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¿Por qué dividimos así las

edades de la historia?
La periodización de las cuatro edades de la historia (Antigüedad, Edad Media,
Edad Moderna y Edad Contemporánea) es una forma relativamente reciente de
dividir el pasado de la humanidad. Esta es la razón por la que, hoy en día, esta
periodización es la más habitual y generalmente aceptada.

Cuando Cristóbal Cellarius propuso en su obra Edad Antigua (1685) dividir la


historia de la humanidad en tres edades (Antigua, Media y Moderna), no existía
un consenso claro sobre cómo periodizar la historia. La forma más extendida
de dividirla en Europa entre las escasas personas letradas durante lo que hoy
conocemos como Edad Media eran las Seis Edades del Mundo.

La historia quedaba dividida por los grandes hitos reflejados en el Antiguo y el


Nuevo Testamento, desde la creación del mundo o el diluvio universal hasta el
nacimiento de Cristo, que daría inicio a la sexta y última edad previa al Juicio
Final.

El desarrollo del humanismo y el llamado Renacimiento llevaron a los eruditos


de la época a repensar la periodización de la historia en función de
acontecimientos más terrenales. Partiendo de una idealización de la
antigüedad, entendida como el periodo clásico greco-latino, se definió por
primera vez la Edad Media como un periodo oscuro previo al renacer cultural
de la época.

Partiendo de esa base, Cellarius, profesor de Retórica e Historia en la


Universidad de Halle, en la actual Alemania, propuso el comienzo del reinado
del emperador romano Constantino (324) como punto de inicio de la Edad
Media, que finalizaría con la caída de Constantinopla a manos de los turcos en
1453.

Un siglo después que Cellarius, el también historiador alemán Johann


Christoph Gatterer establecía los dos hitos generalmente más aceptados hoy
en día para dividir estas tres edades de la historia: la caída del Imperio
Romano de Occidente (476) y el descubrimiento de América (1492).
El término de Edad Contemporánea, la cuarta de las edades de la
historia según la periodización actual no se introduciría hasta el siglo XIX.
Entonces, diversos historiadores fundamentalmente de la academia francesa,
consideraron que se había producido una ruptura con el periodo conocido
como Edad Moderna, establecida finalmente en el año de la Revolución
Francesa (1789).

Aunque existen propuestas alternativas para los acontecimientos que marcan


el cambio de cada una de las edades, esta sería la forma más habitual y
generalmente aceptada de dividir las edades de la historia: 

 Edad Antigua (3.300 a.C. – 476 d.C): desde la invención de la escritura hasta
la caída del Imperio Romano de Occidente (476). 
 Edad Media (476 – 1492): desde la caída del Imperio Romano de Occidente
hasta el descubrimiento de América (1492).
 Edad Moderna (1492 – 1789): desde el descubrimiento de América hasta la
Revolución Francesa (1789).
 Edad Contemporánea (1789 – actualidad): desde la Revolución Francesa
hasta la actualidad.
Críticas y alternativas

La principal crítica a esta periodización de la historia es su eurocentrismo. Es


decir, todos los grandes hitos que marcan el cambio de las edades han sido
elegidos desde una perspectiva histórica europea. Especialmente evidente es
el paso de la Edad Antigua a la Edad Media que carece de significado para las
civilizaciones orientales, africanas o mesoamericanas.

Igualmente el propio concepto de Edad Media, como periodo entre la edad


dorada de la cultura grecolatina y el Renacimiento europeo no son útiles para el
estudio de la historia fuera del viejo continente.

La primera gran propuesta alternativa de periodización histórica vino de mano


del marxismo, que se centraba en los cambios en las formas de producción
(esclavismo, feudalismo y capitalismo) y adelantaba una etapa futura de
socialismo.

Otras propuestas se han centrado en las grandes revoluciones tecnológicas de


la historia como la neolítica o la industrial, pero en general, ninguna ha sido
capaz de generar un consenso que permita la sustitución del viejo modelo
de edades de la historia creado por Cellarius.

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