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La persona: fundamento de la acción educativa

2010

INTEGRA.CIDE
Conocer, Crear, Transformar

La persona: fundamento de
la acción educativa
Nota técnica. Proyecto de investigación institucional
SER PERSONA.
Lucía CURIEL ALCÁNTARA

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La persona: fundamento de la acción educativa
2010

INTEGRA Centro de Investigación para el Desarrollo Educativo

CURIEL ALCÁNTARA, Lucía


La Persona: fundamento de la acción educativa
Nota técnica del proyecto de investigación institucional SER PERSONA.
México, 2010

Título: La persona: fundamento de la acción educativa

Original: español, septiembre 2010

Los contenidos y material gráfico de la nota técnica fueron desarrollador por Lucía Curiel Alcántara, socia
investigadora del despacho INTEGRA Centro de Investigación para el Desarrollo Educativo, S.C.

©INTEGRA.CIDE, 2010

INTEGRA Centro de Investigación para el Desarrollo Educativo S.C.

Correo Electrónico: integra.cide@gmail.com

Página Web: http://www.integra.mex.tl

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La persona tiene
como reto ir
construyendo una
identidad personal y
perfeccionarse a sí
mismo en su
interioridad
reconociéndose
frente a los demás
en su exterioridad

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Tabla de contenido

PRESENTACIÓN ............................................................................................... 1

La Persona: Fundamento de la Acción Educativa ............................................ 6


Persona humana ......................................................................................... 6
La finalidad de la persona humana ............................................................ 10
La esencia y naturaleza de la persona humana .......................................... 10

Los atributos de la persona humana y sus implicaciones educativas ......... 12

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PRESENTACIÓN

En la sociedad del conocimiento, la educación y los procesos de aprendizaje juegan un papel


predominante. Es por medio de ellos como la persona se adapta y se vuelve capaz de intervenir en
el mundo en el que vive.

Las tareas centrales de la persona humana en esta era del conocimiento son aprender
permanentemente a manejar información; construir conocimientos y desarrollar competencias, todo
lo cual le permitirá vivir en este mundo con conciencia.

Si el aprendizaje hoy es esencial en el desarrollo y posibilidades de progreso y calidad de vida de la


persona en todos sus ámbitos, entonces la pregunta medular en el ámbito educativo es:

¿Cómo propiciar en el educando la construcción de aprendizajes significativos para su vida escolar,


personal y social?

Proponemos tres niveles de respuesta:

En primer lugar, la persona humana es el único ser educable y por tanto, es el principal referente
teórico y empírico de la tarea educativa. Por ello, es fundamental reflexionar sobre la naturaleza y
operaciones propias de la persona humana, de sus procesos de aprendizaje y desarrollo a efecto de
contribuir positiva y efectivamente a dichos procesos desde la docencia.

En segundo lugar, el aprendizaje significativo de alta relevancia en los ámbitos escolar, personal y
social, se construye a través de una educación integral, en donde todo lo que se aprende y enseña,
conduzca a la formación de una persona capaz de interactuar con la sociedad del conocimiento. Se
trata de que toda información, saber o conocimiento que adquiera o construya el estudiante, sea
altamente contextualizado y tenga un carácter interdisciplinario.

En tercer lugar, para educar y hacer posible la educación de la persona humana es necesario
establecer un ambiente educativo en donde el conductor y mediador del proceso de aprendizaje,
esto es el docente, tenga un amplio conocimiento teórico, metodológico y operativo de su materia sin
duda y de la didáctica de la misma con el fin de coadyuvar de manera efectiva y eficiente al
estudiante en su proceso de construcción de aprendizajes significativos y vitalicios.
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La Persona: Fundamento de la Acción


Educativa

El ser humano tiene la necesidad de desarrollar sus áreas cognoscitiva, afectiva y de habilidades, en
la búsqueda de un perfeccionamiento continuo. La tarea del docente y del profesional de la
educación, es coadyuvar al logro de este objetivo.

El acto educativo se dirige específicamente a la persona humana, al desarrollo de sus facultades y


potencias. Educar lo repetible de la persona humana como el conocimiento de las matemáticas, la
hidrografía o los sistemas del cuerpo humano es fundamental para el desarrollo de la persona, de
las disciplinas y de la sociedad, pero educar lo irrepetible es insoslayable, es decir educar al hombre
para el ejercicio de una libertad responsable, para el permanente ejercicio volitivo, para la
continuada reflexión sobre los actos y sus consecuencias, en esencia ofrecerle una educación moral
es la mayor y más profunda exigencia de la educación.

La educación es una tarea esencialmente humanizadora y humanística, toda vez que la tarea del
profesional de la educación se dirige a la persona humana en cuando a cómo potenciar sus
capacidades y cómo superar sus limitaciones.

Esta exigencia moral de la formación de la persona humana supone a su vez adquirir y desarrollar
un criterio integrador y corrector a un orden, y proporcionar los medios de formación para satisfacer
sus necesidades rectamente.

En este contexto, estudiar a la persona humana nos ayuda a sustentar los conceptos antropológicos
que fundamentan la tarea docente, el proceso de enseñar y de educar, y el proceso de aprender y
educarse.

Persona humana

En la sociedad digitalizada en la que vivimos, se nos exige buscar la luz en nuestro interior,
considerando que el desarrollo espectacular y exacerbado de una tecnología de punta, en donde el
hombre se siente cada vez menos en su casa el mundo, porque éste es cada vez menos humano;
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donde se requiere de un humanismo de punta, en el que el ser humano habrá de optar por volverse
un “punto luminoso”.

En este contexto nos parece fundamental volver a estudiar a la persona humana, profundizar en su

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esencia, volver al origen y ahí encontrar las respuestas a las preguntas fundamentales, pensando
que la formación y la educación deseable es aquella que integra contenidos tecnológicos y
científicos así como contenidos humanísticos, que integrados ayuden al logro de personalidades
adaptadas al nuevo entorno pero sin renunciar a sus atributos específicos que le distinguen: ser
humano.

En el devenir de la historia y del desarrollo del pensamiento humano, el concepto de persona ha


evolucionado. Sucintamente presentamos el concepto persona, iniciando por la definición
etimológica y por la concepción de los principales filósofos que han estudiado el concepto de
persona.

Acerca de su origen etimológico hay confusión. Tres teorías son las más aceptadas:

- Persona es palabra latina cuyo equivalente griego es prósopon "máscara" del actor en el
teatro griego clásico. Por tanto, persona equivaldría a "personaje".

- Otra etimología deriva "persona" de persono, infinitivo personare, con el significado de


"hacer resonar la voz" como lo hacía el actor a través de la máscara. Sus equivalentes en
etrusco, persa y sánscrito, hacen pensar en una común raíz indoeuropea.

- Otros hablan de un sentido jurídico, "sujeto legal", que habría sido el más influyente a
través de su uso teológico y filosófico.

Se discute la existencia entre los griegos de un concepto de persona más allá de su ser parte de la
naturaleza y de la polis. Las elaboraciones más explícitas sobre el concepto de persona sobre todo
de los teólogos de los primeros Concilios, como el de Nicea en el 325. (El origen de este interés está
en la discusión acerca de las relaciones entre "naturaleza" y "persona" en Cristo).

Frente al pensamiento griego, el judeo-cristianismo centra más su atención en la historia que en la


naturaleza. El "hombre" deja de ser un elemento más de la naturaleza, para convertirse en un ser
distinto a los demás; esta diferencia se percibe a través de la llamada que Dios le hace en su
Palabra y en la historia, ante la cual el hombre es libre para responder.

Algunos de los rasgos de la concepción de persona de San Agustín son: ser con capacidad de
autorreflexión (interiorización); consciente de su limitación y su responsabilidad ante Dios que le
interpela; ser "histórico, temporal" (lo experimenta en sí mismo y en los seres queridos); buscador de
la verdad y de la felicidad (telos o Bien Supremo que da sentido a su vida); capaz de amor y de
servicio a los demás. 7

Boecio es uno de los autores más influyentes en la noción de persona. Su definición, citada
comúnmente hasta nuestros días es la siguiente: "Persona es naturae rationalis individua
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substantia". Su nota más característica es la propiedad, la existencia por derecho propio, "sui iuris".
Esta definición se reelaboró en la Edad Media, modificando a veces los términos.

Santo Tomás asume la definición propuesta por Boecio, ahondando en su significado y matizándolo.

"(...) se dice de la persona que es sustancia individual con el fin de designar lo


singular en el género de la sustancia, y se agrega que es de naturaleza racional
para mostrar que se trata de una substancia individual del orden de las substancias
racionales."

Occam insiste en el aspecto racional, intelectualizando la definición y afirmando también la


independencia como un rasgo esencial. Para él la persona es una substancia intelectual completa
que no depende de otro supuesto. Las dos notas clave de la noción de persona en esta línea de
pensamiento son: individuación (unidad del yo personal) y relacionalidad.

Las citadas últimamente son definiciones metafísicas, esencialistas de persona, que presentan una
imagen intemporal y abstracta de hombre, independiente de las circunstancias históricas concretas
que pueden modificar esta imagen. Con estas definiciones esencialistas de persona se destaca
sobre todo la característica de "ser en sí" o "por sí", es decir, su plena independencia, su
"subsistencia". Pero también dentro del cristianismo se ha hecho referencia a otras características:
la ya citada de "relación", y la de "originarse", importantísimas sobre todo en el cristianismo oriental.

Este tipo de definiciones metafísicas no desaparecen totalmente en autores más modernos. Leibniz,
por ejemplo, afirma:

"(...) la palabra `persona´ conlleva la idea de un ser pensante e inteligente, capaz de


razón y de reflexión, que puede considerarse a sí mismo como el mismo, como la
misma cosa, que piensa en distintos tiempos y en diferentes lugares, lo cual hace
únicamente por medio del sentimiento que posee de sus propias acciones."

Es fácil observar la permanencia de los mismos rasgos de la persona: racionalidad, independencia,


autoposesión y autoconocimiento. No aparece ninguna referencia a la relación, sino que se centra
en la propia interioridad monádica.

En la época moderna se comenzaron a introducir en la noción de persona elementos psicológicos y


éticos. Así, Kant señala la libertad e independencia de la persona frente al mecanicismo natural
como uno de los rasgos de la personalidad. La persona es capaz de darse leyes prácticas propias a 8

través de su razón. Se da las leyes a sí mismo, pero no de forma arbitraria, sino de manera que los
hombres sean siempre "fin en sí mismos"; es un rasgo esencial de la persona: no puede ser

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sustituida por otra. El hombre es lo único que en el mundo es fin en sí mismo y puede ser
fundamento de leyes. Su dignidad merece respeto. Su racionalidad y su voluntad autónoma lo
fundamentan. El hombre tiende hacia lo "sensible", pero la razón es capaz de elevarlo.

Para Fichte, la persona es un "centro metafísico", que se constituye a sí mismo, en un "autoponerse"


del yo trascendental. La persona se convierte en "origen", "fuente" de actividades de la voluntad.

En el proceso de pensar históricamente la persona vamos pasando de una concepción


"sustancialista", que define una esencia de hombre, a la de un "centro" origen de "actos". Si antes
predominaban las actividades racionales, ahora tienen cabida, e incluso preponderancia excesiva,
las emotivas, volitivas, etc.

Desde la filosofía de los valores de Scheler se introduce en la noción de persona un nuevo


elemento. Se trata de "trascenderse", no quedar encerrado en los muros de la individualidad
psicofísica. Los propios límites, la propia subjetividad, no lo es todo para la persona. Esta puede
trascender hacia realidades múltiples: Dios, otra persona, los valores, etc.

Los personalismos contemporáneos han resaltado el polo de la "apertura" como dimensión clave de
la persona humana. Esta es "trascendente" en relación con otras personas, con el Otro, etc. Buber,
Ebner, Rosemberg, pusieron de relieve la comunicación intersubjetiva. Otros elementos
característicos de la persona son el sentido profundamente ético (no entendida la ética como
conjunto de normas, sino como fuente de todos los valores), el compromiso con su sociedad y la
solidaridad con la demás personas. La persona no es algo hecho, cerrado de una vez para siempre,
sino un quehacer continuo, una tarea abierta en el tiempo y en la historia.

Para la antropología contemporánea la persona es una unidad estructural abierta al mundo y a los
otros. Es un sujeto frente a otros sujetos o frente a objetos.

A modo de síntesis se pueden descubrir cinco grandes corrientes interpretativas de la noción de


persona en el pensamiento occidental:

1. Definición de la persona en términos de sustancia, caracterizada por la atribución de


determinadas propiedades, entre ellas su individualidad e incomunicabilidad y su carácter racional.
(Aristóteles, Boecio y buena parte del pensamiento medieval).

2. Subraya el carácter de pensante de esta sustancia (res) y la reduce a su condición de sujeto


epistemológico que en la época del idealismo se convertirá en sujeto trascendental. (Edad Moderna). 9

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3. Subraya el carácter ético de la persona y su condición de ser libre ante la obligación moral, en
contraposición al mecanismo que rige el mundo de la naturaleza. (Tendría su origen en los estoicos,
y su culminación en el Kant de la razón práctica y en Fichte).

4. Como variante de esta tercera surge la consideración jurídica de la persona, que sobre la base de
su dignidad fundamentalmente ética, la define por los derechos universales e inalienables de la que
es sujeto.

5. Corriente existencialistas y personalismo filosófico y teológico, sus raíces se remontan a la


tradición religiosa judeo-cristiana y a algunos representantes de la tradición cristiana como San
Agustín, Pascal, Lutero, Kierkegaard.

Estudiar a la persona humana desde la dimensión de la docencia, exige analizar nuestra postura
antropológica de la naturaleza humana, frente a las condiciones socioculturales y de desarrollo
tecnológico que vivimos.

Nuestra propuesta en un primer momento es profundizar en la esencia y naturaleza de la persona,


desde el análisis de su finalidad y derivando en el reconocimiento de sus atributos.

La finalidad de la persona humana

Afirma YEPES, P (1996) “El fin de la naturaleza humana radica en alcanzar libremente la verdad y el
bien, es decir, los objetos de sus facultades superiores: esto es lo que el hombre puede y debe
hacer.”

La finalidad de la naturaleza humana es poner en acto las potencialidades que la persona posee,
esencialmente la inteligencia y la voluntad, para lograr su libertad responsable.

Para ello, la naturaleza humana exige la perfectibilidad intrínseca, por tanto la educación es una
necesidad óptica en la persona humana, toda vez que es la educación el proceso que facilita y
propicia el logro del perfeccionamiento humano.

La esencia y naturaleza de la persona humana

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La naturaleza humana se conoce por sus operaciones. El ser humano es complejo y es el ser
viviente que posee capacidad para las más altas operaciones con base en sus potencias tanto

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orgánicas como espirituales: “…como en el vegetal hay en el ser humano nutrición, crecimiento y
generación; como en el animal hay en el ser humano apetitos sensibles y conocimiento, pero en lo
que le es propio y específico, la vida espiritual, precisa distinguirla intelección y la volición, a cada
una de las cuales les corresponde a su vez, una pluralidad de actividades”. (MILLAN PUELLES,
1978).

Las potencias específicamente humanas, esto es inteligencia y voluntad, son la base fundamental
para que el hombre posea la conciencia de sí, por ende requiere saber quién es, cuál es su misión
que como individuo tiene asignada. El hombre tiene una experiencia vivida del pasado y una
experiencia pensada fundamentada en la esperanza y en la ilusión del futuro y ésta es la coyuntura
de vivir con base en un proyecto personal, un proyecto familiar, un proyecto profesional, laboral y
social que permita ir adecuando sus actos en el transcurso de su existencia.

La persona es ser perfectible de índole espíritu-corpórea multipotenciada y por tanto susceptible de


perfección.

El concepto de persona deriva del latín personne, que significa máscara de actor. Esta concepción
etimológica denota que la persona tiene la capacidad de ocultarse ante los demás, que es capaz de
encubrir su propio ser ante los otros, pero esta acepción la concebimos como limitativa.

Formalmente hablando, la persona es una unidad sustancial, la persona es el hombre espiritual que
trasciende al universo por su libertad, abierto a todo ser y capaz de entrar en comunión con las
demás personas”. (VERNEAUX, 1977)

La persona trasciende lo material con base en sus potencias, en un acto de congruencia hacia la
posesión de su propia unidad, en busca de su personalización: “La personalización actualiza el ser
del hombre. En su espiritualidad, libertad y racionalidad, se centra toda su dignidad, en la riqueza del
acto de ser.” (ALVIRA, 1984)

El proceso de personalización es una tarea vital. La persona ópticamente es perfecta, pero la


personalización es modificación al ser perfectiva.

HUMANIZACIÓN

PERSONA PERSONALIZACIÓN PERSONALIDAD

EDUCACIÓN

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En el proceso de la estructura de la persona hay un doble momento:

1. El primero, inicial y fundante, que está constituido por su ser personal, con una dignidad
propia, por su naturaleza racional y libre y determinada en última instancia, por su acto de
ser.
2. El segundo momento, es el momento de la actividad de la persona, actividad libre que le es
esencial.
Este segundo momento constituye todo el tiempo de la vida humana. En él la persona se revela a sí
misma en la acción, configurando su personalidad, personalizando su ser humano. Por medio de
esta acción la persona manifiesta su riqueza y su limitación específica, su trascendencia y su
integración adecuada que constituye la realidad dinámica de la acción.

En este proceso de personalización en la acción del día a día, se revela con toda su contundencia
uno de los rasgos fundamentales de la persona: ella es dueña de sí, de su acción: “Este dominio
tiene dos facetas: una es el dominio que por la razón y la voluntad ejercen sobre sus restantes
potencias, dando lugar al acato libre y responsable; la otra es el dominio jurídico, esto es, la persona
se presenta ente los demás como titular de derechos y libertades y de deberes, en lo que se refiere
a su ser y a las finalidades naturales que le son propias.” (HERVADA, 1974).

De esta su naturaleza específica derivan los atributos de la persona humana, cuyo sustento es su
dignidad, dignidad que es un bien físico y ontológico que está impresa en su ser: “Nuestra categoría
de personas nos viene justamente por tener libertad y entendimiento, que no son atributos
materiales, sino espirituales y esenciales a la persona humana.” (MILLÁN PUELLES, 1978)

Los atributos de la persona humana y sus implicaciones educativas

Los atributos o propiedades de la persona implican que ser persona es un privilegio y esto conlleva
un proyecto que se debe realizar pues, el modo de ser persona no es una conquista triunfante y
continuamente gozosa, sino un proceso de lucha, esfuerzo y riesgo: “La personalización tiene algo
de agresivo; compromete y ennoblece de algún modo porque en virtud de la personalización alguien
pasa de ser uno más a ser el punto de convergencia de las alusiones personalizantes.” (GARCÍA-
HOZ, 1989)

Este proceso de personalización implica considerar al sujeto de la educación como la persona que
es, con rasgos propios, que debe sentirse comprometido en y con una empresa que le pertenece, la
empresa más importante que le ocupará toda su existencia: su personalidad. 12

Aquí es en donde la educación de la persona, la educación personalizada cobra su cabal


importancia, en el proceso de orientar, coadyuvar, guiar a la persona en el proceso de desarrollar y

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fortalecer su personalidad con base en los atributos de la persona humana:

 Unicidad

 Irrepetibilidad

 Singularidad

 Originalidad

 Autonomía

 Incomunicabilidad

 Apertura

 Integridad

Todos los hombres participan de una esencia común, pero en cada uno el ser personal cobra una
serie de características y cualidades muy específicas, que hacen que cada persona sea única e
irrepetible y que imponen la exigencia de que se eduque atendiendo a la persona en su dimensión
de unicidad e irrepetibilidad.

La singularidad es una de las notas constitutivas del ser humano. Lo característico de la persona es
que en ella se singulariza la naturaleza racional que es la esencia de todo hombre. La singularidad
se opone a lo universal y el hombre como universal no existe en la realidad; lo que existe es cada
hombre con su propia y particular concreción.

La singuralidad es lo que permite ser lo que se es y no otra cosa, siendo único e irrepetible ante los
demás: “La persona singular participa de la naturaleza que es esencial, universal y común a todos
los individuos de la especie humana y los distingue de los demás seres: la naturaleza racional.

Esta singularidad implica no solamente separación real y diferenciación numérica, sino básicamente
distinción cualitativa, en virtud de la cual, cada hombre es quien es, diferente de los demás.

Ser singular es sinónimo de ser único y de ser original.

La singularidad hace referencia a la determinación corpórea y espiritual del hombre que en cada
persona adquiere proporciones y dimensiones distintas. La unión de alma y cuerpo corresponde a la
singularidad ontológica de cada hombre, por la cual se especifica y realiza.

Ontológicamente la originalidad fundamenta la unicidad e irrepetibilidad de la persona humana, en 13


tanto que sólo la persona es la que origina sus actos y su actuación, lo cual depende de las
características específicas de cada uno y de las posibilidades de realización.

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La autonomía es otra de las propiedades de la persona, la persona es el principio de sus propias
acciones. La autonomía confiere una especial dignidad según la cual el hombre es sujeto, es decir,
es realidad distinta y superior al mundo de los puros objetos que le rodean.

Esta autonomía manifiesta que la superioridad del hombre sobre los objetos, no es otra cosa sino la
capacidad que posee la persona para gobernarse a sí misma, es la posibilidad de hacer un uso
efectivo de su libertad y su crecimiento: la tendencia al bien.

La autonomía como propiedad de la persona le permite aparecer como libre e independiente frente
al medio que le rodea. Lo cual significa que ella es capaz de estar abierta al mundo, siendo dueña
de su libertad.

La autonomía tiene que llevar a que el hombre, condicionado por determinadas situaciones sociales
y objetivas, conserve su carácter de principio de actividad capaz de decidir sobre su propia vida: la
persona libre es dueña de sus actos. La libertad es la cualidad evidente y natural en el hombre, es
gracias a ella que se da la elección de su modo de vida, de llegar al fin hacia el cual la persona está
dirigida. La libertad guiada, conducida al desarrollo de la persona humana.

La incomunicabilidad es otra propiedad de la persona humana. Esta característica es resultado de su


individualidad, esto es la característica de ser singular por la cual la persona recibe en sí el acto de
ser, y de su subsistencia, esto es la propiedad de que existe en sí misma, que no necesita ser en
otro para existir; existe con su propia dignidad y autonomía.

El sujeto subsistente es incomunicable, en el sentido de que no puede ser participado por otro.
Mientras una forma sustancial o accidental puede ser comunicada a muchos sujetos, el individuo
existe como algo único y distinto de todo lo demás sin posibilidad de ser anteriormente anticipado.
Esta incomunicabilidad se refiere al ser de cada individuo y no significa imposibilidad de que la
substancia se relacione con otras.

La incomunicabilidad está sustentada en la intimidad de la persona.

La apertura constituye otra dimensión de la persona. La persona es agente, actor, creador de sus
acciones, pero lo es de un modo relativo, abierto y comunicante. Todo ser humano tiene la
posibilidad y necesidad de relacionarse con otras realidades distintas de él para vivir. En esta
capacidad de relación descansa la apertura a la realidad.

El dar como acción, es otorgar algo particular de la persona a otra distinta de sí. El hombre es un ser
capaz de dar, quiere decir que se realiza como persona cuando extrae algo de su intimidad y lo
entrega a otra persona como valioso y ésta lo recibe como algo suyo.

El hombre necesita por medio de la comunicación transmitir su ser y requiere el conocimiento de los 14
otros, es así como el diálogo le permite la intersubjetividad.

El hombre necesita dialogar. La persona necesita expresar su ser y lo que es. La manifestación de la

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intimidad se realiza específicamente por medio del lenguaje y de la cultura; lo verbal y lo no-verbal lo
manifiesta en su intimidad: manifestar la intimidad se realiza a través del cuerpo.”

La persona requiere de la apertura para que en un proceso de alteridad se reconozca a sí misma,


frente a los demás, frente a la naturaleza y frente al Absoluto. “Las dos direcciones fundamentales a
las que está abierta la persona que se exigen y complementan son la dirección hacia sí misma y
hacia fuera.” (GARCÍA-HOZ, 1989)

Unidad e integridad también son notas esenciales propias del ser humano. La persona es un ser
subsistente, existente en sí mismo. Es por ello un ser independiente, completo en sí, íntegro, al que
nada le falta en esencia. Ésta es la base fundamental para considerar a la persona en su integridad,
como un todo, no como un conjunto de aspectos inconexos o duales.

La integridad como posesión por entero, de todas las propiedades que por su naturaleza le
corresponden a la persona y por ello se puede hacer referencia a una educación integral, que es la
educación capaz de poner unidad a todos los aspectos posibles de la vida humana.

La persona es dueña de sí, de su acción: “Este dominio tiene dos facetas: una es el dominio que por
la razón y la voluntad ejerce sobre sus restantes potencias, dando lugar al acto libre y responsable;
la otra es el dominio jurídico, esto es la persona se presenta ante los demás como titular de
derechos y libertades –y de deberes- en lo que se refiere a su ser y a las finalidades naturales que le
son propias.” (HERVADA, 1974)

La persona tiene como reto ir construyendo una identidad personal y perfeccionarse a sí mismo en
su interioridad reconociéndose frente a los demás en su exterioridad.

El reto es comprometerse consigo mismo en su desarrollo humano-espiritual, encarnando valores,


de aquí la responsabilidad de sus acciones y al mismo tiempo el desarrollo de autodirigirse y por
ende el autocompromiso de su educabilidad.

La persona humana y su capacidad relacional le exigen dar y recibir, por lo que la persona va
logrando su perfeccionamiento.

La relación del hombre con el mundo de hoy tiene que ser de respeto y de uso responsable de la
tecnología y de la información. Su dignidad le pone en condiciones de convertirse en señor de lo
creado, siempre y cuando no atente contra las leyes naturales, debe aprender a utilizarlo para su
servicio responsablemente.

Es en la relación con los otros, con las cosas, con la naturaleza y con el Absoluto donde el hombre
encuentra su espacio para perfeccionarse.
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La relación relevante de la persona está en el nivel trascendental, ámbito en el cual la persona es
capaz de preguntarse por la existencia de algo o de alguien que trascienda la realidad y que es
capaz de dar respuesta al sentido último de la existencia.

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Toda educación debe ser orientada al crecimiento de la persona humana, en unidad, coherencia e
integridad.

Educar y educarse es la tarea de crecer en intimidad personal cultivando la propia singularidad


irrepetible de cada persona.

Crecer en la capacidad de iniciativa y de creatividad.

Crecer en la capacidad de apertura y de relación.

Crecer perfeccionando el uso de la libertad.

Libertad: atributo esencial de la dignidad personal, que posibilita el crecimiento perfectivo.

Libertad que compete a la persona misma, que sea capaz de auto-determinarse en el proyecto vital,
con un trabajo de perfeccionamiento por el que la persona accede paulatinamente la felicidad.

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FUENTES DE INFORMACIÓN

1. ALVIRA, T. Metafísica. EUNSA. Madrid. 1984.


2. GARCÍA HOZ, V. El concepto de persona. Rialp. Madrid. 1989.
3. HERVADA, J. Diálogos sobre el amor y el matrimonio. EUNSA. Madrid. 1974.
4. VERNEAUX, R. Filosofía del hombre. Herder. Barcelona. 1977.
5. YEPES STORK, R. Fundamentos de antropología. Un ideal de la excelencia humana.
EUNSA. Pamplona. 1996.

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