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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL Y AGRARIA

Magistrado Ponente: Dr. JORGE SANTOS BALLESTEROS

Santafé de Bogotá, D.C., veintisiete (27) de julio de dos mil (2000).

Ref.: Expediente No. 6238

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la demandante


sociedad FINCA S.A. en contra de la sentencia proferida el 3 de julio de 1996 por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala Civil, dentro del proceso ordinario por ella promovido
contra la sociedad AVICOLA VILLA MARIA LTDA. y CESAR RODRIGO ARCILA.

ANTECEDENTES

A. En demanda que por reparto correspondió conocer al Juzgado


Cuarto Civil del Circuito de Cali, la sociedad demandante mencionada pidió que con citación y
audiencia de los demandados también indicados, y previos los trámites de un proceso ordinario, se
hiciesen las siguientes declaraciones y condenas además de la de costas a cargo de la
demandada:

“a.) Pretensión Principal: Declárese, que es absolutamente simulada, la


compraventa que la sociedad Avícola Villa María Ltda hizo al señor Cesar Rodrigo Arcila, mediante
la escritura pública No. 4068 del 18 de diciembre de 1991, de la Notaría 1ª del Círculo de Cali,
registrada el 19 de diciembre de 1991, en el folio de matrícula inmobiliaria No. 373-0004773 de la
Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Guadalajara de Buga, mediante la cual dicha
sociedad enajenó a título de compraventa, al señor Cesar Rodrigo Arcila, el inmueble determinado
por su ubicación, cabida, conformación y linderos, en el hecho 3º de la presente demanda
ordinaria”.

“b.) Primera Pretensión Subsidiaria: Declárese que es relativamente


simulada, la compraventa que la sociedad Avícola Villa María Ltda hizo al señor Cesar Rodrigo
Arcila, mediante la escritura pública No. 4068 del 18 de diciembre de 1991, de la Notaría 1ª del
Círculo de Cali, registrada el 19 de diciembre de 1991, en el folio de matrícula inmobiliaria No. 373-
0004773 de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Guadalajara de Buga, mediante la
cual dicha sociedad enajenó a título de compraventa, al señor Cesar Rodrigo Arcila, el inmueble
determinado por su ubicación, cabida, conformación y linderos, en el hecho 3º de la presente
demanda ordinaria”.

“c.) Segunda Pretensión Subsidiaria: Declárese la rescisión por lesión


enorme, del contrato de compraventa, contenido en la escritura pública No. 4068 del 18 de
diciembre de 1991, de la Notaría 1ª del Círculo de Cali, registrada el 19 de diciembre de 1991, en
el folio de matrícula inmobiliaria No. 373-0004773 de la Oficina de Registro de Instrumentos
Públicos de Guadalajara de Buga, mediante la cual la sociedad Avícola Villa María Ltda. enajenó a
título de compraventa, el inmueble determinado por su ubicación, cabida, conformación y linderos,
en el hecho 3º de la presente demanda, al señor Cesar Rodrigo Arcila”.

“2) Ordénese la cancelación de la inscripción o registro de la escritura


pública No. 4068 del 18 de diciembre de 1991, de la Notaría 1ª del Círculo de Cali, en el folio de
Matrícula inmobiliaria No. 373-0004773 de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de
Guadalajara de Buga”.

“3) Ordénese la cancelación en el protocolo de la Notaría 1ª del


Círculo de Cali, de la escritura pública No. 4068 del 18 de diciembre de 1991”.

“4) Ordénese que el inmueble sea purificado previamente de hipotecas


o cualesquiera otro gravamen o limitaciones al dominio, constituidos sobre él”.

“5) Ordénese la restitución a la demandada, del inmueble a que se


refiere esta demanda, en el evento de que por cualquier causa dicho inmueble se encuentre en
poder de otra persona, en la época de la sentencia”.

B. Las súplicas transcritas tuvieron como apoyo los hechos que a


continuación se compendian:

Ante el Juzgado 11 Civil del Circuito de Cali, la sociedad FINCA S.A.


adelanta proceso ejecutivo contra la sociedad AVÍCOLA VILLA MARÍA LTDA., ejecución que “se
encuentra descapitalizada y sin garantía alguna que permita el cobro de la obligación ejecutada,
entre otras razones por cuanto la sociedad AVICOLA VILLA MARIA LTDA procedió a enajenar
todos sus bienes, entre otros” el que vendió mediante la precitada escritura 4068 de 1991,
otorgada en la Notaría 1ª de Cali, a un precio de diez millones de pesos, suma que la vendedora
recibió al momento de entregar al comprador César Rodrigo Arcila “la escritura No 4068 registrada
y un certificado de tradición donde constó la negociación”.

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El inmueble materia del contrato de compraventa -que continúa en poder
de la sociedad vendedora- tenía un justo precio comercial cercano a los $35 millones, o sea, “más
de tres veces lo que Avícola Villa María Ltda., percibió por él”.

Tal contrato de compraventa es absolutamente simulado o en su defecto,


relativamente simulado, “pues los contratantes aparentaron celebrar un negocio que no han
querido en ninguna de sus partes…Tan sólo hubo en los contratantes, la intención de celebrar un
mutuo, o préstamo de dinero, garantizado con la propiedad sobre el inmueble referido, para no
acudir a la garantía consagrada en la figura de la hipoteca”, tal como lo prueban las cláusulas 5º, 7º
a 15º y otras de la multicitada escritura pública 4068.

C. Luego de subsanados algunos defectos el juez a quo admitió la


demanda y ordenó correrla en traslado a los demandados, y al efecto notificó a Cesar Rodrigo
Arcila, quien compareció al proceso y en tiempo oportuno contestó la demanda en la que negó casi
todos los hechos, se opuso por ende a las pretensiones y formuló las excepciones que denominó
“falta de interés jurídico en el demandante”, “falta de titularidad de la acción por lesión enorme”
“caducidad y prescripción” y “la innominada”. A su vez, la sociedad demandada fue emplazada y
representada en el proceso por curadora ad litem, quien también en tiempo dio contestación a la
demanda, manifestando atenerse a lo que la parte actora probare suficientemente.

La primera instancia concluyó con sentencia en la que el a quo denegó las


pretensiones principal y primera subsidiaria y declaró probada la excepción perentoria de falta de
legitimación en la causa, en relación con la segunda pretensión subsidiaria o de declaración de
lesión enorme.

Inconforme con esa determinación, la parte demandante interpuso recurso


de apelación, que desató el Tribunal mediante sentencia confirmatoria de la de primera instancia,
en la que además condenó en costas a la recurrente vencida.

Contra la sentencia de segunda instancia se interpuso el recurso de


casación del que ahora se ocupa la Sala.

SENTENCIA DEL TRIBUNAL:

Relata en primera medida el Tribunal los antecedentes del litigio, desde las
pretensiones y la síntesis de los hechos de la demanda, para luego historiar el trámite del proceso
así como el compendio de la sentencia del a quo y las alegaciones en segunda instancia de la
parte demandante, hecho lo cual y previa la advertencia de encontrar satisfecho en el proceso los

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presupuestos procesales y no observar causa de nulidad en lo actuado, arriba a las
consideraciones que bien pueden ser resumidas como sigue:

Con apoyo en jurisprudencia de esta Corporación, inicia el fallador el


análisis de la legitimación de un tercero acreedor para deprecar la simulación de un acto jurídico en
el que fue parte enajenante su deudor y al punto expresa que “la legitimación de la sociedad actora
se fundamenta en su derecho a exigirle a la sociedad demandada el pago de las sumas de dinero
que le adeuda”, como consta en este caso en los cheques (cobrados coactivamente) visibles a folio
30 del cuaderno No. 4, con los cuales se demuestra que la sociedad demandada adquirió
obligaciones económicas con Finca S.A. el 21 de mayo y el 5 de junio de 1992. Sin embargo,
añade el ad quem, la escritura que se pretende impugnar se celebró el 18 de diciembre de 1991,
esto es, con antelación a la adquisición de las obligaciones cartulares aludidas. “Además, los
documentos que aportó (la demandante) al descorrer el traslado de las excepciones por sí solos no
demuestran que los cheques referidos anteriormente se hubieran girado para recoger las facturas a
que alude en su escrito, y tampoco se aportó ninguna prueba sobre el particular. Luego a juicio de
la Sala es evidente que Finca S.A. no demostró que al momento de la celebración del contrato
cuya simulación se pretende, tuviera el carácter de acreedora de la sociedad vendedora”.

Pero aún así, agrega el fallador de segundo grado, no pueden salir avantes
las pretensiones de simulación dado que las pruebas recaudadas en el proceso son insuficientes.
Sobre el particular, y también con cita de jurisprudencia de la Corte, de la que resalta el valor
probatorio de los indicios y la persuasión que estos pueden llegar a tener en el ánimo del fallador,
atendidas las máximas de la experiencia y el sentido común, se refiere el ad quem a los indicios
alegados por la apelante como demostrativos de la simulación, así:
a.) De la simple lectura de las diferentes cláusulas del contrato contenido
en la escritura pública No. 4068 del 18 de diciembre de 1991 no se infiere que las partes hayan
celebrado un contrato de mutuo.

b.) No se puede inferir que el móvil de la simulación haya sido evitar que el
inmueble sirviera de garantía real. Por el contrario, dice el Tribunal, la hipoteca le haría más fácil a
la actora eludir las deudas quirografarias, “si en realidad la ‘causa simulandi’ fuera burlar los
intereses de terceros acreedores, como Finca S.A.”, amén de que ésta embargó los derechos
patrimoniales que tiene o adquirirá en el futuro Avícola Villa María Ltda.”, en relación con el bien
inmueble objeto del contrato de venta, contentivo éste de un pacto de retroventa.

c.) Sobre el hecho de que el inmueble continúe en poder de la sociedad


vendedora y demandada, indica el sentenciador de segunda instancia que los documentos
aportados por los peritos -y en los que el apelante cree ver la prueba de que aquella se sigue
mostrando y haciendo aparecer como propietaria y poseedora del mismo-, “no pueden ser tenidos

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en cuenta por no haber sido aportados por las partes en las oportunidades legales, sino por los
auxiliares de la justicia al momento de rendir su experticia, prueba ésta que no cuenta con ningún
respaldo legal para ello (artículo 237 Código de Procedimiento Civil)”, además de que el objeto del
dictamen no guarda relación con esos documentos, que por otra parte, carecen de valor probatorio
por ser copias simples carentes de autenticación y cotejo.

Concluye entonces el ad quem que no aparece en el plenario el indicio


alegado; más bien, agrega, “las pruebas aportadas por el señor César Rodrigo Arcila demuestran
fehacientemente que el contrato celebrado entre éste y la sociedad demandada fue real”, en fe de
lo cual relaciona la documentación que este demandado agregó al expediente, tales como las
fotocopias de los cheques por él girados a la sociedad demandada, por un monto de
$25.000.000,oo, con la constancia de haber sido pagados, los comprobantes de egreso
correspondientes, la copia del contrato de arrendamiento celebrado el 9 de enero de 1992 entre
César Rodrigo Arcila como arrendador y Luz Elena Gutiérrez Rojas de Villa como arrendataria
sobre el inmueble comprado por el primero a la sociedad demandada, las copias de la actuación
procesal adelantada por César Rodrigo Arcila tendiente a obtener la restitución del inmueble dado
por él en arrendamiento a Luz Elena Gutiérrez Rojas, así como el certificado catastral en el que
figura el mencionado Arcila como propietario.

d.) Respecto del precio irrisorio de la venta, como indicio de simulación, el


Tribunal observa que en la demanda se indicó que a la fecha de la celebración del contrato el bien
dado en venta tenía un justo precio comercial cercano a los $35 millones y que quedó demostrado
que el precio real de la venta no lo fue la cantidad de $10 millones indicado en la escritura pública,
sino la suma de $25 millones, la que no puede considerarse de irrisoria ni tampoco inferior en más
de la mitad del precio que le asignaron los peritos a ese bien, a saber, la cantidad de $44 millones.

Antes de decidir que confirma el fallo del a quo, concluye el Tribunal que
las pretensiones de simulación absoluta o relativa no pueden entonces prosperar como tampoco la
de lesión enorme, dado que esta acción sólo puede ser ejercida por los contratantes o por sus
herederos.

LA DEMANDA DE CASACION. CARGO UNICO

1. Erigida con base en la causal primera de casación, el recurrente


formula a la sentencia acabada de resumir una sola censura, consistente en la violación indirecta,
como consecuencia de errores de hecho, de los artículos 1766, 2221, 2224, 2230, 2432, 2435,
1501, 1502, 1603, 2488, 1864, 1865, 1939, 1940, 1941, 1942 y 1943 del Código Civil, y los
artículos 822 y 905 del Código de Comercio, con la infracción adicional de los artículos 248, 249 y
250 del Código de Procedimiento Civil.

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Indica que los yerros recaen de manera central sobre la Escritura Pública
4068 del 18 de diciembre de 1991 de la Notaría 1ª de Cali y adicionalmente sobre las siguientes
piezas del proceso: las facturas de compraventa Nos. 3504511 y 3504512; las facturas y cheques
adicionales, emitidos en favor de la demandante; la certificación expedida por el Juzgado 11 Civil
del Circuito de Cali; el alegato de conclusión presentado, en primera instancia, por el apoderado
demandado, la demanda ordinaria y los alegatos de instancia del apoderado actor, en cuanto a los
términos del planteamiento de la simulación deprecada; el folio de matrícula inmobiliaria No. 373-
0004773 de la Oficina de Registro de Cali; las copias de los cheques y la certificación de su pago,
emanados del Banco Comercial Antioqueño; los comprobantes de egreso 1030 y 1032; las copias
auténticas emanadas del Juzgado 2 Civil del Circuito de Buga; la certificación emanada de la
Oficina de Catastro de San Pedro- Valle y el dictamen pericial.

Con miras a desarrollar el cargo, inicia el recurrente por memorar algunos


aspectos teóricos de la simulación y la compraventa con pacto de retroventa, para finalmente
sentar su tesis acerca de la posibilidad de simulación en este contrato, del que dice que su mera
apariencia “no descarta, ni impide, poner al descubierto, cuando con tal perfil se presente, la
verdadera intención reflejada en un acuerdo de voluntades configurador, en verdad, de contrato de
mutuo con garantía real”.

Sentadas esas bases, se aplica el recurrente a la tarea de demostrar los


yerros fácticos que llevaron al sentenciador a no encontrar demostrada, estándolo, la simulación
relativa deprecada como primera pretensión subsidiaria, para lo cual divide su discurso en dos
acápites, el primero relativo a los errores cometidos por el Tribunal al desestimar el interés jurídico
de la actora para demandar la simulación, y el segundo, referido a la prueba misma de la
simulación no vista por la Corporación falladora.

2. Respecto del primer acápite, luego de recordar que el Tribunal


expresó que la actora carecía de interés para incoar la acción simulatoria, por no acreditar su
carácter de acreedora para el momento del perfeccionamiento del negocio jurídico cuestionado,
contrasta el recurrente tal aserto del Tribunal con la existencia, en el expediente, de varios
documentos que acreditan la calidad de acreedora de FINCA S.A. respecto de AVICOLA VILLA
MARIA LIMITADA, “unos anteriores a la fecha del otorgamiento de la escritura pública contentiva
del acto controvertido y otros posteriores a ella”.

Resalta en primer lugar las facturas cambiarias de compraventa 3504511 y


3504512 fechadas el 17 de diciembre de 1991 a cargo de AVICOLA VILLA MARIA LIMITADA y a
favor de la actora, documentos de los que afirma que no fueron ni tachados ni desconocidos por

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ninguna de las partes y con los que se demuestra el carácter de acreedora de FINCA S.A., para el
18 de diciembre de 1991, fecha de la celebración del negocio jurídico cuestionado.

Menciona además que obran en el expediente cheques y facturas


posteriores al 18 de diciembre de 1991, que confirman la vigencia de una relación comercial
duradera entre la actora y la sociedad demandada, así como la existencia acreditada en el
expediente, del trámite ejecutivo que contra la misma sociedad demandada inició FINCA S. A.

Advierte sin embargo, que independiente mente de que las facturas


cambiarias de compraventa mencionadas hayan sido o no “recogidas” (sic) por los cheques
posteriores que sirven de título a la ejecución aludida, es lo cierto que esas facturas demuestran el
carácter de acreedora de FINCA S.A. frente a AVICOLA VILLA MARIA LTDA. Recalca que
asimismo está demostrado que el derecho de crédito de FINCA S.A. resultó “afectado por el
fenómeno simulatorio alegado como que por virtud de la venta aparentada salió del patrimonio de
la deudora el activo que constituía, en verdad, el centro de la garantía general de los acreedores”.
Finaliza esta parte indicando que, de acuerdo con la Corte, es indispensable pero suficiente a la
vez, que la eficacia del derecho de crédito resulte afectada por la simulación, “lo que no significa,
como resulta exigiéndolo implícitamente el Tribunal, que el demandante en simulación tenga que
probar, además de la existencia del crédito anterior al momento del negocio que acusa, que ese
crédito es necesariamente, materia de acción judicial”.

3. El segundo acápite se refiere a los errores cometidos por el


Tribunal en punto de la prueba misma de la simulación del acto atacado. Advierte el recurrente que
desde la demanda se destacó que el eje central de la prueba descansaba en las mismas
manifestaciones de las partes contenidas en la Escritura Pública 4068 del 18 de diciembre de
1991, y para demostrarlo, transcribe apartes de la demanda y del alegato de instancia de la actora,
para así afirmar que en este caso, las partes no ocultaron su intención verdadera, sino que la
explicitaron en el clausulado vertido en la escritura pública mencionada, de cuya simple lectura
aflora, al rompe, la celebración de un contrato de mutuo de dinero con intención de afectación,
como garantía, de un inmueble del deudor, escondido en el ropaje de una compraventa con pacto
de retroventa. Y a renglón seguido indica que el Tribunal se equivoca en su tarea de apreciación
probatoria cuando asume que la prueba por indicios fue la que se adujo en la demanda, pues la
sola lectura de la causa petendi permite concluir que la actora basó su pretensión simulatoria en la
contemplación objetiva del texto de la escritura pública 4068.

Con esta advertencia, desarrolla el censor este punto de su ataque, con la


transcripción de varias cláusulas que en su sentir reflejan la real intención de las partes. Así,
reproduce la cláusula quinta: “En caso de que el (la) comprador(a) decida posterior y
voluntariamente hacerle algún préstamo adicional de dinero a el(la) vendedor(a), dicha cantidad se

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entenderá incorporada y aumentada al precio de la venta pactada en la cláusula cuarta anterior y
será prueba suficiente de los préstamos mencionados los títulos valores o el recibo que el(la)
vendedor(a) haya firmado a favor de el(la) comprador(a); asumiendo el vendedor respecto de dicho
aumento las mismas obligaciones convenidas en este instrumento; ...”.

De ella indica que el precio pactado en cláusula anterior (diez millones de


pesos) “no es otra cosa que la cantidad de dinero mutuada por el comprador”, hasta el punto que
no tienen las partes inconveniente alguno en estipular eventuales préstamos adicionales que se
adicionan al precio.

Transcribe asimismo la cláusula séptima (“pacto de retroventa”) en la que


se indica que el vendedor puede recuperar el dominio de lo vendido en el plazo de un año,
“siempre y cuando pague cumplidamente las cuotas mensuales anticipadas de intereses”
entendiéndose que el no pago de tres cuotas consecutivas significa la renuncia al derecho de
retroventa. Y le endilga lo mismo: que reafirma la vigencia del mutuo, pues no puede entenderse
que la vendedora deba pagar intereses por sumas que a título de precio recibió.

Igual sucede con la cláusula octava (“destrate”), referida a que el vendedor


puede recuperar el dominio del bien vendido, antes del vencimiento estipulado, “siempre y cuando
esté al día en el pago de las cuotas mensuales de intereses, y no haya renunciado al derecho del
pacto de retroventa, evento en el cual pagará el equivalente a dos (2) meses de intereses no
devengados como desastre (sic)”. Y con la novena (“prórrogas”), en que se estipula que el contrato
podrá prorrogarse previo acuerdo de las partes, siempre y cuando el vendedor pague al comprador
cumplidamente los intereses pendientes, presente el paz y salvo predial y complementarios, el paz
y salvo de administración y los últimos recibos cancelados de agua, energía y teléfono. De esta
última añade que la figura de la prórroga es extraña al contrato de compraventa, aun con pacto de
retroventa; y además, fluye de esa cláusula que la vendedora no se desprende del uso y goce del
inmueble vendido sino que continúa asumiendo las obligaciones propias de quien detenta el
dominio, tales como el pago de los impuestos y servicios públicos domiciliarios.

Con igual método glosa la cláusula duodécima, relativa a los intereses


pactados y que el vendedor debe pagar al comprador, “sobre las sumas recibidas”; copia la
decimoquinta, sobre renuncia del vendedor al pacto de retroventa “en caso de incurrir mora en el
pago de tres cuotas mensuales de intereses”.

A continuación destaca el censor otros factores extractados de la misma


escritura 4068 de los que advierte que si bien por sí mismos no evidencian el “contenido negocial
disimulado (sic), sí convergen a la manera de indicios confirmatorios, a corroborar la existencia,
como contrato realmente querido por las partes, de un mutuo con garantía real”. Así, de la cláusula

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cuarta (“precio”) resalta lo estipulado en el sentido de que el vendedor sólo recibe la totalidad del
precio “al momento de entregar al comprador(a) esta escritura registrada y un certificado de
tradición donde conste esta negociación”; convenio del cual insiste que si se lo coloca en el
contexto del mutuo oculto, confirma la realidad disimulada.

Lo mismo dice de las cláusulas décima y undécima, relativas a la entrega y


disfrute del inmueble vendido, en las que se prevé que la vendedora continuará con su uso y goce,
estipulación que, ubicada en el contexto del mutuo, sólo reitera la ausencia del ánimo real de
disposición del derecho de dominio en el vendedor y de adquisición del mismo en el comprador. Y
así prosigue con otras cláusulas, como la de gastos de la negociación que corren todos por cuenta
del vendedor, para concluir que sin recurrir a indicios, que no fue eso lo que se dijo en la demanda,
aflora con nitidez la celebración de un negocio real (mutuo con garantía real) escondido tras el velo
de uno aparente (compraventa con pacto de retroventa).

Además, resalta el censor estos errores relacionados con otros medios de


prueba:

En relación con la afirmación del Tribunal según la cual el móvil de la


simulación no puede inferirse de la sola lectura de la escritura, en vista de que una garantía
hipotecaria hace más fácil eludir el cobro de deudas quirografarias, dice el censor que esa
Corporación se equivoca, pues aun cuando de la sola escritura no se infiera el móvil ella sí aporta
uno de los elementos esenciales que estructuran la simulación, dado que contiene el título que
sustrae el bien del patrimonio de la sociedad deudora, en perjuicio de los acreedores. Pero
además, el Tribunal no reparó en las inocultables dificultades económicas de la demandada,
reflejadas en la multitud de embargos de remanentes decretados en sendas ejecuciones de
distintos acreedores contra aquella sociedad, motivo suficiente para impedir el funcionamiento de la
garantía hipotecaria, con posibilidad de respaldo para los acreedores quirografarios, negada por
virtud de la simulación.

Continúa con el indicio de la permanencia de la demandada en la tenencia


y uso del inmueble vendido, pues tal indicio fluye de las cláusulas novena, décima y undécima que
aluden a que el bien queda en poder de la vendedora, al pago de impuestos y servicios públicos,
sin que pueda desdibujarse (por el contrario se reafirma) el indicio con la “actuación” del
demandado César Rodrigo Arcila derivada de la existencia de un contrato de arrendamiento
celebrado por él como arrendador y la madre de las únicas socias de la sociedad demandada,
como arrendataria.

Denuncia luego un error de derecho cometido por el Tribunal, con violación


de los artículos 183, 237 y 254 del c.p.c., cuando concluye en la imposibilidad legal de valorar los

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documentos relacionados con el objeto de la prueba pericial, que los peritos adjuntaron a su
dictamen, dado que estos auxiliares sí lo podían hacer como ocurrió en este caso, en que, para
reafirmar la consistencia de la idoneidad del avalúo del inmueble ($44.000.000,oo) para la fecha de
la compraventa, que era ése el objeto de la prueba, “muestran que dicho bien era presentado para
efectos de un crédito Finagro que se tramitaba por la suma de $30.000.000”

CONSIDERACIONES

La acción de simulación se ha estructurado a partir de la interpretación


jurisprudencial de la Corte Suprema de Justicia sobre el artículo 1766 del Código Civil, tanto en lo
que concierne con sus manifestaciones, clases, efectos, naturaleza, entre otros tópicos, como
-que es lo que acá interesa resaltar- en punto de los titulares de la misma. Y de allí han salido los
contornos de esa acción dirigida a la comprobación judicial de una realidad jurídica escondida tras
el velo creado deliberadamente por los estipulantes, que causa al actor una amenaza a sus
intereses, por lo cual, y amén de las partes en el contrato o sus herederos, es titular de dicha
acción el tercero, cuando el acto fingido le acarrea un perjuicio cierto y actual.

En efecto ha sostenido la Corte: “todo aquel que tenga un interés jurídico,


protegido por la ley, en que prevalezca el acto oculto sobre lo declarado por las partes en el acto
ostensible, está habilitado para demandar la declaración de simulación. Ese interés puede existir lo
mismo en las partes que en los terceros extraños al acto, de donde se sigue que tanto aquéllas
como éstos están capacitados para ejercitar la acción…Mas para que en el actor surja el interés
que lo habilite para demandar la simulación, es necesario que sea actualmente titular de un
derecho cuyo ejercicio se halle impedido o perturbado por el acto ostensible, y que la conservación
de ese acto le cause un perjuicio” (G. J. CXIX, pág. 149). A lo cual solo resta agregar, en palabras
de la misma Corte, que ese interés, “debe analizarse y deducirse para cada caso especial sobre
las circunstancias y modalidades de la relación procesal que se trate, porque es ésta un conflicto
de intereses jurídicamente regulado y no pudiendo haber interés sin interesado, se impone la
consideración personal del actor, su posición jurídica, para poder determinar, singularizándolo con
respecto a él, el interés que legitima su acción” ( G.J. LXXIII, pág. 212).

En el caso presente se tiene que en la demanda la actora sustenta su


interés jurídico en pretender la declaración de simulación en el hecho de adelantar contra la
sociedad demandada AVICOLA VILLA MARIA LTDA, en forma infructuosa, el cobro ejecutivo de
varios títulos insolutos y en la consideración de ser el bien objeto del contrato cuya simulación se
impetra, el único activo sobre el cual se puede garantizar la acción de cobro preindicada. Pero
además, y con ocasión del traslado de las excepciones de mérito que propuso el demandado, la
actora allegó al expediente los originales de facturas cambiarias de compraventa que evidencian
una relación comercial en que la sociedad demandada figura como deudora desde antes de la

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presentación de la demanda ejecutiva, mucho antes de la que dio inicio a este proceso, pero
además anterior a la fecha de la escritura contentiva del contrato cuya simulación se pretende. En
efecto, figura en autos (fls. 94 a 99 del cdno. ppal.) los originales de seis facturas cambiarias de
compraventa, tres de ellas fechadas el 17 de diciembre de 1991, y un cheque de fecha tres de
enero de 1992. Además, se aportó con la demanda certificado del Juzgado Once Civil del Circuito
de Cali, en que consta la existencia de un proceso ejecutivo iniciado por la actora contra la
sociedad demandada, por razón del cobro de dos cheques girados por la aludida demandada
(cuyas copias fueron allegadas por el juzgado ejecutor, y que obran a folio 30 del cdno. 4). Lo cual
significa que con creces demostró su interés jurídico en accionar, por su acreditada condición de
acreedora no sólo antes y después del contrato que ataca de simulado, sino por el cobro coactivo e
infructuoso de deudas a cargo de la sociedad vendedora, configurándose así un derecho cierto -en
virtud de la demostración de su condición de acreedor antes y después de la enajenación- y actual
–en razón de no haber podido cobrar coactivamente sus acreencias.

2. Ahora bien, del contenido de la escritura pública 4068 del 18 de


diciembre de 1981 otorgada en la Notaría Primera de Cali, la Corte resalta en forma unificada y
resumida el clausulado que las partes acordaron para lo que denominaron “compraventa con pacto
de retroventa”. Allí se lee que la codemandada, AVICOLA VILLA MARIA LTDA, propietaria de una
finca situada en San Pedro, transfiere a título de compraventa con pacto de retroventa el
mencionado bien, a favor del codemandado CESAR RODRIGO ARCILA, quien paga como precio
de esa compra la suma de $10.000.000,oo, los cuales se obliga a entregar a la sociedad
vendedora, cuando ésta le entregue a su vez la escritura registrada y el certificado de tradición en
que conste el registro de la compraventa. Sin embargo, ese precio puede variar, pues si el
comprador decide voluntariamente “hacerle algún préstamo adicional” (sin saberse cuál es el
primigenio) a la sociedad vendedora, tal préstamo se incorpora al monto del precio, y respecto de
este aumento también la vendedora asume las obligaciones que después se indicarán, cuyo
cumplimiento es requisito para que ella pueda ejercer el derecho de recomprar el bien. Este
derecho se pacta en la cláusula que denominan “pacto de retroventa”, en la cual se indica que el
vendedor se reserva el derecho a recuperar el dominio del inmueble en el plazo de un año, siempre
que pague cumplidamente “las cuotas mensuales anticipadas de intereses” pactados en la cláusula
12ª, o antes, si no ha renunciado al pacto de retroventa, renuncia que se supone acaece cuando la
sociedad vendedora no paga tres cuotas consecutivas de intereses. Las partes acordaron que este
contrato de compraventa con pacto de retroventa pudiese ser objeto de prórrogas, siempre que la
vendedora pagara cumplidamente los intereses y presentara el paz y salvo predial, el de
administración y los últimos recibos de agua, energía y teléfonos, lo que hace suponer que la
sociedad vendedora no entregaba materialmente el bien al comprador, pero esta inferencia no
requiere hacerse, como que la cláusula 10ª expresamente contempla que la sociedad queda en
poder del inmueble, a título de mera tenencia.

JSB. Exp. 6238 11


a. Es pues evidente en este caso que la compraventa convenida con
pacto de retroventa tuvo como causa determinante la necesidad de dinero por parte de la sociedad
vendedora y la utilidad práctica que le reportaba a quien iba a proveer de dinero a esa sociedad
consistente en la transferencia del bien como garantía efectiva, más que la misma hipoteca, toda
vez que por ese medio evitaba el proceso hipotecario, la venta en pública subasta, y los demás
inconvenientes de un cobro coactivo de esta índole.

Pero esa sola consideración no es la que debe mover a tachar de simulado


un contrato de compraventa con pacto de retroventa, porque el móvil o motivo que cada parte tiene
para proceder a contratar no refleja de manera inexorable una simulación relativa. La Corte dijo:
“no se puede hablar de simulación en una venta con pacto de retracto (sic) por el hecho de que se
requiera de un dinero, y ser éste el interés inmediato del vendedor. No. El que vende con
retroventa más que un propósito de disposición persigue un dinero, que al no alcanzarlo mediante
el mutuo acude al pacto de retro como una manera ágil y rápida de lograr el objetivo. Empero, la
voluntad cuando se expresa en sentido de vender sí es real, o mejor, querida, bajo la especial
circunstancia de poder readquirir el bien con el pago de lo pactado o de lo consignado como precio
de venta” (Sentencia 009 del 29 de enero de 1985).

Por consiguiente, resulta de la mayor importancia dilucidar la esencia de la


simulación y su asimilación o disimilitud con figuras afines y en lo pertinente a este caso, a efectos
de verificar si el contrato que estos autos muestran está o no afectado de simulación.

b. Desde cuando la doctrina comenzó a perfilar la figura de la


simulación, un sector considerable de ella la ha tomado como si se tratara de una especie que, no
obstante contar con aristas más o menos definidas, tiende a confundirse con figuras similares, de
las que se separa sólo por algunos elementos, a veces meramente accidentales. Pero superados
esos escollos, la doctrina y la jurisprudencia han reiterado que para que se configure la simulación
es menester que entre las partes del negocio exista acuerdo sobre la simulación, esto es, una
convención de todos los que actúan a sabiendas para crear la ilusión, aspecto que de entrada,
marcó en su momento una diferencia radical y que hoy subsiste, con la denominada reserva mental
o con el dolo (que debe ser obra de una de las partes).

Requiérese además que ese acuerdo simulatorio tenga como fin


deliberado el engaño a los terceros, sea que esa intención de engaño tenga o no como propósito el
daño o fraude, que es asunto diferente y que antes se solía confundir. Ahora bien, que se logre el
engaño, que se perfeccione, no es punto de la esencia de la simulación, como algunos opinan, sino
más bien tema que concierne a los efectos que las partes, habilidosas o no, persiguen y
eventualmente logran en los terceros, precisamente al crearles la ilusión de un negocio que no
existe o es diferente del que se muestra.

JSB. Exp. 6238 12


Finalmente, para que se dé la simulación se precisa que exista una
disconformidad intencional entre las partes, dado que ellas no desean el contrato que muestran al
público, el contrato ilusorio que disimula su real y oculta voluntad, bien de no celebrar contrato
alguno, o de celebrar uno diferente o con estipulaciones distintas del pregonado o, en fin, con otra
persona, de la que se hace figurar como parte.

Pero si bien existe concordancia en la doctrina acerca de esos requisitos


esenciales en la simulación, cuando la estructura jurídica de ella se equipara con figuras que
históricamente han surgido y decaído, o con otras que aún se utilizan, sobresalen los criterios
dispares, las sutilezas, las subdivisiones, cuya inutilidad a los efectos de la aplicación del Derecho
es en muchos casos patente.

c. Así, en el Derecho Romano -en el que la rigidez de las formas


propició el desarrollo de imaginativas fórmulas tendientes a mantener esa forma, que de suyo a
veces no permitía lo querido por las partes- en múltiples casos autorizaba a esas partes en una
convención que lograran un fin por ellas querido, mediante un acto jurídico unido a un pacto de
fiducia. Así, la hipoteca se constituía mediante la denominada “enajenación con fiducia”, y suponía
que el deudor le transfería al acreedor la propiedad de una cosa que formaba parte de su
patrimonio y enseguida celebraban un “pacto de fiducia”, por el cual el acreedor se comprometía a
transferir nuevamente la propiedad de la cosa al deudor después del pago, quedando incluso el
deudor con el disfrute de la cosa, mediante un arrendamiento 1.

En la época actual, estos pactos de fiducia, se caracterizan por presentar


una desproporción entre el medio jurídico empleado y el fin práctico que las partes buscan, como
por ejemplo, la transferencia de la propiedad de una cosa de manera que sirva de garantía del
pago de una deuda, cumplido lo cual el fiduciario debe transferir la propiedad nuevamente al
antiguo propietario2.

d. En conclusión, las semejanzas que la simulación relativa presenta con


los otrora negocios aparentes (aquellos que las partes acordaban ante la escasez de medios o
acuerdos típicos o moldes en los que pudiesen desarrollar lo que deseaban, abundantes en Roma
y en la antigua Francia y hoy de interés meramente anecdótico) 3 o con los negocios fiduciarios
hacen que tanto aquellos como estos suelan, por algunos doctrinantes, ser calificados de negocios
relativamente simulados, atendiendo a la esencia de estos, configurada en los requisitos que antes

1
En este negocio el deudor disponía de una acción (actio fiducia directa) para obligar al acreedor a
devolverle la propiedad de la cosa.
2
Conocida desde el derecho romano como “fiducia cum creditore”.
3
En Francia por ejemplo, para evitar los inconvenientes de la compra de un bien hipotecado, el
vendedor se hacía rematar el bien por el comprador para sanearlo de eventuales hipotecas
constituídas sobre el bien objeto de venta.

JSB. Exp. 6238 13


se mencionaron. Pero la verdad sea dicha, y en lo que tiene que ver con el negocio fiduciario, el
debate sobre su entidad autónoma respecto a la simulación está lejos de haber llegado a su final.

Pero al margen de este interesante tópico, es preciso reiterar que actos


jurídicos como los que pone de presente este litigio pueden englobar o no una simulación; y lo
cierto es que, en cada caso particular deberá auscultarse la voluntad de las partes mediante las
pruebas recaudadas, tales como las cláusulas pactadas, el comportamiento de esas partes, la
conducta procesal asumida, la época en que el contrato fue celebrado, los móviles, en fin,
mediante la demostración de aquellos hechos indicadores de lo realmente querido por ellas. Pues
puede disfrazarse de compraventa con pacto de retroventa un mutuo con garantía real, que puede
ser lo querido por las partes y en cuyo caso se está en presencia de un negocio simulado; como
también es posible que esa compraventa con su pacto accesorio, haya sido realmente lo querido
por las partes así el móvil del contrato haya consistido en la necesidad de dinero en el vendedor y
la obtención de una garantía sólida en el comprador.

De este último tenor fue el negocio que valió de la Corte estas palabras: “el
que vende con retroventa sabe que dispone del bien, que se despoja del dominio, pero también
entiende que puede recobrarlo mediante la devolución del precio o la cantidad incorporada en el
contrato. Comprende, las más de las veces, que el dinero que recibe el

vendedor no se contrae necesariamente a una estipulación concreta del elemento precio, sino que
más bien la entrega se hace bajo el entendimiento que lo ha de restituir para la recuperación del
objeto vendido. Y esa es la razón práctica del pacto de retroventa: el vendedor se desprende del
bien por la momentánea o circunstancial necesidad de dinero, pero, luego debe gozar de los
recursos pecuniarios para recobrar la cosa, de suerte que el comprador no puede impedir, por la
fuerza resolutoria que tiene esa modalidad negocial, la recuperación del bien” (Sentencia del 29 de
enero de 1985).

De lo dicho fluye entonces que tanto puede presentarse la compraventa


con pacto de retroventa como negocio realmente querido por las partes, así ellas tengan entendido
que las mueve un fin diferente, como también darse la presentación simulada de estos contratos
para esconder un mutuo con garantía. Pero lo cierto, y en esto debe existir claridad, es que la
venta con pacto de retroventa “no puede, por sí sola, reflejar un negocio simulado, puesto que éste
se ofrece, tal como lo tiene estipulado la doctrina, cuando se enderezan las voluntades, de manera
distinta a lo que en verdad quieren las partes, para hacer producir efectos externos completamente
apartados del propósito negocial” (Sentencia mencionada).

e. Del resumen del clausulado de la escritura 4068 del 18 de


diciembre de 1991 otorgada en la Notaría Primera de Cali, se evidencia con claridad meridiana no

JSB. Exp. 6238 14


sólo, como antes ya se anticipó, que las partes estuviesen movidas por la necesidad de dinero y la
obtención de una garantía, sino que, en efecto, el contrato realmente querido fue el de mutuo con
garantía, en vista de que pactos de intereses, prórrogas en el contrato, retención de la posesión,
amén de otros hechos indicadores (como la conducta procesal del demandado que
persistentemente arguyó la “realidad” de la compraventa y la “tradición” efectuada), confluyen sólo
a tener por celebrado estos contratos y no los que aparentaron las partes.

f. En el caso presente, (en donde las partes, utilizando la


compraventa con pacto de retroventa excedieron -por utilizar un contrato diverso- el fin económico
que perseguían, cual es proporcionar una garantía al acreedor-comprador), debe recalcarse que en
él se altera deliberadamente la verdad, pues a pesar de haber un convenio realmente querido
(mutuo con garantía), se lo muestra de forma distinta, bajo el ropaje de una compraventa con pacto
de retroventa, en donde por lo demás, queda por entero desdibujada la compraventa pues
desaparece uno de sus elementos esenciales, el precio, al ser la cantidad acordada decididamente
tratada y convertida en el objeto de un contrato de mutuo. Y en donde tampoco hay entrega
material y más bien se patentiza una “retentio possessionis”, no sólo porque la tenencia de la cosa
continuaba en manos del vendedor, sino porque éste debía pagar los impuestos del inmueble. En
definitiva, es lo cierto que en este caso concreto, con evidencia manifiesta se llega a la conclusión
de que el negocio de estos autos es relativamente simulado. Porque, los “efectos ordinarios”
llamados a producirse en este negocio, como la dación del precio y de la cosa, realmente no se
verificaron. Y tal aserto se patentiza con la crítica a los equivocados argumentos del Tribunal,
según pasa a verse:

g. El Tribunal llega a la conclusión de que se celebró un real contrato


de compraventa con pacto de retroventa. Son sus argumentos o fundamentos para llegar a esa
conclusión:

En primer lugar, que de la simple lectura del contrato no se infieren los


hechos alegados, sin que exista en el expediente, fuera de la mera afirmación de la actora, ninguna
referencia al respecto. Pero lo que fluye diáfanamente, al punto de constituir éste un verdadero
error de hecho trascendente y evidente del Tribunal es que del texto de la escritura, como lo
demuestra el censor, se evidencian pactos que pugnan con la naturaleza y esencia del contrato de
compraventa, que son incompatibles (para usar la terminología de E. Betti) y, en virtud de los
cuales aflora la real intención de las partes. Así se concluye de la reiterada referencia a intereses,
elemento por completo ajeno a un contrato de compraventa en que el vendedor, cuando recibe el
pago del precio, no tiene porqué reconocer el pago de intereses sobre ese precio. Lo mismo debe
decirse de los préstamos adicionales que de manera voluntaria puede hacer el comprador,
préstamos que irían a sumarse al monto del precio definitivo de la compraventa, y préstamos sobre
los cuales el vendedor, a pesar de ser parte del precio, debe reconocer intereses a su cargo. En fin

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sólo hay que remitirse al texto resumido que encabeza este punto de las consideraciones de la
Corte para hacer notar que lo que se infiere del contrato contenido en la escritura pública 4068 es
lo contrario de lo que dedujo el Tribunal, esto es, que se infiere la celebración de un mutuo y, por
otra parte se deduce, por incompatibilidad con este contrato, que no pudo celebrarse una
compraventa, inexistente por lo demás por falta de un elemento de su esencia.

En segundo lugar, descarta el Tribunal que el móvil de la simulación haya


sido que el inmueble sirviera de garantía real a la manera de una hipoteca, pues, dice, “una
garantía hipotecaria le haría más fácil eludir la deuda quirografaria si en realidad la causa simulandi
fuera burlar los intereses de terceros acreedores, como Finca S.A., tal como lo asevera el
recurrente sin aportar al respecto ninguna prueba”. Y aquí se olvida el Tribunal de las copias de los
oficios judiciales de embargo que, junto con las copias de los títulos valores base de la demanda
ejecutiva que instaurara Finca S.A. contra la sociedad demandada, remitió el Juzgado Once Civil
del Circuito de Cali, que dan cuenta de la apremiante situación de Avícola Villa María y del
propósito de engaño a terceros que se evidencia con aparentar la celebración de una compraventa
con pacto de retro y no un mutuo con garantía.

En tercer lugar el Tribunal alude a que no puede tener en cuenta los


documentos aportados por los peritos, que demuestran que la sociedad vendedora continuaba en
poder del inmueble, pero se olvidó que esa situación quedó explícitamente plasmada en el texto de
la escritura, con lo cual tales documentos allegados por los peritos para refrendar el avalúo que le
daban al bien raíz (se trata de una solicitud de crédito ante el Banco Cafetero, que incluye como
fecha marzo de 1992 -después de realizada la venta- en donde figura como propietaria la sociedad
demandada) vienen simplemente a corroborar lo que ya las partes habían plasmado en el texto del
instrumento. Y por eso debe añadirse que esta “retentio possessionis”, esos pagos de impuestos y
servicios domiciliarios que debía asumir la vendedora, no encuadran de manera cabal en una real
compraventa con pacto de retroventa.

Pasa luego el Tribunal a analizar las probanzas del demandado César


Rodrigo Arcila: el pago real de $25.000.000, la copia del contrato de arrendamiento que éste
celebrara con Luz Helena Gutiérrez de Villa como arrendataria, la diligencia de restitución posterior,
el certificado catastral en que figura como propietario. Y de ellas deduce la realidad de la venta.

Pero todas las demás probanzas demuestran con suficiencia lo contrario;


además y salvo por razón de la pretensión de declaración de lesión enorme -que en casación es
indiferente toda vez que no es censurado este punto de la sentencia-, no fue objeto de discusión el
monto del precio pues en sí mismo su cuantía es indiferente para la determinación de si se está
ante un mutuo o ante una compraventa. Debe resaltar la Corte lo que el censor denomina
“actuación” del demandado, -cuando se refiere al arrendamiento celebrado con la madre de las

JSB. Exp. 6238 16


únicas socias de la sociedad demandada, y el lanzamiento posterior-, piezas probatorias del
demandado Arcila tendientes a acreditar su posesión sobre el inmueble, que todas ellas, de
manera coincidente y sospechosa, datan de fechas concomitantes o posteriores a la iniciación de
este proceso.

Todas estas situaciones, la última de la cuales denota un conducta


procesal de la parte de la que es dable inferir (artículo 249 c.p.c.), junto con las otras pruebas, el
concierto simulatorio, el engaño a terceros y la deliberada discrepancia entre lo declarado y lo
querido, confluyen a tener por establecida la simulación relativa, en el negocio que pone de
presente este proceso.

3. Por las razones anteriores, prospera el cargo. En consecuencia,


como Tribunal de instancia, profiere la Corte la SENTENCIA SUSTITUTIVA en la que sólo resta
indicar que la pretensión quinta de la demanda, atinente a que el bien sea restituido a la sociedad
demandada AVICOLA VILLA MARIA LTA., no puede prosperar porque lo que persigue la actora es
que el derecho de propiedad sobre el inmueble retorne a esa demandada a efectos de poder
cobrar coactivamente las deudas insolutas determinantes de este proceso, sin que incida el hecho
de que ella tenga o no la tenencia material o la posesión del predio, aspectos ajenos a la
pretensión de simulación que un tercero ajeno al negocio simulado incoe. Y en cuanto a las
excepciones propuestas por el demandado CESAR RODRIGO ARCILA (“falta de interés jurídico en
el demandante”, “falta de titularidad de la acción por lesión enorme” “caducidad y prescripción” y “la
innominada”) la Corte se limita a adicionar a lo que en el despacho del cargo se indicó, en cuanto
a que no ve cómo haya caducidad de la acción de simulación y que la prescripción de esta acción
es de veinte años, lapso que, como es evidente, no corrió entre la fecha de la escritura (1991) y la
fecha del ejercicio de la acción (1992).

No obstante, debe resaltarse que develado el acuerdo real -el contrato de


mutuo con una garantía-, es preciso analizar si esa garantía que recae sobre un inmueble puede
por sí misma subsistir, de cara a lo que perentoriamente indica el artículo 2422 del Código Civil, al
que remite el 2448, en el sentido de que no puede estipularse que el acreedor tenga facultad de
disponer del bien dado en garantía o de apropiárselo por medios distintos de los que el artículo
2422 prescribe y sin que valga ninguna estipulación, medios que se refieren a que el acreedor
prendario (e hipotecario) tendrá derecho a pedir que la cosa dada en prenda (o hipoteca) se venda
en pública subasta para que con el producto se pague; o que a falta de postura admisible se le
adjudique en pago, hasta concurrencia de su crédito.

Esa prohibición, que proviene desde la época romana, llamada entonces


pacto comisorio, ha tenido franca acogida en las legislaciones de corriente occidental en virtud de
la protección que, a priori, brinda al deudor frente al natural poder dominante del acreedor. Teme el

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legislador, en palabras de Mazeaud, “que el constituyente, constreñido a pedir prestado, se pliegue
a las condiciones que se le impongan” (Lecciones de Derecho Civil, Parte III, V. I, p. 115).

Por consiguiente, en la reseñada escritura pública No. 4068 del 18 de


diciembre de 1991 -que contiene en realidad un contrato de mutuo y una garantía que consiste
precisamente en la transferencia provisional y luego definitiva del bien raíz -, al estipularse
(cláusulas 7ª y 8ª) que el mutuante se quede definitivamente con la propiedad del bien si el deudor
no paga el monto prestado o sus intereses, se infringió la norma de orden público contenida en los
artículos 2422 y 2448 del Código Civil, por lo que resulta imperioso que la Corte declare, como
tribunal de instancia y de oficio, la nulidad absoluta por objeto ilícito de la garantía así estipulada.
Para recalcar la conclusión, son pertinente estas palabras de los autores últimamente citados:
“Desde tiempos de Constantino los usureros han tratado de eludir la prohibición del pacto
comisorio: El procedimiento más habitualmente utilizado consiste en la venta con pacto de retro o
venta con facultad de volver a comprar el vendedor… El contrato de venta con pacto de retro es
válido; pero le pertenece a los tribunales desenmascarar el fraude”. Y luego de preguntarse si es
inválido todo el contrato de garantía o sólo la cláusula, concluyen, con la jurisprudencia francesa:
“sin duda ha estimado que el disfraz probaba por sí solo que el pacto prohibido había sido la causa
determinante de la operación (ib. p. 115-116).

DECISION

En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de


Casación Civil y Agraria, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la
ley, C A S A la sentencia de 3 de julio de 1996 del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali,
Sala Civil, dentro del proceso ordinario por ella promovido contra la sociedad AVICOLA VILLA
MARIA LTDA. y CESAR RODRIGO ARCILA y en su lugar profiere la siguiente SENTENCIA
SUSTITUTIVA:

PRIMERO: REVOCASE el numeral primero de la sentencia de primera instancia


proferida en este proceso por el Juzgado Cuarto Civil del Circuito de Cali, el 30 de noviembre de
1995.

SEGUNDO: En su lugar, DECLARASE que es relativamente simulada la


compraventa con pacto de retroventa que la sociedad Avícola Villa María Ltda hizo al señor Cesar
Rodrigo Arcila, mediante la escritura pública No. 4068 del 18 de diciembre de 1.991, de la Notaría
1ª del Círculo de Cali, registrada el 19 de diciembre de 1.991, en el folio de matrícula inmobiliaria
No. 373-0004773 de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Guadalajara de Buga,
mediante la cual dicha sociedad enajenó a título de compraventa, al señor Cesar Rodrigo Arcila, el

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inmueble determinado por su ubicación, cabida, conformación y linderos, en el hecho 3º de la
demanda.

TERCERO: En consecuencia, como realmente constituyó un mutuo el


negocio develado, acompañado de una garantía sobre el inmueble que incluyó la tradición del bien,
de oficio, se declara la nulidad absoluta por objeto ilícito de la aludida garantía, y por ende de la
tradición, por contrariar lo dispuesto en los artículos 2422 y 2448 del Código Civil.

CUARTO: Tómese nota de esta decisión al margen de la susodicha escritura 4068


del 18 de diciembre de 1991 de la Notaría 1ª del Círculo de Cali y ofíciese en el mismo sentido a la
Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Guadalajara de Buga para que efectúe las
anotaciones pertinentes en el folio de matrícula del inmueble.

QUINTO: Cancélense las transferencias de propiedad, gravámenes y limitaciones


al dominio efectuados después de la inscripción de la demanda. Cancélese la inscripción de la
demanda de este proceso en el folio de matrícula correspondiente al inmueble.

SEXTO: No se ordena la restitución del inmueble a la demandada sociedad


AVICOLA VILLA MARIA LTDA.

SEPTIMO: DECLARANSE no probadas las excepciones propuestas por la


defensa.

OCTAVO: Costas de Primera y Segunda instancia a cargo de los demandados. Sin


costas en el recurso de Casación.

NOTIFIQUESE Y DEVUELVASE AL TRIBUNAL DE ORIGEN

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

MANUEL ARDILA VELASQUEZ

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NICOLAS BECHARA SIMANCAS

JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ

JORGE SANTOS BALLESTEROS

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