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Y LA C O N S T R U C C I Ó N
DE LA C I U D A D A N Í A
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Pticapara
ciudadanos
GUILLERMO HOYOS VASQUEZ '
Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia
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INTRODUCCIÓN
Cuando en momentos de crisis y pese a la impotencia palma-
ria de los procedimientos meramente coactivos, se sigue aplaudien-
do a quienes en nombre del Estado de derecho democrático y con
su autoridad creen que pueden mofarse de los procesos de educación
ciudadana, no habría que extrañarse de lo profundo que se está lle-
gando en la pendiente. Esto es todavía más grave cuando se estima
que medidas meramente pragmáticas —así se trate de las más ex-
tremas como la pena de muerte— son las que han de salvar una ima-
gen de democracia que no se quiere legitimar por los conductos re-
gulares de la formación cívica, de la participación política de los
ciudadanos y de la depuración de las instituciones. No puede ha-
blarse legítimamente de democracia, si por ello se entiende algo sus-
tantivo y material y no meramente una manera de decir, sin al mis-
mo tiempo identificarse con ciertos principios programáticos que en
la modernidad fueron acuñados como pilares de la convivencia. En-
tre estos ocupa un lugar fundamental el de la educación para la li-
bertad, para la mayoría de edad y para el ejercicio de los derechos
y deberes fundamentales de la democracia^. El uso inteligente y no
1. Filósofo y teólogo.
2. Quiero referirme expresamente a la amplia discusión en torno a "Educación y
Democracia" presentada en dos números monográficos de la Revista Iberoamericana de
Educación, N° 7 y 8, Madrid, OEI, enero-abril y mayo-agosto de 1995.
ÉTICA PARA CIUDADANOS
"En verdad, ética designa hoy un principio de relación con 'lo que
pasa', una vaga regulación de nuestro comentario sobre las situa-
ciones históricas (ética de los derechos del hombre), las situaciones
técnico-científicas (ética de lo viviente, bio-ética), las situaciones
sociales (ética del ser-en-conjunto), las situaciones referidas a los
medios (ética de la comunicación), etc. Esta norma de los comen-
tarios y de las opiniones es adosada a las instituciones, y dispone
así de su propia autoridad: hay 'comisiones nacionales de ética'
nombradas por el Estado. Todas las profesiones se interrogan sobre
su 'ética'. Asimismo se montan expediciones militares en nombre
de la 'ética de los derechos del hombre".
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ria de aquellas razones y motivaciones que, sin ser los últimos fun-
damentos del obrar humano, sí se inspiran en ellos y al mismo tiem-
po son ayuda para el ciudadano del común en lo relacionado con la
convivencia. Vamos a intentar por tanto dar algunos elementos con
respecto a ese tipo de discurso articulado, contextualizado y "apli-
cado" de la ética a situaciones y circunstancias determinadas, en este
caso a la ciudad, cuando se la piensa en su especificidad y en su sen-
tido contemporáneo. Es obvio que el término "ciudadano" va más
allá de los límites de la ciudad, —dado que también los habitantes
del campo son ciudadanos—, pero aquí quisiéramos entenderlo cen-
trado precisamente en ella y ganando a partir de ella su significa-
do más específico y complejo.
Una ética para ciudadanos es parte de una filosofía que "re-
construye un saber práctico cotidiano e intuitivo" como el de los ha-
bitantes de la ciudad, y que por su "afinidad con el sentido común"
se relaciona íntimamente con la totalidad del mundo de la experien-
cia (Lebenswelt) que nos es familiar. Esto hace de los filósofos unos
especialistas de lo general: "desde Sócrates los filósofos también van
a la plaza de mercado" (Habermas, 1994, p. 32). Pensamos por ello
que una ética para ciudadanos debería inspirarse en aquella tradi-
ción en la que se caracterizó el ethos precisamente en el contexto de
la polis ( I ) y debería además responder a quienes a nombre de una
crítica a ciertos desarrollos de la modernidad (2) han hecho diver-
sas propuestas, en esa rica gama entre el racionalismo y el nihilis-
mo, que por ser cada una de ellas demasiado cerrada con respecto a
las otras no parecen decir mucho en su exclusivismo al habitante de
la ciudad contemporánea; quizá, propuestas más "eclécticas", en
consonancia con el ser complejo y heterogéneo de la ciudad actual
pudieran dar más sentido al encuentro de las personas y a la comu-
nicación entre los ciudadanos (3).
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Í T I C A PARA CIUDADANOS
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2. E L L E N G U A J E D E LA C I U D A D MODERNA
Giuseppe Zarone en su Metafísica de la ciudad{icfc^^, pp. 35—
36) destaca cuatro características claves de la ciudad moderna en
relación con lapolis griega:
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"En lugar de proponer a todos los demás una máxima como váli-
da y que quiero que sea ley general, tengo que presentarles a todos
los demás mi máxima con el objeto de que comprueben discursi-
vamente su pretensión de universalidad. El peso se traslada de
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aquello que cada uno puede querer sin contradicción como ley
general, a lo que todos de común acuerdo quieren reconocer como
norma universal" (Sobrevilla, 1987: 104-105).
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CONCLUSIÓN
Partimos de los fundamentos de la polis griega en el poder co-
municativo de los ciudadanos, que se convertiría en momento cons-
titutivo de las democracias modernas. Por ello pensamos que un as-
pecto determinante de la crisis de la modernidad es cuando la
ciudad moderna pierde su Sprachlichkeit (Wellmer), su lenguaje es-
pecífico. Esta pérdida de la comunicación en la ciudad moderna per-
mitió que la modernidad se desarrollara unilateralmente como
modernización. En el funcionalismo se ha tratado de simplificar la ciu-
dad para ser instrumento al servicio del individuo o masificar a las per-
sonas al servicio de una ciudad, instrumento ella de la productividad.
Pensar la ciudad hoy, desde una perspectiva ética, exige una gran
confianza en los procesos educativos de los niños y jóvenes y en las
actividades formativas de los ciudadanos. Sólo así se puede recons-
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Ciudadano,
mente y tecnología
A R M A N D O SILVA T E L L E Z
Profesor Departamento de Bellas Artes, Facultad de Artes
Universidad Nacional de Colombia
no
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para adelgazar que se venden tanto los días festivos, sólo 13 se usan
y los demás son consumo imaginario para estar bellos y seductores,
en especial en lugares de playas como California o Florida. Estamos,
pues, frente a la venta pura de fantasía.
Así creo que los estudios sobre consumo cultural, iniciados
hace pocos años con trabajos pioneros en América Latina de García
Canclini, habría que ajustarlos con otros presupuestos, en mi di-
mensión más subjetivos y de corte psicoanalítico y antropológico.
Vivimos, cada vez más, la ciudad imaginada. La realidad es desbor-
dada por las misma virtualidades electrónicas, con el computador
a la cabeza, pero también, por los nuevos diseños de la vida diaria
que pasa por las industrias como la de los ejercicios o de la comida
rápida, que desaparece, esta última, la nutrición por obra de una
presentación técnica y científica aterradora. Qué experiencia cho-
cante aquella de ir a un restaurante en la California sur de los Es-
tados Unidos de América donde a la entrada se nos advierte sobre
las consecuencias de comer indebidamente la grasa, el azúcar, o aun
las proteínas y los carbohidratos, de la misma manera que se ven-
de el cigarrillo y se nos advierte que podemos morir de cáncer. Se
consume un cuerpo fantástico unido al deseo de ser jóvenes, bellos
y seguros. Las nuevas ciudades son de la misma manera cada vez más
fantásticas pues,se hacen bajo el índice de la perfección. El aterra-
dor filme The Colony muestra magistralmente a estas nuevas ciuda-
des en la cuales prima un sentido de seguridad colectiva por lo cual
los asociados a esta vivienda-club sacrifican espontaneidad y eros por
el bienestar de la seguridad. Estamos ya en la des-erotizacion de la
vida anunciada por Marcóse: la sociedad tiene la riqueza para pro-
ducir bienestar y tiempo libre, pero la obsesión de la productividad
y rendimiento enfrenta los alcances técnicos y materiales que po-
drían disponer más tiempo para el goce.
El mencionado filme estadounidense recuerda las nuevas ciu-
dades del sur de California. Todas las casas en este 'conjunto cerra-
do de vivienda' están interconectadas y hasta los lugares más ínti-
mos son accesibles por un sistema perfecto de seguridad. Incluso los
perros y animales domésticos son adaptados a este mundo de silen-
cio y resignación y para que no hagan ruidos innecesarios se les cor-
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tan sus cuerdas vocales; así sus sonidos apenas serán escuchados por
el espacio de la casa respectiva y no fastidian a sus vecinos. La ciu-
dad se hace cindadela y se vuelve una prisión de neurótico bienes-
tar donde la norma es hacer lo que se quiera pero nunca fastidiar al
vecino: sólo que todo lo puede fastidiar. La vida egoísta pensada en
el exclusivo y mítico bienestar personal termina por ser la formula más
fascista de la vida urbana contemporánea. Y el modelo republicano del
sur de California se extiende rápido por todo el universo urbano.
En estudio sobre consumo cultural en Bogotá se les pregun-
tó a los ciudadanos qué quisieran hacer en su tiempo libre; la res-
puesta más insistente fue esta: "tener plata para comprar" según el
40% de los encuestados. La compra aparece como el nuevo paradig-
ma de excelencia moderna. Así no es tanto el consumo del objeto:
es su compra. Pero aquí hay algo sutil muy significativo; psicoló-
gicamente se explica mejor: consumir es agotar un producto en un
organismo. Por ellos el término proviene de ambiente material y
económico, incluso fue dimensionando por las teorías marxistas
como una de las tres actividades en la economía: producción, dis-
tribución y consumo. Se consume en propiedad una comida en un
restaurante o un vestido que se va usando. Pero, cuando el térmi-
no se pasa a la 'producción mental' queda un tanto impreciso, aun
cuando se sigue usando a falta de una palabra más precisa que se-
guro pronto aparecerá con el tiempo.
Así el consumo, para aclarar lo fundamental, se produce en
dos niveles: aquel de la cosa que se agota, pero también se haría
referencial a lo espiritual, que por ende no se acaba y por tanto, más
bien se refiere a la evocación. No obstante destaco que al hablar de
consumo se puede estar refiriendo con más exactitud a la compra de
un producto o a su evocación, que al consumo propiamente dicho
y esto trae una diferencia esencial, al menos en una oportuna mirada
analítica. La compra es puro deseo, el consumo responde más a la
necesidad. Entonces la función psicológica es distinta. Mientras en
el consumo se ingiere algo para calmar una necesidad, en la com-
pra no ocurre ello necesariamente y por esto digo: más que por el
consumo vivimos hoy en su fantasía; o sea, en su demanda imagi-
naria. El moderno psicoanálisis distingue entre instinto y pulsión
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