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Basile, Tristán Pablo

Tácticas frente a la burocracia


judicial: Los escritos judiciales
en las relaciones entre
detenidos y el Poder Judicial en
dos cárceles de la provincia de
Buenos Aires

Tesis para la obtención del grado de Licenciado en 
Sociología
Director: Galvani, Iván Horacio

Cita sugerida:
Basile, T. P. (2016). Tácticas frente a la burocracia judicial: Los escritos judiciales en las
relaciones entre detenidos y el Poder Judicial en dos cárceles de la provincia de Buenos
Aires. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en:
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Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TESINA

Tácticas frente a la burocracia judicial:


Los escritos judiciales en las relaciones
entre detenidos y el Poder Judicial en dos
cárceles de la provincia de Buenos Aires

Alumno/a: Tristán Pablo Basile


Legajo: 93544/5
Correo electrónico:
tristan.basile@gmail.com
Director: Iván Galvani
Codirector: Rodolfo Iuliano
Fecha: 19/2/2016
- RESUMEN -

Esta tesina tiene el objetivo de analizar las relaciones entre los detenidos y la

justicia penal en dos cárceles de la provincia de Buenos Aires. Estas relaciones son una

dimensión de la vida cotidiana de los detenidos en las cárceles y se condensan en lugares

específicos dentro de estas instituciones. Los detenidos encaran relaciones con la justicia

penal principalmente a través de escritos, mediante los cuales solicitan a los tribunales en

donde se deciden y regulan sus condenas a prisión medidas como el acceso a programas

de libertad anticipada.

El interés del trabajo está puesto en cómo los detenidos se organizan para producir

y circular escritos, acumulan y socializan conocimientos, y despliegan distintas tácticas

para encarar esas relaciones. Analizamos cómo los detenidos buscan personalizar las

relaciones con la justicia, contra las tendencias a la despersonalización propias de la

burocracia judicial. A su vez, describimos cómo sus acciones están dirigidas a activar los

mecanismos burocráticos de la justicia para que se resuelva en favor suyo, antes que a

suplantarlos o combatirlos.

El análisis de estas relaciones entre los detenidos y las burocracias judiciales nos

permiten pensar los vínculos entre mucho de lo que sucede en las cárceles y otras

instituciones y actores que funcionan por fuera de ella.

- TÉRMINOS CLAVE -

Cárceles - Burocracias judiciales - Sistema Penal - Escritos judiciales - Relaciones entre

detenidos y justicia penal

2
A Lupo, Foti, José y Omar, entre otras y otros,

que de hacer ellos este trabajo, lo harían mucho mejor.

Y a Atrapamuros, por permitirme entender la cárcel actuando sobre ella.

3
- ÍNDICE -

CAPÍTULO 1 - Introducción .........................................................................................6

La cárcel y las acciones de los detenidos ......................................................................8

Los detenidos frente a la justicia penal y la burocracia judicial ................................ 12

Lógicas específicas de la cárcel ..................................................................................14

Metodología .................................................................................................................16

Estructura del trabajo ..................................................................................................19

CAPÍTULO 2 - Las relaciones de los detenidos con la justicia y el rol de los escritos

.........................................................................................................................................21

Unidad 9 y Unidad 18: características e inserción en el sistema penal bonaerense ..21

Situaciones procesales de los detenidos: condenados y procesados ........................... 26

La progresividad en la ejecución de la pena ............................................................... 27

Las relaciones de los detenidos con la justicia: instancias y objetivos .......................28

Roles institucionales: el procurador y el notificador ..................................................31

Cotidianeidad e importancia de las relaciones con la justicia en el encierro ............32

Las distintas vías para relacionarse con la justicia y la importancia de los escritos .35

CAPÍTULO 3 - La producción de los escritos: actores y lugares centrales .............38

Los escritos ..................................................................................................................38

Los productores de escritos .........................................................................................41

Lancha, Lupo y el lugar de los realizadores en los sistemas de clasificaciones

carcelarios ...................................................................................................................42

4
Cruz y la inserción de los escritos en los mecanismos de reciprocidad e intercambio

......................................................................................................................................48

La oficina de Judiciales de la Unidad 9 y las relaciones de la producción de escritos

con el gobierno de la cárcel.........................................................................................52

CAPÍTULO 4 - La vinculación entre la producción y la circulación de escritos.

Acumulación de conocimiento, personalización de las relaciones con la justicia y

activación de burocracias ............................................................................................. 60

Los circuitos institucionales que recorren los escritos entre la cárcel y las instancias

judiciales ......................................................................................................................61

Las lógicas de acumulación de conocimiento ............................................................. 65

Tácticas de los detenidos frente a la justicia penal .....................................................68

Canales de circulación de los escritos hacia la justicia penal ....................................71

Formalidad, informalidad y burocracias judiciales ...................................................74

CAPÍTULO 5 - Reflexiones finales ..............................................................................78

BIBLIOGRAFÍA ...........................................................................................................82

5
- CAPÍTULO 1 - Introducción

Esta tesina intentará explorar un ámbito de la vida cotidiana de los detenidos1

dentro las cárceles bonaerenses: el de sus relaciones con las instancias judiciales donde

se deciden y regulan sus condenas a prisión.

El contacto con juzgados y tribunales es una cuestión central y continua en la vida

de buena parte de las personas que están detenidas en las cárceles, que se realiza a los

fines de solicitar distintos pedidos, como pueden ser la inserción en programas de libertad

anticipada, o el traslado entre distintas cárceles. Los detenidos encaran ellos mismos estas

relaciones con las burocracias judiciales, y para hacerlo desarrollan mecanismos de

producción y acumulación de los conocimientos necesarios para que sus intentos sean

efectivos.

Para analizar estas cuestiones nos focalizaremos en cómo mucho de lo que sucede

dentro de la cárcel está inserto en una vasta red de conexiones que involucran, además de

a la propia cárcel y sus dinámicas internas, a las agencias judiciales, a los círculos

familiares y de pares de los detenidos, y a otros actores e instituciones. Además, vamos a

analizar estas cuestiones partiendo de considerar a la cárcel como una institución

compleja, marcada por contradicciones y disputas entre distintos actores en su

funcionamiento cotidiano.

1
Con la categoría “detenido” nos referiremos a aquellas personas que estén presas en cárceles,
independientemente del estado de sus causas penales. Evitamos la categoría “privado de su
libertad” porque tiene un tinte más prescriptivo que descriptivo, al hacer referencia a lo debería
suceder y no a lo que efectivamente sucede. Quienes están detenidos son privados de otros
derechos además de su libertad. Por otro lado, creemos que la categoría “interno”, utilizada en
algunos estudios por su referencia a la situación institucional de un detenido, tiene el problema
ser a su vez utilizada por los agentes y autoridades penitenciarias, lo que la despoja de su
neutralidad e imprime sobre ella connotaciones que queremos evitar.

6
Los modos en que son llevados adelante los procesos judiciales que condenan a

los detenidos a estar en la cárcel marcan el tiempo de la vida en el encierro. Analizar uno

de los ámbitos de la vida cotidiana en la cárcel que está atravesado por las relaciones con

estas agencias estatales nos permitirá concebir a la cárcel como una institución dinámica,

inmersa en un entramado de múltiples instituciones estatales y de relaciones de poder que

exceden el interior de las prisiones. Por eso, desde una mirada más general, intentaremos

profundizar en algunas de las relaciones entre “el adentro” y “el afuera” de las cárceles,

un rasgo que creemos poco priorizado en otros estudios sobre las dinámicas y el

funcionamiento de estas instituciones.

Las cárceles son ámbitos en donde las relaciones entre las personas expresan de

formas específicas las complejidades de todo entramado social: se producen y reproducen

jerarquías y relaciones de poder, desigualdades, relaciones de cooperación y de alteridad.

Describir y analizar las lógicas de ciertas acciones de los detenidos en este tipo de

contextos podrá ser una manera de intentar hacer un aporte al estudio más general de la

vida en las cárceles.

A su vez, estudiar las forma de vinculación entre los detenidos, y las agencias

judiciales y penitenciarias, podrá aportar al estudio de las relaciones entre actores sociales

subordinados y burocracias estatales. Intentaremos avanzar sobre la descripción y el

análisis del funcionamiento de la justicia penal desde la perspectiva de los detenidos.

Instituciones como tribunales, juzgados y defensorías, todas habitadas por distintos

actores reconocidos oficialmente y atravesadas por lógicas de funcionamiento también

particulares, guardan íntima relación con la realidad de la cárcel. Desde esas agencias

judiciales se deciden, tramitan, regulan y controlan gran parte de las cuestiones

relacionadas a las condenas de los detenidos, particularmente su ingreso y su egreso de la

cárcel. En este marco, los detenidos construyen representaciones acerca de esas

7
instituciones y guían según esas ideas sus prácticas y acciones para relacionarse con la

justicia.

Intentaremos ver cómo los detenidos se organizan entre ellos, negocian poder con

las distintas autoridades siempre que les es posible, acumulan y distribuyen saberes y se

mueven para intentar tener incidencia sobre los procesos judiciales que los llevaron a estar

presos, asumiendo roles particulares y encarando relaciones complejas con esas

instituciones del estado. Esto nos da la pauta de que los sujetos que viven el encierro son

actores sociales capaces de acción, aún -y quizás especialmente- en un contexto de

opresión y limitaciones como el que viven.

Las relaciones con la justicia se desarrollan por distintas vías. Intentaremos

describir cada una de ellas, para luego concentrarnos particularmente en una, los escritos

judiciales, por su centralidad y recurrencia en todo el sistema de relaciones que los

detenidos sostienen con la justicia. Analizaremos de las lógicas que funcionan tanto en la

producción como en la circulación de escritos judiciales desde la cárcel hacia afuera,

como así también en la interpretación que los detenidos hacen de las respuestas que

provienen desde las instituciones judiciales de vuelta hacia la cárcel. Estos circuitos,

marcados por idas y vueltas y cruces complejos, como veremos, son continuos e

ininterrumpidos. Los detenidos organizan y sostienen vastos sistemas de relaciones en

torno a esa intención de recuperar la libertad.

La cárcel y las acciones de los detenidos

Como adelantamos, el objeto de esta investigación se encuentra en la relación

compleja entre los detenidos y las autoridades judiciales; entre unos saberes oficiales y

legitimados y otros instrumentales, prácticos y profanos. Para acceder a interpretar las

lógicas presentes acerca de cómo los detenidos actúan en estas relaciones necesitamos

8
un marco teórico que nos permita entender tanto sus acciones como las condiciones que

impone el contexto.

No creemos que la cárcel funcione como un espacio separado del mundo y regido

por lógicas institucionales cerradas e impermeables. En ese sentido, nos apartamos de

algunos rasgos que caracterizan la idea clásica de la prisión como institución total

desarrollada por Goffman (1988) y retomada por muchos investigadores. Esos estudios,

realizados en base a la concepción de institución total, muchas veces terminan por

sobredimensionar los efectos institucionales de la cárcel en la vida de los detenidos y

atribuirlos exclusivamente a su carácter cerrado. Lo cierto es que la institución carcelaria

guarda relaciones múltiples con otras instituciones que componen el sistema penal y con

actores ligados a las vidas de los detenidos, y por lo tanto su vida interna excede a las

determinaciones que sus propias características como institución puedan imponer.

A su vez, seguimos a Da Cunha (2005), que en sus investigaciones sobre cárceles

portuguesas en la actualidad, afirma que las fronteras carcelarias han sufrido una erosión,

y el mundo exterior a la prisión se ha incorporado, de distintas maneras, a la vida en la

cárcel. Así, la cárcel funcionaría como escenario de diversas relaciones sociales y no ya

como una institución con fronteras imposibles de traspasar.

Sin embargo, tampoco consideramos, en el otro extremo, a la cárcel como una

mera extensión del sistema penal, un espacio regido plenamente por reglamentaciones y

lógicas externas importadas del derecho y la justicia, en donde no sucede otra cosa que la

ejecución de la pena fijada judicialmente.

La cárcel actúa efectivamente como un contexto restrictivo para las acciones de

los detenidos que están encerrados en ella. Es un contexto de escasez material,

subordinación al régimen penitenciario y a la justicia penal y regulación de toda

9
circulación por el espacio. Y, por supuesto, es fundamentalmente un espacio de encierro,

un lugar reducido dentro del cual los detenidos están obligados a convivir.

No obstante, como advierten Grignon y Passeron al proponer una perspectiva

teórica capaz de comprender lo que denominan la cultura práctica, es preciso evitar el

riesgo de “poner el acento en las restricciones del medio, más fáciles de comprender, y

no en las maneras como los agentes resuelven esas contradicciones” (1991: 41). En esos

espacios emergen sistemas de acción y redes de relaciones entre los detenidos, que tiñen

todos los ámbitos de la vida en la cárcel. A través de ellos los detenidos organizan su vida

cotidiana, negocian con las autoridades, en cuanto les es posible, los términos en que se

desarrollan sus actividades y sus condiciones de vida, y sostienen y encaran relaciones

personales tanto con otros detenidos como con familiares, amigos y otras personas. Por

supuesto, dentro de todo ese entramado se ubican además las relaciones con la justicia

que nos interesan particularmente en este trabajo.

Grignon y Passeron nos brindan herramientas para interpretar las acciones de los

detenidos en este contexto cuando afirman que “la imagen del match o la pelea, en la que

el estilo, como ciencia del gesto justo, virtuosismo proléptico, capacidad de descifrar y

prevenir las intenciones y los golpes del adversario, es la condición misma de la acción

eficaz, da sin duda alguna una idea mucho más ajustada de lo que puede ser el estilo de

un modo de vida confrontado a la urgencia y a restricciones brutales” (Grignon y

Passeron, 1991: 124). Esta perspectiva resulta fértil para investigar las vidas de los

detenidos en las cárceles, en las cuales el contexto de restricciones no necesariamente

limita la acción o vuelve dóciles y pasivos a los actores, sino que justamente los fuerza a

arduas tareas de interpretación y anticipación para ser eficaces en sus objetivos.

Los detenidos no son pasivos, y sus maneras de actuar exceden las meras

reacciones a los preceptos y reglamentos de la institución carcelaria. Pero al mismo


10
tiempo, sus acciones están enmarcadas en un contexto de fuertes limitaciones y

privaciones. En a este cuadro el desafío es analizar la especificidad de esas acciones.

Entendemos que muchas de las maneras de actuar de los detenidos en lo relacionado a

sus vinculaciones con la justicia penal pertenecen al orden de las tácticas. De Certeau

afirma que frente a las instituciones que funcionan dominando sujetos una tarea central

es la de “exhumar las formas subrepticias que adquiere la creatividad dispersa, táctica y

artesanal de grupos o individuos atrapados dentro de las redes de la ‘vigilancia’” (1996:

40). Define la idea de táctica específicamente como una acción calculada “que no puede

contar con un lugar propio, ni por tanto con una frontera que distinga al otro como una

totalidad visible. La táctica no tiene más lugar que el del otro” (De Certeau, 1996: 50). Y

agrega que la táctica “debe actuar con el terreno que le impone y organiza la ley de una

fuerza extraña” (1996: 43).

Consideramos que muchas de las prácticas que vamos a describir y analizar son

de tipo táctico. Los detenidos actúan desde la cárcel y sobre el sistema judicial, dos

“lugares” que no controlan y que se les imponen. Y como veremos, la finalidad de sus

acciones es instrumental, busca utilizar el lenguaje y las lógicas de las burocracias

judiciales para lograr objetivos concretos: salir de la cárcel antes de agotar completamente

la condena, o acceder a mejores condiciones de detención. Ninguna de estas dos cosas es

probable que sucedan si los detenidos no organizan sistemas de acción para activar las

burocracias judiciales. En definitiva, los detenidos intervienen tácticamente en sistemas

que los exceden, se les imponen y no dominan, para lograr, accionando en los intersticios,

ventajas siempre parciales pero también significativas.

11
Los detenidos frente a la justicia penal y la burocracia judicial

Intentaremos avanzar ahora en cómo conceptualizar tanto el funcionamiento del

entramado legal que sostiene el sistema penal y que es aplicado sobre los detenidos, como

algunas lógicas de la burocracia judicial.

Los estudios históricos de Caimari sobre el surgimiento del sistema penal

moderno en Argentina aportan guías interesantes para pensar desde lo que ella denomina

un consenso de perspectivas teóricas, derivadas de distintas aplicaciones de obras

clásicas, principalmente de Foucault. La base de ese consenso sería “la no-esencialidad

de la ley y sus instituciones, su carácter maleable y ambiguo en relación con la sociedad

y la cultura, la multidimensionalidad de las instituciones disciplinarias -a la vez escenario

de relaciones de poder, espacio de encarnación de saberes, lugar de estrategias de

resistencia subordinada” (Caimari, 2012: 20). Nuestra investigación se sostiene en estas

premisas, y se ubica de igual modo en los campos que enumera Caimari para los estudios

sobre instituciones como la cárcel.

Caimari sugiere de forma concreta la posibilidad de estudiar desde estas

perspectivas las acciones de los detenidos frente a los sistemas de justicia: “la evidencia

muestra que reos y penados sometidos a los instrumentos de observación y evaluación

podían, sí, ser activos en la definición de su propio caso, actuar sobre sus audiencias”

(Caimari, 2012: 24)2. Caimari plantea esto en referencia a la posibilidad de realizar

estudios históricos que indaguen en esas acciones, posibilidad que nosotros sin embargo

aplicaremos a la actualidad.

La existencia de campos tan similares en la historia y el presente posiblemente

den cuenta de que el conjunto de acciones y prácticas que son objeto de este trabajo tienen

2
Cursivas del original.

12
que ver con una característica común a las instituciones de encierro. Así, las relaciones

entre los sometidos a distintos castigos penales y las agencias estatales que controlaban y

legislaban sobre esas medidas sería una constante que puede tomar distintas formas según

los contextos históricos, sociales e institucionales.

Salvatore, también desde estudios históricos, aporta una visión sobre estos

procesos enmarcada en las teorías de la subalternidad: “los agentes subalternos son

interpelados por la ley y reaccionan a ella. Sus enunciaciones, por tanto, tienden a ser

fragmentarias y derivativas del discurso dominante estatal” (Salvatore, 2010: 42). En

referencia a la situación desventajada en que los subalternos despliegan sus tácticas frente

a las agencias judiciales, Salvatore afirma que “la lógica y táctica de los agentes

subalternos opera dentro de las estructuras jurídicas dominantes -sus enunciaciones

reflejan la retórica y las categorías de los expertos legales”.

Algo muy similar sostiene Barrera en su análisis sobre el funcionamiento de los

expedientes en la burocracia legal: “Para que determinado problema o petición sea

considerado por el aparato judicial, éste tiene que estar enmarcado en los propios términos

de la institución” (2011: 62). Esos términos de la institución judicial refieren no sólo a las

palabras expresadas en los escritos con solicitudes sino también al apego a los

procedimientos y las rutinas de la burocracia judicial establecidas que, en nuestro caso,

los detenidos tienen que respetar para que sus demandas sean consideradas por las

agencias judiciales. Como podremos observar, buena parte de la organización de los

detenidos gira en torno a las formas de acceder al conocimiento y a los recursos

indispensables para cumplir con estos requisitos y lograr, a través del dominio de los

procedimientos legales, objetivos concretos como recuperar la libertad.

El derecho y las burocracias legales se organizan entonces de acuerdo a lógicas

específicas. Sarrabayrouse describe la lógica jurídica como “sostenida en normativas


13
codificadas y abstractas. Las características del saber jurídico -por definición, general y

universal; en la práctica, cerrado y esotérico- transforma a las reglamentaciones que rigen

el ámbito de la justicia en verdades formularias y a sus hermeneutas en guardianes” (2004:

225). A su vez, Weber (1993) caracteriza a la dominación burocrática como aquella en la

que rige una “impersonalidad formalista”, en la cual las normas son formalmente iguales

para todos, y los funcionarios que las aplican guardan relación con una jerarquía

administrativa que les otorga competencias rigurosamente fijadas en la aplicación de esas

normas.

Si las burocracias judiciales imponen la despersonalización de las relaciones entre

funcionarios y autoridades judiciales, los detenidos, como veremos, en cierto punto

buscan las formas de personalizar esas relaciones para poder ganar una cuota de control

sobre ellas. Asimismo, las relaciones entre los detenidos y esas burocracias son

complejas, y la condición de tácticas de sus acciones no les permiten obviar las

burocracias, sino más bien usarlas para sus fines y, como veremos, en muchos casos

activarlas.

Lógicas específicas de la cárcel

Si bien por un lado intentaremos no atribuir todo lo que suceda dentro de la cárcel

a sus características institucionales, sí necesitamos especificar algunas lógicas específicas

que atraviesan las relaciones sociales que suceden allí dentro, especialmente las que

tienen en su centro a los detenidos.

Los estudios recientes realizados en cárceles argentinas, de Míguez (2007, 2008)

y de Brardinelli y Algranti (2013) ponen de relieve algunas dimensiones de análisis que

serán importantes en el desarrollo de este trabajo. Una de ellas es la que refiere a las

clasificaciones internas que organizan jerarquías entre los detenidos, según las cuales “se

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dirimen los significados de las acciones y se debate el estatus de las personas” (Míguez,

2008: 106). Como veremos, estos sistemas atraviesan transversalmente a la cárcel y por

eso es necesario incorporarlos a los análisis que hagamos de las acciones que los

detenidos encaran en sus relaciones con la justicia.

Estos sistemas clasificatorios se relacionan a su vez con las reglas según las cuales

funcionan los intercambios de bienes (por ejemplo, de escritos) dentro de las cárceles.

Las cárceles son contextos en los cuales la posesión y circulación de dinero está

formalmente prohibida, y los intercambios suelen tomar otras formas que las del

intercambio mercantil de bienes por dinero. Brardinelli y Algranti hablan de la existencia

de un “complejo de transacciones intracarcelarias” (2013: 47) que tiñe toda interacción

carcelaria e involucra a su vez a diversos actores. Los escritos que algunos detenidos

realizan para otros detenidos, como veremos, están inmersos en estos sistemas de

transacciones.

Míguez analiza estos intercambios desde la óptica de la reciprocidad, basándose

en el antropólogo Sahlins. Afirma que en la cárcel funcionan “sistemas de reciprocidad

informal” que se entrelazan con las clasificaciones internas de las que hablamos (2008:

142). De este modo, las formas que adquieren los intercambios dependen de los lugares

que ocupen los sujetos que los realizan, en las jerarquías informales carcelarias.

A su vez, avanzaremos en categorizar algunas formas de reciprocidad según la

lógica del don desarrollada por Mauss (2009). En palabras de Sarrabayrouse, el don

“supone el encadenamiento de tres obligaciones: dar, recibir y devolver” (2004: 206).

Sarrabayrouse recupera a su vez los planteos de Godelier sobre la lógica del don, según

los cuales esta lógica se vincula tanto con una relación de solidaridad como con una

situación de superioridad, “ya que el que recibe el don y lo acepta contrae una deuda con

aquel que se lo ha donado (…), se convierte en su deudor y por ello se haya hasta cierto
15
punto bajo su autoridad, al menos hasta que no haya ‘devuelto’ lo que se donó” (Godelier,

1998: 25). Lo interesante de esta perspectiva es que nos permite ligar la lógica del don

con los sistemas de clasificaciones y jerarquías internos descriptos por Míguez.

Por otro lado, una dimensión de análisis central para comprender las lógicas

mediante las cuales los detenidos organizan sus acciones en el contexto carcelario es la

que tiene que ver con los espacios. Las cárceles son lugares en los cuales la movilidad y

el tránsito interno de los detenidos están limitados y regulados por los agentes

penitenciarios. Circular por dentro de la cárcel implica sortear cada pocos metros

sucesivos puestos de control, en los cuales los detenidos deben dar cuenta de razones

reconocibles como válidas para transitar. De este modo, los lugares en donde se ubican y

concentran dentro de las cárceles las actividades ligadas a las relaciones de los detenidos

con la justicia penal se vuelven significativos.

Las lógicas específicas que consideraremos a la hora de encarar nuestro análisis

se condensan en dos cuestiones centrales a las cuales prestaremos atención: sólo algunos

detenidos con lugares específicos en los sistemas de clasificaciones internos ocupan los

lugares centrales en las actividades ligadas a las relaciones con la justicia, y sólo en ciertos

espacios dentro de la cárcel se concentran esas actividades.

Metodología

Para llevar a cabo esta investigación realicé trabajo de campo en dos cárceles de

varones de la Provincia de Buenos Aires -la Unidad 9 y la Unidad 18-, ambas en los

alrededores de la ciudad de La Plata. El trabajo de campo se llevó a cabo en dos períodos,

el primero durante el año 2012 y el siguiente en el año 2015, y consistió en mi presencia

en sectores de las dos cárceles desde donde los detenidos llevan adelante sus relaciones

con la justicia. Interactué con los detenidos durante el proceso de producción y

16
distribución interna de los escritos, observando cómo se organizan y relacionan entre sí y

con otros actores para llevar adelante esta actividad, asumiendo roles específicos y

resolviendo en la práctica los problemas que se les presentan.

El trabajo de campo también incluyó entrevistas con detenidos que cumplen roles

centrales en los procesos de relación con la justicia penal. Optamos por observar y

analizar la realidad desde la perspectiva de los detenidos, en sus acciones y relaciones

para sostener relaciones con la justicia penal. Esto significa que nos concentraremos en

describir las formas en que ellos se organizan dentro de la cárcel para sostener esas

relaciones, cómo las redes que tienden superan el ámbito de cárcel para llegar a la justicia

penal, y qué representaciones tienen sobre el proceso y los actores involucrados. No

tomamos en consideración las miradas y prácticas que tienen y construyen otros actores

en el proceso, como los agentes penitenciarios o los funcionarios y autoridades judiciales.

Mi ingreso al campo fue en calidad de extensionista de la Facultad de

Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, para realizar talleres educativos

con detenidos de las unidades. Esto permitió, a largo plazo, generar una relación de

confianza con ciertos detenidos, particularmente los pertenecientes a los centros de

estudiantes universitarios, espacios en los que se realizaban fundamentalmente los talleres

de extensión. Además, a través de los vínculos generados por su participación en las

actividades de extensión, tuvimos contacto frecuente con otros detenidos, como algunos

miembros de la “población común”, que son quienes habitan los pabellones generales, y

algunos detenidos evangélicos.

Como afirman Andersen et al, “hay tantas cárceles posibles como actores con

quienes transitarla” (2010: 9). Las cárceles funcionan de forma refractaria a incursiones

de actores externos a ella, de modo que las vías y los actores mediante los que una persona

ingresa a la institución condicionan fuertemente tanto los sectores de la cárcel que le son
17
permitidos observar como los detenidos a los que puede contactar. De todos modos, en

los últimos años en el país se ha ido formando un cúmulo interesante y apreciable de

estudios realizados a partir del trabajo de campo en cárceles, lo que da cuenta de que la

entrada a estos espacios, si bien dificultosa, está lejos de ser imposible.

Los objetivos, la periodicidad y el sostenimiento en el tiempo de la actividad

desarrollada en la extensión universitaria nos llevaron a buscar una relación de confianza

con los detenidos basada en el interés por la tarea a realizar y la proyección de una carrera

universitaria. Los discursos de los detenidos en este contexto seguramente fueron

influidos por el tipo de vínculo construido con nosotros, y por eso intentamos

relacionarlos con sus prácticas para intentar desentrañar la lógica efectiva de las acciones.

Por ejemplo, y como veremos más adelante, interactuar desde el lugar de estudiantes

universitarios con detenidos que estaban comenzando a transitar trayectorias de

vinculación con la universidad, pudo haber significado que sus discursos tiendan a

presentar la búsqueda y construcción de conocimiento como un fin en sí mismo, algo con

un valor intrínseco propio de la lógica universitaria, lo cual es muy distinto a la lógica

instrumental de acumulación de conocimiento que sin embargo observamos que estos

mismos detenidos sostenían al encarar la tarea de realizar escritos judiciales para

relacionarse con la justicia.

El objetivo de nuestro trabajo de campo fue captar las lógicas de las prácticas y

las redes de sociabilidad que los detenidos sostienen en sus relaciones con la justicia,

comprendiendo en el proceso los sentidos que les otorgan a sus acciones. En este marco,

intentamos comprender los procesos mediante los cuales acumulan conocimiento y lo

socializan, y cómo se organizan desde la cárcel para relacionarse con la justicia penal.

18
Estructura del trabajo

En el siguiente capítulo indagaremos en algunas cuestiones normativas que es

necesario tener en cuenta a la hora de intentar comprender las relaciones entre los

detenidos y las burocracias judiciales. Caracterizaremos las cárceles en donde realizamos

trabajo de campo y la situación procesal de los detenidos que están alojados en ellas.

Puntualizaremos en las formas en que el funcionamiento de mucho de lo que sucede en

estas cárceles se relaciona con el funcionamiento general del sistema penal bonaerense.

A su vez, enumeraremos las distintas formas de relacionarse con la justicia que tienen los

detenidos, para luego visualizar la centralidad e importancia de los escritos.

En el tercer capítulo nos ocuparemos ya específicamente del proceso de

producción de los escritos, en su relación con las dinámicas carcelarias. Estudiaremos

cómo el proceso está atravesado transversalmente por dos dimensiones importantes de

análisis: la de los lugares en donde esa actividad se condensa y la de los detenidos

específicos que concentran la actividad y sus trayectorias. Veremos también cuales son

las relaciones entre la producción y las clasificaciones internas, los sistemas de

reciprocidad e intercambio de bienes en la cárcel y los vínculos con las autoridades

penitenciarias.

Ya en el cuarto capítulo nos concentraremos en las relaciones entre la producción

y la circulación de los escritos hacia la justicia penal. Estudiaremos las lógicas de

acumulación de los conocimientos necesarios para hacer escritos y hacerlos circular de

forma efectiva que organizan los detenidos. Además, ahondaremos en las formas en que

los detenidos encaran tácticamente sus relaciones con las burocracias judiciales, buscando

personalizar los vínculos y activar el funcionamiento de las burocracias.

19
Por último, en las reflexiones finales, haremos el intento de vincular algunas de

las conclusiones de este trabajo con los problemas más generales de los estudios sobre

instituciones de encierro y burocracias estatales. Consideraremos qué pueden aportar los

hechos analizados a las conceptualizaciones de las relaciones entre el estado y la sociedad

civil, particularmente en el caso de los grupos de sujetos marginados o subordinados.

20
- CAPÍTULO 2 - Las relaciones de los detenidos con la justicia y el rol de los

escritos

Para analizar las acciones de los detenidos en sus relaciones con la justicia penal

es necesario que nos detengamos brevemente en las reglamentaciones legales que

vinculan a las cárceles que analizamos con el funcionamiento general del sistema

penitenciario y judicial en la provincia de Buenos Aires. Comenzaremos caracterizando

cada una de las dos unidades en donde desarrollamos el trabajo de campo y describiendo

las relaciones entre el funcionamiento de estas cárceles y la justicia penal, enfocándonos

en cómo las normas legales se traducen en decisiones judiciales y penitenciarias que

afectan las trayectorias carcelarias de los detenidos. Una vez realizado esto, detallaremos

las distintas formas en que los detenidos se relacionan con la justicia penal, entre las

cuales sobresalen los escritos por diferentes razones.

Desde ya, no presuponemos que lo escrito en leyes y reglamentos se traduce sin

mediaciones en realidades sociales e institucionales, y tampoco creemos que la palabra

de la ley tenga una sola interpretación posible. Como ya adelantamos, la aplicación e

interpretación de la ley se produce dentro de un campo de disputas que atraviesan a la

cárcel. Y como intentaremos demostrar, incluso los mismos detenidos influyen en esas

disputas.

Unidad 9 y Unidad 18: características e inserción en el sistema penal bonaerense

La Unidad 9, en el año 2014, según cifras oficiales3, alojaba a 1446 detenidos.

Esto indica que es una unidad de gran tamaño, la cuarta en cantidad de detenidos de la

3
Los datos oficiales son obtenidos del SNEEP (Sistema Nacional de Estadísticas sobre la
Ejecución de la Pena), una serie de informes anuales realizados por el Ministerio de Justicia de la
Nación en base a datos provistos por el SPB y el Ministerio de Justicia provincial. El informe que
corresponde al año 2014 es el último publicado a la fecha.

21
provincia, entre un total de 49 unidades de varones. Fue construida sobre el final de la

década de 1950. El interior está cercado por un muro perimetral por el que circula una

guardia armada, y alrededor del edificio en donde se encuentran sus 18 pabellones hay

zonas abiertas utilizadas para practicar deportes. En un sector contiguo al edificio central

de los pabellones se encuentra el área educativa, que incluye tanto a la escuela primaria

y secundaria como al Centro de Estudiantes Universitarios. En un pequeño cuarto

construido en el patio de la escuela se encuentra la oficina de “Judiciales”. En estos dos

lugares de la unidad -el centro de estudiantes y el sector de judiciales- se concentran

principalmente las relaciones con la justicia penal y por ende nuestras observaciones.

La Unidad 18 en el año 2014 alojaba a 444 detenidos. A diferencia de la Unidad

9, es una unidad con un régimen de encierro menos estricto. En vez de estar rodeada por

muros perimetrales tiene un cerco de alambrados, es más pequeña, y cuenta con una

superficie proporcionalmente mayor de espacios verdes y abiertos. La Unidad 18 fue

inaugurada en el año 2003 y tiene un diseño arquitectónico radial, con una torre en el

centro rodeada de espacios verdes, y 10 edificios dispuestos en forma circular alrededor

del centro. 6 de esos edificios son pabellones, y el resto son un salón de usos múltiples,

la escuela, la cocina y el sector de talleres de oficios.

Todos los detenidos que están encerrados en estas dos unidades están sometidos a

condenas penales no excarcelables o están bajo prisión preventiva. Sus procesos de

ejecución de la pena están regidos entonces principalmente por dos leyes, una nacional y

otra provincial, además de una serie de reglamentos internos del Servicio Penitenciario.

La ley 24.660 es la ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad, de carácter

nacional; y la ley 12.256 es la ley de Ejecución Penal bonaerense. En ambas, no sin

tensiones entre lo que indican una y la otra, se establecen los lineamientos generales para

el funcionamiento de las cárceles bonaerenses y se explicitan los derechos y obligaciones

22
de los actores comprometidos en el proceso de la ejecución de la pena, incluyendo los de

los detenidos.

La ley de Ejecución Penal provincial, establece, entre otras cosas, los regímenes

y modalidades de encierro de las unidades bonaerenses. Allí se establece que las cárceles

podrán ser de régimen cerrado, semiabierto o abierto. Las diferencias entre los regímenes

tienen que ver con la estructura edilicia de la cárcel y los esquemas de seguridad y control

sobre los detenidos (esto es, la cantidad de agentes penitenciarios por sector y por unidad,

los criterios de distribución de los detenidos en las celdas, las normas de circulación por

el espacio de la cárcel, y otras características). En nuestro caso, ambas cárceles son de

régimen cerrado, como la amplia mayoría de las unidades de la provincia, sobre todo las

más numerosas en cantidad de detenidos.

A su vez, cada régimen de encierro se subdivide en distintas modalidades: el

régimen cerrado puede ser moderado, como en la Unidad 18, o severo, como en la Unidad

9. Las diferencias entre modalidades, según la norma, refieren principalmente al grado de

control y seguimiento de las autoridades sobre los detenidos, y a si este se ejerce

directamente sobre cada individuo o si se permite la formación de grupos (en celdas,

pabellones, actividades recreativas, laborales o de estudio, entre otras situaciones). En la

modalidad severa se supone que los detenidos reciben un tratamiento individual que se

corresponde con la peligrosidad de su conducta.

De todos modos, mucho de lo que indica la ley en cuanto a los regímenes de

encierro y sobre todo las diferencias entre modalidades debe ser tomado con precaución,

tanto por las múltiples disputas posibles entre distintos actores institucionales sobre su

interpretación como por la distancia entre la palabra legal y la realidad de las cárceles

bonaerenses. En la práctica, hay unidades construidas para un régimen que funcionan

actualmente con otro, unidades con modalidad moderada que se manejan de forma muy
23
similar a que aquellas con modalidad severa y muchas otras situaciones de que distancia

la reglamentación legal de las prácticas y rutinas institucionales.

La Unidad 18 tiene además una particularidad: combina las características del

régimen cerrado moderado con un régimen especial dedicado a la rehabilitación de

detenidos con problemas de adicción, llamado comunidad terapéutica, que funciona en

un sector distinto. Sin embargo, durante los últimos años y de forma paulatina, la

comunidad terapéutica fue perdiendo espacio en la unidad frente al régimen cerrado. Por

esta razón, las relaciones con la justicia que los detenidos encaraban en esta unidad no

tenían grandes diferencias con las que se realizaban desde la Unidad 9, de régimen cerrado

severo.

Dentro de las cárceles además circulan ampliamente denominaciones informales

que actualmente no rigen en ninguna legislación ni reglamentación interna, tales como

los conceptos de cárcel de máxima, mediana o mínima seguridad4, que se entremezclan y

confunden con las clasificaciones oficiales, e incluso son utilizadas por funcionarios

penitenciarios y judiciales. Estas clasificaciones son utilizadas recurrentemente por los

detenidos para caracterizar la vida en cada cárcel y las diferencias entre ellas. En estos

términos, la Unidad 9 sería claramente una unidad “de máxima”, mientras que la Unidad

18, originalmente más flexible por su espacio para el tratamiento de adicciones, estaría

virando de ser una cárcel de “mediana seguridad” hacia las formas de autoridad típicas

de una cárcel “de máxima”, por la llegada de autoridades que sucesivamente fueron

desarticulando espacios y formas de administración propias tanto del régimen especial de

tratamiento contra las adicciones como de la modalidad moderada de encierro. Las

4
Estas clasificaciones también operan con frecuencia en las imágenes sobre la cárcel que circulan
por fuera de ella. Una muestra de esto es que la idea de máxima seguridad aparece
recurrentemente cuando se habla de las cárceles en los medios de comunicación.

24
distancias y relaciones complejas entre las leyes y la realidad del funcionamiento de las

cárceles son salvadas así por los distintos actores que las habitan y controlan mediante

formas de denominarlas que exceden lo formal.

Las dos unidades, como decíamos, son de régimen cerrado, al igual que la gran

mayoría de las cárceles provinciales (38 sobre un total de 49 cárceles masculinas). Aún

mayor es la cantidad de detenidos en regímenes cerrados frente a los de otros regímenes,

ya que las unidades más masivas funcionan bajo este régimen: en la provincia hay 9

unidades con más de mil detenidos, y todas ellas son de régimen cerrado.

Sin embargo, las dos unidades funcionan bajo modalidades distintas y también

tienden a estar insertas en momentos distintos de las trayectorias carcelarias de los

detenidos, que durante sus condenas van transitando por distintas cárceles. Considerando

que la mayoría de los detenidos que llegan a la Unidad 18 pasaron anteriormente por la

modalidad severa en cárceles como la Unidad 9, podremos analizar cómo los detenidos

trasladan y ponen en juego en contextos distintos los conocimientos acumulados a través

de sus trayectorias carcelarias.

También es importante destacar que las dos unidades están ubicadas en las

cercanías de La Plata, lo cual es significativo ya que el área metropolitana de Buenos

Aires (que contiene a 34 unidades de 54) es el lugar en donde viven buena parte de las

familias y grupos de pares de los detenidos, y donde además se encuentran los juzgados

y tribunales en los que se tramitan las causas penales de la mayor parte de ellos. Por una

cuestión de distancias, estas cuestiones inciden directamente en sus relaciones con la

justicia (particularmente, como veremos más adelante, por la posibilidad de los familiares

de acceder personalmente a los tribunales), y nos lleva a su vez a entender que la

singularidad de las unidades que analizamos no permite extender nuestras conclusiones a

las realidades que se viven en unidades lejanas al conglomerado urbano de Buenos Aires.
25
Situaciones procesales de los detenidos: condenados y procesados

Otra cuestión a tener en cuenta son las distintas situaciones procesales en las que

se encuentran los detenidos de estas unidades. A grandes rasgos, se los puede dividir en

dos grandes grupos: los condenados y los procesados. Los primeros han recibido una

condena a prisión que se encuentra firme5, y por eso están encerrados en una cárcel. Las

penas de prisión de los condenados dependen de los Juzgados de Ejecución Penal, cuyas

funciones son controlar que se cumpla la condena con las obligaciones y derechos legales

correspondientes, e ir trasladando al detenido entre distintos regímenes cada vez más

moderados para luego evaluar su inserción en programas de contacto gradual con el medio

libre como las salidas transitorias o la libertad condicional.

Por otro lado están los procesados, que son todos aquellos que todavía no han sido

condenados por la justicia y están en prisión preventiva6, o aquellos cuyas condenas no

están firmes. Las causas penales de los procesados pueden depender de distintas

instancias judiciales penales, como los Tribunales en lo Criminal, que son los tribunales

de primer grado que juzgan los delitos penales, o instancias superiores a las que se llega

por vía de apelaciones como las Cámaras de Garantías, los Tribunales de Casación, la

Suprema Corte de la Provincia, y así de forma ascendente en la jerarquía de los órganos

de aplicación de la justicia nacionales e internacionales. En estos casos, el juicio no ha

5
Las decisiones judiciales siempre pueden ser apeladas por alguna de las partes involucradas en
el proceso. La apelación implica la revisión de la decisión por parte de una instancia superior del
sistema penal, y de ella puede derivar la confirmación de la condena o su modificación. Las
condenas firmes son aquellas que no han sido apeladas o cuyas apelaciones han resultado en su
confirmación.
6
Vale aclarar que desde distintas posiciones se critica con fuerza la gran cantidad de detenidos
en prisión preventiva que existen en la provincia, lo cual viola el principio de inocencia y da
cuenta de prácticas judiciales tendientes a culpabilizar a personas sin haberles garantizado antes
un juicio justo con todas las garantías que corresponden legalmente.

26
concluido o la condena está en proceso de revisión, por lo que estos detenidos todavía no

han sido condenados y por eso no dependen de un Juzgado de Ejecución Penal.

En la Unidad 9 las dos terceras partes de los detenidos están procesados, y el tercio

restante está condenado. El hecho de que la mayoría estén procesados da cuenta del lugar

que tiene esta unidad en las trayectorias carcelarias a las que nos referimos anteriormente.

Los detenidos suelen ser condenados luego de atravesar cierto tiempo en prisión. En la

Unidad 18, en contraste con la Unidad 9, el 83% de los detenidos están condenados y los

restantes están procesados, lo que da cuenta del lugar posterior en las trayectorias que

ocupa esta unidad7.

La progresividad en la ejecución de la pena

Los regímenes de encierro guardan a su vez relación con una cuestión que nos

interesa particularmente: la progresividad de la pena. Este concepto es el principio

ordenador de las leyes de ejecución penal y por lo tanto (aunque no sin mediaciones) de

las trayectorias carcelarias de los detenidos. Funciona como fundamento de las decisiones

judiciales y penitenciarias sobre buena parte del transcurrir de los detenidos por

instituciones de encierro y, a su vez, es una pieza central de los argumentos esgrimidos

por los detenidos en sus comunicaciones con instituciones judiciales para incidir en la

ejecución de sus condenas.

La progresividad en la ejecución de la pena indica que a medida que transcurre el

tiempo de su condena cada detenido debe ir siendo reubicado gradualmente en regímenes

y modalidades de encierro cada vez más similares a la vida en libertad. Las autoridades

judiciales, desde la perspectiva de la progresividad, no deben prolongar más de lo

7
A nivel provincial, según datos del SNEEP del año 2014, el 44% de los detenidos están
condenados, mientras que el 54% están procesados. El 2% restante comprende a detenidos con
situaciones particulares como la inimputabilidad.

27
necesario la estadía de los detenidos en regímenes cerrados -y dentro de estos regímenes,

en las modalidades severas-, para incluirlos sucesivamente en regímenes y modalidades

más moderadas como la semiabierta y la abierta.

A su vez, es frecuente que los detenidos no avancen en la progresividad mientras

no estén condenados, lo cual deja a los procesados en desventaja a la hora de acceder a

unidades penales más flexibles. Esto es el resultado de interpretaciones de la justicia sobre

las leyes de ejecución y disposiciones de las autoridades penitenciarias8.

El avance hacia regímenes menos estrictos, según las leyes, guarda relación con

dos formas de evaluación del desempeño de los detenidos: la conducta, que refiere al

grado de respeto por las normas de la cárcel, y el concepto, que evalúa la evolución

personal del detenido en función de su potencial reinserción social. Estas

reglamentaciones condicionan el acceso a medidas menos restrictivas de encierro y a su

vez implican a distintos actores como evaluadores del desempeño de los detenidos.

Las relaciones de los detenidos con la justicia: instancias y objetivos

Los detenidos se relacionan desde la cárcel con tribunales (nos referiremos con

este término a todas las instancias judiciales en las cuales se juzgan los delitos de los

detenidos o se controla la ejecución de sus condenas, como Juzgados de Ejecución,

Tribunales Orales, de Garantías, de Casación y otros) y con defensorías. Estas dos

instituciones judiciales cumplen roles distintos. Desde los tribunales se llevan adelante

los procesos judiciales contra los detenidos, se controla la ejecución de sus condenas, se

ordenan traslados entre cárceles con distintos regímenes y modalidades de forma acorde

8
Según la Ley de Ejecución Penal de la Provincia de Buenos Aires (artículo 6) y la Ley de
Ejecución Penal de la Nación (artículo 11), la progresividad, además de aplicarse a todos los
condenados, es aplicable también a los procesados. Sin embargo, su aplicación queda a
disposición de los jueces, que suelen no asumir tareas de ejecución de la pena y no aplicar la
progresividad a los procesados.

28
a la aplicación de la progresividad, y se decide el ingreso de los detenidos a programas de

libertad anticipada. Allí actúan jueces y toda una serie de actores subordinados a ellos

como secretarios y auxiliares, que actúan y deciden sobre los procesos judiciales o las

condenas a prisión de los detenidos. Como adelantamos, los condenados se relacionan

con sus Juzgados de Ejecución, mientras que aquellos que están procesados se relacionan

con los tribunales en los cuales se llevan adelante las causas penales por las que están

acusados.

Además, los detenidos encaran relaciones con sus defensores, ya sean defensores

oficiales provistos por el estado o defensores particulares. Datos del CELS indican que

son un 80% los detenidos que recurren a la defensa pública en la provincia de Buenos

Aires (2008: 158). Este dato incluye el momento del juicio, durante el que es más común

que los detenidos cuenten con un abogado particular que los defienda. En la enorme

mayoría de los casos, los detenidos dejan de tener abogados particulares pagos una vez

que sus condenas están firmes. Así, virtualmente la totalidad de los detenidos ya

condenados son defendidos en sus causas por defensores oficiales. Esto suma otra

institución central a las relaciones con la justicia: las Unidades Funcionales de la Defensa,

conocidas dentro de la cárcel como “defensorías”. Allí actúan los abogados defensores

oficiales de los detenidos, que pueden asesorarlos y representarlos en las relaciones con

los tribunales.

Las leyes de ejecución penal permiten el contacto frecuente y directo de los

detenidos con jueces y defensores. Pero a su vez, el Código Procesal Penal de la Provincia

de Buenos Aires, que regula todo el proceso penal desde su comienzo hasta el fin de la

aplicación de la pena, avala a los detenidos a ejercer su defensa personalmente y por

derecho propio. Esta posibilidad es ampliamente utilizada por los detenidos, que prefieren

no relegar en sus defensores la iniciativa para incidir favorablemente en sus condenas.

29
Las relaciones con la justicia penal son sostenidas por los detenidos

principalmente con el fin de solicitar y obtener los “beneficios” estipulados por la Ley de

Ejecución Penal. Allí se indica que al avanzar en la progresividad y al acercarse al

agotamiento de la pena, los detenidos podrán acceder a una serie de medidas sustitutivas

de la prisión. Estas son las salidas transitorias, que pueden ser otorgadas luego de ser

cumplida la mitad de la condena e implican la posibilidad de estar en libertad hasta 72

horas semanales, aunque lo usual son 12 o 24; la libertad condicional, otorgable una vez

transcurridos los dos tercios de la condena, que implica recuperar la libertad bajo tutela

judicial y del patronato de liberados, con la obligación de respetar las normas de conducta

que fije el juez; y la libertad asistida, posible seis meses antes del cumplimiento total de

la condena y que implica la recuperación de la libertad bajo parámetros más flexibles que

la libertad condicional.

Las leyes especifican que los jueces encargados de conceder estos beneficios

deberán hacerlo teniendo en consideración la conducta, concepto y desempeño general

del detenido en el contexto de la cárcel, pudiendo negarlos si así lo considerasen. La

última palabra en la decisión es de los jueces, pero el proceso incluye informes elaborados

por autoridades penitenciarias acerca del desempeño del detenido. A su vez, detenidos

reincidentes o condenados por ciertos tipos de delitos considerados graves son excluidos

explícitamente por las leyes de la posibilidad de acceder a varios de estos beneficios.

Además, los detenidos se relacionan con las instancias judiciales en las cuales se

regulan sus condenas para solicitar cambios de régimen y modalidad, entrevistas con

autoridades judiciales, acceso al trabajo o la educación dentro de la cárcel, asistencia

médica y en algunos casos para denunciar agravamientos de sus condiciones de detención

vía hábeas corpus. También se realizan pedidos solicitando el acortamiento de plazos para

acceder a beneficios por haber realizado ciertas actividades, como los contenidos dentro

30
del “estímulo educativo”, que reduce los plazos de acuerdo a la cantidad de años de

estudio completados durante la condena.

Roles institucionales: el procurador y el notificador

Las vinculaciones entre la institución carcelaria y las distintas agencias de la

justicia penal se plasman en ciertos roles institucionales y oficiales dentro de estos

establecimientos. Estos roles, a su vez, guardan relaciones importantes con las prácticas

que los detenidos realizan para encarar relaciones con la justicia penal, y por eso

ahondaremos en ellos. Dos roles son los principales: el procurador y el notificador.

El procurador es un funcionario que depende del poder judicial y cumple sus tareas

dentro de una unidad. Tanto en la Unidad 18 como en la Unidad 9 trabajaba uno de estos

profesionales. Allí, tiene una oficina en la cual recibe escritos de los detenidos y se ocupa

de tramitar su envío a las instancias judiciales por medio del correo interno judicial.

Formalmente, su función es la de asesorar técnica y legalmente a la población de

detenidos de una cárcel en sus relaciones con la justicia. Esta tarea es realizada de formas

distintas por cada procurador, y en las dos unidades analizadas para esta investigación,

los procuradores no realizaban escritos, sino que enviaban a las agencias judiciales los

que los detenidos realizaban. Al enviarlos, el procurador los firma y sella, dando así

validez oficial al documento. Los procuradores, en las formas de llevar a cabo su trabajo,

no se diferencian particularmente de la situación laboral del común de los profesionales9

que trabajan en las unidades penales: cumplen horarios de trabajo laxos y cortos, tienen

un alto nivel de ausentismo, y relaciones selectivas y mediadas con los detenidos (Castro,

2009: 25).

9
El “escalafón profesional” del Servicio Penitenciario Bonaerense incluye médicos, odontólogos,
enfermeros, abogados, asistentes sociales, psicólogos y otras profesiones. Se diferencia del
“escalafón general”, que comprende a los oficiales y suboficiales penitenciarios.

31
Por su parte, los notificadores son agentes penitenciarios encargados de hacer

llegar a los detenidos las respuestas que llegan desde ámbitos de la justicia con novedades

sobre sus causas penales y sobre la ejecución de sus condenas. Su trabajo consiste en

entregar personalmente a los detenidos las notificaciones en las que se detallan y justifican

de forma escrita las resoluciones judiciales. En la Unidad 18 trabajaba un notificador,

mientras que en la Unidad 9, de forma proporcional con la cantidad de detenidos, tres

agentes desempeñaban esa función. El trabajo de los notificadores está teñido por las

formas de manejo del contacto con los detenidos que utilizan en general los agentes

penitenciarios; por ejemplo, se acostumbra entregar las notificaciones con negativas por

la noche y dentro de los pabellones, en los momentos en que los detenidos ya están

encerrados, para evitar reacciones violentas.

Cotidianeidad e importancia de las relaciones con la justicia en el encierro

Como afirmamos al principio de este trabajo, las relaciones con la justicia son

parte de la vida cotidiana de los detenidos en la cárcel. Sus conversaciones giran con

frecuencia sobre este tema, y los detenidos se consultan entre sí por sus posibilidades,

más o menos cercanas, de conseguir un beneficio para salir en libertad. A su vez,

constantemente llegan a la cárcel notificaciones de beneficios para detenidos. Si un

detenido se va en libertad, muchos otros se enteran, y rápidamente se corre la voz sobre

las razones judiciales por las que es liberado y la forma en que lo logró.

La duración de las condenas de cada uno y el momento en el que están de su

cumplimiento son parte de la carta de presentación de los detenidos tanto ante otros

detenidos como ante los agentes penitenciarios, y son por lo tanto de público

conocimiento por los demás. Esto hace que la charla por cuánto tiempo lleva detenido

alguien y cuánto le falta para salir, sea recurrente. El tiempo de la condena, medido en

años y meses, es un dato básico en la trayectoria carcelaria de un detenido.


32
Constantemente se escucha en distintos espacios de la cárcel esta fórmula que expresa la

duración de la condena recibida: “yo estoy con cuatro [años] y seis [meses]”. Muchas

veces a la declaración de la duración de la condena sigue la cantidad de tiempo recorrido

en prisión y el restante para solicitar un beneficio.

Las fechas en que los detenidos entran en término para solicitar los próximos

beneficios posibles marcan jalones en la experiencia subjetiva del tiempo de la condena.

Los momentos centrales de los detenidos son el ingreso a la cárcel, el momento en que

reciben la condena y por lo tanto se les brinda el cómputo de cuantos años y meses estarán

presos, y más adelante las fechas en las que entra en término legal para solicitar a su

tribunal en primer lugar las salidas transitorias, luego la libertad condicional y por último

la libertad asistida. Da Cunha en relación a cómo experimentan y miden el tiempo las

detenidas de una prisión femenina en Portugal, describe un cuadro muy similar al que

encontramos nosotros: “La totalidad de la pena no se contabilizaba en tales períodos [años

y meses] sino en cuartos, tercios, mitades, fracciones que se correspondían con los

momentos a partir de los que las detenidas podrían solicitar una salida precaria, el acceso

a un régimen penitenciario más abierto o la libertad condicional” (2005: 36).

Las relaciones con la justicia, al mismo tiempo que atraviesan la cotidianeidad de

la cárcel, se condensan en personas y en lugares. Algunos detenidos tienen conocimientos

específicos sobre cómo encarar esas relaciones y se dedican a llevarlas adelante para

muchos otros detenidos. Además, de distintas formas, socializan ese conocimiento con

otros. A su vez, estas actividades se llevan adelante en lugares particulares de la cárcel,

que pueden ser destinados por las autoridades específicamente a tal fin, como las “áreas

de judiciales”, o lugares como los centros de estudiantes, donde las relaciones con la

justicia conviven junto a otras actividades.

33
La cotidianeidad y centralidad que tienen las relaciones con la justicia penal en la

cárcel guardan relación con el hecho de que si los detenidos no las encaran, asumiendo

ellos mismos el rol de su defensa en sus causas penales, muy difícilmente accedan a la

progresividad o a alguno de los beneficios dispuestos por la ley. Los detenidos entienden,

por experiencia, que sus abogados defensores no les garantizan que realizarán las

intervenciones necesarias frente a los tribunales en pos de obtener esos beneficios para

ellos. Así, las relaciones con la justicia de los detenidos tienen el objetivo de no “irse

cumplidos”, que es como coloquialmente se le llama dentro de la cárcel a recuperar la

libertad cuando se agota totalmente la pena recibida. Este fin, particularmente importante

para un detenido, le da a la actividad de sostener relaciones con la justicia penal y a todas

las relaciones sociales que se sostienen en torno a ella, su centralidad e importancia.

Una parte de los detenidos efectivamente obtiene alguno de los beneficios antes

de agotar su pena. Esto sucede porque se movilizan y activan redes que se extienden más

allá del rol de sus defensores para relacionarse con sus tribunales y solicitarles esos

beneficios. En muchos casos, a su vez, los beneficios son concedidos luego de apelar en

instancias superiores las respuestas negativas de parte de los tribunales, o insistiendo con

argumentos diferentes a los rechazados.

Ya indagaremos acerca de todo el sistema que los detenidos sostienen dentro de

las cárceles para realizar estas tareas con éxito. Por el momento, afirmaremos que las

relaciones con la justicia que existen en las cárceles tienen que ver fundamentalmente con

este objetivo concreto e instrumental: salir de la cárcel antes del final de la condena,

utilizando para ello, a su favor, disposiciones presentes en las distintas leyes que regulan

la ejecución de la pena.

34
Las distintas vías para relacionarse con la justicia y la importancia de los escritos

Los detenidos encaran sus relaciones con la justicia penal por diversos medios:

personalmente, telefónicamente o a través de escritos. La forma más utilizada son los

escritos judiciales porque presentan algunas ventajas importantes frente a las otras vías.

La comunicación personal es la menos ventajosa, porque conlleva el traslado del detenido

hasta el tribunal o defensoría. El viaje de los detenidos hacia las instituciones judiciales

para entrevistarse con las autoridades se denomina comparendo, e implica maltrato físico

por parte del personal y muy malas condiciones de viaje. Cabe aclarar que ni los jueces

de ejecución o sus subordinados ni los defensores oficiales asisten a las cárceles para

entrevistarse con sus condenados a cargo o sus defendidos, salvo situaciones totalmente

excepcionales.

El Servicio Penitenciario Bonaerense dispone de un sistema para realizar los

traslados por comparendo de los detenidos a distintas instituciones judiciales de toda la

provincia y principalmente del conurbano bonaerense, que incluye el alojamiento en

unidades transitorias y muchas horas de viaje en camiones de traslado en los cuales los

detenidos van esposados. Allí, predomina la agresión por parte de los agentes

penitenciarios, que mediante la intimidación y el ejercicio efectivo de la violencia física

buscan garantizar lo que ellos consideran que es un “viaje tranquilo”10.

En los casos que analizamos, las condiciones del comparendo hacen que no sea

una opción elegida por los detenidos. Sólo suelen comparecer frente a autoridades

judiciales excepcionalmente, cuando estas lo requieren de forma obligatoria.

10
Esta caracterización, realizada en base a los testimonios de los detenidos que entrevistamos, se
condice con la descrita en el Informe Anual 2015 del Comité contra la Tortura perteneciente a la
Comisión Provincial por la Memoria, en el apartado “traslados gravosos” (2015: 139).

35
Otra forma de relacionarse con la justicia penal es por vía telefónica. En las

unidades penales que investigamos hay teléfonos públicos dentro de los pabellones, que

se pueden utilizar con tarjetas telefónicas prepagas. A través de este medio, que en alguna

de sus formas es accesible a la mayoría, los detenidos pueden intentar comunicarse con

los tribunales en donde residen sus causas, o las defensorías en donde actúan sus

defensores oficiales, y hacer consultas o pedidos. Sin embargo, esta vía no resulta

eficiente. En primer lugar, porque lograr la comunicación ya es algo difícil en sí mismo.

Tanto en tribunales como en defensorías, si atienden los llamados, pocas veces comunican

al detenido con la autoridad que este solicita. Esta vía es eludida explícitamente por las

instituciones judiciales, particularmente aquellas que administran un número masivo de

causas penales. A su vez, los tribunales no tienen una obligación legal de responder

llamados telefónicos de los detenidos, a diferencia de los escritos, que deben ser

respondidos obligatoriamente. En este sentido, la vía telefónica sólo configura

comunicaciones informales.

Además, según explican los detenidos, la comunicación telefónica obliga al

detenido a comprender en el momento lo que se le transmite. El lenguaje técnico con el

que se expresan las cuestiones relativas a las condenas deja fuera de la comprensión

inmediata a buena parte de ellos, y por eso en las cárceles se despliegan redes para delegar

la comprensión en aquellos detenidos que manejan los conocimientos necesarios. Frente

a esta realidad, es usual que quien tenga mayores conocimientos dentro de un pabellón

llame a las instancias judiciales de los demás detenidos haciéndose pasar por ellos o

llamando en su nombre, para poder comprender mejor lo que le comunican y poder

formular mejor las demandas y preguntas. De todos modos, como decíamos, a los

detenidos les resulta muy difícil lograr comunicarse por vía telefónica con sus tribunales

o con la defensa.

36
La vía central de comunicación que utilizan los detenidos para sostener sus

relaciones con la justicia son los escritos. Estos son más efectivos que las llamadas

telefónicas y los traslados de comparendo por las mismas razones: pueden ser delegados

en aquellos detenidos que manejan mejor la terminología y las tácticas necesarias para

lograr los objetivos de cada detenido, y en su elaboración puede mediar un proceso

reflexivo mucho mayor que el que es posible en la interacción cara a cara o por vía

telefónica. Además, los tribunales tienen la obligación de responderlos. Así, en las

cárceles se construyen múltiples relaciones alrededor de las tareas de producir escritos y

hacerlos circular hacia la justicia penal, que, como decíamos, se concentran en personas

y lugares particulares.

Desde la óptica de la ley, la defensa de los detenidos en sus procesos judiciales y

durante la ejecución de sus condenas es la tarea específica de sus abogados defensores.

Ellos serían los encargados de representar a sus defendidos frente a los tribunales, velando

por el respeto de sus derechos e intercediendo activamente para lograr resultados que les

sean favorables. En el entramado legal, la posibilidad de la defensa por derecho propio

que les otorgan las leyes a los detenidos funciona como un recurso extraordinario,

dispuesto para garantizar su defensa en situaciones especiales en que la defensa por un

tercero no esté garantizada.

Sin embargo, en el sistema penal bonaerense la realidad se muestra muy distinta

a este modelo. Los detenidos asumen ellos mismos el rol de la defensa, frente a la certeza

de que si no lo hacen, sus intereses no tendrán representación real y efectiva en los

procesos a los que están sometidos. Si uno de los objetivos de un detenido es buscar y

encontrar las formas legalmente válidas de recuperar la libertad para salir de la cárcel,

interceder frente a la justicia penal con escritos es entonces el instrumento más efectivo

para hacerlo.

37
Como analizaremos en los siguientes capítulos, en torno a ese objetivo los

detenidos montan redes de relaciones sociales. En definitiva, lo que los detenidos hacen

es organizarse de distintas maneras para ejercer su defensa frente a la inacción

característica de los defensores y de los tribunales. Aprenden a manejarse con pericia en

sistemas ordenados por las lógicas y el lenguaje del derecho -a primera vista algo

complejo y ajeno a su realidad- para producir escritos y para enviarlos a la justicia.

38
- CAPÍTULO 3 - La producción de los escritos: actores y lugares centrales

De ahora en adelante centraremos nuestro análisis en los escritos, la vía más

común por la cual los detenidos se comunican con la justicia penal. Los escritos son

producidos en las cárceles y circulan desde ellas hacia las instancias judiciales -tribunales

y defensorías- en donde se tramitan distintos aspectos de sus condenas a prisión.

En este capítulo describiremos las características principales de los escritos para

luego concentrarnos en los detenidos que los realizan y los lugares en los que lo hacen.

Encararemos el análisis de la producción de los escritos describiendo algunos casos

particulares en su relación con tres dimensiones que atraviesan las actividades de los

detenidos en las cárceles y las definen: los sistemas clasificatorios internos, los

mecanismos de reciprocidad e intercambio y las relaciones entre los detenidos y los

agentes penitenciarios.

Los escritos

Un escrito es una carta, en muchos casos manuscrita y en otros impresa, en la que

se realizan pedidos relacionados con la ejecución de la condena de un detenido como

beneficios, comparendos, avances en el régimen de encierro según la progresividad de la

pena, o apelaciones. Los escritos son personales e individuales, están firmados a nombre

del detenido que los envía, y están dirigidos principalmente a los jueces que deciden la

condena de cada uno -Tribunales Orales en lo Criminal- o al juez que tiene el control

sobre su ejecución -Juzgados de Ejecución-, según el solicitante esté procesado o

condenado. En algunos casos, los escritos pueden estar dirigidos a los defensores

oficiales, para solicitar una entrevista con el defensor o informarlo de alguna situación.

Están encuadrados legalmente en lo que se denomina en lenguaje judicial técnico “recurso

in forma pauperis”, que habilita a una persona detenida a interceder en su proceso judicial

39
sin atenerse a formalidades jurídicas, por considerarse que estas son difíciles de cumplir

en el encierro, y secundarias frente al derecho del detenido a ejercer su defensa por

derecho propio.11

Los escritos, además del pedido particular que se realiza, presentan argumentos

que lo apuntalan y justifican. Estos argumentos son desarrollados en lenguaje jurídico, y

funcionan dentro del sistema de argumentaciones técnicas propio del derecho: hacen

referencia a leyes vigentes y a jurisprudencia previa12. Un pedido no fundamentado

legalmente en un escrito lo volvería inútil y no sería considerado por el tribunal al que se

envía, por no presentar justificaciones válidas en el marco del ordenamiento jurídico que

rige en la ejecución de una condena a prisión. La fundamentación puede ser realizada por

la defensa, encuadrando técnicamente una solicitud, pero en la práctica esta tarea es

llevada adelante por los mismos detenidos dentro de la cárcel. Por supuesto, las posibles

tácticas de justificación y argumentación son múltiples, y se entrelazan con disputas en

torno a la interpretación y aplicación de las leyes que dan forma a toda la actividad

judicial.

Si “las cosas no son sino personas que actúan juntas”, como sostiene Becker

(2009: 71), un análisis de los escritos como objetos concretos implica, además de

describirlos, preguntarnos quiénes los escriben y cómo lo hacen, qué conocimientos son

necesarios para hacerlos y mediante qué lógicas se adquieren y socializan, en qué lugares

11
La posibilidad de realizar recursos in forma pauperis es aceptada por jurisprudencia, y aparece
reconocida en la Acordada 4/2007 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en donde se
exime explícitamente a las personas detenidas de cumplir con las formalidades que se exigen para
los escritos judiciales. Estas formalidades tienen que ver con el formato en el que se escriben las
solicitudes, la cantidad de palabras y párrafos permitidos, encabezados, papeles oficiales y otros.
In forma pauperis es una expresión latina que quiere decir “en carácter de pobre”.
12
La jurisprudencia es el conjunto de decisiones previas de las agencias judiciales. Citándolas, se
puede argumentar que si un tribunal falló de una forma particular anteriormente frente a cierto
caso, deberá hacerlo de la misma manera en casos homólogos, por el respeto a ciertos derechos
constitucionales como la igualdad ante la ley.

40
dentro de las cárceles se concentra la actividad de realización de escritos y otras

cuestiones centrales en el proceso de su producción. Veremos cómo estas cuestiones se

encuentran atravesadas por características que definen y ordenan la vida de los detenidos

en la cárcel, como las clasificaciones y jerarquías internas, los sistemas de reciprocidad y

las relaciones entre detenidos y agentes penitenciarios.

Los productores de escritos

En las unidades en que nos centramos, la actividad de escritura está concentrada

en unas pocas personas, que realizan escritos para sí mismos y fundamentalmente para

los demás. Realizar un escrito requiere de una serie de conocimientos que no todos los

detenidos poseen, y que se adquieren a lo largo de trayectorias carcelarias específicas.

Estas trayectorias no se construyen únicamente en relación a la actividad de realizar

escritos, sino que, como intentaremos demostrar, están relacionadas con las formas de

sociabilidad que imperan en las cárceles.

Quienes escriben suelen ser detenidos de mayor edad que el promedio de la

población carcelaria. En todos los casos que conocimos son personas de más de 30 años,

y en su mayoría, de más de 40. Esto los diferencia y separa, de acuerdo a esta

característica, de gran parte de los otros detenidos (el 68% de los detenidos en cárceles

de la provincia de Buenos Aires tiene menos de 35 años y el 88% menos de 45 [SNEEP,

2014]). Pero las diferencias de edad, en este contexto, se asocian a su vez con diferencias

de trayectoria. Los detenidos que escriben cumplen condenas relativamente largas y están

presos desde hace cierto tiempo. En muchos casos, además, acarrean experiencias previas

de condenas a prisión, y suelen tener un nivel educativo más alto que la media (sólo el

6% de los detenidos en cárceles bonaerenses terminó el secundario, y el 41% no terminó

el primario [SNEEP, 2014]).

41
Los detenidos que realizan escritos son valorados por su conocimiento específico,

pero también son identificados tanto por otros pares como por agentes penitenciarios, en

un sentido general, como detenidos que estudian o trabajan en la cárcel, ya sea por ser

alumnos universitarios en alguna de las carreras que tienen presencia en ese contexto o

porque su tarea de escribir es reconocida oficialmente por las autoridades como una

actividad laboral. Esto los pone en un lugar distinto al de la mayoría de los demás

detenidos, y los ubica entre quienes evitan transitar su encierro principalmente dentro del

pabellón y buscan la posibilidad de acceder a ciertas actividades y espacios en los que

pueden “hacer conducta”. Estas actividades son valoradas positivamente por las

autoridades a la hora de evaluar el comportamiento de los detenidos (como vimos, en

términos de “conducta” y “concepto”) y, eventualmente, los habilitan a vivir en

pabellones con mejores condiciones de vida que los de “población común”. Además, el

trabajo y el estudio dentro de la cárcel también son considerados positivamente en los

tribunales a la hora de decidir si otorgar beneficios o no a los detenidos.

Lancha, Lupo y el lugar de los realizadores en los sistemas de clasificaciones

carcelarios

Lancha13, un detenido de casi 60 años, era uno de los que realizaba escritos la

Unidad 18 cuando realizamos trabajo de campo. Lo hacía, al igual que otro detenido,

Lupo, dentro del centro de estudiantes universitarios de la unidad, un espacio reconocido

por las autoridades en el que los detenidos que están inscriptos en alguna carrera

universitaria estudian, reciben a docentes, estudiantes o extensionistas de la universidad

y acumulan materiales de estudio. Es frecuente que en los centros de estudiantes haya

detenidos que realizan escritos, como sucedía también en la Unidad 9.

13
Todos los nombres de los detenidos han sido modificados para conservar su anonimato.

42
Lancha gozaba de un particular prestigio entre los detenidos de la unidad, y

cumplía por entonces su tercera condena a prisión. Era reconocido por los demás tanto

por su profusa trayectoria como ladrón profesional como por la visibilidad mediática que

tuvo el caso por el que estaba condenado en esa oportunidad. Además, estudiaba una

carrera universitaria y tenía un rol central en el centro de estudiantes. Estas características,

como veremos, lo ubicaban en una posición privilegiada dentro de la cárcel, distinta a la

de la gran mayoría de los demás detenidos.

La actividad de Lancha como productor de escritos estaba atravesada por estas

particularidades que definían su lugar en la cárcel. Lupo, el otro detenido que realizaba

escritos en ese centro de estudiantes, se refería así a la actividad de Lancha como

productor de escritos:

Al viejo Lancha no le gustaba hacer escritos. Te los hacía, pero tenías

que ser muy chorro. Venía un pibito y decía “¿Hola amigo me hacés un

escrito?” y él les preguntaba “¿Por qué estás [condenado a prisión]?”. Y le

respondían, “no, bien no sé”. “¿Con cuántos [años de condena] venís?”. “No

sé, porque…”. “Bueno, venite la semana que viene”, les decía Lancha, y los

fletaba […] Era prejuicioso el viejo. Como que no quería a los giles. Están

los que roban bien y los giles. Entonces a los giles el chabón no les hacía

escritos… “No voy a perder tiempo haciéndole un escrito a un gil, si van a

robar y le roban a mi vieja en la esquina”, decía. (Entrevista a Lupo)

Las palabras de Lupo sobre las preferencias de Lancha a la hora de hacer escritos

para otros detenidos coinciden de forma precisa con las pautas de sociabilidad carcelarias

descriptas por Daniel Míguez en Delito y Cultura. Basándose en un estudio etnográfico

de las relaciones entre detenidos en cárceles bonaerenses, Míguez sostiene que dentro de

43
ellas opera un “complejo sistema de clasificaciones taxonómicas de algo así como castas

o estratos” (2008: 106). Lupo, en sus palabras, nos presenta dos de los estratos registrados

por Míguez: los “giles” y los que “roban bien”.

Los “giles” serían los ladrones de poca monta a quienes, como afirman tanto Lupo

como los detenidos entrevistados por Míguez, se los juzga negativamente porque se

supone que podrían victimizar a particulares indefensos como la propia madre de otro

ladrón. A su vez, los que “roban bien” serían los que merecen con legitimidad el mote de

delincuentes, y su actividad previa a la condena se centraría en robar a organizaciones

impersonales como bancos o grandes comercios, sin ejercer la violencia en exceso y de

formas descontroladas (2008: 111).

Quien “roba bien” y por lo tanto es un delincuente está en el lugar más elevado de

las jerarquías carcelarias, claramente por sobre el “gil”14. Estas categorías, a su vez, son

dinámicas: en la descripción de las lógicas carcelarias y delincuenciales hecha por Míguez

es posible la movilidad tanto ascendente como descendente entre estratos, y las etiquetas

aplicadas a cada detenido no están asociadas de forma invariable y permanente al delito

por el que llegaron a la cárcel o a la trayectoria previa de la persona, sino que se aplican

y negocian de forma compleja (2008: 117-125).

Sabemos, entonces, que los detenidos de las cárceles investigadas están insertos en

este sistema de clasificaciones, y que Lancha se reconocía a sí mismo y, más importante,

era reconocido dentro de la cárcel por los demás detenidos como un verdadero

delincuente, lo cual lo ubicaba en los lugares más altos de la jerarquía interna. Esto

atravesaba sus decisiones en torno a quién le hacía un escrito, y a quién no. Quienes

14
Esta jerarquía además se compone de otras castas que, en los casos en que se relacionen con la
producción y circulación de escritos, describiremos luego.

44
merecían un escrito eran los delincuentes como él, por compartir un mismo estrato en la

jerarquía y ser, de alguna manera, compañeros de oficio con los que comparte ciertos

valores.

Pero no todos los detenidos actuaban de esa manera. Como adelantamos, Lupo era

el otro detenido que realizaba escritos en el centro de estudiantes. Él era más joven, tenía

alrededor de 35 años en el momento en que realizamos trabajo de campo, y también estaba

ubicado según los sistemas de clasificación internos en la categoría de los que “roban

bien”. Consciente de su lugar en esas jerarquías, Lupo sin embargo se diferenciaba de

Lancha a la hora de establecer criterios sobre para quién realizar escritos. Seguido al

fragmento de entrevista que ya citamos, agregaba: “Yo decía: ¿sabés que este viejo [en

referencia a Lancha] encima tiene razón?; pero igual, vamos a hacerles escritos a los

pibes”.

Lupo realizaba escritos en el centro de estudiantes con un criterio más amplio. Hacía

escritos para más detenidos, y no aplicaba de forma explícita las diferencias jerárquicas

para negarse a realizar escritos para algunos. Sin embargo, Lupo plantea algunas ideas

relacionadas con lo que él considera que es el objetivo de los escritos: “ganar libertades”,

es decir, lograr que detenidos se vayan de la cárcel autorizados por sus jueces con

beneficios como las salidas transitorias, y principalmente, mediante la libertad

condicional o asistida.

Aplicando esta idea, a Lupo no le gustaba realizar escritos para los detenidos que

no valoraban ese objetivo y por ende no se interesaban en conocer cuestiones básicas de

sus causas penales y de las distintas vías de acceder a la libertad:

Entrevistador: -Me decías que no te gustaba tanto hacer escritos. ¿Por

qué?

45
Lupo: -Porque a veces te vienen con boludeces. Te dicen, por ejemplo,

“quiero una transitoria”, cuando por ahí no está penado el chabón.

Entrevistador: -¿Pero qué, no entienden?

Lupo: -No entienden, no se preocupan. O por ahí están aburridos y

pasan por ahí y dicen, “ah qué hacés amigo, estás haciendo escritos, ¿me

hacés uno?”. Y vos tenés diez pibes que están ahí esperando para hacer un

escrito. […] Igual ojo, yo soy medio brígido [exigente] también porque por

ahí los guachos te dicen “¿me hacés un escrito que me voy a jugar a la pelota

y cuando vuelvo te doy mi número de causa?”. “Sí, sí, andá tranquilo”. Y

cuando volvían les decía, “no, pasá mañana, pasá pasado”. Porque si vos

estás con algo tan importante como la libertad, voy me siento al lado tuyo,

caliento una pava, tomamos unos mates, te explico un poco de mi causa. […]

A algunos no les preocupa tanto estar presos. Hay pibes que el oficial los

venía a buscar para irse en libertad y el chabón quería jugar a la pelota,

“pará, que vamos a jugar a la pelota”. Entonces vos decís “le tengo que

hacer un escrito a estos guanacos”, y vos estás todo el día pensando en cómo

irte, y a estos no les importa un carajo, te da bronca. (Entrevista a Lupo)

El énfasis de Lupo está puesto en la finalidad que tiene la tarea de escribir escritos:

lograr la libertad. Esto se relaciona con dos cuestiones. Por un lado, ese énfasis también

está inscripto en el sistema de clasificaciones y jerarquías del que ya hablamos. El

“verdadero delincuente”, por más largas o frecuentes que sean sus condenas, no se deja

absorber por ciertos discursos que rechaza y que caracterizan a la mayoría de la población

joven de la cárcel. No se deja “golpear por la reja” -en términos nativos- y no naturaliza

el encierro, como sí hace el detenido que en el relato de Lupo prefiere la rutina carcelaria

de jugar al fútbol antes que recuperar su libertad. Estas cuestiones se relacionan con un

46
quiebre generacional que cruza hoy a la población encerrada en las cárceles bonaerenses

de varones entre aquellos detenidos más grandes, más frecuentemente identificados con

la figura del verdadero delincuente, y la nueva población carcelaria, los “pibes chorros”

(Míguez, 2007: 37; Míguez, 2008: 125-127; Brardinelli y Algranti, 2013: 43-44).

Por otro lado notamos en las posturas de Lupo una tendencia a entender y presentar

su actividad como una lucha explícita contra la justicia penal. Esto está relacionado con

su condición de estudiante universitario activo y con las relaciones con actores extra

carcelarios sostenidas a través del centro de estudiantes de la unidad. En ese contexto, los

detenidos se vinculan con actores que acercan a la cárcel lecturas de carácter político que

son críticas del funcionamiento del sistema penal, de las cuales los detenidos toman

ciertos elementos para reinterpretar y presentar algunas de sus actividades cotidianas. Este

componente no tiene necesariamente que ver con el caso típico de un “verdadero

delincuente”, y transforma a la empresa de realizar escritos en una lucha contra los jueces,

y en un sentido más amplio, contra la justicia. Si bien la noción de alteridad frente a las

autoridades judiciales, y frente a la justicia en general está extendida dentro de las

cárceles15, una visión articulada en los términos en que la presenta Lupo no es común.

“Saber hacer un escrito por derecho propio es como que te da un poder sobre el juez,

sobre los que tienen el poder sobre vos. Les estás robando ese pedazo que es tuyo”.

15
El informe “Delito, marginalidad y desempeño institucional en la Argentina: Resultados de la
encuesta de presos condenados” (2014) del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre
Inseguridad y Violencia (CELIV) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, realizado en
base a una encuesta a 1033 detenidos en cárceles federales y bonaerenses, arroja que un 41% de
los detenidos siente que su condena es justa, mientras que el 56% la considera injusta o muy poco
justa.

47
Como veremos más adelante, Oscar y Ramos, dos de los realizadores de escritos

en la Unidad 9, son también estudiantes universitarios y comparten esta característica con

Lupo.

Cruz y la inserción de los escritos en los mecanismos de reciprocidad e intercambio

El otro personaje que se encargaba de realizar escritos en la Unidad 18 era Cruz,

un detenido de más de 60 años. Él, a diferencia de Lancha y Lupo, no lo hacía en el centro

de estudiantes, sino que ocupaba una oficina muy pequeña cedida por el personal ubicada

dentro de la escuela. Allí tenía una computadora y una impresora, cumplía horarios fijos

diariamente y atendía a los detenidos que lo requerían. Su actividad en ese lugar se

limitaba a la redacción de escritos, estaba reconocida formalmente por las autoridades de

la unidad, y presentaba una diferencia fundamental con lo que se realizaba en el centro

de estudiantes: en connivencia con autoridades del penal, Cruz cobraba explícitamente

por muchos de los escritos que hacía, ya sea en dinero o a cambio de bienes.

Esto nos lleva a interrogarnos sobre diversas cuestiones. En primer lugar, queda

claro que el escrito, como objeto, tiene un valor en la cárcel, que puede ser expresado en

términos monetarios o materiales, y que podemos relacionar directamente con su

potencial utilidad para activar el acceso a beneficios y, en última instancia, ganar la

libertad.

Además, nos tenemos que preguntar por la relación entre los vínculos de Cruz con

las autoridades formales y su práctica de intercambiar sus escritos con los detenidos. Su

actividad guardaba una relación mucho más fuerte, directa y positiva con las autoridades

del penal que la de los detenidos que actuaban en el centro de estudiantes. Las autoridades

le brindaban el espacio, la computadora, la impresora, actuaban como intermediarios a la

48
hora de ingresar a la unidad los insumos necesarios (hojas, tinta), y reconocían

formalmente su trabajo, habilitándolo a acceder con facilidad a esa zona del penal a diario.

Esta relación positiva explica cómo la actividad de Cruz pudo alcanzar un grado

de formalización tal que sus escritos podían ser intercambiados por dinero o bienes, pero

a la vez implicaba que las autoridades se llevaban una parte de los beneficios producidos.

Si bien la circulación de dinero está formalmente prohibida dentro de las cárceles

bonaerenses, esta prohibición, al contrario de lo que podría suponerse intuitivamente,

puede ser la razón por la cual las autoridades tienen control (y sacan rédito económico)

de esa circulación de dinero. La facultad de poder sancionar reglamentariamente la

circulación otorga a los agentes y autoridades penitenciarias de la unidad, el poder de

quedarse con parte de ese dinero a cambio de obviar la sanción reglamentaria

correspondiente.

Cruz ofrecía escritos a cambio de dinero o de bienes, dependiendo de las

posibilidades de pago del detenido que los solicitaba. Financiaba con esas ganancias la

tinta con la que imprimía -comprada e ingresada al penal por penitenciarios- y obtenía

además ganancias.

El precio de los escritos de Cruz (y, como veremos, su gratuidad en algunos casos)

a su vez estaba relacionado con el sistema de jerarquías interno. Cruz les cobraba a aquella

clase de detenidos a los que típicamente Lancha les hubiese negado sus servicios y a los

que Lupo, de algún modo, despreciaba. Es decir, a aquellos que se encontraban en los

lugares más bajos de las clasificaciones internas y que por lo tanto no podían acceder con

facilidad a que otros les realicen un escrito.

A su vez, Cruz ocupaba un lugar intermedio en el sistema de clasificaciones

interno. Por trayectoria, edad y perfil no ocupaba los estratos más bajos, pero el hecho de

49
que cobrase por sus escritos lo convertía para los demás detenidos en alguien que

“trabajaba para la policía”, y eso le impedía, según las reglas internas, ubicarse en la

categoría de verdadero delincuente.

Para indagar en el funcionamiento del intercambio de escritos vamos a recurrir a

conceptos que nos permitan captar mejor su complejidad y sus relaciones con las lógicas

carcelarias que venimos describiendo. Como mencionamos anteriormente, Brardinelli y

Algranti hablan de la existencia de un “complejo de transacciones intracarcelarias” según

el cual se negocian múltiples aspectos de la vida en las cárceles (2013: 47), y Míguez,

basándose en trabajos del antropólogo Sahlins, habla de “sistemas de reciprocidad

informal” que se entrelazan con las jerarquías internas que ya presentamos (2008: 142).

Según esta visión, las normas informales que regulan los intercambios dentro de la cárcel

tienen relación directa con las identidades colectivas de los actores, y “el honor, el

prestigio y la jerarquía también suelen estar involucradas en las transacciones” (2008:

130). Así, cuando Cruz -o cualquier otro realizador- intercambia uno de sus escritos con

otro detenido a cambio de algo, ya sea este intercambio explícito o no, se ponen en juego

y se actualizan los sistemas internos de jerarquías.

Las cárceles son también ámbitos de escasez de recursos como la comida, artículos

de higiene y limpieza, vestimenta y diversos elementos permitidos como los cigarrillos,

o ilegales como las drogas y los teléfonos celulares. Esto hace que las relaciones con el

exterior, principalmente a través de las visitas que reciben los detenidos, sean centrales

por su función de canal proveedor de estos elementos. En este marco, los escritos son

intercambiados por elementos valorados en la cárcel dada la escasez que la caracteriza.

Volviendo al caso de Cruz, los escritos que él intercambiaba en su oficina dentro

de la escuela en connivencia con los penitenciarios del penal eran más caros cuanto más

bajo era el lugar en la jerarquía carcelaria del detenido que los solicitaba. Así, el valor del
50
escrito no estaría tanto en el objeto mismo sino que se producía en relación al complejo

de relaciones dentro del que era intercambiado. Cuanto mayor era la distancia jerárquica

de Cruz frente al otro, más valorado debía ser el escrito, y por lo tanto más cara sería la

transacción. De otro modo, estos detenidos con pocos recursos no podrían obtener esos

escritos. Esto explica cómo los lugares ocupados en los sistemas clasificatorios se

traducen en recursos con los que cuenta un detenido para relacionarse con los otros.

En las actividades de Lupo y Lancha la lógica era otra, pero no obstante también

había intercambio. El sistema de reciprocidad informal tiñe de diferentes maneras todas

las relaciones entre detenidos dentro de la cárcel. Por eso, sería ingenuo de nuestra parte

presuponer que los escritos de Lancha y Lupo, sean hechos para combatir con el juez o

por afinidad identitaria con el que lo necesita, están por fuera de este sistema. La dinámica

y la moral del don (Mauss, 2009) son más apropiadas para caracterizar estos intercambios

que se alejan de la lógica mercantil. Así, el hecho de dar o “donar” un escrito a alguien

incluye una carga, un deber, que es el de devolver de algún modo el beneficio obtenido,

y en esa relación se expresa una relación de superioridad. Según Sarrabayrouse, esta

superioridad, implícita en la deuda que el que recibe contrae con el donante, se articula

con jerarquías: “esta diferencia en algunos casos puede transformarse en jerarquía, y si

esta ya existía, el don viene a expresarla y legitimarla” (2004: 207). Lupo explica esto

con claridad cuando le preguntamos si intercambiaba sus escritos por algo:

A los pibes por ahí les hacías un escrito y un día que tenían visita

pasaban por ahí y te dejaban un paquete de cigarros, un porro, o un jugo

para tomar unos tererés. A veces les manguábamos, ¿viste? ¿No me rescatás

[conseguís] un poco de yerba para tomar unos mates acá? Y te traían un

cosito con yerba. Boludeces así, ¿viste? […] Está mal visto que no le des

nada al chabón que no te cobra [por un escrito]. Corte “eh, no seas rata”. El

51
chabón está todo el día ahí haciendo escritos y no le das un jabón. (Entrevista

a Lupo)

Hay acá una diferencia y una tensión entre la lógica del don, que rige los

intercambios en los cuales no se cobra explícitamente, y la lógica mercantil, que

estructura aquellos intercambios en donde el escrito tiene un precio. Volviendo al caso de

Cruz, cuanto mejor era su posición relativa frente al detenido que le pedía un escrito, más

se parecía el intercambio a un intercambio mercantil, y cuanto menos era así, más se

emparentaba con la lógica del don, que regía también la producción de Lupo y Lancha.

La oficina de Judiciales de la Unidad 9 y las relaciones de la producción de escritos

con el gobierno de la cárcel

Analicemos ahora la producción de escritos en la Unidad 9. Allí funcionaba un

lugar altamente formalizado: la “oficina de judiciales”, ubicada dentro del predio de la

escuela. Esta oficina fue construida hace pocos años por orden de la jefatura de la unidad,

especialmente con el fin de centralizar allí la producción de escritos. Anteriormente esas

tareas se realizaban en otra parte del penal, dentro del edificio principal, un lugar de difícil

acceso para los detenidos.

La circulación de los detenidos por distintas zonas al interior de las cárceles que

analizamos está limitada por la existencia de múltiples puestos de control cerrados con

candado, en donde el paso es permitido por agentes penitenciarios siempre y cuando el

detenido tenga una razón considerada válida para atravesarlos, proceso que se repite en

cada puesto. El éxito en poder atravesarlos depende mucho tanto de las mismas jerarquías

y clasificaciones que venimos describiendo y que atraviesan las relaciones con el

personal, así como también de la obtención de “carnets” que, emitidos por las autoridades

del penal, reconocen oficialmente la realización de una actividad cotidiana por parte de

52
un detenido, permitiéndole circular por la unidad hasta el lugar en que se realiza esa

actividad16.

La ubicación de la oficina en el predio de la escuela hacía relativamente sencillo

su acceso en este contexto. Allí podían llegar directamente todos los estudiantes de la

escuela primaria y secundaria, también los universitarios (el centro de estudiantes está

ubicado en el mismo predio), y cualquier participante de las muchas actividades que se

realizaban allí (talleres de formación, actividades productivas y recreativas). Además, la

oficina de judiciales estaba altamente institucionalizada, y los detenidos en ciertos

momentos del día y la semana podían pedir el paso desde sus pabellones para ir a realizar

un trámite allí.

La oficina de judiciales cumplía horarios fijos y diarios, con un turno a la mañana

y otro a la tarde. En total, estaba abierta seis horas diarias. Allí desempeñaban sus

actividades tres detenidos: Ramos, el coordinador, un detenido de unos 40 años con una

condena larga, y dos detenidos más, el Chino y el Flaco, que oficiaban como ayudantes y

eran más jóvenes, de entre 30 y 35 años de edad. El espacio contaba con dos computadoras

y dos impresoras, además de una serie de carpetas y cajas en las cuales se archivaban

modelos de escritos y copias del material realizado. Sobre un costado se ubicaba un banco

largo, en donde se sentaban los detenidos mientras esperaban ser atendidos o que se les

entregue un escrito.

La pequeña oficina ostentaba en su exterior una placa con la inscripción “Oficina

de Judiciales Eugenio Raúl Zaffaroni”. Este dato habla del perfil y el discurso con que

16
Los carnets parecen ser una práctica difundida entre la mayoría de las cárceles bonaerenses, y
están presentes tanto en la Unidad 18 -Junco tenía un carnet que reconocía su actividad, y Lupo
y Lancha tenían carnets de estudiantes-, como en la Unidad 9. Los más comunes son los carnets
de estudiante y de trabajador.

53
estos detenidos llevaban adelante su actividad de producción de escritos. Todos los

detenidos que participaban allí eran estudiantes universitarios, y la impronta de su

discurso estaba atravesada por la intención de distinguirse explícitamente del lenguaje y

las lógicas de la población carcelaria general, que según ellos gira enteramente en torno

a la violencia y la falta de proyección a futuro. Ellos, como en el caso de Lupo,

encuadraban sus acciones en una lucha contra las injusticias del sistema penal, y al ser

consultados por sus tareas además remarcaban que su horizonte tenía que ver con “ir

despertando a los detenidos” para hacerlos conocer sus derechos, distinguiéndose así

claramente del resto de los detenidos y ubicándose en un lugar de cierta superioridad

moral e intelectual.

Esto sucede especialmente en una cárcel como la Unidad 9, en donde el centro de

estudiantes universitarios, y particularmente la carrera de abogacía, tienen una trayectoria

y un grado de institucionalización importantes. A su vez, la oficina de Judiciales tenía un

vínculo fuerte con el centro de estudiantes universitarios: muchos de los participantes más

activos del centro de estudiantes colaboraban activamente con las tareas de la oficina, a

la vez que los encargados de judiciales circulaban cotidianamente por el espacio del

centro de estudiantes. En el centro de estudiantes, algunos estudiantes de derecho también

realizaban escritos, muchas veces en conjunto con la oficina de judiciales, como el caso

de Oscar, un detenido que ocupaba un lugar de coordinación general en el centro de

estudiantes. La actividad de ambos espacios era paralela, y se desarrollaba sin conflictos,

siendo la oficina de judiciales el lugar oficial de realización.

Los tres detenidos que trabajaban en el área de judiciales eran estudiantes

universitarios de derecho, y Ramos había obtenido el título intermedio de Procurador.

Afirmaban que parte de su lucha, en términos personales, tenía que ver con que las

autoridades “los vean de otra manera” y no sean tratados igual que los presos comunes.

54
En el caso del Chino y del Flaco, esto se cruza con otra clasificación en la que hasta ahora

no indagamos: ellos dos estaban condenados por delitos cometidos en su trabajo previo

como miembros de fuerzas de seguridad. Los “ex fuerza”, como son conocidos los

detenidos de estas características, son vistos negativamente por la gran mayoría de los

detenidos, y no participan de los sistemas de reciprocidad y jerarquías de igual modo que

los demás. No suelen convivir con los demás detenidos en los mismos pabellones para

evitar conflictos, y suelen estar separados de ellos también en sus actividades cotidianas.

Por su pasado en las fuerzas de seguridad, tienen además una relación distinta con los

agentes penitenciarios, muchas veces de mayor respeto y buen trato. Sin embargo, esto

no les impedía, desde el particular lugar que suponía la oficina de judiciales en esa unidad,

realizar actividades a través de las cuales se relacionaban cotidianamente con detenidos.

Estas cuestiones y las características de la Unidad 9 redundan en ciertas

particularidades de la oficina de judiciales: era un espacio fuertemente institucionalizado,

reconocido como el lugar oficial de realización de escritos en la unidad, e incluso fue

construido con ese fin. Tenía una trayectoria, roles definidos en su funcionamiento

interno, relaciones estables con distintos actores de otras instituciones (sobre todo de las

burocracias judiciales), y una perspectiva de todavía mayor consolidación a futuro.

Cualquiera que preguntase en la unidad por un escrito para su causa, tanto a un agente

penitenciario como a otro detenido, muy posiblemente era derivado allí. La actividad de

los tres detenidos estaba enmarcada dentro de las propuestas de trabajo remunerado de la

unidad y contaban con un carnet que les permitía validar su actividad frente a cualquier

agente penitenciario y circular con facilidad por la unidad17. Allí los escritos no se

17
Cabe destacar que la remuneración oficial del trabajo en las cárceles, denominada “peculio”,
consta de una cantidad de dinero absolutamente mínima, y su utilidad tiene que ver más con los
beneficios que puede traer frente a las relaciones con la justicia el demostrar que se trabaja en una
actividad reconocida oficialmente por las autoridades.

55
intercambiaban por dinero, porque la actividad de los detenidos productores era vista por

los demás como un servicio que ellos brindaban a cambio de las ventajas que recibían -el

poder transcurrir allí gran parte del día allí es un privilegio no menor en una cárcel masiva

y de régimen cerrado severo, además de que eran reconocidos oficialmente en su trabajo

y tratados de forma distinta y mejor por los agentes penitenciarios-, y por eso los demás

detenidos no sentían que los escritos que recibían eran un favor a agradecer o un bien a

intercambiar por dinero u otro bien.

El trabajo cotidiano en la oficina de judiciales de la Unidad 9 era permanente. Los

tres detenidos realizaban muchos escritos de los pedidos más comunes por día, y no le

daban especial atención a esta tarea. Su énfasis, a la hora de relatar a un actor externo

como yo cuales eran sus grandes logros y desafíos en la oficina, estaba puesto en encarar

situaciones más complejas o excepcionales.

Esto nos lleva a considerar una característica importante de la realización de

escritos en las unidades, y particularmente de los detenidos que escriben. Según el tipo

de escritos, la actividad de realizarlos puede estar más o menos enfrentada con las

autoridades de las cárceles. Los detenidos que escriben pueden, utilizando sus

conocimientos y aprovechando sus recursos, realizar escritos destinados tanto a la justicia

penal como a las autoridades de la cárcel, la jefatura del Servicio Penitenciario u otras

instituciones como organismos de derechos humanos, distintas capas del estado,

universidades, o incluso medios de comunicación. Su tarea, al centralizar las necesidades

de contacto formal con instituciones del exterior de gran parte de los detenidos en función

de sus problemas y necesidades, sin demasiada dificultad podría transformarse en una

vocería o incluso en el liderazgo de la protesta contra distintos aspectos del encierro.

Los detenidos que realizan escritos son plenamente conscientes de esto, y de ahí

deriva en parte su poder dentro de cárcel. A su vez, las autoridades de cada cárcel también
56
son conscientes de esta realidad. Sin embargo, en todos los casos que analizamos, la

actividad de producción evitaba potenciar el conflicto con las autoridades carcelarias u

otras instituciones en forma de denuncias, para dirigirlo bajo el formato de demandas

hacia la justicia penal. Las autoridades penitenciarias, a su vez, incentivan que los

detenidos encaucen sus problemáticas hacia la justicia. Como explica Oscar:

Hoy en día el servicio [penitenciario], por lo menos en esta unidad, no

está haciendo persecución de quien escribe, de qué escribe ni a quién escribe.

Ahora estoy haciendo un hábeas corpus18… me vino a ver un pibe, porque

hay muchos pibes enfermos. (…) Y preparo hábeas corpus como loco para

solicitar asistencia médica porque el servicio no cuenta con los recursos. Y

bajan los juzgados con órdenes directas. Porque el mismo servicio te dice

que hagas la denuncia, porque ellos no tienen cómo solucionarte el problema

que vos tenés. Vos tenés que tener una prótesis en tu rodilla porque sos

paralítico por ejemplo… “No tengo”, te dice el servicio, “pedile a tu

juzgado”. “Pero voy a hacer un hábeas corpus”, y el servicio te dice “¿y a

mi qué me importa?, hacé lo que tengas que hacer flaco, si el juez me ordena

que yo te saque a la calle, yo te saco a la calle. Si no no puedo”. No les

importa. Prefieren eso. (Entrevista a Oscar)

La explicación de Oscar nos permite pensar en las relaciones entre las autoridades

penitenciarias, en su función de administrar la cárcel y regular las tensiones y conflictos

internos con los detenidos, y las agencias judiciales, en su labor de ordenar y controlar la

ejecución de la condena en esas instituciones. Como adelantamos al principio de este

18
El hábeas corpus en un tipo de escrito menos frecuente que los demás en el cual se denuncia a
la justicia una situación de agravamiento de las condiciones de detención, exigiendo su
intervención inmediata.

57
trabajo, la cárcel no funciona como una extensión del poder judicial, y su funcionamiento

está atravesado por distintas lógicas que se pueden revelar contradictorias entre sí. En este

caso, los oficiales del servicio penitenciario encargados de la administración de cada

cárcel prefieren que los detenidos realicen demandas a sus tribunales en temas como la

atención médica, por más graves que sean las denuncias. De esa manera, vía una orden

judicial que no puede ser desoída por las autoridades máximas del Servicio Penitenciario

(dados los costos legales que eso tendría), los oficiales de cada unidad se garantizan los

recursos y la logística necesaria para suplir esa necesidad. Así, el uso instrumental de la

justicia por parte de los detenidos puede ser instrumental también a las capas medias

penitenciarias que administran cada cárcel en sus pujas con la dirigencia penitenciaria

central y con el estado en general por obtener ciertos recursos y poder responder frente a

algunas necesidades de los detenidos.

Esto explica cómo las tareas de producción de escritos que observamos, ya sea

más fuerte o menos fuerte su relación con las autoridades de cada una de las cárceles, no

entraban frecuentemente en un choque o enfrentamiento directo contra ellas. Los

detenidos de judiciales en la Unidad 9 eran conscientes de esto, y sostenían que su labor

contribuía a evitar reacciones violentas o irracionales en los demás detenidos,

favoreciendo formas de actuar “acordes a derecho”. En su forma de presentar la

importancia de su trabajo, remarcaban que hacer escritos hacia la justicia en la forma de

demandas por el cumplimiento de derechos significaba no hacer escritos de denuncia,

huelgas de hambre o medidas de protesta más fuertes.

Según pudimos comprobar en este capítulo, las actividades de producción de

escritos se concentran en lugares específicos dentro de las cárceles analizadas, al mismo

tiempo que son realizadas por pocos detenidos, que ocupan cotidianamente esos espacios

58
y presentan trayectorias particulares. Estas dos dimensiones son centrales para el

desarrollo de la actividad, la estructuran y le dan sus características principales.

A su vez, observamos cómo la producción de escritos está atravesada por lógicas

que caracterizan las relaciones entre los detenidos en las cárceles y entre ellos y las

autoridades penitenciarias. Por un lado, analizamos las relaciones entre la producción y

distribución de escritos y los sistemas de clasificaciones internos. Además, vimos cómo

esos sistemas se cruzan con mecanismos de reciprocidad que tiñen los intercambios

dentro de la cárcel. De estas lógicas se desprende que prácticamente la totalidad de los

detenidos de una cárcel puede acceder a un escrito, pero no de la misma forma y a través

de los mismos mecanismos.

Por último, indagamos en las relaciones entre la actividad de producción de

escritos y el gobierno de la cárcel que encaran los penitenciarios. Vimos cómo la

producción encarna una situación de relativo poder, y cómo los detenidos que producen

negocian las características y el tinte de su actividad con los detenidos. Además,

observamos cómo las relaciones entre agentes del servicio penitenciario y las

instituciones judiciales son complejas y no necesariamente expresan una colaboración

activa.

59
- CAPÍTULO 4 - La vinculación entre la producción y la circulación de escritos.

Acumulación de conocimiento, personalización de las relaciones con la justicia y

activación de burocracias.

Hasta ahora nos concentramos en describir y analizar la producción de los escritos,

los detenidos que ocupan lugares centrales en esa actividad y sus relaciones con las

jerarquías carcelarias y las autoridades, además de los lugares en donde se organizan

dentro de la cárcel. A partir de esos hechos pudimos indagar en las relaciones que guarda

la actividad de producir escritos con las formas de administrar la cárcel que ejercen los

penitenciarios, y las relaciones de los detenidos con las agencias judiciales.

Ahora nos ocuparemos de lo que sucede con los escritos cuando, una vez

realizados, circulan hacia los tribunales que están a cargo de las condenas de los

detenidos. Analizaremos cuales son las vías por las que circulan los escritos, las tácticas

de los detenidos a la hora de elegir unas vías frente a otras, y los actores involucrados en

el sostenimiento de cada una. Además, indagaremos en las respuestas que llegan desde

los tribunales hacia las cárceles, y las formas de recibirlas y de reaccionar frente a ellas

que sostienen y organizan los detenidos. Estudiando los circuitos de ida y vuelta que se

forman entre las cárceles y las burocracias judiciales, podremos observar cómo las lógicas

de producción y de acumulación de conocimiento se ligan con la circulación y las

respuestas que llegan desde los tribunales.

Por último, analizaremos cómo las acciones de los detenidos en sus relaciones con

la justicia se transforman en sistemas relativamente institucionalizados y formalizados

dentro de las cárceles. Nos preguntaremos qué clase de relaciones con las burocracias

judiciales están implicadas en estas acciones.

60
Los circuitos institucionales que recorren los escritos entre la cárcel y las instancias

judiciales

Los escritos salen desde las cárceles hacia instancias judiciales en un circuito que

vuelve luego a la cárcel y muchas veces reanuda el proceso. Describamos el recorrido

típico: un escrito con una solicitud destinada a una instancia de la justicia penal es enviado

por diversas vías desde la cárcel, y al llegar al tribunal en primer lugar es derivado a la

defensa, que lo puede ampliar o corregir19. Luego el escrito vuelve al tribunal y es recibido

por el juez, que lo evalúa y puede responder a la solicitud en forma negativa, no otorgando

lo que se solicita, o afirmativa, concediéndolo. La respuesta, cualquiera sea, es

posteriormente informada al detenido en la cárcel, mediante una notificación en la que el

juez explicita los fundamentos jurídicos de su decisión.

El proceso, desde que el escrito es recibido en el tribunal hasta que llega de vuelta

la notificación a la cárcel, usualmente toma poco más de un mes en completarse. El plazo

legal máximo para responder al que se tienen que atener los tribunales es de 45 días

hábiles. Los detenidos que producen escritos conocen estas reglamentaciones, y una vez

excedido ese plazo, tienen el derecho de reclamar la respuesta y eventualmente recurrir a

un tribunal superior. Sin embargo, como veremos, a veces prefieren no utilizar este

recurso para no confrontar con sus jueces.

Las respuestas de los tribunales llegan a las cárceles en forma de “notificaciones”

en las cuales se explicita si se concede o deniega el pedido realizado. Se confeccionan

tres copias de la notificación, una de las cuales es entregada al detenido, otra vuelve a la

19
Esto sucede porque según las normas la defensa del detenido siempre está, en última instancia,
a cargo de un abogado defensor. Un escrito proveniente de la cárcel, al presuponerse que pudo no
haber sido realizado con la precisión técnica requerida por ser un recurso in pauperis, es derivado
a la defensoría oficial para que sea ampliado o corregido.

61
instancia judicial y otra es archivada en la cárcel. Como ya señalamos, las notificaciones

tienen que ser firmadas en conformidad o apeladas al momento de ser recibidas,

generalmente dentro del mismo pabellón y por la noche. Por esta razón, cuando las

reciben, los detenidos generalmente no pueden contactarse inmediatamente con quienes

los ayudaron a realizar esos pedidos, lo que significa que tienen que decidir en el

momento qué hacer. Lógicamente, las notificaciones en las que se conceden los pedidos

realizados nunca son apeladas, pero las respuestas negativas la mayoría de las veces sí.

En los casos en que los detenidos deciden apelar, conservan la copia de la notificación

para luego consultar con un detenido que realiza escritos cómo encarar esa apelación.

Tras una notificación negativa, muchas veces se activa nuevamente la producción

de escritos con el fin de rebatirla. Así, el ida y vuelta de comunicaciones con la justicia

funciona de manera circular, ya que una solicitud de un detenido desencadena una

respuesta del tribunal, que a la vez es respondida una vez más por el detenido. La

apelación de una notificación consta de escribir de puño y letra la palabra “apelo” en el

papel al momento de recibirla. Esa apelación luego es enviada al tribunal superior y desde

allí es derivada a la defensa, que debe considerar la afirmación “apelo” del detenido como

prueba de su inconformidad con la resolución del tribunal y elaborar una fundamentación

para la apelación a una instancia superior.

Sin embargo, como sabemos, las defensorías no tienen la iniciativa a la hora de

elaborar argumentos para defender a los detenidos. Y si la apelación no es fundamentada

en un plazo de 5 días, será rechazada por el tribunal. Por lo tanto, para garantizar que la

apelación llegue a tiempo, este proceso es encarado por los detenidos desde la cárcel.

Las apelaciones pueden tomar típicamente dos caminos. Uno es agregar

información que no fue tenida en cuenta por el tribunal a la hora de negar la solicitud.

Así, se elabora un escrito donde se da cuenta de esos datos y se adjuntan las pruebas (por
62
ejemplo, un certificado de años cursados en la escuela dentro de la cárcel, una oferta

laboral para trabajar fuera de la cárcel o la constancia de aceptación del detenido en un

programa de rehabilitación). Con esta información que se considera que no fue tenida en

cuenta por el tribunal, se justifica la apelación. Estos escritos son relativamente sencillos

de realizar, y si el detenido tiene acceso rápido a la documentación probatoria que se

adjunta, son una forma efectiva y rápida de apelar respuestas negativas.

Otro camino es el de apelar la decisión contradiciendo con argumentos técnicos

las resoluciones del tribunal. Esta forma de apelar es más compleja y requiere más trabajo

por parte del detenido que produce escritos, porque requiere fundamentar la apelación

poniendo en juego jurisprudencia (por ejemplo, casos de detenidos que recibieron

beneficios como el solicitado en condiciones homologables), o alegando que la negativa

del tribunal viola ciertos derechos del detenido.

Las apelaciones, y particularmente las de este último tipo, al realizarse en función

de la respuesta del tribunal en un caso particular, no son estandarizables como otro

escritos. Por lo tanto, producirlas lleva más tiempo, lo que choca con el plazo de 5 días

desde que es recibida y apelada la notificación, para enviar los argumentos. La forma de

superar esta dificultad es anticipando las posibles respuestas del tribunal. Como lo explica

Lupo:

Vos pensás “me lo pueden negar por esto”. Entonces ya tenés

preparado [el escrito con la apelación] de antemano y no tenés que salir

corriendo. Vos tenés la apelación guardada, tenés dos o tres apelaciones

distintas. Y a veces eso se hace. Yo lo hice, tener las apelaciones, distintas

apelaciones; “me lo pueden negar por esto, por esto, por esto; bueno,

63
fundamento esto, fundamento lo otro”. Entonces vos estás esperando la

negativa. (Entrevista a Lupo)

“A veces se hace”, dice Lupo, y luego afirma que él lo ha hecho para actuar en su

propia causa. Esto da cuenta de que este tipo de escritos son menos frecuentes que los

demás, y que la producción de un texto acorde para cada caso está reservada a ciertos

casos. Los procesos de apelaciones complejos suelen ser llevados adelante por los

detenidos que saben escribir para incidir en sus propias causas o en las de otros detenidos

con los que tienen una relación fuerte. Si la mayor parte de los detenidos de las cárceles

que analizamos pueden acceder a escritos estandarizados con solicitudes típicas o

apelaciones sencillas, sólo algunos acceden a los escritos que sirven para encarar

apelaciones complejas y sucesivas en el tiempo. Estos detenidos suelen ser parte de

grupos insertos en centros de estudiantes o en espacios dedicados a las relaciones con la

justicia, en donde los detenidos que escriben ocupan lugares centrales.

A su vez, estos casos nos permiten visualizar que una de las formas de

conocimiento más valioso que puede tener un detenido que realiza escritos es la capacidad

de anticipar las posibles respuestas negativas de los tribunales, para seguir intentando

rebatir sus argumentos. Este conocimiento tiene que ver con el manejo de cuestiones

técnicas del derecho penal, pero también -y fundamentalmente- se basa en conocer las

formas típicas y rutinarias por las que los tribunales niegan solicitudes a los detenidos.

Los detenidos que escriben, como ya describimos en el capítulo anterior, acumulan

conocimiento sobre las formas típicas de responder escritos que tienen los tribunales, sus

fundamentaciones recurrentes, y a través de sucesivos ensayos con la lógica de la prueba

y error, también sobre las formas de contradecirlas y desarticularlas. Esto deja claro, una

vez más, que el conocimiento que acumulan los detenidos que realizan escritos tiene fines

64
fundamentalmente prácticos, que además son acumulados a través de la misma práctica

de relacionarse con la justicia.

Estos conocimientos, en buena parte, son obtenidos de la interpretación de las

respuestas de cada tribunal. Los materiales escritos por los agentes expertos en la justicia

penal son una materia prima que los detenidos que realizan escritos utilizan para aprender.

Desentrañar la lógica con la que funcionan esos argumentos técnicos en relación a cada

caso es la clave para que ese conocimiento se vuelva útil para predecir respuestas y saber

cómo proceder frente a ellas.

Los tribunales, puestos por los escritos de los detenidos en la posición de tener

que argumentar técnicamente cada negativa, aportan indirectamente al corpus de

conocimiento y experiencia que se acumula en la cárcel. En los lugares donde se realizan

escritos los detenidos archivan las negativas recibidas por distintas causas, y las utilizan

a la hora de realizar nuevos escritos, evitando los caminos que los llevaron a esas

respuestas, o complejizando los argumentos técnicos para evitar obtener respuestas

negativas por las mismas razones.

Las lógicas de acumulación de conocimiento

Los detenidos que hacen escritos perfeccionan sus habilidades de escritura a través

del tiempo. Van acumulando conocimiento sobre cómo hacerlos de manera más efectiva

para lograr que los tribunales acepten los pedidos que envían. Esta acumulación de

conocimiento se da en la práctica, tiene fines instrumentales y funciona bajo una lógica

de prueba y error, en la que se articula la producción de los escritos con su circulación

hacia la justicia, además del análisis posterior de las respuestas y la vuelta a la producción.

Analizando las respuestas para saber por qué fue rechazado un pedido, hurgando en los

argumentos técnicos que presentan los tribunales, los detenidos que escriben van

65
entendiendo las lógicas argumentales utilizadas por la justicia penal y así perfeccionan su

labor. La lógica del ensayo y error, combinada con el objetivo de anticiparse a las

reacciones y respuestas de los tribunales, configuran las formas en que los detenidos que

escriben acumulan conocimiento. Esta tarea tiene al mismo tiempo una dimensión

material y otra espacial.

Por un lado, los detenidos que escriben arman sus archivos propios de material.

En las cárceles, conservar una serie de papeles propios es difícil, sean materiales de

estudio o lectura, archivos de escritos o simplemente revistas. Los frecuentes traslados

entre unidades, ya sea por castigos o evoluciones en la progresividad, muchas veces

significan perder el material acumulado, al tiempo que en un contexto de escasez de

elementos básicos para la vida cotidiana cualquier objeto atesorado se puede volver

moneda de cambio por algo más preciado en un momento particular. Esto hace que la

construcción de los archivos personales de los detenidos que escriben sea una tarea difícil,

pero no imposible. Los archivos que construyen son pequeños y limitados, y sobreviven

por poco tiempo. Además, dentro de las cárceles circulan libros que compilan leyes

penales, como el Código Penal, los Códigos Procesales Penales, la Constitución Nacional

y otras leyes importantes en la ejecución de la pena. Los detenidos que escriben, en todos

los casos que analizamos, poseían varios de esos materiales y demostraban haberlos

estudiado.

La acumulación de conocimiento tiene esta faceta material: carpetas, cajas y folios

con escritos, libros de códigos y doctrina legal. De cada escrito que se realiza y se envía

se guarda una copia, así, si ese escrito funciona y la justicia penal da lugar al pedido que

se realizó, hay una copia para utilizar en casos similares. Un escrito que se probó que

funciona es algo valioso, y es atesorado por el detenido que escribe, que lo incorpora a su

archivo. Estos documentos funcionan como jurisprudencia, ya que, según las normas del

66
derecho, desde ese momento en adelante, todas las situaciones similares en ese tribunal o

en instancias inferiores deberán ser resueltas del mismo modo.

A su vez, hay una dimensión espacial en la acumulación de conocimiento. Los

lugares dentro de las unidades en donde llevan adelante su actividad los detenidos que

realizan escritos son el escenario de esta acumulación. Allí, constantemente y de forma

cotidiana, además de encarar otras actividades y realizar escritos, los detenidos hablan

sobre las situaciones procesales de cada uno, realizan consultas o idean las mejores

formas de intervenir en cada caso. Por allí circulan muchos detenidos, que al pasar hacen

una pregunta o comentan la novedad de otro detenido al que le otorgaron un beneficio.

Las relaciones con la justicia son algo cotidiano en las cárceles, y los centros de

estudiantes u oficinas de asuntos judiciales son los lugares en donde se concentra con más

fuerza esa conversación cotidiana. Y a partir del conocimiento adquirido en esa

cotidianeidad, quienes escriben van reformulando sus formas de actuar, al tiempo que si

un detenido se está iniciando en la escritura, va aprendiendo las cuestiones básicas.

De este modo, saber escribir un escrito es un capital que sólo poseerán los

detenidos que hayan transitado ciertos lugares de las cárceles, y que lo hayan hecho con

el objetivo específico de ir acumulando y sistematizando, en un proceso individual y

colectivo, una serie de conocimientos prácticos sobre cómo relacionarse con la justicia

mediante el medio específico del escrito. Con el fin instrumental de lograr que sean

concedidos pedidos o beneficios judiciales, estos detenidos orientan sus acciones y

perfeccionan sus redacciones. Saber hacer un escrito, y ubicarse en el lugar de hacerlos

para los demás es siempre el resultado de una trayectoria en la cárcel, en la que se cruzan

formas de sociabilidad carcelarias con condiciones como la duración de la condena o el

nivel educativo, además de predisposiciones e intereses individuales. Además, las

trayectorias de acumulación de conocimientos útiles para realizar escritos de los detenidos

67
que escriben en muchos casos se articulan con reincidencias, y se desarrollan en más de

una condena.

Los escritos son evaluados como buenos por los detenidos si son útiles a la hora

de conseguir beneficios frente a la justicia, ya que su fin es eminentemente instrumental.

Esto hace que los objetivos de la acumulación del conocimiento por parte de quienes

escriben sean muy concretos: que sus escritos sirvan para activar burocracias judiciales

con el fin de conseguir esos beneficios. Tener el conocimiento específico necesario para

ganar libertades para los demás o para uno mismo, es decir, la capacidad de asumir la

defensa de los demás detenidos y la propia, es un capital muy grande dentro de la cárcel.

Tener ese capital refuerza la posición de los detenidos que escriben en los sistemas

de clasificaciones carcelarios, y a la vez los ubica en lugares ventajosos en las redes de

reciprocidad internas. Además, como señalamos, escribir en términos jurídicos también

pone a los detenidos que lo saben hacer en una situación de cierto poder relativo frente a

los agentes penitenciarios. Por todo esto, tomar la tarea de realizar escritos y sostenerla

en el tiempo, encarando una trayectoria de acumulación de conocimiento en relación a la

práctica, es algo beneficioso para los detenidos que lo hacen. A su vez, son muy pocos

los detenidos que pueden encarar estas trayectorias y que efectivamente lo hacen en cada

unidad, lo cual refuerza las ventajas que puede implicar esta actividad.

Tácticas de los detenidos frente a la justicia penal

Más arriba adelantábamos que los detenidos a veces evitan enfrentarse a sus

tribunales y enviar escritos denunciando explícitamente su proceder ante situaciones

como el retardo en responder escritos previos. Esto nos permite ver cómo en sus

relaciones con la justicia penal, los detenidos ensayan tácticas que tienen en cuenta la

cuota de poder que los jueces pueden aplicar contra ellos.

68
Las tácticas de los detenidos se construyen en la práctica y desde un lugar de

consciente subordinación frente al poder que tienen los tribunales sobre sus causas

penales. Por eso buscan los intersticios por donde lograr un resultado positivo antes que

la confrontación directa, poco efectiva en casos en que los contrincantes están en

condiciones tan desiguales de poder. Por ejemplo, cuando comparecen cara a cara frente

a autoridades judiciales, los detenidos evitan confrontar abiertamente, utilizan un lenguaje

que consideran correcto y educado. A su vez, mediante los escritos que envían, a veces

eluden poner a los tribunales en situaciones en que puedan ser sancionados por instancias

superiores del sistema judicial, como en los casos de retardo en las respuestas. Muchas

veces los detenidos prefieren “no apurar al juez” si el tribunal no responde en el plazo

correspondiente exigiendo un pronto despacho, o no apelar repetidas veces a tribunales

superiores, por miedo a obtener futuras respuestas negativas como castigo.

En las unidades que investigamos los detenidos que realizaban escritos contaban

con diversos ejemplos en los que jueces con “mala relación” con detenidos no les

otorgaban ningún beneficio o se tomaban revancha contra ellos por reclamarles. Por

ejemplo, como explica Lupo en referencia a su propio caso:

Te juega en contra. Por ejemplo a mí me dieron una transitoria de

cuatro horas una vez por mes por denunciar al juez que no me tenía en

cuenta, que se retrasaba, que no me respondía, que dormía las causas. Y

Cámara [la Cámara de Apelaciones, tribunal superior al juzgado] resuelve, le

revoca al juez la negativa y le ordena que resuelva de nuevo. ¿Y eso cómo lo

toma? Lo toma como que le están diciendo, “dale la transitoria a este chabón,

que le corresponde”. “Bueno, listo, se la doy: cuatro horas, con custodia,

una vez por mes. Para afianzar vínculos familiares” (…) Y no podía ni lavar

69
los platos. Que voy a ir a mi casa a comer, terminamos de comer y ya me

tenía que ir, ¿qué afianzás? Con custodia. Y eso es el juez.

En este caso el juez le otorgó a Lupo, luego de que él hubiera apelado una

respuesta negativa a su pedido de obtener salidas transitorias, una cantidad muy baja de

horas, muchas menos que el mínimo de 12 horas mensuales que se estipula en la ley, y

bajo custodia, que es algo que muy rara vez se hace. Frente a la obligación de otorgar las

salidas transitorias porque un tribunal superior le había ordenado rever su negativa

anterior, el juez buscó la forma de transformarlas en algo inútil como es una salida

mensual de cuatro horas, y con custodia. El juez, en su facultad de decidir sobre cómo se

aplican las normas a cada caso particular, tiene poder frente al detenido, y lo aplica de

esta manera cuando considera que el detenido lo desafía indebidamente.

Así, en las formas de encarar las relaciones con la justicia, además de una

búsqueda de los argumentos jurídicos mediante los cuales obtener beneficios y respuestas

positivas a solicitudes, los detenidos juegan tácticamente frente a actores que saben

poderosos. Evitan confrontarlos, parecer exigentes por demás, o generar que instancias

judiciales superiores los sancionen. Y los detenidos que sí encaran relaciones más duras

y también prolongadas en las disputas con sus tribunales suelen ser aquellos que tienen

conocimientos que les permiten suponer que esa decisión puede resultar exitosa a largo

plazo.

Pudimos observar algunos casos de detenidos que toman esta posición más

beligerante contra sus tribunales. Esto tiene consecuencias, como en el caso de Lupo que

detallamos más arriba, y el caso es el de Ramos -a quien ya presentamos como el

coordinador del área de judiciales de la Unidad 9-, a quién, luego de haber enviado una

gran cantidad de escritos solicitando diversos pedidos que en todos los casos fueron

negados y de apelar insistentemente hacia instancias superiores, su juzgado como


70
respuesta empezó a reemplazar su nombre en las notificaciones de respuesta por el

apelativo de “El Quejoso”.

Este hecho comprueba al menos dos cuestiones importantes. Por un lado, sirve

como ejemplo de cómo los jueces, al igual que en el caso de Lupo, fuerzan al límite las

normas, o incluso se apartan de ellas, para ejercer su poder contra detenidos particulares

que los desafían. Y al mismo tiempo da cuenta de que los tribunales actúan según una

idea sobre cuán demandante es aceptable que sea un detenido en sus pedidos. Pasado

cierto límite, el detenido es catalogado como demandante o “quejoso” por pedir más que

lo que le corresponde, y las posibilidades de que se resuelva algo a su favor desde el

tribunal se tornan más difíciles. Los detenidos comprenden este criterio de los tribunales,

y por esta razón en la mayor parte de los casos son prudentes en la cantidad y el tenor de

los escritos que hacen circular hacia sus tribunales, y en las formas y la insistencia con la

que apelar a instancias superiores.

Sin embargo, y también conociendo esta realidad, algunos detenidos con más

recursos deciden tomar estas posiciones, sabiendo que los costos a pagar pueden

contrarrestarse con beneficios obtenidos, a la larga, a través de apelaciones cada vez más

complejas a instancias superiores.

Canales de circulación de los escritos hacia la justicia penal

Ocupémonos ahora de las distintas vías por las cuales los detenidos envían sus

escritos hacia las instancias judiciales. La vía de circulación prevista formalmente para

que los escritos realizados en la cárcel lleguen a tribunales y defensorías es el correo

interno. El procurador, en cada unidad, recibe escritos -en pocos casos los realiza, pero

no en las unidades que investigamos- y los envía a las instancias de la justicia penal vía

un sistema de correo interno que sostiene la Suprema Corte provincial.

71
Sin embargo, esta vía oficial no es la que priorizan los detenidos. Enviar escritos

por medio del procurador y a través del correo interno, según sus consideraciones, sólo

es algo que hacen aquellos que no tienen otra opción. La vía elegida preferentemente para

sacar los escritos de las unidades es a través de personas que asisten a las visitas, ya sean

familiares propios o de otros detenidos que luego los acercan a sus familias. Luego un

familiar (en la gran mayoría de los casos la pareja o la madre del detenido) acerca el

escrito al tribunal, y lo presenta en la mesa de entradas.

Los detenidos elijen, siempre que pueden, una vía que es más costosa en términos

de esfuerzo y personas involucradas, frente a la posibilidad de simplemente enviar el

escrito a la justicia penal por el sistema de correo interno dispuesto para tal fin. Cabe

aclarar, además, que el correo interno, según testimonios de los detenidos, cumple su

función: los envíos no se pierden y llegan a destino a tiempo. Sin embargo, hay una fuerte

preferencia por presentar los escritos por vía de la familia, personalizando así el vínculo

con las instancias de la justicia penal. Estos vínculos entre detenidos y la justicia penal

tienden a ser, según la lógica de las burocracias penales, profundamente impersonales.

Los detenidos rara vez tienen contacto cara a cara con las autoridades judiciales o con sus

defensores, y la vía de comunicación a través de escritos formaliza el vínculo en la forma

de una serie de criterios técnicos.

El objetivo de evadir la despersonalización de las relaciones, propia de las lógicas

burocráticas de funcionamiento de la justicia penal, tiene distintos fines. El objetivo

principal es mostrar en los tribunales que el detenido tiene una familia que está

preocupada y lo acompaña y sostiene en su condena. Esto se relaciona con que uno de los

criterios centrales con que los jueces evalúan el otorgamiento de beneficios es la

“contención familiar”, y uno de los indicadores de esto puede ser la presencia de

72
familiares cercanos al detenido interesados por su situación. Así lo explica Oscar cuando

le preguntamos las ventajas de que familiares presenten los escritos en los tribunales:

Es una manera de que a tu familia la puedan ver los jueces que tienen

a cargo tu libertad. De repente los están viendo, va una persona bien vestida,

no te digo un millonario, pero más o menos bien parado, con ofertas

laborales, es como una contención manifiesta. “Yo soy el papá, soy el

hermano, soy el amigo, estoy esperando para que cuando él recupere la

libertad venga a trabajar conmigo, vamos a hacer esto y va a ganar tanto”

[…] Entonces el juez dice, “uy, mirá este infeliz, le doy el beneficio, sale,

trabaja con fulano, gana tanto, cría a su familia, no roba más, no mata más

nadie, no se mete en quilombos y listo”. El preso intenta que pase eso.

(Entrevista a Oscar)

Además, acercar personalmente con un emisario de confianza los escritos a los

tribunales tiene otra ventaja. Esta sería, de alguna forma, la contracara de la “contención

familiar”, y tiene que ver con la posibilidad de que el familiar presione en el tribunal para

que el escrito sea tenido en cuenta. Si los detenidos eluden la despersonalización en sus

relaciones con la justicia y presentan a sus familiares en los tribunales para dar una imagen

de relación fluida y positiva con personas que actuarían de contención a la hora de recibir

un beneficio, estas personas a su vez pueden controlar más de cerca el accionar de jueces

y defensores, dándoles a entender que están siguiendo el proceso, interesados en las

resoluciones y atentos a las formas en que se procede. Los detenidos saben que no es igual

de sencillo para un tribunal obviar o dilatar la respuesta de un escrito que llega por correo

que hacerlo cuando un familiar que se presenta con el escrito en mano y se muestra

interesado en su resolución, posiblemente insistiendo con visitas posteriores para

averiguar sobre el caso.

73
Esta personalización del vínculo con la justicia se sostiene en redes de relaciones

entre detenidos dentro de las cárceles vinculados principalmente con el momento de “la

visita”. Las relaciones con el exterior de la cárcel son centrales en la vida cotidiana en el

encierro porque son las vías de entrada de provisiones básicas necesarias en un contexto

de escasez, y este es un ejemplo de ello. La gran mayoría de los Juzgados de Ejecución

que controlan las condenas de los detenidos están ubicados en el conurbano bonaerense,

y del mismo modo, la mayor parte de los detenidos provienen de esa zona de la provincia.

Además, dentro de la cárcel el lugar procedencia es un dato conocido por los demás

detenidos. Por lo tanto, los detenidos saben qué otros detenidos de la unidad son de sus

mismos barrios o cercanos a ellos, y suelen pedirse recíprocamente que por medio de sus

familiares -cuando estos los visitan en la cárcel- alcancen los escritos que necesitan

presentar a sus familias.

Esta es una práctica extendida en las unidades que analizamos y está inserta en los

mecanismos de reciprocidad. El favor de disponer la propia familia para llevar un escrito

desde la unidad hacia el exterior será devuelto con un intercambio de otro tipo de manera

diferida en el tiempo y no explícita. Además, en estos casos, la relación entre los dos

detenidos que provienen del mismo barrio es usualmente cercana por esa razón, ya que

se relaciona con un sentimiento de pertenencia compartido que genera empatía.

Formalidad, informalidad y burocracias judiciales.

Las acciones de los detenidos en las cárceles, cuando son organizadas por ellos

mismos, forman sistemas de relaciones relativamente independientes y superpuestos con

el régimen penitenciario institucional, y por ello desde algunos estudios han sido

conceptualizadas como “informales” (Míguez, 2007 y 2008; Coelho, 1987; Brardinelli y

Algranti, 2013). Esa informalidad estaría vinculada con la prevalencia de reglas

consuetudinarias que se corren de los códigos normativos que indican de manera


74
prescriptiva cómo debería funcionar la institución. En algunos casos, como en Míguez

(2007 y 2008) la hipótesis implica además que esas redes informales surgen ante la

ausencia o la falla de los mecanismos formales regulados por el estado, y por lo tanto

suelen presentar rasgos de inestabilidad y anomia. Así lo afirma Míguez: “En la ausencia

de un sistema estatal centralizado se estructuran micro-poderes locales que entretejen sus

intereses de maneras diversas.” (2007: 43). A su vez, habla de la “existencia vacua de una

legalidad formal, y la preeminencia de un sistema de acuerdos informales, esporádicos,

poco estables” (2007: 44).

No obstante, en el caso de los sistemas de relaciones sociales que investigamos,

creemos que la cuestión presenta ciertas complejidades adicionales. Por un lado es cierto,

como quisimos demostrar, que los detenidos encaran de la forma en que lo hacen sus

relaciones con la justicia penal porque esa tarea no es realizada por los defensores

oficiales, que son quienes formalmente cargan con la responsabilidad de llevar adelante

esa tarea. En este sentido, los mecanismos ideados y sostenidos por los detenidos para

ejercer de forma efectiva su defensa desde la cárcel son redes informales que emergen

por la ausencia del estado en el ejercicio activo de esa función.

Sin embargo, al mismo tiempo, todo el sistema montado por los detenidos guarda

relaciones sostenidas y en muchos casos formalizadas e institucionalizadas con la

administración de la cárcel y con la justicia penal. La realización de escritos es reconocida

por los agentes penitenciarios que administran las cárceles y se destinan lugares

específicos para tal fin institucionalizando específicamente la actividad. En otros casos,

la escritura se realiza en otros lugares de la cárcel como los centros de estudiantes, entre

cuyas funciones también se reconoce la de concentrar relaciones con la justicia.

En estos casos, los detenidos reemplazan los procedimientos que ofrece el estado

no para evitarlo o esquivarlo sino para cumplir mejor una función cuyo centro es,
75
justamente, activar el funcionamiento de burocracias judiciales que, desde ya, son

también parte del estado. Lo que hacen los detenidos no es reemplazar las relaciones

formales con el estado para resolver ellos mismos, informalmente, sus problemas (lo cual

en este caso sería imposible porque sus causas penales están indefectiblemente en manos

de agencias estatales); sino idear acciones para lograr que las agencias judiciales

resuelvan sobre sus causas. Buscan por sus propios medios que los tribunales resuelvan

en el marco del derecho penal, ya que las defensorías no se encargan activamente de

ejercer la defensa en sus causas penales. Sus acciones se realizan, como en la definición

que hace De Certeau de las tácticas, en “el lugar del otro”, con su lenguaje y según sus

propias reglas (1996: 43).

Como ya dijimos, si un detenido no toma la iniciativa en sus relaciones con la

justicia, lo más probable es que salga de la cárcel cuando se agote totalmente su condena,

sin haber accedido ni a beneficios ni a la progresividad estipulados en las leyes que rigen

las penas a prisión. En este contexto, las acciones de los detenidos se orientan a lograr

obtener esta serie de derechos que se condicen con el objetivo de salir de la cárcel lo antes

posible y de transitar el encierro en mejores condiciones.

En su insistencia frente a tribunales que se ven obligados a responder escritos, en

sus apelaciones a instancias superiores o en su intención de mantener un control

permanente sobre los plazos en los que pueden solicitar beneficios, los detenidos están

exigiendo de las burocracias judiciales que actúen en lo que refiere a sus causas según sus

propias normas de funcionamiento. El diferencial de poder entre la justicia penal y los

detenidos no les permite encarar sus relaciones con la justicia desde otro lugar, y en el

contexto en el que se encuentran, la forma más efectiva que tienen de actuar es expresando

sus demandas en el lenguaje experto del derecho penal para activar burocracias judiciales.

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En este capítulo indagamos en cómo se estructuran las acciones de los detenidos

en sus relaciones con la justicia. Vimos cómo los circuitos de comunicaciones con las

burocracias judiciales llevan a los detenidos a buscar anticipar las reacciones de las

agencias judiciales, y cómo su lógica de acumulación de conocimiento es

fundamentalmente a través de la prueba y error. Observamos cómo esa acumulación se

concentra en lugares específicos y se relaciona con una acumulación material por parte

de los detenidos que producen escritos.

A su vez, analizamos las lógicas que los detenidos despliegan frente a las

burocracias judiciales, como la intención de personalizar, a través de sus familias, los

vínculos con los tribunales. Por último, nos concentramos en cómo las acciones de los

detenidos guardan relaciones complejas con las burocracias judiciales, buscando

activarlas más que reemplazarlas o evitarlas. En este sentido, encontramos que estas

acciones son tácticas desplegadas desde un lugar de subordinación marcado por la

imposibilidad de disputar directamente con las agencias judiciales.

77
- CAPÍTULO 5 - Reflexiones finales

La intención de este trabajo fue analizar una serie de acciones que los detenidos

de dos cárceles bonaerenses realizan para relacionarse con la justicia penal. A partir de

allí, arribamos a una serie de conclusiones acerca de las formas en que los detenidos se

vinculan con las burocracias judiciales:

- Las relaciones con la justicia se concentran en ciertos detenidos que han acumulado los

conocimientos necesarios para producir escritos y conocen las tácticas para hacerlos

circular hacia la justicia con éxito. A su vez, el proceso sucede en lugares específicos

dentro de las cárceles, en donde se tienden a centralizar esas relaciones. Esos lugares son

los escenarios de la acumulación de conocimiento.

- Los escritos son la vía central y más efectiva que utilizan los detenidos para relacionarse

con la justicia. Las tareas necesarias para su producción y circulación son parte de la vida

cotidiana de los detenidos en las cárceles.

- Los detenidos se relacionan con la justicia mediante escritos con el fin de activar las

burocracias judiciales. Sus objetivos tienen que ver con que los tribunales resuelvan, de

acuerdo a las normas que rigen la ejecución de la pena, otorgar beneficios a los detenidos,

especialmente distintos tipos de libertad anticipada. Si los detenidos no tienen la iniciativa

de encarar estas relaciones por sí mismos desde la cárcel, esos beneficios muy

probablemente no serán concedidos.

- Las acciones de los detenidos en relación con la justicia penal son tácticas. Esto implica

que sus demandas, para influir en las burocracias judiciales, deben expresarse según las

reglas mismas del derecho. Las acciones de los detenidos para activar las burocracias

judiciales se mueven dentro de las lógicas de la justicia, y cuanto mejor las comprenden,

mayor es la probabilidad de tener éxito en sus solicitudes.

78
- Las relaciones con la justicia que encaran los detenidos conforman un circuito, en donde

se articulan conjuntamente la producción y la circulación de los escritos, el análisis de las

respuestas judiciales y la vuelta a la producción. La acumulación de conocimiento de los

detenidos se desarrolla en el marco de esa circulación, y tiene como mayor expresión la

capacidad de anticipar las acciones de las agencias judiciales.

- Las burocracias judiciales tienden a la despersonalización de las relaciones entre los

detenidos y las agencias judiciales. Frente a esta tendencia general, los detenidos buscan

personalizar esos vínculos, a través de sus familias, con el objetivo de ganar una cuota de

control sobre la relación y poder presionar por la resolución de sus demandas.

- Las redes desplegadas por los detenidos en sus relaciones con la justicia no conforman

sistemas puramente informales, ajenos a las reglamentaciones oficiales y sustitutivos de

las estructuras estatales. En cambio, su objetivo es reemplazar funciones estatales

ausentes para que las burocracias judiciales efectivamente funcionen en la resolución de

sus demandas. Los detenidos usan tácticamente las burocracias estatales para lograr

objetivos enmarcados en normas legales del sistema penal.

A partir de esta serie de conclusiones quedan abiertas y pendientes algunas

preguntas que van más allá de los fines de este trabajo, y que podrán ser desarrolladas

posteriormente en otras investigaciones.

Por un lado, sería interesante indagar en si las acciones analizadas constituyen un

rasgo característico de las formas de actuar de los sujetos en este tipo de instituciones.

Las acciones de los detenidos que analizamos son un claro emergente del campo, llaman

peculiarmente la atención de quien ingresa a estas instituciones y a traviesan su

cotidianidad. Caimari (2012) y Salvatore (2010), como vimos, en sus estudios históricos

sugieren la existencia de este campo compuesto por las reacciones frente a la justicia de

79
los sujetos sometidos a procesos penales. Goffman, en Internados, registró brevemente

este tipo de prácticas en una nota al pié: “Las peticiones en términos cuidadosamente

legales, redactadas por internos (…)” (1988: 103), aunque las atribuyó a una búsqueda de

los internos por demostrar tener la misma dignidad humana que el personal oficial. Lo

cierto es que pareciera que en toda institución de encierro perteneciente al sistema penal

los actores encausados y condenados encaran activamente relaciones con las burocracias

judiciales y desarrollan en la práctica ciertos conocimientos útiles, tanto para comprender

el funcionamiento de esas burocracias como para incidir sobre los procesos.

Otra cuestión que se deriva de las conclusiones a las que arribamos está vinculada

a las relaciones entre los detenidos y las burocracias judiciales. De algún modo, esta

relación habla de los modos en que se relacionan distintos actores subordinados con el

estado. Las acciones de los detenidos guardan relación con funcionamiento en la práctica

de las burocracias estatales, y permiten preguntarnos si el funcionamiento del estado no

implica acciones que podríamos suponer en una primera mirada que son parte de lo que

muchas veces se conceptualiza como su reverso, la sociedad civil.

Si el funcionamiento práctico y efectivo de las burocracias estatales implica las

acciones de sujetos que no son estrictamente agentes estatales, entonces la sociedad civil

puede que no sea tan independiente del estado como clásicamente se plantea, y viceversa.

Los casos que analizamos son una forma de indagar en la complejidad de esas relaciones.

Al mismo tiempo, resulta interesante observar cómo en los lugares donde ciertas capas

del estado fallan en sus funciones, los sujetos actúan para reemplazarlas y poder hacer

funcionar a las burocracias de todos modos.

Puede ser interesante, a su vez, preguntarnos si frente a un supuesto

funcionamiento completo de la burocracia judicial, de acuerdo a un modelo ideal típico,

los detenidos no buscarían igualmente tener incidencia, iniciativa y cierta cuota de control
80
sobre los procesos judiciales. En definitiva, si los detenidos reaccionan frente a las lógicas

burocráticas, para imponer lógicas propias, es esperable que lo hagan tanto en burocracias

que funcionan completamente como otras deficientes.

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