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PROGRAMA No.

1181

HABACUC

Introducción - Capítulo 1:1

Amigo oyente, llegamos hoy al pequeño libro de Habacuc. Debemos decir que este es un
libro del cual no se ha predicado muchos mensajes. Hace algún tiempo, no eran muchos los que
se atrevían a dar mensajes basados aquí en este Libro de Habacuc, pero ahora en el presente son
muchos más los que han descubierto el camino a este pequeño libro de Habacuc, y de allí
presentan mensajes. Este es uno de aquellos llamados profetas menores, pero que ya nos hemos
dado cuenta que cada uno de ellos puede ser considerado mayor.

Ahora, nosotros estamos considerando juntos los libros de Nahum, Habacuc y Sofonías, los
cuales tienen mucho en común. Cada uno de estos libros nos presenta una faceta diferente de la
forma en que Dios trata con la humanidad, en lo que se refiere al gobierno de Dios como si fuera
integrado en el gobierno de los hombres, y la forma en que Dios trata con la persona individual.
Esa es una de las razones importantes por la cual estudiamos estos tres libros juntos.

Ahora, otra forma en que son muy similares, es que los tres provienen aproximadamente del
mismo período. De hecho, los tres pudieron haber sido contemporáneos. Existe la posibilidad
de que lo eran, pero es muy difícil señalar una fecha específica, con muchos de estos profetas. Y
en realidad, eso ocurre con muchos libros de la Biblia, cuando uno no puede señalar una fecha
exacta. La razón para esto es que eso no es algo realmente importante. Pero es obvio que
Habacuc, Nahum, y Sofonías; todos entran en un período entre Josías y Joaquín. En ese mismo
período uno puede también incluir a Jeremías. Él entra en este período, cuando el reino del
norte había ido a la cautividad, y cuando el reino del sur estaba a punto de entrar en la cautividad
también. Y después de Josías, cada rey que le siguió a él, era un rey malo. Cada uno trataba de
superar en su maldad al otro. Así es que, tenemos que decir esto, y colocar aquí a tres profetas en

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el mismo período de tiempo, en la misma cápsula del tiempo, por así decirlo, ya que
aparentemente ellos pertenecen juntos. Ellos eran, por así decirlo, contemporáneos.

Ahora, debemos decir que Habacuc es por cierto diferente a los demás. Es diferente a
Nahum. Nahum trató solamente con una nación, y específicamente con Nínive, la capital del
imperio asirio. Y decía que Dios tenía razón al castigarles; no sólo estaba en lo correcto, sino
que Dios era justo y que Dios era un Dios de amor. Y aún Él podía juzgarlos a ellos, porque Él
continúa siendo así.

Ahora, Habacuc enfrenta este problema desde un punto de vista diferente. Aquí tenemos un
hombre que tiene problemas. Y su problema era que él pensaba que Dios no estaba haciendo
algo en cuanto a la iniquidad de Su pueblo. Y eso le molestaba. Y él preguntaba: ¿Por qué no
hace algo Dios? Nosotros pensamos que hay muchas personas hoy, que piensan de la misma
manera. Y dicen: ¿Por qué no actúa Dios en los asuntos de los hombres en el presente? ¿Por qué
no hace Dios algo en cuanto a la posición en la que se encuentra el mundo en la actualidad? ¿Por
qué Dios no actúa? ¿Por qué permite Dios que el hombre no sufra las consecuencias de lo que
está haciendo?

Bueno, amigo oyente, vamos a ver que ese era el problema que tenía Habacuc. En realidad,
debemos señalar que su problema se había multiplicado. Dios le respondió esa pregunta y le
dijo: “Yo estoy preparando una nación que vendrá y llevará esta nación a la cautividad, a no ser
que cambie su forma de actuar; ellos irán a la cautividad en Babilonia, y Yo estoy preparando a
Babilonia”. Y si usted piensa que Habacuc tenía un problema antes, ahora sí que lo tiene de
veras. Su problema es: “¿Por qué utilizarás a Babilonia, una nación que por cierto, es mucho
más impía que Tu propio pueblo, mucho más pagana que Tu propio pueblo, que se ha entregado
más a la idolatría y al pecado que Tu propio pueblo. ¿Y a ellos vas a utilizar para castigar a Tu
pueblo?” Y Dios respondió que sí. Que esto era lo que Él iba a hacer.

Pero, amigo oyente, Dios también dice: “Aún no he terminado Mi labor con Babilonia. Yo
juzgaré a Babilonia. Y éste es mi método”. Vamos a ver esto al entrar al estudio de este
pequeño libro, amigo oyente. Así es que, ante nosotros tenemos a una persona muy interesante,

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en la persona de Habacuc. Él ha escrito un libro muy hermoso. En realidad, son muchos los que
han expresado su admiración en cuanto a la excelencia literaria de este pequeño Libro. Tiene
solamente tres capítulos, y el último es en realidad un cántico o un Salmo de alabanza y
adoración a Dios. Esto es algo realmente muy hermoso, y este libro también es muy importante
en lo que se refiere al Nuevo Testamento.

Vemos que por lo general se acepta que los tres grandes libros de doctrina del Nuevo
Testamento son los libros de Romanos, Gálatas, y Hebreos. Estos tres libros del Nuevo
Testamento citan cosas que se mencionan en Habacuc. La realidad es que todos ellos citan de
este libro, y lo que allí se dice forma el antecedente de su mensaje. Ya veremos eso más
adelante. Hay un versículo, en el capítulo 2, versículo 4, que se cita mucho y que dice: Mas el
justo por su fe vivirá.

Así es que este libro aparece en el horizonte de las Sagradas Escrituras, como un libro de
bastante importancia. No deje usted que la brevedad de este libro le engañe, porque llega a ser
algo muy importante. En realidad, no es cuánto usted dice, lo que cuenta, sino lo que dice. Y
aquí tenemos esto.

Ahora, el nombre de Habacuc significa abrazar. Y esto es todo lo que sabemos en cuanto a
Habacuc, en cuanto a su vida personal. Él no nos dice nada en cuanto a sí mismo. Ni siquiera
pone una fecha a su libro. Muchos profetas cuando comienzan, usted habrá notado, dicen que
han profetizado durante el reino de tal o cual rey de Israel, o rey de Judá. Y por supuesto, uno
puede señalar a éstos. Pero, Habacuc ni siquiera usa eso para ayudarnos. Martín Lutero presentó
una exhibición muy notable en cuanto al nombre Habacuc, lo que significa, como ya dijimos,
abrazar. Y quisiéramos que usted escuche lo que Martín Lutero dijo: “Habacuc significa un
abrazo, o alguien que abraza a otro, lo toma entre sus brazos, él abraza a su gente. Él los toma en
sus brazos, es decir, los consuela, los levanta como cuando uno abraza a un niño que está
llorando, para calmarle, con la seguridad de que si Dios quiere, eso se hará”. Ahora, esa es una
cita bastante hermosa, digamos de paso, que nos revela también algo más, algo relacionado al
corazón mismo de Martín Lutero. Usted puede comprender por qué Martín Lutero, que antes

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había sido un monje, por qué él se casó. Él era una persona muy romántica, digamos de paso, y
esta declaración que hemos leído nos revela eso también.

Ahora, eso es todo lo que se conoce en cuanto al escritor de este libro, con la excepción de
otra cosa que debemos agregar a esto. Y esto es que nosotros le hemos llamado, “El Tomás del
Antiguo Testamento”. Parece que él por cerebro, tenía un signo de pregunta. Su libro es algo
muy fuera de lo común. En el sentido exacto de la palabra, no es una profecía. Es muy similar al
libro de Jonás, en el sentido de que él presenta su propia experiencia. Y su experiencia es que él
tenía una pregunta. Y que él no tenía ninguna respuesta para esa pregunta. Y que la respuesta
que él encontró finalmente, creó una pregunta mucho más grande que la anterior. Por cierto que
se le puede comparar con Tomás. Quizá podríamos presentar esto de otra manera y decir que el
apóstol Tomás, es el Habacuc del Nuevo Testamento, porque ese pequeño libro de Habacuc nos
revela a un hombre que tenía por cierto un gran problema. Él quería tener una respuesta a su
pregunta.

Habacuc nació, en el caso objetivo, en el tiempo pasado pluscuamperfecto, y en el modo


subjuntivo. Y él escribe sobre él un signo de interrogación. Y finalmente, cuando uno llega al
último capítulo, y especialmente en los últimos dos o tres versículos, entonces, uno puede
colocar un signo de admiración. Pero, sobre todo este libro se puede escribir un signo de
interrogación. Y eso era lo que este hombre tenía por cerebro. Y la pregunta es ¿por qué? ¿Por
qué? Y nosotros creemos que podemos reducir la duda de Tomás en el Nuevo Testamento, o la
de Habacuc en el Antiguo Testamento, o las preguntas que se hacen todos los hombres en el
presente, a una sola palabra: ¿por qué? Y creemos que ésta es fundamentalmente la pregunta de
la raza humana. Usted recuerda lo que dice Job, que consideramos ser el libro más antiguo de las
Escrituras. Uno puede escribir sobre todo ese relato allí, un ¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué tuvo
que sufrir Job? Esa era su pregunta. Y amigo oyente, ésa también es su pregunta, ¿no es cierto?
Y es la mía. Podemos reducir todas las preguntas al mínimo común denominador, y es algo que
es básico a todas las preguntas - , ¿por qué? ¿Por qué Dios no hizo algo en cuanto al mal en la
tierra de Israel? ¿Por qué no comienza Dios a juzgar a Su pueblo? Y esa es la pregunta que se
presenta a veces en el presente.

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Ahora, para Nahum es casi la pregunta opuesta, porque Dios estaba actuando allí. Y allí
habría aquellos que podrían presentar la pregunta de ¿cómo puede Dios ser un Dios de amor y
juzgar de la manera en que lo hizo? Y aquí tenemos lo opuesto: ¿Por qué no hace Dios algo en
cuanto al mal que existe en este mundo?

Permítanos decir, amigo oyente, algo en cuanto a la última declaración que encontramos en
este pequeño libro de Habacuc, que dice al final: Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos
de cuerdas. Esto nos revela, por supuesto, que esto es un cántico aquí; esto fue colocado allí
para que lo leyera la orquesta, y para que lo leyera el director del coro. Y como ya hemos dicho,
este último capítulo es un cántico, un Salmo. Y toda esta profecía en su totalidad, es en realidad
una preciosidad. Permítanos decir esto, y es en relación a lo que otros han dicho; porque hace un
momento quizá usted pensó que estábamos hablando en forma demasiado elocuente, en cuanto a
la belleza de este libro. Pero esto también ha sido notado por otros. Daylich escribió: “Su
lenguaje es en su totalidad algo clásico. Lleno de expresiones y palabras raras”. Y Morehouse
dijo lo siguiente: “Se distingue por su poesía magnífica”.

Ahora, este pequeño libro comienza en la penumbra. Pero concluye en la gloria. Comienza
con un signo de interrogación y concluye con un signo de admiración. El libro de Habacuc es un
gran “por qué”. ¿Por qué permite Dios el mal? Es la pregunta que cualquier persona que piensa
se ha hecho. Y creemos que este libro es la respuesta a esa pregunta. ¿Arreglará Dios las
injusticias de este mundo? Bueno, este libro responde a esa pregunta. ¿Va a hacer Dios algo en
cuanto a las cosas equivocadas de este mundo? Bueno, este libro dice que va a hacer algo. Y
este libro es el relato personal del profeta, expresado de manera poética, así como Jonás se
expresó en la prosa.

Ahora, el tema del libro es la fe. Habacuc ha sido llamado el profeta de la fe. Y esa gran
declaración suya en el capítulo 2, versículo 4 que dice: . . . más el justo por su fe vivirá, es citada
tres veces en el Nuevo Testamento. La podemos encontrar en la epístola a los Romanos, capítulo
1, versículo 17. En la epístola a los Gálatas, capítulo 3, versículo 11. Y en la epístola a los
Hebreos, capítulo 10, versículo 38. Y cuando lleguemos a esto, vamos a presentar una
explicación.
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Ahora, al entrar en este pequeño libro, quisiéramos presentar nuestro bosquejo de lo que
tenemos en nuestras notas y bosquejos que enviamos a los oyentes. En el capítulo 1, tenemos la
perplejidad del profeta. En el capítulo 2, tenemos la claridad del profeta. Podríamos haber
dicho, la percepción del profeta; pero quizá sea expresada mejor en esta otra palabra que hemos
utilizado. Aquí tenemos, pues, la percepción del profeta, en el capítulo 2. Y en el capítulo 3,
tenemos el placer del profeta.

Usted puede darse cuenta, amigo oyente, que este es un libro pequeño, pero muy destacado,
dividido como expresamos, de esta manera. Llegamos ahora al capítulo 1. En el capítulo 1,
apreciamos el primer problema del profeta. Y eso lo vemos en los primeros cuatro versículos.
¿Por qué permite Dios el mal? Esta es la pregunta. La segunda división nos presenta la
respuesta de Dios para esa pregunta en los versículos 5 al 11. Dios estaba levantando a los
caldeos para castigar a Judá, porque Dios castiga el pecado. Y entonces, tenemos la tercera
división que presenta el profeta. Y es el segundo problema del profeta que es mayor que el
primero. ¿Por qué permite Dios que Su pueblo sea castigado por una nación que es más impía
que lo que son ellos? ¿Por qué no destruye Dios a los caldeos? Bueno, ese es nuestro problema;
y ese era su problema. Y ahora, va a ser nuestro problema al observarle a él. Así es que,
observemos ahora a Habacuc, el hombre con los problemas. Y vamos a comenzar con el capítulo
1, versículo 1, que dice:

1
La profecía que vio el profeta Habacuc. (Hab. 1:1)

Ahora, esto se refiere al juicio que observó o que vio el profeta Habacuc. Y no se refiere a la
pregunta que él hace aquí, sino a la respuesta que da el Señor. Y la respuesta del Señor es en
realidad la profecía. Y es el juicio o castigo, es decir, la forma en que esto encaja en este cuadro.

Y con esto, concluimos este primer versículo del capítulo 1 de Habacuc. No hemos avanzado
mucho hoy, en cuanto al texto mismo de este libro, pero pensamos que es bueno establecer una
base sólida para esta maravillosa profecía que vamos a considerar, Dios mediante, en nuestro
próximo programa.

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Mientras tanto, le aconsejamos una vez más, como lo hacemos frecuentemente, a que usted
se prepare para nuestro próximo estudio. Y la mejor forma en la que usted puede hacer esto, es
leyendo el primer capítulo de este libro de Habacuc. Y bien, amigo oyente, en nuestro próximo
programa, continuaremos nuestro recorrido por este libro de Habacuc, observando a este hombre,
a quien hemos llamado el “Tomás del Antiguo Testamento”, el hombre que tenía un signo de
interrogación por cerebro. Aunque debemos decir de paso, que hizo muy buenas preguntas y
recibió también, muy buenas respuestas de parte de Dios. Esto es pues, lo que vamos a observar
al recorrer este libro de Habacuc.

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PROGRAMA No. 1182

HABACUC

Capítulo 1:2 - 9

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio de este pequeño libro de Habacuc, a quien
hemos llamado: “El Tomás del Antiguo Testamento”, el hombre que tenía un signo de
interrogación por cerebro. Pero debemos decir, de paso, que él hizo preguntas muy buenas. No
podemos acusar a este hombre por las preguntas que hizo, porque fueron preguntas muy buenas,
y demandan una buena respuesta. Y Dios le dio a él muy buenas respuestas a sus preguntas. La
primera pregunta que él hace, es una pregunta que, estamos seguros, muchos de nosotros hemos
hecho también, y llegamos a ella ahora en esta primera sección que tenemos aquí.

En el capítulo 1 tenemos la perplejidad del profeta. Y él presenta aquí su primer problema


diciendo: ¿Por qué no hace Dios algo en cuanto al mal? Y como vimos en el versículo 1, la
profecía que tenemos aquí es la respuesta que Dios le da a las preguntas que presenta el profeta.
El versículo 2 de este capítulo 1 de Habacuc, dice:

2
¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la
violencia, y no salvarás? (Hab. 1:2)

Habacuc, en realidad, está diciéndole al Señor, que Dios está negándose a responder sus
oraciones. En una noche de desespero, él clama porque ve violencia a su alrededor, y nota que
Dios no está haciendo nada en cuanto a eso. Y aparentemente, Él no está diciendo nada
tampoco. Esta es la elegía de Habacuc, y él llegará a concluir este libro, sin embargo, con un
himno de alabanza que expresa gozo. Pero, si usted, amigo oyente, tiene alguna pregunta,
opinamos que debería llevarla al Señor, de la misma manera en que lo hizo este hombre, y usted
recibirá la respuesta de Dios, si usted es sincero en la pregunta que presenta ante Él. Habacuc

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continúa ahora, y su pregunta es un gran ¿Por qué? Leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo
1 de Habacuc:

3
¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia
están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. 4Por lo cual la ley es debilitada, y
el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale
torcida la justicia. (Hab. 1:3-4)

Aquí está su pregunta: ¿Por qué? Es decir, él está diciendo: ¿Por qué Dios permite que
continúe el mal y que aumente la iniquidad y la injusticia, el pleito, la contienda, y la violencia, y
no hace nada en cuanto a esto? Y esa es una pregunta mayúscula la que él se hace. ¿POR QUÉ?
Y él hace esta pregunta con bastante énfasis.

Ahora, esta es una pregunta antigua y a la vez, es una pregunta nueva, una pregunta que usted
puede hacerse hoy. Observemos esto en detalle. Ya hemos sugerido que este hombre escribió su
libro en una época durante el reinado de Josías, o después de Josías, ya que él fue el último rey
bueno que hubo. A él, le siguió Joacaz, quien fue un rey malo, y él reinó solamente tres meses.
Luego llegó Joaquín, y éste reinó once años, y también fue un rey muy malo. Esta era una época
de desintegración, era una época de deterioro y degradación del reino. Era una época cuando la
ley de Moisés estaba siendo quebrantada. Y por supuesto, era un momento cuando ellos se
estaban apartando de Dios. ¿Por qué?

Ahora, uno puede resumir todo esto diciendo: “¿Por qué Dios permite el mal? ¿Por qué
permite Él, el mal?” En cierta ocasión un profesor universitario estaba conversando con otro, en
cuanto a la actitud de algunos profesores universitarios que son incrédulos, y que utilizan cierto
método para poner dudas en las mentes de los estudiantes que creen en Dios. Ahora, estos dos
profesores que conversaban eran creyentes. Y lo que un profesor impío utiliza es un método que
trata de destruir la fe de los jóvenes, y que ataca la integridad de la Palabra de Dios. Y lo que
ellos hacen, en primer lugar, es presentar una pregunta como ésta: ¿No me diga que usted cree
que un Dios de amor, permitiría el mal en el mundo, verdad? ¿Piensa usted que un Dios de
amor, un Dios amante, de un corazón tierno, permitiría el sufrimiento en el mundo? O sea que,

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tales profesores destruyen la confianza en Dios. Y destruyen, entonces, la confianza en la
Palabra de Dios.

Usted recordará que el enemigo, utilizó este mismo método con Eva. “¿Me quieres decir –
dijo la serpiente – que Dios no quiere que tú comas del fruto de ese árbol? ¿Por qué? Éste es el
árbol más delicioso de todo este jardín, y abrirá tus ojos, y llegarás a ser como Dios. Y no puedo
creer que un Dios tan bueno no quiera que tú no comas del fruto de ese árbol. Eso no lo puedo
comprender”. Y él estaba destruyendo una creencia en Dios, de si Él era bueno o no lo era. Y
ese es siempre el mismo método que utiliza.

Observemos ahora la pregunta que hizo Habacuc, de cómo ésta calza bien en la situación
local de su día. La gente parecía estar saliéndose con la suya, en cuanto a los pecados. Dios,
parecía que no estaba haciendo nada; por lo menos, eso era lo que pensaba Habacuc. Y su
pregunta era: “¿Por qué no actúa Dios en cuanto al pecado? ¿Por qué no juzga Dios al impío?
¿Por qué permite Dios que los hombres impíos, así como también las mujeres impías,
prosperen?” Y, ¿no es ésta una buena pregunta para hoy, amigo oyente? ¿No es ésta una
pregunta que usted se haría en el presente? Estamos seguros de que muchos de los hijos de Dios
han dicho: “Bueno, y ¿por qué no actúa Dios ahora? ¿Por qué permite Dios que ocurra todo este
mal a nuestro alrededor? ¿Por qué permite que los ricos se salgan con la suya? Y, ¿por qué tiene
que llevar tal carga, una familia normal y corriente? La persona normal y corriente tiene que
pagar sus impuestos, tiene que pagar más cuando aumenta la gasolina, mientras que aquellos que
son ricos no notan mucho la diferencia. Ellos tienen mucho más dinero para poder pagar estas
cosas. Por esa razón, no sufren tanto. ¿Por qué, pues, Dios no hace algo en cuanto a esto?” ¿No
es esa su pregunta, amigo oyente?

Debemos decir que esa era la pregunta de David. Esta pregunta, esta duda, casi le roba a
David su propia fe. David dijo, usted recordará, allá en el Salmo 73, versículos 2 y 3: En cuanto
a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los
arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Bueno, David decía: “Yo miraba a mi
alrededor, y ¿quién es aquel que está prosperando? Es el impío. ¿Por qué no hace Dios algo en
cuanto a eso?” Y esa era la pregunta que se hacía Habacuc. “¿Por qué no actúa Dios en el día de
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hoy? ¿Por qué permite esto?” Eso aparentemente, estaba ocurriendo durante el reino de este rey
impío, y no se estaba obedeciendo la ley entonces. En esa época abundaba la anarquía y el
desorden, la maldad se podía apreciar por todas partes, y parecía que la gente se estaba saliendo
con la suya. Hasta parecía que la nación no iba a sufrir por eso. Y eso le molestaba mucho a
Habacuc. Este hombre está preocupado por eso, porque él tenía un corazón muy tierno. A él no
le gustaba ver cómo era agobiado el pueblo, como estaba sucediendo entonces.

Ahora, si usted observa lo que está ocurriendo a su alrededor, amigo oyente, en el mundo del
presente, lo que está sucediendo aún en su propia nación, lo que está sucediendo en su propia
ciudad, pensamos que es lo mismo que lo que me ocurre a mí. Ah, los políticos expresan mucha
preocupación por mí. Ellos van a reducir los impuestos que tengo que pagar, sin embargo, suben
todos los años. Ellos dicen que se están preocupando mucho por mí, tanto en la capital de la
nación, como en la capital de la provincia, y que siempre están pensando en mí, pero tengo la
impresión de que no se acuerdan mucho de mí. Parece que están pensando mucho más, en
cuanto a ellos mismos. Estamos viviendo en la misma clase de día que vivía este profeta, amigo
oyente, cuando abunda la impiedad. ¿A quién puede creer uno en el presente? ¿Y por qué no
hace Dios algo en cuanto a esto? ¿Por qué no actúa en la nación? Esa era la pregunta que se
hacía Habacuc. Este hombre tenía un corazón muy tierno. Y amigo oyente, Dios está diciendo
que Él tiene una respuesta para el profeta. Y Dios también tiene una respuesta para usted en el
día de hoy. Notemos lo que dice el versículo 5 de este capítulo 1 de Habacuc:

5
Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días,
que aun cuando se os contare, no la creeréis. (Hab. 1:5)

Dios está diciendo: “Habacuc, cuando Yo te diga lo que en realidad estoy haciendo, va a ser
difícil para ti creerlo, porque en vez de no estar haciendo nada, estoy haciendo mucho, por
cierto”. Y lo que va a ocurrir es que finalmente Habacuc le va a pedir a Dios que no actúe tan
rápido, cuando descubra todo lo que Él está haciendo, y cuán pronto está actuando, cuántas cosas
Él está haciendo. Así es que, Dios le está diciendo a Habacuc: “Quiero que sepas que yo estoy
actuando entre las naciones. Y a pesar de toda la anarquía y de toda la guerra, y los pecados en
todas las naciones, – Dios dice – Yo las estoy gobernando, Yo estoy actuando en juicio”.
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Ahora, ¿cómo va a hacer esto Él? Dios le va a dar a Habacuc la respuesta. Dios va a hacer
algo en cuanto a todo esto, y esto va a crear una pregunta mucho más grande para Habacuc, pero
por cierto que él se dio cuenta que Dios está haciendo algo. Ahora, notemos lo que dicen los
versículos 6 y 7 de este capítulo 1 de Habacuc:

6
Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la
anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. 7Formidable es y terrible; de ella
misma procede su justicia y dignidad. (Hab. 1:6-7)

Él está hablando aquí de los caldeos, los babilonios que vendrán. Los babilonios eran ley
para sí mismos. No reconocían a nadie como superior a ellos. En efecto, eran la raza superior.
Y ¿cuándo hemos escuchado eso antes? Ellos pensaban que eran la raza dominante. Y que ellos
eran quienes iban a establecer las normas para el resto del mundo. Así es como ellos lo veían.
Ellos hacían sus propias leyes; y ellos iban a venir contra el pueblo de Dios. Ahora, notemos lo
que dice aquí el versículo 8:

8
Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y
sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se
apresuran a devorar. (Hab. 1:8)

¡Qué cuadro el que tenemos aquí, amigo oyente! De paso, digamos que los babilonios
utilizaban la caballería más que cualquier otra nación. Usted recuerda que los asirios utilizaban
los carros. Y también hacían eso los egipcios. Ahora, los asirios tenían el último modelo en
cuanto a carros de guerra se refiere. Pero, los babilonios tenían un método diferente. Ellos
utilizaban la caballería. Y ellos iban a bajar contra el pueblo de Dios. O sea que, Dios está
diciendo aquí: “Yo no voy a permitir que ustedes se salgan con la suya, que ustedes queden
impunes en cuanto a sus pecados. Ustedes piensan que Yo no estoy haciendo nada. Bueno, Yo
estoy preparando a una gran nación que caerá sobre ustedes, procedente de las riberas del río
Eufrates, y cuando llegue el tiempo apropiado, si Mi pueblo no se vuelve a Mí, entonces, voy a
soltar contra ellos a los babilonios”. Y eso ocurrió, amigo oyente. Y la historia de la destrucción

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de Jerusalén es algo, amigo oyente, que es feroz y terrible; y casi es indescriptible las cosas que
ellos hicieron cuando llevaron a esa gente cautiva.

Ahora, esto provocó una nueva pregunta de parte de Habacuc. Si él antes tenía algo que
preguntar, ahora sí que es cierto que lo tenía. Y aquí en el versículo 9, comenzamos leyendo en
su primera parte:

9
Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, (Hab. 1:9a)

O sea que, el Señor dice: “Mi pueblo antes ha estado tomando parte en la violencia, pero
hasta ahora no han visto nada. Esperen hasta que lleguen los babilonios y verán. Y el versículo 9
en su totalidad, dice:

9
Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como
arena. (Hab. 1:9)

Y ellos capturaron a este pueblo. Nabucodonosor atacó tres veces la ciudad de Jerusalén. La
última vez, quemó la ciudad y también el templo y se los llevó cautivos a ellos. El profeta
Habacuc era quien había dicho que Dios no estaba haciendo nada. Y usted recuerda lo que dijo
el escritor del libro de Eclesiastés, allá en el capítulo 8, versículo 11, dice: Por cuanto no se
ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos,
dispuesto para hacer el mal. Amigo oyente, en la primera ocasión que ellos hicieron el mal,
quizá se preguntaron qué sucedería, quizá iban a ser castigados del cielo, o algo por el estilo.

Un gran número de jóvenes, si tienen ocasión, cuando son muchachos, se pueden robar la
fruta del vecino. Y hay veces que cuando hacen algo así, puede tronar o relampaguear, y piensan
que puede ser el Señor que los está juzgando en ese mismo instante. Pero pronto se dan cuenta
que eso no es así. Que el trueno y los relámpagos no son el juicio de Dios contra ellos, y pueden
continuar haciendo eso sin temor, por lo menos de parte de Dios. Y, amigo oyente, eso es lo que
la gente piensa cuando cometen algún pecado. En el pasado, los pecados se cometían tanto como
ahora, pero se hacían a escondidas.

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Hay algunos que opinan que la naturaleza humana ha cambiado. Sin embargo, la naturaleza
humana es siempre la misma, amigo oyente. La diferencia con el día de hoy, es que lo que antes
se hacía en secreto, en forma encubierta, hoy se está haciendo abiertamente. A mucha gente no
le preocupa pecar abiertamente. Así es que, no ha habido ninguna clase de mejora. En cierta
ocasión, una pareja joven fue entrevistada en la televisión; no estaban casados sino que estaban
viviendo juntos. Y todo el mundo comentaba de la honradez de ellos. Y nosotros nos
preguntamos, ¿de qué clase de honradez les estaban alabando? Amigo oyente, en tiempos
pasados, cuando alguien hacía algo así, lo hacía a escondidas. No se presentaba así abiertamente.
Pero hoy ocurre todo lo contrario. Ahora, ¿hace esto que el pecado sea algo diferente? ¿Cambia
eso el hecho de que esta clase de cosas es pecaminosa y mala ante los ojos de Dios? Bueno,
amigo oyente, ante Él, es la misma clase de pecado que antes.

Y eso es lo que sucedió con la nación de Israel. Pensamos que la primera vez que
desobedecieron los Diez Mandamientos, quizá temblaron; se preguntaban si el juicio no caería
sobre ellos de forma inmediata. Si no descendería fuego del cielo para consumirlos. Pero, ya
que el castigo contra una obra mala no se realiza en forma inmediata, los corazones de los
hombres se endurecen, y es como leímos anteriormente: Por cuanto no se ejecuta luego
sentencia contra la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto
para hacer el mal. Y eso hace que continúen cometiendo pecados, uno tras otro. Y estamos
viviendo en una época cuando la gente no piensa o no cree en el castigo de Dios. Son como lo
era Habacuc, en esta ocasión.

Habacuc estaba rogando que Dios hiciera algo en cuanto a la nación. Estaban pecando, y se
empeoraban cada día y cometían sus pecados abiertamente. Él dice que ellos eran malos, que
eran violentos. Que existía una gran inmoralidad. Y que Dios no estaba haciendo nada en
cuanto a eso. Y ¿piensa usted lo mismo en cuanto a las condiciones del día de hoy? ¿Está Dios
haciendo algo en cuanto a esto? Bueno, parece que no fuera así, ¿verdad? Y esto ha provocado
que un grupo de teólogos saliera con una idea nueva, la cual no es muy nueva, por cierto, pero
ellos dicen que Dios ha muerto, que Él ya no está aquí. Y lo que quieren decir es que nunca ha
habido un Dios, que no hay Dios. Eso es lo que están tratando de decir. ¿Por qué? Porque Él no
interfiere en los asuntos de los hombres. Pero, ¿es acaso cierto que Él no está interfiriendo en los
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asuntos de los hombres en el presente? ¿No está acaso Dios en control en el día de hoy? ¿No
está actuando hoy?

Cuando una nación progresa y se hace rica, la gente se despreocupa, hasta los mismos hijos
de Dios se despreocupan. Y a veces nos preguntamos: ¿cuánto viviremos, cuánto más
existiremos? Y se hace la pregunta: ¿Hace algo Dios en cuanto al mal? Y Dios está diciendo
que sí, que lo hace. Dios dice: “Habacuc, tú pensabas que Yo no estaba haciendo nada; bueno, tú
no sabías en cuanto a esto, pero en las riberas del río Eufrates se encuentra una de las naciones
más brutales; y cuando llegue la ocasión, ellos descenderán contra esta nación, y ellos vendrán
contra Mi pueblo y lo cautivarán, lo llevarán cautivo, para que no escapen del castigo por su
pecado. Tú pensabas que Yo no respondía a tu oración. Tú pensabas que Yo no estaba haciendo
nada en cuanto al pecado. Pero, Yo estoy haciendo mucho en cuanto al pecado”.

Y pensamos, amigo oyente, que si usted pudiera observar detrás del pecado y ver lo que Dios
está haciendo, de seguro que le aterraría en este mismo instante. Sería aterrador para usted,
poder ver que Dios en realidad está actuando contra Su propia nación. Y Él actúa de esta manera
contra cualquier nación que antes haya tenido algún conocimiento de Él. Y usted sabe amigo
oyente, que hay algunas naciones que se dicen ser cristianas, y el mundo las conoce como
naciones cristianas, porque en el pasado han tenido algún conocimiento superficial de Dios. Y en
ellas, se reverenciaba la Biblia. No había muchos que conocieran mucho en cuanto a la Biblia,
pero, la Palabra de Dios se reverenciaba. Pero, en el presente, es totalmente ignorada, es
despreciada por toda la nación. Y a veces cuando una persona va a ocupar un cargo oficial en el
gobierno, pone su mano sobre la Biblia para jurar, pero pronto se olvida de lo que dice dentro de
ella. Amigo oyente, ¿no está haciendo Dios nada hoy? Bueno, nosotros pensamos que sí lo está
haciendo. Y si nosotros solo pudiéramos contemplar, si pudiéramos saber lo que Dios está
haciendo, por cierto que nos aterraría en alto grado.

Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, en nuestro próximo
programa, vamos a ver cómo Dios responde a la segunda de las preguntas que tiene Habacuc, la
cual ahora es de más importancia que lo que era la primera pregunta. Le invitamos, pues, a
acompañarnos, mientras continuamos nuestro recorrido por este libro de Habacuc.
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PROGRAMA No. 1183

HABACUC

Capítulo 1:10 - 12

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por este maravilloso aunque pequeño
libro de Habacuc, y vemos que este es un hombre con un problema. Él tenía una pregunta. Él
había observado a su alrededor a su propia nación. Y al observar a su alrededor, él pudo ver el
pecado de su pueblo. Y hablando honestamente, él fue tocado por esto y se preguntaba por qué
Dios no hacía algo en cuanto a esto. Hay muchos que opinan que esto fue durante el reinado del
rey Joacim. Esto podría haber sido en ese entonces, o algún tiempo antes de eso. Creemos que
él comenzó su ministerio durante el reino de Josías, y luego los reyes se sucedieron rápidamente
después de eso. O sea que, ellos no duraban mucho tiempo en el poder. Y todos ellos eran
malos. Era una época de anarquía. La ley de Dios se había dejado de lado, y había mucha
violencia en la tierra. Y la pregunta de este profeta a Dios era: ¿Por qué no haces algo en cuanto
a esto? ¿Por qué permite Dios el mal? ¿Por qué permite Él que su pueblo se salga con la suya en
todo esto? Y, ¿por qué es que en el presente el pecador es quien está prosperando? No son los
humildes los que están prosperando en la tierra hoy. Por el contrario, son los orgullosos, los
arrogantes, los impíos. Y uno mira a su alrededor y puede preguntarle a Dios: “¿Por qué?” Y
esa es la misma pregunta que este hombre le ha hecho a Dios. “¿Por qué me haces ver
iniquidad? ¿Por qué estás permitiendo esto?” Ahora, Dios tenía una respuesta para él. Y en el
versículo, 5 dice:

5
Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días,
que aun cuando se os contare, no la creeréis (Hab. 1:5)

Es decir, que Dios le está diciendo que abra los ojos, que mire, que observe a su alrededor.
Le dice: “Yo estoy haciendo algo en cuanto a esto”. Y le está diciendo que tenga una visión más

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amplia, que tenga una perspectiva, que vea lo que Dios está haciendo. Y que si él observaba a su
alrededor, él podría ver que estaban ocurriendo algunas cosas, una crisis sucedía a otra. Hoy el
imperio asirio en el norte ha sido conquistado y su capital, la ciudad de Nínive, ha sido destruida.
Y ahora, está levantándose en las orillas del río Eufrates un reino que será conocido como el
reino babilónico. Y ellos ya han avanzado contra Egipto. Ya tuvo lugar la batalla de Carquemis.
Nabucodonosor ha obtenido la victoria. Y ahora se está convirtiendo en un gran poder mundial.
Ahora, Dios dice: ¿Piensas que no estoy haciendo nada? Dios está diciendo: “Yo estoy muy
ocupado. Estoy tomando parte en todo esto. No estoy solamente sentado a un lado tomando nota
de lo que está sucediendo en este pequeño mundo. Estoy tomando parte activamente en todo
esto”.

Usted sabe que hay un punto de vista, aun de parte de aquellos que creen en un Dios, de que
la creación de Dios es como un reloj; que Dios lo creó, le dio cuerda, y luego lo dejó y se fue. Y
luego, por supuesto, existe otro punto de vista, opuesto a ése, y es el panteísmo, que es la suma
total de todo. Bueno, amigo oyente, ninguno de estos puntos de vista es, por supuesto, un punto
de vista bíblico. La realidad es que la creación no es un reloj, y Dios no está atado por el papeleo
de esta tierra. Él no es parte de esto, de ninguna manera. Él puede y es capaz de moverse en el
presente. Usted probablemente recuerda algo de la mitología griega, cuando los griegos se
estaban apoderando de la ciudad de Troya, de algo que se menciona allá en la “Ilíada de
Homero”. Se trata del sacerdote Laocoonte, quien acompañado de sus hijos cometió una
equivocación y fueron atacados por serpientes. Y usted recuerda que estas serpientes se
entretejieron, por así decirlo, con estos hombres, y al enroscarse alrededor de sus cuerpos, los
asfixiaron; estas serpientes quebraron todos los huesos de sus cuerpos.

Bueno, Dios no está envuelto en Su creación a tal punto donde Él quede sujeto a ella. Y Él
tiene que hacer ciertas acciones, ciertas cosas, porque está obligado a hacerlo. Dios no está
envuelto de esa manera. Dios está actuando de manera soberana en este universo. Y él estaba
haciendo algo por cierto. Así es que, aquí en este versículo 5 del capítulo 1 de Habacuc, leemos:

5
Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días,
que aun cuando se os contare, no la creeréis. (Hab. 1:5)
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Y el Apóstol Pablo, en ese gran sermón que él predicó en Antioquía de Pisidia, el cual
nosotros siempre consideramos como uno de sus mejores sermones, es un sermón al que
desafortunadamente se presta poca atención en el presente, pero, en ese sermón él cita algo del
libro de Habacuc. Y vamos a ver lo que nos dice allá en el libro de los Hechos de los Apóstoles,
capítulo 13, versículos 38 al 41. Dice: Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de
él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no
pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. Mirad, pues, que no venga
sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y
desapareced; porque yo hago una obra en vuestros días; obra que no creeréis, si alguien os la
contare.

En este versículo 41 del capítulo 13 de los Hechos, él está citando el versículo 5 del primer
capítulo de Habacuc. Nosotros nunca hubiéramos creído que iba a ser usado de esta manera,
pero Pablo lo utilizó así. O sea que, él está diciendo que Dios ha provisto una salvación; y eso
tuvo lugar, como él dice en otra ocasión; esto no fue hecho en algún rincón porque judíos de
todas partes se encontraban allí. Y ellos llevaron ese mensaje, esa palabra, a todas partes: de que
Jesús de Nazaret había muerto en una cruz; y la noticia de que Él había resucitado de entre los
muertos, se esparció y que también, en el día de Pentecostés donde ellos estaban otra vez
reunidos, el Espíritu Santo descendió sobre un pequeño grupo, y multitudes fueron salvadas
durante ese momento y en días siguientes. Ese mensaje salió, pero el mundo lo ignoró. El
mundo romano lo ignoró al principio. Y Pablo está diciendo que Dios está haciendo una obra, y
el mundo dice hoy: “¿Por qué no hace Dios algo en cuanto a esto?” Amigo oyente, Dios ha
hecho algo en cuanto a esto. Hace más de 2.000 años Él envió a Su Hijo a morir en la cruz. Él
entró así en los asuntos de este mundo y dice que va a volver a entrar otra vez en los asuntos del
mundo. Y hoy, el mundo sigue tranquilamente adelante, sin preocuparse, divirtiéndose - Ah,
comamos y bebamos que mañana moriremos. Y en efecto, vamos a morir; esa es una realidad.

Pero, amigo oyente, Dios está actuando. Y es algo realmente maravilloso la forma en que
Pablo ha utilizado este pasaje de las Escrituras. Ahora, volviendo aquí a la profecía de Habacuc,
en el primer capítulo, Dios está especificando lo que está haciendo; y en el versículo 6, podemos
leer:
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6a
Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, (Hab. 1:6a)

Dios le dice a Habacuc: “Mira a tu alrededor, allá en las orillas del río Eufrates, se está
levantando una nación que llegará a ser una gran potencia mundial. Y por cierto que llegó a ser
eso. Era la cabeza de oro. De las cuatro bestias, es el león. Es la nación número uno en el
desfile de Dios de las grandes naciones del mundo. Y en ese entonces, tenía una gran
civilización. Y Dios dice que Él está levantando a esa nación. Ahora, escuche usted lo que dice
aquí en el versículo 6:

6
Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la
anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. (Hab. 1:6)

Ellos se van a apoderar de sus tierras. Esto es algo que realmente sacudió a Habacuc, de que
algo así llegara a ocurrir. Y lo que tenemos aquí es una descripción muy buena del imperio
babilónico. Son señalados muy claramente aquí. Se la describe como una nación cruel, que está
tratando de llevar a cabo una conquista mundial. Dijimos en el programa anterior, que se habían
apoderado de la ciudad de Jerusalén. Tres veces la tomaron, y en la última vez la dejaron hecha
cenizas. Y ahora aquí en el versículo 7, leemos:

7
Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad (Hab. 1:7)

O sea que, ellos tenían mucha confianza en sí mismos. Se jactaban de su gran poder, y
dependían de él. Esto lo vimos representado de una manera muy clara en la persona de
Nabucodonosor, el fundador de este gran imperio. Usted recordará que él tenía este problema.
En realidad, era un tipo de enajenación mental, la que él tenía. Él sufría de egomanía. Puede ser
que los siquiatras del presente le llamen histeria, una sicosis maníaco-depresiva, lo que tenía este
hombre. Pero, llegó un momento cuando él ni siquiera sabía quién era. Él salió y comía hierba
con los animales. De paso, digamos que Habacuc sugiere eso aquí. Pero él describe algo de esa
nación, y lo vimos en la oportunidad anterior, y leímos esto en el versículo 8, que decía:

8a
Sus caballos serán más ligeros que leopardos (Hab. 1:8a)

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Y ellos le daban mucha importancia a la caballería. Y este mismo versículo continúa
diciendo:

8b
y más feroces que lobos nocturnos, (Hab. 1:8b)

Y, amigo oyente, los lobos hambrientos son sumamente feroces. Y quienes viajan por
regiones donde hay muchos lobos aconsejan que si uno se encuentra con lobos que no han
podido comer por algún tiempo, quizá porque todo está cubierto de nieve, dicen que la mejor
forma de defenderse es dando muerte a uno de los lobos, y cuando uno de estos animales está
muerto y comienza a sangrar, entonces los demás lobos caen sobre ese animal muerto para
comérselo. Y entonces, cualquier persona o grupo de personas que se encuentren viajando por
esa zona, tendrá oportunidad de escapar, porque los animales ya no le prestarán atención. Ahora,
el profeta los está describiendo aquí. Y dice en la tercera parte del versículo 8:

y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que
se apresuran a devorar. (Hab. 1:8c)

Esta gente se comporta como animales feroces, como aves feroces que se dan un festín con
sus víctimas. Y esa es la historia de los caldeos, los babilonios. Ahora, el versículo 9 dice:

9
Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como
arena. (Hab. 1:9)

Usted debe recordar lo que vimos al principio, y que fue algo que señaló Habacuc en cuanto a
su propio pueblo, y nos estamos refiriendo a la violencia. La violencia era una de las cosas que
caracterizaba el pecado. Y Dios está diciendo: “Yo le voy a dar a esta gente una buena cantidad
de violencia, es decir que ellos iban a recoger el fruto de sus acciones”. Todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. (Gal. 6:7). Y ellos iban a saber lo que era en realidad la violencia.

Y aquí dice: el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena. Es decir, que ellos
tienen delante de sí un sólo propósito, y es el de capturar gran cantidad de naciones, tantas

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naciones o pueblos o personas como sea posible apoderarse, y hacer esclavos de ellos. Eso fue lo
que hicieron con el reino del sur de Judá. Y ahora aquí en el versículo 10, continuamos leyendo:

10
Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y
levantará terraplén y la tomará. (Hab. 1:10)

Usted puede ver que ellos se burlan de los demás reyes. Podemos decir, que ellos confían en
su propia fortaleza, en sus propios dioses paganos, y con la misma arrogancia que habían
demostrado los asirios antes de ellos, marchan ahora a través de la tierra. Este es pues, el cuadro
que se nos presenta aquí. Notemos ahora lo que se nos dice aquí en el versículo 11 de este
primer capítulo de Habacuc:

11
Luego pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios. (Hab.
1:11)

Y eso fue precisamente lo que sucedió con Nabucodonosor. No vamos a tomar el tiempo de
ir aquí a ver lo que se nos dice allá en el libro de Daniel, porque ya hemos recorrido ese territorio
antes. Pero, usted quizá pueda recordar que, cuando estudiábamos el libro de Daniel, allá en el
capítulo 4, versículo 30, llegó un día cuando el rey Nabucodonosor dijo lo siguiente: “¿No es
esta la gran Babilonia que yo edifiqué?” Él estaba lleno de orgullo. Era una de esas personas
egocéntricas que sufren de una manía egoísta. Y en el día de hoy hay unas cuantas personas que
son así también y confían en sí mismas, no confían en Dios.

Podemos decir, sin lugar a dudas, que en muchas naciones, en el ambiente político
especialmente, falta mucho la humildad. No hay ninguna duda en cuanto a eso. Cuando habla
este partido político o aquel otro, ninguno en particular para señalar, por supuesto, sino que todos
hablan del mismo modo, se jactan de lo que pueden hacer, o de lo que han hecho. Y señalan a
los demás como que no son capaces, que no tienen facultades de hacer esto o aquello. Sin
embargo, todo esto es como nos está explicando aquí el profeta, que estamos confiando en
nuestra propia fuerza, en nuestra propia fortaleza, en nuestra propia habilidad. A veces nos
cansamos de mirar los programas de televisión donde uno escucha a personas que se están

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jactando de todo lo que han logrado, lo que en realidad no es mucho. Nos hace recordar de esa
montaña que concibió y que dio a luz. Y, ¿qué fue lo que dio a luz? ¿Otra montaña? No. Lo
que dio a luz fue un ratón. Y así son los logros de muchas personas en el presente. Se jactan
tanto que se parecen a esta montaña. Sin embargo, lo que han realizado no es más grande que un
ratoncito. ¡Qué cuadro el que tenemos aquí, amigo oyente! Y este es un cuadro de Babilonia.

Ahora, esto causó mucha impresión en Habacuc. Si usted piensa que él tenía un problema
antes, él por cierto que lo tiene ahora. Y es un verdadero problema. Y su verdadero problema es
este; él dice: “Yo pensaba que Dios no estaba haciendo nada, pero ahora veo que Él está
haciendo algo. Pero, Él no está haciendo lo que yo pensaba que haría. Y Él está haciendo las
cosas de una manera diferente a lo que yo pensaba que Él haría”. O sea que, ahora su pregunta es
esta: “¿Por qué va a usar Dios a los babilonios, que son mucho más impíos que los de Judá, más
impíos que el mismo pueblo de Dios? ¿Por qué usa Él una nación que es más cruel que lo que
eran ellos para castigarlos a ellos, que eran menos crueles? ¿Por qué haría Dios eso?” Bueno,
ese es el mismo problema que encontramos allá en el libro de Isaías, como usted bien recuerda.
Dios dijo en Isaías, capítulo 10, versículo 5: Oh, Asiria, vara y báculo de mi furor”. Dios estaba
diciendo que Él iba a usar a Asiria como látigo. La iba a usar para castigar al reino del norte. Y
Él hizo eso, pero también Dios dijo: “Pero luego yo voy a juzgar a la nación de Asiria”. Y Dios
también hizo eso.

Y aquí tenemos la misma cosa. Dios dice que Él va a utilizar a la nación de Babilonia para
castigar a Su propio pueblo; y cuando Él termine con esa tarea, entonces va a juzgar a Babilonia.
Y Dios hizo eso. Dios actúa en los asuntos de los hombres en el presente. Pero el problema allí
es este: ¿Cómo puede un Dios santo utilizar a una nación pecaminosa como esa? Y quizá esto
sea un pensamiento nuevo para usted, amigo oyente. A veces uno escucha a predicadores que
dicen desde el púlpito, que Dios no va a usar a una nación mala para disciplinar a otra que quizá
no sea tan mala, por lo menos ante nuestros propios ojos. Pero, amigo oyente, permítanos decirle
que esto es algo que quizá le haga erizar el cabello, si usted cree en la Palabra de Dios, ya que
Dios ha seguido un método de utilizar a una nación pecaminosa para juzgar a un pueblo que es
menos pecaminoso. Ahora, si a usted no le gusta este sistema, pues, tiene que decírselo al Señor,
no nos cuestione a nosotros por esto. Esto es lo que expresa la Palabra de Dios aquí. Y ese era el
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problema que tenía Habacuc. ¿Por qué usaba Dios a Babilonia para disciplinar a Su propio
pueblo? Y Dios va a responder a esa pregunta. Y debemos decir de paso que Él tiene una buena
respuesta para esta pregunta. Dios mediante, en nuestro próximo programa usted se va a enterar
de la queja que tiene Habacuc. Y es algo verdaderamente elocuente, aun de parte suya. Y
permítanos abrir un poquito la puerta aquí, antes de concluir este programa; en el versículo 12
dice:

12
¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh
Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. (Hab. 1:12)

O sea que, Habacuc le pregunta a Dios si no ha cometido algún error. “Tal vez te has
equivocado, tal vez estás haciendo las cosas al revés”. Y le dice a Dios: “¿No vas a utilizarnos a
nosotros para castigarlos a ellos?” Y Dios le dice: “No. Estás equivocado. Yo, lo que quiero es
utilizarlos a ellos para castigarlos a ustedes. Y esto es pues, lo que veremos Dios mediante, en
nuestro próximo programa. Le invitamos a sintonizarnos.

Mientras tanto, le sugerimos leer los restantes versículos de este capítulo 1 de la profecía de
Habacuc para estar más familiarizado con su contenido. De esta forma, en nuestro próximo
estudio le será más comprensible y podrá sacar el mayor provecho posible.

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PROGRAMA No. 1184

HABACUC

Capítulo 1: 12 - 17

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Habacuc, y volvemos hoy
al primer capítulo, y vamos a continuar nuestro estudio partiendo del versículo 12. Y aquí
tenemos la segunda pregunta que hizo Habacuc. La primera pregunta que él había hecho, Dios la
respondió ya. El problema con este hombre Habacuc era que al mirar a su alrededor, él pensaba
que Dios no estaba haciendo nada en cuanto al mal. Parecería como que Dios demostrara
complacencia, como que Dios se hubiera apartado de la escena, que nada estaba ocurriendo de Su
parte; pero luego, Dios le dice a él: “Quiero darte una mirada global, para que puedas tener una
vista mundial de lo que ocurre, y luego, cuando regreses, tú podrás apreciar que Yo estoy
actuando en todas las naciones del mundo. En este mismo instante, estoy levantando un gran
poder mundial, y esta gente los va a llevar a ustedes a la cautividad, aunque son una gran nación
pagana. Voy a permitir que ellos hagan esto de la misma manera en que utilicé a los asirios para
castigar a Mi pueblo. Ellos fueron una vara en Mi mano; luego, cuando terminé de usarlos, los
quité de la faz de la tierra como nación; y voy a tratar también con Babilonia cuando llegue el
momento. Pero ahora, voy a usar a Babilonia para castigar a Mi pueblo, porque ellos están
continuando en pecado”. Y, amigo oyente, este hombre, Habacuc, ahora sí tiene un verdadero
problema. ¿Por qué Dios, que es un Dios santo, usa a una nación, a un pueblo pagano para
castigar a Su pueblo? Es verdad que ellos eran pecadores; pero no eran tan malos como los
otros. Bueno, notemos ahora parte de esa gran pregunta que él hace, aquí en el versículo 12:

12
¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh
Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. (Hab. 1:12)

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Ahora, Dios viene de la eternidad. Él es un Dios eterno. Y Habacuc dice: “Santo mío. Tú
eres un Dios santo. ¿Cómo puedes usar una nación como Babilonia? Nunca hubiera creído que
esto estuviera sucediendo hoy. Se nos ha contado que una gran nación se está levantando en esa
zona. Pero nunca habría soñado siquiera que Tú la llegarías a usar. Ellos siempre han sido muy
amigables con nosotros ya que han enviado embajadores al rey Ezequías y él les ha mostrado el
palacio, y les mostró el tesoro y ellos vieron donde estaba guardado el oro”. Y por supuesto que
el embajador de Babilonia tomó atenta nota de todo esto porque ellos iban a regresar un día, y
ellos iban a necesitar ese oro, y en efecto, llegaron a apoderarse de ese oro. Pero, lo que
queremos señalar, amigo oyente, es que este hombre Habacuc no se daba cuenta de eso. Él no se
daba cuenta que Dios estaba haciendo eso. Dios estaba utilizando ese método. Dios es un Dios
santo.

Y luego, él dice: No moriremos. Y él tiene razón. Este hombre puede descansar en las
promesas que Dios les había hecho a Abraham y a Isaac, y a Jacob. Promesas que Él le hizo a
Moisés; las promesas que Él le hizo a Josué; las promesas que Él le hizo a David; y las promesas
que los profetas que habían venido antes, habían presentado. Dios había dicho que Él no iba a
permitir que ellos murieran. Entonces, Habacuc dice: No moriremos. Y de paso, digamos que
esta es una buena expresión para mencionarles a muchos de nuestros amigos a-milenarios que
creen que Dios ya no tiene nada que ver con la nación de Israel. Dios no ha terminado de actuar
con ellos, amigo oyente. Dios tiene un propósito eterno para con ellos, tal cual lo tiene con la
iglesia que Él está llamando de este mundo hoy. Nosotros no moriremos. Y gracias a Dios que
el hijo de Dios, el creyente, puede decir: “No moriremos”.

Ahora, el Señor Jesucristo vino a este mundo a morir. Él dijo que iba a hacer eso. Él vino
para morir en su lugar y en el mío, amigo oyente. Él dice: Yo soy la resurrección y la vida. (Jn.
11:25). Él regresó de entre los muertos. Él fue herido por nuestras rebeliones, resucitado para
nuestra justificación. Pero, amigo oyente, Él podía decirles a esas dos hermanas que estaban
llorando: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Jn.
11:25-26). Piense en eso, amigo oyente, aunque esté muerto, el que cree en mí, aunque esté
muerto vivirá. Y Habacuc está diciendo: No moriremos. Él tenía razón, ellos no iban a morir. Y
todo aquel que vive y cree en Mí, dijo Jesús, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Y ese es el
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mensaje del evangelio hoy. Es algo para que usted crea. Usted va a morir algún día físicamente,
pero, ¿está usted muerto espiritualmente ahora? Si lo está, entonces no hay resurrección para
eso. Es decir, que usted estará muerto en sus delitos y pecados para el resto de la eternidad. Y
esto quiere decir, separado de Dios eternamente, porque Dios es un Dios santo, y Él no va a
permitir que el pecado entre en el cielo. Pero Él ha prometido, Él ha dicho, que si usted confía
en Su Hijo, Él le dará vida eterna. Y si usted cree que es un pecador, que usted no merece la
salvación, y que usted no puede trabajar por la salvación, entonces Dios dice: “Yo tengo que
ofrecértela como regalo. Por gracia sois salvos. (Ef. 2:8). Usted recibe entonces, vida eterna.
Él que tiene al Hijo tiene la vida. (1Jn. 5:12). Amigo oyente, ¿tiene usted hoy al Hijo?
Entonces usted tiene la vida. Usted no morirá. Habacuc tiene razón aquí. Pero él no puede
comprender como muchos de nosotros tampoco podemos comprender algunas de las obras o
realizaciones de Dios en este mundo. Pero Dios le pide que dé un paso atrás y que obtenga una
buena perspectiva de lo que está ocurriendo. Y usted y yo, amigo oyente, tenemos la ventaja
tremenda en el presente. Nosotros tenemos la ventaja de la perspectiva de Israel. Y nosotros
podemos mirar hacia atrás, desde donde nos encontramos hoy, podemos observar hacia el día de
Habacuc, y él, por supuesto, nunca podía ver ese período como lo podemos ver nosotros. Pero
nosotros podemos ir hasta el momento de Habacuc y mirar hacia atrás al mismo principio.
Nosotros tenemos hoy una perspectiva muy buena de la forma en que Dios trata con este mundo,
y de la forma en que Dios trata con las naciones, de la forma en que Dios trata con la nación de
Israel. Y Dios está tratando hoy con Su iglesia que está en el mundo. Así es que, aquí tenemos
una declaración verdaderamente tremenda: No moriremos. Dios está actuando de una forma
misteriosa para hacer Sus maravillas, y Él dijo allá en Isaías, capítulo 55, versículos 8 y 9: Porque
mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

Así es que, amigo oyente, usted no debe preocuparse si no está pensando como Dios. Usted
no es Dios. Hay muchos hombres que parecen haber ocupado Su lugar hoy. Hay otros que están
tratando de ocuparlo y lograr por sí mismos su salvación. Piensan que pueden hacer algo.
Piensan que su carácter hoy y sus buenas obras servirán para algo, y que algún día Dios les va a

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dar una palmadita en la cabeza y les va a decir: “Bueno, tú te has comportado como una persona
muy buena allá en la tierra”. Cuando, en realidad, amigo oyente, usted es un pecador corrupto,
inmundo, separado completamente de la vida de Dios, y que no tiene ninguna capacidad para con
Dios.

Amigo oyente, hay muchas personas pobres que son ignorantes en realidad, y que piensan
que van a entrar por sí mismas a la presencia de Dios. Y como ya hemos dicho anteriormente,
tienen la impresión de que van a acercarse a Dios y le van a decir: “Bueno, hazte a un lado,
porque ya hay dos de nosotros ahora. Y yo voy a llegar al cielo a mi manera, no como Tú
quieres”. Pero, amigo oyente, si usted va a ir al Padre, si usted va a ir al cielo, tiene que ir como
Él quiere; de otra manera, no va a llegar nunca allí. Creemos que es necesario llegar a
comprender eso muy bien, amigo oyente. Es necesario que nos desinflemos como un globo al
que se le ha pinchado. Porque estamos llenos de orgullo, y necesitamos doblar nuestras rodillas
ante Dios en lugar de estar señalando a los demás. Debemos decir: “Yo soy esa persona. No es
mi hermano, ni mi hermana, sino yo, Señor”. Y eso es muy difícil de decir. Y eso es lo que
sucede hoy, ese es el problema de la iglesia en el presente. Es fácil decir que es culpa de otro
miembro de la iglesia, o que es la culpa del predicador y que nosotros siempre tenemos razón.
Pero, amigo oyente, somos nosotros los que tenemos la culpa y debemos reconocer eso. Pero
estas personas no estaban dispuestas a reconocerlo; pero si nosotros confiamos en Cristo, no
moriremos.

Ahora, aquí sigue diciendo Habacuc en este mismo versículo 12: Oh, Jehová, para juicio lo
pusiste. Es decir, que Habacuc aquí está señalando con su dedo. De pronto, él se convierte en
uno de esos muchachitos buenos, y todos los suyos son los buenos de la historia. Pero Dios no
ve las cosas de esa manera, amigo oyente.

A nosotros, nos parece que siempre nuestro lado es el que tiene razón, y que es donde están
los buenos. En cierta ocasión, un Pastor indio, una persona bastante joven y muy inteligente por
cierto, dijo: “En el pasado, cuando los indios atacaban y daban muerte a algunos de los blancos,
la gente llamaba a eso una masacre. Pero cuando los blancos atacaban un campamento indio y

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destruían a todos sus habitantes, eso se llamaba una victoria”. Es interesante notar como
nosotros nos identificamos siempre con los que llamamos personas buenas.

Y ahora, Habacuc se está colocando a sí mismo en ese lugar y dice: Oh Jehová, para juicio lo
pusiste. “No somos nosotros, Señor, quienes somos los malos; sino que son los del otro lado.

Y Tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. Es con esos otros, Señor, con los cuales Tú debes
tratar. Y él ya se ha olvidado que había ido al Señor y que le había dicho: “¿Por qué no haces
algo en cuanto al mal entre Tu propio pueblo? Ellos están burlándose de la ley. No le están
prestando ninguna atención. Te han ignorado y Tú no estás haciendo nada”. Pero Dios le
responde: “Tú piensas que no estoy haciendo nada, ¿ah? Pero estoy haciendo mucho. Estoy
actuando”. Y, amigo oyente, queremos decirle que Dios está haciendo la misma cosa en el
presente.

Escuche ahora el argumento de Habacuc. Y de paso, digamos que es un argumento muy


bueno. Él dice en la primera parte del versículo 13:

13a
Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; (Hab. 1:13a)

Eso es cierto, Dios no lo ve. Esa es la razón, amigo oyente, por la cual usted no va a ir al
cielo con su pecado. Usted tiene que tener el perdón de sus pecados. Es necesario que sea
lavado en la sangre del Cordero. Sí, usted necesita una nueva naturaleza. Usted tiene que nacer
de nuevo. Aun Nicodemo tuvo que hacer eso. Él era un hombre religioso, pero él no fue al cielo
basándose en su religión, sino que él va basándose en que Cristo murió por él, en que el Hijo del
Hombre fue levantado en una cruz. Y Dios no puede mirar la iniquidad. Él no puede posar sus
ojos sobre eso. Él no le aceptará a usted hasta que sus pecados hayan sido quitados. Amigo
oyente, cuando Dios le perdona a usted, es porque la pena, el castigo, ha sido pagado ya. Dios no
es un anciano sentimental que está ocupando un rinconcito en alguna nube blanca. Él no se está
lamentando porque no tiene valor para juzgar al hombre a quien encontramos aquí en esta tierra.
Mi Dios es un Dios santo. Él no mira la iniquidad. Esto tiene que ser atendido antes de que uno
pueda acercarse a Él.

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Luego, sigue diciendo: ¿Por qué ves a los menospreciadores? Él está diciendo que no se
puede confiar en los de Babilonia. Ellos son pecadores, son malvados, y tenía razón porque así
lo eran. Pero Dios los iba a usar. Y eso es lo que nos da temor, amigo oyente. ¿No cree usted
que Dios puede utilizar a una nación impía para juzgar a una nación que se dice justa? Nosotros
podemos apreciar lo que está ocurriendo en nuestro alrededor, y ver que las naciones europeas, el
hombre blanco en general, ha sido humillado. Estas grandes naciones, orgullosas, que a través de
los siglos han gobernado el mundo. Todo lo que hicieron fue cerrar la válvula, y los demás se
quedaron sin petróleo. “No tenemos más petróleo para ustedes. Y de repente, todos caemos de
cabeza.” ¿Por qué? Porque Dios obra de manera muy interesante. Uno puede observar lo que
está ocurriendo en el mundo con mucho interés. Y puede llegar a la conclusión de que Dios está
actuando entre las naciones de este mundo. Amigo oyente, usted y yo podemos sentirnos
atemorizados en el presente, pero Dios no lo está. Él aún está en control; no hay nada que se
pueda decir que está fuera de Su control. Él está a cargo de todo lo que ocurre. Y aquí en este
versículo 13 del primer capítulo de Habacuc, leemos:

13
Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los
menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él, (Hab. 1:13b)

Creemos que Habacuc tropezó un poco aquí, y quizá se mordió la lengua. Él dijo lo que no
debía haber dicho, ya que no podemos decir que hay una persona que sea más justa que otra,
porque se nos dice que no hay justo, ni aún uno. Deberíamos decir que es un pecador más grande
que lo que él es. Pero Dios no dijo que Él juzgaría en base a eso. Dios va a utilizar a los
babilonios. Y escuchemos ahora lo que sigue, porque aquí nos encontramos en una de las
secciones más elocuentes de la Palabra de Dios. También es una de las grandes secciones de la
Palabra de Dios. Y Dios va a hablar en forma muy específica cuando responda a este hombre en
el próximo capítulo, el capítulo 2 de Habacuc. Y notemos ahora lo que él dice aquí, en el
versículo 14:

14
y haces que sean los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen
quien los gobierne? (Hab. 1:14)

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Dios puede tratar con el hombre de tal forma que Él puede hacer que los hombres sean como
animales. Ahora, debemos decir que Dios no sacó al hombre de los animales, pero sí podemos
decir que Él es capaz de hacer descender al hombre. El hombre, a causa de su pecado hoy,
desciende mucho más bajo que el animal. Y Dios creó al hombre superior al mundo animal,
porque cuando Dios estaba buscando una ayuda idónea para el hombre, y cuando decimos esto
nos referimos a una ayuda apropiada para Adán, él necesitaba a alguien. Dios le trajo todos los
animales, y Adán les dio nombres. Pero ninguno de ellos podía ser la ayuda que él necesitaba,
ninguno de ellos podía ser buena compañía para él. Ahora, alguien quizá diga: “Bueno, y ¿qué
del perro?” No, amigo oyente. Este hombre necesitaba algo más que un perro o un pájaro o
cualquier otra clase de animal como compañía. Así es que, Dios creó a la mujer para él. Y la
mujer es la otra parte del hombre. Es lo que el hombre necesita exactamente. Ella es esa persona
que responde al hombre, y también que le corresponde. Y ella es la que puede hacer del hombre
un hombre completo. Porque antes era solamente medio hombre. Y todo esto está sobre el
mundo animal. Pero este hombre ha pecado. Y a causa de su pecado ha descendido más bajo
que el mundo animal en la forma en que vive, y hemos visto eso antes aquí. Y Dios dice que Él
hace que sean los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los
gobierne. Él hace que los hombres se comporten como animales. Quizá eso sea un cumplido al
decir eso, porque puede ser un insulto para los animales, ya que el hombre puede descender
mucho más bajo que el animal. Y ahora, en el versículo 15, continúa Habacuc y dice:

15
Sacará a todos con anzuelo, los recogerá con su red, y los juntará en sus mallas; por
lo cual se alegrará y se regocijará. (Hab. 1:15)

El hombre puede pescar peces, y Dios puede pescar hombres. Usted recuerda que eso fue lo
que el Señor Jesucristo le dijo a los pescadores: “Ustedes han estado atrapando peces, y eso es
maravilloso. Pero yo les voy a dar a ustedes una tarea de pescar hombres”. Y creemos que esa es
la mejor labor en la que uno se puede encontrar. Todo lo que yo puedo decir que soy, es un
pescador, eso es todo. Un pescador, o un pastor, son ocupaciones o tareas muy humildes. No
queremos que se nos llame reverendos porque el significado de esa palabra es terrible. Eso es lo
que quiere decir, terrible. Y lo que nosotros tenemos que hacer hoy es pescar hombres. ¡Qué
declaración más tremenda la que tenemos aquí, amigo oyente! Y estos versículos 15 y 16 dicen:
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15
Sacará a todos con anzuelo, los recogerá con su red, y los juntará en sus mallas; por
16
lo cual se alegrará y se regocijará. Por esto hará sacrificios a su red, y ofrecerá
sahumerios a sus mallas; porque con ellas engordó su porción, y engrasó su comida.
(Hab. 1:15-16)

Hay personas que opinan que porque ellos van y bendicen a la flota de pesqueros que esa es
la razón por la cual tienen buena pesca. Pero, eso no tiene nada que ver con la pesca, amigo
oyente. La única razón por la cual pueden pescar mucho para comer es porque Dios es bueno.
La única. Dios es bueno. Él es quien provee todo. Por eso, debemos notar lo que dice el
versículo 17:

17
¿Vaciará por eso su red, y no tendrá piedad de aniquilar naciones continuamente?
(Hab. 1:17)

Es decir, ¿vas a permitir a esa gente que sigan en el futuro destruyendo a un pueblo después
de otro? Y Dios contesta que no. “Voy a enviarlos a ustedes a la cautividad allí; los voy a
castigar; los voy a juzgar. Tú querías saber si yo estaba haciendo algo. Pues bien, lo estoy
haciendo”. Y luego, Él dice que va a juzgar a Babilonia. Y Dios juzgó a Babilonia. Babilonia
se encuentra hoy debajo del polvo y los escombros de los siglos. Ese es un testimonio elocuente
pero silencioso de que Dios sí hace algo en cuanto al mal. Él lo juzga, aún en nuestro propio día.
Y nosotros vamos a poder trasladar esta interrogación de Habacuc a nuestro propio día: “¿Por
qué permite Dios el mal?” La respuesta a esta pregunta es sencillamente, la cruz de Cristo. Esa
es la respuesta de Dios para esto. ¿Por qué permite Dios el mal? Bueno, amigo oyente, Él lo
permite y nos deja continuar a causa de Su paciencia. Él no desea que ninguno perezca y lo ha
probado sobre una cruz de que no hay razón para que ninguno perezca. Ese es el significado de
la venida de Cristo.

¿Por qué no juzga Dios a los impíos? Bueno, la respuesta a eso es la segunda venida de
Cristo. Él viene. Y Él viene a juzgar. Todo lo que usted y yo necesitamos es una perspectiva.

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El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que cuando su padre
murió, él era un jovencito de 14 años, y que lloraba mucho al lado de su tumba. Y él se
preguntaba ¿por qué se había llevado Dios a su padre? Y él dice que más tarde tuvo la respuesta
para eso. Había pasado ya mucho tiempo, pero él sabía que ese fue el método de Dios para entrar
con un joven que nunca hubiera llegado a ser predicador de la Biblia. Por eso fue que Dios
permitió que ocurriera eso. Es necesario agradecer a Dios por la forma en que nos trata muchas
veces, aunque en muchas ocasiones tengamos también una pregunta que hacer. Bien, amigo
oyente, Vamos a dejar aquí por hoy y continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo
programa.

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PROGRAMA No. 1185

HABACUC

Capítulo 2:1 - 3

Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo el libro de Habacuc. Y en el día de hoy,


deseamos hacer un pequeño repaso. En este primer capítulo de este pequeño y hermoso libro de
Habacuc, hemos visto la perplejidad del profeta. El observó alrededor de su propia nación, y
pudo ver que existía la violencia. Se había quebrantado la ley. Y parecía como que Dios no
estuviese haciendo nada en cuanto a eso. Él pensaba que parecía que Dios se había retirado de la
escena, y que había cerrado Sus ojos, y no había observado nada de lo que ocurría. Y luego, Dios
le da una respuesta a este hombre, a Habacuc, el hombre que tenía un signo de interrogación por
cerebro.

Y Dios le dice: “Piensas que no estoy haciendo nada. Tienes una gran pregunta por cerebro y
esa es tu interrogante. Te estás preguntando ¿por qué permito el mal?” Y Dios le responde que
Él tiene una respuesta para eso. Él dice que en la primera venida de Cristo proveerá una cruz. Y
que le proveerá al hombre un camino de escape de su pecado. Esa es la razón por la cual Él
permite el mal. Y esa es la razón por la cual Él lo está permitiendo en nuestro día, amigo oyente.
Porque Dios quiere que los hombres se aparten del mal. En cualquier momento que usted sienta
en su propio corazón que está harto del pecado, que está cansado de pecar, usted puede ser salvo
al volverse a Cristo Jesús. El problema con el hombre, nunca está en su cabeza. Jonás no es su
problema, si usted no es un creyente. Y su problema no es en realidad en cuanto a la inspiración
de las Escrituras, amigo oyente. El problema es que la Biblia condena la vida que usted está
viviendo, y a usted no le gusta eso. Pero en cualquier momento en que usted esté dispuesto a
venir al Señor Jesucristo, Él le salvará. Hay una respuesta para su pregunta de ¿por qué?

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Ahora, la segunda pregunta es: ¿Por qué no juzga Dios al impío? Y Dios le ha dado a
Habacuc una respuesta. Dios le dice: “Yo quiero que tú sepas esto. Yo me estoy preparando para
hacer algo en cuanto a esto. Existe una nación allá a las orillas del río Eufrates, y Yo la estoy
preparando para que esta nación descienda y tome a Mi pueblo en cautividad. Y ellos van a pasar
setenta años allá y Yo voy a castigar a Mi pueblo. Ellos no se van a salir con la suya; no van a
quedar impunes con el pecado”. Y Dios juzga al impío.

Debemos confesar que parece como que los impíos se estuvieran saliendo con la suya en el
presente. Así parece hoy. Pero, la segunda venida de Cristo va a ser una respuesta a esto, porque
entonces Él vendrá con una corona. La primera vez que vino lo hizo para llevar una corona de
espinas y morir en una cruz. En la próxima oportunidad que Él venga, Él vendrá con una corona
de gloria; en Su mano tendrá un cetro para gobernar aquí en esta tierra. Y este era el gran
problema al que se enfrentaba este hombre Habacuc. Si usted piensa que la primera respuesta
que recibió fue suficiente, usted está equivocado. Lo que hizo fue crear una pregunta más grande
para Habacuc. Y la pregunta más grande era sencillamente esta: “¿Por qué estás permitiendo que
nosotros suframos a manos de una nación que es más impía que nosotros? Los caldeos son más
impíos, por tanto ellos deben ser juzgados y no nosotros”. Bueno, miremos lo que dice aquí, el
versículo 12 del capítulo 1 de Habacuc:

12
¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh
Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. (Hab. 1:12)

Dios dice: “Eso está correcto. Pero Yo actúo de manera misteriosa, para realizar Mis
maravillas. Y Yo actúo lenta, pero justamente. Y Yo voy a resolver todo esto. Y Yo obro según
Mi propio plan y propósito”.

Y ahora, la pregunta es esta: “¿Por qué tiene que sucedernos esto?” ¿Por qué nosotros vamos
a tener que ser juzgados ahora y ellos no?” Y la respuesta de Dios a esto es: “Yo les juzgaré a
ellos oportunamente”. Y el versículo 13 de este capítulo 1 de Habacuc, dice:

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13
Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los
menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él, (Hab. 1:13)

Es decir que el profeta está diciendo: “Nosotros somos mejores que ellos. Y ¿por qué vas a
utilizar a ellos para castigarnos a nosotros?” Así es que él cambia su forma de expresarse aquí.
Y este es el mismo problema que antes tuvo Isaías. Usted recuerda que Dios le dijo: “Isaías, Yo
voy a utilizar a los asirios para tomar el reino del norte. Y voy a utilizar a los asirios para
castigarlos a ustedes en el reino del sur. Y ellos realmente van a causar problemas. Ellos van a
llegar a rodear a Jerusalén”. En el libro de Isaías capítulo 10, versículo 5, Dios dice: Oh Asiria,
vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Y Dios agrega: “Yo los voy a usar a
ustedes como una vara para castigar. Cuando Yo termine con ustedes, entonces, voy a juzgarles
porque ustedes son malos”. Y Dios hizo eso, y ahora Él va a hacer la misma cosa con los
babilonios. Y Él presenta de una manera muy clara aquí, que eso es lo que va a hacer.

Ahora, la respuesta que Dios le da a Habacuc, es una respuesta directa y específica, por
cierto. Así es que, Dios le está diciendo esto a Habacuc. Y, amigo oyente, pensamos que Él
también nos está diciendo esto a usted y a mí en el presente. Usted no tiene por qué hacerle
preguntas a Dios. ¿Qué derecho tiene usted, amigo oyente, de cuestionar a su Hacedor? Y ¿qué
derecho tiene este pequeño hombre de levantar su cabeza hacia el cielo y mirar al cielo de frente
y decir: ¿Por qué haces esto? Bueno, amigo oyente, para comenzar debemos decir que no es
ningún asunto suyo. Es asunto de Dios. Este es el universo de Dios. Y Él lo está dirigiendo de
la manera que a Él le place. Nosotros debemos creer en Dios.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba la siguiente experiencia
de su vida personal. Dijo él: “Puedo recordar que cuando era un muchachito, mi papá se
levantaba durante la noche y me despertaba, y me tomaba en sus brazos. Entonces, yo
comenzaba a llorar y le preguntaba adonde íbamos. Él me contestaba: te voy a llevar al sótano
porque se acerca una tormenta. Y allí era muy oscuro, era un lugar muy húmedo. No era un
lugar muy cómodo para estar. Pero, lo que sucedía es que de vez en cuando esa zona era azotada
por huracanes, y cuando mi papá me tomaba en sus brazos y me llevaba allí, él no me daba
ninguna respuesta, él solamente tomaba a ese muchachito llorando y lo llevaba allí y lo acostaba
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en un catre. Y, decía el Dr. McGee: yo aprendí a creer en mi papá. Y con el pasar del tiempo
llegó un momento cuando él me llevó de noche a ese lugar, y yo aprendí una cosa, yo aprendí a
confiar en él”. Y continuaba el Dr. McGee, diciendo: “Mi padre falleció cuando yo tenía catorce
años, y desde entonces he tenido un Padre Celestial. Y ha habido muchas veces cuando Él ha
hecho cosas que no me ha explicado. Él se llevó a mi primer hijo, por ejemplo, y yo tenía
preguntas en cuanto a eso; y debo confesar que aún tengo esas preguntas. Pero yo sé esto, –
concluía el Dr. McGee – que Él tiene la respuesta. Y algún día Él me va a dar esa respuesta”.
Hasta aquí, la experiencia personal del Dr. McGee.

Notemos ahora lo que hace Habacuc en el capítulo 2. En este capítulo 2, tenemos la


percepción del profeta. Antes habíamos hablado de la perplejidad del profeta, ahora tenemos la
percepción del profeta. Usted puede notar que el profeta ha aprendido que Dios tiene una
respuesta. Él le respondió al profeta su primera pregunta, y Habacuc no creía que podría haber
una respuesta para eso, pero él descubrió que sí había una respuesta.

La pregunta que él tiene ahora es mucho más grande, y él reconoce que Dios tiene una
respuesta para eso. Pero es una pregunta. Y lo que deseamos señalar aquí, amigo oyente, es que
si usted tiene una pregunta, no tiene que taparla u ocultarla con frases piadosas. Existe
demasiado de esto en algunos círculos. Hay personas que dicen: “Ah, yo confío en el Señor”.
Bueno, amigo oyente, usted no está confiando en Él, sino que le está haciendo preguntas a cada
paso que está tomando. Si usted tiene alguna pregunta, no es ningún pecado el preguntarle al
Señor. Sencillamente diríjase a Él y dígale que usted no comprende esto o aquello. Y eso es lo
que está haciendo Habacuc. Él ha aprendido que Dios tiene una respuesta. Y en este primer
versículo del capítulo 2 de Habacuc, leemos:

1
Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se
me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja. (Hab. 2:1)

Este versículo es algo maravilloso aquí en las Escrituras. Él dice que irá a la fortaleza y que
va a esperar allí. Y cuando él dijo que iba a estar de guardia allí, él no quiso decir que iba a ese
lugar a leer una revista. Él explica que va a la fortaleza para ver lo que se le va a decir, y esa es

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una expresión que utilizan varios de los profetas. Usted recuerda, por ejemplo, que Ezequiel dijo
que era como un atalaya en la noche. Y el profeta era el atalaya que iba a profetizar a la nación.
Y Dios le dice que Él le consideraba a él responsable. Ahora, el atalaya es aquel que está de
guardia durante la noche. Si hace su tarea fielmente, entonces, la ciudad está segura. Pero, si él
traiciona a la ciudad, o no hace sonar la alarma cuando se acerca el enemigo, debemos decir,
amigo oyente, que esa ciudad se va a encontrar en un serio peligro.

Así es que este hombre dice que él es profeta de Dios y dice: sobre mi guarda estaré, y sobre
la fortaleza afirmaré el pie, y velaré. Ese es el lugar donde uno vela y vigila. Allí es donde él
iría a esperar, a ver qué es lo que se le va a decir. Habacuc dice: y velaré para ver lo que se me
dirá, y qué he de responder tocante a mi queja.

De modo que, él está diciendo que va a subir a la atalaya, y que allí va a esperar. Que va a ser
muy paciente. “Voy a esperar – dice – voy a esperar allí porque sé que Él tiene una respuesta.
No sé cuál es la respuesta en este momento; pero Él tiene una respuesta, y Él me dará a su debido
tiempo esa respuesta. Así es que iré allí y esperaré pacientemente allí”.

Debemos pues, notar, que este es un versículo maravilloso. Y el profeta esperaba que Dios le
fuera a dar la respuesta correcta. Entonces, él comprendería y no tendría ya más preguntas. Ese
es el pensamiento que se expresa aquí en este versículo. Dios le iba a dar a él la respuesta, y eso
sería en el futuro, y él tenía que esperar. Ahora, esa es una demora. Y la razón por la cual Dios
no actúa inmediatamente para decirle algo, es porque Dios actúa lentamente en todo lo que hace,
en todo lo que Él realiza. Y Él va darle una respuesta, pero eso será en el tiempo que Dios
considere apropiado.

Ahora, nosotros somos los que siempre estamos de prisa, estamos siempre apurados. Hay
varias expresiones que utilizamos y que en realidad no son bíblicas. Por ejemplo, escuchamos
mucho hablar de la pronta venida de Cristo. ¿Puede usted mostrarnos dónde dice eso? No lo
hemos encontrado. No encontramos nada así. Ahora, ya sabemos que alguien puede señalar esa
expresión que dice: ¡He aquí, yo vengo pronto! que se encuentra en la primera parte del libro de
Apocalipsis, capítulo 3, versículo 11. Pero, amigo oyente, Él no dijo que iba a venir pronto, con

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relación al tiempo, porque si hubiera dicho eso, ese pronto indicaría más de dos mil años. Él no
quiso decir eso. Él dijo: pronto indicando que las cosas que se mencionan allí en Apocalipsis,
que le traerán a Él a esta tierra, van a suceder rápidamente.

La revista TIME, hace algún tiempo publicó al fin del año, sucesos que tuvieron lugar en los
últimos diez años. Hizo como un resumen de lo que había acontecido en diez años. Y allí
presentaron las diez grandes crisis que tuvieron lugar en diez años. Bueno, eso es nada, amigo
oyente, comparado con lo que sucederá en los últimos siete años antes de que Cristo venga a la
tierra a establecer Su reino. Y lo que introducirá esos siete años será el Rapto de la iglesia.
Cuando la iglesia salga, será como los golpes de un mazo sobre una estaca: un golpe tras otro; un
hecho sucederá a otro muy rápidamente, y habrá mucho más que diez crisis o sucesos, en esos
siete años. Tendrán lugar uno tras otro. Así es que la Biblia no enseña una pronta venida. Lo
que enseña es la inminente venida de Cristo.

Tenemos luego otra expresión que se usa mucho en el presente. Y nosotros hemos usado la
otra también, la de la pronta venida; pero nunca hemos utilizado ésta: “Si el Señor demora Su
venida”. Y a veces uno escucha a un hermano piadoso decir: “No, si el Señor demora Su
venida”. Bueno, tenemos algo que informarle a ese hermano. El Señor no va a demorar Su
venida. Él va a llegar a la hora exacta, según Su propio horario. No según el mío, ni el suyo sino
según su propio horario. Y Él no se demorará, amigo oyente. Pero debemos recordar que el
Señor es muy paciente. Él no desea que ninguno perezca. En Babilonia habrá un grupo de
personas que Dios va a salvar. Así es que, ese período que los hijos de Israel pasarán en la
esclavitud, en la cautividad, esos setenta años, va a ser un período de tiempo glorioso para Dios.
Él va a tocar el corazón mismo de Nabucodonosor.

Así es que, aquí tenemos este versículo maravilloso. Habacuc está diciendo que él se va a
retirar a la fortaleza, a su torre de vigía (o a su atalaya). Él no tiene la respuesta, pero va a ir allí a
esperar la respuesta de parte de Dios.

El Apóstol Pablo, en 2 Corintios, capítulo 5, habla del Tiempo cuando nuestros cuerpos van a
ser colocados en la tumba; y que vendrá un día cuando Cristo regresará y resucitará estos

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cuerpos; pero mientras tanto, lo que está ausente del cuerpo, está presente con el Señor. Y
cuando dejemos estos cuerpos, vamos a estar presentes con el Señor. Pero el Señor se está
moviendo más bien lentamente. Así es que, el Apóstol Pablo, dice en su Segunda epístola a los
Corintios, capítulo 5, que debemos andar por fe y no por vista. De modo que, en el presente,
andamos por fe. Amigo oyente, ¿tiene usted alguna pregunta que no ha sido respondida? Si
usted no la tiene, yo sí la tengo. Tengo varias preguntas para las cuales no tengo respuesta. Pero
he aprendido que el Señor obra de cierta forma conmigo, y hay cosas que me suceden, y que a
veces causan que tenga ciertas interrogantes. Y quiero decir que he aprendido esto: que Él tiene
la respuesta, y que algún día Él me dará esa respuesta. Así es que, he andado ya algunos años de
esta vida por fe. Andamos por fe, no por vista. Y este es el día cuando nosotros debemos confiar
en Él, y es importante que aprendamos esto. Ahora, Habacuc dice en la primera parte del
versículo 2, de este capítulo 2 de su profecía:

2a
Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, (Hab. 2:2a)

Notemos esto. Él está diciendo aquí que Él quiere que la gente de este siglo XXI, aquellos
que tienen alguna pregunta, que le escriban, para que así tengan una respuesta de Dios, durante
estos días, cuando uno está andando por la fe. Y creemos que Él puede haber estado pensando en
usted también, amigo oyente. Y en este versículo 2, leemos:

2
Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra
el que leyere en ella. (Hab. 2:2)

Ahora, muchas veces, algunos de nosotros, cambiamos un poco esto y hacemos que diga:
“Para que el que corriere, lea en ella”. Pero, eso no es lo que está diciendo. Él dice: para que
corra el que leyere en ella. Es decir, que uno necesita tener un mapa consigo. Uno necesita
saber a dónde va. Uno necesita saber mucho en cuanto al camino para que corra el que leyere
en ella. No dice aquí que: “El que corra pueda leer”, sino, que corra el que leyere en ella. Es
decir, que él debe ser el mensajero de esta visión. Y vamos a decir algo aquí, que quizá no sea
del agrado de muchos, pero alguien necesita decirlo. Hay muchos hoy, que están predicando o
tratando de predicar, o tratando de enseñar que necesitan leer un poco más, antes de empezar a

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correr. Necesitan prepararse mejor. Es como un joven que quiere dejar de lado los estudios
seculares para entrar directamente a estudiar en una escuela bíblica. Pero, es mucho mejor
aprender a leer, antes de comenzar a correr; antes de comenzar a testificar, es bueno saber cual es
la razón de la esperanza que está en uno. Ahora, él dice en el versículo 3:

3
Aunque la visión tardará aún por un tiempo, (Hab. 2:3a)

Y es importante saber esto. Y continúa en este versículo 3:

mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda
vendrá, no tardará. (Hab. 2:3b)

Amigo oyente, usted puede depender de Dios, de que Él tendrá una respuesta para usted y
para mí algún día, para todas esas preguntas que tenemos. Esto va a ser algo fantástico. Hay
muchos que hablan de las maravillas del cielo, de las calles de oro, y todo eso. Bueno, podemos
decir que nosotros no vamos a ir a inspeccionar las calles, ni siquiera vamos a echarle una mirada
a esas calles de oro, pero sí esperamos recibir muchas respuestas a las muchas preguntas que
tenemos hoy. Pero, mientras tanto, el Apóstol Pablo nos dice que debemos andar por la fe. Y
con esto, amigo oyente, llegamos al versículo 4, que consideraremos Dios mediante, en nuestro
próximo programa. Y debemos decir que quizá este sea el mayor o el más importante de los
versículos que tenemos en el Antiguo Testamento. Y ya veremos por qué, Dios mediante en la
próxima oportunidad.

Mientras tanto, le recomendamos leer todo el capítulo 2 de la profecía de Habacuc, para estar
así más familiarizado con su contenido.

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PROGRAMA No. 1186

HABACUC

Capítulo 2:4

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro de Habacuc. Estamos en el
capítulo 2, y vamos a considerar lo que nos dice el versículo 4. En nuestro programa anterior
dijimos que este es el versículo más importante de las Escrituras. Bueno, quizá deberíamos
reducir un poco el tono de esa afirmación, y más bien decir que es uno de los versículos más
importantes de las Escrituras. Es el versículo clave para este pequeño libro de Habacuc.
También lo encontramos citado en tres de las grandes epístolas doctrinales que tenemos en el
Nuevo Testamento, y en realidad, da la clave a esas epístolas. Por tanto, creemos que sería
bueno leer este versículo ahora. El versículo 4 del capítulo 2 de Habacuc, dice:

4
He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.
(Hab. 2:4)

Se ha hecho mucho tratando de evitar el impacto tremendo que tiene este versículo. Este
versículo presenta el tema central de la Biblia; el propósito mismo de la vida y de la muerte se
describe aquí. Y los dos caminos que están abiertos para la humanidad se nos presentan aquí
también. Hay varias cosas que debemos señalar en cuanto a este versículo y que son de
importancia.

Él está mencionando aquí los dos grupos de personas que existen en el mundo. La
humanidad, ante Dios, está dividida en dos grupos. Están los perdidos y los salvos. Aquellos
que han confiado en Dios, que han creído en Dios; que han confiado en Él, y aquellos que no le
han creído a Dios. Podemos indicarlo diciendo que de un lado están los santos, y del otro, los
que no lo son. Y esto hace también una división muy marcada para ellos.

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Veamos lo que tenemos aquí. Dice que Habacuc tiene que ir a su torre de vigía, y que allí
debe esperar un mensaje. Y este será el gran mensaje de Dios para el profeta. Ese mensaje
explicará Su trato, es decir, el trato de Dios con los individuos; explicará la forma de tratar que
tiene Dios con las naciones. Y este es un gran principio, el que ha señalado aquí. Esto, en
realidad, es un axioma de la Biblia.

Usted bien sabe, amigo oyente, que cuando uno estudia geometría, aprende ciertos axiomas
que uno acepta. Y que no se trata de comprobar. Por ejemplo, se le dice a uno que una línea
recta es la distancia más corta entre dos puntos. Bueno, eso puede ser comprobado con un
problema geométrico. Pero es un axioma. Y a uno siempre se le permite hacer esa declaración,
sin necesidad de comprobarla. Uno tiene que probar todo lo demás, pero eso no es necesario
probarlo. Así mismo hay ciertas declaraciones en las Escrituras que son grandes axiomas. Y
aquí tenemos uno de ellos. Escuchemos lo que dice la primera parte del versículo 4 de este
capítulo 2 de Habacuc:

4a
He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; (Hab. 2:4a)

Este es un grupo de personas. Este es el orgulloso. Estos son aquellos que están tratando de
lograr su propia salvación. O deberíamos decir mejor, que no lo están logrando. Están viviendo
nada más que para el día de hoy. Comamos y bebamos que mañana moriremos. Ellos piensan
que la vida es todo y por eso no tienen ningún propósito. No tienen ningún objetivo en la vida.
Así es como se nos presenta esto aquí. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece.
Él está equivocado. Está en el camino equivocado. Está siguiendo un sendero equivocado. Hay
camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte. (Pro. 14:12).

Y quizá le sorprenda a usted, amigo oyente, saber que esta clase de gente puede ser
encontrada en las iglesias. Son personas que es como si tuvieran almas infladas. Como un
globo lleno de aire. Se han inflado, se elevan con su orgullo, están corriendo como un río que se
dirige a la mar de la destrucción. Caminan tranquilos por el sendero, sin preocuparse, cortando
flores a la vera del camino. Andan con calma y una de las cosas que dicen es que uno no debe
preocuparse. Ellos no se preocupan en cuanto a su destino. Se dirigen calmadamente como un

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río tranquilo que al fin descubre que llega a una mar de destrucción. Y, ¿qué ocurre con ellos?
Bueno, ese es su fin. La Escritura nunca habla mucho en cuanto a los perdidos, como usted ya
habrá notado. El Señor Jesucristo, – usted recordará que – mencionó una historia en cuanto a un
hombre rico y a un hombre pobre, llamado Lázaro. Y Él habló de la muerte de ambos. Y el
Señor Jesucristo dijo: Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. (Lk. 16:22). Y en cuanto a Judas dice: se fue
a su propio lugar. Es decir, que él murió. Esa clase de vida, amigo oyente, le lleva a uno a un
fin que es la destrucción. El fin es una eternidad perdida, si usted puede aceptar algo así.

Ahora, el otro grupo está formado por aquellos que han sido salvos por la fe. Y ellos están
andando por el río de la vida hacia la ciudad de Dios y un conocimiento completo. El Apóstol
Pablo nos dice allá en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 13, versículo 12: Ahora,
vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte,
pero entonces conoceré como fui conocido. Nosotros hoy no tenemos todas las respuestas, pero
andamos por la fe.

Entre el momento de la salvación y ese “entonces”, los salvos andarán por la fe. Entonces
conoceremos, pero ahora somos salvos por la fe. Ahora, vamos a andar por la fe. Quizá usted no
tenga la respuesta ahora, amigo oyente, pero la tendremos algún día.

Así es que aquí tenemos a aquellos que tienen un alma llena de orgullo, que deben ser
juzgados por ciertos pecados que van a ser mencionados aquí y que van a ser presentados ante
nosotros en cinco maneras. Vamos a ver en esta parábola que comienza en el versículo 5, lo que
nos dice el profeta. Pero, permanezcamos con este versículo 4 unos momentos más, porque este
versículo 4 del capítulo 2 de Habacuc, es citado en la epístola a los Romanos; también en la
epístola a los Gálatas y, luego, en la epístola a los Hebreos, y es la clave para esas tres epístolas.

En primer lugar, queremos observar lo que nos dice el Apóstol Pablo en su epístola a los
Romanos, en el capítulo 1, versículos 16 y 17, leamos: Porque no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y
también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe como

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está escrito: mas el justo por la fe vivirá. El énfasis en la epístola a los Romanos es en la
justificación por la fe, en la salvación. Y nosotros podríamos leerlo de esta manera: “El justo,
aquel que ha sido justificado por la fe, también vivirá por la fe”. Ese es el mensaje más grande
que encontramos en la epístola a los Romanos.

Cuando leemos la epístola a los Gálatas, encontramos que allí también ha sido citado este
versículo en el capítulo 3, versículo 11, de la epístola a los Gálatas, que dice: Y que por la ley
ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: el justo por la fe vivirá. Nuevamente,
Habacuc es citado aquí. Y el énfasis aquí es un poquito diferente. Y la razón es porque si
regresamos a ver lo que Pablo está diciendo en el versículo 20 del capítulo 2 de Gálatas, notamos
que él expresa: Con Cristo estoy juntamente crucificado. Ahora, ¿cuándo fue crucificado con
Cristo? Cuando Cristo murió hace 2.000 años. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí. El énfasis en la epístola a los Romanos era dado
a la justificación por la fe; salvación por la fe. Ahora, el énfasis en esta epístola a los Gálatas, es
en la fe, y no solo en la fe que salva, sino que es una fe en la cual uno vive a través de toda esta
vida. Ese es el énfasis aquí.

Pasemos ahora a la epístola a los Hebreos. Y en esa epístola, capítulo 10, versículo 38,
leemos esto: Mas el justo vivirá por fe. Ahora, el escritor de esta epístola a los Hebreos está
citando del libro de Habacuc, y dice: mas el justo vivirá por la fe; y si retrocediere, no agradará
a mi alma. Y el énfasis aquí es en la palabra “vivirá”.

Ahora, tomemos estas tremendas palabras: mas el justo por su fe vivirá. El Apóstol Pablo, en
su epístola a los Romanos, le da énfasis al justo, a la justificación por la fe, o por la salvación.
En su epístola a los Gálatas, Pablo le da énfasis a la fe, ya que él dice que el justo vivirá por la fe.
El énfasis es sobre la fe, que nosotros no vivimos por la ley. Pablo está diciendo que por la ley
ninguno se justifica para con Dios, sino que el justo por la fe vivirá. Y cuando llegamos a la
epístola a los Hebreos, allí el énfasis es en “vivirá”. Y luego de haber citado este versículo en el
capítulo 10, versículo 38 de la epístola a los Hebreos, él, en el capítulo 11 de Hebreos, nos
presenta a hombres y mujeres que han vivido por la fe, y el énfasis es sobre el vivir. Así es que,
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se le da tres grandes énfasis en las tres grandes epístolas doctrinales. Por tanto, vemos que a este
hombre Habacuc, en este capítulo 2 de su profecía, se le da este maravilloso versículo. Y
Habacuc miraba hacia el futuro, y su pregunta es: “¿por qué?” Nosotros miramos hacia atrás a la
historia, no hacia el futuro ni a la profecía, pero vemos la respuesta a Habacuc. Dios envió a Su
pueblo a la cautividad. Él hizo eso, y sirvió un propósito, un gran propósito. Y eso le permitió a
Él traer al Salvador al mundo, en el cumplimiento del tiempo.

Cuando el Apóstol Pablo se encontraba en Antioquía de Pisidia, él predicó lo que nosotros


siempre hemos considerado como uno de los mejores sermones que él haya predicado. En el
capítulo 13 del libro de los Hechos de los Apóstoles, versículos 37 al 41, queremos leer algo que
es de suma importancia. Él dice: Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción. Sabed,
pues, varones hermanos: que por medio de Él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo
aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en Él es justificado todo aquel
que cree. Mirad, pues, que no venga sobre nosotros lo que está dicho en los profetas: mirad, oh
menospreciadores, y asombraos, y desapareced; porque yo hago una obra en vuestros días, obra
que no creeréis, si alguien os la contare. Por tanto, el Apóstol Pablo los coloca en el único
camino a Dios; es decir, por medio de la fe, según dice él. Este es el único camino. Y el mensaje
es el mensaje de que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras. Que él fue
sepultado, y que resucitó al tercer día. Y, ¿qué es lo que usted hace con eso? Usted le acepta a
Él como su Salvador personal. Usted confía en Él, y usted anda por fe, no por la ley. Hay tantos
hoy que nos están colocando no solo bajo los 10 mandamientos, sino que nos están colocando
bajo un sistema legal que han creado ellos mismos, y hay tantas reglas y normas para la familia,
para el esposo, para la esposa, y para todo lo demás. Amigo oyente, permítanos decirle hoy, que
si usted ha sido salvo por fe en el Señor Jesucristo, entonces usted le ama a Él. Y la pregunta que
Él le hace a usted, si usted es un hijo de Él, es: “¿Me amas?” Y si usted le ama, amigo oyente,
eso va a resolver el problema. Eso va a permitir que usted ande en el Espíritu, y para andar en el
Espíritu, usted será lleno con el Espíritu y tendrá gozo en su corazón. Hará de usted un esposo
mejor, hará de usted una esposa mejor, hará de usted un hijo mejor, hará de usted un mejor
obrero donde trabaja, hará de usted una persona mejor, donde quiera que esté, quien quiera que

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sea, usted camina por la fe. Y uno de estos días, usted entrará a Su propia presencia, a la
presencia del Dios santo, y estaremos en Su presencia para siempre jamás.

Cuán maravilloso es esto aquí, amigo oyente. Ahora, lo importante, que este hombre,
Habacuc, podía decir es: “Yo he ido a la torre de vigía y voy allí a esperar. Yo confío en Aquel
que sí tiene la respuesta. Es que, Sin fe – amigo oyente, – es imposible agradar a Dios; porque
es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan. Eso es lo que nos dice el escritor de la epístola a los Hebreos, en el capítulo 11,
versículo 6. Ahora, notemos, amigo oyente, que aquí en Habacuc dice que el justo por su fe
vivirá. Amigo oyente, Dios le está llamando a usted para que vaya a Él. Y la única manera por
la cual usted puede llegar a Él, es acercándose por medio de la fe.

¿Qué podemos decir entonces, en cuanto a la otra gente? Bueno, él dice aquí: que aquel cuya
alma no es recta, se enorgullece. Él está equivocado. El profeta va a señalar aquí cinco cosas
diferentes. La primera la encontramos en el versículo 5, donde se habla de la embriaguez. Y esa
es la forma en que Dios va a juzgar a Babilonia. Vamos a ver esto Dios mediante, en la próxima
oportunidad. Vamos a entrar en más detalles en cuanto a esto. En el versículo 9, podemos leer:
Ay del que codicia injusta ganancia para su casa. La codicia era uno de los grandes pecados de
Babilonia, así como también la embriaguez. Luego, en el versículo 12, vemos: ¡Ay del que
edifica la ciudad con sangre, del que funda una ciudad con iniquidad. Amigo oyente, debemos
decir que esta gente trató de manera horrible a aquellos que caían en sus manos como cautivos.
Ellos eran notables se destacaban por su brutalidad, usted puede leer en el Salmo 137 y ver allí
cómo tratan ellos a los hijos de Israel. Ahora, en el versículo 19, se nos dice:

19
¡Ay del que dice al palo: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! (Hab. 2:19)

La idolatría era uno de los grandes pecados de Babilonia también. Tenían cinco grandes
pecados. Amigo oyente, el orgullo hace que el hombre se desvíe en estas direcciones. Los lleva
a la bebida, los lleva a la codicia y muchas otras cosas más. Hace de ellos personas crueles,
brutales, en la forma en que tratan a los demás. También hace de ellos idólatras. Ahora, alguien
nos va a decir que ya no existen personas que adoren a los ídolos. Amigo oyente, quizá no sea

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los mismos ídolos que adoraban estas personas antes, pero hay muchos que adoran a ídolos en el
presente. El dinero es uno de los ídolos más adorados. ¿Cuántos hombres y mujeres en el
presente están adorando el sexo? ¿Cuántos hoy están adorando al placer? Todos están tratando
de adorar una u otra cosa. Muchas mujeres entregan cuerpos, muchos hombres entregan su vida
y su honor. Amigo oyente, ¿qué es lo que sucede? Bueno, esa alma se ha inflado, se ha llenado
con el orgullo y esa es la dirección en la cual usted se está dirigiendo. Y ese será su resultado.
Ese será su fin. Una eternidad perdida.

El justo por su fe vivirá. Y nosotros podemos esperar hoy; permanezcamos entonces en


nuestra torre de vigía. Dios tiene la respuesta. Cuando uno observa a su alrededor en este
mundo, considera que el mundo se ha vuelto loco. Y hay muchas personas que se preguntan cuál
será el resultado. Bueno, nosotros sabemos cual es el resultado. Nosotros creemos que tenemos
por delante días terribles. No queremos presentar un cuadro deprimente, pero, ¿a qué otra
conclusión podemos llegar al mirar a nuestro alrededor? Usted puede decir: “Bueno, ustedes son
pesimistas”. No lo somos, amigo oyente. Somos optimistas, y un día glorioso se acerca.
Nosotros estamos andando por fe, no estamos andando por vista. A nuestro alrededor podemos
ver estas cosas que no han cambiado; pero nosotros tenemos a Uno que va a ser el Cambiador.
El Señor Jesucristo vendrá a la tierra a establecer Su reino. Y, amigo oyente, Él va a cambiar las
cosas. Pero Él va a sacar a Su iglesia antes de que Él venga. ¿Cuándo? No lo sabemos.
Estamos solamente aquí en la torre del vigía, velando, andando por fe.

Amigo oyente, ¿está usted andando por la fe? Esto hace que las cosas sean muy diferentes.
Permítanos concluir diciendo que, hemos analizado solamente un versículo, pero ha sido un
versículo maravilloso.

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PROGRAMA No. 1187

HABACUC

Capítulo 2:4 - 12

Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo este libro de Habacuc. En nuestro programa
anterior, consideramos un versículo durante todo el espacio que tuvimos disponible. Es decir,
que prácticamente dedicamos todo nuestro estudio por radio al versículo 4 de este capítulo 2 de
Habacuc. Ahora, no hemos concluido todavía de considerar lo que aquí se enseña. Pensamos
que nunca terminaremos con esto, porque se presenta a través de toda la Escritura y señala una
gran base de las Escrituras para la salvación de Dios. Este versículo 4 dice:

4
He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe
vivirá. (Hab. 2:4)

Aquí se nos presenta dos tendencias de la humanidad. Mejor dicho, este versículo divide a
la humanidad en dos grupos. Uno de los grupos está viviendo basado en su propia fuerza, en
su propia habilidad. Anda por medio del orgullo. Piensan que esto les hace aceptables ante
Dios. En realidad, algunas de estas personas han dado la impresión de que Dios tiene mucha
suerte en poder contar a su lado con personas como ellos, aunque Él en realidad, no los tiene,
pero ellos piensan que es así. Y este es un camino que al hombre le parece derecho; pero su
fin es camino de muerte. (Pro. 14:12). Este es el camino de la destrucción. Y aquí él lo deja
simplemente como: el hombre lleno de orgullo, su alma no es recta en él. Y eso le lleva a la
destrucción.

Ahora, el Señor Jesucristo presentó estos caminos. Y el otro, es el camino de la fe. El


justo por la fe vivirá. Es decir, ha recibido vida y él anda por fe, y entra a la eternidad por

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medio de la fe, no basándose en su propia habilidad, ni en la fortaleza y la habilidad de otra
persona.

El Señor Jesucristo lo expresa de la siguiente manera, allá en el capítulo 7 del evangelio


según San Mateo, versículo 13, dice Él: Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la
puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y el punto realmente sobresaliente de
esto es expresado por el Señor de la siguiente manera, escuche usted: y muchos son los que
entran por ella. Esto es llamado el camino ancho. Y usted puede notar que aquí tenemos
como un embudo. Es muy amplio donde uno entra, espacioso, pero uno sale solamente en un
lugar, y es en la destrucción. Y esa es la historia del pecador. Esto es como cuando uno se
acerca a un paso muy estrecho o a una garganta profunda entre dos altas montañas, lo que
consideramos un cañón. Uno puede estar en un lugar amplio, pero a medida que se acerca a
estas dos montañas, el camino se hace cada vez más angosto. Y ese es el cuadro que tenemos
aquí. Es muy amplio a la entrada. Pero se hace cada vez más angosto y termina en la
destrucción.

Ahora, hablando en cuanto al otro camino, el Señor Jesucristo dice: Porque estrecha es la
puerta. Ahora, la puerta es muy angosta y es angosta y estrecha en el sentido de que el Señor
Jesucristo mismo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.
(Jn. 14:6). Vemos que esto ha sido limitado nada más que a Él, a una persona. Él es el
camino. Él no muestra el camino. Él es el camino. Y, amigo oyente, o usted tiene a Cristo, o
no lo tiene. O usted confía en Él, o no confía en Él. Y eso no tiene nada que ver con el hacer
cierta ceremonia, o el prometer hacer ciertas cosas, o pasar al frente en una reunión
evangelística, o algo por el estilo. Ni siquiera el unirse a una iglesia. Esto tiene que ver con su
relación personal con Cristo Jesús. Esta es la razón por la cual esta puerta es estrecha. Dios ha
limitado al mundo a una cruz, y Él dice: “¿Qué haréis con mi Hijo que murió en la cruz por ti?”
Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la
hallan. (Mat. 7:14). Aquí podemos notar que ese embudo ha sido invertido. Uno entra por la
parte angosta. Cristo es el camino. Pero al entrar uno, ve que eso no se hace cada vez más
angosto, sino que, por el contrario, se amplía. Y el Señor Jesucristo dijo: Yo he venido para

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que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Jn. 10:10). Esa es la libertad que logra
la persona que es salva, amigo oyente.

Ahora, tomemos a dos clases de personas, y en este pasaje de las Escrituras que vamos a
entrar a considerar, tenemos por un lado al hombre que comienza a beber. Este hombre les
dice a sus amigos creyentes que el modo de pensar de ellos es demasiado estrecho, que son
demasiado limitados. Él dice que uno puede beber o dejar de beber cuando quiera; pero eso lo
dicen muchas personas que, en realidad, no quieren dejar de beber. Esta clase de personas
llegan a descubrir que se encuentran en un camino del cual no pueden salir, y la única
alternativa que pueden encontrar es la de beber otro trago.

Por el otro lado, tenemos al creyente que piensa de una manera estrecha, digamos. Él pasó
por la puerta estrecha, y confió en Cristo como su Salvador. Ahora, ¿ha llegado este hombre al
lugar donde todo se ha reducido o limitado? No, amigo oyente. Él aún está viviendo. Si usted
quiere vivir realmente, entonces usted tiene que ir a Cristo. Esta es la maravilla y la gloria de
este versículo que tenemos aquí. No nos sorprende entonces que sea la base o el fundamento
que se encuentra debajo de las epístolas a los Romanos, a los Gálatas, y también a los Hebreos.

Ahora, esto es lo que Dios le ha dicho al profeta Habacuc. Él le dijo: “Tú tienes algunas
preguntas, y yo las he contestado. Esto no te ha complacido totalmente. Pero tú puedes confiar
en mí. Tú puedes confiar que lo que yo he hecho en el pasado ha sido lo correcto. Y lo que
estoy haciendo en el presente, también es correcto. Y tú puedes confiar en mí que lo que voy a
hacer en el futuro, será algo correcto y apropiado también, porque Yo estoy en control”.
Ahora, con eso en mente, amigo oyente, permítanos hablarle francamente y hacerle una
pregunta. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? ¿Quién puede acusarnos si hemos confiado
en Cristo? Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a
los que conforme a Su propósito son llamados. (Rom. 8:28).

Dios le está diciendo, por tanto, a este hombre Habacuc, que Él se encargará de los
babilonios oportunamente. Él señala aquí la base sobre la cual Él los va a juzgar. Dios le está
diciendo: “Dame tiempo y Yo me ocuparé de ellos; Yo voy a utilizarlos a ellos ahora para

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juzgar a mi pueblo. Pero luego, Yo les juzgaré a ellos también, y los juzgaré a ellos en una
base justa y santa. Y estaré justificado en lo que haga”. Tenemos ahora cinco lamentos o
“ayes” que presenta el profeta aquí, y esto es tan sintomático y tan ordenado como cualquier
cosa que uno pueda encontrar en las Escrituras.

Se nos dice que los próximos dos capítulos de Habacuc, este segundo y el tercer capítulo,
son como un Salmo. Cada uno de ellos, debe considerarse como un Salmo. Hasta se les podría
poner música. Escuche lo que Habacuc dice en el versículo 5. Él está hablando aquí en cuanto
a los babilonios. Y ellos, en este momento, no son la gran nación que llegaron a ser más
adelante en la época de Daniel. Y aquí tenemos la primera acusación: que ellos se han dado al
vino, y que el hombre de Babilonia es un hombre muy orgulloso. Escuche usted este versículo
5, dice:

5
Y también, el que es dado al vino es traicionero, hombre soberbio, que no
permanecerá; ensanchó como el Seol su alma, y es como la muerte, que no se
saciará; antes reunió para sí todas las gentes, y juntó para sí todos los pueblos.
(Hab. 2:5)

Babilonia llegó a ser el primer gran poder mundial. Eso era lo que ellos estaban buscando.
Y eso fue lo que llegaron a ser. Y esta ha sido la filosofía de muchas grandes naciones
alrededor del mundo, la de obrar en base a eso, de que algún día lleguen a gobernar al mundo
entero. Algunas naciones han hecho eso, se han metido en los asuntos internos de varios países
cuando no deberían haberlo hecho. Sin embargo, esa es la idea equivocada o falsa que tienen
algunas naciones del mundo. Y esa fue la falacia de Babilonia misma. Ellos tenían la filosofía
de que querían gobernar a todo el mundo. Pensaban que eran capaces de hacerlo. Y se
hincharon, se llenaron de orgullo. Y eran culpables de este pecado de la embriaguez.

Y ya hemos visto esto en varias ocasiones. La vimos cuando estudiábamos los libros de
Amós y Joel, y también estaba expresado en el libro de Nahum; y ahora otra vez está aquí en
Habacuc, que esto es lo que hace caer a las grandes naciones. Nahum presentó de una manera
muy clara, que fue la embriaguez, la borrachera, lo que hizo caer a Asiria. También fue la

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embriaguez lo que obligó a Dios a enviar al reino del norte a la cautividad. Y Habacuc está
diciendo aquí que es la embriaguez lo que hará que Dios destruya totalmente a ese gran reino
babilónico. Es decir, que la embriaguez obra su propia destrucción cuando la gente llega a ser
una nación de borrachos.

Eso fue lo que caracterizó a Babilonia. Y si usted lee el capítulo 5 del libro de Daniel, el
cual estudiamos no hace mucho tiempo, usted recordará que Belsasar hizo una fiesta. Y esa fue
la noche cuando cayó Babilonia. ¿Por qué? Porque estaban todos borrachos. Era una noche
de desenfreno y embriaguez. Ellos se sentían completamente seguros. Ah, pero eso fue lo que
hizo caer a Roma también. Cerca de la ciudad de Roma, a unos 25 kilómetros en la costa, se
encuentra la localidad de Ostia, en la desembocadura del río Tiber. Esa era una localidad que
los romanos utilizaban para divertirse. Las ruinas, en ese lugar revelan que los romanos se
entregaban allí al desenfreno y a la borrachera. Y esto fue lo principal, lo que provocó la caída
de ese imperio, y eso, amigo oyente, es lo que puede destruir a cualquier pueblo. Puede
destruir a nuestras propias naciones en el presente.

No creemos que sea ningún secreto que en cualquier tipo de reunión ya sea política o
comercial, una de las actividades principales es reunirse a beber una copa. Y uno puede ver a
grandes compañías cuando tienen convenciones en la ciudad, que antes de la cena, se ponen a
beber. En muchos lugares cuando se lleva a una rueda de prensa, alguna sesión informativa, en
muchas ocasiones la bebida está presente. Así es como se llevan a cabo los negocios y otras
actividades. Y hay naciones que tienen millones de alcohólicos donde el 50% de los accidentes
son causados por la embriaguez. Ahora, ¿cuánto tiempo puede durar una nación en esa
situación, amigo oyente? Dios le dice a Babilonia: “Ese es tu problema. Tu borrachera te ha
llevado al orgullo, a la soberbia y te ha hecho como el seol, como la muerte, que quiere devorar
todo”. Usted recuerda que en el libro de Proverbios, capítulo 30, versículos 15 y 16, dice: La
sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame, ¡dame! Tres cosas hay que nunca se sacian;
aun la cuarta nunca dice: ¡Basta! El seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas,
y el fuego que jamás dice: ¡Basta! Y Habacuc está utilizando aquí la misma expresión,
diciendo que nunca llega a saciarse, que es como el seol, que nunca está satisfecho. Que

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siempre quiere seguir ensanchando sus límites. Siempre siguen expandiéndose, y nunca llegan
a estar satisfechos.

Amigo oyente, estamos viviendo en una época cuando los negocios siempre tienen que
expandirse. Cada año tiene que ser mejor que el anterior. Y las iglesias se encuentran en la
misma situación. Quizá nosotros también estemos atrapados en una situación similar.
Queremos que este año sea mejor que el anterior. ¿Qué es esto que está sucediendo hoy? La
iglesia tiene que tener más miembros que el año anterior, su presupuesto tiene que ser más alto,
más amplio que el año anterior, y si no lo es, entonces, amigo oyente, estamos fracasando. Es
decir, creemos que estamos fracasando. Como el seol, y es como la muerte, que no se saciará.
Y eso es lo que nos empuja a muchos de nosotros en el presente. Eso fue lo que hizo caer a
Babilonia. Dios dice que Él los está juzgando a ellos por estas cosas. Ahora, él presenta aquí
estos cinco lamentos, estos cinco “ayes”, de manera específica. Y en el versículo 6, leemos:

6
¿No han de levantar todos éstos refrán sobre él, y sarcasmos contra él? Dirán: ¡Ay
del que multiplicó lo que no era suyo! ¿Hasta cuándo había de acumular sobre sí
prenda tras prenda? (Hab. 2:6)

Esto aparentemente tiene que ver con el firmar una garantía. Es una cosa el comprar una
propiedad y pagar por ella, pero es otra cosa el apoderarse de eso por la fuerza. El primer “ay”
es un proverbio sarcástico contra Babilonia, porque ellos estaban apoderándose por la fuerza de
aquello que no les pertenecía, que no era suyo como nación. Así es que, aquí tenemos este
proverbio sarcástico de parte de Dios contra esta nación por querer más y por apoderarse de
aquello que no le pertenece.

Amigo oyente, Dios ha dispuesto que en el presente el hombre se gane la vida por medio
del sudor de su frente, y si usted no se está ganando la vida por medio del sudor de su frente,
entonces alguna otra persona lo está haciendo por usted; porque usted no puede ganárselo de
ninguna otra manera. La forma en que Babilonia quería hacerlo es que otra persona hiciera el
trabajo. Así es que se apoderaban de ellos por la fuerza. Y este es el primer lamento que

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tenemos aquí, el primer “ay”. Dios dice que Él los va a juzgar por eso. Él quiere que usted
sepa que Él es recto y justo en obrar de esa manera. Y aquí en el versículo 7, leemos:

7
¿No se levantarán de repente tus deudores, y se despertarán los que te harán
temblar, y serás despojo para ellos? (Hab. 2:7)

Dios está diciendo: “¿No sabes acaso que todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará? Tú le vas a quitar algo a alguna nación, y alguna otra nación te lo va a quitar a ti”. Y
la misma clase de gente, los medos y los persas, llegaron a ser una gran nación, y ellos se
apoderaron de Babilonia. Ellos, en forma astuta, llegaron de noche, desviaron las aguas del río
Eufrates que pasaban a través de la ciudad, y por allí se introdujeron los ejércitos a la ciudad y
la destruyeron. Así es que, esta terrible acción se repite.

Amigo oyente, usted sabe que el hombre es sanguinario, que el hombre es codicioso. Y
llegamos así al final del primer lamento, aquí en el versículo 8, donde dice:

8
Por cuanto tú has despojado a muchas naciones, todos los otros pueblos te despojarán,
a causa de la sangre de los hombres, y de los robos de la tierra, de las ciudades y de todos los
que habitan en ellas. (Hab. 2:8)

Y en el versículo 9, tenemos el segundo lamento, el segundo “ay”; escuche usted:

9
¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, para poner en alto su nido, para
escaparse del poder del mal! (Hab. 2:9)

Ahora, debemos decir que debemos codiciar las cosas mejores, los mejores dones.
Creemos que un creyente debería tener el deseo de querer agradar a Dios. Nos referimos a esa
clase de codicia. Pero lo que se menciona aquí por supuesto, es algo malo, es el codiciar
aquello que no le pertenece a uno. El codiciar la propiedad del vecino, codiciar la esposa del
vecino; codiciar la riqueza del vecino. Y luego, vemos aquí en los versículos 10 y 11 de este
capítulo 2 de Habacuc:

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10
Tomaste consejo vergonzoso para tu casa, asolaste muchos pueblos, y has pecado
contra tu vida. 11Porque la piedra clamará desde el muro, y la tabla del enmaderado
le responderá. (Hab. 2:10-11)

Usted recuerda lo que sucedió cuando los fariseos querían que el Señor Jesucristo hiciera
callar a las multitudes cuando Él estaba entrando a Jerusalén de manera triunfal. La multitud
gozosa daba grandes voces por todas las maravillas que había visto. Y el Señor respondió que
si ellos se callaban, – es decir, que si la multitud se callaba – entonces las piedras clamarían.
Allá en el evangelio según San Lucas, capítulo 19, versículos 39 y 40, leemos: Entonces
algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él,
respondiendo, les dijo: Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían. Es decir, que esto
es algo que se va a esparcir, de eso pueden estar seguros. Ahora, con esto llegamos al tercer
“ay” que se menciona aquí en el versículo 12 de este capítulo 2 de Habacuc, donde leemos:

12
¡Ay del que edifica la ciudad con sangre, y del que funda una ciudad con
iniquidad! (Hab. 2:12)

Esto tiene que ver con el asesinato y el robo, con el crimen y con la violencia. Ese es el
método que Babilonia estaba utilizando para la destrucción. Y es el método de la guerra.

Amigo oyente, si nos apartamos un poco y observamos a la humanidad en su historia,


podemos llegar a la conclusión de que el hombre sufre de cierta enajenación, por la forma en
que ha vivido en esta tierra, por la manera en que se comporta. Y, en realidad, esto es cierto.
Sufre cierta enajenación. Se ve enajenado por el pecado, tiene una naturaleza pecaminosa. Así
es que, ni siquiera puede dirigir su propio camino. De modo que, siempre piensa que está
haciendo lo correcto. Y nunca ha habido una guerra donde los que pelean no hayan pensado
que estaba bien, y siempre el hombre llega a la conclusión de que está haciendo lo justo y lo
correcto. Amigo oyente, aquí tenemos la condenación de Dios para Babilonia, y esto lo
podemos traer a nuestra propia época. Y podemos ubicar aquí a cualquier nación del mundo
presente. Y encajará muy bien aquí.

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Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy, y continuaremos, Dios mediante, en
nuestro próximo programa. Mientras tanto, le recomendamos leer todo este capítulo 2 de la
profecía de Habacuc para estar más familiarizado con su contenido y extraer de este estudio el
mayor provecho posible.

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PROGRAMA No. 1188

HABACUC

Capítulo 2:12 - 20

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestra marcha por el libro del profeta Habacuc. No
concluimos nuestro estudio en el programa anterior, y nuevamente queremos decir que esto se
origina en el segundo versículo, cuando este hombre, con sus preguntas, fue a la torre del vigía y
allí Dios le habló. Dios le dio ese tremendo versículo en cuanto a que Él está obrando con la
humanidad hoy, siguiendo Su plan y Su propósito que proviene de la eternidad y alcanza hasta la
eternidad. Y que Dios tenía un plan por medio del cual Él iba a salvar al hombre pecaminoso, y
que ese era el Cordero de Dios, entregado antes de la fundación del mundo. Desde antes que
Dios creara alguna cosa física. Cuando ni siquiera el hombre estaba en existencia, Dios ya había
determinado que Él iba a obrar, Él iba a desarrollar un plan para ese hombre. Así es que, hoy la
humanidad está avanzando, está actuando en este pequeño mundo en el que vivimos. Y
aparentemente el hombre ha estado en esta tierra ya por varios miles de años; ¿cuántos?, no lo
sabemos. Pero, estamos convencidos que los científicos tampoco lo saben, pero, han escrito
muchos libros en cuanto a esto, y eso está bien. Pero, nuestra estimación en cuanto a la cantidad
de años y la suya, amigo oyente, es tan buena probablemente como la de ellos. El hombre no ha
estado aquí por mucho tiempo, en realidad y se está dirigiendo en dos direcciones. Y esto es lo
que vio este profeta Habacuc.

Ahora, allí tenemos a ese hombre, inflado por su propio orgullo, tratando en su propia fuerza
de obtener todo lo que pueda aquí en esta tierra. Él había rechazado a Dios, estaba en rebelión
contra Dios, no tenía ninguna capacidad para Él. Y ese camino lleva a la destrucción.

Luego, hay otro camino. Y ese camino es que “el justo por la fe vivirá”, la fe en el Salvador
que murió en la cruz.

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Ahora, cuando el hombre va por otro camino, estas son las cosas por las cuales Dios le
juzgará. No tanto por haber tomado el camino equivocado, sino que ese camino le ha llevado a
ciertos lamentos, o “ayes”, que pertenecen a la nación de Babilonia, y esa es la razón por la cual
Dios les castigó.

El primer “ay” lo observamos en el versículo 6 de este capítulo 2 de Habacuc, que esta nación
se había apoderado por la fuerza de aquello que no le pertenecía, algo que no era de ella. Se
apoderaron de eso por medio de la fuerza, y Dios los juzgará por eso.

Luego, tenemos el segundo “ay”, y es la codicia. Ellos codiciaban todo. Y Dios los
castigaría por eso.

El tercer lamento o “ay”, es que aquello que habían obtenido, lo habían obtenido por medio
de la violencia, el asesinato, la espada, por medio de la brutalidad, y Dios les juzgará por eso.
Eso lo vimos en el versículo 12 de este capítulo 2.

El cuarto “ay”, es la embriaguez y la inmoralidad. Y vamos a leer una vez más hoy, el
versículo 12 y también el versículo 13, de este capítulo 2 de Habacuc:

12
¡Ay del que edifica la ciudad con sangre, y del que funda una ciudad con iniquidad!
13
¿No es esto de Jehová de los ejércitos? Los pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y
las naciones se fatigarán en vano. (Hab. 2:12-13)

Piense, amigo oyente, en todos los esfuerzos vanos que muchas de las grandes naciones del
pasado han hecho. En lugar de edificar, ellos dedicaron más tiempo a destruir. Por ejemplo,
tenemos a Grecia. Esos ejemplares maravillosos de la arquitectura, de las estatuas, el arte y la
literatura, y sin embargo, los griegos dedicaron más tiempo a la destrucción siguiendo a
Alejandro Magno cuando él se dirigió hacia el Asia, donde él no hizo otra cosa sino destruir una
ciudad tras otra, una civilización tras otra. Eso es lo que le señala o le destaca a Él. Eso es lo
que señalaba o destacaba a Babilonia también, la nación que se menciona específicamente aquí.
Luego, en el versículo 15 de este capítulo 2 de Habacuc, podemos leer:

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15
¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas tu hiel, y le embriagas
para mirar su desnudez! (Hab. 2:15)

Esta embriaguez es un poco diferente a la embriaguez que se menciona en el versículo 5.


Allí Dios dice que el hombre dado al vino es traicionero. Pero lo que está diciendo aquí es algo
trágico: ¡ay del que da de beber a su prójimo! Es decir, que el licor hoy se utiliza como un
método para llevar a otra persona a cometer una inmoralidad trágica. Esto lleva al
derrumbamiento de la moralidad. Lleva a los hombres a cometer pecados que de otra manera ni
siquiera estarían enterados, la falta de honradez, por ejemplo, y muchos otros. Esto ocurre con
frecuencia alarmante en las grandes compañías comerciales. Cierto hombre de negocios que
formaba parte de una gran compañía, y también otro que trabajaba para un banco, contaban algo
que es realmente sorprendente. Decían ellos, que una de las cosas que ellos hacían era emplear a
ciertos hombres que por lo general ocupaban ciertos cargos, cuya labor era la de observar a
algunos de los trabajadores, de los empleados que comenzaban a beber demasiado. Tenían
muchas formas de averiguar eso. A veces, hablaban con la esposa de ese hombre. Le seguían
cuando salían de noche y comenzaban a faltar al trabajo, o a llegar tarde, o no se presentaban por
varios días. Y esas compañías hacen eso porque muchas de estas personas son muy inteligentes,
trabajan muy bien. Y por tanto, estos hombres especializados en esta tarea hablan con ellos y los
enfrentan con el problema de la vida que tienen y les ofrecen asistencia. Tratan de ayudarles para
que abandonen el vicio de beber.

Pero, amigo oyente, esto parece una locura, porque estas mismas compañías tienen cocteles
donde se ofrece mucha bebida, y estos hombres se emborrachan. Y luego tienen que ayudarles a
salir de la borrachera. Es como tener un hospital donde se lleva a personas que están sanas, y allí
se les contagia con algunos microbios, y luego los operan y los curan para librarlos de la
enfermedad que han contraído. Parece que el hombre fuera un conejillo de indias en este mundo
en el cual vivimos, ya que se hacen tantas cosas fuera de la lógica, aun por grandes compañías
comerciales.

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Y esa es la condenación que tenemos en este versículo. Se les acusa de que están haciendo
borrachos de esta gente, no sólo que están bebiendo ellos, sino que están haciendo borrachos de
los otros.

Hay una pareja, el esposo y la esposa, entre otros que están dedicando su tiempo a ayudar a
los jóvenes que se encuentran bajo el poder de las drogas. Y esta pareja dice que los jóvenes
provienen de hogares donde el padre y la madre acostumbran a beber. Ahora, si el papá y la
mamá van a beber en la casa y vivir su clase de vida, ¿por qué este jovencito no puede tomar sus
drogas? Nos gustaría tener una buena respuesta para esto, porque se nos ha hecho esta pregunta
y nosotros no hemos podido dar una respuesta apropiada, porque pensamos que la mamá y el
papá son los responsables porque el joven se entregue a las drogas. Creemos que detrás de las
drogas se encuentra el alcoholismo y la embriaguez. Eso es lo que ha provocado que esto se haya
esparcido de tal manera.

Ahora, creemos que estas cosas no se dicen abiertamente hoy. Reconocemos que no las
escuchamos decir por radio, y esto no lo hace a uno muy popular que digamos. Pero no creemos
que Habacuc haya sido muy popular, y por cierto que no lo era en Babilonia, donde había llegado
su profecía. Ellos descubrieron que Dios condena la embriaguez y que Dios condena a aquellos
que hacen borrachos de los demás. Escuchemos ahora lo que dice el versículo 16 de este
capítulo 2 de Habacuc. Esto lleva a una inmoralidad crasa, escuche usted:

16
Te has llenado de deshonra más que de honra; bebe tú también, y serás descubierto;
el cáliz de la mano derecha de Jehová vendrá hasta ti, y vómito de afrenta sobre tu
gloria. (Hab. 2:16)

Esto lleva a una inmoralidad crasa. La embriaguez, la borrachera, llevan al divorcio. Eso
lleva al quebrantamiento del hogar. Lleva a una vida de pecado. Amigo oyente, hemos llegado
al punto donde uno ya pierde el respeto a los hombres que se encuentran en cargos
gubernamentales, cuando se conoce muy bien que esas personas que hablan tanto en cuanto a la
honradez, y hablan tanto de cómo van a ayudar a los pobres, mientras ellos mismos son
alcohólicos y están bebiendo como un pez. Amigo oyente, ¿cómo podemos respetar al gobierno

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cuando se está llevando a cabo cosas como estas abiertamente; y sin embargo, se nos dice que los
respetemos, que los pongamos como ejemplos, y que les apoyemos? Nos hace inclinar nuestra
cabeza de vergüenza, al ver que cosas así ocurren en nuestras instituciones gubernamentales. Y
Habacuc presentó eso hace muchísimos años atrás, y Dios está diciendo que esa es la razón por la
cual Él derriba a Babilonia, a causa de estos pecados. Y aquí en el versículo 17, leemos:

17
Porque la rapiña del Líbano caerá sobre ti, y la destrucción de las fieras te
quebrantará, a causa de la sangre de los hombres, y del robo de la tierra, de las
ciudades y de todos los que en ellas habitaban. (Hab. 2:17)

La violencia es otro de los frutos provenientes de la embriaguez. Toda clase de inmoralidad


sale de la embriaguez. La cultura de los drogadictos es producto de eso. El divorcio. Todas
estas cosas que se presentan en nuestros países son producto de la borrachera, amigo oyente.
Leamos ahora, los versículos 18 al 20 de este capítulo 2 de Habacuc:

18
¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿La estatua de fundición que
enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra?
19
¡Ay del que dice al palo: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él
20
enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él. Mas
Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra. (Hab. 2:18-20)

Aquí tenemos el quinto lamento. Esta es la condenación de Dios del mayor pecado de todos.
Debemos reconocer que la embriaguez no es el mayor pecado. El mayor pecado es la idolatría,
amigo oyente; la religión falsa, cuando uno se vuelve a un ídolo en lugar de volverse a Dios. Ese
es el peor de los pecados.

Señalamos esto cuando estábamos estudiando allá el libro de Isaías, y creo que lo
mencionamos por primera vez cuando estábamos estudiando el libro de Jueces, porque allí se
presenta un gran principio de gobierno. También Isaías señala este principio claramente. Y
todos estos profetas que han seguido, ellos vuelven a señalar lo que ya se ha dicho antes, y llevan
este principio.

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Ahora, debemos notar tres pasos en la caída de una nación. En primer lugar, hay una
apostasía religiosa. El segundo paso, es una moral terrible. El tercer paso, es una anarquía
política. Esos son los tres pasos por medio de los cuales las naciones salen de la escena de la
historia humana. Ha sido la forma en que se han dirigido. Amigo oyente, el problema principal
nunca ha sido la anarquía política. El problema principal nunca ha sido esa moralidad terrible.
Malas como son estas cosas, la raíz del problema va a aquello que es religioso, a una apostasía
espiritual, apartándose del Dios vivo y verdadero. Y esto está sucediendo hoy con muchas
naciones del mundo. Ahora, nosotros no somos los únicos que decimos eso. Un eminente
profesor de historia indica que “los sueños de las naciones se desvanecen en medio de realidades
aterradoras y en medio de señales visibles de una decadencia en nuestra sociedad
contemporánea”. Otro indica que “en nuestra juventud teníamos un sentido muy profundo del
propósito nacional, el cual hemos perdido al pasar de los años de nuestra vida a la gloria”. Un
periodista por su parte, dice que “en público hablamos en cuanto a lo optimista y maravilloso que
aparece el futuro, pero que en conversaciones privadas de personas serias, se habla de que el
futuro es muy diferente, aparece muy oscuro”. Ahora, se comienza a hablar de ciertas dudas de
que hombres de carácter moral sean capaces de resolver y siquiera controlar los problemas
políticos, sociales y económicos que la vida ha colocado ante ellos.

Este es el cuadro, esta es la historia de la caída de las naciones. Y esto es lo que nos alarma a
nosotros, porque es un gran principio que ha sido señalado por Habacuc en la Palabra de Dios. Y
esto fue cumplido en la nación de Babilonia, porque comienza con apartarse del Dios vivo y
verdadero.

Hemos señalado en esta serie de programas, que la idolatría está fuera de moda, que no hay
personas inclinándose ante ídolos en algunos países; pero, por supuesto que esto no es totalmente
cierto. Hay muchas personas que están adorando al dinero, por ejemplo, en el presente. Hay
muchos hombres en el presente, que adoran al sexo. Hay muchos que adoran el placer. Hay
muchas mujeres que han entregado su virtud para poder llegar a ser una estrella famosa, para
poder avanzar. Amigo oyente, a cualquier cosa a la que usted se entregue, cualquier cosa que
tome todo su tiempo, toda su energía, todo de usted, esta es la adoración suya. Ese es su dios.
Ese es su ídolo. Y eso es lo que Dios condena. Dios dice que es un Dios celoso. Dios dice: Yo
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te he creado. Yo te he formado y redimido. Y Dios quiere que estemos con Él. Y cuando el
hombre le da la espalda a Dios, es lo peor que el hombre puede hacer. Y el profeta Habacuc
concluye este capítulo dos diciendo aquí en el versículo 20:

20
Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra. (Hab. 2:20)

Nosotros creemos que aquí se está refiriendo al futuro, cuando el Señor vendrá a la tierra,
cuando Él esté en Su santo templo. Allí, entonces, toda la tierra se inclinará ante Él. Todo el
conocimiento del día de hoy, todo el encanto, todo el atractivo y todo el placer, toda esa
confusión, desaparecerá. Pero, también es cierto que la razón por la cual nosotros estamos
teniendo nuestros problemas y dificultades aquí, es que Él está allá en el cielo; el Señor está en
Su santo templo, y si el hombre le reconociera a Él y se inclinara ante Él, y reconociera a Dios,
sería algo maravilloso, amigo oyente. Si sólo pudiéramos tener una semana de silencio, si todos
los políticos se callaran por una semana entera, ¿no sería maravilloso si todos nosotros los
predicadores de la radio también cerráramos nuestras bocas? Y, ¿no sería maravilloso si todos
los que están hablando tanto en el presente se quedaran callados y esperaran delante del Dios
todopoderoso? Amigo oyente, Jehová está en Su santo templo, calle delante de Él toda la tierra.

El Salmo 2 comienza con una pregunta: ¿Por qué? Y esta es la pregunta que tenemos aquí,
una pregunta de ¿por qué? Y esa pregunta allá en el Salmo 2, es: ¿Por qué se amotinan las
gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? ¿Por qué ese gran clamor? ¿Por qué toda esta
protesta? Están lejos de Dios, se han olvidado que Dios está en los cielos. El poeta se equivoca
cuando dice que “Dios está en Su cielo y todo anda bien con el mundo”. Dios sí está en el cielo,
pero todo anda mal por el mundo, porque el hombre no está en una relación correcta con Dios.
Nuestro problema hoy, amigo oyente, no es un problema humano, sino es que es un problema
divino. Es un problema de la relación del hombre con Dios. Esa es la única alternativa, la única
salida. El justo por su fe vivirá.

Bien, amigo oyente, hemos llegado así al final de nuestro estudio de este capítulo 2 de
Habacuc. Dios mediante, en nuestro próximo programa, comenzaremos a estudiar el capítulo 3.

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Le invitamos, pues, a sintonizarnos. Mientras tanto, le sugerimos que usted lea este capítulo y se
familiarice con su contenido.

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PROGRAMA No. 1189

HABACUC

Capítulo 3:1 - 6

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por este libro de Habacuc. Y al llegar al
capítulo 3, podemos ver que ha ocurrido un gran cambio en la vida de este hombre. Vamos a
ver, cuando lleguemos al final de este capítulo, que Habacuc ha cambiado, ha dado una media
vuelta. Este pequeño libro comienza en la penumbra. Parece que él tuviera un signo de
interrogación por cerebro, al comienzo. Él está haciéndole preguntas a Dios, pero luego, él
concluye su libro en gloria con una gran exclamación. Es una nota elevada de alabanza. Usted
no podrá encontrar una fe más segura que la que se expresa en la última parte de este libro. Este
capítulo 3 tiene como título las palabras del versículo 1, donde dice:

1
Oración del profeta Habacuc, sobre Sigionot. (Hab. 3:1)

Ahora, esta palabra “Sigionot” tiene que ver con la música. Hay algunos que opinan que
puede ser alguna indicación musical que le da instrucciones al músico de cómo interpretar esto.
Otros opinan que es un instrumento musical. Cuando estábamos estudiando el libro de Salmos,
usted recordará que esta palabra tenía que ver con la música. Así es que, esta oración es una
oración musical; es la poesía hebrea, y es un cántico, un cántico de mucha alabanza. En el
versículo 2, entonces, leemos:

2
Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los
tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la
misericordia. (Hab. 3:2)

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Podemos observar que en la vida de este hombre Habacuc, ha ocurrido un gran cambio. Esa
experiencia gloriosa que él pasó en la torre de vigía y esa paciente espera por una respuesta de
parte de Dios, le lleva al punto de verdadera fe, y no sólo eso, sino que abre sus ojos a algo de lo
cual él no estaba consciente anteriormente. Así es que, este es un cántico, podríamos llamarlo
una canción folklórica o popular, algo muy feliz. Y tiene que ser interpretado con instrumentos
de cuerda, y eso lo descubrimos viendo el final de este capítulo, al fin de este libro, donde dice:
Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas.

Pensamos que esa es una nota que Habacuc puso allí, de cómo debería cantarse ese Salmo.
Él le indica al solista cómo debe hacerse, debe utilizar un instrumento de cuerda. De paso,
digamos que hoy la mayoría de los cantos folklóricos son cantados así, con instrumentos de
cuerda. Y quizá a usted no le agraden demasiado algunos de estos instrumentos de cuerda o la
música que producen; sin embargo, son utilizados por los cantantes folklóricos. Aparentemente
pues, eso es lo que tenemos aquí, pero en un nivel muy elevado, mucho más elevado por
supuesto, del que se escucha en el presente. Y cuando decimos “escucha”, nos referimos al
sonido, nada más, y no prestamos oído realmente a lo que se interpreta.

Es sorprendente hoy que se escucha hablar tanto de la libertad de expresión. Pero, ¿qué
podemos decir en cuanto a la libertad de oír? A veces quisiéramos proteger nuestros oídos.
Sencillamente porque un cualquiera insiste en tener su libertad de expresión, pues, ofende
nuestros oídos, porque tenemos que escuchar la canción esa que no nos interesa en realidad. Y a
veces yo tengo que escuchar algunas canciones un poco pasadas de color. Eso, por supuesto,
basado en mi propia opinión; pero esa persona tiene que tener su libertad de expresión. Pero, no
consideramos hoy que también deberíamos tener un poquito de libertad para nuestros oídos, y no
tener que escuchar toda esa basura que circula en el presente.

Es lo mismo que ocurre en algunos países en los tribunales. El criminal debe ser protegido, y
al hacer eso, se deja sin protección a los demás ciudadanos. Y parecería como que el criminal
tuviera más derechos que el ciudadano honrado, que no desobedecerá, que se comporta según la
ley siempre. Y parecería como que nosotros estuviéramos tomando las cosas al revés.

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Pero volviendo a lo que tenemos aquí, debemos decir que este es un cántico maravilloso. No
creemos que esto llegue a ofender a nadie que lo escuche. Es una canción hermosa, y es una
oración. El profeta está diciendo aquí: “He oído Tu palabra”. Es decir que: Dios me ha
contestado. Dios le ha dicho: “Habacuc, Yo quiero que tú permanezcas en la torre de vigía, y
quiero que tú andes por medio de la fe. Quiero que tú confíes en Mí. Quizá tú creas que Yo no
estoy haciendo algo en cuanto al pecado de Mi pueblo, pero sí lo estoy haciendo. Estoy
preparando ahora a una nación, a los caldeos, los de Babilonia, y ellos van a ser utilizados por
Mí. Antes usé a los de Asiria, en el reino del norte. Ellos tuvieron que soportar mucho Mi ira.
Pero cuando Yo termine con esto, entonces los castigaré a ellos, y los juzgaré justamente”.

Ya hemos visto esos cinco lamentos, o “ayes”, en los dos programas anteriores. Estos eran
pecados grandes, nacionales, que habían derribado a una nación. Y Dios estaba actuando para
derribar a esa nación.

Lo interesante de todo esto es que este hombre, Habacuc, cambia completamente de modo de
pensar. Él dice: He oído tu palabra, y temí. Ahora, ¿de qué tenía temor el profeta? Bueno, él
había pensado que Dios no estaba haciendo nada. Y ahora, él está atemorizado pensando que
Dios está haciendo demasiado. Notemos lo que él dice aquí en el versículo 2:

2
Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los
tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la
misericordia. (Hab. 2:2)

Él dice: “Señor, yo no pensaba que Tú estabas obrando. Yo no creía que Tú estabas haciendo
nada, pero ahora puedo ver que estás actuando en juicio. Ya que estás actuando en juicio, quiero
pedirte, que te acuerdes de la misericordia. Acuérdate de ser misericordioso, aún con los caldeos,
y ten misericordia de Tu propio pueblo”. Antes, el profeta había pedido que cayera fuego del
cielo, no sólo sobre su propia nación que se había apartado de Dios, sino también sobre los
caldeos. Pero ahora él está diciendo: Acuérdate de la misericordia. Él sabe que Dios es
misericordioso. Y que Él es lleno de gracia. Él no desea que ninguno perezca, pero parecería
que hoy Él no está haciendo nada. Pero si usted, amigo oyente, y yo, pudiéramos ascender a la

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torre de vigía de Habacuc, y pudiéramos aprender que el justo vivirá por su fe, usted y yo
podríamos tener una fe viviente en Dios, y podríamos observar cómo Él está actuando detrás de
la escena. Podríamos ver todo lo que está en movimiento en el presente. Y creemos que usted,
tanto como nosotros, nos sorprenderíamos de la misma manera en que se sorprende Habacuc, y
quizá clamaríamos junto con él por la misericordia de Dios. Creemos que hay muchos creyentes
que están abandonando o ya han abandonado quizá toda esperanza por su propia nación, han
capitulado por así decirlo. Todos pensamos así, ¿no es cierto?

Pero, amigo oyente, Dios está actuando. Está actuando en juicio, pero alguien necesita
acercarse a Él y clamar: “Señor, en la ira, acuérdate de la misericordia. No te olvides de mostrar
misericordia para con nosotros. Nosotros necesitamos mucho de Tu misericordia”. Cada una de
nuestras naciones necesita de la misericordia de Dios. Todos nosotros nos estamos comportando
con arrogancia, con mucho orgullo. Creemos que somos los mejores del mundo, pero cuando
pensamos un poco, nos damos cuenta de que esto no es así en realidad. No debemos olvidar,
amigo oyente, que Dios está actuando en el presente, y creemos que lo está haciendo en Su
juicio. Así es que, necesitamos pedirle que sea misericordioso con nosotros.

Usted recuerda que Miguel de Cervantes dijo en su libro “Don Quijote de la Mancha”:
“Porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver
el de la misericordia que el de la justicia”. Amigo oyente, nosotros necesitamos hoy la
misericordia de parte del Dios todopoderoso.

¡Qué cambio más tremendo en la forma de pensar de Habacuc! Al principio, él estaba


diciendo al Señor que ¿por qué no hacía algo? “¿Por qué permites que ellos se salgan con la
suya?” Y ahora Dios le está permitiendo ver que Él está haciendo algo. Y entonces, él clama
por la misericordia de Dios.

Si nosotros conociéramos realmente cómo está actuando Dios en el presente en cuanto al


juicio y al castigo, pensamos que esto haría que cada nación se pusiera de rodillas delante del
Dios todopoderoso.

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Entremos ahora a esta maravillosa oración que tenemos ante nosotros. La oración es en
realidad un recital de lo que Dios ha hecho en la historia pasada de esta gente, y en vista de lo
que ha hecho en el pasado, Él va a hacerlo nuevamente en el futuro. Este es el pensamiento que
se presenta aquí. Uno puede depender de Dios, porque lo que Él ha hecho en el pasado
continuará haciéndolo ahora.

El Apóstol Pablo nos enseñó esto como creyentes. Él dijo allá en su epístola a los Filipenses,
capítulo 1, versículo 6: Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Amigo oyente, ¿ha comenzado Dios en usted la buena obra? ¿Está usted seguro de eso?
Creemos que puede estarlo. Él le ha ayudado a usted hasta este instante, ¿verdad? Y Él ha
comenzado una buena obra en usted, y usted puede estar seguro que Él la perfeccionará hasta el
día de Jesucristo, hasta cuando Él le tome y le saque de este mundo, entonces usted llegará a ser
como Él es. Esa es la seguridad, y eso es lo que encontramos aquí en este cántico.

Nosotros pensamos que este cántico se puede dividir en tres secciones. Así lo hemos
presentado en las notas y bosquejos, dividido en tres secciones. En los primeros dos versículos,
tenemos la oración del profeta. Luego, comenzando con el versículo tres y hasta el versículo 16,
tenemos el programa de Dios. Luego, vemos la posición del profeta expresada en los versículos
17 al 19. Esto creemos que presenta la división de este capítulo 3 de Habacuc.

Ahora, hablando de este programa de Dios, creemos nosotros que, aunque ninguno es
mencionado por nombre, hay tres hombres que pueden estar en la mente del profeta, porque este
no es un Salmo acerca de lo que algún hombre haya hecho, sino que es un Salmo acerca de lo
que Dios ha hecho a través de los hombres. Los hombres no son mencionados por nombre aquí.

Hay muchos que solamente ven dos, es decir, dos hombres. Creemos que en los versículos 3
al 6 se indica a Abraham. Luego, en los versículos 7 al 10, tenemos a Moisés, y en los versículos
11 al 15, se menciona a Josué. Esta es la forma en que nosotros dividiríamos esta sección en

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particular. Pero hay otros que piensan que Moisés se menciona en la primera sección. Veamos
ahora lo que dice el versículo 3 de este capítulo 3 de Habacuc:

3
Dios vendrá de Temán, Y el Santo desde el monte de Parán. Selah. Su gloria cubrió
los cielos, Y la tierra se llenó de su alabanza. (Hab. 3:3)

Ahora, aquí se menciona dos ciudades: Temán y Parán. Estas son ciudades en Edom. Y
muchos piensan que eso tiene que ver con los hijos de Israel. Ellos salieron de la tierra de
Egipto, pero en realidad, Abraham fue allí primero. Usted recordará que Abraham fue primero a
Egipto.

Luego, tenemos esta interesante palabra “Selah”. Esta es una palabra que también
encontramos en el libro de los Salmos. Y esto también puede indicar que aquí tenemos un
Salmo. Ahora, hay diferentes puntos de vista en cuanto al significado de esta palabra “Selah”.
Hay muchos que piensan que es una pausa en la música, un lugar para tomar aliento. Otros
opinan que aquí es donde comienzan a sonar los tambores, y que la música alcanza un tiempo
crescendo. Sin embargo, nosotros opinamos que lo que aquí indica es algo que mencionamos
antes, y es: pare, mire y escuche. Esto puede observarse muchas veces en los cruces a nivel de
ferrocarril. Quizá usted recuerde haber visto justo antes del cruce un letrero que dice: “Pare,
Mire y Escuche”. Pues bien, esto es lo que significa esta palabra “Selah” en este Salmo.

Dios vendrá de Temán y el santo desde el monte de Parán. “Ahora, siéntese y tome nota de
esto”, está diciendo Dios. Esté seguro de oír eso. Y el cantor tiene que detenerse y tocar los
tambores aquí. Selah. Esto es para llamar la atención a lo que se dice. No creemos que tenga
demasiada importancia si se refiere a Abraham o si se está refiriendo a Moisés, porque Dios
estaba presente con estos dos hombres, y tenemos un cuadro realmente maravilloso de la gloria y
la maravilla de Dios. Dice: Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza. Y eso
no ha tenido lugar aún, pero fue algo cierto en cuanto se refiere a Abraham, y a los hijos de
Israel, cuando ellos salieron de Egipto; al comienzo hubo alabanzas en sus corazones. Por
supuesto, que más adelante, ellos llegaron a quejarse y a lamentarse por el resto de la jornada,
pero la gloria de Dios cubrió los cielos.

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Creemos que como creyentes, necesitamos tener una viva impresión de la gloria de nuestro
Dios, de cuán majestuoso, cuán maravilloso, cuán poderoso, cuán misericordioso es Él. Sigamos
leyendo ahora aquí en el versículo 4 de este capítulo 3 de Habacuc:

4
Y el resplandor fue como la luz; Rayos brillantes salían de su mano, Y allí estaba
escondido su poder. (Hab. 3:4)

Usted se ha dado cuenta que, cuando sale el sol, se puede observar que aparecen rayos de luz.
Bueno, ese es el cuadro que se nos presenta aquí. Creemos que cuando el Señor regrese a llevar
a Su iglesia, esa gloria estará presente. No fue así cuando Él nació en Belén. Y cuando Él venga
a la tierra a establecer Su reino, Su resplandor será como la luz. Él tenía estos rayos brillantes
que salían de Su mano. Allí se ocultaba el poder. Es decir, que la gloria de Dios estaba
cubriéndole tanto que no se le podía ver. La misma gloria de Dios oculta la gloria de Dios. ¡La
majestad de Su persona! Esto es algo que los creyentes necesitan reconocer y respetar. Ahora,
en el versículo 5 de este capítulo 3 de Habacuc, leemos:

5
Delante de su rostro iba mortandad, Y a sus pies salían carbones encendidos. (Hab.
3:5)

Esto puede aplicarse a la época de Moisés en Egipto y a las plagas que tuvieron lugar allí.
Pero, también puede aplicarse a Abraham, quien fue a Egipto porque había un hambre muy
grande. Había mortandad en la tierra.

Y el versículo 6, comienza diciendo:

6
Se levantó, y midió la tierra; (Hab. 3:6)

Y usted recuerda que Él le dijo a Abraham que Él le iba a dar esa tierra. Dios la había
medido. Allá en Deuteronomio, capítulo 32, versículo 8, leemos: Cuando el Altísimo hizo
heredar a las naciones, cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, estableció los límites de

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los pueblos según el número de los hijos de Israel. Es algo sorprendente lo que leemos aquí.
Luego, en el versículo 6, el versículo completo, dice:

6
Se levantó, y midió la tierra; Miró, e hizo temblar las gentes; Los montes antiguos
fueron desmenuzados, Los collados antiguos se humillaron. Sus caminos son eternos.
(Hab. 3:6)

¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Este es un Salmo
verdaderamente maravilloso, amigo oyente, el que hemos estado considerando hoy. Pero, vamos
a detenernos aquí en esta ocasión y continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo
programa. Mientras tanto, le recomendamos leer todo este capítulo 3 de la profecía de Habacuc,
para estar familiarizado, al continuar en nuestro próximo estudio con este capítulo de alabanza.

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PROGRAMA No. 1190

HABACUC

Capítulo 3:7 - 19

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Habacuc. Estamos en el
último capítulo, el capítulo 3, y en los versículos 3 al 16 de este capítulo, tenemos detallado el
programa de Dios. En otras palabras, lo que Habacuc está haciendo aquí es repasando la forma
en que Dios ha tratado con Su pueblo a través de los siglos, basado en la fidelidad de Dios, y en
la infidelidad de la gente. Dios nunca los abandonó. Dios le dio a este hombre el valor para
enfrentar el futuro; así es que esto ha causado que Él escriba este poema de alabanza a Dios.

Ahora, esta sección, como dijimos en nuestro programa anterior, está dividida entre tres
personas diferentes. Vimos en los versículos 3 al 6, a Abraham. Evidentemente, él regresa al
principio mismo cuando Dios llamó a una nación. Llamó a un hombre primero, y de ese hombre
hizo la nación.

Pasamos entonces, de allí, y nos encontramos hoy en el versículo 7. Y aquí se nos presenta
de manera muy destacada a Moisés. Hay muchos que creen que se habla de Moisés desde el
versículo 3, pero nosotros opinamos que esto es algo de insignificancia, en realidad. Cualquier
cosa que sea, ya sea Moisés o Abraham, Dios estaba actuando, eso es lo importante. Y por cierto
que podemos identificar a Moisés aquí en el versículo 7, donde dice:

7
He visto las tiendas de Cusán en aflicción; Las tiendas de la tierra de Madián
temblaron. (Hab. 3:7)

He visto las tiendas de Cusán – dice. Esto se refiere a Etiopía. Cuando se menciona las
tiendas de la tierra de Madián, esto nos hace recordar de Moisés cuando él estuvo allí en

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Madián. Y hay algunos eruditos que opinan que Moisés, cuando él era el hijo adoptivo de la hija
de Faraón, probablemente encabezó una campaña contra Etiopía. Pero, por supuesto, esto no es
algo registrado por la historia, sino sólo la creencia de algunos eruditos. Ahora, el versículo 8,
dice:

8
¿Te airaste, oh Jehová, contra los ríos? ¿Contra los ríos te airaste? ¿Fue tu ira
contra el mar cuando montaste en tus caballos, Y en tus carros de victoria? (Hab. 3:8)

Es decir, que Dios abrió los ríos para ellos. Usted recordará cómo ellos cruzaron el Mar
Rojo, y cómo cruzaron el río Jordán. Él está pensando en esto aquí. Él dice: ¿Fue tu ira contra
el mar cuando montaste en tus caballos, y en tus carros de victoria? Este es un lenguaje muy
hermoso, por cierto, y habla en sentido figurado. Habla del hecho de que Dios no estaba enojado
con los ríos, porque estuvieran bloqueando el camino, sino que sencillamente abrió el Mar Rojo
para que ellos pudieran pasar. Lo mismo ocurrió más adelante con el río Jordán. Ahora, el
versículo 9 de este capítulo 3 de Habacuc, dice:

9
Se descubrió enteramente tu arco; Los juramentos a las tribus fueron palabra segura.
Hendiste la tierra con ríos. (Hab. 3:9)

Es decir, que Dios estaba cumpliendo con Su pacto, con Su promesa a Su pueblo; y, amigo
oyente, usted puede apreciar que es necesario que el tamborilero haga sonar aquí su tambor otra
vez, porque esto es algo que debe despertarlos y provocar en ellos el deseo de escuchar lo que
Dios tiene que decir.

Y dice aquí: Hendiste la tierra con ríos. ¿Ha pensado usted alguna vez cómo esta tierra está
hendida? Dios lo hizo con ríos. Los ríos son como una gran hendidura a través de toda la tierra.
Y este es un cuadro altamente figurativo, y es un cuadro muy acertado que se nos presenta aquí.
Luego, en el versículo 10 de este capítulo 3 de Habacuc, él dice:

10
Te vieron y tuvieron temor los montes; Pasó la inundación de las aguas; El abismo
dio su voz, A lo alto alzó sus manos. (Hab. 3:10)

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Usted recordará que cuando Moisés subió al monte Sinaí y recibió la ley de parte de Dios, el
monte tembló cuando la ley le fue entregada, y los hijos de Israel tenían tanto temor que ni
siquiera querían acercarse a ese lugar. Ellos no querían que Dios hablara con ellos. Estaban
completamente atemorizados. No querían acercarse. No querían que Dios les hablara de
ninguna manera. Así es que, Moisés subió y recibió los Diez Mandamientos, y luego bajó otra
vez. Este es el cuadro de Moisés liberando a los hijos de Israel. Dios había hecho un pacto con
Abraham, y lo cumplió. Ahora, Dios ha hecho un pacto con Moisés, y también lo ha cumplido.
Él les libró de la tierra de Egipto.

Llegamos ahora, al versículo 11, y vamos a ver aquí a Josué. Creemos que de una manera
muy definida por cierto, Josué se encuentra en el fondo de lo que se menciona aquí. Como
dijéramos en nuestro programa anterior, los nombres de estas personas no son mencionados,
porque aquí se está hablando de los hechos que Dios ha realizado. El versículo 11, entonces,
dice:

11
El sol y la luna se pararon en su lugar; A la luz de tus saetas anduvieron, Y al
resplandor de tu fulgente lanza. (Hab. 3:11)

Cuando aquí dice: El sol y la luna se pararon en su lugar, esto nos indica a Josué. Usted
recuerda que en el capítulo 10 de Josué, versículo 13, se menciona que el sol se detuvo, y la luna
se paró hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos, – cuando Josué y los israelitas
combatieron contra los cinco reyes de los amorreos. Ahora, en el versículo 12 de este capítulo 3
de Habacuc, leemos:

12
Con ira hollaste la tierra, Con furor trillaste las naciones. (Hab. 3:12)

Es decir, que Dios había colocado a Su pueblo en esa tierra. Él los colocó allí y los quitó de
allí a causa del pecado en sus vidas. Los amorreos ocupaban la sección en la cual estaba ubicada
Jericó. Esta gente estaba siendo consumida por las enfermedades venéreas. Dios los sacó de allí,
de esa tierra, porque ellos estaban infectando a toda la familia humana en aquella época. Era
como una plaga entre la gente de aquellos días. Y ahora, en el versículo 13, leemos:

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13
Saliste para socorrer a tu pueblo, Para socorrer a tu ungido. Traspasaste la cabeza de
la casa del impío Descubriendo el cimiento hasta la roca. Selah (Hab. 3:13)

Ha habido alguna duda en cuanto a la expresión a tu ungido que se menciona aquí. Hay
algunos que piensan que eso puede referirse a Israel, y otros, que se refiere al Mesías. Ahora,
personalmente opinamos que quiere decir, el Mesías. Para socorrer a tu ungido. El Señor Jesús
es el Salvador, el Ungido. Y cuando aquí se menciona al Ungido, la música alcanza su crescendo
más elevado. Esto es lo que se llama en música “fortissimo”, algo muy alto por cierto. Uno
necesitaría una buena soprano o un hombre con una voz muy buena, y, amigo oyente, esta es una
alabanza a Dios por la salvación que Él trajo a esta gente. Él les libró. Les sacó de la tierra de
Egipto por medio de Moisés, y les llevó a la tierra prometida por medio de Josué; pero todos
estos fueron hechos de Dios. Y Él estaba cumpliendo Sus promesas. Y esa era Su salvación para
con ellos. Ahora, notemos lo que dicen los versículos 14 y 15:

14
Horadaste con sus propios dardos las cabezas de sus guerreros, Que como tempestad
acometieron para dispersarme, Cuyo regocijo era como para devorar al pobre
15
encubiertamente. Caminaste en el mar con tus caballos, Sobre la mole de las grandes
aguas. (Hab. 3:15)

El río Jordán fue abierto para permitir el paso de ellos cuando Josué los llevó a tomar la tierra
prometida. Y aquí tenemos ahora la reacción del profeta. Nuestro deseo es poder hacer justicia a
este tremendo aunque pequeño libro, en este gran capítulo que tenemos aquí. Sabemos que
somos totalmente inadecuados para presentarlo como debería ser presentado. Este es uno de los
grandes pasajes de la Palabra de Dios. Y quisiéramos, de alguna forma, poder comunicar a su
corazón, algo de la grandeza y de la gloria que tenemos en esta sección aquí. Permítanos leer
todos los versículos que nos restan primero, y después volveremos para comentarlos. Versículos
16 al 19 de este capítulo 3 de Habacuc:

16
Oí, y se conmovieron mis entrañas; A la voz temblaron mis labios; Pudrición entró
en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; Si bien estaré quieto en el día de la
17
angustia, Cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas. Aunque la

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higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y
los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no
18
haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el
Dios de mi salvación. 19Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de
ciervas, Y en mis alturas me hace andar. (Hab. 3:16-19)

Habacuc nos presenta aquí, al final de su libro, su propia experiencia personal. Él comenzó
el libro, como usted recuerda, presentando su propia experiencia personal. Y aquí tenemos ahora
la posición del profeta. Él nos está expresando su reacción física a todo esto. ¿Ha sentido usted
alguna vez, amigo oyente, esa sensación en la boca del estómago cuando se está enfrentando a
alguna crisis, o cuando se tiene que enfrentar en su vida a alguna gran emergencia? Pues, bien,
esa es la experiencia de este hombre. Él dice: Oí, y se conmovieron mis entrañas; a la voz
temblaron mis labios. Él estaba tan atemorizado que no podía ni hablar y no podía hacerse
escuchar. Quizá usted haya pasado por alguna experiencia parecida.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba de una experiencia que
le sucedió a él cuando era joven; dice: “Cuando yo era joven, estaba visitando a una señorita, y
en la casa de al lado también vivía otra muchacha que estaba siendo visitada por un joven.
Cuando este muchacho se iba, tenía una mala costumbre, y era uno de esos mirones que
escondido en algún lugar gustaba de observar a las muchachas en su dormitorio. Él había estado
haciendo eso aparentemente por algún tiempo, y esa noche, – decía el Dr. McGee – cuando yo
estaba visitando a mi amiga, una de las muchachas le observó cerca de la ventana, y me llamaron
a mí para que les ayudara. Yo cometí una tontería en esa ocasión, ya que una de las muchachas
me trajo la pistola de su papá, y armado con la pistola, salí al patio. Creo que lo mejor hubiera
sido para mí no haber ido nunca a ese lugar, decía el Dr. McGee. En la parte posterior había una
gran cerca, y yo me dirigía a este lugar, y ya estaba listo para regresar adentro y decirles a las
niñas que no había ninguna necesidad de tener temor, que allí no había nadie, cuando de pronto
vi algo que se movía arriba de la cerca. Allí estaba ese muchacho que podría haber saltado sobre
mí tranquilamente. Pero él también estaba muy aterrado al verme allí, y se quedó allí como
petrificado. Y continuaba el Dr. McGee, diciendo: Yo tampoco pude hacer nada. Traté de

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levantar el revólver y disparar, pero doy gracias a Dios que no pude hacerlo, porque estaba muy
asustado.

“Traté de hablar, pero no me salía nada de la boca. Así es que, esta muchacha llamó a su
padre, y le dijo: ‘Ese hombre está ahogando a Vernon allá afuera’. Pero eso no era lo que estaba
ocurriendo, sino que yo estaba medio muerto de miedo. No podía ni hablar. Así es que, en lugar
de ser un héroe esa noche, yo terminé apareciendo como una persona muy asustada, por cierto.
Mientras tanto, el otro muchacho saltó al otro lado de la cerca y comenzó a correr. Yo coloqué el
revolver sobre esa cerca, porque las manos me temblaban mucho, y disparé dos veces. Pero él no
tenía por qué preocuparse porque en la situación que me encontraba, yo no podía pegarle a
nadie”. Y hasta aquí, la experiencia que nos compartía el Dr. McGee.

Ahora, lo importante, amigo oyente, es que así es como se sentía Habacuc. Él dice que
estaba tan asustado que se conmovieron sus entrañas dentro de él. Y luego dice: Pudrición entró
en mis huesos, y dentro de mí me estremecí. Eso indica que él no podía ni siquiera mantenerse
en pie. Tenía que asirse de algo. Si bien estaré quieto en el día de la angustia. O sea que, él vio
que Dios iba a actuar en juicio. Él sabía que éste iba a ser un tiempo muy difícil. Pero a pesar de
todo, él dice en la primera parte del versículo 17:

17a
Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, (Hab. 3:17a)

O sea, aunque no haya nada allí, él dice: con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en
el Dios de mi salvación.

Quisiéramos que usted note esto, amigo oyente, porque es tan importante para nosotros,
especialmente en estos días en los cuales nos toca vivir. Hay tanto que se nos promete en el
presente. Siempre estamos recibiendo literatura que no sirve para nada en realidad, sino para
arrojarla a la basura. Nos llega alguna revista de una obra llamada cristiana, que nos dice todo lo
que uno puede obtener por medio de la oración: que Dios le hará prosperar, que le dará buena
salud, que le permitirá obtener de todo. Pero, amigo oyente, Dios no es un Papá Noel
glorificado. Nuestro Dios está actuando de una manera muy definida. Y si usted quiere una

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respuesta para sus problemas, la respuesta está aquí, y la respuesta es sencillamente esto: que
Dios es la respuesta para nuestros problemas.

Este hombre se había dirigido a Dios al principio de este libro y le había preguntado: “¿Por
qué estás haciendo ciertas cosas? ¿Por qué me permites que yo vea la maldad? ¿Por qué no
actúas? Y luego Dios le llevó al atalaya, a esa torre de vigía, y le permitió ver lo que Él estaba
haciendo. Y ahora este hombre dice: Yo voy a andar por fe en Dios. Y Él es la respuesta para
los problemas del presente. Yo no sé quien es usted o cuáles son sus problemas, pero Dios tiene
la respuesta. Él es la respuesta. Usted puede tener fe y confianza en Él. Dios tiene un propósito
para usted en su vida, amigo oyente, y Dios lo va a llevar a cabo sin lugar a dudas. Usted puede
confiar en Cristo, y cuando usted confía en Él, usted verá que Él comienza a obrar en usted, y Él
quiere hacerle a usted según Su propia imagen. Dios quiere hacerle a usted como Cristo.

El Apóstol Pablo nos dice en su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículos 28 y 29: Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó
para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos.

El propósito eterno de Dios, amigo oyente, es el de hacer de usted alguien como Cristo Jesús.
Y Él dice nuevamente en la Segunda epístola a los Corintios, capítulo 3, versículo 18: Por tanto,
nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Amigo oyente, Dios tiene un propósito para usted. No interesa quien sea usted. Y cualquiera
que venga a decir que alguien más tiene un propósito mejor en su vida que el que usted tiene, es
algo completamente equivocado. Usted es tan importante ante los ojos de Dios, y en Su
propósito en el presente, como cualquier individuo que haya vivido en esta tierra, o que llegara a
vivir en esta tierra. Él quiere hacerle a usted como Cristo. Nuevamente leemos allá en la
Primera Epístola a los Corintios, capítulo 15, versículos 47 al 49, que dice: El primer hombre es
de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales

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también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído
la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Nosotros estamos ahora en estos cuerpos humanos que han sido sacados de la tierra misma, y
Dios nos ha hecho seres humanos, pero ese no es su propósito final. Somos terrenales, y Él
quiere que nosotros seamos celestiales, y ese es el objetivo que Él tiene para nosotros.

Supongamos que usted haya vivido en la época de Miguel Ángel, y que hubiera sido vecino
de él. Y un día usted llega a visitar a Miguel Ángel en su estudio, y allí en el centro se encuentra
un gran bloque de mármol, sucio, sin ninguna forma, cubierto de polvo y humedad porque lo han
traído así de la cantera. Y es nada más que un bloque de mármol. Es algo duro, frío, algo que no
tiene ningún atractivo, por cierto. Pero usted regresa después de unos seis meses, y ¿qué es lo
que ha sucedido? Usted puede apreciar una hermosa estatua de David, o de un ángel. Amigo
oyente, de igual modo podemos ver que Dios tiene un propósito para usted y para mí. Estas son
cosas terrenales, pero hay un propósito que es celestial. Amigo oyente, el ideal del artista, el
Espíritu Santo, es el de hacernos según Su imagen, y el cincel es la disciplina del Señor
Jesucristo, A quien Dios ama, castiga. (Heb. 12:6). Hemos visto esto. El martillo es la Palabra
de Dios. Y nosotros podemos decir hoy con el salmista en el Salmo 17:15: En cuanto a mí, veré
su rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a su semejanza.

Amigo oyente, Dios es la respuesta a sus preguntas. Y Dios es la respuesta a sus problemas.
Así es que, no importa quien sea usted o dónde esté, usted puede regocijarse en Él, y se puede
regocijar en Su salvación y decir con este hombre quien era muy pesimista al principio, pero que
ahora puede decir: Me gozaré en el Dios de mi salvación. Y el libro había comenzado con una
nota triste, pero termina en gloria. Había comenzado con una pregunta, pero concluye con un
signo de admiración poderoso. Concluye con este salmo magnífico. ¡Que usted y yo, amigo
oyente, seamos animados, seamos entusiasmados por la Palabra de Dios! Y así, llegamos al final
de nuestro estudio de este tremendo libro de Habacuc.

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