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LA POSIBILIDAD DE UNA ARQUITECTURA ABSOLUTA (2012)

Pier Vitorio Aureli

Cuestionario:

1. ¿Cuál es la diferencia entre la technè politike y la technè oikonomikè?


2. Explica la diferencia entre la ciudad griega y la ciudad romana usando lo que
entendiste por los términos oikos, polis y nomos, para la griega, y civitas, urbs y lex,
para la romana.
3. A tu entender, ¿la ciudad de México funciona como una polis o como una urbs?
4. Según el trabajo de Cerdà en Barcelona, ¿cuál es la diferencia entre la idea de
ciudad y la idea de urbanización?
5. Luego de ver las imágenes, ¿se te ocurre algún ejemplo de una Hochhausstadt en
México?

A entregarse el lunes 30 de mayo.

Envíenlo en formato .pdf al correo joaquin.diez@fa.unam.mx


LA POSIBILIDAD DE UNA ARQUITECTURA ABSOLUTA (2012)
Pier Vitorio Aureli
Traducción de Joaquín Díez Canedo Novelo

1
Introducción

La arquitectura ha ganado popularidad en los últimos años. Sin embargo, es irónico pensar
que su creciente popularidad es inversamente proporcional a la cada vez más ubicua
sensación de impotencia política y desengaño cultural que muchos arquitectos sienten con
respecto a su contribución real al mundo de lo construido. Frente a esta situación paradójica
¾y más allá del fenómeno del "éxito" de la arquitectura¾ es necesario afrontar y
reconocer la popularidad de la arquitectura de manera crítica. Para lorgrarlo, debemos
abordar seriamente el inequívoco poder social y cultural que posee la arquitectura para
producir representaciones del mundo a través de formas ejemplares de realidad construida.
En este plano, el problema de la forma arquitectónica ¾es decir, la estrategia que permite a
la arquitectura ser¾ se vuelve crucial. Esto se debe a que la realización de la forma es el
programa real y el efecto necesario de la arquitectura.

¿Pero qué forma podría definir la arquitectura dentro de la ciudad contemporánea sin que
ésta caiga en las lógicas autoindulgentes de los edificios icónicos actuales, los diseños
paramétricos o los redundantes mapeos de toda complejidad y contradicción posible del
mundo urbano? ¿A qué tipo de relación significativa y crítica puede aspirar la arquitectura
en un mundo que ya no está constituido por la idea y las motivaciones de la ciudad, sino
que está dominado por la urbanización? A continuación intentaré reconstruir la posibilidad
de una arquitectura para la ciudad que ya no se sitúe sólo en el ámbito autónomo de su
estatuto disciplinario, sino que se enfrente directamente a la urbanización. Esta posibilidad
se plantea de dos maneras: en primer lugar, mediante la comprensión crítica de la diferencia
esencial entre el concepto de ciudad y el concepto de urbanización ¾cómo se superponen
estos conceptos, así como cómo abordan dos interpretaciones radicalmente diferentes del
espacio habitado¾ y, en segundo lugar, mediante el análisis de cómo la urbanización ha
llegado históricamente a prevalecer sobre la ciudad. Mostraré el auge de la urbanización no
a través de sus supuestos efectos "reales" sino a través de proyectos ejemplares para las
ciudades, que aquí se entienden como representaciones eficaces no sólo de la urbanización
en sí, sino también de su lógica. En un argumento que busca criticar a la lógica de la
urbanización (y de su instigador, el capitalismo), redefiniré lo político y lo formal como
conceptos que permiten proponer a la forma como la esencia de la arquitectura. Finalmente,
utilizando estos conceptos como plataforma, ilustraré un contraproyecto para la ciudad ¾el
archipiélago¾ refiriéndome a una forma arquitectónica específica que lucha contra ¾y a la
vez dentro de¾ la totalidad de la urbanización. Este proyecto conducirá a lo que veo como
una introducción preliminar para una definición de la arquitectura en sí misma, o lo que yo
defino como la posibilidad de una arquitectura absoluta.

2
Polis, Civitas, Urbs

El filósofo griego Aristóteles hizo una distinción fundamental entre lo político y lo


económico: la distinción entre lo que él define como technè politikè y technè oikonomikè.1
Lo que él llama technè politikè es la facultad de tomar decisiones en aras del interés público
¾la toma de decisiones en busca del bien común, velando por la manera en que los
individuos y los diferentes grupos de personas pueden convivir. La política en este sentido
proviene de la existencia de la polis2 (y no al revés). La polis es el espacio de lo múltiple, el
espacio que existe entre individuos o grupos de individuos cuando éstos coexisten.

Sin embargo, contrario a Aristóteles, quién daba por hecho que "el hombre es un animal
político" por naturaleza, y por lo tanto concibió la institución de la política como algo
natural, podemos decir que el espacio político ¾el espacio inter-medio¾ no es un
fenómeno natural o, siquiera, uno dado. El espacio político se convierte en la institución de
la política precisamente porque la existencia del espacio inter-medio presupone un conflicto
potencial entre las partes que lo forman. Esta posibilidad es el fundamento mismo de la
technè politikè ¾el arte de la política¾ la toma de decisiones que debe convertir el
conflicto en coexistencia (aunque sin erradicar la posibilidad de conflicto). Precisamente
porque la política se encarna en la polis ¾el proyecto de la ciudad¾ la existencia de ésta
tiene como fundamento ontológico la posibilidad del conflicto y la necesidad de su
resolución.

La Technè oikonomikè ¾o economía¾ se refiere a la administración del espacio privado


por excelencia: la casa, u oikos, de la que deriva la palabra oikonomikè. Para Aristóteles, el
oikos es un complejo organismo de relaciones que él divide en tres categorías: relaciones
despóticas, como la que se establece entre el maestro y el esclavo; relaciones paternas, tales
como las de padres e hijos; y relaciones matrimoniales. A diferencia del espacio político,
las relaciones humanas en el espacio del oikos son dadas, inmutables y despóticas (para
Aristóteles, el déspota es el sujeto que gobierna el oikos). Oikonomikè se ocupa, pues, de la
sabia administración de la casa y del control de las relaciones de sus miembros. El principio
de economía puede distinguirse del principio de política de la misma manera que la casa se
distingue de la polis. A diferencia de la política, la autoridad de la economía no actúa en
virtud del interés público sino en su interés propio; además, ésta no puede ser cuestionada
porque su esfera no es el espacio público de la polis sino el espacio privado de la casa. Esta
distinción se originó en la ciudad-estado griega, donde hubo un contraste entre dos
elementos constituyentes: el oikoi ¾la aglomeración de casas¾ y el espacio político del

1
Ver Scott Meikle, El pensamiento económico de Aristóteles (Oxford: Clarendon Press, 1995).
2
Inicialmente el término griego polis indicaba una fortaleza. Más tarde, el término se utilizó para designar a
una comunidad organizada en forma de estado. La polis griega es siempre una ciudad-estado. Ver Paolo
Morachiello, La città greca (Bari: Laterza, 2003), 51

3
ágora, donde se intercambian opiniones y se toman decisiones públicas. El espacio privado
de la casa es el espacio social básico que asegura la reproducción natural de sus miembros;
el espacio público del ágora es el espacio político donde se produce la discusión y la
confrontación por el bien del interés público. La historia de las ciudades en Occidente se
puede resumir a esta lucha algunas veces latente y ambigua y algunas otras evidente, entre
intereses públicos y privados; entre intereses políticos e intereses económicos. En la ciudad
romana se desarrolló una lucha análoga con la dicotomía entre urbs y civitas. El término
latino urbs indicaba "ciudad" en un sentido diferente al de la palabra griega polis, pues éste
se refería a la constitución material de la ciudad. En principio, una urbe era una
aglomeración amurallada de casas sin mayor calificación política.3 Así, mientras que la
polis se fundó a partir de una comunidad preexistente y latente, la formación de las urbs
trascendía a cualquier comunidad y, por lo tanto, podía fundarse ex novo, en una condición
de tabula rasa; tal como la construcción de un espacio doméstico. De esto podemos afirmar
que urbs describe una condición genérica de convivencia protegida, reducible al principio
de la casa y sus necesidades materiales. Si bien la polis griega era una ciudad estrictamente
enmarcada por un perímetro amurallado, las urbs romanas no estaban destinadas a ser
contenidas y, de hecho, se expandieron en forma de una organización territorial mayor; una
en la que las carreteras desempeñaron un papel crucial.

Como ha señalado Hannah Arendt, la idea de nomos (normas) era crucial para los antiguos
griegos. El nomos es una ley que, en lugar de regular la acción política, la enmarca dentro
de una forma espacial definida que coincide con el perímetro amurallado de la ciudad y
perfila la distinción entre espacio público y privado.4 El nomos fue visto como un marco,
como una precondición necesaria para la política, pero en ningún momento como un objeto
de la política. El objetivo del nomos era contener o, mejor dicho, contrarrestar la naturaleza
infinita de las relaciones que se originan en la vida política de una polis ¾la
"insaciabilidad" que Arendt (siguiendo a Esquilo) define como el inevitable efecto colateral
de la política, "que sólo puede ser controlada por el nomos, por la ley en el sentido griego
de la palabra".5 Arendt escribe: "el nomos limita las acciones e impide que se disipen en un

3
Por ejemplo, Virgilio dice en la Eneida que "Eneas designa la ciudad con el arado" (Aeneas urbem designat
aratro). Sobre la diferencia entre polis y civitas, véase Massimo Cacciari, La città (Pazzini: Verrucchio, 2004).
Para las raíces etimológicas de las palabras urbs y civitas, véase Luigi Castiglioni y Scevola Margotti,
Vocabolario della lingua latina (Turín: Loescher, 1966).
4
Hannah Arendt, "Introducción a la política", en Arendt, The Promise of Politics, ed. (La promesa de la
política). Jerome Kohn (Nueva York: Schocken Books, 2005), 186-187. Sobre el concepto de nomos, véase
también Carl Schmitt, The Nomos of the Earth in the International Law of the Jus Publicum Europaeum,
trans. G. L. Ulmen (Londres: Telos Press, 1974). Para una interpretación del concepto de nomos y su crisis,
véase Massimo Cacciari, Geofilosofia dell'Europa (Milán: Adelphi, 2003). En un principio significaba
"pastura", nomos pasó a significar "la división de la tierra" (nèmein). Para los antiguos griegos la ley
fundamental era la configuración y partición de la tierra según esta forma original de asentamiento.
5
Para la mente griega", escribe Arendt, "esta falta de moderación[insaciabilidad] no radicaba en la
inmoderación del hombre que actúa, o en su arrogancia, sino en el hecho de que las relaciones que surgen a
través de la acción son y deben ser de la clase que se extienden sin límites. Al unir a los hombres de acción,
cada relación establecida por la acción termina en una red de lazos y relaciones en la que se desencadena

4
sistema de relaciones imprevisible y en constante expansión, y al hacerlo da a las acciones
sus formas perdurables, convirtiendo cada acción en un hecho que en su grandeza ¾es
decir, en su excelencia suprema¾ puede ser recordado y preservado".6

En contraste con el concepto griego de nomos, el concepto romano de ley, lex, era un
asunto político en sí mismo: requería de un consenso político de las partes involucradas en
su jurisdicción y su función en tanto tratados. A diferencia del nomos griego, que era una
forma predeterminada que enmarcaba el desarrollo de la vida política, el derecho romano
era un instrumento político al servicio de la lógica expansionista de Roma, a través del cual
los romanos podían obligar a las poblaciones conquistadas a formar parte de una alianza
siempre incluyente que velase por el bien de la propia Roma.7 Mientras que el nomos, al
formar un límite, enmarcaba la manera en que se desarrollaba la vida política de la polis
griega al tiempo en que evitaba su expansión por el territorio, era precisamente el concepto
incluyente de la lex lo que convertía a Roma no ya en una polis sino en una civitas y, por lo
tanto, en un imperio. Por esta razón, la idea de la polis griega puede describirse como un
archipiélago, no sólo porque tomó esta forma geográfica, sino también porque la condición
de insularidad como modo de relación era su forma política esencial.8 El Imperio Romano,
por el contrario, puede describirse como una red insaciable en la que la diversidad del
imperio se convirtió en una totalidad inclusiva. Esta totalidad fue el proceso de
asentamiento que se originó en la lógica de las urbs. Las urbs, en contraste con la lógica
insular de la polis griega, representan la lógica expansionista e inclusiva de los territorios
romanos.9 Los romanos utilizaron el término urbs para designar la idea de Roma porque, en
su lógica expansionista, la ciudad de Roma era la plantilla simbólica universal para todo el
espacio habitado del imperio. Así, urbs llegó a designar una condición universal y genérica
de convivencia, por lo que, como veremos más adelante, fue utilizada por el "inventor" del

nuevos vínculos, cambia la constelación de las relaciones existentes y, por lo tanto, siempre llega más lejos,
poniendo mucho más en movimiento interconectado de lo que el hombre que inicia la acción nunca podría
haber previsto. Los griegos contrarrestaron este empuje hacia lo ilimitado con los nomos, limitando la acción
a lo que sucede entre los hombres dentro de una polis y cuando, como inevitablemente sucedió, la acción
llevó a la polis a asuntos que yacían más allá de ella, tales asuntos fueron remitidos de vuelta a la polis".
Arendt, "Introducción a la política", 186-187.
6
Ibid, 187
7
Ibid, 185
8
Sobre el archipiélago como forma geopolítica, ver Massimo Cacciari, L'arcipelago (Milán: Adelphi, 1997)
9
Esta diferencia fundamental puede entenderse plenamente en la forma en que los griegos y los romanos
crearon colonias. Para los griegos, las colonias que eran centros de comercio eran en gran medida
políticamente independientes, mientras que las colonias fundadas por personas que habían escapado de otros
polos por razones políticas eran a menudo totalmente independientes. En otras palabras, una colonia era en
gran medida autónoma de la "ciudad madre" (en griego antiguo, metrópolis), de la que procedían
originalmente los "colonizadores", lo que significa que una polis existente podía replicarse a sí misma pero no
expandir su dominio. Para los romanos, las colonias eran simplemente territorios anexionados al poder de
Roma, y por lo tanto estaban incluidas en la totalidad del imperio.

5
urbanismo, Ildefons Cerdà, para sustituir el término ciudad, que le parecía demasiado
restrictivo porque se refería a "ciudad" ¾a la condición política y simbólica de civitas.10

Dentro de urbs está la civitas romana, la condición de ciudadanía o derecho a la ciudadanía.


A diferencia de urbs, civitas no se refiere a la materialidad del espacio habitado sino al
estatus político de sus habitantes. Civitas proviene de cives,11 un encuentro de personas de
diferentes orígenes que deciden convivir bajo una misma ley, lo que a su vez les da la
condición de ciudadanos. Al igual que con las urbs, hay una diferencia fundamental entre la
civitas romana y la polis griega. La civitas es un encuentro de personas de diferentes
orígenes, mientras que la polis griega es una comunidad de personas que vienen de un
mismo lugar (los extranjeros no tenían derecho a participar en la vida política de la polis).
Sin embargo, podemos decir que tanto la polis como la civitas son formas explícitamente
políticas de convivencia ¾a diferencia de la esfera del oikos o, a una escala diferente, de
las urbs, que indican la condición material de convivencia independientemente de cualquier
sentido político. Al designar la estructura construida de la ciudad y su funcionamiento sin
ninguna cualificación política inicial, las urbs pueden interpretarse como la simple
agregación genérica de personas ¾familias o clanes¾ y sus sistemas de circulación
necesarios. La forma de esta agregación es una "cohabitación", lo que significa que lo que
se comparte es simplemente la condición material de habitar un lugar.

La civitas es la conjunción de individuos libres que se reúnen, reconociendo y


compartiendo una esfera pública, y cuya existencia los hace ciudadanos. Se puede especular
que las civitas y las urbs romanas desempeñan papeles complementarios y similares a los
de technè politikè y technè oikonomikè ¾de polis y oikos. Pero mientras que el oikos
refiere simplemente al dominio de la cohabitación doméstica, el urbs extiende este registro
a la estructura destinada a soportar la simple agregación de casas. Esta estructura se
encuentra en el espacio de lo infra; es decir, es la infraestructura. Si el infra, tal como lo
define la política, es un rastro del ímpetu hacia la separación y la confrontación dentro de la
ciudad, el infra de las urbs es el espacio de conexión e integración. Urbs es, pues, la
infraestructura; la red que, partiendo de la realidad y necesidad del hábitat, despliega y
agrega a la(s) casa(s) dentro de un todo orgánico que pasa por alto cualquier espacio
político. Su objetivo principal es el funcionamiento del espacio privado de la familia, que
conecta con la infraestructura. En la ciudad romana, urbs y civitas indicaban dos dominios

10
Es interesante ver cómo Cerdà pasó por un minucioso proceso filológico (y filosófico) para desacoplar las
palabras urbs y civitas y hacer de la primera el centro de la teoría, ya que pretendía que su concepto de
urbanización fuera más allá del marco tradicional de la ciudad. Ver Ildefons Cerdà, Las cinco bases de la
Teoría General de la Urbanización, eds. Arturo Soria y Puig, trans. Bernard Miller y Mary Fons i Fleming
(Madrid: Electa España, 1999), 81. Este libro es una traducción parcial de la Teoría general de la urbanización
de Cerdà (Madrid, 1867).
11
Cives proviene de civis, "ciudadano" y, en última instancia, de una raíz indoeuropea que significa
"asentarse". Véase Manlio Cortellazzo y Paolo Zolli, Dizionario etimologico della lingua italiana (Bolonia:
Zanichelli, 1979), s.v. "Cives."

6
irreductibles pero complementarios de la asociación humana, pero éstos comenzaron a
solaparse y a coexistir dentro del mismo contexto. Por lo tanto, la ciudad romana manifiesta
lo que serán los actuales dilemas centrales de la ciudad como tal. El primero es la exigencia
del buen funcionamiento de la ciudad como lugar de convivencia a través de su
administración económica y la manifestación física de la administración, su plan urbano
¾las urbs¾ sin el cual la ciudad sería un lugar incómodo e inseguro. Y el segundo es la
demanda de discusión y confrontación, su vida política ¾civitas¾ sin la cual la ciudad
sería el despliegue de un orden de cosas predecible y despótico. El intento de satisfacer
estas demandas a través de una sola totalidad ha sido la fuente profunda del totalitarismo en
el sentido real de la palabra ¾gobernar las asociaciones humanas de acuerdo con un
sistema total que no distingue entre los aspectos públicos y privados del comportamiento
humano. Sin embargo, con el renacimiento de la ciudad occidental tras la disolución de la
civilización romana, la distinción entre urbs y civitas no se disolvió simplemente, sino que
el ímpetu económico de urbs se apoderó gradualmente de la idea política de civitas.

A diferencia de la polis griega o de la civitas romana, cuyos orígenes fueron esencialmente


políticos, el renacimiento de la ciudad occidental a principios del primer milenio [año 1000
después de Cristo] fue impulsado principalmente por el papel de la economía: la mejora de
la agricultura, el auge de la industria artesanal y la consiguiente expansión demográfica,
que juntas crearon una forma totalmente nueva de vivir y trabajar.12 Si bien esta nueva
forma tuvo lugar en el seno de un orden rural y feudal, sus premisas estaban arraigadas en
una red fundamental de transacciones económicas. El ascenso progresivo de la burguesía
¾una nueva entidad social que se identificaba con el papel primordial que en el mundo
asumió la economía¾ definió (y sigue definiendo) la identidad misma de la ciudad
contemporánea. La burguesía constituía una nueva esfera pública; una que ya no era aquella
del civitas sino la de los intereses de los propietarios de la propiedad privada, que
constituyeron una nueva forma de "interés público". Sin embargo, esta nueva forma de
interés público es paradójica, pues es esencialmente privada porque, por un lado, interesa a
un solo segmento de todo el cuerpo social,13 pero por el otro, también es pública de facto,
pues refiere en todo momento a la fuente primaria de la función de la ciudad y del Estado
modernos: el intercambio de mercancías y el dominio social del trabajo, que es
precisamente lo que las urbes deben sostener y ayudar a expandir en la actualidad. El
urbanismo colonial en las Américas, por ejemplo, fue la proyección ideal de este nuevo
orden. No por casualidad, las Leyes de las Indias que regulaban el trazado de nuevas
ciudades en las colonias americanas se derivaron de los preceptos de Alberti en De re

12
Para una descripción precisa de este proceso, véase Paul M. Hohenberg y Lynn Hollen Lees, The Making
of Urban Europe, 1000-1994 (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1995).
13
Sobre esta paradoja fundamental de la civilización occidental moderna, ver las reflexiones de Jürgen
Habermas en La transformación estructural de la esfera pública: An Inquiry into a Category of Bourgeois
Society, trans. Thomas Burger (Cambridge, MA: MIT Press, 1989).

7
aedificatoria.14 En el "Nuevo Mundo", así como en las colonias del Imperio Romano, la
eficiencia económica de la urbanización fue impulsada por la lógica militar del
asentamiento. Con la crisis del antiguo régimen, el advenimiento de la industrialización y el
ascenso del capitalismo, el papel de las urbs absorbió la idea de civitas hasta el punto de
que en los últimos tres siglos hemos sido testigos del triunfo de una nueva forma de
asociación humana basada enteramente en el dominio de las urbs. Demos paso a la
urbanización.

La palabra urbanización fue introducida por el ingeniero y planificador español Ildefons


Cerdà, quien teorizó en torno al concepto en su libro de 1867, Teoría general de la
urbanización.15 Consciente de la extrema importancia de los fenómenos que quería
describir,16 Cerdà legitimó la invención de la urbanización como una elucidación de las
características "conceptuales" emergentes de un paradigma. Este paradigma fue la
condición de la ilimitación y la integración completa del movimiento y la comunicación
que trajo consigo el capitalismo, mismo que Cerdà veía como el "vasto océano de personas,
de cosas, de intereses de todo tipo, de mil elementos diversos "17 que trabajan en
reciprocidad permanente y, por lo tanto, forman una totalidad que no puede ser contenida
por ninguna formación territorial finita y previa, como la ciudad. Precisamente por esta
razón, tras una cuidadosa investigación sobre el origen de las palabras disponibles para
describir esta nueva condición, Cerdà acuñó la palabra urbanización, derivada de la palabra
urbs, con la intención de sustituir la palabra ciudad, que le parecía demasiado condicionada
por su significado anterior, civitas.

Puesto que el sentido genuino de urbs se refería principalmente a la parte material de


la agrupación de los edificios, para todos los asuntos que se referían a los habitantes

14
Véase S. Lyman Tyler, "Spanish Laws Concerning Discoveries, Pacifications, and Settlements among the
Indians, with an Introduction and the First English Translation of the New Ordinances of Philip II, July 1573,
and of Book IV from the Recopilacion de Leyes de las Indians Relating to These Subjects" (Occasional Paper,
no. 18, American West Center, College of Humanities, University of Utah, Salt Lake City, 1980).
15
En su comentario a la traducción inglesa de la Teoría general de la urbanización de Cerdà, Arturo Soria y
Puig señala que los libros o tratados más importantes sobre urbanismo entre el siglo XIX y principios del XX
nunca mencionan la palabra urbanización o sus derivados urbanidad. El urbanismo apareció en francés en
1842, pero no se convirtió en una palabra común hasta más tarde. Ver Cerdà, Las cinco bases de la Teoría
General de la Urbanización, 79.
16
Consciente de que el lenguaje es la materia prima tanto de la teoría como de la práctica, Cerdà introduce la
invención de la palabra urbanización: "Antes de lanzarse al estudio del tema[la teoría de la urbanización], es
aconsejable comenzar con definiciones y explicaciones de las palabras más usuales dentro de ese tema. ...Con
todas las razones que cualquier otro autor, me veo obligado a seguir esta costumbre racional, yo que voy a
conducir al lector al estudio de un tema nuevo, completamente nuevo, intacto, virgen, en el que todo lo nuevo,
incluso las palabras que tenía que buscar e inventar, tenían que ser nuevas, ya que, al tener que difundir mis
nuevas ideas, no podía encontrar expresiones para ellas en ningún panlexicon. Ante el dilema de inventar una
palabra o de no escribir sobre un tema que creía cada vez más útil para la sociedad cuanto más profundizaba
en su estudio, prefería inventar y escribir antes que callar". Cerdà, Las cinco bases de la Teoría General de la
Urbanización, 79-80.
17
Ibid, 79.

8
[los romanos] utilizaban la palabra civis (ciudadano), de la que derivaban todos los
términos destinados a expresar cosas, objetos, casualidad y cualidades relativas a los
habitantes. La palabra urbanus (de urbe) se refería a cuestiones relativas a la
organización material de las urbs: así que los ciudadanos nunca se llamaron a sí
mismos urbanos, pues la raíz de la palabra no permitía tal aplicación.18

Por lo tanto, para Cerdà, el centro de las nuevas formas de hábitat humano no era el centro
de la ciudad, con sus monumentos y espacios simbólicos, sino lo que estaba más allá: los
suburbios.19 Compuestos únicamente por carreteras y viviendas individuales, los suburbios,
según Cerdà, ofrecían las mejores condiciones de vida, por lo que la tarea de la
urbanización consistía en ampliar al máximo las infraestructuras con miras a desarrollar los
hábitats humanos más allá del marco simbólico de la ciudad. "Ruralizar la ciudad y
urbanizar el campo"20 fue, para Cerdà, la doble agenda de la urbanización.

La Teoría General de la Urbanización se redactó después de que Cerdà propusiera la


ampliación de Barcelona,21 que se considera el primer plan de urbanismo que utiliza
sistemáticamente criterios científicos como la estadística.22 Estos criterios apuntaban a una
redistribución homogénea y controlable de la riqueza social, y ponían de manifiesto a
escala del diseño urbano un método de gobernanza en el que estaban en juego la riqueza
social y el control económico de la clase trabajadora ¾y, por tanto, la seguridad del
espacio urbano.23 Para ello, Cerdà redactó una red isotrópica de bloques de 133 x 133

18
Precisamente para evitar el concepto de ciudad como lugar de ciudadanía, y por tanto como forma política,
Cerdà volvió al concepto de urbs. Al describir el proceso de selección del mejor término para describir el
objeto de su teoría, Soria y Puig escribe: "El término que Cerdà pensó inicialmente para designar el tema de la
nueva teoría fue ciudad, que es el que utilizó en sus primeros escritos sobre urbanismo y en el título de su
primer libro con cierta ambición teórica, la Teoría de la Construcción Urbana de 1859. Pero la palabra ciudad,
como explicó algunos años más tarde, no le satisfacía del todo, ya que se trataba de un término anfibológico,
sobre todo por su origen latino civitas" (ibíd., 79, 83, 80).
19
Precisamente para evitar el concepto de ciudad como lugar de ciudadanía, y por tanto como forma política,
Cerdà volvió al concepto de urbs. Al describir el proceso de selección del mejor término para describir el
objeto de su teoría, Soria y Puig escribe: "El término que Cerdà pensó inicialmente para designar el tema de la
nueva teoría fue ciudad, que es el que utilizó en sus primeros escritos sobre urbanismo y en el título de su
primer libro con cierta ambición teórica, la Teoría de la Construcción Urbana de 1859. Pero la palabra ciudad,
como explicó algunos años más tarde, no le satisfacía del todo, ya que se trataba de un término anfibológico,
sobre todo por su origen latino civitas" (ibíd., 79, 83, 80).
20
Ibid, 87.
21
Como es sabido, el trazado original del proyecto de Cerdà se vio muy comprometido por la densificación de
los bloques. Sin embargo, la evolución de la ciudad se benefició enormemente de la planificación racional de
la infraestructura. Sobre la historia y el proceso de realización de la Barcelona de Cerdà, ver Joan Busquets en
la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard, Barcelona: La evolución urbana de una ciudad
compacta (Rovereto: Nicolodi; Cambridge, MA: Harvard University Graduate School of Design, 2005).
22
Ibid, 31.
23
Esta particular lectura foucaultiana de Cerdà ha sido realizada por Andrea Cavalletti en sus estudios sobre
la relación entre la fundación del urbanismo como disciplina y el auge de la biopolítica como método de
gobierno durante los siglos XVIII y XIX. Según Cavalletti, que realizó sus estudios bajo la dirección de
Giorgio Agamben, la Teoría General de Cerdà desempeñó un papel importante en el establecimiento del

9
metros que articulaba la distribución equitativa de los servicios y de las vías de
comunicación en todo el territorio de la ciudad. En este plan aparecía un centro religioso
cada nueve cuadras, un mercado cada cuatro cuadras, un parque cada ocho y un hospital
cada dieciséis. Estos se distribuyeron de acuerdo a una densidad de 250 habitantes por
hectárea, la norma recomendada para garantizar un máximo orden social higiénico. A partir
de la evidencia de este cuidadoso proceso de diseño, en el que tanto la geometría de la
cuadrícula como la concepción del espacio urbano como problema de organización
económica eran cruciales, puede argumentarse que el objetivo político de Cerdà era evitar
los conflictos de clase equilibrando las diferencias entre éstas.24 Sin embargo, si bien su
concepto de urbanización se debe al damero ¾la cuadrícula de ajedrez de las ciudades
coloniales americanas¾, éste se entiende mejor como una revolución copernicana en la
forma en que se concibe el hábitat humano: no como enmarcado dentro del concepto
ideológico e histórico de la ciudad como una centralidad, sino como un espacio
potencialmente infinito que se extiende más allá de los centros de las ciudades de acuerdo a
las capacidades tecnológicas y económicas de una sociedad productiva.

La retícula de Cerdà, concebida como potencialmente infinita, ocuparía el espacio vacío


entre la Barcelona antigua y las poblaciones de su periferia, creando así un mar de
infraestructuras urbanas que uniría a centros que antes estaban separados. Muy diferente a
las brutales intervenciones axiales del barón Haussmann en París después de 1848, el
método científico de Cerdà distribuía servicios que, bajo su estrategia reformista,
vincularían las mejores condiciones de vida de la clase obrera a su control social. Como lo
demuestra el plan de Cerdà para Barcelona, la urbanización no tiene ninguna función
representativa o icónica sino que es simplemente un dispositivo; la urbanización es lo que
hace: crear las mejores condiciones para la reproducción de la fuerza de trabajo.

Françoise Choay ha argumentado que lo que caracteriza la urbanización de Cerdà es su


tono científico.25 Su invención implícita fue atribuir la gobernanza de la ciudad a un
proceso de evolución tecnológica, que es científico en términos de su aplicabilidad
productiva. El desarrollo tecnológico y la gobernanza se convierten en sinónimos de un
enfoque que prioriza la compatibilidad de la existencia humana, el crecimiento económico

paradigma de la administración biopolítica del territorio en la disciplina de hacer ciudades. Andrea Cavalletti,
La città biopolitica: Mitologie della sicurezza (Milán: Bruno Mondadori, 2005), 20-32.
24
Como socialista y reformador, Cerdà pensaba que la industrialización a veces tenía malas consecuencias,
pero no era en absoluto mala en sus causas y principios. Por lo tanto, su obra debe ser entendida como un
intento de resolver las contradicciones entre la industrialización y la acumulación (capitalista) mediante el
mejoramiento de la condición de la clase obrera. Sin embargo, es precisamente en este intento que es posible
ver la sutil dialéctica que siempre existe entre el mejoramiento social de los trabajadores y su represión
política. Mi lectura de la mejora social de la clase obrera como la forma suprema de su represión política, que
también aplico a mi interpretación de la obra de Cerdà, ha estado influenciada en gran medida por las teorías
operistas sobre la organización de la fuerza de trabajo y su transformación en trabajo. Ver Raniero Panzieri,
"Sull'uso delle macchine nel neocapitalismo", Quaderni Rossi 1 (1961): 53-72.
25
Véase Françoise Choay, L'urbanisme, utopies et réalités: Une anthologie (París: Édi- tions du Seuil, 1965).

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y la seguridad social. La urbanización vincula indisoluble y estructuralmente las
motivaciones para mejorar la vida humana en el medio urbano con la posibilidad de
habilitar un terreno fértil para la reproducción de la fuerza de trabajo y su control o
gobernanza. Implícita en la idea de Cerdà de urbanización está la supresión del carácter
político de la ciudad en favor de una forma de poder que Giorgio Agamben ha definido
como un "paradigma gestionale" (paradigma de la gestión), o la economía en su sentido
original, como la administración de la casa.26 Se puede argumentar que la noción de
urbanización presupone la sustitución fundamental de la política por la economía como
modo de gobierno de la ciudad, hasta el punto en que hoy es casi banal preguntarse no qué
tipo de poder político nos gobierna, sino si estamos gobernados por la política; es decir, si
vivimos bajo un proceso de gestión totalitario basado en la economía, que a su vez utiliza
diferentes modos políticos de gobierno público que van desde la dictadura hasta la
democracia y la guerra. Por supuesto que una economía actúa políticamente, pero su forma
política apunta en última instancia a establecer criterios económicos, como la organización
primaria del medio ambiente humano. En el centro de este principio, a partir de Cerdà, el
espacio fundamental de la asociación humana pasa del espacio político de la ciudad al
espacio económico de la casa.

En 1927, en su libro Groszstadt Architektur (La arquitectura de la gran ciudad), Ludwig


Hilberseimer afirmó que el proyecto de la ciudad consiste en la coordinación entre dos
extremos: el plan general de la ciudad que vincularía la forma de la ciudad con sus fuerzas
productivas y económicas, y la definición de la célula habitable.27 Una de las
representaciones más radicales de esta interpretación de la gestión urbana es el proyecto de
Hilberseimer para la llamada Ciudad Vertical, la Hochhausstadt. Al igual que el plan de
Cerdà para Barcelona, el plan de Hilberseimer para la Hochhausstadt (un proyecto teórico
que puede leerse como un plan para la reforma de Berlín) es un intento de establecer un
sistema urbano global en lugar de insistir en una composición de diferentes partes de la
ciudad. En este proyecto Hilberseimer toma una postura polémica no sólo contra las
imágenes utópicas propuestas por la arquitectura expresionista, sino también contra la
Ciudad Contemporánea de Tres Millones de Habitantes de Le Corbusier (1922). En su
conocida propuesta, Le Corbusier parece ordenar diferentes tipos de edificios según las
figuras de la arquitectura clásica: la espacialidad típica de la plaza clasicista parisina es
evocada en el espacio entre los rascacielos cartesianos; el trazado del Palacio de Versalles
es evocado por los Redent; la forma comunitaria del claustro conventual se reinterpreta en
las Immeubles-Villas; y, por último, el esbozo del proyecto de Miguel Ángel para San
Pedro se ve en la forma del tren y la terminal aérea en el centro de la ciudad.28 Además, Le

26
Giorgio Agamben, Il Regno e la Gloria: Per una genealogia teologica dell'economia e del governo
(Vicenza: Neri Pozza, 2007), 31.
27
Ludwig Hilberseimer, Groszstadt Architecture (Stuttgart: Julius Hoffmann Verlag, 1927).
28
Le Corbusier, "Une ville contemporaine", en Oeuvre complète, 1910-1929, compilador. Willy Boesiger y
Oscar Stonorov (Zurich: Éditions d'Architecture, 1964), 34-43. Ga- briele Mastrigli ha propuesto una lectura

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Corbusier utiliza claramente diversas tipologías de edificios, desde los más monumentales
en el centro hasta los más suburbanos en la periferia, y separa el espacio residencial del
espacio de trabajo. Hilberseimer, por otro lado, utiliza un solo tipo de edificio: un híbrido
de bloques y losas en el que todas las actividades cívicas, como la producción, la vida y el
comercio, se superponen en lugar de dividirse en zonas en diferentes lugares. Así, la forma
de la ciudad surge de la repetición de una tipología única y refleja la lógica de la geometría
más convencional posible, la de la cuadrícula. El sistema de circulación de Hochhausstadt
se extiende uniformemente en todas las direcciones mediante la superposición de líneas de
tren, líneas de metro, tranvías, carreteras y calles peatonales. Para Hilberseimer, la
diversificación tipológica ya no parece ser un problema. Debido a la extrema movilidad
social provocada por las condiciones laborales cambiantes de la metrópoli moderna, el
nivel de lo habitable se reduce al de la habitación de hotel, que está contenida en una losa
absolutamente uniforme superpuesta sobre un zócalo compuesto por talleres y oficinas. La
zonificación distributiva y las diversas tipologías desaparecen porque los habitantes de la
Hochhausstadt viven, trabajan y se desplazan por todas partes.

En la ciudad jerárquica de Le Corbusier para tres millones de habitantes, la diversidad


programática se logra por medio de alternativas formales, pero en la Hochhausstadt de
Hilberseimer, la diversidad programática se aborda reuniendo todos los elementos de la
ciudad ¾espacio doméstico, espacio de oficinas, carreteras, líneas ferroviarias, etc.¾ en un
sistema ortogonal que eventualmente puede repetirse ad infinitum. La forma arquitectónica
ya no se ve como representación sino como proceso. En la Hochhausstadt, la forma carece
de todo rasgo figurativo o individualista, lo que garantiza que se comportará de la manera
más racional y uniforme: la ciudad queda reducida exclusivamente a sus condiciones
reproductivas.

En este marco, cualquier distinción entre espacio público y espacio privado, entre espacio
político y espacio económico, se derrumba a favor de una comprensión totalizadora y
orgánica de la ciudad como desprovista de todo límite, donde la urbanidad misma se
concibe como un espacio doméstico. Los métodos de gobierno de la economía trascienden
las fronteras entre el espacio público y el espacio privado, instituyendo este último -la
administración despótica de la casa- como el principal modo de gobierno para el conjunto
de la urbanidad. La esencia de la urbanización es, por tanto, la destrucción de cualquier
límite, frontera o forma que no sea la repetición infinita y compulsiva de su propia
reproducción y el consiguiente mecanismo totalizador de control que garantiza este proceso
de infinito.

cercana de las figuras "clásicas" que pueden ser identificadas en la Ciudad Contemporánea de Tres Millones
de Habitantes de Le Corbusier. Véase Gabriele Mastrigli, "In Praise of Discontinuity", en Christine de Baan,
Joachim Declerck, Veronique Patteeuw, y Berlage Instituut, Visionary Power: Produciendo la ciudad
contemporánea (Rotterdam: NAi Publishers, 2007), 113-124.

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El proceso de urbanización trasciende no sólo la diferencia entre lo público y lo privado,
sino también cualquier diferencia que tenga importancia política, como la diferencia entre
espacio construido y espacio abierto, o entre lo que Arendt identificó como las tres esferas
de la condición humana: labor, trabajo y "vita activa".29 Todas estas diferencias se absorben
dentro de un proceso de crecimiento que ya no es dialéctico sino incremental y, por tanto,
infinito. No es casualidad que los conceptos clave de la urbanidad contemporánea ¾como
la red, el paisaje, la globalización¾ compartan una misma base conceptual e ideológica: la
infinita continuidad del movimiento impulsado por la producción, que metaboliza
sistemáticamente cualquier cosa dentro de un proceso que siempre cambia y, por tanto, es
capaz de preservar su estabilidad.

29
Véase Hannah Arendt, The Human Condition (Chicago: University of Chicago Press, 1958).

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Ildefons Cerdà, Plan de Barcelona, 1860. La urbanización reemplaza a la ciudad.
Siguiendo el ejemplo de las ciudades coloniales de América, el plan de Cerdà para
Barcelona ejemplificaba el papel de la urbanización como la nueva forma de gobierno
biopolítico. El resultado es un plan que optimiza la infraestructura urbana.

Ludwig Hilberseimer, Hochhausstadt, 1924. La urbanización como superposición total de


movilidad, vida y trabajo. La arquitectura es reemplazada por la repetición interminable
de sistemas urbanos idénticos.

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