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“¿Quién sigue?

”, por Jorge Montessoro Cervantes

Luces apagadas, cortinas cerradas. Una casa a oscuras. Los rayos del sol
luchando por entrar en la ventana de la sala, iluminando suavemente el fino piso
de caoba que adornada la habitación. Esta casa una vez significó para Camila una
nueva vida. Una oportunidad para empezar de nuevo. Mesera por las tardes de un
fino restaurante en el Downtown. —Un sueldo miserable, pero las propinas lo
compensan —fueron las palabras de Eliza cuando convenció a Camila de huir con
ella lejos de su hogar, de su familia. —Mi casa te va a encantar, ¡será perfecto!,
mientras más lejos te encuentres de tu familia, mejor ¿no es así?, después de lo
que te hicieron… —Camila asintió con la cabeza —mientras más rápido salgamos
de esta pesadilla, mejor —exclamó mientras una sonrisa se asomaba en su rostro.

Las paredes de esa casa alguna vez resultaron reconfortantes, pero en ese
momento los fríos muros que abrazaban a Camila solo la hacían sentir cada vez
más encerrada, atrapada. Sobre el piso de caoba yacía una fina alfombra de piel
de alpaca, con matices color vino y adornos dorados en las orillas, un hermoso
símbolo de riqueza y prosperidad en su centro, opacado por un cuerpo sin vida, su
cabeza abierta. —¿Qué… —Un nudo en su garganta, el más grande que habría
sentido en su corta vida no dejaba salir las únicas tres palabras que Camila pudo
armar en ese momento —¿Qué he hecho? —.

—¿Te vas a quedar ahí parada todo el día? —exclamó Eliza detrás de ella, —
menos mal se te ocurrió hacerlo encima de la alfombra, limpiar toda la sangre del
piso habría sido horrible, definitivamente habrías arruinado la caoba, ¿tienes una
idea de lo que cuesta mantener un piso como este? —Camila no respondió. —¿Es
en serio Cam?, te recuerdo que todo esto fue tu idea, ahora deja de mirarme así y
ayúdame a deshacerme de ese cerdo… y tal vez quieras dejar eso en una cubeta
con cloro o algo así, no podemos dejar cabos sueltos —Camila volvió en sí, se dio
cuenta que en su mano yacía un viejo trofeo, una estatuilla de plata sobre una
base de piedra tallada, ahora dentada de un lado, raspada y pintada de rojo.

—¿¡Mi idea!?, ¿¡de qué rayos estás hablando!? —No empieces Camila, sabes a lo
que me refiero, ese cerdo se lo tenía merecido —Eliza respondió mientras
acomodaba los pies del cadáver —Ahora ayúdame a enrollarlo en la alfombra,
mataremos dos pájaros de un tiro —Camila se acercó a ella, intimidante. —Tal vez
se lo tenía merecido, pero yo no quería esto, ¡no así!, yo no soy así, yo no… yo
jamás… —Camila observó profundamente el trofeo en su mano, ahora evidencia
irrefutable de su crimen. Eliza se paró y la miró a los ojos —¿Estás segura?,
porque ese trofeo dice todo lo contrario —cállate —replicó Camila, Eliza siguió —
Lo único que hice fue facilitar este encuentro, un par de llamadas a mis chicos,
una invitación a una reunión falsa con un vendedor de licores finos, y ¡PUM! —
¡Que te calles! —gritó Camila cerrando los ojos. Eliza corrió a ella y la tomó
gentilmente de los hombros —Oye, oye, tranquila, suficiente suerte tenemos con
que los vecinos no hayan oído tus martillazos —Camila la miró a los ojos, cierto
confort se apoderó de ella por un segundo, Eliza siguió —Saldremos de esta,
juntas. Te lo prometí antes y te lo prometo ahora —una lágrima rodó de la mejilla
de Camila, sus ojos se conectaron por unos segundos. —Ahora ayúdame a
enrollarlo, por favor —¿Cuál es el plan? —Camila preguntó, Eliza sacó su celular
—Solo tengo que hacer una llamada, uno de mis chicos vendrá con una
camioneta tan pronto se oculte el sol. Nos ayudará a deshacernos de él. —“uno
de mis chicos” —pensó Camila para sí misma.

—¿Limpiaste todo como te dije? —Si —respondió Camila. —¿Y debajo de la


mesa? —Que sí, mujer —respondió Camila, ansiosa. —Bien. Dame esa cosa. —
Camila le pasó una bolsa negra, aromatizada y amarrada, el trofeo ensangrentado
en su interior. —Todo estará bien, Cam. —Los chicos de Eliza cargaron la
alfombra enrollada, una cueva remota sería su destino —Nunca más podrá
lastimarte—. Una lágrima brotó de los ojos de Camila. El recuerdo de aquel
momento nunca dejará de perseguirla. Intimidad e inocencia, ambas perdidas.
Camila nunca más sería la misma.

—No es tu primera vez haciendo esto, ¿verdad? —No —respondió Eliza, —me
preguntaba si ya te habías dado cuenta.

—Bien —Camila respondió, una mirada de determinación en su semblante.

Eliza sonrió —Y ahora Cam, ¿quién sigue? —

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