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EDUCACIÓN POPULAR
1
METODOLOGIA DE LA EDUCACIÓN POPULAR
La educación popular que puede ser promovida por los propios sectores populares
(promoción civil autónoma de abajo hacia arriba), por sectores intelectuales,
políticos, sociales y educativos (promoción civil horizontal) o por el propio poder
político establecido (promoción legislativa de arriba hacia abajo), cuando éste
establece leyes de obligatoriedad de la enseñanza pública.
Paulo Freire
“La escuela es… el lugar donde se hacen amigos, no se trata sólo de edificios,
aulas, salas, pizarras, programas, horarios, conceptos… Escuela es sobre todo,
gente, gente que trabaja, que estudia, que se alegra, se conoce, se estima. El
director es gente, el coordinador es gente, el profesor es gente, el alumno es
gente, cada funcionario es gente. Y la escuela será cada vez mejor, en la medida
en que cada uno se comporte como compañero, amigo, hermano. Nada de isla
donde la gente esté rodeada de cercados por todos los lados. Nada de convivir las
personas y que después descubras que no existe amistad con nadie. Nada de ser
como el bloque que forman las paredes, indiferente, frío, solo. Importante en la
escuela no es sólo estudiar, no es sólo trabajar, es también crear lazos de
amistad, es crear un ambiente de camaradería, es convivir, es unirse. Ahora bien,
es lógico… que en una escuela así sea fácil estudiar, trabajar, crecer, hacer
amigos, educarse, ser feliz”.
2
A partir de este poema podemos extraer las diferentes ideas:
3
La Educación Popular se contrapone a la educación formal. Esta última entiende a
los participantes del proceso educativo como recipientes que pueden ser llenados
de conocimientos. Se caracteriza por ser una práctica autoritaria y de traspaso
unilateral de conocimiento, sin reflexión ni crítica. La Educación Popular o
liberadora, en cambio, se caracteriza por ser un espacio de diálogo, encuentro y
reflexión. A través de la superación de la contradicción educador - educando,
nadie educa nadie, sino que todos se autoeducan y generan conocimiento popular
y colectivo.
La teoría de la educación popular, creada por Freire, tiene los siguientes puntos:
4
Experiencias de Educación Popular en el mundo
La Educación Popular implica ser todo un estilo educativo diferente a aquel elitista
reproductor del sistema social de injusticia, que genera hombres y mujeres que se
amoldan a la sociedad sin transformarla, sin ser agentes de cambio. El propósito
es de contribuir, de ser una herramienta, un aporte a un proceso complejo y de
largo plazo, constituyéndose como uno de los medios que colaboran en la
construcción de una alternativa cultural y política de sociedad.
Educación popular
Otro rasgo característico de la educación popular son las metodologías que utiliza.
Consisten en técnicas y dinámicas que parten de la propia realidad y experiencia
de las personas, y que se caracterizan por su carácter ameno, dinámico y
motivador. Con ello se pretende suscitar y mantener el interés del grupo,
facilitando en éste la participación, la reflexión, el diálogo y el análisis. En este
sentido, el animador o el educador no aportan todas las respuestas, sino que
simplemente ayuda a que el grupo se formule las preguntas necesarias y
construya sus propias respuestas. Esta metodología es coherente con el carácter
abierto, flexible, participativo, grupal, práctico y vivencial de la educación popular,
así como con los objetivos y valores que propugna: la participación democrática, el
7
desarrollo organizativo, la formación para la acción, la transformación y el cambio
de la vida real.
9
profesionales, etc.) permitirá la producción de conocimientos socialmente
significativos para ese sujeto revolucionario complejo. ..” 1.
Como consecuencia de estos procesos (y en fuerte articulación con las
políticas anti-imperialistas de la época) la pedagogía crítica latinoamericana —
tributaria de la teoría de la dependencia y de las teorías crítico-reproductivistas
— enfatiza la necesidad de comprender la educación a partir de sus
determinaciones político-sociales. Esto lleva a interrogarse acerca de los modos
en que las relaciones de dominación se hacen presentes en el propio proceso
de enseñanza-aprendizaje a través de la constitución de un vínculo docente-
alumno verticalista y autoritario.
Denunciada la falsedad de la neutralidad educativa y la falacia de la
igualdad de oportunidades en una sociedad de clases, el término educación
popular cobró un nuevo sentido consistente en la revalorización de los
contenidos propios de las culturas de las clases oprimidas y en la postulación
de su relación dialógica con otros sujetos que ocupaban el lugar docente
(militantes políticos y sociales, dirigentes gremiales, artistas, intelectuales,
profesionales, etc.). Se legitimó que las prácticas educativas pudieran situarse
explícitamente al servicio de proyectos políticos y, más aún, que la educación
misma fuera considerada como un proceso político-pedagógico.
Simultáneamente, la posibilidad de afirmar el carácter pedagógico de toda
práctica social permitió pensar, desde ahí, nuevas formas y ámbito educativos
más allá del propio sistema formal2.
En síntesis, nuevos significados y prácticas cuestionan que la
disputa por “lo popular” se defina sólo por el ámbito (ya no es definitorio si la
educación se desarrolla en la institución escolar o fuera de ella) o por los
destinatarios (si se trata de sectores marginados o incluidos en la escuela). En
este proceso de resignificación, la educación popular empezaba a constituirse
como una concepción político-pedagógica en sí, en la que se enfatiza el
carácter contrahegemónico que pueden adquirir los procesos educativos si se
asume la disputa por:
1
Vázquez, Silvia; “Cuando la educación pensaba en la revolución”;Cuadernos Sociales 2, U.N. Lomas de
Zamora; 1992.
2
“Este debate fructificó tanto en propuestas como en acciones concretas que, aunque transitoriamente,
se hicieron presentes en las políticas educativas de América Latina. Desde los gobiernos, asociaciones de
educadores, gremios, organizaciones estudiantiles, movimientos y partidos políticos —que se reconocían
como formando parte del "discurso de la liberación"—, se alentaron transformaciones que propiciaron —
con diversa suerte— rupturas en los mecanismos educativos legitimadores de las desigualdades sociales”.
Vázquez, Silvia; op.cit.
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el develamiento de las relaciones de poder que se condensan en el
vínculo político-pedagógico (educación bancaria versus educación
dialógica)3.
Las personas pueden compartir una historia común, un origen, un espacio, una
religión, un sentimiento, costumbres, mitos, tabúes, etc. y entre ellos no existir
interrelación consciente. ¿Qué modificaría pasar del estado latente a un estado
consciente?. Un hecho que motive a las personas en la satisfacción de ciertas
necesidades individuales y compartidas. Este objetivo puede transformar la
comunidad en estado de latencia en una comunidad viva en torno a un proyecto.
La comunidad requiere de proyectos para estar viva.
3
Retomaremos estos aspectos en las conclusiones.
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La forma de satisfacer una necesidad influye en el resto de estas. Ejemplo:
si para satisfacer la necesidad de viviendas se entregan "hábitat" de
manera asistencial, se está inhibiendo la satisfacción de otras necesidades
como la de participar.
La necesidad de participación o de ser protagonista de la propia historia es
una de las necesidades reconocidas como condición y resultante del
proceso de transformación dirigido a una nueva ciudadanía.
La participación real de la población en las decisiones que afectan su vida
cotidiana supone además el reconocimiento de otras necesidades
asociadas, que a su vez condicionan el proceso de participación:
* Autoevaluación de sí mismo;
* Autoevaluación de la cultura del grupo de pertenencia;
* Capacidad para recrear nuevas formas de vida y de convivencia social.
Estos proyectos pueden estar liderados por personas con diferentes estilos de
conducción. El liderazgo tradicional puede dar lugar al éxito del proyecto pero la
comunidad no logra permanecer viva más allá del cumplimiento de los objetivos
del mismo. Una vez satisfecha la necesidad se hace difícil sostener la trama social
porque el compromiso de las personas es muy lábil y se desvanece ante el
cumplimiento.
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El "proyecto de escritorio" es realizado por especialistas generalmente alejados o
poco vinculados con la comunidad. Los objetivos son elaborados a partir de las
necesidades que se suponen tiene o debe tener la comunidad. Estas son
supuestas, a veces, a partir del análisis de la realidad que desarrollan los
especialistas, no necesariamente coincidente con los usuarios.
El proyecto para los otros supone una concepción de hombre pasivo, receptor, de
una cultura construida de una vez y para siempre, que requiere ser trasmitida a las
nuevas generaciones.
El Líder del proyecto es el que sustenta el poder. El poder de leer las necesidades
adecuadas de esa comunidad, de elegir las estrategias, tácticas y tiempos
adecuados para la implementación.
El saber está ubicado en el líder, no en la comunidad.
De esta manera se convierte en el centro del proyecto y trata de entrenar
conductas para "saber motivar" a los otros en torno a los objetivos dispuestos.
Participar en estas circunstancias es para las personas sinónimo de "hacer" la
actividad; recibir del líder. Se instala entre ambos un vínculo de dependencia hacia
el conductor que puede llegar a una dimensión de que todo lo puede y todo lo
sabe.
Son las diferencias las que estimulan el interés por lo nuevo transformando el
"más de lo mismo" por situaciones de verdadero cambio. Las coincidencias deben
basarse en transacciones entre los miembros y/o los grupos en torno al objetivo
planteado
* Superar la tendencia a ser el centro del proyecto. Tanto el contexto, como
conductas narcisistas no resueltas fomentan el desempeño del rol del multiplicador
como personaje central o eje de un proyecto. Es difícil superar en esta sociedad la
sensación de sentirse estrella de una situación y más aún si esto es depositado
por los otros en el multiplicador. Esta trampa es mortal para el proyecto. La
dependencia inhibe a los participantes del desarrollo de todas las conductas
requeridas para la consecución de los objetivos. Se requiere por tanto superar la
natural tendencia y promover en cada participante conductas para que asuman
parte del compromiso.
El multiplicador requiere tomar conciencia de las aristas y los matices que debe
trabajar sobre sí mismo para facilitar la articulación de toda su persona en la tarea
de conducir. Comprenderá que liderar no es sinónimo de decir y que para llevar
adelante la tarea se requiere tener claro lo que se dice, lo que se piensa siente y
hace.
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d) El Multiplicador: los conocimientos, procedimientos y actitudes que favorecen la
autogestión de "los otros".
Se hace evidente que este perfil debe formarse y entrenarse a partir de nuevos
supuestos filosóficos y con técnicas específicas. Este modelo se construye
operando simultáneamente en los planos cognitivo (pensamiento), socio-
emocional (actitudes) y didáctico (acción). No se trata de modificar el nombre; no
se trata de un cambio de forma; se trata de una verdadera transformación del rol.
El cambio involucra aspectos filosóficos, psicológicos y didácticos. El replanteo del
encuadre teórico, la inclusión de todos los componentes de la conducta humana
involucrados y el esfuerzo de trasmitir con coherencia el rol de planear, ejecutar y
evaluar por parte del líder se implementa a través de estos cambios:
* Conocimientos operativos para el trabajo con los otros, en diversos y variados
contextos y etapas evolutivas.
* Aprendizaje mediante técnicas basadas en la participación que promuevan y
faciliten el surgimiento de nuevos líderes.
* Habilidades cognitivas al servicio de la percepción y la comunicación.
* Habilidades para la transacción entre los objetivos deseados y la realidad.
* Actitudes para asumirse como instrumento, ejercitando variados roles (facilitador,
animador sociocultural).
* Actitudes de renuncia al narcisismo y vedettismo del personaje central (ser eje
del proyecto y sentirse imprescindible).
Conocimientos, destrezas y actitudes al servicio de un nuevo perfil para pensar,
sentir y hacer desde un nuevo rol en los viejos y conocidos contextos.
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parte de la izquierda paradójicamente la llevó a acercarse, en sus posiciones, al
ataque neoliberal al Estado y b) la proliferación de posturas que identifican un
nuevo lugar “incontaminado” que no es lo privado (regido por la lógica del lucro)
ni lo estatal (identificado meramente con la dominación), es decir, el llamado
“tercer sector” y las ONG.
En un tercer momento, se puede preguntar sobre la posibilidad de llevar a
cabo procesos de educación popular en las escuelas oficiales. interesará
especialmente analizar las transformaciones sociales, políticas y educativas de
los últimos quince años que condicionan el desarrollo experiencias tanto dentro
como fuera del sistema educativo, limitándolas en su potencialidad de articular
lo oficial y lo popular. Asimismo se enuncian algunas de las características que
requeriría el desarrollo una escuela oficial inscripta en una concepción político-
educativa popular. Para finalmente concluir posicionándonos frente al desafío
político que esto significa.
Es preciso advertir que se opta por no discutir las concepciones de quienes
buscan privatizar, mercantilizar la educación, desarrollar estrategias elitistas o
selectivas, reproducir o profundizar las desigualdades existentes. No por no
tener diferencias, todo lo contrario, ya que ubica en las antípodas de dicha
intencionalidad político-pedagógica. Se prefiere, en cambio, incluir en un debate
más enriquecedor que tiene como interlocutores privilegiados tanto a
educadores como a teóricos del campo popular, aquellos que desde distintas
inserciones institucionales u opciones de trabajo en educación (la política, el
sindicato, el aula, el ámbito académico), intentan cotidianamente preguntarse
por las condiciones para el cambio y actuar en función de desnaturalizar lo
existente .
En conclusión: no es la intención polemizar con el pensamiento liberal
clásico o neoliberal sobre la educación pública —es decir, polemizar con un
algo externo a la población— sino, parafraseando a Freire, identificar y
emprender una revisión crítica de “el iluminista que cada ser humano lleva
dentro”, que impide hacer de los procesos educativos de los que se participa
sean verdaderos y con políticas de organización de la subjetividad del pueblo,
transformándolos en una “donación” unidireccional de buenos saberes y buenos
sentidos. En lugar de ello, se piensa que se debería ser capaces de situar como
parte de ese pueblo a constituir .
Asimismo, la tarea exige develar “el populista que se identifica a cada ser
humano”, que impide aprovechar espacios institucionales como la escuela
pública, donde la presencia de las mayorías populares genera condiciones
propicias para disputar el sentido político que —dadas las relaciones de poder
vigentes y la características estructurales de nuestra sociedad— las escuelas
están condicionadas a generar.
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I. Continuidades y rupturas en la definición de la educación popular
La educación de y para el pueblo: la matriz sarmientina
Numerosos trabajos (como los de Puiggrós, Cucuzza, Tamarit, Pineau,
entre otros) se han ocupado de develar la “matriz sarmientina” que lleva a
adoptar este criterio y definir la educación popular como educación “para el
pueblo”. Sintéticamente desde esta “matriz” se concebía el pueblo como “la
masa resultantes de la desorganización de los insurrectos e irregulares”
(Puiggrós; 1990) cuyos rasgos de barbarie hacían que la tarea educadora fuera
equiparada con una acción “civilizadora”. En virtud de esta finalidad política más
amplia, la educación popular era asimilada a la acción de un Estado que se
proponía incluir dentro del sistema educativo a toda la población “educable” —
recordemos que algunos no lo eran para el pensamiento racista de Sarmiento
—, razón por la cual se imponía que sus atributos fueran: la gratuidad, el
laicismo, el carácter común y la obligatoriedad. En suma, las características del
proyecto político más global entendían la educación popular como una acción
estatal de inclusión y a la vez constitución de un sujeto político (previamente
inexistente).
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la vanguardia iluminada y el educando concebido como el carente de
conciencia crítica de la realidad), y
b) componentes populistas (en la homologación de la noción de pueblo con
“los pobres”, que despolitiza el concepto al no definirlo en relación con el
proyecto de lucha contra el bloque en el poder, sino por su condición social).
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Quizás como respuesta a este “efecto deslegitimador” o “desmitificador”,
empiezan a impulsarse, desde las mismas concepciones y políticas educativas
dominantes, una serie de procesos que buscaban “compensar las falencias en
el alcance” de los sistemas educativos estatales, o revertir “los efectos no
deseados del modelo”. Así, se va gestando en los años sesenta (en América
Latina, por lo menos) cierta “extensión” del sistema en ámbitos y procesos más
flexibles, capaces de adecuarse a las dificultades de aquellos grupos excluidos
de la organización de la escuela común. Esto se traduce en la multiplicación de
experiencias tales como: campañas de alfabetización para adultos analfabetos,
experiencias educativas de semi-presencialidad en poblaciones campesinas
migrantes, aulas de apoyo escolar en villas, etc.
En definitiva el concepto de educación popular pasó a definirse por el tipo
de acciones o la modalidad adoptada —convirtiéndose en sinónimo de
educación no institucionalizada o informal, y educación no escolarizada o no
formal— y por el espacio en el que se desarrollaba —fuera de las escuelas, en
el seno de los organizaciones sociales y populares—, ámbitos supuestamente
exentos de las limitaciones y condicionamientos que constreñían a las escuelas.
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escuela pública para instalar el discurso de la “crisis de la educación estatal,
homogeneizante, autoritaria y burocrática”.
Tal vez por esa razón, en la lucha contra los primeros proyectos de lo
que después terminó siendo la Ley de Educación, la defensa discursiva de la
escuela pública estuvo más preocupada por sostener enunciados clásicos
(gratuidad, responsabilidad indelegable del Estado, financiamiento, etc.) que por
denunciar que en la letra de la Ley se filtraban nuevas formas de nombrar la
educación pública (“de gestión estatal” y “de gestión privada”) que constituían la
punta de lanza de formas más sutiles de legitimación de la privatización de la
educación4. La instalación de estas nuevas categorías para denominar lo
público daba fin a una tradición de más de cien años, al admitir que la escuela
pública podía no ser estatal.
4
Para no cometer injusticias es necesario reconocer que algunas voces individuales y colectivas se
alzaron precozmente en señal de alerta, entre las que merece destacarse la prédica de la profesora
Norma Paviglianiti.
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En principio, se cree que para adoptar una posición al respecto es
necesario explicitar lo que se entiende por Estado y por la esfera pública en
general.
En relación con la definición del Estado se adopta un enfoque crítico que
se distancia, por un lado, de la perspectiva liberal (que lo entiende como un
espacio de racionalización de los intereses de la sociedad civil o como un
árbitro capaz de dirimir los conflictos sociales) y, por el otro, de la perspectiva
instrumentalista que lo concibe como un aparato monolítico de la dominación
que responde mecánicamente a los intereses de las clases que tienen el poder
económico.
Tal como lo planteara Poulantzas en los ´70, el Estado es una
condensación material de la relación de fuerzas entre las clases. Esto supone
advertir que está constituido por contradicciones y que la misma materialidad
que asume (el modelo que adopta en las distintas etapas del capitalismo, la
estructura de los órganos administrativos, su forma institucional, la relación
entre los poderes, etc.)5, son una cristalización de las relaciones de fuerzas
entre las clases dominantes y son también la respuesta del bloque en el poder a
las demandas y luchas de las clases dominadas6.
Asimismo con Follari que, en vez de concebir el Estado por oposición a la
“sociedad civil” como el único depositario del poder, propone considerarlo como
una instancia mediadora de la dominación “pura” de clase, que representa
cierta atenuación de las condiciones más extremas en las que podría darse la
dominación. En sus palabras, se trata de una instancia que universaliza
limitadamente ciertos derechos y en la que la “ficción jurídica” de la igualdad
(propia del sistema capitalista) se materializa en una mínima “actualización de
condiciones que hagan plausible la idea de que tal ficción es realidad” (Follari,
2004: 54).
Adherir a estos planteos sobre el Estado conduce, en consecuencia, a
comprender la esfera pública de un modo taxativamente diferente al del
pensamiento liberal pero también de algunas posiciones pretendidamente
críticas.
Según el pensamiento liberal, las instituciones públicas son ámbitos en
los cuales las diferencias sociales quedan anuladas. En otras palabras, en el
espacio público el origen social de los individuos queda al margen, dado que se
rige por la lógica de la igualdad jurídica (el único tipo de igualdad que se
reconoce como posible y deseable en una sociedad “democrática”) 7.
5
A esto alude Poulantzas con el concepto de “organización diferencial del Estado”.
6
Siguiendo estos planteos, y a título de ejemplo, el Estado de Bienestar expresa relaciones de fuerzas
diferentes a las expresadas por el Estado en tiempos de la hegemonía neoliberal.
7
El igualitarismo social es rechazado por el pensamiento político liberal (que considera el igualitarismo
jurídico como el principio que debe regir la sociedad), pero mucho más encarnizadamente es rechazado
por el pensamiento neoliberal, que lo considera como una excusa para desresponsabilizar a los individuos
y como un riesgo de imposición de un modelo de sociedad totalitario.
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En suma, el desafío consiste en formular una “defensa” de lo público que
no sea liberal. Reconocemos tres fenómenos que problematizan o dificultan
esta tarea:
En primer término, existe cierto pensamiento “progresista” que, en tren
de reaccionar contra el neoliberalismo (su doctrina y, especialmente, sus
políticas), terminan refugiándose acríticamente en postulados liberales. Es
posible advertir que la crítica a las transformaciones estructurales impulsadas
por el neoliberalismo suele colocar a gran parte de los sectores progresistas en
posiciones retrógradas que acaban por reclamar implícitamente un retorno
conservador al pasado.
Por otro lado se advierte la paradójica aproximación del pensamiento de
parte de la izquierda que (partiendo de concepciones monolíticas de lo estatal
como aparato de las clases dominantes) termina acercándose a las posturas
neoliberales que atacan al Estado.
En tercer lugar, se asiste a la proliferación de posturas que identifican un
nuevo lugar “incontaminado” que no es lo privado —regido por la lógica del
lucro, de la ganancia— ni lo estatal —identificado meramente con la dominación
—: la sociedad civil (que puede aparecer bajo la forma de organizaciones no
gubernamentales o del tercer sector). Respecto de este punto, situados en el
concepto gramsciano de Estado ampliado, sostenemos que la sociedad civil no
puede ser concebida como una esfera “pura”, exenta de intereses de clase y de
relaciones de poder. Esta convicción implica abandonar el supuesto de que,
fuera del Estado, es posible desarrollar espacios en los que la lucha y el
conflicto social (en todas sus manifestaciones: predominantemente materiales o
predominantemente discursivas) no estén presentes 8.
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pedagógicos se hace cada vez más pronunciada, en la que aparece la
categoría de la “ineducabilidad”, en la que se vuelven a alentar discursos a
favor de la segmentación.
En suma, la forma que adquiere el Estado, la forma que asumen las
instituciones públicas y, en particular, la forma que adopta el aparato
institucional de educación no pueden ser pensadas como formas naturales ni
casuales, sino como producto histórico que condensa y cristaliza relaciones de
poder.
En congruencia con este posicionamiento, entendemos que la defensa
de la escuela pública desde la perspectiva crítica, va de la mano de la idea de
construcción de otro Estado a partir de la lucha por el Estado existente.
¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de la educación popular en las
escuelas públicas?
Como se ha señalado, la tradición de los setenta ubica a los defensores
de la escuela pública y a los impulsores de la educación popular por andariveles
no siempre convergentes y, a veces, en franca contradicción. Sin embargo ya
entrados los ochenta dos situaciones históricas constituirán una muestra de la
necesidad de recuperar críticamente ambas tradiciones, para poder pensar en
una articulación conceptual y práctica entre la escuela pública y la educación
popular.
Por un lado, las distintas organizaciones de derechos humanos darán
impulso a experiencias de alfabetización de adultos, que si bien abrevan en las
concepciones de educación popular de los setenta, no dejan de estar ligadas a
la idea de la recuperación de uno de los derechos humanos cercenados por la
dictadura: el derecho a la educación.
Casi simultáneamente, los indicios de avance de un modelo privatizador
de la educación en ciernes, acompañado de políticas educativas que ponen los
cimientos de la destrucción del sistema educativo —vía desresponsabilización
estatal en el financiamiento9—, lleva a poner en el horizonte de buena parte de
los educadores populares y pedagogos críticos la recuperación y defensa de la
escuela pública.
9
Nos referimos a la transferencia de los servicios de inicial y primaria de 1978, que se complementó en
1992 con el resto de los niveles. Desfinanciamiento que fue profundizado, en el marco de la reforma
neoliberal acuñada por la Ley Federal de Educación, por los llamados Pactos Educativos Federales, por
los que los Estados provinciales se comprometían a realizara los “deberes del ajuste”.
23
Educación popular y escuela
24
la mitad de la población, gran parte de la población joven excluida del
empleo y de la educación, etc.) y, como contrapartida, la “aparición” de
nuevos sujetos sociales y nuevas formas de reacción y de lucha,
diferentes de las de la clase trabajadora “tradicional”,
La reforma educacional (de inspiración neoliberal) y la constatación de
alguno de sus principales efectos (profundización de la segmentación y
diferenciación, fragmentación del sistema, exclusión o una modalidad
“empobrecida” de inclusión de los sectores populares, dificultades para
definir el sentido social de la escuela, etc.),
El dato de que cientos de miles de jóvenes y chicos ya no logran
permanecer en los niveles básicos del sistema de educación pública.
Llegados a este punto corresponde enunciar cuáles son las condiciones que se
requieren —y que, según entendemos, son posibles— para desarrollar una
escuela pública inscripta en una concepción político-educativa popular. Esta
tarea nada sencilla, pero estratégica, deberá asumir conceptualmente y
comprometerse en una disputa político cultural por:
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El contenido ideológico de la educación. Es decir , la disputa por los
significados que construyen una noción de la realidad legitimada como
conocimiento y constituyen modos de pensar, hacer, desear, elegir,
soñar de los sujetos sociales.
Las prácticas, las lógicas, los rituales, las condiciones materiales mismas
del hacer cotidianos, exigiendo condiciones dignas para desarrollar el
trabajo de enseñar y el derecho a la educación.
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LA EDUCACIÓN POPULAR – CONCEPTO DE EDUCACIÓN
1. Una justificación proveniente de la lectura crítica del orden social vigente.
2. Una intencionalidad política emancipadora organizada
3. Un propósito de contribuir a la construcción de los sectores excluidos como
sujetos históricos.
4. Una práctica social que actúa sobre la subjetividad popular, llámesele
conciencia, cultura o saber popular.
5. Una preocupación permanente por generar metodologías coherentes con los
rasgos e intencionalidades anteriores.
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Toda educación tiene lugar en una dinámica de diálogo. No es preciso aquí
retomar toda la doctrina de Paulo Freire, sino recordar algunos puntos
importantes. En primer lugar, hay que evitar todo adoctrinamiento, que es llenar la
cabeza del pueblo con sistemas de ideas o esquemas de acción ya montados.
Educar no es adoctrinar. Evitar, pues, todo autoritarismo pedagógico. Esta
forma de educación que consiste en transferir el conocimiento del agente al
pueblo, fue llamada "concepción bancaria" de la educación. Esta "conduce
forzosamente a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está
por encima de la sociedad". Es, por tanto, una forma autoritaria de educación,
pues supone que una parte sepa, hable y enseñe y la otra ignore, escuche y
aprenda.
Es claro que la acción por sí sola, sin reflexión, no educa. Para ser educativa, la
acción necesita ser digerida, asimilada. Y esa es la función de la reflexión, pero de
una reflexión "en grupo", o sea dialogada.
Este lazo de la reflexión con la acción no debe entenderse de modo rígido. Esta
relación vale en general, de modo que la referencia a la acción debe ser la
práctica pedagógica normal en el trato con el pueblo. Pero sin duda el pueblo
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puede también aprender con la experiencia histórica y social de los otros (y no
sólo de la propia), proyectar una práctica (y no sólo pensarla a posteriori), hacer
deducciones lógicas (y no sólo inducciones) etc.
Sea como fuere, una idea sólo se fija en el alma del pueblo cuando se enraíza
en el surco de su propia vida. Si este surco no está preparado, poco se saca con
sembrar.
También, para evitar toda confusión, que cuando se habla de praxis como
mediación pedagógica se trata de una praxis hablada y reflexionada. No se trata
en este momento de la praxis concreta como tal. Pues una cosa es la praxis como
objeto de reflexión y otra la praxis como acción directa. Es esta ambigüedad es
donde cabe la expresión: "La educación se da en la praxis". Pues en el momento
educativo que es el de la reflexión, la praxis aparece evidentemente como tema de
conversación. Esto supone necesariamente un distanciamiento de la praxis directa
como tal. En este primer momento se habla acerca de la praxis, pero no se
"practica" todavía concretamente. Sin embargo, esta conversación sobre la praxis
permite dar a la praxis directa un contenido y una dirección consciente.
Participación
Independientemente de los contenidos (si son directamente políticos o no), una
reunión debe mostrar, por su dinámica participatoria, que se trata de democracia,
del poder popular. Y esto, inclusive cuando se trata de programar una procesión o
un picnic.
Política es participar, es luchar contra toda opresión, sea encarnada en agentes
concretos, sea en comportamientos determinados. Por eso, la política se da
también en la vida diaria, desde una conversación hasta la organización de una
sala.
Desde este punto de vista, es preciso prestar mucha atención a la contradicción
que ocurre frecuentemente entre una propuesta liberadora y un proceso autoritario
30
que mira a implementarla; entre una meta democrática y un método impositivo.
Ahora bien, debe haber homogeneidad o coherencia entre una cosa y otra: entre
contenidos y formas, proyectos y procesos, metas y métodos. Es imposible hacer
la democracia "agarrando y reventando".
Comunidad
El grupo de reflexión es como una "escuela popular" en que la gente del pueblo
es al mismo tiempo educador y educando. El texto del aprendizaje es el libro de la
vida. Por eso el diálogo se da en torno a la vida (problemas y luchas).
Allí el agente es parte del proceso, y una parte específica del mismo. El tiene el
papel particular de facilitar la coparticipación o la socialización del saber popular.
El agente es un dinamizador de la palabra colectiva. El es un articulador: coordina
las personas entre sí y las personas con el tema de la vida (o de la praxis).
Sin duda el agente puede provocar a la comunidad a dar un salto adelante.
Haciendo parte del grupo y de su caminar, él puede y debe contribuir al
crecimiento de la comunidad a través de lo que él mismo ve y sabe. Esta función
se ejerce especialmente en el momento de la decodificación o comprensión crítica
y sistemática de la realidad, como veremos más adelante.
Por tanto, para el trabajo popular, la comunidad aparece como la gran mediación
pedagógica como espacio y como instrumento-. De hecho, ella es la mediación:
-de concientización: en ella y por ella se logra una conciencia cada vez mayor y
más crítica de la realidad;
-de participación: en ella y por ella se aprende a entrar en el juego de dar y recibir,
de hablar y escuchar, de actuar y ser movido (accionado), en fin de asumir el
propio lugar y el papel en la transformación colectiva de la realidad;
-de solidaridad: en ella y por ella se adquiere conciencia de clase y se construye la
unión en torno a un mismo proyecto de base;
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-de movilización: en ella y por ella se descubren, se asumen y se enfrentan los
desafíos comunes, etc.
De donde se puede aprender la importancia del grupo como unidad pedagógica,
al mismo tiempo palco y actor de la propia conciencia, como ha de serlo de la
propia existencia
La Educación Popular
*Posturas
- ser asesoría al servicio del protagonismo de los grupos populares, como
militantes de la misma causa; conocer, acompañar y contribuir en los
procesos de lucha y organización de los oprimidos, apuntando a una
transformación solidaria.
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* El proceso de reflexión es indispensable, pero lo que más forma es el
ejemplo, pedagogía del ejemplo.
Educación Popular
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un proceso educativo permanente como asesoría junto al movimiento
popular, ayudándolo a concretizar sus convicciones, principios, valores y
propuestas, en cada coyuntura.
Una actividad formativa puede ser eficiente –bien realizada– y apenas generar la
euforia de lo participativo, del acompañamiento, del diálogo. Puede revelar una
postura tan autoritaria como la imposición propia de una visión mecanicista,
cuando no basista.
El Educador Popular, aún bajo el riesgo de parecer ridículo, está guiado por
grandes sentimientos de amor.. En la educación, no hay lugar para la mentalidad
del funcionario, platea y principalmente, mercenario. Ser educador es correr
riesgos para degustar la vida, por el saber (del latin sapere: saborear). Ven, vamos
ahora, que esperar no es saber. ¿Vamos?
Bibliografía
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