. Lo había oído en momentos frenéticos y borrosos.


Rafe

lo había llamado Sven.

Miré a mi alrededor, tratando de orientarme.

Estaba tumbada en el suelo sobre una sábana. Montones de mantas pesadas


que

olían a caballos estaban encima de mí. Mantas de silla de montar.

Traté de levantarme de un brazo, y el dolor volvió a atravesarme. Me caí, la

habitación girando.

Tenemos que sacar los dardos.

Ella está demasiado débil.


Está ardiendo de fiebre. Sólo se va a debilitar.

Las heridas tienen que ser limpiadas y suturadas.

Nunca había cosido a una chica.

Carne es carne.

Los escuché discutir, y luego me acordé. Malich me había disparado.

Una flecha en el muslo, y una en la espalda.

Lo último que recordaba era que estaba en la orilla del río, y Rafe me estaba

cargando en sus brazos, sus labios fríos contra los míos.

¿Hace cuánto tiempo fue eso?. Donde estabamos ahora.

Ella es lo suficientemente fuerte. Hazlo, Tavish.

Rafe cubrió mi cara, y se inclinó cerca.

“Lia, las púas son profundas. Tendremos que cortar las heridas para sacarlas".

Asenti.

Sus ojos brillaron.

“No te puedes mover. Tendré que sostenerte”.

"Está bien", susurré. "Soy fuerte. Como dijiste”.

Escuché la debilidad de mi voz contradecir mis palabras.

Sven hizo una mueca. "Desearía tener ojos rojos para ti, niña".

Le entregó algo a Rafe.

"Pon esto en su boca para que muerda". Sabía para qué era, así que no
gritaría.
¿Estaba cerca el enemigo?.

Rafe me puso una funda de cuero en la boca.

El aire fresco fluyó sobre mi pierna desnuda, cuando Tavish dobló la manta
para

exponer mi muslo, y me di cuenta de que tenía poco debajo de las mantas.

Una camisa, si acaso. Deben haberme quitado el vestido empapado.

Tavish murmuró una disculpa pero no perdió el tiempo.

Rafe me sujetó los brazos y alguien más presionó mis piernas.

El cuchillo me cortó el muslo. Mi pecho se estremeció. Los gemidos


escaparon a

través de mis dientes apretados. Mi cuerpo retrocedió contra mi voluntad, y


Rafe

presionó más fuerte.

“Mírame, Lia. Mantén tus ojos en mi. Terminará pronto ".

Me fijé en sus ojos, el azul resplandeciente. Su mirada me sostuvo como


fuego. El

sudor goteaba por su frente.

El cuchillo sondeó, y perdí la concentración. Ruidos de gorjeo saltaron de mi

garganta.

─Mírame, Lia.

Excavando. Cortando..

“¡Lo tengo!”, Tavish finalmente gritó.


Se me cortó la respiración. Jeb me limpió la cara con un paño frío.

“Buen trabajo, princesa”, de quien, no sabía.

La costura fue fácil en comparación con el corte y el sondeo.

Conté cada vez que entraba la aguja. Catorce veces.

"Ahora la parte de atrás", dijo Tavish. "Eso será un poco más difícil".

***

Me desperté con Rafe durmiendo a mi lado. Su brazo descansaba


pesadamente

sobre mi estómago. No podía recordar mucho de Tavish trabajando en mi


espalda,

excepto que me dijo que la flecha estaba incrustada en mi costilla, y que

probablemente, eso me salvó la vida. Había sentido el corte, el sondeo, y


luego un

dolor tan fuerte que ya no podía ver.

Finalmente. Como a cien millas de distancia, Rafe me había susurrado al


oído: “Está

fuera”.

Un pequeño fuego ardía en un anillo de rocas, no muy lejos de mí. Iluminaba


una

pared cercana, pero el resto de nuestro refugio permaneció en las sombras.

Era una gran cueva de algún tipo. Escuché el ruido de los caballos.

Estaban aquí con nosotros.


Al otro lado del anillo de fuego vi a Jeb, Tavish, y Orrin, durmiendo sobre
sus

sábanas, y justo a mi izquierda, sentado contra la pared de la cueva, el


gobernador

Obraun-Sven.

Me golpeó por primera vez. Estos eran los cuatro hombres de Rafe, los cuatro
en

los que yo no tenía confianza, un gobernador, un guardia, un badajo, y un

constructor de balsas. No sabía dónde estábamos, pero contra viento y marea


nos

habían cruzado, de alguna manera.

Todos nosotros vivos. Excepto por ─

Me dolía la cabeza, tratando de resolverlo todo. Nuestra libertad tuvo un alto


costo

para los demás.

¿Quién había muerto, y quién había sobrevivido al baño de sangre?.

Traté de quitar el brazo de Rafe de mi estómago, para poder sentarme, pero

incluso ese pequeño movimiento, envió sacudidas cegadoras a través de mi

espalda.

Sven se incorporó, alerta por mi movimiento, y susurró: "No intentes


levantarte,

alteza. Es demasiado pronto."

Asentí, midiendo mi respiración hasta que el dolor desapareció.


"Su costilla probablemente está rota por el impacto de la flecha. Es posible
que se

haya roto más huesos en el río. Descanse."

"¿Dónde estamos?", Pregunté.

“Un pequeño escondite en el que me metí hace muchos años. Agradezco


haberlo

encontrado”.

"¿Cuánto tiempo he estado fuera?"

"Dos días. Es un milagro que estés viva".

Recordé hundirme en el río. Golpeada, luego siendo escupida, una ráfaga


rápida de

aire, llenando mis pulmones, y luego empujada hacia abajo nuevamente. Y


otra vez.

Mis manos se aferraban a rocas, troncos, todo se me escapaba de las manos..


Y

luego estaba el borroso recuerdo de Rafe, inclinándose sobre mí.

Giré mi cabeza hacia Sven.

"Rafe me encontró en el banco".

“Te llevó durante doce millas, antes de que lo encontráramos. Este es el


primer

sueño que ha tenido”.

Miré a Rafe, con la cara demacrada y magullada. Tenía una herida en el lado

izquierdo de la frente. El río también le había pasado factura.


Sven explicó cómo él, Jeb, Orrin, y Tavish, habían maniobrado la balsa hacia
el

destino planeado.

Habían dejado sus propios caballos, y media docena de caballos Vendan, que

habían llevado a la batalla, en un prado improvisado, pero muchos habían

escapado. Reunieron lo que pudieron, suministros, y las sillas de montar que


habían

escondido en las ruinas cercanas, y comenzaron a retroceder, buscándonos en


los

bancos y el bosque.

Finalmente vieron algunas pistas y las siguieron. Una vez que nos
encontraron,

cabalgaron toda la noche hasta este refugio.

"Si pudiste encontrar nuestras huellas, entonces .."

“No se preocupe, alteza. Escuche”. Ladeó la cabeza hacia un lado.

Un fuerte gemido vibró a través de la caverna.

"Una tormenta de nieve", dijo. "No habrá pistas a seguir".

Si la tormenta era una bendición, o un obstáculo, no estaba segura, también


nos

impediría viajar.

Recordé a mi tía Bernette contándonos a mí y a mis hermanos, sobre las


grandes

tormentas blancas de su tierra natal, que bloqueaban el cielo y la tierra, y


dejaban nieve tan alta que ella y sus hermanas, podían aventurarse afuera,
solo

desde el segundo piso de su fortaleza. Los perros con patas palmeadas,


habían

arrastrado sus trineos por la nieve.

"Pero intentarán seguirnos", dije. "Finalmente."

El asintió.

Maté al Komizar.

Griz había levantado mi mano hacia los clanes, que eran la columna vertebral
de

Venda. Me había declarado reina, y Komizar, en un solo aliento. Los clanes


habían

vitoreado. Solo presentar mi cadáver, probaría la pretensión de un sucesor de

gobernar.

Me imaginé que ese sucesor sería Malich. Intenté no pensar en lo que le


habría

pasado a Kaden.

No podía permitir que mi mente se desviara hacia allí, pero aún así, su rostro
se

alzaba ante mí, con su última expresión de dolor y traición.

¿Lo había golpeado Malich?. ¿O uno de sus otros compatriotas?. Había


luchado

contra ellos por mí. Finalmente, me eligió a mí en lugar del Komizar.


¿Fue la visión del cuerpo de una niña en la nieve, lo que finalmente lo
empujó al

borde?. Era lo que me había empujado a mi.

Había matado al Komizar. Había sido fácil. No tuve dudas, ni remordimiento.

¿Mi madre pensaría en mí como poco más que un animal?.

No sentí nada cuando hundí el cuchillo en él. Nada cuando lo sumergí de


nuevo,

excepto por el leve tirón de carne y tripa. Nada cuando maté a tres Vendans
más,

después de eso.

¿O fueron cinco?.

Sus rostros conmocionados se mezclaron en un torrente lejano.

Pero nada de eso había llegado lo suficientemente pronto, como para salvar a

Aster.

Ahora era su rostro el que se alzaba ante mi, una imagen que no podía
soportar.

Sven sostuvo una taza de caldo en mis labios, alegando que necesitaba
nutrición,

pero ya sentía que la oscuridad volvía a cerrarse y, con gratitud, dejé que me

alcanzara.

CAPÍTULO DOS

Me desperté con el sonido del silencio. El aullido de la tormenta se había ido.


Tenía la frente sudorosa, y se me pegaban mechones de pelo en ella.

Esperaba que la humedad fuera una señal que la fiebre se estaba rompiendo.
Y

entonces oí susurros tensos.

Cuidadosamente abrí los ojos, mirando desde debajo de mis pestañas.

Había una luz suave, que se filtraba a través de la cueva, y los vi acurrucados
juntos.

¿Qué secretos guardaban ahora?.

Tavish estaba sacudiendo la cabeza.

"La tormenta ha terminado y estarán en movimiento". “Tenemos que irnos."

"Ella esta demasiado débil para montar", dijo Rafe en voz baja. “Además, el
puente

está dañado. No pueden cruzar. Tenemos tiempo."

"Cierto", dijo Sven, "pero está el río bajo. Cruzarán por allí".

"Fue un viaje de una semana para nosotros desde el Santuario", respondió


Jeb.

Rafe tomó un sorbo de una taza humeante.

"Y ahora con la nieve, será el doble de eso".

"Lo que también nos retrasará", le recordó Tavish.

Orrin se balanceó sobre sus talones.

"Cuélguemme, probablemente piensen que todos estamos muertos. Me


gustaría.
Nadie podía cruzar ese río del demonio”.

Rafe se frotó la nuca y luego sacudió la cabeza. "Excepto que lo hicimos. Y si


no

encuentran un solo cuerpo flotando río abajo, lo sabrán ".

"Incluso una vez que crucen, no tendrán idea de dónde estamos", dijo Jeb.

“Podríamos haber salido a cualquier parte. Son cientos de millas para buscar
sin

pistas que seguir ".

"Todavía no hay pistas", advirtió Tavish.

Sven se volvió y caminó hacia el fuego. Cerré los ojos y lo escuché verter
algo del

hervidor en su taza de lata, luego lo sentí parado sobre mí.

¿Sabía que estaba despierta?. Mantuve los ojos cerrados hasta que lo escuché

caminar de regreso con los demás. Sus discusiones continuaron mientras

sopesaban las opciones, Rafe argumentando a favor de esperar, hasta que yo

estuviese más fuerte.

¿Se arriesgaba a sí mismo y a los demás por mi culpa?.

Murmuré como si acabara de despertar.

"Buenos días. Rafe, ¿puedes ayudarme a levantarme?”.

Todos se giraron y me miraron expectantes.

Rafe se acercó y se arrodilló a mi lado. Presionó su mano contra mi frente.


"Todavía estás caliente. Es demasiado pronto.."

"Me siento mejor. Yo solo ...”

Continuó resistiéndose, manteniendo mis hombros hacia abajo.

"Tengo que orinar, Rafe", le dije con firmeza. Eso lo detuvo. Él miró
tímidamente

sobre su hombro, a los demás.

Sven se encogió de hombros como si no supiera cómo aconsejarlo.

"Tengo miedo de pensar en las indignidades que he sufrido en estos últimos


días".

Dije. "Pero ahora estoy despierta, y me aliviaré en privado".

Rafe asintió, y cuidadosamente me ayudó a levantarme. Hice lo mejor que


pude

para no hacer muecas.

Llegar a mis pies fue un proceso largo, incómodo y doloroso, y poner la


menor

cantidad de peso en mi muslo, ahora cosido, envió fuertes golpes a través de


mi

pierna, hasta mi ingle. Me apoyé mucho en Rafe para que me ayudara.

Mi cabeza daba vueltas con mareos, y sentí gotas de humedad brotar de mi


labio

superior, pero sabía que todos estaban observando, midiendo mi fuerza.

Forcé una sonrisa.

"Ahora, estoy mejor". Agarré la manta alrededor de mi, con modestia, porque
todo

lo que tenía puesto era mi ropa interior.

"Tu vestido está seco ahora", dijo Rafe. "Puedo ayudarte a volver a
ponértelo".

Observé el vestido de novia extendido sobre una roca, los tintes carmesí de
muchas

telas, sangrando en las otras. Su peso me había hundido en el río, y casi me


mata.

Todo lo que podía ver cuando lo miré, fue al Komizar. Sentí sus manos
corriendo

por mis brazos, una vez más reclamándome como suya.

Sabía que sentían mi renuencia a volvermelo a poner, pero no había nada más
que

ponerme. Todos habíamos escapado por poco, con solo la ropa que
llevabamos

puesta.

"Tengo un par de pantalones extra en mi alforja", dijo Jeb.

Orrin lo miró con incredulidad.

"Pantalones extra?".

Sven puso los ojos en blanco. "Por supuesto que sí."

"Podemos cortar la parte inferior del vestido para que el resto pueda servir
como

una camisa", dijo Tavish.


Parecían ansiosos por ocuparse de algo que los distrajera de mi tarea más
personal,

y comenzaron a alejarse.

“Esperen”, dije, y se detuvieron a media zancada.

“Gracias”. Rafe me dijo que eran los mejores soldados de Dalbreck. Ahora sé
que

no sobreestimó sus habilidades ".

Me volví hacia Sven.

“Y siento haber amenazado con dar de comer tu cara a los cerdos".

Sven sonrió.

"Y todo en un día de trabajo, alteza", dijo, y luego se inclinó.

***

Me senté entre las piernas de Rafe y me recosté contra su pecho. Sus brazos
me

rodeaban y una manta nos cubría a los dos. Nos acurrucamos cerca de la boca
de

la cueva, mirando una cadena montañosa, observando el sol sumergirse entre


sus

picos.

No era un hermoso atardecer. El cielo estaba nublado y gris, y una sombría


mortaja

de nubes colgaba sobre las montañas, pero era la dirección del hogar.

Estaba más débil de lo que pensaba, y mis pocos pasos solitarios, bajando a
otra

parte de la cueva, en mi pedido momento privado, me hicieron colapsar


contra

una pared en busca de apoyo. Me ocupé de mi asunto, pero luego tuve que
llamar

a Rafe, para ayudarme a caminar de vuelta. Me tomó en sus brazos, como si


no

pesara nada, y me trajó hasta aquí, cuando le pedí ver dónde estábamos.

Todo lo que vi por millas, era un lienzo blanco, un paisaje transformado por
una

sola noche de nieve. Mi garganta se hinchó, cuando el último rayo de sol

desapareció.

Ahora no tenía nada más en lo que enfocarme, y otras imágenes aparecieron


detrás

de mis ojos.

Vi mi propia cara.

¿Cómo podía ver mi propia expresión de terror?. Pero lo hice, como si lo


hubiera

visto desde algún otro punto de vista, tal vez desde el punto de vista de un
dios que

pudo haber intervenido. Reproduciendo cada paso en mi cabeza, tratando de


ver

lo que podía haber hecho, o debería haber hecho de otra manera.

"No fué tu culpa, Lia", dijo Rafe, como si fuera capaz de ver la imagen de
Aster en

mis pensamientos. “Sven estaba parado en un muro superior, y vio lo que


pasó. No

hay nada que pudieras haber hecho”

Mi pecho dio un salto y contuve un sollozo en la garganta. No había tenido la

oportunidad de llorar su muerte. Sólo unos pocos gritos de incredulidad, antes


que

apuñalara al Komizar y todo se descontrolara.

La mano de Rafe se entrelazó con la mía debajo de la manta.

"¿Quieres hablar de eso?" Susurró contra mi mejilla.

No sabía cómo. Demasiados sentimientos llenaban mi mente.

Culpa, ira, e incluso alivio; alivio completo y absoluto por estar viva; porque

Rafe y sus hombres estuvieran vivos; agradecida de estar aquí, en los brazos

de Rafe.

Una segunda oportunidad. El mejor final que Rafe me había prometido.

Más, en el siguiente aliento, una ola de culpa ahogante me abrumaba por esos

mismos sentimientos. ¿Cómo podía sentir alivio cuando Aster estaba


muerta?.

Entonces la furia con el Komizar volvía a brotar.

─Él está muerto. Lo maté.

Y deseé con cada latido de mi corazón poder matarlo de nuevo.


"Mi mente vuela en círculos, Rafe", le dije. “Como un pájaro atrapado en las
vigas,

Parece que no hay manera de girar, no hay ventana a través de la cual volar.
No

hay manera de hacer esto bien en mi cabeza. Y si hubiera tenido…”

“¿Qué ibas a hacer?. ¿Quédarte en Venda?. ¿Casarte con el Komizar?. ¿Ser


su

portavoz?. ¿Decirle a Aster sus mentiras, hasta que ella estuviera tan
corrompida

como el resto?. Si viviera tanto tiempo. Aster trabajaba en el Santuario.


Siempre

estuvo a un paso del peligro, mucho antes que llegaras allí”.

Recordé que Aster me dijo:

─No hay nada seguro aquí.

Por eso conocía tan bien todos los túneles secretos. Siempre tenía una salida
rápida

en mano. Excepto esta vez, porque ella estaba cuidando de mí, en lugar de a

misma.

¡Maldita sea, debería haberlo sabido!.

Debería haber sabido que ella no escucharía. Le dije que se fuera a casa, pero

decirle que se fuera, no era suficiente.

Aster anhelaba ser parte de todo. Ella quería complacer tanto. Ya sea
presentandome con orgullo mis botas pulidas, agachándose para recuperar un
libro

desechado en las cavernas, guiándome a través de túneles, o escondiendo mi

cuchillo en un orinal, ella siempre quiso ayudarme.

─Puedo silbar fuerte.

Era su petición de quedarse. Aster estaba ansiosa por cualquier tipo de

"oportunidad". Solo había querido una oportunidad. Una salida, una historia
mejor

que la que había sido escrita para ella, tal como yo había querido.

─ Dile a mi bapa que lo intenté, Miz.

Una oportunidad de controlar su propio destino. Pero para ella, escapar era

imposible.

“Ella me trajo la llave, Rafe. Entró en la habitación del Komizar y la tomó. Si


no se

lo hubiera pedido ...”

"Lia, no eres la única que cuestiona sus decisiones. Por millas, caminé
contigo

medio muerta en los brazos. Y con cada paso, me preguntaba qué podría
haber

hecho de manera diferente. Me pregunté cien veces por qué ignoré tu nota.
Todo

podría haber sido diferente si me hubiera tomado dos minutos para


responderte.
Finalmente tuve que sacarlo de mi cabeza. Si pasamos demasiado tiempo

reviviendo el pasado, no nos llevara a ninguna parte ".

Apoyé mi cabeza contra su pecho.

"Ahí es donde estoy, Rafe. En ninguna parte."

Levantó la mano, su nudillo trazó suavemente la línea de mi mandíbula.

"Lia, Cuando perdemos una batalla, tenemos que reagruparnos, y avanzar

nuevamente. Elegir una ruta alternativa si es necesario. Pero si nos detenemos


en

cada acción que hemos tomado, nos paralizará, y pronto no tomaremos


ninguna

medida ".

"Esas suenan como las palabras de un soldado", dije.

"Lo son. Eso es lo que soy, Lia. Un soldado."

Y un principe. Uno que seguramente ahora, era deseado por el Consejo, tanto
como

la princesa que apuñaló al Komizar.

Solo podía esperar que el baño de sangre hubiera eliminado lo peor del lote.

Ciertamente había tomado lo mejor.

CAPÍTULO TRES

RAFE

La besé y la acosté cuidadosamente sobre la cama de mantas.


Se había quedado dormida en mis brazos, a mitad de la oración, aún
insistiendo en

que podía volver sola. La cubrí y salí a donde Orrin estaba asando la cena de
esta

noche.

─Cuida la ira, Lia, le había dicho. Úsala.

Porque sabía que la culpa la destruiría, y no podía soportar que sufriera más
de lo

que ya había sufrido.

Orrin había encendido el fuego bajo un saliente rocoso para difundir el humo.

Por si acaso.

Pero los cielos estaban llenos de gris y niebla. Incluso si hubiera alguien
buscando

en el horizonte, el humo sería imposible de ver.

Los otros se calentaban con las brasas, mientras Orrin giraba el asador.

"¿Cómo está ella?", Preguntó Sven.

“Débil. Herida”.

"Pero ella hizo un buen espectáculo", dijo Tavish.

Ninguno de ellos había sido engañado por su sonrisa, yo menos que nadie.
Cada

parte de mi propio cuerpo estaba golpeada, y magullada por el río, los


nudillos

rotos, los músculos tensos, y encima de todo, no me habían perforado dos


flechas.

Ella había perdido mucha sangre. No era de extrañar que su cabeza oscilara
cuando

se paró.

Orrin asintió con aprobación al tejón asado, que se estaba volviendo marrón

oscuro.

"Esto la arreglará. Una buena comida y ...”

"No es solo su cuerpo lo que le duele", dije. "La muerte de Aster pesa sobre
ella.

Está cuestionandose cada paso que dio”.

Sven se frotó las manos sobre el fuego.

"Eso es lo que hace un buen soldado. Analiza movimientos pasados y luego


...”

“Lo sé, Sven. ¡Lo sé! “Se reagrupa y avanza. Me lo has dicho mil veces. Pero
ella no

es un soldado".

Sven se metío las manos en los bolsillos. Los otros me miraron con cautela.

“No un soldado como nosotros, tal vez, dijo Jeb, pero un soldado de igual
manera”.

Le lancé una mirada helada. No quería saber que ella fuera soldado. Estaba
cansado

que estuviera en peligro, y no quería invitar a más.

"Voy a ir a ver los caballos", dije y me fui.


"Buena idea", me dijó Sven.

Sabían que los caballos no necesitaban ser revisados. Habíamos encontrado


un

puesto de guisantes amargos para que pastaran, y estaban atados de forma


segura.

─ Un soldado igual.

Había hecho mucho más que mirar atrás, durante mi caminata de 12 millas,
que

sólo mi fracaso en responder a su nota.

También vi a Griz, una y otra vez, levantando su mano y declarandola su


reina, y

Komizar. Vi la alarma en su rostro y recordé mi furia creciente. Los bárbaros


de

Venda intentaban hundir sus garras más profundamente, y ya habían hecho

suficiente daño. Ella no era su reina, ni su Komizar, y no era un soldado.

Cuanto antes pudiera llevarla a salvo a Dalbreck, mejor.

CAPÍTULO CUATRO

Uno por uno, se arrodillaron, ofreciendo presentaciones formales. Aunque


todos

ya me habían visto semidesnuda, y me abrazaron de la manera más familiar

mientras me estaban cosiendo, tal vez esta fuera la primera vez que pensaran,
que

podía vivir lo suficiente como para recordarlo.


Coronel Sven Haverstrom, de la Guardia Real de Dalbreck, Asignado
Mayordomo

del Príncipe Heredero Jaxon.

Los otros se rieron de ese título. Eran libres con sus bromas y sus golpes,
incluso

con un oficial que los superaba, pero Sven devolvía tanto como conseguía.

Oficial Jeb McCance, Fuerzas Especiales de Falworth.

Oficial Tavish Baird, Táctico, Cuarto Batallón.

Oficial Orrin del Aransas, Unidad de Asalto de Primeros Arqueros de


Falworth.

Me mordí la esquina del labio vacilante y alcé las cejas.

"¿Y puedo confiar en que esos son sus verdaderos nombres, y ocupaciones,
esta

vez?".

Me miraron con incertidumbre por un momento, luego se rieron, dándose


cuenta

de que estaba bromeando con ellos.

"Sí", dijo Sven, "pero no confiaría en ese tipo en el que te apoyas. Afirma que
es un

príncipe, a pesar de que no es más que un ... "

"Eso es suficiente", dijo Rafe. "No agotemos a la princesa con tus gritos sin
sentido".

Sonreí, apreciando su ligereza, pero sentí cierta inquietud detrás de él, un


esfuerzo
por enmascarar la gravedad de nuestra situación.

"La comida está lista", anunció Orrin.

Rafe me ayudó a sentarme contra un respaldo improvisado, hecho de sillas de

montar y mantas. En el proceso de sentarme, yo doblé la pierna, y una


sacudida de

fuego la atravesó, como si me estuvieran clavando una flecha de nuevo.


Reprimí un

gemido.

“¿Cómo están la espalda y la pierna?” Preguntó Tavish.

"Mejor", respondí una vez que recuperé el aliento. "Supongo que necesitas

agregar, cirujano de campo calificado, a tu lista de títulos".

Orrin me miró comer como si en cada bocado que tomaba, midiera sus
habilidades

culinarias. Además de la carne asada, también había hecho una sopa con la
carcasa,

y algunos nabos.

Al parecer, Jeb no era el único que había guardado algunos lujos en su


alforja.

La conversación se centró en la comida, y otras cazas, que habían visto para


futuras

comidas: Ciervos, zarigüeyas y castores.

Temas suaves. No se parecían en nada a su trama de esta mañana, que habían

tratado de alejar de mis oídos.


Terminé mi comida y convertí la conversación en un tema más apremiante.

"Entonces, parece que tenemos ventaja de una semana", dije.

Detuvieron su comida, y se miraron, evaluando rápidamente cuánto se había


dicho

esta mañana, y lo que podía haber escuchado.

Rafe se limpió la comisura de la boca con el costado de la mano.

"Dos semanas de ventaja con la fuerte nevada".

Sven se aclaró la garganta.

"Está bien. Dos semanas, su ...”

"Lia", le dije. “No más formalidades. Estamos mucho más allá de eso ahora,
¿no es

así?”.

Todos miraron a Rafe, remitiéndose a él, y asintió. Casi me había olvidado


que era

su soberano. Su príncipe. Los superaba a todos, incluido Sven.

Sven confirmó con un solo asentimiento.

"Muy bien. Lia”.

"Al menos dos semanas", estuvo de acuerdo Orrin. "Lo que sea que Rafe
puso en

los engranajes del puente, hizo el trabajo".

"Lia me lo dio", le dijo Rafe.

Me miraron, sorprendidos, tal vez preguntándose si había conjurado algún


tipo de

magia Morrighese.

Les conté acerca de los Eruditos, en las cavernas debajo del Santuario, que
estaban

descubriendo los secretos de los Antiguos, y habían ideado el poderoso


líquido

transparente, que le di a Rafe.

También describí la ciudad oculta del ejército del Komizar, y las cosas que
había

presenciado, incluidos los Brezalots, que cargaban los paquetes, y que


explotaban

como una tormenta de fuego.

“El Komizar planeaba marchar sobre Morrighan primero, y luego sobre el


resto de

los reinos. Los quería a todos”.

Sven se encogió de hombros y confirmó marginalmente mi historia, diciendo


que

el Komizar habló sobre el poder del ejército, que los gobernadores y sus
provincias

estaban financiando.

“Pero al menos la mitad de los gobernadores se mostraron escépticos. Ellos

pensaban, que él estaba inflando los números y sus capacidades, para obtener

mayores diezmos de ellos."


“¿Viste la ciudad?”, Pregunté. "No estaba exagerando su reclamo".

“No lo hice, pero a los otros gobernadores que lo habían hecho, aún no se los

había ganado”.

“Probablemente solo querían que endulzara sus propias apuestas. Sé lo que


vi. No

hay dudas que con el ejército, y las armas que había acumulado, Venda
podría

anular fácilmente a Morrighan, y a Dalbreck también”.

Orrin resopló. "Nadie puede vencer al ejército de Dalbreck".

Miré a Orrin intencionadamente. “Y, sin embargo, Morrighan lo ha hecho


muchas

veces en nuestro rocoso pasado. ¿O no estudian historia en Dalbreck?”.

Orrin me miró incómodo, luego volvió a mirar la lata con sopa en sus manos.

"Eso fue hace mucho tiempo, Lia", intervino Rafe. "Mucho antes del reinado
de mi

padre, y el de tu padre. Mucho ha cambiado."

Su baja opinión sobre el gobierno de mi padre no se me escapó, y


extrañamente,

hizo que se encendiera una chispa defensiva dentro de mí. Pero era verdad.
No

tenía idea de cómo era el ejército de Dalbreck ahora, pero en los últimos
años, el

ejército Morrighese se había encogido.


Ahora me preguntaba si eso era por diseño del Canciller, para hacernos un
objetivo

más fácil, excepto que no estaba segura de como supervisor del tesoro, él
podría

hacer que eso pasara, ni siquiera con la ayuda del Erudito. ¿Era posible que
más en

el gabinete conspiraran con él?.

Rafe extendió la mano y la apoyó sobre mi rodilla, tal vez percibiendo la


dureza de

su comentario.

"No importa", dijo. "Si tal ejército existe, sin la ambición calculadora del
Komizar,

caerá en desorden”. “Malich no posee el ingenio para liderar un ejército, y


mucho

menos para mantener la lealtad del Consejo. Puede que ya esté muerto”.

La idea de la cabeza arrogante de Malich rodando por el piso del Santuario,


me

calentó, lo único lamentable es que no fuera yo, quien la enviara a rodar.


¿Pero

quién más podría ponerse en los poderosos zapatos del Komizar?.

¿Qué hay del Chievdar Tyrick?. Del Gobernador Yanos?. O tal vez Trahern,
del

Rahtan?.

Eran sin duda los más desagradables y motivados, de los que quedaban en el
Consejo, pero estaba segura que ninguno poseía la astucia, o la delicadeza
para

asegurar la lealtad de todo el Consejo, y mucho menos seguir adelante con las

asombrosas ambiciones del Komizar.

Pero con tanto en juego, ¿era una suposición que cualquier reino podía
permitirse

hacer?. Morrighan necesitaba ser advertido de la posible amenaza, y estar

preparado para ello.

"Dos semanas fácilmente", dijo Jeb, tratando de volver al tema más positivo
de

nuestro amplio tiempo de espera. Él arrancó otro pedazo de carne de tejón.

"El Sanctum estaba en caos cuando nos fuimos, y con más tomas de poder, es

posible que no se dirijan al río inferior de inmediato".

"Lo harán". Sven miró a Rafe con sus fríos ojos grises. “La pregunta no es
qué tan

pronto, sino cuántos enviarán. No solo la buscarán a ella. Serás un premio


muy

buscado también. El príncipe heredero de Dalbreck, no solo ha robado algo


que

valoran, sino que sin duda ha herido, en gran medida su orgullo con su
engaño".

"Era el orgullo del Komizar", lo corrigió Rafe, "y está muerto".

"Tal vez".
Miré a Sven, incrédula, y mi corazón se apretó con fuerza.

"No hay tal vez al respecto. Lo apuñalé dos veces y torcí la hoja. Sus entrañas

estaban en pedazos”.

"¿Lo viste morir?", Preguntó Sven.

¿Verlo?.

Hice una pausa, tomándome mi tiempo para componer una respuesta


razonada.

"Estaba en el suelo, ahogándose con sus últimas respiraciones", le dije. "Si no


se

desangraba hasta la muerte, el veneno liberado en su intestino lo acaba. Es


una

forma dolorosa de morir. A veces lento, pero efectivo ".

Cautelosas miradas fueron lanzadas entre ellos.

"No, no he apuñalado a alguien en el intestino antes", le expliqué. “Pero


tengo tres

hermanos que son soldados, y no me han ocultado nada. No hay posibilidad


que el

Komizar haya sobrevivido a sus heridas".

Sven tomó un sorbo largo y lento de su taza.

“Te dispararon en la espalda con una flecha, y caíste en un río helado y


furioso. No

hay buenas probabilidades, y sin embargo aquí estás. Cuando salimos de la


terraza
... el Komizar se había ido”.

"Eso no significa nada", dije, al oír el pánico en mi voz. “Ulrix, o un guardia


podrían

haberse llevado su cuerpo. Él está muerto."

Rafe dejó la taza, y la cuchara golpeó contra el costado.

"Ella está en lo correcto, Sven. Vi a Ulrix arrastrar el cuerpo por el portal yo


mismo.

Conozco un cadáver cuando veo uno. No hay duda, el Komizar está muerto ".

Hubo un momento tenso y silencioso entre ellos, luego Sven accedió en


silencio,

hundiendo la barbilla en reconocimiento.

No me había dado cuenta, que me estaba inclinando hacia adelante, y me


recosté

contra el montón de mantas que Rafe me había hecho, débil por el cansancio,
con

la espalda húmeda.

Rafe extendió la mano y me tocó la frente.

"Tienes fiebre de nuevo".

"Es solo el fuego y la sopa caliente", dije.

"Sea lo que sea, necesitas descansar". No discutí.

Le di las gracias a Orrin por la cena, y Rafe me ayudó a subir a mi cama.

Los últimos pasos me agotaron, y apenas pude mantener los ojos abiertos
cuando
Rafe me ayudó a acomodarme. Era la mayor conversación y actividad que
tenía en

días. Se inclinó sobre mí, quitó mechones de cabello húmedo de mi cara y


besó mi

frente. Comenzó a ponerse de pie, pero lo detuve, preguntándome qué más


había

visto.

"¿Estás seguro de que lo viste muerto?"

El asintió.

"Sí. No te preocupes. Lo mataste, Lia. Descansa ahora."

¿Y los demás, Rafe?. ¿Crees que sobrevivieron?. El Gobernador Faiwell,


Griz,

Kaden?.

Su mandíbula se apretó ante la mención del nombre de Kaden. Tardó en


responder.

"No", dijo finalmente. "No creo que lo hayan logrado. Viste a los soldados

pululando cuando nos fuimos. Kaden y los demás no tenían a dónde huir.
También

está Malich. La última vez que vi a Kaden, estaba combatiendo con él. Si
Malich

llegó al río, puedes adivinar lo que le pasó a Kaden.”

El dolor de lo que no dijo me invadió: Kaden ya no era un obstáculo para


Malich.

"Obtuvo lo que merecía", dijo Rafe en voz baja.


"Pero nos ayudó a luchar para que pudiéramos escapar".

"No. Estaba luchando por salvarte la vida, y por eso estoy agradecido, pero
no

estaba tratando de ayudarte a escapar. No tenía idea que incluso, teníamos


una

forma de escapar”.

Sabía que tenía razón. Por sus propios motivos, tanto Kaden como Griz
querían

mantenerme en Venda.

Ayudarme a irme, no era su motivo para levantar las espadas contra sus
hermanos.

“Era uno de ellos, Lia. Murió como vivió”.

Cerré los ojos, el agotamiento ya hacía que mis párpados fueran demasiado

pesados para mantenerlos abiertos. Mis labios ardían con calor, y mis
palabras

murmuradas, picaron en ellos.

"Esa es la ironía. Él no era uno de ellos. El era Morrighese. Nacido noble.


Sólo se

volvió hacia Venda porque su propia especie lo había traicionado. Igual que a
mi.”

"¿Qué dijiste?".

─Justo como a mi.

Escuché a Rafe alejarse y luego hubo más susurros, pero esta vez, no pude
discernir
lo que decían. Sus palabras amortiguadas se entrelazaron con la oscuridad en
una

sedosa niebla negra.

***

Me sobresalté y miré a mi alrededor, tratando de recordar lo que me había

despertado. ¿Un sueño?.

Pero no podía recordar nada. Rafe dormía a mi lado, su brazo


protectoramente

alrededor de mi cintura como si alguien pudiera alejarme. Jeb recostado


contra una

gran roca, con su espada desenvainada a su lado. Vigilante, aún con sus ojos

cerrados. Si teníamos una ventaja de dos semanas, ¿por qué sentían la


necesidad

de un vigilante?.

Por supuesto, había animales salvajes, a los que podrían gustarle esta bonita
cueva

espaciosa, para refugiarse.

Orrin había mencionado haber visto huellas de panteras. Jeb debía haber
avivado

el fuego, porque ardía con calor y, sin embargo, un escalofrío recorría mis
hombros.

Las llamas parpadearon con una brisa, y las sombras se oscurecieron.

─ No te demores, Miz.
Mi cabeza palpitaba con el sonido de la voz de Aster, y me preguntaba si me

perseguiría para siempre. Me apoyé de un brazo y bebí un sorbo de una

cantimplora.

Rafe sintió mi movimiento, y su brazo se apretó más, su cuerpo se acercó.

Encontré consuelo en su pequeño tirón. Se sentía como si nunca dejaría que


nada,

volviera a interponerse entre nosotros.

Sven estaba roncando, y Orrin yacía de costado con la boca abierta, una
delgada

línea de baba goteando desde la esquina. Tavish estaba acurrucado en una


bola, su

manta sobre su cabeza, solo unas mechas de su espeso cabello negro


asomaban

por debajo. Todos ellos pacíficos, descansando merecidamente, sus cuerpos

curando sus heridas también.

Había comenzado a relajarme en mi cama, cuando el frío me golpeó de


nuevo, esta

vez más fuerte. Presionó mi pecho, haciéndome más difícil respirar.

Las sombras se oscurecieron y el miedo me atravesó, como una víbora,


esperando

atacar.

Esperé. Conocimiento. Miedo Algo estaba ...

─No demores Miz, no te demores, o todos morirán.


Me senté derecha, sin aliento.

"¿No puedes dormir?", Preguntó Jeb.

Lo miré fijamente, con los ojos llenos de miedo.

Jeb bostezó. "El sol no estará despierto hasta dentro de una hora más o
menos",

dijo. "Intenta descansar un poco más".

"Tenemos que irnos", le dije. "Ahora."

Jeb hizo un gesto para calmarme. "Shhh. Los otros están durmiendo. No

necesitamos ……"

"¡Todos arriba!" Grité. "¡Ahora!. ¡Nos vamos! ".

CAPÍTULO CINCO

KADEN

─Encuéntrala. No vuelvas sin ella. Viva o muerta, no me importa. Mátalos a


todos.

Pero tráela de vuelta.

No había mucho más que ocupara mis pensamientos, solo lo que bien podían
haber

sido las últimas palabras del Komizar. Necesitaba su cabeza como evidencia.
Una

forma de calmar los disturbios de una vez por todas.

La masacre aleatoria de los clanes animadores en la plaza, no había sido


suficiente
para él. Volví a mirar la peligrosa pasarela por la que acabábamos de llevar
nuestros

caballos.

“Lo haré” , le dije a Griz, quitándole el hacha.

Empezó a protestar pero sabía que no serviría de nada. No podía levantar su


brazo

izquierdo sin palidecer.

Lo que le habría llevado una docena de golpes, no estando herido, me llevó


más

del doble de eso, pero finalmente las estacas se soltaron, y las cadenas se

sacudieron debajo del agua. Guarde el hacha, y ayude a Griz a volver a su


caballo.

El camino por delante estaba cubierto de nieve, y no teníamos huellas que


seguir.

Todo lo que teníamos era una corazonada de Griz, y un recuerdo desvaído.


Me

apreté la capa contra el frío.

Confabulando, todos ellos. Debería haber sabido que el gobernador Obraun


era

parte de su complot. Se rindió con demasiada facilidad, durante las


negociaciones

de nuestro Consejo, porque sabía que nunca tendría que seguir dando
diezmos.

Y el principe. Malditos mentirosos, él era el príncipe.


Mis dedos estaban rígidos en mis guantes, mientras agarraban las riendas.

Sumandolo todo ahora, cada detalle, desde el principio hasta Terravin.

Era un soldado entrenado tal como había sospechado, probablemente con el


mejor

entrenamiento que Dalbreck podía ofrecer.

Cuando Griz confesó haber conocido su identidad todo el tiempo, quise


matarlo

por su traición.

A su vez, me recordó mis propias formas traidoras. No podría discutir con él.
Había

traicionado mi juramento hace meses cuando no le había cortado el cuello,

mientras dormía en su cabaña.

─ Traela de vuelta.

El Komizar la vería muerta de una forma u otra, por lo que le había hecho.

Por lo que todos habían hecho. Pero su preferencia era recuperarla con vida, y

luego hacerla sufrir públicamente, de la peor manera posible, por su traición.

─ Encuéntrenla.

Y con mi último aliento Vendan, eso era exactamente lo que haría.

Los vientos soplaron, los cielos rugieron,

y el desierto probó al Remanente,

Hasta que la última oscuridad se derramó en la tierra,


Y Morrighan acusó a los Santos Guardianes,

con contar las historias, aunque la devastación

estaba detrás de ellos, no debe olvidarse,

porque sus corazones todavía laten con la sangre de sus


antepasados.
— Libro de Texto Sagrado de Morrighan, vol. II.

CAPÍTULO SEIS

RAFE

Nos despertamos sobresaltados, alarmados por sus gritos, saltando sobre


nuestros

pies, sacando espadas, buscando peligro inminente.

Jeb decía que era una falsa alarma, que no había nada malo, pero Lia de
alguna

manera se había puesto de pie sola, con los ojos desorbitados, diciéndo que

teníamos que irnos.

Un aliento aliviado siseó entre mis dientes, y bajé mi espada. Ella solo había
tenido

una pesadilla. Di un paso hacia ella.

“Lia, fue solo un mal sueño. Déjame ayudarte a recostarte de nuevo”.

Cojeó hacia atrás, decidida, con el sudor brillando en su rostro, y su brazo se


estiró

para mantenerme a distancia.

"¡No!. Preparense. Nos vamos en la mañana”.

"Mírate", le dije. "Te tambaleas como un borracho. No puedes montar ".

"Puedo y lo haré."
"¿Cuál es tu prisa, alteza?", Preguntó Sven.

Ella miró, de mis hombres a mí. Sus pies estaban firmemente plantados. No
iban a

ir a ninguna parte debido a sus demandas de ojos salvajes. ¿Habría


aumentado la

fiebre?.

Su expresión se puso seria.

"Por favor, Rafe, tienes que confiar en mí con esto".

Fue entonces cuando supe lo que estaba diciendo. Ella estaba hablando del
Don,

pero aún dudaba. Tenía poco conocimiento de ello, y menos comprensión.

¿En qué podría confiar más: Mi experiencia y entrenamiento como soldado, o


un

Don, que ni siquiera ella podría explicar por completo?.

"¿Qué viste?". Le pregunté.

"No es lo que vi, sino lo que escuché: La voz de Aster diciendome que no me

demorara".

"¿No te dijo eso una docena de veces?".

"Al menos", respondió ella, pero su postura permaneció determinada.

─ Date prisa no te demores.

Desde que la había tomado en mis brazos en la orilla del río, había estado
mirando
por encima de mi hombro, en busca de peligro. Sabía que estaba allí. Pero
también

tuve que comparar esa incertidumbre, con los beneficios de la curación.

Miré hacia otro lado, tratando de pensar. No estaba seguro de si estaba


tomando

la decisión correcta o no, pero volví a mis hombres.

"Empaquen."

CAPITULO SIETE

PAULINE

La ciudad estaba cubierta de negro, a excepción de las viudas. Llevaban


bufandas

de luto de seda blanca, que solo unos meses atrás me había puesto. Los
últimos

días, habían sido una pesadilla, tanto para Civica como para mí.

Morrighan no solo había perdido un pelotón completo de jóvenes soldados,

incluido el príncipe heredero, también su primera hija, la princesa Arabella,


ahora

calificada como la más vil de las traidoras, y responsable de la muerte de su


propio

hermano.

En las tabernas, algunos de los chismes se pusieron feos, alegando que la


peor

noticia no se anunció públicamente: Que la propia Lia había hundido la


espada en
el pecho de Walther.

El rey había enfermado. Todos susurraban que estaba enfermo del corazón.

Walther era su orgullo, pero Lia, por mucho que hubieran chocado sus
cabezas, por

mucho que lo exasperara, todos siempre decían que era más la hija de su
padre,

que la de su madre. Su traición lo hizo caer.

¿Y qué me había hecho ella?.

Todavía no me había enfrentado a Mikael. En cambio, en estos últimos días,


había

dragado cada una de mis conversaciones con él, examinándolas palabra por

palabra, como si fueran guijarros y estaba buscando una piedra, que brillara
con la

verdad.

─Por supuesto, Pauline, tan pronto como termine mi patrulla final, nos

instalaremos en Terravin. Donde sea que esté tu hogar, mi corazón ya está


allí.

Pero, Mikael, si por casualidad tuviera que irme antes de que regreses, sabrás

dónde encontrarme. ¿Tu vas a venir?.

─Siempre mi amor Nada podría alejarme de ti. Vámos ahora, una última vez
antes

de que mi pelotón se vaya.

Y luego besó los nudillos de mi mano, uno a la vez, y me condujo a la cabaña


del

cuidador, abandonada al borde del estanque. Él siempre decía las palabras

correctas, hacía las cosas correctas, tan firme en su mirada, que creía que me

miraba el alma. Incluso ahora mi pecho ardía con el recuerdo de sus besos.

Todavía lo quería. Quería que sus palabras fueran ciertas. Tengo a su bebé

creciendo en mi vientre.

Pero no podía negar que siempre había habido preocupación detrás de esas

semanas en Terravin, cuando había esperado que él viniera.

Pensé que era preocupación por su seguridad, preocupación que hubiera sido

herido en la patrulla, pero ahora me preguntaba si mi preocupación era de


otro

tipo. Una que ni siquiera admitiría a mí misma.

De alguna manera, Lia lo había sabido. Tenía que haber sido Walther quien le
había

dicho cosas terribles sobre Mikael, lo que él había pensado era la verdad.

Y todavía había tenido tan poca fe en mí, y en Mikael que no me lo dijo.

Walther podría haberse equivocado.

Entonces, ¿por qué Mikael no había venido por mí a Terravin?. ¿Por qué no
iba a ir

con él ahora?. ¿Qué me impidió revelarle mi presencia, y ver cómo el alivio

inundaba sus ojos?. Tejí más furiosamente.


"¿Planeando un bebé con dos cabezas?". Tiré del hilo, arranqué mis puntadas

sueltas, y miré a Gwyneth.

Estaba vestida para el servicio público. Era hora de que nos fuéramos, y di la

bienvenida a un paseo por la ciudad, hasta el cementerio de la abadía.

El rey y la reina no estarían allí, el rey estaba demasiado enfermo, y la reina


se

quedaría a su lado, pero Bryn y Regan asistirían.

Se habían callado, y temía que ellos también se hubieran vuelto contra su


hermana,

pero Bryn finalmente nos envió una nota. Ellos querían hablar. Aunque el
resto de

Morrighan podía haberse vuelto contra Lia, sus hermanos todavía creían en
su

hermana, y Bryn tenía otras noticias que quería compartir, noticias que dijo
que no

era seguro poner en una nota.

Solté el tejido, y mientras salíamos por la puerta, me pregunté si volvería a


ser

seguro para Lia volver a casa.

CAPÍTULO OCHO

Mientras ensillaban los caballos y empacaban suministros, se consultaron


sobre la

mejor ruta a seguir. Las opciones eran viajar hacia el sur, donde la escalada
sobre
la cordillera decreciente sería más fácil, o dirigirse hacia el oeste para pasar
por la

cordillera que era más empinada y más difícil, pero más rápida.

"Iremos al oeste", dije.

Tavish se puso rígido y dejó de cargar su caballo. Había estado presionando


para ir

hacia el sur antes de cruzar la cordillera. Miró a Rafe, negándose a mirarme.

"No estamos familiarizados con ese paso, y con la nieve profunda, será más

peligroso cruzarlo".

Rafe ató mi alforja al caballo en el que iba a montar, y volvió a comprobar la


cincha

mientras respondía.

"Pero ahorra algunas millas hasta el puesto avanzado más cercano, además
tiene

la ventaja de arrojarnos al Valle de los Gigantes, donde hay muchas ruinas


como

refugio y escondites".

"Estás asumiendo que tendremos que escondernos", respondió Tavish. "¿No


eras

tú quien dijo, que teníamos una ventaja de dos semanas?".

Todos hicieron una pausa, incluido Rafe. El tono de Tavish tenía un desafío

inconfundible. Estaba claro que no tenía en cuenta el Don, y me di cuenta de


que
era posible que ninguno de ellos lo hiciera.

"Nos estamos reagrupando, Tavish", dijo Rafe con firmeza. "Tenemos nueva

información".

Reagrupación. Casi podía ver la palabra ardiendo en la cabeza de Tavish.


Aún

evitando mi mirada, asintió.

"Oeste es".

Montamos en parejas, usando capas improvisadas, que habían hecho con las

mantas de la sillas de montar Vendan, para protegernos del frío.

Sven y Tavish lideraron, con Jeb y Orrin, y el caballo extra siguiéndonos.

Sentí que Rafe me miraba, como si pudiera caerme de la silla. En verdad,


cuando

me senté en el caballo por primera vez, pensé que mi muslo se estaba


abriendo. El

dolor inicial había disminuido, pero fue reemplazado por un dolor ardiente.

Apenas necesitaba la capa, porque con cada caída de pezuñas, se formaba


otra gota

de sudor en mi frente. Cada vez que el caballo tropezaba con el terreno


cubierto de

nieve, apretaba los dientes para enmascarar el dolor porque las palabras:

─No tarden, o todos morirán. Atormentaban mis pensamientos.

No quería que nada, incluso un gemido doloroso, nos frenara.


"Sigue montando", me dijo Rafe. "Ya vuelvo". Giró su caballo, dio la vuelta
y llamó

a Sven para que volviera a su lugar.

Sven se detuvo, esperando que mi caballo alcanzara al suyo.

"¿Cómo te va?", Preguntó.

No quería admitir que mi espalda y pierna gritaban de dolor.

"Lo suficientemente bien. Estoy en mejor forma, que antes que Tavish
retirara las

flechas ".

“Es bueno escucharlo. Todavía es un largo camino para la seguridad del


puesto

avanzado ".

Tavish cabalgó hacia adelante, sin mirar atrás. Lo vi cabalgar por el terreno,
cada

paso incierto en la nieve, que se tragaba las piernas de nuestros caballos hasta
las

trabas.

"No está contento con nuestra repentina partida", dije.

"Quizás solo por las circunstancias", respondió Sven. "Tavish es un táctico


bien

considerado en su unidad. Ayer había abogado por una salida rápida”.

"Y Rafe dijo que no".

"Pero una palabra tuya ...".


La forma en que Sven dejó la oración en el aire, me hizo preguntarme si él
también

cuestionaba la decisión de Rafe.

"No era una palabra cualquiera. No era mi opinión. Era algo más."

"Sí, lo sé. Pero Tavish tampoco cree en la magia ".

¿Mágia?.

Miré a Sven hasta que sintió mi mirada y se volvió.

“Entonces tenemos algo en común. Yo tampoco."

Rafe les indicó a todos que se detuvieran, y nos alcanzó con Orrin a su lado.

Dijo que había mirado a los caballos, y que el caballo de Orrin, tenía cuartos
más

largos e inclinados, una espalda más suelta, y una marcha más suave.

"Intercambiarás. Te dará un paso más fácil”.

Estaba agradecida por el cambio, y especialmente agradecida, porque no


fuera

Tavish quien tuviera que cambiar conmigo. Ya había herido su ego. No


quería

lastimarle la espalda también.

Las siguientes horas pasaron con mucha más comodidad. Rafe conocía los
caballos,

y a los jinetes. Todavía me miraba por el rabillo del ojo.

Una vez que estuvo seguro que estaba más cómoda, se adelantó para hablar
con
Tavish.

Él también conocía a sus hombres, y estaba segura que el breve comentario


de

Tavish de esta mañana, no había sido olvidado.

Sven volvió a caer conmigo, y los vimos cabalgando juntos.

Tavish echó la cabeza hacia atrás una vez, y se rió. Sus largas y negras
mechas de

cabello, colgaban de su espalda. Sven me dijo que Rafe y Tavish, habían sido
buenos

amigos desde que eran novatos, y a menudo se metían en travesuras juntos.

Alrededor del palacio y la ciudad, rara vez se veía a uno sin el otro. Me hizo
pensar

en mis hermanos y los problemas que agitaban, y una punzada sorda se


hinchó

dentro de mí.

Mi última visión en Sanctum Hall, me mostró que la noticia de la muerte de

Walther, había llegado a Civica.

¿Las mentiras de Komizar sobre mi traición, ya habían llegado allí también?.

¿Incluso tenía un hogar al que volver?. Era probable que el único reino que
no

tuviera precio por mi cabeza, fuera Dalbreck.

Nos detuvimos mucho antes del atardecer, cuando nos encontramos con un

refugio en el lado de sotavento de una montaña, que nos protegería del clima.
Estaba agradecida por hacer el campamento temprano, porque estaba bien, y

realmente gastada. Me enfurecía no poder alejar la debilidad por pura


voluntad.

Era un sentimiento nuevo, y humillante para mí, tener que confiar en alguien,
para

obtener los más pequeños favores. Me hizo pensar en Aster, y en tantos otros
que

habían recorrido esta frágil línea durante toda su vida, comerciando con el
favor y

la misericordia.

El verdadero poder siempre estaba más allá de su alcance, en manos de unos


pocos.

Insistí en cojear por mi cuenta, luego miré el alojamiento de esta noche


mientras

Rafe se iba a recoger leña.

Una vez que los caballos fueron atendidos, Tavish dijo que iría a ayudar a
Rafe a

recoger leña.

"Vamos a necesitar mucha".

Era obvio que el comentario estaba dirigido a mí, pero lo ignoré y comencé a

desatar mi saco de dormir.

"Mejor muévete lo más atrás que puedas, princesa", agregó. "Esta cueva es
poco

profunda, y no será tan cálida como la última ".


Me di la vuelta para enfrentarlo.

"Soy muy consciente de eso, Tavish. Pero al menos todos estaremos vivos ".

Escuché el ruido de las botas detrás de mí, los demás se volvieron ante el

comentario, y luego el silencio. El aire estaba tenso por la expectativa.

Tavish inmediatamente retrocedió.

"No quise decir nada con eso".

"Por supuesto que lo hiciste". Di un paso más cerca. "Tienes fortaleza,


Tavish, que

admiro mucho. Tus habilidades ayudaron a salvar la vida de Rafe y mía, por
lo que

siempre estaré en deuda contigo. Pero también hay otros tipos de fortalezas.

Silenciosas y suaves que son igual de valiosas, incluso si no las entiendes por

completo ".

“Entonces ayúdalo a entender”.

Me volví hacia la boca de la cueva. Rafe había regresado con una carga de
leña en

sus brazos. La dejó y caminó con el resto de nosotros.

"Ayúdanos a todos a entender".

Esperaron a que dijera algo.

Me preparé para ese sentimiento familiar de fracaso que siempre venía con la

mención del Don, en cambio, un nuevo sentimiento se apoderó de mí, un


sentimiento que era firme y sólido. Por primera vez en mi vida, no sentí que
algo

retrocediera dentro de mí. La vergüenza que me había acosado en la corte

Morrighese, había desaparecido. No me vi obligada a ofrecer disculpas por lo


que

no podían, o se negaban a comprender.

Esa era su carga, no la mía.

Cojeé hacia la espada de Rafe, enfundada en su vaina en el suelo de la cueva.

La saqué con un movimiento rápido y la sostuve en alto. “Esta es tu fuerza,


Rafe.

Dime, ¿es ruidosa o quieta?.

Me miro confundido. "Es una espada, Lia."

"Es ruidosa", ofreció Jeb. “En batalla, al menos. Y mortal”.

Sven extendió la mano, y presionó suavemente la punta hacia abajo, fuera del

alcance de su cara. "Una advertencia silenciosa también, cuando cuelga a tu


lado".

"Es un metal bien pulido", agregó Tavish pragmáticamente.

"¿Cuál es?". Exigí. "¿Metal?. ¿Ruidosa?. ¿Tranquila?. ¿Mortal?. ¿Una


advertencia?.

Ni siquiera tú puedes decidir".

"Una espada puede ser muchas cosas, pero ..".

“Defines una espada por términos, y un mundo que te es familiar en todas las
formas en que puedes ver, sentir y tocar, pero, ¿y si hubiera un mundo que
hablara

de otras maneras?. ¿Y si hubiera otra forma de ver, oír y sentir? ¿Nunca has
sentido

algo en lo profundo?. ¿Ver cómo se ve detrás de tus ojos?. ¿Escuchaste una


voz en

algún lugar de tu cabeza?. ¿Incluso si no estuvieras seguro, este conocimiento


hizo

que tu corazón latiera un poco más rápido?. Ahora aumenta eso diez veces.
Tal vez

algunos de nosotros sabemos más profundamente que otros ".

“¿Ver sin ojos?. ¿Escuchar sin oídos?. Estás hablando de magia ". Tavish no
hizo

ningún esfuerzo por mantener el cinismo fuera de su tono.

Curiosamente, me recordó a mí misma, la primera vez que hablé con Dihara.


Pensé

en lo que me había dicho: ─¿Qué es magia, pero qué aún no entendemos?.


Sacudí

mi cabeza.

"No. No es magia —contesté. "Es algo en el fondo, tan dentro de nosotros,


como

nuestra sangre y piel. Así sobrevivieron los Antiguos. Cuando perdieron todo
lo

demás, tuvieron que regresar a este lenguaje de conocimiento, enterrado

profundamente dentro de ellos, para sobrevivir. Algunos eran más fuertes en


este

conocimiento que otros, y ayudaron a muchos otros a sobrevivir ".

El escepticismo quedó grabado en los ojos de Tavish. "Fueron solo unas


pocas

palabras que escuchaste y estabas medio dormida", dijo. "¿Estás segura que
no fue

solo el viento?".

“¿Estás más seguro de tus propias habilidades, y dones?. ¿Sabes con certeza
cómo

se desarrollarán tus planes cuidadosamente elaborados?. ¿Orrin siempre sabe

exactamente, qué tan recta o lejos volará su flecha?. Cuando alguno de


ustedes

blande una espada, ¿saben con total confianza que derribarán a su enemigo?.
No,

no siempre estoy segura del Don, pero estoy segura de todo lo que escuché
esta

mañana. No fue solo el viento, como lo llamas".

Rafe se acercó, con el ceño fruncido oscureciendo su rostro. “¿Qué


escuchaste esta

mañana, Lia?. Todo." Su mirada me heló. Sabía que me había retenido.

"No te demores", respondí, que ya me habían escuchado decir. Aclaré mi


garganta

y agregué: "O morirán todos".

Hubo un momento apretado de silencio. Se intercambiaron miradas entre


Tavish,

Sven y Orrin. Todavía creían en su larga ventaja. Sabía que era una
conclusión

razonable. El puente estaba muy dañado. Kaden mismo me dijo, que la única
otra

forma de cruzar el río, era lejos hacia el sur.

Pero también confiaba en lo que había escuchado.

"No espero que creas todo lo que he dicho en este momento. Aunque Rafe me
dijo

que eras el mejor soldado de Dalbreck, no creía que pudieras sobrevivir al

Santuario, mucho menos poder ayudarnos a escapar. Pero me demostraste


que

estaba equivocada. A veces, todo lo que se necesita es una sola onza de


confianza,

para que crezca más. Tal vez eso pueda ser un punto de partida para
nosotros".

Tavish se mordió el labio y finalmente asintió. Una tregua inestable.

Rafe desempolvó trozos de hojas y tierra de sus mangas, como si tratara de


disipar

la tensión en el aire.

"Estamos fuera de peligro ahora. Eso es lo que importa," él dijo. "Y nos
dirigimos a

casa, si no nos morimos de hambre primero. Vamos a preparar la cena".

Con mucho gusto siguieron el ejemplo de Rafe, ocupándose en la tarea de


acampar,

algo sólido que todos podían entender.

***

En los siguientes días, llegué a conocer mejor a mis rescatistas. A veces tuve
la

oportunidad de cabalgar junto a uno de ellos, cuando Rafe se desviaba hacia


un

puesto de observación más alto, o exploraba un rastro ciego, lo que sucedía


con

gran frecuencia. Afirmó que solo estaba buscando patrullas irregulares


Vendans,

que aún podrían estar aquí.

Sospeché que simplemente le picaba la silla. Después de todas las semanas


que

tuvo que contenerse a la fuerza, en el Santuario, finalmente era libre, y


parecía que

su larga energía acumulada, necesitaba ser liberada. Si antes pensaba que su

sonrisa era desarmante, ahora me deshacía. Cuando regresaba de un viaje

vigoroso, su cara se ponía roja de calor, su cabello se sacudía por el viento, y


una

sonrisa fácil iluminaba su rostro.

Anhelaba que estuviéramos fuera del camino. Y en algún lugar privado.

A menudo encontraba a Sven mirando a Rafe, con lo que yo pensaba que era
el
orgullo de un padre.

Un día le pregunté cuánto tiempo había sido el mayordomo asignado de Rafe.

Dijo que Rafe había venido de una nodriza, a su cuidado, unos cuantos años
atras.

"Eso es un largo tiempo. Has criado a un buen soldado”.

“Más que un soldado. Un futuro rey”.

Sí, el orgullo había sido inconfundible.

"¿Y aún así lo dejaste atravesar el Cam Lanteux detrás de mí?".

Sven resopló. "No lo dejé. De hecho, traté de disuadirlo, pero no había forma
de

detenerlo. Había perdido un tesoro que estaba decidido a recuperar”.

A pesar del aire fresco, ríos de calor se habían extendido por mi pecho.

“Sin embargo, existe un riesgo considerable para todos ustedes. Lamento tu

cara".

"¿Esta cosita?", Dijo señalando su mejilla. "Pfft. Nada. Y como estos jóvenes
pícaros,

han señalado en numerosas ocasiones, probablemente sea una mejora, sin

mencionar que se agrega a mis credenciales. Espera hasta que los nuevos
cadetes

la vean. Tal vez incluso provocará cierta clemencia en el rey”.

"¿Se enojará porque no detuviste a Rafe?".

"Es mi trabajo mantener al heredero fuera de peligro. En cambio,


prácticamente lo

escolté directamente hacia él”.

"¿Por qué hiciste eso?".

"Como te dije, su decisión estaba tomada". Hizo una pausa como si


contemplara el

por qué y suspiró. "Y ya era hora".

Al hablar con Sven, una cosa se hizo evidente rápidamente: No se parecía en


nada

al arrogante Gobernador Obraun, que había fingido ser. En lugar de mover

constantemente la lengua, elegía sus palabras con cuidado.

Esos días en el Santuario, había sido tan bueno en el engaño como Rafe, por

supuesto, había sido el mentor de Rafe durante muchos años.

Sus largas y silenciosas pausas me hicieron preguntarme qué estaba


pensando.

Orrin, por otro lado, me recordaba a Aster. Una vez que comenzó a hablar,
fue

difícil de detener. Jeb era el más solícito del grupo. Era como si me hubiera

adoptado como una de sus hermanas.

Aprendí por qué los demás se burlaban de él, por los pantalones extra que
había

guardado. Revelaron que él era bastante dandy en el palacio, siempre vestido


con

las últimas modas. Su madre era la costurera principal de la corte de la reina.


"Cuando tus baules llegaron a Dalbreck, causaron un gran revuelo", me dijo.
"Todos

tenían fiebre por la curiosidad sobre lo que había dentro".

Casi me había olvidado de que mi ropa, y otras pertenencias personales,


habían

sido enviadas antes de mi llegada a Dalbreck.

“¿Qué hicieron con ellos?. ¿Usarlos para una hoguera.? No los culparía si lo

hubieran hecho".

Él rió. "No, querían una buena mirada antes de hacerlo", dijo. “Pero abrir los
baúles

se convirtió en un codiciado evento secreto, al que todos querían asistir. Se


dejó a

las costureras, pero mis hermanas e incluso la reina, se reunieron cuando mi


madre

abrió un baúl, con el pretexto de colgar tus vestidos en caso de que las

circunstancias cambiaran”.

No pude contener un resoplido.

“¿Qué circunstancias?. ¿Que mi huida solo había sido un simple


malentendido?.

¿Que me había aparecido accidentalmente en la abadía equivocada?.

Jeb sonrió. “Mi madre dijo que esperaban algo muy diferente de lo que
vieron. Dijo

que tus vestidos eran hermosos y elegantes, pero que ...”. Buscó la palabra
correcta. "Simples."

Reprimí una carcajada. Según los estándares Morrighese, eran lujosos.

Mi madre había hecho todo lo posible para que me hicieran un nuevo


guardarropa,

más elegante, porque los Dalbretch eran conocidos por sus delicias de
vestuario,

pero yo había rechazado la mayoría de los adornos, e insistí en llevarme


también

mis vestidos de todos los días.

"Mi madre estaba realmente complacida", dijo Jeb. "Ella sintió que mostrabas

respeto, que no pretendías eclipsar a todas las otras damas en la corte. Por

supuesto, ella dijo inmediatamente, que podía hacer algunas alteraciones que
los

mejorarían enormemente, pero la reina ordenó que los empacaran y


regresaran a

Morrighan ".

Y allí los habrían quemado rápidamente, pensé. Junto con una efigie mía
también.

"¿Pasa algo malo?", Preguntó Jeb.

Me di cuenta de que estaba frunciendo el ceño.

"Solo pensando en ..." Detuve mi caballo y me volví hacia él.

“Jeb, cuando llegaste a mi habitación por primera vez en el Santuario, dijiste


que
estabas allí para llevarme a casa. ¿A qué casa te referías?”.

Me miró perplejo. "Por qué, Dalbreck, por supuesto".

─Por supuesto.

Hablé con Rafe sobre eso más tarde, recordándole que primero teníamos que
llegar

a Morrighan.

"Nuestra primera prioridad es llegar a un lugar seguro", respondió, "Y eso


significa

el puesto avanzado de Dalbreck. Morrighan puede venir después de eso”.

***

Las cosas permanecieron distantes entre Tavish y yo. Era cortés, pero cuando
Rafe

tenía que asistir a otra cosa, nunca se ofrecía a retroceder, para ir a mi lado.
Estaba

claro que no quería estar a solas conmigo.

Rafe seguía inquieto, y siempre se alejaba para comprobar algo. Solo


habíamos

estado en el camino por un corto tiempo hoy, cuando dijo que iba a estar
atento

para ver si podía detectar el sitio.

Llamó a Sven para que cabalgara a mi lado, pero esta vez Tavish se ofreció a
venir.

Incluso Rafe tomó nota. Levantando una ceja curiosa hacia mí, antes de irse.
Al principio Tavish hizo una pequeña charla, preguntándome cómo se sentía
mi

espalda, diciendo que podría quitarme los puntos en una semana, más o
menos,

pero sentí que tenía otra cosa en mente.

"Nunca respondí tu pregunta", murmuró finalmente.

"¿Qué pregunta?".

Volvió a mirar el camino y luego se embarcó en un tema completamente


diferente.

"Rafe había rechazado los barriles y la balsa, pero le prometí que


funcionaría".

Hizo una pausa y se aclaró la garganta. “En el momento en que te perdimos


de vista

en el río, estaba seguro de que ninguno de ustedes sobreviviría. Esas horas


que

pasamos buscándote fueron las más largas ...”.

Sus cejas se unieron en un ceño fruncido.

"Fueron las horas más largas que he tenido que soportar".

"No es tu culpa que hayamos caído en..".

"Es mi culpa", dijo. "Es mi trabajo. Pensar en cada peor escenario y tener un
plan

para evitarlo. Si tuviera…".

"Si no hubiera estado usando ese vestido", le dije, interrumpiéndolo. "Si la


reunión
del Consejo no hubiese terminado antes. Si el Komizar no hubiera matado a
Aster.

Si solo que me había casado con Rafe, en primer lugar, como se suponía que
debía

hacerlo. Yo juego el juego también, Tavish. Es prácticamente un pasatiempo


mío,

pero he descubierto que es un juego de infinitas posibilidades, sin ganador.


No

importa cuán grande sea un Don, o habilidad, es imposible prever cada


resultado".

No parecía convencido.

"Incluso después de encontrarte, aún no estaba seguro de que vivirías. La


expresión

en el rostro de Rafe” ... Sacudió la cabeza como si tratara de borrar el


recuerdo.

"Me preguntaste si siempre estoy seguro de mis habilidades. Antes de ese día,
mi

respuesta siempre habría sido sí ".

“Puede que tu plan no haya salido exactamente como querías, pero nos salvó,

Tavish. Digo eso, no para reponer tus sentimientos, sino porque es verdad.
Con eso,

tuvimos una oportunidad. Sin eso, nuestras muertes eran seguras, eso lo sé, y

también debes creerlo”. Me aclaré la garganta como perturbada. "De hecho,


lo
ordeno", agregué con aire altivo.

La indirecta de una sonrisa, rompió su expresión solemne. Seguimos


cabalgando,

esta vez en un silencio más cómodo, mis pensamientos derivaron hacia la


culpa que

él había llevado en los últimos días, la culpa que aún afilaba mis
pensamientos.

"Otra cosa", dijo finalmente. "No entiendo esto, pero quiero intentarlo.
¿Alguna

vez se equivoca el Don?".

¿Equivocarse?. Inmediatamente pensé en el reclamo de Kaden, de una visión


de

nosotros juntos en Venda, con él cargando un bebé en su cadera, y luego


recordé

mi sueño recurrente, en que Rafe me dejaba atrás.

"Sí. A veces”. respondí.

A veces tenía que estar equivocado.

CAPÍTULO NUEVE

KADEN

Intentar ayudar a Griz a bajar de su caballo, era como tratar de tirar un oso al
suelo.

"¡Quitame las manos de encima!", Bramó.

"Shhh!" Ordené por centésima vez. Su dolor lo había vuelto descuidado.


Su gruñido resonó por el cañón.

"Todavía podrían estar aquí".

Solté su cinturón y él cayó, derribándome con él. Ambos nos acostamos en la


nieve.

"Continúa sin mí", gimió.

Estaba tentado. Pero lo necesitaba. Él podría ser útil. Y no había duda de que
me

necesitaba.

"Deja de quejarte y levántate".

Me puse de pie y extendí la mano para ayudarlo. Tenía todo el peso muerto
de un

toro masacrado. Griz no estaba acostumbrado a depender de nadie, y mucho

menos admitir su debilidad.

La herida en su costado comenzó a rezumar sangre nuevamente. Necesitaba


más

atención que mi apresurado trabajo de vendaje.

Murmuró una maldición y presionó la herida con su brazo. "Vamonos."

Estudiamos las huellas fuera de la cueva. Griz usó su bota para aplastar una
cresta

de nieve hecha por un casco de caballo.

"Yo tenía razón. El viejo tonto la trajo aquí”.

Me había confesado que él y el llamado Gobernador Obraun tenían una


historia, y parte de ella incluía esta cueva, un lugar en el que se habían
escondido

juntos, cuando escaparon de las garras de un campo de trabajos forzados.

El verdadero nombre de Obraun era Sven, y era un soldado de la Guardia


Real de

Dalbreck. El engaño de Sven no me sorprendió tanto como el de Griz. Había

sospechado que muchas personas eran algo que no eran, pero nunca había

sospechado que Griz fuera otra cosa, más que un Rahtan ferozmente leal.

No alguien que vendía información entre reinos, aunque afirmaba que nada
de eso

había traicionado a Venda. Trabajar con el enemigo ya era suficiente traición.

Me agaché y miré más de cerca la confusión de pasos, y huellas de caballos.


Algunos

eran caballos de Dalbretch, pero otros, sin lugar a dudas, Vendans.

"Se apoderaron de algunos de nuestros caballos, eso es todo", dijo Griz.

O alguien más se los había alcanzado. Me puse de pie, mi mirada siguiendo


las

huellas que desaparecian a través de los pinos adelante. Se dirigían hacia el


este, lo

que significaba que no los llevarían de regreso a Venda. ¿Cómo consiguieron


los

caballos Vendans?.

Sacudí la cabeza.
Balsas. Caballos escondidos, y suministros.

Este era un plan que llevaba mucho tiempo en desarrollo. Tal vez desde el

momento en que Lia pisó Venda. La única conclusión que pude sacar fue que
ella

me había usado desde el principio.

Cada tierna palabra de sus labios había servido a su proposito. Las barajé
todas.

Nuestra última noche, cuando ella me dijo que su visión era de nosotros
juntos ...

Cuando ella me preguntó acerca de mi madre ... Me revolvió el estómago. Lia


era

la única persona a la que le había susurrado el nombre de mi madre.

─ Veo a tu madre, Kaden. La veo en ti todos los días.

Pero ahora sabía que todo lo que veía cuando me miraba, era a uno de ellos.
Otro

bárbaro, y alguien en quien no podía confiar. Incluso si me había engañado,


no

podía creer que su afecto por la gente fuera todo menos real.

Eso no era un acto. Se revolvió en mí, el recuerdo de Lia, parada en una


pared,

sacrificando preciosos segundos de su escape, para poder hablar con la gente


por

última vez.

Revisamos el interior de la cueva, y encontramos manchas oscuras en el suelo


arenoso, posiblemente sangre de un animal muerto, o tal vez de una de sus
propias

heridas. Y luego vi un trozo de tela no más grande que una miniatura.

Lo levanté. Brocado rojo. Era una pieza de su vestido, la confirmación que


había

llegado tan lejos. Si podía montar, significaba que todavía estaba viva. Era
una

posibilidad que ni Griz ni yo habíamos mencionado. Nadie había encontrado


un

cuerpo río abajo, pero eso no significaba que un peñasco rocoso no lo hubiera

ocultado a la vista.

"No están muy lejos", dije.

"Entonces, ¿qué estamos esperando?".

─ Encuéntrenla.

No había tiempo que perder.

Miré a Griz. ¿Qué bien me iba a hacer?. Apenas podía levantar una espada,
incluso

con su brazo bueno, y podría moverme más rápido sin él.

"No puedes detenerlos tú solo", dijo como si leyera mi mente.

Parecía que eso era exactamente lo que tendría que hacer. Pero Griz era al
menos,

todavía era una figura intimidante. Podía hacer una demostración de fuerza.
Podría
ser todo lo que necesitaba.

CAPITULO DIEZ

Salí de la gruta y miré el paisaje. La belleza de los árboles, vestidos con


brillantes

túnicas blancas, y un mundo tan tranquilo y sagrado como el de una Sacristía


me

reconoció, excepto por un suave susurro sin palabras, que se abrió paso entre
las

copas de los árboles. Shhh .

Los últimos días finalmente me habían dado el tiempo con Rafe, por el que
una vez

había rezado, cuando estábamos atrapados al otro lado del río.

Por supuesto, con una escolta de cuatro, nunca estuvimos solos, por lo que

nuestros afectos, se mantuvieron bajo control, pero al menos tuvimos tiempo


de

viajar juntos.

Hablamos de nuestra infancia y nuestros roles en la corte. Su papel era


mucho más

decisivo que el mío.

Le conté cómo frustraba a mi tía Cloris para distraerla, nunca cumpliendo con
sus

estándares en las artes femeninas.

"¿Qué pasa con tu madre?", Preguntó.


Mi madre. Ni siquiera estaba segura de cómo responderle. Ella se había
convertido

en un enigma para mí.

"Ella hizo caso omiso de las advertencias de tía Cloris", le dije.

“Dijo que era saludable para mí correr y jugar con mis hermanos. Ella lo
alentaba".

Pero entonces algo cambió. Donde una vez se puso del lado mío contra el
Real

Erudito, comenzó a tomar su consejo; donde nunca había sido grave


conmigo,

comenzó a perder los estribos.

─ ¡Haz lo que te digo, Arabella!.

Y luego, casi en tono de disculpa, me atraía a sus brazos y susurraba con


lágrimas

en los ojos. ─Por favor. Solo haz lo que te digo.

Después de haber tenido mi primer ciclo, corrí a su habitación para


preguntarle

sobre el Don, que aún no había aparecido.

Estaba sentada junto al fuego con su costura. Sus ojos brillaron de ira, y se
perdió

una puntada, su aguja dibujó una gota de sangre en su pulgar y manchó la


pieza en

la que había estado trabajando durante semanas.

Se puso de pie y tiró todo al fuego. ─Vendrá cuando llegue, Arabella. No


tengas

tanta prisa.

Después de eso solo saqué el Don con cautela. Estaba avergonzada, pensando
que

había tenido una visión de mis defectos. No se me había ocurrido que ella era
la

causa de ellos.

"Creo que mi madre es de alguna manera parte de todo esto, pero no estoy
segura

de cómo".

"¿Parte de qué?".

Aparte de la kavah en mi hombro, no sabía qué decir. "Ella quería enviarme a

Dalbreck".

“Solo después de que mi padre lo propuso. Recuerda, fue idea suya”.

"Aceptó con bastante facilidad", le dije. "Mi firma en los contratos no se


había

secado antes de que ella llamara a las modistas".

Un destello de sorpresa de repente iluminó su rostro y se echó a reír. "Me


olvidé

de contarte. Encontré tu vestido de novia”.

Detuve mi caballo. "¿Tu, que?".

“Lo saqué de las zarzas cuando te estaba rastreando. Estaba desgarrado y


sucio,
pero no ocupaba mucho espacio, así que lo metí en mi mochila ".

"¿Mi vestido?", Dije con incredulidad. "¿Aún lo tienes?".

"No, aquí no. Era demasiado arriesgado tenerlo en Terravin. Tenía miedo que

alguien lo viera, así que cuando tuve la oportunidad, lo metí detrás de un


pesebre

almacenado en el desván. Enzo probablemente lo encontró y lo tiró".

Berdi tal vez, pero no Enzo. Nunca hizo más limpieza de la que tenía que
hacer.

"¿Por qué en nombre de los dioses lo guardarías?", Le pregunté.

Una sonrisa jugó detrás de sus ojos. "No estoy realmente seguro. Tal vez
quería

quemar algo, en caso de que nunca te alcanzara”. Una ceja de desaprobación


se

alzó. "O estrangularte si lo hacía".

Reprimí una sonrisa.

"O tal vez el vestido me hizo pensar en la chica que lo había usado", dijo. "La
que

fue lo suficientemente valiente como para tocar la nariz de dos reinos".

Me reí. "¿Valiente?. Me temo que nadie en mi reino lo vería de esa manera,


ni

probablemente en el tuyo".

"Entonces están todos equivocados. Eres valiente, Lia. Confía en mí”. Él


comenzó a
inclinarse para besarme, pero fue interrumpido por el relincho del caballo de
Jeb

no muy lejos de nosotros.

"Me temo que estamos reteniendo a todos", dije.

Frunció el ceño, sacudiendo las riendas, y seguimos adelante.

─Lo suficientemente valiente como para tocar la nariz de dos reinos..

Creo que así también lo vieron mis hermanos, pero ciertamente no mis
padres, ni

el gabinete.

“Rafe, ¿alguna vez te has preguntado por qué fui yo, quien tenía que ir a
Dalbreck,

para asegurar la alianza?. ¿No podría haberse logrado de la misma manera si


venías

a Morrighan?. ¿Por qué es siempre la chica quien debe renunciar a todo?. Mi


madre

tuvo que abandonar su tierra natal. Greta tuvo que dejar la suya. La princesa

Hazelle de Eilandia, fue enviada a Candora para crear una alianza. ¿Por qué
un

hombre no puede adoptar la patria de su esposa?".

"No podría, porque voy a gobernar Dalbreck algún día. No puedo hacer eso
desde

tu reino".

"Aún no eres rey. ¿Tus deberes como príncipe eran más importantes que los
míos
como princesa?”.

"También soy un soldado en el ejército de Dalbreck".

Recordé la afirmación de mi madre, que yo era un soldado en el ejército de


mi

padre, un ángulo del deber que nunca había usado antes.

“Como yo en Morrighan” dije.

"Realmente", respondió, su tono dudoso. "Es posible que tuvieras que


abandonar

tu tierra natal, pero ¿consideraste todo lo que habrías ganado como mi


reina?".

"¿Consideraste todo lo que podrías haber ganado como mi rey?".

"¿Planeabas destituir a tus hermanos?".

Suspiré. "No. Walther habría sido un buen rey”.

Me preguntó por mi hermano y pude hablar de él sin lágrimas en los ojos por

primera vez, recordando su amabilidad, su paciencia y todas las formas en


que me

alentó.

“Él fue quien me enseñó a tirar un cuchillo. Fue una de sus últimas
solicitudes para

mí, que mantuvira la práctica."

"¿Era el mismo cuchillo que usaste para matar al Komizar?".

"Sí. Adecuado, ¿no te parece?. Y después de apuñalarlo, lo usé para matar a


Jorik.
Ahí es donde lo dejé, atrapado en el medio de su garganta”. “Probablemente
ya

esté a la venta en el jehendra. O Malich lo lleve puesto a su lado, como un


recuerdo

de su eterno cariño por mí”.

"¿Estás tan segura que Malich es el próximo Komizar?".

Me encogí de hombros. No, no estaba segura, pero del Rahtan, él parecía el


más

despiadado, y hambriento de poder, al menos de los que quedaron con vida.

La preocupación me atravesó. ¿Cómo le había ido a la gente en la plaza, y


qué

pensaron cuando desaparecí?. Una parte de mí seguía allí.

"Cuéntame más sobre tu reino", dije, tratando de desterrar mis peores

pensamientos de la cabeza. "No desperdiciemos una palabra más, en alimañas

como Malich”.

Rafe volvió a detener a su caballo y luego lanzó una mirada de advertencia


por

encima del hombro, a los otros para mantener su distancia. Su pecho se elevó
en

una respiración lenta y profunda, y su pausa me hizo sentar más alto en mi


silla de

montar.

"¿Qué es?".
"Cuando viajabas a través del Cam Lanteux ... ¿alguno de ellos te ...
lastimó?".

Allí estaba. Finalmente.

Me había preguntado si alguna vez llegaría. Rafe nunca me había hecho una
sola

pregunta, sobre esos meses que estuve sola en el desierto, con mis captores.

Lo que había sucedido, cómo había vivido, lo que me habían hecho, y había
evitado

cualquier mención de Kaden. Era como si un fuego ardiera tan intensamente


dentro

de él, que no podía permitirse acercarse demasiado a eso.

"¿A qué te refieres?".

Su mirada vaciló. "Malich", respondió. "De eso estábamos hablando".

No, no solo Malich. Kaden siempre hervía bajo la superficie. Esto era sobre
él más

que nadie.

“Mi tiempo cruzando el Cam Lanteux fue duro, Rafe. La mayoría de las
veces tenía

hambre. Todo el tiempo tenía miedo. Pero nadie me tocó. No en la forma en


que

estás pensando. Podrías haberme preguntado hace mucho tiempo”.

Su mandíbula se torció.

“Estaba esperando que lo mencionaras. No estaba seguro de si era demasiado


doloroso para ti hablar de eso. Todo lo que quería era que sobrevivieras, para
poder

volver a estar juntos”.

Sonreí y pateé su bota con la mía. "Y estamos juntos".

***

Por la noche, cuando pudimos encontrar refugio que proporcionara algo de

consuelo, leí en voz alta los últimos testamentos de Gaudrel. Todos


escucharon con

fascinación.

"Parece que Gaudrel era una vagabunda", dijo Rafe.

"Pero sin carro colorido", agregó Jeb.

"Y ninguno de esos sabrosos pasteles de salvia", reflexionó Orrin.

"Fue poco después de la devastación", les dije. “Ella y los demás eran

sobrevivientes que solo intentaban encontrar su camino. Creo que Gaudrel


puede

haber sido testigo, y una de los Antiguos originales ".

"No se parece mucho a la historia de Dalbreck", dijo Sven.

Me di cuenta de que ignoraba en gran medida la historia de Dalbreck.

Como era un reino que había surgido de Morrighan, muchos siglos después

de su establecimiento, asumí que su visión de la historia era la misma que la

nuestra.
No lo era. Si bien reconocieron que Breck era un príncipe exiliado de
Morrighan, su

explicación de la devastación y sus consecuencias era diferente,


aparentemente

fusionándose con las historias de tribus nómadas, que dieron al príncipe en


fuga un

paso seguro a las tierras de la mesa del sur.

Parecía que me había topado con otra historia, que estaba en conflicto con el
Texto

Sagrado de Morrighan. El relato de Dalbreck, al menos como lo contó Sven,


tenía

un número preciso para el Remanente: Exactamente mil sobrevivientes


elegidos.

Se extendieron a las cuatro esquinas de la tierra, pero los más fuertes y


valientes

se dirigieron hacia el sur, a lo que algún día se convertiría en Dalbreck.

Breck los reunió y colocó la primera piedra de un reino, que sería más grande

que todos los demás. A partir de ahí, todo se trataba de héroes y batallas, y el

creciente poder de un nuevo reino favorecido por los dioses.

Lo único que todas las historias tenían en común era un Remanente


sobreviviente,

y una tormenta. Una tormenta de proporciones épicas que arrasó la tierra.

"Le había advertido a Venda que no se alejara demasiado de la tribu", leí en


voz
alta del testimonio de Gaudrel. “Cien veces, le había advertido. Yo era más su

madre que su hermana. Ella vino años después de la tormenta. Nunca sintió

temblar el suelo. Nunca vío al sol ponerse rojo. Nunca vío el cielo ponerse
negro.

Nunca vío fuego estallar en el horizonte, y ahogar el aire ”.

Leí algunos pasajes más, luego cerré el libro por la noche, pero las
descripciones de

la tormenta persistieron, y volví al cuento de Gaudrel, en silencio en mi


mente.

¿Dónde estaba la verdad?. El suelo tembló y el fuego estalló en el horizonte.

Esa era una verdad que Gaudrel había presenciado realmente. Y eso fue lo
que yo

también había visto. Cuando el Komizar me mostró su ciudad militar, el


fuego

estalló cuando los brezalots explotaron, el suelo tembló, y los campos de


prueba

mancharon el cielo con humo de cobre, ahogando el horizonte.

Siete estrellas. Tal vez toda la destrucción no fue arrojada desde los cielos.
Tal vez

había habido un dragón de muchas caras, incluso entonces.

CAPÍTULO ONCE

RAFE

La pregunta de Lia me quedó grabada. ─¿Por qué en nombre de los dioses lo


guardarías?.

Había buscado respuestas porque no me conocía. Cuando encontré el vestido,


la

había maldecido repetidamente, mientras lo desenredaba de las ramas


espinosas.

Soy el príncipe heredero de Dalbreck por el amor de los dioses. ¿Por qué
estoy

limpiando después de una fugitiva malcriada?.

Cuando liberé el vestido y lo sostuve, estaba aún más enojado. No era de los
que le

gustaban las telas, o la moda, como Jeb, pero incluso yo podía ver su belleza

incomparable. Su total desprecio por el trabajo cuidadoso que se había


realizado,

solo alimentó mi furia. Pero eso todavía no explicaba por qué me tomé la
molestia

de meterlo en mi bolso.

Lo sabia ahora. No era para quemarlo o agitarlo en su cara. Era algo que ni
siquiera

admitiría para mí en ese momento. Era la orden de arresto de la que había


oído

hablar. Su propio padre la estaba cazando como si fuera un animal. Había


metido

el vestido en mi bolso porque sabía que eventualmente vendría alguien más.


No

quería que uno de ellos encontrara el vestido, o a ella.


Finalmente llegué a una cresta donde tenía una vista abierta del camino detrás
de

nosotros. Esperé, estudiando el paisaje. ¿Cuántas excusas más podría


conjurar para

Lia?. Esta vez dije que estaba buscando la cresta, que conducía al valle al que

llegaríamos hoy. No quería que se preocupara innecesariamente, pero ahora


había

razones para preocuparse. Vi todo lo que sospeché todo el tiempo, y regresé


para

contarles a los demás.

"Ve", le susurré a Tavish.

“Menos de un cuarto de milla atrás. Da la vuelta al sur. Hay una buena


cobertura y

estarás a favor del viento en caso de que los caballos hagan ruido. No pude
ver

cuántos a través de los árboles. Me quedaré aquí con ella".

Tavish asintió y se alejaron.

Aflojé la correa de mi funda y agarré mi empuñadura, justo cuando Lia


cojeaba, de

regreso a un breve viaje detrás de algunas zarzas. Ella los vio alejarse y un
pliegue

molesto le frunció el ceño. "Ahora, ¿a dónde van?".

Me encogí de hombros.

"Vi una bandada de gansos, y todos anhelan un jugoso ganso para cenar esta
noche".

"No entiendo. Pensé que teníamos prisa por llegar al fondo del valle”.

"Estamos haciendo buen tiempo, y necesitamos comer esta noche".

Sus ojos se entrecerraron. "¿Todos ellos tenían que irse?".

Me di la vuelta, usando la premisa de buscar algo en mi alforja.

"¿Por qué no?", Dije. "Orrin no es al único al que le gusta cazar".

Sentí el silencio a mi espalda, y la imaginé con las manos en las caderas. No


pensé

que lo compraría de nuevo.

Cuando me volví, su cabeza estaba en angulo de acusación.

"Vi algo a través de los árboles cuando estaba afuera", le expliqué. “Estaba
muy

lejos. Estoy seguro de que solo era una manada de ciervos, pero van a ir a

comprobarlo solo para estar seguros ".

CAPÍTULO DOCE

Sabía que no se trataba de ciervos.

Quince minutos pasaron.

Luego una hora.

“¿Deberíamos ir a buscarlos?”, Pregunté.

"No", insistió Rafe, pero lo vi dando vueltas. Posicionando los caballos. Su


mano
volviendo a su empuñadura una y otra vez.

Finalmente oímos el rumor de un caballo a través de los árboles, y ambos


giramos

hacia el sonido.

Tavish emergió del bosque, llevando dos caballos detrás de él. "Bueno,
bueno,

bueno", cantó. "Tenías razón. Mira lo que encontramos”.

Los otros lo siguieron, y cuando Sven y su caballo se hicieron a un lado,


jadeé.

Por los dioses. No puede ser.

Cojeé hacia adelante, pero Rafe extendió su mano para detenerme.

Orrin y Jeb tenían sus arcos preparados, flechas apuntadas con una
concentración

afilada a los corazones de Kaden y Griz, mientras los llevaban a nuestro

campamento.

Era como si no confiaran en una espada para derribar a Griz, y su mejor


estrategia

era una distancia segura. Sven ya los había relevado de sus armas.

Rafe se acercó a ellos, mirando a Kaden.

Kaden le devolvió su mirada gélida.

Mi aliento se me congeló en el pecho. Nada había cambiado entre ellos.

Sus miradas estaban llenas de amenazas, aunque Kaden no estaba en posición


de
amenazar a nadie.

"Así que nos encontramos de nuevo, Príncipe Jaxon".

"Así lo hacemos", respondió Rafe, su voz tan frágil como el aire. "Parece que
has

viajado mucho para nada. Estúpido borracho”.

Las fosas nasales de Kaden se dilataron. No se había perdido la ironía de sus


propias

palabras de hace mucho tiempo, que le volvieron a la cara.

“¿Qué debemos hacer con ellos?” Preguntó Tavish.

Rafe miró a Kaden por lo que pareció una eternidad, luego se encogió de
hombros

como si fuera poco.

"Mátarlos", dijo.

Salté hacia adelante agarrando su brazo. “¡Rafe! ¡No puedes matarlos!".

“¿Qué se supone que debo hacer, Lia?. ¿Tomarlos prisioneros?. ¡Mira el


tamaño de

ese! ”Dijo, señalando a Griz. "Ni siquiera tengo suficiente cuerda para ir

alrededor de él."

"Hay una cuerda en su equipo", respondí, agitando mi mano hacia una bobina
que

colgaba de la parte posterior del caballo de Griz.

"¿Y entonces que?. Átarlos para que puedan esperar la oportunidad de


cortarnos
la garganta, y llevarte de vuelta a Venda nuevamente. ¿Para qué crees que
están

aquí?. ¿Sólo para saludar?".

Kaden dio un paso adelante, y tanto Orrin como Jeb le gritaron que
mantuviera su

posición, tirando de sus arcos tensos ante la amenaza. Él se detuvo. "No


queremos

recuperarla", dijo.

"Solo estamos aquí para escoltarla y protegerla. Un escuadrón de Rahtan y

primeros Guardias, están encargados de cazarla. Podrían estar aquí en


cualquier

momento”.

Rafe se echó a reír. “¿Tú, la escoltas y la proteges? ¿Me tomas por tonto?”.

Una sonrisa iluminó los ojos de Kaden.

"Eso no viene al caso, ¿no?. ¿Qué es más importante, tu orgullo o la vida de


Lia?".

"¿Y por eso nos estabas acosando? ¿Para protegerla?”.

"Estábamos observando a los jinetes Vendan, esperando interceptarlos antes


de

que la alcanzaran".

"Sin embargo, los únicos jinetes de Venda que veo son ustedes".

No culpé a Rafe por rechazar el reclamo de Kaden. También cuestioné sus

motivaciones.
¿Escoltame?. ¿Cuando afirmó que yo pertenecía a Venda con él?. ¿Cuándo
me

había asegurado a cada paso que no había forma de escapar?. Claramente lo


había.

Había encontrado otra forma de cruzar el río. Mi desconfianza se calmó.

Cojeé hacia adelante, esquivando los esfuerzos de Rafe por detenerme.


Mantuve

una distancia segura, pero miré severamente a Griz.

“Pon las manos detrás de tu espalda. Ahora."

Me miró con incertidumbre, pero luego lentamente hizo lo que le dije.

"Bien". dijo.

"Ahora, después de que te aten, debes darme tu palabra de que no intentarás

escapar, y si Kaden lo intenta, debes prometer que lo derrotarás".

"¿Cómo haría eso con las manos atadas?", Preguntó.

"No me importa cómo lo haces. Cae sobre él. Eso debería detenerlo. ¿Tengo
tu

palabra?”.

El asintió.

Rafe me agarró del brazo y comenzó a arrastrarme lejos. "Lia, no vamos a ..."

Gire mi brazo para liberarlo.

“¡Rafe! ¡No los vamos a matar! Miré acusadoramente a Kaden. "Sin


embargo",
agregué. Le ordené que también pusiera las manos a la espalda. No se movió,
solo

miró, sus ojos perforando en mí,tratando de arrojarme la culpa por engañarlo.

"No voy a preguntarte por segunda vez, Kaden. Hazlo."

Lentamente también puso sus manos detrás de su espalda.

"Estás cometiendo un error", él dijo. "Me vas a necesitar".

"Átenlos", les dije a Tavish y Sven.

Ninguno de los dos se movió, remitiéndose a Rafe por una respuesta.

La mandíbula de Rafe estaba rígida de ira.

"Rafe", susurré entre dientes.

Él cedió y señaló a Sven y Tavish, luego me detuvo detrás de los caballos, su


furia

aumentaba.

"¿Que pasa contigo? La palabra de Griz no vale nada, y Kaden aún menos.
¿Cómo

vamos a viajar con ellos? Griz romperá su palabra la primera vez que ….”

"No va a romper su palabra".

La exasperación cruzó por la cara de Rafe. "¿Y cómo sabrías eso?".

"Porque se lo ordené, y él cree que soy su reina".

CAPÍTULO TRECE

El Valle de los Gigantes no era lo que esperaba. En la exuberante cuenca


debajo de
nosotros, enormes templos cuadrados, cubiertos de serpientes verdes y
doradas

por millas, en filas ordenadas, como el alijo de troncos cubiertos de musgo de


un

gigante.

Sven dijo que la leyenda afirmaba que era un mercado de los Antiguos. Qué
tesoros

habían sido tan grandiosos e inmensos, que se habían requerido estructuras de

igual estatura?.

Alinearon un camino que atravesaba el valle, y finalmente desaparecían


detrás de

colinas bajas. Árboles con hojas doradas brotaban entre ellos, y musgo
esmeralda

y enredaderas cubrían sus paredes. Aunque algunos habían caído en


escombros,

muchos estaban extrañamente intactos, al igual que en la Ciudad de la Magia

Oscura, casi como si los Antiguos aún vagaran por allí.

Incluso desde lejos, pude ver los restos de las señales, que alguna vez
marcaron el

camino. ¿Por qué esta ciudad se había librado de los estragos de la


devastación y

el tiempo?. Me hizo preguntarme si este era otro lugar que Griz, y sus
secuaces

habían evitado, temiendo que los espíritus oscuros de los Antiguos se


levantaran
de las paredes.

Él y Kaden caminaron delante de nosotros, atravesando el sinuoso camino


que

bajaba por la ladera de la montaña. Rafe no los dejaría cabalgar. Dijo que era
más

seguro que caminaran justo por delante de Jeb y Orrin, que todavía tenían los
arcos

listos, a pesar que las manos de Kaden y Griz, estaban firmemente atadas a la

espalda.

“¿Realmente los habrías matado a sangre fría?”, Pregunté.

"No es menos de lo que ordenó para mí".

"¿Tal para cual?. ¿Es así como funcionan estas cosas de soldados?.

Un silbido molesto escapó de los dientes de Rafe.

"No, no los habría matado en el acto. Probablemente hubiera esperado a que

Kaden hiciera algo estúpido en el calor del momento, lo que seguramente


hará, y

luego lo habría matado”. "Oh, espera, disculpa!. Lo olvidé. Todos estamos en

buenas manos. Griz prometió caer sobre él si se salía de la línea. ¿Tengo ese

derecho?”.

Le devolví su sarcasmo con una mirada de acero. "A continuación, voy a


ordenarle

que caiga sobre ti. Salva tu cinismo. Todo lo que necesitaba saber era que no
los
matarías a sangre fría ".

Rafe suspiró. "Pero no les hace daño pensar que lo haría. No confío en
ninguno de

ellos, y todavía tenemos un largo camino hasta llegar a la seguridad del


puesto

avanzado ".

"¿Cuánto tiempo has sabido que nos estaban siguiendo?".

"Sospecho desde hace unos días. Vi humo blanco temprano una mañana.
Supuse

que una fogata estaba siendo apagada. Lo que no puedo entender es cómo nos

alcanzaron tan rápido".

"Lo sé". Tan pronto como se ató el último nudo en sus manos, la explicación
de

Kaden hace mucho tiempo. ─De ninguna otra manera.

Me pellizcó dentro. Era otra de sus mentiras. Al menos, había pintado

deliberadamente una imagen, que me hizo suponer cosas.

“Kaden me hizo creer que el puente hacia Venda, había reemplazado la


antigua

pasarela que solía atravesar el río. Supongo que, peligrosa o no, en algún
lugar no

muy lejos del Santuario, todavía existe. Lo que significa que si Griz y Kaden

cruzaron, otros probablemente también lo hicieron. Puede que no haya


mentido
sobre el escuadrón”.

Rafe extendió la mano y se pasó los dedos por el pelo. Esta era una noticia
que no

quería escuchar. Si teníamos un paso ahora, era solo porque la nieve había
cubierto

nuestras huellas.

La conmoción estalló frente a nosotros. El roce de la grava, el relincho de los

caballos y gritos sobresaltados estallaron en el aire.

Whoa!

¡Apoyo!

¡Cuidado!

El sendero era repentinamente un desastre, cuando los caballos tropezaron


entre

sí. La espada de Rafe salió de su vaina. Instintivamente saque la mía también,

aunque no sabía de qué me estaba defendiendo.

El caballo de Orrin estaba retrocediendo, y los otros estaban tratando de


controlar

a sus caballos que se deslizaban por el estrecho sendero. Durante unos


segundos,

la confusión reinó y luego vimos lo que había sucedido. Griz se había caído,

bloqueando el camino.

Kaden se arrodilló a su lado y le gritó a alguien que lo desatara para poder


ayudar
a Griz.

Rafe ordenó a todos que mantuvieran sus posiciones, como si sospechara un


truco.

Desmontó para investigar, pero rápidamente vimos dónde se había caído la


capa

de Griz, revelando una tela ensangrentada y húmeda a un lado. Su cara estaba

cerosa y húmeda, y sabía que no era un truco.

La herida que Jorik había infligido días atrás seguía sangrando.

“¿Qué pasó?” Preguntó Rafe.

"No es nada", gruñó Griz. "Solo dame una mano"

"Cállate", le dijo Kaden. Levantó la vista hacia Rafe. "Es de la batalla en la


terraza.

Tomó una espada en su costado. Traté de vendarlo, pero sigue abriéndose ”.

Griz le gruñó a Kaden e intentó levantarse solo, pero Rafe lo sujetó con la
bota.

"No te muevas", ordenó, luego gritó sobre su hombro a Tavish. "Ven a ver
esto".

Kaden fue escoltado a varios pies de distancia por Orrin, y se le indicó que se

sentara mientras Tavish examinaba a Griz. El resto de nosotros flotó,


observando

cómo Tavish le quitaba el sucio chaleco y la camisa, a Griz, y luego cortó las
vendas

empapadas.
Sven gimió cuando vio la herida, y reprimí un escalofrío. La herida de ocho
pulgadas

estaba cubierta de sangre negra seca, y la piel a su alrededor estaba roja e

inflamada. Pus amarillo salía de la herida.

Tavish sacudió la cabeza, diciendo que no podía hacer nada al respecto, aquí
en el

camino. Necesitaba agua caliente y limpieza antes que pudiera coser algo.

"Va a tomar algo de trabajo".

Por la forma en que dijo trabajar, sabía que incluso él tenía dudas, sobre
cuánto

podía hacer. Me arrodillé junto a Griz.

"¿Tienes algún thannis contigo?". Le pregunté.

Sacudió la cabeza.

"Tengo un poco", llamó Kaden desde su posición vigilada, a varios metros de

distancia.

"No beberé ningún thannis", gruñó Griz.

"¡Silencio!", Dije. "Si te ordeno que bebas, beberás".

Pero lo que tenía en mente era una cataplasma una vez que bajábamos al valle
para

ayudar a sacar algo del veneno.

Le desataron las manos y Rafe, Jeb y Sven trabajaron juntos para que Griz se
pusiera
de pie.

Varias maldiciones después, finalmente lo cargaron en su caballo.

Ya no estaban preocupados porque él hiciera movimientos repentinos. Kaden

todavía se vio obligado a caminar delante de nosotros. Su estado no había

cambiado. Sven cabalgaba cerca de Griz, y cuando se tambaleaba en su silla,


Sven

extendía la mano y lo agarraba del brazo, para sostenerlo.

Debido a los retrasos con Griz y Kaden, uniéndose a nuestra caravana, no


llegamos

al fondo del valle hasta el anochecer. Kaden había estado caminando durante
cinco

horas con las manos atadas a la espalda. Vi fatiga en sus pasos, pero
extrañamente,

en lugar de simpatía, mi propia ira y mis temores resurgieron. ¿Cuántos


meses

había estado en esa misma posición, una prisionera medio muerta de hambre,

humillada y asustada, sin saber si viviría otro día?. No había sufrido ni la


mitad que

yo. Todavía.

La diferencia inquietante, era que había venido buscando este problema. ¿Por
qué

estaba realmente aquí?.

Cabalgamos por la avenida principal, rodeados por los misteriosos gigantes


cuadrados. Muchos de los muros, y techos antiguos aún estaban intactos.
Hubo

una lucha rápida para elegir un refugio adecuado, lo que significaba, uno que

pudíera defenderse, por si acaso.

Rafe y Tavish consultaron, y se decidió una ruina. Todos reunimos los


puñados de

ramas sueltas y secas que pudimos encontrar, y los entramos en la vivienda

cavernosa, llevando los caballos con nosotros. Probablemente entraría un

regimiento completo.

Tan pronto como el fuego rugió, preparé una cataplasma, ayudándome con lo
que

sea que estuviera en la alforja de Kaden. Tavish afiló su cuchillo y comenzó a

trabajar en Griz. Nuestro refugio se levantó entre varios pisos y gruesas losas
de

piedra, que habían caído de lugares más altos, y cubrían el suelo a nuestro

alrededor. Griz fue puesto fuera de uno de ellos. Tan débil como estaba y,
ahora

parecía un poco delirante, los cuatro lo tuvieron que sujetar mientras Tavish

limpiaba la herida. Kaden recibió la orden de sentarse en un área abierta lejos


del

equipo y el fuego. Me senté cerca en un gran bloque de roca, protegiéndome,


con

una espada en mi regazo.


Una sensación extraña anudaba dentro de mí, como una comida que no se
comió

correctamente, apresurada e incómoda. Noté sus brazos, todavía atados a la

espalda.

Un sabor agrio se levantó en mi garganta. Él era el prisionero ahora, como la

prisionera que me había hecho. Todas sus acciones las había abandonado y

olvidado, porque sabía que de alguna manera retorcida, también me había


salvado

la vida, de repente eran tan frescas y dolorosas como si hubieran sucedido


ayer.

Sentí la cuerda cortarme las muñecas, y el terror sofocante de tratar de


respirar

debajo de una capucha negra, que habían puesto sobre mi cabeza. Sentí la

vergüenza de llorar cuando mi cara cayó a la arena. Mis emociones no eran

cegadoras y explosivas, como lo habían sido en aquel entonces, sino que


ahora

estaban apretadas y contenidas, como un animal caminando detrás de la caja


de

mis costillas.

Kaden se encontró con mi mirada, sus ojos no revelaban nada; frío, calmado,

muerto. Quería ver terror en ellos. Temor. Tal como lo había visto
seguramente en

la mía, cuando descubrí que no era el comerciante de pieles que había


afirmado
ser, sino un asesino enviado a matarme.

"¿Cómo se siente?". Le pregunté.

Actuó como si no supiera de qué estaba hablando. Traté de sacar su miedo a


la

superficie.

"¿Qué se siente tener las manos atadas detrás de la espalda?. ¿Ser arrastrado
por

el desierto sin saber lo que te va a pasar?”.

Forcé una sonrisa larga y lujosa, como si estuviera disfrutando el cambio de


nuestra

fortuna. "¿Cómo se siente ser un prisionero, Kaden?".

"No me gusta, si eso es lo que quieres escuchar".

Me picaron los ojos. Quería mucho más que eso.

“Lo que quiero es verte rogar por tu liberación. Negociar desesperadamente


por tu

vida, como tuve que hacerlo yo”.

Él suspiró.

"¿Eso es todo lo que obtengo? ¿Un suspiro?".

“Sé que sufriste, Lia, pero hice lo que pensé que era correcto en ese
momento. No

puedo recuperar lo que he hecho. Solo puedo intentar hacer las paces”.

Me ahogué con la palabra. Sabía amargamente el costo de tratar de hacer las


paces,
y lo patéticamente que podrían quedarse cortas. Cuando Greta murió, pensé
que

todo era mi culpa, mientras trataba de hacer las paces, pero ahora me había
dado

cuenta, que ni siquiera sabía las reglas del juego en el que me habían metido,
ni

todos los jugadores, como los traidores en Civica. Mis disculpas no habrían

cambiado nada. Las mentiras continuaban una y otra vez. Al igual que las
mentiras

de Kaden.

"Me mentiste sobre la pasarela", le dije. "Estuvo allí todo el tiempo".

"Sí. Cuatro millas al norte de la puerta Brightmist. Ya no está allí. La


cortamos ".

─Cuatro millas? Podríamos haber llegado a pie.

Me recosté en la roca.

“Entonces, ¿qué astuta historia dijiste para que perdonaran tu vida?. Estoy
segura

que fue excelente. Eres el maestro del engaño, después de todo".

Me estudió, sus ojos marrones tan oscuros y profundos como la noche.

"No", dijo. "Ya no. Creo que ese título te ha caído a ti”.

Miré hacia otro lado. Era un título que abrazaría con mucho gusto, si pudiera

conseguirme lo que necesitaba. Observé la luz del fuego que bailaba sobre el
acero
de la espada, ambos bordes igualmente afilados y brillantes.

"Hice lo que tenía que hacer."

“¿Todas esas cosas que me dijiste?. ¿Solo lo que tenías que hacer?”.

Me puse de pie, la espada todavía en mi mano. No iba a ser arrastrada por un

sendero de culpa.

"¿Quién te envió, Kaden?" Exigí. "¿Por qué estás aquí? ¿Fue Malich?.

Una sonrisa asqueada torció su labio.

"Dilo", dije.

"En caso de que no lo hayas notado, Lia, ese día nos superaban en número en
la

terraza. Apenas escapamos con nuestras vidas. Faiwel murió. También lo


hicieron

los otros guardias que lucharon a nuestro lado. Griz y yo nos las arreglamos
para

abrirnos camino hacia un portal en el nivel más bajo, y cerramos la puerta


detrás

de nosotros. Desde allí nos escondimos en varios pasajes abandonados


durante tres

días. Cuando no pudieron encontrarnos, asumieron que habíamos escapado


en

otra balsa ".

“¿Y cómo sabías lo que asumieron?. ¿O que hay un escuadrón enviado detrás
de
nosotros?”.

“Uno de los pasajes en los que nos escondimos estaba al lado de Sanctum
Hall.

Escuchamos las órdenes a gritos del Komizar, una de las cuales fue
encontrarte”.

Mis rodillas se convirtieron en agua. Miré a Kaden, la caverna de repente


giraba

con sombras. "Pero está muerto".

“A estas alturas ya podría estarlo. Estaba débil, pero Ulrix llamó a los
sanadores. Lo

estaban cuidando”.

Mis piernas cedieron y caí al suelo. Vi los ojos del Komizar perforarme, el
dragón se

negaba a morir.

“Lia”, susurró Kaden, “desátame. Por favor. Es la única forma en que puedo

ayudarte”. Se acercó más, hasta que nuestras rodillas casi se tocaron.

Traté de concentrarme, en cambio estaba oliendo la sangre salada que se


había

derramado a la terraza, viendo el brillo de los ojos de Aster, escuchando los


cánticos

de la multitud, sintiendo el helado agarre del cuchillo mientras lo sacaba de


su

funda, el día volviendo a la vida, la incredulidad que me había invadido, los

segundos que cambiaron todo, el Komizar cayendo al suelo, y mi ingenua


esperanza

hinchandose. Realmente podría haber terminado.

Las palabras, secas como tiza, yacían en mi lengua. Tragué saliva, buscando
saliva,

y finalmente logré un ronco susurro. “¿Qué les pasó a los demás, Kaden?.

¿Calantha, Effiera, los sirvientes?”.

Recité otra media docena de nombres, los que me simpatizaban, los que me

miraban con ojos esperanzados. Habían esperado algo de mí, que no


entregué. Una

promesa que todavía estaban esperando.

Su ceño se frunció. “Muy probablemente muertos. Los clanes que vitorearon


tu

sucesión en la plaza, sufrieron pérdidas. Fue un mensaje. No sé los números,


pero

al menos cien fueron sacrificados. Todo el clan de Aster, incluida Effiera".

Mis pensamientos giraron.

"¿Yvet y Zekiah?", Pregunté, sin saber si realmente quería saber la respuesta.


"¿Y

Eben?".

"No lo sé". Pero el tono de su voz tenía poca esperanza. Echó un vistazo a mi
regazo.

La espada todavía estaba sobre el.

Una parte de mí quería desatarlo, creer cada palabra que me había dicho, que
solo

estaba aquí para ayudarnos a escapar, pero la historia de Rafe no coincidía


con la

de Kaden.

Rafe había visto al Komizar muerto. Le había dicho a Sven que había visto el
cadáver

arrastrado.

La caverna se estremeció con un repentino grito. Escuché a Sven maldecir, y


los

gritos de los demás tratando de sujetar a Griz. El aleteo preocupado de los


pájaros

que se posaban por encima de nosotros, enviaron lluvias de escombros


arenosos.

Kaden levantó la vista como si algo más pudiera acechar en los suelos
oscuros sobre

nosotros.

“Desátame, Lia. Antes de que sea demasiado tarde. Te prometo que no estoy

mintiendo ".

Me puse de pie, sacudiéndome los pantalones, un dolor familiar floreció en


mi

pecho.

─Venda siempre viene primero.

Sus palabras de hace mucho tiempo brillaban intensamente. Si alguna palabra


era
cierta en el corazón de Kaden, sabía que eran esas.

Levanté la espada y presioné su filo contra su cuello.

"Puede que me hayas salvado la vida, Kaden, pero aún no te has ganado mi

confianza. Me importan todos estos hombres con los que viajo. No los
lastimaré".

Sus ojos ardieron de frustración.

Las cosas eran diferentes ahora. Había mucho más en juego, que solo mi vida
y

salvarla.

Estaban todos los que amaba en Morrighan, todos los que me importaban en

Venda, cada uno de los hombres en esta compañía con la que cabalgaba, y se

enredaban en cada pensamiento y movimiento que hacía. Tenían que formar


parte

de sus pensamientos también. Tenía que preocuparse como yo. Venda ya no


podía

venir primero para él. Ni siquiera yo podría venir primero.

****

Me acurruqué en los brazos de Rafe, el agotamiento nos alcanzó a los dos. Le

pregunté nuevamente sobre el Komizar, diciéndole lo que dijo Kaden.

Me dijo que no me preocupara, que el Komizar estaba muerto, pero vi su


vacilación

esta vez, antes de responder, la flojedad en su mandíbula, el momento


estancado
en que me dijo lo que necesitaba saber. Él estaba mintiendo. No había visto el

cuerpo arrastrado.

No estaba segura de si debería estar enojada con él, o agradecida. Sabía que
solo

estaba tratando de calmar mis miedos, pero no quería calmarme. Quería estar

preparada. No empujé el punto. El descanso era más imperativo para nuestra

supervivencia. Sus ojos estaban llenos de fatiga.

Estábamos acurrucados en un rincón oscuro de la ruina, que nos brindaba


solo una

pequeña cantidad de privacidad. Algunas losas caídas nos separaban de los


demás,

y del resplandor de la luz del fuego. Orrin tenía la primera guardia. Podía
escucharlo

pasearse por el suelo de grava a pocos metros de distancia.

Tal vez era el susurro de los pájaros en algún lugar, por encima de nosotros, o
el

lejano aullido de los lobos, lo que lo mantenía nervioso. O el hecho que el


Asesino,

ahora dormía entre nosotros. Tal vez por eso ninguno de nosotros podía
dormir.

Solo Griz parecía encontrarse en un sueño profundo, arrastrado a un mundo

oscuro, y lleno de sueños. Tavish dijo que si lograba pasar la noche, podría
tener

una oportunidad. No había nada más que ninguno de nosotros pudiera hacer.
CAPÍTULO CATORCE

KADEN

El ritmo de Orrin me estaba volviendo loco. Se hizo difícil escuchar otros


ruidos.

Cosas que debería escuchar. Rodé a mi lado, tratando de alcanzar la cuerda

alrededor de mis pies, pero los nudos estaban fuera de mi alcance. Me dolía
el

hombro por estar acostado durante horas en la misma posición. Por un


momento,

cuando le conté sobre el Komizar, pensé que Lia me desataría. Vi la lucha


detrás de

sus ojos. Vi nuestra conexión reavivarse. Luego cayó un muro. Era una Lia
más dura

que la que había conocido, feroz e inflexible, pero sabía lo que le habían
hecho, y

los horrores que había presenciado.

─¿Cómo se siente?.

La cuerda se clavó en mis muñecas. Adormeciendo los tobillos.

─Familiar, había querido responder.

Ser prisionero se siente familiar.

Era todo lo que había sido. Mi pasado se aferraba a mí hoy, tan fuertemente
como

cuando era un niño, mis opciones aún limitadas, mis pasos aún encadenados.
Mi vida había sido remendada con mentiras desde el día en que nací.

¿Cómo se siente?.

Viejo. Estaba cansado de las mentiras.

CAPÍTULO QUINCE

El final estaba a la vista. Justo delante, las estribaciones retrocedían y las


últimas

ruinas se derretían en la tierra. La majestad de los Antiguos se inclinó una vez


más

hacia el tiempo, que demostró ser el vencedor final. Me sentí aliviada, al ver
los

primeros destellos de praderas abiertas más adelante, amarillas con el


invierno. El

valle se había torcido mucho más de lo que había previsto, aunque parte de la

longitud, podría haber tenido que ver con la compañía entre la que cabalgaba.

Incluso cuando las palabras agudas no se mezclaron entre Rafe y Kaden, sentí
los

golpes de sus miradas oscuras.

Si alguna vez hubo tres jinetes que no coincidían, éramos nosotros: El


príncipe

heredero de Dalbreck, el Asesino de Venda, y la princesa fugitiva de


Morrighan.

Hijos e hija de tres reinos, cada uno empeñado en el dominio de los otros dos.
Si

nuestra situación no hubiera sido tan grave, habría echado la cabeza hacia
atrás y

me habría reído de la ironía. Parecía que si estaba en la ciudadela, o en el


desierto

lejano, siempre era atrapada en medio de fuerzas opuestas.

Griz no solo había sobrevivido la primera noche, sino que se había


despertado con

hambre. Tavish no dijo nada, pero vi su alivio y tal vez algo de su orgullo
perdido,

restaurado. Cada día, Griz se fortalecía, y ahora, después de tres días, su color
era

rubicundo, y la fiebre había desaparecido.

Tavish me preguntó sobre la cataplasma de thannis, que aplicaba a diario.


Compartí

lo que sabía sobre la hierba púrpura, incluida su breve pero mortal, fase
dorada,

cuando se sembraba.

Tomó la bolsa que le ofrecí, y señaló que evitaría las flores doradas si
encontraba

alguna. Griz le dijo que no se preocupara, que no encontraría ningún thannis


aquí.

Crecía solo en Venda. Ahora deseaba tener algunas de esas semillas doradas,

aunque solo fuera para plantar algunas en el jardín de Berdi.

A Kaden finalmente, se le permitió montar su caballo. Sus manos todavía


estaban
atadas, pero al menos al frente ahora. El escuadrón que había afirmado que
nos

estaba cazando, no se había materializado, pero la posibilidad aún nos


mantenía a

todos nerviosos.

Creía la historia de Kaden. Estaba segura que los demás también, aunque
Rafe no

admitiría nada. El hecho de que dejara que Kaden montara, fue suficiente
admisión.

Quería llegar a la seguridad del puesto avanzado lo antes posible.

Solo queda medio día de viaje, había estimado cuándo empacamos esta
mañana.

Sven estuvo de acuerdo.

El puesto avanzado de Marabella, era el punto de seguridad más cercano. Fue

nombrado por de una de sus reinas de antaño. Rafe dijo que había más de

cuatrocientos soldados estacionados allí, y que era fácilmente defendible.

Una vez allí, podríamos descansar, abastecernos de suministros, cambiar


nuestros

caballos, y continuar nuestro viaje con soldados adicionales. Con la muerte


del

Komizar, no había sentido la necesidad de regresar a Civica de inmediato,


pero

ahora, incluso con la pequeña posibilidad que él estuviera vivo, y pudiera


llevar a
cabo su plan para aniquilar Morrighan, la urgencia regresó.

Por mucho que me deleitara la idea de tener varios días de descanso con
Rafe, no

podiamos quedarnos mucho tiempo en el puesto avanzado. Morrighan tenía


que

ser advertido, no solo sobre el Komizar, sino también sobre los traidores que
lo

ayudaban.

Rafe tomó un largo trago de agua de su cantimplora.

"Asegúrate de beber, Lia". dijo distraídamente, mientras sus ojos


escudriñaban el

paisaje por delante. El nunca descansaba. No estaba segura que incluso


durmiera

la mayoría de las noches. El más mínimo ruido lo despertaba. Al traer a


Kaden y

Griz, a nuestra compañía, solo tenía más para hacer malabares, y el cansancio
se

reflejaba en su rostro.

Necesitaba una buena noche de sueño, una en la que no llevara el peso de la

seguridad de todos sobre sus hombros.

Se volvió hacia mí y sonrió inesperadamente, como si supiera que lo estaba

mirando.

“Casi estamos allí.” El azul helado de su mirada se demoró, encendiendo un


fuego
en mi vientre, que se extendió hasta los dedos de mis pies.

Sus ojos se volvieron a regañadientes hacia el camino que tenía por delante,
con la

guardia levantada.

Aún no estábamos allí. Continuó hablando mientras observaba nuestro


camino.

"Lo primero que voy a hacer es tomar un baño caliente y luego quemar estas
ropas

sucias y bárbaras".

Escuché a Kaden respirar hondo.

Detrás de nosotros habían bromas sobre las comodidades del puesto


avanzado.

"Lo primero que voy a hacer, es irrumpir en los ojos rojos del coronel
Bodeen".

Sven dijo alegremente, como si ya estuviera saboreando la cerveza ardiente


en su

garganta.

"Y levantaré algunas contigo", agregó Griz.

"Bodeen también tiene una despensa atractiva", agregó Orrin con admiración.

"Bárbara o no, la ropa te sirvió lo suficientemente bien", le disparó Kaden a


Rafe.

"Tuviste suerte de tenerlas".

Rafe dirigió una mirada fría sobre su hombro a Kaden.


"Así que ahí estas", respondió. "Al igual que tuviste suerte de que no te
separara la

cabeza del cuello, cuando te paré en Sanctum Hall".

Kaden solo devolvió el silencio.

Pero luego noté que había un extraño silencio melancólico, en todas partes.
Las

puntas de mis dedos hormiguearon. Una palidez repentina había caído, como
si

alguien me hubiera tapado las orejas. La sangre corrió a mis sienes. Gire la
cabeza,

escuchando.

Y luego, desde algún lugar lejano, el ronroneo satisfecho de un animal.

─ Eres nuestra.

Miré a Rafe. El movimiento a mi alrededor era suave y lento, y los pequeños


pelos

de mi cuello se levantaron.

"Para," dije suavemente.

Rafe detuvo su caballo, sus ojos ya estaban agudos y alertas.

"Esperen", dijo a los demás.

Nuestro grupo de ocho se aferró con incertidumbre, un nudo apretado en el

silencio.

Ocho pares de ojos buscaron las ruinas cercanas, y los estrechos espacios
intermedios.

Nada se agitaba.

Sacudí la cabeza, pensando que había alertado a todos innecesariamente.


Todos

estábamos nerviosos y cansados.

Y luego un aullido agudo partió el aire.

Giramos para mirar detrás de nosotros, nuestros caballos se empujaban y

brincaban, por su posición en nuestro estrecho círculo. Al final del largo


camino que

acabábamos de bajar, cuatro jinetes estaban equilibrados, todos igualmente

espaciados como si estuvieran listos para un desfile, o un avance.

"Rahtan", dijo Kaden. "Ellos estan aqui."

Estaban demasiado lejos para identificarse, pero claramente querían que los

viéramos.

“¿Solo cuatro?” Preguntó Rafe.

"Hay más. En algun lado."

Orrin y Jeb desengancharon sus arcos de sus mochilas. Rafe y Sven


lentamente

desenvainaron sus espadas.

Dejé a un lado mi capa y liberé mi cuchillo y mi espada.

"¿Por qué están sentados allí?".


Sonó otro grito penetrante, rebotando en las ruinas y levantandome carne de

gallina en los brazos. Giramos en la otra dirección para encontrar lo que era
casi

una imagen igual, de la que había detrás de nosotros. Seis jinetes, pero estos

estaban mucho más cerca.

Se sentaban como estatuas espaciadas uniformemente, frías y plantadas como


si

nada pudiera pasarlas.

"Maldita sea", dijo Sven en voz baja.

"Desátame", susurró Kaden. "Ahora."

“¿Qué están esperando?” Preguntó Rafe.

"A ella", respondió Griz.

"Prefieren llevarla viva, que arrastrarla a la muerte", explicó Kaden.

"Te están dando la oportunidad de entregarla antes de que nos maten".

Orrin gruñó. "Están asumiendo que seremos los asesinados".

Era una suposición razonable. Reconocí a dos de ellos por su largo cabello
blanco.

Trahern e Iver, los más viles Rahtan. Nos superaron en número, sus diez
hombres

sanos y bien armados contra nuestros ocho, tres de los cuales estaban heridos,

incluida yo misma.

Rafe miró a ambos lados, observando las ruinas desmoronadas, pero era
evidente

que ninguna ofrecía posiciones rápidas y defendibles.

"Si haces el más mínimo movimiento, cargarán", advirtió Kaden.

"¿Algo más que debamos saber?", Preguntó Rafe.

“No tienes mucho tiempo. Saben que estamos hablando”.

"Formación clave", ordenó Rafe, manteniendo su voz baja y tranquila.

“Tomamos los seis primero, luego Jeb y Tavish se duplican conmigo. Solo
cuando

dé la palabra. Griz, suelta a Kaden a mi señal”.

"Orrin, derecha", dijo Tavish. "Jeb, izquierda".

Los caballos patearon, sintiendo el peligro.

"Mantente firme", susurró Sven.

Trabajaron juntos como una máquina suave, intercambiando algunas palabras


más,

su enfoque cincelado permaneció en el Rahtan, mientras hablaban.

Rafe finalmente se volvió hacia mí, su cansancio desapareció, sus ojos


feroces por

la batalla.

“Lia, haz un alarde de guardar tu espada. Vas a avanzar como si te


estuviéramos

rindiendo ". Se volvió para mirar a los jinetes detrás de nosotros, luego de
vuelta a
mí. "Despacio. Por delante cinco largos. No más. Luego te detienes. ¿Lista?".

Sus ojos se clavaron en mí, un latido más largo del que teníamos tiempo.

─ Créeme. Todo saldrá bien. Te amo.

Cien cosas brillando en su mirada que no tenía tiempo de decir.

Asentí y avancé. El tiempo se convirtió en jarabe, cada cazco se amplificó,


una

longitud se convirtió en una milla.

Puse mis ojos en el Rahtan adelante, como si eso los mantuviera en su lugar.

No se movieron, esperando que yo fuera hasta ellos.

Sí, Trahern e Iver, ahora también podía reconocer a Baruch, Ferris y Ghier,
que

antes solo eran crueles guardias, ahora elevados para cabalgar con el Rahtan.

El sexto no lo conocía. Pero Malich no estaba entre ellos. Si él no estaba


aquí, tal

vez él era el único que gobernaba Venda ahora.

Envainé mi espada como Rafe había ordenado, pero el cuchillo todavía estaba
en

mi mano, escondidos detrás del pomo de la silla. Dos largos. Sus caballos
brincaban

impacientes. Tres largos. Se miraron unos a otros, victoriosos. Cuatro largos.


Estaba

lo suficientemente cerca como para ver sus caras. Cada uno brillaba de
satisfacción.
Trahern se adelantó para encontrarse conmigo. Otro paso. Cinco largos.
Detuve mi

caballo.

"Sigue viniendo, niña", llamó.

No me moví.

Una pregunta cruzó su rostro solo brevemente, antes del grito de batalla de un

príncipe guerrero, que rompió el aire.

El suelo tembló con el retumbar de los cascos. Carne y sombras, pasaron


volando a

mi lado.

El Rahtan corrió, para encontrarse con ellos, Trahern liderando la manada.

Rafe maniobró delante de mí para bloquearlo. Las espadas destellaron y las


hachas

se balancearon.

Mi caballo giró en la confusión, retrocediendo. Trabajé para recuperar el


control.

Las flechas volaron, su suave silbido cantaba más allá de mis oídos. El
Rahtan que

había estado detrás, ahora también corrió hacia nosotros, pero luego Rafe y
Tavish

retrocedieron, flechas volando en la otra dirección, un círculo de batalla


conmigo

en el centro. El polvo se levantó en las nubes, y el arco de muerte de las


espadas
resonó en el aire.

Griz se balanceó poderosamente, incluso con su lado débil, derribando a Iver.

Kaden luchaba a su lado, con las manos libres por primera vez en días. La
sangre los

salpicó a los dos, pero no estaba segura de quién era la sangre.

Kaden giró sobre su caballo, matando a Baruch con una puñalada brutal en la

garganta, sacando la espada y, en el mismo movimiento, bloqueando un


ataque de

Ferris.

Ghier avanzó hacia Sven desde atrás, y arrojé mi cuchillo, golpeándolo en el


centro

del cuello. Di vueltas, el cuerpo a cuerpo venía de todos lados, y metí mi


espada en

otro Rahtan mientras atacaba a Orrin. Su armadura de cuero desvió la hoja,


pero

fue suficiente distracción para que Orrin pudiera sacarlo de su caballo.

Saqué un segundo cuchillo de mi cinturón, luego escondido en las ruinas, un

destello. Color. Algo más me estaba devolviendo la mirada. Movimiento.


Cargando.

Un caballo corrió hacia adelante, con Ulrix guiándolo hacia mí. Levanté la
espada,

pero él ya estaba sobre mí, el costado de su caballo embistió a mi caballo, el

impacto hizo que mi animal tropezara, y la espada volara.


Su caballo todavía estaba chocando con el mío, sin darme tiempo para

reposicionarme, o ganar control, cada parte de nosotros, silla y estribo,


parecían

enredados. Todavía tenía el cuchillo apretado en mis manos y corté su brazo,

encontrándome solo con una muñequera de cuero. Volví a cortar por algo
más vital,

pero él me bloqueó con su espada y me tiró a su caballo con la otra mano,


con un

solo tirón violento. El pomo de su silla se estrelló contra mi estómago como


un

puño, y me dejó sin aliento, golpeando una y otra vez, mientras me montaba
en su

caballo sobre el estómago. No podía respirar, pero sabía que se estaba yendo.

Estábamos desapareciendo en las ruinas. Traté de forzar el aire de regreso a


mis

pulmones para rodar, y liberar el brazo inmovilizado debajo de mí, busqué

desesperadamente algo con lo que golpearlo. ¿Dónde estaba mi cuchillo?.

Aire. Necesitaba aire Sus dedos halaron mi cabello, tirando de mi cabeza


hacia

atrás.

“Todo lo que necesito es tu cabeza, princesa. La decisión es tuya. Sometete o

piérdela”.

Jadeé, mis pulmones finalmente se llenaron y liberé mi brazo inmovilizado,


algo
duro todavía en mis manos. Corté hacia arriba. Golpeó mi mano y envió el
cuchillo

volando, pero ya era demasiado tarde. La hoja había dejado una línea de
sangre

que brotaba de su clavícula hasta su oreja.

Rugió de dolor, agarró mi brazo con una mano y levantó su espada con la
otra. No

tenía influencia en el movimiento, no había forma de empujar, no había


manera de

proteger mi cuello de su espada, y luego se fue.

Ido. El cuerpo arrugado de Ulrix yacía en el suelo. Su cabeza cayó por la


pendiente

de una roca. Rafe dio la vuelta, envainando su espada ensangrentada. Se


acercó,

me cogió por la cintura y tiró de mí, de lado sobre su silla.

Su corazón latía contra mi hombro. Sus respiraciones eran desiguales por el

esfuerzo de la batalla. Me giré para mirarlo. Sangre manchada y sudor,


brotaban de

su rostro. Me atrajo hacia él, sosteniéndome tan fuerte, que no había


posibilidad

de que me escapara.

"¿Estás bien?", Dijo en mi cabello.

Mis palabras se ahogaron en el fondo de mi garganta.

"Rafe", fue todo lo que pude decir.


Su mano acarició mi cabeza, aplastó mi cabello, su respiración se calmó
mientras

me sostenía.

"Estás bien", repitió, esta vez parecía, más para sí mismo que para mí.

****

Los Rahtan estaban muertos, pero nuestro grupo había sufrido más heridas.

Cuando volvimos a los demás, Tavish tenía una herida en la frente, que
rechazó sin

importancia, envolviéndose la cabeza con una tira de tela para mantener la


sangre

fuera de sus ojos. Jeb yacía en el suelo, con la cara húmeda y cerosa. Mi
corazón se

apretó, pero Kaden me aseguró que no era fatal. Cuando el caballo de Jeb, fue

alcanzado por el golpe de una espada, había sido lanzado, y su hombro estaba

dislocado. Jeb tembló mientras le cortaban la camisa, para que pudieran ver
su

herida.

"Esa era mi camisa favorita, salvajes", dijo, tratando de sonreír, pero sus

respiraciones estaban tensas y solo una agonía se registraba en su rostro. Me


dejé

caer a su lado, cepillando su cabello hacia atrás. "Te compraré una docena
más".

Dije.
" Cruvas de lino", especificó. "Es el mejor".

"Cruvas serán".

Hizo una mueca y miró a Rafe. "Manos a la obra."

Todos miramos su hombro. Era más que una dislocación.

Algo se había roto dentro. La piel se hinchó de púrpura y azul, y la lesión


anterior

que Tavish había cosido, estaba sangrando nuevamente.

Tavish asintió a Orrin y Kaden. Lo sujetaron hacia abajo mientras Rafe


giraba el

brazo de Jeb hacia un lado, ligeramente hacia arriba, luego tiraba. El grito de
Jeb

fue lleno y gutural, haciendo eco a través del valle. Se me revolvió el


estómago.

Después, sus ojos permanecieron cerrados, y pensé que se había desmayado,


pero

cuando recuperó el aliento, me miró y dijo: "No escuchaste eso".

Le limpié la frente. "No escuché nada más que salvajes, arrancando una
camisa

perfectamente fina".

Hicimos un cabestrillo para su hombro, con el saco de dormir de un Rahtan


muerto,

y Jeb fue ayudado a subir a uno de los caballos Vendan, el suyo ahora muerto
en el

camino, y despojado de sus pertenencias.


Estábamos en camino de nuevo, todos salpicados de sangre, Griz
favoreciendo

nuevamente su lado herido, haciéndome temer que se le hubieran soltado los

puntos.

El muerto Rahtan yacía disperso, una escena espantosa de hombres


masacrados,

algunos despojados de sus ropas necesarias.

Cuando tomamos los suministros que necesitábamos de sus cadáveres, me


sentí

como un carroñero, del tipo que Gaudrel y Morrighan temían.

Recé para que no hubiera más Rahtan al acecho en otra ruina.

Parecía que nunca estaríamos fuera de este infierno.

Lloro y caigo de rodillas,

incapaz de continuar,

llorando por los muertos,

llorando por las crueldades,

y un susurro me llama desde lejos,

Tu eres fuerte,

Más fuerte que tu dolor

Más fuerte que tu pena

Más fuerte que ellos.


Y me obligo a ponerme de pie otra vez.

—Las palabras perdidas de Morrighan.

CAPÍTULO DIECISÉIS

RAFE

No pude desterrar la vista del bárbaro, que tiraba de la cabeza de Lia por su
cabello,

levantando su espada, y en el destello de ese momento, vi al


cazarrecompensas de

Terravin nuevamente, con sel cuchillo en su cuello, pero esta vez yo sabía
que iba

a morir. Estaba muy lejos. El terror me había agarrado. Nunca llegaría a


tiempo.

Entonces, de alguna manera lo hice. De alguna manera estuve allí. Mi alcance


más

largo, mi avance más rápido que nunca. Ella cabalgaba conmigo ahora, se

acomodaba en mi silla, contra mí.

Cuando les dije a los demás que ella viajaría conmigo, yo no expliqué por
qué. Nadie

preguntó. Los caballos adicionales estaban atados detrás de nosotros.

Solo habíamos regresado al camino durante una hora, cuando vimos polvo en
la

distancia, y luego un escuadrón. Se extendieron. También nos habían visto.

Diablos del infierno. ¿Cuánto más podríamos asumir?. Había al menos treinta
de
ellos, y estábamos atrapados en una llanura abierta, las ruinas detrás de
nosotros.

Levanté la mano y nuestro convoy se detuvo. Escuché el murmullo de


murmullos

detrás de mí.

Benditos dioses.

Jabavé.

Madre de demonios.

¿Que hacemos ahora?.

La orden de dar la vuelta e intentar regresar a las ruinas estaba en mis labios,

cuando vi algo en la nube de polvo.

"Su Alteza", dijo Sven, impaciente por una orden.

Algo azul. Y negro.

"Una pancarta", dijé. "¡Son nuestros!".

Estallaron gritos de alivio, pero luego todos vimos lo mismo cuando


galoparon más

cerca. Lanzas apuntando, armas desenfundadas. No había duda de su


intención,

mientras cargaban hacia nosotros. No sabían quiénes éramos. Agitamos


nuestros

brazos, pero no se detuvieron.

"Algo blanco!" Grité.


Cuando se dieran cuenta de quiénes éramos, al menos uno de nosotros estaría

empalado. Pero no había un pedazo de blanco entre nosotros para saludar.

"Nuestras capas", dijo Lia, y luego más fuerte, "¡Nuestras capas son
Vendan!"

Las mantas de silla que usamos estaban tejidas en colores y patrones de


Vendan.

En lo que a ellos respecta, éramos un escuadrón bárbaro. ¿Quién más estaría


aquí

afuera?.

"¡Arroja las mantas!", Grité.

La patrulla disminuyó la velocidad como si estuvieran hablando, pero sus


armas

todavía estaban apuntadas.

Cuando estuvimos a poca distancia, nos identificamos, con nuestras manos en


el

aire, como soldados de Dalbreck. Se acercaron con cautela, luego se


detuvieron a

seis metros de distancia, todavía listos para atravesarnos.

Ordené a todos que desmontaran, y mantuvieran sus manos a la vista, y sin


armas.

Ayudé a Lia a bajar, luego Sven y yo, dimos un paso adelante.

"Malditos tontos", gritó Sven. "¿No conocen a su propio príncipe cuando lo


ven?."

Entre nuestra mugre, y nuestra ropa salpicada de sangre, no hubiera esperado


que

nadie nos reconociera.

El capitán entrecerró los ojos. “¿Coronel Haverstrom?. ¿Sven?”.

Escuché un suspiro colectivo de los demás. Mis músculos se aflojaron por


primera

vez en semanas. Ya casi estábamos en casa.

"Así es, tonto", dijo Sven, su tono lleno de alivio.

"Y, por mucho que parezca un perro callejero, el Príncipe Jaxon", añadí.

El capitán me miró extrañamente, luego miró a los soldados a cada lado de él.

Desmontó y dio un paso adelante para encontrarse conmigo. Su expresion era

sombría.

"Capitán Azia", dijo, presentándose. "Todo el ejército de Dalbreck le ha


estado

buscando ..."

Algo sobre su expresión estaba muy mal.

Y luego cayendo sobre una rodilla, agregó:

"Su Majestad".

CAPÍTULO DIECISIETE

El momento se extendía tan largo y frágil, como tela de araña soplada, tensa
en el

viento.
Más. Imposible.

Los ojos de Sven se llenaron de lágrimas. Tavish miró hacia abajo. Orrin y
Jeb

intercambiaron una mirada de complicidad. Incluso Kaden y Griz se


congelaron,

aunque yo no estaba segura de si entendían lo que significaban las palabras


del

capitán.

Los jóvenes soldados a ambos lados del capitán parecían confundidos. Ni


siquiera

ellos lo sabían. Un dolor feroz se apoderó de mi corazón, mientras todos


esperaban

ver qué haría Rafe. Un momento cruel.

Pero era solo suyo, y suyo para terminarlo.

Su Majestad.

Solo tenía una media vista de la cara de Rafe, pero fue suficiente.

Miró al capitán como si realmente no lo viera. Solo el apretar de su


mandíbula,

todavía manchada de tierra y sangre, reveló algo. Y el lento movimiento de


su puño.

Cada pequeño gesto controlado, me decía que la noticia lo golpeó duro, pero

estaba bien entrenado.

Preparado. Sven probablemente lo había estado preparando para este


momento,
desde que era un niño. Rafe haría lo que fuera requerido de él, tal como lo
había

hecho cuando vino a Morrighan a casarse conmigo.

Después de dos respiraciones medidas, asintió con la cabeza al capitán.

"Entonces has cumplido con tu deber".

Un príncipe, en un momento y unas pocas palabras después, ahora un Rey.


Rafe le

indicó al capitán que se levantara y dijo en voz baja: "¿Cuándo?".

Fue solo entonces que Sven puso una mano sobre el hombro de Rafe.

El capitán dudó, mirándonos al resto, sin saber si podía hablar libremente.

Rafe miró a Kaden y Griz, luego les pidió a Tavish y Orrin que los llevaran a
caminar.

Puede que les hubiera confiado una espada, pero no los secretos de su reino.

“Sucedió hace unas semanas, explicó el capitán, solo unos días después de la

muerte de la reina”.

La corte interior estaba tambaleándose, y se había decidido mantener en


secreto

la muerte del rey. Sin nadie en el trono, y el príncipe heredero desaparecido,


el

gabinete quería contener las noticias ante los reinos vecinos, que Dalbreck no
tenía

un monarca.

Explicaron la falta de apariciones públicas del rey como duelo por la reina.
Los ministros del gabinete, gobernaban discretamente, mientras se lanzaba
una

búsqueda desesperada del príncipe. Con la desaparición de los altos oficiales


junto

con él, asumieron que estaba vivo, pero atrapado en una represalia no
autorizada,

pero bien merecida contra Morrighan.

Todo el reino todavía estaba furioso por la ruptura del contrato, y querían

represalias. Cuando registraron la oficina de Sven, encontraron mensajes


enviados

por el príncipe a Sven, sobre una reunión en Luiseveque, pero no pudieron

encontrar nada más que las órdenes de Sven, para que Tavish, Orrin, y Jeb,
también

se reunieran allí. Temían que hubieran sido descubiertos, y arrojados a una de


las

cárceles de Morrighan, pero las investigaciones cuidadosas no revelaron


nada. Era

como si todos se hubieran desvanecido en el aire, pero la esperanza nunca se

perdió. Sus habilidades eran conocidas.

Cuando el capitán terminó, fue el turno de Rafe para explicar.

"Te contaré mientras viajamos", le dijo Rafe, diciendo que estábamos


cansados,

hambrientos, y algunos de nosotros necesitábamos atención médica.

"¿Y esos dos?", Preguntó el capitán, señalando a Griz y Kaden en la


distancia.

La esquina de la boca de Rafe se apretó. Me tensé, esperando ver cómo los


llamaría.

Bárbaros?. Prisioneros?. Parecía inseguro a sí mismo. Recé para que no dijera


Ratan

o Asesino.

"Vendans", respondió. “En quién podemos confiar moderadamente por ahora.


Los

vigilaremos de cerca".

─ Confiar moderadamente?.

Acababan de ayudar a salvar nuestras vidas. Por segunda vez. Pero sabía que
lo

habían hecho, no para beneficio de Rafe, o de Dalbreck, solo mío, así que a

regañadientes también comprendí su precaución.

La expresión del capitán se volvió dura, y una línea profunda se arrugó entre
sus

cejas. “Un pelotón nuestro ha estado desaparecido por semanas. Hemos


estado

cazando hombres como ...”

"El pelotón está muerto", dijo Rafe rotundamente. "Todos ellos. Vi sus armas

ensangrentadas, y objetos de valor traídos al Komizar. Esos dos no estuvieron

involucrados. Como dije, lo explicaré mientras viajamos ".

El capitán palideció. ¿Un pelotón entero muerto?. Pero no hizo más


comentarios,

cumpliendo con el deseo de Rafe, de explicar mientras cabalgaban.

Me lanzó una última mirada de reojo, pero fue demasiado educado, para

preguntarme quién era. Seguramente me había visto montando frente a Rafe


en

su caballo, y probablemente asumió algo desagradable.

No quería avergonzar a Rafe o al capitán con la verdad en este momento.


Todos

habíamos escuchado lo que dijo acerca de la ira que aún alimentaban hacia

Morrighan, pero cuando el capitán regresó a su caballo, sus soldados también


me

miraron con curiosidad.

Con los restos de mi vestido de clan, y mi piel aún salpicada de sangre,


seguramente

parecía una salvaje bárbara a sus ojos. ¿Qué demonios hacía su rey
cabalgando

conmigo?.

Las miradas y vistazos, no escaparon de Rafe. Bajó la vista y sacudió la


cabeza.

Sí, tenía mucho que explicar.

*****

Ni siquiera tuve un momento pasajero para sostener a Rafe. Para decirle


cuánto lo
sentía. Para transmitir cualquier tipo de pena en absoluto. El convoy se
reanudó de

inmediato. Tal vez era mejor para Rafe tener la oportunidad de absorber la
noticia,

sin que mis palabras agitaran aún más sus emociones.

Había conocido a su padre una vez. Brevemente. Era un anciano que subía
los

escalones de la ciudadela, cojeando, y necesitaba ayuda. Esa vista había


enviado el

terror a través de mí. Tenía la edad suficiente para ser el padre de mi padre.

Había asumido lo peor acerca de la edad del príncipe, aunque ahora lo sabía,
no

habría importado la edad, o la juventud del rey Dalbreck. Mi terror estaba

enraizado en la realidad de ese hombre llegando a Civica, para firmar


acuerdos de

matrimonio. Al verlo, vi mis elecciones aplastadas, mi voz silenciada para


siempre

en un reino extranjero, del que sabía muy poco.

Era una propiedad para ser intercambiada, como un carro lleno de vino,
aunque

quizás menos valioso y ciertamente mucho menos disfrutable.

─Silencio, Arabella, lo que tienes que decir no importa.

Sabía que este rey tenía que tener una cualidad redentora, para que Rafe lo
amara,
y para que Sven se desgarrara por las noticias, pero no podía olvidar que este
rey

también le dijo a su hijo: ─Toma una amante después de la boda, si ella no te

conviene.

Solo por el bien de Rafe podría llorarlo.

Con treinta soldados para escoltarnos ahora, había sugerido que montara mi
propio

caballo, más atrás en nuestra caravana. Sabía que sería un viaje más cómodo
para

todos los interesados si no estaba allí, cuando Rafe y Sven trataran de


explicar,

dónde habían estado durante los últimos meses.

¿Qué tan enojado estaría Dalbreck, por haber sido la causa de la desaparición
de

su príncipe?. Ya había escuchado el tono, con el que el capitán dijo


Morrighan,

como si fuera veneno para escupir. El viento se levantó, fresco y crujiente.

Extrañaba el calor de Rafe a mi espalda, la comodidad de sus brazos a mi


alrededor,

el empujón de su barbilla a un lado de mi cabeza. Mi cabello apestaba a


aceite,

humo y tierra, incluso al río que casi nos había matado a los dos, y aun así se
había

acurrucado cerca, como si oliera a flores, como si no le importara si yo era, o


alguna
vez fui, un princesa adecuada.

“Rafe parecía sorprendido. ¿Supongo que la mala salud del rey fue una de sus

mentiras también?”.

No me había dado cuenta de que Kaden había venido junto a mí.


Probablemente

había estado contando las mentiras desde que lo dejé en la terraza.

Lo miré, sus hombros caídos. Gastado. Pero el cansancio que vi en sus ojos
provenía

de otro lugar, de palabras que había grabado en trozos de su carne, un día


calculado

tras otro. Mis palabras. Luché por una defensa, pero no había más enojo en su

expresión, y eso me dejó vacía. No me dio nada contra lo que luchar. No me

quedaban piezas para jugar.

"Lo siento, Kaden".

Su labio se alzó en una expresión de dolor, y sacudió la cabeza, como para


evitar

más disculpas de mi parte.

"He tenido tiempo para pensarlo", dijo. "No hay ninguna razón por la que
debí

haber esperado la verdad de ti. No cuando fui yo, quien mintió y te traicionó
por

primera vez en Terravin”.

Eso era cierto. Me había mentido y traicionado, pero de alguna manera mi


mentira

parecía el mayor crimen.

Había jugado con su necesidad de ser amado. Había escuchado con simpatía
sus

secretos más profundos y dolorosos, que nunca había compartido con nadie.

Me dejó entrar en un rincón crudo de su alma, y lo usé para ganarme su


confianza.

Suspiré, demasiado cansada para analizar la culpa, como fichas en un juego


de

cartas. ¿Importaba si mi pila era más grande, o la suya?.

“Eso fue hace una vida, Kaden. Eramos personas diferentes entonces. Ambos

usamos mentiras y verdades para nuestros propios propósitos".

“¿Qué hay de ahora?”.

Lo vi extendiéndome tentativamente la verdad, un tratado escrito en el aire


entre

nosotros. ¿Era posible la verdad?. Ya no estaba segura de qué era, o si ahora


era el

momento para hacerlo.

“¿Qué es lo que quieres, Kaden? No estoy segura de por qué estás aquí ".

Su cabello rubio era azotado por el viento. Entrecerró los ojos en la distancia,
pero

no hubo palabras. Vi la lucha, su búsqueda de la falsa calma que siempre


pintaba
en su rostro.

"Tú eres el que acaba de proponer la verdad", le recordé.

Una sonrisa angustiada tiró de su boca..

"Todos esos años ... no quería ver al Komizar por lo que era. Me salvó de un

monstruo, y me volví tan motivado como él. Estaba listo para hacer que un
reino

entero pagara por los pecados de mi padre, un hombre que no he visto en más
de

una década. He pasado la mitad de mi vida esperando el día en que muríera.

Bloqueé las bondades de cada persona que conocí en Morrighan, diciendo


que no

importaba. Fue el costo de la guerra. Mi guerra. Nada más importaba”.

"Si lo odiabas tanto, Kaden, ¿por qué no mataste a tu padre?. Hace mucho
tiempo.

Eres un asesino. Para ti hubiera sido un asunto bastante fácil”.

Se aclaró la garganta y su mano apretó las riendas.

"Porque no era suficiente. Cada vez que imaginaba que mi cuchillo le cortaba
la

garganta, no me daba lo que necesitaba. La muerte era demasiado rápida.


Cuanto

más planeaba para ese día, más quería. Quería que sufriera. Que supiera.
Quería

que viera todo lo que me había negado, deslizarse de sus dedos, pieza por
pieza.
Quería que muriera de cien maneras diferentes, lenta, agonizante, día a día,
como

lo hice cuando rogaba en las esquinas, aterrorizado de no traer lo suficiente


para

satisfacer a los animales a los que me vendió. Quería que sintiera un latigazo
tan

agudo, como el que me dió ”.

"Dijiste que fueron los mendigos los que te golpearon".

"Lo hicieron, pero solo después de que él puso las primeras marcas, y esas
fueron

las más profundas".

Me estremecí ante la crueldad que había sufrido, pero el horror de cuánto


tiempo

había planeado, y ansiando venganza, me dejó un nudo repugnante en la


garganta.

Tragué. "¿Y todavía quieres eso?".

Él asintió sin dudarlo. "Sí, todavía lo deseo muerto, pero ahora hay algo que
quiero

aún más". Se volvió para mirarme, las líneas preocupadas se desplegaban en


sus

ojos.

"No quiero que mueran más inocentes. El Komizar no perdonará a nadie, ni a

Pauline, Berdi, Gwyneth, o a nadie. No quiero que mueran, Lia ... y no quiero
que
mueras ". Me miró como si ya pudiera ver la palidez de la muerte en mi
rostro.

Se me revolvió el estómago. Pensé en las últimas palabras que Venda me


había

dicho, los versos faltantes que alguien había arrancado del libro:

─Jezelia, cuya vida será sacrificada.

No había compartido ese verso con nadie. Algunas cosas había que
mantenerlas

ocultas y secretas por ahora. La verdad todavía estaba lejos para mí.

"Es todo un reino en peligro, Kaden. No solo los pocos que conoces”.

“Dos reinos. También están los inocentes en Venda”.

Me picaron los ojos al pensar en Aster, y en los que fueron asesinados en la


plaza.

─ Sí, dos reinos en peligro.

La ira burbujeó dentro de mí ante la intriga del Komizar y el Consejo.

"Los clanes merecen más de lo que se les ha dado", dije, "pero una amenaza
terrible

crece en Venda, una que debe ser detenida". “No sé cómo hacer que todo
funcione,

pero lo intentaré".

"Entonces necesitarás ayuda. Lia, no tengo nada a lo que volver, mientras el

Consejo esté en el poder. Y soy tan odiado en mi casa natal de Morrighan


como en
Venda. Ya ni siquiera puedo volver a los campos de Vagabudos. Si estoy
contigo ...”.

“Kaden—”

"No hagas más de lo que es, Lia. Queremos lo mismo. Te estoy ofreciendo mi
ayuda.

Nada mas.".

Y esa era la verdad que Kaden estaba tratando de creer.

─Nada mas.

Pero lo que vi en sus ojos, era más. Todavía había tanta necesidad en él.

Sería un camino difícil de navegar para mi. No quería engañarlo, o lastimarlo

nuevamente. Aún así, me estaba ofreciendo algo que no podía rechazar.


Ayuda.

Y un asesino de Venda a mi servicio, tenía un valor incuestionable.

Cómo me gustaría ver la reacción del gabinete ante eso, especialmente al


Canciller

y al Erudito. Queriamos lo mismo.

“Entonces dime qué sabes sobre los planes del Komizar. ¿Con quién más en
el

gabinete Morrighese estaba conspirando, además del Canciller y el Erudito?”

Sacudió la cabeza. “El único que conozco es el Canciller. El Komizar se


guardó esos

detalles para sí mismo: Compartir sus contactos clave regalaría demasiado


poder.
Él solo me habló del Canciller porque tuve que entregar una carta en su
mansión

una vez. Tenía trece años y era el único Vendan que podía hablar Morrighese
sin

acento. A la criada que me abrió la puerta, me le parecería a cualquier otro

mensajero,”

"¿Qué decía la carta?".

“Estaba sellada. No la leí, pero creo que era una solicitud de más Eruditos.
Unos

meses después, varios llegaron al Santuario ”.

Más y más, había estado pensando, cuántos habían conspirado con el


Komizar,

además del Canciller y el Erudito. Había estado pensando en la muerte de mi

hermano y estaba segura que no fue un encuentro casual. ¿Qué estaba


haciendo

todo un batallón de Vendans tan lejos de la frontera, en primer lugar?. No

marchaban a un puesto avanzado, o a un reino, y tan pronto como mi


hermano y

su compañía estuvieron muertos, se dieron la vuelta y se fueron a casa.

Estaban al acecho, tal vez inseguros de cuándo ocurriría el encuentro, pero de

alguna manera sabían que la compañía de mi hermano se acercaba. ¿Habían

enviado a alguien por adelantado, desde Morrighan?.

La matanza fue planeada. Incluso cuando me encontré con el chievdar en el


valle,

él nunca expresó sorpresa al encontrarse con el pelotón de hombres. ¿Podría


la

traición en Morrighan, haber llegado incluso a las filas de los militares?.

Un galope repentino y duro cortó el aire. Un soldado rodeó su caballo a mi


lado.

"¿Señora?". La palabra era rígida en su lengua, como si no estuviera seguro


de

cómo llamarme. Se esforzó por mantener la insinuación fuera de su tono. Era


obvio

que Rafe aún no le había contado todo al capitán.

"¿Sí?"

“El rey desea que vengas a su lado. Casi estámos allí."

El rey. Esta nueva realidad se sacudió debajo de mis costillas. Los próximos
días

iban a ser difíciles para Rafe. Además de lidiar con su dolor, estaría bajo
tanto

escrutinio como yo lo estaría. Esto podría cambiarlo todo. Nuestros planes.


Mis

planes. No había forma de evitarlo.

Volví a mirar a Kaden.

"Hablaremos más tarde".

Él asintió, y seguí al soldado al frente de la caravana.


****

Miré a Rafe, pero no podía imaginarlo sentado en un trono. Solo podía verlo
en el

lomo de un caballo, un soldado, con la piel bronceada, y el cabello soplado


por el

viento, fuego en los ojos, intimidación en su mirada y una espada en la mano.


Ese

era el Rafe que conocía.

Pero ahora era más que eso. Él era el gobernante de un poderoso reino, y ya
no el

heredero aparente. Sus párpados estaban pesados, como si todos sus días
perdidos

de sueño, finalmente lo estuvieran superando. Ningún hombre, ni siquiera


uno tan

fuerte como Rafe, podría estar sin descansar para siempre.

El capitán cabalgó al otro lado de él, consultando con un soldado. No sabía


cómo

Rafe había explicado su larga ausencia. Estaba segura que la mayoría de los
detalles

de Terravin, habían quedado fuera. ¿Qué le importaba a un capitán que una

doncella de taberna sirviera a un granjero?.

Rafe se volvió, sabiendo que lo estaba mirando, y sonrió.

"Baños calientes para los dos, lo primero".

¿Era malo para mí, desear que pudiera ser un solo baño caliente, para los
dos?.

¿Unas horas bendecidas donde podríamos olvidar que existía el resto del
mundo?.

Después de todo lo que habíamos pasado, ¿no teníamos derecho a eso?.


Estaba

cansada de esperar al mañana, las esperanzas y los quizas.

"¡Ahí está!". Escuché a Orrin decir desde algún lugar delante de nosotros.

Miré y vi una estructura que se elevaba sobre una suave loma en la distancia.
Dos

soldados galoparon delante de nuestro grupo para anunciarnos. ¿Esto era un

puesto avanzado?.

"¿Esa es Marabella?", Le dije a Rafe.

"¿No es lo que esperabas?".

De ningún modo. Esperaba un mar de carpas. Quizás algunas barricadas de


madera.

Tal vez una fortificación de césped. Este era el Cam Lanteux, después de
todo, y no

se permitían estructuras permanentes aquí. No era solo un entendimiento, era

parte de un tratado muy antiguo.

En cambio, lo que vi fue una estructura de piedra en expansión, con


relucientes

paredes blancas, ágiles y elegantes, extendiéndose como hermosas alas de


cisne,
desde una torre de puerta alta.

A medida que nos acercábamos, vi carros y carpas, agrupados en grupos


fuera de

las paredes. Una ciudad por derecho propio.

"¿Qué es todo eso?".

Rafe explicó, que el perímetro exterior del puesto avanzado, servía como un
refugio

seguro, y un punto de parada para los comerciantes que se dirigían a otros


reinos.

Los vagabundos también se refugiaban cerca de sus paredes, especialmente


en

invierno, cuando los climas del norte eran demasiado duros. Aquí podían
establecer

parcelas y cultivar verduras de invierno. Y hubo quienes vinieron a ejercer su

comercio con los soldados, ofreciendo comida, baratijas y diversiones de


varios

tipos. Era una ciudad en constante cambio, a medida que los comerciantes
iban y

venían. El sol todavía estaba alto, y la extensión ascendente de la pared de


piedra,

brillaba contra la tierra oscura, recordándome algo mágico, como en los


cuentos

de los niños. La puerta se abrió y la gente la inundó, no todos ellos soldados.


Más

abarrotaron los muros de la torre, ansiosos por echar un vistazo. La noticia


había

llegado, y probablemente ninguno de ellos podía creerlo. El príncipe perdido


fue

encontrado. Los comerciantes curiosos de los vagones cercanos, se acercaron


a las

puertas, para ver de qué se trataba el alboroto. Una hilera de soldados los
retuvo,

haciendo que el camino estuviera despejado, para que pudiéramos entrar.

Parecía que si había una cosa a la que estaba destinada, era hacer primeras

impresiones desalentadoras y sucias, ya fuera la primera vez que entré en la

taberna de Berdi, mi entrada en Sanctum Hall, u hoy, a conocer a los paisanos


de

Rafe por primera vez.

Sentía la pegajosidad en mi cuello, la arena detrás de los lóbulos de las


orejas, la

mugre manchándome la cara, y deseé al menos, un lavabo para lavarme.

Me alisé el cabello, pero mis dedos solo se enredaron en los nudos.

Lia ", dijo Rafe, extendiendo la mano y devolviendola a mi lado, "estamos en


casa.

Estamos a salvo. Eso es todo lo que importa."

Se lamió el pulgar y me lo pasó por la barbilla, como si eso marcara la


diferencia,

luego sonrió.
“Allí. Perfecta. Justo como eres.”

"Manchaste mi suciedad", dije, fingiendo irritación.

Sus ojos brillaron con tranquilidad.

Asenti. Sí. Estábamos a salvo, y juntos. Eso era todo lo que importaba.

Aparte del ruido de los cascos, se hizo el silencio cuando nos acercamos. Era
como

si contuvieran cada respiración, todos incrédulos, seguros que el soldado


había

cometido un error en su mensaje, pero luego murmuraron reconocimientos y

alguien en lo alto de la pared de la torre gritó: "¡Bastardos!. ¡Eres tú!"

Rafe sonrió y Sven saludó. Al principio me sorprendió, luego me di cuenta de


que

era un saludo y no una burla: Soldado a soldado, no soldado a Rey. Jeb, Orrin
y

Tavish respondieron llamadas de otros camaradas.

Me sorprendió ver que había mujeres entre la multitud. Mujeres finamente

vestidas. Sus bocas estaban entreabiertas y sus miradas se posaban en mí, no


en su

nuevo rey.

Una vez que cruzamos las puertas, los soldados que esperaban para llevar
nuestros

caballos, se llevaron nuestras riendas, y Rafe me ayudó a bajar.

Mi pierna lesionada estaba rígida, y con mi primer paso, tropecé. Rafe me


atrapó,

manteniendo su brazo alrededor de mi cintura.

Sus atenciones no pasaron desapercibidas, y hubo una pausa en los saludos.

Ciertamente, los soldados que cabalgaron con el mensaje apresurado, del


regreso

del príncipe, no habían incluido detalles de una chica en el convoy.

Un hombre alto y delgado, se abrió paso entre la multitud, y todos


rápidamente se

apartaron ante él. Su paso era deliberado, y su cuero cabelludo desnudo,


brillaba

al sol. Uno de sus hombros tenía la distinción de una amplia trenza dorada.
Se

detuvo frente a Rafe y sacudió la cabeza, con la barbilla hundida como una
naranja.

y luego, al igual que el capitán cuando estábamos en la llanura, se arrodilló y


dijo

en voz alta para que todos oyeran: “Su Majestad el Rey Jaxon Tyrus Rafferty
de

Dalbreck. Saludo a mi soberano”.

Hubo un silencio colectivo. Algunos también se arrodillaron de inmediato,


más

oficiales se hicieron eco del ─Rey Jaxon, pero la mayoría de los soldados
dudaron,

sorprendidos por la noticia. Había sido un secreto: El viejo rey estaba muerto.
Lentamente, la comprensión arraigó, y la multitud se puso de rodillas. Rafe
los

reconoció con un simple asentimiento, pero era obvio para mí, que más allá
de

todo, deseaba poder renunciar a estos trámites.

Si bien honraba la tradición y el protocolo más que yo, en este momento solo
era

un joven muy cansado, que necesitaba descanso, jabón, y una comida


decente.

El oficial se levantó y estudió a Rafe por un momento, luego extendió la


mano, y lo

abrazó vigorosamente, sin importarle que la ropa sucia de Rafe estuviera

ensuciando su túnica fresca, y su camisa crujiente.

"Lo siento, muchacho", dijo suavemente. "Amaba a tus padres".

Lo soltó y lo sostuvo con el brazo extendido.

“Pero benditos demonios, soldado, de momento apestas. ¿Dónde demonios


has

estado?".

Rafe cerró brevemente los ojos, y volvió su cansancio. Era rey, y no tenía que

explicar nada, pero primero era un soldado, leal a sus compañeros soldados.

“El capitán puede responder algunas de sus preguntas. Primero necesitamos


...”

"Por supuesto", dijo el hombre, dándose cuenta de su error, y se volvió hacia


un
soldado a su lado.

“Nuestro rey y sus oficiales necesitan baños y ropa limpia. Y cuartos


preparados!

Y ...”

Sus ojos cayeron sobre mí, quizás notando por primera vez, que yo era una
mujer.

"Y ..." Él tanteó con incertidumbre.

"Coronel Bodeen", intervino Rafe, "esta fue la causa de mi ausencia".

Miró a la multitud, dirigiéndose no solo al coronel, sino también a ellos.

"Una ausencia digna", agregó con un toque de severidad.

Levantó su mano hacia mí. "Les presento a la princesa Arabella, la primera


hija de

la casa de Morrighan".

Todos los ojos se volvieron hacia mí. Me sentí tan desnuda como una uva
pelada.

Hubo risas sofocadas de algunos soldados jóvenes, pero luego se dieron


cuenta que

Rafe hablaba en serio. Sus sonrisas se desvanecieron.

El capitán Azia me miró boquiabierto, con el rostro enrojecido de color, tal


vez

recordando cada palabra vulgar, que había dicho sobre Morrighan.

La boca del coronel Bodeen se arqueó torpemente hacia un lado.

"¿Y ella es ... Tu prisionera?"..


Teniendo en cuenta las circunstancias, la actual animosidad entre nuestros
reinos,

y mi miserable apariencia, no era una conclusión improbable.

Orrin resopló.

Sven tosió.

"No, coronel", respondió Rafe. "La princesa Arabella es tu futura reina".

CAPÍTULO DIECIOCHO

Un gruñido bajo salió de Griz. Rafe había usurpado su reclamo. Sabía, en lo


que

respectaba a Griz, que una vez que había levantado la mano a los clanes en el

Santuario, yo era la reina de un reino, y solo un reino. Le lancé una mirada


aguda, y

él se aferró a su costado, haciendo una mueca, como si esa hubiera sido la


fuente

de su ruido inoportuno. Pero el gruñido de Griz fue poco, comparado al


manto de

silencio que siguió. El escrutinio fue sofocante.

En este momento, parecía que ser Vendan dentro de estos muros de


avanzada, era

preferible a ser la insolente real, que había abandonado a su precioso príncipe


en

el altar.

Cuadré mis hombros y levanté la barbilla, aunque seguramente solo expuso


más
anillos de suciedad, alrededor de mi cuello. De repente me dolía el intento,
me

dolía por una forma de pertenencia que siempre estaba fuera de mi alcance,
me

dolía por Pauline, Berdi, y Gwyneth, que estarían a mi lado, para abrazarme,
un

apretado círculo de brazos que era invencible. Dolía por cien cosas perdidas y

desaparecidas, cosas que nunca podría recuperar, incluida Aster, que había
creído

en mí incondicionalmente.

Era un dolor tan profundo, que quería desangrarme en el suelo y desaparecer.


Pero

el intento nunca terminaba. Tensé la columna y puse la mandíbula en buena


forma

real. Puse firme y pareja mi voz, y escuché a mi madre hablar, aunque fueron
mis

labios los que se movieron.

"Estoy segura que todos tienen muchas preguntas, que espero podamos
responder

más tarde, una vez que hayamos limpiado un poco".

Una mujer delgada y corta, con pómulos severos, dio un paso adelante, y le
dio un

codazo al coronel. Su cabello negro estaba veteado de plata, y recogido en un


moño

implacable.
Ella se dirigió a Rafe. “Los cuartos también estarán preparados para Su
Alteza.

Mientras tanto, puede retirarse a mi habitación, y las otras damas y yo nos

ocuparemos de sus necesidades”.

Ella me miró de reojo, sus delgados labios dibujados en una línea apretada y
rojiza.

No quería ir. Preferiría haberme limpiado en las duchas de los soldados, y


pedir

prestado otro pantalón, pero Rafe le dio las gracias y fui escoltada con un

movimiento de mano.

Cuando me fui, escuché a Rafe ordenar que se duplicaran los guardias en la


puerta,

y que las rotaciones en las torres de vigilancia se acortaran, para que los
soldados

siempre estuvieran frescos. No dijo por qué, pero sabía que era porque temía,
que

el Rahtan aún pudiera estar por allí.

Después de tantas semanas de mirar por encima de nuestros hombros, me

preguntaba, si alguna vez podríamos dejar de mirar. ¿La paz volvería a ser
nuestra?.

Se hicieron esfuerzos deliberados para dar un paso atrás, y evitar tocarme.


¿Por mi

inmundicia o mi posición?. No estaba segura, pero cuando seguí a esta mujer

delgada y angulosa, la multitud se separó, dejándome un amplio espacio.


La mujer se identificó como Madame Rathbone.

Miré hacia atrás sobre mi hombro, pero la multitud ya había vuelto a unirse, y
Rafe

había desaparecido de mi vista.

*****

Me ofrecieron un taburete en la sala de estar de la señora Rathbone, mientras

esperábamos que se preparara un baño.

Otras dos damas que se habían presentado como Vilah, y Adeline, habían

desaparecido en sus propias habitaciones, y a regresaron con ropa variada,

tratando de encontrar algo adecuado para que me vistiera. Era silencioso e

incómodo mientras se arrastraban a mi alrededor, colocando prendas sobre


sillas

y mesas, observando su tamaño, en lugar de sostenerlas frente a mí.

Eso requeriría más intimidad, y todavía estaba sucia. Sus miradas eran
demasiado

cautelosas, y yo estaba demasiado cansada para tratar de hablar en voz baja.

Madame Rathbone se sentó frente a mí en un amplio sofá acolchado. No me


había

quitado los ojos de encima.

"Tienes sangre en ti", dijo finalmente.

"¡Por los dioses, ella tiene sangre sobre ella!" Espetó Adeline.

Vilah, que probablemente era solo unos años mayor que yo, preguntó: "¿Qué
demonios le hicieron?".

Me quedé mirando mis brazos y mi pecho empapado de sangre, luego levanté


la

mano, y sentí la aspereza de la sangre seca en mi rostro. Tanta sangre


Vendan.

Cerré los ojos. Todo en lo que podía pensar era en Aster. Toda la sangre
parecía ser

de ella.

"¿Estás herida, niña?".

Miré a Madame Rathbone. Había una ternura en su voz que me tomó por
sorpresa,

y un nudo doloroso se alojó en mi garganta.

“Sí, pero no recientemente. Esta es la sangre de otra persona ".

Las tres mujeres intercambiaron miradas, y Madame Rathbone murmuró a la


larga

una serie de maldiciones calientes. Ella notó la ligera caída de mi mandíbula,


y sus

cejas se alzaron.

"Ciertamente viajando con soldados, que has escuchado muchas peores".

No. No realmente. No había escuchado muchas de esas palabras desde mis


días

jugando cartas, en cuartos traseros con mis hermanos.

Ella arrugó la nariz. "Vamos a quitarte todo esto", dijo. "El baño ya debería
estar
listo". Me condujo a una habitación comunicada.

Aparentemente, era un bungalow de oficiales, pequeño y de planta cuadrada,


una

sala de estar, un dormitorio y una sala de aseo.

Las paredes eran de estuco blanco liso, elegantemente adornadas con tapices.
Un

soldado colocó un último cubo de agua de enjuague humeante junto a la


bañera

de cobre y salió rápidamente por otra puerta. Madame Rathbone dejó caer
una

barra sobre ella.

“Podemos ayudarte a bañar o dejarte en la intimidad. ¿Cual preferieres?"

La miré, sin saber qué era lo que quería.

"Nos quedaremos", dijo.

***

Lloré. No pude explicarlo. No era yo. Pero ahora eran muchas cosas que
nunca

habían estado antes.

Lentas lágrimas rodaron por mi rostro mientras me quitaban la ropa, me

desabrochaban las botas y me las quitaban de los pies, me limpiaban el cuello


y me

enjabonaban el pelo.

Cada gota de sangre en mi piel fue arrastrada al agua.


Estás agotada. Eso es todo, me dije. Pero era como si tuviera una vena
abierta, que

se negaba a coagular. Incluso cuando cerré los ojos tratando de detener el


flujo, la

salinidad pasó por mis párpados, en una línea lenta y lánguida, encontrando
la

esquina de mi boca, luego se extendió por mis labios.

"Bebe esto", dijo Madame Rathbone, y dejó una gran copa de vino en una
mesa al

lado del baño.

Tomé un sorbo según lo ordenado, y recosté la cabeza en el borde alargado


de

cobre, de la bañera, mirando hacia el techo de madera. Las mujeres tomaron

puñados de cristales cítricos, y me los frotaron en la piel, puliéndola,


limpiando la

mugre, el olor, y la miseria del lugar donde había estado.

Trabajaron más tiempo en mis manos y pies, y más suavemente alrededor de


mis

heridas cosidas. Otro sorbo, y círculos de calidez adormecedora se deslizaron


en

espiral hacia mis dedos, adelgazando mis músculos, aflojando mi cuello,


tirando de

mis párpados hasta que se cerraron.

Vilah acercó la copa a mis labios de nuevo.


"Sip", dijo en voz baja. Familiaridad, un campo de vides, un cielo sedoso,
pieles que

manchan mis dedos, terciopelo ... hogar.

"Morrighan", susurré.

Sí.

Las caravanas lo traen.

El mejor.

El coronel Bodeen no se perderá una botella.

Mucho.

No recordaba haberme quedado dormida, y solo recordaba vagamente estar


de

pie, con su ayuda para enjuagarme. Me acosté sobre gruesas mantas suaves,
donde

trabajaron más en mí, masajeando aceites en mi piel. Madame Rathbone


examinó

las cicatrices cosidas en mi muslo y mi espalda.

"Flechas", le expliqué. "Tavish las sacó".

Adeline aspiró aire entre los dientes.

Escuché el sonido de sus voces.

Madame Rathbone frotó un bálsamo mantecoso en las cicatrices, diciendo


que

ayudaría a su curación. El aroma a vainilla flotaba en el aire.


Un moretón de color morado oscuro, había florecido en mi cadera, donde
Ulrix me

había golpeado contra el pomo de su caballo. Sus dedos eran gentiles,


trabajando

alrededor.

Sentí que volvía a resbalar, las voces a mi alrededor cada vez más distantes.

“¿Y esto?” Preguntó Vilah, sus dedos rozando el tatuaje en mi hombro.

Ya no era mi kavah de boda. Quizás nunca lo había sido. Escuché a Effiera

describiendo la promesa de Venda ... La garra, rápida y feroz; la vid, lenta y

constante; ambas igualmente fuertes.

"Es…"

El reclamo de una reina loca.

La que era débil

La que fue cazada ...

La nombrada en secreto.

"Su esperanza". Las palabras eran tan delgadas y gastadas en mis labios que
ni

siquiera estaba segura de haberlas dicho en voz alta.

*****

Me desperté con susurros desde la sala de estar.

Tal vez esto y aquello juntos?.


No, algo menos complejo, creo.

¿Crees que ella lo sabe?.

No es probable.

Nunca pensé que fuera correcto.

¿Crees que el príncipe lo sabía?.

Él sabía.

Los tontos.

Hace poca diferencia ahora. ¿Viste la forma en que la miraba?.

Y su tono. No quieras estar en el lado equivocado de eso.

Especialmente ahora que es el rey.

Y sus ojos. Pueden cortar a un hombre.

Justo como su padre.

No significa que todavía no puedan usarla como palanca.

No, yo diría que no. Ya no, después de todo lo que pasó.

¿Qué hay de este?.

Creo que esta tela mejor.

Y con esta faja.

Me senté derecha, tirando de las mantas a mi alrededor. ¿Cuánto tiempo


había

estado durmiendo? Miré la copa vacía al lado de la mesa y luego mis manos.

Suaves. Un brillo en ellas que no había estado allí, desde que me fui de
Civica hace

meses. Mis uñas fueron recortadas y pulidas, con un brillo natural.

¿Por qué hicieron esto por mí?.

O tal vez fue solo para su rey, el que, ¿qué fue lo que dijeron?. ¿Sus ojos las

cortaron?.

Bostecé, tratando de sacudirme la neblina del sueño, y me acerqué a la


ventana. El

sol se estaba desvaneciendo. Había dormido unas horas al menos.

Una bruma rosa dorada se proyectaba sobre la imponente pared blanca del
puesto

avanzado. Solo podía ver una pequeña porción de esta ciudad de soldados,
pero la

calma del crepúsculo, le daba un brillo sereno.

En lo alto de la pared vi a un soldado que caminaba a lo largo, pero incluso


eso tenía

una extraña elegancia, que parecía fuera de lugar. La luz dorada captó el
brillo de

sus botones, y brilló en su cinturón cuidadosamente recortado.

Todo aquí parecía fresco y limpio, incluso este bungalow encalado. Aunque
estaba

lejos de la frontera real, este era el mundo de Dalbreck, y no se parecía en


nada a

Morrighan.
Se sentía diferente de Morrighan. El orden impregnaba el aire, y todo lo que
Rafe y

yo habíamos hecho, había ido en contra de ese orden.

Me preguntaba dónde estaba. ¿Finalmente había descansado un poco


también?.

¿O estaba reunido con el coronel Bodeen, escuchando las circunstancias de


las

muertes de sus padres?.

¿Sus camaradas lo perdonarían por su ausencia? ¿Me perdonarían?.

"Estas despierta."

Me di la vuelta, apretando la manta cerca de mi pecho. Madame Rathbone


estaba

en la puerta.

"El príncipe, quiero decir, el rey, llegó antes para verificarte". Mi corazón dio
un

salto.

"¿Él necesita—"

Las mujeres inundaron la habitación, asegurándome que no tenía necesidades

inmediatas, y procedieron a ayudar a vestirme.

Madame Rathbone me sentó en su tocador, y Adeline sacudió mis enredos,

moviendo sus dedos con certeza rápida, enhebrando mi cabello sin esfuerzo,
como

un arpista consumado, arrancando múltiples mechones a la vez, trenzándolo


con

un ritmo tan fácil, como una melodía silbada, mientras que al mismo tiempo
lo tejía

con un hilo dorado brillante.

Cuando terminó, Vilah levantó un vestido suelto sobre mi cabeza, algo fino y
fluido

y tan cremoso como el cálido viento del verano.

Ahora sabía que lo que había oído, sobre Dalbreck y su historia de amor con
telas

finas, y ropa, era verdad.

Luego vino un chaleco de cuero suave que se entrelazó en la parte posterior,


con

un diseño de filigrana dorada. Era más el gesto simbólico de una coraza,


porque

cubría poco de mis senos. A continuación, Madame Rathbone me ató una faja
de

satén negro sobre las caderas, para que fluyera casi hasta el suelo. Todo
parecía

demasiado elegante para un puesto avanzado, e imaginé que si los dioses


llevaban

algo de ropa, se verían así.

Pensé que habían terminado, y estaba a punto de agradecerles y disculparme,


para

poder encontrar a Rafe, pero no estaban listas para dejarme ir. Se movieron a
las
joyas.

Adeline deslizó un intrincado anillo de encaje en mi dedo que tenía pequeñas

cadenas en un extremo que lo conectaban a un brazalete que me abrochó en la

muñeca.

Vilah me frotó las muñecas con perfume, luego Madame Rathbone ajustó un

reluciente cinturón dorado de cota de malla, sobre la faja negra y, tal vez lo
más

sorprendente de todo, deslizó una daga afilada en su vaina. Por último vino
una

hombrera de oro, que estalló en mi hombro como un ala.

Cada toque era hermoso, pero claramente la armadura era más decorativa,
que

utilitaria. Anunciaba un reino cuya historia se basaba en la fuerza y la batalla.

Tal vez era un reino, que nunca olvidó, que comenzó cuando un príncipe fue

expulsado de su tierra natal. Estaban decididos a que nadie volviera a


cuestionar su

fuerza.

¿Pero todo esto para cenar en un puesto avanzado?. No mencioné la


extravagancia,

temiendo que pudiera parecer desagradecida, pero Madame Rathbone fue

perceptiva y dijo: "El coronel Bodeen pone una buena mesa. Verás."

Miré sus esfuerzos en el espejo. Apenas me reconocí. Esto todavía parecía ser
mucho más, que solo hacerme presentable para una cena, no importa cuán
buena

sea la comida.

"No entiendo", dije. "Entré preparada para recibir animosidad y, en cambio,


me has

mostrado compasión. Soy la princesa que dejó a tu príncipe en el altar.


¿Ninguna

de ustedes guarda resentimiento hacia mí?”.

Vilah y Adeline desviaron la mirada, incómodas con mi pregunta. Madame

Rathbone frunció el ceño.

"Lo hicimos. Y ciertamente algunos otros, todavía lo hacen, pero ... Se volvió
hacia

Vilah y Adeline.

"Señoras, ¿por qué no van a vestirse para la cena también?. Su Alteza y yo

estaremos juntas”.

Cuando Adeline cerró la puerta detrás de ellos, Madame Rathbone me miró y

suspiró.

"Para mí, supongo que fue una pequeña omisión de bondad, que habría
generado

interés".

La miré confundida.

“Conocí a tu madre hace muchos años. Te pareces mucho a ella”.


"¿Has estado en Morrighan?".

Ella sacudió su cabeza. "No. Fue antes que ella llegara allí. Era una doncella
que

trabajaba en una posada en Cortenai, y ella era una noble de Gastineux, en su

camino para casarse con el rey de Morrighan”.

Me senté al borde de la cama. Sabía muy poco sobre ese viaje. Mi madre
nunca

habló de eso.

Madame Rathbone cruzó la habitación, reemplazando el tapón del perfume.


Ella

continuó dando los últimos toques a su propia vestimenta mientras hablaba.

“Tenía veintidós años en ese momento, y la posada estaba era un caos, con la

llegada de Lady Regheena. Se quedó solo una noche, pero el posadero me


envió a

su habitación, con una vasija de leche tibia azucarada, para ayudarla a


dormir”.

Se miró en el espejo, se soltó el moño y se cepilló el pelo largo. Sus rasgos


severos

se suavizaron y sus ojos se entrecerraron, como si volviera a ver a mi madre.

“Estaba nerviosa por entrar en su habitación, pero ansiosa por verla también.

Nunca antes había visto nobleza, mucho menos la futura reina del reino más

poderoso de la tierra. Pero en lugar de encontrar una mujer regia con joyas y

coronada, solo encontré una niña, más joven que yo, cansada y aterrorizada.
Por

supuesto, ella no dijo que estaba asustada y forzó una sonrisa, pero vi el
terror en

sus ojos y la forma en que sus dedos estaban fuertemente entrelazados en su

regazo. Me agradeció la leche y pensé en decir algo tranquilizador o alegre, o

incluso extender la mano y apretarsela. Estuve allí por más tiempo, y ella
esperó

expectante, sus ojos fijos en mí como si deseara desesperadamente que me

quedara, pero no quería sobrepasar mis límites, y al final, solo hice una
reverencia

y salí de la habitación. . "

Madame Rathbone apretó los labios pensativa, luego se volvió y saco una
corta

capa de piel de su armario. Ella la colocó sobre mis hombros.

“Traté de no pensar en eso, pero ese breve intercambio me persiguió mucho

después de que ella se fuera. Pensé en una docena de cosas que podría haber
dicho

pero no dije. Cosas simples que podrían haber facilitado su viaje. Cosas que
quisiera

que alguien me dijera. Pero ese día y la oportunidad se habían ido, y no pude

recuperarlos. Prometí que nunca me preocuparía por sobrepasar los límites, y

nunca dejaría que las palabras no dichas, me atormentaran nuevamente ".

Irónicamente, eso era exactamente lo que me roía: Todas las palabras que mi
madre nunca dijo. Todas las cosas que ella me había ocultado. Cosas que
podrían

haber facilitado mi viaje. Cuando volviera a Morrighan, de una forma u otra,


no

habrían más palabras ocultas entre nosotras.

CAPÍTULO DIECINUEVE

PAULINE

Era la primera vez que rompía los sacramentos. Recé para que los dioses lo

entendieran, ya que cada Primera Hija fue llamada a presentarse, y encender


una

linterna de vidrio rojo, y colocarla en la base de la piedra conmemorativa.

Luego cantaron el Recuerdo de los muertos, para el príncipe difunto y sus

compañeros soldados, la misma oración que había cantado por Mikael, día
tras día

en Terravin.

¿Se habían desperdiciado todas las oraciones, ya que Mikael no estaba


realmente

muerto?. Mis uñas se clavaron en la carne de mi palma. Ni siquiera estaba


segura

de con quién debería estar enojada. ¿Los dioses?. ¿Lia?. ¿Mikael?. ¿O el


hecho de

que una vez sostuve una posición de honor en la corte de la reina y ahora era
poco

más que una fugitiva, escondida en las sombras de un árbol de haya, incapaz
de

mostrar mi cara a nadie, o incluso dar un paso adelante y elevar mi voz a los
dioses?

Había caído más bajo de lo que jamás pensé posible.

Cuando se cantó la última oración y los sacerdotes despidieron a las Primeras


Hijas

para que regresaran con sus familias, las multitudes comenzaron a disminuir.
No

esperaba ver a mi tía allí, ella se quedaría al lado de la reina, pero la busqué
igual.

Había tenido miedo de preguntarle a Bryn o Regan sobre ella.

Era muy estricta con las reglas, y me las había enseñado desde el momento en
que

vine a vivir con ella en la ciudadela. Ni siquiera quería reflexionar en cómo


había

reaccionado ante mi completa violación del protocolo, o mi nuevo estado


como

cómplice de una traidora.

Vi a Bryn y Regan hablando con una viuda velada, y luego con otra, hasta
que

finalmente, se abrieron paso hacia nosotras, con cuidado, para que nadie

sospechara que eramos otra cosa que dolientes. Estuvieron en silencio al


principio,

lanzando miradas inquisitivas a Berdi.


"Pueden hablar libremente", les dije. "Berdi es digna de confianza. Ella ama a
Lia

tanto como nosotros, y está aquí para ayudarla”.

Regan continuó mirándola sospechosamente. "¿Y ella guarda bien los


secretos?".

"Sin duda", dijo Gwyneth.

Berdi entrecerró los ojos hacia Regan, con la cabeza inclinada hacia un lado

mientras lo escudriñaba. "La pregunta es, ¿podemos confiar en ti?".

Regan le ofreció una sonrisa cansada y una leve reverencia. "Perdóname.


Estos

últimos días han sido difíciles ".

Berdi le dio un asentimiento tranquilizador. "Entiendo. Mis condolencias por


la

pérdida de stu hermano. Lia hablaba muy bien de él”.

Bryn tragó saliva y Regan asintió. Ambos parecían perdidos sin su hermano y

hermana.

“¿Pudiste hablar con tus padres sobre Lia?”, Le pregunté.

"No antes de que llegara la noticia sobre Walther", respondió Bryn.

“Y entonces papá cayó enfermo. Entre Walther y Padre, nuestra madre está

devastada. Ella no sale de su habitación excepto para atender a padre, pero el

médico dice que no hay nada que pueda hacer, y le pide que se mantenga
alejada.
Él dice que sus visitas solo lo agitan".

Berdi preguntó por la salud del rey, y Bryn dijo que estaba casi igual, débil
pero

estable. El médico dijo que era su corazón y que con descanso se recuperaría.

"¿Dijiste que tenías noticias para compartir?", Preguntó Gwyneth.

Bryn suspiró y se quitó los mechones oscuros de la frente. "El soldado que
trajo la

noticia de la traición de Lia está muerto".

Jadeé. "Escuché que no resultó herido. Solo agotado. ¿Cómo pudo pasar
esto?".

"No lo sabemos con certeza. Hicimos cien preguntas. Todo lo que dijo el
médico

fue que probablemente fuera una convulsión, provocada por la deshidratación


".

Regan respondió.

"¿Deshidratación?", Reflexionó Gwyneth. "Debe haber cruzado una docena


de

arroyos y ríos para llegar aquí".

"Lo sé", dijo Regan. "Pero murió antes de que alguien pudiera interrogarlo,
además

del Canciller".

Los ojos de Berdi se entrecerraron. "¿Crees que mintieron sobre lo que el


soldado

les dijo?".
"Lo que es más importante", agregó Gwyneth, "es que crees que tuvieron
algo que

ver con su muerte".

Regan se frotó el costado de la cara, la frustración evidente en sus ojos.

"No estamos diciendo eso. Solo estamos diciendo que están sucediendo
muchas

cosas, rápido, y parece que no hay respuestas para nuestras preguntas. Debes
ser

cautelosa hasta que regresemos”.

"¿Regresar?".

"Esa es la otra cosa que tenemos que decirte. Nos enviarán a la Ciudad de los

Sacramentos la próxima semana, y después de que terminemos allí, mi


escuadrón

irá a Gitos mientras Bryn va a Cortenai. Haremos paradas en las ciudades por
el

camino".

"¿Ambos se van?", Dije demasiado fuerte, y Gwyneth se aclaró la garganta


como

un recordatorio de advertencia.

Bajé la voz. “¿Cómo es eso posible, con Walther muerto y tu padre enfermo?.
Ahora

eres el príncipe heredero y Bryn es el siguiente en la fila. No puedes irte de


Civica.

El protocolo requiere al menos a uno de ustedes ...”


Bryn extendió la mano y apretó las mias. “Estos son tiempos difíciles,
Pauline. Los

cimientos de Morrighan están sacudidos. Los Reinos Menores han visto la


disputa

entre nosotros y Dalbreck; el príncipe heredero ha sido asesinado, junto con


los

hijos de grandes nobles, y señores; mi padre está enfermo y se supone que mi

hermana ha unido fuerzas con el enemigo. El Capitán de la Guardia dice que


no es

el momento de agacharse y encogerse, sino de mostrar nuestra fuerza y


confianza.

Fue decidido por el gabinete. Regan y yo también cuestionamos la orden,


pero mi

padre confirmó que esto era lo que quería ".

"¿Hablaste con él tú mismo?", Preguntó Berdi.

Regan y Bryn se miraron brevemente, algo tácito pasando entre ellos.

"Sí", respondió Regan. "Él asintió afirmando cuando lo interrogamos sobre la

orden".

"¡No está bien!", Dijo Gwyneth con incredulidad. "No estaba pensando con

claridad. Eso dejará el trono en riesgo si empeora ”.

"El médico nos aseguró que es seguro que nos vayamos, y como dijo el
Capitán de

la Guardia, nada puede reforzar la confianza de las tropas y los reinos vecinos
como
la apariencion de los hijos del rey".

Miré a Bryn y Regan, cuyas expresiones estaban enviando mensajes


confusos.

Estaban desgarrados. No se trataba solo de restaurar la confianza.

"Es para demostrar que aún eres leal a la corona, incluso si tu hermana no lo
es".

Regan asintió con la cabeza. “Una familia dividida infunde miedo y anarquía.
Eso es

lo último que necesitamos en este momento ". Y había miedo. En cierto


sentido, su

misión tenía sentido, pero todavía se sentía mal. Vi la preocupación en sus


ojos.

"Ambos todavía creen en Lia, ¿no?".

Los ojos de Bryn se suavizaron. "No necesitas preguntar, Pauline. Amamos a

nuestra hermana, y la conocemos. Por favor no te preocupes. Confía en


nosotros

en esto”.

Había algo en la forma en que lo dijo. Gwyenth también se dio cuenta. Ella
los miró

con recelo. "Hay algo que no nos están diciendo".

"No", dijo Regan con firmeza. "Nada más". Bajó la mirada hacia mi vientre,
apenas

disfrazado ahora por mi capa suelta.

" Prométenos que te mantendrás al margen. Mantente alejada de la ciudadela.


Volveremos tan pronto como podamos".

Berdi, Gwyneth y yo intercambiamos miradas y luego asentimos.

"Bien", dijo Bryn. "Caminaremos hacia la puerta con ustedes".

El cementerio estaba casi vacío. Solo quedaban unos pocos dolientes. El resto
había

regresado a sus hogares para prepararse para sus eventuales recuerdos.

Un joven, vestido con una armadura de guerrero, con sus armas a los
costados,

permanecía de rodillas ante la piedra conmemorativa, con la cabeza inclinada,


cada

ángulo de su cuerpo soportando una profunda agonía.

"¿Quién es ese?".

"Andrés, el hijo del Viceregente", respondió Regan. "Es el único del pelotón
de

Walther, que todavía está vivo. Estaba enfermo con fiebres, cuando salieron y
no

pudo ir con ellos. Él ha venido aquí todos los días, desde que se colocó la
piedra,

para encender una vela. El Viceregente dice que Andrés está lleno de culpa,
por no

estar allí con sus compañeros soldados ”.

“¿Para que él también pudiera morir?”.

Bryn sacudió la cabeza. "Para que quizás todos hubiesen vivido".


Lo miramos fijamente, probablemente cada una de nosotras preguntándonos
lo

mismo: ¿Podía un soldado más, realmente haber hecho la diferencia?.

Cuando los hermanos se fueron, les dije a Gwyneth y Berdi que me


esperaran, que

ya volvería. Comprendí la culpa de Andrés, la angustia de revivir momentos,


y

preguntarme, qué podría haberse hecho de manera diferente.

En estas semanas después que Lia desapareció, reviví esa mañana, con Kaden

arrastrándome a la maleza, cientos de veces, pensando que debería haber


agarrado

su cuchillo, patearlo, haber hecho algo que podría haberlo cambiado todo,
pero en

lugar de eso, solo había temblado, congelada con terror cuando presionó su
rostro

cerca del mío, y amenazó con matarnos. Si tuviera una segunda oportunidad,
lo

haría todo de manera diferente.”

Andrés todavía estaba arrodillado ante la piedra conmemorativa cuando


regresé.

Tal vez podría sacar dos propósitos a partir de este momento que nos
ayudarían a

los dos. Si amaba tanto al pelotón y a Walther, también sabía lo cerca que
estaban

Walther y Lia.
Incluso pudo haber sido uno de los que ayudó a Walther, a plantar pistas
falsas

cuando Lia y yo escapamos. Cuando me acerqué a él, levantó la vista,


buscando en

las sombras de mi capucha.

"Eran buenos hombres", dije.

Tragó y asintió con la cabeza.

“Nadie pensaba eso más que Lia. Estoy segura que ella nunca los habría

traicionado".

Lo miré de cerca para ver si retrocedía ante su nombre. El no lo hizo.

"Lia", dijo pensativamente, como si recordara. “Solo sus hermanos la


llamaban por

ese nombre. ¿La conocías bien?”.

"No", dije, dándome cuenta de mi error. “Pero una vez conocí al Príncipe
Walther,

y él habló con cariño de ella. Me contó extensamente sobre su devoción el


uno al

otro ”.

El asintió. “Sí, todos los hermanos reales estaban cerca. Siempre les envidié
eso. Mi

único hermano murió cuando yo era pequeño, y mi medio hermano ...”

Sacudió la cabeza. "No importa."

Me miró más de cerca, como si tratara de verme mejor. "No creo haber
captado tu

nombre. ¿Cómo puedo llamarte?”.

Busqué rápidamente un nombre y me vino a la mente el de mi madre.

“Marisol,” Respondí. “Mi padre tiene una vajillería en la próxima aldea. Vine
a

presentar mis respetos, y escuché a otros dolientes mencionar que eras el


único

sobreviviente. Espero no haberme entrometido. Solo deseaba ofrecerte


consuelo.

Este fue el trabajo de despiadados bárbaros, y de nadie más. No había nada


que

pudieras haber hecho”.

Extendió la mano y audazmente apretó mi mano.

“También otros me lo han dicho, incluido mi padre. Estoy tratando de creerlo


". Fui

recompensada cuando algo de la agonía en su expresión se levantó.

"Los guardaré, y a ti, en mis recuerdos", prometí. Solté mi mano y besé dos
dedos,

levantándolos hacia el cielo antes de girar y alejarme”.

"Gracias, Marisol", me llamó. "Espero verte de nuevo".

Definitivamente lo harás, Andrés.

Los ojos de Gwyneth brillaron de ira cuando me reuní con ella. “¿Hablando
con el
hijo del Viceregente?. ¿Cómo es eso mantenerse al margen?”.

Le respondí con una sonrisa petulante.

“Ten fe en mí, Gwyneth. ¿No eras tú quien dijo que tenía que dejar de ser una

buena chica?. Él puede saber algo que encontraremos útil. Tal vez ahora soy
yo

quien se ha convertido en espía".

CAPITULO VEINTE

RAFE

Entré en el bungalow del cirujano. Tavish, Jeb, Griz, y Kaden, fueron


colocados en

catres bajo tratamiento. Kaden había ocultado el hecho que también había
sido

herido: Una herida en la espalda baja. Una herida pequeña pero aún necesita

puntos de sutura.

Orrin y Sven estaban sentados en sillas frente a ellos, con los pies apoyados
en las

catres de los pacientes. Tan pronto como me vieron, Tavish y Orrin soltaron
silbidos

insultantes, como si yo fuera un fanático fanfarrón. Jeb aprobó mi


transformación.

"Y aquí nos estábamos acostumbrando a tu cara fea", dijo Sven.

"Se llama baño y afeitado. Deberías probarlo alguna vez."

El hombro de Jeb estaba cubierto de ungüento y compresas.


El cirujano me dijo que tenía músculos rotos y que tendría que mantener el
hombro

inmóvil durante varias semanas. Sin montar, sin obligaciones. Reposo en


cama

durante tres días. Jeb hizo muecas a la espalda del cirujano, y dijo que no.

Me encogí de hombros, como si no pudiera anular las órdenes del cirujano, y


Jeb

frunció el ceño.

También se prescribieron unos días de descanso para Griz, pero Tavish y


Kaden

tenían heridas leves, que solo les causarían molestias durante un día más o
menos

y no requerían servicio restringido.

El cirujano había perdido de alguna manera la noticia que Kaden no era uno
de los

nuestros, y asumió que era otro soldado.

"Esos dos pueden ducharse", dijo el cirujano. "Los vendaré después que se
hayan

limpiado". Se volvió a ver a Griz.

Kaden estaba en la parte trasera del bungalow, con poca luz, pero cuando
alcanzó

la camisa, salió a la luz desde la ventana y vi su espalda, y la corta línea de


hilo

negro, donde el cirujano lo había cosido.


Y luego las ví. Las cicatrices. Profundas. Había sido azotado.

Se volvió y me vio mirándolo.

Su pecho estaba igualmente marcado.

Hizo una pausa y luego se puso la camisa como si no importara.

"¿Viejas heridas?", Pregunté.

"Sí. Viejas."

¿Cuán viejas?. Me pregunté, pero su respuesta cortante, dejó en claro que no

quería dar más detalles. Tenía aproximadamente mi edad, por lo que las
viejas

lesiones podrían significar, que había sido poco más que un niño cuando las

adquirió. Recordé a Lia murmurando, que una vez fue Morrighese, pero ella
estaba

febril y medio dormida, cuando lo dijo, y pensé que la posibilidad era poco

probable.

Aún así, si los Vendans lo había golpeado tan severamente, no podría


entender

cómo se había mantenido tan leal a ellos. Terminó de abotonarse la camisa.

“Tengo algunos soldados afuera que te mostrarán dónde están las duchas.
También

te darán ropa fresca ".

"¿Guardias, quieres decir?".

No podía dejarlo caminar libremente, no solo porque todavía no confiaba en


él por

completo, sino también por su propia protección. La noticia de la masacre del

pelotón, se había extendido por el campamento.

Cualquier tipo de Vendan, incluso uno, que el rey dijo que podía ser de
confianza

moderada, no era bienvenido aquí.

"Vamos a llamarlos escoltas", respondí. "Recuerdas esa palabra, ¿no?. Te lo

prometo, tus acompañantes serán mucho más agradables de lo que Ulrix, y su

manada de brutos, fueron conmigo”.

Miró su cinturón y su espada, aún sobre una mesa.

"Y tendrás que dejarlos atrás".

"Salvé tu real culo hoy".

"Y ahora estoy guardando tu culo Vendan".

****

Normalmente, cuando me habían asignado a Marabella, dormía en el cuartel


con

el resto de los soldados, pero el coronel dijo, que no encajaba ahora que yo
era rey.

“Debes comenzar a interpretar el papel”, insistió, y Sven estuvo de acuerdo.

Pidieron una tienda de campaña para mí. Las tiendas estaban reservadas para
los

embajadores y dignatarios visitantes, que usaban el puesto avanzado como


punto

de parada.

Eran más grandes, más extravagantes, y ciertamente más privadas que los

barracones atestados que albergaban a los soldados.

También había ordenado una para Lia, y me metí en su tienda para


asegurarme que

todo estaba en orden. Se había extendido una gruesa alfombra floral por el
suelo,

y su cama estaba completamente hecha con mantas, pieles, y un montón de

almohadas. Una estufa redonda estaba abastecida con combustible, y lista


para

funcionar, una lámpara de aceite estaba colgada para iluminar. Y flores. Un

pequeño jarrón rebosaba de una especie de flor morada.

El coronel debió haber enviado un escuadrón entero, para buscarlas en los


carros

mercantes. Una colorida jarra de agua estaba sobre una mesa cubierta de
encaje,

junto con una vasija de pan dulce al lado. Me metí uno en la boca y volví a
colocar

la tapa. Ningún detalle se había pasado por alto. Su tienda estaba mucho
mejor

equipada que la mía. Por supuesto, el coronel sabía que lo comprobaría, para

asegurarme que estaba cómoda.


Vi su alforja en el suelo al lado de su cama. Le dije al mozo del establo, que
la trajera

tan pronto como su tienda estuviera lista. También estaba manchada de


sangre.

Tal vez por eso la había dejado en el suelo. Vacié el contenido en la mesita de
noche

para llevarlo conmigo, y limpiarlo. Quería borrar cada recordatorio del día
que

había quedado atrás.

Me senté en su cama y hojeé uno de los libros de su bolso. Era una de la que
me

había hablado, la Canción de Venda. El que mencionaba el nombre Jezelia.


Me

recosté y me hundí en el suave colchón, mirando las palabras. Eso no tenía


sentido

para mí. ¿Cómo podía estar segura de lo que decían?. No era un Erudito.
Recordé

su expresión en el Santuario cuando trató de explicarme la importancia.

─ Tal vez no es casualidad que esté aquí.

Un escalofrío me había subido por el cuello cuando dijo esas palabras.


Odiaba la

forma en que Venda, mujer o reino, estaban jugando con sus miedos, pero
también

recordaba a las multitudes y la forma en que crecían cada día. Había algo

antinatural al respecto, algo que no me parecía bien, algo que ni siquiera el


Komizar

podía controlar.

Puse el libro a un lado. Estaba detrás de nosotros ahora. El Santuario, Venda,


todo.

Incluyendo la noción ridícula de Griz, que ella era su reina. Estaríamos en


camino a

Dalbreck pronto.

Maldije por el hecho de que no podríamos irnos de inmediato. El coronel no


podía

prescindir de una escolta lo suficientemente grande como para complacer a


Sven,

pero dijo que esperaba que llegara una rotación de tropas en unos días, y que

podríamos irnos con seguridad, con las tropas que partían. Mientras tanto, le
había

ordenado al cetrero que enviara un rápido trío de Valsprey a Falworth con


noticias

de mi seguridad, y mi inminente regreso.

Dijo que eso también le daría tiempo, para informarme sobre asuntos en la
corte.

Prepárarme, esas fueron las palabras de advertencia que vi en sus ojos,


incluso si

él no las dijo. Mi regreso a la corte no iba a ser fácil. Lo sabía.

Todavía estaba tratando de absorber el conocimiento que mis peores temores


se
habían realizado. Tanto mi madre, como mi padre estaban muertos, y habían

muerto sin saber el destino de su único hijo. La culpa me atravesó.

Pero sabían que los amaba. Ellos sabían eso.

Acordamos esperar hasta mañana después de descansar, para discutir los


detalles

de la muerte de mis padres, y todo lo que había sucedido desde entonces.

El gabinete se enfurecería cuando supieran dónde había estado, y los riesgos


que

había tomado.

Iba a tomar algo de trabajo recuperar sus confianzas. Pero Lia estaba viva, y
lo haría

todo de nuevo, si tuviera que hacerlo. Sven y los demás entendieron. Una vez
que

el gabinete la conociera, ellos también lo entenderían.

CAPÍTULO VEINTIUNO

KADEN

Seguí a los guardias como si no supiera a dónde iba, pero recordaba cada

centímetro del puesto de avanzada de Marabella, especialmente donde


estaban

los retretes, y duchas. Cuando pasamos por la puerta que conducía a los
potreros,

vi que habían agregado otra torre de vigilancia a la pared del potrero. Había
sido su
único punto ciego. Uno muy improbable, debido al acceso empinado y rocoso
y al

río debajo, No obstante un punto ciego, y me había permitido entrar.

Lia me había preguntado una vez, a cuántas personas había matado.


Demasiadas

para recordarlas a todas, pero a este lo recordaba.

Allí.

Miré el retrete al final. Un lugar apropiado para morir.

"Espera", dijo Tavish.

Me detuve mientras los guardias entraban en una choza de suministros.

Estaba seguro de que no me ofrecerían una ducha y ropa limpia, si supieran


que le

había cortado el cuello a uno de sus comandantes. Eso fue hace dos años.

No podía recordar exactamente cuáles habían sido sus pecados, solo que
muchos

Vendans habían muerto bajo su mando, y esa era razón suficiente para que el

Komizar me enviara.

Esto es por Eben, le había dicho antes de cortarlo con la espada, aunque no
sabía

si tenía algo que ver con la muerte de los padres de Eben. Ahora deseaba
saberlo.

Desearía poder recordar todas las razones.

─ Eso fue hace una vida, Kaden. Ambos éramos personas diferentes
entonces.

"¿Algo mal?". Preguntó Tavish.

Los soldados habían regresado con los suministros, y esperaban que yo los
siguiera.

"No", respondí. "Nada está mal."

Continuamos hasta las duchas, y agradecí que el agua estuviera tibia. No era
como

las aguas termales de los vagabundos, que prácticamente hervian la mugre,


pero

era más fácil para los músculos adoloridos, que el agua helada del Santuario.

Se sentía bien lavar la sangre de los hombres que una vez fueron mis
camaradas,

aquellos con quienes había montado hace solo unos meses, y que hoy había

ayudado a matar.

"Parece que Griz va a estar bien".

Mantuve la cabeza bajo el agua, fingiendo que no oía a Tavish. ¿Estaba


buscando

cumplidos?. ¿Solo porque había cosido a Griz en el desierto?.

Cuando me volví para darle una respuesta fría, él estaba frotandose bajo los
brazos,

y estudiándome. No me gustaban Rafe o sus engañosos amigos, pero la


verdad era

que Tavish le había salvado la vida a Griz, y le debía las gracias. Griz seguía
siendo
mi compañero, tal vez el único.

"Eres hábil con una aguja", le ofrecí.

"Solo por necesidad", respondió, cerrando el agua. "Nadie más quiere el


trabajo".

Se secó y comenzó a vestirse. "Es curioso, Rafe no empujará un pequeño


trozo de

acero en la mejilla de alguien, pero puede derribar a tres hombres con un solo

movimiento de su espada sin siquiera sudar". Pero ya lo sabes, ¿no?".

Una advertencia no tan sutil. Lo recordé viendo mi intercambio con Rafe, en


el

cuartel del cirujano. Obviamente no apreciaba mi falta de respeto real.

"Él no es mi rey. No doblaré mi rodilla hacia él como el resto de ustedes ".

"No es un mal tipo si le das una oportunidad".

"Esperaba que dijeras algo así, pero no estoy aquí por casualidad, o por ser
amigo

de alguien. Estoy aquí por Lia".

"Entonces estás aquí por la razón equivocada, Asesino". Se ajustó el cinturón


y se

puso la vaina. Sus ojos eran piscinas negras y calientes. “Otro consejo: Ten
cuidado

cuando uses los retretes. Especialmente tarde en la noche. He oído que


pueden ser

peligrosos. Sorprendente, ¿no es así?”. Se giró y se fue, ordenando a los


guardias
que esperaran hasta que terminara.

Me había estado estudiando más de lo que pensaba. Fué solo una simple
mirada al

retrete, pero él la había visto y lo había reunido. Sin duda me vigilaría

diligentemente, o se aseguraría de que alguien más lo hiciera.

Probablemente ya le estaba contando a Rafe sobre sus sospechas.

¿Alguno de ellos notaría que había peleado de su lado hoy?.

Seguí duchándome, sin prisa por unirme nuevamente con los guardias, que
me

esperaban. Me preguntaba cuándo, y si volvería a ver a Lia. Rafe no lo haría


fácil,

especialmente ahora que estaba ...

Empujé mi cabeza hacia atrás bajo el agua. Ni siquiera me había


acostumbrado a la

idea que él fuera un príncipe, y ahora era un rey ardiente.

Escupí agua y me lavé el pecho.

¿Lia realmente creía que él la seguiría?, todo el camino hasta ... Cerré el
agua.

Él no irá a Morrighan.

Pero eso no la detendrá.

Algo cálido se hundió en mí.

Sentí esperanza de nuevo.


Él no la conocía como yo.

Había muchas cosas que no sabía.

Incluso existía la posibilidad que Lia lo estuviera usando, como ella me había
usado

a mí.

Ese mismo pensamiento cayó en otro.

También había cosas que ella no sabía sobre él, y tal vez era hora que se
enterara.

CAPÍTULO VEINTIDOS

La noche cayó temprano, y escuché un zumbido lejano. ¿Una canción?. ¿Era


posible

que su evento pasara aquí también, con recuerdos de la niña Morrighan?.

No parecía probable, sin embargo, todos habíamos surgido de los mismos

comienzos. ¿Hasta dónde habían divergido esos comienzos?. La noche tiraba


de mí,

un tirón silencioso al que quería ceder, pero las ventanas doradas iluminadas
del

comedor del oficial, estaban delante.

Seguí a Madame Rathbone por los escalones de una gran estructura de


madera con

una amplia terraza alrededor.

"Espera", le dije, agarrando su brazo. "Necesito un momento.".

Un surco le cubrió la frente. "No hay nada que temer."


"Lo sé", dije, un poco sin aliento. "Todo va a estar correcto. Por favor".

Ella se fue, y yo me di vuelta, apoyándome en la barandilla. Siempre me


había

enfrentado a las expectativas de los demás, generalmente con poca paciencia,

criticando al gabinete que me presionaba, de una forma u otra, pero ahora


tenía

que lidiar con otro tipo de expectativa, que no entendía completamente.

Estaba sumida en complicaciones, y no estaba segura de cómo navegarlas.

─Tu futura reina.

Cuando entrara por la puerta del comedor, eso era lo que verían. Le había
dicho a

Kaden que de alguna manera haría que todo funcionara, pero sabía que no
podía.

Era imposible. Siempre salía alguien del lado perdedor. No quería que
fueramos

Rafe y yo.

Miré al cielo occidental, y sus constelaciones: Los diamantes de Aster, el


cáliz de

Dios, y la cola del dragón. Las estrellas que se cernían sobre Morrighan. Besé
mis

dedos y los levanté al cielo, a casa, a los que había dejado atrás, a todos los
que

amaba, incluidos los muertos.

"Enade meunter ijotande", susurré, luego me di vuelta y abrí la puerta del


comedor.

Rafe fue la primera persona que vi, y en secreto agradecí a los dioses, porque
hizo

que mi corazón no tuviera peso, se elevó en algún lugar alto y libre.

Se puso de pie cuando me vio, y la expresión de sus ojos, me hizo agradecer


los

esfuerzos de Madame Rathbone, Adeline y Vilah. Habían elegido bien. Su


mirada

hizo que mi corazón se tranquilizara, ahora cálido y lleno en mi pecho.

Miré más allá de los oficiales, las esposas y quienquiera que estuviera allí,
adonde

estaba parado, al final de la larga mesa del comedor, hipnotizado. Era la


primera

vez que veía a Rafe vestido con la ropa de su propio reino. Era extrañamente

desconcertante, una confirmación de quién era realmente.

Llevaba una túnica de oficial azul profundo, sobre una camisa negra suelta, y
un

cinturón de cuero oscuro, con la cresta de Dalbreck cruzando su pecho. Su


cabello

había sido recortado, y su rostro brillaba con un afeitado apurado.

Sentí que giraban las cabezas, pero mantuve mis ojos fijos en Rafe, y mis
pies se

deslizaron por el suelo para llegar a su lado. Esto era. No entendía las
costumbres
formales de Dalbreck. El Erudito había tratado de enseñarme lo más básico
de los

saludos, pero me había saltado sus lecciones.

Rafe me tendió la mano y, cuando la tomé, me sorprendió que me acercara, y


me

besara delante de todos. Un beso largo y escandaloso. Sentí el color correr


por mis

mejillas. Si esto era una costumbre, me gustaba.

Cuando me volví, para mirar al resto de los invitados, era bastante evidente
que

este tipo de saludo, no era un protocolo estándar. Algunas de las damas


también

tenían color en sus mejillas, y la mano de Sven descansaba sobre su boca,


como si

estuviera tratando de ocultar el ceño fruncido.

"Mis elogios y gratitud, señora Rathbone", dijo Rafe, "por cuidar tan bien a la

princesa".

Desató la capa de piel alrededor de mis hombros, y se la entregó a un


sirviente. Me

senté en una silla junto a él, y fue entonces cuando vi exactamente quiénes
estaban

presentes. Sven, Tavish, y Orrin, también estaban vestidos con el profundo


azul de

Dalbretch, sus apariencias transformadas por una navaja de afeitar, jabón y


ropa
bien planchada: Oficiales del poderoso ejército del que Sven, me había
contado,

con tanto orgullo la historia.

Sven, como el coronel Bodeen, que estaba sentado en el extremo opuesto,


también

llevaba una trenza dorada en el hombro. No había nada que distinguiera a


Rafe y

su posición, pero ciertamente, no tenían a mano los adornos de un rey, en un

puesto avanzado.

El coronel Bodeen intervino con las presentaciones. Los saludos fueron


cordiales,

pero reservados, y luego los sirvientes trajeron el primero de muchos platos,

servidos en pequeños platitos de porcelana blanca: Bolitas calientes de queso


de

cabra, enrolladas en hierbas; rollitos de carne picada, envueltos en finas tiras


de

carne de cerdo ahumada; panes planos fritos con forma de cuencos, del
tamaño de

un bocado y rellenos de frijoles, calientes y especiados. Cada plato se sirvió


en un

plato fresco, y ni siquiera habíamos llegado al plato principal.

Por supuesto, todavía.

─ Ya verás.

Sí, lo vi, aunque estaba segura que el coronel Bodeen, había preparando una
mesa

más extravagante esta noche, para honrar no solo a sus camaradas que
regresaron,

sino al rey que creían perdido. La ausencia de Jeb se debía a las órdenes del
médico

de descansar.

Nadie más pareció darse cuenta que Griz y Kaden no estaban presentes,
aunque

estaba segura que ambos se habrían sentido extremadamente incómodos en la

mesa. A veces sentía que estaba en una niebla de ensueño.

Era una noche de celebración, y noté el esfuerzo por mantener la


conversación

ligera. El coronel Bodeen sacó sus venerados ojos rojos y le sirvió un vaso a
Sven.

Anunció que se estaba preparando otra celebración, que incluía a todo el


puesto

avanzado. Les daría a todos los soldados, la oportunidad de brindar por su


nuevo

rey, y —el coronel Bodeen añadió vacilante—su futura reina.

"Las fiestas de Marabella no tienen comparación", dijo Vilah con entusiasmo.

"Levantan espíritus", agregó Bodeen.

"Y hay baile", dijo la señora Rathbone.

Les aseguré todo lo ansiosa que estaba por participar.


Entre platos, se ofrecían brindis, y mientras fluían los espíritus del vino , se
olvidó

la precaución, y se me dirigió más conversación.

"Madame Rathbone me dijo que tenía una buena mesa", le dije al coronel
Bodeen,

"y debo admitir que estoy bastante impresionada".

"El puesto avanzado de Marabella, es conocido por su comida excepcional",

respondió Fiona, la esposa del teniente Belmonte, con la voz llena de orgullo.

"Cuanto mejor alimenten a un soldado, mejor podrán servir", explicó el


coronel

Bodeen, como si la comida no fuera una extravagancia, sino una estrategia de

batalla.

El recuerdo de la sonrisa asegurada del Komizar, y los silos altos y brillantes,


rielaron

detrás de mis ojos. ─Grandes ejércitos marchan sobre sus estómagos.

Me quedé mirando el plato delante de mí. Una mancha de salsa de naranja, y


un

hueso de pierna de faisán, yacían sobre ella. No había platos de huesos para
pasar

antes de la comida, ningún reconocimiento de sacrificio.

Su ausencia dejó un agujero extraño en mí, que suplicaba que se llenara. No


estaba

segura de lo que le había pasado a mi propia atadura de huesos.


Probablemente la
habían tirado junto con mi ropa ensangrentada y rota, como algo impuro y
salvaje.

Discretamente saqué el hueso del plato, y lo escondí en mi servilleta, antes de


que

el criado pudiera quitarlo.

"No puedo imaginar lo que sufrió a manos de esos salvajes", dijo la señora
Hague.

"Si te refieres a los Vendans, sí, algunos eran muy salvajes, pero muchos
otros eran

extremadamente amables".

Ella levantó las cejas como si dudara.

El capitán Hague echó atrás otra copa de vino. “Pero debes lamentar tu
decisión de

huir de la boda. Todo esto…"

“No, Capitán. No me arrepiento de mi decisión ".

La mesa quedó en silencio.

"Si me hubieran enviado a Dalbreck, hay cosas valiosas que nunca habría

aprendido".

El teniente Dupre se inclinó hacia delante. "Seguramente hay formas más


fáciles de

aprender las lecciones de la juventud"

“No lecciones, teniente. Hechos fríos y duros. Los Vendans han acumulado
un
ejército, e ideado armas que podrían acabar con Dalbreck y Morrighan ".

Dudosas miradas se intercambiaron. Unos pocos ojos se acercaron a rodar


por

completo. Pobre muchacha delirante.

Rafe puso su mano sobre la mía.

“Lia, podemos hablar de esto más tarde. Mañana, con el coronel y otros
oficiales ”.

Rápidamente sugirió que nos retirasemos y nos excusó. Cuando pasamos


junto a

Sven y Bodeen, miré la botella casi vacía de ojos rojos.

La agarré de la mesa y la olí. "Coronel Bodeen, ¿le importa si me llevo el


resto de

esto conmigo?".

Sus ojos se abrieron. "Me temo que es una cerveza muy fuerte, su alteza".

"Sí, lo sé."

Miró a Rafe en busca de aprobación, y Rafe asintió. Me estaba cansando


bastante

de que todos se dirigieran a Rafe, antes de contestarme.

"No es para mí", le expliqué, luego le lancé una mirada acusadora a Sven.

"Le prometimos a Griz un vaso, ¿no?".

Bodeen se mantuvo amable, pero varios de los invitados a la cena se


aclararon la

garganta, y miraron a Bodeen, esperando que se negara a compartir los ojos


rojos.

Entendí su desaprobación. Acababan de enterarse de la desaparición de un


pelotón

entero, a manos de Vendans.

Aún así, todos no podían seguir ignorando el hecho que Kaden y Griz, habían
sufrido

heridas ayudando a salvar nuestras vidas.

Rafe me quitó la botella y se la entregó a un centinela que estaba en la puerta.

"Mira que el tipo grande, en el cuartel del cirujano, reciba esto".

Rafe me miró, y levantó las cejas, para preguntar si el problema estaba


resuelto, y

asentí con satisfacción.

***

"Estos son tus cuartos", dijo Rafe, apartando la entrada con cortinas de la
tienda.

Incluso en la tenue luz brillante de una lámpara de techo, me encontré con un

choque de color. Una exuberante alfombra índigo con flores, cubría todo el
piso.

Una colcha de terciopelo azul, almohadas de satén blanco, y mantas de piel,

estaban apiladas sobre una cama con dosel, rematada con acabados tallados
en

forma de cabezas de león.

Elegantes cortinas azules se recogían con cordones dorados, esperando ser


abiertas, y una estufa achaparrada, con una parrilla intrincada, estaba cerca.

Flores frescas de maíz adornaban una mesa auxiliar, y una pequeña mesa de

comedor con dos sillas estaba en una esquina. Era más lujoso que mi propia
cámara

en casa.

“¿Y tus habitaciones?” Pregunté.

"Por ahí."

A una docena de metros de distancia, se había erigido una tienda similar. Una
corta

distancia que parecía muy lejos. No habíamos dormido separados desde que

dejamos el Santuario.

Me había acostumbrado a sentir su brazo alrededor de mi cintura, el calor de


su

aliento en mi cuello, y no podía imaginar que no estuviera conmigo esta


noche,

especialmente ahora, que finalmente teníamos lo que podría llamarse


verdadera

privacidad.

Alisé un mechón de su cara. Sus párpados eran pesados. "No has descansado,

¿verdad?".

"Aún no. Ya habrá tiempo para eso más tarde ...”

"Rafe", dije, deteniéndolo. "Algunas cosas no pueden posponerse hasta más


tarde.
Todavía no hemos hablado de tus padres. ¿Estás bien?".

Dejó caer la cortina de la tienda, bloqueando la luz de la linterna, y estábamos


de

nuevo en la oscuridad. "Estoy bien", dijo.

Acuné su rostro y lo acerqué, nuestras frentes se tocaron, nuestras


respiraciones

se mezclaron, y parecía que las lágrimas se hincharon en nuestras gargantas.


"Lo

siento, Rafe", susurré.

Su mandíbula se tensó bajo mi toque.

“Estaba donde necesitaba estar. Contigo. Mis padres lo entenderían”. Cada

palabra que decía, palpitaba en el espacio entre nosotros. "El estar con ellos
no

habría cambiado nada".

"Pero podrías haber dicho adiós".

Sus brazos me rodearon, sosteniéndome fuerte, y sentí que todo el dolor que

alguna vez se permitiría, estaba en ese agarre. Solo podía pensar en la


crueldad de

su nuevo puesto, y en lo que se esperaba de él de inmediato.

Su agarre finalmente se aflojó, y me miró, arrugas cansadas en las esquinas


de sus

ojos, una sonrisa a través de su agotamiento.

"Quédate conmigo?".
Sus labios se encontraron con los míos, y susurró contra ellos, entre besos.

"¿Estás tratando de seducirme, alteza?".

"Absolutamente", dije, y pasé lentamente la punta de mi lengua a lo largo de


su

labio inferior como si fuera mi último curso de la noche.

Se apartó un poco y suspiró.

"Estamos en medio de un puesto avanzado, con cientos de ojos mirando,

probablemente ahora mismo, desde las ventanas del comedor".

"No parecías preocupado por lo que pensaban los demás cuando me besaste
allí".

“Me conmovió el momento. Además, besarte y pasar la noche en tu tienda,


son

dos cosas diferentes”.

"¿Tienes miedo de manchar mi reputación?".

Una sonrisa malvada tiró de la esquina de su boca. "Me temo que mancharás
la

mía".

Lo golpeé juguetonamente en las costillas, pero luego sentí la sonrisa


desaparecer

de mi rostro. Entendía el protocolo, especialmente con la realeza. Por los


dioses,

había vivido con él toda mi vida. También sabía que Rafe estaba en una
posición,
especialmente delicada ahora, todos los ojos enfocados en él. Pero los dos
casi

habíamos muerto. Estaba cansada de esperar.

“Quiero estar contigo, Rafe. Ahora. Parece que esperar es todo lo que hemos

hecho. No me importa lo que piensen los demás. ¿Qué pasa si no hay


mañanas?.

¿Y si ahora, es todo lo que alguna vez hay?”.

Levantó la mano y presionó suavemente su dedo contra mis labios.

"Shhh. Nunca digas eso. Tenemos una vida por delante, cien mañanas y más.
Lo

prometo. De eso se ha tratado todo esto. Cada respiro, cada paso que he dado
ha

sido para nuestro futuro juntos. No hay nada que quiera más que desaparecer
en

esta tienda contigo, pero me importa lo que piensan. Acaban de conocerte y


ya he

ignorado todos los protocolos que se esperan de un príncipe ".

Suspiré. "Y ahora eres el rey".

“Pero al menos puedo entrar y encender la estufa por ti. Eso no me llevará
mucho

tiempo".

Le dije que podía encenderla yo misma, pero él apartó la cortina y me


condujo

adentro, y no protesté más. Comprobó el conducto de humo en la chimenea


alta y

redonda, que ventilaba a través de la parte superior de la tienda, y luego


encendió

la chimenea. Se recostó a un lado de la cama, mirando para asegurarse de que


la

madera se encendiera.

Caminé alrededor de la tienda, pasando los dedos por las cortinas de la cama,

asimilando la extravagancia.

"Esto realmente no era necesario, Rafe", le dije por encima del hombro.

Lo escuché hurgando en la madera.

“¿Dónde más te quedarías? ¿En el cuartel de los soldados?”.

"Cualquier cosa sería un lujo en comparación con donde he estado


durmiendo". Vi

mis pertenencias en la mesa. Se colocaron cuidadosamente en una pila


ordenada,

pero la alforja había desaparecido. Saqué mi cepillo de la pila y comencé a


sacar

alfileres de mi cabello, deshaciendo todo el hermoso trabajo de Adeline. "O


podría

haber dormido en la sala de estar de Madame Rathbone. Aunque su esposo


podría

no haber ...

Escuché un golpe extraño y me di vuelta. El atizador se había escapado del


alcance
de Rafe, y ahora yacía en el suelo. Parecía que iba a conseguir mi deseo
después de

todo.

"¿Rafe?"

Estaba fuera de combate. Se tumbó en mi cama, con los pies todavía en el


suelo y

las manos flácidas a los costados. Me acerqué y susurré su nombre


nuevamente,

pero él no respondió.

Incluso un rey terco, podía permanecer despierto solo por un tiempo. Le quité
las

botas y apenas se movió. Luego vinieron sus cinturones. No podía luchar con
su

peso muerto, por lo que la ropa tendría que quedarse. Levanté sus piernas y
las

giré para que estuviera completamente en la cama.

Murmuró algunas palabras incoherentes, sobre irse, y luego no emitió otro


sonido.

Me quité la hombrera, y las joyas y luché por desatar el corsé de cuero por mi

cuenta.

Una vez que apagué las luces de la lámpara, me acurruqué en la cama junto a
él, y

tiré las pieles sobre los dos. Su rostro estaba sereno, brillando a la luz del
fuego.
"Descansa, dulce granjero", susurré.

Besé su mejilla, su barbilla, sus labios, memorizando cada centímetro de su


piel

bajo mi toque.

─Cien mañanas.

Puse mi cabeza sobre la almohada junto a la suya, y deslice mi mano


alrededor de

su cintura, sosteniéndolo, aún temiendo que pudiera escaparse, y que nuestro

mañana nunca llegara.

CAPÍTULO VEINTITRÉS

Lo sentí deslizarse por debajo de mi brazo, en medio de la noche, pensé que

acababa de darse la vuelta. Pero cuando me desperté temprano, a la mañana

siguiente, se había ido. Todo lo que encontré fue una criada con ojos
cautelosos y

una bandeja de tartas, frutas secas, y crema. La dejó sobre la mesa e hizo una

reverencia.

"Soy Tilde. Su Majestad me dijo que le dije,a que tenía reuniones, y que la
verificaría

más tarde. Mientras tanto, debo ayudarle con todo lo que necesite”.

Miré el vestido arrugado en el que había dormido.

"Madame Rathbone estará enviando más ropa pronto", dijo Tilde. "Ella
también
quería saber, si querías que tus otras pertenencias fueran lavadas, o ...
quemadas".

Sabía que asumían que todo debía quemarse. La ropa no podía repararse,
pero mis

botas, y especialmente el cinturón de Walther, no eran cosas que podía dejar


ir, y

luego, cuando lo pensé, los restos del vestido de muchas manos, tampoco era
algo

que pudiera dejar ir. Le dije que limpiaría los artículos yo misma si ella me
los traía.

"Me ocuparé de eso de inmediato, señora".

Ella hizo una reverencia y salió corriendo de la tienda. Me cepillé el pelo, me


puse

las delicadas zapatillas que me había prestado Vilah, y me fui a buscar la


oficina del

coronel Bodeen.

Las gruesas paredes del puesto avanzado, brillaban bajo el sol de la mañana.
Todo

sobre la guarnición era impecable, e intimidante en su orden. Exudaba la


confianza

de un reino que era fuerte desde su fundación.

Incluso el suelo entre los edificios, estaba cubierto de grava cuidadosamente

rastrillada, del color de la mermelada. Crujió ligeramente bajo mis pies,


cuando me

acerqué a un edificio largo, que se parecía al comedor, pero que solo tenía
pequeñas ventanas altas.

Quizás no querían que nadie viera quién se encontraba dentro.

Los oficiales miraron sorprendidos cuando abrí la puerta, pero ni Rafe, ni


Sven ni el

coronel Bodeen, estaban presentes.

"Su Alteza", dijo el teniente Belmonte mientras se levantaba. "¿Hay algo que

podamos hacer por usted?".

“Me dijeron que nos encontraríamos hoy. Vine a continuar nuestra discusión
de

anoche. Sobre el ejército de Venda. Tienen que estar atentos ...”.

El Capitán Hague dejó caer una gruesa pila de papeles sobre la mesa con un
ruido

sordo.

"El rey ya nos ha informado sobre los acontecimientos en Venda", dijo, y


luego

agregó deliberadamente mientras inspeccionaba mi vestido arrugado,


"mientras

aún dormía".

Alise mi vestido. "Respeto lo que el rey puede haberte dicho, pero no vio lo
que vi

cuando ..."

"¿Eres un soldado entrenado, Su Alteza?".

Me cortó tan bruscamente que bien podría haberme abofeteado. El aguijón


siseó

en el aire. ¿Así era como iba a ser?.

Me incliné hacia delante, con las palmas de las manos sobre la mesa, y me
encontré

con su mirada.

"Sí, lo soy, Capitán, aunque tal vez entrenada con un ojo diferente al tuyo".

"Oh, por supuesto", dijo, recostándose en su silla, su tono maduro con


desdén.

"Está bien. El ejército Morrighese hace las cosas un poco diferente. Debe
tener algo

que ver con ese Don suyo. Le lanzó una sonrisa a un oficial a su lado.
"Adelántese

entonces. ¿Por qué no nos cuentas lo que crees que viste? ".

Mi culo. Aparentemente, que Rafe me reclamara como su futura reina, tenía


poco

peso con el capitán, siempre y cuando el rey no estuviera presente, pero no


podía

dejar que mi orgullo, ni mi desprecio, me impidieran compartir lo que


necesitaban

saber. Entonces les conté todo lo que sabía sobre la ciudad del ejército.

"Cien mil soldados armados es un reclamo asombroso", dijo cuando terminé.

"Especialmente para un pueblo tan atrasado como los bárbaros".

"No son tan atrasados", respondí. "Y los hombres con los que viajé, Kaden y
Griz,
pueden confirmar lo que les dije".

El Capitán Hague se levantó de su silla, su cara manchada de color repentino.

“Permítame recordarle, su alteza, acabamos de perder veintiocho hombres


por los

bárbaros. La única forma en que recopilaremos información de salvajes como


ellos,

será al final de un látigo anudado ".

Me incliné hacia delante. "Y está claro que preferirías obtenerlo de mí de la


misma

manera".

El Capitán Azia puso una mano sobre el brazo de Hague y le susurró algo.
Hague se

sentó.

“Por favor, comprenda, Alteza”, dijo Azia, “la pérdida del pelotón ha sido un
duro

golpe para todos nosotros, especialmente para el Capitán Hague. Uno de sus

primos era un soldado en la unidad ".

Mis manos se deslizaron de la mesa y me puse derecha, respirando con


calma.

Entendía el dolor. “Mis condolencias, Capitán. Siento tu pérdida. Pero por


favor no

te confundas. Tengo una deuda con los hombres que calumnias, y si no son

invitados a nuestra mesa, tampoco esperes verme allí”.


Sus cejas caídas cayeron sobre sus ojos. "Transmitiré tus deseos al Coronel

Bodeen".

Estaba girando para irme, cuando se abrió una puerta en la parte trasera de la

habitación, y apareció el coronel Bodeen, junto con Sven, Rafe y Tavish.

Se sorprendieron cuando me vieron, y los ojos de Rafe se volvieron


brevemente

agudos como si lo hubiera socavado.

"Me estaba yendo", dije. "Parece que ya te has ocupado de los asuntos aquí".

Salí por la puerta y bajé las escaleras, antes de que Rafe saliera a la terraza y
me

detuviera.

"Lia, ¿qué pasa?".

"Pensé que íbamos a reunirnos con los oficiales juntos".

Él negó con la cabeza, su expresión de disculpa.

"Estabas dormida. No quería despertarte. Pero les dije todo lo que me dijiste”.

“¿Sobre los silos?”.

"Sí."

“¿Los brezalots?”.

"Sí."

"¿El tamaño del ejército?".

"Sí, les dije todo".


Todo. Había algunas cosas que incluso podría haber retenido.

“¿Los traidores de la corte morrighese?”.

El asintió. "Tenía que hacerlo, Lia".

Por supuesto que lo hizo. Pero solo podía imaginar cómo disminuyó aún más
su

respeto por Morrighan, y por mí. Vengo de un tribunal lleno de serpientes

Suspiré. "No parecían creer nada de lo que dije sobre el ejército de Venda".

Extendió la mano y tomó mi mano. "Si parecen escépticos, es porque nunca


se han

encontrado con patrullas bárbaras que sumaban más de una docena antes,
pero

también les dije lo que vi, la brigada armada y organizada de al menos


quinientos

que te condujo a Venda. Confía en mí, estamos evaluando las medidas que
deben

tomarse, especialmente ahora con la muerte de todo un … "

Solté un suave gemido. "Me temo que he tenido un mal comienzo con tus
oficiales,

y el Capitán Hague no me gusta mucho. No me di cuenta de que uno de los


muertos

era su primo. Él y yo tuvimos un pequeño choque allí ”.

“Malas noticias o no, el Capitán Hague siempre es una píldora que se toma
mejor

con cerveza fuerte. Al menos eso es lo que me dice Sven. Conozco al hombre
solo

de pasada”.

"Sven tiene razón. Dejó en claro que no tenía respeto por el ejército
Morrighese, y

también despreciaba mi Don. Fui tan bienvenida allí como una rodilla
desollada”.

“¿Por qué, en nombre de los dioses, Dalbreck alguna vez me quiso, si no


tenían en

cuenta a las Primeras Hijas y el Don?”.

Rafe pareció momentáneamente aturdido, con los hombros hacia atrás como
si mi

pregunta lo inquietara. Se recuperó rápidamente. “El capitán te insultó.


Hablaré

con él ".

"No", dije, sacudiendo la cabeza. "Por favor no lo hagas. Lo último que


quiero es

verme como una niña herida, que corrió hacia el rey. Lo resolveremos ".

Él asintió y acercó mi mano a sus labios y la besó. "Intentaré terminar estas

reuniones tan pronto como pueda".

"¿Hay algo en lo que pueda ayudar?".

Una mueca de cansancio cubrió sus ojos, y me dijo que había sucedido
mucho más

en su ausencia, además de la muerte de sus padres. Sin un liderazgo fuerte, la


asamblea y el gabinete habían estado en guerra. Ciertos egos habían
estallado, los

generales cuestionaban la cadena de mando, y el miedo por el flagelo que


había

matado a la reina, había afectado el comercio, todo mientras mantenían en


secreto

la muerte del rey del resto del mundo.

Había batallas esperando a Rafe en todos los frentes una vez que regresara al

palacio.

"¿Cuándo será eso, Rafe?"

Odiaba insistir, especialmente ahora, pero no tenía otra opción.

“Sabes que Morrighan todavía necesita ser advertido. Que necesito ...”

“Lo sé, Lia. Por favor, solo dame unos días para lidiar con todo esto primero.

Entonces podemos hablar de ...”

Sven asomó la cabeza por la puerta. "Su Majestad", dijo, rodando los ojos
hacia la

habitación detrás de él, "se ponen inquietos".

Rafe miró hacia mí, deteniéndose como si nunca quisiera irse. Vi las sombras
que

aún acechaban bajo sus ojos. Solo había dormido unas pocas horas, cuando

necesitaba una semana, y solo se le había concedido un momento de duelo,


cuando

necesitaba mucho más.


Todo lo que me pidió fueron unos días para hacer malabares con su nuevo
papel

como rey, pero unos días parecían un lujo que Morrighan no podía
permitirse.

Asentí, y él se giró, y desapareció detrás de la puerta con Sven, antes de que


pudiera

decirle adiós.

***

Enganché la última hebilla del corpiño, y me ajusté el cinturón. Estaba


agradecida

que Vilah y Adeline, me hubieran traído ropa más práctica, (una falda de
cuero, un

chaleco, y una camisa), pero no eran menos lujosos que el vestido que me
había

puesto la noche anterior.

El cuero marrón en relieve era tan flexible que parecía que podría derretirse
entre

mis dedos.

Los viejos cordones rotos y anudados, habían sido reemplazados en mis botas

recién limpiadas, y el cinturón de Walther estaba ajustado contra mi pecho,

brillando como el día que Greta se lo había dado.

“¿Una reliquia familiar?” Preguntó Vilah.

Ambas me miraron tentativamente, como si hubieran leído algo doloroso en


mi
expresión cuando me lo puse. Eran tan amables como el Capitán Hague era

desagradable. Sonreí y asentí, tratando de borrar cualquier tristeza que


hubieran

visto.

"Estoy lista."

Se ofrecieron a darme un recorrido por el puesto avanzado, que estaba


contenido

dentro de una gran pared ovalada. Las tiendas de Rafe y mia, estaban justo
afuera

de la vivienda de los oficiales y del comedor.

Señalaron las hileras de cuarteles de soldados, mientras caminábamos, el


comedor

de los soldados, el bungalow del cirujano, y metidos entre todos, la cocina.

Llegamos a una puerta ancha que conducía al nivel inferior del puesto
avanzado.

Después de señalar los graneros, los potreros y el jardín del cocinero, me


mostraron

los maullidos donde estaban enjaulados los Valsprey. Eran pájaros con
plumaje

blanco, garras afiladas y una mirada intimidante. Sus brillantes ojos rojos
tenían un

corte negro de plumas sobre ellos. Vilah dijo que eran volantes rápidos con

envergaduras de cinco pies.

"Pueden volar miles de millas sin detenerse. Así es como enviamos mensajes
entre

los puestos avanzados, y la capital ".

Cuando le pregunté si podían enviarlos a algún lado, ella dijo que solo
estaban

entrenados para volar a ciertos destinos. Sus cabezas se volvieron inquietas,

mirándonos cuando pasamos.

Debajo de la pared trasera estaba el río, que se abría detrás del puesto
avanzado.

Volvimos en círculos al nivel superior, y me mostraron la lavandería, que era

enorme. Eso no me sorprendió dada su historia de amor con la ropa.

Finalmente nos encontramos nuevamente en la parte delantera del puesto

avanzado, cerca de las oficinas del coronel Bodeen. Miré las pequeñas
ventanas

altas y me pregunté qué "medidas" habían discutido.

"¿Podemos salir?", Le pregunté, señalando a la puerta de la torre de


vigilancia. Rafe

había dicho que los vagabundos a menudo acampaban cerca de las paredes
del

puesto avanzado.

No había visto la banda de carros de Dihara cuando nos acercamos ayer, pero
en

verdad había visto muy poco, además de las personas que salían a nuestro

encuentro. Ahora me preguntaba si ella y el resto podrían estar en algún lugar


de

la ciudad improvisada.

"Por supuesto", dijo Adeline alegremente. Una pequeña puerta en la enorme

puerta de la torre de vigilancia estaba abierta, y como Rafe había ordenado,


cuatro

soldados la custodiaban. Cada uno sostenía una alabarda bien pulida.


Permitieron

que otros soldados pasaran libremente, pero a los comerciantes solo se les
permitía

dejar mensajes y luego eran rechazados.

Cuando nos acercamos, sus alabardas se cruzaron e hicieron clic, como una

máquina oportuna para bloquearnos.

"¡James!", Advirtió Adeline. "¿Qué estás haciendo? Hazte a un lado.


Saldremos

a ..”

“Tú y Vi pueden pasar”, respondió, “pero no Su Alteza sin una escolta.


Órdenes del

rey ".

Yo fruncí el ceño. Rafe temía que más Rahtans pudieran estar allí afuera.

"¿Estas damas no cuentan como mis acompañantes?", Pregunté.

"Escoltas armados", aclaró.

Hice un punto exagerado al mirar las dagas a cada lado. Estábamos armadas.
James sacudió la cabeza. Aparentemente nuestras propias armas no eran

suficientes.

****

Fue incómodo caminar entre los vagones mercantes, con seis guardias de
rostro

sombrío, empuñando alabardas afiladas y puntiagudas, pero tuvimos suerte


que

James los hubiera encontrado incluso, porque ninguno de los cuatro en la


puerta

dejaría sus puestos.

La pequeña ciudad del vagón, me recordó de alguna manera el jehendra.


Algo para

todos y para todos los gustos: Comidas a la parrilla, telas, artículos de cuero,
carpas

para juegos de azar, cervezas exóticas, incluso un servicio de redacción de


cartas

para soldados que querían enviar misivas a casa, escritas con un toque
elegante.

Otros comerciantes estaban allí solo para vender productos básicos al puesto

avanzado, y estar en su camino.

Todavía estaba pensando que el puesto avanzado parecía romper el tratado,


que

impedía viviendas permanentes en el Cam Lanteux. ¿Por qué quemaron la


familia
de Eben, cuando aquí, en el mismo desierto, había una estructura que
albergaba a

cientos?.

Cuando le pregunté a Adeline sobre esto, uno de los guardias me escuchó y

respondió en su lugar.

“No hay residentes permanentes aquí. Nos rotan regularmente dentro y fuera
”. Su

explicación sonaba como una escapatoria, explotada por los bien armados y

poderosos.

Recordé a Regan, hablando de los campamentos donde descansaban sus


patrullas,

pero siempre los había imaginado como lugares temporales de surcos


fangosos,

tiendas temblorosas, y soldados arrastrados por el viento, acurrucados contra


los

elementos. Ahora me preguntaba si Morrighan tenía lagunas también, y sus

campamentos eran más permanentes de lo que creía que eran.

Pregunté el paradero de los campamentos de vagabundos entre los


comerciantes

mientras caminábamos, y siempre me dirigían a una corta distancia, pero


ninguno

de los vagabundos era el que buscaba.

"El que lidera Dihara", le dije finalmente a un viejo hombre que golpeaba
diseños
en una banda de cuero para la frente.

Hizo una pausa en su trabajo y usó su cincel para apuntar aún más abajo en la

pared.

"Ella está aquí. Al final”. Mi corazón dio un salto, pero solo


momentáneamente.

Sus arrugas se profundizaron en una inconfundible severidad.

Corrí en la dirección que él indicó, Vilah, Adeline y los soldados luchaban


por

seguirme el paso.

Cuando encontramos el campamento, entendí la expresión sombría del viejo.

Estaba escondido debajo de ramas de pino expansivas, pero no había


campanas

colgando de ellas. No había cintas pintadas, o cobres golpeados girando


desde las

Ramas. No había hervidor de agua en medio de todo. No había carpas. Solo


tres

carvachis chamuscados. El carvachi de Reena, ahora era más negro que


púrpura. Se

sentaba en un tronco, cerca del anillo de fuego con una de las jóvenes
madres.

Cerca, Tevio raspaba la tierra con un palo afilado. Detrás de los carvachis, vi
a uno

de los hombres cuidando a los caballos, con un niño en la cadera. No había


alegría.
Me volví hacia los guardias y les supliqué que se quedaran atrás.

"Por favor", dije. "Algo está mal".

Examinaron los alrededores y de mala gana, acordaron mantener su distancia.

Adeline y Vilah se plantaron frente a ellos como su propio tipo de protección,


una

línea que no se debía cruzar. Me acerqué con el pecho martilleando.

"¿Reena?".

Su rostro se iluminó, y saltó para encontrarse conmigo, apretándome contra


su

pecho lleno, como si nunca me hubiera dejado ir. Cuando aflojó su agarre y
me

miró de nuevo, sus ojos brillando.

“¡Chemi monsé Lia! ¡Oue vifar!”

"Si estoy viva. ¿Pero qué ha pasado aquí?”.

Miré fijamente su carro carbonizado. Para entonces, varios otros se habían


unido a

nosotros, incluido Tevio, que tiraba de mi falda. Reena me acercó al fuego,


para

sentarme en el tronco y me lo dijo.

Los jinetes vinieron. Vendans. Unos que nunca había visto antes. Dihara salió
a su

encuentro, pero no querían hablar. Levantaron un cuchillo pequeño. Dijeron


que
ayudar a los enemigos de Venda tenía que vengarse. Mataron a la mitad de
los

caballos, incendiaron las carpas y los carros, y se fueron. Ella y los demás
agarraron

mantas y todo lo que pudieron para apagar las llamas, pero las carpas

desaparecieron casi al instante. Se las arreglaron para salvar a tres de los


carvachis.

Desde el momento en que mencionó el pequeño cuchillo, un sabor salado


enfermo,

se hinchó en mi lengua. El cuchillo de Natiya. Cuando Reena terminó, me


puse de

pie, incapaz de contener mi ira. ¡Una muerte no era lo suficientemente buena


para

el Komizar!. ¡Quería matarlo de nuevo!. Golpeé mi puño contra el lado de


madera

del carvachi, la ira me arañó.

“Aida monsé, neu, neu, neu. No debes lastimarte por eso", Reena dijo,
alejándome

del carvachi. Miró las astillas en mi mano y la envolvió en su bufanda.

“Nos recuperaremos de esto. Dihara dijo que era una temporada que ninguno
de

nosotros podía evitar ".

"Dihara? ¿Donde está? ¿Ella esta bien?".

Las mismas líneas sombrías se extendieron por los ojos de Reena como había
visto
en el viejo.

Mis rodillas se debilitaron. "No", dije, sacudiendo la cabeza.

"Ella vive", dijo Reena rápidamente para corregir mi suposición, luego


agregó,

"Pero tal vez no por mucho tiempo. Ella es muy vieja, y al apagar las llamas,
su

corazón falló. Su ritmo, incluso ahora, es débil. El sanador del puesto


avanzado,

salió a verla, que los dioses lo bendigan, pero no había nada que él pudiera
hacer”.

"¿Donde esta ella?".

***

El interior del carvachi estaba oscuro, excepto por una delgada llama azul,
que

parpadeaba en un cuenco de sebo dulcemente perfumado, para mantener


alejado

el olor de la muerte. Llevé un balde de agua tibia con hojas penetrantes


flotando

adentro.

Estaba apoyada sobre almohadas en la cama, en la parte trasera del vagón, luz
de

plumas, cenizas grises para volar. Sentí la muerte flotando en las esquinas,

mirando. Esperando. Su larga trenza plateada era la única fuerza que vi, una
cuerda
que la mantenía amarrada a los vivos. Acerqué un taburete y dejé el cubo.
Ella abrió

los ojos.

─ La escuchaste. Dale a la chica un poco de queso de cabra.

Las primeras palabras que la escuché hablar, se hincharon en mi pecho.

─La escuchaste. Ella fue una de las pocas que lo hizo. Metí un trapo en el
cubo y lo

exprimí. Le limpié la frente.

"No estás bien".

Sus pálidos ojos buscaron mi cara.

"Es un largo camino por el que has viajado, y aún te queda mucho por
recorrer". Su

respiración vaciló y parpadeó lentamente. "Muy lejos.".

"Solo he viajado lejos por la fuerza que me has dado".

"No", susurró. "Siempre estuvo en ti, enterrada profundamente".

Sus párpados se cerraron como si su peso fuera demasiado fuerte.

Enjuagué el trapo, y le limpié el cuello, los elegantes pliegues que marcaban


los días

que había pasado en esta tierra, las hermosas líneas que cubrían su rostro
como un

mapa finamente dibujado, antiguo, pero ahora, en este momento, no lo

suficientemente mayor. Este mundo todavía necesitaba más de ella. Ella no


podía
irse. Su mano se movió sobre la mía, fría y parecida al papel.

“La niña Natiya. Háblale —dijo ella, con los ojos todavía cerrados. “No dejes
que

ella cargue con la culpa por mí. Lo que ella hizo fue correcto. La verdad dio
vueltas

y la tomó en sus brazos”.

Levanté su delgada mano espectral a mis labios, cerrando los ojos. Asentí,
tragando

el dolor en mi garganta.

"Suficiente", dijo, alejando su mano. “Casi me comían los lobos. ¿Te lo dije?.
Eristle

me escuchó llorar en el bosque. Cuando los cielos temblaron con truenos, ella
me

enseñó a callar ...”

Sus ojos se abrieron, sus pupilas grandes lunas negras, flotando en un círculo
gris,

y ella tembló débilmente su cabeza.

“No, esa es mi historia, no la tuya. La tuya está llamando. Sigue tu camino”.

"¿Por qué yo, Dihara?".

“Ya tienes la respuesta a esa pregunta. Tenía que ser alguien. ¿Porque no
tu?".

Estas fueron las mismas palabras que Venda me había dicho. Dedos fríos
bailaron

por mi columna vertebral.


─Este mundo, te inspira ... te conoce, y luego te exhala de nuevo, te
comparte.

Sus ojos se cerraron, y su lengua volvió a su lengua materna, su voz tan débil
como

el parpadeo de la vela.

"Jei zinterr ... jei trévitoria".

─Sé valiente. Se victoriosa”.

Me puse de pie para irme.

Se sentía como si tampoco fuera imposible serlo.

CAPÍTULO VEINTICUATRO

RAFE

Sven tocó la mesa cerca de mi plato. “El coronel Bodeen se sentirá ofendido.
No

estás comiendo ".

"Y estas son las mejores chuletas de bisonte que he probado", agregó Orrin

mientras chupaba el último trozo de salsa de un hueso. "No le digas que lo


dije. Dije

que las mías eran mejores”.

Tavish se echó hacia atrás, con las botas apoyadas sobre la mesa, raspando la

madera pulida. Me miró sin decir nada. Nos habíamos tomado un descanso
de

nuestras discusiones y estábamos encerrados en la oficina de Bodeen,


mientras los
otros oficiales comían su comida del mediodía en la sala de reuniones.

Sven se levantó y miró por la ventana. "No te preocupes, muchacho. Todo


esto

caerá en su lugar. Es mucho para asimilar a la vez ".

“¿Muchacho?” Dijo Tavish. "És el floreciente rey ahora".

"Puede quitarlo de mi piel".

Aparté mi plato. "No se trata solo de asuntos oficiales en mi mente. Es Lia.


Ella tuvo

un encuentro con Hague.”

Sven gruñó. "¿Asi que?. Todos tienen encuentros con Hague. Nada de que

preocuparse."

“¿Qué pasa con los otros oficiales?”, Pregunté. "¿Alguno de ustedes, tiene
una idea

de cómo se sienten acerca de ella?".

"No sostienen el reino contra ella", dijo Tavish rotundamente.

"Belmonte, Armistead, y Azia, eran como cachorros cautivados cuando la

conocieron".

Sven entrecerró los ojos y siguió mirando algo por la ventana. "¿Eso es todo
lo que

te preocupa? ¿Si les gusta?”.

No. Eso ni siquiera era la mitad. En la galería había visto sus ojos: Hablaban
tanto
como sus palabras, antes de que la interrumpiera. Había evitado el tema en
nuestro

camino aquí, al enfatizar que nuestro único objetivo era alcanzar la seguridad
del

puesto avanzado. Pero ahora estábamos aquí. Sus preguntas eran más
difíciles de

evitar. Me incliné hacia adelante, frotando mis sienes.

"No. Eso no es todo lo que me preocupa. Ella quiere irse a casa ".

Sven se volvió para mirarme. “¿A Morrighan?. ¿Por qué querría hacer una
tontería

como esa?”.

"Ella cree que necesita advertirles sobre el ejército Vendan".

"Puede que el Komizar le haya transmitido sus grandes planes, pero eso no
significa

que fueran una realidad", dijo Sven. "¿Cuándo dijo algo que no estaba
contaminado

por sus propias ambiciones?". Me recordó que incluso algunos de los


gobernadores

pensaban que había inflado sus números.

Orrin se lamió los dedos. "Y unos pocos miles de soldados pueden parecer

muchísimo más cuando tienes miedo".

"Pero sabemos desde hace algún tiempo que su número estaba creciendo",
dije.

"Es lo que nos empujó hacia una alianza matrimonial con Morrighan".
Sven puso los ojos en blanco. "Hubo muchas motivaciones para eso".

"Y los números no son lo mismo que un ejército con siglos de entrenamiento,
y

experiencia como nosotros", respondió Tavish. "Sin mencionar que ya no


tienen un

líder viable".

Jeb frunció el ceño. “Pero estaba ese pequeño frasco de líquido, que Lia le
dio a

Rafe para volar el puente. Es un arma que ninguno de los reinos tiene".

"Y sacó el engranaje principal, que tenía que ser de doce pies de hierro
sólido", dije.

"Es una preocupación".

Sven volvió a sentarse. “No hay puentes en un campo de batalla, y se pueden

derribar brezalots, suponiendo que incluso marchen. Los miembros del


Consejo se

comerán vivos unos a otros mucho antes de que arreglen ese puente.

Orrin tomó otra tajada. "Eres el rey. Solo dile que no puede ir ".

Tavish resopló. "¿Decirle a ella?. No solo le dices a una chica como ella, que
no

puede hacer algo ", dijo, y luego me miró fijamente. Sacudió la cabeza. “Oh,
santo

infierno. Ya le dijiste que la llevarías allí, ¿no?.

Solté una bocanada de aire y miré hacia el techo. "Puede que lo haya hecho".
Aparté mi silla y me puse de pie, paseando por la habitación.

"¡Sí!. ¡Yo si!. Pero fue hace mucho tiempo, en el Santuario. Le dije lo que
necesitaba

escuchar en ese momento, que volveríamos a Terravin. Un día. No dije


cuándo. Solo

estaba tratando de darle esperanza”.

Sven se encogió de hombros. "Entonces le dijiste lo que era conveniente en


ese

momento".

Tavish contuvo el aliento lentamente. "Una mentira. Así es como ella lo


verá".

"No fue una mentira. Pensé que tal vez algún día podría llevarla allí, dentro
de

mucho tiempo si las cosas cambiaban, pero por el amor de los dioses, ahora
hay

una recompensa por su cabeza, y el gabinete Morrighese está lleno de


traidores.

Me volvería loco si la dejara volver".

"Probablemente esté enfrentando una soga allí ahora", coincidió Orrin. Se


frotó el

cuello. "¿No es así como ejecutan a sus criminales?".

Tavish le lanzó una mirada fulminante. "No estás ayudando".

"La chica te ama, muchacho", dijo Sven. “Cualquier tonto puede ver, que ella
quiere
estar contigo. Solo dile lo que nos dijiste. Ella es una hija de la razón ".

Las palabras de Sven eran las más profundas. Me di la vuelta, fingiendo que
estaba

mirando una reliquia colgada en la pared. La vi luchar todos los días. Una
parte de

Venda todavía tenía sus garras en ella, y otra parte en Morrighan también.

¿Razón con ella?. Es difícil encontrar la razón cuando te parten en dos. Parte
de su

corazón estaba en ambos reinos, y nada de eso estaba en Dalbreck.

"La escuché hablar con los clanes en nuestro último día allí", dijo Tavish.

"Eso también es parte del problema, ¿no?".

Asenti.

"La que fue cazada ..." Orrin reflexionó.

Sus estados de ánimo se oscurecieron. Me di cuenta de que todos lo habían

escuchado, y los perturbó tanto como a mí.

Sven sacudió la cabeza. “Esa garra y enredadera en su hombro, es lo más


maldito.

Los clanes de Venda parecían tener mucho respeto por eso ”.

"Es todo lo que queda de nuestra kavah de boda. Cuando nos conocimos, ella
dijo

que la kavah fue un terrible error ".

De alguna manera, tenía que hacerle creer eso otra vez.


Séan verdad, mis hermanas y hermanos,
No como el Chimentra.
La criatura atractiva,
Con dos bocas seductoras.
Sus palabras fluyen lujosas, como una cinta de raso,

Atan a los incautos en sus trenzas de seda.

Pero sin oídos, para escuchar sus propias palabras,

El Chimentra pronto es estrangulado,

Atrapado en el rastro de sus hermosas mentiras.

─Canción de Venda.

CAPÍTULO VEINTICINCO

KADEN

Lia discutió con los guardias colocados en la puerta, y finalmente los empujó.

Caminó hacia la parte trasera del cuartel donde me sentaba, con los pies
apoyados

en el extremo del catre de Griz.

Lo primero que hizo fue mirar la botella vacía en el suelo a mi lado, y lo


segundo

fue pasar la nariz sobre mí y olfatear.

Su labio superior se curvó. "Estas borracho."

Me encogí de hombros.

“Zumbado solo a medias. No quedaba mucho en la botella”.

“Esa botella era para Griz. No para ti."


"Míralo. ¿Parece que la necesita?. El cirujano lo maneja con su propia
infusión

especial, para mantenerlo boca arriba. Él también," añadió, señalando a Jeb.

"La única compañía que tengo aquí son sus pedos y ronquidos".

Ella puso los ojos en blanco.

"¿No tienes nada mejor que hacer que beber ojos rojos?".

"¿Como que?".

"¡Cualquier cosa! Sal y toma un poco de sol. Explora el puesto avanzado”.

"En caso de que no lo hayas notado, hay guardias colocados afuera, sin
mencionar

que he tenido más de mi parte de aire libre, en las últimas semanas".

Levanté la botella y dejé caer unas pocas gotas en mi lengua, luego patee el
pie de

Jeb, para asegurarme de que estaba completamente fuera, antes de decir más.

“En cuanto a la avanzada, ya sé cómo se ve. He estado aqui antes."

Ella me miró confundida. "Has estado…"

Ella palideció, dándose cuenta.

Empujó los pies de Jeb hacia un lado y se sentó en el extremo de su catre,

descansando su rostro en sus manos, tratando de absorber la noticia.

"Tienes que saber que no siempre estaba cazando princesas", le dije. “Tenía

deberes. Uno de ellos me trajo aquí ”.


Le conté los detalles más insignificantes de mi visita hace dos años, solo un
hombre

como mi objetivo, pero uno clave.

"Si te sirve de consuelo, se lo merecía. Al menos eso es lo que me dijo el


Komizar ".

─Merecido.

La palabra me había atravesado toda la mañana. ¿La forma en que Aster


merecía

un cuchillo en su corazón?. Tal vez por eso había recogido la botella de Griz.

No había duda que innumerables vendans, habían muerto brutalmente a


manos de

otros reinos, y probablemente, por la mano del hombre que maté, tal como
había

afirmado el Komizar. Había sido testigo de las brutalidades yo mismo.

Pero tenía que haber otros como Aster, que fueron asesinados simplemente
para

enviar un mensaje. ¿Cuántos de ellos habían muerto por mi mano?.

El peso de la mirada fija de Lia me atravesó. Miré hacia otro lado, deseando
que la

botella de ojos rojos no estuviera vacía.

Ella se sentó en silencio por un largo rato. ¿Todavía creía que yo era una
persona

diferente?.

Un silbido finalmente escapó entre sus dientes. Se puso de pie y comenzó a


hurgar

entre los suministros, en el gabinete del cirujano. Por primera vez, noté que la

bufanda que llevaba, estaba envuelta alrededor de su mano.

"¿Que pasó?".

"Estupidez, y algo que nunca volverá a suceder".

Ella desenvolvió su mano y la enjuagó en un recipiente, luego comenzó a


sacar

astillas con una pinza.

"Aquí, déjame", le dije.

"¿Tú?" Se burló ella.

"No es cirugía. Estoy lo suficientemente sobrio como para sacar una astilla ".

Se sentó frente a mí, y mientras yo sostenía su mano y trabajaba una astilla,


me

contó que Dihara y los otros vagabundos fueron quemados.

"Natiya", dije, sacudiendo la cabeza. "Sabía que ella quería que tu caballo me

pateara los dientes, pero nunca pensé que te iba a poner un cuchillo".

La mayoría de los vagabundos lo saben mejor.

“Incluso los vagabundos, pueden soportar solo un poco. Especialmente los


jóvenes.

Ella está sufriendo ahora. Piensa que todo es su culpa ".

“El Komizar debe haberte creído, cuando dijiste que lo robaste. De lo


contrario,
todos estarían muertos ".

"Bueno, ¿no es eso un consuelo?. ¡El gran y misericordioso Komizar!”.

Su sarcasmo picó. Froté mi pulgar sobre la parte superior de su mano.

"Lo siento."

Su expresión se volvió seria.

“¿Está muerto, Kaden?. Debes tener una sensación de algo”.

Sabía que estaba desesperada por que dijera que sí, pero le repetí lo que le
había

dicho antes. No lo sabia. Estaba gravemente herido. Estaba débil. Había


escuchado

algunas murmuraciones, que no parecían esperanzadoras para su


recuperación, y

después de ese primer día, hasta que nos fuimos, no volví a escuchar su voz.

Su mano se relajó en la mía. Estaba claro que ella no creía que ninguno de los
que

permanecía en el Santuario, pudiera manejar la monumental tarea de liderar


un

ejército así. Ella probablemente tenía razón.

Una sombra cruzó la puerta del cuartel, y levanté la vista para ver a Tavish

observándonos, especialmente enfocado en la mano de Lia descansando en la


mía.

Lo dejé mirar mucho antes de alertar a Lia de su presencia: "Tenemos


compañía".
CAPÍTULO VEINTISEIS

RAFE

Encontré a Lia escondida, en la esquina del comedor de los soldados, de


espaldas a

mí. Desenrosqué mis dedos, obligándolos a relajarse. Me prometí a mí mismo


que

no entraría con acusaciones.

Lo olvidaría.

Pero no importa cómo intentara bloquearlo, mi encuentro con Kaden en el

bungalow del cirujano golpeó en mi cabeza.

“Era a mí a quien se aferraba cuando necesitaba consuelo. Lloró en mi


hombro. No

estés tan seguro de la posición que tienes ahora. Era con quien dormía todas
las

noches, y créeme, disfrutaba cada segundo cuando me besaba. Solo eras su


medio

para un fin”.

Era solo una burla, me dije, eso era todo, y no admití que le di ningún mérito.
No

merecía ninguno.

El comedor estaba casi vacío entre comidas, a excepción de los cinco


soldados que

estaban sentados en una mesa con ella. Crucé la habitación lentamente, el


piso
crujía debajo de mis botas. Inmediatamente llamó la atención de todos.

Excepto por Lia. Uno por uno, los soldados me miraron y dejaron sus cartas.

Lia no se giró, ni siquiera cuando me detuve detrás de su taburete, y su


cabello rozó

mi cinturón. Los soldados se pusieron de pie, pero yo les hice señas para que
se

sentaran.

"Entonces, ¿cuál es tu apuesta esta vez?", Pregunté. "¿Algo que debería

preocuparme?".

Levantó una botella de ojos rojos, aún sin darse vuelta para mirarme.

“Cada vez que pierdo una mano, se pasa la botella. Solo tuve que pasarla dos
veces.

Ella suspiró dramáticamente.

"El Coronel Bodeen realmente debería ser más cuidadoso al cerrar su


gabinete de

licores". Su cabeza se inclinó como si estuviera sopesando un pensamiento.


"O tal

vez estaba cerrado".

Tomé la botella de ella y la puse en el medio de la mesa, luego empujé la pila


que

ella había acumulado también en el medio. "Caballeros, disfruten su juego".

"Ha sido un placer", dijo a sus nuevos compañeros, y me tendió la mano para
que
la escoltara.

Ninguno de los dos dijo una palabra hasta que estuvimos afuera. Me giré para

mirarla, apoyé mis manos en su cintura y luego la besé suavemente.

"No es que te rindas tan fácilmente".

“Eran buenos hombres jóvenes, pero pésimos jugadores. Era solo algo para
pasar

el tiempo ".

"¿Y tomar los ojos rojos del coronel Bodeen fue un desafío?".

“Era una apuesta más gentil, que la que ofrecí la última vez. Solo estaba
pensando

en ti”.

"Bueno, gracias por eso. Yo creo que… ¿Qué generó esta diversión?”.

Ella me miró con frustración. "Parecía que donde quiera que fuera hoy,
necesitaba

el permiso del Rey Jaxon para pasar. Primero, los mercantes van afuera,
luego

intentan acceder a la pared del puesto avanzado, y finalmente Tavish casi me


arroja

fuera del bungalow del cirujano ...”

"¿Qué estabas haciendo allí?".

Mi tono salió más agudo de lo que pretendía, y ella se liberó del círculo de
mis

manos.
"¿Qué diferencia hace?".

"Necesitamos hablar.".

Su expresión se puso seria. "¿Acerca de?".

"En mi tienda".

CAPÍTULO VEINTISIETE

Casi me arrastró por el patio, y mis pensamientos se tambalearon tratando de

descubrir qué lo había perturbado tanto.

¿Los ojos rojos del coronel Bodeen?. ¿Jugar a un inocente juego de cartas?.

¿O había pasado algo en sus reuniones de hoy?.

Tan pronto como estuvimos en su tienda, se dio la vuelta. Cada músculo de


su

rostro estaba tenso por la moderación. Una vena se crispó en su sien.

“¿Qué pasa, Rafe? ¿Estás bien?".

Se acercó a la mesita de noche y vertió una copa de agua, volviéndose para


tragar.

No me ofreció ninguna. Miré la copa en su mano, y temí que se rompiera en


su

agarre. La dejó con cuidado sobre la mesa como si tuviera veneno.

"Probablemente no sea importante", dijo.

Resoplé un aliento incrédulo. “Claramente lo es. Sólo dilo."

Se giró para mirarme completamente. Había una montaña de desafíos en su


postura, y sentí mis hombros apoyándose.

"¿Lo besaste?", Preguntó.

Sabía que solo podía referirse a Kaden. "Me viste besarlo".

"Cuando estaban solos juntos en el Cam Lanteux".

"Una vez."

"Me dijiste que no pasó nada".

"Nada pasó", respondí lentamente, preguntándome qué había provocado todo

esto.

“Fue un beso, Rafe. Eso fue todo."

"¿Te obligó?"

"No. No lo hizo."

"¿Fue parte de tu estrategia de escape?"

"No."

Su mandíbula se onduló por la tensión. "¿Lo disfrutaste?".

Me pinché ante su tono insinuante. No tenía derecho a interrogarme como si

hubiera cometido un delito.

"¡Sí!. ¡Lo disfruté!. ¿Quieres escuchar hasta el último detalle?. Estaba


asustada,

Rafe. Estaba sola. Estaba cansada. Y pensé que eras un granjero que nunca
volvería

a ver. Te habías ido sin mí. Estaba desesperada por algo a lo que aferrarme,
pero

aprendí que Kaden, no era ese algo”. “Fue un beso en un momento solitario,
y

puedes convertirlo en todo lo sórdido que quieras, ¡pero no me disculparé por

ello!".

"Dijo que dormía a tu lado todas las noches".

“¡Sobre los sacos!. ¡También dormí junto a Griz, Eben, y todo el montón
maloliente!.

¡Y no olvidemos las serpientes y las alimañas!. ¡Desafortunadamente no


había

habitaciones privadas disponibles, en las encantadoras posadas de nuestra


ruta de

vacaciones! ”.

Se paseó por el suelo, sacudiendo la cabeza, sus manos aún apretadas en


puños.

"Sabía que cuando lo dijo, se estaba burlando de mí, pero cuando Tavish me
dijo

que lo vio sosteniendo tu mano…"

“Me lastimé la mano, Rafe. Kaden estaba sacando astillas. Eso es todo”. Hice
todo

lo posible para enfriar mi propio temperamento. Sabía que Rafe estaba bajo
una

tensión tremenda, y parecía que Kaden se había aprovechado de eso.

Tiré de su brazo para que tuviera que enfrentarme.


“Tienes que hacer las paces con Kaden, y él contigo. Ya no están en lados
opuestos.

¿Lo entiendes?".

Me miró, la línea de su mandíbula aún apretada por la ira, pero extendió la


mano y

levantó mis manos. Examinó la que estaba rayada y roja.

"Lo siento", susurró. Acercó mi mano a sus labios, besó un nudillo y


permaneció allí,

su aliento calentando mi piel. "Por favor perdoname."

Retiré mi mano. "Espera aquí", le dije, y me dirigí a la puerta de la tienda


antes de

que pudiera discutir. "Ya vuelvo".

"¿A dónde vas?"

"Al retrete".

Mantuve mi ira bajo control hasta que estuve fuera de la tienda. Aún quedaba

mucho más por resolver.

No hubo muchas discusiones esta vez cuando les dije a los guardias que se

apartaran. Deben haber visto algo en mi expresión. Quizás todos lo hicieron.


Griz y

Jeb levantaron la cabeza de las almohadas, pero Kaden, Orrin y Tavish se


levantaron

cuando entré. Me detuve frente a Kaden, con las manos temblorosas de furia.

Sus ojos se entrecerraron. Sabía exactamente por qué estaba allí.


"No vuelvas a minarme ni te atrevas a insinuar cosas que no son verdad!, le
dije”.

"Preguntó. Solo le dije la verdad. No puedo evitar cómo lo torció en su propia

mente ".

"¡Te refieres a cómo se lo diste, para que él lo torciera!".

“Pensé que ambos acordamos ser honestos. Me besaste. O tal vez también lo
estás

guiando ".

Mi mano salió disparada, golpeando su rostro.

Me agarró del brazo y me acercó.

“¡Despierta, Lia! ¿No puedes ver lo que está pasando aquí? ".

En casi el mismo movimiento, piezas de metal caliente llenaron el aire, y las


espadas

de Tavish y Orrin, estaban en el corazón de Kaden.

"Libera a la princesa", gruñó Tavish. "Ahora."

Kaden lentamente liberó su agarre, y Orrin lo empujó varios pasos hacia atrás
con

la punta de su espada, pero los ojos de Kaden nunca dejaron los míos.

Escuché más pasos. Rafe caminaba hacia nosotros.

"Hay alguien más que necesita ser honesto, además de tu y yo", dijo Kaden.
"Pensé

que estabas en la historia desde el principio, pero luego me di cuenta, que no


la
entendiste".

"¿Entender qué?".

“¿La excusa que conjuró tan rápido: El puerto y las pocas colinas?. ¿Por qué
crees

que la compró el Komizar?. ¿De verdad crees que el matrimonio era solo una

alianza?. A Dalbreck no le importa un comino el ejército Morrighese. Se


burlan de

el. El puerto era todo lo que siempre quisieron, y la estimada Primera Hija de
la

Casa de Morrighan, iba a ser su influencia".

No tenía aire. No pude forzar palabras a mi lengua.

En cambio, una mancha giró en mi cabeza.

─Hay un puerto que queremos en Morrighan, y unas pocas millas de colinas.

El resto es tuyo.

El príncipe tiene grandes sueños.

¿Vale la pena tener otro tipo?.

... Nunca pensé que fuera correcto.

¿Crees que el príncipe lo sabía?

Él sabía.

Me di vuelta y miré a Rafe. Otro secreto?. Tenía los labios entreabiertos, y


parecía

que le habían dado un puñetazo en el estómago, o que lo habían atrapado.


La ira que ardía en mis sienes se desvaneció. Mi estómago flotaba libremente
en

mi pecho.

Rafe se acercó a mí. “Lia, déjame explicarte. Así no es como ...”

Di un paso atrás, evitando su alcance, y me giré para mirar a todos los demás.

Tavish y Orrin se movieron incómodos, pero se encontraron con mi mirada;


Jeb

miró hacia otro lado. Sus expresiones confirmaron, que yo era un peón en un
juego,

que era tan viejo, que prácticamente era una broma.

El piso parecía tambalearse. Traté de encontrar un equilibrio en esta verdad,


que

rodaba por la habitación como una marea inoportuna. Me abracé los brazos a
la

cintura, cada miembro de repente se sentía incómodo, y fuera de lugar. Eché


un

vistazo a sus miradas, sentí el movimiento de mi cabeza, de una manera


distante y

distante.

“Qué decepcionante debe haber sido para Dalbreck, saber que era una
criminal de

marca en Morrighan. Ser inútil para mi propio reino, también me convirtió en


una

pieza inútil para el tuyo. Mis disculpas”. El temblor en mi voz solo se sumó a
mi
humillación.

Parecía que era una gran decepción para todos los reinos del continente.

Kaden me miró con expresión sombría, como si supiera que había ido
demasiado

lejos.

Cuando me volví para irme, Rafe intentó detenerme, pero me liberé,


sacudiendo la

cabeza, incapaz de hablar, mi garganta se hinchó de vergüenza, mientras salía

corriendo por la puerta.

Me apresuré a cruzar el patio, el suelo era una mancha repugnante debajo de


mí.

Él sabía.

Estaba tan preocupada por la farsa que perpetraban mis padres, cuando todo
el

tiempo, a Dalbreck no le importaba nada si tenía el Don.

Mi valía para ellos estaba en otra parte.

Influencia.

La palabra cortó profundamente. Lo había escuchado tantas veces, el gabinete


lo

pronunciaba con una sonrisa engreída, con respecto a un reino menor u otro,
un

señor del condado u otro, todas las formas en que solían poner presión
táctica,
para obtener algo, expresándolo en una palabra que parecía tan diplomática, y

práctica, pero que estaba atada con fuerza y amenaza.

─Es la forma en que se hacen estas cosas, había dicho mi padre, tratando de

explicarlo. Un poco de presión y prestan atención.

"Lia.."

Sentí un tirón en mi codo y me di la vuelta, soltándolo. No le di a Rafe la

oportunidad de decir más.

"¡Cómo te atreves!". Grité, mi ira volvió con toda su fuerza.

Sus hombros cuadrados. "Si me dejaras ..."

"¿Cómo te atreves a echarme la culpa de un estúpido beso, cuando todo el


tiempo

tuviste esta vergüenza, de proporciones épicas en tu conciencia!"

"No fue.."

“¡Tú y tu intrigante reino, pusieron toda mi vida patas arriba, por un puerto!
¡Un

puerto!”.

"No estás obteniendo el ..."

“¡Oh, créeme, lo entiendo! ¡Tengo todo ahora! Yo…"

"¡Deja de cortarme!", Gritó. El acero de sus ojos chispeó con advertencia.


“¡Lo

menos que puedes hacer es darme la oportunidad de hablar!. ¡Vamos a


hablar!".
***

Nos sentamos en la pared del puesto avanzado. Me había llevado allí, tal vez

queriendo un lugar donde nadie nos escuchara, tal vez tratando de hacer las
paces,

sabiendo que me habían rechazado antes.

Había despedido a los guardias de nuestra sección del muro, diciendo que

vigilaríamos.

Alzaron las cejas. ¿El rey vigilando?.

Pero era tan natural para Rafe, como su brazo que ahora estaba sobre mi
hombro.

Nuestras piernas colgaban sobre el borde de la pared. Cuán lejos habíamos


llegado.

Ahora se unía a mí en las repisas precarias.

No lo había negado, ni tratado de justificarlo, pero había prometido que la


alianza,

no era solo por el puerto, y para cuando terminó de hablar, le creí.

Se trataba de muchas cosas, entre ellas el orgullo tonto, y la necesidad de


reclamar

una parte de su historia y lo que una vez perteneció al príncipe exiliado. Pero

también había un lado práctico en sus motivaciones.

Dalbreck también había escuchado los informes de la creciente población


Vendan,

y habían tenido más incidentes con patrullas bárbaras. Mantener el ejército de


Dalbreck era el mayor gasto del tesoro. De todos los reinos, Morrighan tenía
el

siguiente ejército más grande. Era cierto que Dalbreck, veía a sus fuerzas
como

superiores a las de Morrighan, pero también sabían que podían usar recursos
en

otros lugares, si no tenían que mantener un ejército tan grande.

Una alianza podría significar reducir sus puestos de avanzada occidentales, y


las

ganancias de un puerto de aguas profundas en la costa occidental, ayudarían a

financiar el resto. Después de estar dentro de sus fronteras, presionarían por


el

regreso del puerto, alegando que era una dote.

Presíon. Otra palabra inocua como apalancamiento. Ni siquiera quería


desentrañar

todos sus matices.

"Entonces, después de asegurar una alianza política, pusieron la mira en más,


y yo

sería la pieza ganadora del juego, agarrada en sus palmas".

Contempló el horizonte oscuro. "No hubiera dejado que sucediera, Lia".

"Ahora eres el rey, Rafe", dije, y salté de nuestra percha al camino.


"¿Diseñarás

nuevas formas de conseguirlo?".

Él me siguió y presionó sus palmas contra la pared de la torre de vigilancia,


sujetándome entre sus brazos. Un ceño fruncido oscureció sus ojos.

"No importa quién, o qué soy, o qué quiere el gabinete. Eres lo que me
importa,

Lia. Si aún no lo sabes, encontraré cientos de formas más de mostrartelo. Te


amo

más que a un puerto, más que a una alianza, más que mi propia vida. Tus
intereses

son mis intereses. ¿Vamos a dejar que las conspiraciones y los esquemas de
los

reinos se interpongan entre nosotros?”.

Sus pestañas oscuras cortaban una sombra debajo de sus ojos. Su mirada
buscó la

mía, y luego la agitación retrocedió, y fue reemplazada por otra cosa, una
necesidad

que había desaparecido por mucho tiempo. Coincidía con la mía, y sentí que
su

calor se extendía por mis entrañas. Solo éramos Rafe y yo. Los reinos

desaparecieron. Los deberes desaparecieron. Solo nosotros dos y todo lo que

habíamos sido el uno para el otro, y todo lo que aún quería que fuéramos.

"Ningún reino se interpondrá entre nosotros", susurré. "Nunca".

Nuestros labios se acercaron, y me incliné hacia él, deseando que cada parte
de él,

fuera parte de mí también, nuestras bocas se encontraron, su abrazo gentil y


luego
apasionado, queriendo más.

Sus labios trazaron una línea por mi cuello y luego apartaron mi vestido de
mi

hombro. Mi respiración se estremeció y mis manos se deslizaron debajo de su

chaleco, las puntas de mis dedos ardieron mientras se deslizaban sobre los

músculos de su estómago.

"Se supone que debemos vigilar", dije sin aliento.

Rápidamente hizo señas a un centinela para que volviera a patrullar el muro y


volvió

su atención hacia mí.

"Vamos a mi tienda", susurró entre besos.

Tragué saliva, tratando de formar una respuesta coherente.

"¿No te preocupa tu reputación?".

"Estoy más preocupado por mi cordura. Nadie nos verá ".

"¿Tienes algo contigo aquí?". No quería terminar en la situación de Pauline.

“Si.”

Su tienda estaba a solo unos pasos de distancia, pero todavía casi tan lejos
como

toda una vida, cuando yo sabía lo rápido que el destino podía convertirse en
un

momento, y arrancarlo.

"Estamos aquí ahora, Rafe, y la torre de vigilancia está vacía. ¿Quién necesita
una

tienda de campaña?”.

***

El mundo se desvaneció. Cerramos la puerta. Apretó la persiana. Encendío


una vela.

Tiró una manta de lana al suelo.

Mis dedos temblaron y él los besó, la preocupación llenó sus ojos.

"No tenemos que…"

"Solo me temo que esto no sea real. Que es solo otro de mis sueños del que

despertaré ".

“Este es nuestro sueño, Lia. Juntos. Nadie puede despertarnos ".

Nos acostamos sobre la manta, y su rostro se cernía sobre el mío, mi príncipe,


mi

granjero, el azul de sus ojos, tan profundo como un océano de medianoche, y

estaba perdida en ellos, flotando, sin peso. Sus labios rozaron lentamente mi
piel,

explorando, tiernos, prendiendo fuego a cada centímetro de mí, la habitación


y el

tiempo desaparecieron, y luego sus ojos volvieron a mirar los míos, y su


mano se

deslizó detrás de mí, acercándome a él, el anhelo de semanas y meses,


ardiendo, y

los miedos en que nunca estaríamos juntos, disolviéndose.


Los votos que nos hicimos el uno al otro, la confianza escrita en nuestras
almas,

todo pasó junto a mí, cuando trajo su boca a la mía. Nuestras manos
anudadas, y

El ritmo de sus respiraciones me rodeaba. Cada beso, cada toque, era una
promesa

que ambos sabíamos, yo era suya y él era mío, y ninguna conspiración o


esquema

de reinos, tenía una fracción del poder que surgió entre nosotros.

CAPÍTULO VEINTIOCHO

Subimos apresuradamente los escalones de la veranda, ninguno de los dos


nos

sentimos culpables por llegar tarde a cenar, pero los dos nos sorprendimos,
cuando

vimos a Kaden y Griz entre los invitados.

El Capitán Hague se deleitó especialmente en susurrar: "Según sus órdenes",

cuando lo pasé.

El momento para escucharme no podría haber sido peor, y él lo sabía.

La mano de Rafe se tensó en la mía, cuando los vio. Hacer las paces con
Kaden

todavía estaba muy lejos para él. Tan incómodos como todos en la mesa
estaban

con su presencia, sabía que no estaban tan incómodos, como Kaden y Griz.

Para crédito de Kaden, evitó decir cualquier cosa que pudiera interpretarse
como

combativa. Parecía contrito incluso, lo cual esperaba que fuera una señal que

lamentaba su método de ofrecer "honestidad".

Lo que no se dijo, y las insinuaciones habían empañado su verdad.

Supuse que todos necesitábamos practicarlo.

La verdad era una habilidad más difícil de dominar que balancear una espada.

Incluso Jeb había venido a cenar, negándose a quedarse en cama por más
tiempo.

Solo podía imaginar el dolor que había tenido que soportar, para meter el
brazo y

el hombro en la camisa recién planchada, pero lo llevaba con estilo y orgullo.


Cruvas

de lino, sin duda.

Banter se volvió hacia los planes de la próxima fiesta y el espíritu se hizo más
ligero.

Nuestros compañeros de cena parecían sentirse más cómodos con la


presencia de

Griz y Kaden, aunque incluso sus más pequeños gestos seguían siendo

monitoreados.

Rafe sobrevivió la noche con considerable moderación, aunque varias veces

durante la cena, su mano se desvió hacia mi rodilla por debajo de la mesa.


Creo que

disfrutó viéndome tropezar con las palabras.


Le devolví la distracción cuando tuvo una conversación profunda, con el
Capitán

Azia. Después de tener que comenzar la misma oración tres veces, metió la
mano

debajo de la mesa y apretó mi mano, para evitar que dibujara círculos flojos
en su

muslo.

El Capitán Azia se sonrojó, como si supiera el juego que jugabamos.

****

El día siguiente estuvo lleno de más obligaciones para Rafe. Vi el peso en sus
ojos.

Había tenido que reunir un increíble autocontrol en el Santuario, manteniendo


una

farsa día tras día, interpretando a un emisario intrigante, y ahora había sido

empujado a otro papel nuevo, uno que venía con enormes expectativas.

Estaba pasando su tienda, cuando escuché voces tensas dentro. Rafe y Sven

estaban discutiendo. Me agaché cerca de la puerta con cortinas, para volver a

colocar mi bota y escuchar.

Había llegado un mensaje que decía que la rotación de tropas se retrasaría


unos

días, pero también traía noticias de una creciente división entre la asamblea, y
el

gabinete.
"Eso es todo", gritó Rafe. "Vamos a volver ahora, con o sin escolta".

Sven se mantuvo firme. "¡No seas un maldito tonto!. El mensaje que envió
Bodeen

ya llegó al palacio. Anunciará que estás vivo, bien, y en camino, pero no


puedes

descartar el hecho de que los enemigos también sabrán que estás en camino.
Es un

riesgo demasiado grande. Una gran escolta es prudente. Saber que estás vivo
es

suficiente para calmar a la asamblea, hasta que lleguemos allí ".

La reacción de Rafe ante las disputas del gabinete pareció excesiva, y me


pregunté

si me había perdido algo, o tal vez las noticias simplemente habían


aumentado su

impaciencia.

Rafe no era el único impaciente. Con cada día que pasaba, estaba más segura
que

tenía que irme. El tirón se hizo más fuerte, y tuve sueños inquietos. En ellos
escuché

fragmentos de la Canción de Venda, una melodía desordenada, marcada por


mi

propio correr sin aliento, aunque en los sueños, mis pies se negaban a
moverse,

como si hubieran crecido en el suelo debajo de mí, y luego llegó el bajo


retumbar
de Algo que se acercaba. Sentía su aliento caliente en mi espalda, algo
hambriento

y determinado, el estribillo sonaba una y otra vez: ─Pero cuando el Dragón


ataca,

es sin piedad.

Me sobresaltaba despierta, tratando de recuperar el aliento, la espalda me


picaba

con el recuerdo de las garras afiladas que me cortaban, y luego escuchaba las

palabras del Komizar tan claramente como si él estuviera a mi lado.

─Si algún miembro de la realeza sobrevive a nuestra conquista, me dará


mucho

placer encerrarlo en este lado del infierno.

Después de una noche particularmente inquieta, entré a la tienda de Rafe a la

mañana siguiente mientras aún se vestía. Estaba en medio del afeitado. No


me

molesté con saludos.

"Rafe, tenemos que hablar sobre mi visita a Morrighan para advertirles".

Me estudió en el reflejo de su espejo y sumergió su maquinilla de afeitar en el

lavabo para enjuagarla.

"Lia, ya hemos hablado de esto. El Komizar esta gravemente herido, o


muerto, y el

Santuario está en caos, con más muertos. Viste cómo estaba el Consejo, como
una
jauría de perros hambrientos. Se están destrozando en este momento".

Se dio otra pasada en el cuello.

"Y ninguno de los que quedan tienen la capacidad de liderar ningún tipo de
ejército,

de todos modos".

"Por ahora. Esperamos. Pero no puedo arriesgarme con las conjeturas. Tengo
que

volver y ...”

“Lia, el puente está destruido. Ni siquiera pueden cruzar ".

"Los puentes se pueden arreglar".

Dejó caer la navaja en el lavabo y se volvió para mirarme.

“¿Qué pasa con la generosidad en tu cabeza?. No puedes simplemente volver


al

vals en Morrighan. Enviaremos un mensaje. Lo prometo."

"¿Palabras?. ¿A quién, Rafe?. Hay traidores en el gabinete que conspiran con


el

Komizar, y no sé cuántos. No sabría en quién confiar, y el Canciller


intercepta ...”

Se limpió la cara con una toalla. "Lia, no puedo volver a Morrighan en este

momento. Tú lo sabes. Has visto la confusión en la que se encuentra mi


propio reino.

Tengo que arreglar las cosas allí primero. Tenemos tiempo para resolver esto
".
No entendió lo que estaba tratando de decirle. Sabía que no podía ir a
Morrighan

conmigo, pero vi la mirada en sus ojos. Quería que confiara en él.

El tiempo se sintió como preciosos sorbos de agua, deslizándose entre mis


dedos.

Su mirada era inquebrantable, brillante y segura. Asenti. Le daría unos días


más,

por necesidad, si nada más.

El médico había dicho que Griz no podía viajar en un caballo, o empuñar un


arma

todavía. El largo descuido de su herida hizo que la curación fuera lenta, pero
la

carne sana comenzaba a unirse, si tenía cuidado y no la soltaba de nuevo.

Rafe se abrochó la vaina y me dio un beso rápido antes de irse. Los oficiales

cabalgaban para observar ejercicios de entrenamiento. Parecía aliviado de


estar

haciendo algo dentro del ámbito de su experiencia, ser soldado, en lugar de


discutir

con Sven o Bodeen sobre asuntos judiciales.

Me quedé en la puerta de su tienda viéndolo alejarse, deseando que se tratara

simplemente de enviarle un mensaje a Morrighan, pero sabía que un


mensajero de

Dalbreck, probablemente ni siquiera pasaría la frontera con vida.

***
A la mañana siguiente, Vilah, Adeline y Madame Rathbone, trajeron más
vestidos

a mi tienda, tratando de encontrar algo para que me pusiera en la fiesta de la


noche

siguiente. Después de mucho alboroto, se decidieron por un vestido de


terciopelo

azul profundo. Azul Dalbretch, con una faja plateada.

"Vamos a armar los otros accesorios", dijo Vilah. "¿A menos que prefieras
hacerlo?".

Las dejé que los armaran, como sugirió Vilah. Me gustaban los vestidos
hermosos

como a cualquiera, pero probablemente era obvio para todos ellas, que no me

preocupaba por los detalles de la moda.

"¿Te importa si te pregunto—" Adeline se sonrojó. "No importa..", dijo,


sacudiendo

su pregunta.

"Por favor", dije. "Habla libremente."

"Parece que tú y el rey Jaxon, tienen sentimientos genuinos el uno por el otro,
y

eso me hizo preguntarme ..."

“¿Por qué huiste de la boda?”. Vilah terminó por ella.

"Afirman que fue un desaire deliberado, planeado por Morrighan todo el


tiempo",

agregó Adeline.
Me abstuve de poner los ojos en blanco.

“Eso es solo hablar de egos magullados”, respondí, “y de una corte llena de

hombres, que no podían creer que una chica, pudiera descarrilar todos sus
planes.

El gabinete Morrighese estaba tan enojado como el de Dalbreck. Mi partida


no fue

tan dramática como una conspiración. Simplemente me fui por mi propia


voluntad,

porque tenía miedo ".

Adeline torció la faja plateada en su mano. "¿Miedo del príncipe?".

"No", suspiré. “El príncipe probablemente fue lo de menos. Tenía miedo de


lo

desconocido. Tenía miedo de la farsa, y el Don, que creía que me faltaba.


Tenía

miedo de todas las decisiones perdidas que nunca podría tomar, y que por el
resto

de mi vida, alguien siempre me diría qué hacer, decir o pensar, incluso


cuando tenía

mejores ideas propias. Tenía miedo de no ser otra cosa que lo que convenía a
los

demás, y ser empujada, y empujada, hasta que encajara en el molde en el que


me

metieron, y olvidara quién era, y lo que quería. Y quizás, sobre todo, temía
que

nunca sería amada, más allá de lo que había ordenado un trozo de papel. Eso
es

suficiente miedo para hacer que cualquier chica salte a un caballo, y se vaya,

princesa o no, ¿no les parece?”.

Me miraron y vi la comprensión en sus ojos. Madame Rathbone asintió.

"Suficiente y algo más".

****

Caminé, tratando de ignorar el traqueteo de los cinturones, y las armas de la


escolta

de guardias, que me seguían. Reverberaron como todo un ejército, marchando


en

medio del pacífico mercado de los carros, pero las órdenes del rey debían
seguirse

al pie de la letra, seis guardias y ninguno menos. Primero me detuve a ver a


Dihara,

luego fui a buscar a Natiya.

Al igual que Dihara, Natiya había quedado huérfana cuando era una bebé. La

carreta de sus padres había perdido una rueda, y cayó por la ladera de una
montaña.

Por algún milagro, Natiya se había salvado, y la tribu junta la había criado.
Dihara,

Reena, todas habían sido sus madres.

La encontré a la orilla del río, sola, mirando las tranquilas aguas ondulantes,

supervisando un grupo de líneas de pesca, arrojadas al agua. Los guardias


retrocedieron y yo me senté a su lado, pero su concentración en el río
permaneció

constante, como si fluyera con sueños y recuerdos.

"Me dijeron que estabas aquí", dijo, sin dejar de mirar al frente.

"Gracias a ti", le respondí. Con un solo dedo, suavemente le giré la barbilla


para

que me mirara. Sus grandes ojos marrones brillaban.

“Asusté a un hombre de dos veces mi tamaño, con ese pequeño cuchillo.


Había

lastimado a una niña pequeña, y amenacé con cortarle la nariz. Te pusiste de


pie,

Natiya. Me ayudaste a ponerme también".

Ella volvió a mirar el río. "Mi postura no salió bien".

“Tampoco la mía. Eso nunca me impedirá tomarlas. Una vez que tememos
tomar

una posición, la tiranía habrá ganado ".

"Entonces, ¿por qué siento que lo hemos perdido todo?".

Respiré lenta y temblorosamente, sintiendo el precio que había pagado.

“Hay más batallas por pelear, Natiya. Este no es el final ".

Las lágrimas corrían por sus mejillas. "Es por Dihara".

Una punzada repugnante me retorció el pecho. Esta era la realidad de Natiya,


y la

mía. ¿Valían las ganancias, las pérdidas?. Luchaba con las mismas dudas que
veía

en sus ojos.

Dihara me había enviado aquí para hablar con ella, pero en realidad, ¿qué
tenía

para ofrecer?. Todavía estaba tratando de encontrar mi propio camino.

“Una vez, cuando sentía desesperación por mi mala fortuna, Dihara me dijo
que

todos formamos parte de una historia mayor, una que trasciende incluso
nuestras

propias lágrimas. Tú también eres parte de esa gran historia, Natiya.


Escuchaste la

verdad hablando dentro de ti. Puede que ahora no lo parezca, pero hoy eres
más

fuerte que ayer. Mañana serás aún más fuerte".

Se giró para mirarme, el mismo desafío en su rostro que el día en que la había

dejado en el campamento de vagabundos.

"Quiero ir contigo", dijo.

Se me hizo un nudo en el estómago. No estaba preparada para esto. Vi el


hambre

en sus ojos, pero también vi a Aster. Me llenó de miedo y una pena renovada.
No

dejaría que esta parte de la historia fuera la suya.

“Todavía no, Natiya. Eres demasiado joven…"


"¡Tengo trece años ahora!. ¡Y soy una mujer, igual que tú!”.

Mi sangre corrió y mis pensamientos cayeron como mil piedras diminutas en


un río

hinchado.

"Cha liev oan barrie", le dije. "Tu tiempo llegará. Lo prometo. Por ahora, tu
familia

aún te necesita. Sé fuerte para ellos".

Me miró, y finalmente asintió, pero estaba segura que no estaba convencida,


y mis

propias deficiencias, parecían evidentes nuevamente. Un hilo de pescar tiró, y


ella

saltó, dándole un fuerte tirón para engancharlo profundamente en la boca del


pez.

****

Me senté en la pared de la torre de vigilancia, mirando la llanura ondulada.


Una

bola de fuego naranja se instaló en la tierra, la línea ondulante del horizonte


la

tragó lentamente como si no fuera nada, como si todo el poder intemporal del
sol

fuera simplemente un dulce helado. Ido en un solo bocado.

Todo lo que quedó a su paso fue un resplandor anaranjado, que iluminó los
bordes

de las ruinas con púas, en la distancia. Rafe dijo que la leyenda afirmaba, que
las
ruinas eran lo que quedaba, de una gran fortaleza que alguna vez contuvo
toda la

riqueza de los Antiguos.

Ahora, las obras de los semidioses, eran poco más que cicatrices en un
paisaje:

Recordatorios que incluso los grandes, con toda su riqueza y conocimiento,


pueden

caer.

En algún lugar más allá de todo eso, en un horizonte invisible, estaban


Morrighan

y todas las personas que estaban allí, viviendo sus vidas, sin darse cuenta.

Mis hermanos. Pauline, Berdi, Gwyneth. Y más patrullas como las de


Walther, que

se enfrentarían a sus muertes, tan inconscientes como lo habían ellos.

─ Quiero ir contigo.

A donde iba no había lugar para Natiya. No era un lugar para mí.

CAPÍTULO VEINTINUEVE

RAFE

"¿Puedo tener un turno?"?" Me limpié el sudor que goteaba de mi cara con la

manga. Sabía que una multitud estaba observando mis ejercicios de combate
con

otros soldados, pero no sabía que Lia estaba entre ellos.

Me di vuelta, siguiendo el sonido de su voz. Saltó del riel del prado y caminó
hacia

mí. Abandoné al soldado que estaba listo para entrenar conmigo a


continuación.

La había visto usar una espada en nuestro escape del Santuario, pero eso fue
en

ataques sorpresa, y no sabía, qué tan bien realmente supiera cómo entrenar.
No le

haría daño ampliar sus habilidades.

"Está bien", respondí.

"Podría usar la práctica", dijo mientras se acercaba. "Tenía entrenamiento con


mis

hermanos, pero ellos enfatizaban las peleas sucias".

“No hay otro tipo cuando luchas por tu vida. Primero, busquemos una espada
que

sea adecuada para ti ".

Me acerqué al estante de espadas de práctica, probando sus pesos. "Prueba


con

esta".

Era una espada más liviana, que no fatigaría su brazo tan rápido, pero aún
tenía un

alcance decente. También seleccioné un escudo para ella.

Sven dio un paso adelante. "Su Majestad, ¿es esto sabio?".

Lia dirigió una mirada mortal hacia él. Sabía que ella estaba cansada, de cada
decisión que me aplazaban. "Estaremos bien, coronel".

"Movimiento astuto, Su Majestad", dijo Lia en voz baja. "O podría haber
tenido que

derribar a tu mayordomo".

Pasamos por algunos empujes lentos y paradas para que ella pudiera sentir su
arma

y luego apliqué más presión.

"No uses tu espada para bloquear o defenderte, a menos que sea necesario",
dije

mientras nuestros golpes reverberaban por el patio.

"¡Avanza! La espada es un arma asesina, no defensiva. Si lo estás utilizando


para

defender, te estás perdiendo una oportunidad de matar ". Le mostré cómo


usar su

escudo para desviar y desequilibrar a su oponente, para su mejor ventaja,


mientras

que al mismo tiempo usara su espada, para empujar y cortar.

"¡Ataca!" Grité, mordiéndola, como lo hice con los otros soldados. "¡Ataca!.
¡No

esperes a que te agote! ¡Mantenme en movimiento! ¡Que la sorpresa sea tu


aliada!”

Ella lo hizo, en serio. El polvo pateó a nuestro alrededor.

Los soldados ulularon. No tenía dudas de que era la primera vez que veían a
una
mujer entrenando en el patio de trabajo, con su rey, nada menos.

Sus reflejos eran rápidos y su concentración era obvia: Excelentes cualidades


para

un espadachín, pero tenía la ventaja de la altura, el peso y la fuerza, como lo

tendrían la mayoría de los oponentes con los que se enfrentaría.

Para su ventaja, parecía entender naturalmente, el concepto de movimiento y

sincronización. Algunos soldados plantaban sus pies como árboles, como si


su

tamaño puro los mantendría en posición vertical. Había visto a muchos de


ellos

derribados, por soldados no mucho más grandes que Lia. Su cara brillaba de
sudor,

y fui sorprendido por una oleada de orgullo.

"Cuida tus espinillas", gritó alguien. Miré hacia la multitud. Kaden.

Nuestra audiencia había crecido.

Su espada rozó mis costillas y estallaron vítores. Como un lobo saboreando


sangre,

sus embestidas se volvieron hambrientas, su movimiento un caos elegante


que me

mantuvo cada vez más alerta. Avancé, presionando más fuerte, y sus ataques

disminuyeron contra la presión. Sabía que todos los nervios de su hombro


debían

arder con fuego.


"Ve a matar", grité, "antes de que te quiten la elección".

Ella aprendía rápido, usaba bien su escudo, desviaba mis golpes


expertamente,

luego sonó una bocina penetrante, dividiendo su atención. Retrocedí en mi

columpio, pero no antes de que la espada la atrapara en la mandíbula, y ella


saliera

volando hacia el suelo.

El gemido conmocionado de la multitud rebotó por el patio, y corrí a su lado,

cayendo al suelo. La recogí en mis brazos.

"Lia!. Dioses mios. ¿Estás bien?”.

Soldados nos rodearon, y le grité a alguien que buscara al médico. Hizo una
mueca,

extendiendo la mano para sostener su mandíbula donde el enrojecimiento ya


se

estaba volviendo azul.

"Estúpido," siseó ella.

"Lo siento. Yo no ...

"No tú. Yo. Walther me dijo cien veces que no podía dejarme distraer ".

Apartó mi mano y abrió la boca, probando para ver que su mandíbula


funcionaba.

“Todavía tengo todos mis dientes. Deja de preocuparte”.

¿Qué es?", Preguntó ella.


No estaba seguro. "Una advertencia o una bienvenida".

Miré hacia la torre de vigilancia, y un soldado agitó la pancarta de Dalbreck.

"¡Nuestros soldados!", Gritó.

La rotación de tropas había llegado.

Podría irme a Dalbreck con Lia por fin.

CAPÍTULO TREINTA

Esa noche, nadie mencionó mi caída, ya sea para perdonarme, a mí, o a su


rey, no

estaba segura. Pero Sven si dijo algo, estaba preparado para señalar que a dos
de

los compañeros de entrenamiento de Rafe, les había ido peor: Uno con un
nudo en

la cabeza y el otro con un nudillo roto.

No me había entrenado con Rafe para probar un punto, como lo hice con
Kaden.

Sabía que llegaría un momento en que necesitaría mayores habilidades con la

espada, y quería aprender de los mejores.

Con la llegada de las tropas, todos se quedaron durante la cena, luego el


postre,

devorando ansiosamente las noticias de casa, de los recién llegados oficiales

Taggart y Durante.

Si bien ambos oficiales se sintieron aliviados, al saber que el Príncipe Jaxon,


había
sido encontrado con vida, noté que Rafe se tranquilizó a medida que
avanzaba la

noche y se compartían las noticias. Algunos de los informes eran deslucidos:

esponsales, cosechas, promociones en las filas, pero cuando se volvió hacia


las

disputas entre la asamblea y el gabinete, y los rumores de los generales, los


ojos de

Rafe se estrecharon, y sus dedos se curvaron alrededor del brazo de su silla.

“Nos vamos en dos días. Todo se abordará pronto ”, dijo.

“Nos vamos en dos días. Todo será abordado muy pronto”, dijo.

Su tensa compostura no escapó a los oficiales, y más noticias de generales

gruñentes se estancaron en sus labios.

El coronel Bodeen volvió la conversación a un tema más claro, la fiesta que


se

planeó para la noche siguiente, y notó el buen momento de la llegada de las


tropas.

Aparentemente, los oficiales Taggart y Durante, estaban bien versados en las

celebraciones de Bodeen.

"Prepárense, señoras", dijo Taggart. "No hay suficientes de ustedes para dar
la

vuelta. Bailarán toda la noche ".

"Eso está bien para mí", dijo Vilah. Las otras mujeres intervinieron con
acuerdo.
"Usted también, su alteza", dijo el capitán Hague, levantando su vaso hacia
mí.

Esto provocó otra ronda de brindis, esta vez al baile. Pronto la conversación
cambió

a otra parte y me perdí en mis propios pensamientos, tan distantes de los


planes

de la fiesta como Rafe parecía estar.

Me toqué el hueso en el bolsillo, sintiendo un extraño vacío, que una fiesta no


podía

llenar. Había acumulado una pequeña pila de huesos en mi tienda. Era un


hábito

que no podía dejar de lado: Las señales de recuerdo y preocupación por los
que

quedaban detrás. Temía las crueldades que sufrirían a manos del Komizar, y
me

preocupaba por las mayores necesidades, que aún tenían por delante.
Morrighan

podría extinguirse, borrarse de la memoria con solo unos pocos memoriales


rotos,

para demostrar que alguna vez estuvimos allí.

Los gritos me sacaron de mis pensamientos. Todos se sobresaltaron, mirando


hacia

la puerta. Una pelea enojada estaba sucediendo afuera, en la terraza. La


puerta se

abrió y entró un soldado, disculpándose profusamente por la interrupción.


“Encontramos uno, Su Majestad, tal como usted dijo. Lo atrapé merodeando
por la

pared del fondo. Es pequeño, pero salvaje. Él cortó a uno de nuestros


guardias en

el brazo antes de que pudiéramos sujetarlo. Él está exigiendo ver, er ... ".
Bajó la

vista brevemente como avergonzado. “Él quiere ver a la princesa. ¿Dice que
la

conoce?..

Rafe, Kaden, Griz, y yo estábamos todos de pie.

"Tráelo", dijo Rafe.

Escuchamos más gritos, luego dos guardias tropezaron al tratar de controlar a


su

prisionero.

"¡Mantén tu lugar antes de que golpee tu cabeza con el otro mundo!" Gruñó
un

guardia.

El prisionero me miró y mi corazón se detuvo. Era Eben.

Aunque sabía que no debía adularlo, no pude detenerme, y corrí, sacándolo


del

agarre del guardia. Kaden y Griz, estaban justo detrás de mí.

"¡Eben!" Lo atraje a mis brazos. "¡Gracias a los dioses que estás vivo!".

Sus brazos me rodearon, sin vergüenza, y sentí todas las costillas y ángulos
de su
delgado cuerpo. Retrocedí un brazo para mirarlo.

Sus pómulos eran afilados, y sus ojos huecos, y rodeados de sombras. Estaba
medio

muerto de hambre, y parecía más un animal salvaje que un niño. La sangre

salpicada y seca cubría su ropa.

Vi bien la emoción en los rostros de Griz y Kaden. Kaden dio un paso


adelante,

agarró los puños de la camisa de Eben, y lo atrajo bruscamente a sus brazos.

"Drazhone".

Hermano.

Eben era su camarada. Un Rahtan en entrenamiento.

Griz hizo lo mismo, luego revisó un rasguño en la mejilla de Eben. Cuando


me aparté

de nuestro círculo cerrado, vi a Rafe observándonos, no con curiosidad como


todos

los demás, sino con un oscuro escrutinio. El hombro de Kaden rozó el mío y
yo me

alejé, creando cierta distancia entre nosotros.

La atención de Eben se dirigió a Rafe, y lo miró con recelo. Solo había


conocido a

Rafe como el emisario de Dalbreck, y me di cuenta de que probablemente


todavía

no conocía la verdadera posición de Rafe aquí. Su mirada se dirigió a Jeb,


una vez
un sucio badajo de estiércol en Venda, apenas reconocible ahora, con su
cabello

bien peinado y su ropa impecable. Luego miró a Sven, el antiguo gobernador


de

Arleston, quien ahora vestía el uniforme de un oficial de alto rango, y luego


Orrin,

el guardia mudo del gobernador, también con el uniforme de Dalbreck,


bebiendo

de una copa de cristal.

Orrin sonrió. "Sorpresa", dijo levantando su vaso hacia Eben.

Hice presentaciones.

"Fimentán chimentras", dijo Eben en voz baja.

Miré a Rafe, preguntándome cuántas de las palabras elegidas de Venda sabía.

"Sí, somos mentirosos", dijo Rafe, respondiendo a mi pregunta. Se inclinó


hacia

adelante, apuntando una mirada gélida a Eben.

"Mentimos para salvar la vida de la princesa. ¿Te opones a eso?”.

La barbilla de Eben se levantó, desafiante, pero luego sacudió la cabeza.

Rafe se recostó en su silla.

"Bueno. Ahora, que alguien le traiga comida al niño. Tenemos que hablar con
él.”

El coronel Bodeen sugirió que era un buen momento para que los oficiales y
sus
esposas, se retiraran por esta noche. Todos se fueron, excepto el Capitán
Hague.

Era más un interrogatorio que hablar. Rafe, Kaden, Griz, Tavish, Sven y yo
nos

turnamos para hacer preguntas, mientras Eben devoraba la comida.

Apenas había escapado con vida. Había estado en el prado del lejano oriente,
con

Spirit, cuando vinieron por él. Su voz se tambaleó cuando mencionó el


nombre del

joven potro, que tuvo que dejar atrás. Era ajeno a lo que había sucedido en la

terraza del Santuario, pero vio a Trahern, Iver, y Syrus, y a uno de los
guardias de la

torre, matar a un badajo de arroz, sin decir una palabra. Sabía que algo
andaba mal.

Cuando lo vieron, supo que él era el siguiente. Corrió, escondiéndose en


puestos,

graneros, entre montones de heno, donde pudo mientras lo perseguían.

Finalmente, Syrus lo arrinconó en un desván. Eben lo mató con una horca en


el

pecho. Pasó el resto del día moviéndose, de un escondite al siguiente, y


finalmente

terminó en una habitación abandonada en la Torre Sur, donde estuvo


atrapado

durante dos días.

Ahí fue donde reconstruyó lo que había sucedido. Debido a su estrecha


asociación

con Griz, había sido atacado. Cualquiera que fuera conocido por haber estado

hablando íntimamente con la princesa, Griz, Kaden, o Faiwel, era sospechoso


de

ser un traidor, y sistemáticamente perseguido. Escuchó los gritos de los


sacrificados.

Cerró los ojos y pensé que no podría volver a abrirlos. Cuando lo hizo, sus
párpados

eran pesados y sus ojos nadaban en su cabeza.

No era terror, sino agotamiento deshaciéndolo. Su cabeza cayó brevemente a


un

lado. Con el estómago lleno, apenas podía mantenerse consciente.

“¿Dónde te quedaste en la Torre Sur?” Preguntó Kaden.

“Justo debajo de la habitación del Komizar. Podía escuchar casi todo a través
de la

chimenea”.

"¿Sabes a quién envió para cazarnos?", Le pregunté.

Eben recitó los nombres de todos los que nos enviaron. Los vio salir desde su

escondite. Habíamos matado a todos los que mencionó, en el Valle de los


Gigantes,

excepto uno, que no había estado entre nuestros atacantes. Malich. Lo que

significaba que todavía estaba en algún lugar.

"Eben", le pregunté, antes de perderlo por completo, "¿está gobernando el


Komizar ahora?".

Eben me miró, el miedo apartó brevemente el estupor en sus ojos.

Él asintió como si tuviera demasiado miedo de pronunciar el nombre del


Komizar.

“Los ghouls de las cavernas lo cuidaron con sus propias pociones. Él es


diferente

ahora. Nos quiere a todos muertos, y yo fuí el único que no hizo nada".

"Excepto cortar a uno de mis hombres", dijo Rafe. "¿Qué voy a hacer al
respecto?".

"Fue solo un rasguño en su brazo", reprendió Eben. "Probablemente ni


siquiera

necesite una puntada. No debería haberse metido en mi camino ".

Rafe miró a través del cuarto al guardia que había traído a Eben. El guardia
asintió

con la cabeza y Rafe se volvió hacia Eben, esta vez con una mirada más
severa. "¿Y

dónde están tus lealtades ahora, Eben?", Preguntó.

"No con tu especie", respondió, con un gruñido alzando el labio, pero luego
inclinó

la cabeza y susurró, con toda la miseria y confusión que el mundo podía


contener,

"Pero tampoco con el Komizar".

Había sido cortado, suelto de la única vida que conocía, por segunda vez.

Su enfoque cambió a la pared del fondo y luego su cabeza cayó hacia atrás
contra

su silla, sus ojos cerrados y su boca abierta, finalmente sucumbiendo a su

agotamiento. Comenzó a caer hacia un lado, pero Rafe lo agarró y tomó su


cuerpo

flácido en sus brazos.

"Ya vuelvo", dijo diciendo que lo llevaría al cuartel del médico para que se
acostara,

y para ver al soldado que Eben había cortado.

"Asegúrate de colocar un guardia en el erizo", le recordó Sven mientras salía.

Los pasos de Rafe se desvanecieron, y la sala se llenó de silencio, luego


surgieron

algunas palabras entre los oficiales. Palabras sin importancia. Nada como las
que

me golpeaban la cabeza.

El Komizar gobierna Venda.

Era la verdad que había sabido todo el tiempo.

La verdad que Rafe había tratado de negar.

La verdad que incluso el Komizar sabía, mientras yacía sangrando: No ha


terminado.

Incluso Dihara me susurró,─ jei zinterr. Sé valiente.

Ella sabía que solo estaba comenzando.

Nos quiere a todos muertos.


La visión que había tenido de Civica, cuando estuve de vuelta en el
Santuario, se

filtró en el aire delante de mí otra vez, como dedos de humo rizado que
habían

estado esperando justo fuera de mi campo de visión. La ciudadela destruida,


solo

las ruinas, colmillos rotos en el horizonte, y montones sobre montones, de


cuerpos,

alineados en las carreteras como piedras apiladas en una pared. Los gritos de
unos

pocos encadenados, para ser devueltos a Venda como prisioneros, flotaban en


el

aire humeante.

Sus gemidos se escuchaban a través de otras voces, las de Rafe, las del
Komizar, las

de los sacerdotes, las de Venda y las de Dihara.

─Enviaremos un mensaje. Lo prometo.

─Ahora es mi turno de sentarme en el trono dorado de Morrighan.

─El puente está destruido. Ni siquiera pueden cruzar.

─El Dragón solo conoce el hambre.

─Confía en tus dones, Arabella, sean lo que sean.

─Los llamamos nuestros corceles de la muerte.

─A veces un Don requiere un gran sacrificio. Sabrás lo que necesitas hacer.


─No te demores, Miz. O todos morirán.

Esto último era un conocimiento dentro de mí, tan cierto como un amanecer.
Ellos

morirán.

La neblina humeante ante mis ojos desapareció, y me encontré con las


miradas fijas,

de todos los sentados alrededor de la mesa.

"¿Su Alteza?", Preguntó Jeb con cautela, sus pupilas, señalandome.

La mirada de todos los demás era muy parecida. ¿Qué habían visto en mi
cara?.

Me paré. "Coronel Bodeen, me iré a primera hora de la mañana, junto con


Kaden".

Me volví hacia Griz, "Una vez que estés completamente curado, tu y Eben
pueden

alcanzarnos en algún lugar de Morrighan, pero no puedes montar todavía.

Necesito que estés en forma y saludable, no como una preocupación


adicional.

Hablé rápida y firmemente, sin darle a Griz ni a nadie más la oportunidad de

protestar. "Coronel, necesitaremos nuestros caballos listos y suministros

adicionales, incluidas armas si usted puede proporcionarlos. Prometo que


pagaré."

"¿De qué estás hablando?".

La atención de todos se volvió hacia la puerta del comedor. Rafe estaba allí,
alto y
formidable, con los ojos brillantes. Por su tono tenso, era obvio que me había

escuchado, pero lo dije de nuevo, de todos modos.

"Estaba diciéndole al coronel Bodeen que volvería a Morrighan por la


mañana.

Cualquier duda sobre el Komizar y sus intenciones se ha ido ahora, y yo ...”

“Lia, tú y yo discutiremos esto más tarde. Por ahora…"

"No dije. "Ya hemos hablado, Rafe, y no puedo posponerlo más. Me voy."

Cruzó la habitación y me agarró del codo. "¿Puedo hablar contigo en privado,


por

favor?".

"Hablar no va a cambiar ..."

"Disculpen, por favor", dijo a todos mientras me sacaba del comedor,


apretando

fuertemente mi brazo. Cerró las puertas detrás de nosotros y giró en la galería


para

mirarme.

“¿Qué crees que estabas haciendo allí?. Tú.. ¡No puedes darles órdenes a mis

oficiales a mis espaldas!".

Parpadeé, sorprendida por su ira inmediata. “Apenas estaba a tus espaldas,


Rafe.

Solo te fuiste por unos minutos”.

"¡No importa cuánto tiempo me haya ido!. ¿Regreso y estás gritando órdenes
de
pedidos de caballos?".

Luché por mantener mi voz uniforme. "No estaba gritando, como tú lo estás
ahora".

"Si estoy gritando, es porque ya lo hemos revisado, ¡y parece que no estás

escuchando!. Te dije que necesito tiempo”.

"Y el tiempo es un lujo que no tengo. Te recordaré que es mi reino sobre el


que

están descendiendo, no el tuyo. Tengo el deber de ...”

"¿Ahora?". Dijo, levantando las manos en el aire. “¿Ahora de repente decides


que

el deber es importante?. ¡No parecías molestarte por el deber cuando me


dejaste

en el altar!. "

Lo miré, una colmena de abejas pululando en mi pecho, y traté


desesperadamente

de tragarme mi creciente irritación.

"Me estoy reagrupando, y avanzando con nueva información, tal como un


tonto

me dijo que hiciera ".

Cruzó la veranda de madera y luego regresó de nuevo, sus botas puntuaban


su

creciente ira. Se detuvo frente a mí.

"No corrí por todo un continente, y arriesgué la vida de buenos oficiales, solo
para
que pudieras regresar a un reino donde te matarán".

"Estás asumiendo lo peor", dije entre dientes.

"!Ves toda la razón que tengo! ¿Crees que con una pequeña lección de
esgrima ya

estás lista para enfrentarte a un reino de gargantas traidoras?”.

¿Esgrima?. Temblé de furia ante su desestimación de mis habilidades.

“Te recordaré, Rey Jaxon, que todos tus dedos están intactos ahora, gracias a
mí.

¿Crees que le estarías dando a alguien lecciones de espada sin ellos?. Soporté

semanas que el Komizar me manoseara, me golpeara y me metiera la lengua


en la

garganta, para salvar tu miserable vida. Y también te recordaré que derribé a


cuatro

hombres en nuestra fuga. No me dejas ir a ninguna parte. ¡A dónde voy, y lo


que

hago sigue siendo mi decisión! ”.

No retrocedió y sus ojos se convirtieron en acero fundido quemándome con


su

calor. "No."

Lo miré con incertidumbre. "¿Que quieres decir con no?".

"No puedes ir".

Una bocanada de aire incrédula escapó de mis labios.

"No puedes detenerme".


"¿Crees que no?". Él se acercó, su pecho tan imponente como una pared. Sus
ojos

brillaban como los de una bestia. "¿Lo has olvidado?. Soy el rey de Dalbreck
".

Gruñó. "Y yo decido quién va y quién viene aquí".

"Eres un tonto, eso es lo que eres, ¡y me voy!."

Se giró hacia el final de la terraza. "¡Guardias!"

Los centinelas de pie en la barandilla se adelantaron de inmediato. "Escolten


a la

princesa Arabella de regreso a sus habitaciones", ordenó. "¡Y coloquen cuatro

guardias, para ver que ella se queda allí!".

Me quedé ahí, aturdida por la incredulidad, tratando de encontrar mi voz.

"¿Estás diciendo que he pasado de ser prisionera de un reino, a ser prisionera


de

otro?".

"Puedes convertirlo en cualquier cosa deformada que elijas, lo cual estoy


seguro

que harás, pero vas a tu tienda de campaña, y te quedas allí hasta que llegues
a tus

sentidos!”.

Volví a mirar a los guardias. Me miraron ansiosos, sin saber cómo proceder
hasta

que Rafe les dijo:


"Si ella no los sigue de buena gana, tienen mi permiso para arrastrarla".

Lo fulminé con la mirada y me di la vuelta, pisoteando los escalones con los


guardias

pisándome los talones.

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Kaden

Escuchamos cada palabra.

Cuando comenzaron los gritos, Sven se levantó a medio camino como para
irse.

"Tal vez deberíamos darles algo de privacidad"

Entonces pareció darse cuenta que la única salida daba directamente a su

argumento. Se sentó de nuevo. La única otra opción hubiera sido


escabullirnos en

fila india, a través de la entrada del cocinero, lo que sería aún más incómodo,

admitir que estábamos escuchando su furioso argumento.

Así que nos quedamos ahlí escuchando, preguntándonos cómo podía


empeorar.

Palabras como el infierno del diablo, maldito tonto, y decidí levantar las
cejas, pero

prisionera fue una palabra que contuvo el aliento.

Tavish gimió, y Jeb murmuró una maldición.

Sven se inclinó hacia delante, con la cara entre las manos como si quisiera
poder
asesorar a su cargo, en las reglas de una discusión adecuada. ¿Lo escuché

murmurar, “¿arrastrarla?”. bajo su aliento.

Griz estaba sorprendentemente silencioso, y me di cuenta de que estaba

disfrutando, escuchar al rey cavar su tumba. Griz creía en Lia de una manera

extraña y feroz, que solo ahora estaba comprendiendo. No importaba que ella

planeara dejarlo atrás. El rey estaba mostrando sus verdaderos colores reales,
y

Griz estaba saboreando cada palabra.

Traté de saborear el cálido núcleo de satisfacción, que crecía en mis entrañas

también, pero sabía que la ira que escuché en la voz de Lia, provenía de un
lugar

de profundo dolor. Mi satisfacción se volvió fría. Después de mi promesa de

honestidad, le había dispensado solo porciones de la verdad a Rafe, sobre mi


beso

con Lia, sabiendo que lo enfurecería, pero ella era la que había soportado la
peor

parte del dolor que había causado. No quería lastimarla más.

Había silencio afuera en la veranda, y Sven finalmente, rompió nuestro


silencio.

“¿Qué más podía hacer?. No es seguro para ella regresar a Morrighan".

"Ella me preguntó una vez acerca de ir a casa", dijo Jeb. "Siempre asumí que
ella

queria decir Dalbreck”.


"Dalbreck no es su hogar", le dije.

"Va a ser", dijo Tavish, lanzándome una mirada oscura.

"No hay nada de qué preocuparse". Orrin se sirvió más cerveza. "Ella volverá
a sus

sentidos".

Tavish resopló. "Claro que lo hará".

"Su preocupación es válida", le dije. "El Komizar marchará contra Morrighan


y los

otros reinos".

“¿Qué reino primero?” Preguntó Sven.

"Morrighan".

"Y lo sabes con certeza, probablemente, porque él te lo dijo".

El punto de Sven era claro. El Komizar no era la mejor fuente de ninguna


verdad, y

sabía cómo podía contener la información, enfrentando a un gobernador


contra

otro, para sus propios fines. El Komizar querían Morrighan, pero él también
quería

Dalbreck. Los quería a todos.

"Sí", respondí. "Cierto". Pero ahora no lo estaba.

Bodeen sonrió. “¿Marcha con su supuesto ejército de cien mil?.”

Griz se aclaró la garganta. "No exactamente", dijo, finalmente hablando. "Me


temo
que la princesa no obtuvo los números del todo bien".

No, ella no lo hizo. Recordé cuando regresé al Santuario, y le pregunté al


Komizar

cómo iban sus planes. Mejor de lo que esperaba, me dijo.

Su ejército había crecido significativamente en los últimos meses.

Los ojos de Sven eran cuentas afiladas en Griz, como si supiera que vendrían
más.

"¡Ahí tienes!". Dijo Hague, agitando su mano en el aire. "Confirmación

directamente de la boca del gran bárbaro. Tal vez él sea quien debería hablar
con

la princesa ".

Griz tomó un trago de ojos rojos y dejó el vaso con un ruido sordo. “Los
números

están realmente más cerca de ciento veinte mil. Todos bien armados”. Hizo
un

gesto a Sven para que le pasara la botella para volver a llenar su vaso vacío.

"Eso es aproximadamente el doble del tamaño de sus fuerzas, ¿no es así,


Capitán?"

Jeb suspiró.

"Tres veces."

Hague no dijo nada. Su boca se abrió, como un pez que cuelga de un anzuelo.
Griz

trató de contener una sonrisa.


Orrin y Tavish sacudieron la cabeza, y Sven le pasó la botella a Griz,
escrutándolo

para detectar signos de mentira.

Era verdad. Para eso era que el Komizar estaba presionando tanto a los

gobernadores: Más suministros para sostener su ejército en expansión.

"¡Solo son bárbaros salvajes! No es un ejército de marcha entrenado. ¡Los


números

no significan nada!”. Hague finalmente farfulló, descartando el asunto.

Bodeen se recostó en su silla.

"Si bien el tamaño y las habilidades de un ejército de Vendans siguen en


cuestión",

intervino, "Las preocupaciones del rey no lo hacen. Su preocupación también


es

válida. Entiendo que hay una recompensa por la captura de la princesa, y


gracias al

Komizar, y sus rumores, probablemente algo mucho peor la espera ahora.


¿Creo

que escuché al Rey Jaxon describirla como "El criminal más buscado en

Morrighan"?. Eso es estar en una posición muy peligrosa".

Estancamiento. Eso también era cierto, y sabía que, en su opinión, Griz y yo


nos

veíamos insensibles y despreocupados por el bienestar de Lia. Bodeen inclinó


la

cabeza hacia un lado, escuchando, y luego se puso de pie, finalmente


juzgando que

era seguro irse.

“¿Qué fue lo último que gruñó, mientras bajaba las escaleras? ¿Jabavé?.”

"Es una palabra Vendan para…"

Sven tosió, interrumpiéndome. "No es un término de cariño", ofreció. “El rey


sabe

lo que significa. Eso es todo lo que importa."

Mi núcleo de satisfacción volvió a calentarse, a pesar de mí mismo.

Está en las penas.

En el miedo.
En la necesidad.
Es entonces cuando el conocimiento gana alas.

Las alas negras del saber revoloteaban debajo de mi pecho.

Se había ido y no volvería.

—Las palabras perdidas de Morrighan.

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Caminé en mi tienda, tratando de controlar la ira. Mi sangre corrió más


rápido que

un caballo azotado. Estaba segura de que en cualquier momento vendría, su


cabeza

se inclinaría, avergonzado, pidiendo perdón por su terrible comportamiento.

Me palpitaba la cabeza y me froté las sienes mientras hacía un camino en la

alfombra. ─Vuelve a tus sentidos?

¿Se escuchaba a sí mismo?. Queridos dioses, ¿nos había escuchado todo el

campamento?. La veranda del comedor estaba lejos del cuartel de los


soldados,

pero los cuartos de los oficiales estaban al alcance del oído. Cerré los ojos
con

fuerza, imaginando todas las orejas presionadas contra las ventanas. Sabía
que

Rafe estaba bajo tensión y las noticias adicionales de la disidencia, en el día


de hoy,
solo acumulaban más estrés, pero también estaba bajo presión. Siseé un
aliento

frustrado entre los dientes apretados. Tal vez de alguna manera me hubiera
ido a

sus espaldas, pero fue solo porque quería expresar mis intenciones, antes que
él

volviera, haciéndolas claras, públicas y seguras, para que no pudiera


descartarlas

como lo había hecho antes. Tal vez podría interpretarlo como usurpar su
autoridad,

especialmente en un momento, en que estaba tratando de ganar la confianza


de

quienes lo rodeaban, pero actuar como un imbécil no era forma de ganar


respeto.

─Yo decido. No era un sujeto de Dalbreck. Él no decidiría nada.

Pasaron los minutos y luego una hora sin señales de él. ¿Estaba de mal
humor?.

¿Demasiado avergonzado para venir y disculparse?. Tal vez se compadecía


con sus

hombres por sus malas palabras. O contemplando lo que Eben había


compartido.

Rafe no era estúpido. Con el Komizar vivo, y avanzando con sus planes, tenía
que

saber que todos estábamos en riesgo. Mantenerme viva por ahora, no


significaba

nada, si al final estábamos todos muertos, o encarcelados. El hecho que


Morrighan

fuera el primer objetivo del Komizar, no significaba que Dalbreck no fuera el

siguiente.

Agarré una almohada de la cama y la golpeé, luego la tiré contra la cabecera.

¡Esgrima!. Todavía podía escuchar su énfasis sarcástico en la palabra. Tal vez


eso

fue lo que más me dolió. Su falta de fe en mí, solo valorando su tipo de


fuerza y no

el tipo que poseía yo. Del tipo que había ayudado a salvar nuestros cuellos.
Kaden

se había ganado un nudo en la espinilla cuando había hecho lo mismo. No era

demasiado tarde para que yo también le diera un nudo a Rafe. Tal vez
necesitaba

uno en la cabeza.

Los lados de la tienda temblaban con el viento, y un retumbar bajo y distante


sonó,

como si los cielos hubieran sido arrastrados hacia nuestra tempestad. Agregué

astillas de madera a la estufa. ¿Donde estaba el?. Tiré a un lado la cortina de


la

entrada de la tienda. Dos guardias se adelantaron para bloquear mi camino,

cruzando sus alabardas frente a mí.

“Por favor, alteza, regrese adentro”, preguntó uno de ellos. Una arruga se
curvó en
su frente. Parecía genuinamente asustado.

"Realmente no quiero ..." No estaba dispuesto a terminar su pensamiento.

"¿Arrastrarme de regreso a mis habitaciones como lo ordenó el rey?"

El asintió. El otro guardia se preocupó con el eje de su alabarda, negándose a

mirarme. Seguramente nunca antes habían tenido que vigilar a un prisionero


como

yo, una que había sido invitada del rey solo unas horas antes.

Solo por su bien, di un paso atrás y cerré la cortina, gruñendo como lo hice.
Apagué

las luces de la lámpara y la habitación brillaba tenuemente con las brasas de


la

estufa. Me molestó que no hubiera entrado aquí, mendigando sobre una


rodilla

doblada. Me dejé caer en la cama quitándome una bota, luego otra, luego las
tiré

al otro lado de la habitación. Ambas golpearon la pared de la tienda, cada


pequeño

ruido sordo patéticamente insatisfactorio.

La ira me apuñaló en la garganta como un hueso doloroso que no podía


tragar. No

quería dormir de esta manera. Me cepillé las pestañas húmedas, parpadeando


para

evitar las lágrimas. Tal vez debería habérselo explicado en privado. Podría
haberlo
hecho, ¿entender?. Pero pensé en todas nuestras millas viajando desde el

Santuario hasta aquí, todas las veces que hábilmente, había alejado la
conversación

de Morrighan. Solo tenemos que llegar al puesto avanzado por ahora. Lo


había

hecho una y otra vez, tan suavemente que ni siquiera me había dado cuenta.

Esta noche no se había molestado en ser tranquilo. Todo lo que obtuve de él


fue

un despido brusco y arrogante. No. No hay posibilidad de discusión.

"¿Lia?".

Salté de mi cama, respirando sobresaltada.

Era su voz. Justo al otro lado de la cortina. Bajo y tranquilo. Contrito. Sabía
que él

vendría a resolver esto.

Caminé hasta el final de la cama, secándome rápidamente la cara con las


palmas.

Presioné mi espalda contra la amplia columna del poste de la cama y respiré

profundamente.

"Entra," dije suavemente.

La cortina se abrió y él entró. Mi estómago se retorció. Solo dos horas nos


habían

separado, pero se había sentido tanto tiempo, como mi viaje por todo el Cam

Lanteux. Los oscuros charcos de cristal de sus ojos, calentaron mi sangre de


una

manera que me hizo sentir perdida, para todo lo demás en el mundo excepto
él. Su

cabello estaba revuelto, como si hubiera salido a dar un paseo rápido para
aliviar

sus frustraciones acumuladas. Su rostro estaba tranquilo ahora, sus ojos


suaves, y

estaba segura de que una disculpa bien practicada esperaba en sus labios.

Buscó en mi rostro, su mirada tierna. "Solo quería ver cómo estabas", dijo en
voz

baja. " Asegúrarme que tienes todo lo que necesitas ".

"Ahora que soy una prisionera".

El dolor brilló en su expresión. "No eres una prisionera. Eres libre de moverte
por

el campamento ".

"Mientras no me vaya".

Se acercó, deteniéndose a solo unos centímetros de distancia. El calor de su


cuerpo

me rodeó, llenó la tienda, llenó mi cabeza.

"No quiero que sea así entre nosotros", susurró.

Extendió la mano y me tocó la mia. Sus dedos se deslizaron lentamente por


mi

brazo hasta mi hombro, y su pulgar trazó un círculo lento y perezoso sobre mi


clavícula. Brasas calientes ardían en mi pecho. Sabía que lo quería, que no
quería

nada más que extender la mano, y cerrar el doloroso espacio entre nosotros.

Casi nada más. "¿Estás aquí para disculparte?", Le pregunté.

Su mano se deslizó detrás de mi espalda, acercándome, sus caderas se


encontraron

con las mías, y sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja.

“Tengo que hacer lo que creo que es mejor. No puedo dejarte ir, Lia, no en
buena

conciencia. No cuando sé el peligro al que te enfrentarías”.

Aflojó los cordones de mi vestido. Mis respiraciones saltaron por mi pecho,

desiguales, chamuscando mis pensamientos.

Sus labios rozaron una línea ardiente desde mi sien hasta mi boca y luego me
besó,

fuerte y profundo, y quise fundirme con la sensación, el sabor y el aroma de


él, el

viento en su cabello, la sal en su frente, pero otra necesidad, una mayor, ardía
más

brillante, ardiente y persistente.

Metí las manos entre nosotros, empujándolo suavemente.

"Rafe, ¿nunca has sentido algo profundo en tus entrañas? ¿O escuchaste un

susurro que tenías que escuchar contra toda razón?”.

La ternura desapareció de sus ojos. "No voy a cambiar mi decisión, Lia",


dijo.

“Necesito que confíes en mí. No vas a volver por ahora. Tal vez más tarde
cuando

sea más seguro ".

Lo miré a los ojos, rezando para que viera la urgencia en los míos. “Nunca
será más

seguro, Rafe. Solo va a empeorar ".

Dio un paso atrás, suspirando, todo sobre su postura transmitiendo


impaciencia.

"¿Y crees que sabes esto debido a un texto antiguo?".

“Es cierto, Rafe. Cada palabra es verdad”.

"¿Cómo lo sabes? No eres un Erudito. Puede que ni siquiera lo hayas


traducido

correctamente”. Su escepticismo grosero rompió lo último de mi paciencia.


No

habría más explicaciones ni disgustos.

"Hemos terminado".

"Lia"

"¡Fuera!". Grité, empujándolo lejos. Se tambaleó hacia atrás y me miró


atónito.

"¿Me estás echando?".

"No, no creo que sea posible echarte. Después de todo, eres el Rey Jaxon, y
decides
quién va, y viene aquí, o eso me han dicho. Pero te sugiero que te vayas,
antes de

encontrar otra manera de enviarte.” Puse mi mano a mi lado sobre mi daga

envainada.

La ira pura enrojeció su rostro.

Se dio la vuelta y salió corriendo, casi arrancando la cortina de la puerta.


Veríamos

cuál de nosotros llegaba a nuestros sentidos primero.

***

Madame Rathbone apareció en mi tienda temprano a la mañana siguiente,


junto

con Vilah y Adeline. Curiosamente, Madame Hague las acompañaba, aunque


nunca

lo había hecho antes. Interiormente suspiré. Sí, los oficiales y todas sus
esposas

habían escuchado nuestra desagradable discusión, y ciertamente Madame


Hague

esperaba detalles jugosos adicionales, incluso si el propósito oficial de su


visita era

entregar los accesorios que combinaban con mi vestido, para la fiesta esa
noche.

Adeline levantó un cinturón plateado de cota de malla, con incrustaciones de

zafiros. Una vez más, me maravillé de la extravagancia, especialmente aquí


en este
puesto avanzado remoto. A continuación, Vilah tendió una hombrera
plateada, con

joyas en relieve con un intrincado patrón.

"Dime, ¿alguna vez las mujeres Dalbretch las han usado en la batalla?".

"¡Oh, sí!", Respondió Vilah. "Por eso forman parte de nuestro vestido
tradicional.

Marabella fue una gran guerrera antes de ser reina”.

"Pero eso fue hace cientos de años", agregó Madame Hague, levantando las
cejas

con desagrado. "Nuestras damas y reinas ya no van a la batalla. Ahora es

innecesario ".

No estés tan segura, tuve la tentación de decir.

Madame Rathbone hizo un último inventario de todo lo que estaba sobre la


mesa

y dijo: "Llegaremos temprano para ayudarla a vestirse".

"Y peinarte", dijo Adeline.

"Con cuerdas plateadas", agregó Vilah juntando sus manos en anticipación.

Escuché un ansia tensa en sus voces, como si estuvieran tratando de borrar el

oscuro manto de la discusión de anoche.

"Todas estarán ocupadas preparándose ustedes mismas", respondí. “Puedo

arreglármelas sola”.

"¿En serio?", Preguntó la señora Hague dubitativamente. "¿Es así como se


hace en

Morrighan? ¿Nadie para atenderla?.” Su labio se levantó con compasión

condescendiente.

"Sí", suspiré. "No somos más que salvajes en Morrighan. Es una maravilla
que tu

rey arreglara un matrimonio con una de los nuestros".

Sus pestañas revolotearon hacia abajo y se fue, con una leve disculpa que
tenía

mucho que hacer ese día, pero sin disculpas por su insulto. Quizás ahora que
su rey

había arremetido contra mi, ella se sentía libre de hacer lo mismo.

Seis guardias llegaron a mi tienda poco tiempo después. Percy, su líder, me


informó

que eran mis escoltas del día. Entonces, ¿esta era la versión de Rafe de ser
libre de

ir a donde quisiera?. Seis guardias, incluso dentro de los muros de Marabella.

Supuse que debería tomarlo como un cumplido porque Rafe consideraba mis

habilidades, con mayor respeto de lo que admitiría. Inmediatamente decidí


que

había muchos lugares a los que tendría que ir hoy, no solo para que todo el
puesto

avanzado pudiera compartir la diversión de seis guardias trotando detrás de


mí,

también porque, de una forma u otra, me iría y necesitaba atender los detalles.
Primero fui al potrero inferior, revisando nuestros caballos Vendan, ahora
también

bajo la custodia del rey. Observé la puerta inferior, por donde iban y venían
los

caballos. Estaba fuertemente vigilada. Nunca lo superaríamos, pero al menos


sabía

dónde estaban los caballos y la tactica. Descubriría el resto más tarde. Luego
fui a

la despensa del cocinero.

El cocinero no estaba contento con mi intrusión, y dijo que con gusto traería
algo a

mi tienda. Fingí que no estaba segura de lo que quería, luego examiné los
estantes

y la bodega fría. Desafortunadamente, casi todo estaba almacenado en


grandes

bolsas voluminosas o contenedores. Tomé uno de sus cuencos y lo llené con

puñados de piñones, pan de soda duro y algunos higos dulces secos. Miró mi

extraño surtido de comida, y miró mi abdomen. Sonreí tímidamente,


dejándolo

sacar sus propias conclusiones.

A continuación, me dirigí penosamente al cuartel del médico, para consultar


con el

cirujano. Kaden y Eben se habían ido a las duchas, pero el cirujano estaba

examinando la herida de Griz. Me mostró que estaba sanando muy bien en la


mayoría de los lugares, pero una sección de carne era más lenta de unir. Dijo
que

se sentía seguro de que sanaría, luego le lanzó una mirada severa a Griz.
"Con un

poco más de descanso".

Griz se resistió, diciendo que ahora estaba bien.

"Pero no lo estarás si levantas pesadas sillas de montar, dentro y fuera de un

caballo dos veces al día", dije. "O, los cielos lo prohíban, si tuvieras que
balancear

tu espada".

Griz sonrió, sus ojos brillaban con caos. "¿En algún lugar donde te gustaría
que la

balanceara en particular?".

Me ardía el estómago. También había escuchado nuestra discusión, lo que

significaba que todos en el comedor la habían oido. Seguramente Kaden se

regodeaba con este desarrollo, pero cuando lo vi en el patio de trabajo más


tarde,

solo había preocupación en sus ojos.

Habló en Vendan para que los guardias no nos entendieran.

"¿Estás bien?", Preguntó. Asentí, tratando de ignorar el nudo que se hinchaba


en

mi garganta nuevamente. Él sonrió.

"¿Y las espinillas de Rafe?" Sabía que estaba tratando de aligerar mi estado
de

ánimo, y por eso estaba agradecida.

"Bien por ahora, pero esto no ha terminado".

"Nunca pensé que lo estuviera".

Su voto de confianza en mí, fue como agua fría en una garganta seca. Quería

abrazarlo, pero eso solo le habría traído un escrutinio adicional.

Los guardias se pusieron nerviosos con esta conversación, que no podían


entender,

como si sospecharan que estábamos conspirando, lo que estábamos haciendo.


Me

acerqué a Kaden y susurré, para realmente darles algo por lo que preocuparse.

“Cuando nos vayamos, Eben tendrá que quedarse con Griz. Solo seremos
nosotros

dos, con Malich por ahí en alguna parte. ¿Las probabilidades están en nuestra

contra?”.

"Habría estado allí con los demás, en el Valle de los Gigantes si hubiera sido
enviado

a matarte. Creo que se dirige a Civica con un mensaje ".

"¿Que estoy muerta?".

“Que has escapado. No te considerarán muerta hasta que tengan un cuerpo, y

todos saben exactamente, a dónde te diriges".

Lo que significaba que el Canciller y sus conspiradores, me estarían


esperando.

Probablemente observando cada camino que condujera a la ciudad. El


elemento

sorpresa ya no era mío. No necesitaba nada para ser más difícil de lo que ya
era.

Por el rabillo del ojo, vi a Tavish y Orrin caminando hacia nosotros hombro
con

hombro. Dieron vueltas, deteniéndose a ambos lados de mí.

"Estamos aquí para aliviar a los guardias, Su Alteza", dijo Tavish, lanzando
una

mirada fulminante a Kaden.

"Vete, Percy", agregó Orrin, con un movimiento de espantar. El coronel los


quiere

a todos en su oficina. Ve."

Tavish hizo un gesto respetuoso hacia mí. "Seremos tus acompañantes por el
resto

del día".

“¿Por órdenes de quién?”, Pregunté.

Tavish sonrió. "Las nuestras."

Ni Tavish ni Orrin hablaban Vendan, así que rápidamente le dije unas últimas

palabras de Vendan a Kaden.

"Hablaremos más tarde. Necesitamos reunir suministros ".

Tavish se aclaró la garganta. "Y Jeb se unirá a nosotros en breve".


Su mensaje era claro. Jeb hablaba Vendan. Suspiré. Esto era más que lealtad
a un

rey, era lealtad a su amigo.

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

El ejército Morrighese surgió siglos antes de que cualquiera de los otros


hubiera

establecido una piedra angular para la fundación de sus reinos. Era otra cosa
que

el Texto Santo enfatizaba: Que los Guardianes Sagrados, los guerreros


feroces que

acompañaron a Morrighan en su viaje a través del desierto, tenían una fuerza


y

voluntad de acero inigualables, legados por los cielos, para garantizar la

supervivencia del Remanente elegido.

Aldrid, quien se convertiría en su esposo, y el venerado padre del reino, era


uno de

esos guardianes. Su sangre de guerrero corría a traves de todos nosotros. La

ciudadela incluso tenía algunas de las espadas de los Santos Guardianes


exhibidas

en la sala del trono, recordatorios de nuestra grandeza y la unción de los


dioses.

A lo largo de la historia, el ejército Morrighese se había mantenido grande, y


sus

soldados eran valientes y honorables. Pero mientras observaba a las tropas de


Dalbretch realizar sus ejercicios y entrenamientos, desde mi posición
privilegiada

en el puesto avanzado, me sorprendió su desalentadora precisión. Sus


alabardas

estaban reforzadas con un tiempo formidable, sus escudos estaban


entrelazados,

con la facilidad de un baile perfecto. La confianza emanaba de cada


movimiento

meticulosamente orquestado. Prácticamente brillaban con intimidación.

Su fuerza y disciplina eran como ninguna que hubiera visto. Comprendí por
qué

creían en su poder. Pero no pudieron ver lo que vi: Sus números. Incluso con
un

ejército de cuarenta mil efectivos, no eran rivales para la terrible grandeza de

Venda. Después que Morrighan cayera, Dalbreck sería el siguiente. Mi


mirada se

elevó hacia la amplia extensión sobre las tropas, donde una luna creciente

compartía el cielo, con el sol que se alejaba. Otro día se fue, uno menos
restante.

El tiempo avanzaba, dando vueltas, repitiendose, otra devastación enroscada


como

una serpiente venenosa, que se había despertado, lista para atacar. Se


acercaba, y

las fuerzas ocultas en Morrighan, lo ayudaban de la manera más insidiosa,


desde
adentro, alimentándolo con un poder que nos destruiría a todos.

Tenía que haber un camino.

─Jezelia, cuya vida será sacrificada, por la esperanza de salvar las suyas.

Una forma diferente. Luché con las palabras de Venda.

¿Sacrificar mi vida por mera esperanza? Hubiera preferido más que eso como

certeza. Pero la esperanza era al menos algo, y tan inseguro como era, era
todo lo

que tenía para ofrecerle a Natiya y muchos más. Ni siquiera Rafe podía
quitarme

eso. Al igual que las historias con que Gaudrel había alimentado a
Morrighan, la

esperanza era alimento para un estómago vacío.

Jeb interrumpió mis pensamientos, diciendo que era hora de prepararse para
la

fiesta. Tavish y Orrin se pararon varios pasos detrás de él, mirándome con

curiosidad. Miré los campos de práctica y todos los soldados se habían ido.
Un

puñado de estrellas ya iluminaban el cielo. Orrin se movió, olisqueando el


aire, pero

todos esperaron a que yo hiciera el primer movimiento para irme. Los tres
habían

mantenido una distancia respetuosa durante todo el día, desapareciendo con

habilidad, tal como lo habían hecho en el Santuario, pero siempre allí,


siempre
vigilando.

No era por su propia voluntad que habían asumido la tarea de escoltas, como

afirmaban. Estaba segura que era por orden de Rafe. Estaba tratando de

deshacerse de su propia vergüenza, que me siguiera un desfile de guardias

anónimos. Sabía que me importaban estos tres, teníamos una historia juntos,

incluso si era breve. Casi perder la vida juntos, tenía una forma de
profundizar los

lazos y alargar el tiempo. Estudié sus caras. No, no guardias. Sus ojos estaban
llenos

de la preocupación de los amigos, sin duda si ensillaba un caballo para irme,


se

convertirían en otra cosa. Me detendrían. Incluso bajo el disfraz de la


amistad,

seguía siendo una prisionera.

Recogí mis faldas y me bajé de la pared. Por primera vez, olí el aroma de la
carne

asada en el aire, y luego recordé las linternas colgadas en el campo, más


temprano

hoy, con el dosel puesto en la mesa principal, serpentinas de seda envueltas


entre

los postes en anticipación de una fiesta, ansiosamente esperada por casi


todos. Jeb

cayó a mi lado, y Tavish y Orrin caminaron justo detrás de nosotros.

Jeb jugó con la camisa. Alisó la manga. Tiró de su cuello.


"Dilo Jeb", le dije. "Antes que provoques agujeros en tu camisa".

"Su trono está siendo desafiado", soltó, expresando una súplica por su amigo.

Escuché a Tavish y Orrin gemir detrás de nosotros, obviamente no contentos


con

la lengua floja de Jeb. Puse los ojos en blanco, inmóvil.

“¿Por las disputas del gabinete?. ¿Qué más hay de nuevo?".

"No es el gabinete. Uno de sus generales ha comenzado los procedimientos


para

reclamar el trono".

¿Un golpe de estado? Mis pasos disminuyeron. "¿Entonces la corte de


Dalbreck

también tiene traidores?".

"El general no es un traidor. Está dentro de sus derechos. Está acusando al


Príncipe

Jaxon de abdicar, lo que todos saben que es un reclamo falso. Me detuve y


me

enfrenté a Jeb. "¿Su mera ausencia se interpreta como una abdicación?".

“No por la mayoría, pero podría interpretarse de esa manera, especialmente


con

el uso general de términos aún más fuertes, como la deserción. El príncipe se


ha

ido por meses ".

Me ericé. "¿Por qué Rafe no me lo dijo?".


“Ambos coroneles le aconsejaron que no se lo dijera a nadie. La disidencia

engendra dudas ". No era cualquiera, pero tal vez Rafe no quería que dudara
más

de él.

"Ahora que el general sabe que Rafe está vivo, seguramente detendrá esos

procedimientos".

Jeb sacudió la cabeza.

“¿Un poder de degustación parcial?. Probablemente ahora tiene apetito por la

comida completa. Pero Rafe tiene el apoyo abrumador de las tropas. Su


respeto

por él solo ha crecido. No debería llevar mucho tiempo sofocar el desafío una
vez

que regrese al palacio, pero es una preocupación más sobre sus hombros ".

"¿Y eso se supone que disculpa su comportamiento de anoche?".

"No es excusa", dijo Tavish detrás de mí. "Solo explicartelo y darle una
imagen más

completa".

Me di la vuelta para enfrentarlo.

“¿Como la imagen completa que le diste a Rafe, cuando sorprendiste a Kaden

sosteniendo mi mano?. Tal vez todos en Dalbreck necesiten estar seguros de


su

información, antes de salir corriendo a dársela a otros ”.


Tavish asintió, aceptando su culpabilidad. “Cometí un error y me disculpo.
Solo

informé lo que creí haber visto, pero la noticia del desafío proviene
directamente

del gabinete. Esto no es un error."

“Entonces Dalbreck tiene un usurpador. ¿Se supone que eso me influirá?


¿Porqué

las preocupaciones de Dalbreck son mucho más importantes que las de


Morrighan?.

El Komizar se enfurece con suficiente veneno, para hacer que tu general


parezca

un gatito llorón”.

Mi paciencia se deshizo. La urgencia, los largos kilómetros hasta Morrighan,


la

tentación de decir que sí, cuando todavía no resonaba en mi cabeza, las

necesidades de muchos en comparación con la enorme falta dentro de mí:


Todo se

agudizó hasta el último ápice de confianza que tenía, hasta que sentí una
cuerda

deshilachada, lista para romperse, el último tirón de peso proveniente del


propio

Rafe.

Si la persona que más amaba en este mundo, no creía en mí, ¿cómo podría
alguien

más?. Me picaron los ojos y parpadeé ante cualquier muestra de debilidad.


"En todo caso, pensarías que la situación de Rafe le daría empatía y lo
ayudaría a

entender, por qué tengo que volver a Morrighan, pero no parece que haya
pensado

en eso".

"No está pensando con la cabeza", dijo Tavish. "Es su corazón. Teme por tu

seguridad”.

Sus palabras apuñalaron mi tierna parte inferior.

“No soy una cosa para ser protegida, Tavish, como tampoco lo es él. Mis
elecciones,

y mis riesgos, son mías”.

No había nada que él pudiera decir. Yo tenía razón.

Me dejaron en mi tienda. Percy y los otros soldados ya estaban estacionados


allí

para hacerse cargo.

"Hasta pronto", dijo Jeb, ofreciendo una sonrisa vacilante. "Primer baile."

"Eso estará reservado para el rey", le recordó Tavish.

Tal vez no. Tal vez no habría baile en absoluto. Al menos no, entre Rafe y
yo. Los

reyes y los prisioneros no compartían bailes, al menos no en ningún mundo


del que

quisiera formar parte.

****
Me recosté en la cama, me desnudé a la suave comodidad de la camisa, y
escribí

los versos de la Canción de Venda, que habían sido arrancados del libro.
Después

de tantos años, finalmente estaba regresando sus palabras originales, a donde

debían estar. Se apretaron en el reverso de la página rota.

Traicionada por los suyos,

Golpeada y despreciada,

Ella expondrá a los impíos,

Pero el dragón de muchas caras

No conoce límites.

Y aunque la espera puede ser larga,

La promesa es genial.

Para la que se llama Jezelia,

Cuya vida será sacrificada

Por la esperanza de salvar las suyas.

Recordé cada palabra que había dicho ese día en la terraza, aunque al
principio solo

me había preocupado la frase ─cuya vida será sacrificada. Ahora otra frase
me

llamó la atención: ─ella expondrá a los malvados.

Toqué los bordes quemados del libro, y luego la furiosa lágrima dentada de la
última página, que intentó arrancar las palabras de la existencia. Sonreí.
Alguien

me odiaba mucho o, quizás mejor, me temía, creyendo que lo expondría a él,


o ella.

Temor. Enfado. Desesperación. Eso fue lo que vi en estos bordes quemados,


y en

la página rota. Encontraría una forma de alimentar ese miedo, aunque sabía
que la

desesperación podía hacer que las personas fueran peligrosas, también las
hacía

estúpidas. Exponer a los mejores jugadores en esta conspiración era esencial.


Si

avivaba sus miedos, tal vez se ahogarían y mostrarían sus manos.

Con Malich en camino, para contarles sobre mí, ya había perdido la ventaja
de la

sorpresa. Estarían fortificados y esperando, ahora tendría que recurrir a ese

conocimiento, al menos de alguna manera, a mi favor. Puse el libro a un lado


y

sacudí algunas almohadas, recostándome contra ellas, contemplando cómo


haría

esto sin exponerme. Tenía que mantenerme viva, al menos el tiempo


suficiente

para descubrir, quién podría estar conspirando con el Canciller y el Erudito


Real.

¿Quizás uno de los señores del condado?. Su influencia era limitada, pero si
tenía
suerte, podría estar allí a tiempo para cuando se reuniera el cónclave de
invierno.

¿O tal vez fueron otros en el gabinete?. ¿El capitán de la guardia?, El Maestro


de

comercio?, El mariscal de campo?, El cronometrador siempre me había


mirado con

recelo, y guardaba celosamente el horario de mi padre.

¿Era para mantenerlo fuera de mi camino?. Evité lo obvio: Mi padre, que


había

publicado la recompensa por mi arresto. Era muchas cosas, pero no era un


traidor

a su propia gente. No tendría nada que ganar conspirando con el Komizar,


pero

¿era un títere involuntario?. La solución parecía estar pasando a los secuaces


que

rodeaban sus movimientos para hablarle directamente, pero ese también era
un

problema espinoso. ¿Sería seguro?. Enterré mis dedos en la manta de marta a


mi

lado, juntando la suavidad en mi puño. Había que lidiar con el tema de su ira.
Me

acordé de las palabras de Walther. ─Ha pasado casi un mes, y todavía está
furioso.

Incluso el muy adorado Príncipe Walther, tuvo que escabullirse a espaldas de


mi

padre, para ayudarme cuando plantó el rastro falso para los rastreadores. Los
varios meses que habían pasado no habrían disminuido la ira de mi padre.
Había

socavado su autoridad, y lo había humillado. ¿Escucharía incluso algo que


tuviera

que decir, sin una pizca de evidencia para apoyarlo?. Me tildaron de enemigo
de

Morrighan, al igual que su sobrino, a quien había colgado.

Con solo mi palabra en contra de un Canciller, que había trabajado con


devoción a

su lado durante años, ¿por qué me creería?. Sin evidencia, el Canciller y el


Erudito,

rechazarían mis afirmaciones, para hacerme ver como una cobarde tratando
de

escapar de mi propia culpabilidad. La última vez que había apuntado incluso


un leve

insulto al Canciller, mi padre se enfureció y me ordenó ir a mi habitación.

¿Usarían otras formas más permanentes para silenciarme esta vez?. Mi pecho
se

apretó con posibilidades que no podía desenredar. ¿Podría estar equivocada


sobre

todo?. Rafe pensaba que sí. Mis hermanos eran mi única esperanza de
incursionar,

pero eran tan jóvenes como yo, solo diecinueve y veintiún años, y todavía
eran

soldados de bajo rango en el ejército. Pero si ambos presionaran a mi padre,


tal vez
podrían influirle, para que me escuchara.

Y si no escuchaba de buena gana, quizás me ayudasen a usar formas más

contundentes para persuadirlo. Nada se sentía más allá de mí ahora, con tanto
en

juego. Una segunda ronda de música surgió de los pastos inferiores: La fiesta
estaba

en marcha. Era música hermosa y urgente, la conversación sonora de mil


cuerdas,

un coro de refutaciones, guanteletes rasgueados, una y otra vez, el tono


similar a

nuestras mandolinas, pero con una reverberación más profunda y lujuriosa.

El farache, Jeb lo había llamado cuando vino a recogerme: El baile de batalla.


Había

enviado a Jeb sin mí, diciendo que no estaba lista.

Una vez que se fue, le dije a mis guardias que no iba a ir, y los animé a que
fueran

y se divirtieran, brindándoles mi solemne juramento de que no abandonaría


mi

tienda. Besé dos dedos y los levanté al cielo como evidencia sincera de mi
promesa;

luego silenciosamente, pedí a los dioses que perdonaran mi pequeña mentira.

Los impíos no se movieron, ni siquiera cuando comenté lo deliciosas que


olían las

carnes asadas, y sus ojos bailaban con visiones de cochinillos.


Estaba mordisqueando los piñones que había tomado antes, cuando escuché
el

traqueteo de las alabardas afuera de mi tienda, y la cortina se deslizó a un


lado. Era

Rafe, vestido con su elegante atuendo completo, su chaqueta negra cubierta


con

las trenzas doradas de su estado, su cabello recogido y sus pómulos pulidos


con un

día al sol.

Sus ojos cobalto brillaban bajo sus cejas oscuras, y oleadas de ira salían de él.
Me

miró como si tuviera dos cabezas.

"¿Qué crees que estás haciendo?", Dijo entre dientes.

El calor que había saltado debajo de mi esternón cuando entró, rápidamente


se

convirtió en una roca fría en mi estómago. Eché un vistazo al cuenco a mi


lado y me

encogí de hombros.

“¿Comer nueces?. ¿Eso va en contra de las reglas para los prisioneros?”.

Su atención se dirigió a mi atuendo escaso, y su mandíbula se volvió

imposiblemente más rígida. Se giró, buscando en mi habitación hasta que sus


ojos

se posaron en el vestido azul medianoche, que Vilah había colgado en la


pantalla.
Cruzó la tienda de campaña en tres pasos, lo agarró y me lo arrojó. Aterrizó
en un

montón en mi regazo.

Su dedo apuñaló hacia la puerta de la tienda. “¡Hay cuatrocientos soldados


allí

abajo, todos esperando conocerte! Eres una invitada de honor. A menos que

desees que todas sus opiniones sobre ti, coincidan con las del Capitán Hague,
te

sugiero que te vístas, y hagas el pequeño esfuerzo de una aparición!”.

Pisoteó hacia la puerta, luego giró con una última orden. “Y no pronuncies la

palabra prisionera. Si eliges asistir”.

Y luego se fue.

Me senté allí, aturdida. Lo primero que pensé cuando entró por la puerta fue
que

parecía un dios. Ya no estaba pensando eso.

─ ¿Si eliges?.

Agarré mi daga, y recé por el perdón de Adeline, mientras alteraba el vestido


que

me había prestado, y el perdón de Vilah también, mientras sacaba un trozo


largo.

de cadena, de su cota de malla.

Asistiría a la fiesta tal como él me había pedido, pero asistiría como la


persona que
era, no como él quería que fuera.

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

RAFE

Me desplomé contra la barandilla del potrero, donde no alcanzaban las


antorchas

de la fiesta, y miré al suelo.

Unos pasos tranquilos se detuvieron cerca de mí. No levanté la vista, no


hablé.

Parecía que cada vez que abría la boca, decía cosas estúpidas. ¿Cómo iba a
liderar

un reino entero si ni siquiera podía influir en Lia sin perder los estribos?.

"¿Ella viene?".

Sacudí la cabeza, cerrando los ojos.

"No lo sé. Probablemente no después de ...”

No terminé, Sven podría armarlo sin que repitiera cada detalle. No quería
recordar

todo lo que había dicho. No me llevaba a ninguna parte. No sabía que hacer.

"¿Todavía está decidida a volver?".

Asenti. Cada vez que lo pensaba, el miedo se apoderaba de mí.

Más pasos. Tavish y Jeb se acercaron al otro lado, y se apoyaron en la


barandilla a

mi lado. Jeb me ofreció una taza de cerveza. La tomé y la puse en el poste,


sin sentir
sed.

"Yo tampoco la dejaría volver", dijo finalmente Tavish. "Entendemos tu


posición, si

eso ayuda".

Jeb murmuró su acuerdo.

No servía de nada. No importaba cuántos estuvieran de acuerdo conmigo, si


Lia no

lo hacía. Tan seguro como estaba que no podía dejarla ir, estaba seguro que
tenía

que irse. Pensé en cuando la encontré en la orilla del río, medio muerta, y
todas las

horas que la llevé a través de la nieve, todas las veces que presioné mis labios

contra los de ella para asegurarme de que todavía respiraba, todos los pasos y

millas donde yo pensé: Si tan solo hubiera respondido a su nota, si tan solo
hubiera

cumplido su simple pedido.

Pero esta vez no era una simple solicitud. Esta vez era diferente. Quería ir

directamente al peligro, y esperaba hacerlo con Kaden. Agarré la jarra de


cerveza y

me la tragué, volviéndola a poner sobre el poste.

"Ustedes dos tienen propósitos cruzados", dijo Sven. Se recostó contra la


barandilla

del potrero, y me estudió. "¿Qué fue lo que llamó tu atención de ella, en


primer
lugar?".

Sacudí mi cabeza. ¿Qué diferencia hacía?.

"No lo sé". Me limpié la boca con la manga.

"Debe haber sido algo".

Alguna cosa. Pensé en cuando había entrado en la taberna. "Tal vez fue la
primera

vez que la vi, y yo ..."

Un recuerdo surgió. No. Fue mucho antes de eso. Antes de que la viera. La
nota. La

hiel. Una voz que exigía ser escuchada. Las mismas cosas que me enojaban
ahora,

me habían intrigado en aquel entonces. Pero incluso eso no fue lo que capturó
mi

atención. Era el día que me había dejado en el altar.

El día que una niña de diecisiete años había sido lo suficientemente valiente
como

para tocar la nariz tanto de mi reino, como del suyo. Un rechazo de


proporciones

épicas porque ella creía y quería algo más. Eso fue lo que me cautivó por
primera

vez.

Era su valentía.

Miré a Sven. Me miró como si pudiera ver las palabras no dichas, detrás de
mis ojos,
como si yo fuera un caballo que acababa de obligar a beber en un recipiente
sucio,

de su propia creación.

"No importa". Cogí la taza vacía del poste y volví a la fiesta, sintiendo su
escrutinio

en mi espalda.

****

Estaba bailando con el Capitán Azia cuando regresé a la mesa principal,


sonriendo

y disfrutando de su compañía. Claramente disfrutaba la suya también. Luego


bailó

con alguien, que no tenía más de quince años. No pudo ocultar su


enamoramiento

y tenía una sonrisa ridícula pegada en su rostro. Y luego hubo otro soldado, y
otro.

Vi unos pocos en el perímetro de la zona de baile, mirando su hombro


desnudo, su

kavah a plena vista. Se había cortado una manga, y una parte de un hombro
de su

vestido, para exponerlo, sin duda, un mensaje para mí. La enredadera


Morrighese

se enredó alrededor de la garra Dalbretch, deteniéndola. Cuán diferente vi la


kavah

ahora. Y luego vi los huesos.

Mis dedos se curvaron en mis palmas. Pensé que había dejado la miserable
práctica

detrás de nosotros, en Venda.

No sabía dónde había obtenido tantos huesos, pero contra su fino vestido de

terciopelo azul, una larga cadena colgaba, balanceándose en el aire, mientras

bailaba como un esqueleto desarticulado. Ella evitó mi mirada, pero sabía que

estaba al tanto de mi presencia. Cada vez que se detenía entre bailes, tocaba
la

monstruosidad que colgaba a su lado, y sonreía, como si fuera tan preciosa


como

un cinturón de joyas de oro.

Comenzó otra ronda del farache, y la vi bailar con Orrin, aporrear su pie
hacia él y

retroceder. Rodearon y aplaudieron con las manos sobre sus cabezas, y luego
las

golpearon juntas, el sonido sonaba en el campo, resonando en las altas


paredes.

Orrin se rió, ajeno a mi mirada o sus maniobras, y me maravillé de cómo


vivía tan

plenamente el momento. Ya fuera bailando, cocinando, o tirando de su flecha


hacia

atrás para matar, solo el momento importaba.

Tal vez por eso era un arquero tan hábil y valiente. No tuve el lujo de vivir
solo un

momento. Tenía que vivir en cien momentos fracturados, que mantenían


nuestro

futuro en la balanza. Tenía una nueva comprensión de mi padre, y de mi


madre

también, y las decisiones que tenían que tomar, a veces comprometiendo algo
que

querían, por el bien de otra cosa.

Los bailarines se apartaron a la derecha, un nuevo compañero voló en


círculos

desde el extremo opuesto, y vi a Lia emparejada con Kaden. Había estado tan

concentrado en ella, que ni siquiera lo había notado más abajo en la línea de

bailarines. Sus manos aplaudieron por encima, y luego, cuando dieron


vueltas, vi

pasar palabras entre ellos. Solo palabras. También había hablado con Orrin,
pero

esta vez, las palabras no escuchadas me quemaron.

"¿Su Majestad?".

Vilah me tomó por sorpresa. Me incorporé de mi posición encorvada. Ella


hizo una

reverencia, sus mejillas marrones se sonrojaron más cálidas, luego me tendió


la

mano. "No has bailado en toda la noche. ¿Me haces el honor?”.

Tomé su mano, tratando de sacudir mi estado nervioso, y me puse de pie. "Lo

siento. He estado.."
"Ocupado. Lo sé."

En lugar de acompañarla a la pista de baile, ella abrió un camino, y en lugar


de ir al

final de la fila, se apretó a la derecha de Lia. De mala gana tomé mi lugar


frente a

ella, dándome cuenta de lo fácil que me había engañado. Levanté una ceja

interrogante, y ella sonrió, avanzando hacia mí, para comenzar nuestro baile.

Le devolví la retirada. Dimos vueltas, aplaudimos, y parecía que solo pasaron


unos

segundos antes de que fuera el momento de moverse hacia la derecha, hacia


un

nuevo compañero. Lia y yo nos paramos uno frente al otro. Ella bajó la
barbilla en

un reconocimiento superficial. Yo hice lo mismo. El resto de los bailarines ya


se

estaban acercando el uno al otro. Trabajamos para ponernos al día.

Ella dio un paso adelante, y yo retrocedí. Cuando fue mi turno de avanzar


hacia ella,

ella no se retiró.

"¿Cansada?". Le pregunté.

"Nunca. Simplemente no me gusta ese paso ".

Rodee, mi espalda rozando la de ella.

"Gracias por venir", le dije por encima del hombro.


Ella resopló.

Me recordé a mí mismo no hablar.

En nuestro último aplauso, justo cuando nuestras manos se tocaban, la música

cambió inmediatamente a la ammarra, el baile de los amantes a medianoche.

Alguien estaba conspirando con Vilah. Mi mano apretó la de Lia, bajando

lentamente, llevándola a mi lado. Mi otra mano rodeó su cintura y la acerqué,


como

lo dictaba el baile. Sentí la rigidez de su espalda, pero mantuve mi agarre


firme.

Respiré el aroma de su cabello y sentí la suavidad de sus dedos entre los


míos.

"No conozco este baile", susurró.

"Déjame mostrarte". Metí mi barbilla cerca de su sien, y acerqué sus caderas


a las

mías, mientras la inclinaba hacia atrás, luego la arrastré hacia un lado,


poniéndola

en posición vertical mientras dabamos vueltas.

Los músculos de su espalda se aflojaron y ella se relajó en mis brazos. La


noche de

repente parecía más oscura, la música más distante, y aunque el aire era
fresco,

su piel estaba caliente contra la mía. Busqué algo que decir, algo que no
llevara

nuestra conversación a lugares a los que no quería ir.


"Lia", susurré contra su mejilla. Fue todo lo que pude pronunciar, a pesar de
que

otras palabras llenaban mi mente. Quería contarle sobre Dalbreck, su belleza


y

maravillas, las personas que la amarían y la recibirían, todas las cosas por las
que

se maravillaría, pero sabía que, sin importar lo que dijera, la conduciría de


regreso

a Morrighan, y eso me llevaría de vuelta a los traidores y la soga que


enfrentaría

allí.

La música se ralentizó y ella levantó la cabeza de mi hombro. Solo


respiraciones

superficiales separaron nuestros labios, por un momento prolongado, luego su

espalda se tensó nuevamente, y supe que era mucho más que una respiración
lo

que se interponía entre nosotros. Nos separamos y sus ojos buscaron los
míos.

"Nunca quisiste llevarme de regreso a Morrighan, ¿verdad?", Preguntó.

No quedaban más esquiveces creativas en mí. "No."

“Incluso antes que supieras que tus padres estaban muertos. Antes que
supieras

de algunos de tus problemas en casa”.

“Estaba tratando de mantenerte con vida, Lia. Dije lo que creía que
necesitabas
escuchar en ese momento. Estaba tratando de darte esperanza”.

“Tengo esperanza, Rafe. La he tenido todo el tiempo. Nunca necesité de ti


una falsa

esperanza”.

Su expresión no traicionó ninguna emoción, excepto por el brillo en sus ojos,


pero

eso fue suficiente para derrotarme. Ella se dio vuelta y se alejó, los huesos

tintineando en su cadera, la garra y la vid en su hombro, me devolvieron la


mirada.

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

KADEN

Estaba en medio de las ruinas.

Girando la cabeza. Escuchando.

Algo estaba ahí.

Ellos venían.

Un aullido agudo partió el aire, pero no pude moverme.

Y entonces el mundo giró, y yo volaba por el aire, temblando, tropezando.

La tela de mi camisa me cortó el cuello, cuando alguien la apretó en sus


puños. Esta

parte era real, no un sueño. Instintivamente agarré mi cuchillo, por supuesto,


no

estaba allí. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad. Era Rafe. Me estaba


arrastrando desde mi cama hacia la puerta.

Me arrojó fuera de los barracones, luego me golpeó contra la pared, la


guardia

nocturna se hizo a un lado, lista para dejar que me despedazara. Incluso en la

oscuridad, su rostro brillaba de rabia.

“Así que ayúdame, si le pones una mano encima, si la arrastras de vuelta a


ese reino

olvidado de Dios, si haces algo… ”

"¿Estás enojado?". "¡Es la mitad de la noche!". La furia en sus ojos no tenía


sentido.

No hice nada. "Nunca la he dañado. Yo nunca…"

“Salimos una hora después del amanecer. Prepárate”, dijo con los dientes

apretados. Había cerveza en su aliento, pero no estaba borracho. Sus ojos


eran

salvajes y brillantes como un animal herido.

“¿Me despertaste para decirme eso? Ya sabía cuándo nos íbamos”. Me miró,

liberando mi camisa de su agarre, dándome un último empujón contra la


pared.

"Bueno, ahora lo sabes de nuevo".

Se alejó y yo me orienté. El resto del campamento estaba en silencio,


dormido en

sus habitaciones, y por un breve momento, me pregunté si había tenido una

pesadilla andante. No era solo ira lo que había visto en su expresión. También
había

miedo.

Griz y Eben asomaron la cabeza por la puerta, sus ojos aún llenos de sueño, y
la

guardia nocturna dio un paso adelante. Eben seguía bajo estrecha vigilancia.

"¿Qué fue todo eso?", Gruñó Griz.

"Vuelve a la cama", le dije.

Empujé el hombro de Eben, y él volvió a entrar.

Griz y yo lo seguimos, pero no pude dormir, tratando de descifrar lo que


había

provocado el ataque de Rafe. Si haces algo. ¿Qué pensó él que iba a hacer
con

doscientos soldados que nos rodeaban camino a Dalbreck?. Era hábil, tal vez

incluso, insensato a veces, pero no era estúpido, especialmente sabiendo que

también me vigilaban cuidadosamente. Me froté la mandíbula. En algún lugar


del

camino, cuando me arrastró de mi cama, debió de haber plantado su puño en


mi

cara.

****

El amanecer solo iluminaba el horizonte oriental. La niebla en la distancia


flotaba

cerca del suelo, en capas suaves como una manta suave. Hacía la mañana aún
más

tranquila. El único sonido eran mis botas golpeando contra la hierba cubierta
de

rocío. Había logrado eludir a mis acompañantes, al menos temporalmente.


Esta no

era una búsqueda para la que quería compañía. Llegué al final de los vagones

mercantes, cerca de la pared trasera del puesto avanzado y vi los carvachis

carbonizados, y a Natiya.

Sus ojos se encontraron con los míos, y sacó un cuchillo, y supe que tenía la

intención de usarlo. La miré fijamente, sin estar seguro que fuera la misma
persona.

Había pasado de ser una chica de voz suave, con una sonrisa entusiasta que
solía

tejer regalos para mí, a una joven feroz que no conocía.

"Voy a ver a Dihara. Hazte a un lado ”, le dije.

"Ella no quiere verte. Nadie quiere verte. Ella se abalanzó sobre mí, el
cuchillo cortó

a ciegas el aire, y yo salté hacia atrás. Ella vino a mí otra vez.

"Tu pequeño…"

En su siguiente estocada, agarré su muñeca, girándola para que el cuchillo


estuviera

en su propia garganta. Con mi otro brazo, la apreté contra mi pecho para que
no
pudiera moverse. "¿Es esto realmente lo que quieres?". Siseé en su oído.

"Te odio", se enfureció. "Los odio a todos."

La infinita profundidad de su odio extinguió algo en mí, algo que había

amamantado como una brasa débil, la creencia de que podía regresar, de


alguna

manera, podría deshacer estos últimos meses. Para ella yo era uno de ellos y
eso

era todo lo que sería. Uno de los que había atado a Lia, y la había obligado a

abandonar el campamento de vagabundos; uno de los que había incendiado


su

carvachi, y quemado su estilo de vida tranquilo.

"Déjala ir", ordenó Reena.

Ella había regresado con dos cubos de agua en sus manos. Los dejó
lentamente y

me miró con grandes ojos preocupados, como si realmente le fuera a cortar la

garganta a Natiya. Miró un atizador cerca del pozo de fuego.

Sacudí mi cabeza. "Reena, yo nunca ..."

"¿Qué quieres?", Preguntó ella.

"Me voy con las tropas de avanzada. Quiero ver a Dihara por última vez”.

"Antes de que ella muera", dijo Natiya. Su tono era agudo por la acusación.

Le quité el cuchillo de la mano y la aparté. Miré a Reena, tratando de


encontrar
palabras, para convencerla de que no había sido parte de lo que había
sucedido

con ellos, pero el hecho era que lo había sido. Había vivido según las reglas
del

Komizar, incluso si ya no vivía con ellas. No tenía palabras para borrar mi


culpa.

"Por favor", susurré.

Sus labios se fruncieron en concentración, sopesando su decisión. Todavía


era

cautelosa.

"Ella tiene días buenos y malos", dijo finalmente, señalando con la cabeza
hacia el

carvachi. "Puede que ella no te conozca".

Natiya escupió en el suelo. "Si los dioses son misericordiosos, ella no lo


hará".

****

Cuando cerré la puerta de su carvachi, al principio no pude verla. Se doblaba


sobre

la ropa de cama arrugada, como una manta raída, apenas allí. En todos los
años

que la había conocido, ella había estado levantando una rueda giratoria en su

espalda, o matando un ciervo o, si era tarde en la temporada, derribando


postes

de tiendas, y enrollando alfombras para el viaje hacia el sur. Nunca la había


visto
así, ni esperaba hacerlo. Parecía que nos sobreviviría a todos. Ahora se veía
tan

frágil como las plumas que una vez tejió en sus adornos.

Lo siento, Dihara.

Ella era el miembro más viejo de su tribu, y había alimentado a generaciones


de

Rahtan como yo, en su campamento. Entendí la ira de Natiya. Dihara podría


haber

continuado para siempre, si no fuese por el ataque.

Sus ojos se abrieron como si hubiera sentido mi presencia. Sus ojos grises
miraron

la pequeña hinchazón que sus pies creaban debajo de la ropa de cama, y


luego

giró la cabeza y me miró con sorprendente claridad.

"Tú", dijo simplemente. Su voz era débil, pero logró fruncir el ceño. "Me

preguntaba cuándo vendrías. ¿Y el grande?”.

“Griz resultó herido. De lo contrario, él también estaría aquí”.

Acerqué un taburete a su cama y me senté a su lado. "Natiya y Reena no


estaban

felices de verme. Ellas casi no me dejaron entrar ".

Su pecho se levantó en un jadeo laborioso. "Solo tienen miedo. Pensaban que


no

tenían enemigos. Pero todos tenemos enemigos, eventualmente”. Ella


entrecerró
los ojos.

"¿Todavía tienes todos tus dientes?".

La miré, pensando que ya no estaba lúcida, luego recordé.

La maldición de Natiya en su despedida a Lia cuando dejamos el


campamento de

vagabundos. ─Que tu caballo patee piedras en los dientes de tu enemigo.

El cuerpo de Dihara pudo haberse rendido, pero su mente todavía tenía un


mundo

de historia en ella.

"Hasta ahora", respondí.

"Entonces no eres el enemigo de la princesa. Ni nuestro. Sus ojos se cerraron


y sus

palabras se volvieron aún más débiles. "Pero ahora debes decidir qué eres".

Estaba durmiendo otra vez, y supuse que a horcajadas entre dos mundos
diferentes,

tal vez viajando entre ambos, tanto como yo.

"Lo estoy intentando", susurré, besé su mano, y le dije adiós.

Si la volviera a ver, lo sabía, no sería en este mundo.

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

Me dijeron que esperara. El rey mismo me acompañaría a la caravana. Los


guardias

fuera de mi tienda fueron despedidos, lo que me hizo sospechar. ¿Un truco?.


Algo
no estaba bien.

Rafe llegaba tarde, y sus minutos de retraso parecían horas. Me dio


demasiado

tiempo para pensar. Después de nuestro baile en la fiesta, él había


desaparecido.

Vi que las sombras se lo tragaban, mientras sus largas zancadas lo


catapultaban a

través de la puerta arqueada del prado, hacia el patio de trabajo superior. Él


nunca

regresó, y extrañamente, me encontré preocupándome por él. ¿A dónde se


había

ido cuando esta fiesta había sido tan ridículamente importante para él?. Y
luego

estaba enojada conmigo misma por preocuparme, y aún más enojada cuando
más

tarde estaba acostada en la cama, y mis pensamientos derivaron al suave


toque de

sus labios en mi mejilla. Era una locura. Necesitaba desesperadamente algo


de Rafe,

que no podía darme. Confianza. Su falta de fe me cortaba hasta la médula. Su

desprecio por el futuro de Morrighan me cortaba aún más. A pesar de lo que


afirmó,

Dalbreck y sus intereses, eran lo único que le importaba. ¿Cómo podría no


ver que

la supervivencia de ambos reinos estaba en juego?. Cuando terminó la fiesta,


Sven
me acompañó de regreso a mis habitaciones.

Fue más reservado de lo habitual, ofreciéndome una rígida reverencia cuando

llegamos a la puerta de mi tienda.

“Sabes que tiene que regresar. Su reino lo necesita a él”.

"Buenas noches, Sven," respondí secamente.

No había querido escuchar más súplicas por Rafe. Quería escuchar a alguien

suplicar por mí, y por Morrighan una vez.

"Hay algo más que debes saber", agregó rápidamente, antes de que
desapareciera

dentro. Me detuve y fruncí el ceño, esperando otra petición en nombre de


Rafe.

Miró hacia abajo como avergonzado. “Yo fui quien sugirió el matrimonio al
rey. Y

también planté la tentación del puerto”.

“Tu?”.

"Junto con alguien de tu reino", agregó apresuradamente. Lo derramó en un


largo

suspiro como si lo hubiera estado conteniendo durante mucho tiempo. “Hace


años,

cuando el príncipe tenía catorce años, recibí una carta. Incluso él no lo sabe.
Vino

mientras estaba en el campo, entrenando cadetes, y tenía el sello del reino de

Morrighan”. "No hace falta decir que me llamó la atención". Sus cejas se
alzaron

como si hubiera sido sorprendido de nuevo.

"Nunca había recibido ninguna misiva directamente de otro reino, pero estaba

claro que de alguna manera, alguien allí sabía de mi relación con el príncipe.
Era del

ministro de archivos”.

"¿El Erudito?".

"Presumiblemente. Desde su oficina al menos. La carta proponía un


compromiso

entre el joven príncipe y la princesa Arabella. Con vigencia inmediata de


nuestro

acuerdo, sería enviada a Dalbreck para ser criada en el palacio y preparada


para su

posición allí. La única estipulación era que la propuesta oficial tenía que
venir de

Dalbreck. Me pedían que destruyera la carta. Se me ofreció una gran cantidad


de

dinero, si cumplía con estos pedidos. Todo era ridículo, y arrojé la carta al
fuego.

Pensé que era una broma primero, jugada por mis propias tropas, pero el sello

parecía genuino, y no podía evitar la urgencia en él. Había algo preocupante


en esas

palabras, que no podía identificar. Aun así, ignoré la solicitud durante


semanas,
pero cuando regresé al palacio y estuve solo con el rey, pensé en la carta

nuevamente. Se lo dije, para sacarlo de mi mente, y descartar la idea, una


alianza

con Morrighan, a modo de compromiso entre el joven príncipe y la princesa.

Cuando se opuso y rechazó la idea, agregué el incentivo del puerto, que sabía
que

él quería. Nunca pensé que algo saldría de eso, y el rey continuó rechazando
la idea,

hasta años después”.

Mi mente ya estaba saltando, del contenido de la carta a quién la había


escrito.

"Dime, Sven, ¿recuerdas algo de la letra?"

“Curiosamente, lo hago. Era ordenada y clara como esperaría de un ministro,


pero

también excesiva ”.

“¿El pergamino? ¿Era elaborado?”.

"Sí. Mucho ", dijo, entrecerrando los ojos como si todavía pudiera verlo.
“Recuerdo

que me impresionó mucho la C, en Coronel, escrita como para


impresionarme, y

así fue. Quizás eso fue todo. Había una cierta desesperación por hacerme leer,
jugar

cada carta a su disposición, incluso apelando a mi vanidad ".

El Erudito pudo haber enviado la carta, pero no la escribió. La letra de mi


madre era

distinta e impresionante. Especialmente, cuando ella estaba tratando de hacer


un

punto en particular.

¿Cuánto tiempo había estado en proceso la conspiración para deshacerse de


mí?.

Si Rafe tenía catorce años, yo solo tenía doce, el mismo año en que la
Canción de

Venda, parecía haber entrado en posesión del Erudito.

─Ella expondrá a los malvados.

Se me revolvió el estómago y agarré un poste de la tienda para estabilizarme.


No.

Me negué a creer que mi madre había estado conspirando con él, todo el
tiempo.

Era imposible.

"Lo siento, alteza. Sé que estás lista para volver, pero quería que supieras,
que hay

personas en tu propio reino, que han querido que te fueras por mucho tiempo.

Pensé que tal vez ese conocimiento aliviaría tu descontento por ir a Dalbreck.
Serás

bienvenida allí ".

Miré hacia abajo, todavía pensando en la carta de hace mucho tiempo, y sentí
una

vergüenza inesperada, que Sven tuviera que darme esta noticia. El


descontento no

comenzaba a describir el rango de emociones, que se cargaban a través de mí.

"Nos vamos justo después del amanecer", agregó. "Alguien vendrá para
ayudarte

a recoger tus cosas".

“No tengo cosas, Sven. Incluso la ropa en mi espalda es prestada. Todo lo


que tengo

es una alforja, que, tan miserable como soy, todavía soy capaz de cargar ".

"Sin duda, alteza", respondió, su tono lleno de compasión. "Sin embargo,


habrá

alguien cerca".

Observé la alforja que yacía en mi cama, lista y esperando. Era una maravilla
que

hubiera sobrevivido, que yo hubiera sobrevivido.

Que los dioses la ciñan con fuerza,

la protejan con valor,

y que la verdad sea su corona.

La oración que mi madre había pronunciado, me pellizcó la garganta. ¿Me


había

ayudado la oración a sobrevivir?. ¿Había algún corazón detrás, para que los
dioses

la oyeran?. ¿O fue un verso de memoria, dicho por una reina, para el bien de

aquellos que observaban?. Había estado tan distante en las últimas semanas
antes

de la boda, como alguien que ni siquiera conocía. Al parecer, había estado


jugando

un papel engañoso en mi vida durante años. Puede que haya conspirado y

engañado, pero también era la madre que nos tendió las faldas en el prado,
para

que Bryn y yo nos sentáramos, mientras interpretaba el canto de los pájaros


para

nosotros, haciéndonos reír ante su tonta charla; la madre que se encogió de

hombros ante mi brillo, cuando me peleé con el chico del panadero y luego
aplasté

el ceño fruncido de mi padre; la madre que me dijo justo antes de una


ejecución,

que podía rechazarla, que no tenía que mirar. Quería entender quién era
realmente

o en qué se había convertido.

Mis ojos se nublaron, y anhelaba ese prado distante y el cálido toque de mi


madre

nuevamente. Era un pensamiento peligroso porque cayó en más anhelos, por


la

risa de Bryn y Regan, el sonido de tía Bernette tarareando, las campanadas de


la

abadía, el aroma de los bollos de los martes, que llenaba los pasillos.

"¿Estas lista?."
Me di la vuelta. Rafe esperaba cerca de la puerta. Estaba vestido, no como un
oficial,

ni como un rey, sino como un guerrero. Espaldares de cuero negro con punta
de

metal ensanchaban sus hombros, ya anchos, y dos espadas colgaban de sus

costados.

Su expresión era dura y escrutadora, como ese día hace mucho tiempo,
cuando

entró por primera vez en la taberna de Berdi. Y de la misma manera que ese
día, su

mirada me dejó sin aliento.

"¿Esperando problemas?", Pregunté.

"Un soldado siempre espera problemas".

Su voz era tan controlada y distante, que me hizo hacer una pausa para una

segunda mirada. Su expresión oscura no vaciló.

Agarré mi alforja de la cama, pero él me la quitó.

"La llevaré".

No discutí. Sonaba como la declaración terca de un rey, en lugar de una


bondad

ofrecida. Caminamos por el campamento en silencio, excepto por el tintineo


de sus

cinturones y espadas, que hacían que sus pasos parecieran más ominosos.

Con cada paso, parecía más grande e impenetrable.


El campamento estaba lleno de actividad, los carros de suministros rodaban
hacia

las puertas, los soldados aún llevaban equipo a sus caballos, los oficiales
dirigían a

las tropas a sus posiciones de escuadrón en la caravana.

Vi a Kaden, Tavish, Orrin, Jeb y Sven, agrupados en sus propios caballos


justo dentro

de las puertas del puesto avanzado. Dos caballos más esperaban a su lado,
que

supuse eran para Rafe y para mí.

"Encuentren sus lugares en el medio de la caravana", les dijo Rafe. "Ayudaré


a la

princesa. Nos pondremos al día ".

─ La princesa.

Rafe ni siquiera diría mi nombre.

Kaden me miró de manera extraña, con un extraño destello de preocupación


en su

expresión, luego giró su caballo, cabalgando con los demás según lo


ordenado. El

miedo serpenteó a través de mí.

"¿Qué pasa?", Pregunté.

"Todo". El tono de Rafe permaneció plano, terriblemente ausente del vivo

sarcasmo, que había favorecido últimamente. Se mantuvo ocupado, dándome


la
espalda, tomándose una cantidad excesiva de tiempo para atar mi alforja.

Noté que mi caballo estaba cargado de suministros y equipo.

“¿Mi caballo es un animal de carga?”, Pregunté.

"Necesitarás los suministros". Otra dosis de su frescura distante se apoderó de


mi

ira.

"¿Y tú?", Pregunté, mirando a su caballo, que no tenía ninguno.

"La mayor parte de mi equipo y comida estarán en los carros que siguen".

Terminó con mi caballo y se mudó al suyo. Una espada envainada en una


vaina

simple colgaba del pomo de mi silla de montar, y un escudo estaba atado a la

mochila detrás de él.

Pasé la mano por el hocico suave del caballo. Rafe me vio examinando la
cinta nasal

de cuero liso. “Ninguno de sus bordados denota un reino. Puedes convertirte


en

quien elijas, cuando sea necesario ”.

Me di vuelta, sin saber qué estaba diciendo.

Se negó a mirarme, revisando su propia bolsa y cincha nuevamente.

"Eres libre de ir a donde quieras, Lia. No voy a obligarte a quedarte conmigo.

Aunque te sugiero que viajes con la caravana, durante las primeras doce
millas. En
ese punto, hay un sendero que dobla hacia el oeste. Puedes tomarlo si lo
deseas ".

¿Me estaba dejando ir?. ¿Había alguna trampa en esto?. No podía ir a


ninguna

parte sin Kaden. No sabía el camino.

"¿Y Kaden es libre de ir conmigo también?".

Hizo una pausa, piedra quieta, mirando su silla de montar, con la mandíbula

apretada. Tragó pero aún no se volvió para mirarme.

"Libre", respondió.

"Gracias", susurré, aunque no parecía la respuesta correcta en absoluto. No


sabía

que decir. Todo sobre esto me desanimaba.

"No me agradezcas", dijo. "Podría ser la peor decisión que he tomado.


“Levántate”.

Finalmente se volvió hacia mí, su voz aún fría.

"Y eres libre de cambiar de opinión acerca de irte, en cualquier momento


durante

esas doce millas".

Asentí, sintiéndome desorientada. El día que me había tendido en la cabeza

desapareció repentinamente, y fue reemplazado por un nuevo escenario.

No cambiaría de opinión, pero me preguntaba por qué había cambiado la


suya. Se

subió a su caballo y esperó a que yo hiciera lo mismo. Miré a mi caballo, un


corredor

de huesos finos, robusto, pero rápido como un Ravian Morrighese.


Desenvainé la

espada, probando su sensación, el tono cínico de Rafe hablando de la


esgrima,

todavía resonaba en mis oídos.

La espada era de peso medio, bien equilibrada, para mi brazo y agarre. No


había

duda que había elegido cada detalle, de mi táctica y armas, desde el caballo
hasta

el escudo. Abroché la espada envainada al cinturon de Walther, y subí a mi


caballo.

"Hay una condición que me gustaría agregar", dijo Rafe.

Lo sabía.

"Te pido que cabalgues a mi lado, sola, por esas doce millas".

Lo miré con cautela. “¿Para que puedas disuadirme?”.

El no respondió.

*******

La caravana partió. Rafe y yo cabalgamos en el medio, con veinte yardas


entre

nosotros, y los jinetes delante y detrás, claramente un margen calculado que


todos

habían sido advertidos de no romper. ¿Era para evitar que otros nos
escucharan, si
nuestras voces se alzaban?.

Sorprendentemente, no dijo nada, y el silencio me pesó como las mantas


usadas

para sudar la fiebre. Miró hacia adelante, pero incluso desde un lado, pude
ver la

tormenta en sus ojos.

Serían las doce millas más largas de mi vida.

¿No creía que tenía dudas y temores, acerca de ir yo misma?.

¡Maldita fuera su terquedad!. ¿Por qué estaba tratando de hacer esto aún más

difícil para mí?. No queria morir. Pero tampoco quería que otros murieran.

Rafe no conocía al Komizar como yo. Quizás nadie lo hacía. No era solo que
había

reclamado mi voz, o que sus nudillos me hubieran golpeado la cara.

El aroma de la lujuria del Komizar todavía se aferraba a mi piel. Su deseo de


poder

no sería detenido por un puente dañado, ni siquiera por un cuchillo en sus


entrañas.

Tal como me había advertido, no había terminado.

Después de una milla, el silencio me rompió.

"Enviaré una nota una vez que esté allí", espeté.

Los ojos de Rafe permanecieron fijos hacia adelante.

"No quiero más notas tuyas".


"Por favor, Rafe, no quiero separarme de esta manera. Trata de entender.
Muchas

vidas están en juego ".

"Vidas siempre están en juego, Su Alteza", respondió, su tono lleno de


sarcasmo

una vez más. “Durante cientos de años, los reinos han luchado. Por cientos
más, se

librarán batallas. Tu vuelta a Morrighan no cambiará eso ".

"Y de la misma manera, Su Majestad", le espeté, "los gabinetes siempre


discutirán,

los generales siempre amenazarán con la rebelión, y los reyes siempre saltan
a casa

todos unidos, y arrugados, para apaciguarlos ".

Sus fosas nasales se dilataron. Casi podía ver palabras ardiendo en sus ojos,
pero

las contuvo. Después de un largo silencio, agité la conversación nuevamente.

Necesitaba una resolución antes de que me fuera, y había escuchado la forma


en

que había dicho, Su Alteza, como si significara todo lo contrario.

“Yo también tengo un deber, Rafe. ¿Por qué tu deber debería ser más
importante

que el mío?. ¿Solo porque eres un rey?.

Una respiración frustrada siseó entre sus dientes. "Es una razón tan buena
como
cualquiera de las que me has ofrecido, princesa".

"¿Te estás burlando de mí?" Miré mi cantimplora, recordando que podría ser
útil

para algo más que beber.

El no respondió.

“Se avecina una tormenta, Rafe. No es una escaramuza o una batalla. Se


acerca una

guerra. Una guerra como los reinos no han visto desde la devastación".

La ira se levantó de él, como el calor en una sartén.

“¿Y ahora el Komizar es capaz de arrancar estrellas del cielo?. ¿Qué hechizo
te ha

lanzado Venda, Lia?.”

Esta vez fui yo quien no respondió. Aparté la vista de la cantimplora, con los
dedos

ansiosos por moverla.

Seguimos adelante, pero solo tuvo éxito en ser tranquilo un corto tiempo.
Cuando

arremetió, entendí por qué había una distancia tan grande entre nosotros y los

otros jinetes. Detuvo bruscamente su caballo, y escuché una sucesión de


paradas,

y whoas atrás, toda la caravana se detuvo bruscamente detrás de nosotros.

Su mano cortó el aire. "¿Crees que no estoy preocupado por el ejército


Vendan?.
¡No estoy ciego, Lia! Vi lo que ese pequeño matraz de líquido le hizo al
puente. Pero

mi primer deber es con Dalbreck, y asegurarme de que nuestras fronteras


estén

seguras. Para arreglar las ruinas de mi capital y para asegurarme que tengo un
reino

al que volver. Se lo debo a todos los ciudadanos allí. Se lo debo a cada


soldado que

cabalga aquí con nosotros hoy, incluidos los que ayudaron a salvar tu cuello".

Hizo una pausa, sus ojos se clavaron ferozmente en los mios. "¿Cómo puedes
no

entender eso?".

Su escrutinio era desesperado y exigente. "Entiendo, Rafe," respondí. "Es por


eso

que nunca traté de evitar que te fueras".

Una respuesta se detuvo en sus labios, como si hubiera quitado el aire de sus

argumentos, luego enojado chasqueó las riendas para avanzar de nuevo.

No podía aceptar que lo correcto, también pudiera tener un costo para los dos.

Escuché los crujidos y gemidos de los carros comenzar a rodar nuevamente,

escuché el latido de mi corazón en mis oídos. Pasaron los minutos y me


pregunté

si estaba reconociendo la asignación que le había otorgado, y que no podía


darme

a mi.
En cambio, pronunció otra queja.

"¡Estás permitiendo que un viejo libro polvoriento controle tu destino!".

¿Un libro que me controlaba?.

El calor se disparó a mis sienes. Me moví en mi silla para enfrentarlo

completamente.

"Entienda esto, Su Majestad, ha habido un gran esfuerzo para controlar mi


vida,

¡pero no ha venido de los libros!. ¡Mire un poco más atrás!. Un reino que me

prometió a un príncipe desconocido, controlaba mi destino. Un Komizar que


se

apoderó de mi voz, controlaba mi destino. Y un joven rey me obligó a pensar,


que

él controlaría mi destino. No te confundas, Rafe. Estoy eligiendo mi destino


ahora,

no un libro, ni un hombre, o un reino. Si mis objetivos y mi corazón


coinciden con

algo en un viejo libro polvoriento, que así sea. ¡Elijo cumplir este objetivo,
así como

tú eres libre de elegir el tuyo!.". Bajé la voz, y agregué con fría certeza: "Le
prometo,

rey Jaxon, que si Morrighan cae, Dalbreck será el próximo, y luego cualquier
otro

reino en el continente, hasta que el Komizar los haya consumido a todos".

"¡Son solo historias, Lia!. Mitos!. No tienes que ser quien haga esto ”.
“¡Tiene que ser alguien, Rafe!. ¿Por qué no yo?. Sí, podría alejarme e ignorar
todo

en mi corazón. ¡Dejarlo a alguien más!. Tal vez cientos pueden!. Pero tal vez
elijo

dar un paso adelante, en lugar de dar un paso atrás. ¿Y cómo explicas esto?”.

Pregunté enojada señalando mi hombro, donde la kavah todavía estaba


debajo de

mi camisa.

Me miró, su expresión inmóvil. “De la misma manera que lo explicaste


cuando nos

conocimos. Es un error. Poco más que las marcas de gruñidos bárbaros”.

Solté un suspiro deliberado y quejumbroso. Estaba siendo imposible. "Ni


siquiera

estás tratando de entender".

"¡No quiero entender, Lia!. Y no quiero que creas nada de eso. Quiero que
vengas

conmigo."

"¿Me estás pidiendo que ignore lo que pasó?. Aster se arriesgó, porque quería
una

oportunidad para un futuro, para ella y su familia. ¿Me estás pidiendo que
haga

menos que una niña pequeña?. No lo haré ".

“¿Necesito recordarte?. Aster está muerta”.

También podría haber agregado ─Por tu culpa.


Fue el golpe más cruel que me pudo haber dado. No podía hablar.

Miró hacia abajo, su boca hizo una mueca. "Sigamos y no hablemos, antes de
que

los dos digamos algo de lo que nos arrepentiremos".

Mis ojos ardían de miseria. Ya era demasiado tarde para eso.

*****

El sol estaba alto, a mediodía, y sabía que teníamos que estar acercándonos al

punto donde Kaden y yo, abandonaríamos la caravana. Cualquiera que fuera


el

paisaje que pasaramos, no veía nada. Mi interior estaba en carne viva,


destrozado

de un extremo a otro, por alguien que pensé que me amaba. Sí, fueron las
doce

millas más largas de mi vida.

Orrin, Jeb, y Tavish, se adelantaron, y cuando salieron de la caravana, por


primera

vez noté que sus caballos estaban tan cargados de suministros como el mío.
Se

detuvieron a unos treinta metros de distancia entre dos lomas bajas. Kaden se
unió

a ellos. Esperando. Y fue entonces cuando entendí que venían con nosotros.

No pude decirle a Rafe gracias. Ni siquiera estaba segura de si su presencia


adicional,

era protección, o un truco.


Me indicó que saliera del camino, y nos detuvimos a medio camino entre
Kaden, y

la caravana. Ambos nos quedamos allí, esperando que el otro hablara,


segundos

que se extendían hasta el horizonte.

"Esto es todo", dijo finalmente. Su tono era tenue, cansado, como si toda la
pelea

hubiera desaparecido. "Después de todo lo que hemos pasado, ¿aquí es donde


nos

separamos?".

Asentí, encontrando su mirada en silencio.

"¿Elegiste un deber, que alguna vez despreciaste, sobre mí?".

"Podría devolverte eso de inmediato", respondí en voz baja.

El azul de sus ojos se hizo más profundo, como un mar sin fondo, y
amenazaron con

tragarme entera.

“Nunca menosprecié mi deber, Lia. Vine a Morrighan para casarme contigo.

Sacrifiqué todo por ti. Puse en riesgo mi propio reino ... por ti.”

El surco sangriento dentro de mí se hizo más ancho. Lo que dijo era verdad.
Lo había

arriesgado todo.

“¿Es esa mi deuda contigo, Rafe?. ¿Tengo que renunciar a todo lo que soy, y
a todo
en lo que creo, para devolverte la deuda? ¿Es realmente quien quieres que
sea?”.

Sus ojos se clavaron en los míos, y parecía que no quedaba aire en el


universo. El

tiempo se alargó imposiblemente, y finalmente miró hacia otro lado. Miró mi

mochila y mis armas: la espada, el cuchillo a mi lado, el escudo, todos los

suministros que él mismo había seleccionado cuidadosamente. Sacudió la


cabeza

como si no fuera suficiente.

Su atención se volvió hacia el trío que esperaba.

“No volveré a arriesgar sus vidas enviándolos a un reino hostil. Su único


deber es

escoltarte de manera segura hasta tu frontera. Después de eso, Dalbreck


termina

con Morrighan. Tu destino estará en las manos de tu propio reino, no en las


mías ".

Su caballo pisoteó como si sintiera su frustración, y Rafe lanzó una última


mirada a

Kaden. Se volvió hacia mí, la ira desapareció de su rostro.

"Has hecho tu elección. Es lo mejor, entonces. Cada uno de nosotros es


llamado a

otro lugar ".

Mi estómago se revolvió y un sabor salado enfermo, llenó mi boca. Sentí que


lo
dejaba ir. Eso era. Me obligué a asentir. "Es lo mejor."

“Adiós, Lia. Te deseo lo mejor”.

Dio la vuelta a su caballo antes de que yo pudiera ofrecer mi última


despedida,

cabalgando sin siquiera mirar atrás. Lo vi irse, su cabello ondeando al viento,


sus

espadas brillando al sol, y un recuerdo destelló en mi mente. Mis sueños


regresaron,

grandes y aplastantes como una ola, el sueño que había tenido tantas veces en
el

Santuario, una confirmación de saber que no era bienvenida, Rafe me estaba

dejando.

Cada detalle que había soñado, se presentaba ante mis ojos, claramente: El
cielo

ancho y frío, Rafe sentado en su caballo, un guerrero feroz, vestido con


atuendos

que nunca había visto antes: El traje guerrero de un soldado Dalbreck, con
una

espada a cada lado.

Pero esto no era un sueño.

─Te deseo lo mejor.

Las palabras distantes de un conocido, un diplomático, un rey. Y luego lo


perdí de

vista en algún lugar, cerca de la parte delantera de la caravana donde debía


cabalgar un Rey.

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

Cabalgamos duro. Me concentré en el cielo, las colinas, las rocas, los árboles.

Examiné el horizonte, las sombras, siempre mirando. Yo planeé. Ideé.


Ningún

momento quedó sin propósito. No quedaba ningún momento para que mi


mente

se sumergiera en pensamientos peligrosos, que me consumirían.

─Y si …”

La duda era un veneno que no podía darme el lujo de beber. Monté más
rápido, y

los demás trabajaron para mantener el ritmo. Al día siguiente, hice lo mismo.
Dije

mis recuerdos, mañana y tarde, sin falta, recordando el viaje de Morrighan,

recordando a Gaudrel, y Venda, recordando las voces en el valle donde había

enterrado a mi hermano. Cada recuerdo era otra cuenta, en un collar colgado


en

algún lugar dentro de mí. Los toqué, los apreté, los sostuve, los pulí brillantes
y

cálidos. Eran lo real y lo verdadero. Tenían que serlo.

Y cuando la fatiga se apoderó de mí, recordé más.

Las cosas fáciles

Las cosas que podían sacar otra milla, otras diez, de mi caballo, y de mi.
La cara de mi hermano, desolada y llorosa, cuando me habló de Greta.

El brillo de los ojos sin vida de Aster.

Las sonrisas traidoras de los Eruditos en las cavernas.

La promesa del Komizar que no había terminado.

Los juegos interminables de cortes y reinos, que intercambiaban vidas por el


poder.

Cada cuenta de memoria que agregué, me ayudó a avanzar. La primera


noche,

cuando descargué el paquete en mi caballo, el collar de cuentas


cuidadosamente

pulidas, de repente se rompió, y se derramó en el suelo. Fue la cosa más


simple la

que lo soltó. Una manta extra escondida dentro del saco. Un cambio de ropa
de

montar. Un cinturón adicional, y un cuchillo.

Eran solo lo básico para un largo viaje, pero vi la mano de Rafe detrás de
todo, la

forma en que doblaba una manta, los nudos que hacía para asegurarla. Había

elegido y empacado cada pieza él mismo.

Y entonces sus últimas palabras me golpearon. Palabras crueles. ─Aster está

muerta.

Palabras que se acumulaban en la culpa. ─Sacrifiqué todo por ti.

Palabras de despedida. ─Es lo mejor.


Me había agarrado el estómago, y Kaden estuvo inmediatamente a mi lado.
Jeb,

Orrin y Tavish dejaron de hacer lo que estaban haciendo y me miraron.


Afirmé que

era solo un calambre, y deseé que el dolor se convirtiera en una pequeña


cuenta

dura, y anudé mi resolución con él. No me volvería a deshacer.

Kaden extendió la mano. "Lia".

Lo solté. "¡No es nada!".

Corrí hacia el arroyo y me lavé la cara. Me lavé los brazos. El cuello. Lavé
hasta que

mi piel tembló de frío. Lo que dejé atrás, no pondría en peligro lo que tenía
por

delante.

Durante los días siguientes, Jeb, Orrin, y Tavish, me miraron atentamente.

Asombrados, no se sentían cómodos con la expedición. Antes, me habían


estado

alejando del peligro, y ahora me estaban depositando ante su puerta.

Al anochecer, cuando todavía había luz, practiqué con cuchillo y espada,


hacha y

flecha, sin saber cuándo o dónde podría necesitarlos.

Como era su especialidad, recluté a Jeb para que me enseñara el arte


silencioso de

romper un cuello, y él aceptó de mala gana, luego me mostró más métodos


para

despachar a un enemigo, sin armas, aunque muchos de esos métodos no eran

exactamente silenciosos.

Más tarde, cuando estaba oscuro y no había nada más que hacer que dormir,

escuché los sonidos del Rahtan: Aullidos, pasos, el deslizamiento de un


cuchillo de

una funda. Dormí con mi daga a un lado de mi saco de dormir, y mi espada al


otro,

lista. Siempre había un pensamiento, una tarea, otra cuenta para pulir, y
agregar a

mi cuerda, y luego, cuando solo había silencio, lo hacía. Esperar a que el velo
de la

oscuridad me alcanzara.

Lo único que no pude controlar fueron mis momentos de medio sueño


inquieto,

cuando me daba la vuelta, y mi brazo buscaba el calor de un pecho, que ya no

estaba allí, o mi cabeza intentaba acurrucarse en el hueco de un hombro, que


había

desaparecido. En ese mundo subterráneo, escuché palabras detrás de mí,


como

lobos acechando a su presa, esperando que me debilitara, y cayera, cadenas


de

palabras que se lanzarían. ─¿Cómo puedes no entender?.

Y, quizás peor, la mordida de palabras, que nunca se dijeron.


CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

KADEN

Sabía que ella estaba sufriendo. Habían pasado tres días. Yo quería abrazarla.
Hacer

que se detuviera. Ir más despacio. Quería que me mirara a los ojos, y


respondiera

una pregunta que tenía demasiado miedo de hacer. Pero tratar de hacer que
Lia

hiciera algo ahora, era el curso de acción equivocado.

El primer día, cuando se unió a nosotros en el camino, y Tavish le preguntó si


estaba

bien, la vi volverse de piedra. Sabía lo que implicaba Tavish, que estaba


débil, o

herida por la partida de Rafe.

“Tu rey está donde debería estar, atendiendo a las necesidades de su reino. Y
estoy

haciendo lo que tengo que hacer. Es tan simple como eso."

"Sé que te hizo promesas sobre Terravin".

Ella no le había respondido. Solo había vuelto a mirar a la caravana


desaparecida,

y se puso los guantes, flexionando y metiendo los dedos más profundamente


en

ellos y dijo: "Vamos a montar".

La expresión de Rafe, en esa última noche, cuando me arrojó contra la pared


del

cuartel, se quedó conmigo. Había estado loco de miedo, temeroso de dejarla


ir,

pero lo hizo. Algo que no habría hecho, sin importar cuántas veces me
hubiera

pedido que la liberara mientras cruzábamos el Cam Lanteux. El pensamiento


giró

en mi cabeza una y otra vez.

****

Estábamos acampados en una fina capa de haya, acurrucados cerca de un

afloramiento de rocas. Un arroyo poco profundo corría cerca. Lia se sentó


sola,

pero no muy lejos del campamento. Todos todavía mirabamos por encima de

nuestros hombros, y dormiamos con nuestras armas listas. Sabíamos quien


más

podía estar allá afuera . El relato de Eben de a quién había visto salir del
Santuario,

aunque útil, no pudo incluir a quién no pudo haber visto. Sabía lo que vendría

después. Una vez que terminara sus recuerdos, afilaría sus cuchillos, buscaría

piedras en los cascos de su caballo, escanearía el rastro detrás de nosotros, o

rascaría la tierra con un palo, luego borraría las marcas con su bota. Me
preguntaba

qué dibujaba. ¿Palabras?. Mapas?. Pero cuando le pregunté, ella solo dijo:
“Nada”.
Pensé que esto era todo lo que siempre quise. Estar con ella. Del mismo lado.

Ella está contigo Kaden. Eso es todo lo que importa.

"Voy a comenzar la cena", dijo Orrin, echando una mirada de asombro a Lia.
Se

acercó a la leña que había reunido, y preparando su asador, lanzó el faisán


que ya

había destripado y limpiado.

Tavish regresó de lavarse en el arroyo. Sus gruesos cabellos negros goteaban


agua.

Siguiendo mi mirada, miró a Lia y me ofreció un gruñido silencioso. "Me


pregunto

qué ejercicio hará pasar a uno de nosotros esta noche".

"Ella quiere estar preparada".

"Una sola persona no puede asumir un reino entero".

“Nos tiene a nosotros. Ella no está sola ".

"Ella te tiene a ti, y eso no es mucho decir. El resto de nosotros, nos damos la
vuelta

una vez que llegamos a la frontera Morrighese”. Se sacudió el pelo y se puso


la

camisa por la cabeza.

Los primeros días cabalgando con el leal trío de Rafe, habían sido tensos,
pero por

el bien de Lia, contuve mi lengua, y algunas veces también mi puño. Ahora


ellos
parecían aceptar que no iba a llevar a Lia de regreso a Venda, y que me había

retirado de mi antiguo título de Asesino, al menos hasta que Lia regresara a

Morrighan. Ya sea que quisiera admitirlo o no, también eran útiles. Conocía
cientos

de senderos a lo largo de esta ruta sur, pero todos los Rahtans los conocían
también.

Estos tres me habían sorprendido con algunos senderos, que atravesaban


cañones

escondidos, donde nunca antes había viajado. Y con Orrin, nunca tuvimos
que

comer serpientes. Era capaz de apuntar una flecha, y derribar la caza, sin
bajar de

su silla de montar, mientras ralentizaba su ritmo. Su habilidad y pasión,


estaban

perfectamente combinadas.

"¿Te has dado cuenta", preguntó Tavish mientras sacudía su manta de la silla
de

montar, y la colgaba sobre una rama baja, "cada atardecer cuando ella dice
sus

recuerdos, el viento se agita?".

Se habia dado cuenta. Y se preguntaba. El aire parecía espesarse y cobrar


vida,

como si estuviera convocando espíritus.

"Podría ser el cambio natural del aire cuando se pone el sol".


Los ojos de Tavish se entrecerraron. "Podría ser."

"No pensé que Dalbretch, fuera del tipo supersticioso".

“También lo vi en el Santuario. Estaba allí mirando desde las sombras, y


escuché

todo lo que dijo. A veces se sentía como si sus palabras tocaran mi piel, como
si la

brisa arrastrara cada una de ellas a mí. Era algo extraño ”.

Nunca había escuchado a Tavish reflexionar sobre algo más allá de los
senderos, y

las sospechas de mis verdaderas motivaciones, que casi nos habían hecho
explotar.

Parpadeó como si estuviera atrapado.

"Mi tiempo", dijo, alejándose, para aliviar a Jeb.

Se detuvo después de unos pocos pasos y se volvió. "Sólo por curiosidad. ¿Es
verdad

que solías ser Morrighese?”.

Asenti.

"¿De ahí es de donde vienen todas las cicatrices?. ¿No de Venda?”.

"Hace mucho tiempo."

Me miró, como si tratara de averiguar cuántos años debía tener.

"Tenía ocho años la primera vez que me azotaron", dije. “Las golpizas
duraron un

par de años, hasta que me llevaron a Venda. Fue el Komizar quien me salvó”.
"Siendo el buen tipo que es". Me estudió, mordiéndose la comisura de los
labios.

Esta revelación probablemente no mejoró su respeto por mí. “Esas son


cicatrices

profundas. Supongo que recuerdas cada latigazo. ¿Y ahora de repente quieres

ayudar a Morrighan?”.

Me recosté sobre los codos y sonreí. "Siempre sospechoso, ¿no?".

El se encogió de hombros. "Táctico. Es mi trabajo."

"Te diré qué, responderé tu pregunta, si contestas una de las mías".

Su barbilla se hundió de acuerdo, esperando mi pregunta.

“¿Por qué estás realmente aquí?. Tu rey podría haber enviado cualquier
escuadrón,

para escoltar a la princesa hasta la frontera de su reino. ¿Por qué sus altos
oficiales?

¿Fue solo para que pudieras acompañarla de regreso a Dalbreck, una vez que

recuperara el sentido?. Y si no lo hace, ¿forzarla a retroceder?. "

Tavish sonrió. "Tu respuesta no es tan importante para mí después de todo",


dijo,

y se fue.

Cuando Tavish se alejó, vi a Lia avanzar hacia mí, con pieles de montar
polvorientas

y la cara manchada. Tres armas colgaban de sus costados, y ella se parecía


más a
un soldado, que a una princesa, aunque en verdad, ni siquiera estaba seguro
cómo

debería ser una princesa. Ella nunca había encajado en ninguna imagen que
había

conjurado de una Real. Con qué facilidad había menospreciado el título,


cuando la

única nobleza que realmente había conocido, era mi padre, el estimado Lord
Roché,

del condado de Düerr.

Su línea se remontaba a Piers, uno de los primeros Guardianes Sagrados, que


le

otorgaba un estatus elevado, y un favor especial entre la nobleza, si no los


dioses

mismos. Mi madre me había hablado de mi ascendencia una vez. Trabajé


duro para

olvidarlo, y recé para obtener toda su sangre, y nada de la suya.

Lia hizo una pausa, levantó el cinturon de Walther sobre su cabeza, y lo dejó
sobre

su saco de dormir, luego desabrochó su otro cinturón, que sostenía dos


cuchillos,

dejándolo caer con el resto de su equipo. Estiró los brazos sobre la cabeza,
como si

estuviera soltando un nudo en la espalda, luego me sorprendió al dejarse caer


a mi

lado. Miró a través de las colinas y los bosques que oscurecían el horizonte, y
el sol
poniente, como si pudiera ver todas las millas que aún nos esperaban.

“¿Sin cuchillos para afilar?”, Pregunté.

Su mejilla tenía hoyuelos.

"No esta noche", dijo, sin dejar de mirar las colinas.

"Necesito descansar. No podemos mantener este ritmo, o los caballos se


rendirán

antes que nosotros". La miré escéptico.

Jeb y yo le habíamos dicho casi esas mismas palabras esta mañana, y ella
solo nos

había respondido a ambos, con una mirada mordaz de desprecio.

"¿Qué ha cambiado desde esta mañana?".

Ella se encogió de hombros.

“Pauline y yo estábamos aterrorizadas, cuando cabalgamos desde Civica,


pero

finalmente dejamos de mirar por encima de nuestros hombros, y comenzamos


a

buscar la bahía azul de Terravin. Eso es lo que necesito hacer ahora. Solo
mirar

hacia adelante.

"¿Es así de simple?".

Miró a través de los árboles, con los ojos nublados por un pensamiento.

"Nada es nunca simple", dijo finalmente. “Pero no tengo otra opción. Vidas
dependen de ello”.

Se movió sobre la manta y me miró completamente. "Por eso necesitamos


hablar".

Ella me disparó preguntas, una tras otra, una urgencia metódica en ellas.
Ahora

sabía, al menos algo de lo que ocupaba sus pensamientos mientras cabalgaba.

Confirmé su sospecha, que el Komizar comenzaría a marchar después del


primer

deshielo. Mientras distribuía las respuestas, me di cuenta de lo poco que


realmente

tenía para darle.

Me hizo ver que, a pesar de mi conspiración con el Komizar, me había


mantenido

en la oscuridad más de lo que me había confiado. Nunca había sido un


verdadero

socio en este plan suyo, solo uno de muchos para ayudar a lograrlo.

“Debe haber otros traidores, además del Canciller y el Erudito. ¿No


entregaste

ningún otro mensaje?."

“Solo entregué ese único mensaje, cuando tenía trece años. Principalmente,
me

mantuvo fuera de Civica por completo. Rastreé a los desertores, o me envió a

retribuir a las guarniciones periféricas.

Se mordió el labio por un momento, luego me preguntó algo extraño. Quería


saber

si pasaríamos por algún lugar, donde se pudieran enviar mensajes.

“Turquoi Tra. Hay un puesto de retransmisión de mensajeros allí. Son rápidos


pero

costosos. ¿Por qué?.”

"Tal vez quiera escribir a casa".

"Pensé que habías dicho que el Canciller interceptaría todos los mensajes".

Un destello feroz brilló en sus ojos.

"Sí. Él lo hará”.

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

Al cuarto día, no habíamos llegado muy lejos cuando Kaden dijo: "Tenemos

compañía".

"Vi", respondí bruscamente.

“¿Qué quieres hacer?” Preguntó Tavish.

Mantuve mis ojos al frente. "Nada. Solo continúa."

"Está esperando una invitación", dijo Jeb.

"¡Ella no va a conseguir una!". Espeté. "Le dije que no podía venir. Se dará la
vuelta".

Orrin chasqueó los labios. "Si ella logró pasar tres noches sola, dudo que se
rendirá

tan fácilmente ".


Gruñí con toda la furia de Griz, y chasquee mis riendas, volteé mi caballo
para

galopar hacia Natiya. Ella detuvo su caballo cuando me vio venir.

Me acerqué a ella. "¿Qué crees que estás haciendo?".

"Montar", dijo desafiante.

“¡Estas no son vacaciones, Natiya!. ¡Gira de vuelta!. ¡No puedes venir


conmigo!. "

"Puedo ir a donde quiera".

"¿Y resulta que está en la misma dirección que yo?".

Ella se encogió de hombros. Su audacia me horrorizó.

"¿Robaste ese caballo?", Pregunté, tratando de avergonzarla.

"Es mio."

“¿Y Reena dijo que podías venir?”.

"Ella sabía que no podía detenerme".

No era la misma chica que había conocido en el campamento de vagabundos.

Odiaba lo que veía en su expresión. Su alegre inocencia desapareció, y fue

reemplazada por una rabia alarmante. Ella quería más de lo que podía darle.

Necesitaba que ella volviera.

"Si vienes, probablemente vas a morir", le dije.

"Escuché que harás lo mismo. ¿Por qué eso no te detuvo?. "

Sus ojos eran inteligentes y agudos, como los de Aster, y aparté la vista. No
podía

hacer esto. Quería golpearla, sacudirla, y hacerle ver cuánto no era


bienvenida aquí.

Kaden se acercó.

"Hola, Natiya", dijo, y asintió con la cabeza, como si todos estuviéramos en


un

paseo de primavera.

“¡Oh, por el amor de los dioses!. ¡Dile que tiene que volver! Hazla escuchar”.

Él sonrió. "¿Del modo en que escuchas?."

Volví a mirar a Natiya, una escalada agria trepando por mi garganta. Se


encontró

con mi mirada, sin pestañear, su decisión brillando en sus ojos. La humedad


se me

subió a la cara y temí perder la comida de la mañana. Ella era muy joven.

Casi tan joven como Aster y mucho más ingenua. Y si…”

Me limpié el sudor del labio superior.

"¡Ven!" Espeté.

“¡Y sigan así!.. ¡No vamos a mimarte!.”

El final del viaje. La promesa. La esperanza.

¿Es este el lugar donde alojarse, Ama?

Un valle. Un prado. Una casa.

Un rastro de ruinas que podemos juntar.


Un lugar lejos de los carroñeros.

La niña me mira con los ojos llenos de esperanza. Esperando.

Por ahora, le digo.

Los niños se dispersan. Hay risas. Charla.


Hay esperanza.
Pero todavía no hay promesa.

Algunas cosas nunca serán como antes.

Algunas cosas que no puedes traer de vuelta.

Algunas cosas se han ido para siempre.

Y otras cosas duran tanto tiempo.

Como los carroñeros.

Algún día vendrán por nosotros otra vez.

—Los últimos testamentos de Gaudrel.

CAPÍTULO CUARENTA

RAFE

El sol. ¿Había mencionado el sol?.

Maniobra a tu oponente para que el sol esté en sus ojos, no en los tuyos.
Esquiva y

socava. No había repasado eso. Pero no era como si ella no tuviera buenas

habilidades para luchar con la espada. Tal vez debí haberle dado una espada
más

ligera.

Hubo tantas cosas que podía haber dicho, y no solo sobre espadas. Sabía que

estaba dudando de mí mismo. Había estado haciendolo durante la mayor


parte del

viaje....

"Su Majestad, ya casi llegamos. He estado hablando durante veinte minutos,


y no

has escuchado una palabra de lo que dije ".

“Te escuché decirlo ayer, Sven. Y el día anterior. Los reyes hacen esto, no
dicen eso.

Escuchan, pesan, actúan. Toman, pero dan. Empujan, pero no son empujados.
¿Eso

lo resume todo?. Estás actuando como si no hubiera crecido en la corte ".

"No lo hiciste", me recordó. Yo fruncí el ceño. En su mayor parte, tenía


razón. Sí,

había comido semanalmente con mis padres, y me incluyeron como


protocolo, en

la mayoría de las funciones oficiales, pero durante los muchos años que
estuve bajo

la tutela de Sven, viví con cadetes, promesas y, más recientemente, con otros

soldados. Los reyes de Dalbreck eramos soldados primero, y no me habían


criado

de manera diferente, a como se había criado mi propio padre, pero en el


último

año, me había acercado al redil. Me hizo sentarme en reuniones de alto nivel,


y

luego me aconsejaba. Me preguntaba si había visto su reinado llegar a su fin.


"Todavía estamos a diez millas de distancia", dije. "Estoy listo, te lo
prometo".

"Tal vez", me reprendió. "Pero tu mente está en otra parte".

Mis manos apretaron las riendas. Sabía que no lo dejaría pasar.

"Hiciste lo que tenías que hacer", continuó. "Dejarla ir fue un acto de coraje".

O de estupidez.

"Ella se dirige a un reino plagado de traidores que la quieren muerta",


finalmente

espeté.

"Entonces, ¿por qué la dejaste ir?".

No respondí. Él sabía. Ya lo había dicho. Porque no tuve elección. Y esa era


la

mordaz ironía. Si la hubiera obligado a regresar a Dalbreck, habría perdido a


Lia de

todos modos. Pero mientras Sven abriera la puerta a lo que ocupaba mi


mente, me

aventuré más, haciendo una pregunta que me había dado vueltas en la cabeza,

como un cuervo loco picoteando mi carne.

"Sé que el Asesino la ama". Tragué saliva, luego agregué más


tranquilamente,

"¿Crees que ella lo ama?".

Sven tosió y se movió en su silla de montar. El hizo una mueca. "Esa no es


mi área
de especialización. No puedo aconsejarte sobre ... "

“¡No estoy pidiendo consejo, Sven!. Solo tu opinion!. ¡Parece que tienes una
en

todo lo demás!”.

Si me hubiera sacado de la silla de montar, habría estado dentro de su


derecho. Y

no habría sido la primera vez. En cambio, se aclaró la garganta.

"Muy bien. Por lo que observé en el Santuario, y la forma en que ella


intercedió en

su nombre, cuando lo capturamos, yo diría ... Sí, ella se preocupa por él”.
“¿Pero

amor?. De eso no estoy tan seguro. La forma en que te miraba era ...”

Sonó una trompeta. "¡Tropas!", Gritó el abanderado.

Todavía estábamos demasiado lejos para ser recibidos por un escuadrón, pero

cuando Sven y yo empujamos nuestros caballos hacia adelante, para una


mejor

vista, allí estaba. No solo un escuadrón, sino lo que parecía un regimiento


Dalbretch

entero, que se dirigía hacia nosotros. Duplicaba los números en nuestra


caravana.

¿Para detenernos, o acompañarnos?. No era habitual que las caravanas


avanzadas

fueran saludadas de esta manera, desde luego los reyes desafiados, no solían
ser
parte de una caravana que regresaba.

"Brazos listos", llamé. La orden retrocedió por la caravana, como un canto de

guerra. "Avanzar".

A medida que nos acercamos, el Capitán Azia gritó más órdenes y la


caravana se

extendió, creando una línea amplia y formidable. Se levantaron los escudos.


Nos

enfrentabamos a los nuestros, no exactamente como había imaginado que

comenzaría mi reinado. El reino estaba más dividido de lo que pensaba. Sven

cabalgaba a un lado y Azia al otro. Caras aparecieron a la vista, el general


Draeger

fue el primero de ellos.

"No me gusta esto", se quejó Sven.

"Vamos a darle la oportunidad de hacer lo correcto", le dije. Me di vuelta y


grité:

"¡Esperen!". A los que estaban detrás de mí, luego avancé con mis oficiales
para

encontrarme con él, y sus oficiales.

Varios metros unos de los otros, todos nos detuvimos.

"General Draeger", dije con firmeza, y bajé la cabeza en señal de


reconocimiento.

tratando de evitar un resultado sangriento.

"Príncipe Jaxon", respondió.


¿Príncipe?. El calor se elevó en mi cuello. Mis ojos se clavaron en los suyos.

"Ha estado demasiado tiempo en el campo, general", le dije. "No debe ser

consciente, mi título ha cambiado, y el suyo no".

Él sonrió. "Creo que eres el que se ha ido demasiado tiempo".

"Convenido. Pero ahora estoy aquí, para tomar el lugar que me corresponde
en el

trono ".

Me devolvió la mirada, sin corregirse ni retroceder. Era un hombre joven para


ser

un general, no más de cuarenta años, y había estado en la posición militar


más alta

durante tres años, pero tal vez sentía que ya la había superado. Miró a Sven y
Azia,

luego brevemente a la larga fila de soldados detrás de nosotros, evaluando sus

números y posiblemente su resolución.

"¿Y ahora crees que estás aquí para quedarte y gobernar?", Preguntó. Le
respondí

con una mirada helada. Estaba empujando sus límites, y los míos.

"Lo estoy". Hizo un movimiento, alcanzando el pomo de su silla de montar, y


la

mano de Azia fue hacia su espada.

"Constante", dije.

El general se bajó de su caballo, y las tropas detrás de él hicieron lo mismo.


Me miró a los ojos, seguro y sin miedo, y asintió.

"Bienvenido a casa, rey Jaxon". Cayó sobre una rodilla.

"Larga vida al rey", dijo. Los soldados, tanto delante, como detrás de mí,
hicieron

eco de su grito.

Lo miré y me pregunté, si era el sujeto más leal a Dalbreck, que cualquiera de

nosotros, dispuesto a desafiarme y arriesgar su vida, para garantizar la


estabilidad

de su reino, o si había juzgado la lealtad de los que estaban detrás de mí,


contra los

que estaban detrás de él, y decidió tomar la acción más prudente?. Creería lo

primero por ahora.

Se levantó y me abrazó, y después que algunos me ofrecieron sus


condolencias,

rápidamente, la caravana continuó, el general Draeger cabalgando entre el


capitán

y yo.

La tensión seguía siendo alta. Vi a Sven mirando al general, e intercambiando

miradas con el oficial a su derecha. Mantenlo vigilado. Quédate cerca. Ten


cuidado

Todos los mensajes ocultos que aprendí a leer en los ojos de Sven, durante
años

bajo su tutela.
Cuando nos acercamos a las puertas, el general se adelantó para dirigir a sus
tropas,

y me volví hacia Sven.

"Aquí", dije, metiendo la mano detrás de mí, en la mochila, hurgando a


ciegas, a

través del contenido, hasta que encontré lo que necesitaba. “Lleva esto a
Merrick,

en la charla a primera hora. A juzgar por el saludo de Draeger, no voy a tener


la

oportunidad de escaparme por varios días. Es algo pequeño que levanté. No


se lo

muestres a nadie más, y no se lo digas a nadie más. Merrick sabrá qué hacer”.

Sven me miró incrédulo. "¿Robaste esto?".

"Ustedes, Sven, deberían saber, que los reyes no roban cosas. Simplemente

hacemos adquisiciones. ¿No está eso en tu bolsa de máximas reales?".

Sven suspiró y murmuró casi para sí mismo. "¿Por qué siento que esta
adquisición

solo traerá problemas?".

Ya lo ha hecho, pensé, y ahora esperaba que pudiera traer lo contrario, algún


tipo

de paz. Me preguntaba si, en la lista de verdades reales, a un rey se le


permitía

tener esperanzas.

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO


Se aprendieron lecciones, se recorrieron kilómetros, se enviaron mensajes,

perduraron los días de lluvia, se resolvieron los argumentos, se dominaron las

armas. Natiya estaba exhausta, como tenía que estar. Le había prometido que
esto

no serían vacaciones, y me aseguré que no lo fueran. A veces ella me miraba


con

odio, y otras veces la sostenía, mientras ella contenía sollozos. Le enseñé


todo lo

que sabía y me aseguré, que todos los demás hicieran lo mismo. Tenía tantos

moretones, nudos y ampollas como yo. Le dolían los brazos al tirar un


cuchillo. La

hice usar ambos, hasta que la puntería de un brazo fue tan buena, como la del
otro,

y luego recé, para que nunca tuviera que usar ninguna de sus habilidades
recién

adquiridas.

Natiya hizo una paz incómoda con Kaden, porque le dije que debía hacerlo, si
iba a

viajar con nosotros. Vi cómo hería a Kaden. La pequeña tranquilidad y


aceptación,

que había encontrado en el mundo de los vagabundos, se perdió por siempre


para

él. A veces, parecía perdido para todo, sus ojos se cerraban, cuando pensaba
que

nadie estaba mirando, como si tratara de ver dónde encajaba, con un tipo
diferente

de ojo, pero luego hablaba sobre alguna parte de Venda, una parte que no

pertenecía al Consejo, ni al Komizar, y volvía a ver la fuerza en su mirada.

La muerte de Dihara se produjo cuando llevabamos dos semanas fuera.


Acababa

de terminar mis recuerdos, cuando la vi en la cima de una colina marrón


invernal.

Se sentaba frente a su rueca, el pedal hacía clic en el aire, mechones de pelo,


lana,

y lino, largos zarcillos girando, levantando la brisa. Se convirtieron en los


colores

oscuros de la puesta de sol, rosa, amatista, y naranja, que se desplegaban


sobre mí,

un cálido sonrojo que coloreaba el cielo, rozaba mi mejilla, y susurraba,


─Grandes

historias se saldrán con la suya.

Luego otros se reunieron en la colina, observándola. Los había visto antes, su

número aumentaba cada vez que venían. Comenzó con mi hermano y Greta.
Luego

una docena de miembros del clan a cada lado. Effiera y las otras costureras.
Un

pelotón de soldados. Luego, Venda, y Aster, ─No se demoren, Miz.

Los rostros que había visto, y las voces que había escuchado muchas veces en
las
últimas semanas. Todos ellos poco más que un susurro de aire, un destello de
luz

solar perdida, y un silencio palpitando por mis venas. Una locura, un saber,
dar

vueltas, repetir, una franja, cortando profundamente en mi corazón.

─Tenía que ser alguien. ¿Porque no tu?.

Voces que no me dejarían olvidar.

Ellos estaban esperando. Una promesa, un voto derramado de mis labios a


cambio.

Nadie más los veía. No tuve que preguntar. Los sonidos de rutina de acampar
no

perdieron latidos. Ninguna cabeza se volvió. Ningún paso vaciló.

─Ah, tú otra vez, dijo Dihara, volviéndose para mirarme. La rueca todavía
giraba,

los Dones giraban, los zarcillos llegaban. ─Confía en la fuerza dentro de ti y


enséñale

a hacer lo mismo.

Miré por encima del hombro a Natiya, aflojando sus botas, lista para caer en
su

saco de dormir. Me acerqué y agarré su mano. "No hemos terminado".

"Estoy cansada", se quejó.

“Entonces ve a acampar a otra parte. Deja que los pachegos te coman ahora

mismo”.
"No existen los pachegos".

"Cuando te esten masticando el pie, porque no estás preparada, puedes pensar


de

manera diferente".

****

Me sorprendió lo poco que Natiya entendía el Don. ¿Cómo era eso posible
cuando

había vivido con Dihara?. Pero recordé lo que Dihara me había dicho. Hay
algunos

que están más abiertos a compartir, que otros.

"El saber es una verdad que sientes aquí, y aquí", le dije a Natiya. “Es la
conexión.

Es el mundo llegando a ti. Destella detrás de tus ojos, se enrosca en tu vientre


ya

veces, baila a lo largo de tu columna vertebral. Las verdades del mundo


desean ser

conocidas, pero no se impondrán sobre ti, como lo harán las mentiras. Te

cortejarán, te susurrarán, se deslizarán dentro, calentarán tu sangre, y


acariciarán

tu cuello, hasta que tu carne se hinche. Esa es la verdad que te susurra. Pero
tienes

que calmar tu corazón, Natiya. Escuchar. Confíar en la fuerza dentro de ti ".

Después de unos momentos tranquilos, gritó frustrada: "¡No lo entiendo!".

La agarré por la muñeca mientras se volvía para interrumpir.


“¡Es supervivencia, Natiya!. ¡Un susurro que podría salvarte!. Otro tipo de
fortaleza

con la que los dioses nos han bendecido. ¡La verdad que necesitas no siempre
llega

al final de una espada!".

Ella me fulminó con la mirada. Pude ver en sus ojos que, por ahora, el acero
afilado,

era el único tipo de poder que buscaba. Sentí algo ceder dentro de mí.
También

podía entender ese tipo de verdad.

"Es bueno tener muchas fuerzas, Natiya", le dije con más suavidad,
recordando la

fría plenitud del cuchillo en mi mano, mientras lo hundía en las entrañas del

Komizar. "No sacrifiques un tipo de fuerza por otro".

***

Una noche, cuando Natiya y yo, estábamos demasiado gastadas para practicar
algo,

y sentí que podría ser nuestro último campamento, antes de llegar a la


frontera de

Morrighan, vacié mi alforja para recoger los textos antiguos, que había
empacado.

Era hora de enseñarle lo que había sucedido antes, no solo a lo que nos
dirigíamos.

Todo lo que encontré fueron, los últimos testamentos de Gaudrel. Revolví el


contenido nuevamente, sacudiendo mi camisa doblada, y mi saco. La
Canción de

Venda se había ido. Me enfurecí, preguntando quién había revisado mi bolso.

Sabía que cuidadosamente había metido ambos libros delgados en el fondo.

“¿Estás segura que lo empacaste?” Preguntó Tavish.

Lo fulminé con la mirada.

"¡Sí! Recuerdo cuando ... ”

Contuve el aliento. La bolsa había estado en mi poder, durante todo el viaje,

excepto al principio, cuando se la entregué a Rafe. Había insistido en llevarla.

Habían pasado menos de unos minutos, mientras caminábamos, pero luego


aparté

la vista mientras revisaba mi caballo, y mis suministros. ¿Lo había robado?.


¿Por

qué?. ¿Pensó que robarlo también haría desaparecer las verdades?. ¿O que

sacudiría mi resolución?.

"¿Lia?". Natiya me miró con ojos preocupados. "¿Estás bien?".

Robar el libro no cambiaría nada.

"Estoy bien, Natiya. Ven a ayudarme a hacer un fuego. Tengo algunas


historias que

contarte, y espero que las recuerdes palabra por palabra, en caso de que me
pase

algo”.
Jeb levantó la vista de lo que estaba haciendo, la misma expresión de
preocupación

cruzó por su rostro.

"Pero nada va a sucederte", dijo con firmeza, sus ojos fijos en los míos.

"No", respondí para tranquilizarlo. "Nada".

Pero ambos sabíamos que era una promesa que no se podía hacer.

***

Llegamos a la frontera sur de Morrighan, al menos según Kaden.

No había marcadores. Aún estábamos en el desierto.

Tavish había mirado hacia el suelo. "No veo una línea. ¿Ves una línea, Orrin?

"Yo no."

"Creo que la frontera está un poco más adelante todavía", agregó Jeb.

Kaden y yo intercambiamos una mirada, pero viajamos con ellos por varias
millas

más, antes de que decidiera aclarar nuestras dudas.

Los tres habían hecho súplicas, no tan sutiles para mi regreso a Dalbreck,
cuando

estábamos fuera del alcance del oído de Kaden. Le habían hecho las mismas
severas

sugerencias en privado, en lo que parecía un esfuerzo por dividir, y


conquistar. Paré

mi caballo y miré a los tres directamente a los ojos.


"¿Había otro propósito para su escolta además de la protección en el Cam
Lanteux".

—incliné mi cabeza en reconocimiento hacia Orrin— “Y, ¿mantenernos bien

alimentados?". ¿Tu rey te encomendo obligarme a regresar, si el largo viaje


no me

hacía cambiar de opinión?".

"Nunca", respondió Jeb. "Su palabra es verdad".

─No del todo, pensé.

Jeb se recostó en su silla de montar, y examinó las colinas áridas delante de

nosotros, como si se agitaran con víboras.

“¿Qué planeas hacer cuando llegues allí?”, Preguntó.

Exactamente lo que los traidores siempre habían temido. Tenía práctica en


esto,

solo que esta vez lo haría mejor, pero sabía que mis planes no aliviarían las
dudas

de Jeb.

"Planeo seguir con vida".

Él sonrió.

"Es hora de que regresen a casa. Les puedo asegurar que este es Morrighan ”,
dije.

"Veo la línea, incluso si no pueden, y no quiero que lamenten cruzar. Tienen

órdenes de su rey.”
Jeb parecía afectado, y temía que no volviera.

Tavish miró a Kaden y luego me miró solemnemente.

"¿Estás segura de esto?".

Asenti.

"¿Algún mensaje que quieras que le lleve al rey?".

Una oportunidad para las últimas palabras. Probablemente lo último que oiría
de

mí.

"No", susurré. Como el rey ya había dicho, era lo mejor.

"Cuélgenme, digo que la llevemos de todos modos".

"Cállate, Orrin," ordenó Jeb.

Orrin se bajó de su silla, y aseguró una liebre que había atrapado, en el


paquete de

Natiya. Maldijo por lo bajo y volvió a su caballo. Y eso fue todo. Nos
despedimos y

se fueron. Ahora, como Rafe había señalado, tan ardientemente antes de


partir, mi

muerte sería en mi propio reino, no en el suyo.

Algunas últimas palabras nunca deben decirse.

CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

Kaden detuvo su caballo. "¿Tal vez debería retroceder?".

Lo miré confundida. Habíamos llegado a Terravin por un sendero trasero, y


estábamos en el camino superior que conducía a la posada de Berdi. Como
Terravin

se dirigía a Civica, habíamos decidido que sería nuestra primera parada. Nos
daría

un lugar para limpiarnos, y lavar adecuadamente nuestra ropa, que apestaba a

humo, sudor, y semanas en el camino. Un olor a distancia en nosotros, solo


podía

llamar la atención, y eso era algo que no necesitábamos. Más importante aún,
les

debía una visita a Pauline y a las demás, para que pudieran tener alguna
seguridad

después de todos estos meses, que estaba bien. También podrían tener
noticias

para compartir que podrían ser útiles, especialmente Gwyneth, con su


cuestionable

grupo de contactos.

"¿Por qué esperar ahora?", Pregunté. "Ya casi llegamos".

Kaden se movió incómodo en su silla de montar.

"Entonces puedes hacerle saber a Pauline, que estoy contigo. Ya sabes,


prepárarla”.

Por primera vez, pensé que podía ver el miedo en la cara de Kaden. Acerqué
mi

caballo.

"¿Tienes miedo de Pauline?".


Él frunció el ceño. "Sí."

Me quedé allí aturdida. No estaba segura de qué decir a esta admisión.

"Lia, ella sabe ahora que soy Vendan, y las últimas palabras que le dije,
amenazaron

su vida, y la tuya. Ella no va a olvidar eso".

"Kaden, también amenazaste la vida de Rafe. Eso no te hizo tenerle miedo ".

Él miró hacia otro lado.

“Eso fue diferente. Nunca me gustó Rafe, y a él nunca le gusté. Pauline es


una

inocente que ...” Se detuvo en seco, sacudiendo la cabeza.

Una inocente que alguna vez, había pensado mucho en él. Había visto las
bondades

intercambiadas entre ellos, y su conversación fácil.

Tal vez, ver que su respeto por él, se desplomaba en odio, era el colmo que
no podía

soportar. Él ya había experimentado eso con Natiya, quien mientras era civil

todavía, era genial con él. Nunca olvidaría el ataque Vendan en su


campamento, ni

que él fuera uno de ellos. Parecía que Kaden estaba en la misma posición que
yo,

solo había un puñado de personas en todo el continente, que no querían verlo

muerto.

Recordé el terror en los ojos de Pauline cuando Kaden nos arrastró al


matorral, y

luego sus ruegos para que nos dejara ir. No, ella no lo olvidaría, pero recé
para que

no hubiera alimentado el terror de ese día, en odio durante todos estos largos

meses.

Kaden tomó un trago de su cantimplora y bebió el último sorbo.


"Simplemente no

quiero arriesgarme a crear una escena dentro de la taberna, cuando ella me


vea",

agregó.

Era más que preocuparse por un disturbio, y ambos lo sabíamos. Era extraño
verlo

sacudido por un simple encuentro, con alguien tan inofensivo como Pauline.

"Entraremos por la puerta de la cocina", le dije para apaciguarlo. “Pauline es

razonable. Ella estará bien una vez que se lo explique. Mientras tanto, me

mantendré entre tu, ella y, los cuchillos de la cocina". Agregué la última parte
como

una broma para aligerar su estado de ánimo, pero no sonrió.

Natiya espoleó su caballo hacia adelante junto al mío.

“¿Qué hay de mí?”, Preguntó ella. “¿Debo ayudarte a proteger al tembloroso

Asesino?”. Lo dijo en voz alta.

Lo suficiente para que Kaden lo escuchara, sus ojos brillando con picardía.
Kaden le lanzó una mirada de advertencia, para que cuidara lo lejos que lo

empujaba.

Mi corazón se aceleró con anticipación, cuando nos acercamos, pero tan


pronto

como la taberna apareció a la vista, supe que algo estaba mal. El miedo saltó
entre

los tres como fuego. Incluso Natiya sintió que algo andaba mal, aunque
nunca antes

había estado aquí.

"¿Qué es?", Preguntó ella.

Estaba vacía. Silenciosa.

No había caballos atados a los postes. Ninguna risa o conversación salía del

comedor. No había invitados en la taberna, y era la hora de la cena. El


repugnante

manto de silencio, sostenía la posada como una mortaja.

Salté de mi caballo y corrí escaleras arriba. Kaden estaba justo detrás de mí,

diciéndome que parara, gritando algo sobre precaución. Abrí la puerta, solo
para

encontrar sillas apiladas en las mesas.

"Pauline!". Grité. "Berdi!,. ¡Gwyneth!. Recorrí el comedor a saltos y abrí la


puerta

de la cocina, enviándola de golpe contra la pared.

Me quedé helada. Enzo estaba de pie detrás del tajo, con un cuchillo en la
mano,

con la boca abierta como el pez que estaba a punto de decapitar.

"¿Qué está pasando?", Pregunté. "¿Donde está todo el mundo?".

Enzo parpadeó y luego me miró con más fuerza. "¿Qué estás haciendo
aquí?".

Kaden sacó su cuchillo. "Déjalo, Enzo."

Enzo bajó la mirada hacia el cuchillo, que todavía estaba en su puño, primero

sorprendido, y luego horrorizado al verlo allí. Lo dejó caer y lo hizo


traquetear en

el bloque del carnicero.

"¿Dónde están todos?", Pregunté de nuevo, esta vez con amenaza.

"Se fueron", respondió, y con manos temblorosas, nos indicó a Kaden y a mí


que

fueramos a la mesa de la cocina para explicar.

"Por favor", agregó cuando no nos movimos. Sacamos sillas, y nos sentamos.
Kaden

mantuvo su cuchillo desenvainado, cuando Enzo terminó de explicarlo,


descansé la

cabeza entre las manos y solo pude mirar la mesa de madera con cicatrices,
donde

había comido tantas comidas con Pauline. Se había ido hace semanas, para
tratar

de ayudarme. Todas ellas lo hicieron. No pude contener el gemido que se


hinchaba
en mi garganta. Estaban en el corazón de Civica. El miedo me atravesó.

Kaden puso su mano sobre mi espalda. "Ella está con Gwyneth. Eso es algo."

"Y con Berdi", agregó Enzo.

Pero ambos recordatorios parecían confirmar nuestros temores. Pauline


confiaba,

y era una criminal buscada como yo.

Ella ya podría estar bajo custodia. O peor.

"Tenemos que ir a ellas", le dije. "Mañana". No habría descanso.

"Estarán bien", dijo Enzo. "Berdi me lo prometió".

Miré a Enzo, apenas reconociéndolo como el chico inmóvil, en el que apenas


se

podía confiar para que se presentara a trabajar. Su expresión era sincera, una
que

nunca había visto en él antes.

“¿Y Berdi te dejó para dirigir la posada?”.

Bajó la mirada, y se apartó un mechón de pelo grasiento de la cara. No había

tratado de ocultar mi sospecha. El rosa coloreó sus sienes. "Sé lo que estás

pensando, y no te culpo. Pero eso es lo que hizo Berdi, me dejó a cargo,


llaves y

todo ".

Sacudió el anillo de llaves que colgaba de su cinturón, y vi algo parecido al


orgullo
en sus ojos.

"De Verdad”. “Dijo que ya era hora que yo diera un paso adelante”. De
repente se

sobresaltó, retorciendo el delantal en sus manos.

“Ese otro tipo podría haberme matado. Casi lo hizo. Me escuchó y ...”

Tragó saliva y la gran manzana de su flaca garganta se balanceó. Se quedó


mirando

mi cuello. "Lo siento. Fui yo quien le contó al cazarrecompensas sobre ti,

caminando en el camino superior. Sabía que no estaba haciendo nada bueno,


pero

todo lo que podía ver era ese puñado de monedas en su palma ".

Kaden se echó hacia adelante en su silla. "¿Tú?”.

Le di un codazo a Kaden en su asiento.

“¿El otro tipo?”, Pregunté.

“Ese granjero que se estaba quedando aquí. Me arrinconó y amenazó con


cortarme

la lengua, si volvía a decir tu nombre a alguien. Dijo que me la metería en la

garganta junto con las monedas. Pensé con seguridad que lo haría. Pensé en
lo

cerca que había llegado a ... ”.

Él tragó de nuevo. “Sabía que me estaba quedando sin posibilidades. Lo


último que

me dijo Berdi, antes de irse fue que veía algo bueno en mí, y que era hora que
yo

también lo encontrara. Estoy tratando de hacerlo mejor ". Se frotó el costado


de la

cara, su mano aún temblando.

"No estoy haciendolo todo tan bien como Berdi, por supuesto. Todo lo que
puedo

hacer es, mantener las habitaciones limpias para los huéspedes, hacer una olla
de

avena por la mañana, y una olla de estofado por la noche”. Señaló la pared al
fondo

de la cocina.

“Ella me dejó instrucciones. Para todo ". Había al menos una docena de
trozos de

papel pegados a la pared garabateados con la letra de Berdi. "Todavía no


puedo

servir la cena para un comedor completo. Pero tal vez si contrato un poco de

ayuda”.

Natiya entró en la cocina, con la espada atada a un lado, una daga en la mano,
y

una nueva arrogancia a su paso. Se recostó contra la pared. Enzo la miró pero
no

dijo nada. Habíamos cerrado el círculo y vi la preocupación en sus ojos.


Sabía que

lo veíamos como una posible amenaza.


“¿Entonces sabes quién soy realmente?”, Pregunté.

Por un breve momento, vi la negación correr por sus ojos, pero él se encogió
de

hombros y asintió. "Berdi no me lo dijo, pero escuché que querían a la


princesa".

"¿Y qué escuchaste?", Preguntó Kaden.

“Cualquier ciudadano puede matarla a la vista, y obtener una recompensa. No


se

harían preguntas."

Kaden siseó, y se apartó de la mesa.

"¡Pero no se lo diré a nadie!". Agregó Enzo rápidamente. "Lo prometo. Lo se


desde

hace mucho tiempo, y tuve muchas oportunidades de decírselo al magistrado.


Ha

venido dos veces, preguntándo qué le pasó a Gwyneth, pero nunca he dicho
una

palabra".

Kaden se levantó y pasó el dedo por el lado plano de la hoja de su cuchillo,


girándolo

para atrapar la luz de la linterna, y luego miró a Enzo. "¿Incluso si el


magistrado te

ofrece un puñado de monedas?".

Enzo miró la espada. Su labio superior rebosaba de sudor y sus manos aún

temblaban, pero su barbilla sobresalía con un coraje inusual. “Ya lo hizo. No


cambié

mi respuesta. Le dije que no sabía a dónde habia ido Gwyneth".

"Lia. “¿Un momento?”. Kaden asintió hacia el comedor. “Dejemos a Natiya


para

vigilar a Enzo”.

"No confío en él", susurró Kaden. "Es una pequeña comadreja grasienta, que
te

cambió por unas monedas una vez. Lo volverá a hacer en el momento en que
nos

vayamos, si no lo callamos".

"¿Quieres decir matarlo?".

Me respondió con una mirada fija.

Sacudí la cabeza. "No tenía que decirnos que fue él quien informó al cazador
de

recompensas. La gente puede cambiar."

"Nadie cambia tan rápido, y él es el único en Morrighan, que sabe que


estamos

aquí. Queremos mantenerlo así ".

Caminé en círculos, tratando de pensarlo bien. Enzo era un riesgo, sin duda,
con un

historial comprobado de falta de fiabilidad, si no de avaricia. Pero Berdi


había

confiado en él con el trabajo de toda su vida. Y la gente podía cambiar. Yo


cambié.
También Kaden.

Y por el amor de los dioses, Enzo estaba haciendo estofado. Estofado. Y no


había

un solo plato sucio en el fregadero esperando para ser lavado. Me giré para
mirar

a Kaden.

“Berdi confía en Enzo. Creo que nosotros también deberíamos. Y todavía


parece

sacudido por las amenazas del granjero. Si tienes que blandir tu cuchillo
varias

veces como recordatorio, que así sea ”.

Me miró, todavía no convencido, y finalmente dejó escapar un largo suspiro.

"Haré más que blandirlo si él nos mira de reojo".

Regresamos a la cocina, e hicimos arreglos para dormir. Natiya y yo lavamos


la ropa,

y la colgamos para secarla en la cocina cerca del fuego, ya que el tiempo era
corto.

Recorrimos la cabaña que había compartido con Pauline, en busca de ropa


oculta,

apareciendo dos cambios de trabajo sueltos, y algunos chales.

También vi la bufanda blanca de luto de Pauline. Natiya no tenía que ocultar


su

rostro mientras estuviera en Morrighan, pero yo lo haría, y nada podía evitar

sospechas más rápido, que el respeto por una viuda. Kaden se hizo cargo de
los

caballos, y luego todos atacamos la despensa de Berdi, buscando comida para

empacar.

De aquí en adelante, no habrían más fogatas para cocinar. Cuando Enzo nos

ayudaba a empacar nuestras bolsas con comida, me sorprendió escuchar


rebuznos.

"Ese es Otto", dijo sacudiendo la cabeza. "Él extraña a los otros dos".

"¿Otto todavía está aquí?".

Agarré la bufanda de la viuda y la arrojé sobre mi cabeza, en caso que alguno


de los

huéspedes, estuviera cerca y salí corriendo por la puerta del establo. Me


entretuve

con Otto, rascándole las orejas, y escuchando sus quejas, cada una de ellas
sonaba

como una nota musical.

Me llevó de vuelta al día en que Pauline y yo habíamos llegado a Terravin,

montando nuestros burros por la calle principal, pensando que nuestra nueva
vida

aquí duraría para siempre. Otto me dio un codazo con su suave hocico, y
pensé en

lo solo que debía estar, sin sus compañeros.

"Lo sé", dije suavemente. “Nove y Dieci volverán pronto. Lo prometo ".

Pero sabía que mi promesa estaba vacía, nacida solo por conveniencia y ...
Las palabras de Rafe me arrastraron de nuevo, una línea enredada tirando de

hacia un lugar donde no podía respirar.

─Dije lo que creí que necesitabas escuchar en ese momento. Estaba tratando
de

darte esperanza.

Me aparté de Otto, mi amargura surgiendo. Rafe me había dado falsas


esperanzas,

y había perdido mi tiempo. Entré en el granero y miré la escalera hacia el


desván,

luego finalmente la subí. El desván estaba oscuro, algunos rayos de luz


dispersos,

se deslizaban por las vigas. Aún quedaban dos colchones en el piso, nunca

almacenados después de nuestra partida precipitada. Una camisa olvidada


colgaba

del respaldo de una silla.

Había una jarra polvorienta sobre una mesa en la esquina. En el otro extremo

habían montones de cajas y un pesebre vacío. Mi corazón latía con fuerza


mientras

caminaba hacia él.

No mires, Lia. Déjalo. No te importa. Pero no pude evitarlo.

Me acerqué al pesebre, para poder ver detrás de él. Estaba allí, tal como me
había

dicho, un montón de tela blanca sucia. Mi lengua floreció, espesa y salada, y


la

habitación se volvió repentinamente congestionada, lo que me dificultaba la

respiración. Me agaché y lo levanté de su escondite. Trozos de paja llovieron


en el

suelo. Estaba rasgado en varios lugares, y el dobladillo estaba manchado de


barro.

La sangre, roja como el ladrillo manchaba la tela. Su sangre. Ahí fue donde
consiguió

las muescas en las manos, soltándolo de las zarzas espinosas donde yo lo


había

arrojado. El vestido me hizo pensar en la chica que lo había usado. El mismo


vestido

que me había arrancado tan odiosamente de la espalda, y que había tirado. Se


me

doblaron las rodillas, y caí al suelo. Me acerqué el vestido a la cara, tratando


de

bloquear a Rafe, pero todo lo que pude ver, fue que lo arrancó de las zarzas,
lo

metió en su bolso, y se preguntó por mí, de la forma en que me había


preguntado

por él. Pero me había preguntado todas las cosas equivocadas.

Lo había imaginado solo como el niño de un papá estirado. No como..

"Lia? ¿Estás bien?".

Miré hacia arriba. Kaden estaba parado en lo alto de la escalera. Me puse de


pie y
arrojé el vestido detrás del pesebre nuevamente.

"Sí, Estoy bien ", le respondí, dándole la espalda.

"Escuché algo. ¿Fuiste tú ...?

Me limpié las mejillas, luego pasé las manos por la parte delantera de mi
camisa

antes de girarme para mirarlo. "Tosiendo. El polvo es espeso aquí”.

Se acercó, el piso crujió bajo sus pasos, y me miró. Pasó el pulgar por mis
pestañas

húmedas.

"Es solo el polvo", dije.

Él asintió y sus brazos se deslizaron a mi alrededor, manteniéndome cerca.

"Seguro. Polvo”.

Me dejé apoyar contra él. Me acarició el pelo y sentí el dolor en su pecho, tan
fuerte

como lo sentía en el mío.

*****

Era tarde. Natiya ya estaba metida en la cama de la cabaña, y Enzo estaba


dormido

en la habitación de Berdi. Kaden y yo nos sentamos en la cocina mientras lo

interrogaba, sobre cualquier otro detalle que pudiera conocer sobre los planes
del

Komizar, pero sentí que estaba ocupado con otros pensamientos.


Estaba agradecida que no lo hubiera vuelto a mencionar, pero sabía que
nuestro

momento en el granero pesaba sobre él. Había sido solo un minuto cansado,
que

me tomó por sorpresa. Eso fue todo.

Después de un plato de estofado de pescado, que sorprendentemente era casi


tan

bueno como el de Berdi, me sentí fortificada. Lista para seguir adelante.

Kaden soportó pacientemente las preguntas que ya le había hecho. Sus


respuestas

fueron las mismas. Solo sabía del Canciller. Tal vez él y el Erudito eran los
únicos

traidores en el gabinete. ¿Era eso posible?.

Mis relaciones con todos los miembros del gabinete eran difíciles, en el mejor
de

los casos, excepto quizás con el Viceregente, y el Maestro de caza. Esos dos

generalmente habían ofrecido una sonrisa, y una palabra amable cuando


entraba

en una habitación, en lugar de un despectivo fruncir el ceño, pero el puesto de

gabinete del Maestro de caza, era principalmente ceremonial, un vestigio de


un

tiempo anterior, cuando llenar la despensa era lo más importante en las tareas
del

gabinete.
La mayoría de las veces, ni siquiera se sentaba en las reuniones del gabinete.
A la

primera hija real, también se le otorgó un asiento ceremonial, pero mi madre


rara

vez había sido invitada a la mesa del gabinete.

Mis pensamientos volvieron al Viceregente.

"Pauline irá con él primero", le dije a Kaden. "De todo el gabinete, siempre
ha

tenido la oreja más comprensiva".

Me mordí el nudillo. Viajar con frecuencia era parte del trabajo del
Viceregente,

visitar otros reinos, y me preocupaba que él no estuviera.

Si es así, Pauline iría directamente a mi padre, sin comprender su


temperamento.

Kaden no respondía a nada de lo que dije, sino que miraba fijamente la


habitación.

"Tengo que ir. No es lejos de aqui. Solo una hora al oeste de Luiseveque, en
el

condado de Düerr. No perderemos tiempo". Mencionó un punto de encuentro

donde él nos encontraría a Natiya y a mí al norte de aquí mañana, y me pidió


que

siguiera un sendero en el bosque. “Nadie te verá. Estarás a salvo". De repente


se

puso de pie y fue a la despensa, buscando entre los suministros.


"¿Partiendo ahora?" Me puse de pie, y saqué un saco de cecina de sus manos.
"No

puedes montar de noche".

"Enzo está dormido. Es el mejor momento para confiar en él ".

“También necesitas descansar, Kaden. Qué…"

"Descansaré cuando llegue allí". Me quitó la cecina y comenzó a reorganizar


su

bolso.

Mi corazón se aceleró. Así no era Kaden. "¿Qué es tan urgente en el condado


de

Düerr?".

"Necesito ocuparme de algo, de una vez por todas". Los músculos de su


cuello eran

como cuerdas apretadas, y mantuvo su mirada apartada de la mía. Y entonces


lo

supe.

"Tu padre", le dije. "Él es el señor del condado allí, ¿no?".

El asintió.

Me alejé, tratando de recordar a los señores de condados. Había veinticuatro


de

ellos en Morrighan, y no sabía la mayoría de sus nombres, especialmente no


los de

los condados del sur, pero sabía que este señor podría no estar vivo mucho
más
tiempo.

Me senté en un taburete en la esquina, el mismo donde Berdi me había


atendido

una vez el cuello. "¿Vas a matarlo?", Le pregunté.

Kaden hizo una pausa, luego finalmente sacó una silla y se sentó a
horcajadas, de

espaldas al eje. "No lo sé. Pensé que solo quería ver la tumba de mi madre.
Mirar

dónde había vivido una vez, el último lugar donde estan ... ”

Él sacudió la cabeza. "No puedo dejarlo ir, Lia. Tengo que verlo al menos
una vez

más. Es algo inacabado dentro de mí, y esta podría ser mi última oportunidad
para

darle sentido. No sabré qué voy a hacer hasta que lo vea ".

No intenté disuadirlo. No sentía simpatía por este señor, que había azotado a
su

pequeño hijo, y luego lo vendió, como un pedazo de basura a extraños.


Algunas

traiciones eran demasiado profundas para perdonarse.

"Ten cuidado", le dije.

Extendió la mano, apretando la mía, y la tormenta en sus ojos se duplicó.

"Mañana", dijo. "Estaré allí. Lo prometo."

Se levantó para irse, pero luego se detuvo en la puerta de la cocina.


"¿Qué es?".

Se giró para mirarme. "Hay algo más que está inacabado. Necesito saber.
¿Aún lo

amas?".

Su pregunta me atravesó: No la esperaba, aunque debería haberlo hecho. Vi


el

asombro en sus ojos cada vez que me miraba. Cuando me sostuvo en el


desván

sabía que no era polvo, lo que me había ahogado. Me puse de pie y caminé
hacia

la mesa de cortar, incapaz de mirarlo a los ojos, y aparté las migajas


imaginarias.

Ni siquiera me había permitido este pensamiento. Amor. Se sentía tonto e

indulgente a la luz de todo lo demás. ¿Realmente importaba? Recordé la risa


cínica

de Gwyneth, cuando le dije que quería casarme por amor. Ella ya sabía lo que
aún

no había entendido. Nunca terminaba bien para nadie. No para Pauline y


Mikael.

Mis padres. Walther y Greta. Incluso Venda era una prueba, irse con un
hombre

que finalmente, la había destruido. Pensé en la niña Morrighan, robada de su


tribu

y vendida como novia a Aldrid, el carroñero, por un saco de grano. De alguna

manera habían construido un gran reino juntos, pero no se construyó sobre el


amor.

Sacudí la cabeza. "Ya ni siquiera estoy segura qué es el amor".

"Pero es diferente entre nosotros de lo que era ..."

Dejó su pregunta colgando como si fuera demasiado doloroso decir el


nombre de

Rafe.

"Sí, es diferente entre nosotros", dije en voz baja.

Levanté la mirada para encontrarme con la suya.

"Siempre lo ha sido, Kaden, y si eres honesto contigo mismo, siempre lo has


sabido.

Desde el principio, dijiste que Venda venía primero. No puedo explicar

exactamente cómo se entrelazaron nuestros destinos, pero lo hicieron, y ahora

ambos nos preocupamos por Venda, y Morrighan, y queremos un mejor final


para

ellos que el que el Komizar ha planeado. Tal vez eso es lo que nos une. No

subestimes el vínculo que compartimos. Los grandes reinos se han construido

sobre mucho menos ".

Me miró con los ojos inquietos. "En nuestro camino aquí, las cosas que
rascaste en

la tierra, ¿qué eran?".

“Palabras, Kaden. Solo palabras perdidas, no dichas, que se sumaron a un


adiós”.
Respiró hondo y lento.

"Estoy tratando de encontrar mi camino a través de esto, Lia".

“Lo sé, Kaden. Yo también."

Su mirada permaneció fija en mí. Finalmente asintió y se fue. Caminé hacia


la

puerta, mirándolo alejarse, la noche sin luna tragándolo en segundos, y me


dolía

su deseo, me dolía lo que no podía darle.

Su necesidad llegaba más profundo y más lejos que yo.

Regresé a la cocina y apagué la linterna, pero no podía dejar pasar la noche.


Me

apoyé contra la pared, clavada con papeles, listas que intentaban conservar la
vida

que Berdi, había cambiado por otra, hacía décadas. En la tenue luz, los bordes

débiles de su cocina, se convirtieron en un mundo distante de giros, vueltas, y

elecciones sin marcar, las que habían entretejido, y definido, la vida de Berdi.

─ ¿Te arrepientes de no ir?.. No puedo pensar en cosas así ahora. Lo hecho,


hecho

está. Hice lo que tenía que hacer en ese momento.

Mis manos presionaron contra el frío de la pared detrás de mí.

Lo que se hizo, se hizo.

No podía pensar más en eso.


*****

Temprano a la mañana siguiente, allané el armario de Berdi y encontré solo


parte

de lo que necesitaba.

"Natiya, ¿eres buena con una aguja?".

"Muy", respondió ella.

Lo sospechaba. Para arrancar un dobladillo, esconder un cuchillo en una


capa, y

luego volver a coserlo en unos minutos preciosos, requería una habilidad que

ciertamente no tenía, para disgusto de mi tía Cloris.

Le pedí a Enzo una moneda. Había usado todo el dinero que Rafe había
empacado

en mi bolso, para los mensajeros en Turquoi Tra. Enzo no dudó, y sacó un


saco del

barril de papas en la despensa. Me tiró todo. No era mucho, pero con gusto lo
tomé

y lo metí en mi mochila, asintiendo con la cabeza.

"Le diré a Berdi que estás haciendo un buen trabajo aquí. Ella estará
complacida ".

"Quieres decir, asombrada", agregó tímidamente.

Me encogí de hombros, incapaz de negarlo. "Eso también. Y recuerda, Enzo,


nunca

me has visto ".


Él asintió, una comprensión pasó por sus ojos, y me pregunté por su
transformación.

Las amenazas de Rafe sin duda habían llamado su atención, pero yo estaba
segura,

que era la magia de la confianza de Berdi, la que lo había cambiado.

Solo tenía que rezar para que el cambio fuera duradero.

Nos escapamos, silenciosas como la noche, con cuidado de no despertar


ninguna

frontera.

*********

El empleado del comercio estaba feliz de vernos. Fuimos sus primeras


clientes del

día, y las únicas. Lo vi entrecerrar los ojos, tratando de mirar a través de la


cubierta

de gasa de la bufanda blanca, que cubría mi cara. Le pregunté si tenía algún


satén

rojo, y no trató de ocultar su sorpresa. La mayoría de las viudas pedirían telas


más

sombrías y respetuosas.

Natiya me sorprendió con su rápida explicación. “Mi tía desea hacer un tapiz
en

honor a su difunto esposo. El rojo era su color favorito”.

Agregué un sollozo rápido, y asentí por defecto.

En unos minutos estábamos en camino, con una yarda extra, regalada por el
simpático empleado.

Tuvimos una parada más. Lo que necesitaba allí, no se podía comprar con el
tipo

de moneda habitual. Solo esperaba tener el tipo que necesitaba.

CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

RAFE

Mi transición de soldado a rey había sido abrupta, y parecía que cada barón
de la

asamblea quería un pedazo de mi piel. Sabía que su bravuconería era una


postura

para asegurar mi oído y atención, lo cual les aseguré que tenían.

Los ocho oficiales del gabinete fueron los más exigentes, pero eran los que

trabajaban más estrechamente con mi padre. Me dieron la bienvenida, por

supuesto, pero detrás de cada bienvenida, vino una pregunta: ¿Dónde


estabas?. Y

una advertencia: La agitación es generalizada. Tomará tiempo sanar.

El médico de la corte, me ofreció el recordatorio más doloroso. Ambos


padres te

pidieron en sus lechos de muerte. Les prometí que venías en camino. No fui
el único

que ofreció falsas esperanzas, y mentiras oportunas, pero tuve poco tiempo
para

pensar en mi culpa.
Si no estaba en sesiones separadas con la asamblea, el gabinete, o la corte de

generales, estaba con todos a la vez. El general Draeger hablaba a menudo, y


siendo

el general gobernante de la capital, su voz se mantenía firme. Dío a conocer


sus

opiniones, un mensaje para mí tanto como para todos los demás, que estaba

vigilando de cerca. Su mano todavía estaba lista. Me iba a hacer pagar por mi

ausencia.

Todos sintieron la necesidad de probar a este rey no probado, pero como


Sven me

había aconsejado, escuché, pesé, actué. Pero no me empujarían. Era un baile


de

toma y daca, y cuando llegaban demasiado lejos, los interrumpía. Me acordé


de mi

baile con Lia, cuando ella no dio un paso atrás, su pie pisoteó, y se quedó
quieto.

Fue durante ese baile que supe que no sería empujada más. La estaba
perdiendo.

No, Rafe, no perder. Perdido. Ella se ha ido para siempre. Es lo mejor, me


recordé.

Tenía un reino problemático que necesitaba toda mi atención.

Cuando la corte de generales rechazó mi primera orden como rey, mantuve


mi

posición, y les hice saber que esta decisión no estaba bajo aviso. Se enviarían
refuerzos a todos los puestos fronterizos del norte, y las ciudades vulnerables

intermedias, y las tropas en los puestos avanzados del sur, se dividirían entre
las

fronteras oriental y occidental.

Se estaban gestando problemas, y hasta que supiéramos el alcance exacto de


los

mismos, era una precaución necesaria. Los barones protestaron, diciendo que

dejaría poca protección aquí en la capital.

"Pero primero tendrán que pasar las fronteras", les dije.

"Nuestras fronteras ya están bien fortificadas, según las evaluaciones de su


padre

y sus asesores", intervino el general Draeger. "¿Desorganizarías aún más el


reino

debido al reclamo de una chica poco confiable?".

La cámara quedó en silencio al instante. Poco confiable, arrancó de la lengua


del

general, con un centenar de matices insinuantes. Los rumores, y las preguntas

sobre la princesa, y mi relación con ella, seguramente habían corrido por la

asamblea como un incendio forestal. Sin duda sabían de mi amarga


separación

también. Esta era la primera vez que alguien se había atrevido a traerla. ¿Una

chica?. Como si ella fuera paja. Ligera y desechable. Era otro guante
derribado. Una
prueba de mi lealtad. Quizás incluso se rieran en secreto, si supieran que la
reclamé

como mi futura reina ante mis tropas. Al mirar los rostros que miraban los
míos, de

repente, me vi a través de los ojos de Lia, cómo había cuestionado algo que
ella

creía tan desesperadamente. Me vi como uno de ellos.

─ Rafe, ¿nunca has sentido algo profundo en tus entrañas?.

No mordería el anzuelo del general y traería a Lia en esto.

“Mi decisión se basa en lo que observé, general Draeger, y nada más. Mi


deber es

mantener a salvo a los ciudadanos de Dalbreck, y al reino. Hasta que


tengamos más

información, espero que mis órdenes se lleven a cabo de inmediato ".

El general se encogió de hombros, y la asamblea asintió de mala gana. Sentí


que

todos querían más de mí, que denunciara a Lia ante todos ellos, como otro
intruso

morrighese más en el que no se podía confiar. Querían que volviera a ser

completamente uno de los suyos.

Hubo una coronación apresurada, y finalmente se construyó la pira funeraria


de mi

padre. Había estado muerto durante semanas, su cuerpo preservado, y


envuelto,
hasta que fui encontrado, su muerte tenía que permanecer en secreto, y no
podía

recibir una liberación adecuada de los dioses.

Cuando levanté la antorcha, para encender su pira, me sentí extrañamente

inadecuado, como si hubiera entendido más a los dioses. Debí haber


escuchado

más. Sven no había sido fuerte en darme clases particulares de los reinos
celestiales.

La mayor parte de eso se le había dejado a Merrick, durante mis visitas poco

frecuentes a las charlas. Recordé a Lia preguntándome a qué dios rezaba. No


había

podido contestarle. ¿Tenían nombres?. Y según la tradición morrighese,


había

cuatro de ellos. Merrick me había enseñado que había tres que gobernaban
desde

un solo trono celestial, y cabalgaban a lomos de bestias feroces, mientras


vigilaban

las puertas del cielo, es decir, cuando no arrojaban estrellas a la tierra. Es por
los

dioses que Dalbreck es supremo. Somos el remanente favorito.

Observé cómo las llamas envolvían la cubierta de mi padre, la tela se


disolvía, la

yesca apilada, caía a su alrededor, para disfrazar las realidades de la muerte,


las

llamas estallaban más alto cuando un venerado soldado y rey, abandonaba un


mundo, y entraba en otro, todo un reino mirando, mirándome tanto como a la
pira.

El peso de cada mirada presionaba con expectación. Incluso ahora tenía que
ser un

ejemplo de fortaleza para todos, asegurandoles que la vida continuaría como


antes.

Me paré entre los altos pilares de Minnaub, un antiguo guerrero tallado en


piedra

a un lado de mí, y su caballo de guerra tallado en el otro, dos de una docena


de

monumentos esculpidos que custodiaban la plaza, centinelas de una historia

gloriosa, y una de muchas de las maravillas de Dalbreck, que había querido

mostrarle a Lia. Si ella hubiera venido.

Mi cara se calentó con el fuego, pero no retrocedí. Recordé a Lia diciéndome


que

Capseius era el dios de los agravios, a quien sacudí descaradamente el puño,

cuando estuve de vuelta en Terravin, y pensé que probablemente ahora me


estaba

mirando, riendo. Las llamas crepitaron y estallaron, silbando sus mensajes


secretos

al cielo. El humo negro se elevó, y se cernió sobre la plaza, y en lugar de


ofrecer

oraciones por los muertos, me arrodillé y se las ofrecí para vivir, y escuché
los

jadeos y susurros de los que me rodeaban, preguntándose cómo un rey


Dalbreck,

caía al suelo de rodillas.

Desde el funeral no habían pasado tres días, antes de que los oficiales del
gabinete,

los barones, u otros nobles, comenzaran a detenerse con sus hijas casables,

convenientemente, mientras dejaban mensajes insípidos, que podrían haber

esperado hasta nuestras reuniones de la asamblea. "¿Te acuerdas de mi hija,


no?".

Decían, y luego ofrecían una introducción, y un currículum, no muy sutil de


sus

virtudes. Gandry, el primer ministro y el consejero más cercano de mi padre,


me

vio poner los ojos en blanco, después que un barón se fue con su hija y me
dijo que

tenía que considerar seriamente el matrimonio, y rápidamente.

"Ayudaría a calmar las dudas, y agregaría estabilidad a su reinado".

"¿Todavía hay dudas?".

"Te fuiste durante meses sin decir nada".

Curiosamente, mi culpa por mi ausencia se había ido. Lamentarlo, sí, que no


había

estado aquí, cuando murieron mis padres, y la preocupación adicional, que


debió

haberles traído, pero había hecho lo que ningún rey, o general de Dalbreck,
había
hecho antes: Pisar el suelo de Venda, y vivir con su gente durante varias
semanas.

Me dio una comprensión única de las mentes, necesidades, y maquinaciones


de

Venda. Tal vez por eso sentía el apoyo de las tropas, si no de los niveles
superiores

de la corte.

Había dirigido una misión de cinco soldados que pudieron superar a miles.
De

alguna manera se sintió necesario, en lugar de imprudente, pero traducir ese

sentimiento en algo medible para que el gabinete y la asamblea lo apreciaran,


era

otra cuestión.

Cerré el libro de contabilidad en mi escritorio, y me froté los ojos. Los fondos


en la

tesorería, estaban en su punto más bajo. Tenía que hacer una gira con el
secretario

de comercio mañana, y reunirme con los principales comerciantes, y


agricultores,

en un esfuerzo por aumentar el comercio y las arcas. Observé la cubierta de


cuero

gastada del libro mayor. Algo más todavía giraba dentro de mí. O tal vez
fueran

muchas cosas, cada una tan débil, que no podía articular ninguna de ellas, y
se
movían en diferentes direcciones.

La oficina se cerró sobre mí, aparté la silla, y salí a la terraza. Todavía la


consideraba

la oficina de mi padre, y su presencia era evidente en cada rincón, recuerdos


de

una larga vida, y reinado. Estas habían sido sus salas de reunión, desde que
era un

niño. Recordé cuando me llamó para decirme que iría a vivir con Sven, en
unas

pocas semanas.

Tenía solo siete años, y apenas entendía lo que decía: Solo sabía que no
quería ir.

Tenía miedo. Sven fue invitado a reunirse conmigo, severo e imponente, y


nada

como mi padre. Conocerlo no ayudó a calmar mis temores, y luché por


contener

las lágrimas. Ahora, después de todos estos años, me preguntaba si mi padre


había

hecho lo mismo, cada uno de nosotros tratando de ser fuertes para el otro.

¿Cuántas decisiones difíciles tuvo que tomar, que nunca supe?. Era un
momento

raro para mí, estar solo. Todas las noches, las reuniones corrían hasta la hora
de la

cena. Me sentí menos como un rey, y más como un granjero acosado,


tratando de
llevar un campo de cerdos engrasados, sueltos a un corral. Me apoyé contra la

gruesa barandilla de piedra, sintiendo la brisa fresca revoloteando por mi


cabello.

La noche era viva, los pilares iluminados de Minnaub brillaban a lo lejos, la


capital

dormida, las mil estrellas del cielo parpadeando sobre la silueta oscura de la
ciudad.

La misma vista que mi padre había visto innumerables veces, cuando luchaba
con

las demandas de su corte, pero sus preocupaciones, habían sido diferentes a


las

mías.

¿Ya estaba ella allí?.

¿Ella está a salvo?.

Y entonces, inesperadamente, ¿tenía razón?.

¿Era eso lo que me fastidiaba?, Incluso en el puesto avanzado de Marabella,


el

coronel Bodeen, y los capitanes, habían dudado de su afirmación. En verdad,


no

había visto evidencia de un ejército masivo, ni en mis recorridos por la


ciudad con

Calantha y Ulrix, ni había oído hablar de él, en las charlas sueltas en Sanctum
Hall.

Pero había visto a la brigada de quinientos, que escoltaron a Lia a la ciudad.


Eso solo, había sido sorprendente e inesperado, pero podía haber sido la
totalidad

de su llamado ejército.

Excepto que estaban los diezmos. Había escuchado a los gobernadores


quejándose,

y aun así, se pusieron de acuerdo con ellos. ¿Era solo por miedo, o
expectativa de

recompensa?. No había duda que, como el Komizar, querían más. Lo había


visto en

sus ojos, cuando miraban el botín de los soldados Dalbretch asesinados.

Y luego estaba el matraz, un líquido extraño y poderoso, que había sido capaz
de

dañar un inmenso puente de hierro, con una sola explosión. Eso no encajaba
con

la imagen de una ciudad cruda y empobrecida. Un golpe de suerte, lo había


llamado

Hague, el resultado de la pobre artesanía de Venda. Tal vez. Había una


docena de

tal vez, ninguno era tan convincente que señalara lo imposible: Que un pobre
reino

bárbaro, había levantado un ejército, lo suficientemente poderoso para


aplastar a

todos los demás combinados. Ya había empujado los límites de la lógica con
la

asamblea cuando despaché tropas a puestos fronterizos.


Escuché la puerta de mi sala de reuniones, abrirse y cerrarse, y luego el
traqueteo

de una bandeja sobre mi escritorio. Sven siempre anticipaba lo que


necesitaba.

Pensé en todo el dolor que le había causado en nuestros primeros años juntos.

Todas las veces que le había pateado las espinillas, y había corrido, él me
había

recogido, y arrojado sobre su hombro, arrojándome al agua. Te estoy


preparando

para ser un rey, no un tonto, y patear a alguien, que puede aplastarte en un


abrir y

cerrar de ojos, es una locura. Me sumergió más de una vez. Su paciencia era
mayor

que la mía.

Mantuve mis ojos fijos en la ciudad, las siete cúpulas azules de la Chanterie,
apenas

visibles. Otro golpe. Una pila de papeles. Sven me traía un itinerario cada
noche,

para el día siguiente.

"Un día completo mañana", dijo.

Como eran todos ellos. Eso no era noticia. Esto se parecía más a la explosión
de un

martillo, que proclamaba otro día en la piedra.

Se unió a mí en la barandilla mirando a la ciudad. "Hermoso, ¿no?".


"Sí. Hermoso, "respondí.

"¿Pero?".

"Sin peros, Sven". No quería entrar en eso, la preocupación que no podía


dejar,

algo vago, que no se sentía bien en mis entrañas.

"Me temo que tendrás que meterte en una reunión más esta noche, que no
está

en el calendario".

“Muévelo a mañana. Ya es tarde.."

“Merrick tiene la información que querías. Estará aquí dentro de una hora ".

*******

Antes de que Merrick se sentara, incluso antes de que él entrara a mis


habitaciones,

sabía lo que diría, pero dejé que se desarrollara.

─Es verdad, Rafe. Cada palabra es verdad.

Aún mantenía la esperanza de un fraude, un engaño épico, escrito por una


mente

enferma en Morrighan. Después de las bromas y algunas explicaciones sobre


su

sorpresa, a la edad del documento, sacó la funda de cuero gastada de su


cartera y

me la devolvió, luego me entregó otro papel cubierto con sus letras perfectas.
La
traducción de un Erudito experimentado.

Merrick aceptó un pequeño vaso de los espíritus, que Sven le ofreció y se


recostó.

"¿Puedo preguntar dónde adquiriste esto?".

“Fue robado de una biblioteca en Morrighan. ¿Es genuino?.

El asintió.

"Es el documento más antiguo que he traducido. Al menos un par de miles de


años,

o más. El uso de las palabras es similar a dos documentos fechados en


nuestros

archivos, y el papel y la tinta son, sin duda, de otra época. Está en muy buena
forma

para su edad".

¿Pero decía lo que Lia afirmaba que hacía?.

Leí su traducción en voz alta. Con cada palabra y pasaje, escuché la voz de
Lia, en

lugar de la mía. Vi sus ojos preocupados. Sentí su mano apretando la mía,

esperanzada. Escuché los murmullos de los clanes en la plaza, escuchándola.

Palabra por palabra, era lo mismo que su traducción. Mi boca se secó

repentinamente, cuando llegué a los últimos versos, y me detuve para beber


un

poco del vino, que Sven me había servido.

Porque el Dragón conspirará,


Llevando sus muchas caras,

Engañando a los oprimidos, reuniendo a los malvados,

Blandiendo poder

como un dios imparable,

Implacable en su juicio,

Inquebrantable en su gobierno,

Un ladrón de sueños,

Un asesino de esperanza.

Hasta que llegue el que es más poderoso,

El que surgió de la miseria,

El que fue golpeado,

La que fue cazada,

La marcada con la garra y la vid,

La nombrada en secreto,

La que se llama Jezelia.

"Un nombre inusual", dijo Merrick. "Y si no recuerdo mal, también es el


nombre de

la princesa".

Levanté la vista de la página, preguntándome cómo lo sabía.

"Los documentos de matrimonio", explicó. "Los vi. Probablemente nunca


miraste,
¿verdad?”.

"No", dije en voz baja. Los había firmado e ignorado, tal como había
ignorado su

nota para mí. "¿Pero me han dicho que solo son balbuceos de una loca?".

Él frunció los labios como si lo estuviera pensando.

"Podría ser. Ciertamente son crípticos y extraños. No hay forma de saberlo


con

certeza. Pero es curioso que una loca pudiera describir, con precisión cosas
tan

específicas, hace miles de años. Y las breves notas de Morrighese que se


guardaron

con él, lo confirman, fue descubierto más de una década después del
nacimiento

de la princesa Arabella. Los primeros textos nómadas en el registro histórico


de

Dalbreck, sugerían algo similar, en un enunciado casi idéntico: De la intriga


de los

gobernantes, nacería la esperanza. Siempre supuse que significaba Breck,


pero tal

vez no”.

La firmeza de su mirada me dijo más que su comentario. Él creía cada


palabra. Sentí

un latido como una advertencia, la vibración que se arrastra por tus huesos
cuando

un caballo galopa hacia ti.


"Hay un poco más en la página siguiente".

Miré los papeles y barajé el de arriba. Habían dos versos más.

Traicionada por los suyos,

Golpeada y despreciada,

Ella expondrá a los impíos,

Pero el dragón de muchas caras

No conoce límites.

Y aunque la espera puede ser larga,

La promesa es genial

Para la que se llama Jezelia,

Cuya vida será sacrificada

Por la esperanza de salvar las suyas.

¿Sacrificada?.

Esta, Lia nunca la había compartido conmigo.

¿Lo había sabido todo el tiempo?.

La rabia me atravesó, y justo detrás de ella, destripandome el miedo.

Es verdad, Rafe. Cada palabra es verdad.

Me puse de pie, y caminé hacia un extremo de mi habitación, y volví de


nuevo,

dando vueltas alrededor de mi escritorio, golpeandome la cabeza, tratando de

darle sentido. ¿Traicionada por los suyos?. Golpeada y despreciada?.


Sacrificada?.

Maldita sea, Lia!. Maldita seas!.

Agarré el horario de mañana y lo tiré contra la pared, los papeles volando al


suelo.

Merrick se puso de pie. "Su Majestad, yo…"

Lo rocé, más allá de él. “¡Sven! ¡Quiero al general Draeger en mi habitación


a

primera hora de la mañana!.

"Creo que él ya tiene.."

"¡Aquí! ¡Al amanecer! ”Grité.

Sven sonrió. "Me ocuparé de eso".

CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

KADEN

Solía ir al mercado con mi madre. Aislado en la finca no podía ver gran parte
del

mundo, por lo que el mercado era un lugar maravilloso para mí. Viajabamos
por

este mismo camino, en el carro con el cocinero. Mi madre compraba


suministros,

para mis lecciones con mis medios hermanos: Papel, libros, tinta, y pequeñas
bolsas

de cáscaras confitadas, como recompensa por una semana de estudio


diligente.
Ella siempre compraba algo solo para mí. Pequeños y extraños obsequios que
me

fascinaban: Baratijas de los Antiguos, que no tenían ningún propósito o


significado

más, discos delgados y brillantes que atrapaban el sol, monedas marrones de

metales sin valor, adornos maltratados de sus carruajes. Ella me dijo que
imaginara

un mayor propósito. Los guardaba en un estante de la cabaña, atentamente,

atesoraba tesoros que mantenían mi imaginación, y me llevaban a lugares


más allá

de los terrenos de la finca, objetos que crecían maravillosos, y me ayudaban a

imaginar un propósito mayor, incluso para mí, hasta que un día mi hermano
mayor

se coló en la cabaña, y los robó todos. Lo atrapé justo cuando los tiraba por el
pozo.

Él quería que yo no tuviera nada. Menos de lo que ya tenia.

No fue la última vez que lloré. Un año después, mi madre murió. Menos fue
todo

lo que tuve, o fui. Incluso ahora. Yo no era nada. Un soldado sin reino, un
hijo sin

familia. Un hombre sin ...

El día que Lia y Rafe se habían separado, volvió a mis pensamientos, como
lo había

hecho tantas veces antes, como si faltara una pieza, algo que no entendía.
Cuando
dejó a Rafe para unirse a nosotros en el camino, su rostro era como una
escultura

de piedra, con mil grietas diminutas, una mirada ciega, los labios
entreabiertos,

congelados, de la misma manera que una estatua. En los últimos meses, pensé
que

Lia me había mirado, con todo lo que sus ojos podían contener: Odio,
ternura,

vergüenza, pena, venganza, y lo que pensé que podría ser amor. Pensé que
sabía

el idioma de Lia, pero nunca había visto la mirada que tenía en los ojos, el día
que

dejó a Rafe.

─Sí, es diferente entre nosotros. Siempre lo ha sido, Kaden, y si eres honesto

contigo mismo, siempre lo has sabido también ...

Ambos nos preocupamos por Venda y Morrighan ... No subestimes el vínculo


que

compartimos. Los grandes reinos se han construido sobre mucho menos.

Tal vez con Lia, menos podría ser más, el mayor propósito que mi madre
siempre

había esperado. Quizás menos podría ser suficiente.

********

El camino a la mansión estaba más lleno de árboles de lo que recordaba. Las


ramas
colgaban sobre mi cabeza, como un dosel retorcido. Por primera vez, me

preguntaba, si había recordado mal el camino. No podía imaginar al gran y

poderoso Lord Roché, viviendo en este sencillo y remoto camino. Nunca


había

vuelto.

Las amenazas del mendigo a un niño se habían alojado en algún lugar de mi


cráneo,

él te ahogará en un balde. Incluso una vez que fui el Asesino de Venda, el


que el

resto del Rahtan había temido, el recuerdo de esa amenaza, aún podía hacer
que

mi corazón latiera más rápido. Todavía lo hacía, cada cicatriz reapareció


como si

tuviera ocho años de nuevo. ¿Matarlo lo cambiaría?. Siempre pensé que lo


haría.

Tal vez hoy lo descubriría.

Y entonces lo vi, un vistazo de la piedra blanca a través de los árboles. No


había

olvidado el camino. Cuando me acerqué, vi que los terrenos habían caído en

desorden. Los verdes céspedes recortados eran solo rastrojos y tierra ahora, y
los

arbustos una vez esculpidos, estaban cubiertos de enredaderas. La extensa

mansión, situada lejos de la carretera, parecía descuidada y abandonada, pero


vi
un delgado rastro de humo que se elevaba, desde una de sus cinco chimeneas.

Alguien estaba ahí.

Di la vuelta para que nadie me viera, y primero fui a la cabaña que había
compartido

con mi madre. Una vez fue blanca también, pero la mayor parte de la pintura
se

había desprendido, hace mucho tiempo. No había duda de que estaba


deshabitada.

Las mismas vides que ahogaban los arbustos, se arrastraban sobre el porche,
y la

ventana delantera. Até mi caballo, y la puerta deformada cedió bajo mi


hombro.

Cuando entré, parecía más pequeño de lo que recordaba. Los muebles ya no

estaban, probablemente también se vendieron a mendigos, cosas desechables

como yo.

La cabaña era simplemente un casco polvoriento, que ahora no tenía rastro de


mi

madre, o la vida que tenía cuando era amado. Miré el hogar vacío, la repisa
vacía

encima, la habitación vacía que solía contener mi cama, el vacío que lo


impregnaba

todo. Me di la vuelta y salí. Necesitaba aire fresco.

Me apoyé en la barandilla del porche, mirando fijamente la tranquila


mansión, el
aroma a jazmín, fuerte en mi memoria. Me lo imaginé sentado en el interior,
en

una silla rígida con respaldo, con los pantalones bien planchados, un cubo de
agua

a su lado. Esperando. No podía ahogarme más. Salí del porche, y caminé


hacia la

parte este de la finca, permaneciendo fuera de la vista. Había un lugar donde


sabía

que encontraría a mi madre. Solo el sepulturero y mi padre, habían estado

presentes cuando la enterramos. Ni siquiera mis medios hermanos, a quienes


ella

había enseñado, y tratado amablemente, se molestaron en venir a decir


algunas

últimas palabras. No se había hecho ningún marcador para su tumba, así que

encontré las piedras más pesadas que podía cargar, y las puse como una
manta

sobre la tierra montada, uniéndolas hasta que mi padre me dijo que parara.

Busqué el montículo de piedras ahora, pero también se había ido. No había


nada

que marcara dónde yacía en la tierra, pero había otras tumbas no muy lejos,
dos

de las cuales tenían grandes lápidas cinceladas. Aparté las vides, con la
esperanza

de haber olvidado dónde estaba, y que una de esas fuera para ella. Tampoco
lo era.
Una era para mi hermano mayor. Había muerto solo unas semanas después de
que

me fuí. Mi madrastra, si podía llamarla así, había muerto un mes después.


¿Un

accidente?. Una fiebre?.

Volví a mirar a la casa, y al humo que se formaba en la chimenea. ¿Era


posible que

mi padre fuera un hombre enfermo, y quebrantado ahora?. Eso explicaría el


estado

de los terrenos de los que una vez, se había enorgullecido tanto. Mi otro
medio

hermano tendría ahora veintidós años, fuerte y capaz de defenderse, pero él

probablemente no me reconocería después de todos estos años. Me solté la


correa

de la vaina, sintiendo la posición del cuchillo a mi lado.

Era lo que el Komizar siempre había colgado delante de mí: Justicia, y algún
día

sería yo quien la haría. Caminé hacia la casa y llamé a la puerta. Escuché un


ruido

en el interior, algo golpeando, una llamada a alguien, y una maldición, y


finalmente

la puerta se abrió. La reconocí a pesar que su cabello se había vuelto blanco,


y tenía

el doble del tamaño que alguna vez había tenido. Era el señorío del ama de
llaves.
La recordaba, pellizcada y hecha de ángulos y nudillos afilados, que

frecuentemente golpeaban mi cabeza. Ahora era redonda y amplia. Una gran


olla

de hierro colgaba de su mano.

Ella me miró de reojo. "¿Yaaap?".

El sonido de su voz se arrastró sobre mi piel. Eso no había cambiado.

"Estoy aquí para ver a Lord Roché".

Ella rió. "¿Aquí?. ¿En qué roca te has estado escondiendo?. No ha estado
aquí en

años. No más que de paso, ahora que tiene su gran trabajo importante ".

¿Ido?. ¿Durante años?. No parecía posible. Mi recuerdo de él, hablando sobre


la

finca y el condado, estaba congelado aquí, y en todas mis imaginaciones


desde

entonces.

"¿Qué trabajo sería ese?", Pregunté.

Ella siseó entre dientes como si yo fuera un idiota ajeno.

"Está en la ciudadela trabajando para el rey. Uno de esos elegantes trabajos


de

gabinete. Ya no necesita este lugar. Apenas me tira una moneda para seguir
aquí.

Lástima da cómo se ve ahora”.

¿Está en Civica?. ¿Parte del gabinete del rey?.


"Espera un minuto", dijo el ama de llaves, acercándose y moviendo su dedo
hacia

mí. La incredulidad brilló en sus ojos.

"Se quien eres. Eres ese chico bastardo ".

En un instante, su desinterés se convirtió en odio. Su dedo me tocó el pecho,


pero

mi cabeza seguía tambaleándose con esta nueva información.

Mi padre estaba en Civica?. Un pensamiento mucho más mortal me agarró.


¿Lo

sabía el Komizar?. ¿Había adivinado quién era mi padre?. ¿Por eso mantenía
sus

fuentes tan ocultas?. ¿Había estado trabajando con el hombre que intenté
destruir

todo el tiempo?.

Me di vuelta para irme, pero el ama de llaves me agarró del brazo.

"¡Tú, y tu Don!", Gruñó ella. "Dijiste que la dama moriría de una muerte
horrible, y

ella lo hizo. Eres una pequeña bestia miserable ...”

Escuché un ruido detrás de mí y giré hacia él, sacando mi cuchillo al mismo


tiempo,

pero luego sentí una explosión en la parte posterior de la cabeza, y el mundo


se

derrumbó, cuando caí hacia adelante.

****
Cuando desperté, estaba encaramado sobre el pozo. Dos hombres me
abrazaban.

Un cordón me cortaba las manos, que estaban atadas a la espalda. El ama de


llaves

sonrió. "Aquí es donde murió el niño", dijo, "pero lo sabes, ¿no?. Ahoguado.

Alguien lo empujó. Sabemos que fuiste tú. Siempre lo odiaste. Celoso que
estabas.

La señora se volvió loca, muriendo lentamente día a día, y finalmente se


cortó las

muñecas un mes después. Una muerte lenta y horrible, tal como lo


predijiste”.

“Ver a su primogénito sacado de un pozo, completamente húmedo e


hinchado, fue

lo peor que le pudo haber pasado. Nada fue igual por aquí después de eso. No
para

ninguno de nosotros. Ahora es tu turno, chico ".

El mundo nadó frente a mí. Supuse que en lugar de sus nudillos, esta vez su
olla se

había encontrado con mi cráneo.

Ella asintió a los hombres que me sostenían. Era un pozo profundo. Una vez
que

me arrojaran, no habría escalada. Los hombres me levantaron por debajo de


mis

brazos, pero mis piernas aún estaban libres. Me sacudí el mareo, y los golpeé
a
ambos casi simultáneamente. Una de mis botas rompió una rótula, y apreté al
otro

hombre en la ingle. Cuando se dobló, mi rodilla le rompió el cuello. Me di la


vuelta,

agarrando mi cuchillo del lado del muerto, y corté el cordón detrás de mi


espalda.

El hombre con la rodilla aplastada, gritó de dolor pero cojeó hacia adelante,

golpeándome con su machete. Con un golpe de mi espada, su garganta quedó

abierta y cayó muerto, al lado del otro hombre. El ama de llaves me miró

horrorizada, y corrió hacia la casa.

Me palpitaba la cabeza y me agaché, tratando de orientarme, el mundo seguía

girando, luego corrí. No sabía cuánto tiempo había estado fuera. Tropecé con
mi

caballo, todavía atado detrás de la cabaña, el dolor me partía la cabeza en dos,


la

sangre me corría por el cuello, la espalda húmeda y pegajosa, y cabalgué,

esperando que Lia no se hubiera ido sin mí, , esperando no desmayarme antes
de

llegar a ella.

Conocía al menos a un traidor más, en el gabinete Morrighese, porque si


alguien

no tenía un concepto de lealtad, ese era mi padre.

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO


La llovizna caía ligeramente. Me acerqué la capa. El viento daba vueltas en
ráfagas,

un silbido en su voz. La niebla me picabs las mejillas, con mil susurros de

advertencia. Este era el principio o el final.

─El universo me cantó tu nombre. Simplemente lo canté de vuelta.

¿Durante cuántos siglos había circulado el nombre?. ¿Cuántos habían


escuchado y

se habían alejado? Incluso ahora, la elección seguía siendo mía. Podía


alejarme.

Esperar a que alguien más escuchara la llamada. De repente me golpeó la

enormidad de lo que tenía que hacer. Yo solo era la princesa Arabella, otra
vez

inadecuada, sin voz, y, quizás sobre todo, inoportuna. Pero el tiempo se


acababa.

Tenía que ser alguien. Presioné dos dedos en mis labios. Por Pauline, Berdi,

Gwyneth, mis hermanos. Para Walther, Greta, Aster. Levanté la mano, dando
vuelo

a mis oraciones. Y a Kaden. Déjalo vivir. Y Rafe. Deja ... Pero no había nada
que

pedir. Estaba donde necesitaba estar.

Los caballos pateaban detrás de mí, sus bufidos amortiguados en el aire


pesado.

Volví a mirar al padre Maguire, que esperaba junto a Natiya mi señal. Él


asintió, su
cabello empapado con la humedad, sus ojos fijos en los míos, como si
siempre

hubiera sabido que llegaría este momento.

─Hace diecisiete años, tenía en mis manos una pequeña niña. La alcé a los
dioses,

rezando por su protección y prometiéndole la mía. No soy un tonto. Cumplo


mis

promesas a los dioses, no a los hombres.

Su promesa a los dioses era una moneda que valía más que el oro para mí
ahora.

Contemplé mi antigua vida, desparramada por colinas y valles, en un mosaico


de

recuerdos: Las ruinas deformes, la bahía cubierta de blanco, la aguja


inclinada del

Golgota, las aldeas ubicadas fuera de las murallas de la ciudad, las calles del
pueblo,

las torres de la ciudadela, la abadía donde me iba a casar, el mismo lugar


donde un

joven sacerdote había alzado una niña a los dioses, y prometió su protección,

mientras que otros habían conspirado contra ella desde el principio.

Esta era Civica.

El corazón de Morrighan.

Estaba entrando en una ciudad que me injuriaba. Los guardias colocados a lo


largo
de las carreteras, estarían atentos a la princesa Arabella. ¿Pero una viuda
velada

que viaja con su pequeña hija, y está acompañada por un sacerdote?. No

sufriríamos mucho escrutinio.

"¿Crees que Kaden está muerto?", Preguntó Natiya.

"No", respondí por tercera vez. Natiya estaba traicionando lo que había
trabajado

tan duro para negar, incluso a sí misma. Entendí esa negación de los
sentimientos.

A veces era necesario.

"Él estará aquí", le aseguré.

Pero yo también me lo preguntaba. ¿Donde estaba el?.

Hace una semana, cuando no había aparecido en nuestro punto de encuentro


al

mediodía, rasqué la palabra, molino, en la tierra, y me fui. No tenía otra


opción.

Ahora que sabía que Pauline estaba en Civica, me preocupaba el peligro en el


que

se encontraba, a quién podría acudir en busca de ayuda, y que pudiera


subestimar

la ira de mi padre. También me preocupaban los mensajes que había enviado,


antes

de saber que ella y las demás estarían aquí. Sabía que agregarían un peligro

imprudente a la ciudad, ambos entregados por mensajeros de fuera de


Morrighan,

lo que los hacía imposibles de rastrear. El primer mensaje probablemente


habría

llegado hace unos días.

Estoy aquí.

Mirandote.

Sé lo que has hecho.

Teme.

—Jezelia.

Por supuesto, el Canciller lo leería primero, pero la noticia del mensaje, se

difundiría como la peste, entre sus conspiradores. Mi primera tarea era

simplemente entrar. Si pensaban que ya estaba en la ciudad, no estarían

observando los caminos que conducían a ella tan de cerca. Una vez que
estuviera

allí, había muchos lugares para esconderme. Conocía cada callejón oscuro, y
nicho.

El beneficio adicional que esperaba, era que las notas aumentarían la


ansiedad de

los traidores. Ahora no sería la única que cuidaría mi espalda, también


estarían

mirando nerviosamente por encima de sus hombros. Y las notas eran mi


marca

registrada, después de todo. Quería que pensaran que estaba tan segura, y sin
miedo como lo había estado cuando me fui, la nota hace meses en el cajón
oculto

del Erudito. Walther me había contado cómo los había enviado a una loca

búsqueda en la ciudadela, en busca de los libros que faltaban. Una búsqueda

descuidada. Incluso los criados lo habían notado. Esperaba que estas notas los

ayudaran a cometer errores estúpidos nuevamente. Tal como Walther lo había

notado, Bryn, y Regan, también lo harían. Necesitaba a los jugadores más


altos

expuestos, o al menos más visibles.

El segundo mensaje, probablemente llegaría cualquier día, iba dirigido al


Erudito.

He devuelto tus libros.

Espero que los encuentres, antes que alguien más.

Teme.

—Jezelia.

Saqué la bufanda de luto y me la ajusté sobre la cabeza y la cara. Ya estaba


bien

acolchada, para llenar la capa de Berdi y disfrazar mi forma.

"¿Estás lista?", Preguntó Natiya.

No tenía más remedio que estar lista.

"Sí", respondí.

Atravesamos la empinada ladera, y estábamos a punto de salir de un


bosquecillo

hacia la carretera cuando me sorprendió lo obvio.

Detuve mi caballo, mi cabeza palpitaba, las sombras de los árboles giraban a


mi

alrededor. ¿Cómo no había considerado esto antes?.

“Queridos dioses. Pauline está en Civica”.

Natiya se detuvo cerca de mí, alarmada.

"No entiendo. Ya lo sabías".

Pero estaba tan preocupada por su seguridad, que no lo había armado.

Mikael. ¿Y si él también estaba en Civica?. ¿Y si ella lo veía?. ¿Qué le haría


a ella?.

"¿Arabella?", Preguntó el padre Maguire detrás de mí.

Traté de quitar la preocupación de mi mente. Tal vez si tenía suerte, Mikael

realmente ya estaba muerto.

"No es nada", dije, y sacudí mis riendas, trotando en el camino a Civica.

Justo antes de la primera aldea periférica, había una barricada y un puesto de

control.

Dos soldados estaban deteniendo vagones y viajeros.

“¿Su razón para venir a la ciudad?”, Preguntó un soldado cuando nos tocó
pasar.

"Negocios en la abadía", respondió el padre Maguire.


Un soldado echó un vistazo superficial a nuestras bolsas, y otro me indicó la
cara.

"¿Su velo, señora?".

El sacerdote se enfureció de inmediato.

"¿Hemos llegado a esto?", Gritó, rodando los ojos hacia el cielo. "Puedo
responder

por esta viuda y su hija, como pueden los dioses! ¿No respetas el luto?.

El joven soldado estaba lo suficientemente avergonzado, para hacernos pasar.


No

hubo más puestos de control. Tal como había pensado, sospechaban que ya
estaba

dentro de las puertas de la ciudad. Mi primera nota había hecho el truco.

Cuando pasamos por la última aldea, y entramos en Civica, respiré aliviada.


Estaba

dentro. La primera tarea se había cumplido.

Desmontamos, y usé un bastón como disfraz adicional, mientras caminaba


por la

concurrida calle. Mi alivio fue momentáneo.

Solo unos minutos después, una charla reveló que el rey estaba gravemente

enfermo. Mis pasos vacilaron con esta revelación. Interrumpí a las dos
mujeres que

había escuchado, mientras inspeccionaban una calabaza regordeta, en una


esquina

del mercado, y busqué más información.


“¿Pero escuché que el rey solo tenía una dolencia pasajera menor?”.

Una de las mujeres gruñó y puso los ojos en blanco hacia su amiga, notando
con

desaprobación que estaba escuchando.

“Entonces escuchaste mal. Mi prima Sophie trabaja en la ciudadela, y dijo


que

vigilan".

La otra mujer sacudió la cabeza. "Y no vigilan por toser".

Asentí, y seguí adelante. Natiya y el padre Maguire me miraron con ojos


inquisitivos,

pero mantuve mi enfoque. El plan no había cambiado. Mucho.

Le di a Natiya mi caballo para que lo llevara al establo, y le dije que fuera a


la abadía

con el sacerdote, y completara la tarea que le había encomendado: Encontrar


a

Pauline. Debía ir a todas las posadas, y decir que tenía información para la
señora

que había preguntado por una partera. La enviarían a su encuentro, si no


había un

invitado con necesidades, o la llevarían a Pauline. Una vez que la encontrase,


debía

enviarla a ella y a las demás al estanque. Pauline sabría cuál.

Solo había uno que estaba abandonado. El padre Maguire asintió sobre la
cabeza
de Natiya. Me había hecho otra promesa: Proteger a Natiya, si los eventos se
salían

de mi control. Me fui a la ciudadela, con la cara cubierta y mis pasos tan


rápido

como me atreví. Dos dagas estaban ocultas debajo de mi capa. Traté de


ocultar una

espada, pero era demasiado voluminosa y no podía arriesgarme a la


detención.

Mi padre estaba sano cuando me fui. Sí, unas pocas libras extra, alrededor de
su

cintura, pero robusto. No pasé por alto que podía ser una trampa.
Probablemente

lo era. Pinta a la princesa. Apela a su lado sentimental. Si ese fuera el caso,


habían

jugado la carta equivocada. Ya no podía permitirme un lado sentimental.

Cuando doblé la esquina, y vi la ciudadela, la garganta se me apretó. Observé


los

escalones, donde había estado incontables veces con mi familia, esperando

impacientemente una procesión, ceremonia, o anuncio importante, siempre

escondida entre mis hermanos. La mano de mi padre descansando sobre mi

hombro, la mano de mi madre sobre Bryn, generalmente para mantenernos

quietos. Luché contra el impulso de subir corriendo las escaleras, llamar a


Bryn y

Regan, correr por el pasillo y saludar a mis tías, encontrar a mi madre, correr
a la
cocina por algo fresco del horno.

Ahora los guardias de la ciudadela, estaban colocados en el perímetro.


Aunque eran

entrenados en el campamento de soldados, sus uniformes tenían un marcado

contraste con el de los soldados. Los guardias llevaban botas negras muy
pulidas,

largas capas rojas, y cascos de metal batido. Más se quedaban atrás, en las
sombras

del pórtico, con sus alabardas cruzadas, en la entrada principal que me habían

ordenado usar el día de mi boda. Se me revolvió el estómago al recordar mis

frenéticos últimos minutos, saliendo por la puerta de los sirvientes, el


momento en

que el sol brilló en mis ojos y el día se partió en dos, creando el antes, y el
después,

de mi vida.

Ralentizando mis pasos, y encogiendo los hombros como una verdadera


viuda

afligida. Había comprado un ramillete en mi camino. Subí el centro de los


escalones,

y un guardia se adelantó para recibirme. Bajé la voz, agregando un ligero


acento

norteño.

"Por el rey", le dije, extendiéndole el ramillete, "junto con mis oraciones por
su
recuperación". Me quitó el pequeño ramo de flores. "Veré que lo recibe".

“¿Y el Príncipe Regan?” Agregué. “Mis oraciones por él también. ¿Se está

preparando para tomar el trono?”.

El guardia me lanzó un molesto ceño, pero rápidamente se corrigió. Era


viuda,

después de todo, y tal vez la viuda de un soldado.

“El Príncipe Regan está fuera atendiendo sus deberes, al igual que el Príncipe
Bryn.

El rey no está tan enfermo que nadie tenga que preocuparse por la sucesión ".

Una estratagema, tal como yo pensaba. No había vigilia. ¿Pero mis hermanos
lejos

de Civica?.

“¿Ambos príncipes están viajando?”, Pregunté.

"Asistiendo a los asuntos del reino, como dije". Su paciencia se había


terminado.

"Señora, tengo que volver a mi puesto".

Asenti. "Te bendigo, hijo".

En mi camino de regreso a la abadía, busqué un poco más, para averiguar


dónde

habían ido Bryn y Regan. Más guardias de la ciudadela, fácilmente divisados


por sus

largas capas rojas, estaban colocados en las esquinas de las calles y estaban
felices
de aceptar regalos de bollos dulces helados, de una vieja viuda doblada.
Ambos

príncipes, junto con sus escuadrones, habían ido a la Ciudad de los


Sacramentos.

No estaba lejos, solo unos pocos días de viaje, pero aún así mi espíritu se
hundió.

Los necesitaba, no solo como mis hermanos, que me respaldarían, sino como

soldados en los que podía confiar. Mientras me alejaba, me pareció extraño.


Los

miembros del gabinete, no los soldados, solían ser enviados por asuntos del
reino.

Cuando me acerqué a un grupo de soldados, reconocí a uno de ellos. Había


jugado

cartas con él, en una de mis escapadas nocturnas: Habíamos bromeado y


reído

juntos. Mi confianza aumentó, y audazmente descubrí más detalles sobre el

propósito de Bryn y Regan, de ir a la Ciudad de los Sacramentos. Me entere


que

debían dedicar una piedra conmemorativa para el príncipe heredero, y sus

camaradas caídos. El soldado dijo que su presencia era necesaria para calmar
las

dudas, sobre la lealtad familiar, que la traición de la princesa Arabella había

sembrado.

Otro de los soldados dijo: “Ella mató a su propio hermano, ¿sabes?. Hundió
la
espada en el pecho de su príncipe, Walther ".

Lo miré, incapaz de permanecer encorvada sobre mi bastón. "No, no lo


sabía".

Su absoluto desprecio sonó en mis oídos. "Su propio hermano”.

Sus camaradas hicieron eco de su odio.

La princesa Arabella era una traidora del peor tipo. Me alejé, aturdida,
tratando de

entender, cómo la terrible mentira del Komizar sobre mi decisión de casarme


con

él, podría transformarse en algo aún más feo. ¿Cómo podía alguien creer que

mataría a Walther?. Pero lo hacían, y abrigaban una repugnante repulsión


hacia mí.

Sentí las manos del Komizar arrastrándose por mis brazos, poseyéndome,

conociéndome, todavía jugando el juego desde lejos, siempre hay más para
tomar.

Sabiendo la mejor manera de deshacerme.

Se me subió el estómago a la garganta, y me agaché detrás de un puesto. Me

arranqué la bufanda, y me doblé, vomitando, probando el veneno del


Komizar.

Escupí y me limpié la boca. ¿Y si no fueran solo estos soldados los que


creían la

mentira?. ¿Y si todos lo hacían?. ¿Sí, incluso mis propios hermanos lo


hicieran?

Nunca convencería a nadie de nada.


CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

PAULINE

Les había dicho a Berdi y Gwyneth, que iría al cementerio para ver si Andrés
estaba

allí. Aunque había recibido poca información, mis visitas a él tampoco habían

causado ningún daño. Todo lo que había aprendido era que estaba tan
sorprendido,

por la muerte del soldado que había traído la noticia de la traición de Lia,
como

Bryn y Regan.

El soldado era un compañero cercano, y Andrés también lloró su muerte.


Cuando

le pregunté si los comentarios apresurados del soldado sobre Lia, antes de


morir

podrían haber sido malinterpretados, dijo que no sabía, pero que su padre, el

Viceregente, estaba angustiado por la noticia, y le resultaba difícil de creer.


Quería

ir a hablar con el Viceregente yo misma, pero recordé las palabras de Bryn.

─Mantente alejada de la ciudadela.

Lo haría un poco más, pero había algunas cosas que no podía posponer. Si
era

prudente o no, no importaba.

Con cada día que pasaba, me quemaba. Tenía que saber, de una forma u otra.
"Hola, Mikael".

Se detuvo a medio camino, en el estrecho callejón detrás del pub, una chica
con

hermosos rizos castaños, todavía aferrada a su brazo. La soltó y le dijo que

continuara, que la vería más tarde.

Me miró, mi rostro aún oculto en las sombras de mi capucha.

Pero él conocía mi voz.

"Pauline".

Al escuchar mi nombre en sus labios, sentí escalofríos en la columna


vertebral, cada

timbre de su voz, tan dulce y suave, como recordaba.

"No viniste", dije, apenas capaz de formar las palabras.

Dio un paso hacia mí y agarré la canasta que sostenía delante de mi vientre


con

más fuerza. Su expresión contenía preocupación y remordimiento.

“Tuve que volver a alistarme, Pauline. Necesitaba el dinero Mi familia.."

"Me dijiste que no tenías familia".

Hizo una pausa, mirando hacia abajo, pero solo brevemente, como
avergonzado.

"No me gusta hablar de ellos".

Mi corazón dio un vuelco. "Podrías haberme dicho".

Él cambió el tema de familia a nosotros.


"Te he extrañado muchísimo", dijo y dio otro paso hacia mí, extendiendo su
mano,

como si ya se hubiera olvidado de la chica de cabello castaño.

Dejé la canasta y aparté la capa de mis hombros.

"Yo también te he extrañado."

Se detuvo y miró mi vientre redondeado, el shock se registró en su expresión,


el

momento se alargó, hasta una respiración final, y luego una breve bocanada
de aire

escapó de su boca. Sus brazos que acababan de ser extendidos hacia mí,
doblados

cuidadosamente sobre su pecho.

"Felicitaciones", dijo, y luego con más cuidado, "¿quién es el padre?".

En esas pocas palabras, por un momento fugaz, no estaba viendo a Mikael en

absoluto, pero sí a Lia, su largo cabello despeinado, alrededor de sus


hombros, sus

ojos brillantes, sus respiraciones en tragos asustados, su voz tan frágil como
el hielo

de primavera.

─Está muerto, Pauline. Lo siento mucho, está muerto.

Mikael me miró, esperando una respuesta. Yo era virgen cuando me conoció.


Era

muy consciente que él, era el único. Sus labios se apretaron, y sus pupilas se
encogieron en cuentas afiladas. Pude ver sus pensamientos girando, suaves,

sedosos, ya renegociando lo que fuera que dijera.

"No es nadie a quien conozcas", respondí.

Su pecho se elevó en un aliento aliviado.

Y me di vuelta y me alejé.

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

Al final del día, Natiya todavía no había encontrado a Pauline. No había más
de una

docena de posadas en Civica, y Natiya afirmó que había ido a todas ellas.
Todas,

ella se encogió de hombros ante las preguntas. Según mis cálculos, la barriga
de

Pauline ya debería estar redonda, con un bebé de ocho meses; un posadero se


daría

cuenta de eso.

Mi mente se aceleró con algo que no había considerado.

¿Y si hubiera perdido al bebé?. Enzo no había mencionado su condición en


Terravin.

Y si…”

Y luego otra posibilidad.

¿Qué pasaría si no la pudieran encontrar, porque ya estaba en prisión?

"Te ves distraida", dijo el padre Maguire, mientras absorbía las noticias de
Natiya.
"¿Ya comiste?".

Sacudí la cabeza. Lo poco que había mordido, ahora estaba en una calle de
Civica.

Me sentó en la mesa, en una habitación no más grande que un armario.


Contenía

una mesa, una silla, un catre estrecho y un gancho simple en la pared. La sala
estaba

en los terrenos de la abadía, y estaba destinada a sacerdotes solteros, que


viajaban

cuando visitaban los archivos, y nada más. Natiya y yo no podríamos


quedarnos

aquí mucho tiempo. Llamaría la atención. Hoy había ido a la cabaña del
estanque

para ver si Kaden había aparecido, pero todavía no habían señales de él.
Dedos fríos

se apoderaban de mi columna."

Por favor, déjalo estar bien.

Descansé la cabeza en mis manos. Con la falta de éxito de Natiya ya


discutida, el

sacerdote me preguntó, cómo había ido mi día. Respondí en silencio y revisé


las

noticias en mi cabeza. Mi padre estaba enfermo, con una enfermedad

desconocida, provocada por la maldad de la traición de la princesa Arabella.

Nadie había visto a la reina desde que mi padre se enfermó, y de hecho, toda
la
corte de la reina se había recluido, lamentando la perdida de la compañía de

soldados. Ni siquiera pude llegar a mi tía Bernette. La ciudadela estaba


vigilada,

como si tuviera los últimos tesoros del continente. Mis hermanos, a quienes

necesitaba ver desesperadamente, estaban lejos, junto con los escuadrones


con

los que contaba para recibir apoyo. No se pudo encontrar a Pauline.

Se creía que el príncipe Walther, había sido asesinado por la mano, de su


traidora

hermana. Cerré los ojos. Era solo mi primer día aquí. Había venido,
ignorando

obstáculos, hasta que las mismas cosas que me condujeron, de repente me

debilitaron. Estaba atada a Civica, en formas que había desestimado. Sí,


sentía rabia

por los traidores en el gabinete, pero todavía había gente que me importaba, y
lo

que creían sobre mí, importaba: El panadero de la aldea, que siempre tenía
una

muestra caliemte para probar; el maestro de establos, que me enseñó a


preparar

un caballo; los soldados que sonreían cuando los ganaba a las cartas. Me
importaba

lo que ellos creyeran de mí. Recordé mi primer día en Sanctum Hall y al


Komizar

estudiándome desde lejos. Calculando. Nadie en el gabinete Morrighese me


conocía tan bien como él. Vi su mano orquestadora en esto. Apreté las
palmas de

mis manos contra los ojos, negándome a ceder, ante la desolación que
manaba de

mí.

─Esto no se ha acabado.

El padre Maguire colocó un cuenco tibio de caldo frente a mí, y forcé un


bocado de

pan con él. Walther estaba muerto. No podría cambiar eso, ni lo que la gente
creía

de mí.

“¿Te encargaste de los avisos?”, Pregunté.

El asintió. "Todo escrito y listo, pero un sello oficial ayudaría a la


credibilidad".

"Veré lo que puedo hacer."

“Sin embargo, tengo algunas dudas sobre el mensaje. Es arriesgado. Tal vez

nosotros .."

"Es un seguro. Por si acaso. Me hará ganar tiempo”.

"Pero.."

"Es el único anuncio que se consumirá más rápido que una jarra de cerveza
gratis".

Suspiró, pero asintió, y luego le di otra tarea. Le pedí que preguntara


discretamente,
y viera si habían desaparecido más Eruditos. Agarré mi capa del gancho,

examinando la costura oculta de Natiya en el forro interior. A la tenue luz del

crepúsculo, funcionaría. Podían pasar unos días, antes de que mis hermanos

regresaran de la Ciudad de los Sacramentos, y pudieran ayudarme, pero aún

quedaba trabajo por hacer.

***

La ciudadela era una gran estructura en expansión. Si la arquitectura de


Venda era

un vestido armado con trapos, entonces la arquitectura de Morrighan era un

vestido de trabajo, práctico y robusto, de puntadas contadas, y amplias


costuras

para la expansión.

Había crecido a lo largo de los siglos, al igual que el reino, pero a diferencia
del

Santuario, había crecido de manera más ordenada. Cuatro alas principales

irradiaban desde el gran salón original en su centro, y varias torres y


dependencias,

habían surgido en los terrenos a su alrededor. Los pasajes de conexión entre


las

alas, y otras estructuras crearon una multitud de esquinas y pasillos,


convenientes

para que una joven princesa se deslizara de las garras de sus tutores. Estaba

íntimamente familiarizada con cada cortina, armario, rincón, y repisa, en la


ciudadela, de una manera que solo un niño desesperado por la libertad puede
estar.

Y luego estaban los pasajes secretos, que nadie debía conocer, escapes

polvorientos y olvidados, construidos en tiempos más oscuros, pero mi ronda


me

había llevado a descubrirlos también.

El Erudito era muy consciente de mis habilidades, pero sus trampas para
atraparme,

en su mayor parte, habían sido patéticamente débiles. Las veía venir antes de
que

un tutor al acecho, pudiera agarrarme del hombro, antes de tropezar con un


hilo

de seda, con una campana de advertencia, antes que cualquier obstáculo que
se

cruzara en mi camino, pudiera retrasarme. Por lo menos, su persistencia había


sido

un desafío para mí, y contribuyó a mi sigilo. Se convirtió en un tutor


involuntario

de otro tipo.

Los jardines detrás de la ciudadela proporcionaban su propia forma, única, de

subterfugio. Mis hermanos y yo habíamos excavado pasajes en los setos


recortados,

algunos de los túneles tan grandes, que todos podíamos acurrucarnos en una
cueva

de tierra, y comer los dulces pasteles, que uno de nosotros había sacado de
los

hornos de la cocina. Utilicé una de esas guaridas ahora, esperando el


momento

correcto, luego hice florecer la oportunidad, lanzando una piedra


cuidadosamente

apuntada. Un susurro en la distancia. Cuando los guardias se volvieron hacia


el

ruido, me lancé a las sombras de una pasarela cubierta.

Estaba adentro. Desde aquí no podrían detenerme.

****

Había algo peligrosamente estimulante, en deslizarse por los pasillos. Incluso

cuando mi corazón latía con fuerza en mis oídos, cada sentido dentro de mí
estalló

en vida, alerta y brillante. Todo era familiar, los sonidos, los olores, pero
luego mi

conciencia fue repentinamente pinchada por otra cosa. Algo que tenía un
nombre

ahora. Se deslizó a mi lado, una bestia vestida con el aroma de la traición.


Sentí que

su vientre se ondulaba sobre mi piel. Escuché el latido de su corazón en las


paredes.

Capté su sabor, dulce y astuto, girando en el aire. Estaba arreglado, cómodo:


Había

estado aquí durante mucho tiempo. Y tenía hambre. Tal vez por eso siempre
había
preferido correr libremente con mis hermanos, en la apertura de los prados y
los

bosques. Lo había sentido, incluso cuando era niña, pero no tenía nombre
para eso.

Ahora las verdades me susurraban, traicionando los secretos y las


confabulaciones

de los culpables: Estaban aquí. Eran dueños de la ciudadela. De alguna


manera

tenía que recuperarla.

Me arrastré por el pasillo con los pies descalzos, abrazando las sombras,
caminando

detrás de los gabinetes y los rincones, cada vez que escuchaba pasos. Solo
había

cuatro celdas de prisión, habitaciones húmedas y seguras, en el nivel más


bajo de

la ciudadela, para aquellos a punto de sufrir el juicio del tribunal más alto.
Tan

pronto como vi que no había guardias en el pasillo que conducía a las celdas,
supe

que Pauline no estaba allí. Lo comprobé de todos modos, susurrando su


nombre

en la oscuridad, pero no hubo respuesta. Eso me trajo solo un alivio menor.


No

significaba que no estuviera detenida en otro lugar. Regresé al nivel superior,

merodeando hacia el tercer piso.


Miré por el oscuro pasillo del este, que albergaba las suites de la familia real.
La

enorme entrada arqueada, en la que nunca antes había pensado, me parecía


ahora

una boca abierta, y la enorme piedra blanca en su ápice, como una espada,
lista

para caer. Dos guardias estaban colocados en la entrada. Nadie iba o venía. El
ala

se había vuelto misteriosamente silenciosa. Era extraño que ni siquiera


hubiera

visto a la bulliciosa tía Cloris. Ella siempre se apresuraba a alguna parte,

generalmente con una queja sobre una tarea u otra, que no se realizaba

correctamente. Para ella, incluso el protocolo de duelo, tendría sus defectos.


Era

una mujer de tareas cotidianas, pero sin persistencia, sin risas, sin sueños.

Lamentablemente, ahora la entendía mejor. Tal vez el protocolo ya no le


importaba

tanto: El dolor era su propio capataz.

Seguí adelante y me dirigía hacia el pórtico, cuando escuché algo, más fuerte
que

el ritmo de la traición.

─Se esta muriendo.

Me detuve.

─Lo están matando.


Mi corazón se detuvo. ¿Matarlo?. Mis pensamientos saltaron inmediatamente
a

Rafe. ¿Se enfrentaba a un golpe de estado en casa?. ¿O era Kaden?. Seguía

desaparecido. ¿O era solo que los pasillos, que una vez caminé con Walther

activaron el recuerdo de verlo morir?. Forcé una respiración profunda y


constante.

Walther. No fuí la única que sufrió con su pérdida.

Sentí los muchos corazones que sangraban. Aunque sabía que tenía que
avanzar,

mis pies se movieron a otra parte, contra mi voluntad.

***

Me puse de pie en las sombras. Algo oscuro, con garras, y necesitado como
un

animal herido, se enroscó en mis entrañas. Observé a mi madre sacarse


alfileres de

su cabello, irritada por sus movimientos. Con el último alfiler, su sedoso


cabello

negro se derramó sobre sus hombros.

"Murió en la batalla", le dije. “Pensé que debías saberlo. Vi todo lo que


sucedío".

Su espalda se puso rígida.

“Su espada se levanto por Greta, cuando fue asesinado. Cavé su tumba y
canté las

bendiciones necesarias sobre su cuerpo, y de sus compañeros soldados.


Quería que

supieras. Tuvo un entierro adecuado. Me aseguré de que todos lo tuvieran. ”

Se giró lentamente para mirarme, y los dioses me ayudaran, en ese momento


todo

lo que quería hacer, era correr hacia sus brazos, y enterrar mi rostro en su
hombro.

Pero algo me detuvo. Ella me había mentido.

"Tengo el Don", le dije, "y sé lo que me hiciste".

Ella me miró, sus ojos brillaban, pero no se sorprendieron. Ella tragó saliva.

"No pareces sorprendida de verme, madre", le dije. "Casi como si alguien te


hubiera

dicho que estaba aquí".

Ella comenzó a caminar hacia mí. "Arabella".

“¡Lia!” Espeté, y extendí mi mano para detenerla. ¡Por una vez en tu vida,
llámame

por el nombre con el que me marcaste!. El nombre que conocías ...”

Y entonces, una figura más alta y oscura salió de su camerino. "Yo fue quien
le dijo

que estabas aquí. Recibí tu mensaje”. Era el Erudito.

Me tambaleé hacia atrás, aturdida.

“Tenemos que hablar, Arabella. No puedes ... ", dijo.

Desenvainé mi daga y miré a mi madre con incredulidad. El dolor me


apuñaló la
garganta.

"Por favor, no me digas que mientras estaba enterrando a mi hermano


asesinado,

y a sus camaradas, estuviste conspirando con el Erudito".

Ella sacudió la cabeza, frunciendo el ceño. “Pero lo estaba, Arabella. He


estado

conspirando con él durante años."

La puerta de su habitación se abrió, y entró un guardia. Miré entre el Erudito,


y mi

madre. ¿Una trampa?. El guardia inmediatamente nos miró a mí, y a mi daga,


y

desenvainó su espada, avanzando hacia mí. Huí por la ventana por la que
había

entrado, tropecé con la repisa, y casi me caigo al suelo. Mi visión estaba


borrosa

por las lágrimas, y mi camino bailaba frente a mí, como un puente de cuerda
flojo.

Corrí a lo largo de la repisa, confiando en mis pasos para encontrar piedras


sólidas,

sintiéndolas más que viéndolas. Escuché gritos en la ventana detrás de mí,


órdenes

gritadas. “Detenerla”, y el ruido de sus pasos, pero había elegido mi ventana


y mi

camino, con cuidado. En cuestión de segundos, desaparecí de su vista, y me


dirigí
al lado opuesto de la ciudadela.

No tenía mucho tiempo, pero la noche no había terminado. Especialmente no

ahora. Especialmente no con la miseria que me invadía. Las verdades


deseaban ser

conocidas, y era hora de que mi madre comenzara a decirlas, unas pocas


palabras

a la vez.

¿Quién mejor para influir en la gente, que Regheena, la venerada Primera


Hija de

la Casa de Morrighan?. La desesperación me hizo crecer dientes. Garras. Se

convirtió en un animal dentro de mí.

Eso no conocía límites.

Abrió mis pensamientos más oscuros

Dejándolos desplegarse como alas negras.

—Las palabras perdidas de Morrighan

CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

RAFE

El general llegó una hora tarde. Estaba escupiendo furia cuando finalmente
llegó,

pero vino con su pequeña hija a cuestas. Reprimí mis maldiciones, pero no mi
ira.

"Necesitamos hablar en privado".


"Ella es confiable".

"No es una cuestión de…"

Pasó junto a mí, caminando hacia mi escritorio.

“El coronel Haverstrom explicó sus peticiones”. Se volvió para mirarme.

"¿Se van tan pronto?. Parece que acabas de llegar aquí. Pensé que habíamos
tenido

esta conversación ya. Me parece recordar tu promesa de quedarte, ¿y ahora ya


has

cambiado de opinión?”.

Lo empujé contra una silla y casi la vuelco. Su hija tragó un aliento asustado,
y

retrocedió contra la pared.

"No pedí una cuenta de lo que hice, o dije, y estas no son solicitudes, general

Draeger. Son órdenes”.

Se acomodó en el asiento.

"Y las que me temo, no serán fáciles de cumplir. Quizás recuerde que fue por
su

insistencia, que las compañias en Falworth fueran enviadas a puestos


periféricos.

Nuestros recursos aquí en la capital están bastante dispersos. Además, ¿qué

pueden hacer cien hombres?".

"Para mis propósitos, mucho más que una brigada completa, que sería vista y
detenida en las fronteras".

"¿Todo por esta princesa?".

Sostuve mi puño a mi lado, prometiéndome a mí mismo, que no le rompería


la

mandíbula frente a su hija.

"No", dije con firmeza. “Por Dalbreck. Lo que sirve a Morrighan nos servirá
diez

veces más”.

“No tenemos alianza con ellos. Esto parece no ser más que una locura
impetuosa ".

“Su corte está en peligro. Si caen, nosotros también lo haremos”.

Se encogió de hombros, haciendo una demostración extravagante de su duda.

“Eso dices, y respeto tu posición como rey. Aún así, cien hombres equipados
según

tus especificaciones podrían tomar un tiempo. Requeriría mucho esfuerzo de


mi

parte”.

"Tienes hasta mañana por la mañana".

"Supongo que eso sería posible con la motivación adecuada". Sacó algunos
papeles

de su abrigo y los arrojó sobre mi escritorio. Solo tuve que mirarlos


brevemente. Le

devolví la mirada con incredulidad.


"Podría tener tu cabeza por esto". No era una amenaza inactiva.

"Sí, podrías", estuvo de acuerdo.

"Pero no lo harás. Porque soy el único que puede conseguirte lo que


necesitas, tan

rápido como lo deseas. Decapítame, y tendrás que acercarte a otras


guarniciones

mucho más lejos. Piénsalo. A pesar de la urgencia que reclamas, ¿realmente


tiene

tanto tiempo libre, Su Majestad?. Y todavía estás en terreno muy inestable.


Esto

agregaría estabilidad a tu reinado. Estoy pensando en el reino".

"El infierno del diablo. Eres un oportunista ambicioso que intenta abrirse
camino

hacia una posición de poder de una forma u otra ".

Miré a la niña, sus ojos muy abiertos por el terror. “¡Maldita sea, general!.
¡Es solo

una niña!".

"Tiene catorce años. ¿Seguramente puedes esperar hasta que sea mayor de

edad? .Y debes admitir que es una belleza”.

Miré a la chica encogida contra la pared.

"¿Estuviste de acuerdo con esto?" Rugí.

Ella asintió.

Me di la vuelta, sacudiendo la cabeza. "Esto es extorsión".


“Es negociación, Su Majestad, una práctica tan antigua como el reino, y una
en la

que tu padre estaba bien versado. Ahora, cuanto antes firmes los documentos,

antes se puede anunciar el compromiso, y puedo ejecutar tus órdenes”.

Lo fulminé con la mirada. Ejecutar, era una elección de palabra apropiada.


Me di

vuelta y salí de la habitación, porque todo lo que podía ver era su cuello
apretado

entre mis manos desnudas. Nunca había sentido que necesitaba el consejo

templado de Sven, más de lo que lo necesitaba ahora.

CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

PAULINE

Estaba de camino a la posada, la noche se acercaba, y estaba ciega a mi


camino,

porque la sonrisa de alivio de Mikael, seguía apareciendo en mi visión. Su


pregunta,

¿quién es el padre?. Se escuchaba en mi cabeza como una campana de vaca,

abrumando mis pensamientos. Pero entonces sentí algo. Sentí una presencia
tan

fuerte, como una mano en mi brazo, y alcé la vista. Era una pequeña figura

encaramada en lo alto del balcón del pórtico, con vistas a la plaza. El ribete
de satén

rojo real de su capa, brillaba a la luz tenue. La reina.


Me detuve, como algunos otros lo hicieron, la mayoría se apresuró a regresar
a sus

propios recuerdos, sorprendidos por la visión de la reina, sentada en la pared


de un

balcón. Fuera de las ceremonias oficiales, no podía recordar haberla visto


alguna

vez decir recuerdos en público, especialmente no encaramada tan


precariamente

en una balaustrada, pero ahora su voz se escuchaba inquietantemente sobre

nuestras cabezas, girando como el aire y deslizándose dentro de nosotros, con


la

misma facilidad. Rápidamente atrajo a más espectadores, y una quietud cayó


sobre

la plaza.

A veces parecía que sus palabras estaban más sollozadas, que cantadas, más

sentidas que dichas, y se me escabulleron con su entrega casual, algunas


frases

saltaron y otras se repitieron. Tal vez la angustia apresurada, fue lo que nos

mantuvo a todos sin aliento. Nada era de memoria, solo por su necesidad.

Cada palabra era cruda y verdadera, y la escuché de una manera nueva. Su


rostro

estaba oculto en las sombras de su capucha, pero la vi avanzar, limpiando lo


que

estaba segura, eran lágrimas. Y luego dijo recuerdos que nunca había
escuchado
antes.

“Reúnase, mis hermanos, y hermanas. Escuchen las palabras de la madre de


su

tierra. Escuchen las palabras de Morrighan, y sus parientes”.

"Érase una vez,

Hace mucho, mucho tiempo,

Siete estrellas fueron arrojadas desde el cielo.

Una para sacudir las montañas,

Una para batir los mares,

Una para ahogar el aire,

Y cuatro para poner a prueba los corazones de los hombres.

Sus corazones deben ser probados ahora.

Ábranlos a las verdades,

Para el enemigo externo,

Pero también el enemigo interno.

Hizo una pausa, ahogándose con sus palabras. El silencio apretó la plaza,
todos

esperando, hipnotizados, y luego continuó.

"Porqué el Dragón de muchas caras,

No habita más allá de la gran división,

Sino entre ustedes,


Guarden sus corazones, contra su astucia,

Sus hijos contra su sed,

Porque su avaricia no conoce límites,

Y así será,

Hermanas de mi corazón,

Hermanos de mi alma,

Familia de mi carne.

Por siempre.

Besó dos dedos, y los levantó hacia el cielo, una gran tristeza por su
movimiento.

"Por siempre", la multitud repitió.

Todavía estaba tratando de comprenderlo todo. ¿Las palabras de Morrighan y


sus

parientes?. ¿Siete estrellas?. ¿Un dragón?.

La reina se levantó y miró hacia atrás como si hubiera escuchado algo. Saltó
de la

pared y salió corriendo, desapareciendo en la oscuridad, tan fácilmente como


la

noche. Segundos después, las puertas del balcón se abrieron de golpe, y el


Capitán

de la Guardia salió al balcón vacío, con varios guardias. Fue entonces cuando
vi al

Canciller parado a unos pocos metros a mi derecha. Todavía estaba mirando


hacia

el balcón, tal vez tratando de entender, la inesperada aparición de la reina.

Me di vuelta, tirando de mi capucha, y me alejé apresuradamente, pero a


pesar del

peligro, algo me obligó a regresar a la noche siguiente.

La oración urgente de la reina, todavía se agitaba dentro de mí. De nuevo,


ella habló

justo cuando el velo de la oscuridad cayó, y esta vez, desde la torre este.

La noche siguiente, Berdi, y Gwyneth, vinieron conmigo. La reina estaba en


una

pared debajo de la torre occidental. Me preocupaba por ella, encaramada tan

insegura en las cornisas y los techos, y me preguntaba si su dolor la había


vuelto

temeraria. O enojada.

Ella dijo cosas que nunca había escuchado antes. La multitud creció, pero
fueron

sus inquietantes palabras, las que nos impulsaban a regresar. En la cuarta


noche, la

reina apareció en el campanario de la abadía.

─Abran sus corazones a la verdad.

"¿Estás segura que es la reina?", Preguntó Gwyneth.

Una duda persistente, que había merodeado detrás de mi esternón, fue


liberada
por su pregunta.

"Es imposible verla desde aquí", le respondí, aún tratando de descifrarlo,


"pero ella

usa la capa real".

"¿Qué pasa con su voz?".

Y esa era la parte extraña. Sí, su voz era como la de la reina, pero también era
una

voz, que parecía la de centenares que había conocido, un sonido intemporal,


como

el viento en los árboles. Me atravesó como si tuviera una verdad propia.

Gwyneth sacudió la cabeza. "Esa no es la reina allá arriba".

Entonces Berdi expresó lo imposible, lo que todas estábamos pensando.

"Es Lia".

Sabía que era verdad.

"Gracias a los dioses que está viva, ¿por qué se hace pasar por la reina?."

Gwyneth se preguntó en voz alta.

"Porque la reina es venerada", respondió Berdi. "¿Quién escucharía a la


criminal

más buscada en Morrighan?”.

"Y ella nos está preparando", les dije.

Pero preparándonos para qué, no lo sabía.

CAPITULO CINCUENTA
Solo una luna de medianoche daba contorno a la habitación. Gris tenue
definía las

líneas de la copa de peltre adornada en mi mano. La puse de nuevo en el


armario

de curiosidades, junto con otros recuerdos de años de servicio. Un medallón


de

Eislandia, una concha dorada de Gitos, un oso de jade esculpido de


Gastineux.

Fichas únicas de cada reino del continente, excepto, por supuesto, Venda, con

quien no había relaciones diplomáticas. Los deberes del Viceregente como


cónsul,

lo llevaron a muchos viajes largos. No lo había visto quejarse, pero el placer


que

expresaba al regresar a casa, había dicho mucho sobre las dificultades de su


viaje.

Cerré la puerta del armario, y me senté en una silla en la esquina. Esperando.


La

oscuridad ofrecía un consuelo tranquilo. Casi podía olvidar dónde estaba,


excepto

por la espada que estaba sobre mi regazo. Me estaba quedando sin opciones.
Se

estaba volviendo más difícil escabullirse por la ciudadela, y para la cuarta


noche,

tuve que cambiar a la abadía.

Los ciudadanos me encontraron allí. Sin duda, el gabinete también tendría


guardias
estacionados en la abadía esta noche. La primera noche que dije recuerdos
sobre

el pórtico, fue un milagro que me hubiera escapado. Ahora tenía más


cuidado, pero

esa noche fui imprudente, y estaba deshecha. Mi estómago se había retorcido


en

nudos.

Todo mi cuidado, las palabras planificadas, habían desaparecido.

Después de ver a mi madre con el Erudito, el dolor me atravesó como un


cuchillo

afilado, destrozando todo lo que esperaba: Una reunión llorosa. Una


explicación

largamente ganada. Un malentendido. Alguna cosa.

En cambio, encontré al Erudito, parado al lado de mi madre, y obtuve una


admisión

de conspiración, y un guardia que sacó su espada. Treinta segundos locos con


ella,

se convirtieron en una traición del peor tipo, y lo más doloroso y


desconcertante

de todo, fue que todavía me dolía por ella.

Escuché pasos en la cámara exterior. Ajusté mi agarre en la espada. No tenía


nada

que perder en esta reunión, y tal vez algo que ganar, por pequeño que fuera.
Ya

había buscado en las oficinas del Canciller y del Erudito, con la esperanza de
encontrar algún tipo de evidencia. Una carta. Cualquier cosa. Las
habitaciones

estaban sospechosamente, limpias y ordenadas, como si ya las hubieran


fregado, y

vaciado, de algo incriminatorio. Incluso busqué en las cenizas de los hogares,

sabiendo que así era como trataban de hacer desaparecer las cosas en el
pasado, y

encontré pequeños trozos de papel carbonizado, pero nada más.

La oficina del Viceregente estaba abarrotada, su escritorio era un mar de


papeles

ocupados, que clamaban por su atención, una carta a medio terminar al


ministro

de comercio, y algunas felicitaciones listas para su firma y sello. Nada había


sido

fregado aquí.

Los pasos se acercaron, y la puerta de la oficina se abrió, un triángulo


amarillo

iluminó brevemente el piso, antes de que se cerrara nuevamente. Cruzó la

habitación, sus pisadas ligeras, y un leve aroma la invadió. ¿Colonia?.

Me había olvidado de los olores, perfumados y mimados de la corte.

En Venda, el Consejo, olía principalmente a sudor y cerveza agria.

Escuché el suave silbido de la silla tapizada mientras se sentaba, y luego


encendió

una vela.
Aún no me veía.

"Hola, señor Viceregente".

Se sobresaltó y comenzó a ponerse de pie.

"No", dije suavemente pero con firmeza. "No lo hagas".

Salí a la luz para que él pudiera ver mi espada, descansando casualmente


sobre mi

hombro.

Miró el arma y volvió a su asiento, diciendo simplemente:

"Arabella".

Su expresión era solemne, pero su voz era baja, e incluso, queda, sin panico,
como

pensé que sería. El cronometrador habría estado dando vueltas en círculos, y

gritando, pero el Viceregente no era propenso a la histeria, como algunos en


el

gabinete. Nunca tenía prisa, nunca se apresuraba.

Me senté en la silla frente a él.

"¿Vas a apuntarme con esa cosa todo el tiempo?", Preguntó.

"No es puntiaguda. Créeme, si lo fuera, lo sabrías, y lo sentirías. De hecho, te


estoy

dando un poco de gracia. Siempre me gustaste más que los otros miembros
del

gabinete, pero eso no significa que no seas uno de ellos ".


"¿Uno de qué, Arabella?".

Traté de evaluar la inocencia de su respuesta. En este momento, no importaba


si

alguna vez había sido amable conmigo. Odiaba no poder arriesgarme incluso
con la

amabilidad. No podía confiar en nadie.

“¿Eres un traidor, Viceregente?”, Le pregunté. “¿Como el Canciller y el


Erudito?”.

"No estoy seguro de lo que estás diciendo".

“Traición, señor Viceregente. Traición a los niveles más altos. Creo que el
Canciller

se ha cansado de las bolas en sus dedos. Y quién sabe cuál es la participación


del

Erudito en esto. Una cosa si aprendí de nuestro querido Komizar, todo se


reduce al

poder, y un hambre insaciable por él”.

Le conté sobre los Eruditos Morrigheses en Venda, ayudando al brazo del


Komizar,

a construir un ejército masivo. Cuando le expliqué, observé cuidadosamente


sus

ojos, su rostro, sus manos. Todo lo que vi fue sorpresa e incredulidad, y

posiblemente un cierto nivel de miedo, como si estuviera loca.

Cuando terminé, él se recostó en su silla, su cabeza temblando ligeramente,


aún
absorbiendo todo lo que había dicho.

“¿Un ejército bárbaro?. ¿Académicos en Venda?. Esas son más bien ...
afirmaciones

fantásticas, Arabella. No sé qué hacer con ellas. No puedo ir al gabinete


armado

solo con acusaciones contra miembros estimados, especialmente de, lamento

decirlo, usted. Se reirían fuera del pasillo. ¿Tienes alguna evidencia?".

No quería admitir que no tenía ninguna. Pensé en Kaden, que en realidad


había

visto al ejército, a los Eruditos en las cavernas, y conocía íntimamente los


planes

del Komizar, pero la palabra de un asesino de Venda sería tan risible como la
mía.

"Puedo", respondí. "Y luego expondré al Dragón de muchas caras".

Me miró, la confusión arrugaba su frente.

"¿Un dragón?. ¿De qué estás hablando ahora?”.

No estaba familiarizado con la frase. O al menos, fingió no estarlo. Negué su

pregunta y me puse de pie.

"No te levantes, y esa no es una solicitud educada".

"¿Qué quieres de mí, Arabella?".

Lo miré, escudriñando cada ángulo de su rostro, cada aleteo de sus pestañas.

“Quiero que sepas que hay traidores en tu medio, y si eres uno de ellos,
pagarás.
Pagarás tan caro como lo hizo mi hermano. Yo no fui quien lo mató. Fueron
esos

tontos que conspiraron con el Komizar”.

Él frunció el ceño. “Los tontos conspiradores otra vez. Si existen, como usted
afirma,

han logrado ocultarse de mí, así que tal vez no sean tan tontos como cree ".

"Confía en mí", le dije, "no son ni la mitad de astutos que el Komizar, ni la


mitad de

inteligentes. Son tontos al creer que mantendra cualquier acuerdo que hayan

alcanzado con él. El Komizar no comparte nada, y menos aún, el poder. Lo


que sea

que haya prometido, y supongo que es el trono de Morrighan, nunca lo verán.


Una

vez que los use para sus propósitos, ya están listos. Como todos nosotros”.

Me giré para irme, pero él se inclinó rápidamente hacia adelante, la luz de las
velas

iluminaban un mechón rubio que caía sobre su frente. Sus ojos eran serios.

"¡Espera!. Por favor, Arabella, quédate. Déjame ayudar. Lamento no haberte

defendido más vigorosamente. También he cometido errores en el pasado, de


los

que me arrepiento profundamente "."Estoy seguro de que podemos arreglar


esto

si ..."

"No", dije, levantando mi espada. El olor volvió a flotar, un aleteo tan débil
que

apenas estaba allí, pero me inquietó de una manera muy distante. Era jazmín.
El

pensamiento se enterró más profundamente. Jazmín. En el mismo aliento, vi


a un

niño pequeño, aferrado a los pantalones de su padre, suplicando quedarse.

Jabón de jazmín

Me sacudió lo imposible. Miré boquiabierta al Viceregente, mirandolo como


si me

encontrara con él por primera vez. Su cabello rubio blanco. Sus tranquilos
ojos

marrones. El suave temblor de su voz flotando en mi cabeza. Y luego otra


voz de un

timbre similar.

─Yo era un hijo bastardo nacido de un señor noble.

Mi aliento se congeló en mis pulmones.

¿Cómo nunca lo había visto antes?. ¿Cómo no lo había asociado antes?.

El Viceregente era el padre de Kaden, un hombre tan cruel como el Komizar,


golpeó

a su hijo y lo vendió a extraños por un cobre. Me miró, esperando,


esperanzado.

¿Pero.. Era un traidor?.

─También cometí errores en el pasado, de los que me arrepiento


profundamente.
La preocupación pasó por sus ojos. ¿Preocupado por mí?.

¿O se preocupa por que haya descubierto su secreto?.

"¿Por qué habría de confiar en un hombre que arrojó a su hijo de ocho años,
como

un pedazo de basura?".

Sus ojos se abrieron. "Kaden?. ¿Kaden está vivo?”.

“Sí, vivo y todavía muy cicatrizado. Nunca se ha curado de tu traición”.

"Yo ..." Su cara se arrugó como si estuviera abrumado, y se inclinó hacia


adelante,

con la cabeza apoyada en sus manos. Murmuró en voz baja para sí mismo.

Dijo: "Lo busqué durante años. Sabía que había cometido un error en el
momento

en que lo hice, pero no pude encontrarlo. Supuse que estaba muerto.”

"¿Lo buscó después de venderlo por un cobre a extraños?".

Levantó la vista, con los ojos húmedos.

“¡No hice tal cosa!. ¿Es eso lo que te dijo?”. Se recostó en su silla, luciendo
débil y

agotado.

"No debería sorprenderme. Era un niño afligido que acababa de perder a su


madre.

Quise retirar esa decisión cientos de veces, pero también estaba afligido".

"¿Y qué decisión fue esa?".


Sus ojos se cerraron como si un doloroso recuerdo lo atormentara.

“Estaba atrapado en un matrimonio sin amor. No quise que sucediera la


aventura

con Cataryn, pero sucedió. Mi esposa toleró el arreglo lo suficientemente


bien,

porque ella no tenía ningún uso para mí, y Cataryn era buena con nuestros
hijos,

pero después que Cataryn muriera, no tenía parte en Kaden. Cuando intenté

trasladarlo a nuestra casa, ella lo golpeó con furia. No sabía qué más hacer.
Por su

propio bien, me puse en contacto con el único pariente de Cataryn, un tío


distante

que aceptó acogerlo”.

“Yo fui quien le dio dinero para el cuidado de Kaden. Cuando fui a visitar a
Kaden,

el tío y su familia ya no estaban ”.

"Esa es una historia muy diferente a la que cuenta Kaden".

“¿Qué más puedes esperar, Arabella?. Tenía solo ocho años. En solo unos
días, su

mundo se puso patas arriba: Su madre murió y su padre lo envió a vivir con

extraños”. “¿Donde esta el? ¿Aquí?".

Incluso si hubiera sabido dónde estaba Kaden, aún no se lo habría revelado al

Viceregente. "La última vez que lo vi, estaba en Venda, cómplice del
Komizar".
La incredulidad brilló en sus ojos, y me fui antes de que pudiera hacerme otra

pregunta.

CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

Paseé por la cabaña del cuidador, al borde del estanque, escuchando la lluvia.
Ya

había avivado el fuego, y limpiado los escasos muebles que la llenaban: Una
mesa

maltratada, tres sillas desvencijadas, un taburete, un balancín al que le faltaba


un

brazo, y el marco de madera de una cama, todavía resistente, pero su colchón

estaba comido por ratones hace mucho tiempo.

La cabaña, y el molino que se encontraba frente a ella, al otro lado del


estanque,

fueron abandonados hace décadas, por un estanque más grande y profundo, al

este de Civica. Solo las ranas toro, las libélulas y los mapaches, visitaban
aquí ahora,

y en ocasiones jóvenes príncipes, y una princesa, que huían del escrutinio de


la

corte. Nuestros nombres estaban tallados en el amplio marco de la puerta,


junto

con los de docenas de otros niños del pueblo, al menos aquellos lo


suficientemente

valientes, como para aventurarse aquí. Se decía que era perseguida por los

Antiguos. Bryn y yo podríamos haber tenido algo que ver con ese rumor.
Supongo

que la queríamos toda para nosotros. Incluso el nombre de mi padre estaba


tallado

aquí. Branson. Pasé los dedos sobre las letras ásperas.

Era difícil imaginar que alguna vez había sido una niña despreocupada,
corriendo

por el bosque, y me pregunté por la forma en que todos cambiamos, todas las

fuerzas externas que presionan y moldean, y nos empujan hacia personas y


cosas,

que no habíamos planeado ser. Tal vez sucedió tan gradualmente que cuando
nos

dimos cuenta, era demasiado tarde para ser otra cosa. Como el Komizar.
Reginaus.

Un niño y su nombre desaparecieron. Toqué mi nombre en el bosque, las


líneas

torcidas, pero profundas. LIA.

Saqué mi cuchillo, y apreté cuatro letras más, delante de él. JEZE. Y me


preguntaba,

en quién me había convertido, alguien que nunca había planeado ser. El


nombre

de Pauline no estaba tallado en el bosque, y que yo sepa, ella nunca había


estado

aquí. Cuando llegó a Civica, la cabaña había perdido parte de su magia para
mí, y

para mis hermanos, y rara vez veníamos. Además, tales andanzas estaban
fuera de

los límites, y Pauline seguía el protocolo de la corte de la reina al pie de la


letra,

bueno, casi al pie de la letra, hasta que conoció a Mikael.

¿Donde estaba ella?. ¿Natiya había entendido mal, o hablado con la persona

equivocada?. ¿Quizás la lluvia la había retrasado?. Pero era solo una lluvia
ligera, y

estábamos acostumbrados a eso en Civica.

Hoy, cuando regresé a mi habitación, mi mente todavía estaba


tambaleándose, con

mi revelación nocturna. El Viceregente parecía nuestra mejor posibilidad, que

alguien confiara en el gabinete. Había tratado de comprobar su veracidad, y


todo

lo que había dicho parecía genuino, incluso su afirmación acerca de los

arrepentimientos profundos.

¿Era posible que hubiera cambiado, en los once años desde que echó a
Kaden?

Once años era mucho tiempo. Había cambiado en mucho menos. También
Kaden.

El Viceregente ya estaba en una alta posición de poder, segundo al mando de


mi

padre. ¿Qué más tendría que ganar?.

Estaba tan ocupada con estos pensamientos, que Natiya tuvo que agarrarme
de los
brazos y sacudirme, y luego repetir sus noticias. Ella afirmó que había
encontrado

a Pauline. Dijo que la cabeza de Pauline estaba inclinada y tapada, para que
no

pudiera ver su cabello, pero que conocía un vientre embarazado cuando veía
uno,

y Natiya la había perseguido, justo afuera de la puerta del cementerio.


Cuando

estuvo lo suficientemente cerca, Natiya la llamó por su nombre. Pauline


parecía

temerosa, pero aceptó venir.

Recé para que no me tuviera miedo. Seguramente no podía creer las mentiras.
O

tal vez, solo estaba siendo cautelosa. Ella no conocía a Natiya, y tal vez
sospechara

de una trampa. Pero ella sabía, que el molino había sido una vez, mi guarida
favorita.

Un extraño no lo habría sugerido. Tal vez Berdi, y Gwyneth, la habían


retrasado.

Gwyneth sospechaba de todo, y aquí en Civica, con razón. Debería tomar eso
como

una buena señal.

Aún así, mi ansiedad crecía. Caminé por la cabaña, y finalmente saqué una
silla y

me senté, mirando a la puerta, mis manos amasando mis muslos. Poco a


poco, fui
perdiendo todo. Si también perdiera a Pauline, no estaba segura qué haría.
¿Qué

pasaría si ella?..

El pomo se sacudió, y la puerta se abrió con precaución, su único crujido fue


el

sonido. Como una idea de último momento, puse mi mano en mi daga, luego

Pauline entró, su cabello goteaba en mechones mojados, sus mejillas


sonrojadas,

brillando con la lluvia. Nuestras miradas se encontraron, y sus ojos me


dijeron lo

que temía. Ella sabía. Había una nitidez condenatoria en ellos, que nunca
había

visto antes. Mi estómago flotaba, incluso cuando mi corazón se hundió.

"Deberías haberme dicho, Lia", dijo. "¡Debiste decírmelo!. Podría haber


lidiado con

eso. Ni siquiera me diste una oportunidad".

Asentí, las palabras atrapadas en mi garganta. Ella tenía razón.

"Tenía miedo, Pauline. Pensé que podía enterrar la verdad y hacer que

desapareciera. Estaba equivocada."

Dio un paso hacia mí, vacilante al principio, luego en serio, abrazándome,


con un

feroz apretón. Enojada . Sus puños se enroscaron en mi ropa, exigiendo,


temblando,

y luego se inclinó hacia mí, sollozando.


"Estas viva," ella lloró en mi hombro. "Estás viva".

Mi pecho se sacudió y lloré con ella, los meses y las mentiras entre nosotras,

desaparecieron.

Me contó lo asustada que había estado, la agonía de esperar sin decir una
palabra,

y el alivio que sintió cuando me vio personificar a la reina. Ella, Berdi, y


Gwyneth,

me habían estado buscando discretamente desde entonces.

“Te amo, Lia. Eres mi hermana, por los dioses, una hermana tan verdadera
como

una de sangre. Sabía que lo que decían sobre ti eran mentiras”.

No estaba segura de quién sostenía a quién, cada una de nosotras pesada en


los

brazos de la otra, nuestras mejillas húmedas una contra la otra.

"¿Mis hermanos?".

"Bryn y Regan están bien, pero preocupados por ti".

Ahora eran mis puños los que se enroscaban en su ropa, y contuve las
lágrimas,

cuando ella me dijo, que tampoco habían dejado de creer en mí. Habían
hecho

muchas preguntas tratando de llegar a la verdad, y prometieron que tan


pronto

como regresaran, la encontrarían. Dijo que Berdi, y Gwyneth, estaban aquí


con ella
y me dijo dónde se alojaban. Ahora entendí por qué Natiya no había podido

encontrarlas. Era una pequeña taberna en un callejón, que dejaba habitaciones

encima de la tienda. La recordé No había señal. Tenías que saber que estaba
allí.

Sin duda, Gwyneth había encontrado esa.

Finalmente di un paso atrás y me limpié las mejillas, examinando su


circunferencia.

"¿Y estás bien?".

Ella asintió y se pasó la mano por el vientre.

"Vi a Mikael hace semanas, pero solo tuve el coraje de enfrentarlo


recientemente".

Una sonrisa agridulce arrugó sus ojos, y nos sentamos a la mesa.

Ella habló sobre él, recordando sus sueños para el futuro, que ella pensó que

también habían sido sus sueños, todas las veces que se tomaron de la mano,

hablaron, planearon, y se besaron.

Repasó los recuerdos, y los detalles, como si fueran pétalos de flores que
estuviera

arrancando, uno a la vez, y luego los dejara ir al viento.

Escuché, parte de mí se quebró.

"Nunca será el padre de este niño", dijo finalmente.

Me dijo con tranquila resignación sobre las chicas en su brazo, su negación, y


todas
las dudas que había escondido cuidadosamente, que cobraban vida ante sus
ojos

cuando hablaron.

“Sabía cómo era, cuando lo conocí. Pensé que era esa chica lo
suficientemente

especial, como para cambiarlo. Fui una tonta feliz viviendo en una fantasía.
Ya no

soy esa chica ".

Vi el cambio en ella. Era diferente. Sobria. Los sueños que había tenido,
fueron

barridos de sus ojos. Vi todas las razones por las que le había mentido,
pensando

que si su fantasía se mantenía viva, tal vez la mía también podría hacerlo.

“Nunca fuiste una tonta, Pauline. Tus sueños dieron vuelo a los míos”.

Presionó la mano contra su espalda, como si tratara de contrarrestar el peso


del

bebé tirando de su columna. "Tengo diferentes aspiraciones ahora".

"Todos las tenemos", respondí, sintiendo el tirón de los sueños perdidos.

Ella frunció. "Te refieres a Rafe". Asentí.

"Se apareció en la posada de Berdi buscándote. Cuando le conté sobre Kaden,

comenzó a dar órdenes, diciendo que vendrían más hombres a ayudar, y lo


hicieron,

pero ninguno de ellos regresó. Al principio temí que les hubiera pasado algo,
luego
me pregunté si nos había engañado como Kaden. Berdi supuso que Rafe no
era

realmente un granjero, lo que solo alimentó mis preocupaciones, que no se


podía

confiar en él ".

“Berdi tenía razón. Rafe no era agricultor", le dije. "Era un soldado, y


también, el

Príncipe Jaxon de Dalbreck, el prometido que dejé en el altar".

Me miró como si hubiera perdido la cabeza en Venda.

"Pero ya no es un príncipe", añadí. "Ahora es el rey de Dalbreck".

"¿Príncipe?. ¿Rey?. Nada de esto tiene sentido."

"Lo sé", dije. "No lo hace. Dejame empezar por el principio."

Traté de contarle todo en el orden en que sucedió, pero muy rápidamente me

interrumpió. ¿Kaden te puso una capucha sobre la cabeza?. ¿Luego te arrastró


por

todo el Cam Lanteux?. Vi el odio que Kaden había temido que ella abrigara,
en sus

ojos.

"Sí, lo hizo, pero ..."

"No entiendo cómo pudo compartir una fiesta sagrada con nosotras, en la
mesa de

Berdi en un momento, y amenazar con matarnos a las dos en el siguiente.


¿Cómo
podría él ...?

Las dos nos congelamos. Escuchamos el ruido de un caballo. Me llevé el


dedo a los

labios. "¿Cabalgaste aquí?". Susurré.

Ella sacudió su cabeza. Yo tampoco. Era una caminata corta, y era más fácil

deslizarse por el bosque sin ser visto a pie.

“¿Podría alguien haberte seguido?”.

Abrió mucho los ojos, y me sorprendió verla sacar un cuchillo. Nunca había
llevado

uno antes. Saqué el mío también.

Fuertes pisadas rasparon los escalones de piedra, fuera de la puerta. Pauline y


yo

nos pusimos de pie, y luego se abrió la puerta.

CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

KADEN

Saqué la espada antes de verla. Pasó por mi lado, cortándome el hombro,


justo

cuando la golpeé contra la pared. Y luego vi que era Pauline.

Lia nos estaba gritando a los dos.

“¡Suelta el cuchillo, Pauline!. ¡Déjalo caer!”. “Kaden!. ¡Déjala ir!".

El cuchillo todavía estaba firme en su agarre, su mano se tensó contra la mía.

"¡Alto!" Grité.
Ella se enfureció. "¡No esta vez, bárbaro!".

Sentí el aguijón donde el cuchillo me había cortado, y el calor de la sangre


que se

extendía por mi hombro.

"¿Que pasa contigo?. ¡Podrías haberme matado!”.

Sus ojos no tenían ninguna disculpa, solo odio, que no creía que fuera posible
que

Pauline poseyera.

"¡Alto!", Dijo Lia con firmeza, y sacó el cuchillo de la mano de Pauline.

Asintió para que dejara ir a Pauline.

Me arriesgué y la solté, moviéndome fuera de su alcance, esperando que ella

viniera a mí otra vez. Lia se interpuso entre nosotros.

"Le dije que viniera, Pauline", dijo. "Él está aquí para ayudar. Podemos
confiar en

él”.

Pero Pauline estaba furiosa y todavía no escuchaba.

“¡Nos has mentido!. Te tratamos con nada más que amabilidad y luego ...”

Lia continuaba tratando de explicar, y calmar a Pauline.

Me quedé allí, sin saber qué decir, porque cada palabra que me lanzaba, era
cierta,

verdadera como siempre lo era Pauline. Había cambiado su amabilidad y


confianza.
"¡Ha cambiado, Pauline! ¡Tienes que detenerte, y escucharme!.”

Me miró fijamente, sus ojos como de cristal, su pecho agitado, y de repente


se

dobló, agarrándose el estómago.

Lia agarró el brazo de Pauline para estabilizarla. El agua se filtró al suelo


alrededor

de sus pies. Pauline gimió y luego se apreto, con un espasmo más fuerte.

Corrí hacia su otro lado, y Lia y yo evitamos que se cayera.

Incluso en su dolor, ella trató de liberarse de mí.

"La cama!" Gritó Lia.

Tomé a Pauline en mis brazos, y la llevé al marco de madera desnudo, en la


esquina.

"¡Obtén el saco de mi caballo!".

Lia salió corriendo por la puerta, y Pauline me ordenó que la bajara.

"Lo haré", dije. "Créeme, nada me dará mayor placer, tan pronto como Lia
regrese".

Lia regresó en segundos, sacudiendo el rollo, y puse a Pauline encima.

"No puede ser el momento", le dijo Lia a Pauline. "Todavía te queda un mes".

Pauline sacudió la cabeza. "Es la hora."

Lia miró el vientre hinchado de Pauline, sin tratar de ocultar su alarma.

"No sé nada de esto. Nunca he ... Su mirada se disparó hacia mí.

"Tu si.."
"¡No!". Dije, sacudiendo la cabeza. "Yo no. Nunca lo he hecho tampoco. He
visto a

caballos ...”

"¡No soy un caballo!", Gritó Pauline. Se inclinó hacia adelante en otro


espasmo.

"Berdi", gimió. "Ve a buscar a Berdi".

Me dirigí hacia la puerta. "Dime donde…"

"No", dijo Lia, interrumpiéndome. Berdi nunca vendría contigo, y puedo

encontrarla más rápido. Quédate aquí."

Pauline y yo protestamos.

"¡No hay otra opción!", Espetó Lia. "¡Permanece aquí!. ¡Mantenla cómoda!.
¡Ya

vuelvo! ".

Se fue, cerrando la puerta detrás de ella.

Miré fijamente a la puerta, no queriendo volverme y mirar a Pauline.

Los bebés llevaban horas, me dije. A veces días.

No eran más de veinte minutos caminando a la ciudad. Lia volvería en una


hora.

Escuché la lluvia cayendo cada vez más fuerte.

Pauline volvió a gemir, y me di la vuelta a regañadientes.

"¿Necesitas algo?".

"¡No de ti!".
Pasó una hora, y alterné entre maldecir en silencio a Lia, y preocuparme por
lo que

le hubiese sucedido.

¿Donde estaba ella?. Los dolores de Pauline se estaban volviendo más


fuertes, y

más frecuentes.

Ella apartó mi mano cuando traté de limpiar su frente con un paño frío.

Entre dolores, ella me dirigió una mirada escrutadora.

“La última vez que te vi, Lia te ordenó que te fueras directamente al infierno.
¿Qué

magia oscura tejiste, para hacerla confiar en ti ahora?”.

Miré su rostro brillante, mechones húmedos de su cabello rubio pegados a la

mejilla, una pérdida en sus ojos que nunca había visto antes.

"La gente cambia, Pauline".

Su labio se levantó con disgusto, y ella miró hacia otro lado.

"No. No lo hacen ".

Su voz tembló, llena de tristeza inesperada, en lugar de ira.

"Has cambiado", le dije.

Ella me miró, sus manos pasaron sobre su vientre.

"¿Se supone que eso es un chiste?".

"Me refería a otras cosas, especialmente al cuchillo que me mostraste en la


cara".
Sus ojos se entrecerraron.

"La traición tiende a familiarizarnos con las armas".

Asentí. Sí, pensé Tristemente, lo hace.

"Parece que alguien también te ha llevado un arma a la cabeza", dijo.

Toqué detrás, sintiendo la herida en mi cuero cabelludo.

"Parece que sí", respondí.

Me desmayé y dormí durante dos días seguidos en el camino, después de


vomitar

la mitad de mis entrañas. El latido había disminuido, pero era probablemente


lo

que había atenuado mi juicio, lo suficiente como para entrar en una cabaña

desconocida sin mi propia arma desenvainada. Tal vez eso era algo bueno, o
Pauline

estaría muerta en el suelo ahora.

Me acerqué a la ventana y abrí el postigo, esperando ver a Lia y Berdi.

El aguacero oscurecía el bosque más allá, y los truenos retumbaban en lo alto.

Presioné suavemente la parte de atrás de mi cabeza, preguntándome qué tan


mala

era la herida.

Debajo del parche costroso de sangre, todavía había un bulto considerable.


Era

irónico que un ama de llaves, armada solo con una olla de hierro, casi hubiera
acabado con el Asesino de Venda.

Cómo el Rahtan se reiría de eso.

El nombre se enterró en mí, con un aguijón sorprendente, y anhelo. Rahtan.


Me

trajo de vuelta lo familiar, el sentimiento de orgullo, el único lugar en toda mi


vida,

donde había sentido que pertenecía. Ahora estaba en un reino que no me


quería,

y en una cabaña, donde no era bienvenido.

Yo tampoco quería estar aquí, pero no podía irme. Me preguntaba sobre Griz
y

Eben. Seguramente Griz estaba curado, y ya estarían en camino. Eran lo más

cercano que tenía a una familia.

Una familia de víboras venenosas. El pensamiento me hizo sonreír.

"¿Qué es tan divertido?", Preguntó Pauline.

Miré la severidad en su mirada. ¿Le había hecho esto a ella?.

Recordé todas sus amabilidades en Terravin, su gentileza. Pensé que el joven


que

había esperado tan fervientemente, no podía merecerla, y luego, cuando supe


que

estaba muerto, esperaba que no fuera por una mano de Venda. Tal vez eso
fue lo

que vio cuando me miró, un Vendan, como el que había matado al padre de
su
bebé. Aunque mi sonrisa se había desvanecido hacía mucho tiempo, su
mirada

permaneció fija en mí, esperando.

"Nada es divertido", respondí, y aparté la vista.

Pasó otra hora y parecía que el dolor de parto no había disminuido, antes que

comenzara otro, metí el trapo en el cubo de agua fría y le limpié la frente.


Esta vez

no se resistió, pero cerró los ojos como si tratara de fingir que no era yo.

Estaba teniendo un mal presentimiento sobre esto.

La atormentó otro espasmo. Cuando el dolor finalmente pasó y ella se relajó

nuevamente contra la almohada improvisada que le había hecho, le dije:

"Quizás tengamos que hacer esto solos, Pauline".

Sus ojos se abrieron de golpe.

"¿Traerías a mi bebé?".

Una sonrisa rompió su rostro por primera vez, y se echó a reír.

"Te lo prometo, las primeras manos que toquen a mi pequeña, no serán las de
un

bárbaro".

Ignoré su púa. No tenía el mismo veneno que hace una hora.

Se estaba cansando de pelear conmigo.

"¿Estás tan segura de que es una niña?".


Ella no tuvo la oportunidad de responder. La asaltaron unos dolores tan
fuertes,

que temí que no volviera a respirar, y luego se oyó un grito sollozante.

"No", dijo, sacudiendo la cabeza. "No. Creo que ella viene”.

Benditos dioses. Ahora no. Los siguientes momentos, fueron calurosos y


borrosos,

sus angustiados gemidos, desgarrándome. Ella lloró. Ella rogó.

La sujeté por los hombros y ella se inclinó hacia delante con dolor. Sus uñas
se

clavaron en mi brazo. Mi corazón latía furiosamente con cada grito.

Se acercaba. No habría más espera. Maldita sea, Lia!. Acomodé a Pauline


contra la

almohada, le levanté el vestido y luego le solté la ropa interior antes de que


pudiera

pensar demasiado sobre lo que estaba haciendo. Una cabeza se alzaba entre
sus

piernas.

Ella me dijo cien cosas entre cada dolor, una conversación sin sentido, de
súplicas

a los dioses, y maldiciones. Se echó a llorar, demasiado cansada para


empujar.

"No puedo más", sollozó.

"Ya casi llegamos, Pauline. Empuja. Veo su cabeza. Está viniendo. Sólo un
poco
más."

Lloró, una débil felicidad se apoderó brevemente de su rostro, antes que

desapareciera y volviera a gritar. Ahuequé la cabeza, que estaba emergiendo


más.

"¡Un empujón más!" Grité. "Uno mas."

Y luego vinieron los hombros, y con un último silbido rápido, estaba en mis
manos,

húmedo y cálido, su pequeño cuerpo arqueado, una pequeña mano


moviendose

en su rostro. Un bebé entero, en mis manos, ojos abiertos que ya miraban al


mundo.

Mirándome. Una mirada tan profunda que hizo un agujero en mi pecho.

"¿Está bien?", Preguntó Pauline débilmente.

El bebé lloró, respondiendo a su pregunta.

"Es perfecto", le dije. "Tienes un hijo hermoso, Pauline". Y lo puse en sus


brazos.

CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

Era casi como una taberna llena, tantos abarrotados en un solo lugar. Traté de

imaginarlo como Terravin. Excepto que no había cerveza. Sin estofado. Sin
risas

Pero había un bebé. Un hermoso bebé perfecto. Berdi se sentó en el borde de


la

cama, cayendo sobre él, mientras Pauline dormía. Gwyneth, Natiya, y yo, nos
sentamos a la mesa, y Kaden yacía durmiendo en el suelo frente al fuego.
Estaba

sin camisa, con el hombro recién vendado, y la cabeza apoyada en una manta

doblada que Natiya había traído.

La lluvia caía sin cesar. Tuvimos suerte que el techo se sostuviera. Un cubo

capturaba una sola fuga en la esquina. Cuando rastreé la habitación, a la que

Pauline me había dirigido en la aldea, la encontré vacía y saqueada, con las

ventanas abiertas a pesar de la lluvia. Huyeron, pensé, por una ventana. Eso
era un

mal signo. El posadero afirmó que no había visto nada, y no sabía a dónde se
habían

ido, pero escuché el terror en su voz, y luego vi la terrible curiosidad,


mientras

miraba en las sombras de mi capucha. En mi apuro, había dejado atrás la


bufanda

de luto.

Me puse la capucha más abajo sobre la cara, y corrí a los terrenos de la


abadía. Le

indiqué a Natiya que fuera a la cabaña con nuestros caballos y suministros,

mientras cazaba a Berdi, y Gwyneth. Busqué en las calles y miré a través de


las

ventanas de la taberna, con la esperanza de echarles un vistazo en alguna


parte,

pero luego el terror del posadero volvió a registrarse conmigo. Tenía tanto
miedo

de mí, como de quien había saqueado la habitación, y estaba ansioso por que
me

fuera. Regresé corriendo a la posada. Berdi y Gwyneth nunca se habrían ido


sin

Pauline. Las encontré, escondidas en la cocina. Fue una reunión llorosa, pero

apresurada. Gwyneth dijo que había visto al Canciller y a los soldados fuera
de su

ventana, y escuchó sus enérgicas demandas al posadero, para que lo llevaran


a la

habitación de Pauline. Estaban desconcertadas de cómo el Canciller, había


sabido

que Pauline estaba allí. Confirmaron que el posadero era digno de confianza,
y se

había estancado tanto como pudo, dándoles a ella y a Berdi la oportunidad de


huir.

Cuando les conté la condición de Pauline, el posadero nos envió en nuestro


camino

con alimentos y suministros, que empacamos en Nove y Dieci.

Natiya había podido encontrar la cabaña, pero dijo que Kaden ya había traído
al

mundo al bebé, cuando llegó allí, y que lo había envuelto en su camisa. Ella
había

vendado el corte en su hombro, que sabía que fue infligido por Pauline, pero
ella
también había atendido una herida en la parte posterior de su cabeza. Le
había

dicho a Natiya, que había recibido un fuerte golpe con una olla de hierro.

¿De quien?. Me preguntaba. Por eso no había aparecido en nuestro punto de

encuentro, y tal vez explicaba su sueño pesado ahora. No se movió cuando

entramos en la cabaña.

Vi sus respiraciones parejas. Era extraño, pero no estaba segura, de haberlo


visto

dormir antes. Cada vez que estaba despierta, él estaba despierto.

Incluso esa noche lluviosa, hace meses, cuando dormimos en una ruina, y
tenía los

ojos cerrados, sabía que una parte de él todavía me miraba. No esta noche.
Este

era un sueño profundo que me preocupó. Lo hacía parecer más vulnerable.

Ni siquiera había tenido un momento para expresar alivio, cuando había


entrado

en la cabaña esta mañana, pero ahora lo miraba con emoción en mí. Besé dos

dedos y los alcé a los dioses. Gracias. Estaba herido, pero estaba vivo.

“Creo que todavía tengo algunas hojas de thannis, en mi mochila, Natiya.


¿Las

empaparías y harías una cataplasma para su cabeza? ”.

“ ¿Thannis? ”, Preguntó Berdi.

“Una hierba de mal gusto, que tiene algunos usos útiles más allá de la bebida.
Crece

solo en Venda. Buena para el corazón, el alma y los estómagos, cuando la


comida

es escasa, excepto cuando se siembra, y cambia de púrpura a dorado.


Entonces se

convierte en veneno. Es lo único que tienen en abundancia en Venda ".

La mera mención de la hierba, hizo que un anhelo inesperado creciera en mí.


Los

recuerdos que había enterrado, se soltaron. Pensé en todas los vasos ofrecidos
de

thannis, los humildes regalos, de un pueblo humilde.

Gwyneth inclinó la cabeza hacia Kaden, que dormía junto al fuego, y frunció
el ceño.

“Entonces, ¿cómo fue todo?”, Giró la mano en el aire, “¿como esto sucedió?.

¿Cómo pasó de ser un Asesino, a ser un cómplice?."

" No estoy segura que cómplice sea la palabra correcta ", dije, rompiendo
frijoles,

y agregándolos a una tetera.

"Es una larga historia. Después de que comamos."

Miré por encima del hombro a Berdi.

"Lo que me recuerda, le prometí a Enzo que te diría, que todavía no ha


incendiado

la posada. Los huéspedes se alimentan, y los platos están limpios.


Las cejas de Berdi se arquearon. "¿Estofado?".

Asenti. “Sí, incluso estofado. Y no está mal del todo”.

Gwyneth puso los ojos en blanco con genuina sorpresa. "Los dioses todavía
realizan

milagros".

"Nadie estaba más sorprendida que yo, cuando lo vi en la cocina, con un


delantal y

limpiando un pez", dije.

Berdi resopló, su rostro radiante de orgullo.

“Déjame muerta. Le dije que tenía que intensificarse. Podía haber ido en
cualquier

dirección, pero no tuve otra opción. Tuve que arriesgarme y confiar en él”.

“¿Qué pasa con ese granjero?”, Preguntó Gwyneth. “¿Qué fue de él? .Nunca
volvió

a la posada como lo prometió. ¿Está muerto?”.

─Ese granjero.

Escuché la sospecha en la forma que ella lo describió. Berdi y Natiya me


miraron,

esperando mi respuesta. Endurecí mi expresión, agregando un trozo de carne


de

cerdo salada a la tetera, antes de poner la tapa, y colgarla sobre el fuego. Me


senté

de nuevo a la mesa.
“Regresó a su propio reino. Está bien, supongo”.

Eso esperaba. Pensé en el general que lo estaba desafiando en Dalbreck. No


podía

imaginar que Rafe no prevaleciera, pero recordé la gravedad de su expresión,


las

líneas que se grababan cerca de sus ojos, cada vez que uno de los oficiales lo

mencionaba. No había garantías en tales cosas.

"Dalbreck. De ahí es de donde es ", intervino Natiya. "Y él no es un granjero.


Es el

rey. Le ordenó a Lia que ...”

"Natiya", suspiré. "Por favor. Lo explicaré."

Y lo hice, lo mejor que pude. Les dí los detalles, enfatizando los eventos
principales

en Venda, y lo que había aprendido allí. Hubo algunos detalles que no pude
revivir

de nuevo, pero fue difícil pasar por alto a Aster. Todavía tenía un moretón
profundo

dentro de mí, morado e hinchado, y doloroso al tacto. Tuve que parar a

recomponer mis pensamientos, cuando llegué a su papel en esto.

"Muchas personas murieron ese último día", dije simplemente. "Excepto la


única

persona que lo merecía".

Cuando terminé, Gwyneth se recostó en su silla, y sacudió la cabeza.


"Jezelia", dijo, reflexionando sobre la Canción de Venda. “Sabía que la garra
y la vid

estaban allí para quedarse. Ningún cepillo de cocina te lo quitaría de la


espalda”.

Berdi se aclaró la garganta. "¿Cepillo de cocina?".

Gwyneth se puso de pie como si las ramificaciones finalmente se hubieran


hundido.

"¡Dulce misericordia, estamos siempre en ello!”, dijo, dando vueltas


alrededor de

la habitación. "La primera vez que puse los ojos en ti, princesa, sabía que ibas
a ser

un problema”.

Sacudí la cabeza en tono de disculpa. "Lo siento…"

Ella se acercó y me apretó el hombro. "Espera. No dije que no era el tipo de

problema que me gusta ".

Mi garganta se hinchó.

Berdi se puso de pie, el bebé todavía acunado en un brazo, se acercó y besó la


parte

superior de mi cabeza.

“Bolas ardientes. Resolveremos esto. De alguna manera”.

Me apoyé contra el costado de Berdi y cerré los ojos. Todo dentro de mí se


sentía

como un torrente de lágrimas, enfermo y febril, pero por fuera, estaba seco y
adormecido.

"Muy bien, suficiente de eso", dijo Gwyneth, y se sentó frente a mí.

Berdi tomó la silla restante. “Este es un juego completamente diferente ahora.


Los

Ojos del Reino parecen haber puesto sus ojos en algo más que el orden. ¿Cuál
es

tu plan?".

"Estás asumiendo que tengo uno".

Ella frunció. "Tú lo tienes."

Nunca lo había expresado en voz alta. Era peligroso, pero era la única forma
en que

podía asegurarme, que toda la corte, y aquellos que aún eran leales a
Morrighan

escucharan mi voz, aunque solo fuera por unos minutos.

"Algo que he hecho antes. Pero no con éxito. Un golpe de estado ”, dije.

Le expliqué que había llevado una rebelión con mis hermanos y sus amigos,
al

Aldrid Hall, cuando tenía catorce años. No había ido bien.

“Pero solo estabamos armados, con justa indignación y demandas. Esta vez
tengo

la intención de entrar con dos pelotones de soldados, y pruebas”.

Berdi se atragantó con el té. "¿Soldados armados?"

"Mis hermanos", respondí. "Sé que cuando regresen, ellos y sus pelotones me
respaldarán".

“¿Dos pelotones contra todo el ejército Morrighese?” Cuestionó Berdi. "La

ciudadela estaría rodeada en minutos".

“Por eso necesito evidencias. La sala es defendible por un corto tiempo, con
el

gabinete como rehén. Todo lo que necesito son unos minutos, si puedo
exponer al

menos a uno de los traidores con evidencias. Entonces el cónclave podría


escuchar

todo lo que tengo que decir”.

Gwyneth resopló. "O recibirías una flecha en el pecho antes de tener la


oportunidad

de decir algo".

Era bien sabido que durante las sesiones de cónclave, los guardias vestidos de
gala,

armados con arcos y flechas, eran colocados en dos torres de la galería, que
daban

a Aldrid Hall. Nunca habían disparado una flecha. Era ceremonial, otra
tradición

retenida de épocas anteriores, cuando los señores a través de Morrighan eran

convocados, pero las flechas de los guardias eran reales, y supuse que sabían
cómo

dispararlas. La última vez que irrumpí, supe que no dispararían a la hija del
rey. Esta
vez no tenía esa seguridad.

"Sí, es posible que me disparen", estuve de acuerdo. "No puedo resolver todo
de

una vez. En este momento solo necesito encontrar evidencia. Sé que el


Canciller y

el Erudito están involucrados, pero cuando busqué en sus oficinas, no


encontré

nada. Están tan limpias, que ni siquiera una mota de polvo se atreve a colgar
en el

aire. También hay ... ”

Me detuve. Mi madre. Estas dos pequeñas palabras no las pude soltar. No,
ella no.

Eran una pared dentro de mí, sin escala, incluso después de lo que había
visto. No

podría decir su nombre, con el mismo aliento que los otros traidores. Nunca

hubiera puesto a Walther en riesgo. Ella lo amaba demasiado para eso.


Algunas

cosas eran verdaderas y reales. Tenían que serlo. Cerré los ojos y vi el cielo
lleno de

estrellas, y la azotea de la que me había alejado.

─No hay nada que saber, dulce niña. Es solo el frío de la noche.

La había visto con el Erudito, y sabía que estaba sumido en esto. Sus Eruditos

favoritos, trabajaban en las cavernas del Santuario. Berdi y Gwyneth


extendieron
la mano sobre la mesa, apretaron mis manos, y abrí los ojos.

"Hey, ¿puedo entrar en algo de eso?" Miré hacia arriba.

Pauline estaba despierta. Fui a su cama y me senté en el borde, y todas nos

turnamos para besarla y felicitarla, antes de que Berdi acurrucara al bebé en


sus

brazos.

Gwyneth ayudó a Pauline a enganchar al bebé y alimentarlo con su pecho,


luego

retrocedió orgullosamente con las manos en las caderas.

"Mira eso. Toma como un campeón".

"¿Ya tienes un nombre para él?", Preguntó Berdi.

Una breve nube pasó por los ojos de Pauline.

"No."

"Mucho tiempo para eso después", dijo Berdi. "Veré si tenemos algo mejor
que esa

vieja camisa rota para envolverlo".

"¿Quizás uno de esos suéteres de dos cabezas que tejiste?". Gwyneth guiñó
un ojo,

y ella y Berdi fueron a la esquina opuesta y comenzaron a desempacar la


bolsa que

habían traído.

Extendí la mano y toqué un pequeño dedo rosado que se asomaba de la


camisa
envolvente de Kaden.

"Es hermoso", le dije. "¿Cómo te sientes?".

"Bastante bien", respondió ella, rodando los ojos, "considerando que acabo de

mostrarle mis partes de dama, a un asesino bárbaro". Ella suspiró. "Pero


supongo

que, en comparación con lo que has pasado, es una pequeña indignidad".

Le sonreí al bebé. “Y mira el premio. Valió la pena, ¿no?.

Ella sonrió a su hijo, pasando suavemente su dedo por su mejilla.

"Sí", dijo ella. "Todavía no puedo creerlo".

Miró a Kaden, su sonrisa desapareció. “¿Qué le pasó a él?”. Susurró ella.


"¿Sus

cicatrices?".

Kaden yacía acurrucado de lado, dándonos la espalda. Me había


acostumbrado a

sus cicatrices, pero estaba segura que habían sido impactantes para las demás.

"Traición", respondí.

Y les conté quién había sido, y qué había soportado.

***

Cuando Kaden despertó, se levantó torpemente, su mano rozando su pecho

desnudo, y saludó a Berdi, y Gwyneth.

Berdi frunció el ceño, con las manos en las caderas.


"Bueno, tienes todo tipo de sorpresas, ¿no es así, comerciante de pieles?".

"Supongo que tengo algunas", respondió, con un ligero sonrojo en las sienes.

Gwyneth resopló. "No menos importante es el parto de bebés".

Kaden se volvió y miró a Pauline. "¿Como esta el?".

"Bien", respondió en voz baja.

Se acercó, con una sonrisa tirando de la comisura de su boca, y apartó


suavemente

la manta, para poder ver la cara del bebé. Pauline se echó hacia atrás,
levantando

al bebé protectoramente contra su pecho. Kaden notó su retirada, y su sonrisa

desapareció. Se alejó, un pequeño movimiento que picó con desilusión, y me


dolió

el corazón por él. Pero también entendí a Pauline.

Después de todo lo que había pasado, la confianza era tan resbaladiza como
la

esperanza.

"¿Algo más con lo que planees sorprendernos?", Preguntó Berdi.

El me miró.

"Lia, necesito hablar contigo en privado".

"No tan rápido, soldado", intervino Gwyneth. "Cualquier cosa que tengas que

decirle, puedes contarnosla a todas".

Asenti.
En algún momento, todos teníamos que comenzar a confiar unos en los otros.
El se

encogió de hombros.

“Hazlo a tu manera. Conozco a otro de tus traidores. Mi padre ya no es señor


del

condado de Düerr. Se sienta en el gabinete del rey”.

Pauline respiró hondo.

Kaden no tuvo que decir el nombre.

Fue inmediatamente evidente para ella, tanto como lo fue para mí.

No había nadie más en el gabinete con el cabello rubio-blanco de Kaden, o


sus

cálidos ojos marrones. Incluso el sonido de su voz, tranquila y constante, era


la

misma.

Todo lo que debía haber sido obvio nos había eludido, y me di cuenta que
haciamos

suposiciones sobre las personas, y una vez que lo haciamos, eso era todo lo
que

podiamos ver: Kaden era un asesino bárbaro, el Viceregente, un respetado


señor,

descendiente de los Santos Guardianes, y seguramente, uno no podía tener


nada

en común con el otro.

Berdi y Gwyneth no conocían al Viceregente, y permanecieron en silencio,


pero

Kaden miró de mí a Pauline, preguntándose por su reacción.

"Lord Roché", agregó para confirmar su afirmación.

Por un momento planeé mentirle, decirle que no había ningun Lord Roché en
el

gabinete, temerosa que irrumpiera, y volvieran a golpearle la cabeza, pero ya

estaba leyendo mis ojos.

"No me mientas, Lia".

Me preparé, sabiendo que no lo tomaría bien.

“Sé quién es. Me reuní con él hace dos días. Es un miembro del gabinete,
como

dijiste. Puede que haya sido un terrible padre Kaden, pero no hay pruebas de
que

sea un traidor ".

CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO

Había visto a Kaden pisotear hacia el molino para ver a los animales.

Casi podía ver el vapor saliendo de sus hombros.

“¡Es mentira!. No tengo parientes. Mi madre era hija única. Las personas que
me

acogieron eran mendigos profesionales”.

Vi la ira en su rostro, pero también recordé el dolor genuino en los ojos del

Viceregente. Tenía solo ocho años, un niño afligido, que acababa de perder a
su

madre.

Si había algo que había aprendido, era que el tiempo podía torcerse, y
destrozar la

verdad, como una sábana olvidada golpeada por el viento. Ahora tenía que
juntar

los pedazos de nuevo.

Le dije a Natiya, que tenía otro trabajo para el sacerdote, y que en el primer

descanso del clima, ella iría con él. Un registro de institutrices entrenadas se

mantenía en los archivos. En algún lugar tenía que haber alguna información
sobre

una, llamada Cataryn.

***

Las orejas de Dieci temblaron de satisfacción, cuando rasqué entre ellas. Le


di igual

cariño a Nove, y me pregunté si extrañarían a Otto. El molino estaba seco,


pero una

pared se había derrumbado hacía mucho tiempo, dejando el viejo edificio


frío, y

abierto a corrientes de aire. Los búhos se posaban en las altas vigas. Natiya se
sentó

en un rincón lejano, sacando una piedra de afilar sobre su espada. Nos


habíamos

entrenado esta mañana. Ella fue quien me recordó la necesidad de mantener


nuestras habilidades afiladas. Los hábitos que le había enseñado a través del
Cam

Lanteux, seguían profundamente arraigados.

Pauline había observado con lo que yo pensaba, era un ojo dudoso, y luego
me

volvió a preguntar sobre el ejército del Komizar.

"Ellos van a destruir Morrighan", dije, "y los traidores aquí los ayudarán a
hacerlo.

Tenemos que estar listos ".

"Pero, Lia—" Ella se encogió de hombros, su expresión llena de


escepticismo. "Eso

es imposible. Somos el remanente favorito. Los dioses lo han ordenado.


Morrighan

es demasiado grande para caer”.

La miré, sin saber qué decir, no queriendo sacudir aún más su mundo, pero
no tenía

otra opción.

"No”, dije. "No somos demasiado buenos. Ningún reino es demasiado grande
como

para no caer ".

"Pero el Texto Santo dice.."

“Hay otras verdades, Pauline. Las necesitas saber”.

Y le conté sobre Gaudrel, Venda, y la niña Morrighan, a quien robaron a su


familia,
y la vendieron a Aldrid, el carroñero, por un saco de grano. Le hablé de las
historias

que nunca supimos, y los ladrones y carroñeros, que fueron los ladrillos y el

mortero de nuestro reino, no un Remanente elegido. Los Santos Guardianes,


no

eran santos en absoluto. Decirlo en voz alta para ella, se sintió cruel, como si
le

hubiera arrebatado un preciado trozo de cristal de la mano, y se lo hubiera


roto

debajo del pie, pero tenía que decirlo.

Se puso de pie, aturdida, caminando por la cabaña, tratando de absorber esta

noticia. Vi su mente marcando los textos.

Ella se dio la vuelta. "¿Y cómo sabes que las historias que encontraste son
ciertas?".

"Yo no. Y esa es la parte más difícil. Pero sé que hay verdades que se nos han

ocultado, Pauline. Unas que cada uno tenemos que encontrar con nuestros
propios

corazones. La verdad es tan libre como el aire, y todos tenemos derecho a


respirar,

tan profundamente como lo que deseemos. No se puede retener en la palma


de la

mano de ningún hombre”.

Se dio la vuelta y miró hacia el desván donde descansaban los búhos. Con
cada
movimiento de su cabeza, sabía que estaba tratando de descartarlo, sopesando
mis

verdades con la única otra verdad que había conocido: el Texto Santo
Morrighese.

Carroñeros.

Si era cierto, esta historia nos robaba nuestro elevado estatus entre los reinos.

Mientras la observaba, entendí con claridad por qué el Erudito, había


ocultado la

historia de Gaudrel. Socavaba quiénes éramos. Lo que no entendí fue por qué
no

lo acababa de destruir. Alguien lo había intentado una vez.

Pauline respiró hondo y se limpió las manos en la falda, alisándola.

"Tengo que volver a la cabaña", dijo. "Es hora de alimentar al bebé".

CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO

PAULINE

Durante la noche, después de alimentar al bebé, me había acostado de lado

durante mucho tiempo, observando a Kaden dormir, todavía preguntándome


por

sus cicatrices. Ahora, cuando se mirara en un espejo, vería otra marca, la que
yo le

había dejado junto a las que su padre había puesto. En Terravin, una camisa
simple

y unas pocas palabras amables, habían encubierto todo sobre quién había
creído
que era. Mikael había hecho lo mismo, pero cubrió su verdadera naturaleza
con

unas pocas palabras floridas. Dejé que esas palabras me invadieran, hasta que

fueron todo lo que vi.

¿Era posible conocer realmente a alguien, o simplemente era el peor juez de

carácter de toda la historia?. Me di la vuelta, mirando las sombras que

parpadeaban en el techo. El hecho que viera mis partes femeninas era lo que

menos me angustiaba.

Todavía estaba atormentada por su expresión cuando sostuvo al bebé por


primera

vez en sus manos. Eso parecía real. Sus ojos estaban llenos de asombro,
luego

cuando extendió la mano y dejó al bebé sobre mi pecho, vaciló, como si ya


supiera

que nunca permitiría que este niño volviera a estar en sus brazos.

Una parte de mí sabía, que necesitaba agradecerle por ayudarme, pero otra
parte

todavía estaba enojada, y una gran parte, temerosa. ¿Cómo podía estar segura
si

alguna de sus amabilidades era real esta vez?. ¿Qué pasaría si todavía nos
estuviera

usando para otro propósito, como lo había hecho antes?. Sabía que Lia
confiaba en

él. Eso debería ser suficiente para mí, pero la confianza estaba fuera de mi
alcance.

Me arrodillé en el porche, fregando la caja que había encontrado en el


molino.

Podría ser una cuna pasable por ahora, había dicho cuando me la ofreció esta

mañana. No había encontrado mi mirada. La dejó en el porche y se alejó.

Estaba casi fuera del alcance del oído antes de que lo llamara. Cuando se
volvió,

dije: "Gracias".

Se quedó allí, estudiándome, luego finalmente asintió y se fue.

Se habían vertido durante cuatro días seguidos ríos de agua corriendo por las

laderas. Más goteras brotando en el techo de la cabaña. No estaba segura si el

diluvio había sido una bendición, o una maldición, atrapándonos en un lugar


tan

pequeño, pero también obligaba a Lia y Kaden, a resolver la discusión entre


ellos:

Kaden quería ir al propio Viceregente. Enfréntarse a él.

Lia dijo que no. No hasta que fuera el momento adecuado. Me sorprendió que
la

escuchara. Había un vínculo extraño entre ellos, que todavía no entendía.

Pero cuando ella implicaba que había la posibilidad que el Viceregente


hubiera

cambiado, que once años pudieran cambiar a un hombre, y señaló a Enzo


como
prueba, Kaden se enfureció.

Eché un vistazo al Asesino que había sido. Tal vez el Asesino que todavía
era, y

entendí que cuando dijo "confrontar", no quiso decir hablar.

"¡La gente no cambia tanto!". Gritó y salió corriendo bajo la lluvia.

Regresó una hora más tarde, empapado, y no volvieron a hablar de ello.

Me dije que la gente no cambiaba, pero reflexioné sobre la posibilidad.

Lia había cambiado. Siempre había sido valiente, ajena a las amenazas
cuando algo

la irritaba mucho, impulsiva a veces, a costa de sí misma, pero vi un acero

calculador y más frío en ella ahora, que no había estado allí antes.

Ella había sufrido. Todos mis meses de preocupación por su bienestar no


fueron

infundados.

Trató de pasar por alto los detalles, pero vi las cicatrices donde las flechas le
habían

atravesado la espalda, y el muslo. Ella casi había muerto. Vi la delgada línea


en su

pómulo donde el Komizar la había golpeado.

Pero había otras cicatrices que no se podían ver en su piel. Esas eran los que
me

preocupaban: Una mirada vacía, un puño curvado, un labio desafiante,


retorcido
en algún recuerdo, cicatrices más profundas, ver a la gente que amaba
asesinada y

sabiendo, que más habían muerto después de su fuga. Vi que a ella le


importaba la

gente de Venda. A menudo hablaba en su idioma con Kaden, y sus recuerdos

también incluían sus tradiciones.

“¿Eres una de ellos ahora, Lia?”, Le había preguntado.

Ella me miró, sorprendida al principio, pero luego un recuerdo parpadeó en


sus ojos,

y no respondió. Tal vez ella no estaba segura de sí misma.

Eran sus recuerdos los que más cambiaron. Ella ya no los decía por
obligación, a

regañadientes, sino con un poder colosal que inmovilizaba el aire, llamando


no solo

a los dioses, sino lo que también parecían las estrellas, y las generaciones.
Una

plenitud crecía en el aire, como si las respiraciones del mundo siguieran el


ritmo de

las nuestras, y la vi mirar hacia la oscuridad, sus ojos enfocados en algo que
el resto

de nosotros no podía ver.

Ya no temía al Don, sino que lo abrazaba. Ella persuadió, exigió, confió. Ella
habló

del Don, en formas que nunca había escuchado antes, sus formas de ver,
conocer,
y confiar, formas que me hicieron llegar más profundamente dentro de mí.

También había visto su fragilidad. Ella la ocultaba bien, pero cuando Natiya

comenzó a describir a Berdi, y Gwyneth, cómo era el ejército y la avanzada


de

Dalbreck, y simplemente mencionó el nombre de Rafe, Lia salió al porche,


como si

no pudiera soportar escuchar.

La seguí y la encontré apoyada contra un poste, mirando el aguacero.

"Parece fascinada con el ejército de Dalbretch", le dije. "Es muy joven para
llevar

todas esas armas. No pensé que los vagabundos ... "

"No llevan armas ", dijo Lia. "Natiya trató de ayudarme cosiendo un cuchillo
en el

borde de mi capa. Su campamento lo pagó muy caro”.

"Y ahora ella quiere justicia".

“La misma gente que había recibido en su campamento, la traicionó. Su estilo


de

vida, y su inocencia, han sido robados. Uno puede regresar, la otra, nunca.

Traté de empujar suavemente la conversación.

"Ella piensa muy bien del rey de Dalbreck".

Lia no respondió.

“¿Qué pasó entre ustedes dos?”, Pregunté.


Su pómulo brillaba con la luz de la ventana de la cabaña, y sacudió levemente
la

cabeza.

"Lo que sucedió fue lo mejor".

Toqué su hombro, y su mirada se encontró con la mía. Lo mejor no era lo que


veía

en sus ojos.

"Lia, soy yo. Pauline. Dime —dije suavemente.

"Dejalo. Por favor."

Ella trató de alejarse, y la agarré por los brazos.

"No lo haré. Fingir que no estás lastimada no hará que el dolor desaparezca ".

"No puedo", dijo. Su voz era ronca. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ella
enojada

se enjugó las pestañas. "No puedo pensar en él", dijo con más firmeza.

"Hay demasiado en juego, incluida su vida. No puedo permitirme


distracciones ".

"¿Y eso es todo lo que era?. ¿Una distracción?".

"Seguramente tú, entre todas las personas, sabes que estas cosas no siempre

funcionan".

"Lia", dije con firmeza, y esperé.

Ella cerró los ojos. “Lo necesitaba. Pero también lo hacía su reino. Esa es una

realidad que ninguno de nosotros puede cambiar ".


"¿Pero?".

"Pensé que había venido", susurró. “Contra toda razón. Sabía que no podía.
Ni

siquiera debería, pero todavía me encontraba mirando por encima del


hombro,

pensando que cambiaría de opinión. Nos amábamos. Hicimos votos. Juramos


que

los reinos y las conspiraciones no se interpondrían entre nosotros.—Pero lo

hicieron”.

“Cuéntame todo desde el principio. Cuéntame cómo te conté sobre Mikael”.

Hablamos por horas. Me contó cosas que no había compartido antes, el


momento

en que se dio cuenta quién era realmente, los tensos minutos antes de cruzar a

Venda, la nota que había llevado en su chaleco todos esos meses, la forma en
que

había tenido que fingir odiarlo, cuando todo lo que ella quería era abrazarlo,
su

promesa de un nuevo comienzo, la forma en que su voz la mantenía clavada


en

este mundo, cuando sentía que se deslizaba a otro, y luego su amarga


discusión

sobre la separación.

“Cuando lo dejé atrás, marcaba todos los días entre nosotros, escribiendo sus

últimas palabras en el suelo, era lo mejor, hasta que finalmente creí que eran
ciertas. Luego encontré mi vestido de novia donde lo había escondido en el
desván

de la posada, y me desgarró todo de nuevo. ¿Cuántas veces tengo que dejarlo


ir,

Pauline?”.

La miré, sin saber cómo responder. Incluso después de todo lo que Mikael
había

hecho, todos los días tenía que dejarlo ir otra vez. Era un hábito en mis

pensamientos, no más bienvenido que un sarpullido, pero me encontraba

pensando en él, antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo.

Desterrarlo de mis pensamientos era como aprender a respirar de una manera

nueva. Era un esfuerzo consciente.

"No sé, Lia", le había respondido. "Pero por mucho tiempo que tome, estaré
aquí

para ti".

Me recosté y miré la caja. La madera era lisa y resistente. Me puse de pie y la


colgué

de la viga del porche, para que se secara.

Sí, Kaden tenía razón. Una vez que se agregue una manta suave, será bastante

aceptable.
Un grito divide el aire.
Los pachegos han capturado algo,

Los niños lloran,


La oscuridad es demasiado profunda.
Sus estómagos demasiado vacíos,

Los aullidos del pachego demasiado cerca.

Shhh, susurro.

Cuéntales una historia, suplica Jafir.

Cuéntales una historia de Antes.


Pero antes nunca lo supe.
Busco en mi memoria las palabras de Ama.

La esperanza. El final del viaje.

Y les agrego desesperadamente, mis propias palabras.

Reúno niños cercanos,

Y les cuento una historia de Antes.

Antes de que el mundo fuera marrón y árido,

Cuando todavía era una joya azul que giraba,

Y torres brillantes tocaban las estrellas.

Los carroñeros a mi alrededor se burlan.


Pero no Jafir.
Está tan hambriento de una historia como los niños.

—Las palabras perdidas de Morrighan.

CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS

RAFE

"Está escondida en una casita, cerca de la ciudadela con tres mujeres, y


Kaden. Una

chica vagabunda también ”, dijo Tavish.

"Desobedeciste las órdenes".

Jeb sonrió. "Sabías que lo haríamos".

"Y te alegra que lo hayamos hecho", agregó Orrin.

"¿Para qué son?". Preguntó Jeb, señalando con la cabeza hacia el controlador,
y

tres Valspreys enjaulados.

"En caso de que las cosas no nos salgan bien. Un regalo de despedida del
general

Draeger. Insistió en ellos. Él no quiere que caigamos del borde del continente

nuevamente, sin decir una palabra ".

Tavish examinó los detalles de nuestra compañía con ojo sospechoso, y se


volvió

hacia el Capitán Azia, tal vez pensando que obtendría más información de él.
"¿Cómo conseguiste tantos caballos con tachuela Morrighese?".

Sven se aclaró la garganta, evitando una respuesta de Azia. Sabía que la


pregunta

creaba un sabor tan agrio en su lengua, como en la mía.

"Es una larga historia", respondió.

"Te lo explicaré más tarde", le dije a Tavish. "Regresa y di al resto que es


hora de

separarse de las carreteras del este, y del norte hacia la ciudad. Y permanecer
en

grupos, de no más de tres o cuatro. No todos podemos descender a la ciudad a


la

vez ".

Éramos granjeros, comerciantes, artesanos, no un batallón de cien soldados

armados. Al menos eso era lo que queríamos que pensaran.

CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE…

Tirón.

Tirón.

Me quité la manta y me senté, con la piel caliente y fría a la vez. Los cantos

sincronizados, el chirrido de los engranajes, el repugnante sonido metálico


todavía

resonaban en mis oídos. Miré a mi alrededor, asegurándome de que todavía


estaba

en la cabaña. Estaba oscura y silenciosa, excepto por los suaves ronquidos de


Berdi.

Solo un sueño. Me dije y me acosté, luchando por volver a dormir. Dormité


en las

horas previas al amanecer, luego dormí tarde, pero cuando finalmente me


desperté,

lo sabía: Los sonidos y los cánticos eran reales.

El puente fue reparado. Ellos venían. Miré alrededor. La cabaña estaba vacía
a

excepción de Gwyneth, dormitando en la mecedora con el bebé en brazos.


Noté

que la melodía de las gotas, cayendo en cubos y cuencos se había detenido


por fin.

Finalmente podía volver a entrar al pueblo. Las calles volverían a estar


ocupadas y

podría pasar desapercibida, y Bryn y Regan podrían volver. Me vestí en


silencio, me

puse mis protectores de cuero, y cada arma que tenía. Si todo salía bien,
podía

llevar a mis hermanos y a sus camaradas, al Aldrid Hall esta tarde.

Primero, recorrería la ciudadela por última vez, en busca de evidencias, pero


con el

puente arreglado, enfrentar al gabinete no podía esperar más. Me puse la capa


y

salí de puntillas en silencio para encontrar a los demás.

Encontré a Pauline al final del porche, levantando una caja y colgándola de


un clavo

en la madera del porche. "¿Estás segura que deberías estar haciendo eso?".

“Tuve un bebé, Lia, no un accidente. En realidad me siento bastante bien. La

primera vez que no he tengo un pie presionando mi vejiga en semanas.


Además,

limpiar una caja es un trabajo bastante fácil. Kaden me la consiguió en el


molino.

Regresó allí para dejar salir a los animales. La avena se ha ido. Necesitan
pastar”.

Esperaba que eso fuera todo lo que estaba haciendo. Sabía que todavía quería

confrontar al padre.

Miré a mi alrededor, caminando hacia el otro extremo del porche.

“¿Qué hay de Berdi y Natiya?. ¿Dónde están?".

"Se fueron a la ciudad, mientras hay un descanso en el clima, para obtener


más

suministros". Pasó la mano por un lado de la caja. "Será una cuna lo

suficientemente decente por ahora, al menos cuando no haya brazos para


sostener

al bebé".

“Parece que siempre habrá muchos disponibles. Gwyneth apenas ha soltado


al

bebé de sus manos”.

Pauline suspiró. "Me di cuenta. Espero que no sea doloroso para ella. Estoy
segura

que agita recuerdos en ella, de todas las veces que no pudo sostener a su
propio

bebé".

"¿Te lo dijo?". Pregunté, sorprendida de que Gwyneth hubiera compartido lo


que

creía que era, un secreto muy bien guardado. Solo lo había adivinado porque
había

visto la forma en que miraba a Simone en Terravin. Le había surgido una


ternura

que no tenía para nadie más.“¿Sobre Simone?”.

Pauline sacudió la cabeza. “No, ella se niega a hablar sobre eso. Ella ama a
esa niña

más que al aire mismo, pero al mismo tiempo, ese amor es lo que la asusta.
Creo

que es por eso que ella mantiene su distancia".

"¿Miedo de que?".

"Ella quiere desesperadamente, que el padre de Simone no descubra que


existe.

No es un buen hombre ".

“¿Te dijo quién era él?”.

"No exactamente. Pero Gwyneth y yo, hemos encontrado este extraño lugar
de

verdad. Compartimos muchas cosas sin decir una sola palabra ".
Desató su delantal húmedo y lo colgó para que se secara, al lado de la caja.

"El Canciller es el padre de Simone".

Me quedé boquiabierta. Sabía que Gwyneth tenía algunas conexiones

desagradables, pero nunca sospeché que una de ellas estuviera tan arriba en la

cadena alimentaria. Tenía buenas razones para tener miedo. Me volví,


maldiciendo

en Vendan, para evitar las orejas de Pauline, y una penitencia.

"Puedes maldecir en Morrighese", dijo. “No se requiere penitencia.


Probablemente

he dicho lo mismo. O peor."

"¿Tú, Pauline?" Sonreí. “¿Blandiendo cuchillos y maldiciones?. Dios mío,


cómo has

cambiado".

Ella rió. "Es curioso, estaba pensando lo mismo de ti".

"¿Para bien o para mal?".

“Eres quien necesitaba convertirse, Lia. Ambas hemos cambiado por


necesidad”.

Una arruga oscureció su frente. Ella notó mis cueros de montar debajo de mi
capa

por primera vez. "¿Vas a algún lugar?".

“Ahora que la lluvia ha cesado, la gente volverá a salir a la calle. Puedo pasar

desapercibida, y Bryn y Regan seguramente ya han vuelto. Quiero.."


"Todavía no volverán".

"La Ciudad de los Sacramentos está a solo unos días de viaje, y dedicar una
piedra

conmemorativa no toma sino un día. Bryn y Regan no ...

“Lia, creo que entendiste mal. Después de eso, irán a más ciudades, y luego a
los

Reinos Menores. Regan a Gitos, y Bryn a Cortenai. Están en una misión


diplomática

ordenada por el mariscal de campo ".

"¿De qué estás hablando?. Los príncipes no van a misiones diplomáticas. Son

soldados ".

“También lo cuestioné, especialmente con tu padre enfermo. No sigue el


protocolo.

Pero Bryn pensó que era importante, y tu padre lo aprobó”.

¿Todo el camino a los reinos menores?. Mi corazón se desplomó. Eso podría

significar semanas de espera, que no podíamos permitirnos. Pero no podría

marchar al cónclave sin ellos.

Sacudí la cabeza. Una misión diplomática. Sabía cómo Bryn, y Regan


odiaban esas

cosas. Podía imaginar a Regan rodando los ojos. La única parte que le
gustaría era

montar al aire libre ...

Mi garganta se apretó.
Hacían muchas preguntas, tratando de llegar a la verdad. Justo como lo había
hecho

Walther. ─Discretamente voy a husmear.

Lo que lo convirtió en un riesgo.

"¿Qué pasa?", Preguntó Pauline.

Agarré el poste del porche para estabilizarme. Una visita a un Reino Menor

significaría días de viaje a través del Cam Lanteux. Serían objetivos


desprevenidos

y fáciles. Se me heló el corazón. No estaban en una misión. Se dirigían a otra

emboscada. Los príncipes estaban siendo eliminados, junto con sus


preguntas.

Mi padre nunca hubiera aprobado esto. No si él lo supiera.

"Es una emboscada, Pauline. Bryn y Regan se dirigen a una emboscada, lo


mismo

que Walther. Deben detenerse antes de que sea demasiado tarde, tengo que ir.
A

decirle a mi padre. Ahora."

Y corrí hacia la ciudadela, rezando porque aún no fuera demasiado tarde.

CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO

KADEN

"Hola Andrés".

Le había prometido a Lia que no enfrentaría a mi padre. No había dicho nada


sobre
mi hermano.

Había oído a Pauline preguntarle en voz alta a Gwyneth, si pudo haber sido
Andrés

quien la había seguido hasta la posada, y alertar al Canciller, dónde se


alojaban.

Pauline no le había revelado su identidad a Andrés, pero recordó que él le


había

hecho muchas preguntas. Una vez que se enteró de lo que el Viceregente me


había

hecho, se preguntó si sus preguntas no habían sido tan inocentes, después de


todo.

Estaba seguro de que no eran inocentes. Él era el hijo de su padre. Lo


sorprendí en

la puerta del cementerio, justo después de que entró, enganchando


rápidamente

un brazo sobre su hombro, como si fuéramos viejos amigos, mi otra mano

sosteniendo un cuchillo, discretamente presionado a su lado. "Vamos a dar un

paseo, ¿de acuerdo?".

Recibió el mensaje de inmediato y se puso a mi lado.

Lo conduje a la cripta de Morrighan, en el centro del cementerio, un lugar de

telarañas, espíritus, luz tenue, y paredes gruesas. Una vez que bajamos las

escaleras, lo aparté. Tropezó hacia adelante y se volvió.

Su cabeza se inclinó hacia un lado, cuando finalmente me miró. El


conocimiento
llegó rápido. Supuse que me parecía demasiado a nuestro padre. Andrés a su
madre,

de color ceniciento, una cara de querubín redonda, más adecuada para


mendigar

en las esquinas, pero no era el hijo bastardo.

"Kaden?." Vi sus dedos temblar, para alcanzar su arma. "Pensé que estabas

muerto."

"Creo que ese era el punto. No resultó de esa manera".

"Sé que tienes motivos para estar enojado por lo que te hizo, Kaden, pero han

pasado años. Padre ha cambiado”.

"Claro que sí".

Echó un vistazo a mi cuchillo, todavía aferrado a mi lado. "¿Qué quieres?",


Preguntó.

"Respuestas. Y tal vez un poco de sangre para pagar toda la que he perdido ".

"¿Cómo supiste dónde encontrarme?".

"Marisol me lo dijo", le respondí.

Él frunció el ceño. "Te refieres a Pauline".

"Supuse que lo sabías".

"El vientre me sorprendió, pero su voz: La conocí una vez. Ella no se


acordaba de

mí. Supongo que no causé una gran impresión, pero ella me la causó a mí. Es
ella.."
"Ella no volverá", le dije con firmeza, para que él supiera que cualquier cosa
que

puso en Pauline, era cosa del pasado.

"Dime, Andrés, ¿cómo es que fuiste el único que no viajó con el pelotón del
Príncipe

Walther, la única vez que se encontraron con una brigada de Venda?”.

Sus ojos se entrecerraron. "No monté porque estaba enfermo".

"No te recuerdo como del tipo enfermizo. Esto sucede a menudo, ¿o fue solo
una

coincidencia, que quedarte en casa te salvó el cuello?.

"¿Qué estás insinuando, hermano?". Se burló.

"¿Realmente necesito decirlo?".

“Estuve enfermo durante una semana, mayormente delirante. El médico de la


corte

puede confirmarlo. Cuando desperté, padre me dijo que había tenido fiebre.”

"¿Estabas con él cuando caíste enfermo?"

"Sí. Cené con él y algunos miembros del gabinete en sus apartamentos, la


noche

antes de salir, pero cuando me iba, me mareé y me caí. Los sirvientes de mi


padre

me ayudaron a acostarme. No recuerdo mucho después de eso. ¿Qué


diferencia

hace?. ¡Nadie sabía a qué se dirigían Walther y los demás!”.


“Claro que alguien lo sabía. Y que ese alguien no quería que su único hijo
restante,

entrara en la masacre que él había planeado. Supongo que el hijo estaba feliz
de

seguirle el juego ".

Desenvainó su espada. "Estás hablando de traición".

Sus ojos estaban muy abiertos, y enloquecidos, su voz desesperada, y se me


ocurrió,

que en realidad podría estar diciendo la verdad. Pauline había dicho que
estaba

afligido por la muerte de su pelotón. Si su dolor no era real, ¿por qué vendría
a

llorar todos los días?. Lo estudié, preguntándome acerca de algún otro tipo de

motivación, pero solo vi angustia en sus ojos, no engaño.

“Guárdala, Andrés. Prefiero no matarte".

Bajó su espada.

"¿Quién eres?", Preguntó, como si sintiera, que ya no era solo su pequeño


hermano

descartado.

"Nadie que quieras conocer", le dije. ¿Quién más estuvo allí la noche que te

enfermaste?.”

Pensó por un momento, luego dijo que, además de su padre, también había
cenado
con el Canciller, el capitán de la guardia, y el médico de la corte.

CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE

Mis padres compartían una cámara matrimonial, pero había una suite privada,
al

lado de la oficina del médico, para los miembros de la familia real cuando
estaban

enfermos, o necesitaban atención. Era la cámara donde mi madre nos había


dado

a luz a todos. Si mi padre estuviera realmente enfermo, tal vez incluso si


fuera una

artimaña, allí estaría él.

Entré en la cámara exterior, con el pelo recogido en una gorra y la cara


inclinada

sobre una pila de toallas, amontonadas en mis brazos. Un matraz colgaba de


mi

mano. Me arrastré hacia delante con indiferencia, mientras mis pies ardían
por

correr. Incluso mi padre, no importa cuán enojado estuviera conmigo, todavía

estaría dolido con la pérdida de Walther. Un destello de duda era todo lo que
le

tomaría para rescindir su orden.

Lo haría escuchar si tuviera que sujetarle un cuchillo a la garganta y tomarlo


como

rehén. "Estoy aquí para frotar al rey con una tintura ordenada por el médico",
dije
en un espeso brogue de Gastineux, sonando como mi tía Bernette cuando
estaba

enojada. La somnolienta enfermera sentada en una silla junto a la puerta se


animó.

"Pero nadie…"

"Lo sé, lo sé", me quejé. Tragué saliva y forcé mis palabras en un molesto
acento.

“Nadie nos dice nada hasta el último minuto. Aquí estaba a punto de irme a
casa.

¿Quizás pueda convencerte para que hagas esto?. Si tuviera que ...

"No", dijo ella, pensandolo mejor. "He estado atrapada aquí por horas. Podría

aprovechar el descanso. Miró al guardia que estaba junto a la puerta abierta


de la

cámara interior. "¿Necesitas su ayuda?".

"No. No estoy haciendo más que su frente. No necesito ayuda para eso ".

Se levantó con alivio, y salió por la puerta antes que pudiera decir algo más.

La cámara interior estaba oscura. Cuando pasé al guardia, le pedí que cerrara
la

puerta detrás de mí, ya que mis brazos estaban llenos.

"Protocolo", le reprendí cuando dudó.

La puerta se cerró suavemente detrás de mí, y me enfrenté a la gran cama en


la

pared opuesta. Casi no vi a mi padre en ella. Se veía pequeño y hundido,


como si
se lo estuvieran comiendo las almohadas, y las mantas. Las cuencas de sus
ojos

estaban sombreadas, y la piel delgada sobre sus pómulos. Era alguien que no

conocía. Puse las toallas y el matraz, en una mesa y me acerqué. No se


movió.

─Se esta muriendo. Lo están matando.

Se me aceleró el pulso. La ciudadela ya me había susurrado esta verdad.


Pensé que

significaba todos menos él, no el hombre que siempre había sido bravucón y

poderoso, todo lo que había conocido.

"¿Padre?".

Nada.

Me dejé caer a su lado, y tomé su mano en la mía. Estaba flojo y cálido.

¿Qué le pasaba?. Quería desesperadamente verlo fuerte y enojado, en todas


las

formas en que Walther lo había descrito, como siempre había sido, pero no
así.

"¿Regheena?".

Me sobresalté ante su débil voz. Sus ojos permanecieron cerrados.

"No padre. Madre está ocupada en otro lado. Es Arabella. Debes tratar de

escucharme. Es importante que ordenes a Bryn, y Regan, venir a casa de


inmediato.

¿Entiendes lo que te estoy diciendo?"


Él frunció el ceño. Sus ojos se abrieron.

"¿Arabella? Llegas tarde. Y es el día de tu boda. ¿Cómo lo voy a explicar?.

Mi garganta pinchó. Una niebla brumosa llenó su mirada. "Estoy aquí ahora,
padre".

Levanté su mano hacia mi mejilla. "Todo estará bien. Lo prometo."

"Regheena". ¿Dónde está mi Regheena?. Sus ojos se cerraron nuevamente.

Mi Regheena. El nombre de mi madre era tierno en sus labios. Incluso mi


nombre

había sido pronunciado con ternura, una reprimenda gentil, no enojada.

"Padre ..." Pero sabía que era inútil. No podía emitir una orden para tomar un
trago

de agua, y mucho menos exigir el regreso seguro de Bryn y Regan.

Ya había regresado flotando a su mundo inconsciente. Puse la mano sobre su


pecho

y presioné mis dedos contra su cuello. Su pulso era firme y constante. Si no


era un

corazón débil lo que lo había deprimido, ¿qué era?. Me puse de pie y fui a la
oficina,

mis dedos corriendo descuidadamente a través de la montaña de tinturas,


jarabes,

y bálsamos, todos los remedios que reconocía.

Mi madre me los había dado a mí y a mis hermanos muchas veces. Abrí las
botellas

y olfateé. Los olores trajeron recuerdos de cabezas congestionadas y cejas


febriles.

Revolví una caja de hierbas y linimentos, luego pasé a los cajones del
escritorio. Ni

siquiera sabía lo que estaba buscando: ¿Un ungüento?. ¿Líquido?. ¿Algo que

señalara su verdadera dolencia?.

─Lo están matando.

O tal vez no estaban tratando una enfermedad simple adecuadamente. Miré a


otra

parte de la habitación, buscando detrás de un espejo, un pedestal que sostenía


un

jarrón alto de flores, en su mesita de noche, e incluso deslice mi mano debajo


del

colchón, pero no apareció nada.

Fui a la puerta del consultorio médico contiguo, presionando mi oído contra


ella.

Cuando juzgué que la habitación estaba vacía, abrí suavemente la puerta y


busqué

allí también, pero sin probar cada elixir y esperar a ver el efecto, no tenía
forma de

saber qué pudo haber causado el estado débil y confuso de mi padre. Tal vez
era

su corazón. Tal vez lo había roto, tal como lo decían los rumores. Regresé a
su

habitación y mis ojos se iluminaron de nuevo en la caja de hierbas y


linimentos. El
médico siempre desdeñó los remedios de la cocina del cocinero. Cuando tía

Bernette hacía té con flores de rapsi, para los dolores de cabeza de tía Cloris,

sacudía la cabeza y sonreía. Lo busqué de nuevo, más cuidadosamente esta


vez.

Debajo de las otras botellas, encontré un pequeño vial no más grande que mi
dedo

meñique. Estaba lleno de un polvo dorado que nunca había visto. ¿Una hierba
para

el corazón que la enfermera no le dio? Saqué el corcho del vial, pero no pude

detectar ningún olor a hierbas y comencé a acercarlo a mi nariz.

─No. No lo hagas. Lo sostuve con el brazo extendido, examinando el oro


brillante,

luego reemplacé el corcho y lo volví a colocar con los demás, cerrando la


tapa.

"Su Alteza."

Me di la vuelta. El Canciller estaba allí, en todo su esplendor, con su túnica


carmesí

fluyendo, sus nudillos relucientes, su sonrisa arrogante de labios apretados,

radiante de triunfo. Dos guardias con espadas desenvainadas se pararon


detrás de

él.

"Qué divertido que tu nota dijera que debería tener miedo", dijo, su tono
alegre.

"Creo que, querida, eres tú quien debería tener miedo".


Lo fulminé con la mirada.

"No estés tan seguro".

Me quité la capa para que mis armas fueran más fáciles de sacar y miré más
allá de

él, hacia los guardias. No los reconocí.

¿Había cambiado la guardia que mantenía segura la ciudadela?. Aún así,


llevaban

la insignia de la Guardia Real.

"Dejen sus armas", les dije. “Por todo lo que es santo, no defiendan a este
hombre.

Es un traidor que está enviando a mis hermanos a una emboscada. Por


favor.."

“En serio, princesa”, dijo el Canciller, sacudiendo la cabeza, “pensé que


arrastrarte

estaba debajo de ti. Todos sabemos quién es el verdadero traidor. Eres una

enemiga declarada del reino. Tu sangre corre tan fría que mataste a tu propio

hermano ... "

" ¡No lo maté! Yo.. "

"Atrápenla", dijo el Canciller, apartándose.

Los guardias vinieron hacia mí, pero en lugar de huir, me lancé hacia
adelante y, en

un segundo borroso, uno de mis brazos había enganchado el cuello del


Canciller,
mientras que con el otro, le clavaba un cuchillo en la garganta.

"¡Vuelvan!", Ordené.

Los guardias se detuvieron, las espadas listas para atacar, pero no se retiraron.

“¡Retrocedan, tontos!” Gritó el Canciller, sintiendo el aguijón de mi cuchillo

presionando su carne.

Retrocedieron con cautela, deteniéndose contra la pared opuesta.

"Eso es mejor", le dije, luego le susurré al oído del Canciller, "Ahora, ¿qué
estabas

diciendo sobre tener miedo?".

Aunque me encantó la sensación de su corazón acelerado debajo de mi brazo,

escuché pasos golpeando el pasillo hacia nosotros. Más guardias ya habían


sido

alertados, y probablemente solo tenía unos segundos antes que todas mis
salidas

fueran bloqueadas. Lo jalé hacia la puerta del médico, y cuando solo estaba
un paso

detrás de mí, lo empujé para que tropezara hacia adelante. Me deslicé dentro
de

la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

En segundos, los guardias se estrellaron contra ella, y escuché al Canciller


gritar al

otro lado para derribarla. Fui a la ventana y abrí el postigo, pero no había una
repisa
para escapar. Miré hacia un balcón directamente debajo de la ventana, era una

caída de veinte pies sobre piedra dura, pero no veía ninguna otra opción. Me
alejé,

colgando de la ventana por la punta de mis dedos, luego la solté. Rodé con la
caída,

pero el impacto aún envió un dolor punzante en mi pierna. Huí, cojeando


mientras

corría, mi ruta ahora era salvaje, y desordenada, lanzándome a las


habitaciones,

pasillos, redirigiendo mis pasos cuando escuchaba el ruido de pasos en mi

búsqueda. Corrí por la escalera oscura de los sirvientes, y luego por un pasillo
vacío,

los gritos cada vez más débiles, su búsqueda aún limitada a los pisos
superiores.

Estaba en la parte trasera de la ciudadela, dirigiéndome por un pasaje largo y

oscuro, hacia la entrada de los sirvientes, raramente usada, por la que Pauline
y yo

habíamos escapado. Acababa de abrir el pestillo cuando escuché un sonido

metálico y me giré hacia el sonido.

Un extraño zumbido llenó el aire, y luego un fuerte golpe, golpe, golpe. Una

sacudida caliente explotó en mi brazo. Mi visión destellaba, con un dolor tan

brillante que no pude concentrarme. Cuando intenté alejarme, mi respiración


se

estremeció en mi pecho. No podía moverme. Miré a mi izquierda. Dos largos


pernos

de hierro estaban incrustados en lo alto de la puerta, pero un tercero me había

clavado la mano en la madera, perforando el centro de mi palma. La sangre


goteaba

al suelo.

Escuché pasos, y traté frenéticamente de soltar el perno, pero el menor

movimiento me provocaba un dolor repugnante. Los pasos se hicieron más


fuertes,

más cercanos. Miré hacia arriba y vi la silueta de una figura, caminando


lentamente

hacia mí. Reconocí la arrogancia. Mi cuchillo yacía en el suelo a mis pies.

Desenvainé mi espada, un gesto patético, porque sabía que no podía pelear


con

una mano clavada a la puerta. Su rostro apareció a la vista.

Malich.

Una ballesta como ninguna de las que había visto antes, colgaba de una de
sus

manos. Temblé de dolor cuando él se acercó. Cada sonido amplificaba sus


pasos, la

punta de mi espada raspando el piso, mi propio aliento jadeando en mi


garganta.

"Qué bueno encontrarte, princesa", dijo. “Entiendo que Kaden también está
aquí.

Nunca debí haberlo dejado escapar ese día, cuando peleamos en la terraza ”.
La sonrisa presumida. El que había jurado que pagaría.

"Desearía poder decir que es bueno verte también, Malich".

Levanté mi espada como una amenaza, pero incluso ese pequeño movimiento

magnificó la dolorosa puñalada en mi mano. Traté de enmascarar mi agonía.

Él fácilmente golpeó mi espada con su ballesta, enviándola traqueteando por


la

habitación. El giro brusco de mi cuerpo, envió sacudidas cegadoras que se

dispararon por mi brazo, y no pude contener un grito. Agarró mi mano libre y

presionó su cuerpo contra el mío.

"Por favor", dije. "Mis hermanos.."

"Justo como te prefiero, princesa, suplicando y con ambas manos


contenidas". Su

rostro aún mostraba las líneas de mi ataque, y sus ojos brillaban con
venganza. Se

inclinó más cerca, y su mano libre rodeó mi garganta.

"Los tornillos son cortesía del Komizar. Lamenta no poder estar aquí para

entregarlos él mismo. Lamentablemente, debes conformarte conmigo. Su


mano se

deslizó de mi garganta a mi pecho.

"Y cuando termine contigo, te cortaré la cara, con marcas como las que me
diste.

No le importa cómo te veas cuando te entregue ".


Su sonrisa se amplió y eso fue todo lo que pude ver, todo lo que pude sentir,
la

expresión segura, que decía que era el dueño del mundo. Fue una sonrisa que
agitó

mis recuerdos a la superficie. Vi a mi hermano llorando. Vi la flecha en la


garganta

de Greta. Vi la gorra de encaje de un bebé quemándose, y rizándose en


cenizas.

─Eso fue fácil, se había jactado. Matarla fue fácil.

Sus respiraciones eran pesadas en mi oído, cuando su mano se deslizó más


abajo,

hurgando con mi cinturón, tirando de los botones de mis pantalones. Fácil.


Sentí el

crujido de los huesos cuando forcé mi mano clavada, a girar, girar, y agarrar
el

tornillo. La sangre corría por mi brazo. Los gemidos se estremecieron en mi

garganta como sonidos de animales, espesos y salvajes. Utilicé el dolor de la


misma

manera que un fuego consume combustible, quemándose cada vez más, y con
la

mano agarrada al cerrojo, forcé mi brazo a empujar contra él, aflojándolo.


Mis

dedos ardían, como si hubieran sido incendiados, el rayo de hierro se


convirtió en

furia en mi mano, y tiré, aflojándolo aún más, mis gemidos solo aumentaron
la
satisfacción de Malich. Sus ojos brillaron, mirándome como si ya supiera
dónde

tallaría las líneas. Fácil.

"No te me desmayes ahora, princesa", dijo mientras liberaba el último botón


de

mis pantalones. Su mano se deslizó debajo del cuero, hacia abajo a lo largo
de mi

cadera, su sonrisa se ensanchó.

"Cumplo mis promesas y le dije al Komizar que sufrirías".

Tiré del cerrojo, girándolo cuando se soltó, el repentino lanzamiento agregó

velocidad a mi balanceo, y se hundió en el cuello de Malich, el extremo


puntiagudo

emergió por el otro lado. Sus ojos se abrieron.

“Yo también cumplo mis promesas”, dije. Sus labios se separaron como para
decir

algo. No pudo hablar, pero lo vi en sus ojos. Durante unos gloriosos


segundos, lo

supo: Era un hombre muerto, y fue por mi mano. Aunque todavía podía
oírme, le

susurré: "Odio que se sienta tan bien y tan fácil matarte, Malich. Ten la
seguridad

que nunca más te volveré a suplicar por nada”. Saqué el cerrojo y la sangre
brotó

de su cuello antes de que cayera al suelo. Muerto.


Miré fijamente su cuerpo arrugado, la sangre corría lentamente desde su
cuello,

goteando en los ríos rojos y perezosos, a través del suelo empedrado. Sus ojos

miraban fijamente al techo. Su sonrisa se había ido.

Fue entonces cuando un trueno de pasos se cerró por todos lados. Seis
guardias a

los que no reconocí, me rodearon otra vez. El Capitán de la Guardia se paró


entre

ellos. Era el miembro del gabinete que supervisaba a los guardias de la


ciudadela.

Bajó la mirada hacia el cuerpo de Malich con reconocimiento y sacudió la


cabeza.

Una oleada de náuseas me atravesó. "Tú también", le dije.

"Me temo que sí."

"Capitán, no haga esto", le supliqué.

"Créeme, princesa, si pudiera revertir el tiempo, lo haría, pero estoy


demasiado

profundo en esto para regresar ahora ".

" ¡No es demasiado tarde! ¡Aún podrías salvar a mis hermanos! Podrías ...”

—Tómenla.

Di un paso adelante y me balanceé, con el perno todavía en la mano, pero mis

rodillas cedieron y golpeé el suelo.

Dos guardias me tomaron por los brazos, y otro liberó el perno. La sangre
brotó y

mi cabeza nadó mientras me arrastraban. Traté de hacer un seguimiento de

adónde me llevaban, pero todo lo que vi, fueron formas borrosas girando
delante

de mí.

Deja de sangrar, Lia.

Pero con sus manos agarradas a mis brazos, no había posibilidad de eso. En
cambio,

supliqué su lealtad, tratando de convencerlos de que el Capitán de la Guardia


era

el más vil de los traidores. Incluso mis palabras parecían arrastradas,


distantes, y

uno de los guardias, repetidamente me dijo que me callara, pero no me


detuve.

Finalmente me rompió la mandíbula. La carne suave en el interior de mi


mejilla,

cortó mis dientes, y el sabor salado de la sangre llenó mi boca. El pasadizo se

desvaneció dentro y fuera, y el piso y el techo giraron uno contra el otro. Pero
fue

una palabra que murmuró un guardia justo antes de arrojarme a una


habitación

oscura, que se estrelló contra mí más fuerte que su puño.

Jabavé

Había una razón por la que no había reconocido a los guardias de la


ciudadela. Eran

Vendan.

CAPÍTULO SESENTA

Solo un poco más lejos, Lia.

Espera.

Agárrate a mí.

Olí un río, vislumbré los pesados pinos inclinados de un bosque, vi


respiraciones

heladas, que agitaban el aire sobre mí, y escuché el constante y decidido


golpeteo

de las botas crujiendo en la nieve. Sentí unos cálidos labios rozar los míos.

Solo un poco más lejos. Por mi.

Mis ojos se abrieron, todavía no estaba muerta. El mundo nevado, la blancura

cegadora y el aroma a pino se desvanecieron. En cambio, estaba en una


habitación

negra sin ventanas, pero aún sentía los brazos que me habían sujetado, los
dedos

que me habían peinado hacia atrás, el cofre que había sido una cálida pared
contra

el frío, y escuché una voz que no sonaba.

─No me dejes ir. Mantén tus ojos en mi.

El azul ardiente que había exigido que me quedara. Intenté concentrarme,


buscar
en la oscuridad. La celda estaba cargada, el aire, tan viejo como las paredes
mismas.

Olía a tierra y podredumbre. Me acerqué la mano al estómago, presionándola


con

fuerza para detener el sangrado, pero la presión me envió una puñalada


cegadora.

Tomé aire, forzando mis pulmones a respirar. No podía aceptar que todo
hubiera

terminado. Que no se enviaría ninguna palabra para salvar a mis hermanos.


Que

los traidores no estarían expuestos. Que el Komizar había ganado.

Ver a Malich muerto, de repente fue una victoria muy pequeña. La


satisfacción se

desvaneció, como su sangre por el suelo. Su muerte solo me dio un final, no

devolvió lo que se había llevado. El camino aquí era borroso, y no estaba


segura de

dónde estaba, pero no era la ciudadela. Tal vez una de las dependencias?.
¿Por qué

tendrían que arrastrarme a la intemperie, cuando la prisión de la ciudadela


estaba

a solo unos pasos?. No pensé que me hubieran llevado tan lejos como Piers
Camp,

pero no podía estar segura. Traté de levantarme para buscar en la habitación


algo

para usar como arma, pero la pierna herida se dobló debajo de mí, y mi cara
se
estrelló contra el piso de tierra.

Me acosté allí como un animal herido.

─¿Nos entendemos por fin?.

Contuve las lágrimas de enojo. ¡No!. Empujé con mi única mano buena,
tratando

de levantarme. Pensé que la situación no podría empeorar, pero estaba


equivocada.

Escuché pasos, gritos amortiguados, y entrecerré los ojos ante la repentina luz

brillante, cuando la puerta se abrió. Entraron más prisioneros, la puerta se


cerró de

golpe, y la habitación volvió a la oscuridad.

Está cerca de mis hijos,

Sus labios rozan mi cuello,

Su saliva moja mi mejilla,

Su caricia me aplasta el aliento.

Más que espadas,

Más que puños,

Mis palabras lo asustan.


Veo mi final.
Pero en las palabras que te he dado,

Rezo por aquellos que no pueden hacerlo.

—Canción de Venda.

CAPÍTULO SESENTA Y UNO

RAFE

Solo unos pocos cabalgamos por el bosque. El resto permaneció en la ciudad,

dispersos, para no atraer atención, pero listos. Cuando nos acercamos a la


cabaña,

levanté la mano, una orden sin palabras para que todos se detuvieran. Ellos

también lo escucharon. Un chillido furioso. Un gato tal vez, o ... Rompimos


al galope.

Cuando nos acercamos, vi a Kaden huyendo de los bosques, hacia la cabaña.


Nos

vio, pero siguió corriendo.

"Pauline!. ¡Lia!”. Gritaba, mientras corría.

Atravesamos la puerta de la cabaña, solo para encontrarla vacía, excepto por


el

aullido de un bebé. Todos miramos la cama al mismo tiempo, y Kaden se


inclinó,

sacando un bulto de debajo.


"Es de Pauline", dijo mientras acunaba al bebé en sus brazos. Apartó la manta
para

asegurarse de que nada le dolía.

"Ella nunca dejaría a su bebé así".

Y luego, como si finalmente hubiera registrado nuestra presencia, preguntó:


"¿Qué

demonios estás haciendo aquí?".

Antes de que pudiera responder, Berdi, y una joven, entraron por la puerta.

Berdi gritó advertencias y amenazas, antes de finalmente exigir la entrega del


bebé.

Fue un pandemonio, y confusión, cuando se lanzaron preguntas hasta que


Orrin se

apresuró, y dijo que había huellas de caballos frescas afuera, que no eran
nuestras.

"Alguien se las llevó", dijo Kaden. "Ella escondió al bebé debajo de la cama
para

que no lo tomaran también".

La chica con Berdi corrió hacia la puerta.

“¡Tengo que llegar a la abadía!”.

Tanto Kaden como Berdi, le gritaron que se detuviera, pero ya se había ido.
Subí a

mi caballo y la atropellé, inseguro de sus motivos. Ella sacó un cuchillo para

detenerme. Fue entonces cuando me habló de los avisos.


CAPÍTULO SESENTA Y DOS

Las tres nos sentamos una al lado de la otra, apoyadas contra la pared de
piedra.

Me imaginé que miraban al vacío negro, tal como lo hacía yo. Estaba
agradecida de

no poder ver la cara de Pauline, cuando relató la traición. Su voz todavía


estaba

llena de incredulidad y se tambaleaba de una manera suave y peligrosa entre


la

miseria y la rabia fría. Justo cuando pensaba que se rompería, una terrible
quietud

rugió en ella, una que era salvaje, aguda, y sedienta de venganza.

Gwyneth me dijo que antes de llevarselas, había escuchado a Pauline llamarla

desde el porche de la cabaña. Había mirado por la ventana, y cuando vio


venir a los

soldados, envolvió al bebé en una manta y lo dejó debajo de la cama, donde


no lo

verían. La voz de Pauline se volvió débil y temerosa de nuevo.

“Kaden lo encontrará. ¿No crees, Lia?”.

Gwyneth ya le había asegurado que Kaden lo oiría llorar, cuando volviera del

molino. Empecé a agregar mi propia afirmación, cuando Pauline extendió la


mano

y sintió el sangriento desastre. Gemí por su toque.

"Queridos dioses, ¿qué pasó?". Nos habíamos abrazado cuando las arrojaron
a la

habitación, pero en la oscuridad, no había visto mi mano. Ya les había


explicado mi

encuentro con mi padre, el Canciller, y los guardias, que me arrastraron hasta


aquí,

Ahora les conté sobre mi desafortunado encuentro con Malich, y el tornillo.


Pauline

estaba horrorizada, e inmediatamente comenzó a rasgar una tira de la parte

inferior de su falda, para hacer un vendaje. Gwyneth se levantó y se abrió


paso a

través de las esquinas de la habitación, y cuando encontró un puñado de


telarañas,

tropezó hacia mí, y las envolvió alrededor de mi mano. Aunque el médico de


la

corte, habría desaprobado altamente tales remedios de cocina, ayudó a frenar


el

constante rezumar de mi mano.

"¿Fue difícil?", Preguntó Pauline. "¿Matarlo?".

"No", respondí.

Había sido fácil. ¿Eso me hacía poco más que un animal?. Eso era lo que
sentía

ahora, un nudo de dientes y garras, listos para matar cualquier cosa que
entrara

por la puerta.
"Cómo desearía haber tenido un rayo en mi mano, cuando Mikael vino y nos

señaló". Pauline imitó su voz mientras volvía a contar sus palabras.

─“Era mi deber entregarte, dijo. Soy un soldado, y tú eres una criminal


buscada del

reino. No tuve otra opción”.

Ella me ató el vendaje.

"¡Deber!. Cuando vi al magistrado arrojarle una bolsa de monedas, Mikael se

encogió de hombros, como si no hubiera sabido sobre la recompensa".

"¿Cómo sabía que estarías en la cabaña del cuidador?", Le pregunté.

"Me temo que me conoce mucho mejor que yo. Supongo que fue él quien me
siguió

a la posada y alertó al Canciller. Cuando no me encontró allí, pensó en otro


lugar al

que podría ir. La cabaña era donde solíamos...”

Ella suspiró y no terminó su pensamiento. No necesitaba hacerlo.

"Y yo fui el bono de la suerte en toda la negociación", dijo Gwyneth


alegremente.

"Espera hasta que el Canciller descubra que estoy involucrada. Eso sera feo.
Hace

mucho tiempo aprendí, lo deliciosamente vicioso que puede ser ”.

Y luego, por primera vez, habló sobre Simone. Tal vez cuando estás a punto
de

morir, no parece tan importante guardar los secretos.


Ella suspiró con un aire de asco, que creo se dirigió a sí misma.

“Tenía diecinueve años cuando lo conocí. Era mayor, poderoso, y me colmó


de

atenciones. Lo encontraba encantador, si puedes creer eso, pero la verdad es


que

incluso entonces, sabía que era peligroso en algún nivel. Pensé que era

emocionante, en comparación con mi triste vida como camarera en


Graceport.

Llevaba ropa cara y hablaba muy bien, y me hizo sentir que era tan
importante

como él. Le transmití información durante casi un año. Debido al puerto,


muchos

señores, y comerciantes ricos frecuentaban la posada. No fue hasta que dos

clientes de los que le di información, casi mueren en sus camas, que


comprendí lo

peligroso que era. Me dijo que se habían convertido en una responsabilidad.”

“Todo lo que pensé que era emocionante sobre él, de repente se volvió
aterrador ”.

Dijo que en ese momento, ya estaba embarazada. Ella inventó una historia
para él,

que había encontrado un trabajo en otro lugar, y que habría dicho o hecho

cualquier cosa para alejar al bebé de él. No trató de evitar que se fuera. No
estaba

contento con el niño, y ella todavía temía que él pudiera hacerle algo, a ella, o
al
bebé. Mantuvo a Simone solo unos meses. Se había quedado sin fondos, no
tenía

a nadie a quien recurrir y le preocupaba que el Canciller pudiera rastrearla.

Al pasar por Terravin, vio a una pareja mayor, que mimaba a algunos niños
en la

plaza. Se enteró de que no tenían hijos, y los siguió a un hogar que estaba
limpio y

ordenado.

“Incluso tenían geranios rojos en macetas en el alféizar de la ventana.


Sostuve a

Simone en mis brazos durante dos horas, mirando esas flores. Sabía que
serían

buenos padres".

Hizo una pausa y escuché un sonido, como si se estuviera limpiando las


lágrimas de

las mejillas.

"Después de dejarla allí, no volví a Terravin por más de dos años. Todavía
tenía

miedo que alguien hiciera la conexión, pero no pasé un día sin pensar en ella.
Son

buenas personas. Nunca hablamos de eso, supongo que saben que no quiero

hacerlo, pero saben quién soy, y me dejan espacio en sus vidas. Es una niña
dulce

y feliz. Nada como yo, gracias a los dioses. O él”.


Su voz se quebró, como si supiera, que nunca volvería a ver a su hija. Al
escuchar la

férrea ruptura de Gwyneth, me quede sin aire en el pecho.

"¡Alto!", Dije. "Saldremos de esto".

"¡Maldita sea, lo haremos!" Gruñó Pauline.

Gwyneth y yo respiramos con asombro, y luego nos reímos. Me imaginé a


Pauline,

apretando un rayo en su puño, con el nombre de Mikael grabado en él.


Gwyneth

extendió la mano y me tomó la mano buena. Colgué mi otra mano sobre el


hombro

de Pauline, y la acerqué. Nos apoyamos unas en las otras, nuestros brazos

enredados, frente a mejilla, barbilla a hombro, lágrimas y fuerza, nos unían.

"Saldremos de esto", le susurré de nuevo.

Y luego compartimos el silencio, sabiendo lo que venía.

Gwyneth se apartó primero, recostándose contra la pared nuevamente.

"Lo que no puedo entender, es por qué no estamos todas muertos ya. ¿Qué
están

esperando?. ”

“Confirmación, ”dije. "El cónclave está en sesión de vuelta, y alguien que es


un

factor decisivo en esta pequeña conspiración, está ocupado de otra manera.


Tal vez
el Erudito."

"El cónclave se rompe para la comida del mediodía", dijo Pauline.

"Entonces tenemos hasta el mediodía", respondí.

O tal vez más, si mi plan de respaldo funcionaba, pero a medida que pasaba
cada

minuto, y escuchaba el sonido de las campanas de la abadía, estaba más


segura

que ese plan, también había sido frustrado.

Mi ira se disparó. Tenía que haber apuñalado al Komizar de nuevo. Cortarlo


como

un ganso festivo, luego echarle la cabeza hacia atrás, ensartarla en una


espada, y

mostrarsela a la multitud, como prueba que no amaba al tirano.

“¿Por qué creyeron las mentiras?”. Pregunté. "¿Cómo puede un reino entero,
creer

que me casaría con el Komizar, y traicionaría a una compañía de soldados,


incluido

mi propio hermano?".

Gwyneth suspiró.

“Fueron reducidos al instante, dijo, sufriendo, y desesperados. Treinta y tres


de sus

mejores jóvenes habían muerto, y el Canciller se adelantó, y les dio una


salida fácil

para su rabia, un rostro y un nombre, que sabían que ya les había dado la
espalda

una vez. Era fácil para ellos creerlo”.

Pero si no hubiera huido, nunca habría descubierto los planes del Komizar, o
de los

traidores. Estaría felizmente viviendo en otro reino, con Rafe, al menos hasta
que

el Komizar volviera su atención hacia Dalbreck.

Y los jóvenes Vendans, que apenas eran lo suficientemente grandes, como


para

levantar una espada, obtendrían lo peor de todo, corderos sacrificados que el

Komizar colocaría en el frente, probablemente para asaltar las puertas de la


ciudad.

Él usaría a los niños para pinchar la conciencia de los soldados Morrigheses.


Ni mis

hermanos, ni sus camaradas, golpearían a un niño. Sostendrían sus armas,


dudarían,

y luego el Komizar, se movería con su arsenal de destrucción.

Pauline puso suavemente su mano sobre mi muslo.

“Pero no todos creyeron las mentiras. Bryn y Regan no creyeron ni una


palabra ".

Tal vez por eso se dirigían a la muerte ahora. Habían hecho demasiadas
preguntas.

***

Nos sentamos allí en la oscuridad, cada una de nosotras, perdida en nuestros


propios pensamientos, mi mano palpitaba al ritmo de mi corazón, el extraño

cosquilleo de las telarañas contra mi piel subía por mi brazo como mil
pequeñas

arañas. Un remedio de cocina.

Algo que el médico de la corte nunca usaría. No solo. La oscuridad se


arremolinaba

frente a mí, y las mil pequeñas arañas se convirtieron en un campo de flores

doradas. Una cara se alzó de ellos, tranquila y segura. El nunca me pregunto


sobre

el Don, porque sabía que lo tenía. Fue lo que le hizo tener miedo de mí todo
el

tiempo.

─Ella expondrá a los malvados.

Y vi un amplio continente de reinos, cada uno con sus propios dones únicos,
la cara

retrocediendo, y campos de flores ondeando en la brisa, hasta que se


convirtieron

en arañas nuevamente, descansando en mi palma.

La puerta se abrió y la repentina luz nos cegó. Escuché el altivo suspiro del
Canciller

antes de verlo.

"Gwyneth", dijo, pronunciando su nombre con exagerada decepción, "pensé


que

eras más inteligente que esto". Él chasqueó la lengua. "Conspirando con


enemigos”.

Gwyneth le lanzó una mirada fulminante, y él se la devolvió con una sonrisa.

Entonces sus ojos se encontraron con los míos. Me puse de pie y cojeé hacia
él. Se

resistió a retroceder, no queriendo mostrar ningún miedo. Estaba, después de


todo,

herida, sin armas, y prisionera. Pero vi un breve parpadeo en sus ojos, un


latido de

duda. Confirmó que había leído la Canción de Venda.

Ella expondrá a los malvados. ¿Y si lo hiciera?.

Miró mi mano vendada, ensangrentada. Su arrogante burla regresó. No me


veía

tan poderosa ahora. Solo era la molestia que lo había acosado siempre, una
con un

nombre que no podía explicar, pero no era una amenaza. La pequeña duda
que se

abrió en él, desapareció.

"No hagas esto, Lord Canciller", le dije. "No mates a mis hermanos".

Una bocanada de aire satisfecha escapó de sus labios.

"Entonces eso fue lo que lo hizo, lo que finalmente, te hizo correr hacia tu
padre".

"Si mi padre muere ..."

“Quieres decir, cuando tu padre muera. Pero no me preocuparía, no llegará


tan
pronto como tu propia muerte. Lo necesitamos un poco más de tiempo ...”

"Si te rindes ahora, te perdonaré la vida".

El dorso de su mano se balanceó, sus dedos enjoyados se encontraron con mi

mandíbula, y me tropecé con la pared. Gwyneth y Pauline saltaron hacia


adelante.

"¡Quédense atrás!", Ordené.

"¿Me perdonas la vida?", Se burló. "Estas loca."

Me volví para mirarlo de nuevo y sonreí. "No, Canciller, solo quería darte
una

oportunidad. Ahora mi obligación con los dioses está cumplida. Aleteé


brevemente

mis pestañas, como si los dioses me estuvieran hablando”.

La duda volvió a atravesar sus ojos, como un animal al acecho, que no podía
sacudir.

"Quítate la chaqueta", ordenó.

Lo miré, preguntándome por su motivo.

"Hazlo ahora", gruñó, "o haré que lo hagan por ti".

Me la quité, dejándola caer al suelo. Él asintió a los guardias y ellos me


agarraron

de los brazos y me voltearon de espaldas hacia él. Uno de ellos tiró de mi


camisa, y

me arrancó la tela del hombro. El silencio se prolongó, marcado solo por sus

respiraciones, lentas y contenidas. Podía sentir su odio quemándome.


Los guardias me soltaron, empujándome hacia adelante, y el Canciller dijo:

“Mátenlas. Una vez que esté oscuro, lleven los cuerpos lejos de la ciudad y

quémenlos. Asegúrense que no quede rastro de esa cosa en su hombro”.

Cuando él se volvió para irse, los guardias se movieron hacia nosotras,


portando

delgadas cuerdas de seda, entre sus manos, una forma silenciosa y sin sangre
para

deshacerse de nosotras. Pero entonces se oyó un ruido: El sonido distante de


las

campanas.

"¡Escucha, Canciller!", Dije rápidamente, antes de que pudiera irse.


"¿Escuchas

eso?".

"Las campanas de la abadía", espetó con irritación. "¿Y qué?".

Sonreí. "Es un anuncio. Uno importante, de su oficina nada menos. ¿No te


diste

cuenta que faltaba tu sello?. Se están publicando las últimas noticias.


Ciudadanos

de toda la ciudad las leen mientras hablamos. La princesa Arabella ha sido

capturada. Todos los ciudadanos están invitados al juicio, y será colgada


mañana

por la mañana, en la plaza publica. Sería una lástima si no la presentaras.

Vergonzoso, incluso. ¿Cómo explicarías tu incompetencia?.”


Vi un parche rojo manchado en su cuello extendiendose a las mejillas, y
sienes,

como llamas en un incendio forestal, fuera de control y consumo.

"¡Esperen!", Dijo a los guardias, y les ordenó salir. La puerta se cerró de


golpe detrás

de todos ellos, y lo escuché gritar para que abrieran los carteles. Pero era

demasiado tarde. Sabía que era demasiado tarde.

"Bien hecho, hermana", dijo Gwyneth. “¿Pero mañana por la mañana?. ¿No
podrías

haber pospuesto el juicio una semana? ".

“¿Y darles más tiempo para encontrar una manera de deshacerse de nosotras
en

silencio?. No. Tendremos suerte si duramos hasta la mañana. Nunca me


daran la

oportunidad de hablar en el juicio. Todo lo que hace es comprarnos unas


horas más,

pero al menos ahora, estarán frenéticos, y tal vez cometan errores estúpidos ".

Me abrí paso por la pared, hasta que mi pie empujó la pierna de Gwyneth.

"Levántate", le dije.

"Ustedes dos. Mientras tanto, necesito mostrarles algunos movimientos que

aprendí de un soldado de Dalbreck: Formas de matar a un hombre, sin usar


un

arma, para cuando los guardias regresen ".


CAPÍTULO SESENTA Y TRES

Unos pasos caminaron por el pasillo de piedra, solo una hora después. Pensé
que

tendríamos más tiempo. Eran ruidosos y apresurados. Enojados. Todas nos

pusimos de pie, apoyadas contra la pared opuesta, esperando que se abriera la

puerta, la tierra acumulandose en nuestros puños, listas para arrojarselas a sus


ojos.

"Cuando se abra la puerta, denle a sus ojos, la oportunidad de adaptarse a la


luz",

les dije.

“Solo tenemos una oportunidad para esto. Hagan que su puntería cuente”.

Pauline susurró oraciones, mientras Gwyneth pronunciaba maldiciones.


Habían

arrancado varias tiras del vestido de Gwyneth, y las habían tejido en una
cuerda

fina y apretada, anudando los extremos, para que cada una pudiera agarrarla
bien.

Los guardias no serían los únicos con garrotes. Mi mano izquierda podía
hacer poco,

pero aún podía hacer mucho daño a una tráquea, con los nudillos de mi mano

derecha. Les había dicho a Gwyneth y Pauline, los puntos débiles que había
notado

en los guardias. Además de sus ojos, sus ingles, narices, rodillas, y sus
gargantas,
eran todos vulnerables. Llevaban solo armas, sin armadura. En algún
momento de

nuestro planeado combate, cuerpo a cuerpo, esperaba quitar el arma de al


menos

uno de los guardias discapacitandolo.

Los pasos se detuvieron afuera de la puerta.

Las llaves se sacudieron.

La cerradura se sacudió.

Maldiciones amortiguadas. Más traqueteo. De prisa.

Mi agarre se apretó sobre la tierra en mi mano.

─¡De prisa! Algo al respecto no sonaba bien.

Un tintineo de llaves enojado.

Maldita sea! ¡Un paso atrás!.

Un choque sacudió la puerta. Y otro. La grieta de la madera astillada, se


sacudió en

las paredes. Un agujero abrió la puerta, luego un rayo de luz, y la punta


plateada

de un hacha. La punta del hacha desapareció momentáneamente, y hubo otro

fuerte crujido, cuando se abrió paso nuevamente. La puerta se abrió y estaba


lista

para embestir, entonces— Ojos brillantes, y una sonrisa. Mechas negras de


cabello.

Vistas que no esperaba volver a ver.


"¡Esperen!" Grité, extendiendo mi mano para detener a las demás.

Kaden estaba al otro lado de la puerta astillada, con el hacha todavía agarrada
en

su mano. El sudor brillaba en su frente, y su pecho se agitaba por el esfuerzo.

Jeb y Tavish pasaron junto a él, y les dije a Gwyneth, y Pauline, que se podía
confiar

en ellos. Jeb extendió su mano. “Gracias a los dioses que te encontramos. Por
este

camino ”, dijo. "No tenemos mucho tiempo".

Dejé caer el puñado de tierra, pensando lo cerca que había estado de aplastar
su

garganta. Jeb sonrió. "Recordaste."

"¿Dudabas de mí?".

"Nunca."

Pauline corrió hacia Kaden, golpeando sus manos contra sus hombros.

"¡El bebé!".

"Está bien", respondió Kaden. “Berdi lo tiene, y trajo a una nodriza. Les dije
que

fueran a la abadía a esconderse”.

"De prisa. Por este camino, "ordenó Tavish.

Se volvió y nos condujo por un pasillo. Reconocí dónde estábamos ahora, el


arsenal

de la ciudadela, una de las dependencias. Era pequeño en comparación con la


armería del campamento de Piers, se usaba solo para armar a los guardias de
la

ciudadela. Nos habían retenido en uno de sus cuartos de almacenamiento,


pero

esto solo confirmó mis sospechas, mientras que en la ciudadela, los guardias

podrían ser cómplices en los esquemas de los traidores, no significaba que los

soldados en las filas lo fueran. Escuché una algarabía de gritos por delante.
Jeb,

quien subió por la parte trasera, notó mis pasos lentos y dijo: "No te
preocupes.

Son nuestros ".

¿Nuestros?. Traté de darle sentido mientras corría.

Entramos por una puerta, que desembocaba en la sala principal de


suministros, y

en el centro de la misma, había cinco hombres parcialmente vestidos, en


varias

etapas de ponerse uniformes. Media docena más yacía boca abajo, con las
manos

encadenadas detrás de ellos, las puntas de las espadas sostenidas en el cuello,


por

la misma cantidad de hombres de capa simple. Sven rasgó las camisas en


tiras y

llamó a Jeb y Tavish para que lo ayudaran a amordazar a los hombres


encadenados.

"¿Estás bien?", Preguntó Kaden, volviéndome a mirar, y alcanzando mi


mano.

"Estoy bien", le dije, alejándome.

“El Capitán de la Guardia está involucrado, y algunos de los guardias de la


ciudadela

son Vendan. Hablan un Morrighese impecable. Parece que los Eruditos


también

estaban ocupados dando clases particulares de idiomas ”.

La ira brilló en los ojos de Kaden. El Komizar nunca le había dicho tantas
cosas, pero

esa era la forma, en que el Komizar usaba a las personas como títeres, nunca

compartía demasiada información con una sola. El poder, tenía que seguir
siendo

todo suyo. Kaden agarró una tira de tela.

"Vamos a envolverlo un poco más", dijo, levantando mi mano vendada con


sangre.

Me vio palidecer de dolor. "¿Qué tan malo es?".

"Viviré", dije. “Malich no tanto. Él está muerto. El Komizar y su retorcido


nido de

gusanos de caverna, han desarrollado otra arma interesante: Una ballesta que

dispara múltiples tiros de hierro a la vez. Afortunadamente, solo uno de ellos


me

atrapó”.

Envolvió suavemente la tira de tela alrededor de mi mano.


"Aguanta la respiración", dijo, antes de apretar la tela. "Un poco de presión
ayudará

a detener el sangrado".

El dolor me sacudió y luego me subió por el brazo.

"Te conseguiré una capa", dijo. "No puedes salir de aquí luciendo así, sin
llamar la

atención. Y luego hay más que necesito decirte.”

Se acercó a una pila desordenada sobre una mesa, supuse que la ropa
desechada

de los hombres medio vestidos, y la reviso.

El padre Maguire apareció detrás de mí, sorprendiéndome con su atuendo.


Una

espada estaba a su lado, casi oculta por su túnica. "¿Sabe cómo usar uno de
esas?",

Pregunté.

"Estoy a punto de aprender", respondió, y luego me dijo que finalmente había

encontrado la información en los archivos, que había solicitado. "No había

parientes".

Asenti. Esto fue solo una confirmación más: Otra parte de la imagen borrosa,
que

se había enfocado en la oscuridad de la celda. Gwyneth y Pauline ya habían


entrado

en el centro de la habitación, absorbiendo el ajetreo de la actividad, y


convirtiéndose en parte de ella, un plan que estaba empezando a comprender.
En

la esquina más alejada de la habitación, vi a Orrin sacando alabardas de un


estante

y luego a Natiya, cargando un montón de cinturones, todos equipados con la

insignia Morrighese. Se los entregó a los medio vestidos soldados, y cruzó la

habitación hacia Gwyneth y Pauline, un parloteo de ruido y explicaciones que


solo

escuché a medias porque en la esquina opuesta, algo más atrajo mi atencion.

Un guerrero. Alguien balanceando una maza con bridas, para romper la


cerradura

de otro gabinete de armas. La cerradura voló contra una pared, y el gabinete


se

abrió de golpe, pero luego se detuvo, pareciendo sentirme al mismo tiempo.


Se

giró, sus ojos encontraron los míos, y luego su atención cayó a mi mano
vendada.

Mirando hacia abajo, vi que mis pantalones, y camisa, estaban cubiertos de


sangre.

Cruzó la habitación, sus pasos medidos. Cálculando. A pesar de su celo por


romper

la cerradura, hubo restricción en sus movimientos, mientras se acercaba a mí.


La

rigidez de su zancada. El tirón de sus hombros. Frenando. Eso fue lo que vi


en su
movimiento, pero no lo que vi en su mirada, cuando se detuvo frente a mí. En
sus

ojos, lo vi atrayéndome a sus brazos, sus labios se posandose en los míos, un


beso

que nunca terminaría, sosteniéndome hasta que los reinos desaparecieran, y el

mundo se detuviera, siendo todo lo que habíamos sido el uno para el otro.

Esperé. Esperado. Queriendo. Algunas cosas duran. Las cosas que importan.
Y aun

así se contuvo. Distante. Un rey, Un soldado, calculando su próximo


movimiento.

"No hay tiempo para explicar", dijo.

"No necesito una explicación. Estás aquí. Eso es todo lo que importa."

Echó un vistazo a mi mano.

“Podemos esperar y reagruparnos, o avanzar ahora. Es tu decisión."

Inspeccioné a sus soldados en la habitación. "¿Cuantos tienes?".

"Cien, pero son…"

"Lo sé", dije. "Son los mejores."

Solo quedaban horas, antes de que terminara la última sesión del cónclave, y
los

señores se dispersaran, de regreso a sus hogares. Ahora era mi última


oportunidad

de hablar con todos ellos. Minutos contados.

“Mis hermanos se dirigen a una emboscada. Mi padre se está muriendo. Y el


Komizar está en camino. No hay más tiempo para esperar ".

“¿El Komizar?. ¿El puente está arreglado?”.

Asenti. Levantó la barbilla y giró la cara hacia la ventana. "Estás pálida.


¿Cuánta de

esta sangre es tuya?.

La mayor parte, pero escuché un borde peligroso en su voz, y decidí en


contra de

la verdad.

"La mayoría es de Malich. Lo peor de todo. Él está muerto."

"¿Entonces puedes llevar un arma?".

"Sí", dije, envainando una espada que Kaden me entregó, sintiendo que mis

movimientos, ya se habían convertido en sus movimientos.

Los otros habían terminado sus preparativos, y se reunieron detrás de Rafe,

esperando también mi respuesta. Seis de los hombres de Rafe, incluido Jeb,


ahora

estaban equipados como guardias de la ciudadela. El resto de ellos vestían las


capas

lisas hiladas, favoritas por los agricultores, y comerciantes locales, todas en

diferentes tonos y estilos, para no llamar la atención. Tavish y Orrin vestían

atuendos similares, al igual que Sven.

Pauline y Gwyneth, estaban ceñidas con armas, y también llevaban capas.

Esto era todo, pensé, y el terror aumentó en mi garganta.


"Ella se queda", dije señalando a Natiya.

Ella voló hacia adelante, enfurecida.

Kaden la agarró por detrás sujetándola contra su pecho.

"Escúchala, Natiya", dijo. "Escucha. No la hagas mirar por encima del


hombro, con

preocupación por ti. Ella lo hará. Todos tenemos nuestras debilidades, y tú


serás la

suya. Por favor. Tu día llegará.”

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y su mirada se clavó en la mía.

"Hoy es mi día". Su voz tembló de ira.

Ella entendía poco del funcionamiento de la corte, ni quién había traicionado


a

quién. Ella solo sabía que quería justicia, pero incluso hoy, no podía
devolverle lo

que había perdido.

“No”, dije, “hoy no. Veo muchos mañanas para ti, Natiya, días que te
necesitaré a

mi lado, pero este no es uno de ellos. Por favor, vuelve a la abadía y espera
con

Berdi”.

Le temblaba el labio. Tenía trece años y estaba lista para luchar contra el
mundo,

pero vio que no me conmovería, y me rechazó enojada, yendose a la abadía.


Volví a mirar a Rafe.

El asintió. "Vamos a buscar algunos traidores".

***

Rodeamos por detrás del edificio anexo, caminando por el pueblo, con Rafe a
un

lado, y Kaden al otro. Un vagón caminaba a nuestro lado, una carretilla de


mano

empujada un poco más adelante, y detrás, con sacos de arpillera colgados


sobre

los hombros, su mercancía derramandose sobre la parte superior, los demás.

Nuestras botas, tocaban un ritmo desigual en los adoquines; las ruedas del
carro

crujian y golpeaban; nuestras capas se agitaban en el viento, cada ruido


sonaba

como un heraldo, anunciando nuestro enfoque, sin embargo, de alguna


manera

nos mezclamos con los ciudadanos, que se dedicaban a sus asuntos.

Mientras caminábamos, más personas se pusieron a nuestro paso, esperando


y

listas, pareciendo comerciantes que se dirigían al mercado, y me pregunté,


cómo

Rafe había podido reunir un escuadrón así, no solo de soldados, sino también
de

artistas, percibiendo la más pequeña de las señales. Él había dicho que


contaba con
cien soldados fuertes. Pensé en lo que seis habíamos hecho en Venda, luego

habíamos estado huyendo del enemigo, sin tratar de instalarnos en su oscura

guarida. ¿Cuánto tiempo podrían cien soldados, resistir al ejército


Morrighese?.

Había al menos dos mil soldados, estacionados en el campamento de Piers, a


poca

distancia.

Mi corazón latía con fuerza. Esta no era una rebelión de la infancia. Este era
un

golpe de estado y a los ojos de la ley Morrighese, el crimen más


imperdonable.

Había recibido una extensa conferencia al respecto cuando tenía catorce años.
En

aquel entonces, mi castigo había sido, ser desterrada a mi cámara por un mes.
Hoy,

si fracasabamos, la rebelión sería motivo de un ahorcamiento masivo de

proporciones épicas. Intenté no pensar en las deficiencias de nuestro pequeño

ejército, solo en lo que estaba en juego. Todo.

El frente de la ciudadela estaba a la vista y, por primera vez, los pasos de


Rafe

vacilaron.

"No puedo prometer que los soldados Morrigheses no morirán". Asentí.

Le había dicho a Rafe y a sus hombres que quería derramar la menor cantidad
de
sangre posible.

Si bien había Vendans entre los guardias de la ciudadela, algunos de ellos


todavía

eran Morrighese y seguramente creían que estaban siguiendo órdenes.


Todavía no

avanzaba, con el ceño fruncido entre las cejas.

"No tienes que entrar, Lia. Podemos ir primero, y una vez que el pasillo esté
seguro,

podemos enviar por ti”.

Él y Kaden intercambiaron una mirada. Una mirada de complicidad.

“Si alguno de ustedes intenta detenerme, morirá. ¿Entienden?".

"Estás herida, Lia ", dijo Kaden.

"Una mano está herida", respondí. "Mis fortalezas no son sus fortalezas".

Llegamos a la plaza, y los hombres disfrazados de guardias de la ciudadela,


subían

los escalones hacia la hilera de guardias estacionados en la entrada. Jeb, su


tono

Morrighese perfecto, les dijo que su escuadrón estaba allí para relevarlos. El

guardia central parecía confundido, sin reconocer a Jeb ni a los demás, y se


resistió,

pero ya era demasiado tarde para que actuaran. Los hombres de Rafe fueron

rápidos y seguros, y sus espadas sonaron en el aire como una sola unidad,

presionándolas con la misma rapidez contra los pechos de los guardias. Los
empujaron de vuelta al oscuro receso del portal, tomando sus armas mientras
el

resto de nosotros inundaba los escalones, arrojando capas, y desplegando más

armas de los carros y sacos.

Tomar la siguiente línea de guardias no fue tan sangriento. Nos vieron desde
el final

del pasillo. Dos de ellos se movieron para cerrar las pesadas puertas, mientras
que

el resto, cargaban hombro con hombro contra nosotros, llevando alabardas,


que

sobrepasaban nuestras espadas. Los arqueros de Rafe se adelantaron, gritando


una

orden de advertencia para que se detuvieran. No lo hicieron. Y múltiples


flechas

volaron por debajo de los escudos de la guardia, y en sus piernas. Cuando

tropezaron, fueron alcanzados, y cargamos contra las puertas, antes de que


los

otros guardias pudieran bloquearlas. Algunos de ellos comenzaron a gritar en

advertencia, Sven los dejó inconsciente. Los dos últimos guardias, colocados
fuera

de las puertas cerradas de Aldrid Hall, eran ceremoniales en el mejor de los


casos.

Su propósito era echar a los visitantes no invitados, no defenderse de los


atacantes.

Su cabellos eran de plata, sus estómagos panzudos, y sus armaduras


consistían sólo

sólo en cascos de cuero y pectorales. Ellos movieron sus espadas con


incertidumbre.

Dieron un paso adelante, y me reconocieron.

"Su Alteza ..." El guardia se contuvo, sin saber cómo llamarme.

"Deja tus armas y hazte a un lado", ordené. "No queremos lastimarte, pero lo

haremos. El reino y la vida de mis hermanos están en juego ".

Sus ojos se llenaron de miedo, pero se mantuvieron firmes. "Tenemos


nuestras

órdenes".

"Como yo", respondí. "Muevanse. Ahora. Cada segundo que me retrasan


ponen

vidas en riesgo ”.

No se movieron.

Miré a los arqueros que estaban a mi derecha.

"Dispárenles", ordené.

Cuando los guardias desviaron su atención hacia los arqueros, Rafe y Kaden,
se

movieron desde la izquierda, golpeando las espadas de sus manos y tirando a

ambos hombres contra la pared.

Antes de que se abrieran las puertas, implementamos el último de nuestros


planes.
Aparte de mí, solo Pauline, conocía el diseño de la ciudadela, y la envié con

instrucciones precisas sobre lo que debía traerme. Jeb y el capitán Azia


fueron con

ella.

"El guardia colocado en la puerta es Vendan", les dije. "Puede que tengan que

matarlo".

Kaden se fue, con dos de los soldados vestidos como guardias de la


ciudadela. Su

búsqueda era más incierta, aunque le dije exactamente qué buscar. Gwyneth
fue

enviada en otra dirección, con el resto de los soldados vestidos como


guardias.

Con todo el gabinete convocado en Aldrid Hall, recé para que los pasillos
estuvieran

casi vacíos.

Mi cabeza latía con el sonido de pasos que retrocedían, una vida de voces

despertando dentro de mí.

¡Cállate, Arabella!.

¡Tranquila!.

¡Este asunto está terminado!.

¡Ve a tu cámara!.

Rafe y Tavish me miraron, esperando la señal que estaba lista.


Otras voces sonaron en mi cabeza.

─No te demores, Miz.

─Confía en la fuerza dentro de ti.

─Cuida la ira. Úsala.

Eso era fácil de hacer. Desenvainé mi espada y asentí. Las puertas se


abrieron, y

entré con Rafe por un lado, Tavish por el otro, Orrin y sus mejores arqueros
nos

flanqueaban, Sven liderando las líneas de portadores de escudos delante de

nosotros, y más soldados tirando hacia atrás, soldados dispuestos a apostar


sus

vidas por otro reino, y una causa incierta.

CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO

RAFE

Hasta este punto, todo había sido planeado con precisión. De aquí en
adelante,

Sven dijo que era otro plan a medias, pero también notó que se sentía más
cómodo,

con las estrategias militares a medias. Tavish resopló ante la palabra


estrategia.

Cuando asaltamos el pasillo, teníamos habilidad, y sorpresa de nuestro lado,


y poco

más. Lo que traerían los próximos minutos, y horas era incierto, pero sabía
que nos
estábamos quedando sin tiempo. Lo supe en el momento en que Lia entró en
la

armería. Ya había una guerra en curso, los traidores contra Lia, y hasta ahora,

parecía que los traidores estaban ganando.

Tavish murmuró por lo bajo, mientras nos apresurábamos, mirando la larga


galería

superior, y el balcón que daba al pasillo. Lia había dicho que solo era
accesible

desde el ala real, pero si los arqueros lo inundaban antes de que pudiéramos

asegurarlo, seríamos como peces en un barril, esperando ser atacados uno por
uno.

Protegimos la espalda de Lia, y la de los demás.

Señores y ministros jadearon, demasiado sorprendidos para comprender lo


que

estaba sucediendo, mientras mis hombres llenaban el perímetro. Los guardias

colocados en el estrado, mantuvieron sus manos en las armas, cuando


nuestros

arqueros los atacaron a la vista. Tavish y yo nos mantuvimos cerca de Lia,


con los

escudos en alto, observando, girando, escaneando la habitación. Orrin nos

flanqueó con sus hombres, sus flechas ya apuntaban a las dos torres, listas
para

devolver los ataques. Lia se detuvo en el centro de la habitación y gritó que


nadie
debía moverse, prometiendo que no los lastimarían.

Ella mintió. Habría sangre derramada.

Lo vi en sus ojos, su rostro, sus labios, la rabia hambrienta.

Pensé que podía ser todo lo que la mantenía en pie. Sus ojos estaban rodeados
de

sombras, sus labios pálidos. Sabía que me había mentido en la armería. Había

perdido mucha sangre. Pero también entendí el apuro de la batalla, y la fuerza


que

mantenía a los hombres muertos en pie, junto con su furia desesperada, la

mantenía en marcha ahora. Ordené que se cerraran las puertas, y que los
guardias

liberaran sus armas. Un señor que se había dirigido al gabinete permaneció

congelado en el gran escalón semicircular en el frente de la sala, incapaz de


hablar

o moverse. Le hice señas con mi espada.

"Siéntate".

Se arrastró de vuelta a su asiento, y Lia subió los escalones, tomando su


lugar.

Su escrutinio pasó sobre el gabinete, y se dirigió a cada uno, asintiendo con la

cabeza, como si saludara, pero veía el miedo en sus ojos.

Sabían que no era un saludo. Todos vieron la delgada línea en que ella
caminaba, y

las múltiples armas atadas a su lado.


El Canciller se puso de pie de un salto.

"¡Esto es absurdo!"

Un eco de acuerdo retumbó a su alrededor, las sillas se arrastraron hacia


atrás,

como si escoltaran a la princesa insolente a su habitación.

Antes que pudiera decir algo, Lia arrojó su daga. “¡Te dije que no te
movieras!”,

Gritó ella. La hoja cortó la manga del Canciller y se alojó en una pared de
madera

tallada detrás de él.

El silencio regresó al pasillo. El Canciller sostuvo su brazo, la sangre se


filtraba entre

sus dedos. Su cabeza se sacudió de rabia, pero volvió a su asiento.

"Eso es mejor", Lia dijo. "No te quiero muerto todavía, Lord Canciller. Me

escucharás primero ".

Puede que se haya sentado, pero no en silencio.

"Así que arrojas cuchillos para silenciar al gabinete, y tienes una colección de

rebeldes empuñando espadas a quienes has obligado a seguirte", dijo. "¿Qué


vas a

hacer?. ¿Retener a todo el ejército Morrighese?”.

Di un paso adelante. "De hecho, sí, lo haremos".

El Canciller me recorrió a lo largo, observando mis ropas ásperas. Su labio se


levantó con disgusto.

"¿Y tú lo harías?". Para alguien en su precaria posición, no mostraba signos


de

retroceder. Su arrogancia hizo arder la mía.

"Yo soy el rey de Dalbreck", respondí. "Y te puedo asegurar que mi


colección de

tropas puede contener a tu ejército, por un período de tiempo increíblemente

extenso, al menos lo suficiente para verte muerto".

El capitán de la guardia se rio.

"¡Tonto!. Nos hemos encontrado con el rey de Dalbreck, ¡y tú no eres él!.”

Cerré el espacio entre nosotros y extendí la mano sobre la mesa, agarrándolo


por

el frente de su túnica. Lo puse de pie.

"¿Estás dispuesto a apostar tu vida en eso, capitán?. Aunque nunca me has


visto,

te vi desde el claustro de la abadía, el día de mi boda frustrada. Te paseabas

nerviosamente con el Cronometrador, maldiciendo según recuerdo”.

Solté su túnica y lo empujé hacia atrás en su asiento. “Mi padre ha fallecido.


Ahora

soy el rey, y todavía tengo que decapitar a alguien en mi nuevo cargo, y estoy

ansioso por ver cómo es ".

Lo miré, sujetándolo a su asiento, luego miré al resto del gabinete,


escaneando
como lo había hecho Lia, preguntándome qué mano la había golpeado, quien
le

había arrancado la camisa de la espalda, y peor aún, cuál de los suyos la había

traicionado, y a todos los demás reinos del continente, conspirando con el


Komizar,

cambiando nuestras vidas por su codicia. Aparte del Canciller, y el Capitán


de la

Guardia, el resto había permanecido curiosamente silencioso, y encontré su

silencio melancólico tan inquietante como los estallidos. Ellos tramaron. Miré
a Lia.

“Habla, princesa. Tienes el piso todo el tiempo que quieras”.

Ella sonrió, una dureza aterradora en sus labios. "El piso", repitió saboreando
las

palabras mientras se giraba, con los brazos extendidos a los costados.

"Perdónenme, estimados ministros, por el estado de mi", se miró la ropa


manchada

de sangre, luego su hombro expuesto: “Mi apariencia. Sé que no sigue el


protocolo

de la corte. Pero supongo que también hay algo de consuelo”. “Golpeada y

despreciada, expondrá a los malvados”. Hizo una pausa, la sonrisa


desapareció de

su rostro. “¿Te asustan esas palabras?. Deberían”.

Ella se volvió, su mirada recorrió a los señores, luego se detuvo y miró hacia
la
galería vacía. Todos los ojos siguieron su mirada. El silencio se hizo
prolongado e

incómodo, pero el recuerdo de su cuchillo volando por la habitación parecía

callarlos. Mi pulso se aceleró, y Tavish y yo intercambiamos una mirada


preocupada.

Parecía haber olvidado dónde estábamos o qué estaba haciendo. Seguí su


mirada.

No había nada allí. Nada, al menos, que pudieramos ver.

CAPÍTULO SESENTA Y CINCO

El aire cambió, colgando sobre nosotros, el color suave y apagado, como


pergamino

envejecido. La habitación se hizo más grande, como un sueño, convirtiéndose


en

un mundo distante donde una niña de catorce años cargó con sus hermanos a
su

lado. Quienes creían en ella, la seguían de cerca. Todos estaban muertos


ahora,

asesinados en un campo de batalla sin nombre.

Walther susurró: Ten cuidado, hermana.

Escuché a la chica gritar que nadie debería moverse, y ella prometió que no
los

lastimarían. Ella sabía que eso no era cierto. Algunos morirían, aunque ella
no sabía

cuáles, ni cuándo, pero sus muertes ya se nublaban detrás de sus ojos. Vio a
dos
hombres cargando con ella, mirando, girando, arqueros flanqueandola con
flechas

preparadas. Y luego sus ojos se posaron en el gabinete, los rostros, el asiento


vacío

de su padre.

El aire se agitó, los colores brillantes, y el miedo vibraba contra las paredes,
en

ondas. La niña ya no estaba. Solo era yo, frente a ellos.

Y hoy, nadie me desterraría a mi cámara. El Viceregente, el Canciller, el


Capitán de

la Guardia, el Maestro de comercio, el Cronometrador, el Mariscal de campo,


el

Maestro de caza, y por supuesto, el Erudito, que parecía el más preocupado


de

todos, por el cambio de los acontecimientos. Notablemente ausentes estaban


la

Primera Hija, y el rey mismo, pero uno de ellos estaría aquí pronto. El

cronometrador jugueteó nerviosamente con los botones de su chaqueta,


tirando y

preocupándose hasta que uno se salió. Se estrelló contra el suelo, rodando por
la

piedra pulida. Sabía quién era el autor intelectual detrás de esto, el arquitecto
que

ansiaba el poder tanto como el Komizar. Quizás aún más, arriesgando todo
por el
premio completo: El continente. Lo miré despacio y constante. Era obvio
ahora. Las

escamas de su verdadera naturaleza, brillaban debajo de su túnica. El dragón


que

tenía tantas caras como el Komizar.

Cuando el Canciller desobedeció la primera de mis órdenes, mi daga voló.

Me tomó toda mi voluntad no apuntar directamente a su corazón.

En mis días cruzando el Cam Lanteux, cada vez que practicaba arrojando mi
cuchillo

en la corteza de un árbol, había marcado su corazón, como el objetivo en mi


mente,

pero su muerte vendría más tarde. Por ahora todavía podría serme útil, y
usaría

cada pieza de él, dedo por dedo, si eso fuera lo que se necesitara para salvar a
mis

hermanos.

Se sentó, pero hervía, ahora lanzando insultos a Rafe.

Lo observé, a él y a los demás, uno por uno, porque una conspiración era tan
buena,

como su eslabón más débil, y ahora ese eslabón se estaba probando. La


ciudadela

cerrada, contrayéndose, apretando la traición en algo duro y vivo, su corazón


latía

salvaje, resistiendose, su rugido bestial resonaba, pero debajo de todo escuché


otro
sonido, un frágil golpe tan persistente como la esperanza, y vi a alguien salir
al

balcón.

Era una niña. Se inclinó sobre la barandilla, sus grandes ojos oscuros fijos en
los

míos.

“ Me lo prometiste”, dijo ella.

Asenti. "Lo prometí hace mucho tiempo".

Y luego se fue, el mundo cambío, el aire era agudo y brillante de nuevo. Los
señores

esperaban, su atención se redujo a un punto, listos para romperse.

Les conté sobre los traidores en medio de ellos, dragones con sed insaciable,
y otro

más, el Komizar de Venda, que se dirigía hacia aquí con un ejército


imparable, para

destruirlos a todos, ayudados por los mismos traidores, que habían enviado al

Príncipe Heredero Walther, a su muerte.

“Huí de la boda porque tenía miedo, pero no traicioné a Morrighan y no


traicioné

a mi hermano”.

“Lo vi morir, pero a manos de los Vendans que lo acechaban. Fue enviado a
una

emboscada, por traidores aquí en esta sala. Los mismos que han enviado a los
príncipes Regan, y Bryn a morir”.

El Erudito real se inclinó hacia delante. "¿No sería esto mejor discutido en .."

Pero el Viceregente lo interrumpió, levantando la mano.

"No interrumpamos a la princesa. Deja que ella diga. Podemos darle mucho”.
Me

miró como recordando cada palabra que habíamos dicho en su oficina.


“¿Tienes

alguna evidencia?”.

Sabía que mi palabra no era suficiente.

Miré, lento y constante, al Erudito, con una advertencia, (llegará su hora), y


me

volví hacia el mariscal de campo, que era el enlace del gabinete con las
tropas.

"Mis hermanos necesitan ser rastreados, y traídos a casa inmediatamente.


Con mi

padre enfermo, nunca deberían haber sido enviados a Gitos y Cortenai, en


primer

lugar. ¿Cómo explica esta flagrante violación del protocolo, Lord


Comandante?”.

Se movió incómodo en su asiento, y lanzó una dura mirada al Capitán de la


Guardia.

El Erudito los observó a todos, como si estuvieran listos para saltar de su


asiento.

"No quería enviarlos", respondió, con el ceño fruncido oscureciendo su


rostro.
“De hecho, discutí en contra. Pero me convencieron a creer que era por el
bien del

reino ”.

"Y tus hermanos estuvieron de acuerdo", agregó el Capitán de la Guardia.

Corrí por el estrado, golpeando mi espada contra la mesa a centímetros de su


mano.

“¿Acordaron ser masacrados?”.

El Capitán de la Guardia miró boquiabierto su mano asegurandose que todos


sus

dedos aún estuvieran allí. Su mirada regresó a mí, sus ojos brillando con ira.

“¡La chica está loca!”, le gritó a los soldados de Rafe, que estaban cerca de él.

“¡Depongan sus armas antes de que los mate a todos!”

El estruendo de pasos resonó en el salón sur, la vibración de cien botas


golpeando

hacia nosotros. Los soldados habían sido alertados. Mire hacia atrás. En el
gabinete.

El dragón.

Una sonrisa.

Una que nadie más podía ver.

Una voz que nadie más podía escuchar.

Más. Es mía. Tu eres mia

El rechinar de dientes.
Una golondrina glotona.

Un aliento satisfecho.

Me volví hacia Rafe, cuando los ruidosos pasos se hicieron más fuertes. Me
sostuvo

la mirada, y asintió con confianza. Sigue adelante.

Un señor en el fondo del salon, aparentemente envalentonado por el sonido


de los

soldados, se puso de pie.

“¡El único traidor que vemos en esta sala eres tú!. ¡Si hubiera otros traidores,
los

nombrarías!. El Capitán de la Guardia tiene razón: ¡La chica está loca!”.

El Viceregente suspiró, poniendo las manos frente a él, y frunciendo el ceño.

"Hemos permitido tu opinión, Arabella, pero me temo que debo estar de


acuerdo

con Lord Gowan. No puede hacer estas acusaciones sin proporcionar


evidencia, y

no vemos ninguna ".

Podría nombrar a muchos traidores, posiblemente la mitad del gabinete, pero


mi

única evidencia, si Pauline pudía asegurarla, se interpretaría como algo que


yo

había plantado. Necesitaba a alguien más para señalar con el dedo.

"Tendrás tu evidencia", prometí, demorando el tiempo. ¿Dónde estaba


Pauline?
Ella venía del pasillo norte, pero ¿y si su camino ya estaba bloqueado? .

"Y obtendrás tus nombres. Pero no hemos discutido ...”

Una mano golpeó la puerta de entrada norte y un grito la atravesó.

"Lia!".

La barra se levantó, y Pauline se apresuró a cruzar la habitación, observando

nerviosamente el escrutinio del gabinete y a los señores. Ella subió los


escalones

para encontrarse conmigo, con una caja agarrada en sus brazos.

Hubo otro ruido de pasos, y nuestros hombres haciéndose pasar por guardias
de la

ciudadela, corrieron hacia la barandilla de la galería. Gwyneth se unió a ellos


y

asintió hacia mí. Más pasos. Suaves. Apresurados. Un silbido de faldas. Tía
Bernette,

tía Cloris, y lady Adele, la asistente de la reina, aparecieron, sus manos


agarrando

la barandilla, mientras sus ojos recorrían la habitación. Sus miradas pasaron


sobre

mí, y un nudo se hinchó en mi garganta. No era la misma chica que se había


ido de

aquí tantos meses atrás, y no me reconocieron.

Cuando finalmente se dieron cuenta de quién era, tía Cloris jadeó, y las
lágrimas

corrieron por las mejillas de tía Bernette, pero Gwyneth las había entrenado
bien.

No debían hablar, solo dar testimonio, y todas callaron. Y luego hubo un


destello

azul, y mis pulmones se apretaron. La reina se adelantó entre mis tías, una
sombra

de quién había sido alguna vez.

Ella me miró, sus ojos eran huecos oscuros, su mirada clavada en la mía.

─No hay nada que saber ... Es solo el frío de la noche. Pero ahora ambas
sabíamos

que era mucho más que un escalofrío.

"Bienvenida, Su Majestad", le dije. "Estábamos a punto de discutir la salud


del rey".

Me volví hacia el gabinete. Se agitaron, esperando que yo dijera algo, las


manos del

Capitán de la Guardia escondidas debajo de la mesa.

"El rey no parece estar recuperándose", dije. "¿Puedes decirme porque?".

"La noticia de tu traición lo golpeó hasta el centro", gruñó el Canciller. "No


existe

una cura instantánea, para un corazón arrancado del pecho de un hombre".

Algunos de los señores murmuraron acuerdo. Escuché los suaves gritos de tía

Bernette.

"Hmm. Así me han dicho ". Mis ojos se posaron en el médico de la corte.

"Ven y únete aquí en el escalón", le dije, "para que todos puedan oírte
informar

sobre la salud de mi padre".

No se movió, mirando a los otros miembros del gabinete, como si pudieran


salvarlo.

"No es una petición, Lord Fently". Levanté mi mano vendada. “Como pueden
ver,

tengo una herida grave. No me hagas arrastrarte hasta aquí”.

Envainé mi espada, y él se levantó de mala gana y se acercó.

"Arabella", intercedió el Erudito, "no ..."

Me di vuelta bruscamente.

“No tengo reparos en cortarte la lengua, su eminencia. De hecho, después de


todos

los años que tuve que soportar tus condenatorias conferencias, me daría el
mayor

placer, por lo que le aconsejaría que se callara mientras aún posee una. Como
todas

las veces que me hiciste contener la mía”.

Sus ojos se entrecerraron. Familiares. Temerosos. Preocupados. Pero no por


su

lengua. ¿Por la verdad?. Mi ira ardía aún más, y cuando el médico se detuvo
frente

a mí, lo agarré del hombro y lo obligé a ponerse de rodillas.

“¿Qué le pasa a mi padre?”, Pregunté.


“¡Su corazón, alteza! ¡Como dijo el Canciller! ”, Respondió rápidamente, su
tono

alto y serio.

“¡Pero sus otras dolencias son muchas!. Es algo complicado, tratar tantas

afecciones. Tomará tiempo, pero tengo grandes esperanzas en su


recuperación ”.

Sonreí. "¿De Verdad?. Eso es tranquilizador, Lord Fently. Asentí a Pauline y


ella

abrió la caja. "¿Y estas son algunas de las medicinas con las que lo estás
tratando?".

"¡Sí!", Dijo, su tono de voz suplicante. "¡Estos son solo remedios simples
para

hacerlo sentir más cómodo!".

Metí la mano y saqué una pequeña botella de elixir ámbar oscuro. "¿Esta?".

"Solo para aliviar dolores y molestias".

Mis dedos temblaron, rígidos y hormigueantes, para quitar el corcho con mi


mano

herida. El esfuerzo de liberarlo hizo que la sangre volviera a calentarse


debajo del

vendaje. Olfateé la botella.

"¿Para el dolor? Puedo usar algo de esto. Tomé un buen trago y me encogí de

hombros. "Vaya, ahora creo que ya me siento mejor ".

Él sonrió, su rostro era una mancha de angustia y miedo. Volví a poner el


elixir y
saqué otra botella, esta llena de líquido blanco cremoso.

"¿Y cómo ayuda esto a mi padre?".

“¡Su estómago, alteza!. Ayuda a resolverlo ".

Levanté la botella, la agité a la luz y luego tomé un trago. Sonreí.

"Sí, recuerdo esto de mi infancia". Dirigí una mirada al Erudito. "A menudo
sufría

de dolores de estómago".

Lo puse de nuevo y revolví la caja, luego saqué el pequeño frasco lleno de


polvo

dorado. "¿Y éste?".

El tragó. Su piel estaba pastosa, y una gota de sudor goteaba cerca de su


oreja. Una

media sonrisa se dibujó en sus labios.

“Es por agitación. Solo para calmar los nervios agitados”.

"Nervios agitados", repetí. "Bueno, supongo que todos pueden ver,


ciertamente

tengo de esos". Saqué el corcho, comencé a llevarlo a mi boca y dudé.


"¿Importa

cuánto tomo?".

"No", dijo, una medida de alivio finalmente llegó a sus ojos. "Puedes tomar
todo lo

que quieras".

Lo llevé a mis labios de nuevo. Me miró, con la boca abierta, esperando que
tomara

una dosis considerable, como había hecho con los demás. Hice una pausa y le

devolví su seria atención.

"Parece, Lord Fently, que necesitas esto es mucho más que yo. Toma, toma
un

poco”.

Lo acerqué a sus labios, y él rápidamente volvió la cabeza. "No, no necesito

ninguno".

"Pero insisto".

"¡No!".

Se apartó bruscamente, pero saqué el cuchillo de mi bota y lo sostuve contra


su

cuello.

"¿Ves lo nervioso que estás, mi señor?". Bajé la voz a un gruñido.

“Insisto en que tomes un poco. Ahora. Mi cuchillo presionó más fuerte contra
su

garganta, y los señores jadearon cuando una delgada línea de sangre surgió
debajo

de la hoja. Le llevé el frasco dorado lentamente a los labios. "Recuerda", le


susurré,

"puedes tomar todo lo que quieras".

El cristal rozó su labio inferior. "¡No!". Gritó, sus ojos vidriosos de terror.
"¡Es él!.
¡Él fue quien me lo dio!. ¡Fue por su orden!” Señaló al Viceregente.

Bajé el cuchillo, liberando al médico. Se hizo el silencio cuando todos los


ojos se

volvieron hacia el miembro del gabinete favorito. Le sonreí al Viceregente.

"Thannis", le dije. “Bueno para el alma. Bueno para el corazón. Una yerba
única,

que solo se encuentra en Venda. Algo que un embajador como usted,

probablemente descubrió hace años, en una de sus visitas clandestinas”.


Caminé

hacia él.

“Perfectamente mortal, pero, ¿algunos granos pequeños?. Podrían ser


suficientes

para mantener a un rey fuera del camino, mientras finalizabas tus planes, pero
si él

moría, había tantos de esos príncipes problemáticos en la fila para el trono,


que

podrían nombrar un nuevo gabinete ”.

El Viceregente se puso de pie. "El hombre es un mentiroso. Nunca antes


había visto

la sustancia ".

Una voz llamó desde el fondo del pasillo. "Entonces, ¿cómo explicas esto?".

Se oyeron pasos, botas en la piedra, un latido lento que exigió atención.

Las cabezas se volvieron. Se contuvo el aliento por solo un momento, luego


susurraron en voz baja, como una sobresaltada bandada de pájaros.

Había algo en él. Algo familiar, pero también extraño. Algo que no
pertenecía.

Se callaron nuevamente cuando Kaden caminó por el pasillo central hacia


nosotros,

con otro frasco de oro en la mano.

"Encontré esto en tu departamento, escondido en un cajón cerrado". Avanzó


en

una línea lenta y deliberada, con los soldados a un lado.

"Probablemente el mismo vial, que usaste para mantener a Andrés, tu hijo


legítimo,

fuera de peligro".

Vi la tensión en la cara de Kaden, su esfuerzo por controlarse. El impacto de


ver a

su padre lo sacudió como una tormenta. Sus ojos brillaban, con la calma
destruida,

mil grietas en su voz. El chico que solo quería ser amado. Mantenido. Verlo
luchar

para contenerse, hizo que su agonía fuera aún más evidente, y la profundidad
de

su dolor, aumentó en mí.

El Viceregente miró como si viera un fantasma. "Kaden".

"Así es, padre", respondió. “Tu hijo, de vuelta de la tumba. Parece que el
Komizar
nos la estaba jugando a los dos. Yo era su asesino”.

Kaden se detuvo, las grietas en su compostura se profundizaron, un

estremecimiento en su labio, rasgó a través de mí, mientras hablaba de nuevo.

“Me entrenó durante años, y por cada uno de ellos, esperé el día en que te
mataría.

Parece que ahora hay algunos en cola delante de mí para hacer el trabajo".

"¡Esto es una locura! Es ...”

El Viceregente se volvió, y vio los ojos fijos en él, sus mentiras acercándose,

ineludibles. Se lanzó, sacando un cuchillo de debajo de la mesa, y lo sostuvo


contra

la garganta del Cronometrador, arrastrándolo a sus pies, y usándolo como


escudo.

Ambos tropezaron hacia atrás, hacia el panel de madera en la pared posterior


de la

cámara, y la mano del Viceregente, buscó a tientas detrás de él.

Un poco a la derecha, pensé, mientras sus dedos buscaban en la madera


tallada.

Allí. Presionó, y apareció un pasaje, uno conocido por todos los reyes, y los
niños

que los espiaban. Empujó al cronometrador, y desapareció en el pasillo.

El Canciller miró nerviosamente a un lado, como para hacer tiempo y


seguirlo.

"Yo no lo haría", le dije.


Y solo unos segundos después, el Viceregente reapareció, retrocediendo, con
una

espada en el pecho. Andrés lo sostuvo y emergió con más soldados detrás de


él. Su

expresión estaba tan destrozada, como la de Kaden.

"Mataste a mis camaradas", dijo Andrés. "Deberías haberme dejado morir


con

ellos". Bajó la espada y agitó el puño, enviando a su padre tropezando hacia


mí.

Una línea de sangre corría desde la esquina de la boca del Viceregente. Le di


una

patada en la parte posterior de sus piernas, poniéndolo de rodillas, y tiré de su

cabello, para que sus ojos se levantaran encontrandose con los míos.

"Mataste a mi hermano", le dije, mi rostro acercándose al suyo. “Él, y todos


sus

buenos hombres con él, fueron masacrados. No tenían ninguna posibilidad”.


“Se

superaron en números de cinco a uno, porque enviaste la noticia con


anticipación.”

No podía confundir la peligrosa tensión en mi voz, y vi mi miedo


desvanecerse.

“Los enterré a todos, Viceregente. Cavé tumbas hasta que me sangraron las
manos,

mientras estabas bebiendo vino, y conspirando para matar más”.

Me volví para enfrentar a los señores. “¡Este es el hombre que envió a mi


hermano

y treinta y dos soldados a la muerte!. ¡Él es quien esta envenenando a mi


padre!.

¡Él es quien dirige este nido de ratas conspiradoras contra todos nosotros!”.

Lo miré, mi cuchillo presionando contra su cuello.

"Vas a morir, Lord Viceregente, por tus crímenes contra Morrighan, y si no


llegamos

a mis hermanos, y a sus escuadrones a tiempo, morirás lentamente. Esa es mi

promesa para ti”.

Me miró, sus ojos desafiantes de nuevo. Susurró en voz baja para que nadie
más lo

oyera: “Tengo un acuerdo con el Komizar. Puedo salvar las vidas que elija".

Sonreí. "¿Un acuerdo?. El Komizar elige bien a sus tontos”.

"Es demasiado tarde", dijo, todavía negando el reverso de su fortuna. "No


puedes

detenernos. Pero podría.."

"Solo tienes razón en una cosa, Lord Vicegerente. Es muy tarde. Para ti. He
hecho

exactamente lo que siempre temiste. He expuesto a los malvados”.

Lo miré, mi aliento hervía, y solté su cabeza. Mi vendaje empapado en sangre


dejó

una mancha roja brillante contra su cabello rubio blanco.

"Enciérrenlo", dije, y los soldados de Rafe lo arrastraron lejos. El cuarto se


calentó,

mi cabeza se iluminó. "Enciérrenlos a todos", ordené, saludando al resto del

gabinete. “Y a la Guardia de la Ciudadela. Analizaré luego, cuál de ellos es


inocente

y apto para servir ".

Un señor se puso de pie. "No tienes autoridad para ordenar a alto nivel".

Rafe lo interrumpió. “La princesa Lia está gobernando Morrighan por el


momento.

Ella puede ordenar lo que quiera ".

Una oleada de objeciones estalló, Lord Gowan se estaba elevando por encima
de

todos ellos. "Con todo respeto, Su Majestad, este no es su reino, ni es su


decisión.

Estás sugiriendo la anarquía. El protocolo, y la ley Morrighese dictan que ...”

"Hasta que mi esposo se recupere, mi hija asume el cargo de regente del rey,
y

nombrará su propio gabinete".

La sala quedó en silencio, cada cabeza girando hacia la reina en el balcón.


Ella me

miró y asintió, la culpa brillaba en sus ojos.

“Jezelia ahora está llevando a cabo los juicios del rey. Ella es un soldado en
su

ejército, y será fiel a sus deseos. Ella miró fijamente a Lord Gowan.
"¿Alguien se
opone a esto?".

Antes que pudiera responder, Andrés gritó.

"Jezelia" y cayó de rodillas.

Uno por uno, los soldados con él, hicieron lo mismo: Un voto, un conteo
público, y

una tradición de hace mucho tiempo, de la que había oído hablar, pero que
nunca

presencié. Los soldados en el pasillo norte hicieron lo mismo, y el estruendo


de mi

nombre rodó por la habitación.

Jezelia. La hermana de su compañero caído. Mi madre, y los que estaban en


el

balcón a su alrededor, hicieron lo mismo, repitiendo el nombre que nunca


había

escuchado públicamente en sus labios. Media docena de señores hicieron lo


mismo.

"Entonces está decidido", dijo mi madre, levantándose de nuevo, y Lord


Gowan, y

el resto de los señores asintieron a regañadientes. En cuestión de minutos, su

mundo había quedado patas arriba. La agitación apenas comenzaba.

Di un paso adelante, sus rostros se desdibujaron dentro y fuera de foco, el


piso se

movió de manera desigual.

"Exponer a los traidores, es solo el comienzo del trabajo que tenemos por
delante",

dije. Escuché mis palabras, haciendo eco de una manera extraña y remota, y

entonces, el sonido de mi cuchillo golpeando el suelo. “El cónclave no se


aplaza.

Necesitamos saber, exactamente a qué nos enfrentamos y qué necesitamos


hacer

para sobrevivir. Volveremos a reunirnos mañana, pero por ahora, yo ...”

No estaba segura si terminé mi oración. Lo último que recuerdo fue el brazo


de

Rafe, deslizándose alrededor de mi cintura, y mis pies levantándose del piso.

CAPÍTULO SESENTA Y SEIS

Escuché llantos.

Sentí el barrido de manos suaves sobre mi frente.

El aroma de las rosas.

Llantos.

Un chorrito de agua.

El susurro de puertas abriéndose.

Voces silenciosas.

Un paño fresco y húmedo en mi frente.

Entumecimiento tirando de mi brazo.

¿Lo perderá ella?..


Algo dulce en mi lengua. Calor.

Mantendré la próxima vigilancia. Vamos.

Un fuerte latido en mi pecho.

Pasos cautelosos.

Llanto. Fornido y tenso.

El deslizamiento de una bestia, el movimiento de su cola.

─Voy por ti. Esto no se ha acabado.

Abrí los ojos. El cuarto estaba oscuro. Mi habitacion. Un tronco brillaba en el


hogar.

Se percibían pesadas cortinas en las ventanas, y no estaba segura qué hora


era, o

cuánto tiempo había estado fuera. Gire mi cabeza, Kaden estaba desplomado
en

una silla a mi lado, sus pies apoyados en un taburete, su cabeza inclinada


hacia

atrás, como si hubiera estado dormido, pero sus ojos se centraban en mí


ahora,

como si la simple apertura de mis párpados, lo hubiera despertado. Mi mano


estaba

elevada sobre una almohada pesada, un latido entumecido pulsando debajo de


los

vendajes frescos. Llevaba un camisón suave.

"Queridos dioses", gemí, recordando mis últimos momentos en el pasillo,


"por
favor, no me digas que me desmayé frente a todos".

La indirecta de una sonrisa, tiró de la esquina de su boca.

"Desmayado no. Hay una diferencia. Ocurre cuando pierdes suficiente sangre
para

llenar un balde. No eres inmortal, ¿sabes?. No sé cómo te mantuviste de pie


tanto

tiempo como lo hiciste. Si te sirve de consuelo, creo que algunos de los


señores, se

desmayaron solo al verte salir de la habitación ".

Llevado. Rafe me llevó. Me preguntaba dónde estaba ahora. Miré hacia la


cámara

exterior.

"Se está ocupando de algunas cosas con sus soldados", ofreció Kaden,
leyendo mi

mente.

"Oh", dije simplemente. Para alguien que había viajado miles de millas, con
un

escuadrón altamente capacitado para ayudarme, parecía estar alejándose de


mí.

Incluso de vuelta en la armería, había enviado a alguien más a derribar


nuestra

puerta.

"¿Quién hizo esto?", Pregunté, levantando mi mano vendada.

“Tu madre, tías y un médico, uno llamado desde el pueblo. El médico de la


corte

está encerrado. También los demás”.

Escuché la cadencia en su tono. Otros. Y, uno en particular.

Extendí la mano y sostuve la suya. "¿Cómo estás?". Pregunté con cautela.

Me miró vacilante, la expresión de dolor en sus ojos regresó.

"No lo sé". Sacudió la cabeza. “Justo antes de entrar en ese pasillo, pensé que
me

iba a enfermar. Enfermo como un pequeño colegial”.

Escuché el asco en su voz. "No hay vergüenza en eso, Kaden".

"No estoy avergonzado. Simplemente enojado porque todavía pudiera


hacerme

eso. Ni siquiera podía reconocerme. No me di cuenta de lo que verlo después


de

todo este tiempo, me haría. Sacudió la cabeza. "No sé cómo una persona
puede

tener tanto miedo, y tanta ira al mismo tiempo".

Lo entendí completamente. Todavía tenía miedo, todavía estaba enojada, pero

sobre todo, en este momento, me dolía todo lo que veía en la cara de Kaden.
Hizo

una pausa, una respiración profunda llenó su pecho, sus fosas nasales se
dilataron.

"No había cambiado. Incluso entonces, cuando me miró, todo lo que vio fue
una
responsabilidad. En ese momento, si pusiera venderme, por otra moneda, lo
habría

hecho. Me sentí como un niño de ocho años otra vez”.

Apreté su mano. "No eres un niño, Kaden. Eres un hombre. Ya no puede


hacerte

daño ".

"Lo sé". Sus cejas se juntaron. "Pero mira cuántos otros están heridos. Andrés
...

está peor que yo. Tal vez tuve la suerte de ser expulsado cuando lo fuí. No
puede

comprender lo que sucedió, que los hombres en su compañía, en la que


confiaba

con su vida, fueran traicionados por su propio padre”. Me miró.

"Estaba medio loco cuando salió con exploradores, para encontrar a tus
hermanos

y sus escuadrones".

"¿Lo has hecho tú?".

“Sí, Rafe y Sven interrogaron a los prisioneros. No saben nada. Y enviamos


cuatro

unidades diferentes, montando los Ravians más rápidos. Todavía estabas


dando

órdenes, cuando Rafe te tumbó en la cama, y esas eran solo dos de ellas.

"No me acuerdo".

"La mayoría de tus palabras fueron murmuradas, y Rafe finalmente te dijo


que te

callaras y escucharas al médico".

"¿Lo hice?".

“Te desmayaste de nuevo. Supongo que eso es escuchar ".

"¿Qué hora es?", Pregunté.

El se encogió de hombros. "Pasada la medianoche."

Me contó lo que había sucedido después que me desmayé, la mayoría de las


cuales

había escuchado de mi tía Bernette. Toda la ciudadela había estado despierta,

durante toda la noche. Después de dejarme, mi madre había visto a mi padre.

Ella lo hizo regresar a su cámara de matrimonio y tiró todas las medicinas


que el

médico de la corte le había ordenado. Lo bañaron, y le dieron bebidas


herbales para

limpiar su sistema.

Kaden no sabía lo suficiente sobre los efectos de envenenamiento de Thannis

dorado, para saber si ayudarían. Los vendans sabían que no debían no tocarlo.
Un

mordisco podría derribar un caballo. Andrés se había recuperado, pero era


joven y

saludable, y no había sido envenenado durante un largo período de tiempo,


como

le habían hecho a mi padre. Me preocupaba que fuera demasiado tarde para


revertir los efectos del veneno, y mi padre quedara atrapado, en un estupor

nebuloso por el resto de su vida. Me preocupaba que fuera demasiado tarde


para

todo.

"¿Será todo esto suficiente, Kaden?"

“¿Para detener el Komizar? No lo sé. Creo que la regla que Rafe te lanzó es
inestable,

incluso con el gesto de apoyo de tu madre”.

También lo vi. Desfilar a una Primera Hija para la ceremonia, era una cosa,
que ella

gobernara el reino, era otra. Las tropas con las que Andrés entró en la sala me

habían apoyado, pero la mayoría de los señores no estaban convencidos.

"Creo que los señores todavía tienen dudas sobre la amenaza", agregó. No

esperaba nada más. Toda una vida creyendo que Morrighan era el Remanente

elegido, y que nada podía derribarlo”.

"Los convenceré", dije, "y los prepararé para oponerse a Venda".

"¿Y que?. Por mucho que ambos queramos detener al Komizar, no puedo
olvidar

que todavía soy Vendan ".

Sus ojos buscaron los míos, preocupados.

"Lo sé, Kaden". Sus miedos renovaron los míos.

“Pero ambos debemos recordar que hay dos Vendas. La Venda del Komizar,
que

está en camino para destruirnos, y la que ambos amamos. De alguna manera,

juntos, tenemos que hacer que esto funcione".

Pero no estaba segura cómo.

Ambos sabíamos que el Komizar y el Consejo nunca retrocederían.

El premio estaba a la vista, y tenía la intención de tenerlo.

─Ahora es mi turno de comer uvas dulces en invierno.

Me quedé allí, la mano de Kaden todavía en la mía, las brasas del hogar se

oscurecían, mis párpados se volvían pesados, el futuro giraba detrás de ellos,


y

escuché los suaves gemidos de nuevo.

Esta vez, supe que no era mi madre o mis tías, a las que escuché llorar.

Estos gritos venían desde muy lejos, más allá de una sabana, más allá de un
gran

río, más allá de colinas rocosas y cañadas áridas. Estos gritos venían de los
clanes

de Venda. Habían matado a más, por susurrar el nombre de Jezelia.

CAPÍTULO SESENTA Y SIETE

PAULINE

Necesitaba nombrarlo. Pero no tenía nombre. Mi mente estaba demasiado

hinchada con otros pensamientos, para tomar tal decisión. Aparté al niño de
los
brazos húmedos de la nodriza, y lo mecí, tocando sus deditos. Eran del color
de un

sol alto y brillante. Como los de Mikael. Pero después de lo que Mikael había
hecho,

no quería pensar que él fuera parte de este niño.

Tienes parientes, Pauline. No estas sola.

Pero la mirada fría de mi tía, aparecía una y otra vez.

Después que la mano de Lia fuera tratada, y vendada, le cortamos la ropa y la

lavamos. Se quedó inconsciente, flácida, y miraron su cuerpo maltratado, que


yacía

sobre la ropa de cama blanca. Un diario de estos últimos meses, estaba escrito
en

su piel. Vieron la cicatriz irregular en su muslo. La mella en su garganta. El


nuevo

corte en el labio donde el Canciller la había golpeado, los moretones en su


rostro,

donde los guardias la habían golpeado. Y cuando le dimos la vuelta para que
le

lavaran la espalda, vieron la cicatriz en sus costillas, desde donde le había


cortado

una flecha, y luego quedaban los restos de la kavah que se arrastraban sobre
su

hombro.

Cuando se descubría cada nueva marca, la reina, o las tías de Lia ahogaban
un
sollozo en su cuerpo roto, y la asistente de la reina, mi propia tía, me lanzó
una

mirada furiosa.

"¡Esto es a lo que la condujiste!". Finalmente espetó, acusadora.

Volví mi atención a enjuagar un paño en el lavabo, incapaz de encontrar su


mirada.

La culpa me atravesó. Eso era cierto. Fui cómplice de Lia. Si no la hubiera


ayudado,

ella nunca se habría ido. Pero si ella no hubiera ...

Miré hacia arriba, mirando a la cara de mi tía que estaba rígida por la ira y la

decepción.

"Fue su elección".

Ella respiró sobresaltada. “¡Era tu deber detenerla! No…"

"No me arrepiento de mi decisión", dije, "¡Y lo volvería a hacer!".

La boca de mi tía se abrió, horrorizada, pero lady Bernette se acercó a ella, y


le puso

una mano en el hombro.

"Pauline tiene razón", dijo en voz baja. "Era la elección de Lia, y ninguna de
nosotras

podía detenerla".

Mi tía permaneció en silencio, pero la condena aún brillaba en sus ojos.

La reina sollozó en silencio, junto a la cama de Lia, con la mano de Lia


apretada
contra su mejilla. Parpadeé para contener las lágrimas.

"Tengo algo más que debo atender".

Me di la vuelta, y salí de la habitación, al pasillo oscuro. Cuando cerré la


puerta

detrás de mí, me apoyé contra ella, tratando de tragarme el doloroso latido en


mi

garganta. La duda me inundó. Ni siquiera le había dicho sobre el bebé


todavía.

“¿Qué pasa?”. Kaden salió corriendo de las sombras hacia mí. Había
olvidado que

estaba esperando noticias sobre Lia.

"Ella está bien", le dije. "Todavía no sabemos sobre su mano, pero el


sangrado se

detuvo, y su corazón es fuerte".

"Entonces, qué es ..."

Levantó su mano hacia mi mejilla, luego se echó hacia atrás, como si tuviera
miedo

de tocarme. Incluso en las sombras más oscuras, vio mis lágrimas, pero
todavía

había una pared entre nosotros, desconfianza que no podía dejar de lado,
incluso

ahora, y él lo sabía.

Sacudí mi cabeza, incapaz de hablar.

"Dime", dijo en voz baja.


Mi pecho se estremeció, con respiraciones desiguales. Forcé una sonrisa, que
no

sentía en ninguna parte, pero las lágrimas corrían por mis mejillas sin control.

"Solo tengo un pariente vivo en todo este mundo, y ella piensa que todo es mi

culpa".

Un ceño fruncido tiró de la esquina de su boca.

"¿Tu culpa?. Todos hemos cometido errores, Pauline, y los tuyos ...”

Levantó la mano, y su pulgar rozó mi mejilla, limpiando una lágrima. "Tus


errores

son los menos importantes entre ellos".

Vi el arrepentimiento en sus ojos, mis acusaciones arrojadas, todavía nadando

detrás de ellos.

El tragó. “No solo hay parientes de sangre, Pauline. Una familia es con la que
naces,

otra familia es la que eliges. Tienes a Lia. Tienes a Gwyneth, y Berdi. No


estás sola

en este mundo".

Una larga quietud colgaba entre nosotros, y me pregunté si la mención de la


familia,

había reabierto sus propias heridas. Vi la misma expresión de dolor en su


rostro,

que había visto hacía horas, cuando se enfrentó a su padre.

Quería decirle algo, ofrecerle algún tipo de palabras amables, como las que
acababa de decirme, pero algo aterrador seguía caminando detrás de mis
costillas.

Respiró hondo y llenó el silencio por mí.

“Y también tienes al bebé. Tienes que ponerle un nombre.

Un nombre. No debería ser tan difícil.

"Lo haré", había susurrado, y lo rocé, diciéndole que pronto podría ver a Lia.

****

Volví a colocar al bebé en los brazos húmedos de la enfermera.

"Necesito dejarlo aquí un poco más", le dije. “La ciudadela aún está agitada.
No es

lugar para un bebé. Vuelvo enseguida."

Ella asintió entendiendo, prometiendo cuidarlo bien, pero vi la duda en sus


ojos.

Frotó un suave nudillo sobre su mejilla, y mi bebé, aún sin nombre, se


acurrucó feliz

en sus brazos.

CAPÍTULO SESENTA Y OCHO

Un tono rojo suave, se filtró detrás de los bordes de las cortinas. Por
diecisiete años

había sido mi señal familiar del amanecer. Era extraño moverse por mi
habitación

de nuevo. Hogar. Pero no sentía lo mismo. Era apretado, confinado, como


tratar de
ponerte una chaqueta que ya no te queda. Demasiado había cambiado.

Mi madre no había pasado. Tía Bernette y tía Cloris, habían venido tres veces

durante la noche a verme, ambas cansadas, con los ojos enrojecidos. Me


dieron

dosis del medicamento espeso y almibarado, que me recetó el médico.

"Te ayudará a restaurar la sangre", susurró la tía Bernette, y besó mi mejilla.

Cuando le pregunté cómo estaba mi padre, su rostro se llenó de


preocupación, y

luchó con una respuesta esperanzadora, diciendo que tomaría tiempo.

Tía Cloris lanzó una mirada cautelosa a Kaden, que dormitaba en la silla a mi
lado.

A ella no le gustó, pero solo criticó levemente la violación del protocolo.

Finalmente, a altas horas de la noche, ella lo echó, preparando una habitación,


en

otra parte de la ciudadela para él. Después de eso, me había quedado


dormida, un

sueño se disolvió en otro, y finalmente me desperté, cuando soñé con Regan


y Bryn

cabalgando juntos, en un amplio valle. No quería ver qué venía a


continuacion.

Por órdenes de la tía Bernette, tomé otra dosis del jarabe dulce y enfermizo.
No

sabía si era el sueño, o el elixir, pero me sentía más estable. Ate las cortinas,
y la luz
inundó la habitación. Miré la bahía, un día claro y raro, donde la isla rocosa
de las

almas perdidas era visible en la distancia, sus ruinas blancas y desmoronadas

atrapaban el sol de la mañana. Se decía que los antiguos que una vez fueron

encarcelados allí, seguían enredados contra paredes que ya no existían,


atrapados

en una prisión atemporal de otro tipo, los recuerdos los enjaulaban con tanta

fuerza como barras de hierro. Mi atención viajó hacia el oeste, hasta la última
aguja

de Golgota, aún inclinada, enfrentando su inminente desaparición con estoica

gracia. Algunas cosas duran ... y algunas cosas nunca fueron destinadas a
hacerlo.

Escuché un golpe en mi puerta. Finalmente.

Había ropa en mi vestidor, —todas todavía encerradas en baúles,— los que

Dalbreck había devuelto obedientemente. Nunca habían sido abiertos. Pero si

tuviera que abordar el cónclave esta tarde, o para el caso, cualquiera de las
muchas

tareas que tenía ante mí, no podría hacerlo en un delgado camisón prestado.
Tía

Bernette había ido a buscar a alguien con llaves. Estaba a punto de buscar una

horquilla para poder abrirlas yo misma. Sería un día largo y completo.

"Adelante", llamé mientras retiraba la cortina de una ventana en el vestidor.


"Aquí
dentro".

Escuché pasos pesados. Botas. Mi corazón latía contra mi esternón, y regresé


a mi

habitación.

"Buenos días", dijo Rafe. Estaba de vuelta con su propia ropa, ya no


necesitaba

ocultar quién era.

Mi pecho latía más fuerte. Todas las emociones que había dominado
surgieron de

inmediato y escuché el entusiasmo en mi voz. "Me preguntaba cuándo


vendrías".

Allí. Lo volví a ver en sus ojos. Lo vi en su trago.

"Te ves mejor que anoche", dijo.

"Gracias por venir a ayudar".

"Lamento no haber venido antes. Supongo que estaba esperando una nota.

"Recuerdo que me dijiste que no enviara ninguna".

"¿Desde cuándo me has escuchado?".

"¿Desde cuándo has prestado atención a mis notas?".

Su expresión preocupada fue reemplazada por una sonrisa, y eso fue todo lo
que

necesitó.

Corrí hacia él, alcanzándolo, sus brazos cruzando a mi alrededor, los dos
abrazados,
como si nunca nos hubiéramos soltado, sus dedos deslizándose por mi
cabello, su

leve susurro de, “Lia”, en mi oído, pero cuando intenté girar mis labios a los
suyos,

él se apartó, dio un paso atrás, agarró mis brazos y los devolvió


deliberadamente a

mis costados.

Lo miré confundida. "¿Rafe?".

"Hay algo que necesito decirte".

"¿Qué pasa?", Pregunté, el pánico se alzó en mi voz. "¿Estás bien? ¿Le ha


pasado

algo a ...?”

"Lia. Escúchame”. Sus ojos ardieron en los míos.

"Me estás asustando, Rafe. Sólo dilo."

Parpadeó, algo cambió en su expresión. Sacudió la cabeza como si sus

pensamientos estuvieran corriendo por delante de él.

"Necesito contarte sobre la circunstancia de ... La verdad es que ... lo que


necesito

decirte es, que estoy comprometido".

Se me secó la boca. Esperé a que él se riera. Para declararlo una broma pobre.

El no lo hizo.

Lo miré, aún sin creerlo. Mi boca se abrió para decir algo, pero no podía
pensar qué.
El me ama. Sabía que lo hacía. Lo acababa de ver en su ojos.

Al menos pensé que lo había visto. Sí, nos habíamos separado hace semanas,
pero

¿eso fue todo lo que se necesitó para olvidar?. ¿Menos de una temporada de
días?.

Busqué algo que decir.

“¿Encontraste a alguien tan pronto?. ¿Qué reino?.” Pregunté, las palabras

entumecidas en mi lengua.

El asintió. "Ella es de Dalbreck. La asamblea quería que me casara de


inmediato.

Pensaron que agregaría la estabilidad que se necesitaba ".

Me di la vuelta, parpadeando, tratando de concentrarme, tratando de darle


sentido

a esto.

"¿Tu reino está en una situación tan terrible?".

“Mis padres estuvieron muertos por semanas. Estaba perdido. El reino no


tenía

gobernante. Creó problemas. Más de lo que esperábamos ".

“¿El general que te desafió?”.

"Ha sido uno de ellos. Tenía que ...”

Me di la vuelta para enfrentarlo.

"¿La amas?".
Me miró atónito. "Ni siquiera la conozco".

"Tampoco me conocías antes de nuestra boda".

"Te refieres a nuestra boda que no sucedió".

Lo miré fijamente. Él quiso decir eso. Se iba a casar con alguien más. Por
consejo

de la asamblea. Estaba cumpliendo con su deber, tal como lo había hecho


cuando

vino a Morrighan una vez para casarse conmigo. ¿Era eso todo el matrimonio
para

él? ¿Deber?. Al mismo tiempo, me odiaba por menospreciar sus motivos.


¿Qué

había hecho sino dejarlo atrás debido a mi deber?.

Escuché nuevamente las palabras de Jeb: ─Su palabra es verdadera.

No quería que fuera así, pero dije cosas para llenar el doloroso silencio.
Cosas que

no queria decir, que ni siquiera esperaba.

"Quizás funcione mejor para ustedes dos".

El asintió. "Tal vez sea así."

Nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro. Mis entrañas estaban


revueltas,

como si todo hubiera sido pateado y sacudido. Curiosamente, se veía


exactamente

como me sentía.
“Entonces, ¿dónde nos deja esto?”, Pregunté.

Hizo una pausa como si tratara de resolverlo él mismo, pero su mirada seguía

clavada en la mía.

“Nos deja como dos personas.. tres, que necesitan detener al Komizar.

"¿Tres?".

“Me dijiste que tenía que hacer las paces con Kaden. Lo hice”. Su tono era de

madera.

Tía Bernette entró corriendo, y tintineó las llaves.

“¡Las tengo!”. Se detuvo cuando vio a Rafe, como si supiera que había
interrumpido

algo.

Me escuché hablar, sonando como mi madre, estando a la altura de la


ocasión,

tratando de suavizar con gracia un momento incómodo.

"Tía Bernette, me gustaría presentarle al rey de Dalbreck. Rey Jaxon, esta es


mi tía,

lady Bernette”.

“Nos conocimos anoche. Brevemente. Su Majestad ”, dijo ella, e hizo una


profunda

reverencia, dándole a Rafe el honor de su posición.

"Lady Bernette", respondió Rafe y tomó su mano, llevándola a sus labios,

pronunciando amables cortesías, y luego se excusó, volviéndose para irse sin


decirme una palabra más.

Se dirigió hacia la puerta. ¿Cuántas veces tenía que dejarlo ir?. No más.

Esta era la ultima vez.

Ni siquiera había atravesado la puerta, cuando sonaron pasos en la cámara


exterior.

Gwyneth se apresuró, seguida por un grupo de soldados de Rafe: Con el


mariscal

de campo en sus garras.

"Esto no podía esperar", dijo disculpándose, viéndome todavía en camisón.


"Se

trata de tus hermanos".

***

Me paseé por la habitación. Anoche sentí que el mariscal de campo era


inocente,

pero me sentía desvanecer. Era mejor ordenar que encerraran a todos, donde

estarían seguros hasta que pudiera interrogarlos.

"¿Por qué no nos dijiste esto anoche?", Pregunté.

"¿Frente a todos?. ¿Después de lo que revelaste?. No me pareció prudente,

considerando que acababa de enterarme de las serpientes que infestaban las


filas.

No es algo que queremos que todos sepan, en caso de que les brinde alguna
ventaja

a los príncipes. Exigí hablarte directamente desde el momento en que me


llevaron,

pero él no me escuchó”. Señalo con la cabeza hacia Rafe.

“Todos querían hablar con ella. Lia estaba indispuesta. Te dije que hablaras

conmigo” —respondió Rafe.

“¿El rey de una nación extranjera, que irrumpió durante un cónclave?. ¿Se
supone

que debo confiar inmediatamente en ti, con todos los secretos del reino?”.

El mariscal de campo miró a Gwyneth. "Esta amable señora finalmente me

escuchó".

Gwyneth admitió que había bajado al sótano, donde los prisioneros se


encontraban

en habitaciones separadas, para regodearse con el Canciller, y para asegurarse


de

que él todavía estaba allí. La había despertado una pesadilla, soñando que se
había

escapado, y se dirigía a Terravin. Cuando el mariscal de campo la vio pasar


por la

pequeña abertura de la puerta de su celda, le rogó que le hablara un momento.

Todo lo que decía era que tenía noticias sobre mis hermanos que necesitaba

escuchar. Me contó sobre una conversación que había tenido con mis
hermanos

antes de que se fueran. No había estado contentos con la misión diplomática

propuesta por el gabinete, y estaba sorprendida que mis hermanos hubieran


aceptado tan fácilmente. Sospechaba que estaban tramando algo.

En privado se enfrentó al príncipe mayor, y le preguntó qué estaban


tramando.

Regan no había tratado de negarlo.

"Sabes lo que estamos haciendo. Lo mismo que harías, si tu hermana fuera


acusada

injustamente ".

"Voy a fingir que no escuché eso".

"Pensé que lo harías", había respondido Regan.

Y luego el mariscal de campo les deseó suerte.

Me senté en el banco al final de mi cama, descansando mi rostro en las


palmas.

Mi aliento se me hinchó en el pecho.

Dijo que mis hermanos nunca habían planeado ir a Gitos o Cortenai, después
de

colocar la piedra conmemorativa en la Ciudad de los Sacramentos, solo a


unas

pocas ciudades para reclutar más ayuda, y luego se dirigirían a Venda para
traerme

de vuelta, y demostrar que no era un traidora, lo que significaba que los

rastreadores que habíamos enviado, iban en la dirección equivocada. Para


cuando

descubrieran que los príncipes habían planeado una nueva ruta,


probablemente
estarían demasiado lejos para ponerse al día. Pero esto también significaba
que

aquellos que estaban al acecho para emboscarlos, también tenían que


reagruparse.

Podría darles una ventaja a mis hermanos, incluso si evadían a los enviados
para

matarlos, ir hasta Venda era una sentencia de muerte segura. Incluso con una

docena de regimientos a su lado no serían suficientes para defenderse contra


el

ejército de Venda con el que se encontrarían.

"La guarnición de Aberdeen", le dije. "Después de lo que le sucedió a la


compañía

de Walther, allí es donde irán después, para reclutar más, y duplicar sus
números".

“Enviaremos jinetes allí ".

Rafe sacudió la cabeza. "No. Tus hermanos habrán pasado por allí, cuando
llegaran

los jinetes. Tenemos un puesto avanzado al noreste de la Ciudad de la Magia


Oscura.

Fontaine. Podemos intentar interceptarlos cerca de allí”.

"Eso está aún más lejos", se burló el mariscal de campo. "¿Cómo les
enviarías un

mensaje a tiempo?".

Miré a Rafe, mi corazón se apretó en un puño.


"¿Tienes Valsprey contigo?" Él asintió.

Nos sentamos en mi escritorio de inmediato, para escribir los mensajes.

Uno mío, para que mis hermanos supieran que la intercepción no era un
ataque,

de los soldados Dalbretch. El otro, de Rafe al coronel al mando de Fontaine,


para

establecer patrullas que peinaran el paisaje para los escuadrones Morrigheses.

Todavía era una posibilidad remota. Había kilómetros de desierto, y los que

acechaban para emboscar a mis hermanos podían alcanzarlos antes de que


fueran

advertidos. Pero era algo.

Rafe miró mi mensaje y lo enrolló con el suyo. Nadie más vio lo que escribió,
porque

estaba escrito con cifras conocidas solo por sus oficiales.

"Le dije al coronel, que quería un batallón bien armado para escoltar a los

escuadrones de tus hermanos a casa, si los encontraba".

Vivos. No se dijo, pero vi la palabra surgiendo detrás de sus ojos.

Se fue para llevar el mensaje a manos del controlador del Valsprey. Si todo
salía

bien, estaría allí para mañana, pero me advirtió.

“No habrá mensaje de respuesta. Tomó meses entrenar un pájaro para volar a
un

lugar tan distante. No fueron entrenados para regresar a Civica”.


Miré al mariscal de campo, asintiendo un gracias, y disculpándome en el
mismo

gesto.

"Y de ahora en adelante, debes confiar en el rey de Dalbreck como uno de los

nuestros. Su palabra es verdad”.

Les dije a los soldados que lo liberaran, y ordené que liberaran también al
Maestro

de caza, al cronometrador, y al maestro del comercio. El resto del gabinete

permanecería en sus celdas, para enfrentar juicio y ejecución, si no los


mataba

primero. Mi amenaza para el Viceregente, había sido real. Si les ocurría algún
daño

a mis hermanos, o a sus camaradas, su muerte no sería fácil.

La devastación nos dejó atrás,

Un valle verde estaba por delante.

El final del viaje, a la vista por fin,

E hice, lo que sabía que haría todo el tiempo;

Enterré mi cuchillo profundamente, en la garganta de mi prometido,

Y mientras jadeaba su último aliento,

Mientras su sangre empapaba la tierra,

No hubo lagrimas entre cualquiera de nosotros,


Especialmente ninguna de mi parte.
—Las palabras perdidas de Morrighan

CAPÍTULO SESENTA Y NUEVE

RAFE

Era un agujero oscuro y cálido, en el que me metí cuando había interrogado a


los

prisioneros esa mañana. No tenía fondo, una caída libre que me invitaba a
soltarme.

Todo lo que podía ver en la oscuridad, mientras hacía preguntas eran


carretillas

llenas de recompensas tomadas de los soldados muertos de Dalbreck. Con


cada

golpe de mi puño, veía a Lia sentada en una celda húmeda de Venda,


llorando por

su hermano muerto. Y cuando acerqué mi cuchillo al Viceregente, solo vi a


Lia, que

sangraba y cojeaba en mis brazos.

Sven finalmente me hizo retroceder.

El Viceregente se limpió el labio con la manga y luego sonrió.

“Había planeado matarlos a los dos, ¿sabes?. Una emboscada organizada para

parecer un robo común de los bandidos de Dalbretch en su camino de regreso


a
casa, después de la boda."

Sus ojos brillaban con presunción. "¿Crees que no tengo mis razones, como
piensas

que tienes las tuyas?. ¿No nos cansamos todos de esperar lo que queremos?.
La

única diferencia entre tú y yo, es que dejé de esperar”.

El hombre está loco, murmuró Sven ,mientras detenía mi puño a mitad del
golpe.

“Suficiente”, dijo y me apartó.

Cerró la puerta de la celda detrás de nosotros, y luego dirigió mi atención a


otra

cosa, recordándome que todavía necesitaba decirle a Lia.

********

Entré en los cuartos donde la tía de Lia, Cloris, me había conducido antes,
todavía

sintiéndome como un intruso. Parecía incorrecto quedarse en la habitación


que el

hermano de Lia, había compartido una vez con su esposa, Greta. La mayoría
de sus

pertenencias habían sido retiradas, pero en la esquina del armario encontré un


par

de guantes suaves del tamaño de una mano de mujer, y en la mesita de noche,


dos

delicadas horquillas con puntas de perlas. Eché un vistazo a la gran cama con
dosel,
y decidí dormir una hora en el sofá. Hubiera preferido quedarme en una cama
en

Aldrid Hall, donde estaban muchos de mis hombres, pero Lady Cloris insistió
en que

tomara la habitación, y no quería resentir su hospitalidad.

Cuando entré, Orrin estaba acostado, de lado sobre mi cama, dormido con la
boca

abierta, y las piernas colgando a un lado. Jeb estaba tendido en el sofá, con
los ojos

cerrados y las manos cuidadosamente unidas sobre el estómago. Ambos


habían

estado despiertos toda la noche asegurando la ciudadela, y asignando puestos.

Solo los soldados de Dalbreck debían vigilar a los prisioneros, hasta que

estuviéramos seguros, que no había más soldados de Venda entre las filas.

Sven estaba sentado en una mesa, comiendose una tarta, y revisando los
archivos

incautados de los apartamentos del Viceregente. Tavish se sentaba en el otro

extremo, con los pies apoyados en la mesa, revisando los papeles en su


regazo.

"¿Algo?"

Sven sacudió la cabeza. “Nada de importancia que nos pueda ayudar. Es un

demonio inteligente ".

Tomé un huevo hervido de una bandeja de comida, y lo bajé con leche.


“¿Se lo dijiste?” Preguntó Tavish.

Tanto Jeb, como Orrin, abrieron los ojos, esperando una respuesta también.

Asenti.

"Ella necesitaba saber, muchacho", dijo Sven. "Es mejor escucharlo de ti, a
que se

derramara en un momento inoportuno".

Lo miré incrédulo. "Ella se dirigirá a la asamblea hoy. Ahora es un mal


momento ".

“Así no sea un buen momento. Aún tenía que hacerse. Ahora está detrás de ti
".

Nunca estaría detrás de mí. Su expresión aturdida cuando le dije, me hizo un

agujero. Sacudí la cabeza tratando de borrar el recuerdo.

"No es fácil decirle a la chica que amas más que a la vida misma, que te vas a
casar

con otra persona".

Sven suspiró. “Las cosas fáciles son para hombres como yo. Las decisiones
difíciles,

se dejan a los reyes ".

"El general es un bastardo intrigante", dijo Orrin, bostezando, "que necesita


una

flecha en su culo apretado".

Jeb se sentó y sonrió. “O podría cuidarlo en silencio. Solo di la palabra”.


Hizo un
chasquido, el chasquido de un cuello, como si mostrara lo rápido que se podía
hacer.

Era solo una muestra de solidaridad. Sabía que nunca asesinaría a un oficial
legítimo

de Dalbreck, ni que yo lo dejaría, aunque era tentador.

"¿Y qué harías con la hija del general?. ¿Matarla a ella también?.

Orrin resopló. "Todo lo que necesita, es una mirada a mi cara bonita, y ella lo

suspendería contigo. Además, soy un arquero. Traigo la cena a casa. ¿Qué


tienes

que ofrecer?".

"¿Además de un reino?" Sven murmuró.

"Podrías cancelarlo, e intentar capearlo", ofreció Tavish.

Sven contuvo el aliento, sabiendo la consecuencia. Mi posición en Dalbreck


era

precaria. Resistirlo fue una opción arriesgada. Tenía todo que perder y nada
que

ganar. El compromiso fue la victoria del general, y mi propio infierno


privado: El

costo de salvar la vida de Lia. Y mientras que el general jugaba sus juegos, su
hija

era atrapada en el medio. Recordé el miedo en sus ojos, y su mano


temblorosa,

mientras firmaba los documentos. La niña tenía miedo y no quería ser parte,
pero
lo había ignorado porque estaba desesperado y enojado.

"Sigamos adelante", dije. "Lo que suceda entre Lia y yo, no es algo que deba
estar

sobre la mesa. Tenemos un ejército inmejorable marchando de esta manera".

"No lo crees", dijo Sven, terminando su tarta, "o no estarías aquí".

"Eché un vistazo a las tropas esta mañana, y es peor de lo que pensábamos.


Azia lo

calificó de patético”.

Sven gruñó. “Patético es una palabra fuerte. Los pocos que vi parecían
astutos y

capaces.”

“Los pocos que viste son exactamente el problema. No es que les falte
habilidad o

lealtad, pero sus filas están agotadas. Este es su mayor puesto de


entrenamiento,

pero se han dispersado por todo Morrighan, en pequeñas unidades. Solo mil
están

estacionados aquí en este momento. Reunirlos a todos aquí llevará semanas.

Incluso entonces, no será suficiente".

“Puede que el ejército de Venda no se dirija hacia aquí. Dalbreck es un


objetivo más

cercano. Lo resolveremos. Lo primero es lo primero. La asamblea de esta


tarde.

Diseñar un plan después de eso ".


Un plan. Había decidido no decirle a Sven lo que había hecho. Podría
funcionar o

no, y contárselo solo provocaría un sermón abrasador sobre ser impulsivo.


Pero no

se había sentido impulsivo cuando cabalgué hacia el campamento, fuera de


las

puertas de la ciudad, donde el manejador estaba atrapado con el Valsprey.


Después

de darle los mensajes, volví a mirar a Civica y el peso de su historia se


apoderó de

mí.

Sentí los siglos de supervivencia. Este fue el principio, el primer reino en


levantarse,

después de la devastación, del que todos los otros reinos nacieron, incluyendo

Dalbreck. Morrighan era una joya que el Komizar anhelaba, una validación
de su

propia grandeza, y una vez que la tuviera, junto con sus abundantes recursos,

ningún reino se salvaría. Mis dudas desaparecieron. Él vendría aquí primero.

Sven me miró con recelo, como si pudiera ver el funcionamiento interno de


mi

mente. Puso sus papeles a un lado. "¿Qué hiciste?".

Habíamos estado juntos por muchos años. Me senté en una silla mullida y
puse mis

pies sobre la mesa. "Agregué una solicitud, en mi mensaje al coronel en


Fontaine".
"¿Una solicitud?".

"Una orden. Le dije que enviara sus tropas a Civica”.

Sven suspiró y se frotó los ojos. "¿Cuántas?".

"Todas ellas."

"¿Todas ellas, como en todos ellas?".

Asenti.

Sven se puso de pie de un salto, sacudiendo la mesa, y derramando su sidra.

"¿Has perdido la cabeza?. ¡Fontaine es nuestro puesto avanzado más grande!.


¡Seis

mil soldados!. ¡Es nuestra primera línea de defensa para nuestras fronteras

occidentales! ".

"Envié el mismo mensaje a Bodeen".

Para entonces, Orrin y Jeb estaban sentados.

Sven se recostó en la mesa y descansó la cabeza entre las manos. Orrin silbó
ante

la asombrosa noticia.

Pensé que este era un buen momento para irse. Más revelaciones, y a Sven
podría

reventarle un vaso sanguíneo. Mis decisiones fueron tomadas y no habría


cambios

ahora.

"Ni una palabra a nadie", les dije. "Esta no es una respuesta a todos sus
problemas.

Necesitan mantenerse serios en sus esfuerzos”. Caminé hacia la puerta.

"¿Ahora a dónde vas?", Preguntó Sven.

"Lo primero es lo primero", dije. Por mucho que odiara admitirlo, Kaden
sería una

parte crítica, del plan para salvar a Morrighan. "Prometí hacer las paces".

****

Revisé su habitación. Como no estaba allí, seguí mi siguiente mejor


suposición, y

tenía razón. Lo vi, con una mano presionada contra la pared, en la parte
superior

de las escaleras, que conducían al nivel más bajo de la ciudadela, donde


estaban

los prisioneros.

Miró hacia la oscura escalera tan consumido por sus pensamientos, que no
me vio

al final del pasillo.

Él es Morrighese, pensé, tal como Lia había afirmado. Nacido de una línea de

nobleza, que se remontaba a Piers, uno de los guerreros más feroces de la


tradición

de Morrighan. Un Santo Guardián, Sven lo había llamado. Me había dado


una breve

lección de historia la noche anterior, cuando notó mi sorpresa por la


paternidad de
Kaden. Una estatua de un Piers musculoso y poderoso, dominaba la entrada
al

campamento de Piers.

Kaden no se veía poderoso ahora. Parecía golpeado.

Pero anoche.. Tragué saliva, recordando cómo se veían juntos, cuando fui a
ver a

Lia, durante la noche. Había visto su mano descansando sobre su cama, y la


mano

de ella, acurrucada sobre la de él. Ambos estaban dormidos, tranquilos.

Salí de la habitación en silencio, para que no me vieran. Tal vez eso fue lo
que me

dio el coraje de decirle la verdad. Sabía que ella no lo amaba de la misma


manera

que a mí. Había visto sus ojos cuando me vio por primera vez en la armería, y
luego

el dolor, cuando le conté sobre mi compromiso, pero a ella también le


importaba

Kaden. Compartían algo que ella y yo no haciamos: Las raíces de un reino, y


su amor

por otro.

Todavía no me había notado. En cambio, miraba hacia la oscuridad, y su


mano

acariciaba, distraídamente, la daga envainada a su lado, como si una escena


se

desarrollara en su cabeza. Me imaginaba lo que era. Me tragué mi orgullo y


me

acerqué a él. Le había dicho a Lia, que ya había hecho las paces con él. Ahora

realmente tenía que hacerlas.

CAPÍTULO SETENTA

KADEN.

No lo escuché venir hasta que estuvo junto a mí. Me sobresalté y me di la


vuelta.

"¿Qué quieres?", Le pregunté.

"Estoy aquí para hablar de ..."

Me balanceé, atrapándolo en la mandíbula, y él voló hacia atrás, y cayó, la


espada

se dobló a su lado, golpeando el piso de piedra. Lentamente se puso de pie, su

expresión lívida, y se limpió la comisura de la boca, manchando de sangre las


puntas

de sus dedos.

"¿Que diablos pasa contigo?".

“Solo adelantando un tiro tuyo. Me parece recordar, que la última vez que te

descubriste con ganas de hablar, me despertaste, y luego me golpeaste contra


la

pared del cuartel, acusándome de todo tipo de cosas delirantes”.

"¿Es esta una huelga preventiva, o una venganza?".

Me encogí de hombros. "Tal vez ambas. ¿Por qué te escabulles esta vez?.
Me estudió, con el pecho agitado, y la rabia chispeando en sus ojos. Sabía
que

quería darme un golpe, pero de alguna manera, logró mantener sus manos a
sus

costados.

"Uno, no estaba escabulléndome", dijo finalmente, "Y dos, la razón por la


que vine,

fue para agradecerte, por quedarte al lado de Lia".

¿Agradeceme?. "¿Entonces vas a llevarla de regreso a Dalbreck ahora?".

La ira desapareció de su rostro. "Lia nunca volverá a Dalbreck conmigo".

Sospeché del cambio repentino en su comportamiento, casi tanto como su

declaración.

"Estoy comprometido con otra", explicó.

Solté un suspiro incrédulo.

"Es verdad", dijo. “La noticia se ha anunciado en todo Dalbreck. Lia nunca
irá allí.

Era la última noticia que esperaba escuchar. ¿Se estaba burlando?.


"¿Entonces,

porque estas aqui?".

Sus labios se arquearon de una manera extraña. No se parecía al granjero, o al

emisario arrogante, ni siquiera al príncipe que había conocido.

"Estoy aquí por las mismas razones que tú. La misma razón por la que ésta
Lia.
Porque queremos salvar los reinos que nos importan ".

"Todos son importantes para Lia". Su expresión se oscureció.

"Lo sé."

"Y eso te duele".

"Todos hemos tenido que tomar decisiones difíciles, y sacrificios. Reconozco


el que

hiciste, ayudándonos a escapar de Venda. Lamento no haberlo dicho antes ".

Las palabras salieron rígidas y practicadas, pero seguían siendo una disculpa,
que

nunca esperé escuchar. Asentí, preguntándome si todavía me iba a dar una

bofetada. No había habido tiempo cuando nos encontramos en la cabaña.

Encontrar a Lia, Pauline, y Gwyneth, era todo lo que importaba.

Extendí la mano con cautela, ofreciendosela.

"Felicitaciones por tu compromiso".

La tomó con la misma precaución. "Gracias", respondió.

Nuestras manos volvieron a nuestros lados, en los mismos movimientos


medidos.

Continuó mirándome como si hubiera algo más que quisiera decir. Lo habia

escuchado entrar anoche, y lo vi cuando salió, en silencio de la habitación.


Para

alguien comprometido con otra, no ocultaba bien sus sentimientos.

"Te veré en la plaza", dijo finalmente. “Lo que enfrentará allí hoy, será más
difícil

para ella, que los traidores que enfrentó anoche. Ella no se enfrentará a los
que

necesita meter en la cárcel, sino a los que necesita reunir. Ella nos necesitará
a los

dos allí ".

Comenzó a irse, luego bajó la mirada hacia la oscura escalera y me miró.

"No lo hagas", dijo, su mirada se encontró con la mía. “Llegará el momento,


pero

no ahora. No de esta manera. Eres mejor que él ".

Y luego se alejó.

***

Dejé mis armas con el guardia, antes de entrar en la celda. Los ojos de mi
padre se

clavaron en los míos, e inmediatamente, todo lo que vi en ellos, fue cálculo

nuevamente. Nunca terminaba.

"Hijo", dijo.

Sonreí. "¿De verdad crees que funcionará?".

“Cometí un terrible error. Pero un hombre puede cambiar. De mis hijos, te


quería

más, porque amaba a tu madre. Cataryn ...”

"¡Alto!", Ordené. "No arrojas a la gente que amas como basura. ¡No los
entierras
en tumbas sin marcar! No quiero escuchar su nombre en tus labios. Nunca
has

amado nada en tu vida ".

“¿Y tu qué amas, Kaden?. ¿A Lia? ¿Hasta dónde te llevará eso?.

"No sabes nada".

"Sé que la sangre es más espesa y duradera, que un asunto fugaz"

“¿Eso fue todo con mi madre?. ¿A la que dices haber amado tanto?. ¿Un
asunto

fugaz?”.

Sus cejas se juntaron, lastimeras, comprensivas. “Kaden, eres mi hijo. Juntos

podemos…"

"Te haré un trato, padre".

Sus ojos se iluminaron.

“Vendiste mi vida por un solo cobre. Te dejaré comprar la tuya, ahora


mismo, por

lo mismo. Dame un cobre. Ya es poco pedir ".

Me miró desconcertado. “¿Te doy un cobre?. ¿Ahora?".

Extendí mi palma, esperando.

"¡No tengo cobre!".

Retiré mi mano, y me encogí de hombros. "Entonces perderás tu vida, como


yo

perdí la mía".
Me giré para irme, pero me detuve a decirle una última cosa. “Ya que
conspiraste

con el Komizar, morirás también por su justicia. Y para que lo sepas, le gusta
que

los que se enfrentan a la ejecución, sufran primero. Lo harás”.

Me fui, y lo escuché llamándome, usando generosamente “hijo”, en sus

apelaciones, y sabía que si no hubiera dejado mis cuchillos atrás, ya estaría


muerto,

y eso habría sido un final demasiado fácil para él.

CAPÍTULO SETENTA Y UNO.

"Siéntate", ordené.

"¿Dónde?".

"El piso. Y no te muevas. Quiero hablar con ella a solas primero”.

Miré a los soldados que me habían acompañado.

"Si mueve un solo dedo del pie, deben cortarselo".

Ellos sonrieron, y asintieron.

***

Caminé por las habitaciones de mis padres, y abrí la puerta de la habitación


de su

dormitorio.

Mi madre yacía en un montón desaliñado, a los pies de la cama, como la


muñeca
de trapo de una niña, que le habían vaciado su relleno. Su mano descansaba
sobre

las mantas que tragaban hacia arriba, como si ella quisiera amarrarlo a esta
tierra.

Nadie, ni siquiera la muerte, lo haría escurrirse de su lado. Ella ya había


perdido a

su hijo mayor, sus otros hijos estaban desaparecidos, y en grave peligro, y su


esposo

había sido envenenado. Como había logrado reunir fuerza para estar conmigo
ayer,

no estaba segura.

Ella había sacado de un pozo, que ahora parecía vacío. No siempre hay más
para

tomar, pensé. A veces se puede tomar tanto, que lo que queda no importa.

Se sentó cuando escuchó mis pasos, y su largo cabello negro cayó en


desorden

sobre sus hombros. Tenía la cara demacrada, los ojos veteados de lágrimas, y
fatiga.

"Fuiste tú quien arrancó la última página del libro", le dije. “Pensé que era
alguien

que me odiaba mucho, y luego me di cuenta, que era todo lo contrario. Era
alguien

que me amaba mucho ".

"No quería esto para ti", dijo. "Hice todo lo posible para detenerlo".

Crucé la habitación y, cuando me senté a su lado, me tomó en sus brazos.


Ella me

abrazó ferozmente, un sollozo silencioso alzó su pecho.

No tenía lagrimas, pero mis brazos la rodearon, sosteniéndola de todas las


formas,

que había necesitado en estos últimos meses. Dijo mi nombre una y otra vez.

“Jezelia. Mi Jezelia”.

Finalmente me alejé. "Intentaste quitarme el Don", le dije, aún sintiendo


dolor.

"Hiciste todo lo posible para alejarme de eso".

Ella asintió.

"Necesito entender", susurré. "Dime."

Y ella lo hizo. Estaba debil. Estaba rota. Pero su voz se hizo más fuerte
mientras

hablaba, como si hubiera contado esta historia en su propia mente cien veces.

Quizás sí. Me contó sobre una joven madre y su hija, una historia que solo
había

visto desde mi punto de vista.

Su historia tenía costuras que no había visto; estaba coloreada con tela, en
tonos

que nunca había usado; tenía bolsillos ocultos, llenos de preocupación; Era
una

historia que no contenía solo mis miedos, sino también los de ella, sus hilos
se
apretaban cada día más. Cuando llegó a Morrighan, tenía dieciocho años, y
todo lo

relacionado con esta nueva tierra, le resultaba extraño: La ropa, la comida, la

gente ...Incluido el hombre que iba a ser su esposo. Estaba tan llena de miedo,
que

ni siquiera podía mirarlo a los ojos la primera vez que lo vio. Había
despedido a

todos de la habitación, y una vez que estuvieron solos, extendió la mano, le


levantó

la barbilla, y le dijo, que tenía los ojos más hermosos que había visto en su
vida.

Luego sonrió, y le prometió que todo estaría bien, que podrían tomarse
tiempo

para conocerse, y luego retrasó la boda todo el tiempo que pudo, y la cortejó.

Fue solo por unos pocos meses, pero día a día, él se la ganó, y ella también se
lo

ganó a él. Todavía no era exactamente amor, pero estaban enamorados.


Cuando

se casaron, ella ya no miraba al piso, sino que felizmente, miraba a los ojos
de todos,

incluidas las miradas severas del gabinete.

Aunque el asiento de la Primera Hija en el gabinete, había sido ceremonial


durante

siglos, cuando le dijo a su nuevo esposo que quería ser más activa en su papel
en
la corte, él la recibió de todo corazón. Era conocida por ser fuerte en el Don,

percibiendo peligros y locura. Al principio, el rey consideró todo lo que ella


dijo. Él

buscaba su consejo, pero ella sintió un creciente resentimiento entre el


gabinete,

por las atenciones del rey hacia su joven novia, y fue lenta, pero
diplomáticamente,

hecha a un lado.

Y entonces llegaron los bebés. Primero Walther, que era el deleite de la corte,
luego

Regan, y Bryn, que aumentaron su felicidad. Se les permitía toda libertad, lo


cual

era nuevo para ella. Venía de una familia de chicas, donde las opciones eran

limitadas. Aquí observó a sus hijos pequeños, nutridos y alentados a


encontrar sus

propias fuerzas, no solo por ella y el rey, sino por toda la corte.

Luego volvió a quedar embarazada. Había suficientes herederos, y repuestos,


y

ahora todos esperaban con expectación una niña, una nueva generación para

continuar con la tradición de la Primera Hija. Ella sabía que iba a ser una niña
antes

que naciera. La llenó de una alegría inconmensurable, hasta que escuchó un

retumbar, un gruñido, el hambre de una bestia, caminando en los rincones de


su
mente. Su miseria crecía cada día, al igual que el ruido de los pasos de la
bestia.

Temía que me acechara, que de alguna manera supiera que era una amenaza,
y

sintió con fuerza que esto se debía al Don. Me vio alejada de mi familia, de
todo lo

que sabía, y arrastrada por un paisaje inimaginable. Ella me persiguió, pero


sus

pasos no eran tan rápidos, como la bestia que me había arrancado de sus
brazos.

"Juré que no dejaría que eso sucediera. Te hablé mientras crecías en mi


vientre, e

hice una promesa diaria, que de alguna manera te mantendría a salvo. Y


luego, el

día en que naciste, en medio de mis miedos y promesas, escuché un susurro,


una

voz suave y gentil, tan clara como la mía. ─La promesa es genial, para la que
se

llama Jezelia. Pensé que esa era mi respuesta, y cuando miré tu dulce rostro,
el

nombre Jezelia te quedaba mejor, que todos los demás que el reino había
puesto

en tus pequeños hombros. Pensé que el nombre era un presagio, la respuesta


que

esperaba. Tu padre protestó por la violación del protocolo, pero yo no


retrocedí.
“Después, parecía que había tomado la decisión correcta. Desde que eras un
bebé,

fuiste fuerte. Tenías un grito vigoroso, que podría despertar a toda Civica.
Todo

sobre ti era vibrante. Escuchaste más fuerte, jugaste más duro, tuviste más
hambre,

y prosperaste. Te di las mismas libertades que a tus hermanos, y corriste


libremente

con ellos. Estaba más feliz que nunca. Cuando comenzó tu educación formal,
el

Erudito intentó adaptar sus lecciones, para nutrir el Don. Lo prohibí, a pesar
de sus

protestas. Cuando finalmente se enfrentó a mí, preguntándome una razón, le


conté

las circunstancias de tu nacimiento, y mi temor a que el Don, te hiciera daño.


Insistí

en que se concentrara en tus otras fortalezas. Él aceptó de mala gana.


Entonces,

cuando tenías doce ...

"Fue entonces cuando todo cambió".

"Tenía miedo, y tuve que contar con la ayuda del Erudito, para ..."

“¡Pero el Erudito es exactamente a quien debes temer!. Intentó matarme.


Envió a

un cazarrecompensas para que me cortara la garganta, y secretamente, envió

innumerables Eruditos a Venda, para idear formas de matarnos a todos. Él


conspiró

con ellos. Puede que hayas confiado en él una vez, pero se volvió contra mi.
Y

contra ti."

"No, Lia", dijo, sacudiendo la cabeza. "De esto estoy segura. Él nunca te
traicionó.

Fue uno de los doce sacerdotes que te levantaron ante los dioses en la abadía,
y

prometió su protección”.

"La gente cambia, madre ..."

"No él. Nunca rompió su promesa. Entiendo tu desconfianza. He vivido con


eso

desde que tenías doce años. Me hizo conspirar con él aún más”.

"¿Qué pasó cuando tenía doce años?".

Ella me dijo que el Erudito, la había llamado a su oficina. Tenía algo que
pensó que

debería ver. Dijo que era un libro muy viejo, que había sido encontrado en un

soldado Vendan muerto. Como todos los artefactos, se había entregado al


archivo

real, y el Erudito se había propuesto traducirlo.

Lo que leyó lo perturbó, y consultó con el Canciller al respecto. Inicialmente,


el

Canciller también parecía perturbado. Lo leyó varias veces, pero luego lo


declaró
estratagema bárbara, lo arrojó al fuego, y se fue. No era inusual que el
Canciller,

ordenara la destrucción de textos bárbaros. La mayoría no tenían sentido,


incluso

traducidos, y este no era diferente, excepto por una cosa clave, que había
llamado

la atención del Erudito. Lo recuperó del fuego. Fue dañado pero no destruido.

“Cuando él me entregó el libro, junto con la traducción, supe que algo estaba
muy

mal. Me sentí mareada cuando comencé a leer. Escuché los pasos pesados de
la

bestia una vez más, pero cuando llegué a los últimos versos, estaba
temblando de

ira."

"Cuando leíste que mi vida sería sacrificada". Ella asintió.

“Arranqué la última página y tiré el libro al Erudito. Le dije que lo


destruyera, tal

como había ordenado el Canciller, y salí corriendo de la habitación, como si


me

hubieran traicionado de la manera más perversa, engañada por el mismo Don


en

el que había confiado".

"Venda no te engañó, madre. El universo le dijó el nombre. Ella simplemente


lo

cantó, y tú escuchaste. Tú misma dijiste, que el nombre parecía correcto.


Tenía que

ser alguien. ¿Por qué no yo?".

"Porque eres mi hija. Sacrificaría mi propia vida, pero nunca la tuya”.

Me agaché y apreté su mano.

“Madre, elegí hacer realidad las palabras. Tenías que haberlo sentido también
en

tu corazón. Me diste una bendición especial el día que me fui. Pediste a los
dioses

que me ceñieran con fuerza.

Bajó la mirada hacia mi mano vendada en mi regazo y sacudió la cabeza.

"Pero esto ..."

Vi todos los temores que había albergado durante años cristalizados en sus
ojos.

"¿Por qué nunca compartiste esto con mi padre?".

Sus ojos brillaron con lágrimas nuevamente.

"¿No confiabas en él?".

"No podía confiar en él para que no hablara con nadie más. Había una brecha
entre

nosotros, en lo que respecta al gabinete. Se había convertido en un tema


polémico

entre nosotros. Parecía tan casado con ellos, como lo estaba conmigo. Quizás
más.

Tanto el Erudito como yo, estuvimos de acuerdo en que era demasiado


arriesgado

decírselo, porque parecería traicionado, por su propia esposa".

"Y fue entonces cuando conspiraste con el Erudito para enviarme lejos".

Ella suspiró, sacudiendo la cabeza. “Estábamos tan cerca. El día de tu boda,


pensé

que pronto te irías de Morrighan, y si realmente había alguien aquí que


intentaba

hacerte daño, también estarías lejos de ellos. Dalbreck es un reino poderoso


que

podía mantenerte a salvo. Pero luego, mientras admiraba tu kavah, junto con
todos

los demás, recordé el verso. ─La marcada con la garra, y la vid. Siempre
pensé que

significaba un diferente tipo de marca, las cicatrices hechas por un animal, o


un

látigo, pero allí, entre toda la heráldica y los diseños intrincados en tu


espalda, en

una pequeña parte, en tu hombro, allí estaba, una garra de Dalbreck y una

enredadera Morrighese. Era solo una kavah inocente, intenté decirme a mí


misma,

solo una coincidencia. Se lavaría en cuestión de días. Quería creer que no

significaba nada".

“Pero hiciste que el sacerdote ofreciera la oración en tu lengua materna. Por


si
acaso."

Ella asintió, el cansancio cubría su rostro. "Quería creer que mi plan seguiría

funcionando, pero realmente, no sabía qué pasaría después. Solo podía rezar
para

que los dioses te ciñeran de fuerza, pero cuando el Rey Jaxon te acostó en tu
cama,

y vi lo que te habían hecho ...”

Sus ojos se cerraron. La sostuve, consolándola, como ella me había


consolado

tantas veces.

"Todavía estoy aquí, madre", susurré. “Algunas marcas no son nada. Me


arrepiento

de muchas cosas, pero que me llamen Jezelia no es una de ellas. Tampoco


deberías

tú.”

Mi padre se movió, y nuestras atenciones se dispararon. Ella se puso a su


lado, su

brazo acunando su cabeza.

"Branson?" Escuché la esperanza en su voz.

Divagaciones incoherentes, fueron todo lo que nos ofreció. Todavía no había

cambio. Vi sus hombros caer.

"Hablaremos más tarde", dije.

Ella sacudió la cabeza ausentemente.


“Quería estar con él. El médico lo prohibió, diciendo que mi presencia solo lo

agitaba”. Ella me miró con los ojos agudos, y feroces como antes. “Veré al
médico

ejecutado por esto, Jezelia. Los veré a todos muertos”.

Asentí, y ella se volvió hacia él, sus labios rozaron su frente, mientras le
susurraba

a un hombre que no podía escucharla, que tal vez nunca la volvería a


escuchar. Me

avergonzaba haberlo llamado sapo. Me demoré, mirándolos juntos,


sintiéndome

aturdida, observando la desesperada preocupación en sus ojos, y recordando


cómo

mi padre la había llamado, mi Regheena, la ternura en su voz, incluso


mientras yacía

delirante. Ellos se amaron el uno al otro, y me preguntaba, cómo no lo había


visto

antes.

***

Miré al Erudito, todavía sentado en el piso de piedra. Había estado allí


esperando

una hora.

"Veo que todavía tienes todos los dedos de los pies", le dije.

Estiró una pierna e hizo una mueca, frotándose el muslo.

“Tú y tus secuaces fueron convincentes. ¿Asumo que puedo moverme


ahora?”.

"Siempre te he odiado", le dije, mirándolo. "Todavía lo hago".

"Comprensible. No soy un tipo tan agradable ".

"Y tú también me odias".

Él negó con la cabeza, sus ojos negros miraron sin pedir disculpas los míos.

"Nunca. Me exasperaste, me molestaste y me desafiaste, pero no fue nada


menos

de lo que esperaba. Te empujé, tal vez demasiado fuerte, a veces. Tu madre


no me

dejó discutir el Don contigo, así que hice lo que me ordenó. Traté de hacerte
fuerte

de otras maneras”.

Me aferré a mi odio, manteniéndolo como un hábito preciado, como un clavo


que

había masticado hasta el fondo. No había terminado. Quería más, pero ya


sentía

una verdad debajo de sus engaños.

"Levántate", ordené, tratando de hacer que cada una de mis palabras picara.

"Hablaremos en tu antigua oficina. Mi madre está descansando”.

Luchó por ponerse de pie, con las piernas rígidas, y le indiqué a un guardia
que lo

ayudara. Se ajustó la túnica, alisó las arrugas, intentó recuperar su dignidad, y


se
enfrentó a mí. Esperando.

“Mi madre parece pensar que puedes explicar todo. Lo dudo”. Puse mi mano
en mi

daga como amenaza.

"Tus mentiras tendrán que ser muy buenas para convenceme."

"Entonces quizás mis verdades serían mejores".

***

Vi, una vez más, al Erudito que siempre había conocido, el que podía gruñir y

escupir, a la menor provocación.

Sus orejas enrojecieron cuando lo acusé de enviar Eruditos a Venda.

"¡Nunca!", Gritó.

Cuando le conté sobre su trabajo sucio, en las cavernas allí, se puso de pie de
un

salto, y paseó por su oficina, gritando los nombres de los Eruditos. Confirmé
con un

asentimiento después de cada uno. Se dio la vuelta para mirarme. Ahora no


era

solo ira lo que veía en su rostro, sino una puñalada de traición, como si cada
Erudito

lo hubiera destripado, personalmente con un cuchillo.

"¿No Argyris también?".

"Sí, he dicho”. "Él también."


Su rabia se derrumbó hacia adentro, y vaciló, su barbilla tembló brevemente.

Escuché las palabras de mi madre otra vez. ─De esto estoy segura. Él nunca
te

traicionó.

Si esto era un acto, era muy convincente.

Al parecer, Argyris fue el golpe más bajo. Se sentó en su silla, sus nudillos
golpeando

el escritorio.

“Argyris fue uno de mis alumnos estrella. Habíamos estado juntos por años.
Años."

Se reclinó en su silla, sus labios apretados sobre sus dientes.

“El Canciller afirmó, que seguía perdiendo a mis principales académicos


porque era

difícil. Todos se iban con poca antelación, a las remotas sacristías en


Morrighan.

Eso decían ellos. Fui a ver a Argyris, un mes después que se fue, pero el
Sacristan

dijo que se había quedado solo unos días, y luego siguió adelante. No sabían
a

dónde había ido".

Si estaba enojado cuando le conté sobre los Eruditos, se enfureció cuando le

pregunté, sobre el cazarrecompensas, enviado para cortarme el cuello. Se


pellizcó

el puente de la nariz y sacudió la cabeza, murmurando, estupidez en voz baja.


"Fui descuidado", dijo finalmente. "Cuando descubrí que faltaban los libros,
y tu

nota en su lugar, fui a buscarlos".

Levante una ceja, se levantó y me lanzó una mirada puntiaguda.

“Dijiste que los rescataste para su lugar apropiado. Pensé que estarían en los

archivos ”.

Dijo que el Canciller lo encontró, a él y a sus asistentes destrozando los


estantes,

y les preguntó qué estaban buscando. Un asistente intervino antes de que el

Erudito pudiera decir algo.

“El Canciller estaba furioso y buscó en algunos estantes antes de salir


corriendo de

la habitación, gritándome que quemara el libro si lo encontraba, como se me


había

ordenado que hiciera, en primer lugar. Después de cinco años, me pareció


extraño

que incluso recordara el texto, ya que lo había declarado bárbaro”.

“Comencé a preguntarme por él en ese momento. Incluso busqué en su


oficina,

pero no encontré nada”.

Eso no me sorprendió. Mis resultados fueron los mismos. El Erudito real se


inclinó

hacia delante, la ira desapareciendo de su rostro.


“La ley me obligaba a firmar la orden de arresto única, y ofrecer una
recompensa

por tu regreso. Fue publicada en la plaza del pueblo, pero esa orden no
incluía

asesinato. Nunca envié a un cazarrecompensas a matarte, ni tu padre. Solo


envió

rastreadores para encontrarte y recuperarte”.

Me puse de pie, caminando por la habitación. No quería creerle. Me di la


vuelta

para enfrentarlo de nuevo.

“¿Por qué escondiste la Canción de Venda, en primer lugar? Mi madre


también te

dijo que la destruyeras”.

"Soy un Erudito, Jezelia. No destruyo libros, no importa lo que contengan.


Esos

textos antiguos, son una rareza, y este parece uno de los más antiguos que he

encontrado. Recientemente, había colocado los Testamentos de Gaudrel, en el

cajón junto al texto de Venda, en lo que pensé que era un escondite seguro.
Estaba

ansioso por traducirlo ".

Vi la energía en sus ojos cuando habló de los viejos textos.

"Traduje la mayor parte del texto de Gaudrel", dije.

Su atención estaba fascinada, y le conté sobre la historia que contenía,


midiendo
con cautela su reacción.

"Entonces Gaudrel y Venda eran hermanas", repitió, como si tratara de comer


un

pedazo de carne resistente, masticando palabras que no podía tragar.

“¿Y Morrighan, nieta de Gaudrel?. Toda una familia”. Se frotó la garganta


como si

intentara convencer a las palabras. "Y Jafir de Aldrid un carroñero".

"¿No me crees?".

Su frente se frunció. "Desafortunadamente, creo que sí".

Fue a la oficina de la que había tomado el texto, y vi con sorpresa, cómo


abría un

cajón con un fondo falso. Tienes secretos. Lo supe ese día, pero una vez que

encontré un secreto, no busqué más.

"¿Cuántos secretos tienes, Erudito?".

"Me temo que esta es la última de mis sorpresas". Dejó un grueso fajo sobre
su

escritorio.

"¿Qué es?".

La abrió y extendió varios documentos.

"Cartas", dijo. “Fueron encontradas hace décadas por el último Erudito, pero

contradecían ciertas facetas del Texto Santo Morrighese. Al igual que yo, no

destruyó textos raros, pero eran una anomalía que no entendíamos ".
"Así que estaban escondidos porque contaban una historia diferente".

El asintió. “Estos respaldan lo que me acabas de decir. Parece que el


venerado

padre de nuestro pueblo, Jafir de Aldrid, era un carroñero, que no sabía leer
ni

escribir cuando Morrighan lo conoció. Después que llegaron aquí, practicó


sus

habilidades de lectura y escritura, escribiendo cartas. He traducido

aproximadamente la mitad de ellas. Empujó la pila hacia mí. "Estas son sus
cartas

de amor para ella".

¿Cartas de amor?.

"Creo que has cometido un error. No podían ser cartas de amor. Según
Gaudrel, el

ladrón Harik, robó a Morrighan, y la vendió a Aldrid, por un saco de grano”.

"Si. Las cartas lo confirman. Pero de alguna manera ... ”

Él revolvió las páginas y leyó una, que ya había traducido.

"Soy tuyo, Morrighan, siempre tuyo ... Y cuando la última estrella del
universo

parpadee en silencio, seguiré siendo tuyo". Me miró. "Eso suena como una
carta

de amor para mí".

El Erudito real se había equivocado. Tenía otra sorpresa para mí, y parecía
que la
historia real de Morrighan, siempre tendría algunos secretos.

CAPÍTULO SETENTA Y DOS

La plaza estaba llena. Habían venido a ver colgar a la princesa Arabella. En


cambio,

tuve que decirles, que los estaría guiando en la lucha de sus vidas. Me puse
de pie

en el balcón del pórtico, mi madre parada a un lado de mí, el Erudito al otro,


Rafe

y Kaden, a cada lado. Lo que quedaba del gabinete, estaba detrás de nosotros.

Abajo, una fila de señores inquietos, desconcertados porque el cónclave se


estaba

reuniendo con la ciudadanía, tenían asientos en la parte delantera de la plaza.


Justo

detrás de los señores, Berdi, Gwyneth, y Pauline, estaban de pie hombro con

hombro, mirándome, sus miradas seguras me daban fuerzas. Sven, Jeb,


Tavish, y

Orrin, junto a escuadrones de soldados, estaban apostados en el perímetro,

observando a la multitud.

Hubo confusión, un murmullo que se extendió por la plaza, cuando mi madre


se

adelantó para hablar. Ella les dijo que el rey estaba enfermo, después de
haber sido

envenenado por traidores, los mismos traidores, que habían enviado a su hijo
y su
compañía a una emboscada, y luego ella nombró a los traidores. Ante la
mención

del Viceregente, cayó un silencio conmocionado, como si estuviera parado en


la

horca, y su cuello se hubiera roto al final de la cuerda. Del gabinete, era uno
de los

favoritos entre la gente, lo que les dificultaba comprender. Ella les dijo que la
trama

había sido descubierta, debido a la lealtad de la princesa Arabella a


Morrighan, no

a la traición, y que ahora era momento que me escucharan.

Di un paso adelante, y les conté la amenaza que se avecinaba, una que había

presenciado con mis propios ojos, una terrible grandeza, similar a la


devastación

descrita en el Texto Sagrado.

"El Komizar de Venda, ha acumulado un ejército y armas que podrían borrar


todo

recuerdo de Morrighan de este mundo".

Lord Gowan se levantó, con las manos en apretadas bolas a los costados.

“¿Golpeado por una nación bárbara?. Morrighan es un reino fuerte. Nos


hemos

mantenido durante siglos: El reino más antiguo y duradero del continente.


¡Somos

demasiado grandes para caer!”.


Varios señores retumbaron de acuerdo, rodando los ojos hacia la ingenua
princesa.

La multitud se movió sobre sus pies.

"¿Somos más grandes que los Antiguos, Lord Gowan?"., Pregunté.

“¿No cayeron?. ¿La evidencia no está a nuestro alrededor?. Mire los templos
caídos,

que forman nuestros cimientos, los magníficos puentes caídos, las


maravillosas

ciudades. ¡Los antiguos volaron entre las estrellas!. ¡Susurraron, y sus voces

retumbaron en las cimas de las montañas!. Estaban enojados, y el suelo


tembló de

miedo!. Su grandeza no tenía parangón”. Miré a los otros señores. “Sin


embargo,

ellos y su mundo se han ido. Nadie es demasiado grande para caer ".

Lord Gowan se mantuvo firme. "Olvidas que somos el Remanente elegido".

Otro señor dijó. "¡Si!. ¡Los hijos de Morrighan!. El Texto Sagrado dice que
tenemos

un favor especial".

Me quedé mirando, insegura de si debía decirles, recordando la incredulidad


de

Pauline, temiendo que los llevaría demasiado lejos. El aire se agitó cálido,
dando

vueltas. Esperaron, con la respiración contenida, las cabezas girando, como si

también lo sintieran.
─ Dihara me susurró al oído. “Las verdades del mundo desean ser
conocidas”.

Miré a Pauline, la lucha en sus ojos, la verdadera hija de Morrighan. Se llevó


dos

dedos a los labios y asintió.

El Erudito, añadió su asentimiento al de ella.

─Díles. La voz de Venda me llegó a través de los siglos, aún dando un paso
adelante,

incapaz de descansar. Ella era pariente de sangre de este reino, tanto como
del

reino que lleva su nombre.

Solo una cosa era segura en mi corazón.

Hace mucho, mucho tiempo, tres mujeres que se amaban, habían sido
destrozadas.

Tres mujeres que alguna vez fueron familia.

─Cuéntales una historia, Jezelia.

Y lo hice.

***

"Acérquense, hermanas de mi corazón,

Hermanos de mi alma,

Familia de mi carne.

Y les contaré la historia de unas hermanas, una familia, y una tribu, parientes
de
sangre de otro tipo, cosidos por la devastación y la lealtad.

Les conté sobre Gaudrel, una de las Antiguas originales, una mujer que
condujo a

un pequeño grupo de sobrevivientes a través de un mundo desolado,


confiando en

un conocimiento dentro de ella. Le daba historias a su nieta, cuando no había


nada

más que ofrecer, historias para ayudar a niños a comprender un mundo duro,
y

mantenerlos en silencio, cuando los depredadores se acercaban demasiado.

Les conté sobre la hermana de Gaudrel, Venda, otra sobreviviente, que


mantuvo

viva a su gente con su ingenio, sus palabras, y su confianza. Después de ser


alejada

de su familia, no sería silenciada, ni siquiera por la muerte, buscando a través


de

los siglos, la esperanza de un pueblo oprimido. Y les conté sobre Morrighan,


la nieta

de Gaudrel, una niña robada por un ladrón llamado Harik, quien la vendió a
un

carroñero por un saco de grano. Morrighan era una niña valiente y verdadera,
que

llevó a los carroñeros a un lugar seguro. Ella confiaba en la fuerza dentro de


ella,

que fue transmitida por Gaudrel, y los Antiguos sobrevivientes, un


conocimiento al
que recurrió cuando no tenían nada más, un ver sin ojos, un oír sin oídos.
Morrighan

no fue elegida de los dioses. Ella fue una de las muchas que se salvaron, una
chica

como cualquiera de nosotras, lo que hizo que su valentía fuera aún mayor”.

“Morrighan recurrió a una antigua fortaleza dentro de ella para sobrevivir, y


ayudó

a otros a hacer lo mismo. Eso es lo que debemos hacer ahora ".

Mi mirada recorrió la plaza, los señores y los que estaban en el balcón


conmigo.

Mis ojos se detuvieron en Rafe y mi garganta se tensó. "Nada dura para


siempre",

continué, "y veo nuestro final a la vista".

Me incliné hacia adelante, centrándome en la fila de señores.

"Así es, Lord Gowan. Visión. He visto la destrucción y la ruina. He visto al


Dragón

sobre nosotros. He escuchado el crujir de huesos entre sus mandíbulas. He


sentido

su aliento en mi cuello. Él viene, eso te lo prometo”.

“Si no nos preparamos ahora, la esperanza se habra ido, y sentirás la mordida


de

sus dientes como yo. ¿Debemos acobardarnos y esperar a que el Komizar nos

destruya, o nos preparamos y sobrevivimos como lo hizo el homónimo de


nuestro
reino?”.

Una pequeña voz. Prepararnos.

Otro, prepararnos.

Un puño en el aire, el de Gwyneth. Prepararnos.

La plaza se encendió en la determinación compartida de sobrevivir.

Besé dos dedos, levantándolos hacia los cielos, uno para los perdidos, y otro
para

los que están por venir, y les llamé: "¡Nos preparamos!"

CAPÍTULO SETENTA Y TRES

"Su Alteza."

Rafe, Kaden y yo, estábamos pasando la fuente de la plaza, cuando el general


me

interceptó. Una docena de soldados, incluidos Gwyneth, Pauline, Berdi y Jeb,


se

detuvieron tras de nosotros. El general extendió la mano y tomó la mía,


dándole

palmaditas.

"Perdóneme por mi valentía, princesa Arabella, pero me alivia que se haya


aclarado

el malentendido de su traición".

Lo miré con incertidumbre, sintiendo que esto no iba a terminar bien. Lo


recordaba

solo vagamente, como uno de los generales en servicio más largo a la corona.
"No fue un malentendido, general Howland. Fue una mentira, y una trama
bien

orquestada ”.

Él asintió, su labio inferior se curvó en un puchero. "Sí, por supuesto, fue una
trama

de traidores del peor tipo, y todos estamos en deuda con usted por
exponerlos.

Gracias."

“No, las gracias no son necesarias, general. Exponer la traición es deber de


todo ...”

“Sí”, dijo rápidamente, “¡deber!. Y de eso es de lo que deseamos hablar con


usted”.

Los generales Perry, Marques, y otros tres oficiales estaban detrás de él.

“Con tu padre enfermo y tus hermanos lejos, tanto ha caído sobre tus tiernos

hombros. Quiero que sepas que no es necesario que te preocupes por asuntos

militares. Puedo ver que ya te has vuelto loca con este ejército bárbaro, lo
cual es

comprensible, considerando lo que has pasado en sus manos ".

Tragué. No, no va bien en absoluto. Rafe y Kaden se movieron


peligrosamente

sobre sus pies, a mi lado, pero extendí mis manos a ambos lados.

Esperen. Recibieron el mensaje.

“¿Estuvo bien, general?”, Pregunté. "¿Alguna vez has conocido al Komizar?"


Él rió. “¡Bárbaros!. Cambian sus gobernantes con más frecuencia que sus
ropas

interiores. El Komizar de hoy, es el mocoso olvidado de mañana ".

Miró por encima del hombro a los otros oficiales, compartiendo una pequeña
risa

con ellos, luego se volvió hacia mí. Metió la barbilla cerca de su pecho, ladeo
la

cabeza, y sospeché que estaba listo para decirme una gran verdad, que yo
había

pasado por alto.

“Lo que te estoy diciendo, es que esto no es algo por lo que tengas que
preocuparte.

No estás entrenada en tácticas militares, o incluso en la evaluación de


amenazas,

ni eres un soldado. Nadie espera que lo seas. Usted es libre de regresar a sus
otros

deberes. Nosotros nos encargaremos de esto”.

Sonreí y con mi voz más dulce dije: "Bueno, eso es un alivio, general, porque
quería

volver a mis labores de aguja. ¿Te importaría darme palmaditas en la cabeza


ahora,

y enviarme a mi camino?”.

Su sonrisa se desvaneció.

Me acerqué, entrecerrando los ojos.


"Pero antes de hacerlo, ¿podría decirme cómo abordaría el hecho, que estos
dos

soldados a mi lado, están de acuerdo conmigo sobre la amenaza que cree que
me

enfureció?".

Lanzó a Rafe y Kaden una mirada superficial, luego suspiró. "Ambos son
hombres

jóvenes y sanos, ¿y cómo puedo decir esto delicadamente? ... fácilmente

influenciables por una cara bonita". Su sonrisa volvió, como si acabara de


educarme

en el tema de las formas del mundo.

Estaba tan asombrada, por su superficial opinión de todos nosotros, que por
un

momento no pude hablar. Observé la fuente detrás de él, pero Rafe y Kaden
me

ganaron, su furia burbujeaba por delante de la mía. Se adelantaron al unísono,


cada

uno de ellos lo recogió bajo un brazo, y lo arrastraron hacia atrás. Los otros
oficiales

saltaron de su camino, cuando lo arrojaron a la fuente.

Rafe y Kaden se volvieron, mirando a los otros oficiales, desafiándolos a dar


un paso

adelante, para ayudar al general. Observé que su rabia se convertía en


satisfacción

cuando escucharon la tos general y el chisporroteo detrás de ellos. Mi ira no


era se

enfrió tan fácilmente y marché hasta el borde de la fuente.

“Y ahora, general, espero poder decir esto con delicadeza, para sus tiernos
oídos.

A pesar de mi absoluto disgusto, en lugar de llamarte bufón, ignorante,


delirante,

pomposo, y absorto en ti mismo, voy a extender mi mano, y te sugiero

encarecidamente que la tomes, porque no dejaré que tus insultos

condescendientes, ni mi orgullo, se lleven el camino para salvar a Morrighan.


Por

mucho que odie la idea, necesito cualquier experiencia miserable que traiga a
la

mesa, por lo que cuando nos reunamos para planificar nuestras estrategias, en
el

momento y lugar que designe, estarás allí, listo para servir a tu reino. Porque,
no

se equivoquen al respecto, ahora estoy gobernando Morrighan, como regente


de

mi padre, y me pondré nerviosa por pequeñas cosas tontas, como traidores, y

ejércitos que buscan destruirnos. ¿Lo entiendes?".

Su pecho era un barril lleno de ira, y el agua goteaba de su nariz. Extendí mi


mano,

y él la miró fijamente, mirando a los otros oficiales, que no se atrevieron a


acudir
en su ayuda. Extendió la mano, tomó mi mano, y dio un paso atras de la
fuente. Él

asintió con la cabeza, como si cumpliera con la orden, y se alejó, el sonido


del agua

succionando en sus botas. Ya no creía que la palabra, bonita, estuviera


nadando en

sus pensamientos.

Gwyneth lanzó una generosa bocanada de aire.

"¡Bien!. Me alegra que no lo hayas llamado bufón".

"O pomposo", agregó Pauline.

"O ignorante", intervino Jeb.

"O un asno", dijo Kaden.

"No lo llamé un culo".

Rafe gruñó. "Es mejor que no lo hayas hecho".

Ahora estaba arreglado. Puede que haya tenido la confianza de las tropas,
pero

algunos de los oficiales, todavía estaban atrincherados en un sistema, que no


tenía

lugar para mí. Algunas cosas duran, incluso después de un levantamiento


decisivo,

y sabía que estarían contando los días, hasta que mi padre se recuperara o mis

hermanos regresaran.

CAPÍTULO SETENTA Y CUATRO


RAFE

Nos paramos en un largo estrado de piedra, que daba al campamento. Me


imaginé

a Piers colocando la primera piedra, cuando solo era un reino incipiente. El


estrado

ahora tenía ocho piedras de altura, con siglos de batallas y victorias detrás de
él.

Cualquiera que estuviera parado aquí, atraería la atención de todo el


campamento.

Lia habló primero con las tropas, y luego ella me presentó. Era el tercer grupo
al

que nos habíamos dirigido. Era necesario mantener los números pequeños,

especialmente en este último grupo. Contenía a todos los nuevos reclutas,


según

el mariscal de campo, cien en total.

Le conté a este grupo de soldados lo que les había dicho a los demás. Mi
presencia

y la de mis soldados, no significaban una invasión, solo un esfuerzo para


ayudar a

estabilizar y preparar su reino. Les aseguré que no tenía otros motivos,


porque con

la amenaza inminente, lo que beneficiaba a Morrighan también beneficiaba a

Dalbreck. Cuando terminé, Lia volvió a hablar, enfatizando el esfuerzo


conjunto de

nuestra empresa, y evocando los asentimientos de los generales, que estaban


en

el estrado con nosotros, incluido el culo empapado de agua, cuya lengua se


había

secado considerablemente, desde su inmersión de ayer. Yo vi a Lia. Vimos


cada

movimiento. Observé su ritmo en el estrado, mientras su voz se elevaba,


llegando

a la última fila. Observé a los soldados observándola, su atención fija en cada

palabra. No sabía cuál era la buena voluntad que había sembrado antes de
irse,

pero el respeto que los señores habían entregado a medias, se daba libremente

aquí. Los soldados escucharon y vi lo que ya sabía, lo que no había querido


aceptar

en Venda. Ella era una líder natural. Aquí era donde ella necesitaba estar.
Dejarla ir

había sido la elección correcta, incluso si la decisión aún ardía en mis


entrañas.

Ella volvió a hablar, esta vez, preparándose para presentar a Kaden, y todos
estar

preparados, para lo que estaba por venir. Comenzó su discurso como lo hizo
con

los demás, pero luego hubo una notable salida, al menos para algunos de
nosotros.

"Vendan drazhones, le bravena enar kadravé, te Azione".

Jeb, Natiya, y Sven se pararon detrás de nosotros, susurrando una traducción,


para

aquellos en el estrado, que no sabían el idioma.

─Hermanos Vendans, les doy a su camarada, el Asesino.

Lia levantó la mano de Kaden con sus últimas palabras, las dos juntas, como
un

frente fuerte y unificado, luego ella retrocedió para que él pudiera hablar con
las

tropas.

Fue a la vez, trampa y oportunidad. Sabíamos que los Vendans se habían


infiltrado

en la guardia de la ciudadela, pero necesitábamos asegurarnos de que no


estaban

entre los rangos.

El mariscal de campo, y otros oficiales podían responder por la mayoría, pero


los

reclutas más nuevos, que afirmaban ser de los confines de Morrighan, eran
más

una incertidumbre, Lia se había dirigido a ellos, en Morrighese al principio,


pero

luego cambió de lengua sin esfuerzo, como un suspiro. Una docena de los
nuestros

estaba parada a cada lado de ella. Parecía que estábamos allí para dar apoyo,
pero

habíamos estado observando atentamente a los soldados, sus ojos,


movimientos y
contracciones, las pistas que revelaría comprensión o confusión.

Kaden continuó la dirección, no solo para erradicar, sino para atraer a


Vendans

como él, que podrían ser influenciables. Él y Lia, habían llegado a esta
estrategia

juntos, porque los Vendans que trabajaran con nosotros, podrían ser útiles.

"Confíen en la Siarrah, mis hermanos", interpretó Jeb en voz baja. “Los


Meurasi la

han recibido, al igual que los clanes de las llanuras, y los valles. Confían en
ella. El

Komizar es el que lucha con la Siarrah, no nuestros hermanos y hermanas,


que

todavía están en Venda. Ahora es su oportunidad de dar un paso adelante, y


luchar

con nosotros. Permanece en silencio y morirás”.

La mayoría de los soldados se miraron confundidos, sin comprender el


repentino

cambio de lengua. Pero unos pocos permanecieron concentrados, su atención


se

centraba en Kaden. Segunda fila, una mirada congelada. Las pupilas del
soldado

eran puntitos. Preocupado. Comprensión. Pero él no se presentó.

Otro en el extremo derecho.

"Tercera fila, segunda desde el final", susurró Pauline.


Y luego, en la primera fila, un paso vacilante hacia adelante.

Esto provocó otro en el medio. Solo cuatro.

"Fila de atrás, extremo izquierdo", le susurró Lia a Kaden. "Sigue hablando".

Se encontraron cinco soldados Vendan, entre las filas, y con los ocho
guardias de la

ciudadela, sumaban trece impostores, lo que en sí mismo era una hazaña.

Aprender a hablar Morrighese sin fallas, podría llevar años. Las tropas fueron

despedidas, mientras otros soldados se movían, para detener a los presuntos

vendans.

Con el primer descanso de Lia en tres horas, su tía Bernette se metió, con la

medicina. Lia tomó un trago de la botella, con círculos todavía bajo sus ojos.
La vi

limpiarse la comisura de los labios, el cansado parpadeo de sus ojos, la


nivelación

de sus hombros, mientras enfrentaba su próxima tarea, interrogando a los

prisioneros nuevamente, con la esperanza de que uno se deslizara con


información,

o se volviera sobre los otros, como había hecho el médico de la corte. De


repente,

Terravin estaba egoístamente feroz dentro de mí, el aire, los gustos, cada
momento,

cada palabra entre nosotros, y deseé poder tenerlo de nuevo, aunque solo
fuera
por unas pocas horas, deseé realmente ser el granjero que ella había querido,
ser

un granjero que sabía cómo cultivar melones, y ella una criada de la taberna
que

nunca había oído hablar de Venda.

La vi alejarse con Kaden, para hablar con los Vendans, y luego me fui en otra

dirección. No estábamos en Terravin, y nunca volveríamos a estar.

Los deseos eran para los granjeros, no para los reyes.

CAPÍTULO SETENTA Y CINCO

PAULINE

El cronometrador estaba fuera de sí. Se paró a un lado del estrado, inquieto,

esperando a que Lia terminara. Había sido exonerado, pero ahora tenía que
seguir

a Lia, en lugar de dictarle. Su reloj de bolsillo, y libro mayor se habían vuelto


inútiles.

La tradición y el protocolo siempre habían sido las ruedas, y la grasa de


Morrighan.

Ahora, estaba Lia.

Su tía Bernette, estaba parada a su lado, esperando también. Vi orgullo en su

expresión, pero también preocupación. Nadie estaba muy seguro de cómo


navegar

por esta nueva Lia. Se movía por Civica con fuerza y propósito, y sin
disculpas. No
habían palabras de vuelta. Ella no tenía tiempo. Por lo que pude ver, nadie
dudaba

de ella: Había salvado la vida del rey, y expuesto a los traidores, que habían
estado

tramando justo debajo de sus narices, pero sabía que se lo preguntaban. Lo


que

ella había visto y soportado, en estos últimos meses. Ella era una curiosidad.
Como

lo era yo.

Vi las miradas, y escuché los susurros, sobre Pauline, la tranquila y mansa


asistente,

que siempre había seguido las reglas. ¿Qué había sido de esa chica?. Me
pregunté

a mí misma. Algunas partes de ella todavía estaban aquí, otras partes,

desaparecieron para siempre, y tal vez otras, todavía estaba tratando de

encontrarlas. No era solo la tradición y el protocolo, lo que se había roto, sino

también la confianza. Cuando se terminó la última dirección, bajamos los


escalones

al final del estrado.

"Espera", llamó Gwyneth a Natiya, luego se acercó a mí. ¿Cuándo volverás a


la

ciudadela?. No me gustas sola en la abadía ".

"Natiya también está allí".

Gwyneth gruñó. "¿Y se supone que eso me consuela?. Ella es una tetera lista
para

explotar ".

Las dos vimos a Natiya, que aún escaneaba las tropas dispersas, con la mano

apoyada en la empuñadura de la espada, que colgaba de su cadera. El nuestro


no

era el unico punto de miradas fijas. Una joven armada con tres armas, y feliz
de

hacer alarde de ellas, no era algo común para nadie en Civica.

"Ella está encontrando su camino", le dije.

Los ojos de Gwyneth se entrecerraron. Las dos conocíamos la historia de


Natiya.

"Supongo que sí", suspiró y se volvió hacia mí, diciendo que estaba llevando
a

Natiya de vuelta a la ciudadela.

"Ella necesita un descanso de sus formas asesinas". Me lanzó una última


mirada

puntiaguda. "Te veré allí también, con todas tus pertenencias. ¿Verdad?."

"Ya veremos", respondí.

Un ceño fruncido, tiró de la esquina de su boca, pero no empujó el asunto


más allá.

Se acercó a Natiya, y le echó el brazo sobre el hombro.

“Vamos, diablillo sediento de sangre. Gwyneth te va a enseñar algunas cosas

nuevas sobre la sutileza hoy ".


Me fui en la dirección opuesta. Acababa de pasar la estatua de Piers, en la
entrada

de la puerta, cuando escuché que alguien me llamaba.

"Pauline! Espera."

Me volví para ver a Mikael, y me detuve, atónita porque tuviera el descaro de

acercarse a mí.

"Sé lo que estás pensando, Pauline", dijo, "pero solo estaba siguiendo
órdenes. Soy

un soldado y ...”

"¿Y ya has gastado todo el dinero de la recompensa?. ¿O tienes miedo ahora,

porque soy parte del nuevo gabinete, y podría hacerte todo tipo de cosas, si
así lo

quisiera?. Sus párpados se crisparon, y supe que había dado en el blanco.

"¡Fuera de mi vista, parásito!".

Pasé junto a él, pero él me agarró del brazo y me dio la vuelta.

“¿Qué hay de nuestro bebé? Dónde está…"

"¿Nuestro bebe? Estás equivocado, Mikael ", gruñí. "Ya te dije que el padre
no es

nadie que conoces".

Traté de alejarme nuevamente, pero sus dedos se clavaron en mi muñeca.

"Los dos sabemos que soy…"

Y luego hubo un chasquido en su carne, y él estaba volando por el aire.


Aterrizó con

un ruido sordo, boca arriba, una nube de polvo estallando a su alrededor.

Kaden estaba sobre él, agarrándolo por el cuello y arrastrandolo a sus pies. La
ira

fundida retorcía la cara de Kaden.

"Tienes una pregunta sobre el padre, soldado, ¡soy yo quien debe preguntar!.
Y si

vuelves a poner una mano sobre Pauline, será más que un labio partido lo que
te

daré”.

Kaden lo empujó, y Mikael retrocedió, luego se congeló. Sabía quién era


Kaden, el

Asesino de Venda, que podía haberlo destripado fácilmente, sin hacer ruido.

Más que eso, vi otra suposición estableciéndose sobre la cara de Mikael. Tal
vez era

cierto, tal vez no había sido el único en mi vida. Su camino hacia mí se había
ido. Se

limpió el labio y se volvió, desapareciendo entre los soldados.

Vi los hombros de Kaden agitarse, como si estuviera tratando de disipar lo


último

de su ira. Les dijo a otros soldados que se habían detenido ante la conmoción,
que

volvieran a sus asuntos, antes que finalmente, se volviera para mirarme.

Se apartó el pelo de los ojos. "Lo siento, Pauline. Te vi tratando de alejarte, y


yo ..”

Él sacudió la cabeza. "Sé que no tenía derecho a intervenir o implicar que ..."

"¿Ya sabías quién era?".

El asintió. “Lia me dijo que todavía estaba vivo, y lo armé. El mismo tono
rubio que

el bebé. Su reacción."

El color en su cuello, de repente se intensificó, como si se diera cuenta de su

admisión: Me había estado observando. Sus ojos se clavaron en los míos, y vi

cientos de preguntas, detrás de ellos, que no había visto antes. ¿Lo perdonaría

alguna vez?. ¿Había ido demasiado lejos?. ¿Estaba bien?. Pero


principalmente vi la

amabilidad que había visto en ellos la primera vez que lo conocí. Silencio y
motas

de polvo colgaban en el aire entre nosotros.

"Lo siento", dijo finalmente de nuevo, y miró sus nudillos que estaban rojos,
por el

golpe en la cara de Mikael. "Sé que no querrías que parezca que un asesino

bárbaro…"

“¿Me llevarías de regreso a la abadía, Kaden?”. Pregunté. "¿Si tienes el


tiempo?.

¿Solo por apariencias, en caso de que todavía esté mirando?. "

Me miró sorprendido, tal vez incluso temeroso, pero asintió y nos fuimos a la
abadía. Ambos sabíamos que Mikael no estaba mirando.

CAPÍTULO SETENTA Y SEIS

Después que mis tías, y Gwyneth, me ayudaron a bañarme y vestirme, saqué


a

todos de mi habitación. Durante casi una semana, me había consumido, en

reuniones con generales, oficiales, y señores, y hoy me había dirigido a más

regimientos, que habían llegado después de ser llamados de regreso a Civica.

Necesitaba un momento tranquilo. Recordé lo que Dihara me había dicho


sobre el

Don.

─Los amurallados, lo matan de hambre como lo hicieron los Antiguos ...


Estás

rodeada por el ruido de tu propia creación.

Y había habido un flujo continuo de ruido, la mayoría, apasionado y ruidoso.

Rafe, Kaden, y yo, dirigimos conversaciones privadas, con los generales


Howland,

Marques, y Perry, el capitán Reunaud, el mariscal de campo, Sven y Tavish.

Personalmente saludé al general Howland, tratando de dejar atrás nuestro


difícil

comienzo. Nuestro equipo de diez, reunió mapas, hizo listas, y diseñó


nuestras

estrategias. Kaden y yo les contamos con vívidos detalles sobre las armas y
los
números que enfrentabamos, ciento veinte mil. Cuando el mariscal de campo

sugirió que el Komizar podría dividir sus fuerzas, para atacar en muchos
frentes,

Kaden le aseguró que no lo haría. El Komizar golpearía con toda su fuerza


sobre

Morrighan, despiadadamente, abriéndose camino hacia Civica, para que fuera


una

victoria, rápida y decisiva. Estuve de acuerdo. La sangre del Komizar latía


con el

poder que este ejército le daba. No lo dividiría. Recordé su rostro mientras

contemplaba su creación: Su inmenso impacto aplastante era algo bello para


él.

Durante nuestras reuniones, surgieron discusiones sobre todo, desde el


momento,

las rutas que tomaría el Komizar, hasta las mejores formas de armar a
nuestros

soldados. Una cosa estaba clara: Necesitábamos más, así que esa llamada
también

se envió.

Más armas, más soldados. Los señores fueron enviados de regreso a sus
condados,

con las mismas órdenes, de reclutas y suministros. Todo Morrighan se alistó


en el

esfuerzo. Se trajo metal de todo tipo a las forjas, para reutilizarlo en armas.
Puertas,
paneles, teteras, ningún artículo era demasiado pequeño, o demasiado
importante,

para que no se pudiera usar para salvar el reino. El molino fue aprovechado
para

trabajar las 24 horas. Se necesitaba más madera para construir empalizadas,


armas

de asta, y defensas aún por imaginar. El entrenamiento comenzó como bueno,

compartiendo habilidades, porque era innegable que los soldados de


Dalbreck,

tenían una disciplina refinada, que sería útil. Inicialmente esto enfureció a los

oficiales, la perspectiva del regimiento de Rafe, de cien soldados entrenando


a las

tropas Morrigheses, pero eliminé el argumento con frialdad, dejando en claro,


que

el orgullo no debía ser un obstáculo para nuestra supervivencia, y Rafe lo


suavizó,

extendiendo la mano genuinamente, para consejo de ellos también.

Me pilló desprevenida varias veces, ver a Rafe y Kaden, explicando, o


discutiendo

estrategias. Los vi a ambos en formas que nunca antes había visto, en formas
que

no tenían nada que ver conmigo. Formas que tenían que ver, con sus propias

historias y esperanzas, obligaciones y objetivos. Observé a Kaden,


esquivando

hábilmente las preguntas sobre el futuro de Venda, incluso mientras planeaba


fortalecer a Morrighan. Algunas de nuestras batallas tenían que librarse más
tarde.

Todavía lo llamaban Asesino, no de una manera despectiva, sino casi como


una

insignia de honor, que un ciudadano morrighese se hubiese infiltrado en las


filas

enemigas, y ahora volvía a la suyas, con los secretos de Venda.

A medida que pasaban los días, las reuniones duraban mucho, y las tensiones

aumentaban, me di cuenta que la mayoría de los arrebatos, no se debían tanto


al

orgullo, como a la comprensión de la lucha monumental, que teníamos por


delante,

lo comprendieron por completo, incluido el general Howland, y todos


buscaban

respuestas, que no eran fáciles de encontrar. ¿Cómo un ejército de treinta mil,

todavía disperso por todo el reino, vence a uno que tiene ciento veinte mil, y
está

armado con muchas armas mortales?. Pero seguimos tratando de encontrar


una

respuesta. Cuando sacamos mapas, y los desenrollamos sobre la mesa, traté


de leer

la mente del Komizar. Miré las carreteras, las colinas, los valles y las paredes
que

rodeaban a Civica. Las líneas y los puntos de referencia borrosos, y algo débil

golpeteo debajo de mi esternón.


Abrí mi ventana, el aire fresco de la noche temblando sobre mi cara, y recé a
un

dios, o a cuatro, no estaba segura. Había tantas cosas que no sabía, pero sabía
que

no podría soportar perder a dos hermanos más. No habían habido noticias,


pero

Rafe ya me había dicho que no las habría.

Ellos vendrían, o no lo harían. Tenía que esperar, y confiar que el mensaje


había

llegado a tiempo. Tráiganlos a casa, rogué a los dioses. Y luego llamé a mis

hermanos, justo como las palabras de Walther me habían llegado. ─Tengan


cuidado,

mis hermanos. Tengan cuidado.

Contemplé Civica, los recuerdos al final se calmaron, una canción delgada


todavía

se aferraba al aire. Así será para siempre. Por siempre. Una ciudad oscura, a

excepción de ventanas doradas parpadeantes, que vigilaban la noche. La paz


se

instala, se preparan las comidas, las chimeneas se hinchan. Pero entonces la


paz se

vio perturbada.

Los sonidos subieron por mi columna vertebral.

Sonidos que no eran del mundo fuera de mi ventana.

El crujido de la piedra.
El silbido del vapor.

Un aullido agudo.

─Fervor, Jezelia, fervor.

Mi corazón se aceleró. Sentí el aliento del Komizar en mi cuello, su dedo


trazando

la kavah en mi hombro. Vi sus ojos de ónix en la oscuridad, y la sonrisa


detrás de

ellos.

"¿Debo caminar contigo?".

Salté y me di la vuelta. Tía Cloris asomó la cabeza por mi habitación, su


pregunta

me recordó que no llegara tarde.

Sonreí, intentando enmascarar mi alarma. Si bien mi tía toleró la falta total de

protocolo en todos los niveles, con sorprendente gracia, vi que volvían las
señales

de su impaciencia. Ella quería que las cosas volvieran a ser como antes. No
podía

prometer eso, pero podría dárselo esta noche.

"Llegaré", dije. Se fue tan silenciosamente como vino, y cerré la ventana,


volviendo

a mi tocador. Con una sola mano, no habría trenzas elegantes esta noche, no
es

que alguna vez haya sido particularmente hábil en trenzas, incluso con las dos
manos. Pero me había convertido en experta en usar una espada y un cuchillo
con

cualquiera de las dos.

Cuando el médico revisó, y volvió a vendar mi mano hoy, la vi por primera


vez. La

herida en sí, a excepción de los tres pequeños puntos a cada lado, apenas era
visible

pero mi mano todavía estaba hinchada. Parecía un guante veteado de azul,


relleno

de salchichas gordas, y se sentía igual de extraña y adormecida. Algo dentro


se

había roto o rasgado, probablemente cuando me solté del tornillo para matar a

Malich. El médico estaba consternado por la continua hinchazón, y dijo que


era

esencial que la mantuviera elevada sobre las almohadas por la noche, y me


hizo

una honda, para que me la pusiera durante el día. Cuando le pregunté sobre el

entumecimiento, él solo dijo: "Ya veremos".

Dejé a un lado mi cepillo, y me miré en el espejo. Mi cabello se arrastraba

flojamente sobre mis hombros. En el exterior, me veía casi como antes,


quizás un

poco demacrada, pero por dentro, nada era igual. Nunca volvería a ser lo
mismo.

Está comprometido.
La idea surgió inesperadamente, como una repentina ráfaga de viento. Una

montaña de demandas la había bloqueado, pero ahora un solo momento sin


prisas

la había dejado entrar. Salté de mi tocador, ajustándome el cinturón y la


honda.

Envainando mi cuchillo a mi lado, aprendiendo a hacer con una mano, lo que

siempre había hecho con dos.

***

El comedor familiar, era para comidas más pequeñas e íntimas, pero esta
noche

habría dieciséis de nosotros. Hubiera tomado un poco de caldo en mi


habitación, y

hubiera caído en la cama como lo había hecho las noches anteriores, o


hubiera

comido en nuestras reuniones nocturnas, pero mi madre había acudido a mí, y


me

lo sugirió, y ella no había salido de su habitación en días. Pensé en mi duda,


en los

días posteriores a la muerte de Aster, y en cómo Rafe me había dicho que

necesitaba reagruparme, y seguir adelante. Parecía que eso era lo que ella
estaba

tratando de hacer ahora.

Mis tías intervinieron, diciendo que en el frenesí de la actividad, en los


últimos días,
se habían encontrado con todos, solo en momentos frenéticos. Dijeron que

teníamos una larga pelea por delante, y que una comida compartida nos daría
la

oportunidad de estar juntos. No podría discutir con eso.

Berdi y yo fuimos las primeras en llegar al comedor, y cuando ella me


abrazó, sentí

una bocanada de pan fresco, y vi polvo de harina en su mejilla. "¿Has estado


en la

cocina?"

Ella guiñó un ojo. "Puede que me haya detenido. Tu madre preguntó, y


estuve feliz

de hacerlo".

Estaba a punto de preguntarle qué había estado haciendo allí cuando


Gwyneth y

Natiya, entraron detrás de nosotras. La mirada de Natiya se elevó de


inmediato al

techo alto, y luego examinó las paredes, cubiertas de tapices. Recordé la


primera

vez que cené con Natiya. Había conocido mi glotonería con inocencia, y
preguntaba

con los ojos muy abiertos. Ahora observaba tranquilamente, con el ojo de un
gato

en los arbustos, lista para saltar, no muy diferente al resto de nosotros.

Todos llevamos armas a la mesa, lo que en el pasado estaba prohibido, por


protocolo. Esta noche nadie se opondría, ni siquiera tía Cloris. Nos
instalamos en

un extremo de la mesa. Mi madre, mis tías, y la tía de Pauline, Lady Adele,


vinieron

después. El cabello de mi madre estaba peinado y trenzado, su vestido estaba


bien

planchado, y el fuego que estuvo enterrado en los últimos días, había vuelto a

aparecer. Lo vi en sus ojos, sus hombros nivelados, y su barbilla alta: Los


traidores

no ganarían. Me sorprendió verla charlando con Berdi como si fueran viejas


amigas.

Orrin, Tavish, Jeb, y Kaden, entraron juntos, todos parecían un poco


incómodos,

pero mi madre los saludó cordialmente, y los dirigió a sus asientos, y me di


cuenta

de lo poco que todos, realmente, conocían a todos los demás, aunque


habíamos

estado aquí por dias. Necesitabamos estar juntos. Una comida compartida era
para

algo más que cuerpos nutridos. Los sirvientes comenzaron a llenar copas con

cerveza, y vino. Aunque mi madre había prometido mantener el menu simple,


el

espumoso moscatel de cereza fue la excepción.

"¿Dónde está Pauline?", Le pregunté a Gwyneth.

Lady Adele escuchó mi pregunta, y se animó, esperando una respuesta


también.

Sabía que después de su enfrentamiento, en nuestra primera noche aquí,


Pauline

la había evitado. Por eso se quedó en la abadía con el bebé. Ella había
regresado

hoy.

"Tenía que ir a la abadía para recoger algo", respondió Gwyneth.

Por supuesto, ambas sabíamos qué era ese algo.

"Ella estará aquí pronto", agregó, pero cuando Lady Adele miró hacia otro
lado,

Gwyneth se encogió de hombros como si ella tampoco estuviera segura, de


qué

retrasaría a Pauline, o si ella vendría.

Sven entró con el capitán Azia, y me sorprendió verlos a ambos vestidos con
los

uniformes de oficiales. El Capitán Azia se sonrojó ante la adulación de mis


tías, y

me di cuenta de lo joven que era. Él y Sven rápidamente se involucraron en


una

conversación con ellas, y Lady Adele. Me preguntaba qué le habría pasado a


Rafe.

Tomé un sorbo de mi moscatel y luego escuché sus pasos. Los conocía tan
bien

como los míos, el peso, el ritmo, el leve tintineo de su vaina.


Se apresuró y se detuvo en la puerta, con el pelo ligeramente al viento,
vestido

también con su azul Dalbretch. Mi estomago se apretó contra mi voluntad. Se

disculpó por llegar tarde, había estado atrapado en conversaciones con


algunos de

sus hombres. Saludó a mi madre con disculpas adicionales, luego se volvió


hacia mí.

Se dio cuenta de mi honda.

"El médico dijo que ayudaría a reducir la hinchazón", le expliqué. Miró la


honda,

otra vez a mí, a la honda otra vez, y supe que estaba buscando palabras,
mientras

otras se arremolinaban en su cabeza. Sabía sus tics, sus pausas, sus


respiraciones.

¿Su prometida las conocería alguna vez también?.

"Me alegra que estés siguiendo su consejo", dijo finalmente.

Eran solo unas pocas palabras sobrantes, pero todos se habían detenido de sus

propias conversaciones para mirarnos. Se giró y se sentó en el extremo


opuesto de

la mesa.

Antes de traer el primer plato, mi madre se volvió hacia mí. "Lia, ¿te gustaría
ofrecer

un recuerdo?". Era más que simple cortesía.

Fue su reconocimiento de la posición que ahora ocupaba.


La memoria tiró detrás de mi esternón, y me puse de pie. Un reconocimiento
de

sacrificio. Pero no había plato de huesos para levantar. Dije algunas de las
palabras

solo para mí, otras para que los otros escucharan. E cristav unter quiannad.

"Un sacrificio jamás recordado".

Meunter ijotande.

"Nunca olvidado."

Yaveen hal an ziadre.

“Vivimos otro día. Y con eso, que los cielos nos concedan sabiduría.

Paviamma.

Solo Kaden me hizo eco del Paviamma.

Mi madre me miró con incertidumbre. No era una oración tradicional.

“¿Es una oración en Vendan?”, Preguntó ella.

"Sí", respondí. "Y parte de la oración Morrighese".

“¿Pero esa última palabra?” Preguntó Lady Adele. "¿Paveem?"

"Paviamma", le dije. Mi garganta se apretó inesperadamente.

"Es una palabra en Vendan", respondió Rafe. "Puede significar muchas cosas,

dependiendo de cómo se diga. Amistad, perdón, amor ".

"¿Sabe el idioma, Su Majestad?", Preguntó mi madre.

Mantuvo sus ojos apartados de los míos. "No tan bien como la princesa, y por
supuesto, Kaden, pero sé lo suficiente para sobrevivir".

La mirada de mi madre se dirigió a Kaden, y luego a mí. Vi la preocupación


en sus

ojos. Un idioma de Venda, un Asesino de Venda sentado en nuestra mesa,


una

oración de Venda, y la única respuesta de Kaden. Él y yo compartiamos


mucho más

que un simple escape de Venda.

Sven pareció notar la pausa de mi madre, y saltó, diciendo cómo había


aprendido

Vendan, después de estar prisionero en una mina durante dos años con un

compañero llamado Falgriz.

"Una bestia de hombre, pero me ayudó a mantenerme vivo".

Entretuvo a todos con una historia colorida, y le agradecí por desviar la


atención de

mí. Mis tías quedaron hechizadas, por el osado relato de su fuga. Tavish puso
los

ojos en blanco como si hubiera escuchado la historia antes, muchas veces. Se


sirvió

el primer plato: Una bola de masa de queso. Comida confortable.

Miré a mi madre y ella sonrió. Era lo que servía cuando mis hermanos, o yo,
no nos

sentíamos bien. Estaba agradecida que no se hubiera esforzado demasiado


para
impresionar al rey Jaxon. A la luz de todo lo que había sucedido, una comida
sencilla

parecía lo más apropiado. Cuando mi madre preguntó por el Valsprey, Sven


le dijo

que el mensaje seguramente ya había llegado al puesto avanzado, pero que no

recibiríamos respuesta. Explicó que era un mensaje solamente unidireccional,


en el

que teníamos que mantener nuestras esperanzas.

"Entonces mantendremos esa esperanza", dijo la tía Bernette, "y estaremos

agradecidas a todos ustedes por proporcionarla ".

Mi madre levantó su vaso, y ofreció un brindis por Rafe, sus soldados, el


Valsprey e

incluso por el coronel que recibiría el mensaje, y ayudaría a sus hijos. Siguió
una

reunión de brindis, rodeando la mesa y ofreciendo gratitud a todos los


presentes,

que ayudaron a descubrir la conspiración.

Mi pecho se calentó, con mis muchos sorbos de moscatel, y un servidor


intervino

para rellenar mi copa.

"Y a ti, Kaden", dijo mi madre. "Lamento mucho cómo fuiste traicionado,
por uno

de los nuestros, y doblemente agradecida, que nos estés ayudando ahora".

"Un hijo Morrighese, regresó a casa", dijo tía Cloris, levantando su vaso.
Vi a Kaden retorcerse, ante la suposición de que ya no era Vendan, pero
asintió,

tratando de aceptar el reconocimiento con gracia.

"Y para.." Levanté mi vaso, tratando de desviar la atención de él. Las cabezas
se

volvieron hacia mí, mientras todos esperaban escuchar quién, o de se qué


trataba.

Miré a Rafe. Era como si él supiera lo que iba a decir antes que yo. El hielo
azul de

sus ojos se clavó en los míos. Teníamos que superar esto.

Reagruparse, moverse adelante.

Es lo que hace un buen soldado.

Tragué. "Me gustaría felicitar al rey Jaxon por su próximo matrimonio. A ti,
y a tu

novia, les deseo una larga, y muy feliz, vida juntos ".

Rafe no se movió, no asintió, no dijo nada. Sven levantó su copa y le dio un


codazo

a Tavish, para que hiciera lo mismo, y pronto una oleada de buenos deseos se
agitó

alrededor de la mesa. Rafe tomó el resto de su vino, y dijo un tranquilo.


"Gracias".

Mi garganta, de repente se volvió arena, y me di cuenta, que realmente no les

deseaba nada bueno, me sentí pequeña y mezquina, y un dolor floreció en mi

pecho. Me tragué el vino, vaciando mi copa. Y luego escuchamos más pasos.


Pequeños, vacilantes, el suave toque de zapatillas en piedra. Pauline.

Las cabezas se volvieron hacia la puerta, expectantes. Pero entonces el suave

sonido se detuvo misteriosamente. Lady Adele frunció el ceño. "Tal vez yo.."

Kaden echó hacia atrás su silla, y se levantó. "Disculpen", dijo, y sin más

explicaciones, salió de la habitación.

CAPÍTULO SETENTA Y SIETE

KADEN

Estaba sentada en un banco, a la sombra de un pasadizo arqueado, con el


bebé en

brazos, su mirada perdida en un mundo lejano. Sus largos mechones de miel

cuidadosamente metidos en una gorra de malla, su vestido reservado y


abotonado,

cada puntada y línea transmitiendo propiedad.

Ella no levantó la vista cuando me acerqué. Me detuve, mis rodillas casi


rozando

las de ella. Su mirada permaneció fija en su regazo.

"Estaba en camino", dijo, "entonces me di cuenta, que no tiene nombre. No


puedo

entrar sin nombre. Lo dijiste tú mismo, necesito darle un nombre.”

Me incliné sobre una rodilla, y levanté la barbilla para encontrar su mirada.

"Pauline, no importa lo que yo diga, o lo que piensen los demás. Eliges un


nombre
cuando estés lista ".

Ella me estudió. Sus ojos recorrieron cada centímetro de mi rostro, su mirada

inquieta, y asustada. “Pensé que me amaba, Kaden. Pensé que lo amaba.


Tengo

miedo, de tomar decisiones equivocadas otra vez ".

la búsqueda se detuvo, su mirada se posó en la mía. "Incluso cuando una


elección

se siente tan bien".

No pude mirar hacia otro lado. Mi respiración, de repente quedó atrapada en


mi

pecho, y tuve miedo, de tomar decisiones equivocadas también. Todo lo que


podía

ver eran sus labios, sus ojos, en todas partes, solo Pauline.

"Kaden", susurró.

Mi aliento finalmente se liberó.

"Supongo que si una elección se siente bien, tal vez sea mejor probarla
primero",

le dije, "tómalo con calma, ve si puede convertirse en algo más ... algo de lo
que

puedas estar segura".

Ella asintió. "Eso es lo que yo quiero. Algo más."

Eso era lo que yo también quería.

Me paré. "Entraré primero. Les diré que irás ".


***

Regresé al comedor, justo cuando servían el siguiente plato: El estofado de


pescado

de Berdi. Lia se levantó y rodeó la mesa para besarle la mejilla, y decirle


cuántas

veces había soñado con cada bocado, cada aroma, cada sabor, que tenía el
guiso

de Berdi. Tan pronto como capté el olor, supe que era mejor que el de Enzo,
pero

luego les pedí a todos, que esperaran un momento.

“Creo que vi a Pauline venir por el pasillo. Ella estara aquí en cualquier
momento”.

Y en solo segundos, ella entró. Hizo una pausa, de pie en el arco de la puerta,
su

gorra se soltó, la manta se retiró de la cabeza del bebé para que sus mechones

rubios aparecieran y su pequeño puño fuera libre para estirarse en el aire.

"Hola a todos. Lo siento, estoy tarde. El bebé tenía que ser alimentado”.

Los cubiertos resonaban en algún lugar de la habitación.

"¿El bebé?". Dijo Lady Adele.

"Sí, tía", respondió Pauline. Se aclaró la garganta, luego levantó la barbilla.


"Este es

mi hijo. ¿Te gustaría verlo?”.

El silencio vibró por la habitación. Lady Adele abrió la boca.


"¿Cómo es posible que tengas un hijo?", Preguntó finalmente.

Pauline se encogió de hombros. "Oh, lo conseguí de la forma habitual".

Su tía nos miró, a mí, a mi cabello rubio blanco, y luego de vuelta al bebé.

Vi la suposición que estaba haciendo, y estaba a punto de corregirla, pero no


dije

nada. Eso se lo dejaría a Pauline.

El bebé rompió el silencio con un fuerte gemido.

"Tráelo aquí", dijo Berdi extendiendo los brazos. "Sé cómo mecer esa batata,
así

que él ..."

"No", dijo Lady Adele. “Déjame ver al niño. ¿El tiene nombre?".

Pauline cruzó la habitación. "Todavía no", dijo mientras ponía al bebé en los
brazos

de su tia. "Todavía estoy tratando de encontrar el correcto".

Lady Adele dio unas palmaditas, lo sacudió, hizo callar al bebé, y él se


calmó.

Miró a Pauline, sus ojos parpadearon, su mano todavía palmeaba, y parecía


que su

mente giraba. "Encontrar un nombre no es tan difícil", dijo finalmente. "Te

ayudaremos. Ahora siéntate, tu estofado se está enfriando. Lo sostendré


mientras

comes ".

CAPÍTULO SETENTA Y OCHO


Incluso a través de las puertas cerradas del balcón, podía escuchar la risa en
el

comedor. Era algo bueno. Una cosa rara. Fue momentáneo, lo sabía. La

preocupación volvería a cerrarse, pero durante unas horas, fue una bendita
gracia

salvadorade los cuidados que nos atrapaban.

Los nombres de bebé habían sido bromeados alrededor de la mesa. Orrin


ofreció

su propio nombre varias veces, pero la mayoría de los nombres se extrajeron


de

líneas históricas veneradas en Morrighan. Cuando Kaden sugirió Rhys,


diciendo que

un nombre que no tenía historia Morrighese para vivir, podría significar un


nuevo

comienzo, Pauline estuvo de acuerdo, y se resolvió. El bebé se llamaría Rhys.

Había esperado al menos cinco minutos, después que Rafe se fuera, para

disculparme. No quería que nadie pensara, que su partida aceleraba la mía,


pero

así fue. La habitación se calentó de repente, y necesitaba aire. Nunca volvió a

hablarme, ni a mirarme, después de mi brindis, lo que no debería haberme

molestado. Había tantos en la mesa, tantas conversaciones, y eramos ... nada.

Al menos nada más que dos líderes trabajando juntos, para encontrar
respuestas.

Escuché que la puerta se abría detrás de mí, las conversaciones desde el


comedor

se volvieron un poco más fuertes, luego se amortiguaron nuevamente cuando


la

puerta se cerró.

"¿Te importa si me uno a ti?", Preguntó Sven.

Saludé con la mano el riel del balcón a mi lado, aunque realmente no quería

compañía. "Por favor, hazlo."

Esta ala de la ciudadela, daba a las colinas boscosas, las mismas en las que
Pauline

y yo, habíamos desaparecido hacía meses. Las copas de los árboles eran un
borde

negro dentado contra el cielo estrellado. Sven contempló lo que en su


mayoría era

oscuridad.

"¿No tienes frío aquí?", Preguntó finalmente.

"¿Qué tienes en mente, Sven?. No es la piel de gallina en mis brazos ".

"Me sorprendió que ofrecieras un brindis por el compromiso del rey".

Suspiré. "Ha habido torpeza. Probablemente lo hayas visto. Pensé que sería
mejor

sacarlo a la luz, y dejarlo detrás de nosotros ".

El asintió. "Tienes razón. Probablemente sea lo mejor ".

La amargura aumentó en mi garganta. Odiaba que las cosas fueran lo mejor.


En
realidad nunca lo eran. Era una frase que endulzaba las migajas sobrantes de

nuestras opciones.

"Pero me sorprendió lo rápido que sucedió el compromiso después que nos

separamos".

Sven me miró de manera extraña. "Entiendes que no tenía otra opción".

"Sí, lo sé, por la estabilidad de su reinado".

Un surco se extendió por su frente.

"Rechazó a muchos barones que ofrecían a sus hijas, por la estabilidad de su

reinado, pero no pudo rechazar la oferta del general".

"Entonces la hija del general debe ser muy especial".

“Sin duda, ella es. Ella…"

¿Por qué me estaba haciendo esto? Me di vuelta para irme.

"Disculpa, Sven, pero yo ..."

Extendió la mano, y tocó ligeramente mi brazo para detenerme.

"Supuse que no te lo había contado todo. Necesita escuchar esto, su alteza.


No

cambiará nada. No puede cambiar nada ", dijo más gravemente," pero tal vez
te

dará una mejor comprensión, de lo que el rey tuvo que hacer. No quiero que

pienses que es tan superficial que tan pronto como te perdiste de vista, se
olvidó
de ti ".

Me dijo que Rafe había regresado a un reino, con más confusión de lo que
ninguno

de ellos esperaba. La asamblea y el gabinete estaban uno al lado del otro, el

comercio estaba en ruinas, y el tesoro agotado enormemente. Docenas de las

decisiones que habían sido pospuestas fueron arrojadas sobre Rafe. Trabajó
desde

el amanecer, hasta altas horas de la noche. Todos buscaban al joven rey para

restaurar la confianza, y le ofrecieron cien opiniones sobre cómo hacerlo, y


todo el

tiempo el general respiraba en su cuello, como un león listo para saltar: El


mismo

general que lo había desafiado.

"Pero a pesar de todo, sé que no hubo un día en el que no se preguntara, y se

preocupara por ti, cuestionando si debería haberte dejado ir, o si debería


haberse

ido contigo. Lo primero que hizo, fue traducir ese libro tuyo”.

"El que me robó".

Él sonrió. "Si. Esperaba que hubieras cometido un error. Que podría dejar de

preocuparse”.

"¿Pero aprendió lo contrario?".

Él asintió y luego me miró fijamente. "También descubrió los dos pasajes que
no
mencionaste".

“¿Qué tiene que ver todo esto, con su compromiso, Sven?”.

"No arrancó de Dalbreck solo para salvar tu reino, o el suyo, esos


pensamientos

llegaron más tarde. Era solo un joven corriendo contra el tiempo, desesperado
por

salvar a alguien que aún amaba, pero sabía que también tenía que ser
inteligente

al respecto. Le ordenó al general que vistiera una compañía especial de


soldados,

al día siguiente, para que pudieran pasar desapercibidos en tu reino, con los

mejores hombres a su lado. El general estuvo de acuerdo, con una


condición”.

Mi estómago se arrastró lentamente hacia mi garganta. ¿Una condición?.

"¿Chantajeó a Rafe?".

“Creo que las palabras negociación y compromiso, fueron discutidas. Afirmó


que

solo quería asegurarse, que Rafe volviera a casa esta vez ".

Tan aturdida como estaba, también sentí que algo se elevaba en mí.

"Entonces no es un compromiso real en absoluto. Cuando regrese a Dalbreck,

puede ...”

"Me temo que es muy real, su alteza".

"Pero.."
“Una cosa que debes saber. Un acuerdo de compromiso, es lo mismo que la
ley en

Dalbreck. ¿Por qué crees que nuestro reino se enfureció tanto cuando se
rompió

tu compromiso con el príncipe?. En nuestro reino, no importa si está escrito


en

papel, o si se ofrece con un apretón de manos. La palabra de un hombre es


una

promesa. Y esta vez, Jaxon, ha dado su palabra a su propia gente. Él ya ha


empujado

los límites de la confianza, por su larga ausencia. A los ojos de sus súbditos,
un rey

en quien no se puede confiar para honrar su palabra, no es un rey en el que se

pueda confiar para nada. Si rompiera esta promesa, no tendría un reino al que

regresar ".

"¿Podría perder su trono?" Mi mente giró con lo mucho que Rafe había
arriesgado.

“Sí, y se preocupa profundamente por su reino. Lo necesitan ”, respondió


Sven. "Es

el reino de sus padres y antepasados. Está en su sangre liderarlo ".

Comprendí el peso de las promesas, y la fuerza de Rafe como rey, le


importaba más

a Morrighan, ahora que nunca. A mí me importaba. Observé la línea irregular


del

bosque, sintiendo la ironía punzante de la elección de Rafe: Para ayudarme a


mí, y

al reino de Morrighan a sobrevivir, se había visto obligado a cortarme el


corazón.

"¿Es amable?", Finalmente pregunté.

Sven se aclaró la garganta y se encogió de hombros. "Parece lo


suficientemente

agradable".

"Bien", dije. "Se lo merece".

Y lo dije en serio.

Me fui, y me dirigí al techo, donde solo estaba yo, mil estrellas parpadeantes,
y la

belleza de la oscuridad, que se extendía hasta los confines del universo,


apagando

los interminables juegos de cortes y reinos.

Pasaron por el largo valle,

y los centinelas de la devastación,

miraron a Morrighan,

desde los altos picos,

susurrando que el final del viaje estaba cerca.

Pero la Oscuridad rugió, golpeando de nuevo.

y Morrighan luchó por el Santo Remanente,

derramando la sangre de la oscuridad,


venciendola para siempre.
—Morrighan Libro de Texto Sagrado, vol. IV

CAPÍTULO SETENTA Y NUEVE

Tomé un sorbo de achicoria caliente, de una taza alta, estudiando los mapas

repartidos por la mesa, en la sala de reuniones. Los moví como si mirarlos


desde un

nuevo ángulo me hiciera ver algo que no había visto antes. ─Allí.

Se arremolinaba dentro de mí, una voz distante me empujaba a mirar, una y


otra

vez, pero no sabía lo que estaba buscando. ─Allí.

¿Una respuesta?. ¿Una advertencia? No estaba segura.

Llegué temprano, porque no podía dormir. Todavía estaba oscuro cuando


escuché

los gritos de los niños. Tiré mi edredón y miré por la ventana, pero los gritos
no

venían de afuera. Se cernían en mi habitación, y nadaban detrás de mis ojos.


Los vi

acurrucados, asustados, los jóvenes soldados de Venda, que estaban en


camino. Y

entonces escuché a los brezalots, su aliento ardiente y feroz, el vapor de sus


fosas

nasales llenó el aire nocturno, y finalmente los susurros del Komizar se


arrastraron
bajo mi piel como alimañas que me alzaban la carne.

─Fervor, Jezelia, fervor. ¿Me estás entendiendo al fin?.

No había forma de volver a dormir, después de eso. Me vestí y me arrastré


hasta la

cocina, donde siempre hervía una olla de agua caliente, y mientras mi


achicoria se

empapaba, me arrodillé junto a la chimenea, orando mis recuerdos matutinos,

pensando en Morrighan cruzando el desierto sin un mapa para guiarla, y el


valor

que debe haber conjurado. Recé por ese mismo valor. Había al menos una
docena

de mapas dispuestos sobre la mesa. Unos solo de Civica, otros de todo el


reino, y

aún más de todo el continente. Los mapas se volvieron borrosos, y un aroma


fluyó

a través de mí, fragante como la hierba aplastada en un prado. Los pequeños


pelos

se alzaron en mi cuello. ─Allí.

Una voz tan clara como la mía.

Reorganicé los mapas de nuevo, esta vez examinando las rutas del sur, pero
no

tenían más respuestas para mí, que antes. Había docenas de posibilidades.

Habíamos dado vueltas, y más vueltas, sobre qué ruta tomaría el Komizar,
aunque
una vez que se derramara en Morrighan, no habría mucha diferencia. No se

necesitarían ciento veinte mil soldados para aniquilar pueblos en el camino, y


luego

envolver a Civica. Otra inminente pregunta era, cuándo llegarían aquí.


¿Cuánto

tiempo teniamos?. Mucho dependía de la ruta, aunque la diferencia entre las


rutas

sur y norte, todavía eran solo cuestión de días. Se habían enviado vigilantes
para

proporcionar una alerta temprana, pero no podían explorar cada kilómetro de


un

vasto desierto.

Las últimas dos semanas, habían tomado gran parte de nuestra estrategia al
aire

libre, montando el campo circundante, tratando de encontrar lugares


estratégicos

para montar, y fortalecer nuestras defensas. Civica era miserablemente


vulnerable,

y los bloqueos que se estaban construyendo en las dos arterias principales,

parecían lamentablemente inadecuados. Durante este tiempo, comencé a

entrenar nuevamente. Tan pronto como la honda y el vendaje se


desprendieron,

intenté recuperar la fuerza en mi mano izquierda, pero el entumecimiento


persistía.

Era buena para sostener un escudo y poco más. No podía alcanzar un objetivo
desde diez pies. Mi mano derecha tuvo que trabajar más duro. Intenté ocultar
mi

frustración, cuando Natiya y yo entrenamos a docenas de mujeres, que se


habían

presentado para servir en el esfuerzo, muchas de ellas, ya hábiles con arcos y

espadas. Cuando vio mujeres entre las tropas, la mandíbula del general
Howland

se apretó tanto que pensé que podía derrumbarse en cientos de astillas.

"Todo soldado dispuesto es bienvenido y necesario, general", le dije, dejando


de

lado sus argumentos antes de que pudieran comenzar.

"Una mujer te llevará a la batalla. ¿Por qué te sorprenderías verlas entre las
filas?”.

Me miró atónito y me di cuenta, que era la primera vez que comprendía, que
iría a

la batalla con él. Sí, estaba contando los días hasta que mi padre se
recuperara, o

mis hermanos regresaran, pero todavía no había señales de ninguna de las


dos.

La puerta se abrió y levanté la vista. Rafe estaba allí, con una taza humeante
en la

mano también. Volví a mirar los mapas. "Estás temprano."

"Tú también", dijo.

No le había dicho que conocía las circunstancias de su compromiso. Mi


brindis no
había eliminado por completo la incomodidad entre nosotros. Hubo
momentos en

que me sorprendió mirándolo, y rápidamente apartaba la mirada. En otras

ocasiones, su mirada se detenía en mí, incluso cuando nuestra conversación


había

terminado, y me pregunté qué estaba pensando. Pero nos relajamos al ritmo.

Amigos. Camaradas. Como Kaden y yo lo éramos.

Se acercó a mi lado de la mesa, y miró los papeles extendidos conmigo. Su


brazo

rozó el mío, mientras empujaba un mapa a un lado. Mi piel ardía con su


toque.

Quemaba de una manera, que no debería entre amigos. No estaba bien, lo


sabía,

pero no podía evitar lo que sentía.

"¿Ves algo?", Preguntó.

Solo vi que nuestros esfuerzos parecían inútiles. "No."

"Encontraremos una manera", dijo, leyendo mis pensamientos.

***

Kaden llegó y conversamos, como lo haciamos todas las mañanas, antes que
todos

los demás se unieran a nosotros, sobre lo que había que abordar ese día. La

discusión sobre la evacuación de ciudades a lo largo de las posibles rutas de

invasión, necesitaba ser abordada, pero sabíamos que eso podría provocar
pánico,

e interrumpir las cadenas de suministro que necesitábamos


desesperadamente.

Nos recostamos en nuestras sillas, nuestras botas descansando sobre la mesa,


y

horas después, estábamos en la misma posición, escuchando a Tavish, y al


Capitán

Reunaud, luchar por las formas de derribar un brezalot. Eran criaturas de


carga

desagradables, y perfectas para la entrega del arma más destructiva del


Komizar.

Ambos hombres los habían visto muertos con lanzas, pero eso requeriría una

proximidad demasiado cercana a los animales en explosión. Acordaron que


una

ballesta de asedio funcionaría, pero sin saber exactamente de dónde cargarían


los

enormes caballos, necesitaríamos docenas de armas.

Morrighan tenía cuatro que no se habían usado en años. Las armas de asedio

pesadas no eran útiles para la mayoría de las batallas, que ocurrían en lugares

remotos. Matar a un hombre solo requería una espada o flecha. La orden salió
para

construir más ballestas de asedio. Llamaron a la puerta y un centinela


anunció, que

los sirvientes estaban allí, con la comida del mediodía. Los mapas se
trasladaron a
una mesa auxiliar, y se trajeron los platos. Mientras comíamos, las
conversaciones

volvieron al entrenamiento de los soldados, y mis pensamientos volvieron a


mis

hermanos. Miré a Rafe al otro lado de la mesa. No estaba segura de haberle

agradecido alguna vez, por solicitar una escolta a casa para los escuadrones
de mis

hermanos, y luego me pregunté egoístamente, cuántos soldados había en un

batallón Dalbretch. En Morrighan, un batallón estaba formado por


cuatrocientos

soldados. Una vez aquí, ¿se quedarían sus hombres y nos ayudarían?. Sabía
que el

mismo pensamiento había surgido en la mente de Kaden, y luego, entre


bocados

de pechuga, el mariscal de campo, repentinamente dijo en voz alta, la


pregunta

que todos teníamos en mente: ¿Dalbreck enviaría más tropas para ayudar a

Morrighan?. La sala quedó en silencio.

La pregunta ya había sido formulada. Rafe había mantenido desde su llegada


a

Civica, que él y sus hombres estaban allí, solo para ayudar a eliminar a los
traidores,

estabilizar nuestro reino, y ayudarnos a preparar nuestras fuerzas para una


posible

invasión. El mariscal de campo había puesto a Rafe en una posición


incómoda, al

preguntar de nuevo. Dalbreck también estaba en peligro. Rafe tenía sus


propias

fronteras en las que pensar, sin mencionar su propio reinado problemático.


Ya

había arriesgado mucho solo por venir aquí. Vi que el enfoque de Sven se
agudizaba,

esperando ver qué diría. Rafe me estudió, sopesando cuidadosamente su


respuesta,

luego volvió a mirar al mariscal de campo. "Cuando envié el mensaje a


Fontaine,

también solicité tropas". Las expresiones alrededor de la mesa se iluminaron.

"¿Cuántos?", Preguntó Marques.

"Todas ellas."

Sven se reclinó en su silla y suspiró. "Es nuestro puesto avanzado más


grande. Esos

son seis mil soldados.

Pasaron unos segundos callados.

"Bien. Eso es ... "Las cejas del mariscal de campo eran lunas hendidas sobre
sus

grandes ojos.

“¡Notable!” Terminó Howland.

"Y muy bienvenido", agregó Marques.


"Hice una solicitud similar a Marabella", agregó Rafe. "Recogerán tropas en
dos

puestos avanzados más en el camino. Eso son otros dos mil. Estoy seguro de
que

todos vendrán, siempre y cuando el Valsprey llegue allí sin incidentes. No


puedo

hacer una promesa sobre el resto ".

No estaba seguro de haberlo escuchado bien. “¿El resto?” Dije, tan aturdida,
como

todos los demás.

Sven se puso de pie, sus manos presionadas contra la mesa. "¿El resto?."

"Los treinta y dos mil soldados, todavía en Dalbreck, que estoy sacando de
nuestras

fronteras. Como dije, no puedo prometer que vendrán. La transición del


poder ha

tenido algunos obstáculos. El general al que tuve que pedirle las tropas,
también es

el que recientemente me desafió. Él podría usar esta solicitud como una


forma de

reanudar su campaña por el trono. Sin embargo, es poco probable ... Rafe me
miró

vacilante.

"Porque estás comprometido con su hija", terminé.

Rafe asintió con la cabeza.


"¿Improbable?". Sven miró a Rafe con incredulidad, sus ojos ardiendo, luego
se

volvió y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Rafe le hizo un gesto a Tavish para que lo siguiera, y Tavish también se fue.

Hubo una calma silenciosa, los oficiales miraban fijamente la puerta, la ira de
Sven

todavía flotaba en el aire, y luego el Mariscal de campo volvió a mirar a Rafe.


Vi la

duda en sus ojos. Ayudar a una princesa con una rebelión a exponer a los
traidores

era una cosa, pero un rey que abandonaba sus propias fronteras, era un acto
de

locura.

“¿Por qué demonios harías eso?. Dejará tus propias fronteras vulnerables”.

La compostura de Rafe no titubeó. "No tengo dudas que el Komizar atacará

Dalbreck, pero no antes de atacar a Morrighan. Él viene aquí primero".

"Es lo que la princesa ha dicho, pero ¿cómo puedes estar seguro de que…”

"Es un riesgo calculado. No traer a mis tropas aquí es el mayor riesgo. Podría

deletrear nuestra propia destrucción. Desde un punto de vista estratégico,


tiene

los puertos y recursos para hacerse cargo de cualquier otro reino occidental.
Una

vez que el Komizar tenga a Morrighan, será imparable ".


Hizo una pausa, sus ojos buscaron brevemente los míos.

"Pero es mucho más lo que me lo asegura. Una vez alguien me preguntó, si


alguna

vez sentí algo profundamente en mis entrañas ”.

Volvió a mirar al mariscal de campo, luego ojeó las paredes que nos
rodeaban y el

antiguo mural que contaba la historia de la niña Morrighan, su mirada se


alzaba

hacia el techo, las piedras y, al parecer, el mortero de los siglos que lo


contenía

todo junto.

“Esta es la joya por la que Komizar tiene hambre. Morrighan es el reino más
antiguo,

el que dio a luz a todos los demás. Nunca ha caído. Es un símbolo de


grandeza, pero

más que eso, es el reino que los dioses ordenaron desde el principio. Para el

Komizar, conquistar Morrighan, es lo mismo que conquistar a los dioses. Vi


ese

deseo en sus ojos cuando estaba en Venda, y él no se conformará con nada


menos”.

Nos sentamos allí, durante largos segundos de asombro, y supe que Rafe
había

percibido las ambiciones del Komizar con una claridad asombrosa.

"Gracias, Rey Jaxon", finalmente dije. "Por más que vengan muchos, cada
soldado
nos hará más fuertes, y por cada uno, estaremos en deuda con usted".

Le estaba agradeciendo por más que sus tropas. Estaba en esto tan
profundamente

ahora, como Kaden, y yo. Era Todo, O Nada.

Una renovada exuberancia estalló en la habitación, los generales y oficiales,

añadieron su agradecimiento al mío, pero Kaden, Rafe y yo intercambiamos


una

mirada de complicidad. Si vinieran todas las tropas solicitadas por Rafe,


nuestras

fuerzas combinadas serían setenta mil. Todavía nos superaba en número casi
dos

a uno, por un ejército que descendería sobre nosotros con más armas
mortales.

Rafe atenuó su respuesta con un recordatorio de que esto era solo una venda
en

un herida abierta. Lo que necesitábamos era una aguja, e hilo para coserlo.

"Pero es un maldito vendaje", dijo el mariscal de campo.

Se reanudaron las discusiones. Con las fuerzas adicionales en mente, los


generales

comenzaron hablando, de más bloqueos defensivos, en las arterias claves de

Morrighan.

Una aguja e hilo.

Miré a Kaden. Su boca se movía, pero no podía escuchar las palabras. La sala
se
volvió nebulosa. Las deliberaciones se convirtieron en un retumbar distante,

incluso cuando otros sonidos, salieron a la vanguardia.

Un crujido.

Un crujido.

Una rueda sobre piedra.

Recordé haber escuchado el ruido del puente. Llegó muy pronto, antes del

primer deshielo. Los sonidos en mi cabeza se hicieron más fuertes, la


habitación se

atenuó.

El silbido del vapor.

Un aullido agudo.

Pasos apresurados.

Susto, espeso como la noche.

─Fervor, Jezelia, fervor, un susurro caliente en mi oído.

Y luego otra voz, suave y silenciosa, tan delgada como una ráfaga de viento.

─Allí.

"¿Lia?". Dijo Kaden, tocando mi brazo.

Salté, la bruma desapareció. Todos me miraron, pero todo lo que podía


pensar era,

pachegos. Mi silla chilló detrás de mí y corrí hacia la mesa lateral, donde


yacían las
pilas de mapas.

"¡Mueve la comida!" Grité mientras llevaba el puñado de mapas a la mesa, y


los

extendí.

"¿Que diablos?".

"¿Viste algo?".

"Alguien me dice lo que está haciendo".

Revisé los mapas hasta encontrar el que quería.

─Allí.

"Una ruta del norte", le dije. "Esta es la forma en que viene".

Se levantó una ola de discusiones. “Ya descontamos una ruta del norte.
Podría

quedar atrapado en una nevada tardía.

"Más al norte", le dije. “El camino de Infernaterr. Es la ruta perfecta. Es


plano, y el

invierno nunca llega allí ".

Para entonces, Kaden y Rafe, también estaban mirando, por encima del
hombro el

mapa.

Kaden dio un paso atrás y sacudió la cabeza.

“No, Lia. No ahí. Nunca vendría de esa manera. Conoces los clanes. Incluso
Griz y
Finch. Demasiados en su ejército temen las supersticiones de los páramos ".

Dirigí mi mirada a Kaden. "Ese es el punto. Él está usando ese miedo ".

Me miró sin comprender.

“Fervor, Kaden. El ya no me tiene. Creará el suyo. Un tipo diferente de fervor


para

empujarlos hacia adelante ”.

El amanecer rodó por sus ojos, y luego la preocupación. “¿Llegaran aquí


antes de

lo que pensábamos?”.

"Los escuché", dije. “Los gritos de los jóvenes soldados. Los aullidos de los
pachegos.

El Komizar usa su miedo para reunirlos. ¿Y qué mejor manera que las tierras
baldías,

de Infernaterr para mover su ejército rápidamente, a través del continente?”.

Volví a mirar el mapa, y vi una extensión entre Infernaterr, y Morrighan. Más

palabras sonaron en mi cabeza. Las palabras de Rafe, reprendiéndome cuando


mi

espada bloqueó la suya.

─“¡Ataca!. ¡No esperes a que te agote!”.

"¿Qué es esto?", Pregunté, señalando lo que parecía una línea de picos en


forma

de V al final de Infernaterr.

El capitán Reunaud se acercó para ver lo que señalaba.


“Sentinel Valley. A veces se llama Last Valley ". Explicó que se creía que era
el último

valle al que Morrighan condujo al Remanente, antes de que alcanzaran su


nuevo

comienzo. Lo había recorrido varias veces en convoyes que se dirigían a


Candora.

─¡Sigue en movimiento!. ¡Deja que la sorpresa sea tu aliada!

“¿Por qué se llama Sentinel Valley?”, Pregunté.

"Ruinas", respondió. "Se sientan sobre las altas colinas que bordean el valle,
como

si te estuvieran mirando. La luz puede jugar trucos allí. Es un camino


misterioso, y

Cuando el viento silba a través de las ruinas, los soldados dicen que son los
Antiguos

que se llaman unos a otros”.

Le pregunté detalles sobre el terreno, la altura de los picos, la longitud del


valle y

los múltiples cañones que se extendían más allá de los picos.

─¡Avanza! La espada es un arma asesina, no defensiva. Si la estás usando


para

defenderte, estás perdiendo la oportunidad de matar.

Reunaud dijo que eran diez millas de valle, que se estrechaban a un punto de

menos de cincuenta yardas de ancho. Ya imaginaba las líneas del frente del
Komizar.
Serían los más jóvenes, a quienes consideraría los más desechables de su
ejército.

Venda no tiene niños. Me lo tiraba a la cara, esperando que me deshiciera,


como

lo había hecho ese día en la terraza. Deshacer a cada soldado Morrighese que
era

reacio a levantar su espada contra un niño.

"Estamos perdiendo el tiempo tratando de defender Civica. Necesitamos


avanzar".

"¿Avanzar?. ¿Dónde? ”, Se quejó el general Howland. "Que eres…"

“Esta es nuestra aguja e hilo. Contención. Desviamos su ejército, y luego lo

golpeamos con ataques sorpresa desde un lado. Asumimos los más fuertes,

mientras seguimos siendo fuertes. Podría ser nuestra única oportunidad”.

Señalé la pequeña V en el mapa. "Allí. Aquí es donde nos encontraremos con


el

ejército del Komizar. Movemos a todas nuestras tropas a Sentinel Valley”.

Los argumentos explotaron. Howland, Marques, y Perry, se acercaron a mí,


con

todo lo que tenían, pensando que estaba tan loca como para trasladar todas

nuestras fuerzas, a un lugar muy distante, en lo que llamaban corazonada.

Rafe y Kaden estudiaron los mapas, conversando en voz baja, luego ambos
me

miraron, y asintieron.
El mariscal de campo y Reunaud, parecían atrapados entre todo. "¿Sabes
cuánto

tiempo tomaría mover treinta mil tropas tan lejos?", Gritó Howland,
sacudiendo su

dedo hacia mí.

"Entonces, ¿estás diciendo que un líder bárbaro, puede mover un asombroso

ejército de ciento veinte mil soldados por todo el continente, y nosotros no

podemos lograr mover nuestras fuerzas más pequeñas, a una ubicación justo
fuera

de nuestras fronteras?. ¿Quizás deberíamos rendirnos ahora, general?”.

"¡Pero no hay pruebas de que venga del norte en absoluto!", Gritó Marques.

Perry levantó las manos en el aire. “¿Dejar a Civica desprotegida? No puedes


... "

“Este punto”, dije bruscamente, “no está bajo discusión. Comenzamos a


diseñar

nuevas estrategias en la mañana. Salimos al final de la semana. Ahora puedes


irte

para preparar a nuestras tropas para que se muevan ...”

Howland dio un paso hacia mí, con los puños rígidos a los costados. “¡Esto
no va a

suceder!”, Gritó. "Voy a hablar con la reina. Tú no eres……"

Rafe y Kaden se tensaron, como si estuvieran listos para enviarlo a nadar en


la

fuente por la ventana, pero luego unos golpes, sacudieron la puerta de la


cámara.

Se abrió de golpe y el Cronometrador irrumpió en la habitación, empujando


al

centinela, con los ojos saltones y la cara brillante de sudor. Pauline, y


Gwyneth se

apresuraron sobre sus talones.

"¿Qué pasa?", Pregunté, mi corazón saltando a mi garganta.

"Es el rey", dijo, entre respiraciones forzadas. "Está despierto. Y quiere


verlos a

todos en su habitación. Inmediatamente."

CAPITULO OCHENTA

El general Howland fue el primero en salir, como si fuera un regalo entregado


en

sus manos, por los propios dioses.

Mi padre estaba despierto. Es un regalo, pensé. Pero tal vez no sea oportuno.

Rafe y Kaden se negaron, preguntándo si su presencia, era realmente


solicitada.

Pauline les aseguró que sí. Ninguno de los dos parecía ansioso por conocer a
mi

padre.

Caminamos rápidamente por los pasillos, el cronometrador, y el general


Howland

liderando el camino. Pauline y Gwyneth, nos dijeron que la reina estaba a su


lado,
y que el rey ya había sido informado de todo lo que había sucedido.

"¿Te refieres a esa pequeña cosa llamada rebelión?". Dijo Rafe, y se frotó el
cuello

como si se dirigiera a una soga.

"No es divertido", le dije.

Nuestros pasos resonaron en el pasillo, sonando como una pequeña estampida


de

cabras nerviosas. Sentía que nunca llegaríamos allí, pero antes, antes que yo

estuviera lista, la puerta de su cámara exterior se abrió, y nos acompañó mi


tía

Cloris. El resto de los miembros del gabinete, incluido el Erudito, ya estaban


allí.

"Entra", dijo. "Está esperando".

Mi pulso palpitó, y nos filtramos en su habitación. Se sentaba en su cama,


apoyado

en almohadas. Su rostro estaba arrugado y demacrado, y parecía mucho más


viejo

que sus años, pero sus ojos brillaban. La silla de mi madre estaba al lado de la
cama,

y sus manos estaban entrelazadas, en una familiaridad inusual.

Sus ojos se posaron en mí primero, deteniéndose en un largo escrutinio, antes


que

finalmente, continuara mirando a los demás presentes.

"Entiendo que estabas teniendo una reunión", dijo, "¿y no fui invitado?".
"Sólo porque estaba indispuesto, Su Majestad", le respondí.

Sus cejas se unieron.

"Creo que una dosis diaria de veneno, no estaba muy de acuerdo conmigo".

"Su Maj…"

Mi padre frunció el ceño. "Me pondré en contacto contigo, Howland. Espera


tu

turno."

El general asintió.

"¿Cuál de ustedes es el rey de Dalbreck?"

"Ese sería yo, Su Majestad", respondió Rafe.

Mi padre levantó la mano con mucho esfuerzo y saludó a Rafe con un dedo
torcido.

"¿Estás aquí para apoderarte de mi reino?"

"No, señor, solo para ayudar". Estaba claro que mi padre todavía estaba muy
débil,

y sabía que Rafe medía sus palabras cuidadosamente. También detecté un


cierto

nerviosismo en su respuesta, y Rafe nunca estaba nervioso. Me dejó sin


aliento.

"Acércate. Déjame mirarte mejor”.

Rafe dio un paso adelante y cayó de rodillas junto a su cama.

"¿Por qué estás arrodillado?", Gruñó mi padre. "Un rey no debe inclinarse
ante otro.
¿Tu mayordomo no te enseñó eso?”.

Sus ojos bailaron y me miró brevemente antes de volverse hacia Rafe. "A
menos

que estés doblando la rodilla por otra razón?. Si ese es el caso, te enfrentas a
la

persona equivocada ".

Oh, queridos dioses. Estaba jugando con Rafe. Este no era mi padre. ¿Había

emponzoñado el veneno, su cerebro?.

"No hay otra razón", dijo Rafe, y rápidamente se puso de pie.

Mi padre le devolvió el saludo a Rafe.

"Y tú debes ser el Asesino", le dijo a Kaden. Hizo un gesto a Kaden hacia
adelante

de manera similar. Kaden no cayó de rodillas, pero sabía que no lo haría.


Nunca se

inclinaría ante la realeza, incluso si le hubiese costado la vida.

Mi padre no pareció notar el desaire, y estudió a Kaden. Tragó saliva y vi un


destello

de pesar en su expresión, como si viera el parecido, entre Kaden y el


Vicergente.

“Sabía de ti. Tu padre me dijo que tu madre te llevó con ella”.

"El engaño siempre ha sido su fuerza", respondió Kaden.

El pecho de mi padre se levantó en un aliento irregular.

"Y el tuyo también, entiendo".


Miré a Pauline. Ella había estado en la sesión informativa, pero le había dicho

sobre Terravin?.

"¿Estás aquí para matar a alguien, chico?".

Una leve sonrisa iluminó los ojos de Kaden. Estaba listo para jugar este juego
con

mi padre.

"Solo por orden de su hija".

"¿Ella te ordenó que me mataras?".

Kaden se encogió de hombros. "Aún no."

Los ojos de mi padre brillaron, el juego lo vigorizó y lo devolvió a la vida.

Su mirada se volvió hacia mí. Él frunció el ceño de nuevo.

"Desobedeciste mis órdenes, Arabella, y entiendo que intercambiaste las


joyas de

la capa de boda, que han estado en nuestra familia durante generaciones.


Debes

ser castigada.”

Los generales Howland y Perry se movieron felices sobre sus pies.

"Su Majestad", intervino Rafe, "si puedo ..."

"¡No, no puedes!", Espetó mi padre. “Este sigue siendo mi reino, no el tuyo.


Da un

paso atrás, rey Jaxon”.

Asentí con la cabeza a Rafe, tratando de asegurarle. Espera.


Mi padre se recostó contra sus almohadas.

“Y tu castigo es que continuarás reinando en mi lugar, soportando todos los

interminables picotazos absurdos de la oficina, hasta que me recupere por

completo. ¿Aceptas tu castigo, Arabella?.”

Mi garganta estaba gruesa, dolorida. Di un paso adelante.

"Sí, Su Majestad, sí." Tragué saliva y luego agregué: "Con una condición".

Murmullos sorprendidos estallaron.

Incluso en su estado débil, mi padre logró poner los ojos en blanco.

“¿Una condición para tu castigo?. No has cambiado, Arabella ".

"Oh sí, padre, definitivamente la tengo".

"¿La condición?".

"Me apoyarás en lo que decida, porque hay muchas decisiones que aún
quedan por

delante, y algunas de ellas, no serán populares entre todos ".

"¿Impopular, como el golpe?".

"Sí, eso, impopular".

"Entonces apruebo tu condición". Miró más allá de mí a todos los demás.


“Estoy

seguro de que Arabella enfrentará su castigo a mi entera satisfacción.


¿Alguien se

opone?”.
Nadie habló, aunque sabía que las palabras en silencio, hablaban en algunas

lenguas.

"Bien", dijo mi padre. “Ahora todos afuera. Quiero hablar con mi hija. A
solas."

******

Tan pronto como se vació la habitación y me volví hacia él, vi que su


actuación lo

había agotado. Se hundió más en las almohadas, más débil que antes. Sus
ojos

brillaron. "Lo siento, Arabella".

Me acosté en la cama junto a él, acurrucando mi cabeza sobre su pecho, y se


las

arregló para poner su brazo alrededor de mi hombro, y acariciarmelo.

Se disculpó por muchas cosas, entre ellas la de estar tan cansado de su


posición,

que permitió que la corrupción se infiltrara justo debajo de su nariz.

"He fallado como padre, y como rey".

“Todos cometemos errores, padre. Con suerte, aprendemos de ellos, y


seguimos

adelante ”.

"¿Cómo terminaste con un asesino, y un rey recién coronado como tus

confidentes?".

"Los dioses tienen un sentido del humor perverso".


"¿Y confías en ellos?".

Sonreí, pensando en todos los engaños, y traiciones, que habían pasado entre

nosotros.

"Con mi vida", respondí.

"¿Hay algo más en esta unión?".

Mucho más, pensé. Quizás más de lo que cualquiera de nosotros realmente

entendió.

─Juntos atacarán. Como estrellas cegadoras arrojadas desde los cielos.

"Sí", respondí. "No solo me dan esperanza, también son la esperanza de


Venda".

"Me refería…"

“Sé lo que quisiste decir, padre. No hay nada más entre nosotros ".

"¿Y cuál es esta decisión impopular?".

Le conté sobre el valle, adonde estaba moviendo nuestras fuerzas, contra los

deseos de los generales, y luego le conté más sobre mi plan, que no le había

contado a nadie más.

"Arabella, no puedes…"

“Lo prometiste, padre. Esta decisión es mía. Me deslicé de la cama.


"Deberías

descansar."

Suspiró, sus párpados caídos. "Los otros reinos nunca ..."


“No tendrán otra opción. En esto no me dejaré influir. Por favor confia en
mi."

Sus cejas se arquearon con preocupación, pero luego otra pregunta se


desvaneció

en sus labios, lo último de su energía gastada, y sus ojos cerrados.

*******

Mi espiritu se animó cuando regresé a mi habitación. La imagen de las manos


de

mis padres entrelazadas, seguía apareciendo. Era un gesto tan simple e


inesperado,

como una lluvia de verano. Algunas cosas sobrevivirían, incluso cuando…

La puerta de Rafe se abrió cuando pasé, y él salió disparado, chocando contra


mí.

Nos tropezamos y nos atrapamos, su mano aterrizó en la pared detrás de mí.

"Lia", dijo, sorprendido. Los dos estábamos firmes en pie ahora, pero él no se
movió.

El aire crujía entre nosotros, vivo, de una manera que hizo que mi piel
hormigueara.

La tensión apareció en sus ojos, y se alejó, creando espacio entre nosotros, el

movimiento incómodo y obvio.

Tragué saliva, tratando de convencerme de que todo esto era parte de dejarlo
ir.

"¿A dónde estás arrancando?", Le pregunté.

Tengo que hablar con Sven antes de la cena. Quiero asegurarme de que no
pierda

los estribos en la mesa. Disculpame.."

"Lo sé", le dije rotundamente. "Tienes que irte".

Se echó el pelo hacia atrás, dudando. Sabía que, con ese pequeño
movimiento, él

estaba luchando por dejarlo ir también, pieza por pieza. El amor no termina
de una

vez, sin importar cuánto lo necesites, o lo inconveniente que sea. No se puede

ordenar al amor que se detenga, más de lo que un documento de matrimonio

puede ordenar que aparezca. Tal vez el amor tiene que sangrar gota a gota,
hasta

que tu corazón este entumecido, frío y casi muerto. Se movió sobre sus pies,
sus

ojos no se encontraron con los míos.

"Te veré en la cena", dijo, y se fue a buscar a Sven.

*****

Las sombras bailaban en las paredes, del fuego en el hogar. Me quité los
cinturones

y las armas, los colgué de un gancho, y crucé la habitación hasta mi cámara,


de

vestuario, sintiendo mi camino a través de la oscuridad, mientras dejaba que


el

resto de mi ropa cayera al suelo. Encendí una vela en el escritorio y agarré


una
toalla para lavarme, pero luego algo se apoderó de mí.

Una presencia.

─Jezelia

Me di la vuelta, mi corazón latía salvajemente, buscando en los rincones de la

cámara. Su aroma llenaba el aire, su sudor, su confianza. Mis ojos recorrieron

frenéticamente la habitación, peinando las sombras, segura que estaba allí.

"Komizar", susurré. Escuché sus pasos, vi el brillo de sus ojos en la


oscuridad, el frío

cuando su mano rodeó mi cuello, su pulgar presionó el hueco de mi garganta,

sintiendo el latido de mi corazón.

─Siempre hay más para llevar.

Y luego se fue. La cámara estaba vacía, como siempre lo había estado, y mis

respiraciones saltaron en mi pecho. Las mentiras, se impondrán sobre ti. Sus

mentiras. Se burló, y me maldijo con cada milla que recorría. Había hecho lo

impensable, peor que apuñalarlo, le había robado algo de su poder. Traté de


forzar

la calma de regreso a mi corazón.

No dejaría que sus mentiras robaran las victorias de este día. Respiré

profundamente y vertí agua en el lavabo, pero luego me congelé, mirando la

superficie brillante. La jarra se resbaló de mis dedos y cayó al suelo. La


sangre se
arremolinaba en el agua, los dedos de rojo girando ante mis ojos, una
tempestad

que transportaba los lamentos de la batalla, el corte de una espada sobre la


carne,

el ruido sordo de los cuerpos cayendo a la tierra. Y luego, con la misma


rapidez, era

solo agua nuevamente, transparente y mansa.

Retrocedí, tratando de respirar, tropezando a ciegas por la habitación.

Los escuadrones de mis hermanos.

Un jadeo doloroso finalmente llenó mis pulmones, y busqué mi ropa. Mis


manos

temblaban mientras me vestía, abrochandos los cinturones, las armas


enfundadas

y las botas.

Mi palabra era tan cierta como la de Rafe. Me dirigí a la celda que albergaba
al

Viceregente.

CAPÍTULO OCHENTA Y UNO

RAFE

Tavish me dijo que Sven había ido a hablar con el capitán Azia, sobre la
rotación de

soldados que vigilaban a los prisioneros. No había podido decir nada de


Sven.

Todavía estaba con la boca cerrada y humeante cuando se fue.


“Pero conoces a Sven. Él siempre grita sobre tus decisiones mediocres”.

"¿Crees que yo también estoy equivocado?".

Tavish se puso el chaleco y se vistió para la cena. "Siempre pienso que te


equivocas.

Por lo general funciona. No te preocupes, él vendrá ". se puso las botas y


luego se

detuvo cuando tenía un cordón a medio camino.

"Pero esperaría a contárle sobre tu otra decisión. Eso podría volarle la parte

superior de la cabeza.”

Asentí y me serví un poco de agua.

Tavish sonrió. "Sabes, si mueres en esta batalla, no tendrás que casarte con
nadie".

Me atraganté a medio sorbo, derramando agua por mi camisa.

"Bueno, ese es un pensamiento brillante. Gracias."

"Soy un táctico. Siempre pensando."

Me puse una toalla en la camisa. "Tal vez deberías buscar otra línea de
trabajo".

Su sonrisa se desvaneció. "Podrás capear esto. Te apoyaremos ".

Le había dicho a Tavish mi decisión de no casarme con la hija del general.


No era

por el bien de Lia, ni por el mío, sino por el de la niña. Ella no quería casarse
conmigo

más, de lo que yo quería casarme con ella. Estaba siendo forzada a hacerlo,
de la

misma manera que lo había sido Lia. Ya había cometido ese error fatal una
vez. No

iba a volver a hacerlo, aunque me costara el trono. La niña merecía elegir su


propio

futuro, ninguno ideado por el general, para satisfacer sus necesidades.

"¿Le dijiste a Lia?", Preguntó.

"¿Por qué?. Entonces podríamos desenterrar el mismo argumento que


tuvimos

cuando salimos de Marabella?. No puedo pasar por eso otra vez. Mi decisión
no

cambiará nada entre nosotros. Si sobrevivimos a todo esto, aún regresaré a

Dalbreck y ella todavía ...”. Negué con la cabeza. "Ella no irá conmigo".

"¿Cómo puedes estar seguro?" Pensé en la furia en sus ojos cuando bailó
conmigo,

en el puesto avanzado, los huesos que secretamente deslizó de la mesa del

comedor, en su bolsillo, la forma en que paseó el estrado en Piers Camp, y


luego

levantó su mano con Kaden, cuando se dirigió a las tropas.

"La conozco. Estoy seguro."

"¿Ha hecho otras promesas?".

"Si."

Se levantó y se puso una mano en mi hombro.


"Lo siento, Jax. Si pudiera cambiar algo de esto por ti, lo haría”.

"Lo sé."

Se fue para encontrarse con Jeb y Orrin. Me cambié la camisa, luego salí a
buscar a

Sven, aún masticando sus palabras. Él vendrá. Pero esta vez se sintió
diferente.

Sven había explotado conmigo antes, pero nunca delante de extraños.

Tal vez eso fue lo que lo molestó. Había tomado decisiones, que ponían en
peligro

mi trono, la posición para la que había pasado una buena parte de su vida

preparándome, y lo había hecho sin consultarlo primero con él. Me acordé de

cuando estaba ensillando mi caballo, y dejándome a ciegas en la búsqueda


para

encontrar una princesa fugitiva. Él tampoco había estado a favor de eso, pero

después de golpearme con un aluvión de preguntas, se hizo a un lado y me


dejó ir.

Eso era lo que siempre hacía Sven: Plantear argumentos, hasta que mi
resolución

se convertía en acero. Y cuando me desgarraba, él me incitaba: Tomaste tu


decisión,

vive de acuerdo con ella. Incluso cuando estaba listo, para arrancarle la
cabeza al

general de los hombros, Sven me hizo reconsiderarlo. “¿Qué quieres más, la

satisfacción de arrancarle la cabeza, o llegar a Lia lo antes posible?”. Porque


en todo

esto tiene razón: Nadie puede reunir un equipo especial para ti, lo más rápido
que

pueda. Y era verdad. Cualquier retraso, incluso por un día, y no habría


llegado a Lia

a tiempo. Fue la decisión correcta, y Sven me ayudó a tomarla.

Pero con la decisión de retirar tropas, no hubo cambio de opinión. No había

necesitado su consejo. Sabía lo que tenía que hacer, no solo por Lia, sino por

Dalbreck. Se lo explicaría. A estas alturas probablemente ya se había


enfriado.

Lamentaría haberse perdido la reunión con el rey.

El padre de Lia no era lo que esperaba. Ahora sabía de dónde había sacado
Lia, su

calculadora cara seria. Me hizo retorcerme. No me había dado cuenta de que


había

estado jugando conmigo, hasta que emitió el castigo de Lia. De alguna


manera, él

sabía que había habido algo entre nosotros. Todavía había algo entre
nosotros.

Algo que intentaba olvidar. Había hecho todo lo que podía hacer, para apartar
mi

mano de su brazo cuando me tropecé con ella.

Había sido cuidadoso en mis movimientos, cuando estaba cerca de ella,


consciente
de una manera, que se había vuelto agotadora. Era como si estuviera parado
en el

tronco de una pelea de lucha, nuevamente. Un paso en falso, y estaría hasta la

cintura en el barro. Cuando estábamos ocupados con tareas, que debían


abordarse,

era más fácil, simplemente trabajábamos juntos, pero en esos momentos no

planificados, cuando me tropecé con ella, todo era inestable, tambaleante, y


tenía

que volver a navegar el espacio entre nosotros, recordando no hacer lo que


antes

había sido tan natural.

"Centinela", llamé, cuando llegué al ala este, donde estaban los prisioneros.
¿El

coronel Haverstrom pasó por aquí?.

"Si. Hace algún tiempo, Su Majestad. Todavía está ahí abajo ", dijo,
señalando con

la cabeza hacia las escaleras al final del pasillo.

Sin duda, ahora estaba mordiendo la oreja del capitán, en lugar de la mía. Le
debía

a Azia. Entré en el pasillo y las escaleras estaban oscuras. La noche se había

deslizado rápidamente, y los guardias no habían encendido las linternas. Solo


las

antorchas parpadeantes del nivel más bajo proporcionaban luz. Unos pocos
pasos
hacia abajo, sentí un silencio penetrante, un silencio que parecía demasiado

profundo. No había murmullos, ni ruido de bandejas de metal, o platos,


aunque era

la hora de la cena. Mi mano fue hacia mi espada, y cuando me giré en el


rellano, un

cuerpo tumbado boca abajo, al pie de las escaleras. Era Sven. Saqué mi
espada y

corrí.

Le di la vuelta, y fue entonces cuando vi otro cuerpo, y otro. Un soldado. Un


criado

con bandejas de comida derramadas a su alrededor. Sus ojos estaban abiertos,


sin

ver. Las puertas de las celdas estaban todas entreabiertas. Mi sangre corrió,

tratando de asistir a Sven, y buscar el peligro al mismo tiempo.

"Sven!" Susurré. Su abdomen estaba empapado en sangre.

"¡Guardias!" Bramé por la escalera. "¡Centinela!".

Me volví hacia Sven. Sus respiraciones eran superficiales, sus labios apenas
se

movían, como si estuviera tratando de hablar. Escuché un ruido y me di la


vuelta.

Otro cuerpo yacía en la otra dirección. Azia. Me arrastré por el pasillo hacia
él, con

la espada en alto, y me incliné para sentir su cuello. Muerto. Era el goteo de


su
sangre en un desagüe lo que había escuchado.

Me asomé a la primera celda. El médico de la corte, yacía en el centro de la


sala,

con la garganta abierta de par en par. La siguiente celda tenía otro soldado
muerto.

El resto estaba vacío.

Los guardias pisotearon las escaleras, Lia justo detrás de ellos. "¡Han
escapado!",

Grité. ¡Llama a un médico! ¡Sven todavía está vivo! ”Pero apenas. Presioné
la herida.

“¡Vamos, viejo cuajado! ¡Quédate con nosotros!".

"¡Cierren las puertas de la ciudad!", Gritó Lia. "¡Alerta a la guardia y al

campamento!".

Se dejó caer a mi lado, y me ayudó a presionar la herida, pero parecía que no


había

forma de detenerla. La sangre manaba de nuestros dedos. Kaden corrió


bajando

las escaleras, observando la escena espeluznante. Nos empujó, su espada

desenvainada.

"Se han ido", dije. "Debería haberte dejado matar al bastardo, cuando tuviste
la

oportunidad".

Me quité la chaqueta y la usé para ayudar a detener el sangrado. Lia, y mis


manos
estaban empapadas de sangre.

"Quédate con él hasta que venga el médico", le dije. "¡No lo dejes ir!".

Y corrí escaleras arriba para cazar a los animales que habían hecho esto.

CAPÍTULO OCHENTA Y DOS

Se registró cada rincón, cada túnel, cada pasaje, cada repisa y cámara, en la

ciudadela. Rafe, Kaden y yo, junto con cientos de soldados, estuvimos


despiertos

toda la noche, recorriendo la ciudad, puerta a puerta, alcantarilla a


alcantarilla,

techo a techo. Civica fue encerrada, incluso cuando cobró vida con antorchas.
La

búsqueda pasó por las puertas de la ciudad, hacia las aldeas circundantes. No
se

encontró una sola pista o caballo perdido. Se habían desvanecido. Los


rastreadores

fueron enviados tras ellos.

Las celdas vacías de los prisioneros, arrojaron montones de tierra y cajas de


madera

vacías: Armas que habían sido enterradas hace mucho tiempo, un plan de
escape

de respaldo, en caso que alguna vez los descubrieran. Ahora entendía por qué
se

habían arriesgado, arrastrándome a la intemperie hasta el arsenal, en lugar de

encarcelarme aquí. Temían que sentiría su escondite secreto. Incluso con las
armas

guardadas, habían aguardado su tiempo, esperando el momento adecuado.


Por

delatar al Viceregente, el médico de la corte había pagado el precio final.


Kaden,

Pauline, y yo, esperamos fuera de las habitaciones de Sven. Rafe estaba


dentro con

el médico. El día se nos había escapado y la noche se acercaba de nuevo.


Ninguno

de nosotros había dormido más de unas pocas horas esta tarde.

"Debería haberlo matado", dijo Kaden, sacudiendo la cabeza. "Debería


haberlo

hecho cuando tuve la oportunidad".

Pero la culpa estaba conmigo. Había suspendido la ejecución, pensando que


uno

de ellos podía romperse, uno podría ser como el médico, y darnos


información que

podría ser útil. Y si el Viceregente temía una muerte dolorosa, podía


romperse y

decirme algo que ayudaría a mis hermanos. Había jugado el juego del
Komizar,

tratando de encontrar el mejor uso, para los prisioneros bajo mi pulgar. Pero
yo

había perdido. Ahora cuatro hombres estaban muertos, Sven estaba luchando
por
su vida, y los traidores estaban libres, probablemente en camino para unirse
al

Komizar, y decirle que ahora estaba gobernando Morrighan.

Berdi y Gwyneth se habían hecho cargo, de organizar un funeral Dalbretch

adecuado, para los soldados muertos, incluido el Capitán Azia. Teníamos


poca

experiencia con piras funerarias, pero quería asegurarme que recibieran los

tributos apropiados.

"Si están corriendo para encontrarse con el Komizar, los hará pelear", dijo
Kaden.

"Nadie que viaje con él tiene un pase".

"El Capitán de la Guardia no ha levantado un arma en años", dije. "Pero el

Viceregente y el Canciller ..." Un suspiro siseó entre mis dientes.

La práctica de la espada era una parte diaria de sus rutinas. Afirmaron que era
solo

una forma simple de mantenerse en forma. Ambos eran hábiles. ¿Pero qué
eran

dos soldados más entre miles?.

El labio de Pauline se alzó disgustado.

"Apuesto a que los cobardes se meterán en un agujero, y esperarán a que pase


el

peligro de la batalla". Me froté la sien. Me dolía la cabeza. La sangre, los


cuerpos,
la cara de Rafe; todo se repitió en mi mente una y otra vez. La rotura en la
garganta

de Rafe, mientras trabajaba para salvar a Sven. ¡Vamos, viejo cuajado!

La puerta de la cámara de Sven se abrió y salió Tavish.

Todos lo miramos ansiosos.

"¿Cómo está él?" Tavish se encogió de hombros, con el rostro tenso y


cansado.

"Colgando de un hilo."

"¿Y Rafe?"

“Colgando también. Puedes entrar”.

***

Rafe se sentaba en una silla, cerca de la cama de Sven, mirándolo, su mirada


vacía,

desgarrando mi corazón. Sabía que su última conversación juntos había sido

contenciosa, con Sven saliendo de la habitación. ¿Y si así era como


terminaba?

¿Qué pasaría si, después de todo lo que habían compartido, ese fuera su
último

momento juntos?.

Miré a Rafe, una concha de quien había sido solo unas horas antes. Ya había

perdido a sus padres en solo unos pocos meses.

¿Cuánto podría perder una persona?. Quería que llorara, que se enojara o que
reaccionara, de alguna manera. Apenas sacudió la cabeza cuando le pregunté
si

podía conseguirle algo.

Gwyneth y Berdi, se unieron a nosotros más tarde. En esos momentos


cansados,

pensé que no podía amar a nadie más.

Gwyneth vertió agua, empujándola en la mano de Rafe, y bromeó con Sven,

hablando con él como si estuviera escuchando. Quizas lo estaba.

Jeb y Orrin entraron más tarde, con los párpados cargados de cansancio, pero

ninguno de nosotros, quería estar en nuestras habitaciones esta noche. Fue


una

vigilia, como si todos nuestros corazones pesados, fueran anclas que pudieran

sujetar a Sven a esta habitación. Kaden se sentó en la esquina, silencioso, con


una

culpa que no merecía.

Gwyneth y Berdi trajeron comida, almohadas mullidas, limpiaron la frente de


Sven.

Gwyneth reprendió a Sven, diciéndole que sería mejor animarse pronto,


porque

ella no podía ver mucho más esas caras pedregosas, luego nos miró a todos,

tratando de sacarnos de la penumbra.

Ella besó su mejilla. "Ese va por la casa", dijo. "El próximo te costará".

Cuando animé a Rafe a comer algo, él asintió, aunque no comió nada.


Por favor, recé a los dioses, por favor, que tengan algunas últimas palabras.
No

dejes a Rafe solo con esto.

Gwyneth se acercó, y se sentó a un lado de la silla de Rafe, rodeándole el


hombro

con un brazo.

“Es posible que no puedas escucharlo, pero él puede escucharte. Así


funcionan

estas cosas. Deberías hablar con él. Di lo que tengas que decir. Eso es lo que
está

esperando”. Las lágrimas llenaron sus ojos.

"¿Entiendes?. Todos nos iremos ahora, para que ustedes dos puedan hablar
solos”.

Rafe asintió.

Todos salimos de la habitación. Fui a verlos una hora después.

Rafe se había dormido en el suelo, con la cabeza inclinada hacia atrás, a un


lado de

la cama de Sven. Sven todavía estaba inconsciente, pero noté que su mano

descansaba, floja, sobre el hombro de Rafe, como si se hubiera resbalado de


las

sábanas. O tal vez Rafe la había colocado allí.

CAPÍTULO OCHENTA Y TRES

Observé desde la galería superior, oculta a la vista porque no podía soportar


que
mi madre me viera, y me llamara la atención. Saber que yo también lo sabía.
Ella y

mis tías tocaban sus zitaras, la música inquietante tocando mis costillas, la
canción

sin palabras de mi madre, un canto de luto a la deriva, rozando, filtrándose en


cada

vena fría de la ciudadela. Era una canción tan antigua como la de Venda, tan
antigua

como la niebla de la tarde, y los valles lejanos empapados en sangre, un


estribillo

tan antiguo como la tierra misma.

No había olvidado mi visión, el remolino de sangre, el grito de batalla, el


zumbido

de una flecha. Más muerte acechaba. Vi muerte en los ojos de mi madre.

Ella había tenido la misma visión que yo. Los escuadrones de mis hermanos.
Me

apoyé contra el pilar. La ciudadela ya estaba llena de dolor, las piras


funerarias,

justo detrás de nosotros ayer. En dos días saldríamos hacia Sentinel Valley.

─Cuida la ira. Lo intenté con un celo cegador, pero la tristeza volvió a entrar.

El Dragón conspirará,

Blandiendo como un dios, imparable.

Imparable.

¿Cuánto más quedaba por perder?.


La verdad hundida en la gula, el agarre, el alcance. El Komizar estaba
ganando. Se

oyeron fuertes pasos en el pasillo, y me volví para ver a Rafe, finalmente

regresando del campamento de Piers. Ayer se había ido directamente allí,


después

que las piras funerarias se hubieran quemado, sus ojos feroces otra vez,
atendiendo

a los preparativos con venganza. Había estado allí todo el día, hoy también.

Acababa de regresar yo misma. Era tarde. La cena estaría esperando en mi

habitación. Pero cuando escuché las zitaras: Volví a mirar a mi madre. Esta
era otra

razón, por la que no había nutrido mi Don. La verdad tenía bordes afilados,
que

podían destriparnos por completo.

Los pasos se detuvieron en la galería. Estaba escondida a la sombra de los


pilares,

pero Rafe me había visto de todos modos. Se acercó, su paso lento, cansado,
y se

detuvo a mi lado, mirando hacia el pasillo, debajo de nosotros.

"¿Qué pasa?".

Lo miré con incertidumbre, sin saber a qué se refería.

"No te he visto inactiva desde que llegamos aquí", explicó. Su voz tenía un

cansancio, que nunca había escuchado.


No quería explicar los temores sobre mis hermanos. Ahora no, cuando Sven
apenas

se aferraba a la vida. El médico no había dado muchas esperanzas de


recuperación.

Cualesquiera que fueran, las últimas palabras que Rafe le había susurrado a
Sven,

tenía que confiar en la afirmación de Gwyneth, que Sven las había


escuchado.

"Solo tomándome un momento", dije, tratando de mantener mi voz uniforme.

Él asintió, luego me actualizó sobre tropas, armas, vagones, todas las cosas
que ya

había revisado, pero este era el idioma entre nosotros ahora. Habíamos
cambiado

El mundo nos estaba golpeando en algo que nunca habíamos sido antes,

moldeándonos día a día, en dos personas que no tenían espacio, el uno para el
otro.

Lo observé, la suavidad de su frente, el rastrojo de su mejilla, vi sus labios


moverse,

y fingí que no estaba hablando de suministros.

Estaba hablando de Terravin. Se reía de los melones, y prometía cultivar uno


para

mí. Estaba lamiendo su pulgar, y manchando la suciedad en mi barbilla. Me


estaba

diciendo que algunas cosas duran, las cosas que importan. Y cuando dijo que

encontraríamos una manera, no estaba hablando de batallas, estaba hablando


de

nosotros.

Terminó con sus actualizaciones, se frotó los ojos, y volvimos a nuestro


mundo, tal

como era. Vi el dolor entumecedor que lo aferró, y sentí el vacío que dejaba
atrás.

Reagruparse. Avanzar.

Y lo hicimos, porque no había nada más que hacer.

Dijo que se iba a la cama.

"Deberías hacer lo mismo."

Asentí, y caminamos por el pasillo, hasta nuestras habitaciones, las paredes


de la

ciudadela se cerraron, mi pecho se apretó con el arranque de los zitaras, y lo


que

sabía que el mañana podría traer.

Llegamos a mi puerta, y el vacío se apretó aún más. Solo quería enterrar mi


cara en

mi cama, y bloquear el mundo. Me volví hacia él para darle las buenas


noches, en

cambio mis ojos se encontraron con los suyos, y las palabras que ni siquiera
me

había permitido pensar, estaban repentinamente allí, desesperadas y crudas.

“Mucho ha sido robado. ¿Alguna vez has deseado que pudiéramos recuperar
algo?.
¿Solo una noche?. ¿Solo por unas horas?”.

Me miró, con un pliegue cada vez más profundo, entre las cejas.

"Sé que no planeas casarte", espeté. "Tavish me lo dijo".

Me picaron los ojos. Era demasiado tarde para detener al resto.

"No quiero estar sola esta noche, Rafe".

Sus labios se separaron, sus ojos vidriosos. Una tormenta se extendió detrás
de

ellos.

Sabía que había cometido un terrible error. "No debí ..."

Se acercó, sus manos golpearon la puerta detrás de mí, encerrándome entre


sus

brazos; su cara, sus labios a centímetros de los míos, y todo lo que pude ver,
todo

lo que pude sentir, era a Rafe, con los ojos rotos, brillantes, y la tensión detrás
de

ellos.

Se inclinó más cerca, sus respiraciones trabajadas y ardientes contra mi


mejilla.

"No hay un día que pase cuando no quisiera poder recuperar algunas horas".

Susurró. "Cuando no quisiera poder recuperar el sabor de tu boca en la mía,


la

sensación de tu cabello retorcido entre mis dedos, la sensación de tu cuerpo

presionado contra el mío. Cuando no quisiera poder verte reír, y sonreír,


como

cuando estabamos en Terravin".

Su mano se deslizó detrás de mí, y acercó mis caderas a las suyas, su voz
ronca, sus

labios rozando el lóbulo de mi oreja.

"Nunca pasa un día en que no quisiera, poder volver a robar una hora en la
torre

de vigilancia, cuando te estaba besando y abrazando y…" —su aliento se

estremeció contra mi oído— "Y desear que el mañana nunca llegara. Cuando

todavía creía que los reinos no podían interponerse entre nosotros. Él tragó
saliva.

"Cuando deseé que nunca hubieras oído hablar de Venda".

Se echó hacia atrás, la miseria en sus ojos me atravesó.

"Pero ellos solo desean a Lia, porque tú has hecho promesas, y yo también. El

Mañana vendrá, y el mañana importará, a tu reino y al mío. Así que, por


favor, no

me preguntes nuevamente, si deseo algo, porque no quiero que me recuerdes


que

todos los días deseo algo que no puedo tener ".

Nos miramos el uno al otro.

El aire se erizó entre nosotros.

No respiré
No se movió.

También nos hicimos promesas, quería decir, pero solo susurré: "Lo siento,
Rafe.

Deberíamos decir buenas noches y olvidar ...”

Y luego sus labios estaban sobre los míos, su boca hambrienta, mi espalda

presionada contra la puerta, su mano extendiéndose detrás de mí, para abrirla,


y

tropezamos de nuevo en la habitación, el mundo desapareció detrás de


nosotros.

Me levantó en sus brazos, su mirada llenó cada espacio vacío dentro de mí, y
luego

me deslicé entre sus manos, mi boca se encontró con la suya nuevamente.

Nuestros besos fueron desesperados, agotadores, eran todo lo que importaba,


y

todo lo que había.

Mis pies tocaron el suelo, y también lo hicieron nuestros cinturones, armas y

chalecos, que caían en un sendero por el suelo.

Nos detuvimos, uno frente al otro, el miedo latiendo entre nosotros, miedo
que

nada de esto fuera real, que incluso estas preciosas, pocas horas, fueran
arrancadas.

El mundo parpadeó, llevándonos a la oscuridad protectora, y volví a estar en


sus

brazos, nuestras palmas húmedas, buscando, sin mentiras, sin reinos, nada
entre

nosotros, excepto nuestra piel, su voz cálida, fluida como un sol dorado que
se

despliega cada vez más, apretando cosas dentro de mí, te amo, te amaré por

siempre, pase lo que pase. Rafe me necesitaba, tanto como yo lo necesitaba a


él,

sus labios, sedosos, deslizándose por mi cuello, mi pecho, mi piel, temblando


y

ardiendo, a la vez. No hubo preguntas, ni pausas, ni espacio para robar nada


más.

Solo éramos nosotros, y todo lo que habíamos sido el uno para el otro, los
días y

las semanas en que solo importábamos, nuestros dedos se entrelazaban,


sostenían,

feroces, su mirada penetraba en la mía, y luego el miedo y la desesperación se

desvanecían, nuestro movimiento disminuyó, y memorizamos, nos


demoramos,

tocamos, tragamos las lágrimas que aún se hinchaban en nosotros, la realidad


se

estableció: Solo teníamos unas pocas horas. Se cernía sobre mí, la llama del
fuego

iluminaba sus ojos, el mundo se estrechaba, desaparecía, su lengua dulce,


lenta y

gentil sobre la mía, y luego más urgente, apremiante, hambriento, el


momento se
convirtió en la promesa de toda una vida, un necesidad febril, y un ritmo
pulsante

entre nosotros, nuestra piel húmeda y abrasadora, y luego el estremecimiento


de

su respiración en mi oreja, y finalmente, mi nombre en sus labios. “Lia”.

***

Nos acostamos en la oscuridad, mi mejilla en su pecho. Sentí sus latidos, sus

respiraciones, sus preocupaciones, su calor. Sus dedos trazaron


distraídamente,

líneas por mi brazo. Hablamos como solíamos hacerlo, no sobre listas y


suministros,

sino sobre lo que pesaba en nuestros corazones. Me contó sobre el


compromiso, y

por qué no podía hacerlo. No era solo que él no la amaba. Él ya sabía por lo
que

había pasado. Se prometió a sí mismo que no volvería a hacerle eso a nadie.

Recordó lo que había dicho sobre la elección, y sabía que ella también se la
merecía.

"Tal vez ella quiere casarse contigo?".

"Solo tiene catorce años, y ni siquiera me conoce", dijo. "La vi temblando y


asustada,

pero estaba desesperado por llegar hasta ti, así que firmé los papeles".

"Sven dijo que romper el compromiso, podría costarte tu trono".

"Es un riesgo que tendré que tomar".


"Pero si explicas las circunstancias, lo que hizo el general ..."

"No soy un niño, Lia. Sabía lo que estaba firmando. Las personas firman
contratos

todos los días, para obtener lo que quieren. Conseguí lo que quería. Si no
cumplo

con mi fin, pareceré el mentiroso de un reino, que ya está profundamente

perturbado ".

Se enfrentaba a una elección imposible. Si se casaba con ella, podría arruinar


el

futuro de una chica que merecía uno. Si no lo hacía, podría perder la


confianza de

un reino que amaba, y llevarlo a una mayor confusión. Le pregunté sobre


Dalbreck,

y cómo había estado allí cuando regresó. Me contó sobre el funeral de su


padre,

los obstáculos y problemas, y escuché la preocupación en su tono, pero


cuando lo

describió, también escuché su fuerza, su profundo amor por su reino, su


anhelo de

regresar. Liderar estaba en su sangre. Hizo que los riesgos que había tomado
por

mí, y Morrighan, fueran aún mayores. El dolor en mi corazón aumentó. Un


granjero,

un príncipe, un rey. Le amaba.

Me encantaba todo lo que era él, y todo lo que sería, incluso si era sin mí.
Me di la vuelta, esta vez sobre él, y bajé mis labios a los suyos.

***

Dormimos, y nos despertamos, durante toda la noche, otro beso, otro susurro,
pero

finalmente amaneció, y el mundo volvió a entrar. La luz frambuesa brilló


alrededor

de las cortinas, indicando que nuestra vida había terminado. Me acurruqué en


el

hueco de sus brazos, y sus dedos rasguearon mi espalda, tocando ligeramente


mi

kavah.

Nuestra kavah, quería decir, pero sabía que lo último que quería, era ser
atraído

por la profecía de Venda, aunque ya era demasiado tarde para eso. Nos
vestimos

sin hablar.

Éramos líderes de reinos nuevamente, el sonido de botas, hebillas, y deber,

colgaban en el aire, a nuestro alrededor. Nuestras pocas horas se habían ido, y


no

había más de sobra. Comenzaría su día revisando a Sven, y yo me iría para

informarle al cronometrador de mis deberes, para que pudiera encontrarme

cuando surgiera la necesidad, porque le había prohibido que me siguiera los


pasos.

Cuando ató mi último lazo, rompí nuestro silencio.


"Hay algo que todavía tengo que decirte, Rafe, algo que ya le dije a mi padre.

Cuando lleguemos al valle, y nos reunamos con el ejército del Komizar, voy
a

ofrecer un acuerdo de paz ".

Sus fosas nasales se dilataron y su mandíbula se puso rígida. Se inclinó para


recoger

su cinturón del suelo, como si no me hubiese escuchado. Se lo pasó por la


cabeza,

ajustándose la hebilla, su movimiento salpicado de ira.

"Planeo ofrecer a los Vendans, el derecho a establecerse en el Cam Lanteux,


una

oportunidad para un mejor….."

Golpeó su espada contra su vaina.

"¡No vamos a ofrecerle nada al Komizar!", Arremetió. “¿Me escuchas, Lia?.


Si

estuviera en llamas, ¡no me molestaría ni un tanto en apagar las llamas!. ¡No


recibe

nada!.”

Extendí la mano para tocar su brazo, pero él se apartó. Sabía que todavía
estaba

tambaleándose, por la pérdida del Capitán Azia y sus hombres.

"No es una oferta para el Komizar", le dije. "Sé que no se conformará con
nada

menos, que nuestra matanza. La oferta es para el pueblo de Venda, Rafe.


Recuerda,

no son el Komizar.”

Su pecho se agitó. "Lia, estás luchando contra el ejército, el Consejo, los


miles que

están detrás de él, y quieren lo mismo que él. No van a escuchar ningún
acuerdo

de paz tuyo".

Pensé en los que apoyaban al Komizar. Los chievdars. Los gobernadores, que

babeaban por su generosidad, y querían mucho más. Los señores de barrio,


que

respiraban poder como si fuera aire. Los soldados que masacraron a mi


hermano,

y su compañía, luego se burlaron de mí, cuando los enterré, y los cientos más
como

ellos, aquellos que se deleitaban en la destrucción. Rafe tenía razón. Al igual


que el

Komizar, no escucharían.

Pero tenía que creer que había otros que lo harían: Los clanes presionados al

servicio, y otros que se encogían, y seguían al Komizar, porque no tenían


otras

opciones. Los miles que estaban desesperados por cualquier tipo de


esperanza.

Eran ellos por los que tenía que arriesgarme.

"Antes de que comience la batalla, voy a hacer la oferta, Rafe".


"¿Tu padre estuvo de acuerdo con esto?".

"No importa. Soy regente”.

"Los Reinos Menores nunca lo aceptarán".

“Lo harán, si Dalbreck lidera el camino. Si perdemos, sucederá de todos


modos. Y

si ganamos, todavía tiene que suceder. Es la única forma de avanzar. Todos

necesitan esperanza, Rafe. Tengo que dárselas. Es la manera más correcta de

actuar."

Argumentó, que no había tiempo para ofrecer un acuerdo, y que el campo de

batalla no era un lugar para negociar uno. Había decenas de miles en un


ejército,

que se extendía por millas; no podía hablar con todos ellos, y el Komizar no
me

escucharía. Los momentos previos a la batalla estaban cargados de


incertidumbre.

"Lo sé. Pero encontraré una manera. Solo te pido que me ayudes. Sin
Dalbeck de

acuerdo, solo les ofreceré falsas esperanzas ”.

Suspiró y se pasó los dedos por el pelo.

"No sé si puedo hacer esa promesa, Lia. Me estás pidiendo que rompa un
tratado,

que tiene siglos de antigüedad".

Se acercó, su ira disminuyó. Me apartó un mechón de pelo de la mejilla.


“Sé qué planeas hacer más. Te lo estoy pidiendo por última vez. No lo hagas.
Por

favor. Por tu bien."

"Ya hemos discutido esto, Rafe. Tiene que ser alguien ".

Sus ojos se encendieron de nuevo, resistiéndose, no era lo que quería oír,


pero

luego llamó nuestra atención, un golpe urgente en la puerta.

Era tía Bernette, sin aliento y sosteniendo su costado.

"¡Tropas de Dalbreck!" Jadeó. "¡Han sido vistos!. A una hora fuera de Civica.
Me dio

un vuelco el corazón.

“¿Y los escuadrones?”, Pregunté.

Sus ojos brillaban de preocupación. "No lo sabemos".

***

Rafe, Tavish, una docena de soldados, y yo, cabalgamos hacia donde estaban
las

tropas marchando hacia Civica. Vimos una brigada de unos quinientos. No


los seis

mil Rafe había pedido.

"El resto puede estar más atrás", comentó Tavish. Rafe no dijo nada. Cuando
nos

vieron cabalgando hacia ellos, la caravana se detuvo. Rafe saludó al coronel y


le
preguntó dónde estaban el resto de las tropas. El coronel explicó que el
general

Draeger ya los había llamado a Dalbreck, antes que el coronel recibiera el


mensaje

de Rafe. Vi el calor brillando en los ojos de Rafe, pero él pasó al tema que
por el

momento era más apremiante: Los príncipes y sus escuadrones.

"Están aquí, Su Majestad, cabalgando en el medio", dijo, asintiendo sobre su

hombro. "Me temo que hubo pérdidas. Nosotros no ...”

Clavé los talones, mi caballo y yo volamos hacia el centro de la caravana.


Cuando el

azul Dalbretch, dio paso al rojo Morrighese, salté de mi caballo, buscando a


Bryn y

Regan, y gritando sus nombres. Vi cinco caballos con grandes paquetes


atados en

mantas sobre sus sillas de montar. Cuerpos. Mi garganta se cerró. Una mano
tocó

mi hombro. Me di la vuelta y me enfrenté a un hombre que no reconocí, pero


que

parecía saber quien era yo.

"Están vivos, alteza. Aunque de esta manera…"

Me acompañó de regreso a la caravana. Se identificó como cirujano, y luego

describió las heridas de mis hermanos. La peor parte del ataque había sido
dirigida
hacia ellos.

"Sus hombres lucharon valientemente, pero como puede ver, algunos


perdieron la

vida".

"¿Los atacantes?".

"Muertos, pero habría sido al revés para todo el escuadrón Morrighese, si el


rey no

hubiera enviado un mensaje".

Llegamos al carro, y el cirujano se quedó atrás, dejándome ver a mis


hermanos a

solas. Mis sienes latían. Ambos yacían sobre sacos de dormir, su ceniza
palidez

iluminada con un brillo grasoso, pero cuando Regan me vio, sus ojos se
iluminaron.

"Hermana", dijo, e intentó sentarse, luego hizo una mueca, y retrocedió. Me


subí

al carro junto a ellos, y me llevé sus manos a las mejillas. Mis lágrimas
corrieron por

sus dedos. Están vivos. Bryn, Regan. Susurré sus nombres en voz alta como
para

convencerme de que realmente estaban aquí. Los ojos de Regan también


estaban

húmedos por las lágrimas, pero los de Bryn permanecieron cerrados, un elixir
para

dormir, lo mantenía en un mundo de sueños.


"Sabíamos que era una mentira", dijo Regan. "Simplemente no sabíamos, qué
tan

profundo corría".

"Ninguno de nosotros", dije.

“Antes de irnos, Padre me susurró, encuéntrala. Él también te quería de


regreso.

¿Áun está vivo?".

"Sí", respondí. Ya les había contado sobre el Viceregente en el mensaje que


envié,

pero ahora le conté lo que había sucedido en las últimas semanas, y nuestro
plan

para encontrarnos con el Komizar en Sentinel Valley. Y luego, aunque dolía


revivirlo,

le dije la verdad sobre la muerte de Walther.

"¿Sufrió?". Preguntó, con los ojos hundidos, y la expresión sombría.

No estaba segura de cómo responderle, y el recuerdo de Walther enfurecido


en la

batalla, volvió a surgir.

“Estaba loco de dolor, Regan. Sufrió desde el momento en que Greta murió
en sus

brazos. Pero en el campo murió rápidamente: Era un príncipe guerrero,


valiente y

fuerte, pero muy superado en número ".

"Como estamos ahora".


"Sí", admití, "como estamos ahora". No podía endulzar la verdad para él,
incluso

con su estado debilitado.

"Espera unos días antes de irte ", dijo. "Y luego podré ir contigo".

Escuché el hambre en su voz, su deseo de vengar a sus hermanos, y cabalgar


al lado

de su hermana. Quemaba en él. Comprendí su necesidad, pero suspiré.

“Tienes un corte en tu costado, Regan, que requirió veintisiete puntos para


cerrar.

Si fuera al revés, ¿me llevarías contigo?”.

Su cabeza rodó hacia atrás. Sabía que no podría viajar en unos días, o incluso
unas

semanas.

“Malditos cirujanos. Les encanta contar ”.

“Necesitas quedarte aquí. Bryn te necesitará cuando despierte”.

Miré a Bryn, pacífico en su drogado mundo de sueños. Mi dulce joven


hermano,

parecía más un ángel, que un soldado.

“¿Sabe él lo que pasó?”, Pregunté.

Regan sacudió la cabeza.

"No lo creo. Estaba gritando y delirando. No se ha despertado desde entonces


".

Miré la pierna de Bryn, la mitad se había ido.


"Si no estoy aquí cuando despierte, díle que me aseguraré que paguen". “Por
cada

vida, y libra de carne que han tomado. Pagarán el doble ".

CAPÍTULO OCHENTA Y CUATRO

Tavish, Jeb, y Orrin, dirigían las tropas a sus lugares en la caravana. Nos
íbamos en

tres olas. Gwyneth, Pauline, y Berdi, caminaban con listas, comprobando los

vagones de suministros, asegurándose de que estuvieran uniformemente


dispersos

entre los contingentes.

Estaba a punto de ir a hablar con otro regimiento, que había llegado la noche

anterior, cuando Pauline me llamó, aparentemente para revisar un carro. Yo


sabía

que algo más estaba en su mente.

"La chaqueta que ordenaste está lista", dijo. “La puse en tu habitación.”
Mantuvo

la voz baja, mirando sobre su hombro. Le había pedido que fuera discreta.

“La modista no estaba contenta. No entendía por qué quería las sobras,
cuando

tenía buena tela, perfectamente disponible”.

"Pero hizo lo que le pedí?".

Pauline asintió con la cabeza.

"Sí, e incorporó los restos rojos cosidos que me diste".


"¿Y el hombro?".

“Eso también.” Su expresión se volvió preocupada. "Pero sabes lo que


pensarán los

demás".

"No puedo preocuparme por lo que piensen los demás. Necesito ser
reconocida.

“¿Qué hay de la correa?”.

Metió la mano en el bolsillo y me entregó una larga tira de cuero. Ya tenía los

huesos para eso. Los había estado ahorrando.

"También necesito hablar contigo sobre Natiya", dijo. "Ella cree que vendrá
con

nosotros".

Me froté la frente, no queriendo entrar en otro partido de voluntades con


Natiya,

temiendo que ella me siguiera de todos modos.

"Ella puede venir", le dije. “Ella habla Vendan. Voy a tener una tarea para
ella ".

Vi la preocupación en los ojos de Pauline.

"Haré todo lo posible para mantenerla a salvo", dije, aunque mi mejor


esfuerzo aún

no había sido lo suficientemente bueno. Le estaba contando mis planes para


Natiya

cuando una fuerte voz retumbó detrás de nosotros.


"Bueno, si es la criada de taberna inteligente, y su linda amiga!. Parece que
llegué

aquí en el momento justo. ¿Te tienen sirviendo a los soldados ahora?”.

Me di la vuelta para ver a un soldado, uno familiar. Me llevó unos segundos


ubicarlo,

pero luego lo recordé. Su fanfarrona, y arrogante sonrisa, no había cambiado.


Era

el soldado de la taberna que me había empapado con cerveza, y luego me


había

amenazado con un cuchillo en el festival. Era obvio que no me había


olvidado.

"Dijiste que sería el único que me sorprendería la próxima vez que nos
vieramos",

dijo, acercándose. "Supongo que no funcionó de esa manera".

Di un paso adelante para encontrarme con él.

"¿Acabas de llegar anoche, soldado?".

"Así es", dijo.

"¿Y no estás familiarizado con mi papel aquí?".

"Suficientemente fácil ver para qué eres buena. Y prometiste, que cuando nos

volviéramos a ver, arreglaríamos las cosas de una vez por todas".

Sonreí. "Sí, dije eso, ¿no?. Y debo admitir, que me tomaste por sorpresa. Bien
por

ti, soldado. Pero podría tener una sorpresa para ti”.


Extendió la mano y agarró mi muñeca. "No me vas a tirar ningún cuchillo
esta vez".

Miré sus dedos aferrando mi muñeca, y luego otra vez a su cara llorona.

"Oh, nunca haría eso", dije dulcemente. "¿Por qué sacar un cuchillo, cuando
tengo

todo un ejército a mi disposición?".

Y antes que pudiera parpadear, Natiya, Pauline, Gwyneth, y Berdi, le estaban

presionando espadas en la espalda.

Kaden y Rafe se quedaron a unos metros de distancia, notando la repentina

actividad. Los brazos cruzados sobre sus pechos.

"¿Crees que deberíamos ayudarlas?", Preguntó Kaden.

Rafe sacudió la cabeza. "Nah. Creo que lo tienen cubierto”.

El soldado se congeló, sintiendo la sensación del acero en su columna


vertebral.

Le sonreí de nuevo. “Bueno, mira eso. Supongo que logré sorprenderte


después de

todo”.

Soltó mi muñeca, sin estar seguro de lo que acababa de pasar.

Mi sonrisa se desvaneció.

“Ahora, únete a tus filas, soldado, y espera a que me dirija a tu compañia.


Esta será

mi última advertencia, para que te comportes, como un miembro honorable


del
ejército del rey. La próxima vez te cortaré de tu posición, como a un hoyuelo

podrido en una manzana.

"Usted es la que dirige a la ..."

"Si."

Pareció notar el cinturón de Walther sobre mi pecho, por primera vez, junto
con su

cresta real.

"Usted es la.."

"Si."

Él palideció, bramando disculpas, y comenzó a caer sobre una rodilla, "Su


Alteza.."

Lo detuve, empujándolo a sus pies nuevamente con la punta de mi espada.

"No debería importar si soy una sirvienta de taberna, o una princesa. Cuando
te

vea tratando a otros con respeto, sin importar su posición, o anatomía,


entonces

tu disculpa significará algo”.

Me di la vuelta y me alejé mientras se quejaba, cansada que esta fuera una


batalla

que tenía que pelear, una y otra vez.

****

La caminata a Sentinel Valley, tomó dos semanas. Dos semanas muy largas,
con
lluvia, granizo, y viento, que humedecían los espíritus, y obstaculizaban cada
milla.

Comenzamos con quince mil soldados, y recogimos tropas adicionales en el


camino.

Cuando acampamos a las afueras de la desembocadura del valle, teníamos

veintiocho mil. Eran casi todos los soldados que teníamos en Morrighan.
Nunca

había visto tantos en un solo lugar. No pude ver el final de nuestro


campamento.

Nuestros suministros eran abundantes. Comida. Armas. Suministros crudos


de

madera, para construir barricadas y defensas. Carpas para protegerse contra el

clima, ya que nuestros planes finales estaban establecidos. Una gran ciudad

impresionante. Pero todavía eclipsada, por lo que el Komizar traía a nuestro


camino.

Todas estas tropas, estaban aquí por orden mía, en base a algo que sentía en
mis

entrañas. Los generales se habían quejado todo el camino. Rafe había enviado
a

Jeb y Orrin, con un contingente de soldados, para interceptar a las tropas de

Dalbretch, que podrían venir, y dirigirlas al Sentinel Valley. Podrían estar


llegando.

Las palabras pesaban mucho sobre mí. Con Draeger retirando miles de
soldados a

Dalbreck, parecía poco probable que obtuviéramos más ayuda.


Tavish explicó, que el general había llamado a las tropas, mucho antes de
recibir el

mensaje de Rafe. "Todavía pueden venir".

Quizas. Podrían. Mi ansiedad crecía. Cada día pasaba como un tambor bajo,
que

vibraba a través de mí, marcando el tiempo. Rafe prometió que las fuerzas de

Marabella vendrían, pero tampoco teníamos señales de ellas. Podía ser que
Rafe,

ya hubiera perdido el control sobre su reino.

El clima al menos, finalmente se había vuelto agradable. Rafe, Kaden, y yo,


nos

fuimos solos a explorar el valle. No quería escuchar los gruñidos de los


generales,

los golpes de las estacas de las tiendas, o los gritos de los soldados.

Una voz tranquila me había atraído hasta aquí. Necesitaba silencio mientras
lo

exploraba, y escuchaba cualquier secreto que pudiera tener para mí. La


abertura

hacia el valle era estrecha, tal como Reunaud la había descrito.

Entramos y desmontamos. Lo sentí de inmediato. Incluso Rafe y Kaden lo


sintieron.

Lo vi en sus caras, y en la reverencia de sus pasos. El aire contenía la


presencia de

algo atemporal, algo que podría ser, aplastante o liberador. Algo que no nos
importaba, solo a los que venían. Lo sabia. Observamos los altos acantilados
verdes,

y las ruinas que se alzaban sobre nosotros. El peso de los siglos presionando.

Caminamos juntos por un tiempo. Rafe mirando hacia los acantilados,


primero a un

lado, luego al otro, Kaden girando, imaginando, estudiando. La hierba del


valle

rozaba la parte superior de nuestras botas.

Miré a mi alrededor maravillada. Así que este era el último valle al que
Morrighan

había llevado al Remanente, antes que alcanzaran su nuevo comienzo.

"Voy a subir para ver qué hay allí", dijo Rafe, señalando las ruinas que nos
miraban.

"Revisaré el otro lado", dijo Kaden, y ambos salieron en sus caballos,


buscando

senderos que condujeran a las cumbres.

Caminé hacia adelante, más profundo en el valle, escuchando la tranquilidad,


la

brisa, y luego un susurro tembló a través de la hierba, corriendo hacia mí, sus
dedos

fríos rozaron mi rostro, mis manos. Rodeó mi garganta, me levantó el pelo.

─ Este mundo te respira ... te comparte.

─El viento, el tiempo, dan vueltas, se repiten ...

Sentí la respiración contenida, y luego la lenta exhalación. Seguí caminando.


El valle

se ensanchaba, poco a poco, como brazos de bienvenida que se abren a lo que


sea

que haya en el otro extremo. Estudié las colinas bajas, los riscos rocosos, los

afloramientos de cantos rodados, las suaves crestas cubiertas de hierba, la


cara de

un valle que también me estudiaba, sus ojos giraban, su corazón latía.

─¿Por qué estás aquí? Mi mirada viajó a la corona del valle: Las ruinas. Oí
hablar a

Gaudrel, como si caminara a mi lado.

─En una época, antes que monstruos y demonios deambularan por la tierra ...

Había ciudades, grandes y hermosas, con torres brillantes que tocaban el cielo
...

Eran hilos de magia, y luz, y los sueños de los dioses ...

Sentí esos sueños ahora, flotando, esperando, esperando, como si su mundo

pudiera ser despertado nuevamente.

─El universo tiene una larga memoria.

Seguí caminando y, como había dicho el capitán Reunaud, las ruinas me


observaron

al pasar.

Diez millas de inmenso valle.

Diez millas de altísimos restos.


Asombroso.

Poderoso.

Aterrador.

La advertencia de Rafe zumbó en mis oídos.

─ Su ejército se extenderá por millas. No puedes hablar con todos ellos.

Seguí caminando.

Encontraría un camino.

Algunas de las ruinas, habían caído al suelo del valle. Pasé bloques gigantes
de

piedra, más altos que un hombre, ahora cubiertos de musgos y enredaderas, la

tierra aún intentaba borrar la furia de una estrella. ¿O fueron muchas


estrellas?.

¿Qué había pasado realmente?. ¿Alguna vez lo sabríamos en realidad?.

Pero sabía que el poder y la grandeza de los Antiguos, habían sido


desbloqueados

por el Komizar. Lo usaría contra nosotros en cuestión de días. Teníamos


pocas

posibilidades, incluso con las tropas de Rafe. Sin ellas, no teníamos ninguna.

Mi corazón latía más rápido. ¿Había traído a todos aquí, para morir en un
lejano

valle olvidado?.

Los gritos de los Antiguos silbaron en el viento, y el Texto Santo susurró, de


vuelta
a mí.

Una terrible grandeza,

Rodando por la tierra ...

Devorando hombre y bestia,

Campo y flor.

Círculos de tiempo. Se repite. Listo para contar la historia nuevamente.

Y otra vez.

El tambor sonó más fuerte. Los días pasaban y el Komizar se estaba


acercando.

Sigue, me dije. Sigue caminando. El aroma de la hierba aplastada debajo de


mis

botas flotaba para recibirme.

Pensé en Dihara, y en otra pradera. Fue hace una vida, pero la volví a ver.
Ella giraba

sobre su rueca. Su cabeza inclinada hacia un lado.

─Entonces crees que tienes el don. ¿Quién te dijo eso?. Las historias ...
viajan.

Su rueca giró, zumbó. El valle esperaba, observaba, su corazón latía como un

murmullo en la brisa.

La verdad estaba aquí. En algun lado. Seguí caminando.

El arranque de una cuerda. Y otro.

Música. Me di la vuelta, mirando hacia atrás desde donde había venido. El


valle

estaba vacío, pero escuché el triste rasgueo de las zitaras, la canción de mi


madre

flotando, y luego cuando volví a mirar hacia donde me dirigía, vi algo más.

Todos los caminos pertenecen al mundo.

¿Qué es magia pero qué aún no entendemos?.

Una chica se arrodilló en el borde de un gran acantilado sobre mí.

─Aquí.

La palabra revoloteó en mi vientre, familiar. Una palabra que me había


empujado

y empujado hacia los mapas, y luego hacia este valle.

Sus ojos se encontraron con los míos.

"Fuiste tú," susurré.

Ella asintió, pero no dijo nada.

Se besó los dedos, y oí el texto sagrado, trenzarse con el aire.

Y Morrighan levantó la voz.

─A los cielos,

Besando dos dedos,

Uno para los perdidos,

Y uno para los que están por venir.

Porque las aventuras no habían terminado. La canción que había llenado el


valle

hace solo unos segundos, era la suya ahora, sinuosa, alargada, haciendo
señas.

Tropecé por el empinado camino, hacia el acantilado, pero cuando llegué a


donde

se había arrodillado, ya se había ido. El peñasco sobresalía fuera, y el largo


valle

estaba a mi vista en ambas direcciones, tan quieto y silencioso como siempre,

excepto por su voz. Me dejé caer al suelo, arrodillada, sintiendo el calor


donde

había estado, sintiendo su desesperación de siglos atrás. Sintiéndola ahora.

─Las aventuras no han terminado. Círculos de tiempo. Se repiten.

Y las oraciones desesperadas, que había elevado a los dioses hace tanto
tiempo, se

convirtieron en mías.

***

"Lia", dijo Rafe, "¿qué estás haciendo ahí?".

Me volví para ver a Rafe y Kaden en sus caballos. También traían mi caballo.

Me puse de pie y eché un último vistazo al acantilado, las colinas, y las


ruinas,

que se alzaban sobre mí.

"Preparándome", respondí, y caminé por el sendero para encontrarme con

ellos.
Cuando regresamos al campamento, enviamos exploradores montando los

caballos más veloces, a vigilar más allá de la boca oriental del valle, para

observar al ejército que se acercaba. El resto de nosotros comenzamos

nuestro trabajo en serio. Rafe y Kaden habían trazado el terreno, y los

senderos que podían soportar la carga de brigadas de soldados.

Había siete en un lado de las colinas, y cuatro en el otro. Las ruinas los
ocultarían

de la vista, hasta que estuviéramos listos. La entrada al valle era de tres millas
de

ancho, pero se redujo rápidamente. El mariscal de campo, Howland,


Marques, y los

demás oficiales liderarían las cargas cuando se les indicara. Nuestro momento
tenía

que ser perfecto.

Una división, la mía, se presentaría, como cebo y señuelo. Nuestros


tambores, y

cantos de batalla los atraerían hacia nosotros.

La hierba alta del valle ayudaría a ocultar algunas de nuestras defensas. Filas

mortales de picas fueron construidas y escondidas. Las redes fueron


posicionadas

para el lanzamiento. Las ballestas de asedio, estaban estratégicamente


ubicadas,

aunque esa era la mayor incógnita, (dónde y cuándo se usarían los brezalots),
pero
estaba segura que sus corceles de la muerte, y sus niños soldados, serían la
primera

línea de ataque.

El Komizar vería a mis pocos miles de tropas, bloqueando su camino, al final


del

valle, y asumiría que el resto de mi ejército, yacía detrás de mí. Enviaría sus

animales de carga a despejar el camino rápidamente. Trabajamos sin parar, y

esperamos. Esperé al Komizar. Esperé a las tropas de Rafe. Ninguno vino, y


los

nervios se me pusieron en carne viva. Dije recuerdos mañana y noche. Hablé


con

las tropas, las reforcé, les hice promesas, y a mí misma.

Berdi, Pauline, y Gwyneth, trabajaron con los cocineros del campamento para

mantener a todos alimentados y animados, en lo que se destacaban.

Aparté a Natiya a un lado en privado y caminé con ella hacia el valle.

"Mira allí", le dije, señalando hacia el valle. "¿Que ves?".

"Veo un campo de batalla".

Miré hacia el mismo valle, pero vi un carvachi púrpura, y cintas girando en el


viento.

Vi a Dihara girando con su rueca, a Venda cantando desde una pared.


Morrighan,

rezando desde un acantilado y a Aster, sentada con los ojos muy abiertos, en
una
tienda escuchando una historia. Una historia mayor. Vi un mundo pasado que
no

quería que nos rindiéramos. Miré de nuevo a Natiya. Tampoco quería que
ella se

rindiera en el mundo que había conocido.

"Un día volverás a pasar por aquí, y verás más", prometí.

“Hasta entonces, tengo un trabajo para ti. Es más importante que cualquier
otra

cosa que hagamos, y para ello, no necesitarás una espada ".

CAPÍTULO OCHENTA Y CINCO

Kaden

Nos sentamos en la tienda, cansados, doloridos, pero aún planeando. Lia se


frotó

los ojos. Rafe se frotó los nudillos. El mariscal de campo se adelantó con la
barbilla

acunada en las manos. Mañana las brigadas serían puestas en su lugar.


Habíamos

estado esperando, esperando que llegaran las tropas de Dalbreck, pero no

podíamos esperar más. Lo poco que teníamos necesitába estar posicionado.

Nuestras divisiones serían superadas en número a más de cuatro a uno.

Sin señales del Komizar, o de Dalbreck, Perry sugirió, que podríamos


considerar

retirarnos a Civica. Para crédito de Howland, por mucho que se quejó, y se


quejó,
respaldó a Lia, diciendo que este no era momento para una retirada.
Teniamos una

oportunidad miserable de victoria aquí, y ninguna en Civica. Vi el peso en los


ojos

de Lia. Sentí que la preocupación se retorcía en mis entrañas, y no me


gustaba que

Pauline estuviera aquí. Ella tenía un bebé en la ciudadela. Eso es exactamente


por

lo qué estoy aquí, me había dicho.

Gwyneth entró, con el ceño fruncido, y una mano frustrada, en la cadera.

"Hay un gran bruto feo, que exige ver a Lia".

“¿Un soldado?”, Pregunté.

Ella se encogió de hombros. "Está equipado para matar algo. Algo grande."

"Tendrá que esperar", dijo Lia.

"Eso es lo que le dije, pero no se rinde. Sigue gritando por la reina Jezelia.

Las cejas de Howland se dispararon. "¿Reina Jezelia?".

"Así es", respondió ella, "y tiene un pequeño, rufián aterrador con él. Yo no
..”.

Vi la cara de Lia iluminarse.

Al mismo tiempo, la de Rafe se oscureció.

"Reina?". Howland dijo de nuevo.

Lia saltó de su asiento, y salió volando de la tienda.


La segui. Ella ya estaba abrazando, y besando a los dos. Ni Griz ni Eben se
resistieron.

Me acerqué y los saludé.

"Ya era hora", le dije. "¿Qué te llevó tanto tiempo?".

"Médico terco", se quejó Griz.

"Se perdió", explicó Eben.

Griz lo golpeó en la nuca y luego sonrió tímidamente.

"Él puede estar en lo cierto".

"Drazhones", dije, y los abracé a los dos también, aplaudiendo. Di un paso


atrás, y

Lia les lanzó preguntas. Eran solo dos soldados más, pero tenerlos a su lado,

significaba todo para ella.

Una pequeña multitud se agitó alrededor, su curiosidad despertó la


conmoción, y

probablemente la vista de un gigante con cicatrices, como Griz, y su


compañero

bien armado.

Pauline se acercó, y se paró a mi lado, mirándolos con interés.

"¿Son los soldados con los que te vi en Terravin?", Preguntó.

"Sí, pero son más que soldados. También son familia ”, dije. "Mi familia.
Familia de

sangre de otro tipo”.


Ella se acercó, su hombro tocó el mío. "Quiero conocerlos".

CAPÍTULO OCHENTA Y SEIS

RAFE

El resto de nosotros también salimos de la tienda. Todos vieron a Lia


abrazando a

Griz, y luego a Eben. Vi la alegría en su rostro. Habló Vendan con ellos,


volviendo a

ella tan naturalmente, como si fuera su propio idioma.

Me alegré también de verlos, pero no de la misma manera que Lia. Griz era
un

enemigo formidable. Con cada día que pasaba sin signos de mis tropas
solicitadas,

recordé, que necesitábamos a todos los soldados que pudiéramos conseguir.

“¿Por qué la llamó reina?”, Preguntó Howland.

Miré a Lia. Llevaba una chaqueta hecha en el estilo Meurasi, los rojos retazos
de su

vestido de novia, cortándose sobre su hombro y en la parte delantera. La


kavah

expuesta. Huesos se balanceaban de su cadera.

─Todos necesitan esperanza, Rafe. Tengo que dárselas.

"Es solo una costumbre Vendan", le dijo Tavish. Me miró y se encogió de


hombros.

"Sí, solo una costumbre", estuve de acuerdo.


Si Lia quería explicar más, dependía de ella.

Me giré para volver a la tienda, luego me detuve a medio paso cuando vi a


Jeb

caminando hacia mí. Tambien a Orrin. Ambos sonriendo, y luego vi al


general.

"Draeger", le dije.

"Así es, Su Majestad. Tus tropas están aquí, como ordenaste”.

Lo estudié, todavía cauteloso. "¿Todas las tropas?".

El asintió. "Todas. Con un montón de ballestas, y todo lo que pediste”.

***

El campamento estaba en silencio. Oscuro, excepto por unas pocas antorchas

encendidas entre las tiendas. Dormir sería difícil esta noche. Las tensiones
eran

altas, pero se ordenó descansar. Era necesario. Caminé hacia la entrada del
valle,

donde la luz de las antorchas no alcanzaba. Solo la luna, que se movía entre
dedos

de nubes, iluminaba la pradera.

Lia se apoyaba contra la pared rocosa, y contemplaba el valle.

"¿Compañía?", Pregunté.

Ella asintió.

Nos quedamos allí, mirando hacia el silencio. Ya habíamos dicho todo lo que
había
que decir. Hecho todo lo que podiamos hacer. Las tropas de Dalbreck estaban
en

su lugar. Nuestras probabilidades eran mejores. Venda nos superaba en


número,

solo dos a uno ahora.

Pero todavía tenían mejores armas. Algo dentro de mí quería arrastrar a Lia,

mantenerla a salvo, pero sabía que no podía.

"Estamos tan listos como podemos estar", dije.

Ella asintió nuevamente. "Lo sé."

Su mirada recorrió la silueta de las ruinas, en los acantilados, con sus bordes

fantasmales, rodeados por la luz plateada de la luna.

"Fueron geniales una vez", dijo. “Volaron entre las estrellas. Sus voces
retumbaban

sobre las montañas. Y esto es todo lo que queda. ¿Sabremos realmente


quiénes

eran, Rafe?”. Se volvió hacia mí. "Después de mañana, ¿alguien sabrá


quiénes

éramos?".

La miré, sin importarme quiénes eran los Antiguos. Todo lo que podía pensar
era,

no importa cuántos universos vayan y vengan, siempre recordaré quienes


fuimos

juntos. Me incliné. La bese. Despacio. Suavemente. Una última vez. Ella me


miró.
No dijo nada. Ella no necesitaba hacerlo.

***

La pradera ondulaba con la brisa. Al día siguiente, sería pisoteada. Quemada,

Sangrienta. Nuestros exploradores habían cabalgado esta noche. El ejército


del

Komizar, llegaría a la entrada del valle por la mañana.

El coronado y el golpeado,
La lengua y la espada.
Juntos atacarán.

Como estrellas cegadoras arrojadas desde los cielos.

─Canción de Venda

CAPÍTULO OCHENTA Y SIETE

LIA

Cuida la ira.

Mi corazón latía salvajemente.

El ejército estaba borroso, al final del valle. Una ola ondulante sólida.
Condensando

Creciente. Se solidificaba a medida que el valle se estrechaba. Su ritmo era


pausado.

Sin preocupaciones. No tenían necesidad de preocuparse. Ya los había visto

acercarse, desde los acantilados a la entrada del valle, antes de regresar para
tomar

mi posición. Había visto lo lejos que se extendían, lo imparables que eran.


Incluso

el rastro que dejaban detrás de ellos era asombroso, como el polvo de una
estrella

que se dispara por el cielo. Se extendían por millas. Marchaban en diez


divisiones,

infantería a la cabeza, seguida de lo que parecían, suministros, artillería, y


manadas

de brezalots. Seguía más infantería, y luego, una quinta división de soldados


a

caballo. Había una gran grosor en esta división, algo espeso y pesado, y más

premonitorio que en el resto. No había duda en mi mente que era donde


cabalgaba,

en el medio, al alcance de todas las divisiones, vigilando de cerca su creación,

absorbiendo su poder, y exhalandolo nuevamente como el fuego.

El lento ritmo del ejército los ponía nerviosos, tal como lo había calculado.
Un

escuadrón de sus exploradores nos había visto, luego corrió de regreso a sus
líneas

frontales, probablemente informando nuestros patéticos números. Cinco mil


de

nosotros defendiamos la salida del valle: Cinco mil que pudieran ver. Más
estaban

listos, para fluir detrás de nosotros. El ritmo Vendan, continuó, como un


jarabe

lento, sin nervios. Solo éramos una piedra en el camino para ser pisoteados.
Incluso

si todo el ejército Morrighese bloqueaba la salida, el Komizar no estaba


preocupado.

En todo caso, solo abriríamos su apetito. Por fin estaba recibiendo el primer
plato

de la fiesta, que había anticipado durante tanto tiempo.


Morrighan.

Escuché el nombre del reino en sus labios. Divertido. Pegajoso y


empalagoso, como

una gota de gelatina en la boca. Se lo tragó como un regalo. Si la ira latía en


mis

venas, estaba enmascarada por el miedo que rugía en mis oídos, por los miles
que

estaban detrás de mí. Este podría ser el día en que perdieran la vida. Rafe y
Kaden

se sentaban a caballo, a ambos lados de mí. Mientras yo estaba vestida para


ser

reconocida, su ropa tenía un propósito opuesto. Ambos llevaban capas negras


con

las capuchas enfundadas, el uniforme de los Guardianes Morrigheses. Jeb,


Tavish,

Orrin, Andrés, y Griz, estaban en una fila detrás de nosotros, vistiendo lo


mismo.

No queríamos que fueran reconocidos demasiado pronto.

"Está jugando con nosotros", dijo Rafe, con los ojos fijos en la nube que
progresaba

lentamente.

Kaden maldijo por lo bajo.

"A este ritmo, estaremos luchando a la luz de la luna".

No podíamos apresurarnos. Necesitábamos que vinieran a nosotros.


"Ya pasó el mediodía", dije, tratando de calmarme, tanto como a él. "Todavía

tenemos horas de luz".

Y luego un caballo se liberó de su frente. Una mancha distante al principio,


luego

cargando rápido. Escuché el trinquete de los ballesteros, cuando se precipitó


hacia

nosotros. Pero algo sobre su color estaba mal.

"¡Esperen!", Dije.

No era un brezalot. Y había un jinete.

A medida que se acercaba, lo supe.

Era el Komizar.

Se detuvo a cien metros de distancia. Levantó las manos para mostrar que no

estaba armado.

"¿Qué demonios está haciendo?", Preguntó Rafe.

"Solicíto una conversación con la princesa", gritó. "¡A solas!".

¿Una conversación?. ¿Se había vuelto loco?. Luego pensé, No. Él está
mortalmente

cuerdo.

"Y traigo un regalo de buena voluntad", volvió a decir. "Todo lo que pido es
un

momento para hablar, sin armas".

Tanto Rafe como Kaden se resistieron, luego el Komizar metió la mano


detrás de

su espalda, y tiró un niño al suelo. Era Yvet.

Mi corazón se detuvo. La hierba se la tragó hasta la cintura. Recordé el día en


que

la había visto, acurrucada en el mercado, con Aster y Zekiah, agarrando una


tela

ensangrentada, después que le cortaran la yema del dedo. Parecía aún más

pequeña, y más aterrorizada ahora.

El Komizar desmontó.

"Toda tuya", dijo, "solo por el precio de unos minutos".

Rafe y Kaden arremetieron contra él, pero ya estaba desabrochandome, y

entregándoles mi espada y cuchillos.

"Nuestros arqueros pueden derribarlo, y también podemos tener la niña",

argumentó Rafe.

"No", respondí. Nada era tan simple con el Komizar. Nos conocíamos
demasiado

bien, y este era un mensaje muy claro para mí.

“¿Y cuándo consigo a Zekiah?”. Lo llamé de nuevo.

Él sonrió. “Cuando regrese a salvo a mis líneas, lo enviaré. Y si no regreso


...”. Se

encogió de hombros.

Estaba disfrutando esto. Era un juego, un teatro. Quería sacarlo y apretar


todas las

piezas del juego un poco más fuerte en su puño. Sabía que Rafe y Kaden
estaban a

un segundo de señalar a los arqueros. El sacrificio de un niño, por la bestia


misma.

Un niño que podría morir de todos modos. Un niño que probablemente


moriría, de

todos modos. Y nuestro premio estaba en nuestras manos. Pero era una
elección

que venía con un precio, una que el Komizar ya había calculado. El aire
estaba tenso

con la decisión. Se quedó allí, sin miedo, sabiendo, y lo odiaba más


profundamente.

¿Cuánto me quería?. ¿A quién estaba dispuesto a sacrificar para obtener lo


que

deseaba?.

"El destino del Komizar vendrá después", susurré. "No pongan una mano
sobre la

bestia todavía".

Salí a su encuentro, y cuando aún estaba a diez metros de distancia, desmonté


y

saludé a Yvet con la mano. Sus grandes ojos asustados, se volvieron hacia el

Komizar.

Él asintió, y ella caminó hacia mí.


Me arrodillé cuando ella me alcanzó, y sostuve sus pequeñas manos.

"Yvet, ¿ves esos dos caballos detrás de mí, con los soldados encapuchados?".

Miró más allá de mí, a los miles de soldados, con los labios temblorosos,
luego vio

a los dos de capa oscura. Ella asintió.

"Bien. Ellos te cuidarán. Quiero que vayas a ellos ahora. Quiero que corras, y
no

mires atrás. No importa lo que veas o escuches, continúa. ¿Lo entiendes?".

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

"Vete", le dije. "¡Ahora!".

Ella corrió, tropezando por la hierba. La distancia parecía millas, y cuando


los

alcanzó, Kaden la levantó, y se la entregó a otro soldado. Mi estómago saltó a


mi

garganta. Tragué saliva, obligandome a bajar la bilis. Ella lo hizo, me dije.


Contuve

el aliento a un ritmo lento, y volví a mirar al Komizar.

“¿Ves?” Dijo él. "Cumplo mi palabra". Me hizo un gesto hacia adelante.

"Hablemos."

Caminé para encontrarme con él, buscando grumos, bultos en su ropa, un


cuchillo

esperando para pagarme. Mientras me acercaba, vi las líneas en su rostro, la

agudeza de sus pómulos, el costo que mi ataque había tenido sobre él. Pero
también ví el hambre ardiendo en sus ojos. Me detuve frente a él. Su mirada
rodó

pausada sobre mí

"¿Querías hablar?".

Él sonrió. “¿Has llegado a esto, Jezelia?. ¿Sin sutilezas?”. Su mano se alzó


como para

acariciar mi cara.

"No me toques", advertí. "O te matare."

Su mano volvió a su lado, pero su sonrisa permaneció, cincelada en sus


labios.

“Te admiro, princesa. Casi hiciste lo que nadie más pudo hacer en los once
años de

mi gobierno. Eso es un récord, ¿lo sabías?. Ningún otro Komizar ha


gobernado tanto

tiempo.”

"Una lástima que está por llegar a su fin".

Él suspiró dramáticamente.

“Cómo te aferras a las cosas todavía. Me preocupo por ti, Jezelia. De verdad
que sí.

¿Pero esto?”. Agitó su mano hacia las tropas detrás de mí como si fueran

demasiado lamentables para considerarlas. "No tienes que morir. Ven a mi


lado.

Mira todo lo que tengo para ofrecerte.”


"¿Servidumbre?. ¿Crueldad?. ¿Violencia?. Me tientas tanto, Sher Komizar.
Hemos

hablado. Puedes volver ahora.”

Miró más allá de mí, a las tropas.

“¿Ese es el príncipe allá atrás?. ¿Con los cien hombres que asaltaron la
ciudadela? ”.

Su tono estaba lleno de burla.

"Así que el Viceregente ha ido corriendo hacia ti, con la cola metida entre las

piernas".

"Sonreí cuando me dijo lo que habías hecho. Me impresionó que hayas


eliminado

mis topos. ¿Cómo está tu papá?".

"Muerto". No merecía verdades de mí, y cuanto más débil pensara que


éramos,

mejor.

"¿Y tus hermanos?".

"Muertos."

Él suspiró. "Esto es demasiado fácil".

"No me has preguntado sobre Kaden", le dije.

Su sonrisa desapareció y su expresión se oscureció. Yo también lo conocía


bien.

Kaden fue un golpe que no pudo ocultar. Había algo en este mundo que había
amado, después de todo. Algo que había guardado, nutrido, pero se había
vuelto

contra él. Algo que apuntaba a su propio fracaso.

Una pequeña ráfaga de guijarros cayó repentinamente de los acantilados de


arriba.

Levantó la vista para examinar las ruinas vacías, y se volvió para mirar al
otro lado.

El silencio de las respiraciones contenidas se apoderó del valle.

Me miró y sonrió.

"¿Pensaste que no lo sabía?". El hielo me llenó el vientre.

Se volvió como para irse, pero luego se acercó a mí.

"Es la chica de la terraza lo que te está molestando, ¿no?”. “Admito que fui

demasiado lejos. Atrapado en el momento, supongo. ¿Una disculpa te haría

cambiar de opinión?”.

Atrapado en el momento?. Lo miré fijamente. No hubo palabras. Sin


palabras.

Se inclinó y besó mi mejilla. "Supongo que no."

Se dio la vuelta y regresó a su caballo.

La rabia llegó, cegadora, brillante, consumidora.

"Envia a Zekiah!" Grité.

“Lo haré, princesa. Siempre cumplo mi palabra”.

****
Kaden

Le entregué a Yvet a un soldado. Se ahogó con sollozos, pero no había


tiempo para

consolarla.

"Llévala con Natiya", le dije.

Lia había establecido un campamento fuera del valle, para cualquier niño que

pudiéramos capturar. Gwyneth, Pauline, y más soldados estaban allí. Natiya

hablaba el idioma, y les aseguraba que no serían perjudicados, y ojalá


ayudara a

consolarlos, suponiendo que pudiéramos sacar a más vivos del valle.

Regresé a mi caballo y vi a Lia acercarse al Komizar. Fue una locura.


Inspeccioné los

acantilados. Observé el muro del ejército a punto de atacar.

Miraba, y esperaba, y sabía que esto no era solo una conversación. Estaba

desgarrandole los nervios. La lenta extracción de un cuchillo sobre la piel. Un

aullido acechando en un bosque. Los caballos pisotearon, sabiendo,


nerviosos.

"Shhh", susurré.

─Hazlos sufrir.

Este era el Komizar, haciendo lo que mejor hacía.

****

RAFE
Finalmente respiré, mientras el Komizar se alejaba, y Lia volvía a su caballo.

Zekiah fue entregado según lo prometido, entero y vivo. Lo sacaron del valle,
para

esperar con Yvet.

Había estado esperando lo peor, quizás piezas, como le gustaba amenazar al

Komizar, pero siempre supo cómo cambiar el momento. Para plantar dudas.
Lia me

había advertido, que sabía que había tropas en las ruinas, y envié soldados
para

alertarlos. Podría saber que estaban allí, pero no sabía exactamente de dónde

cargarían, o cuántos de ellos había. Era un valle largo, y cuando el


Viceregente había

escapado, solo sabía de mí, y mis cien hombres, no de todo el ejército de


Dalbreck.

La nube rodó hacia nosotros otra vez, pero esta vez con hambre voraz. Sentí
el

trueno de sus pies, tanto humanos como animales, pero unidos como una
bestia

furiosa. Noté que nuestras tropas se tensaban, listas para saltar. Estiré mi
brazo

izquierdo, una señal para contener.

Contener.

"¿Estás segura que los enviará primero?.", Le pregunté a Lia. Con las altas
colinas a
nuestro alrededor, el anochecer ya se estaba acercando.

Los nudillos de Lia blanquearon. Una mano apretó las riendas y la otra, la

empuñadura.

"Si. Usar a Yvet y Zekiah fue una prueba. Él me conoce. Él sabe lo que
perturbará a

nuestros soldados, y los hará dudar. No somos como él ".

Los vimos acercarse, y sus rasgos aparecieron por fin, líneas de soldados,
diez de

profundidad, cien de ancho. Ninguno de ellos mayor que Eben o Natiya. Y


muchos,

más jovenes. Sostenían alabardas, espadas, hachas, y cuchillos. A medida que

avanzaban, vi sus caras, salvajes, apenas reconocibles como niños. Le


indiqué a los

guarda escudos que avanzaran a su posición. "¡Escudos arriba!",. Ordené. Sus

escudos se entrelazaron con precisión practicada. "¡Arqueros adelante!" Orrin

llamó.

Y luego el primero de los brezalots cargó.

****

LIA

El animal pinchado, cruzó sus líneas frontales, y se dirigió hacia los guardias
de los

escudos. Las ballestas escondidas encima de nosotros se movieron a las


crestas,
trinqueteadas, armadas y listas. Las vi girar, apuntando. Tavish esperó con

angustiosa paciencia, y finalmente, señaló a los dos con los mejores ángulos.

"¡Fuego!". Gritó.

Las lanzas de hierro volaron. Una falló, pero la otro fue un tiro perfecto,
golpeando

al animal en su hombro. El brezalot tropezó, cayó, y luego la tierra explotó a


una

distancia segura del prado, caballo y sangre lloviendo, las piezas aún
ardiendo. El

olor a carne quemada llenó el aire.

Y luego vino otro brezalot.

Y otro.

El segundo fue derribado, pero el tercero solo fue rozado por la lanza de
hierro, y

cargó contra el escudo protector. Hubo una lucha por escapar, pero ya era

demasiado tarde. Explotó, dejando un enorme agujero rodeado de cadáveres,


y

piezas de bestia. Orrin y sus arqueros fueron arrojados al suelo por la


explosión.

Rafe y la infantería, se apresuraron a ayudarlos, y el Komizar utilizó el caos

resultante para enviar a su brigada de niños soldados hacia adelante, para

desmoralizarnos aún más.

"¡Retirada!". Grité, fuerte y frenética, para que incluso el Komizar escuchara.


"¡Retirada!".

Nuestras líneas retrocedieron cojeando, la guardia sosteniendo sus escudos en

desorden, pero la infantería detrás de nosotros se movió en posición. Lista.

Observé. Jadeante. Esperando. Aprovechando la paciencia, que no sabía que


tenía.

Los guardias del escudo retrocedieron tambaleándose. Los niños soldados se

abalanzaron sobre ellos, cargando por el medio del valle hacia nosotros.

"¡Retirada!". Grité de nuevo.

Las tropas Vendans detrás de los niños se estancarón, esperando que sus
jóvenes

soldados, se sumaran a nuestro caos antes de moverse, con sus armas


pesadas.

Observé, mi corazón latía con fuerza, y luego, cuando el último de los niños
cruzó

una línea designada, grité: "¡Ahora!".

La suciedad se elevó en el aire. Trozos de pradera y hierba volaron, cuando


hileras

de picas afiladas, surgieron debajo del suelo del valle. Dos filas intransitables

atravesaban el ancho del valle, atrapando a los niños de nuestro lado. Los
niños se

volvieron, aturdidos por el ruido, y luego se lanzaron redes, cayendo sobre


ellos,

atrapándolos aún más. La infantería se apresuró a someterlos y luego guiarlos


fuera
del valle, hacia donde estaban Natiya, Pauline y Gwyneth, esperando con más

soldados. Corrí hacia adelante, deteniéndome en la pared de picas. Sabía que


tenía

solo unos segundos antes de que se preparara otro brezalot, para atravesar
nuestro

muro, u otra de sus atroces armas.

****

KADEN

Ocho vendans en los que confiabamos cabalgaban con nosotros, los que se
habían

revelado en la ciudadela. Esta era la parte a la que sabía que Rafe se oponía, o
que

tal vez temía, pero se adelantó a un lado de Lia, y yo al otro, buscando


arqueros u

otros, en el rango para derribar a Lia. Hubo una calamidad al otro lado de las
picas,

una oleada de disturbios, detrás de sus líneas del frente, órdenes de


retroceder.

“¡Hermanos! ¡Hermanas!.”. Llamó Lia, atrayendo su atención hacia ella. Más

palabras regresarón. Había Vendans a su lado, incluidos Griz y yo. Se


desencadenó

un silencio tenso. Hizo una petición de rendición, un acuerdo, una promesa


de paz,

pero ni siquiera había terminado su propuesta, cuando el Komizar, El


Chievdar
Tyrick y el gobernador Yanos, empujaron sus caballos. Los ojos del Komizar
se

posarón brevemente sobre mí, el fuego de mi traición aún ardía en ellos, y


luego su

atención se dirigió a un soldado, que había dado un paso adelante y bajó su


arma,

escuchando a Lia. El komizar balanceó su espada, y el hombre fue reducido a


la

mitad. Los soldados de primera línea alzaron sus armas, apretaron los puños
con

fervor nuevamente, para evitar el mismo destino, y luego una manada de


brezalots

cargó hacia nosotros.

****

RAFE

Fui arrojado de mi caballo. Astillas de madera llovieron sobre mí. Sonó una
bocina

que reverberó por el valle. Me puse de pie, con la espada desenvainada, y el


escudo

levantado. Los batallones se lanzaron. A la distancia en los acantilados, vi


fuerzas

lideradas por Draeger, cargando por un sendero. En el lado opuesto, los


hombres

de Marques hicieron lo mismo, en un esfuerzo por dividir las fuerzas de


Venda en
dos. Tavish luchaba a mis espaldas, el fuerte anillo del acero enroscandose a

nuestro alrededor, ambos balanceándonos, arremetiendo, y cortando la pared


de

Vendans, que venían hacia nosotros. Finalmente volvimos a nuestros caballos


y

matamos a los Vendans que estaban a punto de reclamarlos. Desde lo alto de


mi

caballo, busqué a través de la maraña de metal marrón y gris brillante, para


ver a

Lia. Ella se había ido. Nos abrimos paso para formar bandas con otros
rangos, luego

atravesamos las líneas enemigas y nos dirigimos hacia la quinta división.

****

LIA

Me puse de pie, con un grupo de soldados a mi lado. Un polvo espeso llenó el


aire.

Había perdido de vista a Rafe y a Kaden. Los vendanos pululaban pasados


por las

picas destrozadas. Escuché los jadeos de soldados empalados con madera


astillada.

La oscuridad avanzaba lentamente, pero los acantilados se encendierón con


una

línea de fuego, y las piedras eran catapultadas, para dispersar las fuerzas de
Venda,

mientras los batallones de Dalbreck se apiñaban en el fondo del valle. Jeb


llegó a

mi lado.

"De esta manera", dijo, y con un pelotón de Dalbretch, nos abrimos paso a
través

de las líneas de Venda. Los gritos de batalla llenaron el aire, resonando sin
piedad

entre las paredes del valle. Escuché el silbido, la tos, el ruido sordo de la
muerte,

sonando una, y otra vez.

El Komizar se apresuró a silenciar mi voz antes que llegara incluso a un


pequeño

número de Vendans, ahora con los soldados Vendan más jóvenes a salvo de
su

alcance, sabía a dónde tenía que ir, dónde más me escucharían. Las caras se

volvieron borrosas a medida que avanzábamos, mi escudo levantado, mi


espada

balanceándose, Jeb mirando mi espalda, y yo la suya. Mi escudo recibió un

poderoso golpe, y fui derribada al suelo. Rodé antes que un hacha golpeara el
suelo

donde había estado mi cabeza, luego empujé mi espada hacia un intestino


suave

cuando el soldado volvió a atacarme. Me puse de pie de un salto, girando, mi

escudo, levantándose para desviar otro ataque, y luego, en el remolino de


metal y
sombra, mi ojo captó algo, algo con joyas y azul.

****

Kaden

Las tropas de Venda, se apresuraban bajo el asalto de las piedras que caían
sobre

ellos. El ataque lanzado desde los acantilados era solo una distracción, hasta
que

los batallones pudieran llegar al fondo del valle. Corría sangre por mi pierna,
un

trozo de madera perforaba mi muslo como una bayoneta. No podía sacarlo,


así que

lo rompí, apuñalé mi espada en un Vendan de carga, uno que había conocido.


Y

luego maté a otro. Y otro. Griz se abrió paso hacia mí. Lia había estado a solo
unos

metros de nosotros, y ahora se había ido. Cargamos más profundamente en


las filas

de Vendans. Los minutos parecieron horas, nuestro progreso lento, una


corriente

de soldados de Dalbreck, y Morrighan luchando a nuestros lados, y luego una

explosión sacudió el valle.

****

RAFE

Una nube de fuego se disparó hacia el cielo, iluminando el valle con chispas
y llamas.

Llovió fuego, miles de brasas incandescentes se encendieron sobre hombres y

animales por igual, los caballos retrocedieron con miedo, los soldados
gritaron

mientras se encendían en llamas. Corrí hacia un soldado, lo empujé al suelo y


lo

hice rodar para apagar las llamas, y luego vi a Tavish golpeando las llamas
que le

subían por el brazo y le iluminaban el pelo. Lo abordé, usando mis manos

enguantadas para sofocar las llamas. Gritó en agonía incluso después que se
apagó

el fuego. Me incliné cerca tratando de calmarlo.

"Estarás bien, hermano", le dije. "Prometo que estarás bien".

Él gimió de dolor, y le ordené a otro soldado que lo llevara de vuelta detrás


de

nuestras líneas, luego lo ayudé a subir a un caballo.

El soldado se fue con Tavish, y fue entonces cuando sentí que me ardían las
palmas,

que ya se ampollaban por apagar las llamas. Me quité los guantes. Estaban

saturados, con la sustancia ardiente que había llovido. Me arrodillé,


presionando

mis manos contra la hierba fresca, y luego vi a otro soldado tendido en el


suelo, a

mi lado. Era el hijo del Viceregente: Andrés. El hermano de Kaden estaba


muerto.

Solo tuve tiempo de cerrar sus ojos, vacíos y fijos.

Cabalgué hacia el batallón de Draeger, viendo a los Vendans caer por


decenas y

cientos, pero no importaba cuántos derribaramos, siempre había más para

sustituirlos. Cuando llegué a nuestros batallones, Draeger y Marques habían

fragmentado con éxito la quinta división, pero ya estaban perdiendo terreno.


Vi a

Kaden dirigiéndose hacia mí. Lia no estaba con él, y mi corazón se detuvo.
¿Donde

estaba ella?.

"La perdí", dijo cuando me alcanzó. "¿Ella no está contigo?".

Un Vendan tan grande como Griz vino hacia nosotros, balanceando una maza
en

una mano, y un hacha en la otra. Golpeó nuestros escudos, empujándonos


más y

más hacia atrás, hasta que Kaden y yo, esquivamos al mismo tiempo y
salimos por

detrás, nuestras dos espadas perforando sus costillas. Cayó como un árbol,

sacudiendo el suelo, y luego detrás de él en la distancia, ambos vimos al

Viceregente.

****

LIA
El terror, la sangre, eran una ola que nos golpeaba, una y otra vez desde todos
los

lados. Cada vez que un batallón ganaba terreno, se empujaban más brezalots
hacia

adelante, se lanzaban más flechas, zumbaban más rayos de hierro.

A través de los escudos y la carne, que perforaban el aire, se lanzaban más


discos

ardientes que se aferraban a la piel, y a los pulmones chamuscados. El ruido


era

ensordecedor, rugiendo a través del valle como una tormenta implacable. El


fuego

y el humo se elevaron, las cenizas picantes cayeron. Perdí mi orientación, el


farol

ya no estaba a la vista. Solo momento a momento la supervivencia importaba.

Balanceándose, apuñalando, negándose a dejarlo ganar. Esto no se había


acabado.

Jeb era vicioso en sus ataques, tan determinado como yo a romper la próxima
ola

de líneas, pero no avanzabamos, nuestras fuerzas disminuían con cada nuevo

aluvión de armas. Vi destellos de un batallón fuertemente armado delante,


jinetes

luchando por encima de las cabezas de la infantería. No había tiempo para


buscar

a Rafe o Kaden entre ellos, pero sabía que a eso se dirigían. El familiar grito
de dolor
de un brezalot gritó en el aire. Sabía lo que eso significaba. Otro había sido
cargado

con explosivos y empujado hacia adelante. Escuché el temible ruido sordo de


sus

cascos, el silbido de sus respiraciones furiosas, cada vez más fuertes a medida
que

tronaba hacia nosotros. Los sonidos hicieron eco, se multiplicaron, nos


rodearon.

Me di vuelta, insegura de dónde aparecería, y luego una mano áspera me


empujó,

arrojándome hacia atrás. Era Rafe. Caímos al suelo, incluso cuando el mundo

explotó.

****

Kaden

"No puedes hacerlo".

Su respiración era trabajosa, sus palabras cortas, aún tratando de


convencerme. Vi

el terror en sus ojos. Yo era más fuerte. Yo era más rápido. Estaba conducido
por

once años de ira. Metal con metal. Nuestros ataques vibraron entre nosotros.

“No puedes hacerlo. Soy tu padre”.

Empujó, su espada rozó mi brazo. La sangre goteó a través de mi camisa, y


sus ojos

se iluminaron de hambre. Bajó la mirada hacia mi pierna, aún empalada con


la

punta de madera. Vi el cálculo en sus ojos. ¿Cuánta fuerza me quedaba?.

No estaba seguro de mí mismo. El dolor se hacía cada vez más difícil de


ignorar. La

corriente de sangre estaba pegajosa en mi bota. Lo conduje de regreso, el


ruido

metálico del acero parloteando en el aire.

"Soy tu padre", dijo de nuevo.

"Cuando”. le pregunté. "¿Cuándo fuiste mi padre?".

Sus pupilas estaban puntiagudas, sus fosas nasales dilatadas. No había olor a
jazmín

en él ahora. Solo el aroma del miedo.

Mi espada presionó contra la suya, sosteniendo, empujando, una vida de


mentiras

pulsando entre nosotros. Se apartó y retrocedió varios pasos.

"He tratado de hacer las paces contigo", siseó. "No puedes hacerlo, hijo.
Vamos a

empezar de nuevo. Todavía hay tiempo para nosotros ".

Relajé mi agarre en la espada. Bajé la guardia. Me miró fijamente.

"¿Tiempo?. ¿Ahora?".

Sus ojos brillaron y avanzó, como sabía que lo haría, su ataque feroz,
golpeando la

espada en mi mano. Él sonrió, listo para hundir su espada en mí, pero cuando
dio

un paso adelante, yo di un paso más rápido y, de pie en el pecho, empujé mi


cuchillo

hacia arriba en su estómago. Sus ojos se abrieron.

"Tu tiempo se acabó," susurré. "Padre."

Y lo dejé caer a mis pies.

***

RAFE

Me recosté sobre ella, protegiéndola, mientras el metal, la madera, y el fuego,

fluían a nuestro alrededor.

"Rafe", susurró.

Una fracción de segundo de alivio corrió entre nosotros antes que la batalla
volviera

a cerrarse.

Nos pusimos de pie, agarrando nuestros escudos y armas del suelo. Una nube
de

humo llenó el aire, y los Vendans aturdidos se tambalearon hacia nosotros, la

explosión los desorientaba tanto como al enemigo.

“Tengo que llegar al risco, Rafe. Tengo que hablar con ellos antes de que
todos

estemos muertos ".

Corrimos a la sombra de los acantilados. Vi el risco adelante, luego el


gobernador

Yanos se acercó. El Capitán de la Guardia, el Canciller, y un escuadrón de


cinco

soldados se pararon detrás de él. Yanos dio un paso adelante.

"Entrégala".

"¿Para que puedes poner su cabeza en una espiga?."

"Eso depende del Komizar".

Mi puño se apretó en mi escudo. Sentí las ampollas en mis palmas reventar,


líquido

rezumando entre mis dedos. “El farol está justo detrás de nosotros, Lia”.
“¡Vete!”.

Recé desesperadamente, para que por una vez no discutiera conmigo. La


escuché

correr.

El Canciller sonrió. "El risco es un callejón sin salida. No hay ningún lugar
para que

ella vaya. Acabas de arrinconar a nuestro conejo por nosotros”.

"Solo si puedes pasarme". Alcé mi espada.

"Pasarnos", dijo Draeger, y se puso a mi lado. Jeb estaba con él.

****

LIA

Corrí hacia el acantilado, mis pulmones ardían con el humo. Escuché la


desesperación en la orden de Rafe.

¡Vamos! Demasiados estan muriendo. Todos estabamos perdiendo, excepto


el

Komizar. El valle todavía rugía con la batalla. ¿Cómo me escucharían?.

El sudor me caía por la frente, me picaban los ojos, y luché por ver el camino
que

tenía por delante, luego el azul volvió a brillar, una bola, un ojo sin ver. Me

atraganté con el aire acre, tratando de ver a través del humo, y luego Calantha
salió

de la neblina turbia, y me bloqueó el camino.

Estaba vestida como nunca la había visto antes. Ella ya no era la amante del

Santuario. Era una guerrera feroz, con sables y cuchillos enfundados a los
costados.

Uno de los cuchillos era mío. Las brillantes joyas reflejaban los fuegos
ardientes.

Sus nudillos eran nudos apretados, agarrando sables que estaba lista para
usar.

Lentamente desenvainé mi espada.

"Hazte a un lado, Calantha", le dije, esperando que saltara. "No quiero


lastimarte".

"No estoy aquí para detenerte, princesa. Estoy aquí para decirte que te apures.

Hábleles antes de que nadie sepa la verdad de este día. No tienen hambre de
esto.

Tienen hambre de otro tipo de esperanza".


Un señor del barrio, cargó a través de un velo de humo, con un hacha en la
mano,

a punto de enterrarla en mí, pero Calantha se abalanzó, cortándole el vientre,


y su

cuerpo cayó, golpeando la base del acantilado. Ella me miró, repitiendo la


súplica

de Rafe.

¡Ve!" Y luego se volvió para derribar a otro de las suyos.

****

RAFE

Había peleado al lado de Jeb antes, pero no al lado de Draeger.

Sabía instintivamente, cuáles eran los luchadores más fuertes. Luchamos


espalda

con espalda. Mantuve a la vista al Canciller, mientras aplastaba la cara de un

soldado con mi escudo, y cortaba la pantorrilla de otro hasta el hueso. El


Capitán

de la Guardia se escondío detrás de todos ellos. Los golpes de Draeger


hicieron

retroceder a Yanos, y el gobernador cayó. Draeger lo atravesó, luego giró


para

bloquear los golpes de otro soldado. El Canciller se abalanzó. La sacudida de


su

espada golpeando mi escudo quebró el aire, pero desvié su fuerza y golpeo el

cráneo de un soldado a su lado. Cayó cuando Jeb empujó su espada contra


otro

soldado a su lado.

Ahora era uno a uno, a excepción del Capitán de la Guardia, que todavía se
encogía

detrás de los demás. Me quemaban las manos en la espada, resbalé con las

ampollas húmedas, pero la agarré con más fuerza, encontrandome con el


Canciller,

golpe por golpe. Nuestras espadas se cruzaron, presionando, nuestros pechos

agitándose.

"Fuiste tú", le dije.

Se apartó y giró. Nuestras espadas hablaron.

"Solo maté al viejo", dijo, sin saber siquiera el nombre de Sven. Su cara
brillaba de

sudor. "El Capitán de la Guardia, y el Viceregente obtuvieron el resto".

"Sven no está muerto", le dije.

Sonó el acero, y chispas volaron entre nosotros.

"¿Crees que me importa?", Dijo entre fuertes respiraciones.

Mi espada embistió su escudo, el metal se arrugó bajo los golpes.

"No más de lo que te importa empalar a una princesa, o traicionar tu reino".

Seguí adelante, sin darle oportunidad de atacar, su brazo se debilitó bajo el


ataque,

y finalmente su escudo cayó. Empujé mi espada hacia adelante. La hoja se


deslizó

a través de sus costillas, mi mano se encontró con su intestino, mi cara a

centímetros de la suya.

"No espero que te importe, Lord Canciller. Solo espero que te mueras”.

****

LIA

Corrí, tosiendo y tropezando, a través de surcos oscuros. La noche se había


cerrado,

pero el valle brillaba con focos de luz, los fuegos quemaban crestas, praderas,
y

cuerpos. El humo colgaba de las nubes, amargo y agudo, tejido con el olor a
carne

quemada. El sonido metálico aún reverberaba en las paredes del valle. Los
gritos

de los caídos apuñalaban el aire, y los animales atrapados en la devastación

mantenida con miseria.

Me limpié los ojos punzantes, buscando, las brasas cayendo, quemándome la


piel,

mientras intentaba encontrar el camino hacia el acantilado, la desesperación


me

cubría.

─No te demores, Miz, o todos morirán.

Me atraganté, y tropecé hacia adelante.


Un dedo de aire limpio se abrió, y vi el rastro. Corrí, cayendo y arañando mi
camino

hacia la cima. Llegué al borde del acantilado, y mi alma se partió en dos. En


ambas

direcciones, el valle ardía, las armas retumbaban, el destello del metal


brillaba, los

cuerpos se retorcían en masa, como un nido de serpientes moribundas.

“¡Hermanos! ¡Hermanas!.” Llamé, pero mis palabras se perdieron en el


rugido de

un valle que se extendía demasiado, y tronaba demasiado fuerte. No podían

escucharme.

─Confia. Era imposible.

Estaba desesperada y grité de nuevo, pero la batalla continuó.

─Confía en la fuerza dentro de ti.

Levanté mis manos, y alcé mi voz al cielo, alcanzando no solo la fuerza


dentro de

mí, sino la fuerza de las generaciones. Sentí que algo me regresaba, y luego
lo que

escuché, no fue solo mi voz, sino mil voces. Se abrieron paso a través de mí a
mi

alrededor, el mundo respirándonos, recordando, el tiempo dando vueltas.

Morrighan estaba a mi lado, Venda y Gaudrel, al otro. Pauline, Gwyneth, y


Berdi,

se pararon detrás de mí, y cien más. Nuestras voces se trenzaron juntas, un


acero

que llegaba hasta los extremos del valle, girando, compartiendo. Las cabezas
se

volvieron, escuchando, sabiendo, algunas franjas cortando más profundo que


otras.

El humo se enroscó, disminuyó.

Y luego la batalla se calmó.

“¡Hermanos!, Hermanas!. ¡Bajen sus brazos!. Soy su reina!. ¡Hija de su


sangre, y

hermana de su corazón!. Estaré a su lado. Volveré a Venda”.

Les dije que había otro tipo de esperanza, la que Venda les había prometido.
Les

supliqué que escucharan sus corazones, que confiaran en un saber tan antiguo

como el universo.

“La fuerza está dentro de nosotros. Repartiremos el Cam Lanteux.


Construiremos

nuevas vidas. Con mi último aliento agonizante, se los prometo, haremos que

suceda juntos, pero este no es el camino. ¡Podemos prevalecer contra el


Dragón

que roba nuestros sueños!. Bajen los brazos y crearemos una esperanza que

perdure ”.

Un universo inmovilizado. El cielo miraba sosteniendo el aliento de los


siglos.
La pausa de la batalla se alargó.

Y luego se arrojó una espada.

Y otra.

Y mientras los chievdars, los gobernadores, y los señores de barrio, seguían


furiosos,

no abiertos a la audiencia, los clanes arrojaron sus armas en oleadas.

"No podría haber pedido un lugar mejor para encontrarte, mi mascota. Donde

todos puedan mirar".

Me di la vuelta. Era el Komizar.

"Ahora todos sabrán con certeza quién es realmente el Komizar de Venda",


dijo.

Desenvainé mi espada y retrocedí.

"Me están escuchando, Komizar. Esto es lo que ellos quieren. Es muy tarde
para ti”.

Levantó su pesada espada con ambas manos. Conocía esa postura. Sabía lo
que

vendría después.

"Quieren lo que yo quiera", dijo. “Y te quiero muerta. Es tan simple como


eso,

princesa. De eso se trata el poder real ”.

Miró la espada en mi mano y sonrió, su alcance era mucho más corto que el
suyo.

Se acercó, su rostro brillaba con lujuria por el poder en la punta de sus dedos.
Di un

paso atrás, y sentí el borde del acantilado desmoronándose bajo mis pies,
escuché

las piedras sueltas caer al suelo del valle. Mi corazón se apretó en un puño, y
vi el

hambre en sus ojos. Más. La batalla y mi miedo lo alimentaban. Luego vi


algo más,

un destello de color. Un ojo azul con joyas.

"Reginaus!".

La expresión del Komizar se volvió fría, al escuchar su nombre de


nacimiento en voz

alta, y luego la ira lo envolvió. Se giró y miró a Calantha.

La pena brilló en su pálido ojo solitario, y tal vez la lealtad, el amor, y mil
otras cosas

que no pude nombrar.

─Tenemos una larga historia, me había dicho una vez.

Tal vez fue eso lo que vi en su mirada, los recuerdos de todo lo que él había
sido

para ella, y todo lo que era ahora.

"Me diste esperanza una vez", dijo. “Pero no puedo dejarte hacer esto. Es
hora de

otro tipo de esperanza ".

Una bocanada de aire desdeñoso, apenas había pasado por sus labios cuando
ella
cargó hacia él. Levantó su espada en un movimiento brusco, y la atravesó
mucho

antes que ella lo alcanzara, pero su impulso tuvo un poder inesperado, la


espada la

atravesó, y su cuerpo se estrelló contra el suyo. Se tambaleó hacia atrás, un


paso,

luego otro, el pánico cruzó por su rostro mientras luchaba por ponerse de pie,
pero

ya era demasiado tarde. Salté a un lado cuando sus cuerpos pasaron volando a
mi

lado, y rodaron sobre el borde, su grito haciendo eco cuando cayeron al suelo
del

valle, pero cuando me embistío, sentí que me deslizaba también, el suelo


cediendo

debajo de mí. Aferré frenéticamente cualquier cosa, hierba, ramas, pero todo

estaba fuera de mi alcance, la tierra se deslizaba a mi alrededor, y me caía


con ellos,

luego sentí una mano apretarse contra la mía.

CAPÍTULO OCHENTA Y OCHO

PAULINE

La batalla había terminado, pero todavía se prolongaba en sueños. Se necesitó


un

regimiento de soldados, junto con Gwyneth, Berdi, Eben, Natiya y yo, para
contener

a los niños soldados, que fueron conducidos fuera del valle, y consolarlos en
los

días siguientes. Incluso desde el campamento escuchamos las explosiones, el


terror,

los gritos reverberando por el valle. Justo antes de que terminara, caí de
rodillas

con desesperación, tendiendo la mano a Lia, rezando por su seguridad y


fuerza,

rezando para que su voz fuera escuchada por los Vendans.

Natiya, que tambien era una niña, les habló a los niños con palabras que les
eran

familiares, y parecía que a veces eso era todo lo que los calmaba, y nos ayudó
a

pasar la noche. Al día siguiente, los niños todavía temblaban de miedo,


golpeados,

retrocediendo ante nuestro toque. Fue difícil ganarse su confianza.

Comprendía muy bien que la confianza no se podía forzar, ni ganar de la


noche a la

mañana, pero también sabía que podía venir con paciencia, lentamente, día a
día,

y estaba lista para darles ese tiempo, sin importar cuanto tomara. Cuando
entré en

el valle, vi a los muertos, y luego ayudé a cuidar a los cientos de heridos,


pensé en

la devastación descrita en el Texto Sagrado, y en el puñado de Remanentes


que
habían sobrevivido. Casi habíamos sido ellos. Besé dos dedos, uno para los
perdidos

y otro para los que estaban por venir, y recé para que se acabara la aventura.

No podríamos perdonar más vidas a los cielos.

"Terminé con este", dijo el cirujano. Se limpió la sangre de las manos y seguí
a los

centinelas, mientras llevaban a Kaden al otro extremo de la tienda.

****

Kaden

Me agaché, sintiendo mi pierna.

"No te preocupes. Todavía está allí ".

Pauline me limpió la frente con un paño húmedo.

Mi cabeza todavía nadaba con el elixir que me había dado el cirujano. La


tienda

estaba llena de heridos. Había una docena de tiendas más como esta. Tuve
que

vivir con la madera en mi pierna durante tres días. Había demasiados heridos,
para

que los pocos cirujanos aquí, pudieran atenderlos a la vez. Casi había
aceptado a

Orrin con su oferta de cortarlo por mí. Tavish yacía en una cama enfrente de
la mía,

su brazo y cuello envueltos en vendas. La mitad de sus largos cabellos había


desaparecido.

Levantó su brazo bueno como bienvenida, pero incluso ese pequeño esfuerzo
lo

dejó haciendo una mueca con dolor.

Rafe se sentó en una caja en la esquina opuesta, mientras que Berdi ponía un

bálsamo curativo en sus manos. Alguien más le curo una herida en el


hombro, y

luego le puso el brazo en una honda. Podía escuchar a Gwyneth a través de


las

paredes de la tienda, dándole órdenes a Griz, de obtener más cubos de agua, y


a

Orrin rasgando telas para vendas. Las consecuencias fueron tan fuertes como
la

batalla, pero con un tipo diferente de ruido.

“¿El Capitán de la Guardia?”, Pregunté.

Pauline sacudió la cabeza.

"No hay señal", respondió ella.

El cobarde se había escabullido, él y media docena del Consejo no se


encontraban.

Podría ser que estuvieran entre la masa de cadáveres. Ya no todos eran

reconocibles.

"Si están vivos, se han metido en profundos agujeros oscuros", agregó


Pauline.
"Nunca los volveremos a ver".

Asentí y esperé que ella tuviera razón.

***

RAFE

"¿Cómo están tus manos?".

"Berdi acaba de cambiar los apósitos", le respondí. "Debería poder montar en


unos

días".

"Bien."

"¿Y cómo está tu hombro?", Le pregunté.

“Doloroso, pero vale la pena. Puedo sacarlo de la articulación cuando lo


desee.”

Apenas había llegado a Lia, antes que ella cayera del acantilado con el
Komizar, y

Calantha. Mis manos todavía estaban húmedas, con carne quemada cruda,
pero la

cogí por la muñeca, y la levanté hacia arriba. Incluso con nuestras heridas,
ella y yo

estábamos entre los afortunados. Le había contado a Kaden sobre Andrés,


pero su

cuerpo nunca había sido encontrado, quizás pisoteado más allá del
reconocimiento

por un brezalot.
La cifra de Dalbreck fue alta. Según el conteo del general Draeger, habíamos

perdido cuatro mil soldados.

Sin la súplica de Lia, y su promesa a los Vendans no habría tenido fin. No


había duda

en la mente de Draeger ahora que el Komizar habría borrado a Morrighan, y


luego

a nosotros de la faz de la tierra.

Las fuerzas de Dalbretch, Venda, y Morrighan, trabajaban juntas durante las

secuelas, y Lia habló con los Vendans diariamente, ayudándolos a prepararse


para

su viaje de regreso a casa.

"Deberíamos estar listos para irnos en unos días también", dijo. “El último de
los

cuerpos ha sido quemado. Había demasiados para enterrarlos a todos.

"Jeb?".

Ella asintió y se alejó.

****

LIA

Habían pasado casi dos semanas. Los últimos muertos fueron enterrados, o

quemados, incluido el Komizar. Era extraño mirar su cuerpo sin vida, los
dedos que

me habían agarrado la garganta, la boca que siempre había sido una amenaza,
el
hombre que había mirado a una ciudad del ejército e imaginado a los dioses
bajo

su pulgar. Todo sobre él ahora era tan ordinario.

"Podemos dejar al perro para los animales", me dijo un centinela. Me imaginé


que

mi expresión debía sugerir tal pensamiento. Miré a Calantha acostada a su


lado.

"No”. dije. “El Komizar se ha ido. Él es solo un niño llamado Reginaus


ahora. Quema

su cuerpo junto al de ella”.

Jeb recibió su propia pira funeraria. Lo encontré vivo la mañana después de


la

batalla, mientras buscábamos entre las pilas de cuerpos. Había metido su


cabeza

en mi regazo, y sus ojos se habían abierto.

"Su Alteza", dijo, con la cara sucia y ensangrentada, pero sus ojos aún
brillaban con

vida.

"Estoy aquí, Jeb", le dije, limpiando la sangre de su frente. "Estarás bien".

Él asintió, pero los dos sabíamos que era una mentira. Su expresión me
pellizcó de

dolor, cuando forzó una sonrisa en su rostro.

"Mira esto". Su mirada se volvió hacia su pecho sangrante. "He arruinado


otra
camisa".

"Es solo una pequeña rotura, Jeb. Yo puedo arreglarte eso. O te conseguiré
una

nueva ".

"Cruvas de lino", dijo, con el aliento entrecortado.

"Sí, lo sé. Recuerdo. Siempre recordaré."

Sus ojos brillaron, persistiendo con una última mirada de complicidad, y


luego se

fue.

Alisé su cabello. Susurré su nombre. Le limpié la cara. Lo mecí.

Sostuve a Jeb, como si fuera todo el mundo que vi morir el año pasado, todos

aquellos a quienes no tuve tiempo de retener. No quería soltar nada más. Y


luego

enterré mi rostro en su cuello y lloré. Mis dedos se entrelazaron con los


suyos, y

recordé la primera vez que lo conocí, un badajo arrodillado en mi habitación,

diciendo que estaba allí para llevarme a casa. Un centinela me rozó el brazo,

tratando de convencerme que lo dejara ir, pero lo aparté. Por una vez, no me

apresuraría a decir adiós.

Fue la última vez que lloré, sin importar cuántos cuerpos más amontonamos
para

quemar o enterrar. La inmensidad de la muerte era paralizante. Pero sabía que


en
algún momento volvería a llorar. El dolor se apoderó de mí inesperadamente
y me

arrodilló. No había reglas para la pena, pero había reglas para la vida, y en
esos

primeros días, los requisitos de la vida, exigían que continuara.

Hubo otros, Perry, Marques, el Mariscal de campo, que tampoco lo habían


logrado,

otros oficiales gravemente heridos, y algunos que habían luchado igual de

valientemente, y resultaron ilesos.

Los gobernadores, Umbrose y Carzwil, fueron los miembros solitarios del


Consejo,

que habían bajado las armas junto con los clanes. Tenían otro tipo de
esperanza

también.

El general Draeger fue uno de los ilesos, y me ayudó después de la batalla, a


veces

haciendo las tareas más difíciles y desgarradoras. Ambos sostuvimos a un


joven

Vendan, cuando su brazo destrozado fue liberado de los engranajes de una de


las

armas mal concebidas del Komizar.

"Te debo una disculpa", dijo un día, mientras caminábamos de regreso al

campamento. "No eres lo que esperaba".

"No es necesario disculpa alguna", le dije. "Tampoco eres lo que esperaba.


Pensé

que serías un asqueroso e insufrible pomposo".

Contuvo el aliento sorprendido. "¿Y ahora?".

“En cambio, encuentro un hombre apasionado, y profundamente leal a su


reino. Lo

admiro mucho, general, pero puede ser una línea estrecha que navegar. A
veces

puede llevarnos a cruzar fronteras. Sé lo que se siente cuando te quitan las

opciones. Rezo para que ninguna hija de tu reino tenga que luchar para que su
voz

se escuche, como he tenido que hacerlo yo".

Se aclaró la garganta. Aparentemente me faltaba sutileza.

"¿Por eso huiste del matrimonio?", Preguntó.

“Todos merecemos ser amados, general, y no porque un pedazo de papel lo


ordene.

La elección es poderosa, y puede conducir a grandes cosas, si no se mantiene


en

los puños apretados de unos pocos ".

***

Los suministros de alimentos que el Komizar tenía almacenados, habían

sobrevivido en su mayoría. Serían suficientes para llevarnos de vuelta a


Venda. Me

reuní con los clanes, lloré sobre sus hombros, y ellos sobre los míos.
Día a día, sentí que nuestra resolución crecía, sanando juntos como un hueso
roto,

nuestra cicatriz compartida nos hacía más fuertes. Rechacé el título de


Komizar,

pero acepté el de Reina.

Y a pesar que mi fuerza, y mi esperanza crecían a diario, cuando nos


encontramos

al final del valle para despedirnos de las tropas de Morrighan, y Dalbretch,


sentí

que una pequeña parte de esa esperanza se marchitaba.

Abracé a Tavish, y a Orrin, luego Kaden y yo dimos la mano a los generales


Howland,

y Draeger. El general Draeger dudó, como si quisiera decirme algo más, Pero
solo

apretó mi mano, y me deseó que volviera a estar bien.

Rafe dio un paso adelante y estrechó la mano de Kaden. No dijeron nada, en


cambio

se estudiaron, y luego intercambiaron asentimientos como si algunas


palabras,

hubiesen pasado entre ellos.

Miré a Rafe, y llené mi mente con cientos de recuerdos de lo que era, para no
tener

que pensar en lo que vendría. Pensé en la primera vez que me miró, con el
ceño

fruncido en la taberna de Berdi, cuando el sol golpeó sus pómulos cuando


llegó al

Cañón del Diablo, sus palabras vacilantes cuando le pregunté de dónde era, el

pequeño corte de sudor en su camisa, mientras él barría las redes de los


aleros, el

curioso toque de su dedo trazando la kavah en mi hombro, la ira en nuestras


voces

mientras discutíamos justo antes de nuestro primer beso, las lágrimas en sus
ojos

cuando me levantó de un rio helado.

Pero principalmente recordaba nuestras pocas horas robadas, cuando los


reinos no

existían para nosotros.

"Lia".

Mis recuerdos se desvanecieron, y el sol se puso repentinamente caliente y


cegador.

Rafe se acercó a mí.

Kaden y los oficiales observaban. No había privacidad en este momento, y tal


vez

era lo mejor.

"Necesitas volver ahora a tus deberes en Dalbreck ", le dije.

Era una declaración, pero sé que escuchó mi pregunta entrelazada.

El asintió. "Y también tienes tus deberes en Venda".

La misma pregunta estaba oculta en sus palabras.


Asenti. "He hecho promesas, igual que tú".

"Si. Promesas. Lo sé”. Se movió sobre sus pies mirando hacia abajo un
momento.

"Pronto redactaremos los nuevos tratados. Te los enviaremos a ti, y a los


otros

reinos ".

"Gracias. Sin el liderazgo de Dalbreck, no podríamos hacer que esto


sucediera. Te

deseo lo mejor, rey Jaxon”.

No me llamó Reina Jezelia, como si aún no pudiera aceptar el título, o la


elección

que hice. Nunca había amado a Venda como yo.

Me miró durante mucho tiempo, sin decir nada, y finalmente respondió:


"También

te deseo lo mejor, Lia".

Nos separamos, él siguió su camino, y yo el mío, ambos comprometidos a


ayudar a

los reinos que amabamos a construir un futuro. Había muchas maneras en que
una

vida podía ser sacrificada, y no siempre era a través de la muerte. Miré hacia
atrás

por encima de mi hombro, y lo vi alejarse, luego pensé en el comentario de


hace

mucho tiempo de Gwyneth.


─Amor ... Es un buen truco si puedes encontrarlo. Lo habiamos encontrado.

Pero ahora sabía que encontrar el amor, y aferrarme a él no era lo mismo.

***

Regresé a las multitudes de vendans que esperaban mi señal, sus rostros


llenos de

esperanza, listos para comenzar el futuro que les había prometido, y lleve
nuestra

caravana a casa.

Con el amanecer, llega una mejor visión de nuestro refugio.

Es seguro encender un fuego ahora.

Los carroñeros no nos verán.

Tenemos frío y hambre, y Pata ha matado un conejo.

Recogemos el poco combustible que vemos: Una silla rota, y algunos


libros.
Las páginas son preciosas, yescas secas que ayudarán a arder la
madera.
Los otros caminan maravillados, mirando las paredes que nos
encierran.
Veo las páginas de los libros rizarse, escucho el chisporroteo del

conejo, y el estruendo de nuestros estómagos.

La niña me trae una esfera colorida, la mayoría en azul.

¿Que es esto?. Me pregunta, y la gira, fascinada con su belleza.

No estoy segura de cómo llamarla, pero las palabras escritas en ella


son familiares.
Busco en mis recuerdos, mi propia abuela me decía cómo solía ser el
mundo.
Es un mapa de nuestro mundo.

¿Nuestro mundo es redondo?.


Era.
Ahora es plano, pequeño y marrón. Pero la niña ya lo sabe.

Desde las estrellas, Morrighan. Si vuelas entre las estrellas, verás el


mundo muy diferente.
¿Qué veré yo?.

Tiene hambre, no solo de comida, sino de comprensión, y tengo poco


que darle.
Ven, niña, siéntate en mi regazo mientras el conejo se cocina, y te diré

qué puedes ver desde las estrellas.

Érase una vez, hace mucho tiempo,

no solo estaban el Remanente y los carroñeros.

Había naciones de todo tipo, cientos de reinos que rodeaban este


mundo.
¿Cientos?.

Ella sonríe, creyendo que es otro de mis cuentos. Tal vez lo sea.

Las líneas de verdad y sustento se borraron hace mucho tiempo.

¿Qué les pasó, Ama?. ¿Donde están ahora?.

Somos nosotros, niña. Somos lo que queda.

¿Pero había una princesa?.

Sí, niña, una princesa. Igual que tú. Una princesa fuerte y valiente, que

visitó las estrellas, y desde allí vio un mundo diferente, e imaginó otros

nuevos, que aún no existían.

—Los últimos testamentos de Gaudrel

CAPÍTULO OCHENTA Y NUEVE

RAFE

"Su Majestad, ¿dónde está su cabeza?." Sven susurró, entre dientes apretados.

Sabía dónde estaba. El mismo lugar al que había derivado innumerables


veces en

los últimos meses, pero ella tenía sus deberes y yo tenía los míos.

"Sí, adelante, Lord Gandry", le dije, sentándome un poco más derecho, en mi


silla.

Regresé mi atención a los Barones de la Asamblea, adonde pertenecía.


Sven se había tomado muy en serio mis últimas palabras en Morrighan.
Palabras

que pensé que no podía escuchar, y probablemente no las últimas palabras


que

Gwyneth tenía en mente. ¡Despierta, ¡viejo idiota!. Aún no has sido


despedido de

tus deberes.

─Despierta, o te voy a arrojar a un abrevadero. ¿Me escuchas, Sven?.


Todavía te

necesito.

Ahora, cada vez que discutíamos sobre algún asunto, él me recordaba mi


confesión:

Que lo necesitaba. Eso era cierto. Lo hacía. Y no solo como asesor.

Los Morrigheses lo habían depositado amablemente de vuelta en nuestra


puerta,

tan pronto como pudo viajar. Mantuve sus días cortos. Todavía se cansaba

fácilmente, pero era un milagro que estuviera vivo.

Después de la batalla en Sentinel Valley, el largo viaje de regreso a Dalbreck,


nos

había dado al General Draeger y a mí, muchas oportunidades para hablar. Me


dijo

que tenía dudas sobre el compromiso. Su hija era joven, brillante, y creativa,
y el

peso de tal contrato podía obstaculizar su crecimiento, y disminuir su espíritu.


Tenía solo catorce años, después de todo. Con la derrota del Komizar, y mi
regreso

a Dalbreck asegurado, el compromiso sería una distracción para el trabajo


que

teníamos por delante, el bien del reino era todo lo que importaba y, ¿Me
resultaría

mutuamente aceptable disolver el contrato?.

Lo reflexioné durante unos cinco segundos y acepté.

Cuando se levantó la sesión por fin, regresé a mi oficina. El comercio era


rápido una

vez más, y las arcas estaban saludables, en parte debido a un acuerdo con

Morrighan, sin duda fuertemente sugerido por la reina de Venda. El puerto de

Piadro fue otorgado a Dalbreck, a cambio del diez por ciento de nuestras
ganancias.

Era un acuerdo beneficioso para ambos.

"Otro mensaje ha llegado de la Fortaleza de Venda".

La mano derecha de Lia. Kaden. Sin duda estaba pidiendo otra escolta, más

suministros, más de algo. Pero sabía que lo necesitaban, y no preguntarían si


no

fuera necesario. Ayudar a su reasentamiento beneficiaba a todos los reinos.

"Dale lo que quiera".

"Lo que ella quiera, querras decir".

Si ella. Sabía que las solicitudes realmente venían de Lia. Pero ella también
pedía

ayuda a los otros reinos, y sabíamos que los Reinos Menores seguían los
pasos de

Morrighan y Dalbreck. Hablabamos solo en mensajes, a través de nuestros

emisarios. Lo hizo más fácil para los dos. Pero escuchaba los informes.

Venda estaba prosperando bajo su reinado. No me sorprendía.

Uno de sus asentamientos agrícolas se estaba estableciendo más allá de


nuestras

fronteras. Puso nerviosos a algunos ciudadanos, pero trabajé para


tranquilizarlos.

Venda no era la Venda que solía ser.

“La fortaleza ha incluido algo en este mensaje. Tal vez quieras echarle un
vistazo.

"Lo que sea que sea.."

"Echa un vistazo."

Puso un pequeño paquete en mi escritorio, envuelto en tela, y atado con una

cuerda, luego empujó el mensaje en mi mano.

Vagones

Grano.

Escoltas

La lista seguía y seguía. Las solicitudes habituales.

Pero al final, una nota de la Fortaleza:


“Encontré esto metido detrás de un pesebre en el desván de Berdi. Creo que
te

pertenece”.

"¿Debo abrirlo?", Preguntó Sven.

Observé el paquete por un largo rato.

─Soy tuya, y tú eres mío, y ningún reino se interpondrá entre nosotros.

entre nosotros.

Hace mucho tiempo.

Sabía lo que había dentro.

Algo blanco.

Algo hermoso.

Algo que había sido arrojado hace mucho tiempo.

"¿Jaxon?".

"No”. dije. "Puedes tirarlo a la basura".

El final del viaje. La promesa. La esperanza.

Reúnanse cerca, mis hermanos y hermanas.

Hoy es el día en que nacerán mil sueños.

Hemos tocado las estrellas, y el polvo de la posibilidad es nuestro.

Hace mucho tiempo, tres mujeres eran familia.

Como nosotros ahora, y cambiaron el mundo.

Con la misma fuerza que tenemos dentro de nosotros.


Somos parte de su historia,

Y de una más grande que aún queda por delante.


Pero el trabajo nunca termina.
Círculos de tiempo. Se repiten.

Y no solo debemos estar listos,

Para el enemigo externo,

También para el enemigo interno.

Aunque el Dragón descansa por ahora,

El despertará de nuevo.

Y vagará por la tierra.


Su vientre maduro de hambre.
Para no repetir nuestra historia,
Dejen que las historias pasen.
De padre a hijo, de madre a hija,

Porque con solo una generación,

La historia y la verdad se pierden para siempre.

Y así será,

Hermanas de mi corazón,

Hermanos de mi alma.

Familia de mi carne.
Por siempre.
—La canción de Jezelia

CAPITULO NOVENTA

Arreglé los papeles en mi escritorio, y miré por las ventanas de la galería.

Una lluvia de primavera había dejado charcos en la terraza. Reflejaban las


torres de

una ciudad que ya no se veía tan oscura.

Era mi primera vez sola en meses y no sabía qué hacer con la libertad.

Me despedí de mi madre y mi padre esta mañana. Regresaron a Morrighan.

Regan había gobernado durante la ausencia de mi padre. Bryn también estaba


allí.

Madre dijo que había luchado con la pérdida de su pierna, pero que se estaba

volviendo más fuerte, y montaba a caballo nuevamente. Eso le había abierto


un

mundo nuevo, y ahora esperaba venir a ver el mío, tal vez la primavera
siguiente.

Mi padre era un hombre diferente, no solo por los acontecimientos de estos

últimos meses, sino también por su viaje aquí, al ver un mundo que no había
tenido

tiempo de ver antes. No quería convertirme en esa persona, tan atrapada en


los

detalles de mi deber, que no vivía en el mundo que gobernaba. Caminaba por


las

calles de Venda todos los días. Compartía tazas de thannis en las esquinas.

Compraba en el jehendra, escuché historias en los lavabos, y conversé con los

nuevos señores elegidos por los clanes. Asistía a sus bodas. Bailaba en sus

celebraciones. Caí en los ritmos de un mundo y personas que volvían a la


vida.

En los últimos meses, había viajado a todas las provincias de Venda,


reuniéndome

con la gente, y nombrando nuevos gobernadores. Al menos la mitad eran


mujeres,

y ancianos de los clanes. A partir de este momento, perderían sus posiciones


por la

voluntad de la gente, no por una espada en la espalda, y así es como yo


también

mantendría mi posición.

El trabajo y las decisiones nunca terminaban. Con Dalbreck y Morrighan


liderando

con el ejemplo, los Reinos Menores acordaron nuevos tratados, y


contribuyeron a

los asentamientos en el Cam Lanteux. No llegó sin cierta resistencia, pero

Morrighan y Dalbreck, proporcionaron escoltas a los contingentes de los


colonos

de Venda. Las primeras cosechas habían sido plantadas, y la esperanza estaba

floreciendo. El fruto del trabajo me mantuvo en marcha. No podría haber


hecho

nada sin Kaden. Trabajó incansablemente. Toda la compasión y ternura que


había

recibido de su madre, finalmente pudo brillar pero las cicatrices dentro de él

todavía estaban allí, al igual que las que tenía en la espalda. Lo vi cuando
sostenía

a Rhys, protector, sus reflejos rápidos, como si ninguna mano alguna vez
marcaría

la piel, o el alma de este niño. Esperaba que tuviera razón.

Llamé a la puerta de la cámara de reunión, y cuando no hubo respuesta, entré.

Todos los rastros del Komizar habían desaparecido, excepto la mesa con la
herida

que había marcado el ascenso del Komizar al poder.

El escritorio de Kaden estaba tan lleno de papeles como el mío. Agregué más
a su

montón: Un acuerdo comercial propuesto con Eislandia. Para ayudar a los

asentamientos habíamos remodelado la ciudad del ejército del Komizar para


otros

fines. Las fundiciones, las forjas, y las cooperativas, ahora estaban ocupadas

suministrando herramientas para la agricultura y el comercio. Los campos de

prueba los habíamos dejado para que las estaciones los borraran, las cicatrices
y

los escombros de la destrucción, fueron lentamente absorbidos por el viento,


la
lluvia, la hierba y el tiempo. Los gigantes brezalots dorados que habían
sobrevivido

fueron liberados. Ahora pastaban en manadas en las colinas distantes, y los vi


de

una manera nueva, como las criaturas hermosas y majestuosas que debían ser.
Si

me aventuraba demasiado cerca, si veía el vapor de sus alientos calientes, o

escuchaba el golpeteo de sus grandes pezuñas, el terror aún me atravesaba,


junto

con el recuerdo de cuerpos destrozados, y el olor a carne quemada. Algunas

cicatrices tardarían más en sanar que otras, y sabía que algunas cicatrices eran

necesarias. Algunas cosas nunca debes olvidarlas.

"¿Buscándome?".

Giré. Kaden estaba en la puerta con Rhys en la cadera.

"Ese bebé tiene casi un año", dije. "Nunca aprenderá a caminar si sus pies no
tocan

el suelo".

Kaden sonrió. "Pronto aprenderá".

Le conté sobre el papeleo adicional que le había dejado, y él lo tomó con


calma.

Era todo lo que podía pedir en una Fortaleza: Tranquilo y constante, devoto.
Leal.

"¿Dónde está Pauline?", Le pregunté.


Sus ojos se iluminaron. "Cazando a Eben y Natiya".

Sabía que Pauline prevalecería, y los encontraría. Estaba decidida a que todos

aprendieran a leer y escribir, el idioma que ella misma estaba estudiando.


Había

comenzado las lecciones de la mañana para ellos y para cualquier otra


persona que

pudiera conseguir. No le dije a Kaden que los había visto en el patio de


trabajo

luchando con espadas de práctica. La competencia entre ellos era feroz, pero

también había juego, y cuando los escuché reír y reprenderse, mi corazón se


alzó al

ver que volvían a ser niños de nuevo. Recé para que vinieran más con el
tiempo.

"Solo le decía adiós a Griz", dijo.

"Me despedí anoche".

Griz estaba guiando a otro grupo de colonos al Cam Lanteux. Gwyneth


también

viajaría con la caravana, y luego continuaría hasta Terravin.

Ella me había estado ayudando aquí en Venda, pero finalmente tuvo que
regresar

a casa, y a Simone. No le importaba si tenía que amar a su hija desde la


distancia.

Ahí era donde estaba su corazón. Le había prometido a Berdi, que enviaría
noticias
de cómo le iba a la taberna. Pero con todas las caravanas que se habían ido,
no me

perdí que ella se fuera, con la que llevaba al gran bruto feo, como todavía lo
llamaba.

Sus bromas malvadas, habían frustrado a Griz en los últimos meses, pero él
siempre

parecía volver por más, y sabía que a Gwyneth le encantaba verlo luchar para

mantener el ceño fruncido, cuando una sonrisa acechaba en sus ojos.

Eran una pareja extraña, pero no me sorprendería si Griz, hiciera el viaje a


Terravin,

a su lado.

"Jia!". Rhys chilló, y extendió la mano.

Sus rápidos dedos me arrancaron un mechón de pelo de la gorra, y sonrió,

encantado con su premio. Kaden liberó suavemente sus dedos.

El amanecer se precipitó sobre mí, y sonreí.

“Míranos, Kaden. Tú y yo aquí en Venda, y tú con un bebé en la cadera”.

Él sonrió. "Sí, lo sé. Me sucedió a mí."

"Es extraño cómo podemos vislumbrar nuestro futuro, pero nunca podemos

saberlo todo", dije. "Supongo que las historias más grandes se saldrán con la
suya".

Su sonrisa se desvaneció. "¿Estás bien?".

Me atrapaba de vez en cuando mirando a lo lejos, preguntándome, mis


pensamientos a miles de millas de aquí. Recordando.

"Estoy bien", respondí. “Solo me dirigía a Sanctum Hall. Todavía no he


comido".

“Bajaré en un rato”, dijo.

Pasé al Erudito, en el pasillo. Acababa de llegar de las cavernas.

Argyris, y los otros estudiosos, habían sido devueltos a Morrighan para ser
juzgados,

y a una soga. Ya no se quemaban libros en los hornos de la cocina, no


importaba

cuán grande o pequeña parecía su importancia.

"Estoy trabajando en esa traducción que querías", dijo. "Parece un libro de


poesía".

Le había dado el pequeño libro antiguo, que Aster había robado con orgullo
de las

pilas de la caverna.

“El primer poema es algo sobre esperanza y plumas. Te lo traeré más tarde".

Sonreí. ¿Un poema con alas?.

Qué apropiado que Aster hubiera tomado ese. Todavía la imaginaba todos los
días,

ya no como el ángel triste con las alas cortadas, sino como la había visto
cuando

caminaba en esa delgada línea entre la vida y la muerte. Aster, libre y girando
en

un prado, con el pelo largo y suelto.


Sanctum Hall, como todo en Venda, también había cambiado. Berdi se había

encargado de eso. Ya no apestaba a cerveza derramada, y ahora nuevos


juncos

iluminaban el piso. La mesa tan maltratada aún tenía las marcas de su pasado,
pero

al menos ahora brillaba con un fregado y pulido diario.

Crucé la habitación hacia un aparador, y preparé un plato del buffet, gachas

calientes, huevos duros, panes planos, y pescado capturado en el río.

Al final del aparador había una fuente de huesos. Mis dedos los examinaron,

pensando en todo el sacrificio.

Meunter ijotande. Nunca olvidado.

Deslicé otro hueso en mi correa.

Comí sola en la mesa mirando su longitud, las sillas vacías, escuchando el


silencio

inusual, sintiéndome llena en formas que nunca creí posibles. Pero de otras

maneras ... algunas cosas se habían apoderado de mí, que no podía sacudir
del todo.

Cosas como Terravin, un nuevo comienzo que había llevado a mucho más.

Llevé mis platos al aparador, y agarré un trapo, exprimiéndolo en el agua


jabonosa.

Entró una criada, pero la rechacé.

"Lo haré", le dije, y ella se fue.


Limpié las migajas que había dejado en la mesa, luego seguí frotando,
avanzando

hacia el otro extremo.

Pauline entró con los brazos llenos de libros, y los dejó caer sobre la mesa.

"¿Qué estás haciendo?", Preguntó ella.

"Solo estoy limpiando un poco".

Ella sonrió. "Pareces más un ayudante de cocina que una reina ocupada".

"Hay poca diferencia", dije, y dejé caer el trapo en la jabonera. Inspeccioné el


piso

y alcancé la escoba apoyada contra la pared.

"El piso no necesita barrerse", dijo.

"La reina dice que sí".

Sus labios se fruncieron en burlona ofensa.

"Entonces supongo que debes barrer".

Se fue, supuse que a conseguir otra carga de libros.

El dulce aroma del guiso de Berdi flotaba en el aire. Todavía había pocos
lujos en

Venda, pero sus ollas de estofado sin fondo, eran uno y mientras barría, vi
una

bahía adornada con joyas, escuché el grito de las gaviotas, recordé un suave
golpe

en la puerta de mi cabaña, y una guirnalda de flores colocada en mi manos.


Un chillido feliz rompió el silencio, y levanté la vista para ver a Kaden y
Pauline, en

la entrada del pasillo, que conversaban en silencio. Le entregó a Rhys, pero


seguían

en un nudo apretado, sus labios rozaban los de ella con facilidad. Se


acercaban cada

día más. Sí, pensé, hay cientos de maneras de enamorarse.

Me acerqué y volví a colocar la escoba en su lugar, cerca del aparador. No


tenía

más tiempo para soñar despierta. Me esperaban montones de papeles y yo ...

“¿Lia?” Llamó Kaden.

Giré. Él y Pauline se acercaron. "¿Si?".

"Hay otro emisario aquí para verte".

Puse los ojos en blanco. Estaba cansada de las reuniones interminables, con
los

Reinos Menores. Parecía que nada se resolvía de una vez por todas.

Siempre tenía que ofrecerles más garantías. "Él o ella puede esperar hasta ..."

"Es un emisario del rey de Dalbreck", dijo Pauline.

Cuando no me moví, Kaden agregó un recordatorio. "Dalbreck ha sido muy

generoso con sus suministros".

Gruñí y concedí. "Muéstrale".

Kaden miró por encima de mi atuendo gris. "¿No te vas a cambiar por algo
más ...
presentable?".

Miré mi vestido de trabajo, luego le lancé una mirada de desaprobación, y


dije con

más firmeza: "Muéstrale".

Pauline también comenzó a protestar, pero la detuve.

"Si esto es lo suficientemente bueno para la gente de Venda, es lo


suficientemente

bueno para un emisario."

Ambos fruncieron el ceño.

Me saqué la gorra de la cabeza, y me cepillé el pelo con los dedos.

"¡Aquí!. ¿Esto es mejor?".

Ambos suspiraron y se fueron. Minutos después, regresaron, Pauline se


apresuró a

adelantarse, parada rígidamente cerca del hogar. Kaden parado al final del
pasillo

principalmente en sombras.

Podía escuchar el arrastre de un contingente en algún lugar detrás de él.


Kaden dio

un paso adelante y anunció:

"El emisario de Dalbreck esta aquí, para hablar con la reina de Venda".

Agité mis dedos hacia adelante con impaciencia, y Kaden se hizo a un lado.

El emisario dio un paso adelante.


Parpadeé.

Tragué.

Cruzó el pasillo hacia mí. El único sonido eran sus pesadas botas golpeando
la

piedra.

Se detuvo frente a mí, sus ojos mirando los míos, y luego, lentamente, cayó
sobre

una rodilla.

"Su Majestad."

No pude encontrar mi voz.

Mi lengua era arena, y mi garganta como un hueso seco y rígido.

De alguna manera, moví las yemas de mis dedos, y le indiqué que se pusiera
de pie.

Se puso de pie, y tragué de nuevo, finalmente conjurando un poco de


humedad en

la lengua. Inspeccioné su ropa arrugada y polvorienta de un largo viaje.

"Te pareces más a un granjero, que a un gran emisario de Dalbreck", le dije.

Sus ojos brillaron.

"Y pareces más una sirvienta de taberna, que la reina de Venda".

Él se acercó.

“¿Y qué te trae hasta aca, ahora?”, Pregunté.

"Te traje algo".


Esta vez fue él, quien hizo un gesto con la mano.

Hubo más pies arrastrandose, en el oscuro pasillo detrás de él, luego Orrin y
Tavish

entraron con amplias sonrisas en sus rostros. Cada uno de ellos sostenía una
caja

llena de melones.

"Yo mismo los cultivé", dijo Rafe. "Principalmente."

Mi mente dio un vuelco. ¿Melones?.

"Eres un hombre de muchos talentos, Rey Jaxon".

Las arrugas se profundizaron alrededor de sus ojos. "Y tú, Reina Jezelia, eres
una

mujer de fuerza sorprendente".

No me moví. No estaba segura de estar respirando.

Levantó la mano y acarició mi mejilla.

“Sé que cientos de millas nos separan. Sé que tienes tus deberes
interminables aquí,

y yo tengo los míos en Dalbreck. Pero hemos hecho lo imposible, Lia. Si


pudímos

encontrar una manera de poner fin a siglos de animosidad entre los reinos ...

seguramente ... podremos encontrar un camino para nosotros”.

Se inclinó y sus labios se encontraron con los míos, gentiles, tiernos, y yo


temblé

contra su toque. Probé el viento, melones dulces, mil sueños y esperanza.


Nos separamos y nos miramos: Un mejor final a nuestro alcance. Un camino
para

nosotros imposible. Pero eso no nos había detenido antes. Y extendí la mano,
y

volví su boca a la mía.

Fin.

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