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Seis errores del monetarismo: por qué emitir no

alimentará la inflación
OPINIONES27 Julio 2020
Viejos ortodoxos argentinos y jóvenes libertarios repiten como un mantra que la
inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. La realidad es más compleja y se
puede explicar a través de seis puntos clave.

Por Julián Zícari

Todos conocemos la premisa monetarista que se suele repetir como un mantra:


la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. Así, viejos ortodoxos argentinos
y jóvenes libertarios, con más certeza que capacidad de pensar o cuestionar su propia teoría,
se embarcan en defender y repetir los postulados monetaristas que terminan siempre en
políticas de ajuste, concentración económica y caída salarial.
Es que el monetarismo con su sencillez teórica entiende que sólo la emisión monetaria es la
causante de la inflación, siendo esto una relación supuestamente univoca. Por lo que con
este único postulado, que podría escribirse simplemente en un sobrecito de azúcar, busca
explicar prácticamente todos los problemas económicos, casi como si no hubiera necesidad
de escribir libros, plantear otros problemas o hacer revisiones empíricas sobre su doctrina.
De allí que como actualmente pasa, en el que aumenta la emisión, denuncian que en poco
tiempo vendrá una hiperinflación, aún cuando el ritmo de los precios esté bajando (la
inflación anualizada de diciembre fue 54% y la de junio 43%).

Sin duda pueda resultar atractivo explicar todo solo con una variable sin considerar nada
más, pero también se debe reconocer que la realidad es mucho más compleja que eso. Por
ello mismo, dado los grandes problemas y errores que esconde la doctrina monetarista
busquemos plantear seis preguntas para cuestionar algunas de sus certezas.

1 - ¿Es una regla mecánica?


La primera pregunta apunta a plantear los problemas de la supuesta identidad que existiría
entre emisión e inflación, como si fuera una regla mecánica, objetiva e incuestionable. De
este modo, por ejemplo, podemos preguntarnos por la simetría: si existe la certeza de que
al subir la emisión sube la inflación, tendría que pasar lo inverso cuando la emisión
pasa a ser negativa, obteniendo también entonces inflación negativa. Sin embargo,
como sabemos, no ocurre ello: los precios tienen más facilidad para subir pero muchas
rigideces para bajar. Por lo tanto, la identidad entre emisión e inflación no es tal: la
deflación casi nunca existe y el ritmo de movimiento de los precios no se puede manejar a
control remoto solo con la cantidad de dinero. Es decir, no hay fenómeno mecánico entre
una cosa y otra.
Pero además tampoco es clara cómo opera la relación: si subimos un 10% la emisión
¿tendremos un 10% de inflación (o tendremos más que ese número, o acaso menos)? Otra
pregunta refiere a lo que pasa cuando aumenta la cantidad de dinero, pero bajan los precios,
como por ejemplo con la trampa de la liquidez, algo que también suele ser silenciado. De
aumentar la cantidad de dinero, además, tampoco es claro si aumentarán los precios, sino
que además –de subir- no sabemos en cuántos períodos de tiempo ocurrirá, a qué ritmo y a
qué se deben los retrasos. Por tanto, la existencia de elasticidades dispares (a veces
negativas, otras neutras y otras tantas positivas) indica que la supuesta regla monetarista
muchas veces falla, tiene problemas que no puede explicar y que, en realidad, es más lábil
que cierta: su inflexibilidad y rigurosidad entonces son un mito.

2 - ¿La inflación es mono o multicausal?


El segundo gran problema del monetarismo es su rigidez conceptual. Al postular la
exclusividad de la inflación debida a los fenómenos monetarios deja al descubierto su gran
pobreza analítica resultando finalmente en un ridículo mayúsculo.

En la Argentina sabemos que el principal determinante de la inflación es la suba del


precio del dólar. También actúan en ella factores como la concentración económica de
mercados claves, los ajustes tarifarios, los movimientos del valor de la nafta, la puja
distributiva, los precios externos de los bienes primarios, las expectativas, los
desequilibrios productivos, las tasas de interés en el mundo, el ciclo económico, la
estacionalidad y los ahogos del sector externo.
Veamos un simple ejemplo: durante el macrismo desde mediados de 2017 hasta fines de
2019 la emisión prácticamente fue nula, sin embargo en 2018 al duplicarse el valor del
dólar, la inflación se duplicó (pasó de ser del 24% en 2017 a 48% en 2018) y volvió a subir
un año después. Vemos acá que la validez empírica de la teoría monetarista brilló por su
ausencia.

3 - ¿De qué hablamos cuando hablamos de emisión?


En tercer lugar el monetarismo nunca aclara a qué se refiere exactamente con emisión o
fenómenos monetarios, pues existen muchos mercados de dinero. A veces hablan de la
“maquinita” refiriéndose a la simple emisión de billetes y monedas (M0), pero a veces se
refieren a los niveles del dinero bancarios, como las cuentas corrientes (M1) u otras que
incluyen a las cajas de ahorro (M2), mientras que en otros momentos hablan de que es
necesario incluir encajes bancarios y otros mecanismos de esterilización para analizar el
circulante dinerario. Aunque las más de las veces no se refieren a nada de eso, sino a la
emisión respaldada con reservas (increíblemente, respaldada en dólares, ¡otra moneda!).

Es decir, existen múltiples agregados monetarios, con lógicas y formas de


funcionamiento no siempre iguales en cada caso. La estructura monetaria y su operatoria
son propias de cada país y de cada momento histórico en ellos, dado que su cultura
bancaria, financiera y monetaria son heterogéneas: la moneda no funciona del mismo modo
en el Congo, que en Alemania, en China o en la Argentina. Entonces, si consideramos los
diversos elementos, volvemos a reforzar la idea de que no es posible establecer una relación
clara ni lineal entre emisión e inflación, por lo que no existe la ley universal monetarista tal
como se postula.
4 - ¿Por qué muchos países imprimen y no sube la inflación allí?
El cuarto problema se liga a considerar todos los ejemplos existentes en los que la relación
entre emisión e inflación es nula o incluso inversa. Por ejemplo, Japón estuvo en recesión
durante gran parte de la década de 1990, sufriendo deflación. Para ello las autoridades
quisieron quebrar eso y darle un sentido positivo a los precios para evitar que sigan
cayendo, así se largaron a emitir, sin embargo se encontraron con la famosa trampa de la
liquidez y no tuvieron la inflación que estaban buscando con solo emitir.

En la actualidad podemos ver cómo en plena pandemia y en la emergencia económica


mundial provocada por el Covid-19, los principales países del mundo se han largado a
emitir a lo loco. No obstante, por más que en Europa o en Estados Unidos le den “a la
maquinita” no se registra inflación allí.
La respuesta que suelen dar quienes defienden el monetarismo frente a estos graves
problemas empíricos es que eso ocurre en “países serios” y porque la población tiene
“confianza” en sus autoridades monetarias, aumentando incluso la demanda de dinero en
esos lugares a pesar de emitir. Lo curioso, igualmente, es que apelar a la idea de
“confianza” implica aceptar que la relación entre emisión e inflación no es objetiva, sino
subjetiva y cultural: una apreciación que vuelve a dejar de lado el mecanicismo o la certeza
básica del monetarismo, pues intervienen entonces evaluaciones y diagnósticos muchas
veces ideológicos, contextuales e históricos.

Del mismo modo, debemos subrayar lo que es obvio: las principales monedas fuertes del
mundo (como el dólar, el euro, la libra esterlina o incluso el bitcoin) son monedas
fiduciarias. Es decir, se basan en la confianza y no tienen respaldo ni regla alguna. Por lo
cual, la regla mecánica e infalible no puede sostenerse tampoco aquí.

5 - ¿Hablamos de física o de una ciencia social?


El quinto problema del monetarismo es que el dogmatismo de su mantra le hace pensar que
estudiar economía es lo mismo que estudiar física, es decir pensar en cómo actúan objetos
inertes entre sí, cuando en realidad –y aunque les duela- nos referimos a una ciencia
social, en la cual están implicadas relaciones de poder, clases sociales, problemas
distributivos, estructuras productivas desequilibradas, conflictos sociales, la relación
centro-periferia y tradiciones económicas específicamente históricas propias de cada
lugar.
Por ejemplo, las expectativas económicas para determinar el consumo, la inversión, el nivel
de precios, el ahorro o la compra de dólares se establece según diagnósticos ideológicos y
contextuales. Si existe un presidente “pro-mercado” o uno “populista”, por más ambos que
tomen las mismas medidas, diferirá en cómo reaccionarán los agentes sociales ante ellos:
aquí no hay objetividad sino ideología.

No es posible establecer de manera exacta los ciclos económicos porque la economía


depende de sociedades vivas, cambiantes y en conflicto. Por ello, por más que nos puedan
servir las herramientas matemáticas o el cálculo, nunca obtendremos valores precisos en
todas las variables. Si fuera así y pudiéramos calcular todo, la Unión Soviética hubiera
triunfado en lugar de derrumbarse. No se puede hablar en abstracto sino de cada sociedad y
coyuntura específica. De esta manera, la postulación de reglas mecánicas, universales,
objetivas e inflexibles no es posible. De allí otro grosero error del monetarismo.

6 - ¿Cómo funciona la regla en los límites?


El último cuestionamiento al monetarismo podría permitirnos hacerle un
reconocimiento: efectivamente es posible pensar en algún tipo de vinculación entre
emisión e inflación en los extremos. Es decir, si no existiera regla monetaria alguna,
ningún gobierno tendría necesidad de recaudar impuestos sino que simplemente
podría emitir y gastar todo lo que necesite sin consecuencia alguna. No obstante,
sabemos que no es así: ningún gobierno puede imprimir al infinito sin generar efectos
indeseables.
Ahora bien, el problema radica en pensar entonces al monetarismo en sus extremos: a veces
sin emisión tenemos inflación, otras con emisión no la tenemos, sabemos que si
tenemos emisión negativa eso no nos garantiza inflación negativa, pero sí que si la
emisión es radicalmente descontrolada habrá efectos inflacionarios.
Sumemos otros problemas: además de que la cuestión elástica entre dinero y precios no es
clara, tampoco lo es con respecto a los rezagos de tiempo en que puede funcionar o pasar a
ser neutral. Por lo que la cuestión de los casos límite el monetarismo tiene algo de razón
pero también dificultades en explicarlos: cuándo y por qué en ciertos momentos funciona la
regla y en otros no.

En suma, vemos que existen muchos cuestionamientos a la doctrina monetarista, doctrina


con la cual muchas personas fanáticamente se identifican, repitiendo un mantra univoco
entre emisión e inflación. Como hemos dicho, es verdad que es atractivo explicar todo solo
con una variable, pero el problema con ello es que empequeñece el debate y la realidad. Por
eso, en vez de tener solo certezas es mejor desafiar al pensamiento focalizando en los
problemas de una teoría en lugar de cerrarse en la terquedad de defenderla como una
verdad incuestionable. Tal vez así surjan mayores esfuerzos para entender nuestra realidad
y aportar mejores soluciones a ella.

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