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LITIGIO

problema

1. De modo principal, pide el demandante en contra de la sociedad


demandada, que judicialmente se declare que el día 3 de
octubre de 1978 efectuó el pagó de lo no debido por haber
entregado la suma de $700.000 para pagar el precio de una
compraventa inexistente celebrada entre la sociedad
Inversiones Malibú Ltda. y CINE COLOMBIA S. A

De modo subsidiario, pide que se declare que hubo enriquecimiento


sin causa de la demandada en detrimento patrimonial del
demandante, y que se ordene en consecuencia el reembolso de la
suma indicada, igualmente indexada, junto con los frutos que haya
producido equivalentes al interés corriente certificado por la
Superintendencia Bancaria

Hechos

a) Las sociedades CINE COLOMBIA S.A., como vendedora, e


Inversiones Malibú Ltda., como compradora, celebraron un
contrato de compraventa mercantil de un inmueble situado en
la ciudad de Medellín, especificado en la escritura pública No.
1150 del 7 de junio de 1978 otorgada en la Notaría 7ª de esa
ciudad, por el precio de $700.000, el cual fue pagado a la
demandada el 3 de octubre de 1978 por MARIO URIBE
ISAZA, quien a la sazón era el representante legal de la
segunda de las sociedades nombradas, pero con su propio
dinero y “convencido de estar pagando una obligación
existente”.
b) Inversiones Malibú Ltda. constituyó hipoteca abierta sobre
el mismo inmueble, por ese mismo valor, en favor de Conavi.
c) El Juzgado Séptimo Civil del Circuito de Medellín, a raíz del
proceso ordinario que promovió la vendedora contra la
compradora y Conavi, declaró inexistente el mencionado
contrato de compraventa por falta de consentimiento de Cine
Colombia S.A., y, en consecuencia, ordenó la restitución del
inmueble y otras prestaciones; tal sentencia fue confirmada
por el superior, pero los respectivos fallos de instancia
guardaron silencio sobre la restitución del precio pagado,
aunque sí ordenaron el pago de intereses; igualmente se
absolvió a Conavi “quedando vigente la hipoteca abierta y
ordenó que las costas del proceso serían pagadas por la
demandante”. Y la adición que entonces se propuso respecto
de la restitución del precio fue denegada, no habiéndose
tampoco casado la sentencia.
d) CINE COLOMBIA S.A. y Conavi presentaron ante el ad
quem un memorial en el cual, la primera desistía de la
pretensión de declarar la extinción de la hipoteca y de la
administración anticrética en favor de la segunda, puesto que
la obligación hipotecaria ya había sido solucionada a
satisfacción de la acreedora.
f) Posteriormente, Inversiones Malibú Ltda. inició contra CINE
COLOMBIA S. A. un proceso ordinario con el fin de obtener
la restitución del precio pagado de $700.000, junto con
intereses y corrección monetaria, alegando que hubo
enriquecimiento ilícito de la vendedora dada la declaración
judicial de inexistencia de la compraventa respectiva; o
subsidiariamente que simplemente se ordenara la restitución
de dicho precio.
g) El Juzgado Sexto Civil del Circuito de Medellín absolvió a la
demandada argumentando que si bien CINE COLOMBIA S.
A. había recibido la suma de $700.000 como precio de la
venta declarada inexistente, “el dinero provino del
señor MARIO URIBE no como representante legal de la
sociedad demandante, sino como persona natural. En cuyo
caso sería éste quien tiene la titularidad del interés materia
del litigio”. Sentencia que recurrida en alzada, fue confirmada
por el Tribunal Superior de Medellín.
h) En consecuencia, ninguna de las sentencias dictadas en los
dos procesos ordinarios de que se ha dado cuenta resolvió
sobre la devolución del precio pagado a título de la
compraventa inexistente, suma que, entonces, aún se
encuentra en poder de la sociedad demandada, dándose el
enriquecimiento ilícito de ésta y el correlativo
empobrecimiento de Mario Uribe Isaza, quien además pagó
una suma de dinero que no se debía.

3. Notificada la sociedad demandada se opuso a la


prosperidad de las pretensiones; a ese efecto propuso las
excepciones de fondo que denominó de “falta de legitimación
en la causa”, “ausencia de elementos para el enriquecimiento
sin causa”, “ausencia de derecho de repetir”, “pago” y
“compensación”.
4. Tramitada la primera instancia, la Juez de conocimiento
declaró probadas las excepciones de “ausencia de derecho de
repetir” y “ausencia de elementos para el enriquecimiento sin
causa”; consecuentemente, negó las pretensiones de la
demanda.
5. Apelada la sentencia, el Tribunal la revocó y, en su lugar,
declaró el pago de lo no debido; ordenó a la sociedad
demandada restituir la suma de $700.000 con corrección
monetaria, suma que liquidada entre el 3 de octubre de 1978
y el 30 de agosto de 1993, según el dictamen pericial, arroja
un total de $19.380.480; igualmente dispuso que, a partir de
la fecha última mencionada y hasta la de reembolso, se
aplique la corrección monetaria según la certificación que a
ese respecto expida el Banco de la República; ordenó
igualmente el pago de “los rendimientos, de conformidad con
la tasa del 6% anual, a partir del 3 de agosto de 1978 hasta
cuando se produzca su reembolso, suma que para la fecha
probable de esta providencia, corresponde a la cantidad de
$850.000, correspondiente a 243 meses, liquidados hasta el 3
de noviembre de 1998, fecha probable de esta providencia y,
de ahí en adelante se liquidarán a la misma tasa cuando se
haga efectivo el pago”.

II.- FUNDAMENTOS DEL FALLO IMPUGNADO


Ellos se pueden resumir, así:
a) Se enuncian, con fundamento en el artículo
2313 del Código Civil, en citas doctrinarias y en jurisprudencia
de esta Corporación, como elementos estructurales de la
acción de pago de lo no debido, los siguientes: que dicho
pago lo haya efectuado el demandante; que el mismo carezca
de fundamento jurídico real o presunto y que obedezca a un
error de quien lo hace, aun cuando sea de derecho.
b) Aquí se encuentra demostrado que el pago de $700.000
fue efectuado por MARIO URIBE ISAZA a CINE COLOMBIA
S. A., como lo acreditan el recibo de caja No. 153477 de
fecha 3 de octubre de 1978, la certificación del revisor fiscal
de la citada sociedad y la aceptación que de tal hecho hizo su
representante legal al absolver interrogatorio de parte.
c) El referido pago fue realizado por el demandante como
persona natural y no en su calidad de representante legal de
Inversiones Malibú Ltda., como “quedó demostrado dentro del
proceso con el fallo proferido por el Juzgado 6º. Civil del
Circuito de Medellín y lo ratificado por el representante legal
de la sociedad CINE COLOMBIA S. A., dentro de la diligencia
de interrogatorio de parte a la que se hizo mención”.
d) El pago carecía de fundamento jurídico real o presunto
porque el contrato de compraventa a cuenta del cual se hizo
fue judicialmente declarado inexistente por falta de
consentimiento de la supuesta vendedora, quien estuvo
representada en el acto por persona que no tenía facultades
para obligarla; de allí que “no puede hablarse de causa para
el pago, ni que se estaba pagando deuda ajena, porque dicha
deuda nunca existió en cabeza de nadie, lo que sucedió fue
que se pagó una deuda inexistente y, a un acreedor que
nunca tuvo la calidad de vendedor, y quien por ello, no
ostentaba la calidad de verdadero accipiens”.
e) El error del demandante se deduce por haber obrado con el
convencimiento equivocado de estar pagando una deuda u
obligación existente a cargo de una tercera persona, cuando
tal deuda “en verdad no existía”.
f) Es evidente que la jurisdicción cuando falló sobre la
inexistencia del contrato de compraventa, no hizo
pronunciamiento en relación con la restitución de los
$700.000, “a la demandada de ese proceso, pues, consideró
que al existir un tercero de buena fe (CONAVI), éste no tenía
porque (sic) verse afectado con los efectos de tal declaración.
Pero la amenaza de tal perjuicio, fue desechada al
solucionarse (sic) satisfactoriamente el gravamen hipotecario,
por la obligada a restituir el inmueble, quien obtuvo la
cancelación del gravamen hipotecario que pesaba sobre el
apartamento constituyendo hipoteca por el valor de $700.000
a favor de Conavi en otro bien de su propiedad”.
g) Las denominadas excepciones de “falta de legitimación en
la causa” y la de “ausencia de los elementos para el
enriquecimiento sin causa” hallan su fracaso en los
argumentos expuestos en la presente sentencia. En cuanto a
la de “ausencia de derecho para repetir”, dijo el sentenciador
“que no existía identidad objetiva ni subjetiva, en los procesos
que fueron ventilados dentro de la jurisdicción, además, que
no existía objeto ilícito”. Finalmente, en cuanto a las
excepciones de “pago” y “compensación” las consideró
improcedentes “en virtud, de que el pago fuera efectuado por
el señor MARIO URIBE ISAZA y no por INVERSIONES
MALIBU LTDA.”.
h) El reembolso de la suma de $700.000 deberá hacerse con
el valor que tenga al momento de producirse la devolución y
con intereses a la tasa del 6% anual por tratarse de una
obligación civil; y como el dictamen no fue objetado, se acoge
la estimación que hicieron los expertos al fijar la cuantía de
aquélla cantidad, a 30 de agosto de 1993, en $19.380.480 y,
de ésta fecha en adelante se liquidará teniendo en cuenta la
corrección monetaria que certifique el Banco de la República
al momento del reembolso. Además, “Para la fecha probable
de esta providencia se han causado intereses legales en
cuantía de $850.000 correspondientes a 243 meses habidos
entre el 3 de agosto de 1976 y el 3 de agosto de 1998, de ahí
en adelante se liquidarán a la misma tasa hasta cuando se
haga efectivo el pago”.

 elevan contra la sentencia del tribunal, todos apuntalados en


la causal primera de casación, los cuales se despacharán en el
orden propuesto.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE:
1. La tesis que pregona el recurrente obliga a examinar si la
procedencia de la acción derivada del pago de lo no debido,
en los términos del artículo 2313 del C. Civil, exige que el
pago haya sido efectuado por quien se consideraba deudor, o
como dice el censor, bajo la idea inequívoca “de que quien
paga lo hace desempeñando el papel de deudor, sin serlo en
la realidad, idea que excluye, desde luego, la de que quien
paga lo haga a sabiendas de que no es deudor, sino, por el
contrario, de que el deudor es un tercero”, evento éste en el
que considera aplicables las reglas del pago con subrogación o
de la agencia oficiosa, mas no la norma citada.
2. A fin de resolver lo que corresponda, se impone
previamente hacer el siguiente análisis:
1º) Según prescribe el artículo 1626 del C. Civil, “el pago
efectivo es la prestación de lo que se debe”, y constituye la
satisfacción del interés del acreedor, tanto si lo efectúa
directamente el deudor o quien obra en su nombre, como un
tercero extraño a la obligación; de allí que el artículo 1630
ibidem, habida cuenta de que no hay razón justificativa del
acreedor para rechazar el pago bajo el pretexto de no
provenir exactamente del deudor, cuestión que en últimas ha
de resultarle indiferente, disponga de modo tajante que
“puede pagar por el deudor cualquiera persona a nombre de
él, aun sin su conocimiento o contra su voluntad, y aun a
pesar del acreedor”, salvo que se trate de obligación de hacer
en la que influya la aptitud o talento del deudor, evento en el
cual “no podrá ejecutarse la obra por otra persona contra la
voluntad del acreedor”.
2º) Cumple el pago, entonces, por excelencia una función de
satisfacer al acreedor que, a su vez, constituye motivo de la
extinción de toda obligación; por eso no llama a sorpresa que
entre los medios extintivos enumerados en el artículo 1625
del C. Civil se incluya, en primer orden, “la solución o pago
efectivo”, siéndolo cualquiera sea la persona que lo haga
– solvens -, es decir, sea que provenga del deudor o de
quien lo represente, o de un tercero. Igualmente, haciendo
ecuación perfecta con lo anterior, el pago que recibe el
acreedor puede ser conservado para sí por él, únicamente en
la medida en que haya tenido por causa una obligación civil o
natural, pues careciendo de ese preciso fundamento jurídico
deviene inválido - solutio sine causa vel indebiti -, y antes que
permitírsele mantener lo pagado, se le impone su devolución.
3º) Significa lo anterior que un pago adecuado, a la par que
conforma o satisface al acreedor, extingue la obligación; ya
liberándose al deudor del vínculo que contrajo, si fue el
mismo u otro en su nombre quien hizo el pago; o ya, sin que
opere tal liberación, como ocurre en aquellos casos en que el
tercero que paga toma la posición del acreedor en relación
con el del deudor, lo cual no obsta para reconocer el efecto
extintivo definitivo respecto del original acreedor.
Ahora bien, que el pago pueda ser efectuado por un tercero
no solo es una posibilidad jurídica admitida legalmente, sino
que se consagran medidas tendientes a protegerlo
patrimonialmente, tanto que en determinadas hipótesis no
obstante ser ajeno a la obligación que le sirve de causa
ingresa como sujeto activo, por vía del “pago con
subrogación”, por el cual se le trasfiere, ope legis, la posición
del acreedor, como ocurre cuando “paga una deuda ajena,
consintiéndolo expresa o tácitamente el deudor” (art. 1668,
numeral 5º, del C. Civil).
Y si el tercero paga a espaldas del deudor o inclusive contra
su voluntad, tiene acción para pedir al deudor el
correspondiente reembolso, a condición, sólo en último caso,
de que la gestión le hubiere sido efectivamente útil al deudor,
“y existiere la utilidad al tiempo de la demanda, por ejemplo,
si de la gestión ha resultado la extinción de una deuda que,
sin ella, hubiere debido pagar el interesado”, según se deduce
de lo dispuesto en el artículo 2309 del C. Civil.
4º) En consecuencia, mirado el asunto en el contexto de las
normas que regulan el pago, sobre todo a partir de que el
mismo cumple sus efectos así no lo haya efectuado el mismo
deudor y aun en contra de la voluntad del acreedor, no se ve
por qué deba ser excluida en todos los casos la posibilidad de
que un tercero que paga, aun habiendo obrado a sabiendas
de que la deuda es ajena, pueda acudir a la acción de
repetición, particularmente cuando, en ejercicio de una
intervención legalmente aceptada, ha efectuado el pago de lo
que ciertamente no se debía, siendo ella medio expedito para
ser restituido en el patrimonio que de ese modo le resulta
menoscabado.
Hay casos, y el que ofrece este proceso constituye ejemplo
rutilante, en que privar a quien paga de esa acción,
únicamente por haber conocido que la deuda era ajena,
significa imponerle una consecuencia patrimonial en su
contra, sin reparo alguno a la circunstancia de que el pago se
hizo recaer en una deuda inexistente, por cuya apariencia de
ser decidió extinguirla, situación que se torna más grave
cuando la ley no consagra modos distintos para hacer valer su
derecho; hipótesis esta que, valga decirlo, no es extraña en
otras legislaciones que la consagran como especie del pago de
lo no debido, “el pago sin causa en sentido estricto (esto es:
pago afectado en el antecedente del acto” [1]

En verdad, no puede darse el mismo tratamiento en todas las


hipótesis, y sobre todo en relación con la situación fáctica que
el presente caso ofrece, consistente en la inexistencia total de
la obligación, declarada judicialmente en proceso anterior,
punto éste que en lo que concierne con este cargo se halla
por fuera de toda duda y discusión.
5º) En efecto, el pago de lo no debido puede ser de
carácter objetivo cuando la obligación que le sirve de causa
es totalmente inexistente, bien porque no nació a la vida
jurídica, o bien porque después, a pesar de haber tenido visos
de ser, llega a desplomarse su apariencia y, por lo mismo,
desaparece, habiéndose de borrar todo rastro de ella; eventos
en los cuales el pago efectuado por error, o sea bajo la
creencia de que la obligación tiene existencia, sin darse ella
respecto de ninguna persona, significa por fuerza que se ha
hecho efectiva una prestación jamás debida, lo que posibilita,
sin más, la restitución de lo pagado. Ciertamente que “basta
probar la no existencia de la deuda; en ello consiste el error
del solvens” .[2]

6º) Todavía más, la restitución sólo puede solicitarla la misma


persona que realizó la prestación, sin importar si ésta se
sustrajo del patrimonio de aquélla o de otra persona; lo cual
armoniza con que, tratándose de la inexistencia total de la
obligación, realmente no puede verificarse la presencia de un
acreedor, de un deudor y de un tercero que paga;
simplemente quien ha pagado, para cualquier efecto o con
cualquiera intención, mediando el error sobre la existencia
misma de la obligación, queda habilitado, per se, para pedir la
repetición de lo pagado, dado que no hay una obligación civil
o natural preexistente que le sirva de causa al pago; se abre
paso, pues, la aplicación del artículo 2313 del C. Civil que sin
referirse solamente al deudor indica que “si el que por error
ha hecho un pago, prueba que no lo debía, tiene derecho para
repetir lo pagado”.
No hay, pues, caso más palmario de pago de lo no debido,
que pagar lo que nadie debe a nadie; ni hay proceder más
alejado de la equidad que privar a quien lo hace por error, de
la acción correspondiente, desde luego que remitirlo
eventualmente a la acción subsidiaria del enriquecimiento sin
causa, implica para él afectado demostrar el empobrecimiento
padecido, el cual puede incluso no darse cuando, por ejemplo,
ha pagado con bienes ajenos.
7º) Para nada influye, por lo tanto, que el supuesto tercero
haya obrado a sabiendas de que su pago estaba destinado a
extinguir una deuda ajena, porque lo que justifica la acción de
repetición es la absoluta falta de causa del pago, es decir,
precedente a conocer con certeza quiénes son sujetos de la
obligación para establecer las consecuencias del pago,
importa saber si hubo error en cuanto a la existencia de
aquélla; no resulta lógico que si el tercero paga deuda ajena
pero inexistente, deba correr, sin más, con las consecuencias
patrimoniales; allí el error que predomina no es sobre a quién
pertenece la deuda, sino en cuanto a que la considera
existente, sin ser de ninguna persona ni para ninguna; si se
quiere, tórnase indiferente saber en ese caso si se quiso
pagar deuda ajena o propia. Tal cuestionamiento únicamente
importa cuando la deuda existe y se paga indebidamente,
evento en el cual se involucran otras instituciones
relacionadas con el pago.
8º) Cabe agregar, para afianzar la idea de que cuando se
paga una obligación inexistente adviene en favor
del solvens la acción de pago de lo no debido, que en punto
de la sustitución o cambio de acreedor se pueden presentar
distintas situaciones: a) el acreedor recibe el pago de su
crédito por parte del deudor y la obligación en consecuencia
se extingue; b) el acreedor cede su crédito a un tercero quien
en tal virtud puede exigir el pago, cumplidas las demás
condiciones de la cesión, caso en el cual el cedente responde
por la existencia del mismo, de modo tal que el cesionario en
caso de no existir el crédito tiene acción contra su cedente
para obtener la restitución de lo que haya dado o pagado por
él; c) el acreedor recibe el pago de un tercero, evento en el
que se extingue el vínculo que lo ata con el deudor, y quien
paga, bajo determinadas circunstancias, se subroga en los
derechos del acreedor; y en este último caso, tratándose de
subrogación legal, el acreedor que ha recibido el pago no
responde de la existencia del crédito ni de la correspondiente
deuda, en ese evento el tercero que paga, como subrogado,
no tiene contra el acreedor inicial sino acción del pago de lo
no debido; vale decir, que el pago con subrogación exige
como presupuesto la existencia de la obligación sobre la cual
recayó el pago.
9º) De otro lado, puede darse un pago indebido de
carácter subjetivo, o sea cuando el error se produce en la
persona, bien porque el pago se hace por el deudor o un
tercero pero en favor de quien no es el acreedor; o bien
porque lo hace quien no es el deudor, pagándose deuda
ajena. En tales hipótesis no está en duda la existencia misma
de la obligación, la disconformidad se halla en los sujetos que
verdaderamente lo son de la obligación. Allí sí, cuando
interviene el tercero para pagar una deuda ajena que existe,
pero a sabiendas de que no es suya, la situación se regula por
las normas previstas a partir del artículo 1630 del C. Civil,
incluido, claro está, el pago con subrogación, cuando sea del
caso; en efecto, simplemente un tercero puede pagar una
deuda ajena, y cuando obra “consintiéndolo expresa o
tácitamente el deudor” se produce el fenómeno de la
subrogación legal que importa la “trasmisión”, o mejor dicho
la sustitución, de los derechos del acreedor al tercero que le
paga, según lo dispuesto en los artículos 1666 y 1668,
numeral 5o. ibidem.
Y si lo hace porque se cree deudor sin serlo, o sea convencido
de que debe y resulta pagando deuda ajena, puede ejercitar
la acción de repetición de que trata el artículo 2313 ibidem,
“salvo contra el que, a consecuencia del pago, ha suprimido o
cancelado un título necesario para el cobro de su crédito”,
hipótesis en que se le permite subrogarse en las acciones del
acreedor; y si obra a sabiendas de que es ajena, pero
equivocándose del deudor que ha querido favorecer, quiere
decir que obra como tercero respecto de la obligación que
extingue equivocadamente, en cuyo caso se aplican las
normas que regulan el pago sin conocimiento del deudor, a
que se refiere el artículo 1631 del C. Civil.
En todo caso, en la subrogación, sea legal o convencional,
concurren simultáneamente el pago de lo debido y la
sustitución del acreedor por el tercero; es decir, para que
opere tal fenómeno se requiere que la obligación a cuya
extinción se provee tenga existencia como tal.
10º) A lo anterior se suma, como antes se explicó, que
cuando el tercero paga una deuda ajena inexistente no
adviene la subrogación en los derechos del acreedor, a quien
justamente se le puede reclamar el pago de lo no debido, ni
las consecuencias jurídicas de una agencia oficiosa puesto
que, en la especie de este proceso, ni por asomo se vislumbra
la intención del demandante de gestionar un negocio ajeno
que signifique utilidad para el agenciado, y dado que, como se
dirá al despachar el cargo siguiente se haya demostrado que
el demandante como tercero pagó equivocadamente una
deuda inexistente; tener conciencia, pues, de que se paga
deuda ajena, no excluye el pago de lo no debido, si el tercero
lo hace convencido pero equivocadamente de que existe la
obligación, como vínculo que ata a una persona con otra.
11º) Por lo demás, esta Corporación en pronunciamientos
anteriores se ha referido al solvens, o a quien paga, sea el
deudor mismo o no, como la persona legitimada para
proponer la acción de repetición de que aquí se trata. En ese
sentido, ha señalado: ”Ahora bien, por el aspecto activo, el
titular o legitimado para pedir la restitución por pago de lo no
debido corresponde a la persona que lo hizo (solvens) y, por
el aspecto pasivo, quien debe responder de tal reclamo, es la
persona que recibió el pago (accipiens)” (G. J. CC, No. 2439,
página 100); y en otra oportunidad reiteró que “puede
señalarse que está habilitado para la repetición quien
demuestre que hizo un pago al demandado, sin ninguna razón
que lo justifique” (G.J. CCXII, No. 2451, p. 258)
3. Síguese en consecuencia que la hipótesis desarrollada a
propósito de este litigio y la definición judicial que se dio
encuadran en la acción de repetición de lo pagado prevista en
el artículo 2313 del C. Civil, norma que, entonces, no resulta
quebrantada.
4. Por consiguiente, el cargo segundo no alcanza éxito
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en
Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la Ley, NO CASA la sentencia de
fecha 10 de diciembre de 1998, proferida por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá D. C., dentro
del proceso ordinario promovido por MARIO URIBE
ISAZA contra CINE COLOMBIA S. A.
Condénase en costas del recurso de casación a la parte
recurrente, las cuales serán tasadas en su oportunidad.
Cópiese, notifíquese y devuélvase

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