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INTRODUCCIÓN
La segunda etapa del régimen de Franco se abre prácticamente en los años sesenta, una
década extraordinaria para la sociedad española, que dio el salto fundamental hasta
convertirse en una sociedad industrial. Pero esta afirmación no equivale en modo alguno
a identificar el progreso experimentado con la naturaleza del régimen.
Cabría decir, más bien, lo contrario: que la década de los sesenta resulta excepcional en
la historia española “a pesar" del régimen. Precisamente fue el inmenso cambio social,
económico y cultural español de esos años el que sirvió de base a una crisis irreversible
que poco después afectaría al sistema político español del franquismo. La transformación
de la sociedad española en los años sesenta obedece a la confluencia de múltiples
factores históricos, internos y, sobre todo, externos, de los que hay que destacar el influjo
determinante de la ola de prosperidad que, en esa década, afectó a todo el Occidente
industrial desarrollado y que España aprovechó.
Los espectaculares resultados de esta apertura económica hicieron que España conociera
en los años sesenta el mayor desarrollo económico de toda su historia. Los propagandistas
del régimen no dudaron en bautizarlo como el milagro español y les permitió disimular
los tremendos errores económicos de las décadas anteriores y justificar los abusos de
poder y la ausencia de libertades políticas y sindicales.
La era de la tecnocracia
En 1958, España se había incorporado al Fondo Monetario Internacional y al Banco
Mundial, con la esperanza de lograr créditos que remediaran la desesperada situación
financiera. Estas instituciones exigieron, como contrapartida, la liberalización de la
economía española y recomendaron a las autoridades una serie de medidas que se
recogieron en el Plan de Estabilización de 1959.
Las medidas económicas adoptadas fueron el control del gasto público, el ajuste del
cambio de la peseta, el impulso a las exportaciones para intentar paliar el gran
desequilibrio de la balanza comercial con el exterior, los incentivos a las inversiones
extranjeras y la congelación de los salarios. Las consecuencias fueron inmediatas y,
aunque los costes sociales fueron considerables (pérdida de nivel de vida, por ejemplo),
se logró sanear la economía y sentar las bases del crecimiento económico de la década
posterior.
LA DICTADURA FRANQUISTA ENTRE 1959-75. ASPECTOS SOCIALES, POLÍTICOS Y ECONÓMICOS Página 2 de 6
El cambio de gabinete de finales de los años 50, al que siguió la puesta en marcha de un
"Plan de estabilización" en la economía, inauguró el gobierno de los tecnócratas. La
tecnocracia fue una forma de entender la política que daba mucha más importancia al
progreso económico y a la mejora de la administración, que al mantenimiento de
determinados principios políticos. Los tecnócratas no eran ideólogos sino "técnicos" que
nunca discutirían los contenidos más represivos y antidemocráticos del régimen.
Desde 1957 hasta el comienzo de los años setenta, los ministerios clave en la economía
se entregaron a hombres procedentes, por lo general, del Opus Dei, una asociación
religiosa muy influyente en la España de los años 60. Su objetivo fue liberalizar la
economía española, integrar a España en el mercado capitalista occidental y justificar el
régimen por sus “obras", por sus resultados económicos.
El gobierno intentó coordinar y orientar este proceso expansivo mediante los llamados
“Planes de Desarrollo”. Se trataba de unos proyectos donde se fijaban objetivos y
procedimientos para estimular la producción a través inversiones públicas y ayudas a las
empresas privadas (rebaja de impuestos, subvenciones y concesiones de créditos
oficiales). El I Plan de desarrollo se inició en 1964.
Entre los factores que explican el rápido desarrollo económico español del período 1960-
73 distinguimos los siguientes:
Con este panorama económico las consecuencias que tuvo sobre el país la crisis del
petróleo de 1973 fueron de especial gravedad y duración acentuadas aún más por los años
de incertidumbre política a causa de la crisis final del régimen franquista.
A pesar de todo ello, en la segunda mitad de los sesenta la sociedad española comenzaba
a cambiar. Lentamente, la concentración de la población en las grandes ciudades fue
variando en modo de vida y mentalidad, sobre todo de las nuevas generaciones, que
accedían a comodidades y medios de comunicación muy distintos a los de la España de la
postguerra.
Como consecuencia de ello la sociedad se hizo más secularizada, abierta y tolerante, más
parecida a la europea. Hacia 1970 puede decirse que una ruptura total se había producido
en la mentalidad colectiva de los españoles. La sociedad de consumo, deseada e
impulsada por los tecnócratas del desarrollismo, estaba llevando a un progresivo
alejamiento de los valores defendidos por las elites del régimen, que seguía compuesta
por los grupos financieros, ultracatólicos y conservadores, que lentamente se aislaban
frente a una sociedad evolucionada, cada vez más ajena a los valores de la dictadura.
LA SITUACIÓN POLÍTICA
Sin embargo, desde finales de los cincuenta comenzaron a aparecer de nuevo síntomas de
agitación. En primer lugar, se inició un proceso de distanciamiento de la Iglesia respecto
al régimen. Muchos sectores de la jerarquía comenzaban a denunciar la situación de los
trabajadores y a insistir más en la labor de apostolado social y ayuda a los necesitados,
que en reforzar los viejos valores del nacional-catolicismo. El ascenso al papado de Juan
XVIII y su renovación llevada cabo con el Concilio Vaticano II, produjo una grave
quiebra entre el régimen y la Iglesia, que iría agrandándose hasta llegar casi a la ruptura
desde 1970.
Los años finales del régimen son años de agitación social y política que comienza en 1970
con el llamado “Proceso de Burgos” contra 16 miembros de ETA, 9 de los cuales son
condenados a muerte, siendo conmutada la pena por cadena pertetua ante la protesta
interior y exterior. En 1973 la situación de orden público fue explosiva, a las acciones de
ETA se unen las de otra organización terrorista, El Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota (FRAP) con lo que la represión se acentuó. En diciembre del mismo año el
almirante Carrero fue asesinado por ETA, el entorno familiar del general Franco impuso
como nuevo presidente a Arias Navarro, de cuyo gobierno pasaron a formar parte figuras
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con Fraga o Areilza, que convencieron a Arias de abrir el régimen a nuevas formas de
gobierno, se empezó a hablar del “espíritu del 12 de febrero” (por un discurso que Arias
pronunció en esa fecha), teóricamente aperturista, pero la revolución de los claveles del
año 1974 que acabó con la dictadura en Portugal y la tolerancia que se había tenido con
la prensa, hicieron que el bunker se reforzase y que los intentos de apertura se frenasen.
La Junta, cuyo primer manifiesto dejaba claro su espíritu de ruptura democrática como
fórmula para el cambio, chocó con la negativa del PSOE a integrarse en un organismo
que tenía el evidente protagonismo del PEC. En julio de 1975 se funda la Plataforma de
Convergencia Democrática, en torno el PSOE.
29 de julio de 1974
En noviembre de 1975 murió Franco. Tanto él como sus partidarios estaban convencidos
de que todo quedaba “atado y bien atado”, y de que el nuevo rey, Juan Carlos I,
continuaría aferrado a las líneas políticas del 18 de julio. Los años venideros demostrarían
que la dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador.