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Conceptos claves: ética clásica, ley natural, conciencia moral, recta razón
El tema de la felicidad es uno de los pilares en los que se apoya una teoría ética que
es comúnmente conocida como “ética de la felicidad”, “ética de la virtud” o, simplemente,
como “ética clásica”. Se la llama “clásica” por la misma razón por la que se llama “clásicos”
a los partidos entre Colo-Colo y Universidad de Chile, por la que decimos que el Volkswagen
Escarabajo es un modelo “clásico” o por la que consideramos el disco “The Wall” de Pink
Floyd como una pieza de Rock Clásico. Los planteamientos formulados por el filósofo griego
Aristóteles en el lejano siglo IV a.C. son, con toda propiedad, clásicos ya que se han
mantenido vigentes a la hora de entender y orientar nuestra conducta y, por lo mismo,
también han sido fundamento para reflexiones actuales. Naturalmente existen otros
planteamientos éticos, como por ejemplo: el relativismo, el emotivismo, el
consecuencialismo, entre otros. Todos ellos nacen de la necesidad vital del ser humano de
buscar un criterio que oriente nuestra conducta. Sin embargo, los argumentos que se
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Una vez establecido que la ética orienta nuestros actos al bien, surgen las siguientes
interrogantes: ¿cómo podemos definir qué es el bien?, ¿qué criterio determina qué es lo
bueno y qué es lo malo?, ¿son suficientes las leyes jurídicas para guiar nuestras acciones?
A través de la ética clásica analizaremos las respuestas a estas interrogantes.
1. ¿Existe una ley que nos guíe? Ley natural, ley positiva y relativismo
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alguna vez al determinar lo que deberíamos haber hecho. Por lo tanto, esto no basta: es
necesario buscar el criterio último para determinar qué acciones son buenas y cuáles malas.
Por otro lado, puede parecer que las leyes escritas que rigen nuestra vida en
sociedad son un buen candidato para convertirse en el criterio último de nuestros juicios
éticos. Sin embargo, esas mismas leyes deben redactarse a partir de un criterio, por lo que
no pueden ser ellas mismas el criterio último. Creer que algo es bueno sólo porque lo dice
la ley es lo que se conoce como legalismo, lo cual no parece ser del todo correcto.
Pensemos, por ejemplo, que muchas leyes laborales son imperfectas, pues no favorecen en
la disminución de la desigualdad salarial o no fomentan completamente la estabilidad y la
seguridad de los trabajadores.
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Sófocles (496-406 a.C.) es uno de los más grandes poetas trágicos griegos. En sus obras –entre las que
destaca la famosa tragedia Edipo Rey– se tocan los grandes problemas que aquejan al ser humano, razón
por la cual hasta el día de hoy se sigue leyendo su obra y también se siguen representando estas ‘tragedias’
en el teatro.
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Cfr. Santo Tomás de Aquino. Suma teológica. I-II, q.94. a2.
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naturales o esenciales, así como otras que son accidentales. Por ejemplo, somos
esencialmente racionales, libres y sociales, pues poseemos inteligencia y voluntad, entre
otras facultades. En cambio, accidentalmente el ser humano puede ser blanco, flaco, alto,
bajo, de Everton o de Wanderers. Ninguna de estas características accidentales nos hace
más o menos persona, por lo que sería ridículo calificar algo como naturalmente bueno o
malo a partir de ellas. Pero los rasgos naturales son comunes a todos nosotros, por lo que
debiese ser posible determinar que hay ciertos bienes que son convenientes para todos.
Por ejemplo, si la libertad es un rasgo natural de la persona, puedo concluir que la esclavitud
es una realidad censurable porque atenta contra la naturaleza humana, es decir, es “contra-
natura”. Asimismo, bienes como la vida, la familia, la amistad, el trabajo, el descanso, la
experiencia de la belleza, el conocimiento y la felicidad parecen ser realidades que
convienen al ser humano por el hecho de ser humano y, por tanto, promoverlos es algo
naturalmente bueno, y atentar contra ellos, en cambio, naturalmente malo.
Dice el filósofo alemán Immanuel Kant que “no hace falta ciencia ni filosofía alguna
para saber qué es lo que se debe hacer para ser honrado y bueno y hasta sabio y virtuoso”3.
En efecto, por el hecho de ser racionales, todos tenemos en nosotros una brújula para el
bien y un freno para el mal. Es lo que llamamos conciencia, y que el sabio chino Confucio
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Kant. Emmanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres, cap. 1.
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define como la “luz de la inteligencia para distinguir el bien y el mal”4. Así también se puede
definir como “la actitud y el acto de conocimiento y de discernimiento que tiene como fin
la evaluación de las acciones morales”5. Con todo, la capacidad que tenemos todos de
determinar lo que debemos hacer en cada caso, proviene fundamentalmente de que
tenemos conciencia. Y es por esa conciencia moral que, antes de actuar, sentimos un
mandato o prohibición dentro de nosotros, o, después de actuar, sentimos una satisfacción
o un remordimiento.
La segunda obligación, que puede parecer obvia pero no lo es, consiste en que
debemos obedecerla. De lo contrario, nos estaríamos traicionando a nosotros mismos.
Hacer caso siempre a la conciencia no es fácil y se requiere una dosis de fuerza de voluntad,
capacidad que se desarrolla mediante el cultivo de las virtudes. Esto es lo propio de una
persona íntegra, y es probable que quien se respeta a sí mismo de esa manera cometa muy
pocos errores. Somos conscientes que hoy en día existen muchos casos en que las personas
eligen actuar de manera inescrupulosa, como por ejemplo en los múltiples casos de colusión
realizada por empresarios, en malversación de fondos o en los diversos actos de violencia
que observamos día a día. Pero también, debemos observar que siempre existen personas
dispuestas a actuar de forma íntegra, por ejemplo ¿cuándo recibiste o hiciste una acción
desinteresada? Todos, alguna vez, a lo largo de nuestra vida hemos recibido la ayuda de
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Cfr. En José Ramón Ayllón. Introducción a la ética. Historia y fundamentos.
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Elio Sgreccia. Manual de Bioética I, BAC, Madrid, 2014, p. 192.
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alguien que ha decidido actuar íntegramente, y son ejemplos que vale la pena recordar,
destacar y seguir.
3. Conciencia recta
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Ibíd.
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Cfr. Santo Tomás de Aquino. Suma teológica. I-II, q. 55, a. 4. ad 2; II-II, q. 47, a. 6, c.; q. 123, a. 1, c.; q. 141,
1, c
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Cfr. Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 399.
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tribunal de Nuremberg enjuició a los seguidores de Hitler por los crímenes cometidos antes
y durante la Segunda Guerra Mundial, estos alegaron que obedecían órdenes respaldadas
por las leyes dictadas por el Tercer Reich, frente a lo cual el fiscal respondió que “a veces
llega el momento en el que un hombre ha de elegir entre su conciencia y sus jefes”. En
suma, la ética clásica, distinta a una ética legalista y relativista, propone orientar los actos
humanos mediante una conciencia recta y la ley natural.