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LA DICTADURA FRANQUISTA ENTRE 1959-75.

ASPECTOS SOCIALES, POLÍTICOS Y ECONÓMICOS Página 1 de 6

INTRODUCCIÓN

La segunda etapa del régimen de Franco se abre prácticamente en los años sesenta, una
década extraordinaria para la sociedad española, que dio el salto fundamental hasta
convertirse en una sociedad industrial. Pero esta afirmación no equivale en modo alguno
a identificar el progreso experimentado con la naturaleza del régimen.
Cabría decir, más bien, lo contrario: que la década de los sesenta resulta excepcional en
la historia española “a pesar" del régimen. Precisamente fue el inmenso cambio social,
económico y cultural español de esos años el que sirvió de base a una crisis irreversible
que poco después afectaría al sistema político español del franquismo. La transformación
de la sociedad española en los años sesenta obedece a la confluencia de múltiples
factores históricos, internos y, sobre todo, externos, de los que hay que destacar el influjo
determinante de la ola de prosperidad que, en esa década, afectó a todo el Occidente
industrial desarrollado y que España aprovechó.

EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DE LOS AÑOS 60

La economía de la autarquía y el casi monolitismo político de inspiración fascista se


fueron agotando en los años cincuenta. La situación de la economía era muy grave:
Según el historiador Tuñón de Lara: «A mediados de 1959, España se encontraba
prácticamente en situación de suspensión de pagos internacional, con amenazas tan
graves como la de que le cortaran en breve plazo los suministros de petróleo». En tan
difíciles circunstancias, los tecnócratas del Opus Dei lograron convencer a Carrero
Blanco y a Franco de la necesidad de sustituir la política intervencionista y autárquica de
los últimos veinte años por otra de tipo liberal. Lo que abriría el camino hacia un
importante cambio que dio paso a la época de la tecnocracia y del desarrollismo, ambos
con una dosis mucho mayor de pragmatismo, lo que significó un cambio en la política
del régimen en casi todos los aspectos.

Los espectaculares resultados de esta apertura económica hicieron que España conociera
en los años sesenta el mayor desarrollo económico de toda su historia. Los propagandistas
del régimen no dudaron en bautizarlo como el milagro español y les permitió disimular
los tremendos errores económicos de las décadas anteriores y justificar los abusos de
poder y la ausencia de libertades políticas y sindicales.

La era de la tecnocracia
En 1958, España se había incorporado al Fondo Monetario Internacional y al Banco
Mundial, con la esperanza de lograr créditos que remediaran la desesperada situación
financiera. Estas instituciones exigieron, como contrapartida, la liberalización de la
economía española y recomendaron a las autoridades una serie de medidas que se
recogieron en el Plan de Estabilización de 1959.
Las medidas económicas adoptadas fueron el control del gasto público, el ajuste del
cambio de la peseta, el impulso a las exportaciones para intentar paliar el gran
desequilibrio de la balanza comercial con el exterior, los incentivos a las inversiones
extranjeras y la congelación de los salarios. Las consecuencias fueron inmediatas y,
aunque los costes sociales fueron considerables (pérdida de nivel de vida, por ejemplo),
se logró sanear la economía y sentar las bases del crecimiento económico de la década
posterior.
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El cambio de gabinete de finales de los años 50, al que siguió la puesta en marcha de un
"Plan de estabilización" en la economía, inauguró el gobierno de los tecnócratas. La
tecnocracia fue una forma de entender la política que daba mucha más importancia al
progreso económico y a la mejora de la administración, que al mantenimiento de
determinados principios políticos. Los tecnócratas no eran ideólogos sino "técnicos" que
nunca discutirían los contenidos más represivos y antidemocráticos del régimen.
Desde 1957 hasta el comienzo de los años setenta, los ministerios clave en la economía
se entregaron a hombres procedentes, por lo general, del Opus Dei, una asociación
religiosa muy influyente en la España de los años 60. Su objetivo fue liberalizar la
economía española, integrar a España en el mercado capitalista occidental y justificar el
régimen por sus “obras", por sus resultados económicos.

Durante la década de los 60 la economía española comenzaba a experimentar un


espectacular y acelerado crecimiento, se completaba la modernización y la
industrialización plena del país y aumentaron los niveles sociales de bienestar y consumo.

El gobierno intentó coordinar y orientar este proceso expansivo mediante los llamados
“Planes de Desarrollo”. Se trataba de unos proyectos donde se fijaban objetivos y
procedimientos para estimular la producción a través inversiones públicas y ayudas a las
empresas privadas (rebaja de impuestos, subvenciones y concesiones de créditos
oficiales). El I Plan de desarrollo se inició en 1964.

Entre los factores que explican el rápido desarrollo económico español del período 1960-
73 distinguimos los siguientes:

a) La favorable coyuntura económica internacional.


b) Las masivas inversiones de capital extranjero y la creciente actividad de grandes
empresas multinacionales atraídas por la mano de obra barata, lo que favoreció la
exportación de productos agrícolas (cítricos y otras frutas) y productos de consumo
(calzado...)
c) Los ingresos procedentes del turismo, la llegada de visitantes extranjeros fue
favorecida por los bajos precios relativos de nuestro país.
d) Las remesas de los emigrantes, es decir, los envíos de dinero que los trabajadores
españoles en el extranjero realizaban a sus familiares residentes en España.
e) Los reducidos costes laborales, pues los salarios se mantuvieron a niveles bajos, de
una población que se desplazaba masivamente a las ciudades y zonas costeras para
cubrir los puestos de trabajo de la industria y del turismo,.
f) Las enormes inversiones estatales en obras públicas.

A pesar del triunfalismo de las autoridades, la expansión económica del desarrollismo,


(calificada de milagrosa y que contribuyó a evitar tensiones asegurando la continuidad del
régimen), no estuvo exento de numerosas contradicciones (sociales y regionales) y
deficiencias (urbanísticas, de servicios e infraestructuras, etc.).

a) Desigual crecimiento de los sectores productivos. La industria y el sector


terciario experimentaron un fuerte impulso. Sin embargo el desarrollo del sector
agrícola resultó insuficiente y vacilante.
b) Éxodo rural masivo y emigración a trabajadores a Europa. Los movimientos
migratorios internos afectaron a unas 3.500.000 personas, que en la década de los
sesenta abandonaron sus pueblos de origen y se desplazaron hacia las regiones
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industriales y los grandes núcleos urbanos (Madrid, Barcelona, Valencia,


Bilbao). La emigración con destino a Europa afectó a los sectores sociales con
rentas más bajas, principalmente a varones adultos –agricultores, peones,
artesanos y obreros industriales- procedentes de las regiones menos desarrolladas
de Andalucía, Castilla y Galicia. Se calcula que cerca de 1.500.000 trabajadores
dejaron España con dirección a Alemania, Suiza y Francia.
c) Aumento de los desequilibrios regionales. Se profundizaron las desigualdades
en la distribución de la renta entre las distintas provincias, y se acentuó la
tendencia hacia la concentración del crecimiento económico y la riqueza en torno
a determinadas zonas, País Vasco, Cataluña y Madrid. El intento gubernamental
de desarrollar las regiones deprimidas mediante los llamados “Polos de
Desarrollo y de Promoción” no dieron el resultado esperado.
d) Mantenimiento de un sistema fiscal regresivo e injusto. Puesto que la mayor
parte de los impuestos recaudados eran indirectos (el 65% del total) y existía un
elevado grado de evasión y de fraude fiscal que beneficiaba especialmente a una
minoría adinerada.

Con este panorama económico las consecuencias que tuvo sobre el país la crisis del
petróleo de 1973 fueron de especial gravedad y duración acentuadas aún más por los años
de incertidumbre política a causa de la crisis final del régimen franquista.

LA SOCIEDAD DE LOS AÑOS SESENTA

El crecimiento económico, sin embargo, no trajo consigo un cambio estructural de los


desequilibrios del país. Se basó, en primer lugar, en el éxodo masivo de trabajadores del
campo hacia las ciudades y hacia el extranjero. El fenómeno no sólo maquilló las enormes
cifras de paro real que la economía española generaba, sino que supuso un drama humano
de enormes proporciones, que se prolongaría en la década de 1970 cuando los emigrantes
tuvieron que regresar y reintegrarse a la vida española.

En segundo lugar, el crecimiento acentuó los desequilibrios en el reparto de la riqueza,


tanto personales como regionales. El mantenimiento de salarios bajos y la imposibilidad
de una negociación colectiva mantuvieron el nivel de vida de la mayor parte de los
trabajadores muy por debajo del existente en Europa. Las cifras de renta también
muestran como, al tiempo que el interior se iba despoblando, las mayores ganancias
también se iban concentrando en las grandes ciudades: las provincias catalanas, Madrid,
Baleares y Santander.

A pesar de todo ello, en la segunda mitad de los sesenta la sociedad española comenzaba
a cambiar. Lentamente, la concentración de la población en las grandes ciudades fue
variando en modo de vida y mentalidad, sobre todo de las nuevas generaciones, que
accedían a comodidades y medios de comunicación muy distintos a los de la España de la
postguerra.

El baby-boom, el espectacular crecimiento de la población impulsado en parte por la


política pronatalicia del régimen, obligó a los tecnócratas en el gobierno a multiplicar el
número de escuelas e institutos, entre otras razones porque el desarrollo económico exigía
aumentar la formación media de los trabajadores. Desde finales de la década de 1960,
también la Universidad comenzó a masificarse, al tiempo que radicalizaba su oposición a
la Dictadura.
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La sociedad española se acostumbró a aceptar algunas novedades importantes, entre la


que destacan en primer lugar, el crecimiento que experimentó lo que se ha dado en llamar
clases medias, esto es, el de las personas que disfrutan de excedentes salariales que
emplean en actividades de ocio y cultura, una parte considerable del mundo obrero
(cualificados) y casi la totalidad del mundo de los servicios pasaron a formar parte de ella,
entre 1950 y el final del franquismo la clase media se duplicó, lo que dotó al país de gran
estabilidad social y permitió, en definitiva, que el posterior cambio político se hiciese
pacíficamente.

En segundo lugar se encuentra, el lento pero continuo incremento de la población activa


femenina. Importante en sí mismo, el acceso de la mujer al trabajo lo era más por lo que
supuso de cambio de mentalidad sobre todo entre las clases medias, frente al mundo
tradicional del que se empezaba a salir. En ese cambio había tenido mucho que ver el
éxodo rural y la ruptura con el medio tradicional agrario, pero también el turismo y la
difusión de medios de comunicación como la televisión y el cine.

Como consecuencia de ello la sociedad se hizo más secularizada, abierta y tolerante, más
parecida a la europea. Hacia 1970 puede decirse que una ruptura total se había producido
en la mentalidad colectiva de los españoles. La sociedad de consumo, deseada e
impulsada por los tecnócratas del desarrollismo, estaba llevando a un progresivo
alejamiento de los valores defendidos por las elites del régimen, que seguía compuesta
por los grupos financieros, ultracatólicos y conservadores, que lentamente se aislaban
frente a una sociedad evolucionada, cada vez más ajena a los valores de la dictadura.

LA SITUACIÓN POLÍTICA

Para quienes pensaban que con la liberalización económica se abriría el camino a la


apertura política, el desengaño sobrevino rápidamente. Franco no dio el menor síntoma de
querer variar el férreo control político y la restricción total de las libertades.

Sin embargo, desde finales de los cincuenta comenzaron a aparecer de nuevo síntomas de
agitación. En primer lugar, se inició un proceso de distanciamiento de la Iglesia respecto
al régimen. Muchos sectores de la jerarquía comenzaban a denunciar la situación de los
trabajadores y a insistir más en la labor de apostolado social y ayuda a los necesitados,
que en reforzar los viejos valores del nacional-catolicismo. El ascenso al papado de Juan
XVIII y su renovación llevada cabo con el Concilio Vaticano II, produjo una grave
quiebra entre el régimen y la Iglesia, que iría agrandándose hasta llegar casi a la ruptura
desde 1970.

En segundo lugar, comenzaron a surgir las tensiones nacionalistas. En 1959 un sector de


las juventudes del PNV se escinde del partido y se fusiona con Ekin, grupo nacionalista
universitario, fundando ETA, Euskadi ta Askatasuna (Patria y Libertad), que rápidamente
optará por la lucha armada como táctica para lograr la liberación nacional vasca. Las
asambleas I (1962), II (1963), III (1964) y IV (1965) la definieron como una organización
revolucionaria, nacionalista y anticapitalistas, que utilizaba la lucha armada para
conseguir la independencia de Euskadi. En la V Asamblea (1967) se consagró el carácter
marxista y fijó una estategia en varios frentes: obrero, cultural, político y militar, con
atracos a bancos y atentados contra las instituciones policiales que se incrementaron a
partir de 1968.
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Un tercer frente eran los conflictos laborales. Desde la primavera de 1961 se


multiplicaron las huelgas, concentradas sobre todo en los sectores punta del crecimiento
industrial: la minería, la siderometalurgia y la construcción. El proceso fue en progresivo
aumento a lo largo de toda la década, y si inicialmente primaron en ellas los motivos
salariales y laborales, poco a poco irán predominando las motivaciones de solidaridad y
denuncia de falta de libertades sindicales y políticas.

Mientras, el régimen intentaba mejorar su imagen y demostrar un talante aperturista. En


1962 entraban en el gobierno nuevos ministros jóvenes (Manuel Fraga, Laureano López
Rodó o Gregorio López Bravo) De ese gobierno fueron el primer Plan de Desarrollo, la
ley de Bases de la Seguridad Social, el programa de construcción de centros escolares y,
sobre todo, en 1966, la ley de Prensa de Fraga Iribarne, aireada como un definitivo
levantamiento de la censura en la prensa diaria, pero que en la práctica continuó
funcionando bajo vigilancia.

En la segunda mitad de la década, el proceso de institucionalización se culminó. En enero


de 1967 se promulgó la Ley Orgánica del Estado (aprobada por referéndum en diciembre
de 1966) que pendiente desde el fin de la guerra, terminó por regularizar definitivamente
la dictadura. Tres años más tarde, 1969, se produjo el nombramiento del príncipe Juan
Carlos como sucesor de Franco “a título de Rey”. Para los dirigentes franquistas, la
continuidad del régimen parecía asegurada, pues ese mismo año el almirante Carrero
Blanco, quien desde dos años antes era vicepresidente del gobierno, pasó a ser presidente
de hecho. Fue la etapa en la que se afirmó que “todo está atado y bien atado”, queriendo
significar que aunque Franco muriese todo seguiría igual, en la ya larga lucha entre
aperturistas e inmovilistas se impusieron estos últimos, a quienes se les denominó “el
bunker”.
TEXTO 9: ARTÍCULO 6º DE LA LEY ORGÁNICA DEL ESTADO (BOE DE 10 de enero de
1967)

El Jefe del Estado es el representante supremo de la Nación: personifica la soberanía


nacional; ejerce el poder supremo político y administrativo; ostenta la jefatura Nacional
del Movimiento y cuida de la más exacta observancia de los Principios del mismo y
demás Leyes fundamentales del Reino, así como de la continuidad del Estado y del
Movimiento Nacional; garantiza y asegura el regular funcionamiento de los Altos Órganos
del Estado y la debida coordinación entre los mismos, sanciona y promulga las leyes y
provee a su ejecución; ejerce el mando supremo de los Ejércitos de Tierra, mar y Aire;
vela por la conservación del orden público en el interior y de la seguridad del Estado en
el exterior; [...] en su nombre se administra justicia; ejerce la prerrogativa de gracia;
confiere, con arreglo a las leyes, empleos, cargos públicos y honores [...].
La dictadura franquista (1936-1975). Textos y documentos, por José Manuel SABÍN
RODRÍGUEZ, Madrid, 1997, edit. Akal, pp. 23-24.

Los años finales del régimen son años de agitación social y política que comienza en 1970
con el llamado “Proceso de Burgos” contra 16 miembros de ETA, 9 de los cuales son
condenados a muerte, siendo conmutada la pena por cadena pertetua ante la protesta
interior y exterior. En 1973 la situación de orden público fue explosiva, a las acciones de
ETA se unen las de otra organización terrorista, El Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota (FRAP) con lo que la represión se acentuó. En diciembre del mismo año el
almirante Carrero fue asesinado por ETA, el entorno familiar del general Franco impuso
como nuevo presidente a Arias Navarro, de cuyo gobierno pasaron a formar parte figuras
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con Fraga o Areilza, que convencieron a Arias de abrir el régimen a nuevas formas de
gobierno, se empezó a hablar del “espíritu del 12 de febrero” (por un discurso que Arias
pronunció en esa fecha), teóricamente aperturista, pero la revolución de los claveles del
año 1974 que acabó con la dictadura en Portugal y la tolerancia que se había tenido con
la prensa, hicieron que el bunker se reforzase y que los intentos de apertura se frenasen.

Mientras la oposición al régimen crecía y en julio de 1974 y a iniciativa del Partido


Comunista (PCE) había creado La Junta Democrática que quería ser una plataforma
unitaria de la oposición. En ella se integraron partidos, asociaciones vecinales y
profesionales y sindicatos, con CC.OO. al frente.

La Junta, cuyo primer manifiesto dejaba claro su espíritu de ruptura democrática como
fórmula para el cambio, chocó con la negativa del PSOE a integrarse en un organismo
que tenía el evidente protagonismo del PEC. En julio de 1975 se funda la Plataforma de
Convergencia Democrática, en torno el PSOE.

MANIFIESTO DE LA JUNTA DEMOCRÁTICA


La Junta propugna:
1.- La formación de un gobierno provisional que sustituya al actual, para devolver al
hombre y ala mujer española, mayores de dieciocho años, su plena ciudadanía mediante el
reconocimiento legal de todas las libertades y deberes democráticos
2.- La amnistía absoluta de todas las responsabilidades por hechos de naturaleza
política, y la liberación inmediata de todos los detenidos por razones políticas o sindicales
3.- La legalización de los partidos políticos sin exclusiones.
4.-La libertad sindical y la restitución al movimiento obrero del patrimonio del Sindicato
Vertical.
5.- Los derechos de huelga, de reunión y de manifestación pacífica.

6.- La libertad de prensa, de radio, de opinión y de información objetiva en los medios


estatales de comunicación social, especialmente en la televisión
7.- La independencia y la unidad jurisdiccional de la función judicial.
8.- La neutralidad política y la profesional, exclusivamente militar para la defensa
exterior de las fuerzas armadas.
9.- El reconocimiento. Bajo la unidad del Estado español, de la responsabilidad política
de los pueblos catalán, vasco, gallego y de las comunidades regionales que lo decidan
democráticamente
10.- La separación de la Iglesia y el Estado.
11.- La celebración de una consulta popular, entre los doce y los dieciocho meses. ,con
todas las garantías de libertad, igualdad de oportunidades e imparcialidad, para elegir la forma
definitiva del Estado.
12.- La integración de España en la Comunidades Europeas, el respeto a los acuerdos
internacionales, y el reconocimiento del principio de la coexistencia pacífica internacional.

29 de julio de 1974

En noviembre de 1975 murió Franco. Tanto él como sus partidarios estaban convencidos
de que todo quedaba “atado y bien atado”, y de que el nuevo rey, Juan Carlos I,
continuaría aferrado a las líneas políticas del 18 de julio. Los años venideros demostrarían
que la dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador.

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