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PROGRAMA No.

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HABACUC

Capítulo 1:10 - 12

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por este maravilloso aunque pequeño
libro de Habacuc, y vemos que este es un hombre con un problema. Él tenía una pregunta. Él
había observado a su alrededor a su propia nación. Y al observar a su alrededor, él pudo ver el
pecado de su pueblo. Y hablando honestamente, él fue tocado por esto y se preguntaba por qué
Dios no hacía algo en cuanto a esto. Hay muchos que opinan que esto fue durante el reinado del
rey Joacim. Esto podría haber sido en ese entonces, o algún tiempo antes de eso. Creemos que
él comenzó su ministerio durante el reino de Josías, y luego los reyes se sucedieron rápidamente
después de eso. O sea que, ellos no duraban mucho tiempo en el poder. Y todos ellos eran
malos. Era una época de anarquía. La ley de Dios se había dejado de lado, y había mucha
violencia en la tierra. Y la pregunta de este profeta a Dios era: ¿Por qué no haces algo en cuanto
a esto? ¿Por qué permite Dios el mal? ¿Por qué permite Él que su pueblo se salga con la suya en
todo esto? Y, ¿por qué es que en el presente el pecador es quien está prosperando? No son los
humildes los que están prosperando en la tierra hoy. Por el contrario, son los orgullosos, los
arrogantes, los impíos. Y uno mira a su alrededor y puede preguntarle a Dios: “¿Por qué?” Y
esa es la misma pregunta que este hombre le ha hecho a Dios. “¿Por qué me haces ver
iniquidad? ¿Por qué estás permitiendo esto?” Ahora, Dios tenía una respuesta para él. Y en el
versículo, 5 dice:

5
Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días,
que aun cuando se os contare, no la creeréis (Hab. 1:5)

Es decir, que Dios le está diciendo que abra los ojos, que mire, que observe a su alrededor.
Le dice: “Yo estoy haciendo algo en cuanto a esto”. Y le está diciendo que tenga una visión más

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amplia, que tenga una perspectiva, que vea lo que Dios está haciendo. Y que si él observaba a su
alrededor, él podría ver que estaban ocurriendo algunas cosas, una crisis sucedía a otra. Hoy el
imperio asirio en el norte ha sido conquistado y su capital, la ciudad de Nínive, ha sido destruida.
Y ahora, está levantándose en las orillas del río Eufrates un reino que será conocido como el
reino babilónico. Y ellos ya han avanzado contra Egipto. Ya tuvo lugar la batalla de Carquemis.
Nabucodonosor ha obtenido la victoria. Y ahora se está convirtiendo en un gran poder mundial.
Ahora, Dios dice: ¿Piensas que no estoy haciendo nada? Dios está diciendo: “Yo estoy muy
ocupado. Estoy tomando parte en todo esto. No estoy solamente sentado a un lado tomando nota
de lo que está sucediendo en este pequeño mundo. Estoy tomando parte activamente en todo
esto”.

Usted sabe que hay un punto de vista, aun de parte de aquellos que creen en un Dios, de que
la creación de Dios es como un reloj; que Dios lo creó, le dio cuerda, y luego lo dejó y se fue. Y
luego, por supuesto, existe otro punto de vista, opuesto a ése, y es el panteísmo, que es la suma
total de todo. Bueno, amigo oyente, ninguno de estos puntos de vista es, por supuesto, un punto
de vista bíblico. La realidad es que la creación no es un reloj, y Dios no está atado por el papeleo
de esta tierra. Él no es parte de esto, de ninguna manera. Él puede y es capaz de moverse en el
presente. Usted probablemente recuerda algo de la mitología griega, cuando los griegos se
estaban apoderando de la ciudad de Troya, de algo que se menciona allá en la “Ilíada de
Homero”. Se trata del sacerdote Laocoonte, quien acompañado de sus hijos cometió una
equivocación y fueron atacados por serpientes. Y usted recuerda que estas serpientes se
entretejieron, por así decirlo, con estos hombres, y al enroscarse alrededor de sus cuerpos, los
asfixiaron; estas serpientes quebraron todos los huesos de sus cuerpos.

Bueno, Dios no está envuelto en Su creación a tal punto donde Él quede sujeto a ella. Y Él
tiene que hacer ciertas acciones, ciertas cosas, porque está obligado a hacerlo. Dios no está
envuelto de esa manera. Dios está actuando de manera soberana en este universo. Y él estaba
haciendo algo por cierto. Así es que, aquí en este versículo 5 del capítulo 1 de Habacuc, leemos:

5
Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días,
que aun cuando se os contare, no la creeréis. (Hab. 1:5)
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Y el Apóstol Pablo, en ese gran sermón que él predicó en Antioquía de Pisidia, el cual
nosotros siempre consideramos como uno de sus mejores sermones, es un sermón al que
desafortunadamente se presta poca atención en el presente, pero, en ese sermón él cita algo del
libro de Habacuc. Y vamos a ver lo que nos dice allá en el libro de los Hechos de los Apóstoles,
capítulo 13, versículos 38 al 41. Dice: Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de
él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no
pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. Mirad, pues, que no venga
sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y
desapareced; porque yo hago una obra en vuestros días; obra que no creeréis, si alguien os la
contare.

En este versículo 41 del capítulo 13 de los Hechos, él está citando el versículo 5 del primer
capítulo de Habacuc. Nosotros nunca hubiéramos creído que iba a ser usado de esta manera,
pero Pablo lo utilizó así. O sea que, él está diciendo que Dios ha provisto una salvación; y eso
tuvo lugar, como él dice en otra ocasión; esto no fue hecho en algún rincón porque judíos de
todas partes se encontraban allí. Y ellos llevaron ese mensaje, esa palabra, a todas partes: de que
Jesús de Nazaret había muerto en una cruz; y la noticia de que Él había resucitado de entre los
muertos, se esparció y que también, en el día de Pentecostés donde ellos estaban otra vez
reunidos, el Espíritu Santo descendió sobre un pequeño grupo, y multitudes fueron salvadas
durante ese momento y en días siguientes. Ese mensaje salió, pero el mundo lo ignoró. El
mundo romano lo ignoró al principio. Y Pablo está diciendo que Dios está haciendo una obra, y
el mundo dice hoy: “¿Por qué no hace Dios algo en cuanto a esto?” Amigo oyente, Dios ha
hecho algo en cuanto a esto. Hace más de 2.000 años Él envió a Su Hijo a morir en la cruz. Él
entró así en los asuntos de este mundo y dice que va a volver a entrar otra vez en los asuntos del
mundo. Y hoy, el mundo sigue tranquilamente adelante, sin preocuparse, divirtiéndose - Ah,
comamos y bebamos que mañana moriremos. Y en efecto, vamos a morir; esa es una realidad.

Pero, amigo oyente, Dios está actuando. Y es algo realmente maravilloso la forma en que
Pablo ha utilizado este pasaje de las Escrituras. Ahora, volviendo aquí a la profecía de Habacuc,
en el primer capítulo, Dios está especificando lo que está haciendo; y en el versículo 6, podemos
leer:
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6a
Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, (Hab. 1:6a)

Dios le dice a Habacuc: “Mira a tu alrededor, allá en las orillas del río Eufrates, se está
levantando una nación que llegará a ser una gran potencia mundial. Y por cierto que llegó a ser
eso. Era la cabeza de oro. De las cuatro bestias, es el león. Es la nación número uno en el
desfile de Dios de las grandes naciones del mundo. Y en ese entonces, tenía una gran
civilización. Y Dios dice que Él está levantando a esa nación. Ahora, escuche usted lo que dice
aquí en el versículo 6:

6
Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la
anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. (Hab. 1:6)

Ellos se van a apoderar de sus tierras. Esto es algo que realmente sacudió a Habacuc, de que
algo así llegara a ocurrir. Y lo que tenemos aquí es una descripción muy buena del imperio
babilónico. Son señalados muy claramente aquí. Se la describe como una nación cruel, que está
tratando de llevar a cabo una conquista mundial. Dijimos en el programa anterior, que se habían
apoderado de la ciudad de Jerusalén. Tres veces la tomaron, y en la última vez la dejaron hecha
cenizas. Y ahora aquí en el versículo 7, leemos:

7
Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad (Hab. 1:7)

O sea que, ellos tenían mucha confianza en sí mismos. Se jactaban de su gran poder, y
dependían de él. Esto lo vimos representado de una manera muy clara en la persona de
Nabucodonosor, el fundador de este gran imperio. Usted recordará que él tenía este problema.
En realidad, era un tipo de enajenación mental, la que él tenía. Él sufría de egomanía. Puede ser
que los siquiatras del presente le llamen histeria, una sicosis maníaco-depresiva, lo que tenía este
hombre. Pero, llegó un momento cuando él ni siquiera sabía quién era. Él salió y comía hierba
con los animales. De paso, digamos que Habacuc sugiere eso aquí. Pero él describe algo de esa
nación, y lo vimos en la oportunidad anterior, y leímos esto en el versículo 8, que decía:

8a
Sus caballos serán más ligeros que leopardos (Hab. 1:8a)

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Y ellos le daban mucha importancia a la caballería. Y este mismo versículo continúa
diciendo:

8b
y más feroces que lobos nocturnos, (Hab. 1:8b)

Y, amigo oyente, los lobos hambrientos son sumamente feroces. Y quienes viajan por
regiones donde hay muchos lobos aconsejan que si uno se encuentra con lobos que no han
podido comer por algún tiempo, quizá porque todo está cubierto de nieve, dicen que la mejor
forma de defenderse es dando muerte a uno de los lobos, y cuando uno de estos animales está
muerto y comienza a sangrar, entonces los demás lobos caen sobre ese animal muerto para
comérselo. Y entonces, cualquier persona o grupo de personas que se encuentren viajando por
esa zona, tendrá oportunidad de escapar, porque los animales ya no le prestarán atención. Ahora,
el profeta los está describiendo aquí. Y dice en la tercera parte del versículo 8:

y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que
se apresuran a devorar. (Hab. 1:8c)

Esta gente se comporta como animales feroces, como aves feroces que se dan un festín con
sus víctimas. Y esa es la historia de los caldeos, los babilonios. Ahora, el versículo 9 dice:

9
Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como
arena. (Hab. 1:9)

Usted debe recordar lo que vimos al principio, y que fue algo que señaló Habacuc en cuanto a
su propio pueblo, y nos estamos refiriendo a la violencia. La violencia era una de las cosas que
caracterizaba el pecado. Y Dios está diciendo: “Yo le voy a dar a esta gente una buena cantidad
de violencia, es decir que ellos iban a recoger el fruto de sus acciones”. Todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. (Gal. 6:7). Y ellos iban a saber lo que era en realidad la violencia.

Y aquí dice: el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena. Es decir, que ellos
tienen delante de sí un sólo propósito, y es el de capturar gran cantidad de naciones, tantas

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naciones o pueblos o personas como sea posible apoderarse, y hacer esclavos de ellos. Eso fue lo
que hicieron con el reino del sur de Judá. Y ahora aquí en el versículo 10, continuamos leyendo:

10
Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y
levantará terraplén y la tomará. (Hab. 1:10)

Usted puede ver que ellos se burlan de los demás reyes. Podemos decir, que ellos confían en
su propia fortaleza, en sus propios dioses paganos, y con la misma arrogancia que habían
demostrado los asirios antes de ellos, marchan ahora a través de la tierra. Este es pues, el cuadro
que se nos presenta aquí. Notemos ahora lo que se nos dice aquí en el versículo 11 de este
primer capítulo de Habacuc:

11
Luego pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios. (Hab.
1:11)

Y eso fue precisamente lo que sucedió con Nabucodonosor. No vamos a tomar el tiempo de
ir aquí a ver lo que se nos dice allá en el libro de Daniel, porque ya hemos recorrido ese territorio
antes. Pero, usted quizá pueda recordar que, cuando estudiábamos el libro de Daniel, allá en el
capítulo 4, versículo 30, llegó un día cuando el rey Nabucodonosor dijo lo siguiente: “¿No es
esta la gran Babilonia que yo edifiqué?” Él estaba lleno de orgullo. Era una de esas personas
egocéntricas que sufren de una manía egoísta. Y en el día de hoy hay unas cuantas personas que
son así también y confían en sí mismas, no confían en Dios.

Podemos decir, sin lugar a dudas, que en muchas naciones, en el ambiente político
especialmente, falta mucho la humildad. No hay ninguna duda en cuanto a eso. Cuando habla
este partido político o aquel otro, ninguno en particular para señalar, por supuesto, sino que todos
hablan del mismo modo, se jactan de lo que pueden hacer, o de lo que han hecho. Y señalan a
los demás como que no son capaces, que no tienen facultades de hacer esto o aquello. Sin
embargo, todo esto es como nos está explicando aquí el profeta, que estamos confiando en
nuestra propia fuerza, en nuestra propia fortaleza, en nuestra propia habilidad. A veces nos
cansamos de mirar los programas de televisión donde uno escucha a personas que se están

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jactando de todo lo que han logrado, lo que en realidad no es mucho. Nos hace recordar de esa
montaña que concibió y que dio a luz. Y, ¿qué fue lo que dio a luz? ¿Otra montaña? No. Lo
que dio a luz fue un ratón. Y así son los logros de muchas personas en el presente. Se jactan
tanto que se parecen a esta montaña. Sin embargo, lo que han realizado no es más grande que un
ratoncito. ¡Qué cuadro el que tenemos aquí, amigo oyente! Y este es un cuadro de Babilonia.

Ahora, esto causó mucha impresión en Habacuc. Si usted piensa que él tenía un problema
antes, él por cierto que lo tiene ahora. Y es un verdadero problema. Y su verdadero problema es
este; él dice: “Yo pensaba que Dios no estaba haciendo nada, pero ahora veo que Él está
haciendo algo. Pero, Él no está haciendo lo que yo pensaba que haría. Y Él está haciendo las
cosas de una manera diferente a lo que yo pensaba que Él haría”. O sea que, ahora su pregunta es
esta: “¿Por qué va a usar Dios a los babilonios, que son mucho más impíos que los de Judá, más
impíos que el mismo pueblo de Dios? ¿Por qué usa Él una nación que es más cruel que lo que
eran ellos para castigarlos a ellos, que eran menos crueles? ¿Por qué haría Dios eso?” Bueno,
ese es el mismo problema que encontramos allá en el libro de Isaías, como usted bien recuerda.
Dios dijo en Isaías, capítulo 10, versículo 5: Oh, Asiria, vara y báculo de mi furor”. Dios estaba
diciendo que Él iba a usar a Asiria como látigo. La iba a usar para castigar al reino del norte. Y
Él hizo eso, pero también Dios dijo: “Pero luego yo voy a juzgar a la nación de Asiria”. Y Dios
también hizo eso.

Y aquí tenemos la misma cosa. Dios dice que Él va a utilizar a la nación de Babilonia para
castigar a Su propio pueblo; y cuando Él termine con esa tarea, entonces va a juzgar a Babilonia.
Y Dios hizo eso. Dios actúa en los asuntos de los hombres en el presente. Pero el problema allí
es este: ¿Cómo puede un Dios santo utilizar a una nación pecaminosa como esa? Y quizá esto
sea un pensamiento nuevo para usted, amigo oyente. A veces uno escucha a predicadores que
dicen desde el púlpito, que Dios no va a usar a una nación mala para disciplinar a otra que quizá
no sea tan mala, por lo menos ante nuestros propios ojos. Pero, amigo oyente, permítanos decirle
que esto es algo que quizá le haga erizar el cabello, si usted cree en la Palabra de Dios, ya que
Dios ha seguido un método de utilizar a una nación pecaminosa para juzgar a un pueblo que es
menos pecaminoso. Ahora, si a usted no le gusta este sistema, pues, tiene que decírselo al Señor,
no nos cuestione a nosotros por esto. Esto es lo que expresa la Palabra de Dios aquí. Y ese era el
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problema que tenía Habacuc. ¿Por qué usaba Dios a Babilonia para disciplinar a Su propio
pueblo? Y Dios va a responder a esa pregunta. Y debemos decir de paso que Él tiene una buena
respuesta para esta pregunta. Dios mediante, en nuestro próximo programa usted se va a enterar
de la queja que tiene Habacuc. Y es algo verdaderamente elocuente, aun de parte suya. Y
permítanos abrir un poquito la puerta aquí, antes de concluir este programa; en el versículo 12
dice:

12
¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh
Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. (Hab. 1:12)

O sea que, Habacuc le pregunta a Dios si no ha cometido algún error. “Tal vez te has
equivocado, tal vez estás haciendo las cosas al revés”. Y le dice a Dios: “¿No vas a utilizarnos a
nosotros para castigarlos a ellos?” Y Dios le dice: “No. Estás equivocado. Yo, lo que quiero es
utilizarlos a ellos para castigarlos a ustedes. Y esto es pues, lo que veremos Dios mediante, en
nuestro próximo programa. Le invitamos a sintonizarnos.

Mientras tanto, le sugerimos leer los restantes versículos de este capítulo 1 de la profecía de
Habacuc para estar más familiarizado con su contenido. De esta forma, en nuestro próximo
estudio le será más comprensible y podrá sacar el mayor provecho posible.

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