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Introducción
El cerebro de un bebé está inmaduro, lo que reporta un gran beneficio sobre los
ellos porque permite la plasticidad cerebral y, por ende, una mayor capacidad de
aprendizaje. De este modo, este proceso de maduración se produce durante toda la
infancia, la adolescencia y no concluye hasta los 28-30 años.
Muchos padres tienen el afán de que sus hijos sean más inteligentes y de que
adquieran muchas habilidades. Debido a esto, exponen a los niños a estímulos excesivos
y/o precoces, como, por ejemplo, tareas demasiado complejas antes de que su cerebro
esté preparado para tal tarea. De este modo, y tal y como muestran las últimas
investigaciones el entrenamiento en tareas demasiado complejas antes de que el cerebro
esté completamente desarrollado puede producir déficits en la capacidad de aprendizaje
y en el desarrollo de las funciones ejecutivas, además de generar tensión, estrés y
ansiedad, y en vez de hacer un bien en el desarrollo de esas habilidades se hace un gran
daño.
Por otro lado, debemos dejar tiempo a los niños para que se aburran. Así
aprenderán a tener paciencia y, además, estamos entrenando a su cerebro a relajarse, a
parar y a ser paciente.
Bibliografía